Ponencia Cordoba 2008

32
PONENCIA CORDOBA 2008 Panel Saberes en conjunción (Movimientos Sociales y prácticas profesionales) Buenos días a todas y todos, me complace enormemente encontrarme nuevamente en esta hermosa ciudad y con su gente. Quiero agradecer especialmente a los organizadores de este evento por la invitación y por la ubicación en esta mesa que comparto con tan importantes panelistas: ni mas ni menos que el director de la carrera de Sociología de Facultad de Cs. Ss. de la UBA y el Director de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Rosario. Aprovecharé esta ocasión para presentar algunas reflexiones acerca de cómo el Trabajo Social construye sus formas de explicación e intervención sobre la cuestión social a partir de una dinámica en la que participan necesariamente actores sociales colectivos, con sus manifestaciones, construcciones discursivas y relaciones que establecen con las instituciones en las que trabajamos. Desde los años ’60 el trabajo social latinoamericano viene estableciendo un vínculo cada vez mas fuertemente con diversos sujetos colectivos que fueron participando quizás sin saberlo de los procesos de construcción disciplinar. En esta época, el movimiento de reconceptualización conjugo dos

Transcript of Ponencia Cordoba 2008

PONENCIA CORDOBA 2008

PONENCIA CORDOBA 2008

PanelSaberes en conjuncin (Movimientos Sociales y prcticas profesionales)Buenos das a todas y todos, me complace enormemente encontrarme nuevamente en esta hermosa ciudad y con su gente. Quiero agradecer especialmente a los organizadores de este evento por la invitacin y por la ubicacin en esta mesa que comparto con tan importantes panelistas: ni mas ni menos que el director de la carrera de Sociologa de Facultad de Cs. Ss. de la UBA y el Director de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Rosario. Aprovechar esta ocasin para presentar algunas reflexiones acerca de cmo el Trabajo Social construye sus formas de explicacin e intervencin sobre la cuestin social a partir de una dinmica en la que participan necesariamente actores sociales colectivos, con sus manifestaciones, construcciones discursivas y relaciones que establecen con las instituciones en las que trabajamos.

Desde los aos 60 el trabajo social latinoamericano viene estableciendo un vnculo cada vez mas fuertemente con diversos sujetos colectivos que fueron participando quizs sin saberlo de los procesos de construccin disciplinar. En esta poca, el movimiento de reconceptualizacin conjugo dos grandes preocupaciones que iniciaron un largo proceso de debate en el trabajo social latinoamericano y que de alguna manera presenta la relacin entre ciencia y compromiso social: la pregunta por el lugar social de la disciplina, y la pregunta por el estatuto epistemolgico. Ambas preocupaciones van a ser debatidas a lo largo de una dcada fundamentalmente en el cono sur, donde algunos pondrn mas nfasis en una pregunta que otra, pero donde las dos sern reconocidas como centrales a la hora de reconceptualizar la disciplina.Si en la dcada de los 60 la aparicin nuevos actores sociales van a impactar sobre los debates internos del campo profesional y marcar rumbos especficos a partir de las preocupaciones anteriores, en las dcadas siguientes se observa claramente como los cambios acontecidos en la relacin sociedad y estado, fundamentalmente en el aspecto que implica la constitucin de identidades colectivas, van a impactar en los procesos de conocimiento disciplinar y en las formas como se manifiesta.

Hagamos un recorrido por el trabajo social argentino, y veremos como en esa poca, la aparicin de un nuevo actor social como la juventud, que articulaba generacionalmente a trabajadores industriales, con estudiantes universitarios, intelectuales y artistas, dejaron la impronta en trminos de movimiento social en la sociedad urbana e impactaron en la constitucin de determinados grupos de profesionales que marcaron la historia de la disciplina.

Tambin la dcada de los 80, con sus procesos de recuperacin de la democracia en los pases del cono sur marcaron los procesos de debate interno. Las autocrticas pos dictaduras, la identificacin de las debilidades terico metodolgicas del movimiento de reconceptualizacin, las nuevas influencias tericas, estaban presentes en nuestros encuentros, congresos y jornadas, como as tambin la identificacin del movimiento de lo social en ese contexto, a partir de establecer nuevas relaciones con los sujetos, desde las instituciones de la democracia. El valor de la recuperacin democrtica interpel a la disciplina en relacin a su herencia reconceptualizadora y model de alguna manera los procesos de conformacin del colectivo profesional en la etapa.

En este momento de salida de la derrota del campo popular y los procesos de privatizacin de la vida cotidiana, la participacin de nuestra profesin en las construcciones institucionales y la cercana en la constitucin de nuevos actores, le permiti construir un saber profesional a partir del reconocimiento de la relacin estado sociedad como eje de los procesos interventivos.

