Principios de sabiduría universal T.II

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TOMO II PRINCIPIOS DE

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Amplia presentación de citas de los grandes pensadores de la humanidad. Todas comentadas y clasificadas por temas.

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TOMO II

PRINCIPIOS DE

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Principios de Sabiduría Universal, Tomo IIPrimera edición: Marzo de 2013

David Mora ZamarripaMar Amarillo 1239Guadalajara, Jalisco.Tel. (33) 38-27-51-92

Derechos reservados: David Mora ZamarripaISBN 978-607-8204-13-7Impreso y hecho en México.

Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita del autor y/o editor, la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio o procedi-miento, incluyendo el fotocopiado.

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Introducción

La universalidad se parece al cielo, porque no hay lugar en ella limitado y ofrece acceso libre a todos sin distinción alguna; la universalidad se parece al mar, porque posee sus mismas cualidades: el océano y la universalidad se hacen más y más pro-fundos, ambos conservan su identidad original en todos sus cambios. Del mismo modo que los gran-des ríos, cuando se vuelcan en el mar, pierden sus nombres y se funden en él, así todas las fi losofías y todas las religiones se reencuentran en la Unidad. El océano y la universalidad son el depósito de to-das las corrientes.

La propuesta de visión que se ofrece en esta obra bibliográfi ca no pretende ser original ni única, mu-cho menos brindar una nueva aportación a la Sa-biduría que nos han legado los grandes maestros de la historia, sólo busca un acercamiento con los documentos originales que dieron nacimiento a la multiplicidad de religiones que hoy conocemos, para descubrir los maravillosos “mensajes comu-nes” que las unen; pero que han sido desdeñados por el hombre debido a su afán por priorizar los intereses corporativos religiosos antes que permi-tir que la Verdad universal fl uya.

Para abonar a este propósito, el desarrollo de cada tema será avalado con una serie de citas extraídas de los libros universales que nos permiten descu-brir que la Verdad única siempre ha estado a nues-tro alcance. Cada cita es un vigoroso indicador de la Verdad en forma de aforismo o sentencia, lo su-fi cientemente breve para no involucrar a la mente pensante más de lo necesario. Así es posible que

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en nuestro interior fl uya la Verdad del Ser, más allá de las propias limitaciones del lenguaje.

Cada vez que leamos y descubramos el mensaje común de todas las corrientes, nos quedará la sen-sación de que es la Fraternidad Universal quien se dirige directamente a nosotros. Con este mensaje universal, los grandes maestros han sembrado en este mundo algo que le pertenece al universo en-tero.

No debemos limitarnos a leer las citas originales, debemos escucharlas y absorberlas para permitir que se disuelvan en el corazón; no es convenien-te memorizarlas, mejor dejemos que entren en nuestro Ser para que inunden nuestra sangre y se conviertan en un alimento vivo: una vez digeridas, podemos olvidarlas.

Detrás del contenido textual de cada cita hay una gran energía potencial, un enorme poder de trans-formación.

La intención que origina este trabajo tampoco es la busca de un simple sincretismo que mezcle las corrientes para así obtener un nuevo y distinto sistema fi losófi co, el único objetivo es establecer una proyección transversal que permita ubicar el fondo de todas las fuentes fi losófi cas gestadas a lo largo de nuestra civilización. Resulta fácil ob-servar que las diferencias se presentan sólo en las formas, pero han sido magnifi cadas por los múltiples intereses egocéntricos que han movido al hombre. Si partimos de que la Verdad es sólo una, también resulta fácil descubrir que a mayor profundidad mayor aproximación con esa Verdad

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absoluta y con las coincidencias universales; pero a menor profundidad, mayor es el alejamiento de esa Verdad absoluta y mayúsculas serán las dife-rencias y las divisiones. La Verdad no se liga con ningún ego, es profundamente universal.

Es evidente que un “camino libre” nunca se podrá recorrer en estado de “ignorancia”, por lo que re-sulta indispensable contar con una buena perspec-tiva sobre la dirección radial que siguen todos los caminos; y este material, que está a su disposición, le ofrecerá —de manera ordenada, a lo largo de ciento cuarenta y cuatro temas estratégicamente dispuestos— las herramientas necesarias para que arme su propio rompecabezas, en pleno respeto a su propio proceso; para que pueda así liberar a su Sol radiante que lleva dentro, caminando con sus propios pies una senda iluminada por usted mismo y brindando su Luz a quienes le rodean.

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Presentación

Principios de Sabiduría Universal es para las personas que anhelan descubrir un modo de contemplar el mun-do y así dar respuesta a las preguntas que parten del sentido que conlleva la misión de la vida. Es un libro sobre fi losofía universal que invita a que aprendamos a ver con los ojos del ser interior, porque como hu-manidad percibimos la necesidad de expresarnos con otra palabras, de emplear un lenguaje encauzado a un renacer de la conciencia, de establecer una forma de comunicación interna que nos conduzca hacia la reve-lación; convirtiéndonos así en atentos observadores de la existencia.

Una obra que, por medio del legado heredado de las fuentes fi losófi cas originales, nos dirige hacia una transformación interior y en el recorrido de sus páginas ofrece una gran variedad de citas textuales, para con ellas, guiarnos hacia la apreciación de que diferentes sabios —a través de la historia— llegaron a conclusiones idénticas sobre las verdades primeras. Una lectura que degusta con sus palabras, pues se emplean como un medio que toca nuestra esencia.

Vivimos una época donde el despertar de la con-ciencia nos ha llamado e iniciamos una búsqueda del conocimiento original, ya que anhelamos encontrar el fundamento de la existencia; porque es únicamente la verdad quien otorga una seguridad en el desarrollo espiritual. Una verdad que ha quedado plasmada en diferentes vestigios históricos, demostrando así que las ideas se revelan y llegan a la conciencia de los ilumina-dos. Ideas reveladas que se ofrecen con un enfoque di-dáctico permitiendo una comprensión accesible a toda persona interesada en reconocer su esencia original.

Las diferentes temáticas que se abordan en este libro, permiten que encontremos la vinculación con

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nuestro origen, vislumbrándose como un fructífero sendero hacia la desmitifi cación del yo, de la persona-lidad que ha suplantado a nuestro Ser verdadero y, en esta eliminación de falsedades, rompe con los engaños fabricados por una serie de mitos y facilita la libera-ción de ataduras ideológicas y dogmáticas.

La obra se convierte en un valioso camino que deve-la quién realmente somos, que satisface la necesidad de conocer lo efímero de la existencia humana y su relación con los fundamentos espirituales de la per-manencia del Ser. Una introspección que nos abre a visualizarnos como seres universales porque armoniza las diferentes corrientes fi losófi cas para reencontrar-las en la unidad. Una invitación hacia la expectación del mundo físico sensible, a fi n de reconocerlo y poder asumirlo con total y absoluta neutralidad, para que la dualidad manifestada a través de la dialéctica sea in-capaz de cegar la visibilidad sobre la verdad de nuestro origen. Origen con el que tendremos breves contactos si lo atendemos por medio de la contemplación e iden-tifi camos a nuestro Ser interior original.

Procuremos asumir este mensaje con una total aper-tura de conciencia, con una mente libre de dogmas, preceptos morales o fantasías místico-religiosas; dé-monos la oportunidad de experimentar las delicias del conocimiento sin la ambición del deseo, pero sí con la grandeza de la contemplación, es decir, situémonos en un total y absoluto estado de neutralidad para que la observación de la sabiduría universal se conecte con la esencia de nuestro Ser interior original.

Pollyana García Ramírez.

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Indice Tomo I 1 ¿Quién soy?, ¿de dónde ven- go?, ¿hacia dónde voy? 13 2 Universalidad 20 3 Mente original y universal 26 4 Ser interior original 33 5 Dos naturalezas: original y física 40 6 Ley universal 48 7 Causa y efecto 56 8 Dualidad 64 9 Relatividad 73 10 Polaridad 83 11 Dialéctica 88 12 Hiperespacio 100 13 Reencarnación 106 14 Neutralidad 112 15 Origen 120 16 Fuente original 126 -Nombres que recibe 127 -Otras referencias 133 -No hay espacio vacío 136 -El Sol como portador de la Fuente original 138 -Dos naturalezas 143 -Dos naturalezas de fuerza en el Sol 144 17 Conciencia 146 18 Puerta falsa 150 19 Tiempo 174 20 Presente 180 21 Atención 185 22 Observación 191 23 Contemplación 196 24 Meditación 200 25 Identifi cación 206 26 Ilusión 212 27 Deseo 219 Referencias históricas 225 Bibliografía 239

Tomo II 28 Búsqueda 13 29 Conciencia existencial 22 30 División 34 31 Unidad 42 32 Personalidad 52 33 Cuerpos superiores 60 34 Alquimia 68 35 Comprensión 77 36 Discernimiento 86 37 Absoluto 95 38 No juzgar 102 39 No saber 111 40 No ser 116 41 No hacer 121 42 No resistencia 130 43 Autonegación 136 44 Vivir en el mundo sin ser del mundo 143 45 Camino individual 153 46 Autoridad religiosa 162 47 Apegos 168 48 Libros universales, sólo señalan la verdad 175 49 Del Ser a la existencia 181 50 Verdad relativa 186 51 Verdad absoluta 192 52 Ego 199 53 Autoconocimiento 207 54 Ignorancia 213 55 Sentidos 220 56 Centro mental 227 57 Centro emocional 237 Referencias históricas 244 Bibliografía 255

Tomo III 58 Corazón 59 Conciencia de sí mismo 60 Ciencia

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61 Filosofía 62 Arte 63 Belleza 64 Conocimiento relativo 65 Conocimiento absoluto 66 Bien absoluto 67 Sabiduría 68 Iluminación, revelación 69 Paz interior 70 Soledad 71 Felicidad 72 Correspondencia 73 Microcosmos–macrocosmos 74 Inestabilidad 75 Aceptación 76 Indiferencia 77 Autoengaño 78 Magnetismo 79 Vibración, energía 80 Generación 81 Amor dialéctico 82 Amor universal 83 Soltar, dejar 84 Orientación: interior-exterior 85 Conciencia del Ser 86 Renacimiento 87 Dinámica 88 Estática 89 Miedo 90 Madurez 91 Péndulo 92 Adulación 93 Inocencia 94 Escuchar 95 Fe 96 Libertad 97 Karma 98 Compensación 99 Bien por mal 100 Autoafi rmación

Tomo IV 101 Regreso al origen 102 Yo superior: ser aural

103 Sexo 104 Nacionalismo 105 Patria original 106 Probismo 107 Autorrendición, entrega 108 Silencio 109 Verbalización 110 Unidad: cabeza–corazón 111 Acto libre, unidad: cuerpo-alma- Espíritu 112 Ascetismo 113 Vacío interior 114 Transfi guración 115 Gozo 116 Del hombre natural al Ser original 117 Adversidad 118 Moral 119 Creencias, dogmas 120 Escuela 121 Naturaleza no liberadora 122 Alimentación 123 Estimulantes 124 Imantación 125 Eones 126 Desilusión 127 Morir para vivir 128 Misterios 129 Uso y desuso 130 La caída 131 Fraternidad universal 132 Unidad de grupo 133 Nirvana 134 Oración 135 Verdadera oración 136 Humildad 137 Muerte 138 Éteres 139 Espiritismo 140 Ritual 141 Instituciones religiosas 142 Humanitarismo 143 Revolución microcósmica 144 Revolución cósmica

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Indice alfabético

37 Absoluto 95 73 Aceptación T-III 111 Acto libre, unidad: cuerpo- alma-Espíritu T-IV 92 Adulación T-III 117 Adversidad T-IV 122 Alimentación T-IV 34 Alquimia 68 81 Amor dialéctico T-III 82 Amor universal T-III 47 Apegos 168 62 Arte T-III 112 Ascetismo T-IV 21 Atención TI-185 100 Autoafi rmación T-III 53 Autoconocimiento 207 77 Autoengaño T-III 43 Autonegación 136 46 Autoridad religiosa 162 107 Autorrendición, entrega T-IV 63 Belleza T-III 66 Bien absoluto T-III 99 Bien por mal T-III 28 Búsqueda 13 45 Camino individual 153 7 Causa y efecto TI-56 57 Centro emocional 237 56 Centro mental 227 60 Ciencia T-III 98 Compensación T-III 35 Comprensión 77 17 Conciencia TI-146 85 Conciencia del Ser T-III 59 Conciencia de sí mismo T-III 29 Conciencia existencial 22 65 Conocimiento absoluto T-III 64 Conocimiento relativo T-III 23 Contemplación TI-196 58 Corazón T-III 72 Correspondencia T-III 119 Creencias, dogmas T-IV

33 Cuerpos superiores 60116 Del hombre natural al Ser original T-IV 48 Del Ser a la existencia 181 27 Deseo TI-219 126 Desilusión T-IV 11 Dialéctica TI-88 88 Dinámica T-III 36 Discernimiento 86 30 División 34 5 Dos naturalezas: original y física TI-40 8 Dualidad TI-64 52 Ego 199 125 Eones T-IV 94 Escuchar T-III 120 Escuela T-IV 139 Espiritismo T-IV 87 Estática T-III 123 Estimulantes T-IV 138 Éteres T-IV 95 Fe T-III 71 Felicidad T-III 61 Filosofía T-III 131 Fraternidad universal T-IV 16 Fuente original TI-126 -Nombres que recibe TI-127 -Otras referencias TI-133 -No hay espacio vacío TI-136 -El Sol como portador de la Fuente original TI-138 -Dos naturalezas TI-143 -Dos naturalezas de fuerza en el Sol TI-144 80 Generación T-III 115 Gozo T-IV 12 Hiperespacio TI-100 142 Humanitarismo T-IV 136 Humildad T-IV 25 Identifi cación TI-206 54 Ignorancia 213

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68 Iluminación, revelación T-III 26 Ilusión TI-212 124 Imantación T-IV 76 Indiferencia T-III 74 Inestabilidad T-III 93 Inocencia T-III 141 Instituciones religiosas T-IV 97 Karma T-III 130 La caída T-IV 6 Ley universal TI-40 96 Libertad T-III 48 Libros universales, sólo señalan la Verdad 175 90 Madurez T-III 78 Magnetismo T-III 24 Meditación TI-200 3 Mente original y universal TI-26 73 Microcosmos-macrocosmos T-III 89 Miedo T-III 128 Misterios universales T-IV 118 Moral T-IV 127 Morir para vivir T-IV 137 Muerte T-IV 104 Nacionalismo T-IV 121 Naturaleza no liberadora T-IV 14 Neutralidad TI-112 133 Nirvana T-IV 41 No hacer 121 38 No juzgar 102 42 No resistencia 130 39 No saber 111 40 No ser 116 22 Observación TI-191 134 Oración T-IV 84 Orientación: interior-exte rior T-III 15 Origen TI-120 105 Patria original T-IV 69 Paz interior T-III 91 Péndulo T-III 32 Personalidad 52 10 Polaridad TI-83 20 Presente TI-180

106 Probismo T-IV 18 Puerta falsa TI-150 1 ¿Quién soy?, ¿de dónde ven- go?, ¿hacia dónde voy? TI-13 13 Reencarnación TI-106 101 Regreso al origen T-IV 9 Relatividad TI-73 86 Renacimiento T-III 144 Revolución cósmica T-IV 143 Revolución microcósmica T-IV 140 Ritual T-IV 67 Sabiduría T-III 55 Sentidos 220 4 Ser interior original TI-33 103 Sexo T-IV 108 Silencio T-IV 70 Soledad T-III 83 Soltar, dejar T-III 19 Tiempo TI-174 114 Transfi guración T-IV 31 Unidad 42 110 Unidad: cabeza-corazón T-IV 132 Unidad de grupo T-IV 2 Universalidad TI-20 129 Uso y desuso T-IV 113 Vacío interior T-IV 109 Verbalización T-IV 51 Verdad absoluta 192 50 Verdad relativa 186 135 Verdadera oración T-IV 79 Vibración, energía T-III 44 Vivir en el mundo sin ser del mundo 143 102 Yo superior: ser aural T-IV

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28 Búsqueda

Sobre el sendero de la búsqueda, el hombre natural se ha man-tenido siempre distraído en propósitos que él mismo ha construido y todos orientados a lo que “su propia naturaleza” le pide; esto no puede ser de otro modo. No existe hombre mortal, ni animal algu-no sobre la tierra, que no busque la felicidad en la satisfacción de sus instintos naturales, como el placer de comer, la comodidad, la salud, la seguridad, el sexo; y hasta la búsqueda de Dios es casi siempre impulsada —salvo casos muy contados— por instin-tos naturales o creaciones mentales. El hombre, por su propia naturaleza, es un buscador de la felicidad y eventualmente la encuentra, aunque de manera parcial; en otra dirección, tam-bién por impulso natural, busca al Ser original pero así nunca lo consigue.

Antes de buscar, es inminente comprender la naturaleza de la propia búsqueda, en el caso de que en verdad se aspire una le-gítima exploración, clara y libre. Entonces todo debe colocarse sobre el delgado lienzo de la duda, y así se desprenderán diversos cuestionamientos profundamente necesarios —dado que “el cues-tionamiento es mucho más importante” que cualquier esfuerzo por resolverlo—.

La existencia, la vida natural, no contiene propósito signifi ca-tivo alguno, los múltiples deseos que la mente construye giran en derredor de una línea horizontal que por naturaleza es tran-sitoria, temporal, ilusoria y por supuesto, carente de signifi cado. En contraposición, sobre una línea vertical se mantiene presente el verdadero y auténtico propósito orientado hacia el Ser; cuyo signifi cado es absoluto. El hombre común siempre se dirige hacia los propósitos horizontales, y cuando nace el verdadero motivo de búsqueda encaminado al encuentro de lo verdadero, debe impul-

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sarse el proceso de reorientación hacia la vertical; lo que implica un movimiento que va de la periferia al centro, de lo externo a lo interno, del efecto a la causa, de la existencia al Ser.

Debe hacerse una seria refl exión sobre la naturaleza de la exis-tencia —y sobre las leyes que rigen su comportamiento—, para que surja la necesidad de comprender el signifi cado de la presencia temporal que tenemos en este mundo. Entonces descubriremos que ni el estatus social, ni la posición económica, ni el reconoci-miento y ni siquiera el propio éxito ofrecen la felicidad espera-da. Se experimentará un estado de insatisfacción que genera un profundo vacío, imposible de ser llenado con las riquezas de este mundo; pero que provoca el impulso inicial para la búsqueda de nuevas certezas, de nuevas formas, que nunca serán encontradas afuera de sí mismo. Se despertará un extraño sentimiento de ha-ber olvidado algo que está detrás de la vida y que nunca se debió perder. Es así como se reactiva el pre-recuerdo vinculado con nuestro origen, que es el único centro de gravedad permanente que puede garantizar una búsqueda legítima.

Sin ese centro de gravedad los hombres pueden buscar, pero será una búsqueda débil, estéril; e inevitablemente terminarán entregados a las condiciones mecánicas y adormecedoras de la civilización. El juego de la vida se mantendrá y los propósitos de la mente seguirán siendo los mismos. Carl Jung relata una conversa-ción que tuvo con un jefe indígena norteamericano en la que des-cribió a los blancos como “hombres de cara tensa, mirada cruel y porte desafi ante; incómodos, inquietos, siempre en busca de algo y deseándolo en una actitud de locura; pero nunca se sabe lo que quieren”. Es evidente que la búsqueda del hombre occidental co-lonizador siempre fue externa, porque “la búsqueda hacia fuera es locura; hacia adentro, es Conciencia”.

Bajo la tutela de la mente vivimos ya lo sufi ciente y nada verda-dero conseguimos a través de ella. Éste es el momento histórico,

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propicio para salir de la ensoñación en la que nos hemos recrea-do a lo largo de un sinnúmero de existencias; la vida es breve y con toda facilidad nos perderemos nuevamente. Salgamos del conformismo y de la adaptación ciega al pensamiento colectivo, es preciso abandonar la imaginación que nos ha distraído en la construcción de propósitos carentes de sentido. No obstante, ten-gamos cuidado de que esta búsqueda no se convierta en una vía de escape de los problemas y las responsabilidades naturales de la vida; porque si la pretensión de una persona es huir cobardemente de este mundo, sólo terminará confundida, extraviada y aún más perdida. Despertar es para gente osada, para personas respon-sables y equilibradas, no para individuos miedosos y cobardes; es para quienes estén dispuestos a desidentifi carse de los intere-ses dialécticos —que tan sólo son una realidad relativa—.

Reconozcamos que en el actual estado de identifi cación en el que estamos, nuestras intenciones de búsqueda inevitablemente brotarán de la mente. También debe quedarnos claro que la Con-ciencia no busca, nunca camina en espera de alcanzar un ideal; porque la Conciencia está en el Ser y en Él no se alojan los deseos. Inicialmente nuestra búsqueda estará orientada al exterior y pos-teriormente descubriremos que lo buscado está en el interior. Una vez liberado el centro de gravedad interior, la actividad intelec-tual entrará en un vacío en el que desaparece el buscador para que lo buscado se manifi este.

En la concreción del proceso, al fi nal de la búsqueda, es el Ser universal quien llega al encuentro de nosotros; sin embargo, esto jamás sucederá sin que los primeros pasos hayan sido da-dos por nosotros mismos.

Atendamos ahora lo que los maestros nos dicen a través de al-gunas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas originales, las de mayor trascendencia histórica; acerquemos lo ya expuesto a la visión universal.

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“Cuídate de no buscar cosas que son demasiado duras para ti y cuídate de no buscar aquello que esté oculto para ti”.

El Zohar

En la tradición hebrea se alerta sobre el riesgo de cometer el terrible error de abandonar la búsqueda; atinada o desatinada, ésta jamás debe cesar.

Quien se pone a fabricar un par de zapatos sin conocer las medidas de los pies, por lo menos no terminará haciendo un cesto de mimbre.

Confucio

Nada es en vano. De los errores siempre se aprende, a menudo más que de los propios aciertos.

Dejar un asilo seguro, abandonando el camino, ¿no es locura digna de compasión?

Confucio

Ningún propósito existencial, aunque parezca el más justifi ca-ble, es motivo sufi ciente para abandonar la búsqueda.

No permanezcas en el estado de dualidad;evita cuidadosamente esas búsquedas.Si queda rastro de esto o aquello,de lo correcto o lo incorrecto, la esencia de la Mente se perderá en la confusión.

Sosán, Hsin Hsin Ming

El principio de dualidad opera en la dialéctica, y cualquier bús-queda orientada hacia ella carece de propósito signifi cativo.

Por espacio de seis años el Bodhisatva se mortifi có pacien-temente y suprimió las necesidades naturales. Torturó su

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cuerpo y ejercitó su espíritu en las prácticas más severas de la vida ascética.Sentado bajo un árbol consideró el estado de su espíritu y los frutos de sus mortifi caciones, y pensó: “Mi cuerpo se debilita más y más, y mis ayunos no me hacen adelantar un paso en la busca de la salvación. Este no es el verdadero ca-mino. Haré mejor fortifi cando mi cuerpo con la bebida y la comida, poniendo así mi espíritu en situación de encontrar la calma.

Evangelio del Buddha

Buddha descubrió que la verdadera búsqueda no está en la vida natural externa, mucho menos en la manipulación y el rechazo del cuerpo físico que fue creado por la naturaleza. La decisión de re-vertir su búsqueda en el ascetismo, descrita en esta cita, le valió el juicio, la condena y el abandono por parte de sus discípulos que hasta ese momento le seguían.

Estén atentos para que nadie los desoriente diciendo: helo aquí, helo aquí; pues el hijo del hombre está dentro de us-tedes, síganlo. Quienes lo busquen lo encontrarán.

Evangelio de María Magdalena, Nag Hammadi

En este evangelio, Jesús de Nazaret ofrece la certeza de que la verdadera búsqueda debe dirigirse al interior de cada uno de nosotros.

Te digo que el hombre debe volar como las aves, porque el hombre es Espíritu y el reino del Espíritu no está en la Tierra.

Evangelio de Judas

Si el reino del Espíritu no es de aquí, cualquier búsqueda en la Tierra carece de sentido. En nuestro corazón radica la verdadera identidad, el espíritu interior y ante la presencia de Él, la búsque-da termina.

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Jesús dijo a sus discípulos: Cuando yo venga en la Luz para predicar a todo el mundo, díganles: No dejen noche ni día de buscar hasta que hayan encontrado los misterios del reino de la Luz.

Pistis Sophia XXXIX: 2

Más claro no lo pudo decir: la búsqueda del ser original nunca debe cesar.

Pide, y se te dará; busca, y hallarás; llama, y se te abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

Mateo 7: 7,8

En cualquier búsqueda, por muy desacertada que parezca, se está tocando una puerta; ante esta petición siempre hay un oído que escucha.

Y yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; lla-men, y se les abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de ustedes si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una ser-piente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

Lucas 11: 9-13

El legítimo acto de búsqueda de la Verdad se constituye como la “verdadera oración”. En esa Verdad se busca el Origen y en conse-cuencia se manifi esta la Luz.

Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fi n. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.

Apocalipsis 21: 6

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En la verdadera búsqueda está la sed que sólo puede satisfacer-se con la Fuente original.

Aunque no estés equipado,sigue buscando:

no es necesario tener equipo en el camino hacia el Sustentador.A quien veas involucrada en la búsqueda,conviértete en su amigo y dedícate a ella,

ya que al elegir la compañía de buscadores,te conviertes en uno de ellos;protegido por conquistadores,

tú mismo aprenderás a conquistar.

Rumi, Masnavi III

Quien es osado busca, aún cuando se sienta incapaz de ha-cerlo. En compañía de buscadores, la sintonía con la orientación de sus propósitos sirve de alimento para encontrar el verdadero camino. En esto radica la importancia de compartir nuestras ex-periencias con compañeros afi nes que busquen a través de la sa-biduría universal.

Si una hormiga busca participar en el ejército de Salomón,no sonrías con desprecio al contemplar su búsqueda.Todo lo que posees de habilidades y riqueza y ofi cio,

¿acaso no fue en sus inicios un pensamiento y una búsqueda?

Rumi, Masnavi III

Ninguna búsqueda es despreciable, aún cuando proceda de quien se considere menos importante.

Si un enamorado es capaz de recorrer un largo camino para ver a una hermosa mujer, ¿qué no se haría por la belleza de un arte? La reina atravesó los mares únicamente para escuchar la sabiduría de Salomón. ¿Cuál fue la verdadera ra-zón de que la reina fuese en busca de Salomón? Pues que la

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sabiduría es un don de Dios. Allí donde Dios la concede, allí debe ser buscada. Allí donde Dios sitúa su arte, allí conviene buscarlo.

Paracelso, Las Siete Apologías

Cuando se experimentan las primeras aproximaciones a la Ver-dad, ya ningún propósito externo puede nublar la búsqueda; el camino se mantiene más allá de la propia naturaleza.

Todo es confusión si sólo tienes la tenue luz de la naturaleza y si en ti sólo está abierto el ojo del tiempo, que no puede penetrar más allá de su propio límite. Busca por tanto la fuente de la Luz.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

A través de los sentidos y la mente se pueden enfocar objetivos externos, que por su naturaleza son ilusorios; sólo en la Fuente original se encuentra el sendero que conduce a la Verdad.

Los hombres buscan y no encuentran, pues buscan en su pro-pia voluntad, y no lo encuentran. Lo buscan en su propio auto-deseo, y no se encuentran con él. Lo buscan en una imagen, o en una opinión, o en un afecto, o en una devoción o un fervor naturales, y se pierden al tratar de cazar una sombra. Lo buscan en algo sensible o imaginario.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

La voluntad de la personalidad no está facultada para encontrar la Verdad interior, pero a través de la autonegación puede abrirse la puerta para que la Verdad se manifi este.

El hombre debe refl exionar muy bien sobre sí mismo y no lanzarse precipitado y ciegamente en busca de su lugar de origen lejos de sí mismo.

Jacob Boehme, La Llave

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El propósito fundamental de la verdadera búsqueda está en el reencuentro con el Origen, que lo llevamos en nuestro interior y jamás se encontrará afuera.

Cuando hay una búsqueda sin motivo, sin deseo de obtener un resultado, en esa búsqueda la mente va más allá de las religiones tradicionales, y entonces, quizás descubra por sí misma qué es Dios, qué es la Verdad.

Conversaciones por Krishnamurti en Europa 1956

Aunque resulte paradójico, en una búsqueda legítima no puede existir el deseo de encontrar. Sólo cabe la aceptación.

Lo importante es no dejar de hacerse preguntas.

Albert Einstein

Las preguntas legítimamente abiertas sólo aparecen como fruto de la humildad del verdadero buscador.

Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.

Albert Einstein

La mecanicidad no debe mover la intención de un verdadero buscador; sólo en el centro de gravedad interior aparece el impul-so que empuja hacia la Libertad.

En la búsqueda de la unifi cación racional de lo múltiple se hallan los mayores éxitos.

Albert Einstein, Mis creencias

La más legítima búsqueda lleva un sentido que va de la división a la Unidad, se profundizará sobre esto en los próximos temas.

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Históricamente los hombres hemos confundido la existencia con el Ser universal; lo mismo sucede con el Ser interior y la perso-nalidad. El Ser de todo individuo está vinculado con su Origen, mientras que la personalidad es una simple manifestación del Ser interior. Cuando somos conscientes de la naturaleza de nuestro cuerpo entonces descubrimos lo que no somos y, en corresponden-cia, vemos que el universo tangible es también una simple mani-festación del Ser universal. Asimismo, si somos conscientes de la naturaleza de esta gran manifestación universal corpórea, encon-tramos que tampoco corresponde a nuestra realidad; he aquí el objeto de revisión de este tema, la intención es alcanzar la mayor claridad posible sobre la naturaleza de la existencia.

Lo que en muchas corrientes llaman “nivel de Ser”, en realidad debe conocerse como “Nivel de conciencia existencial”; porque el “Ser” es absoluto así como la “Conciencia de Él”, imposible dividirlos en grados o niveles. A diferencia de la existencia y la conciencia de ella, que son relativas y, por lo tanto, en ellas sí hay niveles y graduación.

La Conciencia absoluta está vinculada con el Ser, mientras que la “conciencia relativa” está dirigida a la existencia; por esta cau-sa, los cinco sentidos —oído, vista, olfato, gusto y tacto— junto con la mente forman la base de la conciencia existencial.

Todas las personas, como entidades, poseemos una conciencia pero es simplemente una conciencia natural, emanada —obvia-mente— de la naturaleza y diseñada sólo para su comprensión, y de manera muy parcial. Por eso Carlos Marx tiene toda la ra-zón cuando dice: “La conciencia de los hombres se crea por sus

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circunstancias sociales”. En muchos círculos de pensamiento esta expresión marxista causa irritación, pero basta observar que se refi ere a la conciencia relativa humana para comprender que su razón es justa. Sin embargo, no menospreciemos la conciencia natural humana, por muy limitada que resulte, pues constituye la herramienta de arranque para la búsqueda de la libertad interior; por eso debemos elevarla a su máxima expresión, para convertirla en una herramienta “fi na”, para que así legítimamente podamos llamarla “conciencia existencial”.

Pero, ¿cómo percibo la existencia? . . . La formulación de esta pregunta es primordial y debe plantearse con gran frecuencia. La vida existencial no puede ser interpretada ni entendida en térmi-nos de sí misma, debe observarse y comprenderse desde la parte más íntima de nosotros.

En primera instancia, apreciamos a la existencia como una lucha comparativa y la parte ilusoria de nuestra inteligencia cree que la comparación otorga comprensión, pero no es así. Por escalas comparativas creemos que algunos intereses generosos y humani-tarios adquieren peso, en comparación con otros más personales y egoístas, pero empezará a brotar cierta luz en nuestra conciencia humana cuando cuestionemos a dónde nos conduce un propósito existencial, por muy loable que parezca. Antes de mirar la in-tención de un propósito, descubramos de dónde viene y hacia dónde va.

La vida ofrece, a lo largo del fl uir del tiempo, una larga serie de eventos en diferentes escalas de importancia, de esta forma descubrimos que los objetos y la gente no son lo más importante; sino las circunstancias y las relaciones que tenemos con ellos y el hecho de observar cómo van cambiando y desapareciendo en complicidad con el tiempo. Veremos que si no tenemos un mínimo de conciencia existencial, acabaremos identifi cados con ellos y entonces seremos víctimas de los cambios y las pérdidas.

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La existencia se comporta como el girar de una rueda —llamada en la India “Sansara”—, en ella se alternan de manera absurda las polaridades: se disfruta la juventud para que después llegue la vejez; con mucho esmero se busca la belleza física para que después llegue la fealdad; nace el gusto por una persona que pos-teriormente causa disgusto; surge el enamoramiento para luego convertirse en odio; se establecen reuniones que después derivan en separaciones; se acumula dinero para que inesperadamente se pierda o quede en manos de alguien nunca imaginado; se con-quista la felicidad como preámbulo ineludible de la infelicidad; se vive para morir y se muere para vivir. ¿Se puede concebir algo más inadmisible que esto? Difícilmente nos detendremos para aceptar que la existencia es lo más incoherente que debamos afrontar. La conciencia humana necesita horizontes más claros, que difícil-mente serán ofrecidos por la existencia.

Las leyes universales constituyen el ingrediente de estudio más importante para comprender los mecanismos que regulan el com-portamiento de la existencia y con su conocimiento es posible des-vincularse lo sufi ciente para que los vaivenes de la vida no pasen por encima de nosotros; por lo contrario, sin el conocimiento de las leyes universales el desarrollo de la conciencia existencial llegaría hasta un estrecho límite. Sin embargo, los pseudo-esoteristas pro-fundizan en el estudio de los principios universales para alcanzar una posición intelectual por encima del pensamiento colectivo de la sociedad, con el fi n de generar intereses de poder en los ám-bitos político y económico; pero con esto terminan más anclados en la vida natural y difícilmente logran darse cuenta de cuánto se alejan sus posibilidades de liberación, quedando profundamente esclavizados en la existencia. Sólo cuando se comprende que la vida externa no conduce a ninguna parte, la vida misma ofrece el verdadero signifi cado.

Uno de los grandes absurdos en la existencia es que los humanos vivan sólo por el valor que le otorgan a las cosas, porque cuando

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se pierden o dejan de tener sentido se llega a extremos de des-esperación, desaparece el sentido de la vida y emerge la idea imaginaria de creerse inútil; se pierde el deseo de vivir y se llega hasta al suicidio.

La imaginación suele ser la creadora de los signifi cados de la vida, pero la vida siempre termina siendo diferente; nunca hay correspondencia entre lo imaginado y lo que sucede. Sin embargo, la gente se obstina en imaginar nuevos signifi cados para la vida. La ilusión deriva de la imaginación, y todos los signifi cados que surgen de ella sólo complican más la vida.

Cada entidad humana sueña con una mujer o un hombre ideal, ensoñadora caricatura creada por la imaginación que se alimenta de nuestra energía para mantenerse viva en la mente; así perde-mos fuerza y nos debilitamos. Lo mismo sucede con los ideales, los dioses imaginarios, los fanatismos religiosos, los gurús adoptados; entre muchos otros objetos de identifi cación.

Si nuestra imaginación crea expectativas y nos hace creer que todas las cosas irán bien en la vida, entonces a los disgustos más triviales les daremos el peso que no tienen y sufriremos continuos desengaños; esto nos hará perder energía y quedaremos reducidos a simples títeres sentimentales. Comprendamos que nada pode-mos hacer para evitar los embates de la vida y lo más sabio es aceptar las cosas como vienen; de no ser así, perderemos fuerza y la vida nos mantendrá dormidos.

Si se carece de conciencia existencial la vida pasará por en-cima de nosotros y sólo destruyendo los signifi cados de vida, que brotan de la imaginación, nuestra conciencia existencial dará un brinco. Cuando esto suceda, un nuevo orden de ideas cambiará nuestras relaciones con la existencia, con una nueva Luz veremos la vida externa; la entenderemos como un medio, no como un fi n.

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Esto aminorará la identifi cación con las formas. La vida externa no nos llevará necesariamente a alguna parte, pero sí se convertirá en nuestro maestro.

Si tomamos a la vida natural como “fi n”, sólo nos identifi care-mos con los propósitos externos, que están en el “hacer”, y nunca captaremos el verdadero propósito de vida que está en el “Ser”. Es imposible servir a los propósitos secundarios en espera de descubrir el propósito primario.

Tras la conquista de un razonable nivel de “conciencia exis-tencial”, cuando se aproxime la muerte, descubriremos que la existencia que quedó atrás fue tan sólo otro sueño.

Para profundizar más sobre la conciencia existencial, quedan a su disposición una selección de citas extraídas de las fuentes fi losófi cas de mayor trascendencia histórica, con la fi nalidad de generar una visión universal.

Lo irreal nunca ha existido; lo real nunca ha dejado de exis-tir. Con certeza, esta verdad sólo la han podido entender los auténticos buscadores de la Verdad.

Bhagavad Gita, II- 16

Lo real es eterno, y la eternidad es el no-tiempo. Lo irreal está en el tiempo, y el tiempo es relativo; es por eso que existe, pero no es.

En verdad, quien conoce su Espíritu a través de su visión espiritual, al tiempo que sabe que la naturaleza de este mundo es cambiante, sea cual fuera la condición de este hombre, cesa de ser arrastrado reencarnación tras reencar-nación por la fuerza de su destino.

Bhagavad Gita, XIII- 23

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La conciencia sobre el carácter cambiante de la naturaleza es el antecedente fundamental para la Conciencia del Espíritu. Y por la Conciencia misma, la reencarnación deja de ser una necesidad.

Hermes: Lo incorpóreo no es una cosa perceptible al tacto o a la vista; no puede ser medido; no se extiende en el espa-cio; no es como ninguna otra cosa. Dios no es fuego, ni agua, ni aire, ni aliento, sino que todas estas cosas han sido hechas por Él. Debes, pues, entender que Dios es pre-existente.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

Aunque el universo tiene su origen en el Ser universal, no forma parte de Él; con esta cita, Hermes manda al suelo las ideas del panteísmo, que sostienen que el mundo físico y Dios son lo mismo.

Quien conoce la realidad de la Vida no se ocupa en quehace-res que nada tienen que ver con ella.

Lao tse, Tao Te King

Lao tze hace referencia a la Vida en el Ser; ante la verdadera Vida, los quehaceres de la existencia resultan todos superfi ciales.

Nuestro ser moral es la base de la existencia, y el orden moral es la ley de la sociedad.

Confucio

La moral, y las leyes humanas, han sido siempre necesarias; pero sólo como un artifi cio que llena el vacío provocado por la inconciencia.

El que hace esfuerzos tendrá muy pronto la virtud humana.

Confucio

Para el Ser no hay esfuerzo que valga; para la virtud “humana” todo esfuerzo es siempre valorado.

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Durante el sueño, el espíritu de los hombres sale de paseo; durante la vigilia, los cuerpos se atarean. Se enredan con todo lo que encuentran. Día tras día usan la mente en una lucha, por momentos grandiosa, por momentos solapada, por momentos trivial.

Chuang-Tzu

La mente es el instrumento de lucha que imagina, crea y man-tiene vivos los propósitos existenciales, originando así todos los estados de identifi cación; opera tanto en el plano físico como en el astral.

La vida y la muerte son grandes asuntos, y sin embargo no son un cambio. Aunque el cielo y la tierra se den vuelta y se caigan, esto no es una pérdida.

Chuang-Tzu

El cielo —entendido como el plano astral— y la tierra juntos, cons-tituyen el plano existencial dialéctico; su caída no representa pér-dida alguna porque ambos son relativos, ilusorios e insustanciales.

A los cambios que parecen ocurrir en el mundo los llamamos reales solamente debidoa nuestra ignorancia.

Sosán, Hsin Hsin Ming

En esta cita Sosán confi rma que todo lo que es cambiante, por su propia naturaleza, carece de realidad. Sólo el ignorante considera que lo cambiante sea real.

Venza el bhikshu su pasión por los placeres humanos y ce-lestes, y entonces, habiendo vencido la existencia, cumplirá el Dharma, la Verdad. Ese bhikshu irá rectamente por el mundo.

Evangelio del Buddha

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Buddha también ubica al plano físico, junto con el astral, como las dos partes complementarias de la existencia; espacio donde fl uyen los deseos y los apegos que sostienen el sueño. Deben tras-cenderse tanto los placeres del plano físico como los dirigidos al plano astral, surgidos en la mente que crea “deseos místicos” con relación a un cielo imaginario.

En todas partes encuentro las huellas del cambio; eso es lo que me oprime el corazón. Los hombres envejecen, enfer-man y se mueren. ¿No es eso bastante para destruir la dicha de vivir?

Evangelio del Buddha

Basta con observar la cualidad cambiante de la existencia para comprender que cualquier propósito fi ncado en ella carece de sentido. Esto rompe con la ilusión de creer que pasar por la exis-tencia sea algo dichoso.

La existencia del “yo” es una ilusión, y no hay en el mundo torcimiento, ni vicio, ni pecado que no se derive de la afi r-mación del “yo”

Evangelio del Buddha

El ego en sí mismo, y por sí mismo, carece de signifi cado porque es ilusorio —como todo lo contenido en la existencia—; sin embar-go, adquiere el peso de una loza de concreto cuando es “afi rma-do”, tras el error de identifi carse con él.

La sensación crea la red de la existencia individualizada. La red de la existencia crea el apego a las cosas, y el apego crea, fomenta y perpetúa la personalidad. La personalidad se perpetúa en los nacimientos sucesivos, y los nacimientos sucesivos de la personalidad son la causa del sufrimiento de la vejez, de la enfermedad y de la muerte. Producen la queja, la angustia y la desesperanza.

Evangelio del Buddha

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En esta cita de su evangelio, Buddha nos ofrece una fi na descrip-ción de los hilos que entretejen nuestro involucramiento mecáni-co e inconsciente con la existencia; además de sus lamentables e inevitables consecuencias.

Pitágoras, interrogado por alguien sobre lo que signifi caba el ver a su padre, fallecido hacía tiempo, en sueños dialo-gando con él, dijo: Nada, pues tampoco signifi ca nada que tú estés ahora hablando conmigo.

Vida Pitagórica, Jámblico

La naturaleza del plano astral es idéntica a la del plano físi-co —aunque difi eran en su grado de densidad—, son el par dual que constituye la existencia. En el ir y venir a través de ellos —la reencarnación— queda claro que nos mantenemos en un mismo lugar, siempre en la misma existencia; cuando esto se comprende, queda también la certeza de que las circunstancias vividas mecá-nicamente en ambos planos carecen de signifi cado.

Los pitagóricos dicen que se debe atender antes a la fi loso-fía que a los padres y a la agricultura, pues los padres y los agricultores son responsables de que vivamos, pero los fi ló-sofos y educadores son responsables de nuestro buen vivir y pensar, tras haber descubierto nuestro orden interior.

Vida Pitagórica, Jámblico

La fi losofía nos acerca a la Conciencia de nuestro orden interior. Y ante el carácter fundamental de este propósito primario, cual-quier propósito existencial pasa a ser secundario.

Nosotros, hombres, estamos apresados desde la infancia en una caverna subterránea donde no podemos girar la cabeza para dirigirnos hacia la salida, estando, por el contrario, obligados a mirar a la pared de la caverna.

Platón, La República, libro 7

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En el pasaje alegórico de la caverna, Platón hace una descrip-ción detallada sobre nuestro estado ciego, ilusorio e indefenso frente a la existencia.

Nada en el mundo los rescatará hasta la eternidad. Sino que serán sin existencia hasta el fi n.

Pistis Sophia XL 25,26

El tan anhelado estado de Libertad de la Conciencia jamás po-drá ser conquistado por medio de artifi cio alguno en este mundo. Lo Absoluto es inamovible y lo relativo no es capaz ni de tocarlo.

Quiero que entiendas que tú no eres, que tú no posees cua-lidad alguna, que no existes y que no existirás jamás, ni por ti mismo, ni por Él, ni en Él ni con Él. Sólo si logras recono-cer en tu existencia la cualidad de la nada podrás conocer a Allah.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

Ibn Arabi es impresionantemente radical; nos dice que, ante la cualidad absoluta del Ser, la personalidad resulta ser nada. Incluso deja implícito que su existencia, dentro de la existencia misma, es demasiado relativa.

Decir que una cosa ha dejado de existir, que ya no existe, es lo mismo que decir que ha existido. Pero si te conoces a ti mismo y alcanzas a comprender que no existes y que, por tanto, no puedes dejar de existir, sólo entonces conoces a Allah.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

La única presencia absoluta está en el Ser, que es eterno; y la eternidad está más allá del tiempo. Autoafi rmarse en base a una existencia del pasado es tanto como identifi carse con las cosas del tiempo. Sólo es posible conocer el Ser por el reconocimiento del no-Ser.

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La ciencia que desate nudo busca.Aquella, antes de que el alma te escape, busca.

El no existente que parece existente, deja.El existente que no existente parece, busca.

Rumi, Masnavi

A la multitud le resulta muy difícil “dejar” la existencia porque los sentidos producen en la mente la sensación de que es real. Por lo contrario, pocos buscan el Ser porque es intangible y, por ser imperceptible, la mente no recibe estímulo alguno que le permita creer que “es”.

¿Es verdad que nos alegramos,que vivimos sobre la tierra?No es cierto que vivimos y hemos venido a alegrarnos en la tierra.Todos así somos menesterosos.La amargura predice el destinoaquí, al lado de la gente.

Nezahualcóyotl, Canto de la Huida

Efectivamente, no hemos venido con el propósito de alegrarnos en la Tierra, esto sólo es posible de manera muy parcial, temporal y relativa. Y hasta la vida misma, en la existencia, es relativa.

Todas las almas buscan en algo, y es así que no lo encuen-tran. Pues cuando hay algo a lo que el alma se puede adhe-rir, entonces el alma sólo encuentra ese algo, y toma su re-poso en ese algo, hasta que advierte que ha de encontrarse en la Nada, y sale del algo para ir a la Nada, a esa Nada a partir de la cual se han hecho todas las cosas. El alma dice aquí: No tengo nada, pues estoy completamente desprovista de todo y desnuda. Nada puedo hacer, pues no tengo poder alguno, y soy como agua vertida. No soy nada, pues todo lo que soy no es sino una imagen del Ser, y sólo Dios es para mí YO SOY. Y así, asentada en mi nada, doy gloria al Ser Eterno.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

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Cuando se busca en los objetos insustanciales de la existencia todo está perdido; porque tras la nada de la existencia es donde se encuentra la totalidad del Ser. La existencia es tan sólo una ima-gen del Ser y con esa imagen nada verdadero es posible conseguir.

Entender la vida es entendernos a nosotros mismos, y eso es tanto el principio como el fi n de la enseñanza. La educación no es simplemente adquirir conocimientos, recopilar y rela-cionar hechos; es ver el signifi cado de la vida como un todo.

Krishnamurti, Educación y la importancia de vida

El único signifi cado posible de la existencia es “comprenderla”, y eso desde el aspecto más esencial de su naturaleza. Sólo así es posible comprender lo insustancial de nuestra presencia corpórea, que es hija de la “madre tierra”.

Somos nada. Tal vez tengamos un nombre, un título, una propiedad y una cuenta en el banco, tal vez tengamos poder y seamos famosos. Pero a pesar de todas estas protecciones, somos nada. Posiblemente no tengamos la menor conciencia de este vacío, de esta nada, o quizá no queramos ser con-cientes de ello; pero el problema está ahí, hagamos lo que hagamos para evitarlo.

Krishnamurti, Comentarios sobre vida (primera serie)

Todas las posesiones de la existencia —materiales y no-mate-riales—, tienen un signifi cado relativo; en términos genuinos, sólo sirven para provocarnos una sensación de identidad virtual caren-te de esencia. Aunque nos resulte crudo el planteamiento de Kris-hnamurti, nuestra presencia externa sigue siendo nada.

Toda la luz contenida en el universo no es más que una som-bra de Dios.

Albert Einstein

Una sombra es una proyección, originada en una fuente de luz. Con esta frase, Albert Einstein deja constancia de que el universo, con toda su magnifi cencia, es una simple proyección de Dios.

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En el tema anterior vimos de qué manera se confunde la con-ciencia relativa con la Conciencia absoluta, lo que ineludiblemente nos lleva a la División; este tema nos permitirá hacer una revisión objetiva sobre el verdadero estado psicológico en que la humani-dad se encuentra. Por naturaleza, los humanos nos imaginamos como una “Unidad” y que tenemos un “Yo” único y permanente con el que ejercemos nuestra voluntad; sin embargo, nuestro es-tado se caracteriza por la falta de unidad —de unicidad—, por la multitud de yo(s) —en referencia a la multiplicidad del yo—, en lu-gar de un “Yo” permanente cuya conciencia regule nuestros actos en la existencia, y esta falta de unidad en el humano es el origen de todas las difi cultades y penas. Mientras el cuerpo biológico del hombre se integra y trabaja en unidad, como un todo organizado, la vida psicológica se mantiene dividida, desarticulada, sin traba-jar armoniosamente.

Todo permanece oculto mientras el humano se mantenga sus-pendido en la ilusión de que es uno. El hombre debe compren-der que, como personalidad, no es uno sino muchos y sólo será consciente de ello mediante una objetiva observación de sí. Como reacción a los primeros intentos, la “ilusión” de creerse una y la misma persona seguirá luchando contra las tentativas de auto-observación, para minimizar los alcances de las observaciones, y buscará excusas y justifi caciones para mantenerse en la idea de que posee una individualidad permanente y consciente de sí.

Por lo contrario, si un hombre, mediante la observación de sí mismo, en plena neutralidad, descubre que no es uno y ya no atribuye a esa única persona imaginaria todo lo que acontece en su propio mundo, el cambio se hace posible; porque un hombre se resiste a cambiar cuando se cree poseedor de la verdad. Cuando alguien está lleno de sí mismo no deja espacio para otras posi-bilidades.

