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Forjadores de la ciencia en la UNAM

Dr. Juan Ramón de la FuenteRector

Lic. Enrique del Val BlancoSecretario General

Mtro. Daniel Barrera PérezSecretario Administrativo

Dra. Arcelia Quintana AdrianoAbogada General

Dr. René Drucker ColínCoordinador de la Investigación Científica

Universidad Nacional Autónoma de México

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Barbarín Arreguín Lozano

Forjadores de la ciencia en la UNAM

Barbarín Arreguín LozanoInstituto de Química

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Forjadores de la ciencia en la UNAM

Dr. René Drucker ColínCoordinador de la Investigación Científica

Ing. Jorge Gil MendietaSecretario Académico

Dr. Raúl Herrera BecerraSecretario de Investigación y Desarrollo

Lic. Marcela Mendoza FigueroaSecretaria Jurídica

Sra. Alicia Mondragón HurtadoSecretaria Administrativa

Coordinación de la Investigación Científica

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Barbarín Arreguín Lozano

México, 2003

Forjadores de la ciencia en la UNAMCiclo de conferencias «Mi vida en la ciencia»

Julio 1° de 2003

Barbarín Arreguín LozanoInstituto de Química

En los 30, de provincia al Ph.D.

Jesús KumateUnidad de Bioquímica, Hospital de Especialidades,

1er piso, Centro Médico Siglo XXI

Barbarín Arreguín Lozano,Ph.D. (Bioquímica)

Universidad Nacional Autónoma de MéxicoCoordinación de la Investigación Científica

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Forjadores de la ciencia en la UNAM

Eminentes investigadores del Subsistema de la InvestigaciónCientífica que el 25 de abril de 2003 recibieron de manos del Rector,doctor Juan Ramón de la Fuente, el reconocimiento«Forjadores de la ciencia en la UNAM» participan en el ciclo deconferencias «Mi vida en la ciencia», que tiene lugar en laSala del Consejo Técnico de la Investigación Científica.Estos cuadernillos recogen las conferencias preparadas porestos investigadores y las semblanzas que sobre ellos hanaportado otros científicos.

D.R. © 2003, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Coordinación de la Investigación Científica,Circuito Exterior, Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F.http://www.cic-ctic.unam.mx

ISBN (colección): 970-32-0849-5ISBN (volumen): 970-32-0838-X

Impreso y hecho en México

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Barbarín Arreguín Lozano

En los 30, de provincia al Ph.D.

Barbarín Arreguín LozanoInstituto de Química

Nací en Silao, Guanajuato, pueblo agrícola. Allí, por alguna razón inexplica-ble, habían eliminado los dos últimos años de la primaria en las escuelas ofi-ciales; así que, a partir del 5° año, tuve que continuar mis estudios en Guana-juato, capital del estado (fig. 1), prosiguiendo en esa ciudad los de secundaria,en el entonces Colegio del Estado (fig. 2), ahora convertido en Universidad deGuanajuato. Los estudiantes de Silao, entre ellos mi hermano Julio, tres añosmayor, tomábamos el domingo por la tarde un tren conocido como “La Burrita”(fig. 3) y regresábamos el viernes o sábado siguiente, y algunas veces lo ha-cíamos en el camión que llevaba leche a Guanajuato.

En la ciudad de Guanajuato viví con unos parientes. La revolución cristeracontinuaba; me tocó presenciar el ataque cristero a Guanajuato (18 de marzo de1928)1 y, una noche, regresando en el camión a Silao, nos topamos a corta dis-tancia con un contingente cristero, que a caballo cruzaba el camino. Se dirigíanal Cubilete y a la sierra de Guanajuato. Nos bajamos el chofer, un compañero yyo; abandonamos el transporte y nos escondimos en una hondonada, hasta queel contingente terminó de cruzar. Menudo susto, para un niño de once años.

Mi padre y mi abuelo paterno, ambos con mi mismo nombre de pila yoriundos de la capital del estado, los dos químicos farmacéuticos, habían emi-grado a Silao después de la inundación que asoló Guanajuato a principios delsiglo XX. Mi madre, Amelia Lozano, antes de casarse había sido maestra y di-rectora de una primaria para niñas en Guanajuato. Mi familia es muy nume-rosa (fig. 4). Deduzco que mi interés por el estudio, y en particular por la quí-mica, lo obtuve por el ambiente familiar que viví, y dejo constancia sobre lasdificultades de los jóvenes de provincia para estudiar en esa época.

El Colegio del Estado tenía solamente tres licenciaturas: Leyes, Ingenie-ría de Minas y Farmacia y, cosa insólita, contaba ya con algunos profesores detiempo completo. En ese colegio estudié la secundaria (fig. 5).

Expliqué a mis padres que no deseaba ser farmacéutico ni continuar conla tradición y negocio familiares, así que partí para la Ciudad de México, don-

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Fig. 1. En Silao, Guanajuato. Inicio del cuarto año de primaria en laEscuela Oficial Elemental, con el maestro. Soy el que sostiene la pizarradel lado derecho.

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Fig. 2. Patio de estudio del Colegio del Estado de Guanajuato.El que está de frente, con el libro abierto, es Julio Arreguín Lozano.

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Fig. 3. «La Burrita». Locomotora que nos transportaba de Silao aGuanajuato. Aparezco sentado arriba, del lado izquierdo.

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Fig. 4. Foto familiar. Abuela, padres y hermanos mayores, algunos yacasados. Estoy sentado al frente, entre mi hermano menor y un sobrino.

Fig. 5. Grupo de tercer año de secundaria, con el maestro de química.Estoy sentado al frente del lado derecho (en medio).

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de mi hermano Julio estudiaba medicina. Me inscribí en la Escuela NacionalPreparatoria, en San Ildefonso, al término de la cual proseguí estudios profe-sionales, en la Escuela Nacional de Ciencias Químicas, situada en Tacuba.

Mis maestros fueron Fernando Orozco, Francisco Díaz Lombardo, Marce-lino García Junco, Pablo Hope, Praxedis de la Peña, Manuel Mascot, M. Lom-bera y Lugo, Efrén Fierro y otros, de gratos recuerdos. Casi todos habían he-cho estudios, en la década anterior, en Europa, sobre todo en Alemania eInglaterra, países de reconocida tradición en química; creo que fueron envia-dos en grupo, por el presidente Álvaro Obregón.

Siendo la química una materia eminentemente experimental, se requeríarealizar prácticas de laboratorio. El ambiente era muy agradable (aulas, labo-ratorios, jardines y hasta un frontón). El estudiantado incluía a gran númerode compañeras, que cursaban Farmacia; los hombres predominaban en las ca-rreras de Química e Ingeniería Química y existía otra carrera, más corta, queera Metalurgia.

Estudié Química, pero mis planes eran continuar estudios avanzados en elextranjero. Esto lo logré en forma semejante a como lo hicieron nuestros ante-riores maestros, ya que Roberto Trauwitz Amézaga, ayudante del presidenteManuel Ávila Camacho, le habló de mí, y obtuve una cita con el presidente,en la cual le expuse mi interés por estudiar química agrícola en los EstadosUnidos. Fertimex no existía, ni había fábricas con el método de Haber paraproducir amoniaco, haciendo reaccionar N con H en presencia de un cataliza-dor, a muy altas presiones.

El presidente Ávila Camacho gentilmente accedió y allí mismo, en Pala-cio Nacional, dio instrucciones al secretario de Agricultura, Marte R. Gómez,para que esa dependencia me otorgase la beca. El monto era de 1 800 dólaresal año, que cobraba en cheques mensuales expedidos por la Oficina Fiscal deHacienda de México en Nueva York, y que recogía en el consulado de LosÁngeles; de allí pagaba la colegiatura, que entonces era de 540 dólares, y elresto me alcanzaba justo para mis otros gastos.

