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Texto: JOHN HERNÁNDEZ REY E n estos días en los que hasta los pensadores han cedido a hacer análisis de la tercera peh'cula de la más reciente saga de Batman, encontrando su posible sentido político, o en todo caso intentando encontrar uno, me ha parecido interesante y hasta digno de mi carácter juguetón buscarlo en otra parte. Buscarlo de forma menos pun- tual y con cierto atrevimiento e interés teórico, además de un tanto de gusto morboso por el freak, por el olvidado y el excluido -en la medida en que somos producto de nuestro tiempo-, quizá encontrarlo en los hechos que nadie quiere recordar. ¿Qué mejor lu- gar para empezar, entonces, que aquel que le corresponde al villano? El Guasón Cuando uno oye que un ¡oven univer- sitario dispara a una multitud y mata a doce personas, una especie de horror va- cui se apodera del ambiente y de nuestro corazón. 1 La terrible evidencia de que nada tiene sentido impera por un ins- tante, la emoción del momento nos em- barga para ser cómodamente desplazada por otra: procedemos a encontrar algo maligno, roto o dañado en el asesino: la conclusión casi inmediata parece ser que el chico está enfermo, que no diferencia la realidad de la ficción, que es incapaz Política-cómic EL ESTERTOR FINAL DE LA POLÍTICA

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Texto: J O H N H E R N Á N D E Z REY

En estos días en los que hasta los pensadores han cedido a hacer

análisis de la tercera peh'cula de la más reciente saga de Batman, encontrando su posible sentido político, o en todo caso intentando encontrar uno, me ha parecido interesante y hasta digno de mi carácter juguetón buscarlo en otra parte. Buscarlo de forma menos pun­tual y con cierto atrevimiento e interés teórico, además de un tanto de gusto

morboso por el freak, por el olvidado y el excluido -en la medida en que somos producto de nuestro tiempo-, quizá encontrarlo en los hechos que nadie quiere recordar. ¿Qué mejor lu­gar para empezar, entonces, que aquel que le corresponde al villano?

El Guasón Cuando uno oye que un ¡oven univer­sitario dispara a una multitud y mata a

doce personas, una especie de horror va-cui se apodera del ambiente y de nuestro corazón.1 La terrible evidencia de que nada tiene sentido impera por un ins­tante, la emoción del momento nos em­barga para ser cómodamente desplazada por otra: procedemos a encontrar algo maligno, roto o dañado en el asesino: la conclusión casi inmediata parece ser que el chico está enfermo, que no diferencia la realidad de la ficción, que es incapaz

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EL ESTERTOR FINAL DE LA POLÍTICA

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de construir un sentido o un relato de la primera, y que lo reemplaza con el de un cómic. Un relato que ya viene hecho, una simulación de la realidad que no tiene más que consumir y asimilar. Pero ¿qué ocurriría si exploráramos o cedié­ramos un poco a esa primera intuición ante el horror de la masacre perpetra­da por James Holmes? ¿Qué pasaría si lo que de hecho acecha es el sinsentido de algo más grande y no meramente de las acciones de un veinteañero con alto coeficiente intelectual y algún desorden psiquiátrico? ¿Qué podríamos vislum­brar de atrevernos a afirmar -aunque sea como ejercicio crítico- que no deli­ra únicamente ese improvisado Guasón, sino todos nosotros?

¡Santas hipótesis conspirativas, Batman! Quizá encontremos nuestra primera pista en otro nivel de análisis dispo­nible: las hipótesis de conspiración. Siempre me llaman la atención por su hiperbólica e hiperreal narración. Si­

milares a un cómic en el que los archi-villanos planean todo cuidadosamente y a nivel microscópico, se me antojan una simulación de la política en una sociedad más bien incapaz de pensar políticamente. La espectacularidad propia de las hipótesis conspirativas es muy afín o, en todo caso, es un avatar del manejo de la información propio del capitalismo mediático: más que brindar, ofrecer o proponer un senti­do lo hacen ausente, lo anulan en su exceso o quizá cubren su ausencia.2

