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ECONOMÍA INDUSTRIAL N. o 351 • 2003 / III 27 Los requerimientos totales de materiales en la economía española. Una visión a largo plazo: 1955-2000. PERSPECTIVA NACIONAL Desde el punto de vista del enfoque económico convencional, la cues- tión de la sostenibilidad ambiental de las economías industriales ha suscitado en los últimos años un debate en el que —salvo escasas excepciones— ha dominado más la retó- rica que la cuantificación rigurosa apoya- da en un instrumental adecuado (1). Y no debería sorprender este panorama cuan- do, constantemente, se escatiman los es- fuerzos por conectar los resultados de las ciencias naturales y de las disciplinas so- ciales para orientar, con conocimiento de causa, el comportamiento del sistema económico y encauzarlo por derroteros mas «sostenibles». Como consecuencia de ello no han falta- do las posturas enfrentadas entre los que piensan que el desafío de la sostenibili- ÓSCAR CARPINTERO Departamento de Economía Aplicada Universidad de Valladolid dad es resoluble —tanto teórica como prácticamente— desde el enfoque econó- mico ordinario, y aquellos que demandan la necesidad de tratamientos diferentes a los meramente convencionales. No en balde, el enfoque convencional viene abordando desde hace décadas la cues- tión del crecimiento económico como la simple expansión de agregados moneta- rios —sea la Renta Nacional o el Produc- to Interior Bruto (PIB)— que por su pro- pia naturaleza presentan carencias ambientales importantes, al registrar co- mo creación de riqueza y renta lo que no es sino destrucción —en muchos casos irreversible— de la misma. Por tanto, se comprende que también en nuestro país, al centrar la reflexión económica en el crecimiento del PIB y sus derivados, ha- yan permanecido en gran parte ocultas las servidumbres ambientales ligadas al proceso de «desarrollo». Es verdad, no obstante, que desde hace tiempo, la Contabilidad Nacional ha in- tentado resolver las carencias ambientales que limitan su capacidad para registrar el proceso económico de producción y con- sumo, aunque, como hemos tratado de mostrar en otra ocasión, la compleja na-

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Los requerimientos totales de materiales

en la economía española.

Una visión a largo plazo: 1955-2000.

PERSPECTIVA NACIONAL

Desde el punto de vista del enfoque económico convencional, la cues-tión de la sostenibilidad ambiental de las economías industriales hasuscitado en los últimos años un debate en el que —salvo escasas

excepciones— ha dominado más la retó-rica que la cuantificación rigurosa apoya-da en un instrumental adecuado (1). Y nodebería sorprender este panorama cuan-do, constantemente, se escatiman los es-fuerzos por conectar los resultados de lasciencias naturales y de las disciplinas so-ciales para orientar, con conocimiento decausa, el comportamiento del sistemaeconómico y encauzarlo por derroterosmas «sostenibles».

Como consecuencia de ello no han falta-do las posturas enfrentadas entre los quepiensan que el desafío de la sostenibili-

ÓSCAR CARPINTERODepartamento de Economía Aplicada

Universidad de Valladolid

dad es resoluble —tanto teórica comoprácticamente— desde el enfoque econó-mico ordinario, y aquellos que demandanla necesidad de tratamientos diferentes alos meramente convencionales. No enbalde, el enfoque convencional vieneabordando desde hace décadas la cues-tión del crecimiento económico como lasimple expansión de agregados moneta-rios —sea la Renta Nacional o el Produc-to Interior Bruto (PIB)— que por su pro-pia naturaleza presentan carenciasambientales importantes, al registrar co-mo creación de riqueza y renta lo que noes sino destrucción —en muchos casos

irreversible— de la misma. Por tanto, secomprende que también en nuestro país,al centrar la reflexión económica en elcrecimiento del PIB y sus derivados, ha-yan permanecido en gran parte ocultaslas servidumbres ambientales ligadas alproceso de «desarrollo».

Es verdad, no obstante, que desde hacetiempo, la Contabilidad Nacional ha in-tentado resolver las carencias ambientalesque limitan su capacidad para registrar elproceso económico de producción y con-sumo, aunque, como hemos tratado demostrar en otra ocasión, la compleja na-

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turaleza de numerosos recursos naturalesy ecosistemas, y los costes ambientalesasociados a la actividad económica, ha-cen difícil su acomodo en el esquemacontable ordinario que suele girar en tor-no al universo del valor monetario (Car-pintero, 1999).

La alternativa pasaría, a nuestro juicio,por superar el simple retoque «ecológico»de la Contabilidad Nacional, emprendien-do un análisis que vaya más allá del se-guimiento de las actividades económicasen términos crematísticos y profundice enlas realidades físicas de los procesos co-mo antesala a la explicación de la degra-dación ambiental que producen. Y es eneste ir «más allá del valor económico»,cuando se hace preciso considerar los im-pactos ambientales de la producción debienes y servicios «desde la cuna hasta latumba», es decir, recayendo sobre los re-cursos naturales antes de ser valorados, ysobre los residuos generados que, pordefinición, carecen de valor monetario.Se trataría, utilizando una acertada analo-gía, de hacer un seguimiento del «meta-bolismo económico» de las sociedades,habida cuenta que, en el fondo, su soste-nibilidad dependerá del tamaño que ocu-pen dentro del conjunto de la biosfera yde la capacidad tanto para abastecerse derecursos renovables como para cerrar losciclos de materiales, convirtiendo los resi-duos en nuevos recursos aprovechables.

Esta aproximación dará pie a analizar,además, la contribución de los recursosnaturales a las fases de crecimiento y re-cesión de la economía española, descri-biendo los cambios más importantesacaecidos en el último medio siglo. Unintento que, de paso, tratará de salvar lareiterada ausencia de la Naturaleza en elanálisis económico sobre las fuentes delcrecimiento en las funciones de produc-ción agregada, que se centran exclusiva-mente en el capital, el trabajo o la tecno-logía como origen de la expansión de laproducción.

La información manejada sobre la utiliza-ción crecientemente insostenible de losflujos físicos facilitará también la discu-sión sobre la posición que la economíaespañola ocupa en comparación con losprincipales países industrializados (Esta-dos Unidos, Japón, Holanda, Alemania,

etc.). Lo que, también, nos permitirá ter-ciar con conocimiento de causa en la po-lémica sobre la supuesta «desmaterializa-ción» de las economías industrializadas yla situación de España en este contexto.

La relevancia del«metabolismo económico»y sus antecedentes en España

El trabajo aquí presentado hunde sus raí-ces en una tradición, ya centenaria, sobreel análisis e investigación de los flujos fí-sicos que atraviesan el sistema económi-co. La labor de los «pioneros» de finalesdel siglo XIX y principios del XX como P.Geddes, S. Podolinsky, J. Popper-Lynkeuso F. Soddy para que la economía cimen-tara mejor sus bases naturales de análisis,les llevó a proponer, entre otras cosas, lanecesidad de estudiar los flujos de ener-gía y materiales que recorrían el sistemasocioeconómico y que conformaban suparticular «metabolismo».

No abundaremos aquí en la descripciónde éstos y otros precedentes (2), que en-lazarán décadas más tarde con las preo-cupaciones de científicos y economistascomo Abel Wolman, Keneth Boulding,Georgescu-Roegen o R. U. Ayres. Será afinales de la década de los ochenta cuan-do algunos debates en el seno de Nacio-nes Unidas y la UNESCO den como resul-tado que autores como R. U. Ayres y U.Simonis recojan la vieja metáfora, algoabandonada, y popularicen la noción de«metabolismo industrial»: un proceso don-de —al igual que los organismos vivosque ingieren energía y alimentos paramantenerse y permitir su crecimiento yreproducción— la economía conviertematerias primas, energía y trabajo enbienes finales de consumo —más o me-nos duradero—, infraestructuras y resi-duos (Ayres, 1989; Ayres y Simonis, 1994).

Una evaluación seria de los comporta-mientos económicos en términos de «sos-tenibilidad» requeriría, por tanto, hacerun seguimiento exhaustivo de los flujosde energía y materiales que recorren lossistemas económicos, con el fin de cali-brar hasta qué punto los países están vi-

viendo más allá de sus posibilidades entérminos de recursos, o han superado lacapacidad de los ecosistemas para absor-ber los residuos.

No debe extrañar entonces que, con estecaldo de cultivo, las mismas preocupa-ciones llevaran a que, desde comienzosde los noventa, dos importantes institu-tos se pusieran a la cabeza en la investi-gación sobre flujos materiales a nivel in-ternacional: se trataba del WuppertalInstitut alemán y del Institut für Interdizi-plinäre Forschung und Fortbildung (IFF)austríaco.

En el primer caso, la aportación de Frede-rick Schmidt-Bleek resultó decisiva parala consolidación de conceptos como elde «mochila ecológica» (flujos ocultos derecursos necesarios para la obtención deun recurso o la fabricación de un produc-to que no forman parte del mismo ni sonvalorados) o el de Input Material por Uni-dad de Servicio (MIPS), en el que se in-tentaban recoger —«desde la cuna hastala tumba»— todos los flujos de energía ymateriales que incorporaba la extracciónde un recurso o la fabricación de un pro-ducto (3).

Un papel similar al desempeñado porSchmidt-Bleek en Wuppertal lo ha veni-do realizando Marina Fischer-Kowalskien el IFF vienés. A ellos se debe, en cola-boración también con otros institutos co-mo el World Resources norteamericano,el especial nivel alcanzado en los análisisa escala nacional desarrollados durantela década de los noventa (Adriaanse etal., 1997; Mathews et al., 2000), ya rese-ñados por Martínez Alier en este mismonúmero (4).

Paralelamente al breve recordatorio a es-cala internacional, merece la pena pres-tar atención a los pasos recorridos por lainvestigación en nuestro país más próxi-mo, teniendo también aquí en cuenta lasaportaciones de los pioneros a finales delos setenta, toda la década de los ochen-ta y su continuación y ampliación duran-te el decenio de los noventa (5). En am-bos casos, los esfuerzos realizados paraconocer el metabolismo económico hantratado de cubrir una serie de lagunascon estudios sectoriales de diverso al-cance. En cuanto al seguimiento de los

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flujos físicos (en especial de la energía)fue la agricultura la primera actividadhacia la que, durante la década de losochenta, se dirigieron los esfuerzos decuantificación a través de balances ener-géticos, tanto globales como de sistemasagrarios concretos.

Es preciso comentar, antes de ir más al de-talle, que la realización de los diferentesbalances energéticos durante el período1978-1985 se llevó a cabo en el marco dedos importantes proyectos de investiga-ción. Por un lado, el relacionado con «Lagran explotación agraria en España», sub-vencionado por la Fundación Juan March,donde se presentaron las primeras estima-ciones de balances energéticos para el ca-so de Extremadura (Campos y Naredo,1979), Andalucía Occidental (Campos yNaredo, 1980) y la agricultura española ensu conjunto (Naredo y Campos, 1980) (6),y, de otra parte, el proyecto realizado enel seno del CSIC titulado «Economía, agri-cultura y energía: análisis de dos sistemasproductivos, el minifundio (occidente as-turiano) y el latifundio (dehesa extreme-ña)», que dio lugar también a importantescontribuciones en esta área (Campos,1981, 1984; López Linaje, 1985).

En todos los casos, los análisis energéti-cos de la agricultura realizados en nues-tro país entre 1978 y 1985 mostraron unasintonía clara con las aportaciones proce-dentes de otros países a la hora de juzgarla mayor eficiencia energética y ambientalde la agricultura tradicional en contrapo-sición con las modernas técnicas agrarias.Sobre todo porque, al mismo tiempo, seponían en entredicho las ganancias de«productividad» económica ofrecidas porla moderna agricultura, que, sin realizarbalances energéticos, presentaba «mejo-ras» de la eficiencia monetaria cuando entérminos físicos el resultado del procesoincrementaba las pérdidas —las kilocalo-rías obtenidas en forma de alimentos eranmuy inferiores a las kilocalorías aportadasen forma de inputs (fertilizantes, maqui-naria, combustible, etc.)—.

Por las mismas fechas, ecólogos interesa-dos por el funcionamiento de los siste-mas humanos y algunos de los autoresimplicados en los anteriores trabajos to-maron la decisión de ampliar el ámbitosectorial y espacial más allá del análisis

del metabolismo energético agrario, in-corporando la consideración de los flujosfísicos asociados a los sistemas urbanos eindustriales. Se optaba así por acometer,por ejemplo, con diferentes acentos ymetodología, el estudio de los flujos físi-cos de agua, energía, materiales y resi-duos de la ciudad de Barcelona (Parés,Pou y Terradas, 1985) o de la Comunidadde Madrid (Frías et al., 1986; Naredo yFrías, 1987a) (7). Mientras en el caso deBarcelona su carácter pionero hacía énfa-sis en el análisis de la ciudad como eco-sistema urbano, derivando de ello un es-tudio razonable de los flujos físicos queconstituían su peculiar metabolismo(energía, materiales, alimentos, residuos,etc.), en el caso concreto del estudio ela-borado por Naredo y Frías para la Comu-nidad de Madrid se ofrecían, además,desde el punto de vista metodológico, al-gunas innovaciones pioneras en nuestropaís: no sólo incorporaba un balance demateriales centrándose en los dos extre-mos del proceso económico (recursos-re-siduos), sino que iba más allá que su pre-cedente inmediato de la ciudad deBarcelona, al tener en cuenta las contra-partidas monetarias y de información quepermitían a dicha Comunidad Autónomaasentarse sobre un déficit físico de agua,energía y materiales considerable, quecompaginaba con un excedente neto deresiduos e información. Era, pues, la pri-mera vez que se realizaba en nuestro te-

rritorio un estudio integrado de los flujosfísicos y monetarios a escala regional,dando la oportunidad de desvelar aspec-tos generalmente ocultos al enfoque eco-nómico ordinario.

A menudo, estos trabajos pioneros tuvie-ron que hacer frente a una situación depenuria estadística considerable en la es-fera ambiental, lo que fomentó que variosde sus autores protagonizaran, a media-dos de los ochenta, un interesante y sóli-do trabajo para terminar globalmente conesa falta estructural de datos que dificul-taban los esfuerzos propugnados desdehacía tiempo por estos pioneros de laeconomía ecológica en España.

En 1986, al amparo de una iniciativa quecontaba con apoyo institucional, surgió laposibilidad de tender puentes entre las re-flexiones económicas y ambientales, enla-zando el «sistema económico» con los sis-temas ecológicos en la elaboración de unSistema de Cuentas del Patrimonio Naturalsolvente. Este intento trató de materializar-se y promoverse a través de la ComisiónInterministerial de Cuentas Nacionales delPatrimonio Natural (CICNPN), que durantealgo más de un año (1986-1987) se dedicóa la tarea de poner a punto el instrumentalanalítico y de realizar propuestas con lasque encauzar metodológicamente la ela-boración de las estadísticas necesarias paratal fin (8).

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Gracias al funcionamiento del Secretaria-do de la Comisión (donde desarrollabansu labor J. M. Naredo y J. Frías), se sugi-rió un esquema de funcionamiento queponía el acento en la elaboración de trestipos de cuentas fundamentales (de in-ventariación de recursos, de flujos de sis-temas utilizadores y de flujos e inventa-riación de residuos), con la intenciónexplícita de ir «más allá del valor econó-mico», al considerar los flujos y stocks deelementos contabilizados en todo el pro-ceso «desde la cuna hasta la tumba».

Lamentablemente, después de un año defuncionamiento de los diferentes gruposde trabajo (Rocas y Minerales, Agua, Re-cursos Marítimos, Territorio, Residuos yFlora y Fauna), y una vez presentado elinforme final con la labor realizada y losproyectos a desarrollar, los desvelos delSecretariado por arrancar un compromisodel Gobierno central para dotar de losmedios adecuados al futuro trabajo de laComisión, se encontraron con un murode silencio y despreocupación. El tiempomostró que, desgraciadamente, el conoci-miento de la realidad económico-ambien-tal del país, aunque necesitase de pocosrecursos económicos para llevarse a ca-bo, no estaba entre las prioridades, no yapolítico-económicas, sino tan siquiera es-tadísticas, de aquella época.

Aun así, parece oportuno recordar esteantecedente, habida cuenta de que en losquince últimos años apenas se ha avanza-do en la sistematización de las estadísti-cas ambientales, a parte de una serie deintentos parciales por parte del sector pú-blico, y al tesón y perseverancia de unaserie de investigadores que de maneraparticular, o apoyados por institucionesprivadas, han intentado paliar esa lagunacada vez mayor.

En todo caso, volver ahora sobre esteepisodio de nuestra reciente historia es-tadística sirve para llamar la atención endos cuestiones de cierto interés: por unlado, dejar en el lugar apropiado a mu-chas propuestas de elaboración de regis-tros e indicadores ambientales que, pre-sentándose como novedosas, no seríanmás que un corolario fácilmente obteni-ble a partir de una Contabilidad del Patri-monio Natural como la que en su díapropuso la Comisión.

De otra parte, con el fracaso de la Comi-sión, España perdió una oportunidadpara convertirse —con un coste econó-mico pequeño en comparación con elgasto efectuado en la elaboración deotro tipo de estadísticas menos ventajo-sas— en país de referencia (junto conFrancia, Noruega o Canadá) en la elabo-ración de este tipo de cuentas, teniendoasí mucha mejor información para cono-cer el metabolismo económico de Espa-ña y ayudar en la toma de decisionespúblicas sobre la gestión de los recursosnaturales. Resulta paradójico, a fin decuentas, que una comisión creada parallevar a cabo el seguimiento de losstocks y flujos físicos de recursos natura-les tuviera que suspender su actividadpor la falta de los flujos monetarios y fi-nancieros adecuados.

Desde entonces, los tres campos de re-flexión de la década de los ochenta (me-tabolismo energético agrario, metabolis-mo urbano-industrial y desarrollo de unaposible contabilidad del patrimonio natu-ral) encontraron desigual continuidad yhorizonte durante el decenio de los no-venta. El avance en este campo se pro-dujo, en todo caso, a través de una doblevertiente teórica y aplicada que enlazababien con las preocupaciones manifesta-das años atrás.

Por un lado, la puesta en marcha del«Programa Economía y Naturaleza», de laFundación Argentaria, dirigido por J. M.Naredo, permitió conjugar ambas vertien-tes a la hora de enjuiciar económica yambientalmente el metabolismo de siste-mas agrarios particulares, con especialhincapié en la utilización del agua y losfertilizantes (López Gálvez y Naredo,1996; Garrabou y Naredo (eds.), 1996,1999) (9); o el análisis del metabolismoeconómico a escala planetaria tendiendopuentes entre la economía y la termodi-námica a la hora de evaluar la sostenibili-dad ambiental y el deterioro ecológico delas sociedades industrializadas (Naredo yValero (dirs.), 1999) (10).

Paralelamente a esa actividad, por lasmismas fechas, se elaboraron para nues-tro país las primeras cuentas del agua(Naredo y Gascó, 1992), es decir, sobreun flujo que en tonelaje resulta ser el ma-yoritario, pero que en España era el gran

desconocido tanto en términos de canti-dad como de calidad. Lamentablemente,la innovadora metodología aplicada enaquel momento, que recibió el aplausode la OCDE, no tuvo continuidad poste-rior ni fue asumida por los entes estadísti-cos competentes.

Conjugando también la reflexión teóricay el desarrollo metodológico con el es-tudio de la realidad, cabe mencionarcomo ejemplo meritorio de aquellosaños la contabilización —«desde la cunahasta la tumba»— de los flujos de ener-gía y materiales para el ciclo completodel transporte en nuestro país realizadapor A. Estévan y A. Sanz (1994). Se tratade la primera y más completa aporta-ción de la economía ecológica deltransporte en España, en la que se reali-zan las cuentas tanto económicas comosociales y ambientales de una actividadque, considerada globalmente, suponela mitad de la energía final total consu-mida (11).

Lejos de forzar los cálculos para lograrhomogenizar los diferentes aspectos enuna unidad monetaria común, el propioplanteamiento metodológico excluye esatentación optando por medir, en términosfísicos, las consecuencias ambientales osociales —por utilización de recursos,emisiones de contaminantes, ruido, «frag-mentación del territorio»— de lo que losautores denominan la «Triple A» (avión,AVE y automóvil). Pues —como sugierenEstévan y Sanz— de poca ayuda sirveasignar un valor monetario a las muertescausadas por los accidentes de tráfico,cuando éste, con más de 200.000 vidassegadas desde los años cincuenta, ha de-jado a la guerra civil «en segundo lugarcomo causa de muertes violentas en Es-paña durante el siglo XX» (Estévan ySanz, 1994, 89).

