Poemas Dora Moro

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POEMAS DE DORA MORO PARA LA OTRA Dora Moro nació en Guadalajara en 1969. Es autora de los libros de poemas: La Apuesta, ed. Alforja, Ciudad de México 2007. Por si la Recua, ed. La Zonámbula, Guadalajara, 2007. Y el libro Veinticinco Sesentayocho, ganador del segundo lugar del premio Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz editado en 2011 por la Biblioteca Mexiquense de Cultura. Sus artículos y poemas han aparecido en revistas, suplementos y antologías nacionales e internacionales. Ha impartido neciamente cursos y talleres desde 1993 en distintas universidades, en la SOGEM y en foros independientes. Actualmente da clases de poesía, literatura y diseño en la Universidad de Estudios Académicos de Guadalajara.

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Dora Moro abre paso a su voz poética

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POEMAS DE DORA MORO PARA LA OTRA

Dora Moro nació en Guadalajara en 1969. Es autora de los libros de poemas: La Apuesta, ed. Alforja, Ciudad de México 2007. Por si la Recua, ed. La Zonámbula, Guadalajara, 2007. Y el libro Veinticinco Sesentayocho, ganador del segundo lugar del premio Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz editado en 2011 por la Biblioteca Mexiquense de Cultura. Sus artículos y poemas han aparecido en revistas, suplementos y antologías nacionales e internacionales. Ha impartido neciamente cursos y talleres desde 1993 en distintas universidades, en la SOGEM y en foros independientes. Actualmente da clases de poesía, literatura y diseño en la Universidad de Estudios Académicos de Guadalajara.

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POEMAS DEL LIBRO VEINTICINCO SESENTAYOCHO

8.

y si oyen lo que estoy pensando pensando pensando pensando

me pesa que oigan lo que estoy pensando

todo se oye en la calle

no se oye

mete contracciones y lloro en la almohada verás que cómodo

sabrás de orfanatos de casamientos y de un cincel llamado silencio

desoirás durante treintayun años una conciencia que dicta palabras y sentencias

cómodo cómo no

te acuerdas que no se dice y si no se dice se olvida y si se olvida no existe

qué tal que se me olvida todo

no confió en esta memoria artesana de duelos ni con mi estatura cumplida

no lo digo me callo no recuerdo olvido no existe

y si no existe no puedo irme de esta calle

voy a estar dando vueltas imantado

mi olvido estará buscando algo que le falta

algo que callé por mucho

y no quiero callar más

pero si me oyen me expulsan de esta calle

la brújula me gobierna y aún no pierde su magneto

no sé

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dónde es el lugar de la generación espontánea

en dónde hay alimento gratis

voy a pensar en voz baja

bueno y después lo escribes

no lo escribas ahora

lo harás dentro de muchos años

cuando encuentres un lugar común y te conviertas en animal

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14.

como que todo por dentro me funciona demasiado

NO un niño no sabe de los demás y hados

por dentro siento Járin que todo tiene una máquina

todo repite pensamientos de cómo dañarla

sentimientos al rescate

por ejemplo Bayo y pienso en el rescate cuando me vendió los patines azules pensé

que no me cobraría pero me quedé con un hueco en la mano y me dio garantía en nota

qué es garantía

creí hasta la anorexia en las promesas de un yogurth

solo decepción de bacilos de astilla

hoy que existen años luz entre el corral y el recuerdo me doy cuenta de lo funcional

aprendí a estar contigo aunque siempre la interrupción

contaba la luz de la tarde sobre la vidriera ámbar que lograba sacarme lágrimas

venía alguien a interrumpirnos

yo quería estar solo y me sentía triste por estarlo

yo quería estar loco y me horripilaba que lo funcional me alejara del manicomio

siempre esta maldita receta para que la máquina de quedar bien opere

cuando el tiempo frenaba

yo veía el concreto vegetal de la azotea

era vegetal

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no necesitaba más escenario que el de los fingidos

