Piera Aulagnier Castoriadis (3)

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PIERA AULAGNIER CASTORIADIS- LA VIOLENCI DE LA INTERPRETACIÓN El encuentro con el padre. Lo que aparece ante la mirada del infans y se ofrece a su libido es el “Otro sin pecho” que puede ser fuente de un placer y fuente de afecto. El rasgo específico del encuentro con el padre reside en que no se produce en el registro de la necesidad; por ello el padre es el que abre la brecha entre la satisfacción de la necesidad del cuerpo y la satisfacción de la necesidad libidinal. Así el infans reconoce esta presencia como ajena a la necesidad. En una primera fase el infans busca y encuentra las razones de la existencia del padre en el ámbito de la madre. Ese “otro lugar” deseado por la madre es el que representa el padre en la escena, y es ese deseo el que le confiere su poder; En una segunda fase , el padre ocupa el lugar de quien tiene derecho a decretar lo que el hijo puede ofrecer a la madre como placer y lo que le está prohibido debido a que él desea a la madre y se presenta como el agente de su goce y de su legitimidad, por esta razón, el padre será visto como el objeto a seducir y como el objeto de odio. El objeto a seducir. Esperar convertirse en el deseado del padre es esperar desempeñar el mismo rol que la madre en el registro de su deseo: al decretar una igualdad entre el niño y la madre como objetos igualmente codiciados por su deseo, la mirada del padre permitiría que este atributo común se transforme en una prueba de identidad entre estos dos sujetos. Lo que el padre desea en mi es lo deseable en mi madre. Desear al padre, seducirlo, ser seducido por él, puede analizarse como la suma de las siguientes formulaciones: 1- Plantearse como el equivalente de lo que él desea en la madre, o sea, ser reconocido como idéntico a lo “deseable” que, de ese modo, ella demuestra que posee. 2- Conservar a la madre para sí al ofrecerse como un equivalente de placer. 3- Pagar con el precio de la seducción inducida y sufrida el derecho a seguir siendo parte activa de los objetos maternos. 4- El precursor del deseo de femineidad en el hombre reside en el deseo del poder identificar pene y deseabilidad de la mujer.

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PIERA AULAGNIER CASTORIADIS- LA VIOLENCI DE LA INTERPRETACIÓN El encuentro con el padre.

Lo que aparece ante la mirada del infans y se ofrece a su libido es el “Otro sin pecho” que puede ser fuente de un placer y fuente de afecto.El rasgo específico del encuentro con el padre reside en que no se produce en el registro de la necesidad; por ello el padre es el que abre la brecha entre la satisfacción de la necesidad del cuerpo y la satisfacción de la necesidad libidinal. Así el infans reconoce esta presencia como ajena a la necesidad.En una primera fase el infans busca y encuentra las razones de la existencia del padre en el ámbito de la madre. Ese “otro lugar” deseado por la madre es el que representa el padre en la escena, y es ese deseo el que le confiere su poder; En una segunda fase, el padre ocupa el lugar de quien tiene derecho a decretar lo que el hijo puede ofrecer a la madre como placer y lo que le está prohibido debido a que él desea a la madre y se presenta como el agente de su goce y de su legitimidad, por esta razón, el padre será visto como el objeto a seducir y como el objeto de odio.

El objeto a seducir. Esperar convertirse en el deseado del padre es esperar desempeñar el mismo rol que la madre en el registro de su deseo: al decretar una igualdad entre el niño y la madre como objetos igualmente codiciados por su deseo, la mirada del padre permitiría que este atributo común se transforme en una prueba de identidad entre estos dos sujetos. Lo que el padre desea en mi es lo deseable en mi madre.Desear al padre, seducirlo, ser seducido por él, puede analizarse como la suma de las siguientes formulaciones:

1- Plantearse como el equivalente de lo que él desea en la madre, o sea, ser reconocido como idéntico a lo “deseable” que, de ese modo, ella demuestra que posee.2- Conservar a la madre para sí al ofrecerse como un equivalente de placer.3- Pagar con el precio de la seducción inducida y sufrida el derecho a seguir siendo parte activa de los objetos maternos.4- El precursor del deseo de femineidad en el hombre reside en el deseo del poder identificar pene y deseabilidad de la mujer.

