Poesias pablo emilio

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A UN TOCHECITO Oh tierna avecilla que lloras la ausencia De tus compañeros con fúnebre canto, En cuya aflictiva fatal advertencia Miras ya perdido tu plácido canto. Ya no ere3s como antes que alegre y contento volabas, Cantabas el dulce concierto; Por eso tu angustia modela tu acento Haciendo que triste se escuche en el huerto. El vuelo invisible de acérrimas balas A los de tu especie troncaharon la vida; Por eso, en su busca, batiendo las alas, Clamores levantas de angustias sentidas.

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A UN TOCHECITO

Oh tierna avecilla que lloras la ausenciaDe tus compañeros con fúnebre canto,

En cuya aflictiva fatal advertenciaMiras ya perdido tu plácido canto.

Ya no ere3s como antes que alegre y contento volabas,Cantabas el dulce concierto;

Por eso tu angustia modela tu acentoHaciendo que triste se escuche en el huerto.

El vuelo invisible de acérrimas balasA los de tu especie troncaharon la vida;Por eso, en su busca, batiendo las alas,

Clamores levantas de angustias sentidas.

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EL GAMO PRISIONERO

En el verde paraje soñador de la Hundida,Un día cálido, fueron cazadores con perros,

A cazar los venados hacia el pie de los cerros,Cada cual con peinilla a su cinto prendida.

Penetraron un tanto por la selva sombría,Y los ávidos perros hacia abajo siguieron,

Y esperantes, muy listos, sin lesión le cogieron,Y se estalla un bullicio de febril alegría.

Erase una gamita en lactógeno estado,Y observaron, entonces, que dejaba familia.Ya su cruel enemigo de su bosque la exilia

Y hasta ahora su vida de la muerte ha escapado.

De esta finca su dueño a su casa la llevaCon ternura y cuidado, con humano cariño,Y hasta frases le dice que se aplican al niño,

Pero ella sus quejas a sus bosques eleva.

Está en brazos humanos y le sobran caricias.Su cuidado y esmero esta casa ofrecióle;

Pero todo es en vano, ya no está con su prole,Aquí mismo se observó que perdió sus delicias.

Aquí todo le sobra, pero todo le falta,Es inútil pretendan darle plácido amaño.

Todo, aquí, cuanto mira para ella es extraño,Y una incógnita pena, muy profunda, le asalta.

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¿Dime suerte –pregunta- me permites que vuelvaA mi antigua ya mi propia morada

Donde Dios, mi Creador, me tenía colocada?¿Me permites, un día, regresar a mi selva?

Este gamo dolioso que interroga a su suerte,Es por ver si recibe un alivio a su duelo,

Porque siente, cual madre, un vivísimo anhelo,Pero, en cambio, percibe un presagio de muerte.

Ella sigue entre mimos, pero nada la alegraY se ve prisionera y en extraña región,

Y parece que piensa en su dulce mansiónY creyera en su muerte ya fatídica y negra!

Ella brinca y violenta muchas veces la cuerda,Pretendiendo escaparse a su cruel ataduraY transluce la pena que la inquieta y torturaY con honda nostalgia su familia recuerda.

Olfatea, levantando su amoldada cabezaOtras veces se queda pensativa y dormida;Ya parece que sueña con su prole querida,

Que dejara en sus bosques con profunda tristeza.

De su albígena leche sus hijuelos careceY afanosos la buscan en su agreste morada,

Y cautiva y sufriente ya se ve desolada,Y sus pobres lactantes de hambre parecen.

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No le alivian caricias, ya no ve regocijos,Ya perdió libertad, compañero y montañas,

Muy heridas se encuentran sus maternas entrañasY le abruma el recueros de sus huérfanos hijos.

Escucharle parece su doliente clamor.Se debate impotente por correr hacia ellos,Mas empaña la muerte esos ojos tan bellos,Y se muere, la pobre, de angustioso dolor.

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CANTO A CERRO BRAVO

Oh soledad augusta del retiro,Donde el amor se inspira en su quebranto,

Permíteme que te hable si me inspiroCuando contemplo tu silencio santo.

Oh triste soledad en cuyo senoNo hay un ave que entone sus cantares

Para alegrar sus tétricos pesares,Ni el dulce susurrar de aire sereno.

Porque en ti solo ráfagas furentes,Oh campo triste y solitario,

Sacuden recio musgo milenarioQue guarda del dolor notas silentes.

Poco hay que alegrar y mucho que entristeceEn tu sombría y muda soledad;

Sólo la luz del sol que resplandeceTe da una pasajera suavidad.

