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107 106 por Enric Batlle ilustración de Pau López Ciudad y naturaleza, hacia la fusión ENSAYO

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por Enric Batlleilustración de Pau López

Ciudad y

naturaleza,

hacia

la fusión

ensayo

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El paisajista francés Michel Cora-joud anunció a finales de siglo pasado que los jardines estaban volviendo a nuestras ciudades, y no con las formas de los par-ques públicos del siglo XIX —más próximas al estilo paisajístico—, sino con unas características contemporáneas próximas a la ecología y la agricultura.

¿Cómo podríamos explicar este revival de un arte —el paisa-jismo— que dábamos por mori-bundo o complementario? Po-

dríamos encontrar una explicación en la versatilidad de las modas y en la importancia cada vez mayor que se otorga a las preocupaciones ecológicas. No obstante, y en el fondo, en el origen de esta preocupación podemos encontrar una insatisfacción. Después de muchos años de dominio de la racionalidad, de las explicaciones en términos cuantitativos o de las intervenciones de autor sensiblemente alejadas de las inquietudes de los ciu-dadanos, se produce una nueva demanda de espacios de calidad; unos espacios más próximos, más íntimos y más vivos que reflejen el paso del tiempo y que trans-formen nuestras ciudades en unos lugares más habit-ables y saludables.

Y en su regreso, estos jardines modernos impregnan la ciudad y cada uno de los escenarios en los que se desarrollan nuestras actuaciones: desde las interven-ciones a escala geográfica hasta las pequeñas acciones individuales; desde los espacios públicos urbanos que podemos reconquistar hasta las geografías abandona-das que podemos recuperar; desde la biodiversidad que podemos fomentar en cada rincón hasta las agriculturas que podemos implementar por toda la ciudad.

El Espacio público como EstratEgiaEn los últimos 40 años, las ciudades europeas se han centrado en la reconquista de aquello que las identi-ficaba más profundamente: el carácter público de sus espacios urbanos y su capacidad para fomentar la co-hesión social. Hemos sido capaces de recuperar infini-dad de espacios públicos, colonizando ámbitos que se habían cedido al vehículo privado, permitiendo así a los

entre sus partes, reivindicar su capacidad productiva y fomentar su papel en la construcción de una sociedad consciente del incalculable valor de sus activos social-es y territoriales.

La recuperación de nuestros espacios agrícolas y forestales y la priorización del consumo de proximidad encajan con las recomendaciones del pacto de políti-ca alimentaria urbana que se firmó en 2015 entre 116 ciudades del mundo (Milan Urban Food Policy Pact) para promover nuevas políticas urbanas sobre cómo se tienen que alimentar las ciudades; garantizar dietas saludables, equidad social y económica en materia de alimentación; velar por la producción de alimentos de calidad y la distribución de alimentos de escala local para poder competir con la distribución global y reducir los impactos en el medio ambiente.

La agricultura urbana es el sistema de mantenimien-to más económico para un espacio verde, es la imagen de un paisaje que añoramos y puede llegar a ser una filosofía de ciudad, como en el caso del movimiento In-credible Edible, que ha transformado todos los espacios libres de la ciudad inglesa de Todmorden en espacios productivos kilómetro cero. Los paisajes productivos recuperan la biodiversidad, limpian el aire, establecen un uso más racional del agua, favorecen la creación de nuevas energías, pueden permitir el uso de nuevos ma-teriales y producen gran diversidad de alimentos, desde los huertos personales hasta los urbanos, desde las ag-riculturas comunitarias hasta las intensivas.

Pero nuestras ciudades están llenas también de límites infranqueables, auténticas murallas que impi-den la conectividad entre las partes. La resolución de estas interrupciones se convierte en el proyecto más estratégico que podemos desarrollar. Se trata de pre-star más atención al lugar difícil, en lugar de recrearse en uno de sus dos lados. Estos lugares se convierten en el eslabón que le falta a la cadena, son el pasaje entre dos situaciones fragmentadas y, como describe Richard T. T. Forman en Land Mosaics, son proyectos que han de concentrar toda la intensidad de nuestra actividad, porque con ellos conseguiremos que un gran territorio esté a nuestro alcance. Necesitamos actuaciones que promuevan la continuidad ecológica y social entre las diversas partes de la ciudad. Requerimos puentes que nos permitan recoser las conectividades perdidas y que

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El paisaje, la ecología y la agricultura se incorporan a las calles. En un tiempo en el que la habitabilidad y la salud física y cívica son prioridades, cede el impulso caníbal de la urbe sobre el campo. La periferia se puebla de nuevos fenómenos y habitantes. El huerto surge como metáfora de nuevos espacios de calidad. El ciclista, el peatón, el transporte público sostenible y el agua conquistan el espacio. Pero la batalla por la fusión de naturaleza y ciudad continúa.

ciudadanos volver a las plazas y las calles para sus activ-idades cívicas cotidianas. Nuestros entornos urbanos se han llenado de nuevos proyectos que recuperan espaci-os antes anodinos, sin carácter, muchas veces enclaves que habían sido abandonados, degradados u olvidados, para devolverles su valor y permitirnos volver a pasear por la ciudad como era habitual antes de convertirla en un conjunto de vías rápidas y aparcamientos.

