Pregón 2010.Justo Ayuso

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PREGÓN DE LA

SEMANA SANTA 2010

HINOJOSA DEL DUQUE

Parroquia de San Juan Bautista

Justo Ayuso BarberoHinojosa del Duque, 20 de marzo del 2010.

Pregón de Semana Santa 2010 Justo Ayuso Barbero

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PREÁMBULO

En este pueblo cristiano, la Semana Santa no es un simple festejo ni una efemérides pasajera. Este pueblo sabe que la tragedia de la Pasión y Muerte del Redentor es un hecho no sólo de ayer, sino de hoy y de siem-pre porque Cristo sufrió y murió por todos los hombres. Sabe que para el cristiano todo el año es Semana Santa y que esta Semana Grande debe servirnos para meditar sobre los misterios más sagrados de nuestra Fe. Hemos de proyectar esta Fe en todas nuestras acciones y todos los días de nuestra vida, para que cada uno de esos días sea al mismo tiempo Jueves Santo de Amor Fraterno, Viernes Santo de Cruz y Redención y Domingo Glorioso de Nuestra Resurrección.

SALUDOS

Buenas noches.- Reverendos Párrocos y Consiliarios de las Hermandades de Pasión.- Señor Alcalde y miembros de la Corporación Municipal.- Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno de las Cofradías de Semana

Santa- Señor Presidente de la Agrupación de Cofradías- Componentes de la Banda de Tambores y Cornetas de la Cofradía de

la Oración en el Huerto, que con su buen hacer, ha dejado este hermoso templo impregnado del mejor ambiente cofrade.

- Cofrades, Hinojoseños y amigos todos.Señoras y Señores:

Cuando unos días antes de la celebración del nacimiento de Cristo se presenta en mi casa el Presidente de la Agrupación don Gumersindo Ro-mero y me dice que viene como portavoz de la Agrupación para propo-nerme ser el pregonero de la Semana Santa 2.010, de verdad os digo que pensé era una más de sus muchas bromas. Tras reírnos un rato y ver la expresión de su cara empecé a calibrar que hubiera algo de verdad en sus


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palabras. Pronto pasé de la risa a un estado de inquietud y desasosiego. Por un lado era un gran honor que los Hermanos Mayores de las cuatro Cofradías de Penitencia pensaran en este humilde cofrade para tan alta empresa. Por otro lado, era una gran responsabilidad ser anunciador de la Semana Mayor hinojoseña y no estar a la altura que ésta se merece.

Lo medité, lo pensé y lo dudé, pues entiendo que debe haber otras mu-chas personas con más merecimiento que yo. Personas que sin duda serán más doctas en la oratoria y en la narrativa, artes de las que no paso de ser un simple lego.

Por fin me decidí y aquí estoy, con humildad pero con la decisión que me mueve a hablar de lo que vivo con pasión, con entrega y respeto. La misma pasión, la misma entrega y el mismo respeto que trajeron hasta aquí los veinte pregoneros y pregoneras que me han precedido: desde el que llevó a cabo D. Jorge Ruiz Bru allá por 1.990, hasta el de Mari Carmen Alcudia del pasado año.

Presidentes, de corazón os digo a los cuatro que gracias por haber depo-sitado en mí vuestra confianza para tan noble propósito.

Gracias también a ti, amigo Paco, por las emotivas palabras que sobre mi persona acabas de pronunciar en la presentación.

Me gustaría no defraudaros, ni tampoco a todos los que os habéis con-gregado en este santo lugar para escuchar mi relato. Utilizando como ve-hículo mi palabra, quiero poder llegar hasta vuestros corazones, y en de-finitiva, vivir unos momentos agradables esperando que la emoción que me embarga, no quebrante mi voz por causa de algún nudo que se forme en mi garganta.

Provengo de una familia cristiana. Por la rama materna puedo enorgu-llecerme de haber tenido un tío sacerdote y una tía monja. Ambos, triste-mente desaparecidos. Yo mismo pasé varios de mis mejores años en un Seminario Carmelita, a cuya Virgen le pido ayuda esta noche.


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Sin embargo, no se vivía en mi casa un ambiente cofrade. Nadie de los más cercanos pertenecían a Cofradías de Penitencia. Sólo por la rama pa-terna, mis tíos Andrés y Nazario tenían contacto con este extraordinario mundo.

Fue tras conocer a Paqui, hoy mi esposa, cuando comencé a vivir desde dentro el sentir de las Hermandades. Primero como costalero del paso de la Virgen de los Dolores, y más tarde, cuando me lo pidió el entonces presidente José Manuel Murillo Fernández (Mané) en su Junta Directi-va ocupando diversos cargos. Desde esos momentos, que serían allá por el 86-87 he seguido año tras año participando de la Semana Santa. He andado el camino de los cofrades pasando cada cuaresma por una nueva realidad, y con una nueva vida. Camino que nos adentrará muy pronto en la Semana Mayor y que tendrá su momento de mayor esplendor con la Pascua de Resurrección.

