Por Jesús Moreno Mendoza - WordPress.com · 2019. 8. 29. · convierten en el juicio...

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DEFENSA FISCAL 60 EDICIÓN ESPECIAL 2011 Litigio entre parientes, todos pierden El litigio entre cónyuges, parientes y consanguíneos supera el encono y el odio de los de cualquier otro parentesco. Ya que estos se sienten defraudados por quienes los estafan, de su fortuna y de su cariño. Los padres, esposos, parejas, hijos, hermanos, primos y tíos, vierten su veneno contra sus adversarios hasta sufrir síncopes cardiacos o crearse úlceras. El pleito entre padres e hijos y entre hermanos, cuando éstos son despojados de sus empresas, de sus bienes, o de sus herencias, se convierte en luchas fratricidas sin cuartel. Así las cosas, en las luchas conyugales, familiares o testamentarias, también los familiares, parientes y no parientes se infieren heridas mortales para quedarse con la herencia o con alguno que otro bien. Estos litigios suscitan intensos sentimientos de animosidad, desquite y expiación, los cuales provocan luchas despiadadas. Los participantes están dispuestos a menudo a sacarle los ojos y arrancarles el alma a su otrora cónyuge, hermano, hermana, padre o madre, y si se puede a ambos, sin piedad alguna. Todos estos cuyo sentimiento del honor puede ser muy exi- gente y cuyo dominio de sí mismo, ante una provocación extrema suele ser admirable, insistirá sin vacilar en formular en contra de su cónyuge, coheredero o parientes cargos que, aunque ciertos, no serían admitidos por ningún hombre decente sobre todo con- tra su cónyuge, hermano, su hermana, sus padres, hijos, tíos o sobrinos. El familiar que durante toda su vida ha sido bondadoso y gentil, suele mostrarse vengativo contra quien participa con él en la herencia, al grado de enfrentarlo y atacarlo físicamente en lugares públicos, ordenar su arresto y hacer acusaciones públicas y anónimas, ignorando el bienestar de los demás, quienes ter- minan convirtiéndose en soldados de batalla, llenando sus oídos de repulsión por el ahora contrario, coheredero; contra quien sea. El ardiente odio, la indomable vengatividad y el temerario abandono de todos los niveles del dominio decente de sí mismo, hoy engendra una salvaje lucha que no tienen límites. Les dejo a los psiquiatras la explicación de la voluble transformación del amor en odio. Los ingredientes químicos del rechazo, el enojo, desempeñan ciertamente un papel en la explosiva lucha. Pero hay algo más, un elemento misterioso que cambia la personalidad y deforma el carácter. Se ha oído hablar de que un hombre de buena reputación y sólido criterio comercial ha matado o mandado matar a su socio, a su hermano, a sus padres, a sus abuelos, etc. Lo demencial de los extremos alcanzados alcanzan su máxima manifestación. El litigio familiar, sin llegar a tan criminal violencia, surge de la misma exasperación de sentimientos. Litigio entre parientes, Litigio entre parientes, Por Jesús Moreno Mendoza Maestro en Derecho. Catedrático. Especialista en las áreas de inversiones extranjeras, derecho fiscal, amparo y transferencia de tecnología. Socio y Director general de la firma Bufete Moreno y Asociados.

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  • DEFENSA FISCAL

    60 E DICIÓN E SPECIAL 2011

    Litigio entre parientes,todos pierden

    El litigio entre cónyuges, parientes y consanguíneos supera el encono y el odio de los de cualquier otro parentesco. Ya que estos se sienten defraudados por quienes los estafan, de su fortuna y de su cariño. Los padres, esposos, parejas, hijos, hermanos, primos y tíos, vierten su veneno contra sus adversarios hasta sufrir síncopes cardiacos o crearse úlceras.