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Una persona, en la ilusión de considerarse uno, puede ofrecer promesas o atarse en juramentos; mas no es consciente de que en el futuro otros “yo(s)” no querrán reconocerlo. Suponer que se está facultado para prometer algo, es tanto como ostentar que se ha conquistado el estado de unidad. ¿En cuántas ocasiones hemos planeado una cosa y terminamos haciendo otra?, ¿cuántas veces decimos algo que en realidad lo sentimos de un modo distinto? Esto evidencia que los centros intelectual, emocional e instinti-vo-motor poco cooperan el uno con el otro y, por lo tanto, en poco se complementan.

El pensamiento fragmenta la realidad, la convierte en trozos conceptuales porque no percibe la esencialidad. Cada vez que asignamos una cualidad a algo lo separamos de nosotros, y si nos ponemos una cualidad a nosotros mismos nos separamos del uni-verso. Al decir que soy extraordinario separo a “mí mismo” de la “totalidad”. Cada vez que emitimos opiniones, ideas, valoracio-nes, conceptos o juicios, nuestro pensamiento reincide en frag-mentar la vida. Todas las entidades de la naturaleza están unifi ca-das consigo mismas y no poseen una mente que insista en desatar el entramado de la totalidad, ostentando una existencia separada entre el “yo” y el resto del universo.

La mente también provoca división al elegir, porque en toda elección hay un “a favor de” o “en contra de” que siempre están uno detrás del otro; en consecuencia, siempre que hay elección hay división. Lo mismo sucede con el sentido de posesión, se divi-de lo mío de lo ajeno; hasta la vida misma termina siendo un con-cepto separado de nuestro Ser, tan pronto como decimos o pen-samos en términos de “mi vida”, de manera instantánea quedan separados “la vida” y “Yo”. De manera aún más sutil se manifi es-ta la división cuando se pretende una relación “consigo mismo” —“yo” y “mí mismo” se dividen en sujeto y objeto—. En lugar de pretender “estar bien consigo mismo”, es preferible “Ser uno mismo” para así mantener la Unidad.

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Con todo lo expuesto, tengamos la certeza de que cuanto más fuerte es la sensación de separación, más ataduras existen con el mundo manifestado y más alejados estamos de nuestro Origen, que se sostiene en la Unidad absoluta.

Para dar mayor sustento y amplitud a este tema, revisemos al-gunas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas originales de ma-yor trascendencia histórica, con la intención de brindar una visión universal.

Todos los seres nacen ya en la ilusión, engañados por la di-visión dual que produce el sentimiento de deseo y repulsa frente a las cosas de este mundo.

Bhagavad Gita, VII- 27

Krishna dice que el estado ilusorio de la división lo llevamos desde el nacimiento. Ubica a la dualidad deseo-rechazo como la principal causa.

La vida no es sino la unión del cuerpo y el alma; la muerte no es la destrucción de las cosas que han sido reunidas, sino la disolución de su unión.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

La tan temida muerte no es más que una experiencia de divi-sión, que más tarde vuelve a manifestarse en una nueva unión corpórea.

Los hombres nacen parecidos, pero a través de sus hábitos se van apartando cada vez más unos de otros.

Confucio

Confucio expresa que la sensación de división no es sino un esta-do “adquirido” a través de las experiencias humanas.

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Si los miras desde el punto de vista de sus diferencias, en-tonces hay hígado y páncreas, pero si los miras desde el punto de vista de su similitud, entonces los diez mil seres son todos uno.

Chuang-Tzu

Mirar desde las diferencias es ver desde los sentidos; mirar des-de la similitud es observar desde la Conciencia.

Llega el sabio, soplando y resoplando detrás del humanita-rismo, estirándose en puntillas para alcanzar la equidad, y el mundo por primera vez tiene dudas; fantaseando y mas-cullando acerca de su música, recortando y remendando sus ritos, y el mundo por primera vez está dividido.

Chuang-Tzu

Los rituales otorgan identidad a cada religión, lo que produce diferencias entre unas y otras. Hasta el generoso humanista termi-na separado de los avaros.

Hay un Dharma, una Verdad, una Ley, no varias; las distinciones surgen por las tenaces necesidades del ignorante.

Sosán, Hsin Hsin Ming

La verdad es una sola; somos los humanos quienes, por ignoran-cia, nos empeñamos en establecer las distinciones.

Todo compuesto está sujeto a la disgregación.

Evangelio del Buddha

En la vida física natural, la unidad es siempre relativa y “tem-poral”.

Cuando una multitud ejerce la autoridad, es más cruel aún que los tiranos.

Platón

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La personalidad del hombre común no lleva en su naturaleza la Unidad, por sí misma no es capaz de conquistarla y menos aún de manera colectiva. Ejemplo de ello son los parlamentos, que después de afrontar múltiples diferencias logran cosechar unos cuantos consensos. Las decisiones terminan siendo tomadas con la mayor frialdad.

De virtud hay una especie, de maldad muchas.

Platón

La virtud única y absoluta está en el Ser, que es Uno; la maldad que fl uye en la existencia adquiere muchos rostros.

La región en donde hay envidia y discordia es defi ciente, pero la región en la que hay unidad es perfecta.

Evangelio de la Verdad, Nag Hammadi

La perfección no puede manifestarse donde hay división. Donde hay una “relativa unidad” se presenta una “relativa perfección”.

La fragancia del Padre lo protege y lo lleva al lugar de donde vino. Las fragancias que se han enfriado provienen de la di-visión. Por este motivo vino la fe, disolvió la división y apor-tó el Pleroma cálido de amor para que el frío no vuelva de nuevo, sino que exista la Unidad del pensamiento perfecto.

Evangelio de la Verdad, Nag Hammadi

Los fl uidos de energía provenientes del cosmos son sólo un suspi-ro de la energía de la Fuente original, el Pleroma. Sólo a través de esa energía primigenia se hace posible el abandono de la división para así retornar a la Unidad del Origen.

Las tinieblas no son más que partes que no están integradas con “la Voluntad” de quien me envió.

Evangelio de Judas

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Resulta interesante entender a las tinieblas como fragmentos desarticulados, además de catalogarlas como ausencia de luz.

Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.

Lucas 11: 17

Con toda certeza, todo acto que divide está expuesto al operar de la ley de causa y efecto.

Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las co-sas en todos, es el mismo.

Corintios I 12: 4-6

Afuera del Ser universal, todo es diversidad.

Cuando te conozcas verdaderamente a ti mismo, te desharás de tu doblez y comprenderás que no eres distinto de Allah, pero mientras tengas una existencia “distinta de Allah”, no conseguirás sofocar tu existencia ni conocerte a ti mismo, y te erigirás en un Dios distinto de Él.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

Internamente somos Uno con Allah; externamente, la ilusión de la dualidad —el doblez— provoca que todo se mire como diversi-dad.

Abandona la pluralidad de nombres oscuros y tenebrosos; pues esto no es sino una naturaleza que sobrepasa a todas las cosas, y no se trata en absoluto de diversas naturalezas.

Nicolás Flamel, El deseo deseado

La naturaleza del Ser original es una sola, la Unidad; en ausen-cia de Él, todo se mira como pluralidad, como división.

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La Unidad no puede ser dividida y partida separadamente; con todo, la separación “existe” y permanece en la voluntad exhalada de la Unidad.

Jacob Boehme, La Llave

La Unidad puede poner su voluntad en la existencia dividida, pero la división no puede poner su voluntad en la Unidad.

El movimiento rompe, divide, es una continua lucha en sí mismo. El Movimiento fue en el comienzo de este mundo el separador o divisor.

Jacob Boehme, La Llave

La división es dinámica, la Unidad es estática.

Es necesario que cese toda aberración, toda oscuridad y ata-dura, que se han infi ltrado paulatinamente en las ciencias, en los hechos y en los gobiernos de los hombres, por cuya causa éstos se han ido oscureciendo.De ello resulta tal “diversidad” de opiniones, falsifi caciones y doctrinas erróneas, que incluso hacen difícil la elección a los más inteligentes de los hombres. Todo esto será abolido, como creemos que ocurrirá, y será reemplazado por unas directrices eternamente inmutables, lo será gracias a los hombres dedicados a esta tarea.No deseamos en absoluto atribuirnos el honor de que nos fuera encomendada en exclusiva una obra tan enorme.

Confessio Fraternitatis de la orden Rosacruz

Conforme sea manifestada la Verdad en este mundo, la “diversi-dad” de religiones se irá desvaneciendo para que surja la fe única. La responsabilidad de esta tarea recae en toda la humanidad.

En los tiempos antiguos, cuando los hombres poseían aún clarividencia y percibían el mundo detrás de la existencia física, veían en cierto modo todos lo mismo, pues el mundo

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objetivo es igual para todos. Pero cuando la ignorancia se había generalizado en el mundo, como oscuridad, cada uno traía predisposiciones individuales que le distinguían de los demás. Cada uno tenía un nombre determinado que lo dis-tinguía de su prójimo, o sea la individualidad.

Rudolf Steiner, S/ Ev. Lucas

La ignorancia continúa siendo el factor fundamental de división en este mundo; produce la sensación de individualidad, que es separatista.

Aun sin ir al psicoanalista, puede usted analizarse a sí mis-mo, pero en cualquiera de los dos casos habrá siempre un analista y un analizado.Siempre hay una división entre el analista y el analizado.

Conversaciones por Krishnamurti en Europa 1956

Todos los procesos mentales se traducen en división, y el análisis no es la excepción.

Mientras la religión mantenga separados a los hombres, no podrá haber fraternidad ni tampoco la habrá mientras exis-tan las nacionalidades; ello siempre ha causado confl ictos entre los hombres.

Krishnamurti, Informes textuales de conversaciones y respuestas, Adyar, India 1933-34

La división que gira alrededor de las religiones adquiere tintes similares a la generada por los nacionalismos.

La persona infl uenciada se encuentra separada; sabe la divi-sión entre lo alto y lo bajo, entre el mérito y el desmérito. La soledad es el sentido de estar libre de infl uencias; no es separativa, no antagoniza. Es un estado que debe experi-mentarse, no especular sobre él.

Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

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División

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Una persona infl uenciada se separa de quienes no están iden-tifi cados con sus mismas infl uencias. El verdadero sentido de la soledad está en la libertad de infl uencias.

Lo que una persona piensa por su cuenta, sin el estímulo de los pensamientos y experiencias de los otros es, en el mejor de los casos, bastante mezquino y monótono.

Albert Einstein, Mis creencias

Nunca debe confundirse la soledad con el aislamiento. En la soledad hay libertad de infl uencias, en el aislamiento hay divi-sión, separación. Los buscadores “libres” no pueden mantenerse aislados, pero los lazos que los unan tampoco deben sustentarse en la creación de sus propias ideas mentales, aunque sean coinci-dentes; antes bien, los hilos de unidad deben girar alrededor de la Verdad Universal única, que sólo puede ser representada en los libros universales.

31 Unidad

Intentar comprender algo por sí mismo, como un objeto aislado, es imposible, porque todo está vinculado entre sí y se mantiene en una co-dependencia, pues todo en el universo está interrela-cionado. No se puede conocer una Galaxia sin comprender sus relaciones con el universo; no es posible conocer la Tierra sin sus vínculos con el Sistema Solar; no se entiende una ciudad a menos que se conozca la dinámica del país. No podemos comprendernos como humanos sin considerar las relaciones con todo cuanto nos rodea.

Resultaría imposible profundizar en la ciencia, la fi losofía o el arte —cualquiera de los tres— de manera aislada, sin antes com-prender sus relaciones en materia de ley universal; y del mismo modo, cada dominio de la ciencia está vinculado con los demás: no se puede ahondar en la física sin las matemáticas; no se puede comprender la biología sin la química; y qué decir de la medicina, todo se relaciona con ella de manera directa o indirecta.

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Unidad

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El humano, en su estado actual, sigue entrampado en la inercia de ver todo dividido; peor aún, si en primera instancia no se detie-ne en revisar su propia naturaleza. Como entidad manifestada, el hombre está constituido por una multiformidad, una legión; pero más allá de todo esto hay un Ser original, un verdadero “Yo” en plena Conciencia de la Unidad universal. Si se mira desde la parte manifi esta, que es múltiple y “activa”, todo se verá dividido, ais-lado; si se mira desde el Ser interior original, que es “pasivo”, desaparecen las distinciones y todo se aprecia como la Unidad perfecta.

Es preciso que se establezca una plena distinción entre nuestras dos naturalezas, nuestro Origen y nuestra manifestación, el obser-vador y lo observado, sólo así se abre la posibilidad de reconocer al Ser permanente para que sustituya la multiplicidad. Esto cons-tituye el punto de partida para todo lo demás.

Si se mantiene latente el pre-recuerdo de nuestro Origen, sin duda permanecerá en nosotros el impulso de búsqueda de la con-ciencia de la Unidad universal, para esto es básico dejar a un lado todo tipo de valoraciones —juicios y análisis mentales— y “apren-der a vivir sin elegir”.

El deseo y el rechazo —que son de la misma naturaleza— son factor fundamental de la división, en acto de trascendencia hacia ellos debemos “aceptar” la vida en su totalidad. Y en trascenden-cia de toda dualidad, debemos mirar juntos: el éxito y el fracaso, la pérdida y la ganancia, la felicidad y la tristeza, el amor y el odio, la vida y la muerte. Si todos los pares duales se aprecian como Unidad, nada queda para elegir.

La Conciencia, como cualidad del Ser, está en la Unidad; y como medio de aproximación a la Unidad nada mejor que el “presente” a través de la atención, la contemplación, que unen al observador con lo observado en un “campo de conciencia” unifi cado. Así, uno puede estar en comunión con un árbol, la montaña, el mar, el Sol,

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Unidad

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más allá de toda emotividad o sentimentalismo —en la comunión no existen barreras (del pensamiento y las emociones) entre el observador y lo observado—.

Volver al Origen es restablecer la Conciencia de la Unidad inte-rior, en dicho estado toda la existencia se alinea y se hace Una; así nos hacemos conscientes de que, aunque externamente nos miremos divididos, internamente somos una entidad única —des-de el Ser interior, todos los humanos somos el Ser Uno—. Y sobre esa base, ¿quién en su sano juicio haría daño a otro si lo asume como parte de sí mismo?

Nunca olvidemos que cuanto más sólida es la percepción de Unidad, más desvinculados estaremos del mundo manifestado y, por ende, más cercanos al Ser universal.

Para profundizar más sobre la Unidad, quedan a su disposición una selección de citas extraídas de las fuentes fi losófi cas de ma-yor trascendencia histórica, con la fi nalidad de generar una visión universal.

Más allá del poder del fuego, de la espada, del agua y del viento, el Espíritu es eterno, inmutable, omnipresente, ina-movible, y siempre Uno.

Bhagavad Gita, II- 24

Sólo el Ser original posee como cualidad la Unidad; más allá de la naturaleza manifi esta, cuya cualidad es la división.

Cuando un hombre puede ver que toda la infi nita variedad de seres es una manifestación del Uno, y que todos son uno en Él, éste se hace Uno con Brahman.

Bhagavad Gita, XIII- 30

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Unidad

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Si la conciencia de un hombre se dirige a su interior, la Unidad es percibida en todo y en todas las direcciones; esto lo hace cons-ciente de la Unidad del Ser universal, haciéndolo Uno con Él.

Los individuos son mortales, pero la especie es sempiterna. De modo que los hombres son mortales pero la humanidad es inmortal.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

Todos los individuos son tan sólo una manifestación del Origen único de toda la humanidad, por eso están divididos y su estadía es temporal. La humanidad es inmortal en comparación con lo efímero de la vida de un individuo, pero es mortal en relación con el Ser universal.

De acuerdo con la doctrina secreta, los místicos han de ofre-cer toda su mente y propósito al Uno.

El Zohar

Nada hay en la existencia que no esté destinado a terminar di-suelto en la Unidad.

Dios, cuando hizo al hombre y lo vistió con grandes honores, le indicó que se uniera a él para ser único y de un solo co-razón, unido al Uno por el lazo de la fe de un solo propósito que ata todo.

El Zohar

Desde su esencia, el propósito fundamental de todo humano es fundirse desde su corazón con el Ser universal; aun cuando no se tenga conciencia de ello.

El sabio considera al Uno norma del universo. Luce porque no aparece. Brilla porque no se estima. Realiza su obra por-que no se empeña. Crece porque no se cuida. Nadie le dis-puta nada porque él con nadie contiende.

Lao tse, Tao Te King

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Unidad

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El sabio es consciente del lazo de unidad que tiene con el “Ser Uno”; y por esa Conciencia, todo lo externo se orienta en su de-bida dirección sin necesidad de hacer algo en su propia voluntad.

Sabio es aquel que pone fi n a las diferencias con media pa-labra.

Confucio

Poner fi n a las diferencias es establecer las coincidencias; con esa sencillez se establecen los lazos de Unidad.

Correr por ahí acusando a otros no es tan bueno como reír, y disfrutar de una buena risa no es tan bueno como seguir el ritmo de las cosas. Conténtate con seguir el ritmo de las cosas y olvídate del cambio y así podrás entrar en la Unidad misteriosa del Cielo.

Chuang-Tzu

Aunque los humanos inconscientemente se resistan, como con-secuencia de sus vacíos de comprensión, el camino más abierto a la Unidad está en la aceptación de todos los procesos naturales, con todos sus cambios y todas sus vicisitudes.

No vivas en los enredos de las cosas externas.Mantente sereno, sin hacer esfuerzos,en la Unidad de las cosas.

Sosán, Hsin Hsin Ming

La Conciencia de la Unidad llega espontáneamente, sin necesi-dad de esfuerzos, con sólo reorientarse de lo externo a lo interno.

Si la mente no hace discriminaciones, las diez mil cosas son como son: de la misma esencia. Entender el misterio de la única esencia es liberarse de todos los enredos.

Sosán, Hsin Hsin Ming

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La esencia de la Unidad está siempre presente en nosotros; no hay que conquistarla, sólo hay que redescubrirla con la abstención de la valoración y el juicio. En la verdadera comprensión no hay análisis.

No hay más que una sola verdad, y no dos, ni tres.

Evangelio del Buddha

En la Unidad del Ser está la Verdad, es por eso que también la Verdad es una sola.

Jesús vio unas criaturas que estaban siendo amamantadas y dijo a sus discípulos: Estas criaturas a las que están dando el pecho se parecen a quienes entran en el reino. Ellos le dijeron: ¿podremos nosotros, haciéndonos pequeños, entrar en el reino? Jesús les dijo: cuando sean capaces de hacer de dos cosas una, y de confi gurar lo interior con lo exterior, y lo exterior con lo interior, y lo de arriba con lo de abajo, y de reducir a la unidad lo masculino y lo femenino, de manera de que el macho deje de ser macho y la hembra hembra.

Evangelio de Tomás, Nag Hammadi

Alentadoras son las palabras de Jesucristo: pasar del sueño de la división —de la dualidad— a la Conciencia de la Unidad es entrar en el reino del Padre.

«La tierra y los cielos pasarán, más mi Palabra no pasará».La Palabra me la ha dado mi Padre para que ELLA lleve la Luz que a ustedes les falta y puedan ser Uno conmigo, y Yo seré Uno con mi Padre.

Evangelio de Judas

La Unidad de nuestra esencia crística con el Padre universal siempre se ha mantenido; sólo necesitamos Luz para restablecer la Conciencia de ello.

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Jesús dijo: Yo y el Padre Uno somos. Entonces los judíos vol-vieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras les he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedrearán? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: ¿No está escrito en su ley: Yo dije, Dio-ses son?

Juan 10: 30-34

Desde los antiguos textos hebreos de sabiduría había testimonio de nuestra Unidad con el Padre; y es precisamente eso lo que nos otorga su imagen y semejanza.

El mundo no me verá más, pero ustedes me verán; porque yo vivo, ustedes también vivirán. En aquel día ustedes conocerán que Yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y Yo en ustedes.

Juan 14: 19,20

Los grandes Maestros y todos los humanos, más allá del espacio y el tiempo, estamos vinculados desde nuestro Origen y somos una entidad única, el Ser Uno.

El que pide y lo pedido, el amante y lo amado, el creyente y lo creído, son lo mismo que el gnóstico.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

El gnóstico trasciende el sueño de la dualidad y mira todo en Unidad, desde la Conciencia absoluta; se entiende a sí mismo en comunión con el universo.

Si dieciocho mil universos se pusieran en un mortero y se hiciese con ellos una pasta, su composición sería el Hombre Perfecto.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

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La esencia del Hombre es la esencia misma del universo.

En las adoraciones y bendiciones de los hombres rectoslas alabanzas de todos los profetas están amasadas juntas.

Todas sus alabanzas se mezclan en una corriente,todos los vasos se vacían en una sola jarra.

Pues El que es alabado Es, de hecho, solamente Uno,en este sentido todas las religiones son sólo una religión.

Rumi, Masnavi

La comunión de todas las religiones en la Universalidad perma-nece intacta, más allá de las necias voces que pretenden mante-ner separado al hombre.

Haz que todo venga a ser Uno y obtendrás así lo que busca-bas.

Nicolás Flamel, El deseo deseado

Cuando el buscador descubre y percibe la Unidad, emerge por añadidura su Conciencia absoluta.

Siempre semejante a sí mismo,Dios reposa en un punto.

Jacob Boehme, Tratados sobre el cielo y el infi erno

Desde el punto microcósmico de nuestro Ser interior emerge la Conciencia de Unidad hacia nuestra manifestación corpórea; desde el punto de Origen de la existencia cósmica —el Big-bang— emana la Conciencia de Unidad universal.

Nada hay más peligroso que hallarse en la duplicidad, y no tratar de llegar a la Unidad. Hay en ti dos voluntades, una contra la otra.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

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Desde el nacimiento natural, ya estamos en la división; y nada hay más nocivo que desdeñar las fl echas que apuntan hacia la Unidad. Peor aún, contando con los elementos inteligibles que nos abren a la comprensión y nos permiten ver el carácter fundamen-tal de esto.

Por el Fuego Espiritual, la Luz o la Unidad es manifestada, pues el rayo de Luz del fuego surge y procede de la Unidad.

Jacob Boehme, La Llave

La Luz prânica universal (energía fundamental) —Fuente original que proyecta la manifestación de todo el universo— procede del Ser Universal, en cuya naturaleza está la Unidad.

Tú eres tu Maestro y tu Dios. Tú eres Tú mismo, el objeto de tus investigaciones, la incesante voz que resuena a través de las eternidades, libre de cambio, los siete sonidos en uno solo, la voz del silencio.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

El sonido es vibración; y en nuestro maestro interior, en nuestro Ser, está la esencia de todas las energías vibratorias del universo.

No podemos decir ya más “yo pienso”, “yo siento” o “yo tengo mis pensamientos y les doy la forma que me agrada”. En cambio debemos decir: “Algo pasa en mí, algo hace surgir emociones en mí, algo forma pensamientos en mí y los obli-ga a venir en una forma absolutamente defi nida, haciendo sentir su presencia en mi conciencia.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo

La Unidad del Ser interior es absoluta, nada le falta y no tiene necesidad alguna; por ende, nada necesita hacer. El “hacer” está en el comportamiento de la personalidad, aunque no tenga el con-trol de sus actos.

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El amor no conoce jerarquía alguna. Cuando se ama, no exis-te ni el “tú” ni el “yo”.

Conversaciones de Krishnamurti 1949-1950 (informe textual) India

El verdadero amor procede sólo de la Unidad.

Sólo cuando dejemos de buscar será posible encontrar de manera perdurable la Libertad, la Verdad, la Belleza y el Amor, todo esto es una misma cosa.

Krishnamurti, Informes textuales de conversaciones y respuestas Adyar, India 1933-34

Todas las cualidades atribuidas al Ser son en realidad “Una” mis-ma cosa que, al unifi car a todas las demás, pierde su nombre.

Ser es relacionarse; el ser aislado no existe. El mundo y usted no están separados; su problema es el problema del mundo, usted lleva el mundo en usted; sin usted el mundo no es. No existe el aislamiento y no existe objeto alguno que no se encuentre relacionado.

Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

Todo lo que sucede en el mundo sucede en cada uno de nosotros.

La más sutil gota de rocío, que toca el pétalo de una rosa, repercute hasta la más lejana estrella.

Albert Einstein

No existe partícula subatómica alguna que esté desarticulada de la gran manifestación universal.

En la búsqueda de la unifi cación racional de lo múltiple se hallan los mayores éxitos.

Albert Einstein, Mis creencias

En la concreción de la Conciencia de la Unidad universal, está el verdadero éxito del único propósito fundamental de Vida: “Ser”.

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Personalidad

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32 Personalidad

Personalidad, etimológicamente signifi ca máscara. Es un pro-ducto creado por la naturaleza que se forma en nosotros desde el período preparatorio de la vida. Al nacer es casi nula y se va mani-festando al vivir entre gente dormida, que goza de sus emociones agradables y se afl ige de las desagradables; experiencias que el niño va haciendo suyas como por infección que brota y se expan-de. La personalidad —que es todo el lado adquirido en nosotros— se construye por imitación, por costumbres y por un sinnúmero de infl uencias vinculadas al momento histórico en que se crece: factores sociales, económicos y culturales que actúan desde el exterior y se introducen a través de los sentidos.

Como consecuencia de la formación de la personalidad, el centro de gravedad de nuestro Ser —el pivote de la actuación— se traslada desde la esencia misma hasta el lado agregado. De este modo se pierde la base original y queda todo reducido al sentido de “ser algo adquirido”. El sentimiento de “Yo Soy” queda sustituido por múltiples sentimientos transitorios que derivan de la existencia. Se pierde la estabilidad interior y el miedo se con-vierte en una constante por lo que pueda sucederle a la persona que vive en el tiempo, expuesta tanto al éxito como al fracaso, a los vaivenes de su posición y reputación, a las vicisitudes de la existencia; todo como consecuencia de la identifi cación con lo que la vida natural externa le ha prefabricado.

La personalidad es necesaria como medio de manifestación, pero nos ofrece un centro de gravedad equivocado. Adquiere cualidades en función de la variadas circunstancias de cada indivi-duo y se le agrega el ego, dispuesto a establecer comparaciones, valoraciones, juicios y a “reaccionar” ante todo lo que gira alre-dedor de los confl ictos humanos.

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Existen personas instintivas, intelectuales, creativas, innova-doras, pesimistas, repetitivas, trabajadoras […]; una variedad sin límite. Pero todas ellas tienen algo en común: todas son máqui-nas, construidas con mecanismos sofi sticados que sólo responden a la presión de las infl uencias exteriores. Nacen como máquinas, crecen como máquinas y como máquinas mueren; a menos que se descubran como tales y tengan la lucidez sufi ciente para transfe-rir el centro de gravedad a la esencia del Ser original. De lo con-trario, se vive en la representación de múltiples personajes que juegan un papel particular hacia cada una de las personalidades con quien se relacionan: padre, hijo, maestro, alumno, amigo, enemigo, socio, competidor; entre muchos otros.

La maquinaria de la personalidad está constituida por cuatro cuerpos: físico (biológico), vital (etérico), astral (cuerpo del de-seo) y mental (ordenador del pensamiento); todos ellos estrecha-mente unidos entre sí. En relación con la actividad, todo queda regulado por tres centros: mental, emocional e instintivo-motor; ellos constituyen el centro de gravedad que originalmente debiera tener su pivote en el Ser interior, pero —por motivos de identifi -cación— fue trasladado a la personalidad. (Se abordarán con mayor amplitud en los últimos temas de este tomo II.)

El cuerpo físico es el más tangible y por esta razón produce en nosotros nuestros primeros impulsos de identifi cación. Sin embar-go, la ciencia ha descubierto que la aparente corporeidad de la materia es una ilusión, producto de nuestros sentidos —y no ocupa un lugar en el espacio—, lo que involucra directamente al cuerpo físico, cuya función principal es establecer la manifestación en la forma. Aunque es sólo una proyección de lo que realmente somos, es una versión a escala del macrocosmos.

La función principal del cuerpo etérico es dotar de vida a toda la manifestación material, por esta razón es también llamado cuer-po vital; el átomo etérico es prismático y penetra en el átomo material para vivifi carlo. Este cuerpo refl eja la verdadera imagen

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Personalidad

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del hombre físico material, más allá de todo tipo de artifi cios que pudieran ser empleados para reconstruirlo.

El cuerpo astral es también conocido como el cuerpo de los deseos, de él proceden los estímulos psicológicos que moldean la personalidad. Todo tipo de deseos, incluso los anhelos, provienen del cuerpo astral y es donde adquieren forma. En este cuerpo opera constantemente la dualidad deseo-rechazo, cuyos vaivenes repercuten en el desequilibrio de los otros cuerpos. Los chakras operan en el cuerpo astral y, hacia ellos, el estado de neutralidad se convierte en factor fundamental para toda trascendencia.

El cuerpo mental ordena el fl ujo de pensamientos y, por razones obvias, es quien lleva el mando de la personalidad. Su corporeidad es energética y adopta como sustento físico al cerebro. Con este cuerpo establecemos los niveles más agudos de identifi cación, lo más común es confundirlo con nuestro Ser.

La personalidad, que no es nuestra realidad, no debe abando-narse o menospreciarse; por lo contrario, el alma hace uso de ella y la utiliza como herramienta. Si se forma una personalidad muy pobre, o débil, no tendrá la sufi ciente lucidez para ayudar en la liberación del Ser. “El proceso inicia en la personalidad”.

Revisemos lo que las fuentes fi losófi cas originales nos ofrecen acerca del tema de la Personalidad. Lancémonos a la comprensión de las citas textuales de más exquisitez y por ende, de mayor trascendencia histórica y con ellas sustentemos lo ya expuesto; formemos así una visión universal.

A este cuerpo, oh Arjuna, se le llama el campo. Y aquél que lo conoce se le llama el conocedor.

Bhagavad Gita, XIII- 1

Es fundamental que nos hagamos “conocedores” de nuestra pre-sencia corpórea, que es nuestro campo de manifestación, en lugar de vivirla mecánicamente.

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Durante el sueño, el espíritu de los hombres sale de paseo; durante la vigilia, los cuerpos se atarean. Se enredan con todo lo que encuentran. Día tras día usan la mente en una lucha, por momentos grandiosa, por momentos solapada, por momentos trivial.

Chuang-Tzu

En esta cita se hace referencia tanto al cuerpo físico como al cuerpo astral; el segundo es el vehículo de la cuarta dimensión en el que fl uyen los sueños. En ambos cuerpos la mente opera de manera constante.

Descubra o no su identidad, ello no agrega ni quita nada acerca de su Verdad. Una vez que un hombre recibe su forma corporal fi ja, se aferra a ella, esperando el fi n. A veces gol-peándose contra las cosas, a veces doblegándose ante ellas, corre su carrera como un corcel galopante, y nada puede detenerlo. ¿No es eso acaso patético?

Chuang-Tzu

La identifi cación con la personalidad es la causa fundamental de la inconciencia y la mecanicidad, de ella derivan todos los con-fl ictos humanos. No obstante, más allá de todas las inercias, la Verdad de nuestro Ser interior se mantiene imperturbable.

¡Todavía no estoy muerto! dice, pero, ¿para qué le sirve? Su cuerpo se deteriora, su mente le sigue. ¿Puedes negar que esto sea una gran pena? La vida del hombre siempre ha sido una confusión semejante. ¿Cómo podría ser que yo fuera el único confundido y que los demás hombres no lo fueran?

Chuang-Tzu

La posesión de una manifestación corpórea produce la “sensa-ción” de vida y de ser; cuando se tiene conciencia del proceso de disolución de los cuerpos, disminuye el estado de identifi cación con ellos y pierden la importancia que antes se les daba. Es así como inicia la Libertad.

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Cuanto más hablas y piensas acerca de ello,más te alejas de la Verdad.Deja de hablar y de pensar,y no habrá nadaque no puedas saber.

Sosán, Hsin Hsin Ming

La naturaleza de la mente es limitada, por eso está tan lejos de la Verdad del Ser. En la “no-mente”, en la ausencia de pensamien-tos, ocurre la revelación.

Cuando los objetos del pensamiento se desvanecen,el sujeto pensante se desvanece;y cuando la mente se desvanece, los objetos se desvanecen.Las cosas son objetos debido al sujeto,y la mente es tal debido a las cosas.

Sosán, Hsin Hsin Ming

Existe una correlación permanente y relativa entre el sujeto y el objeto —entiéndase a la mente como “sujeto” y a las cosas de la existencia como “objeto”—; si se desvanece alguno, sucede lo mismo con el otro.

Cuántas confusiones provienen del interés que nos tomamos por la personalidad y la vanidad, cuando pensamos: “Yo soy tan grande” o “yo he hecho esta admirable acción”. El que piensa sanamente se desembarazará de la ignorancia y ad-quirirá ciencia. Las ideas de “yo soy”, “yo seré” o “yo no seré”, no se presentan en un pensador esclarecido.

Evangelio del Buddha

Cualquier idea relacionada con el engrandecimiento de la per-sonalidad genera lazos sólidos de identifi cación; lo mismo sucede con los complejos de inferioridad. La verdadera trascendencia, la des-identifi cación, está en la neutralidad.

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Personalidad

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No hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma.

Pitágoras.

Los cuerpos de la personalidad se convierten en cárcel sólo cuando nos rebasa la identifi cación con ellos mismos. En neutrali-dad, la personalidad se transforma en un maravilloso instrumento al servicio del Ser.

El hombre no es más que un soplo y una sombra.Sófocles

Mientras Albert Einstein ubica a la luz del universo como “som-bra de Dios”, Sófocles hace lo propio con el “hombre”; pero en referencia a su personalidad.

El Señor resucitó de entre los muertos […] Mas su cuerpo era perfecto: tenía sí una carne, pero ésta era una carne de Verdad. Nuestra carne al contrario no es auténtica, sino una imagen de la verdadera.

Evangelio de Felipe, Nag Hammadi

En la resurrección, la manifestación corpórea es de naturaleza absoluta; los cuerpos de la personalidad son tan sólo una imagen (o sombra) de la verdadera naturaleza.

Las tinieblas no son más que partes que no están integra-das con “la Voluntad” de quien me envió. Ni siquiera estas carnes que tenemos, estos huesos que tenemos, esta san-gre que tenemos, esta mente que tenemos, nos pertenecen; sólo nos pertenece, por herencia de mi Padre, la Luz que les doy con mi Palabra.

Evangelio de Judas

Ninguno de los cuerpos de la personalidad nos pertenece, todos son agregados. Sólo la Luz de la Fuente original, que nos vincula con el Ser universal, es digna de asumirse en nuestro Ser interno.

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Así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

Corintios I 15: 49

La personalidad es tan sólo una imagen de la naturaleza “terre-nal” dialéctica; la imagen y semejanza del “celestial” está pre-sente en nuestro Ser interior.

Lo que se conoce como personalidad no tiene ni espíritu, ni vida, ni cuerpo; pero tiene infl uencia y acción, tanto dentro como fuera del cuerpo.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

En sí misma y por sí misma, la personalidad es sólo un conjunto de apariencias, está vacía; sin embargo, adquiere sentido con la presencia y la Conciencia del Ser interior original.

Sólo el renombre,el señorío,muere en la guerra:un poco se lleva haciael sitio de los descorporizados.

Nezahualcóyotl, ¡Esmeraldas, oro!...

La personalidad es fi nita y sus cuerpos se desvanecen gradual-mente y de modo escalonado: en el plano físico se pierde el cuer-po biológico y los tres restantes se diluyen uno tras otro en el plano astral, con lo que concluye un ciclo para reencarnar en una nueva personalidad.

¿Qué es el cuerpo del hombre?Es el mundo visible; una imagen, un compuesto de todo lo que el mundo es.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

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Personalidad

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La corporeidad humana es una imagen tangible; como proyec-ción contiene la síntesis no sólo de este mundo, sino de todo el universo dialéctico.

El cuerpo espeso externo de los cuatro elementos no va he-redar el reino de Dios. Cuando la costra sea retirada apare-cerá la razón de que seamos llamados Hombres.

Jacob Boehme, La Llave

Por su propia naturaleza, la personalidad no es ni puede ser transformada en “eterna”; el Ser interno es el único y verdadero Hombre, que puede ser partícipe de la eternidad.

Llamamos cuerpo elemental o etérico al vehículo con que obtenemos percepciones de otro orden cuando estamos fue-ra del organismo físico.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo

Rudolf Steiner ubica al cuerpo vital en la cuarta dimensión. Esto no signifi ca que ese plano sea de orden superior.

El alma aprende a conocer un ser dentro de sí misma que es un tercer algo, aparte del cuerpo físico y del elemental. Llamemos a este algo el cuerpo astral.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo

En esta cita hace referencia al cuerpo astral, conocido también como cuerpo del deseo.

La personalidad, el yo, da la impresión de ser una entidad unifi cada, es algo formado por deseos y búsquedas antagó-nicos y separados. Para comprender la personalidad debe haber una conciencia del deseo en sus diversos aspectos.Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

Defi nitivamente la personalidad, como entidad manifi esta en el plano existencial —tercera y cuarta dimensión—, está siempre di-vidida. Sólo el Ser es “Uno”.

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La personalidad está formada, en su mayor parte, por el contorno en el que el hombre se ha encontrado en el mo-mento de su desarrollo, por las estructuras de la sociedad en la que se desenvuelve, por las tradiciones de esa sociedad y por la valoración de tipos particulares de conducta.

Albert Einstein, Mis creencias

La personalidad no es en sí misma, ni por sí misma; está plena-mente condicionada por las circunstancias de su entorno. Es inca-paz de decidir por sí misma, tampoco realiza actos conscientes, actúa siempre en “reacción” a las acciones generadas en relación con ella. La Libertad interior se experimenta cuando la persona-lidad del Hombre responde estrictamente al impulso del Ser inte-rior original.

33 Cuerpos superiores

El signifi cado literal de Psicología es “ciencia del alma”, sin embargo, a través del método científi co el psicólogo nunca será especialista en el estudio del alma; que es la base de nuestra con-ciencia en el plano del espíritu.

El alma es el fundamento absoluto del estado de vida, de su calidad depende la naturaleza de nuestras experiencias. Un hombre sin el impulso del alma es como un animal irracional po-seedor de fuerza vital que no puede controlar y deseos que le trazan el curso de la vida.

El cuerpo del alma es existencial, su naturaleza es de origen físico, pero su estado es tan sutil que es la única parte de noso-tros que puede entrar en comunión con el Espíritu original. Sin embargo, el alma también tiene la opción de orientarse hacia la personalidad, y es éste precisamente el estado en que se encuen-

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Cuerpos superiores

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tra casi toda la humanidad; en claro detrimento de la posibilidad de reencuentro con el origen.

Cuando el alma se mantiene orientada a la existencia, a través de la personalidad, permanece en un estado casi latente; pero con el acto de reorientación hacia el interior se restablece la recons-trucción de los cuerpos superiores: el quinto, que es el intelectual superior y el sexto, el emocional superior; ambos, en unidad, son los elementos constitutivos del alma. Para que esto sea posible, los distintos fl uidos del cuerpo —la sangre y el éter nervioso, principalmente— deben satisfacer las condiciones mínimas para constituir la base de la renovación.

El cuerpo intelectual superior se reactiva al restablecerse la actitud contemplativa y de observación en legítima des-identi-fi cación y siempre en comprensión del operar de los principios universales; el emocional superior se reactiva sobre la experien-cia de la “neutralidad” ante las circunstancias de la existencia y frente al comportamiento de los tres centros —mental, emocional e instintivo-motor—.

La reorientación del alma ofrece una experiencia objetiva que no se traduce en simples sentimentalismos místicos, se es-tablece un equilibrio de las vibraciones astrales que permite ma-yor percepción de unicidad, mejor capacidad de discernimiento y un equilibrio emocional traducido en ahorro de energías, al dismi-nuir la identifi cación ante los múltiples distractores que inducen al sueño; de tal modo que se hace posible dar a las cosas el ver-dadero valor que tienen: se minimizan los intereses existenciales y se adquiere conciencia sobre el verdadero propósito de la vida, que está en el Ser.

Toda nuestra vida estará siempre determinada por la calidad del alma, cuyo propósito fundamental se concreta en la comunión con el Espíritu, que es el séptimo cuerpo.

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Con la intención de profundizar más sobre los cuerpos superio-res, refl exionemos con la apreciación de algunas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas originales de mayor trascendencia histórica, para así construir una visión universal.

El alma que se ve constantemente afectada por la búsqueda de objetos y experiencias se nubla.

Mahabharata

En esta cita se hace referencia al alma orientada a la existencia a través de la personalidad. En estas condiciones queda sustraída en un estado de latencia.

El Espíritu nunca nace y nunca muere: es eterno. Nunca ha nacido, está más allá del tiempo; del que ha pasado y el que ha de venir. No muere cuando el cuerpo muere.

Bhagavad Gita, II- 20

El séptimo cuerpo en el hombre, el Espíritu, es la imagen y se-mejanza de Dios; es por eso que permanece en el eterno presente.

El alma es fi el amiga del hombre, sólo cuando ha sido con-quistada por el Espíritu. Para un hombre carente de volun-tad que aún no ha conquistado su alma, ésta puede conver-tirse en su propio enemigo.

Bhagavad Gita, VI- 6

En comunión con el espíritu, el alma sostiene al verdadero Hom-bre; identifi cada con la personalidad mantiene el estado ilusorio, el sueño permanente.

Todo movimiento tiene lugar, pues, dentro de algo que se mantiene fi rme, y es causado por algo que se mantiene fi r-me.El movimiento del cosmos, por tanto, y el de todo ser vivien-te material, es causado no por cosas externas al cuerpo, sino

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por cosas dentro de él, que operan hacia el exterior desde el interior; es decir, sea por el alma o por alguna otra cosa incorpórea.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

El universo se mueve en torno a su punto de origen, el “Big-bang”; el punto fi jo en el hombre es el séptimo cuerpo, el Espíri-tu, el Ser interior original.

El alma impía retiene su propia sustancia sin cambio; pade-ce un castigo auto-infl igido, y busca un cuerpo terrestre en que poder entrar.Pero sólo puede entrar en un cuerpo humano; pues ningún otro tipo de cuerpo puede contener un alma humana. No está permitido que un alma humana caiga tan bajo como para entrar en el cuerpo de un animal irracional; es una ley de Dios que las almas humanas se mantengan protegidas de un ultraje semejante.Un alma, por tanto, puede elevarse a un grado superior de existencia, pero no puede hundirse en un grado inferior.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

La reencarnación, el regreso a la realidad relativa de este mun-do cambiante, no se da como un castigo divino, sino por decisión propia, como consecuencia de la identifi cación y el deseo de exis-tencia. Por un mecanismo de seguridad que ofrece la naturaleza, no hemos caído por debajo del reino humano; sin esta protección, posiblemente hubiéramos caído demasiado bajo. Así lo explica Hermes.

El “alma” se halla en íntima relación con el cuerpo, nutrién-dolo y sustentándolo; está abajo, en el primer movimiento. Habiendo adquirido el valor merecido, se convierte en el trono para el “Espíritu” para descansar, como está escrito, “hasta que el Espíritu se derrame sobre nosotros desde las alturas”.

El Zohar

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Que el alma se mantenga en relación con el cuerpo es lo más natural y necesario, no representa problema alguno; sin embargo, todo se complica cuando se identifi ca con la existencia a través de la personalidad.

El alma que no es dueña de sí misma mira pero no ve; oye pero no escucha; come pero desconoce el sabor de los ali-mentos.

Confucio

El alma orientada hacia lo externo nunca será dueña de sí mis-ma; la información que reciba de los cinco sentidos y la mente le ofrecerán tan sólo una sombra de la realidad.

La parte de nuestra alma que no puede llegar a buddhifi -carse, debe perecer; porque no es sino pura ilusión y una no realidad; esa es la fuente de nuestros errores y la causa de nuestra miseria.

Evangelio del Buddha

El alma orientada a la existencia está destinada a la disolución; sólo en Unidad con el Espíritu le será posible experimentar la eter-nidad del “no tiempo”.

Toda la escuela pitagórica ejecutaba los denominados arre-glos, combinaciones y terapias musicales. Con melodías adecuadas conducían los estados del alma a las afecciones opuestas de una manera provechosa.

Vida Pitagórica, Jámblico

La música, entendida como el arte del manejo ordenado de los sonidos —frecuencias vibratorias—, puede constituirse como una herramienta efectiva para la reorientación del alma; así lo en-tendió Pitágoras, y por eso ha sido tan empleada —para bien o para mal— por casi todas las religiones del mundo. Esta cita deja constancia de que Pitágoras fue el primer impulsor de la músico-terapia.

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Lo máximo que tiene el hombre es el alma, que lo induce al bien o al mal.

Pitágoras

La dualidad opera en el alma y por esta razón es que debe con-siderarse como un cuerpo existencial. Lo que la distingue de los otros cuerpos existenciales es que sólo ella puede entrar en comu-nión con el Espíritu.

Jesús dijo: A quien insulte al Padre, se le perdonará; y a quien insulte al Hijo, también se le perdonará. Pero quien insulte al Espíritu santo no encontrará perdón ni en la Tierra ni en el cielo.

Evangelio de Tomás, Nag Hammadi

La Fuente original, el Espíritu Santo, es el fl uido de comunión entre el Padre (Ser universal) y el hijo (Ser interior); es por eso que cualquier rechazo (insulto) se traduce en alejamiento. La rec-tifi cación de ese rumbo siempre resultará difícil y compleja.

Judas le dijo: Rabbí, ¿qué clase de fruto producirá esta ge-neración?Jesús le respondió: Toda la generación humana morirá. Cuando esta gente, de cualquier manera, complete el tiem-po del reino y sus espíritus los dejen, sus cuerpos morirán, pero sus almas vivirán y serán tomadas.

Evangelio de Judas

Todos los cuerpos existenciales están destinados a morir. Sólo el Espíritu es eterno; y el alma también, siempre y cuando se man-tenga unida a Él.

Te digo que el hombre debe volar como las aves, porque el hombre es Espíritu y el reino del Espíritu no está en la Tierra.

Evangelio de Judas

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El único cuerpo que constituye al verdadero Hombre es el Es-píritu; todos los otros cuerpos son simples agregados temporales.

Hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en des-honra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resuci-tará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.

Corintios I 15: 40,42-44

Pablo nos invita a distinguir los cuerpos de la personalidad —te-rrenales: físico, vital, astral y mental— de los cuerpos superiores —celestiales: intelectual superior, emocional superior y Espíritu—. Es muy distinta la naturaleza y la gloria de cada uno de ellos.

Cuando comprendas que la sustancia del Ser de Allah es tu Ser, entonces te conocerás a ti mismo y conocerás tu alma.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

La verdadera Conciencia de sí mismo radica en el reconocimien-to de la naturaleza de Dios en el Ser interior, el Espíritu interior, que es su imagen y semejanza.

Sabe, oh alma, quién tu alma es.Y sabe, corazón, quién huésped tuyo es.

Rumi, Masnavi

Rumi nos invita también al reconocimiento de la naturaleza del Ser universal en nuestro Ser interior original, alojado en el cora-zón.

El Espíritu transmuta el cuerpo en Espíritu, lo tiñe y lo colo-rea como la sangre; porque todo lo que tiene Espíritu tam-bién tiene sangre, y la sangre es un humor espiritual que conforta la naturaleza.

Nicolás Flamel, El deseo deseado

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La personalidad que se entrega incondicionalmente al Ser inter-no se tiñe del Espíritu universal; igualmente, el alma también es teñida por la calidad de la sangre.

Cuando la muerte alcanza al cuerpo, el alma se separa de él, pero no tiene necesidad de ir a parte alguna, pues el cielo y el infi erno se hallan en el interior del alma misma.

Jacob Boehme, Tratados sobre el cielo y el infi erno

El estado del alma defi ne la calidad de las experiencias, que siempre estarán dentro de una gama que va de lo infernal a lo celestial.

Cuanto más se una tu alma con aquello que Es, tanto más te convertirás en compasión absoluta.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

El único y verdadero propósito de la vida es la reorientación del alma hacia el Espíritu, todo lo demás se dará por añadidura. Este proceso se realiza exclusivamente en los cuerpos superiores.

Sólo tiene alma el individuo. Y el fi n superior del individuo es servir, más que regir.

Albert Einstein, Mis creencias

Einstein hace referencia al alma orientada al interior, porque el alma orientada e identifi cada con la personalidad se ocupa de su propio interés y se olvida del servicio al prójimo.

Todos los medios resultan instrumentos inútiles si tras ellos no se alienta un Espíritu vivo.

Albert Einstein, Mis creencias

Los cuerpos de la personalidad, como medio de manifestación, siempre resultarán inútiles si no se ponen al servicio de los cuer-pos superiores; regidos por el Espíritu.

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34 Alquimia

El término alquimia surge del trabajo que proyectaron los cien-tífi cos europeos medievales en el que pretendían transformar el plomo en oro. Aunque públicamente hablaban de esa intención, es claro que su verdadera búsqueda apuntaba a transformar la natu-raleza de la personalidad (el plomo) en la naturaleza del espíritu (el oro); pero las circunstancias de censura —prevalecientes en el contexto de su momento histórico— les obligaron a revelar sólo su intención externa; la que tiene relación con los metales.

La verdadera alquimia consiste en el renacimiento evangélico de agua y Espíritu, proceso en el que la muerte se reviste de in-mortalidad; en donde Isis se encuentra con Osiris, según la tradi-ción egipcia; donde el Alma se desposa con el Espíritu, en la ex-periencia que describe Cristián Rosacruz en sus Bodas Alquímicas.

En estas tradiciones no se hace referencia a un simple cambio mecánico, producto de nuestro deseo y voluntad, o que la vida natural ponga a nuestra disposición; se trata de una mutación que requiere de un proceso inteligentemente dirigido y que va más allá de lo que la naturaleza por sí misma nos puede ofrecer. Pero antes de soñar con la intención de transformar es necesario de-terminar ciertas bases, con el sustento de los principios de la Sa-biduría Universal; para así establecer las condiciones necesarias.