un teatro flotante yo con un traje de aire

y el aplauso a condición de que nadie me viera

al final del acto yo me aventaba al vacío y me despedazaba en setentaydos piezas

no era un sueño de fama que más tarde se cumpliría

si me hubieran pillado moriría de vergüenza

por culpa de la máquina de funcionar

o porque de casi todas las cosas que no soy

Járin

soy las que todos creían que era

que lo lindo lo sociable que rellénate con papalotes y carritos que empujar

no Járin la esencia estaba en la masturbación con agua

en la maldad de dañar los tapices contra la opulencia de la casa

en poner un hilo de caña para pescarle los pies y que cayera sobre su propio eje

sin esconder el arma

porque los hilos de caña gozan de la invisibilidad como tú

pero cuando vi a mi madre muerta en el suelo rosa mexicano que yo odiaba

no sabía que el gas mata

yo lo hubiera intentado a los siete años

debate entre lo afuera

un cansancio por seguir la estrategia aprendida

seguir en la casa

creer que lo que ven todos es una fachada estética cordial amante de los azules claros

a esa edad uno se convierte en un hipopótamo del tamaño de los hipócritas

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Me empiezo a enfurecer Járin con tanta materia prima pudriéndose

el tiempo se enrosca hacía la izquierda del hemisferio norte

se va por resumideros de cuestionamientos

la certeza de sobrar

de estorbar

de hablar llegando tarde al festín de la abuela

a los paseos en el ciento diez

el amor es una gestión social de las pulsiones biológicas que suceden al

enamoramiento

yo siempre sentí que la gestión se llevaba a cabo dentro

mas no el trueque

ahí estaba Tino al otro lado del océano haciéndome berrear tras la celosía de mi cuarto

los amigos muertos actuaban como clanes de almas

en el cementerio negro todos hablaban el mismo lenguaje mientras yo

me aferraba a un esperanto de mierda que supuraba de antepasados que no supe

a veces quiero echarle la culpa a la falta de información sobre mi chozno mayor mi

saltapatrás

con ello no seguiría yo en esta enrancia de diálogos

no seguiría no

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17.

cuánto suman dos más cinco siete

cuánto suman seis más ocho catorce

o sea

siete mitad de catorce

y catorce más siete veintyuno

o sea

dos igual a cinco igual a seis igual a ocho

veintyuno edad en que perdí

perder

pues qué andaba buscando

no

edad a la que forniqué con amor

fornicar es sin amor

pero “hacerlo” es ridículo siempre está hecho

solo es cuestión de recrearlo

o sea

veintyuno edad que importa para el amor y el sexo

edad crucial para el amor y una vagina que rompí a placer

bonito

oh sí bonito

el placer es directamente proporcional a la dimensión de lo prohibido

es una ley

esa necedad esotérica de buscarle significado a los números

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la numerología como religión

y acomodar estrellas para explicarse la vida

son recursos estúpidos de gente necia

entonces

veinticinco sesentyocho no suma nada

ni tiene un significado trascendental en el mundo de Járin y su gemelo

rotoembrionarioperdido

sólo era un pretexto para decir que a los veintyuno junté parte de mi cuerpo

metí un pedazo de mi carne dentro de otro

eso era todo

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18.

la brújula es el miedo

nunca me explicaron que la ignorancia es segura

que en la orientación está el miedo

no los colores de las cosas no me explicaron no

no me dijeron cuántas aristas tiene un lobo

o de qué cuernos disponen las niñitas

más simple era que sonara una alarma para las cosas desconocidas

cuando el terror de las viudas negras era conocido

esa punzada al verles las espaldas rojas

no hay pierde

no hacer nada que no se pueda hacer bajo luz

yo imaginaba dos cuerpos rodando

sentir miedo excita

mentir es una forma de excitarse otro gen obvio

el placer presente en racimos de mentira como un líquido otra vez

un líquido vinotinto amargovinagrillo derramándose por dentro

corriendo enajenjado por el hueco de la médula

funciones tergiversadas

sistemas inconexamente intercambiables

el circulatorio funciona como endocrino

el respiratorio como el urinario

el digestivo como hormonal

el linfático como ninfómano

el nervioso como límbico

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sistemas que lograron mantenerme en el limbo el suficiente tiempo como para no ir al

