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vi PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES MAESTRÍA EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS LA TRANSFORMACIÓN DEL RÉGIMEN POLÍTICO EN VENEZUELA UNA MIRADA CRÍTICA DESDE LA (NUEVA) GUBERNAMENTALIDAD DEL “SOCIALISMO DEL SIGLO XXI” Presentado por: Lic. Jimena Alexandra Rueda Rincón Tutora: M.A. Martha Lucía Márquez Bogotá D.C., julio de 2010

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES

MAESTRÍA EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS

LA TRANSFORMACIÓN DEL RÉGIMEN POLÍTICO EN VENEZUELA

UNA MIRADA CRÍTICA DESDE LA (NUEVA) GUBERNAMENTALIDAD DEL

“SOCIALISMO DEL SIGLO XXI”

Presentado por: Lic. Jimena Alexandra Rueda Rincón

Tutora: M.A. Martha Lucía Márquez

Bogotá D.C., julio de 2010

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN…………………………..……………………………………..... 1. EL CAMBIO: De cómo se transforma el régimen político venezolano (1998-2006)…………………………...…………...………...………………….……. 1.1. Definición de régimen político. El cambio: sus niveles y sus

dimensiones…………...……………………………………………………… 1.2. La constitución bolivariana: Un cambio de carácter

refundacional…………………………...….…………………………….…… 1.2.1. ¿En qué momento sucede?...................................................................... 1.2.2. ¿En dónde tiene lugar?............................................................................ 1.2.3. ¿Qué límites alcanza?.............................................................................. 1.2.4. ¿Cómo se produce?................................................................................. 1.2.5. ¿Qué mecanismos emplea?..................................................................... 1.2.6. ¿Qué cambia?.......................................................................................... 1.2.7. ¿De qué manera se produce?.................................................................. 2. LA GUBERNAMENTALIDAD: Estrategia general del poder y su aplicación en el régimen político liderado por Hugo Chávez (2007-2010)………………………………………...……………………..…………….…… 2.1. Del estudio de la gubernamentalidad en el naciente “espíritu

constituyente”……………………………...……………………………..… 2.2. De una alternativa histórica de cambio político a la refundación del

orden a través de la gubernamentalidad “socialista del siglo XXI”……………………..………….…………………………....………….…

2.3. Reflexión sobre la construcción de una “nueva subjetividad”…………….…………..…………………………………….…

3. EL PODER COMUNAL: Surgimiento de los Consejos Comunales (CoCos) como dispositivos de gobierno para la producción de un “nuevo sujeto” histórico, ético y de cambio…...…………………………………………………………………...……….. 3.1. Una democracia “participativa y protagónica” para la Venezuela

socialista dirige el cambio…..................................…..……………….… 3.2. La experiencia “comunal” como forma de soberanía

popular……………..…………..………………….……..………………..….. 3.3. El cambio de las relaciones cívico-militares y su impacto en la

constitución de la forma “comunal”……............................……………..

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4. CONCLUSIONES………….…………………………………………..…….. Bibliografía y referencias………………………………………..….……………… Publicaciones institucionales………………………………….………………….. Anexos……………………………………………………………....……………….. A. Modelos de acción presidencial………………………….….…………….. B. Los referendos andinos. Periodo: (1985-2009)…..…….….…………….. C. Índices sobre la gestión del gobierno liderado por Hugo Chávez. Periodo: (1998-2007)………………………………………………………… D. Integrantes del Consejo Comunal (CoCo)……………………………….... E. Proceso de conformación del Consejo Comunal (CoCo)………………...

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INTRODUCCIÓN

La crisis de la representación política en la región andina, cuya configuración

se deriva de la década de los noventa, originó el desplome de los sistemas de

partidos tradicionales y con ello el problema de la identificación entre

representantes y representados. De esta forma, los principios del gobierno

representativo quedaron atrapados en complejas líneas de transición hacia

“nuevos regímenes” de gobierno que debían atender a los desafíos del cambio

político. Una reconstrucción a nivel de régimen político (de los valores, las normas

y las autoridades) que pusiera límites a la praxis política, sería entonces necesaria

para producir una transformación significativa del “modo de gobernar” en los

países andinos.

Los antecedentes de esta crisis de la representación democrática en la

región andina se pueden ubicar entre 1980 y 2000 cuando los presidentes fieles a

las políticas económicas de ajuste estructural devenidas del Consenso de

Washington (1989) aplicaron en distinta forma y con distinta efectividad varias

medidas de la política neoliberal, sumándose a un buen número de los gobiernos

suramericanos en vías de desarrollo que eligieron este modelo económico para

sus naciones.1 Así las medidas “salvadoras” fueron ejecutadas en Venezuela, por

Carlos Andrés Pérez; en Colombia, con el liderazgo de César Gaviria y muchos

más; en Perú, de la mano de Alberto Fujimori; en Ecuador, por Jamil Mahuad y; en

Bolivia, durante el mandato de Gonzalo Sánchez de Lozada.

La erupción de la crisis de la representación democrática en las cinco

repúblicas independizadas por Simón Bolívar se explica en tanto estas medidas

1 A saber: México: Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón, Costa Rica: Oscar Arias, Brasil:

Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso, Paraguay: Juan Carlos Wasmosy, Uruguay: Luis Alberto Lacalle y Julio María Sanguinetti, Argentina: Carlos Menem y Fernando de la Rúa y; Chile: Augusto Pinochet.

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“salvadoras” acudieron a radicales políticas estructurales en el ámbito no sólo

económico, también político y social. Según los trabajos realizados por René

Mayorga y Scott Mainwaring el problema de la crisis de la representación

democrática fundamentalmente “surge de la capacidad para gobernar” y, por otro

lado, de “las deficiencias estatales”. En este sentido se entiende que las

decisiones de los gobernantes resultaron claves en el presente y futuro de estos

países. (citados en Mainwaring, Bejarano y Pizarro (edits.), 2008: 27).

La insatisfacción con el desempeño de la democracia de acuerdo a Mayorga

subyace a la crisis de la representación democrática y el ascenso de políticos

outsiders. En opinión de Mainwaring, la causa principal de la crisis política en los

países andinos “debe buscarse en las deficiencias estatales patentes en muchos

ámbitos, desde la seguridad de los ciudadanos hasta la corrupción y el

desempeño económico”. En sí, tanto para Mayorga como para Mainwaring el

ascenso de los llamados outsiders políticos, la caída de la confianza en los

partidos, la elevada volatilidad electoral y las restantes manifestaciones de una

crisis de la representación democrática “[…] son producto del mal desempeño de

los regímenes democráticos”. (Ibíd.).

Ni los sistemas de partidos ni los políticos les ofrecieron a los ciudadanos lo

que esperaban. En consecuencia, el desprestigio de la representación

democrática no tardó en llegar tras las aparentes deficiencias de los mecanismos

representativos tradicionales y el derrumbe de los viejos sistemas de partidos. Es

en este escenario crítico en el cual llegaron al poder algunos outsiders políticos –

así sucedió con Hugo Chávez en Venezuela– caracterizados por Martín Tanaka

como “[…] líderes personalistas con discursos neopopulistas y antisistémicos que

dieron expresión a la insatisfacción popular con los actores tradicionales”.

(Tanaka, 2008: 90). El abordaje del caso venezolano será objeto de las siguientes

argumentaciones.

La década de los noventa ha sido crucial para la Venezuela petrolera, dado

que a causa del agotamiento de las políticas económicas estatistas y de la

implementación de reformas de mercado de primera generación este país andino

ha tenido que sufrir una transición política –según Tanaka– hacia un régimen

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autoritario, aunque democrático desde un punto de vista formal, tras la victoria de

Chávez en las elecciones del 6 de diciembre de 1998. (Ibíd., 89). A diferencia del

resto de los países de la región, el “nuevo régimen” liderado por el primer

mandatario Hugo Chávez no demoró en apuntalar el “Socialismo del siglo XXI” en

Venezuela y en proclamarlo como una alternativa política viable que se mostró

nacionalista, democrática y popular.

Aunque el “nuevo régimen” ha demostrado una evolución gradual de su

sistema de partidos debido a que los partidos tradicionales declinantes

coexistieron con nuevas agrupaciones, la convivencia no ha sido fácil en medio de

una crisis de la representación aún no superada y que parece tener como principal

causa, las decisiones de los agentes políticos que han liderado el proceso de

formación de la democracia en Venezuela.

Según un reciente estudio publicado por Scott Mainwaring, Ana María

Bejarano y Eduardo Pizarro “la desafección con la democracia, los partidos

políticos y las legislaturas se ha propagado en un grado alarmante”. En su opinión,

la avalancha popular de una nueva izquierda en el poder andino [Venezuela: Hugo

Chávez (1999), Bolivia: Evo Morales (2005) y Ecuador: Rafael Correa (2006)] –

todos candidatos “antisistema”– en vez de fortalecer los vínculos entre el delegado

a quien se le encomienda la tarea de velar por los derechos ciudadanos y quienes

le han elegido para tal fin, ha debilitado los mecanismos de la representación

democrática. (Mainwaring, Bejarano y Pizarro (edits.); 2008: 23).

Hasta aquí se ha planteado el problema de la representación en los países

andinos –específicamente en Venezuela– y la problemática que trajo consigo: la

transición hacia una “nueva forma de gobernar”. En adelante se hablará de este

fenómeno acudiendo al concepto de gubernamentalidad, entendida ésta como una

“mentalidad de gobernar” y de ejecutar un conjunto complejo de prácticas que

permitan regir la conducta de las poblaciones a través de ciertas “técnicas” y

estrategias de gobierno. Las específicas acciones, articulaciones de “juegos de

poderes” y escenarios en los que se ha configurado una “nueva mentalidad” en el

poder tras el fallo del régimen anterior, es ahora el tema que se desea

problematizar en el presente análisis.

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En concreto se puede decir que una nueva construcción de

gubernamentalidad en Venezuela parece alentar la idea de la transformación del

régimen político, promoviendo la sucesión progresiva de mecanismos de

representación más participativos y democráticos garantes de los derechos de las

mayorías. Al menos ésta es la aspiración de los pueblos de la región que

cansados de las ya desgastadas “formas de gobierno”, sus mecanismos de

representación ineficientes y sistemas corruptos, exigen una profunda renovación

en el plano político, económico, social y cultural. Sin embargo,

contradictoriamente, entrado el siglo XXI la brecha entre la dupla: gobierno y

sociedad –cada vez más amplia– y la formación de gobiernos populares en

ascenso de la mano de nuevos líderes políticos con marcados valores “socialistas”

han puesto una vez más en tela de juicio la relación entre gobernantes y

gobernados.

Por eso vale la pena preguntarse: ¿De qué manera se ha construido en

Venezuela una “nueva mentalidad” de gobernar para contener la crisis de la

representación política? Responder a este interrogante es un desafío para quienes

siguen de cerca el estudio del cambio político en Venezuela y han de poner su

mirada crítica en la génesis de una “nueva forma” gubernamental en el país

andino: el “Socialismo del siglo XXI”. Las cuestiones de: ¿cómo se gobierna?,

¿con qué mentalidad? y, ¿a través de qué mecanismos? –a la luz de la

generalidad de nuestro interrogante anterior– obligan a los intelectuales de hoy a

realizar un análisis interdisciplinario de cara a los distintos fenómenos que ha

introducido el cambio en el interior del sistema político venezolano y a asumir la

llegada de un nuevo paradigma (el cambio político) que ha puesto a prueba la

legitimidad, estabilidad y eficacia de la representación democrática en Venezuela.

La llamada V República ha surgido; pero, también ha sido constantemente

cuestionada dando lugar a un régimen político que hoy es fuertemente criticado

por sus opositores y en gran medida por la comunidad internacional. Desde el

2006, fecha en que Hugo Chávez tomó como bandera el “Socialismo del siglo XXI”

se ha hecho aún más evidente el propósito de construir “otra Venezuela”. Una

Venezuela que en la actualidad parece estar poniendo a prueba la resistencia del

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mandatario en la silla presidencial pues el cambio político indudablemente ha sido

notable, como notables son también las prácticas de gobierno que han conducido

al país andino –según los analistas políticos– a críticas oscilaciones entre

populismo y autoritarismo. Es claro que el manejo de la presidencia de Venezuela

y una política de tradición nacionalista, populista y radical volcada hacia la imagen

de Hugo Chávez, ha traído como consecuencia una gestión del Estado rentista;

controvertida, tambaleante y que ya no parece gozar de la confianza popular de su

auge inicial.

El deterioro de este proyecto de “nueva sociedad” ha de ser un hecho que se

puede leer en algunos síntomas ya familiares para el pueblo venezolano: primero,

en el auge del hiperpresidencialismo; segundo, en la escalada de corrupción y

clientelismo de las élites en el poder; tercero, en el débil sostenimiento de las

políticas macroeconómicas y las políticas sociales; cuarto, en la incapacidad de

las instituciones de cumplir eficazmente con sus responsabilidades y; por último,

en el desgaste del discurso bolivariano. Cinco signos que hablan de las

incompetencias de la gestión del comandante Hugo Chávez en el marco de las

exigencias de un mundo “globalizado” y de la crisis financiera que ha azotado a las

economías del continente.

El trabajo de articular la dupla analítica: transformación política y constitución

de una gubernamentalidad “socialista” es un intento –aunque reconozco

minúsculo– por contribuir en el análisis de este nuevo paradigma que representa

el cambio del sistema político en nuestras repúblicas de la región andina. Dicho

esto, daré comienzo a lo que arriesgadamente llamaré: La transformación del

régimen político en Venezuela. Una mirada crítica desde la (nueva)

gubernamentalidad del “Socialismo del siglo XXI”.

La hipótesis del análisis crítico que se presenta sobre el caso venezolano se

configura a partir de la sospecha de que esta forma política “socialista” de

marcada tradición militar consolida ciertas reglas de dominación en Venezuela. Y

esto es posible, dado que las decisiones y medidas tomadas por el gobierno

liderado por el presidente Hugo Chávez posiblemente atienden a los intereses de

una minoría élite en el poder que utiliza como tecnología de gobierno la

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participación y el protagonismo popular para promover nuevas relaciones Estado-

Sociedad en la compleja dinámica de los “juegos de poder”.

Con la intención de desarrollar este trabajo analítico a continuación se

puntualizan tres objetivos fundamentales que permitirán ofrecer respuestas a las

cuestiones antes planteadas. Primero, examinar el cambio de régimen político en

Venezuela como manifestación de la crisis de la representación ocurrida en la

región andina a finales de la década de los noventa; segundo, caracterizar la

“nueva mentalidad” en el poder y la “nueva forma de gobierno” que surgió como

consecuencia de la crisis de la representación democrática en Venezuela y; por

último, analizar el surgimiento de los Consejos Comunales (CoCos) como

dispositivos de gobierno para promover otro tipo de organización: la “comunal” y,

con ello la creación de un “nuevo sujeto” histórico.

Este es un trabajo hermenéutico (de interpretación) que pretende a través del

ejercicio genealógico utilizado por Michel Foucault –como procedimiento de

análisis e investigación–, rastrear las discontinuidades y recurrencias presentes en

la gubernamentalidad “socialista” liderada por el presidente Chávez y así fijar un

sentido crítico al respecto esperando que al observar los aspectos más relevantes

del cambio político, se pueda explicar cómo se han configurado en Venezuela

nuevas relaciones de poder a la vez que avanza una nueva historia política con el

“chavismo” y sus específicas formas de gobernar. Perfilar una propuesta crítica en

aras de observar este fenómeno como una ontología del caso venezolano obliga a

revisar las unidades de análisis: a) Cambio b) Gubernamentalidad y c) Poder

Comunal. Las tres unidades operacionalizadas a través de las siguientes

variables: tiempo histórico, régimen político y organización comunal,

respectivamente.

Para abordar la construcción de una “nueva mentalidad de gobernar” en los

apartados consecuentes se utilizarán las aproximaciones y postulados de dos

destacados pensadores, a saber: Leonardo Morlino y Michel Foucault. Con el lente

de Morlino se observará el régimen político como objeto de la transformación. Es

propio señalar que únicamente se estudiará el cambio en las “normas” o “reglas

del juego” que rigen a la nación, pues se considera que éstas conforman la parte

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esencial del sistema político. A través de las herramientas conceptuales que nos

brinda el retomar la gubernamentalidad en Foucault, se podrá mirar la posibilidad

de existencia de dinámicas de decolonización, de desujeción como resultado de

procesos de liberación de cara a las “técnicas” y estrategias de gobierno

ejecutadas por el presidente Hugo Chávez.

El desarrollo de la primera parte: De cómo se transforma el régimen político

venezolano (1998-2006), es clave para explicar los procesos de cambio que tienen

lugar en el sistema político de Venezuela. Al abordar el análisis desde esta

perspectiva se podrá demostrar que el cambio de la “norma” condiciona la

comunidad política, el régimen y la autoridad de una nación y habla de la asunción

de un nuevo tiempo desde las élites en el poder y, por consiguiente, de otras

formas de “hacer la política”.

Así se entenderá en lo siguiente que el “Socialismo del siglo XXI”, como

“nueva mentalidad de gobernar”, no representa la mentalidad de gobierno de Hugo

Chávez, sino la emergencia de una nueva racionalidad de gobierno debida a la

contingencia de la crisis del partidismo tradicionalista y en general a la crisis social

y económica que atraviesa Venezuela. Chávez, el chavismo y las nuevas élites en

el poder han aprovechado esta emergencia para gobernar mediante un discurso

nacionalista, popular y antisistémico.

Seguidamente en la segunda parte: La gubernamentalidad como estrategia

general del poder y su aplicación en el régimen político de Hugo Chávez (2007-

2010), se observará los modos de existencia del “Sujeto” a nivel molecular que

revela Foucault pues las advertencias del filósofo nos permiten considerar la

posibilidad de hallar en las transformaciones políticas de hoy (sujetas –quería

decir sometidas– a la lógica del mercado), la emergencia del nacimiento de un

“nuevo sujeto”, producto también de una “nueva racionalidad de gobernar”

entendida como una multiplicidad de tecnologías de ordenamiento, disciplina y bio-

política –en términos foucaultianos– que han asegurado su subsistencia en una

posible mutación, desarrollo y funcionamiento de lo que se podría denominar:

“tecnología general del poder” o “gubernamentalidad” de Estado.

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Finalmente, la tercera parte: El surgimiento de los Consejos Comunales

(CoCos) como dispositivos de gobierno para la producción de un “nuevo sujeto”

histórico, pretende estudiar cómo se concibe la democracia en el actual régimen

de gobierno pues es a partir de ésta que se ha ido configurado en Venezuela una

nueva conciencia ciudadana como fuerza fundamental de la revolución. Además,

busca poner el énfasis en que a través de este catalizador o dispositivo de

gobierno que representa el Poder Comunal, el pueblo venezolano podrá

protagonizar una nueva etapa de transición, esta vez –luego de una fase paulatina

de cambios en el sistema político– hacia una democracia “participativa y

protagónica” representada en el proyecto “socialista del siglo XXI”.

Esta suerte de complementariedad entre el Poder Constituyente y el Poder

Popular o constituido, busca que la sociedad elabore una forma propia de

organización social que le permita establecer dentro de los complejos “juegos de

poder” –que funcionan a nivel molecular y que tienen sus correspondencias en la

institucionalidad del Estado– una igualdad sustantiva que a través de nuevas

relaciones de “micropoder” construya otra forma alternativa de asociación y

gestión local, y ésta, habrá de ser la forma “comunal”.

Por otro lado, y con especial énfasis se alertará del peligro latente de que

esta nueva forma de participación comunitaria, resulte ser cooptada por las

autoridades militares para lograr la participación masiva de la ciudadanía en la

defensa de la soberanía territorial y, en consecuencia, se convierta en un

mecanismo de control –más allá de dominación– por parte del régimen “chavista”

y no, en la creación y desarrollo de espacios de cooperación e integración en los

cuales los miembros de las comunidades puedan identificar sus demandas más

apremiantes, sin someterse a medidas especiales tomadas por las autoridades

que representan sus derechos desde el gobierno de turno.

En la actualidad ha de ser un ejercicio de gran valía estudiar la complejidad

del proceso político venezolano y la manera en que el “Socialismo del siglo XXI”

se ha originado como alternativa de gobierno dado los medios a los que ha tenido

que acudir para su sostenimiento y para la ejecución de las formas políticas que

son garantes de su supervivencia.

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De cara al proyecto “socialista” venezolano, el desarrollo de este trabajo

analítico permitirá ofrecer una ruta de análisis para posteriores acercamientos

críticos sobre este espinoso tema y, advertirá sobre el riesgo que corre Venezuela

de ensanchar las fisuras que ya empiezan a ser más visibles en la trayectoria de

transformación política que protagoniza la Venezuela liderada por el presidente

Hugo Chávez.

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1. EL CAMBIO: De cómo se transforma el régimen político venezolano (1998-2006).

A manera de presentación.

“Un trabajo de este género se impone […] por la necesidad de salir de la confusión conceptual en la que ha caído la ciencia política en estos años de crecimiento teórico, acelerado pero a menudo contradictorio. En realidad, salir de la actual ´torre de Babel´, muy acentuada, por lo demás, en el caso de los temas aquí tratados, significa poder salir también de la ´torre de marfil´ en la que se ha confinado actualmente una parte de la disciplina, justamente por esa escasa claridad de algunos de sus instrumentos conceptuales”. Leonardo Morlino

La dinámica de crisis y transformaciones que ha sufrido el régimen político en

la región andina se ha convertido en una característica de nuestro tiempo. Un

nuevo tiempo histórico que exige el cambio y el reconocimiento de los hechos

pasados para así, a partir de los errores cometidos trazar una nueva ruta hacia un

proyecto político que represente a las mayorías y se aleje de las prácticas de

gobierno que en las dos últimas décadas del siglo pasado muy acentuadamente

sólo han favorecido a una élite en el poder.

En esta primera parte lo que se pretende es utilizar el cambio como unidad

de análisis y categoría más general que permite visualizar un cambio de época.

Una herramienta que metodológicamente posibilita el ejercicio de considerar la

transformación del régimen venezolano a partir de diferentes dimensiones. En este

estudio se explicará que principalmente el cambio político en Venezuela se ha

producido de forma continua, pacífica y fundamental.

Un gobierno representativo de tipo democrático liberal de tradición militar-

caudillista, motor de las prácticas nacionalistas y populares para la refundación de

una “nueva república”, la bolivariana, ha sido el modelo de gobierno que ha

acompañado al también “nuevo régimen político” en Venezuela que tuvo su origen

con la instalación del presidente Hugo Chávez en el Palacio de Miraflores en los

albores de un nuevo siglo. La victoria del candidato a la presidencia con un 56%

de la votación durante las elecciones del 06 de diciembre de 1998, fue crucial en

momentos en que el país registró para finales de año una deuda externa de

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23.440 millones de dólares y; por otro lado, la crisis asiática y el consecuente

exceso de suministro de hidrocarburos llevaron los precios del petróleo a sus

niveles más bajos pues para 1998 se cotizó a 10.57 dólares el barril. Ambos

aspectos, indicadores de un Estado debilitado en cuanto a su política

macroeconómica.2

A propósito de la necesidad de estudiar el fenómeno del cambio, en el

epígrafe se han tomado las palabras de Leonardo Morlino para señalar que la

escasa claridad de algunos de los instrumentos conceptuales creados por unos

pocos especialistas, empleados hasta ahora en el estudio de los temas políticos y

que se han considerado como saberes universales, es uno de los más grandes

problemas que tiene que enfrentar el investigador de nuestro tiempo. Por esto, es

imprescindible reconocer que la Ciencia Política debe calibrar su análisis ante el

proceso de transformaciones –en la actualidad el escenario de los gobiernos

representativos–, y advertirse a sí misma, de la necesidad de dirigir su interés

hacia el estudio de nuevos conceptos desde los cuales se pueda explicar el

fenómeno de la transición que están sufriendo nuestras repúblicas

latinoamericanas. Y, el cambio político es esencialmente uno de ellos.

El tiempo se configura como lapsos (no de líneas rectas sino de líneas

quebradas) en los que se pueden registrar acontecimientos producto de fracturas

o desplazamientos de poderes, en gran medida significativos porque promueven el

cambio y conducen al régimen político a resignificar los antiguos mecanismos de

representación y con ello a renombrar saberes. Entonces se deberá ver si la

transformación en el régimen actual tiene efectos de verdad sobre el tipo de

democracia, la dinámica social, la participación no electoral y la organización,

límites y vigilancia del poder.

Los conceptos de representación y cambio político, en este sentido, juegan

como dimensiones aparentemente inseparables en el proceso de transformación.

Bernard Manin repara en el tema del cambio político, al considerar la

transformación como una especie de “metamorfosis” de los principios

2 GIUSTI, Luis. (2010), “Periodo (1994-1999)”, en: Venezuela petrolera [en línea], disponible en:

http://www.tacarigua.com.ve/venezuela.htm, recuperado: 22 de mayo de 2010.

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fundamentales del gobierno representativo (la elección de representantes a

intervalos regulares, la independencia parcial de los representantes, la libertad de

la opinión pública y la toma de decisiones tras el proceso de la discusión). Cambio

que algunos críticos interpretaron a finales del siglo XIX y principios del XX como

una prueba de la crisis de la representación que tal vez pueda que tenga una

curiosa simetría con la situación actual.

Este paralelismo entre la transición de un siglo a otro inspira a Manin a pensar

que la caducidad de una élite y el surgimiento de otra, más que señalar una crisis

de la representación política, pudiera estar poniendo de relieve una forma concreta

de representación. El pronóstico de este investigador en todo caso apunta a dar

luces para comprender el cambio como una manera de visibilizar otras formas de

“hacer política” en un tiempo histórico que parece siempre estar experimentando

una constante renovación. De allí la importancia para el presente análisis de

rescatar las reflexiones de Manin sobre los “modos de la representación” y el

cambio que supone nuevas alternativas de gobierno, pues finalmente, “ni las

diferencias en sus formas ni la persistencia de la estructura captan la verdad de la

representación”. (Manin, 1998: 286).

1.1. Definición de régimen político. El cambio: sus niveles y sus dimensiones.

Para examinar en esta primera parte el cambio de régimen político en

Venezuela como manifiesto de la crisis de la representación en la región andina

derivada desde finales del siglo XX y que se ha extendido a la primera década del

siglo XXI, se tomará como sustento teórico el trabajo analítico de Leonardo

Morlino publicado en la obra Cómo cambian los regímenes políticos (1985).

Se parte de la idea de que el problema entre las decisiones de los

gobernantes y las demandas de los gobernados puso en el debate las cuestiones

de ¿cómo se gobierna?, ¿con qué mentalidad? y, ¿a través de qué mecanismos?

Estos interrogantes revelan la preocupación por estudiar el fenómeno del cambio

ya que es determinante para explicar la manifestación de un modo distinto de

“pensar” y conducir la praxis política; la renovación de las “técnicas” o del

despliegue de las mismas prácticas de gobierno, desde un escenario global en el

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que los actores políticos se reapropian de viejos términos en el complejo “juego de

poderes”.

