Pesadilla Excitante (Indira Santos)

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  Indira Santos Sánchez

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Juna es una chica que no socializa mucho con las demás personas. Pero de repente algo cambiará en ella. Frederick su compañero de clase y Alexander su profesor de química estarán implicados en su vida.

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Indira Santos Sánchez

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La vida de Juna era bastante tranquila. Es una chica de trece años de baja estatura, decarácter pacífico, serio y parece no tener muchas amistades. Pero eso sí, es bastantebonita. Tiene el cabello negro y largo hasta las caderas, unos ojos del color de la mielcon un tono rojizo, gente la define misteriosamente como la pequeña chica infernal.

Actualmente vive sola en un gran apartamento, de vez en cuando viene su hermano

mayor a visitarla. Sus padres están de viaje de negocios y pocas veces se ven.

Era jueves y no parecía que hiciera buen día. En el vestidor de las chicas mientras Junase ponía la ropa de gimnasia, una de sus compañeras de clase abrió la puerta y detrás deella estaban los chicos. Todas se pusieron a gritar escandalosamente y a perseguirlos,menos ella que no le importaba mucho la situación. Uno de los chicos, Frederick,observaba a la pequeña chica que apenas se había vestido. De inmediato se dio la vueltay marchó sonrojado.

“¡Qué raro!” pensó él. “Ni se ha inmutado, ¿qué tipo de chica es ella?”. Después de cambiarse, todos se reunieron en el patio exterior y el profe ordenó correrpor varios minutos. En ese momento alguien empujó a Frederick y este cayó encima de

la pequeña chica. Se levantó enseguida, se disculpó y le tendió la mano para ayudarla alevantarse, pero ella lo miró indignada, se levantó sola y se fue a sentar en el césped.Frederick sintiéndose culpable fue detrás de ella.

-Lo siento mucho de veras ¿Estás bien? - preguntó Frederick preocupado.Juna no se interesó y decidió marcharse. Se dirigía de nuevo a los vestidores entonces separó de golpe y miró al chico que la seguía. ¿Realmente estaba preocupado? Sin darsecuenta ya estaba dentro del vestidor. Ella observaba a al chicocon mucha atención, hastael punto en que se sintió intimidado por la penetrante mirada de fuego de la chica. A lolejos del pasillo se oían pasos que se acercaban. Frederick empezó a escandalizarse,Juna abrió su taquilla y de una patada metió al chico que no paraba de moverse de unlado a otro. Distraído y sin previo aviso la agarró de la camiseta, con lo cual ellatambién se metió dentro y de un portazo se cerró la taquilla. Era un sitio estrecho,pequeño y solo se podía ver a través de las rejillas.

-¡Ah, que daño! ¿Estás bien? – interrogó el chico.Juna rápidamente con su pequeña mano, tapó la boca de Frederick.

“Que pequeñita que es, apenas me llega a los hombros” pensó Frederick unmomento. “Y su mano es cálida y suave”. 

Justamente llegaron las chicas, se estaban cambiando de ropa, incluso algunas yaandaban con toalla apunto de bañarse, alguien golpeó sin querer la taquilla de Juna.Frederick empezó a ponerse nervioso y no paraba de temblar. Le susurró a Juna que yano podía soportar más y que se iba ya de aquí. Cuando iba a abrir la puerta, ella lo

detuvo, pero él se resignó y de un codazo abrió la dichosa taquilla. Inesperado cayó alsuelo y Juna encima de él. En el suelo había un gran charco de agua y evidentementeambos quedaron mojados. Las chicas se quedaron impactadas, de inmediato sepusieron a correr detrás. El joven nervioso cogió del brazo a la chica y se la llevócorriendo a otro sitio. Como sus piernas eran cortas y tenía un lento paso, decidiócogerla en brazos.

-Lo siento, ¡necesito que vengas conmigo! – dijo alterado.Llegaron hasta el laboratorio y se quedaron ahí hasta que las chicas dejaran de buscarlo.El chico sorprendido se puso a reír y ella seguía sin mostrar expresiones. Junaestornudó.