Sin embargo, no deja de parecerme que es posible, a pesar de ello, extraer ciertos elementos o características que a lo mejor no construyan ese sentido —al menos no en el mismo nivel-, pero que permitan algo así como encontrar de qué forma ellas son una de las caras de un sentido, o algo que opera similar a uno, y que pugna por la abolición de todos los demás. Respecto del caso Holmes: los defen­sores de la existencia de conspiraciones denunciaron una cierta manipulación

con el objetivo de evitar que el padre del joven testificara acerca de algunos escándalos de la banca. Otras, más atrevidas, acusan una movida illumi-nati en la forma de un asesinato ritua-lístico, con el objetivo de meternos a la fuerza el ocultismo brutal que prac­tican.3 Sus historias cuentan con un gran número de datos y evidencia. La preocupación por la atención al detalle incluso, o especialmente, cuando se au­senta el sentido es un rasgo caracterís­tico del pensamiento conspiracionista. Su meticulosidad hiperanalítica, obse­sionada con la minuciosidad informa­tiva, funciona simplemente como una orgía visual, una acumulación de imá­genes que pretende simular la existen­cia de una dimensión política donde ya no la hay. El exceso de detalle sólo re­vela que no hay nada que ocultar, que carecemos de la posibilidad de men­tir, de velar, y por lo tanto de revelar y desmentir, de los elementos necesarios para ejercer o siquiera construir algo así como la política.

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Algún otro artículo, con un enfoque que parte del mismo marco de pensa­miento conspiracionista, busca la sin­cronía implícita en el caos: parecería intentar ir más allá de lo habitual de nuestro tiempo e incluso de las tesis conspirativas, pero de nuevo el pen­samiento hiperanalítico lo atrapa: su atención al detalle deja pasar de lado una interpretación que sea algo más que un orden cósmico superior que se expresa en el caos, y aunque en defensa de una versión un tan­to más posmoderna y new age de los hechos, los relata al más puro estilo del realismo inge­nuo, o del pensamiento mágico propio de la tecnociencia obsesiva que hace uso -para­dójicamente r í g i d o -de los conceptos de la cuántica.4 Un detalle se mueve y todo un efec­to dominó se desata, los eventos aparecen como el omnipresente Caos, pero detrás de esta incontrolable im-predecibilidad está la mano del Orden, de las leyes físicas o de la sin-cronicidad, que pueden ser leídas y descifradas con la intervención del instruido, el experto o el iluminado, y enton­ces podemos dormir tranquilos otro día más... hasta que alguien o algo encienda nuestras alar­mas nuevamente.

De igual manera, en las explicaciones que se dicen políticas, en especial las mediáticas, al más puro estilo Wiki -leaks, siempre se nos ofrece la revela­ción de algo que ya sabíamos: un es­truendoso secreto que promete todo y que siempre dirá nada,5 un secreto que cambia todo por-un instante, que parece cambiarlo, únicamente para que todo siga igual. Una montaña partu­

rienta de información que pare un insignificante ratón en el que deposi­tamos nuestra fe ingenuamente. A l di­siparse el ruido vemos que sólo había ruido y el mismo mundo de siempre. La mentalidad CSI es la guía de nues­tro tiempo: los noticiarios, los cons-piracionistas, incluso muchos teóricos se arrojan incansables a la caza, en un ciclo obsesivo de ilusión y desilusión, de la salvación en la evidencia, en el

En nuestra sociedad ante cualquier dificultad, digamos, las injusticias

sociales, siempre corremos a identificar y denunciar al personaje

corrupto, a la corrupción, y desproveemos de

cualquier posibilidad de interpretación política a

dichos problemas.

detalle, en un punto que conecte todos los puntos sin salir del plano. La trage­dia es que el pensamiento sólo puede ser un punto por fuera del plano, pero siempre en relación con él, un lugar que lo define, lo entiende, lo juzga y dado el caso lo determina. Buscamos un mediocre grial, el sueño desespera­do de encontrar en un colisionador de hadrones la micropartícula que le dé sentido al Universo para así no tener que pensarlo. Pero de nuevo, al igual que con el reciente descubrimiento

del Bosón de Higgs, una vez que nos enteramos de todo, nada cambia. Así como olvidamos el comunicarnos y el pensar, como los confundimos con el expresar y el informar, hemos olvi­dado que decir no es hacer ruido sino ofrecer un Sentido. Todo ha caído en una cuestión de cuerpos e imágenes, de cuerpos-imágenes; para el caso ya todo es indiferenciable.

