Primera Unidad

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CALIFORNIA CHRISTIAN UNIVERSITY DISTANCE LEARNING PROGRAM Programa de Maestría en Teología CURSO Historia del pensamiento cristiano II La segunda Reforma: siglos XVI-XIX Primera unidad El puritanismo Inglés: Historia y desarrollo: Influencia del pensamiento de Knox. Por. Martín Lloyd Jones. Conferencia. La ética económica de los puritanos. Mario Cely. Ponencia. Colombia. Los puritanos ingléses: Un paradígma histórico de la consejería. Por: Ken L. Sarles. Artículo en revista. Juan Owens: El príncipe de los puritanos. Por: William P. Farley. Ponencia conmemorativa. Todos los textos y artículos son usados con propósitos estrictamente académicos y con apego a las leyes de autor

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Historia del pensamiento cristianoLa segunda reforma siglos XVI y XIXLa idea de Dios en el pensamiento de Descartes...Jorge Fox y los cuáquerosLos hermanos de PlymouthEl pietismo

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CALIFORNIA CHRISTIAN

UNIVERSITY DISTANCE LEARNING PROGRAM

Programa de Maestría en Teología

CURSO

Historia del pensamiento cristiano II

La segunda Reforma: siglos XVI-XIX

Primera unidad

El puritanismo Inglés: Historia y desarrollo: Influencia del

pensamiento de Knox. Por. Martín Lloyd Jones. Conferencia.

La ética económica de los puritanos. Mario Cely. Ponencia.

Colombia.

Los puritanos ingléses: Un paradígma histórico de la consejería. Por:

Ken L. Sarles. Artículo en revista.

Juan Owens: El príncipe de los puritanos. Por: William P. Farley.

Ponencia conmemorativa.

Todos los textos y artículos son usados con propósitos estrictamente académicos y con apego a las leyes de autor

El puritanismo inglés

Historia y desarrollo Influencia del

pensamiento de Knox

Mucha gente piensa en John Knox únicamente en términos de Escocia y, por lo tanto, esa gente cree que sólo a los escoceses cabe celebrarlo y conmemorar su obra. La respuesta para eso puede ser dada de esta manera: todos los que visitaron Ginebra y vuelcan la Placa y el Memorial en homenaje a los grandes reformadores, habrán notado que John Knox está incluido entre ellos. Él está en aquella gustosa compañia, con Calvino y Haré; y eso debería ser suficiente para hacernos comprender, no solamente que John Knox hizo grandes y maravillosas cosas en Escocia, sino también el carácter de su obra.

Me propongo a considerar con vosotros este hombre en términos de una declaración hecha por Thomas Carlyle - un ciudadano escocés, es correcto, pero, no obstante, un historiador de fama, y que no dice las cosas livianamente. En su libro, Los Héroes y el Culto a los Héroes ("Heroes and Hero Worshippers") dice él: "Él fue el sumo sacerdote y el fundador de la fe que vino a ser la fe característica de Escocia, de la Nueva Inglaterra y de Oliver Cromwell - es decir, del puritanismo". Carlyle de hecho no incluye Inglaterra - debía haberlo hecho - sin embargo incluye la Nueva Inglaterra y Oliver Cromwell. Él reivindica en favor de John Knox que él fue el padre y fundador de un movimiento que llevó a eventos extraordinarios, no solamente en las Islas Británicas, pero muy distante, a eventos que influenciaron todo el curso de la historia. Esa declaración de la Carlyle es justificable? Podemos consubstanciar su alegación? Me propongo a demostrar que en ningún sentido se puede acusar Carlyle de exageración.

Antes de que pasemos a pensar en Knox en particular como el fundador del puritanismo, dejenme darles un breve esbozo de su vida. Él fue creado en el catolicismo romano y se hizo sacerdote. Hubo época en que él era conocido como "Sir" John Knox. Fue creado en la pobreza, en una familia pobre, sin antecedentes aristocráticos y nadie que lo recomendara. Se hizo el gran hombre que fue, únicamente como resultado de sus extraordinarias habilidades naturales, y aún más como resultado de su conversión. Él fue convertido de manera extraordinaria, por la instrumentalidad de correctos luminares de primera grandeza de la Reforma en Escocia - George Wishart y otros. Él pasó por un cambio completo y, naturalmente, dio la espalda al catolicismo romano. Finalmente se halló en St. Andrews, donde comenzo a participar de las actividades. A principio él no predicaba, pero posteriormente fue forzado a hacerlo.

El resultado fue que, cuando los franceses tomaron St. Andrews y hicieron buen número de prisioneros, John Knox se vio trabajando como esclavo en una galera francesa, y eso por casi dos años. Fue una experiencia extenuante, en la cual él sufrió, no sólo los rigores de ese tipo de vida, como también una intensa crueldad. Eso, a buen seguro, dejó su marca en toda su vida, porque minó su salud; consecuentemente tuvo que mantener constante lucha contra la enfermedad.

Finalmente pudo salir de aquella situación, y volvió para Inglaterra y Escocia. La situación se quedó muy difícil para él en Escocia, pero él se establecio en Inglaterra. Él fue designado ministro y predicador en Berwick-sóbrelo-Tweed ("Berwick-on-Tweed"), y permaneció allá y en Newcastle-sóbrelo-Tyne ("Newcastle upon Tyne") de 1549-51. (Hay mucha discusión sobre si él nació en 1503 o 1504, o alrededor de 1513 o 1515. Eso no importa. Lo importante es que él era hombre de edad cuando fue convertido en algun punto de la década de 1540, y se hizo predicador en Berwick y Newcastle.) Después de eso él vino hacia Londres; y en ese tiempo Eduardo VI estaba en el trono. Knox se hizo uno de los capellanes y predicadores de la corte. Así, él estaba en el centro de las actividades de Inglaterra, y en muchas ocasiones predicó en la presencia de Eduardo VI y de la corte. Eduardo VI murió con 16 años de edad, y Maria, "Maria, la Sanguinaria", subió al trono de la Inglaterra. Knox y varios otros tuvieron que huir para proteger sus vidas.

Acabaron yendo hacia el continente y comenzaron a estudiar bajo Juan Calvino, en Ginebra; sin embargo, en ese medio tiempo, él fue llamado para servir como co-pastor de los refugiados ingleses que habían formado una iglesia en Frankfurt-sóbrelo-Meno. Así, como resultado de la persuasión de Calvino, él fue para allá y pastoreo la iglesia. Después de mucha dificultad y disputa, él fue mandado aunque de Frankfurt y fue para Ginebra, junto con varios otros refugiados, y allí de nuevo se hizo pastor de la iglesia inglesa, de 1556-59. Entonces, en abril de 1559, después de la muerte de María, y cuando Elizabeth subió al trono,

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en 1558, él pudo retornar, no solamente a las Islas Británicas, y sí también a Escocia. Comenzó su gran obra, la obra de su vida, en cierto sentido, en Escocia, en abril de 1559, y allí permaneció hasta la muerte, que ocurrió en 24 de noviembre de 1572.

Ahí tenemos sólo la estructura mínima de un esbozo de la historia de este hombre. Existen muchas excelentes biografías de él. Recomiendo una de las más recientes, de autoría de Jasper Ridley. Piensa dedicarle cuidadoso estudio y consideración. Es una de las mejores escritos sobre él, enteramente superior a una que fue divulgada hace unos treinta años, escrito por el lord Eustace Percy.

Veamos ahora la persona, propiamente dicta. Ningún hombre sufrió mayor difamación que John Knox. Algo parecido aconteció con Calvino también; pero es más real con relacion a Knox. Había elementos, tal vez, en su carácter que provocaban eso hasta más que en el caso de Calvino; sin embargo todo eso se basaba en la ignorancia y, por descontado, en la malicia de los católicos romanos y de todos los otros tipos de católicos. Ineludiblemente, estos días de ecumenismo, un hombre como John Knox es blanco de ácidos ataques. El principal interes si hoy está en Maria - Maria, reina de los escoceses, que es descrita, e idealizada, hasta más que ella misma se describía!

Pero, no estoy preocupado en defender John Knox. Él no necesita de mí, ni de ninguno, para defenderlo. Estudiemos este hombre admirable. Él era de pequeña estructura - hecho no sin significación! Alguien dijo una vez que las mayores cosas de este mundo fueron hechas por hombres pequeños y pequeñas naciones! Él no era atractivo, de manera ninguna, ni se distinguía por su apariencia, a juzgar por los patrones modernos. Era un hombre fuerte y rudo y, del punto de vista físico, no había nada en él que lo recomendara, excepto por el hecho de que había algo que le venía a los ojos una vez u otra, que, literalmente, ponía el temor de Dios dentro de las personas. La cosa más notable sobre él era su capacidad. Él no era capaz, en el sentido en que Calvino lo era, ni era él un literato, en el sentido en que Calvino lo era; pero un hombre puede ser capaz sin ser literato. Portanto, cuando hablo sobre su capacidad, estoy pensando en particular en su sentido de discriminación, en su capacidad para "diferenciar entre cosas que difieren". Esta parece haber sido una de sus características más notables, como veremos.

Otra cosa sobre Knox era su asombrosa energía. He ahí ahí, de nuevo, una característica de todos los grandes hombres que Dios usó a través de los siglos. Como él realizó todo que hizo sólo se puede explicar en términos de la gracia de Dios, sin embargo había algo en la propia constitución del hombre que explicaba eso. Estuve leyendo recientemente que la misma cosa se podía decir de Daniel Rowland, el grande predicador galés del siglo 18; y noté que sus contemporáneos siempre comentaban su extraordinaria energía. Esta calidad no es sólo característica de los grandes estadistas y de los grandes líderes militares y otros; es también, generalmente, una característica de los grandes predicadores. Esto nos hace acordarnos de la definición de oratoria, hecha por Demóstenes; era: "acción, acción, acción".

Otra característica de John Knox era su perspicacia. Si hubo un hombre que necesitaba de perspicacia, era John Knox, en la situación en que se encontraba. Nos hicieron acordarnos en esta Conferencia la alianza, o, en todo caso, la relación entre el Estado y la Iglesia, entre la política y la religión. Esto era ineludible aquellos días, y significaba que John Knox tenía que cooperar con ciertos políticos de Escocia. Es emocionante su extraordinario discernimiento y comprensión del pensamiento de esos hombres y de su duplicidad. Varias veces él salvó la Reforma simplemente a causa de su sagacidad. Jasper Ridley se refiere a él como "un consumado político"; y él era así, y tenía que ser! Esos hombres habrían cometido traición muchas veces, porque no conseguían entrever lo que estaba aconteciendo realmente. No conseguían ver lo que el enemigo estaba haciendo; pero John Knox conseguía, y con que extraordinaria sagacidad él podía salvar la situación! En muchos casos él fue capaz de ver a través de las sutilezas de la mente y del comportamiento de Maria, reina de los escoceses, y los esfuerzos que ella hacía para anular los de él.

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Llego, ahora, a la su sabiduría. Estoy mencionando estos puntos por esta razón - que este hombre es generalmente considerado como fanático, como un hombre duro, un hombre llevado por tremenda presunción y ambición, un hombre que no toleraba ningún desacuerdo o cualquier tipo de oposición. Sin embargo vosotros no podrán leer ningún relato objetivo de él sin maravillarse con su extraordinária sabiduría. Él parecía saber exactamente hasta donde ir en cada práctica, y nunca intentaba ir además de ese punto. Algunos lo movian a avanzar, otros querían contenerlo; pero él parecía seguir siempre la vereda de la sabiduría. Cuando estaba en Berwick, por ejemplo, él no atacaba abiertamente el Libro de Oración Común, que oficialmente debía ser utilizado; él simplemente no lo utilizaba. Vosotros ven la distinción. Doy énfasis a esto porque muchas veces tuve que recordarle a algunos de mis hermanos más jóvenes que este punto es importante. Vosotros no necesitan estar siempre anunciando lo que hacen y quedarse hablando de eso, pues actuar es más importante que hablar. Knox no atacaba, no llamaba la atención para eso, y no ponía un letrero diciendo que no iba a usar el Libro de Oración; simplemente no lo usaba. Eso indica moderación y gran sabiduría.

Algunas veces Knox fue acusado de cobardía porque huyó varias veces de Escocia - tanto para Inglaterra como para el continente - en tiempos de persecución y gran peligro. Sin embargo, para mí, él estaba siendo gobernado por este principio de gran sabiduría y perspicacia. Él comprendió que, si quedaba en Escocia, sería muerto, como lo fueron George Wishart, Patrick Hamilton y otros antes de él. Él sabía que no podría llevar adelante la causa; por eso huía. Yo lo justifico. A veces se requiere más coraje para huir que para quedarse y hacerse un mártir.

Consideremos, a continuación, su moderacion. Para mucha gente suena completamente ridículo hablar en moderacion en el caso de John Knox - "aquel fanático, intolerante y extremista". Pero la moderacion del hombre es casi increíble. Tomemos, por ejemplo, el consejo que él dio una vez al pueblo de Berwick. Él estaba en Londres justamente cuando Eduardo VI estaba llegando al fin de su reinado, un poco antes de Maria hacerse reina. Él sabia que estos miembros da su vieja iglesia en Berwick inmediatamente estarían en grandes dificultades. El Libro de Oracion, aunque oficialmente introducido, no ha sido impuesto a la Diócesis de Durham porque el entonces obispo de Durham, Tunstall, era más católico que protestante, y no le gustaba ese Libro de Oracion de los protestantes; así, su uso nunca fue impuesto obligatoriamente. Eso, naturalmente, ayudó Knox el no darle atencion; sin embargo ahora él podía ver que habría un cambio, y se haría obligatoria la disciplina; por eso él escribe a esos amigos de Berwick y de Newcastle y les llama a la moderacion.

En que puntos deberían firmarse? La primera cuestión levantada fue, como señalaré más tarde, el arrodillarse a recibir la santa Cena. El consejo de Knox fue que, por amor de los principios mayores y de las verdades más importantes, ellos deberían conformarse con aquello, y él los excusaría por hacerlo. Pues bien, eso es el principio de la moderación en la práctica. Tomemos más algunos ejemplos. Cuando él fue para Frankfurt como uno de los dos ministros, vio que ya habían decidido introducir la Orden del Culto, de Calvino. Ellos estaban de acuerdo sobre eso, y creían que él concordaría inmediatamente, porque era un gran admirador de Calvino. Pero, John Knox no se mostró dispuesto a concordar, y por esta razón; él dijo que ellos no debían hacer aquello sin consultar a todos los otros refugiados ingleses en Estrasburgo, Basilea y otros lugares. Eso es moderación. Él sólo actuaría en unísono con los otros hermanos. Más tarde él y otros redactaron una Orden del Culto de ellos propios, a la cual hubo oposición. Él mostró más prontitud que nadie para aceptar modificaciones y varios aumentos a ella.

Además, como señalé en mi charla del año pasado sobre los Orígenes del Puritanismo, cuando lo contrastamos con Richard Cox, el anglicano que había ido para Frankfurt y que insistía en que la iglesia, como él lo expresaba, debía tener "un rostro inglés", y que ellos debían continuar usando el Libro de Oración Común cómo lo habían usado en Inglaterra, Knox hizo todo que se puede imaginar, todo que un hombre podría hacer, para acomodar la oposición y encontrar acuerdo. Pero, tal fue la intransigencia de Richard Cox y de los que lo seguían, que imposibilitó totalmente el acuerdo. Knox, tantas veces interpretado como intolerante y lleno de fanatismo, sobresale en fulgurante contraste como un modelo de

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moderativo, contrariamente a aquellos anglicanos que no solamente se oponían a él, sin embargo lo pusieron fuera de Frankfurt y lo hicieron huir para Ginebra.

Dirijamos ahora la atención para su originalidad, la cual también quiero destacar. A veces se piensa que John Knox no pasa de un "disco de gramofone" de Calvino. Es un engaño completo. Algunos tal vez carguen esa culpa; pero John Knox era un pensador original. Él pensaba por sí mismo y, cuando su comprensión de las Escrituras lo exigía, él no nesitaba en rechazar, contestar y criticar las ideas presentadas por bultos como Tyndale, y como el propio Calvino. Él discordó de Calvino y de Tyndale, por ejemplo, cuanto al deber del pueblo cristiano para con sus príncipes y gobernadores. Él defendía la idea de que se hiciera oposición a los gobernadores, en ciertas circunstancias, y hasta revolución, antes de los otros que lleguen cerca de aceptar esa enseñanza - Calvino en particular. Eso era una señal de su pensamiento original. Él no fue dirigido por Calvino en esa cuestión, ni, en la verdad, en ninguna otra, a no ser que él concordara. Él razonó las cosas por sí solo. Estoy acentuando eso porque es algo muy importante.

No debemos engullir automaticamente todo lo que leemos en los libros, aunque de los mayores hombres. Debemos examinar todo; y Knox lo hacía y, como digo, cuando discordaba, estaba más que pronto a decirlo. La misma cosa acontecía con su actitud para con las diversas ceremonias de los cultos de la Iglesia de Inglaterra. También en esta materia él estaba al frente de los otros, como voy a mostrar, y cuando él escribió su libro concernente al Medonho Gobierno de Mujeres ("The Monstrous Regiment of Women"), fue de nuevo enteramente original.

Eso nos lleva a la su coraje. De él se dijo, cuando él murió, que "nunca temió el rostro del hombre"; y es verdad. Además de eso, yo podría añadir que él nunca temió el rostro de las mujeres también! Y él tuvo que enfrentar dos mujeres. Una era una mujer muy fuerte; y la otra, Maria, reina de los escoceses, era fuerte a causa de su flaqueza. Las mujeres débiles pueden hacer uso de su buena apariencia y de su feminidad de un modo que les da una especie de fuerza. Faltaba buena apariencia Elizabeth I, de Inglaterra, sin embargo su personalidad era realmente fuerte. John Knox tuvo que lidiar con ambas, y no tuvo miedo de ninguna de ellas. El poder de ellas no hacía diferencia para él. Su coraje es casi inaudito. Él se opuso, igualmente, la Cranmer, la Ridley y Pedro Mártir. Él nunca tuvo miedo de quedarse solo y de aguantar todo solo. Él tenía la misma personalidad heroica que vemos en Martin Lutero, cuando permaneció firme en la "Dieta de Worms" y enn otros lugares.

