Pérez Largacha, hititas

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  • XVI

    INTRODUCCIN AL BRONCE RECIENTE

    Despus de la crisis que significa el siglo XVI en la historia del Pr-ximo Oriente, comienza el Bronce Reciente (1500-1200), uno de losperiodos mejor conocidos gracias a las abundantes y variadas fuentesde informacin disponibles, tanto escritas como arqueolgicas, ascomo por los personajes histricos que van a protagonizar su historia.En estos siglos, culturas, reinos y regiones muy distantes van a ir con-vergiendo en torno al Mediterrneo Oriental, formndose una koincultural y poltica. Unos mundos cada vez ms relacionados que su-frirn un colapso general en torno a 1200 atribuido por las fuentesegipcias, en concreto los textos conservados en el templo funerario,Medinet Habu, de Ramss III, a los Pueblos del Mar, siendo Egipto,supuestamente, el nico reino que pudo vencerles, pueblos cuyo ori-gen sigue siendo debatido y entre los que se encuentran los peleset,los filisteos, que pueden proceder o al menos tener estrechas vincula-ciones con el mundo del Egeo. Un colapso que marcar la desaparicinde unas estructuras polticas, palaciales, que no tuvieron capacidad derespuesta ante la aparicin de nuevos problemas y necesidades.

    En estos siglos Egipto conoci la prosperidad y poder de un Rei-no Nuevo que establecer un imperio en Siria-Palestina que le lleva-r a enfrentarse primero con el reino hurrita de Mitanni y, posterior-mente, con el Reino Nuevo Hitita, que tambin desean dominar einfluir en una regin que todos anhelan controlar por ser un cruce decaminos y rutas comerciales, tanto hacia el interior mesopotmicocomo hacia el Egeo. Por ello la historia de los reinos que se desarro-llan en Siria, Ugarit, Biblos o Amurru, aparece condicionada por losconflictos y necesidades de los grandes imperios.

    En la Baja Mesopotamia, en Babilonia va a desarrollarse la di-nasta casita, que proporciona un extenso periodo de estabilidad a la

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  • regin, mientras que Asiria tambin reaparece, pretendiendo ambasparticipar en el comercio internacional y ser reconocidas como gran-des poderes, al tiempo que inician una rivalidad que perdurar du-rante el I milenio.

    Un periodo en el que la diplomacia, los tratados de vasallaje y losconflictos van a dominar las relaciones entre estos Estados, que a suvez entablan relaciones con mundos ms lejanos como el Egeo, don-de primero los palacios minoicos, y despus el mundo micnico, irnparticipando cada vez ms activamente en la dinmica cultural y po-ltica del Mediterrneo oriental, as como Anatolia occidental, dondediferentes reinos de origen luvita, como Arzawa, plantearn proble-mas al mundo hitita y tendrn una relacin cada vez ms fluida conuna entidad conocida en los textos como Ahhiyawa, identificada pormuchos con los aqueos, el mundo micnico, poniendo de manifiestolas ltimas excavaciones en la colina de Hisarlik, la antigua Troya, elesplendor de una ciudad que fue destruida a finales de la Edad delBronce aunque, lgicamente, al tratarse de Troya, estos planteamien-tos han generado un debate. Otra regin que va siendo integrada es lacosta libia, con asentamiento s como Marsha Mutrub, que pudo servirde puerto en las rutas que unan el Egeo con la costa mediterrnea si-guiendo los vientos Etesios, y desde donde por primera vez intentarnalgunos de los Pueblos del Mar asentarse en el delta egipcio en el rei-nado del faran Merneptah (1213-1203), al tiempo que los productosque Egipto obtiene en el interior de frica, en Nubia, despiertan la ad-miracin y el deseo en las cortes prximo orientales, en especial oro.

    Unas relaciones y tensiones retratadas en el archivo diplomti-co de el-Amarna, la capital que Amenofis IV/Akhenatn (1352-1336),construy en honor del dios Atn, estableciendo las cartas, escritas enacadio, la lengua diplomtica de la poca, una clara distincin entrelos grandes reyes, hermanos, y los pequeos reyes, que gobier-nan en nombre suyo los estados vasallos. Pero tambin disponemosde los tratados que el mundo hitita firm con sus vasallos, y en los quesiempre se realiza una introduccin histrica a las relaciones que ha-ban existido entre ambos firmantes, de numerosas cartas intercam-biadas entre las cortes, bien pidiendo el envo de artesanos, mdicosy otros especialistas o interesndose por aspectos comunes a ambascortes y, lgicamente, de numerosas inscripciones reales, que procla-man las victorias alcanzadas y que son presentadas a los dioses, comoen el caso de los templos egipcios.

    Un equilibrio entre poderes que siempre se ve alterado cuandohace su aparicin en la historia de la regin algn poder nuevo, seaste el germen de un imperio, como cuando se produce la irrupcin delos hititas en el reinado de Suppiluliuma I (1344-1322) y la consi-guiente desaparicin de Mitanni, o bien el crecimiento de un reino pe-

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    queo como el de Amurru en tiempos de Abdi-Asirta y su hijo Aziru(1360-1335) en Siria-Palestina.

    Una diplomacia que est amparada por grandes ejrcitos en losque el carro de combate se convierte en la principal arma y smbolosocial de una nueva clase social, aristocrtica y guerrera, pero en losque la infantera, los mercenarios, constituyen la principal fuerza, ex-plicando R. Drews el colapso del Bronce Reciente como una conse-cuencia de la importancia de estas tropas mercenarias, que llegaron aser conscientes de su poder y acabaron con las estructuras palacialesque las haban contratado.

    Diplomacia y guerra, dos manifestaciones de unos reinos en losque la propaganda y la ideologa presiden las manifestaciones, escri-tas y artsticas, de sus reyes, que se proclaman grandes conquistado-res, casi hroes, al ser capaces de realizar hazaas increbles y derro-tar a unos enemigos siempre peligrosos y ms numerosos, comodescribe Ramss II con motivo de la batalla de Kadesh: El miserablevencido de Hatti haba venido y haba reunido a todos los pases ex-tranjeros hasta los confines del mar [procede a enumerarlos] [...] susjefes estaban con l, cada hombre con su infantera y sus carros msque numerosos. Cubran montaas y valles y eran como las langostasa causa de su multitud [...]. Unos reyes que tambin deban enfren-tarse a todos aquellos que no respetaban las normas de la guerra,bien atacando por sorpresa o de noche, razones por las que debemosutilizar con mucha precaucin estas fuentes oficiales.