Todo inicia con la búsqueda de la verdadera identidad, que ya no se reconoce en nuestra manifestación corpórea ni en nuestros pensamientos, y que va más allá de los fenómenos naturales de la existencia —lo que nos exige la comprensión y la observancia de las leyes universales—. La misma búsqueda apunta hacia la natu-raleza original, que es incorpórea, atemporal y absoluta, donde radica la Conciencia del Ser universal. A partir del reconocimiento de lo que “no somos” (autonegación) la actividad en la naturaleza

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ordinaria y la orientación hacia ella se reduce a un mínimo; en ac-titud contemplativa, en estado de presente, en plena neutralidad y aceptación, la cabeza se entrega al corazón; así se abren las ventanas para la recepción de la energía suprema, la Fuente ori-ginal, que es referida en todos los libros universales —hasta aquí el aspecto preparativo y pasivo—.

El aspecto activo del proceso alquímico inicia a partir de la re-cepción del Prâna original, el Tao, el Pleroma, la Luz de Allah, la Gnosis, el Espíritu universal, es decir, la “energía fundamental” de naturaleza solar que constituye el motor de todos los procesos transformadores dirigidos por la Luz de la Conciencia. (Aquí se su-giere retomar el tema 16 Fuente original, abordado en el Tomo I)

La ventana principal de recepción de la energía fundamental original la constituyen los ojos; en segunda instancia el ester-nón (que literalmente signifi ca radiante) que transfi ere la energía directamente al corazón, receptáculo del centro geométrico del microcosmos: el Ser interior original.

El sistema nervioso es quien recibe las primeras infl uencias de la Fuente original. Se reactiva el nervio simpático, que consis-te en dos cordones situados a derecha e izquierda de la columna vertebral; ambos canales forman dos campos magnéticos parti-culares: uno de ellos tiene una función creadora (masculina) y el otro, una función productora (femenina). En la enseñanza univer-sal se le llama al campo masculino Píngala y al femenino Ida; en los Hechos de los Apóstoles se citan como Ananías y Safi ra, res-pectivamente. En Las Bodas Alquímicas de Cristián Rosacruz son designados como la “Sal”, sustancia purifi cadora y conservadora. En este proceso alquímico, el bazo juega un papel importante, pues absorbe los éteres de orden superior que son la materia pri-ma transformadora.

En segunda instancia, el sistema endocrino es conmovido por los impulsos eléctricos del sistema nervioso y las glándulas empiezan a secretar nuevos y renovadores fl uidos químicos (la palabra “quí-

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mica” deriva de “alquimia”), que son vertidos directamente en el torrente sanguíneo. La sangre renovada, portadora de éteres de orden superior, irriga todo el cuerpo biológico y renueva los cuerpos sutiles —a través del alma, cuyo sustento físico es preci-samente la sangre—.

El alma renovada impulsa la reconstrucción de los cuerpos supe-riores (intelectual —quinto— y emocional —sexto—), con quienes mantiene una estrecha vinculación; al tiempo que son emplea-dos como herramienta para establecer el contacto con el séptimo cuerpo: El Espíritu.

En Las bodas alquímicas de Cristián Rosacruz, se hace referencia al empleo de los cuerpos superiores a través de un pasaje que —de manera sintetizada— presenta la siguiente descripción alegórica:

“Los invitados a las bodas, para concluir el proceso alquímico, deben subir al séptimo piso de la Torre de Olimpo, donde reposa el Espíritu, el Rey. Para ello se les asigna una herramienta. Quie-nes poseen una visión racional interior reciben alas (portadores del cuerpo intelectual superior) y a pesar de su limitada expe-riencia para maniobrar con ellas logran llegar al séptimo piso; allí se quedan pero ya no se atreven a descender. Los místicos, posee-dores de la certeza de la fe, reciben una cuerda (portadores del cuerpo emocional superior) y a pesar de su limitada experiencia para asirse de ella logran llegar al séptimo piso; allí se quedan y tampoco se atreven a descender. Cristián Rosacruz, que siempre puso conscientemente el acento en el acto, recibió una escalera (tenía activos los dos cuerpos superiores); aunque de momento la recibió con agobio por lo signifi cativo de la responsabilidad, con ella podía ascender y descender cómodamente hasta el espacio deseado. Así, simbólicamente, queda facultado para regresar a este plano de vida en ayuda de la humanidad”.

Tras la realización de las bodas alquímicas surge el Ánimo —el Alma-Espíritu—, que es la confl uencia del Alma pura y renacida

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con las radiaciones del Espíritu; asimismo, aparece como un des-tello de Luz el llamado “vestido nupcial”.

Para cerrar esta introducción, cabe hacer el siguiente señala-miento: en distintas épocas se han empleado hierbas, perfumes y diversas técnicas —de respiración, en muchos casos— con cuya ayuda se puede “forzar” al sistema nervioso y a las glándulas de secreción interna para que provoquen estados que sólo aparentan la plenitud de la alquimia. Son “artifi cios” negativos y muy pe-ligrosos, ofrecen resultados temporales que derivan siempre en circunstancias muy lamentables; esto debido a que sólo imitan las manifestaciones externas y tangibles de las “formas” en la alquimia, sin que se toque jamás el “fondo”. Los resultados son asimilados por la personalidad, y con ellos se introduce en una nueva ilusión: creer que logró la conquista del Ser interno. El “yo” (ego) se transforma en “yo superior” (super-ego), y en lugar de la Libertad interior se consigue el estado más exaltado posible de la personalidad. Este engañoso estado de engrandecimiento —anta-gónico al verdadero propósito de la alquimia— es casi imposible de revertir; la personalidad queda cristalizada en una densidad más alta. (Esto nos conlleva a un nuevo tema —Yo superior— que se reservó para el cuarto tomo por ser sumamente delicado.)

Con la intención de profundizar más sobre la Alquimia, refl exio-nemos con la apreciación de algunas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas originales. Se seleccionaron aquellas que se consideran de mayor trascendencia histórica, para así construir una visión universal.

¡Levántate Arjuna! y, benefi ciándote de la ayuda de tu Es-píritu, ¡eleva tu alma! No seas un alma caída, pues al igual que tu alma puede ser tu amigo, igualmente puede ser tu enemigo.

Bhagavad Gita, VI- 5

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El alma tiene la posibilidad de orientarse hacia lo interno o ha-cia lo externo; puede ser amigo o enemigo. Sólo a través de la fuerza del Espíritu puede ser reorientada para que favorezca a la Libertad de la Conciencia.

El alma es fi el amiga del hombre sólo cuando ha sido con-quistada por el Espíritu. Para un hombre débil que aún no ha conquistado su alma, ésta puede convertirse en su propio enemigo.

Bhagavad Gita, VI- 6

En esta segunda cita, Krishna ratifi ca al Espíritu como único me-dio para la “reconquista” del alma.

El verdadero sabio, conociendo la naturaleza del universo, mediante la alquimia transmuta lo indeseable en valioso y de este modo triunfa.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

Antes de pretender ser un maestro de la alquimia primero se debe estudiar la naturaleza del universo físico, para así poder es-tablecer la distinción entre las dos naturalezas: la original y la ma-nifi esta. Sin este debido discernimiento ni siquiera se hace posible la comprensión de lo que signifi ca transmutación.

Cuando estos dos, alma y espíritu, se hayan puesto a tono, serán dignos de recibir al “alma suprema”.

El Zohar

La alquimia se consuma en la comunión del alma con el Espíritu, a partir de esta unión aparece el ánimo; conocido en la tradición hebrea como “alma suprema”.

El que albergue en su corazón el amor a la Verdad no morirá nunca, porque ése ha bebido el agua de la inmortalidad.

Evangelio del Buddha

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El amor a la Verdad es el impulso fundamental hacia la Concien-cia del Ser, es la sed del agua viva que conduce a la trascendencia.

El elemento manifi esto de la Verdad es débil y desprecia-ble, mientras que lo interno es lo sólido y digno de aprecio. Manifi estos están los misterios de la Verdad a manera de modelos e imágenes, mientras que la cámara nupcial, que es el Santo dentro del Santo, permanece oculta.

Evangelio de Felipe, Nag Hammadi

Lo manifi esto en nosotros es la personalidad, que por sí misma es incapaz de algo trascendente. Sólo en el vacío interior, en la cámara nupcial, se revelan los misterios de la Verdad.

Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han lle-gado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.

Apocalipsis 19: 7,9

En el plano externo, las bodas constituyen el símbolo de lo que internamente acontece como “Unidad alma-Espíritu”. Bienaven-turados son los candidatos a tal realización.

El espíritu no se une al cuerpo hasta que el cuerpo está perfectamente purgado y limpio de su inmundicia y de sus máculas.El cuerpo imperfecto, mediante el fermento, toma un color fi rme y permanente, y este fermento es el alma del cuerpo imperfecto: y el espíritu, por medio del alma, se une con el cuerpo y se transforma con él en el color del fermento, que se hace una sola cosa con ellos.

Nicolás Flamel, El deseo deseado

Para que la personalidad, con toda la densidad de sus cuerpos, se entregue a la sutileza del Espíritu, primero debe ser digna de

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ello; el alma es el fermento que, cuando se establecen las debidas condiciones, establece el vínculo entre lo corpóreo y lo incorpó-reo; así se hace posible que la personalidad se entregue incondi-cionalmente al Ser.

La medicina es según como se haga. Se puede hacer el mal a partir del bien y el bien a partir del mal. Nadie puede acu-sar una cosa sin conocer la transmutación. Lo que es veneno puede ser transformado en no-veneno.

Paracelso, Las Siete Apologías

Tras la realización, por la alquimia, se adquiere la Conciencia que permite ir más allá del bien y el mal. Así se adquiere la maes-tría de la transmutación sobre todas las dualidades.

Un médico debe ser astrónomo, también debe ser cosmó-grafo, también debe ser fi lósofo, también debe ser artista; fi nalmente, el médico debe ser alquimista.

Paracelso, Las Siete Apologías

El arte de la alquimia está en el centro de todos los quehaceres humanos, es el hilo que los articula en un propósito común, es la fuente de Conciencia donde todos convergen en Unidad.

Cuando el alma está en el Cielo, y es un templo del Espíritu Santo, es ella misma el gran Cielo de Dios, donde Él mora.

Jacob Boehme, Tratados sobre el cielo y el infi erno

El cielo interior se manifi esta cuando el alma se erige como el templo vivo del Espíritu Santo.

Regocijándose abundantemente por haber sido liberada de la muerte, el alma probó ahora la dulzura de Dios y su Ver-dad. El “matrimonio del Cordero” tuvo ahora lugar solem-nemente, esto es, la noble Sofía se esposó con el alma, y el sello del anillo de la victoria de Cristo se imprimió en su esencia.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

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El alma orientada e identifi cada con la personalidad perecerá; sin embargo, orientada hacia la cámara interior es invitada a la boda del Cordero, y así degusta la dulzura de la Verdad y la eter-nidad.

La temperatura del Fuego y de la Luz es el elemento santo, o el movimiento en la Luz de la Unidad; de esta región pro-ceden los cuatro Elementos. El Mercurio ígneo es un agua seca, que dio origen a los metales y piedras, pero el Mer-curio dividido produjo el agua húmeda. Por la palabra Mer-curio se debe entender siempre, en el sentido espiritual, la actuante, natural y emanada palabra de Dios.

Jacob Boehme, La Llave

La Fuente original, el Espíritu Santo, es la Luz de la Unidad; El Mercurio ígneo es el símbolo que emplearon los alquimistas para referirse a la propia Fuente original, citada en la Biblia como la Palabra de Dios.

Es el presagio del Sol, radiante de amor, quien con sus rayos puros y ardientemente radiantes dará nacimiento al bien-aventurado día que muchos corazones piadosos buscan con anhelo. Éste será el verdadero rubí real, un carbunclo de noble res-plandor, que es una perfecta medicina para todos los cuer-pos, que puede transformar metales innobles en oro puro, y que es capaz de suprimir todas las enfermedades, los temo-res, miserias y tribulaciones de los hombres.

Fama Fraternitatis de la orden Rosacruz

En este documento, la fraternidad original rosacruz reconoce al Sol como portador-ductor de esa Fuente original, fundamental para la transmutación del plomo en oro y para el alivio de todas las enfermedades —del cuerpo y del alma—; energía fundamental para el proceso alquímico.

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En relación con la impía producción de oro, muchos poseídos degenerados han cometido grandes canalladas, aprovechán-dose de la curiosidad y credulidad de muchos. Incluso perso-nas humildes piensan que la transformación de los metales es la cumbre y la coronación de la fi losofía, y que aquél que sea capaz de producir grandes cantidades de oro y de pepi-tas de oro sería especialmente agradable ante Dios.Así atestiguamos aquí ofi cialmente que esto no es correcto, siendo la producción de oro, para los verdaderos fi lósofos, algo insignifi cante y de poca importancia.

Fama Fraternitatis de la orden Rosacruz

Los alquimistas plantearon la transmutación del plomo en oro como un símbolo, la búsqueda esencial siempre estuvo en la trans-fi guración de la personalidad.

Bajo el nombre de “alquimia” aparecen libros y dibujos que son un insulto para la gloria de Dios. Rogamos a todos los ilustrados que estén cuidadosamente atentos ante libros de esta índole, pues el enemigo nunca deja de sembrar su ma-leza, hasta que alguien que sea más fuerte que él lo impida.

Fama Fraternitatis de la orden Rosacruz

La sabiduría universal siempre ha sido mancillada por individuos o grupos que han dado prioridad a sus propios intereses. Los au-ténticos buscadores están obligados a distinguir los documentos legítimos de los adulterados.

Sobre los impostores, en cuestión de transmutaciones de metales, esto es lo que queremos decir: no queremos me-nospreciar en absoluto este don de Dios. No obstante, como este don no conlleva el incesante conocimiento de la natura-leza y, sin embargo, la fi losofía sí enseña este conocimiento, además de una infi nidad de otros misterios de la naturaleza, quedará claro que prefi ramos las enseñanzas de la fi losofía y que estimulemos a los espíritus más lúcidos y perspicaces a que estudien con exactitud la naturaleza, en lugar de tintar metales.

Confessio Fraternitatis de la orden Rosacruz

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Este documento rosacruz deja abierta la posibilidad de que al-gunos alquimistas hayan logrado la trasmutación del plomo en oro; sin embargo, le dan poca importancia a este posible hecho y prio-rizan el estudio de la fi losofía y la naturaleza.

Cuanto más se una tu alma con aquello que Es, tanto más te convertirás en compasión absoluta.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

En la medida en que el alma de un hombre se acerca al Espíritu, sus virtudes relativas se van aproximando a lo absoluto.

35 Comprensión

La comprensión es un medio de aproximación a la Verdad; sólo la comprensión conduce al Conocimiento Universal. La Verdad no está en lugar alguno y en espera de manifestarse, se muestra a través del entendimiento y se revela desde el interior; de nada sirve creer que existe un método, un sistema de enseñanza o una autoridad fi losófi ca o religiosa que pueda develarla.

Todo hombre —en el sentido genérico de la palabra— tiene un punto de vista individual sobre la vida, sobre la humanidad y so-bre la sociedad. Cada persona se encuentra situada bajo la luz de su propio juicio; esto conduce a que cada quien se encierre, o se aísle, en su propio círculo de existencia, sin ninguna intención de ser liberado. Así se van cerrando los canales para una correcta comprensión.

Hay tantos modos de comprensión como personas existentes; y esto es precisamente lo que originó la separación de las lenguas, porque cada uno discursa con su propio lenguaje y nadie se ocupa de entender a los demás, ni siquiera a sí mismo. Si la humanidad

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se hiciera consciente de este vacío y naciera la necesidad de com-prender y ser comprendido, todo apuntaría a la búsqueda de la Sabiduría Universal.

Primero entendamos que “conocimiento” y “comprensión” no son sinónimos. Se puede conocer mucho y comprender poco de lo que se conoce, no es difícil descubrir cuando una persona sólo sabe pero no comprende. La comprensión es el medio matemá-tico de vinculación entre el conocimiento y el Ser; “un hombre es su comprensión”.

Cuando sólo comprendemos verbalmente —lo que se conoce como comprensión intelectual—, la palabra llega a adquirir cierto peso; pero cuando hay verdadera comprensión, la palabra queda reducida a un simple medio de comunicación. La comprensión del signifi cado profundo de las cosas procede de lo más interno del hombre; y desde esa parte íntima resalta la diferencia entre ver algo y comprender algo. Podemos ver una persona, pero no com-prenderla; y si en realidad se tiene la intención de comprender-la, es preciso comprenderse primero a sí mismo.

El más exaltado estado de comprensión apunta siempre al Ser; y para alcanzarlo, antes debe comprenderse “qué” hacer, “cómo” se debe hacer, “por qué” se debe hacer y, sobre todo, qué hay que “dejar de hacer”. La vida misma nos da las pautas para tal inten-ción, otorgándonos la comprensión sin que tengamos que hacer el menor esfuerzo. Y si se busca aprender de la vida, es preciso encontrar el estado de no identifi cación con lo que se presenta en la existencia, sea agradable o desagradable. La propia vida nos exige siempre realizar esfuerzos mecánicos; pero si se vive en el estado de no identifi cación, en plena neutralidad, toda acción se manifestará como acto libre.

La larga cadena de problemas que aparecen en la vida se pre-senta siempre ante otra cadena de vacíos de comprensión. Como respuesta, constantemente nos empeñamos en la tarea inmedia-

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ta de realizar esfuerzos para resolverlos; pero sin percatarnos de que antes de la solución, está la comprensión de los propios pro-blemas, por muy dolorosos, acuciantes, inminentes y apremiantes que parezcan. El simple impulso por resolver un problema sin ha-berlo comprendido se traduce en un acto de evasión, y esto con-lleva a un nuevo problema. Cuando se comprende la estructura del origen de los problemas, se trasciende el riesgo de seguirlos creando, así se obtiene la lucidez sufi ciente para proceder en otros aspectos, como el dinero, el odio, el amor, la sexualidad y con todo en la vida.

La comprensión de la naturaleza de las cosas es la esencia-lidad. Cuando se comprende y experimenta la cualidad inestable de la existencia, nunca más se le atribuye un valor excesivo a los intereses personales en apego a ellos; antes bien, la comprensión otorga la “aceptación”, que a su vez despierta la capacidad de adaptación; así se consigue fl exibilidad y no rigidez. El hombre que llena el vacío de comprensión con “fortaleza”, termina convertido en un hombre cristalizado.

Es preciso empezar a observar la vida y sus circunstancias a tra-vés de las leyes universales, para así reinterpretar la vida misma. Si se adolece de una nueva forma de comprensión, las reacciones mecánicas continuarán siendo siempre las mismas y se carecerá de la sabiduría necesaria para afrontar los vaivenes que la vida presenta. La comprensión es fundamental para la neutraliza-ción de las impresiones generadas ante la pérdida o la ganancia.

Pero si la solución de los problemas de la existencia se toman como el gran propósito de vida, nunca se comprenderán los sig-nifi cados esenciales; porque el único y verdadero propósito está siempre en el Ser. Así, los antiguos signifi cados perderán vigencia gradualmente y un nuevo horizonte se abrirá. La conciencia so-bre el verdadero propósito de vida se abrirá cuando los viejos propósitos mueran.

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Se presenta un proceso de curación mientras la comprensión fl uye en el tiempo; y a su vez el tiempo también cura por sí mis-mo. Pero el tiempo es necesario sólo mientras se acerca la com-prensión; cuando la comprensión se hace presente, la curación es inmediata. La comprensión plena es instantánea —se entiende o no se entiende—. Y si se entiende ahora mismo, surge la acepta-ción; cualquier problema se suelta, se deja. Nada cambia con el análisis del pasado ni con la proyección al futuro, la verdadera comprensión es “aquí y ahora”.

Debe contarse con un verdadero afecto y un gran amor por todo lo que se busca comprender, sin perderse de vista que “no sólo con el corazón se debe servir al Ser original, también con la razón”.

Como puede observarse, estamos descubriendo el aspecto más signifi cativo y profundo de la razón humana. Enriquezcamos este sendero retomando algunas citas extraídas de las fuentes fi losófi -cas originales de mayor trascendencia histórica.

Una vez que el hombre, dotado de conocimiento, comprende que los actores de este inmenso drama son únicamente los poderes de la naturaleza, entonces, dirigiendo su mente en aquello que está más allá de estos poderes, con seguridad alcanzará su fi n disolviéndose en el Ser.

Bhagavad Gita, XIV- 19

Hay que comprender que la naturaleza mueve todo; nosotros nos creemos capaces de mover las cosas, pero siempre es la natu-raleza quien termina dando el último acomodo a todo. Para ir más allá de ella, debemos primero aceptarla.

La esencia del Todo es incognoscible. Mas el dictamen de la razón debe ser recibido hospitalariamente y tratado con respeto.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

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Defi nitivamente, la razón humana es incapaz de comprender la naturaleza del Ser universal, pero nada seríamos capaces de hacer sin la aproximación a la Verdad ofrecida por nuestro razonamien-to.

Llegar a comprender siendo uno mismo se llama naturaleza, y llegar a ser uno mismo comprendiendo se llama cultura. El que se conoce a sí mismo tiene también comprensión para los demás, y quien tiene comprensión, encuentra su verda-dero Yo.

Confucio

La búsqueda es larga y llena de paradojas; cuando la compren-sión abona en el proceso del buscador, se establecen las condicio-nes para la revelación del Ser.

La lealtad a sí mismo obliga a la comprensión del verdadero Yo.

Confucio

Sin la comprensión de lo que verdaderamente somos, nunca se-ríamos leales con nosotros mismos.

Si no comprendes los espíritus de los hombres, aunque tu fama sea ancha y no te batas con el prójimo; si no compren-des las mentes de los hombres, y en cambio apareces ante un tirano y lo fuerzas a escuchar sermones acerca de la be-nevolencia y la equidad, las medidas y las normas: estarás simplemente utilizando los defectos de los hombres para exhibir tu propia excelencia.

Chuang-Tzu

Antes de exhibir la propia excelencia para difundir la gran Sabi-duría, es preciso comprender los espíritus de los hombres.

La comprensión que yace en lo que no comprende es la más aguda.

Chuang-Tzu

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Lo incomprendido en nosotros es el Ser interno, a través de él es posible comprenderlo todo.

Cuando no se entiende el signifi cadoprofundo de las cosas,se perturba en vano la paz esencial de la mente.

Sosán, Hsin Hsin Ming

La mente no puede sustituir lo que debe comprenderse desde el corazón; todas las turbulencias están siempre originadas en vacíos de comprensión.

Grande es el fruto, grande es la ventaja de la inteligencia cuando se completa con ardiente contemplación.

Evangelio del Buddha

La contemplación, cuya naturaleza es ajena a los procesos razo-nativos de la mente, es una gigantesca fuente de inspiración para la comprensión.

Necesaria atención creía Pitágoras que se debía prestar a las ciencias antes de la fi losofía.

Vida Pitagórica, Jámblico

Las grandes posibilidades que otorga la ciencia a la compren-sión, la convierten en un tránsito obligado para dar el brinco hacia la fi losofía. Cuando la ciencia agota sus posibilidades, llega la fi lo-sofía para continuar con esa búsqueda inconclusa.

El grado sumo del saber es contemplar el por qué.Sócrates

El cuestionamiento “¿por qué?” nunca debe cerrarse; de lo con-trario, el camino hacia la Verdad se detendría.

No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho.

Aristóteles

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Sin la comprensión, seríamos incapaces de encontrar la salida de cualquier laberinto.

Como la vista es al cuerpo, la razón es al espíritu.

Aristóteles

Los sentidos son el vínculo de la personalidad con la existencia; la comprensión es un vínculo de aproximación con el Ser.

Hermanos, no sean niños en el modo de pensar, sino sean niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.

Corintios I 14: 20

La inocencia es fundamental para mantener viva nuestra capa-cidad de asombro, pero no debe sostenerse en detrimento de la capacidad razonativa que conduce a la comprensión.

Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendi-miento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento.

Corintios I 14: 15

Al Ser absoluto no se le sirve sólo con el corazón, sino también con la razón.

Cuando comprendas que la sustancia del Ser de Allah es tu Ser, cuando entiendas que nada es si no es con Él o en Él, entonces te conocerás a ti mismo y conocerás tu alma.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

El conocimiento de la naturaleza del Ser universal se fundamen-ta en la comprensión de nuestra propia naturaleza interior.

Cuando ha alcanzado la comprensión clara de todo y ha pa-sado de lo relativo a lo absoluto, un gnóstico puede tomar

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la Verdad como creencia y adorarla a Ella y, entonces, volver otra vez a lo relativo.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

Una vez alcanzada la comprensión clara de la Verdad, existe el riesgo de perderse si se cree que “todo” ha sido comprendido; con eso se haría inevitable el regreso al dogmatismo.

No lo digo yo, pero…¿qué es lo que haré?,¡oh príncipes que aquí han venido!¿vivo frente al rostro de la gente?,¿qué podrá ser?,¡refl exiona!

Nezahualcóyotl, Canto de la Huida

Si la refl exión se establece sobre la base de una comprensión lúcida, el sendero se abre.

Debo escribir claramente para una mejor consideración y aprehensión de la región de la Manifestación Divina, y para distinguir mejor la Naturaleza Divina y también para una mejor comprensión de dónde vienen el bien y el mal y lo que es el Ser de los Seres.

Jacob Boehme, La Llave

El camino que conduce al Conocimiento de la Naturaleza abso-luta parte de la razón.

Para principiar la jornada por los reinos de nuestra propia alma, son necesarios sentido común y rígida lógica.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo

Sin la comprensión emanada de la lógica del sentido común, todo estaría perdido en lo referente al alma.

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Las descripciones de los mundos espirituales sólo pueden darlas los videntes. Pero el conocimiento de estos mundos, que es necesario para la vida del alma, puede obtenerse sólo mediante la comprensión.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo

En este momento estamos encarnados en un cuerpo biológico creado por la naturaleza, por lo tanto, nuestra tarea inmediata es comprender el sentido de nuestra presencia en este plano de manifestación. Pretender incursionar en la investigación de otras latitudes, sin comprender antes nuestra corporeidad y nuestro campo de manifestación, es puro morbo.

La mente tiene el poder de crear ilusión; y buscar la inspi-ración sin comprender sus caminos es invitar al autoengaño.

Krishnamurti, Educación y la importancia de vida

La comprensión brindada por la mente tiene un alcance relati-vo; la profundidad, la esencialidad, se revela desde el interior. Sin esa comprensión que se revela desde lo íntimo, el autoengaño es inevitable.

La inteligencia intensamente despierta, es decir la intui-ción, es la única guía verdadera en la vida.

Krishnamurti, Educación y la importancia de vida

Cuando la comprensión surge desde lo más íntimo, rebasa al razonamiento relativo y se manifi esta como intuición.

Cada día sabemos más y entendemos menos.Albert Einstein

Los sistemas educativos en el mundo, así como las exigencias de productividad y competencia, impulsan a la generación y el al-macenamiento de información. La comprensión queda en segundo término.

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No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de ex-plicárselo a tu abuela.

Albert Einstein

Cuando la comprensión se origina en el interior, las palabras más precisas brotan espontáneamente.

En tanto más progrese la evolución espiritual de la especie humana, más cierto resulta que el camino que lleva a la verdadera religiosidad pasa, no por el miedo a la vida y el miedo a la muerte y la fe ciega, sino por la lucha en favor del conocimiento racional.

Albert Einstein, Mis creencias

Cualquier tentativa de búsqueda espiritual, movida por el miedo y el dogma, se convierte en un esfuerzo primitivo; la humanidad ya comenzó a dejar todo eso atrás y empieza a descubrir la ne-cesidad de comprender desde la esencialidad; con el apoyo de la inteligencia.

36 Discernimiento

El discernimiento es la inteligencia o facultad que permite esta-blecer la “distinción” entre dos objetos opuestos, desde las dife-rencias externas manifi estas hasta las cualidades esenciales de sus respectivas naturalezas. Lo opuesto al discernimiento es la profa-nación, que es la confusión y mezcla de algo de orden inferior con lo superior. Cuando en algunas corrientes se habla de separación interior, es en referencia directa al discernimiento.

Toda la falsedad está irremediablemente destinada a morir, mientras que la Verdad, emanada del Ser, está en la vida eterna; dicho de otro modo: “todo lo que está condenado a morir es lo falso” y “sólo lo que es eterno es verdadero”. Así que, mientras

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fl uye el proceso de disolución de lo falso, nuestra responsabilidad inmediata es discernir.

Si alguien, legítimamente, aspira a encontrarse con la Verdad íntima —para liberarse de su parte falsa— difícilmente la hallará refugiándose en un monasterio o en una cueva en el desierto; an-tes debe ejercer el discernimiento, que llega en contacto con la sociedad y madura a través de las experiencias de la vida diaria.

Lo cierto es que sin libertad, enganchados con los condiciona-mientos naturales y sociales, es imposible discernir; la identifi -cación se ha convertido en una constante tal, que empuja a ver lo verdadero como falso y lo falso como verdadero. Estamos tan identifi cados con lo falso, que nuestra única salida posible está en reconocer primero lo falso como falso; antes de pretender reco-nocer lo verdadero como verdadero.

La moral humana ha procurado siempre discernir lo bueno de lo malo y pocas veces ha comprendido que en este mundo natural todo es relativo —incluso el bien y el mal—; esto ha provocado una cascada inagotable de problemas y contradicciones éticas a toda de la humanidad en todos los tiempos. Ante esta realidad, nuestra responsabilidad ineludible recae en el discernimiento so-bre lo “verdadero y lo falso”, lo real y lo imaginario, el par dual que se ubica en la punta de la pirámide de todas las dualidades manifi estas en la existencia —después del “Ser y no Ser”, indis-cernible para nuestra conciencia relativa—. Ante el operar de la relatividad, queda claro que ninguna dualidad es discernible sin antes contar con la luz emanada tras el discernimiento entre lo verdadero y lo falso.

Una vez que se ha realizado el acto de discernir lo verdadero de lo falso, se abre la facultad para la auto-observación; sólo a través de la separación entre el lado verdadero y el lado falso que hay en cada uno de nosotros se puede alcanzar la conciencia de sí mis-mo. Mientras sea tomada la personalidad como el “Ser Uno”, nada

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cambiará y todo permanecerá en la ilusión. No hay alternativa, la responsabilidad inmediata es distinguirlos: uno de ellos es pasivo y sólo se limita a observar; el otro es activo y siempre habla de sí mismo en primera persona, pero en realidad es sólo una proyec-ción manifi esta, una personalidad. Descubramos también que la parte que observa es profunda y la parte observada es superfi cial, lo interior puede observar a lo exterior, mientras que lo exte-rior no puede observar lo interior. Al lado observante se le debe dar el sentimiento del “Yo” y al lado observado el “no-Yo”. En suma, comprendamos que el propósito inmediato es desvincularse de la parte ilusoria, la personalidad, y ella a su vez debe pasar: de amo a sirviente del Ser.

Sucede comúnmente que, en los primeros pasos de la búsqueda, la auto-observación sea confundida con la simple percepción de estados emocionales como malhumor, desagrado, aburrimiento, depresión, entre otros; sin embargo, todo esto está muy lejos de ser auto-observación. La observación de sí tiene como punto de partida el reconocimiento de un Ser observante que no está identifi cado con lo que observa. Cuando alguien dice: “me siento triste” o “me siento alegre”, en realidad no está en observación de sí, lo que sucede es que se ha identifi cado con alguno de esos estados; la auto-observación no es el análisis sobre la percep-ción de un estado emocional. Si alguien dice: “deseo estar ale-gre” o “no deseo estar triste”, está vinculando la emoción con él mismo, como si fuera la misma cosa, y fi nalmente, es la perso-nalidad quien habla en el tiempo. La auto-observación sólo se manifi esta en el presente.

Es preciso ver todas las reacciones a las circunstancias de la vida como “algo que acontece” en uno, y no como “mis reaccio-nes”. Quien se identifi ca con “sus reacciones” no experimentará trascendencia alguna. Es fundamental dividirse en: el “sujeto” observante y el “objeto” observado, defi nitivamente dividirse en “dos”; más tarde, por la certeza del carácter ilusorio del objeto observado, se revelará la Unidad del sujeto observante. Cuan-

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do alguien se pregunta conscientemente ¿qué está haciendo el objeto observado? en lugar de decir ¿qué estoy haciendo yo?, establece para sí una nueva visión de vida emanada de la Con-ciencia del “Ser Uno”.

Ante todas las circunstancias de la existencia, siempre estarán latentes dos posibilidades: estar identifi cado o no estarlo. Pon-gamos como ejemplo un partido de fútbol: si se mantiene en el deseo de ver la anotación de su equipo preferido, inevitablemente estará identifi cado y el discernimiento no se hará posible; si se li-mita a observar, más allá de las preferencias, estará en atención y el discernimiento se hará posible. En las primeras experiencias se alternarán estados de identifi cación con estados de atención: “la atención proviene del lado observante, mientras que la identifi ca-ción se manifi esta en el lado observado”, comprendiendo esto es posible dividirse en dos. Es recomendable apreciar un encuentro de fútbol, u otro deporte, entre dos equipos desconocidos que no despierten preferencia alguna; incluso sin audio, para evitar las infl uencias de los cronistas deportivos. Esta experiencia será muy reveladora.

Todo sería distinto si no hubiera identifi cación con todo lo que rodea a la personalidad. Si a través del discernimiento pudiéramos ver que no somos en absoluto como nos imaginamos, el peso de la personalidad se desvanecería gradualmente. Sin embargo, la vida natural siempre nos empujará a la auto-afi rmación, aún cuando tengamos certeza de que no tengamos la razón.

Cuando no se establece la “separación” —o discernimiento— en-tre el Ser y la personalidad, nos identifi camos con la función que cumplimos en este mundo y quedamos reducidos en un personaje que representa un papel dramático dentro del sueño de la exis-tencia. Quienes juegan con “seriedad” su papel en el drama de la vida natural suelen tener una actitud muy formal ante los asuntos “serios” que en realidad resultan ser insignifi cantes; ¿se les puede califi car como personas serias? ¡Por supuesto que no!, en realidad están dormidas. Por la distinción de lo que no es serio, se reco-noce lo que realmente es serio.

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Si retomamos esta maravillosa pauta, de distinguir lo falso como falso para reconocer lo verdadero, resultará más sencillo que complejo el discernimiento. Así observaremos que cuando vemos lo que no somos, la realidad de lo que sí somos emerge espontá-neamente; sin embargo, el discernimiento no es la simple afi r-mación, producto del convencimiento: “esto no es yo”. Se trata de percibirlo conscientemente, de vivenciarlo.

Así será posible experimentar conscientemente el discernimien-to en muchas dualidades: cuando descubrimos que estamos so-ñando, es porque estamos despiertos; cuando distinguimos lo irre-levante, reconocemos lo relevante; cuando descubrimos la poca importancia de los actos notorios de un reconocido personaje, re-conocemos la magnifi cencia en los actos sencillos de un Maestro; cuando distinguimos la escasa utilidad en los cuidados excesivos del cuerpo, reconocemos que es fundamental alimentar el alma; en la alquimia, cuando percibimos y separamos lo denso, se en-cuentra la sutil piedra fi losofal; cuando distinguimos la vestimen-ta de la Gnosis, la misma Gnosis se revela; en el acto mismo de “reconocer” los apegos, las reacciones, la identifi cación —entre otros— como mecanismos articulados que mantienen la incons-ciencia, estará precisamente el surgimiento de la Conciencia.

Si la mente y el alma natural identifi cada con el cuerpo se mantienen en la ilusión de que son el Espíritu, entonces, pro-ducto de esa profanación —como la Biblia lo expresa— serán muertos vivientes; un alma así hace desdichada a la personali-dad. Pero si alguien se sostiene sobre la base del discernimiento, su alma renacida reconocerá en todo momento lo que es verdade-ro y surgirá espontáneamente una legítima ética propia, emanada desde el Ser, que por primera vez le permitirá discernir, desde la Conciencia, “el bien y el mal”.

Es momento de profundizar más, con las citas de mayor tras-cendencia histórica extraídas de las fuentes fi losófi cas originales, sobre el discernimiento. Revisémoslas para que se manifi este en nosotros una visión universal.

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Aquel que reconoce que es tan sólo la naturaleza la que realiza todas las acciones que se realizan por doquier, en este mundo cambiante, mientras que el Espíritu meramente observa su trabajo, éste en verdad discrimina con acierto.

Bhagavad Gita, XIII- 29

Es fundamental discernirlo: nuestro Espíritu interior, nuestra única realidad, es quien observa; nuestra personalidad, que cree-mos que es quien hace las cosas, en realidad sólo se mantiene reaccionando a lo dispuesto por la naturaleza.

Quien sin discriminar, o bien por falta de discernimiento, sin reparar en que es la naturaleza la que realiza todas las acciones, cae en el error de considerar que es su Espíritu Infi nito el que lo hace, con seguridad este hombre tiene nu-blada su visión espiritual, por tal motivo, no puede ver la Verdad.

Bhagavad Gita, XVIII- 16

Ratifi ca Krishna que el Espíritu no es “hacedor”, porque el acto inherente a su naturaleza es la “observación”.

Nunca se debe tratar con ligereza lo que es primordial, ni con gravedad lo que es secundario.

Confucio

En nuestro actual estado de somnolencia, los humanos hacemos —sin discernir— siempre lo contrario: le damos peso a lo superfi -cial y ni siquiera otorgamos interés a lo fundamental.

Si nos despojamos de todos nuestros deseos y reconocemos distintamente la no existencia de la materia, alcanzaremos el estado de perfecto vacío. Allí encontraremos las condicio-nes de la vida inmaterial.

Evangelio del Buddha

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Por el reconocimiento de la insustancialidad de la materia, nos acercamos a la certeza del Ser inmanifi esto.

Es necesario diferenciar las cosas: lo que siempre existe sin haber nacido, y lo que siempre está comenzando sin jamás llegar a ser.

Platón

El Ser es y nada limita su Ser; en todo lo que tiene un comienzo, el tiempo se encarga de que jamás llegue a ser.

El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.

Corintios I 2: 14

La naturaleza del Espíritu es absoluta, mientras que la naturale-za del hombre es relativa. “Lo relativo jamás comprenderá lo que es absoluto”.

Estar libre de prejuicios da discernimiento y luz a los ojos, en cambio el egoísmo te ciega

y los prejuicios entierran tu conocimiento en una tumba.

Rumi, Masnavi II

Todos los prejuicios —juicios previos— son infl uencias que condi-cionan y nublan el discernimiento.

No hay nada puro que no sea mancillado, por lo que convie-ne distinguir lo que está mancillado de lo que es puro, y la medicina misma demuestra manifi estamente que hay más abundancia de maldad que de bondad.

Paracelso, Las Siete Apologías

Paracelso también invita al discernimiento sobre las dos natu-ralezas.

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Es necesario distinguir a los que actúan según la ley uni-versal de los que actúan según la ley de los hombres. Unos sirven al amor y los otros al interés.

Paracelso, Las Siete Apologías

La ley del hombre es tan sólo una imitación de la Ley universal. Los resultados en la aplicación de cada una de ellas nunca serán los mismos; debemos discernirlo.

En el juicio fi nal se separará lo falso de lo verdadero. En-tonces, todas las imágenes y opiniones cesarán, y todos los hijos de Dios morarán para siempre en el amor de Cristo, y éste en ellos.

Jacob Boehme, Tratados sobre el cielo y el infi erno

En la moral se distingue el bien del mal —sobre esta ruta tran-sitan las religiones—; en la Conciencia se distingue lo falso de lo verdadero. Jacob Boehme hace referencia a un “juicio fi nal” que parte de la Conciencia.

Has de aprender a distinguir bien entre la cosa y aquello que es sólo una imagen de ella, entre esa soberanía que es sustancial, y que se encuentra en el terreno o Naturaleza Internos, y la que es imaginaria y que se encuentra en una forma o semejanza externa.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

La personalidad es la parte externa insustancial, la imagen tran-sitoria de lo interno, que es lo sustancial.

Cuando la Luz de Dios no brilla en ella, el alma es como una gran tiniebla; transporta un infi erno dentro de ella, y no es capaz de discernir el menor vislumbre de la Luz de Dios.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

El alma es la única parte del hombre que puede recibir infl uen-cia de ambas naturalezas. Sobre nosotros recae la responsabilidad de “distinguir” el tipo de orientación que se le dé.

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Los que son auténticos discípulos de la sabiduría, sabrán atender, discernir y podrán llagar a un juicio diferente del que emitieron diversas personalidades.

Fama Fraternitatis de la orden Rosacruz

A partir de la Sabiduría universal se hace posible el legítimo discernimiento.

Las riquezas inefables no pueden ser heredadas y sólo pue-den ser transmitidas con discernimiento.

Confessio Fraternitatis de la orden Rosacruz

Los rosacruces clásicos conocían la importancia fundamental del discernimiento para la difusión de la Sabiduría universal.

Ve en busca de los senderos. Pero, sé limpio de corazón antes de emprender el viaje. Antes de dar el primer paso, aprende a discernir lo verdadero de lo falso, lo siempre fu-gaz de lo sempiterno. Aprende, sobre todo, a distinguir la sabiduría de la cabeza, de la sabiduría del alma; la doctrina del “Ojo”, de la del “Corazón”.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

Blavatsky puntualiza sobre el discernimiento que parte de la Conciencia —que distingue lo falso de lo verdadero— emanada del corazón.

En esos momentos de completa soledad, que sólo llega cuan-do todo se va y cuando se ha discernido verdaderamente su signifi cado, aparece la dicha del presente.

Krishnamurti, Informes de conversaciones y respuestas a preguntas, Nueva York 1935

Es importante distinguir el concepto de soledad creado por la mente del hombre natural, de la profunda y reveladora soledad que surge cuando ya se es libre de las infl uencias externas.

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37 Absoluto

Nada más delicado que una referencia al Ser original o a Dios —como le llaman en algunas religiones—, ya que por su naturaleza es intangible e incognoscible. La teología siempre ha pretendido un acercamiento al Ser absoluto, sin embargo, siempre ha termi-nado extraviada. Un teólogo ortodoxo es comparable con un espe-culador de la bolsa; el teólogo especula con un cielo del que jamás ha obtenido experiencia alguna y sobre la naturaleza de Dios, que es absoluta.

El Absoluto es aquello que los ojos no pueden ver, pero hace posible que a través de ellos se haga la vista; aquello que no pue-de oírse, pero hace posible que el oído escuche; aquello que no puede comprenderse, pero hace posible que la mente comprenda. Paradójicamente, Dios no es aquel concepto que el hombre ha creado a su imagen y semejanza —en contraposición a lo plan-teado en el Génesis—, no es el retrato de uno mismo que hemos pintado pero en modo magnifi cado.

La fi losofía hermética, en relación al absoluto, nos dice: “es aquello que no está mancillado, lo que es iluminado, incoloro, inmutable, sin vestido, sin forma, radiante, sólo por sí mismo es-crutable, el bien inmutable, lo incorpóreo”. Y ante lo intangible e incognoscible de su naturaleza, el mandamiento que dice “No ju-rarás en nombre de Dios en vano” debiera decir: “No pronunciarás el nombre de Dios en vano”; porque cualquier alusión verbal hacia Dios tendrá inevitablemente un sentido especulativo y automáti-camente se caerá en la profanación —que es la mezcla irracional de lo relativo con lo absoluto—.

Sólo nos es posible aproximarnos a la comprensión de Dios a tra-vés del entendimiento de sus cualidades “absolutas”; no obstante, de manera absurda, los humanos nos empeñamos en asignarle cua-lidades “relativas” como: vigilante, juzgador, condenador, perdo-nador, hacedor e incluso, “creador”. Las cualidades absolutas son de Dios, mientras que las cualidades relativas son humanas; por

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lo tanto, antes de pretender cualifi car a Dios, primero se debe reconocer el carácter absoluto de su naturaleza. Por lo tanto, el universo no puede ser “creación”, sino “manifestación” de Dios: porque el acto de crear no es un poder, sino una “necesidad” sur-gida a una entidad cuando se descubre como un “ser incompleto”, entonces trata de llenar sus vacíos expandiéndose por medio de sus creaciones —lo que sólo consigue de manera muy parcial—. Dios no tiene necesidad alguna, mucho menos la de expandirse, pues ya lo es Todo (para ampliar este punto se recomienda retomar el tema 3: Mente original y universal).

En los textos universales encontraremos, reiteradamente, la expresión “creación” que en realidad debiera decir “manifesta-ción”. Resulta curioso que en varios libros universales se emplean tanto el término creación como manifestación, lo que exhibe una contradicción que sólo es atribuible a las múltiples traducciones y manipulaciones hechas por toda una cadena de individuos a lo largo de la historia.

Como ya se expuso, el Ser original no puede comprenderse de manera directa, pero sí a través de sus cualidades absolutas como: amor, plenitud, paz, omnipresencia, etc., el problema es que nuestra mente las entiende de manera relativa. Sin embargo, hay una cualidad manifi esta en nuestro plano de existencia atribuida a Dios por todos los libros universales: Luz. Y a través de la Luz podemos establecer paralelismos muy importantes que nos apor-tarán una maravillosa comprensión del absoluto:

No vemos a Dios pero sí su manifestación, que es el universo físico. Sucede igual con la Luz, no vemos los rayos lumínicos pero sí es posible apreciar cómo se proyectan en los cuerpos físicos; sean sólidos, líquidos o gaseosos. Aún cuando aparentemente ve-mos un rayo de luz laser o un rayo de Sol fi ltrándose entre las nubes, en realidad lo que vemos es cómo se proyectan sobre las partículas de humedad y polvo suspendidas en el aire. En el es-pacio exterior a nuestra atmósfera, la luz no se aprecia porque ni siquiera hay gases en dónde proyectarse.

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Dios es incognoscible. La Luz también. La ciencia ha descubier-to mucho sobre el comportamiento de la Luz, pero casi nada con relación a su naturaleza.

Dios es el origen de todo. Al igual que la Luz. En los círculos de la física hay una coincidencia casi unánime en que la energía que formó el universo, emanada en el “Big-bang”, posee la cualidad vibratoria de la Luz. En la Biblia misma se dice que en primera instancia —el primer día— se hizo la Luz.

Dios es omnipresente. Así sucede con la Luz, que como radia-ción electromagnética inunda todo el universo. No hay espacio vacío de Luz —aunque no toda es tangible a nuestros ojos—.

A todo esto hay que agregar algo importantísimo: la Luz es el factor de enlace entre el Ser universal y la existencia: a la ve-locidad de la Luz desaparece el tiempo y la dimensión (corporei-dad). Por último, comprendamos que Dios no está formado de vida y de luz, sino que “Él Es Vida y Luz”.

Con el propósito de lograr una mayor aproximación a la realidad del Absoluto, se ponen a su disposición algunas citas compiladas de los libros universales más signifi cativos, para así generar una visión universal.

Brahman es el Principio Indestructible, lo Supremo y lo Eter-no. Atman es el Espíritu en el hombre.

Bhagavad Gita, VIII- 3

Krishna da testimonio de la presencia de la cualidad absoluta de Dios en el interior del hombre, le llama Atman.

Más allá, por encima de esta creación visible e invisible, hay un principio inmanifi esto, superior y eterno. Éste permane-ce y permanecerá por los siglos de los siglos, incluso cuando todo haya desaparecido. A esta esencia inmanifi esta se le

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llama “el Imperecedero”. Es lo más alto, el Fin Supremo. Ésta es mi suprema morada, aquéllos que llegan a ella nunca regresan.

Bhagavad Gita, VIII- 20 y 21

El Origen de todo es absoluto e inmanifi esto, su “presencia” está más allá del tiempo, “nunca perece”.

¿Para qué abrumarte con la incontable diversidad de mis manifestaciones? Te basta con saber que con una pequeña parte de mi Ser, yo mantengo el universo entero. En reali-dad, Yo Soy.

Bhagavad Gita, X- 42

El Ser absoluto es Uno solo; no obstante, su manifestación está en la multiplicidad. La personalidad está extraviada en los “múl-tiples yo” ilusorios, pero es sostenida desde su origen por el único y verdadero “Yo Soy”.

Asclepio: Dime, pues, ¿qué es el bien? Hermes: El Bien es la Luz arquetípica; y Mente y Verdad son, por así decirlo, rayos emitidos por esa Luz.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

En la Luz arquetípica (la Luz original) está la cualidad absoluta del Ser.

Asclepio: ¿Qué, pues, es Dios? Hermes: Dios es aquel que no es Mente ni Verdad, sino el origen al cual Mente y Verdad, y todas las cosas, y cada cosa que es, deben su existencia.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

El Ser absoluto, Dios, es ubicado por Hermes como el Origen de todo.

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Dios es como la Unidad del número. Pues la Unidad, siendo el origen de todos los números, y la raíz de todos ellos, con-tiene dentro de sí todo número, y no es generada por ningún otro número.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

El “Ser Uno” es la Unidad absoluta. No fue generado ni tuvo origen —causa—, sin embargo, es el Origen único de todo lo mani-fi esto.

Aquello que es oculto es existente por siempre; pues no tie-ne necesidad de ser manifestado. Pues Dios es existente por siempre; y él hace manifi esto todo lo demás, pero él mismo es oculto, porque él es siempre existente. Él manifi esta to-das las cosas, pero no es manifestado.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

El Ser es “inmanifi esto”, oculto, su cualidad es absoluta, de

nada adolece; todo lo manifestado posee cualidades relativas, porque está incompleto.

La Verdad absoluta es indestructible. Siendo indestructible es eterna. Siendo eterna es existente por sí misma. Siendo existente por sí misma es infi nita. Siendo infi nita, es vasta y profunda. Siendo vasta y profunda, es trascendental e in-teligente. Porque es vasta y profunda contiene toda la na-turaleza; porque es trascendental e inteligente abarca toda la existencia.

Confucio

La Verdad del Ser es absoluta e imperecedera; es el continente que sostiene la existencia entera.

¿Quién es, pues, el creador y Padre de este Universo? Difícil es encontrarlo; y cuando se ha encontrado, imposible hacer que la multitud lo conozca.

Platón

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El Origen del universo es absoluto e inmanifi esto; pretender bus-carlo es alejarse de Él. En las grandes masas ni siquiera aparece una incipiente intención de búsqueda.

El Ser es lo que es. Fuera del Ser nada hay.

Parménides

Afuera del Ser, todo se mantiene en una permanente lucha por llegar a ser, lo que nunca se consigue.

El Ser tiene que ser Uno, pues si hubiera otra cosa no podría estar separado de ella por algo.