Ahora vamos a hacer consideraciones sobre él como predicador. Su gran característica como predicador era la vehemencia. Los grandes predicadores generalmente son vehementes; y todos nosotros debemos ser vehementes. Esto no resulta solamente de la naturaleza; surge de la sensible percepción del poder del evangelio. La vehemencia, naturalmente, es caracterizada por el poder; y John Knox era un predicador de veras poderoso. El resultado de eso es que él era un predicador muy influyente. El efecto de su predicacion sobre Eduardo VI, la que me referiré más tarde, era extraordinario; y eso se daba no sólo con Eduardo VI, pero con muchos otros también. Es tradicional la referencia al efecto de su predicacion sobre Maria, reina de los escoceses. Él podía hacerla llorar; no bajo convicción, y sí de rabia. Ella lo temía; ella decía que tenía más miedo de sus oraciones y de su predicacion que de muchos regímentos de soldados ingleses. Randolph, hombre de la corte y embajador, dijo lo siguiente, acerca de él y de su predicacion: "La voz de un único hombre es capaz de, en una hora, poner más vida en nosotros que 500 trompetas resonando continuamente en nuestros oídos". La voz de un sólo hombre! Muchas veces un único sermón predicado por Knox cambiaba toda la situación. Cuando los lordes y otros estaban alarmados, temerosos y prestes a desistir, Knox subía a un púlpito y predicaba; y la situación toda se transformaba. Un sólo hombre "más influyente que el resonar de 500 trompetas en nuestros oídos"!

Es eso que la predicacion puede hacer, y muchas veces ha hecho. Este era constantemente el caso con Knox. Tal vez uno de los mayores tributos pagados a él, en este aspecto, sea lo que fue hecho inconscientemente por un eclesiástico inglés. Después que Maria subió al trono de Inglaterra, un correcto

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Hugh Weston fue designado para presidir la una discusión sobre la celebración de la Cena y sobre otras cuestiones, en Oxford, entre Cranmer, Ridley y otros de un lado, y los católicos romanos del otro. Durante la discusion Weston dijo: "Un fugitivo escocés" - lo que quiere decir, un refugiado escocés - "quitó la adoracion y el culto Cristo que había en la ordenanza; como efecto de su acción, esa herejía fue introducida en el más reciente Libro Común, en el Libro de Oración de 1552. A ese punto prevalecía la autoridad de ese único hombre en aquel entonces". Weston no estaba refiriéndose a lo que había acontecido en Escocia, pero en Inglaterra.Ahí vosotros tiene una notable prueba del poder de la predicacion de Knox, procedente del enemigo. Según esos católicos romanos, John Knox fue más responsable por la abolición de la idolatria de la "adoración de la hostia" en la celebración de la Cena que cualquier otro. Eso ilustra el poder de su predicacion.En que sentido, entonces, es cierto decir que Knox fue "el fundador del puritanismo"? La primera respuesta es propiciada por su originalidad de pensamiento, su independencia. El puritano es, por definición, un hombre de independencia, de pensamiento independiente. El puritano nunca es "un hombre de las instituciones oficiales". Digo eso no sólo en términos de la "religión oficial", pero también en términos de cualquier aspecto de la oficialización institucional. Para mí, este es un punto sumamente importante. Hay algunos que parecen haber nacido como "hombres de las instituciones oficiales". Sea cual que sea la esfera de la vida en que se hallen, están siempre del lado de las autoridades, de aquello que siempre ha sido hecho y de las condiciones como son.

Su gran preocupación es preservar el pasado. Se hallan en las iglesias libres tan comumente como en la comunión anglicana y noutras formas de cristianismo. Son hombres pertenecientes a lo que es oficial; siempre mantiene esa posición. Pues bien, yo afirmo que el puritano, por su naturaleza y por su espíritu, nunca es un "hombre de las instituciones oficiales", gracias a la independencia y originalidad, a la su lectura personal de las Escrituras y a su anhelo de conocer la verdad independientemente de lo que otros puedan haber dicho o pensado.

Segundo, Knox es "el fundador del puritanismo" porque él presenta con mucha claridad los princípios normativos del puritanismo. Es decir, de entrada y por encima de todo, la autoridad suprema de las Escrituras como la Palabra de Dios. No necesito profundizarme en eso. El catolicismo romano pone en primer lugar la iglesia, su tradición y su interpretación de las Escrituras; y todas las iglesias reformadas imperfectamente continuaron a hacer lo mismo. Sin embargo la característica peculiar del puritano es que él asevera la autoridad suprema de la Palabra de Dios. Este era el principio normativo de Knox. Si una cosa no podía ser justificada por las Escrituras, él no a aceptaba, y no permitía que fuera adoptada.

El segundo principio normativo era que él creía en una reforma "de raíz y ramos". Esa expresión no es mía; es de él, y vino a ser de otros. Nuestras palabras, los puritanos no se contentaban con una reforma en la doctrina solamente. Ahí es que Knox y ellos discordaban de los líderes, en Inglaterra. Todos estaban de acuerdo cuanto a los cambios en la doctrina. Todos ellos eran calvinistas, y eso y aquello, pero la diferencia del puritanismo es que él no se detiene en una reforma tan solamente doctrinaria, sin embargo insiste en que la reforma sea llevada también a la esfera de la práctica. Esto envuelve todo el concepto sobre la naturaleza de la Iglesia. Para el puritano, reforma no significa sólo modificacion o mejoramiento superficial; significa una "nueva formación" de la Iglesia - no una simple modificación de algo que siempre existió - regida por el Nuevo Testamento y su enseñanza. Ese fue su segundo principio normativo.Él deseaba retornar a la idea neotestamentária de la Iglesia. En conformidad con eso, él decía que la Iglesia tenía que ser reformada en sus ceremonias, en otras palabras, en su manera de conducir el culto y en la administración de las ordenanzas. Él lo expresó de este modo: "En el culto de Dios, y especialmente en la administración de las ordenanzas, la regla prescrita en las Escrituras Sagradas debe ser observada sin aumento o disminución", y "la Iglesia no tiene ningún derecho de inventar ceremonias religiosas y de darles un significado". Fue a causa de eso que le hicieron acusaciones. Decían que él afirmaba "que el hombre no puede formar ni inventar una religión aceptable Dios, pero está obligado a observar y a mantener la religión que de Dios es recibida, sin cambios ni cambios". Él enseñaba también que "las

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ordenanzas del Nuevo Testamento deben ser administradas como fueron instituidas por Jesucristo y practicadas por todos. Nada se les debe añadir y nada se les debe quitar". Aún: "La misa es una abominable idolatría, una blasfêmia contra la muerte de Cristo y una profanación de la Cena del Señor". Él fue acusado de enseñar esos principios; y de eso era culpado. Esa era su posición.

Esos fueron sus principios normativos. Pero, y es decir de vital importancia en esta cuestion, él aplicaba sus principios. Lo que me parece, no existe eso de puritano teórico o acadêmico. Hay los que se interesan por el puritanismo como una idea; pero son traidores del puritanismo, si no aplican sus enseñanzas; pues la aplicación es siempre la característica del verdadero puritano. Es bueno elogiar la "conciencia puritana", sin embargo si usted no obedece a su conciencia, estará negando el puritanismo. Hooper concordaba con Knox en muchas cosas, pero Hooper tenía la tendencia de retroceder sobre aquello en que creía. Cuando Hooper estaba para ser ordenado como obispo, dijo que no usaría las mismas costumbres, y fue mandado para galés; sin embargo, más tarde, él cedió, y usó las costumbres. El punto que estoy afirmando es que el verdadero puritano no solamente ve estas cosas y defiende estas ideas - él las aplica, él actúa basado en ellas. Es en eso que Knox es tan notable, y superior John Hooper. Él sobresale, en su conscienciosa aplicación de aquello que él creía ser el modelo neotestamentário concernente a la naturaleza de la Iglesia, a las ordenanzas y ceremonias, y al ejercicio de la disciplina.

Observémoslo, ahora, poniendo esos principios en acción. Primero en Berwick-sóbrelo-Tweed y en Newcastle-sóbrelo-Tyne. Como venimos, él no ponía en práctica la Orden de Oración Común, de Eduardo VI, de 1548, ni seguía las instrucciones del Libro de Oración Común, de 1549. En este aspecto él fue auxiliado por Tunstall. Muchos otros predicadores estaban adaptándose a eso; pero John Knox no. En su ministracion de las ordenanzas, él no era dirigido por los decretos del cuerpo oficial de Inglaterra, bajo lo cual él estaba predicando entonces; ni por el Libro de Oración.

Segundo - y este es uno de los puntos vitales - era costumbre recibir la Cena de rodillas. Esta es una práctica anglicana. John Knox fue el primero a enseñar las personas - y no solamente a enseñarlas, sin embargo a ponerlo en práctica – el tomar la Cena sentados. Eso es puritanismo en la práctica. Enteramente por su cuenta, y gracias a su comprensión de las Escrituras, él llegó a la conclusión de que es errado arrodillarse para recibir el pan y el vino. Hay buena evidencia, pienso yo, para decirse que él ya tenía puesto en práctica ese concepto en St. Andrews, antes de hacerse esclavo en las galés francesas; pero, haya sido así o no, el correcto es que él introdujo esa práctica en Berwick; y fue una grande innovacion.

Durante siglos, bajo el catolicismo romano, la Cena fue recibida de rodillas, y ese era la costumbre y la práctica en la Iglesia Reformada Anglicana. Otra innovación de la cual él fue el líder pionero, fue que él sustituyó la hostia por pan. Dejó de usar la hostia, que había sido usada durante siglos en la Iglesia romana, y que aún era usada en la Iglesia Anglicana hasta aquel tiempo. Ellos inmediatamente cambiaron eso; entre tanto Knox fue el primero a hacerlo; y lo hizo cuando era ministro en Berwick-sóbrelo-Tweed.Con relación al bautismo, él se negaba a bautizar los hijos de personas que habían sido excomulgadas. Otros ministros lo hacían. Él rechazaba bautismo privado y se rechazaba a hacer la señal de la cruz en conexión con el bautismo. Los conocedores de la subsecuente historia del puritanismo saben que todas estas cuestiones se hicieron cruciales en la posición puritana a través de los años. Knox había introducido esas ideas puritanas, en la práctica, en su ministérío en Berwick y en Newcastle.Knox fue llevado hacia Londres por el Duque de Northumberland y se hizo capellán de la corte y predicador popular. Estamos interesados en su historia allí únicamente como el fundador del puritanismo. Una gran crisis surgió en 1552. Un Libro de Oración reformado fue introducido en 1549, pero casi todos vinieron a concordar que él era inadecuado, y que aún había en él demasiadas reliquias y restantes del catolicismo romano. Por eso se decidió que ellos necesitaban tener un nuevo Libro de Oración, y también nuevos "Artículos de la Religión". Comenzaron a prepararlos y, alrededor de septiembre de 1552, fue producido un nuevo Libro de Oración, en gran medida por Thomas Cranmer. Ellos ya habían redactado también 45 Artículos de la Religión - los cuales fueron la base de lo que finalmente vino a ser conocido como los 39 Artículos. He ahí ahí el punto crucial. Ese nuevo Libro de Oración de hecho había ido para el

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prelo y debía entrar en uso el día l2 de noviembre de 1552. Ejemplares de ese libro fueron enviados John Knox y a otros capellanes y predicadores, por cortesía, suponiéndose, naturalmente, que todos estarían de acuerdo. Pero, inmediatamente John Knox vio que el libro contenía algo con lo que él no podía concordar. Se quedó insatisfecho también con algunos de los 45 Artículos. El Artículo 38 declaraba "que el segundo Libro de Oración Común, y cada rito y ceremonia, eran santos, pios y sostenidos por las Escrituras de Dios, y en ningún punto eran repugnantes a ellas, tanto en el referente a las oraciones comunes y a la administración de las ordenanzas, cuanto en el referente al ritual".

Eso inmediatamente llevó Knox a hallar la sitúacion intolerable. ¿Por quê? Por esta razón extraordinaria: que en ese nuevo Libro de Oración había una norma que mandaba el participante de la Cena recibirla de rodillas. Ahora, eso no había sido declarado en el Libro de Oración de 1549 Por qué no? Porque esa había sido siempre la costumbre y la práctica. Se hacía eso bajo el catolicismo romano, y se continuó por hacer en la Iglesia de Inglaterra; por eso no fue mencionado en 1549. Hooper y otros estuvieron cuestionando esa práctica, así como Knox, y su práctica en Berwick y en Newcastle se hube hecho conocida. Así, Cranmer, Ridley, Pedro Mártir y otros creyeron que debía ser insertada una instrucción en el Libro de Oración diciendo al pueblo que los participantes tenían que recibir la ordenanza arrodillados. Inmediatamente Knox se quedó en dificultad. Como podría concordar con artículos que afirmaban que todo, en ese Libro de Oración, era "santo, pio y sostenido por las Escrituras de Dios"? Eso no era verdad; era mentira. De ahí, que hizo él? Afortunadamente, él tuvo una oportunidad para expresarse. El rey (Eduardo VI) y su corte estaban en Windsor, y cupo John Knox ser el predicador. Con su acostumbrado coraje, él predicó precisamente sobre esa materia, y lo hizo con tal poder y efecto que sacudió el rey en sus bases, en cuanto a esa cuestión, y muchos otros con el rey. Knox afirmaba que arrodillarse era pecaminoso e idolátrico. Acuerden de que él tenía contra sí Cranmer, Ridley y Pedro Mártir, y también que el Libro ya estaba en las manos de los editores, y que de ahí la seis semanas, o menos, debería ser presentado oficialmente, en l2 de noviembre. Bien, este sermon de Knox causó consternación y llevó a mucha actividad. Knox, con uno más o dos, redactó un memorándum exponiendo su argumentación contra el arrodillarse, y pleiteando que el rey y las demasiadas autoridades no insistieran en ese arrodillarse porque era pecaminoso e idolátrico.

Ellos presentaron ese memorándum al rey y al consejo. Después de mucha verificación y mucha argumentación, finalmente llegaron a un término de concesión. Knox no consiguió que aquella norma no entrara en el nuevo Libro de Oración; sin embargo obtuvo un mejoramiento vital. Él convencio de tal manera al rey, que este suscribió una declaración, la cual debía ser introducida al Libro de Oración. Era un término que debía ser insertado con el fin de salvaguardar los participantes contra los peligros decurrentes de arrodillarse para que reciban a Cena, y especialmente la possibilidad de idolatría.

Hay poca duda de que ese término fue redactado por Cranmer. El aún tiene las marcas de su peculiar ingenio para la transigência. El nuevo Libro de Oración ya fuera impreso, pero aún estaba en las manos de los editores. Que es lo que las autoridades podian hacer? Ellas imprimieron ese nuevo artículo, esa nueva declaración sobre este asunto, en una hoja de papel separada, y el rey promulgó un decreto ordenando que esa hoja de papel fuera encartada en el nuevo Libro de Oración. Los pocos ejemplares del impreso original que restan, aún la tienen.

Aquí va el artículo que John Knox, por intermedio del rey, tenía forzado Cranmer a producir. Dice él: "Aunque ninguna orden pueda ser aventada con perfección, de modo que algunos a pueden formular mal o corromperla o interpretarla apenas, sea por ignorancia o flaqueza, o entonces por contumácia y malicia; y aún, porque el amor fraternal lo requiere, con la posible conveniencia, que sean retiradas las ofensas; estando nosotros dispuestos a hacer lo mismo, por cuanto, en el Libro de Oración Común se ordena, en la administración de la Cena del Señor, que los comungantes reciban el pan y el vino arrodillados, práctica que se debe entender en el sentido de humilde y agradecido reconocimiento de los beneficios de Cristo hechos al participante digno, y de evitar la profanación y el desorden que acerca de la celebración de la Cena podrían seguirse; para que el mismo acto de arrodillarse no sea entendido o tomado

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de otra manera, nosotros declaramos que no se debe entender por él que es prestada alguna adoración, o que se deba prestarla, sea en el pan y en el vino sacramentales allí recibidos físicamente, sea en la presencia real y esencial entendida como siendo de la carne y de la sangre naturales de Cristo.

Pues concerniente al pan y al vino de la Cena, estos continúan en sus substancias naturales propiamente dichas y, por lo tanto, no pueden ser adorados, pues eso sería idolatría que todos los cristianos fieles deben repudiar; y en lo concerniente al cuerpo y a la sangre naturales de Cristo, nuestro Salvador, ellos están en el cielo, y no aquí; pues está contra la verdad el verdadero cuerpo natural de Cristo estar en más de un lugar al mismo tiempo".

Ese artículo vino a ser conocido como "el artículo negro". El punto que defiendo es que Knox fue el principal responsable por su introducción. El artículo fue añadido al Libro de Oración como salvaguarda contra el terrible peligro de idolatría. Pues bien, esa fue una acción puramente puritana. La reina Elizabeth, cuando subió al trono, excluyó aquel "artículo negro" del Libro de Oración, y él sólo fue restaurado, con ligera modificación, en 1662. He ahí una prueba positiva de que aquel hombre fue el líder del "partido puritano", de esta explícita manéra: él luchó acerca de muchas otras cosas también, pero falló. Él intentó cambiar la doctrina presente en el Artículo 26, sobre la naturaleza de las ordenanzas. Knox enseñaba "que Dios confiere gracia independientemente de las ordenanzas, aunque estas sean una señal de la gracia". Cranmer, por otro lado, decía y publicaba que "la gracia es conferida mediante las dos ordenanzas, que no eran sólo una señal o un canal de la gracia". Ahí, de nuevo, Knox estuvo peleando en favor de una actitud puritana para con las ordenanzas, en contra de Cranmer, Ridley, Pedro Mártir y otros anglicanos típicos.

Más una prueba del "puritanismo" de Knox durante aquel periodo en Londres está en esto: como resultado del problema como el Libro de Oración, Knox se habia hecho un hombre y un líder tan prominente, que le fue ofrecido el obispado de Rochester. Sin embargo, él lo rechazó. Hooper acepto el obispado de Gloucester, sin embargo Knox no quiso aceptar; y la única explicación de su rechazo está en sus principios puritanos. Él jamás creyó realmente en obispos.

En el tiempo que él pasó en Frankfurt, allí, de nuevo, una cosa muy interesante aconteció. pidieron a Knox que saliera de Ginebra, donde él estaba estudiando bajo Calvino, para ser uno de los pastores de la iglesia de los refugiados ingleses que se encontraron en Frankfurt. Eso es ciertamente extraordinario. He ahí una iglesia inglesa, una iglesia fundada por algunos grandes ingleses que habían necesitado huir para que sobrevivan; y ellos pidieron a aquel escocés que fuera su ministro. Por quê? Thomas Fuller, un inglés típico, y no puritano, escribiendo el siglo subsecuente se expresó así: "Vosotros pueden hallar incongruente que, entre tantos teólogos ingleses capaces que se hallaban en el exterior, un escocés fuera el pastor de la iglesia inglesa de Frankfurt, de más visible y conspicua además; y fue así por que vean el reconocido mérito de Knox, que lo hizo aceptable, a pesar de ser extranjero". Esa es una buena colocación.

Ahí está la prueba de un gran hombre: él cambia de opinión. El hombre pequeño es aquel que nunca muda de opinión. Él continuó, explicando por qué había cambiado, y diciendo que las dificultades de Inglaterra bajo Maria eran castigo de Dios sobre ellos por que no hubieran realizado la Reforma de manera más completa, y especialmente cuanto esta cuestion del Libro de Oración. Allí él expone clara y abiertamente su actitud para con el Libro de Oración. Esto resultó en su expulsión de Frankfurt; así, él fue para Ginebra. La primera tentativa de una iglesia puritana entre ingleses, fue esa en Frankfurt. Fue un fracaso porque Cox y sus amigos recurrieron al despreciable recurso de acusar falsamente John Knox de alta traición al emperador, el juez político. Esa acusación se basaba en ciertas cosas que él tenía dicho y publicado, en un sermón que hube predicado una vez en Amsterdam.

