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PRAXEDES FERNANDEZ GARCIA “Una vida plena de Dios, en la sociedad” Práxedes Fernández García nació el 21 de julio de 1886 en Puente La Luisa (Sueros) Mieres en Asturias, en un ambiente obrero y católico. A los cinco días de su nacimiento, el día 26 de julio, fue Bautizada en la parroquia de Seana, donde hoy una placa recuerda ese momento. Desde muy joven le enseñaron a rezarle a Santa Práxedes, y lo hacía así: «Oh gloriosa Santa Práxedes, que reinas con Dios en la gloria, acuérdate de mí en la presencia del Señor a fin de que no profane tu nombre con mis culpas y merezca llegar al puerto donde tú estás y compartir la felicidad que ya gozas, amén ». Su hogar estaba formado por sus padres, tres hermanos y cuatro hermanas. Todos ellos se refirieron de ella de una manera especial, pues era capaz de hacer las cosas muy bien, aunque fueran ordinarias y corrientes. A los doce años la enviaron a estudiar al Colegio de la Dominicas de la Anunciata de Mieres. Es decir que desde muy chica, la oración diaria, la Santa Misa, las obras de caridad, y la vida dominicana estuvieron cerca de ella y la acompañaron toda su vida. Práxedes fue hija, hermana y madre de mineros, casi todos los que convivieron con ella fueron trabajadores de la empresa Hulleras de Turón en esa región, y aunque manifestó desde niña su vocación religiosa a través de una singular

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PRAXEDES FERNANDEZ GARCIA “Una vida plena de Dios, en la sociedad”

Práxedes Fernández García nació el 21 de julio de 1886 en Puente La Luisa (Sueros) Mieres en Asturias, en un ambiente obrero y católico. A los cinco días de su nacimiento, el día 26 de julio, fue Bautizada en la parroquia de Seana, donde hoy una placa recuerda ese momento.

Desde muy joven le enseñaron a rezarle a Santa Práxedes, y lo hacía así: «Oh gloriosa Santa Práxedes, que reinas con Dios en la gloria, acuérdate de mí en la presencia del Señor a fin de que no profane tu nombre con mis culpas y merezca llegar al puerto donde tú estás y compartir la felicidad que ya gozas, amén».

Su hogar estaba formado por sus padres, tres hermanos y cuatro hermanas. Todos ellos se refirieron de ella de una manera especial, pues era capaz de hacer las cosas muy bien, aunque fueran ordinarias y corrientes. A los doce años la enviaron a estudiar al Colegio de la Dominicas de la Anunciata de Mieres. Es decir que desde muy chica, la oración diaria, la Santa Misa, las obras de caridad, y la vida dominicana estuvieron cerca de ella y la acompañaron toda su vida.

Práxedes fue hija, hermana y madre de mineros, casi todos los que convivieron con ella fueron trabajadores de la empresa Hulleras de Turón en esa región, y aunque manifestó desde niña su vocación religiosa a través de una singular

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devoción, por la enfermedad de su padre tuvo que conformarse con el ser solo catequista y directiva de las Hijas de María, Y fue hasta que en 1934, pudo acceder a una comunidad en la Iglesia y convertirse en Terciaria Dominica. Su madre era una mujer piadosa, excelente madre y trabajadora. Solo que estaba preocupada porque su hija, desde muy niña, no tenía un desarrollo normal en su parte motriz. Tenía cierta dificultad al caminar, era un desarrollo diferente a la de las demás niñas. Naturalmente que tomó esto con atención y cuido de ella, pero como buena creyente también recurrió a la oración, y lo puso en manos de Dios y pidiendo la intercesión de la monja Agustina Santa Rita de Casia, ante el Padre bueno.

Seguía preocupada porque el avance de su recuperación era muy lento y pasaba el tiempo. Pero al parecer, efectivamente fue escuchada, y un día, cuando la madre regresó a casa, su pequeña hija salió corriendo a saludarla; la sorpresa fue grande y ella, como María lo guardo en su corazón. Y ya cuando Práxedes tenía la edad suficiente, fue cuando le habló de este milagro. Práxedes estaba muy agradecida de Sta. Rita, y así tuvo un gran amor por “la santa de lo imposible”, desarrollo una devoción que permaneció durante el resto de su vida.

