Poder y movimientos li congreso de filosofía joven - edición conmemorativa

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LI Congreso de Filosofía Joven UCM Ápeiron. Estudios de filosofía PODER Y MOVIMIENTOS LI CONGRESO DE FILOSOFÍA JOVEN Universidad Complutense de Madrid Edición conmemorativa Ápeiron. Estudios de filosofía COORDINADORES: JAVIER FABO LANUZA MARCOS FERNÁNDEZ SÁNCHEZ MIGUEL ÁNGEL RAMÍREZ CORDÓN www.apeironestudiosdefilosofia.com [email protected] ISSN 2386 5326 C/ Esparteros, n º 11, piso 2º, puerta 32 28012 Madrid Tfno. 91 164 66 23 © Ápeiron. Estudios de filosofía. Todos los derechos reservados Ápeiron. Estudios de filosofía se edita bajo licencia Creative Commons Las opiniones vertidas en cada artículo de Ápeiron. Estudios de filosofía son responsabilidad exclusiva de su autor

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1. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaPODER Y MOVIMIENTOSLI CONGRESO DE FILOSOFA JOVENUniversidad Complutense de MadridEdicin conmemorativapeiron. Estudios de filosofaCOORDINADORES:JAVIER FABO LANUZAMARCOS FERNNDEZ SNCHEZMIGUEL NGEL RAMREZ CORDNwww.apeironestudiosdefilosofia.comredaccion@apeironestudiosdefilosofia.comISSN 2386 5326C/ Esparteros, n 11, piso 2, puerta 3228012 MadridTfno. 91 164 66 23 peiron. Estudios de filosofa. Todos los derechos reservadospeiron. Estudios de filosofa se edita bajo licencia Creative CommonsLas opiniones vertidas en cada artculo de peiron. Estudios de filosofason responsabilidad exclusiva de su autor 2. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaNDICEPRLOGO. Miguel ngel Ramrez Cordn 4-8INTRODUCCIN. La filosofa joven en el horizonte del pensamiento postmetafsico 9-11Javier Fabo Lanuza y Marcos Fernndez SnchezReconocimiento monista y trama dogmtica: identidad, lenguaje y totalitarismo 12-25Vctor Aranda Utrero Mesa 6: Lenguaje y PoderLiberalismo y poder intelectual en la Guerra Fra: la filosofa de la historia 26-39y la accin pblica de Ortega y Gasset en el Instituto de Humanidades de Aspen (1949)Juan Bagur Taltavul Mesa 4: Historia y PoderLa crisis moderna y la emancipacin del arte 40-55Raquel Cascales Tornel Mesa 3: Esttica y PoderCon Habermas, contra Habermas: sobre la legitimacin de las redes de gobernanza global mediante 56-73el espejismo de la transparenciaMiquel Comas i Oliver Mesa 5: Legitimidad y PoderEl escenario del poder segn Maquiavelo: entre la piazza y el palazzo 74-89Miquel Comas i Oliver y Teresa Mndez Mesa 2: Espacialidad y PoderLa Ley y la Violencia. Genealoga del Poder en el pensamiento anarquista 90-110Valerio DAngelo Mesa 5: Legitimidad y PoderLa tensin entre Modernidad y Posmodernidad en los nuevos movimientos sociales: el caso del 15-M 111-126Lionel Sebastin Delgado Ontivero Mesa 7: N.M.S. y PoderPolticas desde la carne o Cmo subvertir la territorializacin del cuerpo 127-139Mara Eugenia Daz Calvo Mesa 1: Cuerpo y PoderEl ejercicio asctico como disolucin de poderes 140-152Juan Carlos Fernndez Fernndez Mesa 9: Religin y PoderFrente a los dispositivos: Agamben y la estrategia de la profanacin en la imagen fotogrfica 153-167Robert Garca Orallo Mesa 3: Esttica y Poder2 3. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaDesencanto, autonoma y alteridad. De molculas descredas y museos post-traumticos 168-1783Matas Garca Rodrguez Mesa 3: Esttica y PoderMs all y ms ac de Nietzsche: retrato de una polmica entre Heidegger y Deleuze (Ereignis vs. CsO) 179 - 187Omar Garca Temprano Mesa 8: Ontologa y PoderSubjetividad Poltica como resistencia: El inicio de la primavera rabe en Tnez 188-203Claudia Garrido Carrasco Mesa 5: Legitimidad y PoderVoluntad de poder, mscara y cuidado del ser. Apuntes sobre el comunismo hermenutico de Nietzsche 204-219Marco Antonio Hernndez Nieto Mesa 8: Ontologa y PoderEs el 15M un nuevo movimiento social? 220-234Diego Herranz Andjar, Vicente Muoz-Reja Alonso, Amanda Nez Garca y Beln QuejigoSnchez-Guijaldo Mesa 7: N.M.S. y PoderInfluencias de Roma en el nacionalsocialismo 235-250Javier Leiva Bustos Mesa 4: Historia y PoderDisolucin y condensacin del poder. Un examen de la Modernidad Lquida a travs 251-265de Giacomo MarramaoNerea Miravet Salvador Mesa 2: Espacialidad y PoderLa neurosis de la civilizacin 266-276Irene Ortiz Gala Mesa 4: Historia y PoderLa nocin de democracia mstica en Thomas Mntzer, telogo de la revolucin 277-291Anbal Pineda Canabal Mesa 9: Religin y PoderNuevas tecnologas disciplinarias en el mundo del trabajo. Viejas y nuevas estrategias del biopoder 292-310Felipe David Ponce Bollmann Mesa 10: Tecnologa y PoderNuevas representatividades polticas 311-325Andrea de la Serna Mesa 7: N.M.S. y PoderEPLOGO. Los pliegues del poder. Consideraciones finales en torno al epgrafe Poder y movimientos 326-350Javier Fabo Lanuza, Marcos Fernndez Snchez y Miguel ngel Ramrez Cordn 4. Miguel ngel Ramrez CordnPRLOGOLI CONGRESO DE FILOSOFA JOVENPODER Y MOVIMIENTOSLa LI edicin del Congreso de Filosofa Joven tuvo lugar entre el 30 de junio y el 3 de juliode 2014 en la Facultad de Filosofa de la Universidad Complutense de Madrid bajo el ttuloPoder y movimientos. Un epgrafe como este parece remitir de entrada al escenario polticode nuestros das: las ocupaciones de las plazas Tahrir en Egipto, Sol en Madrid o Wall Streeten Nueva York, la rpida propagacin de la llamada Primavera rabe en una serie derevueltas y revoluciones en Tnez, Arabia Saud, Siria, entre una multitud de pasesislmicos, la secesin de Crimea de Ucrania o los procesos ms recientes de intento deindependencia de Escocia y Catalua, son algunos de los acontecimientos que dibujan estecomplejo escenario. No cabe duda de que la cuestin del poder goza hoy en da de unaincuestionable actualidad. Un gnero de actualidad como este no es, sin embargo, lo quehabra estado tras la eleccin del epgrafe que da nombre a este Congreso. La actualidad delpoder se remonta ms all de los informativos y los titulares de prensa, hasta los orgenesmismos del pensamiento filosfico. El tpico platnico del Rey filsofo constituye acaso elms sealado ejemplo del originario parentesco que vincula a la filosofa con la cuestin delpoder, marcando un hito que no dejar de repetirse a lo largo del decurso del pensamientooccidental: la teologa poltica de San Agustn y Dante, la cuestin de la soberana enMaquiavelo y Hobbes, el concepto de lo poltico en C. Schmitt y H. Arendt, etc., son soloalgunos ejemplos de esta tradicin milenaria.La transversalidad de la cuestin en torno al poder nos sita ante un fenmenodesconcertante y difcil de explicar. Tras el derrumbe de los grandes sistemas, el asunto delpoder sigue gozando hoy en da de una actualidad sin precedentes. Y ello hasta el punto deque no han faltado pensadores postmetafsicos en identificar poltica y filosofa: la estrechavinculacin entre poltica y filosofa establecida por tericos como H. Arendt o J. Habermassigue apareciendo en nuestros das como el eco ancestral de un parentesco esencial. Parece, enefecto, como si el denominado final de la metafsica no hubiera tenido efecto en ella: elcuestionamiento filosfico en torno al poder aparece en el umbral del siglo XXI como uno delos pocos supervivientes de ese final.A pesar de todo, el tratamiento del poder no ha sido del todo inmune a este final:4 5. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofapuede que la problemtica por l suscitada siga en pie, pero lo cierto es que el modo en quedicho tema es concebido y planteado ha cambiado por completo a lo largo de su historia. Nopodra ser de otra manera: la historia del poder nos muestra un fenmeno cambiante, difcil deaprehender con un solo golpe de vista, una sustancialidad extremadamente dctil que noparece dejarse apresar ms que en la multiplicidad de movimientos que se ovillan en torno al. Las diez mesas que integraron el cuerpo temtico de este Congreso trataron de reflejar estapluralidad de aspectos en torno al poder:Mesa 1. Cuerpo y Poder. Los cuerpos: objetos de colonizacin y lugares deresistencia (Roco Melendo Abn, Universidad de Zaragoza)Mesa 2. Espacialidad y Poder. Habitar y deshabitar el poder (Vctor GranadoAlmena, Universidad Complutense de Madrid)Mesa 3. Esttica y Poder. El ejercicio del poder y sus representaciones (RubnGarca Lpez, Universidad Complutense de Madrid)Mesa 4. Historia y Poder. La filosofa de la historia y la cuestin del poder (EduardoZazo Jimnez, Universidad Autnoma de Madrid, y Marcela Vlez Len, UniversidadAutnoma de Madrid)Mesa 5. Legitimidad y Poder. La crisis de la legitimacin en el horizonte de lamuerte de Dios (Vctor Granado Almena, Universidad Complutense de Madrid)Mesa 6. Lenguaje y Poder. Discurso, dominio e identidad (Pedro Abelln Artacho,Universidad Complutense de Madrid, y Laura Garca Portela, Universidad deValencia)Mesa 7. N.M.S. y Poder. La emergencia de comunidades annimas en el marco delas crisis de las instituciones (Carmen Madorrn Ayerra, Universidad Autnoma deMadrid, Olga Palafox Freund, Universidad Autnoma de Madrid, y Jos DavidSnchez Melero, Universidad Autnoma de Madrid)5 6. Miguel ngel Ramrez CordnMesa 8. Ontologa y poder. Sentido y alcance del final de la metafsica a partir delacontecimiento Nietzsche (Javier Fabo Lanuza, Universidad Complutense deMadrid, y Marcos Fernndez Snchez, Universidad de Zaragoza)Mesa 9. Religin y Poder. El problema de la teologa poltica (Ruth Calvo Portela,U.N.E.D.)Mesa 10. Tecnologa y Poder. La revolucin ciberntica y las nuevas subjetividadesdel s. XXI (Israel Roncero Villarn, Universidad Carlos III)Quiero aprovechar la ocasin que me brinda esta mencin para mostrar mi mssincero agradecimiento a los organizadores de cada una de las mesas, en algunas de las cualestuve ocasin de participar activamente. Gracias a su abnegada labor y dedicacin fue posiblereunir a ms de 80 ponentes de diversos rincones de Espaa y del extranjero.En nombre de la organizacin, tambin quiero aprovechar estas lneas para agradecerla excelente acogida y la alta participacin, as como la calidad de las ponencias que fueronpresentadas en cada una de las mesas temticas del Congreso, de las que el presente volumenrecoge tan solo una seleccin: un total de 21 ponencias, que la organizacin consideraespecialmente representativas de la temtica especfica en torno al poder que fue abordada encada una de las mesas, y que los ponentes han reelaborado en forma de artculo a efectos deesta publicacin. La idea inicial era que cada una de las mesas temticas quedase igualmenterepresentada en esta seleccin. Se trataba, sin embargo, de un objetivo inicial que solo pudoser cumplido parcialmente: todas las mesas han quedado representadas con al menos unaponencia, pero de manera desigual. Debido a ello y a cuestiones de economa editorial, laorganizacin del Congreso ha considerado oportuno optar por una ordenacin alfabtica delos contenidos que integran este volumen, difuminando con ello en alguna medida lasistematicidad subyacente. Esta se atiene primeramente a la divisin temtica en diez mesasmencionada, pero tambin a algunos criterios de sistematicidad que se superponen a esadivisin inicial, y que sern clarificados en el eplogo que cierra este volumen; la idea de estetexto ser ofrecer una justificacin de las condiciones metdicas bajo las cuales fue planteadala presente edicin del Congreso.Por lo dems, la organizacin del Congreso crey conveniente ensayar una reflexinsobre el marco terico en el que vienen teniendo lugar las diversas convocatorias de este6 7. