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Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad Javiera Carmona Jiménez Periodista, U. Arcis Magíster en Arqueología, U. Chile Doctora en Historia, U.Chile Docente Escuela de Periodismo USACH [email protected] Resumen: Se plantea la relación que hay entre Periodismo y Antropología al examinar los principios de la Etnografía como paradigma de la aproximación, y la innovación del Periodismo narrativo o crónica latinoamericana, en cuanto propone formas nuevas de reporteo e investigación cercana a la Etnografía. Esto implica una posición ética sobre el Periodismo informativo. Se confrontan ejemplos y reflexiones de cronistas recono- cidos con los preceptos etnográficos para examinar la forma en que ambas consideran la cuestión de la subjetividad. Palabras Clave: Periodismo Narrativo, Crónica Latinoamericana, Antropología, Etno- grafía, Extrañeza, Familiaridad, Ética. Abstract: We regard the relationship between Journalism and Anthropology, and we consider the principles of the ethnography as a paradigm of approximation, and in- novation of narrative journalism or latinamerican chronicle as proposed new forms of reporting and research, like Ethnography. These imply an ethical position aboutt the informative journalism. We put together examples and reflections of great latinamerican chroniclers with the ethnographic precepts, and we regard the manner in which both consider the question of subjectivity. Key Words: Narrative Journalism, Latinamerican Chronicle, Anthropology, Ethnogra- phy, Strangeness, Familiarity, Ethics. Revista RE - Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad Escuela de Periodismo Universidad de Santiago Año 3, Número 6 / enero – junio 2010, 11-41.

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Periodismo y Antropología:Ficción y Lealtad

Javiera Carmona JiménezPeriodista, U. Arcis

Magíster en Arqueología, U. ChileDoctora en Historia, U.Chile

Docente Escuela de Periodismo USACH

[email protected]

Resumen: Se plantea la relación que hay entre Periodismo y Antropología al examinar los principios de la Etnografía como paradigma de la aproximación, y la innovación del Periodismo narrativo o crónica latinoamericana, en cuanto propone formas nuevas de reporteo e investigación cercana a la Etnografía. Esto implica una posición ética sobre el Periodismo informativo. Se confrontan ejemplos y refl exiones de cronistas recono-cidos con los preceptos etnográfi cos para examinar la forma en que ambas consideran la cuestión de la subjetividad.

Palabras Clave: Periodismo Narrativo, Crónica Latinoamericana, Antropología, Etno-grafía, Extrañeza, Familiaridad, Ética.

Abstract: We regard the relationship between Journalism and Anthropology, and we consider the principles of the ethnography as a paradigm of approximation, and in-novation of narrative journalism or latinamerican chronicle as proposed new forms of reporting and research, like Ethnography. These imply an ethical position aboutt the informative journalism. We put together examples and refl ections of great latinamerican chroniclers with the ethnographic precepts, and we regard the manner in which both consider the question of subjectivity.

Key Words: Narrative Journalism, Latinamerican Chronicle, Anthropology, Ethnogra-phy, Strangeness, Familiarity, Ethics.

Revista RE - PresentacionesPeriodismo, Comunicación y Sociedad

Escuela de Periodismo Universidad de SantiagoAño 3, Número 6 / enero – junio 2010, 11-41.

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1. Introducción: Periodismo informativo como política del consenso

A mediados del año 2004, Tomás Eloy Martínez propuso durante un taller de Periodismo narrativo que dirigió en Santiago, que el fracaso del Periodismo escrito se desencadenó cuando optó por “imitar” o replicar el lenguaje de

la televisión e Internet en lugar de oponérsele. Las noticias breves, tan cortas como lo que permite completar una discreta pirámide invertida, plagadas de infografías o fotos, suponían a un lector “no lector”, es decir, un usuario con escaso tiempo, voluntad o motivación para informarse. La fuerza de la televisión, y sobre todo de Internet1, impuso la “dictadura del diseño” en el Periodismo escrito, sostuvo T.E. Martínez2.

Esta tesis puede ser vista como una de las aristas o capas de un fenómeno algo más problemático, pues no se remite de manera exclusiva a la prensa escrita. Más bien abarca por completo a lo que por tradición se ha denominado como “Periodismo informativo”3.

Los noticieros televisivos también prefi guran un usuario prototípico falto de tiempo, que consume frente a la pantalla de TV el equivalente a lo que pareciera que demora en leer una noticia del diario (alrededor de 2 minutos y medio por noticia). Así, editores de prensa y televisión comparten un mismo imaginario sobre el perfi l del “consumidor” al que se dirigen. A partir de este denominador común sacralizaron un tipo de discurso periodístico que rara vez se cuestiona. Lo que nos dicen los noticieros y la prensa se presenta como “verdadero”, no admite dudas; es de naturaleza asertórica y coincide con lo que admite el “horizonte de comprensión” del ciudadano medio; concuerda con las expectativas del usuario, las que se supone conocen bien los periodistas y editores. Así, el “Periodismo informativo” promueve la interpretación hegemónica, o al menos, la interpretación que genera consensos con mayor facilidad. De esta manera insiste en tan sólo un enfl aquecido ángulo de aproximación a los hechos, preserva estereotipos y prejuicios instalados de manera previa en el sentido común de usuarios y periodistas, por los propios medios de comunicación4.

Al “círculo vicioso” de la interpretación dominante que perpetúa el “Periodismo informativo” se suma la capacidad que han tenido los noticieros televisivos de institu-cionalizar el “foco periodístico” en el Periodismo de actualidad. Copiado a su vez por los medios impresos y las radios, el “foco periodístico” consiste en la exaltación del poder. Unos pocos que forman la elite de ricos y famosos -políticos, empresarios, deportistas, estrellas del espectáculo o farándula-, y los “caídos” -víctimas y victimarios de los hechos policiales y catástrofes- proporcionan la información que a todo el resto interesa y que consume. “Sin desastre, la mayoría de la población no puede (no debe) ser noticia”5, sostiene Martín Caparrós, también periodista, escritor, argentino y crítico de la supre-macía del “Periodismo informativo” al que nos han habituado los medios.

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El “Periodismo informativo” de algún modo es un “Periodismo cultural” porque produce y reproduce una cultura: la cultura internacional popular dominante. No obstante, hay un espesor y diversidad de lo social en la denominación de una “cultura contemporánea” que no debe ser pasada por alto. Ante esto, la expectación convencional de una homogeneización “del mundo” es un augurio inacabado.

“(…) el nuevo orden de realidad que se ofrece a la mirada (…) está dado por las nuevas fronteras que no se confunden con las antiguas delimitaciones de lo social y de lo cultural. Las relaciones de sentido (las alteridades y las identidades insti-tuidas y simbolizadas) pasan por esos nuevos mundos y sus entrecruzamientos, imbricaciones y rupturas constituyen la complejidad de la contemporaneidad. Cualquiera que sea el orden a que esos mundos pertenezcan, tienen sin duda en común la paradoja que los defi ne: expresan a la vez la singularidad que los cons-tituye y la universalidad que los relativiza”6.La información que presentan los medios está programada -páginas, entrevistas,

escenarios y respuestas programadas- postula no sólo una manera de mirar el nuevo orden de realidad que omite los mundos, sino además impone la idea unitaria de mundo: “un modelo de mundo en el que importan unos pocos. Una “política del mundo”7.

La “política del mundo” constituye un sistema de interpretación, y en los medios se aprecia en especial su valor para descifrar los infortunios y males vinculados a la razón económica y política. La “política del mundo” extirpa toda idea que cuestione el nexo necesario entre economía liberal y democracia representativa. Es una “política de consenso” que naturaliza y consagra el orden establecido por desigual que sea.

“Un consenso mínimo es ciertamente la condición de toda vida social: los actores deben por lo menos ponerse de acuerdo sobre el sentido de las palabras y sobre las reglas del juego, pero la partida debe continuar jugándose y el futuro permanece indeciso; apenas el consenso se extiende a otros objetos, apenas pretende consagrar un orden establecido haciéndolo pasar por ‘la naturaleza de las cosas’, es preciso medir el precio que hay que pagar por ello: el consenso sólo puede subsistir en virtud de una perversa mezcla de cegueras e hipocresías, de enredos y de silencios cómplices…”8.Se puede sostener que el estado actual del “Periodismo informativo” tradicional en

los medios responde a las presiones del consenso, con lo que se convierte en síntoma parcial, efecto o corolario de un ethos, de un momento histórico. Visto así se libera del lastre de responder a sus propias condiciones de producción, siendo ésta la instancia para situar un Periodismo informativo renovado, con auténtica capacidad explicativa.

Para algunos, la rehabilitación del “Periodismo informativo” estaría en fomentar la inclinación hacia lo narrativo, una suerte de “literaturización” del Periodismo conocida como el ya viejo “Nuevo Periodismo” o un Periodismo de tipo narrativo. Sin embargo, los términos en que los periodistas –mejor dicho cronistas– proponen la revitalización de

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lo narrativo revelan rasgos teórico-metodológicos y éticos que se tienden como puentes desde el trabajo periodístico hacia un enfoque menos literario y de corte más antro-pológico9. Las premisas enarboladas en los últimos años por los cronistas reconocidos, que constituyen todo un paradigma de la aproximación y la escritura, coinciden con el signo más distintivo de cierta Antropología Social y Cultural: la Etnografía. Ulf Hannerz insiste en que sólo hay distancias y diferencias entre el Periodismo y la Antropología10, pero el punto de referencia que adopta Hannerz es el del Periodismo informativo que tiene de modelo la pirámide invertida como la Antropología al informe de laboratorio. No obstante, Periodismo narrativo y Antropología tienen algo en común: comparten de una manera vigorosa una fuerte base etnográfi ca en la que destaca -en términos del antropólogo Clifford Geertz- su componente textual.

El Periodismo narrativo es, para un periodista como Tomás Eloy Martínez -que se desplaza sin difi cultad y con acierto entre la crónica y la novela-, necesariamente un producto literario, pero muy diferente a la Literatura11, porque trabaja con la no-fi cción y exige cierto tipo de lealtad ética con el público12. Para Geertz, la Etnografía es un producto literario y no Literatura porque su materia prima es también la no fi cción. Pero además, encarna un compromiso personal de avistar los fenómenos que examina en los términos de una perspectiva moral particular y resolver la tensión entre la reacción moral y la observación científi ca13. Crónica y Etnografía se juegan en la efi cacia del lenguaje, la efi ciencia del dato y la narración, y en la valoración de la dimensión ética de la propia experiencia investigadora.