Quiero hacer mención, antes de adentrarnos en los Misterios de la Pa-sión, de lo acontecido en los últimos años en Hinojosa. De las cuatro Cofra-días de Penitencia que tenemos en la localidad, tres de ellas han celebrado ya el primer cincuentenario de su fundación, y la cuarta su veinticinco aniversario.

Esto ha llevado a nuestra ciudad a vivir una situación excepcional, pues además de llevar a cabo los correspondientes actos religiosos, pregones y exposiciones, se han realizado salidas procesionales extraordinarias en fechas no habituales. Estos actos y actividades, que duda cabe, contribu-yen a ensalzar la Semana Santa, contribuyen a elevar el nivel cultural de nuestro pueblo, y contribuyen, por supuesto, a realizar un Acto de Fe de todos los hermanos cofrades.

Y dando muestra de lo que digo, esas cuadrillas de costaleros que si ya sufren bajo el paso en el mes de marzo o abril, quién puede imaginar lo que padecerán en las calurosa noches de verano.


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Desde aquí, mi más sincera enhorabuena a las cuatro por haber vuelto a impregnar las calles de Hinojosa con los olores de la Pasión: olor a lirios, a rosas, a claveles y azucenas y por supuesto olor a cera e incienso.

Cuando una Cofradía cumple 25 o 50 años hay que celebrarlo, porque eso es fruto de la labor de muchas personas que en el transcurso del tiem-po han trabajado muy duro. Trabajo, esfuerzo y entrega por unas herman-dades que están más vivas que nunca, porque sus hermanos están unidos en un proyecto común que ojalá les lleve a celebrar muchos más aniversa-rios. Dios así lo quiera.

VIERNES DE DOLORES El Viernes de Dolores las tres parroquias de Hinojosa están abiertas a

los fieles para que éstos, todos nosotros, acudamos a la Madre pidiendo protección.

En la Caridad ante María Santísima en su Soledad. En El Carmen ante la Virgen de los Dolores, y también en San Juan, donde, además, la her-mandad de la Oración en el Huerto hace una salida procesional portando la Virgen Dolorosa.

Antes de la función, manos expertas han vestido cuidadosamente a Ma-ría para la salida. Se han decorado las andas con elegancia y sencillez. El aire se impregna de olor a nardos que se mezcla con el humo de las velas. Velas que van indicando el camino a una Virgen que espera sumisa la hora de acompañar a su Hijo por las calles de Hinojosa.

Será una procesión íntima, de recogimiento. Los acompañantes hare-mos el trayecto rezando el rosario e iluminaremos con la tenue luz de nuestra vela el rezo de los misterios de dolor. Este suave murmullo se verá de pronto roto cuando ya cercano al templo, la Banda de Tambores y Cor-netas de la Cofradía rasgue el silencio de la noche para acompañarla en el


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último tramo de su recorrido.Calles como Calderón de la Barca, Góngora, Anita María, Fray Luis de

León y otras muchas por las que no transita procesión alguna, habrán po-dido contemplar a la Madre Dolorosa y pedir su protección.

SÁBADO DE PASIÓN

Tras el viernes dedicado a los Dolores de la Virgen, el Sábado de Pa-sión.

Desde el convento carmelita, los niños y niñas de la Cofradía de la Mise-ricordia llevan unos años saliendo a la calle en lo que se ha dado en llamar “Semana Santa Chica”.

Ellos, imitando a los mayores portan a hombros al Stmo. Cristo de la Misericordia, hecho a su medida, en Estación de Penitencia..

Desde aquel año 2.006 seguimos viendo esta procesión con esperanza, ternura y simpatía, conscientes de su inocencia pero con la certeza de que algún día serán referentes de las cofradías hinojoseñas.

DOMINGO DE RAMOS

Se dice en nuestra tierra que el Domingo de Ramos el que no estrena, no tiene manos. Debe ser que el día, por su grandeza, invita a vestirse de júbilo y a ponerse las mejores galas. Galas que luciremos durante toda la Semana Santa y que sin duda contribuirán a dar esplendor a este domingo de fiesta, de bullicio, de estreno, de alegría y de gozo por los nuevos cofra-des que acompañarán al Señor de la Borriquita.

