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Incendios Forestales: Mitos y Realidades 1 de 21 C/ Cristóbal Bordiú 19-21 28003 Madrid, Spain - Tel.: +34 91 534 60 05 - www.ingenierosdemontes.org Política Forestal e Incendios Forestales: “Mitos y Tópicos” José Carlos del Álamo Jiménez Decano del Colegio de Ingenieros de Montes Presidente de Tecnoma, S.A. Club Español del Medio Ambiente 12 de diciembre de 2012 Índice Pág. Introducción ............................................................................................................................. 2 La ceremonia de la confusión .................................................................................................. 5 Mitos y tópicos de los incendios forestales .............................................................................. 7 El incendio del bosque y el incendio del monte ....................................................................... 7 Política Forestal e Incendios Forestales .................................................................................. 8 Las especies autóctonas y las especies exóticas .................................................................. 11 Las industrias forestales y la madera quemada..................................................................... 13 Las causas especulativas. Cambio de uso forestal ............................................................... 13 La Prevención como paradigma contra los Incendios Forestales.......................................... 14 Realidades de los Incendios Forestales ................................................................................ 17 Conclusiones ......................................................................................................................... 19

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    Política Forestal e Incendios Forestales: “Mitos y Tópicos”

    José Carlos del Álamo Jiménez

    Decano del Colegio de Ingenieros de Montes Presidente de Tecnoma, S.A.

    Club Español del Medio Ambiente

    12 de diciembre de 2012

    Índice

    Pág. Introducción ............................................................................................................................. 2 

    La ceremonia de la confusión .................................................................................................. 5 

    Mitos y tópicos de los incendios forestales .............................................................................. 7 

    El incendio del bosque y el incendio del monte ....................................................................... 7 

    Política Forestal e Incendios Forestales .................................................................................. 8 

    Las especies autóctonas y las especies exóticas .................................................................. 11 

    Las industrias forestales y la madera quemada ..................................................................... 13 

    Las causas especulativas. Cambio de uso forestal ............................................................... 13 

    La Prevención como paradigma contra los Incendios Forestales .......................................... 14 

    Realidades de los Incendios Forestales ................................................................................ 17 

    Conclusiones ......................................................................................................................... 19 

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    Política Forestal e Incendios Forestales: Mitos y Tópicos José Carlos del Álamo Jiménez Decano del Colegio de Ingenieros de Montes Presidente de Tecnoma, S.A.

    Introducción

    La política forestal la componen el conjunto de objetivos, acciones y medios que en un plazo determinado, trata de fomentar la conservación del monte como medio natural, el aprovechamiento, comercialización y transformación industrial de sus productos, la investigación y desarrollo de técnicas de gestión, el uso público de los servicios ambientales del monte, la formación de profesionales y la cultura forestal que debe poseer la sociedad.

    La política forestal se articula a través de la normativa legal y de las estrategias y planes que contienen los aspectos citados anteriormente.

    Con nuestro ordenamiento político administrativo, el Estado es el que tiene la competencia en la legislación básica sobre montes, aprovechamientos forestales y vías pecuarias y las CCAA competencias sobre normas adicionales y la gestión de los montes y aprovechamientos forestales.

    Los incendios forestales constituyen una materia, que por su naturaleza no afecta sólo a los montes, sino que tiene efectos sobre las personas y los bienes, creando situaciones de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública, razón por la que su enfoque jurídico, al menos desde la Ley de Incendios Forestales de 1968 es el de problema de orden público y adjudicaba las competencias de incendios a las autoridades gubernativas.

    Hoy en día, se mantienen los incendios forestales en el ámbito de la Protección Civil, en su legislación, y en concreto en la vigente Directriz Básica de Planificación de Protección Civil de Emergencias por Incendios Forestales, del año 1993.

    La competencia en materia de Protección Civil corresponde a la Administración Civil del Estado y, en los términos establecidos en la Ley, a las restantes Administraciones Públicas

    De hecho en 1982, ya en período constitucional, antes de las transferencias en materia de conservación de la naturaleza a la mayor parte de las C.C.A.A., el Ministerio del Interior aprobó El Plan Básico de Lucha Contra Incendios Forestales y normas complementarias y denominado Plan INFO-82.

    La Directriz Básica del 93, reconoce que “Las Comunidades Autónomas, ejerciendo las funciones en materia de conservación de la naturaleza que les fueron transferidas, han realizado los Planes INFO correspondientes a su ámbito territorial.

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    Esta planificación se ha llevado a cabo siguiendo en líneas generales las pautas marcadas en el Plan INFO-82 y en la legislación específica de incendios forestales. Adaptándolo en cada caso a la diferente organización que adoptó cada Comunidad.”

    Nos encontramos con una materia, que tiene al menos dos enfoques el de Protección Civil y el Forestal, además de otros aspectos colaterales, como su tratamiento en el Código Penal.

    En consecuencia, la situación competencial hoy sigue siendo confusa, algo menos que antes de la publicación de la nueva Ley de Montes de 2003, pero todavía no queda bien definido cómo se declaran los distintos niveles de emergencia, en función de los cuales se incorporan medios estatales e incluso puede tomar la dirección del incendio el Ministerio del Interior, cuando la gravedad del mismo hace que se declare de interés nacional y lo vemos con frecuencia con episodios de descoordinación, solapes y responsabilidades difusas, repartidas en las distintas fases de la defensa contra incendios forestales.

    La Ley de Montes de 2003, en su Artículo 43, “Defensa contra incendios forestales”, dice que “Corresponde a las Administraciones públicas competentes la responsabilidad de la organización de la defensa contra los incendios forestales. A tal fin, deberán adoptar, de modo coordinado, medidas conducentes a la prevención, detección y extinción de los incendios forestales, cualquiera que sea la titularidad de los montes.

    Y en el artículo 44, “Prevención de los incendios forestales”:

    1. La Administración General del Estado y las comunidades autónomas organizarán coordinadamente programas específicos de prevención de incendios forestales basados en investigaciones sobre su causalidad y, en particular, sobre las motivaciones que puedan ocasionar intencionalidad en su origen.