Sin embargo, la crónica admite la duda, emplea la alusión y la elisión, y no se autoerige como la verdad absoluta pues muestra a su escritor. La Etnografía en tanto adolece del trauma del documento científi co que se esfuerza por ocultar a su autor y todas las operaciones textuales e intelectuales (incluso epistemológicas) derivadas que son inmanentes al discurso. Geertz lo describe como el problema de la Etnografía que oscila entre el documento ostensiblemente científi co, como un “informe de laboratorio”, aunque implica experiencias claramente biográfi cas como en un relato de fi cción14.

Los antropólogos han discutido de manera extensa sobre las implicaciones de la Etnografía hasta superar la casuística y construir una teorización y una metodología sobre ella con discrepancias y consensos al interior de la comunidad científi ca. En general, los periodistas reconocen los principios que orientan la producción de una crónica de manera más bien instintiva que con difi cultad se intenta sistematizar en las redacciones de los diarios y en las escuelas de Periodismo como se enseña magia y hechicería en el colegio Hogwartz, donde estudia el joven aprendiz Harry Potter. En los últimos años algunos de los cronistas (latinoamericanos y estadounidenses) más respetados se han detenido a refl exionar sobre las posibles fórmulas y normas requeridas para hacer cróni-cas. Ante esto, la revisión de la discusión sobre los preceptos que de manera simultánea delimitan y amplían el marco de la Etnografía ofrece una instancia para debatir desde una perspectiva teórico-metodológica y ética, la actividad que emprenden con coraje

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los cronistas. Pero los etnógrafos carecen de las herramientas del ofi cio de la escritura que los cronistas manejan con maestría.

2. Etnografía y Crónica Periodística

Desde que en 1922, Bronislaw Malinowski propuso en “Los Argonautas del Pa-cífi co Occidental” los tres principios metodológicos de la “magia del etnógrafo” para captar el espíritu de las culturas distantes, la Etnografía se ha transformado mucho. El abanico de las perspectivas etnográfi cas es variado e incluye la vida en las ciudades, medios de comunicación, salas de clases, producción de ciencia y tecnología, fenómenos religiosos y un largo etcétera. De las descripciones totalizantes y omnicomprensivas de lugares remotos y exóticos se ha pasado a los estudios focalizados en temas limitados, más cercanos, e incluso “microscópicos”, como los escolares usuarios del MSN o los pacientes de los servicios de salud pública de una ciudad o una familia de un barrio. Desde esta perspectiva, los temas de la Etnografía y del Periodismo narrativo coinciden en cuanto la atención está en los relatos particulares que se revelan como nodos de una trama general, “lo que puede sintetizar el mundo. La pequeña historia que puede contar tantas. La gota que es el prisma de otras tantas”15.

En general, el compromiso característico de la Etnografía –como un método de investigación social– consiste en “la participación del etnógrafo, sea abierta o encu-biertamente, en la vida cotidiana de las personas, durante un período prolongado de tiempo, observando lo que sucede, haciendo preguntas –de hecho, recopilando cualquier dato que esté disponible para arrojar luz sobre los temas de su investigación”16. Sin embargo, a esta declaración de tipo más bien práctico, se puede agregar que el objetivo último del etnógrafo es de tipo interpretativo; es buscar signifi caciones (estructuras de signifi caciones) socialmente establecidas y que no son evidentes en la “superfi cie” de las expresiones sociales. Esta perspectiva formulada por Geertz, asume la Etnografía como “descripción densa”17.

La tradición antropológica distinguía tres operaciones consecutivas en la descripción etnográfi ca: observar, registrar y analizar. Según Geertz, en la “descripción densa” las tres acciones no son autónomas, sino simultáneas e imposibles de distinguir entre sí. El énfasis está en la observación; en ver y describir lo que la gente hace e interpretarlo, y no en participar como un espía o tratar de convertirse en nativo o imitarlos. La “obser-vación participante” es tan sólo observación (y mucha conversación), pero atendiendo a la posición en la que se construyó la signifi cación, sostiene Geertz en la obra “La Interpretación de las Culturas”, posición que no está en la exterioridad en la que se sitúa el etnógrafo. Esta es la cuestión difícil de aprehender y que corona el proceso de comprensión. Para el caso de la crónica, Caparrós lo entiende como el ‘no saber desde dónde estamos mirando’. “Eso por un lado es una debilidad y por otro es interesante porque nos obliga a crear el lugar desde el que estamos mirando”18.

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En principio, el etnógrafo recoge las dichos de los informantes en las conversaciones que sostienen con él o entre ellos. En la conversación el etnógrafo indaga, elabora un relato y la representación de la existencia de su informante. El informante construye en tanto una imagen de sí mismo que comprende las representaciones que los demás se forjan de él y las propias. Todo lo dicho por el informante son interpretaciones de los mismos actores, son interpretaciones de primer orden y todas “verdaderas” en cuanto proponen al mismo tiempo una imagen de la sociedad en la que vive.

Cuando el etnógrafo las registra por escrito o audiovisualmente, lo fi ja en un documento, emprende una interpretación de segundo orden y hasta tercer orden (in-terpretación de interpretaciones primarias). El etnógrafo cristaliza, atrapa un momento único en el relato, en el texto etnográfi co que elabora y que puede ser consultado y revisado más allá del tiempo en que sucedió. Es un acto de construcción de memoria pero también es en cierta forma una fi cción (fi cción en el sentido de algo elaborado, hecho, compuesto): los actores y los hechos son reales y ocurrieron, pero hay un “acto imaginativo” en el etnógrafo al seleccionar, plasmar, aclarar lo que sucede y contar una historia. Desde este punto de vista, el “pacto de la no-fi cción” que el autor –bien sea etnógrafo o periodista/cronista- le propone al lector (voy a contarle una historia y esa historia es cierta, ocurrió y yo me enteré de eso)19 siempre será quebrantado.

Geertz -quien antes de convertirse en antropólogo y oponerse a la tradición antropo-lógica estudió Literatura- redefi ne los principios y campo de la Etnografía recuperando su dimensión creativa que compromete de manera esencial el escrito como una vitrina en la que se observa al autor y su relación con los informantes. Un fenómeno semejante ocurre en una crónica: “Si hay una justifi cación teórica, y hasta moral, para el hecho de usar todos los recursos que la narrativa ofrece, sería esa: pensar que con esos recursos se está poniendo en evidencia que hay una subjetividad, una persona que mira y cuenta”, señala Caparrós20. T.E. Martínez respalda esta afi rmación cuando confronta las diferencias entre el género informativo convencional y la crónica periodística narrativa:

“El tradicional artículo noticioso está basado en una supuesta objetividad: estoy narrando desde una cierta distancia, desde una toma de distancia, estoy narrando hechos, estoy narrando datos, estoy narrando historias que me son ajenas, que están allá, del otro lado, y que las estoy exhibiendo con la misma frialdad que las exhibe la televisión, o Internet. Y obliga, además, a contar las dos partes de la historia. Siempre a hacer oír las dos campanas de la misma historia. Con oraciones decla-rativas, con una estructura de pirámide invertida y con respuesta a las preguntas clásicas. En cambio el Periodismo Narrativo tiene una voz subjetiva. Desde que titulas una noticia, hasta que eliges el modo de contarla, hasta que determinas cuál de todo el conjunto de datos que tienes es la noticia y cuál es el eje de tu noticia. Ahí interviene tu subjetividad, tu inteligencia. Tu punto de vista”21.

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La “descripción densa” que propone Geertz para la Etnografía es además micros-cópica, tanto en términos espaciales como conceptuales. Los contextos sobre los que trabaja el etnógrafo son reducidos, localizados (una institución, un barrio de la ciudad), y los hechos son cotidianos, domésticos, usuales (actividades laborales, relaciones entre personas). Ya en 1949, el antropólogo Oscar Lewis se escandalizaba por la gran cantidad de información que los estadounidenses poseían, gracias a los antropólogos, sobre las costumbres de una tribu aislada de Nueva Guinea con una población de 500 personas, desconociendo totalmente la vida de miles de pobladores de los centros urbanos de su propio país22. El propósito de Lewis fue visibilizar para la ciencia –para la Antropolo-gía- la poco exótica “cultura de la pobreza”, que para 1950 sus depositarios constituían alrededor del 80% de la población de los países subdesarrollados: campesinos y masas urbanas empobrecidas.

Lo microscópico de la Etnografía y de la crónica enfrenta, la primera, los paradig-mas positivistas de las Ciencias Sociales, y la segunda, la perspectiva macroestructural y elitista del Periodismo convencional:

“Una forma de pararse ante esa estructura de la información que habla de unos pocos y decir que vale la pena contar lo que le pasa a todos los demás. A veces es más importante, más noticioso, más informativo para mucha gente enterarse de lo que pasa con unas personas en una plaza cualquiera que leer las declaraciones de un ministro. Puede hablar más sobre su vida, su país y sus circunstancias. Es una lástima que los medios no tomen la idea de que sería mejor contar vidas cotidianas. El Periodismo tendría que dedicarse a la vida de todos”23.La justifi cación de la mirada microscópica puede resultar de la máxima metonímica

que asegura la posibilidad de percibir y captar el mundo grande, como totalidad, a través de la descripción del pequeño. Trascender de lo particular a lo general sumando hechos pequeños constituye uno de los mayores problemas metodológicos de la Etnografía y un argumento peligroso para la crónica. Ambas tienen un carácter “circunstanciado y específi co”, producto de contextos confi nados. Los megaconceptos de las Ciencias So-ciales en general encuentran su expresión en formas sencillas y domésticas que revelan lo particular y permiten redefi nirlos a partir de material concreto24. Con la crónica que repara en lo pequeño se interpela al lector -en una medida variable- sobre los proyectos de felicidad, sobre su espacio, su tiempo y nuestra vida:

“Con la actual explosión de la información, con esto de las noticias instantáneas, el lector en general desea una información o un trato a la noticia con mayor pro-fundidad. El lector quisiera que lo apartes un instante de ese vértigo noticioso actual y le digas: Mira, presta atención a esta historia, esta historia es diferente, esta historia te concierne como ser humano, esto te importa, esto afecta tu vida, esta historia modifi ca tu forma de ver las cosas, tiene que ver con tu mundo y aquí está”25.

