Presencia Universitaria

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PRESENCIA UNIVERSITARIA 1 LA UNIVERSIDAD EN EL MUNDO ORIGEN DEL TÉRMINO UNIVERSIDAD Hoy en día, se conoce con el término Universidad (del latín universitas, -atis) al establecimiento o conjunto de unidades educacionales dedicadas a la enseñanza superior y a la investigación científica, las cuales además están facultadas para entregar grados académicos y títulos profesionales. Sin embargo, la Universidad en su origen no indicaba un centro de estudios sino una agremiación o "sindicato" o asociación corporativa que protegía intereses de las personas dedicadas al oficio del saber. La palabra Universidad procede del latín Universitas, nombre abstracto formado sobre el adjetivo universus-a-um (todo, entero, universal), derivado a la vez de unus-a-um (uno). En el latín medieval Universitas se empleó originariamente para designar cualquier comunidad o corporación considerada en su aspecto colectivo. Cuando se usaba en su sentido moderno, denotando un cuerpo dedicado a la enseñanza y a la educación, requería la adición de un complemento para redondear su significado "Universitas Magistrorum Et Scholarium". Hacia fines del siglo XIV, la palabra empezó a usarse, con el significado que tiene en la actualidad. Sin embargo, el término más antiguo y que continuó usándose durante mucho tiempo fue el de Studium o Studium Generale. El triunfo de la palabra Universitas con su significado actual no llego hasta el Renacimiento. A las universidades, tal como se conocen en la actualidad, se les dio ese nombre inicialmente para darles el ámbito significativo correspondiente a los gremios. Y fue de este concepto de persona jurídica formada por una pluralidad y diversidad de personas físicas,

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PRESENCIA UNIVERSITARIA

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LA UNIVERSIDAD EN EL MUNDO

ORIGEN DEL TÉRMINO UNIVERSIDAD

Hoy en día, se conoce con el término Universidad (del latín universitas, -atis) al

establecimiento o conjunto de unidades educacionales dedicadas a la enseñanza superior y a

la investigación científica, las cuales además están facultadas para entregar grados

académicos y títulos profesionales.

Sin embargo, la Universidad en su origen no indicaba un centro de estudios sino una

agremiación o "sindicato" o asociación corporativa que protegía intereses de las personas

dedicadas al oficio del saber. La palabra Universidad procede del latín Universitas, nombre

abstracto formado sobre el adjetivo universus-a-um (todo, entero, universal), derivado a la

vez de unus-a-um (uno).

En el latín medieval Universitas se empleó originariamente para designar cualquier

comunidad o corporación considerada en su aspecto colectivo. Cuando se usaba en su

sentido moderno, denotando un cuerpo dedicado a la enseñanza y a la educación, requería

la adición de un complemento para redondear su significado "Universitas Magistrorum Et

Scholarium".

Hacia fines del siglo XIV, la palabra empezó a usarse, con el significado que tiene en la

actualidad. Sin embargo, el término más antiguo y que continuó usándose durante mucho

tiempo fue el de Studium o Studium Generale. El triunfo de la palabra Universitas con su

significado actual no llego hasta el Renacimiento.

A las universidades, tal como se conocen en la actualidad, se les dio ese nombre

inicialmente para darles el ámbito significativo correspondiente a los gremios. Y fue de este

concepto de persona jurídica formada por una pluralidad y diversidad de personas físicas,

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del que surgió el nombre de universidades para las agrupaciones de estudiantes y

profesores.

Las universidades eran política y administrativamente independientes de la ciudad en que

estaban y tenían graves problemas en sus relaciones con las autoridades locales tanto civiles

como eclesiásticas, que querían tenerlas bajo su dominio. No era raro incluso que se

mudasen de ciudad cuando estaban descontentos. Por tal motivo, a partir del siglo XII, los

profesores empiezan a agruparse en defensa de la disciplina escolar, preocupados por la

calidad de la enseñanza y; del mismo modo, los alumnos comienzan a crear comunidades

para protegerse del profesorado. Al ir evolucionando estas universitas acaban naciendo las

Universidades.

LAS PRIMERAS UNIVERSIDADES Y LA IGLESIA

La universidad se gestó como una búsqueda de la iglesia para dar respuesta a los

requerimientos de la juventud de clase media y baja que reclamaban saber y recorrían

grandes distancias para buscar maestros. La principal consecuencia de la aparición de la

universidad es el nacimiento de un conjunto de maestros, sacerdotes y laicos, a los que la

iglesia confiaba la enseñanza de la doctrina revelada, hasta entonces confiada a la jerarquía

eclesiástica. Estas escuelas concedían títulos que tenían validez fuera de ellas; contaban con

estatutos y privilegios otorgados, primero por el poder civil y posteriormente ampliados por

el papado.

En la universidad de la Edad Media impregna la idea de cristiandad, es decir, su objetivo es

formar a los jóvenes en las profesiones "clericales"; así surgieron la orden de los

dominicos, con influencia aristotélica, y la de los franciscanos, seguidores de Platón.

La enseñanza universitaria se ajusta a las condiciones de la época, la imprenta no existía y

los manuscritos eran raros y costosos, por ello la enseñanza se centraba en la lectura. En la

Universidad de la Edad Media se enseñan los saberes de la época: la Teología, el Derecho y

la Medicina como facultades mayores y las Artes y Filosofía como facultad menor,

teniendo por centro a Dios y a la Teología por la reina de las ciencias. Eran instituciones de

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la cristiandad: se reconocían por una bula papal, su lengua era el latín y los saberes que

enseñaban estaban articulados sobre la concepción católica del mundo y del hombre. Sus

métodos de razonamiento y discusión eran escolásticos; en fin, su formación tendía a

formar intelectuales útiles a la comunidad cristiana.

Los máximos representes de la escolástica fueron, San Alberto Magno y Santo Tomás,

ambos de la orden de los dominicos, y Escoto perteneciente a los franciscanos.

Aunque en la creación de las Universidades ocurre de manera paulatina, numerosos escritos

afirman que la primera universidad en nacer fue la Universidad de Bolonia, a comienzos

del siglo XIII, que fue la primera en tener estudios reconocidos universalmente y estatutos

propios; como anécdota es de destacar que el rector era elegido de entre los estudiantes.