Esa devoción provocó que Práxedes tuviera una especial atención para conocer de su vida y seguir los pasos de la vida de esa laica Agustina, que tenía un marido complicado, y que con su actitud lo transforma, y que al final cuando enviuda, se convierte en religiosa. Ese ejemplo de Santa Rita, de muchas formas le acompañó, siendo algo positivo en su vida. Práxedes desarrollaría y reflejaría muchas de sus virtudes, como el consejo prudente y habilidades de toma para construir la paz. De hecho una de las cualidades más importantes de Práxedes fue su discreción y su paciencia.

Sin excepción, los vecinos, amigos y familiares que conocieron a Práxedes, hablan de su compostura, de esa santa mujer comentaban, que nunca dijo una mala palabra sobre nadie, que nunca perdió la calma, quien tenía la templanza y contenía las emociones. Siempre fue prudente, aun hasta cuando los comunistas llegaron y fueron los causantes de las tragedias y destrozos en las iglesias, hasta incluso en el asesinato de cristianos. Sin embargo en esos momentos, Práxedes logró evitar una reacción, ni siquiera un pensamiento violento para los que trataban de destruir la religión que tanto amaba. De este modo se ganó el respeto de la gente de ambos lados, lo que servirá para bien más tarde.

Su familia tenía una posición desahogada, pero esta situación va a cambiar drásticamente al contraer matrimonio, Y el 25 de abril de 1914, cuando tenía 28 años, se casó también en Siana, con Gabriel Fernández, un electricista de Valdecuna un hombre con quien viviría más modestamente, con el que se fue a vivir a una casa alquilada de Figaredo. En una pensión en la que tenían un cuarto alquilado y disponían de una cocina común.

Se dice que su esposo era de carácter difícil y violento, pero que ella con su mansedumbre, su dulzura y su fortaleza de ánimo, calmaba los arrebatos del

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marido, quien fue cambiando poco a poco. Seguramente el vivir junto a alguien como Práxedes, permitía que se aprendiese mucho.

Práxedes encontraba tiempo para todo: para organizar su hogar, para atender a su marido, para cuidar de sus hijos, para cumplir y con todas sus prácticas religiosas, que la ayudaban a ser mejor esposa y madre. Al nacer el primer hijo se cambiaron a una casa amplia con planta baja, piso y una huerta. Allí llegaron a habitar su esposo Gabriel y sus cuatro hijos: Celestino Gabino, Arturo y Enrique. Ella sabía de la importancia de ponerlos a todos en manos de Dios y los cuatro fueron consagrados a la Santísima Virgen. Todos vivían bajo la protección de la Sagrada Familia. Y a pesar de las dificultades primeras, Práxedes llegó a cambiar el corazón de su marido, e incluso él, encontró un trabajo que les hizo vivir más holgadamente.

Pero la vida y la muerte siempre rondan en cada uno de nosotros y todo se vino abajo pronto, pues su esposo Gabriel fue atropellado en un accidente por una locomotora en la estación de Mieres, muriendo al instante. Hay que decir que el último de sus hijos había nacido tres días antes de que el marido falleciese en el accidente.

Solo las viudas pueden entender esta experiencia de vida, es algo que no se espera, para lo que nunca se prepara, pero que de pronto llega, y la vida cambia. Y ella, ahora con cuatro hijos, después de la muerte de su marido, tiene que luchar para salir a adelante, pues no contaba con ningún medio económico propio. Práxedes finalmente no pudo mantenerse a sí misma y a sus hijos, y se vio obligada a regresar a casa, a la casa de su madre y de su hermana.

Práxedes, viuda y con cuatro hijos necesita de ayuda, y en aquella casa materna, aunque encontró donde vivir, tenía que mantenerse y mantener a sus hijos. Por ello se puso a trabajar para otros familiares más pudientes. Y lo hacía con labores de servicio domestico. Así que lo que comían ella y sus hijos lo trabajaba ella.

De la educación de sus hijos, era ella la que tenía que encargarse sin más. En esta situación, Práxedes amaba el tener como trabajar, y aunque era un trabajo en una condición difícil, de labores de servidumbre, Ella lo tomaba con sabiduría y esto le ayudaba en su proceso de servicio a los demás y de crecimiento en su humildad. Esto le hacía sentirse más próxima al Señor y a María. Ella tenía muy claro “Que el que se ensalce será humillado y el que se humilla será ensalzado” (Lc. 14:11). Ella buscaba ser y ocupar el lugar más modesto, generalmente el ultimo, sabía esperar para que otros pasasen. Siempre lo hizo con amor.