Fui afortunado, porque el ingeniero Eduardo Morillo Safa, oficial mayor,sugirió el Instituto de Tecnología de California como mejor opción, dándomeuna carta de presentación para el profesor Frits Went, a quien, supongo, conocíay, además, verbalmente me dijo que México estaba interesado en estudios so-bre guayule (Parthenium argentatum, Gray). Esto ocurría a mediados de 1943,durante la Segunda Guerra Mundial. Meses antes, el presidente Franklin D.Roosevelt se había entrevistado con su homólogo mexicano, Manuel Ávila

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Camacho, en Monterrey, México, en marzo de 1943 (fig. 6); éste ya había per-mitido que se explotase en forma racional y exportase a los Estados Unidos elguayule mexicano (arbusto silvestre que contiene hule natural), nativo en elnoroeste de México, para extraer el hule, y así suplir este valioso recurso, yaque los japoneses se habían posesionado de las inmensas plantaciones de Heveabrasiliensis (conocido como el árbol que cambió el mundo) del sureste asiático y,entonces único productor de hule natural, indispensable para el esfuerzo béli-co. Aquí cabe señalar que esta guerra actuó de catalizador para incrementar laproducción, en gran escala, de hule sintético.

Con esa carta de presentación y sin pedir ningún anticipo, me dirigí, conmis limitados recursos, por ferrocarril, a Los Ángeles, California, prosiguiendode inmediato a Pasadena.

Como el que trabajaba sobre guayule en el Instituto de Tecnología de Ca-lifornia, o Caltech, era el profesor James Bonner (fig. 7), joven y entusiasta fi-siólogo y bioquímico vegetal, Went me turnó con él, quien me aceptó de inme-diato, aunque me indicó que debería de pasar un examen de conocimientosgenerales, y sólo entonces sería aceptado formalmente por esa institución pararealizar un doctorado. Superé, a los dos meses, con éxito este requisito y le co-menté a Bonner que mi interés era obtener el doctorado y no necesariamente

Fig. 6. Los presidentes Franklin D. Roosevelt y Manuel Ávila Camacho,durante la visita del primero a México. Banquete en Monterrey. Roberto

Trauwitz interpreta lo que la Sra. Roosevelt le comenta a Ávila Camacho.

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hacer una tesis sobre guayule. Paraentonces, los norteamericanos te-nían en ejecución en California,Arizona y Texas el macroproyecto“Emergency Rubber Project”.

Al año y medio de mi estanciaen Pasadena recibí un telegrama,donde se me informaba que mi ma-dre estaba gravemente enferma, enSilao, y, a petición de Bonner, Cal-tech me reservó de inmediato espa-cio en un vuelo de American Air-lines (única compañía que volabade Los Ángeles a la Ciudad deMéxico, con una escala en Monte-rrey), gestión difícil si la hubieratramitado personalmente, por lapremura y los tiempos de guerra.Alcancé a ver mi madre, aunque

dudo que me hubiera reconocido; falleció a la semana siguiente, dejando a mipadre y hermano menor muy abatidos. Regresé por ferrocarril a Pasadena acontinuar mis estudios, con mayor ímpetu, sabiendo que mi madre, en vida,deseaba fervientemente que yo me graduase. Por ese tiempo llegó a CaltechAlberto Sandoval Landázuri, compañero de generación, para una estancia deinvestigación con el doctor Laszlo Zechmeister, del Departamento de Química,y cuyo director era Linus Pauling (fig. 8).

Por razones de la Segunda Guerra Mundial, Caltech y otras universida-des tenían en marcha programas acelerados, llamados V-12, para cadetes de laMarina, que realizaban el Bachelor of Science en tres años, en vez de cuatro, ypodíamos ver a estos alumnos en el campus, marchando uniformados y asis-tiendo a clases; jóvenes que, al concluir sus estudios, serían incorporados comooficiales de la Marina y enviados a la guerra en Europa y Asia.

Todos los profesores realizaban investigación; eran magníficos académi-cos. Los edificios, laboratorios, aparatos y equipo eran de lo mejor; material devidrio con juntas esmeriladas, reactivos en abundancia, bibliotecas bien dota-das. Era notable la diferencia, en comparación con los recursos limitados de laentonces Escuela Nacional de Ciencias Químicas de la UNAM.

Fig. 7. James Bonner, miasesor del doctorado.

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No obstante, eran tiempos difí-ciles, los astilleros y las grandes fá-bricas fueron convertidos, para pro-ducir barcos, aviones, tanques,camiones, jeeps, vehículos blindados,armas y municiones. Las mujeresse incorporaron al esfuerzo bélico,ocupando puestos que antes erandesempeñados por hombres. Exis-tía un racionamiento estricto de ga-solina, teníamos libretas de racio-namiento, con timbres, para laadquisición de carne (red points) ysólo uno para la compra de un parde zapatos al año. Tenía que reno-var mi tarjeta de estudiante no in-migrante cada seis meses, para noser reclutado. Afortunadamente, mibeca era mexicana; sin embargo,todo este periodo fue una experien-cia inolvidable.

Caltech mismo estaba involucrado en investigaciones secretas en variasáreas, que eran vigiladas por soldados y a las que sólo tenía acceso personalautorizado. Estuve allí durante el fin de la guerra en Europa y, por la prensa,me enteré de que las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasakiterminaron el conflicto en Asia (1945) y pude darme cuenta del asombro y elsentir que al respecto hubo en el ambiente científico.

Tomé clases y seminarios con J. Bonner, Henry Borsook, Linus Pauling,Alfred Sturtevant, Sterling Emerson, Ernest Anderson, F. Went, RobertEmerson, A. Hagen-Smit y F. MacGinitie; seis de ellos fueron sinodales en miexamen doctoral (fig. 9). Aprobé los exámenes de traducción de alemán y fran-cés al inglés, que no fueron fáciles y que eran obligatorios para ser candidatoal grado. Recuerdo haberle preguntado al profesor Judy, del Departamento deIdiomas, si me permitía hacer la traducción al español, a lo que me contestó:“¿y quién va a calificarle?”; tenía razón. Trabajando en mi tesis aun durantelas vacaciones de verano, logré obtener mi doctorado en tres años de intensa yfecunda actividad (1943-1946).

Fig. 8. Linus Pauling.

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Recuerdo que, unsábado por la tarde, en elcampus, al dirigirme apie a mi laboratorio, el116 del Kerckoff Biolo-gical Laboratories, visentado en una bancadel jardín al rector, Ro-bert Millikan (premioNóbel de Física por ha-ber medido la carga delelectrón). Al pasar frentea él, me hace un ade-mán, llamándome; pre-gunta mi nombre, dedónde era y qué estudia-ba: esta anécdota mequedó grabada. Mi es-tancia, todo el tiempo,fue muy agradable; éra-mos pocos alumnos deldoctorado. Mi tesis doc-toral, intitulada “Meta-bolismo de Carbohidra-tos en la papa”2, ha sidocitada desde su publica-ción hasta la década delos noventa.

Antes de graduarme, recibí una oferta de trabajo, como investigador en elInstitute of Tropical Agriculture de E.U., con sede en Puerto Rico, misma queno acepté, pues sentía que había mucho por hacer en México y quería, ademásde aportar algo, agradecer a los que me ayudaron e hicieron posibles mis estu-dios en aquel país. Crucé la frontera, de regreso a México, justo el primer do-mingo de julio de 1946, día de las elecciones donde resultó electo presidenteMiguel Alemán. Ya en la capital, me presenté en Agricultura, ofreciendo misservicios y gratitud. Morillo Safa ya no estaba; supe que, para entonces, era se-nador. Los altos funcionarios no me hicieron caso; se percibían ya cambios en el

Fig. 9. Calendario semanal dondeaparecen la fecha de mi examen doctoraly los nombres del jurado.

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Gobierno. Aproveché los meses siguientes en la búsqueda de algún empleo, enGuanos y Fertilizantes, Comisión del Maíz, etc., sin que se concretara nada.

