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AUGUSTO ANGEL MAYA PERSPECTIVAS AMBIENTALES Y ALTERNATIVAS ,f'DEL DESARROLLO La actitud del Tercer Mundo ante sus recursos naturales desemboca en las transnacionales, en la deuda externa, lafrustración y en la explotación cada vez más agresiva e irracional de la naturaleza, Los recursos del planeta no son suficientes para la vida opulenta de 5.000.000.000 de terrícolas. Es urgente cambiar de modelos de "desarrollo". L a perspectiva ambiental empieza a ocupar la conciencia política. Cada día es más evidente que los niveles de entropía introducidos por la actividad humana son, en ocasiones, irreversibles. No es posible volver a tejer la trama de la vida que duró tres mil millones de años en organizarse. Las especies desa- parecidas por culpa de la actividad humana nunca retor- narán al escenario geográfico. El equilibrio entre oxíge- no y bióxido de carbono, organizado durante millones de años para permitir la existencia de las especies supe- riores, no podrá recuperarse fácilmente y menos aún la maravillosa diversidad genética amenazada por el desa- rrollo del monocultivo y por la destrucción de los ecosis- temas boscosos. El planeta es un barco averiado. El hombre, sin embargo, tardó demasiado en darse cuenta del problema. La preocupación ambiental surge ya a finales del siglo pasado, pero sólo empieza a domi- nar la conciencia pública desde mediados del presente si- glo. La crisis de la civilización había sido ya planteada en muchas formas por filósofos, científicos o literatos. Marx profundizaba en la alienación del hombre, Nietzs- che anunciaba la desintegración de los valores morales. Kirkegaard, Kafka o Sartre señalaban los límites de la soledad. Freud escribía uno de sus últimos libros sobre el "malestar de la cultura". La perspectiva ambiental tiene sin embargo otros orí- genes, aunque recoge muchas de las inquietudes ante- riores. Surge con los movimientos conservacionistas del siglo pasado y se fortalece en medio del triunfo eufórico del desarrollo capitalista y socialista de la posguerra, an- tes incluso de que se iniciase la persistente crisis actual. De 1950a 1973se cuadruplicó la producción industrial de los países ricos de occidente. El desarrollo parecía no te- ,..-'.. ner más límites que la resistencia de los países del tercer mundo, que suministraban gran parte de las materias primas. Pero dicha resistencia era fácilmente manejable con medidas políticas o, en último término, militares. Lo que no había previsto el desarrollo era que la oferta de los sistemas naturales también tenía sus límites. Cuando el precio de las materias primas, especialmente del petróleo, empezó a crecer, gracias a la unidad, así sea momentánea, del tercer mundo, la crisis ambiental ya había estallado. La perspectiva biológica La primera advc;rtencia provino de los biólogos. El libro de Rachel Carson La primavera silenciosa, aparecido en 1962, dió el grito de alarma. Carson se propuso demos- trar, con el fruto de su paciente investigación, las graves consecuencias de los pesticidas sobre el equilibrio de las especies animales. El libro logró su propósito: crear un ambiente de discusión y a veces de agria polémica sobre la intervención tecnológica del hombre sobre los ecosis- temas. Desde entonces, innumerables escritos han abor- dado el problema desde este punto de vista. La perspectiva ecológica de la problemática ambien- tal no hubiese sido posible sin la sistematización científi- ca de la biología durante los dos últimos siglos. La teoría evolucionista llevaba necesariamente a la comprensión estructural del proceso de la vida y ya Darwin acuñaba el concepto de "trama de la vida" que ha pasado al diccio- nario ambientalista. A finales del siglo pasado Mobius definía el concepto de biocenosis y Haeckel acuñaba el término de ecología. Hubo que esperar hasta 1935 para que el botánico inglés Tansley formulara el concepto de "ecosistema" , para abarcar las relaciones entre los seres 17

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AUGUSTO ANGEL MAYA

PERSPECTIVAS AMBIENTALESY ALTERNATIVAS

,f'DEL DESARROLLOLa actitud del Tercer Mundo ante sus recursos naturalesdesemboca en las transnacionales, en la deuda externa,la frustración y en la explotación cada vez más agresivae irracional de la naturaleza, Los recursos del planeta

no son suficientes para la vida opulenta de 5.000.000.000de terrícolas. Es urgente cambiar de modelos

de "desarrollo".