La dcada de los 90 significo en la regin y muy especialmente en la argentina, la adopcin del recetario neoliberal que implic el desguase del estado, la agudizacin del proceso de desindustrializacin y la aparicin y consolidacin de nuevas formas de expresin de la cuestin social. La vulnerabilidad, la marginalizacin, la precarizacin laboral, se convirtieron rpidamente en nociones tericas utilizadas cotidianamente por los trabajadores sociales para explicar los procesos por los que estaban pasando nuestros pases.

La sociedad por su parte comenz paulatinamente a enfrentar los problemas ocasionados por el cambio de modelo de relacin con el estado, a partir de la invencin de formas novedosas de lucha y resolucin de problemas cotidianos. El segundo lustro de los 90, encontr a muchos trabajadores sociales, instituciones acadmicas y gremiales del campo disciplinar, aprehendiendo las nuevas manifestaciones de la cuestin social junto a aquellos sectores que empezaban a conformar estas originales formas de expresin poltica que podramos definir como nuevo ciclo de movilizacin ascendente o nuevo protagonismo social.

As fuimos construyendo categoras de anlisis, revisando marcos conceptuales, incorporando metodologas de intervencin e instrumentos, desde una prctica conjunta con ese nuevo protagonismo social que se enfrentaba a la hegemona poltica neoliberal de la dcada de los 90.

Esto implic para nuestras intervenciones, comenzar a dialogar con donde nuevos actores colectivos instalaban demandas en espacios institucionales y comunitarios. Esto llev a que paulatinamente la nocin de ciudadana comenzar a estudiarse con mas detenimiento en nuestra profesin (ver aquin )Me interesa en este caso trabajar la relacin entre los movimientos sociales y el trabajo social en el contexto actual, a traves de la nocin de ciudadana, centrando el anlisis en el fenmeno de constitucin de lo que puede entenderse un nuevo protagonismo social, que considero se expresa, en una multiciplicidad de prcticas y organizaciones que ponen en cuestin las formas tradicionales de articulacin entre el estado y la sociedad.La nocin de ciudadana, como categora regulatoria de la relacin entre estado y sociedad, que define modos de pertenencia de un individuo a una comunidad y al mismo tiempo modos de estratificacin diferenciada, permite considerarla como fenmeno de conjunto , ya no como forma jurdica de derechos y deberes, ni como ideal de sociedad, sino a partir de la relacin presente entra prcticas e instituciones.

En un clsico libro ya donde analiza las relaciones entre el estado y la sociedad en la argentina del siglo XX, Daniel Garca Delgado (1994) analiza los cambios en las lgicas de la accin colectiva de los aos `80 y `90, reconociendo la aparicin de diversos factores que operan como elementos decisivos en la explicacin de estos cambios: el terrorismo de Estado, el desencanto en la democracia y la delegacin en la participacin poltica.

Segn Garca Delgado estos factores muestran ciertos desplazamientos en las lgicas que mueven a los sujetos a participar de una accin colectiva. Estando estas nuevas formas de participacin, mas vinculadas al espacio de lo local. Se manifiesta entonces un progresivo alejamiento de la poltica nacional, probablemente a partir de la prdida de sentido de la eficacia en la participacin.

As se redescubrir progresivamente los localismos, el vecindario, los barrios, en una renovada atencin de los problemas cotidianos, emergiendo diferentes formas de participacin vinculadas a la crisis de mediacin de los grandes partidos nacionales. Estas formas participativas va a centrar su accin en diferentes problemticas como ser: aquellas ligadas a valores de calidad de vida y reivindicaciones de las diferencias, aquellas ligadas a la supervivencia y la resolucin de necesidades bsicas y aquellas otras ligadas la lucha contra el ajuste estructural y la protesta econmica.

Se pasara entonces de una cultura participativa de masas centrada en el Estado Nacin a otra fragmentada, de grupos y movimientos que revalorizan la toma de decisiones locales, lo que lleva a Garca Delgado a concluir que el cambio en la accin colectiva muestra una mayor desagregacin y diversidad de las tomas participativas, pero a la vez significan una mayor debilidad para modificar las orientaciones centrales. Si bien este anlisis resulta muy interesante para visualizar los procesos de cambio en la participacin y crisis de representatividad, una observacin mas detallada de cmo se dieron determinadas manifestaciones que intentaron confrontar contra el orden hegemnico neoliberal, nos muestran la necesidad de estudiar estos fenmenos desde un pensamiento de mayor complejidad.

El pensamiento neoliberal en la Argentina que se constituy en matriz dominante durante casi tres dcadas e influy sobre determinaciones econmicas, polticas y culturales, como consecuencia de fracasos est sufriendo cuestionamientos cada vez mas grandes.

En diciembre de 1993, en Santiago del Estero, un reclamo contra el ajuste estructural encabezada por empleados pblicos, docentes, jubilados, estudiantes y dirigentes sindicales, se transform en una revuelta popular que incluy incendios, saqueos, roturas de edificios pblicos y casas de funcionarios polticos provinciales y municipales, y puso en alerta sobre las consecuencias de la entrada del neoliberalismo salvaje en la Argentina. El pueblo santiagueo mostr su indisciplina en su mas alta expresin y evidenci mas all de la espontaneidad de la accin, como se construye lo pblico en la protesta, a travs de la estructuracin del espacio fsico y simblico, como ser el itinerario, los blancos de protesta, etc. La ocupacin de la ciudad, sus plazas y sus calles sern claves en la lucha por instalar el conflicto en la agenda poltica provincial y nacional.