Ella vivía en paz, y buscaba hasta cierto punto vivir con un bajo perfil, con una humildad que armonizaba con su silencio en su constante oración a Dios. Su primer ingreso económico, le llega cuando alquila a su cuñado la casa de Figaredo, por la que le dan veinte pesetas al mes.

Pero once años más tarde, desafortunadamente vivió otra desgracia, y hubo otro accidente con un tren, que alcanzó la camioneta en que viajaba su segundo hijo matándole también. Con resignación aceptó la realidad. Y lo puso en manos de

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Dios. «Él ha dispuesto así la muerte de mi hijo y debo aceptar los deseos de su voluntad de buen grado» - Así le contestó al conductor que fue a darle el pésame.

Asumía todas las desgracias con prudencia y resignación cristiana, y así lo decía a quienes la consolaban, pero mientras, regalaba sus ropas y las de sus hijos a los más necesitados y ofrecía su desayuno y su cena a quienes tenían hambre, olvidándose de hasta sus alimentos. Al mismo tiempo ella se sabía que tenía, al igual que Santa Catalina de Siena, ese espacio interior en el que quedó recogida en la "célula de su corazón". Desde ese corazón de donde salía la fuerza hacia el exterior, pero que se alimentaba de Dios en la Oración y en el amor. A menudo, Práxedes comía sola en la cocina, después de que todos habían comido. Siempre que estaba ocupada en coser, junto a las otras mujeres que trabajaban en el círculo de costura de la familia, Práxedes permanecía en silencio. Ella sabía entrar en esa constante comunicación con Dios, desde la vida diaria, cuando trabajaba, cuando descansaba, cuando caminaba por la ciudad. Sus ojos siempre estaban con una mirada de paz y tranquilidad, y ella sólo hablaba cuando era necesario. Quizá ella entendió, que el hacer de comer a todos era una forma de servir a las necesidades de los demás. Desde su mirada de paz, pero sobre todo desde su confianza en su Padre Dios, que era algo visible con toda claridad en ella. Ella y sus acciones, eran una homilía para quienes sabían ver en ella el efecto de su vida de Fe. Era otra forma de Predicar. El predicar con las obras, con las actitudes y en una silenciosa y constante vida de oración. Los familiares de Práxedes quizá no se dieron cuenta de quien convivía con ellos, era una santa en vida, un ejemplo de la experiencia de Dios en lo cotidiano. Pero con los pies puestos en la realidad y en la sociedad, no se aislaba del mundo, pues en el participaba todo los días, y a cada momento en las actividades más humildes, pero necesarias de todos los días, sirviendo a los demás, atenta a sus responsabilidades de Madre. Siempre supo hacer de lo pequeño, algo grande que ofrecer a Dios. Todas estas características de la vida dominicana, junto con la Compasión Dominicana, expresada en las obras de caridad que hacia los más pobres y los enfermos, se fue gestando esa Dominica, que en la práctica hacia, lo que en su

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corazón existía, un gran amor por Dios y una forma de seguirlo. Y aun sin saberlo, su actuar de vida Dominicana. Y la gran alegría de Práxedes llega cuando su hijo Enrique decidió ingresar en la Orden de los Predicadores.

Otras expresión de su vida es su sencillez, que le brotaba de la grandeza de los humildes de corazón, aunque vivió a su alrededor la violencia de la guerra, era una constructora y artífice de la paz, nunca tuvo realmente nada, pero fue feliz con la pobreza de espíritu, ante los que perseguían a los que creían en Dios como ella, supo mantener una actitud misericordiosa, era justa y aceptaba en su ser, la justicia, a veces aunque a veces poco comprendía algunas acciones de Dios, Aceptaba su voluntad. Apoyada en su fe desde su interior, supo ante la persecución, por la causa de Dios, ser fiel y sostener su lealtad, ella nunca le negó. La mansedumbre era su manera de aceptar las cosas, con una mirada de amor y respetando a los demás, incluso desde su agresión a ella y a su Iglesia. Como podemos ver, ella fue realmente alguien que vivía en lo cotidiano las Bienaventuranzas, y una constructora de la vida desde su interior. Supo amar incluso a aquellos, que se posicionaban violentamente ante una Iglesia que ofendían, quemaban y destruían.