La perspectiva ambiental empieza a ocupar laconciencia política. Cada día es más evidenteque los niveles de entropía introducidos por la

actividad humana son, en ocasiones, irreversibles. No esposible volver a tejer la trama de la vida que duró tresmil millones de años en organizarse. Las especies desa-parecidas por culpa de la actividad humana nunca retor-narán al escenario geográfico. El equilibrio entre oxíge-no y bióxido de carbono, organizado durante millonesde años para permitir la existencia de las especies supe-riores, no podrá recuperarse fácilmente y menos aún lamaravillosa diversidad genética amenazada por el desa-rrollo del monocultivo y por la destrucción de los ecosis-temas boscosos. El planeta es un barco averiado.

El hombre, sin embargo, tardó demasiado en darsecuenta del problema. La preocupación ambiental surgeya a finales del siglo pasado, pero sólo empieza a domi-nar la conciencia pública desde mediados del presente si-glo. La crisis de la civilización había sido ya planteada enmuchas formas por filósofos, científicos o literatos.Marx profundizaba en la alienación del hombre, Nietzs-che anunciaba la desintegración de los valores morales.Kirkegaard, Kafka o Sartre señalaban los límites de lasoledad. Freud escribía uno de sus últimos libros sobreel "malestar de la cultura".

La perspectiva ambiental tiene sin embargo otros orí-genes, aunque recoge muchas de las inquietudes ante-riores. Surge con los movimientos conservacionistas delsiglo pasado y se fortalece en medio del triunfo eufóricodel desarrollo capitalista y socialista de la posguerra, an-tes incluso de que se iniciase la persistente crisis actual.De 1950a 1973se cuadruplicó la producción industrial delos países ricos de occidente. El desarrollo parecía no te-

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ner más límites que la resistencia de los países del tercermundo, que suministraban gran parte de las materiasprimas. Pero dicha resistencia era fácilmente manejablecon medidas políticas o, en último término, militares.Lo que no había previsto el desarrollo era que la ofertade los sistemas naturales también tenía sus límites.Cuando el precio de las materias primas, especialmentedel petróleo, empezó a crecer, gracias a la unidad, asísea momentánea, del tercer mundo, la crisis ambientalya había estallado.

La perspectiva biológica

La primera advc;rtencia provino de los biólogos. El librode Rachel Carson La primavera silenciosa, aparecido en1962, dió el grito de alarma. Carson se propuso demos-trar, con el fruto de su paciente investigación, las gravesconsecuencias de los pesticidas sobre el equilibrio de lasespecies animales. El libro logró su propósito: crear unambiente de discusión y a veces de agria polémica sobrela intervención tecnológica del hombre sobre los ecosis-temas. Desde entonces, innumerables escritos han abor-dado el problema desde este punto de vista.

La perspectiva ecológica de la problemática ambien-tal no hubiese sido posible sin la sistematización científi-ca de la biología durante los dos últimos siglos. La teoríaevolucionista llevaba necesariamente a la comprensiónestructural del proceso de la vida y ya Darwin acuñaba elconcepto de "trama de la vida" que ha pasado al diccio-nario ambientalista. A finales del siglo pasado Mobiusdefinía el concepto de biocenosis y Haeckel acuñaba eltérmino de ecología. Hubo que esperar hasta 1935 paraque el botánico inglés Tansley formulara el concepto de"ecosistema" , para abarcar las relaciones entre los seres

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vivos y entre estos y su medio físico, dentro de un espa-cio geoclimático determinado.

