Progreso y Retorno en Sigmund Freud
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Juego de olas: progreso y retorno en Sigmund Freud y en Walter Benjamin. Carlos Antonio Delgadillo Macías.
Borrador de introducción.
Thomas Mann sobre Freud.
En un ensayo sobre Freud1, Thomas Mann comenta dos aforismos de Nietzsche que tocan
los temas de la Ilustración y el Romanticismo, el progreso y la reacción. En el primero, “La
hostilidad de los alemanes contra la Ilustración”, que se incluye en Aurora, Nietzsche
sostiene, refiriéndose a filósofos, historiadores y científicos alemanes de la primera mitad del
siglo XIX, que la tendencia de todos ellos ha sido “alzarse contra el racionalismo y contra la
Revolución, que, en virtud de un burdo error, ha sido considerada como una consecuencia
del primero”.
Esos alemanes han querido restaurar el sentimiento frente al culto de la razón propio
de la Ilustración. Ese intento ha sido, según Nietzsche, a la vez provechoso y peligroso. Ha
permitido apreciar otras realidades, de otra manera quizá ignoradas, y ha permitido también
hacer juicios más equilibrados, pero eso a costa del riesgo de poner al conocimiento por
debajo del sentimiento.
Pero para cuando escribe Nietzsche, ese riesgo habría sido superado. “Respiremos el
aire libre de nuevo: ya ha pasado el momento de peligro” escribe, para sorpresa de Mann,
quien, escribiendo en 1929, veía ya el peligro del fascismo y del nacionalsocialismo.
Aquellos elementos que antes eran exaltados (el interés por la historia y los orígenes, la
simpatía por el pasado, entre otros) pasaron a ser aprovechados ahora por ese mismo
racionalismo antes impugnado, que Nietzsche además llama a llevar más allá, “sin tener en
cuenta que contra él se hizo tanto una gran revolución como una gran reacción”.
Cierra el aforismo con una metáfora, que será muy sugerente para todo el ensayo
sobre Freud. Esas revoluciones y esas reacciones serían “juegos de olas en comparación con
el inmenso oleaje en el que nos agitamos o nos queremos agitar”.
Para completar su interpretación, Mann recurre a otro aforismo: “La reacción como
progreso”, incluido en Humano, demasiado humano. Ahí Nietzsche, tomando como ejemplo
a Lutero y a Schopenhauer, habla de “espíritus rudos, violentos, arrebatadores” que irrumpen
en la historia haciendo referencia a épocas pasadas y prueban con su actividad que lo nuevo
aún es débil, pues no resiste a sus conjuras. Hubo algo –habría que dilucidar qué- en la época
en la que ellos actuaron que les permitió vencer, imponerse. La ciencia, el entero
Renacimiento, no pudo resistir a Lutero. Y el siglo XIX no pudo oponerse con éxito a
Schopenhauer, quien, según Nietzsche, portaría en su filosofía “toda la concepción del
mundo y todo el sentimiento del hombre propios de la Edad Media” y habría triunfado a
pesar de la “aniquilación lograda ha mucho de todos los dogmas cristianos”.
Así como según el primer aforismo recuperado por Mann habría una ventaja en la
reacción de los alemanes de la primera mitad del siglo XIX, también la filosofía de
Schopenhauer le ha permitido a nuestro sentimiento “retroceder por algún tiempo a antiguas,
poderosas concepciones del mundo y del hombre, a las que difícilmente nos conduciría otro
sendero”.
1 El puesto de Freud en la historia del espíritu moderno.
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Se trata también hacerle “justicia” al cristianismo y, agrega Nietzsche, hacia “sus
parientes asiáticos”. Sólo después de ese retorno, que es una corrección, podemos continuar
con el proyecto ilustrado. En sus propias palabras:
Sólo tras este gran éxito de la justicia, sólo después de haber corregido en un punto tan esencial la
concepción historicista que el Siglo de las Luces trajo consigo, podemos enarbolar de nuevo la
bandera de la Ilustración, la bandera de tres nombres: Petrarca, Erasmo, Voltaire. Hemos hecho de
la reacción un progreso.
El progreso requiere reacción. La reacción puede ser un progreso. Ésa es la idea
central que Thomas Mann recuperará de Nietzsche y que utilizará para describir la obra de
Freud. Ese “juego de olas” expresa la no linealidad del desarrollo. A pesar de los
movimientos reaccionarios, que chocan con las olas progresistas, se mantiene una dirección,
que sería ese “inmenso oleaje” en el que se da ese juego de olas.
Mann enlazará a Freud con el romanticismo y con la revolución. Según su
argumentación, lo romántico y lo revolucionario coincidirán en ir a los orígenes, en volver la
cara al pasado, en explorar lo oscuro, lo ctónico, la noche, lo irracional, pero no para quedarse
ahí sino para solventar un anhelo de un mejor porvenir, para continuar con ese movimiento
más grande que no se agota en vaivenes particulares, a veces contradictorios.
