Platón Fedón

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ANÁLISIS DE ARGUMENTOS FILOSÓFICOS 1 Platón, Fedón 89d-91b, de la misología. Traducción de Luis Gil (VERSIÓN PRELIMINAR. SE AGRADECEN COMENTARIOS). Hubert Marraud (U.A.M.) e-mail: [email protected] 6/08/2012 1. TEXTO -Lo mismo dará -replicó. Pero cuidemos primero de que no nos ocurra un percance. -¿Cuál? -le pregunté. -El de convertirnos -dijo- en misólogos, de la misma manera que los que se hacen misántropos; porque no hay peor percance que le pueda a uno suceder que el de tomar odio a los razonamientos. Y la misología se produce de la misma manera que la misantropía. En efecto, la misantropía se insinúa en nosotros como consecuencia de tener sin conocimiento excesiva confianza en alguien, y considerar a dicho individuo completamente franco, sano y digno de fe, descubriendo poco después que era malvado, desleal y, en una palabra, otro. Y cuando esto le ocurre a uno muchas veces, y especialmente ante los que se había podido considerar como los más íntimos y más amigos, por tropezarse con frecuencia, termina uno por odiar a todos y considerar que en nadie hay nada sano en absoluto. ¿No te has percatado de que esto se produce más o menos así? -Por completo -le respondí. -¿Y no es cierto -prosiguió- que esto está mal, y manifiesto que el que así obra intenta, sin tener conocimiento de las cosas humanas, tratar a los hombres? Pues si los hubiera tratado con conocimiento, hubiera considerado las cosas tal como son, que los buenos en exceso, o malos redomados son unos y otros escasos, mientras que los intermedios son muchísimos. […] Mas no es en este punto donde radica la semejanza de los razonamientos con los hombres -pero como eras tú ahora quien iba delante, yo te seguí-, sino más bien en este otro; cuando sin el concurso del arte de los razonamientos se tiene fe en que un razonamiento es verdadero, y luego, acto seguido, se opina que es falso, siéndolo efectivamente algunas veces, pero otras no, y se sigue de nuevo opinando que es de una manera o de otra. Y son precisamente los que se dedican a razonar el pro y el contra de las cosas los que,

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Análisis de la argumentación del Fedón 89d-91b

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ANÁLISIS DE ARGUMENTOS FILOSÓFICOS

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Platón, Fedón 89d-91b, de la misología. Traducción de Luis Gil

(VERSIÓN PRELIMINAR. SE AGRADECEN COMENTARIOS).

Hubert Marraud (U.A.M.) e-mail: [email protected] 6/08/2012

1. TEXTO

-Lo mismo dará -replicó. Pero cuidemos primero de que no nos ocurra un percance. -¿Cuál? -le pregunté. -El de convertirnos -dijo- en misólogos, de la misma manera que los que se hacen misántropos; porque no hay peor percance que le pueda a uno suceder que el de tomar odio a los razonamientos. Y la misología se produce de la misma manera que la misantropía. En efecto, la misantropía se insinúa en nosotros como consecuencia de tener sin conocimiento excesiva confianza en alguien, y considerar a dicho individuo completamente franco, sano y digno de fe, descubriendo poco después que era malvado, desleal y, en una palabra, otro. Y cuando esto le ocurre a uno muchas veces, y especialmente ante los que se había podido considerar como los más íntimos y más amigos, por tropezarse con frecuencia, termina uno por odiar a todos y considerar que en nadie hay nada sano en absoluto. ¿No te has percatado de que esto se produce más o menos así? -Por completo -le respondí. -¿Y no es cierto -prosiguió- que esto está mal, y manifiesto que el que así obra intenta, sin tener conocimiento de las cosas humanas, tratar a los hombres? Pues si los hubiera tratado con conocimiento, hubiera considerado las cosas tal como son, que los buenos en exceso, o malos redomados son unos y otros escasos, mientras que los intermedios son muchísimos. […] Mas no es en este punto donde radica la semejanza de los razonamientos con los hombres -pero como eras tú ahora quien iba delante, yo te seguí-, sino más bien en este otro; cuando sin el concurso del arte de los razonamientos se tiene fe en que un razonamiento es verdadero, y luego, acto seguido, se opina que es falso, siéndolo efectivamente algunas veces, pero otras no, y se sigue de nuevo opinando que es de una manera o de otra. Y son precisamente los que se dedican a razonar el pro y el contra de las cosas los que,