-Deberíamos secarnos, o pescaremos un resfriado – afirmó él.

En el armario del laboratorio había un pequeño radiador. Mientras Frederick intentabaencenderlo, Juna se quitó la camiseta y la puso a secar. El joven no pudo evitar mirar los

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pechos de la chica, que a pesar de ser ella pequeña podía intuir que eran de un tamañoapto para su cuerpo. Al contrario, ella no estaba avergonzada ni tampoco molesta. Elchico inquieto, nervioso y tentado se sentó en el suelo delante del radiador, girando lacabeza intentando evitar aquella embarazosa situación. La chica se puso a su lado y seapoyó en su brazo. Su largo pelo estaba un poco mojado y caía perfectamente en el

suelo. Realmente parecía una muñeca.-¿Tienes frío? – preguntó tímidamente tartamudeando.Negó con la cabeza. Frederick no pudo evitar girar de nuevo la cabeza y mirar a los ojosde la pequeña chica que se centraba y se reflejaba en el ardiente calor del radiador. Sumirada era inexpresiva pero encantadora. El contacto de su piel era agradable, más biencálido y suave. Frederick estaba totalmente desconcentrado y perdido.

“Tiene un cuerpo tan pequeño, un largo cabello negro, unos ojos hermosos…”

pensó el chico sumergido en sus fantasías.-¿Pasa algo? – preguntó Juna.

El chico se sorprendió y quedó fascinado a la vez. Su voz era dulce, tibia, realmenteespectacular. Se quedó sin palabras. Juna estornudó de nuevo y empezó a temblar.

Frederick se quitó la camiseta, se la dio a la chica y se volteó. Le dijo que se quitara suropa y se pusiera su camiseta (que no estaba muy mojada), y que no le malinterpretara.

Frederick se dio la vuelta de nuevo, la miró y se echó a reír. La camiseta le veníabastante grande, le llegaba por debajo las rodillas. Empezaba a hacer frío y el chicoestornudó. Juna se acercó a él y con un gesto le dijo que se acercara más a ella. Se hizoun silencio eterno allí dentro y parecía que las horas transcurrían lentamente. Hubo unmomento de tensión. El largo cabello de la chica rozaba contra su pecho y sus brazos setocaban gentilmente. Frederick no paraba de mirar a Juna y ésta se dio cuenta. Ya nopodía resistir mucho más la situación y tampoco entendía como sus compañeros latemían. Sin embargo, él era el único que no sentía aquel espanto, de lo contrario, veía loque otra gente no podía ver. Estaba absorto por la belleza de Juna. Desde entonces quisoconocerla y así aumentó ese interés hacia ella.

Era viernes a las ocho de la mañana. Juna había salido ya del apartamento y se dirigíahacia el Instituto. De camino se encontró a Alexander, su vecino profesor de química,un hombre de veintisiete años, atractivo, joven y que vive dos pisos más arriba que ella.Afortunadamente se llevan bastante bien.

-¡Buenos días Juna! – saludó furtivamente Alex.Saludó con la cabeza. Como de costumbre cogió el coche y ambos se fueron hacia elInstituto. Al salir del coche, muchas miradas de otras chicas se dirigían hacia ella, peroninguna de ellas mostraba ninguna expresión. Juna y Alex se dirigían a clase, todos

estaban parloteando pero inmediatamente cuando se abrió la puerta se hizo un silenciosepulcral. Varias chicas se quedaron mirando a la chica con expresión de rabia, Juna lesdevuelve la mirada, estas no se inmutaron y se sentaron en sus sitios. Comenzó la clasey Alex estaba explicando las reacciones químicas y los experimentos del laboratorio. Alacabar la clase, bajaron al laboratorio para hacer las prácticas y se pusieron por parejas ogrupos. Juna no tenía ni grupo ni pareja y Alex propuso hacerlo con ella. Las demáschicas empezaron a discutir con el profesor.

