Primera edición · 2021. 3. 9. · Los tantos saben del paso efímero, de la burbuja que revienta...

Primera edición :

Managua, Nicaragua, marzo 2021

© Henry A. Petrie

© Ediciones Pensar, 2021

© Acción Creadora Intercultural, 2021

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta

publicación, incluido el diseño de la portada, puede ser

reproducida de manera impresa, sin permiso previo por

escrito de la editorial o del autor.

Título:

Cada cierto tiempo, nosotros (en varios tantos)

(Poemas escritos en 2014 y 2015)

Henry A. Petrie

Diseño, diagramación : Walter J. Petrie.

Arte y portada : Bárbara R. Reyes N.

Foto del autor : Sharon Nahomy Petrie P.

Ilustraciones : moviemania/weheartit

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AGRADECIMIENTOS Ediciones pensar y el autor de Cada cierto tiempo, nosotros (en varios tantos), agradecen el copatrocinio que hizo posible la publicación de la presente obra en formato digital disponible para todo el público lector: Miguel Aragón López, nicaragüense actualmente radicado en Brasil Y a Phoenix tech, emprendimiento de servicios varios con sede en la ciudad de Managua.

Prólogo El número trino en Cada cierto tiempo, nosotros (en varios tantos), de Henry A. Petrie

María Teresa Bravo

El número tres lo encontramos constantemente en todas las formas de razonamiento del ser humano y es considerado número divino por excelencia.

La triada del libro de Henry A. Petrie nos conecta con todos los conceptos místicos de su cosmogonía particular y del mito del eterno retorno, cual viajero del Cosmos. «Un tanto no pide al otro quedarse, también se va, como siempre ha sido, así de repente, saltando tiempos y descubriendo vidas.

CADA CIERTO TIEMPO, NOSOTROS

Los tantos saben del paso efímero, de la burbuja que revienta y del sueño en la chispa.» El numero 3 representa el principio universal de la alquimia: azufre, sal y mercurio. Tres son las fuerzas de la materia: acción, reacción e inercia. Tres son las leyes de Kepler, como también los hijos de Adán: Abel, Cain y Set, y también Noé tuvo a tres hijos: Jafet, Sem y Cham.

Estamos rodeados a diario por conceptos trinos, como nuestras operaciones mentales: idea, juicio y raciocinio. Las ideas principales también son tres: universal, particular y singular, como las tres partes de su libro:

1 Desde allá, llegando

2 En otra vida, de nuevo

3 Partir, otra vez En los instintos primarios encontramos otro ejemplo: nutrición, relación, reproducción. Son tres los raciocinios: deductivo, intuitivo e inductivo y las grandes virtudes teologales que experimentamos en nuestras vidas son tres: fe, esperanza y caridad.

HENRY A. PETRIE

«En la muerte de lo divino no hay sangre, nada arde, el líquido no fluye; solo hay despojo humano con caída de cielos e infiernos; se despedaza el tiempo y se agrieta la creación, hasta el vacío, entre el último y el primer aliento» En muchas Cosmologías y religiones, la formación y creación del Universo se realiza por medio de tres seres, las famosas trinidades. En Egipto tenemos a Isis, Osiris y Horus. En el Brahmanismo hindú está: Brahma, Vischnú y Shiva. Con los fenicios tenemos a Baal, Melkart y Astarté. Para los griegos, Zeus, Poseidón y Hades y en el cristianismo con su Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Para la Kabalah hebrea, el triángulo representa al espíritu, al Alma y al Cuerpo. En el Árbol de la vida, mientras que el uno y el dos representan a la polaridad, el tres es el resultado de la fusión de ambos.


«¡otro nacer! ¡Otro tiempo! Con la chispa siempre dentro, la mirada, la voz, la piel esencial tu Ser y el mío que Es y somos aunque bajo fuego y muerte nazcamos, siendo en cada vuelo pequeño, con tentación del todo y el diminuto incendio hasta apagarse para explotar después.» Platón expone en el Timeo, que el triángulo equilátero simboliza la armonía, la divinidad y la proporción. Y que el hombre se representa con la división en dos de ese equilátero, convirtiéndose en un triángulo rectángulo. Su tarea es recuperar esa parte «perdida» mediante un tránsito de

HENRY A. PETRIE

regreso, evolutivo, y restablecer al fin del camino el equilibrio perdido. «Van muriendo, aquellos del arco iris, como caballeros del tiempo. Van muriendo, llevándose el aliento de las flores a espaldas de la historia. Van muriendo, toscos y pálidos, envejecidos, con beso olvidado,

la nada aprisionada como un puñado de ilusiones, marchitas, llorosas. Vamos muriendo con este golpeteo de conciencia y el madero que flota en la mar.» El ternario representado por el triángulo encierra los secretos de la Creación, el Principio de todas las cosas dentro de nuestro Universo que la obra de Lao-Tse descifra de forma tan elocuente:


El Tao engendró a la Unidad, la Unidad engendró a la Dualidad, la Dualidad produjo la Tríada, la Tríada dio vida a todas las cosas. «Tantas veces amado, cobijado con alas de halcón, colibrí de tiempo presente, en tu vuelo monta el Fénix, tantas veces fenecido y otras tantas vuelto a la vida. En el guayacán florecido, cada vez que liba el colibrí, el halcón recuerda la playa y el peñón» El padre de la alquimia y escritor de las tablas de esmeralda donde están grabadas las leyes de Hermes Trismegisto, porque se le consideraba tres veces el más grande y sabio de todos los mortales. Para los alquimistas, existían tres substancias básicas para realizar la Gran Obra –convertir el «plomo» en «oro»–, el azufre, el mercurio y la sal.