El mismo triple interés (económico, am-biental y social) —en este caso regio-nal— tiene el trabajo presentado en1998 para el ámbito valenciano (Almenaret al., 1998). Se trata de una ambiciosainvestigación colectiva en la que se re-cae sobre los tres niveles que afectan ala sostenibilidad (económico, ambientaly social), planteando los instrumentosoportunos para su medición y análisis.Para lo que aquí interesa, se toman en

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consideración tanto los flujos físicos deagua, energía y materiales, como los re-siduos generados por la Comunidad Va-lenciana en 1990, realizándose una delas primeras Tablas Input-Output am-bientales en nuestro país.

Las conclusiones que arroja el estudiose muestran ecológicamente significati-vas respecto al carácter dependiente delmodelo de desarrollo valenciano en loque atañe al origen importado de la ma-yoría de sus flujos de recursos naturalesen tonelaje y en relación con el carácterno renovable de los mismos. Se com-prende entonces que la sostenibilidadde esta región dependa, al igual que enlos casos de Madrid y Barcelona, de ladegradación del entorno más allá de susfronteras, recortando de paso las posibi-lidades de aprovechamiento de los re-cursos naturales por parte de las genera-ciones futuras.

Mayor relación con nuestro trabajo tienentambién los resultados presentados en2002 sobre los Requerimientos Totales deMateriales (RTM) del País Vasco para elperíodo 1989-1998 (IHOBE, 2002) (12).En efecto, con una metodología similar ala desarrollada por nosotros en sucesivosepígrafes, se estimó que en 1998 cada ha-bitante de esa región demandaba 80,3 to-neladas (incluida erosión) para satisfacersus necesidades: esto es, como veremos,más del doble que las requeridas por elhabitante medio español, y casi un 50 %superiores a la media de la UE. La discre-pancia se explica fundamentalmente porel peso extraordinario alcanzado por lautilización de los minerales metálicos enel caso vasco, pues mientras en la UEapenas suponen 10 tm/hab., allí alcanzanuna cifra casi tres veces superior, esto es,28 tm/hab.

Estas últimas aportaciones coincidieron, afinales de los noventa y comienzos de la si-guiente década, con las actualizaciones delos trabajos dedicados al estudio del meta-bolismo de las conurbaciones barcelonesa(Barracó et al., 1999) y madrileña (13). Yen fechas similares fueron presentadostambién los primeros resultados de un es-tudio de largo alcance sobre los requeri-mientos totales de materiales de la econo-mía española en el último medio siglo(Carpintero, 2002)

Desde el mismo punto de vista sectorial,las antiguas preocupaciones de Naredo yFrías por el seguimiento de los flujos fí-sicos a nivel industrial se extendierontambién al ámbito territorial de las ma-nufacturas gallegas (Doldán, 1999). X.Doldán presentó para el año 1992 undetallado seguimiento de los flujos deagua, energía y materiales de los 89 sec-tores de la Encuesta Industrial, arrojandoresultados coherentes con análisis simi-lares para otros territorios y países. Elagua sigue apareciendo como el princi-pal flujo en varios órdenes de magnitud,superior al resto. Desde el punto de vis-ta energético, el sector industrial gallegose ha convertido en un «devorador deenergía», importando más del doble dela producción propia para fabricar unosproductos que se venden mayoritaria-mente más allá de nuestras fronteras,contribuyendo así a acentuar una depen-dencia exterior cuando años atrás se po-día hablar a éste respecto en términosde autoabastecimiento (14).

En definitiva, en las páginas que siguennos aproximaremos al metabolismo de laeconomía española en el último medio si-glo, aplicando para ello la metodologíade la Contabilidad de Flujos Materiales,inicialmente desarrollada por Adriaanseet al. (1997) y más tarde consensuada aescala internacional por medio de la guíaelaborada a tal efecto por Eurostat (2001).

Como se puede observar en la figura 1,la nueva metodología amplía la vieja no-ción de balance de materiales añadiendoahora a los recursos (directos) utilizadosen el proceso económico aquellos flujosde energía y materiales «no usados», indi-rectos, o también llamados «ocultos», queno forman parte de la mercancía final-mente vendida pero que es necesario re-mover para su obtención (estériles mine-ros que recubren el metal, movimientode tierras para la construcción de in-fraestructuras, biomasa no aprovechada,etc.). La suma de ambas fracciones porel lado de los inputs es lo que se deno-mina Requerimiento Total de Materiales(RTM) (15).

Como consecuencia de ello, nuestraaproximación al metabolismo económi-co de España en este artículo se realiza-rá, sobre todo, por el lado de los recur-sos (inputs), prestando menor atenciónal lado del output (residuos). Aunquepara los últimos años comienzan a exis-tir datos razonables con los que seguirlas principales partidas involucradas enlos residuos, existen algunas dificultadespara rellenar las cifras para toda la serie(16). Por esta razón preferimos en estaocasión no avanzar resultados desde es-ta última perspectiva, aunque se trata deuna laguna sobre la que actualmente es-tamos trabajando y esperamos paliar enbreve.

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FIGURA 1ESQUEMA SIMPLIFICADO DEL BALANCE DE MATERIALES

PARA LA ECONOMÍA NACIONAL

INPUT

REQUERIMIENTOSTOTALES DE MATERIALES

OUTPUT TOTAL DEMATERIALES

Extracción domésticaCombustiblesMineralesBiomasa

Extracción doméstica noutilizada (ocultos)

EmisionesVertidos al agua y al suelo…Extracción doméstica noutilizada (ocultos)

Exportaciones

Flujos indirectos (ocultos)de exportaciones

Reciclaje

Importaciones

Flujos indirectos (ocultos)de importaciones

Aumentos netos de stock

Transumo material anual(annual throughput)

ECONOMÍA OUTPUT

FUENTE: Adaptado de Eurostat (2001). Aunque para simplificar hemos supuesto la identificación entre flu-jos indirectos, ocultos y no utilizados, la guía metodológica establece matizaciones y pequeñas diferenciasque es necesario tener en cuenta.

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Principales cambios en el metabolismo de la economía españoladesde el punto de vista de los inputs

Es ya un hecho conocido que, desde me-diados de la década de los cincuenta, laeconomía española ha experimentado uncrecimiento importante de su producciónmedida en términos del PIB real, al multi-plicarse por seis su valor entre los años1955 y 2000. La simple expansión cuanti-tativa de los bienes y servicios puestos adisposición de la población en este perío-do ha ido acompañada de una serie detransformaciones cualitativas (estructura-les) bien estudiadas desde hace tiempopor buena parte de los economistas.

No se trata aquí, sin embargo, de hacerun prolijo repaso de las diferentes inter-pretaciones que sobre este proceso decrecimiento económico se han vertido so-bre el papel, sino de dejar constancia delvacío reflexivo en torno a los recursosnaturales como inputs y a los costes am-bientales como «efectos externos» no de-seados de todo este tipo de transforma-ciones. Es cierto que, ante la evidencia deque no es posible soslayar por más tiem-po dichas cuestiones, los textos encarga-dos del estudio de la economía españolahan incorporado desde hace tiempo capí-tulos dedicados al «Territorio y los recur-sos naturales», pero en muchos casos —ya pesar de la buena voluntad de los auto-res— en franca contradicción con lospostulados defendidos en otros capítulosde esos mismos libros en materia de polí-tica industrial, agrícola, transporte, etc.

Pero tal vez lo que más llame la atenciónes la reiterada ausencia de los recursosnaturales en los estudios dedicados aanalizar las «fuentes del crecimiento» eco-nómico español durante ese período, yque han recurrido usualmente a la utiliza-ción de la función agregada de produc-ción (tipo Cobb-Douglas o similares). Sinentrar en consideraciones sobre las gra-ves deficiencias teóricas que presenta di-cha función, la errónea práctica de identi-ficar el «residuo de Solow» con el progresotécnico, o la vía de reducir el tamaño de

ese residuo incorporando variables noconsideradas anteriormente (educación,I+D, economías de escala, cualificaciónde la mano de obra) caracterizaron tantolos primeros trabajos de Pulido (1968) oSegura (1969), a finales de los sesenta,como las últimas aportaciones de Pérezet al. (1996) y Mas et al. (2000) en la dé-cada de los noventa; pero dejando en to-dos ellos de lado el papel central que losrecursos naturales habían desempeñadoen todo el proceso (17).

Para intentar paliar esta laguna veamos,con un poco de perspectiva, los principa-les recursos naturales que han sustentadola estrategia de crecimiento del PIB enEspaña desde los años sesenta hasta laactualidad, atendiendo así a los cambiosmás importantes que se han producidoen el metabolismo económico de nuestroterritorio. Modificaciones que, por otro la-do, van a explicar una buena parte de losproblemas ambientales que sufrimos aho-ra, apuntando, a su vez, la inviabilidad deseguir apostando por un modelo que losreproduce y amplifica.

Merece la pena comenzar señalando que,en términos globales, los RTM (directosmás ocultos) (18) de la economía españo-la han experimentado un crecimiento no-table en el último medio siglo, pasandode 267 millones de toneladas en 1955 a

1.508 millones en 2000, sin incluir la ero-sión (19) (gráfico 1).

Este incremento en más de cinco vecesha corrido parejo al del PIB al coste delos factores, superando con creces alpropio crecimiento de la población. Enefecto, los habitantes de nuestro paíshemos pasado de utilizar en forma deinputs 10 tm/hab. a mediados de la dé-cada de los cincuenta, a requerir 37tm/hab. en 2000 —de computar la ero-sión nos iríamos a casi 47 tm/hab.—. Deesta última cifra, en torno al 50%, estoes, 19 tm/hab., se corresponde con losflujos directos (abióticos, bióticos y de-más importaciones), mientras que el res-to, 18 tm/hab., tiene que ver con los flu-jos ocultos subordinados a la extraccióne importación de aquellos mismos flujosdirectos.

En lo que concierne al origen de dichosrecursos, mientras en 1955 el 95% se lo-calizaba en el interior de las fronteras,cuarenta años más tarde ese porcentajese había reducido en treinta puntos, si-tuándose en el 61%; circunstancia quepone de relieve el creciente peso de losflujos de recursos naturales procedentesde otros territorios para alimentar nuestromodo de producción y consumo, con elconsiguiente deterioro ambiental tanto in-terno como externo.

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GRÁFICO 1EVOLUCIÓN DE LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES

SEGÚN MODALIDAD, 1955-2000MILES DE TONELADAS

1.600.000

1.400.000

1.200.000

1.000.000

800.000

600.000

400.000

200.000

0

1.600.000

1.400.000

1.200.000

1.000.000

800.000

600.000

400.000

200.000

01955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

Directos totales Ocultos totales Requerimientos totales

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

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Ahora bien, esta panorámica generalpuede completarse añadiendo que, tan-to en el plano de los flujos directos co-mo en el de los ocultos, la fracción he-gemónica a finales de la década de losnoventa ha sido la de los inputs abióti-cos (energéticos, minerales metálicos,no metálicos y productos de cantera),con casi el 70% del total (20). Dada laclasificación de los flujos seguida, cabríala posibilidad de incrementar ese por-centaje (hasta el 87%) si añadimos losinputs procedentes de las semimanufac-turas, que, aunque conlleven un proce-so de manipulación industrial, mantie-nen un rescoldo abiótico importante. Enel cuadro 1 se ofrece, para una serie deaños seleccionados en función del cicloeconómico, la importancia de cada gru-po de sustancias en los requerimientostotales.

A continuación pasaremos revista a losrecursos directos (domésticos e impor-tados) que han recorrido la frontera en-tre la biosfera y el sistema económicoincorporándose a las mercancías fabri-cadas por la economía española paradespués recaer sobre aquellos otros(ocultos) que habiendo sido necesariasu extracción no fueron posteriormenteutilizados.

De la economía de laproducción a la economía de la adquisición. La exigenciacreciente de flujos directos

En general, las tendencias manifestadaspara los RTM se cumplen cuando descen-demos a los dos grandes grupos de flujosinvolucrados. Aunque a veces se olvidemencionarlo, el crecimiento económicoexperimentado por la economía españolaen los últimos decenios aparece estrecha-mente vinculado con la utilización de re-cursos naturales de todo tipo. Una buenamuestra de ello la ofrece el incremento,en más de seis veces, de los inputs direc-tos en el período 1955-2000, superandoincluso la expansión del PIB al coste delos factores (c.f.). Tal y como se despren-de del cuadro 2, se trata, en todo caso, deuna tendencia que también se puedeaplicar no sólo a los inputs, sino a casi to-das las modalidades de éstos, participan-do también el consumo aparente de esatendencia general.

Algo que contrasta, sin embargo, con elhecho, bien documentado, del «cambioestructural» asociado al declive de la ac-tividad agraria y al ascenso de la indus-tria, y sobre todo los servicios en elPIB. Y contrasta porque a menudo setiende a pensar que esta modificaciónen las pautas productivas de la econo-mía española ha conllevado tambiénuna menor intensidad relativa y absolu-ta en la utilización de recursos natura-les. Pero el equívoco tiende a desapare-cer cuando observamos que, frente alpeso ganado por el sector servicios ennuestro país, el recurso a los flujos deenergía y materiales abióticos, o no re-novables, lejos de menguar, ha crecidoglobalmente en términos absolutos enlas últimas décadas.

No sólo se trata de que globalmente losinputs directos se hayan multiplicadopor más de seis veces entre 1955 y 2000(por encima del PIB y de la población),sino que al echar un vistazo a cada gru-po de sustancias, estas diferencias seagrandan aún más. Por ejemplo, y ciñén-donos a la fracción mayoritaria, la ex-tracción y utilización total de recursosabióticos supera los parámetros mencio-nados para el conjunto de flujos direc-

tos, en una escalada incesante desdemediados del siglo pasado.

En términos globales, esta extracción semultiplicó por más de 12 veces entre1955 y 2000 —pasando de los 42 millo-nes de toneladas a mediados de siglo alos casi 522 millones a finales—, doblan-do ampliamente al crecimiento del PIBc.f. para ese mismo período, y superan-do también al crecimiento absoluto de lapoblación, que apenas varió en un fac-tor de 1,4.

Además, desde un punto de vista másdesagregado, los flujos energéticos tota-les (domésticos e importados) con cargoa las reservas de la corteza terrestre semultiplicaron entre 1955-2000 por casisiete veces —de los 17 millones de me-diados de siglo a los 119 a finales delmismo—, los minerales no metálicos lohicieron por siete, y los productos decantera por 24. Sólo la extracción de mi-nerales metálicos, con un factor de 1,7,aumentó menos que el PIB, aunque su-peró al crecimiento de la población. Es-tas cifras dan una idea del intenso esfuer-zo realizado por la economía española,tanto dentro de nuestras fronteras comomás allá de ellas.

LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA...

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Energéticos (a) 39,4 32,1 25,2 39,0 32,8 33,0 30,7 26,7

M. metálicos (b) 14,4 14,3 18,1 16,7 16,8 17,3 18,2 18,5

M. no metálicos (c) 2,0 2,3 2,4 2,9 2,4 2,1 2,6 3,1

P. cantera 7,4 12,8 25,9 18,7 25,2 25,5 27,8 31,8

Biomasa 31,4 30,8 20,6 16,1 14,1 14,0 13,2 12,9

Excavación 5,3 7,2 7,3 5,5 6,5 5,6 4,7 3,8

Otras importaciones 0,4 0,5 0,6 1,1 2,2 2,5 2,7 3,3

RTM 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0Domésticos 93,9 91,4 74,7 77,0 70,5 68,6 64,7 61,0

Importados 6,1 8,6 25,3 23,00 29,5 31,4 35,3 39,0

PromemoriaAbióticos (en sentido amplio) (d) 68,6 69,2 79,4 83,9 85,9 86,0 86,8 87,1

Bióticos 31,4 30,8 20,6 16,1 14,1 14,0 13,2 12,9

Nota: No incluye erosión.(a) Incluidas semimanufacturas energéticas. (b) Incluidas las semimanufacturas metálicas. (c) Incluidas semi-manufacturas minerales. (d) Incluyen, a parte de las materias primas, las semimanufacturas, los flujos exca-vados y las otras importaciones de bienes finales.

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

CUADRO 1ESTRUCTURA PORCENTUAL DE LOS REQUERIMIENTOS TOTALES

DE MATERIALES DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA, 1955-2000PORCENTAJES Y AÑOS SELECCIONADOS

1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000

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Cabe recordar que se trata de unos inputsde recursos naturales relacionados estre-chamente con las actividades extractivasy mineras en las que nuestro territorio haacumulado una importante tradición.Aunque hay que subrayar que fue a partirde mediados del siglo XX cuando este ti-po de actividades sufrieron una importan-te modificación en la ventajosa posiciónque ocupaban dentro de la economía es-pañola desde cien años antes. La peculiardisposición de los yacimientos mineralesen nuestro suelo (21), así como la riquezaespecial de algunos de ellos tuvo muchoque ver en que apareciéramos como unode los principales productores mundialesde minerales como el hierro, el plomo, laplata o el cinc (22). No en vano, en algu-nos casos destacaba la presencia de mi-nas que figuraban entre las más antiguasdel mundo (Ríotinto, en Huelva, y Alma-dén, en Ciudad Real), y que han perma-necido activas hasta prácticamente nues-tros días.

Ahora bien, la relevancia económica ma-nifestada por la minería desde mediadosdel XIX, y su progresiva relación con losprocesos de industrialización internos, yde otros territorios más allá de nuestrasfronteras, no estuvo exenta de varios

problemas que, al decir de algunos rege-neracionistas como Lucas Mallada, entor-pecían «su perfecto desarrollo» (Mallada,1890, 141-154). No es éste, sin embargo,el momento ni el lugar para ahondar enunas circunstancias por otro lado biendocumentadas en los trabajos de los his-toriadores económicos.

Sí interesa, en cambio, destacar que al ca-lor de esa actividad extractiva se ha enca-ramado a los primeros puestos un espe-cial grupo de sustancias. El cuadro 3muestra cómo los productos de canterano han sido sólo la fracción de mayorcrecimiento absoluto, sino la que ocupael primer lugar en cuanto a tonelaje mo-vilizado, acaparando en 2000 casi dos ter-cios del total de los recursos abióticos di-rectos utilizados por la economíaespañola como inputs.

A bastante distancia aparecen los recur-sos energéticos que al final del períodoconsiderado representaban casi el 25% delos flujos, dejando para los minerales ymetales —en sus dos formas— apenas el10% restante. Lo que refleja un cambioconsiderable en la jerarquía de recursosnaturales, al pasar de una situación, en1955, de ligera superioridad relativa de

los flujos energéticos, a un escenario enel cual los productos de cantera han su-perado ampliamente en tonelaje a aqué-llos. Modificación que, sin embargo, nose ve confirmada en términos de valora-ción monetaria.

Subrayemos también que, frente a la va-riedad de sustancias que componen losdiferentes grupos de recursos —que su-madas conjuntamente ascienden a casi uncentenar—, el grueso del tonelaje se con-centra en un grupo de materiales que, asu vez, son los que sirven de sustento a laestrategia de crecimiento económico.Destaca, por ejemplo, el caso del hierro,dentro de los minerales metálicos, cuyarelevancia no ha descendido de las dosterceras partes de este tipo de inputs, o lapiedra caliza, dentro de los productos decantera, que acapara más de la mitad deesos flujos. De igual modo, dentro de losminerales no metálicos, las sales (gemas,marinas y potásicas) dominan el panora-ma y, finalmente, como es bien sabido,en el caso de los productos energéticos,la evolución del petróleo lo ha llevadodesde una posición minoritaria a media-dos de la década de los cincuenta hastasu papel hegemónico a finales de los no-venta, representando más de la mitad de

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Abióticos 42.557 73.016 231.916 271.929 369.063 353.858 390.341 522.010

Domésticos 38.364 63.870 174.854 207.675 287.310 274.135 302.253 408.004

Importados 4.193 9.146 57.063 64.253 81.753 79.723 88.088 114.006

Bióticos 75.170 101.566 119.200 134.482 137.539 131.801 121.815 157.804

Domésticos 74.539 99.436 110.908 126.040 125.594 120.173 103.993 138.158

Importados 631 2.130 8.283 8.442 11.945 11.629 17.822 18.926

Otras importaciones

Semimanufacturas totales 1.715 1.640 6.109 14.375 23.571 24.274 25.747 39.786

Otros bienes 977 1.920 4.167 10.833 26.507 28.57 32.999 49.248

Inputs directos totales 120.420 178.141 361.394 431.618 556.681 538.510 570.202 768.129

Domésticos 112.904 163.306 285.771 333.715 412.904 394.308 406.243 546.612

Importados 7.516 14.835 75.622 97.902 143.777 144.203 163.956 221.967

Consumo aparente 111.836 168.010 340.804 375.929 502.049 477.305 498.669 673.379

I. Directos – export.

Promemoria

I. Directos per cápita (tm/hab.) 4,2 5,8 10,2 11,2 14,3 13,8 14,5 19,0

Consumo per cápita (tm/hab.) 3,9 5,5 9,6 9,7 12,9 12,2 12,7 16,6FUENTE: Véase anexo metodológico.

