Presentación microrrelatos

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CONCURSO DE CONCURSO DE MICRORRELATOS MICRORRELATOS Día del libro 2012/13 Día del libro 2012/13 I.E.S. VALLE DEL SAJA

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CONCURSO DE CONCURSO DE MICRORRELATOSMICRORRELATOSDía del libro 2012/13Día del libro 2012/13

I.E.S. VALLE DEL SAJA

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No vuelvas a hacer eso nunca

En la barra del bar, los dos hombres se hallaban ante sendas jarras de espumoso líquido dorado, uno en pie y otro sentado. Los ojos del primero fijos en su amigo, centelleaban. Los dedos del segundo recorrían el cristal, frío como su alma.

¿Por qué?

¿Tienes el valor de preguntarlo? - Silencio en la respuesta. - ¿sabes cómo está tu madre? Destrozada es decir poco.

Tampoco hubo contestación, Bebieron largo rato sin mediar palabra.

Gracias `por la cerveza.

Se levantó y, sin más explicación, salió del oscuro local. La luz de la calle le hacía entrecerrar los ojos vacíos de toda emoción. Se encaminó hacia casa al ritmo de quien no la tiene. Eran las seis de la tarde cuando subió las escaleras del portal hasta el segundo piso e hizo girar la llave en la cerradura bruñida. La figura de su madre, temblorosa, se recortaba a contraluz de las ventanas del salón. Se acababa de levantar del sillón y sostenía algo entre las manos. Para cuando Mario se dio cuenta de qué era, los brazos de la mujer que le había dado la vida ya lo tenían encañonado.

Te amo cada día, desde antes incluso de saber que estaba embarazada. Cuidé de que no te faltara de nada cuando tu padre nos dejó. ¿Y así me lo pagas? ¿Metiéndote en las mismas mierdas que él? No permitiré que te lleven a ti también, cariño.

Sus dedos rozaron el gatillo y por un momento las convulsiones cesaron. Uno. Dos. Tres. Tres tiros invadieron y destrozaron el abdomen de Mario. Su madre, despeinada, demacrada y en bata, arrastró los pies hasta su cuerpo. Él la miraba, aún sin rastro de emoción.

Te quiero, mamá.

Cerró los ojos. Ella rompió a llorar y eligió una bala como última cena.

Bárbara del Valle 4º ESO

2º premio de Microrrelato (nivel 3º y 4º)

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El chico de las estrellas

La chica tenía solo cinco años cuando su madre le leyó por primera vez el cuento de Peter Pan. Esa misma noche la niña dejó abierta la ventana antes de dormir. Pero en lugar del duende vestido de verde aquella noche la pequeña vio entrar por su ventana un niño de su edad que volaba hacia ella dando volteretas. El chico se quedó flotando a escasos centímetros de su cara y sonrió.

Me gustas – le dijo- ¿Quieres ser mi novia?

¿Qué hacen los novios?

Se dan abrazos y se regalan flores. Yo no puedo darte una flor, pero puedo traerte una estrella.

La chica sonrió y abrazó al extraño niño. Desde aquel día el chico fue a visitarla todas las noches para jugar con ella. Pero una noche, cuando la chica ya había cumplido diez años, su amigo dejó de ir.

Habían pasado ya seis años desde aquello cuando la joven oyó de nuevo un ruido en la ventana. Se levantó para abrir las cortinas y se encontró tras el cristal con aquellos ojos ambarinos que tanto había anhelado volver a ver.

No vuelvas a hacer eso – le reprendió él al entrar.- no vuelvas a cerrar la ventana.

No vuelvas tú a abandonarme – le respondió seriamente.

El chico la miró de manera culpable y le mostró el pequeño objeto brillante que tenía entre las manos.

Fui a por tu estrella - contestó tratando de excusarse – No creí que tardaría tanto tiempo en conseguirla.

La chica sonrió y lo abrazó con fuerza, en verdad había echado mucho de menos a su chico de las estrellas.

Carmen García Cueto. 3ºESO

1º Premio de Microrrelato ( nivel 3º y 4º)

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LOS LAZOS, LAS SEDAS Y LAS SOGAS

Aun recuerdo, casi como si ayer fuera, el día en que mi padre, venerado y siempre querido, me dijo, en referencia a una pequeña, y quizás no tan inocente como la edad exigía, escapada: “No vuelvas a hacer eso”

Aun hoy escudriño aquellas palabras y me pregunto sobre el trasfondo que, yo intuía, tenían.

Mi padre nunca ha sido autoritario, tajante, pero aquella frase cargaba una emoción imperativa e inusual que causó cierto estrago en mi aún pueril conciencia.

Quizás no se refería a la escapada en sí, pienso ahora. Quizás iba más allá. Creo que se refería a que no podía, bajo ningún concepto ni excepción, volver a asustarle, afligirle de modo similar a como aquel día ocurrió, cuando, siendo todavía tan pequeña, pensó que me había perdido.

Lo cierto es que aun estaba todo por llegar. ¿Cuántas veces, después de tenerlo siempre presente, habré desobedecido aquella inédita, global y quizás única orden que mi padre me dio?