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Derivado del enfoque microscópico surge el elemento narrativo -presente en crónicas y Etnografías- denominado “personalización”. “Es decir, lograr que 3 ó 4 personas repre-senten un fenómeno colectivo. Si decimos que 480 personas murieron en el hipermercado de Asunción, estamos dando una cifra que no nos afecta. Pero si decimos que la señora Elida Pérez y sus dos niños de repente vieron que se caía una viga incendiada del techo, intentaron caminar hacia la puerta y un grupo de guardias las repelieron y las obligaron a retroceder, y vieron los cadáveres llameantes de dos o tres amigas cercanas que estaban allí a su lado... Es así como el drama y la tragedia se transforma en comunicable, real, de mayor intensidad. Contagia y puede identifi car un confl icto que afecta a la especie humana en términos generales y como tal es importante”26.

2.1 Extrañeza y Familiaridad

Según Lins Ribeiro, el antropólogo estudia la conciencia práctica, un modo desde el que se refl exiona sobre la acción. No obstante, el actor social no necesariamente realiza este análisis en la vida diaria pues en la cotidianidad opera con elementos que no se requieren explicitar de manera discursiva puesto que se incorporan en el actor a través de las rutinas. Tales elementos forman un escenario, un contexto en el que las personas despliegan sus acciones27.

La primera reacción del observador ante estos escenarios puede ser sorpresa, admira-ción y extrañeza. Los puede hallar ajenos, extraños y hasta exóticos debido a la distancia social (física e intelectual) que separa al investigador de lo observado. Si este es el caso, el desafío consiste en superar la extrañeza a través del acercamiento y la aproximación; volver lo extraño en algo familiar. Es la situación de tensión y confrontación entre dos sistemas sociales y cognitivos distintos: el del observador frente al del observado. El par contradictorio extrañeza/familiaridad es el que permite abordar la discusión sobre posiciones objetivistas y subjetivistas en cuanto que “al no participar de la conciencia práctica de los actores que estudia (el observador) se ubica en una situación objetiva (de exterioridad) respecto a la conciencia práctica de los otros: por desconocer subjetivamente puede percibir objetivamente, la conciencia práctica, aquellos que los actores, metidos en su cotidianidad, sólo perciben subjetivamente. Pero ese conocimiento es también subjetivo, ya que el investigador puede percibir objetivamente sólo a través de sus propios fi ltros subjetivos: sus valores, sus conocimientos, su propia conciencia práctica”28.

El cronista chileno Juan Pablo Meneses asume como norma de investigación/es-critura desde la tensión de la extrañeza/familiaridad, “encontrar la normalidad en esce-narios raros (…) que la historia aunque sea lo más lejana (trate) de poner siempre un ingrediente que sea universal y que haga al lector hacerse preguntas”29. Pero a veces, la ansiedad por buscar lo universalizable se estrella contra la pared de los particularismos. Como el desconcierto y después maravilla de Laura Bohannan cuando se dio cuenta que el “universal” Hamlet era en realidad demasiado inglés (y occidental) cuando al

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relatar el drama a los miembros de los Tiv -en África Occidental- en lugar de reconocer el heroísmo del dubitativo príncipe distinguen con admiración a Laertes, pues “hace falta un corazón muy fuerte para matar por brujería a la propia hermana”30.

No sólo es buscar lo cotidiano en lo extraordinario. En sentido inverso, Meneses también insiste en la búsqueda de lo inusual en lo familiar para relatar “la historia de un personaje ordinario, contada de manera extraordinaria”31. Caparrós es categórico y afi rma que “existe la superstición de que no hay nada que ver en aquello que uno ve todo el tiempo. Periodistas y lectores la comparten: la ‘información’ busca lo extraordinario; la crónica, muchas veces, el interés de la cotidianidad. Digo: la maravilla en la banalidad”32. La misma contradicción de la extrañeza/familiaridad permite examinar la propia sociedad a la que pertenece el observador, de manera que convierte su cotidianidad (su conciencia práctica) en algo exótico y asume una posición de extrañeza sobre lo propio.

“Me gustan las crónicas que narran algo que todo el mundo ve todos los días. Me gusta la idea de enfrentarme con lo evidente y hacerlo visible. Una crónica sobre Birmania es fácil, lo difícil es contar la manzana de tu casa. Obviamente la muleta del exotismo facilita mucho las cosas. Uno sabe que tiene que estar mirando y mira con esa virgini-dad que permite ver en cada cosa lo digno de ser contado”33. En el impactante relato sobre el turismo sexual infantil en el Sudeste asiático, del libro de crónicas La Guerra Moderna, Caparrós constata cómo aquello tipifi cado como exótico por momentos exige una menor tensión intelectual y se vuelve una tarea más sencilla, ante la disposición anticipada del periodista a encontrar lo sorprendente, actitud que le impide apreciar el mismo fenómeno en un contexto más familiar.

“El té estaba delicioso. Stanley me vio la cara de placer y me preguntó si yo sabía que en la producción de eso que me daba tanto gusto trabajaban chicos de menos de 10 años.

- O sea que también en este caso hay menores que trabajan para nuestro placer. Y sin embargo nadie se escandaliza mucho por eso, ¿no?

- Bueno, no es lo mismo. Aunque es obvio que habría que acabar con el trabajo infantil.

- Sí, pero tú no habrías venido desde tan lejos para hacer una nota sobre los chicos que trabajan en las plantaciones de té, ¿no es cierto? En tu país también debe haber chicos que trabajan…

- ¿En mi país?”34

Por el contrario, hay argumentos etnográfi cos que permiten afi rmar que el estudio de contextos o cosas que son familiares exige un esfuerzo intelectual menor y culmina con una productividad reducida por la ausencia del estímulo cognitivo del “choque cultural”35. La mirada es intencionada y se termina por “ver sólo lo que se desea” o encontrar lo prefi gurado en la imaginación. “La extrañeza es uno de los motores de la motivación investigadora, sin embargo ¿cómo te vas a extrañar de lo que siempre has

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vivido?”36. Es el contraste con lo exótico, novedoso e inusual lo que activa el distancia-miento/extrañeza, o actitud de sorpresa ante lo extraño, que nos impulsa a cuestionar lo propio, fraguar una actitud relativista y reconocer nuestros esquemas etnocéntricos. Meneses denomina como “Síndrome Colombia” cuando al cronista lo aprisionan las ideas preconcebidas sobre un lugar o personas, como la marca del narcotráfi co en todo lo relacionado con este país. “Es lo difícil que se nos hace despojarnos de los prejuicios a la hora de viajar (…) No hay otra manera para que tu historia no sea un resumen de clichés de determinado lugar”37.

“Después de aquella vez he vuelto varias veces a Colombia. Tengo buenos amigos, escribo para revistas de ahí y creo, absolutamente, que es un destino formidable. Tiem-po después, un policía de la aduana de Barajas, en Madrid, revisando mi pasaporte se detuvo en los timbres de Colombia y me preguntó: ¿por qué viajó tanto a Colombia? Respiré aliviado. No era que sospechara de mí. Sólo había aparecido, una vez más, el abominable Síndrome Colombia”38.

El “Síndrome Colombia” insiste en uno de los ejes principales de la Etnografía, que consiste en la auto vigilancia sobre actitudes etnocéntricas, pues “unos y otros vemos las vidas de los demás a través de los cristales de nuestras propias lentes”39. Pero asimismo, la autovigilancia involucra también contener el relativismo a ultranza que sobreestimule el campo de nuestras simpatías por efecto de una sobrevaloración de las creencias de los otros grupos humanos y termine por convertirse en la tolerancia a costa de la indiferencia.

El reto de la Etnografía y la crónica consiste en plantearse como extraño lo propio, lo que hasta ahora ha sido lo razonable y consistente, es decir, la forma de vida propia, en lo inestable y lleno de extrañezas. “Sólo haciendo familiar lo extraño, podremos llegar a hacer extraño lo familiar”40.

Tal parece que para sufrir la extrañeza en el propio entorno hay que ser especialmente sensible al hecho de que por muy miembro que uno sea de un campo cultural concreto o pertenezca a otro totalmente distinto, todos estamos rodeados de diferencias, incluso dentro de nuestra propia comunidad41.

En “El Interior”, Caparrós se propone relatar en 630 páginas qué es lo que hace a la Argentina ser un país.

“Hay una idea, muy bien establecida, que pretende que el Interior es la verdadera Argentina. En lo bueno –tradición, religión, historia viva, etcétera- y en lo malo –tradición, religión, historia viva, etcétera-. Frente a la solidez de esas raíces, Buenos Aires es lo lábil, lo sin identidad, la mezcla –más o menos- pervertida. Hay una idea –previa, necesaria- de que existe una verdadera Argentina, y otras falsas”42.

A lo largo de los párrafos el lector se encuentra con una seguidilla de historias y personajes verdaderos pero inverosímiles, paradójicos, tristes y discordantes, en escena-

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rios multiformes de vegetación exuberante, pampas secas y polvorientas o precipicios rocosos. Gente que vive en un mínimo nivel de subsistencia, y otros que viven bajo él, pero convencidos de que están en el lugar correcto; funcionarios públicos que viven de la amoralidad del Estado; ancianos que recuerdan “el granero del mundo” sin esperanza por el mediano plazo, y gente que de manera admirable hace su vida insistiendo en que todo puede ser distinto. Después de recorrer más de 20 mil kilómetros Caparrós advierte que:

“(…) se me hace difícil pensar qué es la Argentina: tenemos, ahora, un país hecho de lo que se perdió. Un país que solía ser pura promesa –que siempre fue promesa hasta que de pronto descubrió que el futuro que prometía se le había transformado en pasado –y que el presente no había existido nunca”43.Al volver a la capital constata que ha sido su viaje más difícil -más que recorrer

África-. Su única afi rmación radical es que Buenos Aires no es ni el interior ni el exterior, que es una especie de limbo. A medida que cruza la autopista e ingresa en la ciudad por primera vez se da cuenta de:

“La masa de ruido, de movimientos, de imágenes-carteles-edifi cios. Todo eso que me ha parecido normal miles de veces de pronto se me vuelve casi monstruoso: impre-sionante. Todo está en la mirada, o sea: todo está en todos lados y en ninguno”44.