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Habiendo fallado de ese modo en Frankfurt la primera tentativa de formar una iglesia puritana, Knox y los que lo apoyaban fueron para Ginebra; y lo que hubo fracasado en Frankfurt, vino a ser un éxito en Ginebra. Allí Knox introdujo la Orden del Culto que había sido experimentada y rechazada en Frankfurt. Ella se hizo la Orden del Culto de Ginebra. Es conocida como el Libro de Ginebra. Esa Orden, en el Libro de Ginebra, no era de Calvino. Calvino también tenía su Orden; todavía esa era primariamente de John Knox, y fue la que él introdujo subsecuentemente, cuando volvio para Escocia, la cual ha sido usado, desde aquel tiempo, en la Iglesia de Escocia como su Libro de Orden oficial.

Por lo tanto, en Ginebra tenemos la primera iglesia verdaderamente puritana entre ingleses. Que Esto sea uno de los más fuertes argumentos para afirmar, con Carlyle, que John Knox es el fundador del puritanismo inglés. Fue también mientras en Ginebra que él formuló su concepto en cuanto a los príncipes, y en cuanto a la actitud del cristiano para con "los poderes que existen". En eso él estuvo al frente de Calvino, y este es también una señal de su verdadero puritanismo. Yo afirmo que no se puede entender verdaderamente la revolución que ocurrió aquí en Inglaterra, el siglo siguiente, excepto a la luz de esta enseñanza. Allí estaba la primera apertura de la puerta que llevó al desarrollo posterior.También, mientras estaba en Ginebra, él publico su famoso tratado intitulado El Primer Toque de la Trompeta Contra el Monstruoso Gobierno de las Mujeres ("The First Blast of the Trumpet Against the Monstrous Regiment of Women"), el monstruoso "gobierno" ejercido por las mujeres. John Knox creía que era contrario a las Escrituras que se tenga una reina ejerciendo el gobierno sobre el pueblo, y presentaba declaraciones específicas de las Escrituras para justificar su actitud. El resultado fue que Knox ofendió mortalmente la reina Elizabeth. Ella nunca lo perdonó; pero, a pesar de eso, él preparó un segundo Toque, que nunca llegó a publicar.

Eso tampoco sólo indica su coraje y su independencia de pensamiento, sin embargo, yo lo afirmo, es igualmente una parte de su puritanismo esencial. Tal vez yo deba añadir, para completar mi narrativa, que, a veces, Knox se permitía algo de casuística. Él presentaba una explicación de cómo, a despecho de la clara enseñanza de las Escrituras sobre esa cuestión de una mujer monarca, en las circunstancias peculiares que prevalecian en la época, era admisible que Elizabeth, en Inglaterra, y Maria, en Escocia, actuaran por un tiempo como monarcas. Había ahí una pizca de casuística. Pero, su principal posición era la establecida en el primer Toque.

Más un hecho debe ser mencionado aquí. La reina Maria Tudor murió, y Elizabeth subió al trono, en 1558. Knox vio inmediatamente el surgimiento de nuevas posibilidades, y así escribió Breve Exortacion a Inglaterra a Abrazar Rápidamente el Evangelio de Cristo De ahora en adelante, a la Supresión y al Banimento de la Tiranía de Maria ("La Brief Exhortation to England que sea the Speedy Embracing of Chrisfs Gospel Heretofore by the Tyranny of Mary Suppressed and Banished"). Él envió eso de Ginebra, en 1559; y Elizabeth hizo fuerte objeción a ese escocés que estaba escribiendo a los ingleses para decirles que se conduzcan en sus quehaceres. Él escribió en términos muy fuertes. Él naturalmente estaba muy preocupado con el estado de la Iglesia inglesa. Él fuera pastor entre refugiados ingleses en Frankfurt y en Ginebra, como también, anteriormente, en Berwick-sóbrelo-Tweed y en Newcastle. Por eso les dirigió ese gran llamamiento.

Les recuerda lo que había acontecido en el tiempo de Maria, y de nuevo los presiona con la idea de que fuera un juicio de Dios sobre ellos. Los llamó al arrepentimiento y a la conversión, y después partió para una declaración extrema, que no puedo defender. En ese punto él era intolerante. Dijo él que "nadie debía ser dejado libre del yugo de la disciplina de la Iglesia, ni tener el permiso de declinar de la religión de Dios". Y más, el príncipe o el rey o el emperador que intentara destruir la verdadera religión de Dios debería "ser condenado a la muerte, según el mandamiento de Dios". Permítanme decir el siguiente, para ablandar: Knox nunca fue instrumento o causa de alguien ser llevado a la muerte. Él afirmaba eso en principio, sin embargo nunca lo puso en práctica. Esa fue una de las declaraciones extremas que es difícil defender.

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En esa exortacion a Inglaterra, en ese programa de reforma eclesiástica y educativa, él defendió el establecimiento de escuelas donde el pueblo fuera doctrinado e instruído en las Escrituras. Ese era un programa para reforma eclesiástica y educativa y, yo les garantizo, fue el primer esbozo impreso sobre reforma publicado por el partido puritano de la Iglesia nacional. Es un documento de peso. Fue la primera declaración impresa de los principios puritanos con vistas a la Iglesia y a la su administración. En ella Knox muestra su aversión por los obispos y sugiere, como reforma práctica, que todo obispado fuera dividido en diez partes, que donde hubiera un lord obispo, debería haber diez hombres, que esos hombres deberían predicar regularmente, y que esas grandes diócesis, y esos príncipes de la Iglesia fueran abolidos. Las grandes diócesis deberían ser reducidas a diez cuerpos de más fácil administración, y hombres piadosos y doctos deberian recibir instrucción para predicar y instruir el pueblo en cada ciudad y villa. En aumento, él defendía la implantación de escuelas.

Después él volvió para Escocia y allá permanecio hasta el fin de su vida. Pero eso no puso fin a su relación con el puritanismo inglés. Él comenzó a oír que aquellos que lo habían seguido, en otras palabras, los verdaderos puritanos, estaban siendo perseguidos por los obispos, algunos de los cuáles habían sido miembros de las iglesias de Frankfurt y Ginebra. Así, de Escocia él escribió una carta a los obispos de Inglaterra, reclamando y pleiteando con ellos que no persiguieran los puritanos. Él escribe como un verdadero puritano a aquellos otros puritanos que estaban comenzando a ceder en la Inglaterra, y él muestra claramente su actitud para con las costumbres, las cuales describe como "trapos romanistas". Allí habla el verdadero puritano.

Él escribió una carta, también, a los sofredores de Inglaterra, en 1567. Esa carta causa perplejidad a algunos porque parece enfurecerlos. Algunos de aquellos puritanos sofredores escribieron para él, rogándole que se pusiera claramente al lado de ellos. Él ya había hecho eso, en un sentido, en su carta a los obispos; sin embargo él respondió a aquellas personas y las exhortó a que no rompieran, a no perturbar la orden, "siendo entendido que deberían mantener acuerdo por la paz y por la unidad, por algún tiempo". En otras palabras, él les dijo que no cortaran los lazos, que no fueran separatistas. Él se opuso a la separación; déjenme acentuar, sin embargo, que él introdujo la expresión "por algún tiempo". Muchas veces Knox es apenas comprendido en este punto. Hay los que argumentan que él no creía en separación, y que él estaba de hecho del lado de los "puritanos conformistas". No era ese el caso. Esa carta es sólo otro ejemplo e ilustracion de su extraordinario espíritu de discriminación. Knox siempre pareció entender que la situación de Inglaterra era peculiar; y él estaba en lo correcto. Ese escocés tenía el sentido, la comprensión y la capacidad de ver que el inglés es sui generis.

El inglés - y vosotros no pueden ignorar estas cosas -tiene ingenio para la transigência. Él detesta definiciones y declaraciones precisas. Él hasta se ufana del hecho de que, cuando tuvo un imperio, no tenía una constitución escrita! Él se gloria en el hecho de que siempre "estuvo en confusión". Knox siempre reconocio eso, de modo que cuando estaba en Londres, estaba pronto a hacer cosas que no hube hecho en Berwick y en Newcastle, y que, más ciertamente aún, no hizo y no haría en Frankfurt y en Ginebra, ni cuando volviera para Escocia. Pero cuando él escribe para esos hombres de la Inglaterra, sabe que la situación es diferente; y así, pareciendo contradecirse, los aconseja a que toleren ciertas cosas, y a conformarse. Argumenta que, mientras que las autoridades continúen predicando la verdad en general, ellos no deberán romper con ellos sobre esta cuestión particular.

Observen que él da énfasis "por alguno tiempo". Creía que aún había esperanza de que el poder de la verdad inmediatamente fuera a prevalecer y que todos verían que deberían despojarse de los "trapos romanistas" y de todas las reliquias del romanismo. Naturalmente, eso no ocurrió; y Knox murió en 1572. Así, lo que parece incoherencia es, antes, una señal de sabiduría y de comprensión.

Su influencia sobre el puritanismo no termino ahí. Continuó incluso después de su muerte. Knox escribió una Historia de la Reforma en la Escócia ("History of the Reformation"), y es muy interesante observar que la Historia fue publicada por primera vez, no en Escocia, y sí en la Inglaterra, por los puritanos, en

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1587. No sólo eso, John Field, un puritano prominente que publicó otro tratado de autoría de John Knox, en la introducción de ese tratado lo honró con el más caluroso tributo refiriéndose a él como "muy digno y notable instrumento de Dios" y describiendo el tratado como "un sello de sus piadosos y maravillosas labores, llevando en la vanguardia el espíritu heroico y audaz que él era".

La influencia de Knox continuó aún el siglo siguiente. John Milton, al escribir un tratado justificando la condena a la muerte de Carlos I, criticó duramente John Knox. Por eso es por lo que yo doy tanto énfasis a la perspicacia y a la comprensión de las Escrituras en esta cuestión de, no solamente que se oponga a los gobernantes a veces, sin embargo incluso, si necesario, de condenarlos a la muerte. El hecho de que John Milton reconoció eso, ciertamente es una poderosa prueba de que Knox es el fundador del puritanismo. En 1683, cuando Carlos II estaba comenzando a mostrar abiertamente que era un católico romano, a la orden de las autoridades las obras de John Knox fueron quemadas en público en Oxford, y fue promulgada una prohibición de que sus obras fueran leídas. Observen: en 1683, y Knox murió en 1572! Su influencia continuaba y era temida. Él es de hecho el fundador del puritanismo inglés, así como del puritanismo de Escocia.

Consideremos el caso de los Padres Peregrinos. Knox está por detrás de toda la actitud de ellos para con el Estado y para con los gobernantes; y así él es, como Thomas Carlyle afirma, el fundador del puritanismo americano, exactamente de la misma manera. En la verdad, yo argumentaría que, de muchas manéras, él es el padre de la Guerra de la Independencia Americana, que llegó la una triunfal conclusión, del punto de vista de los colonizadores, en 1776. Fue él que abrió la puerta para todo eso. Que haremos con ese hombre? Él fue un hombre para la suya era; un hombre para sus tiempos. Para épocas especiales son necesarios hombres especiales; y Dios siempre produce tales hombres. Un hombre blando habría sido inútil en Escocia del siglo 16, y en muchas partes de este país. Era necesario un hombre fuerte, un hombre austero, un hombre corajudo; y ese hombre era John Knox. Martin Lutero era del mismo molde. Dios usa diferentes tipos de hombres, y les da personalidades diferentes. Hombres diferentes son necesarios en tiempos diferentes. En aquellos tiempos era necesário un carácter heroico y rudo; y Dios produjo el hombre.

Para que nadie continúe pensando que él era un hombre duro, concluyo haciendo referencia a la su extraordinaria humildad. "Humildad en John Knox?", dirá alguien. Él era un hombre sumamente humilde. El hecho de que un hombre lucha ousadamente por la verdad y no se rinde, no significa que él no es humilde. Él no está luchando en su propio favor; está luchando por la verdad. Puedo probar que John Knox era un hombre mucho más humilde que muchos que pertenecen al ministerio hoy. Después de su conversión, él estaba en St. Andrews, y fue invitado para predicar; sin embargo él se rechazó a hacerlo. Él no quiso predicar, alegando, y estas son sus palabras, "que él no quería actuar donde Dios no lo hube llamado", queriendo decir que no quería hacer nada sin un sentido de legítima vocación. Knox no quería predicar sin estar absolutamente correcto de su vocación. Un capellán llamado John Rough se dirigió la Knox cierto día, y le pidió que predicara y no rechazara la invitacion. Pidió a los presentes que mostraran que ellos le habían solicitado que invitara Knox, y los presentes dijeron que fuera así.Allí estaba toda una iglesia local convocando Knox para predicar. Cual fue su respuesta? "Delante de eso Knox se cayó en lágrimas y se retiró para su cuarto." Se quedó en un estado de profunda depresión y ansiedad, hasta que llegó el día de su primer sermón. "Todos podían ver cómo él estaba sacudido, pues él nunca sonreía, evitaba compañía cuanto podía, y pasó todo el tiempo ensimismado."Que contraste con aquellos que están siempre listos a subir corriendo al púlpito para predicar! Eso es verdadera humildad, y también el espíritu puritano. Es "el temor del Señor", el recelo de quedarse entre Dios y el hombre, y de proclamar "las insondábleis riquezas de Cristo". Nunca el puritano cree que todo aquel que fue convertido es, por eso, llamado para predicar, ni que él puede hacerlo siempre que que quiera, atendiendo a su propio llamado. Él quiere tener certeza de que es llamado, porque la profunda conciencia del carácter sagrado de la tarea. la semejanza de Pablo, el apóstol, él lo hace "en flaqueza, y en temor, y en gran temblor" (I Coríntios 2:3).

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Knox generalmente es tenido como arrogante, y como alguien que era rudo en la presencia de Maria, reina de los escoceses. Pero eso todo se basa en la falacia de aquello que hace del hombre un elegante afectado. Se basa también en una errónea comprensión de la verdadera feminidad, y de lo que una verdadera mujer aprecia. Pero ese no es el hombre que las mujeres aprecian, pues una mujer digna de ese nombre no da la mínima para una delicadeza afectada. La verdadera mujer le gusta el hombre fuerte; y cuando leemos la vida de Knox, vemos que muchos de sus correspondientes eran mujeres. Ese reformador austero, ese hombre que combatía lordes y príncipes, y que solía oponerse a las autoridades, pasaba mucho tiempo examinando los pormenores de aquello que una vez Charles Lamb describió como los "sarampiones y paperas del alma". Aquellas mujeres tenían sus problemas y dificultades personales, sus "casos de conciencia"; y él siempre tenía tiempo para escribirles.Y muchas veces escribía extensamente, con mucha amabilidad. Cuando él estaba en Ginebra, dos mujeres hicieron un peligroso viaje por tierra y mar con el fin de aproximarse de él y de participar de su ministerio. Su correspondencia con su suegra, la Sra. Bowes, y también con La Sra. Ann Locke, durante muchos años, es prueba positiva de que ese hombre tenía un espíritu afectuoso, cuando era necesario conocerlo de cerca y cuando él sabía que estaba lidiando con una alma veraz, sincera y genuina. Ese es otra señal de su humildad. He ahí otra señal: cuando volvió para Escocia, él nombró superintendentes en la Iglesia - no obispos. Hizo eso porque era esencial en la época. Fue sólo un expediente temporál, eliminado más tarde; pero lo interesante es que él mismo nunca fue superintendente. Él fue tan solamente un predicador, hasta el fin. Nunca se designó a sí mismo como superintendente, y mucho menos como arqui-superintendente. Todas esas cosas son señales, no solamente de su humildad, como también de su esencial espíritu puritano.Así, digamos adiós a este noble, rudo, y pero tierno y hasta amable espíritu, al dejar él este mundo y recibir su recompensa eterna. He ahí un relato hecho por la hija de él: "Cerca del mediodía, él pidió a la esposa que leyera en voz alta el capítulo 15 de la Primera Epístola a los Coríntios, y dijo que encomendaba su alma, su espíritu y su cuerpo Dios, señalando con tres dedos el alma, el espíritu y el cuerpo. Alrededor de las 5 de la tarde él dijo: "Lee la parte donde yo lanzo mi primera ancla", y su esposa leyó para él el capítulo 17 del Evangelio Según Juan. Cuando fueron leídas las oraciones vespertinas, cerca de las 10 de la noche, su médico le preguntó si El todavia escuchaba las oraciones. Knox respondió: "Hubiera querido Dios que vosotros y todos los hombres las oyeran como yo las oí; y Dios envio por este su sonido celestial". "Ahora llego", añadió inmediatamente después. Esas fueron sus últimas palabras, y no puede haber ninguna duda que, cuando él iba atravesando, las trompetas celestiales resonaron en el otro lado, cuando este gran guerrero de Dios entró, y recibió su eterna "corona de gloria".

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LA ÉTICA ECONÓMICA DE LOS PURITANOS

Y

LA TEOLOGÍA O EVANGELIO DE “PROSPERIDAD” DE HOY

INTRODUCCIÓN

No hay duda que hoy estamos en presencia de un “materialismo cristiano” como parte

componente de un estilo de vida eclesiástica que amenaza con convertir el cristianismo en

una religión más. Los énfasis monetarios y de prosperidad propuestos por una sección de la

cristiandad ciertamente han resultado exitosos para muchos y, a su vez, han despertado la

curiosidad de otros creyentes que probablemente, aunque fieles a Dios y con buena doctrina

y teología, podemos estar viviendo en verdadera privación económica y material en general.

Muchos dentro de la iglesia cristiana, ante la imagen sobresaliente de los pastores ricos y

adinerados —sobre todo del trasfondo pentecostal-carismático— se han estado preguntando

si a la hora de la verdad la vida cristiana y el servicio a Dios se reduzca a la búsqueda de la

“absoluta comodidad” que puede ser producida por un ministerio que genere grandes ingresos

económicos como una gran vaca lechera.

El asunto es que está comprobado, no podemos negarlo. Ciertas apelaciones u “ofertas

religiosas” a nivel instintivo, económico y psicológico impuestas sobre la psique de quienes

escuchan realmente “funcionan” como por arte de magia —aunque a esto le llamen “obra de

Dios”—. Al poco tiempo, aquella iglesia lánguida y moribunda, reverdece y se ve llena de

multitudes, las que a su vez prodigan al predicador grandes ingresos; y no importa que éste

no diga “toda la verdad y nada más que la verdad” del mensaje bíblico. Si con destreza logra

aplicar fiel y formalmente las técnicas que desde hace mucho tiempo nos enseñara el

pragmatismo y el utilitarismo, tendrá garantizado no cualquier éxito, sino “un gran éxito

ministerial” con abundancia de riquezas y bienes de este mundo. No lo dudemos, esto es

cierto y además está comprobado que los resultados y “éxito” ministerial son una realidad a

partir de la credulidad e ignorancia del pueblo latinoamericano. Creo que esto es una seria

preocupación para muchos consiervos de Dios que con honestidad continúan en servicio fiel

pero no ven ni palpan lo que otros ven y están palpando.

