Perfectos desconocidos - Robyn Sisman

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  • 8/7/2019 Perfectos desconocidos - Robyn Sisman

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    Robyn SismanRobyn Sisman

    PERFECTOS DESCONOCIDOSPERFECTOS DESCONOCIDOS

    Perfect Strangers 1998Perfect Strangers 1998

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    NDICE

    Captulo 1 .................................................. 3Captulo 2................................................... 7Captulo 3................................................. 13

    Captulo 4................................................. 16Captulo 5................................................. 19Captulo 6................................................. 23Captulo 7................................................. 27Captulo 8................................................. 30Captulo 9................................................. 34Captulo 10................................................ 37Captulo 11................................................ 42Captulo 12................................................ 45Captulo 13................................................ 48Captulo 14................................................ 54

    Captulo 15................................................ 58Captulo 16................................................ 61Captulo 17................................................ 67Captulo 18................................................ 72Capitulo 19................................................ 74Captulo 20................................................ 76Captulo 21................................................ 79Captulo 22................................................ 89Capitulo 23................................................ 94Captulo 24.............................................. 100Captulo 25.............................................. 107

    Captulo 26.............................................. 114Captulo 27.............................................. 117Captulo 28.............................................. 120Captulo 29.............................................. 123Captulo 30.............................................. 127Captulo 31.............................................. 130Captulo 32.............................................. 134Captulo 33.............................................. 138Captulo 34.............................................. 145Captulo 35.............................................. 146

    RESEA BIBLIOGRFICA.......................... 152

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    Captulo 1

    Haba comenzado a llover durante la cena, entre el pescado con polenta y la llegadatriunfal del tiramis casero de Bridget. No era la tpica llovizna inglesa, sino un violentoaguacero que caa a chorros, repiqueteaba contra las ventanas y formaba grandes charcos

    en el suelo. Dos horas ms tarde segua lloviendo con fuerza sobre las resbaladizas acerasde Londres. Apostada en una esquina de la zona menos recomendable de Kensington,esperando desesperada a que apareciera por fin un taxi, Suze se senta como un caballoregado con una manguera. Su chaqueta de cuero, empapada, despeda un fuerte oloranimal. El agua le caa por la cara como una telaraa. Lo nico que la haca mantener elcalor era la indignacin.

    Nunca me casar. Nunca ser tan presuntuosa, tan conservadora, tan aburrida, sejur a s misma dando un salto hacia atrs para intentar evitar una furgoneta de reparto deperidicos que le lanz un arco de agua sucia a las rodillas. The Sun, ley bajo la luztenue de los faros traseros. Qu irona. El agua fra resbal por sus piernas y le cal loszapatos nuevos de ante que se haba puesto para impresionar al invitado de Brdget.Vanidad, tienes nombre de mujer. Bridget, tienes nombre de barro. Suze, eres unasentimental.

    Tendra que habrselo imaginado. Bridget era muy divertida en los viejos tiemposcuando trabajaban juntas en el departamento de publicidad de una editorial: Suze comoempleada favorita de diseo y Bridget como la publicista ms joven y atractiva, msapreciada por sus piernas que por su cerebro. Se llevaban muy bien, flirteaban concualquier hombre y se pasaban la hora del almuerzo yendo a tiendas de diseo yprobndose ropa que costaba el sueldo de un mes. Iban juntas de copas, a veces toda lanoche, y se preparaban para afrontar otro duro da de trabajo con un caf doble en unacafetera del Soho y una rpida reparacin facial en el cuarto de bao de la oficina. Perodesde que Bridget llev a Toby al altar Suze le recordaba con su pose varonil como unprncipe corpulento en medio de un bosque de cuento de hadas lleno de flores, lazos y

    tafetanes haba adoptado una actitud condescendiente que ella no soportaba. En pocotiempo haba dejado de trabajar, de fumar, de beber y de pensar por s misma. Y en un parde aos adquiri una sonrisa de madona y un beb. ltimamente la miraba con una mezclade desaprobacin maternal y falsa curiosidad, que llevaba implcita la frase de que lacarrera nunca podra sustituir a un marido. No obstante, cuando Bridget la invit a cenarsinti el vnculo de la amistad, acept y se prepar para estar deslumbrante.

    Haba ocho personas: tres parejas casadas, un hombre soltero y ella. Un plan muy sutil.El soltero era un compaero de trabajo de Toby, un agente hipotecario llamado Charles. Eraun tipo rubio y bien alimentado, seguro de s mismo, con sus tirantes de ejecutivo y sucamisa de rayas. Despus de la presentacin inicial la haba ignorado por completo,seguramente por la misma sensacin de vergenza que haba hecho que ella se sintiera

    como un objeto expuesto en un museo etnolgico. Mujer urbana soltera, finales del sigloXX, dira el rtulo. Observen el lpiz de labios escarlata y la minifalda utlizados comorituales de apareamiento.

    Los primeros diez minutos se los haba pasado en el sof entre Katie y Victoria oyendohablar de partos con todo lujo de detalles. Los hombres estaban en el otro extremo de lasala ocupados con asuntos importantes relacionados con el vino. El hermano mayor de

    Toby, Hugh, era comerciante de vinos, y por lo visto un gran experto en claretes. Suzeprob su Pinot Noir y esboz una sonrisa radiante, atrapada en medio de una extraa jerga.Epidural... tanino... buena nariz... placenta... petidina. Vaci su copa enseguida y con elpretexto de ir a buscar otra se escap a la cocina, donde encontr a Bridget mirando conansiedad el horno que haba en la pared.

    Puedo hacer algo?Est todo controlado le contest sta con voz de falsete. Lo nico... podras hacermeel favor de reprogramar el vdeo? El reloj se ha desprogramado y hay un partido de ftbolque Toby quiere grabar. Las mquinas no son lo suyo.

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    A Suze le encantaban los aparatos. Volvi a la sala, se abri paso entre los hombrescomo Moiss en el Mar Rojo y puso en hora el vdeo bajo su mirada crtica y silenciosa.

    No es slo una cara bonita, eh? le dijo Toby a Charles guindole un ojo.

    Eso lo puede hacer un nio de cuatro aos respondi ste en tono cortante.

    Pero Toby tiene casi cuarenta coment Suze rindose.

    Fue una cena elegante, con candelabros, mantel, tres copas para cada comensal yvajilla de porcelana a juego. Suze se sent entre Charles y Toby. La conversacin gir en

    torno a los temas habituales: vacaciones, pelculas, restaurantes, si era pretencioso tenerun todo terreno en una ciudad, la tica de la medicina privada, el precio de las cocinasrsticas, cmo gastaran los millones de un premio de lotera, dnde vendan la mejor pastafresca. Nigel y Katie, que hablaban en estreo, relataron su experiencia en cursillosprenatales. Charles le dijo a Suze que quiz podra renegociar la hipoteca de su casa a uninters ms bajo, aunque aadi que tendra que mirarlo. Luego l y Toby se pasaron todoel postre hablando de asuntos de trabajo con ella en medio. Intent abrir una lnea decomunicacin con Katie ofrecindole un poco de vino, pero desisti cuando sta puso lamano sobre su copa y dijo con una sonrisa afectada: El nio.

    Suze se sinti aliviada cuando Toby se dirigi a ella, hasta que oy la pregunta.

    Dime, querida Susannah, cmo va tu vida amorosa?

    Bien respondi ella poco convencida.Qu le pasaba a la gente casada? Incluan los votos del matrimonio una lobotoma

    obligatoria?

    Hay alguien especial? pregunt Bridget amablemente.

    Bueno...

    Pobrecita dijo Katie con la mano apoyada en su voluminoso vientre, que parecacomenzar casi debajo de la barbilla. Sinceramente no creo que pudiera volver a esa pocadel: Y t a qu te dedicas? y Dios mo, me llamar?.

    Las dems mujeres asintieron.

    No me lo recuerdes...

    Esa angustia...Pero eso es lo ms divertido replic Suze echndose el pelo hacia atrs y apoyando los

    codos en la mesa. A quin le interesa pasar el resto de su vida con el mismo hombre? Siests soltera todas las noches son un misterio mgico. Seguro que todava os acordis.Fiestas, bares de copas, la emocin de la conquista.

    Ya lo creo! exclam Charles entusiasmado mirando a Suze con admiracin.

    Pero no es lo mismo, verdad, Hugh? dijo Victoria poniendo una mano en el rollizomuslo de su marido.

    Por supuesto que no respondi l contemplando el pecho de Suze. De ningunamanera. Ay, Vicky! Me has hecho dao.

    La cuestin es sentenci Nigel, que cuando una chica deja de estar en la flor de lavida los mejores tipos ya estn ocupados.

    As son las cosas afirm Toby con aire de suficiencia alisndose el poco pelo que lequedaba. En el trabajo hay un montn de mujeres con ms de treinta aos que siguensolteras. Algunas tambin estn un poco chifladas, verdad Charles?

    Charles esboz una sonrisa maliciosa y dijo al cabo de un rato:

    Karen Wiggins.

    Los dos se rieron a carcajadas.

    Yo no he dejado de estar en la flor de la vida grit Suze roja de ira. Adems, qutiene de extraordinario lavar calcetines y preparar la cena para alguien que va a quedarsecalvo y a pasar el resto de su vida leyendo las pginas de deportes?

    Los dems permanecieron en silencio y miraron hacia otro lado, sintiendo vergenzaajena.

    Qu os parece el vino? pregunt Hugh despus de aclararse la garganta.

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    Hubo un murmullo de aprobacin. Suze se dio cuenta de que haba bebido un montnde copas sin degustarlo. Resentida an, tom un sorbo ostensiblemente y frunci el ceo.

    Con un soupcon ms de petidina sera perfecto.

    Qu tal el trabajo? pregunt Bridget rpidamente. Suze est en el departamento dediseo de Schneider Fox, la agencia de publicidad le explic a Charles. Qu proyectollevas ahora entre manos?

    Ella fingi que tena que pensarlo.

    Weight-Watchers dijo por fin. Esta semana tengo que supervisar una sesin de fotospara la campaa y asegurarme de que encaja con la nueva imagen de la empresa. Encualquier caso, la idea es poner a un hombre desnudo tumbado en el suelo, visto de arribaabajo, de manera que lo nico que se le vea sea su inmenso vientre peludo y los piessobresaliendo. La leyenda dir: Adnde se fue?. Y a continuacin: Con Weight-Watchers podrs recuperarlo. Qu os parece?

    Eres muy mala dijo Charles mirndola de reojo. Desde el debate sobre su vidaamorosa se haba animado bastante.

    Estpida propaganda feminista protest Toby. Es normal que los hombres engordenun poco cuando maduran aadi dndose unas palmaditas en el estmago.

    Como ha dicho Nigel le record Suze en tono grave, cuando uno deja de estar en la

    flor de la vida...El recuerdo de este triunfo innoble fue interrumpido por un sonido familiar.

    Milagrosamente, un taxi se detuvo a unos veinte metros de distancia. Corri hacia lchapoteando y se lo arrebat al pasajero anterior, que an tena la mano en la puerta.

    Islngton dijo jadeando, y luego se precipit en el asiento trasero antes de que eltaxista pudiera decirle que estaba fuera de servicio.

    Caray! Ha venido nadando?

    Se quit el agua de las pestaas y las cejas, se escurri el pelo y se qued pegada alasiento. Frente a ella haba un cartel de una agencia de citas. ESTAS SOLO?, deca enletras gigantescas: Cerr los ojos.

