Periódico Habitante 7 - Edición 53

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53 Especial Edición Febrero 2015 Villa Flora Historia de un cuarentón El Jordan Pág. 3 Pág. 6 Pág. 14 www.habitante7.com Distribución Gratuita 10.000 Ejemplares @Habitantesiete Periódico Habitante Siete Escuela Mayor del Tango Mucha tela que cortar

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En nuestra edición N° 53 realizamos un recorrido por el pasado y presente de seis barrios y tres sitios significativos para nuestra comuna, con el objetivo de darle continuidad a las tertulias con los primeros habitantes o con sus descendientes, a la búsqueda en nuestros archivos de las reseñas históricas de los barrios y al inventario de fotografías que datan de sus inicios como vecindarios.

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53EspecialEdición

Febrero 2015

Villa Flora Historia de un cuarentón El Jordan

Pág. 3 Pág. 6 Pág. 14

www.habitante7.com

Distribución Gratuita10.000 Ejemplares

@Habitantesiete Periódico Habitante Siete

Escuela Mayor del Tango

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(Fernández, 2010)

La historia de mi barrio

“...si de pensar la ciudad que queremos mañana se trata, hemos de pensarla también en función de sus barrios de hoy, no solo como las sobrevivencias de antaño que son, sino como partes integrales de su existencia histórica que

deben volver a ser”.

Editorial

Contenido

Historias de barrio

ISSN 2322-8628

El barrio es más que un lugar para vivir, es reflejo de es-fuerzos compartidos, sueños construidos a punta de pico y pala, un entramado de afectos y valores para atesorar

de por vida en nuestros recuerdos. Una herencia invaluable comprendida por historias, personas, casas, parques y carre-teras.

El lugar que habitamos, frecuentamos y convivimos le brinda características particulares a nuestra identidad, forja nuestra actitud como ciudadanos y nos brinda la oportunidad de reco-nocernos como habitantes de una ciudad a la que apreciamos, fiscalizamos y recorremos.

En nuestra edición N° 50 realizamos un recorrido por el pasado y presente de los barrios Bello Horizonte, Cádiz, Ciudad Cen-tral, Córdoba, Curacao, El Diamante, El Volador, La Cascada, López de Mesa, Los Pomos, San Germán y Villas de la Campi-ña con el interés de recopilar cada una de las anécdotas que le dieron vida al territorio que hoy compartimos y reconocemos como Comuna 7 – Robledo.

Sin embargo, nos quedamos cortos el papel y las letras de una sola edición, no fueron suficientes para enmarcar el sinnúmero de historias que construyen la memoria de los más de 40 sec-tores de Robledo. Hoy les compartimos una selección de seis barrios y tres sitios significativos para nuestra comuna, con el objetico de darle continuidad a las tertulias con los primeros habitantes o con sus descendientes, a la búsqueda en nuestros archivos de las reseñas históricas de los barrios y al inventario de fotografías que datan de sus inicios como vecindarios.

Nuestro agradecimiento abraza a todos los artesanos de recuer-dos, participantes y constructores de cada artículo: los niños, los líderes comunitarios, los vecinos, las instituciones, redac-tores y al equipo de investigación de la Corporación Constru-yendo: Eulalia Hernández Ciro, Nataly Moreno Restrepo, José Daniel Segura Muñoz y David Gonzalo Henao Alcaraz. Tam-bién a quienes aprecien su legado y gestionen propuestas de conservación y memoria histórica de nuestra Comuna, de esta acuarela urbana entrañable donde la memoria de sus residen-tes promete enriquecer la vida ciudadana del futuro.

Dirección Luis Fernando Muñoz Gómez

Comité EditorialColectivo de Comunicaciones Comuna 7

ComunicadoraThilma Navarro

RedacciónFernando Muñoz Gómez

Thilma NavarroLuis Felipe Álvarez

Maria Paola ZuluagaLeandro Vásquez SánchezLizardo Rodriguez Botero

Joana Lucrecia Rivera

Diseño y DiagramaciónChristian Camilo Quintero

Organización Ejecutiva

Mundo Urbano Comunicaciones

ImpresiónCarvajal S.A

Los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y pueden ser

reproducidos citando la fuente.

Cll 75 # 69-194 PBX: 441 66 46 [email protected]

La iguana Pilarica Santa Margarita Las cometas

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El 28 de agosto de 1986, el Gobierno de Be-lisario Betancur, fundó el barrio Villa Flo-ra, ubicado en la comuna 7 de Medellín,

a través de su proyecto bandera, denominado “Plan Alcancía”.

El objetivo de esta administración fue urbani-zar el sector que contaba con un terreno amplio donde se podía construir un gran número de ca-sas, las cuáles serían otorgadas sin cuota inicial a familias que no contaban con vivienda propia.Ángela María Estrada, residente del barrio, na-rra cómo las primeras personas empezaron a habitar estas casas que se construyeron en blo-ques unifamiliares. “Acá llegaba gente de todas partes de la ciudad buscando la manera de com-prar una propiedad y les decíamos, apresúrense que esto es sólo habitable para 1.500 familias”, afirma.

Al barrio se le otorgó el nombre de Villa Flora en honor a Flora Echeverri de Toro, filántropa, persona adinerada para la época, quien era la propietaria de la única finca del sector, a la que llamaba “La villa más hermosa de todas”, men-ciona Fernando Castañeda, residente de la zona hace 25 años.“En la finca de Flora Echeverri, producían la me-jor ganadería de leche y agricultura del sector. Al interior de ella, una bellísima fuente de agua, construida con cerámica italiana, azul y blanca, adornaba la admirable propiedad”, manifiesta Castañeda.

En 1995, Castañeda, fundó el Comité Barrial de Emergencias, su objetivo era de precaución y capacitación de desastres a los habitantes del sector, cuando se presentará una incidencia ne-gativa de la naturaleza.

Entre los habitantes destacados del barrio se encuentra, el excongresista Carlos Alberto Zu-luaga, reconocido dirigente del partido Con-servador, quien lideró en compañía con los residentes, empleados y obreros de empresas, proyectos culturales y educativos en beneficio del desarrollo sostenible del barrio.

Por Luis Felipe Álvarez/ [email protected]

Según los habitantes del sector, hace 23 años, todos los domingos las familias se reunían a pla-nificar obras para mejorar su entorno, y mien-tras esto sucedía las mujeres preparaban una sancochada o frijolada, y los hombres trabaja-ban con palas y varas, en la ampliación de las calles porque sólo habían senderos peatonales.

Además, para ellos, el barrio contaba en esa época con varias zonas verdes que les permitían a los niños jugar libremente y satisfacer placen-teramente sus necesidades de esparcimiento. Humberto Miranda, residente, agrega, “recuer-do mucho el nacimiento de agua, donde actual-mente está ubicada la única cancha de fútbol del sector, en la cual nos bañábamos luego de que cogíamos pomas de los árboles”.