Lo que aquí exponemos es un esfuerzo por descifrar una de las experiencias más coyunturales

en que vive inmerso el cristiano sencillo de estos tiempos. El mensaje de la denominada

“teología o evangelio de prosperidad” es un desafío que debe ser tomado en serio.

La respuesta que aquí ofrezco está basado en su mayor parte en el capítulo 4 del libro

de Leland Ryken intitulado Worldly Saints: The Puritans as They Really Were (Santos

Mundanos: Los Puritanos como Realmente Fueron, Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing,

1986). Este capítulo trata con el tema del dinero y los puritanos. También hago uso de otras

fuentes las cuales están detalladas en el transcurso de este trabajo mediante las notas al pie

de página y en la bibliografía. A cada paso, el estudio no está referido al “evangelio o teología

de prosperidad”; el énfasis está puesto en la ética económica de los puritanos, la cual, a mi

juicio, constituye un oportuno y bien ponderado estudio que confronta con éxito las propuestas

del tipo de maestros en cuestión.

Los criterios éticos sobre la prosperidad y vida económica que desarrollaron los puritanos

ingleses de la primera generación son bien diferentes de los que hoy nos proponen los

maestros de la “siembra y la cosecha”. Deberían ser tomados en cuenta por todo cristiano

serio que quiere crecer en una correcta espiritualidad para con Dios y saber confrontar modas

ético-religiosas como las que hoy sobresalen bajo el manto del tipo de “bendición” propuesto

por este tipo de “maestros prósperos”. Veremos que no es sino un erróneo criterio

interpretativo y teológico dentro de límites carismáticos. Bajo este análisis nuestro objetivo

trazado es demostrar que los proponentes de la llamada “Teología de la Prosperidad” siguen

equivocándose en cuanto al manejo de la ética monetaria o económica como supuesta e

indiscutible señal de la bendición de Dios. No nos referimos aquí por las grandes sumas de

dinero que obtienen, sino a tres motivos básicos: el primero tiene que ver con “el concepto

social del dinero”, el segundo, si aquellos pastores son capaces de tener posesiones sin caer

en la corrupción y de usarlas para los propósitos más altos del reino de Dios; y en tercer lugar,

hacemos hincapié en el cuidado que hay que tener según las palabras de Jesús de Mateo

7:21-23.

Pero, ¡cuidado! Tampoco debemos olvidar que realmente existe un tipo de Prosperidad que

está ligada a la sabia voluntad de Dios y a la diligencia honesta dentro del ministerio o

cualquier otro trabajo. La respuesta a esta final inquietud deseo que el lector la descubra en

el cuerpo del presente estudio según las ideas y convicciones del puritanismo y su ética

económica. Es mi propósito que este estudio sirva de apoyo para aquellos que se ven tentados

a “tomar la piedad como fuente de ganancia”.

1. LA ÉTICA ECONÓMICA DE LOS PRIMITIVOS PURITANOS

Los estudios sobre ética económica, valor y uso del dinero que encontramos en los escritos

de los primeros puritanos entre el siglo XVI hasta finales del siglo XVIII son catalogados por

algunos expertos como estudios inéditos en la historia del protestantismo inglés. En cuanto a

Juan Calvino, reformador ginebrino, bien puede decirse que su influencia en la ética

económica de los puritanos fue más bien indirecta más que directa. Esto en cuanto hace al

espinoso tema de que “la prosperidad material llega a ser una evidencia de la predestinación

o elección de Dios”. El profesor Theo Donner, a mi juicio, está en lo correcto cuando dice que

“no se puede identificar la perspectiva puritana sin más con la perspectiva de Calvino”.1[1]

Aunque por otro lado, no se puede negar que la producción literaria inicial del reformador

francés fue ampliamente conocida y consultada por los puritanos ingleses.

En la Inglaterra de Oliver Cromwell también se produjeron circunstancias de reforma bien

notorias las cuales diferentes historiadores han catalogado la Reforma en Inglaterra como “la

otra reforma” o también han dicho que produjo “experimentos teológicos originales”.2[2] Mucho

de esto tiene que ver con el enfoque de la justicia social y económica producto de un

pensamiento bíblico-puritano maduro importante de estudiar. En varios aspectos, como hemos

visto, la reforma inglesa fue sui generis respecto de la reforma continental.

Pero en relación con la influencia del puritanismo en los asuntos de economía, trabajo,

producción monetaria y préstamo de dinero con interés, hay dos etapas bien delineadas en la

historia inglesa: una primera etapa estuvo enmarcada aún por la influencia de la Edad Media

y la Reforma; y una segunda etapa estuvo influenciada por la modernidad producida

igualmente en suelo europeo. Es aquí que surge un puritano de diferente mentalidad pero

cuestionable a la vez, porque cae en el nominalismo cristiano o lo que es lo mismo, en el

deterioro de la fe cristiana emanada de la Reforma, episodio que comienza a producirse

especialmente a fines del siglo XVIII y todo el siglo XIX. Hacer comprensible estos análisis es

nuestro propósito a continuación. Pero, para el propósito del presente artículo sólo trataremos

con los puritanos de lo que aquí denominamos “de la primera etapa”. Este puritanismo está

ubicado tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos.

1[1] Theo Donner, Historia y Teología de la Reforma, (Medellín: Seminario Bíblico de Colombia, 1987), p. 223. 2[2] Esto particularmente es notable en la obra del historiador Kenneth Scott Latourette, véase su Historia del Cristianismo, Tomo 2, cap. 7. (Casa Bautista de Publicaciones, edición de 1979).

1.1. El puritanismo de la primera etapa: influencia de la Edad Media y la Reforma del

siglo XVI

Los enfoques de la vida socio-económica –como dijimos arriba– tuvieron un escenario

realmente distinto en la vida del protestantismo histórico. Varios de los reformadores ingleses

como Hugo Latimer, el refugiado Martin Bucer junto y Richard Baxter han sido considerados

como los representantes del ala izquierda de la Reforma en Inglaterra. Éstos hicieron tronar

sus enseñanzas contra los nuevos dueños del Estado ridiculizando al mismo tiempo el

derecho canónico tanto de Roma como de la iglesia anglicana. Sin embargo, a Latimer se le

mete a la cárcel al acusarlo de que predicaba el odio de clases cuando declaraba que “la

pereza de los pobres no debía excusar y compensar la dureza de los ricos”. En el Nuevo

Mundo, John Cotton, John Winthrop, Richard Mather, Thomas Hooker y William Bradford

mediante un liderazgo con un fuerte sabor bíblico-teológico y clerical fueron artífices de una

administración pública más justa en relación con las distintas formas de vida política al lograr

una regulación adecuada del préstamo con interés para la nueva sociedad que se vislumbraba

como Estados Unidos de América.3[3]

En el viejo continente el individualismo económico era perseguido como se perseguía igual el

no-conformismo religioso. De ahí que los nuevos ricos que se lucraban con los préstamos al

papado y los beneficios de la guerra eran realmente escandalosos tanto para los católicos

como para los protestantes. Los asuntos económicos y sociales fueron vistos por los puritanos

como órdenes y poderes sin la bendición de Dios para los pueblos a menos que existiera un

verdadero “dirigismo cristiano”.

Ahora bien, por un lado, mientras que en Europa católicos y protestantes se disputaban

todavía la hegemonía territorial y la influencia cultural inculcando prescripciones éticas para

hacer que el rico no explotara al pobre mediante la usura, por otro lado, los puritanos quisieron

demostrarle al mundo y a sí mismos “que el cielo es de Dios y que el mundo entero no

pertenece a mammon”. Los puritanos consideraban que la iglesia era en verdad ingenua frente

a los temas económicos. Aquellos tiempos encaraban circunstancias difíciles de sobrepasar y

Europa estaba en ebullición constante. Los puritanos estaban viviendo en un siglo de nuevas

luces y, sin embargo, estaban convencidos de que no había nada que temer para su fe. Los

escritos de la mayoría de ellos muestran una persuasión común: Dios les manda a ser

esforzados en construir y edificar un nuevo mundo, el reino de Dios y su justicia. Así mismo,

3[3] Henry Warner Bowden, American Puritanism, www.http//soft.com/believe; consúltese igual a Emory Elliott, The Legacy of Puritanism - The Impact of the Enlightenment on New England en www.nationalhumanitiescenter.org

repudiaron el concepto de la moral clásica que hacía depender la salvación de la sumisión

bendita, obediente y resignada al orden divino de nacimiento y naturaleza. Para el puritano

más bien, el orden depende de él en mayor medida que él depender del orden. Y también

afirmaban: “el carácter lo es todo, las circunstancias, nada”.4[4]

El puritano de esta primera etapa que se localiza a mediados del siglo XVI y comienzos del

siglo XVII es alguien que cree que el cristianismo bíblico permite una realización tanto en el

hacer como el ser. Hoy algunos dirán que lo importante no es tener sino ser.5[5] Luego

entonces, el puritano de aquellos tiempos es una mezcla explosiva de trabajo y lirismo, de

buena conciencia y de heroísmo; es anticlerical y de fe profunda, es individualista y al mismo

tiempo solidario, de energía humana y de humildad ante Dios. Del mismo modo existe una

paradoja que ha sido difícil de descifrar para historiadores y teólogos: su magnificente actitud

hacia la riqueza y su lucha contra la pobreza, lo que en varios instantes le hizo ser duro con

los pobres. E irónicamente han sido llamados “los socialistas y comunistas” de aquellos

tiempos. Pero entiéndase, el espíritu y filosofía de vida eran algo bien diferente. Nada tuvieron

que ver con el comunismo del siglo XX, que como se demostró, no podía perdurar por mucho

tiempo.

1.2. Opinión puritana sobre el trabajo, la producción y el dinero

Cuando Martín Lutero llegó a ser un monje de inmediato se sometió a lo que la iglesia católica

tenía por “virtud” cristiana: hizo el voto de pobreza y de castidad. Esto reflejaba el ya

establecido punto de vista católico de que la pobreza material es una virtud inherente para

una persona. Sin embargo, los Reformadores—incluyendo a Lutero mismo—no lo vieron de

esta forma. El punto de partida de su pensamiento sobre el dinero y las posesiones fue que

tales cosas por principio son algo bueno.

Los puritanos estuvieron de acuerdo con Calvino al considerar que “el dinero es bueno en sí

mismo”. Además, recordemos que el libro de Eclesiastés declara que “el dinero sirve para

todo”, o “tiene una respuesta para muchas cosas” (10:19). Leland Ryken escribe acerca de un

puritano de nombre Samuel Willard de quien se dice que “alabó a John Hull en su funeral,

porque a la vez que ‘había sido un buen comerciante, esto no le impidió ser un santo en la

tierra que vivió por encima del mundo sin incurrir en contradicción. La divina providencia –

4[4] VéaseThe Puritanism—A Driving Force for the Rise of Capitalism (www.linguist.org.cn) 5[5] Caio Favio, La Crisis de Ser y de Tener (Bs. Aires, Arg.: Editorial Logos, 1995.

afirmó– le dio a Hull una porción de prosperidad de los bienes de este mundo, pero en todo

demostró ser un cristiano íntegro”.6[6]

Como podemos notar, los puritanos rompieron con el esquema medieval de ver la vida

económica y productiva, y más bien afianzaron la idea de que el dinero debe servir para la

mayor gloria de Dios y el bien del hombre. Unido a esto, corrientemente encontramos

opiniones como las de Richard Baxter, que en aquellos días eran escándalo: “Todo amor de

criatura, el propio mundo o la riqueza no son pecaminosos en sí mismos. Y por sí mismas,

todas las obras de Dios son buenas”.7[7]

Considero que en este punto Leland Ryken retrata bien lo que era el sentir del puritanismo, lo

que a la postre fue la transformación de la vieja mentalidad medieval que llegó a desembocar

en lo que llamamos la modernidad, estilo de vida que todavía nos acoge, aunque hoy muchos

afirmen que vivimos tiempos postmodernos.

Estas mismas ideas también las encontramos en el puritano Samuel Willard quien puntualizó

que “las riquezas son consistentes con la piedad, y cuanto más uno tiene, tiene más ventaja

de hacer el bien con ella, si Dios le da el corazón para ello”. Y William Adams consideraba que

los esfuerzos económicos eran dignos del afecto Cristiano. Escribió que “el Cristiano tiene

muchos negocios que hacer en y a través del mundo los cuales debe con diligencia

atender”.8[8]

Ampliando estas ideas, aunque ellos afirmaban la bondad del dinero, hallaron necesario

defender los legítimos aspectos del mismo en contra de sus detractores. Por ejemplo, William

Perkins —uno de los grandes líderes de la iglesia de Inglaterra— así lo reafirmó cuando en un

sermón que predicó basado en Mateo 6:19–20 menciona una lista de lo que Cristo el Señor

no prohíbe:

1) Esfuerzo diligente en la vocación que uno tiene, porque a través de este medio la persona se

provee lo que necesita para sí mismo y para los que dependen de él.

2) El goce y posesión de bienes y riquezas: porque estas son una bendición de Dios si son usadas

correctamente.

6[6] Leland Ryken, Worldly Saints: The Puritans as They Really Were, (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing, 1986) p.

58. 7[7] Ibid., Ryken, p. 58. 8[8] Ibid., p. 58.

3) Acumular y atesorar bienes no está prohibido, y la Palabra de Dios lo concede aquí con algún

respeto”.9[9]

1.3. La ética puritana del trabajo, la tesis de Max Weber y el problema de la

generalización dentro de la “teología de la prosperidad”

Tal como podemos advertirlo, la fuente de las riquezas de las cuales hablaban los

puritanos tenía que ver más con una sólida disciplina en el trabajo, un esfuerzo diligente y

consciente para producir, pero mediante la honestidad y el temor de Dios. A esto se sumaba

una clara preocupación por la justicia social, los buenos gobiernos y la integridad u honestidad

de los gobernantes, amé de una iglesia fuerte y agresiva. A diferencia de todo esto, la teología

o evangelio de la prosperidad ignora por completo estas cosas. Jamás se ocupa de exhortar

sabiamente a los gobernantes de los países de América Latina quienes en gran medida

generan pobreza a las propias masas que ellos mismos marginan con leyes injustas de todo

tipo Isaías 10:1,2). ¿Dónde están los proyectos sociales, éticos y políticos de estas élites para

mejorar el estilo de vida de sus países y aún de sus propias comunidades donde han brotado

templos de hasta 4 millones de dólares? Este “otro evangelio” que enfatiza la prosperidad

material por medio de la fe cae en una generalización que le hace perder el equilibrio bíblico

al pasar por alto los diversos factores que inciden en la situación económica, social y política

en que viven muchos creyentes en Cristo.

El estilo de generar riquezas se da casi por un acto mágico de fe en la “siembra” que debe

hacer el creyente pobre al dar lo que no tiene. Generalmente se debe hacer consignando

dinero en ciertas cuentas bancarias que hábilmente están dirigidas por una élite religiosa a

nombre de una sola persona o un grupo familiar. Llevando esto hasta las últimas

consecuencias diríamos que por medio de la fe el cristiano pobre puede ascender de inmediato

a la clase media, el de clase media, a la clase alta, y el millonario convertirse en un

multimillonario. Conclusión: si todos los creyentes no somos millonarios es porque no tenemos

fe. Entonces algo está mal en nuestra vida cristiana. Todo creyente que no es rico está en

pecado. Esta es una grave generalización.

Max Weber en escena

Todo predicador de la teología o evangelio de la prosperidad debería leer la obra de este

sociólogo. Su crítica adversa al calvinismo y al puritanismo demuestra que su lucha contra la

9[9] Ibid., Ryken, p. 58.

ética protestante era la forma de ver la tenacidad del puritano por prosperar económicamente

con un fin: eliminar la pobreza, extender el reino de Dios en la tierra y contribuir a construir

mejores Estados y gobiernos. Ninguna de estas cosas aflora en los discursos de los maestros

de la teología de la prosperidad. Pero, aun así, el propio Max Weber falló en su diagnóstico.

La tesis de Max Weber10[10] (escrita entre 1904-1905) considerada como uno de los estudios

críticos de sociología de la religión más importantes del siglo XX en relación con el capitalismo

y la vehiculización teológica del puritanismo y del calvinismo. Sin embargo, se ha venido

demostrando que M. Weber falló en entender adecuada y correctamente tanto a Calvino así

como a los puritanos de la primera etapa11[11]. Haciendo un breve sumario de la tesis de

Weber, en la Segunda Parte, Capítulo II, intitulado La relación de la ascesis y el espíritu

capitalista, afirma que la ética ascética de calvinistas y puritanos ligado a la doctrina de la

gracia predestinante, fueron la fuerza impulsora que motivaron el trabajo diligente, duro,

disciplinado y frugal, y por ende, las raíces del actual capitalismo12[12]. Pero esto, en verdad

no tiene verdaderas bases.

Hay que decir que el lado correcto que Weber no atinó a ver es que, para los puritanos, trabajar

duro y hacer dinero mediante ahorro era una forma de mayordomía o administración. Y

además, sus móviles y filosofía de vida económica para hacer y administrar el dinero no se

parecen para nada al actual capitalismo moderno y sus aterradoras consecuencias. Pues

aquellos perseguían y difundían los ideales evangélicos de Cristo así como la ética del apóstol

Pablo acerca del uso del dinero y las riquezas. Por consiguiente, no puede negarse que en

algunos instantes los discursos de los puritanos acerca de la riqueza y el dinero daban la

apariencia de una importancia exagerada. Pero el examen de opiniones de otros puritanos

nos ofrece una mejor claridad al respecto, y se puede demostrar que las formulaciones de

Max Weber, Ernest Troeltsch y del propio Erich Fromm13[13] chocan en el yunque de la verdad.

10[10] Véase La Ética Protestante y el espíritu del Capitalismo (Madrid: Editorial Sarpe, 1984), las pp. 185-197. 11[11] Algunas ideas críticas contra la tesis de Max Weber pueden leerse en la obra de Herman Dooyeweerd, A New Critical of Theoretical Thought, Tomo II, p. 293; Tomo III, pp. 247-248. 12[12] La Ética Protestante y el espíritu del capitalismo, (Editorial Sarpe, Madrid, 1984, obra resumida), pp. 185-227. 13[13] Sobre este tópico dice Erich Fromm: “Aquellas mismas cualidades que se hallaban arraigadas en este tipo de estructura del carácter —tendencia compulsiva hacia el trabajo, pasión por el ahorro, disposición de hacer de la propia vida un simple instrumento para los fines de un poder extra-personal, ascetismo y sentido compulsivo del deber— fueron los rasgos del carácter que llegaron a ser las fuerzas eficientes de la sociedad capitalista, sin las cuales sería inconcebible el moderno desarrollo económico y social; estas fueron las formas específicas que adquirió la energía humana y que constituyeron una de las fuerzas creadoras dentro del proceso social”. (El Miedo a la Libertad, Bs. Aires: Editorial Paidós, sin fecha), p. 134. Todo el capítulo 3 de esta obra es realmente un remedo de la obra de Weber.

