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Los Cuadernos de Poesía POEMA Blanca Andreu Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve, cómo será así extraño, cuando tú ya no estés, la catedral del día, el claustro que condensa la gran edad de la luz y el cácter de las tormentas. Amor mío, amor mío, tú sin día pa ti, enjambrado entre espejos y entre las cosas malas, muerta la plata trascendental y las ya antiguas anémonas de égloga, muerta esta versión que ahora oscuro, y declino, para leerla, más joven. Amor mío de nunca, iebrado y pacífico, versos pa el pequeño pulpo de la muerte, versos para la muerte ra que hace la travesía de los telénos, para mi mente debelada, versos, para el circuito del violín, pa el circuito de la garza gaviota, pa el confín del sur, del sueño, versos que no me asilen, ni sean causa de vida, que no me den la dulce serpiente umbilical ni la sala glucosa del útero. Tú eres columna de babilonia o casi, cítulo del beso de babel cuando eras mos, labios, dedos, torres, historia ta de ti, el libro de la voz deshojándose con paso de danza, y la colonia que se despierta y escribe estros verdes, o el viento escabel para tus pies en la luna bermeja del salón. Y dioses, dioses para la adolescencia que se vende en el bar azul, o antes, sí, antes de esper casas del lenguaje arquitecto, templos para bisoled y rastro lejo de ti, mirando al ligero Mediterráneo, agudando una iluminación del nervioso m, un haz de días, una camada lírica. Polidrogodependiente del ldano del sueño y no de las almenas más tas, vendrá la muerte entre meláncólicos pimpsestos que eron los poemas, vendrá sin las estrellas lácteas y sin ranosaurios de luz, moma umbilic pa los niños marítimos que se orcon antes del parto en la columna vertical mayor, entre jcias y vértebras. Pues somos una saga. Olee esclata en delito, y cimas de cianuro, y golpes de cerezo. Pues somos, en mi cueo, una saga con luna abdicante que recuerda colegios, mas del mundo en otoño, complicadísimas hidrólisis, pero nunca mil y mediodía. Colegio: niña que bebía los pomelos directamente en labios de la noche, que juraba acostse con el miedo en la cama de nadie, que juraba que el miedo la había violado hasta doscientos hijos. Amor, la niña rusa e comulgaba reno asado y bebía líquen. Amor, la niña rusa que leía a Tom Woe. Porque de nada sirve, sólo porque de nada sirve el claustro de la pequeña droga, la vea de su peso perfume, lí donde entro con ojos lacustres para que la tinta me haga de locura, me haga de amor y la beba directamente en copa de vena, en los ramos de vasos de mi crist sanguíneo. 52

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Los Cuadernos de Poesía

POEMA

Blanca Andreu

Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve, cómo será así extraño, cuando tú ya no estés, la catedral del día, el claustro que condensa la gran edad de la luz y el carácter de las tormentas. Amor mío, amor mío, tú sin día para ti, enjambrado entre espejos y entre las cosas malas, muerta la plata trascendental y las ya antiguas anémonas de égloga, muerta esta versión que ahora oscuro, y declino, para leerla, más joven. Amor mío de nunca, afiebrado y pacífico, versos para el pequeño pulpo de la muerte, versos para la muerte rara que hace la travesía de los teléfonos, para mi mente debelada, versos, para el circuito del violín, para el circuito de la garza gaviota, para el confín del sur, del sueño, versos que no me asilen, ni sean causa de vida, que no me den la dulce serpiente umbilical ni la sala glucosa del útero.

Tú eres columna de babilonia o casi, capítulo del beso de babel cuando eras manos, labios, dedos, torres, historia alta de ti, el libro de la voz deshojándose con paso de danza, y la colonia que se despierta y escribe estrofas verdes, o el viento escabel para tus pies en la luna bermeja del salón.Y dioses, dioses para la adolescencia que se vende en el bazar azul,o antes, sí, antes de esperar casas del lenguaje arquitecto,templos para bisoledad y rastro lejano de ti,mirando al ligero Mediterráneo, aguardando una iluminación del nervioso mar,un haz de días, una camada lírica.

