Poesía Del Orinoco

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    ANTOLOGAcomentada

    de la poesadel Orinoco

    COLECCIN POESA VENEZOLANAANTOLOGAS

    Repblica Bolivariana de Venezuela, Gobierno Bolivariano

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    Nstor Rojas

    Fundacin Editorial el perroy larana, 2007

    Fundacin Editorial el perroy la rana, 2008

    Centro Simn Bolvar, Torre Norte, El Silencio

    piso 21, Caracas - Venezuela.

    Telfonos: 0212-377-2811 - 0212-8084986

    Correos electrnicos: [email protected] /

    [email protected] /

    [email protected]

    Pginas web: www.ministeriodelacultura.gob.ve /

    www.elperroylarana.gob.ve

    Edicin al cuidado de:

    Dannybal Reyes

    Diseo de portada:

    Emilio Gmez

    Diagramacin:

    Jenny BlancoCorreccin:

    Rodolfo Castillo y lvaro Trujillo

    Fotografa:

    Carlos Duque

    Hecho el Depsito de Ley

    N lf40220078003998Antologa comentada de la poesa del OrinocoISBN 978-980-396-723-9

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    EN LA BSQUEDA DE LA QUIMERA

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    EN LA BSQUEDA DE LA QUIMERA

    El Orinoco siempre ha sido motivo principal de inspiracinde los poetas y juglares, quienes han visto en el padre de losros venezolanos el smbolo de la permanencia, de la poesa yla fugacidad. El ro que se va, pero siempre est all, fluviantey serpenteante, pasando por debajo del puente, ha ejercidomucha influencia en la sensibilidad de quienes nacieron en losterritorios del ro, llegaron, pasaron o nacieron en sus orillas,

    en las orillas del Orinoco.

    Los conquistadores espaoles le cantaron con entusiasmo.Durante los tiempos de la colonia, cuando la angostura delOrinoco se llamaba Angostura1, el mismo ro2fue la llamadaa entrar en el secreto de su presencia, a entrar en l, una y dosveces y muchas veces como en una sentencia que siempre est

    abierta. La enseanza del ro ha quedado como un dilogo enlas pginas de quienes tuvieron la dicha de acercarse a su fluirpermanente con los ojos de la poesa.

    Para el poeta Luis Alberto Crespo, los que llegaron a verel Orinoco buscaban el resplandor ureo o la oculta riquezade una ciudad vestida en oro, cuyo escenario pronto se convirti

    en selva. Lo metafrico descubri sus velos y tambin susencantos. La imagen de la Arcadia ancestral fue la fuerza queimpuls al hombre a la errancia en ese inmenso boscajellamado Amrica. Atrados por el magnetismo de los minerales,llegaron espaoles y franceses a las selvas del Orinoco parafundirse con el paisaje orinoquense. Deslumbrados losexpedicionarios se internaron en los confines de las aguas

    para hallar el resplandor ureo del oro.

    Entre el ensimismado Coln y su silenciosa bitcorahubo una atraccin por descubrir los secretos de ese ro queruga en su cercana con el mar. Qu lazo una al navegantecon el infinito Orinoco, que se hallaba detrs del horizonte?

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    La historia, que ha sido escrita por los vencedores, nos trae

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    bblico. Entonces decidi cambiar la bsqueda de la canela y la

    pimienta por la del oro, que supona abundante en aquellosparajes surcados por grandes ros, en cuyos cauces brillabanlos ms ansiados tesoros. En los ojos alucinados de losconquistadores las pepitas de oro eran imgenes por demsirresistibles, como para no quedarse e internarse en la selva ,tras la huella de la quimera dorada: la ciudad de oro, dondesus reyes se empolvaban de oro o se duchaban en una laguna

    de arenas ureas, a pocos pasos de las casas y los palaciossalvajes de una ciudad llamada Manoa.

    PERO SE TRATA DE LOS TEXTOS CON TEMARIOORINOQUENSE

    El Orinoco bordea el estado por el Norte y el Oeste y

    desemboca en el Atlntico.

    Como ro interminable... vea al Orinoco el poeta JosEugenio Snchez Negrn, quien tambin fue el cronista de

    Angostura.

    Esta investigacin se realiz con el pretexto de indagar

    sobre la influencia que ha ejercido el Orinoco en la imaginerapotica angosturea y de los territorios que le sirven de paisaje.Poetas guayaneses de diversas pocas, poetas de otras tierras,ribereas del Orinoco, de aqu o de allende el mar, quedarondeslumbrados por la majestuosidad de esas aguas ocres y se ins-piraron en esa gran serpiente de agua y piedra que serpenteaba

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    a orillas de la referida angostura, distante de la actual ciudad

    como treinta y cuatro leguas arriba del castillo, donde el roOrinoco se estrecha a ochocientas varas, se establezca VuestraMerced y haga mudar all todo el vecindario de Guayana...(Real Cdula de Carlos III. Ao. 1764).

    En la antologa del ro tambin se incluyen los poemasde Andrs Eloy Blanco, quien dedic todo un poemario al

    ro padre y un poema del Premio Nobel de Literatura, PabloNeruda.

    Por supuesto: tuvimos que andar y recorrer las riberasdel Orinoco, adentrarnos en las aldeas, pueblos y ciudadesubicadas en Anzotegui, Monagas, Delta Amacuro, Apure,

    Amazonas y Bolvar para encontrar las voces del ro y rea-

    lizar la antologa comentada. En la Mesa de Guanipa encon-tramos a los Karia invocando a sus espritus, maraqueando.El canto que se elevaba como vuelo de zamuro se oa ms allde Cachama y se iba con el ro.

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    PARTE IPOTICA DEL ORINOCO

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    La noche, desde este espacio fluvial y vista desde arriba,

    es la mirada del ojo: lo circular que avanza descubriendo susseales, extendindose, abrindose. Y all, en la orilla de latierra que vela su cada, est el mismo ro que nos ha enseadoinmemorablemente los oficios de la permanencia. Su llamadanos invita a entrar en el secreto de su presencia, a entrar en l,nunca dos veces y ni siquiera una vez, como en una sentenciaque siempre ya est cerrada cuando pretendemos atenernos a

    ella y retenerla.

    La enseanza del ro, ese esqueleto de un colibrsobre la consola o escapulario con arena del Orinoco...,es laenseanza del fuego y de las cosas ms bajas y ms altas...

    La poca luz de la tarde arroja sus destellos sobre las

    aguas, donde cae el cielo como una metfora de su propiabelleza. Es la hora del limbo, del xtasis, de la contemplacindesde el malecn. Ms ac o ms all, esa visin del ro solocambia con la posicin del Sol. A medida que se hunde,oculto tras las nubes abigarradas, los colores se difuminan,se pierden, se ennegrecen. Y en el momento divino, decrecela intensidad.

    Acaso somos hijos de esta agua antigua que noduerme, de esta serpiente con los ojos cerrados, de esta piedraprimera con piel de culebra donde fueron escritos lossignos de nuestro advenimiento?

    Este ro que crece es el ombligo del precipitado;

    cada del Adn que yo fui, que soy. Es la palabra que vibratodos los das en mi lengua, espejo de Herclito, mi hermanoNarciso. Sobre las olas que cabriolan como peces, el alma brillacon luz trmula cuando deja en tierra sus cntaros, sus cam-

    bijas y collares, sus viejos huesos entre rocas antiguas. Este roes tiempo que pasa y se queda, lombriz zigzagueante entre

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    caminos y rboles. Mapa del cielo con claves de otros tiempos

    o vena de la tierra que late entre mis sienes. Este ro es sueo deantiguos viajeros, placenta del hijo que Ariadna conoci; es elcuerpo que se alarga con ojos en el pecho, flecha y arco de lapasin ya despierta. Este ro es camino a El Dorado, paraso;plumaje del pjaro nunca visto jams, ocre desgarradura entrepiedras o metfora infinita que se pierde en el mar. Este ro espiragua veloz que no se mueve, aunque va; es rama del rbol

    que antes vieron mis ojos; mito que nombr Amalivaca, diosde un da que se fue y todava esperamos.

    El ro es la ciudad; es la selva colmada de cantos y mis-terios: fuiste Orinoco en verdes fronteras primitivas (*). Elro es la Madre y es el Padre que unifica sus fuerzas; es la met-fora de la vida que se da airosa como un penacho de plumas,

    como una serpiente emplumada. El ro no huye, transita porsu propio cauce, grandioso, terreno. Sus tinieblas son acuosas,arremolinadas; embriagan los sentidos del que se planta mara-villado a su orilla. El ro recibe a los que han gastado su tiempo,a los mustios, a los perdidos, a los gloriosos, a los bienaventu-rados. Al ro van a parar todas las amarguras de los afligidos.El ro es lo inesperado que culebrea entre rboles que gimen:

    Y ms all de esto, algunas excursiones por lo intrincado yvasto de la selva. Regiones acuosas, aurferas y agrarias, endonde todava vislumbro mapanares, papagayos, jageyes,

    berenjenas, al profeta Enoc que andaba por aquellas sole-dades hablando del reino de Dios. Ay, de m! Cunta fbulaa manera de acontecimiento directo. En un Ford negro noscondujeron a travs del bosque y de las aguas hasta Ciudad

    Bolvar, a mis dos hermanos y a m. (Jean Aristeguieta,Losespejismos, Caracas, 1965). (* Los textos entrecomillados perte-necen a esta autora).

    El ro es una presencia que se revela cada da. Su voz,indomable, altanera, sigue los rumbos ya conocidos. Nunca se

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    entrega. Cmo podra ese titn destronado que es el hombre

    domar esa sombra fluvial que pasa estremecida? El ro silvestresiempre se rebela, intensifica su fuerza, cambia sin cesar en unalucha constante contra todos los muros que se le ponen enfrente.No hay recuerdos que no huyan de sus remolinos. Los silenciosquedan convertidos en hojas desprendidas que aumentan elrumor que baja al mar.

    Todas las imgenes que fluyen son fugitivas. No soncapiteles de un tiempo pasado. Transcurren veloces cambiandode forma. Cmo podra el poeta o el pintor grabar enlajas milenarias que parecen fantasmas esos presagios deoscuras facultades que se hacen abismos?

    El ro es un jardn sonoro que atrae. Sus seres mitolgicos

    de la edad de Amalivaca, sus monstruos legendarios, sustoninas amorosas, de banos, sus sapoaras fulgentes, son la

    biografa de una ternura que no muestra sus detalles, pero queencanta. De arcanas posesiones emerge el Orinoco/ arrastrandocaudales hacia la soledad/ y riachuelos le entregan a su visinterrible/ la violencia serena de sus lenguas de plata. El ro es

    Amalica revivindose continuamente. Sobre l se posan las

    nubes rojizas inaugurando las tardes guayanesas. Amalivaen desvelo cruzando la tierra, abrazndola. All va veloz susangre pardusca, hacia otros mbitos, hacia ese mar dormidoque borra las fronteras. Amaliva espejo de toninas de bano/

    Amalivaca seno donde el naufragio acecha/ Amaliva rostro quedesafa el chubasco/ Amaliva escudo de sapoaras fulgentes/Y despus las tortugas en las playas dormidas/ las crecientes

    que arrastran los rboles las casas/ los ganados los nidos lasmaderas oscuras / Orinoco embrujado en el trpico errante.