Es preciso señalar que se ha elegido el estudio de este politólogo italiano

para analizar lo que ha ocurrido en Venezuela, dada su preocupación teórica por

responder a las cuestiones señaladas en el párrafo anterior, pero a su juicio

acudiendo a una esfera de aplicación muy singular, pues Morlino está consciente

de que el campo denotativo del cambio puede ser vasto y; en consecuencia,

propone que hay que reducirlo a su mínima expresión para lograr comprender

cómo es que se configura este fenómeno. Por tanto, es necesario partir de su

concepción más general: “la política”.

Desde esta perspectiva se puede justificar la insistencia de Morlino en sugerir

que los investigadores extraigan los instrumentos más idóneos de las teorías ya

existentes para superar la confusión conceptual que se tiene del término: sistema

político, pues con ello se logrará delimitar los temas de análisis en cuanto al

cambio político se refiere.

Este ejercicio metodológico trata de distinguir los componentes principales,

presentes siempre en un sistema político: primero, la comunidad política (un

número de personas agrupadas por una cierta división del trabajo político);

segundo, el régimen (conjunto de valores, normas y estructuras de autoridad que

condicionan la conducta de los individuos pertenecientes a una determinada

sociedad) y; por último, las autoridades (representadas por los sujetos de los

roles) y así, resolver el problema de la noción muy general del concepto.

Morlino reconoce que el cambio es un referente propio en la actualidad, por

esto debe ser estudiado dejando a un lado la antítesis entre “cambio” y

“continuidad” pues finalmente resultan ser caras de una misma moneda. Además,

explica que el cambio político fundamentalmente debe examinarse también –y se

quiere poner el acento en esto– en un margen de estudio limitado dentro del

sistema político, éste último particularmente definido por Morlino como “un

conjunto de partes”.

De acuerdo a esto, es el régimen el componente que se debe privilegiar del

sistema político dada su importancia como pieza angular del conjunto. Por esta

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razón interesa centrar el análisis en la cuestión de: ¿cómo cambia el régimen

político? Siguiendo los pasos de Morlino, para dar respuesta a esta cuestión hay

que conocer específicamente: ¿qué es el cambio del régimen político?, ¿a través

de qué modalidades se produce? y, ¿asistiendo a qué procesos? Y, para ello, se

hace necesario definir una serie de enunciados.

En primer lugar, ¿qué es el régimen político? el régimen –segundo nivel del

sistema político–, se entenderá como un conjunto vital de: valores (ideologías, los

principios o las creencias, dominantes o en competencia); normas (aquellas

“reglas del juego" formalizadas que sirven para la resolución pacífica de los

conflictos políticos; o no formalizadas y admitidas tácitamente) y; estructuras de

autoridad (titulares de los roles) que hacen posible la relación de representación

política entre gobierno y sociedad, una dupla hasta hoy necesaria para garantizar

el ordenamiento y el desarrollo equilibrado de la nación.3

Se debe precisar, además, que el estudio del cambio de un cierto régimen

político debe enfocarse en dos aspectos centrales. Primero, en “las normas

operativas o ´reglas del juego´ que especifican los modos en que los miembros del

sistema pueden participar en el proceso político y resolver los conflictos” y;

segundo, en las estructuras de autoridad, es decir, “el conjunto de los roles o

modelos regularizados de comportamiento y de expectativas acerca del modo en

que habrán de comportarse los que ocupan posiciones especiales en la sociedad

y el modo en que los demás deben obrar frente a ellos”. (Morlino, 1985: 38 y 39).

De lo anterior se deriva que tanto las creencias como las ideologías y las

doctrinas (también componentes del régimen) no resultan un valor esencial para la

constitución del régimen, puesto que –estos principios como conjunto de valores–

se pueden hallar intrínsecos en la conformación de las normas o “reglas del juego”

y en las estructuras de autoridad. Por tanto se podrán tomar en consideración

“cuando condicionen las normas o estructuras de autoridad o sean deducibles de

las mismas o bien cuando sean observables en base a datos disponibles”. (Ibíd.,

83).

3 Esta definición de régimen político constituye una interpretación propia basada en los

planteamientos de Morlino.

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Es evidente que el régimen tiene lugar dentro del sistema político como

“objeto de apoyo”, de allí que Leonardo Morlino insista constantemente en su obra

en que se deban individualizar los tres elementos típicos del sistema como “partes

de un todo” en el propósito de observar su comportamiento particular. Lo que

interesa al politólogo italiano, en suma, es realzar el carácter singular que

adquieren los componentes del sistema político que desempeñan de manera más

o menos formalizada y eficaz todas las competencias del gobierno.

Según lo señalado, efectivamente, –y es necesario explicar esto por razones

metodológicas– parece que Morlino invita a un estudio más “molecular” que

“molar” sobre el cambio de régimen político (en términos foucaultianos); aunque,

hay que decir que no logra apartarse del todo de la idea biológica eastoniana del

sistema político entendida como “organismo vivo” en el momento en que acude a

la construcción de una propia acepción, nuevamente: el sistema político es “una

suma de partes” que hacen posible el equilibrio del sistema. (Morlino, 1985: 32).

Entonces el cambio político como unidad de análisis desde la perspectiva de este

autor, debe ser observado a partir de la premisa de que es más sencillo describir

la realidad política a través de los sujetos que la hacen posible que reconstruir su

dinámica en el conjunto.

En segundo lugar, ¿qué es el cambio? El cambio según Morlino se refiere a

“cualquier transformación que acontezca en el sistema político y/o en sus

componentes. […] El cambio se deduce siempre, por diferencia, de la

comparación entre un estado precedente y otro sucesivo del sistema o de sus

partes”. (Morlino, 1985: 47).

Otra consideración que hay que tener presente cuando se está estudiando

este fenómeno es que el cambio “aun en sus formas más específicas […] no es

irreversible o unilineal. Es decir, no está constituido, en una imaginaria

representación gráfica, por una única línea recta que avanza siempre hacia

adelante, sino más bien por un conjunto de líneas curvas o quebradas que pueden

volver hacia atrás o sobre sí mismas”. (Ibíd., 56).

En tercer lugar, ¿cuáles son los niveles del cambio? o, mejor dicho, a través

de qué modalidades se produce. Éstos son los siguientes: a) cambio de todos los

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componentes del sistema (cambio sistémico); b) de uno o algunos componentes

del sistema (cambio intrasistémico o componencial); c) de uno sólo o de algunos

de los elementos o factores en el interior de los componentes mismos (cambio

intracomponencial o factorial); finalmente, d) cambio debido a las

interdependencias recíprocas entre componentes y entre factores (cambio

intercomponencial e interfactorial). Descrito esto hay que señalar que el nivel de

cambio que se desea estudiar en este análisis es de tipo “intracomponencial o

factorial”, pues específicamente se limita al análisis de uno de los elementos del

régimen, las “normas” o “reglas del juego”.

Por último, para lograr identificar las formas que asume el cambio en el

régimen o dentro de uno de sus componentes, nuestro autor sugiere preguntarse:

¿Cuáles son las dimensiones del cambio? o, a qué procesos asiste para tomar

forma. Morlino, acude a ciertas categorías de análisis de acuerdo a siete aspectos

específicos. A continuación, se precisan: Según su situación histórica: (cambio

históricamente definido/históricamente indefinido o atemporal); su lugar de origen:

(cambio interno/externo); su profundidad: (cambio fundamental/marginal); su

modo: (cambio continuo/discontinuo, cambio pacífico/violento, cambio

compensado/descompensado); su dirección: (cambio normativo/no normativo,

cambio en expansión/en contracción); su contenido: (cambio innovador/no

innovador) y; por último, su tiempo: (cambio acelerado/lento).4

Aunado a estas categorías que sirven como una herramienta metodológica

para explicar cómo ha tenido lugar el cambio en el caso venezolano, es importante

decir que éste –en un sentido de abstracción más amplio– también puede ubicarse

en una “zona de paso” o “umbral” dependiendo del nivel de cambio que se origine.

Esto significa que es posible observar que el régimen político venezolano

está experimentando una transición hacia un Estado político distinto al que se

esperaba construir desde la asunción de Hugo Chávez a la presidencia de

Venezuela en 1999. Así un cambio continuo y pacífico según su “modo” podría

4 En (Morlino, 1985: 49) se encontrarán expuestas las dimensiones que según el autor puede llegar

a adoptar el cambio en un orden distinto de presentación al que se ha señalado en este texto.

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experimentar la transformación a uno de tipo discontinuo y violento. Y por otro

lado, un cambio fundamental según su “forma” pasaría a ser de tipo marginal.

Sobre este aspecto del cambio político, Morlino señala que ha dado el

nombre de: umbral “de transformación” para identificar cuando un tipo de cambio

pasa de un polo a otro manifestando oposición a su concepción inicial. Al respecto

de este tema el autor explica que “en estas direcciones han trabajado o están

trabajando otros autores en diferentes países, sobre todo, como es natural, en los

pertenecientes a las dos áreas geopolíticas que en estos años han vivido el

fenómeno: Europa mediterránea y América Latina”. (Morlino, 1985: 10).

Así se entiende que la cuestión de la “transformación” es clave para

comprender lo que está sucediendo o podría suceder con el fenómeno del

surgimiento de ciertas alternativas gubernamentales como fórmulas para

reacondicionar el orden político en los países de la región andina. Y el estudio del

“Socialismo del siglo XXI”, en este orden de ideas, podría ser un primer paso para

comprender el cambio de régimen político en tiempos de una crisis generalizada

de la representación.

1.2. La constitución bolivariana: Un cambio de carácter refundacional.

La Quinta República nació con el cambio político y es la cuna de una también

“Nueva Constitución”, la “soberanísima” –calificada por Hugo Chávez– o Carta

Magna normativa de la nación venezolana desde la cual se pretende analizar

cómo “piensa” el régimen liderado por Chávez a una nación guiada por los ideales

bolivarianos.

En las páginas siguientes se mostrará –a partir de las siete dimensiones del

cambio ofrecidas por Morlino– de qué manera ha sido posible la transición del

régimen político pactado en Punto Fijo al proyecto bolivariano, haciendo énfasis en

la implementación de un nuevo texto constitucional, para finalmente, aseverar que

la transformación en Venezuela en su concepción más general ha sido una de

tipo, si se quiere, refundacional.

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1.2.1. ¿En qué momento sucede?

La situación histórica es una dimensión desde la cual se puede reconocer la

transformación del régimen político venezolano, quizá una de las dimensiones de

mayor relevancia para este análisis por cuanto refiere a una “nueva época”. El tipo

de cambio político en Venezuela conforme a la tipificación de Morlino, es definido:

a finales de la década de los cincuenta y en los primeros años del siglo XXI.

El ordenamiento sociopolítico venezolano tiene sus antecedentes en las

“reglas del juego” pautadas a mediados de los años 40, una serie de “normas” que

fueron nuevamente ratificadas tras algunas modificaciones de importancia de

acuerdo a cambios específicos, a partir de 1958. Lo cierto, es que entre 1945 y

1948 la idea del sostenimiento de un Estado central tomó fuerza tanto en los

aspectos políticos como económicos del país. Este tiempo histórico, sirvió también

para determinar un orden pluralista en lo político; lo que quedó asentado en la

Constitución de 1947 y con ello la garantía de que los partidos políticos

funcionaran, de hecho, como instituciones legítimas de agregación y

representación de los intereses de todos los sectores que componen la sociedad

sin distinción de clases.

Luego el Pacto de Punto Fijo firmado el 31 de octubre de 1958 acordó tomar

la senda democrática que tuvo lugar en las décadas de los sesenta y setenta,

gracias a la participación y coalición de Acción Democrática (AD), del Partido

Social Cristiano (COPEI) y la Unión Republicana Democrática (URD), en pro de

sostener la democracia venezolana dejando atrás la larga dictadura de Marcos

Pérez Jiménez. Aunque cuestionada la forma en que se comprendió este

momento de quiebre, el Pacto de Punto Fijo supuso nuevas “reglas del juego”

(formales e informales) para ese momento esenciales en el surgimiento de otro

orden, uno que pusiera a la renta petrolera como el factor primordial y dinamizador

de la estructura económica nacional.

El Estado tomó el timón del cambio político, intervino en las leyes para

asegurar que fuera posible la regulación del mercado, el proteccionismo y un

amplio sistema de subsidios estatales. Este cambio en las “reglas del juego” o

normatividad del régimen político del país, se mantuvo e incluso se profundizó en

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la Constitución de 1961. Esto se evidenció, primero, en el rol que asumieron los ya

fortalecidos partidos políticos tradicionales que empezaron a servir de canales de

representación política y; segundo, en la garantía de la plena competencia político-

electoral que el Estado ofreció al pueblo venezolano.

De acuerdo a lo estudiado por Miriam Kornblith, las principales “reglas del

juego” a partir del régimen político que inició en 1958 se pueden sintetizar en

cuatro principales: primero: la monopolización de la actividad política por los

partidos políticos; segundo, el acuerdo para disentir y aceptar la diferencia entre

partes que se reconocían como legítimas dentro del orden democrático; tercero, la

libertad de acción para el liderazgo partidista y de otras organizaciones claves; y,

cuarto, la centralización y el papel dominante del gobierno central. (Kornblith,

1996: 4).

Lo que interesa destacar de estas “reglas del juego” antes mencionadas, es

que mientras, por un lado, el modelo de régimen político que nació del Pacto de

Punto Fijo otorgaba confianza al pueblo venezolano al defender el respeto por la

regla de que la mayoría debía elegir las autoridades gubernamentales a través del

voto y, que finalmente permitió la dinámica semicorporativa de las relaciones de

poder, las formas de participación y representación política; del otro, la aparente

“estabilidad política” ceñida a un consenso entre élites, trajo como consecuencia el

clientelismo; la corrupción administrativa; el centralismo en la toma de decisiones;

el aprovechamiento irregular de los recursos de la nación y; en suma, la

politización de las actividades del Estado.

Conveniencia y negociación entre los distintos sectores que integraban la

estructura de autoridades del régimen, fueron de hecho los dos elementos que

acompañaron la vida política venezolana en los siguientes años. Así, la exclusión

de las masas populares y las fuertes políticas de ajuste estructural a las que se

sometió la economía del país durante el reinado de los partidos tradicionales de

derecha, especialmente en la década de los noventa, hizo más evidente el fracaso

de los imaginarios políticos socialdemocráticos de la época, sujetos a las reglas de

una minoría poderosa que terminó afectando los intereses de la Iglesia, las

Fuerzas Armadas, los sindicatos, las asociaciones gremiales y a los empresarios

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aún cuando se les había prometido que las decisiones unánimes de la élite

dominante no incidirían en las políticas públicas de estos sectores, motores de la

sociedad venezolana.

Algunos investigadores coinciden en afirmar que la transformación de

régimen político en Venezuela se ha dado a expensas no de una, sino de varias

crisis que ha atravesado el país originadas a inicios de la década de los 80 hasta

finales de los noventa, antes de la elección de Hugo Chávez.

Por ejemplo, Martha Lucía Márquez sugiere que el liderazgo populista de

Chávez encuentra su origen en un aspecto central: la crisis. Esta idea la desarrolla

en el apartado titulado: La crisis que lleva a Chávez al poder y la refundación del

orden que presenta como parte de su análisis sobre el populismo chavista. En

palabras de la autora:

Chávez llega al poder en medio de una profunda crisis económica, social y política. La primera, como producto de la caída de los precios del petróleo que obligó a Carlos Andrés Pérez a aplicar el ajuste fiscal para corregir el déficit, agravado desde inicios de los años 80. La segunda, como consecuencia de la inflación acelerada desde inicios de esa misma década, y agravada por la aplicación del ajuste, y en particular, por la disminución de los subsidios estatales a la importación de alimentos, a los servicios públicos, al transporte y a los servicios sociales. En el ámbito político, por su parte, tuvo lugar… la crisis de los partidos y los mitos políticos: el mito de que el Estado era paternalista y podía ayudar a los ciudadanos; de que Venezuela era pacífica, el cual fue desmentido tras el Caracazo; del mito de la funcionalidad de la democracia puntofijista. (Márquez, 2008: 209).

Continuando con el orden cronológico de los acontecimientos expuestos

hasta ahora, hay que decir que abordar la trayectoria política de Venezuela ya en

las últimas décadas del siglo XX implica asumir el riesgo que se corre al estudiar

este fenómeno del cambio político en momentos de quiebres, confrontaciones y

tensiones desde que en 1989 el conocido “Caracazo” echara por tierra la

legitimidad del sistema político venezolano y el sistema de partidos y, produjera

con ello una ola de protestas y enfrentamientos que sin duda dieron inicio a una

nueva trayectoria política para el país andino.

El “Caracazo” ha sido considerado por buena parte de los analistas como un

punto de inflexión en la historia venezolana, entre ellos hay quienes piensan que

las protestas populares masivas fueron manifestación de la oposición del pueblo a

la firma de la Carta de Intención entre el gobierno venezolano y el Fondo

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Monetario Internacional (FMI). Un acuerdo que finalmente benefició a una

reducida élite en el poder y no a las mayorías, y que trajo como consecuencia la

represión del Estado para ese entonces liderado por segunda vez por Carlos

Andrés Pérez (1989-1993). A partir de este hecho, Venezuela comenzó a escribir

una “nueva historia”.

El intento de golpe de Estado liderado por Hugo Chávez dado a conocer

como dirigente del movimiento de militares bolivarianos (MBR 200) efectuado el 04

de febrero y el perpetrado por otro grupo de militares que se sublevaron

infructuosamente contra el gobierno el 27 de noviembre de 1992, se pueden

observar también como un elemento más de descontento de la comunidad

política, en especial de esta nueva izquierda que se sublevó y quebró la relación

de los sectores minoritarios con el régimen neoliberal. Aunque estos hechos no

tuvieron éxito político pues les faltó el respaldo de la mayoría de la población –aún

incrédula y desconfiada de la idea de que “otro mundo” era posible en el país–

fueron acontecimientos que fortalecieron la alternativa revolucionaria pregonada

por Hugo Chávez.

Posteriormente, la caída de las políticas neoliberales de Carlos Andrés

Pérez, del fracasado intento de la llamada “Agenda Venezuela” del presidente

Rafael Caldera (1994-1999) que terminó afianzando los lineamientos del

Consenso de Washington a través de convenios con las máximas instituciones

financieras mundiales Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial

(BM), sin duda señalan el camino y explican la forma en que Hugo Chávez ha

lidiado con las viejas instituciones del Estado para dirigir el cambio político en un

escenario de contracciones económicas, contradicciones políticas y

desplazamientos de élites en el poder.

Desterradas del panorama político y con muy poca credibilidad entre los

venezolanos las prácticas políticas neoliberales ya no encontraron respaldo en la

opinión pública y muestra de ello fue que el 06 de diciembre de 1998, Hugo

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Chávez logró una victoria electoral de más de la mitad de la votación total apoyado

por el Polo Patriótico –coalición electoral formada para apoyar su candidatura–.5

Entrado el siglo XXI un nuevo pensamiento político ocupó la silla presidencial

venezolana. Desde entonces, la victoria de Hugo Chávez ha representado para el

país suramericano el surgimiento de una “nueva mentalidad” para gobernar que

defiende el derecho del pueblo venezolano a la inclusión social de las capas más

bajas de la sociedad, pero también y; por otro lado, ha significado la confrontación

pública entre las élites en el poder y la oposición interna y externa al “nuevo

régimen” de gobierno.

La esperanza del cambio político más que la promesa del desarrollo

económico y social de la nación, de la democratización de las vías de acceso al

gobierno y al Estado, de la “felicidad” para todos los venezolanos, se constituye en

una realidad que ha polarizado a Venezuela en dos aguas. Por un lado, el cambio

es percibido como una amenaza para los grupos opositores que ven en el

proyecto de gobierno de Hugo Chávez el camino equivocado; pero del otro, para

los oficialistas, muy contradictoriamente, se ha entendido como el camino hacia la

transformación social. Los primeros, parecen identificarse aún con los viejos

programas gubernamentales que; aunque, imperfectos y desiguales cubrían parte

de sus demandas. Los segundos, con una Quinta República hija de la Revolución

Bolivariana liderada por Hugo Chávez y el “chavismo”, una interpretación de un

“nuevo régimen político”.

Éste ha sido el momento histórico que da cuenta del agotamiento del modelo

económico y político sostenido en Venezuela por largos años y, en consecuencia,

de los desafíos que tiene que enfrentar el “nuevo régimen político” liderado por

Hugo Chávez. Lo que hay que considerar en este sentido es que el régimen

“alternativo” que surgió de la crisis de la representación y de un momento de

inflexión en la economía política del país –como experiencia inédita de acuerdo a

5 El Movimiento Quinta República (MVR) representó a Hugo Chávez en el proceso electoral de

1998, fue inscrito como partido el 21 de octubre del año anterior. En cifras: “El MVR, identificado popularmente como el partido de Chávez, se constituyó en la primera fuerza política de Venezuela con el 41,06% de los votos. Le siguieron el Movimiento Al Socialismo (MAS), con 8,48%, y el partido Patria Para Todos (PPT), con 2,15%. HARNECKER, Martha. (2004), Venezuela una revolución sui géneris, España, El Viejo Topo, pág. 21.

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lo afirmado por Alfredo Ramos– es “portadora de promesas de cambio y de

incorporación de la masa popular a la decisión política”, por lo que ha de ser una

forma de transformación política “un tanto contagiosa para unos cuantos

movimientos políticos” y un también buen número de países latinoamericanos.

(Ramos, 2002:1). De aquí que el juicio positivo o negativo de tal experiencia ha

entrado significativamente en el debate actual sobre el futuro de la democracia en

nuestros países o mejor de la consolidación de las neodemocracias en la región.

Ahora el trabajo del “nuevo régimen”, de la “Nueva República” –como lo diría

José Martí– será “[…] conocer los elementos esenciales del país, derivar de ellos

la forma de gobierno y gobernar con ellos. […] El gobierno ha de nacer del país. El

espíritu del gobierno ha de ser del país. La forma de gobierno ha de avenirse a la

constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los

elementos naturales del país”.6

En síntesis, este régimen de gobierno “alternativo” fue producto del cambio

político; sucedió a otro régimen; hizo ruptura con el anterior y promovió nuevos

valores, normas y formas de autoridad acordes al momento histórico de coyuntura

política, económica y social que se hicieron visibles como los deslindes más

devastadores de la Venezuela de fin del siglo XX.

1.2.2. ¿En dónde tiene lugar?

En lo interno del régimen político venezolano, éste se puede decir que es el

lugar de origen del cambio. Pese a que las medidas tomadas por el gobierno

liderado por Chávez tengan repercusiones en el exterior, su proyecto está volcado

a una forma particular de conducción de la nación, uno de tipo normativo; por esto

Venezuela hoy es una especie de laboratorio en el que se pueden encontrar muy

variados ensayos de leyes o normas y; más aún, diferentes prácticas políticas

orientadas hacia la promoción de un “hacer política” desde las masas.

Una transformación de tipo factorial, es decir, únicamente producida en un

elemento del régimen (por ejemplo, en las normas) como en la que se ha querido

6 MARTÍ, José. (1977), “Nuestra América” en: Política de Nuestra América, México, Siglo Veintiuno,

2005, pág. 39.

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hacer énfasis en esta primera parte del texto, resulta harto importante para

determinar el lugar específico en donde se ha producido el cambio político en

Venezuela.

Sin embargo, no hay que dejar de lado o en un rango menor que el cambio

en las “normas” supone a su vez un cambio profundo en los valores (doctrinas o

principios) distintos a los empleados por el gobierno anterior que conduzcan el

pensamiento político del régimen vigente. Esta maquinaria de pensamiento se

entiende que constituye la base ideológica de la “nueva política. Tal como lo

expresa Dario Azzellini:

En sus discursos actuales Chávez se refiere a amplias influencias políticas que van desde Jesús pasando por Bolívar, Gramsci, Trotski y Mao llegando hasta Antonio Negri. Lo que a primera vista puede parecer un cóctel ideológico absurdo representa la amplitud de influencias políticas, sociales, culturales y hasta religiosas que nutren el bolivarianismo. Con el pasar del tiempo el bolivarianismo se inclinó cada vez más hacia la izquierda y a partir del año 2005 fue abiertamente socialista”. (Azzellini, 2008: 9).

Roland Denis (citado en Azzellini, 2008: 7), ofrece una sistematización de las

corrientes que influyen en el “bolivarianismo” democrático venezolano que sería

oportuno citar. Estas fuentes resultan de interés para el presente análisis debido a

que demuestran a manera genealógica cómo se construye el pensamiento

socialista que sostiene el proceso revolucionario. Tres categorías plantea Denis: el

ramal de las corrientes histórico-sociales (incluye las corrientes del marxismo

crítico, la teología de la liberación, el nacionalismo revolucionario, la resistencia

indígena y negra); el ramal insurreccional (expresada a través de la Rebelión

estudiantil de 1987, la sublevación popular del 27 de febrero de 1989, la Rebelión

del 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992) y; el ramal profético (marcado por

una variedad de acontecimientos, entre ellos: el nacimiento del Movimiento

insurgente y guerrillero de los años 60 y 70, la realización del Congreso Cultural

de Cabimas de 1973, las primeras expresiones del consejismo obrero y

sindicalismo revolucionario de los años 80, el encuentro masivo de estudiantes en

el Congreso Nacional Estudiantil de 1985, el renacimiento del Movimiento

Campesino con las tomas de tierra en Yaracuy en 1987, el surgimiento de la forma

de organización política: Asamblea de Barrios que tuvo como pionera a la ciudad

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de Caracas durante los años 1991-1993, el inicio del asambleísmo popular y la

promoción de los principios de la democracia de calle, el inicio de una pedagogía

libertaria con el Movimiento pedagógico de los años 90 y que tuvo su punto clímax

en la Constituyente Educativa de 2000-2001, el arranque del Proceso Popular

Constituyente desde 1995 hasta la fecha, la Campaña y victoria electoral de Hugo

Chávez en 1998 en el que se rompe el hilo histórico puntofijista y, por último, la

primera concreción constitucional de una democracia “participativa” y

“protagónica” en 1999 con la instauración de la Asamblea Constituyente que

marca el nacimiento de la Quinta República).7

1.2.3. ¿Qué límites alcanza?

Cuando se habla de normas entendidas como un factor constitutivo del

régimen, necesariamente se hace referencia a una tercera dimensión que implica

el cambio: su profundidad. Si la transformación tiene lugar en la constitucionalidad

del país, lo que Morlino denominaría como un cambio de tipo fundamental

entonces esto lleva a pensar que una serie de acciones deben ser tomadas desde

el gobierno para paulatinamente construir una nueva “norma suprema”; una

Constitución a partir de la cual legislar y hacer posible la transformación política,

en todo caso la revolución bolivariana como un proyecto sui géneris.

El proyecto bolivariano de “refundar la nación”, y con ello de promover un

“nuevo orden” se fundamentó en cuatro ejes centrales. Primero, los valores de la

República; segundo, la conformación y establecimiento del Estado; tercero, el tipo

de democracia y representación política y; cuarto, la norma suprema que dirige el

régimen y todos los componentes del sistema político: la Constitución. Estas

premisas quedaron bien descritas en los siguientes artículos de la Constitución de

1999:

Artículo 1°. La República Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador. Son derechos

7 AZZELLINI, Darío. (2008), “La Revolución Bolivariana: “o inventamos o erramos”. Claves para

leer el proceso de transformación social venezolano”, en Revista Bajo el volcán [en línea], vol. 7, núm 12, disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/286/28671202.pdf, recuperado: 10 de mayo de 2010.

