“Pescar aquieta la mente, es como una meditación” … · cho más que al Paraná. A princi-...
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“Pescar aquieta la mente,
es como una meditación”
ENTREVISTAPor Wilmar Merino
| AIRE LIBRE Nº 4
Tras una infancia en su Misiones natal compartiendo jornadas depesca con su padre, el genial acordeonista se abocó a la músicapopular para cimentar una carrera de prestigio internacional.Pero hace poco y a instancias de su hija, se reencontró con la actividad y quedó maravillado con la pesca y devolución.Convocado por AIRE LIBRE, el artista compartióuna nueva salida de pesca y nos regaló su valiosa mirada sobre nuestra actividad.
Chango
AIRE LIBRE Nº 4 |
De chicos, allá en Apósto-
les, solíamos acompa-
ñar a mi papá, que era
apasionado de la pesca, a pasar
la noche en Ituzaingó o en el río
Uruguay. Mi padre, Lucas, fue
pionero en eso de usar caña y
reel, y hasta fabricaba sus pro -
pias cucharas en la carpintería
que tenía. Eso era novedad allá
en los ’70, donde se usaba ma -
yormente ‘la liñada’ y nos comía-
mos lo que pescábamos. Aho ra
tuve oportunidad de vol ver a
pescar en La Paz. Tengo una hija
de 13 años que me pi dió que la
llevase a pescar para vivenciar
todo lo que yo le contaba que
hacía cuando era chico. Compré
una revista de pesca, vi una
nota de La Paz, llamé al guía y le
conté cuál era el objetivo: pes -
car con mi hija. Fue una salida
increíble, bellísima, donde tomé
conciencia de la pesca con de -
volución y del placer de no ma -
tar al pez, cosa que no se practi-
caba cuando yo era niño. En el
hombre hay algo muy destruc-
tivo, cree siempre que todavía
no es el tiempo en el que las co -
sas se van a extinguir o desapa-
recer, y siempre está esperando
que el otro dé el primer paso. Y
no es consciente de que lo que
importa es la actitud de uno”.
Lo dice el Chango Spasiuk,
un artista de fina sensibilidad,
misionero, músico que con su
acordeón de prestigio mundial-
mente reconocido ha llevado
adelante una valiosa tarea de
res cate de ritmos litoraleños y
herencias musicales de inmi-
grantes que ha plasmado en
ocho discos de antología. El mis -
mo que, tras haber llevado su
arte al Carnegie Hall de Nue va
York y un importante teatro de
calle Corrientes, convocamos
para que nos acompañe en una
salida de pesca donde lo invita-
mos a entregarnos la va lio sa
mirada sobre nuestra actividad.
Esa que sólo puede ofrecernos
su sensibilidad de artista.
Tal como reflejó en su anéc-
dota, la pesca une generaciones
y traslada la pasión de padres a
hijos, que luego disfrutan juntos
de una actividad compartida.
Así pasó en su propia infancia:
“El apasionado de la pesca era
Aníbal Bähler y “el Chango”en La Paz.
ENTREVISTA
mi papá. Él era carpintero y en
su carpintería diseñaba botes de
madera. Sabía cómo hacerlos,
calafatearlos, hacer el es queleto,
en las cuadernas, todo eso lo
veía yo desde niño. Y siem pre
llegaban clientes, que eran ami -
gos, y armaban allí salidas de
pesca. Siempre existía una esca-
pada al río a Ituzaingó, a unos
100 km de Apóstoles, a las lagu-
nas de las estancias, en desbor-
des del río donde pescábamos
tarariras, bogas, bagres y dora-
dillos. En aquel momento él pes -
caba con reel, pero todos los
demás pescaban con la liñada,
revoleando los anzuelos y plo -
mos, o con una caña de ta cuara.
Siempre desde la costa, con una
boya grande o plomo. Apósto-
les está muy cerca del Aguape-í,
un río que está en el norte de
Corrientes, y también en el Uru -
guay en la zona de Ga rruchos.
Hace treinta años no es taba to -
do tan explotado, no estaba el
embalse de Yacyretá y el río era
muy diferente a lo que es ahora.