¡Pum! ¡Pow! ¡Bang! Justamente ahí, en ese exceso de cuerpos e imágenes es donde se ahoga el Lenguaje, donde se le aborta y aparece su hórrido y difunto embrión como sustituto. La estética cómic sólo posee rui­dos, gestos y onomatopeyas. En el mejor de los casos su escritu­ra no es tal, es una mera grafía, una imagen acompañando a otra, que busca menos asignar algún tipo de Sentido que alcanzar cierto efectismo. Allí se cae en el terreno de lo infantil puro: el infante gruñe, gime, lloriquea, moquea, hace pucheros, pero no posee Lenguaje. Se expresa, pero es incapaz de comunicación. Es imposible entonces no su­poner que una sociedad caren­te de esas mismas capacidades, herramientas o tecnologías también sea incapaz de cual­quier tipo de Lenguaje, y con ello de pensar la política. Como todo infante la sociedad es una especie de monstruo un poco atolondrado, un poco tierno y

dulzón, y capaz de crueldades indeci­bles. Holmes no es más que la expre­sión concreta de una monstruosidad, de una violencia, de una incapacidad esparcida por todo el espacio sociopo-lítico. Vivimos en la prisión afásica de una sociedad estética, efectista y ética, pero jamás política.

Ciudad Etica Podrían preguntarse en este punto por qué la oposición que hago no es me­ramente estética versus política, sino

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ética versus política. Creo que allí, en la ética, se encuentra el espacio en el que se articulan tanto todo lo que en­tendemos hoy por ejercicio político como las hipótesis conspirativas. Jus­to como en los cómics, los problemas siempre se reducen a los héroes y los villanos, a la moral y la ética, y a ciertas marcas, maneras, gestos y rituales que reemplazan lo político. En nuestra socie­dad ante cualquier dificul­tad, digamos, las injusticias sociales, siempre corremos a identificar y denunciar al personaje corrupto, a la co­rrupción, y desproveemos de cualquier posibilidad de interpretación política a dichos problemas. Igual­mente los personajes del cómic no tienen intención ni coartada política alguna, o tendrán una simulación de ella en el mejor de los casos. Los comunistas y los nazis que enfrenta el Ca­pitán América son villanos dispuestos a conquistar el mundo o a destruirlo, y a pesar del intento de enmar­carlos en ciertas tendencias o prácticas políticas, lo ha­cen de forma onomato-péy-ica y no por medio de un Lenguaje: lo suyo es una marca, un ruido o gesto que los identifica como tal. Por ello no es el ausentarse de una categoría, sino el em­plearla, lo que borra la posibilidad de existencia de dimensión política algu­na. Los villanos de cómic siempre son motivados por asuntos personales, éti­cos, por algún viejo rencor o un amor perdido. La mención de su inclinación política parece estar ahí precisamen­te para reforzar, por el mecanismo de ocultarlo, el hecho de que ya no hay política.

Cabe anotar que la preocupación éti­ca ha sido siempre una característica más propia del conservadurismo, el

cual siempre se asume en defensa de de dictadura, la dictadura fragmenta-determinados valores. Su accionar en ria de los buenos. Una dictadura ena-la posmodernidad ha caído en una morada de los particulares, los detalles, atención fragmentada, particular e in- los tecnicismos y lo forense. El detalle conexa, en tanto pensamos, o vivimos ético, el caso de corrupción, el políti-una realidad con las mismas caracterís- co corrupto, incluso la corrupción, no ticas. En tiempos del capitalismo tar- están insertados, ni pueden insertar-dío dicha atención queda a cargo del se, en el hecho de que hay un sistema

que se sostiene en tanto la corrupción esté presente: la atención desesperada y obsesivo-compulsiva de los síntomas que potencia la incapacidad de pensar la enfermedad.