Finalmente, y después de meses, logré ver a Ávila Camacho, ya como ex-presidente, en su casa de avenida del Castillo. Me hizo ver que mi futuro noera en el Gobierno, así que le comenté que recientemente se había inauguradouna fábrica de papel kraft en Atenquique, Jalisco. Mandó escribir una carta derecomendación, dirigida a Aarón Sáenz, presidente del consejo de administra-ción de la Compañía Industrial de Atenquique, y le pidió a Roberto Trauwitz,quien continuaba trabajando con él, que me acompañase a las oficinas de Azú-car, S.A. Allí el licenciado Sáenz me entregó otra carta de recomendación, diri-gida al director técnico de la fábrica. Con ella me dirigí a las oficinas de esaempresa en México. Me atendió un abogado y, al ver la carta y la firma, sor-prendido, me preguntó mi profesión; le mostré mi diploma de Ph.D., y me con-testó que en esa industria no necesitaban doctores en filosofía. Con tacto, leaclaré sobre el significado del grado y le indiqué que mi investigación y eltema de mi tesis eran sobre el metabolismo de carbohidratos en la papa, que lacelulosa era uno de ellos, y que mi preparación sería de utilidad. Me añadióque allí no encontraría metabolismo. Traía en mi bolsillo el telegrama deBonner con una oferta para trabajar en E.U.; se lo enseñé y me dijo complaci-do: “acepte el empleo; allá ganará más dinero”, y le repliqué que deseaba po-ner mis conocimientos al servicio de mi país. Nunca entendí el antagonismo deesa persona. Le dejé la carta, para que la leyese el ingeniero Aniz, director dela fábrica, a quien esperaban en México la semana siguiente. Quedó, formal-mente, de avisarme por teléfono sobre una cita; esperé pacientemente, mástiempo del plazo acordado, pero nunca me llamaron.

Como dije arriba, el profesor Bonner, quien estaba enterado de mi situa-ción, de mis gestiones infructuosas y larga espera, me envió una carta y, des-pués, un telegrama, en enero de 1947, ofreciéndome un puesto académico comoresearch fellow en Caltech y como su colaborador en un proyecto para elucidar labiosíntesis de hule en el guayule, estipulando el salario, y por el tiempo que yoquisiera, acepté y partí poco después a California.

Con el tiempo, he considerado esta nueva expatriación, por casi cuatroaños, como benéfica y muy valiosa para mi futuro; realicé investigación defrontera, obtuve más experiencia y conocimientos, y considero que fui más útila mi regreso a mi país. En el aspecto personal, durante mi larga espera en laCiudad de México, tuve el tiempo para cortejar a la que, a la fecha, es mi espo-sa, y lo ha sido por cincuenta y cinco años. Volví a México en mis primeras va-

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caciones, esta vez en coche propio, a contraer matrimonio, y formamos nuestrohogar en Pasadena. Fuimos recibidos con afecto por mis profesores, sus espo-sas y mis amigos.

Caltech es una institución privilegiada que, a la fecha, acumula 30 pre-mios Nóbel; está enfocada al posgrado y a la investigación; su población parael College, en cincuenta y nueve años, ha aumentado muy poco, y el ingreso esmuy competido; aunque la colegiatura es muy alta, existen numerosas becaspara los que aprueban el examen de admisión. Los buenos alumnos no se que-dan fuera. A ella la considero mi segunda alma máter.

A mi llegada a Caltech, se planeó la estrategia a seguir; primero, aplican-do posibles precursores disueltos en el agua de riego de plantitas de guayulecultivadas en arena estéril3; después iniciamos el cultivo de trozos del tallo,esterilizados, que es donde se acumula el hule, induciendo la formación de ca-llos, con gran proliferación de células y suministrando los precursores al me-dio de cultivo, analizando después de un tiempo incrementos en la síntesis de

Fig. 10. Research fellow en Caltech, con cultivos de callos de tallode guayule, para el estudio de la biosíntesis de hule natural (1947).

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hule. Este trabajo4 es considerado, quizá, el primero en donde se emplea latécnica de cultivo de tejidos para la biosíntesis de un metabolito secundario,en este caso hule (fig. 10). Finalmente, fue posible conseguir carbonato de ba-rio marcado con carbono-14, generosamente suministrado por el doctor H. A.Barker, el que convertí microbiológicamente en acetato doblemente marcado y,más tarde, con lotes de acetato carbono-14, ya de fuentes comerciales, prose-guimos nuestros estudios. Los radioisótopos comenzaban a ponerse de moda yeran accesibles. El hallazgo del carbono-14 y su aplicación abrió posibilidadesinmensas en la química orgánica y la bioquímica. Reportamos la incorporaciónde acetato carbono-14 a hule, estableciendo que éste es el precursor y primerpaso de la biosíntesis de este cis-polisoprenoide5. Se publicaron (1949-1951)una serie de trabajos que han sido muy citados. Konrad Bloch (más tarde reci-piendario del Nóbel) por ese tiempo reportó la biosíntesis del colesterol, tam-bién a partir de acetato marcado. En 1959, ya en la UNAM, invité a este in-vestigador para impartir un curso sobre esteroides y su biosíntesis. Lasinvestigaciones sobre colesterol han recibido hasta ahora 13 premios Nóbel; esla molécula pequeña más condecorada en biología (Lehninger, Principles ofBiochemistry, segunda edición, 1993, página 255).

En los Estados Unidos me inicié en la docencia y en Caltech era miembrodel personal académico; pertenecí al club de profesores, presenté mis investiga-ciones en congresos de la American Association for the Advancement ofScience, etc. Asistí a los seminarios departamentales, al Biology Luncheon, quese celebraba en el Athenaeum una vez al mes, disfruté de la vida académica deuna institución de alto prestigio y de la compañía y amistad de prominenteshombres de ciencia. Formé parte de la Anaximandrian Society y me uní a laSociedad Sigma Xi, de la cual, años después, fui presidente del Club México.

Regresé a México a fines de 1950, en automóvil, con mi esposa e hija, ycon un pequeño remolque, para mis pocos enseres; de nuevo a tratar de esta-blecerme en mi país y, por suerte del destino, mi primer empleo fue enAtenquique, que tenía otra administración. Fui contratado como jefe del labo-ratorio de control. La fábrica de papel estaba ubicada junto al río Atenquique;el poblado para los empleados estaba localizado en una colina cercana, conmodernas casas amuebladas, con jardines, una alberca y un pequeño hotelpara solteros y visitantes; hermoso lugar, con el volcán de Colima a la distan-cia. El trabajo era rutinario, pero de alta responsabilidad. Hubo un pequeñoincendio en el almacén, que se pudo controlar y sin víctimas. Pero yo realmen-te deseaba un empleo haciendo investigación y añoraba la vida académica.

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Bonner, de nuevo, vino al rescate. No sé como se enteró de que habíannombrado al doctor Abraham White (de la Universidad Rockefeller y autorde un libro de bioquímica) director del recién creado Departamento de Bio-química de Syntex-México, y me indicó que me pusiera en contacto con él. Porteléfono, me comuniqué con Juan Berlín, quien me dijo que me esperaban enMéxico, y dije adiós a Atenquique, en diciembre de 1951. Llegué a la Ciudadde México y, como era sábado, el doctor White se encontraba con su esposa yotro matrimonio en el hotel Hacienda Vista Hermosa, de Morelos, junto a laalberca y en traje de baño. Al verme, me dice: “póngase un traje de baño yplaticamos”, y le dijo a un empleado: “consígale uno”, Así era, de sencillo, eldoctor White y quedé contratado. Nos cambiamos de Laguna Mayrán a unedificio nuevo, en Lomas de Bezares, que, por cierto, inauguró el presidenteMiguel Alemán con gran bombo y festejos.