Región tediosa, campo aridecido,Expresivo silencio del dolor,

Donde todo reposa entumecidoPor un hielo tenaz y abrumador.

Oh, ¿Quién pudiera, soledad callada,Aflictiva morada del olvido,

Comprender lo que en tu roca heladaHay de bello y tristísimo escondido?

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¡Cuan hermoso, a pesar de la pobreza¡De cuanto son tus propias alegrías

Se simboliza en su fatal tristeza,Se encierra del amor las elegías.

No del amor que sólo ha conocidoDe la flor el delicado almíbar,

Sino aquel cuya suerte le ha traído,Para libarla, la copa del acíbar.

De aquellos corazones que, inculpables,Y han regado el jardín inconsolables,

De sus sueños, con lágrimas de muerte.

Y tu, sin duda, soledad querida,Escuchas compasiva y generosa

Los suspiros que exhala un alma heridaPara guardar en tu mansión umbrosas.

Esas son tus secretas hermosuras,Esas tus inauditas armonías,

Nidales de las dulces poesías,De los castos amores y ternuras.

Por eso el que padece a ti te nombraY a ti recurre a derramar su llanto,

Para que tu le enjuagues con tu mantoY u consuelo le des bajo tu sombra.

Y por eso tú fúnebre mutismoTiene frases sentidas y elocuentes.

Si él es del sentimiento el simbolismoDel dolor y las lágrimas fervientes,

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Ellas quienes revelan el sigiloSublime en las penumbras del boscajeDe grande inspiración y alto lenguaje

Y de las penas silencioso asilo.

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A UNA VAQUITA TRISTE

Allá en las mangas de La CabreraVi una vaquita llorar de pena

Con su voz triste, tan lastimera,Que hasta mi alma de pesar llena.

Rodeaba el sitio donde murióSu ternerita, ya degollada,Y ve su sangre allí regada;

Siente de muerte su horrible olor,Sigue afanosa doquier llamandoCon su materno y hondo dolor.

Siente una angustia desconocida,Busca incesante, con aflicción,

Con voz más triste y enronquecidaPor su continúa reiteración.

Oye un ruidito por los rastrojos,De pajarillos en la enramada,

Como tan pronto mira sus ojos,Vuelve y le llama y no ve nada.

Y ya mas débil en su esperanza,en su profunda desilusión

vuelve a llamarla con más tardanza…ya no la espera, por conclusión.

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LA MULA DEL CASTILLO

Oigan la historia de la mula de El Castillo,Lo que vino a vender don Juan Castillo,

Que no vale siquiera un cuartilloY que no se desbarata por el cuero.

Una marrana le ofreció él, antes,Y, sin embargo, no le pesa el trato,

Porque tocando un verso, hoy cantantes,Serán para él gozar por mucho rato.

Una perra ofrecióle por la mula,Pero él no quiso, y le ofreció a Miruz,

Y como el rico no se disimula,Arropa a todo el que le falta luz.

Misiá María Jesús quedó contenta,Y con don Juan del trato se reía,

Y al negociar con él esa osamenta,Hicieron una fiesta de alegría,

Y fue tanto el placer y el regocijoEn la celebración de aquella fiesta,Que se vino don Juan de la Floresta

Con su hija mayor y un hijo.

Sólo faltó venir don Agustín,Pero él, como la mula, sin halagos,Perdió manjares, música y tragos

Porque sentía de su vida el fin.

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Por eso, al cabo de su amarga vida, Quiso darle descanso en Miraflores,

Ya dando allí su eterna despedidaQueda libre de todos los rigores.

¡Pobre animal¡ le tiembla la rodillaBajo el peso violento de unos años,Porque tiene la edad de Luis Villa,

Como, también, los mismos desengaños.

Mientras este animal fue de don Juan,Le permitió don Agustín Quintero

Que comiera buen pasto en su potrero,Aunque está más feo que Satán;

Y cuando supo que era de otro dueño,Con voz imperativa y agrio ceño,

Le dijo: “Saca ese animal de aquí,Que yo no tengo más pasto para ti”

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LA FONDA DE LA SUECIA

En el año presente se presumeQue hay, no se dónde, una mortecina

En un lugar secreto, clandestina,Y Gerardo Naranjo la consume.

El oculto lugar no se ha sabidoDonde esta pútrea fábrica reside.Según la horrible fetidez despide,

Su producto es horrendo, corrompido.