1.4. Ricardo Baxter y otros puritanos en escena

En un contexto más amplio los escritos de Ricardo Baxter sobre la vida económica

llaman la atención cuando afirmaba que “la eficiencia y la productividad son simplemente una

evidencia de sentido común y un fuerte deseo de ser un buen administrador de los dones o

bienes de Dios”.14[14] Aquí podemos vislumbrar una importante idea que refuta las opiniones

de los anteriores filósofos. Leyendo los conceptos éticos en las obras de los puritanos,

aquellos nos permiten ver que el deseo de progresar materialmente no lo era tanto por el

hecho de que sus riquezas eran el símbolo de su predestinación a la gloria celestial sino el

deseo de ser obedientes en poner por obra el “mandato cultural de Génesis 1:28. Los análisis

exegéticos de este y de otros textos bíblicos en cuanto al mandato cultural han sido olvidados

por la propia iglesia cristiana desde hace tiempos.

El desconocimiento de este mandato divino ha traído graves consecuencias a las naciones y

a la propia iglesia al no haber instruido a los creyentes en esta importante materia. De ningún

modo estamos despreciando el mandato misionero de Mateo 28. Sin embargo, la crisis

ecológica y económica del mundo es una muestra de esto.15[15] Aquí cabe entonces una

pregunta lógica: ¿Por qué los puritanos estaban tan seguros de que el dinero era algo bueno?

Lo que hallamos al leer sus escritos sobre este tema es que primordialmente ellos creían que

el dinero y la riqueza eran dones de Dios.

Siguiendo aquí los análisis de Ryken, estudiemos en consecuencia otras opiniones éticas de

los puritanos. William Perkins escribe: “Si acontece que heredamos una gran propiedad

debemos disfrutar aquella en buena conciencia como una bendición y un don de Dios”. Y John

Robinson escribió el siguiente comentario: “Las bendiciones del Señor son las que

enriquecen… Y como las riquezas son en sí mismas bendiciones de Dios, debemos desearlas

para un confortable curso de nuestro estado civil y natural”. Por su parte Richard Sibbes

declara: “Si el dinero y la propiedad son dones de Dios, las cosas de este mundo son buenas

en sí mismas, y se nos han dado para endulzar nuestro paso al cielo”.16[16]

14[14] Ibid., Ryken p. 58. 15[15] Para entender estos conceptos con mejor profundidad, véase a Henry Van Til en El Concepto Calvinista de la Cultura, (Bogotá: Ediciones Leer, 2007). Véase igualmente a Francis Schaeffer, Polución y la muerte del hombre. Enfoque cristiano a la Ecología, (CBP, 1973). 16[16] Ibid., todas estas notas en Ryken, p. 59.

1.5. La Ética Económica de Gracia de los puritanos, el concepto de “maldiciones” y “fe

en la siembra” de la Teología de la Prosperidad

¿Acaso todas estas anteriores opiniones de los puritanos son una reminiscencia de la

actual “teología de la prosperidad”? Cualquier lector podría suponer que aquí tenemos los

comienzos o que encontramos a los precursores de esta acariciada teología de riquezas. Sin

embargo, el trasfondo puritano es muy diferente de lo que hoy predican los denominados

“apóstoles y profetas” dentro del moderno movimiento carismático que provino del Movimiento

de la Fe o iglesia electrónica de los Estados Unidos.

Es diferente por cuanto los puritanos no solo consideraron la riqueza como un don de Dios

proveniente de una fuerza laboral disciplinada; e igual hablaron de dos cosas más que es

necesario no perder de vista: En primer lugar, disociaron las riquezas de la idea de mérito

humano; y en segundo lugar, hablaron claro de los peligros de la riqueza para el alma y la vida

espiritual de los creyentes, en especial de los pastores. Esto último, por lo menos nunca

escuchamos de parte de los “pastores ricos” de hoy que se enriquecieron por el constante

énfasis o empleo de la amenaza de “maldición de pobreza y enfermedad” contra la gente que

no da el diezmo y mucho más del diezmo. Miles de personas han dado sus diezmos para Dios,

pero la codicia de muchos pastores les ha llevado a recibir millones en diezmos para usufructo

propio; y muchas veces empleando fórmulas ilegales para el control de los ingresos.

En la teología de la prosperidad el énfasis está puesto en una transacción que se llama “fe en

la siembra”, es decir, fe en algo que el oferente hace. Lo cual conduce a una salvación por

obras porque dicha fe en la prosperidad es equivalente a la proporción de dinero que se da. Y

esto automáticamente se convierte en un mérito humano.

De otra forma, los puritanos tenían claro que el propio esfuerzo humano laborioso y

disciplinado en sí mismo no aseguraba la garantía del éxito económico; para aquellos el

trabajo debía ir acompañado de la bendición, la gracia de Dios y de la complacencia divina,

efectos sin los cuales también hoy día es imposible la verdadera prosperidad. “La bendición

de Dios es la que enriquece, y no añade tristeza con ella” (Proverbios 10:22). Un puritano

reconocido entre los bautistas de Estados Unidos, Cotton Mather, corrobora estas ideas

cuando afirmaba al respecto: “En nuestra ocupación lanzamos nuestras redes; pero es Dios

quien nos trae todo lo que atrapamos”. Por su parte, John Robinson igualmente escribió: “Si

los bienes son obtenidos mediante la industria, la providencia y la habilidad, es Dios quien nos

da tal facultad, el uso de ella y el éxito juntamente”.17[17] Se advierte que la ética puritana es

una ética de gracia y no de mérito humano. Y no obstante, William Ames sostuvo que, “la

propiedad privada está fundamentada no solo en lo humano, sino en el derecho natural y

divino”.18[18] Hay que decir aquí que sin duda, la defensa de la propiedad privada que hacían

los puritanos era una extensión de su creencia en la legitimidad del dinero. Pero siempre con

fines de extender la generosidad hasta donde más se pudiese.

La investigación de Ryken nos deja ver otra interesante historia. “Cuando John Hull”, –dice–

“uno de los más grandes mercaderes de Massachusetts, perdió sus barcos con los

holandeses, se consoló al pensar en la providencia de Dios: la pérdida de mis bienes no son

nada, si con esto el Señor quiso que mi alma se acercara más a él y perder aún más mis

comodidades de criatura”.19[19]

Todos estos textos podrían llevarnos a creer que la importancia atribuida al dinero de parte de

los puritanos les conducía a elevar los bienes materiales por encima de los valores

espirituales. Pero John Winthrop, un famoso puritano reprendía duro a aquellos que creían

que la prosperidad externa producía la verdadera felicidad.20[20] De otro lado, Peter Bulkeley

escribió que “un cristiano puede hacer muchas cosas para sí mismo siempre y cuando éstas

no estén en oposición sino en subordinación a Dios y a su gloria”.21[21]

1.6. Los puritanos, la consideración de la pobreza y la teología de la prosperidad

Con base en la anterior argumentación se podría llegar a la conclusión de que si la

riqueza es una bendición de Dios, la pobreza, por lógica deducción, es una maldición del Señor

tal como lo declaran los maestros de la “siembra y cosecha”. El lector pudiese pensar que

existe una enseñanza paralela entre la “teología de la prosperidad” y la ética del dinero del

puritanismo. Pero esto sólo es una figura imprecisa. No podemos engañarnos aquí. Un análisis

apropiado nos revela que la teología de la prosperidad lleva a cabo una interpretación

inconsecuente de la Biblia a la hora de hablar de los temas de la riqueza y la pobreza. Otro

hecho que podemos notar es el problema del reduccionismo de la fe que hace dicha teología.

Al leer el NT notamos que algunos seguidores del Señor tenían bienes materiales (Lc. 8:1-3;

Hch. 2:43-47; 4:32-35); pero los otros —o sea la mayoría— eran pobres (1 Cor. 1:25-29).

17[17] Ibid., p. 59. 18[18] Ibid., Ryken, p. 59. 19[19] Ibid., Ryken, p. 59. 20[20] Sobre el concepto de la verdadera felicidad, un estudio digno de atención por parte de todo fiel creyente es el que escribiera el puritano Jeremiah Burroughs: Aprendiendo a ser feliz. Gran clásico. 21[21] Ibid., p. 60.

Tenemos el caso de la iglesia de Jerusalén, cayó en tanta pobreza que fue necesario recibir

ofrendas de las iglesias no judaicas (Rom. 15:25; 2 Cor. 8,9; Gál. 2:10).

La experiencia de la historia de la iglesia y las misiones tampoco avalaría este particular estilo

de la teología de la prosperidad. Pues no es correcto afirmar de forma absoluta que aquellos

que creen en Cristo si no son ricos materialmente se deben al efecto directo de estar bajo una

“maldición” de parte de Dios. Y por lo general muchos predicadores que defienden este tipo

de razonamiento siempre están mencionando el pago del diezmo de forma anti-bíblica. Desde

otro ángulo de vista la riqueza material viene a ser la garantía de la piedad. Pero, ¿es correcto

esto?

Históricamente a dicho interrogante los puritanos respondieron negativamente. Realmente el

puritanismo —y creemos que subsiguientes generaciones de evangélicos— estaba en total

desacuerdo con aquellos que estimaban que el éxito económico es la garantía directa de la

piedad. Sabemos que no siempre resulta así en la experiencia práctica de cada hijo de Dios.

La Biblia y la historia nos dejan ver tácitos ejemplos de que hubo siervos de Dios ricos y

pobres. En el puritano Thomas Watson podemos encontrar una aprobación positiva —y con

la cual todo cristiano bíblico estaría de acuerdo— cuando menciona la importancia de la

diligencia en el trabajo, producción y uso adecuado del dinero. Y sin embargo, sobre la

pobreza y riquezas este hombre hace afirmaciones valerosas para estos tiempos de

“materialismo cristiano”. Dice:

Dios no trata a todos por igual; tiene pruebas para los fuertes y estímulos para

los débiles. Dios es un médico fiel, y por tanto, hace el mejor uso de todo. Si

Dios no te da lo que quieres, te dará lo que necesitas. Un médico no trata tanto

de agradar el paladar del paciente como curar su enfermedad.22[22]

Y relativo a la trampa de las riquezas declaró:

Las riquezas no solo son como la telaraña, inservibles, sino como el huevo de

las serpientes, perniciosas. Las riquezas guardadas por su dueños para su mal”

(Ec. 5:13).23[23]

Y respecto de que la verdadera piedad es usualmente asistida por la prueba y la

persecución —de lo cual no cabe duda—, escribió:

22[22] Thomas Watson, Consolación Divina, (Alcázar de San Juan: España, Editorial Peregrino, 1989), p. 57. 23[23] Ibid. Thomas Watson, p. 64.

Las aflicciones tienden a engrandecer a los santos, al darles renombre en el

mundo. Jamás han sido los soldados tan admirados por sus victorias como los

santos lo han sido por sus sufrimientos… Se puede preguntar: ¿Cómo nos

hacen felices las aflicciones? Respondemos que, siendo santificadas nos

acercan más a Dios.24[24]

Era bien claro entonces que para los puritanos la piedad o consagración a Dios no es una

garantía directa —como si se tratase de un lotería— para la prosperidad material y el hallarnos

libres de pruebas, dolores y tentaciones. John Cotton afirmó que “un cristiano usualmente

soporta el bien y el mal según como Dios los dispense para él”.25[25] Y las siguientes palabras

de Samuel Willard bien pueden hacer estremecer al más “confiado” de los cristianos: “Las

riquezas no son una evidencia del amor de Dios, y tampoco la pobreza es un signo de su

rechazo o ira de Dios”.26[26] En el pensamiento puritano sobresale la idea de que entre las

muchas cosas que obran para el bien de aquellos a los que conforme al propósito de Dios han

sido llamados, está la pobreza. El sentir de William Ames también era que “la pobreza en sí

misma no es un crimen o una desventaja de la cual avergonzarnos: algunas veces es enviada

por Dios a los piadosos como una corrección para probarlos o buscarlos, o ambas”.27[27]

Y Richard Baxter concluye:

“Nadie es excluido de la iglesia por falta de dinero, ni la pobreza es una

monstruosidad a ojos de Cristo. Un corazón vacío puede ser un gran

impedimento, pero una bolsa vacía no. Su reino de gracia está más en

consonancia con el desprecio y la pobreza que el honor y la riqueza”.28[28]

Por consiguiente, como vemos, la uniforme enseñanza es que la pobreza, cuando es

administrada por Dios como un instrumento que aplica a sus escogidos según sus santos

propósitos, bien puede ser el camino para una espiritualidad bendita o aprendizaje positivo

para un creyente. Y por otro lado, no olvidemos que estamos hablando de verdaderos hijos

de Dios a quienes Dios da este tratamiento, pero de ninguna forma Dios les desampara. “No

he visto justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan” expresó el rey David en

el Salmo 37:25.

24[24] Ibid., p. 32. 25[25] Ibid., Ryken, p. 60. 26[26] Ibid., Ryken, p. 60. 27[27] Ryken, p. 60. 28[28] Ibid., p. 60.

No obstante, no nos equivoquemos aquí; los puritanos fueron enemigos del “voto de

pobreza” de la iglesia católica. Tuvieron cuidado en distinguir su enseñanza de la enseñanza

católica acerca de la pobreza franciscana como algo meritorio para alcanzar la salvación final.

Sobre este punto William Ames dejó constancia al denunciar el “voto de pobreza” hecho por

los monjes como una locura, superstición y vana presunción porque ellos estimulan la pobreza

como una obra de perfección… la cual es presentada ante Dios como una satisfacción o mérito

delante de Dios.29[29]

Los puritanos empleaban la frase “pobreza evangélica” para describir su ideal de aprender

lecciones espirituales como algo que el Señor podía enviarles según los llamamientos o

vocaciones en este mundo. Del mismo modo, tampoco idealizaban la pobreza como algo que

debía buscarse. A diferencia de la teoría o ideal monástico católico romano, los puritanos

afirmaban más bien que la pobreza no es una vía segura para evitar la tentación. En un

enfoque plenamente reflexivo sobre este punto, y en exhortación, Richard Baxter nos habla

de esta forma: “La pobreza también tiene sus tentaciones… Porque aún el pobre puede ser

deshecho al amar las riquezas y la plenitud que nunca puede alcanzar. Y pueden perecer por

exceso de amor por el mundo y nunca, sin embargo, ser prosperados materialmente en el

mundo”.30[30]

En otro particular, una vena de compasión bíblica y cristiana aflora en los discursos y escritos

de los puritanos al rechazar la “ética de la indiferencia” que está contenta con dejar que el

pobre siga siendo pobre. En opinión de aquellos, “la pobreza no es una absoluta desgracia,

pero ciertamente no es el objetivo que debemos tener para la gente”.31[31] Una clara idea de

este asunto nos la ofrece el puritano Thomas Lever quien sentencia que “el hombre rico por

su liberalidad debe disponerse y ayudar al pobre”. Y Hugo Latimer en un sermón dijo: “Dios

nunca da un don sin enviar la ocasión para ejercitarlo en un tiempo o en otro. Tal como él

envía ricos, también envía a los pobres para que sean ayudados por ellos”.32[32]

Una conclusión de esta parte de nuestro ensayo bien puede anotarse de esta forma:

respecto al tema de la pobreza los puritanos enseñaron que ésta a veces es lo que Dios

permite para el santo, pero puede al mismo tiempo ser una bendición espiritual. Sin embargo,

no es un mérito en sí misma, y la gente pobre requiere la generosidad de la gente que tiene

recursos con qué ayudarlo (ver Sgo. 2:1-13; 5:1-6; 1 de Jn. 3:17,18).

29[29] Ibid., p. 62. 30[30] Ibid., Ryken, p. 62. 31[31] Ibid., Ryken, p. 62. 32[32] Ibid., p. 63.

2. LOS PELIGROS DE LA RIQUEZA SEGÚN LOS PURITANOS: UN CONTRASTE SERIO

CON LA “TEOLOGÍA DE LA PROSPERIDAD” DEL MOVIMIENTO CARISMÁTICO

Contrario a las tesis de quienes promueven la Teología o “evangelio de prosperidad”

los puritanos no consideraban el éxito material o económico como un signo absoluto de

aprobación de Dios, o algo similar como si se tratara de un logro de la propia virtud del hombre;

los puritanos estuvieron más propensos a considerar la prosperidad como una “tentación

peligrosa” en el fondo. Una nota al margen de Génesis 13:1 en la Biblia de Ginebra dice

mucho: “las grandes riquezas que Abraham consiguió en Egipto lo obstaculizaron para no

seguir su vocación”, lo que implica que las riquezas de Abraham fácilmente pudieron haberse

convertido en una tentación para él”. Otra opinión nos conduce a valorar el presente tópico:

“Tanto la pobreza y la riqueza”, escribió John Robinson, “tienen sus tentaciones... Y de estos

dos estados, las tentaciones de las riquezas es lo más peligroso”. Y por su lado, Thomas Lever

afirmó: “El que quiere ser rico... caerá en diversas tentaciones y trampas del diablo”.33[33]

Es igualmente sorpresivo el hecho de que los puritanos notaron una inversa relación entre la

riqueza y la piedad. Pese a todo lo que hablaron y escribieron sobre las riquezas y las

bendiciones que pueden producirse por el trabajo honrado y justo por otro lado, mantenían un

equilibrio respecto al peligro que pueden engendrar las riquezas para la fe o la fidelidad a Dios.

En esto, no cabe duda que hablaban con buen juicio y razonamiento bíblico. Otro claro ejemplo

al respecto es la fuerte amonestación de Richard Baxter en contra de los ricos descreídos y

que a continuación leemos:

Van a perder todos sus deleites sensuales. Aquello que han tenido por su

mayor bien, su cielo, su dios, van a perderlo, lo mismo que perderán a Dios.

¡Qué caída será la del hombre orgulloso, ambicioso, desde la altura de sus

honores! El polvo y huesos de su cadáver no se podrán distinguir del polvo y

huesos de un mendigo, ni su alma recibirá más honores que las del mendigo.

¡Qué cantidad de gente grande, noble e ilustrada va a ser excluida de la

presencia de Dios!34[34]

Entre tanto, Samuel Willard afirmaba también que “constituye algo bien raro ver a los

hombres que gozan de grandes y visibles ventajas económicas que al mismo tiempo sean

celosos por Dios”. Por su lado, Richard Sibbes decía que “cuando el mundo ha logrado poseer

nuestro corazón, este nos hace falsos para Dios y falsos para el hombre, este nos hace infieles

33[33] Ibid., ambas citas en p. 63. 34[34] Richard Baxter, El Reposo Eterno de los Santos, (Barcelona: Editorial Clie, 1991), p. 101.

a nuestro llamamiento y falsos para la propia religión”.35[35] Y esto es ¡una buena lección para

cualquier cristiano!