    El ro es la evocacin de la infancia: ...En la antiguaAngostura, frente al Orinoco en su parte ms angosta (ocho-cientos metros), transcurri mi segunda niez y adolescencia.

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    Los morichales, las flores y frutas ardorosas del trpico, los

    animales, las consejas, comprendieron mi vida de entonces. Lavulgaridad siempre estuvo abolida de aquel transcurrir dondeme encantaban las nubes, las estrellas autnticas y las estrellasdel cine, las excursiones a los campos, los sueos. Una vez vianclada en el Orinoco una goleta llamada Safo, cuyo nombreme atrajo.... Qu queda en la memoria de la poetisa de aquelparaso aorado? El tiempo ido es slo palabra que refleja un

    instante fugaz, imagen borrosa que se trae desde las profundi-dades de un pasado que solamente se vive en la recordacin.Pero el ro, el inmenso y poderoso, est all como siempre. Nose ha ido, todava no ha sido cercenado por la mano temerariadel hombre.

    Cuando torne/a las riberas del raudal que baa/el pueblo donde vi

    la luz primera.Abelardo Gorrochotegui(1861-1927)

    La mirada se relaja complacida, llena de imgenes. Slola visin del puentecontra el cielo oscurecindose comoun esqueleto de dinosaurio se alza a lo lejos entre luces decolores artificiales. l extasiado toma en cuenta el paso de laspequeas gaviotas que pasan a ras del agua, una tras otra, casi

    silenciosas hacia el oriente. No juzga, solamente estima el findel instante que fue para sus ojos un espejismo cambiante acolor. La orden ya fue dada. Cambi la consigna y es otro elcielo, otra la orilla con sus espectros, otro el ro con sus brevescelajes. Otro el que mira no ajeno a los santos custodios.

    El anciano de la noche, / sobre una piedra del camino / sen-

    tado permanece, / y a sus pies, / como una serpiente vertebradade piraguas, /untada por los colores vegetales que se pudren, /interminablemente pasa el ro.

    La noche es una mancha que se mueve, fluvial; es unadiosa lacustre que hace saber su msica, el sonido de su flauta

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    encantadora. Desde el chapitel de una de sus torres, el Seor

    de la Casa de Cristal lanza sus ojos al gigante Orinoco, diosdel agua que se alimenta de hierbas. Veo la luz de un cieloamericano que tiene abultada la cerviz, que se inflama como sifuera dragn.

    ...del bravo Orinoco, que a tus pies deshoja/ galante y rendido/ laflor de tu verso...J. M. Agosto Mndez.

    En la orilla han quedado los desperdicios y una monedadel Csar. El sol canicular quiebra en el ro, oigo que me dice elpoeta Matas Carrasco, quien lleg de Guasipati para sembrar enel viento de Ciudad Bolvar sus versos ya olvidados. Con cantos depjaros, azulejos, aparece la luz como un escndalo por la ventanadel Este. El suelo verde empuja hacia arriba lo que est naciendo.

    Musculosa, atltica, vigorosa, as despierta la tierra por estos ladosdel mundo. No hay sombras en el cielo multicolor. Tampoco haynecesidad de cortar ramas para aclarar los rboles.

    y sirvi el Orinoco de pila bautismal...Fernando Cova Fernndez.

    La vegetacin crece libre, sin ningn esfuerzo. Por don-

    dequiera lo verde se teje sin cesar. Y atravesando el encaje, comouna lombriz plateada ese rumor inmenso/ como una tem-pestad/ que entre los recios rboles/ deslizndose va;/ este ro tangrande/ que desafa al mar/ y que con la mar, por siempre/ su vozunir.... Es el ro hablando por la boca, ya extinta, de AlaricoGmez, ese otro bardo nacido en las Barrancas de Monagas en1922 y muerto en Caracas prematuramente cuando apenas

    tena 33 aos. Corra el ao de 1955. De ese tiempo slo serecuerda la glorificacin de una belleza con nombre de deseo:Susana Duijn.

    En el agua aparecen los signos de una escritura ilegibleEscritura de garzas de bejucos de caimn

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    Es espacio mostrando sus espritus

    En la estela de bronce azul.

    Dice el poeta Luis Garca Morales desde las pginasinmortales deEl ro siempre. All ha estado siempre, entre rocas.Desde cundo lo conoce el hombre? Quienes pintaron esospeces, esos crculos, esas garzas, esos bejucos, esos pjaros y esos solesen las piedras milenarias lo conocieron muy bien. Se hicieron uno con

    l. Vieron el brillo mgico de su oro. Lo contemplaron desde tierrafirme con la certeza de que estaban ante un dios en forma de ser-piente que vena de lejos. All est frente a m. No lo vi caer gota agota en lo profundo del bosque como roco, pero como es llegaa m. Me atrae su fuerza, altera mis neuronas, me eleva porencima de sus olas. Descubro el nivel de su peligrosidad. Pero,s que ms all se entrega -no tan dcil- a los mares.

    Ese Orinoco, de cierto, no era el mismo de hace millonesde aos. Eso lo confirma el nombre de Herclito: ni es y a cadainstante es otro, distinto. Como cada uno de nosotros. Hoy sucauce ha decrecido. Hasta 3.500 millones de aos atrs no sesaba cmo corra el Orinoco sobre la tierra positiva formadapor el Escudo guayans-brasilero que era lo nico que exista

    de la Amrica del Sur, dice tajantemente el cronista AmricoFernndez en la pgina 13 de su libroHistoria del estado Bolvar.Yo, por lgica, s que corre hacia el mar, hacia el Atlntico,pero desconozco su trayectoria y origen. Si fue el Guaviare,tampoco lo s. Digo como Nietzsche cuando puso en suspensoel saber para dejar sitio al creer: pongo en duda las estima-ciones superficiales y provisionales pese a todo el valor que

    acaso corresponda a lo verdadero, a lo veraz.

    La noche se hace ms espesa. Los cristales de las puertascorredizas del balcn solo dejan ver la oscuridad de all fuera.La apariencia o el engao, que a ms de uno seduce y hacecaer, se refleja entre los barrotes. Y los aparecidos rondan los

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    territorios de la vida terrestre, multiplican sus esfuerzos para

    que algunos vean sus rasgos. Quines escuchan en esta horasus clamores? All van los que se despiden, los que se elevan ydejan la tierra en este instante de espectros.

    El ro est en reposo aparente. Mientras las sombrasavanzan, l declina, reduce su nivel. Pasa entre las rocas silen-cioso. Bajo suelo van quedando los utensilios de los habitantes:

    sus cermicas, artesanas, armas y herramientas. Otros en elfuturo, dentro de mil aos tal vez, encontrarn estas cosas(extraas) enterradas. Anotarn datos ms datos acerca detodo, menos de la vida que late a su lado. Excavarn bus-cando ms evidencias, aqu y all, en diferentes sitios de laciudad enterrada en bsqueda de las huellas de ese hombre,ya muerto. Se har una cronologa del lugar autorizada por el

    gobierno de turno. Los cronistas escribirn sucinta y amena-mente sobre todo lo hecho y publicarn la historiografa localo regional resumida con las debidas ilustraciones y en len-guaje sencillo para que todos vean y no olviden la historia deese hombre pasado, de esa ciudad enterrada, de ese ro ya secoy lean sus andanzas, avatares, hechos y ancdotas. Publicarnvolmenes y ms volmenes. Revisarn los tantos peridicos

    viejos, libros y revistas con la intencin de recoger los datosms importantes para perpetuarlos en la memoria colectivadel presente. Por su parte, los maestros, profesores, funciona-rios, guas tursticos y estudiantes copiarn y se aprendern alcaletre: fechas, lugares, acontecimientos, para llenar con esoese vaco tan lleno del pasado.

    Por su cuenta, los gelogos rebatirn teoras sobre la edadde esta tierra y propondrn otras ms acorde con la verdad desus conocimientos. Dirn que este ro no solo ha sido el Guaviare,sino tambin el Meta, el Caron, el Efrates, el Tigris, el Amarillo yel Ganges. Y por supuesto el Mississippi. Los doctores orgullososde sus tantos posgrados tomarn los restos de los ltimos

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    moradores y los compararn con los primeros habitantes de

    Guayana, llegados hace unos 15 o 17 mil aos , segn las dife-rentes pruebas comprobada por el mtodo del Carbono 14.

    A su vez, hablarn los arquelogos y antroplogos y dirn loque siempre nos han dicho: que ese hombre que muri aqumismo y se llamaba Andrs o Juan, o Toto Macuare, vino deall lejos, de Asia, pero tambin de frica porque por all que-daba el paraso.

    Una cancin warao, recopilada por Fray Cesreo deArmellada y Carmela Bentivenga de Napolitano y publicadaenLiteraturas indgenas venezolanas(Caracas, Monte Avila,1975), dice solemnemente:

    Vecinos del Orinoco,

    venimos a vivir con ustedes,venimos a vivir con ustedes.Hemos abandonado nuestras tierras.Hemos abandonado nuestras tierras.Venimos a vivir con ustedes.Venimos a vivir con ustedes.Venimos a vivir con ustedes.

    Es la voz de los desarraigados de la selva, de losvenidos del interior de las islas del delta. Los que llegaronpara vivir con las gentes del Orinoco, dejaron su territorio,la parte de adentro y la costera para vivir con los hijos de lasaguas de oro.

    Para los Piaroas, hombres tambin de la selva y de lostres ros, atrs queda el recuerdo de los Atures, porque paralos hombres todos de la selva es el agua la patria y el territoriode la sobrevivencia:

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    Para el hombre que espera

    es la Luna.Es Sol para la canoaque remonta el ro.Y para los hombres todos de la selvaes el agua.

    (Fragmento de una cancin piaroa, editada en Miln en

    1959 por Giorgio Costanzo, enPoesa de la selva del Orinoco.Poesade los indios Piaroas y posteriormente traducido por fray MartnArmellada. Rafael Pineda lo reproduce enitalo-venezolanoNotasde inmigracin, Caracas, 1967).

    Quizs Merica, la que vio el maquiritare en los ojosindgenas de un piaroa, la que recoge la yuca y tuesta las tortas

    de casabe en el extenso Territorio Federal Amazonas, la que esluna, sol y agua, an conserve en su sangre la mariposa roja.Merica, la que tiene la mano como el tierno fruto de la palmeray el pie como la semilla del algodn, ligero y silencioso, no sevino a las piedras calientes del ro, aunque se le prometi unavida muy dulce. El viejo Menaue que danzaba en la hamaca,tan liviano, tan sabio, cmo dese irse a la orilla del Orinoco

    para danzar con Merica, cuyo aliento tiene el sabor del anans.Sus pies fros apenas si llegaban al suelo. El volaba, remontabalas aguas. Pero su cuerpo se iba quedando fro, lejano en laselva, junto a la gran Piedra Negra. Solamente el tigre lo calentar.Cuando est muerto/ quiero bailar con pies de nio/ cara a laluna,/ cuando la lluvia/ ponga brillantes las piedras.