CUADRO 2EVOLUCIÓN DE LOS INPUTS DIRECTOS DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA, 1955-2000

AÑOS SELECCIONADOS Y MILES DE TONELADAS

1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000

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los flujos de combustibles fósiles en for-ma de inputs.

Una primera característica, que salta a lavista cuando analizamos la procedenciaterritorial de esos inputs, es la siguiente:las variaciones absolutas en el crecimien-to han sido mayores en aquellos casos enlos cuales la extracción de inputs abióti-cos se hacía con cargo al resto del mundoen vez de fronteras para adentro. Bien esverdad, sin embargo, que en términosglobales, si incluimos los productos decantera, la economía española a finalesdel siglo pasado seguía extrayendo de supropio territorio el grueso de sus recursosabióticos en tonelaje (el 72% en 2000).

Ahora bien, dejando al margen la fracciónmás voluminosa como son los productosde cantera, y concentrándonos en el restode sustancias que además poseen una re-levancia estratégica, nuestro país adole-ce de una dependencia importante delresto del mundo: a finales del siglo XXmás de las tres cuartas partes de las sus-tancias energéticas y de minerales metá-licos, consideradas en su conjunto, queabastecían en forma de inputs a la eco-nomía nacional, procedían del resto delmundo (23).

Dicha relevancia del componente exteriorpuede verse también para los flujos ener-géticos importados, cuya variación abso-luta ha cuadruplicado (28,7 veces) el in-cremento del total de flujos de esaespecie (6,8), circunstancia explicable porel masivo recurso al petróleo foráneodesde los años sesenta y el conocido yprogresivo declive de la minería tradicio-nal del carbón en nuestro país desde fi-nales de los cincuenta y acentuado a me-diados los años ochenta. Por lo tanto,mientras en la década de los cincuenta laeconomía española abastecía su produc-ción en términos energéticos —haciendode la necesidad virtud— en más del 80%con recursos procedentes del propio te-rritorio, en 2000 la situación era precisa-mente la contraria.

Igual de espectacular, en lo referente a lavariación absoluta, es el crecimiento ex-perimentado por las importaciones deminerales metálicos que, de resultar unaparte minoritaria incluso en los años se-senta, han multiplicado su presencia ab-

soluta por más de 17 veces desde 1965,representando en 2000 el 92% de los in-puts por este concepto. Esta tendencia re-coge en parte el efecto sustitución de mi-

neral doméstico por el procedente delresto del mundo, muy patente en el casodel hierro, que suponía casi el 65% deltotal de importaciones en tonelaje, y en el

LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA...

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Energéticos 39,1 3,11 26,44 32,54 24,77 24,97 22,81 19,57Domésticos 31,63 21,01 6,61 14,27 8,49 8,21 6,58 3,90

Importados 7,38 10,10 19,83 18,27 16,28 16,77 16,23 15,67

Minerales metálicos 17,41 12,37 7,87 5,67 3,78 3,24 3,19 1,99Domésticos 17,24 11,85 4,89 3,43 1,38 0,89 0,77 0,15

Importados 0,17 0,52 2,98 2,24 2,40 2,35 2,42 1,84

Minerales no metálicos 4,19 4,85 3,32 4,04 2,89 2,62 2,98 2,61Domésticos 2,44 3,50 2,68 2,97 2,23 2,07 2,36 1,86

Importados 1,75 1,35 0,64 1,08 0,67 0,55 0,62 0,76

Productos de cantera 33,82 48,22 58,01 49,36 56,52 56,83 57,89 61,26Domésticos 33,82 48,11 57,94 49,30 56,39 56,75 57,77 60,87

Importados 0,00 0,11 0,07 0,06 0,13 0,09 0,12 0,39

Semimanufacturas energéticas 2,74 0,19 0,78 2,02 2,89 2,72 2,70 2,76Semimanufacturas metales 0,54 0,62 1,78 2,71 2,01 1,90 2,47 2,84Semimanufacturas minerales 0,12 0,10 0,08 0,01 0,81 0,63 0,76 0,92Otras bienes importados 2,17 2,54 1,72 3,65 6,32 7,08 7,21 8,06

TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0Domésticos 85,13 84,47 72,12 69,97 68,49 67,92 67,47 66,77

Importados 14,87 15,53 27,88 30,03 31,51 32,08 32,53 33,23

FUENTE: Véase anexo metodológico.

CUADRO 3ESTRUCTURA PORCENTUAL DE LOS INPUTS ABIÓTICOS DIRECTOS

EN SENTIDO AMPLIO, 1955-2000AÑOS SELECCIONADOS E INCLUIDAS SEMIMANUFACTURAS IMPORTADAS

1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000

GRÁFICO 2EVOLUCIÓN PARALELA DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO Y LA UTILIZACIÓN

DE RECURSOS NATURALES, 1955-20001955 = 100

700

600

500

400

300

200

100

0

700

600

500

400

300

200

100

01955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

RTM PIBc.f. (pesetas de 1986) CONSUMO INPUTS DIRECTOS

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

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del aluminio a través de la bauxita, quecasi en su totalidad se origina en el restodel mundo.

En el caso de las sustancias metálicas, losdestinos fundamentales han sido, bien lasiderurgia (caso del hierro), o la metalur-gia no férrea, la química básica y la expor-tación para el resto de los minerales (24).Merece también la pena destacar que estecambio en la composición de los recursosminerales metálicos entre la parte corres-pondiente a extracción nacional y la pro-cedente del resto del mundo fue especial-mente dramática desde 1985, en que laapertura al exterior derivada de la inte-gración de España a la CEE y el procesode expansión subsiguiente se realizaroncon cargo a unos minerales más baratosprocedentes de otros territorios.

Con todo, la anterior presencia de flujosimportados se ve atemperada cuando nosenfrentamos a los datos procedentes delos minerales no metálicos y los produc-tos de cantera (25). En el primero de loscasos se observa el fenómeno contrario almencionado más arriba, y son las sustan-cias no metálicas importadas las que pier-den protagonismo en el total, aunque —yesto es relevante— no dejan por ello deincrementar su cantidad en términos ab-solutos. El grueso de estas sustancias seengloban en torno a unos pocos materia-les como las sales (gema, marina y potá-sicas) o el cuarzo —siendo su destinofundamental la industria de los fertilizan-tes y del vidrio—, quedando así en un se-gundo plano, desde el punto de vista deltonelaje, el resto de los minerales.

En los productos de cantera, el escasovolumen de los flujos importados es algomás particular, pues su estructura, funda-mentalmente nacional, responde a que sugran tonelaje y escaso valor unitario difi-cultan el comercio exterior y el transportea largas distancias, de modo que la abun-dancia, el fácil acceso y la extracción insitu de los mismos hacen que su princi-pal destino sea abastecer la construcciónresidencial y las infraestructuras públicasdomésticas.

En este somero repaso por los inputs di-rectos que han recorrido la economíaespañola en las últimas décadas, es ne-cesario hacer también mención a aque-

llos flujos bióticos que, sobre todo, sonconsecuencia de la acción fotosintéticade la naturaleza. Excluyendo por moti-vos metodológicos el agua y el aire, he-mos centrado la preocupación contableen la biomasa agrícola, forestal, pesque-ra y con destino ganadero (vía pastos ypajas).

Tal y como se desprende del cuadro 4,los flujos bióticos directos (producciónagrícola, pastos, productos forestales ypescado) se han multiplicado por dos enel período de referencia, pasando de losmás de 75 millones de toneladas a media-dos de la década de los cincuenta, parallegar a los casi 157 millones de 2000. Uncrecimiento que se encuentra claramentepor debajo del incremento del PIB, peroque, en cambio, supera el aumento de lapoblación para las mismas fechas.

Como cabría esperar, el grueso del tone-laje directo corresponde a la biomasavegetal agraria (cultivos), que pasa derepresentar casi dos tercios de los flujosbióticos a mediados de la década de loscincuenta, a las tres cuartas partes (75%)al finalizar el siglo. Le siguen en ordende importancia los recursos forestales(madera, leña, etc.), que, a pesar de casidoblar su extracción en términos abso-lutos, se han mantenido, con oscilacio-nes, en torno al 15%. En la misma líneageneral, los flujos bióticos marinos ex-perimentan un notable incremento, tri-plicando su tonelaje y doblando su par-ticipación en el total.

La pérdida de importancia de los pastosnaturales en los flujos bióticos extraídos ylas pajas, se ha venido compensando,precisamente, con la expansión de loscultivos forrajeros y de cereales grano, asícomo por los piensos compuestos desti-nados a la alimentación ganadera. Por es-tas razones, y para no incurrir en doblescontabilizaciones, se deja aquí al margenla biomasa animal doméstica (aunque síse contabiliza la importada), puesto queel grueso de la alimentación procede delos cultivos mencionados, ya incluidosdentro de los propios flujos agrícolas. Encambio, sí se incorpora el heno cosecha-do en las praderas naturales y una esti-mación de los pastos aprovechados adiente por el ganado en los pastizales ydehesas.

Al recabar la información llama tambiénaquí la atención la creciente significaciónde los flujos importados en el total. Ya setrate de productos agrarios, forestales opesqueros, la progresión ha sido real-mente espectacular, denotando la cre-ciente absorción de recursos bióticos porparte de la economía española, que hamultiplicado sus importaciones globalespor más de siete en el período considera-do. La particular relevancia de las impor-taciones de cereales grano y leguminosascon destino a la alimentación de ganado,así como los flujos forestales de madera yleña, o las importaciones de pescado queya representan casi el 57% del total deinputs marinos, han sido los principalesresponsables.

Pero aquí surge la primera mutación im-portante. Habida cuenta de que la utili-zación de combustibles fósiles y minera-les en modo alguno cabe calificarla deproducción sino de mera extracción yadquisición de recursos preexistentes, yde que, en sentido estricto, sólo cabe ha-blar de producción tal y como se haceen ecología, es decir, como generaciónde productos vegetales por la fotosínte-sis, esta transformación ha favorecidoque nuestro territorio —al igual que entodos los países ricos— haya pasado deapoyarse mayoritariamente en flujos derecursos renovables (biomasa agrícola,forestal, pesquera, etc.) para satisfacersu modo de producción y consumo, apotenciar la extracción masiva de mate-rias primas procedentes de la corteza te-rrestre y que por ello tienen un carácteragotable.

Como refleja el gráfico 3, haciendo talvez de la necesidad virtud, el 60% de lascasi cuatro toneladas por habitante deenergía y materiales que de forma direc-ta pasaban por nuestra economía en 1955procedían de la biomasa vegetal, mien-tras que el 40% restante tenía su origenen los combustibles fósiles y los minera-les. Quince años más tarde, en 1970, lacifra se había duplicado, alcanzando yalas ocho toneladas por habitante, pero losporcentajes se habían trastocado de for-ma simétrica, acaparando los flujos no re-novables el 60% y la biomasa vegetal el40% restante. En 2000, las 19 toneladaspor habitante de requerimientos directosse distribuían ya entre el 70% para com-

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bustibles fósiles y minerales, dejando sóloel 20% para la biomasa, repartiéndose elrestante 10% entre las semimanufacturasimportadas y otros bienes. En esta expan-sión cabe resaltar la importancia de losproductos de cantera, que, constituyendoel grueso de los flujos no renovables di-rectos, han sido determinantes en las últi-mas fases de auge, alimentando los suce-sivos booms inmobiliarios con unaestrategia de aumento del patrimonio in-mobiliario —previa destrucción del ac-tualmente existente—, que se ha demos-trado muy gravosa desde el punto devista ambiental.

Cifras, en todo caso, que reflejan uncambio sustancial operado en el metabo-lismo económico español, al pasar deabastecer su modo de producción y con-sumo sobre la base de recursos bióticosrenovables —que suponen una verdade-ra «creación» de materia vegetal en elsentido físico y ecológico de la palabra—a apoyarse en la extracción masiva de re-cursos abióticos procedentes de la corte-za terrestre tanto dentro de las fronterascomo en terceros países. Si la sostenibili-dad ambiental del sistema económico de-be articularse a través de fuentes deenergía derivadas del sol y del reciclaje yreutilización de los materiales trasegados,el cambio operado en el metabolismo

económico de nuestro país y su acentua-ción en los últimos tiempos no parecenir en la dirección adecuada.

Pero la expansión de los flujos bióticos,aunque en menor proporción que los norenovables, vino también de la mano deimportantes cambios en la lógica ecológi-ca de su aprovechamiento. De un lado, laestrategia productivista característica dela evolución de la agricultura, la ganade-ría y la gestión forestal, se ha asentadosobre la desconexión entre la vocaciónproductiva de los territorios, según suscaracterísticas ambientales, y los aprove-chamientos a que han sido destinados.

Así, en la agricultura, con la introduc-ción de cultivos muy exigentes en aguay nutrientes en zonas de la Península nomuy bien dotadas para ello, que hanprovocando situaciones de sobreexplo-tación de los recursos propios y de cap-tación masiva de recursos no renovables(petróleo) procedentes de otros territo-rios, convirtiendo una actividad que tra-dicionalmente se apoyaba sobre la ener-gía renovable en algo subsidiario de loscombustibles fósiles. O en la ganadería,donde la orientación productivista in-centivó la estabulación y el abandono delos pastos, extendiéndose también lamisma lógica a la gestión forestal con la

sustitución de especies autóctonas porotras de crecimiento rápido, y convir-tiendo así las «sociedades de árboles»que son los bosques, en los «ejércitos depinos» de las repoblaciones.

Ciclos económicos y utilización de recursosnaturales directos

Pero si, en vez de poner la atención entodo el período, recordamos que la evo-lución de la economía española en los úl-timos cincuenta años se ha caracterizadopor la presencia de importantes ciclos, noes casual que el análisis se enriquezca alincorporar el efecto de la utilización ma-siva de los inputs directos. Usando comocriterio diferenciador la evolución del PIBa lo largo del tiempo podemos dividir laevolución de la economía española envarias etapas de auge y recesión, tal y co-mo se suele hacer habitualmente, y com-parar las tasas de crecimiento de los dife-rentes flujos, tanto monetarios comofísicos (26).

Conviene resaltar que, a diferencia de laevolución del resto de los factores pro-ductivos como el trabajo o el stock de ca-pital, los inputs directos (y en especial losabióticos o no renovables) han manteni-

LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA...

ECONOMÍA INDUSTRIAL N.o 351 • 2003 / III

37

Agrícolas 40.656 55.672 59.692 78.554 99.011 102.530 101.559 90.182 118.524Domésticos 40.418 53.873 56.497 71.744 92.475 94.535 92.277 76.268 106.279

Importados 238 1.799 3.195 6.810 6.536 7.995 9.282 13.914 12.245

Biomasa pasto 24.753 24.620 23.939 17.239 20.591 17.496 14.955 12.503 19.225Domésticos 24.749 24.607 23.825 17.142 20.471 17.133 14.619 12.139 18.776

Importados (animal) 4 13 114 97 120 363 336 364 449

Forestales 9.070 20.347 19.415 11.973 13.414 15.991 14.053 16.992 17.288Domésticos 8.697 20.042 18.772 10.732 11.918 13.083 12.114 14.331 12.237

Importados 373 305 643 1.241 1.496 2.908 1.939 2.661 5.051

Pesqueros 680 928 1.158 1.434 1.466 1.521 1.918 2.138 2.048Domésticos 676 915 1.121 1.299 1.176 842 1.163 1.254 866

Importados 4 13 37 135 290 679 755 884 1.182

TOTAL 75.159 101.567 104.204 109.200 134.482 137.538 132.485 121.815 157.085Domésticos 74.540 99.437 100.215 100.917 126.040 125.593 120.173 103.992 138.158

Importados 619 2.130 3.989 8.283 8.442 11.945 12.312 17.823 18.927

FUENTE: Véase anexo metodológico.

CUADRO 4FLUJOS BIÓTICOS DIRECTOS POR GRUPOS, 1955-2000

MILES DE TONELADAS

1955 1961 1965 1975 1985 1991 1993 1995 2000

Page 12: PERSPECTIVA NACIONAL Los requerimientos totales de ...€¦ · en la economía española. Una visión a largo plazo: 1955-2000. PERSPECTIVA NACIONAL Desde el punto de vista del enfoque

do casi siempre una tasa de crecimientosuperior para cada período considerado—ya fuera éste de auge o de declive—(gráfico 4). Es ésta una manifestación quese suele omitir al hablar de la evoluciónde los factores productivos creyendo quela simple mención a la evolución del ca-pital, el trabajo y la tecnología (el resi-duo) conjura todas las lagunas explicati-vas. He aquí, al menos, una parteimportante de ese factor residual que laexplicación convencional del crecimientoeconómico no es capaz de desentrañar yque suele identificar generalmente con el«progreso tecnológico».

A la luz de la información contenida enel gráfico 4 y el cuadro 5, dejando almargen el año 1957 —por su carácterexcepcional—, donde se produce un in-cremento importante en la extracción delos productos de cantera con fines deobra pública, las tasas de crecimiento delos inputs abióticos duplicaron y hastatriplicaron para algunos años concretosel crecimiento de la producción debienes y servicios. La fase de mayor ex-pansión de los años sesenta y comien-zos de los setenta —dada la crisis quedesde 1959 inició la minería del carbónen nuestro país y que duraría hasta1973— fue posible, por ejemplo, graciasal incremento en las importaciones derecursos energéticos (básicamente pe-tróleo), que con una tasa del 14% másque duplicó la propia tasa de variacióndel PIB (27).

Se alimentó así el crecimiento de un sectorindustrial —a tasas medias desconocidasdel 9%, coincidentes con la tasa de creci-miento de los inputs abióticos—, que per-mitió actividades transformadoras como lapetroquímica o la industria automovilísti-ca, altamente tributarias tanto del consu-mo de crudo como de minerales metálicosy no metálicos. De igual modo, fue facti-ble el espectacular crecimiento en el con-sumo de electricidad, que, con cargo almismo petróleo, se multiplicó por seis: de12.000 a 76.000 Gwh entre 1950 y 1973(Sudriá, 1997, 179; y 1987), permitiendo lamayor utilización, no sólo de los hogares,sino también del propio tejido industrial—caso, por ejemplo, de las cementeras—.

Para lograr este incremento, «…hubo querecurrir a la construcción de centrales tér-

micas de gran capacidad. Algunas fueronsituadas en las cuencas mineras, pero lamayoría se ubicaron en la costa y fuerondiseñadas para consumir derivados del pe-tróleo». De hecho, a mediados de los se-tenta, el petróleo y el carbón generaban através de centrales térmicas más de la mi-tad de la electricidad (33% y 19% respecti-vamente), dejando el 39% para la hidroe-léctricas y un 9% para las nucleares. Loque explica también que el grueso de loscarbones nacionales (hulla, antracita y lig-

nito) acabase teniendo como principaldestino el abastecimiento de aquellas cen-trales, al haber perdido ya su posición he-gemónica tanto en la industria (salvo la si-derurgia) como en el transporte ferroviarioy marítimo; o en el consumo de los hoga-res, que sustituyeron progresivamente elconsumo de hulla por la electricidad y losgases licuados del petróleo.

Cambios todos ellos influidos por moti-vos tecnológicos en el caso industrial o,

Ó. CARPINTERO

ECONOMÍA INDUSTRIAL N.o 351 • 2003 / III

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GRÁFICO 3DE LA «ECONOMÍA DE LA PRODUCCIÓN» A LA «ECONOMÍA

DE LA ADQUISICIÓN»: IMPORTANCIA RELATIVA DE LOS DISTINTOS RECURSOSEN LOS FLUJOS DIRECTOS TOTALES DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA, 1955-2000

80

70

60

50

40

30

20

10

0

80

70

60

50

40

30

20

10

01955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

ABIÓTICOS

BIÓTICOS

Porc

enta

je

Porcentaje

Nota: El porcentaje que resta, en cada año, hasta 100 (que en 2000 apenas llega al 10%), se debe a lasimportaciones de semimanufacturas energéticas, metálicas, minerales y al resto de bienes importados.