Pero sin duda es a partir del ao 1995, cuando comenz a vislumbrarse el crecimiento de un tipo de protesta novedosa en el cuestionamiento del orden neoliberal: los movimientos de desocupados. Estas experiencias que comenzaron a desarrollarse en Neuqun fundamentalmente a travs de la prctica resistente del piquete, las manifestaciones y las ollas populares; se organizaban a travs de coordinadoras de trabajadores desocupados por pueblo o ciudad y van a tener la capacidad de nacionalizar el conflicto social en un contexto, de crecimiento y consumo para las capas medias integradas al imaginario nuevo primer mundo argentino.

Los movimientos de desocupados con formas mas horizontales de organizacin fueron creciendo a lo largo de los ltimos aos del menemismo. As se sucedieron experiencias de organizaciones y coordinadoras de desocupados en Cutral-Co (Neuqun), Tartagal y Gral. Moscni (Salta), Crdoba, el Gran Bs. As, etc. Pero no solo los trabajadores desocupados construyeron formas organizativas horizontales y mtodos novedosos de lucha. El caso del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MoCaSE), La Red Puna (Jujuy), el Movimiento Campesino de Formosa (Mocafor), el Movimiento Agrario de Misiones (MAM) etc, muchas de ellas articuladas a organizaciones latinoamericanas como la CLOC o la Va Campesina , son experiencias en la misma direccin.

Estas expresiones de lucha se manifestarn a partir del segundo lustro de la dcada de los `90, reconociendo oportunidades polticas a partir de la dificultades de la clase dirigente para obtener consenso. Esto llevar a la aparicin de diferentes maneras de enfrentar el orden neoliberal fundamentalmente a travs de acciones del tipo disruptivas, es decir, acciones como una manifestacin en el espacio pblico, que evidencian la existencia de un problema y refuerzan la solidaridad del grupo a travs de la obstaculizacin de las actividades rutinarias de oponentes, autoridades y observadores (Tarrow, 1997).

Los hechos del 19/20 de diciembre de 2001, la aparicin de Asambleas Vecinales en muchos de los barrios de la Ciudad de Buenos Aires y del interior, los discursos que las recorren, los movimientos de desocupados, las fbricas recuperadas, y determinadas experiencias de organizacin comunitaria, hablan a las claras de un movimiento cuya utopa est puesta en la horizontalidad poltica y el ejercicio de una democracia plebiscitaria, con un alto grado de protagonismo social.

Estos acciones colectivas que se consolidan en los ltimos aos de la dcada de los 90 aparecen con un alto grado de autonoma, estableciendo una fuerte ruptura con los diversos modelos organizativos de la izquierda y del sindicalismo, a la vez que incorporan nuevos sujetos sociales, nuevos escenarios y nuevos modos de confrontacin. Por otro lado un dato significativo es que sus miembros mas activos, sus referentes, son muy jvenes, teniendo un compromiso vital con las comunidades en donde desarrollan sus prcticas sociales; viviendo y compartiendo con la comunidad sus condiciones de vida.

Estas experiencias novedosas, sin embargo, poseen tambin fuertes lazos de continuidad. La nocin de autonoma poltica de los trabajadores fue acompaando diversas situaciones en las luchas obreras, signadas por perodos de ilegalidad y fuerte represin, en ella se encuentran enraizadas las tradiciones anarquistas y socialistas de los orgenes del sindicalismo argentino, como as tambin la experiencia de resistencia del peronismo durante sus perodos de proscripcin.

Se encuentra tambin, en la idea de hegemona de los trabajadores no a partir del partido de la clase, sino a partir del desarrollo de organizaciones autnomas y la construccin de un poder popular, tal como fuera formulado por diversas organizaciones poltico sindicales a principios de la dcada del 70 o en las experiencias de los trabajadores que participaron en las coordinadoras interfabriles, las comunidades eclesiales de base y la experiencia de los asentamientos que se desarrollaron en la dcada del 80 en la zona sur del Gran Bs. As. donde se desarrollaron experiencias de asambleas, organizacin con delegados por manzana y prcticas de educacin popular. (Cieza, 2001)

Aqu es donde nos interesa indagar acerca de la posibilidad de que estas experiencias se constituyan en espacios democrticos en donde puedan desarrollarse procesos de ciudadanizacin a partir de nuevas identidades colectivas.

A modo de cierre.