Al igual que un etnógrafo, Caparrós nos convence de que “estuvo allí” y le presenta al lector a Argentina como otro mundo que a él le resulta ajeno. Muestra su capacidad para seleccionar las expresiones de personajes que le dicen cómo se ven a sí mismos y a los otros -los de la capital- porque el cronista penetró (o fue penetrado por) otra forma de vida y fue sensible a ello. Desde el principio del relato asume el mismo desafío de un etnógrafo, pero como todo buen cronista, el problema de “la fi rma” o la autoría es una presencia concreta desde la primera página. En las Etnografías convencionales se aprecia la negación del autor, aunque su presencia de manera implícita empapa todo el texto. En lo formal se le restringe a unas notas al pie de página contando una anécdota o una refl exión personal. Sin embargo ambas funcionan (Etnografía y crónica) porque persua-den de la producción del “milagro invisible”, que es donde interviene la escritura.

3. Cuestión de Lealtades o una Escritura Ética

En la actualidad, y de manera inédita, la mayor parte de la población mundial vive en ciudades, escenario de los grandes fenómenos constitutivos de nuestra modernidad que han transformado la naturaleza de la relación que cada uno puede establecer con lo que lo rodea y con su medio. El crecimiento de la trama urbana, la proliferación de las redes de transporte, la uniformización de ciertas referencias culturales, la mundialización de la información y la imagen son rasgos contemporáneos que compartimos en todo el orbe y que de alguna forma vuelven difusa y problemática la frontera entre nosotros (como investigadores) y los otros (investigados). Las distancias se reducen en términos

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simbólicos y físicos, y la noción de lo lejano y lo cercano se diluye. Así, el mundo de “los otros” remite de manera permanente al propio mundo del investigador. Todos poseemos imágenes del otro –a veces truncas, deformadas, falseadas-, que por sobre su carácter referencial aluden ante todo al sí mismo (en términos culturales, afectivos o cognitivos). De manera potencial, la historia de otro puede ser la recreación de una parte de mi propia historia o la del lector. Cada vez es más fácil que sin proponérselo tanto el etnógrafo como el cronista terminen por describir su propia comunidad. Ante esto hay que anticipar los riesgos que implica y tomar precauciones.

Entre los riesgos está el manejo de las expectativas que se generan en los informantes sobre la publicación y los efectos que tendrá en sus vidas. Se requiere anticipar el “shock de la publicación”, que en el caso de una crónica ejerce una fuerte presión pues las personas en general creen en el poder de los medios de comunicación para transformar su propia situación. Hay que considerar las posibles decisiones futuras que se tomen en una comunidad o por los informantes en función de lo relatado. Con una Etnografía se puede cambiar una tradición para ajustarse a lo relatado por el investigador o dar lugar a la confrontación entre miembros de una comunidad. Por una crónica se puede sellar el estigma sobre un colectivo. Este es el caso de la población La Legua, en donde se produjo “la legualización de la discriminación”. Sus habitantes se sienten aislados del resto de Santiago como resultado de la estigmatización que los medios de comunicación instalaron en la opinión pública.

“Para nosotros, pobladores de la Legua Emergencia, ha signifi cado en la prácti-ca un endurecimiento en el ya insoportable aislamiento que vivimos dentro de Santiago, como producto de la estigmatización que se ha instalado en la opinión pública. Los resultados de esta estigmatización, que posiciona en el imaginario de los habitantes de nuestra ciudad que toda persona relacionada con la Legua es un posible drogadicto, trafi cante o delincuente, son muy concretos y reales: ahora es aún más difícil conseguir empleo y más necesario ocultar domicilio, familia y raíces para obtener un puesto de trabajo. Ahora hay menos voluntarios que quieran venir a trabajar en los programas sociales y se ha debilitado la red social que es en la práctica la única fuente de esperanza para los vecinos. Ahora es más difícil que algún chofer quiera entrar a nuestra población. La presunción de que todo legüino es narcotrafi cante o delincuente se confi rma como un papel de antecedentes que nos acompaña desde la niñez hasta la muerte”45.Reconocer que la crónica se dirige a un público masivo y que tendrá un impacto es

una cuestión de lealtad con el público, según T.E. Martínez. “Los periodistas sabemos a qué público vamos dirigidos y servir a ese público es esencial”46. Esta es una de las diferencias fundamentales con la Literatura. Para T.E. Martínez también es una cuestión de lealtad en la crónica ser fi el a la verdad, con lo que realmente ocurrió, y por último, no fi rmar algo con lo que no se está de acuerdo. No traicionarse a sí mismo.

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En el caso de la Etnografía, la que en principio tiene una responsabilidad social equivalente a la de la crónica, esquiva su deuda por la constatación que su público lector es muy limitado. Rara vez se publican en un medio de comunicación o se convierten en lecturas masivas, sin considerar que muchas son tesis de grado, leídas en promedio por unas 5 personas aparte de la comisión que las examina. El temor del etnógrafo a la decepción de los informantes luego de leer el escrito fi nal es sólo un apremio cuando se trata de la propia comunidad del investigador, donde rehusar la petición de lectura es una descortesía imperdonable.

La duda sobre lo políticamente correcto e incorrecto, lo que parece lícito y ético no escribir sobre la información que proporcionó la gente con la que se convive es uno de los mayores dilemas que encierra la crónica y la Etnografía. De manera habitual esta disyuntiva debería inquietar a los cronistas. Los etnógrafos, en tanto, cada vez están más atentos a discutir sobre la dimensión inevitablemente moral en que desborda cualquier refl exión epistemológica sobre la Antropología actual47.

“Es éste, en defi nitiva, un tema que me preocupa mucho, especialmente porque se trata de piornalegos, gente con la que voy a tener que convivir el resto de mi vida, en algún caso quizá de mi propia familia, y con los cuales no quiero tener ningún problema que pueda provenir de esta investigación. No obstante como se empeñan en hacerme saber mis directores de Tesis, una cosa es la tesis, material confi dencial, y otra muy distinta su publicación, pero aún así, a uno se le plantean serias dudas”48.

La discusión sobre la tensión en la operación de extrañeza/familiaridad reconoce no sólo el impacto personal que el investigador siente y las transformaciones que se producen a raíz de la experiencia. Identifi ca también su carácter refl exivo, la importancia de esos efectos en la construcción de sus explicaciones. Etnografía y crónica son parte del mundo social que intentan revelar, de ahí su carácter refl exivo.

“Salirte fuera para mirar adentro”, dejar de ser un poco algo para convertirse en un forastero acarrea también el problema de “mirar el mundo con otros ojos” y no poder dejar de hacerlo. Una vez que el observador de la propia comunidad encara la tarea de erotizar lo familiar nunca más verá su entorno de la forma en que lo hacía antes, ni tampoco su entorno lo verá de la misma forma. Para su gente pasará a ser “el que escribe sobre nosotros”. “El daño para el etnógrafo que investiga en su propia comunidad es el cambio que experimenta en su relación con ella, tanto proveniente de él mismo como provocado desde la misma comunidad, para cuyos miembros ya nunca serás el mismo”49.Tampoco hay camino de vuelta cuando se empieza a mirar lo exótico como familiar.

Nunca más dejará de ser familiar. No se puede olvidar al ver una nota policial sobre narcotráfi co y muerte en La Legua o sobre el desayuno que Michelle Bachelet ofreció en La Moneda a los jóvenes ganadores del mundial de fútbol de calle 2009, que en ese barrio estigmatizado hay más organizaciones sociales con participación entusiasta de

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sus habitantes que en ninguna otra parte de Chile. Lo sé y lo recuerdo porque escribí de ellos, me dio miedo, y me encontré con otra realidad que nunca olvidaré.

“Nunca es fácil salir de una historia. Ni en las relaciones de parejas, ni en el reporteo de una crónica. Cuando uno se involucra, nunca deja completamente un tema (…) Desde que escribí de los atletas de Kenia, nunca más dejé de involucrarme con esos deportistas que corren con nada, sigo sus carreras, y cada vez que uno gana lo celebro. Desde que estoy escribiendo de mi vaca argentina, cada vez que veo una ternera en televisión me recuerdo de esa historia. Es un recuerdo íntimo, mezcla de satisfacción y nostalgia. Porque hay algo que el cronista debe saber de antemano: en el lugar que dará el gran golpe hay un buen botín, pero ahí también quedará parte de su vida. Para siempre”50.Para el caso de la Etnografía, en el prólogo de “Tristes Trópicos” de Claude Lévi-

Strauss, Manuel Delgado señala que: “El precio de la lucidez es alto. La práctica radical de la Etnografía es algo de lo que raras veces se sale indemne: siempre se sufre daño”51. El mismo Lévi-Strauss lleva al extremo la capacidad de exotizar lo familiar de manera casi patológica, así reconoce que “nunca más en ninguna parte volveré a sentirme en mi casa”52.

4. Crónicas sin Recetas y Etnografías sin Manual

El requisito que antaño fue indispensable para ser cronista (y periodista) era “tener olfato” y cierta sensibilidad práctica; esto incluso después de pasar por la universidad. La mayoría de los cronistas cultivó la capacidad para contar historias leyendo con atención a los grandes de la Literatura. Un gran cronista, Lee Anderson, recuerda que:

“mis ojos se orientaban sin poder evitarlo hacia los detalles, los ambientes, el espacio. Pienso que fue la Literatura lo que infl uyó y me dio esa forma de mirar. Recuerdo a D.H. Lawrence y su libro “Hijos y amantes”. Es el retrato de una época, de una familia tratando de mantener la decencia ante la penuria de los mineros de carbón. Después de leerlo yo quería salir a ser minero de carbón. Experimentarlo. Sentirlo”53.Pero el instinto para desarrollar la “mirada extrema” (buscar en lo cotidiano) y

encontrar lo que vale la pena mostrar en un relato sólo lo daba el ofi cio y un buen guía. El mismo Anderson sostiene que un buen editor es el mejor maestro y guía, en especial si tiene buena intuición. El editor ejerce el papel de una conciencia o de “cerebro su-plente”. Así lo vivió Anderson con el editor peruano de un pequeño diario que lo alentó a enfrentar diversas situaciones, y con la editora con la que entabló una larga relación profesional en la revista “Th e New Yorker”. En la actualidad lo más difícil es encontrar un buen editor. En los medios casi no hay espacio para el cronista, y el cronista inde-pendiente -free lance o “portátil”54- trabaja más bien en solitario. Aunque en su labor

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interviene a menudo alguien que verifi que datos. Según Meneses, los cronistas “parece que estuviéramos solos, pero pobre del que realmente se lo crea”55.