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    Agua de la infancia

    El Orinoco es, dicho con palabras del poeta AlaricoGmez (1922-1955): Agua del agua de las aguas tiernas, /agua del malecn, agua de frente, / agua de la balandra y delas piernas, / agua del corazn puro y caliente, / agua de marque nunca de cisternas, / agua del toro azul de la corriente,

    / agua para el marinero de la mina: / aguafuerte, aguamiel,

    aguamarina./ (... ) entre los mereyales y en el ro.... O elesqueleto de un colibr sobre la consola, o un escapulariocon arena del Orinoco, como bien lo canta el poeta RafaelPineda (1926).

    En toda infancia hay un ro, siempre hay un ro, o elrecuerdo de un ro . O un mar que se recuerda sin saber si

    existi o no. Ya desde los primeros aos, el agua bautismaly purificadora, rodea al poeta que vive a orillas de un ro.Las aguas inundan su memoria, los recuerdos y se instalan persis-tente como materia del verso. En los comienzos, el aguaes un elemento concreto que brilla y resuena en el lenguajeque se hace poema.

    Ms tarde, el agua es solo la experiencia y el oficio,transmutndose en ro convertido en fuente de vida, en entecsmico y purificador y, sobre todo, en una revelacin deltiempo: el transcurrir del ro es un viaje, no hacia la muerte,sino hacia el cambio. El ro como el mar es la vida queno termina: el agua gira con una esperanza de vida eterna.Desde esta infancia sostenida por el agua, el poeta ve la

    posibilidad de la creacin a travs del sueo. Pero las aguasdel ro siempre tocan las orillas de lo que ya se ha vivido.

    El ro es ritmo, pulso vital, que va transformndose enun ritmo interior que se evade de la linealidad para hacersetiempo en el poema.

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    El ro hace ritmo y reloj que va marcando la vida de los

    que nacen y crecen viendo las aguas de su origen. El poetareconoce provenir del agua y renacer en ella. Estas reminiscenciasmanifiestan la profunda afinidad con el agua que arrastra lainfancia. Este renacimiento en el agua, que el poeta siente, puedetambin interpretarse como el renacimiento por el bautismo.Los poemas del ro muestran los rasgos subjetivos del paisaje: allel poeta intenta explicar su sentimiento profundo y verdadero.

    Al hacerlo verbalmente, reconoce lo real y se funde ms con loque el ama profundamente.

    La conciencia se desarrolla unida al agua. Percibe elmundo a travs de los instintos, que subsiste y aparece en elproceso de creacin. Por la va de la razn el hombre no setransforma en cualquier cosa sino slo en aquello que como

    posibilidad existe ya en l. As, la forma de relacin ms importantede la infancia, la relacin con la madre, es compensada por elarquetipo cuando se anuncia el fin de la infancia.

    Por tanto, que el agua est ligada a los orgenes de lospoetas nacidos a la orilla del Orinoco, junto a un sentimientocsmico de universalidad: las imgenes se despliegan para

    finalmente desembocar en una afirmacin de sentido csmicosobre sus orgenes, que podran simbolizar tambin los orgenesde la poesa referida al Orinoco.

    Para Bachelard el sitio en que se ha nacido es menosuna extensin que una materia; es un granito o una tierra, unviento o una sequedad, un agua o una luz. En l naturalizamos

    nuestras ensoaciones; gracias a l nuestro sueo cobra unasustancia justa; a l le pedimos nuestro color fundamental. Elagua se convierte en fuente de vida eterna. Tambin, paraBachelard, el agua dinamizada es un germen, otorga a la vidaun mpetu inagotable.

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    Se llega a la conclusin de que todo lquido es agua y

    toda agua es imagen sostenida activamente en las zonas msprofundas del inconsciente simple del infante y que emergendesde las imgenes ms conscientes de las aguas. Todo estoporque es lo orgnico lo que constituye los primeros centrosde inters en el nio. Igualmente, en el lenguaje, la primerasintaxis est sujeta a una gramtica de las necesidades.

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    El agua madre

    Las aguas son el origen, principio y fundamento de lapoesa de los poetas aqu seleccionados, que le otorgan al aguauna cualidad primordial. En los mitos cosmognicos encontramosuna apreciable cantidad de historias donde el agua es la fuentey principio femenino de la vida. Todos los seres han sido gestadosen el agua. Ella es la esencia y matriz de todas las formas de existencia.

    Las aguas han sido desde los comienzos, y sern hasta el fin detodo ciclo histrico o csmico, aguas primordiales que sepresentan bajo diversas variables. Ya en el Gnesis aparecenlas aguas como parte fundamental de la creacin: Al principiocre Dios el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos y lastinieblas cubran el abismo, pero el espritu de Dios aleteabaen las aguas. Dios cre un firmamento entre las aguas y las

    separa unas de las otras.

    Tambin el caos acutico se encuentra en la cosmogonababilnica, con los ocanos Aps (mar dulce sobre el cual flo-tara la tierra) y Tiamat (que personifica al mar salado pobladode monstruos). El agua, como ente germinativo, est represen-tada por la lluvia que fecunda la tierra en las simbologas ertico-

    cosmognicas, como para los aztecas, donde las aguas verticaleso Tlaloc (dios de la lluvia) personificaban el impulso masculinofecundante, en combinacin con el fuego.

    En la cultura vdica las aguas son denominadas mtri-tamh (las ms maternas), y en la cultura egipcia nos encon-tramos con el nun, que es la sustancia primera y hmeda,

    llamada tambin amn (el agua primigenia), la cual tienecualidades femeninas y masculinas. nun tambin significa: elnuevo flujo fecundante del Nilo.

    Todo flotaba y flota sobre las aguas, hasta el sol, quees inmortal, porque todos los das flota sobre el mar y se

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    sumerge al anochecer en las aguas maternas, para renacer

    al da siguiente.

    El ro es el smbolo de la creacin para los antiguos. Delas aguas surgieron los dioses. Por ejemplo, Mitra nace a ori-llas de un ro, y Cristo renace en el Jordn con el bautismo.Los cristianos asocian a la Madre de Dios con el agua en elcomienzo de un himno: Ave, maris stella (Ave, estrella de

    los mares). Hay otras culturas, como las que han llegado hastanosotros desde los antiguos textos cuneiformes de los sume-rios (milenios 3eroy 4toa.C.), donde tambin lo primero queexiste es el ocano original.

    La creacin del mundo y del hombre es la creacinprimordial. La cosmogona es el modelo de toda creacin. Y

    esto nos conduce a la creacin potica como paradigma detoda otra creacin.

    La presencia del agua como fuerza primigenia se da tambinde esta manera en la poesa referida al tema del Orinoco.

    Se dice en el Apocalipsis (Cap. 22: 1-2): El ngel me

    mostr un ro de agua de la vida, lmpida como un cristal, quemanaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de la plazade la ciudad, y a un lado y otro del ro, hay rboles de la vida,que dan doce frutos al ao, una vez al mes. Las hojas de losrboles sirven para curar a las naciones.

    Vemos, entonces, que los mitos arcaicos presentan al

    agua como origen esencial de la vida, unida al rbol dador dedones. Con ese sentido y en la misma relacin encontramos alagua como madre en diversas imgenes de la poesa referidaal Orinoco.

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    Agua purificadora

    Los versos del poeta Abelardo Gorrochotegui (1861-1927)nos dicen que Cuando torne / a las riberas del raudal que

    baa/ el pueblo donde vi la luz primera. Porque ciertamenteel Orinoco ha servido de pila bautismal, como dijera el tambinpoeta Fernando Cova Fernndez, para todos los que aqu hemosnacido.

    El poeta lo dice y lo dice la Biblia. Las aguas lavan lospecados, purifican y regeneran. En cualquier contexto religiosoen que se encuentren, cumplen la misma funcin. Este simbo-lismo se halla tanto en el nivel cosmolgico, (representado por eldiluvio o sumersin peridica de los continentes, en los cuales lahumanidad se sumerge en el agua para dar lugar a una nueva

    poca y a una nueva humanidad, lo que conduce a una con-cepcin cclica del cosmos y de la historia, donde las formas sedeshacen y liberan elementos para producir nuevos estados cs-micos), como en el nivel antropolgico, cuya representacin es lasegunda muerte del alma o muerte de iniciacin por el bautismo.En ambos planos, esta muerte no es definitiva, sino que corres-ponde a una reintegracin pasajera de lo indistinto, seguida de

    una nueva creacin, de una vida nueva o de un nuevo hombre,segn se trate de un momento csmico, biolgico o soteriolgico.

    En estos niveles es donde el poeta nos muestra unapreocupacin csmica por la destruccin del mundo y sunica salvacin posible a travs del agua. Tal como en latradicin cristiana el diluvio puede compararse con el

    bautismo, en los antiguos mitos y rituales la libacin funerariatiene su paralelo en las lustraciones de los recin nacidos o enlos baos primaverales que otorgan salud y fertilidad. Desdelas ms viejas tradiciones el agua ha sido smbolo cosmog-nico, mgico y medicinal por excelencia. En ella reside la eter-nidad. El contacto con el agua provoca un nuevo nacimiento a

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    de esta manera: hars sobre ellos una aspersin de agua lus-

    tral, ellos rasurarn todo su cuerpo, lavarn sus vestidos y sepurificarn. Tambin en Ezequiel 36:25 habla el seor Yava la casa de Israel: Os rociar con agua pura y os purificarde todas vuestras inmundicias y de todos vuestros dolos. Enla tradicin bblica, las aguas estn ligadas a una valoriza-cin del bautismo como descenso al abismo de las Aguas paraun desafo con el monstruo marino. Este descenso tiene un

    modelo: el de Cristo en el Jordn, que era al mismo tiempo undescenso a las Aguas de la Muerte. Este descenso a las aguases una prueba de iniciacin paralela a las que se encuentranen otras religiones. Tambin se compara al bautismo con eldiluvio y a Cristo con No, ya que ambos descendieron a lasprofundidades de las aguas y salieron victoriosos. El bau-tismo libera al hombre de la corrupcin y del pecado, convir-

    tindolo en un nuevo Adn antes de la cada. Este simbolismojudeo-cristiano del bautismo no se contradice con el simbo-lismo acutico universal: No y el diluvio tienen como paralelonumerosos cataclismos que, segn las tradiciones, han puestofin a la humanidad, con la sola excepcin de un hombre,que sera el antepasado mtico de la nueva humanidad.Tambin las aguas de la muerte aparecen en numerosas mito-

    logas asiticas y ocenicas. Al ser provocadoras de muerte ydisolucin, estas son ricas en grmenes creadores.