    Unas guerras que adquieren un componente ordlico, ya que lasdivinidades son las que dirigen, guan y protegen al rey y sus ejrci-tos, revelando la victoria final su superioridad sobre los dioses de unenemigo que, adems, es el causante de la guerra por no haber respe-tado un juramento o lo firmado en un tratado, por lo que el vencedorse limita a restablecer un escenario anterior que haba sido reconoci-do por todos, incluidos los dioses.

    Por otra parte, en estos siglos se adopta el carro de combate comoarma tctica que permita ataques rpidos, por sorpresa, al tiempo queactuar contra la infantera enemiga, lo que tambin ha servido comoexplicacin a que los combates en campo abierto vayan siendo menosfrecuentes, no as el asedio a las ciudades. Sin embargo, su importan-cia y utilizacin tambin ha sido sobrevalorada en ocasiones, ya queestos carros, tirados por caballos, requeran de una superficie que per-mitiera su desplazamiento, algo que no siempre era posible, al tiempoque durante gran parte del ao los caminos permanecan intransitablesen muchas regiones del Prximo Oriente debido a las condiciones cli-mticas, lo que tambin obligaba a realizar las campaas en una po-ca concreta del ao. En cualquier caso, el carro de combate se con-vierte en un smbolo de la nueva realeza del Bronce Reciente, en ellos

    se desplazan los reyes, cazan leones y son capaces de realizar hazaasinimaginables, al igual que los carros en los que se desplazan los h-roes homricos, descritos en ocasiones como simples taxis.

    Grandes reinos que han de hacer frente a sublevaciones y traicio-IICS, recurriendo por ello en ocasiones a la deportacin de poblacio-I 11::s, tanto para evitar futuras revueltas como para obtener una manode obra que trabaje unos campos despoblados a causa del descensodemogrfico, producindose unos vacos poblacionales que sernaprovechados por los Pueblos del Mar y los arameos, para asentarse.on posterioridad a 1200, siendo otro factor a considerar para expli-car la aparente facilidad con la que los Pueblos del Mar terminan conimperios y reinos.

    Una poblacin que se encuentra en una situacin cada vez msprecaria en diferentes regiones, desapareciendo los decretos que losreyes emitan en relacin a la cancelacin de deudas, as como las le-yes destinadas a proteger a los dbiles. Por el contrario, los reyes ac-ian duramente contra todos aquellos que huyen o buscan refugio fue-ra de los territorios de la ciudad, los reyes necesitan a cada hombreque pueda trabajar o servir a sus intereses, pero cada vez sern msnumerosos los grupos compuestos por una poblacin marginal que vi-ven en los lmites de reinos e imperios, como los habiru, en quien seha querido buscar en ocasiones una equivalencia con los hebreos, po-blaciones que tambin aprovecharn la crisis de 1200 para asentarseen las ruinas de antiguas ciudades y reinos.

    En relacin con la ideologa y la nueva concepcin real est laconstruccin de nuevas capitales; los casitas en Dur-Kurigalzu, enEgipto el-Amarna o Pi-Ramss, una de las ciudades donde trabajaronlas tribus de Israel, en Asiria el rey Tukultininurta I construir una nue-va residencia real en las proximidades de Asur y en Elam, Untashna-girishacrea Dur-Untash, ciudades que se convierten en una plasma-cin del orden, del cosmos y, por tanto, reflejo del poder de los reyes.

    Siglos en los que la actividad comercial, la demanda de productos,aumenta, siendo normales las peticiones entre los reyes, as como loslamentos por no recibir las cantidades esperadas. Un mbito en el quelas ciudades sirias, en especial Ugarit, van a desempear un papel pri-vilegiado, pero en el que tambin participan Chipre o Creta, cuyos em-bajadores, los keftiu, son representados con objetos propios de su mun-do en las tumbas de los nobles tebanos de la XVIII Dinasta, as comoposteriormente el mundo micnico. Se ponen as las bases de lo que enlos ltimos aos se ha llamado un estilo internacional, con unos obje-tos y productos que expresan unos gustos comunes, quedando ello pa-tente, as como el volumen comercial que se alcanza, en los pecios deUlu Burun o Cabo Gelidonia, teniendo conocimiento del primer em-bargo comercial, decretado por el mundo hitita contra Asiria.

  • Unas caravanas comerciales cuya seguridad se recoge en los trata-dos, siendo responsabilidad del rey que deca tener el dominio de laregin, por lo que en caso de que la misma sufra un ataque o sea ro-bada, el rey debe proceder a reparar los daos causados por un ataque:[...] La tierra de Canan es tuya y sus reyes tus siervos. He sido ro-bado en tus tierras. Haz que rindan cuentas y en relacin con lo quese llevaron, resrceme (EA 8). Unas caravanas en las que tambinviajaban artesanos y mdicos, y cuando se conoca que un rey enfer-maba se enviaba la estatua de una divinidad para ayudar a su curacin,favoreciendo todo ello la transmisin de ideas y creencias, pudiendoser una prueba de ello el disco alado, el smbolo de la divinidad As-sur en algunos bajo relieves, especialmente en aquellos que le repre-sentan como rbol de la vida, y que pudo tener su origen en Egiptollegando a Asiria a travs de Mitanni, o los dioses egipcios que sonadoptados en el mundo minoico como genios.

    Dinmicas y manifestaciones conocidas gracias a unas fuentes quenos permiten en muchas ocasiones estudiar un mismo hecho histricodesde la perspectiva de lo que transmiten dos reinos, como en el casode la batalla de Kadesh, interpretada como una victoria egipcia hastaque se descubri la versin hitita, siendo el resultado de la misma po-siblemente desfavorable para Ramss TI.

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    XVII

    EL REINO DE MITANNI

    Este reino, el primero en surgir en el Prximo Oriente y que fue elprincipal adversario de la XVIII Dinasta egipcia por el control de Siria,estaba compuesto mayoritariamente por poblacin de origen hurrita,siendo conocido por sus contemporneos como Naharina en las fuentesegipcias, Hanigalbat en las asirias y el Pas de los Hurritas en Hatti.