El nuevo protagonismo social puesto de manifiesto en las diferentes prcticas, donde el movimiento de trabajadores desocupados constituye una de las experiencias mas importantes, viene a plantear, una operacin del pensamiento cerrado por la hegemona del neoliberalismo durante los ltimos 25 aos. Trabajo, dignidad y cambio Social, aparece como las consignas que desde un principio asumieron las diferentes organizaciones, con la conviccin de que la desocupacin no es un efecto negativo del capitalismo, sino que se plantea como fenmeno estructural. As las cosas, si no se discute la transformacin del sistema, y la construccin de una sociedad justa y solidaria, pocas expectativas tienen respecto al futuro de los diferentes emprendimientos productivos. Pero la confianza en la lucha y la instalacin de la problemtica central de la cuestin social contempornea argentina, como es la desocupacin, parecera no implica para estos movimientos, una certeza respecto al devenir, como se manifestaba en el activismo de izquierda hasta la dcada de los 70.

Los tiempos del estado nacin.

La manera en como leemos estos cambios acontecidos en las relaciones estado sociedad, nos permiten apoyar la hiptesis trabajada por algunos autores (Lewkowicz 2002, 2004, Duschavsky y otros 2003) acerca del agotamiento de los Estados Nacionales como panistitucin dadora de sentido, lo que implica la presencia de grandes cambios en la subjetividad y por ende en las estrategias de subjetivacin.

En esta lnea de pensamiento, lo que nos interesa es el agotamiento de los modos de pensar lo social ofrecidos por la lgica en crisis, es decir por la lgica del estado como panistitucin. Por otra parte esta hiptesis implica en nuestro caso la necesidad de invencin de nuevas formas y estrategias de pensamiento e intervencin, o subjetivacin, ligadas a las nuevas condiciones, marcadas estas por la emergencia de la dinmica pura del mercado. Concluyendo esta idea, lo que intentamos decir es que el Estado Nacin ya no se presenta como la instancia dominante productora de subjetividad. El contrato moderno inaugura una armona entre la ley simblica-estructurante del sujeto, la norma jurdica-estructurante del cuerpo poltico estatal, y la regla social-estructurante de las conductas de relacin entre los individuos.

En estos tiempos distintos, anhelamos el estatuto moderno de esa ley. Peroalgo histrico se perdi El estado nacin es la potencia capaz de hacer funcionar estas tres operatorias articuladas. Los estados nacionales no hallaron su sustancia en la lengua, ni en la religin, ni en la raza. No la hallaron, digmoslo, en ningn lado: la produjeron.

Si un pueblo, est constituido por sujetos sometidos a una misma legalidad y a las mismas prescripciones, la ley simblica se vehiculiza, se inscribe y opera a travs del aparato jurdico-estatal que permite un estatuto de ley.

En sntesis, la norma jurdica prohbe, al igual que la ley simblica; cambiando de eje tambin la norma jurdica fundamenta estatalmente la regla social, entonces esta se somete al poder punitivo del estado.

En estas tres operativas existe composicin sustancial, isomorfismo estructural, y vigilancia policial (Lewkowicz: 2004:193)

Si anhelamos esa ley y su estatuto. Que deseamos cuando anhelamos ese tipo de ley?

Como dice Lewkowicz (2004) deseamos la capacidad de hacer lazo, la capacidad vinculante, la posibilidad de configurar experiencia; deseamos una asociacin con otros, que haga posible unos espacios de humanidad.

Pero, lo jurdico como norma y modo de pensar y pensarse en el espacio de la ley, ha cado. Queda solo el aparato judicial como mecanismo correctivo, en caso de fracaso de la prescripcin jurdica. La judicializacin del derecho marca el agotamiento de su forma prescriptiva Lewkowicz (2004: 194) La norma deviene procedimiento judicial y pierde su autoritas. Se deshace la armona entre la norma jurdica, la ley simblica y la regla social. La ley no marca, no permanece, al perderse el sentido histrico esta ley carece de dinmica temporal progresiva.

No podemos perseverar en nosotros, pues la ley no sabe quienes somos, qu hacemos, qu debemos ser, la ley ya no nos sabe. Al no haber permanencia, vivimos en estado crnico de excepcin: Necesidad y urgencia. Lewkowicz (2004)

Si el sujeto construido en condiciones de estado nacin, estaba erigido en la norma jurdica, soporte de la ley simblica, Qu sucede con dicha ley en condiciones de destitucin?

Segn Foucault (1998) si tomamos el poder como poder de hacer, entonces ejercemos la dominacin objetiva. El poder de hacer hacer, es otra cosa, es la capacidad de intervenir en la subjetividad y crear disposiciones capaces de encarnar la ley simblica. Esta manera de pensar la regla social, correspondera a una nueva subjetividad situacional.

La produccin de la subjetividad.

