POLlTICA CIENTIFIZADA - instit · PDF filenaje II Hans Barth: R ... Habermas, Jurgen. \ ... J....

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POLlTICA CIENTIFIZADA Y OPINION PUBLICA'

La cientifizaci6n de la politica no se rcliere hoy loda­via a nada cxistente. pero si a una tendencia en favor de la cual puedcn aducirse algunos hechos : definen esta evoluci6n sabre todo eI volumen de investigaci6n de­bida a los encargos del Estado y la proporcion de asesoramiento que sc registra en los servicios publicos. Ciertamente que, desde el principia. el Estado moder­no, euya genesis responde a la necesidad de una administraci6n financiera central en relacion con eJ trafieo mereantil de las ecanomias territoriales y na­donales en formacion, se via remitido siempre a 1a compelcncia profesional de funcionarios de forma­ci6njuridica. Disponian estos de un saber lecnico que, en su especie, no Se distinguia fundamentalmente del saber lecnico, porejemplo,de los militares. Estos tuvie· ron que organizar un ejercito permanenle '1, de forma similar. los jurislas hubieron de organizar una admi· nistraci6n eslable. es decir, que su larea consiui6 mas bien en practicar un arte que en aplicar una ciencia. Los bur6cratas. militares y polilicos sOia vienen pro-­cediendo en el ejercicio de su poder de acuerdo can recomendaciones eslrictamente cienlilicas desde hace

• Ba$8do ell el IrlbaJO del mismo titulo publJcado en el home­naje II Hans Barth : R. Reich (ed.). lIunumilllr und pol/tlselrr V .. ,­flMt"·OrlUIf(l. Erlenbach-ZUrich. 1964. pp. S4-71.

Versi6n castellua de Manuel Jimenez Redondo.

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Habermas, Jurgen. (1986). Política cientifizada y opinion pública. En Ciencia y técnica como ideología (pp. 131 - 143). Madrid: Tecnos.
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un par de generaciones, e incluso podemos decir que, agran escala, solo desde los dias de la Segunda GuerraMundial. Pero con esto se ha alcanzado una segundaetapa de esa «racionalizacion» que era como MaxWeber definia la forma de domination burocraticade los Estados modernos. No se trata de que loscientificos hayan conquistado el poder en el Estado,pero si de que el ejercicio de la domination en elinterior y la afirmacion del poder frente a los enemigosexternos ya no estan solamente racionalizados por lamediation de una actividad administrativa organizadade acuerdo con el principio de la division del trabajo,regulada por medio de una estratificacion de lasfacultades de decision, y ligada a normas positivas,sino que se ban visto modificados una vez mas en suestructura por la legalidad inmanente a las nuevastecnologias y a las nuevas estrategias.

Siguiendo una tradition que se remonta a Hobbes,Max Weber nos lego precisiones claras sobre la rela-tion entre saber especializado y practica politica. Lafamosa confrontation que lleva a cabo entre poder delos funcionarios y liderazgo politico1 esta al servicio deuna estricta separation entre las funciones de los exper-tos y las funciones del politico. Este se sirve del sabertecnico, pero el ejercicio del dominio y de la auto-afirmacion exige, por encima de eso, la impositioninteresada de un querer decidido. En ultima instancia,la autoafirmacion politica no puede fundamentarse asi misma de forma racional, sino que, mas bien, llevaa efecto una decision entre valores y convicciones enpugna, que escapan a una argumentation con-cluyente y que permanecen inaccesibles a una discusionvinculante. Cuanto mayor es el grado en que las tec-

nicas de la administration racional y de la seguridadmilitar vienen determinadas por la competencia delespecialista, pudiendo esa competencia forzar tambiende acuerdo con reglas cientificas los medios de la prac-tica politica, en tanto menor grado podra la decisionpractica ser suficientemente legitimada por la razon enuna situation concreta. Precisamente la racionalidaden la election de los medios corre pareja con la decla-rada irracionalidad de la toma de postura frente a losvalores, fines y necesidades. Pues es esa completa di-vision del trabajo entre la pericia y formation tecnicade los cuadros generates de la burocracia y de lamilicia por un lado, y el instinto y voluntad de poderde los lideres por el otro, lo que, de hacer caso aWeber, hace posible una cientifizacion de la politica.