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irrenunciables de la Nación la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional. Artículo 2°. Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político. Artículo 5°. La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos. Artículo 6°. El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables. Artículo 7°. La Constitución es la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico. Todas las personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a esta Constitución.

8

Como es sabido y siguiendo lo propuesto en los artículos anteriores, la

primera acción que Hugo Chávez llevó a cabo tras asumir el poder fue la

derogatoria de la Constitución de 1961 a la que en repetidas ocasiones calificó de

“moribunda”, refiriéndose con ello al fracaso rotundo de la oligarquía venezolana y

a un papel normativo que no logró estar a la altura de las necesidades de su

pueblo. Construir un instrumento político normativo ajustado al ideario bolivariano

que no traicionara los ideales de nación libre y soberana fue entonces el primer

paso de este “nuevo régimen” y la punta de lanza de la revolución del victorioso

candidato de 43 años que habría logrado demostrar el agotamiento del

bipartidismo adeco-copeyano impuesto a este país durante cuatro décadas.

El cambio de este tipo: fundamental, se puede observar específicamente a

través de las siguientes reformas en el régimen político.9

Primero: “La afirmación de nuevos ideales de distribución con las

consecuencias previsibles en la distribución de los recursos”. En los artículos 11 y

12 de la Constitución de 1999, se expresa que la República Bolivariana de

Venezuela es soberana de los espacios terrestres, marinos, aéreos e históricos y

vitales. Lo que supone el control público de estos dominios, pero también y de

8 Venezuela (1999), “Título I. Principios Fundamentales” en: Constitución Bolivariana de

Venezuela, Caracas, [en línea] disponible en: http://www.gobiernoenlinea.ve/misc-view/index.pag, pág. 1 y 2, recuperado: 19 de marzo de 2010. 9 Estos enunciados que se enumeran a continuación se tomaron literalmente del texto de Leonardo

Morlino para el análisis. (Morlino, 1985: 54).

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manera prioritaria de los recursos naturales que en ellos se encuentren, tangibles

e intangibles.

El Estado refundado en 1999 con la promulgación de una nueva Carta

Magna, se compromete a promover la iniciativa privada –y referente al tema de la

equidad en cuanto a la distribución de los recursos– garantiza la creación y justa

distribución de la riqueza; también, la producción de bienes y servicios que

satisfagan las necesidades de la población, la libertad de trabajo, empresa,

comercio, industria, sin perjuicio de su facultad para dictar medidas para planificar,

racionalizar y regular la economía e impulsar el desarrollo integral del país.

Segundo: “En el paso de un sistema competitivo a otro semicompetitivo o no

competitivo, o a la inversa”: el Estado bolivariano buscará con la revolución de la

economía social promover y proteger las relaciones sociales y asociaciones

destinadas a mejorar la economía popular y alternativa. En los siguientes artículos

se realza la importancia y el peso que tiene para el desarrollo económico y social

de la nación la participación de los venezolanos en el sector productivo como

entes comprometidos con su propio desarrollo y bienestar económico:

Artículo 112°. “Todas las personas pueden dedicarse libremente a la actividad económica de su preferencia, sin más limitaciones que las previstas en esta Constitución y las que establezcan las leyes, por razones de desarrollo humano, seguridad, sanidad, protección del ambiente u otras de interés social […]”.Artículo 118°. Se reconoce el derecho de los trabajadores y trabajadoras, así como de la comunidad para desarrollar asociaciones de carácter social y participativo, como las cooperativas, cajas de ahorro, mutuales y otras formas asociativas. Estas asociaciones podrán desarrollar cualquier tipo de actividad económica, de conformidad con la ley. La ley reconocerá las especificidades de estas organizaciones, en especial, las relativas al acto cooperativo, al trabajo asociado y su carácter generador de beneficios colectivos.

10

Tercero: “En el cambio de las competencias del gobierno respecto de la

actividad socioeconómica”: en todos los casos referidos al dominio monopólico de

la riqueza del país mediante cualquier tipo o “modelo” de actividad económica para

el desarrollo del país, el Estado:

Artículo 113°. […] adoptará las medidas que fueren necesarias para evitar los efectos nocivos y restrictivos del monopolio, del abuso de la posición de dominio y de las demandas

10

Venezuela (1999), “Capítulo VII De los Derechos Económicos” en: Constitución Bolivariana de Venezuela, Caracas, [en línea] disponible en: http://www.gobiernoenlinea.ve/misc-view/index.pag, pág. 29, recuperado: 21 de abril de 2010.

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concentradas, teniendo como finalidad la protección del público consumidor, de los productores y productoras, y el aseguramiento de condiciones efectivas de competencia en la economía. Cuando se trate de explotación de recursos naturales propiedad de la Nación o de la prestación de servicios de naturaleza pública con exclusividad o sin ella, el Estado podrá otorgar concesiones por tiempo determinado, asegurando siempre la existencia de contraprestaciones o contrapartidas adecuadas al interés público.

11

Cuarto: “En el cambio de las relaciones y de las atribuciones de poder entre

las instancias legislativas y ejecutivas”: se debe tener en cuenta que hasta 1998

los poderes según lo establecido en la Constitución de 1961 se dividían en: Poder

Público, Poder Nacional, Poder Legislativo, Poder Ejecutivo y Poder Judicial. En la

actual Constitución de 1999, inicialmente el Poder Público Nacional ha quedado

distribuido así, léase:

Artículo 136°. El Poder Público se distribuye entre el Poder Municipal, el Poder Estadal y el Poder Nacional. El Poder Público Nacional se divide en: Legislativo (Asamblea Nacional); Ejecutivo (Presidente o Presidenta, Vicepresidente o Vicepresidenta); Judicial (Tribunal Supremo de Justicia, Tribunales y Juzgados), Ciudadano (Fiscalía General de la República, Contraloría General de la República y Defensoría del Pueblo) y Electoral (Consejo Nacional Electoral). Cada una de las ramas del Poder Público tiene sus funciones propias, pero los órganos a los que incumbe su ejercicio colaborarán entre sí en la realización de los fines del Estado.

12

Este cambio en la distribución de los poderes ha dado mayor fuerza al

llamado Poder Popular, cuyo canal de alimentación son los Consejos Comunales

como órganos populares de decisión y acción comunitaria. Específicamente en el

sector socioeconómico, el mandatario Hugo Chávez explica que “la renta petrolera

ya no es un beneficio de pocos, los venezolanos sienten, por fin, que Venezuela

es de todos”.13 Lo que se traduce no únicamente en la democratización de los

recursos sino en el otorgamiento de la soberanía política y social de todos los

bienes del país que ahora podrán ser administrados por el pueblo venezolano por

medio de la producción cooperativista, las empresas de producción social

cogestionadas y autogestionadas.

11

(Ibíd., 28). 12 Venezuela (1999), “Capítulo I De las Disposiciones Fundamentales” en: Constitución Bolivariana

de Venezuela, Caracas, [en línea] disponible en: http://www.gobiernoenlinea.ve/misc-view/index.pag, pág. 29, recuperado: 21 de abril de 2010. 13

Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información. (2005), “Un socialismo, sano, fuerte y con futuro”, págs. 31 y 32 En: Socialismo del siglo XXI La fuerza de los pequeños, [en línea], disponible en: http://alopresidente.gob.ve/material_alo/12/1763/?visual=socialismo-del-siglo-xxi.pdf, recuperado: 22 de abril de 2010.

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No obstante, a una década de gestión de Hugo Chávez se puede decir que

esta nueva perspectiva del poder que parece reorganizarse y replantearse a favor

del pueblo, tal como lo plantea Ramón Aveledo, esta “[…] institucionalidad

deseable es reemplazada por una suerte de instrumentalidad deseada, en la cual

los órganos del Poder Público deben ser dóciles herramientas de la voluntad del

líder, y la Constitución y la ley dispositivos en extremo flexibles cuando se trata de

los designios presidenciales y de la más estrecha rigidez cuando pretende avanzar

por su cauce la expresión de discrepancia o la oferta de una alternativa”. (Aveledo,

2009: 50).

Quinto: “En la transformación de la forma de Estado”: de un Estado de tipo

“democrático, representativo, responsable y alternativo” a uno “democrático y

social de Derecho y de Justicia”. 14 En la Constitución de 1999 lo que se defiende

es la capacidad del Estado de garantizar a los venezolanos “la vida” y todo lo que

ello implica. Así, la libertad de culto, la justicia, la igualdad de condiciones, la

solidaridad sin distinción racial, la democracia participativa, la responsabilidad

social y, todo cuanto respete los derechos humanos, la ética y el pluralismo

político son una garantía ineludible e irreemplazable, no negociable en el “nuevo

régimen político” del país.

Estos cambios tal y como se ha descrito a excepción del que refiere al

cambio de la forma de Estado –puesto que los poderes mantuvieron las viejas

formas de organización de la tradición liberal del siglo XIX con una mínima pero

importante modificación con la creación del Poder Ciudadano y Electoral–, se

pueden identificar plenamente en el nuevo texto constitucional que la Asamblea

Nacional Constituyente presentó al Estado venezolano luego de sesionar durante

seis meses y que finalmente encontró un apoyo masivo del electorado venezolano

en el referéndum del 25 de abril de 1999. Este acto indudablemente dotó de

legitimidad al proceso de activación del llamado poder constituyente.

14

Ver esta distinción en el Artículo 3°. de la Constitución de 1961 y Artículo 2°. de la Constitución de 1999.

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La idea de una “Nueva Constitución” obedeció al principio bolivariano de

traerle dignidad al pueblo de Venezuela de la mano de la revolución15 dado que

detrás del concepto de constituyente originaria está toda una concepción del

“poder constituyente”. Esa fue la perspectiva Bolivariana al convocar en 1999, la

refundación social, la construcción del marco jurídico, institucional y paradigmático

de una nueva república en la cual pudiera ampliamente desarrollarse el modelo de

democracia participativa.

1.2.4. ¿Cómo se produce?

Es importante preguntarse por el modo cómo se realizan las acciones de

cambio y los medios utilizados para producirlo. En Venezuela, el tipo de cambio es

continuo pues se produce “de acuerdo con las normas o procedimientos de

transformación previstos por el sistema o por sus componentes”, no por una

ruptura respecto a las normas de autotransformación y la introducción de criterios

nuevos, no establecidos”. (Morlino, 1985: 50).

Otra modalidad de cambio que refiere a la forma en que se experimenta la

transformación y que explica –según Morlino– que un cambio pueda ser de tipo

continuo y a la vez se provea de ciertos mecanismos legítimos (al menos en el

principio de la transición) es el de tipo pacífico, dado que la transformación se lleva

a cabo por medio o a través de un mecanismo de consulta popular.

Pero hay que decir que de todas formas “en todos los niveles de cambio, y

respecto a todos los componentes, es imaginable la utilización de medios pacíficos

o violentos” (Ibíd., 51). Así lo entiende también Hugo Chávez al anunciar lo

siguiente: A la constituyente se debe llegar “por la vía de la presión popular

pacífica o por la vía violenta […]” (Blanco, 1998: s.d.). Esta afirmación del primer

mandatario, por un lado, enuncia el respeto por los canales legítimos para

promover el cambio, pero del otro, demuestra que de ser necesario para salvar la

15

La idea revolucionaria que lidera Hugo Chávez acuñó una variedad de conceptos. Así lo afirma el mismo presidente venezolano al decir: “Debemos tomar elementos del pensamiento universal y del actual, de la ciencia, del marxismo, del capitalismo, del comunismo, de la experiencia del militarismo que va surgiendo como nuevo signo, hay que alimentarse con todos esos elementos [...] nuestro proyecto es revolucionario y alejado del pragmatismo”. Véase en: Blanco, A. (1998), Habla el comandante Hugo Chávez Frías, Caracas, Cátedra Pío Tamayo, Universidad Central de Venezuela.

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propuesta política se podrán tomar acciones no pacíficas, o dicho de otra forma,

acudir a otros modos que garanticen la reforma del Estado y sus instituciones en

nombre de la revolución.

Que el cambio se realice de forma continua y pacífica en cuanto a su modo,

no significa que durante su trayectoria política el “nuevo régimen” no busque a

través de otros medios (que podrían llegar a ser discontinuos y violentos) su

transformación, no únicamente en las normas, sino en los demás factores que le

constituyen, como se ha dicho antes: valores y estructuras de autoridad.

En el caso de Venezuela lo que siguió al paso de mando presidencial fue el

impulso acelerado hacia la construcción de una “nueva nación”. Así quedaron

evidentes las contradicciones y distanciamientos entre las prácticas políticas de

las antiguas élites en el poder y la naciente ideología, “reglas del juego” y

autoridades políticas que actualmente han propuesto una “nueva mentalidad” para

gobernar.

Según Ramos, el ascenso de un “nuevo régimen” en Venezuela ha sido

producto de “un deslinde entre un pasado político, ´partidocrático´ o de ´duopolio

partidista´, y una nueva época que arranca con el nuevo siglo, portadora de una

promesa de refundación de la democracia”. (Ramos, 2002: 1). Sin embargo, a diez

años de existencia ya está evidenciando hondas contradicciones, lo que explica la

segunda fase que ha transitado el régimen conducido por Hugo Chávez desde su

proclama de la revolución bolivariana en 1999, el camino hacia el “Socialismo del

siglo XXI” o “nuevo socialismo” que promueve un proyecto de “nueva sociedad”.

Es natural que el cambio a nivel del régimen político se origine –en primera

instancia– como resultado de la elección de un nuevo representante en el marco

de las normas o procesos de participación legítima, es decir, de la transición de un

mandato a otro por vía del sufragio amparado en el texto constitucional de 1961

(por esto continuo y pacífico). Así lo hizo la República de Venezuela, un Estado

que consagrado –como se ha dicho– de tipo federal, democrático, representativo y

alternativo permitió la transición de manera legítima del gobierno de Rafael

Caldera (en su segundo mandato) al de Hugo Chávez.

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1.2.5. ¿Qué mecanismos emplea?

La forma en que el régimen político actual ha conducido la transformación

revela una nueva dimensión: la dirección del cambio. De acuerdo a las

dimensiones propuestas por Morlino, el mecanismo ha sido de tipo orientado, en

efecto, hacia las siguientes premisas:

Primero, la justicia social: posible sólo con la refundación de una república

bajo el principio de establecer una sociedad democrática, “participativa y

protagónica”, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y

descentralizado.

Segundo, la libertad y participación política: consolidada a través de los

valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la

integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras

generaciones; la garantía del derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la

educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación

alguna.

Tercero, la defensa del patrimonio y de la soberanía nacional venezolana: a

través de la promoción de la cooperación pacífica entre las naciones y de una

política de relaciones internacionales que garantice la promoción de los pueblos

de la región y, en consecuencia, la consolidación de la integración latinoamericana

de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos

que tiene que ver con las medidas de seguridad tomadas desde el Estado para

velar por la garantía universal e indivisible de los derechos humanos; la

democratización de la sociedad internacional; el desarme nuclear; el equilibrio

ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e

irrenunciable de la humanidad.16

De lo anterior se infiere que la reforma de la Constitución –como “norma de

normas”– era necesaria para el régimen dirigido por Hugo Chávez, pues sólo a

través de este mecanismo se podría entender:

16

Venezuela (1999), “preámbulo” en: Constitución Bolivariana de Venezuela, Caracas, [en línea] disponible en: http://www.gobiernoenlinea.ve/misc-view/index, pág. 1, recuperado: 19 de marzo de 2010.

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Primero, la construcción de una “nueva historia indefinida” en la Venezuela

de la V República. Siguiendo los apuntes de la clase del 15 de marzo de 1978 que

dictó Michel Foucault en el Collège de France en su periodo lectivo (1977-1978)”,

al respecto de “indefinida” el filósofo francés acotó: “ahora, […] nos encontramos

en una perspectiva en que el tiempo de la historia es indefinido. Es lo indefinido de

una gubernamentalidad para la cual no se prevé término ni fin. Estamos en la

historicidad abierta, a causa del carácter indefinido del arte político”. (Foucault,

2006: 300); segundo, el “hacer” una verdadera revolución en lo político, en lo

económico, en lo social, en lo cultural y moral y; tercero, que el tránsito de un

régimen a otro tenga lugar a través de procesos de transformación pacíficos y

democráticos.

En la práctica, el cambio de las normas ha venido acompañado por medidas

de reformas amparadas en el poder constituyente. En el 2001 el Presidente

decretó una serie de nuevas leyes a través de un poder especial otorgado por la

Ley Habilitante cuyo objetivo fue dar cumplimiento a la Constitución Bolivariana en

lo referente a los siguientes aspectos: acelerar la modernización jurídica del país,

facilitar la creación de condiciones para un eficaz y eficiente funcionamiento de la

Administración Pública y crear condiciones para el desarrollo competitivo de

actividades productivas.

Un ejemplo claro de lo anterior es la promulgación de la Ley de Tierras y

Desarrollo Agrario, dado que:

“[…] la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela hace énfasis en la agricultura como base estratégica de un desarrollo rural sustentable. En comparación con la ley de tierras de 1960, la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario se hizo con el fin de erigir las bases de una estructura que permitiera el desarrollo sostenido de las actividades agrícolas, lo que garantiza la seguridad agroalimentaria del país y el mejoramiento de la calidad de vida en el campo. De allí que dicha ley establezca un replanteamiento de la tenencia y el uso de la tierra para contrarrestar el régimen latifundista, que se contrapone a algunos valores básicos y estratégicos del proceso bolivariano, como la solidaridad y justicia social”.

17

17

Ministerio de Planificación y Desarrollo (MPD) (2001), “Exposición de Motivos” en: Ley de Tierras y Desarrollo Agrario [en línea], disponible en: http://www.mpd.gob.ve/decretos_leyes/Leyes/ley_de_tierras.pdf, recuperado: 28 de marzo de 2010.

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Adicional a esto según el texto promulgado por la Ley Orgánica de

Hidrocarburos se considera como un asunto de seguridad nacional la sustentación

de los recursos de hidrocarburos y con ello, se garantiza la optimización de la

industria petrolera. Dentro de los parámetros de explotación racional, el Estado

garantiza: justos ingresos fiscales, conservación del recurso, contribución al

desarrollo social y protección del ambiente.18 Con el anuncio de estas leyes –en

ambos casos– estas medidas levantaron gran polémica especialmente en los

círculos empresariales pues representaban una fuerte amenaza a la propiedad

privada. Para algunos opositores significó la confirmación de las verdaderas

intenciones del gobierno, cada vez más cerca a un régimen político de tipo

“estatista” o comunista.

La inestabilidad y la decadencia es el precio que ha tenido que pagar el

sistema político por la división de la nación –en algunos casos se cree incluso–

que Venezuela puede correr el riesgo de profundizar la crisis del sistema político

en su totalidad. Y así de hecho ya se ha evidenciado. El golpe de Estado del 11 de

abril de 2002 y el paro petrolero de finales de este mismo año que condujo la

férrea oposición al régimen liderado por Chávez comandada por el sector

empresarial (apoyado por el gobierno de EEUU, algunos militares opuestos al

régimen, las cúpulas de PDVSA y los medios de comunicación en estos años

cooptados por la oligarquía) en un escenario de descontento frente al paradigma

revolucionario puso de relieve sin duda, las incisiones que el cambio fue dejando

en este grupo de la comunidad política que se resistió a la transformación desde el

proyecto bolivariano.

Avanzado el proyecto revolucionario se podría reflexionar que las secuelas

de estos síntomas además de imposibilitar el progreso del mismo –más tarde con

una variante “socialista”– han demostrado que aunque estén claras las metas y

propósitos del régimen, las medidas implementadas desde el gobierno han

generado rechazo y parecen no estar direccionadas a representar a todos los

sectores de la sociedad venezolana.

18

Ministerio del Poder Popular para la Energía y Petróleo. (2001), “Artículos 3°., 8°., 22°. y 44°.” en Ley Orgánica de Hidrocarburos [en línea], disponible en: http://www.pdvsa.com, recuperado: 19 de abril de 2010.

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Este cambio de las “reglas del juego” profundamente ideológico y social (tal

como se ha expuesto) se sostiene en la Constitución de la República Bolivariana

de Venezuela publicada en Gaceta Oficial del jueves 30 de diciembre de 1999, así

como también se describen en ella los lineamientos más que de un “nuevo Estado

popular-nacional”, de una nueva sociedad signada por la marca revolucionaria y

bolivariana que propuso la organización de “todos los ciudadanos” para reconstruir

el tejido social y avanzar hacia una verdadera transformación.

Así lo plantea Edgardo Lander en su ensayo: Venezuela: logros y tensiones

en los primeros años del proceso de cambio:

Más que un modelo o un programa para la nueva sociedad, aparecen enunciadas las orientaciones normativas que deben guiar la construcción de dicha sociedad: la prioridad de lo popular, la soberanía nacional, la igualdad, la inclusión, la solidaridad, superación de las limitaciones propias de la democracia representativa, la unión de los pueblos del continente y la lucha por un mundo multipolar, opuesto al mundo de la hegemonía imperial de los Estados Unidos. El pueblo, categoría que sintetiza lo nacional y lo popular, es la palabra clave de este discurso. (Lander, 2007: 42).

Por otro lado, en la trayectoria del régimen político venezolano que

actualmente se lee como una versión democrática del “chavismo” al poder, se

puede advertir otra dirección de cambio político, denominada por Morlino como

régimen en expansión. Indica “la posibilidad de que el cambio, a todos sus niveles,

pueda consistir en una expansión del sistema y, en particular, por ejemplo, en una

expansión de sus estructuras, que logran dirigir e interpretar las transformaciones

sociales, culturales, económicas que tienen lugar fuera del sistema político”.

(Morlino, 1985: 56).

En este sentido, se conoce que a partir de 2006 Hugo Chávez anunció una

fuerte promoción del “Socialismo del siglo XXI”, entendido como una forma de

organización y desarrollo social autónomo que elimina las contradicciones del

capitalismo19 y promueve la construcción de una nueva sociedad, basada en los

valores de solidaridad y cooperación mutua.

19

En la siguiente cita el presidente Hugo Chávez declara cuáles son las características de este proyecto de régimen político: “Sólo con un modelo que estamos inventando de un socialismo del siglo XXI, habrá democracia de verdad, producción económica, distribución igualitaria de los recursos, lograremos equilibrar las cargas que todavía están peligrosamente desequilibradas. Ahí está la pobreza todavía, producto de doscientos años de desigualdades”. Ministerio del Poder

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Aunque esta dimensión del cambio político (en expansión) indique que las

medidas que se han debido tomar, las reformas (prioritariamente en el orden

socioeconómico) han debido experimentar el “umbral de transformación”

evidenciando en todo caso mejoras en los resultados de sus políticas de gobierno,

se podría entender que pasar de un régimen a otro, de un tipo de Estado a otro, o

“mentalidad de gobierno” distinta a la anterior, es finalmente un proceso que tiene

lugar no en línea recta sino que se va construyendo producto de avances y

retrasos.

De forma general el cambio político en Venezuela ha originado acciones a

contramarcha con respecto a los distintos procesos que viven los otros países de

la región. En nuestro caso de estudio, si se lee esto desde la perspectiva

bolivariana entonces se dirá que ha ocasionado reformas en el régimen de corte

político y económico de manera acelerada para asegurar que los derechos

económicos, sociales y culturales se expandan significativamente. Y, esta

responsabilidad en la V República es deber mayoritariamente del Estado que

deberá prever el acceso universal a la educación, la salud y la seguridad social.20

También la transformación en dirección normativa u orientada y en expansión, se

puede leer en el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas (un

cambio novísimo en la historia del país) y en el plan de desarrollo económico de la

nación para revertir el trabajo de las políticas petroleras neoliberales de años

anteriores.

1.2.6. ¿Qué cambia?

Seguidamente, en cuanto a la dimensión que invita a revisar el contenido del

cambio se observa que éste es de tipo innovador; es decir, el régimen conducido

por Hugo Chávez se propuso como único objetivo “refundar la nación” y avanzar

hacia la “revolución pacífica”. Un propósito que sólo era posible con la redacción

Popular para la Comunicación y la Información. (2005), “Epígrafe” en: Socialismo del siglo XXI La fuerza de los pequeños, [en línea], disponible en: http://alopresidente.gob.ve/material_alo/12/1763/?visual=socialismo-del-siglo-xxi.pdf, recuperado: 22 de abril de 2010. 20

Venezuela (1999), “Artículos 76°. y 79°., 83°.-86°., 102°. y 103°.” en: Constitución Bolivariana de Venezuela, Caracas, [en línea] disponible en: http://www.gobiernoenlinea.ve/misc-view/index, recuperado: 28 de marzo de 2010.

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de un nuevo conjunto de leyes y reglamentos notablemente diferentes a los

empleados por el anterior régimen político. Lo que se trata de poner de relieve es

que el mandatario desde su elección tomó las riendas de un gobierno que se

presentó al pueblo venezolano como novedoso, una apuesta de representación

basada en la renovación y el cambio político revolucionario.

Es a partir del nuevo texto constitucional concebido como instrumento

jurídico-político que Venezuela comienza a experimentar la transformación. Las

acciones registradas por el régimen –en sus primeros años de gobierno– hablan

de un antes y después en el país caribeño, en resumen, según lo que se ha visto

hasta ahora, en cuatro aspectos fundamentales: los valores patrios, las formas de

legislar, el modelo económico y los mecanismos y modalidades de participación

social.

Primero, el régimen dirigido por la revolución bolivariana logró la modificación

del nombre del país por el de “República Bolivariana de Venezuela”; segundo,

decretó la extensión del periodo presidencial a seis años e introdujo la reelección

inmediata; tercero, anunció el modelo económico con base en el capital, de

carácter mixto, con un fuerte papel del Estado pero garantizando la propiedad y la

iniciativa privada, sin embargo, se reserva para sí la explotación del recurso más

importante, el petróleo y las actividades claves para el desarrollo de la nación a

nivel industrial, de explotación, de servicios y bienes de interés público y de orden

estratégico. Por último en lo político, promovió los círculos bolivarianos,

concebidos como instrumentos garantes de la participación ciudadana.

Lo que vino luego del alza del núcleo empresarial en contra de las reformas

dictadas por el régimen, fue entonces la llamada “democratización del ingreso

petrolero” –si se quiere la tabla de salvación del Presidente–. Pero, los resultados

obtenidos en su gestión en materia de educación, salud, empleo y seguridad,

contrario a lo que se esperaba, fueron muy negativos. Después de la mitad de su

periodo de gobierno amparado en la Constitución de 1999, dio inicio a un largo

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camino hacia lo que denominó “las misiones”; una “nueva política social” que se

difundió sorprendentemente en todo el territorio nacional.21

La equidad social es la base de estos programas de legislación del Poder

Social, del propósito del régimen de que se destierre la desigualdad en el país. No

obstante, a juicio del analista Edgardo Lander “en todas estas misiones hay mucho

de improvisación e ineficacia. Como consecuencia de la rapidez con que se

impulsan estas políticas y de su baja institucionalización, son deficientes los

mecanismos de control y se hace difícil la posibilidad de la contraloría social”. A

pesar de todo esto, el impacto de estas políticas es posible encontrarlo tanto en

una mejoría de las condiciones de vida de sectores mayoritarios de la población,

como en los ricos, diversos, heterogéneos procesos organizativos. (Lander, 2007:

57-58).