    Durante el caf, Bridget se puso tensa, le agarr el brazo a Toby y sali corriendo. Alvolver trajo en brazos al beb, que a Suze le pareci una salchicha asustada.

    Timmy-wimmy estaba solito canturre. Quiere unirse a la fiesta.

    El beb se qued mirando con ojos bizcos la llama de las velas unos segundos, y luegose ech a llorar. Le movieron y le zarandearon, pas de brazo en brazo y le ensearoncmo funcionaba el reloj del horno mientras los seis padres y futuros padres hablaban delos hbitos de sueo de los nios antes de pasar a las marcas de paales y biberones.

    Desesperada, recogi los platos de la mesa y mientras los aclaraba y los meta en ellavavajillas, se dio cuenta de que Charles la haba seguido hasta la cocina. Cerr la puerta yse apoy en ella, mirndola con detenimiento de arriba abajo.

    Enseguida se arrepinti de haberse puesto su nueva falda elstica de piel de leopardo.

    Esto es lo que las mujeres llamamos fregar los platos dijo como si le hablara a unextranjero.

    l se ri complacido y un poco borracho con una risa fcil.

    Qu haces este fin de semana, mujer soltera y salvaje? le pregunt acercndose aella lentamente sobre el pavimento provenzal de Bridget. Te apetece pasar un par dedas en el campo? Prados verdes, desayunos campestres, cama con dosel, yo. Sin ningncompromiso.

    Suze mir el agua que caa en el fregadero. Aceptaban otras mujeres este tipo deinvitaciones? Por un momento olvid que era una mujer independiente y moderna, y estuvoa punto de echarse a llorar. Sin embargo, cerr el grifo con cuidado, cogi un trapo parasecarse las manos, se dio la vuelta y le mir a los ojos. Charles sonri con arrogancia.

    Creo que no dijo framente. Pero gracias de todos modos.

    Vamos, por qu no te diviertes un poco para variar? Cogi un extremo del trapo y laatrajo hacia l. Toby me ha dicho que no sales con nadie.

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    Toby no est bien informado respondi en un tono que incluso a ella le sonjactancioso. Me divierto mucho. Y suelta mi trapo.

    l lo mantuvo agarrado un rato para demostrarle quin mandaba, y luego se lo tir.

    T te lo pierdes.

    Cuando Timmy-wimmy volvi a su cuna jugaron al juego del sombrero. Todos tenan queescribir nombres de gente famosa en trozos de papel y meterlos doblados en un sombrero.

    Ayudadme! exclam Katie con una risa tonta lanzando miradas de clemencia a los

    hombres. Me he quedado en blanco. Deben ser las hormonas del embarazo.Marie Stopes, Germaine Greer, Herodes, garabate Suze.

    Se dividieron por parejas: uno sacaba un papel del sombrero para darle pistas al otro.Toby, que tena la sensibilidad de un autobs de dos plantas, insisti en que Suze jugaracon Charles.

    Por lo menos hay algo a lo que podemos jugar coment ella intentado hacer laspaces. Tened cuidado conmigo. Siempre gano a esto.

    l levant las cejas.

    A m se me ha pasado la edad de los juegos.

    Bien, chicos dijo Toby despus de quitarse el reloj y dejarlo sobre la mesa. Empiezan

    Suze y Charles. Tenis un minuto para adivinar todos los nombres posibles.Suze sac el primer trozo de papel del sombrero, lo desdobl y se volvi hacia Charles

    para intentar que sus mensajes llegaran a su cerebro, si es que tena cerebro.

    Prncipe de Dinamarca.

    Eh... Olaf?

    No. Shakespeare.

    William.

    Ser o no ser.

    Esa es la cuestin dijo Charles con una risita nerviosa. No pudo casarse con Ofelia.Silencio.

    Apual a Polonio explic Suze blandiendo un cuchillo. Por detrs de un tapiz.Mmm. Esta es difcil.

    Trozo de cerdo curado grit Suze desesperada.

    Din! dijo Toby. Se ha acabado el tiempo.

    A las once en punto Victoria se levant.

    La canguro dijo, como sintindose culpable.

    Todos empezaron a recoger sus abrigos. Charles no se ofreci a acompaar a Suze.Desde la puerta Bridget contempl la noche de tormenta protegida por los brazos de Toby.

    Ests segura de que no quieres que llame a un taxi para que te lleve a casa, Suze? lepregunt con voz de asistenta social.

    Ella se subi el cuello de su chaqueta de cuero.

    A casa? Se ri con incredulidad. Antes de medianoche? Algunas tenemos fiestas alas que ir, Bridget.

    Y comenz a caminar bajo la lluvia con aire desenvuelto como si fueran las doce delmedioda.

    Temblando en la parte de atrs del taxi, pens en ese pattico comentario. Haca mesesque no iba a una fiesta. Nadie la haba invitado a salir en las ltimas semanas, al menosnadie interesante. Adems, ya no tena tiempo para hacer vida social. Normalmente

    trabajaba doce horas al da, y cuando sala de la oficina a las ocho o las nueve slo lequedaban fuerzas para comprar algo congelado en el supermercado y comrselo delantedel televisor antes de quedarse dormida. Puede que Toby tuviera razn: con el tiempo seconvertira en una de esas mujeres alegres de mediana edad que comen solas en Navidad

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    y piden la baja cuando se muere su gato.

    Pero acaso era mejor el matrimonio? La invadi de nuevo la ira. Con qu derechoactuaban Bridget y los dems como si fuesen superiores? Qu les haca pensar que ellaquera todas esas cosas: la encimera de granito, los regalos de boda, el cochecito de niode diseo italiano, las discusiones para ver quin sacaba la basura, la forma en que Tobyllamaba a Bridget cario y le permita que recogiera los platos todas las noches mientrasl hablaba de su trabajo?

    La radio del taxi estaba puesta en una emisora de msica de los sesenta . All the leavesare brown, and the sky is grey... The Mamas and the Papas. La msica de sus padres, lamsica de su infancia, de las fiestas mgicas que haba presenciado, medio dormida, desdeuna cama improvisada de abrigos de piel. Se acord del ruido y el humo, de la textura de lafalda de terciopelo de su madre, de la emocin que senta cuando le daban vueltas al ritmode la msica. Aunque sus padres llevaban muchos aos casados, en su relacin an habapasin, amistad, risa y energa. Cul era el secreto?

    I'd be safe and warm if I was in LA...

    Pero no estaba en Los ngeles. Suze limpi con la mano el cristal empaado y acerc al la cara para ver la calle. Haban llegado a Liverpool Road, donde haba una larga hilerade tiendas cerradas y montones de basura que se desintegraba bajo la lluvia. Una de ellas

    era una floristera, y decidi enviar a Bridget un ramo de flores al da siguiente paracompensarla por su comportamiento. Al fin y al cabo la comida haba sido deliciosa.

    Gire aqu a la izquierda le dijo al taxista despegndose del asiento. La tercera farola ala derecha.

    En cuanto el taxi se detuvo abri la puerta, salt a la acera y le dio un billete por laventanilla. Haca demasiado fro para esperar el cambio, y subi corriendo las escaleras.

    Una vez en casa se quit toda la ropa y la ech en el cesto del bao, se enroll unatoalla en la cabeza y luego se puso una bata de hombre de cachemir escarlata que habaencontrado en un mercadillo. Se envolvi bien en ella, se inclin hacia delante para mirarseen el espejo y se pregunt si pareca una herona de Tolstoi, demasiado apasionada ysensible para este mundo. De ningn modo. Tena el pelo oscurecido por la lluvia, los ojos

    de color avellana manchados de rmel, la nariz altiva y la boca ancha y sensual que lagente sola interpretar como una invitacin a abordarla: era la misma Suze de siempre. Laimagen no coincida con la realidad. Apag la luz del cuarto de bao de un manotazo.

    Ni siquiera eran las doce, y tena ante ella un largo y aburrido fin de semana. Deambulpor la casa buscando algo con lo que pudiera entretenerse. Pas las puntas de los dedospor las cintas de vdeo y los compactos, mir la botella de vodka que haba comprado elmes anterior, abri la nevera y vio un solitario pastel pegajoso, la volvi a cerrar, pas lamano por el teclado del ordenador. Si por lo menos al da siguiente no fuese sbado, podrair a trabajar.

    Cuando son el telfono le dieron ganas de besarlo. Una potente voz australiana resonen el auricular. Era Harry Fox, su jefe.

    Dnde demonios estabas?He salido. Pero el contestador...

    La interrumpi un pequeo estruendo.

    Los contestadores son para idiotas. Ahora escucha, Suze. Tengo un problema. Teapetece pasar cuatro semanas en Nueva York?

    Captulo 2

    A las siete y media en punto Lloyd Rockwell sali de su apartamento de la calle Setentay dos Oeste y gir hacia el metro. Era una soleada maana de junio, con el cielo claro y elaire fresco, y mientras caminaba con paso firme iba observando cmo se reflejaba lageometra de la ciudad en las sombras oblicuas de la acera. Sonri a la seora Grumbach ya su pequins, como todas las maanas, salud a la mujer coreana que estaba colocandosus ramos de flores, como todas las maanas, esper en Broadway hasta que el semforo

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    se pusiera en verde y cruz junto a la esquina de la frutera.

    Ese da haba fuera un montn de melones dorados, importados de Turqua, Marruecos oel sur de Francia para recordar a los neoyorquinos el derecho que Dios les haba dado a lavida, la libertad y el consumo. Al percibir su extico aroma sinti el impulso de comprar unabolsa entera para celebrar con Betsy un gran banquete. Pero los melones costaban cincodlares cada uno, y se supona que deban controlar los gastos hasta que ella terminaracon Jane Austen. Resistiendo la tentacin sigui andando hasta el quiosco habitual, sac elcambio exacto del bolsillo de su gabardina (la chica del tiempo haba predicho chubascosprocedentes del sur para la tarde) y compr el New York Times, que meti con cuidado enel compartimento exterior de su cartera. Luego descendi al submundo humeante delmetro.

    A veces pensaba que el infierno deba ser as. La luz mortecina, el aire asfixiante, losolores rancios, la gente apiada mostrando ansiedad y tensin en el rostro; siempre juntossin comunicarse jams.

    Cuando tena catorce aos un profesor de latn al que ms tarde despidieron por fumarmarihuana, le haba obligado a estudiar La Eneida. Slo se le haban quedado grabadas doscosas: la palabra latina quercus, encina, rbol que nunca haba visto, y la terribledescripcin de Virgilio de las almas del infierno, atormentadas por tener que hacer lomismo una y otra vez sin remisin. ltimamente le vena esa imagen a la mente con unafrecuencia alarmante.

    El vagn estaba lleno, pero por una vez Lloyd consigui encontrar un asiento libre.Mientras intentaba doblar las piernas una mujer dej caer la cartera junto a sus pies y seagarr a la barra que haba en el techo. Cuando el tren comenz a andar se le abri elabrigo y su abultado vientre qued a unos centmetros de su nariz. Estara embarazada osimplemente gorda? Era todo un dilema. Deba ofrecerle su asiento? Sin duda alguna eralo ms correcto, pero y si no estaba embarazada despus de todo? Le parecera ofensivoque le cedieran un asiento slo por ser mujer? Y si se daba cuenta de que pensaba queestaba gorda? Incluso suponiendo que estuviera embarazada, se ofendera porque unhombre la considerara incapaz de mantenerse en pie? La vida estaba llena de situacionesde ese tipo. Lloyd se acord de la chica que le dio un golpe en la cabeza con su raqueta de

    tenis y gru: Despus de usted, jodido Sir Galahad, cuando le abri la puerta del clubdeportivo para que pasara. En la siguiente estacin resolvi su conflicto moral dejando libreel asiento con el pretexto de salir y volviendo a entrar en el siguiente vagn.