    2. Asimismo, las Administraciones públicas desarrollarán programas de concienciación y sensibilización para la prevención de incendios forestales, fomentando la participación social y favoreciendo la corresponsabilidad de la población en la protección del monte.

    3. Las comunidades autónomas regularán en montes y áreas colindantes el ejercicio de todas aquellas actividades que puedan dar lugar a riesgo de incendio, y establecerán normas de seguridad aplicables a las urbanizaciones, otras edificaciones, obras, instalaciones eléctricas e infraestructuras de transporte en terrenos forestales y sus inmediaciones, que puedan implicar peligro de incendios o ser afectadas por estos. Asimismo, podrán establecer limitaciones al tránsito por los montes, llegando a suprimirlo cuando el peligro de incendios lo haga necesario.

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    4. Las Fuerzas y los Cuerpos de Seguridad del Estado, así como las instituciones autonómicas y locales, cada uno de conformidad con su normativa reguladora y en el ejercicio de sus competencias y, en su caso, de conformidad con la planificación en materia de protección civil, intervendrán en la prevención de los incendios forestales mediante vigilancia disuasoria e investigación específica de las causas y en la movilización de personal y medios para la extinción.

    5. Las Administraciones públicas podrán regular la constitución de grupos de voluntarios para colaborar en la prevención y extinción y cuidarán de la formación de las personas seleccionadas para desarrollar estas tareas. Igualmente fomentarán las agrupaciones de propietarios de montes y demás personas o entidades interesadas en la conservación de los montes y su defensa contra los incendios.

    En el año 2005 se crea la Unidad Militar de Emergencias, con capacidad de intervención en extinción de incendios forestales, que actúa en el marco de la legislación de Protección Civil y de la Defensa Nacional.

    Vemos que hay competencias concurrentes basadas en títulos competenciales que corresponden a varias administraciones públicas y a su vez a varios departamentos, porque la materia de incendios forestales no se limita a la extinción de los mismos, sino que tiene facetas y cuestiones que son de ámbitos diferentes.

    Para finalizar este rápido repaso por las cuestiones legales y competenciales, diremos también cómo en el Código Penal, los incendios forestales, están incluidos en el Título XVII DE LOS DELITOS CONTRA LA SEGURIDAD COLECTIVA y no en el Título XVI DE LOS DELITOS RELATIVOS A LA ORDENACIÓN DEL TERRITORIO Y EL URBANISMO, LA PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO HISTÓRICO Y EL MEDIO AMBIENTE.

    Así que, distintos estamentos públicos van a tratar esta cuestión con enfoques diferentes en función de sus competencias y responsabilidades y a su vez, en los tres niveles de las administraciones públicas españolas: estatal, autonómica y local.

    Coordinar todas estas funciones y competencias resulta muy difícil pues los gestores forestales tiene su enfoque, los de protección civil el suyo, los alcaldes, el ejército, las fuerzas y cuerpos de seguridad y responsables de orden público el propio y los jueces y fiscales que juzgan e instruyen diligencias frente a los delitos, buscan las pruebas que les tienen que proporcionar los anteriores.

    Los vínculos entre política forestal e incendios forestales son importantes en el sentido de que una buena política forestal va a hacer el monte rentable y atractivo para sus titulares y para la sociedad y por tanto va a reforzar las garantías de seguridad y la disminución de riesgos que en sentido contrario supone su abandono, pero como veremos luego al hablar de causalidad de los incendios, la

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    política forestal no tiene efectos directos sobre la aparición de incendios, salvo en el porcentaje de causas que fueran estrictamente forestales, que son pocas o ninguna como demuestran las estadísticas oficiales a lo largo de los años.

    Cosa también distinta, es cómo una buena política forestal, a través de una correcta gestión del monte, sí que influye en la capacidad de control y extinción de los incendios y en la disminución de su tamaño y por tanto de sus efectos.

    Podemos concluir, que una buena Política Forestal es preventiva y una ausente o mala Política Forestal ayuda a la propagación del incendio, pero normalmente, no a su aparición.

    La ceremonia de la confusión

    Los incendios forestales desde hace unos años, han irrumpido con fuerza en el campo de la comunicación social y han llegado a la opinión pública con las ventajas e inconvenientes de la información que se recibe a través de los medios de comunicación.

    La espectacularidad de las imágenes, el debate y la controversia política y ambiental, han colocado a este fenómeno en un contexto de difícil interpretación y análisis como problema complejo, que contiene componentes diversas: aspectos forestales, ecológicos, sociales, económicos, políticos, legales y culturales.

    Han entrado en el campo mediático, pero sin una base de conocimiento y en una sociedad que carece de la cultura forestal necesaria para entender la validez de los mensajes que se lanzan, frente a la rotundidad y convicción que aparentan los que los transmiten.

    Si además le añadimos los factores de riesgo y los daños al medio ambiente, a las personas y a sus bienes, comprenderán Vds., que estamos ante un asunto que mezcla emociones, miedos, búsqueda de responsables, exigencia de responsabilidades políticas, penales, civiles, opiniones controvertidas que hacen difícil su análisis y solución, como todo aquello que supone complejidad, tanto en su estructura, como en su representación social.

    Para explicar la aparición de los incendios forestales, sus causas y sus efectos, no podemos simplificar como se ha venido haciendo tradicionalmente desde grupos con intereses en explicar la aparición de incendios coincidentes con sus objetivos y fines.

    Por una parte, el monte es un territorio que refleja como paisaje, una combinación de las fuerzas de la naturaleza y de la propia acción humana a lo largo del tiempo y es un indicador de la organización histórica del espacio productivo, que sufre una transformación espectacular con los cambios, primero de la sociedad industrial y después en la post-industrial y en concreto en nuestro país, estos cambios quedan

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    muy bien reflejados con el éxodo rural, la regresión ganadera, la llegada de los combustibles fósiles a los hogares, la escasa rentabilidad de la madera y una nueva afición social por el consumo de naturaleza, pero sin el conocimiento adecuado de su funcionamiento.

    Los montes pierden su función productiva convencional, pierden su rentabilidad, pierden en definitiva su estructura organizativa en el espacio de la sociedad industrial avanzada y quedan en un estado de abandono que llega a veces en muchas partes de España al desconocimiento de la titularidad forestal, al que no es ajeno desde luego el minifundio de la propiedad, que impide o mejor, dificulta, una gestión adecuada del espacio forestal compuesto por infinidad de parcelas de montes de distintos propietarios y titulares.