La cuestion que hoy se plantea es la de si ese modelodecisionista puede pretender todavia una validez plau-sible en este segundo nivel de rationalization deldominio. A medida que la investigation de sistemasy sobre todo la teoria de la decision proporcionanno solamente nuevas tecnicas para la practica politica,introduciendo con ello mejoras en los intrumentos tra-dicionales, sino que racionalizan la decision en cuantotal por medio de estrategias calculadas y automatismosen el proceso de decision mismo, parecen prevalecersobre la decision de los lideres las coacciones y logicasde las cosas mismas cuyos representantes son los espe-cialistas. Siguiendo una tradition que a traves deSaint-Simon se remonta hasta Bacon, hoy parece, portanto, quererse abandonar la determination decisionis-ta de las relaciones entre saber especializado y prac-tica politica en favor de un modelo tecnocrdtico2. La

Max Weber, Politische Schriften, pp. 308 y ss.

2 J. Ellul, La Technique ou I'enjeu du siecle, Paris, 1954; H.Schelsky, Der Mensh in der wissenschaftlichen Zivilisation, Koln-Opladen, 1961.

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relation de dependencia del especialista con respecto alpolitico parece haberse invertido —este ultimo se con-vierte en mero organo ejecutor de una intelligentsiacientifica que desarrolla bajo circunstancias concretaslas coacciones materiales tanto de las tecnicas y fuentesauxiliares disponibles como de las estrategias de opti-mization y los imperatives de reaction. Si es posibleracionalizar la decision de cuestiones practicas en si-tuaciones de incertidumbre, hasta el punto de que que-de eliminada la «simetria de la perplejidad» (Rittel) ygradualmente tambien la problematica de la decisionen general, entonces la actividad decisoria que quedaal politico en el Estado tecnico es solamente ficticia.Pues en todo caso esa actividad no consistiria en otracosa que en rellenar los huecos que deja una raciona-lidad todavia imperfecta del dominio, pero la iniciativala tendrian ya el analisis cientifico y la planificaciontecnica. El Estado parece tener que abandonar lasustancia del dominio en favor de una eficiente puestaen juego de las tecnicas disponibles en el marco deestrategias que vienen forzadas por las cosas mismas—deja de ser un aparato para la imposition coactivade intereses infundamentables por principio y solosustentables en terminos decisionistas, para convertirseen organo ejecutor de una administration integral-mente racional.

Pero las debilidades del modelo tecnocratico saltana la vista. Por una parte esta suponiendo una coac-cion inmanente ejercida por el progreso tecnico, que,sin embargo, solo debe esta apariencia de autonomiza-cion al caracter no reflexive de los intereses sociales quesiguen operando sobre el3; y por otra parte, este mode-

3 Cfr. H. Krauch, «Wider den technischen Staat», en Atomzeit-alter, 1961, pp. 201 y ss.

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lo presupone que se da un continue de racionalidad enel tratamiento de las cuestiones practicas y de las cues-tiones tecnicas, continuum que no puede existir4. Losnuevos procedimientos que caracterizan la rationali-zation del dominio en este segundo nivel en modoalguno pueden hacer desaparecer sin residues la pro-blematica ligada a la decision de cuestiones practicas.Sobre «sistemas de valores», lo que quiere decir, sobrenecesidades sociales y situaciones objetivas de la con-ciencia, sobre las direcciones de la emancipation y de laregresion no puede hacerse ningiin enunciado vincu-lante en el marco de las investigaciones que ampliannuestro poder de disposition tecnica. O hallamos otrasformas de discusion que las teorico-tecnicas para cla-rificar de forma asimismo racional cuestiones practicasque no pueden responderse integralmente con tecno-logias y estrategias; o a tales cuestiones practicas nose las puede decidir en general con razones, y entoncesnos vemos en la necesidad de volver al modelo deci-sionista.

Es la consecuencia que saca Hermann Liibbe: «Enotro tiempo el politico estaba por encima del especia-lista e imponia a este una distante relation de respeto,ya que el especialista se limitaba a entender de y aplanificar lo que aquel sabia imponer; ahora esta re-lation se ha invertido en la medida en que el especia-lista sabe averiguar que es lo que impone la logicade la situation, mientras que el politico se limita a sus-tentar posiciones en casos de litigio, para los que noexiste instancia alguna de la razon terrena»5. Liibbe

4 Cfr. H. P. Bahrdt, «Helmut Schalsky technischer Staat», enAtomzeitaher, 1961, pp. 195 yss.; J. Habermas,«Von sozialer Wandelakademischer Bildung», en Universitatstage 1963, Berlin, 1963,pp. 165 y ss.