La torre de la Catedral de la Sierra se alza orgullosa en el cielo saludan-do a todos los que se acercan para la bendición de las palmas. Este año, las campanas, recién restauradas, lanzarán sus mejores sonidos al viento mientras se van ordenando en el pasillo central los pequeños hebreos. Ese


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es el verdadero estreno: “la sonrisa inocente de los niños”.Tras la bendición, asomará la borriquita con ese espíritu infantil de los

que serán el futuro no sólo de las cofradías, sino de la fe cristiana. Ánimo pequeños, ánimo y a construir un futuro lleno de esperanza que se inicia aclamando a Jesús a lomos de tan humilde animal. Nosotros, el pueblo, fuimos a su encuentro para acompañarlo triunfante entre palmas y olivos, ente vivas y vítores porque nos traía un mensaje nuevo, porque era nues-tro guía y nos anunciaba un reino mejor. Reino en el que sus gobernantes no se rodean de guardias ni soldados, ni empuñan espadas, sino que traen en una mano una palma y en la otra la bendición..

LUNES

Es en Hinojosa el lunes un día de tregua procesional, cuando, todas la Hermandades empezamos el trabajo duro en el montaje de los pasos. Se desempolvan y limpian ornamentos. Las bandas ultiman los ensayos de sus marchas. Los costaleros hacen lo propio. Se adivinan las delicadas manos de las camareras vistiendo a sus titulares. Ellas irán poniendo en su sitio vestiduras, sayas, mantos y cordones. En todas las iglesias se oyen golpes de martillos, sierras, destornilladores, y los voluntarios se afanan trayendo y llevando faroles, cruces de guía, varales, candelería,....En fin, es el ajetreo que anticipan el momento importante de lo que se avecina.

MARTES

Del convento de los Padres Carmelitas, el martes, saldrá el Vía Crucis para recorrer las calles de su parroquia, con el mismo fervor que si se hi-ciera en la Vía Dolorosa de Jerusalén. Allí se debió iniciar esta costumbre cuando ciertos lugares por donde Cristo pasó con la Cruz se convirtieron en lugar de peregrinación desde la época del emperador Constantino.

Llevamos a cabo un camino de oración que busca adentrarnos en la


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meditación de Jesucristo en su camino al Calvario. Durante la noche ce-rrada, iluminada por antorchas, sólo se oye el rezo de los feligreses en cada una de las Estaciones.

Nosotros, cristianos, somos conscientes de que el Vía Crucis del Hijo de Dios no es solamente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos, que cada paso del condenado, cada gesto o palabra suya, nos habla continua-mente. En su pasión y muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el Hombre.

Las Estaciones, nos ayudan a renovar el recuerdo de los sufrimientos de Cristo en su camino, desde el pretorio, donde fue condenado a muerte, hasta el Monte Calvario, donde por nuestra salvación murió en la cruz.

Bajo la presión del pueblo es condenado a muerte, pero nosotros no po-demos lavarnos las manos como hizo el pretor de Roma.

Carga con una pesada cruz sobre sus espaldas. Contemplad lo que el hombre ha hecho con su Dios.

Cae bajo el madero porque al Hombre le fallan las fuerzas y no recurre a sus fuerzas sobrehumanas. No recurre al poder de los ángeles que podría poner el Padre a su disposición.

La Madre, que seguro iba tan cerca de Él como la dejaran, se encuen-tra con el Hijo. La humillación de Él es la suya, suyo el oprobio público de Jesús. ...”Y una espada atravesará tu alma” como le había predicho el piadoso Simón.

Otro Simón, el de Cirene, es obligado a ayudarle a llevar la cruz. Al prin-cipio es obligado, pero sintiendo tan de cerca la Misericordia de Jesús, la abrazó y fue motivo de su conversión.


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Cuando la Verónica le limpia el rostro, éste queda marcado en el paño como se imprime su espíritu en todo acto de caridad.

Hay una segunda caída antes de encontrarse con las mujeres de Jeru-salén a las que pone sobre alerta: “ No lloréis por mí, llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos”.

A la llegada al Gólgota, lo despojan de sus vestidos. Ese cuerpo desnudo cumple la voluntad del Hijo y del Padre en cada llaga, en cada estremeci-miento de dolor, en cada músculo desgarrado, en cada reguero de sangre que de él brota.

Lo clavan en la cruz. Todo el cuerpo en máxima tensión. Bajo esas cir-cunstancias y ese sufrimiento es capaz de decir: “Padre, perdónalos por-que no saben lo que hacen”.

Muere crucificado, y en la horizontalidad de sus brazos extendidos a lo largo del madero transversal parece querer abrazar al hombre y al mun-do.

Descendido es puesto en manos de María, que tras haber sido la madre más dichosa, es también ahora la más desdichada y atormentada.. Paga con su corazón, y se vuelve a cumplir lo que el justo Simón dijo en el tem-plo el día de la presentación: .....”Y una espada atravesará tu alma”.