    El sacerdote ofrece una plegaria, entra y bendice el aguade la pila para que una primogenitura celestial, concebida yapor esta bendicin, salga del seno inmaculado de esta divinafuente para un nuevo nacimiento; y que todos, cualquiera sea

    la diferencia de edad o sexo, reciban nueva vida por la fecundavirtud de la gracia. El sacerdote toca el agua con su mano y orapara que sea purificada; hace el signo de la cruz sobre ella; ladivide con su mano y la roca hacia las cuatro partes del mundo;sopla tres veces sobre ella en forma de cruz. Luego sumerge elcirio pascual en el agua y canta. Despus de las plegarias finales, los

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    sacerdotes rocan a los asistentes con agua bendita. As el agua

    femenina es espiritualmente fructificada con el fuego masculinodel Espritu Santo. Este rito simboliza el matrimonio sagrado quees la fuente regeneradora del mundo y del hombre. Penetraren esta fuente y traspasar su superficie es cruzar el mar nocturnodel reino mitolgico. Simblicamente, el nio hace este recorridocuando recibe el agua sobre su cabeza, guiado por el sacer-dote y los padrinos, que son sus auxiliares. Su finalidad es un

    encuentro con los padres de su Ser Eterno, el Espritu de Diosy el Vientre de la Gracia. Despus es devuelto a los padres desu cuerpo fsico. De este modo el bautismo lava el pecado ori-ginal, lo que enfatiza la idea de purificacin, pero tambinhay en l un smbolo de renacimiento.

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    Agua del tiempo

    El descubrimiento de los nombres es el comienzo deotro descubrimiento que para m constituye una obsesin: eltiempo, que es el ro. Si puedo nombrar, creo e intento detenerel tiempo. La palabra es, para el poeta, una paradoja: ella naceen el tiempo, pero con ella se puede detener al tiempo. Si luegode nombrar contino explorando, llego al verbo y entonces

    todo se pone en movimiento. Y si ms tarde nombre y verboentran en otros tiempos que se acercan y se escapan, me llegana veces de manera ms breve y otras ms largas: entonces sque nada hay que impida que el tiempo se detenga.

    Los pueblos primitivos intentaron dominar la tempora-lidad a travs de sus concepciones mticas del tiempo sagrado,

    pero el hombre moderno, perdida la fe en el mito, mantiene elintento de superar el tiempo a travs del arte.

    Todas las civilizaciones llamadas tradicionales o antiguasestn conscientes de haber perdido un paraso primordial yse consideran en estado de cada. Aunque las caractersticasdel mito varan de una civilizacin a otra, hay algunos rasgos

    comunes a todas ellas: la inmortalidad de los hombres, la inuti-lidad de trabajar para obtener su subsistencia que lograbannaturalmente, la proximidad del cielo a la tierra, y la sumisinde los animales que les obedecan.

    As pues, para las civilizaciones tradicionales, la perfeccinestaba en los orgenes y no en un porvenir improbable. Ellas

    integraban al individuo en sus estructuras con precisin,proporcionndole la sensacin de ser indispensable donde seencontrara o para lo cual haba sido preparado.

    Hay entonces, una voluntad expresa de regresar alestado primordial considerado como perfecto y, en todo caso,

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    no avanzar ms en la cada, porque el hombre, de un punto

    al otro del espacio, ms all de las tradiciones, considera queha llegado a ser: mortal, sometido a la temporalidad que esruptura y deterioro, sujeto a la carne y condenado al trabajo, acausa de su rompimiento con los dioses.

    Es por ello que en este tipo de civilizaciones el mitoprimordial es la nica historia digna de inters: se confunde

    con la historia de la condicin humana y recuerda en todomomento la integridad original del hombre.

    Sin duda existe un futuro y un pasado, pero sin otrocontenido que los ayeres y los maanas. Para el hombre primitivoes absurdo transcribir el tiempo en trminos de espacio.Desplazar un objeto hacia el pasado no significa necesariamente

    llevarlo hacia atrs, hacerlo retroceder: no es ms que devolverlo asus elementos ms simples, a un estado primordial.

    En las civilizaciones tradicionales, cada sociedad, cons-ciente de su origen celestial, evita aumentar el desequilibrioinicial causante de la cada. Busca permanecer estable a fin deno aumentar la distancia que la separa de su arquetipo.

    La concepcin cclica del cosmos y de la historia puedemostrarse en la tradicin de los diluvios que renen la ideade resorcin de la humanidad en el agua y la institucin deuna nueva poca, con una nueva humanidad. Una poca esabolida por la catstrofe y una nueva era comienza, dominadapor hombres nuevos. Esta concepcin cclica es confirmada

    tambin por la convergencia de los mitos lunares con los temasde la inundacin y del diluvio, porque la luna es el smbolopor excelencia, de l devenir rtmico, de la muerte y dela resurreccin. Las fases lunares se encuentran en estrechaligazn con las inundaciones y el diluvio, que aniquilan la viejahumanidad y preparan la aparicin de una nueva. El diluvio

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    es un fenmeno csmico que se repite entonces por una

    necesidad cclica.

    Las aguas no pueden sobrepasar su condicin devirtuales, de grmenes, de latencias. Todo lo que es forma dejade ser virtualidad; las formas caen bajo las leyes del tiempoy de la vida: adquieren lmites, participan de la historia y deldevenir universal, se corrompen y terminan por vaciarse de

    su sustancia, a menos que se regeneren por inmersionesperidicas en las aguas o queden sometidas al diluvio seguidode la cosmogona. Por tanto, todo contacto con el agua, cuandose practica con una intencin religiosa, resume los momentosfundamentales del ritmo csmico: la reintegracin en las aguasy la creacin.

    La vieja diosa, la de las garras de tigre y el aspecto imponente,la malvola patrona de las inundaciones y de los aguaceros,vuelve la vasija de las aguas celestes. Los huesos cruzados, smbolotemible de la muerte, decoran su falda, y una serpiente enroscadaadorna su cabeza. Debajo, con su lanza que apunta hacia la tierray simboliza la destruccin universal, el dios negro se adelanta, conuna lechuza chillando encima de su temible cabeza.

    El hombre encontr un modo de exorcizar la temporalidady el deterioro: el mito, que al perder su eficacia dio origen alsmbolo, que encuentra su mxima expresin en el arte. En elarte occidental se han conocido transformaciones radicales,hablando incluso de una destruccin del lenguaje artstico,del universo establecido, como una regresin al caos. De hecho,

    el artista, en muchos casos, destruye sistemticamente lo que loprecede, para instaurar algo diferente, o sencillamente, paraaniquilar lo que no fue para l una va eficaz de expresin.

    En el caso de la poesa de Guillermo Sucre, el deseo deregreso a los orgenes, la necesidad de exorcizar el tiempo,

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    se ha cuajado en diferentes smbolos en relacin al agua (en

    cuanto es lo ms fluyente ante nuestros sentidos): agua comosmbolo de origen, purificacin, regeneracin y temporalidad.

    Quisiramos cerrar esta etapa citando las palabrasde Herclito: Como las aguas entramos y no entramos enlos mismos ros: somos y no somos (fragmento 49 a). As elhombre se integra a la naturaleza. Agrega el filsofo: Diversas

    aguas fluyen para los que se baan en los mismos ros. Y tambinlas almas se evaporan en las aguas (fragmento 12). El alma eslo ms ntimo del hombre y, al evaporarse en las aguas, estsujeta a la desaparicin.

    Hemos afirmado la presencia del agua unida a latemporalidad en la poesa de Luis Garca Morales, pero esta

    presencia se despliega de diferentes formas: agua-recuerdo,como posibilidad de remontar lo recorrido; agua, comointento de detener el tiempo; agua, como transcurso hacia lamuerte; y agua-mar, como asiento de la muerte y fin del transcurso.

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    Agua recuerdo

    La preocupacin por la temporalidad aparece tempranamentecomo uno de los temas ms recurrentes en la poesa de LuisGarca Morales, y encuentra una primera concrecin en elrecuerdo. Sin otra transicin que la del cambio estrfico, sedespliega vertiginosamente un agua imposible que gira sincontinente que le pueda dar forma. En una rfaga se destruye

    en un instante la totalidad.

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    Agua-ro

    Existe en la tradicin una idea que liga al agua con lamuerte, ya que el agua es sustancia de vida y tambin sustanciade muerte, segn el pensamiento de Carl G. Jung. La muerteen el agua es la ms maternal de las muertes, pues el deseo delhombre es que las aguas de la muerte se transformen en aguasde vida, que su abrazo sea el regazo materno.

    As, aunque la costumbre nos haga entregar a nuestrosmuertos a la tumba o a la hoguera, el inconsciente marcadopor el agua soar ms all de la tumba con una partida sobrelas aguas. La imaginacin profunda desea que el agua participede la muerte para que esta conserve su sentido de viaje, astodas las almas subirn a la barca de Caronte. El agua es, pues,

    la tumba del fuego y la tumba del hombre, pero esta humanizaa la muerte, atemperando con cierta dulzura su realismo. Peroel agua es tambin un elemento de la nostalgia que puedeimpregnar la obra de un artista, como en el caso presente.El agua pasa como los das, llevndonos lejos, finalmente a lamuerte, donde nos disuelve lo ms completamente posible,hacindonos morir del todo. Esta disolucin alcanza tambin a

    la naturaleza: as el paisaje se disuelve en la lluvia ante nuestrosojos; el mundo entero se funde bajo el agua. El agua confierela muerte elemental, muere con el muerto, llegando a ser unanada sustancial.

    Encontramos en la poesa de Luis Garca Morales unareiteracin de la idea de fugacidad de la vida en el tiempo,

    a merced del ro que todo se lo lleva y de la rebelda que elhombre experimenta en su nostalgia del tiempo que no sedetiene.

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    PARTE IIIPOETAS Y POEMAS DEL RO

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    Los que murieron en las tierras del Orinoco no dirn

    dnde quedaba exactamente El Dorado, porque los muertosno hablan, ni viejos ni nuevos. De los ms antiguos ya ni loshuesos quedan: se deshicieron bajo tierra; polvo se volvieronen cumplimiento de la bblica sentencia. Los recientes sabandnde quedaba el paraso, porque vieron el oro brotar de latierra y llenar los bolsillos de los extranjeros, pero no tuvieronnecesidad de decir dnde estaba ni para qu serva eso que

    enloqueca a la gente, porque se murieron sin tocarlo, mal-ditos para siempre. Los que aqu echaron races entendierondespus que eso que resplandeca en las pupilas de los aven-tureros adentrados en la selva, llevaba al lugar donde estabala muerte. Ms all de la creencia de criollos y extranjerosexpulsados de sus tierras: qu qued de El Dorado? Unospueblos muertos excavados hasta el infierno, diezmados por la

    avaricia. Una tierra convertida en tronera, contaminada, llenade paludismo y huesos amarillos. Pero de ese trajinar de lasambiciones y apetencias, de ese trasiego de ires y venires soloquedaron los poemas dedicados al ro Orinoco, como resplan-dores de una belleza cuyo significado no puede expresar nin-guna palabra.

    Por eso, para empezar laAntologa de la poesa del Orinoco:no moriremos de poesa/ nadie tiene la palabra aunquehablen/ o todos la tienen aunque callen, oigo que me dice elpoeta guayans Guillermo Sucre en el poemarioEn el veranocada palabra respira en el verano.

    Los muertos de aqu no murieron de poesa, aunque

    tuvieron la palabra potica de algunos buenos poetas como,Ramn Isidro Montes (1826-1889), Concepcin Acevedode Taylhardat (1855-1953), Abelardo Gorrochotegui(1861-1927), J. M. Agosto Mndez (1871-1944), Mara CovaFernndez (1874-1947), Fernando Cova Fernndez (1884-1929), Teodoro Cova Fernndez (1893-1950), Hctor

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    Guillermo Villalobos (1911-1986), Ramn Del Valle Laveaux

    (1898-1942), Alejandro Natera (1926-1984), Alarico Gmez(1922-1955), Jos Snchez Negrn (1927-1989), Argenis DazaGuevara (1939-1994).