En 1986 cuando la administración de Belisario Betancur entregó las casas que originaron el barrio Villa Flora, sus residentes le exigían al Gobierno Nacional y entes gubernamentales un centro educativo en el sector, porque sus hijos para formarse tenían que realizar largos des-plazamientos debido a que los barrios aledaños

apenas se estaban conformando.

“Nosotros gestionamos ante la Secretaría de Educación, diciéndoles, crear un centro de for-mación estudiantil en el barrio es indispensa-ble para conformar un sector de primer nivel. A raíz de esto, ellos realizaron los estudios, tanto de perfectibilidad como factibilidad del lugar”, comenta Humberto Miranda.

Por ello, en 1992 se fundó el Colegio FIMES, per-teneció a una fundación americana, que brinda-ba una escolaridad hasta segundo de bachille-rato. Al saber sus habitantes que la escuela no tenía la cobertura para terminar la secundaria, decidieron visitar de nuevo la Secretaria para que les resolvieran esta problemática.

Y ante este constante reclamo de sus residentes, el Colegio FIMES, en el año 1997, se transformó en la Institución Educativa Villa Flora, que ac-tualmente, está suscrita a la Secretaría de Edu-cación de Medellín, y de acuerdo a sus habitan-tes se ubica como uno de los mejores colegios de la comuna 7.

La historia de mi barrio

La Villa de Flora

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4 La historia de mi barrio

Hace 25 años, mientras las políticas del gobierno de César Gaviria Trujillo, pre-sidente de la República en ese entonces,

eran encaminadas a diseñar estrategias para mi-tigar los índices de violencia ocasionadas por el narcotráfico; en el barrio Robledo Villa Flora de Medellín la Alcaldía inauguraba una biblioteca pública con el propósito de formar personas.

El 17 de diciembre de 1990, la Biblioteca Pública Barrial Fernando Gómez Martínez se fundaba como un lugar cultural y artístico dedicado al esparcimiento de las familias aledañas y como contribución al mejoramiento de la calidad de vida de las mismas, tal y como lo soñaron el po-lítico y periodista colombiano Fernando Gómez Martínez y su familia, quienes donaron el terre-no para la construcción de la biblioteca.

“El empresario del periodismo”, como también era conocido Fernando Gómez Martínez, fue abogado, Ministro de Relaciones Exteriores, Go-bernador de Antioquia en los períodos del 4 de diciembre de 1948 al 22 de julio de 1949 y del 11 de septiembre de 1962 al 28 de junio de 1963, y fundó y dirigió durante varias décadas el perió-dico El Colombiano.

La biblioteca, según Luis Alonso Arias Mon-salve, coordinador de esta institución, decidió adoptar el nombre de Fernando Gómez Martí-nez, “porque él siempre se empecinó por el de-sarrollo y mejoramiento continuo de la ciudad en los cargos públicos en los que se desempeñó”.Desde su creación, la institución ha tenido cam-bios en la dirección de su política de funciona-miento. A partir de 1990 y hasta el año 2000,

estuvo adscrita a la Secretaría de Educación. Ahora hace parte de la Secretaría de Cultura Ciudadana y al Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín, quienes orientan y asignan recur-sos a los programas que desarrollan al interior. A comienzos del año 1991, la biblioteca inició su servicio a la ciudadanía con el programa de Préstamos de Libros, proyecto que le dio ori-gen a los semilleros de Tulas Viajeras, Abuelos Cuentacuentos y Herramienta de TIC para los recursos informáticos, que se adelantan desde 1995.

Según Nelly Olguín Piedrahita, habitante del ba-rrio Villa Flora, “la biblioteca era un lugar donde los residentes de la comunidad de Robledo y sus alrededores íbamos únicamente a prestar libros o leerlos. Ya es una institución que además de brindar esos servicios, capacita a niños, jóvenes y adultos”.

Sin embargo, para Luis Alonso Arias, coordina-dor de la biblioteca, “nos falta unificar fuerzas para crear más programas del interés de los jó-venes especialmente, porque son ellos los que menos visitan la institución desde la creación de estas iniciativas de formación académica”.En promedio, a la biblioteca la visitaban entre 30 a 50 personas diarias. Hoy acuden a ella cerca de 100 a 150 personas por día. “Debido a que se ha transformado en un espacio de capacitación continua para todas las edades”, manifiesta Ne-lly Piedrahita, residente del sector.

En el año de 2011 la Fundación EPM, a través de su programa “Red de Ideas”, reconoció a la bi-blioteca Fernando Gómez Martínez por gestio-nar iniciativas de desarrollo social e innovación hacia la comunidad. Asimismo, fue galardonada en el 2012 con el premio Reina Sofía de España, y en el 2013 con el premio EIFL Public Library Innovation Programme, otorgado por Innovati-ve Public Libraries-improving Lives and Liveli-hoods, por los servicios prestados a la población discapacitada.

La hija de Fernando Gómez Martínez, Ana Mer-cedes Gómez, asistió en el año 2000 al décimo aniversario de la biblioteca, para celebrar en compañía de los residentes de la Comuna 7 (Ro-bledo), los logros alcanzados a partir de la inicia-tiva de su padre de concebir un establecimiento donde se formen seres con valores en beneficio de la comunidad y para apoyar su crecimiento.Es por ello que para Nataly Rivillas Rojas, Ges-tora de Fomento por la Lectura de la institución, “en esa época la biblioteca tuvo una reinaugura-ción que le permitió expandir y acondicionar las zonas de cobertura para seguir aportándole a la ideología de mejoramiento que siempre tuvo en mente Fernando Gómez”. En la biblioteca espe-ran encaminar sus programas artísticos, cultu-rales, y especialmente de cobertura educativa, para seguir construyendo ciudad a través de la institución, ahora que se preparan para su ani-versario número 25.

La biblioteca imaginada Por Luis Felipe Álvarez/ [email protected]

Aniversario memorable

Iniciativas premiadas

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5La historia de mi barrio

La Iguaná,fue testigo

Por: Leandro Vásquez Sánchez / [email protected]

La Nueva Villa de la Iguaná es un barrio de una sola calle. Pero las construcciones que hay a lado y lado están llenas de callejones

y recovecos. Además, en una sola casa puede haber diez apartamentos pequeños en los que viven hasta diez familias. En las escasas siete cuadras que conforman el barrio viven aproxi-madamente 7.200 personas. Parece que no cu-piesen en sus hogares.

Por eso, uno los puede ver sentados en las ace-ras, sin afanes ni temores, conversando, ven-diendo frutas, ropa o chucherías, o jugando bi-llar, cartas o dominó. La Iguaná es un pueblo dentro de la ciudad, en el que el tiempo corre al ritmo de la quebrada que le da su nombre.

Los primeros pobladores

La Nueva Villa de la Iguaná, como muchos otros barrios de la ciudad, no fue planeada. Sus habi-tantes llegaron de pueblos de Antioquia y Cho-có huyendo de la violencia partidista. Asentaron sus casas donde mejor pudieron, y allí se queda-ron mientras la lluvia, los dueños de la tierra y las administraciones municipales los dejaran.

