Prehistoria

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Las dos sencillas preguntas con las que se inicia todo estudio histórico - ¿cuándo? y ¿dónde? - , marcan sin duda las coordenadas básicas sobre las que se asienta el abordaje de la investigación y del conocimiento histórico. Pero a su vez, la necesidad de abordar los espacios y tiempos, exige el recurso de la periodificación. Así, los historiadores han dividido el devenir de la humanidad en etapas aislables – períodos – a los que denominan épocas o edades, cada uno de los cuales está delimitado por acontecimientos convencionalmente aceptados como indicadores del tránsito de un período a otro. Cada uno de estos segmentos de espacio – tiempo, reúne una cierta unidad, más allá de sus especificidades propias. Las manifestaciones artísticas, filosóficas, las formas políticas, los acontecimientos sociales, los movimientos religiosos, las mentalidades colectivas, las ideologías, etc., constituyen un entramado que reúne a culturas, civilizaciones y sociedades muy disímiles pero que sin embargo comparten su contemporaneidad. Encontrar esos hilos ocultos ayuda muchas veces a una comprensión más acabada de la maravillosa aventura del hombre en la Tierra.

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TIEMPOS Y ESPACIOS HISTÓRICOS

Las dos sencillas preguntas con las que se inicia todo estudio histórico - ¿cuándo? y ¿dónde? - , marcan sin duda las coordenadas básicas sobre las que se asienta el abordaje de la investigación y del conocimiento histórico. Pero a su vez, la necesidad de abordar los espacios y tiempos, exige el recurso de la periodificación. Así, los historiadores han dividido el devenir de la humanidad en etapas aislables – períodos – a los que denominan épocas o edades, cada uno de los cuales está delimitado por acontecimientos convencionalmente aceptados como indicadores del tránsito de un período a otro. Cada uno de estos segmentos de espacio – tiempo, reúne una cierta unidad, más allá de sus especificidades propias. Las manifestaciones artísticas, filosóficas, las formas políticas, los acontecimientos sociales, los movimientos religiosos, las mentalidades colectivas, las ideologías, etc., constituyen un entramado que reúne a culturas, civilizaciones y sociedades muy disímiles pero que sin embargo comparten su contemporaneidad. Encontrar esos hilos ocultos ayuda muchas veces a una comprensión más acabada de la maravillosa aventura del hombre en la Tierra.

PREHISTORIA

La Prehistoria abarca desde la aparición del hombre, aproximadamente en el 2.000.000 AC., hasta el surgimiento de la escritura, aproximadamente en el 4.000 AC.

Durante el período Paleolítico, el hombre practicó una economía depredadora (es decir, improductiva, no devastadora), viviendo de la caza, la pesca y la recolección. Esto implicó un modo de vida nómada. El hombre paleolítico vivió al aire libre o en cavernas, en hordas de unos veinte miembros, que tal vez conocieron la organización familiar (se han encontrado enterramientos de parejas con hijos) y quizás contaron con autoridades ocasionales para la defensa, la caza mayor o los grandes desplazamientos. Durante esta época empleó como utensilios piedras, hachas de mano y propulsores, creó el arco y la flecha y dominó el fuego. Se le atribuyen creencias animistas, además de ritos vinculados al culto a la fecundidad, a prácticas mágicas y a la vida de ultratumba (colocación de utensilios junto al muerto, enterramiento de éste en posición de sueño, empleo de pintura roja y restos de fuego, ambos asociados con la vida).

Se denomina arte rupestre a las pinturas y relieves ejecutados en las paredes de las cavernas hacia fines del Paleolítico, uno de cuyos ejemplos más sobresalientes es el de Cueva de Lascaux (Francia). Su temática es básicamente animalística, abundando las figuras de bisontes, toros, caballos, ciervos, cabras, etc., o sea, de grandes presas de caza. Estas imágenes van acompañadas de signos: rayas, zig zags, puntos, aspas, rectángulos con o sin subdivisiones, óvalos, etc. y no tienen fondos paisajísticos. Los animales representados pueden encontrarse superpuestos, lo que implica una especial valorización del lugar en el que fueron pintados, que con frecuencia es poco accesible. No se utiliza una misma escala ni se respeta necesariamente la no convivencia de ciertas especies en la naturaleza, que aparecen juntas en las obras. El color se aplica en seco con trozos de óxido de hierro o manganeso o carbón de madera o hueso, o líquido mediante los dedos, pinceles o tubos de soplar con efecto de aerógrafo. Su empleo va desde la monocromía hasta la policromía que incluye ocre, rojo, amarillo y marrón oscuro. El tratamiento de algunas de las imágenes de Lascaux es de un acabado naturalismo, determinado por el claroscuro, el escorzo (alteración de dimensiones y ángulos que sugiere profundidad), el traslapo (superposición de imágenes que sugiere planos) y la captación del movimiento a través de la posición de las patas. Por su calidad, algunos autores las consideran obras de un especialista, un miembro no cazador de la horda, mantenido por ésta para cumplir su función. Sin embargo, la fidelidad al modelo, nos habla de alguien acostumbrado a ver animales vivos.