Parménides

Todo lo manifestado está dividido y ajeno a la Unidad absoluta del Ser.

La palabra Padre surge en la totalidad, como el fruto de su corazón y como impronta de su voluntad.

Evangelio de la Verdad, Nag Hammadi

El Padre universal es el Origen absoluto de la totalidad mani-fi esta.

Yo Soy el Alfa y la Omega, principio y fi n, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.

Apocalipsis 1: 8

“Alfa y Omega” son la primera y última grafía del alfabeto grie-go, simbolizan la polaridad. En los extremos absolutos de la duali-dad se encuentra la cualidad y la presencia absoluta del Ser.

Comprende claramente el sentido de la máxima: “No hay Dios más allá de Allah”, es decir, no hay un Dios distinto de

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Él, no hay existencia distinta de Él, no hay un “distinto” distinto de Él y no hay más Dios que Él.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

Esto no signifi ca que el Islam considere a Allah como el único y verdadero Dios, en “contraposición” a los Dioses de las otras religiones. Sólo pretende dar certeza del carácter insustancial e ilusorio de la existencia —que está afuera de Allah—. Más allá de los nombres y los conceptos de Dios, la única realidad está en el Origen absoluto de todo el universo manifi esto.

En Dios no hay límite, todo es Uno; y por estar en su amor, la abismal voluntad del Espíritu es totalmente ilimitada. Nada corpóreo o externo puede estorbarlo u obstruirlo.

Jacob Boehme, Tratados sobre el cielo y el infi erno

Cada ley universal constituye un límite, es por eso que los prin-cipios universales no operan en el Ser absoluto, pues es ilimitado. Y si todo lo externo a Dios es ilusorio —la existencia, donde sí opera la ley—, nada podrá limitarlo u obstruirlo en sentido alguno.

La gloria de Dios es intangible.

Fama Fraternitatis de la orden Rosacruz

La cualidad del Ser es plena, pero imperceptible a nuestros sen-tidos; es por eso que la mente —cuya única fuente de información son los sentidos— no comprende la naturaleza de Dios.

Lo eterno no conoce cambio alguno.

H.P. Blavatsky, Libro de los preceptos de oro

Lo que es absoluto, es por siempre absoluto. Todo objeto o fenó-meno sujeto al cambio posee una naturaleza absolutamente ajena a la naturaleza de Dios.

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Ya hemos comentado que la inercia mecánica de la mente nos ha mantenido en la ilusión de creer que el análisis de las escalas comparativas nos otorga comprensión y conciencia, pero esta ilu-sión sólo nos empuja a “juzgar” las cualidades de todo cuanto nos rodea.

Todo juicio nos introduce en la dualidad “deseo-rechazo”: es un estado sutilmente egocéntrico que nos impulsa a adoptar una posición parcial, a tomar partido; en cuanto uno interpreta, eva-lúa, condena o juzga, adopta un patrón de condicionamiento que limita la experiencia y el conocimiento, este patrón le impide a uno aprender. Y esa misma actitud de parcialidad, por afi nidad, nos predispone a engancharnos con los juicios ajenos: cuando al-guien dice algo en contra de otro, inmediatamente le creemos, sin dudarlo; sin embargo, en cuanto alguien dice algo a favor de otro, lo dudamos, nos ponemos en guardia. Esto nos introduce en una escala comparativa y entran nuevos juicios: si él es “bueno”, en-tonces yo soy “malo”; si él es “santo”, entonces yo soy “pecador”; en consecuencia, tanto el “buen” juicio, como el “mal” juicio son nocivos. Asimismo, cuando miramos a alguien inferior a nosotros, con mayores limitaciones que las nuestras, inmediatamente juz-gamos su mediocridad y nos regocijamos por ayudarlo; pero no nos percatamos de que con esa arrogancia aparecen en nosotros nuevas limitaciones, y si alguien después nos ofrece ayuda, hasta nos ofendemos. Normalmente no somos conscientes de estos me-canismos, pero siempre sucede así.

Todo juicio produce división: en cuanto etiquetamos y juzgamos algo, lo dividimos, lo separamos; así la mente fragmenta todo en la vida. Siempre que pensamos a través de un concepto creamos

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una barrera artifi cial que produce separaciones entre los humanos y las cosas debido a la distinción de sus cualidades; las interaccio-nes se desvinculan de la esencia del Ser y se mueven por medio de la mente; los muros conceptuales bloquean los vínculos de Unidad y Amor. La mente se complace en etiquetar todo porque cree que así lo entiende mejor, a cada cosa y cada persona les asigna una “identidad conceptual” y lo único que provoca es división, en todo lo externo y en sí misma; es así como nos mantenemos dormidos en la identifi cación.

Todo juicio genera lazos kármicos: inevitablemente, la ley de causa y efecto siempre está presente. Todo juicio emitido es una acción, a la que le corresponde una reacción de la misma natu-raleza pero en sentido contrario.

Todo juicio es hostil: cuando las personas se encuentran o se ven, intercambian impresiones que se graban en la mente y for-man juicios, que a su vez producen condicionamientos que marcan sus futuras relaciones; los primeros juicios se convierten en “pre-juicios”. Todo tipo de prejuicio implica un estado de identifi cación con la mente pensante; a partir de ese estado ya no se ve a la persona desde su esencia, sino a través del prejuicio que se lleva como un cliché. Reducir la riqueza interior de un humano a un simple concepto prefabricado es un acto de hostilidad.

Todo juicio produce densidad y pérdida de energías: en los es-tados de “autocompasión” la gente cree que todo el mundo debe cambiar, se juzga como incapaz y juzga a los otros como injustos; esos estados negativos forman una masa densa que, además de producir adicción, provoca una continua pérdida de energías. Tan nocivo es juzgar a los demás como juzgarse a sí mismo.

Todo juicio provoca pérdida de libertad: cada hombre tiene un concepto sobre la humanidad, sobre la sociedad y sobre la vida

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en general; cada cual se mantiene encerrado en los límites de su propio juicio. Esta obsesión por enjuiciar, que todos llevamos, nos encierra en nuestro propio círculo de existencia, sin sentir la mínima necesidad de ser liberados. El impulso mecánico con el que se generan los juicios y la crítica deriva en trastornos psi-cológicos que también obstaculizan la libertad.

En el momento de hacer un juicio debemos recordar cómo es-taba nuestro estado antes de realizarlo, y sobre este contraste debemos preguntarnos: ¿qué me sucede en este momento? Pero sin juzgarnos, sólo observando, en neutralidad; observando tanto el centro emocional como el intelectual.

Si renunciamos al acto de juzgar —a los demás y a nosotros mis-mos—, en plena aceptación de todo tal como es, nos desvinculare-mos de la mente que juzga y se abrirá en nosotros el vacío interior que tiende a ser llenado con la cualidad del Ser; actuaremos como el sabio que en lugar de señalar dice “quizás”, que en lugar de juzgar “acepta”, y entra así en consonancia con el orden inter-no.

Renunciar al juicio no implica ignorar o desdeñar la cualidad y los actos del otro, es reconocer que su conducta está predetermi-nada por sus reacciones a sus circunstancias, con todos su condi-cionamientos; es aceptarlo, sin prejuicios, tal como es. Esto libera a los dos actores y el ego no interviene en su relación. Pero si se acepta a otro sintiéndose superior a él, el juicio sigue presente y todo termina en un sutil autoengaño.

Sólo a través del conocimiento de sí mismo es posible conocer a los demás, y únicamente así podremos considerar a nuestros semejantes sin el estigma del juicio; viendo lo que nos sucede se puede comprender lo que acontece en el otro. En contraposición a esto, los humanos mantenemos la inclinación de criticar a otros

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sin intentar penetrar en su posición y su circunstancia, sin ofrecer una mínima consideración.

El árbol vive sin juzgar, pero se abstiene de hacerlo incons-cientemente; cuando un humano se abstiene de juzgar lo hace conscientemente y eso lo llena de energía, lo inunda de Luz. Y si el mundo se iluminara tan sólo un poco, ante cualquier actitud negativa de alguien acudirían a él su familia y sus amigos para asistirlo, en lugar de juzgarlo y condenarlo. Resultaría absurdo que se pusieran en su contra, irían a su encuentro para ayudarlo.

Considerar a nuestros semejantes, ponerse en sus zapatos, cons-tituye un acto de trascendencia: se allanan los movimientos ex-tremos de la dualidad y esto ayuda a tratar con imparcialidad a la personas, para así acercarse al estado de neutralidad. La impar-cialidad es fundamental: no interpretar, no evaluar, no condenar, “no juzgar”, todo esto conduce a la trascendencia; se desvanecen los vínculos kármicos, la división se transmuta en Unidad, la hos-tilidad en Paz, la densidad en sutileza y todo se mueve hacia a su estado original. Se logra la Libertad interior.

Descubramos que la profundidad que surge tras la renuncia al juicio se aprecia más claramente con la revisión de las siguientes citas extraídas de las fuentes fi losófi cas originales; nos ofrecen mayor entendimiento enmarcadas en la visión universal que las vincula.

No hables bien de ti a los demás, pues no habrás de conven-cerlos; no hables mal, pues te juzgarán mucho peor de lo que tú pudieras decirles.

Confucio

Lo más sabio es no establecer juicio alguno, ni siquiera a uno mismo; de lo contrario, las consecuencias serán siempre lamen-tables.

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Quien publica los defectos de otro deberá preguntarse cómo hará para evitar las desagradables consecuencias de sus pa-labras.

Confucio

No hay respuesta que valga, las consecuencias son inevitables e irreversibles.

Correr por ahí acusando a otros no es tan bueno como reír, y disfrutar de una buena risa no es tan bueno como seguir el ritmo de las cosas.

Chuang-Tzu

En contraposición al juicio, para la trascendencia, hay que libe-rarse y aceptar las cosas como vienen.

Haz la más mínima distinción,y el cielo y la tierra se distancian infi nitamente.Si quieres ver la Verdad,no mantengas ninguna opinión a favor o en contra.

Sosán, Hsin Hsin Ming

Toda distinción lleva implícito un juicio, y todo juicio lleva con-sigo la división; es en la “no elección” donde aparece la Verdad.

La gravosa práctica de juzgar trae consigo irritación y hastío. ¿Qué benefi cio se puede sacar de las distinciones y las separaciones?

Sosán, Hsin Hsin Ming

En las distinciones y los juicios jamás se encontrará benefi cio alguno.

Uno distingue perfectamente la falta de otro, pero no puede ver la suya; el hombre avienta las faltas de su prójimo como

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menuda paja; pero disimula las suyas como el tramposo que juega a los dados. Si alguno busca las faltas de los demás, y está pronto a escandalizarse de ellas, sus propias pasiones se desarrollarán, y estará muy lejos de destruirlas.

Evangelio del Buddha

Palabras muy similares a las de Jesús. La simple apreciación de la falta en el prójimo —o en uno mismo— lleva implícito un juicio, lo que a su vez provoca consecuencias.

Sobre todas las cosas pueden hacerse dos afi rmaciones total-mente contrarias.

Pitágoras

Ante cualquier objeto, persona o circunstancia, siempre es po-sible reunir argumentos para establecer juicios positivos o negati-vos, ambos con un peso relativo; la presencia de la dualidad y la relatividad son ineludibles. Esto denota que, ante la continua pre-sencia de dos contrapartes relativamente justifi cables, la emisión de cualquier juicio siempre carecerá de objetividad.

El que de ustedes esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. (…) Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te con-denó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

Juan 8: 7, 10, 11

Cuando se tiene la capacidad para percibir cierta “cualidad” en alguien, es porque uno es poseedor de ella.

Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie.

Juan 8: 15

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Cualquier juicio precisa una referencia y toda referencia debe ser tangible, por lo tanto existencial; esto denota que los juicios provocan estados de ensoñación que se traducen en identifi cación plena. En esta cita del evangelio de Juan, Jesús declara que se abstiene de juzgar. Y si las religiones cristianas ven en Jesús a Dios, ¿por qué hablar de un Dios que juzgará a vivos y muertos?

No juzguen, para que no sean juzgados. Porque con el juicio con que juzgan, serán juzgados, y con la medida con que miden, serán medidos.

Mateo 7: 1,2

Con precisión matemática, Jesús puntualiza la ley de causa y efecto en el acto de juzgar; nos dice que el efecto es “de la misma magnitud pero en sentido contrario”.

¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.

Lucas 6: 41,42

Esto no es una invitación a que nos juzguemos a nosotros mis-mos; antes bien, ante la exhibición de nuestros propios defectos —y por principio de correspondencia— es un llamado para evitar cualquier tipo de juicio.

Yo en muy poco tengo que ser juzgado por ustedes, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo.

Corintios I 4: 3

Pablo también se abstiene de juzgarse a sí mismo; evidentemen-te, es preferible evitar las consecuencias. Lo más sabio es mante-ner siempre la neutralidad.

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Tenemos que decirnos: “Yo he juzgado las cosas y ocurren-cias del mundo, de acuerdo con mi naturaleza humana. Aho-ra debo tratar de imaginarme que no puedo contemplarlas y juzgarlas de esa manera. Pero entonces ya no seré lo que soy. Seré nada sencillamente”. Cualquier hombre de ciencia o fi lósofo tendría que hacerlo así también. Porque hasta la fi losofía no es más que observaciones y juicios acerca del mundo, de acuerdo con las cualidades individuales.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo

El hombre sólo sabe juzgar desde su aislamiento, desde su con-ciencia relativa. Para mirar desde la Conciencia del Ser, la perso-nalidad debe ser consciente de su propia nadidad.

Sacar precipitadamente una conclusión y comenzar a pensar a partir de esa conclusión, impide la comprensión y cual-quier descubrimiento futuro.

Krishnamurti, Comentarios sobre vida (tercera serie)

Toda conclusión adquiere tintes de “cancelación”, porque la búsqueda de la respuesta se cierra, ya no es necesaria; queda como asunto juzgado. Cuando las ideas giran en derredor de una conclusión, la vida se mira desde la personalidad ensimismada; eso es lo que siempre busca el ego.

Únicamente los tontos dan sus opiniones. El hombre sabio no emite opinion alguna.

Conversaciones por Krishnamurti en U.S.A. 1966

La “opinión” es una expresión desatada sobre algo que ya se juzgó. El sabio conoce las consecuencias nocivas del juicio y por eso se abstiene de opinar.

Investigamos, analizamos, nos estudiamos a nosotros mis-mos, pero éste es un proceso que implica confl icto y dolor;

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en él no hay alegría porque nos juzgamos, nos justifi camos o nos comparamos.La conciencia de no elección, esta pasividad creativa, es in-cluso más esencial que la observación de uno mismo.

Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

Si en la “no elección” está la Conciencia y la esencialidad, en-tonces el acto de “juzgar” conduce en sentido contrario a la Ver-dad.

¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.

Albert Einstein

El humano común siente que soltar sus pre-juicios es tanto como renunciar a su propia existencia. Ese miedo tonto es el que ha im-pedido la Libertad de la Conciencia en el hombre.

Pocos son capaces de expresar con justicia opiniones que difi eran de los prejuicios de su contorno social. La mayoría no se atreve ni a elaborarlas.

Albert Einstein, Mis creencias

El pensamiento colectivo de la sociedad forma sus propios pre-juicios que condicionan las endebles conciencias individuales. Las masas siempre son hostiles hacia cualquier individuo que se mani-fi este en contra de los pre-juicios colectivos.

La risa de los dioses hace naufragar a quien intente procla-marse juez en el campo de la Verdad y del Conocimiento.

Albert Einstein, Mis creencias

Emitir un juicio —positivo o negativo— hacia las cualidades ab-solutas del Ser, es la peor insensatez que pueda cometer un igno-rante.

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Quien en su arrogancia adopta la postura de “saber” se introdu-ce en un estado egocéntrico de autoafi rmación, profundamente ilusorio y adormecedor. En la inclinación opuesta, en el “no sa-ber”, la auto-sinceridad y la humildad generan el vacío interior que sólo puede ser llenado con la naturaleza del “Ser”.

El sabio primero escucha y, antes de hablar, procura tener la certeza de que lo dicho sea verdadero, bueno y útil; si conside-ra que no reúne estos tres requisitos, entonces guarda silencio en reconocimiento de “no saber”.

Es preciso partir de la comprensión de que se conoce muy poco sobre todo lo que nos rodea, aún menos sobre nuestros semejan-tes; en realidad, nada sabemos sobre la verdadera naturaleza de las cosas, pero estamos seguros de “saber”. Es más sensato par-tir de la idea de que “no se sabe” y que nunca se ha sabido; es preferible reconocer la propia ignorancia. Esto confi ere energía para una nueva vida; porque se abre la inocencia y la capacidad de asombro, que a su vez permiten recibir nuevas impresiones, nue-vos puntos de vista y, en consecuencia, una nueva comprensión.

Un hombre enamorado de sí mismo, seguro de sus virtudes y de sus puntos de vista, plenamente identifi cado con su personalidad y en absoluta autoafi rmación —que es la síntesis del comportamien-to de todos los egos—, nunca será capaz de conocer la realidad de sí mismo, mucho menos de comprender a los demás, ni a todo aquello que le rodea; permanecerá donde está y se mantendrá enclaustrado en su círculo de existencia.

Sólo en un estado de sincera humildad —condición en que se encuentra una mente dispuesta a reconocer que “no sabe”—, se

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hace posible la comprensión. En caso contrario, solamente se “acumula” información y se amplía la brecha que nos separa del verdadero aprendizaje; que está en la Conciencia.

Debemos redescubrirnos y sentirnos cómodos en el estado de “no saber”; en esta condición nos ubicaremos más allá de la men-te, porque nuestros pensamientos siempre intentan analizar, in-terpretar y juzgar, impulsados por el miedo de no saber. En el re-conocimiento espontáneo de “no saber” surge un conocimiento más profundo que es no-conceptual.

Cuando aceptemos sincera y plenamente que no sabemos, en-traremos en un estado de paz y claridad, ajeno a los prejuicios y conceptos de la mente —cuyas defi niciones ponen límites a la conciencia de sí mismo—, y en aproximación a la Conciencia de lo que realmente somos.

Para dar mayor sustento y amplitud a este tema, revisemos al-gunas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas originales de ma-yor trascendencia histórica, con la intención de brindar una visión universal.

El sacrifi cio del conocimiento es el más alto de todos los sacrifi cios materiales.

Bhagavad Gita, IV- 33

Lo que nos dice Krishna tiene toda lógica, porque la mente es el objeto de identifi cación que produce las ataduras más adorme-cedoras.

Quien persevere en el estudio acumulará conocimiento día a día; quien persevere en el Tao lo perderá, y por esa pérdida llegará a la inacción completa.

Lao tse, Tao Te King

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El Tao, que es la Fuente original —portadora de la sabiduría uni-versal—, se revela en el vacío del “no saber”, que conduce a la quietud del “no hacer”. Y ante la presencia misma del Tao, la acumulación del conocimiento de la mente carece de signifi cado.

El sabio se liga fuertemente a la Verdad y al deber; no se liga obstinadamente a sus ideas.

Confucio

Las ideas propias son retenidas obsesivamente por la mente, pero con ellas sólo nos mantendremos dentro de los confi nes de la existencia; el sabio, tras la renuncia al saber acumulativo de la razón, se liga con la Verdad del Ser que trasciende el universo.

La Gran Benevolencia no es benevolente; la Gran Modestia no es humilde; la Gran Osadía no ataca. Si el Tao se aclara, no es el Tao. La comprensión que yace en lo que no comprende es la más aguda.

Chuang-Tzu

La grandeza, en cualquier dirección, es obsesivamente perse-guida por el hombre natural; aun cuando se consiga sólo se ob-tendrá un cofre vacío, porque todos los logros conquistados en la existencia son temporales, relativos e insustanciales. Solamente la sabiduría que yace en el “no saber” —lo que no se comprende— es legítima y verdadera.

Yo sólo sé que no sé nada.

Sócrates

Ésta es la frase más representativa de Sócrates, en ella se hace patente su estado de des-identifi cación con la mente; es evidente que contaba con la certeza de que el conocimiento acumulado en

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la conciencia relativa del hombre natural es pura falacia. Y lo más revelador: en el extremo del “no saber” se revela el lado opuesto del “saber absoluto” de la Conciencia del Ser —tal como lo indica el principio de polaridad—.

La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignoran-cia.

Sócrates

Ésta es una réplica más “digerible” de la frase anterior.

El conocimiento envanece, pero el amor edifi ca. Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él.

Corintios I 8: 1-3

El conocimiento relativo de la mente sólo sirve para exaltar al ego; el Conocimiento absoluto de la Gnosis universal está estre-chamente vinculado con el verdadero Amor.

“El saber supremo es saber que no sabemos nada”.

Las Bodas Alquímicas de Cristián Rosacruz

La cita que aparece en este libro alquímico rosacruz, evidente-mente, es una paráfrasis de la frase célebre de Sócrates.

Saber es ignorante; no saber es el inicio de la sabiduría.Pero es difícil hallarse en dicho estado porque nos avergon-zamos de no saber.

Krishnamurti, Comentarios sobre vida (primera serie)

Todos los valores establecidos por el hombre natural giran alre-dedor de la acumulación —en el “tener” y el “saber”—; pero no

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en relación con el Conocimiento de la Gnosis universal, sino del conocimiento relativo e ilusorio de la mente humana.

La duda provoca una comprensión permanente: no es un fi n en sí misma. Lo verdadero se revela sólo a través de la duda, a través del cuestionamiento de las numerosas ilusiones, de los valores tradicionales y de los ideales.

Krishnamurti, Informes textuales de conversaciones y respuestas, Adyar, India 1933-34

A través del cuestionamiento, de la duda, quedan abiertas las preguntas fundamentales; mismas que abren el vacío interior para la revelación.

El entendimiento llega rápida e inadvertidamente, cuando el esfuerzo es pasivo.

Conversaciones de Krishnamurti 1949-1950 (informe textual) India

En el “no hacer” reposa el esfuerzo pasivo, producto de la sabi-duría que yace en el “no saber”.

Las ideas no transforman a la gente. Lo que produce la transformación es estar libre de ideas.

Conversaciones de Krishnamurti 1949-1950 (informe textual) Ceilán

La gente genuinamente transformadora y revolucionaria es la que se mantiene libre de las infl uencias de la mente colectiva.

La formulación de un problema es más importante que su solución.

Albert Einstein

En la formulación de un problema emerge siempre una pregunta que, mientras se mantenga abierta, nos impulsará a la Conciencia del “no saber”.

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Todo el universo físico tiene su “Origen” en la nada, de allí sur-gió; está rodeado de la nada y eventualmente regresará a ella. Ningún cuerpo físico terrenal —sólido, líquido o gaseoso—, ni en-tidad existencial alguna, puede ser transformado en “original”; antes de pretenderlo, primero debe ser llevado a la nada y, tan pronto como se llega a ella, se abre la posibilidad al Ser.

De las cosas pequeñas nacen las grandes cosas. Es por eso que la grandeza consiste en honrar los pequeños detalles en el pre-sente, en lugar de perseguir los ideales de grandeza ilusoria en el futuro. En contraposición a esto, el mundo se mantiene distraído con las grandes cosas que se van manifestando, en lugar de pres-tar atención a la nada del espacio.

Tal como sucede con la Luz, la nada constituye también un vín-culo de aproximación con la naturaleza no manifi esta del Ser. No obstante, la nada sólo puede convertirse en una ventana hacia lo “No Manifestado”, si se evita cualquier esfuerzo por entenderla o atraparla y en renuncia a la percepción de los sentidos.

Es fundamental la Conciencia del espacio vacío, de su nada. No se trata de pensar en él, sino de prestarle toda la atención sin intención alguna de analizarlo. Mientras esto ocurre, en nues-tra conciencia existencial se establece una reorientación que va desde lo externo hacia lo interno. Si se retira la atención a los objetos tangibles contenidos en la nada, por añadidura se retira la atención a los objetos de la mente: se renuncia a lo corpóreo por la atención a la nada y así se libera la mente en atención a la Conciencia que radica en el interior.

Pero acercarse a la certeza de la “nadidad” —que caracteriza la verdadera naturaleza de la personalidad—, resulta imposible mientras se mantenga el gusto por el sentido de “superioridad” impulsado por la reputación, la posición social e intelectual, las

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posesiones económicas y hasta la afi rmación surgida del sosteni-miento de los ideales religiosos. A la mente le encanta el reconoci-miento y la exaltación del honor porque producen una “sensación de ser” (se crea una adicción al ego). Sensación que curiosamente también se produce con los problemas, los descalabros y las en-fermedades; y como producto de la identifi cación, todo termina abonando al crecimiento de la falsa identidad.

La certeza y la claridad sobre el “no ser” nunca deben con-vertirse en un propósito, porque así se consigue el efecto con-trario; cuando la personalidad quiere aniquilarse a sí misma se auto-mantiene, cuando se somete a algún tipo de método para auto-negarse, aún si es sofi sticado, termina por auto-afi rmarse.

¿Será posible salir de la ordinaria sensación de sí mismo? ¿Será posible vivir la experiencia del no ser? Por supuesto que sí, y para esto deben estar ausentes la duda y el miedo. Aunque la certeza del “no ser” produzca la sensación de meternos en un “complejo de inferioridad”, en realidad nos introduce en el estado contrario: la certeza de “ser nada” —en tanto que personalidad— nos permi-te fl uir en sintonía con la vida, en ausencia de “deseos y rechazos” y en plena aceptación de lo que es; así surge espontáneamente un estado de confi anza que es profundamente liberador. La “Con-ciencia del Ser”, la libertad interior, inicia cuando vemos clara-mente, con toda objetividad, que no somos lo que percibimos de nuestra personalidad.

Despertar es descubrir la propia “nadidad”, darse cuenta de la impotencia e indefensión en que estamos ante la mecanicidad plena que mueve la máquina de la personalidad. Y no es sufi ciente con entenderlo intelectualmente, es preciso descubrirlo con base en la experiencia, en observación del comportamiento inconscien-te de nuestros centros —emocional, mental y motriz—.

Por el “no ser” de la naturaleza tangible, por el “no hacer” de nuestra personalidad creada por esta naturaleza, será posi-ble ir más allá de la afi rmación del “yo” para convertirnos en un “Hombre libre”.

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Para sustentar lo ya expuesto y con la intención de profundizar más sobre el no ser, pongamos a nuestra disposición algunas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas originales, las de mayor tras-cendencia histórica, para así introducirnos en una visión universal.

El hombre que vive demasiado muere antes.

Lao tse, Tao Te King

En la obsesión por pretender “Ser”, se sufre y se anticipa la rea-lidad del “no ser”. Como una paráfrasis de Sócrates, debiéramos decir y comprener: “lo único que sé es que no soy”.

El problema del alma se manifi esta en las expresiones “yo digo”, “yo sé”, “yo percibo”, “yo vengo”, “yo me voy” o “yo me quedo”. Tu alma no es tu cuerpo; no es tu ojo, tu oído, tu nariz, tu lengua.

Evangelio del Buddha

Siddharta Gautama, el Buddha, nos invita a ser conscientes de que no somos lo que siempre hemos creído que somos; porque en la identifi cación con lo que no somos está el origen del “yo”.

No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto.

Aristóteles

La naturaleza de la personalidad es relativa —nunca llega al “Ser” ni toca el “no ser”, permanece en algún punto intermedio— es por eso que resulta ilusoria.

Ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor.

Corintios I 3: 7,8

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Sólo Dios “es”. En las entidades que habitan la existencia, el Ser está sólo en su esencia y no en su forma manifi esta.

Decir que una cosa ha dejado de existir (ser), que ya no exis-te, es lo mismo que decir que ha existido. Pero si te conoces a ti mismo y alcanzas a comprender que no existes y que, por tanto, no puedes dejar de existir, sólo entonces conoces a Allah.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

Para comprender debidamente esta cita se debe precisar que, en la traducción de este libro, las referencias que Ibn Arabi hace acerca del “Ser” son relatadas con el verbo “existir”.

El conocimiento de ti mismo consiste en comprender que tu existencia no es real y que tu existencia no es nada, pues tú no eres, no has sido y no serás jamás.Cuando comprendas esto, comprenderás claramente el sen-tido de la máxima: “No hay Dios más allá de Allah”, es decir, no hay un Dios distinto de Él, no hay existencia distinta de Él, no hay un “distinto” distinto de Él y no hay más Dios que Él.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

Cuando se dice “no hay Dios más allá de Allah”, en el Islam no se pretende descalifi car el culto a cualquier Dios de otra religión; antes bien, se indica que sólo Dios “es” (sólo Allah “es”), sin im-portar el nombre que se emplee en cada tradición.

Me anulé a mí mismo; mi mismo Yo me encontró de nuevo.Lo serás todo cuando hagas de ti nada.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

Tras la conciencia del “no Ser” se manifi esta el “Ser” absoluto.

Fui al galeno y le dije: con tu ciencia,al que al amor sucumbe qué le recetas.

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Abandono del yo y anulación del ser, receto.O sea que de todo existente se abstenga.

Rumi, Masnavi

El verdadero Amor se manifi esta sólo en quien está dispuesto a reconocer que, como personalidad, “no es”.

¡Ah!, necio afán, inútil diligencia:¿Quién más sabrá que Él que lo sabe todo?Del lodo les sacó su Omnipotencia,y yacen confundidos en el lodo.

Nezahualcóyotl, En sus bodas

Nezahualcóyotl nos ratifi ca: ante su cualidad absoluta de “Ser”, sólo Dios es quien lo sabe todo.

Dice la gran ley: “Para llegar a ser conocedor del “Yo” ente-ro debe primeramente ser conocedor del yo”. Para lograr el conocimiento de tal yo, tiene que abandonar el Yo al no-yo, el Ser al no-ser.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

Por la conciencia del “no ser” —la negación del “yo”— se revela el “Ser”.

Somos nada. Tal vez tengamos un nombre y un título, una propiedad y una cuenta en el banco, tal vez tengamos poder y seamos famosos. Pero a pesar de todas estas protecciones, somos nada. Posiblemente no tengamos la menor conciencia de este vacío, de esta nada, o quizá no queramos ser con-cientes de ello; pero el problema está ahí, hagamos lo que hagamos para evitarlo.

Krishnamurti, Comentarios sobre vida (primera serie)

Todos los instrumentos que nos hacen creer que “somos” lo que nunca hemos sido, sólo nos nublan la razón. Queramos o no, ser conscientes de ello.

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El hombre natural, impulsado por la propia naturaleza que lo creó, está en movimiento constante y siempre movido por la iner-cia de hacer algo; la personalidad, en plena ignorancia en relación con el Ser, y en una actitud ciega, llega a creer que la supuesta y pretendida “salvación fi nal” es producto del “hacer”. En la me-dida en que seamos movidos por el ego —que está en su dinámica natural—, creeremos que con el impulso de “hacer” acumularemos de nuestras acciones la sufi ciente cosecha para engrandecernos al grado de sentirnos tan plenos como el Ser universal; sin embargo, lo único que conseguiremos es perdernos en un “pantano de ac-tividades”. Por lo contrario, cuando se experimenta la esencia que se esconde en el “no hacer” todo se acomoda en el sitio que le corresponde y cesa el dominio del ego.

La humanidad se ha fabricado el propósito de construir un mun-do mejor, ha considerado que la “lucha por una vida más placen-tera en la naturaleza” es algo profundamente humano, al grado de creerlo liberador —idea vendida por los romanos a través del edo-nismo—; no obstante, se tiene poca conciencia de que el mundo es cambiante y que absolutamente todo lo que se construye ter-minará irremediablemente disuelto, tarde o temprano —acabando siempre en frustración y dolor para quien no está preparado para ello—. Ante esta realidad, el propósito inmediato debe dirigirse hacia el despertar de la ensoñación que produce la identifi ca-ción con la forma, para así liberar los anclajes que nos atan con este mundo —que no es nuestra patria original—.

En la pretensión de “hacer” algo para cambiar las condiciones naturales de esta existencia, cada vez que intentamos modifi car la realidad relativa —para que ella se ajuste a nuestros deseos—, preparamos el terreno para que surjan problemas; nos ratifi ca-

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mos como “pensadores”, y los problemas se hacen permanentes porque nos creemos expertos en “cómo hacer” las cosas para engrandecer la existencia.

Así nos hemos mantenido en la “loable” intención de mejorar las condiciones de vida, a lo largo de la historia, sin caer en cuenta de que en realidad lo que siempre nos ha movido es el deseo de conseguir “poder” en este mundo. Y cuando se consigue por fi n el tan anhelado poderío, nunca nos sentimos lo sufi cientemente satisfechos; hay incluso, quienes llegan hasta el extremo de pre-tender buscar también poder en el otro mundo. Así nada cambia, continuamos siendo las mismas máquinas que sólo quieren alimen-tarse de poder y reconocimiento, y la obsesión de “hacer” se va perpetuando.

La intención de “hacer” es lo que mueve la voluntad humana, y el hombre que entrega y confía su vida a la disposición de su propia voluntad estará siempre rodeado de preocupación y miedo; porque la voluntad de hacer implica esfuerzo y el esfuerzo impli-ca estrés, como consecuencia de la tensión que produce el deseo de alcanzar algún resultado en el futuro. La magnifi cencia de la Unidad del Ser sólo podrá comprenderse cuando hayan cesado las obsesiones de “hacer” inherentes en la voluntad. “La voluntad humana jamás será liberadora”.

Todo el “hacer” fortalece la personalidad y detrás del “no hacer” se manifi esta la Conciencia. La actividad alimenta el ego, y en el no hacer el ego se diluye por inanición, ya no está ahí; una vez desaparecido el ego se revela la Luz.

Para el “no hacer” no se requiere de práctica alguna, basta con romper el instinto mecánico de “reaccionar”; porque todo lo que creemos “hacer” en realidad es pura reacción. Los humanos ni siquiera conocemos lo que realmente signifi ca “hacer” porque lo hemos confundido siempre con la “reacción”. Es por eso que en el Zen se dice que la iluminación puede ocurrir en cualquier

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momento; porque no es cuestión de cómo alcanzarla, sino de cómo permitir que esto suceda. Puede llegarle al pecador antes que al santo —aunque no necesariamente—. En la Biblia permane-ce escrito el testimonio de que Jesús de Nazaret se relacionaba con todo tipo de personas, sin hacer distinciones, y no sólo con gente respetable; cuando seleccionó a sus apóstoles dejó a un lado los juicios morales.

Por medio del “hacer” es posible conquistar muchos propósitos existenciales —que tampoco hay motivos para rechazarlos—, pero no perdamos de vista que los resultados, por muy grandiosos que parezcan, siempre serán transitorios y pasajeros. Por otro lado, en referencia al Ser, no es posible “hacer” algo por la liberación —ni en lo particular, ni en lo colectivo—; todo lo que hagamos nos mandará —en contrasentido— al fortalecimiento de la persona-lidad. En el movimiento religioso se puede apreciar ese “hacer colectivo” en las oraciones grupales y en un sinnúmero de rituales que, por su carácter masivo, producen una sensación de efectivi-dad para el triunfo sobre los propósitos espirituales. Sacerdotes, teólogos, iglesias, todos se sintonizan en un impulso que pretende ir a lo interno partiendo de hacer algo en lo externo; no obstan-te, los resultados siempre quedarán plasmados en lo externo. El movimiento de la dinámica externa nunca podrá penetrar en la quietud estática de lo interno. Cuando esto se comprende, se aprecia por primera vez la belleza que hay en el “no hacer”.

Al fi nal de cuentas, nada hay que pueda realizarse por alcan-zar la plenitud del Ser; por medio de la voluntad no es posible transformarse a sí mismo y mucho menos a las otras personas. Lo “único” posible es abrir un “espacio” para que en él se revele la Conciencia; y ese espacio sólo se abre cuando estamos presentes, atentos, en neutralidad y en plena aceptación de lo que “es”, sin pretender modifi carlo. Esto es lo que constituye el legítimo estado de “no hacer”.

Basta con abrir un poco los ojos a la naturaleza para que nos muestre la belleza manifi esta en el no hacer: el río que fl uye desde tierras altas nunca piensa en el propósito de llegar al océano, no

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lo conoce y nunca entra en el deseo de conocerlo, no sabe dónde está y no le interesa saber cómo llegará, no necesita “hacer” algo para conseguirlo. La alegría de moverse por los valles, entre rocas y árboles, sirviendo de sustento a entidades biológicas animadas, es más que sufi ciente. Si el río se metiera en el deseo de llegar a su destino o, peor aún, si se fabricara la intención de entenderlo, el océano se convertiría en un mito y la obsesión por razonarlo lo llevaría a los mismos problemas que afrontamos los humanos: se detendría en cada rincón para preguntar dónde está la meta y cuál es el camino a seguir. Le surgiría el “miedo” por no saber quién es, de dónde viene y hacia dónde va. El movimiento dialéctico se manifi esta como algo hermoso mientras no aparezca el deseo por la intención futura de llegar a algo desconocido.

Si nos disponemos a aprender lo que el río espontáneamente nos enseña, entenderemos que la liberación plena está en la inacción total; comprenderemos lo importante de estar presentes mientras todo ocurre, sin que las cosas se muevan por la manipulación de nuestra propia voluntad. Y así descubriremos que es posible “ha-cer” en el “no hacer”: caminar, sin que haya caminante ni ca-mino; cantar, sin que haya cantante ni canción; bailar, sin que haya bailarín ni baile; pintar, sin que haya pintor ni paisaje; fl uir en el amor, como lo hiciera el río, para así poder amar sin que haya amante ni amado.

Revisemos lo que algunas citas, debidamente seleccionadas de las fuentes fi losófi cas originales, nos dicen sobre el “no hacer”; a través de ellas podemos abrirnos un poco hacia la Verdad univer-sal.

El conocedor de la relación entre las fuerzas de la natura-leza y las acciones manifi estas, sabe que algunas fuerzas de la naturaleza trabajan sobre otras. Libre entonces de su esclavitud, ya no pretende ser el hacedor.

Bhagavad Gita, III- 28

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Cuando se tiene conciencia de que es la naturaleza quien realiza todos los procesos y genera todas las causas, ya no hay reacción en oposición a ella; se descubre la insensatez que hay en la preten-sión de “hacer”, cuando la búsqueda es interna.

Un hombre tal, que ha renunciado al fruto de sus acciones, está siempre contento y libre de toda dependencia; y aun-que interviene en la acción, él no actúa.

Bhagavad Gita, IV- 20

Únicamente sin el deseo del resultado, en plena “aceptación”, se hace posible la participación en la acción, sin que se rompa la quietud del “no hacer”.

El hombre que está en armonía y que ha sido iniciado en la visión interior de la Verdad, con certeza piensa: “Yo no hago nada.”

Bhagavad Gita, V- 8

Para acceder a la conciencia del “no hacer” es preciso estable-cer el vínculo con la armonía emanada de la Verdad interior.

Quien hace cosas fracasa en cumplir su función durante lar-gos intervalos de tiempo.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

Quien cae en la obsesión por conquistar la Libertad del Ser, a través de la acción, sólo nubla su razón y pierde de vista su tarea inmediata.

El sabio considera al Uno, norma del universo. Luce por-que no aparece. Brilla porque no se estima. Realiza su obra porque no se empeña. Crece porque no se cuida. Nadie le disputa nada porque él con nadie contiende.

Lao tse, Tao Te King

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Por la “no acción”, el sabio se abstiene de actuar y así permite que todo se “haga” en el momento y en la forma en que debe ser.

El Tao, en su eternidad, no obra y nada deja sin hacer.

Lao tse, Tao Te King

Todos los procesos naturales que se realizan en el universo son operados y regulados a través de las leyes universales, que fueron proyectadas por el Ser universal sin que se mueva un ápice de su quietud absoluta.

Pocos en el mundo llegan a comprender la utilidad de ense-ñar con el silencio y del no hacer nada.

Lao tse, Tao Te King

La quietud y el silencio son, para el sabio, el instrumento de enseñanza más importante para ofrecer la verdadera Sabiduría.

Siendo absoluta la naturaleza de la Verdad, se manifi esta sin ser vista, produce efectos sin dejar huellas y cumple sus fi nes sin actuar.

Confucio

La Verdad absoluta se revela en el vacío interior, al margen de todos los procesos dinámicos y tangibles de la personalidad.

El que hace esfuerzos tendrá muy pronto la virtud humana.

Confucio

El no hacer permite que se abra el vacío interior, donde se revela la Verdad del Ser; por lo contrario, el “hacer” impulsa los esfuer-zos que conducen a las “virtudes relativas” del hombre natural.

Tu vida tiene un límite pero el Conocimiento no lo tiene. Si usas lo limitado para alcanzar lo ilimitado, estarás en peli-

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gro. Si comprendes esto y aún te esfuerzas por conseguir el conocimiento, ¡estarás en peligro sin duda alguna!

Chuang-Tzu

En la estadía del Ser, la Quietud y la Paz se sostienen por el “no hacer”; en actitud opuesta, y en desdén a las limitaciones de la existencia, los humanos pretenden la conquista del Ser por medio de la “acción” pero así jamás la consiguen.

No vivas en los enredos de las cosas externas.Mantente sereno, sin hacer esfuerzos,en la Unidad de las cosas.

Sosán, Hsin Hsin Ming

La Conciencia de la Unidad se manifi esta sólo por la desvincula-ción con los intereses de la existencia y sin hacer esfuerzo alguno.

Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.

Marcos 4: 26, 27

La vida natural provee al humano sólo de lo que realmente ne-cesita, sin la necesidad de esfuerzos extraordinarios; pero el hom-bre siempre desea más, y es así como se introduce en los enredos de la existencia.

No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.

Juan 5: 30

Por el “no hacer”, el hombre descubre la Libertad; cuando así sucede, renuncia a su propia voluntad para entregarla al Ser uni-versal.

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Consideren los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas les digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, se vistió como uno de ellos.

Lucas 12: 27

La naturaleza nos ofrece señales inequívocas de la Verdad; pero aún la sabiduría del hombre más sabio se queda corta para com-prenderlas a cabalidad.

No te preocupes por lo que habrás de comer, ni por lo que habrás de beber, ni estés en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero tu Padre sabe que tienes necesidad de estas cosas. Mas busca el reino de Dios, y todas estas cosas serán añadi-das.

Lucas 12: 29-31

Todas las bondades de la Sabiduría universal llegan sin preten-derse y sin hacer el mínimo esfuerzo; quien hace esfuerzos por alcanzarlas sólo bloquea cualquier posibilidad.

Es difi cilísimo que el espíritu interior pueda liberarse del contagio de la materia. Admito que así es, mas, ¿acaso no merece la pena, más que todo lo que se pueda hacer algu-na vez? Pero quizá no sea tan difícil como a primera vista parezca. No tienes nada de que cuidarte, nada que desear en tu vida, nada que imaginar; sólo tienes que permitir que Dios disponga de ti como si no tuvieses una voluntad propia. Pues él sabe qué es lo mejor. Es preferible que si te enco-mendases a tu propia elección.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

Ante el estado ilusorio del hombre natural, ésta es la gran clave: “renunciar a la voluntad propia para permitir que el Ser universal disponga”, sólo Él sabe lo que es realmente necesario; tal como lo muestra Jesús en el Padre nuestro, “hágase tu voluntad y no la mía”.

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El Alma caída dijo:¿Qué es, pues, lo que debo hacer para retoñar de nuevo, y para recobrar mi primitiva vida, en la que me hallaba en reposo antes de convertirme en una imagen?El Alma iluminada dijo:No tendrás que hacer nada salvo abandonar tu propia vo-luntad, es decir, aquello a lo que llamas “yo”. Entonces te sumergirás de nuevo en aquella cosa de la que originalmen-te brotaste. Pues ahora te hallas cautiva de las criaturas, pero si tu voluntad las abandona, las criaturas, con sus in-clinaciones malvadas, morirán en ti, mientras que ahora te detienen y obstaculizan de modo que no puedes llegar hasta Dios. Así recobrarás por fi n la imagen de Dios, y te liberarás de la imagen y condición de la serpiente.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

Para regresar al estado original del verdadero Hombre “nada” hay por hacerse, sólo el abandono de la voluntad propia en entrega al Ser. El retorno al Origen es espontáneo, por simple añadidura; las inclinaciones hacia las formas externas se van desvaneciendo, producto de una simple reorientación: del exterior al interior.

No podemos decir ya más, “Yo pienso”, “yo siento” o “yo tengo mis pensamientos y les doy la forma que me agrada”. En cambio debemos decir: “Algo pasa en mí, algo hace surgir emociones en mí, algo forma pensamientos en mí y los obli-ga a venir en una forma absolutamente defi nida, haciendo sentir su presencia en mi conciencia.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo

Cuando se descubre la esencia que se esconde detrás del “no hacer”, queda claro que todo sucede por encima de nuestra pro-pia voluntad, por mucha resistencia que se oponga. Cuando per-mitamos que la vida disponga de todo —a través del operar de las leyes universales—, disfrutaremos de la experiencia de la Libertad plena.

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Sólo cuando dejemos de buscar será posible encontrar de manera perdurable la libertad, la verdad, la belleza y el amor, todo esto es una misma cosa.

Krishnamurti, Informes textuales de conversaciones y respuestas, Adyar, India 1933-34

Cuando el buscador encuentra, la búsqueda termina; y esto su-cede cuando el buscador descubre que nada hay por hacer, porque no existe la búsqueda como tal. La Verdad se lleva dentro; y para ser conscientes de ella, es preciso dejar de buscarla.

La inspiración llega cuando estamos abiertos a ella, no cuan-do vamos tras ella.

Krishnamurti, Educación y la importancia de vida

Con el “no hacer” es posible abrirse a la inspiración.

Sólo cuando la mente ya no busca ni pide nada, es libre para descubrir lo verdadero, para descubrir a Dios.

Conversaciones por Krishnamurti en Europa 1956

La mente lleva el papel protagónico en el “hacer” de la perso-nalidad; cuando se renuncia a ese papel, termina la función y el Ser universal es revelado.

42 No resistencia

La “no resistencia” es una maravillosa clave para la trascenden-cia de los estados ilusorios; a través de ella, la Conciencia se libe-ra de la densidad del mundo de las formas. “No resistirse” al com-portamiento de todo lo manifestado en la forma es comprender su insustancialidad; por lo contrario, resistirse provoca que todo lo que adquiere forma parezca más real, incluso nuestra propia iden-tidad. Es así como nos enredamos en la naturaleza dialéctica —que

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genera la manifestación en la forma de todas las entidades vivas— y nos introducimos en el juego de la supervivencia en un mundo que no corresponde a la realidad de nuestro Ser. La no resistencia abre una puerta hacia lo “no manifestado”.

La expresión “No resistencia” no signifi ca que se deba asumir una actitud pasiva e indiferente; antes bien, lo que enseña es evi-tar que nuestros actos sean movidos como secuela de reacciones mecánicas —que mantienen la inconsciencia—.

Un Hombre libre no reacciona, ni siquiera elige, va donde la vida lo lleva y nunca se resiste a ella; no siente agrado ni desa-grado porque no tiene preferencias; abandona su voluntad y, tal como una nube, se abstiene de elegir un destino; se mueve con sencillez hacia el rumbo que la naturaleza dispone; no es de aquí, ni es de allá. Sin embargo, sus actos no surgen como reacción ha-cia estímulos emitidos por la naturaleza, antes bien, son el resul-tado de un estado pleno de aceptación.

El hombre natural, carente de libertad, es siempre reaccionario y por tal motivo se resiste a todo lo que le acontece; esto lo hace duro y rígido, no sólo en la forma física de su cuerpo sino también en su forma psicológica. Y para revertir esa dureza, mental y físi-ca, nunca serán sufi cientes la terapia psicológica, ni el deporte.

En el taoismo se emplea el término wu wei, que literalmente signifi ca “acto, sin hacer”. Y ese verdadero no hacer surge a través de la no reacción, la “no resistencia”, es decir, la acep-tación; es así como se manifi esta el “acto libre”.

Por tal motivo, debemos preguntarnos siempre si cada uno de nuestros actos es movido por una resistencia o por la aceptación. Porque cada vez que nos resistimos a lo que acontece en el mundo de las formas se fortalece la barrera que nos separa de lo que realmente somos.

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La resistencia “habitual” crea un estado sutil de desagrado per-manente que los humanos hemos asumido como si fuera una forma de vivir “normal”. Y cuando ese desagrado se intensifi ca —por el aumento de la resistencia ante circunstancias más complejas para el ego— surge la depresión, el miedo, la ira, entre otros, lo que nos introduce en un estado más profundo de inconsciencia.

A mayor resistencia, mayor “sensación de poder” se le otorga al ego; a menor resistencia, más espontánea resulta su disolu-ción. Porque el ego cree que su fuerza aumenta con la resistencia, cuando en realidad la resistencia es debilidad y miedo disfra-zados de fortaleza. Cuando se afrontan los problemas de la vida sin resistencia se trasciende el sufrimiento y, sin pretenderlo, es-pontáneamente se trasciende el ego. En esto radica la verdadera fortaleza.

El sufrimiento es generado siempre por la resistencia, aunque pueda parecer que es la circunstancia en sí la que lo produce. Y es aún más perturbadora la resistencia, que el propio sufrimiento producido por ella; porque el dolor es creado por el ego, y el ego a su vez surge por falta de aceptación, y en la raíz de todo esto está la resistencia.

En la resistencia está siempre implícito un juicio hacia el ob-jeto o la circunstancia a la que nos resistimos, esto sucede a nivel del pensamiento; y por el involucramiento de la mente, la resistencia convierte en enemigo al momento presente —sólo en el ahora es posible experimentar la no resistencia—. Cuando el juicio se detiene, la mente se suelta y se abre espacio para la paz, el amor y la Conciencia.

Debemos, por lo tanto, abstenernos de juzgar y culpar a la vida por los tratos injustos que recibimos y evitar también juzgarnos a nosotros mismos, porque todo eso es resistencia; en sentido con-trario, toda adversidad que se afronte en la vida debe ser em-pleada para la Libertad de la Conciencia a través del “no juzgar”

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y de la “no resistencia”. Cuando oponemos resistencia a lo que sucede nos convertimos en víctimas de los sucesos y entonces “la naturaleza se convierte en el factor que determina en qué momentos seremos felices y en cuáles seremos infelices”; que-damos en manos de ella. Con la no resistencia se transmutan los estados psicológicos y los vaivenes del centro emocional quedan bajo control.