Vuelve a estar Cristo en brazos de su Madre como lo estuvo en el portal de Belén, como lo estuvo durante la huida a Egipto, como lo estuvo en la presentación en el templo y ahora como La Piedad..

Le dan sepultura en una tumba de José de Arimatea. En ella Jesús vence a la muerte con la muerte. Todos los hombres que contemplan el sepulcro de Jesucristo, viven la esperanza de la resurrección.


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MIÉRCOLES SANTO

Ya es Miércoles Santo. Cuando caiga la primaveral noche sobre Hino-josa, de El Carmen los primeros capirotes blancos conducen la salida del Paciente y Humilde Cristo.

El Cristo inocente, que ha sido condenado y atado como un malhechor, bajará la corredera. Recorrerá las adoquinadas calles mientras nos fija-mos en sus ataduras que en realidad son las nuestras, y que son las que nos impiden por su materialidad seguirle.

Pronto será despojado de sus vestiduras, golpeado y azotado y corona-do con una corona de espinas sobre su cabeza.

Con la cabeza gacha, resignado por el castigo al que está siendo some-tido, muestra una actitud de humildad impropia de un rey terrenal, pero no de un Rey Celestial. Con este silencio muestra el amor que nos tiene y nos enseña el camino hacia la verdadera libertad: hacia Él.

Los cofrades debemos imitarle en su Humildad y en su Paciencia. No-sotros, que al llamarnos cofrades, estamos obteniendo uno de los pocos títulos que puede alcanzar la persona que conlleva, casi exclusivamente, obligaciones. Obligaciones personales, familiares, profesionales y sociales. Hay que estar siempre vigilantes para ser modelo a seguir para el resto de los cristianos y demás conciudadanos. La misión apostólica, tanto dentro como fuera de la propia hermandad debe ser continuada. Se ha de basar en una realidad catequística a través de los Sagrados titulares, e interpe-lando al resto de la sociedad de muy diversas formas, pero siempre desde la contemplación y la observación. Desde la Humildad y la Paciencia.

JUEVES SANTO

Cuando a media mañana del Jueves Santo mis pasos me acercan a la iglesia de San Juan para ayudar en los últimos retoques, es normal encon-


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trar allí un buen número de hermanos encañando flores, limpiando cam-panillas, subiendo cajas al coro, y los que tienen mejor arte en sus manos colocando en el paso rosas, claveles, gladiolos, orquídeas......

Nunca estuve a esas horas en las otras parroquias, aunque es fácil supo-ner que todas están con las mismas o parecidas faenas. El ambiente que se respira es jovial y alegre porque por fin han llegado los grandes días.

Por la tarde, tras los oficios, el templo comienza a poblarse de nazarenos que nerviosos van colocando la vela en sus faroles. Al mismo tiempo, se van encendiendo los cirios de los pasos y los costaleros se preparan para su pesada carga ciñéndose la faja.

Raro es el año que no hay que mirar al cielo, que si han caído unas go-tas, que si el hombre del tiempo ha dicho..., que en Internet acabo de ver la predicción, que ya viene claro...... en resumen, lo de todos los años.

Por fin la Oración en el Huerto ha hecho acto de presencia en la plaza. Le acompañan los nazarenos con túnica malva y capa blanca. Lucen en su pecho un cáliz con el que le recuerdan a Jesús que no es posible apartarse de esa copa. Y una Cruz con la que le señalan el camino de sufrimiento que le espera.

Cristo, después de la cena buscó fortaleza en la oración con los suyos. Se fue al Huerto de Getsemaní también llamado de los Olivos y entre ellos encontró el bálsamo para sus próximas heridas. Allí sudaste sangre, y su-daste sangre porque eres hombre, e hiciste la voluntad del Padre porque eres Dios.

Estamos, sin duda, en el momento de su vida terrenal en que Cristo se nos muestra más próximo a nosotros, y por eso le pide al Padre que si es posible aparte de Él ese cáliz. Porque en ese momento quien habla es un ser humano que sabe al dolor y al sufrimiento al que se enfrenta. También


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nosotros pedimos todos los días a Dios que nos aparte del dolor, de la en-fermedad y del sufrimiento. El Padre ha escuchado la oración del Hijo con amor, y aunque no aparta de sus labios el cáliz del dolor y de la muerte, sí que le ha dado la fuerza necesaria para asumirlo. De igual modo, danos a nosotros la fuerza y la valentía necesaria para alzar la voz ante la injusti-cia, ante la opresión, ante la mentira y ante todo aquello que nos ata a este mundo material.

Te buscaron y te encontraron, porque es fácil encontrar a quien no se esconde. Y te señalaron con un beso. Un beso...... ¡ Jamás la belleza y her-mosura de un beso se rebajó tanto..... hasta llegar al insulto!.

