Perspectivas Del Proyecto Revolucionario, Alvaro Vazquez

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    PERSPECTIVAS DEL PROYECTO REVOLUCIONARIO

    lvaro Vsquez del Real. Investigador social delCentro de Estudios e Investigaciones Sociales.

    Son tres los fenmenos caractersticos de las tendencias polticas y so-ciales en Amrica Latina. Uno, el despertar de las acciones de masas en

    mltiples formas y cada vez ms amplias y ms elevadas. Otro, que en

    parte es consecuencia del anterior, es la emergencia de cambios polticos

    en una direccin democrtica, algunos de los cuales ya se han encarnado

    en cambios de gobierno, cambios con un tinte marcadamente positivo. Y,

    tres, el hecho de que ambos componentes de los cambios estn procesn-

    dose a travs, principalmente, de la direccin por parte de las corrientes

    intermedias, de fondo reformista, con diversos grados de profundidad.

    Estamos, pues, en presencia de una nueva etapa de las luchas popu-

    lares en el continente, de tendencia crecientemente progresista. Esta ca-

    racterizacin nos obliga a extender una mirada, as sea en una forma muy

    general, sobre la suerte del proyecto revolucionario propiamente dicho, en

    lo que tiene que ver con Amrica Latina, y con nuestro pas, en tanto que

    parte de este conjunto.

    Presencia de la accin de masasLas grandes movilizaciones tienen rasgos diversos y se extienden en el

    plano de las resistencias a la imposicin del modelo neoliberal, cuyos resul-

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    tados han sido desastrosos para la situacin de las grandes mayoras popu-

    lares, sectores intermedios y algunos ncleos de las clases superiores.

    Estas manifestaciones masivas se expresan en los resultados electora-

    les, los cuales han logrado avances signif icativos en los cuerpos representa-tivos, en los gobiernos locales y nacionales. Y, especialmente en el ejemplo

    venezolano, la beligerancia popular ha sido fundamental en la defensa del

    programa del gobierno de Chvez y en la derrota de la coalicin reacciona-

    ria, apoyada por Washington.

    Tiene importancia sealar que este signo del despertar de masas apa-

    rece luego de una experiencia histrica extremadamente complicada que

    ha pasado por varias fases.

    Partiendo del auge de la lucha armada que tuvo momentos muy des-tacados y que responda a las tradiciones de los sectores ms radicales,

    siempre presentes en las acciones del movimiento popular latinoamerica-

    no, vinieron luego las pocas de predominancia de las formas militaristas

    de dominacin, principalmente en los pases ms representativos de Am-

    rica del Sur.

    Posteriormente se entr en la etapa de la ofensiva continua contra

    las conquistas sociales anteriores, a partir, sobre todo, del derrumbe de la

    URSS y de los pases socialistas de Europa, perodo que no ha terminadoy que ha empobrecido profundamente a los trabajadores, deteriorando el

    ritmo del crecimiento, deformando gravemente la calidad del sistema eco-

    nmico, por la va de la desindustrializacin y de la profundizacin de la

    vieja crisis estructural de ste.

    Los rasgos de la etapa actual

    La riqusima experiencia de la lucha durante estos perodos anterioreses el terreno que nutre hoy los nuevos desarrollos y cuya esencia, en cierta

    forma, devuelve a la situacin actual los valores originales de la historia

    popular de nuestros pases.

    Son conocidas las expresiones de este nuevo movimiento de masas.

    De una parte su riqueza de formas, su originalidad en los planteamientos,

    su amplitud en algunas regiones. De otro lado, las carencias en cuanto a la

    unidad en la mayor parte de los casos.

    Pero lo ms significativo de este flujo de masas, al revs de etapas an-teriores, cuando los cambios en profundidad eran el signo propio de las

    propuestas que se postulaban, es un notorio retraso en cuanto a la formu-

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    lacin de sus exigencias y, consiguientemente, a la limitacin de los logros.

    Porque si bien la envergadura de estos movimientos ha sido sorprendente,

    en cuanto a las iniciativas y las proporciones, sus contenidos no correspon-

    den con ella. Los casos ms notables son los de Ecuador y Bolivia, donde elmovimiento ha alcanzado altas tasas en la fuerza de sus manifestaciones,

    sin que esto se expresara en el alcance de los objetivos correspondientes,

    debido a la carencia de programas polticos que guiaran los procesos hacia

    objetivos transformadores.