Durante las últimas décadas del siglo XX, muchas ci-udades centraron sus estrategias urbanas en la recuper-ación del elemento geográfico que había definido su ori-gen, pero que habían olvidado, degradado, abandonado. La experiencia de la Barcelona olímpica abriéndose al Mediterráneo fue extraordinaria y llegó a ser referente para muchas otras ciudades: el caso de Bilbao recuper-ando su ría, de Madrid redescubriendo el Manzanares o los casos de Zaragoza utilizando el río Ebro como argu-mento para la Exposición Universal de 2008, de Londres reinventándose sobre el Támesis con el Millenium o el de Nueva York, que sigue trabajando para transformar el que fue el mayor puerto del mundo en un malecón verde y continuo y fusionar así la ciudad con la naturaleza.

En la actualidad, cuando ya se habla de que vivi-mos en un Mundo de Ciudades y que, como respuesta a los desafíos del futuro, debemos comenzar a construir desde ellas y no desde los Estados, está renaciendo con fuerza la idea de Ciudad Verde, más habitable, saluda-ble, más natural y atenta a las preocupaciones de sus ciudadanos. Preocupaciones micro que apuntan a di-versidad de temas, como la necesidad de puntos de encuentro social y de convivencia en los que sentir de cerca el poder de la naturaleza, pero también preocupa-ciones macro que pretenden aportar medidas para cor-regir el calentamiento global y tratar de salvar el planeta.

Como ya anunció Richard Rogers en su libro Cities for a Small Planet (Ciudades para un pequeño planeta), la sostenibilidad llegará a ser la filosofía dominante de nuestra época y las ciudades —el hábitat humano— po-drán entretejerse otra vez con el ciclo de la naturaleza. Para acercarnos a esta condición necesitamos construir un sistema de movilidad basado en una combinación de las mejores condiciones para peatones y ciclistas y un eficiente e integrado sistema de transporte público que nos permitan alcanzar la mejor calidad de vida posible. Copenhague combina diversas soluciones para conver-

tirse en 2025 en la primera ciudad del mundo Carbon Neutral: movilidad verde, transporte público, reducción de las emisiones de CO2, reciclaje total de sus residuos, mejora de la calidad del agua del puerto, aprovecham-iento del agua de lluvia, producción de toda la energía necesaria en la ciudad, incremento de la biodiversidad urbana y, por supuesto, infinidad de nuevos proyectos para configurar el espacio público en concordancia con estos criterios.

El vErdE como infraEstructuraLas calles y las plazas de nuestras ciudades y también los balcones, cubiertas y fachadas de nuestros edifici-os pueden renaturalizarse, conectar con los parques y jardines que ya tenemos en la ciudad e incluso conectar con los espacios agrícolas y naturales que todavía con-servamos en la metrópolis. Un nuevo paradigma, des-de la perspectiva urbana, está reivindicando con fuerza los valores éticos y estéticos del mundo rural; la ciudad quiere ser más campo, y el campo, más ciudad.

Nuestras ciudades disponen ya de un conjunto de estructuras verdes muy complejas que ocupan una parte importante de su territorio y su entorno. Muchas proceden de la geografía que aún pervive entre sus diferentes teji-dos urbanos —colinas, ríos, rieras, playas, humedales…— o de rema-nentes de su estructura produc-tiva agraria —parques agrarios, espacios agrícolas intersticiales, ganadería resiliente, huertos co-munitarios y personales—. Otras configuran el sistema de espacios públicos de las áreas urbanas: desde las calles hasta los parques, desde los paseos hasta las plazas.

