Petare es el segundo barrio más grande en Latinoamérica

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Petare es el segundo barrio más grande en Latinoamérica, ubicado en la zona este de Caracas y colindante a una de las zonas en donde existe mayor riqueza. Aquí viven los mismos que arrechados salieron a las calles un día 27 de Febrero de 1989, demostrando el descontento y la rabia por no poder vivir como seres humanos, saqueando mercados para obtener alimento y poder satisfacer necesidades básicas. Aquel día, según nos cuentan, fue posible ver cientos de parrilladas en el barrio, los saqueos se socializaron, no de una forma teórica y como aparece en muchos libros, sino que fue el momento de reconocerse, de reunirse, de compartir como vecinos, como gente de barrio. Siempre nos han dicho que somos muy distintos, desde la creación de los Estados-nacionales nos comienzan a dividir en peruanos, bolivianos, chilenos, venezolanos, etc. Creando fronteras ficticias que solo habitan en nuestra imaginación, siendo el nacionalismo la religión moderna que intenta unificar un territorio para así poder explotar los recursos allí presentes, pero en lo concreto solo representan ideas que nos dividen más como clase. En Petare descubrimos que somos lo mismo, que las banderas solo representan un mito en constante construcción y que lo que realmente prima son las relaciones humanas que pueden llegar a generarse entre explotados, marginados, los cara e culpable, nuestra clase, los pobres del mundo. Otro espacio donde hemos podido compartir experiencias ha sido en el sector del Junquito, aquí se gesta un trabajo llamado “Encuentro filosófico de los pobres”, espacio generado por compas de Venezuela para poder politizar a la juventud popular, en la medida de practicas concretas que se cuestionen el orden existente, la forma capitalista de vivir y la tarea de pensarnos como pobres. Con murales, tokata, talleres y una olla común nos reunimos a conversar, a comunicarnos, a autoeducarnos, a demostrar nuestro malestar frente a una sociedad injusta, intentando transformarla en la cotidianeidad, intentando transformar las relaciones humanas integrando nuestros propios valores y nuestras propias formas de querer concebir ese nuevo mundo, el trabajo no acaba, la lucha no continúa, la lucha es continua, es todos los días. Okra

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Petare es el segundo barrio más grande en Latinoamérica, ubicado en la zona este de Caracas y colindante a una de las zonas en donde existe mayor riqueza. Aquí viven los mismos que arrechados salieron a las calles un día 27 de Febrero de 1989, demostrando el descontento y la rabia por no poder vivir como seres humanos, saqueando mercados para obtener alimento y poder satisfacer necesidades básicas. Aquel día, según nos cuentan, fue posible ver cientos de parrilladas en el barrio, los saqueos se socializaron, no de una forma teórica y como aparece en muchos libros, sino que fue el momento de reconocerse, de reunirse, de compartir como vecinos, como gente de barrio.

Siempre nos han dicho que somos muy distintos, desde la creación de los Estados-nacionales nos comienzan a dividir en peruanos, bolivianos, chilenos, venezolanos, etc. Creando fronteras ficticias que solo habitan en nuestra imaginación, siendo el nacionalismo la religión moderna que intenta unificar un territorio para así poder explotar los recursos allí presentes, pero en lo concreto solo representan ideas que nos dividen más como clase. En Petare descubrimos que somos lo mismo, que las banderas solo representan un mito en constante construcción y que lo que realmente prima son las relaciones humanas que pueden llegar a generarse entre explotados, marginados, los cara e culpable, nuestra clase, los pobres del mundo.

Otro espacio donde hemos podido compartir experiencias ha sido en el sector del Junquito, aquí se gesta un trabajo llamado “Encuentro filosófico de los pobres”, espacio generado por compas de Venezuela para poder politizar a la juventud popular, en la medida de practicas concretas que se cuestionen el orden existente, la forma capitalista de vivir y la tarea de pensarnos como pobres. Con murales, tokata, talleres y una olla común nos reunimos a conversar, a comunicarnos, a autoeducarnos, a demostrar nuestro malestar frente a una sociedad injusta, intentando transformarla en la cotidianeidad, intentando transformar las relaciones humanas integrando nuestros propios valores y nuestras propias formas de querer concebir ese nuevo mundo, el trabajo no acaba, la lucha no continúa, la lucha es continua, es todos los días. Okra