Nos recuerda la transformación de la materia simple en materia pura o noble, la verdadera transformación no consiste tanto en el oro material, sino que se refiere al oro alquímico, aquel

HENRY A. PETRIE

que transforma la conciencia simple en conciencia despierta, que se realiza a través del corazón símbolo de la manifestación física del Alma, y a través del fuego, símbolo del conocimiento superior, la sapiencia.

El oro alquímico de Petrie es el amor. «Tras travesías ha llegado a la vida, al amor, siendo uno en todos… ……………………………….. «Los tantos saben del paso efímero, de la burbuja que revienta y del sueño en la chispa.» El movimiento inicial ya lleva consigo el suficiente impulso. Hemos alcanzado la velocidad de crucero y ya no hay quien pueda pararlo. Es un viaje sin vuelta atrás y en donde el cambio brusco de dirección ya no es posible. La dirección hacia el objetivo final con el número tres ya está trazada. «El filo de la espada forjó pasado y penetra la herida en el presente, abertura que supura hiel que se bebe en copa en el carnaval de mentiras


y apetitos voraces. Hemos regresado a las ruinas que nos expulsó con saña, sin perdonar ingenuidades ni locuras» El tres actúa como principio básico de todos los demás peldaños pertenecientes a la escalera evolutiva. Cuando subimos por una escalera, con el uno tomamos el primer impulso de acercamiento, con el dos confirmamos nuestra capacidad receptora y nuestra gran fuerza elevadora. «¿Quién me salva del limbo vacuo? ¿Quién me arranca de tajo la angustia que muerde adentro?» El tres se nos aparece como un nivel nuevo que sirve de plataforma para dar el siguiente paso hacia el ascenso. «El temblor en las entrañas nace con la mirada. Luces y voces despiertan el Ser, y al abrir los ojos, comienza de nuevo el Génesis en cataratas de galaxias.

HENRY A. PETRIE

Vivimos cada campanada como el ahora, sin tiempo ni espacio fuera de los dos. Aunque en cada vida arrastremos Apocalipsis.» En la Alquimia, el triángulo con la punta hacia arriba es símbolo del fuego, y también el corazón. «Porque en el fondo de la mirada, donde se aloja la chispa, la sustancia revela el color que una vez envolvió pasión y guarda como tesoro el recuerdo solo avenido al navegante» Carl Jung también dividía a este camino en tres partes: la inconsciencia, el Yo y el ser uno mismo. «Somos nosotros en este instante y para siempre, todas las criaturas, las especies. El vuelo es nuestro canto máximo; la libertad, naturaleza y espíritu;


el amor, cada beso vital con luz propia y amaneceres renovados.» Todo lo que va surgiendo procede de algo. En el estado que nos encontramos, nada se crea de la nada. Todo se transforma. Está escrito en el libro Tao Te King como máxima suprema: el Tao dio origen al Uno, el Uno dio lugar al Dos y del Dos surgieron las mil y una cosas restantes. «Para que algún universo prenda dos almas, requiere hielo y fuego, calma y tempestad, tan solo. No hay universo calmo. Cuando el Todo y la Parte se abrazan, el Ser que Es, desprende besos y susurros de pájaros. Así, la arcilla en manos de artesano, la obra que no habla de sí.

HENRY A. PETRIE

El Cosmos cada vez que explota, ama» La obra de Henry A. Petrie es para paladearla con alma de místico, en el silencio calmo bajo una lluvia de Trópico, conectando con el inconsciente colectivo universal de saberse coincidente y privilegiado del mismo viaje cosmonauta. Siendo parte de un todo, con nuestras existencias en constante búsqueda, en constante exploración y sabiendo que la única fuerza transformadora será siempre la luz del amor. «No somos si no en este viaje, venidos desde el recóndito paraje, donde dejamos un sueño, o varios, con trinos de conciencias calmas, unidas en la despedida y prolongadas en la distancia.» Cataluña, España Mayo de 2019.


1

El dolor punzó hondo, hasta el crimen del olvido. 2

Para que algún universo prenda dos almas, requiere hielo y fuego, calma y tempestad, tan solo. No hay universo calmo. 3

No es un centro, tampoco un punto, lo que contiene mi mente allá, distancia con viaje pronto; quizá un portal de espacios abandonados, un somnoliento conducto, acuoso.