Mi papá, Lucas Spasiuk, era
pasaba la noche y se comía la
pes ca. Recuerdo el sabor del ba -
gre recién pescado y frito en
una olla de hierro… Es una cosa
de un sabor único, al igual que
el de una buena boga asada a la
parrilla. Eran recuerdos de cuan-
do yo tenía 10 años más o me -
nos. Después hubo un parénte-
sis de unos 20 años donde me
desconecté de todo, pero mi
infancia fue muy relacionada
con la pesca”.
—¿También te llevaban a
cazar?
—No; pero recuerdo que
mi papá y mi mamá, que son hi -
jos de inmigrantes ucranianos,
nos llevaban de visita a lo de los
abuelos, que vivían en una cha -
cra, y allí siempre se armaba
una salida de caza y se cazaban
algunas martinetas para comer.
Mi papá tenía el cinturón de
cue ro con el hilo para colgar las
martinetas. Y salían a cazar con
eso, siempre acompañados de
los perros perdigueros o poin-
ters. Pero yo soy el quinto de
cin co hermanos y para cuando
yo empecé a acompañarlo él ya
no salía mucho a cazar por esos
maizales, después de las cose-
chas. No lo vivencié tanto como
la pesca. A nosotros nos encan-
taba la pasión de papá por pes -
car y lo acompañábamos, a ve -
ces toda la noche, pero después
empecé a viajar con la música, a
partir de los 15, 16 años, y toda
mi energía viró para allí. Eso hi -
zo que me desconectara un
poco de la pesca, pero a dos de
mis hermanos los ha marcado a
fuego y aún hoy siguen practi-
cando. Ellos heredaron todos
los implementos de mi papá y
los guardan como recuerdo.
En un día frío de primavera,
con un viento sur de gran inten-
sidad que frustró nuestra salida
de embarcados al río de la Plata,
visitamos con el Chango la Aso -
ciación Argentina de Pesca, ins -
titución señera detrás de Puer-
to Madero y limitando con la
Reserva Ecológica de Costanera
Sur. “No sabía que existían luga-
res tan hermosos en plena Capi-
tal”, destacó Spasiuk, maravilla-
do por encontrarse a pasos del
Obelisco porteño con cardena-
les, biguás, tortugas de agua,
aves zancudas y, claro, especies
de peces con las que se reen-
contró después de años. Así,
tras su primer pique, una mo -
desta mojarra, sonrió como des -
pués de haber finalizado su me -
jor concierto y recordó: “Hace
más de 30 años que no pescaba
una de éstas… ¡Y pensar que
me pasaba horas mojarreando
en la costa!”.
Luego, entre mates, bogui-
tas y bagrecitos, volvimos a la
charla entrelazando recuerdos,
filosofía de vida y arte. Su músi-
ca nos invita a evocar paisajes
litoraleños, ríos profundos y ca -
noas de pescadores. Y Chango
nos cuenta cómo se lleva ade -
lante la difícil tarea de traducir a
sonidos lo vivido.
“La música no funciona tan
linealmente como la poesía,
don de uno relata lo vivido. Sino
que lo que uno ha vivido se ma -
nifiesta, quieras o no. La música
es la expresión sonora de un
con texto y de las situaciones
que uno vivió en ese contexto.
Entonces si uno ha vivido inten-
samente algunas cosas, esas co -
sas se van a expresar en lo que
vos hacés. No creo que esté en
mi música la situación de la pes -
ca, pero sí la intensidad de un
río que crece, como el Uruguay.
Lo he visto crecer y arrastrar to -
do. No es solamente como vos
lo ves, sino cómo lo sentís, su in -
tensidad, todo lo que hay deba-
jo. Ver cómo pega el agua en los
barrancos o cómo se mete en el
monte. Es una cosa muy inten-
sa. Al Uruguay lo he vivido mu -
cho más que al Paraná. A princi-
gran pescador, tenía sus reels
Peters, o Pescador rotativo, y era
el único que yo veía pescar con
esos implementos. Los demás
tiraban líneas de mano. Él tam -
bién fabricaba cucharas, que
tenía colgadas en su carpintería.