El segundo periodo en la industria fue más interesante. La empresa Syn-tex era líder mundial de esteroides. Recuerdo que otra firma farmacéutica lehizo un pedido de diez toneladas de progesterona. Hice investigación indus-trial que no se publicó, quizá para su protección. Recuerdo que Syntex obteníala diosgenina del barbasco directamente, por hidrólisis, sin prestar atención ala dioscina; así que aislé y purifiqué el glicósido y, con Carlos del Río (†), lahidrolizamos y analizamos su contenido y composición de azúcares porcromatografía en papel, técnica vigente entonces. Encontramos 1 mol de glu-cosa y 2 de ramnosa. Cabe imaginar las toneladas de glucosa y ramnosa que setiraban al caño en Syntex. Este pequeño trabajo no se publicó y, unos añosdespués, Tsukamoto6 lo reportó, corroborando nuestros datos. En Syntex per-manecí dos años y medio (enero de 1952 a junio de1954).

Con la creación del Instituto de Química, en 1941, se inició un polo de de-sarrollo de la investigación química en la UNAM, y el cambio a Ciudad Uni-versitaria representó también un hito para la investigación en ésta y otrasáreas. A partir de 1954, se impulsó la contratación de personal de investiga-ción de tiempo completo. El doctor Alberto Sandoval, director del Instituto deQuímica, me ofreció un puesto de investigador. El Instituto se estaba cambian-do de Tacuba a la Torre de Ciencias de Ciudad Universitaria (CU), a nuevos ymodernos laboratorios, situados en los pisos once, doce y trece, con mesas delaboratorio Hamilton de madera, adquiridas por un cuantioso donativo de laFundación Rockefeller, concedido por gestiones de Sandoval con el doctorHarry Miller, de la Fundación. Me sentí muy complacido y afortunado: des-pués de tres años y medio de incursionar en la industria, iba a ver realizadas

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mis aspiraciones y regresaría a las mieles de la vida académica, que había dis-frutado por casi siete años en Caltech. Sandoval, en julio de 1954, me dio a es-coger un laboratorio en el piso 12. Mis primeros seis meses fueron pagadoscon el donativo de la Fundación Rockefeller y, de febrero de 1955 en adelante,se me pagó con el presupuesto de la Universidad.

Ya en CU, en la Torre de Ciencias, que albergaría a casi todos los institu-tos, y con el compromiso de empezar la investigación bioquímica en el Institu-to de Química, que ya tenía prestigio, tradición y reconocimiento internacio-nal en el estudio de productos naturales provenientes de la rica floramexicana, esta tarea era un gran reto.

Estimo conveniente hacer un análisis de las condiciones que prevalecíanen 1941 y, para ello, uso lo que escribió el doctor Sandoval al término de sularga gestión como director: “El primer director fue el doctor Fernando Orozcoy jefe de Investigación el doctor Madinaveitia, español refugiado y antiguoprofesor de la Universidad de Madrid. El Instituto inicia sus actividades enun pequeño edificio dentro de la Escuela Nacional de Ciencias Químicas, elcual consistía de dos pequeños laboratorios con pocos matraces, vidriería y pe-queñísima biblioteca, con algunos libros. El edificio fue construido con ayudade El Colegio de México y del Banco de México. Se invitaron alumnos que ha-bían terminado con buen éxito sus estudios en la Escuela, interesados en dedi-carse a la investigación y en trabajar como ayudantes del doctor Madinavei-tia”7. El primero de esos alumnos fue el doctor Sandoval. Los alumnos y elpersonal, en 1953, aparecen en la figura 11.

Sandoval salió a una estancia de investigación a Caltech; a su regreso, lascondiciones mejoraron, ya que los Laboratorios Syntex solicitaron al Institutoque hiciese investigaciones puras en el campo de los esteroides y empezó a su-ministrar elementos para ese trabajo: disolventes, reactivos, análisis, asesoríatécnica y ayuda económica, que fue en aumento a través de los años. Poco des-pués, se aprobó la construcción de Ciudad Universitaria, siendo la Torre deCiencias el primer edificio que se terminó; éste fue un gran esfuerzo del Go-bierno de México. La Fundación Rockefeller otorgó un fuerte donativo para laadquisición de equipo y el rector, Nabor Carrillo Flores, obtuvo presupuestosque permitieron contratar de tiempo completo a todo el personal del Institutode Química. Con el rector Ignacio Chávez se logró un aumento en el salario delos investigadores y se obtuvo un empréstito para mejorar el equipo en CU.

Un factor decisivo para su desarrollo fue el que la Universidad enco-mendara al Instituto los estudios superiores para obtener el grado de doctor

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en Ciencias, lo que obligó al Instituto a mejorarse, enviando alumnos al ex-tranjero para prepararse y así elevar el nivel de los cursos de doctorado. Elprimer doctorado del Instituto se otorgó en 1947, al alumno Alberto Sandoval.

Durante la valiosa gestión de Sandoval como director del Instituto deQuímica, que duró 18 años (1953-1971), y con una visión clara del futuro, seinició su transformación y, añadiría yo, su modernización, a la cual consagrasu absoluta dedicación. Se inicia la adquisición de equipo: espectrofotómetrosde UV e infrarrojo; después, aparatos de resonancia y espectrómetros de ma-sas, etc., con los cuales nunca antes se había contado. Para la biblioteca, se ad-quieren colecciones completas de revistas en química y, a petición mía, se com-pran las revistas especializadas en bioquímica, transformándose en la mejorbiblioteca en química del país. Las áreas de investigación se ampliaron, deProductos Naturales y Síntesis Química, a Bioquímica, Fisicoquímica, Quími-ca Inorgánica, etc. Se invitaron a varios profesores extranjeros, por años. Aldoctor Alberto Sandoval se le deben las bases firmes de este instituto, el cualestuvo otorgando los doctorados en Química hasta 1962. Poco después de miingreso, inicié la docencia en bioquímica para el doctorado en Química; des-pués lo hice en la Facultad de Ciencias y en la Escuela de Química.

En mis primeros trabajos aproveché la excelente infraestructura existentepara el trabajo químico. Diseñé celdillas de polietileno, para usarse en el in-frarrojo con soluciones acuosas que contenían reacciones enzimáticas y, en es-pecial, para la transaminasa.

Los primeros aparatos que se adquirieron fueron una centrífuga Sorvall,de mesa, que, como no era refrigerada, la usaba en el cuarto frío y un aparatode Warburg, marca Braun. Con él estudié la D-aminoácido oxidasa y sucinética; también la glioxalasa, y busqué enzimas en variedades de chile y se-millas. Es decir, continué investigando en el área de enzimas, muy de moda enlos años cuarenta y cincuenta; además, amplié mis estudios a enzimas de in-sectos. Las primeras tesis de licenciatura que dirigí llevan los números 40 y 44del registro del Instituto.

A mediados de los años cincuenta, estando yo trabajando con el Warburg,Humberto Estrada abre la puerta de mi laboratorio y, asomándose, me dice envoz baja: “Viene conmigo María Félix”. “No te creo”, le contesté. En efecto,detrás de él venía Elena Carrillo, esposa del rector Nabor Carrillo, acompaña-da de la artista, muy guapa. Ésta se mantuvo observando, maravillada, el apa-rato, que parecía un robot, e hizo muchas preguntas. Estuvo más tiempo en milaboratorio que en otros que visitaron.

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Un tema recurrente ha sido elestudio de las enzimas del látex dehevea y su función; en particular, dela glicólisis y del ciclo de las pento-sas, ahora más conocido como PPP(pentose phosphate pathway).

En 1958, fui aceptado para unaestancia en el Instituto Max-Planckde Química Celular. Con una becaposdoctoral de la Fundación Rockefe-ller y otra complementaria de laAlexander von Humboldt, me dirigía Alemania. Su director, Feodor Ly-nen, por carta, me sugirió que traba-jase de nuevo en la biosíntesis dehule, dada mi experiencia en bioquí-mica vegetal, pero esta vez emplean-do isopentenilpirofosfato-carbono–14 (IPP) como precursor, que él mesuministraría, y látex de Hevea brasi-liensis. Estando allá, Bonner, mi anti-guo asesor del doctorado, reportó en

el J. Biol. Chem. la incorporación de ácido mevalónico (metil valónico) radioacti-vo a hule en el látex de hevea y después, Lynen y yo, la conversión de IPP car-bono-14, a hule, completando así la ruta de su biosíntesis, usando látex fresco co-lectado de arbolitos de hevea que fueron enviados por avión desde África aMunich8.