4

Rebalsa sustancia de algún tiempo, por donde nuestros olores fluyen. Allá aquí infinito aquí allá. Un pozo. 5

Allá, donde todo es aquí, la vida es un barco, expansión de la chispa, que arde en vuelo. Allá, la nada se multiplica en besos. 6

Atravesó dimensiones como el barco en sus pupilas, donde silencioso, quizá dormido, ha habitado el de siempre.

HENRY A. PETRIE

Y en susurros desdobló el tiempo, convirtió en sangre la arcilla. Con la chispa nació la danza y relucieron el negro y amarillo en el blanco escenario de una piel. El verde esmeralda es alma de la historia en común, donde el olvido es breve tránsito. 7

El mar sigue siendo el mismo en su rumor; la Tierra, con frescas cicatrices, se hace llanto líquido desde sus entrañas; así, una mirada se oculta desde algún fondo; el reflejo desde arriba se hace plata y los peces llevan en sus agallas el secreto originario de la vida.

8

El beso nace y navega más allá,

allá del más allá, o quizá muy cerca aquí,


separados por vacíos de pieles, una mirada escribiente en la oscuridad, donde habita solitaria la chispa, tan intensa como su silencio.

Así tu beso grillo saltarín;

tu piel estanque bullente.

En la playa constelar, el ave vigila sueños y despertares, desde allá más lejos, allá del más allá hasta el sinfín, con recurrencia y doblez del tiempo. 9

El despertar fue una fogata encendida por luciérnagas, cuando la agitación embaraza cada tiempo. El círculo activo une y separa, siempre en movimiento, en transición; la elipse es trayecto perfecto, penetrado y en campo traviesa la inmensidad, espacio suyo, paraíso convulso, en mutación constante,

HENRY A. PETRIE

oscuro, gris o multicolor. 10

Cuando el Todo y la Parte se abrazan, el Ser que Es, desprende besos y susurros de pájaros. Así, la arcilla en manos de artesano, la obra que no habla de sí. El Cosmos cada vez que explota, ama, y sufre cada parto de nosotros, cada cierto tiempo, como parpadeo de bebé y bostezo de anciano.


11

Desde un tiempo oculto, colisionaron luces de miradas y la voz diluida en las venas, desparramó palpitares de vidas consumidas. Hasta el ahogo, las batallas sufridas con requiebro de voces e imágenes. Nuestras voces que son memorias, de los tantos separados. Tiempo que duerme y despierta en cada sueño nuevo, despedida para no morir, viviendo, desde cada nacer de muerte. 12

Buscando la piel desprendida en el tiempo, transgredió. Mientras alguien indagó en el portal

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la encendida visión del arte, allá cósmica ruta que la energía cobija como brazo extendido hasta el pecho que habla el lenguaje del silencio con sintaxis de soledad. Transgredió al penetrar sus ojos en el primer tiempo allá… Se encontraron y se perdieron, porque nada les pertenecía, porque el amor es un viaje, nada más. 13

No somos si no en este viaje, venidos desde el recóndito paraje, donde dejamos un sueño, o varios, con trinos de conciencias calmas, unidas en la despedida y prolongadas en la distancia; en paralelo hemos transitado con la leve sensación del otro, en algún lugar de un tiempo común, un espacio, quizá dimensión, o esta sustancia cósmica que surge de tu calor y mi temblor.


Y al decir tiempo, atraemos a la existencia este hoy, como cuando abandoné tu calor, por el punzante lanzamiento del hierro en mi sien que ahora denota aquellas marcas a la izquierda, como para no olvidar el dolor de haberte visto arrastrando mi cuerpo, con la desesperación de una vida que se derrumba. 14

Cada viaje duele y alivia, reviste su ingenua ilusión y nos explayamos en pasiones para recordar lo olvidado, vidas grabadas en cortezas, huellas que gritan, grietas que hablan y en todas las voces el lenguaje que siempre entendemos,

HENRY A. PETRIE

la mirada, su brillo, el timbre de nuestras voces, la vibración rumbo al abrazo. Y al reconocernos se contorsiona la vida, hoy, el desafío de comprimirlo todo. Maldito divagar desde allá aquí infinito, trozo de existencia, multitudes de presencias porque jamás fue uno sino dos, y más, parturientas de luz, verbos incandescentes, andantes de corredores oscuros y diáfanos como las huellas en nuestras pieles, la tuya blanca y la mía morena. El Yo nos ha anhelado, aunque el abrazo duela y al amarnos explote el tiempo, de nuevo.


15

Aquí infinito allá nosotros, venimos al punto perdido, inconfundibles vacíos, impensables avenidas, codos del tiempo agrietado. Algo, aquí infinito allá, empuja hacia nuevo extravío con dolores de despedidas y nuevas tentativas de encuentros, allá finito aquí. 16

Quien lloró allá vio llanura verde, jardines con mariposas, dejó el dolor, los exterminios de guerra del supremo hombre.

HENRY A. PETRIE

El rumor del río se pasea en angustias, sabe que ahí viene, dejando quién sabe cuánto.