    Un intento de explicacin

    Por eso, lo que ms llama la atencin sobre estos desarrollos recien-tes es la forma como se estn concretando los nuevos acontecimientos que

    se han puesto en marcha y que en cierta forma, por sus limitaciones, son

    diferentes a las tradiciones revolucionarias de Amrica Latina, donde el ra-

    dicalismo y el populismo haban jugado un papel tan notable en las luchas

    sociales y polticas.

    Esto se proyecta en el nuevo auge que estn viviendo las concepciones

    y las prcticas reformistas que canalizan en general los procesos actuales.

    El caso ms ejemplar es del Brasil, aun cuando las diferentes realidades tie-nen peculiaridades muy marcadas.

    Se podran avanzar diversas explicaciones de este peculiar rumbo que

    est tomando la salida de la crisis poltica en nuestras naciones.

    La descripcin que hemos esbozado de las etapas anteriores de la lu-

    cha popular puede explicar en cierta forma las limitaciones con que se for-

    mulan las propuestas y las realizaciones que se estn manejando. Los tres

    perodos que hemos apuntado atrs pueden dar razn de las proyecciones

    actuales. El fracaso de los ensayos insurreccionales, la dureza y la violenciade los golpes del militarismo y las repercusiones de la cada de los regme-

    nes socialistas europeos, han acumulado en relativamente corto tiempo

    una experiencia que ha conducido a una cierta cautela que algunos con-

    funden con madurez poltica.

    Los desniveles entre las posibilidades reales tanto objetivas como

    subjetivas de un lado y la radicalidad de los programas que en otra poca

    se promovieron; de otro lado, as como la emergencia de las nuevas condi-

    ciones internacionales, en muchos aspectos favorables al sistema de domi-

    nacin, han llevado a muchos sectores a buscar objetivos ms moderados

    para sus esperanzas de cambio dentro de la continuidad del sistema.

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    Desde el movimiento obrero, que se ha destacado, por lo menos en

    el caso colombiano, como consecuente luchador contra el neoliberalismo,

    el ALCA y el TLC, se vienen presentando propuestas alternativas desde el

    punto de vista de un regreso al Estado del bienestar. En el inventario de es-tas propuestas se relievan las acusaciones al llamado capitalismo salvaje,

    por lo que tiene de salvaje y no de capitalismo; o se limitan las exigencias a

    la defensa de lo pblico que es una consigna valiosa, pero circunstancial,

    o a la ilusin, con consignas como la proveniente de la ORIT, de democra-

    tizar la globalizacin, como si esto fuera posible, si se tiene en cuenta el

    carcter de la actual fase imperialista.

    Pero adems, desde un ngulo contrario, se han tratado de sistema-

    tizar importantes experiencias de luchas, analizadas con un enfoque ori-ginal, de donde se deducen tesis que son aportes interesantes, pero que sin

    embargo se distancian de una visin consecuentemente revolucionaria.

    Tal sucede con la enrevesada frmula adelantada por algunos, de

    cambiar el mundo sin tomar el poder. O la de limitar el horizonte re-

    volucionario a la construccin del poder desde abajo, gota a gota, lo que

    implica una incomprensin de lo que es el poder realmente poltico y su

    centralidad de clase en los estados capitalistas, sobre todo en aquellos fuer-

    temente autoritarios y militaristas, como lo son los de Amrica Latina. Olas ideas que exageran la trascendencia de las formas autogestionarias lo-

    cales, producidas a niveles micro, que se presentan no solo como intere-

    santes experiencias sociales, que desde luego lo son, sino como alternativas

    completas a la gran tarea de transformar el sistema social y poltico.

    Lo curioso es que, sin proponrselo y buscando iniciativas diferentes

    y creadoras, esta constelacin de propuestas originales termina aterrizan-

    do en formas ms o menos veladas de reformismo, con el ropaje de utopas

    extraas a su realizacin.

    Estas iniciativas estn surgiendo del estudio y el anlisis de los ms

    conocidos y propagandizados movimientos de actualidad, tales como el

    alzamiento de los zapatistas (1994), las batallas libradas por el poderoso

    movimiento de los Sin Tierra del Brasil, la confrontacin del movimien-

    to indgena, obrero y campesino de Bolivia (octubre 2003), los derroca-

    mientos de presidentes en Ecuador y Bolivia con el alto protagonismo de la

    accin indgena, las luchas sociales en Uruguay y la combatividad maravi-

    llosa de los piqueteros en la crisis Argentina.