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

-5

0

5

10

15

20

25

30

35

1956 1960 1964 1968 1972 1976 1980 1984 1988 1992 1996 2000

Porc

enta

je

-5

0

5

10

15

20

25

30

35

PIB c.f (base 86)ABIÓTICOS DIRECTOS

GRÁFICO 4TASAS DE VARIACIÓN DE LOS INPUTS ABIÓTICOS DIRECTOS Y EL PIB c.f.,

1956-2000

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

Page 13: PERSPECTIVA NACIONAL Los requerimientos totales de ...€¦ · en la economía española. Una visión a largo plazo: 1955-2000. PERSPECTIVA NACIONAL Desde el punto de vista del enfoque

caso de los hogares, acompañados deprocesos de migración interior, creci-miento de las ciudades y cambios en laspautas de consumo de la población favo-recidos desde instancias políticas. Pero laconjunción entre el crecimiento económi-co general de la década de los sesenta yla crisis carbonera fue acompañada tam-bién de dificultades profundas en el casode la minería metálica.

La demostración más evidente del maltrago fue la progresiva desaparición deexplotaciones que, tal y como muestra elcuadro 6, supuso una auténtica sangría,con reducciones de más del 50% en losgrupos mineros en funcionamiento. Deentre los minerales metálicos más afecta-dos se encuentra el hierro, que, de co-menzar la década de los sesenta con 300explotaciones, terminó la misma con ape-nas 90; o el cobre, que con 22 minas enfuncionamiento en 1961, sólo manteníados en 1970 (28), acabando casi el siglocon apenas tres explotaciones.

Ahora bien, lejos de variar las extraccio-nes, la economía española no redujo susdemandas de inputs abióticos, creciendolas sustancias metálicas y no metálicas aun ritmo superior al 5%. Situación queconviene analizar, resaltando que las ci-fras de abandono de yacimientos infor-man tanto de la desaparición de las pe-queñas explotaciones de minería interiorsimultáneas al auge de las grandes y re-ducidas explotaciones a cielo abierto (29)como del esfuerzo que, en términos deimportaciones, fue preciso realizar paraalimentar una maquinaria económica queno se detenía en sus exigencias de mine-rales y metales. Lo que casa bien con elauge de importaciones de semimanufac-turas metálicas donde el grueso recaeprecisamente en el hierro y aceros fundi-dos como sustancias mayoritarias.

En este repaso de los años «expansivos»no conviene olvidar tampoco la contribu-ción realizada por la importante extrac-ción de productos de cantera, necesariospara el incremento y renovación del inci-piente stock de capital tanto público co-mo privado. No en vano fueron precisa-mente en esos años cuando se acometióla construcción de infraestructuras y laampliación de numerosas urbes, con laedificación de viviendas para acoger a

una población creciente procedente de lamigración interior y que fomentó —comomano de obra— la expansión industrial,dando lugar a un fenómeno, por lo de-más, bien documentado. Tampoco es ca-sual que este grupo de sustancias fueranlas únicas que vieran incrementar el nú-mero de explotaciones, pasando de las3.309 de 1965 a las 3.666 de 1975.

Pero la carrera comenzada en la décadade los sesenta tuvo una prolongación nodeseada años más tarde. Desde el puntode vista de los recursos naturales abióti-

cos, la crisis económica que se instaló enEspaña entre 1975 y 1985 hizo decaersensiblemente la utilización de inputsmateriales —simultáneamente con la caí-da de la actividad—, lo que deparó uncrecimiento casi idéntico muy reducidode ambas variables (flujos directos y PIB).En este escenario, sin embargo, la evolu-ción de los yacimientos energéticos do-mésticos siguió una senda diferente a lade etapas anteriores. Habida cuenta de lacoyuntura internacional de elevados pre-cios del petróleo, que duró hasta la mitadde los ochenta, se alentaron tanto la aper-

LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA...

ECONOMÍA INDUSTRIAL N.o 351 • 2003 / III

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Energéticos 5,0 7,4 4,2 1,2 –1,5 0,7 3,2Domésticos 1,8 0,1 10,2 –-2,8 –-3,6 –5,7 –4,1

Importados 14,8 14,0 1,2 3,9 –0,5 3,7 5,7

Metálicos 3,0 5,2 –1,2 –1,0 –9,2 4,4 –3,2Domésticos 2,4 2,0 –1,5 –8,9 –21,3 –2,1 –23,5

Importados 31,2 23,1 –0,8 7,1 –2,9 6,8 0,8

No metálicos 11,7 5,8 4,1 0,2 -6,7 12,3 3,7Domésticos 15,7 6,6 3,1 1,0 -5,4 12,4 1,4

Importados 4,4 3,0 7,5 –2,2 –11,2 12,0 10,9

P. Cantera 15,6 10,1 0,4 8,4 –1,6 6,3 7,6Domésticos 15,6 10,1 0,4 8,3 –1,6 6,3 7,5

Importados 108,4 5,5 –0,1 21,3 –20,4 24,2 34,4

Semimanufacturas energéticas –30,3 20,3 12,3 12,5 –4,9 5,1 6,8Semimanufacturas metálicas 11,6 17,2 6,4 0,8 –4,5 20,2 9,4Semimanufacturas minerales 6,2 7,2 –22,3 144,1 –13,0 15,3 10,5Otros bienes importados 11,9 5,7 10,0 16,1 3,8 6,3 8,8

TOTAL ABIÓTICOS (amplio) 9,0 8,7 2,0 5,9 –1,9 5,4 6,4Domésticos 8,9 7,5 1,7 5,6 –2,3 5,0 6,2

Importados 9,8 13,3 2,8 6,8 –1,0 6,1 6,9

PROMEMORIA (ptas. de 1986)PIB coste de los factores 4,3 6,3 1,5 4,0 –0,1 2,5 3,3VAB agricultura 4,1 2,1 1,6 0,0 –0,8 –10,0 2,9VAB industria 6,4 9,0 0,8 3,6 –1,5 4,0 4,1VAB construcción 1,2 7,9 –1,8 8,4 –5,4 4,1 4,4VAB servicios 3,8 5,8 1,9 4,4 0,0 2,2 3,4PIB per cápita 3,4 5,2 0,7 3,7 –0,3 2,4 2,6Trabajo (empleados) 0,3 0,7 –1,4 2,6 –3,3 1,7 3,7Stock de capital — 4,7 2,9 3,6 2,8 2,4 2,6Directos/PIB 4,8 2,1 0,1 1,1 –1,9 2,2 2,6Directos/habitante 8,4 7,4 0,7 4,9 –2,2 4,7 5,4

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

CUADRO 5TASAS DE VARIACIÓN MEDIA ANUAL ACUMULATIVA

DE LOS INPUTS ABIÓTICOS DIRECTOS EN SENTIDO AMPLIOEN TONELADAS, 1955-2000 (%)

1955- 1961- 1975- 1985- 1991- 1993- 1995--1961 -1975 -1985 -1991 -1993 -1995 -2000

Page 14: PERSPECTIVA NACIONAL Los requerimientos totales de ...€¦ · en la economía española. Una visión a largo plazo: 1955-2000. PERSPECTIVA NACIONAL Desde el punto de vista del enfoque

tura de minas de carbón abandonadasaños antes como una mayor extracciónde las que ya estaban en funcionamiento,que, en el caso de los combustibles fósi-les, derivó en el aumento en el númerode explotaciones.

A partir del Plan Energético Nacional1978-1987 se propusieron una serie demedidas encaminadas a la reducción enla dependencia del crudo exterior, comofueron el Plan de Construcción de Centra-les Térmicas de Carbón, o los incentivospara la sustitución de fuel-oil por carbónpor parte de los grandes consumidoresindustriales. Aunque se lograron sustitu-ciones no despreciables, la vuelta de losprecios del petróleo a una senda de «nor-malidad» a partir de mediados de losochenta quebró esa tendencia respecto alcrudo y sus derivados importados, quetampoco pudo compensarse con la aper-tura de yacimientos domésticos relaciona-dos con nuevas fuentes —muy margina-les— de gas natural en Vizcaya o depetróleo en Casablanca y Ayoluengo.

Ahora bien, el auge experimentado porla economía española en el segundoquinquenio de la década de los ochentapuso de manifiesto tanto la aportaciónque a dicho crecimiento realizaron laenergía importada (petróleo y gas natu-ral) y los productos de cantera como elrepliegue del resto de recursos abióticos.Para explicar esta circunstancia cabe ape-lar a factores internos y externos de di-versa índole.

Entre los primeros se pueden subrayar lasconsecuencias del proceso de reconver-sión industrial llevado a cabo en nuestropaís, que, como también atestigua el cua-dro 6, supuso el cierre o la suspensión

temporal de actividad de muchas explota-ciones mineras con fuertes dificultades derentabilidad arrastradas desde la épocade la crisis económica anterior. Es preci-samente ahora cuando los minerales me-tálicos acompasan una importante reduc-ción en la extracción doméstica entonelaje (–8,9%) con el cierre masivo deexplotaciones —pasando de las ya men-guadas 71 en 1985 a las 21 de 1991—,que afectó a las principales sustancias,como el hierro, las piritas, el cobre y elplomo. Esta caída en la extracción do-méstica fue, en parte, compensada concargo a importaciones del resto del mun-do que, aunque crecieron a una tasa im-portante (7,1%) no lograron enderezardel todo el declive del grupo.

Por lo que hace a los condicionantes in-ternacionales, el cambio en el marco ins-titucional, consecuencia de la entrada enla CEE y la volatilidad y tendencia a la ba-ja, en cuanto a precio y calidad, de losmercados de materias primas minerales,hizo que la debilidad interna se reforzarapor las dificultades de competir en losmercados mundiales, donde algunos paí-ses pobres como Brasil o Venezuela ibanganando posiciones (30).

Parecidas consideraciones, aunque sinllegar a tasas negativas de crecimiento,pueden realizarse también para el casode los minerales no metálicos, aunquecon una caída en el número de explota-ciones menos pronunciada y que afectósobre todo a las sales en general y a laspotásicas en particular.

Con todo, la masiva utilización de pro-ductos de cantera y el crecimiento en lautilización de energía importada (3,9%)proporcionaron los suficientes recursos

con que alimentar el boom inmobiliario yeconómico de finales de los ochenta(1985-1991) (Naredo, 1996, 1-70), que de-paró tasas de crecimiento que, como enel caso de los productos de cantera, do-blaron al incremento del producto inte-rior bruto al coste de los factores. Tal fuela estrecha relación entre crecimientoeconómico y las rocas de cantera que, enapenas siete años, la extracción de éstasaumentó un 62% pasando de los 146 mi-llones de toneladas en 1985 a los 236 mi-llones de 1991, con unas consecuenciasambientales en las que profundizaremosalgo más adelante.

Así las cosas, después de una expansiónque presenta unos rasgos en exigencia derecursos naturales tan marcados, en 1992-1993 apareció una breve aunque intensacrisis, que desembocó en una caída sinpaliativos del PIB, fruto tanto de los fas-tos de 1992 como de las consecuenciasde una política económica que exacerbólos comportamientos especulativos y fo-mentó las consabidas «burbujas» inmobi-liario-financieras.

Precisamente, desde la segunda mitad delos ochenta, el avance de esta estrategiaeconómica llevó consigo un importantedivorcio. Por un lado, las dos últimas es-caladas de precios inmobiliarios y cons-trucción de viviendas evolucionaron deespaldas al declive demográfico iniciadoa partir de mediados de los setenta y queaparece reflejado en el gráfico 5. Pero adiferencia del boom de comienzos de lossetenta —prolongación de la fase de los«años de desarrollo» anteriores—, cuandose iniciaban 555 mil viviendas como me-dia entre 1971-1974, con crecimientos po-blacionales de casi 400 mil personas/año;desde mediados de los ochenta se produ-

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Energéticos 560 416 (a) 162 268 171 162 135 84

M. metálicos 645 355 (b) 148 71 21 13 15 10

M. no metálicos 252 544 460 301 210 193 190 185

P. cantera 1.964 3.309 3.666 2.981 3.044 3.147 3.158 3.485

TOTAL 3.421 4.624 4.436 3.621 3.446 3.515 3.498 3.764

(a) Incluye las explotaciones de uranio. (b) Incluye las explotaciones de bauxita.

FUENTE: MINER (varios años): Estadística Minera de España.

CUADRO 6EVOLUCIÓN DEL NÚMERO DE MINAS O GRUPOS MINEROS POR TIPOS DE SUSTANCIAS, 1955-2000

1955 1965 1975 1985 1991 1993 1995 2000

Page 15: PERSPECTIVA NACIONAL Los requerimientos totales de ...€¦ · en la economía española. Una visión a largo plazo: 1955-2000. PERSPECTIVA NACIONAL Desde el punto de vista del enfoque

ce una divergencia importante entre vi-viendas nuevas y aumento de la pobla-ción, alcanzando cotas desproporciona-das a finales de los noventa. Así, con uncrecimiento demográfico prácticamentenulo, se han iniciado casi 600 mil vivien-das, un número incluso superior al de co-mienzos de los setenta, pero con 400 milnacimientos menos cada año. Un panora-ma que tampoco mejora cuando se tieneen cuenta la evolución del número dehogares que anualmente se incorporan almercado como demandantes potencialesde vivienda.

Lo que avala el hecho de que, desde ha-ce tiempo, nuestro país ostente el ré-cord europeo de viviendas desocupadasy secundarias en una muestra más delsesgo especulativo —que no atiende arazones de uso— alcanzado por el mer-cado en nuestro territorio. No en vano,el Padrón Municipal de Madrid en 1996registraba que el 85% del aumento delas viviendas ocurrido entre 1991 y 1996engrosaba el colectivo de viviendas se-cundarias y desocupadas (Naredo y Car-pintero, 2002, 73).

Pero, dado que el agente principal de larecuperación en las dos últimas décadasha venido siendo el sector de la construc-ción conviene adelantar algunas cuestio-nes, pues los datos permiten analizarciertas consecuencias de un boom que,por otro lado, dio lugar a importantestransformaciones patrimoniales, fruto dela generación de plusvalías inmobiliarias ybursátiles (31). Cabe apuntar que el usogeneralizado de productos de cantera enese período fue la respuesta a una ya viejaestrategia de inversión en inmuebles queha venido favoreciendo, desde hace déca-das, la demolición y la nueva construc-ción frente a la rehabilitación y el acon-dicionamiento de viviendas antiguas (32).

Los datos que avalan esa hipótesis sonbastante concluyentes. Tal y como se su-braya en un reciente estudio: «…en elCenso de 1950 aparecen cerca de tres mi-llones y medio de edificios destinados avivienda construidos antes de 1900, quefueron desapareciendo hasta quedar me-nos de un millón en 1990, como registrael censo de ese año. Si a esta “muerte” deedificios anteriores se añade la más mo-derada de los edificios de menor antigüe-

dad, se observa que en ese período decuarenta años desaparecieron cerca dedos millones y medio de edificios desti-nados a vivienda, mientras que el total destock de edificios destinados a este finapenas aumentó en algo más de dos mi-llones, por lo que se puede concluir que,aproximadamente, se registró una «muer-te» por cada dos “nacimientos”» (Ministe-rio de Fomento, 2000, 17).

Una tendencia que llama aún más laatención cuando consideramos los ante-cedentes históricos de nuestro país enrelación con otros territorios de la UniónEuropea. En efecto, España es el lugarcuyo parque inmobiliario conserva unamenor proporción de viviendas anterio-res a 1940-1945 sobre el total (20%), he-cho éste que podría ser explicado porrazones de la contienda civil de 1936-1939, pero que casa mal con el porcen-taje de viviendas con esas característicasen países, como Alemania, mucho máscastigados que el nuestro como conse-cuencia de la Segunda Guerra Mundial yque mantienen porcentajes más elevadosde viviendas antiguas (33%) (Ministeriode Fomento, 2000, 23). Así se explicaque el desplazamiento del sector haciala nueva construcción, tanto de vivien-das como de infraestructuras, se traduje-se en una mayor demanda de recursosnaturales, pues cada edificio viene exi-giendo por término medio 3,5 tonela-das/m2 de materiales, y cada metro cua-

drado de carretera demanda también 1,9toneladas.

Lo que se agrava aún más al comprobarque, en el caso de las viviendas, el 97%del tonelaje de los materiales incorpora-dos al edificio procede de recursos abióti-cos (principalmente piedra, arena y gra-va, pero también plásticos, pinturas, etc.),llegando al 100% cuando se trata de lasinfraestructuras de carretera (33). Una es-trategia que, como veremos más adelan-te, no sólo implica una presión importan-te sobre los recursos del territorio, sinoque también abona comportamientos po-co preocupados por la reutilización y elreciclaje de aquellas sustancias ya extraí-das y explotadas.

Los flujos ocultos o indirectos: una mochilaecológica que se muestrademasiado pesada

Pero lo que el análisis económico con-vencional suele olvidar —incluso cuandose ocupa de los recursos naturales— esque poner en juego todo ese volumen deflujos directos exige un coste adicional enrecursos que es necesario movilizar paraobtener en forma útil lo que más tarde seincorporará a la cadena del valor econó-mico. Hay que advertir que en el casoconcreto de los flujos abióticos o no re-novables, los datos razonablemente sol-

LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA...

ECONOMÍA INDUSTRIAL N.o 351 • 2003 / III

41

GRÁFICO 5BOOM INMOBILIARIO Y DECLIVE DEMOGRÁFICO, 1970-2000

600.000

500.000

400.000

300.000

200.000

100.000

0

600.000

500.000

400.000

300.000

200.000

100.000

01970 1972 1974 1976 1978 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000

BOOM DE LOSSETENTA

BOOM DE LOSOCHENTA

BOOM DE LOSNOVENTA

Flujo neto de hogares Crecimiento demográfico Viviendas iniciadas

FUENTE: Naredo y Carpintero (2002), a partir de las fuentes allí indicadas.

Node

vivi

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Node viviendas y de personas

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ventes de extracciones globales contras-tan con la escasez de información a nivelmicroeconómico, y con la «carencia gene-ralizada de datos precisos y fiables sobreel conocimiento de los tonelajes y leyesde nuestros yacimientos» (Ortiz 1993,148) (34). No en vano, hace años se re-cordaba con un deje de amargura: «…hahecho crisis la minería tradicional. Conella se ha llevado mil datos y, también,mil problemas» (Velarde, 1986, 5).

Esta dificultad informativa se hace espe-cialmente grave a la hora de calcular las«mochilas de deterioro ecológico» o flujosocultos, lo que nos ha llevado a efectuarestimaciones que completan la informa-ción disponible con la ayuda de coefi-cientes que, para casos análogos, se hanutilizado en la literatura correspondiente.Sin entrar en el detalle, cabe señalar que,siempre que se ha podido, se han tenidoen cuenta las dos partes que componenlos flujos ocultos (ganga, o flujos subordi-nados, y estériles o sobrecarga). Distin-ción que adquiere especial importanciaen el caso de los minerales metálicos,pues es sabida la relación inversa entre elcontenido en metal de las menas y laganga, y los estériles asociados a su ex-plotación. Dado que las cifras de produc-ción vendible para la mayoría de estassustancias se ofrecen en forma de con-centrado, hemos tenido que estimar lasleyes del mineral correspondiente paracada año y luego sumar la estimación dela sobrecarga (movimiento de tierras ne-cesario para acceder a la mena que con-tiene el metal) por medio de los oportu-nos coeficientes para cada sustancia.

Asumiendo estas limitaciones, la metodo-logía empleada se revela de especial im-portancia para captar, aunque sea en par-te y sólo a nivel agregado, el aumento dela generación de estériles por la explota-ción progresiva de yacimientos con me-nor ley. No en vano, antes de acometereste cálculo existían indicios suficientespara pensar que, a expensas de refina-mientos futuros que mejoren las cifrasaquí presentadas, este fenómeno haaquejado también a los yacimientos espa-ñoles de minerales.