Quizá se hermanen los siglos con algún día aquí con su noche allá, el reencuentro. 17

Desde siempre, hasta donde no alcance el recuerdo, hemos sido con canto propio y un sueño que nos alberga. 18

Hemos sido en el viaje que dormimos, en los cuerpos que hemos mutado en cada vida sin recordarnos,


a pesar de cada dolor de época, de los mundos vividos de allá infinito aquí, estamos donde hemos aparecido y aunque nada sepamos de nosotros, contenemos el tiempo como esencia, voz y piel. 19

Tus manos en la estela acuática con sus treinta y seis lunares lacustres y el cálido aliento de la memoria, hacen la obra del sosiego entre voces que avivan la membrana en nosotros, aunque haya muerto la flor. Y con cada muerte el adiós, el nuevo parto y los recurrentes encuentros de chispas. Y así… Tras el chisperío creado

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con muertes y vidas, todo consumado en el tiempo, nuestras rebeldías y levantamientos; así, como agua y fuego, hemos llorado a los muertos, nosotros mismos, más allá de estandartes y títulos, más valiosos que fortunas y honores, esta alianza en navegación constante, apagándonos, incendiándonos, como estrellas que revientan al nacer y al morir. 20

El rincón espera la lectura serena, la escritura acaudalada de quien desea se consuma por sí sola la página con sus trazos. No acaba con la muerte la chispa,

navega,


aunque arda hecha libélula y no sepa hacia dónde vaya. Se consume la página y desaparecen sus trazos, desde este rincón desolado y prendido en sueños de quetzales. Y en el vuelo, navega, reteniendo visiones de chispas con crepitar de esperanzas.

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21

Y así, el sueño comprimido en el tiempo, el tiempo habitado por los sueños, diminutos explosivos como encuentro y despedida, perdiéndonos hallándonos.

22

Así el nacimiento y así hemos llegado, como cae el fuego en flor y sueña cobijado en el verde. Así hemos recorrido el frío del allá lejano y aparecimos aquí, punto de encuentro con enjambre de temblores, para bien amarnos, aunque después partamos sin necesario adiós.

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23

Luces en ronroneos que no aruñan ni destrozan este presente lejano, desde donde venimos enamorados. Nuestras miradas cargan la sombra del momento fatal. En el fondo de nuestros ojos anida el eco de la pérdida, el resabio del amor, inconcluso.


24

Amanece entre saltos de gorriones y colibríes. Amanece el color en sus ojos, el reflejo albo en su piel. Cantan y danzan las criaturas del aire, amándose. Un amor despierta en la palabra. Amanece con sabor de manos sobre cuerpo y en el rostro del tiempo el lunar solar que nos une. 25

Tú, que sientes el bostezo de la mariquita; yo, que resiento el frío

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de foca moribunda, entrópica, telúrica, existencia en cordón delgado; las entrañas remueven colores, abrazan historias en coma. ¡Cuánto amo las señales que lleven en su tono la vida, esta vibra añeja en nosotros! Y dímelo, siempre con voz y latido suficiente, para no olvidarlo nunca, para que nada a la deriva pueda dejarlo como estúpido tonal de corazón. 26

Llama tu cuerpo, tu alma; la piel excitante, los ojos que atrapan. Ama,


el espíritu juguetón de chocoyos, la sonrisa del jolgorio. Todo es amarillo que desde allá viene, brillante, tus pupilas. 27

A veces me encuentras en tu hombro, soplando tu oreja, el espíritu, me dices. En cada aparición te acaricio y me sigue hiriendo la guerra que nos separó. Fuimos el motivo de lo que fuimos y causamos… Estremecimos el tiempo hasta nuestras muertes. Y aún perdura la señal.

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Aquella voz que creó el eco de los recuerdos, hiere. Pero fue la guerra, esa bestia tantas veces excusada, la que nos separó. 28

Sumérgete en la sábana de luna, escucha las voces del Gran Lago, atrapa la brisa que penetra los poros y aloja en tu pecho la ternura. Escucha mi voz en la frescura del agua, en la humedad de la roca, en el vuelo de las garzas; escucha la música, como mis labios en tus ojos, mostrándote otro mundo con el mecido de los árboles y la dulzura de sus mangos.


29

Desde el Gran Lago, espejo dulce con ombligo extenso hacia el Caribe, en verdura la vida… movimientos y sonidos, con el retumbo del silencio explayado en eco, el rumor, acuático, selvático, húmedo, intercultural imagen del pez saltando entre cabellos de muchachas en el río, entre ramales y sombras de caños, arterias de idilios y algún beso primero. 30

En tu piel mi rocío de viento. No te asustes, no busques, soy aliento extendido y tenue;

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un beso extraviado que se resiste al olvido. Esta verdura llora, arde su clorofila. Ya no hay chotito, hace rato se fue, o se murió, la juventud. Allá en la arteria, del Caribe al Gran Lago, donde los sábalos abren sus bocas y la raicilla profunda conspiró con palma africana. 31

Nada, nada, sustancial gesta, entre la voz y el corazón. La rareza del tiempo navegará en treinta y seis pedacitos islotes.