Algunos dicen que la primera pobladora fue Ju-lia Aristizabal, quien llegó al sector de Playitas en 1945. Ella levantó su morada con materiales de desecho y le dio el uso de vivienda y de de-pósito de herramientas que utilizaba para la ex-tracción de arena de la quebrada, pues ésta era su medio de subsistencia.

Otros afirman que los primeros pobladores sí llegaron en 1945, pero fueron las familias Gó-mez Rendón, Rodríguez, Monsalve y Zapata, quienes arribaron al sector central.

Estas familias invadieron estos terrenos con un permiso concedido por la señora Josefa Jara-millo al Sindicato de Areneros de Medellín, del Cuál formaba parte Julia Rendón.

Este terreno era propiedad de María Gaviria. “Ella era dueña de la finca donde queda ahora el Club Social La Isabela. Cuando ella vio que era muy pobre, les brindaba mercados y ropa.

La señora murió en 1969 y su hijo, Raúl Gaviria, le vendió los terrenos al municipio de Medellín”, comentó Alex Pérez, habitante del barrio.

Las luchas de la Iguaná

El barrio La Iguaná fue cercenado para darle paso a los grandes proyectos de infraestructura para la ciudad. La Conexión Vial Aburrá – Río Cauca, estaba planeada para atravesar el barrio, por lo cual éste debería desaparecer, pero gra-cias a una movilización en la que 1.000 habitan-tes marcharon por las calles de la ciudad hasta el Centro Administrativo la Alpujarra, se logró conservar la parte central del barrio.

Sin embargo, desaparecieron los sectores de La 65 Abajo, Playitas, Otra banda y la Agronomía, para construir la conexión de la carrera 65 desde la calle Colombia y la canalización de la que-brada la Iguaná. Los habitantes de estos lugares han sido trasladados a otros barrios como Playi-tas, Toscana y Limonar.

“Hace 26 años fui líder estudiantil en el Colegio Marco Fidel Suárez. Cuando estaban cercando la Universidad Nacional, nosotros organizamos una protesta porque esa cancha era de los ha-bitantes de la Iguaná, allá nos íbamos a jugar y algunos tenían ventas ambulantes. Paramos la protesta porque las autoridades y la universidad nos prometieron que podríamos ingresar cuan-do quisiéramos, pero eso nunca se cumplió”, comentó John William Múnera, ex presidente de la Junta de Acción Comunal y presidente de Asocomunal.

Los líderes de la Iguaná descubrieron que el tra-bajo organizado era la mejor manera de apro-piarse de su territorio. Por eso la comunidad construyó la carretera, levantó la iglesia y el alcantarilladlo, y se abasteció de servicios pú-blicos. Además, lograron que los nombraran como barrio cuando ni siquiera aparecían en los mapas. A pesar de las derrotas que ha sufrido, la Nueva Villa de la Iguaná se fortalece con las luchas.

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Por Corporación Mundo Urbano

El Hospital Pablo Tobón Uribe inició tareas en 1970, pero su historia data del 12 de febrero de 1946, cuando la Fundación de la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) firmó el acta de constitución de un hospital que llevaría su nombre y prestaría servicio a los trabajadores de las empresas afiliadas a dicha entidad

La historia de mi barrio

Publicado en la edición 11(Noviembre de 2010) )

La ANDI adquirió “un lote de 120.000 varas cua-dradas agregado de la finca El Volador, de la que era dueño Ramón Arango, la operación costó $72.000 o sea a 60 centavos la vara cuadrada”.

El empresario Jesús Mora, miembro de la junta directiva de la ANDI, “ofreció la primera contri-bución a la obra, representada en cemento por valor de $25.000, doña Carolina Vásquez, prós-pera viuda del general Pedro Nel Ospina, ente-rada del paso dado, se hacía presente ofrecien-do, como primera donante privada, una cuota de $50.000, exigiendo en retribución que la sala de pediatría del hospital por construir u otra a falta de ésta, llevase el nombre de su difunto esposo y presidente de la República de 1922 a 1926”.

Don Pablo Tobón, el filántropo

La primera donación que hizo Pablo Tobón Uri-be fue de 200 mil pesos a la Catedral de Mede-llín. El dinero alcanzó para comprar confesiona-rios, campanas, mesas de mármol, lámparas y una custodia.

Pablo Tobón Uribe fue uno de los hombres más ricos del Medellín de su época: el mayor accio-nista de la Colombiana de Tabaco y de Cerve-cería Unión y dueño de varios bienes raíces en toda la ciudad. Fue cofundador y colaborador de publicaciones como la revista Colombia, La Pai-ra y El Sol.

“Él escribió en su testamento que sus pertenen-cias las donaba para que construyeran un teatro, un cine y un hospital. El cine no existe, pero iban a construirlo donde ahora está el Centro Comer-

cial Camino Real. El hospital debía servir a la comunidad. En esa época, las personas que ne-cesitaban atención en salud, tenían que asumirla de forma particular porque no había EPS. Sólo tenían derecho el trabajador, su familia y el niño durante su primer año de vida”, dijo José Alejan-dro Marín, trabajador social del Hospital Pablo Tobón Uribe.

Don Pablo Tobón no tenía carro y prefería alqui-lar uno de servicio público. Se pasaba los días le-yendo, no le gustaba viajar y pensaba que la me-jor manera de conocer un lugar era por medio de la lectura. Sólo salió del país en 1952 cuando estuvo en Rochester, Estados Unidos, para some-terse a un tratamiento médico.

La Construcción del hospital

Pablo Tobón Uribe murió el 15 de marzo de 1974 a los 72 años. En su testamento decía que el hos-pital debía construirse en terrenos donados por el Municipio de Medellín. Y efectivamente, fue-ron entregados en el sector llamado Belencito, pero no se construyó allí porque la ANDI donó a la Fundación Pablo Tobón Uribe el hospital que tenía iniciado en Robledo.

La primera piedra del Hospital de la ANDI se colocó en 1949, pero al crearse los Seguros So-ciales en 1950, desistió de su propósito y donó a la Fundación Hospital Pablo Tobón Uribe los terrenos, el edificio en construcción, los planos, materiales, dinero y todos los bienes que consti-tuían su patrimonio.

“Los bienes entregados a título de donación gra-

tuita e incondicional por la Fundación Hospital ANDI a la del hospital Pablo Tobón Uribe repre-sentaban un valor total de $3.256.684,54” .

La obra estuvo sometida a numerosos altibajos económicos. En 1969, el Gobierno Nacional, por intermedio del Fondo Nacional Hospitalario, au-torizó un préstamo de $6.5 millones, gracias al cual se pudo prestar el servicio.

La ceremonia de inauguración se llevó a cabo el 16 de julio de 1970 y el 26 de octubre del mismo año fue hospitalizado el primer paciente, fecha en la que el hospital conmemora su aniversario.