    La crisis se produce primero por esa dificultad, incluso incapacidad, para gestionar y organizar el “abandono del monte”, en su concepción tradicional. Es decir por no gestionar el cambio de las nuevas funciones del monte.

    Frente al abandono de los usos tradicionales del monte, surgen los nuevos consumos no materialistas. La sociedad post-industrial, la sociedad avanzada, la sociedad urbano-industrial demanda un consumo del bosque como un bien inmaterial y este nuevo uso entra a su vez en conflicto, con el por otra parte, cada vez menor, aprovechamiento forestal para obtener materias primas de interés económico o industrial.

    La máxima representación, que les pongo como ejemplo de esta situación, es la crítica radical por los nuevos consumidores de bienes ambientales a la plantación de especies de crecimiento rápido: el eucalipto y alguna especie de pino en la Cordillera Cantábrica. Esta crítica no se extiende a las plantaciones de maíz, patata, tomate, a los cultivos intensivos o la introducción de razas ganaderas exóticas.

    El monte se incorpora también a la dialéctica capitalismo-ecologismo, en función de las nuevas demandas sociales de consumo público de naturaleza, de uso socio recreativo o de los criterios ultra conservacionistas, que con más carga valorativa que fundamentos científico-técnicos, han tratado de construir una representación simbólica del monte que con bastante éxito, han asumido los medios de comunicación, trasladando a la opinión pública ideas y conceptos muy alejados de la realidad forestal y más próximos a las películas de Walt Disney, los cuentos infantiles o los dibujos animados.

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    Mitos y tópicos de los incendios forestales

    El incendio del bosque y el incendio del monte

    ¿Incendios forestales, incendios de bosques o incendios de montes?

    Como es conocido en España, la palabra “monte” está definida en el Diccionario de la Real Academia, entre otras acepciones como: “Tierra inculta cubierta de árboles, arbustos o matas”.

    El mismo Diccionario define el “bosque” como “sitio poblado de árboles y matas”.

    Por último “forestal” lo define como “perteneciente o relativo a los bosques y a los aprovechamientos de leñas, pastos, etc.”.

    La Ley de Montes de 2003 tiene su propia definición y dice que forestal es todo aquello relativo a los montes.

    El término “incendio forestal” en su definición legal actual en la nueva Ley de Montes: “es el fuego que se extiende sin control sobre combustibles forestales situados en el monte”.

    Pero estos combustibles no tienen porqué ser bosques o especies de árboles.

    Por tanto sería más correcto hablar de “Incendios de Monte” que de “Incendios Forestales”, porque con mucha frecuencia lo que llamamos “incendios forestales” no afecta a los bosques, sino al matorral, eriales y pastos; en general según las series de datos de incendios forestales del Ministerio de medio Ambiente, de media se puede estimar que no llega al 30% la superficie arbolada afectada por los incendios, frente a un 70% de afección de matorrales, pastos y otros.

    Lógicamente este porcentaje es variable entre unos años y otros y entre Comunidades Autónomas; pero comparando la distribución superficial del arbolado y no arbolado que proporciona el Inventario Forestal, de los 28,4 millones de has de superficie forestal española 18,4 millones están arboladas y 9,4 millones desarboladas, lo que representa aproximadamente un 65 y un 41 % respectivamente, que nos indica que se quema matorral o superficie no arbolada en mayor proporción, que el arbolado, es decir hay más incendios de “monte” que de bosques o forestales en la acepción de la Real Academia de la Lengua.

    Esta misma idea la ratifica los resultados del 3er Inventario Forestal Nacional donde, en 10 años que es el período entre inventarios, aparecen incrementos de un 30% de la superficie arbolada, cuando a menudo la creencia en la opinión pública es que por culpa de los incendios forestales en España cada vez hay menos bosques, cuando es al contrario, el bosque avanza.

    ¿Alguien piensa o se imagina que cuando se habla de incendios forestales se pueda hacer referencia a la quema de pastos, eriales e incluso matorrales? Lo normal, cuando se escucha o leen noticias sobre incendios forestales es pensar o creer, que se están quemando árboles y bosques, no otro tipo de vegetación.

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    Pues sepan Vds. que cuando las estadísticas o informes hablan de incendios forestales, no están refiriéndose necesariamente a incendios de bosques o a incendios de árboles.

    Esta es una cuestión básica o previa ante la opinión pública. En España, incendio forestal, no es sinónimo de de incendios de bosques, de pérdida de arbolado o de pérdida de bosques.

    En muchas zonas de España la vegetación natural ha colonizado y continúa colonizando las tierras que en su día ocupaban los cultivos, las praderas y los pastizales.

    En algunos lugares con velocidad inusitada. En la cornisa cantábrica al día siguiente de abandonarse un cultivo se ha instalado un matorral, que por otra parte, al cabo de muy poco tiempo da la impresión de que ha estado allí toda la vida.

    Es tal la fuerza de la vegetación natural, que muchas veces se recurre al fuego para eliminar una cubierta vegetal que impide el tránsito por las fincas, cierra los caminos y llega a perderse incluso el límite y localización de las propiedades.

    Los solares de muchos municipios, suelo urbanizable, están cubiertos de vegetación pero no son montes.

    ¿Su quema es un incendio forestal? Claramente son incendios urbanos si están en este tipo de suelos o agrarios si son tierras de cultivo similares a la quema de rastrojos o restos agrícolas, que no afectan al bosque. Sin embargo en la estadística oficial, sí aparecen como incendios forestales.

    Sería necesario un cambio en la denominación y clasificación de estos incendios quizás por quemas, pero razones de controversia política impiden su una racionalización, pues puede parecer que el que gobierna, sea en un lugar u otro, pretende mejorar los resultados de gestión, modificando los criterios de elaboración estadística.

    Cuantas veces los vecinos de pueblos y aldeas en Galicia no entendían que los Servicios de Defensa Contra Incendios apagaran el fuego en esos lugares que no consideraban forestal, que sin embargo les facilitaba el aprovechamiento ganadero, también a veces la caza o el ahuyentar al lobo o al jabalí que consideran dañinos.