Eran diseños de él. En Garru-
chos, en una época el río bajaba
tanto que casi uno podía pasar
caminando de un lado al otro, y
en esas correderas se metían
con el agua hasta la cintura, y sin
caña, a mano, revoleaban la lí -
nea con la cuchara y sacaban
dorados así. Me encantaba
escuchar a mi papá y sus ami -
gos hablar de esas cucharas col -
gadas en la cabreada de la car -
pintería, contar relatos y mitos
de lo que habían pescado con
esas cucharas. Venía un vecino,
cruzaban dos palabras y ense-
guida se armaba una salida. Se
| AIRE LIBRE Nº 4
“Mi reencuentro con la pesca fue maravilloso y se
lo debo a mi hija Lucía, de 13 años, que me lo
pidió para vivir lo que su papá hacía de chico”.
“En el hombre hay algomuy destructivo”
—¿Te interesa la preservación de los recursos naturales?
—Obvio. En el hombre hay algo muy destructivo, cree que toda-
vía no es el tiempo en el que las cosas se van a extinguir o desapa-
recer. Siempre cree que las cosas no van a desaparecer con él,
entonces puede explotarlas un poco más. Pero eso es una mentira,
las especies vienen desapareciendo desde hace mucho y hay que ser
más responsables en esto que uno quiere disfrutar. Es la misma acti-
tud que se traslada a otros aspectos de la sociedad. El que es una
persona insaciable y descontrolada con respecto a los recursos natu-
rales también lo es con otros aspectos de la vida comunitaria. Siem-
pre está esperando que el otro dé el primer paso y no es consciente
de que lo que importa es la actitud de uno. Como decía Martin Luther
King: “Aunque mañana no exista el mundo, yo igual hoy voy a regar
mi manzano”. Cuando éramos niños no teníamos esa conciencia, nos
comíamos lo que pescábamos. Pero hace muy poco tiempo he vivi-
do una experiencia de conectarme nuevamente con la pesca que me
cambió. Hacer pesca con devolución no sólo nos permite disfrutar de
un momento agradable con nuestros seres queridos, sino evitar hacer
un daño a la naturaleza. Y eso nos va a permitir volver a disfrutar de
momentos tan lindos el día de mañana.
pios de los ’80 hubo grandes
inundaciones. Esas imágenes
las he vivido, nadie me las ha
contado. Después mi vida se
enfocó en la música y, aunque
dejé Apóstoles hace tiempo,
siempre he llevado en mí esos
recuerdos”.
Los empleados del club de
pesca se acercan a saludar al
artista, él accede a sacarse fotos
y los invita a su próximo show.
Recibe con alegría el dato de
que en la punta estaban salien-
do los últimos pejerreyes y pi -
dió ir a probar suerte. No había-
mos llevado equipo para esa es -
pecialidad, pero no faltó un so -
cio que gentilmente cediera su
caña al artista para que este se
entretuviera mirando las boyas.
Finalmente, la puntera se des -
plaza y Chango saca su prime-
ra flecha de plata. Embelesado
por el bello color del pejerrey,
tras las fotos de rigor volvemos
a la charla.
—Dejaste de pescar en la
adolescencia para enfocarte
en la música. ¿Cómo fue tu
reencuentro con la actividad?
—Maravilloso, porque fue
con mi hija Lucía, de 13 años,
que me pidió ir a pescar para
vivir lo que su papá hacía de
chi co. Tenía temor de que se im -
presionara con la muerte de los
peces, pero me llevé una grata
sorpresa con la pesca con devo-
lución y vivimos el placer de no
matar al pez. Vi cómo usaban
una pinza especial para no lasti-
mar al pez al levantarlo y luego
lo devolvimos al agua, hecho
que nos dio una gran alegría.
Pescamos cachorritos de surubí
atigrado, bagres amarillos, ba -
gres blancos y dorados. ¡Es in -
creíble el color del dorado! A mi
hija, que no tiene paciencia pa -
ra la espera, le encantó pescar
con señuelos. Eso de tirar y re -
coger la entretuvo muchísimo.
Sólo nos comimos un pez que
el guía, Aníbal Bähler, hizo en
la isla. Creo que era un mandu-
vé. Fue sensacional compartir
esa salida con mi novia y mi hija
Lucía, que sacó varios dorados.
Luego me pidió volver y así salí
a pescar una segunda vez, por -
que quedé muy contento. Esa
vez mi novia pescó un montón.