Así como olvidamos comunicarnos y pensar, y los confundimos con

expresar e informar, hemos olvidado

que decir no es hacer ruido sino ofrecer un

Sentido. Todo ha caído en una cuestión de cuerpos e imágenes, de cuerpos-

imágenes; para el caso ya todo es indiferenciable.

Lex Luthor siempre vuelve Los villanos de cómics

liberalismo, y ocasionalmente las lu­chas de nuevas izquierdas,6 sólo que se da en otra línea: ya no es tanto castigar a los malos y combatir los antivalores (lo que en cierta medida aún se hace), sino hacer campaña por los buenos va­lores y estimular su cumplimiento. El liberalismo y las microluchas entrarían así a ser, o a participar de una especie de conservadurismo edulcorado; de allí la obsesión con la corrección política, la tolerancia, el respeto, el reconoci­miento y el civismo: es la peor forma

siempre regresan: regresa el Coyote en su caza im­placable y frustrada del Correcaminos, regresan Lex Luthor y el Guasón. Eso que he dado en llamar política cómic, la simula­ción política propia de la posmodernidad, repite este esquema. En ocasiones el carismáti-co Lex Luthor, o cualquier villano, salva a los superhé-roes que habitualmente son sus enemigos. Una especie de mecanismo conciliador que acerca al paladín y su archienemigo apelando a la humanidad que los co­necta. El riesgo no es que no sean cercanos y se nos

engañe, de hecho tienen una huma­nidad en común, como todos noso­tros, si bien en el cómic se ve limitada a lo emocional y ético, lo individual tan propio del pensamiento liberal y posmoderno. También cabe notar que Batman y Superman, al defender los valores vigilantescos y patrioteros es­tadounidenses que han causado tan­tos horrores alrededor del mundo, se acercan a su contrario: el verdugo y el criminal se diferencian en el lado que las leyes -el Orden- les asignan, y el

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desvío de ellas, la aberración criminal, habilita a su igual y opuesto: el castigo. Aquí se ve el potencial violento de ese entusiasmo bobalicón de la igualdad en la diferencia, de la mismidad, so­mos iguales, sentimos, queremos con­sumir sin parar y gozar, somos iguales pero únicamente en lo emocional, en lo estético-ético, y por ende, cuando esa búsqueda insaciable de goce causa problemas a mi búsqueda, 7 puedo re­accionar emocional y éticamente, y da­ñar al causante en pago por sus actos. El joven menos favorecido que quiere las Adidas es castigado para preservar un Orden que garantiza que la sed de Adidas suya, y de Yves Saint Laurent de un joven afortunado sea (insatis­fecha sin pausa. El riesgo inminente es que en el éxta­sis, el goce y la plenitud atolondrada de la afirmación de esos lazos comunes pasamos por alto las causas profundas, que no son la mera humanidad del vi­llano ni se limitan a un corte ético de la realidad. No es sólo que sean ma­los porque la humanidad puede oscilar hacia el lado del bien o el del mal, o por lo menos no debe ser pensado así. Se escurre la política y caemos presa de la atención a lo meramente particular e individual. Acecha el eterno retorno del problema general a manos de un detalle singular: el villano recurrente, el corrupto o la corrupción. Superman es víctima menos de Luthor que del epifenómeno: en el cómic Lex es así por causas emocionalmente humanas, por experiencias dolorosas pasadas, las cuales innegablemente juegan ese papel para cualquier persona, pero no bastan si lo que se quiere es pensar crí­ticamente la realidad social del cómic. En él se puede llegar a pensar, hasta cierto punto, de qué forma puede in­fluir el hecho de que el archivillano sea un adinerado hombre que siempre ha obtenido lo que quiere; pero ni al últi­mo hijo de Krypton ni a nosotros nos es posible crear un relato social y po­lítico del origen de personajes como Lex Luthor o James Holmes. Super­man, las luchas de nuevas izquierdas,

las hipótesis conspirativas, el ciudada­no común, e incluso mucha de la élite intelectual en la posmodernidad, todos nos limitamos a combatir al villano en cada emisión o número de nuestra rea­lidad social, en algunos casos convir­tiéndolo en un aterrador mutante, un caso aberrante del individuo y de lo ético, lo que justifica, quizá debido a ese horror y a la agotadora repetición del ciclo, extirparlo de la sociedad a cualquier costo.