El objeto de odio. Esta fase del encuentro es sucedida por la necesidad de reconocer la diferencia de los sexos, el carácter no absoluto del poder materno y el poder que ejerce una potencia (la paterna) que asume una voz prohibidora y de una voz a la que la propia madre le obedece, cuya consecuencia será q esta voz dará sentido en lo real al odio sin objeto y lo indecible de un deseo de no deseo.Él comienza a hacer soportable el descubrimiento del engaño materno. Si ella no me desea, es porque obedece a un orden, el del padre. Esta racionalización permite la complicidad transitoria entre la madre y el niño, y transferir al exterior de su pareja el veredicto de una ley, inicialmente, inicua (mala). El “deseo de muerte” se transforma en “deseo de asesinato” encuentra un sustituto y un reaseguro: el anhelo de q muera es contrabalanceado por la imagen de una fuerza superior a la del niño.Esta imagen se vuelve tolerable a posteriori por la dimensión lúdica: al “voy a matarte” del niño, le sigue un “voy a comerte” del adulto, ocultando así la significación no metafórica q vehiculiza. Acerca de la culpabilidad Icc, llama la atención la importancia que se ha concedido al deseo incestuoso, como si este fuera la consecuencia lógica del deseo de poseer a la madre, en contraposición al escaso lugar otorgado al deseo de muerte del padre.

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En el Edipo el padre es un rival cuya muerte desea para quedarse junto a la madre; sin embargo, este es sólo la forma secundaria q de un deseo de muerte que lo ha precedido. Antes de ser el rival edípico, el padre se presenta ante la psique como lo “exterior a sí” de la causa de su impotencia p preservar sin falla un estado de placer, permitiendo q la pulsión de muerte quede presa de una razón del displacer q seria exterior al director de escena.En la escena de lo real aparece como el primer representante de los otros y de una ley que determina que el displacer sea una experiencia a la que no es posible escapar. Teniendo presente ese período anterior al anhelo edípico, marcado por un deseo de asesinato, se entiende la especificidad de la problemática del deseo del padre por el niño. Se comprenderán mejor los efectos de su presencia, de su ausencia y de su especificidad si se tiene presente el contexto que caracteriza a la paternidad:1- La incertidumbre para el padre de su rol procreador, la duda es siempre posible.2- La paternidad está ligada a una designación q, en nombre de la ley, rotula a aquel q puede ser llamado padre.3- En el niño, el padre encuentra la prueba de que su propia madre le ha transmitido un anhelo referente a su función y las layes de su transmisión. Se deduce de ello que el niño constituye para el padre un signo y una prueba de la función fálica de su propio pene.4- al darle el hijo, su mujer le muestra el deseo que tiene de transmitir una función que pasa de padre en padre. Al aceptar este don, el hombre puede considerar, finalmente, que su deuda frente a su propio padre ha sido pagada, deuda cuya carga recae ahora sobre su hijo. Como eco de la voz materna, resuena el discurso de los padres, asegurando la permanencia de la ley que rige el sistema de parentesco.