Para este momento es cierto que Hugo Chávez como líder de la revolución

bolivariana se fortaleció con la expansión de los programas sociales a pesar de las

duras críticas de la oposición y de la coyuntura política que nunca le ha

abandonado en su gestión. Sin embargo, el paso del tiempo sirvió para demostrar

la debilidad del sistema político venezolano pues las viejas instituciones aún

revestidas de burocracia y corrupción, no respondieron a la necesidad del cambio

como se esperaba.

Se puede afirmar a manera de síntesis que un régimen robustecido en su

dirección política no ha de ser suficiente para alcanzar el ideal de transformación

del conjunto. Las primeras repercusiones en este periodo que se ha abordado,

especialmente en la comunidad política y en la ejecución de los nuevos roles de

las autoridades han sufrido un impacto no esperado. Pese a que el pueblo

venezolano deseaba nuevos mecanismos de representación, en la práctica, se

puede decir que la resistencia al cambio político no dejó de ser una variable

determinante en el proceso.

21

Para consultar el objetivo de estos programas de desarrollo social y gestión pública ver en: LANDER, Edgardo. (2007), “Venezuela: logros y tensiones en los primeros ocho años del proceso de cambio” En: STOLOWICZ, Beatriz. (2008), Gobiernos de izquierda en América latina un balance político, Ediciones Aurora, Bogotá, págs. 55-57.

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1.2.7. ¿De qué manera se produce?

Esta cuestión se refiere al ritmo del cambio, es decir, “el tiempo que tarda en

producirse una transformación”. (Morlino, 1985: 57). Una dimensión determinante

en la aplicación de las medidas que el régimen ha tenido que tomar para hacer

posible su revolución. Así se verá que la aceleración histórica en el viraje del

régimen político venezolano es un hecho consumado, bien por el camino legítimo

del referéndum o, gracias al Poder Constituyente que ha habilitado al mandatario

para anunciar una serie de decretos con fuerza de ley. Adicionalmente, el

concierto de reformas emprendidas por el motor socialista desde 2006 demuestra

que la transformación del régimen político obedece a una forma de cambio de tipo

acelerada.

De cara a las limitantes del proceso de transformación política en Venezuela,

Hugo Chávez como líder de la revolución bolivariana ha tomado atajos, ha

anunciado decretos, ha asegurado estar convencido de que levantar una nueva

patria es un trabajo de todos; sus prácticas políticas evidencian que el tiempo no

corre lento sino todo lo contrario, transcurre rápido. Parece que la idea

revolucionaria ha alcanzado su máxima expresión en el proyecto socialista y que,

en lo adelante, el rumbo a seguir se definirá únicamente a partir de las decisiones

y acciones de las mayorías populares.

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2. LA GUBERNAMENTALIDAD: Estrategia general del poder y su aplicación en el régimen político liderado por Hugo Chávez (2007-2010).

2.1. Del estudio de la gubernamentalidad en el naciente “espíritu constituyente”.

Las cuestiones sobre el cambio político y un tiempo histórico siempre en

transformación ha sido el interés específico hasta lo que se ha abordado en el

presente análisis. En lo siguiente se articulará a esta dupla la cuestión de la

gubernamentalidad en cuanto a las medidas prácticas o “técnicas de gobierno”

guiadas por un tipo de régimen que ha acomodado en su “modo” o “forma”

normativa un “hacer política” que articula diversas formas o “tecnologías del

poder”.

Para explicar cómo surge una “nueva gubernamentalidad” en Venezuela es

necesario destacar que en la actualidad, al menos dos líneas de debate se han

abierto sobre este fenómeno: La primera, plantea la reinvención de la política en

América Latina y; la segunda, –en consecuencia a la primera– pretende

determinar por cuanto auténtica racionalidad para regir a nuestros pueblos, los

nuevos imaginarios, conceptos, escenarios y procesos vitales que deberán

inventar los regímenes políticos en respuesta a un nuevo poder, al naciente

“espíritu constituyente”.

Los programas de gobierno de los mandatarios latinoamericanos22 entrado el

siglo XXI han apostado a recuperar la autonomía, soberanía, diversidad y

multiculturalidad de nuestras repúblicas. Específicamente los regímenes políticos

liderados por: Hugo Chávez (1999), Evo Morales (2005) y Rafael Correa (2006) en

la región andina, en este sentido se puede decir que han dado paso al surgimiento

de las llamadas por Manin:23 democracias de audiencias. Un tipo de gobierno

representativo que se identifica con los regímenes “neodemocráticos” que han

22

Al hablar de América Latina también guardan apego a estos principios los gobiernos dirigidos actualmente en el Cono Sur por Luis Inácio Lula Da Silva (Brasil), Cristina Fernández (Argentina), Tabaré Vázquez (Uruguay), Michelle Bachelet (Chile) y; en Centro América, tras la elección de Daniel Ortega (Nicaragua) y Mauricio Funes (El Salvador). 23

A juicio de Manin “en los últimos años se ha producido un giro notable en el análisis de los resultados electorales […] la forma de gobierno representativo que ahora está emergiendo se caracteriza, por lo tanto, por tener un nuevo protagonista en la discusión pública, el votante flotante, y un nuevo foro, los medios de comunicación”. (Manin, 1998: 283). En este sentido en lo que se quiere poner énfasis es en la figura del individuo, la importancia que tiene para los “gobiernos emergentes” la participación de ciertos actores sociales en el ejercicio político.

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nacido a la par de un nuevo siglo de cambios en Suramérica y de la configuración

de un patrón de poder “globalizado” resultado de un largo proceso.

De acuerdo a Aníbal Quijano, el patrón de poder así, “globalizado”

corresponde a un “nuevo orden político mundial”, que globaliza el imperialismo y

erosiona la autonomía, la identidad y la democracia de la mayoría de los países

del “globo”. “Se constituyó con América desde el final del siglo XV, amalgamando

en la colonialidad del poder, un nuevo sistema básico de dominación mundial

fundado en la idea de raza y un nuevo sistema de explotación mundial, el

capitalismo. Se fue configurando en todo lo fundamental hasta fines del siglo XVIII,

culminando con su eurocentramiento”. (Quijano, 2009: 59).

La actual conquista por el poder ya no ha de ser por la cruz y la espada, sino

a través de la tecnificación: del “gobierno de las técnicas”. En este sentido, el

“nuevo orden político" o “nuevo orden mundial” ha de ser el resultado de la

convergencia, “por un lado, de la derrota política del ´campo socialista´, de los

´nacionalistas´ y de los antagonistas del patrón mismo de poder, y del otro, de la

crisis del capitalismo”. (Ibíd., 64).

A partir de la naciente praxis política que ya cuenta con una trayectoria y que

ha sido promovida con mayor énfasis en Venezuela, Bolivia y Ecuador –una de

tipo “democrática” popular-socialista de marcada tendencia de izquierda– que está

avanzado bajo diferentes modelos presidenciales en los países de América Latina,

se puede visibilizar el cambio político y comprender cómo ha respondido el

régimen venezolano a los desafíos que el contexto del mercado mundial supone, a

partir de una determinada “mentalidad de gobierno” que pretende, en primer

orden, garantizar el sostenimiento del sistema político en su conjunto; y en

segundo lugar, refundar los principios que habrán de regir al país en este “nuevo

tiempo”.

De forma crítica al respecto de los modelos presidenciales que actualmente

pueden distinguirse, Marcelo Cavarozzi, desarrolla una investigación sobre los

“Modelos de acción presidencial contemporáneos”. En su análisis propone mirar

estas nuevas formas de liderazgo político clasificándolas en tres tipos:

presidencialismos coalicionistas (entre los que incluye a los gobiernos de Brasil,

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Chile y Uruguay); presidencialismos débiles (para calificar a los liderazgos

adelantados por Argentina, México y Perú) y; por último, presidencialismos

hegemónicos.

En la citada contribución del politólogo argentino, se ubica a Colombia,

Venezuela y Bolivia en este tercer tipo de presidencialismo caracterizando así el

régimen político de Hugo Chávez como un gobierno:

“[…] establecido en sistemas de partido (coalición) dominante en un contexto de debilidad generalizada de los partidos. Oficialismo y oposición (es) se inclinan a favorecer modalidades antagónicas de organización del juego político. Vinculadas a liderazgos personales fuertes que tienden a colonizar a los poderes legislativo y judicial. Predominan tendencias a la manipulación de las reglas y procedimientos electorales”.

24

Las acciones de gobierno guiadas por el proyecto bolivariano han tenido

como corolario una gran polémica, discusión que tiene que ver con que la

Venezuela petrolera experimenta la construcción de una “nueva mentalidad de

gobernar” en este nuevo siglo, una que podría estar representando los derechos

de los países de la región –incluso del continente– mostrando al mundo un modelo

de sociedad guiado por el denominado “Socialismo del siglo XXI” que en la

actualidad, intenta producir cambios profundos en la naturaleza del “sujeto

histórico” de la revolución como actor social llamado a participar en los procesos

de transformación contemporáneos.

De acuerdo a Miguel Pérez Pirela, la historia reciente de Venezuela “se mide

en caracazos, golpes y contragolpes, Universidades Bolivarianas, Misiones,

Constituciones, Poderes Comunales, Soberanías […] una realidad popular que

corre más rápido que el pensamiento mismo. A su juicio, resulta claro que El

humanismo socialista venezolano del siglo XXI “se presenta bajo la forma de un

sistema coherente y compacto, pero evidentemente en construcción”. (Pérez-

Pirela, 2007: 8).

Para el 2006 según algunos analistas el desafío que debía enfrentar el

presidente venezolano era mayúsculo. La República Bolivariana de Venezuela

debía, entre otros aspectos: “primero, diversificar sus exportaciones; segundo,

24

Revisar anexo A/Modelos de acción presidencial tomado de: CAVAROZZI, Marcelo. (2010, 15 de febrero), “Estilos presidenciales en América Latina”, [Conferencia], Bogotá.

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disminuir el volumen de las importaciones con una dinámica productiva interna

diversificada y adaptada a sus potencialidades y población” para así lograr una

integración regional que sea capaz de garantizar el pleno desarrollo de las

capacidades y ventajas del país y de su potencial productivo; tercero, avanzar

junto al proyecto de país compartido (“socialista del siglo XXI”); cuarto, desarrollar

nuevos valores de solidaridad y comunidad social; quinto, conformar instituciones

funcionales y eficientes; sexto, sostener coherencia y consistencia en la política

económica; séptimo, mostrar señales visibles y positivas de un proyecto social

integrado; octavo, incorporar progresivamente tecnología de punta; noveno,

posibilitar negociaciones comerciales en un mundo multipolar y; décimo,

profundizar la democratización de la propiedad.25 (Pérez Mancebo, 2009: 283-

285).

En Michel Foucault de quien se ha tomado el concepto de

gubernamentalidad el ejercicio de analizar las prácticas políticas presentes en la

población desde la genealogía de su constitución, tiene el propósito de procurar

“explicar la existencia y transformación de los saberes disponiéndolos como

piezas de poder e incluyéndolos en un dispositivo político”. (Albano, 2006: 88).

La pregunta específica de este apartado está centrada en reflexionar ¿por

qué estudiar la gubernamentalidad? Foucault responde a la cuestión explicando

que es necesario abordar el problema del Estado y la población pero desde una

perspectiva que en vez de poner el énfasis en los conceptos, identifique en ellos

las “prácticas o tecnologías de poder” que son parte fundamental de una cierta

racionalidad para gobernar.

Un método como éste consiste en buscar detrás de la institución para tratar

de encontrar, en términos más globales, lo que podemos denominar una

“tecnología del poder”. Por eso mismo, este análisis permite sustituir el análisis

genético de filiación por un análisis genealógico –no hay que confundir la génesis

y la filiación con la genealogía– que reconstituye toda una red de alianza,

comunicaciones, puntos de apoyo. (Foucault, 2006: 141).

25

Estos diez desafíos se tomaron de los resultados de un debate en el que participó José Pérez Mancebo sobre los eventuales escenarios nacionales que a partir de 2006 podrían visibilizar la voluntad de cambio del nuevo gobierno.

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Con el ánimo de explicar el uso del concepto acuñado por Foucault y que se

ha tomado para este análisis, se debe prioritariamente comprender su

composición. La palabra gubernamentalidad lleva consigo dos elementos. El

primero, el “gobierno” y; el segundo, la “forma” en que se piensa al gobierno, es

decir, la mentalidad. Visto de esta manera se observa que la formación del

concepto tiene necesariamente una carga intencional en lo que respecta a la

acción de “gobernar”, pues tiene que ver con un acto deliberado, consensuado y

estratégico por parte de una determinada élite en poder que a través del régimen

político (modo de gobernar, regir, dirigir o conducir) introduce en la población

ciertas “normas” y “reglas del juego” que garantizan el vínculo o relación del Sujeto

con el Estado y sus instituciones como estructuras de autoridad.

Foucault se arriesga a decir que esta nueva etapa de su trayectoria analítica

en la que ha introducido la “Subjetivación” como unidad de análisis y a la que ha

titulado en su obra: Seguridad, territorio y población hubiese preferido llamarla:

una “historia de la gubernamentalidad”. Con lo que explícitamente desea referirse

a tres cosas:

Primero: al “[…] conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos,

análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma

bien específica, aunque muy compleja, de poder que tiene por blanco principal la

población, por forma mayor de saber la economía política y por instrumento

técnico esencial los dispositivos de seguridad”. (Foucault, 2006: 136).

Segundo, a “[…] la tendencia, la línea de fuerza que, en todo Occidente, no

dejó de conducir, y desde hace mucho, hacia la preeminencia del tipo de poder

que podemos llamar ´gobierno´ sobre todos los demás: soberanía, disciplina, y

que condujo, por un lado, el desarrollo de toda una serie de aparatos específicos

de gobierno, [y por otro] el desarrollo de toda una serie de saberes”. (Ibíd.).

Por último, el filósofo añade que cree entender la gubernamentalidad “[…]

como el proceso o, mejor, el resultado del proceso en virtud del cual el Estado de

justicia de la Edad Media, convertido en Estado administrativo durante los siglos

XV y XVI, se ´gubernamentalizó´ poco a poco”. (Ibíd.).

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Estas acepciones en Foucault podrían trasladarse –con una suerte de

simetría en relación a las formas políticas de la Edad Media– a las actuales

interpretaciones que se han hecho sobre la autonomía del Estado. Una de ellas,

quizá la de mayor relevancia la ha realizado el sociólogo británico Michel Mann.26

La postura de Mann tiene que ver con que el Estado es capaz de penetrar

tan profundamente a la sociedad a través de su poder infraestructural que podría

dirigir un cambio hacia el interior de sus estructuras, pero también, utilizar

mecanismos para reprimir o comprometer la lucha, regularizando y totalizando así

todos los procesos de la vida social que a su interior emerjan o sean necesarios

que se instauren para sostener su equilibrio. Se debe considerar que desde la

perspectiva gubernamental, el Estado como institución, tiene cierta singularidad e

independencia dado que está –si se quiere– cooptado por las “tecnologías del

poder o de gobierno”.

De esta forma el Estado, no es entonces una institución de poder que tiene

“vida propia” sino un “medio” más, un campo de intervención. En Foucault, “es lo

necesario para explicar la acción a distancia de un cuerpo sobre otro”. (Foucault,

2006: 40-41). Un “medio” –en última instancia– es desde donde se pone en

ejecución un dispositivo27 el cual debe tener un campo de despliegue, un lugar en

donde las prácticas políticas sean finalmente atravesadas por los “juegos de

poder”. Contraria a la postura de la idea clásica que el Estado es el “todo” en el

sistema político como figura de poder absoluto que dirige las poblaciones.

En resumen el Estado no es nada en sí mismo, es en su abstracción una

construcción en constante movimiento, por tanto, no tiene capacidad de

conducción. Las “tecnologías de gobierno” son en todo caso y, hasta lo que se ha

dicho, las que hacen la vida –privada y pública– de los individuos en sociedad. Se

refiere a ciertas “tácticas” y procedimientos que dirigen la vida de las poblaciones.

26

Ver en: MANN, Michael. (2007), “El poder autónomo del Estado: sus orígenes, mecanismos y resultados” En ACUÑA, Carlos (Comp.) Lecturas sobre el Estado y las políticas públicas: Retomando el debate de ayer para fortalecer el actual. PROYECTO DE MODERNIZACIÓN DEL ESTADO, Jefatura de Gabinete de ministros de la Nación, Buenos Aires, 2007, págs. 55-77. 27

“[…] se refiere al conjunto de todas aquellas instancias extra-discursivas que emergen a partir de un cierto régimen de concomitancia y proximidad con el discurso que las condiciona y de las cuales depende su funcionamiento. […] El dispositivo puede ser asimilado al concepto de mecanismo, […] al concepto de “aparato”, en el sentido de una mediación instrumental necesaria que hace posible la práctica y el ejercicio de un discurso determinado”. (Albano, 2006: 83-84).

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Ya lo advertiría el mismo Foucault al señalar:

[…] el Estado no tuvo, ni en la actualidad ni, sin duda, en el transcurso de su historia, esa unidad, esa individualidad, esa funcionalidad rigurosa, y me atrevería a decir que ni siquiera tuvo esa importancia. Después de todo, tal vez no sea más que una realidad compuesta y una abstracción mitificada cuya importancia es mucho más reducida de lo que se supone. Tal vez. Lo importante para nuestra modernidad, es decir, para nuestra actualidad, no es entonces la estatización de la sociedad sino más bien lo que yo llamaría “gubernamentalización” del Estado. (Foucault, 2006: 136-137).

Entendido esto, hacer un análisis sobre los Estados modernos según lo que

se ha planteado sería más bien entrar en el terreno de las “tecnologías de la

subjetividad”, en sí, de cómo se “conduce al Sujeto”. La idea propuesta es

desmarcar al Estado de su omnipotencia y bajarlo a un nivel más específico, en

todo caso el de establecerse como “medio” que le sirve a una élite en poder.

En ese particular pasará a tomar relevancia un estudio de esta naturaleza,

pues lo que queda en el debate actual ya no será la pregunta por el Estado, sino

eventualmente, por el régimen político como objeto de la gubernamentalidad

compuesto por una multiplicidad de prácticas que hacen posible las relaciones de

poder en un específico territorio y que alcanza al dominio de toda la población y no

a un único sector de la sociedad.

2.2. De una alternativa histórica de cambio político a la refundación del orden a

través de la gubernamentalidad “socialista del siglo XXI”.

El debate sobre la cuestión central de la gubernamentalidad que Foucault

introdujo específicamente en la clase del “08 de febrero de 1978” dictada en el

Curso en el Collège de France (1977-1978) –sin ánimo de forzar su metodología y

análisis para ser aplicado al presente estudio– podría resultar de interés en la

tarea de abordar el problema de la representación política en América Latina. Un

tema hasta ahora incipiente desde la perspectiva de la gubernamentalidad, de las

relaciones políticas que se configuran en los complejos “juegos de poderes” y, por

tanto, escaso de análisis.

De allí que se considere fundamental seguir esta línea de investigación y que

en consecuencia cada vez sea más apremiante para los contemporáneos de

diversas disciplinas pensar en cuestiones específicas como las que se mencionan

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a continuación: ¿qué significa gobernar?; ¿con qué mirada se gobierna?; ¿qué se

gobierna?; ¿a quién se gobierna? y; finalmente, ¿a través de qué tecnologías de

gobierno? Un acierto aparentemente sencillo de la reflexión crítica sobre el cambio

político. No obstante, ya los análisis que ha dejado Foucault –refiriéndose a la

experiencia Occidental en los siglos XIII al XVI y más acentuadamente en el XVIII;

aunque, con un dominio semántico vasto– advierten a la luz de este estudio de la

complejidad del fenómeno de la gubernamentalidad como una estrategia general

del poder.

Siguiendo este planteamiento entonces ya no se hablará sino de una “era de

la gubernamentalidad” en palabras de Foucault. Un tiempo histórico que data en

sus orígenes quizá del siglo XVIII en el que sólo se impuso una forma de

gobernar: la del Estado. Como reducto hermenéutico, sólo queda decir que en el

presente son las “tácticas de gobierno” las que hacen posible la existencia del

Estado, “lo que debe y no debe estar en la órbita del Estado, lo que es público y lo

que es privado, lo que es estatal y lo que no lo es. Por tanto, el Estado en su

supervivencia y el Estado en sus límites sólo deben comprenderse sobre la base

de las tácticas generales de la gubernamentalidad”. (Foucault, 2006: 137).

La reflexión sobre la gubernamentalidad que está impulsando el “Socialismo

del siglo XXI” obliga a acudir a las definiciones para a partir de ellas pensar lo que

está sucediendo en Venezuela en un momento histórico de transición y cambio,

por las exigencias del “nuevo orden mundial” y los efectos de la “globalización”

pero también dados los regímenes de gobierno que se están “construyendo”

(entiéndase esto como un proceso en transición) en América Latina. Y, el caso

venezolano, con mayor preeminencia, ha respondido a la “contingencia histórica”

en tanto resultado y no, como una forma espontánea que ha surgido naturalmente

desde la base de la población venezolana.

Ahora bien, a la luz de lo expuesto concretamente y atendiendo a los

interrogantes antes planteados: ¿qué es gobernar?; más bien, ¿qué significa

gobernar en este nuevo siglo de cambios? se podría simplemente partir de la idea

de que la acción de “gobernar” refiere a la forma de actuar, al régimen político de

un país, a la manera de administrar o hacer funcionar los diferentes componentes

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que conforman el sistema político (lo que ya se ha visto en detalle en la primera

parte del análisis). Sin embargo, entendiendo cómo ha aparecido una nueva forma

de “hacer política”, la del Poder Constituyente o Poder Popular de las mayorías, se

podría leer al gobierno que rige esa “nueva racionalidad” desde otras miradas –en

este caso la foucaultina–, unas que permitan explicar cómo es que en Venezuela

se puede identificar un proceso gubernamental, a partir de la manera en que se

gobierna, de un determinado régimen que utiliza las “relaciones de poder” para

activar una compleja red de “tecnologías de gobierno” y gobernar con ellas al

pueblo.

Para Foucault, la acción de gobernar “[…] se refiere al desplazamiento en el

espacio, al movimiento, que se refiere a la subsistencia material, la alimentación,

que se refiere a los cuidados que pueden proporcionarse a un individuo y la

salvación que se le puede asegurar, que se refiere asimismo al ejercicio de un

mando, de una actividad prescriptiva, a la vez incesante, afanosa, activa y siempre

benévola”. (Foucault, 2006: 149).

Según lo que se ha dicho gobernar en este nuevo siglo, en una época en la

que todo está en movimiento, parece que es homónimo de transformación, de

cambio, de creatividad, de habilidad y formas políticas que apegadas a la ley

introducen nuevas “formas de hacer” en sociedad pero desde las relaciones que

tienen lugar en los “juegos de poder”. En el caso venezolano se ha producido una

“nueva mentalidad de gobernar” por vía de la “tecnología gubernamental” del

Poder Constituyente.

En síntesis se puede interpretar a todas luces y a manera de situar la

definición de gobierno ante este análisis que gobernar, es a “dirigir” como régimen

a “normar” la conducta de los otros. Entonces “dirigir la norma” implica en

consecuencia “pensar” una determinada “tecnología de gobierno” para garantizar

el acercamiento de las relaciones entre el Estado y la población –cada vez más

distantes– a través de nuevos mecanismos de representación, dado el actual

distanciamiento entre votantes y partidos políticos tradicionales que han originado

una cierta apatía política.

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Dirigir, normar, pensar y salvar son verbos que conducen sin duda a

comprender la forma gubernamental en Foucault que –en lo ulterior– se entenderá

como el arte de gobernar la conducta de las poblaciones desde una multiplicidad

de escenarios, de enunciados y “técnicas” políticas (aleatorias, eventuales o

circunstanciales) que permite disponer oportunamente de los recursos y el

potencial humano de una determinada sociedad para un fin.28

El “espíritu constituyente” como forma política alternativa (o tipo de

gubernamentalidad del régimen socialista que se opone a la dinámica del “poder

globalizado”) –según lo señalado por Alberto Adrianzén– “se percibe y hasta se

siente más en los países andinos” que en el resto de naciones de la región. Así se

explica el surgimiento de las llamadas Asambleas Constituyentes29 especialmente

en las experiencias de Venezuela (1999); Bolivia (2007) y Ecuador (2008). Pero

este fenómeno parece no ser exclusivo de esta triada de países. De acuerdo al

autor:

[…] este proceso constituyente comenzó en Colombia en 1991 con la instalación de una Asamblea que buscaba, por un lado, reformar un sistema político bipartidista que hasta ese momento se mostraba poco permeable para incluir a nuevos partidos, como lo demostró el proceso de apertura de los años ochenta; y, por el otro, encontrar salidas al conflicto armado que se vivía en ese país. Al año siguiente, en 1992, Alberto Fujimori convoca en el Perú una Asamblea Constituyente para legitimar el golpe de Estado del 5 de abril de ese mismo año. (Adrianzén, 2009: 75).

Adrianzén propone al menos dos formas constituyentes que son útiles para

comprender cómo puede surgir una “gubernamentalidad constituyente”, producto

de un proceso de cambio político en el régimen. Una es la de tipo originaria y la

otra denominada derivada. Para ello el autor toma las definiciones de César

Alarcón quien explica que el poder constituyente originario “se ejerce la primera

vez que la comunidad se organiza jurídicamente, en el momento de la primera

Constitución (Asamblea Constituyente Fundacional) o cuando mediante un hecho

revolucionario se constituye un nuevo ordenamiento jurídico en contravención de

28

Planteamiento que corresponde a una interpretación propia de lo que Michel Foucault ha denominado: gubernamentalidad. 29

Consultar anexo B/Los referendos andinos. Periodo: (1985-2009).

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las disposiciones constitucionales establecidas para la reforma de la norma

fundamental”. Alarcón (citado en Adrianzén, 2009: 77).

Por otro lado, Alarcón señala que el poder constituyente derivado (Asamblea

Constitucional) y el que ha tenido lugar en la Venezuela socialista, “´[…] se ejerce

en el momento de llevar a cabo una reforma constitucional´ (parcial o total) y se

respetan ´[…] los órganos o procedimientos establecidos en la constitución vigente

para su reforma´. Por ello, este tipo de poder produce lo que se llama ´[…] un

hecho jurídico y político con consecuencias jurídicas´; es también una noción

jurídica normativa, además, es pasible de control constitucional y, por lo tanto, es

limitado, ´[…] pues está condicionado por una Constitución vigente objeto de la

reforma´”. (Ibíd.).