Esta comprensión holística e integral de la realidadviva daba pie para comprender mejor las consecuenciasde la actividad humana sobre los sistemas naturales. Elsurgimiento de la conciencia ambiental le debe mucho ala consolidación de la ecología como ciencia, pero no seidentifica con ella. El análisis de la crisis provenía tam-bién de otros campos del saber.

La perspectiva económica

La segunda vertiente de la perspectiva ambiental provie-ne de los economistas, reforzados en ocasiones por filó-sofos, sociólogos o politólogos. Esta vertiente se ha ve-nido preocupando de la relación entre desarrollo y re-cursos. Una inquietud similar había asaltado a los eco-nomistas clásicos. Mathus planteaba con crudeza el de-sequilibrio entre crecimiento poblacional y recursos ali-mentarios. La ley de rendimientos decrecientes, plan-teada por Ricardo, señala, en último término, los límitesimpuestos al desarrollo por la oferta natural. Marx, porsu parte, rechaza la teoría de los límites físicos al creci-miento poblacional planteada por Malthus y se adhiereal optimismo tecnológico de MilI, aunque con la confe-sada esperanza de implantar un nuevo régimen social enel que desaparezca el antagonismo entre población y re-cursos.

El optimismo de la corriente marginalista y de los neo-clásicos, orientados por Marshall, se estrella contra lahecatombe de la primera guerra mundial y de la crisis delos años treinta. El pesimismo sobre las perspectivas deldesarrollo reaparece en el período de entreguerra conAlvin Hausen que prevee como una posibilidad cercanael fin del desarrollo. Superada la crisis gracias a las polí-ticas heterodoxas aconsejadas por Keynes, se reinstalael optimismo abanderado por Clark o Rostow, quienessueñan con palacio~ flotantes en alta mar, que se abaste-cen de los recursos ilimitados del planeta. Kahn y Wie-ner proyectan desde el instituto Hudson el crecimientoesponencial de la humanidad, sin calcular otros límitesque no fuese una eventual guerra atómica.

El optimismo al interior del sistema capitalista centralse ve de nuevo amenazado, esta vez por los países peri-féricos, que empiezan a darse cuenta del inmenso poderque les da el control de la fuentes energéticas y de las ma-terias primas. Había que contar, por tanto, no sólo conun sistema cerrado de recursos finitos, sino también conun sistema dividido, en el que el desarrollo de los paísescentrales suponía la explotación de los periféricos. Elproblema era también político. Por ese entonces, Heil-broner reeditaba las tesis de Boulding, planteando queya se habían superado los límites del crecimiento pobla-cional, de acumulación de desechos y de contaminaciónambiental.

Este ambiente de incertidumbre y de crisis se concretaen las investigaciones que el Instituto Tecnológico deMassachussets (M.I.T.) realiza para el Club de Roma.Basados en los modelos de previsibilidad que Forresterhabía diseñado desde la teoría general de sistemas, losinvestigadores concluyeron en una visión nada optimistasobre las posibilidades del desarrollo a largo plazo.

Esta posición abiertamente pesimista sobre las posibi-lidades ambientales del desarrollo, fue compartida porun amplio círculo que se extendió al Sierra Club de SanFrancisco, al Council of Population and Environmentde Chicago, al grupo del Ecologist, que en 1972lanzabasu "Manifiesto para la Superivivencia". El biólogo Ebr-lich lanzaba en 1968 su libro sobre la "bomba poblacio-nal", Conmonner debatía tesis similares desde la antro-pología, y Dubas desde la agronomía.

Frente a la corriente pesimista, el optimismo tecnoló-gico salió de nuevo por sus fueros, encabezado esta vezpor los profesores del Instituto Sussex. Según ellos, el in-forme del Club de Roma desestimaba el poder de la tec-nología y ese tipo de críticas ambientales al desarrollomanifestaban solamente el resentimiento de las clasesaltas y medias por la masificación de la producción. Por

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su parte, el pontífice de la economía, Samuelson, argüíaque la escasez de las materias primas podía ser reguladapor el mercado, aunque reconocía los límites externosdel sistema económico.