Ella, en un momento de su vida, tiene un encuentro providencial con Don Manuel González, conocido como el Obispo del Sagrario. Obispo primero en Málaga y después en Palencia. Los Condes de Mieres le invitaban pasar un tiempo de verano a Mieres. Y allí se conocen él y Práxedes, manteniendo largas y frecuentes conversaciones, en las vacaciones de 1920. Que es cuando Don Manuel aprovecha para escribir la primera carta pastoral, que dirige a los fieles de Málaga.

Con ella se define a sí mismo: «Yo no quiero ser el Obispo de la sabiduría, ni de la actividad, ni de los pobres ni de los ricos. Yo no quiero ser más que el Obispo del Sagrario». Toda la carta pastoral gira en torno a este tema: «Jesús en el Sagrario es el Evangelio vivo» y la firma señalando el lugar y la fecha de su composición.

Seguramente en la formación de la actitud de Práxedes, tuvo mucho que ver el obispo Manuel González García, en esas platicas que orientaron su visión de la fe. Consta que Práxedes se confesaba con él. Pero seguro que el Obispo Don Manuel (aquel que después fuese beatificado), le comunicaba aquellas mismas certezas sobre la Eucaristía que el con tanta fuerza vivía. Desde estas conversaciones, la Eucaristía constituyó para Práxedes el sol del firmamento de su vida espiritual. La misa, la comunión, la adoración eucarística, serán imprescindibles para ella a partir de entonces, Ella decía: «Sin Misa y sin Comunión -y repetía según sus enseñanzas- los días para mí no tienen sol». Ella era conocida por asistir a tres misas al día (una para preparar, una para recibir, una para dar gracias).

Tantas esas alegrías, como sus grandes tristezas como la muerte de su hijo Arturo. Tanto las carencias de los que le rodeaba, como sus grandes necesidades, sus respuestas para con todos, como sus grandes interrogantes, tenían el mismo destino, la fuente de su consuelo, la fuente de su apoyo, la fuente de la misericordia. Para ella, siempre fue Jesús el Padre de todos. Su gran secreto fue

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«Orientarlo todo a Dios». Ella era mensajera de la reconciliación, pues llevaba la paz consigo a donde quisiera que fuese. Y cumplía de verdad lo que decía, porque según el testimonio de la dominica María Canal Gómez, destinada en el Colegio de Fábrica, Práxedes llegaba todos los días hasta la capilla del edificio en el Trenillo de las ocho y cuarto de la mañana para oír misa, en la iglesia de los padres Pasionistas. Fue durante este tiempo que la vida espiritual de Práxedes-comenzó a profundizarse. Había sido educada por las hermanas dominicas y tenía un gran amor por la Orden y sus santos. Cuando los Padres Pasionistas se instalan en 1908 en Mieres, descubrió el bien que los hijos de San

Pablo de la Cruz podrían proporcionarle. Con ellos aprendió a orientar sus pensamientos al misterio cumbre de la Redención y a amar la cruz con la pasión y la fuerza de la que nos habla el Apóstol San Pablo.

Ella entendía el mensaje de Dios y estaba encantada de ver a un hijo convertirse en sacerdote, y Dios de dio un fraile dominico, alguien que tenía el mismo carisma que ella llevaba en su corazón desde siempre, por eso ella era una laica dominica en sí misma, que fue descubriendo poco a poco las grandezas de la Orden de Predicadores. Ella le acompañó hasta la Escuela Apostólica de Las Caldas de Besaya para que iniciase sus estudios. De ahí la correspondencia que le envió, cuarenta y siete cartas, son hoy el único texto que se conserva de ella, un documento fundamental en el proceso que tramita la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos.

Cuando hizo su compromiso en su fraternidad laical, tomó el nombre de Catalina en honor de Santa Catalina de Siena. Práxedes había ganado un amor más rico por su Iglesia, en especial por el Papa como "el Cristo de este mundo", junto con una apreciación más rica de la diferencia entre el pecado del mundo y de la "luz de la santidad de Dios".