La siguiente en nacer fue la Universidad de París, bajo el nombre de Colegio de Sorbona,

unión de las escuelas de Notre Dame, de San Víctor y de Santa Genoveva. Precisamente

para evitar que los universitarios ingleses se desplazasen al continente para estudiar en esta

última, recibiendo así la educación parisina, se crea la Universidad de Oxford, la más

antigua de habla inglesa, creada en primer lugar por Enrique II pero no es hasta finales de

siglo cuando se aprueban sus estatutos (precisamente en el siglo XIV por desavenencias de

un grupo de profesores de la Universidad de Oxford, se crea la Universidad de

Cambridge). Posteriormente se crean las de Padua, Nápoles, Toulouse, Praga, Viena,

Heilderberg y Colonia.

También recibieron la influencia de la Universidad de Bolonia, y fueron creadas, en el siglo

XIII, las universidades españolas. La primera fue la Universidad de Palencia (1208) y

luego, las de Valencia y Salamanca.

Estas universidades fueron defendidas por la Iglesia y controladas por ella en cuanto a los

contenidos que se impartían, que debían ceñirse a las enseñanzas bíblicas. Fue la Edad

Moderna, con sus ideas humanistas, la división de la cristiandad y el movimiento

renacentista, las que van a ir restando la influencia de la iglesia en las universidades.

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RASGOS INÍCIALES DE LA UNIVERSIDAD

Por su propia misión emprendió acciones relativas al hombre, a la ciencia y a la sociedad.

Las funciones de la universidad se relacionan con la enseñanza, la investigación, la

extensión o servicio y la promoción de una sociedad democrática.

• Sentido Corporativo: Las primeras universidades estaban constituidas como una

entidad jurídica con capacidad para ejercer actos como poseer y contratar. En el derecho

romano corporación o collegium era la totalidad de las personas que conformaban un grupo.

Los grupos de personas dedicadas al menester intelectual se denominan Studium o

Universitas, antecediendo Studium a la palabra Universitas.

• Universalidad: La universalidad del origen de las universidades de la Edad Media está

relacionada con las causas que influyeron en su nacimiento, ontológicas y sociales; además,

por las fuentes a las que acudieron las universidades para adquirir sus sistemas

administrativos y la apelación al poder pontificio, para adquirir reconocimiento

institucional y como mediadora en los conflictos de las universidades con la autoridad

doméstica, eclesiástica o civil, o sea universalidad de jurisdicción.

Por otra parte, el hecho universitario se extendió prontamente por el continente europeo

medieval y abrió sus puertas a estudiantes y maestros de diferente procedencia gentilicia, de

todas las lenguas y naciones (universalidad geográfica). El latín sirvió a todas como

instrumento de comunicación científica y espiritual adquiriendo así universalidad

lingüística.

También universal, porque buscando todos los saberes los recogió de autores de todas las

culturas y civilizaciones constituyéndose así en su universalidad científica y cultural, y

porque los títulos que refrendaban los conocimientos adquiridos poseían validez universal

para enseñar en todas partes.

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• Autonomía: El rasgo más característico de la universidad es la autonomía, cabe destacar

que este ha sido el aspecto más discutido históricamente. En términos jurídicos, ya hemos

visto como la autonomía de las primeras universidades suponía la exención de las

jurisdicciones locales y un margen amplísimo de independencia.

En el caso de la ciencia y el saber, la autonomía debe ser considerada al menos desde dos

aspectos: primero, la autonomía propia del poder del saber y la ciencia que la faculta para

fijarse sus propias normas y métodos y los límites de su propia expansión y propósitos;

segundo, la autonomía de la ciencia y el saber, como tales, tienen una función social que

cumplir, para lo que necesitan un espacio jurídico. Aquí se da la regulación del estado.

Pero esta autonomía del saber fue durante siglos amordazada por la iglesia católica, que

imprimió su manera de ver el mundo. Hasta el siglo XVIII, las universidades fueron

autónomas jurídicamente, si bien no lo fueron en sus enseñanzas; la Iglesia mantuvo su

hegemonía y monopolio de la educación superior hasta bien avanzado el siglo XIX. En

todo este tiempo, existió la lucha de los poderes civiles y eclesiásticos por el control de la

institución. Si en siglo XIX la universidad desaparece como centro de formación

sustancialmente clerical lo es para pasar a depender del Estado, como un servicio

administrativo más.

La libertad académica, entendida como la libertad de profesores y estudiantes para indagar

la verdad y exponerla según su conciencia, sin trabas o intervención estatal o eclesiástica

siempre ha sido, hasta nuestros días, el caballo de batalla y el objeto de innumerables

debates en muchas instituciones universitarias a nivel mundial.

MODELOS UNIVERSITARIOS

Construir un modelo único e ideal de Universidad que satisfaga las exigencias y

necesidades de la población a nivel mundial ha resultado una tarea imposible. Las

universidades, históricamente, se han desarrollado atendiendo a las exigencias del entorno,

la historia y la cultura de cada nación en particular. A continuación, se exponen las

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principales características y los pensamientos que dieron origen a los modelos

universitarios que hoy existen en mundo; los cuales han marcado pauta en la concepción y

desarrollo de nuevas universidades.

En primer lugar está el Modelo Alemán también llamado humboldtiano, tenía como

objetivo formar personas con amplios conocimientos, no necesariamente relacionadas con

las demandas de la sociedad o del mercado laboral. Para las universidades germanas

estudiar o investigar es hacer ciencia y hacer ciencia, en el fondo, es cultivar un saber o

conocimiento. Una sociedad con personas formadas científicamente sería capaz de hacer

avanzar al conjunto de la sociedad en sus facetas sociales, culturales y económicas.

El modelo alemán es el primero en establecer la unidad entre la investigación y la docencia.

La concepción alemana planteaba que los profesores universitarios se convirtieran en

investigadores que usarían los descubrimientos o hallazgos de la investigación recientes en

su práctica docente. Los alumnos deberían participar de la investigación, juntos a sus

profesores. Poco a poco, la especialización disciplinaria ganó fuerza, y fue cobrando mayor

protagonismo la idea original de Humboldt, la unidad de la investigación y la docencia, es

decir, la educación por medio de la ciencia.

El Modelo Ingles, por su parte, es el modelo de la universidad centrado en el hombre. Su

principal precursor fue el Cardenal Newman, cuyo pensamiento afirma que el hombre debe

poseer un conjunto de conocimientos y una disciplina intelectual completa, con

independencia de su concreta actividad profesional o de su especialización. Este modelo

veía a la investigación como una actividad desligada de la educación superior, tanto en la

misión de la Universidad como en la vocación del profesor universitario, cuya difusión y

extensión del conocimiento se referían a la enseñanza; es decir, la función de la universidad

se limitaba a la docencia.