De esa fábrica el sitio, a los factoresPrivado les está comunicar

A todos los demás consumidores,Porque por esto puede fracasar.

Preciso es que la gente campesinaNo lo sepa jamás, pues se asegura

Que no hay venta sabiéndolo, y se opinaQue morirían sus dueños de amargura.

No menos le pasará al comprador.Por eso les oculta este sigilo,

Comprando muy barato por mayor,Luego vender con malicioso estilo.

Ellos, en el secreto y la creenciaQue todo campesino está inocente,Se ríen con malvada complacencia,Lucrando este producto pestilente.

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Yo también reiré con ellos, juntos,Cuando les cuente, una y otra vez,De esta fonda feroz tantos asuntosDe una grande y horrible fetidez.

Basta decir que allá en ese aposentoNo se aguanta ni siquiera dos segundos,

Parece que se asfixia de tormentoCon esos gases pútridos e inmundos.

Pues tal fonda llamar no debe fonda,Otro mejor quisiera darle yo

Quitándole el final, es tan hedionda, Para que quede, así, diciendo fo.

Para agregarle a ésta hay otra voz,Y así se le dará etimología,

Y en su nombre, formado de las dos,Se diría lo que allí se desearía.

A este monosílabo que indicaUn mal olor, agréguese macelo,

Y veremos su nombre y lo que implica, Pues con sólo pensar se eriza el pelo.

Mucha gente, feliz y verdadera,Hace tiempo nos cuentan una cosa:Que de noche, por toda carretera

Ven pasar una máquina espantosa.

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De la noche a las doce, que lo han visto,Y que deja las gentes aterradas,

Y yo creo, si aquí no me despisto,Son cargas de jabón allí exportadas.

Pues a mí no me aterra ni me pasma,Ni como esas personas me costerno, Porque se la misión de ese fantasmaEs traernos jabón de los infiernos.

Ese torvo y magnifico aparatoPertenece a muchísimos fondistas;Ellos allá lo compran muy barato,

Y los demonios son los maquinistas.

No tienen que pagar exportación:Ese tributo a ellos les regala

El interés del infernal dragón,Es que lo venden con conciencia mala.

Dejemos el jabón. Ya es oportunoVer cómo lo siguiente se analiza.

De excelente conciencia sólo hay uno,Al otro hay que pagarle hasta la risa.

Yo no dejaré un maravedí.No es justo secundar al usurero,Porque muchos engaños recibíEn ese desgraciado matadero.

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La pereza o la gran necesidadNos hace someterá mil engaños

Que otros hombres nos hacen sin piedad,Ricos pobres y míseros tacaños.

Tiene conciencia, sí, de su maldad,Más no hacen caso a la razón severa;De riqueza sin honra en su ansiedad,

De una injusta ambición que desespera.

Cuántas veces el pobre campesinoQue llega esta fonda de Gerardo,

Fuere un extraño, fuere su vecino,Se lo manda con cucas sin retardo.

Saben algunos, no lo saben todos,Que tiene una balanza pecadora;Pero somos tan cándidos y godos

Que le damos la ganga a toda hora.

Permítaseme decir cómo es su pesa:Pues media libra es libra para él,Y, sin embargo, dice con tristeza:

“Caramba, le pesé muy largo a aquél”

Por eso, de comprar aquí detesto,Y todos, ojalá, lo detestaran,

Y, así, en este lugar triste y funesto, Ya de él deslechar no se dejaran.

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Y si por esto, “viejas” me remachas,Si es que así mermas tu sangriento anhelo,

Por ellas no peleo… ni por muchachas..Yo, por las viejas… ¡Poco me desvelo!

Y si acaso me obliga a pelear,Aunque no haya motivo suficiente,Le pido que no me vaya a traicionarQue yo a la fonda le tiré de frente.

De arrancarnos los dos la triste vidaSupongamos que fuésemos capaz, Pero es mejor que siga su medida

Aunque después se lo alce Satanás.

Por los lados, por dentro y toda esquina,A todo conocido y pasajero

Ya no le manifiesta sino ruinaEste rancho antiestético y grosero.

Este rancho, deseo, para que aprenda A dejar la medida que importuna,

Que en una noche, en explosión tremenda,Se vuele hasta los cachos de la luna.

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FIN DE MI AUTOCANO

¡Murió mi Autocano, mi fiel compañero, Que tanto, en su tiempo, descanso me dio¡

Sus hábiles cabos, de cera y de acero,Cuán ásperas sendas, tan hábil cruzó.