Si deseamos que halla ley en una situacin, ser preciso instaurar la posibilidad de pensamiento que permita pensar acerca del desfondamiento de la ley jurdica como una experiencia. Tenemos que especular a partir de experiencias nfimas. Volvemos a la pregunta de donde procede esa capacidad de instauracin de la ley? Se trata de haber transitado experiencias de legislacin, entonces, ms que la ley importa el legislar. La ley simblica nos retrotrae a un espacio legislativo primordial. Ah se encuentra un mandamiento extrao: para que halla ley, legislaras. No resulta un hombre legislado, sino legislador Lewkowicz (2004: 202)

En condiciones de dispersin y fluidez, algo se puede configurar, y esa configuracin, como acto inaugural, posee un sentido, una direccionalidad. Esta configuracin constituye una operacin que vincula a los participantes, sin embargo la figura representante de tal operacin constituye la inestable regla del vnculo configurante, en la contingencia no permanece pero persevera.

No basta entonces, con la voluntad del acto configurante, sino que se precisa el compromiso de los configurados en la actividad.

Sin norma, sin posibilidad de regla social, la ley simblica ya no se nos presenta como la condicin estructural a priori de la experiencia humana, sino se nos insina como la contingencia de una actividad configurante tambin a sus ves contingente y de una humanidad situacional.

Las prcticas productoras de subjetividad son prcticas que instauran operaciones en los cuerpos. (Foucault: 1988) El proceso de estandarizacin que estas sufren, dan lugar poco a poco, a lo que llamamos dispositivos productores de subjetividad o instituciones. La existencia de estos dispositivos exige una serie de operaciones para habitarlos y transitarlos. Pero si bien la produccin de subjetividad de estos dispositivos instaura y modela los cuerpos, tambin generan una serie de efectos no esperados, invisibles desde las formas de entender pertenecientes a la misma lgica que los produce. Este plus de lo instituido que no resulta ser asimilable por lo instituido mismo, es lo que Lewkovicz (2001) llama envs subjetivo.

Este concepto nos permite apartarnos de las miradas esencialistas que entienden la necesidad de una instancia autnoma e independiente, voluntaria capaz de engendrar los cambios en el lazo social. Es justamente lo contrario, es desde ese envs de la subjetividad instituida, que se construye la operacin capaz de alterar la subjetividad y el lazo instituido. Esta concepcin abre las puertas para pensar nuevas maneras de hacer trabajo social y de entender la dimensin tico-poltica de nuestra profesin. Entender lo tico-poltico vinculado a las estrategias de subjetivacin, como operacin crtica sobre la subjetividad instituida, nos permite entender la intervencin como una operacin sobre una serie de operaciones instituidas, pero en clave de autonoma.

La ligadura perdida, lo uno, la fragmentacin de lo articulado, son el escenario donde se construye la subjetividad contempornea. El desgarro como efecto de una lgica cuya temporalidad es la velocidad, la sustitucin, la inmediatez., es una destitucin de consistencias y una desligadura de anudamientos simblicos. As sin centro institucional que organice la vida social, el desgarro y la fragmentacin se transforman en lo cotidiano.

Si ya las instituciones no producen solamente alienacin y represin (como anteriormente las instituciones de la disciplina), sino que sus intervenciones estn marcada por la ausencia de ley en condiciones de mercado, las estrategias de intervencin deberan orientarse a la transformacin de los fragmentos, espacios desreglados, en situaciones habitables, con sus propias reglas construidas autnomamente. Se trata entonces de producir ligaduras en tiempos de destitucin.

De esta manera, no estar sometido a los tiempos del mercado, implica otra manera de construir subjetividad. Llamaremos habitar, a la prctica subjetiva de un campo autnomo, respecto a las formas dominantes. Este habitar necesita de una serie de operaciones del pensamiento capaces de suspender en una situacin, las prescripciones de la lgica en cuestin, las operaciones de la subjetividad dominante. Es necesario que el dispositivo de intervencin pueda desacelerar la velocidad del mercado y albergar otra temporalidad, producir un tiempo capaz de habitar la retencin de aquello que se presente.

La operacin mercantil, al parecer, no necesita de la normalizacin de los agentes. La conciencia ha dejado de ser el objeto preciado de las estrategias de dominacin. Es mas, parecera que la conciencia es libre terreno de la subjetividad consumidora, amenazndola entonces de inutibilidad. La libertad ha devenido en oferta del mercado (Grupo 12: 1999). As las cosas el procedimiento actual de dominacin no es el disciplinamiento normalizador de las conductas, sino est centrado en estrategias de fragmentacin y construccin de heterogeneidades. De esta manera lo especfico del padecer en las condiciones contemporneas se relacionan con la inseguridad, la desproteccin y la incertidumbre. (Zygmunt Bauman, 2003)

Las intervenciones sociales hoy.

Es a partir de estas consideraciones que pensamos que las estrategias de intervencin, en las actuales condiciones debern estar dirigidas, mas a la produccin de situaciones habitables de composicin del lazo social, que a la ruptura de un sentido alienante. La intervencin, en este escenario tendr que ver con espacios productores de subjetividad en relacin a la situacin actual. La intervencin en lo social, en condiciones de mercado, consistira en la produccin situacional de subjetividad, en la produccin local de espacios habitables. Habr que convertir los procesos heredados, en estrategias para producir ligaduras en tiempo de destitucin.