    RAMN ISIDRO MONTES (1826-1889). Se lerecuerda como rector del Colegio Federal de Varones entre1876 y 1884. Desde esta institucin (que funcion desde

    1840 hasta 1904 y que en 1896 fue elevado a la categora deUniversidad de Guayana) el humanista que fue RamnIsidro Montes se dedic, durante varios aos a la promo-cin de las actividades culturales, docentes y cientficas y ala formacin de los que despus se convertiran en los fun-dadores de la intelectualidad guayanesa. Fue licenciado enCiencias Polticas, Teniente de Ingenieros y especialista en

    Matemticas y Latinidad. Fue el creador de las ctedras deDerecho, Medicina y Literatura. Las crnicas ms consultadasdicen que el educador fue adems cuentista y orador. Es autorde tres obras: Compendio de Aritmtrica prcticapara escuelas pri-

    marias(Caracas, 1856);Arte de hablar y escribir correctamente lalengua castellana; Compendio de Mtrica y los Ensayos poticos yliterarios, libro publicado,despus de su muerte en 1891 por la

    Imprenta y Litografa del Gobierno Nacional, con prlogo delcrtico Julio Calcao, quien fue su alumno.

    Sus versos, rtmicamente orquestados, se ajustansonoros al molde clsico. Y sirven de pretextos musicalespara exponer sus ideas patriticas y bolivarianas. Y juraronlibertarnos:/ Cien y cien y ms guerreros/ Desnudaron los

    aceros/ Para liberarte a ti./ Por eso tantos valientes/ Cruzantu gigante ro;/ Si los vencen...queda el bro,/ Es invencible elvalor... Los recuerdos que de su patria tuvo Ramn IsidroMontes no se quedaron en su mente como vagas presun-ciones, ni murieron, como l dijera en su poemaRecuerdos

    de mi patria, al nacer el Sol. Ciertamente pocos poemas suyos

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    quedaron en la memoria de un pueblo que casi nada sabe

    de su historia. Para el poeta fue grato recordar los heroicostiempos de una tierra que estuvo atada en cadenas/ Portiranos sin piedad. Pero la aoranza, tan hechicera levantasus quejas como grillos; como puro y halageo ese amorque alivi su pesar. Desde el alma acongojada le cant a suciudad cuyos recuerdos lo acompaaron como lamentosque empaaron los placeres de la vida. Al recordar que he

    nacido/ En ese fecundo suelo,/ Que vi la luz de tu cielo/ Y tusauras aspir;/ Que adormecieron mi cuna/ Tus brisas mur-muradoras,/ Y que a tu plida luna/ Nio inocente jugu:/ Alrecordar tus encantos/ Tus palmas, tus morichales,/ Tus avesy tus raudales,/ Las glorias tuyas de ayer/ Y que yo dorm alsusurro/De tu gigante Orinoco.../Ebrio de entusiasmo y loco,/Yo deliro de placer... Y desde la tierra de la patria le cant a

    su ro, al Vasto Orinoco, evocando su origen, ya embriagadode entusiasmo y loco.

    Vasto Orinoco

    Una agua pura y serenaComo un hilo de cristal

    Corre y labra lentamenteVerde cuna de esmeralda,y en caprichosa corrienteVa rielando el morichal;

    En tanto que enamoradasLas palmas de la llanura

    Vienen a ver su hermosuraEn el lmpido caudal.

    T escondes en duras rocasLa fuente del Orinoco,Que comienza poco a poco

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    y dilatndose va;

    Y ya se extiende, ya rugeComo fiera encadenada;Ya es torrente, ya es cascada,Ya es un gigante, es un mar...

    J. M. AGOSTO MNDEZ, naci el 9 de julio de 1871.Es uno de los ms importantes poetas guayaneses que ya en

    1895 aparece en elPrimer libro venezolano de literatura, cienciasy bellas artesen una antologa preparada por el general PedroArismendi BritoLa Poesa Lrica de Venezuelay donde apa-recen adems de Agosto Mndez, los bardos guayaneses FlixMontes, Abelardo Gorrochotegui (1861-1927), Luis FelipeVargas Pizarro y Federico Villena. El doctor en Medicina J. M.

    Agosto Mndez, a quien llamaban El prncipe de los poetas

    guayaneses, era considerado una figura estelar en la poesavenezolana y un intelectual defensor de la cultura guayanesa yde la masonera. Nunca vivi fuera de Ciudad Bolvar, a la quele cant con un lirismo debordado asaz, fecundo y lleno defuerte colorido segn palabras de Picn Febres.

    Fue autor de la letra del himno del estado Bolvar y

    director de la Gaceta Mdica. Perteneci, junto a Luis AlcalSucre y B. Tavera Acosta, al consejo de redaccin de la revista

    Horizontes(quinquenario literario aparecido en Ciudad Bolvaren 1899).

    Posea una cultura amplia y un dominio de la lenguaque le facilitaban su dote de versificador. En 1898 aparece su

    primer poemario de apenas 23 pginas Cantos bohemios. Unao despus (1899) publica Siluetas literarias. En 1901 aparece

    Lampos y rosasy en 1903Bronces y filigranas. Ya en 1906 habapublicado seis libros de poemas y era considerado uno de lospoetas ms importantes de la poesa venezolana. Su nombreaparece enLa literatura venezolana en el siglo XIXde Gonzalo

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    Picn Febres. En 1911 publicaAnaglifos. En 1941 salieron a

    la luz dos poemarios:Poemas libresy Cancin de Otoo.Motivossentimentalesapareci en 1920. Pero J. M. Agosto Mndez noslo era poeta, aparte de su profesin de mdico, fue tam-

    bin prosista, cronista y compilador. PublicPerfiles mdicosen1899 (1922-1942). Clebre fue la compilacin de prosa y versosescritos en ocasin del memorable Centenario del Congreso de

    Angostura en 1919. Muri el 9 de febrero de 1944.

    La poesa galante de J. M. Agosto Mndez tuvo mucharepercusin en su poca, al punto de crear escuela. Formabaparte de esa juventud pensadora e ilustrada, entusiasta porla Ciencia y por el Arte que el 31 de Enero de 1899 cre elCentro Cientfico-Literario de Ciudad Bolvar, de dondesali la revistaHorizontesque dur hasta 1913. Segn refiere

    Manuel Alfredo Rodrguez enLecturas guayanesas;la revistaHorizontesfue consecuencia de la noble emulacin provocada enMaracaibo, Cuman y Ciudad Bolvar por el xito de la granrevista caraqueaEl Cojo Ilustrado.

    Al Orinoco

    Viejo raudal gigante, clarn del romanceroque escribi con su acero nuestro Libertador;patriarca de los ros tropicales, vocerode la raza latina gloria, fuerza y honor.

    De muy lejos, de sierras y de montaas, vienescon lira de oro y piedra diciendo tu cancin;

    tienes todo lo grande, todo lo bello, y tienesel culto de la Patria dentro del corazn.

    De victoria en victoria, de contienda en contienda,con visiones de artistas y ensueos de leyendatejes tu rauda vida en un ir y venir;

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    y al ofrecerle prdigo, tu tributo al Atlntico,

    tu giro formidable, magnfico y romntico,en la voz de la Amrica retando al porvenir!

    HCTOR GUILLERMO VILLALOBOS (1911-1986).Curs Derecho en la Universidad de Los Andes (1928-29), carreraque aprob en 1930 en la Universidad Central de Venezuela.

    Ejerci la docencia y el periodismo. En su primer libroAfluencias,publicado por la editorial de la Federacin de EstudiantesVenezolanos, en 1937, ya se perfila el estilo de una madurez queregistra varios tonos e intenciones. Desde lo intimista a los temasregionales, desde las evocaciones lricas a las inquietudes socialesy polticas. Este poemario recoge poemas que van de 1932 a 1937y fue prologado por Jos Ramn Heredia.

    Posteriormente publicaMujer, t eres la madre tierra,Caracas, 1942, del cual poco se sabe. En 1943 da a conocer unode sus mejores librosJagey.Romances regionales guayaneses,editado en Caracas en 1943, con prlogo de J. F. Reyes Baenay con el que recibi el Primer Premio de Poesa en el concursodel Ateneo Guayans en 1942, con un jurado compuesto por

    J. M. Agosto Mndez, L. F. Vargas Pizarro y Hctor Nez S.Jageyes una coleccin de romances regionales guayaneses,segn apunta en la publicacin. Trae un lema que es como lafilosofa que sirvi de fundamento al poeta: Las cosas no soncomo son, sino como se recuerdan...

    Hctor Guillermo Villa lobos vivi durante algn

    tiempo en la Colonia Tovar. Parte de esta experiencia seve recogida poticamente en el libroBarbechos y neblinasyMemorias en la bohardilla, publicado por la Contraloraen Caracas en 1973, prlogo de Luz Machado. Fue presi-dente del estado Bolvar y en 1948 ministro encargado delMinisterio de Educacin.

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    Entre las influencias que recibi su poesa, l mismo hace

    evidente la obra potica del mexicano Ramn Lpez Velarde,con quien se declar fielmente vinculado y rinde homenaje enun poema. En 1954 publica en Madrid Soledad y en vela. Saldo

    romntico.

    Puerto fluvial

    Hay que saber mirar la estampade este puerto fluvial,donde el agua domesticadaya no quiere salir a viajar,porque se ha encariado con los viejos veleroscabeceantes y apacibles.

    Se hincha en el esprituuna ancha vela de frescorcuando sube del ro ese aireque nicamente sopla en los puertos,olorosos a sardinas, a alquitrn y a sol.

    Hay que saber sentir la madrugada del puerto,

    cuando an duermen las casasy los faroles dormilones de borda a borda,entre las cuerdas.

    Voces cncavas de bodegapor sobre el agua negra y quieta.Se adelanta de Buenos das! el amanecer indeciso:

    es la hora en que est llegando la Carmen Luisay en que sale la Bella Auroracon su carga de pltanos y su casco pintado de nuevo.

    Es la hora en que empiezan a humear su desayunolas mil cocinas marineras.

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    Cabotaje pintoresco de capitanes con apodos

    Pancho el Sordo, Juan Timn,Caimn, El Oriental, Pecho e Paloma:margariteos sanguneos,cumaneses forzudos,marabinos veteranos,

    bolivarenses temerarios.

    En la madrugada del puerto sus voces guan la tarea:levan las anclas rechinantes,cobran los cabos, izan las velas,maniobras firmes y violentasentre el laberinto de mstileshasta que todo est en sitioy enfilan proa

    ro afuera!Cabotaje de agua dulceque se hace en casallevando y trayendo cosashumildes y familiares:capitanes, barcos veleros: balandras, botes y piraguas!Navegacin de Pedro Daz,

    el amo del Buenaventura,que en una noche bota en tierralas ganancias de cuatro viajes.

    Bregar de toda la semana.Carga. Descarga. Un da sin brisa.Tarde peligrosa de temporal.