    La presencia de poblacin hurrita en la Alta Mesopotarnia se cono-ce desde el III milenio, apareciendo en los textos de la Baja Mesopo-tamia en relacin con Subartu, trmino con el que se haca referenciaal norte. Las excavaciones en Urkesh, en las llanuras del Khabur en Si-ria oriental y que disfrutaba de una posicin estratgica en las rutas quedesde la llanura anatlica conducan a la Baja Mesopotamia, han con-firmado la presencia de poblacin hurrita, de un reino ya en el III mile-nio que desarroll un modelo urbano alternativo al de la Baja Mesopo-tamia, basado ms en aspectos tnicos. Un reino que estaba gobernadopor reyes que tenan el ttulo de endan, y que parecen haber estableci-do una alianza con los reyes acadios, como se desprende de sellos conel nombre de Taram-Agade, una de las hijas de Naram-Sin, siendo asun centro que a diferencia de Ebla o de Tell Brak, conserv su inde-pendencia aun cuando fuera mediante una alianza. Pero lo verdadera-mente importante es que ya en el 111 milenio exista una organizacinpoltica hurrita, con sus dioses y cultura material, que posiblemente si-gui recibiendo aportaciones externas con el paso del tiempo.

    En tiempos de la III Dinasta de Ur, Shulgi (2094-2047) ya men-ciona la captura de prisioneros hurritas en el transcurso de una de suscampaas militares, una poblacin que las fuentes asocian con ciuda-des y reinos que son considerados como una amenaza potencial, nopor su poder o nmero sino por su participacin en las incursiones querealizaban otros grupos de poblacin.

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  • Con el final de Ur III y la posterior fragmentacin poltica, encon-tramos menciones a hurritas en las tablillas de las colonias asirias y enel archivo de Mari, siempre en relacin con pequeos reinos del nor-te de Siria, procediendo incluso Zimri-Lin (1774-1762) a su deporta-cin. Son unas referencias escasas, pero que confirman la existenciade grupos de poblacin hurrita en la primera mitad del Il milenio, eincluso antes.

    Sin embargo, durante mucho tiempo se pens que los hurritas for-maban parte de un gran movimiento migratorio que lleg al mundomesopotmico coincidiendo con el final del Bronce Medio y la poste-rior crisis que caracteriz el siglo XVI. Una poblacin que se definicomo guerrera al asociarla con la introduccin del carro de combatede dos ruedas, un arma que les dotara de una superioridad militar.Igualmente, los hiksos que dominaron Egipto durante el Il PeriodoIntermedio se relacionaron con los hurritas, lo que explicara quecuando fueran expulsados y Egipto iniciar una expansin por Siria-Palestina su principal enemigo fuera Mitanni, un reino hurrita, una in-terpretacin abandonada al tener los hiksos un origen cananeo.

    Es cierto que los orgenes de Mitanni siguen siendo oscuros, perolos mismos deben relacionarse con los acontecimientos que tuvieronlugar a finales del Bronce Medio. Como vimos, el rey hitita Hattusili 1(1650-1620) tuvo que retornar apresuradamente de su campaa contrael reino de Arzawa en Anatolia occidental para contener una incursinhurrita que lleg a amenazar al corazn del reino, lo que revela laexistencia de unos grupos que ya por entonces tenan una capacidadde organizacin y militar. Su sucesor, Mursili 1(1620-1590), logr de-rrotar al reino de Yamhad y conquist Babilonia, pero los problemasinternos de la corte hitita que siguieron a su muerte impidieron que eldominio de Hatti sobre el norte de Siria se prolongara en el tiempo,por lo que el vaco creado por la derrota de Yamhad fue aprovechadopor la poblacin hurrita. La misma tena ya una organizacin poltica,ya que los textos hititas mencionan a un rey de las gentes de Hurri,que apoyaba a Yamhad, declarando Mursili 1que haba destruido to-das las ciudades de los hurritas.

    Un contexto que tambin pudo coincidir con la llegada a la reginde nuevos grupos hurritas, entre los que tambin se encontraran ele-mentos indoarios, lo que explicara que los nombres de algunos de susfuturos reyes no sean hurritas y deriven de etimologas indoarias, ascomo la presencia en su panten de dioses como Mitra y Varuna.

    Es as como surge el reino de Mitanni, que por primera vez aglu-tinar a la poblacin hurrrita que haba vivido en la regin desde fi-nales del Inmilenio, siendo sta tambin la razn por la que en oca-siones al rey de Mitanni se le ha considerado como un lder militarque diriga los ejrcitos del resto de seores.

    Las listas reales no incluyen a todos los reyes, existiendo discu-siones sobre qu rey fue el primero, existiendo cierto consenso en lafigura de Suttarna, un rey que tambin fundara la que sera capital delreino, Washshukkanni, todava no identificada arqueolgicamente peroque posiblemente estuviera en las fuentes del Khabur, en torno a1550, iniciando este reino una expansin por la Alta Mesopotamia yel norte de Siria, lo que provoc que el choque con Egipto, que tam-bin iniciaba su expansin por Siria, fuera inevitable, teniendo lugarel mismo en el reinado de Parrattarna, cuando tambin se produjo lallegada al poder de Idrimi en la ciudad de Alalah.

    Estatua de IdrimiConocido por su estatua hallada en un templo de Alalah, presenta a Idiri-

    m sentado en un trono, cubriendo su cuerpo una larga inscripcin de carc-ter autobiogrfico en que narra cmo su familia, originara de Aleppo, tuvoque huir y encontr refugio en Emar, pero Idirim march al desierto y seconvirti en un hapiru, una poblacin marginal, durante siete aos, conquis-tando posteriormente la ciudad de Alalah y, despus de otros siete aos dehostilidad con el rey de Mitanni, Parrattarna, finalmente Idirim se convirtien vasallo del rey de Mitanni.

    La escasez de fuentes ha convertido a esta estatua en una de las principa-les fuentes de informacin sobre el reino de Mitanni, aunque recientementese ha planteado que la inscripcin pudo ser aadida con posterioridad.

    Son los conflictos y relaciones que Mitanni mantuvo con el Egip-to tutmsida uno de los aspectos mejor conocidos de su historia, perosiempre recordando que no conocemos su propia versin de los acon-tecimientos.

    Con Tutmosis 1 (1504-1492), la poltica exterior egipcia se hacems agresiva, alcanzando segn los textos el ufrates, donde erigiuna estela fronteriza como seal de los lmites del poder egipcio. Estaafirmacin, posiblemente propagandstica, en la realidad no debiafectar mucho a Mitanni, aunque s a reinos sirios como Kadesh y Tu-nip por entonces bajo la influencia hurrita. Pero la agresividad egip-cia se acentu en tiempos de Tutmosis III (1479-1425), que al co-mienzo de su reinado venci a una coalicin de prncipes enemigos enMeggido, segn los anales de Tutmosis III ms de 300, que posible-mente tenan el apoyo de Mitanni, pero fue en una campaa posterioren la que Tutmosis Ill dice alcanzar y cruzar el ufrates as como eri-gir otra estela junto a la de Tutmosis 1, una campaa que ciment lapresencia egipcia en Siria y supuso el punto lgido del enfrentamien-to entre ambos reinos, pero en relacin con la actividad militar de Tut-

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  • mosis III deben tenerse en consideracin varios aspectos que ayudana entender los acontecimientos posteriores.

