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Che Guevara, Poesa completaCarlos Arturo [email protected]

1. Che, el poeta futuro 2. Poemas escritos por Ernesto Guevara de la Serna, en Bolivia, Guatemala y Mxico, durante susegundo viaje por Amrica Latina

3. Poemas a Che Guevara (Seleccin) 4. BibliografaChe, el poeta futuro Marco Vinicio Meja Ernesto Che Guevara ha ejercido y cumple una enorme influencia, especialmente entre la juventud, como ejemplo de permanente espritu crtico, integridad moral y austeridad. Esta condicin le permiti rechazar los convencionalismos, la fama y los privilegios. Una gran cantidad de hagiografas1 lo muestran como un tipo antropolgico superior, en quien bulle la necesidad de transformar tanto a la sociedad como al individuo, con gran sensibilidad ante las injusticias y capaz de llegar hasta la propia inmolacin. Slo los que odian ms y conocen menos pueden afirmar que fue un sanguinario. El afn de contribuir a su mitificacin, de insistir en abordarlo como un icono ante nuestra inconfesada imposibilidad de vivir heroicamente, no ha permitido apreciar que dentro del revolucionario sin concesiones, aguarda una persona de gran ternura, quien encontr en la poesa el medio ms sublime para expresar sus sentimientos. La apologtica de Guevara evita su impermeabilidad frente a la duda, la aspereza de carcter que debi encauzar a lo largo del tiempo y un tono autoritario. Lo inocultable es que mantuvo las manos inmaculadas al no dejarse corromper por el poder y resistir las delicias deletreas de la privilegiatura. La constante lucha contra el asma, lo llev a afrontar los mayores desafos, en cotidiana contienda con la muerte. Es memorable su conviccin del absoluto sentido fatalista de mi misin que me quita todo miedo. Esa creencia termin en las palabras que le dirigi a su verdugo: Pngase sereno, usted va a matar a un hombre. A cuarenta aos de su asesinato en el pequeo pueblo boliviano de La Higuera, este libro presenta una faceta suya desconocida. Calificarlo como poeta, no proviene de constatar que escribi con palabras exquisitas sino porque supo decir con precisin acerca de lo que no poda hacerse de otra manera. Cuatro dcadas despus de su muerte, tan escabrosa como heroica, sus enemigos no son slo a quienes combati. Sus peores adversarios son los que han querido vaciar de contenido su imagen hasta estamparla en camisetas y conducirlo al mercado de las cosas intiles. Ahora el recuerdo es para el joven Ernesto, quien se lamentaba de un mundo en el que hay que luchar por lo evidente. Lector de poemas, creador l mismo, ha inspirado a poetas para convertirse en viva sustancia de acentos que nutren el imaginario colectivo. Tras varios aos de bsqueda, logr reunir textos que permanecan dispersos en testimonios inencontrables, con el propsito de guardarlos en la grata solidez de un libro. No pretendo dulcificar la vida y obra de Che Guevara. No es ocasin para especular sobre su gusto por la literatura. El desafo es insistir en modificar nuestra manera de ver la realidad, acercndonos a Che con los ojos limpios y el corazn en la mano, repitiendo con Miguel Barnet: Che, t lo sabes todo, [...] No es que yo quiera darte / pluma por pistola / pero el poeta eres t. En nuestra Guatemala irredenta, tenemos necesidad de referentes terrenales para superar el escepticismo y el desencanto. Volver la mirada a Che tal vez provenga del tan confuso como desesperado intento de recuperar olvidados valores como la honradez absoluta, el afn de lograr la justicia y cultivar el sentido del sacrificio. Tambin, la sensacin de que fue estril el martirologio durante una de las guerras internas ms cruentas de Latinoamrica, pone en evidencia que cada uno, al igual que Guevara, slo ha cultivado su espejismo personal. De ah la importancia de reflexionar en trminos como los de Michel Foucault, quien nos muestra el camino en Las palabras y las cosas (1966): La hazaa no consiste en triunfar realmente (por eso la victoria en el fondo no importa), sino en transformar la realidad en signo. Es, precisamente, lo que ocurri con Ernesto Che Guevara, en quien falta encontrar lo esencial, esa alquimia particular de sintetizar y enfrentar a los contrarios, de reconciliar a Marx con Rimbaud, de encontrar a Guevara salvado por Che.1

Utilizo de manera figurada el trmino hagiografa, la historia de las vidas de los santos, para destacar que la mayora de libros sobre Che Guevara lo exaltan como si fuera un ser sobrenatural.

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Adems, busco reivindicarlo en su perodo de formacin como revolucionario, etapa en la cual escribi estos poemas. En Guatemala experiment la toma de conciencia, pero le negaron trabajo y la oportunidad de defender la revolucin encabezada por Jacobo Arbenz. Esta experiencia defini su intransigencia, pues el imperialismo no hace concesiones. Despus, encontr su causa y su destino entre los cubanos. El 2 de enero de 1959, quien ingres en La Habana ya no era Ernesto, sino Che. Ahora empieza la revolucin, advirti. En Cuba, se concentr en la reforma agraria, la industrializacin y la salud para todos, la ltima como revolucin dentro de la revolucin. Abog por un comunismo sin partido donde los nicos privilegiados sean los nios. Promovi el internacionalismo solidario que en la actualidad se extiende en las manos bienhechoras de las brigadas mdicas cubanas que atienden a los pobres del mundo en los lugares ms recnditos. La impaciencia lo condujo a la malograda misin en el Congo y, posteriormente, a Bolivia, donde fue asesinado el 9 de octubre de 1967. Che es el coloso construido con miles de Ernestos, ms o menos annimos, que han luchado por la justicia y la emancipacin. Ernesto Guevara lleg a ser Che gracias a una gran voluntad, una crucial toma de conciencia y la lucha por los desheredados de la tierra. Este libro tambin rinde homenaje a todos los pequeos Ernestos que nunca llegaron a ser Che, pero que entregaron sus vidas por la causa en que crean. *** Las obras dedicadas a destacar la conciencia literaria de Che identifican tres grandes bloques: el ensayo, la literatura testimonial y el epistolario. El primero lo desarrolla en estudios, artculos y discursos en los que aborda temas de economa, poltica, sociologa, historia, educacin, relaciones internacionales, la guerra de guerrillas, y cultura en general. La importancia que le concedi a la poesa se percibe en una sus alocuciones, dirigida a los trabajadores. Este es un ejemplo de lo que Denia Garca Ronda califica como la potica poltica de Che. Sin alardes de erudicin, sus conceptos sobre el trabajo como el centro de la lucha por la construccin del socialismo se basan en un poema de Len Felipe: Si ustedes me permiten, les voy a empujar un pequeo versito. No se preocupen, porque no es de mi propia inspiracin, como se dice! Es un poema nada ms que unos prrafos de un poema de un hombre desesperado; es un poema escrito por un viejo poeta que est llegando al final de su vida, que tiene ms de 80 aos, que vio la causa poltica que defendiera, la Repblica espaola, caer hace aos; que desde entonces sigui en el exilio, y que vive hoy en Mxico. En el ltimo libro que edit hace algunos aos tena unos prrafos interesantes. Deca as: Pero un hombre es un nio laborioso y estpido que ha convertido el trabajo en una sudorosa jornada, convirti el palo del tambor en una azada y en vez de tocar sobre la tierra una cancin de jbilo, se puso a cavar... Y despus deca ms o menos, porque no tengo muy buena memoria: Quiero decir que nadie ha podido cavar al ritmo del sol, y que nadie todava ha cortado una espiga con amor y con gracia. Es precisamente la actitud de los derrotados dentro de otro mundo, de otro mundo que nosotros ya hemos dejado afuera frente al trabajo; en todo caso la aspiracin de volver a la naturaleza, de convertir en un fuego el vivir cotidiano.2 Despus de ese discurso, el poeta en obras que era Che le escribi a Len Felipe, a quien haba conocido en sus aos mexicanos. En la carta, le cuenta que lo haba citado para contradecir el pesimismo del poeta y proponer su imagen del hombre nuevo: Maestro: Hace ya varios aos, al tomar el poder la Revolucin, recib su ltimo libro dedicado por Ud. Nunca se lo agradec, pero siempre lo tuve muy presente. Tal vez le interese saber que uno de los dos o tres libros que tengo en mi cabecera es El Ciervo; pocas veces puedo leerlo porque todava en Cuba dormir, dejar el tiempo sin llenar con algo o descansar, simplemente es un pecado de lesa dirigencia. El otro da asist a un acto de gran significacin para m. La sala estaba atestada de obreros entusiastas y haba un clima de hombre nuevo en el ambiente. Me aflor una gota del poeta fracasado que llevo dentro de m y recurr a Ud., para polemizar a la distancia. Es mi homenaje; le ruego que as lo interprete.32

Ernesto Che Guevara. Che desde la memoria. Los dejo ahora conmigo mismo: el que fui: 2004. Seleccin y prlogo de Vctor Casaus. Centro de Estudios Che Guevara. Melbourne, Nueva York, La Habana, Ocean Press, pg. 225. 3 Idem, pg. 223.