Para Newman el fin de la Universidad es la formación intelectual del estudiante, su misión

es conferirle unos hábitos y unos modos de pensar que dilaten su horizonte espiritual y

disciplinen y ordenen su capacidad de juicio y el ejercicio de su inteligencia, esa formación

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intelectual va dirigida a su vez a modelar un tipo humano determinado. Para lograr estos

fines la Universidad ha de convertirse en imperio del saber y la cultura, en el que reine un

ambiente de mutuo intercambio de ideas y en el que se discutan el ámbito y la función de

cada rama de la ciencia y sus relaciones recíprocas.

El Modelo Francés, también llamado napoleónico, tuvo por objetivo formar a los

profesionales que necesitaba el Estado. Las universidades se convirtieron en parte de la

administración del Estado para formar a los profesionales que ese mismo Estado

necesitaba. Los profesores se harían funcionarios públicos, servidores del Estado y forman

parte de cuerpos nacionales de funcionarios. La autonomía institucional es inexistente ya

que los objetivos de las instituciones y los programas de estudio tienen un carácter

nacional. Sin embargo, el poder del profesorado le permite influir notablemente en la

elaboración de los programas y en la definición de las políticas universitarias. Las

instituciones estarían al servicio del Estado más que al de la sociedad. El énfasis estaba

dado en la docencia, por sobre la investigación.

En el modelo universitario francés se introdujeron las profesiones, la universidad se

convirtió en la formadora de profesionales dedicados al saber hacer. Las facultades

siguieron siendo instancias de administración curricular, integradas por escuelas

profesionales encargadas de elaborar el currículum de cada profesión; las escuelas se

denominaban según aquello que los estudiantes aprendían, comenzaron a otorgar licencias

para ejercer legítimamente la profesión, las escuelas fueron atendidas por profesores:

profesionales habilitados para enseñar. El modelo napoleónico generó las escuelas de altos

estudios; la escuela normal y los liceos.

Finalmente esta el Modelo Norteamericano, que actualmente es el sistema imán que atrae

estudiantes avanzados de todo el mundo, que vienen en busca de un entrenamiento de alta

calidad. La escuela norteamericana de grado se convirtió en un lugar de búsqueda

permanente que no sólo le hace sitio a la investigación sino que la busca de manera

incesante. Las instituciones de grado de los E.E.U.U., no sólo ofrecen los grados más altos,

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los de maestría y doctorado, sino que sostienen esos grados con un elaborado sistema de

admisión, trabajo de cursos y evaluación que se realizan por separado.

Las instituciones universitarias estadounidenses surgen como espacios donde se generan

investigación. Tienen la iniciativa ejercida por una pluralidad de instituciones en una arena

competitiva y, por supuesto, la combinación de la investigación y la educación. La

universidad estadounidense, en pocas palabras, es una universidad que da servicios a su

estado y región, pero al mismo tiempo trata de establecer una mayor actividad de

investigación y de entrenamiento doctoral.

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LA UNIVERSIDAD EN LATINOAMÉRICA

ORIGEN DE LAS UNIVERSIDADES EN LATINOAMÉRICA

En la América que fuera conquistada por los españoles, la universidad es una institución

cuya trayectoria de más de cuatro siglos se inicia con la conquista misma del territorio. A

menos de medio siglo del descubrimiento de América, se establece en Santo Domingo, en

1538, la primera Universidad del Nuevo Mundo. En 1551 se crean las Universidades de

San Marcos de Lima y de México, cuando todavía no había ninguna en lo que sería los

Estados Unidos. A la época en que Harvard fue fundada (1636) América Latina contaba

con 13 Universidades, que llegaron a 31 al producirse la independencia.

Aunque formalmente se crearon más de 30 universidades, algunas no pasaron de lo

nominal, y se ha dicho que sólo se puede reconocer un nivel acorde al nombre a unas pocas

que incluyen las de México, Lima, Córdoba y Santiago de Chile.

Las universidades llegaron a América como un producto experimentado y surgido del

contexto histórico europeo. Fueron trasplantadas y recibidas aquí conjuntamente con el

poder real y con la cruz. Unas fueron autorizadas por el Papa, como las de Santo Domingo,

Bogotá y Quito; otras por el Rey, como en los casos de las Universidades de México, Lima

y Santiago de la Paz (Santo Domingo). Al igual que en Europa, su tierra de origen, la

universidad americana quedó colocada desde su propia instalación en el Nuevo Mundo

entre los poderes eclesiástico y real. Pero, a diferencia de las viejas universidades europeas,

ella nació de la voluntad de esos poderes antes que desarrollarse contra ellos, como ocurrió

en París, Oxford o Bolonia.

Mientras las viejas universidades europeas adquieren su autonomía luchando contra los

poderes eclesiásticos y los poderes laicos; en el Nuevo Mundo, las universidades son

importadas y su establecimiento es otorgado desde arriba y desde fuera, por un acto

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administrativo. Lo que se importa, por decisión de los poderes laicos y religiosos, es pues

una institución cuya idea de universidad responde al modelo medieval europeo.

Las Universidades de Salamanca y Alcalá de Henares, las dos universidades españolas más

famosas de la época, fueron los modelos que inspiraron las fundaciones universitarias en el

Nuevo Mundo. La primera de todas, en Santo Domingo, respondió al modelo de “convento-

universidad” de Alcalá, universidad centralmente preocupada por la teología, cuyo rector

era también el prior del convento, y con mayor independencia del poder civil. Salamanca

en cambio, la primera universidad de España, se vinculó en sus orígenes con la idea de

servicio a la nación, o más bien a la monarquía. Las dos fundaciones universitarias más

importantes del período colonial, Lima y México, ambas de 1551, fueron creadas por

iniciativa de la corona y tuvieron el carácter de universidades mayores, reales y pontificias.

Su influencia en las restantes universidades del Nuevo Mundo fue decisiva. Sus

constituciones y estatutos, inspirados en la tradición salamantina hasta en los menores

detalles, fueron adoptados o copiados por muchas otras universidades del continente. En su

trayectoria evolucionaron hasta constituirse en universidades del virreinato, y son las

precursoras de las universidades nacionales de América Latina. Santo Domingo, en

cambio, puede considerarse como el antecedente de las universidades católicas o privadas.

TRASFORMACIONES DE LA UNIVERSIDAD LATINOAMERICANA

La universidad colonial fue una institución de funcionamiento a menudo precario, con

grandes problemas para conseguir catedráticos de alto nivel, muy escasa actividad

científica y no demasiados alumnos. Sin embargo, no sólo brindó una formación de tipo

universitario a un número significativo de personas sino que también preparó a muchos

jóvenes de 12 a 17 años, que después no siguieron estudios superiores pero fueron

maestros, sacerdotes, funcionarios.