    Noches de cuatro, cancin y caa,entre el lamento de los mstilesy el chapoteo rtmico del agua.

    El domingo marineroretrata para una postal iluminada

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    la calma chicha de este puerto:

    amanece ms tarde, con el toque de siete del Resguardo.La mitad de los hombres se quedaron en tierray la noche del sbado acostada con ellos.Pero hay alguien que cuida de izar en cada barcouna bandera nuevecita,esa misma bandera que los nios miran arriar,al atardecer del domingo, con un clarn distante.

    Vida domstica y antigua de mi puerto fluvial.Todo se vuelve una costumbrea lo largo de tanta paz.Mirad esta agua lenta que vive entre los barcos:no es acaso la misma de cien aos atrs?

    (1937.DeAfluencia)

    CONCEPCIN ACEVEDO DE TAYLHARDAT (1855-1953). Reza la ficha pstuma que fue la primera mujer periodistade Venezuela. Educadora por sobre todas las cosas que tuvoa Simn Rodrguez como el precursor del pensamiento en

    Amrica. Esta incansable luchadora nace en Upata en 1855 y

    muere el 17 de junio de 1953.Brisas del Orinocoes, a juicio de losinvestigadores de la literatura, el primer quincenario literariofundado y dirigido por mujer en nuestro pas. A Concepcin

    Acevedo de Taylhardat, quien en 1888 publica ademsFloresdel alma, se le acredita ese mrito.Arpegios, aparece en 1895.En Caracas funda, dos peridicos:La lira yEl vila, y en susaln de tertulia literaria rene a los famosos colaboradores de

    las columnas literarias de ambas publicaciones, entre quienesse encontraban Andrs Mata, Diego Bautista Urbaneja, FelipeLarrazbal (hijo), Heraclio Martn de la Guardia, Guillaumede Pichn y Antonio Herrera Toro. (Velia Bosch, Gente delOrinoco. 36poetas guayaneses. Caracas, 1983). Llama la atencinla biografa de esta mujer que se enfrent no slo al general

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    a tu marcha altanera,

    sultn audaz de la gentil Guayana,que ante tu arrojo de poder emblematoda la ciencia humanacede, vencida por tu fuerza extrema!

    IV

    Gigante acariciadopor la deidad que tu pasin excita,ruges desesperado,cual ruge el len que en libertad campea,crespa la cola y la melena al viento,cuando vido olfateade la hembra altiva el ardoroso aliento!

    V

    Frentico, indomable,rompiendo diques y salvando muroscon furia incontrastable,el pedernal escalas, do tu amada

    sent sus reales sobre enhiesta cumbre!para vivir orladadel sol fulgente por la excelsa lumbre!

    VI

    Y hela all indolente,

    reclinada en su trono de granito!te mira indiferente,porque en tu esfuerzo puedes, atrevido,

    besar la orla de su regio manto,pero jams cumplidover el anhelo porque luchas tanto!

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    VII

    Y luchars en vanopor alcanzar la ambicionada meta!El que con sabia manorige y domina la creacin entera,aquel que de inmortales esplendorespobl la azul esfera,

    y la campia de fragantes flores.

    VIII

    Aquel que sobre el crudofragor de la tormenta, el iris tiende,a tu coraje rudo

    opondr el freno de su voz tonante,y dominada tu soberbia insanate arrastrars jadeante,

    bajo las plantas de la egregia indiana!

    IX

    La brisa gemidoralleva a ti el eco del suspiro amantede la infeliz cantora,que fue tu musa, y cuya lira un davibr a comps de tu corriente undosacon plcida armonacual vibra el aura en la entreabierta rosa!

    Caracas, 1893.

    JEAN ARISTEGUIETA. Naci en Guasipati, estado Bolvar. Esuna de las poetas venezolanas ms conocidas en el exterior. Suspoemas han sido traducidos al griego, francs, hebreo, ingls,

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    italiano, ruso y portugus. Tiene una extensa obra potica queabarca varios ttulos y casi cuarenta publicaciones. Por su calidadha merecido la atencin y elogios de crticos y poetas venezolanosy extranjeros como Lucila Velsquez, Jos Ramn Medina, JuanManuel Gonzlez, Ida Gramcko, Luis Pastori, Juan Liscano,Vicente Gerbasi, Marcel Henart, Kypros Chysanthis, JeanPoilvet, Gino Rovida, ngel Martn Sarmiento, Hugo Emilio

    Pedemonte, Vicente Aleixandre, Gabriela Mistral, Juana deIbarbourou, Germn Pardo Garca, Carlos Murciano. Le hansido conferidos numerosos premios en Amrica y Europa. Suspoemas aparecen en diversas antologas y selecciones. Durantemuchos aos se dedic, a partir de 1943 y en compaa de ConieLobell, a la promocin de la poesa venezolana por el mundo.

    Lrica Hispanaes el testimonio de fe de esa pasin que no conoci

    fronteras.

    Orinoco

    De la oscura belleza de su imagen secretade la verde nostalgia de su perdida fronda

    escucho Ro tu fragua tu ritmo despiadadola fulgurante espuma que inventa sortilegiosoh desnudez primaria oh beldad que aprisionasDel invencible vrtigo con espantos ahogadossiento Ro tu esquema tu fragor infinitola desbordada lengua del barro y sus afluentesoh acuoso territorio con sirenas de hierro

    La creciente que duele la lluvia milagrosala catica fuerza con subterrnea saviapadezco Ro en tu curso en tu interna armonala red de la tristeza el vuelo sin medidaoh forma aterradora en agua convertida

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    La indisoluble nube que el lquido evidencia

    la cautiva esperanza en lienzo indigenistalas encendidas boras sus morados flotantesamo Ro en tu huella de horizonte de pazoh paraso ignoto que guardas la abundancia

    Eres la noche ciega que Amalivaca ahuyentaen su corcel de airada transparencia de mito

    eres vergel de fbula en agua fugitivaeres Ro la fuerza prehistrica de Diosoh mundo del amianto y de la rebeldaEres el remolino embriaguez que consumeeres da de fluviales aventuras indmitasen tu pasin sellada por el filo del vientoeres toda la vida en cauce que no cesa

    oh Ro que circulas con prodigiosa gracia

    Eres melancola en quimeras que trazanespejos embrujados naufragios y amuletoseres la huella humana que divagaen tiempo de espejismo para despus yacereres moriche en talla de anunciacin doliente

    eres tambin sigilo de voraces caimaneseres plata fluvial en sapoaras henchidaseres tonina abriendo su heredad turbadoraeres la curbinata con pedernal benficooh Ro que transitas cual cndor mis palabras

    De rodillas escribo esta visin ardiente

    que te ama que te arrulla que te interpreta y te buscatemblando soy tu canto tu talismn sin fondoincontenible nexo con tu veloz presenciaoh Ro con la infancia guardada en tus abismosDe rodillas te nombro escribo tu caudal-eres como la muerte por la sangre temida

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    -eres esencia viva por el amor ceida

    -eres el arco iris de la patria Bolvar-eres Ro la sigla del hechizo y su fiebre.

    Indmitas presencias de las aguas

    Me buscan me buscarn por siempreellas las aguas de mi origen

    insaciable ternura por donde me difundosemejante al destino al deseo al amorMe buscan me buscarn por siempreellas las terrenales seductora invictascavidades fluviales de los grandes abismosdonde la realidad es como una heridatestigo en el vaco invento del hechizo

    Me buscan me buscarn por siempreEl Orinoco inmenso su visin sin ponientesus crecientes sus furias sus lajas y secretosel Delta de su seno abrindose al vacodel atlntico ignoto-interroganteMs all el Caron en lecho de metalescon mpetus temibles y caribes

    con plantas ardorosas que revelanlas fragancias del trpico su enigmaMe buscan me buscarn por siempreesas aguas desnudas de mi tierraEl Cuyun en oscura profecade las dantas que existen en sus limbos

    junto a rboles que dan la miel y la tristeza

    Me buscan me buscarn por siempreEl Paragua en su sino de brillantescon orqudeas y cauchos y araguatosfrente a sus ninfas puras solitariasMe buscan me buscarn por siempreellas mis treguas en la sed humana

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    corrientes-sortilegios aguas mas

    del Cunaviche al Cunur fluyentesen recintos dorados por relmpagosMe buscan me buscarn por siempreen Marhuanta con rocas y palmerasen el amarillento Orocopichecon mereyes guayabas y sigilosMe buscan me buscarn por siempre

    igual que el propio amor toca su fondo.

    Madrid, febrero 1965. (Poema recogido enPoemasvenezolanos, Caracas, 1965)

    FERNANDO COVA FERNNDEZ (1884-1929).Poeta nacido en Upata. Hermano de Mara y Teodoro Cova

    Fernndez, tambin poetas, que le dieron un impulso impor-tante a la cultura y periodismo upatenses. Su poesa, lrica comola de su generacin, refleja la pasin por el Orinoco, que acogeen su regazo el verso vivo que en la mente siento; / purifica mialma con tu aliento, / y conforta mi cuerpo con tu abrazo!

    Al Orinoco

    Gigante azul, que tiendes al ribazola espumosa melena, libre al viento,y te aduermes de cara al firmamento,en el silencio augusto del Ocaso...

    Padre Orinoco, acoge en tu regazo

    el verso vivo que en la mente siento;purifica mi alma con tu aliento,y conforta mi cuerpo con tu abrazo!..

    T, que a la faz del pilago infinitollevas la historia que tu sena encierra,calla el gemir que por ondas pasa,

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    y cuenta al corazn fiel y contrito;

    como fue heroica la nativa tierray como fue pernclita la raza!..

    1920

    MATAS CARRASCO. Luca la modestia de un sabio,era agudo en sus observaciones, su descripcin de ciertos

    ambientes, pareca contradecir la sencillez, casi ingenua de supresencia. (...) Difcil era que a Carrasco se le ganara en la fuerzadescriptiva de sus argumentos agrestes. Con estas superficialespalabras define Horacio Cabrera Sifontes a este hombre dehumor lapidario nacido en Guasipati el 24 de enero de 1890y que en vida desempeara el desagradable oficio de odont-logo. Fue diputado por el estado Bolvar cuando serlo era un

    honor. Fund tres peridicos, dos en Tumeremo:El Trabajo yLa Campanay uno en El Callo,El Molino. En los ratos libres sededicaba a la poesa. Sus primeros 40 sonetos, ya divulgados enrevistas, lbumes y peridicos regionales, los publica en 1945

    bajo el sugerente ttulo de Siembra en el viento. Sobre el mismodir Mariano Picn Salas algunos generosos elogios.

    Agosto Mndez

    Mi dulce y viejo bardo, apolonidaDe inspiracin fecunda y candorosa;Quijote que en tu lanza suspendida,Llevas la gracia excelsa de una rosa.

    En vano los dolores de la vidaQuieren romper tu lira milagrosa;Devuelve tu ilusin, por cada herida,Una cancin vibrante y armoniosa.

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    Dulce y viejo maestro, yo auspiciara

    Cincelar en el campo de tu escudo,Cual blasn de tu lrica preclara:

    El Orinoco. En su corriente viva,De la Piedra del Medio el bloque rudo,Y en el bloque una garza pensativa.