    Entonces comenz a centrarse en lo que tena que hacer esa maana. Era lo que ms legustaba de su trabajo: el momento en que se recogan los datos, se valoraba el trabajo dela competencia, se perfilaban las ideas y l destilaba los resultados para disear un nicoconcepto creativo. Nos esforzamos para seguir mejorando, Ven al mundo de Marlboro,Ich bin ein Berliner. En el fondo segua siendo un redactor de textos publicitarios, aunqueahora tena un cargo ms importante. Daba igual que vendieran programas polticos,pantalones vaqueros, campaas de prevencin contra el sida o jabn. Al final todo sereduca a palabras. Y el juego favorito de Lloyd era manipularlas.

    La presentacin de hoy era para una empresa de calzado de Montana que habacomenzado en los aos setenta como una comunidad hippy llamada Sam & Martha. Por unmisterioso capricho de la moda, de repente se haba vuelto chic llevar sus zapatillas de lonacruda. Los chicos de Harlem jugaban con ellas al baloncesto. Y Andie McDowell habaaparecido en Vanity Fair fotografiada con un par en su rancho. Sam & Martha habandejado de alucinar, se haban cortado el pelo, haban reservado una suite en el Pierre yahora pretendan competir con Nike y Reebok. Personalmente, Lloyd pensaba que era pocoambicioso. l quera hacer de su filosofa de la vida una virtud, y haba ideado una serie deanuncios para prensa y televisin que representaban situaciones cotidianas con el lema Laraza humana. La gente deca que la publicidad era una forma sofisticada de mentir, peroLloyd sostena todo lo contrario: en su opinin los anuncios ms eficaces eran los msveraces. ltimamente se haba dado cuenta de que no todos sus colegas compartan su

    punto de vista.Por lo visto alguien les haba dicho a Sam & Martha que era Lloyd el que haba diseado

    las campaas para Passion. Decan que era algo con lo que se sentan identificados, yhaban insistido en entrevistarse con l personalmente. Sus colegas llevaban toda la

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    semana tomndole el pelo y dicindole que tendra que llevar sandalias a la reunin yllamar compaero a todo el mundo. Lloyd se ajust el impecable nudo de su corbata deBrooks Brothers. Muy gracioso.

    Si a Sam & Martha les gustaba su idea, la reputacin de la agencia subira otro punto,Lloyd sera el empleado favorito del mes y todo el equipo de diseadores, gente derelaciones pblicas, directores comerciales y payasos de distintos medios participaran enel proyecto. Si, por el contraro, no lograba convencer al cliente, se convertira en elresponsable de una colosal prdida de tiempo y dinero. Era una lotera a la que jugabavarias veces al ao. Normalmente, cuando tena una presentacin se levantaba pronto porla maana, con la boca seca y la cabeza llena de ideas y ansiedades. Pero hoy no.

    Aunque pareca un viernes como cualquier otro, no lo era. Hoy era el ltimo da quecaera en la oscura trampa del metro, que sentira el tirn de una cuerda invisible que learrastraba al trabajo por las maanas y le haca volver a casa por la noche. Ese fin desemana, dentro de cuarenta y ocho horas, cogera un avin para Londres. Durante seissemanas iba a vivir en el apartamento de otro lumbreras y hacer su trabajo. Betsy no ibacon l tena que acabar su tesis aunque en cierto sentido ir solo formaba parte de laaventura. Paseara por las mismas calles que Charles Dickens, tomara el t en el Ritz,contemplara el Tmesis desde el puente de Westminster, subira a la parte de arriba de unautobs de dos plantas, descubrira un pub maravilloso con vigas de roble, averiguara

    cmo sabe el pudn de Yorkshire. Las mujeres llevaran sombreros espectaculares. Loshombres iran con chaquetas de tweed y fumaran en pipa. Todo el mundo tendra un jardny un perro, y hablara del tiempo. Dominaran la irona y diran exactamente lo contrario delo que pensaban. Mir a su alrededor y le invadi una agradable sensacin de libertad.Podra parecer como el resto de los viajeros del metro con su traje sobrio, los zapatosbrillantes y el maletn pero en el fondo era un romntico.

    El prximo mes cumplira treinta y cinco aos, edad ms que suficiente para asentarse.Lo tena todo planeado en su cabeza, y estaba seguro de que era un buen plan: maduro,responsable, correcto. Pero como el santo que reza para ser virtuoso sin serlo an a l leapeteca echar una ltima cana al aire.

    Este era el tercer ao que haba presentado una solicitud para el programa de

    intercambio de Schneider Fox. La primera vez se lo haban denegado por su inexperiencia;la segunda, porque pasaron a considerarle demasiado valioso para la compaa. Esta vezhaba tenido suerte. Julian Jewel, su homlogo en Inglaterra, estaba dispuesto a cederle sucasa y su despacho, aunque l haba decidido quedarse en un hotel de Nueva York. Jewelpareca un tipo agradable, con su peculiar acento ingls. Despus de todo, qu dao podahacer nadie en cuatro semanas? Lloyd se senta feliz pensando en Inglaterra.

    Adems se mereca ese viaje. Cuando estaba en secundaria le eligieron para pasar unao en Inglaterra, en el Colegio Winchester. Durante el semestre de primavera estuvovarias semanas estudiando los folletos que le haban enviado, sospechando que era unabroma para americanos estpidos, pero fascinado por todo aquel encanto. Habafotografas borrosas de chicos con fracs paseando entre edificios eclesisticos; un

    programa de estudios que inclua griego clsico, crquet y algo llamado preparatorio; ununiforme tan raro como el atuendo de un pervertido. A los alumnos de la escuela lesllamaban wykehamistis, una nueva palabra extica que a Lloyd le haba costadopronunciar.

    Pero aquel verano todo cambi. El escndalo estall en mayo. Le sacaron enseguida desu colegio de Nueva Inglaterra, pas una terrible temporada con sus abuelos y luego loenviaron a California con su madre. A los diecisiete aos se cerr de golpe la puerta de suinfancia. Desde entonces haba evitado mirar atrs. Pero la oportunidad de Winchestersegua viva en su memoria como una promesa. Ahora pareca que iba a recuperar unaparte de ese tiempo perdido de inocencia.

    En la calle Christopher, Lloyd se baj del metro y sali de nuevo a la luz del da. Girhacia el ro Hudson y avanz por las abigarradas calles del Village, conteniendo unapunzada de nostalgia al pasar por sus extravagantes boutiques, las libreras Zen y los cafsdonde los estudiantes de la Universidad de Nueva York flirteaban mientras hablaban conseriedad de Nietzsche y tomaban expresos en tazas de poliestireno, como haba hecho laos atrs. Al llegar a la calle Hudson le azot el estruendo del trfico. El viento que vena

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    del ro traa un fuerte olor a sustancias qumicas de los muelles de Jersey. Frente a l seelevaba el edificio de Schneider Fox, un impresionante bloque de granito blanco con unagrandiosa entrada de cromo que reluca bajo el sol matutino. Lloyd lo llamaba el Palacio deInvierno por su arquitectura triunfalista y la eficacia del aire acondicionado. Schneider Foxocupaba dos plantas en la parte central del edificio, como el relleno de un sndwichgigantesco. Se pregunt cmo seran las oficinas de Londres, y se permiti el lujo deimaginrselas con paredes de madera, mecangrafas diligentes y bufones con monculoyendo de un lado a otro.

    Mientras suba en el impecable ascensor escuchando su familiar zumbido repas laagenda del da. Deba elegir las fotografas para la presentacin, terminar algunos informesy llamar a varios clientes. Tambin tena que decirle a Sheri que se diese prisa con losproyectos que dejara en sus manos mientras estuviese fuera. Y lo ms importante,asegurarse de que todo iba bien con la cuenta de Passion. En caso contrario no tendratrabajo a la vuelta.

    Frente a la puerta de entrada estaba la zona de recepcin, una elegante composicin entonos grises y azulados diseada para que la vista se centrara en la pared de vidrio delfondo y en la baha, donde se elevaba la Estatua de la Libertad como una diosa de colorverde plido. El inmenso mostrador en forma de ese, de Schneider, tallado en un trozo demadera medioambientalmente correcto, estaba an desatendido. Sobre l slo haba un

    centro de flores minimalista y una escultura posmoderna de plexigls y pelo de animal querepresentaba un zorro. Lloyd lo llamaba Rover. No haba ninguna evidencia de la actividadde Schneider Fox: ni carteles publicitarios, ni trofeos, ni logotipos; slo unas copias vrgenesdel New Yorker, The Economist y Fortune dispuestas en abanico en una mesa baja depizarra. El mensaje estaba claro. Schneider Fox era una agencia tan famosa que nonecesitaba anunciarse.

    An era demasiado pronto para que la mayora de la gente estuviera trabajando. Por lotanto, puls su cdigo de seguridad en el panel de la puerta interior con marco de acero yse dirigi hacia su cubculo de cristal, cuyas dimensiones haban sido calculadas de acuerdocon su categora. Cuando de pequeo iba al impresionante despacho de su padre en WallStreet, con la silla giratoria, las secretarias y el olor masculino a puro, sola pensar si l

    sera algn da tan importante. Ahora lo saba. Dej caer su cartera, colg la chaqueta en elperchero de acero y tecle su clave de acceso en el ordenador para mirar el correoelectrnico. La mayora de los mensajes eran tonteras, incluida la tpica broma diaria.Pregunta: Cuntos publicistas hacen falta para cambiar una bombilla? Respuesta: Doce,uno para ponerla y once para explicar el concepto. Lloyd guard un par de mensajes paraleerlos con calma ms tarde, borr el resto y despus fue a comprobar si Dee Dee haballegado pronto como haba prometido.

    Dee Dee era una chica regordeta de Queens, con una madre invlida y un vestuario tananticuado como lgubre, a la que Lloyd haba seleccionado entre veinte candidatas msatractivas. Haba elegido bien. Era muy trabajadora, se acordaba de todo, se rea de suschistes y nunca pona mala cara. No poda hacerlo mejor. Lloyd pens con tristeza quedentro de poco tendran que ascenderla.

    La encontr en la sala pequea de conferencias, ordenando fichas y fotocopias paraSam & Martha.

    El ltimo da, eh? dijo alineando los bordes de las fotografas y metindolas en unacarpeta. Te he trado un regalo para celebrarlo. Seal una bolsa de papel. Un cruasnde almendra; el especial de Balducci.

    Oh!

    Lloyd cogi la bolsa y la sostuvo con torpeza, preguntndose si deba comrselo aunqueno tuviera hambre.

    Dee Dee le observ con expresin divertida.

    No hace falta que te lo comas ahora, Lloyd. Pero ya sabes lo que te pasa si no tomas

    algo de vez en cuando. Lo pondr en tu cartera.Guard todo el material de la presentacin en un portafolios, puso encima la bolsa y

    sali delante de l para dirigirse a su oficina.