Al convertirse en padre, el sujeto corre el riesgo de entrever en el hijo que éste deseará su muerte. En la relación padre-hijo, la muerte estará doblemente presente: el padre del padre, es aquel que se ha querido matar, y el hijo propio, aquel que deseará la muerte de uno. Este doble deseo de muerte puede ser reprimido por a la conexión que se establece entre muerte y sucesión y entre transmisión de la ley y aceptación de la muerte. Será necesario que el deseo de muerte, reprimido en el padre, sea reemplazado por el anhelo cc de que su hijo llegue a ser, no aquel que lo arranque de su lugar, sino aquel a quien se lo da, el derecho a ejercer una misma función en un tiempo futuro. Lo que ofrece el padre a través de la mediación de su nombre, de su ley, de su autoridad, es un derecho de herencia sobre estos dones para que se los legue a otro hijo.En la relación del padre con la hija las cosas serán diferentes: ella corre menos peligro de suscitar en el padre el anhelo de odio reprimido. Por otra parte, a su muerte no es ella la que ocupará su lugar sino, eventualmente, su hijo. En algunos casos, el presentimiento del padre de que el anhelo de la niña, será seducirlo, favorece en él el deseo de ser seducido, deseo que le parece “inocente” (vemos como el padre al no haber podido despojar a su padre de su madre, despojara a la niña de todos los hombres)Si volvemos a la relación padre-hijo, diremos que sólo el hijo le puede garantizar que la ley y la función paternas tienen un sentido.La relación de carne es en sí misma sentido: se tiene la certeza de la persistencia de una función materna inmutable. No ocurre lo mismo con la función paterna: de su dependencia del hecho cultural se deduce que esta solo puede preservar su función en el sistema de parentesco si tiene la seguridad de que ha de continuar. Se ve eminentemente cuestionada si el hijo se niega a aceptar dicho legado. El niño es aquel a quien se le demuestra que aceptar la castración es tener acceso al lugar en el cual se descubre que nunca estuvo en juego la posibilidad de castrarlo, que sus temores eran imaginarios. Pero el acceso a ese lugar exige que el sujeto se descubra mortal: de q es el ocupante

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transitorio de un lugar que otro había ocupado y que otro ocupará después de uno. Para concluir, diremos que:1- El deseo del padre catectiza al niño como signo de que su propio padre no lo ha castrado ni odiado.2- A este precio el padre reconocerá que morirá, no a causa del odio del hijo ni para ser castigado por su odio hacia su padre, sino a causa de que, al aceptar reconocerse como sucesor y reconocer un sucesor, acepta legar en algún momento su función a este último.

Diferencia entre el deseo de la madre y el deseo del padre por el hijo:1- El deseo del padre apunta al hijo como sucesor d su función. Privilegia en el hijo el poder paterno.2- El narcisismo proyectado por el padre sobre el hijo se apoyará, en mayor medida que el de la madre, en valores culturales.3- El pasaje del niño al estado de adulto será experimentado en menor medida como una separación o una pérdida por el padre que por la madre. A través del hijo, lo que el padre catectiza es el sujeto futuro que, al ocupar un lugar análogo al suyo en el registro de la función, le ofrece un reaseguro en lo referente a su función paterna y a su rol de trasmisor de la ley. Pero se observan también los riesgos de una relación semejante y la rivalidad que suscita.

Concluye aquí nuestro análisis de las fuerzas que operan en la organización del microcampo familiar que constituye el espacio al que el Yo debe advenir.

El contrato narcisista.

Ultimo factor responsable de lo q se juega en la escena extrafamiliar.Poco se podría decir de la palabra materna y paterna si no se tuviese en cuenta la ley a la q están sometidas. El contrato nos confronta con el último factor q interviene en el modo de catectización del hijo por parte de la pareja.Esto es un bosquejo de la función metapsicológica q cumple el registro sociocultural. Designamos así al conjunto de instituciones cuyo funcionamiento presenta un mismo rasgo característico: lo acompaña un discurso sobre la institución q afirma su justificación y su necesidad.

1. La relación de la pareja con el niño lleva la huella de la relación con el medio social.

2. El discurso social proyecta sobre el infans la misma anticipación q la q caracteriza al discurso parental.

3. El sujeto busca en ese discurso referencias q le permitan proyectarse hacia un futuro, para q su alejamiento del primer soporte no se deduzca la perdida de todo soporte identificatorio.