Cuando no oponemos resistencia al comportamiento de la vida natural —con todo el operar de sus leyes—, el verdadero Ser, que no está manifi esto en la forma, emerge como una Presencia que lo abarca todo; desaparece toda dependencia y ya no hay temor a la pérdida, la felicidad fl uye en libertad y por la Libertad. Pero en circunstancias particularmente extremas, cuando se afronta una gigantesca pérdida —ya sea familiar o material—, la identifi cación se hace inevitable y surge algún grado de dolor; sin embargo, con la “no resistencia” es posible mantener un espacio para la paz, misma que en un corto plazo permitirá que la felicidad regrese.

La mente cree que por medio de la resistencia puede manipu-lar las circunstancias y con eso conseguir lo que quiere para “ser feliz”, pero esto nunca funciona; en lugar de atraer algo desea-ble, impide que surja. Así la resistencia produce siempre el efecto contrario: por la resistencia al dolor, se cristaliza el sufrimiento; por la resistencia a las formas, se agudiza la identifi cación con ellas; por la resistencia a la manipulación, se termina manipulado; por la resistencia a las infl uencias, se termina infl uenciado; y qué decir del mal . . . es muy importante tener cuidado de no asumir el rol de justiciero para combatir el mal, se puede terminar por convertirse en aquello contra lo que se está luchando: en la lucha contra el ego, sólo se consigue fortalecerlo, y en la lucha contra la inconciencia, se puede llegar a la inconciencia plena. Es por eso que resulta preferible no luchar contra las circunstancias de la vida, para que —por la no resistencia— la vida misma se convierta en nuestra maestra y nos instruya con toda su sabiduría a través de cada circunstancia, siempre y cuando la aceptemos incondicio-nalmente.

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Demos sustento a lo ya expuesto sobre la no resistencia, pro-fundicemos con algunas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas universales, las de mayor trascendencia histórica, y generemos una visión universal.

El sabio, posponiéndose, se antepone. Descuidándose, se conserva.

Lao tse, Tao Te King

Por la “no resistencia”, el sabio permite que las cosas sigan el curso natural que corresponde en tiempo y forma. Es así como la naturaleza colabora y ofrece su propia sabiduría.

El rico, si es soberbio, hereda su ruina.Retirarse, acabada su obra, es procedimiento del cielo.

Lao tse, Tao Te King

El Ser universal, después de originar la manifestación del uni-verso tangible, se mantiene inmanifi esto; en sintonía con el Ser, el sabio suelta los frutos de su obra y se retira.

Quien ve lo pequeño tiene vista clara. Quien se conserva blando es fuerte.

Lao tse, Tao Te King

Conservarse blando es no resistirse; así se establece la verdade-ra fortaleza.

Los hombres-verdad de la Antigüedad no sabían amar la vida ni aborrecer la muerte. Salían a la vida sin alborozo y en-traban a la muerte sin resistencia. No olvidaban su origen ni buscaban su fi n.

Chuang –Tzu

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El verdadero Hombre a nada opone resistencia, a ningún conte-nido de la vida y tampoco al vacío de la muerte.

Oyeron que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo les digo: No resistan al que es malo; antes, a cualquie-ra que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa.

Mateo 5: 38-40

No resistirse a las injusticias de un tirano es una compleja ta-rea, que sólo es posible realizar con la estatura que emerge de la Sabiduría universal.

La verdadera madurez está en que, cuando el siervo dice “Allah”, se despoja completamente de su ser y alcanza la no-existencia y la sumisión completa.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

La sumisión y la entrega al verdadero Ser inicia con la “no resis-tencia” hacia los sucesos de la existencia.

¡Vive en paz,pasa la vida en calma!Me he doblegado,sólo vivo con la cabeza inclinadaal lado de la gente.

Nezahualcóyotl, Canto de la Huida

La verdadera humildad no surge del sentido de inferioridad, procede de la “no resistencia”.

Vi una paloma blanca como la nieve.Se posó con total confi anza a mi lado, y yo quise compartir gustosamente mi pan con ella.Un cuervo negro, enemigo suyo, se abalanzó sobre ella.

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Sin refl exionar, perseguí al insolente cuervo y, así, me intro-duje contra mi voluntad en la vía predestinada.Así pues, tomé con paciencia mi cruz sobre mis hombros, y me puse en camino.Me mantuve siempre en la dirección correcta gracias a mi brújula.

Las Bodas Alquímicas de Cristián Rosacruz

Siempre que se opone resistencia a algo, desaparecen de la vis-ta las certezas esenciales y la naturaleza decide sobre el curso que han de seguir las cosas.

El confl icto es la negación de lo que es o la huida de lo que es; no existe más confl icto que ése. Nuestro confl icto se vuelve cada vez más complejo e insoluble porque no afron-tamos lo que es.

Krishnamurti, Comentarios sobre vida (primera serie)

La “resistencia” es el recurso más inconciente para huir de los enredos de la existencia; la “aceptación” es el acto más sabio para afrontarla.

43 Autonegación

El sentido más íntimo del “Yo Soy” nada tiene que ver con lo contenido en la existencia ni relación alguna con lo que ocurre en la vida natural. Habitualmente el Ser se confunde con la persona-lidad y con las cosas que le acontecen; y siempre que esto ocurre, el sentido del Ser queda oscurecido por la mente, por las situacio-nes, por el tiempo y por todas las circunstancias de la existencia. Es así como queda en el olvido nuestro Origen y, como consecuen-cia, la confusión, el confl icto y la infelicidad nos dejan perdidos en este mundo. Nos hemos olvidado de que internamente somos la Conciencia y sólo nos sostiene la ilusión de concebirnos como

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la parte externa corpórea, con todas las percepciones sensoriales, las emociones y los pensamientos. Ante tal contradicción, sólo nos será posible reconocer al verdadero Ser interior con el previo reconocimiento de lo que no somos, por la “autonegación”.

La autonegación no es algo autodestructivo, no es un suicidio, nada hay más absurdo que creer que se pierde un pedazo de la vida con la negación de sí; con la autonegación no se busca el abandono de la personalidad refugiándose en un monasterio o en una cueva del desierto y tampoco signifi ca “huir de la existencia”, sino trascender la ilusión que deriva de la identifi cación con la personalidad.

La confusión con que vivimos sobre nuestro verdadero Ser y la parte que “creemos ser” es tal, que comúnmente nos mueve la falsa idea de considerar que algún día nuestra personalidad será partícipe de la realidad divina; perdemos de vista que “polvo es y en polvo se convertirá”. Con tan sólo un poco de sabiduría, la personalidad vería que su única posibilidad está en decir: “yo no, sino el Otro”. Así es como surge la verdadera autonegación, que nada tiene que ver con la autofl agelación; el concepto moral del “pecado” ha provocado que las religiones —incluso muchas co-rrientes pseudo-esotéricas— piensen que nos autonegamos cuan-do nos reconocemos como “pecadores” y, peor aún, que el alma se purifi ca con el sufrimiento infl ingido por secuela de nuestros pecados. Esto es demasiado denso, y lo único que provoca es la manifestación de nuevos estados de “autoafi rmación” disfrazados de autonegación. Cuando el “yo” quiere aniquilarse a sí mismo, se auto-mantiene.

La experiencia de la autonegación no puede inducirse por la simple creencia en lo expuesto en este libro —ni aún por lo escri-to en los libros universales—, primero debe contarse con cierta conciencia existencial de sí mismo; porque sólo comprendiendo la

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naturaleza de la personalidad se le reconocerá como ilusoria. Si se cuenta con esa certeza, aparecen los medios necesarios para que la personalidad se haga más pasiva —psicológicamente— y esto permita que nuestra verdadera identidad resurja. “La autonega-ción es el primer gran paso que conduce a la verdadera vida”.

En la Biblia aparece un relato muy conocido en el que Juan el Bautista se convierte en símbolo de la autonegación, cuando dice: “Él debe crecer y yo debo menguar”. Solamente así es posible que, por la autonegación —y en consonancia con el principio de polaridad—, el hombre mortal se funda en el verdadero Hombre inmortal. “Sólo en la muerte voluntaria y consciente se vive verdaderamente”.

El encuentro consigo mismo inicia en el momento en que se descubre que hay dos identidades dentro de sí: una absoluta y pa-siva que sólo se limita a observar lo que afuera acontece; la otra, relativa y activa, se empeña en decir para sí misma “yo” y habla en primera persona de sí misma. Cuando se establece la identi-fi cación con la parte que observa, así y sólo así, se está en la “realización”.

Aprovechemos algunas citas que las fuentes fi losófi cas nos ofre-cen, disfrutemos con aquellas de mayor trascendencia histórica y construyamos una visión universal sobre el tema: autonegación.

Tìen Ken preguntó: ¿Cómo podría gobernar al mundo? Un Hombre Sin Nombre dijo: Deja que tu mente vague en la simplicidad, funde tu espíritu con la vastedad, sigue junto con las cosas, tal como son, y no dejes lugar para tus opinio-nes personales; así el mundo estará gobernado.

Chuang-Tzu

Desdeñar las opiniones personales es una de las formas más su-tiles y profundas de autonegación.

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El loco que conoce su locura, es sabio al menos en eso; pero el loco que se cree sabio, es, en verdad, un loco.

Evangelio del Buddha

Creerse sabio o atribuirse cualquier otra cualidad —en sentido positivo o negativo— es ir en sentido contrario a la autonegación.

Pitágoras, interrogado por alguien sobre lo que signifi caba el ver a su padre, fallecido hacía tiempo, en sueños dialo-gando con él, dijo: Nada, pues tampoco signifi ca nada que tú estés ahora hablando conmigo.

Vida Pitagórica, Jámblico

Cuando se adquiere conciencia de que los objetos y las circuns-tancias de la existencia dialéctica carecen de signifi cado —tanto en el plano físico como en el astral—, se alcanza el estado pleno de autonegación.

Jesús les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.

Marcos 8: 34, 35

Jesús de Nazaret nos introduce en esta paradoja: salvar la vida para perderla o perderla para salvarla; y como única pauta, para la legítima búsqueda de la Verdad, nos ofrece la autonegación. En ningún pasaje del Evangelio encontraremos una recomendación de tipo moral, toda su enseñanza apunta directo a la Conciencia. Perder la vida —muerte psicológica—, por la Verdad del evangelio, se traduce en el acto más contundente de autonegación.

Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hin-cando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

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Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.

Marcos 10: 17, 18

Jesús se descalifi ca como bueno, la verdadera bondad se la atri-buye sólo a Dios; con este acto nos ofrece un maravilloso ejemplo de autonegación.

Viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: éste verda-deramente es el profeta que había de venir al mundo. Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.

Juan 6: 14,15

Abstenerse del reconocimiento de la sociedad y retirarse a la soledad íntima, constituyen otro ejemplo más de autonegación.

Quiero que entiendas que tú no eres, que tú no posees cua-lidad alguna, que no existes y que no existirás jamás, ni por ti mismo, ni por Él, ni en Él ni con Él. Sólo si logras recono-cer en tu existencia la cualidad de la nada podrás conocer a Allah.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

Este exhorto a la comprensión y al reconocimiento de la propia “nadidad” es una muestra contundente de autonegación. Sólo así es posible abrir una ventana para vislumbrar al Ser universal.

Decir que una cosa ha dejado de existir, que ya no existe, es lo mismo que decir que ha existido. Pero si te conoces a ti mismo y alcanzas a comprender que no existes y que, por tanto, no puedes dejar de existir, sólo entonces conoces a Allah.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

La existencia absoluta únicamente está en el Ser; en la persona-lidad sólo se cuenta con una existencia relativa que, en términos

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concretos, es ilusoria. Cuando esto se comprende, queda abierta la posibilidad de vínculo con el Ser universal.

Son muchos los iniciados que, pretendiendo conocerse a sí mismos y a Su Señor, afi rman que escapan de las ataduras de la existencia por la única vía posible, a saber, la extinción de la existencia. Así pues, cualquiera que hable de extinción es culpable de gran idolatría, pues con ello afi rma la existencia presente o pasada de algo distinto de Allah.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

La existencia no puede anularse porque es ilusoria; no es posible extinguir algo que por su propia naturaleza es extinto.

Solamente Él,el Dador de la Vida.Vana sabiduría tenía yo,¿acaso alguien no lo sabía?

Nezahualcóyotl, Solamente Él…

En plena sintonía con Jesús de Nazaret, Nezahualcóyotl se des-califi ca como sabio y esa cualidad se la atribuye sólo al Dador de Vida, al Ser universal.

La autonegación es la entrada en el verdadero seguimiento de Cristo.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

Los alquimistas del Renacimiento europeo, entre ellos Jacob Boehme, veían también a la autonegación como el recurso funda-mental para la intromisión en la Verdad crística.

El yo material y el Yo espiritual jamás pueden estar juntos. Uno de los dos tiene que desaparecer: no hay lugar para ambos.

H.P. Blavatsky, Libro de los preceptos de oro.

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Si uno de los dos debe desaparecer, es evidente que le corres-ponde al “yo” material, cuya naturaleza es temporal.

Apártate del aplauso, oh tú, devoto. El aplauso conduce al engaño propio. Tu cuerpo no es el Yo, tu Yo existe por sí mis-mo independientemente del cuerpo, y no le afectan ni los elogios ni los vituperios.

H.P. Blavatsky, Libro de los preceptos de oro.

El aplauso y el reconocimiento impulsan a la personalidad hacia la “autoafi rmación” y el autoengaño. El Ser interior original “es” en sí mismo, sin dependencia alguna con la manifestación externa del “yo”.

El esfuerzo es la profunda negación de la comprensión; y sólo una mente sosegada, una mente sencilla, una mente tranquila, que no esté agobiada por sus propios esfuerzos, comprenderá, verá la Verdad.

Conversaciones de Krishnamurti 1949-1950 (informe textual) India.

La renuncia a los esfuerzos propios nos abre a la comprensión; deja una ventana abierta hacia la Verdad.

Actuar con inteligencia sólo es posible si se intenta com-prender los pensamientos, motivos e ideas del oponente de manera tan profunda que sea posible ver el mundo a través de sus ojos. Se trata de una réplica de un hombre que pre-tende hallar una solución adecuada sin forjarse la ilusión de que él mismo conoce “la verdad” o “el recto camino” a seguir.

Albert Einstein, Mis creencias

Ver las cosas a través de los ojos del oponente es actuar con un toque de conciencia, es reconocer que no se posee el conoci-miento que otorga la Verdad del Ser, es comprender el profundo signifi cado que se esconde detrás de la autonegación.

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44 Vivir en el mundo sin ser del mundo

Una de las grandes bondades de la Sabiduría Universal es que nos conduce a vivir conscientemente, ofreciendo los elementos necesarios para salir del sueño; estado que se provoca por la in-fl uencia hipnotizante de las sensaciones con que se percibe la ma-nifestación dialéctica. Permite recordar que los propósitos de la existencia carecen de signifi cado y que todo lo que se hace, aún a pesar de su escaso sentido, debe realizarse sin importar el resul-tado. Bajo estas condiciones se hace posible “vivir en la existencia teniendo la conciencia de no pertenecer a ella”.

Si un hombre, ante la certeza de la insustancialidad de la na-turaleza física de este mundo, transforma su actitud y deja de reaccionar a todo lo que le acontece, observará que el direccio-namiento de las circunstancias que le rodean cambiará favora-blemente; sin embargo, el agrado hacia esos cambios “externos” favorables por ningún motivo deberá convertirse en un nuevo pro-pósito, porque el único y legítimo propósito es “interno”.

La universalidad también muestra que el hombre —salvo situa-ciones muy escasas— no es capaz de actuar por sí mismo, todo lo hace de manera condicionada como una minúscula pieza articu-lada a un gigantesco mecanismo del que difícilmente puede sus-traerse; este gran mecanismo es regulado y movido por las leyes universales. Y cuando se comprende cómo es el operar de estas leyes —y en aceptación a nuestra incapacidad para modifi carlas— se minimiza la frustración que provoca el fracaso y la soberbia que emerge del éxito; porque ya se posee la conciencia de que todo acontece como debe suceder y de manera inevitable. Sólo un Hombre libre es capaz de salirse del gran entramado de “causas y efectos, acciones y reacciones”, porque vive en este mundo sin ser de este mundo.

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La vida de un hombre que conoce el operar de las leyes univer-sales es muy distinta a la de un hombre ordinario. Los propósitos del hombre común están orientados a mejorar su entorno natural para evitar difi cultades y todo tipo de incomodidad —lo que consi-gue de manera muy parcial y temporal—; mientras que el Hombre libre, consciente de la ley, acepta difi cultades e incomodidades —sin caer en la indiferencia— porque su propósito inmediato es aprender de ellas. Este nuevo comportamiento no es movido por el descuido, ni por el deseo de alejarse de la vida, sino por la comprensión y el reconocimiento de que nada puede cambiar el curso de la ley.

Esto no es fatalismo, porque también se cuenta con la certeza de que en la Conciencia, en la Libertad, se posee la sufi ciente “templanza” para sustraerse de la infl uencia psicológica y emocio-nal que derivan de los cambios y del operar de la ley. La Sabiduría Universal es el único camino para quien busca liberarse de la ensoñación en las formas externas de la existencia.

El “Hombre libre” pocas veces es reconocido por el hombre or-dinario, porque su centro de gravedad es interno mientras que externamente sigue siendo igual al hombre ordinario: atiende sus responsabilidades, produce, se relaciona, disfruta en diversos mo-mentos (sin necesidad de identifi carse), en fi n, hace las mismas cosas pero sin apego; y además de eso, goza de una libertad in-terior que le permite estar en paz sin importar las circunstancias externas y no es movido por las fl uctuaciones de la existencia, a pesar de vivir en ella.

Cuando se dan los primeros pasos hacia la Conciencia, se puede experimentar cierta inseguridad en la medida que se desvanece el sentido de todos los propósitos externos, hay quienes sienten vértigo por la sensación que se experimenta al estar en medio de dos mundos; no obstante, se le debe otorgar toda la confi anza a la presencia interna. Una vez dado el salto, se vive en la ampli-

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tud de la verdadera Libertad cuyo valor es incalculable. Y ante la Conciencia libre, ya no es posible sentirse en casa viviendo en la naturaleza cambiante de este mundo. “Vivir en el mundo sin ser del mundo” es tanto como “vivir en la personalidad sin ser la personalidad”.

La no identifi cación —que conlleva a la Conciencia de sí mis-mo— es fundamental para la desvinculación de las infl uencias de la existencia dialéctica; permite actuar conscientemente aún en los momentos más complejos. Y una vez que se goza de cierta libertad sobre las infl uencias de este mundo, surge una profunda y reveladora pregunta: ¿qué puede ofrecernos una existencia cambiante y temporal, cuando nos espera el punto de Origen que es absoluto y eterno?

El camino indiscutible será la desarticulación de los hilos que nos mantienen todavía identifi cados con las formas de la naturale-za de este mundo, la dicha de esta Libertad será como pasar por un puente sobre aguas turbulentas.

Para dar sustento a lo ya expuesto y con la intención de profun-dizar más sobre este tema, atendamos algunas citas extraídas de la fuentes fi losófi cas originales, las de mayor trascendencia histó-rica, y generemos una visión universal.

El hombre, aunque divino en parte, también ha sido hecho mortal en parte, siendo colocado en un cuerpo. Ahora bien, todas las cosas terrenales que el hombre mantiene en su posesión para gratifi car sus deseos corporales son ajenas a toda esa parte de su naturaleza que es afín a Dios; y estas cosas es correcto que se llamen posesiones por este motivo: que no nacieron con nosotros. Todas esas cosas, por consi-guiente, son ajenas al hombre; sí, y también al cuerpo de-bemos estimarlo ajeno.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum.

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Si toda nuestra manifestación corpórea es ajena a nuestro Ser, ¿qué podemos decir de nuestras posesiones? Con nuestra persona-lidad y con los bienes que la engrandecen —materiales y no mate-riales— nos mantenemos en este mundo, pero no somos de aquí.

Vive en paz con la multitud, sin ser multitud.

Confucio

Las masas siempre se equivocan, se comportan de manera ciega e inconsciente; debemos aprender a fl uir en armonía con la multi-tud sin imantarnos de su inconciencia.

El sabio tiene la forma de un hombre pero no sus sentimien-tos. Como tiene la forma de un hombre, se junta con otros hombres. Como no tiene los sentimientos de un hombre, el bien y el mal no lo alcanzan. Pequeño e insignifi cante, se queda con el resto de los hombres. Inmenso y grandioso, perfecciona su Cielo solo.

Chuang-Tzu

El Hombre libre comparte con el hombre natural lo que es po-sible, para evitar cualquier rompimiento en la relativa armonía; siempre y cuando se garantice la estabilidad de su centro de gra-vedad y su vinculación con el Ser.

¿Debo abandonar mi opulencia, mi casa, mis negocios y, como tú, vagar sin hogar, a fi n de alcanzar la felicidad de una vida religiosa?El Buddha dijo: La felicidad de la vida religiosa puede al-canzarse por cualquiera que vaya por el camino del noble óctuple sendero. El que se apegue a la riqueza hará bien renunciando a ella antes de permitir envenenar su corazón; pero el que no es apegado a la opulencia y siendo rico se sir-ve de sus riquezas con justicia, ese será una bendición para los seres y sus hermanos.En verdad te digo, sigue en tu condición de vida y aplícate

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activamente a tus negocios. No son ni la vida, ni la riqueza, ni el poder lo que hacen al hombre esclavo, sino su apego a la vida, a la riqueza y al poder.

Evangelio del Buddha

Para un “Hombre libre” las bondades y las riquezas de este mun-do no constituyen problema alguno, porque ya trascendió la iden-tifi cación y los apegos hacia las formas manifi estas; su desapego le brinda la lucidez necesaria para poner orden a los intereses externos sin que le cause estragos a su estabilidad interna. En ese estado proyecta su armonía hacia el exterior y se convierte en una bendición para la humanidad.

La ley del Tathagata no exige al hombre vagar sin hogar o renunciar al mundo, a menos que tenga vocación para ello; la ley del Tathagata lo que exige a todo hombre es que se libere de la ilusión del “yo”, que purifi que su corazón, que renuncie a la sed de placeres y que lleve una vida recta.Y que todo hombre en lo que haga, ya en el mundo como artesano, mercader, soldado, rey, o ya retirado del mundo y consagrado a la vida religiosa, ponga todo su corazón en ello; que sea diligente y enérgico; que se parezca al loto, que creciendo en el agua, quede, sin embargo, sin tocar con ella.

Evangelio del Buddha

En su primera etapa, Buddha busca la liberación en el ascetis-mo; y al toparse con un sinnúmero de límites, decide abandonarlo. Posteriormente se encuentra con la iluminación y en ese estado nos invita a “vivir las experiencias de este mundo sin identifi car-nos con ellas”, como lo simboliza la fl or del loto.

El hombre que sigue el excelente camino vive en el mundo, y, sin embargo, su corazón no está manchado por los deseos mundanos.

Evangelio del Buddha

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Los verdaderos caminos a la Libertad fl uyen por el mundo, pero deben recorrerse en profundo desarraigo.

Vivamos felices, sin odio para los que odian. Vivamos entre los que nos odian exentos de todo odio. Vivamos exentos de males entre los enfermos. Entre los hombres enfermos per-manezcamos exentos de males.Vivamos felices, pues, exentos de avaricia entre los avaros. En medio de los codiciosos vivamos exentos de codicia.

Evangelio del Buddha

Tal como lo hiciera Confucio, Buddha nos invita a vivir con la multitud sin ser la multitud.

Los pitagóricos constituyeron una gran sociedad, pero era una pequeña parte de la ciudad, que no compartía política-mente los mismos hábitos y forma de vida de ellos.

Vida Pitagórica, Jámblico

A nivel grupal, los pitagóricos vivían dentro de una sociedad, sin ser de esa sociedad; sin sentido de pertenencia.

Replica Judas: De lo que tenemos aquí, ¿qué no nos corres-ponde?Contesta el Maestro: Ya les he dicho que ni sus huesos, ni sus carnes, ni sus padres, ni sus hijos, ni lo que han aprendido de sus antepasados les sirve, ni les corresponde.

Evangelio de Judas

Aunado a nuestra manifestación corpórea, vivimos en un mundo que tampoco nos corresponde.

Les he dicho que la fuerza que está depositada en ustedes la he extraído de los doce salvadores que están en el tesoro de la Luz. Y por eso les he dicho desde el principio que ustedes no son de este mundo, ni yo tampoco lo soy.

Pistis Sophia I: 37,38

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En el Evangelio de Valentín, Jesús de Nazaret confi rma que él no es de este mundo, y nosotros tampoco.

Si el mundo los aborrece, sepan que a mí me ha aborrecido antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no son del mundo, antes yo los elegí del mundo, por eso el mundo los aborrece.

Juan 15: 18,19

Cuando un Hombre, tras el encuentro con la Libertad, descubre que no es de este mundo, se gana la animadversión de quienes creen que son de aquí.

Ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No rue-go que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Juan 17: 13-16

En el evangelio de Juan, Jesús ratifi ca que ni él ni nosotros so-mos originalmente de este mundo. Reitera que los hombres dor-midos, que creen ser de aquí, acumulan odio hacia los Hombres libres.

Mi reino no es de este mundo.

Juan 18: 36

Queda claro que este mundo dialéctico no forma parte del plano Original.

Hermanos: el tiempo es corto; resta, pues, que los que tie-nen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se ale-

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grasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa.

Corintios I 7: 29-31

Si esta cita de Pablo se revisara moralmente, pensaríamos que nos incita a convertirnos en indiferentes y desobligados. Sin em-bargo, sólo pretende mostrarnos que, ante este mundo de apa-riencias, lo mejor es dejar que las cosas fl uyan sin identifi carnos con ellas.

Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios.

Corintios II 10: 3,4

Aunque estemos manifestados en un cuerpo de carne, nuestra conducción no debe girar alrededor de ella.

No amen al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Primera Epístola de San Juan Apóstol 2: 15,17

En un lenguaje contextualizado a nuestro momento histórico, la expresión “no amen al mundo” debe traducirse como: “no se identifi quen con el mundo”. Por supuesto, tampoco con las cosas o las formas que están en este mundo.

Nos atormentamos:no es aquí nuestra casa de hombres…allá donde están los sin cuerpo,allá en su casa…¡Sólo un breve tiempo

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y se ha de poner tierra de por medio de aquí a allá!Vivimos en tierra prestadaaquí nosotros los hombres.

Nezahualcóyotl, Nos Atormentamos…

En este poema, Nezahualcóyotl nos dice que ésta no es nuestra casa, y “tampoco la morada del más allá” (el plano astral).

Deja que tus manos o tu cabeza estén trabajando, pero tu corazón debe no obstante reposar en Dios. Dios es Espíritu; hazlo todo en el Espíritu, pues has de recordar que tú tam-bién eres Espíritu, creado por tanto a imagen de Dios.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

Con la cabeza estamos en este mundo, con el corazón estamos en el Ser universal. Cuando ambos —cabeza y corazón— están uni-dos, es posible vivir en este mundo con la conciencia de no perte-necer a él.

Deseas que te diga cómo abandonar tu propia voluntad. Te puedo asegurar que sólo hay un modo de hacerlo: debes con-siderar seriamente que éste no es tu verdadero país nativo; dado que el reino de Cristo no es de este mundo, debes en consecuencia hallarte en continua ascensión si es que deseas seguir a Cristo, aunque tu cuerpo deba habitar entre las criaturas.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

Con tan sólo comprender que este mundo no es nuestra patria original, la voluntad propia y el ego no tienen cabida.

Aprende a evitar todas las causas. A la ondulación del efec-to, lo mismo que a la gran oleada del aguaje, la dejarás seguir su curso.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

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Hay que aprender a permitir que fl uyan las ondulaciones de este mundo cambiante —liberarse del operar de la ley—, sólo dejar que todo pase, sin involucrarse.

Debe no sólo aprender a vivir en dos mundos diferentes, sino también a vivir en cada uno de ellos de manera completa-mente diferente.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo.

A través del Ser interior y la personalidad vivimos en dos mundos diferentes; con la personalidad habitamos en un mundo que no corresponde al plano original.

Cuando algo tiene que ser soportado, aparece inmediata-mente el poder de soportarlo fi rmemente. Cuando algo pe-noso aparece nos es posible adoptar una actitud tal, hacia esas experiencias, que más bien nos colocan en situación de espectadores de nuestras propias experiencias.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo.

Si logramos asumir la actitud de espectadores de nuestras pro-pias experiencias, recibiremos la Luz necesaria para soportar lo insoportable, para transitar con ecuanimidad; para vivir en el mundo sin ser del mundo.

Para cambiar la sociedad es necesario primero alejarnos de ella. Debemos dejar de ser lo que la sociedad es: codiciosa, ambiciosa, envidiosa, buscadora del poder, etc.

Krishnamurti, Comentarios sobre vida (tercera serie)

Para no ser ya de aquí, debemos aprender a vivir en el mundo sin ser lo que la sociedad es. Esto es lo único que nos faculta para transformar la conciencia de la sociedad.

Debe existir una nueva sociedad, una nueva comunidad de personas que, aunque vivan en el mundo, no sean del mun-do.

Conversaciones por krishnamurti en U.S.A.1996

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Si la humanidad llega a dar un brinco verdaderamente evoluti-vo, tendrá que ser en este sentido.

Una mente codiciosa es una mente confl ictiva; llevar una vida decorosa en un mundo organizado sobre la agresión y expansión económica, sólo es posible para quienes están descubriendo sus riquezas interiores.

Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

Cuando el deseo apunta a los intereses mundanos, el confl icto es inevitable; sólo con la conciencia de sí mismo es posible sus-traerse de los vaivenes de la existencia.

¿No podemos vivir sin codicia entre la codicia, satisfechos con poco? ¿No podemos vivir con salud entre lo malsano? El mundo no está apartado de nosotros, somos el mundo; he-mos hecho de él lo que es. Ha adquirido su sentido mundano a causa nuestra y para dejarlo debemos eliminar de nosotros ese sentido mundano. Sólo entonces podremos vivir con el mundo y no ser parte de él.

Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

Para ir más allá de las cualidades duales de la humanidad es pre-ciso trascender el sentido mundano; sólo así —como lo deja inscri-to Krishnamurti— es posible vivir en el mundo sin ser del mundo.

45 Camino individual

El universo, el planeta, la humanidad, uno mismo; todo evolu-ciona por el simple hecho de haber tenido un comienzo y esto sucede con el fl uir del tiempo. Sin embargo, pocas veces se consi-dera que el curso de la evolución nunca se dirige sobre una línea vertical, ya que en el universo todo se mueve, pero nunca en línea recta; el movimiento rectilíneo no existe —cualquier planteamien-

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to en este sentido se establece como una simple hipótesis—. Todo en el universo se mueve siempre en círculo, más concretamen-te, sobre trazos elípticos. Es así como se comporta todo —en sin-tonía con la ley de recurrencia—, y sobre esa base, todo regresa a su punto de partida. Los procesos evolutivos no son la excepción, y tras el movimiento giratorio que activa la evolución se espera siempre otro proceso inverso: la “involución”, que no es otra cosa que la evolución misma porque forma parte de ella, es el otro lado de la curva que jamás nos permitimos observar porque no es fácil aceptar que todo lo que nace tiene que morir y mucho menos admitir que lo que la naturaleza y el hombre construyen durante miles de años termine en un desvanecimiento espontáneo.

Ante esta refl exión, queda claro que la posibilidad de liberarse de la ilusión en este mundo es absurdo dejarla a la espera de un proceso de “evolución especial”, ni en el universo, ni en la natu-raleza de este planeta. Tampoco debe imaginarse que la Libertad pueda conquistarse sumándose a un supuesto proceso evolutivo de una colectividad humana conducida por una religión o secta, y menos aún debe esperarse que la personalidad evolucione hasta alcanzar la perfección del Ser original. La esperanza puesta en cualquiera de estos casos inhibe el sentido de responsabilidad in-dividual, que es fundamental porque el proceso que conduce ha-cia la Libertad de la Conciencia sólo puede recorrerse a través de un camino individual.

El hombre, considerado en su individualidad, adquiere un signi-fi cado muy distinto del hombre tomado colectivamente: la Liber-tad de la Conciencia es posible para el hombre, pero no para la humanidad. Individualmente, un hombre puede acercarse a las infl uencias liberadoras de la Fuente original inducidas por el Sol (véase tema 16, subtema El Sol como portador de la Fuente original, del Tomo I); mientras que la humanidad, como una masa, se entrega mecánica e inconscientemente a las infl uencias de la Tierra y de la Luna.

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Los cambios evolutivos —ascendentes y descendentes— arras-tran al hombre tanto en lo individual como en lo colectivo, pero sólo en lo individual es posible sustraerse para alejarse de la infl uencia de los procesos dialécticos.

Identifi cado con las masas, es inevitable que el pensamiento del hombre se sintonice con las infl uencias del pensamiento colectivo y con la ineludible pérdida de libertad; del lado opuesto, la Sabi-duría universal ofrece las bases necesarias para que el hombre rompa con la identifi cación y piense por sí mismo.

En primera instancia, debemos preguntarnos si realmente nos interesa la Libertad y hasta dónde estamos dispuestos a llegar para ser libres. En esta sintonía es favorable compartir nuestros primeros cuestionamientos con un grupo, pues el resultado podrá ser maravilloso. Al inicio del proceso, el apoyo de un conjunto de buscadores afi nes con el pensamiento universal es muy impor-tante, porque en el aislamiento —que es muy distinto de la indi-vidualidad— se olvidan fácilmente los principios de la sabiduría universal y la identifi cación con las formas gana terreno con toda facilidad. Defi nitivamente, el trabajo en grupo es invaluable, “ne-cesario, pero no sufi ciente”; podría volverse hasta nocivo si se generan dependencias hacia él. La esencialidad se descubre por uno mismo en libertad de infl uencias externas.

Lo que puede resultar más engañoso es la presencia de una au-toridad religiosa, un gurú o un maestro espiritual. El hombre por naturaleza, y como consecuencia de sus sensaciones de inseguri-dad, desea el apoyo de un maestro; sin embargo, un “verdadero maestro” sólo se limitará a señalar los múltiples objetos de iden-tifi cación —incluida la personalidad— para que el discípulo, por sí mismo, logre desvincularse de ellos. La verdadera ayuda se establece siempre de manera impersonal.

Cabe mencionar que cada uno de nosotros es en sí mismo “el discípulo y el maestro”, ya que internamente están presentes los dos principios: la enseñanza y el aprendizaje, el experimento y la ciencia; porque no existe distancia alguna entre el buscador y

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lo buscado. Por último, es preciso atender un detalle más, que es fundamental: “Seguirse a sí mismo no signifi ca seguir los pensa-mientos propios de la mente, sino buscar la Verdad esencial en el Ser interior original”.

Revisemos algunas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas ori-ginales, apreciemos las de mayor trascendencia histórica y gene-remos una visión universal, para así profundizar con más detalle sobre el camino individual.

Peligroso es ir trazando a los demás el camino que deben seguir.

Lao tse, Tao Te King.

Cuando alguien traza el camino a otro, en lugar de guiarlo úni-camente lo introduce en sus propias desviaciones.

El maestro guía a los discípulos, pero no los arrastra; los exhorta a avanzar, pero no los ahoga; les señala el camino, pero no los lleva a la meta. De esta manera los discípulos pueden llegar a pensar por sí mismos.

Confucio

El verdadero maestro nunca limita la libertad del discípulo, así le permite ampliar sus horizontes y conservar su sentido de res-ponsabilidad consigo mismo.

El sabio lo espera todo de sí mismo; el hombre vulgar lo es-pera todo del favor de los otros.

Confucio

Las masas mantienen siempre vivas sus dependencias, esperan de la autoridad una actitud paternalista; el sabio sabe que el paso defi nitivo hacia la Libertad depende de sí mismo. Ni siquiera es-pera dádivas de Dios.

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Un camino se hace por la gente que lo recorre.Chuang-Tzu

El sendero hacia la liberación sólo se hace por el andar de uno mismo.

La buena fortuna es liviana como una pluma, pero nadie sabe cómo sostenerla. La desgracia es pesada como la tie-rra, pero nadie sabe cómo salirse de su camino. ¡Deja de en-señar virtud a los hombres! ¡Peligroso es marcar el terreno y correr!

Chuang-Tzu

Los teólogos moralistas suelen desarrollar la sufi ciente arrogan-cia que los haga imaginarse facultados para marcar el camino a los demás. Desviar el camino de otro es tanto como ir en contra de las leyes naturales, lo que conlleva consecuencias karmáticas muy severas.

¡Oh Ananda!, sean sus propias lámparas.Descansen sobre ustedes mismos, y no sobre ningún auxilio exterior.Manténganse fi rmes en la Verdad de su lámpara. Busquen la libertad únicamente en la Verdad, y no pidan auxilio a nadie más que a ustedes mismos.Y aquellos que ahora o después de mi muerte sean una lám-para para sobre sí mismos, contando sobre sí mismos, no descansando sobre ningún auxilio exterior, sino sujetos a la Verdad por la lámpara, y buscando la salvación en la Verdad sola, sin pedir auxilio a nadie más que a sí mismos, esos serán, Ananda, entre mis bhikshus, los que alcanzarán la verdadera elevación sublime. Pero deben sentir avidez de aprenderla.

Evangelio del Buddha

El verdadero buscador debe brillar con luz propia, de lo contra-rio terminará encandilado por cualquier luz exterior.

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¡Oh bhikshus!, después de mi muerte deben respetar la ley y obedecerla. Miren la ley como su Maestro. La ley es como una lámpara que brilla en las tinieblas para enseñar el ca-mino.

Evangelio del Buddha

Cuando se acepta el comportamiento de la existencia tal como es, las leyes universales se convierten en nuestro más elevado maestro.

El hombre inteligente habla con autoridad cuando dirige su propia vida.

Platón

Sólo en el hombre que es dueño de sí mismo, la palabra adquie-re peso.

Jesús dijo: Muchos están ante la puerta, pero son los solita-rios los que entrarán en la cámara nupcial.

Evangelio de Tomás, Nag Hammadi

Los solitarios son aquellos que asumen su propia responsabilidad y concretan el proceso alquímico.

Le dice Judas: Maestro, nosotros sabemos que todo lo que Usted hace es para que nosotros también lo hagamos, pero... ¿cuándo lo podremos hacer?Cuando Yo vaya a mi Padre, el Padre vendrá a ustedes y se-rán como Yo y harán todas estas cosas y muchas más.

Evangelio de Judas

Los apóstoles reconocían sus dependencias hacia su maestro; pero Jesús los impulsó a ser conscientes de su propia responsabi-lidad.

Es necesario que ustedes se conviertan en su propio Sol, en su propia Luz, y así alumbrándose y alumbrando a otros, le corresponderíamos con nuestra Obra a mi Padre que me ha enviado.

Evangelio de Judas

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El Hombre libre, consciente de sí mismo y con su Luz propia, es una bendición para la humanidad.

Les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

Lucas 6: 39

Cuando alguien se erige como gurú, sólo pretende guiar a ciegos sin descubrir que él también carece de visión.

Juan dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera de-monios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. Jesús le dijo: No se lo prohíban; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.

Lucas 9: 49,50

Los auténticos amantes de la Verdad forman toda una frater-nidad mundial —con sólidos lazos de unidad, de tipo vibratorio—, pero se mantienen en su camino individual.

El hombre que ha empezado el viaje no puede refugiarse en ninguna creencia religiosa ni se puede someter a la regula-ción de ningún dogma. Pero no debe holgazanear.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

Es necesaria cierta estatura para mantener vivo un camino indi-vidual; son muchos los que se pierden y caen en la holgazanería.

Pongo a la naturaleza por testigo: el que quiera explorarla, no tiene más remedio que rastrear sus libros con sus propios pies. La Escritura se recorre letra por letra; la naturaleza, país por país.

Paracelso, Las Siete Apologías

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Para andar el camino, hay que hacerlo con los propios pies.

Toma contigo lo que el mundo desprecia. Lo que el mundo hace no lo hagas tú. Así es como más te acercarás a lo que estás buscando. No quiero decir que hagas lo contrario del mundo en todo. Pero es que el mundo, como mundo, sólo ama el engaño y la vani-dad, y camina por vías falsas. La vía correcta, el sendero de la Luz, es contraria a todas las vías del mundo.Es cierto que el mundo te censurará como loco por caminar en sentido contrario a él, y no te has de sorprender si los hijos del mundo se ríen de ti, llamándote necio o loco. Pues el camino que conduce al amor de Dios es locura para el mundo, pero sabiduría para los hijos de Dios.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

El camino del hombre natural es contradictorio al del Hombre libre; los hombres comunes juzgan de loco al Hombre consciente.

No puedes recorrer el sendero antes que tú te hayas conver-tido en el sendero mismo.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

Andar por el camino, fundirse en el sendero, es tarea que com-pete al buscador libre; en plena soledad.

Un hombre feliz no sigue. Es el hombre desdichado y con-fundido el que persigue ansiosamente a otro, esperando re-fugiarse en él; y encontrará su refugio, pero ese refugio será oscuridad, su perdición. Sólo el hombre que trata de investigar quién es él mismo conocerá la libertad y, por lo tanto, la felicidad.La felicidad es un estado del Ser en el que no existe depen-dencia; pues donde hay dependencia hay miedo y un hombre que tiene miedo nunca puede ser feliz, por mucho que en-mascare su miedo.

Conversaciones de Krishnamurti 1949-1950 (informe textual) India

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En plena inconciencia, un hombre sigue a otro hombre; y ante tal circunstancia, ambos se mantienen inconscientes, ambos se pierden. La Libertad y la plenitud se asoman cuando no hay de-pendencia, llegan a quien asume su responsabilidad consigo mis-mo.

Sólo el individuo puede producir la transformación. Las ac-ciones más grandes las llevan a cabo los individuos. La masa puede ser infl uida, usada; pero las revoluciones radicales en la vida sólo se generan con los individuos.

Conversaciones de Krishnamurti 1949-1950 (informe textual) India

El individuo debe dirigirse al encuentro con la Conciencia y la Libertad; esa responsabilidad no sólo es hacia sí mismo, sino tam-bién hacia toda la humanidad.

La libertad interior consiste en pensar con independencia sobre las limitaciones y los prejuicios autoritarios y sociales y el hábito embrutecedor del ambiente. Esta libertad in-terior es un raro privilegio de la naturaleza y un propósito digno para el individuo.

Albert Einstein, Mis creencias

Son muy pocos los hombres que asumen esa responsabilidad in-dividual.

Las escuelas y los sistemas de enseñanza obstaculizan a ve-ces la libertad interior con infl uencias autoritarias. Pueden, por otra parte, favorecer esta libertad si fomentan el pen-samiento independiente.

Albert Einstein, Mis creencias

Actualmente, los sistemas educativos del mundo siguen diseña-dos para que el hombre se abstenga de buscar la Libertad.

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46 Autoridad religiosa

El tema anterior deja el precedente sobre lo engañosa que pue-de resultar la presencia de un gurú o cualquier tipo de autoridad religiosa, que normalmente aparece como respuesta a una nece-sidad creada por el hombre ante sus sensaciones de inseguridad.

En primera instancia, observemos lo importante que resulta comprender la naturaleza de la autoridad religiosa: inicialmente ofrece un bagaje de información que parece muy interesante y pude mover muchas emociones; sin embargo, termina impidiendo que fl uya la enseñanza esencial, que va más allá de los concep-tos, las sensaciones y las emociones místicas.

Quien espera que alguien le diga lo que debe hacer, o el cami-no a seguir, terminará comportándose como un niño inmaduro e irresponsable que no es capaz de hacer algo sin la conducción de otra persona; bajo esas condiciones es posible ser instruido, pero el aprendizaje nunca llega. Porque en la adopción de un líder es-piritual o un gurú se mantiene la “espera” de que otra persona resuelva los problemas que son propios. Depositar la fe en una autoridad religiosa de nada sirve.

En la antigüedad los reyes eran verdaderos sacerdotes, y todos los sacerdotes eran grandes magos, capaces de poner su mirada interior en los grandes misterios universales —esa etapa terminó con Salomón—. En la actualidad, ni teólogos ni sacerdotes son capaces de observar su interior, ya no pueden penetrar en el “Santo de los Santos”. Es por eso que los “ministros de culto” actuales están orientados hacia afuera, trazan un camino externo hacia Dios y, aún sin pretenderlo, buscan conquistar la conciencia del mundo con su “bondad”; su quehacer adquiere sintonía con el proceder de un político.

La autoridad religiosa se manifi esta a través de diversas “for-mas” y no sólo como una personalidad humana: la podemos ver

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en los libros, en los ideales, en las corrientes fi losófi cas, en las sectas, en las iglesias y hasta en la experiencia acumulada en la mente que se aferra a sus ideas propias. Si particularizamos en el “sentido de autoridad” que adquieren los libros, veremos también cómo ha sido manipulada la humanidad a través de las múltiples tergiversaciones aplicadas a los libros universales, que de manera inevitable pasaron por las manos de escribanos y traductores que a su vez fueron controlados por una “clase poderosa” de autori-dades religiosas a quienes se les confi aron los escritos y que en muchas ocasiones atendieron sólo los intereses políticos de su mo-mento histórico.

Si se comprende que la Verdad esencial radica en el corazón, ¿por qué ha de haber autoridades religiosas? Es absurdo que unos sigan a otros, porque, mirando desde la Conciencia, no hay ins-tructores ni instruidos, maestros ni discípulos, todo es la “Unidad centrada en la enseñanza”. Quien viva en su corazón la revela-ción de la Verdad liberadora de los misterios universales, verá cuán absurdas son las emociones místicas desplegadas en la subordinación hacia cualquier tipo de autoridad religiosa.

Ampliemos este delicado tema con la revisión de algunas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas universales, aquellas de mayor trascendencia histórica, y generemos con ellas una visión univer-sal.

Hay hombres que, aun careciendo de visión espiritual, ha-blan ostentosamente con versatilidad y usando muchas pa-labras; siguen los Vedas al pie de la letra y afi rman que eso es todo lo que hay que saber.Sus almas están embadurnadas con deseos mundanos y sólo buscan la satisfacción de deseos materiales. La recompensa para éstos es nacer una y otra vez.

Bhagavad Gita, II- 42 y 43

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Con un manejo fi no del centro intelectual, es posible hacer plan-teamientos profundamente seductores manipulando las formas escritas de los libros universales; así se genera una nube adorme-cedora que envuelve a las multitudes. La esencialidad escondida detrás de los textos universales sólo llega al corazón de hombres esclarecidos.

El gran Tao viste y nutre a los seres, y no se adueña de ellos.

Lao tse. Tao Te King

El Conocimiento escondido en la Fuente original, en la Luz gnós-tica del Tao, está a disposición de todos los corazones abiertos; de manera incondicional.

El sabio lo espera todo de sí mismo; el hombre vulgar lo es-pera todo del favor de los otros.

Confucio

Ir tras la cosecha de lo que ha sido sembrado por uno mismo, es actuar con Sabiduría.

Si no comprendes los espíritus de los hombres, aunque tu fama sea ancha y no te batas con el prójimo, si no compren-des las mentes de los hombres, y en cambio apareces ante un tirano y lo fuerzas a escuchar sermones acerca de la be-nevolencia y la equidad, las medidas y las normas: estarás simplemente utilizando los defectos de los hombres para exhibir tu propia excelencia.

Chuang-Tzu

Los líderes religiosos son expertos en utilizar las leyes morales para señalar los defectos humanos; de ese modo manipulan a la multitud y exhiben sus propias bondades “relativas”.

Díganme: Alguno de los brahmanes versados en los vedas, ¿ha visto a Brahma faz a faz?No, señor, respondieron.

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Algún maestro de los brahmanes, ¿ha visto a Brahma faz a faz?No, Señor.Alguno de los autores de los Vedas, ¿ha visto a Brahma faz a faz?No. Es imposible que los brahmanes versados en los Vedas sean capaces de mostrar el camino que conduce a un estado de Unión con lo que no conocen, ni han visto. Eso es como una cuerda de ciegos. Ni el primero, ni el del medio, ni el último ven. Es ridículo, pura charlatanería.

Evangelio del Buddha

Los rectores de almas conducen a los hombres por caminos que ellos mismos no han recorrido. Estos cuestionamientos que Buddha hace a los brahmanes son los mismos que Jesús hace a los fariseos.

Un verdadero discípulo del Tathagata no debe poner su con-fi anza en autoridades o en los ritos, sino que trascendiendo lo ideal del “yo”, descansará confi ado sobre el Amitabha, que es la infi nita Luz verdadera.

Evangelio del Buddha

El legítimo buscador se orienta siempre a la Luz gnóstica de la Fuente original, no se detiene en los ritos ni en la autoridad.

Jesús dijo: ¡Ay, de ellos, los fariseos, pues se parecen a un perro echado en un pesebre de bueyes! ni come, ni deja co-mer a los bueyes.

Evangelio de Tomás, Nag Hammadi

A los fariseos —autoridades religiosas de la tradición hebrea— Jesús de Nazaret los señaló como manipuladores y usurpadores.

Jesús les dijo: Hipócritas, bien profetizó de ustedes Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas manda-mientos de hombres.

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Les decía también: Bien invalidan el mandamiento de Dios para guardar su tradición.

Marcos 7: 5-7,9

Los líderes religiosos utilizan las leyes morales del hombre, por encima de las leyes universales.

En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. […] dicen, y no hacen. Atan cargas pesadas sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. […]Aman los primeros asientos y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.

Mateo 23: 2-7

El proceder de los líderes religiosos hebreos fue meramente po-lítico; y el comportamiento de las autoridades religiosas actuales no difi ere mucho.

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! porque son semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la Verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.

Mateo 23:27

Jesús describe la falsa personalidad de los escribas y fariseos como “sepulcros blanqueados”: se muestran ante el mundo osten-tando sus virtudes “relativas” sin advertir que su conciencia está corrompida.

Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacer-dotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.