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Otro ejercicio escritural de Che es la literatura testimonial, registrada en los diarios de guerra. Sus apuntes durante la lucha en la Sierra Maestra, se convirtieron en los artculos que conforman sus Pasajes de la guerra revolucionaria. Despus de que en diciembre de 1956 encallaron en un lugar equivocado en Cuba, en medio de un manglar de pesadilla, algunos rebeldes fueron heridos y otros huyeron en todas las direcciones. Ernesto recibi un balazo en el cuello. Creyndose mortalmente herido, cay en estado de shock y la imagen que lleg a su mente fue la del cuento Encender una fogata: Qued tendido, dispar un tiro hacia el monte siguiendo el mismo oscuro impulso del herido. Inmediatamente, me puse a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en que pareca todo perdido. Record un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista, apoyado en un tronco de rbol, se dispone a acabar con dignidad su vida, al saberse condenado a muerte por congelacin, en las zonas heladas de Alaska. Es la nica imagen que recuerdo.4 Otra de sus crnicas se titula A la deriva, en la que describe con maestra cuando l y sus hombres esperan la muerte, al igual que el protagonista de la obra homnima de Horacio Quiroga.5 Despus de la invasin mercenaria que derrib al gobierno de Jacobo Arbenz, Che inici la gran aventura a Mxico, en septiembre de 1954. Viaj en compaa del estudiante guatemalteco Julio Roberto Cceres Valle, conocido como El Patojo, con quien forj una entraable amistad. Juntos, compartieron las soledades y las premuras por sobrevivir en la ciudad de Mxico. Despus del triunfo revolucionario de 1959, Cceres vivi en Cuba por invitacin de Che y regres a Guatemala, donde muri en uno de los combates que dispersaron la naciente guerrilla. La ltima crnica de Pasajes.. es un retrato / homenaje para el amigo, de quien vale la recomendacin final de sus versos como un imperativo: Toma, es slo un corazn tenlo en tu mano y cuando llegue el da, abre tu mano para que el sol lo caliente...6 El tercer bloque lo constituye su epistolario. En varias cartas manifiesta su capacidad literaria, con un lenguaje directo y en las que recurre a metforas sencillas para comunicar sus ideas. El 12 de abril de 1960, en carta al escritor argentino Ernesto Sbato, le dice: Estimado compatriota: [...] cuando le su libro Uno y el universo, que me fascin, no pensaba que fuera usted poseedor de lo que para m era lo ms sagrado del mundo, el ttulo de escritor quien me pidiera con el andar del tiempo una definicin, una tarea de reencuentro, como Ud. llama, en base a una autoridad abonada por algunos hechos y muchos fenmenos subjetivos.7 Destaca que utiliza el pretrito era porque en esa poca para Che lo ms sagrado se haba convertido su misin como revolucionario. La pertenencia al campo de las letras era un propsito ajeno a su ideario, qued plasmado en la carta que le dirigi a Juan ngel Cardi, fechada el 11 de noviembre de 1963, para comentar las novelas inditas de ste: Si le sirve de algo esta observacin, me alegro, si no, no tome a mal mi franqueza. No s cul es su edad, ni su vocacin de escritor; la nica pasin que me gua en el campo que Ud. transita es transmitir la verdad (no me confunda con un defensor a ultranza del realismo socialista.) Desde ese punto de vista miro todo.8 En El socialismo y el hombre en Cuba, su lcido ensayo epistolar, critica el fallido camino del realismo socialista que preconizaba que la realidad deba ser reflejada no como es sino como debiera ser, obviando los hechos destacables unos y en otros contradictorios de la vida social. *** La literatura y la poesa ocuparon un espacio preferencial en la geografa personal de Ernesto Guevara de la Serna. Se manifest de manera copiosa en sus lecturas y si escribi poco en su cdigo metafrico, fue el medio para marcar los momentos decisivos de su corta pero intenssima vida. Ernesto fue uno de esos nios lectores que ahora estn al borde de la extincin. Se dice que con la lectura uno no slo aprende algo, sino que se convierte en alguien.4

Ernesto Che Guevara. Alegra de Po, de Pasajes de la guerra revolucionaria. En: Che Guevara, presente. Una antologa mnima: 2004. Centro de Estudios Che Guevara. Ocean Press. Melbourne, Nueva York, La Habana, pgs. 25-26. 5 Ernesto Che Guevara. La ventana iluminada. Artculos periodsticos escritos por el Che: 1999. Seleccin de Pablo Noa. Pablo de la Torriente, Editorial. La Habana, pgs. 16-21. 6 Idem, pgs. 79-83. 7 En: Coco Lpez. Mate y ron (De Rosario a La Habana). El Che en la visin de argentinos y cubanos. Ameghino, Argentina, 1997, pg. 7. 8 Ernesto Che Guevara. Che desde la memoria. Los dejo ahora conmigo mismo: el que fui. Op. Cit., pg. 206.

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Los problemas de salud durante su infancia lo recluyeron en casa, en donde lea lo que caa en sus manos. Haba algo de teraputico en ese hbito, segn el recuerdo de Rosario Lpez, la cocinera de los Guevara: ...cuando le faltaba el aire y no poda respirar se quedaba sentado en el borde de su cama, agachado, con los coditos apoyados en una mesa chica y leyendo, siempre leyendo. Se ve que esa posicin tan incmoda lo haca sentirse mejor.9 Celia se hizo cargo de la educacin de su hijo mayor, lo que provoc una singular relacin entre ellos: l y yo siempre pudimos entendernos casi sin hablar, tal vez porque nos atiborramos juntos con muchos libros cuando no poda salir a jugar, nos conmueven los mismos versos, usamos la irona como un escudo, sabemos rer de cosas sin importancia y tratamos de evitar los excesos sentimentales.10 El estremecimiento potico de Che le vino de su madre Celia, quien prefera sus lecturas en francs y que repeta de memoria algunos fragmentos de Charles Baudelaire11, el poeta de la nocturnidad que conecta la poesa francesa con la novela nmada angloamericana. Los poemas de ste sobre el viaje como una experiencia metafsica marcaron a Ernesto en su vocacin de peregrino de corazn ligero como un globo. La lengua francesa era cultivada por las elites en Argentina y su inmersin en ese idioma, contribuy a definir la bizarra intelectual de Che, a esa altivez que caracteriza al color local de un pas que es un crisol de culturas.12 La arrogancia de Ernesto qued de manifiesto cuando Alberto Granado, tambin gran lector y con quien emprendi su segundo viaje por Amrica Latina, puso en duda que hubiera ledo Luz de agosto de Faulkner, ya que en 1945 no haba sido traducido al espaol, a lo que Guevara respondi: Claro, lo le en francs.13 Su gusto eclctico era tal que devor, literalmente, a autores norteamericanos comprometidos, como Steinbeck o Faulkner, rivalizando con Granado. Esa compulsin la admiti Ernesto: Oye, Mial (de Mi Alberto), cada vez que el asma me ataca, o que tengo que quedarme en casa tratndome con los sahumerios que me han recetado, aprovecho esas dos o tres horas para leer todo lo posible.14 Ernesto ley la biblioteca juvenil clsica, desde Julio Verne y Jack London hasta Horacio Quiroga y Emilio Salgari. Las novelas lo introdujeron a la urgencia de la accin y abrieron su imaginacin a territorios siempre inagotables. En Guatemala (1953-1954), durante la decisiva etapa de formacin como revolucionario, comparti con la peruana Hilda Gadea, quien dio testimonio de sus afinidades: En cuanto a cultura general, habamos ledo casi lo mismo: los clsicos, los modernos, e incluso tambin [sic] nos gustaban las novelas de aventuras y todo lo referente a viajes interplanetarios. Me cont, rindose, que cuando estaba en Secundaria, se dedic a leer verdaderamente y comenz a comerse la biblioteca de su padre sin orden alguno, pues los libros no estaban clasificados. Al lado de una novela de aventuras encontraba una tragedia griega y en seguida un libro marxista.15 Che lea siempre y donde quiera. Antes de un entrenamiento de rugby, abra un libro y se pona a leer, para desaparecer del mundo. Lea de manera intensiva, catica, pero conducido por una extraa gua. Un mdico espaol, exiliado en Argentina, se sorprendi que con quince o diecisis aos, estaba sumido en la obra de Freud y lo coment con sus hijos, ya que era una lectura antes de tiempo.16 Al descubrir una biblioteca en el Cuzco, Per, se nutri de obras de Historia y Arqueologa. En Mxico se emple como vendedor de libros de una editorial y despus como cuidador de libros en exposiciones. All lea sin obstculos. En vsperas del viaje a Cuba en el Granma, compr Reportaje al pie de la horca de Fucik y La joven guardia de Fadeev, para obsequiarlos a su compaero Carlos Bermdez. En la Sierra Maestra, mientras otros dorman, l lea durante los pocos descansos y aprovechaba la luz de la hoguera. Su mochila era la ms pesada porque estaba llena de libros. Su amiga Chana, una campesina, se sorprendi al verlo sumido en esos libros sin dibujos, todos llenos de letras. [...] Cuando l coga un libro, se quedaba calladito, medio ido, con la cara muy suavecita y como si estuviera en otro mundo.17 Con los soldados y los campesinos de La Mesa, hablaba de los autores de esos volmenes: Vctor Hugo, Rubn Daro, Tagore, Neruda. Acevedo, un joven de catorce aos, hurg en su mochila: Cul no ser9

Julia Constenla. Celia, la madre del Che: 2005, 2. Edicin. Editorial Sudamericana, Argentina, pg. 52. Idem, pg. 41. 11 Celia, la madre del Che. Op. Cit., pg. 21. 12 Cf. Che. Sueo rebelde. Op. Cit., pgs. 17-18. 13 Alberto Granado, entrevistado en La Habana, en 1992. Pierre Kalfon. Che. Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo: 1998. Plaza & Jans Editores, Espaa, pg. 45. 14 Paco Ignacio Taibo II. Ernesto Guevara, tambin conocido como El Che: 1997, 11. Reimpresin, Ed. Joaqun Mortiz, Mxico, pg. 25. 15 Hilda Gadea. Che Guevara, aos decisivos: 1973, 2. edicin. M. Aguilar, editor. Mxico, pg. 36. 16 Jos Aguilar. La niez del Che. Granma (resumen semanal), La Habana, No. 43, 29 de octubre de 1967 17 Froiln Escobar y Flix Guerra. Che, sierra adentro: 1988. La Habana, Poltica, pgs. 18-19.10

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mi sorpresa, no es de Mao ni de Stalin, es lo menos que esperaba: Un yanki en la corte del rey Arturo. No salgo del estupor.18 Al hacer un balance de los aciertos y errores durante su experiencia africana (1965), admiti en otro de sus Pasajes de la guerra revolucionaria: ...mis dos debilidades fundamentales estaban satisfechas en el Congo: el tabaco, que me falt muy poco, y la lectura, que siempre fue abundante.19 Los libros formaron parte de su geografa personal. Tuvo larga paciencia para buscarlos, experiment placeres indescriptibles al descubrirlos y los trat como las mejores amistades que saben derrochar sabidura y belleza. *** Para Che, la poesa es el camino real tendido desde su infancia, que configura su propia apariencia segn el mito del hombre. Rilke viene en nuestro auxilio cuando distingue entre poesa de adolescencia y de experiencia, ya que todo consiste en llevar a trmino y despus generar. Quien lleva a trmino, o mejor, quien slo lleva a trmino, es verdaderamente joven si se piensa en la antropofana que de l proceder.20 Gracias a Neruda, Che aprendi que la verdadera poesa no est en la escritura sino en una existencia independiente. La poesa es una metafsica por su necesidad de realidad. Tambin es un sentimiento despertado por una mujer de presencia inmediata, su prima Carmen Crdova de la Serna, a quien le decan La Negrita y que hizo el retrato literario del adolescente Ernesto: Tratndose de los Veinte poemas de amor y una cancin desesperada, poda recitarlos del primer al vigsimo, sin olvidar, claro est, la cancin desesperada. Esa era una manera de cortejar a su prima, dos aos menor que l, quien lo escuchaba con fascinacin y de quien, cierto da, confes a su compaero Barral que haba estado enamorado.21 Neruda conoci a Che despus del triunfo revolucionario de 1959. El encuentro se dio despus de un recital que comparti con Nicols Guilln: Me haba citado para la medianoche, pero era casi la una cuando llegu, retrasado por un acto oficial interminable. Como a todo mundo, a Neruda le impresion el contraste entre el aspecto marcial del que era presidente de banco, con pistola al cinto, y el decorado presidencial del despacho: El Che era moreno, pausado en el hablar, con indudable acento argentino. Era un hombre para conversar con l despacio, en la pampa, entre mate y mate. Sus frases eran cortas y remataban en una sonrisa, como si dejara en el aire el comentario. Me halag lo que me dijo de mi libro Canto General. Acostumbraba leerlo por la noche a sus guerrilleros, en la Sierra Maestra. [...] Algo me dijo el Che aquella noche que me desorient bastante pero que tal vez explica en parte su destino. Su mirada iba de mis ojos a la ventana oscura del recinto bancario. Hablbamos de una posible invasin norteamericana a Cuba. Yo haba visto por las calles de La Habana sacos de arena diseminados en puntos estratgicos. l dijo sbitamente: La guerra... La guerra... Siempre estamos contra la guerra, pero cuando la hemos hecho no podemos vivir sin la guerra. En todo instante queremos volver a ella.22 En busca de ms guerra, esta vez en el Congo, Che se despidi de Cuba en marzo de 1965. Roberto Fernndez Retamar lo busc en el Ministerio de Industria, para recuperar una antologa de poesa que le haba prestado. Antes de devolver el libro, el ministro haba copiado Farewell, en el que Neruda le declara a una imaginaria mujer que nada nos amarre / que no nos una nada. [...] (Amo el amor de los marineros / que besan y se van.) [...] Ya me voy. Estoy triste / pero siempre estoy triste. El simbolismo del adis es evidente.23 El 7 de noviembre de 1966, Che anota en su agenda alemana rojo oscuro, con su escritura fina y rpida: Hoy comienza una nueva etapa. Est en Bolivia, despus de los diez aos cubanos y del fracaso congoleo. Trata de devolver la vida al viejo sueo bolivariano de liberacin continental. Sin saberlo, responde a las palabras de Andr Breton: El poeta futuro superar la deprimente idea del divorcio irreparable entre la accin y el sueo. Ser ese poeta. La guerrilla boliviana inici su declive al dividirse en dos columnas que no volvern a encontrarse. El 25 de abril de 1967 es un da negro para Guevara. Los insurgentes detienen la persecucin a que los somete un destacamento de sesenta militares. En la accin muere Eliseo Reyes (Rolando), de 27 aos, miembro del Comit Central del PC cubano y un veterano de la columna de Che, quien deja aflorar su pesadumbre: Al producirse un alto mand a Urbano para que ordenara la retirada pero vino con la noticia de18 19