    Me gusta tu idea para Sam & Martha dijo. Lloyd la mir con suspicacia.

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    Esta maana ests muy solcita. No me digas que me vas a echar de menos cuandopodrs tener para ti solita al gran Joolian Jool.

    Se rieron juntos del nombre.

    Y a Sheri aadi Dee Dee sin entusiasmo.

    Y a Sheri asinti Lloyd. Ella se har cargo de todo mientras yo est fuera. S quehars todo lo posible para que le resulte fcil.

    Por supuesto.

    Con un leve suspiro Dee Dee lo meti todo en la cartera de Lloyd mientras l se pona lachaqueta y se agachaba para verse en uno de los carteles enmarcados de la pared.

    Cmo estoy?

    Dee Dee levant los ojos.

    Como siempre. Igual que Clark Kent sin las gafas coment ponindole la cartera en losbrazos. No te olvides de la criptonita.

    Lloyd abri la boca para explicar que Superman no necesitaba para nada la criptonita,pero se dijo a s mismo que no fuera pedante.

    Ya le haban tachado una vez de resabido por decir que haba ledo una novela de HenryJames antes de que la llevaran al cine.

    Estuvo hasta la hora del almuerzo con la gente de las zapatillas, demasiado ocupadopara pararse a comer, y Dee Dee tena razn respecto a lo de los arrebatos de hambre. Asque devor el cruasn de tres grandes bocados mientras bajaba en el ascensor, se limpi lachaqueta y volvi corriendo a Schneider Fox. En la pantalla de su ordenador haba una notade Dee Dee: Bernie quiere verte lo antes posible. No ha especificado el motivo.

    Lloyd sinti una punzada de ansiedad. Bernie nunca quera ver a nadie. Era el nico enSchneider Fox que tena un despacho para l solo, con slidas paredes y una puerta que secerraba. Prefera comunicarse con sus empleados a travs de memorndums, que grababaen un dictfono con el que iba a todas partes. Era una de las armas de su arsenal de poder,con las que les recordaba a todos sus subordinados que por mucho que duraran en elnegocio nunca lanzaran tantas campaas importantes como l ni llamaran a tantos

    millonarios por su nombre de pila.Berne Schneider era una leyenda en el mundo de la publicidad, el enfant terrible que

    haba puesto a la primera mujer desnuda en un anuncio americano, el chiflado que habapegado un coche de verdad en una valla publicitaria para anunciar pegamento. En ladcada dorada de los setenta se haba dedicado a las drogas, las mujeres y las motos;luego fund su propia compaa y cambi varias veces de esposa y residencia; y despusse especializ en pensiones alimenticias y declaraciones de impuestos. Ahora, con casisesenta aos, se haba descubierto a s mismo de un modo grandioso.

    Una vez ante la puerta de Bernie, Lloyd cogi aire, llam y entr en un recinto deltamao de un saln de baile con una moqueta de color plido y unas vistas extraordinariasa ambos lados. Las paredes estaban cubiertas con obras de arte contemporneo de gran

    valor y carteles de la poca en la que Berne se convirti en un gur del diseo. En unaesquina tintineaba una fuente, colocada estratgicamente por su asesor de feng-shui. Enotra, sobre una peana de mrmol, haba una boca de incendios de Nueva York abollada.Para recordar mis humildes orgenes en Brooklyn, sola decir a los clientes consolemnidad, aunque se rumoreaba que haba nacido en Hoboken. Enfrente de Lloyd, enposicin oblicua, haba una mesa que pareca una gigantesca losa funeraria, detrs de lacual estaba sentado un hombre corpulento con un traje impecable, los ojos inquietos y elpelo canoso y rizado con una incipiente calvicie. Encima slo haba un telfono y unabandeja blanca con trozos de fruta dispuestos artsticamente. Bernie mantena unaapasionada historia de amor con su estmago. Haba probado todas las dietas que existan,excepto la de comer menos.

    Qu puedo hacer por t, Bernie? pregunt Lloyd quizs en un tono demasiado cordial.

    ste seal con un gesto hacia un sof de cuero negro. Pinch un trozo de pia con unpalillo de dientes, lo mir con recelo y por ltimo se lo llev a la boca. Despus lo masticdespacio haciendo esperar a Lloyd.

    Malas noticias dijo por fin. Lo de Londres se ha ido al garete. Julian Jewel se ha

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    marchado esta tarde. Sin avisar ni pedir disculpas. Por lo visto Sturm Drang le ha hechouna oferta que no ha podido rechazar: el doble de su sueldo y un Ferrari rojo aparcadodelante de su jodido apartamento. Frunci el ceo disgustado. Los Ferraris son de losochenta, por Dios.

    Lloyd se qued perplejo.

    Julian ha dejado la compaa? Pero si habl con l ayer. Estuvimos charlando sobre eltrabajo, el apartamento, qu da recogen la basura. Me dijo...

    Te minti le interrumpi Schneider aburrido del tema. Ya sabes cmo son estosbritnicos, sobre todo los creativos. Se ha largado. Fin de la historia.

    Lloyd permaneci sentado en silencio sopesando las consecuencias.

    Significa eso que no hay intercambio?

    Eso parece, no? Aunque quiz sea mejor. Bernie mir atentamente a Lloyd. Cuatrosemanas es mucho tiempo para estar fuera. Quiz demasiado para perder de vista el baln.

    Cogi una cereza, la hizo girar y se la comi.

    Algn baln en particular? pregunt Lloyd.

    Dmelo t.

    Todo va bien. Los clientes estn contentos, los presupuestos bajo control, las cuentas

    aseguradas.Incluida la de Passion?

    Sobre todo la de Passion.

    Durante unos segundos Lloyd tuvo que soportar una mirada severa y desafiadora.

    Entonces de acuerdo. Bernie se limpi la boca con una servilleta blanca y ech unvistazo al reloj. Mierda, llego tarde al astrlogo.

    Terminada la conversacin, Lloyd recorri de nuevo las oficinas abiertas, totalmentedesorientado, como si le hubiesen dado con una puerta en las narices. Una vez en su mesaestuvo un rato sentado sin hacer nada, dejando que la depresin le paralizara, hasta quecogi el telfono. Slo haba una persona que poda comprenderle.

    Tintorera china respondi una voz tras varias llamadas.Cmo sabas que era yo? dijo Lloyd casi sonriendo.

    No lo saba. Llevo un da horroroso.

    Yo tambin. Tienes algo que hacer despus del trabajo? Se oy un profundo suspiro.

    Contar mis millones. Hacer una audicin a Kristin Scout-Thomas para mi nueva pelcula.Lo de siempre.

    Bien. Te ver en el Kiki alrededor de las seis. Lloyd colg el telfono sintindose mejor.

    Kiki? dijo una voz divertida desde el pasillo. No saba que llevabas una vida tan loca.

    Ah, Sheri. Lloyd se incorpor en su silla. Pasa.

    Pero ya estaba dentro, poniendo una cinta en su vdeo con la seguridad que la

    caracterizaba, llenando el ambiente con su perfume. Como de costumbre iba vestida paratriunfar, aunque con un toque femenino que resultaba inquietante. Era imposible no fijarseen sus piernas o en su falda ajustada mientras estaba inclinada sobre el aparato. Lloydnunca haba pedido una ayudante, ni le haban preguntado si la quera. Bernie se lapresent un buen da, hace unos tres meses, como si fuera un regalo de cumpleaos.

    Sheri apart unas carpetas de su mesa, se sent en el borde y puso en marcha la cinta.

    Has visto esto, Lloyd? Es terrible.

    Creo que no. Es lo ltimo de Bertolucci?

    Sheri puso los ojos en blanco, se ri corts y prosigui.

    Es un anuncio para ese banco pequeo. Lo pasaron ayer por la noche. No es una copia

    descarada de nuestra ltima campaa para Citybiz?Lloyd vio unos smbolos de dlar bailando en la pantalla. Nuestra campaa paraCitybiz haba sido obra de Sheri en un noventa y nueve por ciento, y en su opinin era unclich al ciento por ciento. Que otra agencia hubiese tenido una idea similar no era unagran sorpresa.

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    Sheri estaba sealando en la pantalla los detalles ofensivos.

    Podemos demandarles o hacer algo? pregunt.

    Bueno... dijo Lloyd con mucho tacto. Ya sabes lo que dicen: la imitacin es el elogioms sincero. Creo que deberas tomrtelo como un cumplido, Sheri. Si el cliente tepregunta dile que se te ocurri antes a ti. Recurdale que Schneider Fox es el mejor. Poreso nos copian.

    Sheri se mostr complacida con esa interpretacin. Acto seguido pas a describir un

    plan que quera llevar a cabo mientras l estuviese fuera para analizar la eficacia de sugestin comercial. Lloyd no le prest mucha atencin. Ella era de las que lean libros deadministracin empresarial. A veces pensaba que le daban una importancia excesiva a susopiniones.

    as pues, segn mis clculos habr importantes repercusiones econmicas porencima y por debajo de estos lmites concluy.

    Impresionante. Por qu no lo pones por escrito? Respecto a las prximas semanas...

    Sheri se acerc a l y le dio un golpecito amistoso en el hombro.

    Reljate, Lloyd. Que sea una mujer no significa que no pueda atender a tus clientes.

    No es eso lo que quera decir. No estoy pensando en ti como mujer titube Lloyd.

    En serio? dijo ella sonriendo.Escchame, Sheri. Estoy intentando decirte algo que no tiene nada que ver con elhecho de que seas una mujer.

    Entonces le explic lo que haba ocurrido con Julian Jewel. Para su sorpresa, Sheripareci enfadarse de verdad.

    Pero eso es terrible exclam. Tienes que ir. Con la ilusin que te haca ese viaje.

    Lloyd se encogi de hombros. No quera hablar del asunto.

    No pueden enviar a otra persona de Londres?

    La mayora de la gente tiene compromisos: plazos de trabajo, obligaciones familiares,vacaciones.

    Al menos lo has preguntado?Bernie estaba demasiado ocupado para hablar del tema. Tena una cita.

    De qu se trataba esta vez? De su infancia oculta? Se puso de pie ante l con losbrazos en jarras. No te quedars as, verdad? Hablars con l ms tarde?

    Lloyd comenzaba a ponerse furioso. Estaba empezando a recordarle a la madre deBetsy.

    Vamos a dejarlo, vale? Cogi un lpiz y abri una ficha al azar. Estoy seguro de quetienes cosas que hacer.

    Oy un suspiro de exasperacin y el roce de sus medias, y despus la puerta de cristalque se cerr tras ella.

    Hizo girar su silla bruscamente para mirar hacia la ventana. Ms all de la maraa deescombros y vallas de alambre, donde estaban ensanchando la autopista que iba paralelaal ro, se extendan los muelles con sus enormes pilares clavados en el agua. Antes todo elmundo iba en barco a Europa: Southampton, Rotterdam, Cherburgo. Lloyd se imagin losmajestuosos transatlnticos partiendo del Hudson, con las serpentinas ondeando y la gentedespidindose: el comienzo de una aventura. Se pregunt si Sheri tendra razn, si deberainsistir y someterse a otra sesin en ese incmodo sof negro.

    No, acab decidiendo. Julian haba resultado ser un mentiroso, pero Lloyd se sentacmodo con l. Haban hablado con todo detalle del intercambio. Todo estabaperfectamente organizado y bajo control, como a l le gustaba.