Historia de uncuarentón

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7La historia de mi barrio

Mucha telaque cortar

Esta investigación, cuyo objetivo es la re-cuperación de la memoria patrimonial de la Comuna 7 Robledo, es una apuesta por

visibilizar las voces desde los territorios, desde lo micro, desde lo local, para aportar a la cultura, al tejido social, a la memoria y a los retos futuros de construcción de barrio y de ciudad. Fue rea-lizada con recursos públicos que los habitantes de Robledo, a través de mesas de trabajo y arti-culación, como la Comisión de Cultura, priori-zan dentro del Programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo -PPPL y que, además, se inscribe en el programa de Memoria y Patri-monio, de la Secretaría de Cultura Ciudadana, de la Alcaldía de Medellín.

La Corporación Construyendo, ubicada en la Comuna 6 – Doce de Octubre, con más de 15 años de experiencia en procesos de cultura, educación y formación, fue la encargada de lle-var a cabo esta investigación participativa, que tuvo dos procesos paralelos e interconectados: por una lado, se trataba de avivar la memoria a través del contacto, del compartir y de los en-cuentros, conversatorios y recorridos, y, por el otro, de recolectar información que permitiera coser e hilar los pedazos de memoria, regados en barrios, archivos, instituciones y personas. Por

ello, conversar, recorrer, preguntar, buscar, com-partir, fueron nuestras principales actividades. Los cinco Conversatorios se realizaron en la Bi-blioteca Público Barrial Fernando Gómez Mar-tínez; la Sede Social de El Diamante; el Liceo Rodrigo Arenas Betancur, del barrio Aures; la Sede Social de Ciudad Central, de Córdoba; y la Escuela Mayor del Tango, ubicada en Pilarica. Y, durante los cinco Recorridos, con públicos diver-sos, buscamos descubrir conjuntamente lugares y huellas de memoria a lo largo del territorio de la Comuna 7. Además, realizamos entrevistas y recolección de información secundaria, que nos ayudó a complementar este trabajo.

A continuación presentamos la memoria visual de las diversas actividades y algunas de las his-torias rescatadas. Así mismo, las memorias de este proceso quedarán recogidas en una Expo-sición Fotográfica recorrerá distintos lugares de Robledo y en una Cartilla, titulada Mucha tela que cortar. Memorias e historias desde los ba-rrios de Robledo, que tendrá distribución gratui-ta entre los habitantes de la Comuna y que po-drá consultarse en la Sala Mi Barrio del Parque Biblioteca La Quintana y la Biblioteca Fernando Gómez Martínez.

Aprovechamos para agradecer a todos los habi-tantes, organizaciones e instituciones que nos acompañaron en cada momento, sin ellos, no tendría sentido ni hubiera sido posible esta in-vestigación.

Equipo de investigación de la Corporación Construyendo: Eulalia Hernández Ciro, Nataly Moreno Restrepo, Jose Daniel Segura Muñoz y David Gonzalo Henao Alcaraz.

Interventora, Equipo de Memoria, Patrimonio y Fortalecimiento del Sector Cultural, Secretaría de Cultura Ciudadana, Alcaldía de Medellín: Ra-quel Sierra Varela.

Memorias e historias desde los barrios

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8 La historia de mi barrio

Cerro El Volador

Río Aburrá (Medellín)

SantaMargarita

FuenteClara

PajaritoCucaracho

LaPilarica

Bosques deSan Pablo

NuevaVilla de la iguaná

ElDiamante

BelloHorizonte

Aures 1

Robledo

Aures 2

AltamiraVillaFlora

Monteclaro

López deMesa

Córdoba

Palenque

UniversidadNacional

Pajarito, una vereda del corregimiento de San Cristóbal con más de 100 años de historia, y colindante con la Comuna 7 Robledo, es ahora la nueva zona de expansión urbana, donde se debate la historia, el futuro y la sostenibilidad de la ciudad.

En asociación con un grupo religioso, que tenía un terreno en la parte alta de Robledo, creó una urbanización con 116 casas. La mitad las entregó el Municipio a trabajadores suyos que tenían problemas de vivienda y la otra mitad fueron dadas por la comunidad religiosa a unos cuantos escogidos.

“Es decir, Cuando yo llegué al barrio en el año 56, los habi-tantes que habían acá eran por ahí unas… no habían 20 familias acá, en el año 60 cuando regresé, encontré un poco de familias, de 40 a 50 familias y ya de por sí las cosas fueron mejorando más, porque ya entonces iba llegando más gente.”.

“Cuando llegue aquí, no existía alcantarillado ni luz, menos teléfono. Nos tocaba robar el agua de la tubería que pasaba por el barrio hacia Robledo – El Diamante. Así pasaron varios años, hasta que aprovechándonos un poco de mi uniforme de policía y como presidente de la Acción Comunal, logramos que se nos colocaran los servicios y que pasara una ruta de buses”.

“Los numerosos propietarios de El Cucara-cho, al cercar sus lotes, al cultivarlos, al construir sus habitaciones, acaban de complicar este pedazo de falda: vallados de pedrisco rojizo ó negruzco, enyerbados y lamosos, alternan con setos sembrados de magüey, de piñuela y de higo chumbo, ó cubiertos de entretejidos rastrojos, y con las hileras de árboles y estacones que unen los cuatro alambres erizados de pinchos

Los inicios de San Germán datan de la década de 1920. Su proceso de poblamiento, al igual que en otros barrios de Robledo, como El Volador y Palenque, estuvo ligado a la existencia de cami-nos hacia Santa Fe de Antioquia y San Pedro, que a su vez eran circuitos de comercio y comunica-ción.

En 1970, cuando abría sus puertas el Hospital Pablo Tobón Uribe, empezó la historia de este barrio. Los primeros habitantes, principalmente profe-sores universitarios, llegaban a grandes extensiones de mangas y lomas despobladas. La segunda oleada de pobladores, se dio en 1973, cuando el Instituto de Crédito Territorial vendió casas a empleados de Everfit.

En la calle 80, a un costado del Cementerio Universal, nace el barrio Córdoba, llamado anteriormente La Trocha. Su conforma-ción inicia en el año 1954 gracias a una cooperativa de vivienda económica para trabajadores de las empresas Confecciones Colombia, Primavera y Fieltroza

Hasta 1938 Robledo fue corregimiento de Medellín, estaba ocupado por fincas de familias pudientes de la ciudad, exceptuando el casco urbano que estaba poblado por artesanos. En la década de los 50 con el proceso de expan-sión de la ciudad se inició el proceso de urbanización de los terrenos que hoy conforman esta comuna. Los primeros asentamientos se dieron en el actual barrio El Diamante, loteado por la firma Cock Arango Ltda.

Pilarica era: 36 caserones levantados en la década del 50, de bella arquitectura, con áreas entre 1.000 y 1.200 metros cuadrados, los cuales contaban con amplias zonas verdes y algunos con piscinas

Iniciando la carretera al mar y cruzando el antiguo puente colgante sobre la Iguaná, en 1974 se empezaron a levantar unas casas, que conformarían el barrio que hoy conoce-mos como Fuente Clara y cuyo nombre eligieron sus habitantes por representar los nacimientos de aguas que corren por este sector.