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaCongreso a partir de 2009, fecha en la que pas a denominarse Congreso de FilosofaJoven. Un intento en esta lnea fue asumido por el texto de la convocatoria que abri la LIedicin de este Congreso, y que se incluye en este volumen a modo de Introduccin bajo elttulo: La filosofa joven en el horizonte de pensamiento postmetafsico. Con ello, laorganizacin quiere recoger de algn modo el tema que guio las sesiones de inauguracin yclausura, en las que pudimos contar con la participacin de los profesores de la facultad defilosofa de la Universidad Complutense de Madrid. Desde estas pginas queremos dirigir unespecial agradecimiento a los profesores que quisieron acompaarnos durante la celebracinde estas sesiones con magnficas ponencias sobre esta compleja cuestin: los profesores JosLuis Villacaas Berlanga y Jos Luis Pardo Toro, que participaron en la sesin de aperturacon las ponencias: Nosotros los doctos: Nietzsche y Weber sobre la voluntad de saber yQu hay de nuevo, viejo? Metafsica del post y otras postrimeras; as como el Prof. CarlosFernndez Liria, que intervino en la sesin de clausura con la ponencia: Puede la filosofatener todava hoy una tarea esencial?.Del mismo modo queremos dirigir una palabra de agradecimiento hacia los profesoresFlix Duque Pajuelo, Manuel Jimnez Redondo, Juan Manuel Navarro Cordn y TomsPolln Garca, que se mostraron desde el comienzo tan propicios a colaborar en estassesiones, as como a las profesoras M Jos Callejo Hernanz y Ana Carrasco Conde por suinestimable ayuda en el diseo de las mismas. Dirigimos tambin desde estas pginas unafectuoso saludo al Prof. Felipe Martnez Marzoa, que actu hasta el final de una manera tandesprendida y cordial en la comunicacin que mantuvimos con l a pesar de quedefinitivamente no pudiera acompaarnos con su ponencia.Por lo dems, queremos agradecer tambin la labor del equipo decanal de la Facultadde Filosofa de la Universidad Complutense de Madrid, tanto al Sr. Decano de la Facultad, D.Rafael Valeriano Orden Jimnez, por permitirnos celebrar este evento en las aulas y espaciosde la facultad, como a los Vicedecanos de Estudiantes Da. Nuria Snchez Madrid y D. JuanManuel Forte Monge por todo el apoyo prestado durante los trmites y preparativos delCongreso. En este sentido, tambin queremos agradecer la labor realizada por el personaladministrativo de la facultad: secretara, bedeles y el departamento de Gestin de laUniversidad Complutense de Madrid. Agradecemos igualmente la importante ayuda prestadapor Katrin Alonso Jimnez, Carlos Menguiano Rodrguez y Elisa Moral Lpez en el soportetcnico.7 8. Miguel ngel Ramrez CordnPor ltimo, damos las gracias a la directora de la revista peiron. Estudios de filosofa,Alba Ramrez Guijarro, que confi sin dudarlo en este proyecto de edicin conmemorativa delLI Congreso de Filosofa Joven.8Miguel ngel Ramrez CordnMadrid, octubre de 2014 9. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaINTRODUCCINLA FILOSOFA JOVEN EN EL HORIZONTE DEL PENSAMIENTO POSTMETAFSICOFilosofa joven?Una expresin como esta resulta de lo ms desconcertante ah donde ya solo se oyehablar del final de la filosofa. Liquidacin, obsolescencia, consumacin, etc., sonalgunos de los calificativos que hoy se dedican a la filosofa; palabras que ms que conjuventud, parecen tener que ver con senectud.Senectud venerable o decrpita?Tras la poca dorada de los grandes sistemas, la filosofa parece encontrarse hoy en unestado de vejez avanzado, que en el caso de la filosofa no parece tener nada de ancianidadvenerable. El denominado pensamiento postmetafsico no se caracteriza precisamente porvenerar a sus ancestros, sino por haber llamado a la liquidacin de los grandes sistemas,proclamando su muerte en alta voz. La decrepitud de la filosofa se presenta, por lo tanto,como el escenario postmetafsico el que la filosofa joven est inmersa y debenecesariamente afrontar. Ahora bien:Tiene sentido hablar de una filosofa jovenen el escenario postmetafsico del final de la filosofa?Una frmula como esta recoge el cuestionamiento que el LI Congreso de FilosofaJoven no quera dejar de suscitar. El acontecimiento postmetafsico del final de la filosofaconstituye el acontecimiento en el que esta iniciativa debe sucumbir o prosperar. Perotambin, el escenario que cualquier iniciativa filosfica, sea del signo que sea, debe afrontar.La pregunta por la posibilidad de una filosofa postmetafsica resulta tanto ms apremiantepor cuanto atae a la posibilidad de toda forma de filosofa postmetafsica en general. Perotambin y, sobre todo, por cuanto la misma circunstancia que amenazara la posibilidad deuna filosofa postmetafsica, parece exigir tambin su necesidad:9 10. Javier Fabo Lanuza Marcos Fernndez SnchezHasta qu punto, precisamente porque la filosofa ha muerto, toda tentativa filosfica nopuede por menos que ser sino algo renovado?Hasta qu punto toda posible filosofa postmetafsica no puede presentarse bajo otra formaque la de una nueva filosofa, una filosofa joven?No se trata, pues, solo de reflexionar sobre la dificultad de hacer filosofa en elescenario postmetafsico del final de la filosofa, sino de tomar dicho escenario como ocasinpara promover una renovacin de la misma. Algo que, por lo dems, no resultara factible sinplantear la pregunta por la posibilidad, sentido y alcance de esta renovacin. Una preguntacomo esta es la que la doble formulacin presentada al comienzo de esta introduccin quiereplantear:Es la filosofa todava hoy actual?Puede la filosofa tener todava hoy una tarea esencial?La frmula actualidad de la filosofa remite al libro homnimo de Th. W. Adorno(Die Aktualitt der Philosophie, 1931) y su resonancia recorre de extremo a extremo laTeora crtica, abarcando el rea de difusin marxista. Los filsofos se han limitado ainterpretar el mundo de diferentes maneras; de lo que se trata ahora es de transformarlo. Laclebre sentencia de Marx ha sido interpretada como una exhortacin a la praxis frente a lateora, a la revolucin frente a la filosofa. Pero lo cierto es que esta es, antes que nada,una tesis sobre la naturaleza de la filosofa misma: sobre su situacin y su sentido en elescenario del final de la filosofa. Tal es, en efecto, la idea marxiana que dirige laexposicin de las Tesis sobre Feuerbach (1845), y que quedara plasmada de alguna maneraen la iniciativa de Engels por incluir este escrito como apndice de un volumen tituladoLudwig Feuerbach y el final [Ausgang] de la filosofa clsica alemana (1888).La frmula referente a la tarea esencial de la filosofa remite a Heidegger (Das Endeder Philosophie und die Aufgabe des Denkens, 1964) y no deja de estar presente enplanteamientos afines a los de la hermenutica contempornea, cuyos orgenes se remontanhasta la ms remota antigedad. Enseguida acude a la mente esa idea de la filosofa comocontemplacin de verdades eternas (theora) y recuerdo de un pasado intemporal (anmnesis);esta idea de la filosofa como depositaria de una tarea esencial (philosophia perennis) es en10 11. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofarealidad tan antigua como la filosofa misma. Contra ella se dirigen sobre todo las crticascontemporneas que la presentan como un entretenimiento propio de anticuario, una obsesinde taxidermista, cuando no como una perversin necrfila que desentierra a los muertos paraconversar con ellos. Pero lo que una crtica como esta no suele tener en cuenta es que si lafilosofa se remite al pasado no es para permanecer anclada a l, sino para apropirselo yapropiarse a s misma a travs de l; que si la filosofa es apropiacin del pasado no es porquesu objeto est dado en un momento del pasado al que simplemente cupiera remitirse comoalgo disponible y a la mano, sino porque el pasado no deja de interpelar al presente y dehacerse vivo en l; en definitiva: que si dicho pasado es calificado de eterno e intemporal,acaso lo sea precisamente por gozar de una presencia siempre actual.Si la primera frmula encuentra en la senectud de la filosofa la ocasin para unanueva filosofa, una filosofa definitiva y a la altura de la actualidad, la segunda, en cambio,plantea la actualidad de la filosofa como una tarea de apropiacin de la esencia impensada deun pasado histrico que, a pesar del paso del tiempo, no deja de tener una cierta actualidad, deun inicio [que] es an. La primera, la desconfianza en un legado anquilosado que lastranuestra comprensin del presente y debe ser dejado atrs; la segunda, la sospecha de si detrsde la senectud de la filosofa no se esconde todava una lozana longevidad. Heidegger yAdorno, Hermenutica y Dialctica, Acontecimiento y Revolucin. Ambos extremosrepresentan dos modos muy diferentes de entender una misma actualidad, una actualidad queoscila entre un futuro siempre presente y un pasado siempre actual. Ambas alternativas seprolongan y se anudan en el quicio de un mismo cuestionamiento en torno al papel de lafilosofa en el presente, que es en definitiva el cuestionamiento por la posibilidad, sentido yalcance de una filosofa joven en cuanto tal.Javier Fabo Lanuza y Marcos Fernndez Snchez11Jena, septiembre de 2013 12. Vctor Aranda UtreroRECONOCIMIENTO MONISTA Y TRAMA DOGMTICA:IDENTIDAD, LENGUAJE Y TOTALITARISMOVctor Aranda UtreroUniversidad Autnoma de [email protected]. Aleksandr Solzhenitsin y Claude LanzmannPara ilustrar la relacin que se defiende entre lenguaje y poder, remitiremos a ciertos pasajesde dos obras literarias imprescindibles en toda interpretacin cabal del siglo XX. Es decir, lanovela Un da en la vida de Ivn Densovich -Aleksandr Solzhenitsin, 1962- y el texto deldocumental francs sobre los campos nazis de concentracin y exterminio, Shoah, dirigidopor Claude Lanzmann en 1985, constituyen la primera referencia para el apoyo de las tesisque se mantengan. A continuacin, citamos los fragmentos escogidos:En aquel momento traen un recipiente con que derretir nieve para hacer el mortero.Alguien dice que ya son las doce.Deben ser las doce explica Sujov, porque el sol est en su cnit.Cuando est en el cnit anuncia el capitn no son las doce, sino la una. Cmo? se asombra Sujov. Pero si ya los antiguos saban que a medioda elsol est en lo ms alto. Sera en la Antigedad!replic secamente el capitn. Pero ahora se hapublicado una orden, por la cual el sol ha de estar en lo ms alto a la una. Quin ha publicado esa orden?12 El Gobierno sovitico!El capitn sale cargado con sus cubos, y Sujov no quiere peleas. Ser cierto quehasta el sol obedece las rdenes de ellos? 1.1Solzhenitsin, A. (1970), Un da en la vida de Ivn Densovich, (versin en lnea),http://escuelaproletaria.files.wordpress.com/2010/09/solzhenitsyn-aleksandr-un-dia-en-la-vida-de-ivan-denisovich.doc, p. 51, trad. desconocido. 13. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaLo que se produjo cuando la Solucin final fue adoptada o, para ser ms preciso,cuando la burocracia hizo su papel, supuso un giro histrico. Incluso aqu, yosugerira una progresin lgica que lleg a su madurez en lo que se podra llamaruna culminacin.Porque, desde los primeros tiempos, desde el siglo IV, V y VI, los misioneroscristianos haban dicho a los judos:Vosotros no podis vivir entre nosotros como judos.Los jefes seculares que les siguieron desde la Alta Edad Media, decidieron,13entonces:Vosotros no podis vivir entre nosotros.Finalmente, los nazis decretaron:Vosotros no podis vivir 2.As pues, advertimos que ambos textos posibilitan la introduccin de los conceptosfundamentales que articulan este ensayo, a saber: la torsin del mimetismo social dentro deldiscurso dogmtico que sostiene la identidad totalitaria (incluso el Sol obedece lasincuestionables e infalibles rdenes de ellos); y, por otra parte, la ausencia manifiesta dereconocimiento a un colectivo excluido de toda valoracin intersubjetiva a causa de su nocoincidencia con una moralidad cerrada (vosotros, los judos, no podis vivir). De elloinferimos, entonces, que la realidad plural desaparece en la exclusividad de una identidad queno admite alteridad ni disonancia. En este sentido, todo discurso poltico pretende, en mayor omenor grado, la unificacin y la asimilacin de lo diferente. Ahora bien, resulta obvio que laclave reside en el proceso por el cual el lenguaje de dominio consigue establecer unacorrespondencia entre s mismo y las subjetividades que integran una comunidad. Esto es,aunque se define como una tcnica muy depurada de interaccin social, el hecho de que eseprecipitado de costumbres y usos estables que es la lengua nos singularice frente a otrasespecies no explica la existencia de armona y consenso o de vasallaje. En otras palabras, nospreguntamos cmo sucede esta conexin entre poder poltico y sonidos articulados, pues locierto es que ella interfiere en el curso de accin de multitud de individuos. Nuestra tesisresponde, naturalmente, que la lengua se debe entender como un vehculo de identidades; se2 Lanzmann, C. (2003), Shoah, (trad. Federico de Carlos Otto), Madrid, Arena Libros, p. 79. 14. Vctor Aranda Utrerosigue de ello, como consecuencia, que el totalitarismo intenta construir una identidadheternoma y fija para lo ciudadano.Por tanto, este artculo se divide en varias secciones: primero, discutiremos la maneraen que se configura la identidad del yo mediante la obra de Paul Ricoeur S mismo como otroy las repercusiones de un Estado totalitario sobre la trama narrativa que la integra; en segundolugar, las interferencias en la misma que se producen por las experiencias de reconocimiento ymenosprecio social, estudiadas desde la perspectiva de Axel Honneth, as como las razonesque apuntan a su comprensin; tercero, analizaremos el fenmeno del mimetismo en RenGirard y las implicaciones que se siguen de situar este concepto en el marco de los regmenestotalitarios, entendidos como antecedente experimental de la poca democrtica. Paraconcluir, se incluye un apartado que recapitula las tesis clave sugeridas y ofrece una tentativade aliviar el poder ejercido sobre todo lenguaje poltico.142. Identidad narrativa y trama dogmticaLa identidad del yo, al igual que la unidad de un juego de lenguaje3, no es concebible comodependiente de un estrato subyacente y profundo que confiere la solidez y entidad propias dela estructura de la persona. En cambio, el yo nico que continuamos siendo a cada momentono es sino la trabazn misma de pensamientos y acciones que se anudan en nuestra vida.Luego para una teora normativista de la identidad no habra un nico hilo que recorriera deprincipio a fin nuestra existencia, sino que su continuidad consiste en ese entrecruce ysolapamiento parcial de los diferentes compromisos que adoptamos durante la misma. Perocmo se articulan y entretejen dichas fibras a lo largo del tiempo? Segn P. Ricoeur, laidentidad del yo equivale a la de un personaje insertado en una trama narrativa. Esto es, elpropio discurso del narrador establece las ligazones entre los distintos hilos vitales queconforman su rol en la historia. Por ello, este tipo de identidad dinmica nicamente se revelaen la vivacidad que se deriva de la concurrencia entre una exigencia de concordancia,denominada principio de orden, y la admisin de ciertas discordancias que la fortuna puede3 Extendemos nuestro concepto de nmero como cuando al hilar trazamos una madeja hilo a hilo. Y la robustezde la madeja no reside en que una fibra cualquiera recorra toda su longitud, sino en que se superpongan muchasfibras. Pero si alguien quisiera decir: As pues, hay algo en comn a todas estas construcciones a saber, ladisyuncin de todas estas propiedades comunes-yo le respondera: aqu slo juegas con las palabras. Del mismomodo se podra decir: hay algo que recorre la madeja entera, a saber: la superposicin continua de estas fibras(Wittgenstein, L. (1988), Investigaciones filosficas, (trad. Alfonso Garca Surez & Ulises Moulines),Barcelona, Crtica, 67, pp. 88-89). 15. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaocasionar en la trama. La mediacin entre ellas, segn el filsofo, se conoce comoconfiguracin: se pretende con lo narrado explicar lo inconexo y establecer relaciones decausa y efecto entre lo que sucede4. Dentro de este paradigma, la nocin fundamental es la deacontecimiento, ya que ostenta la capacidad de recoger las narraciones que se superponencon arreglo a un sentido o bien de amenazar la unidad de las mismas, poniendo en peligro laidentidad personal. Por ejemplo, en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, lasbatallas entre nuestro caballero andante y sus ilusorios enemigos (ya sean tinajas o molinos)constituyen, en tanto en cuanto suponen un momento de inflexin decisivo para una identidadcuestionada intersubjetivamente, casos paradigmticos de acontecimiento. En efecto, elprotagonista de la obra cervantina puede tanto atender a la realidad social y regresar a laidentidad del hidalgo (discordancia) como permanecer encerrado en su idealizado triunfo anteenemigos colosales (concordancia).Los principios de organizacin que proveen a las acciones del personaje de su ropajeracional son para el francs las prcticas, los planes de vida y la unidad narrativa de toda ellaen su conjunto. En principio, mientras que las prcticas sociales se agotan cuando se ejecutan,los proyectos representan vastas unidades dirigidas a la consecucin de ciertos fines a largoplazo (la vida profesional o la familiar); el ltimo de ellos se presenta como la culminacin deeste complejo proceso de racionalizacin de la narracin. Por lo tanto, la accin inteligible delpersonaje implica la tensin y solapamiento de aquellos programas narrativos que pugnan porel control de la trama, esto es, depende del conflicto entre las diversas alternativas queconvergen en su rivalidad: la introduccin de sentido implica a la vez el concurso de un grupode valores sobre lo que es legtimo perseguir en la vida, al igual que de las mximas moralesque deben regular tal motivacin. As pues, el propsito vital de convertirse en caballeroandante se corresponde con las intenciones a medio plazo del aspirante, como ser un buenamante, reparar las injusticias, montar un brioso corcel, etc. Paralelamente, parece que esteideal es incompatible con el deseo de llegar a ser un escudero fiel: hay un vnculo, entonces,entre la moralidad propia y la identidad personal; es coherente actuar conforme uno se percibeo quiere ser percibido. Antes de analizar ese vnculo, trataremos de explicitar las relacionesque se han encontrado entre los programas narrativos que dotan de sentido a una accin o a4 Segn la lnea de concordancia, el personaje saca su singularidad de la unidad de su vida considerada como latotalidad temporal singular que lo distingue de cualquier otro. Segn la lnea de discordancia, esta totalidadtemporal est amenazada por el efecto de ruptura de los acontecimientos imprevisibles que la van sealando(Ricoeur, P. (1996), S mismo como otro, (trad. Agustn Neira Calvo), Madrid, Siglo XXI, p. 147).15 16. Vctor Aranda Utrerouna vida (como el de Don Quijote) y el totalitarismo, manifestando al mismo tiempo laspropiedades del discurso de dominacin.Los sistemas totalitarios ofrecen a mi juicio una nica posibilidad de narracin. Ellosupone la heteronoma del personaje frente a la misma, convertida en consecuencia en lareguladora de todos los planos vitales de una trama en comn. Por tanto, ese discurso sedefine como ideolgico5 y su rasgo prototpico es, pues, el dogmatismo. Ahora bien, qu seentiende por dogmatismo en este contexto? En un sentido dbil, todo totalitarismo comparteesa presuncin de quien aspira a que sus aserciones sean tenidas como verdades inconcusas,lo cual se revela en el hecho de que ellas estn exentas de toda revisin crtica. De manera queel mayor logro de la retrica nazi consiste en mezclar sin escrpulos los elementosestilsticos ms heterogneos; a decir verdad, mezclar no es la palabra ms acertada, pues setrata de saltos bruscos y antitticos entre lo erudito y lo proleta, entre el tono sobrio y el depredicador, entre lo fro y racional y el sentimiento de lgrima viril contenida [] Elsentimiento no se sosiega nunca, es continuamente atrado y repelido, atrado y repelido, y lamente crtica no tiene tiempo para tomarse un respiro6. Adems, toda trama hermtica, en lamedida en que implica un principio de organizacin absoluto en la vivencia del personaje,fomenta una adhesin inquebrantable a ella misma, sostenida por alta intensidad emocional.En segundo lugar, en una acepcin ms fuerte y prxima al pensamiento filosfico, afirmaprincipios que considera evidentes y ciertos; en este caso, no es preciso suponer una raznhumana capaz de producirlos, pues son las minoras las encargadas de mediar entre relato yaccin. Esa mediacin se concebira bajo toda circunstancia como infalible: para sorpresa deSujov, hasta el Sol debe plegarse a las exigencias de un gobierno sovitico capaz decontradecir las arraigadas enseanzas de los antiguos. Por ltimo, advertimos aires de familiacon el discurso religioso que sustenta sus valoraciones en lo irracional y el salto mstico: losmandatos imperativos de los lderes sustituyen las razones por el encumbramiento de suautoridad, siendo ejemplos de ello desde el famoso credo quia absurdum de Tertulianohasta los incomprensibles me ne frego y ardisco, non ordisco propagados por DAnnunzio en el rgimen fascista. Otra analoga con el discurso religioso es la clave mesinica5 Las ideologas son los sistemas de creencias heterocoercitivos por excelencia. Lo que equivale a decir que sonel instrumento crucial a disposicin de las elites con objeto de manipular y movilizar a las masas. Esta es larazn que ms que ninguna otra hace necesario recurrir al concepto de ideologa (Sartori, G. (1999), Elementosde teora poltica, (trad. Mara Luz Morn Calvo-Sotelo), Madrid, Alianza, pp. 136-137).6 Klemperer, V. (42007), La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un fillogo, (trad. Adan Kovacsics), Barcelona,Minscula, pp. 369-370.16 17. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaque impregna la interaccin social en los regmenes totalitarios, donde una gran figura(llmese conciencia proletaria o raza aria7) tiene la llave para la salvacin de aquellos quecomparten la identidad totalitaria. De hecho, Will Vesper declar, con ocasin de unasemana del libro celebrada en octubre: Mi lucha es el libro sagrado del nacionalsocialismoy de la nueva Alemania8.3. Reconocimiento intersubjetivo y monismo axiolgicoEn la obra citada de Victor Klemperer, La lengua del Tercer Reich, se muestra cmo ladistorsin de la lengua alemana implica una normalizacin de los crmenes del nazismosustentada en la alteracin, intencionalmente perniciosa, de la identidad juda. Aparecen,pues, los estereotipos: los judos del mundo practican una propaganda difamatoria ydifunden supuestas atrocidades, y cuando aqu (Alemania) contamos mnimamente lo queocurre a diario, estamos practicando propaganda difamatoria y somos castigados por ello.Entretanto se prepara el boicot de las tiendas y de los mdicos judos. La distincin entreario y no ario lo domina todo. Podra elaborarse un diccionario del nuevo lenguaje9.Estos agravios a la colectividad juda son un ejemplo de aquellos motores que, en opinin deAxel Honneth, impulsan el conflicto moral por el reconocimiento10: en el caso que nos ocupa,la reparacin del dao e injusticias cometidas cristaliza en la concesin del moderno Estadode Israel en 1948.Las tesis de Axel Honneth sobre el problema del reconocimiento derivan del estudiodel joven Hegel en Jena. As, las conclusiones que se siguen del mismo son para l tres.Primero, que el yo prctico se encuentra relacionado con ese reconocimiento recproco querecibe de otros sujetos, alcanzando un conocimiento de s basado en la constatacin de que elmundo social es intersubjetivo. Segundo, que las formas de reconocimiento en una comunidad7 En la idea de la raza, reducida y centrada en el antisemitismo y activada mediante este, se basa la peculiaridaddel nacionalsocialismo respecto a otros fascismos. De l extrae todo su veneno. Realmente todo, incluso cuandose trata de enemigos en poltica exterior que no puede rechazar como semitas. El bolchevismo se convierte paral en bolchevismo judo, los franceses estn negrificados y judaizados, los ingleses se remontan a esa tribubblica de los judos cuya pista se consideraba perdida, etc. (ob. cit., pp. 200-201).8 Ibd., p. 172.9 Ibd., p. 52.10 Cuando nos remitimos hoy al concepto de reconocimiento para presentar una concepcin de la moral social,el punto de partida consiste en la mayora de los casos en un anlisis fenomenolgico de daos morales. En esteenfoque negativista tiene un papel central la idea de que las circunstancias que son vividas como injustaspresentan una clave adecuada para explicar al menos la conexin interna entre moral y reconocimiento(Honneth, A. (2010), Reconocimiento y menosprecio, (trad. Judit Romeu Labayen), Barcelona, Katz Editores, p.23).17 18. Vctor Aranda Utrerose diferencian por el grado de autonoma que permiten al hombre: amor, derecho y eticidaddeben estudiarse en la experiencia, fuera del Espritu. Y, tercero, que los sujetos se entregan aesta lucha poniendo en juego su propia identidad, por lo que su fracaso conduce aexperiencias de menosprecio que originan la confrontacin social. De donde se sigue que unsujeto que se percibe como siendo reconocido en un determinado mbito ve reafirmada suexistencia irremplazable: ello no significa, no obstante, que uno se conciba como autnomo ocolmado con independencia del otro, ya que los miembros de una comunidad aprenden areferirse a s mismos como portadores de derechos solo si previamente los reconocen en elotro; la captacin del resto es previa a la de uno mismo.Por lo tanto, si los diversos cursos de accin posibles son exitosos para la identidad delyo en funcin de la valoracin que reciben de los dems, entonces es evidente que dichoreconocimiento ejerce cierta presin sobre las relaciones prcticas que se advierten entre losmiembros de una sociedad y sus compromisos. Luego parece plausible inferir que, al igualque ocurre en la seleccin natural, algunas conductas sociales, no otras, se adaptanfavorablemente al contexto del cual emergen11. En palabras de Klemperer, el lenguaje delvencedor... no se habla impunemente. Ese lenguaje se respira, y se vive segn l12. De ellono nos es difcil extraer, si se coordina con el hecho de que el yo arriesga su identidad cadavez que se identifica con un compromiso, que el reconocimiento debe caracterizarse como unacontecimiento en el sentido de Ricoeur: ese ser lo que no se es debe verificarseintersubjetivamente. Es decir, la mirada complaciente del otro exhibe la capacidad de ratificarel principio de orden elegido para la trama vital, facilitando as la configuracin de las fibrasque integran esa madeja de la identidad personal. No obstante, el menosprecio amenaza condestruir la racionalidad de las acciones de un individuo, empujando al narrador al nihilismo des: tras perder su rol en el relato, se precipita a la nada. Defendemos, pues, que lostotalitarismos niegan todo reconocimiento al resto de programas narrativos que proponenalternativas racionales en la construccin de la trama, alcanzando niveles de un franco yadusto menosprecio. Esto es, el poder en los discursos nazis y soviticos implica un controltotal sobre el conjunto de identidades que proliferan en una comunidad dada, impidiendo queninguna otra que se considera ajena precipite en una diferencia estable. El judo En laprctica lingstica de los nazis, esta palabra ocupa un lugar ms sustancial incluso que11 En pocas palabras, se trata de una lucha alrededor de la definicin cultural de aquello que hace que unaactividad social sea socialmente necesaria y valiosa (ob. cit., p. 43).12 Klemperer, V., ob. cit., p. 289.18 19. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofafantico. El adjetivo judo aparece con ms frecuencia an que el sustantivo, puesto quesobre todo el adjetivo permite crear ese parntesis que rene a todos los adversarios y losconvierte en un nico enemigo: la cosmovisin judeo-marxista, la incultura judeo-bolchevique,el sistema de explotacin judeo-capitalista, etc.13. En la prctica cotidiana, laprueba de esto mismo reside en los campos de concentracin y de exterminio: lo noasimilable es expulsado y aniquilado.As pues, la cita de C. Lanzmann con la que abrimos este escrito se entiende ahora enel marco de la lucha por el reconocimiento, pues cada una de las ofensas morales a laidentidad juda es clasificable dentro de las tres formas de menosprecio que nos presentaHonneth. En efecto, la obligacin de convertirse al cristianismo supone la interferencia delpoder poltico en su autonoma e individualidad; su destierro de la pennsula ibrica, unanegacin de los derechos que le corresponden a todo ciudadano; la persecucin a la quefueron sometidos durante el nazismo, un atentado contra el apoyo emocional de una identidadhumana considerada ahora como de simples marionetas o figuras (recordemos, en estesentido, la prohibicin a los soldados alemanes de referirse a los cadveres de los judos comopersonas o cuerpos). Es precisamente esa violencia corporal, perpetrada por la corrupcinde la lengua, la forma ms daina de menosprecio, la que ms socava la identidad personal:no resulta extrao, entonces, que T. W. Adorno, durante su exilio en EE. UU., continuaraescribiendo en una lengua de Goethe que no deba ser mancillada14.Ahora bien, dicho esto es necesario analizar la disposicin axiolgica que articula laidentidad propugnada por los lenguajes totalitarios en la narracin dogmtica. Quiere estodecir que dicho vnculo no se agota en el hecho de que los sentimientos de injusticia propicianmodificaciones en la primera, sino que la valoracin intersubjetiva depende a la vez de losvalores imperantes en la sociedad. Por ello, trataremos de discutir el planteamiento tico quese sigue de los discursos totalitarios, empleando como premisa la idea de que ellos expresanuna forma moderna y radical de dictadura, definida por la centralizacin y unificacin plenade los diversos mbitos de la vida. En otras palabras, y dado que supone una intromisinobvia en esa esfera privada que me pertenece, as como en mi propia voluntad de ser dueo de13 Ibd., p. 255.14 La Segunda Guerra Mundial nos mostr en mltiples ocasiones este proceso: una expresin todava muy vivahace poco, aparentemente destinada a una existencia inextinguible, de pronto enmudece. Desaparece con lasituacin que la cre y en un futuro dar testimonio de ella como hace un fsil. As le fue a la guerrarelmpago [Blietzkrieg] y al adjetivo correspondiente, fulminante [schlagartig], as a las batallas deexterminio y a sus cercos (ibd., p. 12).19 20. Vctor Aranda Utrerola vida que desee crearme, el totalitarismo implica la supresin absoluta de esa libertadnegativa clsica, si bien es cierto que conduce a la eliminacin incluso de la positiva15.El pensamiento occidental siempre ha concedido, desde su nacimiento, una mayorimportancia a la facultad racional del ser humano que a su refinada capacidad expresiva. Dehecho, se considera que el yo es dueo de s mismo si y solo si no es esclavo ni de otrohombre ni tampoco de sus pasiones: dicha naturaleza superior se identifica usualmente con larazn, con un yo no alcanzado y autntico, ideal y autnomo; la otra parte del yo aparececomo inferior y empricamente heternoma. En su ensayo Dos conceptos de libertad, IsaiahBerlin argumenta que ambos aspectos de la personalidad se representan separados por elabismo que introduce el establecimiento de equivalencias posteriores entre la Iglesia o elEstado y el primero de ellos, marginando a los sujetos reales al arbitrio de las instituciones.As, es posible oprimir a los hombres en nombre de ese fin que todos ellos perseguiran si lafortuna les hubiera premiado con las luces que adornan el entendimiento del sabio. Dichoilustrado, entonces, coacciona a sus semejantes en virtud de los intereses que ellos mismosmanifiestan, encauzados ahora s por la senda racional. Luego ya podemos ignorar la voluntadreal del otro, ya sea pueblo o individuo. Esto es, si aadimos la premisa de que la naturalezahumana que nos define se mantiene inalterable a lo largo del tiempo, es legtimo concluir queun gran legislador es capaz de concebir una sociedad armnica y definitiva: en ese tipo deEstado, las leyes se antojan innecesarias, debido a que en una comunidad gobernada por unvalor eterno e inmutable los proyectos vitales tienen que coincidir. Por lo tanto, forzar a tododisidente al principio establecido por la minora implica liberacin y no tirana, lo cualocasiona a su vez la conversin radical del colectivo social en masa homognea, pues si teresistes a lo que el resto advierte como indubitable y esencial, tu singularidad es siemprereprimida. Una vez ms, Victor Klemperer resulta especialmente iluminador: la lengua delTercer Reich (LTI) se centra por completo en despojar al individuo de su esencia individual,en narcotizar su personalidad, en convertirlo en pieza sin ideas ni voluntad de una manadadirigida y azuzada en una direccin determinada, en mero tomo de un bloque de piedra enmovimiento. La LTI es el lenguaje del fanatismo de masas16.15 Cf. Berlin, I. (1998), Cuatro ensayos sobre la libertad, (trad. Beln Urrutia, Julio Bayn, Natalia Rodrguez),Madrid, Alianza, p. 274.16 Klemperer, V., ob. cit., p. 42.20 21. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofa214. Mimetismo social y cultura de masasLa ubicuidad del mimetismo en todas las sociedades humanas es evidente. Tanto lascostumbres como las prcticas sociales se encuentran atravesadas por la influencia de lacomunidad en la que se desarrollan: empleamos como modelos los patrones de conducta queexhiben cierto xito prctico en la ejecucin de las tareas vitales. La necesidad de laconvencin aparece incluso en la interioridad ms ntima, dado que, citando al moralistafrancs La Rochefoucauld Hay gente que jams se habra enamorado si nunca hubiera odohablar del amor17. En consecuencia, el sujeto espera que el otro sugiera lo que tiene quedesear, lo cual favorece el orden social y tambin puede implicar conflicto. De modo que laimitacin juega un papel crucial en las relaciones humanas: en esta seccin trataremos deaclarar su relevancia gracias al concepto de deseo triangular de R. Girard18.Al moldearse uno a imagen del otro adquiere el deseo de este, por lo que, a causa deello, no resulta posible ser uno mismo sin ser deudor de otra persona, la cual desempea lafuncin de mediar entre ambos. En el caso de Don Quijote, todos sus deseos apareceniluminados por una figura que se sita entre este y lo deseado y que, aunque el objeto dedeseo cambie a lo largo de la novela, permanece inalterable. Pues bien, esa identidad quegobernaba la trama vital del hidalgo no es sino la proyeccin de los rasgos de su admiradoAmads de Gaula: defendemos que en las sociedades de masas se inserta en el discurso moralun ideal o modelo de vida que regula, de modo absoluto, el comportamiento de losciudadanos. En especial, y dentro de la Alemania nazi, ese deseo triangular nicamenteresponde a la ya mencionada dicotoma ario/ no ario. No obstante, cmo lograr unconsenso total en el conjunto de una nacin, absorbiendo, as, todo mimetismo social?19El medio para lograr que dicha identidad monopolizara las tentativas de imitacin delos miembros de una sociedad fue, durante los treinta, la estetizacin de la poltica y unaprofunda politizacin del arte. Esto es, el lenguaje visual se utiliza como propaganda delpoder poltico: el gran experimento de los totalitarismos consiste en el uso consciente de los17 La Rochefoucauld, Maximes et rflexions morales, Pars, Mnard et Desenne, 1817, p. 29, CXXXVI.18 Cf. Girard, R. (1985), Mentira romntica y verdad novelesca, (trad. Joaqun Jord), Barcelona, Anagrama.19 El nazismo se introduca ms bien en la carne y en la sangre de las masas a travs de palabras aisladas, deexpresiones, de formas sintcticas que imponan repitindolas millones de veces y que eran adoptadas de formamecnica e inconsciente [] Pero el lenguaje no slo crea y piensa por m, sino que gua a la vez misemociones, dirige mi personalidad psquica, tanto ms cuanto mayores son la naturalidad y la inconsciencia conla que me entrego a l (Klemperer, V., ob. cit., p. 31). 22. Vctor Aranda Utrerosoportes artsticos para obtener la ansiada cohesin y control de las masas20. De hecho, elvanguardismo formalista fue prohibido en la Unin Sovitica, mientras que en Alemaniaalgunas de las obras que representan el catalogado como arte degenerado son quemadas enMnich (1937), condenando al exilio a artistas de la talla de P. Klee u Otto Dix. Todototalitarismo pretende, pues, una vuelta al orden que se antoja necesaria para el empleomonoltico de la imagen como transmisora de una identidad concreta. Resulta especialmentesorprendente el paralelismo que advertimos entre las construcciones de Hitler y Stalin, dadoque los planos de la Gran Sala de los Soldados y del Panten de los Hroes comparten un granparecido. Esta monumentalidad presente en ambas nos indica que los totalitarismos seproponen incidir sobre las masas, desencadenando en ellas unas respuestas determinadas ypreviamente configuradas21. En efecto, tras el rtulo de obra de arte total convergenarquitectura, desfiles, himnos y manifestaciones, que ahora se funden con la literatura, lapintura o la escultura. Por ello, podemos afirmar, con Walter Benjamin, que la propiacomunidad era en esos tiempos el objeto de representacin que el artista debe moldear: losproductos estticos del hombre contribuyen a su alienacin.Sin embargo, al margen del sueo del Tercer Reich como una obra de arte total, elpoder absoluto que ejerca la ley lingstica de un diminuto grupo e incluso de un solo hombrese extenda por todo el mbito de habla alemana, con una eficacia tanto mayor cuanto que laLTI no distingua entre lenguaje hablado y escrito. Antes bien, todo en ella era discurso, todoen ella deba ser apelacin, arenga, incitacin. No exista ninguna diferencia de estilo entre losdiscursos y los artculos del ministro de Propaganda, por lo que sus artculos podan serdeclamados con suma comodidad22. Por consiguiente, tanto la palabra como la imagen seentienden, en trminos de Elias Canetti, como cristales de masa: suponen una tcnica muyrefinada de interaccin social por cuanto se ofrecen como vehculo de identidades sociales.Ellas se propagan, pues, mediante esa mxima que sostiene que un principio sembrado en unbuen espritu se reproduce. Y es, entonces, la exclusividad de principio que promueven los20 Cf. Jimnez, J. (2002), La era de la imagen global, en Teora del arte, Madrid, Tecnos/Alianza.21 En plazas tan inmensas, tan grandes que resulte difcil llenarlas, se le da a la masa la posibilidad de crecer:permanece abierta. El entusiasmo de la masa, que le interesaba muy especialmente a Hitler, es potenciado por supropio crecimiento. Todo aquello que normalmente contribuye a la formacin de este tipo de masas lasbanderas, la msica, las unidades en marcha que actan como cristales de masa y, particularmente, la largaespera hasta que el personaje principal haga su aparicin, -le era muy familiar a l y a sus secuaces. No espreciso hacer aqu una descripcin detallada. Lo importante es, en relacin con el tipo de proyectosarquitectnicos, poner de relieve la captacin del concepto de masa abierta y de su posibilidad de crecer(Canetti, E. (1981), La conciencia de las palabras, (trad. Juan Jos del Solar), Mxico-Madrid, FCE, p. 225).22 Klemperer, V., ob. cit., p. 41.22 23. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofatotalitarismos aquello que ocasiona una masa idntica a s misma, lo cual convierte a todos loshombres en esclavos o, si no eres uno de los suyos, en cadveres. K. D. Bracher defiende queesa pulsin homogeneizante de los sistemas totalitarios explica su ambivalente relacin con lademocracia, dado que, en la medida en que ellos se presentan como la forma ms elevada dedominio de todos, esta constituye un referente inexcusable para los primeros23. Otros autoresconsideran que el vnculo entre ambas formas de poder es incluso ms ntimo, argumentandoque en las sociedades democrticas se encuentra, inherente a ellas, la posibilidad de un virajehacia la radicalidad avalado por la cultura de masas y la expansin de la tcnica. En un mismosentido, se cree que la universalizacin del consumo es deudor de esta poca: aunque esevidente que existen marcadas diferencias entre un rgimen poltico plural que acoge laslibertades y derechos fundamentales y otro que los condena, lo cierto es que los intentos demasificacin violentan la peculiaridad, lo personal. Podemos democratizar ese poder?5. Una propuesta de mnimos. Alivio o democratizacin del poder?Antes de esclarecer la cuestin con la que cerramos la seccin precedente, es preciso ofreceruna recapitulacin de las diferentes tesis mantenidas en este artculo. En primer lugar,defendimos que el lenguaje cerrado se emplea para la construccin de la identidad totalitaria,la cual es presentada como ese nico yo ideal de los miembros de la sociedad que sesubordinan a ella heternomamente. En segundo lugar, que los aspectos formales de la tramanarrativa, como el ideologismo dogmtico, se conectan estrechamente con la constatacin deque el reconocimiento intersubjetivo es restringido a un colectivo social que se niega aentablar dilogo con otras alternativas axiolgicas. Y, en tercer lugar, nos comprometimoscon la idea de que el medio de transmisin de dicha identidad creada se apoya en el inevitableinstinto del mimetismo social, razonando que la estetizacin de la poltica que precede a la erade masas lo conduce a un esplendor inimaginable para toda sociedad previa. No obstante, nohay que concebir los rasgos del lenguaje de dominacin como etapas sucesivas de una cadenade montaje que troquela un programa narrativo en distintos instantes: todas las operacionesdependen simultneamente unas de otras y a su vez son reforzadas por las dems. Es decir,tanto el imperio de la trama dogmtica como el despotismo moral o el mimetismo homogneointeractan, desde el principio, a fin de sostener una identidad destinada a abarcar slida y23 Cf. Bracher, K. (1983), Controversias de historia contempornea, (trad. Carlos Lpez Castillo), Mxico, Alfaeditores.23 24. Vctor Aranda Utrero24exclusivamente la realidad poltica.Ciertamente, a menos que nos decidamos a descentralizar y emplear la cienciaaplicada, no como un fin para el cual los seres humanos deben ser tenidos como medios, sinocomo el medio para producir una raza de individuos libres, slo podremos elegir entre dosalternativas: o cierto nmero de totalitarismos nacionales, militarizados, que tendrn susraces en el terror que suscita la bomba atmica; o bien un solo totalitarismo supranacionalcuya existencia sera provocada por el caos social que resultara del rpido progresotecnolgico en general y la revolucin atmica en particular, que se desarrollara, a causa dela necesidad de eficiencia y estabilidad, hasta convertirse en la benfica tirana de la Utopa.Usted es quien paga con su dinero, y puede elegir a su gusto24. Esto es, en este fragmento deUn mundo feliz, A. Huxley nos invita a distinguir entre dos clases de totalitarismo, los cualesse identifican, por un lado, con los regmenes nazis y soviticos (y, en consecuencia, con lanovela de George Orwell, 1984) y, por otro lado, con esa tendencia de las democracias adegenerar en un sistema totalitario que no necesita emplear mtodos de opresin al convertir atodos los miembros en esclavos de nadie, sin libertad individual (anlogo a la propia obra deHuxley25). Luego sera un error asimilar la idea de aliviar el discurso poltico con la dedemocratizarlo, puesto que si la estructura democrtica es deficiente, entonces la carga depoder de los lenguajes polticos se convierte, debido a la opinin pblica, en la mayor de lastiranas. Por tanto, creemos que una aspiracin modesta debe, en principio, tratar de aliviaresa tendencia de lo poltico a construir identidades omnicomprensivas que conducen a laexclusin moral y social26.Ahora bien, que el lenguaje totalitario se presente como la perfecta correspondenciaentre la identidad social supuestamente genuina que implica y una realidad mutilada nos hacepensar que todo discurso poltico, aunque sea de mnimos, intenta identificarse con un plan de24 Huxley, A. (2003), Prlogo, Un mundo feliz, (trad. Ramn Hernndez), Madrid, El Pas, p. 20.25 Desde luego, no hay razn alguna para que el nuevo totalitarismo se parezca al antiguo [] Un Estadototalitario realmente eficaz sera aquel en el cual los jefes polticos todopoderosos y su ejrcito de colaboradorespudieran gobernar una poblacin de esclavos sobre los cuales no fuera necesario ejercer coercin por cuantoamaran su servidumbre. Inducirles a amarla es la tarea asignada en los actuales Estados totalitarios (ibd., pp.16-17).26 Una creencia, ms que ninguna otra, es responsable del holocausto de los individuos en los altares de losgrandes ideales histricos: la justicia, el progreso, la felicidad de las futuras generaciones, la sagrada misin oemancipacin de una nacin, raza o clase, o incluso la libertad misma, que exige el sacrificio de los individuospara la libertad de la sociedad. Esta creencia es la de que en alguna parte, en el pasado o en el futuro, en larevelacin divina o en la mente de algn pensador individual, en los pronunciamientos de la historia o de laciencia, o en el simple corazn de algn hombre bueno no corrompido, hay una solucin final. Esta vieja fe sebasa en la conviccin de que todos los valores positivos en los que han credo los hombres tienen que sercompatibles en ltimo trmino (Berlin, I., ob. cit., p. 274). 25. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofavida y unos valores que lo singularizan. En otras palabras, la dominacin por medio de lapalabra es posible si y solo si ella se utiliza como expresin de una identidad que esperarecibir valoracin social: para controlar a un hombre debo nicamente dirigir quin es y qu lecabe esperar. Por ello, la clave para reducir el poder ejercido en los lenguajes polticosdescansa en una limitacin de sus condiciones de validez, lo cual origina el rechazo y ladesmitificacin de todo sistema poltico que muestre pretensiones de universalidad. Se vuelveimposible, en consecuencia, trazar la estructura racional que planifique una cohesin socialorientada a un nico valor, dado que es falsa la creencia de que en principio puedaencontrarse una nica frmula con la que puedan realizarse de manera armnica todos losdiversos propsitos de los hombres27. Luego, si la meta es impedir la proliferacin de losdiscursos totalitarios, la receta consiste en preservar en nuestra cultura la pluralidad deidentidades y de planes de sentido que articulan las vidas de los distintos individuos,respetando su singularidad mediante el reconocimiento de su valor intersubjetivo: lenguaje ypoder implican, en democracia, pluralismo axiolgico.2527 Ibd., pp. 276-277. 26. Juan Bagur TaltavullLIBERALISMO Y PODER INTELECTUAL EN LA GUERRA FRA: LA FILOSOFA DE LA HISTORIAY LA ACCIN PBLICA DE ORTEGA Y GASSET EN EL INSTITUTO DE HUMANIDADES DE ASPEN(1949)Juan Bagur TaltavullUniversidad Complutense de [email protected] objetivo de la presente comunicacin es realizar un estudio sobre la categora de poder enel pensamiento y en la accin poltica de Jos Ortega y Gasset. Se tratar por tanto esta ideadesde las dos fases que componen segn el filsofo la accin humana: el ensimismamiento yla alteracin1; centrndonos en concreto en la configuracin de su filosofa de la historia y laproyeccin de la misma al participar en el Instituto de Humanidades de Aspen (Colorado).Esta entidad fue fundada en 1949 por Walter Paepecke, empresario y filntroponorteamericano de origen germano que lleg a tener una gran amistad con Ortega,coincidiendo en gran medida con sus planteamientos intelectuales e interpretativos delmundo. Luego veremos esto con ms detalle, pero lo primero es comprender cul era lafilosofa de la historia que a finales de los aos cuarenta el filsofo madrileo habadesarrollado, porque en virtud de la misma percibir la circunstancia de la posguerra mundialy tratar de ofrecer una lectura de la crisis de la poca.1. Medioevo y liberalismo: la filosofa de la historia orteguianaUna de las cuestiones capitales en la interpretacin de la historia de Ortega es su concepcinde la Edad Media europea, etapa sobre la que escribi bastante a lo largo de su vida porque leatribua el origen del liberalismo poltico. Significativamente, ya su tesis doctoral publicadaen 1909, Los terrores del ao mil. Crtica de una leyenda, gira sobre este periodo e incluyeideas que aparecern tambin en Espaa invertebrada (1922) o De Europa MeditatioQuaedam (1949). Afirmaba all que el feudalismo de origen germnico era la base de lassociedades occidentales, sealando sobre los seores que ellos han creado con su espada el1 Ortega y Gasset, Jos (2010), El hombre y la gente, en Jos Ortega y Gasset, Obras completas. Tomo X(1949-1950): obra pstuma e ndices generales, Madrid, Taurus: Fundacin Ortega y Gasset, p. 143.26 27. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaEstado, pues los labradores se cohesionaban en su rededor buscando una proteccin que erafuente de soberana. Constituan la tierra personificada porque gracias a su esfuerzopersonal ganaban el poder que les permita ejercer su dominio contrapesando el de otroscaballeros2. Luego dir que el problema histrico de la invertebracin de Espaa provieneprecisamente de que contra lo que haba dicho por ejemplo Menndez Pelayo, paradigma dela interpretacin tradicionalista de la historia, Espaa no haba vivido con los visigodos unaverdadera invasin germnica que le aportara el principio del liberalismo3.Pero es sobretodo en 1926 cuando desarrolla esta tesis en Notas del vago esto, dondehace una distincin entre democracia y liberalismo que mantendr en 1949, en un momentoen el que cree que la primera de estas ideas ha sido prostituida por la URSS, dado que a partirde la Conferencia de Yalta (1945) Stalin y Roosevelt apelaban a un mismo significanteaunque atribuyndole un significado radicalmente distinto4. Frente a las democraciaspopulares que se alzan al otro lado del teln de acero, la democracia orteguiana es la que seinserta en la tradicin liberal, donde el poder se encuentra equilibrado. Si la democracia hacemencin al origen del poder, el liberalismo alude a sus lmites5, y para explicarlo acude a lahistoria oponiendo el castillo medieval al gora griego: este era el lugar de reunin de lasmasas, que podan caer en la demagogia, mientras que aquel representaba el poder individual.No es balad esta imagen, porque en un momento de consolidacin de la sociedad de masas6,el hecho de las aglomeraciones7 erradicaba el debate intelectual de la sociedad cuandoevitaba la emergencia de elites8. Por el contrario, lo que supuso el inicio de las nacioneseuropeas fue el principio de liberalidad9, del que precisamente deriva la palabra liberalismo,2 Ortega y Gasset, Jos (2005), Los terrores del ao mil. Crtica de una leyenda, en Jos Ortega y Gasset,Obras Completas. Tomo I (1902-1915), Madrid, Taurus: Fundacin Ortega y Gasset, pp. 266-271.3 Ortega y Gasset, Jos (2005), Espaa invertebrada, en Jos Ortega y Gasset, Obras Completas. Tomo III(1917-1925), Madrid, Taurus: Fundacin Ortega y Gasset, p. 497.4 Ortega y Gasset, Jos (2010), De Europa Meditatio Quaedam, en Jos Ortega y Gasset, Obras Completas.Tomo X (1949-1955), Madrid, Taurus: Fundacin Ortega y Gasset, p. 76.5 Ortega y Gasset, Jos (2004), Notas del vago esto, en Jos Ortega y Gasset, Obras Completas. Tomo II(1916), Madrid, Taurus: Fundacin Ortega y Gasset, p. 541.6 John Carey seala como uno de los hechos ms caractersticos de la intelectualidad europea de comienzos delXX momento de formacin de Ortega el temor ante la masificacin. Vid.: Carey, John (2007), Losintelectuales y las masas: orgullo y prejuicio de la intelectualidad literaria, 1880-1939, Madrid, Siglo XXI, p. 4.7 As lo denuncia en los aos treinta. Vid.: Ortega y Gasset, Jos (2005), La rebelin de las masas. (Introduccinde Julin Maras), Madrid, Espasa-Calpe, p. 65.8 Con ello avanza la crtica de Habermas a la desformalizacin o uniformizacin horizontal de laargumentacin. Vid.: Habermas, Jrgen (2009), Ay, Europa!: pequeos escritos polticos XI, Madrid, Trotta, p.66.9 Juan Marichal recuerda que efectivamente la evolucin semntica del concepto liberal procede de unaprimitiva acepcin ligada a la aristocracia. En los libros moralistas del s. XVI aparece como un atributocaballeresco, con un sentido que sin embargo es distinto al que le da Ortega, puesto que entonces se referira a la27 28. Juan Bagur Taltavully que significaba que tener un derecho y ser capaz de sustentarlo eran una misma cosa,radicada en el esfuerzo10.Por tanto, en la Edad Media la comunidad humana se haba estructurado sobre la basedel trabajo individual, y de ah que afirme en Espaa invertebrada que la accin personal delos seores germanos ha sido el cincel que esculpi las nacionalidades occidentales11. Lafamosa conferencia Vieja y nueva poltica de 1914 resumi el proyecto derivado de estainterpretacin del pasado en dos palabras: nacionalizacin y liberalismo12. Eran vistas comodos caras de una misma moneda, y desde que Ortega sustituye el escenario espaol por eleuropeo y occidental en 1949, lo propone tambin como clave del nuevo contexto.Junto al papel histrico del feudalismo germnico, un segundo ingrediente esencial enla filosofa de la historia de Ortega, y que igualmente est vinculado a la idea de poder, es elmtodo de interpretacin de la misma: el de las generaciones. Tambin en 1914 habaexpuesto ideas al respecto, mas es en los aos cuarenta cuando pretende configurar todo unmtodo de investigacin para los historiadores que adems, para l que es filsofo, le muestrael sentido del devenir histrico. En 1947 Ortega publica En torno a Galileo, afirmando que laestructura de la vida es la sustancia de la historia, entendiendo por el primer concepto lainsercin en una circunstancia que impone un destino, un quehacer que se inserta en undinmico dramatismo donde chocan siempre tres generaciones13. El poder es asingrediente fundamental porque la historia se caracteriza por la variacin manifestada encrisis14, y esta radica en el conflicto y dilogo entre las perspectivas de tres sensibilidades delos jvenes, los maduros y los mayores. En la hora de 1949, Ortega est en madurez, y alparticipar en Aspen colabora con un proyecto de forja de las elites que en Estados Unidosestn llamadas a dar sentido a su circunstancia.capacidad de adquirir sabidura gracias al ocio. Vid.: Marichal, Juan (1996), El secreto de Espaa: ensayos dehistoria intelectual y poltica, Madrid, Taurus, p. 33.10 Ortega y Gasset, Jos (2004), Notas del vago esto, ob. cit., p. 540.11 Ortega y Gasset, Jos (2005), Espaa invertebrada, ob. cit., p. 501.12 Ortega y Gasset, Jos (2005), Vieja y nueva poltica, en Jos Ortega y Gasset, Obras completas. Tomo I, ob.cit., p. 736.13 Ortega y Gasset, Jos (2006), En torno a Galileo, en Jos Ortega y Gasset, Obras completas. Tomo VI(1941-1955), Madrid, Taurus: Fundacin Ortega y Gasset, pp. 378 y 393.14 Ibd., p.420.28 29. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofa2. La interpretacin orteguiana del nacionalismo historicista liberalSi Ortega ha vinculado el quehacer al liberalismo, y para hacerlo ha construido a lo largo delos aos una filosofa de la historia que parte de la Edad Media, es porque se est insertandoen la tradicin de pensamiento liberal mayoritaria en Espaa. Siguiendo a Schorske, podemosdistinguir dos posturas ante el pasado que luchan desde finales del XIX, el pensar sin lahistoria o pensar abstracto, y el pensar con la historia o pensar recurriendo a elementos designificacin del pretrito15. Mientras que el jacobinismo parta de lo primero, Ortega siempreopt por una visin histrica del hombre, pues segn su teora nicamente existe el individuoconcreto, en su circunstancia; y esto se extiende al nivel social porque ser persona implicaformar parte de una generacin que tambin se comprende histricamente. As se integra delleno en una concepcin del liberalismo en Espaa que, como recuerda su nieto Jos Varela,ha partido desde comienzos del XIX de un historicismo nacionalista que interpretaba enclave moderna acontecimientos del pasado medieval16. Buscando el origen del liberalismo yel sentido del pasado, la razn histrica bebe de dos fuentes intelectuales: la teora whig de lahistoria y el conservadurismo ingls, y el liberalismo doctrinario francs, todos elloscoincidentes en hacer una lectura en clave de poder del Medioevo.El referente francs es patente, siendo particularmente importante un autor: ErnestRenan. Desde pequeo se nutri Ortega de la lectura de sus obras, siendo muy influyente ellibro La reforma intelectual y moral (1871). La condena de la poltica abstracta tiene aqu unreferente, pues Renan comienza condenando la concepcin republicana de tradicin jacobinaporque tomaba sus sueos por realidades, proponiendo en contra el mtodo histrico comova: la historia de Francia es un todo tan bien trabajo en sus partes que no podemoscomprender ni uno slo de sus lutos contemporneos sin buscar la causa en el pasado.Exponiendo estos orgenes, cita su obra La Monarqua constitucional (1869) para sealar queuna primera enseanza a tener presente es que las naciones europeas nacieron del feudalismomedieval17, y en lo que es un punto de conexin con lo que dir Ortega, afirma que laFrancia de la Edad Media es una construccin germnica18. Aqu el poder entra en juego15 Schorske, C. E. (2001), Pensar con la historia: ensayos sobre la transicin a la modernidad, Madrid, Taurus,p. 20.16 Varela Ortega, Jos (2013), Los seores del poder y la democracia en Espaa: entre la exclusin y laintegracin, Barcelona, Galaxia Gutenberg, Crculo de Lectores, p. 237.17 Renan, Ernest (1972), La reforma intelectual y moral, (trad. Carme Vilagins), Barcelona, Pennsula, pp.11-13.18 Ibd., p.31.29 30. Juan Bagur Taltavullcomo categora que se constituye en motor de la historia, puesto que es el elitismo lo quepermiti aquel nacimiento: esta nacin ha sido en otros tiempos brillante y guerrera. Pero lofue por seleccin, de suerte que Francia no sobrevivira si se mantena en manos de unaclase incapaz de comprender el privilegio del espritu19. Por ltimo, para Renan elgermanismo es importante, adems de para comprender la lgica de la historia, porque laAlemania de su poca la que en 1870 derrot al II Imperio francs era el modelo a seguirprecisamente porque hizo suya la interpretacin histrica indicada, creando una elite de basemoral desde que la Universidad de Berln se convirti en su centro regenerador20.Por otro lado, en Ortega no es nicamente importante Renan, sino que igualmente envarios momentos de su obra alude a lo que propiamente es el liberalismo doctrinario,precisamente porque su historicismo y su concepcin realista del poder le alejan delrepublicanismo jacobino y la visin abstracta e ideal del hombre. El Prlogo para francesesde La rebelin de las masas que escribe en 1937 es ilustrativo. All defiende la creacin deunos Estados Unidos de Europa que tienen una base porque, por lo menos desde el sistema deWestfalia de 1648, ha existido unidad dinmica en el continente: no en sentidoinstitucional, sino de balance of power, de comunin basada en la pluralidad equilibrada. Ypara explicar esta cuestin, recurre a Guizot y Royer-Collard, sealando con el primero queEuropa es la nica civilizacin en la que una clase o principio no ha triunfado nuncadefinitivamente sobre la dems; y con el segundo, que la libertad es resistencia a otrospoderes. As afirma Ortega con los autores que desconfan de los derechos abstractos delhombre, que el pluralismo y la libertad son la entraa europea21. Todo esto repetir tambinen 1949, cuando desde Alemania en la conferencia De Europa Medittio Quaedam lance unllamamiento en favor de los Estados Unidos de Europa.En esta lnea, Inglaterra es la segunda fuente importante en la configuracin de lafilosofa de la historia orteguiana, tambin por el carcter del liberalismo all desarrollado.Cita en el mismo 1937 a Stuart Mill para decir con l que la perfeccin del hombre requierevariedad de situaciones, equilibrio de poderes, y que ello es ms necesario en un momentoen el que el hombre masa amenaza la libertad22. En el Eplogo para ingleses que escribe en1938 a La rebelin de las masas, defiende Ortega la tradicin jurdica inglesa como la ms19 Ibd., pp. 31-32.20 Ibd., p. 65.21 Ortega y Gasset, Jos (2005), La rebelin de las masas. (Introduccin de Julin Maras), ob. cit., pp. 41-46.22 Ibd., p. 51.30 31. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaapropiada, porque su derecho dinmico basado en la evolucin desde el equilibrio de poderes el que mejor se adapta a la realidad; y defiende la Commonwealth como la institucin msperfecta que existe en el momento porque se construye desde ese principio23. El liberalismoingls se basaba en una interpretacin en clave liberal del pasado, que vea en la Carta Magnamedieval el origen de este derecho cuyo mantenimiento garantizaba el progreso y que era asmodelo de aplicacin al presente. Esta concepcin, con diferentes vertientes, es la queasumieron liberales adscritos a la teora whig de la historia como Macaulay, y tories comoBolingbroke, Swift o Burke, que son aquellos a los que ms cita el filsofo madrileo. Esteltimo en Reflexiones sobre la revolucin francesa (1790), libro esencial en el liberalismoconservador europeo, argumentaba que la razn genrica, abstracta, no existe porque, comodice Ortega citndole, el hombre es esencialmente un prejuicio24. De los otros dos autoresrecoge no el mtodo de conocimiento de la realidad, sino una hermenutica de la lgicahistrica que definieron al indicar que la historia pertenece a la categora del cambio, siendopor tanto las crisis bsicas en ella. Para justificarlo partan del padre del realismo poltico,Maquiavelo, que a su vez construa su concepcin desde Polibio25.Esencial es esto tambin, porque para Ortega la romanidad es ingrediente capital juntocon el germanismo, y parte nuevamente de la tradicin liberal realista para configurar suinterpretacin de la historia de Roma. En los aos cuarenta Ortega escribe Historia comoSistema y del Imperio romano (1941), describiendo la historia de esta entidad que aport elsustrato histrico sobre el que despus actuaron los germanos, en clave de poder. Afirmacomo Cicern que la concordia y la libertas son la clave de la Repblica romana, siendodos conceptos que pueden vincularse con la democracia y con el liberalismo tal y como sondescritos en Notas del vago esto. Lo primero, porque el Estado parta de un sistema decreencias compartido, es decir, una comn aceptacin de los orgenes del poder. Lo segundo,en tanto que la libertas ciceroniana es negativa, se refiere a los lmites de lo anterior. Se trataadems de un principio que se hizo ley desde la experiencia histrica, a partir de la lucha declases y el derrocamiento de la Monarqua, aunque se corrompera en el Imperio; y esto es loque influye en la filosofa de la historia orteguiana: el poder y la crisis como motores delcambio, y la muestra de que la razn es histrica y no abstracta porque nicamente permite23 Ibd., pp. 220-221.24 Ortega y Gasset, Jos (2010), De Europa Meditatio Quaedam, ob. cit., p. 123.25 Ibd., p. 79.31 32. Juan Bagur Taltavullconocer la realidad desde lo experimentado en la circunstancia26.3. Hacia la forja de la auctoritas occidental: el Instituto de Humanidades de Aspen comofaro humanista en la era atmicaPor lo tanto, a finales de los cuarenta Ortega llega a Aspen con una concepcin de la historiaen virtud de la que cada generacin histrica tiene una misin, la de dar sentido a la realidaden dialctica con las otras dos que coexisten con ella; y para que esto sea posible es necesariala seleccin de una elite en la sociedad que salve las crisis peridicas que vive la humanidad.Como liberal inserto en la tradicin espaola, su concepcin de los orgenes del liberalismo lellevan a exaltar el carcter germnico, la vida como quehacer, una concepcin que Goethetambin encarnaba y para la celebracin de cuyo bicentenario es invitado a Aspen antes deque el Instituto sea fundado como tal.En este contexto volvemos a encontrarnos con el poder, no ya en cuanto a suteorizacin sino puesta en prctica, porque existe una gran conexin entre la situacin de laGuerra Fra y esta institucin. Primero por los valores que transmita, y que conectaban a suimpulsor Walter Paepcke con Ortega. Era hijo de un inmigrante alemn enriquecido,paradigma del self-made man, y frreo enemigo del comunismo; mientras que Ortega exaltsiempre el esfuerzo individual y aborreci la ideologa marxista, tal y como vemos porejemplo en La rebelin de las masas (1930). Son en efecto varios los investigadores queresaltan la importancia que el anticomunismo tiene en la configuracin del pensamientoorteguiano, como Antonio Elorza27 o Xacobe Bastida28. Por esto conectaba con unainstitucin donde el pas liberal y anticomunista por excelencia, Estados Unidos, estabacomprometido indirectamente: el poder econmico norteamericano jug un importante papel,no nicamente desde la Container Corporation of America que presida Paepcke, sino tambincon las Fundaciones Rockefeller, Ford, Carnegie o Guggenheim. Todas ellas, financiadas porla CIA, evidenciaban el intento promovido por el gobierno de Truman de contrarrestar desdela va intelectual la influencia del comunismo29.26 Ortega y Gasset, Jos (2006), Historia como sistema y del Imperio romano, en Jos Ortega y Gasset, Obrascompletas. Tomo VI, ob. cit., pp. 90, 108, y 88.27 Elorza Domnguez, Antonio (2002), La razn y la sombra: una lectura poltica de Ortega y Gasset,Barcelona, Anagrama, p. 192.28 Bastida Freixedo, Xacobe (1997), En bsqueda del grial: la teora de la Nacin en Ortega, Revista deestudios polticos, n 96, pp. 43-76, p. 60.29 Para ver la implicacin de estas fundaciones en la Guerra Fra, y otros aspectos relacionados con la diplomaciacultural, vid.: Nio, Antonio (ed.) (2009), La ofensiva cultural norteamericana durante la guerra fra, Madrid,32 33. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaAs, no es casualidad que sea en 194930 cuando nace el Instituto, al poco de comenzarel conflicto bipolar, pero esto no implica para nada que Ortega fuera una suerte de agentenorteamericano. El azar entra en contacto con esta circunstancia poltica, puesto que es elmomento en el que se celebra el bicentenario de Goethe. Es un filsofo esencial para Ortegaporque para l la vida es la categora ms importante del pensamiento, partiendo toda sureflexin sobre la misma de la propuesta que el pensador germnico hizo en su momento: laconsideracin de la vida como una tarea o quehacer31. En esta lnea el filsofo habadefendido desde joven la existencia de dos Alemanias32, la etnicista y la liberal, ypropondr a los ciudadanos de la Repblica Federal Alemana que construyeran su nuevanacin desde la segunda va33; mientras que Paepcke pretenda erradicar el antigermanismoque tenan sus compatriotas despus de la Guerra Mundial, mostrndoles que exista unaAlemania distinta a la del nazismo34. Goethe era el smbolo de la misma, y de ah queescogiera la fecha de 1949 para su proyecto, en el momento en el que Ortega se encontrabaprivado de autoridad en Espaa a causa de la dictadura franquista. El filsofo fund en 1948junto a Julin Maras el Instituto de Humanidades de Madrid del que precisamente tomar sunombre el de Aspen poco despus del paso de Ortega integrndose as dentro de lo queMaras considera la primera fase de la oposicin al franquismo: un contrapoder de carcterintelectual, que se desarrollaba a largo plazo porque lo que pretenda era salvar la continuidadde la cultura espaola y forjar a la intelectualidad que, en el momento oportuno, pudieraninfluir en la marcha de Espaa35.Los impulsores del Bicentenario en Aspen se enmarcan dentro de la cultura polticadel elitismo democrtico, esto es, considerar como hecho sociolgico bsico la