    No sera lo mismo con un desconocido.

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    Captulo 3

    El Kiki era un pequeo bar situado en un stano cerca de Washington Square, en el que Jack Kerouac haba vomitado una vez sobre una cantante de folk. En su iluminacinsepulcral y su mobiliario de cuero sinttico quedaba un aura del ambiente bohemio de loscincuenta. Era uno de los pocos lugares de Nueva York en los que fumar estaba bien visto.Esa noche slo haba una camarera, flaca y maquillada como una vampiresa, y un tipoacurrucado en una esquina, camuflado bajo unas gafas de sol y una chaqueta de cueronegro. Su pelo rubio a lo Andy Warhol brillaba como una baliza entre una nube de humo.Lloyd se acerc a su mesa.

    Jean-Luc Godard, supongo.

    Jay le salud con el cigarro y luego se estir despacio para mirar .con el ceo fruncido eltraje y la cartera de Lloyd.

    Jess! exclam con voz cansada. Cada vez que te veo tienes ms pinta de banquero.Qu llevis en esos maletines?

    Lloyd se encogi de hombros.

    Papel higinico para emergencias. Unos guantes de bisbol. Las cenizas de la abuela

    dijo dejando la cartera en el suelo. Quieres una cerveza?Jay comenz a rerse sin muchas ganas y acab tosiendo.

    Van a adorarte en la vieja Inglaterra.

    Me parece que no. Lloyd pidi las bebidas y despus se acomod en su asiento con lasmanos en los bolsillos y las piernas extendidas. No voy a ir.

    Jay se quit las gafas de sol.

    No me digas que Rottenmeyer ha puesto las cosas en su sitio.

    Me gustara que no la llamaras as dijo Lloyd frunciendo el ceo. Y mientras esperabaa que la camarera sirviera las bebidas se pas los dedos por el pelo de mal humor. A Betsyle pareca bien que fuera. Tiene que acabar la tesis. De todos modos aadi con ms

    calma, nunca hara una cosa as. Es una persona fiel, comprensiva, atenta...Y todo lo que yo nunca ser remat Jay levantando su vaso. Por nosotros, los Jekyll y

    Hyde de Manhattan. Ahora dime qu ha pasado.

    Lloyd se dio por vencido. No serva de nada enfadarse con Jay, y le explic todo lo quehaba ocurrido. Jay movi la cabeza de un lado a otro.

    Lo siento, to. S que te haca ilusin ir a Inglaterra. Claro que levant las cejas, conun Ferrari rojo... Te acuerdas de aquella chatarra que compraste en California? Teofreciste a llevarme a la Costa Este, y luego me hiciste pagar la gasolina. Menudo tacao.

    Era un Chevy del sesenta y nueve protest Lloyd. La roa formaba parte de suencanto. Era el Jeanne Moreau de la industria automovilstica americana. Estabaenamorado de ese coche. Con las leyes de California quiz podra haberme casado con l.

    En el borde de un acantilado, con un sacerdote budista...Desnudo...

    ... con un caniche como padrino.

    Con este tapacubos te desposo.

    Los dos se rieron de su fantasa. Despus Lloyd se puso serio, se alis la corbata y metila punta con cuidado dentro de la camisa.

    He cambiado mucho desde entonces.

    S. Jay tom un sorbo de cerveza. Es verdad.

    Qu quieres decir?

    No echas de menos aquella vida? Conducir a toda velocidad por las autopistas, elegirciudades en el mapa porque te gusta su nombre, llevar todo lo que tienes en una bolsadentro del maletero.

    Tena diecinueve aos. Lloyd movi sus largos dedos en ademn de rechazo. Ymuchos problemas. No puedes pasarte la vida tocando el piano en bares por veinte dlares

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    la noche. Para qu iba a querer volver a todo eso?

    No he dicho que quisieras, slo te he preguntado si no lo echabas de menos.

    Lloyd vacil. No quera volver al caos y la vergenza de aquella poca, pero Jay tenarazn: haba algo que echaba de menos. Qu? Probablemente la juventud, la sensacin deque en cualquier momento poda ocurrir algo extraordinario que te cambiara la vida.

    Con cuatro semanas en Inglaterra me habra bastado dijo con amargura. Cmo va lapelcula? pregunt cambiando de tema. Tienes alguna oferta?

    Jay hizo una mueca.Quieres or lo ltimo? Es demasiado buena. Demasiado inteligente, demasiado

    irnica, demasiado europea. La gente que masca chicle en Lobotomy Nebraska, no laentendera. Jay agit las manos frustrado. Qu ocurre en los noventa? Es como si todohubiese desaparecido. Nadie quiere nada que no haya sido depurado y simplificado. Quha pasado con la ambigedad, la originalidad y las ideas?

    Lloyd se sinti incmodo y mir hacia otro lado. No era eso lo que haca l en sutrabajo: simplificar y comercializar? Era una forma de mentir?

    Quiz seamos nosotros sugiri. Estamos envejeciendo.

    Yo no, colega objet Jay.

    Durante un rato permanecieron en silencio bebiendo sus cervezas. El bar ya estaballeno. Sobre el murmullo de las conversaciones Lloyd oy a Thelonious Monk tocando conmaestra las teclas del piano. Se aclar la garganta. Haba algo que quera decirle a Jay.

    Hablando de Betsy coment en tono casual, he pensando que podramos casarnos.

    Jay no se alter.

    Estar contenta afirm corts.

    Bueno... todava no se lo he dicho. Iba a esperar hasta que volviera de Londres, peroahora...

    Jay dej escapar una risotada.

    Es genial! Y si dice que no, capullo?

    Yo... balbuce Lloyd avergonzado. Bueno, llevamos juntos casi dos aos. Y no somosunos nios. Ya es hora de que demos ese paso.

    El matrimonio no es una cuestin de tiempo, sino de amor.

    Tenemos una relacin slida y estable. Nos gustan las mismas cosas: la literatura, lanaturaleza, viajar...

    Muy lgico, Spock.

    De repente Lloyd se puso furioso.

    Por Dios, Jay. Eso es todo lo que se te ocurre decir?

    Jay levant la mano con gesto conciliador.

    No necesitas mi aprobacin, Lloyd, ni mi opinin. Mrame. Qu s yo del matrimonio?

    Pero el amor... Cogi las cerillas, encendi una y se la acerc a su cara plida observandocmo oscilaba la llama mientras le chamuscaba los dedos. Quema? Deslumbra? Duele?Mir a Lloyd y esboz una leve sonrisa antes de apagarla. El amor es lo nico queimporta.

    Al salir del bar se dieron cuenta de que ya haba llegado la lluvia anunciada, llenando lascalles de trfico y envolviendo la ciudad en una capa de melancola. Se despidieron en laestacin del metro, y Lloyd volvi a casa como un autmata con la mirada perdida. Losmelones seguan en la tienda de la esquina, pero no se fij en ellos.

    Cuando el ascensor lleg a su planta Lloyd percibi un rico aroma a guisado de cebolla y

    hierbas. Al menos alguien se lo estaba pasando bien. Sac las llaves, abri la puerta y sedetuvo sorprendido. La mesa antigua que les haba dado la madre de Betsy estaba puestapara dos. La luz de las velas iluminaba las copas y los cubiertos de plata. Y en la cubiterahaba una botella de champn.

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    Sorpresa!

    Al abrirse las puertas de la cocina apareci Betsy deslumbrante, como si fuera elcumpleaos de alguien, con una blusa de seda, unos pendientes y el pelo recogido con unacinta negra de terciopelo.

    Lloyd se senta indignado. Lo ltimo que necesitaba era una cena de despedida cuandono haba nada que celebrar.

    Pobrecito, ests calado dijo Betsy mientras corra hacia i para ayudarle a quitarse la

    gabardina. Puaf! Apestas a tabaco aadi arrugando la nariz pero sonriendo parademostrarle que lo perdonaba.

    Mientras llevaba la gabardina al cuarto de bao Lloyd contempl sus suaves piernasbronceadas y se le encogi el corazn. Por qu no la haba llamado para decirle que no ibaa Londres?

    Lo siento, debera haberte llamado dijo cuando regres. Ha habido un cambio deplanes. Se sent pesadamente a la mesa haciendo sonar los cubiertos. Lo de Londres seha cancelado.

    Betsy esboz una sonrisa an ms amplia.

    De eso nada grit con emocin pasndole un trozo de papel que haba junto altelfono por delante de la cara. Mira.

    Lloyd cogi la nota desconcertado. En ella haba un nombre Susannah Wilding y unadireccin de Londres.

    Van a enviar a otra persona explic Betsy. Sheri llam hace un par de horas. Nadiesaba dnde estabas.

    Sheri? Por qu Sheri?

    Me cont lo de ese tipo de Londres. Es terrible, Lloyd. No se puede dejar a todo elmundo colgado de esa manera.

    Y envan a otra persona? Lloyd no saba si creerla. An puedo ir?

    Por lo visto esta Susannah ha decidido aprovechar la oportunidad, lo que significa quesu apartamento de Londres estar disponible. Todo va a salir a las mil maravillas.

    Lloyd sinti una oleada de felicidad. Iba a ir a Londres despus de todo. Kensington,Chelsea, Westminster, St. Paul. Mir el papel: Islington, dnde estara eso? Se imagin unacasa de estuco blanco con grandes ventanas, vistas de rboles y quizs una chimenea deverdad. De repente no poda esperar a salir de aquella pequea crcel, en la que apenasentraba la luz del sol.

    Un momento, un momento. Lloyd haba detectado un grave inconveniente. Si yo mequedo en su apartamento, dnde vivir ella?

    Aj! exclam Betsy con los ojos brillantes. Esa es la mejor noticia. Llevo variassemanas intentando arreglar este asunto, pero no quera estropear la sorpresa. Se acerca Lloyd y se sent en su regazo. Ya sabes que ltimamente he estado un poco tacaa murmur alisndose el pelo. Para qu crees que he estado ahorrando?

    Antes de que Lloyd pudiera responder, Betsy dio un salto y extendi los brazostriunfalmente.

    La inglesa se puede quedar aqu. Uni las manos con la cara radiante. No esmaravilloso, Lloyd? Voy a ir contigo.

    Captulo 4

    Suze sali de la terminal arrastrando su pesada maleta y se detuvo al notar el airehmedo del exterior en la cara: aire americano, cargado de bochorno y humos de coches,

    condimentado con impurezas humanas y el sonido de voces desinhibidas. Respir hondo.Amrica! Estaba emocionada. Cadillacs, Badlands, Dorothy Parker, gngsters, moteles, Loque el viento se llev, socorristas bronceados que echaban hacia atrs su pelo decolorado,lanzaban una sonrisa irresistible y preguntaban con voz cansada: Vienes a la fiesta de laplaya?.

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    Ms all del laberinto de rampas y pasos elevados vislumbr una franja de cielosulfreo, iluminado por el crepsculo de un caluroso fin de semana veraniego. All estaba laciudad de Nueva York, esperndola. Volvi a cargar con la maleta y se dirigi hacia laparada de taxis. Eran bajos y de un amarillo luminoso, con tapacubos marcados, comohaba imaginado que seran. Se puso en la cola detrs de un par de mujeres de cincuenta ytantos con gafas de sol.

    No s qu dir mi psiquiatra cuando le cuente lo de Venecia coment una de ellas convoz nasal y un nivel de decibelios que los ingleses slo usaran para pronunciar unaconferencia.