    En el curso de su campaa los enfrentamientos con Mitanni sonespordicos, no teniendo lugar ninguna batalla de importancia entreambos ejrcitos, ya que la poltica de Mitanni pudo haber sido la deretirarse al tiempo que alejaba al ejrcito egipcio de sus bases deaprovisionamiento hasta un punto que la permanencia del mismo nopudiera continuar y debiera regresar. Sin embargo, la misma tuvo unaresonancia internacional, siendo conocida en todas las cortes del Pr-ximo Oriente, enviando los reyes de Babilonia, Asiria y Hatti emba-jadores a Tutmosis III felicitndole, una reaccin que posiblemente nohaya que entender como si en verdad Egipto hubiera derrotado a Mi-tanni, sino como el deseo de estos reinos, vecinos y enemigos deMitanni, de obtener provecho de una supuesta debilidad de Mitanni.Por otra parte, Tutmosis III era plenamente consciente de la imposi-bilidad egipcia de poder llegar a dominar y controlar unos territoriostan alejados, mxime cuando poco tiempo despus el norte de Siriasegua siendo fiel a Mitanni.

    Es en este contexto en el que se explica y entiende que poco des-pus de la victoriosa campaa de Tutmosis 111,su sucesor Amenofis 11(1427-1400) negociara un tratado en el que se fijaban sus respectivasreas de influencia en Siria y que fue sellado con el matrimonio deuna princesa mitannia, hija de Artatama 1, con Tutmosis IV, un trata-do al que siguieron otros tambin concluidos con matrimonios diplo-mticos, como el de Amenofis III con una hija de Suttarna 11.Unostratados que no deben interpretarse simplemente, como en muchasocasiones se realiza, como una prueba de la enrgica poltica exterioregipcia, sino como un reconocimiento mutuo de que sus esfuerzos ymedios no podan llegar a alcanzar unos territorios tan lejanos, sien-do ms beneficioso para los intereses de ambos reinos llegar a unacuerdo, lo que en el caso de Egipto le permita acceder a las rutas co-merciales y participar en los intercambios que tenan lugar en el Me-diterrneo oriental, obtener la fidelidad de diferentes reinos y garanti-zarse que el principal poder prximo oriental no iba a interferir en susintereses, mientras que para Mitanni la amistad con Egipto le permi-ta poder dedicar todos sus esfuerzos a los que eran sus verdaderosenemigos, los que rpidamente reconocieron la victoria de Tutmosis 111y que, con el tiempo, seran los causantes de su desaparicin.' Se esta-blecieron as unas relaciones fructferas y cordiales, procediendo Sut-tarna 11a enviar la estatua de Shaushga (la forma hurrita de la Istharacadia), para ayudar en la curacin de un enfermo Amenofis 111.

    As, solucionado el frente sirio, Mitanni pudo concentrarse en susverdaderos problemas, especialmente con la llegada al trono de Saus-tatar, que lleg a conquistar Assur, llevndose las puertas de oro y pla-

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    ta del templo, al tiempo que firmaba un tratado con el reino de Kiz-zuwatna, que serva de tapn en el Taurus, la entrada a la Alta Meso-potamia y Siria, al mundo hitita. Unos logros que permitieron unosreinados tranquilos de Artatama I y Suttarna 11,gozando toda la reginde una paz que beneficiaba el comercio y la prosperidad, tanto de Mi-tanni como de Egipto en tiempos de Amenofis III (1390-1352).

    Pero la situacin iba a cambiar a causa de las luchas dinsticas quesurgieron en Mitanni con posterioridad al reinado de Suttarna, siendoasesinado su hijo y heredero por un cortesano llamado UD-hi, aunqueel trono sera ocupado por un joven Tusrata, contemporneo de Ame-nofis IV (1352-1336), al tiempo que en Hatti ascenda al trono Suppi-luliuma 1(1344-1322) y en Asiria Assu-uballit (1365-1330), reyes queencarnan el principio de la recuperacin de ambos reinos y, por con-siguiente, el final de Mitanni.

    Los acontecimientos que siguieron son conocidos en parte por lascartas enviadas por Tusrata a Egipto, as como por los anales hititas ylas fuentes asirias. En primer lugar el reino de Mitanni tuvo que dedi-car todos sus esfuerzos a proteger unas fronteras que cada vez eranms presionadas.

    En un primer momento Tusrata pudo frenar los intentos expansio-nistas de Suppiluliuma I a juzgar por el contenido de EA 17 en la queel rey de Mitanni dice enviar parte del botn obtenido tras vencer alrey hitita. Pero en otras CaItas del archivo de el-Amarna, junto a lassiempre largas negociaciones tendentes a la realizacin de un nuevomatrimonio diplomtico, Tusrata realiza diferentes peticiones de ayu-da a su aliado egipcio que, sin embargo, no encuentran respuesta,siendo el faran egipcio Amenofis IV/Akhenatn, cuyo reinado sueleser interpretado como carente de una poltica exterior al estar centra-do en su reforma religiosa.

    As, en una segunda campaa Suppiluliuma I cruzara el ufratespor el reino de Isuwa y obligara a Tusrata a refugiarse en la capitaldel reino, mientras que el rey hitita desplegara una intensa actividaddiplomtica, firmando un tratado de igualdad con Artatama, competi-dor de Tusrata al trono de Mitanni, y asegurndose la fidelidad de losvasallos de Mitanni en Siria. Poco despus Tusrata morira asesinadoy Artatama 11sera confirmado rey de Mitanni por Suppiluliuma 1, yaque al mundo hitita le interesaba disponer de un reino vasallo que pu-diera frenar las ambiciones de Asiria. Pero Artatama 11cedera a laspresiones asirias, recurriendo la corte hitita a Shattiwaza, uno de loshijos de Tusrata que se haba casado con una hija de Suppiluliuma yque se encontraba refugiado en Hattussa.