    A lo cual habra que agregar, como una ms de esas explicaciones, las

    repercusiones sobre la subjetividad revolucionaria que ha resultado de la

    derrota del socialismo europeo y que sac del campo revolucionario a buen

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    nmero de integrantes del movimiento popular. Muchos de ellos pasaron

    al campamento adversario, en un conocido fenmeno de cooptacin. Es

    lo que llamaba Gramsci el transformismo, que l registraba como mole-

    cular, es decir, limitado a ciertos dirigentes. La diferencia con este mismofenmeno en los actuales tiempos de la crisis del socialismo es que ahora

    alcanza proporciones colectivas, de grupos y partidos completos. Otros se

    han mantenido en el campo democrtico, reduciendo, eso s, sus aspiracio-

    nes finales de cambios, o tratando de avenirse con una situacin de enten-

    dimiento con el sistema capitalista.

    De todos modos, lo cierto es que sobre la ola del nuevo movimiento

    de masas han surgido interesantes interpretaciones que tienen como de-

    nominador comn frmulas de corto alcance, que ya se expresan, y con-cientemente estn limitadas como proyectos y programas, y que se estn

    ensayando al nivel de prcticas sociales y polticas, tanto desde la oposicin

    como desde el escenario gubernamental.

    Alcance de los proyectos neoreformistas

    Pero hay que destacar que por su origen y por las mismas condi-

    ciones de la lucha, la variedad de estos proyectos y sus ejes polticos ytemticos son cualitativamente distintos de las formas conocidas de la

    socialdemocracia. Desde luego, sta tambin tiene su parte en significa-

    tivos planteamientos de reformas, sobre todo provenientes del frente sin-

    dical. Pero lo que aqu nos interesa subrayar son las variedades propias

    de los movimientos que participan en la accin desde ngulos indepen-

    dientes y que estn contribuyendo a forjar un proyecto muy distante de

    la degeneracin poltica de la vieja socialdemocracia europea. Mientras

    sta evoluciona negativamente hacia la entrega integral al hegemonis-

    mo norteamericano y al catecismo neoliberal, cuya versin extrema es

    la tercera va de Blair y Guiddens, sectores de los que hemos sealado,

    por el contrario, mantienen la resistencia a las polticas del imperialismo

    y de las oligarquas gobernantes.

    Podramos caracterizar, por ello, las posiciones y las acciones de los

    variados grupos a que nos referimos como un neoreformismo social, cuya

    importancia y cuyas proyecciones tienen aspectos muy significativos para

    el trabajo de la izquierda avanzada.

    Hay que sealar que el fondo poltico de estas tendencias se proyecta

    en el pujante movimiento de los Foros Sociales que a partir de Porto Alegre

    estn creando una vastsima fuerza de opinin, apoyada en un gran des-

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    pliegue de masas y agrupando a las ms multiformes organizaciones, cuyo

    eje de acercamiento es la lucha contra la globalizacin y las depredaciones

    de la actual fase del imperialismo, particularmente, el rechazo a las guerras

    de rapia de la administracin norteamericana.

    La experiencia colombiana

    La proyeccin que tienen estos procesos en la vida poltica colom-

    biana reclama el inters y la toma de posicin por parte de las fuerzas de

    izquierda. Los perfiles que adquieren corrientes como el Polo Democr-

    tico Independiente y sus proyecciones en cargos electivos en el escenario

    nacional y local, exigen un examen que vaya ms all de las condicionescoyunturales. Estas experiencias rebasan los alcances de episodios anterio-

    res, calificados como resultados de movimientos independientes de carc-

    ter regional o nacional, que han tenido corta duracin ya que no resistieron

    la presin del poder de las oligarquas.

    Por su composicin y por sus planteamientos, movimientos como el

    Polo Democrtico, algunos de los sectores que lo conforman y otros gru-

    pos afines, se vienen clasificando indistintamente como izquierda demo-

    crtica o como centro izquierda para diferenciarse tanto de la izquierdaque proclama los cambios revolucionarios y el socialismo, como del movi-

    miento insurgente que ha tomado el camino de la lucha armada para en-

    frentar al sistema y que postula la toma del poder.

    Es notorio que estos procesos han dado lugar a formaciones que ado-

    lecen de las mismas carencias que en su momento tuvo el M19, el cual, en

    su fugaz paso por el escenario poltico nacional luego de su periodo insur-

    gente, nunca defini un verdadero programa poltico como corresponde

    a un movimiento revolucionario que vaya ms all del capitalismo, sino

    que actu siempre en una forma coyuntural y con consignas inmediatis-

    tas, en su primera fase por la va armada y luego, por medios electorales.

    Adems, se estn constituyendo estos movimientos al calor de intereses de

    la coyuntura electoral. Todo esto le imprime su sello y muestra sus falen-

    cias. Pero, como hemos sealado, en el momento actual estn colocados en

    posiciones positivas en cuanto a las posibilidades de accin y de unidad de

    una oposicin que libra la lucha contra el proyecto autoritario y militarista

    de Uribe Vlez.