Lucas 9: 22, 23

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Los verdaderos maestros, los verdaderos sabios, siempre han sido rechazados y proscritos por la autoridad religiosa; normal-mente por el temor de que un legítimo sabio los sustituya en el poder que ostentan.

Nos enloquece el Dador de la vida,nos embriaga aquí.Nadie puede estar acaso a su lado,tener éxito, reinar en la Tierra.

Nezahualcóyotl, Nos enloquece el Dador de la Vida

Los líderes religiosos suelen estar movidos por la ambición; se dicen ubicados al lado del “Dador de la vida” para afi anzar su rei-nado (liderazgo) en la Tierra.

Huye del vestíbulo de la instrucción. Este vestíbulo, tan peligroso en su pérfi da belleza, es necesario sólo para tu prueba.

H.P. Blavatsky, Libro de los preceptos de oro.

Para quien busca legítimamente la Verdad, la difusión de la Sa-biduría universal representa sólo una etapa.

La autoridad destruye, pervierte, corrompe; y el hombre que sigue a la autoridad se destruye a sí mismo y destruye también aquello a lo que le ha conferido la categoría de autoridad. El seguidor destruye al maestro, al igual que el maestro destruye al seguidor. Tú mismo tienes que ser el maestro y el discípulo.

Conversaciones de Krishnamurti, Benares, India 1949 (Informe textual)

Entre el seguidor y el maestro hay una separación, una división que conduce a procesos destructivos. Cuando ambos, maestro y discípulo, están presentes en uno mismo, es posible experimentar la Unidad del Ser.

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Buscamos la inspiración fuera de nosotros. Así pues, el maes-tro, el santo, el salvador, se convierten en una necesidad, una necesidad que nos esclaviza. Lo real, únicamente se puede experimentar en la libertad.

Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

La búsqueda de un gurú es tan sólo una más de las tantas ne-cesidades externas que el hombre se ha inventado. Todo tipo de necesidad, natural o agregada, engendra esclavitud.

Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado.

Albert Einstein

Que alguien sea divinizado, va en detrimento de él mismo y de todos sus seguidores.

Para ser primer miembro perfecto de un rebaño de ovejas, se debe ser, sobre todo, una oveja.

Albert Einstein, Mis creencias

Todos hemos asumido ese rol alguna vez, y de nosotros mismos depende que seamos capaces de sustraernos de esa inercia, de ese error tan adormecedor.

47 Apegos

Si el propósito de este tema fuera abordar moralmente los “ape-gos”, inevitablemente se tendrían que ubicar en el centro medu-lar de todos los pecados; pero con esta visión nos sumergiríamos en una laguna de complicaciones de la que difícilmente podríamos salir: inmediatamente surgirían simpatizantes y detractores, y esto a ningún lugar nos conduciría. Por lo contrario, si se parte de

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la Conciencia, invariablemente los apegos se ubicarán como parte del motor que genera estados ilusorios, porque son el somnífero más adormecedor de la humanidad; debido a que están siempre dirigidos hacia lo más superfi cial e inútil, lo prescindible —aunque algunas veces parezca fundamental—.

Todo el sufrimiento que agobia a la humanidad se debe a que el hombre natural se engancha con lo que es de naturaleza ilusoria y en un grado desmedido; porque en los apegos no hay límite: no sólo se dirigen a los objetos materiales, el cuerpo, los sentidos y los placeres; también se orientan hacia el honor y el reconoci-miento social; y de manera más sutil —pero no menos nociva— ha-cia el conocimiento, la sabiduría, la iluminación e incluso hacia los conceptos mentales de Dios. Es por eso que los medios que tienen la pretensión de acercar a lo divino, como la oración, los ritua-les, la meditación, entre otros, producen profundos apegos.

Por causa de los apegos, el cuerpo astral es el primero en verse dañado, con las consecuencias naturales que esto acarrea —pérdi-da de energías y desgaste prematuro—; porque en el cuerpo astral fl uyen los deseos, que tras una activación irracional suelen ser nocivos también para los otros cuerpos.

El humano es la única entidad biológica que almacena apegos, en ninguna especie se observa este fenómeno: si el árbol se ape-gara a sus hojas secas nunca nacerían hojas verdes y se marchi-taría; si el crustáceo se apegara a su caparazón no lo mudaría y, prisionero en él, moriría estrangulado. Ellos no van contra natura.

¿Existe alguna solución? Claro que sí, la clave está en la “neu-tralidad”: se trata de no desear ni rechazar objeto alguno de la naturaleza física, que es relativa e ilusoria. Sin embargo, hay algo que previamente se puede conseguir y con más facilidad: la acep-tación incondicional hacia todo lo que acontece.

Cuando se acepta, se comprende y se respeta el carácter cambiante e inestable de las formas en la existencia dialéctica, entonces desaparece la frustración. En esas condiciones el apego

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se aprecia como algo estúpido y absurdo, porque con un simple pedazo de conciencia existencial ya no es posible otorgarle un va-lor excesivo a lo que por naturaleza es superfi cial. El autoengaño no tiene cabida.

Existe una circunstancia muy peculiar que es preciso aprove-char, porque en ella resulta más fácil la neutralidad y el desapego: un viaje. Cuando se circula por un sitio donde todo se ve como “nuevo y desconocido” se minimizan las preferencias, producto del desarraigo hacia ese lugar que deriva del estatus de “extran-jero”. Y cuando alguien se convierte en un extranjero en este mundo y aspira legítimamente a la Patria original, experimenta el desarraigo que conlleva al desapego y comienza a degustar las primeras mieles de la Libertad.

Para dar sustento a lo ya expuesto, y con la intensión de pro-fundizar más sobre los apegos, pongamos a nuestra disposición algunas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas que más han tras-cendido en la historia, para generar así una visión universal.

Tanto el camino de la renuncia, como el camino de la acción desinteresada, nos llevan al estado de la dicha suprema. Sin embargo, de los dos, es mejor el camino de la acción con desapego que el de la mera renuncia.

Bhagavad Gita, V- 2

La acción desinteresada, con desapego, sólo es posible en la “neutralidad”; esto la convierte en una clave fundamental.

Aquéllos que hacen vida de renuncia logran la misma victo-ria que los que actúan con desapego. Entiende, pues, que el sabio es aquél que no hace diferencias entre la renuncia a la acción y la acción con desapego. Ambas coexisten, pues tienen la misma esencia.

Bhagavad Gita, V- 5

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Ante la marejada de condicionamientos que nos mantienen en-redados en esta sociedad competitiva, la renuncia es prácticamen-te imposible; la acción con desapego está más a nuestro alcance.

Hermes: No es posible, hijo mío, apegarse, a la vez, a las cosas mortales y divinas; lo que es mortal es de un tipo, y lo que es divino, del otro tipo; y aquel que quiere hacer su elección es dejado libre de elegir lo uno o lo otro. No es posible tomar ambos; y cuando uno pierde fuerza, entonces el operar del otro deviene manifi esto.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

El hombre actual vive completamente apegado a las cosas mor-tales, no podría ser al revés; porque la parte divina es intangible, no es posible reconocerla con los sentidos ni con la mente. Lo úni-co que está dentro de nuestras posibilidades es reconocer todo lo temporal como perecedero y desapegarnos de ello.

“Más fácil le resultó a Moisés sacar al pueblo de Israel de Egipto, que sacar a Egipto de ellos”.

Ajad Haam

El apego colectivo es más irracional e irreversible que el apego personal.

Es fácil ser rico y no altivo; es difícil ser pobre y no quejoso.

Confucio

En circunstancias de necesidad extrema, el apego se hace más denso.

El vulgo toma como necesario aun lo no necesario, por eso tiene tantas guerras.

Chuang Tzu

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La mayoría de las necesidades que el hombre arrastra han sido creadas por él mismo y las ha convertido en primordiales.

El apego no tiene límites; estar apegado, aunque sea a la idea de la iluminación, es desviarse. Deja que las cosas sean a su manera.

Sosán, Hsin Hsin Ming

Cualquier apego, por muy denso que parezca, se trasciende con la simple aceptación.

En verdad te digo, sigue en tu condición de vida y aplícate activamente a tus negocios. No son ni la vida, ni la riqueza, ni el poder lo que hacen al hombre esclavo, sino su apego a la vida, a la riqueza y al poder.

Evangelio del Buddha

Tener capacidad para generar riquezas es una bendición, el pro-blema aparece en el momento de generar apegos hacia ellas.

Jesús dijo: ¡Ay de la carne que depende del alma! ¡Ay del alma que depende de la carne!

Evangelio de Tomás, Nag Hammadi

En apego a la manifestación externa, el alma cae; sólo en orien-tación al Ser se puede experimentar la Libertad.

Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afl igido por esta palabra, se fue triste, porque te-nía muchas posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tie-nen riquezas!

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Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!

Marcos 10: 21-24

Jesús hace un ajuste a su primer pronunciamiento y aclara que el problema no recae en los que poseen, sino en los que confían (se apegan) en las riquezas.

La invitación a vender todo y regalarlo a los pobres no tiene como fondo el humanitarismo, sino “soltar y dejar” para experi-mentar el desapego.

Si un gnóstico (ârif) lo es realmente, no puede permanecer atado a ninguna forma de creencia.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

El apego a las creencias es de lo más adormecedor, produce cristalizaciones que se trasmiten como herencia de generación en generación.

El que permanezca aprisionado en una dimensión defi nida estará completamente triste cuando deje la tierra.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

La identifi cación con el mundo de las formas provoca los prime-ros y los últimos apegos.

Si se apega a lo Absoluto, y se mantiene en ello, nunca se liberará de la posibilidad de engaño.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

El más absurdo y sutil de los apegos va en dirección a Dios. En esto coincide Ibn Arabi con Sosán.

Después de que el cuerpo muere o se desprende, el alma, habiendo jugado caprichosamente con su cuerpo, retiene las mismas inclinaciones y afecciones que tuvo antes, por lo que

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no teniendo oportunidad ni capacidad de satisfacerlas, se da cuenta de que no puede; y entonces el Infi erno, que hasta ese momento ha permanecido oculto, se abre en esa alma en la otra vida.

Jacob Boehme, Tratados sobre el cielo y el infi erno

Los deseos se mantienen vivos tras el paso por el umbral. Uno de los más grandes sufrimientos que el alma desencarnada puede experimentar es la incapacidad para satisfacer sus deseos, ante la ausencia de un cuerpo físico.

Quien diga: yo quiero quedarme con lo que nos ha dado Moi-sés y los profetas, no comprende los signos de la época; no se da cuenta de la transición por la que pasa la humanidad.

Rudolf Steiner, S/Ev. Lucas.

El “apego colectivo” más común surge en vinculación con los es-quemas religiosos tradicionales; suele nublar la percepción de los cambios en el mundo y la sociedad. Así se han producido innume-rables cristalizaciones a lo largo de la historia. Quien trasciende esos apegos se convierte en un hombre visionario.

En el viaje de la vida y de la muerte debemos caminar solos. La mente debe estar limpia de todo aquello que ha acumu-lado a causa de su instinto de seguridad; sus dioses y sus virtudes deben volver a la sociedad que los ha creado. Debe ser una soledad completa, pura.

Krishnamurti, Comentarios sobre vida (tercera serie)

Los apegos a los conceptos morales y a la idea de Dios represen-tan un simple bagaje para la mente; si se aspira realmente a la Libertad, deben dejarse atrás.

La codicia de la realidad es lo mismo que la codicia de las posesiones.

Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

Tan adormecedor es el apego a los bienes materiales como el apego a algún concepto mental de Dios.

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48 Libros universales, sólo señalan la verdad

Nuestro estado de conciencia existencial actual es tan limitado que apenas nos permite descubrir que habitamos en un mundo cuya naturaleza nos es desconocida en casi la totalidad de sus aspectos. Debido a esta limitada conciencia, ni siquiera nos es posible conservar el recuerdo del momento en que biológicamente llegamos a la existencia actual. Ante tal inconsciencia, nos queda aún más lejana la posibilidad de responder a las preguntas más fundamentales: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy? Pero lo más lamentable es que ni siquiera tengamos la sufi ciente sensibilidad para percibir el nivel de gravedad que hay en la in-consciencia de sí mismo.

A lo largo de la historia el hombre ha conservado, en un cierto grado —generalmente muy incipiente—, un pre-recuerdo en re-lación con su Origen esencial y los motivos que lo acercaron a este mundo y que posteriormente lo retuvieron. Este suspiro de recuerdo, casi nulo, se ha convertido en el punto de partida que lo impulsa a emprender una larga serie de indagaciones —que en muchos casos han sido especulativas— acerca de esa “verdad per-dida”; que debió conservarse siempre y que por motivos inciertos fue olvidada.

Como testimonio del trabajo que históricamente han realizado grandes Hombres de Conciencia libre, a lo largo de un sinnúmero de generaciones, se conserva una vasta serie de escritos compi-lados en lo que conocemos como “libros universales”. Todos ellos coinciden en una idea común: que el hombre aún mantiene la posibilidad de alcanzar algo trascendental en relación con la Conciencia sobre su Origen, algo que permita comprender la existencia para colocarse por encima de ella, algo de valor incal-culable que permita recuperar la Conciencia de sí mismo.

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Cada uno de estos extraordinarios libros constituye una mani-festación tangible vinculada con el fondo intangible de la Verdad absoluta. Por esta razón, fueron escritos con el previo reconoci-miento de que la Verdad fundamental no puede plasmarse de manera directa a través del lenguaje —ni oral ni escrito—, pero sí de forma indirecta a través de la fi losofía y el arte —en el caso de los libros universales, que constituyen una maravillosa obra artística, el recurso empleado es el arte literario—.

Desde su origen, estos libros poseen contenidos profundos y le-gítimos que los convierten en un maravilloso referente para el verdadero buscador, porque —aunque no ofrecen una metodología precisa que garantice la llegada a la meta— “apuntan hacia la Verdad”. El gran error histórico ha sido considerar que son en sí mismos la Verdad absoluta de Dios; que es tanto como creer que la presencia inmanifi esta del Ser pueda reducirse a una simple “for-ma”, por muy exquisita que pudiera parecernos su presentación.

Aunque los libros universales son tan sólo el vestido de la Verdad —su parte externa—, pueden convertirse en un punto de aproximación hacia ella; no son la Gnosis, pero dan testimonio de ella.

En el caso particular de los evangelios, vemos que son relatos históricos colmados de profundos simbolismos, aunque a veces un tanto humanizados; el problema comenzó cuando la iglesia de-cretó que, desde sus formas, la Biblia es en sí misma la Verdad de Dios.

Si se escribiera con una bella narración toda la enseñanza sobre el proceso de liberación de la Conciencia, ese proceso de Libertad aún no habría empezado. Por eso es preferible vivir sin conceptos imaginarios; abandonar teorías, doctrinas y escrituras; vivir en silencio, sin elegir y con toda la disposición de observar sin

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esperar la satisfacción de los deseos. Porque cuando cesa lo co-nocido, lo desconocido se revela; y cuanto más lejos se llegue, menor equipaje debe llevarse.

Revisemos lo que las fuentes fi losófi cas originales nos ofrecen sobre sí mismas en relación con este tema. Busquemos la com-prensión de las citas textuales de mayor exquisitez y por ende, de mayor trascendencia histórica; con ellas demos sustento a lo ya expuesto.

¿Cuál es la senda?La senda es el camino que han trazado los grandes hombres. Cuando uno lo busca, no lo encontrará en el estudio de las escrituras ni de los argumentos, que son siempre contradic-torios y confl ictivos.

Mahabharata

Los libros universales sólo señalan el camino; la senda es el ca-mino que se hace al andar.

Una vez que hayas cruzado el profundo océano de Maya, estarás aún más allá de lo que hay escrito en cualquier es-critura; ya sea de tiempos pasados o los que han de venir.

Bhagavad Gita, II- 52

El encuentro con la Conciencia está más allá de cualquier texto universal.

Hay una recompensa que se obtiene de la lectura de los Ve-das, o de la ofrenda de sacrifi cios, o de la vida austera, o de la caridad. Pero incomparablemente más alta, es la re-compensa que obtiene el yogui que, conociendo la Verdad, ve la Luz que disipa sus tinieblas: de este modo él regresa a su Hogar Eterno.

Bhagavad Gita, VIII- 27

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La lectura de los libros universales no es en vano, nos ubica en el punto de partida; el regreso al Origen es inducido por la Luz gnóstica de la Fuente original.

Ni los Vedas, ni las ofrendas de sacrifi cios, ni el estudio de las escrituras, ni las obras de caridad, ni los ritos, ni las pe-nosas austeridades, pueden revelarte la Visión Suprema de mi Espíritu supremo que en ti mora.

Bhagavad Gita, XI- 48

La revelación de la esencia del Ser no está en la simple lectura de los libros universales, ni en las formalidades que puedan deri-varse de ellos.

Lo peor de todo: cada una de las cosas, de las que se ha ha-blado, se cree en este mundo que sean el más grande bien. Este error es el que conduce el tren de todos los errores.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

Hermes defi ne como “lo peor de todo” al error de creer que la letra muerta, que da testimonio de la voz de los Maestros, sea la palabra viva de Dios.

Los cuentos relacionados con la Torah son simplemente sus vestiduras externas y desdichado el hombre que considere esa vestidura externa como la Torah misma.

El Zohar

En el Zohar quedan defi nidos los libros universales como la “ves-tidura” de la esencia de la Sabiduría universal. Cualquier confu-sión, en este sentido, hace desdichado a un hombre.

En dondequiera que haya vida está escrita la ley. Pueden ha-llarla en la hierba, en el árbol, en el río, en la montaña, en los pájaros del cielo, en los peces del mar; pero búsquenla

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Libros universales, sólo señalan la verdad

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principalmente en ustedes mismos. Pues en verdad les digo que todas las cosas vivas se encuentran más cerca de Dios que la escritura que está desprovista de vida.

Evangelio de los esenios

La ley universal está escrita en la naturaleza y en nosotros mis-mos, representa la máxima aproximación a la Verdad del Ser y está más cerca de nosotros que cualquier libro —no importa de cuál tradición sea—.

Quien les comenta las escrituras les habla en una lengua muerta de hombres muertos, a través de su cuerpo enfermo y mortal. Por lo tanto a él le pueden entender todos los hombres, pues todos los hombres están enfermos y todos están en la muerte. Nadie ve la Luz de la Vida.

Evangelio de los esenios

Para mirar a través de la Luz de la Fuente de la Vida, hay que ir más allá del simple entendimiento de la personalidad y de la letra muerta.

La gente de perfección es la que, atenta a su respiración, se hace guardián del tesoro de sus corazones. El tesoro del Corazón es la biblioteca de Dios. No permitas que entren los pensamientos que no sean de Dios.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

En el corazón está inscrita la Verdad que esconde el “libro sa-grado” de cada tradición.

Hermes dice: el azoth y el fuego blanquean el latón y ex-pulsan la negrura. Y Morien dice a este respecto: blanquea el latón y rompe tus libros, no vaya a ser que se rompan tus corazones.

Nicolás Flamel, El deseo deseado

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Si se han convertido en dogmas los contenidos de los libros uni-versales, lo mejor es romperlos.

Aunque Dios Todopoderoso decretase la destrucción de to-dos los escritos, su excelencia y su esplendor podrían servir a la posteridad como nuevos fundamentos para las ciencias, y para así poder edifi car una nueva fortaleza de la Verdad.

Confessio Fraternitatis de la orden Rosacruz

La omnipresencia de la Verdad absoluta del Ser no depende de la permanencia física de los textos universales.

Cuando hacemos contemplaciones, hemos de recordar que los Evangelios no son realmente la fuente del Conocimiento. El hecho de que algo fi gure en los Evangelios, no ha de sig-nifi car que se trate de una Verdad absoluta. El investigador espiritual no se inspira en los documentos escritos, sino que se basa en lo que a su tiempo le concede la propia investi-gación.

Rudolf Steiner, S/ Ev. Lucas.

Los libros universales son tan sólo un referente de la Fuente del Conocimiento. El legítimo buscador escudriña dentro de sí mismo para encontrarse con la Verdad.

El conocimiento existe en dos formas: inerte y sin vida, reu-nido en libros; y vivo, en la Conciencia de los seres humanos. Esta segunda forma de existencia es sin duda la fundamen-tal; la otra, indispensable por cierto, ocupa un lugar infe-rior.

Albert Einstein, Mis creencias

Einstein nos ofrece una visión muy precisa: La Verdad “viva” de la Conciencia interna está por encima de la verdad “relativa” externa de los escritos universales —“sin menosprecio a la segun-da”—.

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49 Del Ser a la existencia

La Biblia nos dice, en diversos pasajes, que el Señor de la Vida va siempre al encuentro del peregrino. Con esto no debemos crear la imagen personalizada de un “dios majestuoso” con atributos “sobrehumanos” abordando a la personalidad de un humilde pe-regrino; sino comprender que hace referencia a la dirección y el sentido en que se establece el contacto directo entre el Ser uni-versal y nuestro Ser interior original.

Si el universo físico natural surgió como proyección, a partir de una gran emanación (el Big Bang) del Ser universal, evidentemen-te toda la manifestación universal gira en torno a ese punto de origen —resultaría incoherente imaginarlo de otra manera—. Apli-cando el principio de correspondencia: el hombre natural, cuya personifi cación es por proyección de su Ser interior, es quien debe “girar” y ponerse al servicio del Ser original interno.

Pero aún cuando la personalidad tenga la voluntad de ponerse al servicio del Ser, esto no basta para que tal tarea sea realizada; porque la voluntad humana es relativa, y ante su limitada capa-cidad ni siquiera le es posible comprender la naturaleza original, mucho menos orientarse hacia ella —aunque pretenda servirla—.

El único acto legítimo que abona a la orientación hacia el Ser, posible para la personalidad, es la autonegación —que va en sen-tido contrario a la voluntad humana, cuya inclinación constante es la auto-afi rmación—; porque sólo con el reconocimiento previo de lo que no somos, se abre la ventana interior que permite que el Ser universal llegue al encuentro de nuestra parte más íntima, nuestra única realidad. La autonegación es el único acto que, a través de la voluntad humana, se puede dar hacia la Libertad del Ser.

La mente es quien opera en el proceder de todos nuestros actos y es quien defi ne con qué y con quién se identifi ca; en el estado

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común natural de la humanidad la mente se mantiene identifi cada con la personalidad, que es la falsa identidad, y esto cancela todas las puertas y ventadas que pudieran abrir el acceso al Ser univer-sal. Cuando llega la madurez, que se alcanza por la comprensión de lo que no somos, surge legítimamente la autonegación. Es así como la mente se hace consciente de que lo más sabio está en el “no hacer”, que conlleva a la “no resistencia”, al “no juzgar”, al “no saber” y al “no ser”. En ese estado de plenitud en la “nada”, el Ser se revela inevitablemente, y el Señor de la Vida llega al encuentro del peregrino.

Revisemos lo que las fuentes fi losófi cas originales nos expresan y profundicemos en una visión universal sobre el Ser y la existencia. Demos sustento a lo ya expuesto por medio de las siguientes citas.

Mientras la mente no está en armonía, la comunión divina es muy difícil de alcanzar. Pero aquel hombre que ha recibido el Conocimiento y lo practica con regularidad y determina-ción, logra controlar su mente y alcanzar la Unidad.

Bhagavad Gita, VI- 33 y 36

Cuando la mente reposa en la quietud, se aproxima a la cuali-dad estática de la Unidad del Ser; así es posible abrir las primeras ventanas internas.

Mantén solamente el silencio; así descenderá sobre nosotros la misericordia de Dios.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

Cuando yace en la mente la quietud del silencio, se abre la puerta del corazón de par en par.

La oración trae a la bendición desde arriba hacia abajo: cuando el Ancestro Inescrutable desea bendecir al mundo, hace que su generosidad, su gracia, se reúnan en la profun-didad celestial.

El Zohar

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La tradición hebrea reitera el sentido que va del Ser universal al Ser interno.

La Luz se ilumina a sí misma y a la oscuridad, mas la oscuri-dad se conoce sólo a sí misma y no conoce la Luz.

Evangelio de los esenios

La Luz del Ser universal es omnipresente, está más allá de los límites del tiempo; mientras que la existencia no puede rebasar sus propios límites.

Aquello de lo que estás falto, el Padre perfecto una vez más lo llena.

Evangelio de la Verdad, Nag Hammadi

La Luz emanada del Ser universal llena instantáneamente cual-quier espacio vacío. Si aspiramos a su presencia, antes debemos vaciar el corazón de nuestra voluntad personal.

El Conocimiento del Padre se aprecia como el amanecer. Y éste es el modo como ha llegado el Conocimiento, como si se despertara. ¡Feliz será el que llegue a darse vuelta y a despertarse! El Espíritu ha corrido tras él, dándose prisa para despertarle.

Evangelio de la Verdad, Nag Hammadi

Cuando el Espíritu universal toca la puerta, y ésta se abre, se experimenta el despertar del largo sueño de la dialéctica.

Después que Yo me vaya, sobre ustedes llegará el Espíritu de Verdad que les corresponde a cada uno y ÉL les enseñará y les hará vivir todo cuanto les enseñé, y así se cumplirán las Escrituras que dicen «Que debemos permanecer alertas porque el Espíritu de Dios en cualquier momento llega, sólo necesitamos estar preparados».

Evangelio de Judas

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Es el Espíritu de Verdad quien llega a nosotros, pero sólo cuando estamos preparados.

No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a uste-des, y los he puesto para que vayan y lleven fruto.

Juan 15: 16

Fue Jesús quien eligió a sus apóstoles, en sentido inverso hubiese resultado imposible; los apóstoles jamás lo hubieran reconocido.

Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

Apocalipsis 3: 20

Como humanos, lo único que está en nuestras manos es abrir la puerta; sólo si nos vaciamos de nosotros mismos.

Me anulé a mí mismo; mi mismo Yo me encontró de nuevo.Lo serás todo cuando hagas de ti nada.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

Tras la conciencia de la nadidad, el Ser toca la puerta.

Partícula soy, visita del sol eres para mi.Enfermo estoy de pena, como medicina eres para mí.

Sin ala ni pluma detrás de ti vuelo.Limadura soy y como un imán eres para mí.

Rumi, Masnavi

En la humildad, que es la conciencia de la pequeñez de la perso-nalidad, se recibe la radiación “electromagnética” del Ser.

Con tu piedad y con tu graciapuede vivirse, oh autor de Vida, en la tierra:tú te estremeces, tú te explayas aquí.

Nezahualcóyotl, Tú, Ave Azul…

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Del Ser universal recibimos el alimento de la Fuente original, que es el único sustento que verdaderamente necesitamos.

Es difi cilísimo que el espíritu interior pueda liberarse del contagio de la materia. Admito que así es, mas, ¿acaso no merece la pena, más que todo lo que se pueda hacer algu-na vez? Pero quizá no sea tan difícil como a primera vista parezca. No tienes nada de que cuidarte, nada que desear en tu vida, nada que imaginar; sólo tienes que permitir que Dios disponga de ti como si no tuvieses una voluntad propia. Pues él sabe qué es lo mejor. Es preferible que si te enco-mendases a tu propia elección.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

Es el Ser quien dispone de nosotros, si así lo permitimos, por la renuncia a nuestra propia voluntad.

No creo que se pueda encontrar a alguien que no anhele y desee de corazón volverse partícipe del noble tesoro. Pero esto no le sucede a nadie sin que Dios mismo le entregue su sabiduría y Espíritu Santo desde lo alto.

Fama Fraternitatis de la orden Rosacruz

El acceso a la plenitud y a la Sabiduría absoluta viene del Ser.

La inspiración llega cuando estamos abiertos a ella, no cuan-do vamos tras ella.

Krishnamurti, Educación y la importancia de vida

Si pretendemos la inspiración, únicamente nos cerramos a ella.

No hay ningún camino hacia la Verdad, es ella quien debe llegar a uno. La Verdad podrá llegar a usted sólo cuando su mente y su corazón sean sencillos y claros y cuando haya amor en su corazón; pero nunca si su corazón está lleno de las cosas de la mente. Si hay amor en su corazón, usted no hablará de organizar una hermandad.

Conversaciones de Krishnamurti, Benares, India 1949 (Informe textual)

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Para abrir el corazón a la Verdad, antes debe vaciarse de las cosas de uno mismo.

La Verdad llega de manera confusa. Se presenta tan súbita-mente como un rayo de Sol, tan pura como la noche; pero para percibirla, el corazón debe estar lleno y la mente va-cía.

Conversaciones de Krishnamurti, Benares, India 1949 (Informe textual)

Cuando el corazón se vacía de la voluntad de la mente, lo inun-da la Luz gnóstica portadora de la Verdad del Ser universal.

50 Verdad relativa

Tal como lo explica el principio de relatividad, en este mundo nada es verdadero en sí mismo. La idea más acertada que hubiéra-mos escuchado, aunque pueda parecer profundamente verdadera, tendrá inevitablemente una parte de mentira; por lo contrario, la idea más absurda, aunque sea así juzgada por la mente más lúcida, siempre tendrá algo de verdad. Así es el comportamiento de todo, debido a que en la existencia los extremos nunca se ma-nifi estan. La dualidad sólo muestra sus puntos intermedios sin que jamás se toque algún polo.

Nuestra mente sólo está facultada para entender lo relativo, no es capaz de comprender algo sin establecer relaciones o compara-ciones; y si tuviera cierto vislumbre de lo absoluto creería que es locura, no lo comprendería. Porque lo absolutamente verdadero sólo está en el Ser, que es adimensional e intangible a nuestros sentidos, y por lo tanto, “incognoscible” para la mente.

Lo que ha mantenido al hombre en estado de ilusión es que asu-me lo relativo como si fuera absoluto, y lo absoluto ni siquiera lo considera —porque no lo percibe—. Y lo más grave de todo es que

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Verdad relativa

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se conduce por la vida como si sus ideas fueran verdades absolu-tas; es así como se mantiene cegado por la soberbia y el sentido de sus acciones es “verdadera locura”. Todas las acciones hu-manas movidas por una idea “supuestamente” plena, ofrecen frutos engañosos e insignifi cantes.

A partir de que el hombre se identifi ca con su mente surge la autoafi rmación, como un mecanismo instintivo de conservación que produce la ilusión de creer que “sosteniendo las ideas se pue-de perpetuar la mente”. Sin embargo, resulta que todo lo que se afi rma como “verdad” no es más que un fruto limitado y relativo de los hábitos mentales.

Una persona que no comprende lo relativo de sus propias ideas suele ser nociva en su actuar; aunque se auto-engañe hasta el grado de creerse esclarecida. Esta misma locura surge también a nivel colectivo: algunas religiones han llegado al extremo de creer que fue justifi cable torturar y quemar vivas a las personas cuyo pensamiento se apartaba del dogma religioso, por haber sido considerado como absolutamente verdadero.

Tanto en lo individual como en lo colectivo, sólo pueden surgir verdades “relativas” de la charla mecánica de la mente, y es-tos mismos resultados surgirán también de la identifi cación, de la imaginación, de las emociones, de la justifi cación y de la autoafi r-mación. Y no perdamos de vista que entre lo relativo y lo falso no existe diferencia.

Aunque nuestra mente sólo sea capaz de generar ideas relativa-mente verdaderas, existe la posibilidad de aproximarse a la pleni-tud de la Verdad absoluta a través de la sinceridad con uno mismo: en todo nuestro proceder, debe haber siempre congruencia en-tre lo que sentimos, pensamos y hacemos.

Revisemos las realidades que sobre la verdad relativa nos apor-tan algunas citas extraídas de los libros universales; veamos aque-

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Tema 25 Tomo I
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Tema 100, Tomo III
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llas de mayor trascendencia histórica y generemos con ellas una visión universal.

Todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden conciliarse.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

En la existencia dialéctica, la verdad sólo se manifi esta en algún grado relativo.

Las palabras verdaderas no son agradables, y las agradables no son verdaderas.

Lao tse. Tao Te King

En la medida en que una verdad relativa se acerca al absoluto, es rechazada por la mente porque ya no la comprende.

No sé para qué sirve un hombre que carece de sinceridad.

Confucio

El hombre falso se caza con cualquier semi-verdad que le agra-de. Un hombre sincero nunca se queda con una verdad relativa.

Los que se imaginan encontrar la verdad en el error, y ver el error en la verdad, jamás alcanzarán la Verdad, pues per-siguen vanos deseos. Y los que reconocen la Verdad en la Verdad, y el error en el error, llegarán a la Verdad.

Evangelio del Buddha

Buscar la verdad en el error, y en la falsedad lo real, es introdu-cirse en el fondo de la relatividad. Nuestra mente no está faculta-da para reconocer la Verdad como Verdad, porque no la percibe; sin embargo, goza de plenas facultades para reconocer el error en el error y es allí donde debemos empezar.

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Hay que tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la Verdad.

Platón

En el reconocimiento del carácter ilusorio de las verdades rela-tivas está el primer acto de valor.

Nunca se alcanza la Verdad total, ni nunca se está totalmen-te alejado de ella.

Aristóteles

Todas las semi-verdades que brotan de la mente navegan siem-pre por los puntos intermedios de la dualidad.

Poseemos en parte la verdad y en parte el error, mas cuando venga la plenitud de la perfección, lo parcial será aniquila-do. Conocemos parcialmente, mas cuando hayamos acudido ante el rostro de Dios, ya no conoceremos en parte, pues nosotros mismos seremos enseñados por él.

Evangelio de los esenios

La identifi cación con las verdades relativas sólo podrá ser desva-necida por la presencia de la Verdad absoluta del Ser.

Si un gnóstico (ârif) lo es realmente, no puede permanecer atado a ninguna forma de creencia.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

Cualquier atadura con alguna verdad surgida de la mente deno-ta inmadurez. Porque así aparece el dogma, que se origina cuando una verdad relativa se considera absoluta.

Solamente Él,el Dador de la Vida.Vana sabiduría tenía yo,¿acaso alguien no lo sabía?

Nezahualcóyotl, Solamente Él…

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La Sabiduría inicia con el reconocimiento de que todas nuestras ideas están sustentadas por simples verdades relativas.

La Verdad es sencilla y desnuda, mientras que la mentira, por el contrario, se viste imponente y majestuosa, y se cu-bre con un velo de sabiduría divina y humana.

Confessio Fraternitatis de la orden Rosacruz

La mentira se presenta como “majestuosa” porque siempre se origina en una verdad relativa que se maquilla y engalana para mostrarse como absoluta.

Todo lo que se considera como verdad, no por el pensar ob-jetivo, sino porque uno ha traído las viejas inclinaciones de encarnaciones anteriores, todo esto forma lo que se llama la individualidad.

Rudolf Steiner, S/ Ev. Lucas

La afi rmación de una verdad relativa engendra división, porque nace de un impulso inconsciente de la personalidad por engrande-cerse y sentirse superior a los demás.

La capacidad de manifestar todo lo que vive dentro de uno mismo y de no tener que ocultar nada, puede ser llama-do “hermoso” en los mundos superiores. Y en estos mundos este concepto de belleza coincide completamente con la sin-ceridad sin reservas, con la manifestación honrada y franca de todo lo que un ser lleva consigo. Y similarmente, puede llamarse feo al ser que no quiere mostrar externamente su propio contenido interno, y que retiene y oculta su propia experiencia de los otros seres con respecto a ciertas cuali-dades. Este ser se retrae de su ambiente espiritual. Un ser que parece feo es un ser engañoso.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo.

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La belleza manifi esta en la sinceridad sólo emerge en el hom-bre que renuncia a la afi rmación de sus propias semi-verdades. La fealdad se hace patente en los manipuladores que disfrazan a la “verdad relativa” para venderla como absoluta. En el segundo caso encontramos a políticos de todas las corrientes del mundo.

En el momento en el que tenemos un camino hacia la ver-dad, la dividimos, porque el camino es exclusivo; El hombre que está siguiendo un camino exclusivo nunca podrá conocer la Verdad, porque está viviendo en la exclusividad.

Conversaciones de Krishnamurti 1949-1950 (informe textual) India

Hemos sido formados en una sociedad que traza caminos en to-das las direcciones, y ningún camino muestra su fi nal; porque la verdad relativa carece de fondo. Siempre que elegimos un cami-no, lo hacemos exclusivo porque lo consideramos como verdadero; y lo único que conseguimos es un nuevo extravío.

Lo que fue verdad ayer ya no lo es ahora, lo que hoy es ver-dad no será verdad mañana.

Conversaciones de Krishnamurti 1949-1950 (informe textual) India

La verdad relativa fl uye y cambia con el tiempo; y tan sólo por su cualidad cambiante es que jamás podrá considerarse como Ver-dadera.

La materia prima sensorial, la única fuente de nuestro co-nocimiento, puede llevarnos, por hábito, a la fe y a la espe-ranza, pero no al conocimiento.

Albert Einstein, Mis creencias

Los sentidos y la mente sólo pueden conducirnos a la verdad relativa; si se aspira a algo más, tendrá que ser por otros medios.

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Existen muchas cuestiones que carecen de respuesta posi-ble. Sin embargo, no creo que sea correcto el llamado punto de vista “relativista”, ni siquiera en el caso de las decisiones morales más sutiles.

Albert Einstein, Mis creencias

Lo que Einstein llama “punto de vista relativista” se construye con una cadena de verdades relativas estratégicamente articula-das para mostrar la plenitud de una “supuesta” verdad. Pero ni en las circunstancias más apremiantes debe considerarse así, porque sólo disfraza la mentira.

51 Verdad absoluta

Nada hay más complejo en este mundo que hablar de la Verdad, porque siendo absoluta, se ubica en un extremo de la dualidad, lo que la hace intangible e incognoscible. Habría que estudiar mucho y durante largo tiempo, tan sólo para lograr una incipiente aproxi-mación a Ella; para luego encontrarse con la certeza asentida por Sócrates: “lo único que sé es que nada sé”.

Para alcanzar la Verdad, el deseo no basta por sí solo. Lo pri-mero es aprender a discernir entre lo verdadero y lo falso, para luego descubrir que la verdad relativa, tan sólo por ser relativa, termina siendo falsa.

Por su carácter incognoscible, resulta imposible hablar de la Verdad; sólo se puede hablar de lo que Ella no es. Y en relación con lo que no es, lo primero que debe comprenderse es que la Ver-dad “no es” una conclusión fi losófi ca; tampoco es algo que pueda vivirse como experiencia de la personalidad, sino del Ser.

En su esencia pura, la Verdad es inaccesible al hombre natural debido a que sus facultades son limitadas. Sólo cuando la Verdad

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es diluida hasta el grado de semi-verdad, se convierte en un ali-mento digerible y asimilable para un humano; por lo contrario, en su naturaleza absoluta la Verdad sería un alimento indigesto.

¿Será posible poner palabras a la Verdad? Por supuesto que sí, pero debe quedar claro que esas palabras nunca serán la Verdad, sólo apuntarán a ella. Sin embargo, cuando la búsqueda de la Ver-dad es legítima, se manifi esta en el ojo capaz de ver, en el oído capaz de escuchar y en la mente capaz de comprender; esto sin perder de vista que la Verdad siempre manará desde su lugar de origen: el corazón.

El “verdadero” arte —y no el pseudo arte comercial que tanto aplaude la sociedad inconsciente— es un vínculo maravilloso hacia la Verdad: un cantante puede sentirla, un bailarín puede cono-cerla, un pintor puede plasmarla y, con mayor razón: un amante puede abrazarla; por lo contrario, un “pensador” jamás llegará tan siquiera a tocarla. Sólo quien es Verdad, puede fundirse en la Verdad.

Los libros universales son portadores de la Verdad; y a pesar de las múltiples mutilaciones de las que han sido objeto, la Luz verdadera aún se irradia a través de ellos. Esto debido a que la Verdad no puede ser destruida porque no es de este mundo y, aunque no es de aquí, permanece escrita en cada corazón.

Acerquémonos a lo que las fuentes originales nos expresan y profundicemos sobre una visión universal acerca de la Verdad ab-soluta y demos sustento a lo ya expuesto.

¡Oh, Arjuna! permanece en la Verdad que está más allá de todos los pares de opuestos. Ve más allá de las posesiones y las ganancias. ¡Recupera tu propia alma!

Bhagavad Gita, II- 45

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La Verdad absoluta está más allá de la dualidad y más allá de la relatividad. Con ella es posible reorientar el alma.

Más allá del cosmos, del tiempo, del espacio, de todo cuanto se mueve y cambia, se encuentra la realidad sustancial, la Verdad fundamental.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

La Verdad fundamental está más allá del cambio y de todos los fenómenos de la existencia.

La Verdad absoluta es indestructible. Siendo indestructible es eterna. Siendo eterna es existente por sí misma. Siendo existente por sí misma es infi nita. Siendo infi nita, es vasta y profunda. Siendo vasta y profunda, es trascendental e in-teligente. Porque es vasta y profunda contiene toda la na-turaleza; porque es trascendental e inteligente abarca toda la existencia.

Confucio

La Verdad del Ser es en sí misma. Es perenne, atemporal, abso-luta y profunda; es la Conciencia misma y constituye la trascen-dencia de toda ilusión. Está en toda la naturaleza, pero la natura-leza no está en ella.

El sabio se liga fuertemente a la Verdad y al deber; no se liga obstinadamente a sus ideas.

Confucio

Las ideas de la mente humana nada tienen que ver con la Ver-dad; son distintas desde sus respectivas naturalezas.

El que ama la Verdad es mejor que el que la conoce. El que encuentra felicidad en la Verdad es mejor que el que la ama.

Confucio

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A la Verdad fundamental no hay qué comprenderla: es preciso vivirla.

La Verdad está en el interior; la forma en el exterior.Confucio

La Verdad está en el “fondo” interno, en la “forma” sólo encon-traremos semi-verdades.

Es fácil engañar cuando trabajas para los hombres, pero di-fícil cuando trabajas para el Cielo.

Chuang-Tzu

Todos los humanos nos engañamos mutuamente, aún sin pre-tenderlo, ofreciendo puras semi-verdades. Para que un hombre ofrezca la Verdad, primero debe ser verdadero.

Si quieres ver la Verdad,no mantengas ninguna opinión a favor o en contra.

Sosán, Hsin Hsin Ming

Para acceder a la Verdad, antes debemos renunciar a nuestras propias ideas.

No importa cuándo ni dónde: iluminación signifi ca entrar en la Verdad. Y esta Verdad está más allá del aumento o la disminución en el tiempo o el espacio: en ella, un solo pensamiento dura diez mil años.

Sosán, Hsin Hsin Ming

La iluminación no es otra cosa que la apertura a la Verdad, que está más allá de lo espacio-temporal.

Los hombres se extravían porque piensan que el error vale más que la Verdad. Prefi riendo la Verdad, persiguen el error que es de momento más agradable a la vista, aunque causa angustia, disgusto y miseria.

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Y el Bodhisatva comenzó a exponer el dharma. El dharma es la Verdad. El dharma es la ley sagrada. Únicamente el dhar-ma puede librarnos del error, del pecado y del dolor.

Evangelio del Buddha

Los hombres se dejan seducir por el error, porque lo confunden con la Verdad; lo consideran pleno; sin embargo, arrastra puro sufrimiento. En sánscrito, la Verdad absoluta se traduce como “Dharma”.

La Verdad es única y no hay en el mundo verdades diferen-tes.

Evangelio del Buddha

Siendo absoluta la Verdad, no puede existir otra Verdad fuera de ella. Cuando nos encontramos con “verdades” opuestas, en reali-dad se trata de semi-verdades.

El que albergue en su corazón el amor a la Verdad no morirá nunca, porque ése ha bebido el agua de la inmortalidad.

Evangelio del Buddha

La Verdad y la Fuente original constituyen la Unidad misma, una está en la otra; su morada está en el corazón.

Son fi lósofos verdaderos aquellos a quienes gusta contem-plar la Verdad.

Platón

La verdadera fi losofía gira alrededor de la Verdad.

La belleza es el esplendor de la Verdad.

Platón

En ausencia de la Verdad, la Belleza no es bella.

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Platón es mi amigo, pero más amigo es la Verdad.

Aristóteles

La Verdad está más allá de la “imagen” de cualquier personali-dad, no importa si se trata de un maestro.

Quien me envió está aquí con ustedes, ÉL ES LA VERDAD. Yo les digo a ustedes, hermanos, que la Verdad y la Pala-bra son la misma cosa, pero es más fácil conocer la Palabra que conocer la Verdad. La Palabra se oye y parte de ella se comprende, más la Verdad no se puede oír, ni se puede ver porque es la Luz que ilumina nuestro Espíritu; en ella está la Verdad. Yo les enseño la Palabra, mas mi Padre les enseñará a conocer la Luz, porque ÉL ES LA VERDAD.

Evangelio de Judas

La Verdad está en la omnipresencia del Ser universal, y ante su cualidad intangible, la palabra proyecta la profundidad de su esencia.

Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no las pue-den sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de Verdad, él los guiará a toda la Verdad.

Juan 16: 12,13

La Verdad es la experiencia de la palabra.

¿Eres tú verdadero?Sólo quien todas las cosas domina,el Dador de la Vida.

Nezahualcóyotl, ¿Eres Tú Verdadero?

Sólo el “Dador de Vida” es Verdadero.

Mi preceptor es aquél que dijo: “Vengan a mí, que quiero instruirlos, pues mi corazón es manso y humilde”. En él bu-

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lle el fundamento de la Verdad. Todo cuanto viene de otras partes no es más que engaño.

Paracelso, Las Siete Apologías

En un corazón humilde y sencillo se manifi esta el fundamento de la Verdad, sólo quien posee ese tesoro interior ostenta la estatura necesaria para instruir.

La verdad es única, precisa y siempre igual a sí misma. No debe decir: “Esto es verdadero para la fi losofía, pero falso para la teología”.

Fama Fraternitatis de la orden Rosacruz

La Verdad unifi ca y despliega su Luz sobre cualquier contexto. Está inherente en el concierto de la universalidad.

Hasta que descubramos la Verdad no habrá forma de salir de nuestro dolor y de nuestros problemas. La solución es la experiencia directa de la Verdad, cuando la mente está serena, en la tranquilidad de la Conciencia, en la apertura de la receptividad.

Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

La experiencia de la Verdad trasciende la ilusión del sufrimiento y concede la Libertad.

La Verdad es algo extraño: cuanto más la perseguimos, más esquiva se vuelve. No es posible capturarla por ningún me-dio, por muy sutil y astuto que éste sea; no es posible dete-nerla en la red de nuestro pensamiento.Dése cuenta de esto y libérese de todo.

Krishnamurti, Comentarios sobre vida (tercera serie)

No es posible conquistar la Verdad con el empleo de la voluntad, pero sí es posible abrir el corazón para que ella llegue.

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52 Ego

Es tan vasta la información teórica generada en relación con el ego, que la simple pretensión de darle orden se convertiría en una labor titánica. Frente a esta marejada de referencias mentales, lo más inteligente es ubicar, en primera instancia, al centro ge-nerador de ideas referidas al ego, que fl uye en el vacío gestado desde el fondo de una simple pregunta: ¿Quién soy? . . . Siempre que alguien ignore quién es, y se rinda ante su incapacidad para descubrirlo, se verá en la necesidad inconciente de fabricar men-talmente una multitud de “yo(es)” —que constituyan la persona-lidad— para que llenen el vacío del Ser original que no se conoce. Eso nos sucede a todos los individuos que habitamos en esta exis-tencia; y una vez auto-engañados por este artifi cio, la posibilidad de re-descubrir al “Yo real” se presentará sólo reconociendo que cualquier “yo” creado por la mente es falso. Es así como la pala-bra “yo” nos puede mover al mayor error o a la más profunda Verdad.

La mente crea al ego mecánicamente cada vez que nos identifi -camos con las formas: en lo externo, con todo lo tangible o poco tangible —se puede llegar al extremo de creer: “tengo, luego exis-to” —; en lo corpóreo, con los cuerpos físico, vital, astral y mental —llegamos a creer que somos la corporeidad—; y con los centros emocional, instintivo-motor y mental —con este último, llegamos al extremo de creer: “pienso, luego soy”—. Del grado de identifi -cación con las formas depende la densidad del ego.

El gran error histórico del hombre ha sido ver al ego moralmen-te —es así como surge el concepto de “pecado”—; sin embargo, el ego no es bueno ni malo, sencillamente, es inconsciente. Y la inconciencia viene por la identifi cación: cuando nos identifi camos con el fruto de algún logro obtenido, o el reconocimiento, el ego adquiere fuerza; en actitud neutral hacia el éxito, el ego se des-vanece. Y ante la certeza de que “no somos el ego”, cada vez que

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veamos en nosotros una manifestación moral —el pecado—, esto no signifi cará que estemos descubriendo lo que somos; antes bien, permitirá que advirtamos lo que no somos.

Como mecanismo natural, la mente busca constantemente la energía necesaria para su sustento, el problema es que no sola-mente la requiere para alimentar el pensamiento, sino también para nutrir su falsa identidad; y la asimila siempre con la intención obsesiva y apremiante de mantener vivos los egos. Esto debilita y deteriora la calidad del pensamiento.

El ego se alimenta de la “atención” de los demás: cada vez que una o varias personas prestan atención a alguien, le otorgan energía psíquica —la personalidad se nutre y hasta puede desarro-llar facultades “especiales” con ella; pero es sólo energía dialéc-tica, sometida a las leyes naturales—. El ego ignora que la fuente original de energía está en el interior. Y la obsesión por obtener energía es tal, que si no se obtiene por la atención a un acto posi-tivo se llega a recurrir a la actitud negativa: algunos suelen actuar como niños, comportándose mal para llamar la atención; en un extremo, hay quienes hasta cometen crímenes en aras de la fama, suplicando así que todo el mundo les preste atención.

El ego se alimenta del “tiempo”: la falsa identidad está forja-da por las experiencias del pasado, de allí el apego a los recuer-dos; o del futuro donde espera su realización y surgen los anhelos hacia lo que pretendemos ser.

Las emociones provocadas por el deseo o el miedo son ali-mento para el ego: paralelamente, los miedos y los deseos se erigen como el motor que acciona al centro mental, al centro emocional y al centro instintivo-motor; esto mientras se manten-gan como pivote de la actuación y se ostenten como el “centro de gravedad”, función que le corresponde al Ser.