    El pleito entre padres e hijos y entre hermanos, cuando éstos son despojados de sus empresas, de sus bienes, o de sus herencias, se convierte en luchas fratricidas sin cuartel. Así las cosas, en las luchas conyugales, familiares o testamentarias, también los familiares, parientes y no parientes se infi eren heridas mortales para quedarse con la herencia o con alguno que otro bien.

    Estos litigios suscitan intensos sentimientos de animosidad, desquite y expiación, los cuales provocan luchas despiadadas. Los participantes están dispuestos a menudo a sacarle los ojos y arrancarles el alma a su otrora cónyuge, hermano, hermana, padre o madre, y si se puede a ambos, sin piedad alguna.

    Todos estos cuyo sentimiento del honor puede ser muy exi-gente y cuyo dominio de sí mismo, ante una provocación extrema suele ser admirable, insistirá sin vacilar en formular en contra de su cónyuge, coheredero o parientes cargos que, aunque ciertos, no serían admitidos por ningún hombre decente sobre todo con-

    tra su cónyuge, hermano, su hermana, sus padres, hijos, tíos o sobrinos. El familiar que durante toda su vida ha sido bondadoso y gentil, suele mostrarse vengativo contra quien participa con él en la herencia, al grado de enfrentarlo y atacarlo físicamente en lugares públicos, ordenar su arresto y hacer acusaciones públicas y anónimas, ignorando el bienestar de los demás, quienes ter-minan convirtiéndose en soldados de batalla, llenando sus oídos de repulsión por el ahora contrario, coheredero; contra quien sea. El ardiente odio, la indomable vengatividad y el temerario abandono de todos los niveles del dominio decente de sí mismo, hoy engendra una salvaje lucha que no tienen límites.

    Les dejo a los psiquiatras la explicación de la voluble transformación del amor en odio. Los ingredientes químicos del rechazo, el enojo, desempeñan ciertamente un papel en la explosiva lucha. Pero hay algo más, un elemento misterioso que cambia la personalidad y deforma el carácter.

    Se ha oído hablar de que un hombre de buena reputación y sólido criterio comercial ha matado o mandado matar a su socio, a su hermano, a sus padres, a sus abuelos, etc. Lo demencial de los extremos alcanzados alcanzan su máxima manifestación. El litigio familiar, sin llegar a tan criminal violencia, surge de la misma exasperación de sentimientos.

    Litigio entre parientes,Litigio entre parientes,Litigio entre parientes,

    Por Jesús Moreno Mendoza

    Maestro en Derecho. Catedrático. Especialista en las áreas de inversiones extranjeras, derecho fi scal, amparo y transferencia de tecnología. Socio y Director general de la fi rma Bufete Moreno y Asociados.

  • 61LAS GRANDES FIRMAS DE FISCALISTAS EN MÉXICO

    « El pleito entre padres e hijos y

    entre hermanos, cuando éstos son

    despojados de sus empresas, de

    sus bienes, o de sus herencias,

    se convierte en luchas fratricidas

    sin cuartel »

  • DEFENSA FISCAL

    62 E DICIÓN E SPECIAL 2011

    El abogado se ve atrapado a menudo en los fuegos que arden furiosamente a su alrededor. No puede entender que esposos, hermanos, padres, hijos, tíos, sobrinos y abuelos, otrora amables personas a quienes conocía íntimamente estén tan cambiadas. En los pleitos de esta clase todo empieza al presentar demandas en las que veladamente se acusa al familiar de ingrato, entre otras cosas. Esto ya enar-dece bastante, por verdades deformadas y mentiras. La guerra está en marcha. Las llamas se propagan en todas direcciones.

    ¡Luego, vienen las declaraciones de reputación! A esta altura han desapa-recido los últimos diques. El proceso está completado, como la sinfonía que empieza con el débil gemido de la fl auta se convierte en una parte completa de violín, es recogida por los instrumentos de viento y alcanza un crescendo violento y furioso por los atronadores timbales y trompetas del acompañamiento que ata-can los tímpanos.