Y me dirás: Lloré con tu voz y el corazón se dolió sin ti. Me siento ciega. Perdóname el No. 32

En el ardor, la bravura, sangre con canto de aves, alma jinete de arco iris. Huele a mar y a sueño, danzan imágenes ancestrales, vuelo poético y guerrero en Caribe Mujer que lloró y batalló al compás del viento. No todo viento es poesía, mas las suya fue poesía para todos los vientos.

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33

Siempre ella, la arcilla, sustancia fluida, vivo ardor en la profunda fuente, los jugos. Y tras cada molde, el fuego en sus manos. 34

Tenemos una señal escondida en el cuerpo, una voz que despierta con la otra, una mirada que siendo común penetra y activa el recuerdo en eco profundo. Hemos dejado de ser quienes suponíamos. Dejamos de ser extraños, pero nos evitamos. 35

No hablemos de lamentos por muy arrugada esté la angustia; escuchemos en alas de pájaros la


enseña de la vida en canto. Aunque todo esté allá, lejano,

más allá del allá, y nada, nada sea nuestro,

crearemos un punto encendido hasta aquí muy cerca. Solos, porque somos dioses. La palabra nos hace y somos poder en ella. Nos llama el corazón, a pesar de las islas; nos invita a cantar, a danzar, a vagar en búsqueda constante por el otro, a pesar de la oquedad. Somos más que dos, gamma inyectado en la raíz, desde la arcilla primaria de la sangre que brota en nuestros poros. Soy el color de mi esencia; tú, el de la vida en nosotros, y nos penetramos, lejos y tan cerca, la vida andante, tu olor y el mío, conjugación del todo, hasta el agotamiento, tendidos,

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al lado y a la par, sin más adelante que el allá. Todo está comprimido en lo que entregamos y retenemos del otro, en la piel, en las entrañas, con la fuerza de una mariposa cuyo color es vastedad. Así la vida, el universo, el mundo en ambos, la naturaleza que canta, danza, pinta, y crea. Así, con esa fuerza frágil, nosotros. 36

Si mis manos son tu ventana, no olvides sus líneas marcadas con la profundidad de tu mirada; no olvides el parpadeo de mi adiós, el viento que acarició las palabras desde el limbo de tu pecho agitado.


37

Se me viene el olor que sabe a vos, sin haber chupado tu piel, absorbido tus jugos… Un olor suave, penetrante. Intuyo tu PH como cómplice, te humedeces para navegar y dejarte ir en las corrientes con remolinos vibrantes. Tengo la sensación del ahogo que abraza la vida, del temblor que se adhiere a los cuerpos amantes, libres, en el ritmo de sus deseos. Advierto la mirada felina, el olfato insistente por lujuria; los poros abiertos, entre maullidos de estrellas buscan el roce lunar en la mirada extasiada. Tu olor, tu humedad,

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ese temblor… me llaman. Y qué importa el después, la pérdida del rumbo navegante, si habremos vivido esenciales, como hombre y mujer simplemente. 38

Tu mirada vaga en mis ojos como sistema binario; habla con gestos, cual rumor de bosque. 39

Una mariposa danza sobre arcilla rojiza y sensual. La piel se arruga, los labios tiemblan y en sus manos una lágrima. Ronda el colibrí,


vigila el quetzal y papalotea la luciérnaga, porque saben del origen, lejano y cercano, desde el aquí allá del reciente olvido. 40

La cacica es la arcilla que colma al navegante. 41

I Vuelo sereno en el sueño del quetzal. Jinotega del Apanás y el Gobiado; desde la altura un valle, el cálido deseo de la pantasma con escritura entre brumas. II Va a sus anchas la guacamaya, atrapa al Sol y enciende su plumaje.

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En la cima del cedro cuenta la historia de sus colores, del amor hambriento de vuelo. III Tras cada tropiezo, la garza insiste en su talante, más que hermosa, altiva, arrogante con aire real, de vuelo lento y rápido olvido. Sabe de las aguas evaporadas, de noches frustradas con tragos de pesadillas. ¡Ay, garza! Vos misma, tu cárcel. IV Alondra anda entre perlas, donde el cafeto aroma la montaña alta; amó al foráneo y se dejó llevar al gozo de sí misma.


V Tantas veces amado, cobijado con alas de halcón, colibrí de tiempo presente, en tu vuelo monta el Fénix, tantas veces fenecido y otras tantas vuelto a la vida. En el guayacán florecido, cada vez que liba el colibrí, el halcón recuerda la playa y el peñón. VI Somos nosotros en este instante y para siempre, todas las criaturas, las especies. El vuelo es nuestro canto máximo; la libertad, naturaleza y espíritu;

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el amor, cada beso vital con luz propia y amaneceres renovados.