Aunado a esto, Gutiérrez y Acuña en su ensayo titulado: La política de los

referendos en los países andinos: apelación al pueblo y democracia (1985-2010),

manifiestan su interés en estudiar el fantasma que recorre al mundo andino: el

referendo como mecanismo por excelencia de consulta utilizado por el Poder

Constituyente. Afirman que “en todos los países del área éste se ha convertido en

una importante herramienta de convocatoria, movilización y debate político.

Ciertamente, en este terreno los países andinos están sintonizados con una

tendencia continental, incluso global”. (Gutiérrez y Acuña, 2009: 22).

Para una cabal comprensión del fenómeno que representó el cambio político

y la avalancha plebiscitaria que se originó desde 1985 en la región andina, los

autores señalan con especial énfasis que dieciocho de los veinte referendos

registrados se concentraron en tres países específicamente: Ecuador (siete),

Venezuela (seis) –todos durante el gobierno de Hugo Chávez– y Bolivia (cinco) en

los últimos diez años. En suma con los señalamientos anteriores lo que se quiere

destacar es que éstos han sido regímenes políticos que han elegido Asambleas

Constituyentes con la esperanza de poder construir un nuevo país por vía de la

“madre de todas las normas”, la Carta Magna y que han buscado la

transformación de la sociedad a través del apoyo popular, de las nuevas formas

de empoderamiento del pueblo que supone el ejercicio de relaciones de poder y

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“juegos de poderes”, aún más complejos que los que han tenido lugar en décadas

anteriores.

Aunque hay que señalar que los regímenes de Ecuador, Venezuela y Bolivia

han tenido particulares procesos de cambio político, dada la complejidad de cada

gobierno y del contexto mundial en que se han propuesto, la característica común

ha de ser la “forma constituyente” que sin duda debilita la fuerza de los sistemas

de partidos y centra la tensión entre democracia y liberalismo (Gutiérrez y Acuña,

2009: 21). De acuerdo a Mario Sanoja en el caso venezolano, “[…] debido a su

carácter originario, participativo y plural, la Constitución Bolivariana culminó

siendo, más que una simple Constitución, el proyecto socialista de la nación y el

Estado bolivariano”. (Sanoja, 2008: 49).

Esta idea de conducir los “nuevos regímenes políticos” de la región hacia una

propuesta que se opusiera a la “globalización” y prometiera la refundación de las

repúblicas –en términos generales– tuvo su origen en el Foro Social Mundial de

Porto Alegre (FSM) realizado en 2001 que contó con la asistencia de 12 mil

personas de todo el mundo quienes respaldaron la propuesta de buscar la

democratización y humanización de las Instituciones Financieras Internacionales

(IFI), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), la

Organización de Naciones Unidas (ONU), entre otras. Esta iniciativa ha fortalecido

el surgimiento de un nuevo bloque de poder en la región, un nuevo grupo

antiimperialista que entre sus líderes más destacados ha tenido a Hugo Chávez y

que se opone abiertamente a la influencia de Estados Unidos. Así el triunfalismo

de la “globalización” se ha puesto en tela de juicio y una “nueva racionalidad de

gobernar” impulsada por regímenes de izquierda ha cobrado fuerza en la escena

mundial.

El 11 de diciembre de 2006, fue un momento crucial para el actual régimen.

En esta fecha los venezolanos, además de reelegir a Chávez en la presidencia de

la república, le otorgaron el mayor respaldo que haya obtenido desde su llegada a

Miraflores en 1998, victoria que se suma a los diferentes procesos de consulta

democrática que se han realizado en el país para legitimar el proceso de cambio

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político dirigido hacia la refundación del orden, los modos de producción, relación

y participación ciudadana.

Desde entonces la emergencia del surgimiento de un proyecto alternativo de

régimen político abrió paso al primer mandatario Hugo Chávez quien continúo

utilizando –aún con más fuerza– “lo bolivariano” como forma de representarse.

Pero para refundar el orden democrático en el país, el régimen necesitó de

un instrumento político consensuado y orientado a concretas acciones para

radicalizar y profundizar la Revolución. Esto fue justo lo que hizo el mandatario al

anunciar el 08 de enero de 2007 su Proyecto Nacional Simón Bolívar 2007-2021

con el que marcó el inicio de una segunda fase en su proyecto revolucionario. En

sus palabras, esta continuidad en el cambio de régimen político en Venezuela

significó el comienzo de una “nueva era”.

Lo que en su momento se concibió como una posibilidad de cambio, en la

actualidad, es considerado un modelo de sociedad en desarrollo “igualitario y

solidario” posible sólo a través de la puesta en marcha de los cinco motores

“socialistas”. Ésta, si se quiere, ha sido una estrategia del régimen “chavista” para

transformar los fundamentos éticos y morales de la nación; las “normas” y, las

estructuras políticas, económicas, militares y sociales en Venezuela.

Estos cinco motores nos revelan cómo piensa y proyecta Hugo Chávez a

Venezuela y responden a nuestra segunda pregunta analítica: ¿Con qué mirada

se gobierna? En este caso han de ser sin duda a través de sus dos objetivos

primordiales: “democracia y justicia social”. A continuación se detallan las líneas

transformadoras del Proyecto Nacional Simón Bolívar:

El primer motor: Ley Habilitante: vía directa al socialismo. “Una ley madre de

leyes revolucionarias”; el segundo motor, Reforma Constitucional: Estado de

derecho socialista. “La reforma socialista constitucional”; el tercer motor, Moral y

Luces: Educación con valores. “Moral y luces […] una revolución […] en todos los

momentos y en todos los aspectos”; el cuarto motor, La Nueva Geometría del

Poder: El reordenamiento socialista de la geopolítica de la nación. La pregunta por

“¿cómo está distribuido el poder político, social, económico, militar y cómo debería

estar”; y el quinto motor, Explosión del Poder Comunal: Democracia protagónica,

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revolucionaria y socialista. Una “explosión, creadora, del Poder Comunal […]”: los

Consejos Comunales y que “[…] va a depender de las leyes habilitantes”.30

Lo que se observa recurrente en estos cinco pilares fundamentales del

régimen político dirigido por Hugo Chávez es que a cuenta del poder de modificar

la “norma” (uno de los componentes esenciales del régimen, específicamente del

Poder Constituyente que habilitó al mandatario para dictar decretos con Rango,

Valor y Fuerza de Ley en 2007) se ha acelerado la transformación del Estado, uno

que conjuga la igualdad con libertad y que ha proyectado al ciudadano venezolano

como “objeto” de su gobierno, es decir, como [objeto] del cambio.

Se puede decir en consecuencia sobre el punto específico del Estado que el

proyecto político de Hugo Chávez o, como lo ha denominado Luis Britto (el

proyecto socialista del “tercer milenio”)31, busca la transformación de la sociedad a

través de la misma estructura del Estado capitalista anterior, sólo que en este caso

con el propósito de otorgándole el poder soberano a la ciudadanía, es decir, el

“Sujeto” como objeto de derecho pero que continua obedeciendo –y se quiere

hacer hincapié en esto– a las relaciones de poder que el cambio de la “norma”

supone. Esto significa que existe la posibilidad de que se produzca un proceso de

liberación en Venezuela frente al dominio del régimen liberal-capitalista aunque

aún no se pueda evidenciar a esta altura del análisis la aparición de verdaderas

prácticas de libertad o de liberación del “Sujeto” ante el dominio de una élite en el

poder.

Recurriendo a Foucault, lo que pudiera impulsar estos nacientes procesos

gubernamentales es la construcción de una “nueva subjetividad” como “medio” y

“fin” de la revolución que defiende el principio de autodeterminación del “Sujeto”

para su propio desarrollo. Se entiende por consiguiente que el cambio ha de ser

uno de tipo “endógeno”; ha de venir “desde abajo”, desde las capas o estratos de

la sociedad más discriminados, aunque esto, no es garantía de que el venezolano

esté libre de toda sujeción porque en este caso las relaciones que se producen en

30

Entre comillas se han citado fragmentos de discursos del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, extraídos de: Ministerio del Poder Popular para la Cultura. (2005), Todos los motores a máxima revolución… ¡rumbo al socialismo! [en línea], disponible en: http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/fba/index.php?id=102, recuperado: 07 de mayo de 2010. 31

BRITTO, Luis. (2008), Socialismo del tercer milenio, Caracas, Monte Ávila Editores.

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los “juegos de poder” orientados por el Poder Constituyente como “dispositivo de

seguridad” –normativo– parece estar determinando las formas, dinámica de vida y

relación de los individuos en sociedad.

Se podría interpretar que el objetivo de la revolución “socialista” es dirigir la

transformación utilizando como escenario de despliegue de sus prácticas a la

población, el pueblo “soberano”. Así las cosas, en concreto se podría decir que las

respuestas más acertadas a nuestros interrogantes, tercero y cuarto sobre: ¿qué

se gobierna? y; ¿a quién se gobierna? desde la mirada panóptica del “Socialismo

del siglo XXI”, serían entonces: hay que gobernar “la vida”, los modos de

existencia vital. ¿La vida de quién?, de las “poblaciones” como escenario que

agrupa números de individuos que se relacionan en la dinámica de los “juegos de

poder”.

El debate en torno a este tema es complejo dado que hay quienes apuestan

porque “el norte estratégico-táctico de las luchas y la política emancipatoria sea la

idea y la práctica del llamado ´poder popular´ (quizá la respuesta a nuestra quinta

pregunta sobre ¿a través de qué técnicas se gobierna?)32; esté entendido como el

ejercicio permanente, con una lógica autónoma, soberana(o) del poder (en sentido

afirmativo, de poder-hacer) por parte del pueblo, de la multitud en diversas

dimensiones y desde diferentes espacios, incluido el ámbito institucional puesto a

su servicio y que es la plasmación concreta del poder constituyente”. Pero este

imaginario debe verse reflejado en las prácticas políticas. Mazzeo y Stratta (citado

en: Campana, 2009: 257).

Lo esencial que hay que distinguir cuando se quiere determinar cuáles son

las “tecnologías de gobierno” de esta racionalidad en el poder que vemos ir en

ascenso con estos “nuevos regímenes de gobierno”, es que en lo fundamental de

la lógica autónoma soberana del poder, la contrahegemonía y la emancipación

son dos conceptos de diferente alcance que tienen implicaciones diversas ante el

propósito de la gubernamentalidad del “Socialismo del siglo XXI”.

Siguiendo a Raúl Ornelas, la contrahegemonía “[…] apunta a la creación de

un sujeto social que confronte exitosamente el poder establecido, un sujeto

32

El texto entre paréntesis es una necesaria acotación de la autora.

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multiforme que debe construir desde la sociedad civil las bases de una nueva

sociedad y de un nuevo Estado, al tiempo que se destruye la hegemonía de la

burguesía[…]”; mientras que la emancipación, busca acabar con las relaciones de

poder; “[…] el sujeto que se construye es también múltiple, pero caracterizado por

la diversidad y anclado más en la sociedad civil (o si se prefiere, en las luchas

populares) que en la esfera política”. (Ornelas, s.f.: 101-102).

La diferencia entre estas dos rutas alternativas al orden neoliberal tiene que

ver con un aspecto central: “el poder”. Uno intenta llegar a él en oposición al que

gobierna y; el otro, le desconoce como “forma política” para gobernar a los

pueblos.

Para Walden Bello autor de El Foro en la encrucijada, el mandatario Hugo

Chávez (a propósito del objetivo del Foro Social Mundial nacido en un momento

de quiebre político, económico, social y cultural en América Latina) fue quien

“captó la esencia de la coyuntura cuando advirtió a los delegados en enero de

2006 del peligro de que el FSM se convirtiera simplemente en un foro de ideas sin

una agenda para la acción: Dijo a los participantes que no tenían otra elección que

plantearse la cuestión del poder. ´Necesitamos una estrategia de contrapoder.

Nosotros, los movimientos sociales y políticos hemos de ser capaces de ocupar

espacios de poder a escala local, nacional y regional´”. En las palabras del primer

mandatario venezolano queda clara la forma política en que mira la trayectoria de

su gobierno, una de tipo evidentemente contrahegemónica y no de emancipación.

Bello (citado en De Sousa Santos, 2009: 398).

Pero la preocupación por la instauración de un nuevo orden en manos de la

minoría en el poder no deja de estar latente a la luz de este análisis. Boaventura

De Sousa Santos lo advierte al explicar: “[…] El ejercicio de traducción tiene como

objetivo identificar y reforzar lo que es común en la diversidad del impulso

contrahegemónico. Eliminar lo que separa es imposible. El objetivo es hacer que

la diferencia-huésped sustituya a la diferencia-fortaleza”. Para el autor lo más

legible en esta “nueva era” de cambio político es que “todavía es demasiado

pronto para decir que, después del Foro Social Mundial la izquierda global ya no

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volverá a ser lo mismo. En definitiva, ésta es la razón por la que el Foro tiene que

continuar”. (De Sousa Santos, 2009: 408-409).

Es preciso señalar que a nivel de las capas sociales, en concreto, en la

proletarización de las relaciones de producción capital que se intentan reformar

por vía constituyente en Venezuela, el Estado social de derecho que ha avanzado

con los “nuevos regímenes” de gobierno en la región –contrariamente a lo

esperado–, pueda que esté configurando ciertas reglas de dominación. Bien a

causa de la poca credibilidad o confianza política en el nuevo régimen o; –y lo que

es peor– por efecto de la aplicación de ciertas “tecnologías de gobierno” aplicadas

a través del llamado Poder Comunal.

Esto podría ser posible por cuanto las decisiones del gobierno conducido por

Hugo Chávez legitimadas en la ideología bolivariana, puedan que respondan

nuevamente a los intereses de una minoría élite que dispone y regula las “normas”

y “reglas del juego” en la dinámica que tiene lugar entre las “tecnologías

gubernamentales” utilizadas por el Estado –como ente regulador– y el “modo de

vida” de la población –como campo de despliegue de un conjunto de prácticas

políticas de nuevo orden–.

Hasta aquí, es preciso decir que la transformación en Venezuela ha tenido su

origen a través del régimen político, específicamente en el cambio de las “normas”

que rigen al pueblo. Justamente, esto es lo que ha permitido “pensar” a un “nuevo

sujeto” y conducir su conducta a través de una multiplicidad de “técnicas

gubernamentales”. De allí que muchos especialistas observen este fenómeno en

Venezuela como un síntoma de cambio trascendental, uno que permite dar cuenta

del agotamiento de una sociedad tradicional y el advenimiento de otra, la moderna

que las mayorías esperan que sea social y de derecho.

Sin duda, parece que éste es un tiempo excepcional, “[…] por la emergencia,

como consecuencia de los procesos de modernización, de nuevos sectores

sociales y élites y; por la creación y/o conformación de nuevas mayorías

nacionales para construir una nueva legitimidad que justifique la creación de un

nuevo Estado como de un nuevo sistema político”. (Adrianzén, 2009: 79).

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2.3. Reflexión sobre la construcción de una “nueva subjetividad”.

Para abordar este tema se explicará más descriptivamente cómo es que

Michel Foucault dirige su mirada hacia los procesos de gubernamentalización de

la sociedad a través de la llamada Subjetividad.

A la dupla que los teóricos consideran las dos primeras dimensiones

intelectuales en Foucault (Saber-Poder), se sumó una tercera dimensión: la

“Subjetividad”. Esta última etapa de análisis es en la que nos interesa poner

atención pues ha de ser el campo de significación o el instrumento operativo que

permitirá comprender: ¿qué nos sucede? en el marco de la naciente

gubernamentalidad “socialista del siglo XXI”. Un ejercicio ontológico interesante en

la medida en que permite poner en el debate político rutas alternativas de análisis

sobre el tema de la representación democrática y las nacientes experiencias

socio-políticas que están protagonizando los países de la región.

Conforme a lo anterior el trabajo de Foucault presentado en el curso del

Collège de France durante el periodo lectivo 1977-1978 recogido en la obra

titulada: Seguridad, territorio y población publicada en el 2006, marca la génesis

de un nuevo ciclo en la enseñanza de este estudioso el del desplazamiento de las

preguntas: ¿qué puedo saber?, ¿qué puedo hacer? a la cuestión específica de

¿quién soy? o ¿quiénes somos en la contingencia histórica que nos hace ser lo

que somos? Ésta última pregunta lo direcciona hacia la dimensión de la

gubernamentalidad que se ha abordado en el desarrollo de esta segunda parte del

análisis.

El trabajo de Foucault ha sido utilizado por algunos autores que interesados

en repensar la política desde América Latina han hallado en sus aportes sobre la

subjetividad, una herramienta analítica para explorar la posibilidad de otros

“modos de hacer política” en nuestro tiempo.

Raphael Hoetmer, Aníbal Quijano Obregón, Raúl Zibechi, Francisco De

Sousa Santos, Sonia Álvarez, Alberto Adrianzén, Álvaro Campana Ocampo, entre

otros investigadores que se han dedicado a estudiar los desafíos que propone el

cambio político, observan este fenómeno como “un cambio de episteme” o, “un

momento de transición paradigmática”, en el cual no sólo cambian las condiciones

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materiales, sino también se está formando nuestra manera misma de mirar y

entender la realidad. (Hoetmer, 2009: 11).

De esta forma, la comprensión de los “nuevos regímenes políticos” como

punto de contacto entre las cuestiones más prioritarias que pueden surgir de la

dupla: Estado-población es una cuestión que invita a reflexionar sobre la relación

ética por medio de la cual nos constituimos como “sujetos de acción política”. Así

para el caso venezolano será posible pensar en la construcción de un “modo de

vida socialista” pues su emergencia radica –así como también en otros países de

Suramérica– en un hecho incontrovertible:

[…] mientras el socialismo tiene como meta lograr el desarrollo pleno de los hombres y mujeres como seres sociales, el capitalismo, particularmente en su presente fase neoliberal, persigue un objetivo contrario: al privilegiar la preeminencia del capital sobre el trabajo, degrada el medio ambiente, las condiciones materiales del trabajo provocando igualmente la devaluación de las condiciones culturales y sociales de los pueblos. (Sanoja, 2008: 53).

Desde otra perspectiva de análisis uno de los grandes problemas de la

región a juicio de Martín-Barbero, “[…] –en particular de la subregión andina– es

cómo crear un concepto (y sujeto) de pueblo (mayoría política) que dote de una

nueva legitimidad a ese nuevo poder político que dice representarlo”. (citado en

Adrianzén, 2009: 80).

De acuerdo a esto y complementando lo planteado por Foucault, hay que

tener presente que la construcción de un “nuevo sujeto político” tiene su origen –

principalmente– como consecuencia de un acto refundacional al interior del

régimen, uno que como se ha dicho obedece a un tipo particular de cambio en el

sistema político.

Podemos afirmar que todo acto refundacional es, al mismo tiempo, la creación de una nueva identidad nacional que busca redefinir –porque se vive un momento de inclusión– el todo social y político. Estamos, por lo tanto, frente a un cambio de calidad y no sólo de cantidad. No se trata solamente de sumar –esta suerte de aculturación política–, sino más bien de sumar redefiniendo a la propia sociedad y al poder. (Adrianzén, 2009: 80).

En términos de De Sousa Santos, la teoría política liberal es la expresión

más sofisticada del desequilibrio del principio del mercado en detrimento del

principio del Estado y de ambos en detrimento del principio de la comunidad. Se

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trata según el autor de un “proceso histórico no lineal”, en el que la teoría política

liberal representa, en el plano político, el surgimiento de la constelación de la

“subjetividad”, o más bien se enfrenta a la racionalidad de “dos subjetividades”

aparentemente antagónicas, a saber:

[…] la subjetividad colectiva del Estado centralizado y la subjetividad atomizada de los ciudadanos autónomos y libres […] Más allá de las ideas de autonomía y libertad, la subjetividad involucra las ideas de auto-reflectividad y de auto-responsabilidad, la materialidad de un cuerpo (real o ficticio, en el caso de la subjetividad jurídica de las ´personas colectivas´), y las particularidades potencialmente infinitas que le imprimen un sello propio y único a la personalidad. Al consistir en derechos y deberes, la ciudadanía enriquece la subjetividad y le abre nuevos horizontes de autorrealización pero, por otro lado, lo hace por la vía de derechos y deberes generales abstractos que reducen la individualidad a lo que hay de universal en ella, transforma los sujetos en unidades iguales e intercambiables en el interior de administraciones burocráticas públicas y privadas, receptáculos pasivos de estrategias de producción, en cuanto fuerza de trabajo, de estrategias de consumo, en cuanto consumidores, y de estrategias de dominio, en cuanto ciudadanos de la democracia de masas. (De Sousa Santos, 1998: 288 y 291-292).

Así pues, la autorrealización tiene que ver con el camino hacia la autonomía,

hacia la producción de capital para el bien propio, principalmente. Mientras la

versión antagónica de este principio sería la comprensión material del sujeto (la

cooptación de su cuerpo, lo que Foucault en algún momento denominó:

biopolítica, luego Poder Gubernamental) como objeto de la cadena de producción

de capital en la que el individuo es pieza fundamental, por cuanto su fuerza de

trabajo constituye el principal bien de la razón del mercado. Para poder analizar

cómo se está formando un “nuevo sujeto histórico” en Venezuela a partir de la

activación de una cierta racionalidad de poder y, de cara a este escenario

antagónico que estudia Santos De Sousa sobre la construcción de la “subjetividad”

o, mejor decir, de dos subjetividades en la posmodernidad, se hablará en la

siguiente sección del Poder Comunal como dispositivo de seguridad empleado por

el régimen para dirigir el cambio en un nuevo tiempo.

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3. EL PODER COMUNAL: Surgimiento de los Consejos Comunales (Cocos) como dispositivos de gobierno para la producción de un “nuevo sujeto” histórico, ético y de cambio.

A manera de presentación.

A diez años del inicio de la Revolución Bolivariana hay quienes consideran

que el mayor logro de esta V República ha sido el proceso colectivo que se ha

producido en el país y que ha permitido crear conciencia sobre el cambio político.

Un cambio que desde la mirada de la revolución socialista ha generado “[…] un

salto de calidad en cuanto a la apropiación de la memoria de sí mismo, de su

historia, y a su rol protagónico en la construcción de su propio destino; que le ha

permitido ser y sentirse poder popular constituyente y en perpetuo movimiento”.

(Ramírez, 2008: 10). El empoderamiento del pueblo y la idea de un indefinido

proceso de cambio en Venezuela son dos elementos claves de este pensamiento

que hay que poner de relieve dado que demuestran el propósito central del

proyecto socialista del siglo XXI liderado por el presidente Hugo Chávez:

garantizar el advenimiento del Poder Popular como forma de representación

política.

En esta tercera parte el objetivo es analizar el surgimiento de los Consejos

Comunales como dispositivos de gobierno para la producción de un “nuevo sujeto”

y para ello es necesario explicar; primeramente, cómo se concibe la democracia

en el actual régimen de gobierno pues es a partir de ésta que se ha ido

configurando en Venezuela una nueva conciencia ciudadana como fuerza

fundamental de la revolución.

En un segundo aspecto, el análisis pretende poner el énfasis en que a través

de este catalizador o dispositivo de gobierno que representa el Poder Comunal, el

pueblo venezolano podrá protagonizar una nueva etapa de transición, esta vez –

luego de una fase paulatina de cambios en el sistema político– hacia una

democracia “participativa y protagónica” representada en el “Socialismo del siglo

XXI”. Este giro estratégico del poder constituyente hacia el poder constituido en el

“sujeto de la revolución”, busca que la sociedad elabore una auténtica forma de

organización social que le permita establecer una igualdad sustantiva, y ésta,

habrá de ser la forma “comunal”.

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Sin embargo, se precisará que este cambio político que pretende ser de

acontencimiento –siguiendo a Morlino, una transformación de hecho que marque

un precedente entre un antes y después–, dependerá en gran medida; primero,

del funcionamiento equilibrado del sistema político en cuanto a las relaciones de

poder que tienen lugar al interior de la comunidad política; segundo, de las

decisiones tomadas por los sujetos que ejercen roles de autoridad en los “juegos

de poder” y; tercero, de un escenario óptimo que posibilite la consecución de los

planes de desarrollo comunitario.

Otro de los aspectos que se verá como elemento influyente en el éxito de la

organización popular comunitaria, será la intervención en la vida privada y pública

de los venezolanos que el régimen se ha propuesto llevar a cabo, luego de la

reglamentación de la formación de milicias populares el 07 de octubre de 2009

aprobada por la Asamblea Nacional que invita a los miembros de los Consejos

Comunales (CoCos) a la conscripción (a tiempo completo o parcial) en los

llamados por el mandatario: “Cuerpos Combatientes” que deberán prepararse para

la defensa del país. Este mandato constitucional pueda que esté contraviniendo

los principios para los cuales fueron creados estos espacios “voluntarios” de

participación ciudadana pues obliga a los venezolanos a ceder su poder al Estado

para que desde éste se dirija la ofensiva militar en el caso de una amenaza

externa, ofensiva en la que anteriormente intervenía la reserva militar.

La pregunta de esta parte del análisis radica en una generalidad que resulta

harto evidente a la luz del cambio político: ¿El cambio de la “norma” (entiéndase

Constitución venezolana) que ha hecho viable el régimen de gobierno liderado por

Hugo Chávez posibilita el ejercicio del Poder Comunal como forma de

representación democrática-popular y el establecimiento de nuevas relaciones de

poder? o; ¿muy por el contrario, los llamados Consejos Comunales podrían

funcionar como un dispositivo de control de las masas populares conducido por el

régimen que impone un cambio en las relaciones cívico-militares? Esta última

cuestión se abordará a lo largo de la exposición; y se apoyará en los argumentos

que algunos especialistas –en el caso venezolano– han dado a conocer dada su

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preocupación por el rumbo que ha tomado el actual régimen de gobierno hacia la

militarización de la sociedad civil.

El análisis de este tema dejará abierto el debate sobre la transformación del

régimen político en Venezuela y la llegada del socialismo venezolano a partir de la

construcción de una “nueva mentalidad de gobernar” en el siglo XXI, dado que

diferentes son las experiencias desde las cuales se puede hacer un balance de la

efectividad de las políticas gubernamentales del régimen, en especial de esta

nueva dinámica de soberanía popular que supone una transformación colectiva.

3.1. Una democracia “participativa y protagónica” para la Venezuela socialista

dirige el cambio.

Para la comprensión de este fenómeno que recorre no sólo a Venezuela sino

que se ha extendido a los países contiguos en América Latina, hay que examinar

en primer lugar, cuáles son los elementos constituyentes de la llamada

democracia radical, la “participativa y protagónica” de la revolución socialista que

de acuerdo a Azzellini, ha tomado para sí pasadas experiencias de luchas

emancipadoras locales, regionales, nacionales y continentales de resistencia

apoyadas en referencias centrales como las voces libertarias de Simón Bolívar,

Simón Rodríguez, Ezequiel Zamora, la resistencia indígena y la resistencia

afrovenezolana. (Azzellini, 2008: 6).

En la actualidad, este concepto: democracia radical, “participativa y

protagónica” ha vaciado su significado en una revolución gloriosa que se ufana de

ser la “única alternativa posible en el siglo XXI”, muy paradójicamente, como

antítesis del llamado “fin de la historia” del pensamiento neoliberal. Este

acontecimiento: “hacer la revolución” ha sido señalado por el régimen “chavista”

como un hecho histórico que consagra los derechos populares y cambiará

radicalmente la concepción de la política en los venezolanos.