Polidrogodependiente del laúdano del sueño y no de las almenas más altas, vendrá la muerte entre meláncólicos palimpsestos que fueron los poemas, vendrá sin las estrellas lácteas y sin tiranosaurios de luz, maroma umbilical para los niños marítimos que se ahorcaron antes del parto en la columna vertical mayor, entre jarcias y vértebras. Pues somos una saga. Oleaje escarlata en delito, y cimas de cianuro, y golpes de cerezo.

Pues somos, en mi cuerpo, una saga con luna abdicante que recuerda colegios, mapas del mundo en otoño, complicadísimas hidrólisis, pero nunca marfil y mediodía.

Colegio: niña que bebía los pomelos directamente en labios de la noche, que juraba acostarse con el miedo en la cama de nadie, que juraba que el miedo la había violado hasta doscientos hijos. Amor, la niña rusa que comulgaba reno asado y bebía líquen. Amor, la niña rusa que leía a Tom Wolfe.

Porque de nada sirve, sólo porque de nada sirve el claustro de la pequeña droga, la verja de su pesado perfume, allí donde entro con ojos lacustres para que la tinta me haga de locura, me haga de amor y la beba directamente en copa de vena, en los ramos de vasos de mi cristal sanguíneo.

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AQUEL VERANO Juan Antonio Masoliver

Aquel verano no volverá jamás pues no ha existido nunca, aquellas tardes perezosas en las que la lluvia borraba los paisajes, la casa de fernando cegada por el sol, la colina de almendros y de olivos, las tejas, el mar al fondo manchado de barcos y sirenas, el mar del puerto y el mar que saboreábamos con la arena en los labios: ya estábamos despidiéndonos, elaborando recuerdos, moldeando un presente hecho de una experiencia única: verano e isla que jamás existieron, retazos que palpamos como los vidrios del orgasmo, los espejos de la lujuria, las caleidoscópicas caléndulas de la retina: lo que existió con plenitud, los fragmentos en el desván donde lloro las lágrimas que llorarán mi muerte, fragmentos esparcidos en casa de fernando corugedo una tarde lluviosa ¿era de agosto? impregnados de luz y de mezcal, tarde destruida y aún por inventar, como días aztecas o una masía en génova abandonados ahora por cada uno de nosotros en el cansancio del amanecer, frontera entre la ebriedad y la resaca: los recuerdos, la vida que tejemosj como se teje un poema: el espejismo de la eternidad.

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HABITACION INSOMNE Alvaro Díaz Huici

And I am near my desire Ezra Pound

I Mas veo una mujer dormida, las suaves mareas en su cuerpo. La luz apenas lo esconde. Deseo es morir sobre ella, morir. Mientras duerme acalla tantos monstruos ...

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Estallaría contra esta roca, disuelto en su frío color. Besar, amar mientras dormidos nada existe.

III Veo la calma en esta mujer, en ese mar ya dormido contemplo su quietud, fuego consumado el suave espacio que blanco ocupa su seno .

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AIRE ESCRITO

(Homenaje a Draque)

· Jaime Siles

A Jaime Suñén

I

. .. casual flocks of pigeons ... W. Stevens

Alas que son materia si las miro, ondulación precisa, si las pienso. Alas.

Gaviotas. Picos.

Aire escrito. Materia en sucesión. Cielo sonoro.

Signos que un cuerpo mira resbalar en ojos.

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Patas.

De remotas edades circunflejas adelantan su pico en el espacio

Plumas.

y son una quietud que transformara el aire hueco en centro y claridad.

Quieta pasión, sus alas ya levantan, desde su voz, la inútil transparencia. En el cielo sucumben como un rayo, blanca lava de mármol, las palomas.