La perspectiva política

Otras muchas perspectivas se asomaban al estudio de laproblemática ambiental. Los arquitectos y urbanistasempezaban a preocuparse por el crecimiento caótico delas ciudades. Los sicólogosy sociólogos intentaban desa-rrollar criterios para definir la calidad de la vida humanay el grado de su deterioro. Los médicos se preocupabanpor las consecuencias de la contaminación sobre la sa-lud. La crisis ambiental no podía ser analizada, por tan-to, solamente desde la perspectiva biológica. La maneracomo se organizaba el proceso de producción veníaplanteando, aunque de manera periférica, los límitesambientales del desarrollo. Pero la articulación del desa-rrollo era un problema eminentemente político. Dete-ner el desarrollo o disminuir su ritmo podía ser aconseja-do por los economistas o los sociólogos, pero podía serejecutado sólo por los políticos. La problemática am-biental entraba, por tanto, en el terreno de las decisionespolíticas.

La Conferencia Internacional sobre el Medio Huma-no, reunida en Estocolmo en 1972, se congregaba bajolos auspicios del pesimismo ambiental, difundido duran-te los años anteriores. Cuando los países del tercer mun-do llegaron a Estocolmo se encontraron con la sorpresade que se había decretado el fin del desarrollo. No erafácil aceptarlo, sobre todo cuando el supuesto agota-miento de los recursos y los problemas de la contamina-ción habían beneficiado solamente a los países ricos. Dehecho la posición asumida por los países del t~rcer mun-do fue marcadamente reacia o al menos cautelosa, paraaceptar esta nueva visiónde la crisis, que ahora se llama-ba problemática ambiental. Ellos venían impulsando eldesarrollo impuesto desde afuera y ahora se les plantea-ba desde afuera la exigencia de detener la marcha. Laperspectiva ambiental parecía más bien el resultado deun relamido esteticismo cultural de pueblos gastados yno coincidía con la dinámica del desarrollo que los paí-ses pobres buscaban.

Por estas razones, los países del tercer mundo acudie-ron a una falacia que ha hecho camino y que sólo se em-pieza a revisar recientemente. Se planteó que el origenfundamental de los problemas ambientales del tercermundo era la pobreza y que sólo el desarrollo podríatraer consigo la solución. Era una falacia a medias, par-cialmente desmentida por las consecuencias ambienta-les de una atolondrada carrera desarrollista. Falacia ono, el tercer mundo tomaba cada vez más conciencia desu unidad e iniciaba un enfrentamiento con los países in-dustrializados en la búsqueda del anhelado desarrollo.

Los delegados tercermundistas de Estocolmo no pre-tendían sin embargo romper la unidad del desarrollounidimensional impuesto por los países industrializa-dos. Deseaban solamente entrar en el convite, con unaproporción más equitativa. Los argumentos alegadospor el prime~ informe del Club de Roma, que insistía enque la brecha del desarrollo tendía a ampliarse y que los'recursos finitos no permitían que todos los pueblos al-canzasen el grado de desarrollo de los países ricos, seconsideraba como un sofismo de distracción. La segun-da argucia de Estocolmo consistía precisamente en con-siderar a todos los pueblos del mundo como pasajerossolidarios de una sola tierra. La imagen de una sola tie-rra hizo olvidar que se trataba de una tierra dividida. Elhecho de que todos fuésemos pasajeros de la nave tierrahacía olvidar que en la nave había capitanes y furgone-ros. Quedaba por fuera de las discusiones de Estocolmoel saqueo de los recursos del tercer mundo como causareal del subdesarrollo y de los problemas ambientales delos países pobres.