De acuerdo al ex Ministro de Planificación y Desarrollo, Haiman El Troudi

(citado por Riera, 2008: 18), la revolución hacia este tipo de democracia

“participativa y protagónica” ha ido avanzando en tres etapas: una etapa paliativa,

otra estructural y la que está protagonizando actualmente el país andino que

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demarca la transición al “Socialismo del siglo XXI”, lo que explica que el cambio ha

venido realizándose como producto de momentos de avances que demuestran el

rechazo a las viejas políticas de la oligarquía por parte del régimen, pero también

–y esto se explicará en lo adelante– como corolario de los tropiezos durante este

periodo de transición política.

De la primera etapa: la paliativa (1999), hay que decir que era evidente la

ausencia de un plan estructurado y la poca experiencia del gobierno en darle

contenido social a las instituciones políticas, según El Troudi en el momento inicial

del proyecto bolivariano no existían “[…] cuadros que poner al frente de las

funciones del gobierno, no se contaba con recursos económicos suficientes, no se

tenía control real de los ejes estructurantes del gobierno […]”, ha sido una etapa

turbulenta en la que quienes defendieron las propuestas socialdemócratas o

demócratascristianas eventualmente comenzaron a apoyar una propuesta que en

lo fundamental se entendía como nacionalista (no como práctica xenofóbica, sino

que cerraba las filas ante las premisas neoliberales de desmembramiento del

Estado-nación) y populista (alineada en la perspectiva de saldar una deuda

social). (citado por Riera, 2008: 18).

Este periodo culmina trascendentalmente con la aprobación de 49 leyes

habilitantes el 28 de febrero de 2001 en razón de que para el régimen dirigido por

Hugo Chávez significó el rescate de la toma de control de la renta petrolera y de la

tierra. Un primer punto de quiebre que le permitió al Estado recomponerse y

consolidarse como un “Estado democrático y social de Derecho y Justicia” frente a

los avatares del ya desgastado Estado neoliberal.

En la segunda etapa: la estructural (2003), pasada la experiencia de

turbulencias que permitieron que el proceso fuera configurando una identidad que

no tenía bien definida, aparecen las misiones sociales y con ellas nuevas formas

de inserción ciudadana en los distintos proyectos de la nación. Con las misiones

retomando a El Troudi (citado por Riera, 2008: 19) “[…] se propició una especie de

bypass” con las instituciones que se habían heredado de la Venezuela de la IV

República y con ello, se logró un mayor aprovechamiento de los recursos para el

bienestar del pueblo. Así se entiende cómo el populismo comenzó a tomar otro

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sentido, dejó de ser sólo asistencialismo (como el que ofrecía el Plan Bolívar 2000

en los primeros años de la revolución) “[…] porque la gente recibe la asistencia

pública del Estado pero se involucra en el desarrollo de la gestión social de sus

reinvindicaciones” y no espera a que el gobierno ejecute la política pública.

Desde este momento se cree que en Venezuela comenzó a cuajar una

distinta forma de participación democrática, por cuanto la comunidad debía asumir

la responsabilidad de dar cuenta de sus propias demandas a través de una suerte

de diagnóstico participativo y así aprender a priorizar la necesidad más

apremiante, el elemento central que debía ser atendido y para el cual había que

empeñar esfuerzos.

Siendo así, una de las características esenciales de la democracia radical

“participativa y protagónica” que se intenta configurar en el territorio venezolano ha

de ser la organización que se entiende desde la común unión de intereses y de

esfuerzos solidarios para asistir oportunamente las demandas de cada sector de la

comunidad. Para El Troudi, significa que “[…] la gente se organiza ahora

sectorialmente y el Estado se constituye en un facilitador para que eventualmente

[…] busque la resolución de sus propios asuntos con el apoyo del músculo del

Estado”. El Troudi (citado por Riera, 2008: 19).

Helio Gallardo explica que en el ámbito internacional el gobierno bolivariano

ha sido blanco de críticas desde que en el 2004 ha agitado el tema de la

democracia “participativa” presentando una iniciativa con el nombre de Carta

Social de las Américas, que ha sido apoyada por el Parlamento Latinoamericano y

que sus gestores pretenden que sea aprobada por la Asamblea General de la

Organización de Estados Americanos (OEA) como complemento de la Carta

Democrática Interamericana. (Gallardo, 2007: 197).

Ésta es la fase estructural de la revolución que permite al régimen bolivariano

dirigir el cambio, apoyándose del Poder Constituyente para velar por la

instauración de la democracia “para todos” pero que utiliza la profundización del

Poder Popular-Comunal como dispositivo para que su gobierno pueda tomar el

control del Estado y asegurar, ante todo, la distribución de la riqueza petrolera y la

integración del pueblo al proceso de reinvención de una nueva República. Las

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clases y los privilegios no tienen lugar en este modelo de sociedad que marcha de

la mano de la revolución.

La tercera etapa: la transición al socialismo (2005), simbolizó para los

venezolanos un segundo punto de quiebre, pues el primer mandatario Hugo

Chávez anunció el carácter socialista de la revolución y su firme postura que

además de antiimperialista trascendería a anticapitalista. De acuerdo con este

planteamiento se podría entonces advertir con mayor certeza que desde este

momento, Venezuela está sufriendo una segunda transición política. La primera en

1958 cuando el sistema político del país dejó de ser un gobierno dictatorial y pasó

a una democracia representativa y, la segunda (desde el discurso del “chavismo”)

quizá dio sus primeros pasos en 1999 pero ha sido en los albores de 2005 cuando

realmente el programa de gobierno del presidente Chávez ha alcanzado su

momento más significativo y ha determinado el agotamiento del anterior “régimen

democrático” neoliberal para iniciar la senda socialista que propone una

perspectiva diferente: una democracia “participativa y protagónica”.

Aunque no se conozca con certeza el alcance del “Socialismo del siglo XXI”

como una “nueva forma política” gubernamental y si éste modelo de sociedad

podrá conducir el camino de la izquierda venezolana y –más allá latinoamericana–

hacia una democracia que garantice la “participación” y el “protagonismo” de un

“nuevo sujeto histórico”, se hace ineludible estudiar la transformación que está

produciendo pues ha de ser la única garantía de que al observarle como

fenómeno se puedan trazar nuevas rutas de análisis que permitan comprender

hacia dónde vamos en este momento particular de cambio político.

Hay que reconocer que en Venezuela la democracia “radical” o democracia

“directa” –también denominada “participativa y protagónica” por el régimen– se ha

ido potenciando con diversas corrientes filosóficas, lo que parece haberle dado un

carácter más libertario y pacífico a la lucha contrahegemónica liderada por el

“chavismo”.

El trabajo de Emir Sader: El nuevo topo, quizá sea uno de los análisis

actuales que más se acercan a nuestra realidad de cambio político. El autor

explica de qué se compone la lucha de estas nacientes fuerzas sociales que

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reclaman la instauración de un “nuevo orden político” para sus pueblos. Su pasado

histórico de luchas independentistas, las conquistas populares alcanzadas, las

antiguas estrategias de poder fallidas y las potencias y límites de los movimientos

que apuestan a la alternativa que les ofrece la emancipación se configuran como

los elementos presentes en la génesis de esta nueva trayectoria política que vive

hoy una transición hacia “otro mundo posible”.

En referencia a la obra de Sader que pretende reconocer un cambio de

época tras la irrupción de un “algo nuevo”, a saber: los recientes procesos de

transformación social en América Latina y las formas concretas que asume en la

actualidad la lucha anticapitalista, García-Linera apunta a reconocer que “en

contraste con las pasadas reformas democráticas y las guerras de guerrillas, hoy

en día estamos ante una lucha hegemónica, que toma la forma de una guerra de

posiciones –en el sentido gramsciano– en la que ´el Estado sí importa´ como el

espacio de disputa contra la mercantilización de todos los ámbitos de la vida y

como el lugar de consolidación de procesos redistributivos de la riqueza social”.

(García-Linera, 2009: 10).

Las palabras de García-Linera coinciden con la afirmación que se ha hecho

en la segunda parte del análisis en la que se precisa la idea de que el proceso

revolucionario bolivariano tiene esenciales características contrahegemónicas y no

emancipatorias; es decir, produce el cambio desde un “nuevo Estado” a través de

la implementación de una cierta dinámica de relación de poder entre el régimen

político y el pueblo que es conducido por él.

Esta inflexión en el sistema político ha dado paso a la generación de nuevos

conceptos (Poder Popular, nuevo sujeto histórico, Poder Comunal, comunas,

milicias populares o cuerpos combatientes) que incluyen a todos los ciudadanos

sin distinción de género o raza y les compromete con la causa revolucionaria.

Conceptos que se han ido instituyendo a la par de la construcción de la “nueva

democracia” que está impulsando el proceso socialista venezolano. Es importante

hacer hincapié en esto puesto que la democracia “participativa y protagónica”,

ciertamente, ha dirigido el cambio político de la Venezuela socialista hacia un

discurso popular-nacionalista pero ha tenido que acudir a ciertas estrategias de

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discurso que le permitan identificar la transformación que avanza en el país con la

construcción de otro modelo de Estado, de un “hacer y repensar la política” desde

la reivindicación de lo popular.

De allí la sospecha de que esta forma política “socialista” de marcada

tradición militar pueda consolidar ciertas reglas de dominación en Venezuela

puesto que las decisiones del gobierno del presidente Hugo Chávez –ampliamente

aplicadas a través de las prácticas económicas, políticas y sociales legitimadas en

la ideología bolivariana–, una vez más respondan a los intereses de los diferentes

actores que intervienen en los “juegos de poder”.

A una década de Hugo Chávez en Miraflores ya las señales del agotamiento

de este nuevo proyecto de sociedad “participativo y protagónico” han ido

apareciendo; aunque, las cifras positivas que señalan mejores índices de

desarrollo humano, gasto social, personas en pobreza extrema, tasa de

desempleo, número de pensionistas, crecimiento del PIB, tasa de inflación, entre

otros indicadores (al menos hasta el 2007)33 no coincidan con el balance de

algunos analistas y las experiencias que el pueblo venezolano tiene que contar,

actualmente, sobre el efecto de la revolución en la gestión pública.

A partir de estos argumentos se entiende que la democracia que se está

construyendo en el país, se halla íntimamente ligada con los resultados de la

experiencia que paso a paso ha protagonizado el pueblo venezolano. Se trata de

un proyecto de democracia en formación que se debe a las fortalezas y

oportunidades de la nación (renta petrolera, intercambio comercial e integración

regional) y; a su vez, a las debilidades y amenazas que enfrenta en el largo

camino hacia la superación de su histórico pasado capitalista (analfabetismo,

pobreza, inseguridad, desabastecimiento, desempleo, crítica opositora nacional e

internacional).

Algunos autores como: Alberto Müller (2007) en El socialismo y la defensa

nacional y Arturo Sosa (2007) en su obra: Reflexiones sobre el poder comunal,

33

Ver en anexo C/Índices sobre la gestión del gobierno liderado por Hugo Chávez/Periodo: (1998-2007), el trabajo de LÓPEZ, S. (2008). Instituto Venezolano de Análisis de Datos, Iberobarómetro; Latinobarómetro; Ministerio del Poder Popular para la Planificación y Desarrollo En: El Viejo Topo, Num. 249, Barcelona, págs. 4-5.

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consideran que Venezuela, efectivamente, está en la transición hacia “otra

institucionalidad”, una de corte socialista, y que su definición como modelo de

sociedad es aún imprecisa; sin embargo, lo que sí se conoce y desde el

oficialismo se ha intentado pregonar, es lo que “no debe ser” el “Socialismo del

siglo XXI”. Este nuevo modelo de sociedad está amparado por el ideal

democrático “participativo y protagónico” que tiene como fuerza de trabajo el Plan

de Desarrollo Económico y Social de la Nación para el periodo 2007-2013.

Ciertas lecciones parecen haberse aprendido del pasado en las primeras

fases o etapas del proceso revolucionario. Así como lo señala El Troudi, la derrota

del Referéndum de la Reforma constitucional el 02 de diciembre de 2007,34 sirvió

para comprender que la Revolución puede ser vulnerable. A su juicio:

“[…] Nos sentíamos invencibles. Esa fue la primera gran lección. Segunda gran lección: que hay que conducirla en términos de proceso, de que no podemos buscar un atajo para llegar al socialismo, sino que es una construcción que se va elaborando en el sentido gramsciano de la edificación de la nueva contrahegemonía. Es decir, el camino largo de ir avanzando e ir tomando control de espacios, recalcando que el carácter fundamental de la Revolución es que es pacífica, y eso supone grandes consensos, derivados de convencer, disuadir, educar […]”. (citado por Riera, 2008: 21).

Estas palabras de El Troudi demuestran el reconocimiento de que el proceso

de cambio político en el país necesariamente deberá sumirse a un lapso de tiempo

indeterminado. Hasta ahora son identificables estas tres fases que dan fe de los

avances y contradicciones que la revolución venezolana ha experimentado en su

propósito de acelerar la transformación de la sociedad que hoy parece estar

asumiendo una forma autónoma de organización además de social; económica,

como la propiedad “comunal” que no requiere del proteccionismo estatal.

Desde la academia se podrían tomar también algunas apreciaciones críticas

sobre el valor de la democracia que se intenta poner en práctica en Venezuela, así

se podría tener una visión aún más complementaria de los elementos esenciales

34

El Referéndum Constitucional de Venezuela de 2007 fue una propuesta hecha inicialmente por el presidente venezolano Hugo Chávez y luego ampliada por la Asamblea Nacional de Venezuela con el objeto de modificar un número de 69 artículos de la Constitución de 1999. Surge el 12 de agosto de 2006 cuando Hugo Chávez inscribió su candidatura para las elecciones presidenciales de 2006, sin embargo, se oficializa el 15 de agosto de 2007 presentando 33 artículos ante la Asamblea Nacional.

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que –se ha expuesto a partir del socialismo– constituyen el tipo de democracia

que se está encubando en Venezuela.

Primeramente, hay quienes le califican como una democracia “radical” o

“directa”. Según Heinz Dieterich este tipo de democracia como una propiedad

(característica) de los sistemas sociales puede concebirse en tres dimensiones: a)

la social, entendida como la calidad de vida material; b) la formal, definida como el

conjunto de determinadas reglas generales de poderes, derechos y obligaciones

de las diversas entidades que componen el sistema; y c) la participativa, entendida

como la decisión real de los asuntos públicos trascendentales por parte de las

mayorías de la sociedad, con la debida protección de las minorías. (Dieterich,

2000: 48).

En segundo lugar, siguiendo las propuestas de István Mészáros que

cobraron auge tras la publicación de su obra: Más allá del capital (1995), este

nuevo fenómeno democrático socialista que según el teórico se encuentra signado

por el carácter radicalmente “ilimitado” de la historia, requiere del surgimiento de

una nueva fuerza material que garantice la formación de una sociedad de igualdad

sustantiva. Para ello el objetivo de esta democracia –mejor dicho– de este

proyecto de nación, tendrá que volcarse al desarrollo humano cualitativo que

trascienda la disyuntiva actual entre necesidad y productividad. Sólo así la

transformación se constituirá en un fenómeno de cambio de todo orden e

“irreversible”.

Por otro lado, autores como Laclau y Mouffe consideran que la democracia

“radical” se refiere a un tipo de democracia que se identifica con “una nueva

hegemonía dada por la expansión de los derechos democráticos, generada por la

articulación de las reivindicaciones de cada colectivo o grupo con las de los otros”.

(citados en Di Marco, 2009: 37).

Quiere decir –y hay que hacer énfasis en este señalamiento– que esta

racionalidad de tipo democrática “participativa y protagónica” liderada por Hugo

Chávez pudiera entonces crear las condiciones para el establecimiento de “nuevas

relaciones de poder” y para el despliegue de prácticas sociales –nuevamente, pero

de manera más soterrada– al servicio de una minoría élite gobernante que parece

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estar cubierta por el “elixir” de una mentalidad popular-nacionalista prometedora

del verdadero cambio histórico.

En un escenario de enfrentamiento con las filas opositoras pueda que la

contracción o inmovilidad del sistema político, de sus estructuras, de sus

modalidades de funcionamiento y sus valores, que no llegan a adaptarse a las

transformaciones sociales produzca la decadencia del proyecto socialista

venezolano y en razón a esto, nuevamente se regrese al desequilibrio del sistema

en su conjunto y a la inestabilidad política que se vivió durante el siglo anterior,

pues el afianzamiento del discurso revolucionario no ha de resultar suficiente para

mantener el proyecto socialista en el país.

Tal como lo plantea el politólogo italiano Leonardo Morlino el precio pagado

por la inmovilidad podría verse reflejado en los siguientes acontecimientos:

[…] 1) desmovilización de grupos activos; por ejemplo, un solo grupo social alcanza el monopolio del poder político tras haber anulado la influencia de otros grupos, que participaban antes en el proceso de decisión-making; 2) desaparición de estructuras asociativas intermedias existentes antes en el sistema; 3) disociación entre ideologías, valores y creencias presentes en la comunidad política y en el régimen, en el sentido de expulsión del sistema político de algunos valores presentes en la sociedad civil; o, finalmente, 4) una menor complejidad y articulación de las distintas estructuras, que acompaña de ordinario a la disgregación y hundimiento de un sistema. Estos cambios pueden tener lugar de uno en uno, más de uno a la vez, o todos simultáneamente y en grado diverso. (Morlino, 1985: 57).

En opinión de Javier Biardeau en algunas organizaciones de izquierda

revolucionaria partidarias al régimen liderado por Hugo Chávez sostienen que

“esta etapa de la revolución venezolana tiene carácter de ´liberación nacional´ y no

de clase. Es decir, que falta recorrer las tareas de una revolución democrático-

burguesas para aspirar a realizar las tareas socialistas”. De acuerdo a su

argumento el quehacer “socialista” desde la democracia de tipo “participativa”,

únicamente no hace referencia a asuntos de clase y explotación económica,

también “defiende la lucha contra diversas formas, ensamblajes y dispositivos de

opresión social. No se trata exclusivamente de ´clasismo´ en sentido leninista,

trotskista o gramsciano”. (Biardeau, 2010: s.d.).

Pareciera pues de acuerdo a este argumento de Biardeau que a mayor

extensión del concepto de democracia (como es el caso de la “participativa” y

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“protagónica”), mayor queda expuesto el tema del control sobre la vida de las

poblaciones, del individuo masificado en un “nuevo orden socialista” para nuestro

caso de análisis.

Nótese en el siguiente fragmento de Martín Hopenhayn tal consideración. La

democratización sugiere, a diferencia de la noción de democracia: “[…] un proceso

abierto, con un orden por crear y donde los grados de exhaustividad del valor

democracia a lo ancho de la sociedad son siempre extensibles. Desde este

enfoque, la participación y la ampliación de los espacios de igualdad no se refieren

solamente a la ciudadanía política, civil y social, sino que se extienden a las

relaciones de género, de generaciones, a los diferentes modos de vivir las

culturas, los cuerpos y las sexualidades”. (citado en Di Marco, 2009: 37-38).

Del anterior planteamiento de Hopenhayn, dos aspectos son importantes

considerar: primero, la concepción de que esta “nueva democracia” plantea la

posibilidad de fundar un orden (quizá en términos “socialistas” y de lo que se ha

tomado del pensamiento de Mészáros, de tipo “indefinido”) y; segundo, el énfasis

necesario que se le pone a los nacientes procesos de subjetivación. Una práctica

que encuentra en la transformación del “Sujeto” por sí mismo y del “sujeto” por el

otro “su objeto” de ejercicio.

En Foucault, un aspecto característico del poder moderno por lo menos tan

importante (pero menos celebrado) ha de ser el nacimiento de la forma Estado

desde la cuestión de la subjetivación que a su entender desarrolla “[…] unas

técnicas de poder orientadas a los individuos e interesadas en dirigirlos en una

dirección continua y permanente´”. Foucault (citado en Morey, 1990: 42).

Este rasgo individualizador del poder moderno pone de manifiesto la

creación del “hombre nuevo”. Ya lo afirmaría Foucault al decir que “el hombre es

un invento reciente”. Según Miguel Morey, el filósofo francés quiso explicar que

“[…] el individuo moderno no es la base atómica de la sociedad, ni una ilusión de

la economía liberal, sino un artefacto efectivo con un muy largo y complejo

proceso histórico”. (Ibíd.).

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Para González Ramírez, esta “nueva subjetividad” está en desarrollo, “no es

algo aéreo ni aquejado de abstracción sino que tiene su asiento en el espesor

concreto de la vida cotidiana”. (Ramírez, 2008: 13). Según el autor:

[…] está por hacerse, haciéndose; que se reinventa constantemente y que produce nueva mirada, nueva palabra, nueva conciencia, nuevo saber. Desde la dinámica de esta nueva subjetividad, lo individual y lo social dejan de percibirse como antagónicos: la irrupción de lo nuevo, la Revolución, puso en cuestión radicalmente esta polaridad clásica que es uno de los núcleos más duros de la mentalidad capitalista. Por eso mismo, esta nueva subjetividad no es legible ni procesable desde el horizonte de comprensión tradicional y conformista, sectario y reaccionario, de una supuesta izquierda que pretende erigirse guía de sus dogmas y prejuicios. (Ibíd.).

Esta subjetividad que pretende hacerse espacio en la vida cotidiana de los

venezolanos de frente a la gubernamentalidad, cuestiona la forma en que desde el

actual régimen venezolano se piensa un “hacer” o accionar con el propósito de

“conducir la conducta de otros”. En este sentido habría que preguntarse si

realmente este “nuevo hombre” podría asumir la responsabilidad sobre sí mismo y

asimilar el cambio de época y el poder que el régimen socialista le está otorgando.

Graciela Di Marco argumenta que desde el enfoque de la democratización:

“[…] se trata de observar si los sujetos tradicionalmente subordinados pueden desarrollar poder y autoridad en sus relaciones, y si este proceso forma parte de una ampliación del reconocimiento de sus derechos. En consecuencia, más que referirnos a procesos de empoderamiento, como es frecuente encontrar en la literatura sobre género, preferimos considerar los procesos de reconocimiento del poder en diversos ámbitos, es decir, el reconocimiento de la legitimidad de ese poder (autoridad)”. (Di Marco, 2009: 40).

En este orden de ideas, el debate sobre el camino que habrá de seguir el

“nuevo sujeto histórico” se encontraría alineado a la apuesta de una colectividad

consciente de que el cambio político sólo habrá de venir como resultado de las

relaciones de poder a nivel local; y no, como efecto del funcionamiento del sistema

político en su conjunto.

Así se entendería que el “nuevo sujeto” podría libremente no elegir la cultura

heredada (clientelar, paternalista y rentista) e iniciar un nuevo entramado político y

social, una cultura política basada en el Estado, el mercado y la sociedad civil

organizada. En esta “nueva forma gubernamental” la relación entre ciudadano y

representante –ahora en la V República– descansaría sobre la participación de la

ciudadanía en las tareas legislativas. Esta nueva relación de poder refiere a una

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praxis política que sin duda ha generado mayor conciencia colectiva sobre los

temas que afectan su desarrollo y supervivencia. Al acto de tomar las decisiones

que tienen que ver con lo político y cultural del pueblo, con sus propias

concepciones, lenguajes y formas propias de organización ciudadana.

El otro escenario posible sería que la fuerza popular radical constituida en el

nacimiento de un “nuevo sujeto histórico”, no logre ejercer la autoridad que le ha

sido otorgada constitucionalmente a través del Poder Popular (el “comunal o

comunitario” sería el espacio más cercano de empoderamiento ciudadano) y esto,

debido a que el proceso de cambio no se está alimentando únicamente de formas

genuinas de participación ciudadana, tampoco parece estar marchando

únicamente de la mano de líderes venezolanos pues ha permitido la intromisión de

otros actores ajenos al régimen (como es el caso de las milicias, profesionales y

cuerpos técnicos cubanos). De allí que, en vez de promover la causa

revolucionaria a través de prácticas de equidad propias que permitan la

integración de las mayorías a los bienes nacionales, lo que se esté fortaleciendo

sea la politización de la población, un nuevo orden élite corrupto y clientelar

atravesado por juegos de poderes en los que tienen un espacio privilegiado

actores que son ajenos al proceso revolucionario venezolano.

3.2. La experiencia “comunal” como forma de soberanía popular.

“Instrúyanse, porque necesitaremos toda nuestra inteligencia… conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo y organícense, porque necesitaremos toda nuestra fuerza”. Antonio Gramsci

La revolución bolivariana desde sus inicios postuló formas de “poder local” o

la implementación de constituyentes como alternativa de “autogestión” en las

comunidades. A pesar de este espíritu de “autogobierno” que tiene como

antecedente la experiencia de los noventa en la Asamblea de Barrios de Caracas

y, posteriormente, la propuesta de los llamados “gobiernos locales”, ya en el 2004

con la creación de los Consejos Locales de Planificación Pública la experiencia

popular no tuvo éxito. Dada la fuerte dependencia de las Alcaldías para su

sostenimiento, estos ensayos de “comunas solidarias” terminaron debilitándose en

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cuanto al objetivo que le constituye: consolidar una “autoorganización” territorial

comunitaria y se convirtieron en simples apéndices de los municipios ya lo

suficientemente burocratizados por los regímenes anteriores. (Azzellini, 2009:

158).

Fracasado en su intento por desarrollarse como una alternativa de

organización “comunal”, a finales de 2005, el gobierno conducido por Hugo

Chávez comenzó la ardua tarea de formar los Consejos Comunales (CoCos)

definidos como:

[…] instancias de participación, articulación e integración entre los ciudadanos, ciudadanas y las diversas organizaciones comunitarias, movimientos sociales y populares, que permiten al pueblo organizado ejercer el gobierno comunitario y la gestión directa de las políticas públicas y proyectos orientados a responder a las necesidades, potencialidades y aspiraciones de las comunidades, en la construcción del nuevo modelo de sociedad socialista de igualdad, equidad y justicia social.

35

Elisa Cabot y Miguel Riera, de su experiencia al entrevistar a algunos

representantes de uno de los primeros Consejos Comunales en Venezuela que

tuvo su origen en el estado Lara (Consejo Comunal de “Las Palmitas”), en otras

palabras, definen los (CoCos) como una agrupación de vecinos, ya sea en las

zonas rurales o en territorio urbano que voluntariamente y sin recibir remuneración

alguna se ocupan de los asuntos de interés para la comunidad mediante la

conformación de distintas comisiones: salud, finanzas, producción,

infraestructuras, cultura, educación, deporte, entre otras. (Cabot y Riera, 2008:

33).

Como resultado de esta propuesta, un año más tarde la Asamblea Nacional

ordenó la sanción de la ley que, en la actualidad, permite el funcionamiento de los

Consejos Comunales.36 Desde entonces, ésta es la primera ley que nace del

proceso de parlamentarismo social de calle.