-Juna, ¿quieres ir conmigo? – preguntó Frederick.Cuando la chica iba a responder, el profesor interrumpió al joven, lo miró y dijo que nose preocupara, que estaba al cargo de ella. Comenzaron con el experimento del cualhablaban en clase: la disección de una rana, su anatomía y buscar información sobre

esos seres. El grupo de “girls” se negaron a hacerlo y el profesor no insistió y les pusoun cero redondo. El resto tuvieron que conformarse y hacerlo.

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-Juna, ¿quieres que lo haga yo? – preguntó Alex.Comenzaron de nuevo las miradas competitivas. Juna cogió el bisturí y sinremordimientos pasó el siniestro objeto desde el cuello de la rana hasta el estómago.Todos se quedaron contemplando a la “chica infernal” que despellejaba al pobre einofensivo animal del cual brotaba abundante sangre y se derramaba en su pequeña

mano. No hubo palabra alguna y todos se pusieron a trabajar en lo suyo. A continuaciónla descompusieron y distinguieron sus partes. Se acabaron las clases. Alex mandó dedeberes buscar información sobre la rana, con los mismos grupos, comunicó que él yJuna se encargaban de recoger los materiales y que podían volver a clases. Todos sefueron a la siguiente clase. Juna se lavó las manos, el agua fluía con el derrame de lasangre. Con total seguridad, Alex le preguntó si quería pasar a su apartamento parahacer ese trabajo.

-¿Y por qué? – preguntó.-Bueno, tú estás en mi equipo – respondió.

Juna pensó que estaría bien y aceptó inconscientemente sin saber que podría pasar.En la siguiente clase de inglés de la profesora Rosaline Esmere, estuvieron mirando la

película de Romeo y Julieta y al finalizar mandó de deberes hacer una larga redacciónacerca de la película. Pasó todo un largo día y llegó la hora de ir a casa.Al salir del Instituto Alex estaba esperando a Juna para ir a su apartamento. Mientrasiban sentados en el coche conversaban pacíficamente. En veinte minutos llegaron a sushogares. Alex abrió la puerta con llave. Era un lugar bastante espacioso para unapersona, con las paredes de color azul, el suelo de marfil, un escritorio dondeobviamente preparaba sus clases, una estantería llena de libros de consulta, un gran sofáclásico, un armario y una gran cama. Algo bastante simple.

-Distinto - murmuró Juna.Juna pidió a Alex que subiera un momento con ella, para coger unos libros para poderestudiar. Solo entrar por la puerta, el hombre quedó asombrado y sonrió.

-¡Que ordenado y bien decorado! –  dijo. “En verdad, parece la casa de una

muñeca. Ella tan pequeña y el espacio tan grande, ¡que gracia!” pensó. Pasaron a la habitación de Juna, un sitio muy ordenado y con muchos muebles. Teníaunas estanterías llenas de libros, un espacioso armario incrustado a la pared, unatelevisión de plasma de 40”, un gran sofá y una cama que era el triple de grande que

ella. La pared estaba pintada de rojo y el suelo era de marfil. Regresaron de nuevo.Los dos se sentaron alrededor de la mesa y empezaron por los deberes de química. Alexle dijo que mientras el preparaba las clases para el lunes, que fuera haciendo y que si noentendía algo podía preguntarle. Juna asintió con la cabeza. Alex de vez en cuando laobservaba como hacia su trabajo, le pareció que estaba roja y sudando.

-Juna, ¿te encuentras bien? – preguntó preocupado.Ella volvió a asentir con la cabeza pero estornudó. Alex le puso la mano en la cabeza.Estaba ardiendo. El buen hombre preguntó que como podía estudiar en esascondiciones, le exigió que se tumbara en su cama.

-Estas sudando, es mejor que te cambies de ropa... – dijo Alex.Ella se levantó de la mesa y buscó en el armario de Alex una vestimenta cómoda. Junaempezó a quitarse la ropa y el hombre sin ser avisado se giró ruborizado. Después setumbó en la cama y estuvo durmiendo por una eternidad. Pasó la tarde volando y yaanocheció, apenas habían comenzado a trabajar. Alex que era amable dijo a la chica quereposara en su casa, que podía empeorar. Alex cargó en brazos a Juna hasta su casa y ladejó descansando en su cama. Regresó a su apartamento y le dijo que no se esforzara

mucho.