    Revelar los secretos de la familia es algo realmente escandaloso. Pero hay hogares llenos de pequeños secretos; las fl aquezas usuales de los padres, herma-nos, abuelos, hijos, hombres y mujeres; la

    una escena”, o con una exagerada atención dirigida a quien se encuentra sentado en una silla. El aire está cargado de corrosiva amargura y falta de respeto, todos creen que al término de la velada que han desa-rrollado con éxito la mascarada y que nadie ha adivinado las tensiones internas.

    La lucha procesal de las disputas familiares, y ésta en especial en la que además se involucraban patrimonios, debe ser eludida como plaga.

    Hay muchas zonas de solución razona-ble que pueden ser explotadas con éxito. Extrajudicialmente, cuando salen de este cauce –del cauce de la razón– se orientan hacia los estragos de la justicia o injusticia, estropeando la dignidad, el auto-respeto, la intimidad de la loca carrera. Y entonces se convierten en el juicio sensacionalista en el que el veneno de los litigantes es exhibido en las venas de los periódicos para que todo el mundo lo vea.

    Las impresiones de un profano, lego, sobre un proceso judicial, provienen por lo general del teatro, cine y televisión; los cuales, a pesar de ser invariablemente emocionantes, constituyen la desco-lorida parodia de un verdadero juicio. Estas impresiones no son técnicamente incorrectas sino substancialmente inade-cuadas. Les falta autenticidad emotiva, tienden a resultar estereotipadas, su falsedad frustra, en gran parte, ya que sus autores buscan la emoción, la sorpresa, sin reparar en que las luchas auténticas en los tribunales son incomparables y escapan a la imaginación.

    Un proceso es algo más que una rui-nosa y ruidosa emoción de la lucha en que las armas son las palabras y las defensas rasgos de ingenios. En estos casos no vale la pena hablar de quién ganó o quién perdió, todos perdieron: la familia, los hijos, los hermanos, los tíos, los primos, los abuelos, los amigos, etc.; hoy sólo se ven dos y dos, sí, los hermanos por su lado. Se terminaron las tradiciones, los otrora familiares ya no se ven. Como en el juego de la pirinola: “TODOS PIERDEN”.

    conspiración de mentiras para impresionar a los demás; las actitudes hipócritas para el mundo exterior, que no pueden ser escondidas ya entre los cónyuges, her-manos, padres e hijos, abuelos y nietos, haciendo a uno de ellos por lo menos sujeto del engaño; las deshonestidades de palabras y hechos por gente que se enorgullece de su integridad; la tosque-dad y falta de sentimiento de la relación física mientras que en público está el ordenamiento social que contrasta con el desdén en la relación privada. Éstos son algunos de los pequeños secretos de familia que la gente saca a ventilar en los pleitos familiares, sucesorios, etc.

    Los cargos y recriminaciones de repre-salia rompen todos los diques de la conten-ción, basta con permanecer sentado cinco minutos en la reuniones con los rijosos, cuando en un principio se suelen juntar para adivinar quiénes ocultan los disfraces que algunos creen usar con éxito. Bajo la centellante luz de los candelabros que brillan con solemne buena voluntad se oye reír sardónicamente a alguno de ellos cuando uno de los contendientes se pre-senta a sí mismo como un buen trabajador, buen esposo o esposa, buen hermano o hermana, al que le ha ido mal o cualquier otra pequeñez. Acaso él empiece a narrar una anécdota y algún otro le conteste, con todo seductor:

    - Hay Pedro, otra vez… ¿volverás a contar eso? Ya te lo he oído una docena de veces...

    A veces, las discusiones se desarrollan en términos generales dirigidas a una ter-cera persona, pero nadie se deja engañar. Las generalidades son casi tan concretas como una fl echa envenenada arrojada por un certero tirador.

    La abrumadora impresión es de mutuo desprecio. Esta puede adoptarse de muchas formas: acaso un penoso silencio, como si el comentario no mereciera una respuesta, o una larga mirada de enojo que dice “Soy demasiado… para contestar y provocar

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