    Pues no se lo digas replic su amiga. No eres un telfono ertico. Djala que sebusque un amante latino, si es que tiene suerte.

    Cuando se detuvo un taxi delante de ella no sali nadie a ayudarla con el equipaje.Puede que aqu las costumbres fuesen diferentes. O que hubiera un cadver en elmaletero. Suze meti sus cosas como pudo en el asiento trasero, subi al coche y cerr lapuerta con un trozo de cuerda que haba en una placa roosa donde se supona que debaestar la manilla. Despus de echarse el pelo hacia atrs dijo con aire decidido:

    Calle Setenta y dos.

    Hubo un silencio.

    Qu calle? pregunt por fin el taxista.Al menos eso es lo que le pareci entender. Sin duda alguna era extranjero, y puede que

    no la comprendiera con su acento ingls. Ella repiti la direccin.

    El taxista solt el volante y se volvi. Sus ojos oscuros brillaban a travs de la rejilla.Esperaba que no fuese un asesino en serie.

    Necesito una avenida, seora. Este u Oeste. Como sabr, la Setenta y dos es una callemuy larga.

    Oh!

    Suze rebusc en su espacioso bolso: el cepillo de pelo, el vaporizador facial Evian, unlibro de tapas blandas, los cigarrillos, el rmel. En el fondo, entre las monedas inglesas,

    encontr el fax de Lloyd Rockwell y ley la direccin completa en voz alta. Cuando lorecibi no prest mucha atencin a esos detalles, pensando que deba de ser un tipo muymeticuloso. Ahora comprenda que servan para algo.

    Soy inglesa se disculp mientras arrancaba el taxi. Es la primera vez que vengo aNueva York. De dnde es usted?

    De Bosnia.

    Suze comenz a dar vueltas en su cabeza a un montn de datos geogrficos malasimilados.

    Ah! asinti considerando que era mejor dejar ah el tema.

    Poco despus el taxi baj una rampa dando un terrible bote que hizo que saltara de suasiento y sigui avanzando para entrar en la autopista. Iba mirando por la ventanilla y

    leyendo los carteles con nombres familiares Queens, Triboro, Flushing impresos conpuntiagudas letras blancas sobre fondo verde. A lo largo del camino haba casas pequeasde madera pintadas de verde o gris o de ladrillo rojo, todas ellas con un porche y un trozode csped rado, algunas con la bandera americana cayendo en lnguidos pliegues.

    Al fin y al cabo todas las ciudades tenan suburbios. Pensndolo bien, la gente que iba aLondres tena que pasar por Hounslow para llegar al centro. Se abraz ante esepensamiento. De eso se trataba aquel viaje: nuevas experiencias, nuevas ideas. A la vueltasera una persona diferente: sofisticada, madura, ms inteligente, bronceada.

    Se arrellan satisfecha en la ajada tapicera. Gracias, Julian Jewel. Nunca le habagustado mucho, desde luego no tanto como l se gustaba a s mismo. Incluso era probableque gritara su nombre al hacer el amor. Durante varias semanas Julian haba estado

    presumiendo de su importante misin en Estados Unidos, como si el propio presidentehubiera llegado a la conclusin de que era imposible gobernar el pas sin Jewel a su lado. Enrealidad, era un simple publicista ambicioso con un ego ms grande que sus calzoncillos.Cuando acept el coche y el sueldo de seis cifras Suze supo que era ella la que sala

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    ganando.

    Aunque no estaba all para divertirse. Harry Fox la haba llamado esa maana para darleun mitin y advertirle que no se trataba de unas vacaciones. Su trabajo consista enobservar cmo funcionaba la compaa filial, hacerse una idea general del panoramapublicitario de Nueva York, y sobre todo empaparse de los valores de la cultura americanapara que pudiera contribuir con inteligencia a la gestin de las cuentas internacionales. Lerecord el caso de la agencia que se haba gastado un montn de millones en ellanzamiento de una marca de cosmticos en el Lejano Oriente para descubrir ms tardeque el nombre del producto significaba pedo en japons. Al volver tendra que redactarun informe. Pero Suze estaba demasiado nerviosa para sentirse intimidada y dijo que s atodo. Ya haba llamado a casi todo el mundo que conoca, dejando caer en la conversacinlo de su viaje de negocios a Nueva York. Las reacciones haban sido muy gratificantes.

    Por qu me ha elegido a m? le pregunt a Fox tentando a su suerte.

    No haba nadie ms disponible.

    Lo primero que hizo fue llamar a su padre, al que sac de su cuarto oscuro para darle lanoticia. Ellos dos eran los artistas de la familia. De l haba heredado su extraordinariopelo fuerte y espeso, del color de la mejor mermelada de naranja, y saba que era sufavorita. No era justo, ninguno de los dos lo reconocera nunca de forma explcita, pero era

    una fuente continua de apoyo y confianza que brillaba en su interior. Fue maravilloso orlegritar de entusiasmo al otro lado del telfono antes de que le hiciera anotar los nombres delos sitios que ms le gustaban de Nueva York.

    Un murmullo que vena de la parte delantera del taxi interrumpi sus pensamientos.Suze vio que el trfico comenzaba a colapsarse con la gente que volva a casa tras el fin desemana para enfrentarse a otro lunes. Observ con curiosidad los coches que avanzabanlentamente por el carril de al lado. Estaban abollados y polvorientos, atestados de perros,palos de golf, raquetas de tenis, nios e incluso barcas que iban colgando de la parte deatrs. Hombres jvenes con gorras de bisbol llevaban los brazos bronceados fuera de lasventanillas. Una mujer con una larga melena rubia que le caa sobre una exigua camisetaiba con los pies descalzos apoyados en el salpicadero. Esta gente sabe cmo pasrselobien pens Suze. Hurra! Se acabaron las cenas insoportables.

    Dio unos golpecitos a la maleta abarrotada que tena a su lado. Si saba. algo de NuevaYork era que all la imagen tena mucha importancia, y llevaba un montn de modelos paradejarlos boquiabiertos. Se haba pasado todo el sbado de compras y arreglndose el pelocon la intencin de limpiar la casa el domingo por la maana. Pero por la noche sus amigasla convencieron para celebrar una despedida con pizza y champn, y no se levant hasta elmedioda. Se senta tan dbill que lo nico que pudo hacer fue preparar el equipaje.

    Curiosamente, durante el vuelo se haba recuperado. Comi y bebi todo lo que leofrecieron, vio la pelcula de accin y luego se qued dormida. Cuando se despert el avinestaba ya sobrevolando el ocano, listo para aterrizar, aunque slo eran las siete de latarde. En ese momento lo nico que se le ocurri pensar es que era cinco horas ms jovenque cuando haba salido de Londres.

    Mir por la ventanilla del taxi y le dio un vuelco el corazn. All estaban por fin las torresde Manhattan con su silueta recortada en el crepsculo escarlata, elevndose hasta dondepoda alcanzar la vista. Aunque haba visto muchos anuncios y fotografas no estabapreparada para contemplar ese magnfico espectculo ni para la exaltacin casi religiosaque inspiraba. As es como debieron sentirse los primeros exploradores que viajaron por eldesierto al ver las pirmides que se elevaban en la arena. Bajo la luz del atardecer, con susbloques monolticos apiados contra el cielo rojizo, Nueva York tena el aspecto mtico deuna necrpolis construida por un pueblo de gigantes. Mientras miraba extasiada elpanorama, el taxi se desvi y se detuvo en una especie de peaje. Suze oy tintinear unasmonedas. Despus el coche baj por una cuesta entre las enormes vigas del puente y derepente se encontr en medio de los altos edificios que sombreaban las calles de la ciudad.

    El taxi sigui circulando por amplias avenidas y calles laterales ms estrechas,avanzando con movimientos rpidos y sesgados como un caballo en un tablero de ajedrez;todo lo contrario al sinuoso trfico de Londres. Haba gente paseando, patinando, cenandoen los restaurantes con su lenguaje corporal resuelto y expansivo. Los anuncios de nenlanzaban sus destellos luminosos: Mdium. Uas. Felafel. Muffins. Licores. Farmacia.

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    Souvlaki. Vitaminas. Haba una gran animacin. Al cabo de un rato el taxi se detuvo frentea un edificio de apartamentos con un toldo en la entrada. Pag al taxista, aadiendo unapropina gigantesca para evitar que la insultara o la apualara, y dej su equipaje en laacera. El aire hmedo que la envolvi hizo que la ropa se le pegara a la piel. Por primeravez sinti una punzada de ansiedad, sola en una ciudad desconocida a la cada de la noche.

    Seorita Wilding? pregunt una voz a su lado.

    Al darse la vuelta vio a un joven musculoso vestido de uniforme, con las orejas como el

    prncipe Charles y una gran sonrisa.S respondi aliviada.

    Me llamo Raymond. El seor Rockwell me ha dicho que me ocupe de usted dijo entono solemne mientras cargaba con todas sus pertenencias como si fueran juguetes.

    Lo sigui por un oscuro vestbulo y entr con l en un pequeo ascensor metlico.Mientras suban, ella comenz a pensar en la propina que debera darle, doblmentalmente la cantidad y acab cuadriplicndola. Se pararon en el noveno piso, yRaymond se dirigi hacia una puerta de madera llena de cerraduras. La abri, meti dentrolas maletas y encendi la luz.

    Lo primero que vio fue una sala tan limpia y ordenada que intimidaba. A un lado habauna ventana grande con unas persianas venecianas. Dej el bolso, se acerc a ella y al

    abrir las lminas se encontr justo delante de un apartamento del bloque de enfrente. Juntoa la ventana haba una pareja cenando, enmarcada en un pequeo cuadro de luz amarillacomo si estuviera en un minsculo escenario. Incluso pudo distinguir el molinillo depimienta que haba en la mesa. Se pregunt quines seran, de qu estaran hablando, siseran felices.

    Est todo bien? pregunt Raymond.

    S. Lo siento. Se dio la vuelta, busc su cartera de plstico con los dlares nuevos,sac un billete de veinte y se lo dio con una sonrisa. Gracias por atenderme tan bien.

    De nada. Raymond sonri y se guard el billete. Aqu estn las llaves. Nos vemos.

    En cuanto se fue, se quit los zapatos y comenz a explorar la casa. No tard mucho.Las paredes de la sala de estar eran blancas, con el suelo de madera y telas de color pastelque le hicieron evocar en su mente la palabra mam. En una esquina haba una zona deestudio, con estanteras, un sof de cuero y un escritorio moderno con un fax y unordenador: un Mac 6400. No est mal, pens. En el otro extremo, junto a la ventana,sobre una mesa grande cubierta de plantas exuberantes, encontr una carpeta de plsticocon su nombre. La abri, vio el ttulo, Instrucciones domsticas, y decidi dejarlo params tarde.