Cuando El Huerto abandona la plaza, todas las miradas se vuelven hacia la salida de la Virgen de los Dolores. La Señora del Huerto como alguien la llamó. Lleva el corazón bordado por el sufrimiento, el alma bañada en llantos porque a quien se llevan preso es a su Hijo amado. Porque sabe que se lo llevan para matarlo. Silenciosa sigue sus pasos doloridos poco a poco, latido a latido con el corazón agrietado y traspasado por siete puña-les de fuego.

Y quiero hacer aquí un apartado para hablar de las bandas que acom-pañan el tránsito de las Sagradas Imágenes por nuestra ciudad. Especial-mente, como es obvio, de las locales: La Banda de Jesús Nazareno y la Banda de la Oración en el Huerto.

Si en cualquier acontecimiento, la música centra absolutamente la atención de los espectadores, las Bandas que acompañan a las Estaciones de Penitencia ayudan poderosamente a crear el clima necesario para la completa fascinación de quienes asistimos a las mismas. Al tocar, acom-pañando a sus titulares, sin duda hacen más llevadero el sufrimiento del Hijo y de la Madre.

Todos sabemos del gran esfuerzo que supone mantener una banda en


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el seno de una Cofradía. Esfuerzo económico por una parte, y destacar el esfuerzo de los cuarenta o cincuenta jóvenes que con dedicación y entu-siasmo se reúnen día tras día, noche tras noche, con frío o calor, con el firme propósito de ir componiendo nota a nota las marchas que, llegado el día, sonarán por nuestras calles.

Enhorabuena a las dos. A una porque hace más de cincuenta años desde que vio la luz, y por la que han pasado cientos de jóvenes hinojoseños en unos años en los que pocas más diversiones había. Me refiero, como todos habréis deducido a la del Huerto, que además, se ha sabido sobreponer a momentos de decaimiento, y que en la actualidad ha resurgido con fuerza, impulsada por la renovada ilusión que los jóvenes de ambos sexos le han insuflado. Por todos esos años, recientemente ha sido galardonada con la Medalla de Plata de la Ciudad. Bien merecida la tenían.

Y la de Jesús Nazareno, banda joven pero que en muy poco tiempo ha sabido cosechar grandes éxitos, llegando a alcanzar unas metas insospe-chadas y con gran futuro por delante, fruto del esfuerzo de sus miembros y de toda su Cofradía.

Yo, que nunca he entendido de música, y que además soy incapaz de sacar un sonido de esas trompetas, sí que quiero reconocer públicamente el trabajo y el esfuerzo que sus componentes llevan a cabo. Por esa razón, entiendo su frustración cuando por causa de la lluvia, no pueden salir a la calle a cumplir con su cometido. Los ojos, que se tornan vidriosos, tratan desde la impotencia ocultarse bajo la visera de sus gorras de plato.

Desde aquí, les pido a los señores párrocos, que en esos momentos de amargura y desolación se pongan en su piel y les dejen tocar en el templo algunas de las marchas que tenían preparadas. Ya sé que está el Altísi-mo expuesto, pero seguro estoy que también se alegrará al oírlas, porque las melodías que salen de sus instrumentos no son simples notas, ya que son notas humedecidas con las lágrimas del dolor, de la emoción y de la


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frustración por no haber podido hacer el itinerario acompañando a sus Titulares.

Aún no ha acabado de entrar la Oración en el Huerto en San Juan, cuan-do la puerta del Convento se abre para que desde su interior emerja Cristo de la Misericordia y María Santísima de los Dolores.

Es la hora cero. Ya no hay luz. No hay blancura en torno a la muerte dulce pero cierta del Cristo de la Misericordia. Sólo serenidad y silencio. Silencio que inunda la madrugada hinojoseña. La negrura se refleja en las túnicas de los fervorosos nazarenos que convierten en claustro las calles de nuestra ciudad. Ya solo queda penitencia y dolor en el calvario de cla-veles o de iris.

Te llevan clavado de pies y manos. Aquellas manos que devolvieron la vista a los ciegos, que limpiaron las heridas de los leprosos, que multipli-caron los panes y los peces, las que nos bendecían en la Entrada Triunfal. Y los pies, que te llevaron de aldea en aldea anunciando un mundo de amor y paz. Con los que recorriste sendas y veredas en busca de la oveja descarriada.

Es, sin duda, la Misericordia uno de los principales atributos divinos. No debemos confundirla con la lástima. La lástima se atribuye al infor-tunio, a la enfermedad, al hambre, a la persecución. La Misericordia es una actitud bondadosa de compasión hacia otro. Por lo general del más afortunado hacia el más necesitado, del ofendido al ofensor. La más gran-de escena misericordiosa de la Historia la protagoniza Cristo, cuando, un momento antes de expirar fue capaz de decir: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.

