Popper Adorno, La lógica de las ciencias sociales

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El presente volumen recoge una importantísima polémica sobre la lógica de las ciencias sociales en la que se abordan cuestio- nes metodológicas fundamentales. Los participantes principales en la disputa son Karl R. Popper y Theodor W. Adorno. El pri- mero ha designado su posición filosófica como "racionalismo critico", expresión con la que pretende marcar su oposición a to- do racionalismo dogmático. En el terreno de las ciencias socia- les, Popper sostiene la imposibilidad de una ciencia de la totali- dad social, pues sólo se pueden conocer, a juicio suyo, aspec- tos concretos de la realidad social. Esto le lleva a propugnar, en el terreno de la política, la transformación mediante reformas de aspectos concretos (o como él le llama "la ingeniería social"). Adorno representa Ia interpretación del marxismo postulada por la Escuela de Frankfurt, nombre con el que se denomina un gru- po de filósofos y sociólogos que tratan de elaborar una "teoría crítica de la sociedad" (a dicha escuela pertenece también Ha- bermas). La escuela de Frankfurt sostiene la relatividad de todo conocimiento por estar mediado por la praxis social. En su ponencia, Popper sostiene que "el método puramente objetivo en las ciencias sociales" es la "lógica de la situación" de los hombres y cuya conducta puede explicarse a partir de la situación misma. Adorno postula una visión de la sociedad como totalidad. Apuntando implícitamente a Popper, afirma: "No hay valor para pensar el todo porque se duda de poder transformar- lo." Dahrendorf y Habermas intervienen con sus comentarios en la polémica. El pensamiento dialéctico lo entiende Habermas como "el intento de concebir en todo momento el análisis como parte del proceso social analizado y como su posible autocon- ciencia crítica". Sobre los autores Popper: nació en 1902 en Viena, Austria. Entre sus obras prin- cipales: La lógica de la investigación científica, 1934; La socie- dad abierta y sus enemigos, 1945; La miseria del historicismo, 1957, y Conjeturas y refutaciones, 1963. Adorno: nació en 1903 en Frankfurt, Alemania, y murió en 1969, en Suiza. Entre sus obras destacan: Dialéctica de la ilustración, 1947; Tres estudios sobre Hegel, 1963; La jerga de la autentici- dad, 1964: Dialéctica negativa, 1966. Dahrendorf, nació en 1929 en Hamburgo, Alemania. Autor entre otras obras de: Homo sociologicus, 1959; Sociedad y libertad, 1961; Sociedad y democracia en Alemania, 1965; Caminos de utopía, 1967. UNTREF VIRTUAL | 1 La Lógica De Las Ciencias Sociales- Ponencia Karl R. Popper Sobre La Logica De Las Ciencias Sociales - Coponencia Theodor W. Adorno Presentación

Transcript of Popper Adorno, La lógica de las ciencias sociales

El presente volumen recoge una importantísima polémica sobrela lógica de las ciencias sociales en la que se abordan cuestio-nes metodológicas fundamentales. Los participantes principalesen la disputa son Karl R. Popper y Theodor W. Adorno. El pri-mero ha designado su posición filosófica como "racionalismocritico", expresión con la que pretende marcar su oposición a to-do racionalismo dogmático. En el terreno de las ciencias socia-les, Popper sostiene la imposibilidad de una ciencia de la totali-dad social, pues sólo se pueden conocer, a juicio suyo, aspec-tos concretos de la realidad social. Esto le lleva a propugnar, enel terreno de la política, la transformación mediante reformas deaspectos concretos (o como él le llama "la ingeniería social").Adorno representa Ia interpretación del marxismo postulada porla Escuela de Frankfurt, nombre con el que se denomina un gru-po de filósofos y sociólogos que tratan de elaborar una "teoríacrítica de la sociedad" (a dicha escuela pertenece también Ha-bermas). La escuela de Frankfurt sostiene la relatividad de todoconocimiento por estar mediado por la praxis social.

En su ponencia, Popper sostiene que "el método puramenteobjetivo en las ciencias sociales" es la "lógica de la situación" delos hombres y cuya conducta puede explicarse a partir de lasituación misma. Adorno postula una visión de la sociedad comototalidad. Apuntando implícitamente a Popper, afirma: "No hayvalor para pensar el todo porque se duda de poder transformar-lo." Dahrendorf y Habermas intervienen con sus comentarios enla polémica. El pensamiento dialéctico lo entiende Habermascomo "el intento de concebir en todo momento el análisis comoparte del proceso social analizado y como su posible autocon-ciencia crítica".

Sobre los autores

Popper: nació en 1902 en Viena, Austria. Entre sus obras prin-cipales: La lógica de la investigación científica, 1934; La socie-dad abierta y sus enemigos, 1945; La miseria del historicismo,1957, y Conjeturas y refutaciones, 1963.

Adorno: nació en 1903 en Frankfurt, Alemania, y murió en 1969,en Suiza. Entre sus obras destacan: Dialéctica de la ilustración,1947; Tres estudios sobre Hegel, 1963; La jerga de la autentici-dad, 1964: Dialéctica negativa, 1966.

Dahrendorf, nació en 1929 en Hamburgo, Alemania. Autor entreotras obras de: Homo sociologicus, 1959; Sociedad y libertad,1961; Sociedad y democracia en Alemania, 1965; Caminos deutopía, 1967.

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En mi ponencia sobre la lógica de las ciencias sociales me pro-pongo partir de dos tesis que expresan la contradicción exis-tente entre nuestro saber y nuestra ignorancia.

Primera tesis: Sabemos gran cantidad de cosas -y no sólo deta-lles de dudoso interés intelectual, sino sobre todo cosas de lasque no cabe subrayar únicamente su gran importancia prácticasino asimismo el profundo conocimiento teorético y la asombro-sa comprensión del mundo que nos procuran.

Segunda tesis: Nuestra ignorancia es ilimitada y decepcionante.Es precisamente el gigantesco progreso de las ciencias de lanaturaleza (al que alude mi primera tesis) el que nos pone unay otra vez frente a nuestra ignorancia, a nuestra ignorancia enel propio campo de las ciencias de la naturaleza. La idea socrá-tica de la ignorancia adquiere de este modo un carácter de todopunto diferente. A cada paso que avanzamos y a cada proble-ma que solucionamos no solamente se nos descubren nuevosproblemas pendientes de solución, sino que se nos impone laevidencia de que incluso allí donde creíamos estar sobre suelofirme y seguro todo es, en realidad, inseguro y vacilante.

Mis dos tesis sobre el conocimiento y la ignorancia sólo aparen-temente están en contradicción, por supuesto. La aparente con-tradicción se debe, sobre todo, al hecho de que en la primera alos términos "sabiduría" o "conocimiento" les corresponde unsignificado totalmente diferente al que ostentan en la segunda.De todos modos, ambos significados son importantes y tambiénson importantes ambas tesis; tanto que voy a formularlo en lasiguiente tesis número tres.

Tercera tesis: Una tarea fundamentalmente importante e inclusouna piedra de toque decisiva de toda teoría del conocimiento esque haga justicia a nuestras dos primeras tesis e ilumine la re-

lación existente entre nuestro conocimiento asombroso y enconstante crecimiento y nuestra convicción -asimismo creciente-de que, en realidad, no sabemos nada.

Si se medita un poco, parece casi por completo evidente que lalógica del conocimiento haya de hundir sus raíces en la tensiónentre el conocimiento y la ignorancia. En mi cuarta tesis formu-lo una importante consecuencia de esta convicción. De todosmodos, antes de exponer dicha tesis deseo disculparme breve-mente por las muchas que irán viniendo. Mi disculpa radica enla sugerencia que se me hizo de exponer sintéticamente mi po-nencia en forma de tesis (con el fin de facilitar al componente latarea de aguzar al máximo sus antítesis críticas). Debo decir, noobstante, que dicha sugerencia me pareció muy útil, aunque laforma en cuestión pueda provocar cierta impresión de dogma-tismo. Mi cuarta tesis es, pues, la siguiente.

Cuarta tesis: En la medida en que quepa en absoluto hablar deque la ciencia o el conocimiento comienzan en algún punto tienevalidez lo siguiente: el conocimiento no comienza con percep-ciones u observación o con la recopilación de datos o de he-chos, sino con problemas. No hay conocimiento sin problemas -pero tampoco hay ningún problema sin conocimiento. Es decir,que éste comienza con la tensión entre saber y no saber, entreconocimiento e ignorancia: ningún problema sin conocimiento-ningún problema sin ignorancia. Porque todo problema surgedel descubrimiento de que algo no está en orden en nuestro pre-sunto saber; o, lógicamente considerado, en el descubrimientode una contradicción interna entre nuestro supuesto conocimien-to y los hechos; o expresado quizá más adecuadamente, en eldescubrimiento de una posible contradicción entre nuestro su-puesto conocimiento y los supuestos hechos.

Frente a mis tres primeras tesis, que por su carácter abstractopueden dar quizá la impresión de estar un tanto alejadas de mitema, es decir, de la lógica de las ciencias sociales, de la cuar-ta es mi intención afirmar que precisamente con ella llegamos alcentro mismo de nuestro tema. Lo cual puede ser formulado co-mo sigue en mi tesis número cinco.

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Quinta tesis: Al igual que todas las otras ciencias, también lasciencias sociales se ven acompañadas por el éxito o por el fra-caso, son interesantes o triviales, fructíferas o infructíferas, yestán en idéntica relación con la importancia o el interés de losproblemas que entran en juego; y, por supuesto, también enidéntica relación respecto de la honradez, linearidad y sencillezcon que estos problemas sean atacados. Problemas que enmodo alguno tienen por qué ser siempre de naturaleza teoréti-ca. Serios problemas prácticos, como el de la pobreza, el delanalfabetismo, el de la opresión política y la inseguridad jurídi-cas, han constituido importantes puntos de partida de la investi-gación científico-social. Pero estos problemas prácticos incitana meditar, a teorizar, dando paso así a problemas teoréticos. Entodos los casos, sin excepción, son el carácter y la cualidad delos problemas -juntamente, desde luego, con la audacia y singu-laridad de la solución propuesta- lo que determina el valor o faltade valor del rendimiento científico.

De manera, pues, que el punto de partida es siempre el proble-ma; y la observación únicamente se convierte en una especiede punto de partida cuando desvela un problema; o, con otraspalabras, cuando nos sorprende, cuando nos muestra que hayalgo en nuestro conocimiento -en nuestras expectativas, en nues-tras teorías- que no está del todo en orden. Las observacionessólo conducen, pues, a problemas, en la medida en que contra-dicen algunas de nuestras expectativas conscientes o incons-cientes. Y lo que en tal caso se convierte en punto de partida deltrabajo científico no es tanto la observación en sí cuanto laobservación en su significado peculiar -es decir, la observacióngeneradora de problemas.

Con ello accedo al punto en que me es posible formular mi te-sis principal como tesis número seis. La cual consiste en lo si-guiente:

Sexta tesis (tesis principal):

a) El método de las ciencias sociales, al igual que el de las cien-cias de la naturaleza, radica en ensayar posibles soluciones pa-ra sus problemas -es decir, para esos problemas en los quehunden sus raíces.

Se proponen y critican soluciones. En el caso de que un ensayode solución no resulte accesible a la critica objetiva, es precisoexcluirlo por no científico, aunque acaso sólo provisionalmente.b) Si es accesible a una crítica objetiva, intentamos refutarlo;porque toda crítica consiste en intentos de refutación.c) Si un ensayo de solución es refutado por nuestra crítica, bus-camos otro.d) Si resiste la crítica, lo aceptamos provisionalmente; y, desdeluego, lo aceptamos principalmente como digno de seguir sien-do discutido y criticado.e) El método de la ciencia es, pues, el de la tentativa de solu-ción, el del ensayo (o idea) de solución sometido al más estric-to control crítico. No es sino una prolongación crítica del méto-do del ensayo y del error ("trial and error").f) La llamada objetividad de la ciencia radica en la objetividad delmétodo crítico; lo cual quiere decir, sobre todo, que no hay teoríaque esté liberada de la crítica, y que los medios lógicos de losque se sirve la crítica -la categoría de la contradicción lógica-son objetivos.