    Política Forestal e Incendios Forestales

    “La culpa de los incendios forestales es de la Política Forestal”. Este otro sambenito que le han querido colocar a la Política Forestal, llega al extremo de culpar a las políticas forestales de los incendios, cuando en mi opinión, durante muchos años, no ha habido Política Forestal en España.

    En España, a partir de la creación del Ministerio de Medio Ambiente en 1996, se sientan las bases de una nueva política forestal con una Estrategia Forestal

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    Española en 1999, un Plan Forestal Español en 2002 y una Ley de Montes en 2003.

    Lo cierto es que desde la aprobación del Plan Forestal Español de 2002, éste apenas se ha desarrollado. En la AGE de 2004 a 2008, la política forestal desaparece y se incluye en la Dirección General de Biodiversidad. De 2008 a 2011, aparece primero en el área del Medio Rural como Dirección General de Medio Natural y Política Forestal, pasando después al área del Cambio Climático. En este momento está en el área de la Agricultura, como Dirección General de Desarrollo Rural y Política Forestal. Los montes no aparecen en los epígrafes principales de la página web del Ministerio de Agricultura y siguen dentro del título de Biodiversidad.

    Por tanto se podría acusar a las Administraciones de propiciar los incendios por carecer de políticas forestales e incluso a la Unión Europea que no tiene una Política Forestal Común, pero acusar de que la aparición de incendios es por la política forestal sencillamente no tiene consistencia, pues como ven no existe como tal.

    En España han existido Planes Nacionales de Repoblaciones, el más conocido fue el Plan General de Repoblación Forestal de España redactado por Ximénez de Embún y Ceballos en 1939, pero no han existido Planes Forestales que recogieran una acción conjunta y coordinada de los gobiernos en política forestal.

    Sí se ha identificado política forestal, con repoblaciones forestales, pero en el mejor de los casos es tomar una parte por el todo, pero eso no es acertado.

    Leyendo un artículo de hace unos años del ex conselleiro de Agricultura, Ganadería y Montes de la Xunta de Galicia, José Manuel Romay Beccaria (La Voz de Galicia, 26-V-2002), hoy Presidente del Consejo de Estado, se entiende perfectamente la relación establecida por algunos grupos entre Incendios Forestales y Política Forestal.

    “Que en Galicia la política forestal es polémica es un hecho“, comienza Romay. “Hay grupos políticos y ecológicos que con vehemencia incluso, reclaman una política radicalmente distinta de la que se practica, a la que se acusa de economicista. Tales grupos pretenden que se prohíba o limite la plantación de las especies de crecimiento rápido, sobre todo de eucalipto, a las que se consideran “depredadoras de la naturaleza”.

    Y sigue: “Naturalmente que los incendios forestales no los reivindica nadie. Si lo hicieran, las organizaciones incendiarias que pretenden el cambio de la política forestal, además de la condena moral que recibirían, aún en el anonimato, echarían por tierra su argumento. Se trata de hacer creer que hay especies que son malas y que los montes arden porque están plantados de pinos y eucaliptos. Si reivindican estos fuegos su argumento se vendría abajo. Resultaría evidente que los montes arden porque hay incendiarios y no porque estén plantados por ciertas especies”.

    Como hemos visto con anterioridad las especies forestales según sean autóctonas o no, son acusadas de producir incendios, como si los árboles ardieran solos.

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    Muchas veces hemos escuchado que había que cambiar la política forestal para evitar los incendios que es tanto como decir que alguien quema el monte porque no le gusta la política forestal y seguramente para decirlo con más claridad: no le gustan las especies que se utilizan para repoblar o no le gustan determinados tipos de bosques.

    Partiendo de la base de que el propietario o titular de un monte no lo quema, sea de la especie que sea (no parece lógico repoblar y quemar después su propio monte por culpa de la especie empleada), hay que pensar, con ese razonamiento, que alguien está quemando lo que no es suyo porque no le gusta.

    Esta vinculación de los fuegos a la especie forestal, se ha utilizado con frecuencia para justificar la aparición de los incendios en montes de coníferas y eucaliptos acusándolas de ser de más fácil combustión.

    En este sentido, al final de los años sesenta y primeros setenta del siglo pasado, en España se produce un creciente número de incendios con un incremento también en las superficies afectadas.

    Aparte del efecto estadístico, de la mejora en la recogida de datos, diversos autores Rico, Vélez, Montero de Burgos, explican como se producen incendios sobre todo en Galicia y en la cornisa Cantábrica por razones derivadas de las actuaciones de la Administración Forestal en materia de repoblaciones forestales, incluso teniendo por causa resentimientos contra la propiedad forestal y sus agentes a lo que Montero de Burgos denominaba “incendios organizados”, teniendo como causa fines políticos para producir intranquilidad social, hoy lo llamaríamos “alarma social” y fines económicos para promover la venta de material contra incendios o la venta de madera a bajo precio.

    En ese sentido corría un bulo de que tanto las repoblaciones, como los incendios beneficiaban a los Servicios Forestales y a las empresas madereras.

    El origen de la actividad incendiaria se justificaba por el resentimiento contra las repoblaciones realizadas por el Estado en antiguos terrenos de pastoreo extensivo, ya que además las repoblaciones no producían beneficios a la población, incluso generaban perjuicios como la proliferación de los lobos y otras “alimañas”:jabalíes, culebras, zorros, etc.

    Se consideraba que los montes comunales estaban siendo usurpados a los vecinos y el Servicio Forestal era un aliado del Ayuntamiento en esa usurpación.

    La ganadería y las repoblaciones forestales mantenían una rivalidad por el espacio y el fuego resolvía la competencia de usos eliminando las repoblaciones.

    Esta situación, que se dio en muchos lugares de España, a partir de la transición democrática y del desarrollo de la normativa constitucional debería de haber desaparecido al menos como argumento, pues ciertamente desaparecieron también aquellas situaciones.

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    Los montes vecinales fueron devueltos a sus comunidades, los gobiernos autonómicos con legitimidad democrática, gestionan los montes de acuerdo con las leyes y a nadie se le obliga ni a repoblar, ni muchos menos a utilizar especies forestales determinadas. Por el contrario, se han venido subvencionando con gran diferencia las especies autóctonas sobre las alóctonas o de crecimiento rápido.