42

Ríe, pasea por el bosque, respira libertad; ágil y sagaz asalta la vida en plenitud, sin que importe el trayecto ni las heridas aún llorosas; los malos sueños no resisten tus fibras felinas ni la resurrección de la carne o la pasión que se enciende ante la chispa avenida al hoy, gacela. Vive la nueva travesía, tan intensa como el vuelo de mariposas azules y lunares de crepúsculos, gacela.


43

El cuerpo se hace agua, danza bajo Luna grande, la manatí, en el mar de los deseos. Todo ocurre allá dentro, intenso. La noche es beso y caricia, estigma lejano con voz cercana, paisaje en la pupila que espera en cada oleaje el sonido del silencio. El mar se hace espuma y en sus adentros la manatí, la mujer que ha pronunciado mi nombre y se ha vuelto a dormir.

44

Hay sombras que mueren de hambre; sueños que se ahogan;

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tras la mirada penitente, la ternura, agonizante en las calles. En la muerte de lo divino no hay sangre, nada arde, el líquido no fluye; solo hay despojo humano con caída de cielos e infiernos; se despedaza el tiempo y se agrieta la creación, hasta el vacío, entre el último y el primer aliento. Así nos hemos perdido, aprisionando el brillo en la pupila, con la certeza del encuentro, ¡otro nacer! ¡Otro tiempo! Con la chispa siempre adentro, la mirada, la voz, la piel esencial


tu Ser y el mío que Es y somos aunque bajo fuego y muerte nazcamos, siendo en cada vuelo pequeño, con tentación del todo y el diminuto incendio hasta apagarse para explotar después. 45

(En el extremo lunar del bar, una sombra disimula su soledad). Apuradas despachan las mujeres con sonrisas fingidas, o quizá, tristezas enmascaradas. En el fluir de espumas amargas y frías, se alberga el ahogo que tras la silueta se despojan de recuerdos;

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pero aún en su pecho brama el toro herido tras laberintos de oquedades con ecos rebeldes. (En el extremo lunar del bar, la sombra ha partido, con algún llanto, o quizá, con sosiego salvavidas). La marea alta de espumas amargas y frías, se aparea al viento inquieto de la playa sin mar. 46

Van muriendo, aquellos del arco iris, como caballeros del tiempo. Van muriendo, llevándose el aliento de las flores a espaldas de la historia. Van muriendo, toscos y pálidos, envejecidos, con beso olvidado,


la nada aprisionada como un puñado de ilusiones, marchitas, llorosas. Vamos muriendo con este golpeteo de conciencia y el madero que flota en la mar.

47

Hay un poeta con hambre escribiendo secretos nocturnos; hay una mujer con abundancia, ahogándose en el vacío, quemándose, muriendo. 48

Un tanto no pide al otro quedarse, también se va, como siempre ha sido, así de repente, saltando tiempos y descubriendo vidas.

HENRY A. PETRIE

Los tantos saben del paso efímero, de la burbuja que revienta y del sueño en la chispa. Siempre ha sido así, los tantos se encuentran y se despiden, gozan el paréntesis que los contiene, absorben el jugo de la época, sus sinsabores y los manjares posibles, como si todo se tratara de una estancia de amantes con propósito total, como si el tiempo fuese obra de arquitectura sensación lienzo cielo azulejo los tantos se perfeccionan en el sorbo del café y en las pasiones recordadas con la caricia del viento despiertan cuerpos lacerados, desgarrados


por el violento e intempestivo transitar, porque al fundirse cada cierto tiempo los tantos, despierta el adverso juego de confluencias y bifurcaciones. Así ha sido, desde que la memoria regresa y se va, en cada despertar y morir, como este instante, cuyos ojos del otro tanto es el lagrimeo de su par. Y se dejan, a pesar de la estancia vivida, del fluido de la sangre en tantas batallas, de la imagen grabada en el suspenso, de la turbulencia con su extraña cortina. Hay paz y consuelo en la partida, gozo del triunfo sostenido con corazón abierto y entregado a la vida, y canta, el pajarito del allá bastante allá… sabe que debe volar.

HENRY A. PETRIE

Su canto es señal para nuevo encuentro, otro tiempo con nuevas vidas, quizá las mismas en ambientes distintos. Entiéndase así, caminante

viajero argonauta

un tanto no pide al otro quedarse, también se va.


49

Flama, flama, el corazón, aunque cancanee. 50

Del caminar a solas nadie me ha salvado. Nadie acompaña el riesgo de vivir sin despojarse de la piel impostora. En el camino las visiones, los sonidos penetrantes, se pasean entre soledades. Hay sueños que aman la oscuridad, para continuar vivos; hay sueños que viven despertares, sin tiempo ni espacio.


Sus travesías se desgajan y regresan por el hueco donde acabó el primer sueño. Nadie me ha salvado del caminar a solas, donde continúan vivos los sueños. 51

No admite perdón cuando las aguas se arrebatan hasta saturar los ojos y se colman las llanuras de besos marchitos, preferibles a los que nunca se dan. ¿Por qué te niegas al amor, a esta guerra de la ternura reservada, a esta vibración que quebranta? No calles, deja que fluya en palabras el torrente que yace adentro, que no reviente de angustia su hambre de vida.