La idea básica que subyace en mi tesis principal también podríaser quizá sintetizada como sigue:

Séptima tesis: La tensión entre el conocimiento y la ignorancialleva al problema y a los ensayos de solución. Pero no es supe-rada jamás, dado que no puede menos de verse claramente quenuestro conocimiento no consiste sino en tentativas, en pro-puestas provisionales de solución, hasta el punto de conllevarde manera fundamental la posibilidad de evidenciarse comoerróneo y, en consecuencia, como una auténtica ignorancia. Deahí que la única forma de justificación de nuestro conocimientono sea, a su vez, sino igualmente provisional: radica en la críti-ca, o más exactamente, en que nuestros ensayos de soluciónparezcan haber resistido hasta la fecha incluso nuestra críticamás acerada.

No hay justificación positiva alguna que vaya más lejos de esto.Nuestros ensayos de solución, sobre todo, no pueden revelarsecomo probables (en el sentido del cálculo de probabilidades).

Este punto de vista podría recibir quizá el calificativo de criticista.

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Con el fin de iluminar un tanto el contenido de esta tesis princi-pal mía y su importancia para la sociología, no deja de ser útiluna confrontación de la misma con ciertas otras tesis de unametodología muy extendida y a menudo absorbida de maneraplenamente inconsciente.

Tenemos, por ejemplo, el erróneo y equivocado naturalismo ocientificismo metodológico, que exige que las ciencias socialesaprendan por fin de las ciencias de la naturaleza lo que es méto-do científico. Este equivocado naturalismo impone exigenciascomo éstas: comienza con observaciones y mediciones, es de-cir, con sondeos estadísticos, por ejemplo, y avanza inductiva-mente a posibles generalizaciones y a la formación de teorías.De este modo te aproximarás al ideal de objetividad científica enla medida, al menos, en que ello es posible en las ciencias so-ciales. Al mismo tiempo, sin embargo, debes ser perfectamenteconsciente de que en las ciencias sociales la objetividad es mu-cho más difícil de alcanzar (si es que es en absoluto, alcanza-ble) de lo que lo es en las ciencias de la naturaleza; porque laobjetividad equivale a neutralidad valorativa*, y sólo en casosmuy extremos logra el científico social emanciparse de las valo-raciones de su propia capa social accediendo a cierta objetivi-dad y asepsia en lo tocante a los valores.

En mi opinión, todas y cada una de las frases que acabo de po-ner en boca de dicho erróneo naturalismo son radicalmente fal-sas y descansan en una equivocada comprensión del métodocientífico-natural, es más, en un mito -el mito demasiado exten-dido, por desgracia, e influyente del carácter inductivo del méto-do de las ciencias de la naturaleza y del carácter de la objetivi-dad científico-natural. En lo que sigue me propongo dedicar unapequeña parte del valioso tiempo del que dispongo a elaboraruna crítica de dicho erróneo naturalismo.

Aunque no cabe duda de que buena parte de los científicos so-ciales se opondría a una y otra de las diversas tesis de esteerróneo naturalismo, resulta también innegable que dicho natu-ralismo disfruta en las ciencias sociales -fuera de la economíapolítica- de una auténtica supremacía, por lo menos en los paí-

ses anglosajones. Me propongo formular los síntomas de estavictoria en mi tesis número ocho.

Octava tesis: En tanto que antes de la Segunda Guerra Mundialla idea de la sociología aún era la de una ciencia social teoréti-ca general comparable quizá a la física teorética y la idea de laantropología social era la de una sociología aplicada a socieda-des muy especiales, es decir, a sociedades primitivas, esta re-lación se ha invertido actualmente de la manera más asombro-sa. La antropología social o etnología se ha convertido en unaciencia social general; y parece que la sociología se encuentraen vías de irse convirtiendo cada vez más en una rama de la an-tropología social, en una antropología social aplicada a una for-ma muy especial de la sociedad -en una antropología, en fin, delas formas de sociedad altamente industrializadas de Occidente.Para repetirlo de manera más breve: la relación entre la soci-ología y la antropología se ha invertido por completo. La antro-pología social ha avanzado hasta convertirse en una ciencia es-pecial aplicada a una ciencia básica y el antropólogo ha pasadoa convertirse de en un modesto y algo miope fieldworker en unteórico social de vastas miras y hondo aliento, así como en unpsicólogo social profundo. El viejo sociólogo teórico debe darse,de todos modos, por satisfecho con encontrar su actual acomo-do como fieldworker y especialista: observando y describiendolos totems y tabús de los naturales de raza blanca de los paí-ses de la Europa Occidental y de los Estados Unidos.

De todos modos, no hay porqué tomarse demasiado en serioesta mutación en el destino de los científicos sociales; sobre to-do porque no hay cosa-en-sí que sea una especialidad científi-ca. Todo lo cual formulado como tesis, da lugar a la tesis núme-ro nueve.

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* Traducimos Wertjreiheit, la célebre expresión weberiana cuya traducciónliteral sería "libertad de valores", por "neutralidad valorativa" o, también, por"desvinculación axiológica". (N. del T.)

Novena tesis: Una especialidad científica -tal y como se la lla-ma- no es sino un conglomerado delimitado y construido de pro-blemas y ensayos de solución. Lo realmente existente, no obs-tante, son los problemas y las tradiciones científicas.

A pesar de esta novena tesis, la citada transformación de lasrelaciones entre sociología y antropología es extremadamenteinteresante; y no en virtud de las especialidades o de sus nom-bres, sino por constituir buena muestra del triunfo del métodopseudocientíficonatural. Así llego a mi tesis número diez.

Décima tesis: El triunfo de la antropología es el triunfo de unmétodo pretendidamente basado en la observación, pretendida-mente descriptivo, supuestamente más objetivo y, en conse-cuencia, aparentemente científico-natural. Pero se trata de unavictoria pírrica: un triunfo más de este tipo, y estamos perdidos-es decir, lo están la antropología y la sociología.

Reconozco abiertamente que mi décima tesis está concebida entérminos quizá excesivamente rigurosos. No pretendo en modoalguno negar que debemos a la antropología social el descubri-miento de cosas interesantes e importantes, ni que es una de lasciencias sociales a las que mayor éxito ha acompañado. Reco-nozco asimismo de buen grado que para los europeos no dejade ser altamente interesante y atractiva la posibilidad de obser-varnos y examinarnos a nosotros mismos a través del prisma delantropólogo social. Ahora bien, aunque este prisma es quizá máscoloreado que otros, no por ello es más objetivo. El antropólogono es ese observador de Marte que cree ser y cuyo papel socialintenta representar no raramente ni a disgusto; tampoco hay nin-gún motivo para suponer que un habitante de Marte nos veríamás "objetivamente" de lo que por ejemplo nos vemos a noso-tros mismos.

Quiero aludir, en este contexto, a una historia que puede pare-cer, sin duda, extrema, pero que en modo alguno constituye al-go aislado o excepcional. Es una historia verdadera, pero lo queen este contexto actual importa no es precisamente eso. En elcaso de que les parezca en exceso improbable les ruego que laacepten como una libre invención, como una ilustración fabula-

da que con la ayuda de crasas exageraciones no pretende sinoiluminar un punto importante.

Hace unos cuantos años tuve la ocasión de participar en unCongreso de cuatro días de duración, organizado por un teólo-go y en el que participaban filósofos, biólogos, antropólogos, yfísicos -uno o dos representantes de cada especialidad; en totaléramos unos ocho participantes. Como tema: "Ciencia y Huma-nismo". Superadas algunas dificultades iniciales y, sobre todo,eliminado un intento de impresionarnos a fuerza de profundida-des sublimes, se consiguió, a los tres días del congreso y graciasa los esfuerzos conjuntos de cuatro o cinco de los participantes,elevar la discusión a un nivel de altura realmente desusada. Nues-tro congreso había accedido así -o al menos tal me lo parecía amí- a ese estadio en el que todos teníamos la sensación satisfac-toria de aprender algo unos de otros. En todo caso, estábamosmetidos de lleno en materia cuando el antropólogo social allí pre-sente tomó la palabra.

"Quizá les haya parecido extraño, vino a decir poco más o me-nos, "que hasta este momento no haya pronunciado palabra enel congreso en curso. Ello se debe a mi condición de observa-dor. Como antropólogo he venido a este congreso no tanto paraparticipar en su conducta verbal, como para observarla. Cosaque efectivamente, he hecho. Al hacerlo no me ha sido posibleseguir siempre sus discusiones objetivas; pero quien como yoha estudiado docenas de grupos de discusión sabe que al qué,es decir, a la cosa, no le corresponde demasiada importancia.Nosotros, los antropólogos", decía casi literalmente el citadocongresista, "aprendemos a observar semejantes fenómenossociales desde fuera y desde un ángulo de visión mucho másobjetivo. Lo que nos interesa es el cómo; es, por ejemplo, el mo-do como éste o aquél intentan dominar el grupo y cómo sus in-tentos son rechazados por otro, bien solo, bien con ayuda deuna coalición de fuerzas; cómo al cabo de diversos intentos deeste tipo se forma un orden jerárquico de rango y, con él, unequilibrio de grupos y un ritual en la actividad verbal de los gru-pos. Cosas todas éstas que son siempre muy similares, pordiferentes que parezcan los planteamientos de los problemaselegidos como tema de discusión." UNTREF VIRTUAL | 5

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Escuchamos a nuestro antropológico visitante de Marte hasta elfinal, y acto seguido le pregunté dos cosas: primero, si tenía al-guna observación que hacer a nuestras conclusiones objetivasy, segundo, si no creía en la existencia de algo así como razo-nes o argumentos objetivos susceptibles de ser verdaderos ofalsos. Contestó que se había visto demasiado obligado a con-centrarse en la observación de nuestro comportamiento grupalcomo para poder seguir con detalle el curso de nuestras discu-siones objetivas. Por otra parte, de haber hecho esto último hu-biera peligrado su objetividad, ya que no habría podido menosde verse envuelto en nuestras discusiones, dejándose al finalllevar por ellas, hasta el punto de convertirse en uno de noso-tros, lo que habría supuesto la anulación de su objetividad. Ha-bía aprendido, además, a no enjuiciar literalmente el comporta-miento verbal, o a no tomárselo demasiado en serio en el planoliteral (utilizaba una y otra vez expresiones como "verbal beha-viour" y " verbalisation "). Lo que importa, nos dijo, es la funciónsocial y psicológica de este comportamiento verbal. Y añadió losiguiente: "Si bien a ustedes, en su calidad de participantes enla discusión, lo que les impresiona son las razones y argumen-tos, a nosotros lo que nos importa es el hecho de la impresiónmutua o la influencia que pueden entre ustedes ejercerse unossobre otros, y, fundamentalmente, los síntomas de dicha influen-cia; nuestro interés se centra en conceptos como insistencia,vacilación, transigir y ceder. En lo tocante al contenido real de ladiscusión, sólo puedo decirles que no nos incumbe; lo que ver-daderamente nos importa es el curso de la discusión, el papelque juega cada uno de ustedes en ella, el cambio dramático encuanto a tal; el llamado argumento no es, desde luego, sino unaforma de comportamiento verbal, y no más importante queotras. Es una mera ilusión subjetiva creer que es posible distin-guir tajantemente entre argumentos y otras verbalizaciones sus-ceptibles de ejercer una gran impresión; ni siquiera es tan fácildistinguir entre argumentos objetivamente válidos y objetivamen-te inválidos. A lo sumo cabe dividir los argumentos en gruposcorrespondientes a los que en determinados sectores y en de-terminadas épocas han sido aceptados como válidos o inváli-dos. El elemento temporal resulta igualmente visible en el hechode que ciertos argumentos -o como tales llamados- que aceptaun grupo de discusión como el presente, pueden ser posterior-

mente atacados o dejados de lado por uno u otro de los partici-pantes".