    No hay en los últimos treinta años ninguna razón política para justificar los incendios forestales porque nadie, ni en terrenos públicos, ni privados impone especies forestales que no desee su legítimo propietario y sería al menos un agravio comparativo plantear restricciones a la repoblación forestal, cuando en la agricultura y la ganadería, las especies y variedades que se utilizan son también exóticas e incluso con modificaciones genéticas y consumimos todos los días con agrado, productos agrarios de ese origen.

    Por último y para abundar en la tesis de la falta de relación entre Política Forestal e Incendios Forestales, vean Uds. las motivaciones de los siniestros intencionados entre 1996 y 2004. No hay esa causa contra la política forestal, no aparece.

    Las especies autóctonas y las especies exóticas

    En la construcción social del bosque de la sociedad postindustrial, aparece el mito de lo autóctono, de lo original, de lo propio como un valor superior que hay que defender frente a la invasión de lo económico, de lo mercantil, de lo material.

    Se combina la defensa de lo local, de la identidad cultural asociada con lo autóctono, frente a lo exterior, a lo ajeno.

    Las especies forestales no han quedado excluidas de este debate, incluso del conflicto que se ha generado en torno a estas cuestiones.

    Las especies autóctonas representan lo propio, lo auténtico, la tradición. Las especies exóticas por el contrario, representan la invasión por poderes y fuerzas ajenas y lejanas del paisaje imaginario que es destruido por una “mano negra” que asalta, corrompe y aniquila los rasgos de identidad de un territorio.

    Esa “mano negra” es el instrumento de un poder no identificado, que altera los equilibrios ambientales del pasado, el paisaje primigenio. Un pasado que en muchas ocasiones fue mucho más agresivo con la naturaleza, hasta donde su fuerza lo permitía, que en la actualidad.

    También los incendios forestales eran y son provocados por esa fuerza oculta, por una “meiga” que primero había llevado a cabo repoblaciones forestales con especies exóticas de crecimiento rápido, pinos y eucaliptos y después quemaba esos mismos montes.

    El mito de las especies supone, que arden más las especies exóticas –incluidos los pinos- que las autóctonas.

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    Se piensa que las especies autóctonas de crecimiento lento son las buenas y las de crecimiento rápido son las malas. Observen Uds., que en esto de las especies, se prefiere ir despacio, lentamente, no como en el resto de los aspectos de la vida, donde queremos aprender deprisa, deprisa llegar a los sitios, ganar dinero cuanto antes..., no los árboles para ser buenos, tienen que crecer despacio.

    Pero claro apareció el primer problema con el que no contaban, los pinos en España son autóctonos, es verdad que el pino radiata no lo es, pero tenemos siete especies que sí lo son. Ante este dilema, según se va conociendo esta circunstancia, a lo que se culpa, ya no es a la especie, sino a las repoblaciones. La culpa es de la repoblación forestal. Las repoblaciones mono específicas, los mono cultivos.

    En 1993, el Senado constituyó una Ponencia en el seno de la Comisión de Agricultura y Pesca sobre Incendios Forestales.

    En sus conclusiones y recomendaciones, que tuvieron y creo que aún tienen un gran interés se manifestaba, entre otras cuestiones que:

    “La presencia de unas u otras especies arbóreas tienen menor influencia en la combustibilidad de la vegetación que la estructura espacial de ocupación del territorio. La continuidad de las acumulaciones de combustible y la pérdida de estructura tradicional en mosaico, que dificultaban la transmisión de calor y el avance del fuego, hacen más probables los incendios de gran intensidad, con mayor extensión y efectos más destructivos”.

    El profesor Juan Ruiz de la Torre, manifestaba en esa misma Ponencia durante su comparecencia en mayo de 1992: “las estadísticas según el porcentaje de superficies quemadas son sensiblemente iguales para frondosas y resinosas. Que el pino y el roble, entendiendo por roble todo lo que echa bellota: robles, castaños, hayas, se queman por el estilo. Cuando hay un incendio cualquier tipo de especie se quema”.

    Las estadísticas reflejan que el monte y desde luego el bosque arde en proporción a su extensión superficial. Digo más, en Galicia el eucalipto es la especie menos afectada por el fuego, entre otras razones porque los propietarios de montes y los silvicultores se preocupan de que no arda, de su vigilancia y de su mantenimiento.

    Me viene a la memoria lo que un alcalde de un ayuntamiento de la provincia de La Coruña comentaba al respecto, cuando se le preguntaba por qué en su pueblo en los años 80 y 90 no había incendios, cuando alrededor sí había y muchos. Él respondía: “Ós que queiman lles pagan por ferrado queimado e aquí non lles é rendable e non veñen”. Todas las noches en aquel ayuntamiento había turnos de vigilancia organizados. Muchos vecinos trabajaban en los aserraderos del ayuntamiento y el interés por defender el monte era claro y directo. El monte era fundamentalmente de eucalipto.

    Pero es que cuando los vecinos obtienen rentas, bien directas o a través de la economía y el empleo que se genera en la transformación de la madera, de las

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    setas, de la caza o del turismo vinculado al monte tampoco arden los montes, como no arden nunca muchos montes de Soria, d Madrid, Burgos, Teruel o Segovia.

    El monte rentable no arde. Rentable por interés económico o social. Esta es la clave.

    Las industrias forestales y la madera quemada

    No me voy a extender mucho en este apartado, pues, aunque durante muchos años era otro de los tópicos que se empleaba para justificar los incendios, la evidencia actual de que, tanto por una parte el monte español no se aprovecha en proporción a su posibilidad de producción -los crecimientos anuales de madera en España, son de 45 millones de metros cúbicos y de este incremento de biomasa, alrededor de la tercera parte se aprovecha mediante cortas, como la ausencia estadística de esta causa, han ido eliminando del argumentario esta motivación, que fue un mantra tradicional del discurso de algunos grupos en décadas pasadas.

    El dato de que la industria forestal española utiliza 45 millones de toneladas de madera, de las que sólo un tercio es de producción nacional y el resto es importada, nos sitúa en una situación de escasez de oferta de madera de interés comercial en España, que hace inútil la quema del monte para disponer de más materia prima. Ya sobra de por sí.