    Un reino de Mitanni que pervivira algn tiempo, hasta que final-mente Asiria conquistara lo que quedaba del reino de Mitanni, Hani-galbat en las fuentes asirias. Lgicamente las modificaciones que su-

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  • fri el escenario poltico afectaron a las relaciones con Egipto, quecontempl la desaparicin de su aliado y el ascenso en Siria de un po-der nuevo que tena como uno de sus principales objetivos controlardirectamente el norte de Siria, inicindose as unas relaciones entrEgipto y Hatti que estuvieron dominadas en un primer momento porel recelo y el enfrentamiento.

    La historia de Mitanni, incluida la posterior a su desaparicin,constituye una prueba de que no es posible identificar la historia de unreino con la de una poblacin, ya que los hurritas estuvieron presen-tes en la Alta Mesopotamia desde finales del III milenio y seguirn es-tando presentes hasta los reinos neohititas posteriores al colapso del1200, al tiempo que el mundo hitita mostr un gran respeto por las tra-diciones y cultos hurritas, integrndolos en su panten y alcanzandogran importancia, especialmente en el ltimo siglo de historia del rei-no hitita.

    Por desgracia, el no poder disponer de la informacin de su capi-tal, de sus archivos, palacios y templos, limita mucho el conocimien-to de su historia, sociedad y cultura, debiendo recurrir a lo que expre-san las fuentes de los que fueron sus enemigos o a la informacin,tampoco muy abundante, obtenida en centros provinciales hurritascomo Nuzi o Alalah.

    Un misterio y desconocimiento que se extiende a su lengua, de ori-gen caucsico y aglutinante, pero que aunque adopta la escritura cu-neiforme, no tiene una relacin con las lenguas indoeuropeas o sem-ticas, mientras que la escasez de textos plantea muchos problemaspara su comprensin, habindose defendido en ocasiones similitudescon la lengua del reino de Urartu en Arrnenia, el poderoso enemigo deAsiria durante los siglos IX-VIl!.

    El ncleo del reino estuvo en una Alta Mesopotamia donde loscampos dependan de las precipitaciones pero que, como sucedi contantos otros reinos, careca de recursos mineros, siendo por ello tanimportante para Mitanni, como despus para Hatti, el llegar a contro-lar el reino de Isuwa y sus minas de cobre. Un reino que se desarrollen un entorno geogrfico a caballo entre la llanura y las montaas, loque influy en sus estructuras sociales y econmicas.

    Conocemos muy poco de su sociedad y organizacin interna, in-cluso de su realeza, sobre la que se ha llegado a plantear que el reyde Mitanni no era en realidad ms que el lder de una confederacinde pequeos estados, una reminiscencia de la existencia de diferen-tes grupos hurritas durante todo el II milenio y de sus vinculacionescon el mundo indoiranio, siendo el ttulo que los reyes llevaban el sa-rru rabu, gran rey, siendo considerados en la correspondencia di-plomtica como hermanos, trmino reservado a los reyes de reinosimportantes.

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    Su sociedad era aristocrtica basada en los maryannu, una aristo-cracia militar que reciba y dispona de tierras por sus servicios, conpersonas que eran adscritas a las mismas, una nobleza que tena susea de identidad en el carro de combate, un arma que dotaba de mo-vilidad al guerrero y causaba estragos en la infantera enemiga, peroque tambin implicaba prestigio, una posicin social que permita eldisponer y entrenar unos caballos, siendo significativo que en Hattus-sa, la capital hitita, se descubriera un manual relativo al adiestramien-to de estos caballos escrito por un hurrita, Kikkuli. Un trmino, mar-yannu, que se ha relacionado con el snscrito marya, hombre joven oguerrero, aunque no existe unanimidad al respecto, pero que reflejalas vinculaciones que en ocasiones se quieren establecer con un subs-trato indoiranio, al igual que sucede con los nombres de algunos desus reyes y de divinidades como Mitra, Indra o Varunna.

    Una sociedad y economa que debe ser estudiada a partir de lostextos hallados en los archivos de Nuzi, que formaba parte de la pro-vincia mitannia de Arrapha, en la actual Kirkuk al norte de Irak, delos que se desprende la situacin de dependencia a causa de las deu-das en que vive gran parte de la poblacin, as como de Hlala. Unostextos que estn escritos en acadio, al tiempo que estas dos ciudadestienen una larga tradicin en la historia del Prximo Oriente, raznpor la que las disposiciones legales, econmicas o sociales encuen-tran un paralelismo mayor con la tradicin de la regin.

    Respecto a sus reinos vasallos, stos estaban unidos por un jura-mento de fidelidad y un tratado que limitaba su poltica exterior,mientras que en las ciudades del reino la principal autoridad era el al-calde, hazannu, nombrado por el rey.

    En su panten religioso la divinidad ms importante era Tessub,dios de la tormenta y cuyo animal sagrado era un toro, siendo su her-mana Sauska la diosa de la guerra y la sexualidad. Pero el dios cuyapersonalidad ms estudios ha provocado es Kumarbi, padre de losdioses, y cuyo mito, como veremos al analizar la religin hitita, hasido comparado a la Teogona de Hesiodo. Los mitos hurritas, cono-cidos principalmente por fuentes hititas posteriores, nos revelan unentorno montaoso muy diferente al del mundo sumerio o acadio, loque contribuy an ms a buscar un origen externo a los hurritas, perolas excavaciones en centros como Urkesh han puesto de manifiestoque dicho entorno era en el que se desarrollaron los primeros centroshurritas en torno a las llanuras del Khabur de Siria oriental.

    Un reino cuya posicin central en la Alta Mesopotamia le haca es-tar rodeado de enemigos y tener que prestar una atencin continuadaa sus fronteras, radicando en ello la importancia de los maryannu,siendo las mismas circunstancias a las que tendr que enfrentarse elreino hitita en Anatolia.

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  • XVIII

    LOS HITITAS

    Con posterioridad al reinado de Telepimu el mundo hitita entra enun periodo de crisis del que tardar ms de un siglo en recuperarse,una etapa sobre la que tenemos escasa informacin, aunque a lo largodel siglo xv se constatan diversos intentos de reyes hititas por recu-perar una presencia en el nuevo marco poltico internacional que seestaba configurando, destacando al respecto los intentos de Tudhaliya Iy de Arnuwanda I por extender la presencia hitita hacia Kizzuwadna,el reino que constitua la llave para llegar al norte de Siria, e Isuwa,de vital importancia por sus minas de cobre, todo ello aprovechandoel conflicto que por entonces enfrentaba a Egipto y Mitanni. Pero laalianza y posterior paz entre ambos reinos permiti que Mitanni con-centrara sus esfuerzos y recursos ante un enemigo que pronto se con-vertira en un gran imperio.