5 H. Liibbe, «Zur politischen Theorie der Technokratie», enDer Staat, 1962, pp. 19 y ss., cita de la pagina 21.

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incluye esta nueva etapa de la rationalization en elmodelo decisionista, pero conservando fundamental-mente el antagonismo definido por Max Weber yCarl Schmitt entre saber tecnico y ejercicio del domi-nio politico. Critica a la autocomprension tecnocra-tica de los nuevos expertos el que haga pasar comocoaccion de la logica de las cosas lo que en realidady como siempre sigue siendo politica y solo politica.Eso si, el espacio de las decisiones puras se ha idoencogiendo a medida que el politico ha podido dis-poner de un multiplicado y refinado arsenal de mediostecnologicos y servirse de medios auxiliares estrate-gicos para sus decisiones. Pero es dentro de este en-cogido espacio donde se hace verdad lo que el decisio-nismo supuso siempre. Es justamente ahora cuandola problematica de las decisiones politicas va quedandodesmontada hasta no quedarde ella mas que un nucleoque ya no es en absoluto susceptible de una ulteriorrationalization. El calculo llevado hasta el extremo,que caracteriza a estos medios de decision, deja enestado de pureza a lo que son decisiones, es decir, laslimpia de todos aquellos elementos que aun podianconsiderarse accesibles a algiin analisis de tipo vincu-lante.

Pero en este punto tampoco el modelo decisionistaampliado ha perdido nada de su primitiva cuestiona-bilidad. Es cierto que no puede ponerse en duda suvalor como description de la practica de decisionesguiada por la ciencia que hoy es usual en los centresde decision de las democracias de masas, y tipicamenteen Estados Unidos, pero esto no significa que ese tipode decision tuviera que escapar por razones logicasa una reflexion ulterior. La rationalization efectiva-mente se interrumpe en los huecos que deja una in-vestigation tecnologica y estrategica al servicio de la

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politica y es sustituida por decisiones, pero esto es unhecho social que hay que explicar por medio de unanalisis de los intereses determinados por la tramasocial objetiva, y no un comportamiento que surja deforma necesaria de las coacciones que impone la logicainterna de los problemas mismos, a no ser que tengaque quedar excluida de antemano toda discusioncientifica, o en general, todo tratamiento metodico querebase los limites del tipo de lenguaje consentido porel positivismo. Pero como esto no es asi, el modelodecisionista, por mas que se aproxime a los procedi-mientos efectivamente cuando se lo confronta con supropia pretension teorica. Es manifiesto que entre losvalores que nacen de la trama de intereses por unaparte, y las tecnicas que pueden ser utilizadas parala satisfaccion de las necesidades interpretadas a la luzde esos valores por la otra, existe una relation de inter-dependencia. Pero si los llamados valores pierden a lalarga su conexion con una satisfaccion tecnicamenteadecuada de necesidades reales, se tornan afuncionalesy caducan como ideologias; y al reves, con nuevastecnicas, a partir de la transformation de las tramas deintereses pueden surgir nuevos sistemas de valores.Es decir que la separation decisionista entre cuestio-nes de valor e interpretaciones de la vida por un ladoy las coacciones impuestas por la logica de las cosasmismas por el otro, se queda en una pura abstraction.

Como es sabido, ya Dewey trato la posibilidad deque la puesta en juego de tecnicas continuamenteacrecentadas y mejoradas no se limitara a permanecerligada a orientaciones de valor no cuestionadas, sinoque, por asi decirlo, sometiera a los valores legadospor la tradition a una prueba pragmatica de acredita-cion. Al final solo persistirian las convicciones valora-tivas que fueran compatibles de manera controlable

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con las tecnicas disponibles o posibles, es decir, conla realization posible del valor en la production debienes o en el cambio de situaciones. Verdad es queDewey no tiene en cuenta la distincion entre el con-trol de las recomendaciones tecnicas por medio de susresultados y una acreditacion practica de las tecnicasen el contexto, hermeneuticamente ilustrado, de lassituaciones concretas; pero en cualquier caso insisteen un examen pragmatista, y con ello en un tratamien-to racional, de las relaciones entre las tecnicas dispo-nibles y las cuestiones practicas, tratamiento que esignorado por el enfoque decisionista.