Enrique Acevedo. Descamisado: 1993. Cultura Popular, La Habana, pg. 220. Ernesto Che Guevara. Che desde la memoria. Los dejo ahora conmigo mismo: el que fui: 2004. Seleccin y prlogo de Vctor Casaus. Centro de Estudios Che Guevara. Ocean Press, pg. 244. 20 Cf. Furio Jesi. Literatura y Mito. 1. Edicin, Breve Biblioteca de Respuesta, Barral Editores, Barcelona, 1972, pg. 90. 21 Pierre Kalfon. Che. Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo. Plaza & Jans, Barcelona, 1997, pg. 45. 22 Pablo Neruda. Confieso que he vivido. Buenos Aires, Planeta, 1992, pg. 439. 23 Roberto Fernndez Retamar. Aquel poema. En: Che, nmero especial de Casa de las Amricas, que reproduce los nmeros 46 de enero-febrero 1968 y 104 de septiembre-octubre 1977, Buenos Aires, Latinas, 1986, pg. 46.

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que Rolando estaba herido; lo trajeron al poco rato ya exange y muri cuando se empezaba a pasarle plasma. Un balazo le haba partido el fmur y todo el paquete vasculonervioso; se fue en sangre antes de poder actuar. Hemos perdido el mejor hombre de la guerrilla, y naturalmente, uno de sus pilares, compaero mo desde que, siendo casi un nio, fue mensajero de la columna 4, hasta la invasin y esta nueva aventura revolucionaria. De su muerte oscura slo cabe decir, para un hipottico futuro que pudiera cristalizar: Tu cadver pequeo de capitn valiente ha extendido en lo inmenso su metlica forma.24 Una vez ms recurre a la poesa para expresar sus sentimientos ms profundos. Cita un verso de Neruda, contenido en el Canto a Bolvar, uno de los himnos a las glorias del pueblo en guerra, que lean los republicanos espaoles, alumbrados por las fogatas en las trincheras: Tu pequeo cadver de capitn valiente ha extendido en lo inmenso su metlica forma, de pronto salen dedos tuyos entre la nieve y el austral pescador saca a la luz de pronto tu sonrisa, tu voz palpitando en las redes.25 Con el asesinato en Che en Bolivia, Neruda incluy Tristeza en la muerte de un hroe en su libro Fin de mundo (1969). La elega contrasta con la posicin que tuvo en An, escrito de manera paralela, en el que se refiri a el joven con su tierna indigestin de guerrillas. Neruda, desde la altura de sus 65 aos y al igual que los grandes aparatos del partido comunista chileno, haba perdido la confianza en los movimientos insurgentes, tan abundantes como malhadados en Amrica Latina, con excepcin de la Revolucin cubana. En el prlogo de Fin de mundo contempla el siglo en trance de liquidacin, pero obstinado en no concluir: Qu siglo permanente. / Preguntamos: / Cundo caer? / Cundo se ir de bruces / al compacto, al vaco / a la revolucin idolatrada? / O a la definitiva / mentira patriarcal? *** La poesa de Che no est en la escritura o la recitacin sino en una existencia plena de estremecimientos. Los poemas que por primera vez aparecen reunidos como un conjunto, corresponden al perodo 1953-1956, escritos en Bolivia, Guatemala y Mxico, durante su segundo viaje por Amrica Latina26. Destaca el tono intimista, espontneo, por lo que mientras la poesa expresa la fulgurante bsqueda de s mismo, en la accin revolucionaria est el encuentro vislumbrado en la palabra. Al estar encarcelado en Mxico, en Miguel Schultz, le entreg a su esposa Hilda Gadea el borrador de un poema (Canto a Fidel), y le dijo: Gurdalo, lo hice en el rancho. Tena algunas pequeas correcciones y estaba en manuscrito. Al preguntarle si lo conoca Fidel, respondi: No, por ahora no es oportuno; lo haba escrito para drselo en alta mar. Gadea public el poema en Lima, cuando luchaban en Sierra Maestra.27 Es primordial destacar que Che no le daba valor literario al poema y su intencin es que sirviera de recuerdo. Aos despus, Leonel Soto, director de Verde Olivo, lo public. Che estaba indignado y envi una nota, en la cual adverta que no poda publicar nada sin permiso y menos esos versos que son horribles. Para Che, su poesa era algo privado. En otra ocasin, cuando Pardo Llada amenaz con publicar o leer por radio un poema suyo, Che lo amenaz en broma con el paredn.28 El Canto al Nilo se inspira en la construccin de la presa de Asun, iniciada en 1952, tras la revolucin de Nasser. Estados Unidos dara un prstamo de 270 millones de dlares para edificarla. La oferta fue retirada a mediados de 1956 y el gobierno egipcio se propuso continuar el proyecto recurriendo a los ingresos provenientes del Canal de Suez. En 1958, intervino la Unin Sovitica para pagar un tercio del costo de la inmensa presa de piedra y arcilla. Su embalse se denomina Lago Nasser, con 480 kilmetros de largo y 16 kilmetros en su parte ms ancha. La presa genera la mitad de la electricidad necesaria para el consumo de todo Egipto y permiti, por primera vez, la conexin elctrica en la mayora de los pueblos egipcios. En la poesa vibra su espritu aventurero que despus lo hara decidirse entre sus dos pasiones, la medicina y la revolucin por empuar el fusil en lugar de recuperar el botiqun, luego del desembarco del Granma. Dos aos despus de salir de Guatemala, era uno de los 82 que desembarcaron el 2 de diciembre de 1957 en Cuba, para realizar la revolucin. Su decisin estaba tomada: Si hay que morir que sea como Sandino y no como Azaa.24 25

Ernesto Che Guevara. El diario del Che en Bolivia, 25. Ed., Siglo Veintiuno Editores, 1988, Mxico, pg. 127. Pablo Neruda. Espaa en el corazn. Antologa Potica. Seleccin y prlogo de Rafael Alberti, 4. Edicin, EspasaCalpe, Madrid, 1985, pg. 108. 26 Ernesto Che Guevara. Amrica Latina. Despertar de un continente. Centro de Estudios Che Guevara. Ocean Press, 3a. impresin, 2006, pgs. 128-136. Hilda Gadea. Che Guevara, aos decisivos. Op. Cit., pgs. 171-172 y 219-236. 27 Hilda Gadea. Che Guevara, aos decisivos. Op. Cit., pgs. 171-172. 28 Paco Ignacio Taibo II. Ernesto Guevara, tambin conocido como El Che. Editorial Joaqun Mortiz, Mxico, 1997, pg. 775.

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En otros poemas, Che trata de hallar su identidad entre las piedras dormidas de Uaxactn y Palenque, con sus vidas endurecidas despus de tantas vidas, eco que resplandece en el resurgimiento del nuevo hombre americano. Sus pupilas se han dilatado ms para acostumbrarse a convivir con el dolor y negar el fatalismo de la pobreza. Si haba de descubrir lo que permaneca oculto, tena ante s la posibilidad de renunciar a las soledades que lo haban acompaado. Esta poesa anuncia los viajes y la guerra, resalta la bondad y la crueldad, pide destacar la amistad y la amenaza. Despus de recorrer todas las distancias y amanecer en todos los climas, muestran que la injusticia slo puede producir indignacin; que amar es defender causas profundas; que el honor del poeta es salir a la calle, tomar parte en combates de palabras y batallas de proyectiles, sin intimidarse porque la poesa es la primera insurreccin. En cualquier parte se rebela la semilla si est rodeada por la aridez del hambre. La insurgencia es satanizada por quienes advierten que su origen son las ideas exticas, si bien aquellos son incapaces de reconocer que denuncian por su propia carencia de ideas. La poesa es subversiva al igual que la primavera es insurreccional. Esta verdad sin atenuantes la conoci Che en las postrimeras de la dcada fragante (19441954) en Guatemala. Estos son poemas de un hombre que aprendi que no hay soledad inexpugnable en el Sur. Son poemas del camino, para atravesar sin temor las asperezas y el silencio. Son poemas del peregrino, que no deja de creer en nuevas estaciones hasta llegar al final del destino comn. Son poemas de despedida para el amigo que no supo de la algaraba de los rojos colores palpitantes. Son poemas que juran ante el lecho de Mara, la humilde lavandera que el poeta cuid en el hospital, con admoniciones sin cielo: Ni reces al dios inclemente / que toda una vida minti tu esperanza. Che no era un desarraigado ni una piedra extraviada. Era un poeta con las obligaciones sagradas de partir y de regresar. Primero quiso acompaar a Fidel sin renunciar al retorno. Slo pidi que no le impediran emprender la revolucin en Argentina. Por eso termin en Bolivia, para empezar la liberacin continental que alcanzara a su tierra de origen. En estos poemas no hay balbuceos o vacilaciones primerizas sino precisin en los sentimientos fraternales, en la majestad de la muerte y en el enaltecimiento de la sinceridad, las facetas peculiares de su obra y personalidad. Si el horizonte no se abre ms all del sistema de premios y castigos que rodea a la creacin literaria, en las creaciones de Che no se encontrar un alto vuelo, pero no podr negarse la fecundidad de su contenido y la solidez de su espontaneidad. El redescubrimiento de esta poesa no busca a los cientficos de la literatura sino a los buenos lectores, la referencia bsica y decisiva de un autor. Lejos de los fastos y la trompetera para enaltecer al guerrillero, esta es una invitacin para empezar por el paraje ms transparente y fresco del mito, condenado a su propio retorno. Esa imagen ms lozana hace honor a la idea que niega la biografa de los hroes, pues la verdadera historia est en su palabra matinal. Nueva Guatemala de la Asuncin, abril 2007