    Pero antes de proceder a considerar su historia, y para comprendermejor la cultura hitita, sus necesidades y la continua actividad blicade sus reyes, debemos analizar la geografa hitita.

    LA GEOGRAFA DEL IMPERIO HITITA

    Delimitar con exactitud la localizacin de reinos y ciudades queson mencionados, o tienen una relacin con el mundo hitita durante laEdad del Bronce, es una tarea espinosa, ya que en ocasiones no dispo-nemos ms que de un nombre. Por otra parte establecer similitudes connombres posteriores, en especial del I milenio, es una labor arriesgada.

    La capital del reino, Hattusa, se encontraba en el centro de la pe-nnsula de Anatolia, una extensa meseta elevada rodeada por cordille-ras que dificultan el trnsito. Al norte limitaba con el mar de Mrma-

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    ra y el mar Negro, una costa escabrosa y carente de puertos donde laciudad ms importante era Zalpa. En el este se encuentra la cordille-ra del Ponto, rica en metales pero donde habitaba uno de los pueblosque ms problemas caus a los hititas, los gasga, tribus montaosassiempre belicosas y difcilmente dominadas, cuando no causaban consus incursiones terribles estragos en los campos, al igual que los azzi.En el sureste se encuentra la cordillera del Tauro donde se encuentranlas Puertas de Cilicia, uno de los pocos pasos que permitan el accesoa una de las regiones que ms inters tena para el mundo hitita, mien-[ras que al sur la pennsula limita con el Mediterrneo, una regin sinapenas puertos.

    As, una de las caractersticas de este medio geogrfico es que suscostas no son propicias para la existencia de puertos, excepto en la par-le occidental que se abre al Egeo, desarrollando all su actividad centrosque alcanzarn la leyenda, como Troya, viendo tambin el estableci-miento y crecimiento de colonias micnicas como Mileto, Millawandaen los textos. Una regin que ser fuente constante de peligros y ten-siones, con reinos como Asuwa y Arzawa, al tiempo que ser el campode accin de una entidad que siempre ha suscitado numerosas discusio-nes, Ahhiyawa, por su posible identificacin con los aqueos.

    El reino de Kizzuwatna, al otro lado del Taurus, se extenda entreel Alto ufrates y el Mediterrneo, un territorio siempre disputado en-tre Hatti y los hurritas, al ser el mismo imprescindible para acceder alas rutas comerciales del norte de Siria, dominando en el mismo lalengua luvita.

    Respecto a Arzawa, en Anatolia occidental, constituy el princi-pal reino de la regin agrupando bsicamente a poblacin luvita. Suimportancia queda atestiguada por la correspondencia que mantuvocon la corte egipcia de Amenofis III, conservada en el archivo deel-Amarna, llegndose a proponer la celebracin de un matrimoniodiplomtico, una peticin realizada en un contexto poltico en el queel reino hitita bajo el reinado de Suppiluliuma I comenzaba su ex-pansin, pudiendo Arzawa intentar encontrar as un aliado. Con pos-terioridad, este reino sera dividido en diferentes entidades como elPas del ro Seha, Hapalla o Wilusa, sobre cuyos lmites existen dis-cusiones, intentando con ello el mundo hitita debilitar la oposicinque siempre encontr en esta regin, ya que su lejana hizo imposi-ble su control efectivo.

    Los gasca, localizados en el norte, en la regin del Ponto, consti-tuyeron una de las amenazas ms frecuentes a las que tuvo que en-frentarse el mundo hitita. Se trata de poblaciones montaosas que nollegan a agruparse en un reino o bajo un nico poder, sus acciones soninesperadas y responden en la mayora de las ocasiones al saqueo, unaactividad favorecida por el hecho de que al norte de Hattussa no exis-

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  • ten unas barreras naturales que sirvan de freno o proteccin al mundohitita, siendo el ro Halys (Marrassantiya en hitita) fcilmente vadea-ble a lo largo de su curso, razn por la que en ocasiones la propia ca-pital poda quedar a merced de sus incursiones, tanto en aquellos mo-mentos en los que las fuerzas hititas deban concentrarse en algn otrorincn del imperio o como cuando estas poblaciones montaosas lo-graban superar la lnea de fortalezas, quedando a su merced el centrodel imperio.

    Los lukka, cuyo componente pudo ser esencialmente luvita, no lle-garon a constituir un reino, no conocindose ni reyes ni tratados conellos, siendo en ocasiones calificados como los hapiru de Anatolia, esdecir, una poblacin marginal que no viva en ciudades y generabaconstantes problemas. Una de las primeras menciones que de ellosdisponemos es en el archivo diplomtico de el-Amama (EA 38), enuna carta en la que el rey de Alashiya, Chipre, se queja ante el farande los problemas que causan al comercio con acciones pirticas, unaactividad significativa si tenemos en cuenta que los lukka sern unode los pueblos mencionados en los textos como pertenecientes a losPueblos del Mar que acabaran con las estructuras palaciales delBronce Reciente. La regin donde vivan estos lukka ha sido identifi-cada con la posterior Licia de los griegos, en el sudoeste de Anatolia,unos licios que en la tradicin griega aparecen como un importantealiado de Troya.

    En lneas generales nos hallamos ante una realidad de un marcogeogrfico complejo en el que adems de diferentes reinos tambinexista una heterogeneidad tnica y lingstica. Al respecto, debemosrecordar a la poblacin htica, previa a la llegada de los indoeuropeosa Anatolia, cuya lengua era aglutinante y es de donde deriva el trmi-no hitita. De ella se conservan pocos textos y la mayora de poca im-perial, posiblemente por utilizarse en antiguos rituales y ser conside-rada una lengua culta, al igual que el sumerio en Mesopotamia.Tambin tena importancia el luvita, una lengua indoeuropea domi-nante en el sur y sudoeste de Anatolia en la que puede diferenciarse laversin cuneiforme y la jeroglfica, habindose conocido durante mu-cho tiempo a esta ltima como hitita jeroglfico, siendo la que conposterioridad pervivir en los reinos neohititas que surgieron tras lacada del mundo hitita en 1200.