Coincidimos con Carballeda (2002) cuando nos plantea lo solidario, lo histrico y lo ldico expresivo, como estrategias para direccionar los procesos de intervencin en lo social. Segn el autor que mientras el eje de lo solidario nos permite acceder a las formas constitutivas del espacio comunitario en trminos de reciprocidades e intercambios, lo que implica entender nuestras intervenciones como dispositivos de construccin de solidaridades en una trama social fragmentada y con tendencias al individualismo, la dimensin de lo histrico nos permite acceder a los procesos organizativos locales, descubriendo potencialidades de organizacin y ubicando la historia de los sujetos en una lnea de revalorizacin de lo propio.

Por otra parte el eje de lo ldico expresivo al fundar un ordenamiento nuevo, en tanto reglas del jugar, implica desarrollar actitudes y conductas diferentes a las cotidianas como maneras de relacin.

Es decir, significa generar nuevas preguntas, inquietudes y formas de relacionarnos con los otros, lo que podra posibilitar aumentar confianzas en las propias capacidades y construir lazo social donde haba dispersin mercantil. Lo creativo aparece como sustento de construccin de identidad y fortalecimiento de un sujeto capaz de desarrollar estrategias de subjetivacin..

Se trata entonces, de crear espacios de encuentro posibilitando la toma de decisiones de manera participativa fortaleciendo las distintas redes de solidaridad. Ello implica que los actores sociales puedan convertirse en un factor de presin hacia las instancias direccionadoras de la sociedad, presin tendiente a hacer que la convivencia social se logre de manera cada vez ms incluyente.

Pensamos que de esta manera, estamos rescatando la dimensin de lo poltico en el marco de nuestras intervenciones, al referirnos a la textura misma de la conflictividad que adquiere la cuestin social cuando se encarna en la vida cotidiana de los sujetos. Este es el lugar donde se explicitan las trayectorias que llevan a la pobreza, a la desocupacin, a la marginalizacin y a la exclusin; y que se manifiestan como demandas individuales y autnomas de sus relaciones mutuas. Dichas trayectorias, por otro lado posibilitan comprender su complejidad, sobre todo cuando se incorporan al conocimiento la perspectiva historia y la experiencia social de los sujetos. La intervencin se ve as posibilitada de avanzar en la construccin de lazos significativos que atraviesan a los diferentes grupos y desde ah desarrollar estrategias en vas de desarticular los discursos estigmatizantes, rotuladores y naturalizados acerca de los problemas sociales.

Para Carballeda (2002) la intervencin implica necesariamente una articulacin entre subjetividad y procesos colectivos. El horizonte entonces aparece como aquel ligado a la problemtica de la integracin, siendo accesible esta desde la interpretacin del acontecer. La intervencin expresa la necesidad de una construccin o modalidad discursiva diferente, determinada por el sujeto, por su singularidad, donde pueda darse una reconstruccin de aquello construido como hegemnico desde las operatorias del mercado. La intervencin debe centrarse entonces, en los procesos o fenmenos de fragmentacin, a partir de sus manifestaciones en lo local, intentando construir situaciones que permitan ligar aquello que las condiciones del mercado fragmentaron. Siguiendo a Carballeda (2002) la intervencin se relaciona entonces con una serie de elementos integradores, organizadores y simblicos, estos puestos en la construccin identitaria, en espacios microsociales o situacionales. Esta mirada nos acerca hacia modalidades de intervencin singulares, con un sentido marcado hacia la integracin, la construccin situacional y la identidad.

Sintetizando, creemos que las estrategias de intervencin en los tiempos de fluidez neoliberal requieren de un tipo de operaciones, que no partan de las regulaciones estatales, sino de las destituciones mercantiles. Es decir, no es preciso poner el acento en romper, desligar, subvertir, sino por el contrario en ligar, afirmar y sostener, donde el desacelerar, el habitar y el suspender aparecen como estrategias de subjetivacin que trabajan sobre los fragmentos y las identidades fragmentadas.

As, el pensamiento crtico, si quiere ser crtico en las actuales condiciones, necesita cambiar de estatuto. Es necesario redefinir el procedimiento de dominacin especfico en la contemporaneidad y el objeto de la crtica. Es decir no se trata de un abandono, desercin poltica, o renuncia a la intervencin transformadora, sino una apuesta tico poltica que consiste en desarrollar estrategias de intervencin a partir no del poder de hacer, donde ejercemos la dominacin objetiva, sino el poder de hacer hacer, como capacidad de intervenir en la constitucin de la subjetividad.

Pero Cmo construimos un fragmento en una situacin?

Si ante la destitucin estatal, lo que predominan son fragmentos hurfanos de sentido, podemos definir a los mismos, como aquello que queda, lo que se desprende sin pretensin de institucin. La estrategia de construccin de la situacin estar vinculada entonces a la invencin de una lgica asentada en un espacio/tiempo situacional autnomo. Es decir producir una suerte de demarcacin sin marcas instituidas y al mismo tiempo la creacin de una subjetividad capaz de habitar ese espacio/tiempo.