Derrotas barrocas en Ciudad Gótica De la misma forma en que la masacre ocurrida en esa sala de cine del pueblo de Aurora puede ser interpretada como un síntoma de una violencia social mayor, estructural y hasta menos visible, tam­bién puede ser leída como el síntoma hiperrealista de una estructura sociopo-lítica de características similares, la cual esconde la terrible carencia de sentido, el violento absurdo de nuestra realidad social. Eso es precisamente lo que se re­fleja en los actos de Holmes, y lo que nos aterra de ellos. Es eso quizá lo que nos mueve a querer encarnar a la fuerza todo el mal de una sociedad en un solo joven, en un solo cuerpo, en un solo cere­bro que no funciona como debería. Eso y la profunda carencia de un Lenguaje que habilite la lectura política de los he­chos y evite el bucle sisífíco de atención al síntoma. Es claro que el pensamiento generalizante, crítico y político ha sufri­do una derrota tras otra en medio de un barroco de héroes y villanos, de meti­culosos planes descubiertos, de ruidosos secretos que dicen nada. Revelados y tra­tados con precisión forense en un cómic lleno de ellos, y hecho páginas plagadas de efectos zoom in, los cuales al llegar al nivel subatómico nos enseñan el insal­vable abismo entre una y otra partícula, entre uno y otro detalle, toda vez que ya no les podemos asignar ningún sentido ni conectarlos de forma alguna. •

Notas: 1. James Eagan Holmes, un joven estadouni­dense, entró a un cine en el pueblo de Aurora,

Colorado, disparando a todos los presentes. En los hechos murieron 12 personas y casi 60 fueron heridas de gravedad. El estudiante de neurocien-cias además llenó su apartamento con artefactos explosivos en caso de que las autoridades ingre­saran. Todo esto fue llevado a cabo con su cabe­llo teñido y una máscara, para imitar al Guasón de los cómics de Batman, y a Bañe, dos de los grandes enemigos del superhéroe. 2. No puedo evitar mencionar el que, al parecer, todo este asunto de la conspiración fue arro­jado a internet por Sorcha Faal, un personaje conocido por su relación con editoriales de temas conspiracionistas. De nuevo detrás de todo aparece el motor del capital y el consumo. Todo este asunto de hoax detrás de hoax es un juego de muñecas rusas que reproduce el mis­mo fenómeno en distintos niveles, a modo de espiral. Más información: http://www.tarin- ga.net/posts/info/15445611/T_-Investiga_- Des mintiendo- Conspiracion-de- Masacre-de -Batman.html 3. La información acerca de la supuesta cons­piración banearía empezó a esparcirse desde este sitio de una cadena radial de Estados Unidos, http://deadlinelive.info/2012/07/26/ breaking-colorado-massacre-linked-to-his-toric-ba n k- f raud -ye s - and - th i s - al so - follows -the- b atm an - ri s i ng- ph oe nix - pl o t - perfe c tly/. Por otro lado, el supuesto carácter ritualistico de la masacwes mencionado aquí: http^/vi-gilantcitizen .com/vigilantreport/was - the-bat-man-shooting-a-ritualistic-murder-carried-out-by-mind-controlled-patsy/.

4. Esta interpretación new age puede ser en­contrada en http://pijamasurf.com/2012/07/ sobre-la-ma tanza- de- la-prem ier-de-batman-caos-sincronicidades-y- arquetipos/. 5. Aquí tengo que hacer notar la diferencia entre no decir nada -esto es, la ausencia de dicho- y decir nada, que sería expresar sin decir algo, o expresar para encubrir la ausencia de dicho. 6. Las nuevas izquierdas, el feminismo, el eco-logismo, las luchas étnicas y de género, de re­conocimiento, tolerancia y respeto, me ofrecen poca o ninguna resistencia conceptual al in­tentar encajarlas en el fenómeno que describo, y quizá aún menos cuando describo el accionar propio de Sísifo que las caracteriza posterior­mente en el texto. 7. Pienso en el lado terrible de aquella máxima liberal que dice "tu libertad llega hasta donde comienza la mía".

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