Desde su establecimiento, la universidad jugó en América un papel crucial en las luchas

por la hegemonía social, política y cultural, formando a un sector de las élites superiores y,

a la vez, a un número significativo de las intelectuales intermedios e inferiores, al tiempo

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que se mantenía relativamente alejada del mundo de la producción y de la difusión de las

técnicas. Ese papel lo jugó contribuyendo al afianzamiento de una estructura donde la

"limpieza de sangre" era requisito tanto para un puesto administrativo superior como para

la admisión en los últimos exámenes universitarios. No es de extrañar que la universidad

colonial latinoamericana se mostrara más bien ajena a las luchas por la Independencia.

Actuó junto a los grupos dominantes y fue parte destacada de la estructura de poder creada

por la conquista, con la cual inició su trayectoria secular.

Después de la Independencia, parecen coexistir a lo largo del siglo XIX la decadencia de la

universidad colonial con los esfuerzos incipientes de las nuevas Repúblicas para crear una

institución distinta.

Por un lado, se asiste a la disolución más o menos rápida de la vieja institución, calificada

de escolástica, atrasada y rutinaria, que en algunos casos sobrevive de hecho hasta el siglo

siguiente y en otros es disuelta, como sucedió con la Universidad de México, calificada por

el gobierno que tomó la medida de "inútil, irreformable y perniciosa". Por otro lado, se

crean o se reestructuran universidades que dependen estrechamente del gobierno y, a la

vez, tienen una responsabilidad muy amplia en el conjunto del sistema educacional.

El continente ahora vive bajo gobiernos de generales y abogados, que pueden preocuparse

o no de la educación en general, pero de cuyo campo de atención suelen estar muy lejos la

ciencia, la tecnología y sus conexiones con el desarrollo de la producción.

Una característica importante de las universidades latinoamericanas fue siempre el

predominio de las escuelas profesionales de derecho, medicina, ingeniería y de las

academias militares. En Europa, estas escuelas profesionales generalmente están situadas

fuera de las universidades o por lo menos se organizan de forma independiente del núcleo

académico central, normalmente orientado para la educación general, las humanidades y

las ciencias básicas. Sin embargo, la educación superior en América Latina, desde sus

inicios, fue definida casi siempre como sinónimo de educación para las profesiones. De

esta manera, alguna calidad fue preservada en las mejores escuelas de ingeniería y

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medicina; mas también fue un factor de resistencia a las innovaciones oriundas de los

nuevos grupos sociales que aspiraban a una educación superior más accesible, a la abertura

de nuevas disciplinas y a las tentativas de mudanza provenientes de gobiernos y

movimientos reformistas.

Resulta evidente que la Universidad republicana se estructuró de acuerdo al denominado

Modelo Napoleónico. La expresión designa a la forma organizacional de la educación

superior francesa durante el siglo XIX. Por lo tanto, la enseñanza no fue más que un

sistema de escuelas superiores autárquicas (que no respondían al nombre de universidad),

organizadas como un servicio público nacional tal como la enseñanza primaria, la

secundaria y la normal.

La tradición universitaria anterior sería sustituida en ese proceso transformador por una

burocracia racional, selectiva e impersonal, con sus defectos de rutina y formalismo que

hicieron cada vez más difícil mantener e incentivar la creatividad cultural. El modelo

emergente de la universidad republicana consolidó otra característica mayor de la

universidad colonial, y de la entera sociedad latinoamericana: su lejanía de la ciencia.

Así, las dinámicas sociales e ideológicas que fueron minando el orden oligárquico, tan

firme todavía hacia 1900, llegarían a infiltrarse en las casas de estudios superiores, desde

donde configurarían una de las principales vertientes antioligárquicas de la

democratización latinoamericana.

LA REFORMA UNIVERSITARIA (MANIFIESTO DE CÓRDOBA)

El movimiento de reformas universitarias se inició en la Universidad Nacional de Córdoba

que se había quedado rezagada del proceso de modernización y de secularización cuyo

epicentro se encontraba en Buenos Aires. Este rezagamiento de los movimientos políticos y

culturales que conmovían al país, parecía ser un rasgo estructural de la apacible ciudad de

nobles abolengos.

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El conflicto universitario que originó el movimiento, se inició en diciembre de 1917,

cuando los centros de estudiantes de Ingeniería y Medicina hicieron llegar simultáneamente

ante las autoridades universitarias una serie de demandas relacionadas con la organización

de sus estudios. La cerrazón de las autoridades ante la protesta estudiantil, que en definitiva

fue un factor desencadenante del movimiento, contribuyó a incrementar el número de

demandas y a activar el inconformismo latente entre los estudiantes. La dirección del

movimiento convocó a una huelga general y un boicot de las clases, hasta que la rectoría

diera satisfacción a sus demandas. El conflicto se extendió de este modo al resto del plantel

y las demandas parciales levantadas al comienzo, se ampliaron y se radicalizaron

configurando así una plataforma de reforma universitaria: El movimiento estudiantil exigió

un cambio radical en los contenidos y métodos de enseñanza. Ello implicaba la aceptación

del pluralismo filosófico, del ejercicio de la crítica, de la experimentación científica y de la

autonomía de la Universidad de la influencia eclesial, como puntos centrales del ingreso de

la Universidad a la modernidad. Junto con ello, los estudiantes impugnaban las estructuras

autoritarias de poder y postulaban la participación estudiantil en el gobierno de la

Universidad. Estas y otras demandas se encuentran formuladas en el Manifiesto de

Córdoba.

Después de una ardua lucha, protestas, huelgas y toma de las instalaciones universitarias, el

7 de octubre de 1918, a través de un decreto presidencial se selló el triunfo de la lucha del

movimiento estudiantil, dándosele legitimidad legal a la Reforma universitaria iniciada en

Córdoba, consagrándose las reivindicaciones de éste sobre coparticipación estudiantil en el

gobierno de la Universidad, la asistencia facultativa a los cursos, la renovación periódicas

de las cátedras, y la flexibilidad en los procedimientos de exámenes, etc.

El Manifiesto de Córdoba, es un documento que muy rápidamente se convirtió en la guía

intelectual para todos los universitarios progresistas del continente sudamericano, donde

rápidamente se suceden movimientos y revueltas estudiantiles con las mismas

reivindicaciones. Este movimiento reformista tiene causas y motivaciones propias, está

inscrito en un proceso mundial de comienzos del siglo XX, donde un fenómeno recorría el

mundo la revolución socialista.