Para Mann, Freud y su proyecto estarían emparentados con los que, en los siglos XIX
y XX, se interesaban en “la cara oculta de la naturaleza y del alma, en contra del racionalismo,
del intelectualismo, del clasicismo, o dicho en una palabra: en contra de la fe en el espíritu
que fue propia del siglo XVIII y también todavía acaso del siglo XIX”. El psicoanálisis es un
proyecto que se interna en lo oscuro del hombre, en el inconsciente, con sus contenidos
ancestrales, atávicos, tanto en la historia del individuo como en el proceso de la cultura.
Algunas ideas sueltas para el cuerpo del ensayo.
- Freud se emparentaría con el romanticismo por esos intereses, y sería revolucionario.
Pero no dejaría de ser un investigador ilustrado, alguien que se ha dado cuenta que
hay algo, una debilidad, que exige un regresar para continuar el desarrollo, para
liberar la fuerza del porvenir. En el individuo, el trauma, oculto, tergiversado, entra
en latencia y retorna, se vuelve origen de patología. Es necesario explorar en esa parte
oscura, suprimida, elaborada, pero no para quedarse ahí, en la enfermedad y sus
raíces, sino para disolver todo lo que se ha montado encima para encubrir y así llevar
a la conciencia lo inconsciente patológico.
- Ir hacia el pasado para quedarse ahí, negando el porvenir, incluso disfrazándose de
revolucionario, es el peligro que Mann veía en el fascismo, en “los jóvenes haciendo
con el brazo el saludo romano”. Desenmascarar esa falsa revolución, que se queda en
la sola reacción, es algo que, para Mann, puede hacer muy bien el psicoanálisis.
- Algo parecido al proceso individual de progreso como retorno encontraríamos en la
cultura, que nos explicaría, por ejemplo, qué debilidad había en la época de esos
grandes conjuradores con voz pretérita, como Lutero o Schopenhauer, como Moisés
o como Pablo de Tarso, a la vez restauradores y revolucionarios. El proceso del
totemismo, animismo, politeísmo, monoteísmo, es decir, en el proceso religioso,
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puede describirse según el esquema de progreso y retorno. Tomando como ejemplo
“Moisés y la religión monoteísta”, el padre primordial retorna como dios monoteísta
en la religión de Akhenatón, pero también retorna la rebelión de los hermanos
conjurados, que destruyen todo su legado. Se repite el retorno con Moisés y con sus
asesinos. Otro retorno se da en el cristianismo, con sus restos politeístas (en los santos,
en la Trinidad), matriarcales (con el culto a la virgen) y sensoriales (con las
imágenes), todos elementos que habían sido superados por el judaísmo. En palabras
de Freud (resaltado mío)
El triunfo del cristianismo fue una victoria renovada de los sacerdotes de Amón sobre el dios
de Ikhnatón, tras un intervalo de mil quinientos años y sobre un escenario más vasto. Y a
pesar de todo ello, el cristianismo, desde el punto de vista de la historia de la religión, vale
decir, por referencia al retorno de lo reprimido, fue un progreso; y la religión judía, a
partir de entonces, fue en cierta medida un fósil.
- Había que preguntarse si todos esos retornos son progresistas o, como intuye Mann
de cara al fascismo, el mismo fascismo que llevó a la muerte a Benjamin, hay retornos
que son sólo patología, que no están preñados de futuro.
- Contra el optimismo del progreso ineluctable que en el marxismo hunde sus raíces en
Hegel y teniendo también la vista el ascenso del horror hitleriano, Benjamin construye
una propuesta original dentro del marxismo, con anhelos hacia las luchas fracasadas
del pasado. “Éramos esperados” dice Benjamin, y en nosotros hay una “débil fuerza
mesiánica” redentora de esas luchas. El famoso llamado a “cepillar la historia a
contrapelo”, a contracorriente, contra la historia de los vencedores, podría entenderse
como un llamado a buscar en el pasado el impulso de la revolución. Como escribe en
la tesis XII, la fuerza más potente de la clase revolucionaria no está en los
descendientes liberados del futuro, sino en el recuerdo, la redención, de los
antepasados esclavizados. Es persistente la tarea de rescatar la tradición de lucha, en
constante peligro.
- En el ensayo hay que mostrar la dualidad revolución-reacción y progreso-retorno en
Benjamin, distinguiéndola no sólo de la fe en el progreso sino también de ese retorno
sin regreso, de ese retorno que es pura reacción y que se disfraza de revolución, como
el fascismo. Hay un buen y un mal retorno.