Por un nuevo orden económico

Dos años después de Estocolmo, los países del tercermundo estaban dispuestos a implantar un nuevo ordeneconómico internacional (NOEI), propugnado en 1974en el seno de Naciones Unidas. Era el primer esfuerzoposterior a Estocolmo que pretendía balancear el desa-rrollo, favoreciendo con algunas medidas eficaces el cre-cimiento económico de los países pobres. El diganósticodel desarrollo que sirvió de base para las declaracionesdel NOEI, no podía ser más decepcionante para los paí-ses pobres. La producción y el comercio de la mayoríade los productos básicos, como el trigo, el caucho, elarroz, el petróleo, etc., se encontraban en manos de lastransnacionales en proporciones que variaban entre el70 y el 90 por ciento del comercio mundial y el porcenta-je que dejaban en los países productores pobres oscilabasolamente entre el.15por ciento de las ganancias totales.La búsqueda de un nuevo orden económico internacio-nal parecía posible después de que los países tercermun-distas consolidados en la OPEP habían iniciado un añoantes la guerra del petróleo.

Quince años después de las alegres y esperanzadorasdeclaraciones del NOEI, sólo queda un reguero de desi-lusión y de amargura. De hecho no han logrado cons-truirse estructuras internacionales para corregir las fé-rreas leyes del mercado internacional. Ninguna agenciainternacional tiene jurisdicción directa sobre las trans-nacionales y los países industrializados consideran lasdeclaraciones del NOEI como demandas unilaterales delos países pobres, sin efecto en el derecho internacional.El derecho de cada país para explotar los recursos pro-pios, consagrado en el artículo segundo de la Carta deDeberes y Derechos Económicos de los Estados, no

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pasa de ser una benigna ilusión, ya que de hetho estosrecursos están siendo controlados cada vez en mayormedida por las transnacionales.

Las frustraciones del desarrollo

Las esperanzas acariciadas durante la última décadapara integrar un orden económico internacional más jus-to, han desembocado en las inmensas frustraciones de ladeuda externa que ha paralizado o hecho retroceder laseconomías de los países pobres. El pago de la deuda ex-terna exige, como lo reconoce el informe de la ComisiónBrundtland sobre Medio Ambiente y Desarrollo, unaexplotación cada vez más irracional de los recursos natu-rales del tercer mundo. En esta forma se ha venido des-vaneciendo la "ilusión de Estocolmo". El supuesto desa-rrollo no sólo no ha sido viable, sino que ha acumuladolos problemas ambientales del tercer mundo.

Ante todo el hambre. La orientación del desarrolloimpuesta a los países pobres ha traído consigo la acumu-lación proteínica en los países industrializados a cambiodel hambre en los países pobres. La revolución verde,pensada en términos del incremento de las exportacio-nes, no ha sido el método más adecuado, para satisfacerlas necesidades biológicas de la población. Las grandesextensiones de monocultivo han acumulado no sólo elhambre sino los problemas ambientales del campo. Eluso indiscriminado de pesticidas, el envenenamiento delas aguas, la desecación de las ciénagas y, como resulta-do final, la erosión, ese inmenso flagelo que puede es-trangular la civilización.

El inmenso desarrollo tecnológico de la agriculturamoderna ha incrementado, sin embargo, la producciónmundial a niveles nunca alcanzados antes. En ningúnotro momento de la historia se había producido tantoalimento no sólo en términos absolutos, lo que sería fá-cilmente explicable, sino en relación con la poblaciónmundial. El problema del hambre no se debe a insufi-ciencia en la producción, sino a la orientación de la es-tructura agraria. En 1975, según cálculos de la Fao, seprodujeron aproximadamente 500 kilogramos de granosper cápita a nivel mundial. Sin embargo, en el mismoaño el Banco Mundial calculaba en cerca de 500 millonesel número de desnutridos en el tercer mundo, cifra quese duplicará en el año 2.000. La estructura agraria noestá orientada a nivel mundial para satisfacer las necesi-dades biológicas de la población, sino para lograr exce-dentes proteínicos cada vez mayores en el mundo desa-rrollado. Más del treinta por ciento de la producción degranos se destina a la alimentación animal. Mientras tan-to, los países pobres siguen destinando sus tierras paraproductos de exportación, que satisfagan las exigenciascrecientes de dieta proteínica en los países ricos y dejenun excedente para construir las torres de cristal en elcentro de las grandes ciudades.