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Si bien en Córdoba los rasgos de conservadurismo tenían características extremas, hacia

principios de siglo, en la mayoría de las Universidades ejercía un viejo modelo autoritario

insoportable ante los nuevos vientos de cambio: la cátedra como feudo personal del

profesor donde éste determinaba los programas a seguir, la orientación de los mismos, la

forma de promoción y aún su sucesor, el ocultamiento deliberado de teorías científicas,

entre otros; solo podían presagiar estallidos revolucionarios como finalmente sucedió.

EL MODELO LATINOAMERICANO

América Latina inició durante el siglo XX, a partir de la Reforma de Córdoba de 1918, un

modelo específico de universidad caracterizado por la autonomía de sus instituciones

públicas, un marco de gestión basado en la modalidad de co-gobierno, la presencia

destacada de la educación monopólica pública, la gratuidad de su acceso, una estructura

corporativista de gestión en su interior y un rol del Estado orientado al suministro de los

recursos financieros.

El modelo dominante en Latinoamérica se asemeja en lo fundamental al napoleónico, y está

concebido para dar respuesta a las necesidades de un mercado laboral caracterizado por:

• Profesiones bien definidas, con escasa intercomunicación, con competencias

profesionales claras, y, en muchos casos, hasta legalmente fijadas. La escasa

intercomunicación que las profesiones tienen entre ellas, hace que las competencias

requeridas sean siempre específicas y relacionadas con un aspecto concreto del mundo

laboral.

• Profesiones estables, cuyas exigencias de competencia profesional apenas cambian a lo

largo de la vida profesional. El sistema de educación superior, y de alguna manera el del

conjunto del sistema educativo, daba respuesta a estas necesidades específicas del mercado

laboral. Lógicamente, si se trataba de formar para profesiones que además iban a ser

estables durante mucho tiempo, las universidades formaban enseñando el estado del arte en

cada profesión.

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Todos los conocimientos que podían ser necesarios para ejercerla debían ser inculcados en

los jóvenes estudiantes. La hipótesis era que todo lo que no se aprendía en la universidad ya

no se iba a aprender después. Los profesores, actores principales del proceso educativo,

debían procurar que los estudiantes aprendieran el máximo de conocimientos específicos

que fueran a ser necesarios en la vida laboral, pero, sobre todo, que los profesores deberían

garantizar que ningún estudiante que obtuviera el título académico (que igualmente era el

profesional) careciera de esos conocimientos imprescindibles para el ejercicio de la

profesión. La universidad y el profesor eran, y siguen siendo, garantes de que los graduados

tengan la competencia profesional necesaria. Las universidades no sólo dan la habilitación

académica sino también la profesional, al contrario de lo que sucede en el mundo

anglosajón, en el que la habilitación para el ejercicio profesional la otorgan los gremios

profesionales y no las universidades. Este es un hecho relevante que actualmente es centro

de reformulaciones, y que supondría una auténtica revolución en el modelo tradicional de

las universidades.

El movimiento de Córdoba fue, por sus características y repercusiones, el que recogió y

expresó con mayor vigor lo que vendría a ser un nuevo ideario o, si se quiere, un verdadero

modelo para la institución universitaria latinoamericana. Pronto las directrices y ecos de

aquel movimiento se extendieron a las otras instituciones universitarias argentinas,

trascendiendo incluso las fronteras del país, hasta convertirse en una verdadera causa

latinoamericana.

La universidad se concibe, desde entonces, como una herramienta o instrumento del cambio

social. Su función primordial, si bien era formar al estudiante, exigía que en semejante

formación se inyectasen los gérmenes y motivaciones que hicieran de ese estudiante un

agente que actuara dinámicamente sobre su sociedad para transformarla. Sin embargo,

resulta evidente que su estructura académica repite y reitera, sin modificaciones

importantes o significativas, las bases y formas sustanciales que servían de sostén y diseño

a la universidad medieval. En este sentido, la reforma de Córdoba, así como el modelo

universitario que desde entonces se impuso en el ámbito latinoamericano, son

profundamente tradicionalistas y escasamente innovadores.

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LA UNIVERSIDAD EN VENEZUELA

El subsistema educativo superior venezolano, cuya génesis habría que ubicar en 1696, con

la inauguración del “Magnífico, Real, Y Seminario Colegio de Señora Santa Rosa de Santa

María de Lima de Santiago de León de Caracas”, a partir del cual se va a erigir en 1721 la

Real y Pontificia Universidad de Caracas, es un proceso institucional, pedagógico,

científico y cultural, que aún se mantiene en gran parte inédito para la investigación

histórica contemporánea.

Es posible presentar la evolución del subsistema universitario venezolano, tomando como

criterios de periodización histórica y las principales reformas sufridas por la institución. En

este sentido, podríamos señalar como grandes periodos de evolución de la universidad

venezolana, los siguientes:

LA UNIVERSIDAD COLONIAL

En el reinado de Felipe V se funda la institución universitaria en la Provincia de Venezuela.

Efectivamente, el 22 de diciembre de 1721, el Rey, mediante decreto, concede al Colegio

Seminario de Santa Rosa de Lima la facultad para que pueda dar grados y erigirse este

colegio en Universidad.

En la universidad caraqueña, tal como lo señalan las Constituciones de 1727, la máxima

autoridad es el rector, designada, al principio por el Obispo, y más tarde, desde 1784, por el

claustro. En el caso del Carcelario o Canciller, el cargo se crea en 1737, disponiendo la

Real Cédula que el Carcelario y el Maestrescuela de la Catedral recayeran en la misma

persona, tal vez con el propósito de neutralizar los amplios poderes de los obispos. El

Protocolo de juramento de este funcionario nunca estuvo por encima de la figura del rector.

El peso de la iglesia era evidente, pero al revisar al interior de la institución las diferentes

instancias que la conformaban, llama la atención que sólo las Cátedras de Filosofía y

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Sagrada Escritura, permanecieron regentadas por los dominicos desde 1742, mientras el

resto, temporales y de propiedad, eran provistas por rigurosa oposición.

Sin embargo, el balance es crítico a la hora de evaluar o valorar el rol intelectual que le tocó

jugar a la institución universitaria en la segunda mitad del XVIII. En términos generales, la

universidad colonial se comporta orgullosamente independiente y se aferra a su tradición

escolástica.

En el caso particular de nuestra universidad existía un gran atraso de la instrucción pública.