Unos trazos más finos al elaborar el cuadro del peligro de la riqueza los hallamos en los

escritos de los puritanos al ofrecernos otras razones del por qué el amor al dinero es bien

peligroso. Para ellos, un corazón entregado al poder y fascinación que puede producir el dinero

tiene que ver con la tendencia del hombre a reemplazar a Dios por el dinero como el objeto

de la última devoción. Los bienes terrenales “son velos que se colocan entre Dios y nosotros

y se adhieren a nuestra vista de tal modo que no podemos penetrar hasta Dios”. Y Thomas

Watson también sentenció: “Cuán fácil es para el hombre que su felicidad termine en lo

externo”. John Robinson dijo lo mismo: “Si un hombre es rico, y está en plenitud, está en

peligro de negar a Dios, y decir con orgullo y contender, ¿quién es el Señor?”. Entre tanto,

Richard Rogers notó que en relación con la riqueza de los obispos y clérigos de la Iglesia

Anglicana… “que a ellos nunca les pareció grave vivir alejados de Dios con tal de que crecieran

sus riquezas y ascensos”.36[36]+

Otra razón del por qué las riquezas son peligrosas es que ellas instilan una confianza en el yo

en lugar de Dios. Richard Baxter fue de la opinión de que “cuando los hombres prosperan en

el mundo, sus mentes se elevan hacia sus bienes, y después les es difícil creer que están tan

mal, mientras que ellos mismos sienten que están bien” (ibid.)

Los puritanos comprendieron igualmente que el dinero es peligroso cuando se tiene en el

corazón antes que a Dios, porque este genera un apetito que nunca puede ser satisfecho. El

dinero nunca cumple sus promesas, –afirmaban. Y el gran Cotton Mather estuvo alarmado por

el curso que tomaba el materialismo en la sociedad de Nueva Inglaterra. En un sermón

declaró: “La religión engendró la prosperidad así como la hija devora a la madre”.37[37]

En todo lo que llevamos escrito, podría pensarse que existen rasgos contradictorios en la

teología ética de los puritanos. Aquí cabe una pregunta: si el dinero se ve como algo peligroso,

¿no debería toda persona simplemente evitarlo? Debemos aclarar aquí que esta persuasión

es solo aparente en el pensamiento de algunos puritanos. Porque en el fondo, no creían que

el dinero era algo malo en sí mismo al grado tal que debíamos deshacernos de él y vivir una

35[35] Ibid., p. 63. 36[36] Ibid. P. 63. 37[37] Ibid. p. 63.

vida al estilo de los cuákeros.38[38] Por el contrario, en palabras de otro puritano, Thomas

Adam, en uno de sus sermones decía: “Les he enseñado a que no se deshagan de la bolsa,

sino de la avaricia y la codicia”.39[39] Y esto guarda relación armoniosa con lo que declara el

apóstol Pablo: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual, codiciando

algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Tim. 6:10).

2.1. ¿Qué es lo correcto entonces?

El ideal puritano de la moderación

El criterio ético de los puritanos no estaba reglamentado por la cantidad de dinero que una

persona pudiera obtener, sino por la cantidad de dinero que un hombre gastaba en él mismo.

El ideal que los puritanos procuraron vivir fue conocido como la moderación o temperancia,

catalogado por algunos como una especie de “regla de oro”. John Downame escribió que “el

medio, o estar en la mitad de los bienes es preferible antes que lo más grande de la

prosperidad… La mediana condición nos libra de olvidar a Dios, nos libra de la irreligiosidad y

de la profanidad”.40[40] Pero si la moderación es la meta, se requiere igual que estemos libres

de los opuestos. Uno de estos es la avaricia por las riquezas la cual está entremezclada con

la codicia. Desde esta perspectiva William Perkins, en un sermón basado en Mateo 6:19-20,

señala a su parecer lo que Cristo nuestro Señor prohíbe: “Las formas como se practica la

codicia tiene que ver primero con la búsqueda de las riquezas mundanas, cuando los hombres

no se guardan con medida y moderación”.41[41] De ahí que el puritano consecuente miraba de

reojo todo tipo de lujo y extravagancia; no importaba la forma que tomara ya fuera una casa,

la ropa, la recreación o aún la propia comida.

En otro análisis Richard Baxter también denunció las extravagancias que con frecuencia

generan las riquezas. Los vicios de las riquezas es un tratamiento ético que exhibe en gran

parte de sus obras y sermones. Sus valiosas direcciones o consejos se produjeron de forma

magistral en su voluminosa obra conocida como Christian Directory. Allí señala la sensualidad,

la gula, los abusos en el deporte y la recreación; el derroche, el no cuidarse de comidas o

bebidas costosas al grado tal de volverse un barrigón; o hacer costosos e innecesarios viajes

o diversiones y construir edificios o casas innecesariamente lujosas, para Baxter estas cosas

38[38] Los cuákeros (del inglés Quakers = tembladores) o Sociedad de los Amigos, una rama del puritanismo extremo y

radical inglés del siglo XVII cuyas raíces estuvieron en el misticismo y la Reforma Radical del siglo XVI. Hubo por lo menos tres grupos en Estados Unidos. Algunos, los más evangélicos regresaron a filas protestantes por la predicación de Jonathan Edwards; otros fueron místicos y entregados a fanatismos y excesos. 39[39] Ibid., p. 63. 40[40] Ibid., p. 64. 41[41] Ibid., p. 64.

no va con la moral ética del reino de Dios.42[42] Sin embargo, no saquemos la equivocada

conclusión de que si los puritanos eran opuestos al lujo y a las extravagancias, entonces

fueron ascetas. De ningún modo. Ya hemos visto su recomendación: la vía media es lo sabio.

Si hay algún poder económico la enseñanza usual estaba sustentada en el consejo del apóstol

Pablo a los Filipenses, quien luego de citar varias virtudes les dijo: “si hay algo digno de

alabanza, en esto pensad” (4:8).

2.2. Entonces, ¿para qué sirve el dinero?

Los puritanos tuvieron la firme convicción de que ante todo, el dinero debe ser visto

como un bien social y no una posesión privada. Esto en general nos falta aprender a los

cristianos de hoy. Y a juicio de aquellos, el principal objetivo del dinero es el bienestar de todos

en la sociedad, no el placer personal del hombre que pasa a tener control sobre él. Esta

opinión guarda una correcta equivalencia con el entendimiento del Antiguo y Nuevo

Testamento del orden económico. La ética bíblica presupone que el hombre todavía retiene la

imagen de Dios aunque manchada por el pecado. La producción monetaria entonces, aunque

tan importante para el sustento de la vida, no obstante también es una actividad manchada

por el propio pecado la cual se manifiesta bajo el manto del egoísmo, el orgullo y la idolatría

de parte del hombre. Hoy, aun nosotros mismos, como cristianos, estaríamos poco dispuestos

a aceptar este planteamiento puritano de que “el dinero debe ser visto como un bien social y

no como una posesión privada”.43[43]

En este específico punto, como cristianos mucho tenemos que aprender de estos importantes

enfoques éticos de los puritanos porque sus formulaciones tienen un gran sentido bíblico. Con

frecuencia en esto no nos distinguimos de los no creyentes. En muchas ocasiones aquellos

actúan con mejor ejemplo de generosidad a la hora de compartir bienes o dar dinero a otras

personas que en realidad lo necesitan. Si asumimos que estamos en posesión de una mejor

teología y doctrina —especialmente los de cuño reformado—, debemos igualmente estudiar,

vivir e interpretar adecuadamente todos aquellos pasajes bíblicos cuyo contenido ético y moral

nos invitan a demostrar la generosidad entre nosotros y aún con los no creyentes: “hagamos

bien a todos” —dijo san Pablo— mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).

42[42] Christian Directory, Ética Cristiana, capítulo VII, parte 2, pp. 275-276. 43[43] Sobre el tema de la justicia económica dentro de los lindes de la misma iglesia cristiana, y acerca de la producción monetaria como algo que debe ser tratado con plena justicia en la sociedad, véase la magistral obra de Christopher J. H. Wright, Old Testament Ethics for the people of God (Londres: IVP, 2004). En esta obra el autor demuestra lo errados que estamos los cristianos al haber olvidado el trasfondo del AT en cuanto a la ética y justicia social que Dios reveló para el antiguo pueblo de Israel. Las enseñanzas del Nuevo Testamento que son una continuación nos muestra que la iglesia es la primera en violar casi todos los códigos bíblicos y civiles dentro del marco económico. El autor nos hace ver cuánto hemos olvidado el amor, la justicia y la misericordia.

Un ejemplo de vida cristiana consistiría en hacer del dinero un medio de unión entre nosotros,

porque con frecuencia poseer dinero se convierte en un instrumento de división y

resentimientos entre los mismos que comparten la misma fe bíblica. En la práctica, por medio

de la bondad debemos desarrollar un mejor sentido de justicia económica para con los

hermanos más necesitados. Esto sería adornar la doctrina de la Palabra de Dios al mejor estilo

de los puritanos y de los cristianos primitivos, entre los cuales sobresalió la rica actitud del

apóstol Pablo. El estudio de buenos autores cuyas obras se ubican en la tradición reformada

pocas veces nos habla de esta importante realidad, la cual entre los primeros puritanos

llegaron a ser alabados o cuestionados por los filósofos de su tiempo especialmente en

Europa.44[44]

Estamos hablando aquí de un modus vivendi que nosotros no conocemos porque no lo

practicamos. Deberíamos pensar en el apoyo ministerial de quien también hace la obra de

Dios pero carece de los recursos suficientes; las ofrendas para misiones, la participación en

obras de misericordia, el apoyo de proyectos estatales cuando es apropiado y benéfico para

la iglesia y la sociedad en general, etc., todo esto junto muchas veces brilla por su ausencia.

Lo que describimos aquí no es una práctica que nos distingue como cristianos que decimos

tener el mejor enfoque doctrinal y teológico o en cualquier otro segmento de la iglesia

evangélica en general. Y tampoco hay que esperar a tener mucho dinero para el desarrollo de

dichas acciones. Si somos pobres o ricos, no debemos olvidar aquí que, lo que somos y

tenemos proviene de Dios, bienes o dones por los cuales no debe haber jactancia alguna (1

Cor. 4:7). Recordemos igual que… “Por la gracia de Dios soy lo que soy…” (1 Cor. 15:10).

El genio de los puritanos consistió en tener una vista bien aguda para los asuntos relacionados

con el dinero. No fueron estériles en cuanto a esta práctica, ya que procuraban que fuese un

estilo de vida. La generosidad fue conocida entre ellos en una época en que al igual que hoy,

una persona valía —y vale hoy— por la cantidad de dinero que poseía. Luego, el dinero (como

mammón, dios de la mitología griega del dinero y las riquezas) también recibía adoración y el

amor de los hombres al ser considerado por la sociedad como el “valor” más importante en la

vida. Esto es apreciable hoy en medio de la actual sociedad consumista y del propio

“materialismo cristiano”; nada ha cambiado. Y es particularmente cierto en la vida del

44[44] Confróntese particularmente a Ernest Troeltsch, El Protestantismo y el Mundo Moderno, (Fondo de Cultura Económica, México, 1983).

norteamericano promedio cuya cultura anglosajona ha hecho que los valores materiales sean

vistos como supremos en la vida social.

Sin embargo, para los puritanos una ética correctamente bíblica en cuanto al “papel moneda”

dependía de la forma cómo una persona hacía uso de su dinero. Sobre este asunto Richard

Baxter de nuevo nos dice: “La cuestión es cómo los hombres emplean el dinero que obtienen

por su duro trabajo y cuánto lo ahorran para su economía. Si lo usan para Dios o para usos

caritativos. No hay hombre que pueda hacer mejor que esto”.45[45]

Otras lecturas que sobre este tema podemos hacer en las obras de los puritanos nos muestran

una especial preocupación: ¿Cuáles son los fines o propósitos del dinero? Siguiendo aquí el

esquema principal trazado por L. Ryken diremos que los puritanos, como escuela teológica y

ética moldeada en parte por los reformadores continentales, decían: “La riquezas pueden

capacitarnos para aliviar las necesidades de nuestros hermanos, para promover buenas obras

para la iglesia y para el Estado”. “El dinero existe para la Gloria de Dios y para el bienestar de

otros”. “La más grande diligencia que podemos seguir en nuestros distintos llamamientos y

para la cual Dios nos capacita, es extender nuestra caridad a los que están en pobreza y

turbación”. “Los hijos de Dios hacen uso de estas cosas de forma espiritual y no un uso

mundano y carnal”.46[46]

Es de suma importancia observar que en ninguna de las anteriores citas, y al pensar en el

propósito de ganar dinero, en ninguna parte se da la impresión de que el ingreso monetario

es el derecho que tiene la gente a gastar el dinero en ellos mismos y de cualquier forma por

el hecho de haberlo ganado. Frente a esto, William Perkins nos provee de una importante

aclaración acerca del uso del dinero:

“Debemos así usar el dinero y poseer los bienes que tenemos; que el uso y la

posesión del dinero sirva para la gloria de Dios y la salvación de nuestras

almas… Nuestras riquezas deben ser empleadas para usos necesarios. En

primer lugar, para sostener nuestra propia condición y bienes. En segundo

lugar, para el bien de otros, especialmente aquellos que pertenecen a nuestra

propia familia… Tercero, en auxiliar al pobre… Cuarto, el mantenimiento de la

iglesia del Señor y la verdadera religión… En quinto lugar, el mantenimiento

del Estado”.47[47]

45[45] Christian Directory, (Soli Deo Gloria Publications, 2000), parte 1, p. 441. 46[46] Ibid., Ryken, pp. 66-67. 47[47] Ibid., Ryken, p. 67.

Debido a que este es un mundo entenebrecido por el “amor al dinero” y no por “el dinero

del amor”, bien haríamos en imitar en todo esto el estilo de vida de estos primitivos puritanos.

Hay una razón primordial: se trata de enseñanzas que pertenecen al caudal revelado por Dios

en su Sagrada Palabra. Esto sería revolucionario para esta época en que tantos hombres

matan y asesinan a otros congéneres de su propia especie para obtener cantidades del

“preciado” papel moneda. Del mismo modo, incontables veces en la propia iglesia los

cristianos o los hermanos se “dividen”, se “separan” o se “traicionan” por cuestiones de dinero

o intereses materiales diversos cuya meta muchas veces es la vanagloria. En la iglesia —

aunque con seguridad hay excepciones— sin importar el hecho de afirmar creer en la

autoridad absoluta de la Biblia, un creyente de cualquier confesión cristiana por lo general no

está dispuesto a compartir lo que tiene con otros “hermanos en la fe” a sabiendas de que están

en privaciones económicas. El hecho es que también nosotros decimos: “cada uno sálvese

como pueda”; u “oraré por usted hermano”. Frente a tales anti-testimonios, es apropiado y

oportuno que volvamos a escuchar la epístola de Santiago:

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene

obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos,

y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les

dice: id en paz, calentaos y saciados, pero no les dais las cosas que son

necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene

obras, es muerta en sí misma” (2:14:17).

La idea y visión de los primeros puritanos fueron de tal envergadura que las generaciones

cristianas de entonces pudieron darse cuenta de que ellos pretendían vivir una vida práctica

según el sistema económico revelado por Dios en las Escrituras, particularmente en el

Pentateuco (véase Lev. 19:9,10: 23:22; 25:2,7, 35; Dt. 15:7-11; 24:19-22, etc.). De ahí que

entonces, para el puritanismo, al considerar que el dinero es un bien social, condujo a apreciar

una realidad socio-económica bien diferente en aquellos tiempos. Y esto no desdice el hecho

de los abusos que cometieron los colonizadores protestantes europeos en Asia y África en su

momento. Dentro del periodo de colonización sabemos que hubo errores históricos graves de

parte de ingleses y holandeses. Estos últimos fueron los forjadores del penoso Apartheid,

institución infame y cruel que terminara en 1994 con el triunfo presidencial de Nelson Mandela.

Tal instrumento de muerte y tortura fue orquestado y aplicado por la iglesia reformada o

calvinista de Holanda. Y por supuesto, no todos allí estuvieron de acuerdo. Hubo detractores

y verdaderos cristianos que hasta el día de hoy están bajo arrepentimiento y penitencia.

Dejando atrás estos anti-testimonios, el modelo intentado por los puritanos que

pretendía ser bíblico, de haberse seguido por parte de aquellas sociedades europeas, es

probable que los mencionados abusos no habrían sido registrados por la historia y ocasionado

tanta vergüenza al nombre de Cristo.

2.3. Los puritanos y el préstamo con interés

El haber creído que el dinero es un bien social también fue la llave de los primeros puritanos

para el préstamo con interés. Como se recordará, los primeros creyentes que durante la

Reforma con mayor libertad comenzaron a leer las Escrituras llegaron a comprender mejor

este asunto. Pero esto no era algo extraño; durante toda la Edad Media la gente había

comprendió bien este tema. En realidad, el mundo occidental sabía que prestar dinero a

interés era considerado “usura”, y ningún “usurero” entraba al cielo. En la Biblia la usura

generalmente se entendía como el interés que se podría cobrar por un préstamo de dinero o

de trigo o de cualquier otro bien o comodidad. Sin embargo, la ley de Dios lo prohibía de forma

rigurosa. A los hebreos el Señor les dijo: “Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al

pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura” (Éxodo

22:25; cf. Lev. 25:36,37; Dt. 23:10). Otros pasajes del Antiguo Testamento nos revelan lo

importante que era para un judío no transgredir esta ley (véase Neh. 5:5-10; Sal. 15:5; Prov.

28:8; Is. 24:2; Jer. 15:10). Sin embargo, al principio los puritanos se oponían a dicha práctica

por cuanto prestar a interés era visto como un pecado de codicia y avaricia.

No obstante, es menester que entendamos que la sociedad y la vida cultural de aquellos

tiempos estaban cambiando. Menos agraria y más industrial, la sociedad se perfilaba hacia un

nuevo paradigma; estaban ocurriendo cambios insospechados los cuales, a la postre, trajeron

lo que conocemos como la modernidad y ahora la postmodernidad. A renglón seguido, por el

auge de los cambios que ocurrían en el Viejo Continente, muy pronto en Inglaterra los

puritanos fueron cambiando su forma de pensar ante el influjo de las nuevas enseñanzas

bíblicas y éticas de sus compañeros los reformadores continentales. Pues los puritanos de

forma semejante hicieron distinción entre el préstamo para consumo y el préstamo para

producción, lo cual, a éste último, sí se le cobraba un interés el cual procuraba ser justo.