No voy a continuar describiendo aquel incidente. Por otra parte,en este círculo no sería necesario hacer demasiado hincapié enel hecho de que el origen, en el ámbito de la historia de las ideas,dei talante un tanto extremo de mi amigo antropológico no sóloacusa la influencia del ideal de objetividad propio del behavio-rismo, sino asimismo de ideas crecidas en suelo alemán. Me re-fiero al relativismo en general, al relativismo histórico que con-sidera que la verdad objetiva no existe, que sólo existen verda-des para tal o cual época histórica, y al relativismo sociológicoque enseña que hay verdades o ciencias para éste o aquél gru-po o clase, que hay, por ejemplo, una ciencia burguesa o unaciencia proletaria; pienso asimismo que la llamada sociologíadel conocimiento juega un papel importante en la prehistoria delos dogmas de mi antropológico amigo.

Aunque no deja, desde luego, de parecer innegable que mi an-tropológico amigo asumió en aquel congreso una postura real-mente extrema, no por ello puede negarse que dicha postura,sobre todo si se la suaviza algo, es todo menos infrecuente ytodo menos poco relevante.

Pero dicha posición es absurda. Como ya he sometido en otrolugar a crítica detallada el relativismo histórico y sociológico y lasociología del conocimiento, renuncio aquí a repetirme. Voy areferirme brevemente tan sólo a la ingenua y equivocada ideade la objetividad científica que subyace a todo ese estilo de pen-samiento.

Undécima tesis: Es de todo punto erróneo conjeturar que laobjetividad de la ciencia depende de la objetividad del científico.Y es de todo punto erróneo creer que el científico de la natura-leza es más objetivo que el científico social. El científico de lanaturaleza es tan partidista como el resto de los hombres y, porregla general, es -si no pertenece al escaso número de los queconstantemente producen ideas nuevas- en extremo unilateral ypartidista en lo concerniente a sus propias ideas. Algunos de losmás descollantes físicos contemporáneos han fundado inclusoescuelas que oponen una fuerte resistencia a toda idea nueva.

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Mi tesis también tiene, de todos modos, una cara positiva, y éstaes más importante. Constituye el contenido de mi tesis númerodoce.

Duodécima tesis: Lo que puede ser calificado de objetividad cien-tífica radica única y exclusivamente en la tradición crítica, esatradición que a pesar de todas las resistencias permite a me-nudo criticar un dogma dominante. Expresado de otra manera,la objetividad de la ciencia no es asunto individual de los diver-sos científicos, sino el asunto social de su crítica recíproca, dela amistosa-enemistosa división de trabajo de los científicos, desu trabajo en equipo y también de su trabajo por caminos dife-rentes e incluso opuestos entre sí. De ahí que dependa parcial-mente de esa vasta serie de relaciones sociales y políticas queen cuanto a tal crítica la hacen posible.

Decimotercera tesis: La llamada sociología del saber, que cifrala objetividad en la conducta de los diversos científicos aislada-mente considerados y explica la no objetividad en función de laposición social del científico, se ha equivocado totalmente eneste punto decisivo -me refiero al hecho de la única y exclusivafundamentación de la objetividad en la crítica-. Lo que la socio-logía del conocimiento ha pasado por alto no es otra cosa quela propia sociología del conocimiento; es decir, la teoría de la ob-jetividad científica. Esta sólo puede ser explicada a partir de cate-gorías sociales como, por ejemplo, la de competencia (tanto entrelos diversos científicos como entre las diversas escuelas), la detradición (es decir, la tradición crítica), la de las instituciones so-ciales (como, por ejemplo, publicaciones en periódicos opuestoso en editoriales entre las que hay establecida una auténtica com-petencia, discusiones en congresos, etc.), la del poder estatal (merefiero a la tolerancia política de la libre discusión).

En realidad, pequeñeces como, por ejemplo, la de la posiciónsocial o ideológica del investigador acaban por eliminarse a símismas con el paso del tiempo, aunque a corto plazo jueguensiempre, como es obvio, su papel.

De manera similar a como hemos procedido con el problema dela objetividad podemos hacerlo también con el llamado proble-

ma de la neutralidad valorativa, solucionándolo con mayor liber-tad de la usual.

Decimocuarta tesis: En la discusión crítica distinguimos entreproblemas como: 1) El problema de la verdad de una afirmación;el de su relevancia, de su interés y de su significado respecto delos problemas que en ese momento nos ocupan. 2) El problemade su relevancia, de su interés y de su significado en relacióncon diversos problemas extracientíficos, como, por ejemplo, elproblema del bienestar humano o el de naturaleza muy distintade la defensa nacional, el de una política nacional agresiva, eldel desarrollo industrial o el del enriquecimiento personal.

Es, por supuesto, imposible excluir tales intereses extracientífi-cos de la investigación científica; y no deja de ser menos imposi-ble excluirlos tanto de la investigación científico-natural -de la fí-sica, por ejemplo-, como de la científico-social.

Lo que es posible e importante y confiere a la ciencia su carác-ter peculiar no es la exclusión, sino la diferenciación entre aque-llos intereses que no pertenecen a la búsqueda de la verdad yel interés puramente científico por la verdad. Pero aunque cons-tituye el valor científico rector, no por ello es el único: la relevan-cia, el interés y el significado de una afirmación en orden a unasituación problemática puramente científica son asimismo valo-res científicos de primer rango e igual ocurre con valores comoel de la riqueza de resultados, el de la fuerza explicativa, el dela sencillez y el de la exactitud.

Con otras palabras, hay valores positivos y negativos puramentecientíficos y hay valores positivos y negativos extracientíficos. Yaunque no es posible mantener totalmente separado el trabajocientífico de aplicaciones y valoraciones extracientíficas, com-batir la confusión de esferas de valor y, sobre todo, excluir lasvaloraciones extracientíficas de los problemas concernientes ala verdad constituye una de las tareas de la crítica de la discu-sión científica.

Esto no puede, desde luego, llevarse a cabo de una vez parasiempre por decreto, sino que es y seguirá siendo una de las ta- UNTREF VIRTUAL | 7

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reas duraderas de la crítica científica reciproca. La pureza de laciencia pura es un ideal, al que acaso quepa considerar inalcan-zable, pero por el que la crítica lucha y ha de luchar ininterrum-pidamente.

En la formulación de esta tesis he calificado de prácticamenteimposible el intento de desterrar los valores extracientíficos delquehacer de la ciencia. Ocurre lo mismo que con la objetividad:no podemos privar al científico de su partidismo sin privarle tam-bién de su humanidad. De manera harto similar ocurre que tam-poco podemos privarle de sus valoraciones o destruirlas sin des-truirle como hombre y como científico. Nuestras motivaciones ynuestros ideales puramente científicos, como el ideal de la purabúsqueda de la verdad, hunden sus raíces más profundas envaloraciones extracientíficas y, en parte, religiosas. El científicoobjetivo y "libre de valores" no es el científico ideal. Sin pasiónla cosa no marcha, ni siquiera en la ciencia pura. La expresión"amor a la verdad" no es una simple metáfora.

De manera, pues, que hay que ser conscientes no sólo de queno hay, en la práctica, científico alguno al que la objetividad y laneutralidad valorativa le resulten alcanzables, sino de que inclu-so la objetividad y la neutralidad valorativa constituyen en sí va-lores. Y como la neutralidad valorativa es en sí misma un valor,la exigencia de una total ausencia de valores, de una completaneutralidad valorativa viene a resultar paradójica. Esta objeciónno es precisamente muy importante, pero sí importa observar,no obstante que la paradoja desaparece por sí misma con soloque en lugar de exigir neutralidad valorativa exijamos como unade las tareas más significativas de la crítica científica, la desve-lación de las confusiones de esferas de valor y la separación decuestiones concernientes a valores puramente científicos comola verdad, la relevancia, la sencillez, etc., de problemas extra-científicos.

Hasta este momento he intentado desarrollar la tesis de que elmétodo de la ciencia radica en la elección de problemas y en lacrítica de nuestros ensayos de solución, ensayos a los que con-siderar siempre como tentativas provisionales. Y he intentadoasimismo mostrar, a la luz de dos problemas metodológicos har-

to discutidos de las ciencias sociales, que esta teoría de un mé-todo criticista (como acaso pueda llamarlo) lleva a resultadosmetodológicos no poco razonables. Pero aunque haya podidodecir un par de palabras sobre teoría o lógica del conocimientoy aunque haya podido decir asimismo un par de palabras críti-cas sobre la metodología de las ciencias sociales, no he dicho,en realidad, sino bien poco de positivo sobre mi tema, la lógicade las ciencias sociales.

No quiero, de todos modos, perder el tiempo aduciendo motivoso justificaciones de por qué considero tan importante identificardesde un principio método científico y método crítico. En lugarde ello prefiero entrar directamente en algunos problemas y te-sis puramente lógicos.

Decimoquinta tesis: La función más importante de la lógica pura-mente deductiva es la de constituir un órgano de la crítica.

Decimosexta tesis: La lógica deductiva es la teoría de la validezdel razonamiento lógico o de la inferencia lógica. Una condiciónnecesaria y decisiva para la validez de una inferencia lógica esla siguiente: si las premisas de un razonamiento válido son ver-daderas, entonces la conclusión ha de ser asimismo verdadera.Esto puede ser expresado también así: Ia lógica deductiva es lateoría de la transferencia de la verdad de las premisas a la con-clusión.

Decimoséptima tesis: Podemos decir: si todas las premisas sonverdaderas y la inferencia es verdadera, entonces la conclusiónha de ser asimismo verdadera; y, en consecuencia, si en unainferencia válida la conclusión es falsa, no es posible en tal casoque todas las premisas sean verdaderas.

Este resultado trivial, pero de una importancia decisiva, puedeser igualmente expresado así: la lógica deductiva no es tan sólola teoría de la transferencia de la verdad de las premisas a laconclusión, sino asimismo e inversamente la teoría de la retrans-ferencia, de la falsedad de la conclusión a por lo menos una delas premisas.

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Decimoctava tesis: De este modo queda convertida la lógicadeductiva en la teoría de la crítica racional. Porque toda críticaracional tiene la forma de un intento por nuestra parte de mos-trar que de la tesis criticada se desprenden consecuencias ina-ceptables. Si de una determinada tesis alcanzamos a inferir con-secuencias inaceptables, la tesis en cuestión es refutada.

Decimonovena tesis: En las ciencias trabajamos con teorías, esdecir, con sistemas deductivos. Una teoría o sistema deductivoconstituye, en primer lugar, un ensayo de explicación y, en con-secuencia, un intento de solucionar un problema científico; ensegundo, una teoría -es decir, un sistema deductivo-, es racio-nalmente criticable por sus consecuencias. Es, pues, un ensayode solución sujeto a la crítica racional.

Y hasta aquí sobre la lógica formal como órgano de la crítica.Me he servido de los conceptos fundamentales a los que aúndeseo referirme brevemente: el concepto de verdad y el concep-to de explicación.

Vigésima tesis: El concepto de verdad resulta ineludible al criti-cismo aquí desarrollado. Lo que criticamos es la aspiración a laverdad. Lo que como críticos de una teoría intentamos mostrares por supuesto, que su aspiración a la verdad no es justificada-que es falsa.

La fundamental idea metodológica de que aprendemos de nues-tros errores no puede ser entendida sin la idea regulativa de laverdad: el error que cometemos radica, precisamente, en no ha-ber encauzado, de acuerdo con el patrón o criterio de medida dela verdad, la meta que nos habíamos propuesto. Decimos queun enunciado es "verdadero" si coincide con los hechos o si lascosas son tal y como él las representa. Éste es el concepto ab-soluto u objetivo de la verdad, concepto que cada uno de noso-tros utiliza constantemente. Uno de los resultados más impor-tantes de la lógica moderna radica en su decidida e inatacablerehabilitación de este concepto absoluto de la verdad.

Esta observación presupone que el concepto de verdad habíasido desprestigiado. Y este desprestigio del concepto de verdad

ha constituido, de hecho, el estímulo máximo de las ideologíasrelativistas que dominan en nuestro tiempo.