HENRY A. PETRIE

Yo, que no gusto de colmenares, sino de la solitaria abeja en busca de su néctar; yo, que repugno la confusión del bagazo y la miel. 52

La voz cercana es un vuelo que al asentarse al oído canta, susurra. Allá, el tiempo es chispa, constelación perdida. Yo, el que Soy, tras la voz de tonos reposados, inicio el juego. Y anhelo sentir la vida, aunque trastoque verdades. Algún llanto por la mujer perdida,


allá, en el tiempo, la melodía quedó incompleta, adulterada con tonos tristes, impropios. Allá, un silencio explota, una mujer retiene la sonrisa del amante con un sol en sus manos. 53

Limbo Espacio Vacío Allá, donde todo es aquí y la distancia no es más que un parpadeo, navego sin cuerda para el retorno, para que nadie sufra mi sombra ni a esta le duela tanto las penosas apariciones nocturnas.

HENRY A. PETRIE

54

Un beso yace en mis labios, cual hojarasca en otoño. Hay color en su aliento y una extraña humedad que recuerda las pieles ayer consumidas en pasión. 55

El filo de la espada forjó pasado y penetra la herida en el presente, abertura que supura hiel que se bebe en copa en el carnaval de mentiras y apetitos voraces. Hemos regresado a las ruinas que nos expulsó con saña, sin perdonar ingenuidades ni locuras.

56

Se aleja del manantial dejando un mordisco clavado,


la mala amante, la angustia, que no confluye en constelación. ¿Quién me salva del limbo vacuo? ¿Quién me arranca de tajo la angustia que muerde adentro? Lo sé, hay sueños que desvanecen, que no resurgen, se consumen en el hielo del hígado.

57

Cada noche se consume en sí misma, resiste el aliento y se erige en crepitar de voces. No queda más que soñar y despertar en el sueño para volver a dormir en sus brazos. Constelaciones distantes aman la cercanía posible cada vez; es mejor sufrir desprendimientos que acuñar recuerdos congelados. Y así nos hemos ido deshaciendo y haciendo, en cada tiempo-encuentro, tras cada lejanía-pérdida, viviendo en la chispa flamante y anhelante de la vida, sin importar el dolor de cada recurrencia-creación.

HENRY A. PETRIE

58

Fallecer cabalgando en vuelos, con imágenes de idas y regresos, las almas apócrifas, almas viajeras, en una, quizá todas, las historias que se cuentan y las que no. En un limbo florido fallecemos, con ciertos cánticos, allá, lejanos de este vivir, y soñar. 59

Nada quema ni consume, a pesar de la voz lejana en los pechos y del brillo acongojado de las pupilas. Nada, absolutamente nada, desaparece.


60

El temblor en las entrañas nace con la mirada. Luces y voces despiertan el Ser, y al abrir los ojos, comienza de nuevo el Génesis en cataratas de galaxias. Vivimos cada campanada como el ahora, sin tiempo ni espacio fuera de los dos. Aunque en cada vida arrastremos Apocalipsis. Así nos encontramos, así nos despedimos, cada vez.

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Es momento de morir en leve sustancia; habrá momento de volver, de contenerse en la mirada, cada cierto tiempo, en varios tantos, nosotros.

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Abrirás tus ojos y me verás, admirándote como una constelación a otra, fraguando rutas, haciendo tiempo.

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Abraza como oso y besa como colibrí, el toro azul, que del Sol extrajo su espíritu y engendró el vientre de la Tierra, ha sido sombra, viento, rocío, aliento suave para soledades heridas.


Su fuego es pasión, entrega, un arte constante, siempre en fragua como espada samurai, poética, desafiante, al filo de la muerte y de la vida. 64

En las aguas dulces nadaba hacia la Luna entre dos pirámides, la muchacha con sus cabellos sueltos. Danza lacustre, música del viento; en el sueño de la palabra, jaguar y venado; vuelo esencial en el gozo de los amantes; y tras cada salto de conejo, el asombro. Los peces tienen memoria sempiterna; desde siempre hemos estado en la batalla,

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en el grito profundo del silencio, en el llanto que aún nos perdura. ¿Cuánta naturaleza matarán como a nosotros en cada tiempo? ¿Sepultarán nuestras voces los apetitos voraces? El monstruo tiene sed. Nuestra sangre es agua, corriente de fuego líquido, ardor y rabia. Y hemos venido siempre desde la verdura azulada rojiza natura. ¡Ay, la nueva herida, la nueva muerte! El beso que se derrumba hecho sal. La muchacha olorosa a madre y anciano su amor, lleva en su vientre un bosque de puñales. 65

Siempre, desde el fondo del sueño, un recuerdo regresa;


entre chapoteos en el lago, se sumerge, juega,

emerge hasta hacerse brisa al amante.