    SUPPILULIUMA 1 (1344-1322) y LA CREACIN DEL IMPERIO HITITA

    Este rey accede al trono como consecuencia de la muerte de suhermano, Tudhaliya, un hecho que con posterioridad su hijo y suce-sor, Mursili Il, mencionar como una de las causas de la peste que

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  • asolara el reino hitita a la muerte de Suppiluliuma 1, lo que hace pen-sar que su llegada al trono se produjo a travs de una sublevacin con-tra su hermano.

    Sus xitos militares estn descritos en las llamadas Hazaas deSuppiluliuma, redactadas en tiempos de Mursili II, al tiempo quedesarroll una intensa actividad diplomtica para asentar sus conquis-tas, unos tratados que son otra de nuestras fuentes debido a la cos-tumbre hitita de comenzar los mismos con un prembulo que recogacmo haban sido hasta entonces las relaciones entre los Estados fir-mantes. Tambin disponemos de las cartas conservadas en el archivodiplomtico de el-Amarna, que nos informan del temor que la expan-sin de Hatti caus en algunos de los vasallos egipcios en Siria.

    Pero antes de embarcarse en una expansin territorial y emular aMursili 1 con sus campaas en Siria, Suppiluliuma 1 debi procedera fortalecer su situacin interna, derrotando a los Gasca, los eternosenemigos montaosos del norte, y firmando un tratado con el reino deHayasa (en la alta Armenia), en el que llama la atencin la preocupa-cin que muestra Suppiluliuma hacia las costumbres sexuales de estereino, pidiendo que las mismas sean abandonadas. Otros reinos cuyocontrol Suppiluliuma deba asegurarse antes de adentrarse en el nortede Siria eran Kizzuwadna, que sus predecesores ya haban logradoque se integrara en la rbita hitita (en especial Tudhaliya III con el tra-tado de Sunassura), as como Isuwa, un reino importante no slo porsus minas, tambin porque su control permita la comunicacin entrela capital del reino, Hattussa, y Karkemish, una ciudad estratgica-mente situada en el ufrates y que se convertir en sede de uno de losdos virreinatos que Suppiluliuma 1 estableci en Siria. Pero tambintuvo que prestar atencin a Arzawa, el poderoso reino de Anatolia oc-cidental que lleg a mantener relaciones diplomticas con Egipto.

    Establecidas las bases de su dominio en Anatolia, Suppiluliuma 1pudo concentrar sus esfuerzos en derrotar a Mitanni y alcanzar una si-tuacin de hegemona en el norte de Siria, para lo que utiliz tanto laguerra como la diplomacia.

    Ya hemos visto cmo Tusrata de Mitanni pudo derrotar el primerintento hitita de expansin, pero ello no fren las ambiciones de Sup-piluliuma 1que poco tiempo despus derrot a Tusrata y, como vimos,permiti que siguiera existiendo un reino de Mitanni dependiente dela corte hitita.

    Paralelamente Suppiluliuma 1 dirigi sus ejrcitos hacia Siria lle-gando hasta Kadesh, una accin arriesgada al estar esta ciudad en laesfera de influencia de Egipto, llegando a la corte egipcia adverten-cias de reyes como Rib-Adda de Gubia (Biblos) sobre los xitos queestaban alcanzando los hititas y el peligro que entraaba su avancepara los intereses egipcios y el de sus vasallos. Pero Egipto no reac-

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    cion, aducindose como explicacin que por entonces reinaba Ame-nofis IV/Akhenatn, ms preocupado en asentar su revolucin reli-giosa, aunque algunos especialistas defienden que fue en estos mo-mentos cuando Suppiluliuma firm con Egipto el llamado pacto deKurustama, al tiempo que en EA41 Suppiluliuma felicita al nuevo reyde Egipto, posiblemente Tutankhamn, en una actitud conciliadora.

    Pero adems de la posible reaccin egipcia, Suppiluliuma debaproceder a consolidar sus conquistas, firmando tratados con dos de losreinos ms importantes de Siria, Amurru y Ugarit, que iban a conver-tirse en fieles aliados de Hatti hasta finales del Bronce Reciente.Igualmente Suppiluliuma 1 conquist Carchemish, donde estableceruno de los dos virreinatos en la regin, el otro en Aleppo, procedien-do tambin a la refundacin de Emar, una ciudad tambin estratgi-camente localizada en la orilla del ufrates.

    Una actividad diplomtica que Suppiluliuma 1 tambin despleghacia la Babilonia casita, buscando la alianza con un reino que pudie-ra servir de freno al mundo asirio, llegndose a casar con una prince-sa casita.

    Es as como en el curso de seis aos de intervencin en la regin,Suppiluliuma 1 logr acabar con el reino de Mitanni, obtener la fideli-dad de los antiguos aliados del reino hurrita en Siria (Nahasse, Car-chemish, Aleppo o Qatna), y firmar unos tratados con Kadesh, Amurruy Ugarit, poniendo las bases de un imperio hitita cuyo mantenimientoiba a estar salpicado de continuas guerras y conflictos, obligando a de-dicar unos esfuerzos ingentes que ayudan a explicar su descomposi-cin final.

    Lgicamente esta nueva redistribucin de fuerzas en el norte deSiria iba a tener, tarde o temprano, consecuencias en las relacionescon Egipto que, una vez terminado el periodo amarniense parece pres-tar mayor atencin a su poltica exterior, pudiendo realizar, o planear,Tutankhamn una campaa contra Kadesh. Pero la prematura muertedel joven faran iba a provocar uno de los episodios ms inslitos detoda la historia del Bronce Reciente; la peticin por parte de la viudade Tutankhamn, Ankhesamn (llamada Dahamuzu en los textos hi-titas), de un marido a Suppiluliuma 1.La reaccin del rey hitita fue desorpresa y recelo, citando sus Hazaas la siguiente frase: Jams entoda mi vida me haba sucedido una cosa como sta, pero una vezsuperados le llevaron a aceptar dicha peticin enviando a uno de sushijos, Zannanza, para que se casara con Anjesamn y convertirse asen rey de Egipto, una situacin que no poda ser aceptada por la cor-te egipcia, por lo que el prncipe hitita morira asesinado en el trans-curso de su viaje a la corte egipcia, desencadenando una nueva cam-paa de Suppiluliuma 1 en Siria en la que consolid sus recientesconquistas. Pero la misma iba a tener graves consecuencias al provo-

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  • car los prisioneros una epidemia que asolara a Hatti y que, adems,provocara la muerte del propio Suppiluliuma y de su hijo Arnuwan-da, la peste.