En el modelo pragmatista, la separation estrictaentre las funciones del especialista y las del politicose ve sustituida por una interrelation critica, que nosolamente desnuda al ejercicio de la domination,sustentando ideologicamente, de una base legitimato-ria que no resulte fiable, sino que lo hace accesibleen su conjunto a una discusion guiada cientificamente,transformandolo con ello de forma sustancial. Ni elespecialista se ha convertido en soberano frente a unospoliticos que en realidad estarian sometidos a lascoacciones de la logica de las cosas y solo tomariandecisiones ficticias, como supone el modelo tecnocra-tico; ni los politicos mantienen fuera de los ambitosde la practica racionalizados de forma vinculante unespacio en el que las cuestiones practicas tienen queseguir siendo decididas como siempre por medio depuros actos de voluntad, como supone el modelo deci-sionista; sino que mas bien parece posible y necesariauna comunicacion reciproca entre los especialistas ylos politicos, de forma que por un lado los cientificosasesoren a los politicos y, por el otro, estos haganencargos a cientificos para atender a las necesidadesde la practica. Para ello el desarrollo de nuevas tecnicas

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y estrategias estaria guiado, por un lado, desde unhorizonte de necesidades y de interpretaciones histo-ricamente determinadas de esas necesidades, conver-tido ya en explicito. Y por el otro, esos interesessociales reflejados en sistemas de valores serian a suvez objeto de control en relation con las posibilidadestecnicas y los medios estrategicos de su satisfaction.Y asi podrian quedar en parte corroborados y en parteser rechazados, podrian ser articulados o reformula-dos de nuevo, y tambien podrian quedar desnudadosde su transfiguration ideologica y de su caracterobligatorio.

II

A estos tres modelos de la relation entre saber espe-cializado y politico los hemos tratado hasta ahora sintener en cuenta la estructura de las modernas demo-cracias de masas. Solo uno de ellos, el pragmatista,esta referido de forma necesaria a la democracia. Si elreparto de competencias entre los especialistas y loslideres tiene lugar segiin lo entiende el modelo decisio-nista, entonces esta esfera de opinion con funcionespoliticas que constituye el piiblico de los ciudadanossolo puede servir para la legitimation de los gruposde lideres. La election y confirmation de los gobernan-tes o de quienes pueden gobernar son por lo generalactos plebiscitarios, y como a lo unico que la vota-cion se refiere es a que personas ban de ocupar lasposiciones en las que es ineludible decidir y no a laslineas maestras a las que han de atenerse las decisionesmismas que han de tomarse, la election democraticase realiza aqui mas bien en forma de aclamaciones quede discusiones publicas. Ante la esfera de la opinionpublica politica se legitiman en todo caso las personas

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que ban de decidir. Las decisiones mismas ban dequedar por principio, segun este modelo decisionista,sustraidas a la discusion publica. Segun esto, la cientifi-zacion de la politica se ajusta tambien sin muchoesfuerzo a la teoria que, desarrollada por Max Weberse ha convertido a traves de Schumpeter en lugar co-mun de la nueva sociologia politica, segun la cual elproceso de formacion democratica de la voluntad co-lectiva se reduce a un proceso regulado de aclamacionde las elites llamadas a alternar en el poder. El do-minio, intacto en su sustancia irracional, puede puesser legitimado, pero no racionalizado como tal.

Por el contrario, es esa pretension de racionaliza-cion integral la que presenta el modelo tecnocraticode la politica cientifizada. Eso si, la reduction del do-minio politico a administracion racional solo puedepensarse aqui en general al precio de la democracia.Una esfera de la opinion publica con funciones po-liticas, en la medida en que los politicos estan estric-tamente sometidos a la coaccion de la logica de lascosas, podria a lo sumo legitimar al personal admi-nistrador y juzgar sobre la cualificacion de los funcio-narios, pero si las cualificaciones son comparables,en principio seria indiferente cual de los grupos con-currentes de lideres llega al poder. Es decir, que laadministracion tecnocratica de la sociedad industrialconvierte en superflua a la formacion democraticade la voluntad colectiva. Esta consecuencia es la quesaca Helmut Schelsky: «La voluntad popular politicaes reemplazada por la legalidad inmanente de las cosas,que el hombre mismo produce como ciencia y tec-nica» 6.

Frente a esto, segun el modelo pragmatista una

Schelsky, he. cit., p. 22.

traduccion con exito de las recomendaciones tecnicasy estrategicas a la practica se ve remitida a la esferade la opinion publica politica. Pues la comunicacionentre los especialistas y las instancias politicas deci-sorias, que determina la direction del progreso tecnicoa partir de la autocomprension de las necesidadespracticas, ligada esta ultima a la tradicion y que, alreves, examina y critica a esa autocomprension a partirde las oportunidades tecnicas de satisfaction, tieneefectivamente que conectar con los intereses socialesy las orientaciones de valores de un mundo de lavida social ya dado. En ambas direcciones el procesode comunicacion esta reasociado con lo que Deweyllamaba value beliefs, es decir, con la precomprensionhistoricamente deterrninada y normada socialmente delo practicamente necesario en una situation concreta.Esta precomprension es una conciencia a la que solose puede ilustrar en terminos hermeneuticos, que searticula en la comunicacion de los ciudadanos queconviven unos con otros. Aquella comunicacion pre-vista en el modelo pragmatista, que cientifiza la prac-tica politica, no puede constituirse, por tanto, con inde-pendencia de esta otra comunicacion que esta yasiempre en marcha de forma precientifica; pero estapuede institucionalizarse en la forma democratica dediscusiones publicas en el seno del publico que cons-tituyen los ciudadanos. Para la cientifizacion de la poli-tica es constitutiva esta relacion entre las ciencias y laopinion publica.