He ahí por qué la rehabilitación del concepto de verdad por ellógico y matemático Alfred Tarski * ha constituido, en mi opinión,el resultado filosófico más importante de la moderna lógica ma-temática.

No puedo, naturalmente, detenerme aquí, a discutir este resul-tado; sólo puedo decir -de manera totalmente dogmática- queTarski ha conseguido explicar con la mayor sencillez y la mayorfuerza de convicción que quepa imaginar, en qué consiste la coin-cidencia de un enunciado con los hechos. Y precisamente éstaera la tarea cuya desesperante dificultad dio lugar al relativismoescéptico -con consecuencias sociales que no puedo detener-me a describir ahora.

El segundo concepto utilizado aquí por mí y que precisa ser asi-mismo aclarado es el concepto de explicación, o más exacta-mente, el de explicación causal.

Un problema puramente teorético -un problema de ciencia pura-radica siempre en encontrar una explicación, la explicación deun hecho, de un fenómeno, de una regularidad notable o de unaexcepción igualmente notable. Aquello que pretendemos o es-peramos explicar recibe el calificativo de explicandum. El inten-to de solución -es decir: la explicación- radica siempre en unateoría, en un sistema deductivo, que nos permite explicar el ex-plicandum relacionándolo lógicamente con otros hechos (las lla-madas condiciones iniciales). Una explicación totalmente explí-

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* El lector puede consultar a este respecto A. Tarski: "Der Wahrheitsbegriffin den formalisierten sprachen ["El concepto de verdad en los lenguajes for-malizados"], en la traducción inglesa del mismo contenida en el volumenLogic, Semantics, Metamathematics, Oxford, At the Clarendon Press, 1956.págs. 152 y sig. Mario Bunge ha incluido un trabajo más elemental de Tarskisobre esta misma materia, especialmente orientado al lenguaje ordinario, ensu Antología Semántica, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1960. Este últimotrabajo lleva por título en la citada versión castellana: "La concepción se-mántica de la verdad y los fundamentos de la semántica". (N. del T.)

cita radica siempre en la derivación lógica lo en la derivabilidad)del explicandum a partir de la teoría, juntamente con las condi-ciones iniciales.

El esquema lógico básico de toda explicación radica, pues, enuna inferencia lógica deductiva, cuyas premisas están constitui-das por la teoría y las condiciones iniciales y cuya conclusión esel explicandum.

Este esquema básico tiene una gama asombrosa de aplicacio-nes. Con su ayuda cabe mostrar, por ejemplo, cuál es la dife-rencia existente entre una hipótesis ad hoc y una hipótesis inde-pendientemente examinable; y cabe también, como puede quea ustedes les interese más, analizar lógicamente de la maneramás sencilla la diferencia existente entre problemas teóricos,problemas históricos y problemas de aplicación. De donde se des-prende que la famosa distinción entre ciencias teóricas o nomo-téticas e históricas o ideográficas puede ser plenamente justifi-cada desde un punto de vista lógico -entendiendo, claro es, co-mo "ciencia" la ocupación con un determinado tipo, lógicamentediscernible, de problemas.

Termino así con la aclaración de los conceptos lógicos utilizadospor mí hasta este momento.

Cada uno de estos dos conceptos, el de la verdad y el de la ex-plicación, dan lugar al desarrollo lógico de nuevos conceptos,conceptos que desde el punto de vista de la lógica del conoci-miento o del de la metodología puede que sean incluso más im-portantes: el primero de estos conceptos es el de la aproxima-ción a la verdad, y el segundo, el de la fuerza explicativa o el delcontenido explicativo de una teoría.

Estos dos conceptos son conceptos puramente lógicos de laverdad de una proposición y del contenido de una proposiciónesto es, de la clase de las consecuencias lógicas de una teoría.

Ambos son conceptos relativos: aun cuando toda proposiciónes, simplemente, verdadera o falsa, una proposición puede re-presentar una aproximación mejor a la verdad que otra proposi-

ción. Este puede ser el caso, por ejemplo, cuando la primeraproposición tiene "más" consecuencias lógicas verdaderas y "me-nos" consecuencias lógicas falsas que la segunda. (Se da quécomo supuesto que los subconjuntos verdaderos y falsos de losconjuntos de las consecuencias de ambas proposiciones soncomparables.) No es difícil mostrar, en efecto, por qué supone-mos, con razón, que la teoría de Newton constituye una aproxi-mación mejor a la verdad que la de Kepler. De manera similarpuede mostrarse que la fuerza explicativa de la teoría de New-ton es mayor que la de Kepler.

Obtenemos, pues, así unos conceptos lógicos que nos guían enel enjuiciamiento de nuestras teorías y que en relación con ellasnos permiten hablar con sentido de progreso o de marcha atrás.

Y con esto basta sobre la lógica general del conocimiento. A lalógica especial del conocimiento de las ciencias sociales quierodedicar aún unas cuantas tesis.

Vigesimoprimera tesis: No hay ninguna ciencia puramente ob-servacional, sino sólo ciencias que más o menos consciente ycríticamente elaboran teorías. Esto vale también para las cien-cias sociales.

Vigesimosegunda tesis: La psicología es una de las cienciassociales, ya que nuestro pensamiento y nuestra conducta de-penden en buena medida de relaciones sociales. Categorías co-mo: a) imitación, b) lenguaje, e) familia, son evidentemente ca-tegorías sociales; y está claro que la psicología del aprendizajey del pensamiento, pero también, por ejemplo, el psicoanálisis,no resultan posibles sin una u otra de estas categorías sociales.Lo cual indica que la psicología presupone conceptos sociológi-cos; de donde podemos inferir que es imposible explicar la so-ciedad exclusivamente en términos psicológicos o reducirla a lapsicología. La psicología no puede ser considerada, pues, comola ciencia básica de las ciencias sociales.

Lo que de manera primordial nos resulta imposible explicar psi-cológicamente y que hemos de dar por supuesto en toda expli-cación psicológica es el entorno social humano. La tarea de des- UNTREF VIRTUAL | 10

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cribir este entorno social -con ayuda, desde luego, de teoríasexplicativas, ya que, como hemos indicado, no cabe pensar enuna descripción pura- constituye, pues, la tarea fundamental dela ciencia social. Parece adecuado adscribir esta tarea a la so-ciología. En lo que sigue daremos tal empeño por aceptado.

Vigesimotercera tesis: La sociología es autónoma en el sentidode que puede y debe independizarse ampliamente de la psicolo-gía. Lo cual se debe también, independientemente de la situaciónde dependencia de la psicología, al hecho de que la sociología seve una y otra vez ante la tarea de explicar consecuencias socialesno deseadas y a menudo indeseables de la conducta humana.Un ejemplo: la competencia es un fenómeno social que, por reglageneral, quienes se ven metidos en ella no desean, y que, no obs-tante, puede y debe ser explicada como una consecuencia no de-seada (y normalmente inevitable) de los comportamientos (con-scientes y planificados) de quienes están sujetos a ella.

A pesar de las explicaciones psicológicas que puedan darse delos sujetos de la competencia, lo cierto es que el fenómeno so-cial de la competencia es una consecuencia social no explica-ble psicológicamente de dichos comportamientos.

Vigesimocuarta tesis: La sociología es también autónoma en unsegundo sentido, es decir, en el sentido de ser lo que a menudose ha llamado "sociología comprensiva".

Vigesimoquinta tesis: La investigación lógica de los métodos dela economía política lleva a un resultado aplicable a todas lasciencias de la sociedad. Este resultado evidencia que hay unmétodo puramente objetivo en las ciencias sociales al que cabemuy bien calificar de método objetivamente comprensivo o delógica de la situación. Semejante ciencia social objetivamente com-prensiva puede ser desarrollada independientemente de todas lasideas subjetivas o psicológicas. Consiste en analizar la situaciónde los hombres que actúan lo suficiente como para explicar suconducta a partir de la situación misma, sin más ayudas psicoló-gicas. La "comprensión" objetiva radica en nuestra consciencia deque la conducta era objetivamente adecuada a la situación. Conotras palabras la situación queda analizada con la suficiente am-plitud como para que los momentos de inicial apariencia psicoló-

gica -como, por ejemplo, deseos, motivos, recuerdos y asociacio-nes- hayan quedado convertidos en momentos de la situación. Elhombre que alimenta tales o cuales deseos es convertido en unhombre a cuya situación se debe que persiga tales o cuales finesobjetivos. Y un hombre con tales o cuales recuerdos y asociacio-nes es convertido en un hombre a cuya situación correspondeque venga objetivamente pertrechado de ésta o aquella teoría ode ésta o aquella información.

Lo cual nos posibilita una comprensión de sus actos a la que po-demos calificar de objetiva en el siguiente sentido: sin duda, quemis objetivos y mis teorías son diferentes (a las de Carlomagno,por ejemplo); pero si hubiera estado yo en su situación -una si-tuación analizada en éstos y aquéllos términos-, y teniendo encuenta que la situación incluye objetivos y conocimientos, hubie-ra actuado, y también hubieras actuado tú, sin duda, de manerasemejante. El método del análisis situacional es, pues, un méto-do individualista, desde luego, pero no un método psicológico,ya que excluye programáticamente los elementos psicológicossustituyéndolos por elementos situacionales objetivos. Suelodarle el nombre de "lógica de la situación" ("situacional logic" o"logic of the situation").

Vigesimosexta tesis: Las explicaciones de la lógica de la situa-ción aquí descritas son reconstrucciones racionales, teóricas.Reconstrucciones supersimplificadas y superesquematizadas y,por ello, en general, falsas. Su contenido de verdad puede ser,no obstante, muy grande, de tal modo que pueden constituir -enun estricto sentido lógico- buenas aproximaciones a la verdad,incluso superiores a otras explicaciones contrastables con larealidad. En este sentido, el concepto lógico de aproximación ala verdad resulta indispensable a las ciencias sociales analíticasde la situación. Por encima de todo, sin embargo, los análisis si-tuacionales son racional y empíricamente criticables y suscepti-bles de mejoramiento. Podemos por ejemplo, encontrar una car-ta de la que se desprende que la información de que disponíaCarlomagno era totalmente diferente a lo que dábamos por su-puesto en nuestro análisis. Las hipótesis psicológicocaracte-rológicas apenas resultan criticables, por el contrario, medianteargumentos racionales. UNTREF VIRTUAL | 11

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Vigesimoséptima tesis: La lógica de la situación se hace, por logeneral, cargo del mundo físico en el que discurren nuestros ac-tos. Este mundo contiene, por ejemplo, medios auxiliares físi-cos, que están a nuestra disposición y de los que sabemos algo,y resistencias físicas de las que por regla general también sabe-mos algo (aunque a menudo no demasiado). La lógica de la situa-ción ha de hacerse asimismo cargo de un entorno social, en elque figuran otros seres humanos, de cuyos objetivos sabemosalgo (aunque a menudo no demasiado), y, además, hay quecontar también con instituciones sociales. Estas institucionessociales determinan el carácter social real de nuestro entornosocial. Consisten en todas aquellas esencialidades sociales delmundo social que corresponden a las cosas del mundo físico.Un almacén de verduras, un instituto universitario, un poder po-licíaco o una ley son, en este sentido, instituciones sociales.También la iglesia y el estado y el matrimonio son institucionessociales y algunos usos constrictivos, como, por ejemplo, el ha-rakiri en el Japón. En nuestra sociedad europea, sin embargo,el suicidio no es una institución en el sentido en el que utilizoaquí la expresión y en el que afirmo que constituye una cate-goría importante.

Ésta es mi última tesis. Lo que sigue no es otra cosa que una pro-puesta y una breve observación final.

Propuesta: Como problemas básicos de la sociología teóricapura pueden ser en principio provisionalmente aceptados la ló-gica general de la situación y la teoría de las instituciones y delas tradiciones. Lo cual acogería problemas como los dos si-guientes:

1. Las instituciones no actúan; sólo actúan los individuos en o pa-ra las instituciones. La lógica general de la situación de estas ac-ciones sería la teoría de las quasi-acciones de las instituciones.