    A la sala le haban quitado un trozo para hacer una cocina minscula, a la que seentraba por unas puertas abatibles, como en los salones de las pelculas del Oeste. Dentrohaba hileras de tarros perfectamente alineados, muebles de acero lustrosos y unmostrador tan limpio que se podra haber realizado una operacin quirrgica en l. Abri elfrigorfico, tan grande como un armario ropero, y descubri que alguien le haba dejado

    leche, huevos, mantequilla y zumo de naranja. Conteniendo una sensacin de culpa por loque haba en su nevera de Londres, volvi a la sala y sigui por un pasillo estrecho conlibros a los lados. Al final haba un dormitorio pequeo y muy pulcro, dominado por unacama grande con una de esas cosas con volantes cuyo nombre no recordaba nunca. Desdela ventana haba la misma vista que desde la sala de estar, y se dio cuenta de que la parejahaba desaparecido y el apartamento slo estaba iluminado por el resplandor de latelevisin. Junto al dormitorio se encontraba el cuarto de bao, un pequeo refugio de lujoamericano con una ducha con mamparas de cristal y montones de toallas esponjosas.Decidi deshacer la maleta, lavarse el pelo, ver qu daban en la tele y meterse pronto en lacama para compensar la diferencia horaria. Tena que ir a trabajar dentro de doce horas.

    Sinti que la invada el cansancio. Se quit la chaqueta y la dej sobre la cama mirando

    a la penumbra. A su alrededor la habitacin pareca moverse como si estuviera en unbarco. Acarici la tela acolchada del edredn, muy suave al tacto, y se tumb en el bordede una cama extraa. Lloyd Rockwell, director creativo. Cmo sera? Suze estaba fueracuando llam, as que se haban comunicado a travs de faxes. Los suyos eran claros,prcticos y bastante formales, probablemente escritos por una secretaria con moo. Se

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    imagin a un impecable ejecutivo de unos cincuenta aos, con una mujerescrupulosamente perfecta que llevara una de esas chaquetas con botoncitos dorados enlos puos. Cmo se llamara? Beth, Betty, Becky? Suze bostez y cerr los ojos. Desde lacalle suba una mezcla de clxones y sirenas. Ms all resonaba un zumbido mecnico y elfragor de una ciudad en todo su apogeo, la ciudad ms apasionante del mundo. Se imagina Bridget y a Toby paseando por su casa con un beb llorn envuelto en una manta ysonri. Quin deca que no era divertido estar soltera?

    Claro que el tiempo acabara pasndole factura en algn momento, pero para entoncespoda haber ocurrido cualquier cosa. Poda haber sido elegida para cambiar la imagen deCosmo. Poda estar viviendo en un tico con un famoso director de cine. Al fin y al caboesto era Nueva York, adonde vena la gente para reinventarse a s misma. All no la conocanadie. No tena pasado, relaciones ni responsabilidades. Poda hacer todo lo que quisiera.

    Captulo 5

    Era una casa de ladrillo amarillento y sucio, encajada en una hilera de edificiossimilares; de finales de la poca victoriana, calcul Lloyd. En el estrecho jardn frontal, trasuna valla de hierro, haba una maraa de hierbas moradas. Sobre el tejado de pizarra una

    jungla de chimeneas y antenas de televisin se perfilaba sobre el cielo encapotado.Pintoresca, eh? coment Lloyd a Betsy con una sonrisa para darle nimos.

    Junto a la puerta de entrada haba un montn de bolsas de basura esperando que lasrecogieran.

    Muy dickensiana.

    Te he dado las llaves?

    Betsy puso los ojos en blanco. Comenzaba a caer una fina lluvia.

    Era una broma.

    Lloyd empez a buscar en los compartimentos de la bolsa de viaje que llevaba en elhombro. El tipo que les haba recogido en el aeropuerto les haba entregado las llaves enun sobre cerrado. Saba que las haba puesto en un lugar seguro. Pero dnde? Empez avaciar la bolsa en la pequea columna que sujetaba una verja torcida, dejando sobre ella sucartera y sus tarjetas de crdito bajo la mirada inflexible de Betsy.

    Por qu no miras en la gabardina? le sugiri.

    Ya sabes que nunca llevo nada en los bolsillos.

    De hecho era ella quien le haba dicho que as se estropeaba la ropa y le haba quitadoesa costumbre.

    Pero tena razn, como siempre. Lloyd cogi las maletas, subi la escalera de piedrahasta la entrada principal y abri. Dentro haba un pequeo vestbulo con otras dospuertas. La suya era la de la izquierda, que daba a unas escaleras empinadas que

    conducan al piso de arriba.Dios mo! exclam Betsy horrorizada ante el color chilln de la barandilla.

    En la parte superior, junto a un estrecho rellano, haba una cocina pequea pintada deamarillo dorado, con un sicmoro junto a la ventana. Subiendo otros dos escalones sellegaba a un pasillo en el que haba tres puertas. Betsy abri la primera con cautela. Lahabitacin estaba a oscuras, con las contraventanas cerradas. Lo nico que Lloyd pudodistinguir fue una cama alta de bronce que pareca ocupar todo el espacio. Se le encogi elcorazn. Saba que Betsy estara pensando dnde iba a colgar la ropa.

    El cuarto de bao era an peor. Cuando por fin encontr la cadena con la que seencenda la luz, adems de un ruidoso extractor, vio ante sus ojos un cuartucho minsculosin ventanas.

    No saba que an fabricaban retretes como este susurr Betsy con asombro.Aunque... Entr y cerr la puerta. Lloyd la oy forcejear con un pestillo que por lo visto nofuncionaba.

    Sigui explorando y se encontr en una amplia sala de estar que ocupaba toda la

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    anchura de la casa, con dos ventanas en arco que daban a la calle. Aquello tena mejorpinta. Las paredes estaban pintadas de un rojo oxidado; el suelo antiguo de pino salpicadode alfombras; en un extremo haba una gran chimenea de mrmol con una rejilla de hierrode la que brotaban unas flores secas. La mayora de los muebles eran modernos y baratos:lmparas angulares, estanteras de mdulos, sillas de lona. La espectacular excepcin eraun enorme sof de estilo Imperio, cubierto de cojines para ocultar su rada tapicera deterciopelo, con unas patas torneadas en forma de zarpas de len. Sin duda alguna era elcentro neurlgico de la estancia, situado cerca de un estreo y un contestador que estaba

    parpadeando. Detrs de una de las patas carcomidas, Lloyd vio una taza olvidada conrestos de t o caf. Frunciendo un poco el ceo se agach y la cogi para llevarla a lacocina. Pero antes dio una vuelta por la sala, como Sherlock Holmes en busca de pistas.

    Sobre la chimenea haba un curioso dibujo a lpiz de Fred Astaire bailando claqu conlos faldones de su esmoquin al viento, mientras un camarero de los aos treinta intentabaen vano que se pusiera al telfono. En la parte inferior pudo leer la siguiente leyenda:Ahora estoy bailando y no quiero que me molesten. Al lado de la ventana haba unamesa larga de madera con patas curvadas de acero, y justo en el centro una botella deleche vaca con dos ramos de flores, atados an con cinta adhesiva verde. Lloyd vio que labotella haba sido utilizada para sujetar una hoja de papel rayado, sin duda arrancada deun fichero y garabateada con prisa.

    Bienvenido! Siento que la casa est un poco revuelta, no he tenido tiempo de limpiarla contantas prisas. Tienes plena libertad para usarlo todo, cambiar las cosas de sitio... Si llegasmuerto de hambre hay un buen restaurante indio a la vuelta de la esquina, a la izquierda.Seras tan amable de enviarme el correo que parezca interesante? Nada de sobres marronesni facturas. Gracias.

    PD. El calentador de inmersin chirra a veces por la noche; dale un golpe a la tubera conun martillo.

    PPD. Espero que no te moleste el Seor Kipling. Es viejo, pero muy simptico.

    La nota estaba firmada con una gran S.

    Lloyd la ley, le dio la vuelta para ver si haba algo ms y despus la volvi a leer,saboreando las expresiones que le resultaban desconocidas. Se pregunt qu sera elcalentador de inmersin, aunque si chirriaba no tardara en averiguarlo. El Seor Kiplingdeba de ser un vecino charlatn, que podra hacer compaa a Betsy si se senta sola. Sellevaba bien con la gente mayor.

    En ese momento oy un gemido desesperado que proceda de la cocina, donde encontra Betsy furiosa con los brazos cruzados.

    Lloyd, esto es increble. No hay frigorfico.

    No digas tonteras. Despus de dejar la nota de Suze y la taza sucia comenz a mirarentre el lo de armarios y abri triunfalmente una puerta que estaba pintada del mismocolor que el resto de los muebles. Tachn!

    Era tan pequeo como el minibar de un hotel. Dentro haba tres cajas de leche, todasabiertas, un tarro de tomates secos con moho por encima y un trozo de queso malolientecon el envoltorio del supermercado. Betsy se agach para sacar el cajn de las verduras,en el que haba dos manzanas arrugadas y un trozo de jengibre disecado. Luego intentabrir el congelador, pero estaba sellado con una gruesa capa de hielo que rezumaba comouna fuerza aliengena. Se levant y cerr la puerta sin decir una palabra.

    Est soltera dijo Lloyd como disculpndose.

    Betsy lo mir indignada.

    Yo tambin. Pas por delante de l y fue hacia el dormitorio. Voy a deshacer lasmaletas.

    Lloyd no se lo impidi. Saba que se sentira mejor cuando pusiera las cosas en orden.

    Adems odiaba todo ese jaleo de colocar la ropa en las perchas. Si se quedaba un rato almargen probablemente hasta le ordenara sus cosas... As pues, decidi preparar unapequea cena para los dos.

    En la encimera de la cocina haba una radio. Al encenderla oy: Esto es Radio Cuatro. Y

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    ahora, El poder de los silbidos. Esper para ver si era una broma, pero no: era unprograma britnico ameno pero aparentemente normal. Se sinti ms animado mientrasescuchaba las voces con acentos agudos que hablaban con toda seriedad de silbadoresvirtuosos, las imitaciones de cantos de pjaros y los usos clandestinos de los silbidos en laSegunda Guerra Mundial. Me gusta Inglaterra, pens.

    Los armarios de Susannah Wilding eran para l un misterio. Cmo viva aquella mujer?Tena ramas de azafrn y cardamomo, pero no de tomillo; cuatro bolsas abiertas de azcarmoreno en distintos grados de solidez, pero ninguna de harina; dos cafeteras italianas, peroningn colador. Escurrira los espaguetis con una raqueta de tenis como Jack Lemmon enEl apartamento? Uno de los armarios estaba lleno de botellas de vino vacas,probablemente para reciclarlas algn da de expiacin ecolgica. En otro haba unabatidora nueva sin enchufe. No importaba. Mientras caa lentamente la noche y las vocesde la radio gorjeaban, Lloyd sac unas latas de tomate y judas, descubri una bolsa delaurel, encontr unos dientes de ajo en la puerta del desdeado frigorfico y dej volar suimaginacin. Encendi el fuego, mezcl los ingredientes, prob, removi y volvi a probar.Cassoulet au Rockwell. No estaba mal.

    De repente se acord de la luz roja que parpadeaba en el contestador. Poda ser unmensaje urgente de la oficina, quiz del mismsimo Harry Fox. Tras dejar la cazuela a fuegolento fue corriendo a la sala, se puso en cuclillas junto al telfono y le dio al play. La voz

    lejana de un hombre llen la habitacin.Lo siento, cario, acabo de or tu mensaje. No sabes cunto te voy a echar de menos.

    Llamaba para decirte que no creo que me quede en la ciudad mientras ests fuera. Pero note preocupes. Estoy seguro de que los yanquis cuidarn bien tu casa. Seguro que ese viejomatrimonio es mucho ms ordenado que t. De todas formas te quiero. Llmanos cuandollegues.