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según me consta, terminan por creer que han adquirido la suprema sabiduría y que son los únicos que han comprendido que, ni en las cosas hay nada de ellas que sea sano ni cierto, ni tampoco en los razonamientos, sino que la realidad en su totalidad va y viene de arriba para abajo, ni más ni menos que si estuviera en el Euripo, y no permanece quieta ni un momento en ningún punto. -Gran verdad es -dije yo- lo que dices. -Así pues, oh Fedón - prosiguió -, sería un percance lamentable el que, siendo un razonamiento verdadero, cierto y posible de entender, por el hecho de tropezarse con otros que son así, pero que a las mismas personas unas veces les parecen verdaderos y otras no, no se atribuyera uno a sí mismo la culpa o a su propia incompetencia, y por despecho terminara por desprenderse alegremente la culpa de sí mismo y colgársela a los razonamientos, pasando desde entonces el resto de la vida odiándolos y vituperándoles, y quedando así privado del verdadero conocimiento de las realidades. -Sí, por Zeus -le dije-, sería un percance lamentable, sin duda. -Por consiguiente -continuó-, ante todo precavámonos de él, y no dejemos entrar en nuestra alma la idea de que hay peligro de que no haya nada sano en los razonamientos, sino que, muy al contrario, debemos inculcarle la de que somos nosotros los que aún no estamos en estado sano, y que debemos virilmente aspirar a estarlo: tú y los demás, en razón de toda la vida que os queda, y yo en razón de la muerte misma, pues tal vez esté en un tris en el momento presente de no encontrarme en el estado de un verdadero amante de la sabiduría sino en el de un amante del triunfo, como los que carecen totalmente de instrucción. Pues a tales hombres, cuando discuten de algo, no les interesa cómo es en realidad aquello de lo que tratan; en cambio en conseguir que los presentes aprueben las tesis que sostienen, en eso sí que ponen su mayor celo. En cuanto a mí, estimo que en el momento presente me voy a diferenciar de ellos tan sólo en esto: no es en conseguir que los presentes opinen que es verdad lo que yo digo, a no ser como un efecto accesorio, en lo que pondré mi empeño, sino en que me parezca a mí mismo lo más posible que así es en realidad. Pues calculo, oh querido amigo - y mira cuán interesadamente -, que si resulta verdad lo que digo está bien el dejarse convencer, y, si después de la muerte no hay nada, al menos el momento justo de antes de morir molestaré menos con mis lamentos a los que me rodean, y esta insensatez mía no perdurará tampoco - lo que sería una desgracia - sino que perecerá poco después. Ahora, oh Simmias y Cebes, una vez preparado de esta manera, abordo el asunto. Vosotros, por vuestra parte, si me hacéis caso, habéis de preocuparos de Sócrates poco, de la verdad mucho más; si os parece que digo la verdad, reconocedlo; si no, oponeos con toda clase de argumentos, procurando que mi celo no nos engañe ni a mí ni a vosotros, y me marche como una abeja habiéndoos dejado el aguijón metido dentro.

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2. ANÁLISIS

Sócrates, que es quien habla en primer lugar, desarrolla una argumentación por analogía entre la misantropía y la misología. Para ello describe primero el proceso intelectual que lleva a la misantropía: la misantropía resulta de la experiencia de confiar en exceso e injustificadamente (literalmente “sin conocimiento”) en alguien y descubrir después que es indigno de esa confianza. Esa experiencia repetida lleva a inferir que nadie es digno de confianza.

Sócrates está describiendo un proceso de formación de creencias, no tratando de justificar una creencia. La conclusión que Sócrates propone a partir de esta descripción es que la misantropía se debe al desconocimiento de las cosas humanas. Para apoyarlo alega que ese desconocimiento es una condición necesaria de la confianza defraudada. Esto es, se trata de un argumento de la correlación a la causa, cuya garantía es expresada de forma bastante canónica con un condicional contrafáctico: “si los hubiera tratado con conocimiento, hubiera considerado las cosas tal como son”. Este primer argumento tiene una conclusión fáctica que sirve como premisa para una conclusión valorativa: la misantropía “está mal”. De este modo, la fuente o foro de la analogía socrática es un encadenamiento de dos argumentos de distinto carácter, uno teórico y otro práctico.

Establecido el foro, Sócrates aborda el tema de su argumentación. Formula un argumento paralelo al anterior para concluir que la misología tampoco está justificada. Así pues, la argumentación de Sócrates puede condensarse en la frase del mismo modo que la misantropía no está justificada, tampoco lo está la misología. Esta transferencia argumentativa se basa en la correspondencia siguiente:

MISANTROPÍA MISOLOGÍA

misantropía misología persona argumento conocimiento conocimiento fiable verdadero mala mala confiar confiar descubrir descubrir conocer conocer causar causar surgir surge

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por tanto por tanto

Los componentes de la tabla están agrupados en categorías: objetos y relaciones dispuestas en orden de complejidad creciente. La correspondencia analógica de objetos y relaciones se extiende a enunciados y argumentos (las flechas marcan la transición de un argumento a otro).

surge(misantropía, sin conocimiento(confiar(personas)) y descubrir(no fiables(personas))) → surge(misología, sin

conocimiento(confiar (argumentos)) y descubrir(falsos(argumentos)); causa(desconocer(personas), misantropía) → causa(desconocer (argumentos), misología);

porque(causa(desconocer(personas), misantropía)), surge(misantropía, sin conocimiento(confiar(personas)) y descubrir(no fiables(personas))) → porque(causa(desconocer(argumentos), misología)), surge(misología, sin

conocimiento(confiar(argumentos)) y descubrir(falsos(argumentos))); porque(causa(desconocer(personas), misantropía)), mala(misantropía) → porque(causa(desconocer(argumentos),

misología)), surge(misología, sin conocimiento(confiar(argumentos)) y descubrir(falsos(argumentos))). La pretensión que está detrás de esta argumentación es que los argumentos de cada uno de los dos últimos pares tienen fuerzas semejantes. Hay que destacar que al hablar de quienes “se dedican a razonar el pro y el contra de las cosas” Sócrates pone en el mismo plano, como componentes de la realidad, el conocimiento de las cosas y el de los razonamientos. Esta asimilación permite integrar en el diálogo la discusión de las cualidades de los propios argumentos, dándole una dimensión metaargumentativa.