Así, por ejemplo, en el caso de una de lasactividades más agresivas como es la mi-nería del cobre, y dentro de lo que se co-

noce como «faja pirítica ibérica» —que re-corre 250 kilómetros desde el Valle delGuadalquivir hasta el Valle del Río Sadoen Portugal— las leyes de este mineral en1930 en Ríotinto estaban en un entornodel 1%-1,8% (Morera, 1986, 304), y ellotras una importante demanda de cobre anivel mundial que culminó en 1912 comoconsecuencia del proceso de electrifica-ción masiva. Sin embargo, a partir de esemomento, la extracción declinó «princi-palmente por el continuo descenso de laley de los minerales» (Morera, 1986, 306),y por esta razón hubo que esperar hasta1970 para que la puesta en funciona-miento de la nueva fundición de Huelvapermitiera un aprovechamiento de los ya-cimientos con leyes muy bajas.

Los datos disponibles para finales del si-glo XX muestran que, ya hace veinteaños, en la década de 1980, las leyes deyacimientos diseminados se redujeronmuy por debajo del 1%, (0,60% en CerroColorado, 0,47% en Santiago o 0,58% enAznalcóllar) (35), a lo que habría que su-mar que en las fases posteriores a la ex-tracción, los minerales necesitasen deunas moliendas especialmente finas paraliberar el metal, en comparación con lasmismas necesidades de otros mineralesprocedentes de yacimientos extranjeros.Lo que hace que el resultado de la fasede la concentración del mineral tampocoarroje una situación mejor, pues la pecu-liar estructura de nuestras menas, abun-dantes en especies pobres en cobre comola calcopirita (que en estado puro tieneun contenido de metal en torno al 34%)frente a otras más ricas como la calcosina(79%) o la bornita (63%) lo ha dificultado(Morera, 1986, 320).

La conjunción de ambos factores ha de-terminado que actualmente, en prome-dio, una tonelada de mineral extraído ennuestro territorio contenga sólo entre 4,7y 6 kilogramos de cobre, y que en eseproceso se generen entre 166 y 212 kilo-gramos de residuo por kilogramo de me-tal, llegando a cerca de 450 kilogramosincluyendo la sobrecarga (36). Cifras to-das importantes si consideramos que, enel caso de Estados Unidos, «el sector de laminería del cobre por sí solo es responsa-ble de más de un tercio del total de resi-duos sólidos generados por el sector dela minería metálica» (U.S. Environmental

Protection Agency, 1985. Citado por Ruth,1995, 204).

Así las cosas, las bajas leyes, unidas a lamala calidad de los yacimientos y la co-yuntura de precios, muy oscilante y des-favorable, acabaron llevando durante lar-gos años al progresivo abandono de laactividad, quedando en 1995 sólo tres es-tablecimientos, uno de los cuales desapa-reció un año más tarde, debido al agota-miento del yacimiento de cobre deAznalcóllar por la empresa Boliden. Es fá-cil comprender, entonces, que la econo-mía española sea crónicamente deficitariaen términos de metal de cobre contenido,llegando ya a mediados de los noventa auna dependencia del 85,5% (ITGME,1995).

Pero la pobreza de las leyes, y por tantoel mayor impacto ambiental, no es sólouna característica exclusiva del cobre. Enel caso de otra sustancia importante co-mo el hierro, que constituye la principalmateria prima de la siderurgia, tanto lasleyes comparativamente bajas (que varían,según las zonas, entre el 48% del noroes-te, el 35%-40% del norte, el 44% del cen-tro y el levante, o el intervalo del 38%-60% del sureste) (Koerting, 1986,339-340) como la mala calidad del mine-ral (con alto contenido en fósforo y azu-fre, en ocasiones) han tenido repercusio-nes ambientales directas. Algo parecidose puede decir también del cinc, del plo-mo, del estaño o del wolframio, con leyesgeneralmente entre el 1% y el 2% (37).

Ahora bien, el resultado final en términosde impacto ambiental cuantitativo sobreel territorio no sólo depende del esfuerzoque hay que hacer para extraer mineralescon menores leyes, sino de la forma delaboreo empleada en esa tarea. De lasdos maneras tradicionales de trabajar lamina —subterráneamente y a cielo abier-to—, la proliferación de la segunda op-ción desde los años cincuenta en nuestropaís ha acentuado la degradación ambien-tal provocada por las actividades extracti-vas. Conviene subrayar que el laboreo acielo abierto genera, por término medio,ocho veces más residuos por tonelada demineral que la minería subterránea(Wahrhust, 1994, 20), y que, en el caso denuestro país, numerosas explotacioneshan adoptado esta forma de extraer el

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mineral, como lo demuestran los casosdel cobre, el estaño o el wolframio, don-de la proporción entre el cielo abierto yla minería subterránea viene a ser de dostercios y un tercio.

A decir verdad, a medida que se reducenlas leyes, la minería a cielo abierto surgecomo la opción más apreciada, lo que sedemuestra además por el espectacular in-cremento experimentado en el consumode explosivos en los últimos años, que hapasado, por ejemplo, de las 17 mil tone-ladas en 1971 a las 62 mil de 2000, nosiendo ajena a esta tendencia una pecu-liar coyuntura minera en declive que bus-caba rentabilidad al menor coste.

Algunas cifras ponen sobre el tapete laimportancia adquirida por esta técnicacon relación a las toneladas de mineralobtenidas, mostrándose cómo las sustan-cias metálicas hasta 1995 han multiplica-do por tres sus requerimientos, pasandode demandar apenas medio kilogramode explosivo por tonelada en 1975 a ne-cesitar kilogramo y medio a mediadosde los noventa, haciendo así frente a lareducción de la ley de los yacimientosexplotados, como lo demuestra el queen el último quinquenio del siglo estosrequerimientos aumentaran en nueveveces con relación al mineral metálicoextraído. Pero, además de los explosi-vos, la agresividad de la minería a cieloabierto se ha visto complementada porla creciente adquisición de maquinariapesada en las explotaciones, lo que haposibilitado un mayor arranque del mi-neral de manera continua a través deinstrumentos como las rotopalas o exca-vadoras de rodete que permiten no sóloel arranque sino también la carga, sinmenoscabo de la maquinaria utilizadatradicionalmente (38).

A la luz de estas consideraciones genera-les, podemos obtener ahora una primeraaproximación al impacto ambientalcuantitativo producido por las activida-des extractivas (bióticas y abióticas) ennuestro país. Se pondrá aquí el acento enun aspecto particular como es el tonelajeque, en términos de movimiento de tie-rras y subproductos estériles sin valor, espreciso poner en juego para extraer losmetales y productos energéticos conteni-dos en la corteza terrestre. Lo que de mo-

mento excluye, dada la naturaleza denuestra investigación, otro tipo de impac-tos derivados de la extracción como po-drían ser la ocupación de territorio (39),el vertido de residuos líquidos derivadosdel lavado de metal, las emisiones decontaminantes a la atmósfera en la fasede procesamiento, problemas de saludpública, etc. (40).

Tal y como atestigua el cuadro 7, el totalde los flujos ocultos generados por la ex-tracción e importación total de recursosdirectos ascendía en 2000 a 740 millonesde toneladas, de las cuales el grueso esta-ban relacionadas con los flujos abióticosen sus diferentes modalidades (energéti-cos, minerales y productos de cantera). Sia esta cantidad se añaden otros flujos quese podrían considerar así mismo dentrode este apartado (semimanufacturas detodo tipo y flujos excavados), el montan-te total ascendería casi al 95%.

La mochila ecológica que conforman es-tos flujos en asociación con los directa-mente extraídos ha oscilado considera-blemente en el tiempo. Si no realizamosninguna consideración sobre la proce-dencia de los inputs ocultos (importadoso domésticos) en el total, en 1955 la ex-tracción de cada tonelada de recursos ge-neraba por término medio 1,22 toneladasde flujos ocultos sólidos abióticos y bióti-cos, mientras que en 2000 esta cantidad

había disminuido hasta las 0,96 tonela-das. Esta reducción del 21% no deberíallevarnos a la conclusión apresurada deque la extracción e importación de recur-sos se está realizando de una manera me-nos agresiva con el entorno.

Este hecho refleja, efectivamente, que lageneración de residuos sólidos por tone-lada de inputs ha descendido, pero hayque tener presente al menos dos aspec-tos. De un lado, la subestimación de losflujos ocultos realizada que no incorporaaquellos derivados de las actividades dedragado ni de numerosos productos ma-nufacturados para los que no se han cal-culado «mochilas». Por otra parte, la men-cionada reducción se ha producido acosta de un aumento de la emisión de re-siduos gaseosos a la atmósfera tal que lasestadísticas de emisiones atmosféricas deCO2 vienen a poner de manifiesto. Fenó-meno éste que también ha ocurrido enotros países cuando se estudia el metabo-lismo de las economías industriales desdeel lado del output, contabilizándose el in-cremento de residuos que se emiten a laatmósfera simultáneamente a la reduc-ción de los vertidos a otros medios (Ma-thews et al., 2000).

Pero no hará falta recurrir al cómputo deunos flujos como los gaseosos —exclui-dos previamente del análisis por motivosmetodológicos— para demostrar que la

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mochila ecológica no ha menguado tantoen realidad. Las razones hay que buscar-las en la evolución de los flujos abióticoscomo responsables principales del volu-men y composición de estas mochilas dedeterioro ecológico. Una parte considera-ble de la reducción de la generación dela mochila en la década de los sesenta tu-vo que ver con la progresiva sustitucióndel carbón nacional por el crudo exterior,consecuencia de la crisis carbonera inicia-da en 1959, que, sin mermas en el consu-mo, produjo una reducción en la genera-ción de estériles considerable (41).

A esta circunstancia hay que sumar laincorporación masiva de los productosde cantera con que sufragar la expan-sión de la construcción y las ciudadesen la década de los sesenta, que si biencontribuyeron fuertemente al creci-miento de los inputs directos, no supu-sieron un incremento similar en el casode los ocultos, dado su bajo coeficientede generación.

Además, el crecimiento de la mochilaecológica desde los años setenta ha veni-do acompañado tanto de una intensifica-ción como de un desplazamiento hacia laexplotación de minerales con mayorescostes ambientales en términos domésti-cos e importados. Consecuencia normal,habida cuenta también del incremento dela ganga y los estériles por la progresivaextracción de yacimientos con menor ley,que en este caso hemos considerado par-cialmente.

Hay que advertir, además, que los minera-les metálicos (hierro, cobre, cinc, etc.) glo-balmente considerados han generado cre-cientes mochilas de deterioro ecológico, alpasar de las 3,54 toneladas como mediapor tonelada de sustancia directa extraídae importada en 1955 a las 9,48 toneladasde 2000. No en vano aquí se incluyen, porejemplo, y dependiendo de los años, lascasi 500 toneladas que en forma de gangay estériles se generan en la extracción deuna tonelada de cobre, las cuatro para elcaso del hierro, las casi 80 del plomo, las27 del cinc, las más de 400 del mercurio, olas 150.000 para el caso del oro.

Asimismo, el comportamiento de los mi-nerales no metálicos y los productos decantera presentan una cifras más estables,

situándose la mochila ecológica de esassustancias por debajo de las otras dosfracciones. Mientras en los productosenergéticos la década de los ochenta pro-tagonizó el fenómeno contrario al acaeci-do en los sesenta: las dos elevaciones delcrudo de los setenta influyeron en la aper-tura de explotaciones abandonadas, a lapar que de otras nuevas, ejerciendo undesplazamiento en la mochila ecológicaen favor de los carbones, con una alta re-lación ocultos-directos (de 5,7 para la hu-lla y la antracita y de 6,05 para el lignito),sin por ello dejar de utilizar petróleo, aun-que de manera más matizada que antes.Lo que, de paso, explica por qué las pro-porciones de flujos ocultos sobre el totaldan al traste con las relaciones estudiadasdesde el punto de vista de los inputs di-rectos: mientras, por ejemplo, la mayoríade los flujos energéticos utilizados en to-nelaje procedían del resto del mundo, losflujos ocultos asociados con las extraccio-nes totales se concentran dentro de nues-tras fronteras ofreciendo un reparto justa-mente invertido al anterior (dos terciosdomésticos y un tercio importados, mejo-rando el equilibrio en 2000).

El progresivo cierre de explotaciones deminerales metálicos que alcanza nivelesdramáticos a finales de la década de losnoventa explica que las tornas también secambien en el caso de este grupo de sus-tancias. Con esa misma tabla en la mano,vemos que dentro de esa fracción mayori-taria dominan los minerales metálicos ylos productos energéticos, de una formaabsoluta en los primeros años de la déca-da de los cincuenta, para luego, desde ladécada de los ochenta, ir cediendo algode terreno a favor de las semimanufactu-ras importadas y los productos de cantera.

Un tratamiento algo diferenciado mere-cen un tipo de flujos que se incorporan alanálisis sólo en calidad de inputs ocultosderivados de la excavación de viviendase infraestructuras de carretera. El movi-miento de tierras derivado de estas activi-dades se ha incrementado considerable-mente en los últimos cuarenta años,aunque ha experimentado fuertes oscila-ciones como consecuencia, principalmen-te, del comportamiento intermitente en laconstrucción de carreteras y autopistas.Por ejemplo, la cifra estimada de 86,7 mi-llones de toneladas para 1999 supera am-

pliamente (entre 4,5 y 2,4 veces) los dosextremos del intervalo propuesto por elMinisterio de Medio Ambiente para el to-tal de residuos de construcción y demoli-ción de la economía española (42) —su-poniendo ese mismo año 1999 comotérmino de comparación—. Resultadoque se encuentra en la línea apuntada pa-ra otros países donde, en caso de incluir-se, la fracción procedente del movimien-to de tierras es francamente mayoritaria.Las hipótesis de cálculo barajadas por elPNRCD en términos de kg/hab. no aca-ban de tener en cuenta que, tal y comohemos señalado, el año 1999 se encuen-tra en el centro del auge inmobiliario definales de esa década.

A estos datos comentados habría que aña-dir también algunos elementos adiciona-les que enriquecen la reflexión sobre elimpacto ambiental de las edificaciones yque van más allá del mero movimiento detierras. No en vano, el escenario descritoadquiere especial importancia cuando re-cordamos que, tal y como señalamos enpáginas anteriores, el sector de la cons-trucción y la política general de viviendaen nuestro país ha mostrado durante lasúltimas décadas mayor interés por la nue-va construcción y demolición de vivien-das antiguas que por la restauración y re-cuperación de los inmuebles que semantenían en pie. A falta de las apropia-das estadísticas sobre residuos de cons-trucción y demolición, algunas aproxima-ciones comparativas demuestran que, afinales de la década de los noventa, enEspaña se generaban 13 millones de estosresiduos (43) (excluido el movimiento detierras), de los cuales más del 95% teníancomo destino el vertedero y menos del5% eran reutilizados o reciclados.

Estas cifras contrastan negativamente conlas de otros países como Holanda dondese invierten justamente los porcentajes(90% de reutilización y reciclaje), Bélgica(87%), Dinamarca (81%), o Reino Unido(45%). Lo que demuestra que países co-mo España, junto con Irlanda y Portugal,que presentan similares porcentajes, ofre-cen en términos de energía y materialesuna imagen de dispendio poco acordecon su posición de furgón de cola de laUnión Europea. Más aún cuando, comosucede en nuestro país, esta situacióndescansa sobre una persistente política

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de vivienda que margina desde hace dé-cadas la restauración del patrimonio in-mobiliario, acarreando «…una incidenciaambiental doblemente negativa: por verti-do de escombros, deterioro patrimonial ypérdida de identidad, y por exigencia demateriales de construcción y movimientode tierras con gran impacto territorial…»(Ministerio de Fomento, 2000, 22-23).

De abastecedora neta areceptora neta: el comerciointernacional y los mercadosfinancieros como palancaspara consolidar la economíade la «adquisición»

En la misma medida en que se produjo eltransito desde una economía de la pro-ducción hacia una economía de la ad-quisición, el «milagro económico» obser-vado a partir de los años sesenta entrañóotra transformación profunda en el meta-bolismo de la economía española: en tér-minos físicos, España dejó de ser abaste-cedora neta de recursos naturales al restodel mundo para convertirse en importa-dora neta de materias primas.

En efecto, hasta la primera mitad de losaños cincuenta la economía española

venía abasteciendo al resto de paísescon sus productos primarios y exportan-do mayor tonelaje del importado. Peroesta situación se invirtió definitivamente,en términos físicos, en los años sesenta,recibiendo nuestro territorio desde en-tonces una creciente entrada neta demateriales del resto del mundo en con-sonancia con el juego desarrollado a ni-vel mundial por los países ricos (Naredoy Valero (dirs.), 1999). Cabe señalar que,si en 1955 todavía salía de nuestro terri-torio un millón de toneladas más de ma-teriales de las que entraban, a comien-zos de los sesenta ya se importabancinco millones de toneladas más de lasque se exportaban, hasta llegar, en elaño 2000, a los 127 millones de tonela-das de déficit físico de bienes, energía ymateriales.

España acelera así su desplazamiento enla carrera hacia el «desarrollo», avanzan-do hacia posiciones en las cuales dismi-nuye la exigencia física de energía y ma-teriales internos —porque se toman deotros territorios—, concentrándose en lasactividades de elaboración de manufac-turas, comercialización y turismo comoforma de equilibrar en lo monetario eldesfase y la dependencia existente entérminos físicos.

Aunque los años cincuenta hacen que to-davía el carbón (nacional) adquiera unaimportancia determinante —junto con lahidroelectricidad y los derivados de la fo-tosíntesis— en el autoabastecimiento demateriales ricos en energía, paralelamen-te aumentó la exigencia de combustiblesfósiles, de modo que el desplazamientohacia el petróleo y el gas importadosacabó inflando el saldo negativo que entérminos físicos venía presentando laeconomía española desde los años seten-ta en productos agroalimentarios y recur-sos minerales.

Pero para que salgan las cuentas del de-sarrollo se tiene que producir una revalo-rización en términos monetarios quecompense ampliamente las carencias des-de el punto de vista físico. Así, mientras amediados de los cincuenta el valor mediode la tonelada importada doblaba al de laexportada, las transformaciones de los se-senta acabaron invirtiendo la situación,como a continuación veremos. La econo-mía española siguió así el patrón marca-do por los países «ricos» en sus relacionescon el resto del mundo, al sufragar su dé-ficit físico mediante una relación de inter-cambio favorable, aunque sin conseguirequilibrar por completo su balanza co-mercial por esta vía.

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Abióticos 121.685 148.541 223.981 448.433 457.190 435.113 424.113 514.070Domésticos 115.756 140.354 1269.224 365.754 333.879 310.025 288.993 295.151

Importados 5.929 8.187 54.758 82.680 123.311 125.519 135.120 218.919

Bióticos 8.824 13.412 24.944 27.345 31.741 29.174 35.407 37.180Domésticos 8.038 10.864 17.786 20.653 21.826 20.714 21.998 21.946

Importados 786 2.548 7.158 6.693 9.915 8.460 13.408 15.233

Semimanufacturas totales (a) 2.035 5.776 39.532 44.615 76.791 83.165 108.879 131.717Flujos excavados 14.112 26.939 51.228 55.938 78.539 64.602 56.376 57.808

Ocultos totales 146.657 195.567 339.685 576.332 644.261 612.485 624.775 740.774Domésticos 137.906 178.156 238.238 442.345 434.245 395.341 367.367 374.905

Importados 8.750 17.221 101.447 133.987 210.016 217.144 257.409 365.869

PromemoriaErosión 367.683 374.569 412.046 415.640 432.867 421.921 399.880 401.448

Erosión media (tm/hectárea) 25,6 25,7 26,0 26,0 26,0 26,0 26,0 27,5

Erosión media (tm/habitante) 12,6 12,2 11,6 10,8 11,1 10,8 10,2 9,9

(a) Incluyen los de las energéticas, metálicas y minerales.

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

CUADRO 7EVOLUCIÓN DE LOS INPUTS OCULTOS DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA, 1955-2000

MILES DE TONELADAS Y AÑOS SELECCIONADOS

1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000

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Como acredita el cuadro 8, en los añosnoventa los ingresos por tonelada ex-portada casi doblaban a los pagos reali-zados por cada tonelada que entraba ennuestro territorio, y aun así no fue sufi-ciente para equilibrar en términos mone-tarios un comercio físicamente tan defi-citario. Por ejemplo, para que se hubieracompensado monetariamente en el te-rreno comercial el desajuste físico, elvalor unitario de las exportaciones en2000 debería haberse incrementado un36%, pasando de las 218.755 ptas/tm a298.540 ptas/tm. Pero el déficit moneta-rio no es tan abultado como el físicoporque la economía española avanzóhacia los tramos más valorados de lacurva descrita por la denominada «Regladel Notario» (44).