Desde de que conocí a Lynen (fig. 12), establecimos una amistad firme.Al llegar, enterado de que mi familia (esposa y cinco hijos, el más pequeño deseis meses) permanecían en México, me insistió en que me quedase a vivirdentro del Max-Planck, en la única habitación para visitantes, durante los cua-tro meses de mi permanencia, añadiendo que, si alguien más llegara, lo man-daría a un hotel. Acepté su generosa oferta. Esto ocurría en Karlstrasse, den-tro de la ciudad. El nuevo Instituto Max-Planck en Martinsried, en lasproximidades de Munich, tiene instalaciones fabulosas. Lynen, ya como pre-mio Nóbel (1964), nos visitó en México tres veces; recuerdo que, en su prime-ra visita, yo tenía fracturada la clavícula y no podía manejar; le pedí al doctor

Fig. 12. Feodor Lynen, director delInstituto Max-Planck, Munich.

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Guillermo Soberón (entonces director del Instituto de Investigaciones Biomé-dicas) que, en su coche, fuésemos al aeropuerto a recogerlo. Pasamos por el Zó-calo y Lynen vio el México antiguo y los preparativos para las fiestas de la In-dependencia. En 1976 escribí un artículo en el libro homenaje a Lynen porsus 65 años (fig. 13); en él le relato en broma que su propuesta, de 18 años an-tes, de que viviese dentro del antiguo Max-Planck, fue para mantenerme tra-bajando y muy cerca de la mesa del laboratorio, que estaba dos pisos abajo demi habitación. El simposio en su honor fue magnifico, y el festejo final se cele-bró a bordo de un barco, en el lago cerca de Starnberg, donde hace años sesuicidó el rey de Baviera Ludwig II. Fue una gran congregación de alumnos ycolaboradores de Lynen, que vinieron de muchas partes del mundo.

La existencia en México de plantaciones de Hevea brasiliensis en el campoexperimental El Palmar, en Cosolapa, Veracruz, desde hace muchos años, meha permitido estudiar repetidamente este material. De allí obtenemos látexfresco, recién colectado en nuestra presencia, que gentilmente nos suministrany que transportamos de inmediato, y en las mejores condiciones, para el estu-dio de enzimas y proteínas. Fui invitado a las celebraciones de los 50 años del

Fig. 13. Lynen visita Teotihuacan; le comenté que,si hubiese nieve, podría bajar esquiando.

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campo y, en una conferencia magistral9, informé sobre nuestros estudios reali-zados en México con este material. Más tarde escogí la heveína como la pri-mera proteína para estudiar su estructura tridimensional por difracción de ra-yos X. Ya el Instituto había adquirido el primer difractómetro de rayos X.Esta proteína se aisló y cristalizó en mi laboratorio10-11. El doctor Manuel So-riano, que inició esta área en el Instituto de Química, dirigió la tesis doctoralde la doctora Adela Rodríguez. En ella se establece su estructura tridimensio-nal a 2.8 Å de resolución. Fue la heveína la primera proteína cuya estructurase determinó por rayos X en el Instituto de Química, y en México, y despuésse publicó su estructura en solución por Resonancia Magnética Nuclear12.

Las investigaciones con el látex continúan por otros investigadores y estu-diantes de posgrado del Departamento de Bioquímica, sobre heveína y otrasproteínas alergénicas del látex. Yo mismo he continuado estudios sobre lasvías metabólicas y su interacción en el látex de hevea (en 1998 y 2000)13,14.Todo ello, para entender la bioquímica de este interesante material, en el cualdel 30 al 40 por ciento es hule, y que adquirió gran importancia a partir deldescubrimiento de la vulcanización (en 1844) por Goodyear, en E.U., y Han-cock, en Inglaterra. Sus usos aumentaron dramáticamente a partir de ese mo-mento y tiene la ventaja de ser un recurso renovable. Puedo decir con satisfac-ción que, lo que inicié en California hace más de cincuenta años, continúa aún;claro, con otros temas, no por ello menos importantes.

Un poco acerca del hule

El hule en la Nueva España

El hule, olli según los aztecas, es cierta goma de árboles, utilizada antes de laConquista. En sus ritos, ceremonias y ofrendas, lo quemaban como incienso y,derretido, lo aplicaban a objetos perecederos. El ollamaliiztli o juego de pelota,usaba una bola fabricada de hule. En algunas excavaciones se encontraron pe-lotas que datan de hace 500 años. También lo utilizaban en su indumentaria;por ejemplo, en un tipo de calzado (olcactli), que llevaba suelas de este mate-rial. Lo usaban también en los extremos de los palos empleados para hacer so-nar el teponaztli y, a veces, en petos, para protegerse de las flechas. A los cronis-tas les llamaba mucho la atención este interesante material. Podemos concluirque el hule es un producto americano, que no conocían los europeos. Por las

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crónicas, sabemos que los nahuas creían que tenía propiedades medicinales15.Sahagún nos dice que el árbol que lo produce es el olquahuitl, del que, al cortarla corteza, empieza a manar un líquido que luego se cuaja y endurece. En laactualidad se conoce a este árbol tropical como Castilloa elastica, una Moraceaeque alcanza hasta 25 metros de altura. Se ha propuesto que los mexicas tam-bién utilizaban el látex de la planta quaholli, identificada como el guayule.

Cuando Colón regresó de sus viajes al Caribe, reportó que los nativos ju-gaban con bolas elásticas. Existen referencias, publicadas en el siglo XVI,acerca de una misteriosa sustancia elástica, usada por los aztecas, que en formade esfera era empleada en el juego de pelota. Cortés mandó nativos para mos-trárselo al rey Carlos V, en Sevilla, en 1524. El hule provenía de Castilloa elas-tica. La Academia Francesa de Ciencias envió a Jean Marie de la Condamine,con un grupo de investigadores, al Ecuador, y otro al Círculo Polar Ártico. Ensu camino a Quito, tuvieron el primer encuentro con el hule, ya que sus cuar-tos estaban iluminados con antorchas de hule envueltas en hojas de plátano.Después de comprobar que la tierra estaba expandida en el Ecuador, al cru-zar los bosques vírgenes del Amazonas, de la Condamine fue el primer euro-peo que observó a los nativos hacer cortes en los árboles de heve (de aquí sederiva el nombre científico de Hevea brasiliensis) para obtener un líquido lecho-so. En 1751, envió un informe a la Real Academia de Ciencias, con bellas ilus-traciones, donde describe cómo los nativos colectaban el látex, que goteaba delos árboles de hevea al ser sangrados, y cómo usaban el sedimento para imper-meabilizar telas, etc. Relata que bolas de esta sustancia, al caer sobre una su-perficie horizontal, rebotan una y otra vez, y sugiere otros múltiples usos. Éltrató de buscar la presencia de árboles, mas advirtió que, si alguien quisierautilizarlo con algún objetivo, debería de hacerlo allí mismo, ya que el jugo le-choso se seca y coagula rápidamente. Estuvo feliz de encontrar árboles dehule en la Guayana Francesa, añadiendo que este tesoro sería un artículo decomercio de esta colonia. Los franceses lo llamaron caoutchouc, derivado de laexpresión “árbol que llora”, usada por una de las tribus. De la Condamine tam-bién propone muchas aplicaciones, que tuvieron que esperar hasta después dela vulcanización16. Antes de ésta, no se avizoraba un gran futuro. Sin embar-go, citaré una frase, sacada de las notas de Joseph Priestley, de 1770: “Yo hevisto una sustancia excelentemente adaptada para limpiar del papel las mar-cas negras de lápiz”. Posiblemente esto condujo a la designación en inglés derubber para este material. Herisant y Macquer (1763) sugirieron el uso de so-luciones de hule en aguarrás como cemento. Estas soluciones fueron usadas

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por Charles para convertir un globo de seda en impermeable al hidrógeno, yen el cual ascendió en París, en 1783, y viajó 27 millas. Se había descubiertoun material con propiedades y características que no poseía ninguna otra sus-tancia conocida hasta entonces.