Cueva de Lascaux

Pese a que la representación de seres humanos y la composición en escenas suele ser cronológicamente posterior, en la Cueva de Lascaux existe un episodio, de tratamiento estilizado y monócromo, en el que un ser humano de sexo masculino con cabeza o máscara de ave es embestido por un bisonte herido. Bajo el hombre, el autor dibujó un objeto o signo que podríamos describir como una flecha con un pájaro en el extremo opuesto a la punta.

En la Cueva de Altamira el artista aprovechó el relieve natural de la roca para crear figuras cuya tridimensionalidad no es una ilusión óptica. Cada saliente del techo corresponde al cuerpo de un bisonte cuyos detalles anatómicos fueron acomodados en función del relieve preexistente: si la cabeza no entra, se pinta sobre el lomo mirando hacia atrás, si las patas no caben se pliegan bajo el vientre. Como las salientes que sugirieron las formas al pintor están separados entre sí, el efecto de conjunto es una serie de figuras aisladas en distintas posiciones y actitudes, no una escena.

En el período Mesolítico (transición hacia el Neolítico), las pinturas se ubican en lugares más accesibles, tales como la boca de las cavernas o al aire libre. Abundan las figuras humanas y los animales de tratamiento esquemático representando escenas de caza, pastoreo, combate o baile. La estilización de las pequeñas siluetas, apreciable por ejemplo en la Cueva de Cogul (pintada, como Lascaux, en diversas etapas), demuestra menor interés en el ser dibujado que en su acción. Para acentuar el dinamismo se recurre a la técnica expresionista de distorsionar la realidad, como ocurre con las piernas largas de los hombrecitos de la Cueva Remigia, que sugieren velocidad.

Cueva Altamira

Cueva de Cogul

CUEVA REMIGIA

Para algunos historiadores, las pinturas rupestres no tienen otra finalidad que la del “arte por el arte”. Otros identifican a los animales con totems, es decir, con antepasados míticos de un clan. Las escenas de caza han dado lugar a la explicación de la “magia simpática”, atribuyéndole a las pinturas una función propiciatoria, o sea que se representa lo que se quiere que suceda. En esta línea interpretativa, dibujar animales con el vientre combado es invocar a la fertilidad y la abundancia. Leroi-Gourhan es autor de una discutida teoría basada en un estudio estadístico que explica la combinación artificial de especies animales en las representaciones, adjudicándole a algunos animales y signos carácter masculino (caballo, cabra, ciervo, líneas y puntos) y a otros femenino (bisonte, toro, óvalos, triángulos). Su asociación haría de la caverna un santuario de fecundidad.

Se denomina arte mobiliar a las manifestaciones artísticas prehistóricas portátiles, tales como instrumentos y armas de hueso o piedra tallados y/o grabados y esculturas. Por toda Europa han sido halladas pequeñas esculturas de figuras humanas femeninas en piedra, las Venus, cuyo nombre, tomado de la mitología romana (diosa de la belleza y el amor) es apropiado a la interpretación que las vincula a la característica femenina de la fecundidad, en virtud del hiperdesarrollo de los rasgos propios de las mujeres (senos, vientre, glúteos) que contrasta con la esquematización del rostro y los miembros. Conviene recordar que es muy probable que, en la época de su ejecución, los hombres ignoraran su participación en la fecundación y consideraran por consiguiente a las mujeres como las únicas creadoras de vida. Las Venus no presentan ropa ni adornos y agregan al eje de simetría vertical, natural en el ser humano, un eje horizontal que les da una constitución romboidal, particularmente apreciable en la Venus de Lespugue. La terminación en punta de sus extremidades inferiores podía servir para insertarlas en el suelo. En la Venus de Willendorf , de 11 cm de estatura, el logrado naturalismo del ombligo, el pubis y las rodillas, descarta la falta de habilidad del artista como causa de la omisión de los detalles del rostro. Más bien se trata de una opción intencional, basada en la voluntad de destacar ciertos aspectos en detrimento de otros.