La Etnografía en tanto tampoco era un conocimiento fácil de transmitir porque su valor se supone residía en lo inesperado, y lo espontáneo no puede ser programado, ni diseñado, como es el caso de otro tipo de investigaciones56. La anécdota de L. Nader que reproduce Hammersley y Atkinson en su “cuasi manual” Etnografía, es la experiencia compartida de muchos etnógrafos que al solicitar orientación o consejos a sus tutores de postgrado para iniciar su investigación etnográfi ca sólo reciben una voluminosa publicación y la indicación de “vete y hazlo así”57.

Si bien el curso de una Etnografía, como la de una crónica, no puede estar prede-terminado, esto no suprime la necesidad de una preparación previa que en términos generales comparten ambas actividades.

“¿Cómo vamos a saber qué es lo más valioso de nuestro alcalde o de una bailarina famosa? El primer error sería preguntárselo a ella misma: la persona nunca nos lo va a decir. Generalmente ni ella misma lo sabe. Y si lo sabe, lo más seguro es que no lo querrá mostrar. Lo mismo sucede con los bancos. El banco nunca te va a decir: “nuestro tesoro está en el segundo piso, en la puerta 4 a la derecha”. Por eso es que tenemos que dar un “gran golpe” (…) Por eso, para dar un gran golpe hay que tener la ambición de querer darlo. Y luego, como en todo asalto, hay que idear un buen plan58.

Para comenzar una Etnografía, según Hammersley y Atkinson, hay que plantearse problemas preliminares sobre el tema a abordar, pero para llegar a éstos se requiere revisar un espectro amplio de documentación que trata la cuestión (monografías, ar-tículos periodísticos, autobiografías, diarios, novelas, etc.). En los casos en que no hay conocimiento detallado sobre un fenómeno o proceso el punto de partida puede ser constatar esta ausencia. Lo mismo se recomienda para iniciar una crónica:

“Hay que revisar todo lo dicho: Cuando voy a comenzar un trabajo me da la sensación de que ya todo está contado, todo está entendido, y que mejor me que-do en mi casa. Pero se me pasa pronto. Después de haber elegido lo que quiero contar sigo con la documentación. No está mal leer todo lo que uno pueda. Para mí ahí empieza el trabajo de campo. Lo leído me sirve para aislar cierta data (no creo que lo personal, que el punto de vista, excluya ni la información ni las cifras) y sobre todo para extraer ideas de dónde ir, qué hacer, que después serán un diez por ciento de lo que fi nalmente haré o quizás ni me sirvan. Pero me tranquilizan, me permiten encarar el trabajo”59. A veces ubicar el “problema” es un proceso inconsciente, que emerge de mecanismos

no conscientes que operan en silencio pero que requieren ser provocados, “atizados” con algo. La mexicana Alma Guillermoprieto, quien exuda un espíritu etnográfi co, confi esa que “yo, como cronista, no puedo escribir si no estoy profundamente conmovida. Por eso estoy muy agradecida con Colombia. Ahí, lo que sucede es siempre profundamente

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conmovedor. Ése es mi punto de partida. No es nada intelectual ni de observación diletante. Es arriesgar en ocasiones hasta el pellejo. Pero no quiero dramatizar”60. La editora para el Cono Sur de la revista Gatopardo, la argentina Leila Guerriero revela “el motor intuitivo” de sus crónicas:

“Yo no sé por qué me interesan las historias que me interesan aunque creo que todas tienen algo en común: se trata de historias que han sido recorridas hasta el hartazgo por diarios y revistas y en las que, a veces, veo un rayo: la sospecha de que, a pesar de todo, queda todo por decir. Y entonces el monstruo de mi curiosidad se despierta y yo ya no soy yo sino un pescador en mar espeso, sin caña y sin anzuelo, sin más estrategia que la pura paciencia y los ojos abiertos”61.Cuando se cree que los problemas preliminares están más o menos esclarecidos

se constata con cierto espanto que estos rara vez se completan antes de comenzar el trabajo de campo. La selección del lugar y los casos de investigación puede modifi car la formación y desarrollo de los problemas de investigación y plantear uno de los dilemas que requiere mayor valentía: abandonar las preguntas elegidas o buscar otro lugar donde puedan ser estudiadas. Los criterios de selección que se deben invocar se relacionan con la idoneidad de la opción así como con aspectos prácticos (contacto con las personas, acceso, costos, disponibilidad de información documental, etc.), elementos en especial relevantes para un periodista independiente, free lance o portátil que asume los riesgos de su investigación sin el respaldo de un medio.

En esta fase ya es impostergable para el etnógrafo inaugurar la producción de su herramienta más preciada: el diario de campo: una libreta, cuaderno, hojas sueltas, grabaciones en audio o video. El diario de campo debe permitir el registro serio del material que se obtiene; en él se deben escribir anotaciones refl exivas y descripciones, diálogos, sonidos y olores. Los criterios para optar por un medio de registro resultan de opciones prácticas que por último tienen que ver con hábitos, gustos y preferencias muy personales. M. Caparrós acostumbra grabar sus refl exiones en MP3. “Es raro, pero en el mundo contemporáneo llama mucho menos la atención una persona que habla sola que alguien que escribe62.

Por lo general se recomienda no dejar que pase mucho tiempo entre la observación y la anotación de las observaciones para obtener registros detallados que luego se pueden consultar y agregar descripciones concretas. También se sugiere evitar los períodos largos entre observaciones y sistematización de éstas pues la refl exión sobre la información es al fi nal de pobre calidad, se pierden elementos valiosos que la memoria no guarda.

Un punto importante a considerar es el acceso al terreno, el que puede requerir estrategias y recursos interpersonales para revelar “el código nativo” y describir los obstáculos que difi cultan el acceso y los medios efectivos para sortearlos. En ocasiones la pregunta es engañar o revelarse, y la opción ética que debe prevalecer es revelarse, de lo contrario, ocultar la identidad y propósitos del etnógrafo/cronista a los informantes invalida al propio investigador y lo convierte en policía o espía.

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Parte de la investigación son también las relaciones “de campo” y negociaciones que hay que realizar para asegurar la posición marginal del investigador. Por ejemplo, se deben tomar decisiones sobre optar por una presencia o apariencia personal, vestuario, forma de hablar, reservar las creencias, opiniones personales y políticas del investigador, de modo que no tengan efectos importantes sobre los informantes y el propio investi-gador. A veces el género, edad o etnia del investigador requieren ser considerados en el diseño y desarrollo de la investigación. Tomar este tipo de decisiones requiere análisis de la información adquirida, sensibilidad e intuición.

Buena parte de las recomendaciones que reciben los etnógrafos es percibir el modo más apropiado para obtener los relatos en ciertas circunstancias. Saber cuándo preguntar o sólo escuchar exige atender con detalle a todos los hechos posibles y distinguir entre la información a la que no se puede acceder sólo observando. A veces la única forma posible es preguntar informalmente, contando siempre con la infl uencia que ejerce el investigador en los relatos de los informantes. En la crónica como en la Etnografía no se trata de sólo observar o sólo preguntar. Es preciso percibir cuándo conviene una u otra. Además, hay que tener siempre presente y registrado que todos los relatos deben ser interpretados en términos del contexto en el que son producidos.

Las formas de preguntar, cuándo y cómo concertar entrevistas formales y conver-saciones casuales es una materia que trabajan con mucho cuidado los etnógrafos. El manejo de las fuentes escritas y los documentos complementarios, así como el registro y organización de la información para discriminar el momento de la recogida de datos y el tipo de anotación (analítica, observación, descripción) también posee un método que combina el sentido común con principios de la archivística e informática (bases de datos). En ocasiones conviene emplear un criterio cronológico para almacenar la información que permite después su fácil consulta, en otras es más cómodo organizar por tópicos o temas, y hasta elaborar un índice analítico. En síntesis, no hay sistema de archivo y consulta ideal; varía con cada persona. El análisis de la información es simultáneo a las tareas de diseño, registro y organización de la información, y requiere adoptar estrategias como pasar de lo particular a lo general o ver lo recurrente y lo inusual dentro de la información obtenida, por ejemplo.

Cuando Oscar Lewis decidió estudiar durante 15 años la “cultura de la pobreza” en México se aventuró con un modelo experimental que en 1950 fue bastante innovador y que consistió en centrar su foco en cinco familias mexicanas, revelando aspectos diversos del complejo fenómeno de la pobreza. El relato lo construyó como un día en la vida de cada familia. A partir de esta experiencia, Lewis desarrolló una refl exión metodo-lógica sobre tomar como unidad de estudio la familia en una gran metrópoli. Como resultado de esta experiencia, Lewis propuso cuatro formas diferentes de acercamiento que al combinarse proporcionan un estudio integral de la vida familiar. El primero es observar los grandes conceptos que la Antropología aplica a una comunidad completa (vida económica, religiosa, relaciones interpersonales, cultura material) en una familia

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restringida. La segunda es la técnica Rashomon que consiste en ver la familia en un plano más íntimo a través de los ojos de cada uno de sus miembros, empleando largas e intensas autobiografías de cada uno de los familiares. El tercer enfoque consiste en seleccionar el problema, suceso especial o crisis a la que reacciona toda la familia para examinar la forma en que enfrenta situaciones nuevas y apreciar la psicodinámica familiar y las diferencias individuales. El último enfoque es ver a la familia como un todo por medio de la observación detallada en un día típico de la vida familiar para darle profundidad y signifi cado63. La propuesta de Lewis tiene ventajas evidentes tanto para la Antropología como para la crónica (y la Literatura). La inusual Etnografía de Lewis, escrito bajo el espíritu científi co de la Antropología, es hoy un clásico de la Literatura que revela un cuadro mexicano que ilustra la dinámica escasamente reconocida de la pobreza y que por momentos se asemeja a la Argentina que vio Caparrós en El Interior.