Pero como podemos ver, al igual que Catalina y muchos otros hombres y mujeres que se encuentran auténticamente con Dios, su formación la recibe de Dios mismo, porque ella así lo quería y así lo permitía, le tenía presente todo el tiempo en su mente y realmente le escuchaba en su corazón, eran muchas horas al día en que platicaba con Dios. Y a ejemplo de Santo Domingo “hablaba con Dios en su oración, y con su actuar hablaba de Dios a los demás”

Fue Santa Catalina de Siena, alguien que aporto y capturó parte de la atención de Práxedes. Más no fue la única que conoció, se dejo impregnar por las enseñanzas de la Santa de Ávila y de Santa Rita de Casia. Como Santa Rita, bien pudo después de que sus hijos crecieron y ya viuda, convertirse en religiosa. (Recordemos que Santa Rita se convirtió en una monja Agustina después de que

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su marido y sus dos hijos murieron) Pero Dios quería a Práxedes Laica. Por eso es un ejemplo para los Laicos.

Práxedes llevó en su corazón el "practicar la presencia habitual de Dios". Somos para los que lo quieran, Templos vivos del espíritu de Dios, pero para ello hay que comenzar por limpiar la casa (algo que Fr. Lorenzo de la Resurrección, un hermano laico carmelita también le enseñó). Se hizo evidente para los que la rodeaban, que donde estaba Práxedes, estaba en la presencia de Dios y estaban muy conscientes de ello.

Cuando la Guerra Civil la guerra civil española estalló. Ella fue conocida rápidamente, por ser la mejor para alimentar a otros, Era una mujer sensible a las necesidades de los demás, pero diligente para hacer lo que se necesitaba y pronto. Si hay un consuelo en medio de la repugnante experiencia de la guerra, es que en medio de esa gran oscuridad, siempre puede aparecer la luz de alguien que en medio de ese dolor lleva a Dios. Y la ceguera de la violencia no es capaz de atenuar la luz de la gente verdaderamente en comunión con Dios, en medio de las atrocidades. ¡Por esos será que Dios nos quiere como luz del mundo? Pero ante las necesidades de los hermanos que sufren las consecuencias de la guerra. La Guerra Civil española no iba a ser una excepción, y miles han sido elevados a los altares por mantener su fe, y la negativa a traicionarla para salvar sus vidas.

Es casi un milagro que Práxedes no fuera llamada por Dios para ser un mártir mas. Su área de España fue una de las violentas de la guerra, y con uno de los más grandes sentimientos anti-católicos. Pero Dios tenía un propósito diferente para su hija fiel. Ante la falta de sacerdotes, Práxedes Fernández se convertiría en uno de los ministros de la iglesia, únicos autorizados a funcionar en ese momento. Ella bautizado infantes, visitó a los enfermos y los preparó para la muerte. Después de la muerte, ella abiertamente rezaba el rosario por sus almas. Cuando pudo porque se ablandaba el corazón de los adversarios, les llevaba la Eucaristía. Y cuando un sacerdote no podía llegar, escuchó sus confesiones a sí misma como una hermana cariñosa, con ello tranquilizaba las conciencias delo que morirían.

A pesar de los riesgos de su seguridad, Práxedes andaba visitando a los enfermos y seguía asistiendo a la iglesia (hasta que la iglesia fue bombardeada). Y, como se dijo anteriormente, su hábito de ayunar sólo aumentó durante este tiempo. Cuando fue cuestionada sobre esto, ella dijo que se estaba ofreciendo en nombre de su familia. "...era evidente que ella estaba orando y sacrificándose por toda la nación, su pueblo, también". Otros señalaron además, que su amor por el trabajo se veía en su forma de hacerlo, con intensidad, con amor, responsabilidad y sin descanso. Práxedes es recordada por haber dicho "Todo esto [la guerra] que está ocurriendo porque no hay una vida de oración y no hay sacrificios en la vida de las personas". La brutalidad de la guerra parece confirmar su interpretación.