De oriente a occidente cruzó la comarcaY pasto gratuito le dieron sus predios;

Pero en ese día fatal de su parca,Para combatirla no hubieron remedios.

Tal vez eficaces y varios hubieron,Pero la naturaleza le fue opositora,

Y, desamparado, sus fuerzas murieronY en él ya la muerte selló su victoria.

En vano aquel día yo estaba a su lado,Siquiera por verlo, no había medicina,Y en el verde llano, tendido e inflado,

Un cólico intenso su vida asesina.

Él fue en el trabajo feliz y obedienteEn hora cualquiera, camino el que fuere;

Por eso su muerte e aqueja doliente,Porque su recuerdo constante me hiere.

Con vaga esperanza le di una bebida,Con ávido anhelo su alivio buscando,

Pero más ligero se acaba su vida,Y otra vez no verlo jamás caminando.

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¡Tan noble, tan bueno, tan fiel y constanteQue casi tres lustros tan bien me sirvió,

Y en todos sus pasos, con grato semblante,Muy gratos recuerdos doquier me dejó!

El amigo humano no igual se maneja,Con esa nobleza, con esa constancia,

Porque recibiendo favores se alejaDe quien ha tenido gratuita ganancia.

Muchos hay que pagan favores con males.De esta clase de hombres conozco yo varios.

Y así no nos pagan ni los animales,Pero los humanos se tornan contrarios.

Devolver los males con los beneficios,Nos dan este ejemplo,

Y en cambio de oprobios se muestran propicios.Eso, eso en mi existencia, observo y contemplo.

¿Cómo el hombre al hombre paga los favores?Pues con sus caprichos y tontos resabios,

Con ingratitud y miles sinsaboresY con sus tristezas, desdenes y agravios.

Mi cabalgadura, gratuita prestéPara ir por remedios allá a Manzanares,A un cierto vecino que aquí no apunté…Después me pagaron con varios pesares

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Porque en esa noche que fui al CamaliónBuscando un remedio que allí había seguro,

He hallado tan sólo la cruel negación,Quedando en la misma tristeza y apuro.

Llamando y llamando, y más repetía…Y apenas al rato oí voz humana

Y un perro ladrando (que ya me mordía),Latiendo furioso, cercano a su cama.

Con sólo sus niños había una señora.Con voz suplicante le expuse mi urgencia,

Y más que mis voces lo explica la hora,Pero, sin embargo, no tuvo clemencia.

No prendió siquiera luz para buscarlo,No tuvo un rayito de la caridad.

Y, así al suplicante más desconsolarlo,Siguió recibiendo negra oscuridad.

Me volví afligido, sin una esperanza,Por aquella senda torcida y oscura

Que con nuestra vida es fiel semejanza,Así en sus tinieblas como en su amargura.

Un grito en la noche es cosa alarmante,Es cosa que causa muy fuerte impresión,Es cosa que aterra, es algo importante…

Y no se me presta ninguna atención.

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Motivo ha sido éste muy justificableDe haber asistido mi solicitud,

Pues causa fue ésta de un bien innegableY aquí fui tratado con ingratitud.

No soy un chusmero ni soy vagabundo.Ya bien conocido, soy mal conocido.Pero así es la vida del mísero mundo

En cuyas tinieblas está sumergido.

Murió mi autocano, mi fiel compañero…

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ANTAGONISMO

Oh Dios TodopoderosoDe bondad y de clemencia,Da a mi huérfana existencia

Un porvenir venturoso.

Alumbra mi oscuridad Con tu divino esplendor,Dando alivio a mi dolor

En mi larga solead.

¿Qué me suscita a quererA la mujer que no me ama?

¿Por qué mi pecho se inflamaPor una ingrata mujer?

Di, ¿Qué suerte dura es éstaQue no sabe sonreírY no puedo definir

Y mi corazón detesta?

¿Qué es esto, como un arcano,Que me pone pensativo

Con presentimiento activoComo un siniestro cercano?

¿Cómo llamará esta suerte?¿Venturosa?... ¿Desgraciada?..

Pues digna eres, anhelada.¡Infeliz o quiero verte¡

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Si eres feliz y dichosaTráeme consuelo y paz;Si no, no vengas jamás

Si tú has de ser espantosa.

Dura me ha sido hasta ahoraY hoy te miro más adustaY ya tu aspecto me asustaCon esta inmensa demora.

Oh suerte, ahora os pregunto:¿Por qué esta luenga tardanza

En realizar mi esperanzaEn éste común asunto?

¿Dios, mi Señor, desde el cielo,Mandó que así me trataras

Y que de mi te burlarasCuando buscara el consuelo?