“El peor golpe de todos sería la pérdida de un buen trabajador. De modo que Pedro mantenía una estricta vigilancia sobre sus hijos, mirando que trabajaran duramente y que no perdieran el tiempo con otros jóvenes en la calle. Les desani-maba sobre el disfrute de fi estas o gastos en ropa, diversiones y otras vanidades. También desanimaba los intentos de Macrina de aparecer arreglada y bonita. En realidad, el matrimonio era lo último que deseaba para sus hijos. Esperanza tenía una actitud muy parecida. Si hubiera tenido necesidad de una nuera que le ayudara a cuidar de los hombres en la casa, hubiera sido diferente. Pero tenía una buena ayudante en Macrina.A las diez de la noche Esperanza y Pedro se levantaron de las banquitas de la cocina y se fueron a la cama llevando encendida una vela. Pedro ajustó una tabla que servía de puerta durante la noche para que no entraran los animales. Sin quitarse las ropas se acostaron, y pronto quedaron dormidos”64.La experimentación más innovadora de las nuevas generaciones de cronistas no ha

sido con el uso del lenguaje (con lo que innovó el viejo Nuevo Periodismo) sino con el modo en que se consigue una historia, con el reporteo65. Esta renovación implica explorar maneras distintas de obtener información, aproximarse a los informantes y hechos. Visto en estos términos, la novedad de la crónica periodística contemporánea es, sin duda, un guiño bastante directo hacia la Etnografía.

La escritura es el apartado más problemático para los etnógrafos. “Reservar la mayor cantidad de tiempo para la redacción y después multiplicarlo por dos”, es la máxima de Hammersley y Atkinson que reconoce la falta de destreza, habilidad y preparación en la elaboración de un relato que exponga la experiencia etnográfi ca vivida. Dejar tiempo para hacer varios borradores, asumir la interpretación como una actividad escrita y observar la estructura narrativa básica de las obras literarias66, son las únicas recomendaciones de las que se puede benefi ciar un etnógrafo que revise el texto clásico de Hammersley y Atkinson. Esta es la cuestión más estructurada por los cronistas, que constituye todo un saber oportuno para los etnógrafos.

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El principio rector de toda crónica es lo que Ryszard Kapuściński llamaba “ir con los cinco sentidos”, que los ojos, olfato, oído estén listos para capturar el entorno67, lucidez necesaria también en una Etnografía, y que Anderson –un cronista instintivo- explica así:

“Más allá de metodologías o de estructuras, para escribir una crónica es necesario sentir. ¿Por qué? Porque para transmitir un contenido emocional tienes que sentir tú primero, tienes que ser compasivo con lo que estás viendo. No se trata de ir por el mundo rasgándose las vestiduras por el dolor de los demás, pero sí de caminar con los cinco sentidos abiertos. Ir con la curiosidad viva, despierta”68.El ejercicio de la crónica requiere que sean las personas las que encarnen los acon-

tecimientos en lugar de relatar los fenómenos en abstracto (personalización). La aten-ción en el detalle es fundamental, sobre todo en la crónica que se construye a partir de personajes y no de generalizaciones y cifras (poner en escena). No es lo mismo aportar con datos estadísticos sobre la cantidad de muertos relacionados con narcotráfi co que hay en Chile que narrar la historia de un fallecido cualquiera que lentamente se nos muestra en el relato sujeto a una red de microtráfi co69. También conviene detenerse en la arquitectura (el guión) del relato, identifi car el principio (sabido como el punto más importante para mantener secuestrado al lector) y el fi nal (que quede con ganas de seguir leyendo al mismo autor). Desarrollar la sensibilidad para establecer el punto en el que se da el vuelco en la narración, y usar con discreción las pausas (comas y puntos) confi ere un ritmo de lectura y refl exión. Los signos de puntuación imponen una cadencia, una armonía. La confesión de lo que se siente vivir el último instante de la vida antes de la muerte, que al fi nal no llegó, lo presenta T.E. Martínez, con el decidido resplandor de un haiku:

“Miyeko, la hija ciega del señor Nukushina, imagina que la Hiroshima donde nació sigue como hace veinte años, con sus oscuras casitas de tejado curvo. No puede concebir que la ciudad donde nació sea otra, lavada por las lágrimas y la desdicha. “Aquel día de agosto –contar-, el cielo se cayó. Cuando el cielo volvió a levantarse, todo siguió igual que antes. Somos sólo nosotros los que hemos cambiado (1965)”70.Encontrar el propio tono que uno le puede imprimir al relato es lo que permite

contar de una determinada manera. Tonos trágicos o satíricos resultan de la coloración, de la creación de atmósferas, de la relación que establecen los personajes con su realidad. Frases y párrafos cortos o largos también dan el tono, transmiten la sensación de lo que se está contando y a la vez facilitan componer el hilo conductor de la narración71. Algunos recomiendan usar frases de 12 sílabas, como una media entre 14 (frases largas) y 8 (frases cortas)72. En la Fábula del perfecto perdedor se aprecia el tono hecho del con-trapunto entre los hechos amargos de dos personajes desvalidos y sus contradicciones extravagantes.

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“Eric Moussambani, un nadador de estilo libre de Guinea Ecuatorial, perdió en las Olimpiadas de Sydney 2000 en una carrera de cien metros en la que nadó sin nin-gún competidor. Había llegado hasta allí luego de haber ganado una competencia en su país y por uno de esos cupos de caridad que el Comité Olímpico Internacional reserva para deportistas de países pobres. En esa competencia contra sí mismo, el único mérito de Moussambani fue no ahogarse hasta llegar a la meta. En su país no había más que dos piscinas, y nunca había nadado cien metros continuos. En Sydney su marca fue de un minuto con 52 segundos, el peor registro de natación en la historia de las olimpiadas, treinta segundos más que la marca de Arnold Guttmann para la misma distancia en las Olimpiadas de Atenas, pero las del siglo XIX. De inmediato tuvo un club de fans por internet, modeló enterizos de piel de tiburón diseñados para nadadores más veloces y en una subasta alguien pagó más de 2.500 dólares por sus gafas acuáticas. Luego se mudó a España, donde se consiguió un entrenador y logró rebajar a un minuto su marca en los cien metros libres. Cuatro años más tarde, Moussambani no pudo ir a las Olimpiadas de Atenas porque las autoridades de su país habían extraviado la fotografía de su pasaporte y no lo inscribieron a tiempo. “Ha sido lo peor que me ha pasado en estos años. Me han dejado tirado. Siento que me han engañado”, declaró. Ambicioso en la derrota, ha amenazado con estar en las próximas Olimpiadas de Pekín. Cuando Eric Moussambani aterrizó en Australia en el año 2000, fue a contemplar la piscina en la que iba a competir. Hasta llegar a las Olimpiadas, nunca había visto una pileta de cincuenta metros como el Aquatic Centre de Sydney. Tenía veintidós años y era la primera vez que salía de su país. “No puedo”, le suplicó a su entrenador al ver la distancia entre el principio y el fi n. La leyenda decía que apenas había aprendido a nadar meses antes en las aguas de un río infestado de cocodrilos, que de lunes a viernes se entrenaba en una piscina de veinte metros de un lujoso hotel de la capital del país africano y que los fi nes de semana le quedaba el río donde se jugaba la vida”73.Presentar los diálogos con la exactitud como se dieron en una entrevista o conver-

sación informal es un punto en discrepancia. Algunos optan por recrearlos, y otros por transcribirlos literalmente. Los primeros no toman nota y llevan todo en la memoria, de ahí la difi cultad para reproducir las conversaciones con fi delidad. Los segundos co-pian o graban todo y reconocen el valor de lo dicho y también de la forma en que fue expresado. En todo caso, es una ilusión ingenua creer que se puede separar la forma y el contenido. Nadie habla por hablar.

“El señor José vive en uno de esos ranchos, debajo de todo, al borde de un arroyo muy sucio. De vez en cuando el agua sube hasta su rancho y el señor José tiene que escaparse, con sus cinco hijos. El señor José tiene dos hijos defi cientes y se ocupa de ellos. El señor José debe tener mi edad pero es un viejo.

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- A nosotros nos dieron cien pesos nomás. Quedaron que me iban a seguir ayudando, después nos mandaron unas ropas, unas mantas, pero plata nada, cien pesos nomás nos dieron por el chico. Recién nacido era, el chiquito, yo nunca lo pude ver cómo era el chico, cuando yo fui al hospital me dijeron que no entrara porque la mamá estaba con el nene que les estaban curando algo, me dijeron. Yo le dije que la mamá era mi señora pero no me dejaron, yo no pude entrar esa vez y después me vine para volver más tarde pero entonces ya hicieron el negocio ellos, la mujer que era mía y esa gente, la enfermera y la señora ésa que le digo, y del hospital nomás se la llevaron a Eldorado a la que era mi señora y al chiquito para hacerla legal, hacerle los papeles, todo del chiquito. Y acá vinieron esos dos que se lo fueron a llevar, el hombre sy la mujer y estuvieron hablando acá conmigo, acá debajo de este árbol, pero era de noche y no les pude ver bien cómo eran ellos, le vi que el hombre era grande como usted pero no pude verle mucho más.- ¿Y por qué decidieron venderlo?- No, mi señora fue la que hizo eso, hablaron con ella, y después mi señora me dijo nos van a ayudar y yo entonces le dije mirá si vos querés no sé, a mí no me gustaría le dije, y ella otra vez me dijo que nos iban a ayudar, que lo iban a llevar porque nosotros tenemos muchos chicos y entonces el chico allá iba a tener alimentos, lo iban a hacer estudiar, iba a estar mejor y menos peso para nosotros. Y cada año lo iban a traer, me dijo, a vernos. Y nunca lo trajeron.- ¿Usted no lo conoce?- No, yo nunca lo conocí a ese hijito, no. Es como si fuera que no lo viera, que no existiera, nada. Yo quería verlo, está esa señora que estuvo en el negocio que a veces me dice que está bien, que está creciendo, pero nada más me dice ella, nada más, y me dice que con esa familia está mejor, en el sur, en una ciudad.- ¿A usted le parece que el chico está mejor con ellos que con usted?- Bueno, cómo le digo yo, señor… Yo pienso que sí, para mí que el chico está mejor, pero yo quería verlo por lo menos antes de irse, pero no pude, ojalá que algún día pueda verlo. Mis hijos me dicen él algún día te va a ayudar, nos va a ayudar a nosotros los hermanos, a lo mejor porque como allá está bien él puede ser que tenga plata y después nos ayude. Yo a veces le quiero pedir a la señora que me dé aunque sea un número de teléfono de ellos, así cada tanto yo les puedo llamar pero no me quieren dar.- Deben tener miedo de que usted pueda reclamar.- Sí, eso. Pero yo si está bien no voy a reclamar. Yo lo que quiero es saber cómo está nomás. Si sé que está bien no voy a decir nada. A uno le va a doler si es que está pasando mal, pobrecito, uno se va a sentir un poco… como responsable o indignado, por qué le habré dicho que le diera. Si la está pasando bien, si está con una familia que está bien me voy a quedar más tranquilo. A mí se me hace que está

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bien, pero la verdad me gustaría saber, muchas veces yo pienso que me gustaría saber qué fue de él”74.