Venus de Lespugue

Venus de Willendorf

La Revolución Neolítica, es decir, el pasaje de una economía depredadora a una economía productora, tuvo lugar en el Cercano Oriente aproximadamente en el 6.000 A.C., expandiéndose de allí a Europa y Africa, y en el 3.000 A.C. en América. Como posibles causas, se manejan la evolución natural, el fin de la era glaciar y la consiguiente adaptación a los cambios climáticos que trajo aparejados, la eficacia de las armas del Paleolítico superior que disminuyó la caza, y el aumento demográfico que la hizo insuficiente como fuente de alimentación.

El hombre neolítico practicó la agricultura y la ganadería, llevando una vida semisedentaria mientras empleó la azada para cultivar, y sedentaria cuando comenzó a usar el arado. Construyó su vivienda en barro, ladrillo o piedra y residió en aldeas donde los lazos familiares se hicieron más sólidos y las autoridades permanentes. En la aldea, hombres, mujeres y niños se dividen las tareas y nacen la cestería, la cerámica y el tejido. Sus creencias se relacionan con los fenómenos naturales que rigen las tareas agrícolas.

Conocemos la capacidad del hombre del Neolítico para resolver problemas arquitectónicos a través de los megalitos, construcciones elaboradas con grandes bloques de piedra cuya extracción, traslado y colocación requirió de la actuación coordinada de especialistas y numerosos trabajadores. Los menhires son piedras verticales de una altura de 10 a 20 m. Pueden hallarse aislados o alineados como en Carnac (Francia), donde se conservan casi 3.000 menhires. Probablemente estuvieran destinados a señalar sepulturas o a alojar temporariamente el espíritu de los muertos. Los dólmenes son cubiertas horizontales apoyadas en dos soportes verticales, simples como el de Sorginetxe (España) o precedidas por un corredor de acceso y protegidas por un túmulo de piedras como en el dolmen de recinto doble de Larcuste I (Francia). Debajo de ellos se han encontrado restos humanos, por lo que se los considera cámaras sepulcrales. Los cromlech son disposiciones circulares de menhires y dólmenes. El mejor conservado es el de Stonhenge (Inglaterra), cuyos bloques de hasta 6,5 m de altura resaltan en la llanura en la que fueron erigidos. El piso fue acondicionado para emplazar las piedras y éstas se tallaron para encajar entre sí. La precisión de la colocación de los bloques con respecto al movimiento del sol permite inferir su carácter de observatorio astronómico o centro de culto al sol. Es razonable que una obra monumental como ésta estuviese dedicada a lo que constituía la base de la supervivencia del hombre neolítico: la observación de las estaciones en las que se desarrollaba la actividad agrícola. En realidad en su origen, en el Neolítico avanzado (2.450 A.C. – 2.200 A.C.), era sólo un foso circular de unos 100 metros de diámetro. Posteriormente, se colocaron dos círculos concéntricos de menhires y un alineamiento de megalitos que marca la avenida de acceso, orientada hacia el punto de salida del sol en el solsticio estival (21 de junio), y finalmente, en el centro del monumento, los dólmenes y el “altar”.

Carnac Menhires

DOLMEN DE SORGINETXE

Stonehenge

Tanto en la escultura como en la recién nacida cerámica se registra una tendencia a la geometrización que puede verse como una defensa ante un mundo cambiante y caótico – ya que lo geométrico transmite sensación de inmutabilidad – o como una manifestación del dominio del hombre sobre la naturaleza. Según Huyghe, el arte que nace simplifica por incapacidad de seguir a la naturaleza en todos sus componentes. En una segunda etapa se trata de vencer esta incapacidad y surge el naturalismo. Posteriormente el arte se refina y prescinde de la imitación a través del esquematismo o “realismo conceptual”. Ejemplo de este estadio evolutivo son las Venus neolíticas, pequeñas estatuillas de barro, piedra o hueso, a las que se les atribuye la misma función de sus predecesoras paleolíticas. En Ovcharevo (Rumania) se han encontrado estas Venus, así como piezas de cerámica decoradas con figuras geométricas. Las decoraciones geométricas de la cerámica reciben interpretaciones simbólicas, como por ejemplo la que relaciona a la espiral con la eternidad y a las guardas que repiten rítmicamente algún motivo con el ciclo de las estaciones.

CERAMICAS DE OVCHAREVO (RUMANIA)

CERAMICA NEOLITICA