¡A cuántos, esta desgraciaEn sus horas de erotismo,Habrá llevado al abismo

Esta juvenil falacia¡

¡ A Cuántos, diré también, La idea de lo infinito

Habrá impedido el delito,Dándoles la paz del bien¡

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Dios que es amor y bondad,Al amor hízolo bueno,

Y lo ha llenado de cienoLa humana perversidad.

Su gran belleza y dulzuraSe mira en los mandamientos

Que habiendo sus cumplimientos ¡Qué belleza¡ ¡Qué hermosura¡

¡oh raro amor mentiroso,Tan bueno, bello y amable

Cuando eres santo y glorioso,Y si eres malo, execrable!

En mí te siento benigno,Por sana tengo tú esencia,

Y no hallas correspondenciaO estás en ser indigno;

O con grande dificultad,Muy tarde la has percibido;

Más cuando harto te han herido,Contrario a tu voluntad.

Oh amor, si estás encerradoEn un ser malediciente,

De mil modos, convincente,Lo hubieras ya comprobado.

Mal fruto no da árbol bueno, Esto es antinatural;

Propio lo da cada cual,Pero no dan fruto ajeno.

¿Qué sirte oculta y fatal

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Es la que encierra mi vida,Que mira, ya ensombrecida,

El sueño de su ideal?

¿Fui mal hijo, mal hermano,Soy loco, soy perezoso,

Soy un hombre peligrosoResultaré un tirano?

¿Soy lenguaraz y blasfemo, Obsceno y calumniador,

De vírgenes violador?De todo eso nada temo.

¿Tendré la mala tendenciaDe volverme algún ladrón?No está eso en mi corazón, No nací con esa herencia.

Y de toda esta maldadQue vengo aquí enumerando,

No debo ni estoy pagando,Tengo mi tranquilidad.

Y de maldades mayoresEstá el mundo corrompido.

Él, no se las ha impedidoPara encontrar sus amores.

¿Seré un enfermo quizá?¿Tal vez ya nada prometo?

En trabajar me concretoY sano mi cuerpo está.

¿Será que soy algún locoY en malgastar me recreo?

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Trabajar es mi deseo,Ni soy demente, tampoco.

¿O estoy en decrepitud, Murieron mis energías?Pues aún tengo alegrías,Buen ánimo y juventud.

En estos males que escribo,De tanta maledicencia

No me asusta la codiciaQue sea de alguno cautivo.

¿Me saco en limpio con esto?Pues también soy pecador,

Soy de miseria y dolor Y a muchos males detesto.

Y en aquel verso terribleQue implica tanta amargura

Y una suma desventura,En mí, tampoco es posible.

De aquella fatalidad Le pido a mi buen criador

Me libre de tal horrorPor su infinita bondad.

Oh Señor, dame paciencia,Valor y resignación,

En esta malcondiciónDe amor sin correspondencia.

Querer la que no nos amaY no amar la que nos quiere,

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Esto el corazón nos hiereY esto adversidad se llama.

Herido soy, sin ofensa,Propio del injusto y vil,

Ignaro, ingrato, pueril….,¡Pero hay ley de recompensa!

¡Oh mi dulce Adnaí:Pues sufrir solo merezco,

Mis sufrimientos te ofrezco, Todo por amor a ti!

Y de tanta indiferenciaNo conozco más motivos;

No hay en mi ser atractivos,De eso si tengo conciencia.

Pues miles hay inferiores,Viejos, feos, desvalidos,Y han sido favorecidos

Cada cual con sus amores.

Sordos, mudos, leporinos, En muy graves desperfectos,

Y han hallado sus afectosBastardos y aún genuinos.

Dignos son, por consiguiente,De gran consideración,Viniendo así, de nación,

Con su cuerpo deficiente.

En su estado lamentable,¡Oh, cuánto pesar se encierra,

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Si así los echó a la tierraEl destino inexorable!

Allí me quedo inconsciente, Pensando aterrorizado,

Que el castigo del culpadoSe extienda hasta el inconciente.

¡Oh amor, misterio insondable,Que llenas el universo!

¡Manso, terrible y perverso, benigno, cruel y adorable!

Y en mí (gracias a mi Dios),Tal vez es porque no cantaUn jilguero en mi garganta,

Que les fastidia mi voz.

¡Pero existe un ruiseñor,Y en mi cerebro se anida,

Que dulcifica mi vida Y consuela mi dolor!

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AGUINALDO PARA MONTEBONITO

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