La Universidad de Caracas fue foco de las ideas más conservadoras de la Colonia y aun

entrado ya el siglo XIX, y hasta la víspera de declararse la independencia, predominaba en

ella un espíritu enteramente opuesto al de todo el mundo civilizado. Y es evidente, que a

pesar de que de sus aulas egresaron importantes figuras intelectuales de nuestro proceso

emancipador, la institución universitaria, en su conjunto, se comportó más bien como una

estructura conservadora del estado metropolitano y defensora del antiguo régimen

monárquico.

Es por eso, que la crítica de los ilustrados se concentra fundamentalmente en la educación y

en la economía, ya que los viejos valores se tornaron insuficientes frente al reclamo de los

nuevos tiempos. El tiempo por venir, no era sólo de independencia política, era también de

cambio institucional y de reforma de las costumbres y la universidad debía responder a ese

reclamo. De allí la importancia de la Reforma de 1827 a los estatutos de la universidad

caraqueña, paso fundamental para su transformación en una institución al servicio del

nuevo proyecto republicano.

Ahora bien, el otro polo universitario colonial es el que se gesta en Mérida, a partir de la

fundación, el 29 de marzo de 1785, del Seminario Colegio de San Buenaventura de Mérida

de los Caballeros, por el Obispo Juan Ramos de Lora, quien dictó las Constituciones por

las cuales había de regirse esta modesta Casa de Estudios, que elevada luego a Seminario

habría de convertirse muchos años más tarde en Instituto Universitario. Efectivamente, en

junio de 1787, por Real Cédula, se aprueba el funcionamiento de la institución y, en 1795,

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se le concede permiso para dictar los Estudios Generales que habilitaran a sus estudiantes

para recibir los correspondientes grados académicos en la Real y Pontificia Universidad de

Caracas. Luego viene un largo y accidentado proceso de transformación del Seminario en

Universidad; es la Junta Patriótica de Mérida, en 1810, a la que le correspondió fundar esta

ilustre casa de estudios, la segunda de Venezuela, ya en los albores de la República.

Típicamente colonial, con gran peso de la iglesia que la mantiene bajo su control, aún en

los primeros años de la república, la Universidad de Mérida se mantuvo dormida a la falda

de su Sierra Nevada, iniciando su transformación en 1832, al incorporar en sus Estatutos las

reformas que promueve el Libertador Simón Bolívar en la Universidad de Caracas en

1827, reforma que define un nuevo tiempo histórico para nuestra universidad, el tiempo

histórico de la independencia nacional y del nacimiento de la República.

LA UNIVERSIDAD REPUBLICANA (1827-1936)

En los años de la independencia y primeros de la república venezolana de 1830, la

reorganización moderna de la Universidad de Caracas se debe a la iniciativa de Bolívar en

1827, quien tuvo el talento de ponerlas bajo la sabia dirección del Dr. José María Vargas,

verdadero propulsor del movimiento científico. Vargas fundó en el propio año la cátedra de

anatomía, y en 1832 la de cirugía. En 1842, gracias también a sus esfuerzos, se proveyeron

de instrumentos suficientes las de física experimental, anatomía y química.

Al comparar las dos constituciones, la de 1727 y la de 1827 se pueden apreciar los cambios

que se introducen en el modelo colonial, a partir de la absoluta separación que se hace de la

iglesia, como factor dominante en el quehacer universitario, la reforma del claustro, la

actualización de las cátedras, introduciendo en ellas las nuevas corrientes científicas, y la

asignación de rentas para darle base material a la autonomía universitaria. Con ello, se

buscaba adecuar la institución a la nueva situación jurídico-política de un país que transita

de la subordinación colonial a la condición de nación independiente.

La universidad se integra al sistema de instrucción pública del país, cuya organización y

funcionamiento va a regirse por el Código de Instrucción Pública de 1843. Se trata de la

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primera legislación educativa republicana. La creación de la Dirección General de

Instrucción Pública y la sanción de las leyes contenidas en el Código de 1843 van a dar el

marco legal y político al funcionamiento de las dos universidades con que cuenta la

república, la de Caracas y la de Mérida. Este Código señala que las universidades son las

únicas instituciones que pueden conferir grados académicos y que la Junta Gubernativa de

cada universidad estaría conformada por el rector, el vicerrector y seis catedráticos

borlados, seis en la de Caracas y tres en la de Mérida. Sin embargo, otro apartado indica

que el Poder Ejecutivo está en la potestad de reglamentar todo lo concerniente a la

enseñanza en las universidades y colegios nacionales. Como se ve, la Republica

Conservadora asume el principio del Estado Docente con toda fuerza, limitando con ello la

autonomía que se había logrado en la antigua universidad colonial.

En relación a la Universidad de Carabobo, el decreto firmado por el entonces Presidente de

Venezuela, General Joaquín Crespo, el 15 de noviembre de 1892, señala que se erige en

“Universidad de Valencia” el Colegio Federal de 1° Categoría de Carabobo, regido por las

mismas leyes y decretos que tiene la Universidad Central de Venezuela. Aunque la vida de

la institución fue efímera, puesto que en mayo de 1904 el gobierno del General Cipriano

Castro procede a su clausura.

Una situación parecida vive también la Universidad del Zulia. En 1883, el Colegio Federal

de Primera Categoría del Estado Falcón, Sección Zulia, se transforma en institución de

educación superior al otorgársele la facultad de conferir los grados de doctor en todas las

ciencias, con excepción de las eclesiásticas. Este es el colegio sobre el cual se va a erigir, el

29 de mayo de 1891, la Universidad del Zulia, instalándose formalmente el 11 de

septiembre de ese mismo año en el Templo de San Francisco de la ciudad de Maracaibo. Al

igual que la de Carabobo, su cierre se hace efectivo en 1904.

Las razones que explican esta penosa acción del gobierno del General Cipriano Castro se

pueden enmarcar en las siguientes categorías. En primer lugar, hay que referirse a la difícil

situación fiscal en que queda el país después del triunfo de la llamada “Revolución

Restauradora” de Cipriano Castro, el cual llega al poder por vía de la fuerza en diciembre

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de 1899. Lejos de cesar, la guerra civil continua, agravada en 1902 con el bloqueo de las

potencias europeas a los principales puertos venezolanos, lo cual llevó al gobierno a crear

nuevos impuestos y a rebajar sueldos y salarios, afectando, entre otros servicios, el

funcionamiento de las instituciones educativas, en especial, las universidades, las cuales

van a quedar reducidas a dos, la de Caracas y Mérida, en 1904. Pero hay también razones

vinculadas al interés de contrarrestar aquellas iniciativas regionalistas que como la de

Carabobo y el Zulia conspiraban contra el centralismo imperante desde la capital, además,

de los conflictos internos de carácter ideológico y científico que también estaban presentes

en aquellos años; es evidente, que la corriente positivista había ganado bastante terreno en

la reforma académica, de tal manera, que los sectores adversos a esta concepción científica

y a su filosofía no perdieron la oportunidad de justificar el cierre de 1904.