Aún hoy, en los alrededores del Parque de Robledo, se encuentran vestigios del puente colgante sobre La Iguaná (en su segunda ubicación, porque el más antiguo se derrumbó causando una gran tragedia), que comunicó por muchos años a Robledo con EL Pesebre, La América y La Floresta. Obra de ingenie-ría usada cotidianamente por los propios y visitada por muchos turistas.

"Agua que no haz de beber, déjala correr". Los primeros procesos de hábitat de la ciudad se tejen alrededor del río; estos primeros habitantes quisieron aprovechar los beneficios del agua, y así poder lavar sus ropas, cocinar y hasta bañarse con la quebra-da que bajaba. Ahora, en muchos casos, vivir al lado de una quebrada es un prejuicio. De lado ha quedado la quebrada que fue el primer lugar común de recreación y al olvido se han marchado sus pequeños peces, los cangrejos, los caracoles y las frecuen-tes sonrisas de los niños que jugaban sin parar…Hoy las quebradas han cambiado dejando todos sus recuerdos en el olvido de un agua sucia. “

A falta de equipamientos colectivos, niños, jóvenes y adultos se apropiaron de “las calles” como espacios colectivos.

Villa Flora, es uno de los barrios que en su nombre conserva, no sólo una memoria de su conformación, sino la de un sector rural constituido por fincas. Barrio construido en los predios de la finca “Villa Flora”

“Cuando la quebrada Iguaná se creció en el año 1880 e inundó todo el valle de Aná, las personas se despla-zaron hacía territorios más seguros y comenzaron a fundar el barrio Robledo pero pese a las discrimina-ciones que sufrían las personas de color en esa época, se comenzó a crear el barrio Robledo Palenque, se escogió el nombre de Palenque haciendo honor a la región costeña habitada por raza negra y así identifi-carse de los blancos de los negros”

Centro histórico de la Comuna 7, en sus calles, edificaciones y estructuras yace la memoria del origen de un sector que, en la actualidad, es uno de los más grandes de la ciudad. ”

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9La historia de mi barrio

Cerro El Volador

Río Aburrá (Medellín)

SantaMargarita

FuenteClara

PajaritoCucaracho

LaPilarica

Bosques deSan Pablo

NuevaVilla de la iguaná

ElDiamante

BelloHorizonte

Aures 1

Robledo

Aures 2

AltamiraVillaFlora

Monteclaro

López deMesa

Córdoba

Palenque

UniversidadNacional

Pajarito, una vereda del corregimiento de San Cristóbal con más de 100 años de historia, y colindante con la Comuna 7 Robledo, es ahora la nueva zona de expansión urbana, donde se debate la historia, el futuro y la sostenibilidad de la ciudad.

En asociación con un grupo religioso, que tenía un terreno en la parte alta de Robledo, creó una urbanización con 116 casas. La mitad las entregó el Municipio a trabajadores suyos que tenían problemas de vivienda y la otra mitad fueron dadas por la comunidad religiosa a unos cuantos escogidos.

“Es decir, Cuando yo llegué al barrio en el año 56, los habi-tantes que habían acá eran por ahí unas… no habían 20 familias acá, en el año 60 cuando regresé, encontré un poco de familias, de 40 a 50 familias y ya de por sí las cosas fueron mejorando más, porque ya entonces iba llegando más gente.”.

“Cuando llegue aquí, no existía alcantarillado ni luz, menos teléfono. Nos tocaba robar el agua de la tubería que pasaba por el barrio hacia Robledo – El Diamante. Así pasaron varios años, hasta que aprovechándonos un poco de mi uniforme de policía y como presidente de la Acción Comunal, logramos que se nos colocaran los servicios y que pasara una ruta de buses”.

“Los numerosos propietarios de El Cucara-cho, al cercar sus lotes, al cultivarlos, al construir sus habitaciones, acaban de complicar este pedazo de falda: vallados de pedrisco rojizo ó negruzco, enyerbados y lamosos, alternan con setos sembrados de magüey, de piñuela y de higo chumbo, ó cubiertos de entretejidos rastrojos, y con las hileras de árboles y estacones que unen los cuatro alambres erizados de pinchos

Los inicios de San Germán datan de la década de 1920. Su proceso de poblamiento, al igual que en otros barrios de Robledo, como El Volador y Palenque, estuvo ligado a la existencia de cami-nos hacia Santa Fe de Antioquia y San Pedro, que a su vez eran circuitos de comercio y comunica-ción.

En 1970, cuando abría sus puertas el Hospital Pablo Tobón Uribe, empezó la historia de este barrio. Los primeros habitantes, principalmente profe-sores universitarios, llegaban a grandes extensiones de mangas y lomas despobladas. La segunda oleada de pobladores, se dio en 1973, cuando el Instituto de Crédito Territorial vendió casas a empleados de Everfit.

En la calle 80, a un costado del Cementerio Universal, nace el barrio Córdoba, llamado anteriormente La Trocha. Su conforma-ción inicia en el año 1954 gracias a una cooperativa de vivienda económica para trabajadores de las empresas Confecciones Colombia, Primavera y Fieltroza

Hasta 1938 Robledo fue corregimiento de Medellín, estaba ocupado por fincas de familias pudientes de la ciudad, exceptuando el casco urbano que estaba poblado por artesanos. En la década de los 50 con el proceso de expan-sión de la ciudad se inició el proceso de urbanización de los terrenos que hoy conforman esta comuna. Los primeros asentamientos se dieron en el actual barrio El Diamante, loteado por la firma Cock Arango Ltda.

Pilarica era: 36 caserones levantados en la década del 50, de bella arquitectura, con áreas entre 1.000 y 1.200 metros cuadrados, los cuales contaban con amplias zonas verdes y algunos con piscinas

Iniciando la carretera al mar y cruzando el antiguo puente colgante sobre la Iguaná, en 1974 se empezaron a levantar unas casas, que conformarían el barrio que hoy conoce-mos como Fuente Clara y cuyo nombre eligieron sus habitantes por representar los nacimientos de aguas que corren por este sector.

Aún hoy, en los alrededores del Parque de Robledo, se encuentran vestigios del puente colgante sobre La Iguaná (en su segunda ubicación, porque el más antiguo se derrumbó causando una gran tragedia), que comunicó por muchos años a Robledo con EL Pesebre, La América y La Floresta. Obra de ingenie-ría usada cotidianamente por los propios y visitada por muchos turistas.

"Agua que no haz de beber, déjala correr". Los primeros procesos de hábitat de la ciudad se tejen alrededor del río; estos primeros habitantes quisieron aprovechar los beneficios del agua, y así poder lavar sus ropas, cocinar y hasta bañarse con la quebra-da que bajaba. Ahora, en muchos casos, vivir al lado de una quebrada es un prejuicio. De lado ha quedado la quebrada que fue el primer lugar común de recreación y al olvido se han marchado sus pequeños peces, los cangrejos, los caracoles y las frecuen-tes sonrisas de los niños que jugaban sin parar…Hoy las quebradas han cambiado dejando todos sus recuerdos en el olvido de un agua sucia. “

A falta de equipamientos colectivos, niños, jóvenes y adultos se apropiaron de “las calles” como espacios colectivos.