existenciade una minora directora que, diferenciada de la masa, debe guiarla en un proceso deconstitucin cvica de la misma36. Por eso define Ortega, en consonancia con su filosofa de laAsociacin de Historia Contempornea.30 Recordemos que se trata de un momento esencial en el conflicto bipolar, pues en este ao se proclama laRepblica Popular China, la URSS consigue su primera bomba atmica, y nace la OTAN.31 Ortega y Gasset, Jos (2006), Sobre un Goethe bicentenario, en Jos Ortega y Gasset, Obras completas.Tomo VI, ob. cit., p. 552.32 Ortega y Gasset, Jos (2005), Las dos Alemanias, en Jos Ortega y Gasset, Obras Completas. Tomo I, ob.cit., pp. 134-135.33 As lo afirma en los diversos discursos sobre Goethe que ofrece en Hamburgo y Berln, despus de pasar porAspen. Vid.: Ortega y Gasset, Jos (2006), Sobre un Goethe biventenario, ob. cit., pp. 549-562.34 Reichstein, Andreas (2001), German Pioneers on the American Frontier: The Wagners in Texas and Illinois,Denton, University of North Texas Press, p. 199.35 Maras, Julin (2008), Una vida presente: memorias, Madrid, Pginas de Espuma, p. 364.36 Dentro de esta corriente incluye Snchez Cmara, junto con Ortega, a autores como Mannheim, Max Schellero Riesman. Vid.: Snchez Cmara, Ignacio (1986), La teora de la minora selecta en el pensamiento de Ortega y33 34. Juan Bagur Taltavullhistoria, el objetivo del proyecto diciendo que era crear una Escuela Superior con el fin deeducar jvenes, principalmente americanos, con la conciencia de que tienen que ser un grupode la minora directora que ms tarde va a influir en todos los rdenes de la vida de losEstados Unidos 37. No nicamente Paepcke propona algo parecido, sino tambin el segundogran impulsor del Bicentenario: Robert M. Hutchins, presidente de la Universidad de Chicagoentonces y poco despus de la Fundacin Ford. En 1945 haba escrito un artculo denominadoThe Uses of Knowledge, que despus del encuentro Paepcke enva a Ortega precisamente paramostrarle la coincidencia de pensamiento de ambos, y donde afirmaba que the primary socialresponsability of the universities in the atomic age era la configuracin de una sntesishumanstica que permitiera ofrecer un direccin moral a la tcnica: knowledge is power, yla sabidura deba someterlo al bien. Para ello propona que una institucin reuniera a losleading thinkers of our time en una continuing conference 38, como trat de hacerse enAspen.Ortega tambin planteaba que la tcnica estuviera direccionada por el humanismo,para evitar que formara parte de un poder tirnico, y consideraba a la Universidad como unainstitucin esencial al respecto, pues deba basarse en la cultura integral y humanstica quepermitiera abandonar la barbarie del especialismo 39. En esta lnea, el filsofo habarefutado en el Prlogo para franceses a quienes vean en Amrica el signo de la prosperity,puesto que la consolidacin del hombre masa implicaba que lejos de ser el porvenir, fueraun remoto pasado porque era primitivismo 40. Lo mismo haba indicado de Espaa en otrasocasiones, y de Europa, y en un momento en el que se ve implicado en una iniciativa que, enel contexto de la Guerra Fra, envuelve a Estados Unidos, ofrece all el mismo remedio que enotras ocasiones haba expuesto para su patria: la creacin de una institucin que forjara a lasminoras directoras desde una cultura integral. Siguiendo la estela de la Liga de EducacinPoltica Espaola, la Agrupacin al Servicio de la Repblica, o el Instituto de Humanidadesmadrileo, Aspen school was his ultimate pedagogical utopia 41. En Misin de laGasset, Madrid, Tecnos, p. 107.37 Ortega y Gasset, Jos (2010), Segunda conferencia sobre Goethe en Aspen, en Jos Ortega y Gasset, ObrasCompletas. Tomo X, ob. cit., p. 51.38 Hutchins, M.Robert, The uses of knowledge, adjuntado en Paepcke, Walter, Carta a Ortega y Gasset. 5 deoctubre de 1949, en Fundacin Ortega-Maran, Fondo Jos Ortega y Gasset, Sig.: C-135/56, ID: 5506.39 Ortega y Gasset, Jos (2005), La rebelin de las masas (Introduccin de Julin Maras)..., p. 142.40 Ortega y Gasset, Jos (2010), La rebelin de las masas, en Jos Ortega y Gasset, Obras Completas. Tomo IV(1926-1931), Madrid, Taurus: Fundacin Ortega y Gasset, p. 371.41 Graham, John T. (2001), The social thought of Ortega y Gasset: a systematic synthesis in postmodernism andinterdisciplinarity, Columbia and London, University of Missouri Press, p. 443.34 35. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofaUniversidad (1930) expuso con detalle la propuesta que llevar consigo a Colorado. Ymuestra de la conexin que esta concepcin tena con la de Paepcke, es el entusiasmo con elque este le felicita en 1949 despus de leer el libro, indicando que your ideas, those ofChancellor Hutchins, and those or Dr. Sigerist, head of the Medical Department at JohnHopkins, are in astounding agreement 42.En el Goethe Festival estuvieron Dimitri Mitropoulos para dirigir su orquesta, el fsicoAlbert Schweitzer como invitado de honor, y al igual que Ortega como conferenciante,Thornton Wilder. Entre junio y julio de 1949, cuando el filsofo visit por nica vez en suvida Estados Unidos, acudi tambin a dar conferencias en la National Gallery of Art deWashington, y la John Hopkins University de Baltimore; y su intervencin de Aspen verssobre la Experience of Life. El filsofo expuso su percepcin de los Estados Unidos,definiendo lo ms fuerte y slido que hay en la democracia americana, lo cual no esprimariamente igualdad de personas, cosa siempre insegura, sino igualdad de los Jobs uocupaciones 43. Es decir, libertad para desarrollar la capacidad potencial de cada uno y lograrsu integracin en la organizacin jerrquica social. Este hecho permitira a Estados Unidosestar bien ubicado en el momento de crisis que pasaba el mundo, puesto que conforme a suconcepcin de la historia, el elitismo permite la evolucin. Para la emergencia de unasminoras forjadas en el humanismo era necesario combatir el peligro que vea en lamentalidad americana, el desequilibrio extremo en favor de la educacin naturalstica (=nohumanstica). Contra este especialismo, propona crear la ciencia de las sntesis, dar unaeducacin integral a los estudiantes que permitiera hermanarlos desde la cultura y a la vezjerarquizarlos, puesto que los temas de humanidades y por ellas entiende no nicamente aGrecia y Roma, sino tambin los hechos actuales estaban deficientemente atendidos en lamentalidad americana44.Adems, para el filsofo madrileo el escenario geogrfico donde se ubicara elInstituto, Aspen, zona que en un principio haba sido adquirida por Paepcke para erigir pistasde esqu, era muy beneficiosa para la educacin planteada. En La rebelin de las masastambin haba criticado el exceso de comodidad, la psicologa del nio mimado 45. Ahora42 Paepcke, Walter, Carta a Ortega y Gasset. 2 de diciembre de 1949, en Fundacin Ortega-Maran, FondoJos Ortega y Gasset, Sig.: C-135/60, ID: 10868.43 Ortega y Gasset, Jos (2010), Segunda conferencia sobre Goethe en Aspen, en Jos Ortega y Gasset, ObrasCompletas. Tomo X, ob. cit., p. 15.44 Ibd., pp. 45-46.45 Ortega y Gasset, Jos (2005), La rebelin de las masas. (Introduccin de Julin Maras), ob. cit., p. 102.35 36. Juan Bagur Taltavullafirmaba que la nueva Escuela, que ser tica en su lado docente, ser espartana en sulado educativo, esto es, que el primer principio educativo de Aspen sera el espartanismoporque la vida americana, por el modo como se ha formado el pas, padece un dficit defuerzas socialmente aristocrticas46. Est aplicando aqu con claridad su filosofa de lahistoria, puesto que la existencia de aristocracias es lo que direcciona el devenir y permite laevolucin de las sociedades: aquello que los seores feudales hicieron en la Edad Media, lotenan que imitar los estudiantes de Aspen, lgicamente nicamente en cuanto al sentido de suactuacin: el ser los mejores gracias a su esfuerzo, y desde ah crear una sociedad donde lademocracia quedara corregida por el principio liberal.No obstante, Ortega no postulaba la insercin de Europa en el bloque estadounidense.Si bien su ideologa liberal le vinculaba al bloque occidental y le alejaba del comunista, seopona a una americanizacin de Europa 47. Al volver de Aspen, desde Lisboa ofreci unaentrevista donde apelaba a que el Viejo Continente se constituyera en los nuevos EstadosUnidos de Europa, y para ello defenda una plena integracin de Alemania en el proyecto. Eigualmente despus, hablando tambin sobre Goethe, desarrollar en diversos lugares de laRepblica Federal de Alemania su propuesta de los Estados Unidos de Europa, siguiendocomo en La rebelin de las masas defendiendo que el estudio del pasado mostraba que en laprctica el poder haba unido siempre a esta entidad desde que, sobre el sustrato romano, lospueblos germnicos impusieron la libertad personal como base de la nacionalidad.Pero ello no implica que en el contexto de la Guerra Fra Ortega no se comprometieracon la elite intelectual estadounidense. l mismo escriba a Paepecke poco despus de llegar aLisboa, diciendo que esta etapa de Aspen quedar luminosa en mi memoria y quisieraenviarle una sincera sugestin de lo que la experiencia de haber vivido lo que este ao hemoshecho me ha trado a la mente48. El empresario norteamericano recibi con entusiasmo elofrecimiento, recordndole lo que tena que ser la base de la creacin de la auctoritasoccidental: any convocation should have as one of its main objectives the emphasisting ofthe humanities in a world which is largely preocupied with concrete material and scientific46 Ortega y Gasset, Jos (2010), Apuntes para una escuela de humanidades en Estados Unidos, en Jos Ortegay Gasset, Obras completas. Tomo X, ob. cit., pp. 47 y 48.47 Ortega y Gasset, Jos (2010), (Conversaciones con Miguel Prez Ferrero), en Jos Ortega y Gasset, Obrascompletas. Tomo X, ob. cit., p. 402.48 Ortega y Gasset, Jos, Carta a Walter Paepcke. 21 de julio de 1949, en Fundacin Ortega-Maran, FondoJos Ortega y Gasset, Sig.: CD-P/6, ID: 9825.36 37. LI Congreso de Filosofa Joven UCM peiron. Estudios de filosofa37interests 49.Segn vemos por la documentacin conservada, ya en noviembre de 1949 Paepckedaba por sentado que Ortega volvera en verano, y esperaba que al menos permanecera desdejunio a septiembre50. Mas el filsofo estaba delicado de salud y no poda asegurarle elcompromiso, de ah que una reunin del Instituto de Humanidades de Aspen que segn diceesta misma carta, se llam as y no Universidad por consejo de Ortega decidiera noincluirle oficialmente en la programacin provisional que ya se haba hecho. Aun as, seesperaba su visita, y se le peda una lista de personalidades europeas que pudieran serinvitadas51. Y todava ms, es seguro que el filsofo quera acudir porque le pidi a Paepckeun tema del que hablar, respondindole l que se tratara la tradicin filosfica del mundooccidental52.Ortega finalmente faltara a su compromiso, y nunca ms volvera a Aspen aunquehasta su muerte en 1955 mantendra amistad con Paepcke. Pero de la visita a este lugar sedesprenden tambin otras cuestiones relacionadas con el poder intelectual y su trayectoria.Tras permanecer un tiempo en Lisboa, volvi Ortega a Espaa, encontrndose otra vez con unrgimen que le privaba de autoridad aunque tratara de atrarselo. En Aspen haba conocido aJaime Bentez, rector de la Universidad de Puerto Rico, una institucin que se convirti en uncentro intelectual de enorme prestigio entre otras cos