¿Cuántas veces, en la vida de hasta el mejor de los padres, tiene este que vivir el pavor de no saber si su hijo va a ser capaz de llegar a ser feliz?

¿Cómo huir de la responsabilidad que uno siente cuando ve al reflejo de sí mismo perdido y este no acepta, aparentemente al menos, mano alguna que intente sosegarle, guiarle, y volverle al camino de la razón?

Debe ser duro y arduo ser padre, pero la gran lección que yo he recibido es que no importa cuántas veces yerre uno, porque un padre, como una madre, verdaderos, jamás perderán la esperanza y el amor por aquellos que portan sus mismos ojos, taras y gestos.

Ser padre es para siempre. Dios quiera que un hijo nunca olvide tal verdad

Un hijo

1º premio de Microrrelatos (Bachillerato)

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Mientras corría por el bosque como si me fuera la vida en ello – que, por cierto, me iba – me di cuenta de que mi compañero se había quedado atrás, atrapado por los cazadores. Nuestros cazadores. Saqué la varita y …Sí, uso varita. No me mires así, ¿no sabes lo que son los magos? ¿Sí? Pues eso soy yo. Y mi compañero. Y los cazadores, ahora que te he solucionado tus dudas, sigo.

…lancé un hechizo. Los cazadores quedaron aturdidos y en poco tiempo mi compañero me alcanzó.

¿por qué nos persiguen? Por favor, deja de interrumpirme.

No tardamos mucho en llegar a nuestro escondite, éramos rápidos.

¿Te lo llegaron a quitar? – le pregunté alarmado.

No, está en mi bolsa- Me informó señalándola con la cabeza.

La abrí y saqué el grimorio. Si has visto películas medievales te lo imaginarás bastante bien: tapas gruesas verde oscuras, las páginas de color beige, y de letras góticas con toques dorados aquí y allá.

La noche se nos pasó rápido en aquella acogedora cueva. No te aburriré con los detalles de cómo encontramos la guarida “del malo”. Vale, sí, nos capturaron y nos encerraron allí ¿Contento?

Por circunstancias de la vida, mágica, acabé en una pequeña batalla contra nuestro enemigo. Probablemente, debería de haber estado asustado, pero me encontraba realmente emocionado. En un despiste de mi contrincante, sorprendentemente, le tiré al suelo. Me acerqué a él apuntándole con la varita en la cara y ……casi grité del susto. Me quité el agua helada de la cara con las mangas del pijama. Al lado de mi cama, mi hermano me miraba con un vaso vacío en su mano.

¡Feliz Día de los I…!

No. Vuelvas. A. HACER. ¡ESO!

Y eché a correr detrás de él

Leire Olabe

2º premio de Microrrelatos (Bachillerato)

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No siempre triunfa el amor

Hasta hace un tiempo por ti lo haría y daría todo. Pero me puse a pensar, y todo por tus palabras que le duelen a mi corazón. Puesto que de pocas palabras sueltas…

Esta, tu única y triste oración:

¡No vuelvas a hacer eso! Te lo pido por favor

Esas palabras le dicen que abandone a un pobre y triste corazón.

Clara Saiz Oslé

Premio de Microrrelatos (1º y 2º ESO)

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Primavera. Un campo de margaritas bajo los abrasadores rayos del sol. Pajaritos cantando. Algunos sobre los árboles, otros volando, acariciando la suave brisa del viento. Hay una niña de unos 12 años sentada bajo la sombra de un fresno. Está leyendo. De repente, sobre su boca se dibuja una sonrisa. La niña cierra el libro, lo deja sobre la hierba y se tumba sobre las margaritas. Mira el cielo, contempla las pocas nubes que hay, divisa las montañas, se esconde del sol bajo su brazo…

Es la hora de comer. La niña vuelve a su casa, pero durante la comida, discute con sus padres y sale del comedor corriendo, dirección al campo de margaritas. Llega a la sombra de un fresno. Aún es mediodía, y, envuelta en un mar de rabia, enfado y desesperación, comienza a arrancar las flores, a pisar a los insectos que ahora vuelan con miedo intentando salvar sus vidas, a destruir la bonita naturaleza en la que tenía su lugar de sosiego. “¡Qué he hecho!”, piensa ella, y llorando sobre la hierba se queda dormida.

Cuando despierta, ya es de noche. Recapacita sobre su actitud, y tumbada nuevamente sobre las margaritas, vuelve a mirar el cielo. Está cubierto de un manto azul oscuro con brillantes puntitos plateados, la luz de la luna es más fuerte que nunca. Es como una lámpara que se enciende a las 3:00 de la mañana en una habitación oscura. De repente, una brillante idea despierta en su cabecita, y…

Primavera. La niña aparece por la mañana con herramientas y una bolsa grande llena de flores y semillas, empieza a reconstruir lo que un día estropeó, y una vez que ha acabado de mimar de nuevo la tierra, mira su pequeña obra de arte, y se dice: “No vuelvas a hacer eso”

María Argüeso 2ºB

Premio de Microrrelatos (1º y 2º ESO)

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Rasga las cuerdas. Un sonido extraño, desafinado. Las pulsa, creando la magia. Distintas posiciones, alternadas, armonía. Sonríe, mirando al horizonte, en una ladera. Una guitarra, su canción. Re, Fa sostenido, Si bemol,… Notas que significan demasiado.