Maticemos que la economía españolano solo mejoró su posición monetariaen lo tocante al comercio de mercancías(45), sino también, básicamente, en elde servicios. En el caso de España la ba-lanza de servicios, a través sobre todode los ingresos procedentes del turismo,ha venido paliando de forma muy signi-ficativa el déficit observado en el co-mercio de mercancías. De hecho, en al-gunos años, la compensación ha sido detal calibre que, en fechas como 1961,1985 o 1995, llegó a enjugar el déficit demercancías, logrando un excedente mo-netario por cuenta corriente nada des-preciable.

Sin embargo, en los últimos tiempos, eldéficit de la balanza corriente se fue ha-ciendo cada vez más abultado y siste-mático, viéndose compensado por laatracción de capitales del resto delmundo y otorgando así a las operacio-nes financieras un protagonismo in-usual en la consecución del equilibrioexterior de la economía española. Pri-mero, en el período 1985-1995, la entra-da de capitales se produjo sobre todoen forma de «inversiones» de empresastransnacionales deseosas de tomar posi-ciones en el nuevo país de la Europacomunitaria y de movimientos financie-ros que, con un fuerte componente es-peculativo, acudían atraídos por los al-tos tipos de interés. Después, a medidaque avanzó la consolidación del sistemamonetario europeo, que culminó con laplena implantación del euro, la Bolsa

española se convirtió en un reclamo decapitales de importancia significativa anivel internacional, que contribuyó nosólo a compensar el déficit corriente dela economía española, sino también aposibilitar la expansión internacional desus empresas.

De esta manera, España, al integrarseen ese club de países ricos que es laUnión Europea, se permitió el lujo deampliar sin problemas su déficit comer-cial, al desplazar el equilibrio exteriordesde la cuenta corriente hacia la cuen-ta financiera (46) y haciéndolo perfecta-mente asimilable dentro del sistemamonetario europeo. La economía espa-ñola no sólo pudo ampliar sin proble-mas su déficit físico respecto al restodel mundo, sino que supo sacar partidode la nueva situación financiera, tanprivilegiada para expandir la propiedadde sus empresas a escala internacional.Así, en los últimos tiempos, España pa-só de ser un país comprado por capita-les foráneos a erigirse en compradordel resto del mundo: las inversiones di-rectas y en cartera de las empresas es-pañolas en países latinoamericanos yen el resto de la UE entre 1995 y 2000así lo atestiguan (47).

En esta mutación ha desempeñado unimportante papel la reorganización de lapropiedad empresarial a nivel mundial y

el consiguiente acomodo de las socieda-des españolas en este proceso. El paula-tino acercamiento ya descrito se ha vistoespoleado por la llamada segunda olea-da de fusiones y adquisiciones empresa-riales transfronterizas, que dominó elpanorama de las inversiones extranjerasinternacionales (48) desde 1995 hastaque la crisis actual acabó enfriando estetipo de operaciones.

Cabe advertir que el papel desempeña-do por las empresas de nuestro país eneste último período ha sido tambiénmuy diferente al experimentado a fina-les de la década de los ochenta, cuandodominaban los efectos de la primera fa-se de este proceso. Mientras que entre1988 y 1990 el valor de la venta de em-presas españolas adquiridas por otrasfirmas extranjeras superaba el valor pa-gado por las empresas españolas en lacompra (fusión o adquisición) de socie-dades extranjeras, desde mediados de ladécada de los noventa esta tendencia seha invertido.

El gráfico 7 así lo atestigua, al propor-cionar los datos de los flujos trasegadosanualmente en concepto de compraven-ta de empresas a nivel internacional conparticipación española. Dado que no to-das las compras de acciones tienen porqué llevar consigo el control efectivo ytotal del funcionamiento de las socieda-

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GRÁFICO 6BALANCE FÍSICO DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA, 1955-2000

MILES DE TONELADAS

250.000

200.000

150.000

100.000

50.000

0

–50.000

–100.000

–150.000

250.000

200.000

150.000

100.000

50.000

0

–50.000

–100.000

–150.0001955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

IMPORTACIONES

DÉFICIT FÍSICO

EXPORTACIONES

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

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des, merece la pena resaltar la impor-tancia reciente de las operaciones enca-minadas a lograr precisamente este con-trol, ya sea en forma de fusiones oadquisiciones (49).

Esto permite poner de manifiesto cómola mencionada reducción de las distan-cias en la propiedad del stock de accio-nes se ha apoyado en la posición favo-rable de las sociedades españolas en elproceso de adquisiciones y fusionestransfronterizas: nuestro país ha pasadode ser un vendedor neto de la propie-dad de empresas nacionales al resto delmundo, a convertirse en un compradorde la capacidad productiva y del patri-monio del resto de los países (50). Enlas cifras reflejadas en el gráfico 7 apa-recen incorporadas las relativas a lasinstituciones financieras (51), expresan-do así también la importancia crecientedel sistema bancario español en la con-figuración y reparto de la riqueza a ni-vel mundial.

Tal ha sido la importancia de este hechoque, con el paso del tiempo, el montan-te reflejado en las adquisiciones y fusio-nes transfronterizas no sólo ha llevadoaparejado las consecuencias descritas entérminos de propiedad patrimonial, sinoque se ha convertido en la principalpartida de los flujos de inversión directade nuestro país hacia el exterior: en1995 la adquisición de empresas no resi-dentes apenas significaba el 11,3% delos flujos de salida, en 1996 supuso el64,1%, para alcanzar un máximo del78,9% en 1998, y descender en 1999 al65,1% (UNCTAD, 2000) (52). Lo que ex-plica que cada vez vayan quedando másalejadas las formas tradicionales de in-versión directa en forma de negocios yfábricas de nueva planta (greefield in-vestment), poniéndose de manifiestoque, desde el punto de vista patrimo-nial, España está participando en unatendencia que prima la apropiación delos activos preexistentes frente a la crea-ción de elementos patrimoniales nuevos

como forma de expansión de la riquezanacional.

Como se advierte en el Informe de laUNCTAD ya citado: «Las fusiones y ad-quisiciones transfronterizas están ganan-do importancia con tanta rapidez preci-samente porque ofrecen a las empresasel camino más rápido para adquirir losactivos tangibles e intangibles en distin-tos países y les ayudan a reestructurarsus operaciones nacional o mundial-mente...». La rapidez de los aconteci-mientos se hace explícita cuando obser-vamos que la tasa de crecimiento anualacumulativa de los flujos por fusiones yadquisiciones (compras) para el período1995-1999 ha sido en España del 166%,muy superior al 57% de la Unión Euro-pea, o al 18% de Estados Unidos. Espa-ña fue en 1999 el quinto país de laUnión Europea en esta faceta, superan-do ampliamente, desde 1997, a nacionescomo Japón en su estrategia adquisitivaa nivel mundial (53).

LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA...

ECONOMÍA INDUSTRIAL N.o 351 • 2003 / III

47

P. agroalimentariosSaldo físico (miles de tm) 1.671 190 –4.550 –747 –6.288 –6.707 –14.541 –7.693

Saldo en valor (millones de pesetas) 623 14.746 –56.314 63.816 –178.042 –156.248 –242.562 335.242

P. energéticosSaldo físico (miles de tm) –3.587 –6.875 –44.195 –49.616 –67.609 –69.449 –70.352 –96.251

Saldo en valor (millones de pesetas) –246 –8.160 –210.955 –1.598.075 –858.259 –882.747 –954.259 –2.638.720

P. mineralesSaldo físico (miles de tm) 3.810 2.741 –1.257 5.274 –7.273 –4.324 –5.583 –9.695

Saldo en valor (millones de pesetas) 149 –248 –34.666 103.949 –80.525 –72.081 –99.802 –162.223

ManufacturasSaldo físico (miles de tm) –826 –1.120 –4.005 2.875 –7.974 –2.247 –1.948 –13.876

Saldo en valor (millones de pesetas) –1.050 –29.301 –188.960 424.374 –1.455.238 –1.265.331 –1.470.441 –4.980.348

TOTALNeto (miles de tm) 1.068 –5.064 –54.007 –42.214 –89.144 –82.727 –92.424 –127.517

Neto (millones de pesetas) –524 –22.963 –490.895 –1.005.936 –2.572.064 –2.376.407 –2.767.064 –7.535.749

Valor unitario import. (miles/tm) 251 4.313 12.494 52.243 60.071 70.256 86.039 127.033

Valor unitario export. (miles/tm) 159 4.203 21.424 73.782 111.010 126.143 158.525 218.755

PromemoriaSaldo de la Balanza por c/c y — 13.294 –200.162 354.901 –1.803.125 –322.955 837.853 –2.286.310

capital (millones de pesetas)

Saldo cuenta financiera — — — — 1.831.410 555.562 –188.182 3.543.855

FUENTES: Dirección General de Aduanas (varios años) y Banco de España. Los datos en valor en 1955 proceden de pesetas-oro, por lo que es conveniente tomar-los con cautela. A comienzos de los noventa se modifica la metodología de elaboración de la Balanza de Pagos, desgajándose las operaciones financieras y las decapital en dos cuentas diferenciadas.

CUADRO 8BALANZA COMERCIAL FÍSICA Y MONETARIA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA, 1955-2000

AÑOS SELECCIONADOS

1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000

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Rematerializaciónabsoluta y ambiguadesmaterializaciónrelativa

Una vez aportada información sobre losprincipales cambios operados y sobre elvolumen de flujos directos y ocultos utili-zados, parece el momento de evaluar la«eficiencia ambiental» de la economía es-pañola, relacionando las variables físicascon las monetarias en el correspondienteindicador, y engarzando con la polémicasobre la supuesta «desmaterialización» (54)de las economías industriales en las últi-mas décadas. Los datos han mostradosobradamente que, en términos absolu-tos y per cápita, los requerimientos demateriales en nuestro país no han deja-do de incrementarse incluso desde losaños setenta, por lo que no cabe hablarde «desmaterialización» en ese sentido.Ahora bien, la polémica se presentócomparando la evolución del consumode energía y materiales directos con elincremento del PIB, sugiriéndose cierta«desconexión» o «desacoplamiento» (de-linking) entre el uso de recursos energé-ticos y la producción de bienes y servi-cios. Veamos ahora si ese fenómenoocurrió en nuestro territorio y en quémedida se desarrolló.

En todo caso, desde hace algunos añosse ha impuesto una distinción que es pre-ciso tener en cuenta para precisar los tér-minos del debate. Se trata de diferenciarentre desmaterialización relativa o débil ydematerialización absoluta o fuerte. Laprimera sería aquella que apunta un des-censo en los requerimientos de energía ymateriales por unidad de PNB, mientrasque la segunda supone una reducción enla cantidad absoluta de recursos naturalesque se utilizan por la economía corres-pondiente (55). Esta distinción será im-portante también en el caso de la econo-mía española.

En primer lugar, se perciben dos grandesmomentos en lo referente a la desmate-rialización relativa en términos de PIB(gráfico 8). Por un lado, aunque entre1955 y 1960 se incrementa la intensidadun 8% en términos totales y un 14% des-

de el punto de vista directo, va a ser en-tre 1960 y 1975 donde los RTM por mi-llón de pesetas de PIB desciendan enmás de un 20% (56), pasando de 35tm/millón a las 27 tm/millón de media-dos de los setenta. A la vez, la intensidadmaterial directa se reduce también en un14%, desde las 16,5 tm/millón de 1960 alas 14,2 de 1975. Esta última fecha supo-ne un aldabonazo en la trayectoria de lasintensidades materiales, pues en losquince años que van desde 1975 a 1990los RTM por millón de PIB recuperan elporcentaje cedido en los años previos,volviendo a las 34 y 33 tm/millón en1985 y 1990, respectivamente, para aca-bar declinando algo hasta finalizar en2000 con 32 tm/millón.

La aparente paradoja de que sea precisa-mente en las épocas de fuerte crecimientocuando desciende la intensidad materialtotal y viceversa tiene que ver con algunosrasgos ya comentados. El comportamiento«desmaterializador» de la primera etapa tie-ne su origen no tanto en la evolución de lafracción oculta abiótica como en la sendaseguida por los flujos bióticos, que, aunqueaumentan en términos absolutos en tonela-je, descienden su participación relativa enla intensidad material respecto al PIB encasi un 50%, llegando en 1995 a suponer el39% de lo que representaban a mediadosde siglo. La contribución de los flujos ocul-tos en la década de los sesenta se reducepor el recurso a materiales con mochilascomparativamente más bajas (como es elcaso ya mencionado de la sustitución delcarbón por el petróleo y el gas natural).

Lo cierto es que la sucesión de períodos«desmaterializadores» respecto del PIB,con épocas de fuerte «rematerialización»,no permite concluir nada taxativo sobrela tendencia general para todo el período.Pues si bien se puede descartar clara-mente la presencia de desmaterializaciónen términos absolutos —dada la ausenciade una reducción en los RTM a la vezque aumenta el PIB—, en términos mo-netarios relativos, la trayectoria seguidapor los indicadores de intensidad materialpor unidad de renta no es tan concluyen-te, aunque excluye también en este casouna tendencia desmaterializadora clara.

Además, la fuerte pérdida de importanciade la biomasa en el conjunto de los flu-

jos, sean directos o totales, hace que lasconclusiones cambien si se prescinde desu efecto. Tal y como refleja el gráfico 9,si dejamos de contemplar la reduccióndel peso de los flujos bióticos, observa-mos claramente la tendencia remateriali-zadora a largo plazo que presenta la eco-nomía española respecto de los flujosdirectos energéticos, minerales y de pro-ductos de cantera.

Esto concuerda, además, con las tenden-cias manifestadas por algunos flujos di-rectos importantes como los energéticos.La economía española parece ser fiel alcomportamiento que combina las fasesde «desmaterialización relativa» con las defuerte «rematerialización», hecho éste quecorroboraría la tesis de Sander de Bruyny Johannes Opschoor, dando lugar a unasenda de crecimiento en forma de «N»,más que a la famosa «U» invertida de Kuz-nets (57). Pues mientras que en 1955 elinput energético primario de combusti-bles fósiles por unidad de producto (58)ascendía a 1,17 tep/millón (0,65 de ori-gen doméstico y 0,52 importadas), la dé-cada de los setenta arrojará un crecimien-to importante —contradictoriamente conel resto de los países de la OCDE—, lle-gándose a un máximo en 1983 de 2,58tep/millón (0,49 nacionales y 2,09 del res-to del mundo) (59).

En cambio, las posibles dudas sobre ladesmaterialización total o directa respectoal PIB desaparecen cuando lo que quere-mos es hacer un seguimiento del proceso«desmaterializador» en términos per cápi-ta, porque asistimos a incrementos im-portantes, ya sea desde la perspectiva delos RTM como de los flujos directos. Enambos casos se cuadruplican los nivelesde utilización de inputs per cápita pasan-do de las 10 tm/hab. de 1955 a las casi 38tm/hab. de 2000 para los primeros; o sal-tando de las 4 tm/hab. de 1955 a las 19tm/hab. de finales de los noventa, en elcaso de los segundos (gráfico 10). Tal esasí que, salvo escasas excepciones, enninguna de las etapas del ciclo económi-co consideradas han declinado los valo-res totales ni los directos.

Así pues, podemos afirmar que el fenó-meno «desmaterializador» arroja resulta-dos ambiguos en términos relativos (PIB),ya que la pauta descrita dependerá del

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período elegido. Ahora bien, la ambigüe-dad se difumina un tanto cuando de-sagregamos los RTM según el origen (do-méstico o importado) o los flujos directossegún su carácter abiótico o biótico, ha-ciéndose además evidente el crecienteapoyo de la producción de bienes en losflujos procedentes del resto del mundo,que multiplican por diez su contribuciónal PIB entre 1955 y 2000.

Del mismo modo desaparecen las dudascuando enjuiciamos la desmaterializaciónrelativa en términos per cápita o, simple-mente, al hacer el seguimiento de la des-materialización en términos absolutos ofuertes. Todo lo cual permite concluir quela pérdida de peso de la agricultura, la mi-nería y la industria, unida a la crecienteterciarización de nuestra economía, no haoriginado en España ninguna «desmateria-lización» de la misma, sino que, por elcontrario, dio lugar a una «rematerializa-ción» continuada desde los años setenta.

Y la cosa no mejora excesivamente cuandomiramos el asunto en términos comparati-vos. Por ejemplo, crecimientos importantesencontramos también en los RTM per cápi-ta de Alemania, que pasaron de las 64 to-neladas en 1975 a las 76 toneladas en 1994;o en Japón y Holanda, que siguieron lamisma tónica, pasando el primero de ellosde 37 toneladas en la primera de las fechasa 45 al final del período, y el segundo, delas 56 toneladas a mediados de la décadade los setenta a las 67 con que despuntabala mitad de los noventa.

Así las cosas, si dejamos al margen losflujos ocultos asociados a la erosión delsuelo derivado de las labores agrícolas,el gráfico 11 muestra cómo, a mediadosde los noventa, para alimentar el modode producción y consumo de cada ciu-dadano alemán eran necesarias 69 tone-ladas de energía y materiales, 23 de lascuales pasaban directamente al sistemaeconómico, obteniendo un valor demercado, aunque el grueso, esto es, 46toneladas por habitante, eran simple-mente flujos ocultos (residuos) que eranecesario remover para acceder y obte-ner los minerales, combustibles o bio-masa utilizada.

En definitiva, son precisamente estos da-tos de recursos los que echan por la bor-

da las pretensiones «desmaterializadoras»de algunos autores, colocando en susjustos términos cuantitativos el debate.Se da la circunstancia de que, a media-dos de los noventa, España presentabauna intensidad material per cápita muysimilar a Japón, tercera potencia mun-dial, situándose en unos requerimientostotales por encima de las 30 toneladaspor habitante, 14 de las cuales eran flujosdirectos, y que se habían triplicado des-de mediados de siglo.

Además, en los últimos cinco años defuerte crecimiento económico en nuestropaís —con tasas del 3,8% anual— se haincrementado el consumo de energía pri-maria a un ritmo incluso superior (4,5%),dejando a un lado la imagen de un su-puesto crecimiento «desmaterializado»que cada vez recurre menos a la utiliza-ción de recursos naturales.

¿Se puede hablar de una Curva de KuznetsAmbiental para la economía española?

Parece razonable acometer ahora unadiscusión que ha suscitado toneladas deliteratura económico-ambiental, para laque ya contamos con la informaciónadecuada, a saber: si el desarrollo de laeconomía española responde a la hipó-tesis que marca la Curva de Kuznets

Ambiental (CKA) o, por el contrario, suevolución se desvía de esa polémicatendencia (60). A juzgar por los datoscontenidos en el gráfico 12 no parecerazonable pensar que España haya en-trado en una senda de aumento del PIBsimultáneamente con una reducción ensu utilización de recursos naturales, nidirectos ni totales.

Más bien se observa una fuerte depen-dencia estadística entre ambas variables,que una regresión lineal simple se encar-ga también de corroborar, aunque seaposible apelar a mayores refinamientoseconométricos utilizados en otros casos yque han confirmado la misma conclusiónpara países como Estados Unidos, Japón,Alemania, Holanda y Finlandia; tampocoallí se han observado relaciones como lapropuesta por la CKA, al menos para elcaso de los inputs directos (61).

No parece, entonces, que nuestra econo-mía haya alcanzado el «punto de infle-xión» o el «máximo» que permita describiruna senda en la cual los sucesivos au-mentos del PIB per cápita convivan condisminuciones significativas en la utiliza-ción de recursos naturales por unidad derenta y, menos aún, por habitante. Escierto que siempre se podrá argumentarque la nuestra es una economía cuyocomportamiento responde a la primeraparte (ascendente) de la CKA, pero acambio habría que suponer también quenuestro nivel de desarrollo se encuentraen sus «primeras fases».

LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA...

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GRÁFICO 7FUSIONES Y ADQUISICIONES TRANSFRONTERIZAS PROTAGONIZADAS

POR SOCIEDADES ESPAÑOLAS, 1988-1999MILLONES DE DÓLARES

25.000

20.000

15.000

10.000

5.000

01988 1989 1990 1995 1996 1997 1998 1999

Compra de empresas extranjeras Venta de empresas españolas

FUENTE: Naredo y Carpintero (2002).