    ALARICO GMEZ. Naci en Barrancas, estadoMonagas, en 1922 y muri en Caracas en 1955. Poeta, perio-dista y bigrafo. Cuentista y escritor teatral en una disciplinaen la cual excepcionalmente nuestros escritores han alcanzadoverdadera calidad: la literatura infantil, de esta manera lo daa conocer Velia Bosch.

    Alarico Gmez, quien muri a los 33 aos, es uno delos poetas que ms se acerca estticamente al porvenir. EnMaturn se le tiene como un visionario, como un adelantado.Y en verdad, si juzgamos por la hechura de sus poemas agre-sivos, por el tono burln que hiere y carcome, concluimos queni siquiera los tmidos reseadores de libros, los ya canoni-zados que le dedicaron breves lneas, alcanzarn el fro inters

    de nuestros hijos, esos espectadores aburridos del futuro.

    Semejante a muchos escritores guayaneses, transcurri lomejor de mi vida, infancia y adolescencia, en Ciudad Bolvar. Fuela ma una infancia de nio pobre en la aldea venezolana. Mispadres eran seres nobles y puros. Era yo enfermizo y doliente,triste y severo. Mi adolescencia llev de su mano izquierda un

    libro de poemas y sus ojos buscaron en el cielo, de estrella enestrella, por las noches claras, al Dios desconocido. Mis amoresde entonces eran rosas, colinas, puentes, pjaros, nebulosasformndose. Tampoco fueron lejos mis estudios, pues nopasaba de ser en la Ciudad del Orinoco, un bachiller que hacaruido y emborronaba cuartillas.

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    Se le conoce como el fundador, director y editor de

    El OrinocoyEl Mercurio. Y de la revistaMinervayDemocracia.En su bibliografa se sealan como suyos los libros:Los dominiosvisuales(1956);La torre del homenaje;Jbilo del regreso (1946);

    Poemas para inmigrantes y turistas(1950);Fernando Pealver granciudadano;La fuentecita encantada(teatro y cuento), Unidad

    hacia la rosa(1950).

    Balada de piedra y agua

    (o sea, mi canto a Ciudad Bolvar)

    En las viejas baladas el viajero tiene una capa.

    Envuelto en ella sale al viento y a la noche de los caminos.

    A veces la ventisca se la suelta y la pone a dar aletazos...

    ARTUROUSLARPIETRI

    Invitacin de mapas y laureles.Sol de los soles en los cuarzos lentos.Depsito de sales y de mieles.Profundidad con rboles violentos.

    Ests aqu, Ciudad, con rostros fieles.En el color ests. Entre los vientos.Y eres celeste multitud de oroabandonada en el amargo lloro.El sueo, que es un hecho de agonaspoblacin de violetas y de gallos,le encuentra ahora, como en otros das,

    a la orilla de un muro de caballos.Unidad de las hondas pedreras:tus amorosas manos son diez tallos:diez velmenes hmedos de aurora.

    Agua del agua de las aguas tiernas,

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    agua del malecn, agua de frente,

    agua de la balandra y de las piernas,agua del corazn puro y caliente,agua del mar que nunca de cisternas,agua del toro azul de la corriente,agua para el minero de la mina:aguafuerte, aguamiel, aguamarina.Piedra del Medio, Piedra de la Torre,

    Piedra del Medioda pecho abierto:por ti mi verso es amplia vida, y correcomo un barco pesquero por el puerto;porque no hay noche que tu fuerza borre,porque para tu luz no hay da incierto,porque eres cerro azul, rosa contenta,piedra que va del viento a la tormenta.

    Recuerdo tu Congreso y tus balconesy tu sencilla gente pescadora.La cruz de mayo en el aire de canciones,la arena sutilsima y sonora,San Rafael con ngeles burlonesy San Isidro de encendida hora.El merey, la sapoara y el gento

    entre los mereyales y en el ro.

    Recuerdo ahora la pequea cosa,la tierna y dulce cosa matutinaque fue mi escuela en la Ciudad dichosadel primer grado y su feliz rutina.Luego mi adolescencia fue la rosa

    de una mujer llamada Josefina,que era Beatriz, Mara o Doroteadel pensamiento fijo en una idea.Caracas es mi frente pensadora,mi bsqueda, mi nombre y mi camino;Maracaibo es el tiempo que en m llorasu soledad la tierra del destino;

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    pero en Ciudad Bolvar soy ahora

    soador aquel joven campesinoque desnudaba el agua para verlaen su ms fina intimidad de perla.Si de Angostura soy, ma no es ella;pero en su amor beb fresco Liceo;fui tal vez cazador tras una huella...y todava al recordar me veo

    con el asombro con que vi la estrellaque era la cierva azul de mi deseo.(Estrella y cierva son antiguas lucessobre las cuales mayo ha puesto cruces).Las aguas su inmanencia: muerte y vida.Vida y muerte las aguas su inmanencia.Con gotas como lezna sumergida,

    el agua flabelada de la afluenciaes tu celeste vena dividida,oh, Angostura, magnfica presencia.Cuidad Bolvar, Madre de las Aguas,ardes adentro, en tus ardientes fraguas!

    Yo estuve en el Congreso de Angostura

    con la sencilla gente de la barra.Escuch las palabras de Bolvar,que eran como el empuje de las aguas.Vi en los ojos del Hroe, y en su frente,el ms hermoso ro de la Patria:el Orinoco en l cantaba entoncescomo habitada altura de aire y bronces.

    Invitacin de mapas y caminosy noches estrelladas, libre viento:Ciudad, eres tambin oro de trinos,cuando el alba se viste como un cuentoy danza entre los coros campesinossu danza de encendido movimiento.Voy hacia ti de noche, a toda hora,

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    piedra, ro, ilusin, rostro que llora.

    Noble Ciudad, mi puro verso encajaen tu cielo, en tus aguas y en tu rocacentral. En tus caimanes y en tu lajamusgosa. Encaja en la atarraya bocaenemiga del pez. Mi canto es cajade msica, y relmpago que tocael arpa. Y es tambin una colina

    donde t eres pastora y ocarina.Cantarte es aprenderte de memoria,con la memoria de la lejana.Recorrer las columnas de tu historiay besar tu quemante geografa.Saber que eres un hilo de la noria,o una estacin frutal de poesa.

    Quererte ms, y descuidarte menos.Cantarte es ir por los caminos buenos.Por eso te he cantado, tierra pura,que a la orilla del agua y bajo el fuegoeres Ciudad Bolvar o Angostura.He cantado tu piedra, rostro ciego;y el campo amable de tu agricultura,

    ms bello ante los ojos del labriego.Ests aqu, Ciudad, con rostros fieles.Invitacin de mapas y laureles.

    (Seleccionamos la segunda versin,con variantes sustanciales, del mismo poema publicado

    enLos demonios visuales, 1950)

    LUZ MACHADO (1916). Nacida en Ciudad Bolvar en1916, es una de las voces ms slidas de nuestra poesa. Autorade una extensa produccin potica y ensaystica, tiene en suhaber los librosRonda, Variaciones en tono de amor, Vaso de res-

    plandor, Canto al Orinoco, Sonetos nobles y sentimentales, Sonetos a

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    la sombra de Sor Juana Ins de la CruzyRetratos y tormentos. Con su

    libroLa casa por dentro, ya en los aos 40, se adelanta en formasde decir y asumir la palabra y el reino de lo cotidiano, a lo quehace una dcada se llam el boom de la poesa femenina.Premio Nacional de Literatura 1987, ha cultivado igualmentela prosa con estilo y elevado tono, puestos de manifiesto en lostres volmenes de sus Crnicas sobre Guayana.

    Creciente

    Desde lejos, en los terrenos baldos,en la selva, en el llano, lamindole los ruedos a las montaascon una lengua sorda y golosa y tremante.Desde lejos, desde ah donde la afluencia son las sienes desesperadasque ya no pueden resistir ms sueos.

    Desde all, desde lejos y desde ms ac, aqu mismoen las manos si la toco,en los pies si la piso,en el pecho si beso la sed,en el vientre si aoro las espigas,aqu, all, siempre, irremediablemente,con minerales, con resinas, con la vida y la muerte,

    devota, infatigable, armnica,asida al claro signo de las lluvias,repitiendo el lenguaje de las races ms profundas,emerge, crece, anda,crece, arrastra, devora,crece, ahoga, apareja,crece, abierta, extendida,

    adelantando y hacia adentro y hacia arriba crece,sube, jadeando, temblando,crece, crece, avanza y es furia y agonay es inmensa y se escapa de la mano del hombre.Y con su voz de selva que no la escucha el agua,con voz roja del hierro que la escucha el agua,

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    con voz verde del viento que la escucha el agua,

    viene la voz del agua diciendo la bellezay todo bajo ella posedo se borracomo un dibujo antiguo que devorara el tiempo.

    Crepsculo

    CUANDO el sol encierra sus caballos de oro,

    las sienes celestes se cubren de vastas violetas,de inmensos pensamientos floreciendo en la clara raz del

    [crepsculo.Entonces las mujeres sienten crecer bajo sus prpadosardientes amatistasy cerrarse sobre el vientre el anillo matriarcal de las constelaciones.Son la ciudad tendida en su madurez,

    descubriendo en las primeras sombras el pubis de arenabajo el mugir lejano de los torosque vendrn a escarbar los jageyes nocturnos,

    buscando las salobres rosa de la aurora.El ro corre tranquilo entonces, en sosiego,laso de eternidad, fuerte de paz y de misterio.Corre su sangre dulce por la nica vena de la soledad

    pero ella basta para contener la confidencia estelar,punzadora de luz y de altas lgrimas.Nada conmueve el mbito de la humedad. Ni lmites ni voces.La cabeza del hombre es otro caracol dormidodonde el gusano recrea su baba luminosay apenas vive en la palpitacin estable y clida.Nada padece nada.

    El nmero y el nombre, fugitivos de azar, estn tendidos.Todas las noches Dios recuerda el caos y gime por el hombreen cada estrella.Y las criaturas por nacer despiertan en el breve delirio.

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    Y bajo el aire el ro lame la ciudad.

    Y nace el canto.

    (De:Canto al Orinoco, Caracas, 1964)

    RAFAEL PINEDA (Caracas, 1926). Poeta, narrador,cronista, periodista, ensayista, traductor y promotor cultural deamplia trayectoria intelectual. Fue director del Museo de Ciudad

    que funcionaba en la Casa del Correo del Orinoco. Su obra lite-raria, que abarca diversos gneros como la poesa, el ensayo y lanovela, ha sido reconocida dentro y fuera del pas. Ha mere-cido varias distinciones, condecoraciones oficiales y premiosnacionales. Algunos ttulos:Inmensas soledades del Orinoco(1968),

    Hierbas, prpura y magnolias.

    El bajo Orinoco

    Contemplativa joven de los saurioscontemplada a su vez por naveganteslos pichones la aduana y la fantasaexpulsin de rosarios por las ranasfortuita ceguedad parque de dogmas

    Tucupita a la rastra de Orinocoel rey agonizante de provinciaen los pulmones de alto montepo,pero hagamos la msica con viejosconocidos y nos dirn tal vezsi porvenir habr tan sibilinoque no pierdan las nias la cabeza.

