Por Qué Detener El Tiempo

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¿POR QUÉ DETENER EL TIEMPO? Por Nestor Bermúdez La pregunta tiene varias lecturas. O, si lo prefiere, digamos que tiene varios niveles. Pero antes de repasarlos, veamos la siguiente anécdota referida por Alejandro Malo en un artículo publicado en la web Zone Zero, en la cual Tonino Guerra, en el prefacio de Instant Light: Tarkovsky Polaroids, cuenta cómo Michelangelo Antonioni, el cineasta italiano –famoso entre tantas cosas por su uso magistral de los planosecuencias– durante un viaje para buscar posibles locaciones en Uzbekistán, le tomó una fotografía instantánea a un anciano, y que al ofrecérsela como regalo, éste la rechazó con la pregunta «¿Por qué detener el tiempo?». Entonces, entre La cour du domaine du Gras de Niépce en 1826 y su exposición de ocho (8) horas, a la fotografía en perfecto estado de inmovilidad, digamos, de un vehículo que viaja a 300 km/h en una carrera de F1, debe existir, más allá de las obviedades evolutivas de más de ciento cincuenta años de avances técnicos, algo más que el registro, la documentación de la realidad. Me refiero a la intención subyacente al hecho fotográfico. Hablo, pues de la voluntad o la necesidad de decir, del fotógrafo. Ya Joan Fontcuberta tiene un discurso en torno a la verosimilitud, que al día de hoy, en 2015, debe ser harto conocido por todos en la comunidad fotográfica. El propio Pedro Meyer tiene más de veinte años abordando esto como una cuestión no sólo teórica, sino práctica. Haciendo, pues. Es necesario aquí retomar la pregunta que motiva este artículo, esta reflexión, «¿Por qué detener el tiempo?» Ya la cuestión documental, de registro de la realidad ha pasado, o está pasando, a un segundo plano. En una época donde existen más de 741 millones de teléfonos celulares, de los cuales 73% tienen una cámara fotográfica. En una época donde se suben más de 300 millones de fotografías a Facebook diariamente. En una época, pues, básicamente digital, donde se consumen más fotografías, en una hora de procrastinación, digamos, de las que vieron en toda la vida nuestros abuelos. Quiero decir, las

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Artículo escrito por Nestor Bermúdez sobre la fotografía y su presente/futuro como imágen estática.

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¿POR QUÉ DETENER EL TIEMPO?

Por Nestor Bermúdez

La pregunta tiene varias lecturas. O, si lo prefiere, digamos que tiene varios niveles. Pero antes de repasarlos, veamos la siguiente anécdota referida por Alejandro Malo en un artículo publicado en la web Zone Zero, en la cual Tonino Guerra, en el prefacio de Instant Light: Tarkovsky Polaroids, cuenta cómo Michelangelo Antonioni, el cineasta italiano –famoso entre tantas cosas por su uso magistral de los planosecuencias– durante un viaje para buscar posibles locaciones en Uzbekistán, le tomó una fotografía instantánea a un anciano, y que al ofrecérsela como regalo, éste la rechazó con la pregunta «¿Por qué detener el tiempo?».

Entonces, entre La cour du domaine du Gras de Niépce en 1826 y su exposición de ocho (8) horas, a la fotografía en perfecto estado de inmovilidad, digamos, de un vehículo que viaja a 300 km/h en una carrera de F1, debe existir, más allá de las obviedades evolutivas de más de ciento cincuenta años de avances técnicos, algo más que el registro, la documentación de la realidad. Me refiero a la intención subyacente al hecho fotográfico. Hablo, pues de la voluntad o la necesidad de decir, del fotógrafo. Ya Joan Fontcuberta tiene un discurso en torno a la verosimilitud, que al día de hoy, en 2015, debe ser harto conocido por todos en la comunidad fotográfica. El propio Pedro Meyer tiene más de veinte años abordando esto como una cuestión no sólo teórica, sino práctica. Haciendo, pues.