Villa Flora, es uno de los barrios que en su nombre conserva, no sólo una memoria de su conformación, sino la de un sector rural constituido por fincas. Barrio construido en los predios de la finca “Villa Flora”

“Cuando la quebrada Iguaná se creció en el año 1880 e inundó todo el valle de Aná, las personas se despla-zaron hacía territorios más seguros y comenzaron a fundar el barrio Robledo pero pese a las discrimina-ciones que sufrían las personas de color en esa época, se comenzó a crear el barrio Robledo Palenque, se escogió el nombre de Palenque haciendo honor a la región costeña habitada por raza negra y así identifi-carse de los blancos de los negros”

Centro histórico de la Comuna 7, en sus calles, edificaciones y estructuras yace la memoria del origen de un sector que, en la actualidad, es uno de los más grandes de la ciudad. ”

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10 La historia de mi barrio

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11La historia de mi barrio

Por Joana Lucrecia Rivera Gil / [email protected]

En sus inicios, se caracterizó por ser un barrio tranquilo y limpio, muy parecido al campo, y con una vista a la ciudad que dejaba perplejo a más de uno. Apenas unas ocho familias habita-ban el sector.

Los fundadores fueron la familia Jaramillo, quienes también tenían varios terrenos, convir-tiendo a Álava en una de las casa fincas más im-portantes y antiguas. También se encontraban las familias Medina, Sáenz, López, Londoño, los Restrepo y Don Leo Franklin.

Las calles de este barrio eran en un principio de rieles, ubicadas en lomas, y no estaban pa-vimentadas: “recuerdo que nosotros nos tirá-bamos en la calle principal que eran dos rieles, cuando estábamos niños, y se demoraba 20 y 30 minutos para pasar un carro, ahora te tiras y en 2 segundos te atropella, se da uno cuenta de todo lo que ha cambiado el barrio”: Recuerda Jorge García, Habitante desde hace 52 años.

La transformación empezó hace aproximada-mente 10 años, cuando dejó de ser un sector campestre para convertirse en uno urbanizado; edificios residenciales, hospitales e institucio-nes universitarias hacen parte de lo que es hoy La Pilarica.

Muchos ven con buenos ojos la transformación, otros todavía se niegan a aceptar en lo que se ha convertido. De hecho, varios de los fundadores se han desplazado hacia otros sitios buscando un lugar más tranquilo o parecido a lo que era antes.

Este medio es apoyado parcialmente con dinerospúblicos priorizados por habitantes de la Comuna 7(Robledo) en el Programa de Planeación Local yPresupuesto Participativo de la Alcaldía de Medellín.

Una finca española La Pilarica:

El futuro de La Pilarica

Fotos Camilo Quintero

Hace aproximadamente un siglo nace en la Comuna 7 (Robledo) el barrio La Pilarica o el Milagro, como muchos de los antepasados lo recuerdan. El nombre “La Pilarica” se debe a que unos españoles llamaban así a su finca, de manera que los habitantes fueron adoptando este calificativo.

Para Doña Lucia Jaramillo: “Eso va hacer una cosa muy miedosa, en cuestión de movimiento vehicular, no van a caber los carros, aquí van a hacer un edificio, aquí al frente van a hacer otro, me imagino que aquí también, pero mien-tras pongan todo esto en función, eso va hacer un despelote”.

Por otro lado, Jorge García agrega: “ni me lo imagino, como vamos, en el futuro carros sobre los carros, la contaminación más tremenda”. En general todos creen que la Pilarica se convirtió en un bloque de cemento.

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Por Lizardo Rodríguez Botero / [email protected]

La historia de mi barrio

Altamira cía un estudio de aprobación y posteriormente se asignaba la propiedad.

Inicialmente eran 34 edificios; cada edificio con-taba con 5 pisos, y cada piso con 4 apartamen-tos, para un total de 500 apartamentos. Después, se continuó con la segunda y la tercera etapa. En total se construyeron 50 bloques con todos los servicios públicos domiciliarios.

Con el tiempo se vio la necesidad de crear un comercio dentro del conjunto, que abarcó tien-das, supermercados y otros lugares, los cuales ofrecían productos alimentarios a la comunidad.

Todos los apartamentos fueron entregados en obra negra, después la comunidad se organizó en convites para realizar los acabados de sus ca-sas de acuerdo con sus gustos o su capacidad económica.

La Unidad Residencial Altamira no es una uni-dad cerrada, sino cercada. Se logró cercar por medio de un comodato. Este cercamiento fue realizado aproximadamente en el año 1984. Se inició con 9 porterías, de las cuales hay el día de hoy algunas legalizadas. Actualmente están cerradas las porterías 3, 7 y 8, y legalizadas las porterías 5, 6 y 9. Las mayas no están legali-zadas, y para lograr su aprobación se necesita dividir la unidad en dos partes para que quede una vía por la cual los ciudadanos puedan tran-sitar tranquilamente. La unidad tuvo vías públi-cas pero el municipio de Medellín las vendió. La comunidad fue estratificada en el nivel cuatro cuando se fundó, pero debido a gestiones del señor Jaime Estrada (líder comunitario), la uni-dad ha quedado en el estrato 3, hecho que causó controversia, pues algunos habitantes pensaron que se les había quitado categoría.

Primeros poblamientos en Robledo

Hasta 1938 Robledo fue corregimiento de Me-dellín. Estaba ocupado por fincas de familias pudientes de la ciudad, exceptuando el casco urbano que estaba poblado por artesanos. En la década de los 50, con el proceso de expansión de la ciudad se inició el proceso de urbanización de los terrenos que hoy conforman esta comu-na. Los primeros asentamientos se dieron en el actual barrio El Diamante, loteado por la firma Cock Arango Ltda.

En los años sesenta, el poblamiento se dio a tra-vés de urbanizaciones piratas. Más adelante, en la década del 70, el proceso se realiza de manera formal por medio de desarrollos de vivienda del Instituto de Crédito Territorial, que construyó las urbanizaciones Altamira, Los Arahuacos y López de Mesa, y de constructores particulares en el caso de La Pilarica.

El área total de Altamira fue una finca llamada La Cuneta, propiedad del fondo acumulativo de la Universidad de Antioquia, dentro de la cual se incluía un lote de la Arquidiócesis de Medellín. Luego, fue vendido al fondo acumulativo por es-critura pública de número 1945 de agosto 6 de 1974, licencia de construcción 31253158 de 1987.

El Conjunto Multifamiliar Unidad Residencial AltamiraEl Conjunto Multifamiliar Unidad Residencial Altamira, como se definió en un principio, fue construido en el año 1978 por el Instituto de Crédito Territorial, a régimen de propiedad ho-rizontal, con un área de 62.391 ms, donde todas las zonas verdes son propiedad del municipio de Medellín.