    Por las manos cogidas las muchachasbailaron a seal roja Blancamadre ma nubes disipandoel tango de Gardel invulnerabley los tedeums en que slo ponamedia onza de carcter y otra al viento.

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    Por lo dems, el genio de sombrero,

    y tal fue a demostrarlo en Tucupitavisitando Orinoco ya cansinoa punto de naufragio entre los mares.Respiracin profunda en el cacao

    barcos de sal la pasta de camburesaliento de los bosques en el cuartodonde las aspirantes al concurso

    de Miss Venezuela enjundia frgilamores abandonan a las criptasy dicen mercenarios a los ojos.Por fin los ermitaos y juglaresy cesto retumbante de los niospalabra favorita de muchachascreyeron descifrar bajo los arcos

    donde en el rojo brazo de Ramonesreinas de plata encuentran el apoyo.Ramones rompi el fuego y el gracejoms digno de especiales circunstanciaselogio de muchachas amoscadaspor arte que improvisa tantas nyadesninfas toda la corte de Versalles,

    los bosques de hamadriadas y stirosaturden a las mises coronadasen abismo de aplausos y fotgrafos.

    En autobs viajaron los enseresdel espritu y las propias muchachasresueltas a probar mritos grandes

    en caminos de fangos y en la gloriaen satricos tronos de Caracasdonde dijeron antes los horscoposquin medir los senos como Venusy cul circunferencia es Tucupita.

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    No

    Me prohben naveganteOrinoco, aguas no toquesprpura verdoso roni remolinos con ojosni barca ni pescadores

    mires, ni las fuentes rfagasbrisa en puerto detenidani los navos que partenni los que del mundo llegan,no mires flores rugientesni menos el gran silencioque a los ahogados arrastra

    a sus cuencas de diamante,aljate de malecnt solo o en la compaacorrupta quizs de dnde,agua menguante o crecientetendrs como la enemigade slo que alguno nombre

    o al pensamiento te vengay t, contrincante firmeenemigo de las aguas,camina recto, de piedra,a tus lecciones y vuelvede los libros a tu casapor va de tu obediencia

    paralela al Orinoco.Yo obedec, simplementeera un nio en este mundo.Ni de escuchas conoca

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    entonces las libertades

    la del agua entre los hombresni tampoco me sabade la muerte prisionero.

    (De:Las inmensas soledades del Orinoco,1968)

    JOS SNCHEZ NEGRN (1927-1989). Naci en

    Caracas y se traslad a Ciudad Bolvar, que lo cautiv para siempre.Se haba graduado de abogado en la Universidad Santa Mara,pero jams ejerci el oficio. Fue director de Cultura del estadoBolvar, secretario privado del gobernador. Fue tambin investi-gador, periodista , docente y cronista de Ciudad Bolvar. Miembrocorrespondiente de la Academia Nacional de la Historia. Comoperiodista desempe la direccin en importantes diarios de la

    regin comoEl BolivarenseyEl Expreso. Fue presidente fundadorde la Asociacin Venezolana de Periodistas y de la Asociacin deEscritores Venezolanos, correspondiente al estado Bolvar. Publiclos libros:Los limos de la tierra(1950),Los ruidos del mundo(1962) conel que obtuvo accsit al Premio Municipal de Poesa del Concejo dela ciudad de Caracas ySonetos reiterativos(1975).

    Los humos fluviales

    I

    En el valle enorme, sin color, de la memoria,creci el rbolcomo un ngel inverso que se eleva.

    Demonios minerales, luego,levantaron la muerte de negro acantilado,y digo muerteporque es el fin, porque all se niegael horizonte,

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    porque el libro de los ojos

    tambin se cierra,porque la esperanza, delegada de venados,all dobla las dbiles rodillasy se sumerge en el humo del olvido,que es azul y nada, y nada,y nada y marporque jams se vuelve.

    Pero si han quedado atrs los minerales,pesados como bestiasque olfatean las alas vegetalesy las nubeses verdad tambin que adelante espera el hombre,esa puerta que se abrey da paso al nico camino que no muere

    en parte algunaporque no termina nunca.

    El anciano de la noche,sobre una piedra del caminosentado permanece,y a sus pies,

    como una serpiente vertebrada de piraguas,untada por los colores vegetales que se pudren,interminablemente pasa el ro.

    El ro. El ro. El ro interminable.

    La escalera de los ecos

    se alargacomo un silbido que se pierde por el puente de las aguassobre el lomo verde,y enseguida piensoque una boa la sombra, y sientocomo el cielo se oscurece

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    igual que las acuticas races.

    Est escrito en el humo, en la piedray sobre el limo:Yo soy.T eres.l es.Yo soy la soledad del roque el tiempo sostiene entre sus manos.

    II

    Es la hora del primer vagido.Es el instante inmediato y previopuesto como el odo de un nio sobre la puerta de la vidanada hay,

    ni siquiera el nombreque la luz pondr sobre la frente del rocuando asome.

    El silencio est quieto y crece y se levantacomo una cruz enorme.Pero emerge el grito.

    Y los ngeles se asustany no sabenqu hacer con el silencio roto entre las manos.

    El ro. El ro. El ro. El ro. El ro interminable.Slo el humo puedeunir sus sienes con el ro

    cuando en la tarde hmeda de azulesescribe en las alturasel nombre de los pjaros.Y luego,es una casa grande el verde acantilado de los rboles,a cuyo borde

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    se asoman

    mil ojosdiminutosque repiten hasta la lata medianochela respiracin agnicade la luz que palpita en las lucirnagas.Y el tiempoque escribi en la piedra el destino de los cauces

    se fue luegoy otro vino,y otro al finy otroy otrosobre las rodillas mineralesy speras del padre.

    El camino atraviesalos oscuros corredoresde la infanciay la sombra ibapisandolos talones

    al rosario,y cuando los pasos de las hojas se acercabanel rose envolvala cabezaentre las sbanasdel miedo.

    Y es por estoque el aguadiminutase pusode rodillas,ahogando

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    las hormigas

    entre arosy estampasde colores.Y no le falt al ro ni siquiera un perromovindole la cola.

    La casa qued atrs.

    La cuna qued atrs. Todo qued atrs.Los caminos recorridosy la mesa grande del comedor primero,el venado de los sueosy las lianasangostasde la luz,

    donde el rocolgabasus trapecios.Todo qued atrs, y decir atrses empezar a caminar hacia la muerte.Pero ya la voz del bosqueescrita por los ecos

    va diciendo:El ro. El ro. El ro. Y todo se desliza, todo,por la enorme arteria que suea con el mar.

    El nombre del ro se aleja de la infancia cabalgandomariposas de colores.

    III

    La tierra tiene ahora un campanario y una plaza.Y ruedan los arossobre las hojas secas del sendero.

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    Estampas vegetales cambia el ro

    y en el viento huracanadoque penetrapor la puerta de la iglesiacombaten los rugidos de los tigrescon los dbiles sollozosde los lirios.Voces de maestras, ms adentro,

    siembran los castigosdel abierto catecismoen las orejas aterradas de otros ros,y un obispo enormeque da vueltascomo una zaranda morada y musicalen el abismo,

    lleva el vientoentre abejas de la infancia desbandadas por el miedo,y el polen de las flores.Los rbolesson enormes ciriosque oscurecen la casa de la tardecon la humareda roja que desprenden sus pabilos.

    Y es por esto, digo,que se le suelta al ro el aro de las manosy rueda por canales verdesde agua putrefacta,entre ngeles enfermosy delgados lirios.Es, quizs, la medianoche,

    y las calles estn solasy es la sombra que caminacon los pies ahogados,y el ro desveladomirauna zarza estremecida

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    en el columpio de la soledad que reza

    con el cadver de un rosario entre las manos.Y la amarilla lmpara de aceitemira,la que alumbra en el altar el pavor de las noches bblicas,cuando las piedras cruzaronel oscuro cielocon un pesado vuelo de murcilago

    que sepulta el pecado de la adltera.Y es por esto, es por esto, digo, que el ro ya no duerme.Cierra apenasla piragua de los prpados,y en el silencio permanece oyendocaer la sombra de la lluvia en el valle bblico.

    Y amanece al fin,y las races de los rboles acuticosacarician el rostro del insomne ro,y le ponen en la espalda el cuaderno de los sueosy un plomillo de luz entre las manos.Y de sueos, digo,porque el ro dibuja en la pizarra un pilago

    [del mar que lo obsesiona,y muy cerca de los ngelesun sol con rayos de oro,y unas aves.

    Y entonces el ro temi al hombrey mir la calle larga y empedrada,

    y escondi un poco, a cada instante, la encorvada espada,esperandoque de las puertas cerradas de las casas,y de las ventanascon enormes bestias escondidas,en algn momento se alargara un palo, una cuerda o una piedrapara golpear su corazn y sus pulmones.

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    Y detrs del miedo,

    oculto por el biombo de los nidos,el rollor sobre el hombro de los pjaros,y los pjaroslloraron el ro.

    IV

    Si la mitad acutica de un ngel se arrodillaante la espada de la piedrapara no mirar los huesos verdesde la acsticaque le quiebraa golpes de mandoble

    la mansedumbre de las alas,seguramentesurgirn al poco instante,del sueo,de los ojos,de las casas,las interminables muchedumbres bblicas

    que a lapidarlo marchan,y esto fue lo que baj al rode las calles empinadas,rodando por los aros de las plazas,con las piedras,con los ndices del Obispo y los Notablesa envenenar sus aguas.

    La noche sobrevino al fincon sus huracanes de piraguasdesatadas,y el roescondido entre las piedrasfue hundiendo en el fondo de las sombras largas,en el fondo, s,

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    entre los remos,

    unaa una,sus humanas lgrimas,y all puso con cuidado,en el fondo, s,las hojas del cuadernoy las estampas

    y el lpiz,la camisa,el recuerdo de las islas,y cada cosa, toda cosa, all en el fondo,entre los remos fue guardandocuando le incendiaron la memoriay la esperanza.

    El ro, despus se fue,y atrsqued la ciudad, para siempre sola.

    V

    Es ste el cuerpo mo?Es ste el mismo que sacude el polvo de la cunacomo un sacristn que mueve en el campanario del olvidolas alas pesadas de los lutos?

    Es ste el cuerpo mo que miro navegar desnudoentre las islas?

    Otras islas mi cuerpo ha conocido?Un delgado apenas,un apenas de espejo desvado,un apenas que camina por la noche en la punta de la sombracon sigilo,apenas miro.

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    qu se hicieron?

    Por qu, dulcemente, antes de tiempohan levantado el mantelque la vida me haba puesto?Las islas,qu se hicieron,y el manso desvn de la memoriay las piraguas blancas

    que navegaron en el miedo?Qu se hicieron las iras de las rocasque despedazaron mi cuerpo,y los acantilados de la soberbiaque quiso tocar el cielo?

    Qu se hicieron los ndices del juicio

    que un da condenaron a las floresy a la libertad del viento?

    En esta heroica tempestad de la cenizaque ya no recuerda el fuego,mi cansado cuerpo se levanta y cae,y ahora pienso

    que la puer