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Poemas escritos por Ernesto Guevara de la Serna, en Bolivia, Guatemala y Mxico, durante su segundo viaje por Amrica Latina. A los mineros de Bolivia En un 9 de abril Es el trueno y se desboca Con inimitable fragor. Cien y mil truenos estallan, y es profunda su cancin. Son los mineros que llegan, son los mineros del pueblo, los hombres que se encandilan cuando salen al sol, y que dominan el trueno y aman su recio fragor. Que la metralla los siega y la dinamita estalla y sus cuerpos se disfunden en partculas de horror, cuando llega alguna bala hasta el gneo cinturn? QU IMPORTA!; Es el trueno y se desboca con inimitable fragor. Cien mil truenos estallan, y es profunda su cancin. Por la boca del trueno se oye volar el valor. Son los mineros de acero, son el pueblo y su dolor. Salen de una caverna colgada en la montaa. Son enjambres de topos que llegan a morir sin miedo a la metralla. Morir, tal la palabra que es norte de sus das; morir despedazado, morir de silicosis, morir anemizado, morir lenta agona en la cueva derrumbada.

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Qu ms da? Mara Brzola los gua y hay resortes que impulsan a los topos combatientes: Son mujeres no-mujeres que duermen en sus camas, son nios esqueletos que maman de esas mamas; es el hambre y la miseria, la sed de justicia humana, las que impulsan al combate a la fiera grey armada. Ellos lanzan a Bolivia, desde su muerte ignorada, la anunciaron de un futuro que la vida les cobrara. Cuando caigan los barones que el estao fabric y el pueblo diga: son mos, sobre los campos yermos, callarn estos fusiles, callar tambin el trueno, no sonar el pututu ni se oirn nuevos lamentos, y las espaldas felices se doblarn bajo el peso que pesa todo lo nuestro. M.I.O. Encallado navo, te entrego mi cancin de despedida.

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Y sembrada en la sangre de mi muerte lejana con races mudables bajo un tiempo de piedra, Soledad!, flor nostlgica de vivientes paredes, Soledad de mi trnsito detenido en la tierra.

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Quise llevar en la maleta el sabor fugaz de tus entraas y qued en el aire circular y cierto, el insulto a lo viril de mi esperanza. Ya me voy por caminos ms largos que el recuerdo con la hermtica soledad del peregrino, pero, circular y cierto, a mi costado algo marca el comps a mi destino. Cuando al final de todas las jornadas ya no tenga un futuro hecho camino, vendr a reverdecerme en tu mirada ese riente jirn de mi destino. Me ir por caminos ms largos que el recuerdo eslabonando adioses en el fluir del tiempo. De pie el recuerdo cado en el camino, cansado de seguirme sin historia, olvidado en un rbol del camino. Ir tan lejos que el recuerdo muera destrozado en las piedras del camino, seguir siendo el mismo peregrino de pena adentro y la sonrisa fuera. Esa mirada circular y fuerte en un mgico pase de muleta esquiv en mi ansia toda meta convirtindome en vector de la tangente. Y no quise mirar para no verte, sonrosado torero de mi dicha, invitarme con gesto displicente.

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El mar me llama con su amistosa mano. Mi prado un continente Se desenrosca suave e indeleble Como una campanada en el crepsculo.

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La ciencia que muestra un microscopio negro es un mdico almidonado frente a una registradora. El arte..., todo lo que el arte muestra es la estril mecnica de una Leica. Un indio cargado de penas y temores (y tambin de aoranzas por aquello que fue aunque no fuera y cuyo retorno anhela), una sonrisa estpida de coca, alcohol y hambre. Un sexo vendido al peso muy barato en Amrica. Un recuerdo indiferente de glndulas vacas. Guatemala, que me dejaste una amplia herida en el flanco y una mujer que encuentra en sus pesares la oportunidad de succionarlas y succionarme, un vago sentimiento de sollozo dilapidado. Y hay un hilo que une, una a una, las cuitas: es el grito del hombre que despierta.

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As cuando este da con mano temblorosa pongo mi prisa en un registro ambiguo. Con el sabor extrao de fruto encajonado antes de consumar la madurez al rbol. A veces no percibo su llamado desde mi alada torre de viejo solitario, pero hay das que siento despertar al sexo y voy a la hembra, a mendigar un beso; y s entonces que jams besar el alma de quien no logre llamarme camarada... S que los perfumes de valores puros llenarn mi mente de fecundas alas, s que dejar los agnsticos placeres de copular ideas sin funciones prcticas. S que el da del combate a muerte hombros del pueblo apoyarn mis hombros, que si no veo la total victoria de la causa por que lucha el pueblo, ser porque ca en la brega por llevar la idea hasta un fin supremo, lo s con la certeza de la fe que nace quitando del plumaje el cascarn antiguo. Autorretrato oscuro De una joven nacin de races de hierba races que niegan la rabia de Amrica) vengo a ustedes, hermanos norteos. Cargado de gritos de desaliento y de fe, vengo a ustedes, hermanos norteos, vengo de donde venimos los homo sapiens, devor kilmetros en ritos trashumantes; con mi materia asmtica que cargo como una cruz y en la entraa extraa de metfora inconexa. La ruta fue muy larga y muy grande la carga, persiste en m el aroma de los pasos vagabundos y an en el naufragio de mi ser subterrneo, a pesar de que se anuncian orillas salvadoras nado displicente contra la resaca, conservando intacta la condicin de nufrago. Estoy solo frente a la noche inexorable y a cierto dejo dulzn de los billetes. Europa me llama con voz de vino aejo, aliento de carne rubia, objetos de museo. Y en la clarinada alegre de pases nuevos yo recibo de frente el impacto difuso de la cancin, de Marx y Engels que Lenin ejecuta y entonan los pueblos. Y aqu

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Soy mestizo, grita un pintor de paleta encendida, soy mestizo, me gritan los animales perseguidos, soy mestizo, claman los poetas peregrinos, soy mestizo, resume el hombre que me encuentra en el diario dolor de cada esquina, y hasta el enigma ptreo de la raza muerta acariciando una virgen de madera dorada: es mestizo este grotesco hijo de mis entraas. Yo tambin soy mestizo en otro aspecto: en la lucha en que se unen y repelen las dos fuerzas que disputan mi intelecto, las fuerzas que me llaman sintiendo de mis vsceras el sabor extrao de fruto encajonado antes de lograr su madurez de rbol. Me vuelvo en el lmite de la Amrica hispana a saborear un pasado que engloba el continente. El recuerdo se desliza con suavidad indeleble con el lejano tair de una campana.

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Despedida a Toms A t, encallado amigo, hacia las aguas quietas del arrecife blanco donde te amarra tu sueo de nufrago, va mi cancin de despedida. Hoy he despertado con afn de alas en las jarcias, y tiendo velas inalmbricas navegando hacia el puerto de la hora marcado por la brjula indolente. Hoy estiro mi lenguaje al viento para estrechar tus palabras y llevarme algo de tu lamento tierno a compartir asombros que ya estoy viviendo. Se fue ya la primavera que fertiliza tu almohada; no es por mi partida sino por tu nave que ya no navega. Te comprendo, golondrina truncada. Quisiera llevarte a la fuente Castalia o darte elixir de iguales poderes; y aunque soy un mdico asomado a las cosas que no las transforma y apenas comprende. Tengo no obstante una frmula mgica creo que la aprend en una mina de Bolivia, o tal vez chilena, peruana o mexicana, o en el destroncado imperio del Sonora, o en un puerto negro del Brasil africano, o tal vez en cada punto una palabra. La frmula es sencilla: No te ocupes del cerco, ataca el arrecife, une tus manos jvenes a la piedra anciana y dale en tu pulso a los rojos corales palpitantes en diminutas ondas cotidianas. Un da, aunque mi recuerdo sea una vela ms all del horizonte y tu recuerdo sea una nave encallada en mi memoria, se asomar la aurora a gritar con asombro viendo a los rojos hermanos del horizonte marchando alegres hacia el porvenir. Ellos los males quietos terribles y blancos como la noche sorprendida al revs. Y entonces, poeta blancuzco de cuatro paredes, sers el cantor del universo; entonces, poeta trgico, delicado, enfermo, sers un robusto poeta del pueblo. Canto al Nilo Enorme es tu pasado

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insumiso mar de dos mareas. Tu sinfona de inquietos cocodrilos dio marco al monoltico arquitecto; las plegarias del hombre labraron su futuro a partir del concepto que aprendiste de la vida, tu sangre legamosa llen las tierras de blancos trinos vegetales; tu mecanismo de csmico impulso llev al Africa a travs de las eras desde antes que a los toros venerara. Pero cunto dormiste; cuarenta siglos fueron hasta el grito del coraje que slo estremeciera tu msculo atrevido. Si hoy le canto al ayer de muerta piedra y convoco los recuerdos de Tebas, es que el presente aflora en tu pasado, es que vive en la presa de Asun y en Suez reconquistado. Canto al nuevo grito de tu garganta sonorsa, al hondo retumbar de las pisadas solemnes uniendo su destino en el polvo del desierto. Canto a la mano sobria que estrecha su certeza con la certeza inculta del ltimo beduino. Va el canto hacia los hijos que defienden tu suelo con los firmes morteros de los rifles del pueblo. (Alguien puede afirmar sin sonrojarse el triunfo de la fuerza sobre la fe del hombre?) Te admiro y te presiento en mis almas sustanciales con toda tu justicia de arteria nutritiva, te quiero porque hermano mi aurora con tu aurora y en mis carnes se adentra la feroz mordedura de coloniales fauces (decadentes mandbulas celadoras de Israel) y retumba en mis sienes, en el clsico son, el eco de las bombas que caen sobre tu hermano rectilneo y sosegado hermano artificial, sin doblegar tu cielo de impvidas alburas. Hoy que mi patria est llena de jalones huecos y yo inicio mi pistola en hazaas menores, tu epopeya acicatea mis ideales espuela de la lucha nos recuerda29 badajo de la fuera ms sublime. Si tu impulso no emerge en las riberas del Plata y es vano tu ejemplo para ahuyentar su modorra, llevar mis pupilas cargadas de tu esperma para derramarlas sobre la tierra en derrota. Al fin, alguien puede afirmar sin sonrojarse el triunfo de la espada sobre la fe del hombre?

29

En el original: recuera.