Aparentemente pareciera que aquí hay una flagrante contradicción en la psique del

puritanismo en relación con todo lo que hemos venido estudiando; pero es sólo una

probabilidad, porque en el fondo los puritanos seguían fieles a sus ideales de fustigar duro a

todo aquel que en lugar de hacer productivo el dinero para ayuda de los necesitados, la

promoción y desarrollo de la vida social o colectiva, más bien lo atesoraba como medio de

explotación del prójimo. En esta nueva sociedad se comenzó a prestar dinero con un

moderado promedio de interés. Y a decir verdad, casi todo estaba cambiando. De ahí que las

siguientes palabras de Richard Baxter sean en verdad revolucionarias:

“Hay una usura en la cual no es ni injusta ni falta de amor”.

Desde luego, con el término “usura” Baxter quería decir “interés”, es decir, lo que también hoy

se emplea en el mundo de los negocios bancarios y comerciales. En su monumental obra el

Directorio Cristiano este cuestionado puritano describe con detalles dignos de atención para

cualquier pastor y creyentes en general algunas condiciones de lo que era caritativo.48[48]

Llegados a este punto, considero que nos viene una pregunta lógica: ¿Por qué los puritanos

consideraron el dinero como “un bien social” cuando en nuestros tiempos se opina que “el

dinero es una posesión inalienable de quien lo posee?”. Una contundente respuesta de parte

de los puritanos es que, a tono con la Biblia, el hombre es sólo un mayordomo o administrador

del dinero y de los bienes de Dios (Sal. 24:1). En otros términos, el dinero es de Dios no

nuestro; el dinero que tenemos o poseemos es lo que Dios mismo nos ha prestado.49[49]

3. LA CRÍTICA DE LOS PURITANOS A LA

FILOSOFÍA ÉTICA DEL ÉXITO EN NUESTRO MUNDO CONTEMPORÁNEO

No podemos negar que abrumadoramente la cultura occidental está basada en la ética

del éxito monetario o económico. Hemos llegado a creer que la prosperidad material y

monetaria es el valor definitivo; de ahí que medimos la vida de una persona por sus estándares

materiales y sociales. Sin embargo, un análisis del pensamiento de los primeros puritanos nos

muestra que ellos trataban de sobrepasar este escollo cultural producto del pecado y la vida

entregada a este tipo de idolatría. Thomas Watson tenía un concepto bien distinto al que hoy

sostiene la humanidad y la propia iglesia evangélica. En cierta ocasión afirmó que “la

bendición… no depende de la adquisición de cosas de este mundo. La felicidad como un arte

de química no se puede extraer de allí”.50[50] Esto guarda relación con las palabras de Cristo

en los evangelios: “La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.

48[48] Ibid. Christian Directory, véase Tomo I, pp. 373-399. 49[49] Ibid. Ryken, p. 69. 50[50] Ibid., p. 70.

Otro ejemplo de lo anterior puede ser la famosa oración del puritano Samuel Hieron,

quien oró a Dios de la siguiente forma:

“Oh, no dejes que mis ojos sean deslumbrados, ni que mi corazón sea

hechizado con la gloria y la dulzura de los placeres terrenales… Dirige mi afecto

al amor de aquellas perdurables riquezas y a aquel fruto de la sabiduría celestial

la cual es mejor que el oro y que todos los beneficios que puede prodigar la

plata. Te pido que mi principal cuidado sea tener un alma enriquecida y

alimentada con tu gracia”.51[51]

3.1. La crítica puritana al enfoque de la persona que se levanta por sus propios

esfuerzos (autorrealización monetaria personal)

Aparentemente esto podría ser contradictorio y antibíblico. Alguien lógicamente podría

pensar en lo que la propia Biblia declara: “la mano negligente empobrece; más la mano

diligente enriquece” (Prov. 10:4). No obstante, este texto bíblico no desmiente lo anterior,

porque tampoco favorece el individualismo protestante, tan caro a una gran sección de la

iglesia en los Estados Unidos de América con gran repercusión en las iglesias históricas

Suramericanas. Una mirada a la teología ética del puritanismo inicial nos hacer reflexionar de

forma vívida a fin de que nosotros mismos nos hagamos una auto-crítica: Nosotros los mismos

cristianos también hemos caído en el materialismo ya sea de uno modo o del otro. La iglesia

de cualquier tradición por medio de sus predicaciones enfatiza una “teología del bienestar

individualizado”. Esto particularmente puede ser visto en las corrientes neo-pentecostales y

carismáticas; pero por el lado de las misiones históricas que dieron origen a bautistas y

presbiterianos y aún las reformadas, el énfasis está puesto en la “autorrealización material del

ministerio” producto de un orgullo intelectual-vanaglorioso basado en una tradición teológica

que casi para nada afecta el actual status quo de la sociedad y cultura en general. Sea de un

modo o de otro, muy poco honor recibe el Señor al no hacer tampoco nosotros obras prácticas

para con otros hermanos u otros colegas de la misma fe, lo cual implicaría sacrificio económico

y pérdida de nuestras propias comodidades materiales.

Para nadie es un secreto que la cultura occidental persigue la imagen del hombre que se hace

a sí mismo en el terreno económico y social. En los Estados Unidos particularmente, se puede

apreciar la forma como el pueblo se ha enamorado de la imagen que proyecta aquella persona

que se vuelve rica y famosa por sus propios medios y esfuerzos. Allí, los más admirados y

envidiados son los artistas de Hollywood como Angelina Jolie, deportistas como Tiger Wood

51[51] Ibid., p. 68.

y tecnócratas como Bill Gates o Steve Jobs, etc., pero también los llamados súper pastores o

magnates de la fe los cuales, tanto a los unos como a los otros los medios masivos de

comunicación los convierten en iconos relevantes para el grueso de la sociedad nacional y

mundial especialmente para la juventud. Del mismo modo, tales súper pastores fungen como

el “modelo más conspicuo de pastor” para estos tiempos. Pero, aquí cabe preguntar: ¿Es este

el modelo o imagen del pastor que vemos en el Nuevo Testamento? Es decir, son hechos

ambiciosos que de cualquier forma el modelo neoliberal y postmoderno con su bandera del

libre mercado —un hecho que ha influenciado innegablemente la liturgia con énfasis en

música y espectáculos en muchas iglesias— no duda en recomendar como los únicos modelos

que garantizan la total felicidad del hombre en esta época globalizada.

La idea de poseer estatus social y monetario que hoy día para muchos constituye una especie

de “don” que se le ha entregado a todo afortunado, no era una forma de pensar que gustara

a los puritanos. De hecho, negaron que pudiera haber un asunto como “la persona que se

hace a sí misma”. Y no hay duda que desde el punto de vista bíblico esto es inexacto. El error

de esta postura que está bien introducida en nuestra forma de pensar —y no es exclusiva del

pueblo norteamericano sino de toda la cultura occidental incluyendo a los latinoamericanos—

, consiste en olvidar que es Dios quien nos da las fuerzas y la salud para hacer las riquezas u

obtener la prosperidad (vea Dt. 8:11-20).

Por ende, quien cree que se ha hecho a sí mismo ya sea en el terreno social, político o

religioso-ministerial sin tomar honesta y en serio a Dios, de hecho también ha caído en la

idolatría. Respecto a este tópico, los puritanos iniciales tuvieron razón al basarse en la ética

de la gracia, pues sus escritos están llenos de la idea de que la prosperidad es solamente un

don de Dios, hecho por el cual nadie debería gloriarse ni recibir la alabanza del mundo, ni

siquiera entre los hermanos de la iglesia. Con base en esta postura, aquí hay una lección

práctica que podemos aprender. Si los ricos del pasado —y los del presente— hubieran vivido

en gratitud para con Dios, hubiesen producido verdaderos sistemas político-sociales y

económicos los cuales hubieran evitado el siglo de sangre que fue el siglo XX. Y de igual

modo, los ricos del presente, al no estimar esta verdad bíblica que tiene que ver con la justicia

social y económica unido al santo temor de Dios, con seguridad que el capitalismo que hoy

dirigen terminará por empobrecer mucho peor a esta y a la próxima generación hasta

conducirlas a la total marginalidad y al sin sentido personal. Y mucho peor cuando la moderna

teoría del Estado gira en torno a la claudicación definitiva como institución divina, como poder

que fue instaurado por Dios para garantizar las libertades individuales, sociales y económicas;

prácticamente, lo que hoy vemos es que ya casi ningún Estado puede imponer una ley o reglas

que frenen el poder explotador e inmisericorde de las grandes multinacionales.

Relativo a este tema Gregorio Iriarte sentencia que, “La copa de Champagne es una especie

de parábola de la injusticia que actualmente se vive en nuestro mundo donde un quinto de la

humanidad se apropia de la mayor parte de los bienes, expoliando los derechos de las cuatro

quintas partes del planeta”.52[52]

Otros datos de importancia son aportados por Xavier Gorostiaga que en cuanto a este mismo

punto declara: “Los países ricos tienen el 25% de la población mundial (1.000 millones de

habitantes), pero consumen el 70% de la energía mundial, el 75% de los metales, el 85% de

la madera y el 60% de los alimentos. Al lado de este mundo opulento, tenemos 1.300 millones

de personas que no tienen acceso al agua potable, 2.500 millones que no tienen servicios

sanitarios y 55 millones de niños que mueren anualmente por desnutrición.53[53]

El tipo de capitalismo desarrollado hasta el día de hoy ha vivido de espaldas a Dios. Y lo peor

de todo, es que en su momento, en Inglaterra, en plena época de la revolución industrial entre

los siglos XVIII y XIX, la iglesia europea de aquellas generaciones guardó un “cómplice

silencio” que hoy todo el mundo condena. En nuestra generación actual está ocurriendo lo

mismo. La iglesia, los cristianos, hacemos caso omiso de los grandes abusos de los poderes

establecidos contra el hombre porque creemos que tratar con dichos temas no son asuntos

espirituales o no le compete a la iglesia, es algo que pertenece al “mundo”, y “nosotros no

somos del mundo”, vivimos en la iglesia interesados sólo en la salvación individual de los

hombres. El cielo es lo realmente importante, —decimos—. Pero precisamente, este tipo de

dualismo platónico introducido en la iglesia cristiana desde los albores del cristianismo es lo

que en realidad más daño ha hecho a la causa de Cristo en la tierra; porque el verdadero

testimonio del poder del Reino de Dios ha quedado eclipsado por aquella interpretación

escapista (premilenialista y dispensacionalista-amilenialista) y teología mística (neo-

calvinista).

No olvidemos que la afrenta del pobre es una práctica pecaminosa que Dios censura

fuertemente en Su Palabra: “Oíd esta palabra, vacas de Basán, que estáis en el monte de

Samaria, que oprimís a los pobres y quebrantáis a los menesterosos, que decís a vuestros

52[52] Gregorio Iriarte, Neoliberalismo, ¿Si o No? (Ediciones Paulinas, Bogotá: sin fecha), p. 49. 53[53] Mecanismos de creación de la pobreza, Christus, Nov. Dic. 1992, México.

señores; traed y beberemos” (Amós 4:1; cf. 2:6; Isaías 1:16,17; 10:1; Miqueas 6:8,12; en el

NT Sgo. 5:1-6).

Además, recordemos de la misma forma que el propósito por el cual Dios concede que alguien

progrese en los bienes materiales de este mundo es para procurar el desarrollo y bienestar de

quienes están a su alrededor, pensando formalmente en sus propios trabajadores, quienes

son los que a la postre, le ayudan a hacer las riquezas. En este sentido el puritano John

Preston escribió tocante al tema de las riquezas: “Es Dios quien nos las da, Él es quien las

dispensa, es Él quien nos da la recompensa… El cuidado en el trabajo solo pertenece a

nosotros”.54[54]

De esto debieran aprender muchos “empresarios cristianos” que al pretender seguir la

supuesta legalidad propuesta por un Estado, por ejemplo, la regulación salarial al estilo neo-

liberal tal como hoy se da en Colombia, lo que hacen más bien es apoyar un status quo que

empobrece y margina a sus propios hermanos en la fe. Y lo más triste es que este mismo

modelo se practica por lo general en casi toda iglesia llamada cristiana.

Tales “hermanos ricos” –ya sean empresarios o pastores, en el fondo pertenecen a una

“burguesía mediática” que han hecho del evangelio una ideología religiosa de clase media

para la defensa de sus propios intereses económico-socio-religiosos. Muchos empresarios

cristianos son “pillos en el negocio y santos en la iglesia”. O en el caso contrario, muchos

pastores son “santos” en la iglesia y pillos en los negocios” por la forma de administrar y

servirse de la iglesia. No hay nada santo en esto. Sea de un modo u otro, los unos coadyuvan

a la instauración de regímenes político-económicos opresivos y explotadores, y los otros,

coadyuvan a la evaporación de la auténtica fe cristiana y a la pérdida de confianza de la gente

en la obra de fe del evangelio de Cristo. Hacemos bien en volver a escuchar las palabras de

Cristo que todavía resuenan con el antiguo eco de grave advertencia: “No todo el que me dice:

Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que

está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu

nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartados de mí, hacedores de maldad” (Mateo

5:21-23).

54[54] Ibid., p. 69.

3.2. Conclusión

Diferentes historiadores que se han encargado de investigar el movimiento puritano coinciden

en afirmar que los puritanos fueron hombres que no aceptaron su obra como algo terminado;

es decir, eran conscientes de su imperfección. Qué bueno que tuviésemos o adoptásemos tal

espíritu. Realmente ellos quisieron hacer de la iglesia un instrumento perfecto hasta donde

fuera posible con el fin de extender la verdadera espiritualidad del evangelio de Jesucristo no

solo en la vida de la iglesia local, sino social, en el ámbito político, en el área de la economía

y cultura en general. Vemos que ellos no se sustrajeron a estas realidades terrenas mientras

llegaba la hora de partir al cielo y estar con Cristo, “lo cual es muchísimo mejor” según palabras

de san Pablo.

Y aunque su lucha inicial fue contra los errores y superstición de la Iglesia Católica, no

obstante, su batalla era la instauración del señorío de Cristo en todos los órdenes de la vida

junto con la eterna verdad del evangelio y sumado a la práctica del mandato cultural.

¿Seremos capaces de entender este mensaje? ¡Espero que sí!

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Los puritanos ingleses: un paradigma histórico de la consejería bíblica

Por: Ken L. Sarles En la concepción puritana, las Escrituras tenían el propósito de impartir la verdad en forma tal que el lector se moviera en dirección a Dios. Estas no necesitaban de iluminación externa, sino que se alumbraban a si mismas. Por lo tanto, rechazaban el uso de doctrinas ajenas para interpretar el texto bíblico.

Al mirar hacia atrás en la historia puede afirmarse que los pastores puritanos, reconocidos como «médicos del alma>, establecieron la primera escuela protestante de consejería bíblica. El término puritano se refiere a la búsqueda de pureza en la adoración, tanto en la iglesia como en la vida personal. En sus inicios, alrededor de 1560, el puritanismo inglés tuvo como finalidad principal la renovación litúrgica, pero luego se ocupó de otros aspectos de la fe cristiana. Su influencia tuvo lugar hasta principios del siglo dieciocho. En esencia, procuró la reforma en la vida de la iglesia y la purificación individual en el creyente. Su doctrina tenía base calvinista y en su orientación tendía hacia el pietismo. Lo fundamental de este movimiento fue su compromiso firme e inamovible de vivir para la gloria de Dios.

Las Escrituras constituyen la pieza central del pensamiento y la vida del movimiento puritano. Por esta razón, la consejería se basó en la doctrina de la inspiración divina de la Biblia, que sostiene que el Espíritu Santo intervino en la elección de las palabras, pero sin violar la personalidad o el conocimiento de los autores humanos. En consecuencia el texto era considerado verbalmente inspirado, infalible y exento de errores

En la concepción puritana, las Escrituras tenían el propósito de impartir la verdad en forma tal que el lector se moviera en dirección a Dios. Estas no necesitaban de iluminación externa, sino que se alumbraban a si mismas. Por lo tanto, rechazaban el uso de doctrinas ajenas para interpretar el texto bíblico.

La Biblia fue vista como fuente de toda orientación, enseñanza, consuelo, y exhortación por parte de Dios. Su autoridad se consideró final y absoluta, haciéndose extensiva a toda área de fe y práctica. Cada necesidad psicológica podía ser suplida y cada problema resuelto mediante la aplicación directa de la verdad bíblica.

El sermón constituía un medio de consejería para toda la audiencia y su propósito era edificar al cuerpo de creyentes reunidos. La predicación consistía en lo que hoy podría ser denominado consejería preventiva, y aplicaba las verdades de la Palabra a la vida. Cada sermón constaba de dos

partes: doctrina y uso, y tenía en cuenta tanto el conocimiento teológico como su puesta en práctica.

La lectura bíblica era analizada gramatical, lógica y contextualmente y, además, se la contrastaba con otros textos para ratificar su significado. Una vez que la doctrina era explicada debía aplicarse de inmediato. Su uso estaba relacionado con el discernimiento y la dirección. El primero incluía la información brindada a la mente de la persona y la transformación del entendimiento (revelación de una verdad y refutación de algún error). La segunda consistía en enseñar y corregir: declarar cómo se debía vivir y condenar lo que debía ser evitado. A través de una serie de instrucciones prácticas extraídas de la Biblia, los puritanos se prepararon para vivir para Dios. Las Escrituras fueron el fundamento sobre el cual edificaron sus vidas.

Su perspectiva del mundo era teocéntrica, relacionando la totalidad de la vida, incluso los problemas personales, con la naturaleza, los propósitos y el carácter de Dios. El amor a Dios debía ser completo, honesto, ferviente, activo, exclusivo y permanente. Dado que la infinitud de Dios trasciende nuestro amor por El y excede nuestro conocimiento, era preciso aspirar siempre a un mayor amor hacia su persona y un mayor conocimiento de sus propósitos. De este modo, la pasión por Cristo no dejaba espacio a la búsqueda egoísta de la satisfacción personal. Los puritanos entendieron que el conocimiento correcto de uno mismo provenía del conocimiento que se tuviera de Dios.

La conciencia jugó un papel clave en la consejería puritana. Considerada la facultad del alma destinada a formular juicios morales y que trataba con lo correcto e incorrecto, lo bueno y lo malo, lo puro y lo impuro, ella hablaba con la voz de Dios, presentando un conocimiento compartido mucho más exacto que el que uno tiene de si mismo. Asimismo, actuaba como un juez independiente de la voluntad del individuo, a manera de un sistema nervioso espiritual: el dolor de la culpa informaba al entendimiento que algo andaba mal y que necesitaba corrección. Si la culpa era negada, la persona se encaminaba hacia su destrucción definitiva.

La base para el funcionamiento de la conciencia era la ley de Dios revelada en las Escrituras. Por su parte, el creyente procuraba sensibilizar su conciencia al pecado.