Fue un proyecto realizado para interés social de empleados del gobierno y del Fondo Nacional del Ahorro, además de personas naturales, es decir, clase media-alta. Los apartamentos se ad-quirían por medio de una solicitud, luego se ha-

Altamira unidad cercada, más no cerrada

Fotos Cortesia U.R Altamira

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13La historia de mi barrio

Investigación María Teresa Betancur & Cía.

El barrio Santa Margarita fue fundado ofi-cialmente en el año 1959, aunque se tiene registro de 5 viviendas en el año 1952. 105

familias fueron las primeras en habitar el sec-tor. 45 viviendas construidas por la Asociación Religiosa Pio Xll, cada una con un área de 200 mts2, y adjudicadas por sorteo entre personas previamente seleccionadas por las directivas de tal asociación; y 60 construidas por el Municipio de Medellín, con un área de 400 mts2, cada una para ser adjudicadas a trabajadores suyos, me-diante solicitud previa. Estas casas fueron edi-ficadas en lotes extensos para que cada familia tuviera su huerta

Los líderes

Entre los líderes están, sin ser los únicos pero sí los más visibles, los directivos y dignatarios de la Junta de Acción Comunal, Acciones Sociales de padres de familia del sector educativo, hogares comunitarios ICBF, la Coordinación del Comité de Emergencias-SIMPAD, Centro de Integración Barrial Santa Margarita.

Las familias

Las primeras familias en habitar Santa Margari-ta fueron los Araques, los Correa, los Corrales, los Uribe, los Salinas, los Londoño, los Cobos, los Barrera, los Castaños, los Gaviria, los Vargas, los Hernández, los Valencia, los Mazo, los Gallego y los Vallejo. El 90% de los habitantes son descen-dientes de los primeros pobladores, lo que hace que estas familias estén conformadas por abue-los, padres, hijos y nietos,

En 1996, gracias a la gestión realizada por Ismael Castaño, se adquiere la propiedad del señor Ar-noldo, ubicada en la parte inferior del barrio, y se crea el Centro de Integración Barrial Santa Margarita “C.I.B Santa Margarita”.

Con el apoyo de la Presidencia de la Republica y el acompañamiento de la Secretaría de Desa-rrollo Comunitario, que actualmente se conoce como Secretaría de Desarrollo Social, allí con-vergen todas las organizaciones sociales y co-munitarias del sector, y es el epicentro de las ac-tividades lúdico-recreativas, culturales, sociales y de emprendimiento empresarial. Allí se atien-de a todas las poblaciones de los sectores de Va-llejuelos, la Cascada, El Porvenir, El Cucaracho, Fuente Clara, Olaya Herrera 1 - 2 y Las Flores.

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Santa Margarita y su pasado

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14 La historia de mi barrio

Por Maria Paola Zuluaga B. [email protected]

El Jordan

El Jordán El naufragio de

Fotos Camilo Quintero

Muchos han subido alguna vez por la loma de Robledo que lleva a la carretera al mar, pero pocos saben que pasan por el

primer bar que conoció Medellín, El Jordán, esa casa antigua de fachada blanca, siempre a punto de caerse. Es difícil imaginar cuántos recuerdos se alojan detrás de esas paredes de bahareque, cuántas tertulias, cuántas historias transitan por esos corredores descuartizados, donde el eco de los tangos y los boleros permanece impercepti-ble a los desatentos y desmemoriados.

Para los testigos de su historia, el olor a aguar-diente, la música, las risas y el chapoteo de los bañistas siguen ahí. ¿Cuántos secretos guarda-rán esos muros fatigados, a la espera de alguien que los rescate de su naufragio en el olvido?

Cuando en 1891 los hermanos Burgos levanta-ron a punta de bahareque, cañabrava y boñiga los primeros muros de la gran casona, no se ima-ginaban que construían el primer bar de Mede-llín.

El Jordán lucía una llamativa fachada blanca, mil metros cuadrados de extensión, cuatro piscinas, 18 fogones, una pianola con rollos importados desde Estados Unidos y una pesebrera para mu-las, caballos y carruajes, con servicio de lavado.

Estaba ubicada en un punto estratégico, una es-pecie de límite entre lo rural y lo urbano. Lle-gados allí, los viajeros sabían que faltaba poco para pisar la Villa de Aburrá, lo que ahora es el centro, ahí estaba la ciudad. Todo lo demás eran extensos campos, cuyos propietarios eran unos pocos terratenientes.

Esta casa se convirtió en una fonda donde ha-cían parada los arrieros con sus mulas cargadas de granos, leche y panela con destino a la Plaza de Mercado. Desde arriba de la loma los arrieros divisaban las luces de la casona y bajaban con sus mulas, ansiosos de tomarse unos aguardien-tes al ritmo de un buen bambuco.

El secreto de la casa no fue reservado a los arrie-ros, los buenos comentarios sobre el lugar lle-garon hasta oídos pudientes y al poco tiempo

se convirtió en el club de los medellinenses. Hasta esta alejada zona llegaban en coches lu-josos, arrastrados por caballos, familias enteras para disfrutar de las piscinas de agua natural, la exquisita comida, los licores nacionales y ex-tranjeros, y la buena música, que siempre fue preocupación de sus dueños.

Los Burgos fueron una familia tradicional de Robledo, ocuparon estas tierras hace más de 150 años y fueron dueños de gran parte del sector. Después del desbordamiento de la quebrada La Iguaná, los damnificados buscaron un lugar donde estuvieran a salvo y ocuparon las tierras de la familia para luego conformarse como ba-rrio.

En los años veinte, Robledo se conectó a la ciu-dad con la construcción del tranvía que tenía estación en la Plazoleta de la Virgen, al frente de El Jordán. Entonces llegaron obreros y lavan-deras de toda la Villa, y se mezclaron diferentes clases sociales en las piscinas, eso sí, las mujeres en una pileta y los hombres en otra.

En 1938 Robledo dejó de ser corregimiento y co-menzó a hacer parte de la próspera ciudad de Medellín, que repentinamente dejaba sus atuen-dos provincianos para ponerse el traje de gran ciudad industrial.

Después de que Octavio Burgos fuera por mu-chos años el administrador, experto en mantener buenas relaciones con altas esferas del poder, lo sucedió en la administración su hijo Aníbal, que implementó nuevas ideas como “cuenta gratis para mujeres solas”, con el argumento de que trás de ellas vendrían ocho hombres que consu-mirían el doble.

Casa liberal

El lugar de paso, fonda, club, bailadero y lue-go tertuliadero, se caracterizó siempre por su inclinación liberal. Poco a poco se convirtió en un lugar de referencia en la ciudad. El Caudillo Jorge Eliécer Gaitán, que en sus visitas a Mede-llín se hospedaba en una finca de Robledo alto, bajaba en los carruajes con su anfitrión a hablar de política y a disfrutar de la pianola. Así mismo llegó Eduardo Santos, abuelo del actual presi-dente y otros personajes de la política nacional como Darío Echandía, Carlos Lleras y Luis Car-los Galán.