35

Venezuela, Asamblea Nacional (2009, 28 de diciembre) “Ley Orgánica de los Consejos Comunales”, por el cual se crean los Consejos Comunales, Caracas, Gaceta Oficial Nro. 39.335, pág. 3. 36

En el 2006 el proceso legislativo de la ley de los Consejos Comunales (CoCos) fue sometido a dos discusiones antes de su promulgación. Se aprobó en Primera Discusión el 02 de marzo de 2006 y en Segunda Discusión y Sanción el 07 de abril de 2006 hasta su Promulgación el 09 de abril del mismo año.

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Directamente alimentados con el financiamiento del Estado (obviando la

administración de las Alcaldías), los (CoCos) mostraron a la nación una forma de

representación organizada que responde a las exigencias de la democracia

“participativa y protagónica” promovida por el socialismo venezolano. Los

Consejos Comunales desde esta perspectiva garantizan a los ciudadanos su

soberanía popular y les hace responsables de su propio desarrollo.

Según Hilda Herrera “el intento de sistematizar el diseño y funcionamiento de

los Consejos Comunales está justificado por el convencimiento de que en los

mismos está el germen de la nueva estructura que requiere el aparato de Estado

frente al reto que significa la construcción del Socialismo del siglo XXI”. (Herrera,

2008: 9).

La base constitucional de la ley de los Consejos Comunales está descrita en

los artículos: 4°., 5°., 6°., 62°., 70°., 132°., 158°., 168°., 182°. y 184°. de la

Constitución Bolivariana de Venezuela. Los textos señalan los fundamentos de

este naciente sistema de gestión de autogobierno popular. Destacan los principios

de integridad territorial y cooperación; la soberanía popular; la conformación de un

gobierno democrático; los derechos de participación; la garantía de la existencia

de mecanismos y medios de participación; la responsabilidad social en la vida

política y civil; una política de descentralización para profundizar la democracia; la

incorporación de la participación ciudadana en la gestión pública; la configuración

de un consejo local de planificación pública y; la creación de mecanismos de

descentralización y transferencia de poder a las comunidades y grupos vecinales.

Además de las disposiciones asentadas en la Ley Orgánica de Planificación, la

Ley Orgánica del Poder Público Municipal, la Ley Especial de los Consejos

Comunales y la Ley de los Consejos Locales de Planificación.

Estas premisas expuestas en la Constitución de 1999 exigen que la nueva

dinámica de autogobierno popular sirva más que de gestor de las reivindicaciones

para las comunidades venezolanas.

Exige que los CoCos irradien su mando primario desde el centro del barrio

hacia la parroquia, el municipio y la nación y se conviertan en verdaderos

gobiernos locales que asuman progresivamente competencias que estaban

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reservadas a los gobiernos nacionales, estadales y municipales y a sus

instituciones y otras competencias que asumió la oligarquía como fue la

demarcación de territorios para su apropiación y expoliación. (Herrera, 2008: 9).

Siguiendo a Herrera una vez asumidas estas competencias, el Poder Popular

debe entonces reorganizarse sobre nuevas bases sociales, políticas, culturales y

económicas de forma que logre desmantelar el viejo “aparato de Estado”, en su

configuración, composición y políticas. El nuevo pensamiento popular-comunal

requerirá, en consecuencia, además de un nuevo ordenamiento legislativo, de un

discurso de liberación o desujetación que se oponga radicalmente al imperante

hasta ahora.

Las unidades involucradas en el proceso de establecimiento de los Consejos

Comunales son: la Asamblea de Ciudadanos y ciudadanos (máxima instancia de

decisión, autoridad y deliberación), Órgano Ejecutivo (cuerpo integrado por los

voceros de los diferentes comités de trabajo conformados de acuerdo con las

necesidades de la comunidad), Contraloría Social (unidad encargada de fiscalizar,

controlar y supervisar el manejo de los recursos asignados) y Banco Comunal

(ente que administra y ejecuta los recursos, cumple funciones de inversión y de

crédito). (Maingon, 2007 130).37

En cada instancia, el pueblo asume el poder directamente en el área

geográfica donde vive, en su comunidad, y para ello debe considerar los

siguientes pasos: primero, convocar asambleas de forma anticipada y pública para

la conformación del Consejo Comunal a través de la elección de una Comisión

Promotora Provisional y un Comité Electoral del barrio o localidad donde se

instalará; segundo, verificar el quórum y elegir un Secretario de Actas y un Director

de debates; tercero, postular y elegir entre los asistentes los voceros que

conformarán el Órgano Ejecutivo del Consejo Comunal; cuarto, la Asamblea debe

identificar la problemática, tipo y número de organizaciones necesarias; quinto,

elegir un representante o portavoz para la elección parroquial quien les

representará ante el Consejo Local de Planificación Pública y; sexto, el Órgano

37

Ver anexo D/Integrantes del Consejo Comunal (CoCo), tomado de: MAINGON, Thais. (2007), “Consejos Comunales, ciudadanía, Estado y Poder Popular” En: CASTRO, Gregorio. (edit.), (2007) Debate por Venezuela, Caracas, Editorial Alfa, págs.132.

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Ejecutivo conformado se compromete a elaborar un plan de trabajo y un

reglamento de gestión, además de convocar a mesas de trabajo para la ejecución

de un diagnóstico participativo a partir del cual se pueda elaborar un plan de

desarrollo o proyecto comunitario luego de priorizar las necesidades de los

habitantes del barrio o sector.38

Una vez que el Órgano Ejecutivo ha elegido las mejores propuestas de

inversión conjuntamente con el Banco Comunal, debe presentar los resultados a la

Asamblea de Ciudadanos y ciudadanas (conformada únicamente por habitantes

mayores de 15 años de edad, con por lo menos 6 meses de residencia, con

disposición y tiempo para el trabajo comunitario) para su aprobación y posterior

tramitación de recursos ante el Consejo Comunal, Fondo Nacional, entre otras

instancias alternativas.39 (Herrera, 2008, págs. 22-90).

De acuerdo a las estadísticas a finales de 2008 ya los Consejos Comunales

como órganos fundamentales de participación ciudadana alcanzaron una mayoría

de 35.000 en todo el territorio nacional. “Es evidente, dadas las experiencias

históricas de organización muy desiguales en diferentes lugares, el dispar nivel de

activismo, educación, de acceso a informaciones y de inclinación política, que los

Consejos Comunales sean muy diferentes entre sí”. (Azellini, 2009, pág. 161).

Esta cifra (35.000) podría indicar a su vez –en términos de representación e

integración de las mayorías populares al trabajo comunitario– mayor repliegue a

este sistema de organización “comunal-socialista” que ha propuesto el régimen

“socialista”.

No obstante, las cifras finalmente son datos que no hablan de la experiencia

del pueblo que avanza o se retrasa (en términos de desarrollo y crecimiento) de la

mano del Poder Comunal. Habría que identificar las formas que ha adoptado el

Poder Comunal a lo largo de su corta trayectoria desde su fundación en 2006 y su

efectividad como mecanismo de participación ciudadana para determinar su éxito

real.

38

Consultar anexo E/Proceso de conformación del Consejo Comunal (CoCo), tomado de: MAINGON, Thais. (2007), “Consejos Comunales, ciudadanía, Estado y Poder Popular” En: CASTRO, Gregorio. (edit.), (2007) Debate por Venezuela, Caracas, Editorial Alfa, págs.134. 39

Entidades como: SAFONA, FIDES, LAEE, FONDEMI, Banco del Pueblo, Ministerio de Ambiente, Presupuesto Municipal, entre otros.

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En el trabajo de campo sobre Consejos Comunales realizado por Azzellini su

objetivo era conocer el funcionamiento de éstos y quiénes lo conformaban, los

resultados son por un lado satisfactorios –quizá en la primera fase de

implementación–, pero por otro lado, revelan las contradicciones de un sistema de

organización que carga con el peso de las debilidades y vicios anteriores a su

existencia.

Primero, especialmente en las zonas más marginadas y pobres la mayoría

de los activistas son mujeres y es común el que casi todas carezcan de

experiencia organizativa social o política anterior a la primera elección de Chávez,

a finales de 1998 (o incluso antes del golpe del año 2002); y antes de la existencia

del gobierno bolivariano ni siquiera habían participado en las elecciones. Segundo,

en los CoCos hay participación de los llamados ni-ni (los que no están ni con

Chávez, ni con la oposición), que por motivos obvios no participaron en los

intentos anteriores de fomentar una autoorganización popular masiva, como los

Círculos Bolivarianos, las Unidades de Batalla Electoral (UBES), las Unidades de

Vencedores Electorales (UVES) y otros más, que tenían una clara orientación en

apoyo a las fuerzas bolivarianas. (Azzellini, 2009: 162).

Como se observa en el trabajo citado de Azzellini, los aspectos negativos

que imposibilitan el desarrollo efectivo de esta “nueva forma comunal” pueden ser

diversos. La revolución debe luchar contra el rechazo al cambio político de una

fuerte clase opositora y además de esto reconocer que para alcanzar el éxito

habrá que superar las viejas estructuras de poder, el escepticismo de la población,

la poca preparación académica de quienes participan en los órganos de los CoCos

y los focos de clientelismo que aún sobreviven en las comunidades venezolanas.

De lo contrario, la experiencia hablará más del fracaso que de una efectiva

ejecución del poder constituido.

A la luz del presente análisis y luego de haber explicado cómo surge un

nuevo Poder Popular –el “comunal”– (en un sentido de cooperación comunitario-

solidario entre los sectores más empobrecidos) y cuáles son sus grandes escollos

en esta naciente historia venezolana, hay que decir que el “pecado político” de

caer en las continuidades no recae del todo en la mentalidad de este “nuevo

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régimen”, en una forma gubernamental o prácticas de gobierno como se podría

aseverar. La experiencia frustrada tiene que ver –además de una cierta

responsabilidad del régimen actual– con su pasado histórico y, muy

contundentemente, con una memoria “encallada” en la formación del tipo de

Estado que ha conducido la experiencia política de la región. Según Azzellini no

hay que olvidar que “[…] las instituciones y bandos políticos, la corrupción, la

ineficiencia y la cultura del dinero rápido, herencia del modelo de economía

petrolera y rentista de exportación, se mantiene como flagelo central del proceso”.

(Azzellini, 2009: 166).

Así lo demuestra el trabajo de campo realizado por Martha Harnecker

titulado: Transfiriendo poder a la gente. En él se exponen diferentes testimonios de

ciudadanos venezolanos que han participado en los procesos de fundación de los

Consejos Comunales. El estudio realizado por la periodista chilena pone de relieve

dos aspectos fundamentales: primero, demuestra el carácter genuino que ha

tenido la formación de estos espacios comunitarios, sus fracasos y debilidades y,

segundo, la forma en que desde las estructuras del Estado (las alcaldías,

especialmente) se puede transferir el poder al pueblo.

Sobre el primer aspecto que plantea la autora, a lo largo del texto ya se ha

expuesto cómo han surgido estos espacios y la trayectoria que han recorrido.

Respecto al segundo, la experiencia “comunal” como forma de soberanía popular,

un auténtico modo de construir la “nueva subjetividad” que proclama la revolución

socialista venezolana, este estudio nos ofrece distintas percepciones del proceso

que refuerzan la idea de que el pasado político que ha llevado a cuestas el país ha

de ser determinante en esta nueva trayectoria que articula el Estado, el Poder

Popular, los Consejos Comunales y la ciudadanía.

De acuerdo a la experiencia del Alcalde del Municipio Torres en el Estado

Lara, Julio Chávez, los cinco poderes constituidos en la República se podrían

hallar en el seno de las Juntas Comunales, una experiencia comunitaria que busca

ser una especie de organización para la institución de un “autogobierno”,

entendido como: “[…] la autorrealización popular, la construcción de la sociedad

por ella misma, el desarrollo de la autonomía y la autogestión, el despliegue de las

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potencias populares como fundamento de su desarrollo endógeno”. Castro, U.

2007: 148).40

De esta manera se puede evaluar cómo el empoderamiento popular podría

con los años superar la forma en que se han administrado los asuntos que

conciernen a la sociedad. Este nuevo mecanismo de representación lo describe

Chávez, al explicar cómo pensaban que las juntas comunales iban a gobernar

antes de que en 2006 se aprobara la Ley de los CoCos:

[…] la asamblea de ciudadanos y ciudadanas del espacio territorial correspondiente era el poder legislativo de la junta comunal. El poder ejecutivo estaba compuesto por voceros y voceras principales, electos por ese poder legislativo. El poder judicial eran los jueces de paz, los jueces de agua, etcétera. El poder electoral era lo que hoy se denomina comisión electoral. El poder moral eran las defensorías comunitarias, las contralorías. La asamblea de ciudadanos y ciudadanos debería ser la máxima instancia de decisión. Así, en las mismas juntas comunales deberían existir los mecanismos para resolver problemas legales, de convivencia, de calidad de la educación, de la asistencia médica primaria, de viabilidad, de agua, de electricidad. (Harnecker, 2008: 42-43).

Pero la creación de esta “nueva autonomía”, o “nueva forma de

representación social” va tras centralizar todo el poder del pueblo en un sistema

de organización superior: las “comunas socialistas”. A criterio de Azellinni, “[…]

éstas se conforman a partir de un número indefinido, pero mayor, de CoCos en un

mismo territorio y pueden también desarrollar proyectos y medidas a largo plazo y

de mayor alcance. Serían un tipo de gobierno local desde abajo, visto que no se

alteran los mecanismos de decisiones y éstas son tomadas en las asambleas de

los CoCos”. (Azzellini, 2009: 163).

Las “comunas” se entienden como un dispositivo de gobierno que además de

transferir el poder al pueblo, le permite garantizar su soberanía sobre los recursos

que son indispensables para su sostenimiento y supervivencia. La experiencia de

Julio Chávez en el municipio Torres nos habla de la necesidad de aplicar una

nueva metodología hacia el reordenamiento territorial propuesto desde Miraflores,

que lejos de ser entendido como una hegemonía élite dominante dueña de un

territorio, sea considerado bajo los lineamientos de una igualdad de condiciones y

40

Es importante diferenciarlo del concepto de “cogobierno” que desde la visión de Ulises Castro refiere “[…] la concreción del principio de corresponsabilidad y se expresa en la cogestión, la articulación de la comunidad con la corriente de prácticas institucionales orientadas a construir un nuevo Estado”. (Castro, U. 2007: 148-149).

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posibilidades para los habitantes de una comunidad que ahora estarán

distribuidos, “en un espacio –una geografía– de relaciones”. (Massey, 2008: 24).

En opinión de Alcides Corrales el concepto de “Comuna Socialista” no está

definido del todo. Así afirma: “Nosotros vamos usando las palabras según la

cotidianidad y según la práctica lo va requiriendo. Una comuna está conformada

por los Consejos Comunales que asisten a una determinada área y que comparten

intereses comunes; por eso una comuna puede tener cuarenta Consejos

Comunales, otras pueden tener diez y otras treinta […]”. También el autor explica

que de hecho algunas comunas “[…] están en fase de creación, y en algunas otras

la gente es escéptica en cuanto a crear otra estructura, porque desde el 99 se han

venido conformando estructuras políticas y sociales que se han quedado sólo en

el papel. Eso sucedió con gran parte de los Círculos Bolivarianos, con las ´UB´, las

Unidades de Batalla Social, los Comités de Tierra Urbana… ahora tenemos esta

última estructura organizativa que son los Consejos Comunales […]”. (citado en

Riera, 2008: 38).

De lo anterior se quiere destacar que aún pese a las debilidades que

demuestran tener los CoCos y las “comunas” como unidades ampliadas de

participación comunitaria, esta iniciativa que viene del régimen “chavista” de

promover a pasos agigantados el Poder Comunal en distintas formas de

integración, se han impuesto en Venezuela como “[…] espacios relativamente

autónomos, política y socialmente organizados, desde y por el Estado o por los

partidos políticos, tendientes a reconfigurar las relaciones de poder entre el Estado

y la sociedad, ampliar las prácticas democráticas y construir ciudadanía”.

(Maingon, 2007, pág. 143).

Es claro que estos ámbitos aunque estén ideados para generar el

intercambio ciudadano, no están exentos de presentar contradicciones. Una

realidad que ha de inquietar a la comunidad política. Este es el caso de Álvaro

Campana quien asegura:

[…] es evidente el peso del Estado sobre una sociedad históricamente cooptada, clientelizada y organizada en torno a la dinámica institucional, como en toda América Latina; además de los peligros que entraña la riqueza petrolera. La democracia participativa y protagónica ha tenido que enfrentarse no sólo a las tradicionales clases dominantes, sino a elementos generados por el propio proceso orientados por las lógicas de Estado, por sus tendencias a la burocratización e incluso al corporativismo; ello debido a que, desde el

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gobierno, se han lanzado iniciativas de organización de los sectores sociales que lamentablemente se vinculan y son manipulados por los intereses creados dentro del propio gobierno. (Campana, 2009: 261).

De esta forma el mayor reto que tendrá el gobierno nacional estará centrado

en garantizar la autonomía de los civiles y evitar la interferencia político-partidista y

militar en el proceso de formación e integración de esta nueva forma de “hacer la

política” sobre lo que debe constituirse en lo político, los problemas más

acuciantes de las comunidades.

En otro orden de ideas, otro peligro latente que “acecha” al “Socialismo del

siglo XXI” es que la realidad –la cotidianeidad que es cualitativa y no cuantitativa–

salga a flote y muestre la verdadera cara del cambio político que está conduciendo

el régimen “chavista”. Hoy los colegios y universidades también son un campo de

despliegue de las prácticas del régimen que suponen la participación de la

ciudadanía, esto se evidencia, por ejemplo, en el cambio de los contenidos

programáticos que ahora están dirigidos hacia la ideologización socialista, por

cuanto, todas las actividades que se realizan deben estar alineadas a esta postura

política. En este sentido, los venezolanos observan cómo los tentáculos de la

revolución han ido abarcando otros ámbitos de gestión local y regional.

Para Thais Maingon estas figuras pueden ser entendidas, finalmente, como

espacios de participación pública o, (lo que alerta de una posible intervención

desde el Estado), más bien como mecanismos de captura de la participación. Su

sospecha está en que los Consejos Comunales “[…] se crean con la intención de

sustituir tanto a las viejas instituciones como a los viejos mecanismos de la

democracia representativa, y ante las limitadas capacidades de los gobernadores

y alcaldes en darle respuesta a las demandas de las comunidades a las que

representan […]”. (Maingon, 2007: 126).

Sin embargo, aún cuando la brecha entre el Estado y la Sociedad se ha

reducido a través del ejercicio “comunal” como lo demuestran los trabajos

realizados por algunos investigadores, entre ellos: Ramírez (2008, octubre) El

mayor logro: la conciencia colectiva; Riera (2008, octubre) La revolución paso a

paso y La voz la tiene el pueblo; Cabot y Riera (2008, octubre) De Consejos y

Comunas; Harnecker (2008) Transfiriendo poder a la gente; Massey (2008) Hacia

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una nueva geometría del poder; Britto (2008) Socialismo del tercer milenio; y el

recogimiento de experiencias populares realizado por los autores: Neuhaus y

Calello (2006) Hegemonía y emancipación. Fábricas recuperadas, movimientos

sociales y poder bolivariano, no es claro el escenario de los “juegos de poderes”

que se han ido construyendo a la par del proceso de cambio, dado que persisten e

incluso han reaparecido viejas formas de dominación de la población que se han

apropiado de las actividades del Estado.

Utilizando el planteamiento de Maingon los Consejos Comunales respecto al

diseño institucional plasmado en la Constitución de 1961, parece privilegiar en lo

que respecta a la interacción entre los actores políticos y sociales, la dimensión

territorial frente a la dimensión funcional. (Maingon, 2007: 126). Es decir, el

objetivo expreso de estos nuevos espacios de interacción es “normar la

organización civil” para cumplir la meta de toda revolución socialista: “hacer más

equitativas y más cooperativas estas geometrías del poder dentro de las cuales

vivimos y por las cuales nuestras sociedades se organizan”. (Massey, 2008: 23).41

Pero dar voz a los que nunca antes la habían tenido implica quizá dos cosas:

primero, darle el poder al pueblo de conformarse con lo que tiene (con las

experiencias actuales que continúan amenazadas por el carácter clientelar,

corrupto e ignorante de algunos grupos dirigentes) y; segundo, darle el poder al

pueblo de resistirse al cambio y hacer valer sus capacidades en relación con las

de los demás actores sociales.42 Así se entiende que el factor principal que

determinará el éxito de esta práctica política del régimen, como lo indica Doreen

41

Esto se refiere a la propuesta que ha hecho el presidente Chávez de crear una nueva división político-territorial que le permite a las comunidades organizadas agruparse en comunas, ciudades comunales y distritos funcionales, acorde con sus propias necesidades e intereses. Siendo así, se podría hablar de una “nueva geometría de poder”, “[…] en la cual sean las comunidades organizadas y la sociedad civil en general las que verdaderamente tomen las decisiones y gestionen sus asuntos públicos. Actualmente la República Bolivariana de Venezuela se divide en estados, municipios y parroquias”. (Harnecker, 2008: 57). 42

Esta reflexión es basada en la concepción que sobre el poder hace la autora Doreen Massey en su obra: Hacia una nueva geometría del poder, en la que manifiesta que “el poder se encuentra entre las relaciones entre individuos, entre clases, entre capas sociales y aun entre países. Con frecuencia decimos que ´ellos´ tienen el poder (los ricos, los latifundistas, los capitalistas). Y en cierto modo es verdad. ´Ellos´ tienen dinero, recursos, tierra, propiedad, influencia en la esfera política y mucho más. Pero su ´poder´ depende también de lo que hacemos nosotros: podemos conformarnos, podemos resistir, podemos hacer valer nuestras capacidades, por ejemplo”. (Massey, 2008: 19).

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Massey es que “[…] podemos definir territorios tal –como podemos definir

comunidades– pero su ´poder´ dependerá de las relaciones en que se manejen.

Dependerá, por ejemplo, de dónde se reconozcan los consejos comunales, de

cuáles sean las fuentes de sus recursos y de qué signifiquen palabras tales como

´participación´ y ´consulta´”. (Massey, 2008: 20).

De ahí que este V motor revolucionario, los Consejos Comunales, en esta

nueva etapa que ha de atravesar el gobierno dirigido por Chávez hacia la

transición al “socialismo” como base para la superación de la democracia

representativa, y del viejo Estado liberal-capitalista pueda constituirse como la vía

alternativa de cambio que ha esperado por años el pueblo venezolano. “Persiste la

incógnita histórica, de si es posible o no desmontar el Estado burgués desde el

mismo Estado burgués y substituirlo por un Estado comunal”. (Azellinni, 2009:

166).

En este escenario de transformaciones, transiciones y transferencia de

poderes, “al poder popular le toca asumir la conducción de la realidad, gobernar

desde los consejos comunales construyendo el socialismo, esto es la cualificación

ideológica y práctica de su poder, reconfigurándose en el hacer como poder

comunal”. (Castro, U. 2007: 148). Y esto, dado que de otra forma, las tensiones

con la vieja cultura política acabarían echando por tierra el proyecto de forjar una

“nueva subjetividad” en Venezuela utilizando como estructura de administración

pública, el Poder Comunal, los Consejos Comunales y las “comunas”.

Construir el “socialismo” desde el Poder Comunal, implica entonces además

de una “cualificación ideológica y práctica” –tal como lo señala Castro–, reunir y

fortalecer las experiencias positivas de esta forma de representación constituyente

para lograr constituir “de hecho” el poder del pueblo históricamente excluido. Las

condiciones mínimas de vida: en educación, salud, infraestructura, servicios,

trabajo, seguridad y alimentación, únicamente podrán mejorar, si este nuevo

régimen y su gobierno, logra superar los intereses privados y foráneos que han

debilitado enormemente la función del Estado en la sociedad. Un nuevo Estado

erigido desde las bases comunitarias –para no ser cooptado por los grupos de

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poder que hacen “la política” desde la gestión estatal– tendrá que rehacer la

institucionalidad.

Esta misma idea siguen algunos autores que consideran que el Estado

venezolano será en todo sentido “revolucionario” cuando: primero, sirva como

práctica real solidaria y comunitaria en todos sus aspectos legislativos; segundo,

incorpore a la mayorías (opositoras y oficialistas) en el proceso que está

adelantando el proyecto socialista; tercero, se identifique con diversos medios y

formas propias de comunicación y movilización; y cuarto, genere un alto nivel de

conciencia política.

Hay quienes consideran que se puede observar con sorpresa cómo los

Consejos Comunales “se están gestando, incluso en los lugares más remotos del

país, como esos nuevos espacios de convivencia y organización comunitaria”. Así

lo defiende Herrera al afirmar que ante la cuestión de “¿cómo validar o no, esta

propuesta de cambio paradigmático para la sociedad venezolana?, no hay otra

alternativa. Para responder tendremos que conocer y participar”, explica la autora.

(Herrera, 2008: 191). Las palabras de Antonio Gramasci referidas en nuestro

epígrafe en este sentido resultan propicias, habrá pues que instruirse, trabajar con

entusiasmo y organizarse en estos tiempos de cambio.

3.3. El cambio de las relaciones cívico-militares y su impacto en la constitución de

la forma “comunal”.

El cambio político y, por efecto, la reforma constitucional, la construcción de

una “nueva subjetividad” y la creación de espacios de gestión pública dirigidos

directamente por las comunidades se puede decir que son variables

determinantes en el proceso de transformación política que adelanta el

“Socialismo del siglo XXI”.

La forma “comunal” a partir de este planteamiento se entiende ahora como la

manera en que este proyecto de nación ha logrado llegar a los estratos más bajos

de la sociedad venezolana para dinamizar las relaciones de poder y a través de

ellas construir una nueva forma de “hacer la política”, erradicar las viejas prácticas

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e instaurar la “participación” popular como sostén de la vida privada y pública de

los venezolanos.

En su función de servir como estrategia del régimen para promover “otra

forma” de organización social y territorial, los Consejos Comunales (CoCos) han

de ser el dispositivo que permite una comunicación y relación más estrecha entre

el Estado y la población, también garantizan el protagonismo de las masas

populares en todos los ámbitos del sistema político. Desde allí se puede leer el

cambio que nos interesa explicar en esta última sección del análisis dado que el

escenario en donde tienen lugar las nuevas relaciones cívico-militares son

justamente los CoCos –en su expresión ampliada las “comunas”– esa también

nueva institucionalidad que el régimen está disponiendo para producir la

verdadera transformación de la sociedad.

¿Y cómo es posible esto? La cercanía a la población de la que goza el

“chavismo” en la actualidad le ha permitido profundizar su revolución al punto que

las relaciones cívico-militares antes bien distanciadas, ahora funcionan no como

una fuerza que habría de proteger los interés de los más débiles, sino como un

todo combatiente, formado para la defensa de la soberanía del país, de su

territorialidad e independencia frente a la amenaza externa.

La propuesta de la reforma parcial de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada

Nacional Bolivariana en 2008 por parte del régimen “chavista” (la tercera

modificación a la ley castrense desde la llegada al poder del “chavismo”) y que

entró en vigencia en medio de una fuerte crítica un año más tarde, es concebida

en esta “nueva mentalidad de gobernar” como un cambio que tiene un objetivo

geopolítico de proyección estratégica que rememora al Ejército libertador.