Tras Cristo crucificado, la Madre. La Virgen de los Dolores que como una reina entristecida nos contempla desde el paso. Dolorosa de ojos re-bosantes de lágrimas. Madre de la Misericordia que sin consuelo se acerca


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hasta la Cruz. ¡ Qué pena más dolorosa tiene tu mirada! Todos contem-plamos a la Virgen cargada de dolor y guiamos sus pasos por las calles que se quedan petrificadas de silencio al verla pasar. Y a ti te pedimos que nos hagas misericordiosos como lo fue tu Hijo, porque Tú, Virgen Santísima de los Dolores, eres:

- Madre Amable en tus Tristezas y tu Dolor, y- Madre Admirable ante el sufrimiento.

Ambos pasos desfilarán corredera abajo, pasando por la Catedral de la Sierra al ritmo de sus costaleros, que han prestado sus hombros o su cer-viz para tan alto honor.

No hay una sola razón para que un costalero se meta debajo del paso. Estoy seguro que deben ser muchas las motivaciones. Por mi experiencia y por lo que ellos me cuentan, pocos son los que cargan un año y abando-nan. Casi todos vuelven año tras año para mecer a su Cristo o a su Virgen, sintiendo gran devoción por la imagen que portan.

Desde aquí, quiero realizar un pequeño homenaje a estos seres que bajo el anonimato dedican las noches de la cuaresma a duros ensayos.

Mi primera experiencia dentro de la Cofradía fue precisamente como costalero. Costalero de la Virgen de los Dolores de la Oración en El Huer-to. Allí viví durante unos años lo más hermoso de la Semana Santa. Aún resuenan en mi cabeza las palabras de mi Capataz, Juan Antonio Antón, que en su pregón del Cincuentenario rememoraba de nuevo:

- ¡Tos por igual costaleros¡ ¡Que no se mueva una flor¡- ¡Llevadla despacio, que es la Madre de Dios y es muy grande su pena

por el Hijo que perdió¡ - ¡Que redoblen los tambores¡- ¡Silencio¡- Que se haga el silencio, que solo se oiga el chirriar de las trabajaderas

y el aliento entrecogido de los que ponéis vuestro corazón para llevarla al


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cielo.- Ya no duelen las heridas que se han formado en los hombros amorata-

dos. Ya no hay más que sentimiento. Sentimiento de Dolor, de Amargura y de Soledad en la noche callada.

- ¡Este año pesa más¡- Este año como”tos”. Mete riñones y calla, que arriba llevas la Madre de

Dios o al Cristo de sus entrañas.- !Nos vamos¡- Ya estamos tos. - ¡Vamos al cielo con ella¡ Maniobra de salida:- ¡Los que se quedan, dentro¡ ¡Los demás fuera¡- ¡Cuidado con el varal¡- ¡Izquierda atrás, más bajo¡- ¡Que nadie levante “na”¡Ya estamos en la calle.Enhorabuena costalerosGracias capataz.

El capataz: Dos ojos para veinte corazones acelerados. Una sola voz y un llamador para veinte voluntades que se aúnan. Una fe ciega en él de veinte hombres o mujeres que saben que no les va a defraudar.

Estamos de vuelta en la plaza.¡Pasito corto!. Sufriendo, que la saeta pondrá el colofón profundo a la

carne magullá.Enhorabuena costaleros. ¡Todo ha salido fenomenal!.

VIERNES SANTO

Apenas unas horas han pasado desde la entrada de La Misericodia a altas horas de la madrugada, cuando ya se vuelven a oír los tambores que


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llegan hasta la Plaza de la Catedral. Ahora para acompañar la Salida de Jesús con la Cruz a Cuestas y de nuevo la Virgen de los Dolores, aun más afligida que el día anterior.

Seguramente que volveremos a mirar el cielo, que es posible que esté os-curo y amenace lluvia. Es normal. Cristo va a morir y el cielo expresa su sen-timiento y su rabia. El cielo llora, se lamenta y nosotros pendientes de él.

Pocos son los que se acercan a contemplar la salida, pues aún es tem-prano para los que tarde se recogieron. Sin embargo, todo el que lo hace disfruta de la paz, la ausencia de bulla y la hermosura de ver los rayos del sol reflejados en el dorado paso, de estilo gótico, que porta a Nuestro Se-ñor. Más si esto nos parece poco, tras él, La Reina de la Mañana hará su aparición, mientras, los mismos rayos, intentan colarse por las rendijas de su calado techo de palio para dar brillo a sus desconsoladas lágrimas.