San Juan de Dios o al Penal o a un certero médico que anunciara la verdad

un temido excelsior que comunicara li-mi-tro-fía debido a los tatarabuelos que no

conocimos

esos que decretaban las sospechas ciertas y fundamentadas

gen de la contracción sentimental

gen de la rabia fraternal espuma por la boca cabeza rotatoria

contorsión y mano jalando más duro gen del desacato

antes le llamaban descontrol

perdida de la memoria

ahora le llaman elegantemente Alzheimer

hoy se acomoda todo en frascos diagnósticos

a los ancestros los encerraron en un cuarto de acojinado psiquiátrico eso era glamour

yo lo hubiera preferido blanco y satinado pero no me dejaron escoger

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Como medio sacando los trapitos al sol

I

Un rey, en harapos y transportando su demencia, es hecho prisionero. Resignado a vivir

en el calabozo, le pronostica a su hija el curso de su vida: “Así viviremos/ Y rezaremos

y cantaremos/ Y nos contaremos viejas historias/ Y nos reiremos de las mariposas

multicolores/ Y oiremos a los míseros infelices/ Intercambiar noticias cortesanas/ Y

también conversaremos con ellos/ Quién pierde y quién gana/ Quién está adentro y

quién se queda fuera/ Y fingiremos haber descifrado/ El misterio del mundo/ Como si

fuéramos espías divinos”1.

II

veinticinco sesentayocho, tercer libro de poesía de Dora Moro, explora las máscaras y

fisuras presentes en toda enunciación testimonial. Los cien poemas que lo conforman

insisten en evidenciar la distancia entre el artificio y su reflejo; no sólo exhiben, incluso

exageran y amplifican la simulación y el ocultamiento ineludibles a un relato de vida. El

misterio del mundo para el rey Lear está vedado y la única posibilidad es fingir o

aparentar su revelación. Hay algo en este libro que me recuerdan al entrañable personaje

del Shakespeare. Al final del primer poema de veinticinco sesentayocho, hay dos versos

que operan como una guía de turistas para recorrer el libro: “el gen perdido de la

demencia/ la certeza de la monomanía y el escarabajo Kafka”.

1 La traducción es de Nicanor Parra.

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III

A contracorriente de la autobiografía clásica —escrita en prosa en una edad madura,

portadora de un sentido moralizante, con una distancia temporal frente a lo narrado,

donde se procura decir la verdad y se pretende abarcar toda una vida— veinticinco

sesentayocho tiene algo de hybris, disidencia y desmesura. No se trata de un libro de

memorias en sentido estricto, pero tengo la sensación de que lo testimonial está

encriptado. No lo sé de cierto, pero en sus páginas la autora voltea hacia sus residuos,

revisa los secretos familiares y retrata sensaciones ingobernables. Y lo hace a partir de

una conciencia de su artificio, a partir de una expresión intermitente, de un decir y

también de un callar, o de un decir callando: “el arte de no decir/ el arte de aprender a

mamar/ el arte de aprender a mamá/ como mamá con su arte/ con el aprendizaje/ si no

se dice se olvida/ si no se habla no se oye/ si no se oye no existe”.

IIII

También la enunciación opera de forma oblicua. Quien habla es, aparentemente, un

niño. Le habla a otro niño llamado Járin, su hermano, o doppelgänger, que alguna vez

existió o que posiblemente no existe. El discurso se proyecta en el vacío o hacia una

encarnación hueca, hacia la oquedad de no estar. La voz de ese niño también le habla a

Isabel, que es otro hueco. La muerte recorre todos los poemas o, para decirlo de otro

modo, todos los poemas hablan de la muerte, de una forma u otra. Son textos

sesgadamente elegíacos: “había cosas por las que se supone que uno lloraría/ cuando

murió el tío concertista de piano aprendí de la muerte/ un derrame cerebral nadie en el

veinticinco sesentayocho/ obvio era llorar/ y cómo se supone que uno llora la primer

muerte/ cómo si no tiene nada de espectacular morirse/ habrá que poner la misma triste

canción nueve veces para seguir llorando forzadamente/ o lastimarse con una Gillete”.