En un constante movimiento, su expresión se torna triste. ¿Qué piensa? Solo él y su confidente lo saben. Recoge una flor y arranca un pétalo, que es arrastrado por el viento. Parece ausente, sin presencia. Continúa con la música, apartado. ¿Qué siente? Solo él y su confidente lo saben. Contempla el azul, se deslumbra con el dorado y observa el verde. ¿El rojo? Solo él y su confidente lo saben. En su memoria una frase grabada, “No vuelvas a hacer eso”, en un largo paseo al lado del puerto, donde todo empezó. La lágrima que desliza en su mejilla es casi invisible, baja hasta desaparecer en su garganta. Tararea la estúpida canción, recordando el paseo, recordando todo lo bueno. ¿Qué pasó? Solo él y su confidente lo saben.

Otro recuerdo aparece, un recuerdo que en verdad no existe, es un anhelo. Una estrujada tienda, desordenada, alborotada, en una concurrida calle de una gran ciudad. Estanterías llenas, objetos deseados. Allí todo podría haber comenzado. Pero no, no lo hizo. Algo salió mal, demasiada perfección, se podría decir, un sueño irreal. ¿Por qué fue a mal? Tal vez ni siquiera él y su confidente lo sepan.

En silencio sufre, desalmado, desesperado, “Corazón de piedra”, le dicen. “ Mantente fuerte”, repiten. “Estamos contigo”, susurran. Nada le alivia. Palabras huecas, un sentimiento ido, una caricia que podría arreglarlo todo. ¿Cuándo? Absolutamente nadie lo sabe.

Rasga las cuerdas. Un sonido agradable, afinado. Las pulsa, creando magia, el sentimiento vuelve, vagamente, tan solo un recuerdo de cómo fue. Un anhelo de lo que podría ser.

Jan L. Nogal 2º A

Premio de Microrrelatos (1º y 2º ESO)

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En algún lugar de aquel solitario mundo Anabelle miraba el vacío desde el borde del acantilado. Las olas se abatían contra las rocas salpicándola, mas ella no parecía darse cuenta,. Abrazaba sus piernas cerca de su pecho mientras la tormenta alcanzaba su clímax. Perdida en la oscuridad de aquel lejano y frío mundo de sombras en el que la había sumido su partida. Prometió que volvería y ella esperó y esperó, olvidando la fragilidad de la vida humana. Hasta que finalmente se dio por vencida. Lo único que le reconfortaba ahora era escribir, entrelazar palabras en su diario, expresar su dolor por medio de los trazos.

Anabelle se sentó frente al viejo escritorio de caoba y comenzó a escribir. A pesar de todos los años que habían pasado todavía recordaba a la perfección cada mueca, cada sonrisa, cada gesto, cada mirada. Justo en ese instante un ruido hizo que dejara su pluma y se diera la vuelta. Pensó que la locura la embargaba al verle plantado frente a ella. Solo por unos segundos. Después se abrazó a él y no le soltó mientras golpeaba su pecho liberando toda la ira contenida .

-No vuelvas a hacer eso, no vuelvas a largarte sin más.

-Lo prometo- dijo él mientras una sonrisa burlona iluminaba su rostro.

Te quiero, Ashzar.

Lo sé.

Andrea González 2ªC

Premio de Microrrelatos (1º y 2º ESO)

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En algún lugar de aquel solitario mundo Anabelle miraba el vacío desde el borde del acantilado. Las olas se abatían contra las rocas salpicándola, mas ella no parecía darse cuenta,. Abrazaba sus piernas cerca de su pecho mientras la tormenta alcanzaba su clímax. Perdida en la oscuridad de aquel lejano y frío mundo de sombras en el que la había sumido su partida. Prometió que volvería y ella esperó y esperó, olvidando la fragilidad de la vida humana. Hasta que finalmente se dio por vencida. Lo único que le reconfortaba ahora era escribir, entrelazar palabras en su diario, expresar su dolor por medio de los trazos.

Anabelle se sentó frente al viejo escritorio de caoba y comenzó a escribir. A pesar de todos los años que habían pasado todavía recordaba a la perfección cada mueca, cada sonrisa, cada gesto, cada mirada. Justo en ese instante un ruido hizo que dejara su pluma y se diera la vuelta. Pensó que la locura la embargaba al verle plantado frente a ella. Solo por unos segundos. Después se abrazó a él y no le soltó mientras golpeaba su pecho liberando toda la ira contenida .

-No vuelvas a hacer eso, no vuelvas a largarte sin más.

-Lo prometo- dijo él mientras una sonrisa burlona iluminaba su rostro.

Te quiero, Ashzar.

Lo sé.

Andrea González 2ªC

Premio de Microrrelatos (1º y 2º ESO)