2. Cabría elaborar una teoría de las consecuencias institucio-nales buscadas y no buscadas de las acciones efectuadas convistas a fines. Lo cual podría dar lugar asimismo a una teoría dela génesis y desarrollo de las instituciones.

Para acabar, una observación. Considero que la teoría del cono-cimiento es importante no sólo para las ciencias particulares,sino también para la filosofía, y que el malestar religioso y filosó-fico de nuestro tiempo, malestar que a todos nos atañe, sin du-da, es en buena parte un malestar epistemológico-filosófico.Nietzsche lo llamó el nihilismo europeo y Benda la traición de losintelectuales. Yo prefiero calificarlo como una consecuencia deldescubrimiento socrático de que no sabemos nada, es decir, deque nunca podremos justificar racionalmente nuestras teorías.Pero este importante hallazgo, que entre otros muchos males-tares ha dado lugar también al existencialismo, es sólo mediohallazgo; y el nihilismo puede ser superado. Porque aunque nopodamos justificar racionalmente nuestras teorías ni evidenciar-las siquiera como probables, sí podemos al menos criticarlas racio-nalmente. Y podemos distinguir lo que es mejor de lo que es peor.

Pero esto ya lo sabía, antes incluso de Sócrates, el viejo Jenófa-nes, al escribir estas palabras:

No desde un principio desvelaron los dioses todo a los mortales.Pero a lo largo del tiempo encontraremos, buscando, lo mejor.

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El coponente se ve, por regla general, forzado a elegir entre com-portarse como un pedante o como un parásito. Deseo agradecer,ante todo, al señor Popper que me exima de situación tan penosa.Puedo tomar pie en lo dicho por él sin necesidad de remontarmea Adán y Eva, pero también sin tenerme que atar tan estrecha-mente al texto de su ponencia que acabe por perder toda inde-pendencia. Tratándose de autores de tan distinto linaje espiritual,esto no deja de ser tan sorprendente como las numerosas coin-cidencias objetivas. A menudo no tengo que oponer antítesis al-guna a sus tesis; me basta con asumir lo dicho por él e intentarseguir reflexionando sobre ello. Mi visión del concepto de lógicaes, desde luego, más amplia que la suya; en este punto tengo másbien presente el método concreto de ia sociología que las reglasgenerales del pensamiento, la disciplina deductiva. No es mi in-tención abordar aquí su problemática específica en la sociología.

En lugar de ello parto de la distinción popperiana entre nuestroingente saber y nuestra ignorancia infinita. Es, harto plausible-mente, más que cierta en la sociología. En todo caso, se advier-te insistentemente que ésta no ha conseguido acceder hasta elmomento a un corpus de leyes reconocidas comparable al delas ciencias de la naturaleza. Dicha distinción contiene, sin em-bargo, un potencial problemático, propio de un punto de vistausual, que no es, sin duda, el aludido por Popper. En virtud delmismo, la sociología debe limitarse, dado su asombroso atrasorespecto de las ciencias exactas, a recopilar hechos y clasificarmétodos antes de pretender constituirse en un saber vinculantey relevante a un tiempo. Consideradas así como una anticipa-ción inadmisible, las reflexiones teóricas acerca de la sociedady su estructura acostumbran a ser eliminadas. Ahora bien, si elorigen de la sociología se cifra en Saint-Simon y no en su padri-no de bautismo Comte, resulta que ésta tiene ya más de 160años de vida. De manera, pues, que más le convendría no co-quetear avergonzadamente con su juventud. Lo que en ella tie-

ne todo el aspecto de una ignorancia provisional no puede sersimplemente redimido en el curso de una investigación y de unametodología progresivas mediante aquello a lo que un términofatal y desmesurado califica de síntesis. La cosa se opone, porel contrario, a la brillante unidad sistemática de las proposicio-nes interrelacionadas. No me refiero a la originaria distinción -establecida por Rickert- entre ciencias de la naturaleza y cien-cias del espíritu, frente a la que Popper adopta una postura mu-cho más positiva que la mía. No obstante, parece innegable queel ideal epistemológico de la elegante explicación matemática,unánime y máximamente sencilla fracasa allí donde el objetomismo, la sociedad, no es unánime, ni es sencillo, ni viene en-tregado de manera neutral al deseo o a la conveniencia de laformalización categorial, sino que es, por el contrario, bien dife-rente a lo que el sistema categorial de la lógica discursiva es-pera anticipadamente de sus objetos. La sociedad es contradic-toria y, sin embargo, determinable; racional e irracional a un tiem-po, es sistema y es ruptura, naturaleza ciega y mediación por laconsciencia. A ello debe inclinarse el proceder todo de la socio-logía. De lo contrario incurre, llevada de un celo purista contra lacontradicción, en la más funesta de todas: en la contradicciónentre su estructura y la de su objeto. Tan escasamente como lasociedad se sustrae al conocimiento racional y tan evidentes co-mo son sus contradicciones y las condiciones de las mismas,resultan éstas imposibles de escamotear por postulados men-tales extraídos de un material indiferente al conocimiento y queno opone resistencia alguna a los usos cientificistas que por re-gla general se acomodan a la consciencia cognoscente. El tráfi-co científico-social se ve permanentemente amenazado de errar,por amor a la claridad y a la exactitud, en aquello que se propo-ne conocer. Popper se opone al cliché del conocimiento comoproceso que partiendo de la observación accede gradualmentea la ordenación, elaboración y sistematización de su material.Dicho cliché es tanto más absurdo en la sociología cuanto quelos datos de que ésta dispone no son datos incualificados, sinoexclusivamente, datos estructurados en el contexto general dela totalidad social. La presunta ignorancia sociológica no desig-na en buena medida sino la divergencia existente entre la socio-logía como objeto y el método tradicional; de ahí que apenas pue-da pensarse en subsanarla acudiendo a un conocimiento que UNTREF VIRTUAL | 13

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reniega de la estructura de su objeto en honor de su propiametodología. Por otra parte -y sin duda alguna, Popper se deci-diría también a reconocerlo- tampoco puede sostenerse el usualascetismo empirista frente a la teoría. Sin la anticipación de esemomento estructural, del todo, del que apenas cabe dar justacuenta en las observaciones singulares, ninguna observaciónparticular podría encontrar su lugar adecuado. Con lo cual no sepostula nada similar a la tendencia de la cultural anthropologyde transponer el carácter centralista y total de ciertas socieda-des primitivas a la civilización occidental mediante un determi-nado sistema de coordinadas. Aunque se alimenten tan escasasilusiones acerca de su gravitación a formas totales y acerca dela decadencia del individuo como las que alimento yo, no porello dejan de ser decisivas las diferencias existentes entre unasociedad preindividual y una sociedad postindividual. En los paí-ses de administración democrática de la sociedad industrial latotalidad es una categoría de la mediación y no del dominio y dela sumisión inmediatas. Lo cual implica que en una sociedad in-dustrial basada en el principio del cambio no todo lo social es enmodo alguno deducible sin más de su propio principio. Acogedentro de sí innumerables enclaves no-capitalistas. Hay quepreguntarse si en las actuales relaciones de producción no pre-cisa para su propia perpetuación enclaves como el de la fami-lia, por ejemplo. Su particular irracionalidad viene a completar aun tiempo la de la estructura en bloque. La totalidad social nomantiene ninguna vida propia por encima de los componentesque aúna y de los que, en realidad, viene a constar. Se producey reproduce en virtud de sus momentos particulares. Muchos deéstos conservan cierta autonomía, que las sociedades primiti-vas-totales no conocen o no soportan. Tan escasamente, sinembargo, como cabe separar dicha totalidad de la vida, de lacooperación y del antagonismo de sus elementos, cabe enten-der uno solo de estos elementos -ni siquiera simplemente en sufuncionamiento- fuera de la intelección del todo, que tiene supropia esencia en el movimiento de lo particular. Sistema y par-ticularidad son recíprocos y sólo en su reciprocidad resultan cog-noscibles. Incluso aquellos enclaves -las formaciones socialesno sincrónicas- favoritas de una sociología que tiende a prescin-dir del concepto de sociedad como de un filosofema demasiadoespectacular, llegar a ser lo que son no por sí sino en virtud de

la relación con la totalidad dominante de la que derivan. Esto noes suficientemente valorado en la concepción sociológica demayor vigencia actual, es decir, en la middle range theory.

Frente al punto de vista generalizado a partir de Comte, Popperconcede la preeminencia a los problemas y, con ello, a la tensiónentre el conocimiento y la ignorancia. Con todo lo que Popperdice contra la falsa transposición de los métodos científico-natu-rales, contra el "erróneo y equivocado naturalismo o cientificismometodológico, estoy de acuerdo. Su reproche al antropólogo so-cial que por contemplar los fenómenos sociales desde fuera, es-cudándose en una supuesta mayor objetividad, se sustraía alproblema de la verdad y de la falsedad, hace pensar en Hegel;en el prólogo a la "Fenomenología del Espíritu" son ridiculizadostodos aquellos que se consideran por encima de las cosas sim-plemente por no estar en las cosas. Espero que el señor Konigno se enoje conmigo y tilde este diálogo con Popper de filosófi-co en lugar de sociológico. Pienso, efectivamente, que vale la pe-na aludir al hecho de que un pensador para el que la dialéctica esanatema, se vea impelido a formulaciones familiares al pensamien-to dialéctico. La problemática de la social anthropology bosqueja-da por Popper no deja, por cierto de depender bien estrechamen-te de la autonomización del método frente al objeto. No deja detener desde luego su mérito, una teoría de las culturas primitivascomo la de Veblen, que compara las refinadas costumbres de unpaís de capitalismo altamente desarrollado con los ritos de lostobiandes, recientemente sometidos, según parece, a tests de to-do tipo; la supuesta libertad en la elección del sistema de coorde-nadas acaba por falsear, no obstante, el objeto, en la medida enque la pertenencia de todos los miembros del país moderno al sis-tema económico del mismo dice mucho más acerca de cada unode ellos que las más bellas analogías con el totem y tabú.

En mi adhesión a la crítica popperiana al cientificismo y a sutesis del primado del problema he de ir quizá más lejos de lo queél autorizaría. Porque el objeto de la sociología misma, la socie-dad que se mantiene a sí misma y a sus miembros en vida y queamenaza con hundirse a un tiempo, es problema en sentido en-fático. Lo cual no quiere decir, desde luego, que los problemasde la sociología no surjan siempre en virtud del descubrimiento UNTREF VIRTUAL | 14

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"de que algo no está en orden en nuestro presunto conocimien-to..., en la evolución de una contradicción interna en nuestropresunto conocimiento". La contradicción no tiene por qué ser,como Popper supone al menos aquí, una contradicción mera-mente "aparente" entre el sujeto y el objeto e imputable exclusi-vamente al sujeto en calidad de insuficiencia del juicio. Antesbien puede tener su lugar -un lugar en extremo real- en la propiacasa, siendo, en consecuencia, ineliminable del mundo por sim-ple aumento del conocimiento o por mayor claridad en las for-mulaciones. El modelo sociológico más antiguo de una de estascontradicciones -una contradicción que de manera necesaria sedesarrolla en la cosa misma- viene dado en el famoso § 243 dela filosofía hegeliana del derecho: "Mediante la generalizaciónde las relaciones entre los hombres a causa de sus necesida-des y los modos de preparar y producir los medios para darlessatisfacción, se multiplica la concentración de riquezas, ya quede esta doble generalidad se extrae la mayor ganancia -por unade las partes, en tanto que por la otra se obtiene la individua-lización y limitación del trabajo partidario y con ello la necesidady dependencia de la clase atada a este trabajo"1. No sería difí-cil reprocharme una equivocación: en Popper el problema esalgo de naturaleza exclusivamente epistemológica en tanto queen mí es a un tiempo algo práctico, en último término una circuns-tancia problemática del mundo. Ahora bien, lo que está en juegoes precisamente la validez de tal distinción. Introduciendo en laciencia una separación radical entre sus problemas inmanentesy los reales, pálidamente reflejados en sus formalismos, lo únicoque se conseguiría es una auténtica fetichización de la misma.A ninguna teoría del absolutismo lógico -a la de Tarski hoy nomenos que a la de Husserl- ayer le es posible decretar una obe-diencia de los hechos a principios lógicos cuyas pretensiones devalidez se derivan de la purificación de todo contenido material.Me veo obligado en este punto a aludir a la crítica del absolu-tismo lógico de la "Metacrítica de la teoría del conocimiento"*,vinculada a una crítica del relativismo sociológico en la que creocoincidir con Popper. El hecho, por otra parte, de que la concep-ción del carácter contradictorio de la realidad social no saboteesu conocimiento ni lo entregue al azar, se debe a la posibilidadde concebir incluso la propia contradicción como necesaria, ex-tendiendo así a ella la racionalidad.