¡Qué maravilla es contemplar cómo la Palabra del Señor se hace realidad en vidas concretas! Así sucedió con Práxedes. Ella puso su vida y la de los suyos en manos de Dios. Ella buscó tener siempre como gran tesoro en su corazón, al Señor y regalar a quienes la rodeaban de los bienes de este tesoro, que es el

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mismo Jesucristo. Regaló su paz, su amor, su entrega, su esperanza, su capacidad de reconciliación. Tras la Revolución de Octubre, marcada especialmente por la persecución religiosa en Mieres, se trasladó a vivir a Oviedo, El día 7 de diciembre de 1934 se viene a vivir a Oviedo con su madre, sus dos hijos, los tíos y sobrinos que van y vienen a verles, En Oviedo se encuentra con lo que ella quería, iglesias por todas las partes. Viven muy cerca de Santa María de la Corte, que era su parroquia, pero prefiere asistir a la Catedral, a la iglesia de Santo Domingo, El Carmen, San Juan el Real, San Isidoro o a la iglesia de las Esclavas, que tenía expuesto siempre el Santísimo. ¿Qué más podía desear? A Práxedes, la estancia en Oviedo le hizo un bien inmenso, asistía a los pobres y los enfermos, iluminada siempre por la unión con Dios.

Una madre cristiana, mensajera del amor sin fronteras, de la paz y de la reconciliación. Donde siguió cumpliendo su estricta vida de Fe en la parroquia de Santa María la Real de la Corte en Oviedo, que tenía casualmente una imagen con la misma santa que había visto en su niñez de Siana: «Hay una Santa Rita muy hermosa de un tamaño grande, y varios santos muy bonitos que aquí no explico», le escribió en una de las cartas a su hijo.

Pero, al mismo tiempo, aquí encontró el final de su vida Y allí transcurrieron sus últimos meses, entre misas y paseos con su madre por el campo de San Francisco, hasta que la guerra volvió otra vez a interrumpir su tranquilidad, y en medio de ella, con una grave enfermedad. Debido a la intoxicación en el agua, Práxedes se enfermó y más tarde desarrolló una apendicitis, que se diagnostica demasiado tarde para ser tratada Fue inútil, Así, una tarde sufrió el ataque de su padecimiento, algo imposible de operar en una ciudad sitiada, y el médico la obligó a guardar reposo El día 27 de septiembre de 1936 comulgó por última vez y el día 6 de octubre falleció Práxedes murió a las 18.30 horas del día 6 de octubre de 1936, muere en Oviedo por causa natural, durante el asedio de la ciudad. Su muerte fue muy dolorosa, aunque se dice que ella nunca se quejó. Ella murió en la víspera de la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario, un buen momento para morir por alguien tan dedicada al Rosario ya la Santísima Virgen María.

Fue enterrada en el antiguo cementerio de Oviedo, hoy Seminario Conciliar, en lo que hoy es fachada del mismo y donde se encuentra la imagen de la Asunción. Más tarde sus restos fueron trasladados al cementerio de San Esteban de las Cruces. Desafortunadamente, debido a la guerra y a la incertidumbre de donde fue enterrada, no se pudieron recuperar sus restos. Se cree sin embargo, que se encuentran debajo de lo que hoy es el cementerio de un seminario. Si es verdad, esto, es en verdad un lugar apropiado para una mujer que practicaba su participación en el sacerdocio de Cristo admirablemente.

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Y qué otra cosa puede decirse de Práxedes Fernández, que citaba a menudo a santa Teresa, que ayunaba y ofrecía a Dios sus carencias y los eventos trágicos que tuvo su vida. Aunque los incrédulos tengan otra opinión, para los más piadosos esos suplicios no son más que pruebas de santidad, y a ellas hay que sumar otras experiencias extraordinarias, como la que contó uno de sus confesores manifestando que «mientras oraba un día ante el Santísimo expuesto en la Capilla de la Fábrica de Mieres, había visto a Jesucristo en la Hostia envuelto en resplandores».

Lo mejor de esta madre de familia fue, que no busco hacer cosas extraordinarias, sino que supo conservar la sencillez, la delicadeza, el amor, las santidades de todos los días, que viven a Dios a cada instante y que Predican el Evangelio son su obras a cada momento, en medio de un desbordamiento de odios tremendos que se suscitaban en aquellos años, pues ella nunca pudo comprender cómo hombres y mujeres que viven en una misma tierra fueran capaces hasta de coger armas en sus manos y matarse los unos a los otros.