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Vieja Mara, vas a morir, quiero hablarte en serio: Tu vida fue un rosario completo de agonas, no hubo hombre amado, ni salud, ni dinero, apenas el hambre para ser compartida; quiero hablar de tu esperanza, de las tres distintas esperanzas que tu hija fabric sin saber cmo. Toma esta mano de hombre que parece de nio en las tuyas pulidas con el jabn amarillo. Restriega tus callos duros y los nudillos puros en la suave vergenza de mis manos de mdico. Escucha, abuela proletaria: cree en el hombre que llega, cree en el futuro que nunca vers. Ni reces al dios inclemente que toda una vida minti tu esperanza. Ni pidas clemencia a la muerte para ver crecer a tus caricias pardas; los cielos son sordos y en ti manda el oscuro; sobre todo tendrs una roja venganza, lo juro por la exacta dimensin de mis ideales tus nietos todos vivirn la aurora, muere en paz, vieja luchadora. Vas a morir vieja Mara; treinta proyectos de mortaja dirn adis con la mirada, el da de estos que te vayas. Vas a morir vieja Mara, quedarn mudas las paredes de la sala cuando la muerte se conjugue con el asma y copulen su amor en tu garganta. Esas tres caricias construidas de bronce (la nica luz que alivia tu noche), esos tres nietos vestidos de hambre, aorarn los nudos de los dedos viejos donde siempre encontraban alguna sonrisa. Eso ser todo, vieja Mara. Tu vida fue un rosario de flacas agonas, no hubo un hombre amado, salud, alegra, apenas el hambre para ser compartida, tu vida fue triste, vieja Mara. Cuando el anuncio de descanso eterno enturbia el dolor de tus pupilas, cuando tus manos de perpetua fregona absorban la ltima ingenua caricia, piensa en ellos... y lloras, pobre vieja Mara.

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No, no lo hagas! No ores al dios indolente que toda una vida minti tu esperanza ni pidas clemencia a la muerte, tu vida fue horriblemente vestida de hambre, acaba vestida de asma. Pero quiero anunciarte, en voz baja y viril de las esperanzas, la ms roja y viril de las venganzas quiero jurarlo por la exacta dimensin de mis ideales. Toma esta mano de hombre que parece de nio entre las tuyas pulidas por el jabn amarillo, restriega los callos duros y los nudillos puros en la suave vergenza de mis manos de mdico. Descansa en paz, vieja Mara, descansa en paz, vieja luchadora, tus nietos todos vivirn la aurora, LO JURO.

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Palenque Algo queda vivo en tu piedra hermana de las verdes alboradas tu silencio de manos30 escandaliza las tumbas reales. Te hiere el corazn la piqueta indiferente de un sabio de gafas aburridas y te golpea el rostro la procaz ofensa del estpido oh! de un gringo turista. Pero tienes algo vivo. Yo no s qu es, la selva te ofrenda un abrazo de troncos y aun la misericordia araa de sus races. Un zologo enorme muestra el alfiler donde prender tus templos para el trono, y t no mueres todava. Qu fuerza te mantiene ms all de los siglos viva y palpitante como en la juventud? Qu dios sopla, al final de la jornada el hlito vital en tus estelas? Ser el sol jocundo de los trpicos? Por qu no lo hace en Chichn-Itz? Ser el abrazo jovial de la floresta o el canto melodioso de los pjaros? Y por qu duerme ms hondo a Quirigu? Ser el tair del manantial sonoro golpeando entre los riscos de la sierra? Los incas han muerto, sin embargo. Canto a Fidel Vmonos, ardiente profeta de la aurora, por recnditos senderos inalmbricos a liberar el verde caimn que tanto amas. Vmonos, derrotando afrentas con la frente plena de martianas estrellas insurrectas, juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte. Cuando suene el primer disparo y se despierte en virginal asombro la manigua entera, all, a tu lado, serenos combatientes, nos tendrs. Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos reforma agraria, justicia, pan, libertad, all, a tu lado, con idnticos acentos, nos tendrs. Y cuando llegue al final de la jornada la sanitaria operacin contra el tirano,30

En el original: manes.

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all, a tu lado, aguardando la postrer batalla, nos tendrs. El da que la fiera se lama el flanco herido donde el dardo nacionalizador le d, all, a tu lado, con el corazn altivo, nos tendrs. No pienses que puedan menguar nuestra entereza las doradas pulgas armadas de regalos, pedimos un fusil, sus balas y una pea. Nada ms. Y si en nuestro camino se interpone el hierro, pedimos un sudario de cubanas lgrimas para que se cubran los guerrilleros huesos en el trnsito a la historia americana. Nada ms. Uaxactn... dormida A Morley, el desconocido y venerado amigo Uaxactn, la de grises ensueos, voz escondida detrs del misterio; bella durmiente de los bosques nuestros! He venido a besarte los ruedos, o la verde maraa del pelo, o el aire que mide el silencio. Uaxactn, Uaxactn. Yo s que tu muerte es invento del blanco: te dormiste cansada de andar por los siglos, compaera sola del monte infinito. Adivino el comienzo del sueo, cuando lanzaste tus glbulos pardos retoos del bronce al fluir de los vientos, Uaxactn, Uaxactn. Imitando en atvico gesto la dispersin que allende los mares nos enviara el asitico ancestro. Y cuando lanzaste tu grito de adis despidiendo al abuelo del abuelo del quetzalneo Tecum. Uaxactn, Uaxactn. Y cuando cerraste tus ojos de templos, y cuando cruzaste tus brazos de estelas (detenidos relojes que duermen el tiempo). Mas tu embrujada quietud y el silencio cedern al influjo de un prncipe bello que levntate y anda te ordene en un beso. Uaxactn, Uaxactn. Ya se oye en tu sueo de siglos el trinar de aurorales alondras, anunciando el final de la noche cuando tus nuevos retoos de bronce

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se baan al sol que alumbra sus tierras. Uaxactn, Uaxactn. Es el final del sueo: se anuncia el prncipe; deviene el pueblo con pfanos y tamboriles, sembrando ejemplos rojos en el corazn de Amrica. M.I.O.

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Espaa en Amrica Recuerdas, Guatemala, esos das de julio del ao 36? Claro que s. En tu ptreo esqueleto, en tus venas cantarinas, en tu cabellera verde, en tu volcnico seno lo recuerdas. Como a m, con mi memoria de nio succionando el pasado, aflora a tu recuerdo invertebrado de democracia en paales, el tableteo lejano de la infamia. Tus viejos poetas lo recuerdan, tus jvenes vates lo adivinan: en Granada y en la noche sin aurora el plomo brotaba de las manos que llorando balas ahogaban la voz del Rey de los gitanos. Todos tus cantores lo recuerdan. Granada, Bananera, nombres frescos de frutas sacarinas. Granada, Bananera, smbolos trgicos del hombre en el ocaso. All, en Europa, los que tienen por eso no lloran de plomo las calaveras. Aqu, en Amrica, los que se venden, por lo que den al dlar de la frutera. No pudieron desmenuzar poetas, pero con granadas abrieron como granadas frutas sacarinas el pecho de los hijos de tu pueblo. El delito de ser libres los llev hasta el cementerio. El delito de ser hombres los puso entre los muertos. Y los tteres gritaban, mataban, escarnecan, con la voz y con la accin de mamita compaa. Castillo Armas aqu all se llam Franco. Dos nombres y el pueblo ensangrentado, y un grito que cementa el viejo abrazo. Y Chamberlain, Hitler, Mussolini? Murieron, mas sus hijos proliferan. El gran retoo en que perdura el Eje es un venerable abuelo de lustrosa calva, evanglica sentencia y pual aleve. Venera antepasados con religiosa uncin

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y enciende cirios ante el jefe de su clan, el mtico personaje esclavizador; el Seor monopolio. Y Chamberlain, no tuvo hijos? Ay, los tuvo! Ay, su ptrido esperma germin en Amrica. Vargas y Pinillas se llaman los traidores que la faz de los pueblos mancharon de vergenza. (No hablemos de Glvez ni Somoza, viejos receptculos de mierda.) En sus manos tienen sangre americana. Y en la cara escupitajo de los hijos de Brasil, de Colombia, de Honduras, Nicaragua y Guatemala. Anticpole defensa del mundo occidental. Jams olvidar al glorioso general. Cmo allan los chacales en la noche! Cmo azuza el abuelo a sus coyotes! Mas la historia consumi decenios enseando la meta a donde lleva el miedo. Ni Hitler ni Mussolini tienen tumbas ni flores que jalonen el recuerdo. Abre los ojos la mitad del mundo la otra mitad est despierto. Guernica, Chiquimula, bombas que enlazan democracias hermanas. Hermanas en los muertos inocentes, hermanas en la sangre derramada, hermanas en la impotencia desesperada. Guatemala, tu pueblo despierta como despert en Madrid y, de Mxico a Argentina, tus latinas hermanas te nombran su adalid. Guatemala, Guatemala, esperanza de Amrica! Llama a los pueblos, te dirn presente. Juntos castigaremos el pual atmico y encenderemos su propio polvorn, y el continente entero admirar sonriendo la llamarada roja que esperaba el pueblo. M.I.O. Junio del 54

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Una lgrima hacia ti Ay, Guatemala yo prepar mi sangre en batallones rojos para regarla entera sobre la tierra santa. La conservo intacta en mi purprea alcurnia de soldado ileso! Silencios de derrota atisban mis insomnios. Los siento, en resabios de miel amarga, pringando mis acciones de recelo. Haz cado, Guatemala. Gua, esperanza, ejemplo de Amrica, haz cado. Titn de cenizas! Desintegrada imagen de la fe vencida! El polvo que la ruina anuncia en los aires grises va formando nubes. All en los horizontes, se confunden con las nubes negras que provocan cascos de centauros-pulpos de prosapia rubia. Vienen sedientos a tu fresca savia; la tomarn a sorbos, por la democracia Mis ojos no pueden seguir siempre secos cuando estn tan hmedos los de tu pueblo. El pueblo llora, Guatemala, pero cree. Llora pero sabe que el porvenir es fiel. Por aquel que no muri en la hora del combate (ese mismo que ahora muere sin cielo por testigo); por el que escap a la muerte y la encontr de nuevo; por el dolor de dejarte y el de haberte perdido; por la enorme lgrima que llora el pueblo; por el porvenir; por ti y por m; Guatemala, hoy que me alejo, envo esta lgrima esperanzada y doliente a dialogar futuros con tu pueblo inerme. M.I.O. Septiembre 1954