Los métodos no dependen del ideal metodológico sino de lacosa. Popper da implícitamente cuenta de ello en su tesis de lapreeminencia del problema. En su constatación de que la cuali-dad del rendimiento científico-social viene directamente relacio-nada a la importancia o al interés de los problemas a que se de-dica, late indiscutiblemente la consciencia de esa irrelevancia ala que parecen condenadas incontables investigaciones socio-lógicas en virtud de su obediencia al primado del método y no aldel objeto -bien por el interés de desarrollar métodos como ta-les, bien por no elegir desde un principio sino objetos de los quecabe ocuparse con los métodos ya disponibles-. En la reflexiónpopperiana acerca de la importancia o del interés apunta la rele-vancia del objeto a tratar únicamente sería cualificable en virtuddel hecho de que tampoco sobre la relevancia de los objetos cabeemitir siempre juicios a priori. Allí donde la red categorial es tantupida que algo de lo que yace bajo la misma queda oculto porconvenciones de la opinión o de la ciencia, puede ocurrir que fe-nómenos excéntricos aún no acogidos por dicha red adquieran,en ocasiones, un peso insospechado. La penetración en su na-turaleza arroja luz también sobre aquello que tiene vigencia co-mo ámbito principal y que no siempre lo es. En la decisión deFreud de ocuparse de la "escoria del mundo de los fenómenos"puede que no haya dejado de jugar algún papel este motivo teó-rico-científico; tampoco en la sociología de Sinimel, al decidiréste, receloso de lo total por sistema, entregarse a especifica-ciones sociales como la del foráneo o la del actor, ha dejado, enrealidad de resultar fructífero. Tampoco hay que dogmatizar enlo tocante al requisito de relevancia del problema; la elección delos objetos de la investigación se legitima en buena medida a laluz de lo que la sociología puede obtener del objeto escogido,sin que esto deba ser interpretado, desde luego, como justifica-ción de esa serie innumerable de proyectos realizados en inte-

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1. Hegel W W 7 "Grundlinien der Philosophie des Rechts" ("Líneas fundamen-tales de la filosofía del derecho"), ed. Glockner, Stuttgart ab 1927, pág. 318.

* Cfr. Theodor W. Adorno, "Zur Metakritik der Erkenntnistheorie. Studien überHusserl und die phánomenologischen Antinomien" ["Metacrítica de la teoríadel conocimiento. Estudios sobre Husserl y las antinomias filosóficas"]Stuttgart 1956. (N. del T.)

rés exclusivo de la carrera académica y en los que se combinanfelizmente la irrelevancia del objeto y la miopía del técnico enresearch.

No sin cieíta prudencia quiero hacer también algunas conjeturasacerca de los atributos que junto a la relevancia del problemaadscribe Popper al método verdadero. La honradez, es decir, larigurosa abstención de todo fraude, la expresión -sin miramien-to alguno por razones tácticas- de aquello que se conoce, debe-ría ser algo obvio. En el curso real de la ciencia, sin embargo,suele abusarse con intención terrorista de esta norma. Que unose entregue limpiamente a la cosa viene a significar algo así co-mo que no allegue nada propio a la misma, que se convierta enuna máquina registradora; renuncia a la fantasia o escasez enla productividad acaban siendo presentados como ethos cientí-fico. No debería olvidarse lo que Cantril y Allport han aportado ala crítica del ideal de sincerity en América; como honrado sueleser considerado sobre todo, incluso en el ámbito científico, aquelque piensa lo que todos piensan, ajeno a la presunta vanidad dequerer vislumbrar algo especial, y por ello dispuesto a emitir losmismos berridos. Tampoco la linearidad y la sencillez son idea-les absolutos en los casos de singular complejidad de la cosa.Las respuestas del sano sentido común extraen en tal medidasus categorías de lo en ese momento existente, que tienden areforzar su velo, en lugar de penetrarlo; en lo tocante a la lineari-dad tampoco resulta tan fácil anticipar la vía por la que se acce-de a tal o cual conocimiento. A la vista del actual estadio de lasociología más bien me inclinaría a poner todo el énfasis, entrelos criterios de cualidad científica citados por Popper, en la au-dacia y singularidad de la solución propuesta -solución siempresujeta, desde luego, a nuevas críticas-. Por último, no convienehipostasiar tampoco la categoría de problema. Todo aquel quecontrole con alguna imparcialidad su propio trabajo, acabará portropezar con un estado de cosas cuya aprehensión le resultarádificultada por el tabú de la presunta falta de supuestos básicos.Soluciones se tienen a menudo; uno tiene interés por algo yconstruye el problema a posteriori. Cosa que no es en modo al-guno casual: la preeminencia de la sociedad como algo en síclausurado y trascendente a sus diversas manifestaciones seexpresa en el conocimiento social mediante juicios que hunden

sus raíces en el concepto de sociedad y que en los diversos pro-blemas sociales de naturaleza particular únicamente se transfor-man en virtud de una ulterior confrontación de lo anticipado conel material especial. Dicho de manera más general: las teoríasdel conocimiento, tal y como de manera relativamente autónomahan sido desarrolladas desde Bacon y Descartes por los grandesfilósofos, y nos han sido transmitidas, fueron concebidas, con in-clusión del empirismo, desde arriba. Sin adaptarse en modo al-guno al conocimiento tal y como éste se consuma de manera vi-va, lo organizaban -de acuerdo con un proyecto de ciencia aje-no y exterior al mismo- a la manera de un continuo inductivo odeductivo. Entre las tareas necesarias de la teoría del conoci-miento no sería la última -como Bergson vino a intuir- la de refle-xionar acerca de cómo se conoce realmente, en lugar de des-cribir por adelantado el rendimiento cognoscitivo de acuerdo conun modelo lógico o científico al que en verdad el conocimientoproductivo no corresponde en absoluto.

El concepto de problema viene acompañado, en la articulacióncategorial popperiana, por el de solución. Se proponen y criticansoluciones. Subrayando el carácter central de la crítica se avan-za definitivamente frente a la doctrina, en verdad primitiva y aje-na a la naturaleza del conocimiento, del primado de la observa-ción. El conocimiento sociológico es, en efecto, crítica. Pero loimportante en este contexto son más bien los matices, ya quelas diferencias decisivas en lo tocante a las posiciones científi-cas más bien tienden a ocultarse en los matices que a tomar cuer-po en conceptos grandiosos propios de las visiones del mundo. Elhecho de que un ensayo de solución no resulte accesible a la crí-tica objetiva impide, en opinión de Popper, su calificación comocientífico, aunque sólo sea provisionalmente. Lo cual no deja deser, cuanto menos, ambiguo. Si como tal crítica se piensa en latotal redención del pensamiento por la observación, en la reduc-ción a los llamados hechos, semejante desideratum no vendríasino a nivelar el pensamiento a la hipótesis, privando a la socio-logía de ese momento de la anticipación que de manera tanesencial le pertenece. Hay teoremas sociológicos que en la me-dida en que dan cuenta de los mecanismos operantes al otrolado de la fachada contradicen- de modo radical y por motivosasimismo sociales- los fenómenos de tal manera, que a partir de UNTREF VIRTUAL | 16

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éstos no pueden ni siquiera ser suficientemente criticados. Sucrítica incumbe a la teoría consecuente, al pensamiento ulteriory no a la confrontación con enunciados protocolares (cosa que,por otra parte, Popper tampoco formula). De ahí que tampoco enla sociedad sean los hechos lo último, aquello en lo que el cono-cimiento encuentra sus puntos de incidencia, ya que ellos mis-mos vienen mediados por la sociedad. No todos los teoremasson hipótesis; la teoría es telos, no vehículo de la sociología.

También convendría detenerse en la equiparación de crítica eintento de refutación. La refutación sólo resulta fructífera comocrítica inmanente. Eso ya lo sabía Hegel. En el segundo tomode la gran lógica figuran frases sobre el "juicio del concepto" delas que no cabe dudar que llegan al punto más alto de lo quedesde entonces se ha dicho, más o menos oracularmente,sobre los valores: "... los predicados bueno, malo, verdadero,hermoso, justo, etc. expresan que la cosa es en su concepto ge-neral acorde con el deber que se da, por antonomasia, comosupuesto, y coincidente con él, o no"2. Desde fuera todo es re-futable y no lo es nada. El escepticismo conviene al juego de ladiscusión. Da testimonio de una confianza en la ciencia organi-zada como instancia de verdad, contra la que la sociología de-bería ponerse en guardia. Frente al thought control científico,cuyas condiciones nombra la propia sociología, no deja de resul-tar especialmente importante que Popper confiera a la categoríade la crítica un lugar central. El impulso crítico viene indefectible-mente unido a la resistencia contra toda rígida conformidad res-pecto de la opinión dominante. También en Popper encontramoseste motivo. En su duodécima tesis equipara estrictamente obje-tividad científica y tradición crítica, esa tradición que "a pesar detodas las resistencias hace tan a menudo posible criticar undogma dominante". Apela, al igual que Dewey en un pasado muycercano y Hegel remotamente, a un pensamiento no fijado, no co-sificado. Un pensamiento inseparable del momento experimen-tador, por no decir lúdico. De todos modos, dudaría en equiparar-lo sin más al concepto de ensayo, adoptando el principio básicodel trial and error. En el clima en que ha surgido éste, la palabraensayo es equívoca; evoca, de manera harto directa, asociacio-nes científico-naturales y parece dirigir su aguijón contra la auto-nomía de cualquier pensamiento que no resulte susceptible de

ser sometido a una contrastación muy precisa. Pero algunospensamientos, y, en última instancia, los esenciales, se evadenal test y, sin embargo, no por ello dejan de tener un contenidode verdad bien concreto: también Popper se aviene a aceptarlo.Es innegable que no hay experimento capaz de probar fehacien-temente la dependencia de todo fenómeno social respecto de latotalidad, en la medida en que el todo, que preforma los fenóme-nos tangibles, jamás resultará aprehensible mediante métodosparticulares de ensayo. Y, sin embargo, la dependencia del he-cho o elemento social sometido a observación respecto de laestructura global tiene una validez mucho más real que la de ta-les o cuales datos verificados -aisladamente- de manera irrefu-table y es, desde luego, todo menos una enloquecida elucubra-ción mental. Si no se quiere confundir, en última instancia, la so-ciología con los modelos de las ciencias de la naturaleza, el con-cepto de ensayo habrá de abarcar también ese pensamientoque, saturado de experiencia, apunta más allá de ella con el finde comprenderla. A diferencia de lo que ocurre en la psicología,los ensayos en sentido estricto, los ensayos sin más, son, en so-ciología, bien poco productivos. El momento especulativo no esuna necesidad del conocimiento social, sino que es para éste,en cuanto a tal momento, ineludible, por mucho que la filosofíaidealista, glorificadora de la especulación, pertenezca al pasado.Cabría matizarlo también insistiendo en la inseparabilidad decrítica y solución. Las soluciones sólo eventualmente son prima-rias, inmediatas y hacen madurar la crítica a través de la que seintegran en el desarrollo del proceso cognoscitivo; antes bienocurre a menudo, por el contrario, que la figura de la crítica im-plica, si ha tomado cuerpo con suficiente pregnancia, la solu-ción; ésta apenas viene de fuera. A ello se refiere el conceptofilosófico de la negación determinada, del que a pesar de su es-caso amor por Hegel, Popper no está tan lejos. En la medida enque identifica la objetividad de la ciencia con la del método críti-co, convierte a éste en el órgano de la verdad. Ningún dialécti-co pediría hoy más.