La larga historia de la dependencia no ha iluminadosuficientemente a los políticos del tercer mundo. El de-sarrollo no se ha logrado de espaldas al tercer mundosino a expensas de él. El salitre peruano o chileno explo-tado por los ingleses fertilizó los campos de Europa. EnAmérica Latina dejó sólo la desolación de la guerra delPacífico y unas cuantas mansiones señoriales en Santia-go o Lima. La producción de azúcar satisface el refinadogusto de los países ricos, mientras erosiona los suelos delnordeste brasileño o de las islas del Caribe. El cacao sir-ve para fomentar las fiestas eróticas de la Europa victo-riana, mientras la carne o el trigo argentinos, controla-dos desde las islas Malvinas, van a satisfacer la gula pro-teínica del imperio.

La segunda ilusión del desarrollo de los países pobreses el crecimiento urbano. El desarrollo tampoco ha traí-do la solución de los problemas ambientales de las ciuda-des, tal como lo soñó Estocolmo. Las ciudades crecensin control absorbiendo los recursos naturales y sirvien-do de inmensas máquinas de entropía que se desbordana través de los cauces de aguas infectadas o se difuminanen una atmósfera contaminada. El tercer mundo y espe-cialmente América Latina está sufriendo un crecimientourbano que no tiene nada que ver con el desarrollo de lasciudades en los países industrializados durante el surgi-miento del capitalismo. Los escasos excedentes de laproducción agraria se han dedicado a asfaltar el suelo ur-bano. El fruto de la explotación del caucho no se revirtióen un manejo adecuado de la amazonia, sino en los ex-travagantes palacetes de Manaos. El petróleo venezola-no o mexicano se sembró en ciudades invivibles comoMéxico o Caracas. En 1975 los países del tercer mundotuvieron el dudoso privilegio de alcanzar a los países in-dustrializados en población urbana y en el año 2.000 ten-drán la osadía de duplicarlos. Pero las ciudades de lospaíses pobres crecen no sólo construyendo edificios enlos centros urbanos sino tugurios en la periferia, mien-tras se endeudan para intentar cubrir una mínima partede las necesidades básicas de energía o transporte.

Las perspectivas del ambientalismo político

Cualquiera que sea la salida que se le encuentre al graveproblema de la deuda externa, la viabilidad de los paísesdel tercer mundo sólo es posible dentro de modelos al-ternativos de desarrollo. Contrariamente a lo que pensa-ban los delegados tercermundistas a la Conferencia deEstocolmo, hay cada vez menores posibilidades de co-piar los modelos de desarrollo impuestos por los paísescentrales, corrigiendo sus distorsiones ambientales. Du-rante estas dos décadas han seguido crecIendo las ciuda-des como inmensos pulpos en los que se concentran losdesajustes de la estructura agraria, las repercusiones dela violencia política, la inseguridad callejera, la incomu-nicación y el hambre. Se sigue agravando igualmente la

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destrucción de los bosques, la contaminación de lasaguas y la erosión de los suelos agrícolas.

Ante esta situación, ¿cuáles son las vías para un desa-rrollo ambiental alternativo? Las propuestas que se hanpresentado en las últimas décadas no pasan de ser crite-rios generales para orientar el desarrollo y no modelospara construirlo. Esos principios reflejan por fuerza lospresupuestos ideológicos por los que transitan los movi-mientos ambientales. Para unos se hace indispensableuna mayor centralización de las decisiones que planifi-que a nivel mundial la utilización de los recursos. La ideaimplícita de su pensamiento es que el estado nacional defronteras fijas es un.peligroso anacronismo. Para otros,en cambio, la problemática ambiental exige la descen-tralización del poder y el control de la producción y delos recursos por parte de las comunidades.

La propuesta centralista había sido avanzada por al-gunos autores preocupados por los desequilibrios del de-sarrollo. Ward y Dubos formulaban desde 1972 la exi-gencia de reforzar el poder de las Naciones Unidas, parael control de algunas materias básicas, mientras Falkproponía la creación de un poder mundial sobre nuevasbases. Para algunos esta nueva forma de utopía no sería

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posible sin un gobierno central coercitivo, propuesto porToft1er, Opheelus y otros.

