Primera Biblioteca en México

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Primera biblioteca en México. En 1827 se fundó la Biblioteca Pública del Estado de Oaxaca, la primera establecida en México. Años más tarde, en 1859, con la secularización de los bienes del clero, las bibliotecas conventuales pasaron a enriquecer la Biblioteca Pública que era parte del Instituto de Ciencias y Artes. Pero este traslado no estuvo inspirado en acciones de buena fe. Varios ejemplares quedaron dispersos en las celdas y muchos libros se extraviaron. En ese entonces, la cultura eclesiástica y el latín quedaron relegados a un segundo plano, pues las ideas de la Ilustración y la ciencia eran los temas de interés prioritario. La pérdida de libros y el desorden eran lo común en aquella biblioteca, el lugar no era frecuentado por el público y no se llevó a cabo ninguna catalogación. Además de este terrible estado, la biblioteca sufrió las consecuencias de la intervención francesa en 1865, cuando las fuerzas invasoras, a cargo del mariscal Bazaine, utilizaron libros de la Biblioteca Pública para hacer fogatas. Hacia 1880, gracias a la iniciativa del subdirector de Instrucción Pública en el estado, José María Cortés, se formó una comisión para que trabajara en el arreglo de la Biblioteca Pública y así lograron inventariarla. Además, la mayoría de los ejemplares conservan la etiqueta del ex libris con su correspondiente colocación, que en la actualidad ha tratado de respetarse lo más posible. En 1887 se publicó el catálogo alfabético de la biblioteca y diez días después de la presentación de esta publicación, se dio a conocer el reglamento.

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Primera biblioteca en México.

En 1827 se fundó la Biblioteca Pública del Estado de Oaxaca, la primera establecida en México. Años más tarde, en 1859, con la secularización de los bienes del clero, las bibliotecas conventuales pasaron a enriquecer la Biblioteca Pública que era parte del Instituto de Ciencias y Artes. Pero este traslado no estuvo inspirado en acciones de buena fe. Varios ejemplares quedaron dispersos en las celdas y muchos libros se extraviaron. En ese entonces, la cultura eclesiástica y el latín quedaron relegados a un segundo plano, pues las ideas de la Ilustración y la ciencia eran los temas de interés prioritario.

La pérdida de libros y el desorden eran lo común en aquella biblioteca, el lugar no era frecuentado por el público y no se llevó a cabo ninguna catalogación. Además de este terrible estado, la biblioteca sufrió las consecuencias de la intervención francesa en 1865, cuando las fuerzas invasoras, a cargo del mariscal Bazaine, utilizaron libros de la Biblioteca Pública para hacer fogatas.

Hacia 1880, gracias a la iniciativa del subdirector de Instrucción Pública en el estado, José María Cortés, se formó una comisión para que trabajara en el arreglo de la Biblioteca Pública y así lograron inventariarla. Además, la mayoría de los ejemplares conservan la etiqueta del ex libris con su correspondiente colocación, que en la actualidad ha tratado de respetarse lo más posible. En 1887 se publicó el catálogo alfabético de la biblioteca y diez días después de la presentación de esta publicación, se dio a conocer el reglamento.