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2. Hegel, W W 5, "Wissenschaft der logik", 2. Teil ["Ciencia de la lógica", 2.1Parte], ed. Glockner, pág. 110 y ss.

De ello extraigo una consecuencia de la que no se habla en laponencia de Popper y que ignoro si estaría dispuesto a asumir.Da a su punto de vista el calificativo de criticista, en un sentidonada kantiano. Si se interpreta la dependencia del método res-pecto de la cosa con el mismo rigor con el que viene implícita,en algunas determinaciones popperianas, como la de la relevan-cia y el interés como patrones de medida del conocimiento so-cial, no le sería posible al trabajo crítico de la sociología limitarsea la autocrítica, a la reflexión sobre sus enunciados, teoremas,métodos y aparatos conceptuales. Es al mismo tiempo crítica delobjeto del que dependen todos estos momentos, localizados enel lado subjetivo, en el de los sujetos vinculados a la ciencia or-ganizada. Por muy instrumentalmente que sean definidos losmomentos metodológicos, su adecuación al objeto viene exigi-da siempre, aun cuando a veces sólo de manera velada. Losmétodos sólo son improductivos cuando les falta esta adecua-ción. La cosa debe gravitar con todo su peso en el método, yostentar en él su propia vigencia; de lo contrario, incluso el mé-todo más depurado resulta deficiente. Lo cual no implica menosque la necesidad de que en la complexión de la teoría aparez-ca la de la cosa. Cuando la crítica de las categorías sociológi-cas se reduce a la crítica del método y cuando la discrepanciaentre concepto y cosa se produce a costa de la cosa, que no eslo que pretende ser, lo que decide es el contenido del teoremasujeto a crítica. La vía crítica no es meramente formal, sino tam-bién material; si sus conceptos han de ser verdaderos, una so-ciología crítica no puede ser, por fuerza -y a tenor de su propiaidea-, sino crítica de la sociedad, como Horkheimer razonó ensu ensayo sobre la teoría tradicional y la crítica*. Algo de estotenía también el criticismo kantiano. Lo que alegaba contra losjuicios científicos acerca de Dios, de la libertad y de la inmortali-dad venía a oponerse a una situación en la que lo que se intenta-ba era salvar estas ideas, una vez perdida ya su imperatividad teo-lógica, mediante su ingreso en la racionalidad. El criticismo erailustración militante. A su lado, sin embargo, un talante críticodetenido a las puertas de la realidad y limitado al trabajo sobresi mismo, difícilmente representaría, en cuanto a ilustración, unprogreso. En la medida en que cercena sus motivos, deberíaconsumirse en sí mismo, como tan contundentemente viene aevidenciar cualquier comparación de la administrative research

con la teoría crítica de la sociedad. Ya sería hora de que la so-ciología se opusiera a esa consunción atrincherada tras del in-tangible método. Porque el conocimiento vive de la relación conlo que él no es, de la relación con algo diferente de sí mismo. Yen la medida en que se produzca y ocurra de manera meramen-te indirecta, en una estricta autorreflexión crítica, esta relaciónno podrá serle nunca suficiente; para ello deberá convertirse encrítica del objeto sociológico. Así ocurre, por ejemplo, que cuan-do la ciencia social -y no prejuzgo de momento nada acerca delcontenido de tales proposiciones- elabora, por una parte, un con-cepto de sociedad liberal en el que las dos notas característicasde ésta son la libertad y la igualdad, y, por otra, anula radicalmen-te el contenido de verdad de estas categorías en el marco del li-beralismo dada la desigualdad existente en el poder social -esepoder que determina las relaciones entre los hombres-, no esta-mos ante tales o cuáles contradicciones lógicas, eliminables me-diante definiciones más correctas, o ante unas ulteriores limita-ciones o diferenciaciones empíricas de una definición inicial, sinoante la constitución estructural de la sociedad en cuanto a tal. Encuyo caso la crítica no puede consistir en una mera reformula-ción de enunciados contradictorios en aras a la recuperación dela conformidad y armonía del complejo científico. En la medidaen que desplaza los centros de gravedad verdaderos, este logi-cismo puede resultar erróneo. A lo que deseo añadir que este vi-raje afecta asimismo a los medios conceptuales del conocimien-to sociológico; una teoría crítica de la sociedad encauza en otradirección la permanente autocrítica del conocimiento sociológi-co. Me limito a recordar lo dicho acerca de la ingenua confian-za sustentada en la ciencia social organizada como garante dela verdad.

Todo esto presupone, desde luego, la diferenciación entre verdady no verdad a la que Popper tan rigurosamente se aferra. Comocrítico del relativismo escéptico polemiza contra la sociología del

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* Vid. Max Horkheimer: "Traditionelle und kritische Theorie" ("Teoría tradi-cional y crítica"), reeditado por Alfred Schmidt en la recopilación: "KritischeTheorie", 2 tomos, S. Fischer Verlag, Frankfurt am Main 1968, tomo II, pág.137. (N. del T.)

conocimiento -y, especialmente, contra la obediente a la inspira-ción de Pareto y de Mannheim- con tanta energía, por lo menos,como yo mismo lo he hecho tantas veces. Pero el susodicho con-cepto total de ideología, y la pulverización de la diferencia entreverdadero y no verdadero, no resulta asimilable a la teoría clási-ca de las ideologías, si se la puede llamar así. Más bien se apro-xima, en realidad, al intento de privar a aquella teoría de todo sumordiente, neutralizándola y convirtiéndola en una rama másdel negocio de la ciencia. En otro tiempo, la apariencia social-mente necesaria recibía el nombre de ideología. La crítica de laideología estaba vinculada a la prueba concreta de la falsedadde un teorema o de una doctrina; la mera sospecha de ideolo-gía, como Mannheim la llamaba, no era suficiente. Marx hubieraironizado sobre ella considerándola, de acuerdo con el espíritude Hegel, como una negación abstracta. La deducción de lasideologías por necesidad social no ha mitigado el juicio sobre suno verdad. Su derivación a partir de ciertas leyes estructurales,como la del carácter fetichista de la mercancía, que da nombrea la ;,pcuiou µ8o, se proponía subordinarla a ese patrón de me-dida de la objetividad científica que también Popper subraya. Yael difundido discurso sobre superestructura e infraestructura lotrivializa. Al comportarse la sociología del conocimiento -mitiga-dora de la diferencia entre consciencia falsa y auténtica- comosi viniera a representar un progreso en el sentido de la objetivi-dad científica, no está sino recayendo, en virtud de dicha miti-gación, por detrás del concepto de ciencia tal y como éste esentendido, en Marx, de manera totalmente objetiva. Únicamentemediante fruslerías y neologismos como el del perspectivismo,y no mediante determinaciones objetivas, puede distanciarse elconcepto total de ideología del relativismo vulgar y fraseológicode las visiones del mundo. De ahí el declarado o tácito subje-tivismo de la sociología del conocimiento, denunciado con tantarazón por Popper y en cuya critica la gran filosofía coincide conel trabajo científico concreto. Éste jamás se ha dejado confundirseriamente por la cláusula general de la relatividad de todo co-nocimiento humano. Cuando Popper critica la asimilación de laobjetividad de la ciencia a la del científico, está haciendo blan-co en el concepto de ideología tal y como éste viene degradadoen su formulación total, pero no en la versión auténtica del mis-mo. Éste incide en la determinación objetiva -harto indepen-

diente de los sujetos individuales y de su tantas veces invocadasituación- de la falsa consciencia, aprehensible mediante el ade-cuado análisis de la estructura social; una idea que se retrotrae,por lo demás, hasta Helvetius, por no decir hasta Bacon. El én-fasis constante en la determinación situacional de los pensado-res, individualmente considerados, surge de la impotencia pararetener firmemente la en otro tiempo alcanzada certidumbre dela desfiguración objetiva de la verdad. Con los pensadores y supsicología no guarda excesiva relación. Abreviando: estoy deacuerdo con la crítica popperiana de la sociología del conoci-miento. La no diluida teoría de las ideologías también está, noobstante, decididamente de acuerdo con ella.

El problema de la objetividad de las ciencias sociales se relacio-naba, en Popper, al igual que otrora en el famoso ensayo deMax Weber, con el de la neutralidad valorativa (Wertfreiheit). Nose le ha escapado que esta categoría -tan dogmatizada, entre-tanto-, excesivamente compatible, sin duda, con el negocio prag-matista de la ciencia, ha de ser nuevamente reelaborada. Laescisión entre objetividad y valor no es tan rotunda como leemosen Max Weber, en cuyos textos resulta, no obstante, mucho máscualificada de lo que su grito de guerra podría hacer esperar. Po-pper considera que la imposición de una incondicional neutrali-dad valorativa es paradójica, en la medida en que tanto la objeti-vidad científica como la propia neutralidad valorativa son, a suvez, valores; esta constatación, sin embargo, no es tan impor-tante como Popper cree. También de ella podrían extraerse con-secuencias teórico-científicas. Popper subraya la imposibilidadde prohibir o anular al científico sus valoraciones sin anularlocomo hombre y también como científico. Con ello queda dicho,no obstante, algo que no es de orden exclusivamente práctico-cognoscitivo; "anularlo como científico" envuelve el conceptoobjetivo de ciencia en cuanto a tal. La separación entre conduc-ta valorativa y avalorista es falsa, en la medida en que el valor,y con él la neutralidad valorativa, son cosificaciones; es justa, enla medida en que el proceder del espíritu no puede evadirse avoluntad del estadio de la cosificación. El llamado problema delos valores sólo viene a constituirse en una fase en la que los fi-nes y los medios son, a causa de un dominio sin fricciones de lanaturaleza, desgajados unos de otros; en la racionalidad el UNTREF VIRTUAL | 19

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medio avanza al lado de una irracionalidad mitigada -o puedeincluso que creciente- de los fines. En Kant y Hegel aún no en-contramos el concepto de valor, un concepto que tiene su mora-da en la economía política. Hasta Lotze no toma carta de natu-raleza en la terminología filosófica; la distinción, kantiana entredignidad y precio en la razón práctica no sería compatible conél. El concepto de valor ha cristalizado en la relación de cambio,es un ser para otro. En una sociedad en la que todo se ha con-vertido en algo así, en algo tangible -el rechazo de la verdad con-statado por Popper revela el mismo estado de cosas-, este "paraotro" se ha convertido, se ha embrujado, en un "en sí", en algosustancial, y en cuanto a tal, no verdadero; algo muy adecuado,en consecuencia, para que el perceptible vacío acabe siendo lle-nado a voluntad de los intereses dominantes. Lo ulteriormentesancionado como valor no se comporta extrínsecamente a la co-sa, no le está Xwptr enfrente, sino que le es inmanente. Puededecirse que la cosa, el objeto del conocimiento sociológico, esalgo libre de imperatividad, algo meramente existente -sólo me-diante los cortes de la abstracción acaba convirtiéndose en tal-en tan escasa medida como están en su sitio los valores en unmás allá, en un cielo de las ideas. El juicio sobre una cosa, queexije, sin duda alguna, espontaneidad subjetiva, viene trazadosiempre por la cosa misma, y no se agota en una irracional de-cisión subjetiva, como Weber parece imaginarse. Tal juicio es,en el lenguaje de la filosofía, un juicio de la cosa sobre sí misma;su condición desgajada conjura a ello. Se constituye, sin embar-go, en su relación con ese todo que hay en ella, sin ser algo in-mediatamente dado, sin ser facticidad; a ello apunta la frase deacuerdo con la cual la cosa ha de ser medida según su propioconcepto. De ahí que el problema de los valores, que gravitasobre la sociología y otras disciplinas como un lastre esté, en sutotalidad, mal planteado. Una consciencia científica de la socie-dad que presume de libre de valores desatiende a la cosa nomenos que aquella otra que se remite constantemente a unosvalores más o menos decretados y arbitrariamente estatuidos;rendirse a esta alternativa es caer en antinomias. Ni siquiera elpositivismo ha podido evadirse; el propio Durkheim, cuyo cho-sisme superaba, por cierto, en talante positivista al propio We-ber -cuyo thema probandum pertenecía, no hay que olvidarlo, ala sociología de la religión-, aceptaba la neutralidad valorativa.