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    Hasta dnde llega el neoreformismo?

    Pero si bien estas consideraciones que hemos hecho explican el desa-

    rrollo de tendencias reformistas que estn jugando un papel significativo

    en los procesos polticos, ello no garantiza el xito de su papel en la inter-

    pretacin y concrecin de los cambios sociales y polticos que hoy son ne-

    cesarios e imprescindibles, si se quiere una salida real de la crisis nacional,

    cuya finalidad vaya ms all del capitalismo.

    Tanto en el nivel de Amrica Latina como en el de nuestro pas, la

    contradiccin ms notoria que presenta el momento actual en su perspec-

    tiva es la que existe entre la hondura de la crisis de la sociedad, la urgencia y

    radicalidad de los cambios que esto exige, por una parte, y la limitacin as

    como el escaso alcance del proyecto neoreformista, por otra parte. Si bieneste proyecto se diferencia sustancialmente de la vieja poltica de las oli-

    garquas gobernantes, y se enfrenta al mismo tiempo a las manifestaciones

    ms agrestes del hegemonismo imperialista, no pasa de tener un alcance

    limitado para la solucin de los profundos problemas del pueblo trabaja-

    dor, dejando por consiguiente, pendientes las soluciones de fondo que el

    capitalismo no puede enfrentar. Si aceptamos cualquier tipo de enfoque

    reformista, mantenindolo dentro del sistema actual, tendremos que acep-

    tar la tesis de la perennidad del capitalismo y del fin de la historia.

    Por qu la fuerza reformista?

    Habra que hacerse la pregunta del por qu pueden las propuestas

    intermedias liderar las aspiraciones populares cuya profundidad se hace

    cada vez mayor y que estn en el fondo mismo de la crisis estructural.

    En un primer examen, esto seguramente tiene que ver con el retraso

    de la conciencia social, cuyo grado de desarrollo, en muchos aspectos, nopasa de las reivindicaciones que son la materia prima del reformismo y de

    la estrechez en cuanto al mbito social. En segunda instancia, es el resul-

    tado del profundo trabajo de las clases dirigentes al interior de los sectores

    populares. Y, en no menos importancia, estn las tremendas limitaciones

    de la actividad poltica y organizativa de las corrientes revolucionarias.

    Por eso, la actitud que parece ms acertada en lo poltico, en relacin

    con el variado espectro de las tendencias neoreformistas, no es la confron-

    tacin ni la descalificacin simple como se predica por algunos sectorespreocupados por el escaso margen en que se mueven las propuestas de la

    izquierda revolucionaria. La apreciacin de ese neoreformismo, en una so-

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    ciedad como la nuestra ms all del aprovechamiento que de ste puedan

    hacer los grupos de derecha y la poltica oficial, debe conducir a un tipo

    de crtica que contribuya a desarrollar en la accin popular el proyecto re-

    volucionario y a una prctica que no haga concesiones a la tendencia con-ciliadora, caracterstica de todas la formas del reformismo. Pero en ambos

    aspectos, esta crtica debe producirse sobre el terreno de la accin y la par-

    ticipacin en los procesos de cuyas limitaciones somos conscientes.

    En los casos en que el neoreformismo asume posiciones de gobierno

    lo importante es defender el derecho al accionar independiente de la pro-

    testa y de la movilizacin popular, as como a exigir en la prctica social

    ir ms all de las promesas formuladas y a presentar con un carcter au-

    tnomo la solucin de los problemas que ms aquejan la situacin de lostrabajadores y del pueblo, mediante su propia organizacin. No se trata,

    en ningn caso, del apoyo a todas las propuestas que se consideran inte-

    grantes de un programa de reformas, ni se trata de lo que en el pasado se

    conoca como el apoyo crtico, que no pas de la declaracin verbal y de

    la aprobacin real.

    El aprovechamiento correcto de las reformas por parte del movimien-

    to popular se inscribe dentro del proceso de acumulacin de factores para

    la formulacin de alternativas de fondo a la crisis estructural. Podramosformular esta posicin como el esfuerzo por profundizar las reformas que

    se procesan y por darle una base de masas cada vez ms amplia y ms inde-

    pendiente a las acciones para lograr las soluciones y los cambios necesarios.

    Lo importante aqu es no limitarse a las iniciativas reformistas, sino avan-

    zar siempre, ms all de stas, en el espritu del leninismo, que considera

    las reformas como un subproducto de la lucha revolucionaria.