En contraste con la autoritaria solución del centralis-mo mundial, otros autores están convencidos de que laúnica alternativa posible a la crisis ambiental es la totaldescentralización de las decisiones. La sociedad postin-dustrial debe basarse, según Taylor, en la producciónautónoma de las comunas o, según Bookhin o Rossack,en diferentes formas cooperativas. Todos ellos tienen encomún el apego a la comuna descentralizada, herenciade la ideología liberal.

Una tercera tendencia se inclina por el socialismo cen-tralizado o descentralizado. El socialismo centralizado,sin embargo, no tiene muy buena acogida dentro delpensamiento ambiental. El centralismo staliniano optópor el Marx desarrollista contra el Marx humanista,cuyo objetivo era la des alienación y no el incremento delas fuerzas productivas. Esa tendencia del centralismoautoritario llevó a sacrificar la producción agraria enaras de la camarilla del acero y trajo consigo el desperdi-cio de los recursos y la acumulación de la entropía.

En cambio la comuna descentralizada china, ~on la ar-ticulación de la producción agrícola e industrial, su usointensivo de tecnologías alternativas y una mayor preo-cupación por la conservación de los recursos, ha llamadola atención de muchos ambientalistas. A otros más bienles seduce la concepción neo helénica de pequeñas o me-dianas comunidades federadas alrededor de ecosistemassimilares.

Las Naciones Unidas, en cambio, desde la constitu-ción del Programa del Medio Ambiente, impulsaron elmodelo del ecodesarrollo que se basa en tecnologíasapropiadas, basadas en el ciclo natural de renovación de'los recursos y con efectos no contaminantes sobre el me-dio, amplia participación de la comunidad y descentrali-zación del desarrollo. Este modelo acariciado por tantosaños y a cuya aplicación se programaron algunos proyec-tos específicos, como el de la Sierra Nevada de SantaMarta, parece que va siendo substituido por el conceptomás neutro y ascépticode "desarrollo sostenido" , impul-sado por el Informe de la Comisión Brundtland. El con-cepto de desarrollo sostenido no hace alusión a alternati-vas políticas o sociales. Parece conformarse con modifi-car accidentalmente el estilo de desarrollo vigente, paraque no sea tan perjudicial al medio natural.

Las perspectivas del tercer mundo

La mayor parte de estas iniciativas o modelos han sidoplanteadas desde la perspectiva de los países desarrolla-dos. El ambientalismo significa sin duda uno de los.mo-mentos de crisis más significativos desde la aparición delcapitalismo, porque plantea los límites al desarrollo in-definido que había sido uno de los soportes ideológicosde la cultura occidental. Replantea igualmente las posi-

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ciones del hombre prometéico, dominador de la natura-leza, con todas las connotaciones subrepticias de tipo re-ligioso, filosófico o político.

Sin embargo, la crisis ambiental ha involucrado tam-bién, en ocasiones contra su voluntad, a los países deltercer mundo. En realidad, difícilmente puede hablarsehoy de cultura occidental. La expansión colonizadoradel capitalismo se encargó de homogeneizar los patrone&ideológicos de la cultura. Los países colonizados adopta-ron las instituciones políticas, las formas culturales, lospresupuestos filosóficos y en ocasiones las ideologías re-ligiosas de occidente. Hoy sólo quedan rezagos de las di-ferencias culturales, convertidas en museos para el estu-dio de los antropólogos. Las diferentes regiones del ter-cer mundo han vivido esta experiencia de adaptación ytransculturación en diferentes momentos y a ritmos di-versos. En el caso de Latinoamérica, su conquista tem-prana permitió una rápida penetración de la cultura eu-ropea, con subsistencias esporádicas y de intensidadmuy matizada de las culturas indígenas. La europeiza-ción del mundo significa el triunfo del neolítico euro a-siático.