Popper rinde tributo a la antinomia en la medida en que, por unlado, rechaza la escisión entre valor y conocimiento y, por otro,postula que la autorreflexión del conocimiento se haga conscien-te de los valores implícitos en él; es decir, que no falsee su con-tenido de verdad para demostrar algo. Ambos desiderata sonlegítimos. Se tendría, simplemente, que asumir en la sociologiala consciencia de su antinomia. La dicotomía entre ser y deberes tan falsa como históricamente vinculativa; de ahi que no que-pa simplemente ignorarla. Sólo resulta transparente a la pene-tración de su forzosidad con las armas de la crítica social. Adecir verdad, el comportamiento total neutral en el orden valora-tivo resulta imposible no sólo psicológicamente, sino también demanera objetivada. La sociedad, a cuyo conocimiento ha de apun-tar en última instancia la sociología, si no quiere reducirse a me-ra técnica, sólo cristaliza efectivamente a la luz de una concep-ción de sociedad justa, en torno, en fin, a la idea de una sociedadcabal. Y ésta no ha de ser contrastada con la existente como sifuera un simple valor supuesto, por vía totalmente abstracta, sinoque surge de la crítica, esto es, de la consciencia de la sociedadde sus propias contradicciones y de su necesidad. Cuando Popperdice: "Porque aún cuando jamás podamos justificar racionalmentenuestras teorías y ni siquiera podamos revelarlas como proba-bles, siempre podremos someterlas a crítica racional, está expre-sando algo que no vale menos para la sociedad que para lasteorías acerca de la misma. De donde resulta un talante que ni seaferra a una neutralidad valorativa, cegadora respecto del interésesencial de la sociología, ni se deja llevar por un dogmatismo va-lorista abstracto y estático.

Popper detecta el latente subjetivismo de esa sociología del co-nocimiento avalorista que se ufana en demasía de su cientificis-ta carencia de prejuicios. Consecuente con este planteamientoataca el psicologismo sociológico. También en este punto coin-cido con él, y quizá me esté permitido hacer alusión al trabajoque publiqué en el "Homenaje a Horkheimer", en el que me ocu-po de la discontinuidad existente entre estas dos disciplinas, quesuelen ser conjuntamente incluidas bajo el rótulo general deciencias humanas. Los motivos, sin embargo, que a uno y a otronos incitan a igual conclusión no son los mismos. La separaciónentre hombre y entorno social no puede menos de parecerme UNTREF VIRTUAL | 20

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excesivamente tópica, demasiado orientada de acuerdo con elviejo mapa de las ciencias -dado, según parece, de una vez portodas- y cuya hipóstasis Popper rechaza con tanta energía. Lossujetos a cuya investigación se compromete la psicología noestán simplemente sujetos a la influencia de la sociedad, comosuele llamársela, sino que vienen configurados por ella hasta lomás profundo. El substrato de un hombre en sí, que estuvieraenfrentado al mundo -tal y como hemos visto revivirlo en el exis-tencialismo- no pasaría de constituir una vacía abstracción. Elentorno social efectivo es producido a su vez, todo lo mediata eirreconociblemente que se quiera, por hombres, por la sociedadorganizada. Y a pesar de todo, la psicología no debe ser consi-derada como la pieza básica de las ciencias sociales. Me limi-taría a recordar, a este respecto, que las formas de socialización-lo que en el uso anglosajón del lenguaje recibe el nombre deinstituciones- se han autonomizado, en virtud de su propia diná-mica, hasta tal punto respecto de los hombres vivos y de su psi-cología, que han acabado por oponerse a éstos como algo tanajeno y, al mismo tiempo, tan prepotente, que la reducción acomportamientos humanos primarios efectuada en sus estudiospor la psicología ni siquiera alcanza a los behavior patterns típi-cos y de plausible generalización, a los procesos sociales quese desarrollan por encima de las cabezas de los hombres. Detodos modos, de la preminencia de la sociedad respecto de lapsicología no me decidiría yo a deducir una independencia tanradical entre ambas como la que subraya Popper. La sociedades un proceso total, en el que los hombres abarcados, guiadosy configurados por la objetividad reinfluyen a su vez sobre aqué-lla; la psicología se disuelve tan escasamente en la sociologíacomo el individuo en la especie biológica y en su historia natu-ral. No cabe la menor duda de que el fascismo no puede ser ex-plicado tan sólo por razones de orden psicológico-social, ni eraésa, a diferencia de lo que, malentendiéndola, se ha dicho a ve-ces, la intención de la "Authoritarian Personality"; pero si elcarácter vinculado a la autoridad y necesitado de ella no hubieraestado tan extendido -por motivos sociológicos no menos evi-dentes, a su vez- el fascismo difícilmente hubiera encontrado enlas masas la base necesaria para hacerse con el poder en unasociedad como la de la democracia de Weimar. La autonomíade los procesos sociales no es, en cuanto a tal, un en sí, sino

que se basa en la cosificación; también los procesos enajena-dos respecto de los hombres siguen siendo inhumanos. De ahíque la frontera entre ambas ciencias sea tan escasamente ab-soluta como la existente entre sociología y economía, o entresociología e historia. La visión de la sociedad como totalidad nodeja de implicar asimismo la necesidad de que todos los mo-mentos efectivos en dicha totalidad, y en modo alguno totalmentereducibles unos a otros, entren en el conocimiento; no tiene porqué dejarse aterrorizar por la división científica del trabajo. Lapreeminencia de lo social respecto de lo humano-individual seexplica a partir de la cosa, de esa impotencia del individuo res-pecto de la sociedad, que para Durkheim constituía, precisa-mente, el criterio de los faits sociaux; la autorreflexión de la soci-ología también debe estar, no obstante, precavida y vigilanterespecto de la herencia históricocientífica, que incita una y otravez a exagerar la autarquía de las ciencias más jóvenes y enEuropa todavía no aceptadas con igualdad de derechos por launiversitas literarum.

Señoras y señores, en la correspondencia que sostuve con élpreviamente a la formulación de mi coponencia, el señor Popperdefinió la diversidad de nuestras posiciones en los siguientestérminos: en su opinión, vivimos en el mejor de los mundos ja-más existentes -yo, en cambio, me niego a creerlo así. En lo quea él corresponde, ha exagerado, sin duda, un poco, en aras delefectismo de la discusión. Establecer diferencias en el grado demaldad de sociedades de épocas diversas no deja de ser algoprecario; me cuesta mucho aceptar que no todas hayan sidosuperiores a la que hizo posible Auschwitz, y por lo menos eneste punto Popper me ha caracterizado con fidelidad indiscu-tible. Sólo que para mí la diferencia es decidible y no lo es sim-plemente de puntos de vista:

ambos podríamos sustentar igual postura negativa respecto dela filosofía del punto de vista y, con ello, también respecto de esamisma sociología. La experiencia del carácter contradictorio dela realidad social no puede ser considerada como un punto departida más entre otros varios posibles, sino que es el motivoconstituyente de la posibilidad de la sociología en cuanto a talúnicamente a quien sea capaz de imaginarse una sociedad dis- UNTREF VIRTUAL | 21

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tinta de la existente podrá ésta convertírsele en problema; úni-camente en virtud de lo que no es se hará patente en lo que es,y ésta habrá de ser, sin duda, la materia de una sociología queno desee contentarse -como, desde luego, la mayor parte desus proyectos- con los fines de la administración pública y pri-vada. Quizá quede aludido con ello el motivo por el que en lasociología, en su condición de ciencia particular, no hay lugarpara la sociedad. El proyecto de la nueva disciplina venía sus-tentado en Comte por la voluntad de proteger las tendenciasproductivas de su época -el desencadenamiento de las fuerzasproductivas- del potencial destructor que ya entonces iba madu-rando en ellas. Y lo cierto es que a pesar del tiempo transcurri-do no se ha producido cambio alguno en esta situación de par-tida de la sociología; es más, se ha agravado en extremo -y lasociología debería reservarse esta evidencia. El archipositivistaComte era perfectamente consciente de ese carácter antagonís-tico de la sociedad -en su opinión, realmente decisivo-, al queen su ulterior evolución el positivismo ha intentado anular -o es-camotear- como simple especulación metafísica, dando lugar alas extravagancias de su fase tardía, que han vuelto a eviden-ciar lo intensamente que la realidad social ha puesto en solfa laspretensiones de aquéllos cuya profesión es, precisamente, apu-rar el conocimiento de la misma. Entretanto ocurre que la crisis,por la que la sociología ha de mostrarse no afectada, ya no esla del orden burgués tan sólo, sino una crisis tal que amenazaliteralmente la subsistencia física de la sociedad entera. Frentea la increíble prepotencia de las circunstancias, ahora evidenteen toda su desnudez, la esperanza, alentada por Comte, de quela sociología pudiera guiar el poder social, se ha revelado comoingenua -salvo, desde luego, que se decida a facilitar planes yproyectos a los poderes totalitarios. En su renuncia a una teoríacrítica de la sociedad, la sociología adopta una postura de resig-nación: no hay valor para pensar el todo porque se duda de po-der transformarlo. De ahí que si la sociología aceptara reducirseexclusivamente al conocimiento de facts y figures en beneficio delo establecido, semejante progreso en la carencia de libertad aca-baría por menoscabar progresivamente, condenándolas a la irre-levancia, incluso a esas investigaciones de detalle con las que sehace la ilusión de triunfar sobre la teoría. La ponencia de Popperacaba con una cita de Jenófanes, síntoma indudable de que esa

separación entre filosofía y sociología, que hoy tanto ayuda a latranquilidad de las almas, le satisface tan escasamente como amí. Pero también Jenófanes era, a pesar de la ontología eleáti-ca, un ilustrado; no en vano encontramos ya en él esa idea -nue-vamente rastreable en Anatole France- de acuerdo con la cualsi una especie animal pudiera representarse a una divinidad, loharía con su propia imagen. Este tipo de crítica es tradicional enla ilustración europea desde la Antigüedad. Su herencia ha re-caído hoy en no escasa medida, en la ciencia social. Apunta ala desmitologización. Que no es, desde luego, ningún conceptoteorético, ni equivale tampoco a una ciega iconoclastia que alacabar con la diferencia entre lo verdadero y lo no verdaderodestruye también el abismo entre lo cabal y lo falso. En su luchacontra la magia, la ilustración se propone -en virtud de su propiaesencia- liberar a los hombres de todo encantamiento; del de losdemonios, ayer, y hoy del que sobre ellos ejercen las relacioneshumanas. Una ilustración que se olvida de esto y, en su desinte-rés, deja en su lugar -intacto- el viejo encantamiento, agotándo-se en la elaboración de aparatos conceptuales manejables, co-mete sabotaje contra si misma, incluido ese concepto de verdadque Popper opone a la sociología del conocimiento. En el con-cepto enfático de la verdad viene comprehendida también la dis-posición cabal de la sociedad, por poco que pueda ser esboza-da como imagen de futuro. La reductio ad hominem en la quetoda ilustración crítica encuentra inspiración tiene como sustan-cia a esos hombres a los que habría que acceder en una so-ciedad dueña de sí misma. En la actual, por el contrario, suúnico índice es lo socialmente no verdadero.

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La Lógica De LasCiencias Sociales-Ponencia

Karl R. Popper

Sobre La LogicaDe Las CienciasSociales -Coponencia

Theodor W. Adorno