    Hace años además, que muchas industrias forestales se comprometieron a pagar igual la madera quemada que la normal, siempre y cuando pudieran utilizarla, pues en muchas aplicaciones el incendio la inutiliza y no sirve para usos industriales o de transformación.

    La pretendida relación entre los incendios y el sector de la madera no ha tenido fundamento. Es más, este sector, en algún momento vio amenazado su desarrollo y su viabilidad ante la creciente escasez de la materia prima provocada por los incendios forestales, a finales de los años ochenta.

    Las causas especulativas. Cambio de uso forestal

    Más dificultad se encuentra para entender el contenido del Artº 50 de la Ley de Montes, que se denomina: “Mantenimiento y restauración del carácter forestal de los terrenos incendiados”, en lo referente a la prohibición de: - “Cambio de uso forestal al menos durante 30 años y de: - “Toda actividad incompatible con la regeneración de la cubierta vegetal durante el período que determine la legislación autonómica”.

    Después en el punto 2 de este artículo, la Ley se remite a la Comunidad Autónoma para fijar las medidas de “retirada de la madera quemada y a la restauración de la cubierta vegetal afectada por los incendios, que en todo caso, incluirán el

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    acotamiento temporal de aquellos aprovechamientos o actividades incompatibles con su regeneración y, en particular el pastoreo, por un plazo que deberá ser superior a un año, salvo levantamiento del acotado por autorización expresa de dicho órgano”.

    Parece entenderse que los aprovechamientos o actividades incompatibles con la regeneración de la cubierta vegetal, en particular el pastoreo, estarán acotados temporalmente, salvo levantamiento del acotado por autorización que es lo que suele pasar habitualmente. Esto queda muy claro ¡se prohíbe pero se autoriza levantar la prohibición!

    Este artículo en su conjunto es realmente interesante. Si quemas un monte consigues que el terreno siga siendo forestal durante al menos treinta años ¿Es un premio o un castigo? Si alguien no quiere que su vecino construya una casa en el rural le quema el monte y siempre y cuando no le detengan y condenen por ello, no pasa nada, el vecino se queda sin casa y sin monte durante treinta años.

    Por el contrario si te ves afectado por un incendio que se inicia fuera de tu monte, pero que termina propagándose y alcanzándolo sin ser responsable te ves perjudicado por algo ajeno a tu voluntad. La carga demagógica de este precepto es altísima y desde luego como indican las estadísticas, desde su entrada en vigor no ha servido para nada.

    Se ha establecido un juicio de intenciones sin base, hacia una motivación de una acción incendiaria, que al parecer no tiene ninguna importancia en los porcentajes de motivaciones de los siniestros intencionados. Por el contrario se puede estar abriendo paso a un fenómeno no deseado, dada la alta intencionalidad existente y el elevado grado de impunidad con el que actúan los incendiarios.

    Con esta norma legal no se puede cambiar un uso, el forestal, que muchos ayuntamientos no tienen recogido como tal en el planeamiento, ya que se habla de suelo agrario, agrícola, rural y no siempre forestal.

    Por otra parte actividades probadas de causa de incendios como las quemas agrícolas no tienen ese tratamiento. Si se reconoce la quema de rastrojos, restos de cosechas o la quema de pastos como causa de incendios forestales, habría que prohibir también la agricultura o la ganadería en esos suelos donde se han producido incendios.

    Cosa distinta es si se prueba que se ha provocado el incendio por el titular del monte con el fin de cambiar o alterar el uso, pero mientras no se demuestre lo contrario, el titular es inocente y no debe de pagar las culpas de otros.

    La Prevención como paradigma contra los Incendios Forestales

    La prevención es un axioma que como bálsamo de Fierabrás se utiliza para resolver cualquier problema, incluido el de los incendios forestales. Ciertamente

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    nadie se puede situar en contra de la adopción de medidas preventivas, pero de ahí a pensar que la prevención nos va a librar de los incendios es una utopía.

    La prevención es un conjunto de acciones destinadas a evitar daños que se pueden generar ante cualquier suceso. La prevención de incendios forestales sería la acción o conjunto de acciones dirigidas a evitar su aparición.

    Los riesgos de incendios son la antesala de su aparición. La situación de riesgo conlleva una probabilidad de que se produzca un incendio. Disminuir el riesgo de incendios es hacer prevención.

    Pero después de la aparición del incendio y en función de una serie de circunstancias, la propagación y la cuantía de los daños que se pueden producir son muy diferentes.

    Es decir una cosa es la aparición del siniestro y otra sus consecuencias que no están preestablecidas.

    Por ello hay que distinguir dos momentos claros y diferentes:

    - La aparición del incendio.

    - La propagación y los daños que se producen.

    La aparición del incendio, salvo el natural producido por el rayo, es por una acción humana. Por lo tanto para prevenir la aparición del incendio hay que evitar que las personas los produzcan.

    Para evitar los daños y consecuencias que las acciones incendiarias provocan, hay que actuar sobre el fuego cuando comienza, evitando su propagación.

    En una palabra, desde el punto de vista de la evitación de los efectos de los incendios hay que evitar conjuntamente su aparición y su propagación.

    Tradicionalmente los manuales y los planes de defensa contra incendios forestales separan la fase de prevención de la de extinción, que son cuestiones muchas veces solapadas.

    Un extintor en casa, en el garaje o en el coche ¿es prevención o es extinción? No se pueden contraponer como se escucha con frecuencia: ¡más gastos a prevención y menos a extinción!

    La prevención no evita la aparición de los incendios y la extinción sí previene daños mayores.

    Salvo que desaparezca el combustible o biomasa forestal del monte, siempre va a existir el riesgo de incendio mientras quede monte, incluso después de los tratamientos preventivos o “limpieza del monte”, concepto este que personalmente no me gusta, pues no expresa nada forestal.

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    Los sistemas de extinción son también prevención, en tanto en cuanto hacen posible que los efectos de los incendios sean mínimos y por tanto evitar riesgos de daños mayores.