Pero la verdad es que esta relacion no ha sidopropiamente convertida en tema en la tradicion delpensamiento pragmatista. A Dewey le resultaba obvioque esta reciproca initiation e ilustracion entre la pro-duction de tecnicas y estrategias por un lado y lasorientaciones valorativas interesadas de los grupos por

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el otro, podia realizarse en el horizonte aproblema-tico del sano sentido comiin de una opinion publicasin complicaciones. Pero el cambio estructural que hasufrido la esfera de la opinion publica burguesa bastariapara convencer a esta concepcion de su ingenuidad,si no fracasara ya al verse cotejada con esa evolutioninterna a la ciencia misma, que convierte en un pro-blema muy lejos todavia de estar resuelto la cuestionde una traduccion adecuada de las informaciones tec-nicas entre las propias disciplinas particulares; cuantomas, entre las ciencias y el gran publico. Quien insisteen la idea de una comunicacion permanente entre lasciencias, reclamadas a jugar un papel en la politica,y una opinion publica informada, cae en la sospechade querer convertir las discusiones cientificas en unabase popular a utilizar despues ideologicamente. Seenfrentara enseguida con una critica ideologica que,contra las interpretaciones popularizadas y extrapola-das en terminos de concepcion del mundo, de los re-sultados de las ciencias, se atiene e insiste en la sepa-ration positivista entre teoria y practica. La neutrali-dad weberiana de la ciencia frente a las valoraciones,neutralidad que la practica ha realizado ya siempre,puede ser movilizada de forma convincente contra laspseudorracionalizaciones de la practica, contra unaconexion en cortocircuito entre pericia tecnica y pu-blico influible manipulativamente, contra la reso-nancia desfigurada que las informaciones cientificasprovocan en el cuerpo gigantesco de una opinion pu-blica deformada7.

Pero esta critica cae en un estrechamiento positivistay en una ideologia que impide a las ciencias la re-flexion sobre si mismas, tan pronto como pone en

7 H. Lubbe, «Die Freiheit der Theorie», en Archivfir Rechts-unilSozialphilosophie, 1962, pp. 343 y ss.

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cuestion la posibilidad de una ulterior rationalizationdel dominio. Pues entonces esta confundiendo la di-ficultad factica de una comunicacion permanente entrela ciencia y la opinion publica con la violation de lasreglas logicas y metodologicas. Es verdad que el mo-delo pragmatista no se puede aplicar sin mas a laformation de la voluntad politica en las modernasdemocracias de masas; pero ello no es debido a queun tratamiento de las cuestiones practicas tanto enconexion con las tecnicas disponibles como tambiendesde el horizonte de una autocomprension explicitadade un mundo social de la vida tenga necesariamenteque conducir a una pseudorracionalizacion de deci-siones en realidad infundamentables; lo unico que ocu-rre es que ese modelo pasa por alto la peculiaridadlogica y los presupuestos sociales de una traduccionfiable de las informaciones cientificas al lenguaje co-tidiano de la practica, como tambien, al reves, la retro-traduccion de los asuntos relacionados con las cuestio-nes practicas al lenguaje especializado de las reco-mendaciones tecnicas y estrategicas8. Si tomamos co-mo ejemplo a los Estados Unidos, es decir, al pais enel que esta mas avanzada la cientifizacion de la prac-tica politica, puede demostrarse como en las discusio-nes entre cientificos y politicos se plantean esas tareashermeneuticas y como son solucionadas sin que se to-me de ellas conciencia como tales. Solo porque estacallada hermeneutica no es sometida a la disciplina ex-plicita de una ciencia surge hacia el exterior la apa-riencia y entre los implicados mismos la autocom-prension de una division del trabajo impuesta de formalogicamente necesaria entre los medios tecnicos de quese vale la decision y la decision ilustrada misma.

8 H. Krauch, «Technische Information und offentliches Be-wusstseinw, en Atomzeitalter, 1963, pp. 235 y ss.

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