Y se espanta, el recuerdo, con el trueno de la guerra en obstinada pesadilla. Al nado se fuga con la fisura líquida del tiempo; se quebrantan las alas y se camufla el brillo de la mirada. Alguien, sombra o raíz, llegó; otro, al despertar, abraza la esmeralda que llora.

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No hay nombre definitivo, solo un pecho extendido con vidas en revuelos. En cada vida un signo, un juego de colores;

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la infinitud acaricia al navegante, al guerrero, no sin melancolía y soledad. No es exacto, que la sustancia vital esté impregnada de un solo amor. En cada vida y tiempo, una constelación, un mundo, la batalla y el honor de haber sido, pese a la tentativa del nuevo despertar, venido de lo profundo, allá en la membrana con mirada felina y arrullo materno. En cada tiempo ha sido un nombre, un continente, con todo lo andado y amado. Porque en la vida está el amor, el navegante guerrero que en la muerte encuentra espigas de luz, expansión de la mar en su pecho, vientre y lápida del amor, que no es uno en sí,


sino en todos, hasta desprenderse. Cada vida ha encendido luciérnagas y apagado suspiros, y así, tantas vidas nacen con la muerte, como formas derivan de sustancias. Un solo nombre es la fuerza de otros nombres, así cada amor, tan intenso como el honor de la batalla. El amor que se encuentra, se pierde o se deja, para luego buscarlo en cada vida, en cada tiempo, con el nombre que sea, porque en el fondo de la mirada, donde se aloja la chispa, la sustancia revela el color que una vez envolvió pasión y guarda como tesoro el recuerdo solo avenido al navegante; tras travesías ha llegado a la vida, al amor, siendo uno en todos…

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En algún rincón de la muerte, un nubarrón danzaba como demonio burlesco y yo, que la observaba como infante, tomé su brazo y lo acaricié en el instinto de la brisa. Y ahí estabas tú, como guerrera leal, observando el acto y proyectándolo a un tiempo, desconocido entre dimensiones. 68

Insistimos en nuestros nombres, porque los hemos sabido en cada vida y tiempo, mas el nombre de cada presente ha de elevarse sobre multitudes. Y así nuestros recuerdos, como leve sensación de ancestro; así nuestros desgarres, cada amputación; nuestras sonrisas y voces que van al alma en vuelo de libélula, desde y hacia el sueño. No ha sido a nosotros cualquier nombre, su magnetismo ha sido nuestra fuerza de atracción. 69

Quizá, tras cada despedida, se haya apagado algún instante y haya nacido el entierro.


Duele, hasta la visión, la voz que yace en eco profundo y la sonrisa estancada en la memoria. 70

En la chispa se concentran nuestras vidas, quizá recordadas sin conciencia, entre aldeas y ciudades; todos los viajes avizoran hogares, calidez de abrazos en cada encuentro, aunque después se aloje la ausencia que retuerce recuerdos. Es, entonces, que duele la distancia, cuando aún quema la ilusión. Hemos andado bosques, parques y paseos, con aglomeración de personajes invisibles, sufrientes, como fardos en plena agitación social, cual arquitectura humana que de tanto morder, deshilacha sensibilidad. El llanto ya no es lágrima desprendida del dolor, sino el vacío que se revuelca en la muchedumbre sonámbula, tras iconos que suplantan idearios para morir con cada mordisco en el alma, con cada encono en el cerebro.

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Así ha sido en todas las vidas, en los mundos que hemos habitado, cada cierto tiempo en varios tantos de nuestro ser, desde que la lanza se hizo estandarte de dominio, del despojo; desde que el grito de guerra venció al canto; desde cuando la esperanza cambió de color y yace en manicomio. Así, entre oleajes, nosotros. Sin olvidar que la pureza del ser viene del lodo, de la mugre, mutando en el hervor hasta el logro del arte, el cerebro, donde la chispa multiplicada en el infinito, habita. Este consciente que ha sido a nosotros, como los milenios tejidos con luz, azufre y hierro; arcilla hecha sangre, arcilla oxígeno que recorre y se expande en cada cuerpo habitado, experimentado… esta vida que nos bifurca. Yo, aquí; tú, hasta donde te encuentres; con la posibilidad de cada vida en cada cierto tiempo, en varios tantos, nosotros.


Epílogo de Alba Rosa Pastora Olivares Quien escribe es un alma que ha emigrado por varios tiempos, es sensible gracias al dolor y ha bebido en las fuentes sagradas y místicas del amor. Asimismo, ha sabido descifrar los signos y símbolos de la sabiduría milenaria. Es alguien que conoce el Esoterismo, la Metafísica y las doctrinas secretas de los Libros Sagrados. Conoce la esencia del ser humano. Esta obra rompe con la llamada poesía metafísica y esotérica que nos han querido vender en nuestra literatura nacional. Es una obra que marca la diferencia. Masaya, Nicaragua 11 de enero de 2015.

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Primera edición · 2021. 3. 9. · Los tantos saben del paso efímero, de la burbuja que revienta...

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