Pérez Reverte. Hace 200 Años, La Albuera

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Patente de corso Hace 200 años, La Albuera. Por Arturo Pérez-Reverte | La Nación, 6 de mayo del 2.012. Hace tiempo que no cuento una de esas historias de navegaciones y batallitas que me gusta recordar de vez en cuando. También llevo años sin mentarle la madre a la pérfida Albión, que, como saben los veteranos de esta página, siempre fue mi enemiga histórica favorita. Si como lector disfruto con los libros que cuentan episodios navales o terrestres, disfruto mucho más cuando quienes palman son ingleses. Como español -cada cual nace donde puede, no donde quiere- estoy harto de que todos los historiadores y novelistas británicos, barriendo para casa, describan a los marinos y soldados de aquí como chusma incompetente y cobarde que olía a ajo. Por eso, cuando tengo ocasión de recordar algún lance donde a los súbditos de Su Graciosa les rompieran los cuernos, disfruto como gorrino en bancal de zanahorias. A otros les gusta el fútbol. Esta semana, lo de La Albuera me lo pone fácil. El lunes 16 de mayo se cumple el bicentenario exacto de cuando, en plena Guerra de la Independencia, 34.000 españoles, ingleses y portugueses se batieron allí durante cinco horas con 23.000 franceses que iban a socorrer Badajoz, rechazándolos. Dos brigadas británicas fueron casi aniquiladas; las tropas españolas, registrando incluso las cartucheras de los muertos, mantuvieron la línea frente a los asaltos franceses, y en el campo quedó muerto o herido uno de cada cinco combatientes. La Albuera fue una de las más sangrientas batallas de la guerra de España. Y por supuesto, desde los historiadores ingleses de la época - Napier, Londonderry, Oman- hasta los de ahora, todos coinciden en atribuir a sus tropas el peso de la batalla, dejando a los españoles, como también ocurrió con la batalla de Chiclana, en un modesto y aseadito segundo término. Esos pobres chicos spaniards, ya saben. Simples colaboradores y tal. 1

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Historia

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Patente de corso

Patente de corso

Hace 200 aos, La Albuera.

PorArturo Prez-Reverte| La Nacin, 6 de mayo del 2.012.

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Hace tiempo que no cuento una de esas historias de navegaciones y batallitas que me gusta recordar de vez en cuando. Tambin llevo aos sin mentarle la madre a la prfida Albin, que, como saben los veteranos de esta pgina, siempre fue mi enemiga histrica favorita. Si como lector disfruto con los libros que cuentan episodios navales o terrestres, disfruto mucho ms cuando quienes palman son ingleses. Como espaol -cada cual nace donde puede, no donde quiere- estoy harto de que todos los historiadores y novelistas britnicos, barriendo para casa, describan a los marinos y soldados de aqu como chusma incompetente y cobarde que ola a ajo. Por eso, cuando tengo ocasin de recordar algn lance donde a los sbditos de Su Graciosa les rompieran los cuernos, disfruto como gorrino en bancal de zanahorias. A otros les gusta el ftbol.

Esta semana, lo de La Albuera me lo pone fcil. El lunes 16 de mayo se cumple el bicentenario exacto de cuando, en plena Guerra de la Independencia, 34.000 espaoles, ingleses y portugueses se batieron all durante cinco horas con 23.000 franceses que iban a socorrer Badajoz, rechazndolos. Dos brigadas britnicas fueron casi aniquiladas; las tropas espaolas, registrando incluso las cartucheras de los muertos, mantuvieron la lnea frente a los asaltos franceses, y en el campo qued muerto o herido uno de cada cinco combatientes. La Albuera fue una de las ms sangrientas batallas de la guerra de Espaa. Y por supuesto, desde los historiadores ingleses de la poca -Napier, Londonderry, Oman- hasta los de ahora, todos coinciden en atribuir a sus tropas el peso de la batalla, dejando a los espaoles, como tambin ocurri con la batalla de Chiclana, en un modesto y aseadito segundo trmino. Esos pobres chicos spaniards, ya saben. Simples colaboradores y tal.

Sin embargo, la realidad fue otra. Cartas y relatos de testigos, ingleses incluidos, permiten hoy establecer lo que realmente ocurri en La Albuera. Y fue que, correspondiendo el flanco derecho a las tropas espaolas, situadas sobre una colina y en un frente de slo 600 metros de anchura, hacia all se dirigi el principal ataque francs. Manteniendo sus posiciones bajo un fuego horroroso -los reclutas del 4 batalln de guardias cayeron en el mismo lugar donde se encontraban, sin romper la formacin-, los espaoles rechazaron dos ataques gabachos. Al hallarse ya sin municin cuando se iniciaba el tercero, la brigada britnica Colborne hizo un paso de lnea para situarse delante y soportar el tercer asalto. Pero, en vez de quedarse en la colina, los ingleses, deseosos de demostrar que para chulitos ellos -y realmente siempre combatieron muy bien en la guerra de Espaa-, avanzaron hacia las tropas enemigas sin advertir que haba caballera imperial apostada cerca. La brigada inglesa fue destrozada, adems de otra que andaba por all. Asumir un error tctico de ese calibre, dos brigadas de Su Majestad pasadas por la cuchilla de picar carne, era duro de tragar para Wellington. Y cuando ley el parte donde el general Beresford contaba lo ocurrido, exigi otro donde se omitiera la desastrosa maniobra, as como el hecho de que los espaoles resistieron a solas los dos primeros asaltos. Quera algo que sonase ms a tenaz y heroica resistencia inglesa. Y esa segunda versin, adecuada al orgullo nacional britnico, fue la publicada por la prensa y adoptada oficialmente en los libros de historia.

Uno de los ms minuciosos historiadores militares espaoles actuales, Jos Manuel Guerrero Acosta, se ha tomado en los ltimos aos el trabajo de desempolvar todos esos partes de guerra, probando cuanto acabo de contar. Con mucha irritacin, por cierto, de colegas ingleses como el ilustre Charles Esdaile que durante un congreso reciente en Varsovia se levant, airado, para decir que esa revisin de lo ocurrido en La Albuera ofende la memoria de las tropas britnicas que lucharon en Espaa. Curiosa afirmacin, por cierto, de un historiador al que no parecen ofenderle la memoria los centenares de mujeres espaolas violadas cuando las tropas britnicas entraron en Badajoz, Ciudad Rodrigo y San Sebastin, ni sus compatriotas historiadores y novelistas que llevan doscientos aos asegurando que, en la Guerra Peninsular, las tropas de Napolen fueron derrotadas slo por Wellington; a veces, eso s, con la colaboracin -a regaadientes, por supuesto- de la miserable chusma espaola que, en las siempre gloriosas y heroicas batallas inglesas, se limitaba a llevarle el botijo.

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