La “reactividad” es un ingrediente más que alimenta el ego: toda reacción es una afi rmación de sí mismo que alimenta la falsa identidad, el falso sentido de ser. En la naturaleza del ego

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no existe la neutralidad, precisamente porque no se comprende la diferencia entre un hecho y su reacción hacia ese hecho. Hay personas que se mantienen siempre a la espera de algo o alguien para reaccionar, son tan adictas a ese alimento como otras perso-nas lo son a las drogas. Pero el alimento más estimulante y ador-mecedor se genera cuando se reacciona al ego de otra persona, porque en ese estado se pierde de manera casi total la conciencia de sí mismo. El único recurso con el que se puede evitar la “reac-ción” es el reconocimiento de la verdadera naturaleza del ego que, como creación mental, es ilusorio e insustancial.

No hay alimento más adictivo para el ego que “tener la ra-zón”: con la intención de obtener ese exquisito alimento, el ego se dedica a fabricar esquemas que exhiban los errores de los de-más con tal de sentirse dueño de la justa razón. Es necesario que otros estén equivocados para justifi car la “razón propia”, para así construir también la “voluntad propia”; misma que, como volun-tad humana, jamás será liberadora.

En la competencia permanente por conseguir los distintos ali-mentos, tan anhelados por el ego, surgen confl ictos en todas las direcciones —también con uno mismo—. Hasta la meta por libe-rarse del “yo” se convierte en una fuente de frustración, y esto implica más confl ictos internos: el deseo por llegar en un futuro a la conquista de esa meta nos introduce en el “tiempo”, que a su vez constituye otro alimento para el ego.

A nivel colectivo, el ego se manifi esta con las mismas caracterís-ticas que a nivel individual: se establece la lucha y la competencia grupal como medio para conseguir los alimentos necesarios; surge la necesidad de tener más y ser más que los otros; aparecen gru-pos enemigos con quienes también se generan confl ictos; cuando no se consigue la supremacía, surgen las inevitables frustraciones; nacen las “ideologías” como algo supremo para defender, por la necesidad de tener razón para que los otros estén equivocados; y así sucesivamente. Todo esto también sucede de manera sutil —a

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veces no tanto— entre grupos de afi cionados a equipos deportivos; de manera más densa entre grupos corporativos —por intereses económicos—, y con la densidad en su máxima expresión entre grupos políticos —por intereses de poder—.

Cuando una persona consagra su vida —o gran parte de ella— a trabajar desinteresadamente por un ideal colectivo, se produce la sensación de que el ego individual se disuelve en lo colecti-vo como fruto de esa entrega, pero nada hay más ilusorio que esto. Lo único que sucede es una sustitución artifi ciosa y engañosa del ego individual por el ego colectivo; y el estado ilusorio y de inconciencia suele ser mayor, porque el ego colectivo es más den-so, se cristaliza aún más y resulta más difícil de advertir.

Paradójicamente, para liberarse del ego no es necesario consa-grarse a una tarea titánica, ni siquiera se requiere de un gran es-fuerzo; porque no se trata de “hacer” algo, sino de experimentar la neutralidad en el exquisito estado del “no hacer”. A mayor re-sistencia, más poder se le otorga al “yo”; a mayor aceptación, menor alimento para el ego. El “no” habitual es reactivo y lo fortalece; el “sí” de la aceptación lo debilita.

La observación y la sencilla experiencia del “presente” son sufi -cientes para liberarse del “yo”. Cuando se presta más “atención” al acto que al resultado futuro que se pretende conseguir, se corta el alimento y se rompen los condicionamientos del ego.

Si se establece una lucha contra el ego nunca será posible ven-cerlo, como tampoco es posible vencer a una sombra; sólo es ne-cesaria la Luz de la Conciencia, que está presente en el cora-zón.

Para sustentar lo ya expuesto y con la intención de profundizar más sobre la ilusión del ego, pongamos a nuestra disposición algu-

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nas citas extraídas de las fuentes fi losófi cas originales, las de ma-yor trascendencia histórica, para así introducirnos en una visión universal.

Si alguien egoístamente considera algo como lo más impor-tante para él, diferenciándolo del Todo, prefi riéndolo como algo aparte de la Unidad y la multiplicidad, este hombre vive en la oscuridad, engañado por la ilusión y la ignorancia.

Bhagavad Gita, XVIII- 22

El simple hecho de otorgarle una cualidad a algo, o considerarla importante, produce división. Esa actitud es permanente en el ego.

Si las cosas se miran desde el punto de vista del Tao, en las mismas cosas no existe diferencia entre lo precioso y lo vil; si se las mira desde el punto de vista de las mismas cosas, cada cosa se tiene por preciosa a sí misma y por viles a las demás cosas.

Lao tse, Tao Te King

Desde el ego, el interés propio da acomodo a todas las diferen-cias preestablecidas. En el Ser no existen distinciones.

Si un hombre es talentoso, pero a la vez orgulloso y egoísta, no merece atención.

Confucio

En vinculación con el ego, cualquier talento es falso.

La existencia del “yo” es una ilusión, y no hay en el mundo torcimiento, ni vicio, ni pecado que no se derive de la afi r-mación del “yo”.

Evangelio del Buddha

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El centro impulsor de la ilusión está en el ego, y éste a su vez, es una parte constitutiva de la misma ilusión.

Allí donde está el “yo” no existe la Verdad, y allí donde está la Verdad no está el “yo”. El “yo”, es el error fugitivo del samsara: es el individualismo que aísla y el egoísmo genera-dor de la envidia y el odio.

Evangelio del Buddha

El “yo” está siempre en la personalidad, por eso su falsedad. Sólo en el Ser se vive la ausencia del ego.

Si el ego es una simple proyección mental, los pecados —gene-rados por el ego— son una “proyección de la proyección”; son la parte más oscura de la sombra de nuestra realidad, pero al fi nal de cuentas son también ilusorios.

Donde está el “yo”, no puede estar la verdad; al contrario, cuando se presenta la Verdad, desaparece el “yo”. Por eso haz que tu espíritu repose en la Verdad; propaga la Verdad, pon toda tu alma en ella y extiéndela cuanto puedas. En la Verdad vivirás eternamente. El “yo” es la muerte y la Ver-dad es la vida.

Evangelio del Buddha

En lugar de luchar contra el ego, debemos enamorarnos de la Verdad —emanada desde la esencia de la Fuente original—; en ella encontraremos lo que es auténticamente signifi cativo.

Los que tan sólo buscan su propio benefi cio, son cubiertos por una legión de miserias y lamentaciones.

Paracelso, Las Siete Apologías

Al buscar el benefi cio propio, lo único que conseguimos es sepa-rarnos de la “Totalidad”; y en esa separación está la más grande pérdida.

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Los infructuosos no van tras el amor, sino tras su yo ima-ginario, que ellos mismos exaltan por la exaltación de sus propias opiniones.

Jacob Boehme, Tratados sobre el cielo y el infi erno

Quienes defi enden obsesivamente las opiniones inducidas por su ego, ofrecen frutos incipientes.

No puede haber egoísmo alguno en el amor; son opuestos el uno al otro. Es imposible que estos dos se hallen juntos, o que subsistan en una misma persona; pues uno expulsa al otro como una necesidad de la naturaleza.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

Sólo en el “verdadero” Amor, emanado por el Ser, el ego se di-sipa.

La rosa tiene que convertirse nuevamente en el capullo na-cido de su tallo generador, antes de que el parásito haya roído su corazón y chupado su savia vital.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

Es el ego quien inhibe el despliegue de la rosa —símbolo del Ser interior— en el corazón.

Ninguna Luz irradiada del Espíritu es bastante para disipar las tinieblas del alma inferior, a menos que de ella haya des-aparecido todo pensamiento egoísta y que el peregrino diga: “he renunciado a esta forma pasajera”.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

Sólo en la des-identifi cación con las “formas” es posible tras-cender el ego.

Sin verbalizar, y estar en contacto en una comunión con ello, sin una palabra, sin un gesto, sin un recuerdo, de modo que no exista un “yo” ni el objeto que el “yo” está mirando. Esa

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extraordinaria comunión sin el objeto, sin el pensador ni el pensamiento ni el objeto ni la experiencia, ese sentido de espacio inmenso, eso es belleza.

Conversaciones por Krishnamurti en India 1965

Cuando se trasciende la ilusión del ego, cuando se trasciende la división y desaparece la separación entre el sujeto y el objeto, se manifi esta el Ser con toda la magnifi cencia de su cualidad abso-luta.

El principio rector es en todas partes la lucha por el éxito a expensas del prójimo. Este espíritu competitivo predomina hasta en las escuelas y universidades y al destruir todos los sentimientos de cooperación y fraternidad, concibe el triun-fo no como algo que emerge del amor al trabajo fecundo y concienzudo, sino como algo que nace de la ambición perso-nal y del temor al rechazo.

Albert Einstein, Mis creencias

El “espíritu competitivo” es en realidad “espíritu egocéntrico”, porque no existe triunfo alguno que no esté fi ncado en la derrota de alguien. De una ambición egoísta nace cualquier intención de triunfo.

Tenemos que prevenirnos contra quienes predican a los jó-venes el éxito, en el sentido habitual, como objetivo de la vida. Pues el hombre que triunfa es aquel que recibe mucho de sus semejantes, por lo general mucho más de lo que co-rresponde al servicio que les presta. El valor de un hombre debería juzgarse en función de lo que da y no de lo que recibe.

Albert Einstein, Mis creencias

La sociedad concibe un modelo de triunfo profundamente egoís-ta y seductor que provoca elevados niveles de identifi cación, al grado de considerarlo como el propósito fundamental de vida.

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Autoconocimiento

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53 Autoconocimiento

La Libertad, en toda su amplitud, gravita en el conocimiento de sí mismo; porque sólo en el autoconocimiento existe la lealtad y el respeto a sí mismo. En la visión interna radica el verdadero Hombre, capaz de brillar con Luz propia.

Del autoconocimiento se puede hablar en dos sentidos: interno y externo. El conocimiento de sí, en el sentido externo, es de vital importancia porque permite vivenciar el operar de los principios universales en nuestra presencia mental y corpórea para adquirir la conciencia existencial y liberarse así de los condicionamien-tos externos. Lo que debe ser en neutralidad, sin emitir juicios, porque conocer nuestros impulsos egocéntricos no signifi ca cono-cerse a sí mismo, sino conocer algo que sucede en el exterior del Ser interior original. Cualquier tinte moral nublará el verdadero propósito del conocimiento de sí. El sentido interno del autoco-nocimiento es el más fundamental, porque esto signifi ca “identi-fi carse con el Ser”, que es la verdadera identidad, el observador silencioso que garantiza la plenitud de la verdadera Libertad; y sólo en esa Libertad se abren todos los sistemas de nuestra cor-poreidad a las fuerzas renovadoras de la Fuente original, para así constituirnos en un hilo más de la red universal de Hombres libres.

A mayor identifi cación con las cosas de la existencia, menor es la posibilidad del conocimiento de sí mismo; y peor aún cuando se incrementa la identifi cación con la personalidad, que es la falsa identidad. Y si aunado a esto, se adolece de la comprensión de los Principios universales, el autoconocimiento quedará postergado a muy largo plazo.

Un hombre que no se conoce a sí mismo vive en la división y en la multiplicidad de los egos en la personalidad —con quienes está

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identifi cado— y no es congruente consigo; a nada puede compro-meterse porque hoy es una persona y después es otra, es incapaz de guardar secreto alguno. Naturalmente, puede comprometer-se y hacerlo con las mejores intenciones, pero será “otro en él” quien rompa con esa promesa. Sólo quien se conoce a sí mismo es “uno mismo” en todo momento, es íntegro.

Resulta demasiado inmaduro esperar que alguien venga a nues-tro auxilio para que nos sitúe en el camino del autoconocimiento, quedaríamos reducidos en la inmadurez de un niño irresponsable que sólo es capaz de actuar bajo la tutela de otra persona; lo que acarrea un sinnúmero de problemas. Al tiempo tampoco se lo po-demos dejar, porque en el pasado y en el futuro sólo se conocen aspectos de la personalidad; el único lugar donde radica el auto-conocimiento es en el Ahora, en el presente.

El Conocimiento profundo del Ser interior nada tiene que ver con las ideas que fl uyen en la mente; el autoconocimiento impli-ca estar anclado en el punto fi jo del Ser, en lugar de perderse en lagunas mentales. Y es precisamente en la ausencia de la mente donde se experimenta la verdadera felicidad, que no se reduce a la simple expresión “estar bien consigo mismo”, porque esto ya implica una relación dividida: “Yo” y “mí mismo”; en el gozo de la iluminación, el sujeto y el objeto se funden en Uno.

Cuando el átomo Nous interno, por la Libertad manifi esta en la autonegación, se funde en la Luz del Ser absoluto, puede en-tonces hablarse del conocimiento de sí mismo en el sentido de la Sabiduría universal.

Con la intención de profundizar más sobre el autoconocimiento, revisemos una selección de citas extraídas de las fuentes fi losófi -cas originales de mayor trascendencia; miremos con ellas a través de una visión universal.

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Quien, al igual que la tortuga, vierte su conciencia hacia dentro, replegando sus sentidos de atracción que ofrecen los placeres externos, éste posee ecuánime sabiduría.

Bhagavad Gita, II- 58

La tortuga es un símbolo de la interiorización; en ese estado, los placeres sensoriales carecen de sentido.

Sabio es quien conoce a los hombres, y clarividente quien a sí mismo se conoce. Tiene fuerza quien vence a otros, pero sólo es fuerte quien se vence a sí mismo.

Lao tse, Tao Te King

La comprensión más elevada, sobre alguna eventualidad ex-terna, resulta insignifi cante ante un sutil destello de autoconoci-miento.

Llegar a comprender siendo uno mismo se llama naturaleza, y llegar a ser uno mismo comprendiendo se llama cultura. El que se conoce a sí mismo tiene también comprensión para los demás, y quien tiene comprensión, encuentra su verda-dero Yo.

Confucio

Con el conocimiento de sí es posible entrar en comunión con la “Totalidad” y reconocer la presencia interna de la verdadera identidad.

El maestro guía a los discípulos, pero no los arrastra; los exhorta a avanzar, pero no los ahoga; les señala el camino, pero no los lleva a la meta. De esta manera los discípulos pueden llegar a pensar por sí mismos.

Confucio

Sólo en Libertad es posible abrir la puerta al autoconocimiento.

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¿Quién es el hombre sabio? El que ha conseguido la visión interna de su propia naturaleza. El que guarda su Espíritu al abrigo de toda mancha del egoísmo y lleva una vida de Verdad.

Evangelio del Buddha

A través de la visión interna y, por el reconocimiento de la ver-dadera naturaleza, llega la Luz de la Sabiduría.

Sólo el conocimiento que llega desde adentro es el verdade-ro Conocimiento.

Sócrates

El saber externo es tan sólo una sombra del Conocimiento inte-rior.

“Conócete a ti mismo”Sócrates

En esta breve frase, acuñada por Sócrates, está contenida toda la esencia de este tema.

Enseñar no es una función vital, porque no tiene el fi n en sí misma; la función vital es aprender.

Aristóteles

El acto de enseñar sólo puede tener una orientación, la exter-na; el aprendizaje puede ir en dos sentidos: externo o interno. El segundo es el fundamental.

Conócete a ti mismo y conocerás al universo.

Oráculo de Delfos

La tradición dice que en el pórtico de ingreso al templo de Del-fos estaba inscrita esa frase. Hoy en día se conservan sólo unas cuantas piedras de esa edifi cación.

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Cuando lleguen a conocerse a ustedes mismos, entonces se-rán conocidos y se darán cuenta de que son hijos del Padre viviente. Pero si no se conocen a ustedes mismos, están in-mersos en la pobreza y son la pobreza misma.

Evangelio de Tomás, Nag Hammadi

Por el autoconocimiento nos puede ser revelada la “imagen y semejanza de Dios”, que por referencia del Génesis sabemos que llevamos dentro; sólo falta ser conscientes de ello.

Es necesario que ustedes se conviertan en su propio Sol, en su propia Luz, y así alumbrándose y alumbrando a otros, le corresponderíamos con nuestra Obra a mi Padre que me ha enviado.

Evangelio de Judas

No hay propósito más sublime que el conocimiento de sí mismo, que nos conlleva al encendido de nuestro Sol interior.

Una persona que llega a conocerse a sí misma, entenderá de dónde viene y a dónde va y captará detalles de la etapa del estado presente.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

El autoconocimiento se gesta en el presente y nos ofrece la Con-ciencia sobre nuestro Origen, que es el mismo punto de nuestro destino fi nal.

Cuando comprendas que la sustancia del Ser de Allah es tu Ser y tu nada en las cosas, cuando entiendas que nada es si no es con Él o en Él, entonces te conocerás a ti mismo y conocerás tu alma. Y sólo conociéndote a ti mismo de este modo podrás alcanzar la Gnosis o Conocimiento de Allah sin ningún error, sin ninguna duda.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

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En el autoconocimiento se contempla la esencialidad de la Gno-sis, que hace patente nuestra consustancialidad interior con el Ser universal.

Oh, copia de la carta divina, que eres tú.Oh, espejo de la belleza real, que eres tú.Fuera de ti no es cuanto en el mundo es;

busca en ti mismo cuanto quieras, que eres tú.

Rumi, Masnavi

La parte externa, la personalidad, es consustancial con el mun-do; el punto fi jo interior es consustancial con el Ser original.

Tú eres tu Maestro y tu Dios. Eres tú mismo el objeto de tus investigaciones, la incesante voz que resuena a través de las eternidades, libre de cambio, los siete sonidos en uno solo, la voz del silencio.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

La suprema Fuente de Conocimiento la llevamos dentro; en su quietud yace el objeto fundamental de investigación.

No hay conocimiento de sí mismo alguno si se carece de con-ciencia meditativa.

Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

El estado meditativo, que por su propia naturaleza nos introdu-ce en el presente, es fundamental para el autoconocimiento.

Sufrimos a causa de la ignorancia; la ignorancia en el senti-do de no conocerse a uno mismo.

Conversaciones por Krishnamurti en Europa 1956

No hay peor estado de ignorancia que la ausencia del conoci-miento de sí.

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Una mente que piensa según las líneas tradicionales no pue-de descubrir lo nuevo. Así nos volvemos imitadores medio-cres, piezas de una cruel maquinaria social. Lo que importa es lo que nosotros pensamos, no lo que los demás quieren que pensemos.

Krishnamurti, Educación y la importancia de vida

En sintonía con el planteamiento de Confucio, Krishnamurti an-tepone la Libertad para aspirar al autoconocimiento. Pero no per-damos de vista este enorme riesgo latente: el pensamiento inde-pendiente puede ser atrapado fácilmente por el ego.

54 Ignorancia

En la mitología bíblica sobre el “pecado original”, plasmado en el pasaje histórico de Adán y Eva en el paraíso, se pueden apre-ciar simbolismos maravillosos. El más claro es con relación a la manzana, donde se sugiere que en el momento de ser ingerida por Eva inicia de manera muy sutil el proceso de identifi cación con el mundo de las formas —es conveniente dejar a un lado el concepto moral del pecado para que no nos nuble la parte esencial—. Indis-cutiblemente, éste es el relato más antiguo que evoca el proceso de identifi cación; pero no nos quedemos allí, después de este pro-ceso viene otro aún más sutil: el olvido de la esencialidad. Con-forme el hombre se va identifi cando, se olvida se de sí mismo y de su Origen, hasta llegar a un estado de confusión permanente que nubla el sentido del Ser y lo introduce en el engranaje de la vida material. Todo queda cristalizado en el estado más lamentable que pueda afrontar la humanidad: la ignorancia.

La mente surge en la personalidad del hombre como una he-rramienta para comprender la existencia y, además de eso, para almacenar información que a su vez pueda contrastar y procesar; sin embargo, tengamos claro que la capacidad de la mente es demasiado limitada, por este motivo debe comprenderse que la

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ignorancia resulta inevitable ante tanta fenomenología de la vida natural. Y aunque esto la hace digna de revisión, esa ignorancia —en sentido intelectual— no es lo que mueve este tema de manera directa, sino la ignorancia de sí mismo —a nivel del Ser—.

La ilusión es consecuencia de la ignorancia y, mientras mayor sea la ignorancia con relación al Ser, mayor será la ilusión y el su-frimiento. Porque es a consecuencia de la ignorancia de sí mismo que quedamos reducidos a la condición de “máquina” —no per-damos de vista que cualquier mecanismo es ciego e inconsciente, todo le sucede y nada puede hacer para evitarlo—.

Por la ignorancia se comenten la inmensa mayoría de los “erro-res” frente a la vida, y todos ellos vinculados con el “ego”; a ese conjunto de errores, con sus respectivas consecuencias, les po-demos llamar “drama”, y de drama está llena toda la existencia.

Por la ignorancia se provoca un sinnúmero de problemas; y el hecho de no comprender los mecanismos que mueven la existen-cia y las relaciones entre humanos, en su conjunto, genera muchos confl ictos. Inevitablemente, cada problema acota un pedazo de libertad.

Por la ignorancia los hombres consagran su vida a la conquista de propósitos existenciales que, por su propia naturaleza, son ilu-sorios; es así como queda olvidado el único propósito verdadero y fundamental, que está en el Ser.

Por la ignorancia el hombre se mantiene en la esclavitud, sin que sea consciente de ello; aunque el humano goce del libre albe-drío, no está facultado para ejercerlo, porque todas sus decisiones están movidas por un sinnúmero de condicionamientos que, como producto de la ignorancia, se mantienen inamovibles.

Por la ignorancia se agudizan los deseos y los apegos; porque no se logra comprender que ambos tienen su raíz en la identifi ca-ción.

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Por la ignorancia se mantienen los estados ilusorios; que son inevitables por el profundo vacío que se genera ante la inconcien-cia, tanto en lo existencial como en lo referido al Ser.

Ahora bien, la ignorancia no sólo existe en lo individual, se manifi esta también a nivel colectivo; y cuando esto sucede, se puede apreciar colectivamente la pérdida de libertad, los proble-mas, la mecanicidad, los errores, el ego, el drama, los propósitos ilusorios, la identifi cación, los condicionamientos y la esclavitud, entre muchos otros. Cuando la ignorancia se manifi esta como inconsciencia colectiva, se puede llegar a extremos tales como el magnicidio, que ha sido la consecuencia inevitable de tantas guerras a lo largo de la historia —la gran mayoría gestadas en el nombre de Dios—.

Con la intención de llegar una mejor comprensión sobre los mo-tivos y las consecuencias de la ignorancia, revisemos algunas citas —de mayor trascendencia histórica— extraídas de las fuentes fi lo-sófi cas originales para fl uir a través de una visión universal.

Miles de penas y miedos aquejan al hombre de noche y de día, pero sólo afectan a los ignorantes.

Mahabharata

Mientras se mantenga la ignorancia en el hombre, quedarán anuladas las posibilidades de abolir el sufrimiento.

Quien sin discriminar, o bien por falta de discernimiento, sin reparar en que es su naturaleza la que realiza todas las ac-ciones, cae en el error de considerar que es su Espíritu Infi -nito el que lo hace, con seguridad este hombre tiene nubla-da su visión espiritual, por lo cual, no puede ver la Verdad.

Bhagavad Gita, XVIII- 16

En la ignorancia no es posible distinguir lo que concierne a cada una de las dos naturalezas. El quehacer del espíritu está sólo en la observación.

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El vicio del alma es la falta de conocimiento. Un alma que no ha adquirido el conocimiento de las cosas que son, y que no ha llegado a conocer su naturaleza, ni a conocer el bien, sino que está ciega, un alma así es agitada entre las pasiones que alimenta el cuerpo; porta el cuerpo como una carga, y es gobernada por él, en vez de gobernarlo.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

En algunos extremos, el hombre natural llega a hacerse adicto a la ignorancia; en esas condiciones se convierte en víctima de los cambios de la naturaleza y hasta de su propio cuerpo.

Mi pueblo se pierde por falta de conocimiento.Oseas 4:6

La ignorancia es la raíz de todas las confusiones y todos los des-víos.

El que llega a los cuarenta o cincuenta años sin haber apren-dido nada, ¿no está en una situación que aterra?

Confucio

Esta es una valoración que, aunque temporal, es digna de to-marse en cuenta.

Un ignorante que quiere seguir su propio juicio, causará su propia desgracia.

Confucio

La mente no es el instrumento que nos pueda sacar de la igno-rancia.

En el momento de la iluminación interiorse transcienden las apariencias.A los cambios que parecen ocurrir en el mundo los llamamos reales solamente debidoa nuestra ignorancia.

Sosán, Hsin Hsin Ming

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Es necesario salir de la ignorancia para comprender que la ob-servación del operar de los principios universales es para recono-cer el comportamiento de un plano existencial ilusorio.

El que piensa sanamente se desembarazará de la ignorancia y adquirirá ciencia. Las ideas de “yo soy”, “yo seré” o “yo no seré”, no se presentan en un pensador esclarecido.

Evangelio del Buddha

Cualquier idea vinculada con el “yo” denota un estado ilusorio.

Únicamente por error e ignorancia los hombres se gozan en ese sueño de que sus almas sean entidades distintas y exis-tentes por sí mismas.

Evangelio del Buddha

Cualquiera que pretenda creer que “es” en sí mismo y por sí mismo, denota su ignorancia y se conduce ineludiblemente a una cadena de errores.

La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignoran-cia.

Sócrates

Por el reconocimiento de la propia ignorancia se abre el vacío iluminador que sólo puede ser llenado por el Conocimiento de la Gnosis universal.

El ignorante afi rma, el sabio duda y refl exiona.

Aristóteles

Cada vez que emitamos la más sutil afi rmación debemos dete-nernos para reconocer nuestro estado de ignorancia.

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Los expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que los mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí.

Juan 16: 2,3

Por la ignorancia de la esencialidad del Ser, se pueden cometer actos en cualquier grado de locura.

Los ignorantes que piensan que entenderán con el ojo de los sentidos se quedarán simplemente con las ganas. Esto lo saben los que saben.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

El conocimiento que llega a través de los sentidos y es procesa-do por la mente, produce sensación de sabiduría pero mantiene al hombre en ignorancia.

La verdadera causa del engaño es la ligereza humana, y na-die puede culpar a otro salvo a sí mismo. Nadie tiene la paciencia de estudiar hasta convertirse en maestro. Todos quieren volar antes de tener alas. Todos, obnubilados por el engaño, obran sin saber lo que hacen. ¡He aquí la ligereza humana emprendiendo obras de las que se sabe incapaz!

Paracelso, Las Siete Apologías

Cada uno de nosotros es responsable de su propio estado de ig-norancia y también responsable de reconocerlo; partiendo de ese reconocimiento llegará la lucidez que permita dejar de “aventu-rar” para poder “osar”.

La causa principal de la ceguera espiritual es permitir que su voluntad entre en algo, y asentar su corazón y sus afectos sobre la obra de sus propias manos o de su propio cerebro.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

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Ignorancia

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Salir de la ignorancia, acceder al Conocimiento fundamental, no es algo que pueda ser conquistado por medio de la propia vo-luntad.

Es necesario que cese toda aberración, toda oscuridad y ata-dura, que se han infi ltrado paulatinamente en las ciencias, en los hechos y en los gobiernos de los hombres, por cuya causa éstos se han ido oscureciendo.De ello resulta tal diversidad de opiniones, falsifi caciones y doctrinas erróneas, que incluso hacen difícil la elección a los más inteligentes de los hombres. Todo esto será abolido, como creemos que ocurrirá, y será reemplazado por unas directrices eternamente inmutables, lo será gracias a los hombres dedicados a esta tarea.No deseamos en absoluto atribuirnos el honor de que nos fuera encomendada en exclusiva una obra tan enorme.

Confessio Fraternitatis de la orden Rosacruz

La responsabilidad de sacar a la humanidad del estado global de ignorancia no es atribuible a una persona, grupo, secta o religión; compete a cada uno de nosotros y en la trinchera donde su propia circunstancia lo haya ubicado.

El hombre ignorante no es el iletrado, sino el que no se co-noce a sí mismo.

Krishnamurti, Educación y la importancia de vida

El hombre letrado es sapiente; el Hombre que se conoce a sí mismo es Sabio. Es muy común encontrarse con hombres muy sa-pientes, pero profundamente ignorantes.

Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.

Albert Einstein

Lo más importante es reconocerlo.

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Ignorancia

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La idea de que exista un dios personal omnipotente, justo y misericordioso proporciona al hombre solaz ayuda y guía, y además, en virtud de su sencillez, resulta accesible hasta para las inteligencias menos desarrolladas.

Albert Einstein, Mis creencias

Los conceptos de dios con atributos humanos, sólo sirven para llenar los huecos de las cabezas de hombres profundamente igno-rantes.

55 Sentidos

Los sentidos —vista, oído, olfato, gusto y tacto— constituyen la base de la conciencia existencial humana, porque sin la fun-ción sensorial ningún quehacer humano sería posible; ni siquiera el pensamiento. Todo el fl ujo de información que la mente procesa entra precisamente por los órganos sensoriales, que también re-presentan la base para la manifestación de la Conciencia del Ser, cuyo acto fundamental es la Observación; y para que haya obser-vación, la “percepción sensorial” resulta indispensable.

Todo el conocimiento racional humano —sea científi co, fi losófi -co o artístico— surge desde los sentidos, porque sin la percepción sensorial no puede haber comprensión y sin la comprensión se di-sipa la memoria de cualquier estímulo sensorial; van siempre de la mano.

El cuerpo físico-biológico es quien da soporte a los sentidos y —en correspondencia con su propia naturaleza corpórea—, con la percepción sensorial sólo se pueden captar los fenómenos físicos manifi estos en la corporeidad material o a través de ella —en cual-quiera de sus estados de densidad—; esto nos predispone a creer que solamente lo tangible es real. Paradójicamente, la parte real o esencial del hombre, su absoluta realidad, es inmanifi esta e

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incorpórea y va más allá de los sentidos, mientras que la parte manifi esta y corpórea es ilusoria, aunque los sentidos indiquen lo contrario.

Al igual que la mente, los sentidos tienen sus propias limitacio-nes, y es por eso que sólo nos pueden mostrar una parte muy limi-tada de los fenómenos externos, que de antemano son sólo apa-riencias, simples proyecciones de la realidad. Esto mismo sucede en la percepción de otra persona, sólo se puede apreciar la parte externa de su cuerpo, la superfi cie; queda muy lejos la posibilidad de visualizar los mecanismos que mueven al cuerpo entero. Y qué decir de los cuerpos sutiles y la parte anímica que les da vida; todo queda ajeno a nuestra percepción.

Ante estas limitantes, nos debe quedar muy claro que la amplia-ción de las capacidades sensoriales —percepciones extrasensoria-les—, en cualquier sentido, no eleva al hombre por encima de su estado natural; porque aún si conseguimos una potencialización en nuestros alcances perceptivos —incluso en el plano astral—, todo lo que visualicemos o escuchemos “de manera ampliada” será una simple amplifi cación seductora de efímeras circuns-tancias particulares del “gran sueño” de la existencia, y esto a ninguna parte nos conduce.

Es por eso que debemos comprender que la naturaleza nos ofrece sólo el nivel perceptivo que realmente necesitamos y es una bendición que nuestros sentidos no capten la totalidad de lo que existe en el espacio de la naturaleza dialéctica, porque esto nos metería en niveles más densos de identifi cación con un plano de manifestación que nunca dejará de ser ilusorio.

Este anclaje con el sueño de la existencia es inevitable, porque de la percepción sensorial nace la sensación, que provoca a su vez una reacción; y sobre la base de este mecanismo elemental “acción-reacción” se mueve cualquier máquina —incluso la perso-nalidad—. Cuando a esto se agrega la intervención de la mente, muchos mecanismos simples se articulan en una red más compleja que termina atrapando la conciencia existencial para introducirla en un estado de plena identifi cación con todo lo existente y en todas las direcciones.

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Sin embargo, aunque se alcanzara la comprensión plena de lo anterior, nunca debemos despreciar el mundo de los sentidos, ni luchar contra ellos. Los ascetas transitaron por esa ruta de recha-zo durante muchos siglos, en la que trataron de anular al cuerpo para no experimentar satisfacciones a través de él, comiendo sin placer, evitando enamorarse, juzgando de “mala” a la vida natural de la existencia, y la mayoría de ellos quedaron convertidos en simples masoquistas que disfrutaban torturándose. Pocos se die-ron cuenta del error, porque la sociedad los respetaba mucho; incluso los veneraba.

De allí que no debamos satanizar a los sentidos aunque sean la primera puerta de entrada para la identifi cación, porque ellos mismos constituyen también la puerta de salida; ya que sin ellos resultaría imposible la atención, la observación y la contempla-ción, lo que acontece con el simple acto de “mirar sin analizar”.

Descubramos que la “sensibilidad” abona más a la conciencia existencial en la revisión de las siguientes citas extraídas de las fuentes fi losófi cas de mayor trascendencia histórica. Aproveche-mos la visión universal que de ellas se emana.

El hombre que no es afectado por los sentidos, ni por el pla-cer ni por el dolor, éste es merecedor de vida eterna.

Bhagavad Gita, II- 15

Tras la des-identifi cación con los sentidos, viene la trascenden-cia de todos los anclajes con la naturaleza dialéctica.

Detén el operar de tus sentidos corporales, y entonces nace-rá en ti la deidad.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

La identifi cación con los sentidos nubla la conciencia de sí mis-mo, la conciencia del Ser.

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Cuando el Rey Salomón “penetró en las profundidades del jardín de las nueces”, tomó una cáscara de nuez y, al estu-diarla, vio una analogía entre sus capas y los espíritus que motivan los deseos sensuales de los humanos.

El Zohar

Con la Sabiduría que ostentaba, Salomón tenía una comprensión muy clara sobre las bondades y las vicisitudes del empleo de los sentidos.

El sabio trabaja para los estómagos, no para los sentidos.

Lao tse, Tao Te King

La identifi cación con el sentido del gusto limita la percepción de las necesidades elementales del sistema digestivo. Los hombres inconscientes comen por el sabor y desdeñan la alimentación.

Siendo absoluta la naturaleza de la Verdad, se manifi esta sin ser vista, produce efectos sin dejar huellas y cumple sus fi nes sin actuar.

Confucio

La Verdad fundamental y la naturaleza absoluta del Ser son aje-nas a toda percepción sensorial.

Pocas veces a los hombres les atraen los sabios en la misma medida en que les atraen las bellas mujeres.

Confucio

La belleza estética humana seduce por la intervención inmedia-ta de los sentidos; con la Sabiduría no sucede lo mismo.

Un hombre que gobierna el Cielo y la Tierra, hace de sus oí-dos y de sus ojos meros adornos, unifi ca el conocimiento de lo que sabe, y en su mente nunca saborea la muerte.

Chuang-Tzu

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Para mantener intactos los frutos de la Sabiduría, se deja en segundo plano la percepción sensorial.

Si deseas ir por el camino único, no desprecies ni siquiera el mundo de los sentidos y las ideas.En realidad, aceptarlo plenamente es idéntico a la verdadera iluminación.

Sosán, Hsin Hsin Ming

Sobre la percepción sensorial no debemos entrar en deseo ni rechazo, asumamos una actitud neutral.

La sensación crea la red de la existencia individualizada. La red de la existencia crea el apego a las cosas, y el apego crea, fomenta y perpetúa la personalidad. La personalidad se perpetúa en los nacimientos sucesivos, y los nacimientos sucesivos de la personalidad son la causa del sufrimiento de la vejez, de la enfermedad y de la muerte. Producen la queja, la angustia y la desesperanza.

Evangelio del Buddha

Toda esta cadena de ingredientes, que son los mantenedores de los estados ilusorios, inician con un primer eslabón: la identifi ca-ción con los sentidos —las “sensaciones” —.

Nada hay en la mente que no haya estado antes en los sentidos. Aristóteles

Los sentidos constituyen la única fuente de información para la mente.

Si alguno cuestiona: “afi rmas la existencia de Allah, y dices que nada existe fuera de Él, ¿qué son entonces las cosas que vemos?”. A esto respondo: Nosotros hablamos a los que sólo ven a Allah. En cuanto a los que ven cosas más allá de Allah, nada tenemos que decirles.

Ibn Arabi, Tratado de la Unidad

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Resulta imposible sacar de la ilusión a alguien que no está dis-puesto a reconocer su estado de identifi cación con la “percep-ción” de las formas de la naturaleza.

Los ignorantes que piensan que entenderán con el ojo de los sentidos se quedarán simplemente con las ganas. Esto lo saben los que saben.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

La comprensión que surge de la mente —tras procesar la infor-mación recibida de los sentidos— es muy estrecha y engañosa.

Cuando tu alma vuele por encima de lo temporal, de los sentidos externos, y tu imaginación sea aprisionada por la abstracción santa: entonces la escucha, la visión y el habla eternas se revelarán dentro de ti.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

Hay una percepción de otro orden que proviene del Ser absolu-to, surge por la trascendencia de los sentidos naturales y tras el proceso alquímico del alma.

Desconfía de tus sentidos, porque son falsos. Pero en lo in-terior de tu cuerpo, busca en lo impersonal al “hombre eter-no”, y una vez que lo hayas encontrado, mira hacia adentro: eres un Buda.

H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio

Para el reencuentro con el Ser interior original, antes se debe retirar la confi anza a los sentidos.

Todo lo que se halla en el hombre, tiene su origen en el uni-verso; no tendríamos ojos con sensación de la luz, si la luz no hubiera generado el organismo. Goethe dice: “El ojo fue creado por la fuerza de la luz y para la luz.

Rudolf Steiner, S/Ev. Lucas

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Los sentidos surgieron en los cuerpos animales a partir de los estímulos emitidos por la misma naturaleza.

Este cuerpo sólo adquiere vida como manifestación externa de mí; además es necesario. Porque, para principiar, yo no podría tener ninguna experiencia interior sin mis sentidos, que sólo el cuerpo puede poner a mi disposición.

Rudolf Steiner, Guía para el conocimiento de sí mismo

El cuerpo y los sentidos son algo “agregado” al Ser; son una ven-tana de percepción hacia la manifestación universal.

La ilusión más plebeya del realismo ingenuo, de que las co-sas “son” lo que percibimos a través de nuestros sentidos, domina la vida diaria de hombres y animales.

Albert Einstein, Mis creencias

Los humanos nos mantenemos en la ilusión precisamente por confi ar en los sentidos y creer que todas sus percepciones corres-ponden a la realidad. Esto nos mantiene degradados casi al nivel de una especie inferior.

La materia prima sensorial, la única fuente de nuestro cono-cimiento, puede llevarnos, por hábito, a la fe y a la esperan-za, pero no al conocimiento, y todavía menos a la captación de las relaciones expresables en forma de leyes.

Albert Einstein, Mis creencias

Einstein ratifi ca que los sentidos son la única fuente de informa-ción para la mente, pero este alimento es demasiado limitado; así se comprende por qué la mente comprende de manera tan parcial la existencia y que sus posibilidades cognitivas hacia el Ser son nulas.

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56 Centro mental

Todo el quehacer del hombre natural —pensamientos, emocio-nes y movimientos— es regulado por tres centros que trabajan simultáneamente: centro mental, centro emocional y centro ins-tintivo-motor. En algunas corrientes se les conoce también como las tres mentes porque, en su función reguladora, operan almace-nando y ordenando información. En su estado original, cada cen-tro es responsable por sí mismo de su propia función; sin embargo, ante del desorden que prevalece en el humano actual, lo común es que cualquier centro usurpe la función de otro, lo que genera desajuste psicológico en muchas direcciones, por ejemplo: actuar por impulsos emocionales, amar con la mente o pensar con base en estímulos sentimentales. En este tema nos enfocaremos, de manera particular, en el centro mental.

La “dimensión” de la mente humana es de una magnitud tan in-signifi cante, en relación con la Mente universal, que visualmente podríamos compararla con el tamaño de la fl ama de una vela con respecto al fuego del Sol. Y en esa misma proporción tendríamos que ubicar también a la conciencia relativa del centro mental, en relación con la Conciencia absoluta del Ser universal; es por eso que los conceptos y las ideas humanas no son sufi cientes para alcanzar una comprensión profunda de los hechos, tal como son.

Frente a esas limitaciones, debemos aceptar a nuestro centro mental tal como es y no atribuirle la responsabilidad de entender lo que no es capaz, porque es imposible e innecesario. Cuando el hombre es digno de acceder a los misterios universales, éstos llegan por otros medios ajenos a la mente.

Los “pensamientos” que fl uyen a través de la mente son de la misma naturaleza que la materia física, están constituidos por

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energía del mismo orden natural, sólo que en una frecuencia vi-bratoria más elevada; es por eso que no podemos verlos ni tocar-los. Por su parte la mente se comporta como una placa fotográfi -ca: recibe una imagen tras otra y las almacena porque se aferra a ellas, acumulando así información que siempre es la misma; en ese sentido podemos decir que amontona información muerta. Sólo en el presente es posible salir del contenido de la mente.

Por lo contrario, el Ser es como un espejo que también recibe imágenes, sólo que en lugar de acopiarlas las refl eja y de nuevo se vacía; así, su capacidad receptiva es absoluta, siempre está abierto para recibir porque a nada se apega. Bajo este contexto se hace necesario responder dos planteamientos fundamentales, abordémoslos en los párrafos siguientes.

Primero: ¿Por qué piensan los humanos? El pensamiento surge como “reacción” cada vez que la mente recibe un estímulo de alguno de los cinco sentidos; sin la información que le proveen los sentidos la mente no pensaría. Es por eso que la mente es dependiente, reaccionaria y, por ende, incapaz de actuar por sí misma.

Segundo: ¿Cómo piensan los humanos? Lo hacen siempre a tra-vés de una escala comparativa. La mente no es capaz de entender algo sin contrastarlo antes con su “opuesto” —imaginado y creado como “concepto” por la mente misma—; no puede comprender la belleza sin el concepto de fealdad, no puede comprender la felici-dad sin el concepto de dolor, no puede comprender el sonido sin el concepto del silencio, no puede comprender la luz sin el concepto de oscuridad. En fi n, es incapaz de comprender algo que sea en sí mismo, es decir, algo absoluto.

(Se recomienda aquí retomar el tema 8 dualidad, para abundar sobre el “opuesto imaginario” que defi ne el comportamiento de la misma dualidad.)

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Quien estudia las complejidades del centro mental puede con-vertirse en un buen psicólogo, pero esto no le permitirá trascen-der la mente; lo mismo ocurre con el estudio de la locura, nunca será sufi ciente para conseguir la cordura. Lo más irónico es que el hombre se empeña en estudiar a la mente con su propia men-te, que de antemano ya está enferma y sin que antes lo haya advertido.

Es normal y común que un hombre admita tener una enferme-dad, que su cuerpo esté en mal estado; pero que reconozca estar enfermo de la mente, es de lo más difícil. No obstante, hay algo aún más inadmisible: que no se tenga el control de los propios pensamientos; y hombres dispuestos a reconocerlo hay muy pocos.

Para “reconocer” nuestro deterioro mental no ha sido sufi ciente descubrir que el pensamiento es mecánico y compulsivo, que está fuera de control y que llega hasta al grado de adicción; resultará más fácil aceptar nuestra verdadera condición mental si empeza-mos con la observación de que el simple hecho de pensar constitu-ye ya una divagación, porque todo pensamiento autómata implica una separación que nos aleja de la esencia de las cosas. Podemos estar con alguien, pero el simple hecho de pensar en ese “alguien” nos separa de él.

Sin embargo, antes de juzgar y sentenciar a la mente como “pensadora compulsiva” primero comprendamos por qué lo hace: así sucede por identifi cación con la mente misma, por considerar-se como el centro de la verdadera identidad; esto produce la sen-sación de que si la mente dejara de pensar entonces terminaría la existencia. Es el miedo quien activa el movimiento compulsivo de la mente.

Mientras nos mantengamos ignorantes de este proceso de iden-tifi cación, seguiremos creyendo que somos el “pensador” y, como mecanismo natural, la mente se afi rmará como “egoísta” en vin-

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culación con los impulsos que nacen del instinto de conservación. Con esto podremos comprender que el egoísmo de la mente no es un “pecado moral”, sino simple “inconsciencia”.

En sí misma la mente no es disfuncional, por lo contrario, es un instrumento magnífi co si se usa correctamente; la disfunción se instaura cuando aparece la identifi cación con ella y, por su inhe-rente actitud egoísta, se convierte en la controladora de la vida en la existencia. Es así como la mente deja de ser una herramien-ta para convertirse en la entidad que utiliza al hombre. Esa es la gran enfermedad que todos padecemos, creer que somos la mente.

Es imposible detener los pensamientos; alguna vez lo hemos in-tentado pero, ante la falta de resultados, sólo ha servido como ejercicio de auto-observación —a nivel mental—. Sin embargo, lo que sí resulta posible es aprender a “no identifi carse” con los pen-samientos y, para tal propósito, es preciso empezar por observar-los; cuando se observa al que piensa, se activa la Conciencia absoluta del Ser.

En estado de identifi cación, la capacidad de la mente se reduce a una sola posibilidad, la de “soñar”; esa ensoñación permanece hasta en los momentos de vigilia. No es aventurado decir que la mente es quien origina todos los sueños; y ante el encanto enso-ñador con la falsa identidad, vemos que pensar es soñar mientras se está “despierto” y soñar es pensar mientras se está dormido.

Es fundamental abrirse a la comprensión para partir de la base de que “yo no soy mis pensamientos”, debe quedar atrás la inge-nuidad de creer que los pensamientos que pasan por la mente son propios, y que han sido pensados por uno mismo. Soltar la identi-fi cación con los pensamientos es abrirse a la Libertad.

Por sí mismo el hombre no dispone de la capacidad de genera-ción; lo hace, pero no como fruto de su voluntad, sólo funge como

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canal para que en él todo suceda. Lo que dice, siente, hace y, por supuesto, “piensa”, todo le sucede; la afi rmación “yo pienso”, es tan equivocada como decir “yo digiero el alimento” o “yo bombeo mi sangre”.

Nuestros pensamientos siempre fl uyen en alineación con la fal-sa identidad, y así provocan la auto-afi rmación; en este estado nos predisponemos siempre a defender nuestras opiniones (pensa-mientos) porque esto nos hace creer que defendemos nuestro pro-pio Ser, como si se estuviera en busca de la supervivencia. Todo hombre que ignora el mecanismo de la auto-afi rmación se “en-cierra” en sus creencias, es decir, en su mente.

Y aún cuando la mente se convierta en la propia cárcel, los pensamientos no deben rechazarse; porque el movimiento de re-torno a la Libertad debe partir del pensamiento mismo. Si alguien pretende salir de la cárcel no debe imaginarse en otro lugar; tiene que partir de ella, porque en ella misma se encuentra.

Los pensamientos, en sí mismos, no deben considerarse como una carga; lo que sí se presume como carga es el fl ujo de pensa-mientos “innecesarios”, debemos discernir en ellos porque son precisamente ellos los que nublan la razón. Cuando la mente sea necesaria, debe usarse; cuando no lo sea, debe pasar a segundo plano. Quien goza de una memoria “llena” de ideas —innecesa-rias—, en realidad nada sabe; sólo engaña al mundo y se engaña a sí mismo.

En cualquier área del conocimiento, la maestría implica que la mente pensante ya no participe o que lo haga en un segundo pla-no. Cuando el centro mental está libre de pensamientos e ideas innecesarias puede servir de soporte para el derramamiento de la fuente original —el Espíritu universal—, como lo simbolizan las lenguas de fuego sobre las cabezas de los apóstoles en la realiza-ción del Pentecostés. Si la humanidad logra dar un nuevo salto evolutivo, el siguiente paso será la trascendencia de la mente.

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Revisemos lo que algunas citas extraídas de las fuentes fi losó-fi cas originales nos presentan sobre el centro mental, generemos con ellas una visión universal.

Cuando la mente vaga tras los placeres de los sentidos, la pasión perturba su sabiduría, igual que el viento empuja un cascarón sobre las aguas.

Bhagavad Gita, II- 67

No es posible identifi carse con la mente y perseguir la Sabiduría al mismo tiempo.

Cada vez que la mente, en su continua divagación, se aparte del Espíritu, una y otra vez tráela de vuelta y repósala sobre el Espíritu. Sólo de este modo llega el yogui al gozo supremo que habita en su corazón, cuando éste está en calma, en paz.

Bhagavad Gita, VI- 26 y 27

Krishna dice que la mente —como sucede en el alma— tiene dos opciones: orientarse a la dinámica continua de la existencia o a la quietud estática del Ser. La segunda opción es ajena al hombre natural.

La erudición basada simplemente en la memoria no otorga ningún don.

Confucio

Los procesos mentales, por su propia naturaleza, están ajenos a la Sabiduría universal.

El sabio abraza las cosas. Los hombres comunes discriminan entre sí y desfi lan sus discriminaciones ante los demás. En-tonces yo digo, los que discriminan no ven.

Chuang-Tzu

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Los procesos discriminatorios —el análisis— sólo especulan y gi-ran alrededor de la Verdad, pero nunca la tocan.

Cuando los objetos del pensamiento se desvanecen, el sujeto pensante se desvanece; y cuando la mente se desvanece, los objetos se desvanecen. Las cosas son objetos debido al sujeto, y la mente es tal debido a las cosas.

Sosán, Hsin Hsin Ming

Primero fue la luz, y por ella surgió el ojo; primero fue el soni-do, y por él surgió el oído . . . primero fue la existencia tangible, y por ella surgieron todos los sentidos; en síntesis: primero fueron los objetos físicos de la existencia, y por ellos —con la intermedia-ción de los sentidos— surgió la mente.

Existe una correlación entre los objetos y la mente, se sostienen mutuamente; pero ambos son relativos e ilusorios, ninguno “es” en sí mismo.

Lo que somos, es el resultado de lo que hemos pensado, se funda sobre nuestros pensamientos, lo hacen nuestros pen-samientos.El que no anda cuando hay que andar; el que, joven y fuer-te, se abandona a la pereza; aquel cuya voluntad y cuyos pensamientos son débiles, ese hombre indolente e inútil, jamás hallará el camino de la iluminación.