El mundo artístico también se dio cita allí. Escri-tores como León de Greiff, Fernando Gonzales, Gonzalo Arango, Darío Ruiz Gómez y Manuel Mejía Vallejo y Tartarín Moreyra, gran poeta y compositor de tangos.

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15La historia de mi barrio

Los amantes del baile, entre ellos se cuenta de un señor flaco conocido como Calavera, quien usaba tachuelas en los zapatos para marcar el ritmo, bailaban con coquetas mujeres al ritmo de Vals, Pasodoble, Foxtrot y danzón cubano. Más tarde llegaron los porros y las cumbias de la mano de Carlos Julio Ramírez, Luis Ángel Vera, Matilde Díaz y Lucho Bermúdez, estos dos últimos amigos íntimos del escultor Marín Vie-co, dueño de Salsipuedes, otra joya patrimonial del sector. Y con estos personajes juntos se ar-maban conciertos improvisados en los salones del bar.

Se bailó y se bebió sin misericordia hasta que en los cincuenta llegó al barrio el Padre Posada, quien con un inspector conservador hizo que se prohibieran los bailes en El Jordán. Entonces el piano comenzó a soltar más tangos y boleros que aplacaban las ansias de baile, pero motiva-ban la flexibilidad de las lenguas. Así comenzó a ser reconocido como un sitio de tertulia que frecuentaban bohemios, artistas y poetas.

Esta fonda fue testigo de todos los parajes que atravesó Medellín hasta estos días. Estuvo en medio de la movida estudiantil que se inició con la construcción de varios colegios y uni-versidades en Robledo. Muchos estudiantes de la Nacional, el Liceo Antioqueño y el Pascual Bravo iban a la loma a esperar el bus que tarda-ba horas, y mientras tanto, entraban a El Jordán tomar cerveza y a jugar billar.

En los ochentas la familia Burgos puso su muer-to en medio de la ola de violencia que golpeó a Medellín. Aníbal, el lúcido hombre que admi-nistró por muchos años el bar y atrajo con su exclusivo gusto musical decenas de ilustres per-sonajes, recibió un disparo cuando defendía de un atraco a un cliente. El bar cerró por un tiem-po y nunca volvió a tener el brillo de antaño. El Jordán entró en decadencia y la ciudad también.

Raúl Burgos fue su último administrador, ade-más de ser el barman y el mesero. Con tal de que alguien entrara a tomarse un aguardiente se vio obligado a poner guasca, salsa y vallenato.

Pero cuando retumbó el boom de un reggaeton, hasta los muros presintieron su inminente final. En 2007 El Jordán cerró al público después de 116 años de servicio. Sus dueños ya tenían otros negocios y se vieron en dificultades para man-tenerlo en pie.

Desde entonces su incierto destino pasa de boca en boca con diversas versiones, ofertas de cons-tructoras, entidades y otros compradores. Lo último que se sabe es que, después de muchos pleitos, la Alcaldía adquirió la casa y piensa ubi-car una sede de música allí, pero no ha iniciado las reformas porque se está gestionando la com-prar de viviendas aledañas para llevar a cabo el gran proyecto.

Ahora un guarda la protege de ladrones de re-cuerdos, y una cinta amarilla mal puesta la bor-dea sugiriendo la pronta caída de sus muros. Ella sigue ahí impávida y nosotros, transeúntes desprevenidos y desmemoriados, seguimos pa-sando por su frente sin percatarnos de su ahogo.

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16 Reverso

¡El vuelo de las Cometas! Constituida como la primera urbanización

abierta de la comuna 7, Las Cometas se fundó en el año de 1989 con la construc-

ción de 265 casas, “respaldando el derecho fun-damental a la vivienda digna, proclamado en 1987 por la Organización de las Naciones Uni-das (ONU)”, comenta María Cecilia Saldarriaga, residente de la zona.

El terreno donde está ubicado el barrio fue ha-bitado hace 27 años por los esposos Carlos Res-trepo y Doña Mariana, propietarios de la única finca del sector, llamado Los Aures. Este lugar, según Cecilia Saldarriaga, “era inmenso, lleno de árboles frutales y ganado de todas la espe-cies”.

Luego de que los dueños de la finca vivieran por mucho tiempo en el sector, adjudicaron la pro-piedad al Instituto de Crédito Territorial (ICT), por un año fueron los dueños del predio, quie-nes vendieron el terreno a la empresa, Óptima S.A., por 98 millones de pesos para la construc-ción del barrio por etapas.

En un principio, la urbanización Las Cometas se llamó Robledo Real con la intención de generar interés en los posibles compradores de casas, pero no fue posible dejarle este nombre debido a que en el Departamento Nacional de Planeación (DNP) y en la Cámara de Comercio ya estaban registrados varios lugares con el calificativo de Real, y no permitieron uno más.

Presentado este inconveniente, delegados de Planeación visitaron la urbanización con el ob-jetivo de asignarle otro nombre al sector. “Ellos estuvieron en la unidad por más de dos horas, mientras caminaban, sintieron que en esta parte de la ciudad venteaba mucho y era propicio para elevar cometas, así que decidieron llamarlo Las Cometas”, comenta Stefany Quiroz, presidenta

de la Junta de Acción Comunal (JAC).

Los primeros residentes que habitaron el sector, eran personas jóvenes o parejas que apenas es-taban conformando una familia, “venían en la mayoría, con niños muy pequeños, con la in-tención de levantar sanamente a sus hijos en la tranquilidad que se respiraba y especialmente, en una hermosa unidad campestre, donde reina-ba el aire puro”, afirma Cecilia Saldarriaga.

De acuerdo con, Stefany Quiroz, el barrio pasó de unidad abierta a urbanización cerrada, por-que, “personas que no habitaban en el sector, viendo que no existían límites para ingresar acá, venían a robar, utilizaban las zonas verdes para consumir vicio, incluso matar. Entonces, los ve-cinos decidimos reunirnos para proponer solu-ciones frente a esta problemática y llegamos al

acuerdo de encerrar toda la unidad para preve-nir más delitos en nuestra comunidad”. Una vez fundado el barrio, en 1999, la casa fin-ca, Los Aures, se transformó en el primer cen-tro educativo del sector, llamado, Guardería Las Cometas, “lugar donde la recreación y el apren-dizaje, acompañado de buenas prácticas socia-les, significó la partida de la urbanización que más se ha desarrollado de la comuna 7”, afirma Stefany Quiroz.

En la entrada de la urbanización, una estatua de la Virgen del Carmen, acompaña el ingreso y la salida de sus habitantes. Esta figura religiosa, la donó Estela Ochoa, residente, con el objeti-vo de honrar las creencias católicas que hace 25 años eran notorias entre la gente y así dejar una muestra de afecto por el lugar en el que vive.

Por Luis Felipe Álvarez/ [email protected]