Sócrates le ofrece entonces a Fedón un análisis del desconocimiento de los argumentos propio de la misología. Esa explicación sirve para sentar las premisas de posteriores argumentos. Según Sócrates, ese desconocimiento lo es de una propiedad de los argumentos, que identifica con la verdad. Cabe conjeturar que un argumento o razonamiento verdadero es aquel que prueba la verdad de su conclusión. El misólogo aduce que el hecho de que algunos razonamientos les parezcan a veces verdaderos y a veces falsos a las mismas personas muestra que no hay nada “sano ni cierto” en los razonamientos. Aquí parecen combinarse dos aserciones distintas:

(1) Un razonamiento prueba su conclusión –es decir, la verdad de su conclusión se sigue necesariamente de la verdad de sus premisas;

(2) Lo anterior es evidente para todos.

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El misólogo argumenta que como en algunos casos no se da (2), en ningún caso se da (1). Su argumento ataca por tanto la tesis de que todo argumento verdadero debe ser universalmente evidente. Para que sea generalmente pertinente hay que suponer que lo considera una asunción de su oponente. Sócrates le ataca diciendo que pretende inferir que no hay argumentos verdaderos de su propia incompetencia para reconocerlos. Adviértase a este respecto que se dice que la misología se basa en juicios “sin el concurso del arte de los razonamientos”. De esta manera, el misólogo haría un uso falaz del argumento ad ignorantiam. Por el contrario, aduce Sócrates, las dificultades para reconocer los argumentos verdaderos son una razón para perseverar en la búsqueda del conocimiento de las propiedades de los argumentos.

El imperativo con el que concluye el párrafo precedente – algo así como “busca el conocimiento de la verdad”- justifica una segunda conclusión valorativa: el objetivo del intercambio dialéctico legítimo es establecer la verdad. Esto viene a corresponder con el tipo de diálogo que Walton llama “investigación” (inquiry) y está en línea con la retórica epistémica. La consecución de ese objetivo exige instruirse para reconocer los argumentos verdaderos y distinguirlos de los que pueden ser efectivos para un determinado auditorio. Por consiguiente, para el éxito de un intercambio dialéctico los participantes deben poseer cierta instrucción. De los objetivos del diálogo se desprenden algunas normas de conducta que deben observar los participantes:

- debe prestarse atención a los argumentos expuestos, y poca a quien los expone; - si nos parece que alguien dice la verdad, debemos reconocerlo; - si no, debemos oponernos con toda clase de argumentos.

Sócrates opone el diálogo que persigue la búsqueda del conocimiento a aquél en el que los participantes tratan de “conseguir que los presentes aprueben las tesis que sostienen”, propio de “los que carecen totalmente de instrucción”.

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3. DIAGRAMA

Analogía misantropía-misología.

La misantropía surge de la experiencia repetida de confiar en

alguien y descubrir que no es digno de esa confianza

La misología surge de la experiencia repetida de confiar en un argumento y descubrir

que es falso

El desconocimiento es condición necesaria de

la misantropía

↓ → ↓ El desconocimiento es condición necesaria de

la misología El desconocimiento de los seres

humanos es una causa de misantropía

El foro y el tema son análogos

El desconocimiento del arte de los razonamientos es una causa de misología

Si algo es producto de la ignorancia, es malo

↓ ↓ Si algo es producto de la ignorancia, es malo

La misantropía es mala La misología es mala

Argumento del misólogo.

A las mismas personas algunos argumentos les parecen a veces verdaderos y a veces

falsos

Por tanto

Porque

La verdad (y falsedad) no es una propiedad de los los argumentos

Si un argumento es verdadero, es evidente

para todos que es verdadero

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Contraargumento de Sócrates.

Algunos argumentos les parecen verdaderos algunas veces y otras no a las mismas personas; esas personas

juzgan sin el concurso del arte de razonar; hay argumentos verdaderos, ciertos y posibles de entender

Por tanto

Porque

Debemos esforzarnos por aprender a reconocer los argumentos verdaderos y

los falsos

Debemos aspirar al conocimiento de las cosas y los razonamientos

Reglas del diálogo.

La finalidad del intercambio dialógico es la búsqueda del conocimiento de la verdad

Por tanto

Porque

Se debe prestar atención a los argumentos expuestos, y poca a quien los expone;

si nos parece que alguien dice la verdad, debemos reconocerlo;

si no, debemos oponernos con toda clase de argumentos.

Esas reglas son instrumentales para la consecución de los

fines del diálogo