La universidad del siglo XIX, a partir de Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán

Blanco, sufrió cambios fundamentales, ya que fueron estos gobernantes quienes, restándole

autonomía electiva y la libre disposición de sus propiedades, rebajaron el viejo instituto a la

categoría de un gran colegio subordinado a la dirección del oficialismo. Además, llama la

atención los efectos del positivismo en la tradición humanística del siglo XIX, ya que la

introducción del positivismo desterró la enseñanza de la filosofía.

Pero es, entre los gobiernos de Castro y Gómez (1900-1935), que la universidad

venezolana va a sufrir su máximo estancamiento y retroceso. En 1900, una bufonada

escenificada por un grupo de estudiantes universitarios en contra del caudillismo de los

generales y que el gobierno interpretó como una ridiculización del Presidente Castro,

denominada “La Sacrada”, motivó en 1901 el cierre temporal de la Universidad. Luego, se

tomo la decisión de clausurar las universidades del Zulia y de Carabobo en 1904. Y entre

1912 y 1920, el cierre nuevamente de la Universidad Central pero por un lapso de ocho

años. Este acontecimiento ha sido tratado en términos generales como una retaliación del

gobierno gomecista en contra de la universidad, lo cual no deja de ser cierto.

Sin embargo, también se trataba de una especie de crisis de gobernabilidad interna que

llevó a la decisión drástica de cerrar la institución como medida de castigo, sin medir las

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consecuencias fatales que aquel acto del ejecutivo podía significar para el desarrollo de la

ciencia y la cultura, en aquel país agrario, atrasado, que apenas había logrado salir de casi

un siglo de guerras civiles, amotinamientos y golpes de estado.

Reabierta la Universidad en 1920, nuevamente es clausurada en 1921, después de la

detención de una serie de estudiantes que se sumaron a la huelga que llevaban a cabo los

trabajadores de la empresa británica Tranvías Eléctricos de Caracas. Aquella universidad

estaba enfrentada claramente al régimen gomecista, aunque no era una institución

realmente popular. En el fondo, había un enfrentamiento entre el sector gomecista

tradicional, formado por los tachirenses de extracción rural que acompañaron a Castro en su

Revolución Restauradora, y las capas burguesas urbanas que empezaban a emerger a la

sombra de la paz lograda por Gómez en 1909 y del negocio petrolero. De esa misma

juventud universitaria es que saldrán los líderes de la democracia venezolana del siglo XX,

fundadora de los partidos políticos modernos como AD, PCV y URD la cual va a nuclearse

alrededor de la denominada “Generación del 28”.

Fue nuevamente la Federación de Estudiantes de Venezuela, reconstituida en 1927, la que

toma la iniciativa de organizar la Semana del Estudiante alrededor del 12 de febrero,

Aniversario de la Batalla de La Victoria y Día del Estudiante Universitario.

Los actos que tuvieron mayor repercusión pública fueron los que se celebraron en el Teatro

Municipal de Caracas, donde se coronó la Reina de los Estudiantes y se leyó el poema de

José Pío Tamayo, “Homenaje y Demanda del Indio”; en el Panteón Nacional, donde habló

Jóvito Villalba y en la concentración estudiantil en La Pastora, donde participaron Joaquín

Gabaldón Márquez y Rómulo Betancourt. En aquella atmósfera festiva, los jóvenes

universitarios deslizaron críticas al gobierno y se hicieron ligeras alusiones a las libertades

perdidas y al imperialismo, lo cual fue suficiente para que la reacción gubernamental

actuara en lo inmediato, apresando a Villalba, Betancourt, Tamayo y Prince Lara. La

solidaridad estudiantil no se hizo esperar y en masa se presentaron aquellos jóvenes en las

puertas de las cárceles de Caracas, para entregarse voluntariamente, en apoyo a sus

compañeros. Doscientos catorce de ellos fueron detenidos y enviados al Castillo de Puerto

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Cabello, lo que generó manifestaciones y huelgas en diferentes ciudades del país en

solidaridad con aquellos jóvenes que una vez detenidos van a entrar en contacto con otra

universidad, la universidad de la cárcel, de donde se forjarán muchos de ellos como líderes

políticos, abrazando las ideas marxistas que recién había introducido entre aquella juventud

romántica, el poeta tocuyano José Pío Tamayo, líder de aquellas jornadas.

Se aprecia, pues, que la universidad caraqueña, en estas tres primeras décadas del siglo XX,

estuvo más en conflicto con el gobierno que en actividad académica y científica plena,

dejando al país, fundamentalmente, una generación de líderes políticos y sociales que van a

empezar a actuar de manera decisiva en la lucha por la democracia entre 1936, tras la

muerte del dictador, hasta 1958, cuando entre avances y retrocesos, entre gobiernos civiles

y militares, el país toma el curso de la modernización capitalista impulsada por la renta

petrolera y logra en 1958 la instauración definitiva de un modelo político de democracia

representativa. Revisemos brevemente las ejecutorias universitarias en este período de

transición.

LA UNIVERSIDAD EN EL PERIODO DE TRANSICIÓN “HACIA LA DEMOCRACIA”

(1936-1958)

La muerte de Gómez, el 17 de diciembre de 1935, le dio al país una nueva oportunidad. La

era gomecista, sin ignorar su saldo de entrega al imperialismo petrolero, de atraso social y

cultural y de los estragos de su régimen de terror, dejo un país muy alejado de las guerras

civiles de los caudillos militares del siglo XIX. Gómez, fue el último caudillo y con él

feneció aquella Venezuela cuya dinámica política se resolvía en el campo de batalla.

El cambio había sido drástico. Pasábamos de una Venezuela agraria, fundada en el poder de

los caudillos, a otra Venezuela que avanzaba en la urbanización acelerada y que levantada

su riqueza sobre la explotación y venta del petróleo, pero que sin embargo, no había

alcanzado aún estadios de progreso social, ampliación de los servicios públicos,

modernización de su aparato industrial, ni conocía de los avances de vivir en un verdadero

sistema democrático. Era un país que se había detenido a las puertas del siglo XX. Los

acontecimientos que siguen a la muerte de Gómez van a estar signados por esas

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aspiraciones colectivas de avanzar hacia el siglo XX, bajo los paradigmas de la modernidad

capitalista y de la democracia representativa. La universidad tenía mucho que ver con la

construcción de aquellos ideales colectivos, que ahora pasaban a ser verdaderos desafíos

políticos.