La explotación de los árboles en la selva amazónica era difícil y frustran-te, los árboles se encontraban dispersos y muy separados unos de otros. Losnativos tenían que vivir meses en la selva, en condiciones infrahumanas, erancruelmente explotados y a veces esclavizados; además de caminar por brechas,sangrar cada árbol por la mañana y volver sobre sus pasos a colectar el látex,luego debían coagularlo. La domesticación y cultivo de hevea era esencial,como lo había sido recientemente la cinchona, árbol que producía la quinina,que fue llevado de los Andes a la India en 1850.

La era moderna del hule comienza en 1876. Fue entonces cuando HenryWickham17, inglés residente en Brasil, logró enviar semillas de hevea al Jar-dín Botánico de Kew, en Londres, donde, de 70,000 semillas, germinaron elcuatro por ciento. Las plantitas fueron transportadas a Ceylán (Sri Lanka) ydespués a Malasia e Indonesia. Todas las plantaciones se empezaron con estematerial vegetal; el germoplasma provenía de pocos árboles y fue colectadode una sola zona pero, después de años de selección, hibridización, injertos,etc., se obtuvieron individuos de alto rendimiento que, propagados, origina-ron las clonas con las que se han establecido las plantaciones, cuyo rendimien-to llega a las seis toneladas de hule por hectárea. El cultivo de Heveabrasiliensis se extendió a África occidental, en Liberia y Costa de Marfil.

Solamente hasta que las tropas alemanas habían barrido, en 1940, a Di-namarca, Noruega, Bélgica, los Países Bajos y Francia, el presidente Roose-velt declaró al hule material estratégico y formó la Rubber Research Corpora-tion y, cuando Pearl Harbor fue atacado, los Estados Unidos tenían un consumoanual de 600,000 toneladas y poseían una reserva de 1 millón de toneladas dehule natural. Así el gobierno le solicitó a cuatro compañías la producción de40,000 toneladas de hule sintético; pero la rápida ocupación japonesa de lospaíses productores de hule natural del Sureste asiático creó una emergencia, yla meta de hule sintético tuvo que ser aumentada de inmediato, a 800,000 to-neladas por año. Se aprovecharon las patentes alemanas del Buna S (copolíme-ro de estireno-butadieno), cuyo nombre fue cambiado a GR-S durante la gue-rra, y que ahora se conoce como SBR, y se contrataron expertos de lasuniversidades: al profesor W. D. Harkins, que desarrolló los principios depolimerización en emulsiones; al profesor Kohlhoff, que propuso el uso de

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mercaptanos para controlar el peso molecular del hule, y al profesor Debye,que introdujo el método de dispersión de la luz para la determinación del pesomolecular de macromoléculas. Sus contribuciones pudieron ser conocidas hastadespués de la guerra. El crecimiento sorprendente de la industria norteameri-cana del hule sintético sólo queda opacado por el desarrollo de la bomba ató-mica. Mezclas de hule sintético y natural confieren propiedades óptimas paraaplicaciones específicas. Para la producción de llantas, en la actualidad se usancuatro hules: SBR, hule natural, poli(cis-isopreno) sintético y polibutadieno.

Estructura química del hule

Los estudios de la química del hule se inician a principios del siglo XIX.Faraday, en 1825, con látex proveniente de México, lleva a cabo un análisiselemental, usando un método primitivo. En su diario registra, también, que, alcalentar hule con azufre, hay un desprendimiento de sulfuro de hidrógeno, yésta es una de las grandes oportunidades perdidas en la historia de la ciencia.En su diario anota que la adición de azufre podría servir para disminuir elcontenido de hidrógeno de compuestos carbonáceos. Los químicos, en esa épo-ca, empleaban la cristalización y destilación fraccionada para purificar subs-tancias. H. Himly, en 1838, encuentra una fracción que hervía de 32-44 °C,que llamó faradayina (en honor a Faraday), y otra que llamó cauchina. Mástarde, el producto, aislado cuidadosamente por G. Williams, en 1860, destiló a37-38 ÚC y lo llamó isopreno. El isopreno puro (2-metil butadieno) hierve a34 ÚC, y es probable que su material estuviera contaminado con 2-metilbuteno. Concluye que la acción del calor sobre el caucho conduce a la separa-ción de un cuerpo polimérico. Deduce esta idea de la composición similar en-tre el hule y los productos de degradación térmica, isopreno y cauchina. La fór-mula correcta del isopreno fue propuesta por Euler, Ipatiev y Wittorf, en1897. Wallach (1887), el maestro de la química de los terpenos, propuso lapolimerización de isopreno a mono- y sesquiterpenos, y se le acredita la postu-lación de la regla del isopreno18.

Harries encontró que la ozonólisis del hule daba origen a un solo produc-to, el aldehído levulínico (1904). La estructura de cadena del hule la obtuvoKatz (1925), aplicando la cristalografía de rayos X al hule sometido a un esti-ramiento, y publicó el artículo “What is the cause of the peculiar extensibiltyof rubber”. Lo que él encontró fue algo que no tenía precedente y, según supropio testimonio, por meses no se atrevió a publicar sus resultados. Fibras de

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hule amorfo, al extenderse seis veces, exhiben el halo amorfo y, además, un es-pectro característico de un cuerpo cristalino, cuyos ejes están orientados en ladirección del tirón. Katz atacó a aquellos que opinaban que las moléculas nopodían ser más grandes que la celda unitaria del cristal. Tres años más tarde,Meyer y Mark dieron una interpretación cuantitativa, y mostraron que el pa-trón de difracción de rayos X corresponde a una cadena polisoprénica en lacual los monómeros están conectados por ligaduras cis-1,4, y que el periodo deidentidad es de 8.2 Å que requería una rotación interna de aproximadamente50Ú, en direcciones opuestas de las dos ligaduras siguientes al doble enlace.Ahora se sabe que el peso molecular del polímero natural en hevea puede al-canzar hasta un millón de daltones.

En la actualidad dos tercios del hule consumido en el mundo es sintético yun tercio corresponde al natural. El hule natural es producido por plantacio-nes de clonas de alto rendimiento; se espera que, con nuevo germoplasma, co-lectado recientemente en varias zonas de Brasil, aunado a los programas deselección, hibridización y mejoramiento genético de Hevea brasilienses, se déorigen a nuevas clonas en décadas venideras, con rendimientos mayores.

Resumen

El doctor Arturo Rosenblueth formó el Centro de Investigación y EstudiosAvanzados del IPN; al iniciarse el Departamento de Bioquímica del mismo,me ofreció el puesto de investigador; le agradecí su amable propuesta y añadíque ya había aceptado el compromiso de crear y desarrollar la investigaciónbioquímica en el Instituto de Química, y que permanecería fiel a la UNAM.Mi deseo ha sido continuar en esta magnífica institución, que tanto ha dado alpaís. He vivido plenamente y feliz en esta tarea todos estos años y espero ha-ber contribuido con mi esfuerzo y dedicación a la formación de bioquímicos ya la cimentación de la Ciencia en la UNAM.

En 1957, un grupo de 14 amigos bioquímicos creamos la Sociedad Mexi-cana de Bioquímica (fig. 14), y en 1959 se fundó la Academia Mexicana de laInvestigación Científica, ahora Academia Mexicana de Ciencias. De las dossoy socio fundador. Ambas han crecido y son prósperas agrupaciones. Continúoasistiendo a los congresos de la primera y a algunas reuniones de la segunda.