En consecuencia, la piedad consistía, principalmente, en obtener y mantener una clara conciencia delante de Dios mediante una cuidadosa respuesta a las Escrituras. Este énfasis condujo al surgimiento de una casuística, dentro de la cual se incluía toda circunstancia imaginable y todo acto de la vida cotidiana. Constaba de dos principios fundamentales: 1) ninguna verdad que la persona conociera y de la que fuera conciente debía ser negada en la práctica; 2) ningún pecado debía ser cometido, a pesar de que pudiera implicar algún

beneficio. La conciencia no podía estar supeditada a la conveniencia, ni el principio rendirse ante el pragmatismo. De allí que procuraban vivir de un modo preciso, dedicados al Creador.

Por otra parte, la naturaleza humana era considerada radicalmente defectuosa, caracterizada por su propensión a la maldad y su profundo rechazo de lo bueno. El pecado constituía una afrenta a Dios; darle la espalda para adorar al ego. El centro del pecado consistía en autoadorarse.

Para los puritanos existían, en consecuencia, tres tipos de amor propio: el natural, necesario y recomendable, que es innato y forma parte de nuestra naturaleza; el carnal, desordenado y abierto a toda aberración -el hombre se ama más a sí mismo que a Dios-, y el impartido a los creyentes en la regeneración, que consiste en amarse a sí mismo en subordinación a la gloria de Dios, reduciendo a la criatura rebelde a su orden verdadero.

Además, consideraban la existencia de tres etapas en el progreso del pecado. En la primera, se perdía la perspectiva de la indignidad del mismo y de la gracia de Dios, la verdad bíblica se transformaba en mera información; en la segunda, por el hecho de no tener puestos los afectos en las cosas de Dios, el pecado era contemplado sin un sentimiento de disgusto, capturando así la imaginación y tomándose deseable; en la tercera, la voluntad cedía ante lo que a la mente le parecía bueno y justificaba el pecado, silenciando las convicciones de la conciencia.

De este modo, la consejería puritana se enfocaba, fundamentalmente, al problema del pecado. Porque reconocían el engaño que anidaba en cada corazón humano, los consejeros sabían que lo que la gente más necesitaba era lo que menos quería oír. De allí que la solución ofrecida por los pastores era la mortificación, es decir, hacer morir las obras de la carne (Ro. 8:13), quitar toda fuerza y poder al pecado, de manera que éste no pudiera actuar por si mismo ni influir en la vida del creyente. Esto implicaba llegar a la raíz de las motivaciones y deseos.

La mortificación no significaba eliminar el pecado de la vida, de modo que ya no constituyera un problema: la santificación total no se alcanzaba en este mundo (Ro. 7:1+25); tampoco implicaba alcanzar cierto grado de conformidad con la moral externa, ni el reemplazo de un pecado por otro, porque cada pecado merecía la muerte.

La esencia de la mortificación consistía en el debilitamiento habitual y paulatino del pecado en una lucha constante contra éste. Era una actitud de vida. Los puritanos luchaban contra sí mismos para ganar cierto grado de dominio propio y producir una vida piadosa.

El verdadero arrepentimiento era mucho más que un simple reconocimiento del pecado; debía producir en los corazones un dolor tal que el pecado resultara aún más odioso que su castigo.

Luego del arrepentimiento, la voz de Cristo daba paz al alma humillada que aborrecía verdaderamente al pecado y no tenía ningún placer en él. El Espíritu Santo mismo ministraba a los creyentes. Si éstos se juzgaban a sí mismos por su pecado y sufrían profundamente por haber ofendido al Salvador, El los animaba, confortaba, y calmaba su conciencia afligida.

En conclusión, es posible afirmar que el énfasis puritano en la devoción espiritual, la integridad personal y el compromiso con Dios refleja una realidad digna de ser imitada por todos los cristianos hoy en día. Su punto de vista acerca d cómo el pecado domina la vid humana es fundamental par entender toda conducta adictiva incluso en este siglo. El considerar a Dios como centro absoluto permite una aproximación adecuada al tema de la autoimagen, que tanta importancia ha cobrado en 1a actualidad. Su compromiso total con una vida íntegra y transparente tanto en lo que respecta a la fe como al accionar diario, constituye en auténtico desafío para la presente generación.

Juan Owen: El príncipe de los puritanos

¿Quién era Juan Owen y por qué es importante él para el ministro de hoy?

El pastor moderno puede suponer que tiene poco en común con los puritanos del siglo 17. Después de todo, ¿no eran rígidos, hipócritas que odiaban el baile, avergonzando a los pecadores con las A escarlatas, y viviendo vidas duras desprovistas de poder espiritual?

De hecho, la verdad es una historia diferente. Probablemente ningún otro grupo cristiano ha pasado más tiempo enfatizando la obra del Espíritu Santo y la necesidad de la experiencia espiritual. Combinando una profunda perspicacia bíblica con un interés intenso en la obra experimental del Espíritu Santo, el puritanismo (1560-1660) era la cumbre de la Reformación. Han cambiado las cosas desde entonces, pero según la perspectiva de este autor nunca han regresado al nivel ocupado por los puritanos ingleses.

Estamos en gran deuda con los puritanos. Su paradigma profundamente bíblico facilitó la matriz de presuposiciones donde se basa la gran mayoría de los derechos y privilegios del mundo Oeste. El puritanismo era la era de Newton, Bunyan, Milton, Cromwell, Locke, Owen, y otros cambiadores de la generación.

Por ejemplo, en la tradición rica del puritanismo con sus presuposiciones cristianas de un universo ordenado germinaba la Sociedad Real de Londres y la ciencia moderna. De la ética del trabajo puritana inglesa bíblicamente inspirada las semillas del capitalismo moderno han echado raíces y florecido. Del crisol de la guerra civil inglesa inspirada por los puritanos (1640) la libertad religiosa, como la conocemos hoy, apareció por primera vez en el escenario de la vida moderna, y el derecho divino de los reyes recibió un golpe fatal del cual nunca a se ha podido recuperar. (Los escritos de Juan Locke, un hijo de puritanos, grandemente influenciaban la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.)

También era una era de profundos pensamientos bíblicos. La mayoría de las personas se consideran que Juan Owen (1616-83), contemporáneo con Bunyan y Cromwell, era el mejor santo puritano. De hecho, muchos lo consideran el mejor pensador teológico de Inglaterra. Según la opinión de C. H. Spurgeon, él era "quizás el santo más profundo que jamás ha vivido."1 Si el puritanismo era la cumbre de la teología bíblica, y Owen era el más grande y original pensador, entonces su vida merece nuestra consideración. Hoy, más de 300 años después de su muerte, sus obras todavía están publicadas. ¿Quién era Juan Owen y por qué es importante él para el ministro pentecostal de hoy?

LA JUVENTUD DE OWEN2

John Owen

Juan Owen nació hijo de un pastor puritano en 1616. Su intelecto inmenso se impuso a una edad temprana. Un niño prodigio, sus padres le inscribieron en la Universidad de Oxford a la edad de 12 años donde fue otorgado su Licenciatura en Filosofía y Letras a la edad de 16 años y su Maestría a los 19 años. Era un hombre de disciplina estricta. Poseía una gran ambición mundana, pero faltaba el conocimiento de la salvación. Como alumno, él solamente se permitía a sí mismo dormir por 4 horas cada noche, esperando que sus trabajos le consiguieran favor y posición con los hombres.

Cuando tenía aproximadamente 25 años, Dios empezó a obrar en su conciencia. Dudando de su conversión, él fue a escuchar al Dr. Edmund Calumny, un predicador muy conocido. Para la decepción de Owen, un pastor no conocido estaba predicando en el púlpito de Calumny ese día. Sus amigos desanimados quisieron salir pero Owen estuvo demasiado cansado, entonces se quedó. El texto del predicador fue Mateo 8:26, "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?" Mientras Owen escuchaba el Espíritu Santo obró en poder. Él salió un hombre nuevo.

Durante este tiempo la comunidad de la Universidad de Oxford estaba dividida. El Obispo Laud, famoso por el tribunal de Star Chamber, poco antes había sido nombrado Rector de la universidad. Él era un Anglicano dogmático. Estaba en favor de una iglesia nacional controlada por el Estado, lo que los puritanos llamaban "papismo" - un énfasis en la alabanza externa como las vestiduras, incienso, campanas, la señal de la cruz, y los libros de oración. Los puritanos estaban en favor de la simplicidad - no añadiendo nada a la alabanza que no estaba mencionado explícitamente en la Escritura.

Owen se puso de parte de los puritanos e inmediatamente cayó en desgracia con Laud y su partido. Salió de Oxford sin terminar su segunda licenciatura (en divinidades). En ese entonces, la iglesia del pueblo Fordham, y luego Coggeshall, lo llamaron a ser el pastor. Dios bendecía sus predicaciones. Regularmente predicaba a grupos de 2,000 personas los domingos - una congregación inmensa en el siglo 17.

Durante este tiempo se casó con Mary Rooke. Conocemos muy poco de su matrimonio salvo que tuvieron 11 hijos. Diez de ellos murieron en la infancia - imagínese el dolor y angustia. El undécimo sobrevivió a la edad adulta, tuvo un matrimonio infeliz, volvió a casa, y poco después murió de tuberculosis. Como su Señor, Owen era un varón de dolores, experimentado en quebranto.

SU VIDA PÚBLICA

Cuando Owen tenía mas de treinta años la guerra civil en Inglaterra proseguía con furia entre el Parlamento dominado por los puritanos y el Rey Carlos I. Juan Bunyan servía como soldado de infantería en el ejército del Parlamento, y el genio Oliver Cromwell se imponía en el campo de batalla.

En 1648, cuando Owen tenía 32 años, uno de los generales del Parlamento, Fairfax, cambió de sitio el cuartel general a Coggeshall donde Owen vivía y predicaba. Fairfax asistía la iglesia de Owen, y se hicieron amigos. Desde este entonces, el Parlamento lo invitaba cada vez más para predicar en las reuniones de la asamblea. La mayoría que asistían eran protestantes y les encantaba una buena predicación bíblica.

Esto dirigió a uno de los eventos más importantes de su vida. En enero de 1649, el día después de la decapitación de Carlos I, el Parlamento pidió que Owen predicara. Era un

trabajo ingrato. La tensión era alta. Owen estaba bajo presión severa para ponerse de parte del Parlamento o los amigos del rey. No hizo ninguno de los dos.

Su sermón fue publicado, y él aprovechaba esta oportunidad para pedir a Inglaterra y sus gobernantes que consideraran la tolerancia religiosa. Muchas personas no valoran la libertad religiosa, pero en los días de Owen los disidentes fueron frecuentemente ejecutados. Owen luchaba en contra de esta práctica y pidió la tolerancia de las denominaciones cristianas. Él se anticipó a su época.

LOS AÑOS EN OXFORD

Durante la guerra civil, el Rey Carlos había establecido el cuartel general de su ejercito en Oxford. El ejercito maltrataba las instalaciones y ahora estaban hechas un desastre. En 1650, el Parlamento nombró a Owen el decano de Christ Church, una de las universidades más prestigiosas de Oxford, y de 1652 a 1657 él servía como el vice-rector (presidente) de la universidad. Él restableció la buena reputación de Oxford al reconstruir sus instalaciones y emplear hombres devotos tales como Juan Howe, Tomás Goodwin, Esteban Charnock, y Felipe Henry (el padre de Mateo Henry) para enseñar el creciente número de alumnos.

Durante estos años, Cromwell frecuentemente pedía que Owen visitara a Londres para consultarlo acerca de los asuntos de iglesia y estado. Dado todas estas responsabilidades, su productividad deja anonado el corazón débil. Además de todas sus otras responsabilidades, él publicó De Iustitia , una obra sobre la justicia de Dios; Theologouma Pantodapa , el material de las clases que enseñaba en Oxford, Biblical Theology , y tres obras todavía muy conocidas hoy, Mortification, Temptation , y Communion With God .

Uno de sus enemigos describió sus predicaciones en este periodo de su vida al escribir, "Su personaje era correcto y atractivo y él tenía una comportamiento muy digno en el púlpito, una elocución elegante, una conducta encantadora e insinuante y podía por la persuasión de su oratoria... tocar y ganar la afección de sus admiradores casi como él quería."3

LOS ÚLTIMOS AÑOS

Al final de los años 1650, Owen se retiró de Oxford y fue a vivir en el pueblo cercano de Stadhampton, donde inició una iglesia en su casa.

En 1658 Cromwell murió y la situación política rápidamente desestabilizó. En 1660, el ejército llamó a Carlos II, el hijo de Carlos I, para asumir la monarquía de su padre. Parecía como si todos los principios por los cuales los puritanos habían trabajado y luchado pronto serían desechos.

Carlos y el Parlamento empezaron a perseguir a los puritanos. Owen sufrió la pérdida de su posición económica y su prestigio. Se mudó a Londres a pastorear una pequeña iglesia independiente. Él seguía en esta posición durante los próximos 20 años.

Poco a poco la situación espiritual empezó a mejorar. En 1671, Carlos II promulgó la "Declaración de indulgencia" concediendo la tolerancia a los católicos romanos y los independientes como Owen. Era durante este tiempo que Owen se hizo amigos con Bunyan. De hecho, cuando Bunyan no podía encontrar una editorial, Owen convenció a su propio editor a publicar la primera edición de The Pilgrim 's Progress .

Durante estos años Owen trabajaba sin cesar. Además de otras obras, él escribió su comentario monumental de volúmenes múltiples Epistle to the Hebrews, a Discourse on the Holy Spirit, Apostasy (1676), Justification by Faith (1677), The Person of Christ (1678), y The Grace and Duty of Being Spiritually-minded .

Cuando tenía 60 años en 1676, su esposa amada, Mary, murió. Para alguien del siglo 17, Owen era ahora un anciano; su salud empezó a debilitarse. Padeció de ataques de gota y problemas del estómago. Pero su ética del trabajo tremendo seguía sin disminución. Durante el año antes de su muerte él escribió, Meditations and Discourses on the Glory of Christ . Su editor lo estaba revisando cuando Owen estaba en su lecho de muerte.

Su última carta escrita a un buen amigo en agosto de 1683 ilumina su pasión por Cristo. "Voy a ir a Él quien mi alma ha amado, o mejor dicho que me ha amado a mí con un amor eterno; el cual es la base completa de todo mi consuelo... Estoy abandonando el barco durante una gran tormenta, pero mientras el gran Capitán esté presente, la pérdida de un pobre remero será insignificante."4 Murió unos días después a la edad de 67 años.

SU TEOLOGÍA

La teología bíblica era su primer amor y pasión. Él no se consideraba un filósofo o erudito, sino primero y principalmente un expositor de la Palabra de Dios. Aunque era un calvinista por convicción, como eran casi todos sus semejantes, sus pensamientos no eran secos, sino llenos del poder del Espíritu Santo. Mantenía un interés intenso en la experiencia espiritual, basado en las grandes verdades de la Escritura y expresado por el poder de Dios en la predicación bíblica. Como la mayoría de los grandes pensadores cristianos él se enfocaba en los temas mayores - la trinidad, justificación por fe, y la gloria de Cristo. Él se consideraba primeramente un pastor de almas, no un erudito.

SU CARÁCTER

Como la mayoría de los grandes pensadores, él se dedicó al conocimiento con los motivos correctos. La razón que Owen estudiaba la teología era para mejorar su comunión secreto con Dios. ¿Podemos nosotros decir lo mismo? Él escribió, "Cuando el corazón está moldeado por la misma doctrina que la mente abraza; cuando la evidencia y necesidad de la verdad moran en... nuestros corazones; cuando tenemos comunión con Dios en la doctrina que afirmamos - entonces seremos guarnecidos por la gracia de Dios."5

Segundo, él aprendió como regocijarse en las grandes dificultades. A pesar de la muerte de 11 hijos, su sufrimiento y persecución bajo Carlos II, responsabilidades intensas, y grandes presiones, él cultivaba una actitud alegre, gozosa, y agradecida.

Tercero, él tenía un corazón de siervo que fue evidente en su tremenda ética de trabajo. Él se entregó completamente a la causa de Cristo y su reino.

Cuarto, sus estudios bíblicos lo dirigían a desarrollar una humildad profunda. Él se conocía en la luz de Cristo. Escribió, "La responsabilidad de la fe es llenar el alma con pensamientos tales como: Yo no soy nada; un pobre gusano a la disposición de Dios; perdido, si no encontrado por Cristo; - no he hecho ni haré nada que me hace digno de ser aceptado por Dios."6 Así este gran intelecto se veía a sí mismo ante Dios.

LECCIONES

¿Cuáles lecciones hemos aprendido de la vida de Owen? Primero, su vida demuestra lo que puede suceder cuando Dios une un gran intelecto con una profunda ética de trabajo. Su obra de 28 volúmenes muestra el valor de estas virtudes. Es profunda, sustanciosa, y tiene un valor eterno. La mayoría de la literatura cristiana publicada en este año estará agotada en 10 años, pero es probable que los hombres estarán leyendo los escritos de Owen en 200 años.

Segundo, vemos el valor de integrar la erudición con la obra y responsabilidad pastoral. Como Lutero, Calvino, Edwards, y Bunyan, Owen se consideraba primeramente pastor. Puso un gran énfasis en la predicación. Como fue el caso con Calvino y Lutero, sus contactos pastorales con la gente proveían un balance y perspectiva que grandemente apoderaba sus escritos teológicos. Él evitaba las distracciones de la administración y consejería para dedicarse a la predicación y su escritos, una obra que cambiaba vidas poderosamente.

Tercero, la vida de Owen nos recuerda que la disciplina de Dios producirá un fruto precioso en los que están entrenados en ella. Nadie va a querer experimentar los sufrimientos y dificultades de Owen, pero si lleguen, que los soportemos con gozo y fe.

Owen nos dejó con poca información personal. Después de su muerte, sus diarios y la mayoría de sus cartas fueron perdidos. Se puede conocer a Owen al leer sus sermones y The Glory of Christ . Se puede comprar sus escritos en C.D. por aproximadamente $30 de Ages Software, http://www.ageslibrary.com. Por cientos de dólares se puede comprar los 28 volúmenes de Owen publicados por Banner of Truth. Un manual básico que puede servir de ayuda es John Owen, The Man and His Theology , editado por R. W. Oliver, Evangelical Press.

William P. Farley es pastor de Grace Christian Fellowship en Spokane, Washington. Es autor de For His Glory [Para su gloria], Pinnacle Press, y Outrageous Mercy [Escandalosa misericordia], Baker. Puede contactarlo llamando al 509-448-3979.

Notas

1. C. H. Spurgeon, Metropolitan Tabernacle , vol. 46, (Rio, Wis.: Ages, 1998-2001), 644.

2. Para biografías actualizadas vea Andrew Thomson, John Owen (Fern, Great Britain: Christian Focus, 1996), y R. W. Oliver, ed., John Owen: The Man and His Theology (Darlington, England: Evangelical Press, 2002).

3. Oliver, 24. 4. Oliver, 36. 5. The Works of John Owen , vol. 12, (Rio, Wis.: Ages, 2000), 73.

The Works of John Owen , vol. 9, (Rio, Wis.: Ages, 2000), 152 (énfasis del autor).