Pérez Reverte. Borrascas Perfectas

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Borrascas perfectas Pérez Reverte - XLSemanal – 07 / 3 / 2.011. He leído con atención tu carta. Hablas del mar y también de la borrasca en que te ves, de la incertidumbre y de la vida. Deduzco que eres muy joven, y hay algo que quisiera contarte sobre eso. Yo tengo 59 años y amo el mar, pero ya sólo navego por el Mediterráneo. Pasó la edad en que me seducían otros mares y otras costas. Con canas en la barba y arrugas en la cara acabé confirmando que mi verdadera patria es ese lugar viejo y sabio, memoria de velas blancas y naufragios, por donde vinieron los héroes, los dioses y las antiguas leyendas que me educaron con rumor de resaca, en playas donde, al fuego hecho con madera de deriva, hombres de manos encallecidas por remos y redes, piel curtida y ojos quemados de sal, fumaban tabaco negro, hervían calderos de arroz y asaban sardinas. Quien no conoce de esas aguas más que las orillas, las cree siempre apacibles, azules, de mansos amaneceres y rojas puestas de sol. Ignora que algunos de los más furiosos temporales pueden desatarse en ellas sin previo aviso: el mar golpeando de manera despiadada, voluble y traidor. En realidad, ningún mar es mala gente. Es el viento el que lo hace peligroso y mortal. Pero, a diferencia del Atlántico, donde los temporales pueden a veces prevenirse en intensidad, trayectoria y duración, y donde la ola suele ser larga y tendida, más gobernable, el Mediterráneo desata 1

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Borrascas perfectas

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Prez Reverte - XLSemanal 07 / 3 / 2.011.He ledo con atencin tu carta. Hablas del mar y tambin de laborrasca en que te ves, de la incertidumbre y de la vida. Deduzco que eres muy joven, y hay algo que quisiera contarte sobre eso. Yo tengo 59 aos y amo el mar, pero ya slo navego por el Mediterrneo. Pas la edad en que me seducan otros mares y otras costas. Con canas en la barba y arrugas en la cara acab confirmando que mi verdadera patria es ese lugar viejo y sabio, memoria de velas blancas y naufragios, por donde vinieron los hroes, los dioses y las antiguas leyendas que me educaron con rumor de resaca, en playas donde, al fuego hecho con madera de deriva, hombres de manos encallecidas por remos y redes, piel curtida y ojos quemados de sal, fumaban tabaco negro, hervan calderos de arroz y asaban sardinas. Quien no conoce de esas aguas ms que las orillas, las cree siempre apacibles, azules, de mansos amaneceres y rojas puestas de sol. Ignora que algunos de los ms furiosos temporales pueden desatarse en ellas sin previo aviso: el mar golpeando de manera despiadada, voluble y traidor.

En realidad, ningn mar es mala gente. Es el vientoel que lo hace peligroso y mortal. Pero, a diferencia del Atlntico, donde los temporales pueden a veces prevenirse en intensidad, trayectoria y duracin, y donde la ola suele ser larga y tendida, ms gobernable, el Mediterrneo desata su furia de improviso, con vientos inesperados y una ola corta, asesina, que machaca los barcos y agota a quienes los tripulan. Viv entre marinos desde nio, y me cri con relatos de buques y mar. Nunca olvid el respeto con que viejos capitanes, curtidos en todos los ocanos, hablaban de la mar terrible que los temporales del norte levantan en el golfo de Len. Despus, con el paso del tiempo, yo mismo tuve ocasin de comprobar en persona cmo es capaz de golpear el azul Mediterrneo cuando se torna malhumorado y cabrn. Cuando se pone barbas grises.

De una de esas situaciones habl aqu alguna vez:fue a bordo del petroleroPuertollano, navidad de 1970, y tuvimos una mar horrorosa doblando el cabo Bon, frente a la costa de Tnez, con olas de diez metros y viento que en la escala Beaufort se conoce como temporal duro, de fuerza 10. En otras ocasiones tampoco escap a los temibles mistrales del golfo de Len o a las noroestadas duras del canal de Cerdea; con la angustia que supone, en esos casos, estar al mando de tu propio barco, tomando las decisiones, y que ste sea un velero con tripulantes de cuyas vidas eres responsable. Y te aseguro que un mistral de fuerza 8 pegando en la amura de estribor durante horas, con slo una trinquetilla arriba, la mayor reducida al ltimo rizo y el barco -valiente, fiel y marinero, bendito sea- navegando a ocho nudos escorado hasta el trancanil, dando pantocazos, macheteando entre rociones y rachas la maldita ola corta mediterrnea, es algo que, por mucho que ames el mar, puede hacerte renegar de l, de los barcos y de la madre que te pari.

Sin embargo, hay algo bueno en eso. Cuando todo acabafelizmente, si el barco naveg bien gobernado y ests a salvo en aguas tranquilas, hay algo que caldea tu espritu con legtimo orgullo: pasaste la prueba. Llevaste a puerto el barco, a los tripulantes y a ti mismo. Eres marino. Hiciste las cosas como debas, y ahora ests a salvo. Librado a tus propias fuerzas, con los dientes apretados, sin aspavientos, estuviste all lejos, donde nadie puede decir basta, oigan, paren esto que me bajo. Y, por mucho ttulo de capitn de yate que tengas en casa, posees el mejor certificado nutico del mundo: saliste vivo, con tu barco. Porque si es verdad que el mar, cuando se lo propone, acaba matando a cualquiera, incluso al mejor marino, tambin es cierto que primero liquida a los torpes, a los arrogantes y a los imbciles; a quienes carecen de la suficiente experiencia o la humildad -que all son sinnimos- para comprender que el mar, reflejo exacto de la vida, con sus borrascas imprevistas y sus arrecifes acechando en alguna parte, es lugar peligroso. Y que una saludable y constante incertidumbre, la desconfianza de quien se sabe siempre en territorio enemigo, ayuda a mantenerse vivo.

Y, bueno. Eso es todo, o casi. Slo quera decirte que, lo mismo que el mar, espejo de la vida, tambin la tierra firme -engaosamente firme- tiene borrascas perfectas que discurren por el corazn del ser humano, probndolo, tanteando su resistencia y su coraje. Y que no hay mejor adiestramiento y ojo marinero para enfrentarse a ellas, aparte una saludable incertidumbre, que la lucidez, la tenacidad y la cultura. Ellas te ayudarn a sobrevivir entre tus particulares temporales de fuerza 8. Y en el peor de los casos, si no queda otra, a perderte con tu barco luchando hasta el final, silencioso y sereno como un buen marino. Con el consuelo de que lo hiciste todo lo mejor posible.

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