Con el esfuerzo de la cruz y el castigo al que ha sido sometido, Jesús cae al suelo. Los soldados, temerosos de que la victima sucumbiera antes de tiempo, pensaron en buscarle un ayudante. Casualmente pasaba por allí Simón de Cirene y le obligaron a que ayudara a Cristo a portar la cruz. Tal vez, Simón tomó la cruz de mala gana, a la fuerza, pero luego, movido por el ejemplo del reo y tocado por la gracia, la abrazó con resignación y amor, siendo para él el origen de su conversión. El ejemplo de Simón, nos invita a llevar los unos las cargas de los otros. En los que sufren hemos de ver a Jesús cargando con la cruz que requiere nuestra ayuda amorosa y desin-teresada. En la cruz es donde Dios manifiesta la fuerza y la gloria.

Los dos pasos son portados por los mismos hombres de la noche ante-rior, que han dado órdenes a sus doloridos hombros para que no protes-ten: “mas fuerte es el dolor de los que van arriba.” Las calles, poco con-curridas aún, se van poblando al acercarse los pasos. Al entrar este año a la calle Reinas, las miradas se alzarán al cielo para contemplar a nuestro amigo Ernesto, que entre los ángeles, aparecerá cargado con cántaros de agua fresca para los que fueron sus compañeros en las trabajaderas. En


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plaza Colón, las vecinas, con un suculento desayuno, ayudan a reponer fuerzas a los sufridos costaleros. Se inicia la subida al barrio de San Sebas-tián, coronado por una cruz como si del Monte Calvario se tratara. La luz se hace más viva en la amplia explanada cuando la cruz de madera y la de piedra se miran de reojo. No es El Gólgota. No es su momento, y pasa de largo porque el pueblo lo espera a las puertas de la Catedral de la Sierra para darle protección dentro del templo.

Ya en la plaza, cansados por el esfuerzo y la fatiga, son los capataces quienes piden un ultimo esfuerzo. Acercan la Madre para situarla junto a su Hijo, y ésta, sabiendo que es la última vez que lo va a ver vivo, avanza hacia El tantas veces como la retiran, por lo que al final solo puede mos-trar una leve inclinación ante el Rey del Cielo.

No muy lejos de allí, en La Caridad tres golpes secos se oirán para lla-mar al Nazareno. Tres golpes que resonarán en el templo y que harán es-tremecer a los presentes.

- ¿A quién buscáis? - A Jesús el Nazareno.

Es la señal para que se abran las puertas. Es la salida del Nazareno y del Cristo de la Caridad.

Jesús, con paso decidido y la cruz sobre su hombro izquierdo se dirige hacia El Calvario. Cristo se muestra exhausto, cansado, y por querer dar-nos la vida, agarra la cruz con sus manos y viene hasta nosotros en un úl-timo esfuerzo, en una última invitación de que nos acerquemos a Él. Qué duro se hace caminar con paso lento por la Vía Dolorosa, con el cuerpo magullado y ensangrentado. Más aún, sabiendo cual será el final. El Naza-reno sale de la iglesia con el aliento contenido de los fieles y con debilidad avanza sudoroso y sediento. Costaleros, llevadlo con mimo, no se le claven más las espinas con el balanceo.


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Ha sido condenado en un simulacro de juicio en el que todos hemos co-laborado con nuestra traición: como Judas, que lo ha vendido. Con nues-tra cobardía: como Pedro que lo ha negado. Con nuestra hipocresía: como Pilatos, y con nuestro abandono como hicieron sus discípulos.

Unos pasos más atrás, El Cristo de la Caridad es llevado por los hom-bros expertos y delicados de un grupo de costaleras.

La Caridad, que alguien dijo es palabra más cristiana que la solidari-dad, debe convertirse este año en un objetivo primordial de nuestras her-mandades. La caridad es un sentimiento compasivo hacia los que padecen infortunio. “Cuando prepares un convite, invita a los mendigos, a muti-lados, a cojos, a ciegos, y serás dichoso porque no tienen con qué recom-pensarte”. En los días en que comencé a escribir este pregón, tuvo lugar el fatídico terremoto de Haití. Esas pobres gentes son los actuales mendigos, mutilados, ciegos y cojos de los que habla el Evangelio. Me consta que las Hermandades y Cofradías y todo el pueblo de Hinojosa se han volcado en ayudas hacia ellos, y por eso, desde aquí, mi enhorabuena y gracias por su acción caritativa, con la que debemos continuar.