Como se sabe, el sistema universitario apenas contaba con dos universidades: la UCV, con

1.256 alumnos inscritos y la ULA, con 276. Y lo primero fue la ampliación del sistema

educativo superior con la fundación del Instituto Pedagógico Nacional, como Escuela

Normal Superior, el 30 de septiembre de 1936. En ese mismo año, se reinician las gestiones

para la reapertura de la Universidad del Zulia, la cual se logra en 1946 y en 1954 se fundan

las dos primeras universidades privadas el país: La Universidad Santa María y la

Universidad Católica Andrés Bello. Este hecho tiene que ver con la política educativa

llevada a cabo tanto por la Junta Militar de Gobierno que derroca al Presidente Rómulo

Gallegos, en 1948, como por el gobierno dictatorial del General Marcos Pérez Jiménez

(1953-58) en el que se le dio gran impulso a la educación privada.

La fundación de la Universidad Santa María (USM) tiene mucho que ver con la crisis que

vive la Universidad Central de Venezuela en el gobierno dictatorial del General Marcos

Pérez Jiménez, ya que a pesar de que a su gobierno se le debe la inauguración de la

“Ciudad Universitaria” en 1953, por otro lado, los derechos autonómicos que se habían

recobrado en el trienio 1945-1948, fueron nuevamente perdidos en 1952, cuando el

gobierno impone un Consejo de Reforma en la UCV el cual removió a todas las autoridades

y expulsó a un elevado número de profesores y estudiantes. Como consecuencia de ello

hubo violentas protestas estudiantiles contra las autoridades impuestas y las clases fueron

suspendidas indefinidamente. Pues bien, la USM inicia sus actividades el 21 de octubre de

1953 con las Facultades Derecho, Economía y Farmacia, y entre sus autoridades y docentes

van a estar presentes una gran parte de aquel profesorado de la UCV que había sido

expulsado por la intervención de 1952. Este período culmina con la activa participación de

estudiantes y profesores de la UCV en el derrocamiento de la dictadura pérezjimenista, el

23 de enero de 1958. Destaca, entre aquellos acontecimientos, la huelga estudiantil del 21

de noviembre de 1957, como respuesta a los resultados del plebiscito organizado por el

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gobierno el 4 de noviembre de aquel año y que daban triunfador a Pérez Jiménez. En fin,

las acciones estudiantiles no se limitaron a la UCV, sino que se extendieron a la

Universidad Católica Andrés Bello y a la Universidad de los Andes. La caída del régimen

militar y la inauguración de la democracia representativa le abrían un nuevo tiempo

histórico a la universidad venezolana.

DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA A LA UNIVERSIDAD EXPERIMENTAL (1958-

1970)

Una de las primeras acciones que toma la Junta de Gobierno de 1958, fue la de nombrar

una Comisión Universitaria encabezada por el Dr. Francisco de Venanzi, quien asumió la

dirección de la UCV y más tarde se transformó en el primer rector electo, en el siglo XX,

por sufragio universal, directo y secreto del Claustro, para el trienio 1958-1963. Esa misma

Comisión elaboró un anteproyecto de Ley de Universidades donde se restablecieron los

principios de autonomía y se creaba, como órgano único nacional destinado a coordinar al

sector universitario, el Consejo Nacional de Universidades. Este anteproyecto dio paso al

Decreto Ley N° 458, del 5 de diciembre de 1958, sancionado por el Dr. Edgar Sanabria,

como Presidente encargado de la República, y con el cual se derogaba la Ley de

Universidades del 2 de agosto de 1953. Sin embargo, luego de las elecciones de diciembre,

sale electo Rómulo Betancourt en representación del partido Acción Democrática,

abriéndose nuevamente un periodo de confrontación con las universidades, especialmente a

partir de 1960 cuando la universidad pasa a ser escenario del conflicto político del gobierno

con la oposición de izquierda que culmina con la suspensión de las garantías

constitucionales. La UCV no sólo fue cerrada en varias oportunidades, sino además,

allanado el recinto universitario por tropas del ejército.

Pero hay un acontecimiento institucional de gran significación por sus efectos posteriores

en la organización del sistema universitario nacional, como fue la creación, según Decreto

de fecha 6 de diciembre de 1958, de la Universidad de Oriente, puesto que esta nueva Casa

de Estudios Superiores nacía bajo el concepto de Universidad Experimental, la cual no

gozaba de la autonomía establecida en la Ley, ni se ajustaba totalmente a la estructura

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académica tradicional. Con ello, el subsistema universitario ya dividido en universidades

públicas y privadas va a sufrir una subdivisión más, entre universidades públicas

autónomas y universidades nacionales experimentales, con autonomía restringida y

totalmente dependientes del gobierno a través del Ministerio de Educación. Más tarde, la

Universidad de Oriente obtendrá su estatuto de universidad autónoma. En consecuencia, en

este período aparece un nuevo modelo de universidad, que la Ley de Universidades de 1970

no define, pero que va crecer con el tiempo.

EXPANSIÓN, CRISIS Y REFORMA DEL SUBSISTEMA UNIVERSITARIO (1971-2005)

Este incremento de las instituciones universitarias en Venezuela, especialmente en las dos

últimas décadas del siglo XX y principios del XXI, ha sido calificado por muchos

observadores y analistas como un fenómeno de crecimiento cuantitativo que ha conspirado

con los niveles de calidad que exige todo servicio educativo, a pesar de que se aprecia,

paralelamente, un desequilibrio real entre la demanda de educación superior universitaria y

oferta pública, lo cual ha derivado en una ampliación del sector privado.

Así, mientras entre el 2000 y 2005 sólo fue incorporada una universidad pública al sistema

de educación superior, la Universidad Bolivariana de Venezuela, del lado de la universidad

privada se cuentan la Alonso de Ojeda, Arturo Michelena, Católica Cecilio Acosta, Dr. José

Gregorio Hernández, José Antonio Páez, Monteávila y Panamericana del Puerto, creadas

entre 2002 y 2004. Se trata, pues, de un conglomerado institucional que pugna por

transformarse en un verdadero sistema educativo nacional cuya reconstrucción y

comprensión histórica está por realizarse, más allá de la crónica y la apología aniversaria,

desde las perspectivas de la moderna ciencia de la historia en cuyo seno se desarrolla

actualmente una nueva historia social e institucional de la educación y la pedagogía como

Programa de Altos Estudios y como Línea de Investigación en correspondencia con los

cambios socio-políticos, científicos y culturales que se vienen desarrollando en la sociedad

global contemporánea.