Con su vida, predicó el amor hacia todos, el perdón, la paz. Su vida fue un auténtico testimonio de fe, de sensibilidad hacia todos los que sufren y de amabilidad cristiana. Supo vivir junto a los demás una vida normal, con una grandeza de espíritu extraordinario y con un amor capaz de llegar a la heroicidad. Esta madre cristiana, Práxedes, es como muchas madres para sus hijos, presencias vivas del Evangelio.

El seis de octubre de 1953, Mieres vivió el acto religioso más importante de su historia reciente, cuando en la parroquia de San Juan Bautista, monseñor Labrador, arzobispo dominico, concelebró una misa en honor de esta mujer con 25 sacerdotes de las Cuencas, ante la presencia de más de dos mil fieles y las religiosas del Hospital de Fábrica, que había sido uno de los lugares elegidos para sus oraciones, y el siete de noviembre de 1957, se inició en el mismo templo, su expediente de beatificación, que se clausuró en la década de 1970, para pasar al Vaticano, tras recibir el apoyo de 126 obispos de todo el mundo.

«Práxedes, la santa de Mieres», pero habrá que centrarse en el aspecto místico de su testimonio, ese misticismo que armoniza con la realidad de todos los días, con la realidad de ser hija hermana y madre de familia. Empezando por aclarar a quienes desconocen o han olvidado estos asuntos que la mística, que es una vivencia religiosa difícil de definir, que lleva a la persona al conocimiento de lo divino.

Sus títulos anuncian su contenido: «Práxedes Fernández, apóstol de la civilización del amor»; «Práxedes Fernández, un caso carismático»; «Práxedes Fernández, prodigio de santidad»; «Práxedes Fernández, camino de los altares»; «Práxedes (1886-1936), mensajera de reconciliación», y así casi todos, aunque también hay alguno más poético: «Un diamante en la Cuenca Hullera. La sierva de Dios Práxedes Fernández».

Para que se termine con el proceso de beatificación y culmine con éxito, la Iglesia

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Católica determina que es necesario certificar algún milagro. En el caso de Práxedes Fernández sólo está pendiente este último trámite.

Pero para todos, después de conocer esta historia, es claro que dentro de las muchas formas de vivir con Dios, las hay también las santidades cotidianas, que viven a Dios a cada instante y que Predican el Evangelio con sus obras. Una forma más de Predicación para los predicadores de Santo Domingo de Guzmán.

En muchos sentidos es un ejemplo de lo que Práxedes los fundamentos de la vida cristiana se trata, y que demuestra

el sabio refrán verdad que el predicador más eficaz no es el hombre o la mujer que habla elocuentemente con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino el que hace sin pretensión o el orgullo de los preceptos del Señor con un espíritu de amor y alegría, visibles para la sociedad. De hecho, a pesar de vivir en un tiempo de persecución, la alegría seguía siendo fundamental para Práxedes. Se le recuerda por haber dicho: "Para servir a Dios y estar triste, no puedo imaginarlo"

De las cuarenta y siete cartas a su hijo cuando se formaba para dominico, en las que brilla, junto a su elevado espíritu cristiano y su celo apostólico, su interés por su familia y su sensibilidad religiosa. De ellas entresacamos estos textos.

Carta del 6 de noviembre de 1933:

“A la Sagrada Familia, a la que tu escogiste como patrona de tu vida religiosa, es a la que rogué siempre me diera acierto para educaros bien. Y veo que me lo concede. Estoy llena de satisfacción porque los tres hijos vais por muy buen camino, pues ¿qué mayor felicidad y contento puede haber para los padres que ver a sus hijos con una carrera y bien educados? Esta es la misión que tenemos que cumplir en este mundo los padres.”

Carta del 8 de mayo de 1936:

“No te puedes dar idea de la gran alegría que me dio tu carta en la que me felicitabas por la

Pascua de Resurrección. Es la fiesta más hermosa para mí, pues ya que Cristo pasó tanto por

nosotros pecadores hasta expirar en la cruz, precisamente por eso no se puede describir la

inmensa alegría que reina en nuestros corazones en esta fiesta, a la par de la satisfacción y el

contento de su santísima Madre después de haber sufrido tanto por su santísimo Hijo. Todo

cuanto nos preparemos y molestemos para celebrar esta fiesta es poco”