Reconocer el contraste, los matices en personajes y hechos es una necesidad en la crónica. No se escribe en blanco o negro sino en escala de grises75. La crónica recuerda de manera constante que “nada es lo que parece”. Por último, la tarea más ardua es acertar con “la voz propia”, el estilo inconfundible que distingue a cada cronista. Al principio se empieza copiando (giros, tonos, formas e ideas) y, de a poco, la escritura se libera y se convierte en un modelo para otro.

“Una puerta se abre como un suspiro, se cierra como una pluma. Mercedes Salado deja una caja liviana —frutas y hortalizas— sobre un escritorio. Después dice buen día y enciende el primero de la hora. Es española, bióloga, trabajó en Guatemala desde 1995, forma parte del equipo desde 1997, y durante mucho tiempo sus padres, dos jubilados que viven en Madrid, pensaban que el ofi cio de la hija no era un ofi cio honesto.

—Un día me llaman y me preguntan: “Oye, Mercedes, lo que tú haces... ¿es legal?”. Claro, cuando yo empecé con esto no se sabía muy bien qué cosa era Latinoamérica, y meterse en las montañas a sacar restos de guatemaltecos... Mis padres tendrían miedo de que los llamaran diciendo: “Su hija está presa porque se ha robado a uno”. Ahora en Madrid los vecinos me saludan, como “uau, es legal”. Lo que me sorprende del equipo es la coherencia. Se mantiene con proyectos, pero también hay un fondo común. Cada uno que sale de misión internacional, pone ese salario en el fondo común. Y es un sistema comunista que funciona. Se hace porque se cree en lo que se hace. Nadie hubiera estado veinte años cobrando lo que se cobra si esto no le gusta. Pero este trabajo tiene una cosa que parece como muy romántica, como muy manida. Y es que esto no es un trabajo, sino una forma de vida. Está por encima de tu familia, de tu pareja, por encima de tu perspectiva de tener hijos. Nos hemos olvidado de cumpleaños, de aniversarios de boda, pero no nos hemos olvidado de una cita con un familiar. Y en el fondo es tan pequeño. ¿Qué haces? Encuentras la identidad de una persona. Es la respuesta que la familia necesitaba desde hace tanto tiempo... y ya. Y eso es todo. Pero cuando le ves el rostro a la gente, vale la pena. Es una dignifi cación del muerto, pero también del vivo.

Después, con una sonrisa suave, dirá que tiene un trauma: que no puede meter cráneos dentro de bolsas de plástico, y cerrarlas.

—Me da angustia. Es estúpido, pero siento que se ahogan”76.

5. La Mirada Latinoamericana y la Rehabilitación de una Crónica “Etnográfi ca”

Hay una percepción compartida por cronistas y grupos asociados a centros de estudio sobre la prensa, Periodismo y Literatura que “la verdadera sangre nueva de la Literatura latinoamericana creo que está en la crónica. La crónica latinoamericana está proporcionando buena parte de la mejor Literatura”77. Aún son pocos los medios

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latinoamericanos que admiten con orgullo la crónica y acogen escritores sobresalientes, como el diario “Crítica” (Buenos Aires), y las revistas “Gatopardo” (México) y “Etiqueta Negra” (Lima). Pero sí se patentiza que hay un impulso editorial por ofrecer volúmenes de cronistas o compilaciones que tienen en común “la mirada latinoamericana”. En el 2008 el diario “El País” (España) dedicó uno de sus suplementos culturales a los nuevos cronistas de América Latina, “los nuevos cronistas de Indias”. En Chile recién se publicó en octubre de 2009 la primera antología de crónicas “Historia de una mujer bomba y otras crónicas de América Latina”78 con relatos que consuman una “mirada latinoamericana” y atienden a lo efectivo:

“¿Qué es la mirada latinoamericana? ¿De qué manera un hecho, por muy mundial que sea, nos afecta a nosotros como latinoamericanos. De qué modo lo contamos, para ser entendido? La mirada latinoamericana hoy, tal vez sea la de escasez de recursos. Por eso, en una gran crónica desde lugares remotos, esa mirada debe destacarse y no ocultarla”79.

Como la Historia y las Artes, la Etnografía y la crónica proporcionan relatos y escenarios para concentrar la atención, y que permita vernos a nosotros y a cualquier otro, lanzados a un mundo lleno de desconciertos de los que no podemos librarnos y no desde la autocomplacencia y aceptación. Desde este punto de vista, la Etnografía es una disciplina “capacitadora” a un contacto fructífero con una subjetividad variante que podría nutrir a los cronistas, que, además de hacer su trabajo, refl exionan sobre él.

Más que en acatar los preceptos de un manual creado para superar la xenofobia y el racismo en el tratamiento de la información80 para estimular en alguna medida la adopción de la perspectiva de los otros y abandonar las propias convicciones, la cuestión está en inquirir que la extranjería “no comienza en los márgenes de los ríos, sino en los de la piel”81. El Periodismo informativo tal cual funciona elude toda discusión moral, estética y cognitiva. La crónica admite el debate y es (como la Etnografía) la que hoy permite sacar partido de diferencias más sutiles y escribir sobre puntos más agudos, que a simple vista parecen menos espectaculares, pero que notifi can que el mundo no se encamina hacia un acuerdo esencial sobre asuntos fundamentales.

La Etnografía ni la crónica son anomalías salvajes y solitarias. Comparten tareas y localizan formas que hoy todos necesitamos conocer. Resta entonces examinar el procedimiento para preparar nuevos lectores82 y recobrar a los desertores. En palabras del peruano Julio Villanueva Chang -ex director y fundador de la Revista Etiqueta Negra- se trata de atender mejor a “los pescados”:

“Si el Periodismo es el arte de envolver pescado, habría que empezar por respetar más a los pescados. Uno de los anzuelos para pescar más lectores de crónicas es apostar por publicar con frecuencia historias más poderosas, inteligentes y conmo-vedoras, que estén más cerca de la gente común y corriente, y a la vez demanden un nuevo tipo de imaginación, compromiso y tiempo de trabajo de editores y cronistas”83.

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Examinar el modo de prolongar las consideraciones sobre el conocimiento y escritura etnográfi ca y de la crónica al lenguaje audiovisual que consumen a diario millones de personas a través de sus televisores en el mundo entero, es una operación postergada. Tal vez la mirada atenta de los deliciosos documentales del chef Anthony Bourdain compartiendo un sancocho de pescado en un barrio de Medellín sea más reveladora sobre la ruta a seguir que una teorización semiótica de sillón.

6. Notas

1. Con la aparición de Internet se puede apreciar que en un principio los medios impresos comienzan imitando el formato de papel y luego, de manera muy lenta, se empiezan a emancipar hasta lograr un formato propio. Otro aspecto que vale mencionar es que los diarios prestigiados en su versión impresa (The New York Times, El Pais, etc.) extienden ese “capital simbólico” a su versión electrónica, la que merece más credibilidad porque están masifi cados y gozan de igual manera del prestigio del impreso. Internet extiende el prestigio social de tales medios, pues son instituciones sociales. Agradezco a Álvaro Cuadra compartir conmigo esta idea que está en proceso de publicación.

2. Tomás Eloy Martínez. “Taller de Periodismo narrativo”. Fundación Nuevo Pe-riodismo Iberoamericano, Santiago, 10 al 13 de agosto de 2004. Disponible en In-ternet: http://www.fnpi.org/nc/biblioteca/relatorias/taller-de-Periodismo-na-rrativo-con-tomas-eloy-martinez/?cid=1170&did=808&sechash=af94a5f5

3. Tipologías menos convencionales y más acuciosas, atentas a los procesos de producción de los mensajes periodísticos, identifi can otra variedad de géneros, como por ejemplo el “Periodismo informativo de creación” que enfatiza la dimensión connotativa del lenguaje, dando lugar a textos con carácter narra-tivo, argumentativo y descriptivo simultáneamente. Otro enfoque alternativo a los géneros tradicionales lo encarna el “Periodismo sistémico”, atento a los niveles sintáctico, semántico y pragmático de la relación entre el mensaje y sus destinatarios. Ver Eduardo Román. “Semiología y Periodismo. La búsqueda de un modelo teórico”, 1998. Revista Chilena de Semiótica Nº 3. Edición virtual. Disponible en Internet: http://www.Periodismo.uchile.cl.

4. Miquel Rodrigo Alsina. “¿Pueden los periodistas no ser etnocéntricos?”. Culturas de guerra: medios de información y violencia simbólica. Fernando R. Contreras Medina, Francisco Sierra (Coord.), 2004, pp. 239-254. Disponible en Internet: http://ldei.ugr.es/webequal/Documentos/TextosArenaProfesio-nales/ModuloC/Textos/MRodigoAlsina.pdf

5. Martín Caparrós. “Por la Crónica”. Paneles y Ponencias IV Congreso Ibero-americano de la Lengua Española, Cartagena, 2007. Disponible en Internet

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en http://congresosdelalengua.es/cartagena/ponencias/seccion_1/13/capa-rros_martin.htm.