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Era sábado a las nueve de la mañana. Juna se había levantado y estaba en la cocinadesayunando, de repente alguien abrió la puerta con llave. Se oían unos pasos que sedirigían hacía ella.

-Buenos días Juna, ¿Te encuentras mejor? – preguntó.Era Alex. Juna le preguntó qué hacía aquí y este le dijo que cogió la llave de su casa

para ver cómo estaba. Juna le tendió la mano para que le devolviera la llave, pero el tipohaciéndose el sueco le dio un caramelo para el resfriado, sin embargo, ella lo cogiósiguiéndole el juego. Alex le dijo a Juna que se cambiara de ropa, que cogiera lamochila con los libros y que la esperaba abajo del apartamento. Ella regresó a suhabitación se vistió y cogió la mochila cargada de libros, bajó de su apartamento y allí estaba Alex apoyado en la pared fumándose un cigarro. Juna le preguntó que a dóndequería ir y el sonriendo le dijo que iban a seguir estudiando en la biblioteca. El buenhombre cogió el coche y los dos fueron al centro de la ciudad. Llegaron a la plazacentral, un sitio espacioso donde los niños juegan pacíficamente y la tranquilidad habitaen una gran fuente de agua fluyendo constantemente. Bajaron del coche y se dirigieronhacia la biblioteca pública. Entraron y buscaron una mesa vacía donde se sentaron y

siguieron con lo que no pudieron hacer ayer. Alex le dijo que era un buen sitio paraestudiar y ella asintió con la cabeza. Unos instantes entraron Liza y Cristi (hermanas),las compañeras de clase de Juna e inmediatamente se dirigieron hacia ellos.

-¿Teniendo una cita con la pequeña chica infernal? - dijeron burlándose. Juna las miró con desprecio infinito y ellas hicieron ver que no la miraban, porquerealmente sus ojos daban miedo.

-De hecho estábamos haciendo los deberes de química. – aclaró Alex.Las chicas preguntaron si podían estudiar con ellos. Estaban los cuatro en una mesa,Liza indiscretamente se puso al lado de Alex para poder estar cerca y echarle miraditas,desafortunadamente el buen hombre no se daba cuenta. Cristi de lo contrario, poco apoco se hacía amiga de Juna. Mientras estudiaban el ambiente de la biblioteca queirónicamente era silenciosa y tranquila hacía que los nervios subieran. Cristi preguntó aJuna si podía acompañarla al baño. Alex y Liza quedaron a solas por unos instantes.Liza le rozó un brazo, pero él no se daba cuenta. Esta vez sin pensarlo acercó más susilla con intención de atacar, pero lo único que se le ocurrió era preguntarle sobre lasranas. Él se lo explicó amablemente. Liza pensó que era inútil lo que acababa de decir.Cuando estaba decidida a arriesgarlo todo y confesar su loco enamoramiento, cerró losojos y respiró profundamente. Liza balbuceó “me gustas” tímidamente. Alex sinenterarse todavía le preguntó si le gustaban las ranas, esta se quedó alucinada. Cristi yJuna volvieron del lavabo, volvieron al ambiente relajado y se pusieron a trabajar.Pasaron dos largas y cansadas horas, Liza y Cristi tenían que irse ya a otro lugar, se

despidieron y dejaron a Juna y Alex solos.-¿No te has dado cuenta? – preguntó Juna.Alex la miró desconcertado y sin saber a qué venía esa pregunta no le respondió, esmás, no sabía ni que responder. Salieron de la biblioteca y ambos se dirigieron al“Restauran’dor”. Se sentaron en una gran mesa para dos y pidieron algo para comer, ellugar era precioso y lujoso a más no poder. Acabaron de cenar y…