Esta apuesta terico-metodolgica implica algunas estrategias centrales como ser el habitar, como la determinacin de ese espacio tiempo donde se constituye el habitante. El punto de partida, as, no sern los lugares instituidos, sino los fragmentos destituidos. Por otra parte es necesario que estas estrategias se asienten en prcticas de desaceleracin, es decir prcticas que permitan marcar un tiempo y espacio en el terreno mercantil, dominado por la velocidad y la aceleracin que permita construir pausas para el pensamiento.

Por ltimo la condicin voltil del pensamiento en tiempos de fluidez, hace necesario otros procederes. Se necesita albergar operaciones que constituyan pensamiento con capacidad de suspender las operaciones que impiden su presentacin, y permitan construir otra subjetividad. Es decir, en estos tiempos de hegemona mercantil, el desafo tico poltico para nuestras intervenciones, lo constituye quizs, la generacin de espacios microsociales, comunidades polticas democrticas, donde puedan constituirse sujetos autnomos.

Y en estas condiciones de la democracia moderna: Cmo concebir la naturaleza de lo comunitario poltico?

Una de las claves a que refiere Chantal Mouffe (1999) es a la articulacin entre derechos individuales y participacin poltica del ciudadano. Desde su proyecto de democracia plural y radical se plantea la necesidad de establecer una cadena de equivalencias entre las diferentes luchas democrticas (trabajadores, mujeres, homosexuales, desocupados, indgenas, nios).

El sujeto no posee una identidad a priori, sino que lo constituyen las prcticas y discursos del mundo social. Solo en el contexto de una tradicin que deje espacio a la dimensin poltica de la existencia humana y que permita pensar la ciudadana de otra manera que como simple posesin de los derechos, podrn explicarse los valores democrticos (Chantal Mouffe, 1999:56)

Tomando a Walzer (1997), si la igualdad es el objetivo central de la poltica, como as el respeto a la libertad, tenemos como consecuencia una igualdad compleja. Dicha igualdad no es una posesin que pertenece sustancialmente a una identidad, sino que es una relacin entre personas, mediada por una serie de bienes sociales. La tarea principal de una filosofa poltica moderna y democrtica, es precisamente, la articulacin de libertad individual y libertad poltica, pues es ah donde hunde sus races la cuestin del pluralismo y la ciudadana democrtica. (Chantal Mouffe, 1999:63)

Generalmente desde las visiones liberales clsicas se identifica al pluralismo como vinculado a la neutralidad del estado, lo que lleva a transformar problemas polticos y sociales en administrativos y tcnicos, y restringir el campo de las decisiones democrticas, poniendo cada vez mas reas bajo el control de expertos neutrales.

En este sentido coincidimos con Laclau y Mouffe cuando proponen el proyecto de una democracia radical y plural que dote a la izquierda de un nuevo imaginario, que recoja la tradicin marxista, junto a las contribuciones recientes del psicoanlisis y la filosofa.

La crtica a la modernidad, centradas principalmente en las perspectivas de Heidegger y Lacan, arraigada en el incumplimiento esencial de los dos polos fundadores de la modernidad, el sujeto y el objeto, permite una deconstruccin de ambos trminos. La presunta libertad del sujeto autnomo y la supuesta objetividad de la estructura social solo estn articuladas en el espacio abierto por una brecha constitutiva de ambos polos. Al decir de Laclau "Hay sujeto porque la sustancia -la objetividad- no logra constituirse plenamente; la ubicacin del sujeto es la de una fisura en el centro mismo de la estructura. El debate tradicional sobre la relacin entre agente y estructura aparece, as, fundamentalmente desplazado: no es un problema de autonoma, de determinismo versus libre albedro, en el cual dos entidades plenamente constituidas como objetividades se delimitan mutuamente. Al contrario, el sujeto emerge como un resultado de la falta de sustancia en el proceso de su auto-constitucin".

Esto implica abonar el proyecto no realizado de la modernidad, abandonando la perspectiva epistemolgica de la ilustracin. La comprensin de lo social y lo poltico hoy, obliga a un acercamiento no esencialista y apropiarnos de la crtica filosfica al racionalismo.

Para poder pensar hoy la poltica y comprender la naturaleza de las nuevas luchas y la diversidad de las relaciones sociales que la revolucin democrtica ya ha desplegado, es indispensable desarrollar una teora del sujeto como agente descentrado, destotalizado, de un sujeto construido en el punto de interseccin de una multiplicidad de posiciones subjetivas entre las que no hay ninguna relacin a priori o necesaria y cuya articulacin es consecuencia de practicas hegemnicas. (Chantal Mouffe, 1999:31)

En consecuencia, no nos encontramos con un sujeto definitivamente establecido, ni siquiera un sujeto con caractersticas propias de una poca determinada. En nuestros das para acercarnos a lo poltico y social debemos vrnoslas con un sujeto situacional. Esta subjetividad no es el contenido variable de una estructura humana invariante, sino que interviene en la constitucin de la estructura misma. Esta subjetividad, resulta de las marcas prcticas sobre la indeterminacin de base del hombre.