    Esto ha hecho por ejemplo, que se reduzcan a conatos el 60% de los fuegos que aparecen, que de otra manera hubiesen sido incendios y por tanto se reduzcan también, las superficies afectadas y los riesgos para bienes y personas.

    La culpa es del monte que está sucio.

    Ocurre que normalmente se culpa al monte de los incendios - para ser más exactos se culpa a las autoridades responsables de los montes, menos a los propietarios que gozan de más comprensión – y se dice que el monte está sucio, que los incendios se apagan en invierno y otra serie de comentarios como si los montes ardieran solos o por propia voluntad. Arden en verano, en invierno y cuando pueden arder y arden porque les plantan fuego.

    Recordemos de nuevo, que salvo los producidos por el rayo, porcentaje que no pasa del 5%, todos los incendios son provocados por las personas de una u otra manera. El factor humano es el responsable del 95% de los incendios y por tanto son evitables.

    Así, la prevención con mayúsculas – LA PREVENCIÓN REAL -, debe de ir dirigida a evitar que las personas provoquen incendios forestales, sea por las causas y motivaciones que sean, porque una vez que se produce el incendio hay que extinguirlo, hacen falta medios de extinción y como manifestaba antes, la disponibilidad de medios de extinción, sean cortafuegos o sean medios aéreos, forma parte de la prevención entendida ésta como una herramienta de disminución de los riesgos y de evitación de daños.

    El monte será siempre monte (cuando no lo sea ya no hay riesgo de incendio), sin embargo las personas que provocan incendios sí pueden dejar de quemar. Parecería más útil y rentable actuar sobre las personas con más intensidad, que sobre el monte, en un país como el nuestro donde el 95% de los incendios son producidos por la acción humana.

    Cuando se plantea evitar la aparición de los incendios hay que pensar en las personas que los provocan, en las motivaciones que les mueven a provocarlos cuando son intencionados y en las negligencias que esas personas cometen y causan el incendio.

    Esta actuación sobre las personas es común a todos los ámbitos de la evitación de situaciones de riesgo: delincuencia, violencia, drogadicción, se trata de influir en el comportamiento de las personas para que actúen correctamente y evitar situaciones de riesgo.

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    La actuación sobre el monte puede evitar la propagación del incendio en mayor o menor medida en función del cuidado y atención que reciba, pero para ello se requiere potenciar los factores socioeconómicos de su entorno que favorecen su cuidado y conservación, su rentabilidad.

    Factores de escala territorial deben de contemplar y servir para diseñar el nivel de intervención en los montes, de las medidas preventivas sobre el territorio forestal, al que no es ajeno, ni mucho menos el costo económico de los trabajos forestales.

    Cuando nos preguntamos por qué no arden determinados montes, no decimos que es porque estén “limpios” o porque tengan cortafuegos o fajas preventivas, decimos que son rentables, que están atendidos, que la gente del pueblo los vigila y que dan beneficios que se comparten. Como cualquiera de nosotros actuamos en nuestras casas: preocupándonos de evitar los riesgos.

    Por tanto es el entorno socioeconómico local el que condiciona en mayor medida la aparición o no de los incendios y a esta conclusión quería llegar: es prioritario actuar sobre las personas y sus intereses, hay que preocuparse de los titulares de los montes porque su trabajo supone mucha más fuerza de actuación que todas las acciones de las Administraciones públicas.

    Si en España se estima en dos millones los propietarios de montes, esta cifra es mucho mayor que todo el personal de las cuadrillas de extinción que se pueden desplegar en las campañas de cada año.

    Por último, de forma complementaria hay que profundizar en el conocimiento de las causas. No se pueden tomar medidas no se puede aplicar una terapia si no se conoce el diagnóstico si se desconoce lo que produce el mal. Parece que la Ley de Montes así lo entiende en el artículo 44 que citaba al principio.

    Es necesario pasar del campo de las hipótesis, de las opiniones subjetivas, con mayor o menor base de fundamento, al campo de las certezas de los hechos probados.

    Por lo tanto Prevención sí, pero con conocimiento de las causas de riesgo que motivan la acción incendiaria, con acciones positivas para los titulares de montes que son los más interesados en que no ardan los montes y prevención para actuar en el monte tanto en su infraestructura, como dotándole de los medios de extinción al nivel del riesgo que puede soportar.

    No se puede aplicar la terapia si no se tiene el diagnóstico.

    Realidades de los Incendios Forestales

    Muchos incendios forestales producen muchos daños a las personas y a sus bienes. Con frecuencia también producen pérdida de vidas humanas.

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    Esta sí es una realidad frecuente todos los años en España y en otros lugares del mundo.

    Los incendios forestales, si sólo afectasen al bosque siempre y cuando fueran naturales, podrían formar parte de los ciclos de vida de las formaciones forestales, pero en nuestro entorno el riesgo para las personas y los bienes, los hace inadmisibles.

    En algunos momentos el fuego controlado, las quemas controladas pueden ser una buena herramienta de gestión preventiva y ayudar incluso a la regeneración de masas forestales adaptadas a los incendios.

    Pero hoy cada vez es más difícil apagar los incendios por la cantidad de combustible acumulado y lo que aún es más grave, por la estructura combinada de urbanización y monte en un territorio, que o bien está siendo colonizado por las casas o también es posible las casas estén siendo colonizadas por el monte y por el bosque.

    Esta situación está agravando en gran medida los riesgos de los incendios para las personas y los bienes. Lo que se denomina Interfaz urbano-forestal, está creando un gravísimo problema en muchos lugares de España y de las áreas geográficas que sufren el proceso de urbanización de los espacios forestales. También ocurre, pero en menor medida, el avance del monte en lugares urbanizados de baja densidad, con casas dispersas, que con el paso del tiempo y el abandono de la actividad agrícola y ganadera, se ven rodeados de vegetación.

    El problema del riesgo en la interfaz urbano forestal preocupa tanto a las autoridades europeas como a las españolas.

    La Unión Europea ha desarrollado y está desarrollando programas de identificación y gestión de riesgos naturales e incendios forestales:

    El proyecto WARM, EUFIRELAB, MEDIGRIB, ORCHESTRA o recientemente FIRESMART, entre otros, muestran la gravedad que está adquiriendo la nueva dimensión de los incendios forestales en las áreas habitadas y urbanizadas, que en el área mediterránea tiene un riesgo añadido por las condiciones climatológicas.