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Invitacin al camino Para Helena Leiva de Holst Hermana, falta mucho para llegar al triunfo Hermana, falta mucho para llegar al triunfo. El camino es largo y el presente incierto; el maana es nuestro! No te quedes a la vera del camino. Sacia tus pies en este polvo eterno. Conozco tu cansancio y tu desazn tan grandes; s que en el combate se opondr tu sangre y s que moriras antes que daarla. A la reconquista ven, no a la matanza. Si desdeas el fusil, empua la fe; si la fe te falla, lanza un sollozo; si no puedes llorar, no llores, pero avanza, compaera, aunque no tengas armas y se niegue el norte. No te invito a regiones de ilusin, no habr dioses, parasos, ni demonios tal vez la muerte oscura sin que una cruz la marque. Aydanos hermana, que no te frene el miedo, vamos a poner en el infierno el cielo! No mires a las nubes, los pjaros o el viento; nuestros castillos tienen races en el suelo. Mira el polvo, la tierra tiene la injusticia hambrienta de la esencia humana. Aqu este mismo infierno es la esperanza. No te digo all, detrs de esa colina; no te digo all, donde se pierde el polvo; no te digo, de hoy, a tantos das visto... Te digo: ven, dame tu mano clida esa que conocen mis enjugadas lgrimas. Hermana, madre, compaera... Camarada! este camino conduce a la batalla. Deja tu cansancio, deja tus temores, deja tus pequeas angustias cotidianas. Qu importa el polvo acre?, qu importan los escollos? Qu importa que tus hijos no escuchen el llamado? A su crcel de green-backs vamos a buscarlos. Camarada, sgueme; es la hora de marchar... Diciembre del 54

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Canto General Ernesto Che Guevara Cuando el tiempo haya tamizado un poco los andares polticos y al mismo tiempo ineluctablemente haya dado al pueblo su triunfo definitivo, surgir este libro de Neruda como el ms vasto poema sinfnico de Amrica. Es poesa que muestra un hito y quizs una cumbre. Todo en ella, hasta los pocos (e inferiores) versos personales del final, respiran trascendencia. El poeta cristaliza esa media vuelta que dio, cuando abandonara su dilogo consigo mismo y descendiera (o subiera) a dialogar con nosotros, los simples mortales, los integrantes del pueblo. Es un canto general de Amrica que da un repaso a todo lo nuestro desde los gigantes geogrficos hasta las pobres bestezuelas del seor monopolio. El primer captulo se llama La lmpara en la tierra, y entre otros suena su saludo para el gigantesco Amazonas: Amazonas Capital de las slabas del agua, padre patriarca... Al exacto colorido une la metfora justa, da el ambiente, muestra su impacto en l, paya ya no como vagabundo alambicado, sino como hombre. Y precisamente el primer captulo de su descripcin que pudiramos llamar precolombina se cierra con Los hombres, nuestros abuelos lejanos: Como la copa de arcilla era la raza minera, el hombre hecho de piedras y de atmsfera, limpio como los cntaros, sonoro. Luego el poeta encuentra la sntesis de lo que era la Amrica nuestra, su smbolo ms grande, y canta entonces a las Alturas de Macchu-Picchu. Es que Macchu-Picchu es la obra de ingeniera aborgen que llega ms a nosotros; por su simpleza elegante, por su tristeza gris, por el maravilloso panorama circundante, por el Urumbamba aullando abajo. La sntesis de Macchu-Picchu es hecha por tres versos que son tres definiciones de una categora casi goethiana: Madre de piedra, espuma de los cndores. Alto arrecife de la aurora humana Pala perdida en la primera arena Pero no se conforma con definirla e historiarla, y en un arranque de locura potica echa todo su saco de metforas deslumbrantes y a veces hermticas sobre la ciudad smbolo y despus invoca su ayuda: Dadme el silencio, el agua, la esperanza Dadme la lucha, el hierro, los volcanes Qu ha sucedido? Todos conocen la secuencia de la historia: en el horizonte aparecieron Los conquistadores. Los carniceros desolaron las islas Guahanan fue la primera en esa historia de martirios. Y van pasando Corts, Alvarado, Balboa, Ximnez de Quesada, Pizarro, Valdivia. Todos son lacerados sin piedad por su canto detonante como un pistoletazo. Para el nico que tiene palabras de cario es para Ercilla, el cantor de la gesta Araucana: Hombre, Ercilla sonoro, oigo el pulso del agua de tu primer amanecer, un frenes de pjaros y un trueno en el follaje Deja, deja tu huella de guila rubia, destroza tu mejilla contra el maz salvaje, todo ser en la tierra devorado. Sin embargo, la conquista seguir y dar lo suyo a Amrica, por eso dice Neruda, A pesar de la ira:

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Pero a travs del juego y la herradura domo de un manantial iluminado por la sangre sombra, con el metal hundido en el tormento se derram una luz sobre la tierra: nmero, nombre, lnea y estructura. As con el sangriento titn de piedra, halcn encarnizado no slo lleg sangre sino trigo. La luz vino a pesar de los puales. Pero la noche de Espaa acaba y la noche del monopolio es amenazada. Todos los grandes de Amrica tienen su sitio en el canto, desde los viejos libertadores hasta los nuevos, los Prestes, los que lucha con el pueblo codo a codo. Ahora la detonacin desaparece y un gran canto de alegra y esperanza salpica al lector. Pero suena especialmente la gesta de su tierra. Lautaro y sus guerreros y Caupolicn el empalado. Lautaro contra el centauro (1554) da la idea justa. La fatiga y la muerte conducan la tropa de Valdivia en el follaje. Se acercaban las lanzas de Lautaro. Entre los muertos y las hojas iba Como en un tnel Pedro de Valdivia. En las tinieblas llegaba Lautaro. Pens en Extremadura pedregosa, en el dorado aceite, en la cocina, en el jazmn dejado en ultramar. Reconoci el aullido de Lautaro. Valdivia vio venir la luz, la aurora, tal vez la vida, el mar. Era Lautaro. No poda faltar en su canto la reunin misteriosa de Guayaquil, y en las lneas de la entrevista poltica palpita el espritu de los dos grandes generales. Pero no todo fue lucha heroica y limpia de los libertadores, tambin hubo traiciones, verdugos, carceleros, asesinos. La arena traicionada se abre con Los verdugos: Sauria, escamosa Amrica enrollada al crecimiento vegetal, al mstil erigido en la cinaga: amamantaste hijos terribles con venenosa leche de serpiente, trridas cunas encubaron y cubrieron con barro amarillo una progenie encarnizada. El gato y la escorpiona fornicaron En la patria selvtica Y aparecen y desfilan los Rosas, Francias, Garca Morenos, etc., y no slo nombres, instituciones, castas, grupos. A sus colegas Los poetas celestes les pregunta: Qu hicisteis vosotros gidistas, intelectualistas, rilkistas, misterizantes, falsos brujos existenciales, amapolas surrealistas encendidas en una tumba, europeizados

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cadveres de la moda, plidas lombrices del queso capitalista... Y cuando llega a las compaas norteamericanas, su poderosa voz respira piedad por las vctimas y asco y odio hacia los pulpos, hacia todos los que fraccionan y degluten nuestra Amrica: Cuando son la trompeta, estuvo Todo preparado en la tierra, y Jehov reparti el mundo a Coca-Cola Inc., Anaconda, Ford Motors, y otras entidades: la Compaa Frutera Inc. se reserv lo ms jugoso, la costa central de mi tierra, la dulce cintura de Amrica. A Gonzlez Videla, el presidente que lo enva al exilio, le grita: Triste clown, miserable mezcla de mono y rata, cuyo rabo peinan en Wall Street con pomada de oro. Pero no todo ha muerto tampoco, y de la esperanza brota su grito: Amrica, no invoco tu nombre en vano. Se concentra luego en su patria dando el Canto general de Chile donde despus de describirlo y cantarlo da su Oda de invierno al ro Mapocho. Oh, s, nieve imprecisa, oh, s, templando en plena flor de nieve, prpado boreal, pequeo rayo helado quin, quin te llam hacia el ceniciento valle, quin, quin le arrastr desde el pico del guila hasta donde tus aguas puras tocan los terribles harapos de mi patria? Y entonces viene la tierra, La tierra se llama Juan, y entre el canto inhbil que cada obrero da se oye el de Margarita Naranjo, que desgarra con su patetismo desnudo: Estoy muerta. Soy de Mara Elena. Y despus se vuelve furioso contra los principales culpables, contra los monopolios, y le dedica a un soldado yanqui su poema Que despierte el leador: Al oeste de Colorado River hay un sitio que amo Y le advierte: Ser implacable el mundo para vosotros. No slo sern las islas despobladas, sino el aire que ya conoce las palabras que les son queridas. Y desde el laboratorio cubierto de enredaderas Saldr tambin el tomo desencadenado Hacia vuestras ciudades orgullosas. Gonzlez Videla desata la persecucin contra l y lo convirti en El fugitivo, desde aqu su canto cae algo, parece como si la improvisacin campeara desde ese momento en su canto y pierde entonces la altura de su metfora y el delicado ritmo de su idea. Luego siguen Las flores de Punitaqui y luego saluda a sus colegas de habla hispnica. En Coral de ao nuevo para mi patria en tinieblas, polemiza con el gobierno de Chile y despus recuerda El gran ocano con su Rapa Nui: Tepito-Te-Hena, ombligo del mar grande,

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taller del mar, extinguida diadema. Y acaba el libro con su Yo soy, donde hace su testamento luego de repasarse a s mismo: Dejo a los sindicatos del cobre, del carbn y del salitre mi casa junto al mar de Isla Negra. Quiero que all reposen los maltratados hijos de mi patria, saqueada por hachas y traidores, desbaratada en su sagrada sangre, consumida en volcnicos harapos. Dejo mis viejos libros, recogidos en rincones del mundo, venerados en su tipografa majestuosa, a los nuevos poetas de Amrica, a los que un da hilarn en el ronco telar interrumpido las significaciones de maana. Y finalmente grita: Aqu termino: y nacer de nuevo esta palabra, tal vez en otro tiempo sin dolores, sin las impuras hebras que adhirieron negras vegetaciones en mi canto, y otra vez en la altura estar ardiendo mi corazn quemante y estrellado. As termina este libro, aqu dejo mi Canto General escrito en la persecucin cantando, bajo las olas clandestinas de mi patria. Hoy 5 de febrero, en este ao de 1949, en Chile, en Godomar de Chena, algunos meses antes de los cuarenta y cinco aos de mi edad. Y con este final de Franois Villon acaba el libro ms alto de Amrica potica. La pica de nuestro tiempo de tocar con sus alas curiosas todo lo bueno y lo malo de la gran patria. No hay espacio para otra cosa que la lucha; como en La araucana de su antecesor genial, todo es combate continuo, y su caricia es la caricia desmaada del soldado, no por eso menos amorosa pero cargada de fuerzas de la tierra. [Ernesto Che Guevara. Los dejo ahora conmigo mismo: el que fui. Ocean Press y Centro de Estudios Che Guevara. Melbourne, Nueva Cork y La Habana, 2004, pgs. 252-258.]