Esta red de infraestructuras verdes debería configu-rarse como un sistema de espacios libres de característi-cas diversas pero objetivos comunes: que fomente todas las conectividades posibles, territoriales y sociales; que esté colmada de valores ecológicos, posibilidades de uso para el ocio y capacidades productivas. Una red ambien-tal y social que se consolide como la columna vertebral de nuestros territorios urbanos; un conjunto de espaci-os donde preservar y fomentar la biodiversidad urbana, conservar y proteger la conectividad ecológica y social

con el tiempo, la agricultura urbana puede llegar a convertirse en una filosofía de la ciudad

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nos ayuden a conseguir uno de los objetivos estratégi-cos más importantes para nuestro futuro: que los cam-inantes, los ciclistas, el transporte público, el agua, los alimentos, el aire y la vida puedan fluir libremente por nuestras metrópolis.

un rEbaño dE ovEjas pasta En un nuEvo Espacio público dE barcElonaVer ovejas pastando en un parque de la ciudad podría parecer un hecho casual, parecido a aquellos que po-demos contemplar en la periferia urbana, en aquellos lugares donde la urbanización ya ha llegado pero no se ha consolidado lo suficiente como para impedir que las “naturalezas exteriores” se infiltren en ella. En el caso del parque de Finestrelles, un enclave urbano limítrofe a las ciudades de Barcelona y de Esplugues de Llobregat y en contacto con el parque natural de Collserola, es habitual.

Podría considerarse esta estampa también fruto de la crisis económica de los últimos años: el barrio de Fin-estrelles se estaba urbanizando para albergar en él un centro de negocios y un barrio residencial de alto stand-ing; después del estallido de la burbuja inmobiliaria, fue abandonado sin haberse construido un solo edificio. Las calles y los espacios públicos del sector estaban termi-nados y en funcionamiento, pero, a consecuencia de este abandono, no han recibido ningún tipo de manten-imiento en todos estos años.

La arquitecta Julia Schulz-Dornburg recoge en su magnífico libro Ruinas Modernas. Una topografía del lucro varios ejemplos de lugares parecidos repartidos por toda la geografía española. Se trata de urbaniza-ciones inacabadas que presentan tres características comunes: un tamaño enorme que en muchas ocasiones

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Enric Batlle es Dr. arquitecto y paisajista, socio fundador de Batlle i Roig Arquitectura.

es superior al del núcleo urbano del cual dependen, una localización autónoma que se separa convenientemente de la ciudad existente y la pretensión de recrear un “nue-vo paraíso” que, evidentemente, renunciará a todas las características naturales y agrícolas del paisaje previo.

En el caso que nos atañe concurren dos circunstan-cias diferentes que permiten albergar esperanza sobre su futuro inmediato. Una proviene del hecho de que la urbanización está situada en el límite de la ciudad ex-istente, prolongando sus calles y organizándose alre-dedor de un gran parque que, como una cuña verde, extiende los espacios naturales hacia el interior de la ciudad. El parque ya es utilizado como un corredor que permite a los ciudadanos acceder desde el centro hasta la red de caminos que se adentra en el parque natural.

La otra característica diferencial se gestó a partir de la decisión de utilizar exclusivamente vegetación autóc-tona en la configuración del nuevo parque. Se trataba de conseguir que la montaña —y su biodiversidad— penetr-ara en la ciudad, y para reforzar esta idea se decidió es-tablecer en el centro de la urbanización un gran prado natural que se plantó con una mezcla de semillas don-de predominaba la alfalfa. Las elecciones vegetales se pueden considerar bastante acertadas, dado que el lugar se ha conservado bastante bien a pesar de que durante muchos años no ha sido cuidado ni regado por nadie.

La mayor sorpresa llegó el día en que descubrimos que, periódicamente, un rebaño bajaba desde la mon-taña cercana a pastar en el nuevo prado urbano. Nos re-unimos con su pastor para conocer la situación e idiosin-crasia de su gremio. Descubrimos así que todavía existen pastores en nuestra periferia urbana, que todavía es una actividad rentable a pequeña escala, pero también que los pastos libres escasean en este magma incontrolado de infraestructuras desbocadas, grandes equipamientos y tramas urbanas inacabadas que denominamos ciudad. Cayetano, nuestro pastor, también tuvo una sorpresa al descubrir que la ciudad le ofrecía, gratuitamente, una comida tan suculenta para su rebaño.

Ciudad y campo se han relacionado tradicional-mente muy mal. La ciudad fagocita todo el territorio que necesita imponiendo sus leyes y eliminando todos los sistemas que en él, previamente, se desarrollaban. Quizá la crisis nos ha ofrecido un periodo de reflexión que hemos podido aprovechar para aprender nuevas formas de actuar. La imagen del rebaño de ovejas solo pretende ser una alegoría de una ciudad que se podría relacionar bien con su entorno, una pequeña muestra de que quizá podemos encontrar nuevos modelos de convivencia entre la ciudad y la naturaleza. —eps

Arriba, tanque de aquaponics, sistema que combina la cría de peces con el cultivo mediante hidrocultura. Abajo, aparcamiento de bicicletas en Copenhague.

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