Pérez Reverte. Carteristas, Atracadores y Semáforos

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Carteristas, atracadores y semáforos Arturo Pérez Reverte – XL Semanal – 25 / 3 / 2.013. Imaginen una ciudad donde los conductores que se saltaran los semáforos en rojo no fueran sancionados. Donde los ciudadanos honorables circulasen según las reglas, pero los desaprensivos lo hicieran a su aire, sin respetar nada y con absoluta impunidad. Dejando aparte el caos resultante, está claro que quienes no respetaran los semáforos tendrían ventaja sobre los otros. Llegarían antes a todas partes y acabarían siendo amos de las calles, aparte de causar innumerables víctimas entre quienes, confiados en el correcto funcionamiento de los semáforos y el respeto a las normas, se vieran atrapados en tan absurda y peligrosa situación. Algunos sucesos recientes hacen que me pregunte si no es lo que, en algunos aspectos, ocurre con las leyes y la Justicia en España. La indefensión de los ciudadanos honorables y la impunidad de quienes basan su forma de vida en saltarse esos semáforos con los que a costa de tiempo, esfuerzo y sensatez, hemos organizado nuestras ciudades: normas de conducta, derechos y libertades basados en el respeto y la convivencia. Víctimas de un buenismo excesivo enraizado en hondos complejos históricos, sociales y políticos, aquí nos hemos pasado de rosca legislando para un mundo ideal, angelical a ratos, que no resiste los embates del lado oscuro e inevitable de la condición humana. Eso nos ha convertido en rehenes de un Estado 1

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Carteristas, atracadores y semforos

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Arturo Prez Reverte XL Semanal 25 / 3 / 2.013.Imaginen una ciudad donde los conductores que se saltaran los semforos en rojo no fueran sancionados. Donde los ciudadanos honorables circulasen segn las reglas, pero los desaprensivos lo hicieran a su aire, sin respetar nada y con absoluta impunidad. Dejando aparte el caos resultante, est claro que quienes no respetaran los semforos tendran ventaja sobre los otros. Llegaran antes a todas partes y acabaran siendo amos de las calles, aparte de causar innumerables vctimas entre quienes, confiados en el correcto funcionamiento de los semforos y el respeto a las normas, se vieran atrapados en tan absurda y peligrosa situacin.Algunos sucesos recientes hacen que me pregunte si no es lo que, en algunos aspectos, ocurre con las leyes y la Justicia en Espaa. La indefensin de los ciudadanos honorables y la impunidad de quienes basan su forma de vida en saltarse esos semforos con los que a costa de tiempo, esfuerzo y sensatez, hemos organizado nuestras ciudades: normas de conducta, derechos y libertades basados en el respeto y la convivencia. Vctimas de un buenismo excesivo enraizado en hondos complejos histricos, sociales y polticos, aqu nos hemos pasado de rosca legislando para un mundo ideal, angelical a ratos, que no resiste los embates del lado oscuro e inevitable de la condicin humana. Eso nos ha convertido en rehenes de un Estado maniatado por su propia estupidez, incapaz de defender a quienes le cedieron el monopolio de la violencia legtima. Presa ideal para quienes viven de saltarse semforos. Rebao de ovejas a merced de lobos sin escrpulos.Les pongo un par de ejemplos. A cinco carteristas bosnias, que acumulan 330 arrestos por robar en el Metro, un juez ha prohibido entrar en cualquier boca del suburbano. Aparte lo absurdo de esperar que una carterista sistemticamente detenida y puesta en libertad a las pocas horas respete rdenes como sa, lo interesante son las especulaciones que al respecto hacen fuentes judiciales. En caso de incumplimiento, sealan, podra aumentarse la medida cautelar, prohibindoles acercarse a cien metros de una boca del Metro -las bosnias temblarn, impresionadas-. Pero ojo. Si quebrantasen esta segunda y enrgica medida, entonces cabra la posibilidad de prohibirles residir en Madrid una temporada. El colmo del rigor, como ven. Disuasin bestial. En cuanto a la posibilidad de meter a esas cinco individuas en la crcel, o subirlas a un avin y mandarlas de vuelta a Bosnia, ni se plantea. Sera impropio de una democracia ejemplar como la nuestra, naturalmente. Un rigor desproporcionado y fascista. Desproporcionada puede ser tambin, segn el juez que toque, la respuesta de un joyero madrileo a dos atracadores -esa vez eran serbios- que entraron en su tienda navajas en mano, lo rociaron con un spray lacrimgeno y le sacudieron lea a su hija hasta que el joyero, sacando una pistola, les peg unos tiros a bocajarro. Los atracadores fueron al hospital; y el joyero, a comisara detenido y puesto luego en libertad con cargos por intento de homicidio. El tiempo que pasarn los atracadores en la crcel cuando salgan del hospital pueden ustedes calcularlo fcilmente con el baremo ejemplar del Nio Sez: un atracador con 39 antecedentes policiales, puesto en libertad en esas mismas fechas por un juez a las 72 horas de ser detenido por intento de robo en otra joyera. En cuanto al pazguato que les endi cinco plomazos a los dos serbios, es de suponer que podr librarse tras el habitual calvario judicial de declaraciones, comparecencias, abogados y papeleo que arruinarn su vida unos cuantos aos. Siempre y cuando, claro, las familias de los heridos no lo demanden y pidan indemnizacin por dejar a los cabezas de familia incapacitados para ganarse el jornal atracando. O que la eximente de legtima defensa no se vea alterada por la antes citada desproporcin en la respuesta; ya que, segn las leyes espaolas, pegarle un tiro a quien te amenaza con una navaja, aunque las dos cosas maten igual, es una especie de abuso. Para que todo sea irreprochable, el joyero tendra que dejar la pistola en el cajn y defenderse con una navaja. No se sorprendan: mi amigo Tito, en cuya casa entraron unos albanokosovares que los apalearon y torturaron a l y a su mujer, y pudo liberarse, y con una pistola que tena en toda regla se li a tiros, estuvo aos de juicio en juicio, empapelado hasta las cejas por darle matarile a uno de ellos en el saln de su casa. Calculen si se lo llega a cargar en el jardn. O en la calle.As que tengo curiosidad por ver qu les caer a los atracadores del joyero cuando salgan del hospital. Por rigor, que no quede: orden de alejamiento de cien metros de una joyera, al menos. Y si reinciden, doscientos. PAGE 1