Evangelio del Buddha

Es el centro mental quien comanda la personalidad, nuestros frutos —en la existencia— corresponden a la calidad de nuestros pensamientos. También la calidad de búsqueda es determinada por el pensamiento; aunque la mente no nos lleve a la meta, con ella se inicia el camino.

Nada hay en la mente que no haya estado antes en los sen-tidos.

Aristóteles

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Los sentidos son la única fuente de información para los “tres” centros.

La inteligencia que se dedica a las cosas materiales es insufi -ciente para entender cosas grandes. Para poder comprender esto hay que tener una inteligencia que vaya más allá de esas cosas y tenga mayor alcance.

Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo

La orientación que siga el centro mental —interna o externa— determinará sus propios alcances.

Vende tu inteligencia y compra perplejidad; la inteligencia es mera opinión, la perplejidad intuición.

Rumi, Masnavi

La mente difícilmente persigue lo que no comprende, los mie-dos la frenan en la búsqueda de lo trascendental.

La causa principal de la ceguera espiritual es permitir que su voluntad entre en algo, y asentar su corazón y sus afectos sobre la obra de sus propias manos o de su propio cerebro.

Jacob Boehme, Diálogos Místicos

La voluntad es una creación del centro mental y nubla cualquier intento por trascender el sueño de la personalidad.

Si intentas concebir el Ser, se escapará de ti. Jacob Boehme, Diálogos Místicos

La naturaleza absoluta del Ser es incomprensible para el centro mental.

El movimiento rompe, divide, es una continua lucha en sí mismo. El movimiento fue en el comienzo de este mundo el separador o divisor, este es el mundo mutante y exterior:

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forma, imagen (apariencia) y confi guración. La agudeza mó-vil viene a ser una sensación. Esta sensación es la causa de la mente y de los sentidos.

Jacob Boehme, La Llave

La cualidad dinámica de la existencia dialéctica, su agudeza mó-vil, origina la percepción sensorial y es la sensación quien origina los sentidos y la mente. Estos procesos biológicos son plenamente mecánicos.

Aparta tu mente de todos los objetos externos, de toda vi-sión exterior. Aparta las imágenes internas, no sea que pro-yecten una negra sombra en la Luz de tu alma.

H.P. Blavatsky, Libro de los preceptos de oro

En la identifi cación con los pensamientos, nos mantendremos encandilados por una multiplicidad de imágenes, cuyas sombras envolverán cualquier fruto.

Tienes que sentirte a ti mismo Todo Pensamiento, y, sin em-bargo, tienes que desterrar todos los pensamientos de tu alma.

H.P. Blavatsky, Libro de los preceptos de oro

Para orientarnos hacia la Mente universal original, antes debe-mos des-identifi carnos con los pensamientos orientados hacia las formas.

Mientras tengas conceptos nunca verás lo que es verdadero.

Conversaciones por Krishnamurti en U.S.A. 1966

El concepto surge cuando una verdad relativa es considerada como absoluta. Debemos dudar siempre de cualquier pretendida verdad.

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Llegar a una conclusión es construir un muro alrededor de uno mismo, una protección que impide comprender. Las conclusiones acumuladas no contribuyen a la sabiduría, sólo sostienen la personalidad.

Krishnamurti, Informe auténtico de dieciséis conversaciones dadas en 1945 y 1946

Una pregunta abierta genera un vacío que tiende a ser llenado por conocimiento, impulsa a la búsqueda; con la conclusión sólo nos llenamos de nuestras propias ideas “relativas” y cancelamos cualquier apertura, cualquier vacío.

Hay dos cosas infi nitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro.

Albert Einstein

La estupidez llega cuando el ignorante se cree sabio; la sabidu-ría llega cuando el ignorante se reconoce como tal.

Nunca guardes en la cabeza aquello que te quepa en un bol-sillo.

Albert Einstein

Habitualmente, los humanos llenamos la mente de cosas inne-cesarias.

El simple pensamiento no es capaz de proporcionarnos un sentido de los fi nes últimos y fundamentales. Los fi nes esen-ciales no pueden fundarse en la razón, están allí como algo vivo, sin que resulte indispensable buscar una justifi cación de su existencia. Adquieren fuerza no mediante la demos-tración sino de la revelación.

Albert Einstein, Mis creencias

Con el centro mental no es posible comprender el propósito fun-damental de la vida; la revelación de ese propósito Único, está en vinculación directa con el Ser.

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57 Centro emocional

Este tema fi nal se dedica al centro emocional y con él cerramos el segundo tomo. El centro “instintivo-motor” no se atenderá de manera particular porque en los libros universales poco se habla de él; pero tampoco pasará inadvertido, quedarán debidamen-te establecidas las relaciones que lo involucran con los otros dos centros y la personalidad, a lo largo del tema anterior y de éste último.

Los tres centros —mental, emocional e instintivo-motor— son reaccionarios porque operan siempre en respuesta a estímulos: el centro mental permanentemente responde a los estímulos de los sentidos, sin ellos sería incapaz de pensar; el centro emocional reacciona a los pensamientos que circulan por el centro mental y estas reacciones se convierten a su vez en causas para que el centro mental responda nuevamente a ellas, así se crea un pe-queño círculo vicioso de “causas-efectos” entre pensamientos y emociones, estimulándose recíprocamente. El centro instintivo-motor reacciona directamente al cuerpo físico, aunque responde también a los estímulos generados por el quehacer de los otros centros. Todo termina en un “gran círculo vicioso” que provoca una “gran confusión”, y ésta a su vez deriva en la usurpación de funciones entre los tres centros.

En el tema anterior se habló sobre la necesidad de salir del contenido del centro mental para así evitar la identifi cación con los pensamientos; paralelamente, en este tema se aborda la ne-cesidad de salir también del contenido del centro emocional para así evitar la identifi cación con los impulsos “sentimentales”. Pero ahora descubriremos que resulta más difícil aquietar las activida-des del centro emocional que las del centro mental; la identifi ca-ción con las emociones produce ataduras más fuertes que con los pensamientos. La emoción produce mayor somnolencia que el pensamiento.

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Es común ver, sobre el ejercicio de la búsqueda, que muchos de los que encuentran canceladas sus posibilidades liberadoras en el desarrollo intelectual, buscan refugio en el despliegue sentimen-tal, donde esperan encontrar una puerta abierta hacia la libera-ción; esa esperanza es profundamente ilusoria. Los sentimientos y las emociones místicas no nos llevan a lugar alguno, el rena-cimiento del alma, la verdadera alquimia, no es una mezcla difusa de sentimentalismos. Nada tiene de cierto que los senti-mientos estén por encima de la razón, porque ambos son huma-namente naturales, surgen de la personalidad, la falsa identidad —por lo tanto son irreales—, y tienen cualidades relativas; a ambos los caracteriza la ilusión. La emotividad mística y el “deseo” de salvación, por muy sutiles que parezcan, son impulsados por el “instinto de conservación” de la personalidad, son únicamente una pose y proviene del plexo solar —que es la base corpórea del centro emocional—; en realidad, lo que se busca es satisfacer una “necesidad sofi sticada del yo”. El verdadero impulso de salvación nace en el corazón —tema inicial para el tercer tomo— y es com-pletamente ajeno a los tres centros; emerge —por una legítima conciencia existencial— sólo cuando se vive en una verdadera des-articulación hacia los intereses terrenales, cuando “se vive aquí sin ser de aquí”.

En la identifi cación con las emociones, que es el estado habitual del hombre, la “sensación de ser” se encierra en el tiempo y se reduce a la condición particular de cada momento; y peor aún, sin la observación de sí mismo la carga emocional aumenta en los di-versos estados que se alternan y repiten de manera cíclica, hasta llegar a creer que todos esos estados emocionales son normales, tanto alegres como tristes. Comúnmente predominan los estados depresivos, cuya densidad produce la sensación de mantenernos arrinconados en un sitio oscuro, con pocas motivaciones para vi-vir y sin comprender que eso puede modifi carse fácilmente para regresar a la luz; ante tal vacío de Conciencia, queda sólo la espe-ranza de que “la vida cambie” y no “uno mismo”. La infelicidad no surge de las circunstancias de la vida, sino del condiciona-miento de la mente por las emociones no observadas.

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Hasta las personas que se consideran talentosas, estables y feli-ces, suelen estar frecuentemente deprimidas; la condición de vida nada garantiza. Hay quienes gustan de sentir tristeza y sufrimien-to —ser negativo es demasiado fácil porque produce sensación de ser—, se inventan historias alrededor suyo, viven en permanente autocompasión y hasta tocan algunos linderos del masoquismo; no comprenden que sólo cuando nada se espera, y todo se acepta, es posible experimentar la libertad y la paz interior.

Las emociones negativas (vistas desde la dialéctica) como la an-siedad, la ira, el miedo, el rencor, la tristeza, la envidia, el odio y los celos afectan el sistema inmunológico, el sistema digestivo, el sistema nervioso. . . en fi n, todo el cuerpo biológico; las emocio-nes positivas ofrecen el efecto contrario, fortalecen todos los sis-temas del cuerpo, lo revitalizan y lo sanan. Pero no confundamos las emociones “positivas” generadas en la personalidad —que su-ben y bajan por principio de oscilación— con la cualidad absoluta del Ser: el verdadero Amor, la legítima Libertad y la Paz interior, que constituyen el estado “Único” absoluto que no tiene contrario y no está en las formas ni en el tiempo.

Las emociones surgidas en el centro emocional, tanto positivas como negativas, nunca tienen repercusiones en el Ser, jamás lo to-can; pero sí repercuten en el cuerpo físico y los otros cuerpos su-tiles de la personalidad, principalmente en su vitalidad: la mayor parte de la energía generada en los procesos químicos del organis-mo biológico se desperdicia, sobre todo por la actividad instintiva de la tensión muscular; la inútil tensión de los músculos absorbe una enorme cantidad de energía. Ante esa pérdida energética, lo común es pretender resolverlo produciendo más energía; pero esto nunca detiene la fuga, sólo se disfraza un problema que no se quiere atender desde su raíz, lo que deriva en sobre-consumo de alimentos y obesidad, entre otros múltiples desajustes. Todas las enfermedades están vinculadas, directa o indirectamente, con alteraciones en el centro emocional.

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Hay quienes consideran que “expresar las emociones”, de ma-nera libre y abierta, constituye un acto de desahogo y de profun-da sinceridad, que incluso se agradece en muchas ocasiones; en algunos casos, de manera absurda, se puede creer que ese acto es “bondadoso” porque pretende liberar “impresiones desagradables y desdichadas” para ofrecer algo importante que pudiera signifi -car alguna ayuda. Esto es puro engaño, consigo mismo y hacia los demás; las emociones son tan ilusorias como los pensamientos y sólo ofrecen resolutivos imaginarios.

La trascendencia no está en el combate ni la represión de las emociones, el sabio proceder es muy simple: basta con “obser-var” cada emoción, sentir plenamente su densidad en el cuerpo sin analizarla, sin juzgarla; reconocerla y aceptarla tal como es. Cuando alguien lleva consigo cierta carga de ira sin ser consciente de ella y sin manifestarla, no sólo tiene la posibilidad de enfer-marse, sino también de experimentar un ataque verbal o físico por otra persona iracunda, por simple identifi cación. Las emociones no observadas son generadoras de egos.

La trascendencia sí está en la observación y la aceptación de las emociones desagradables, y en el discernimiento de las emo-ciones agradables en contraste con el éxtasis de la Conciencia del Ser. “Es así como se digieren las impresiones”; no obstante, para la aceptación consciente es necesario ver la vida a través de un cristal claro y renovado, es decir, a través de una legítima conciencia existencial.

Cuando en la Biblia se dice: “levantad vuestros corazones” no se invita a orientarse a través de un éxtasis “místico-emocional” hacia lo divino, sino al equilibrio y la comunión entre el centro emocional superior y el centro intelectual superior —abordados ya en el tema 33 cuerpos superiores—. La primera interpretación —bella pero equivocada— es muy común, porque casi siempre se cree que las “emociones místicas” son la viva voz del Ser interior; sin embargo, son otros medios por los que se puede escuchar al verdadero Ser interior, y solamente en plena “neutralidad”.

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“El científi co analiza la rosa, el fi lósofo refl exiona acerca de la rosa, el poeta siente la rosa. El Hombre libre no analiza, no refl exiona, ni siente; sencillamente está en presencia y en comu-nión con la rosa”. Si bien el análisis y la refl exión nos alejan de las cosas, también en el sentir está la separación, porque las tres son actividades de la personalidad. Para estar en la Conciencia de la “Unidad” no hay que analizar, ni refl exionar, ni sentir; sólo Ser.

Demos sustento a lo ya expuesto sobre el centro emocional, para así cerrar este segundo tomo; profundicemos con algunas ci-tas extraídas de las fuentes fi losófi cas originales, las de mayor trascendencia histórica, y gocemos de una visión universal.

Sentido y pensamiento se hallan unidos. En los animales in-feriores, el sentido está unido al instinto; en los hombres, el sentido está unido al pensamiento.

Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum

En los hombres naturales de la actualidad, los sentidos también están vinculados con el “centro instintivo”; lo que en el fondo nos distingue de los animales es la presencia del alma.

Cuando la pasión ciega, el corazón no ocupa su debido lugar.

Confucio

Lo que nubla al corazón no son propiamente las emociones, sino la identifi cación con ellas mismas.

Lo que distingue a los hombres de los animales es casi nada. Sabiduría es conservar esta diferencia.

Confucio

La Sabiduría se origina en el Ser y fl uye a través del alma.

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Nunca se debe tratar con ligereza lo que es primordial, ni con gravedad lo que es secundario.

Confucio

Cuando el hombre se entrega inconscientemente a las emocio-nes, las cosas insignifi cantes adquieren un peso sobredimensiona-do y lo fundamental pasa inadvertido.

Todo está vacío, claro, autoiluminado, sin el empleo del poder de la mente. El pensamiento, el sentimiento, el conocimiento y la imaginación no tienen ningún valor.

Sosán, Hsin Hsin Ming

El sentimentalismo —no importa si es grotesco o sutil—, en con-sonancia con el quehacer de los otros dos centros, impide la aper-tura del vacío iluminador.

El más importante apoyo, para una altura de sentimientos, era la convicción de que ninguna eventualidad humana debe resultar inesperada, sino que debe esperarse todo lo que no está bajo nuestro control.

Vida Pitagórica, Jámblico

Cuando un hombre es capaz de afrontar lo inesperado sin inmu-tarse, goza de la estatura necesaria para ubicarse en el preludio de la Libertad.

Los pitagóricos se abstuvieron de lamentaciones, llantos, y toda manifestación similar.

Vida Pitagórica, Jámblico

A mayor inconciencia, más quejoso se hace el hombre.

La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hom-bre que siente mucho, habla poco.

Platón

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Resulta paradójico, pero en el verdadero Amor —que emana des-de el Ser—, los impulsos emitidos por el centro emocional están absolutamente ausentes.

Que no se angustie mi corazón.No refl exiones ya más.Verdaderamente apenasde mí mismo tengo compasión en la tierra.

Nezahualcóyotl, Canto de la Huida

Un corazón angustiado, lo está por identifi cación con todo lo que brota desde el centro emocional.

No tiene nada de intelectual ni de sentimental. El amor no es sentimiento, el amor no es emoción, el amor no es devo-ción.

Conversaciones por Krishnamurti en India 1966

El amor que surge en el hombre natural es en realidad un deseo “sutil” que se alimenta de las emociones procedentes del plexo solar; el humano suele hacerse adicto a ese mecanismo que se confunde con amor. La naturaleza del verdadero Amor es antagó-nica a la naturaleza de las emociones.

Cada cita seleccionada de algún libro universal es una gema en bruto capaz de otorgar Sabiduría, siempre en el grado que corres-ponda a la apertura de los oídos del lector. Cada vez que se ex-perimente una nueva lectura de los contenidos de este material, seguramente se vivenciarán experiencias nuevas y más lúcidas.

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Referencias históricas

Krishna. Un número de tradiciones y deidades regionales pueden haberse fu-sionado en las historias y la persona de Krishna. Los mitos y canciones acerca de Krishna aparecen en un gran número de textos fi losófi cos, religiosos y poéticos. Estos incluyen el Mahabharata (que contiene el Bhagavad Gita) y otros de desa-rrollos posteriores como el Jarí vamsa parva (‘el capítulo [del Mahabharata] sobre la familia de Jarí [Krishna]’). También el poema Gita govinda y el Bhagavata-purana, que dedica miles de versos en describir la vida de Krishna.

Según la tradición hindú,basada en cálculos astrológicos, Krishna nació en el Rohini nakshatra, a la medianoche del octavo día después de la luna nueva del mes de Sravana (bhadrapada).Pero no se sabe en qué año. Varios astrólogos hin-dúes, con la ayuda de software especializado en astrología, han propuesto varias fechas:

•5,561 a.C.: según P.V.Vartak.•3,228 a.C., 21 de julio: según Arun K. Bansal.•3,228 a.C.: según Swami Prakashanand Saraswati.•3,067 a.C.: según B. N. Narahari Achar.

Hermes Trismegisto o Mercurio Trismegisto, tres megas, esto es, “Tres Veces Gran Hermes”, era también identifi cado como Toth entre los egipcios.

Ese personaje fabuloso, que los egipcios y los griegos consideraban como el padre de todas las ciencias, era el legislador, el mago y el benefactor de Egipto y vivió en el siglo XX a.C.

No se puede precisar realmente la localización de Hermes en el tiempo y en el espacio. Según la cronología egipcia de Maneton, su época se denomina “reino de los dioses”. Por ese entonces no había aún ni papiro ni grafía fonética pero sí, apenas, la ideografía sagrada grabada por los sacerdotes en jeroglífi cos en las columnas y paredes de los Templos.

Los griegos, discípulos de los egipcios, lo llamaban Hermes Trismegistus o Tri-nidad Suprema; lo consideraron como un legendario y fabuloso legislador egipcio, sacerdote y fi lósofo; lo ubicaron en el reinado de Ninus, alrededor de 2,270 años a.C.

Hermes Trismegisto era el nombre que los griegos daban al dios egipcio (Her-mes Toth). En el culto egipcio de Osiris, Toth era el gran consejero; que presidía las ciencias y se le atribuían la totalidad de un conjunto de obras que contenían prácticamente todo el saber del antiguo Egipto.

Diódolo Sículo lo describe como secretario de Osiris y Cumberland llegó a decir que ese personaje era el propio Osiris. Sin duda existe mucha confusión entre los mitologistas respecto a este personaje.

Dicen que Hermes Trismegisto escribió más de treinta libros sobre teología y fi -losofía, y seis sobre medicina. Parece que todos desaparecieron, probablemente en las invasiones y guerras que Egipto sufrió a lo largo de su historia. Los egipcios atribuían a Hermes cuarenta y dos libros sobre ciencias ocultas.

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El hermetismo, que continúa siendo un punto de referencia para las ciencias esotéricas contemporáneas, se desarrolló a partir de la Edad Media como una doctrina fi losófi ca estrechamente ligada a la Alquimia.

Hermes es considerado el padre fundador de la alquimia y de donde surgieron las ciencias herméticas que originaron, en la Masonería, los ritos y grados hermé-ticos. La infl uencia del hermetismo en la elaboración del ritual de la Masonería fue importante, ya que en los primeros tiempos del cristianismo Hermes era con-siderado como padre de la inteligencia humana, citado inclusive, en las herencias documentales de la fase operativa de la Orden.

En todos los registros y manuscritos antiguos que contienen leyendas de la fraternidad, se hacía mención a Hermes Trismegistos como fundador de la Ma-sonería. Así el Manuscrito de la Gran Logia de los Operativos, que data de 1632, afi rma que “el grandioso Hermarino, que fue hijo de Cuby, hijo de Sem y nieto de Noé, fue identifi cado posteriormente como Hermes, padre de la sabiduría”.

Es en el asiglo XII cuando surge en toda Europa Occidental, a través de las cru-zadas y de los contactos con el mundo islámico, una serie de textos herméticos traducidos del árabe al latín. El más conocido de todos esos textos es la Tabla Esmeraldina, así denominada porque fue grabada en una piedra verde. Ésta es la “biblia de los alquimistas”.

El Zohar. Es una fuente de gran sabiduría espiritual que le fue revelada a Moisés como el “decodifi cador” de la Biblia. Fue transmitida como tradición oral hasta que se puso por escrito como un texto sagrado que permaneció oculto durante miles de años. El Zóhar y la Kabbalah han tenido una profunda infl uen-cia en todas las disciplinas más relevantes, desde la literatura y el arte hasta la medicina y la ciencia.

Lao Tse. Según algunos, Lao Tse nació en el año 604 a.C. Según otros, vino al mundo en el año 729 a. C. La fecha del año 604 a.C. se confi rma como la más razonable si tomamos como referencia a Confucio y el primer encuentro que se produjo entre ambos fi lósofos.

Lao Tse no es un nombre propio, sino un sobrenombre que signifi ca “Viejo Sa-bio”. Su nombre completo y verdadero era Li po yang. Lao Tse nació en Khio-gin en el reino de Tsou.

Según unos, era censor en la corte de la dinastía Chu; según otros era archi-vero. En cualquier caso, después de un largo tiempo dedicado a los menesteres palaciegos, Lao Tse decidió no sólo abandonar aquel estado, sino el territorio de la inmensa China, es decir, el Imperio.

Pero antes de cruzar la frontera decidió dejar escrita su obra, condensada en el Tao Te King.

Confucio. Filósofo, teórico social y fundador de un sistema ético -más que re-ligioso- que ha llegado hasta nuestros días. Kung-tse (Confucio, para occidente) vivió en la China feudal hace 2,500 años, entre el 551 y el 479 a. C. Sus orígenes eran muy humildes, pero desde joven mostró una gran inclinación por los libros antiguos y, con el tiempo, desempeñó una alta posición como funcionario del estado de Lu, en la actual provincia de Shang-Tung.

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Chuang Tzu (350-275 a.C.) nació en el estado Chu, en la actual China central, y es, incuestionablemente, el segundo maestro del taoísmo.

Chuang Tzu es posterior a Lao Tse, lo que le permitió exaltar la labor de éste y desarrollarla y ampliarla. Lo hizo básicamente mediante un libro que lleva el nombre del propio fi lósofo y que está escrito en prosa. Chuang Tzu está conside-rado como el gran genio impulsor de las letras chinas.

Según se cuenta, Chuang Tzu llevó una vida de ermitaño, pese a que tuvo muy buenas oportunidades para destacar. Una de ellas se produjo cuando el rey Ch’u le ofreció el puesto de primer ministro, y no sólo rechazó la oferta, sino que luego ridiculizó a los dos enviados y el pomposo ceremonial con el que se habían dirigido a él.

En su obra, Chuang Tzu dedica muchas páginas a comentar el confucianismo, que, bajo el punto de vista del taoísmo, era una escuela rival muy digna. Sin embargo, se empeñó Chuang Tzu en demostrar que Confucio había sido un admi-rador e incluso discípulo sumiso de las doctrinas taoístas. Aún así, las posturas del confucianismo y del taoísmo eran irreconciliables: para el primero, la base era buscar un humanismo perfecto; para el segundo, la perfecciónno es posible en lo humano, la perfección sólo puede encontrarse en el Tao.

Sosan (murió en el 606 d.C., de pie, bajo un árbol, en la postura de kin hin) es el tercer patriarca zen. No se sabe mucho sobre él; así es como debe ser, porque la historia sólo registra la violencia. No registra el silencio; no puede.

Sosan fue durante toda su vida un monje errante. Nunca se quedó en ningún sitio; siempre de paso, yendo, moviéndose. Era un río; no era un estanque, no era estático. Era un constante movimiento. Una vez que su iluminación fue un hecho reconocido, Sosan continuó en su antiguo estilo de vida de vagar mendicante. Y nada en él era especial. Era un hombre ordinario, un hombre del Tao.

El zen es un cruce entre el pensamiento de Buda y el de Lao Tse. Es un gran encuentro, el mayor que jamás haya tenido lugar. Y Sosan estaba ahí justo al comienzo, junto a la fuente original, cuando el zen salía del útero.

Siddhārtha Gautama, Buddha, nació hacia el año 560 a.C., en Kapilavasthu (en la antigua India, hoy Nepal), príncipe heredero del clan de los Shakyas, de donde derivaría su apelativo Shakyamuni (sabio de los Shakyas). Tras haber lleva-do una vida llena de lujos y placeres, privado del contacto con las cosas tristes de la vida, se encontró en tres paseos sucesivos, por los límites de los jardines rea-les, con escenas por él desconocidas hasta entonces, las que repercutieron pro-fundamente en su interior: un anciano, un enfermo débil y delgado y un muerto llevado por sus parientes. Sabiendo que su linaje no lo aislaba de esos infortunios (vejez, enfermedad, muerte), se dio cuenta de la inutilidad de gastar la vida en lujos y placeres y deseó encontrar un medio para liberarse de tales tribulaciones. Así abandonó sus riquezas y su futuro trono y partió en busca del remedio para la enfermedad, la vejez y la muerte. Siddhārtha Gautama murió alrededor del año 486 a. C., a los 80 años de edad.

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Popol Vuh. Las antiguas “Historias del Quiché”. Es el libro sagrado de los qui-chés que habitaban en la zona de Guatemala. Se explicaba en él el origen del mundo y de los mayas. También se relataba la historia de todos los soberanos.

Es esencialmente una descripción del conjunto de tradiciones mayas de quie-nes habitaban la región guatemalteca. No se conoce el nombre del autor pero, por datos sacados del contenido de la obra, se supone que ha sido escrito hacia 1544. Fue escrito originalmente en piel de venado, posteriormente transcrito en 1542 al latín por Fray Alonso del Portillo de Noreña. La versión española fue realizada sobre este último texto en el siglo XVIII (1701) por el fraile dominico Francisco Ximénez.

El signifi cado de los términos que conforman el nombre es: Popol: Palabra maya que signifi ca reunión, comunidad, casa común, junta. Vuh: Libro, papel, árbol de cuya corteza se hacía el papel. Para los quichés de Guatemala, hombres del bosque o de los magueyes, el

Popol Vuh es su Biblia.

Filósofos griegos•Pitágoras. Si bien no son muchos los datos históricos que se conocen de la

vida personal de Pitágoras, se puede citar lo siguiente:Nació hacia el año 578 a.C. en Samos (rival comercial de Mileto). Fué expulsa-

do hacia occidente por cuestiones políticas, abandonando su patria para escapar de la tiranía de Polícrates (538 a.C.), refugiándose en la Magna Grecia (sur de Italia), específi camente en Crotona.

Fue en Crotona donde fundó en 532-520, más o menos, una especie de comu-nidad de carácter fi losófi co–religioso, misma que se difundió en numerosas fi liales esparcidas por Tarento, Metaponto, Sibares, Regnum, Siracusa, etc.

Estableció su hogar en Crotona, donde sus opiniones políticas dominaron en la ciudad.

Fue desterrado por el partido adversario, exactamente por Cylon. Murió en Metaponto en 495, a.C. teniendo cerca de 83 años.

•Heráclito de Éfeso (544-484 a.C. aprox.) Para Heráclito, no sólo las cosas in-dividuales salen del fuego y vuelven a él, sino que el mundo entero perece en el fuego para luego renacer. He aquí la imagen del “ciclo cósmico” la que ya fuera apuntada por Anaximandro, ésto es, la antigua idea griega del “eterno retorno” que volverá a aparecer con Platón.

Pero el aporte más trascendente de Heráclito está en sus ideas respecto a la contradicción y el Lógos. Todo está en constante movimiento porque el mundo fl uye permanentemente.

•Parménides. Nació en Elea, hacia el 540 antes de Cristo aproximadamente, donde residió hasta su muerte en el año 470 a.C. Se dice que fue pitagórico y que abandonó dicha escuela para fundar la suya propia.

•Sófocles. Nace en Colona, hoy parte de Atenas, actual Grecia, 495 a.C.; muere en Atenas, 406 a.C. Poeta trágico griego.

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•Herodoto. Historiador griego nacido en Halicarnaso poco antes de la expedi-ción de Jerjes contra Grecia (480 a.C.). Con motivo de la revuelta Herodoto hubo de abandonar su patria y dirigirse a Samos, donde pudo tener un contacto más estrecho con el mundo cultural jonio.

•Sócrates. Nació en Atenas en el año 470 a. C. de una familia, al parecer, de clase media. Su padre era escultor y su madre comadrona, lo que ha dado lugar a alguna comparación entre el ofi cio de su madre y la actividad fi losófi ca de Sócra-tes. Los primeros años de la vida de Sócrates coinciden con el período de esplendor de la sofística en Atenas.

•Arístocles de Atenas, apodado Platón (Πλάτων, «el de anchas espaldas»), nace, probablemente, en el año 428-427 a.C. en Atenas, o quizás en Aegina. Perte-necía a una familia noble. Platón tuvo una educación esmerada en todos los ámbi-tos del conocimiento. A los veinte años (407) tiene lugar el encuentro con Sócrates: acontecimiento decisivo para Platón. Sócrates contaba entonces con 63 años y se convertirá en su único maestro hasta su muerte.

•Aristóteles. Nació en el año 384 a.C. en una pequeña localidad macedonia, cercana al monte Athos, llamada Estagira. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. Aristóteles fue iniciado de niño en los secretos de la medicina y de ahí le vino su afi ción a la investigación experimental y a la ciencia positiva. Huérfano de padre y madre, en plena adolescencia, fue adoptado por Proxeno, a quien pudo mostrar años después su gratitud adoptando a un hijo suyo llamado Nicanor.

•Horacio. Poeta lírico y satírico romano, autor de obras maestras de la edad de oro de la literatura latina. Quinto Horacio Flaco nació en diciembre del año 65 a.C., hijo de un liberto, en Venusia (hoy Venosa Apulia, Italia). Estudió en Roma y Atenas fi losofía griega y poesía en la Academia. Horacio murió en Roma el 27 de noviembre del año 8 a.C.

•Plutarco. Procedente de la hoy desaparecida Queronea, en la actual Grecia, fue un historiador, biógrafo y ensayista griego que vivió entre el 46 y el 120 d.C.

•Epícteto, en griego: Επίκτητος (Hierápolis, 55 – Nicópolis, 135). Fundó su escuela en Nicópolis, a la que se dedicó plenamente, pues él, a imitación de Sócrates, uno de sus modelos, no escribió nada. Las enseñanzas de Epícteto te-nían su base en las obras de los antiguos estoicos; se sabe que se aplicó a las tres ramas de la fi losofía en la tradición de la Stoa, lógica, física y ética. Sin embargo, los textos que se conservan tratan casi exclusivamente de ética. Según ellos, el papel del fi lósofo y maestro estoico consistiría en vivir y predicar la vida contem-plativa.

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Cristianismo•Evangelio de los esenios. Fue necesario el “accidental” hallazgo hecho en el

interior de una gruta, en el año 1947, por un joven beduino, Mohamed el lobo, quien encontró las jarras de greda con rollos de lino recubierto de alquitrán o cera con escritos en pergamino y láminas de cobre de más de 2,000 años de anti-güedad, para que los esenios fueran nombrados en el mundo moderno.

El evangelio de los esenios, que es una traducción directa del arameo de los evangelios conservados en el Vaticano, en los que la Madre y el Padre ocupan un lugar primordial en contraposición a la versión patriarcal de otros evangelios, es una auténtica doctrina y enseñanzas espirituales de la escuela de los esenios.

Se dice que casi todos los principales fundadores, de lo que luego se denominó la cristiandad, fueron esenios: Santa Ana, José y María, Juan el Bautista, Jesús, Juan el Evangelista, etc.

Los Pitagóricos y Estoicos en Grecia siguieron los principios esenios; sus ense-ñanzas están presentes en los elementos de la cultura Adónica de los Fenicios, en los de la escuela de Alejandría que contribuyeron a cimentar la cultura de Occidente con el Gnosticismo, la cristiandad, la kabbalah, la Francmasonería y una pléyade de movimientos renovadores posteriores que actuaron secretamente debido a las persecuciones a que fueron sometidos.

En 1928 Edmond Bordeaux Szekely (fi lólogo y lingüista, Ph. D. de la Universidad de París) publicó la primera traducción del Arameo al Francés, del primer tomo del “Evangelio Esenio de la Paz”.

Las ediciones del material esenio precedieron a los escritos encontrados en las cuevas del Mar Muerto en 1947.

•Evangelios Gnósticos de Nah Hammadi. Los evangelios conocidos como apó-crifos, comprenden alrededor de 50 textos, escritos algunos en arameo, otros en copto, en griego antiguo, etc.

En 1945 fueron descubiertos por campesinos Egipcios los papiros de Nag Ham-madi, que recopilaban una serie de textos originales, en una forma muy parecida a los cuatro evangelios reconocidos por el cristianismo ortodoxo, con clara expre-sión del cristianismo gnóstico esencial, prístino, original. Estos evangelios fueron desdeñados por el catolicismo con el nombre de apócrifos (por considerar que “se apartan de la verdad”, al menos la pretendida), considerados actualmente “Evangelios apócrifos gnósticos”, entre los que se encuentran el Evangelio de To-más, el Evangelio de Felipe, de María Magdalena, el evangelio apócrifo de Juan, el de San Valentín; y para asombro de los intelectualoides de la Era del Kaly Yuga, en pleno 2006, el evangelio de Judas.

•Evangelio Según Judas. El papiro con el Evangelio según Judas, de 26 pági-nas, fue hallado cerca de la localidad de Beni Masar, en Egipto, en 1978. En 2000, la Fundación Mecenas de Arte Antiguo de Basilea (Suiza) se hizo con el documento e inició los trabajos de traducción. Los expertos consideran que se trata de una copia de un texto aún más antiguo, en el que Judas aparece retratado como una fi gura benévola que trata de ayudar a Jesús a salvar a la raza humana.

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La autentifi cación del documento se ha llevado a cabo utilizando numerosas técnicas, como la prueba del carbono 14, el análisis de tinta, la imagen multies-pectral, así como los índices paleográfi cos e históricos.

•La Pistis Sophia es una traducción de una colección especial de manuscritos Gnósticos Coptos de 2,000 años de antigüedad, derivados de Códices Egipcios-Coptos Cristianos. En el período histórico posterior en que la iglesia temprana fuera establecida como la “religión ofi cial” del Imperio Romano (325 d.C.), la literatura de la Pistis Sophia fue retirada.

El término “Pistis Sophia” corresponde en Griego a las palabras “Fe-Sabiduría” y representa la enseñanza que fue dada a los discípulos de Cristo-Jesús después de su resurrección. No son enseñanzas reveladas tan sólo a los discípulos de Je-sús, sino también a sus discípulas, incluidas María Magdalena, Martha y Salomé.

Los manuscritos de la Pistis Sophia datan del 150-300 d.C. Sin embargo, esta extensiva y expansiva enseñanza se dice que fue dada hasta los 11 años posterio-res a la resurrección.

•La Biblia. No es un solo libro, es una colección de antiguos textos compuesta por diversos libros separados, escritos a lo largo de aproximadamente 1,600 años. El Antiguo Testamento contiene 30 libros escritos aproximadamente entre el 1500 y el 400 a.C., y el Nuevo testamento contiene 27 libros escritos aproximadamente entre el 40 y el 90 d.C. El Antiguo Testamento original fue escrito principalmente en hebreo, con algo de arameo, mientras que el Nuevo Testamento original fue escrito en griego común.

Comenzando ya desde el 250 a.C., la Biblia hebrea fue traducida al griego por expertos judíos en Alejandría, Egipto. Esta traducción fue conocida como la “Septuaginta”.

Comenzando cerca del 40 d.C, y continuando hasta cerca del 90 d.C., los tes-tigos oculares de la vida de Jesús, incluyendo Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Pa-blo, Santiago, Pedro y Judas, escribieron los Evangelios, cartas y libros que se convirtieron en el Nuevo Testamento de la Biblia. Durante los años 200 d.C., los escritos originales fueron traducidos del griego al latín, cóptico (Egipto) y sirio (Siria), y ampliamente diseminados como “escrituras inspiradas” a través del Imperio Romano (y más allá). En el año 397 d.C., los actuales 27 libros del Nuevo Testamento fueron formalmente y fi nalmente confi rmados y “canonizados” en el Sínodo de Cartago.

Islam•Ibn Arabi. Es todo un referente del misticismo neoplatónico musulmán, naci-

do en 1165 en la ciudad de Murcia, Mohidin.Con la comodidad que supone proceder de una familia distinguida, pronto sale

de Murcia para pasar su juventud en Sevilla. Pasa unos años en los que la ligereza y la disipación toman las riendas de su vida, hasta que irrumpe en él una atrac-ción irrefrenable por la mística y la fi losofía sufi . Decide entonces embarcarse en un viaje que le llevará a recorrer los reinos bajo dominio árabe en el interior de la península, pasando después al norte de África: Marruecos, Túnez y Egipto,

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para llegar fi nalmente a Oriente, donde pasará el resto de su vida, muriendo en Damasco cuando contaba con ochenta años de edad. Durante su estancia en la Meca, a los treinta y nueve años, él mismo relata que recibió la iluminación de Allah.

La fecundidad literaria de Ibn Arabi es impresionante, siéndole atribuidas más de cuatrocientas obras en prosa y verso que abarcan las más diversas temáticas: fi losofía, mística, poesía, teología...Evidentemente su fuente principal es el Co-rán.

En cuanto su epistemología, Ibn Arabi sostiene que el conocimiento del mundo presente a través de los sentidos no es el conocimiento verdadero, sino el camino hacia el Conocimiento.

•Mevlana Jalal’uddin Rumi (1207-1273) nació en Balk (lo que se conoce hoy como el norte de Afganistán), hijo de un gran maestro sufi de la época, Baha Veled. Fue criado dentro del mundo místico desde muy pequeño: debió compe-netrarse con la lectura del Corán, su interpretación y exégesis (interpretación crítica), la jurisprudencia Islámica y los hadith (los dichos y actos del profeta Mahoma), los que llegó a manejar a la perfección. A la edad de 10 años debió emigrar, debido a que el pueblo Mongol estaba invadiendo cruelmente esa zona. Él y su familia emprendieron un largo viaje, pasando por La Meca y Damasco, arribando fi nalmente luego de 12 años al estado de Anatolia (Turquía); durante el viaje, Rumi conoció a muchos y notables maestros del sufi smo. Luego de la muer-te de su padre en 1231, se convirtió en su sucesor y tuvo diversos ilustres e ilumi-nados maestros, que fueron sus tutores y guías. Pero no fue hasta su encuentro con el gran maestro Shams i Tabriz, que Rumi despertó al máximo su potencial. Shams es un espejo para Rumi, y en su compañía Jalal’uddin Rumi hace realidad la Verdad de su Ser.

Son sus discípulos o amigos los que transcriben sus recitaciones y así será el caso de todas sus obras. Años más tarde, Husamedin Chelebi -seguidor y amigo de Mevlana- se ofrecerá para transcribir el Masnavi, que es una de las obras principales y más extensas de Rumi. Es seguro que quien abra su corazón a Rumi comprenderá en mayor profundidad el místicismo Islámico (Sufi smo).

Nezahualcóyotl (1402-1472), gobernante y poeta del México antiguo. Desde los últimos años del mundo indígena hasta nuestro tiempo, el rey poeta de Tezco-co ha sido una fi gura legendaria, de multiple fama. Y sin embargo, se le conocía más por sus anécdotas y por cierto vago prestigio, que por los hechos de su vida y, hasta hace pocos años, se ignoraban sus verdaderos poemas o cantos.

En Nezahualcóyotl se unían de manera excepcional las aptitudes a menudo irreconciliables del guerrero, el gobernante, el constructor, el sabio en las cosas divinas y el poeta. Pero, además, él fue un hombre que trascendió a su tiempo, por las indagaciones espirituales que formuló y por la organización administrati-va y la estructura legal que dio a la vida de su pueblo y, singularmente, por las instituciones culturales que estableció, como fueron los archivos de los libros pintados, las escuelas y consejos superiores, las academias de sabios y poetas, las

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colecciones de fl ora y fauna, y aun por el cuidado de la lengua que distinguía a sus dominios. Dentro del mundo nahua del siglo anterior a la conquista, él repre-senta una tradición moral y espiritual, la herencia tolteca de Quetzalcóatl, que intentó oponerse a la concepción místico-guerrera de los aztecas.

Alquimistas•Nicolas Flamel (Pontoise, 1330 – París, 1413). Fue un burgués parisino del si-

glo XIV, escribano público, copista y librero jurado; aunque sin duda un personaje histórico, su vida está ligada con leyendas, que lo reputan como alquimista de sufi ciente habilidad para ejecutar las dos obras más complejas del arte alquími-co: la transmutación de los metales en oro gracias a la elaboración de la piedra fi losofal, y la inmortalidad.

•Paracelso. Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus Paracelsus es el nom-bre latino adoptado por el astrólogo, médico, mago, alquimista y fi lósofo alemán Theophrast Bombast von Hohenhein. Nació en Einsiedeln en 1493 y murió a los 48 años, en 1541, en Salzburgo.

Comenzó trabajando como cirujano militar, así hizo sus primeros viajes a Oriente, Escandinavia…, estos viajes le sirvieron para recopilar conocimientos.

En 1527 se instaló en Basilea, allí fue reconocido por sus sorprendentes cura-ciones, devolvió la vida a un amigo de Erasmo de Róterdam. Gracias a su fama fue nombrado profesor de la escuela de medicina, dejaba entrar a sus clase a los barberos cirujanos, les hablaba en alemán y no en latín(lengua de los cultos), quería que los conocimientos médicos fueran para el pueblo y no para unos cuan-tos privilegiados. Escribió más de 14 volúmenes de medicina, naturismo y fi losofía y otros tantos de teología.

Descubrió la homeopatía, si un veneno se aplicaba en pequeñas dosis surgiría de él su naturaleza oculta benefi ciosa: “lo símil se cura con lo símil”.

Paracelso tenía su propio concepto de la sanación, basado en el tratamiento de las enfermedades con sustancias minerales transformadas alquímicamente, consistente en el reconocimiento de la íntima unión de los tres elementos que conforman la totalidad del hombre: espíritu, alma y cuerpo.

Él mismo dice: “la alquimia no tiene por objeto exclusivo la obtención de la piedra fi losofal, la fi nalidad de la ciencia hermética es producir sustancias sobe-ranas y emplearlas en la curación de las enfermedades”.

Según Paracelso, el verdadero médico es ordenado por Dios.

•Jacob Boehme (1575–1624). El “Teósofo Alemán”, cuya vida creativa abarcó el período Rosacruciano, nació en un poblado de la Antigua Seidenburg y se tras-ladó a la Lusatia Superior en las cercanías de Bohemia en las últimas décadas del siglo XVI. Fue un místico cuyo discernimiento contribuyó mucho para establecer una interpretación espiritual de la alquimia. Aunque haya sido un zapatero sin instrucción, Boehme poseía un alto grado de percepción mística de los mundos espirituales y para expresar sus experiencias interiores decidió revestirlas de tér-minos alquímicos. Boehme tuvo una profunda infl uencia sobre las ideas teoló-gicas y esotéricas, particularmente entre fi nales del siglo XVII e inicio del siglo XVIII; con todo, su sistema esotérico-fi losófi co de la teología continúa inspirando a muchos en los días actuales.

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•Fama Fraternitatis. De este libro proceden las primeras referencias históri-cas a la Orden de la Rosa Cruz, obra esotérica publicada en Kassel, Alemania, en el año 1614, de autor anónimo y desconocido, que ha sido sin embargo atribuida por varios autores a Johann Valentin Andreae (1586-1654), sin que exista no obs-tante ninguna prueba formal que apoye esta tesis. Según lo relatado en la Fama, la Orden Rosacruz tendría sus orígenes en Christian Rosenkreuz, personaje legen-dario nacido en 1378 en Alemania. A partir de 1393 este místico alemán iniciaría un periplo iniciático que le llevaría a visitar varios países lejanos como Damasco, Palestina, Tierra Santa, Egipto y Marruecos entre otros, donde estudió durante años con maestros de las ciencias ocultas.

Según la Fama, a su retorno a Alemania en el año 1407, fundó la Orden Rosa-Cruz, que estaría constituida por un pequeño grupo de no más de ocho personas, y de quienes esta obra da sus nombres y funciones en el seno de la Orden. Cuando Christian Rosenkreuz murió en 1484, la Orden se extinguió y la localización de su tumba permaneció desconocida hasta que en el año 1604 fue redescubierta, y como consecuencia la Orden Rosacruz «renacida».

Otros dos documentos importantes en relación a la fundación de la Orden Ro-sacruz fueron la Confessio Fraternitatis publicada también en Kassel en (1615), anónima pero atribuida de igual forma a Andreae y Las Bodas Químicas de Chris-tian Rosenkreuz publicada en 1616 y atribuida por otros a Francis Bacon. La Confessio Fraternitatis está indiscutiblemente ligada a la Fama, ya que podría afi rmarse que es una continuación de la misma. Con respecto a las Bodas Quími-cas, explica con un lenguaje simbólico y alquímico el proceso místico de Christian Rosenkreuz.

Teosofía•Helena Petrovna Blavatsky. Nació el 30 de julio de 1831 en Yekaterinoslav,

Dnipropetrovs’k (Ucrania). Durante mucho tiempo viajó por Europa, Asia y Es-tados Unidos. Afi rmó que había estudiado durante siete años con los mahatmas hindúes durante su estancia en Oriente. En 1873 viajó a Nueva York y en sólo dos años se convirtió en la principal fundadora de la Sociedad Teosófi ca, un activo grupo internacional. Con la nacionalidad estadounidense se estableció en la India en 1878. Entre sus obras destacan: La Voz del Silencio, Narraciones Ocultistas, El país de las Montañas Azules, La Clave de la Teosofía, Isis sin Velo, la Doctrina Secreta, el Glosario Teosófi co y cientos de artículos publicados en numerosas revistas del mundo. Falleció el 8 de mayo de 1891.

•Rudolf Steiner. Nació en Krakjevec (Hungría-Croacia) el 27 de febrero de 1861. Hijo de un empleado ferroviario, pasó su niñez en Neudörfl , un apartado y encantador pueblito austríaco. Cursó estudios en Wiener Neustadt, en la Technis-che Hochschule de Viena y fi nalmente en la Universidad de Rostock (doctorado en Filosofía).

Cultivó especialmente ciencias y matemáticas, y la lectura de fi lósofos como Kant, Fichte, Schelling y Hegel; su temprana preocupación por Goethe hizo que se le encomendara la edición comentada de la obra científi ca de este autor. La notable introducción que escribió para los primeros volúmenes hizo que fuera

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contratado por los Archivos Goethe y Schiller de Weimar, donde se radicó durante varios años y terminó su edición de la obra goethiana.

Desde niño había tenido un conocimiento intuitivo y clarividente de los aspec-tos ocultos de la naturaleza y el hombre, y paulatinamente logró desarrollar una clarividencia consciente que le permitió acceso a planos más elevados. Fue ges-tando así su doctrina antroposófi ca o Ciencia Espiritual que pretende alcanzar el conocimiento del hombre, del mundo suprasensible y de las fuerzas espirituales.

Hacia 1901 se lanzó abiertamente a la enseñanza de la Ciencia Espiritual, habiendo aceptado el cargo de Secretario General de la Sección Alemana de la Sociedad Teosófi ca en 1902.

•Krishnamurti. Nació en la India en 1895 y murió en 1986. A los 13 años lo tomó bajo su protección la Sociedad Teosófi ca, que lo consideraba a él como el vehículo para el “instructor del mundo”, cuyo advenimiento habían estado proclamando. Krishnamurti emergió como un maestro infl exible e inclasifi cable.

Sus pláticas y escritos no tenían conexión con ninguna religión específi ca y no pertenecían ni a Occidente ni a Oriente, sino que eran para todo el mundo.

Repudiando fi rmemente la imagen mesiánica, en 1929 disuelve de forma ta-jante la vasta y caudalosa organización que se había construido en torno a él y declaró que la Verdad era una tierra sin senderos a la que resulta imposible aproximarse mediante alguna religión fi losófi ca o secta convencional.

Por el resto de su vida rechazó insistentemente la condición de gurú que otros trataban de imponerle y negó él mismo su autoridad; no quizo discípulos y habló siempre como un individuo habla a otro. El núcleo de sus enseñanzas estaba en la comprensión de que los cambios fundamentales de la sociedad podían tener lugar sólo con la transformación de la conciencia individual: acentuaba constantemen-te la necesidad del conocimiento propio y señalaba las infl uencias restrictivas y separatistas originadas en los condicionamientos religiosos y nacionalistas.

Krishnamurti siguió hablando hasta su muerte a los 90 años. Sus pláticas, diá-logos, diarios están reunidos en más de 60 volúmenes. Cada libro se centra sobre alguna cuestión que tenga particular importancia y urgencia en nuestras vidas cotidianas.

Albert Einstein. Nació en la ciudad bávara de Ulm el 14 de marzo de 1879. Fue el hijo primogénito de Hermann Einstein y de Pauline Koch, judíos ambos, cuyas familias procedían de Suabia. Al siguiente año se trasladaron a Munich.

El pequeño Albert fue un niño quieto y ensimismado, que tuvo un desarrollo intelectual lento. El propio Einstein atribuyó a esa lentitud el hecho de haber sido la única persona que elaborase una teoría como la de la relatividad: «un adulto normal no se inquieta por los problemas que plantean el espacio y el tiempo, pues considera que todo lo que hay que saber al respecto lo conoce ya desde su primera infancia. Yo, por el contrario, he tenido un desarrollo tan lento que no he empezado a plantearme preguntas sobre el espacio y el tiempo hasta que he sido mayor».

A partir de 1933, con el acceso de Hitler al poder, su soledad se vio agravada por la necesidad de renunciar a la ciudadanía alemana y trasladarse a Estados Unidos, en donde pasó los últimos veinticinco años de su vida en el Instituto de Estudios Superiores de Princeton, ciudad en la que murió el 18 de abril de 1955.

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El presente material se imprimió en marzo de 2013 en los talleres de

Terminados Bibliogáfi cos.Enrique Díaz de León Nte. # 732, Col. Artesanos, Guadalajara, Jal.

Tiraje: 3,000 ejemplares.