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Descartando, por temeraria, la hipótesis«subdesarrollista» (62), el resultado coinci-de con las conclusiones que para España,y durante el período 1988-1997, ha vertidoun reciente trabajo de ámbito europeo(Bringezu y Schütz, 2001a) (63), donde seestiman los requerimientos totales y direc-tos de la UE. Nuestro país se encontraríaasí entre aquellos que —junto con Holan-da, Bélgica, Austria, Dinamarca y Portu-gal— compaginarían tasas de crecimientodel PIB per cápita con elevados ritmos decrecimiento de los inputs directos per cá-pita. Por contra, se detectan ejemplos dedesmaterialización absoluta en países co-mo Finlandia, Francia, Italia y Reino Unido—que se habrían situado en la parte des-cendente de la CKA—, acompasando in-crementos importantes del PIB per cápita,junto con reducciones en la utilización deinputs directos por habitante (Bringezu ySchütz, 2001, 58) (64). En el resto, los au-mentos del PIB se habrían acompañadode evoluciones constantes de los requeri-mientos directos, sin mostrar una tenden-cia clara desde el punto de vista de la me-jora en la eficiencia ambiental.

Con todo, cabe subrayar que el resultadoobtenido por nosotros para la economíaespañola en ese período de 45 años re-fuerza los hallazgos que también se hanrealizado en el campo de los contaminan-tes atmosféricos, y que han permitido des-cartar la existencia de la CKA para todoslos compuestos más importantes (salvo elSO2) como el CO2, COVs, metano, etc.(Roca et al., 2001; Roca y Alcántara, 2001).

Por otra parte, no parece que la incorpo-ración de los flujos ocultos a través de losRTM modifique sustancialmente el resulta-do logrado para los flujos directos, dadala estrecha relación que, generalmente, seobserva entre el aumento de éstos y laevolución de aquéllos. De otro lado, laparticular forma de la Curva de KuznetsAmbiental que hemos mostrado explicaríaademás un hecho que merece la penadestacarse: que ha sido nuestro país elprotagonista del mayor incremento en lautilización de RTM, directos y ocultos des-de mediados de los setenta en compara-ción con las principales economías indus-triales. Pues, tal y como muestra el gráfico11, en los años que van de 1975 a 1994nuestros RTM se han incrementado en un66%, mientras que países como Estados

Unidos, Japón o el Reino Unido han ex-perimentado aumentos mucho más mo-destos (gráfico 13).

En el caso de Alemania, que es el quemás se aproxima a la economía española,la explosión de sus inputs directos a partirde 1991 viene influida por el proceso dereunificación interna del territorio. Se tratade cifras que, por analogía con los paísesdel sudeste asiático, justificarían paranuestro país el calificativo de «dragón eu-ropeo», en lo que concierne a las tasas decrecimiento en la utilización de energía y

materiales (Carpintero, 2002). La informa-ción anterior vendría a explicar la posi-ción atípica que la economía españolaocupa en el contexto internacional cuan-do se habla de desmaterialización desdemediados de la década de los setenta.

A modo de conclusión

En las páginas precedentes hemos queri-do aportar —desde una perspectiva inédi-ta para la economía en su conjunto, y

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GRÁFICO 8«DESMATERIALIZACIÓN» RELATIVA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA

EN TÉRMINOS DE PIB, 1955-2000TONELADAS POR MILLÓN DE PESETAS DE 1986

40

35

30

25

20

15

10

5

0

40

35

30

25

20

15

10

5

01955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

TOTALES/PIB

DIRECTOS/PIB

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

GRÁFICO 9«REMATERIALIZACIÓN» RELATIVA DE RECURSOS ABIÓTICOS, 1955-2000

INCLUYE ENERGÉTICOS, MINERALES, PRODUCTOS DE CANTERA Y SEMIMANUFACTURAS

13

12

11

10

9

8

7

6

5

4

1955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

ABIÓTICOS DIRECTOS/PIB(Toneladas por millón de pesetas)

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

Page 25: PERSPECTIVA NACIONAL Los requerimientos totales de ...€¦ · en la economía española. Una visión a largo plazo: 1955-2000. PERSPECTIVA NACIONAL Desde el punto de vista del enfoque

durante casi cincuenta años— informa-ción sobre los flujos físicos de recursosnaturales que han recorrido nuestra eco-nomía en la segunda mitad del siglo XX.Uno de los propósitos de esta labor hasido mostrar el papel clave que éstoshan tenido en la configuración del creci-miento económico de España en dichoperíodo, ofreciendo un contrapunto a lainterpretación convencional sobre las«fuentes» de la expansión de la produc-ción. Una interpretación que suele seña-lar el origen del crecimiento en la acu-mulación del stock de capital y el«progreso técnico», olvidando los cimien-tos ambientales de todas las actividadeseconómicas y sus servidumbres en tér-minos de deterioro ecológico.

Creemos que nuestro análisis muestra laexistencia de una dependencia muyacentuada entre expansión del PIB y re-cursos naturales, de tal suerte que laposición de España en la polémica so-bre una supuesta «desmateralización» delas economías occidentales no es la decorroborar esa tendencia. Antes al con-trario, durante este período se hanacentuado los rasgos de insostenibili-dad vinculados a las pautas de produc-ción y consumo, medidas tanto en RTMcomo desde el punto de vista de los flu-jos directos.

La conjunción de ambas situaciones haalimentado las dos mutaciones principa-les apuntadas, acelerando el paso desdela economía de la «producción» abastece-dora de materias primas al resto del mun-do, hacia la economía de la «adquisición»y extracción de recursos no renovables,tanto domésticos como foráneos, siendotambién determinante el papel desempa-ñado por el comercio internacional y losmercados financieros en estos procesos.Como consecuencia, no se percibe en elcaso español la existencia de ninguna«Curva Ambiental Material de Kuznets»,sobre todo cuando se constata que ha si-do España uno de los países donde lastasas de crecimiento en la utilización deinputs directos han sido más elevadas. Loque, de paso, revela aún más el despro-pósito de marginar el estudio de los flujosmateriales cuando éstos superan amplia-mente, en crecimiento, a los otros «facto-res productivos» privilegiados por el aná-lisis económico.

Y ello aunque alguno de esos «otros», co-mo el capital o la tecnología, no sepamostodavía muy bien cómo medirlos.

Anexo metodológico Aunque en Carpintero (2004) se ofrece infor-mación detallada sobre la forma en que sehan realizado los cálculos, a continuación serealizará un breve resumen de la metodologíaempleada. En primer lugar, los datos inclui-dos en este artículo revisan y actualizan hasta

al año 2000 las cifras obtenidas en Carpintero(2002) hasta 1995. La revisión de las cifras seha visto afectada por algunas variaciones me-todológicas incluidas con posterioridad res-pecto a la metodología empleada en aquellaocasión, y que tienen que ver con los siguien-tes aspectos. En primer término, a la cifra deflujos directos bióticos se han añadido en estaocasión las pajas de cereales como flujos depasto por su destino a la alimentación de ga-nado tal y como establece Eurostat. Como essabido, con la metodología utilizada anterior-mente esta fracción se consideraba flujo ocul-to de cultivo agrícola. En segundo lugar, losflujos ocultos se han revisado también en un

LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA...

ECONOMÍA INDUSTRIAL N.o 351 • 2003 / III

51

GRÁFICO 11REQUERIMIENTOS TOTALES Y DIRECTOS DE MATERIALES DE LAS PRINCIPALES

ECONOMÍAS INDUSTRIALES, 1994TONELADAS POR HABITANTE SIN EROSIÓN

100

90

80

70

60

50

40

30

20

10

0Totales Directos Totales Directos Totales Directos Totales Directos

Alemania EEUU

JapónEspaña

FUENTES: Adriaanse et al. (1997) y Carpintero (2002).

GRÁFICO 10«REMATERIALIZACIÓN» RELATIVA EN TÉRMINOS PER CÁPITA, 1955-2000

TONELADAS POR HABITANTE

40,0

35,0

30,0

25,0

20,0

15,0

10,0

5,0

0,0

40,0

35,0

30,0

25,0

20,0

15,0

10,0

5,0

0,01955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

TOTALES/HABITANTE

DIRECTOS/HABITANTE

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

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doble sentido. Por un lado, afinándose másen la aplicación de algunos coeficientes a sus-tancias como los productos de cantera y algu-nos minerales no metálicos y, por otra parte,desglosando las semimanufacturas en un tra-tamiento más detallado. Ahora se ha incorpo-rado una estimación de las semimanufacturasenergéticas importadas (partidas actuales delarancel 2.704, 2.705, 2.706, 2.707, 2.708,2.710, 2.713, 2.715, 2.716), de las semimanu-facturas minerales (partidas actuales del aran-cel 2.522, 2.523, 3.103, 3.104, 3.816, 7.001,7.002), y modificándose el tratamiento dadoanteriormente a las semimanufacturas metáli-cas. Para este último caso no se ha considera-do, como anteriormente, el total de los capí-tulos 71-81 del arancel, sino sólo aquellaspartidas relativas a cada metal que aparecenrecogidas en Eurostat (2001). Estos cambios,que no afectan en absoluto a las tendenciasobservadas —tal y como demuestra el artícu-lo—, explican en lo fundamental las diferen-cias en los valores obtenidos respecto al tra-bajo anterior.

Variables monetarias

Dadas las características de nuestro trabajonos ha parecido más oportuno la utilizacióndel PIB al coste de los factores en vez del PIBa precios de mercado. La razón estriba en quede esta manera se puede ver más claramentela contribución de los inputs al crecimientoeconómico, y así lo han visto también aque-llos que se han dedicado a realizar ejerciciossobre «contabilidad del crecimiento» en nues-tro país. La fuente básica a este respecto hasido: INE, Contabilidad Nacional de España.Serie Enlazada 1961-1995; E. Uriel, M. L.Moltó (1995). Como en 1998 se dejan de pu-blicar cifras de PIB con base 1986, para reali-zarse conforme a la metodología del SEC-95,hemos optado por mantener la serie en base86 y estimar el PIB de los años finales de ladécada de los noventa aplicando la tasa decrecimiento anual obtenida con la mueva me-todología a la última cifra del PIB con la me-todología antigua.

Sobre los RTM

Nuestro análisis se centra en determinar losinputs totales de la economía española entre1955 y 2000. Lo que quiere decir que conside-raremos éstos tal y como hacen los SCN y Eu-rostat (2001) con los recursos, es decir, comolo que entra a formar parte del sistema econó-mico: la extracción doméstica o interna máslas importaciones del resto del mundo (inclu-yendo nosotros, además, los flujos ocultos,tanto internos como importados), pero no lasexportaciones.

Definiciones

• Inputs directos = extracción doméstica másimportaciones.

• Inputs ocultos = fracción de los RTM quenunca entra a formar parte de los productosy que se genera en la fase de extracción delos materiales bióticos o abióticos.

• Requerimientos totales de materiales (RTM)= inputs directos (domésticos e importados)más inputs ocultos (domésticos e importa-dos).

• Consumo de materiales domésticos = in-puts directos menos exportaciones.

a) Flujos directos: Para los flujos abióticosse han considerado durante 1955-2000 casiun centenar de sustancias, distribuidas comosigue: energéticas (hulla, antracita, lignitopardo, hulla sub-bituminosa, petróleo, gasnatural, uranio. No se han incluido la hidroe-lectricidad ni la energía nuclear), mineralesmetálicos (hierro, pirita, cobre, plomo, cinc,estaño, wolframio, antimonio, mercurio, oro,plata, tántalo, titanio, bismuto, manganeso,cromo, níquel, cobalto, bauxita, zirconio, li-tio, niobio, molibdeno), no metálicos (anda-lucita, arcilla refractaria, asfalto, atapulguita,baritina, bentonita, caolín, cuarzo, espato flú-or, esteatita, estroncio, feldespato, glauberita,magnesita, mica, ocre, piedra pómez, sal ge-ma, sal manantial, sal marina, sales potásicas,sepiolita, thenardina, tierras industriales, trí-poli, turba, asbesto, azufre, boratos naturales,criolita, diatomita, fosfatos naturales, grafito ytalco) y productos de cantera (arcilla, arena ygrava, arenisca, basalto, caliza, creta, cuarci-ta, dolomía, fonolita, granito, margas, már-mol, ofita, pizarra, pórfidos, serpentina, are-nas silíceas, arenas volcánicas, traquita,

yeso). En el caso de los minerales metálicos,a diferencia de lo recomendado por la guíametodológica de Eurostat citada en el texto,hemos considerado como directos la produc-ción vendible en forma de concentrados, de-jando como ocultos la ganga y los estérilesnetos, para facilitar la comparación con losresultados de Resource Flows... A partir deaquí, las fuentes básicas de información parala elaboración de los cuadros y gráficos hansido las siguientes: MINER (varios años), ITG-ME (varios años), Dirección General deAduanas (varios años).

En el caso de los flujos bióticos, hemos consi-derado los siguientes cultivos agrícolas (11cereales de invierno, 12 leguminosas grano, 4tubérculos para consumo humano, 20 cultivosindustriales, 19 cultivos forrajeros, 37 hortali-zas, 2 tipos de flores, 6 frutales cítricos, 25frutales no cítricos, 2 de viñedo, 2 de olivar y4 de otros tipos. A esto hay que añadir losflujos forestales (madera de coníferas y fron-dosas, leña, resina, corcho y esparto), y desdeel punto de vista de los flujos de pasto, el he-no cosechado en las praderas, al igual que laspajas de los cereales-grano y las capturas depescado en aguas jurisdiccionales, internacio-nales y de terceros países. Las fuentes de in-formación han sido las siguientes: entre 1955y 1972: MAPA (varios años). Desde 1972 hasta2000, el Anuario de Estadística Agraria. En elcaso concreto del pescado se han consultadolas cifras ofrecidas por la Estadísticas de Pro-ducción Marítima del MAPA, cuya serie des-aparece en 1986, siendo completada con lainformación ofrecida por la FAO. Para algu-nos años en concreto ha sido útil la informa-ción contenida en los Anuarios Estadísticosdel INE.

Ó. CARPINTERO

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GRÁFICO 12CURVA DE KUZNETS AMBIENTAL MATERIAL PARA LA ECONOMÍA ESPAÑOLA,

1955-2000

40

35

30

25

20

15

10

5

0200.000 400.000 600.000 800.000 1.000.000 1.200.000 1.400.000

RTM

DIRECTOS

PIB c.f. per cápita (pesetas de 1986)

Tone

lada

s por

hab

itant

e

y = 3E-05x + 1,0674R2 = 0,9673

y = 1E-05x + 0,2298R2 = 0,9889

FUENTE: Véase Anexo metodológico.

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b) Flujos ocultos: Con respecto a los minera-les metálicos hemos estimado las leyes origi-nales a partir de las cifras de concentrados, in-tentando que los flujos ocultos recojan elefecto del empobrecimiento de éstas. A losflujos abióticos se han aplicado, sustancia asustancia, los coeficientes de generación deestériles y sobrecarga procedentes de la basede datos del Wuppertal Institute, que apare-cen recogidos con mayor detalle en el trabajode Bringezu y Schütz (2001). El trabajo deAdriaanse et al. (1997) incorpora también coe-ficientes para Alemania, Japón, Estados Uni-dos y Holanda. En aquellos casos en que lostrabajos anteriores no ofrecían informaciónpara alguna sustancia, se ha completado la es-timación con los coeficientes elaborados por I.Douglas; N. Lawson (1998) y Ortíz (1999), enNaredo y Valero (dirs.) (1999).

En el caso de los flujos excavados, y dadaslas especiales dificultades que presentanuestro país en materia de estadísticas am-bientales de residuos, ha parecido oportunorecurrir a la aplicación de unos coeficientesespecíficos para dos tipos de infraestructu-ras: viviendas y carreteras. Así, hemos esti-mado que la excavación y movimiento detierras necesario para la construcción de unavivienda se sitúa en los 73 m3 (1 m3 equivalea 1,75 toneladas), mientras que para la cons-trucción de carreteras hemos adoptado unossupuestos algo más específicos, en funciónde la anchura de las calzadas, tomando co-mo referencia la cifra recomendada por elMinisterio de Medio Ambiente Holandés de60.000 m3 por kilómetro para las autopistas,y dejando para las carreteras de una calzadaun volumen de 8.000 m3/km (vid. ResourceFlows…). Una estimación alternativa sobre elmovimiento de tierras generado por la cons-trucción de carreteras es la aportada porBringezu y Schütz: 23 tm/m de carretera(13.142 m3/km) (Bringezu y Schütz, 1998).De hecho —aunque excluyendo precisa-mente el movimiento de tierras—, en la esti-mación de los residuos de construcción ydemolición efectuada por el Ministerio deMedio Ambiente español a través del PlanNacional de Residuos de Construcción y De-molición 2001-2006, se acude también, bajodiferentes hipótesis, a la utilización de coefi-cientes, aunque esta vez en términos per cá-pita: 450 kg/hab/año, o 1.000 kg/hab/año,dando lugar a cifras de 19 o 36 millones detoneladas para 1999. De los resultados con-cretos de estudios parciales se deduce que, aestas cantidades, habría que sumar un 40%de residuos, consecuencia del movimientode tierras (Bringezu y Schütz, 1998). Hayque precisar que, en este caso, nuestra esti-mación está infravalorada, al no incluir lascifras de flujos ocultos procedentes de losdragados.

Para los flujos bióticos ocultos se ha tenido encuenta el Índice de Cosecha para los diferen-tes cultivos agrícolas en los que existían datos,realizando una estimación para aquellos queno presentaban dichas cifras. En el caso de loscereales, las pajas se han incluido como flujosdirectos de pasto, mientras que para el casode los flujos ocultos de pastos, se ha supuesto(de acuerdo con De Marco et al., 2000) quecada tonelada de carne importada lleva apare-jada una mochila de 4,5 tm en forma de pien-so necesario para su alimentación. En el casode la madera y la leña, hemos asumido quepor cada tonelada de madera comercializadaes necesario talar 1,5 toneladas (Adriaanse etal., 1997). Para el pescado se ha supuesto queel 25% de las capturas son descartes (Bringezuy Schütz, 2001).

Notas(1) He analizado los términos de ésta y otrascontroversias sobre las relaciones entre econo-mía y medio ambiente en Carpintero (1999).(2) Véanse a este respecto los trabajos ya clá-sicos de Martínez Alier (1984) y Martínez Aliery Schlüpman (1991), así como el artículo delprimero que encabeza este número. Una bue-na muestra de las propuestas de los pionerosen favor de esa necesaria reconstrucción de laeconomía política se puede encontrar en Mar-tínez Alier (ed.) (1995). Para la etapa más re-ciente puede consultarse con provecho el tex-to de Fischer-Kowalski y Hütler (1999).

(3) Schmidt Bleek estuvo al frente de la «Divi-sión de flujos materiales y cambio estructural»,del Instituto Wuppertal hasta julio de 1997.Desde allí publicó numerosos artículos y tra-bajos, entre los que cabe destacar los deSchmidt Bleek, 1994 y 1998. (4) Ayres y Ayres (eds.) (2002) supone un ex-celente compendio de aportaciones a la eco-logía industrial en las dos últimas décadas. EnCarpintero (2004) se puede encontrar tambiénun análisis detallado de las posibilidades y li-mitaciones de la ecología industrial y el meta-bolismo económico.(5) Dejaremos para otro momento la reseñade las aportaciones realizadas en nuestro paísrespecto a la aplicación de la denominada«huella ecológica». Un resumen de este aspec-to se puede encontrar en Carpintero (2004).(6) Cabe recordar también aquí la aportacióncomplementaria de Puntí (1982). (7) La aportación de Naredo y Frías estaba in-serta en un trabajo más amplio del que for-maba parte un equipo interdisciplinar integra-do (alfabéticamente) por: J. Frías, S. Garrido,J. M. Gascó, R. Hidalgo, J. M. Naredo (1986).Este trabajo constaba de seis capítulos: I. Me-dio físico; II. Panorama general de los flujosde energía, agua, materiales e información enla Comunidad de Madrid y de sus contraparti-das monetarias; III. Los flujos de agua, IV; Losflujos de materiales; V. Los flujos de energía,y VI. Los residuos. Salvo los capítulos I y III,el resto fueron elaborados por J. M. Naredo yJ. Frías. Resúmenes detallados se pueden en-contrar en Naredo y Frías (1987a, 1988).(8) Naredo y Frías (1987b) hacen una presen-tación de su cometido y objetivos. En Carpin-

LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA...

ECONOMÍA INDUSTRIAL N.o 351 • 2003 / III

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GRÁFICO 13COMPARACIÓN INTERNACIONAL DEL CRECIMIENTO EN LOS REQUERIMIENTOS

TOTALES DE MATERIALES, 1975-19941975 = 100

200

180

160

140

120

100

80

200

180

160

140

120

100

801975 1977 1979 1981 1983 1985 1987 1989 1991 1993

Estados Unidos Japón España Alemania

FUENTES: España, Carpintero (2004), a partir de las fuentes allí recogidas. Para el resto de los países,Adriaanse et al. (1997).