    Estos trabajos han profundizado en el análisis del riesgo territorial, estudiando el fuego, su comportamiento y los riesgos que determinadas estructuras urbanas suponen, a veces sin saberlo, para las personas que habitan en estos lugares.

    Insisto no es un problema de política forestal, ni de especies, es un problema territorial, económico y cultural, que se está agravando año tras año.

    Zonas extensas que se urbanizan y se pueblan y zonas extensas que se abandonan y se despueblan.

    Dos situaciones muy distintas pero que contribuyen a la extensión e incremento del riesgo de incendios forestales.

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    La emergencia que provoca el incendio forestal en la población civil, debe de ser una cuestión muy bien estudiada y programada en el territorio.

    Los planes de evacuación de las personas deben de ser elaborados, ensayados y conocidos. Se deben de dar a conocer las normas de autoprotección ante incendios a la población que vive en estas zonas de riesgo y que aumenta cada año.

    Cada vez es más frecuente ver cómo en un incendio se ha evacuado un pueblo, una urbanización. Esto no ocurría hace pocos años. El principal problema en la extinción hoy, es la población, las viviendas, las infraestructuras, líneas eléctricas o de comunicaciones. Y los medios disponibles de extinción, hay que concentrarlos en estas zonas abandonando el incendio forestal, con lo cual el problema es que éste aumenta en dimensión y se agrava aún más la situación.

    Por eso para saber la realidad hay que huir de los mitos que distorsionan y confunden, incluso a los que tienen que tomar decisiones. El vacío de conocimiento real de las causas y motivaciones de los incendios, lo ha llenado cada uno o cada grupo de interés, con la hipótesis que más coincide con sus fines u objetivos.

    Conclusiones

    Como hemos podido ir comprobando, se ha generado alrededor de los incendios una gran confusión. La causa última y primera es el desconocimiento de sus causas y motivaciones.

    Durante muchos años, muchas personas han trabajado para que no se produjeran incendios y si se producían tratar de que los daños fueran mínimos. Los medios dedicados a esta defensa han ido creciendo, no es comparable la cantidad de medios que hay contra los incendios con los que había hace sólo veinte años, pero el número de siniestros es ajeno a los medios disponibles, porque así lo es su causalidad.

    Las hectáreas afectadas por el fuego se mantienen, aumentan o disminuyen, más por las condiciones meteorológicas que facilitan los grandes incendios, que son un porcentaje muy elevado de las superficies afectadas; lo que no quita mérito a los efectivos de defensa contra incendios, pero hay que saber que en determinadas situaciones, por más medios aéreos que intervengan, que siempre parecen insuficientes, no se apagan los incendios.

    Los incendios se apagan en tierra con la “infantería”, la ayuda aérea es muy útil, pero lo cierto es que sin el batefuegos es difícil rematar los incendios.

    Se reconoce con carácter general, que se ha avanzado mucho en la fase de extinción. Creo que es la más eficaz en las actuales circunstancias cuando los medios de extinción cumplen con los principios de intervención inmediata y concentración de esfuerzos en los primeros momentos de movilización de los medios.

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    La prevención en el monte, entendiendo por tal, la silvicultura preventiva de la biomasa es hoy por hoy limitada. No hay ni presupuestos, ni medios para hacer prevención en 28,4 M de has forestales y además en su caso, en el límite, sería “antiforestal” y supondría la eliminación del material que compone la biodiversidad. Es muy deseable en lugares estratégicos: bordes de carreteras, urbanizaciones, infraestructuras y dentro del monte rompiendo la continuidad del combustible, pero sólo con un interés económico del aprovechamiento energético de la biomasa forestal, se pueden hoy llevar a cabo, estas tareas preventivas

    La prevención sobre las personas es la solución, más lenta y difícil, pero a medio y largo plazo, más eficaz, porque son las personas las que queman el monte, por descuido o intencionadamente.

    Los incendios provocados por negligencias o por intencionalidad son los causantes del 95% de los siniestros que ocurren en nuestro país. Creer que la prevención sobre el monte va a eliminar los incendios es ilusorio, al menos con lo que llaman “limpieza de montes”.

    La mejor prevención es hacer posible la implicación de los propietarios de montes en su defensa y gestión. Esta es la fuerza principal de la prevención.

    En España seguirá habiendo muchos incendios, normalmente conatos, en el noroeste y cornisa cantábrica y pocos o menos y de más dimensión en el Centro, Sur y Levante español, además de las Islas Canarias donde el número de incendios está avanzando en los últimos años, mientras no se consiga hacer rentable el aprovechamiento forestal.

    No hay alternativa. Aunque pasen cien años sin rentabilidad económica no habrá solución. Los estudios de riesgo de incendios forestales de base socioeconómica y territorial han demostrado (Vilariño et al.), que el riesgo de incendio es menor cuando:

    - No existe ni una repentina expansión demográfica, ni un proceso rápido de abandono de tierras y del hábitat natural.

    - El monte es más rentable para sus propietarios y socialmente útil para el conjunto de la población.

    - La población general comprende la lógica forestal y los nuevos usos del bosque, desarrollando comportamientos acordes con su creciente complejidad.

    - Se implementa una ordenación de usos y la dotación de infraestructuras, acompañada de una organización local-comarcal y profesional para la defensa contra los incendios forestales.

    - La tensión social y los conflictos entre los diferentes usos del suelo es menor y se desarrolla una lógica de cooperación e integración corporativa entre los diferentes agentes implicados.

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    Acabar con los incendios forestales en nuestro entorno mediterráneo con una o más estaciones secas, no es posible. Sí lo es reducir sus efectos a un nivel admisible.

    No acabaremos con los incendios forestales, seguiremos sufriendo sus consecuencias, pero trataremos de actuar bajo la lógica derivada del conocimiento de sus causas y motivaciones, de la evaluación del riesgo territorial y de la asignación a su lucha de unos medios proporcionados a ese riesgo y no sobre los mitos y tópicos que caracterizan el desconocimiento, algunas veces también los intereses de parte y en algunos casos la imagen de las autoridades responsables de su extinción.