En esa segunda excursión, yo,
en un momento donde mi no -
via y mi hija se entretenían pes -
cando, me senté en el fondo de
la lancha y tomaba mates mien-
tras disfrutaba mirándolas. Con
que mis seres queridos estuvie-
ran tan felices yo estaba conten-
to. ¡Me encantó La Paz!, entrar a
los riachos y encontrarme con
el irupé, el camalote, tocar su
tex tura… Recomendaría la pes -
ca sólo para eso, para pasear
con un bote, que el viento te
pe gue en la cara, tomar un ma -
te viendo ese paisaje. Y volver a
la tardecita, ver la caída del sol.
Fue sumamente placentero.
—Y hablando de “la
paz”… ¿Sentiste que la pesca
te desconectaba un poco de
otros asuntos para entrar en
una zona de placer?
—Totalmente. Es un gran
beneficio el que produce la pes -
ca. Por lo menos la cabeza se
aquieta, es como una medita-
ción, uno concentra su atención
en una sola cosa: ver si pescás.
Así, ponés en un segundo plano
lo que antes de ir a pescar esta-
ba en un primer plano. Eso es sa -
no. Volver después de tantos
años a vivir una situación de pes -
ca lo he disfrutado muchísimo. Y
ahora me quedó esa sen sación
de que no estaría mal vol ver a
salir de pesca cada tan to. La
próxima va a ser una salida al
Guayquiraró, seguramente.
Nuestra salida concluye y
Chango accede a visitar nuestra
sede de AICACYP, en donde
De la música a la televisión—Tenés una larga carrera, pero apenas ocho discos de es -
tudio. ¿Cómo se explica tanto trabajo y tan pocas grabaciones?
—Me lleva mucho tiempo hacer cada disco, porque hacer un
álbum no es solamente juntar la cantidad de canciones para grabar.
Para mí cada disco es un momento estético, una nueva forma de
construcción sonora. Cada disco es un sonido nuevo y en ese sonido
hay todo un repertorio. Cada disco mío tiene un sonido diferente. La
ponzoña no suena igual a Polcas de mi tierra, y Polcas… no suena a
Chamamé crudo. Cuando encontrás el concepto, poner las canciones
es lo más fácil.
—Y desde hace unos años llevás adelante Pequeños
universos, un proyecto televisivo donde rastreás la génesis del
folclore en nuestra cultura popular…
—Sí; en cuatro años he hecho tres temporadas, 39 programas, trece
capítulos por temporada. Paré sólo el año que hice Pynandí, Pies descal-
zos, mi último disco. El programa habla de pequeñas situaciones musi-
cales de la Argentina. Se trata de cómo es la transmisión oral de con teni-
dos musicales. La mayoría de la música que se toca en la Argentina se
aprende en las casas y los patios, y lo que hace el programa es mostrar
esa situación y a partir de allí la diversidad cultural que tiene la Argenti-
na en sus pueblos. Mostramos esos pequeños mundos musicales.
Al cierre de estas líneas, Pequeños universos ganaba el Martín
Fierro a la producción de cable de 2010 en el rubro Música: Folclo-
re. ¡Felicitaciones, Chango!
AIRE LIBRE Nº 4 |
recibe obsequios que promete
volver a usar con su hija, se inte-
resa por ejemplares anteriores
de AIRE LIBRE y agradece el ra -
to compartido antes de entrar
de lleno a preparar un show en
el teatro Ópera, que ya habrá
acontecido al llegar estas líneas
a sus ojos. Pero no se despide sin
antes dejarnos una reflexión
final: “La música es algo para vi -
venciar… Una cosa es decirlo y
otra es vivirlo. Uno puede tratar
de hablar de ella, pero uno la
saborea mientras la toca, mien-
tras la construye y mientras lo vi -
vencia el que está enfrente. Lo
mismo sucede con la pesca… Te
pueden hablar de lo lindo que
es el sol a la mañana, de la emo -
ción de un pique, de la sen sa-
ción de ir navegando entre los
irupés o de devolver lo que pes -
cás al agua. Pero vivirlo es lo más
interesante. Por eso le recomien-
do a quien no haya probado aún
la pesca con devolución, que lo
intente al menos una vez” �