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Poemas a Che Guevara (Seleccin)

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Nicols Guilln Naci en 1902, en la provincia de Camagey, Cuba. Su produccin potica gira alrededor de dos grandes motivos: la situacin social y la cultura mulata. A la par de composiciones que imitan el ritmo de las danzas negras se encuentran las de compromiso con los desposedos, convirtindose en un representante genuino de la poesa negra o afroantillana. Su militancia comunista, iniciada en 1937, le vali la crcel y el destierro. Tras el triunfo de la Revolucin cubana en 1959, desempe cargos y misiones diplomticas de relieve. Entre sus principales obras poticas se encuentran Sngoro cosongo (1930), West Indies, Ltd. (1934), Espaa (1937), Sones para turistas y cantos para soldados (1937) y el Son entero (1947). Su jbilo ante la Cuba revolucionaria lo expres en Tengo (1964) y El diario que a diario (1972). Falleci en La Habana, en 1989. Che Comandante No porque hayas cado tu luz es menos alta. Un caballo de fuego sostiene tu escultura guerrillera entre el viento y las nubes de la Sierra. No por callado eres silencio. Y no porque te quemen, porque te disimulen bajo tierra, porque te escondan en cementerios, bosques, pramos, van a impedir que te encontremos, Che Comandante, amigo. Con sus dientes de jbilo Norteamrica re. Ms de pronto revulvese en su lecho de dlares. Se le cuaja la risa en una mscara, y tu gran cuerpo de metal sube, se disemina en las guerrillas, como tbanos, y tu ancho nombre herido por soldados ilumina la noche americana como una estrella sbita, cada en medio de una orga. T lo sabas, Guevara, pero no lo dijiste por modestia, por no hablar de ti mismo, Che Comandante, amigo. Ests en todas partes. En el indio hecho de sueo y cobre. Y en el negro revuelto en espumosa muchedumbre, y en el ser petrolero y salitrero, y en el terrible desamparo de la banana, y en la gran pampa de las pieles, y en el azcar y en la sal y en los cafetos, t, mvil estatua de tu sangre como te derribaron, vivo, como no te queran, Che Comandante, amigo.

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Cuba te sabe de memoria. Rostro de barbas que clarean. Y marfil y aceituna en la piel de santo joven. Firme la voz que ordena sin mandar, que manda compaera, ordena amiga, tierna y dura de jefe camarada. Te vemos cada da ministro, cada da soldado, cada da gente llana y difcil cada da. Y puro como un nio o como un hombre puro, Che Comandante, amigo. Pasas en tu descolorido, roto, agujereado traje de campaa. El de la selva, como antes fue el de la Sierra. Semidesnudo el poderoso pecho de fusil y palabra, de ardiente vendaval y lenta rosa. No hay descanso. Salud, Guevara! O mejor todava desde el hondn americano: Espranos. Partiremos contigo. Queremos morir para vivir como t has muerto, para vivir como t vives, Che Comandante, amigo. Che Guevara Como si San Martn la mano pura a Mart familiar tendido hubiera, como si el Plata vegetal viniera con el Cauto a juntar agua y ternura, as Guevara, el gaucho de voz dura, brind a Fidel su sangre guerrillera y su ancha mano fue ms compaera cuando fue nuestra noche ms oscura. Huy la muerte. De su sombra impura, del pual, del veneno, de la fiera, solo el recuerdo brbaro perdura. Hecha de dos un alma brilla entera, como si San Martn la mano pura a Mart familiar tendido hubiera. Guitarra en duelo mayor Soldadito de Bolivia, Soldadito Boliviano, Armado vas de tu rifle Que es un rifle americano. Que es un rifle americano Soldadito de Bolivia, Que es un rifle americano. Te lo dio el seor Barrientos,

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Soldadito Boliviano. Regalo de Mr. Johnson Para matar a tu hermano. Para matar a tu hermano Soldadito de Bolivia, Para matar a tu hermano. No sabes quien es el muerto, Soldadito Boliviano. El muerto es el Che Guevara Y era argentino y cubano. Y era argentino y cubano Soldadito de Bolivia, Y el argentino y cubano. El fue tu mejor amigo, Soldadito Boliviano. El fue amigo del pobre Del oriente al altiplano. Del oriente al altiplano Soldadito de Bolivia, Del oriente al altiplano. Est mi guitarra entera, Soldadito Boliviano, De luto, pero no llora Aunque llorar es humano. Aunque llorar es humano Soldadito de Bolivia, Aunque llorar es humano. No llora porque la hora, Soldadito Boliviano No es de lagrima y pauelo, Sino de machete en mano. Sino de machete en mano Soldadito de Bolivia, Sino de machete en mano. Con el cobre que te paga, Soldadito Boliviano, Que te vendes, que te compras, Es lo que piensa el tirano. Es lo que piensa el tirano Soldadito de Bolivia, Es lo que piensa el tirano. Pero aprenders seguro, Soldadito Boliviano, Que a un hermano no se mata Que no se mata a un hermano Que no se mata a un hermano. Soldadito de Bolivia, Que no se mata a un hermano Que no se mata a un hermano! Lectura de domingo He ledo acostado todo un blando domingo. Yo en mi lecho tranquilo,

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mi suave cabezal, mi cobertor bien limpio, tocando piedra, lodo, sangre, garrapata, sed, orines, asma: indios callados que no entienden, soldados que no entienden, seores teorizantes que no entienden, obreros, campesinos que no entienden soldados teorizantes que no entienden. Terminas de leer, quedan tus ojos fijos en qu sitio del viento? El libro ardi en mis manos, lo he puesto luego abierto, como una brasa pura, sobre mi pecho. Siento las ltimas palabras subir desde un gran hoyo negro. Inti, Pablito, el Chino y Aniceto. El cinturn del cerco. La radio del ejrcito mintiendo. Aquella luna pequeita colgando suspendida a una legua de Higueras y dos de Pucar. Despus silencio. No hay ms pginas. Esto se pone serio. Esto se acaba pronto termina. Va a encenderse. Se apaga. Va a nacer. [Obra potica de Nicols Guilln. Edit. Letras Cubanas, 2002. Dos vols.]

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Pablo Neruda Naci en Chile, en 1904. Se dio a conocer con 20 poemas de amor y una cancin desesperada (1924). Su tono es turbulento y oscuro con Residencia en la tierra (1925-1935). La lucha de los republicanos inspir Espaa en el corazn (1937). Nombrado senador (1945), la persecucin ideolgica lo oblig a exiliarse. En 1950, public Canto general (1950), su obra ms ambiciosa y que acompa a Che en su mochila de la guerrilla boliviana. Guevara escribi un comentario desconocido sobre ese libro exuberante. Entre la vasta nerudalia, destacan: Tercera residencia (1947), Odas elementales (1954), Tercer libro de odas (1957); Navegaciones y regresos y Cien sonetos de amor (1959); Memorial de Isla Negra (1964), Arte de pjaros (1966), Las manos del da (1968), An (1969) y Fin del mundo (1970). Recibi el Premio Nobel de Literatura en 1971. Muri en 1973, pocos das despus del golpe militar y de la trgica muerte del presidente Salvador Allende Tristeza en la muerte de un Hroe Los que vivimos esta historia, esta muerte y resurreccin de nuestra esperanza enlutada, los que escogimos el combate y vimos crecer las banderas, supimos que los ms callados fueron nuestros nicos hroes y que despus de las victorias llegaron los vociferantes llena la boca de jactancia y de proezas salivares. El pueblo movi la cabeza: y volvi el hroe a su silencio. Pero el silencio se enlut hasta ahogarnos en el luto cuando mora en las montaas el fuego ilustre de Guevara. El comandante termin asesinado en un barranco. Nadie dijo esta boca es ma. Nadie llor en los pueblos indios. Nadie subi a los campanarios. Nadie levant los fusiles, y cobraron la recompensa aquellos que vino a salvar el comandante asesinado. Qu pas, medita el contrito, con estos acontecimientos? Y no se dice la verdad pero se cubre con papel esta desdicha de metal. Recin se abra el derrotero y cuando lleg la derrota fue como un hacha que cay en la cisterna del silencio. Bolivia volvi a su rencor, a sus oxidados gorilas, a su miseria intransigente, y como brujos asustados los sargentos de la deshonra, los generalitos del crimen, escondieron con eficiencia el cadver del guerrillero como si el muerto los quemara. La selva amarga se trag los movimientos, los caminos, y donde pasaron los pies de la milicia exterminada hoy las lianas aconsejaron una voz verde de races y el ciervo salvaje volvi al follaje sin estampidos. [Fin del mundo. Santiago, Edicin de la Sociedad de Arte Contemporneo, 1969.]

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Jos Lezama Lima Naci en Cuba, en 1910. Dirigi varias revistas literarias, entre ellas Orgenes (1944-1956). Su poesa, rica en imgenes y en parte hermtica, se basa en un conocimiento profundo de Gngora, Platn, los poetas rficos y los filsofos gnsticos. Entre sus obras destacan Muerte de Narciso (1937), Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949) y Dador (1960). Son notables sus ensayos de interpretacin esttica Analecta del reloj (1953), La expresin americana (1957) y Tratados en La Habana (1959). En 1966 public su Antologa de la poesa cubana. Su novela Paradiso (1966) lo situ a la vanguardia de la novelstica hispanoamericana contempornea. Oppiano Licario es una novela inconclusa, que apareci pstumamente en 1977, y en 1978 la recopilacin potica Fragmentos a su imn. Muri el 9 de agosto de 1976. Ernesto Guevara, comandante nuestro Ceido por la ltima prueba, piedra pelada de los comienzos para or las inauguraciones del verbo, la muerte lo fue a buscar. Saltaba de chamusquina para rbol, de alquileida caballo hablador para hamaca donde la india, con su cntaro que coagula los sueos, lo trae y lo lleva. Hombre de todos los comienzos, de la ltima, del quedarse con una sola muerte, de particularizarse con la muerte, piedra sobre piedra, piedra creciendo el fuego. Las citas con Tupac Amaru, las charreteras bolivarianas sobre la plata del Potos, le despertaron los comienzos, la fiebre, los secretos de ir quedndose para siempre. Quiso hacer de los Andes deshabitados, la casa de los secretos. El huso del transcurso, el aceite amaneciendo, el carbunclo trocndose en la sopa mgica. Lo que se ocultaba y se dejaba ver era nada menos que el sol, rodeado de medialunas incaicas, de sirenas del squito de Viracocha, sirenas con sus grandes guitarras. El medialunero Viracocha transformando las piedras en guerreros y los guerreros en piedras. Levantando por el sueo y las invocaciones la ciudad de las murallas y las armaduras. Nuevo Viracocha, de l se esperaban todas las saetas de la posibilidad y ahora se esperaban todas las saetas de la posibilidad y ahora se esperan todos los prodigios en la ensoacin. Como Anfiareo, la muerte no interrumpe sus recuerdos. La arista, la proteccin en el combate, la tuvo siempre a la hora de los gritos y la arreciada del cuello, pero tambin la areteia, el sacrificio, el afn de holocausto. El sacrificarse en la pirmide funeral, pero antes dio las pruebas terribles de su tamao para la transfiguracin. Donde quiera que hay una piedra, deca Nietzsche, hay una imagen. Y su imagen es uno de los comienzos de los prodigios, del sembrado en la piedra, es decir, el crecimiento tal como aparece en las primeras teogonas, depositando la regin de la fuerza en el espacio vaco. [Casa de las Amricas, La Habana, Ao VIII, No. 46, enero-febrero 1968.]