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IIIII

“La numerología como religión/ y acomodar estrellas para explicarse la vida/ son

recursos estúpidos de gente necia/ entonces/ veinticinco sesentyocho no suma nada”,

dice el poema 17. Lo primero que pensé al leer el título numérico de este libro fue en un

poema del chileno Rodrigo Lira llamado “4 tres cientos sesentaycincos y un 366 de

onces”. Ese título es arbitrario y caprichoso, de hecho parece una cantidad absurda. A

pesar de su vinculación con los días del año, el nombre oculta un secreto no revelado. El

título del libro de Dora es también enigmático. Dos cantidades insensatas, veinticinco y

sesentayocho encierran cien poemas, un número redondo, el cabalístico Kuf ( ,), la

cifra de Jacobo, hijo de Abraham. Tal vez se trata de un símbolo: la vacilación y lo

inestable comprenden lo consumado, o quizá los poemas, que de una u otra forma

aspiran a lo esférico y a la perfección, se hallan o deben buscarse dentro de una realidad

que no es sino contingente y colmada de baches. Pero ¿qué significan veinticinco y

sesentayocho? Parece ser el número de una casa en una calle: “doy por sentado un

átomo que forma una molécula que mueganea a dos hermanos que/ se parten la cara/

en la banqueta de la calle/ en el veinticinco sesentayocho”. Moraleja: nuestra residencia

está cimentada sobre lo arbitrario e inconstante, y no obstante memorizamos su

signatura como si así obtuviésemos una prueba irrefutable de nuestra identidad.

IIIIII

Dora me dijo que sus poemas no tenían ritmo. Pienso lo contrario. Hay un ritmo

sincopado; haciendo un símil su cadencia es más parecida al jazz que a la música

clásica, más Ornette Coleman y menos el concierto para violín no. 3 de Mozart. A

propósito, Ornette Coleman, creador del free jazz, señaló alguna vez que la obligación

del artista es fabricar su propio vocabulario desobedeciendo críticamente los esquemas

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preestablecidos. Dora lo hace todo el tiempo, la mayor parte del tiempo con fortuna. Los

poemas son disímiles en extensión y tono. En ocasiones existe un peculiar juego de

palabras (“habla de Mimí/ no/ ahora hablo de mí/ no de Mimí sino de mí”), y en otras

aparece una extraña parquedad enunciativa, como en el número 30 que marca una

mudanza en el libro (“vivimos de niñadas porque es lo primero que somos y somos

tanto que es imposible evitar las secuelas”). A partir de ahí, los poemas son más breves

e intimistas. El poema 57 es uno de los que más me gustaron. Su final funciona como

declaración de principios: “sólo me quedó una tormenta de ideas privadas/ las

reorganicé para sacar el agua que inundaba/ todas las formas que importan de la

verdad”. Esto lleva a la siguiente pregunta: ¿para Dora escribir es un acto originario,

una producción de formas verbales, o es una reorganización y descomposición crítica de

la intimidad?

IIIIIII

¿Los poemas de veinticinco sesentayocho tienen una intención testimonial o pertenecen

al ámbito de la ficcion? ¿Las fotografías ovillan simulacros o son la aguja con que se

teje el presente? ¿Las palabras mienten o postulan testimonios? Observar fotografías

antiguas, aun mas si se trata de imágenes donde aparecemos, genera una paradoja:

mientras vemos lo que fuimos, tenemos la ilusión de volver atrás, de recordarnos; y al

mismo, tiempo, también tenemos la impresión de desaparecer en su transparencia, nos

desconocemos en aquellas imágenes que nos interpelan desde el vacío: “fotos fotos

momentos/ disfraces de lujo/ nacimientos primos momentos fotos/ la margen de mil

novecientos setentayuno/ esa marca de agua en las fotos de los viajes/ un tinte

azuladoverde significa algo/ eso que significa es la duda”.

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IIIIIIII

Y justamente, como todo buen libro, éste, que se desplaza entre guarismos y palabras,

nos arranca más preguntas e incertidumbres, que convicciones efímeras. Por esta razón,

celebro el riesgo, la apuesta y la escritura de mi amiga Dora Moro.

rodrigo, flores, sánchez y sus compinches