6. Marc Augé. Antropología de los Mundos Contemporáneos. Barcelona, Gedisa, 1995, pp. 124-125.

7. M. Caparrós. 2007. Op. Cit.8. Emmanuel Terray en Le genre humain, citado por Marc Augé en Antropologia

de los mundos contemporáneos, Barcelona, Gedisa, 1996, p. 56.9. El término Antropología que se emplea en este artículo equivale a Etnogra-

fía. En esta refl exión no se consideran otras especialidades de estudio que de manera habitual abarca la noción de Antropología (arqueología, lingüística comparada, Antropología física, etc.).

10. Ulf Hannerz. Conexiones transnacionales. Cultura, gente, lugares. Madrid, Cátedra, 1996.

11. T.E. Martínez. Op. Cit. 2004, p. 7.12. Loc. Cit.13. Cliff ord Geertz. Los usos de la diversidad. Ediciones Paidós, Barcelona, 1996.

p. 62.14. Cliff ord Geertz. Th e Anthropologist as Author. Stanford University Press, 1988,

pp. 9-20.15. Martín Caparrós. “Taller de Periodismo y Literatura”. Fundación Nuevo

Periodismo Iberoamericano, Cartagena, 16 al 20 de diciembre de 2003, p. 5. Disponible en Internet: http://www.fnpi.org/nc/biblioteca/relatorias/taller-de-Periodismo-y-Literatura-con-martin-caparros-2003/?cid=1180&did=811&sechash=55ed5f4e

16. Martin Hammersley y P. Atkinson. Etnografía. Ediciones Paidós, Barcelona, 1994, p. 15.

17. Cliff ord Geertz. La Interpretación de las Culturas. México, Gedisa, 1987.18. M. Caparrós. Op. Cit., 2007.19. Ibid, p. 1.20. Ibid, p. 3.21. T.E. Martínez. Op. Cit. 2004, p. 4.22. Oscar Lewis. Antropología de la Pobreza. Fondo de Cultura Económica,

México, 1969, p. 16.23. M. Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 6.24. C. Geertz. Op. Cit. 1987, p. 34.25. T.E. Martínez. Op. Cit. 2004, p. 5.

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26. Loc. Cit.27. Lins Ribeiro. “Descotidianizar”, en Cuadernos de Antropología Social, Vol. 2,

Nº 1, Buenos Aires, 1989, p. 2, citado por M. Bovini et al. Constructores de Otredad. Eudeba, Buenos Aires, 1999, p. 218.

28. Loc. Cit.29. Juan Pablo Meneses. Un día con Juan Pablo Meneses. Asociación de la Prensa de

Aragón, Congreso Nacional de Periodismo Digital, Huesca, 2006, p. 45. 30. Laura Bohannan. “Shakespeare en la Selva”, en por M. Bovini et al. Cons-

tructores de Otredad. Eudeba, Buenos Aires, 1999, p. 80.31. Loc. Cit.32. M.Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 9.33. Ibid., p. 7.34. Martín Caparrós. La Guerra Moderna. Norma, Buenos Aires, 1999, p. 35.35. Sebastián Díaz Iglesias. “Hacer Etnografía en la propia comunidad: problemas

de expectativas, atribuciones y responsabilidades”. Revista de Antropología Experimental, Nº 5, 2005, Universidad de Jaén, p.5. Disponible en Internet: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1382844&orden=58274&info=link

36. Loc. Cit.37. J.P. Meneses. Op. Cit., p. 40.38. Loc. Cit.39. C. Geertz. Op. Cit. 1996, p. 124.40. G.D. Spindler y L. Spindler. “Roger Harker and Schoenhausen: From the

familiar to Strange and Back”. En G.D. Spindler (Ed.) Doing the Ethnography of Schooling, pp. 21-46. Holt, Rinehart y Winston. New York, 1982.

41. José Luis García García. “¿Qué tienen que ver los españoles con lo que los antropólogos piensan sobre ellos?”. En M. Cátedra. Los españoles vistos por los antropólogos. Júcar Universidad, Madrid, 1991, pp. 109-126, citado por S. Díaz Iglesias. Op. Cit., p. 5.

42. Martín Caparrós. El Interior. Emecé Editores/Seix Barral, Buenos Aires, 2006, p. 6.

43. Ibid., p. 631.44. Loc. Cit.45. Javiera Carmona. “La Garrapata: una voz contra la discriminación”, en Más

allá de víctimas y culpables. Relatos de experiencias en seguridad ciudadana y comunicación en América Latina. Germán Rey y Omar Rincón (Eds.), Centro

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de Competencia en Comunicación para América Latina, FES-C3, Friedrich Ebert Stiftung, Documento 6, Bogotá, 2008, p. 69. Disponible en Internet: http://www.c3fes.net/docs/chile_carmona.pdf)

46. T. E. Martínez. Op. Cit. 2004, p. 7.47. C. Geertz. Op. Cit. 1996.48. S. Díaz Iglesias. Op. Cit., p. 9.49. Ibid., p. 11.50. J. P. Meneses. Op. Cit., p. 21.51. Claude Lévi-Strauss. Tristes trópicos. Paidós, Barcelona. 1997, p. 15.52. Ibid., p. 59.53. Jon Lee Anderson. “Caminar con los sentidos abiertos”. Taller de cróni-

ca periodística. Fundación por un Nuevo Periodismo Iberoamericano, Cartagena de Indias, 20 al 24 de marzo de 2007, p. 3. Disponible en Internet: http://www.fnpi.org/nc/biblioteca/relatorias/cronica-con-jon-lee/?cid=1048&did=768&sechash=f1951674

54. Para J. P. Menses recorrer el mundo escribiendo de lo que se ve es el principio del “Periodismo portátil”. Op. Cit., p. 57.

55. Ibid., p. 17.56. M. Hammersley y P. Atkinson. Op. Cit., p. 41.57. Loc. Cit.58. J. P. Meneses. Op. Cit., pp. 10-11.59. M. Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 8.60. Entrevista Alma Guillermoprieto. “Los reporteros no escuchan”, por Víctor

Núñez Jaime. Sala de Prensa. Nº 116, Año XI, Vol. 5, junio 2009. Disponible en Internet: http://www.saladeprensa.org/art844.htm

61. Leila Guerriero. Frutos extraños. Aguilar, 2009.62. M. Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 8.63. O. Lewis. Op. Cit., pp. 18-19.64. M. Caparrós. Op. Cit.2006, pp. 62-63.65. Robert S. Boynton. Th e New New Journalism Vintage Books, 2005.66. La organización del texto escrito implica reordenar la información y la expe-

riencia. No sólo contar qué pasó sino establecer una estructura temática. Así, las estructuras narrativas recomendadas por Hammersley y Atkinson son: a) historia natural, en la que se sigue el proceso de descubrimiento y exploración del propio etnógrafo y termina siendo sumamente selectivo, b) cronología, en la que se sigue un “ciclo de desarrollo”, “carrera” u “horario”, característico

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de actores y lugar de investigación regido por el tiempo (cuartel de bomberos, servicios de emergencia) o cuando el tiempo tiene importancia analítica, c) embudo (“zoom in” o “zoom out”, moverse en los niveles de generalidad y especifi cidad, y d) organización temática, en la que se construye una tipolo-gía de conceptos o categorías bajo las que se ordena el relato. Hammersley y Atkinson. Op. Cit., pp. 227-252.

67. Ryszard Kapuściński. Los cinco sentidos del periodista (estar, ver, oír, compartir, pensar). Fondo de Cultura Económica, Fundación Nuevo Periodismo Ibero-americano, Fundación Proa, Bogotá, 2004.

68. J.Lee Anderson. Op. Cit., p. 5.69. Javiera Carmona. “Narcohistorias de mujeres en Chile: todo queda en familia”.

¡Sin nosotras, se les acaba la fi esta! América Latina en perspectiva de género. Sonia Santoro (Ed.), Centro de Competencia en Comunicación para América Latina, FES-C3, Friedrich Ebert Stiftung, Artemisa Comunicación, Documento 8, Bogotá, 2009. Disponible en Internet: http://www.c3fes.net/docs/sin_noso-traschile.pdf.

70. Tomás Eloy Martínez. Lugar común la muerte. Planeta, Buenos Aires, 1998, p. 228.

71. T. E. Martínez. Op. Cit. 2004, pp. 6-8.72. M. Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 13.73. Julio Villanueva Chang. “Fábula del perdedor perfecto”. Revista Letras Libres.

Abril, 2008. Disponible en Internet: http://www.letraslibres.com/index.php?art=12864)

74. M. Caparrós. Op. Cit. 2006, p. 141-142.75. J. Lee Anderson. Op. Cit., p. 4.76. Leila Guerriero. “El rastro en los huesos”. Revista Gatopardo. Nº 88, abril

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77. Entrevista a Tomás Eloy Martínez, en BBC Mundo. 9/3/2002. Disponible en Internet: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_1861000/1861767.stm.

78. Bárbara Fuentes (Ed). Historia de una mujer bomba y otras crónicas de América Latina, Universidad Adolfo Ibáñez, Santiago, 2009.

79. T. E. Martínez. Op. Cit. 2004, p. 8.80. M. Rodrigo Alsina. Op. Cit., p. 11.81. C. Geertz. Op. Cit. 1996, p. 77.

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82. Un buen punto de partida podría ser estimular en los estudiantes de Perio-dismo la “doble ciudadanía” de ser lector y espectador, y no sólo audiencia de audiovisuales o multimedia, a partir de los aportes de la Etnografía virtual, por ejemplo. M. Caparrós sostiene que: “¿Por qué la televisión se cree que tiene derecho a enseñarle al espectador a mirar y los diarios no creen que tienen el derecho de enseñarle al lector a leer? Si queremos tener la oportunidad de trabajar de otra manera, tenemos que proponerle al lector otras formas de acercarse a lo escrito, tenemos que conseguir quién sea capaz de recibir aquello que vamos a producir. Si no creamos lectores no podemos ser periodistas me-jores, no podemos ser periodistas distintos. Obviamente desafi ar a los lectores supone desafi ar a los editores primero, y antes supone desafi arnos a nosotros mismos (mucho más que a editores y lectores). Desafi arnos a ser capaces de hacer algo que no sea la papilla de siempre. M. Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 19.

83. Julio Villanueva Chang. . “El que enciende la luz”. Revista Letras Libres, diciembre 2005. Disponible en Internet: http://www.letraslibres.com/index.php?art=10881

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