El cambio en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana –uno de los cambios más

importantes del régimen, luego del logro de la implementación de la Constitución

del 99– ha introducido la incorporación masiva de los ciudadanos a la Milicia

Bolivariana (quinto componente de las FANB destinada a complementar la misión

fundamental de esta institución) a través de la creación de los “Cuerpos

Combatientes”. Según el artículo 50 de la ley reformada, estas unidades de

defensa nacional adicionados a la Reserva Militar estarán integradas por “[…]

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ciudadanos y ciudadanas que laboran en instituciones públicas o privadas, que de

manera voluntaria son registrados, organizados y adiestrados por el Comando

General de la Milicia Bolivariana, con el fin de coadyuvar con la Fuerza Armada

Nacional Bolivariana en la Defensa Integral de la Nación, asegurando la integridad

y operatividad de las instituciones a las que pertenecen".43

Hay que destacar un aspecto importante de la participación ciudadana en la

competencia militar, y es que en el texto referido, no se expresa que los individuos

que participen en estos cuerpos especiales organizados por el Estado deban tener

nacionalidad venezolana, lo que permite la participación de extranjeros en las

actividades de protección del país. Esto supone que los voluntarios civiles que

decidan incorporarse serán un cuerpo autónomo al lado de las otras fuerzas

tradicionales, como el Ejército, la Armada o Marina de Guerra, la Aviación y la

Guardia Nacional y servirán de apoyo a los militares en la defensa del país, lo que

promueve nuevas relaciones de poder y la profundización de la unión cívico-militar

en Venezuela.

El gobierno venezolano ha asegurado en repetidas oportunidades que la

militarización del país avanza con paso firme y en este sentido, los CoCos

proporcionarán a la Guardia Territorial 15 millones de reservistas en caso de

agresión. Esto demuestra que la amenaza externa tiene una gran influencia en el

camino hacia la democratización que se vive en Venezuela, a tal grado que el

proceso de empoderamiento que ha utilizado a las comunidades como escenario

de despliegue, sufra la intervención militar y proponga a los ciudadanos su

participación “protagónica” en caso de violación a la soberanía territorial por

cuenta de algún país vecino.

Hay que saber que estos grupos de defensa o “milicias populares” podrán

ser movilizados durante períodos de instrucción y entrenamiento, y durante

estados de excepción que sean decretados por el presidente. Como una de sus

principales funciones, deberán coordinar operaciones de defensa con los consejos

43

Venezuela. (2009), Informe que presenta la Comisión Permanente de Defensa y Seguridad de la Asamblea Nacional sobre el Proyecto de Ley de Reforma Parcial de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Caracas, [en línea] disponible en: http://www.slideshare.net/ismaelgarcia/reforma-ley-orgnica-de-las-fan, recuperado 28 de junio.

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comunales, contribuir y participar con el desarrollo de la tecnología militar y

asesorar en la creación de los Comités de Defensa Integral, a fin de fortalecer las

relaciones cívico-militares.

Freddy Melo autor de Reforma y revolución, sugiere que estas prácticas de

empoderamiento pueden de hecho consolidarse en perspectiva prolongada

“fortaleciendo consecuentemente la conciencia y la unidad interna del pueblo, la

unidad cívico-militar y la unidad de los patriotas, y más aún si el entorno

internacional mejora a tenor de los combates populares, es posible seguir

levantando esa bandera y manteniendo la violencia del enemigo en un nivel en

que no pueda salirse con la suya y obligar a los venezolanos a una confrontación

armada intestina […]”. (Melo, 2009: 107).

En torno a este complejo tema las opiniones evidentemente son opuestas.

Hay quienes apuestan a que esta forma política involucra a todos los actores de la

sociedad en la protección de la soberanía del país. Pero otros sostienen que esta

nueva disposición del régimen acabaría por poner en manos de los oficialistas las

armas, pues es este grupo de la sociedad el que finalmente apoyaría la causa

revolucionaria y sus ideas libertarias, no aquellos contrarios al régimen dirigido por

el presidente Chávez.

La incertidumbre de que este nuevo modelo (en lo militar y en lo social)

funcione efectivamente como un dispositivo de control sobre los cuerpos de la

población o termine siendo una forma real de “participación ciudadana” en los

asuntos más medulares de la administración del poder del Estado seguirá latente.

Aunque es claro que el alistamiento militar es de carácter voluntario, no se escapa

de la crítica que esta medida del actual régimen sea una estrategia política para

cooptar por vía “normativa” más adeptos a esta “nueva mentalidad” socialista.

Desde esta perspectiva se puede decir que a partir de los resultados del balance

de esta medida se puede hacer el ejercicio de caracterizar el tipo de régimen

político implantado en la Venezuela que se está construyendo desde el

“chavismo”. Siguiendo a Arturo Sosa es “[…] a partir de la actuación del

Presidente, su gobierno y partidos” que se puede examinar si el cambio se orienta

a la creación del sujeto político del Poder Popular. (Sosa, 2007: 53).

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En lo que se refiere al cambio de las relaciones cívico-militares y su impacto

en la constitución de la forma “comunal”, el autor señala que “[…] es

preponderante el papel de la Fuerza Armada en el diseño y ejecución de las

principales políticas públicas, con una estructura que favorece el control directo del

comandante en jefe, Presidente de la República” y permite señalar al actual

régimen político como “[…] aquel que disuelve la línea divisoria entre lo militar y lo

civil, convirtiendo la organización militar en el eje de la administración pública y

modelo de las organizaciones de la sociedad civil, tanto para la participación

electoral y política como para la producción, a la que se extiende a través de la

creación de numerosas reservas ´militares´ constituidas por empleados del Estado

y civiles en general”. (Ibíd., 54).

Así pues, esta tendencia del “chavismo” en la actualidad, se impone como

tema de debate, pues la delicada relación que supone el Poder Comunal entre la

dupla: cívico-militar, además de encender la alarma por la forma particular en que

desde el gobierno del “chavismo” se piensa al “sujeto político” como “pueblo

organizado”, nos pone de relieve que la variable: organización comunal, podría

estar siendo utilizada por el régimen “chavista” para configurar además de un

nuevo ordenamiento territorial, la ideologización y cooptación del pueblo a través

de la reglamentación de su participación ciudadana en asuntos que anteriormente

eran sólo competencia de las fuerzas militares del Estado.

El peso de la cultura militar y la existencia de imaginarios bélicos (bien

tomados de otras revoluciones o de una naciente “forma política”) y de militares

activos y retirados en el actual proceso de cambio venezolano, sin duda, es

evidente que ha mantenido en tensión la actual dinámica del sistema político en su

conjunto. Lo que hace probable que al Poder Comunal se transfieran: la

obediencia vertical y el carácter no deliberativo propio de la cultura de la institución

armada, es la forma en que las nuevas disposiciones del mandatario venezolano y

un lenguaje militarizado están atravesando las relaciones cívico-militares. A juicio

de Lander, debido a esto, “la amplia presencia de militares en muchos altos cargos

públicos, resulta, por lo menos, problemática. Lo es más cuando los imaginarios

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de lo militar se extienden a la vida política, impregnándola de referentes a guerras

y batallas”. (Lander, 2007: 69).

Para nuestro análisis estas nuevas alternativas de participación ciudadana

son reflejo de las políticas de seguridad que está implementando el régimen para

el manejo de la población. Esta afirmación se desprende de lo que se ha expuesto

a lo largo de esta sección, dado que para la nueva gubernamentalidad “socialista

del siglo XXI” la preservación de los recursos naturales (esenciales para responder

la amenaza constante de la crisis mundial) y la defensa del territorio (fundamental

ante los conflictos fronterizos) son garantía de la fundación de un “nuevo Estado”,

democrático y de justicia social que es conducido por el Comandante en Jefe

Hugo Chávez, máxima autoridad jerárquica de la Fuerza Armada Nacional

Bolivariana. Este nuevo cambio que se está gestando al interior de esta institución

es reflejo del interés del gobierno en politizar todos los espacios de convivencia

ciudadana. Lo que sin duda, traerá la paulatina polarización del país.

Finalmente, la política gubernamental del Poder Comunal en “lo político” del

actual régimen cada vez se hace más compleja. Sin embargo, el carácter

revolucionario, fundacional, de reordenamiento, de construcción de una “nueva

subjetividad” como “núcleo de verdad histórica” en Venezuela, hace de este

fenómeno un objeto de estudio interesante y si se quiere, en aras de repensar la

política para la América Nuestra, apremiante, en cuanto que sólo haciendo el

ejercicio de mirar hacia adentro se pueden conocer las verdaderas formas que

adopta el cambio como categoría más general de análisis. (Rodríguez, 2004: 266).

El cambio político, es muestra de que nuestras sociedades están buscando

respuestas, van tras alternativas y; aunque, los regímenes actuales continúan

seduciendo a las masas con sus fórmulas populares-redentoristas el intento no se

ha perdido. Aún hay tiempo, hay capacidad para alcanzar ese “otro mundo

posible”.

“El hombre puede aguantar tremendas desigualdades si éstas son estables y están santificadas por la costumbre; pero en una sociedad tan ajetreadamente móvil la costumbre no tiene tiempo de santificar nada”. Ernest Gellner

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91

CONCLUSIONES

El problema de la crisis de la representación en Venezuela ha puesto en el

escenario político la problemática de la reconstrucción de la forma de gobernar o

conducir al pueblo venezolano. El cambio de régimen político es en la actualidad

un nuevo paradigma que vemos extenderse a los países contiguos de América

Latina. El gobierno liderado por Hugo Chávez tiene que apostar al cambio político

como el camino alternativo hacia una nueva democracia que tenga como base la

“participación” y el “protagonismo” de las mayorías populares para así enfrentar el

desafío de hacer una política “desde abajo” en el contexto de un mundo siempre

cambiante.

Conocer las causas de la transformación política y cómo se ha construido

una nueva mentalidad de gobernar luego de la debacle del régimen político

anterior tras la llegada de Hugo Chávez a Miraflores en 1999, ha sido la inquietud

primordial de este análisis que pretende marcar un precedente en los estudios

sobre la asunción de “nuevas formas” de gobernar nuestras repúblicas en tiempos

en que parecen insuficientes e ineficaces las fórmulas políticas que hasta ahora y

desde la Constitución de 1961 han pretendido mantener el equilibrio del sistema

político venezolano, pero que finalmente, trajeron como consecuencia el

clientelismo; la corrupción administrativa; el centralismo en la toma de decisiones;

el aprovechamiento irregular de los recursos de la nación y; en suma, la

politización de las actividades del Estado.

Al observar el surgimiento de la gubernamentalidad del “Socialismo del siglo

XXI” a partir de la refundación de la República y de la constitución del Poder

Popular –como alternativa histórica ampliamente difundida en el país– se ha

logrado: primero, examinar el cambio de régimen político que ha impulsado el

“chavismo”; segundo, caracterizar una “nueva mentalidad” en el poder y la “nueva

forma de gobierno” y; tercero, analizar el surgimiento de los Consejos Comunales

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(CoCos) como dispositivos del régimen para promover otro tipo de organización: la

“comunal” y, con ello, la creación de un “nuevo sujeto” histórico. La triada analítica:

Cambio, Gubernamentalidad y Poder Comunal presentada en este trabajo de

investigación ha permitido explicar cómo ha sido la trayectoria de este líder y su

gobierno pero desde las prácticas políticas de su propuesta gubernamental que

representa, actualmente, uno de los programas políticos más controversiales –

viable a través de una mirada nacionalista, democrática y popular– que ha dado la

cara a las amenazas y limitaciones que supone el “nuevo orden mundial”.

En relación con la primera parte del análisis se puede precisar que la

transformación del régimen político en Venezuela continuo y pacífico ha permitido

que la refundación de la República pueda llevarse a cabo a través de un cambio

fundamental, es decir, “normativo”-constitucional, lo que le otorga al proceso

revolucionario la legitimidad que necesita para configurarse como un modelo

alternativo de democracia “participativa” y “protagónica”.

Específicamente luego de conocer cómo se ha originado el cambio de

régimen político en Venezuela, se puede ahora afirmar que la gubernamentalidad

del “Socialismo del siglo XXI” se compone esencialmente de tres aspectos:

primero, de un régimen “normativo” como forma de gobernar que hizo ruptura con

el anterior basado en el Pacto de Punto Fijo y que defiende los principios de la

Constitución del 99, el nuevo texto constitucional que ha sido logro de la V

República y medio fundamental para la creación de un “nuevo Estado”, Social, De

Derecho y Justicia; segundo, de la participación no electoral como la manera en

que el régimen piensa orientar la lucha hacia el establecimiento de una

democracia directa basada en la construcción de un “nuevo sujeto” histórico, ético

y de cambio.

Esta nueva gubernamentalidad de Estado apuesta a la formación de una

ideología socialista que actualmente está en expansión y busca la consolidación

de una u “otra forma” de desarrollo social autónomo que destierre las

contradicciones del capitalismo y; tercero, de la organización ciudadana, límites de

la gestión pública y vigilancia del poder como nuevos mecanismos de

representación política que le permiten al régimen poner en funcionamiento los

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Consejos Comunales (CoCos), dispositivos de gobierno que promueven la

solidaridad y la cooperación mutua, útiles para garantizar el advenimiento del

Poder Popular cuyo campo de despliegue es la población.

Seguidamente, en la segunda parte de este trabajo crítico se ha podido

identificar que el estudio de la gubernamentalidad en el naciente “espíritu

constituyente” ha hecho extensible el poder “constitucional” al pueblo “constituido”,

responsable ahora de los asuntos de la gestión pública y de su propio desarrollo,

anteriormente, conducidos por el Estado. El ejercicio de identificar las formas que

ha asumido esta “auténtica” gubernamentalidad socialista permite concluir que

gobernar en este siglo a Venezuela, significa un acto consensuado y estratégico,

de creación y habilidad para “hacer la política” por parte de una determinada élite

en el poder. También es planificar y proyectar el cambio a través de un programa

de gobierno a largo plazo, como lo es el Plan de Desarrollo Económico y Social de

la Nación para el periodo 2007-2013 que tiene como base la implementación de

los llamados cinco motores revolucionarios (lineamientos claves para la

producción de nuevas relaciones de poder). Finalmente, significa la conducción de

un modo específico de la vida y la sobrevivencia de la población venezolana y,

este modo como “tecnología de gobierno” habrá de ser la forma “comunal”.

El nacimiento de un “nuevo sujeto” para la Venezuela socialista implica la

creación de un “hombre nuevo”, ése que sea capaz de insertarse a una

subjetividad colectiva, de autorreflexibidad y autorrealización. Considera la

promoción del hombre de las prácticas políticas, de las estrategias comunitarias y

de la acción en perpetuo desarrollo. Desde esta definición de “nuevo sujeto” es

que la gubernamentalidad “socialista del siglo XXI” habrá en lo consecuente de

continuar su trayectoria de cambio, de transformaciones, de nuevos enunciados y

formas de representación popular, en fin, de un pensar y “hacer” alternativo. De lo

contrario, caerá en las reincidencias, en la continuidad y lo que es peor, en el

arraigo a formas ajenas de gobernar o “hacer la política”, ajenas a una propia

concepción que haya nacido de la revolución socialista.

Por último, de la tercera parte de este estudio se puede concretar que la

“organización comunal” es la forma que se ha adoptado como resultado de la

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creación del Poder Comunal; una forma de “desujeción” de la población, siguiendo

a Foucault. Este nuevo mecanismo de representación democrático ha utilizado a

los Consejos Comunales (CoCos) como instancias de participación y articulación

que promueven la integración de todos los actores sociales que hacen vida en las

comunidades. Como “autogobierno comunitario”, responden a las necesidades,

potencialidades y aspiraciones de las comunidades y han puesto de relieve, el rol

protagónico de una naciente subjetividad que responde esencialmente a una

nueva forma de pensar los mecanismos de “participación” de la ciudadanía en

todos los asuntos que proporcionen una mejor calidad de vida a los venezolanos.

El trabajo ha demostrado que el surgimiento de los CoCos ha de ser una

estrategia del gobierno para levantar una nueva estructura de organización social

en Venezuela en la que las comunidades son los dispositivos ejes y, el “nuevo

sujeto histórico”, la pieza angular del trabajo político en los aspectos de gestión y

distribución de los recursos. No obstante, el giro estratégico del poder

constituyente al poder constituido –como se ha expuesto en este análisis– fruto de

un proceso de parlamentarismo de calle, no garantiza que hayan cambiado las

instituciones, los roles que ejercen las autoridades, tampoco las dinámicas de las

diferentes clases sociales del país; sin embargo, lo que está sucediendo en

Venezuela es algo que anteriormente no había ocurrido, un cambio de paradigma

importante que nos señala el camino hacia nuevos mecanismos de cooptación de

la participación ciudadana.

A pesar de que la llamada “revolución socialista” ha radicalizado el Poder

Popular como mecanismo de participación utilizando como escenario de

despliegue las comunidades venezolanas, es claro que el régimen dirigido por

Hugo Chávez, muestra evidentes señales de agotamiento que podrían conducir al

fracaso de la democracia “participativa” y “protagónica” como proyecto de nueva

sociedad. Aunado a esto los Consejos Comunales como nuevas formas de

representación política, son un ejemplo de cómo esta gubernamentalidad

socialista está interviniendo en la vida privada y pública de las comunidades

venezolanas luego de la promulgación de la Ley de la Fuerza Armada que incluye

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la reorganización de la milicia bolivariana aprobada en 2009, lo que demuestra el

carácter dominante que ha ido asumiendo el régimen “chavista”.

Finalmente, se puede precisar que el fracaso del proceso revolucionario

venezolano podría estar signado por los siguientes aspectos: primero, por el

carácter del tipo de Estado anterior a este nuevo tiempo histórico; segundo,

porque no se ha logrado consolidar aún la unidad funcional de las fuerzas

bolivarianas y la marcha bajo una dirección unitaria unificadora, democrático-

participativa, orgánica y coherente y; tercero, porque las comunidades en su

conjunto padecen de una gran escasez de recursos por cuanto a sus habitantes

les es difícil instrumentar los procesos de organización comunal.

¿Hacia dónde va el régimen “chavista” en este particular momento de

cambio?, quizá sea el interrogante que estará presente en los recientes debates

sobre la transición –con suerte– hacia una “nueva democracia”, a una nueva

redefinición de cómo cambian nuestros regímenes en América Latina, y en este

sentido, el actual régimen a una década de existencia tendrá que superar el peso

del tiempo histórico y combatir las viejas relaciones de poder para lograr, no sólo

superar su etapa populista sino las que habrán de venir en los años siguientes. De

allí que, la explosión del Poder Comunal como política gubernamental sirva de

palanca para configurar un verdadero modelo alternativo de sociedad y se aleje de

las prácticas de militarización ciudadana que parecen estar siendo guiadas desde

el Estado, a fin de intervenir en los principios democráticos de la sociedad

venezolana y su derecho a la participación libre en la dinámica del sistema político

del país dada la actual disolución de la línea divisoria entre lo militar y lo civil.

Lo cierto es que el pueblo venezolano tiene ahora una “otra forma” de

representación, el Poder Comunal, desde ahí los ciudadanos y ciudadanas podrán

participar; resistirse; conformarse o hacer valer sus capacidades; reunir sus

experiencias positivas y crear una nueva institucionalidad. Lo que no podrán

hacer, será revertir “el tiempo”, lo hecho, el camino transcurrido hasta ahora; la

amenaza latente de que esta forma gubernamental pase el “umbral de la

transformación” y le imprima al “socialismo” venezolano un carácter autoritario con

el liderazgo de Hugo Chávez o permita el establecimiento de estados de

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dominación producto de las nuevas relaciones que hacen vida en los “juegos de

poder”.

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ANEXOS

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ANEXO A/Modelos de acción presidencial

PRESIDENCIALISMOS COALICIONISTAS

PRESIDENCIALISMOS DÉBILES

PRESIDENCIALISMOS HEGEMÓNICOS

Presidencias establecidas en sistemas bipartidarios o bicoalicionales de estabilidad media o alta, en los cuales las dos coaliciones predominantes cuentan con posibilidades efectivas de acceder a la presidencia. Estas presidencias están asociadas a la existencia de acuerdos relativamente estables en torno a las reglas del juego político, incluyendo las de índole para-constitucional. Intensificación de los procesos de creciente desprestigio de la labor parlamentaria y de concomitante deterioro de la imagen de los miembros del parlamento dentro de la opinión pública.

Presidencias establecidas en sistemas multipartidarios en los cuales la mayoría o la totalidad de los partidos están seriamente fragmentados. Los acuerdos sobre las reglas del juego, cuando se producen, son efímeros. Vinculadas a liderazgos que no logran consolidarse y en los cuales los parlamentos oscilan entre la sumisión al incumbet y bloqueos sistemáticos de las iniciativas presidenciales.

Presidencias establecidas en sistema de partido (coalición) dominante en un contexto de debilidad generalizada de los partidos. Oficialismo y oposición (es) se inclinan a favorecer modalidades antagónicas de organización del juego político. Vinculadas a liderazgos personales fuertes que tienden a colonizar a los poderes legislativo y judicial. Predominan tendencias a la manipulación de las reglas y procedimientos electorales.

Con buenas probabilidades de gozar mayorías parlamentarias

Con escasas probabilidades

de alcanzar mayorías

parlamentarias

ARGENTINA MÉXICO

PERÚ

COLOMBIA VENEZUELA ¿BOLIVIA?

CHILE

URUGUAY

BRASIL

Fuente: CAVAROZZI, Marcelo. (2010, 15 de febrero), “Estilos presidenciales en América Latina”, [Conferencia], Bogotá.

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ANEXO B/Los referendos andinos/Periodo: (1985-2010)

NRO.

PAÍS REFERENDO FECHA DE REALIZACIÓN

1 BOLIVIA Referendo de Política Energética, 2004 18 de julio de 2004

2 BOLIVIA Referéndum Autonómico, 2006 02 de julio de 2006

3 BOLIVIA Referendos Revocatorios Presidente, 2008 10 de agosto de 2008

4 BOLIVIA Referendos Revocatorios Prefectos, 2008 10 de agosto de 2008

5 BOLIVIA Referendo aprobatorio de la Constitución Boliviana, 2009

25 de enero de 2009

6 COLOMBIA Referendo de Uribe, 2003 25 de octubre de 2003

7 ECUADOR CONSULTA POPULAR (permitir la elección de independientes), 1986

01 de junio de 1986

8 ECUADOR CONSULTA POPULAR SIXTO DURÁN BALLEN, 1994

28 de agosto de 1994

9 ECUADOR CONSULTA POPULAR SIXTO DURÁN BALLÉN, 1995

26 de noviembre de 1995

10 ECUADOR CANSULTA POPULAR FABIÁN ALARCÓN, 1997

25 de mayo de 1997

11 ECUADOR Consulta Popular Alfredo Palacio 26 de noviembre de 2006

12 ECUADOR Consulta Popular, CONVOCATORIA CONSTITUYENTE, 2007

15 de abril de 2007

13 ECUADOR APROBATORIO CONSTITUYENTE, 2008 28 de septiembre de 2008

14 PERÚ REFERÉNDUM APROBATORIO CONSTITUCIÓN FUJIMORISTA, 1993

31 de octubre de 1993

15 VENEZUELA Convocatoria Asamblea Constituyente y aprobación de Bases

25 de abril de 1999

16 VENEZUELA Aprobación proyecto de Constitución 15 de diciembre de 1999

17 VENEZUELA Consulta renovación diligencia sindical 03 de diciembre de 2000

18 VENEZUELA REFERENDO REVOCATORIO, 2004 15 de agosto de 2004

19 VENEZUELA REFERENDO REELECCIÓN INDEFINIDA, 2007

02 de diciembre de 2007

20 VENEZUELA REFERENDO REELECCIÓN INDEFINIDA POR SEGUNDA VEZ, 2009

15 de febrero de 2009

Fuente: GUTIÉRREZ-SANÍN, F. y ACUÑA, F. (2009, septiembre-diciembre), La política de los referendos en los países andinos: apelación al pueblo y democracia (1985-2010) En: Análisis político, Nro. 67, Bogotá, págs. 21-37.

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ANEXO C/Índices sobre la gestión del gobierno liderado por Hugo Chávez

Periodo: (1998-2007)

DESCRIPCIÓN INCREMENTO

Índice de Desarrollo Humano (incluye esperanza de vida, nivel educativo y renta per cápita):

En 1998: 0,6917 En 2006: 0,8836 Incremento: 27,7%

Gasto social total en millones de bolívares fuertes:

En 1998: 5.670.152 En 2007: 98.712.236 Incremento: 1.641%

Gasto social como porcentaje del PIB: En 1998: 11,2% En 2007: 20,2%

Personas en pobreza extrema: Personas que salieron de la pobreza extrema en ese periodo:

En 1999: 20,1% En 2007: 9,5% 2.124.208

Tasa de desempleo: En 1999: 16, 6% En 2008: 7%

Número de pensionistas (edad de jubilación: hombres 60 años; mujeres 55 años):

En 1998: 387.007 En 2008: 1.217.843 Incremento: 214%

Población beneficiaria del Programa de Alimentación Escolar:

En 1999: 252.284 niños y niñas En 2007: 3.996.427 niños y niñas

Venezolanos menores de 15 años sobre el total de la población (27 millones):

Más de 8 millones 30%

Médicos de atención primaria (sector público): Vidas que se estiman salvadas gracias a la Misión “Barrio Adentro”:

En 1998: 1.628 En 2007: 19.571 En 2003: 8.733 En 2008 (junio): 91.663

Gasto militar en América Latina en 2008: Gasto militar de EEUU (excluidos los derivados de las guerras de Irak y Afganistán:

Brasil: 27.540 millones de dólares Colombia: 6.746 millones de dólares Chile: 5.395 millones de dólares Venezuela: 3.321 millones de dólares EEUU: 623.000 millones de dólares

Crecimiento del PIB después del paro-sabotaje petrolero: Crecimiento promedio de los últimos 18 trimestres del PIB no petrolero:

2004: 18, 3% 2005: 10,3% 2006: 10,3% 2007: 8,4% Estimación para 2008 por encima del 6% 11,5%

Tasa de inflación por periodos presidenciales:

Con Carlos Andrés Pérez (1989-1993): 44,2% Con Rafael Caldera (1994-1998): 57,6% Con Hugo Chávez (1999-2007): 19,5%

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Porcentajes de aceptación de la gestión de presidente Hugo Chávez: Porcentaje de aceptación de la gestión del gobierno:

68,8% 54%

Porcentaje de los venezolanos que no confían en los noticieros de televisión:

66%

Porcentaje que no confía en la prensa: Porcentaje que no confía en la ONG:

58% 72%

Respuestas a la encuesta sobre los principales problemas que afronta el país: Inseguridad: Desabastecimiento: Desempleo:

74,6% 32,6% 28,5%

Fuente: LÓPEZ, S. (2008). Instituto Venezolano de Análisis de Datos, Iberobarómetro; Latinobarómetro; Ministerio del Poder Popular para la Planificación y Desarrollo En: El Viejo Topo, Num. 249, Barcelona, págs. 4-5.

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ANEXO D/Integrantes del Consejo Comunal (CoCo)

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ANEXO E/Proceso de conformación del Consejo Comunal (CoCo)