Page 28: PERSPECTIVA NACIONAL Los requerimientos totales de ...€¦ · en la economía española. Una visión a largo plazo: 1955-2000. PERSPECTIVA NACIONAL Desde el punto de vista del enfoque

tero (2004) se puede encontrar un análisis delrecorrido histórico de esta Comisión y de susprincipales resultados. (9) Independientemente de los resultados deeste Programa, a finales de los noventa, Simón(1999) actualizará los resultados de Naredo yCampos sobre los balances energéticos de laagricultura española para 1993-1994.(10) Resultados preliminares de algunas de es-tas investigaciones se pueden encontrar en va-rias publicaciones de comienzos y mediadosde los noventa (Naredo y Parra (comps.),1993; Naredo, 1994; Frías, 1994; Ortiz, 1994;Valero, 1994).(11) Así se deduce cuando se incorporan losgastos energéticos asociados a la construcciónde los vehículos, infraestructuras, etc.(12) Véase la actualización de Arto en estemismo número. (13) Véase el artículo de Naredo y Frías másadelante.(14) Véase la actualización en su artículo in-cluido en este número. (15) Adriaanse et al., (1997). Con algunas ma-tizaciones, la guía metodológica de Eurostat(2001) mantiene esa distinción, pero especifi-ca entre flujos directos y flujos indirectos. (16) El INE (2003) ha realizado una primeraestimación del balance completo, pero sólopara los últimos cinco años de la década delos noventa.(17) En Carpintero (2004) se hace un análisisdetallado de las lagunas ambientales en laaplicación de la función agregada de produc-ción a la economía española. (18) Para evitar equívocos, insistimos en que,contablemente, consideramos como inputs (re-cursos) lo que se entiende por éstos en conta-bilidad nacional, es decir, las extracciones do-mésticas más las importaciones. Lo que hayque diferenciar del consumo aparente, que de-trae de los inputs los flujos de exportaciones.(19) Hemos decidido no incluir en el cálculode los RTM los flujos derivados de la erosión,tal y como recomienda la guía metodológicaelaborada por Eurostat (2001), en la que se in-tenta conseguir una homogeniezación en lasnormas para cuantificar los diferentes flujos. Enel caso de que se optara por incluir la erosiónderivada de las labores agrícolas, los RTM porhabitante se incrementarían, según nuestroscálculos, como mínimo en 8-10 toneladas más. (20) Más tarde realizaremos alguna matizacióna esta afirmación de carácter general, dadoque, en el caso de los flujos directos, las pro-porciones entre abióticos y bióticos no eranlas mismas a mediados del siglo pasado que afinales.(21) Sin pretensión de exhaustividad, en el ca-so, por ejemplo, del carbón siempre han des-tacado los yacimientos de Asturias y, en me-nor medida, los de León, Burgos y Palencia.Para el hierro, las extracciones se han localiza-do principalmente en Vizcaya y Santander,

aunque la abundancia de este mineral ha con-llevado el surgimiento de diversas explotacio-nes tanto por el sur (Málaga, Almería, Jaén,Huelva, Sevilla, …) como por el mismo norte(Galicia o Asturias). El cobre encontró su sitioen los yacimientos de Huelva y Sevilla, y elcinc, en asociación muchas veces con el plo-mo, en Santander y también en Murcia, Mála-ga, Almería, etc.(22) Tiene, sin embargo, razón Rafael Castejóncuando afirma que: «La realidad demostró quela riqueza minera española era importante,pero sin las exageraciones de los que habíaquerido ver a España como la gran nación mi-nera de Europa» (Castejón, 1986, 31).(23) Si en vez de centrarnos en los inputs,comparamos la extracción de recursos con elconsumo aparente (extracción doméstica másimportaciones menos exportaciones), la eco-nomía española presentaba ya a mediados delos noventa una importante dependencia delexterior en 40 sustancias de las 68 analizadaspor el ITGME —en 17 de ellas esta dependen-cia llegaba al 100%—, mientras que sólo arro-jaba un excedente en 18. Entre las primeras seencuentran, obviamente, recursos energéticoscomo el petróleo o el gas natural, o sustanciasminerales como el fósforo, el cromo, el tita-nio, el molibdeno, el circonio, el cobalto, losdiamantes, el manganeso, el amianto, el vana-dio, el antimonio, el grafito, el litio o el bismu-to. Entre las segundas estarían la mayoría delos productos de cantera y algunos mineralescomo el cinc, el potasio, el cadmio o el es-troncio (ITGME, 1996, 18-20). (24) La evolución de los principales destinosde las sustancias minerales y energéticas sepuede seguir a través de los anuarios del MI-NER (varios años), o desde 1983 con ITGME(varios años).(25) Desde 1996 el antiguo Ministerio de Indus-tria y Energía y el ITGME consideran estas dosfracciones dentro de la rúbrica «Rocas y Minera-les Industriales». Sin embargo nosotros hemosmantenido la misma clasificación hasta 2000. (26) Un primer período abarcaría desde 1955hasta 1961, que daría cuenta de los años fina-les de la denominada «década bisagra», con laadopción del Plan de Estabilización a finalesde los cincuenta y comienzos de los sesenta.En segundo lugar, vendrían el período com-prendido entre 1961-1975, que incluiría la eta-pa del crecimiento o la «década del desarrollo»de los sesenta y el primer quinquenio de lossetenta, habida cuenta el retraso con el queEspaña enfrentó una crisis económica que enel resto de los países había hecho su aparicióna comienzos de esa década. La tercera etapa(1975-1985) coincidirá plenamente con la cri-sis económica y la ralentización del crecimien-to en nuestro país, seguida de un período derecuperación (1985-1991) al calor del empujede la economía internacional y la incorpora-ción de España a la CEE. Entre 1992 y 1993

asistiremos a una breve pero intensa crisis, ala que no fueron ajenos los dispendios ante-riores a 1992 ni la difícil tesitura de la UEM.Entre finales de 1993 y 1995 podríamos hablarde una etapa donde el crecimiento del PIB co-mienza a dar signos de recuperación, manifes-tándose plenamente en el último período apartir de esa fecha y hasta 2000.(27) Podría pensarse que el nulo crecimientode la extracción doméstica de productos ener-géticos entre 1960 y 1975 se debe a que no es-tá incluida la aportación de la hidroelectrici-dad, pero, sin embargo, los datos demuestranque su contribución absoluta permaneció bá-sicamente estable, aunque no así su aporta-ción en términos relativos, que descendió del19% en 1960 al 10% en 1975. (28) Cifras similares de reducción se puedenofrecer también para el caso del estaño, elplomo o el cinc (MINER, varios años). Ade-más, para la evolución hasta mediados de losochenta de algunos minerales, pueden consul-tarse los artículos aparecidos en el nº 29 de larevista Papeles de Economía Española.(29) Que se corresponde con el incrementosustancial en la utilización de explosivos y depotencia (CV) en las explotaciones, directa-mente relacionado con un mayor impacto am-biental de las mismas. (30) Véase para el caso del hierro (KoertingWiese, 1986, 332). La ascensión de estos nue-vos productores se puede seguir a través delos anuarios de la UNCTAD (varios años).(31) Transformaciones que tendrán, si cabe,una continuación más acentuada en los añosfinales de la década de los noventa. Tanto lainformación estadística necesaria para hacereste seguimiento a largo plazo, como el análi-sis de las principales consecuencias que aca-rrea el trasiego de revalorizaciones patrimo-niales, puede encontrarse en Naredo yCarpintero (2002).(32) Véanse los sucesivos Censos de viviendasy Censos de edificios elaborados decenalmen-te por el INE. En especial, para la mayor partede la década de los noventa, tiene mucho in-terés Ministerio de Fomento (2000).(33) Datos relativos a Alemania. Cuando se di-ferencia por tipo de viviendas, las cifras dispo-nibles en términos de kg/m3 arrojan resulta-dos que van desde los 360 kg/m3, hasta los497 kg/m3, dependiendo del tipo de viviendao edificio, unifamiliar o de plantas (Bringezu ySchütz, 1998, 37-38). (34) Para hacer frente a estas deficiencias, Or-tiz encabezó el Grupo de Trabajo sobre «Ro-cas y Minerales» promovido por la «malogra-da» Comisión Interministerial de Cuentas delPatrimonio Natural durante 1986. En este sen-tido, el texto citado recoge los resultados delensayo realizado para el estaño y el wolfra-mio, que dio lugar a un modelo de tonelajes-leyes a nivel de yacimiento inédito hasta esemomento.

Ó. CARPINTERO

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(35) Esta circunstancia coincide con los cálcu-los realizados para otros países como EEUU,donde la reducción en la ley del cobre ha sidoigual de espectacular, pasando del 2,5% en1900, al 1,7% en 1930, para llegar en 1995 al0,57% (Ruth, 1995, 203-204).(36) Para la mayoría de las sustancias minera-les, el ratio representado por la sobrecargarespecto al mineral extraído (stripping ratio)«raramente excede de diez y en la mayoría delos casos es menor de cinco» (Kesler, 1994,68). Cifras similares de flujos ocultos relacio-nados con el cobre se ofrecen en varios tra-bajos. Así, Mathias Ruth informa de un ratiomedio para Estados Unidos de 420 kg, dondedominan leyes del 0,57% (Ruth, 1995, 2049).Merece la pena subrayar que la estimación deRuth, apoyándose en datos del U. S. Bureauof Mines, difiere notablemente para 1900 dela ofrecida por el también estadounidenseCouncil of Environmental Quality que, en supublicación de 1976, Environmental Quality,ofrecía una ley del 4% para comienzos de si-glo, también sobre datos del U. S. Bureau ofMines (citado en Butler, 1986, 269). En la mis-ma línea, recientemente se han estimado ra-tios globales mundiales de 450 kg por tonela-da de metal que se encuentran en los mismosórdenes de magnitud (Douglas y Lawson,1998, 130).(37) Para el caso del cinc (Gea Javaloy,1986a), para el estaño y el wolframio (Ortiz,1993) y para el plomo (Gea Javaloy, 1986b). (38) Un recomendable repaso por los diferen-tes sistemas y maquinaria de explotación acielo abierto puede encontrarse en: BustilloRevuelta y López Jimeno (2000, 216-230). (39) Por ejemplo, en el caso de Inglaterra yason 60.043 hectáreas de terreno (el 0,46%) elque está ocupado por las actividades extracti-vas mineras (Douglas et al., 2000, 3). (40) Éstas y otras cuestiones relacionadas pue-den seguirse a través de Kesler (1994, 73-81),o también en Wahrust (1994, 20-32). (41) En todo caso, no cabe deducir de elloque esta forma de energía sea siempre más«ecológica» que las anteriores, pues estamoshaciendo abstracción de otras implicacionesambientales, como las emisiones de gasesefecto invernadero, etc., que habría que teneren cuenta en el análisis.(42) Que oscilan entre los 19 y los 36 millonesde toneladas, excluido el movimiento de tie-rras, pero entre los que se encuentran la ma-dera, los ladrillos, el vidrio, plástico, metales,hormigón, etc. Vid. Plan Nacional de Residuosde Construcción y Demolición (PNRCD)(2001-2006), BOE, nº 166, 12 de julio de 2001.Hay que advertir, además, que, aunque los re-siduos de construcción y demolición han sidocalificados tradicionalmente como «inertes»,esta cualidad ha ido poco a poco desapare-ciendo, habida cuenta de la importancia cua-litativamente creciente de una serie de frac-

ciones con alto contenido tóxico dentro de es-tos residuos, a saber: CFCs, PCBs, transforma-dores, níquel-cadmio, etc.(43) Que difieren notablemente de las cifrasapuntadas por el propio PNRCD. Vid. Cons-truction and demolition waste managmentpractices, and their economic impacts, CE.Symonds & Ass, 1999. Citado en PNRCD(2001-2006), BOE, nº 166, 12 de julio de 2001,p. 25311. Alfonso del Val ofrece para las mis-mas fechas una estimación de 20 millones detoneladas de escombros, que, como vimos an-tes, se corresponde básicamente con la ofreci-da en el propio Plan bajo la hipótesis de 450kg/hab/día (Del Val, 2001, 2). Sin embargo,estas cifras difieren notablemente de los 13millones planteados en el estudio comparativocitado anteriormente(44) Recordemos que, según la asimetríadescrita por el «efecto notario» acuñado porA. Valero y J. M. Naredo, aquellas fases delos procesos productivos que son más inten-sivas en el consumo de recursos —medidoéste en unidades físicas— resultan ser lasmenos valoradas desde el punto de vistamonetario y viceversa. Una ilustración deeste hecho se observa durante la construc-ción de una vivienda al comparar la diver-gencia creciente entre las aportaciones derecursos físicos en cada una de las fases delproceso (cimentación, tabicado, etc.) y lasremuneraciones monetarias correspondien-tes, hasta llegar a la firma final de las escri-turas «ante notario», quien con escaso des-gaste físico obtiene una remuneraciónmonetaria más que proporcional. El comer-cio internacional pone de manifiesto tam-bién que el comportamiento de los paísesricos respecto a los pobres sigue una senda

muy parecida (véase Carpintero, Echevarríay Naredo, 1999). (45) Para algunos años y para determinadasmercancías, el desequilibrio físico se tornaba,en saldo comercial, favorable por obra y gra-cia de una buena relación de intercambio.Por ejemplo, en el caso de los productosagroalimentarios en el año 2000, el valor mo-netario de los productos exportados, aunquemenores en tonelaje, ha arrojado un exce-dente allí donde la contabilidad física regis-traba un déficit de más de siete millones detoneladas. (46) El déficit de la balanza de mercancías pa-só de 12 mil millones de euros en 1996 a 38mil y 35 mil en 2000 y 2001, respectivamente,a la vez que la balanza corriente pasó delequilibrio en 1996 a un déficit de 21 mil y 17mil millones de euros en 2000 y 2001, respec-tivamente (Banco de España, 2002, 156-157).(47) Entre 1995 y 2000, el valor del stock deacciones del resto del mundo en poder de lasempresas no financieras españolas creció a unritmo del 48% anual acumulativo (Banco deEspaña, 2001). (48) Hay que tener en cuenta que a nivel in-ternacional, en el último quinquenio, el pro-ceso de fusiones y adquisiciones transfronteri-zas ha crecido en paralelo con el mismofenómeno dentro de las empresas de cada país,manteniéndose siempre la misma proporciónsobre el total, ya sea tanto en valor como ennúmero de acuerdos: 25% para las transfronte-rizas y 75% para las nacionales. Vid. UNCTAD(2000). (49) Hablar conjuntamente de fusiones y ad-quisiciones puede llevar a engaño. Dadoque, según la UNCTAD, apenas el 3% de es-tas operaciones a nivel mundial se pueden

LOS REQUERIMIENTOS TOTALES DE MATERIALES EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA...

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calificar de fusiones, convendría no fomentarartificialmente la imagen de colaboración ocooperación que subyace a la expresión «fu-sión» y hablar simplemente de adquisicioneso, alternativamente, cambiar el orden de lostérminos.(50) La expansión ha sido tal que nuestro paísha pasado de representar el 0,25% del valor delas fusiones y adquisiciones (compras) mun-diales en 1995, a protagonizar el 3,20% cuatroaños después, en 1999, UNCTAD (2001).(51) La fuente utilizada no permite un nivel

de desagregación al detalle de país. No obs-tante, y sin menoscabo del papel de las insti-tuciones financieras, el grueso de las opera-ciones anuales (flujos) de adquisición deacciones del resto del mundo ha sido llevadoa cabo por las empresas no financieras. El58% en 1995, el 69% en 1999 o el 67% en2000.(52) Aquí es preciso mencionar que, para elaño 1999, aunque el 70% de la inversión di-recta fuese a parar a América Latina, ésta sevio muy influida por una operación concreta,como fue la adquisición de la empresa argen-tina YPF por la española Repsol (Banco de Es-paña, 1999, 65).(53) En 1997, 1998 y 1999 las fusiones y ad-quisiciones en el exterior (compras) por partede las sociedades niponas ascendieron respec-tivamente a 2.747, 1.284, y 9.792 millones dedólares; mientras que en el caso de nuestropaís las cifras fueron: 8.038, 15.031 y 23.072millones de dólares (UNCTAD, 2000).(54) El texto que inició la posterior polémicafue el de W. Malembaum (1978), donde severificaba la reducción en la intensidad deuso de diferentes materias primas por uni-dad de PIB. Una continuación de los esfuer-zos de Malenbaum es la encabezada por J.Tilton (ed.) (1990). Pueden consultarse, en-tre la creciente bibliografía, los siguientestrabajos: Herman, Ardekani y Ausubel(1989); Bernardini y Galli (1993); I. K. Wer-nick, et al. (1996). El artículo de Cleveland yRuth (1999) es una documentada síntesis dela polémica, abarcando la mayoría de losplanos sobre los que se ha desarrollado ladiscusión. Aunque las definiciones sobre ladesmaterialización varían de unos autores aotros, Cleveland y Ruth zanjan el asunto afir-mando que «…se refiere a la reducción rela-tiva o absoluta en la cantidad de materialesutilizados o en la cantidad de residuos gene-rados en la producción de una unidad deproducto» (ibid., p. 16).(55) La distinción y su formalización se debena De Bruyn y Opschoor (1997, 258). (56) El «pico» mostrado en 1968 se debe fun-damentalmente al incremento en los flujosocultos excavados, consecuencia de la impu-tación estadística a ese año de la terminaciónde 5.349 kilómetros de carreteras del Estado,provinciales y comarcales.

(57) En un efecto conseguido con datos relati-vos al consumo (producción más importacio-nes menos exportaciones) de energía por Ra-mos-Martín (1999 y 2001). (58) Excluidas, por razones metodológicas, lahidroelectricidad y la energía nuclear.(59) El comportamiento contradictorio, másque a la evolución del input energético (ex-tracción más importaciones), se refiere al con-sumo final aparente (extracción más importa-ciones menos exportaciones) por unidad dePIB, aunque esta diferencia resta muy poco alargumento de fondo (véase el artículo de Ra-mos-Martín en este número). De hecho, laaparente mejora en la eficiencia para los años1976-1979 esconde un incremento sustancialdel input energético interno en forma de hi-droelectricidad. En todo caso, esta singularidadespañola, que también afectó a otros países dela OCDE como Grecia o Suiza, ha sido desta-cada en diversos trabajos. Véase, por ejemplo,la revisión panorámica, aunque matizable enalgún aspecto, de Carles Sudriá (1997). Desdeotra perspectiva, y recurriendo a una descom-posición de factores que tratan de explicar estatendencia, resulta de interés el artículo de Vi-cent Alcántara y Jordi Roca (1996). (60) Véase lo dicho sobre la CKA en el artícu-lo de Roca y Padilla, en este mismo número,si bien ahora lo que se discute no son las emi-siones de residuos gaseosos sino la utilizaciónrecursos. (61) En algún caso como el Japonés, el R2 delajuste polinómico se encuentra por debajo de0,2 (Seppälä, Haukioja y Kaivo-oja, 2000).(62) «La intensidad energética primaria de laeconomía española estaba ya por encima dela media comunitaria en 1999 (227 kep por1.000 euros de renta, frente a 199 para laUnión Europea)», por lo que el desbocadocrecimiento del consumo primario de energíaregistrado en los últimos años aconseja más ahablar de «divergencia» que de «convergencia»o atraso todavía por recuperar por la econo-mía española (Jiménez Beltrán, 2002, 415). Lomismo cabría decir de los kilómetros de auto-vía ... o del número de viviendas per cápita.(63) Este trabajo presenta algunas diferen-cias metodológicas respecto a nuestros cál-culos. Pocos meses más tarde, los mismosautores publicaron, con alguna leve modifi-cación, una actualización, llevando haciaatrás la serie e incorporando el balance demateriales completos, es decir, también losflujos por el lado del output (Bringezu ySchütz, 2001b). (64) El caso de Finlandia entraría en ciertacontradicción con las conclusiones de Seppä-lä, Haukioja y Kaivo-oja (2000), aunque porotro lado los períodos de análisis sólo coinci-den en parte. Por otra parte, las cifras aporta-das por Bringezu y Schüts han sido corregidasseveramente por el IFF vienés en un trabajopara Eurostat (2002).

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