    Un viejo matrimonio? Lloyd se sinti ofendido. Estaba seguro de que se habareferido a Betsy como su compaera. Y por qu suponan que eran viejos? Se preguntquin sera aquel hombre. Por el tono no pareca su novio; quiz su padre. Lloyd rebobin lacinta para borrar el mensaje. Quienquiera que fuese tena razn en lo del orden. Cuandoentr en el dormitorio se sinti orgulloso al ver a Betsy, como una rosa despus de un viaje

    tan largo, guardando sus calcetines en un cajn. Ahora que haba encendido las luces ydespejado los muebles se dio cuenta de que era una habitacin agradable, pequea perobien proporcionada, con una cornisa decorativa en el techo. All tambin haba intervenidouna mano artstica, que haba pintado las paredes con franjas grises y de color marfil, ycolgado una tira de tela carmes alrededor de la ventana a modo de cortina.

    Sobre la cmoda haba un par de fotografas que le llamaron la atencin, y se acerc amirarlas. Una era de una pareja joven con aspecto hippy agarrada por los hombros. En la,otra haba una chica con un vestido rosa, mirando a la cmara con ojos sonrientes tras unamaraa de pelo de color caramelo. Lloyd la cogi para ensersela a Betsy.

    Ser ella?

    Betsy frunci los labios.

    Sea quien sea, debera saber que no le va bien el rosa, sobre todo con ese pelo.Oh! exclam Lloyd colocando la foto en su sitio. Las mujeres tenan una capacidad

    extraordinaria para fijarse en detalles que a l se le escapaban por completo. Has dejadola habitacin impecable aadi con un entusiasmo excesivo. No me digas que tambinhas guardado mis cosas?

    Betsy estaba sentada en el borde de la cama, frotndose los pies, y le mir con frialdad.

    No me has trado para eso?

    Por supuesto que no. Y no te he trado. Has sido t la que has querido venir. Pensque necesitabas documentacin para tu tesis. Dijiste... Reprimi su clera. S que esto noes exactamente el tico de Julian Jewel junto al ro, pero... Vacil un instante. Es muy

    probable que Jane Austen ni siquiera tuviese un cuarto de bao.Lo s. Betsy le cogi la mano. Deja de pasearte.

    Lloyd se qued quieto, disgustado an pero dejando que le cogiera la mano. Ella se laacerc a la cara. Era clida y suave. l se sent en la cama a su lado y le puso un brazo

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    alrededor de los hombros.

    Has venido para que estemos juntos le record, para que podamos compartir unanueva experiencia juntos. No me importa que no pases ningn da la aspiradora. Lo nicoque quiero es que te diviertas.

    Betsy se apoy en su hombro y suspir.

    Lo que pasa es que Londres ya no es como cuando vine con mi madre en el ochenta yuno.

    Aquella vez te alojaste en un hotel de cuatro estrellas en Mayfair. No puede ser lomismo que vivir en el apartamento de otra persona. Pero te conozco. Le dio un abrazo.En una semana habrs transformado este lugar. Habrs descubierto un montn de tiendasy galeras interesantes. Tendrs al Seor Kipling, quienquiera que sea, comiendo de tumano, subindote la compra y seguramente invitndote a comer mientras yo trabajo comoun esclavo.

    Betsy sonri poco convencida.

    Ahora, mientras te das un bao caliente, voy a terminar mi obra culinaria y luego nos lacomeremos en la sala con la botella de Borgoa del duty-free mientras contemplamos lasluces de Londres. Qu te parece?

    Maravilloso. Betsy se recost contra l, comenz a estirarse satisfecha y de repente se

    detuvo. Qu demonios...?Uno de los botones de su chaqueta se haba enganchado con algo. Despus de soltarse

    sac el objeto de debajo del colchn y lo balance en el aire para que Lloyd lo viera,agarrndolo con las puntas de los dedos como si fuera una rata muerta.

    Era un liguero negro de encaje. Lloyd empez a rerse.

    Bueno, por lo menos hay algo que podemos usar coment mientras lo coga eintentaba ponrselo a Betsy alrededor de la cintura.

    Ella lanz una risita y le apart.

    Deja de decir tonteras.

    Pero Lloyd estaba juguetn y comenz a perseguirla por la habitacin haciendo sonar las

    pinzas del liguero como un animal de presa. Cuando Betsy consigui quitrselo le empujsobre la cama.

    Eres una mujer cruel dijo Lloyd sonriendo al techo.

    Betsy se sacudi la ropa.

    Si fuera una de esas mujeres que considera necesario llevar ropa interior negra yomisma me la comprara.

    Estupendo! Lloyd se dio la vuelta para verla con la cabeza apoyada en una mano.Pregntale maana al Seor Kipling dnde puedes comprarla.

    pero no lo soy aadi Betsy contundentemente. Dobl la prenda ofensiva, la metien un cajn y se qued all un momento observando la fotografa de la mujer del vestido

    rosa. Espero que la tal Susannah Wilding cuide bien nuestro apartamento. No estoy segurade que sea una persona seria. Se volvi hacia Lloyd con cara de preocupacin. Hasvisto? Tiene en las estanteras las obras completas de Judith Krantz.

    No todo el mundo puede ser intelectual. Lloyd se meci en la cama. Le gusta FredAstaire.

    Y qu me dices del suelo del cuarto de bao?

    La sala de estar no est mal.

    Si te gusta el rojo. Betsy se qued un rato pensativa, como si estuviera haciendo uninventario mental de todas las cosas que haba en su bonito apartamento. De repente dijoasustada: Espero que se acuerde de regar mis plantas.

    Captulo 6

    Plantas, ley Suze mientras iba en el metro hacia el centro. Tres gotas de Plantogro

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    en medio litro de agua dos veces al da. Procura no mojar la mesa para que no se estropeela madera. Suze puso los ojos en blanco. Haba un montn de pginas con cosas comoesa. Instrucciones para la recogida de la basura, el aire acondicionado, usos y abusos de lalavandera del stano, dnde encontrar pastillas de jabn... Era ms aburrido que TheEconomist. Se las haba llevado slo porque en la parte de atrs estaban las indicacionespara ir al trabajo. Cuando lleg a su parada arranc esa pgina y dej el resto de lasInstrucciones domsticas en el asiento.

    Fuera haca calor y un sol esplndido, muy diferente al de Inglaterra. En esa zona losedificios tenan unas dimensiones ms humanas. Haba nios y perros, y parquecillos, ypuestos ambulantes en los que vendan fruta fresca y bagels. Los colores eran como los deEdward Hopper, con el verde de los ficus y el xido de las casas de ladrillo con las escalerasde incendios en zigzag. Slo tena que girar la cabeza para ver los rascacielos que lepisaban los talones: el Empire State, con la aguja de King Kong, y el pinculo plateado delChrysler que se elevaba en el aire como una cima. Hizo un gesto de satisfaccin, se ajustlas gafas de sol estilo Audrey Hepburn, y se dirigi hacia el sur mirndose en losescaparates de las tiendas. Llevaba un top corto de lino blanco, unos pantalones de pitillonegros y sus maravillosas sandalias nuevas con una imagen de la Torre Eiffel nevada en lostacones de plstico. Le pareca que estaba divina.

    El edificio de Schneider Fox se ergua en el cruce de dos calles como un gran elefante

    blanco. Agarr bien su portafolios, empuj la puerta giratoria y entr en un vestbuloinmenso en el que se podra aparcar un jumbo. El sonido de sus tacones reson en el suelode piedra. Subi y baj tres veces en el ascensor, intentando que se detuviera entre laplanta baja y el piso veinticinco, hasta que una mujer muy amable que la llam cielo leexplic que deba probar en otro bloque de ascensores. Cuando por fin lleg al pisocorrecto se encontr a una recepcionista con ojos de Bambi que la mir con asombro al orque iba a trabajar all. Durante media hora estuvo sentada en el borde de un sof de cueroexcesivamente bajo, fingiendo que le parecan divertidas las tiras cmicas del New Yorker,mientras la recepcionista haca una llamada tras otra para localizar a alguien que pudierareclamarla. Se senta como un perro perdido.

    Al cabo de un rato la mujer le anunci que la recibira Quincy Taylor, el director del

    departamento de diseo. Un asistente la condujo a travs de un amplio laberintodelimitado por tabiques de metro y medio de altura, detrs de los cuales pacan losempleados ante los telfonos y los ordenadores, como el ganado en los establos. De vez encuando vislumbraba un pedacito del mundo exterior. Dentro el aire era fro y ola como elde los aviones. Su inquietud aument. Pero el departamento de diseo le result familiar,con los ficheros de los planos, los cables negros enredados y el desorden habitual de laspistolas de cola, los aerosoles de pintura y los recortes de acetato. Sonaba una suavemsica de rock. Al llegar a la puerta de una de las oficinas de cristal que bordeaban eledificio, el gua la dej. Ella llam y entr.

    Quincy tena cuarenta y tantos aos, llevaba unos botines negros, unos pantalonesvaqueros de Armani, una camisa negra sin cuello y el pelo canoso recogido artsticamenteen una coleta. Era atractivo, con los ojos rasgados y ese tipo de encanto que haca que lasmujeres se rindieran a sus pies. Suze lo mir con cautela. El mundo estaba lleno dedirectores creativos como ese. Lo saba bien, porque haba vivido con uno casi tres aos.

    Le dio la mano formalmente y le indic que se sentara. Durante un rato permanecisentado dndole vueltas a un lpiz y recorriendo su cuerpo con la mirada.

    As que vas a estar unas semanas en mi departamento. Qu sabes hacer?

    De todo respondi ella con seguridad.

    De todo? Levant las cejas y esboz una sonrisa burlona.

    Quark, Photoshop, Illustrator recit Suze. Puedo hacer fotocopias en color, buscarimgenes en la red. He hecho de todo en publicidad, desde conceptos hasta storyboards ypresentaciones. Tambin he trabajado en revistas y reportajes grficos, he hecho algo en

    multimedia, cosas para cine y televisin, y s moverme en las salas de edicin.Qu interesante! Aunque me temo que nuestras salas de edicin son bastante

    normales.

    He trado mi portafolios insisti Suze haciendo ademn de abrirlo.

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    Quiz ms tarde.

    Quincy se pas una mano por la cara y se frot la frente, como si hubiera dormido poco,y luego le lanz una tmida sonrisa de disculpa. Ella tambin conoca ese truco: el genioagobiado de trabajo que necesita una mujer que le adore y se ocupe de l. Dej vagar lamirada por encima de su hombro.

    Muy bien. Quincy se puso en marcha. Te llevar donde Dino. Est trabajando en unacampaa de cerveza con exteriores. De momento estamos desarrollando algunas ideas

    preliminares para presentar al cliente. Quiz puedas buscarle algunas imgenes que lesirvan. Se levant y tras salir a la oficina principal camin delante de ella por un largopasillo entre hileras de ordenadores en los que trabajaban humildemente los diseadoresde a pie. De hecho es una cerveza barata para gente que no puede permitirse nada mejor.Estamos hablando de un tipo urbano, de clase social baja, vulgar pero decente. Ya sabes:Si bebes esta cerveza t tambin podrs tener un trabajo honrado en una lnea demontaje. Por cierto aadi, aqu empezamos a trabajar a las nueve. Maana procura serpuntual.

    Se sinti como si le hubieran dado una bofetada. Tena tantas respuestas en su menteque se le cruzaron los cables y se qued cal