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Mirta Aguirre Naci en La Habana, en 1912. Fue la primera mujer en incorporarse al Partido Comunista de Cuba, en 1932. Durante la dictadura de Gerardo Machado se exili en Mxico. Su primer libro de poesa, Presencia interior, se public en 1938. Sus ensayos fueron galardonados: Influencia de la mujer en Iberoamrica (1947), Un hombre a travs de su obra: Miguel de Cervantes Saavedra (1948), Del encausto a la sangre: Sor Juana Ins de la Cruz (1974). En 1970 public Cancin Antigua a Che Guevara. Es autora de la Introduccin a la edicin cubana de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1972). Dirigi el Instituto de Literatura y Lingstica de la Academia de Ciencias de Cuba, cargo desde el cual dirigi la publicacin del Diccionario de Literatura Cubana. En 1980, en el ao de su fallecimiento, public Ayer de hoy, seleccin de ensayos, artculos y poemas inditos. Cancin Antigua a Che Guevara Dnde ests, caballero Bayardo, caballero sin miedo y sin tacha?. En el viento, seora, en la racha que aciclona la llama en que ardo. Dnde ests, caballero gallardo, caballero sin tacha y sin miedo? En la flor que a mi vida concedo: en el cardo, seora, en el cardo. Dnde ests, caballero seguro, caballero del cierto destino? Con la espada aclarando camino al futuro, seora, al futuro. Dnde ests, caballero el ms puro, caballero el mejor caballero? Encendiendo el hachn guerrillero en lo oscuro, seora, en lo oscuro. Dnde ests, caballero el ms fuerte, caballero del alba encendida? En la sangre, en el polvo, en la herida, en la muerte, seora, en la muerte. Dnde ests, caballero ya inerte, caballero ya inmvil, y andante? En aquel que haga suyos mi guante y mi suerte, seora, mi suerte. Dnde ests, caballero de gloria, caballero entre tantos primero? Hecho saga en la muerte que muero; hecho historia, seora, hecho historia. [Instituto Cubano del Libro, 1 pp., pleg., La Habana, 1970. Garca Marruz, Fina. Sobre Cancin Antigua a Che Guevara. Unin, No. 2, pgs. 129-134, La Habana, junio, 1975.]

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Julio Cortzar Naci en Bruselas en 1914. A partir de los cuatro aos vivi en la Argentina, a la que pertenece por sangre, formacin y lenguaje. Se incorpor al movimiento literario argentino con el libro de sonetos Presencia (1938). De 1949 es su obra dramtica Los reyes. En 1951, public Bestiario. En los aos sesenta se difundieron las novelas que le dieron renombre internacional: Los premios (1960), Rayuela (1963), 62/Modelo para armar (1968) y Libro de Manuel (1973). Otros libros que incluyen relatos, cuentos y gneros hbridos, son: Final de juego(1956), Las armas secretas (1959), Historias de cronopios y famas (1962), Todos los fuegos el fuego (1966), La vuelta al da en ochenta mundos (1967), ltimo round (1968), Octaedro (1974), Alguien que anda por ah (1977), Un tal Lucas (1979), Queremos tanto a Glenda (1980), Deshoras (1982). Muri en Pars, el 12 de febrero de 1984. Ese ao, en Mxico se public el poemario Salvo el crepsculo. Carta a Roberto Fernndez Retamar Pars, 29 de octubre de 1967. Roberto, Adelaida, mis muy queridos: Anoche volv a Pars desde Argel. Solo ahora, en mi casa, soy capaz de escribirles coherentemente; all, metido en un mundo donde slo contaba el trabajo, dej irse los das como en una pesadilla, comprando peridico tras peridico, sin querer convencerme, mirando esas fotos que todos hemos mirado, leyendo los mismos cables y entrando hora a hora en la ms dura de las aceptaciones. Entonces me lleg telefnicamente tu mensaje, Roberto, y entregu ese texto que debiste recibir y que vuelvo a enviarte aqu por si hay tiempo de que lo veas otra vez antes de que se imprima, pues s lo que son los mecanismos del tlex y lo que pasa con las palabras y las frases. Quiero decirte esto: no s escribir cuando algo me duele tanto, no soy, no ser nunca el escritor profesional listo a producir lo que se espera de l, lo que le piden o lo que l mismo se pide desesperadamente. La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece la ms banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitucin de lo insustituible. El Che ha muerto y a m no me queda ms que silencio, hasta quin sabe cundo; si te envi este texto fue porque eras t quien me lo peda, y porque s cunto queras al Che y lo que l significaba para ti. Aqu en Pars encontr un cable de Lisandro Otero pidindome ciento cincuenta palabras para Cuba. As, ciento cincuenta palabras, como sin uno pudiera sacarse las palabras del bolsillo como monedas. No creo que pueda escribirlas, estoy vaco y seco, y caera en la retrica. Y eso no, sobre todo eso no. Lisandro me perdonar mi silencio, o lo entender mal, no me importa; en todo caso tu sabrs lo que siento. Mira, all en Argel, rodeado de imbciles burcratas, en una oficina donde se segua con la rutina de siempre, me encerr una y otra vez en el bao para llorar; haba que estar en un bao, comprendes, para estar solo, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas reglas del buen vivir en una organizacin internacional. Y todo esto que te cuento tambin me avergenza porque hablo de m, la eterna primera persona del singular, y en cambio me siento incapaz de decir nada de l. Me callo entonces. Recibiste, espero, el cable que te envi antes de tu mensaje. Era mi nica manera de abrazarte, a ti y a Adelaida, a todos los amigos de la Casa. Y para ti tambin es esto, lo nico que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que naci como un poema y que quiero que tengas y que guardes para que estemos ms juntos. Che Yo tuve un hermano. No nos vimos nunca pero no importaba. Yo tuve un hermano que iba por los montes mientras yo dorma. Lo quise a mi modo, le tom su voz libre como el agua, camin de a ratos cerca de su sombra. No nos vimos nunca pero no importaba,

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mi hermano despierto mientras yo dorma, mi hermano mostrndome detrs de la noche su estrella elegida. Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida. Hasta siempre, Julio Mensaje al hermano Ahora sern las palabras, las ms intiles o las ms elocuentes, las que brotan de las lgrimas o de la clera; ahora leeremos bellas imgenes sobre el fnix que renace de las cenizas, en poemas y discursos se ir fijando para siempre la imagen del Che. Tambin stas que escribo son palabras, pero no las quiero as, no quiero yo ser quien hable de l. Pido lo imposible, lo ms inmerecido, lo que me atrev a hacer una vez, cuando l viva: pido que sea su voz la que se asome aqu, que sea su mano la que escriba estas lneas. S que es absurdo y que es imposible, y por eso mismo creo que l escribe esto conmigo, porque nadie supo mejor hasta qu punto lo absurdo y lo imposible sern un da la realidad de los hombres, el futuro por cuya conquista dio su joven, su maravillosa vida. Usa entonces mi mano una vez ms, hermano mo, de nada les habr valido cortarte los dedos, de nada les habr valido matarte y esconderte con sus torpes astucias. Toma, escribe: lo que me quede por decir y por hacer lo dir y lo har siempre contigo a mi lado. Slo as tendr sentido seguir viviendo. [Fervor de la Argentina, Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1993.]

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Thomas Merton Naci en 1915, en Prades, Francia, de padres estadounidenses. Tras licenciarse dos veces, trabaj en un centro catlico en Harlem, Nueva York. Combati como soldado en la Segunda Guerra Mundial. Se convirti al catolicismo en 1941 e ingres en el monasterio trapense de Nuestra Seora de Getseman, en Kentucky. Se orden sacerdote en 1949 y adopt el nombre de Padre Luis. La montaa de siete crculos (1948) es el relato de su conversin. Adems de sus libros sobre meditacin, escribi las obras de poesa Figuras para un Apocalipsis (1948), Las lgrimas de los leones ciegos (1949) y Las islas extranjeras (1957). Merton y Robert Lowell, otro converso al catolicismo, son considerados los dos poetas jvenes ms importantes de los Estados Unidos. Falleci en 1968. Letters to Che: Canto bilinge Te escribo cartas, Che, En la sazn de lluvias Envenenadas. They came without faces Found you with eyeless rays The tin grasshoppers With five-cornered magic Wanting to feed you To the man-eating computer Te escribo cartas, Guerrero, Vestido de hojas y lunas But you won and became The rarest jungle tree A lost leopard Out of metals way Te escribo cartas Hermano invisible Gato de la noche lejana Cat of far nights Whisper of a Bolivian kettle Cry Of an Inca hill Te escribo cartas, Nio De la msica callada. [Tomado de: Poemas al Che. Ed. Instituto del Libro, La Habana, Cuba, 1969.]

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Mario Benedetti Naci en Uruguay en 1920. Su obra narrativa breve la ha reunido en dos ocasiones (1970 y 1994) con el ttulo Cuentos completos. Sus novelas son La Tregua (1960), Gracias por el fuego (1965), Con y sin nostalgia (1977), Primavera con una esquina rota (1982), La borra del caf (1993) y Andamios (1997). Tambin es autor de libros de ensayo. En El ejercicio del criterio (1995), seleccion artculos crticos publicados a lo largo de medio siglo. Ha cultivado tambin el teatro: Dos comedias (1969) y Pedro y el rey (1977). Su obra potica est congregada en Inventario (1963) y en Inventario dos (1994). Otras obras poticas son El olvido est lleno de memoria (1995), La vida ese parntesis (1998), Rincn de haikus (1999), El mundo que respiro (2001) e Insomnios y duermevelas (2002). Consternados, rabiosos As estamos. Consternados, rabiosos. Aunque esta muerte sea uno de los absurdos previsibles. Da vergenza mirar los cuadros, los sillones, las alfombras. Sacar una botella del refrigerador. Teclear las tres letras mundiales de tu nombre en la rgida mquina que nunca, nunca, estuvo con la cinta tan plida. Vergenza tener fro y arrimarse a la estufa como siempre. Tener hambre y comer, esa cosa tan simple. Abrir el tocadiscos y escuchar en silencio sobre todo si es un cuarteto de Mozart. Da vergenza el confort y el asma da vergenza. Cuando t comandante, ests cayendo, ametrallado, fabuloso, ntido, eres nuestra conciencia acribillada. Dicen que te quemaron. Con qu fuego van a quemar las buenas, buenas nuevas. La irascible ternura que trajiste y llevaste con tu tos, con tu barro. Dicen que incineraron toda tu vocacin, menos un dedo. Basta para mostrarnos el camino, para acusar al monstruo y sus tizones, para apretar de nuevo los gatillos. As estamos, consternados, rabiosos. Claro que con el tiempo la plomiza consternacin se nos ir pasando. La rabia quedar, se har ms limpia. Ests muerto, ests vivo, ests cayendo, ests nube, ests lluvia, ests estrella