Este Viernes Santo, la plaza de la Catedral se cubrirá del terciopelo rojo de los penitentes que acompañan a los pasos. Un hervidero de gente se aproxima a la comitiva para ver a los titulares, y si pueden recibir la ben-dición del Nazareno a todo el pueblo de Hinojosa

No faltará algún saetero, que nos haga girar la cabeza para mirar de donde viene esa tonadilla breve, que a la vez es poesía y oración, copla y plegaria, desgarro y requiebro, sentimiento y fragmento del Evangelio. Le acompañará el ritmo lento y monocorde de unos tambores destemplados, que disminuirán de intensidad cuando se inicie el cante, permaneciendo mientras dure la saeta con un ritmo suave que marca el son. La saeta debe manar de la gente que se congrega por calles y plazas para ver la proce-sión, y va directa del corazón del que las canta al de Jesús o al de su San-tísima Madre.


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Por la tarde el Santo Entierro. Jesús es conducido muerto. La muerte culmina en la vida de Jesús el mensaje de las Bienaventuranzas que Él ha vivido en toda su extensión. Ël ha sido el pobre, el manso, el humilde de corazón, el misericordioso que perdona hasta aquellos que le crucifican, el que padeció hambre en el desierto y sed en la cruz, el limpio de corazón, el que nos trajo la paz y el que ha dado su vida por nosotros.

El Cristo Yacente nos hace estremecer al verlo por las calles de Hinojosa

a hombros de sus costaleros. Estos, de riguroso traje negro llevan a Jesu-cristo muerto, transmitiendo tristeza, pena, desconsuelo y desaliento por la muerte de un Hombre Bueno. También para ellos este año el luto será aún más intenso tras la reciente pérdida de un compañero.

Y tras Él, su Madre. Ntra. Señora de la Amargura junto al sudario de la Cruz vacía. Tiene la mirada perdida y es tanto el dolor de esa Madre recordando la vida y obra de su Hijo, que ya ni lágrimas brotan de sus ojos.¡ Qué pena más amarga tiene tu mirada!.¿La aguantará tu corazón? Te sostenemos Madre, como te sostienen esa cuadrilla de valientes costa-leras que han puesto todo su empeño y corazón en aliviarte el dolor con un suave balanceo

En la oscuridad de la noche cerrada, será la Virgen de la Soledad quien haga su aparición en las puertas de la Caridad. Virgen tan reverenciada por sus cofrades, tan bella en sus facciones, tan recogida en su expresión, tan digna de veneración que hasta el mismo cielo de Hinojosa me parece pobre palio con el que cubrirte. Refleja en sus ojos todo el dolor que sólo una madre puede sufrir ante la pérdida de su hijo. Su rostro aúna el reco-gimiento interior de la soledad pero a la vez la serenidad de quien espera el regreso glorioso de su Hijo. Es la única que, ante tamaña tragedia, se muestra firme y convencida de que la encarnación en su propio seno del mismísimo Dios Padre, sólo puede acabar con la muerte vencida por la esperanzadora resurrección.

Tras el sábado, que a la vez que nos sirve de meditación, lo dedicamos


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a desmontar los pasos y guardar enseres, amanece brillante, porque no puede ser de otra manera, el Domingo en el que Cristo ha resucitado. Ya el sepulcro está vacío, se acabaron las sombras y la oscuridad, y se ha hecho de nuevo la luz. No podía terminar mejor la Semana Santa que procesio-nando jubilosamente la imagen de Cristo triunfante y la de su Santísima Madre la Virgen del Castillo. El triunfo de Jesús supone el nuestro propio, nuestra liberación. Nada de lo vivido durante la semana tendría sentido sin este apoteósico final.

Así, cuando las campanas de la catedral anuncian con regocijo la salida de Jesús Resucitado, el cofrade aleja de sí la nostalgia producida por la finalización de la Semana Santa, sustituyéndola por el alborozo cristiano que origina la consciencia de su propia salvación.

La Virgen sonríe con dulzura. Hora es de gozo y de fiesta. La Muerte por la Vida. ¡Aleluya!. Por eso va vestida de blanco, cuajada de flores su canastilla, y va tan bonita, que Hinojosa entera la rodea con un coro de victoria.

Los estandartes de Pasión y de Gloria acompañan la procesión. Los co-frades, experimentamos una curiosa sensación que aúna el cansancio de los intensos días vividos, la cristiana alegría de conmemorar a Cristo que triunfa sobre la muerte y una comprensible tristeza por la espera hasta la próxima Semana Santa.

Con la alegría de ver a Nuestro Señor Triunfante, finaliza la Semana Grande y con ella mi pregón, que lo termino con la emoción contenida con la que comencé y que me ha acompañado esta noche. Agradecer para ter-minar, la colaboración desinteresada de la Banda de Tambores y Cornetas del Huerto y a Mauricio Chávez por ese palpitante y vivo sollozo que ha desgarrado de su garganta hasta convertirse en canto, y como no, a todos ustedes por la atención que me han prestado.

MUCHAS GRACIAS.

Hinojosa del Duque, 20 de marzo del 2010

Pregón 2010.Justo Ayuso

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