Participé en la transformación del Instituto Nacional de la InvestigaciónCientífica (INIC) a CONACYT, que vino a llenar una necesidad para el desa-

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rrollo del la ciencia en México. Soy testigo de grandes transformaciones ycambios: tan sólo con respecto a la instrumentación en el laboratorio, he pasa-do de la cromatografía en papel a la cromatografía de capa fina, luego a la degases y finalmente al HPLC. De las mediciones de radioactividad con el con-tador Geiger a las de centelleo líquido. He usado todas estas técnicas y he di-señado equipo de diálisis y de electroforesis. A través de los años transcurri-dos, he tratado de mantenerme actualizado, por lo menos dentro del área de miespecialidad. Adquirí, para mi trabajo, la primera computadora que se tuvo enel Instituto de Química, una Apple IIe.

Como un dato curioso, quiero mencionar que mis primeros trabajos sobrela biosíntesis del hule fueron publicados en la revista Archives of Biochemistryand Biophysics y, recientemente, al ser aceptado otro trabajo, sobre lectinas, en-viado a la misma revista científica, el editor felicita a los autores, diciéndonos:“excelente trabajo, mándennos más”; quiero añadir que, en mi larga carrera deinvestigación, nunca antes habíamos recibido tal elogio (2001)19.

En el Instituto de Química, la bioquímica que yo inicié ha crecido, de unlaboratorio, en 1954, a un departamento que ocupa todo un piso del nuevo

Fig. 14. Foto reciente de los fundadores de laSociedad Mexicana de Bioquímica.

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edificio, inaugurado en 1998, y equipado con los aparatos más modernos. Enél, trece doctores (fig. 15), más ayudantes y estudiantes de doctorado y licen-ciatura, llevan a cabo investigaciones diversas. A la fecha, continúo activo,pues mi pasión por la investigación no ha menguado. Por mis clases en la Fa-cultad de Ciencias han pasado ya varios miles de alumnos. Soy profesor funda-dor del posgrado de la Facultad de Química y mi interés en la formación deinvestigadores jóvenes para servir a la UNAM y a México es, y ha sido, micompromiso y mi actividad prioritaria.

Mis indagaciones y reflexiones acerca de “Barbarín”, mi nombre, han idocambiando con el tiempo: éste es mi nombre de pila, soy la tercera generaciónque lo lleva y creía que era el único con esta denominación, hasta que recien-temente me enteré de que mi nombre puede ser apellido, cuando el doctorJacobo Gómez Lara (†) me mostró un artículo de investigación en química,realizado por la doctora Cecilia Rodríguez de Barbarín, de Nuevo León. Pocotiempo después, mi colega, el doctor Benjamín Ortiz de este instituto, en losnoventa, durante un sabático en Marsella, Francia, observó que la calle pordonde caminaba lleva el nombre de “Avenue de Barbarin”; me lo hizo saber

Fig. 15. Investigadores del Instituto de Química con doctorado quelaboran en el Departamento de Bioquímica en 2003.

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por carta y, como no le creí, me envió una fotografía de esa calle y, a su regresoa México, me obsequió el mapa de las calles de esa ciudad francesa. Posterior-mente, el doctor Jesús Kumate, en la semblanza que ustedes acaban de escu-char, relata que una moneda mozárabe (España) con el nombre de barbaríncirculó en los siglos XII y XIII, y que luego pasó a la Francia carlovingia. Te-nía en una cara a San Marcial, con barbas. Para colmo el nombre barbarín le hasido asignado al compuesto químico R-5-fenil-2-oxazolidentiona aislado deuna planta y que posee actividad inhibitoria de la tirosinasa, enzima que tie-ne que ver con la pigmentación de la piel y, en plantas, con el oscurecimientode frutas y tejidos.

Barbarín

1 Meyer, J., La Cristiada, 17ª Edición, Ed. Siglo XXI, México, 1997, Vol. 1, 137.2 Arreguín, B.; Bonner, J. Plant Physiol., 1949, 24, 720-738.3 Bonner, J.; Arreguín, B., Arch. Biochem., 1949, 21, 109-124.4 Arreguín, B.; Bonner, J., Arch. Biochem. 1950, 26, 178-186.5 Arreguín, B.; Bonner, J.; Wood, B.J., Arch. of Biochem. & Biophys., 1951, 31, 234-247.6 Tsukamoto, T., Pharmaceutical Bull., 1956, 4, 33-42.7 Sandoval, A., Bol. Inst. Quím., México, 1965, 17, 83-119.8 Henning, V.; Möslein, E.M.; Arreguín, B.; Lynen F., Biochem. Zeitschr., 1961, 333,

534-549.9 Arreguín, B. “Enzimas y rutas metabólicas en el látex de Hevea brasiliensis”, Simpo-

sio 50 Años de Investigación sobre Hule Hevea brasiliensis en México, publicación es-pecial de la Secretaría de Agricultura, 1992, 18-32.

10 Rodríguez, A.; Tablero, M.; Barragán, B.; Lara, P.; Rangel, M.; Arreguín, B.;Possani, L.; Soriano, M. J., Crystal Growth, 1988, 76, 710-714.

11 Arreguín, B.; Hernández, A.; Arreguín, R.; Rodríguez, A.; Tablero, M.; Soriano,M.; Tulinsky, C.H.; Park, T.; Seshadry, P. J., Biol. Chem., 1988, 263, 4047-4048.

Referencias

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12 Andersen N.; Bolong C.; Rodríguez-Romero, A.; Arreguín, B., Biochemistry, 1993,32, 1407-1422.

13 Arreguín, B.; Arreguín-Espinosa, R., Rev. Latinoamer. Quím., 1998, 26, 6-12.14 Arreguín, B.; Arreguín-Espinosa R. J. Chem. Technol. Biotechnol., 2000, 75, 294-298.15 Carreón, Emilie. Manuscrito en preparación, Instituto de Investigaciones Estéti-

cas, UNAM.16 Morawetz, H., Chem. and Technology, 2000, 73, 405-426.17 Schultes, R.E. Endevour, 1977, 1, 133-138.18 Bentley, R., Critical Reviews in Biotechnology, 1999, 19, 1-40.19 Arreguín-Espinosa, R.; Fenton, B.; Vázquez-Contreras, E.; Arreguín, B.; García

Hernández, E., Arch. Biochem. Biophys., 2001, 394, 151-155.

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Barbarín Arreguín Lozano

Barbarín Arreguín Lozano, Ph.D. (Bioquímica)

Jesús KumateUnidad de Bioquímica, Hospital de Especialidades,

1er piso, Centro Médico Siglo XXI

La Sociedad Mexicana de Bioquímica (SMB) nació en 1957 bajo los mejoresauspicios: contó entre sus fundadores al doctor Barbarín Arreguín Lozano, de-cano del grupo, por edad y por conocimientos. Su preparación era una garan-tía de profesionalismo; doctorado en el Instituto Tecnológico de California,coloquialmente el Caltech, en los Kerkchoff Biological Laboratories, cuyo di-rector era Thomas H. Morgan (“el hombre de las moscas” por Drosophila), pre-mio Nóbel en Fisiología y Medicina en 1937. La beca de 150 dólares mensua-les era más que frugal, apenas para satisfacer las necesidades del metabolismobasal; sin embargo, trabajando en vacaciones, pudo presentar la disertacióndoctoral en 1946. Los estudios de posgrado para obtener el Ph. D. (“Doctor enFilosofía”) los terminó en tres años, en lugar de los cuatro habituales. La inves-tigación durante su posgrado fue sobre el metabolismo de carbohidratos en lapapa, trabajo que, después de 53 años, aún es citado (en el año 2000 tuvo cua-tro citas).

Durante su larga y fructífera vida, la investigación sobre biosíntesis deproductos naturales ha sido un leit motiv permanente. En su segunda estanciaen el Caltech realizó investigaciones sobre la biosíntesis de hule en el guayu-le (Parthenium argentatum). Durante su estancia en Munich hizo contribucionessobre el tema en plantas del jardín botánico (Kok saghyz, diente de león, yHevea brasiliensis). En México trabaja sobre lectinas de origen marino con elmismo entusiasmo y calidad productiva.