Es necesario aquí retomar la pregunta que motiva este artículo, esta reflexión, «¿Por qué detener el tiempo?» Ya la cuestión documental, de registro de la realidad ha pasado, o está pasando, a un segundo plano. En una época donde existen más de 741 millones de teléfonos celulares, de los cuales 73% tienen una cámara fotográfica. En una época donde se suben más de 300 millones de fotografías a Facebook diariamente. En una época, pues, básicamente digital, donde se consumen más fotografías, en una hora de procrastinación, digamos, de las que vieron en toda la vida nuestros abuelos. Quiero decir, las motivaciones que impulsaron a Cartier-Bresson a hablar del «instante dicisivo» no existen más. O no son tan absolutas, al menos, como lo fueron una vez. He allí una de las capas o lecturas que nos llevan a la pregunta inicial. O viceversa.

En venezuela tenemos a un Henrique Avril, por ejemplo, que ciertamente documentó una época. Y que gracias a él y a otros pioneros como él, tenemos imágenes veraces de cómo era el país, de cómo lucía en las primeras décadas del siglo XX. Pero si Avril viviese hoy se vería confrontado a otras necesidades, a otras motivaciones. Porque en la actualidad, a nivel mundial, los fotógrafos ya no son sólo individuos documentadores de su entorno o de ciertas zonas o conflictos.

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Un fotógrafo ahora es un creador también, de realidades, de situaciones, de mensajes. El propio Fontcuberta, Nelson Garrido, Pedro Meyer, Marcos López, o Andreas Gursky son sólo algunos nombres que se me vienen a la mente cuando pienso en fotografía y en creación de espacios, de lugares o de situaciones desde el universo interior de ese creador que hace sesenta años hubiera sido corresponsal en alguna guerra, o hubiera sido cronista visual de su ciudad y su tiempo.

El discurso de la fotografía latinoamericana y mundial ha abierto su compás muchísimo, y desde hace mucho tiempo, vale acotar. Sólo que ha habido una renuencia, una incredulidad o una resistencia importante desde dentro del gremio mismo. Hace menos de 15 años lo vimos con la diatriba de analógico o digital. Hasta hace no mucho con lo de retocar o no una fotografía. Y son luchas que, sorprendentemente, aún hoy siguen vivas en muchos sectores.

Siendo que en 1962, por citar un ejemplo, Chris Marker estrenaba en Francia La Jetée, un cortometraje de 28 minutos, ya icónico, compuesto –salvo una breve secuencia en movimiento– de fotografías. O decir que Le Monde Diplomatique publique en página web un film photographique como «Glasgow contre Glasgow» de Julien Brygo, ganador del premio del jurado del Festival Les Nuits Photographiques 2014, entre otros varios por el estilo; que son reportajes, pero que llevan consigo una carga de intenciones fortísima.

En venezuela estamos muy atrás en este tipo de propuestas que están pasando no sólo allende América, sino acá en nuestro continente, cada vez con más fuerza y con más vigor. Y no es que en el país no se haya hecho nada más allá de «detener el tiempo», pero es que sigue habiendo la misma –y ya casi ridícula– manía de negar el tiempo que vivimos, y el hecho apodíctico, de que la fotografía de hoy no es, no puede ser ya, como la fotografía de hace… treinta años, para no ir más lejos. Fotonarrativa, GIF’s, películas o reportajes fotográficos –en el sentido francés, por así decirlo, que se ha citado–.

De tal manera que sólo nos queda reiterar la pregunta, que cada quien debe responder según su honestidad diga, «¿Por qué detener el tiempo?» y citar a Fontcuberta quien en 2010 decía en una entrevista en Brasil que «Hay dos tipos de fotografías, una fotografía decorativa, y una fotografía que hace pensar». Y lo que hay que pensar es de fondo, tanto como de forma. ¿Seguiremos, como cuerpo, como gremio, como discurso, aferrados a la renuencia y la negación de los tiempos actuales?