AQUEL FULGOR

Jesús M unárriz

Soy una prostituta japonesa del siglo diecisiete, joven, bella. Hago el amor a un comerciante para quien quemo áloe, templo sake y samicén, y desciño mi faja lentamente. El fulgor en la noche.

De amanecida pedirá papel, pincel, le haré la tinta, y esbozará unos signos elegantes.

Hallaré aquella noche varios siglos más tarde leyendo a Saikaku. Aquel fulgor.

EL OLOR DEL SALITRE Jesús_Munárriz Bizarra escena, sí señor, la de esta noche: Y o alzado allí en la roca, a la orilla del mar, las olas estrellándose a mis pies, su salpicada espuma, el levante agitándome, y en lo alto la luna llena salomeando su danza de mil velos al redoble del agua con la piedra. Y yo alzado en la roca, la mano en la cintura, los cabellos al viento, talmente Chateaubriand .

Girando medio círculo, las casitas, las luces, las televisioncitas, papilla para todos, que no se asome nadie a ver el espectáculo.

Aún conservan mis ropas el olor del salitre.

TRES CABALLOS NOCTURNOS LAPIDARIOS Jesús Munárriz

El caballo de jade inclina la cabeza y su melena cae fosforescente y ágil azotando el pasivo espacio de la noche.

El caballo de ópalo con sus cascos incendia laberintos lunáticos en praderas de plata que su galope alerta sincopando el silencio.

Se hundiría el caballo de azabache en el negro infinito misterio de iluminada sombra a no ser por .sus ojos por sus ojos sus ojos.

NATURALEZA MUERTA (Silencio cruel)

Ramón García-Vela

Un silencio de plomo me rodea, ausente de color, sin sol ni sombra. Un silencio de valles sin verdor, infrúcites, sin vida, torturados.

Un silencio que anula el pensamiento, que frustra las ideas en mi frente. Un silencio sin ritmo, doloroso, de oquedad anegada por las olas.

Un silencio de claustro derruido, sin ecos de plegarias ni de pasos. Un silencio de fuentes agostas.

Un silencio de ríos ya sin vida. Un silencio de plomo, azufre y lodo: funerario, de campos calcinados.

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EL LAGO Ramón García-Vela

La lluvia humedecida de paisaje. Profundidad de niebla en el espacio. Y el vuelo, circunflejo, de algún ave sobre el lago.

Parálisis de estupor, de altitud y de silencio. Mi retina rebota del verdor a la caliza; se eleva hacia la cumbre, o se despeña por la vertical de la que cuelga el valle.

Mi corazón late con fuerza mientras mis pensamientos, emancipados, se atropellan tras mi frente.

Rueda por la nieve el sol naranja. En el lago silencio, oquedad y roca: Y o me siento herido de belleza, maltrecho de imposibles y de sombras.

EL POSTE Ramón García-Vela

Sólo tú, poste escueto, bordeando la carretera ausente de paisaje. Vertical sin verdor, en mi paraje ¿qué ofreces al astur que estás mirando?

Como signos que siguen transformando la aridez castellana en andamiaje, tus cables sustituyen al ramaje y a mis sueños que acaban destrozando.

El verdor, la montaña y algún lirio, del valle de mi infancia, en mi delirio reconstruir pretendo con mi arte,

y anular la Meseta que ya siento en mi alma dolorida -como el viento que sueña con tu bosque-, al contemplarte.

LA CALLE

Ramón García-Vela

Hoy retorno a mi calle preferida y no encuentro mi casa ni su techo, y maldigo el negocio que ha deshecho su belleza ya sólo presentida.

Transito por mi calle tan herida por el cemento exacto y deprimente, que percute, en mi andar indiferente, el dolor de observarla ya sin vida.

Percibo su visión, sólo un instante, fugaz, como una luz resplandeciente, que me impulsa a seguir hacia adelante

y recobrar hoy mi infancia sonriente -a pesar del recuerdo tan distante-que se fue, como el Sol, por su Poniente .