A su regreso a México, en 1946, no encontró ofertas apropiadas a su traba-jo y tuvo la fortuna de un posgrado, durante cuatro años, en investigación en elCaltech, con su profesor, el doctor James F. Bonner, quien fuera miembro de laNational Academy of Sciences (Estados Unidos). Otros profesores de posgradofueron Linus Pauling (premio Nóbel de Química, 1954, y después de la Paz,1963), Carl D. Anderson y Robert A. Millikan (premios Nóbel de Física 1923y 1936). En 1958 hizo una estancia en el laboratorio de Feodor Lynen (premioNóbel de Química, 1964) en el Max-Planck Institut für Zellchemie en Munich.

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Forjadores de la ciencia en la UNAM

Ninguno de los fundadores ni de los socios posteriores tiene un pedigreetan ilustre como Barbarín, y lo justifica por la originalidad de sus trabajos, elgran número de estudiantes graduados que lo buscan y su permanente interéspor la docencia. Su afán por transmitir a los jóvenes su vastísima experiencia,su permanente interés por la investigación y su extraordinaria capacidad paradominar las tecnologías de punta en Bioquímica.

Barbarín es uno de los fundadores que nunca han tenido ni aceptadopuestos administrativos fuera de su laboratorio de investigación. Es un uni-versitario, sin proclividad a buscar otros horizontes de trabajo, desde su incor-poración al Instituto de Química de la UNAM. No le han faltado ofertas conmejorías económicas o de mayor prestigio y siempre ha permanecido fiel a laUNAM; hay razones para ello: ambiente de trabajo excelente, infraestructuratecnológica avanzada, atmósfera académica y de investigación, amén del res-peto y consideración muy merecidas de autoridades y alumnos.

En las actividades de la Sociedad Mexicana de Bioquímica, es la concien-cia de lo que debe ser un científico: laborioso, tenaz, participativo con ideas,ayuda técnica, insumos y equipo con sus compañeros intra y extra muros.Nunca ha necesitado puestos administrativos para ser respetado y buscado,como depositario de las mejores esencias de un científico, todo ello con natura-lidad (que no humildad) y gran cordialidad.

Su decisión de permanecer en México en la década de los años cuarentafue muy afortunada para México, aunque con muchas dificultades. En ocasiónde buscar empleo en una fábrica de papel, el gerente le espetó que no habíatrabajo para un filósofo (“Ph.D.”). Las explicaciones de la índole del título y laconveniencia de mejorar el manejo de la celulosa y demás productos de las co-níferas no convencieron al gerente. Su tutor, el profesor Bonner, lo rescató parael Caltech, y estuvimos a punto de perderlo, en lo que hubiera sido una lamen-table fuga de un cerebro de primera; no aceptó la proposición de permanecer enEstados Unidos, y quedó con un recuerdo valioso, aunado al matrimonio con suesposa Irma; un matrimonio feliz, de más de 50 años, testimonio de la solidezde sus afectos y convicciones; una rara avis en estos tiempos de divorcios exprés.

En la Sociedad Mexicana de Bioquímica su participación ha sido perma-nente, un factor de unidad en el pequeño grupo, desde 1957, hasta la flore-ciente sociedad actual, con más de 300 miembros. No se concibe que la SMBhubiera tenido tan venturosa evolución sin la decidida colaboración deArreguín. Le somos deudores de gran parte del florecimiento sostenido de labioquímica en México.

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Barbarín Arreguín Lozano

Su nombre, Barbarín tiene origen en la denominación de una moneda delos mozárabes (españoles) que tenía en una cara a San Marcial con barbas, quefue introducida a la Francia carlovingia y circuló hasta los siglos XII y XIII.

La convivencia de Arreguín es fácil, instructiva y muy cordial; las esposasde los fundadores de la SMB lo motejaron como “el James Mason de la Bioquí-mica Mexicana”, apelativo que recibió con gran sentido del humor. Su longe-vidad le ha valido alcanzar las bodas de oro de su doctorado en el Caltech y elbeneplácito de familiares, amigos y la legión de alumnos. Nadie piensa quedeba jubilarse, sino que hacemos votos para que ad multos annos siga enrique-ciendo la bioquímica, para la que tiene una vocación sostenida con el mismoímpetu desde hace 60 años.

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Barbarín Arreguín Lozano

Fecha Investigador Dependencia

20 de Mayo Dr. Marcos Moshinsky Borodiansky Instituto de Física21 de Mayo Dr. Julián Adem Chahín Centro de Ciencias de la

Atmósfera22 de Mayo Dr. Teófilo Herrera Suárez Instituto de Biología27 de Mayo Dr. Fernando Alba Andrade Instituto de Física28 de Mayo Dr. Gonzalo Zubieta Russi Instituto de Matemáticas29 de Mayo Dr. Alfonso Escobar Izquierdo Instituto de Investigaciones

Biomédicas3 de Junio Dra. María Teresa Gutiérrez Vázquez Instituto de Geografía4 de Junio Dr. Emilio Lluis Riera Instituto de Matemáticas5 de Junio Dr. Arcadio Poveda Ricalde Instituto de Astronomía10 de Junio Dr. Carlos Guzmán Flores Instituto de Investigaciones

Biomédicas11 de Junio Dr. Juan Manuel Lozano Mejía Instituto de Física12 de Junio Dr. Humberto Cárdenas Trigos Instituto de Matemáticas17 de Junio Dr. José Negrete Martínez Instituto de Investigaciones

Biomédicas18 de Junio Dr. Zoltan de Cserna-de Gömbös Instituto de Geología19 de Junio Dr. Fernando Walls Armijo Instituto de Química24 de Junio Dr. Alfonso Mondragón Ballesteros Instituto de Física25 de Junio Dr. Alfonso Romo de Vivar Romo Instituto de Química26 de Junio Dr. Eucario López Ochoterena Instituto de Ciencias del

Mar y Limnología1° de Julio Dr. Barbarín Arreguín Lozano Instituto de Química3 de Julio Dra. Gloria Alencáster Ybarra Instituto de Geología8 de Julio Dr. Luis Estrada Martínez Centro de Ciencias

Aplicadas y DesarrolloTecnológico

9 de Julio Dr. Fernando Enrique Prieto Calderón Instituto de Física15 de Julio Dr. Armando Gómez Puyou Instituto de Fisiología

Celular16 de Julio Dr. Ismael Herrera Revilla Instituto de Geofísica17 de Julio Dr. Jaime Mora Celis Centro de Investigación

sobre Fijación del Nitrógeno13 de Agosto Dr. Luis de la Peña Auerbach Instituto de Física14 de Agosto Dr. Agustín Ayala Castañares Instituto de Ciencias del

Mar y Limnología19 de Agosto Dr. Jorge Rickards Campbell Instituto de Física20 de Agosto Dra. Guillermina Yankelevich Instituto de Investigaciones

Nedvedovich Biomédicas

Lugar: Sala del Consejo Técnico de la Investigación Científica, 18:00 horas.

Son también «Forjadores de la Ciencia en la UNAM» el Ing. Marcos MazariMénzer, del Instituto de Física, y el Dr. Tirso Ríos Castillo, del Instituto de Química.

Ciclo de conferencias «Mi vida en la ciencia»

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Forjadores de la ciencia en la UNAM

«Forjadores de la ciencia en la UNAM: Barbarín Arreguín Lozano»

se terminó de imprimir en julio de 2003

en los talleres de Formación Gráfica, S.A. de C.V.,

Matamoros 112, Col. Raúl Romero, C.P. 57630,

Cd. Nezahualcóyotl, Estado de México.

Se tiraron 300 ejemplares más sobrantes para reposición.

El cuidado de la edición estuvo a cargo de

Augusto A. García Rubio Granados,

Secretario Técnico de Publicaciones y Ediciones.