4. El conflicto q pueda existir entre la pareja y su medio puede confirmar ante la psique infantil la identidad entre lo q transcurre en la escena exterior y su representación fantaseada de una situación de exclusión. La opresión social sobre la pareja o la posición dominante q la pareja ejerza sobre ella, desempeñara un papel en el modo en q el niño elaborará sus enunciados identificatorios.

El discurso del conjunto

Representamos al grupo social –conjunto de sujetos q hablan la misma lengua, regido por mismas instituciones y por una misma religión- como el conjunto de las voces presentes. Los enunciados q pronuncia se encuentran aquellos q definen la realidad del mundo, la

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razón de ser del grupo: son los enunciados de fundamento o fundamento de los enunciados, estos pueden ser míticos sagrados o científicos, cuya función de fundamento es una condición absoluta p q se preserve una concordancia entre el campo social y lingüístico. Se requiere que puedan ser recibidos como palabras de certeza, a su vez todo modelo social propuesto o impuesto concordará con los ideales de quienes lo defienden.Todo subgrupo en conflicto se constituye alrededor de un modelo propio, lo cual tendrá repercusiones en el efecto anticipatorio del discurso de los otros sobre el infans.Una 1º característica de este discurso reside en q comporta enunciados referidos al origen del modelo (voz divina, el mito del hombre mono).Cuando el Yo repite el discurso sagrado, se concede el derecho de reivindicar a priori el reconocimiento del grupo de su verdad y de excluir al contradictor q rechaza una certeza compartida por el conjunto.

El contrato narcisista

La existencia de un grupo implica q los sujetos acepten como verdadero un discurso q afirma lo fundado de las leyes q rigen su funcionamiento.Al adherir al campo social el sujeto se apropia de una serie de enunciados q su voz repite, esta repetición le aporta la certeza de la existencia de un discurso en el q la verdad del pasado está garantizada, como tb así la de un futuro.Toda descatectización del 1º repercutirá sobre el 2º. Si pierde la certeza del origen, pierde el punto de apoyo q el enunciante encuentra, apoyo para q el discurso se ofrezca como lugar con la siguiente característica: la de q la posibilidad de q una verdad encuentre sitio en él, esté garantizada por el asentimiento del conjunto de las voces. A convertirse en apropiación del sujeto, el discurso de lo sagrado catectiza al sujeto como sujeto del grupo.El conjunto real representado por el conjunto de las voces se preserva mientras la mayor parte de los miembros catectizen un mismo ideal: un conjunto en q el sujeto pueda proyectarse en el lugar de un sujeto ideal.El sujeto ideal refiere al sujeto del grupo. El grupo espera q el sujeto retome lo q enunciaba una voz q se ha apagado y asegure así la inmutabilidad del grupo.El sujeto ve en el grupo el soporte a una parte de su libido narcisista, por eso su voz se añade al coro, a cambio de ello el grupo reconoce q solo puede existir gracias a lo q la voz repite.El contrato narcisista se instaura gracias a la precatectización por parte del conjunto del infans como voz futura q ocupará el lugar q se le designa.P la existencia del conjunto es necesario la presencia de un modelo ideal q atraiga hacia sí una parte de la libido narcisista de los sujetos.El contrato tiene como signatarios (firmantes, suscritos) al niño y al grupo.El discurso d conjunto le ofrece al sujeto una certeza acerca del origen, necesaria p q la dimensión histórica sea proyectable sobre su pasado, cuya referencia no permitirá q el saber materno o paterno sea su garante suficiente. El acceso a una historicidad es un factor esencial en el proceso identificatorio, indispensable p q el Yo alcance autonomía.Lo q el conjunto ofrece al sujeto singular inducirá al sujeto a transferir una parte de la apuesta narcisista, catectizada en su juego identificatorio, sobre este conjunto q le promete una “prima” futura.

BELLOMO MARIA JESUS (LEG. 89894/7)