El cuerpo del hombre es alumbrado en estado biolgicamente inconcluso. Esta incompletud de base exige de determinacin y significacin que, por el carcter inconcluso de eso que viene a determinar, no puede ser redundante sino instituyente. Las prcticas socialmente instituidas se disponen a determinar la subjetividad; las significaciones socialmente ofrecidas se disponen de cubrir de sentido esa subjetividad resultante.

Apertura y ambigedad en la manera de articularse las diferentes posiciones del sujeto, segn Mouffe (1999), nos plantea una novedosa manera de entender el lazo social, que ni el liberalismo con la idea de individuo que persigue su inters, ni el marxismo con su reduccin de todas las posiciones del sujeto a la clase, pueden pensar. Pensar la diferencia nos lleva a la necesidad de inventar una nueva forma de articulacin entre lo universal y lo particular.

Somos sujetos mltiples y contradictorios, habitantes de una diversidad de comunidades. (Mouffe, 1999: 42) Estas comunidades estn construidas por una variedad de discursos en la interseccin de posiciones subjetivas. Esto nos dispone a abandonar el universalismo abstracto de la ilustracin, la concepcin esencialista de la totalidad social, y el mito del sujeto unitario.

La percepcin del futuro va a ser una de las claves de explicacin de los cambios en la accin colectiva en los ltimos aos. Durante aos el futuro fue pensado como final feliz. Esta fe se baso en la supuesta existencia de saberes globales que inundaban cualquier forma de conocimiento a travs de la racionalizacin y la prediccin de situaciones. Sin embargo, estamos asistiendo al derrumbe del pensamiento que asocia necesidad histrica y cambio social. El fin de este determinismo evolucionista nos traslada a la incertidumbre pero a la vez nos abre las puertas a la creacin de un pensamiento cuyo fuerza se encuentre en la produccin situacional. Las expresiones de lucha, tal como se vienen manifestando en los ltimos aos en la Argentina, no remiten a determinadas categoras de anlisis construidas en la tradicin moderna de lectura de la historia. Parecera ser que muchas de estas organizaciones populares de enfrentamiento y resistencia, no intentan volverse poder central. Es decir no disputan lugares institucionales en la rbita del estado. El Estado se entiende entonces como un espacio para canalizar las luchas sociales, apareciendo las luchas sociales como luchas antiestatales.

En este proceso, la poltica parece haberse dividido al diferenciarse entre aquella actividad que trabaja sobre los asuntos del poder central y aquellas acciones donde las mayoras juegan su capacidad creativa de resistencia y reafirmacin de sus derechos. Se abren as, en estos espacios, posibilidades creativas significativas, al reconocer la necesidad de desvincularse de los espacios sobresaturados de representatividad, para construir en direccin a la recomposicin del lazo social, con el objetivo de producir nuevas formas de vida alternativas que permitan desarrollar procesos de ampliacin de la ciudadana.

Tarrow (1997) seala la apertura de las oportunidades polticas de los movimientos sociales a partir del reconocimiento de los diferentes alineamientos inestables en la cpula del poder, que evidencian la presencia de elites divididas y posibilitarn la relacin con aliados influyentes, fundamentalmente en el espacio del estado.

Operacin capaz de intervenir sobre la subjetividad instituida. (Lewkovicz). El papel de los intelectuales segn Foucault)

En la Argentina de a organizacin nacional (1953-1880), es muy claro ver el proyecto de invensin de una Nacin. En este proceso la oligarqua, junto con las eltes polticas y militares, apoyados por el intelectualismo positivista, producen a traves de un ideal, una serie de dispositivos institucionales y un estado nacional que como proyecto dura alrededor de 50 aos.

Es decir, la potestad, facultad y legitimidad.

Si intentamos situarnos en un espacio de resistencia a la lgica mercantil, es interesante ver la perspectiva inaugurada por Deleuze y Guattari, en el Antiedipo, donde diferencia lo molar de lo molecualr. Lo molar como aquello comprendido por las identidades instituidas. En cambio si hablamos de un sujeto escindido, que atraviesa distintas posiciones con las cuales se identifica momentneamente, ponemos en evidencia las situaciones moleculares, las resistencias a las formas hegemnicas, que posibilitan un devenir minoritario en acuerdo con una lgica plural no liberal.

Para visualizar la posicin filosfica de un sujeto no esencial, sirve la ocurrencia de Michael Foucault en la introduccin de La Arqueologa del saber: No me pregunten quien soy, ni me pidan que permanezca invariable: es una moral de estado civil que rige nuestra documentacin. Que nos dejen en paz cuando se trata de escribir.