Los ideales explícitos o implícitos del desarrollo en eltercer mundo son los mismos que predominaron en lospaíses industrializados desde el nacimiento del capitalis-mo. Se basan en el utilitarismo tecnológico y los bienestangibles o imaginarios de lasociedad de consumo. Di-fícilmente puede hablarse de un tercer mundo ideológi-camente diferente, al menos en los niveles políticos dedecisión y de formulación científica. Las objeciones a latemática ambiental provenientes del tercer mundo nosurgían, por tanto, de una posición cultural diferente,sino del sentimiento de rezago frente a los países indus-trializados.

Es difícil hacer entender que los recursos del planetano son suficientes, dentro del actual desarrollo tecnoló~gico, para llevar a la opulencia de que gozan los paísesindustrializados a 5.000 millones de terrícolas. Es difícilcomprender igualmente que el desarrollo tecnológico,dirigido por los países industrializados, no está orienta-do a satisfacer las necesidades básicas de la poblaciónmundial ni a acortar las distancias entre países pobres yricos, sino a incrementar la tasa de ganancia y ello sólo selogra a expensas de los recursos naturales y humanos deltercer mundo. Es fácil imaginarse, que no existe, enton-ces, un cuarto mundo, de cuyo saqueo pueda alimentar-se el desarrollo de los países pobres.

El optimismo acerca de los recursos de la tierra paraabastecer el desarrollo de todo el planeta se encuentraprácticamente en todos los teóricos tercermundistas delos años sesenta y setenta. En los dependentistas, cual-quiera que sea su tendencia, no se asoma nunca la sospe-cha de que el desarrollo pueda tener condiciones limi-tantes de entorno. Su crítica a la teoría dualista de la mo-dernidad, no busca un nuevo desarrollo, acorde con el

medio, sino acoplarse al modelo de industrialización en·marcado en el paradigma productivista.

Sin embargo, durante los últimos años se ha gestadoun pensamiento latinoamericano y tercermundista máscoherente y decidido COnbase en las reflexiones sobre lacrisis ambiental. El antecedente de estos planteamientospuede encontrarse en las conclusiones del Seminario In-ternacional sobre Desarrollo y Medio Ambiente, reuni-do en Cocoyoc en 1974. Por primera vez se plantean conclaridad las consecuencias ambientales de una tierra di-vidida. El seminario responsabiliza a la herencia colo-nialista de los problemas ambientales tanto de los paísesdesarrollados como de los países pobres. Niega en formaenfática los mitos largamente acariciados del desarrolloy plantea como solución la necesidad de buscar múltiplesdesarrollos alternativos, acordes con los ecosistemas ycon las características culturales de los pueblos.

Planteamientos similares se expresaron en el PrimerSeminario sobre l)niversidad y Medio Ambiente paraAmérica Latina y el Caribe, reunido en Bogotá en 1985.La carta de Bogotá y las Diez Tesis para América Latinasubrayan la necesidad de plantearse el Medio Ambienteno como un límite al desarrollo, sino como un potencialdiferenciado para múltiples desarrollos. Por último, enla IV Bienal Destino y Esperanza de la Tierra, reunidaen Managua durante la segunda semana de Junio delpresente año, se reafirman los ideales de un desarrolloalternativo para los países pobres.

Como lo afirmó el Seminario de Bogotá arriba citado,la Universidad tiene un papel fundamental en la búsque-da de un nuevo desarrollo. Lo menos que puede decirsees que con los instrumentos simbólicos heredados de laracionalidad prometéica, difícilmente puede entendersey menos solucionarse la crisis ambiental del desarrollo.La Universidad, entendida como cantera del pensa-miento, está llamada a replantear los modelos interpre-tativos en la búsqueda de un nuevo desarrollo.

Profesor de la Universidad NacionalAsesor de la Red de Formación Ambiental

de Pnuma - lefes.Presidente de la Fundación

Medio Ambiente y Desarrollo Alternativo.

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