    El balance de su reinado es la creacin de un gran imperio, perolos antiguos enemigos y problemas del mundo hitita, como los gascay los reinos de Anatolia occidental, no desaparecieron. Sus victoriasampliaron las fronteras y los enemigos, no slo Egipto, sino tambinAsiria, que comenzaba su recuperacin histrica aprovechando el de-clive de Mitanni, al tiempo que algunos reinos del norte de Siria ha-ban aceptado la hegemona hitita antes de ser conquistados o destrui-dos, por lo que su fidelidad se iba a convertir en un problema si enverdad Egipto responda militarmente. Por lo tanto el fundador de unimperio, un gran militar, pero sus logros iban a hipotecar en gran me-dida la poltica de sus sucesores.

    Los SUCESORES DE SUPPILULlUMA 1

    La muerte de Suppiluliuma y de su hijo Arnuwanda 11por la pes-te posibilit la llegada al trono de Mursili 11(1321-1295), un rey quea lo largo de todo su reinado se mostrara muy religioso y piadoso, di-ciendo proceder siempre siguiendo los designios de los dioses, unaforma de actuar que puede explicarse por su formacin como sacer-dote. As, una de sus primeras preocupaciones es llegar a conocer lasrazones que haban originado la epidemia que asolaba al reino y cu-yos efectos estn perfectamente expresados por el propio rey al diri-girse a los dioses; Qu es esto, oh dioses, qu estis haciendo? Ha-bis permitido una epidemia en el pas. El Pas de Hatti, todo l, estmuriendo [...].

    Pero adems de los problemas causados por la peste, su subida altrono coincidi con una serie de rebeliones generalizadas, debiendodedicar sus dos primeros aos de reinado a luchar contra los gasca yrealizar una campaa contra Arzawa, que en esta ocasin contaba conel apoyo de otras entidades como Hapalla, Mira, Kuwaliya, el Pas delro Seha y de Ahhiyawa, habiendo extendido esta ltima su influenciasobre Millawanda (Mileto), una entidad cuya identificacin siempreha ocasionado polmica al querer encontrarse una relacin con losaqueos. Mursili 11march sobre Millawanda y despus de unas cam-paas victoriosas en las que estableci vasallajes, el que haba sido elinstigador de la revuelta, un tal Uhhaziti, huy a las islas, un tr-mino muy controvertido que algunos ponen en relacin con el rea deinfluencia de Ahhiyawa. Pero la principal consecuencia de estas vic-torias fue la desaparicin definitiva del poderoso reino de Arzawa, cu-yos territorios sern repartidos y divididos entre diferentes entidades,

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    intentando con ello Mursili II que no existiera una entidad poltica losuficientemente extensa y poderosa para amenazar los intereses hiti-tas, lo que no logr.

    Una prueba de que la actividad militar era constante en el mundohitita es que Mursili II tuvo que volver a prestar atencin a los gas-ea, recogiendo los propios anales reales que en esta ocasin la propiacapital, Hattussa, fue atacada y, aunque ello pueda ser entendidocomo una exageracin para resaltar an ms su victoria, su simplemencin resulta indicativa de que la seguridad del mundo hitita nun-ca era completa.

    En su dcimo ao de reinado Mursili II enva a sus ejrcitos a Si-ria a causa de una rebelin encabezada por uno de los antiguos reinosvasallos de Mitanni, Nuhasse, que posiblemente contaba con el apo-yo de un Egipto gobernado por el faran Horemheb (1323-1295), unacampaa que se complic por la muerte de sus hermanos, los virreyesde Aleppo y Carchemish, una situacin compleja de la que intent sa-car provecho el rey asirio Assur-uballit, pero los ejrcitos de Mursili IIconsiguieron restablecer el control de la regin, en gran parte graciasa la fidelidad que mostraron Ugarit y Amurru.

    Los problemas iban a continuar en su reinado, debiendo volver asofocar una revuelta en el oeste y a los gasca, pero en lneas genera-les la ltima parte de su reinado fue relativamente tranquila.

    Por tanto Mursili II consigui mantener los lmites del imperio, altiempo que las circunstancias revelaron la efectividad de las alianzasestablecidas por su padre, pero su reinado refleja la realidad a la quetienen que enfrentarse los reyes hititas; continuas revueltas en fronte-ras alejadas y difciles de controlar, recurriendo por ello ya Mursili IIa realizar una poltica de deportacin.

    Un rey que siempre busc la proteccin de los dioses y cuyos tex-tos reflejan perfectamente la ideologa de los reyes del Bronce Re-ciente; sus victorias responden a la voluntad de unos dioses que, comol, desean restablecer el orden perturbado por la impiedad y desleal-tad de unos enemigos que no respetan los pactos o juramentos presta-dos. Pero uno de los sucesos mejor conocidos de su reinado es el dela afasia que sufri como consecuencia de un trueno mientras se en-contraba en camino hacia el santuario de Kummani, una manifesta-cin divina que aconteci en un momento histrico complejo al coin-cidir con la grave situacin en Siria y la muerte de sus dos hermanos.

    Su sucesor fue Muwatalli 11(1295-1272), cuya principal accinde gobierno fue el traslado de la capital a Tarhuntassa, en las proxi-midades de Siria y en la costa, dejando a su hermano Hattusili a car-go de Hattussa, una decisin que se ha explicado como consecuenciade la preocupacin que el rey tena hacia la situacin en Siria, ya quefue en su reinado cuando tuvo lugar la gran batalla de Kadesh contra

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  • Ramss Il. Pero antes de la misma tuvo que dedicar sus esfuerzos aactuar contra los gasca, que llegaron incluso a amenazar la capital, ya la inestable situacin en Anatolia occidental, donde Piyamaradu, unnoble que haba cado en desgracia posiblemente a causa de sus am-biciones polticas, encontr el apoyo de Ahhiyawa y de Millawanda ylleg a controlar Wilusa y atacar Lazpa (Lesbos). La situacin era gra-ve, pero Muwatalli Il estaba ms preocupado por los acontecimientosque se avecinaban en Siria y envi a uno de sus generales para sofo-car la rebelin, encontrando refugio Piyamaradu en Ahhiyawa.

    La reaccin egipcia al expansionismo hitita era cuestin de tiem-po, fracasando Seti 1 (1294-1279) en su intento de recuperar el con-trol de Kadesh, aunque logr que Amurru reconociera la hegemonaegipcia, retornando sus intenciones Ramss Il, haciendo que el en-frentamiento fuera inevitable, teniendo lugar el mismo en Kadesh.

    Batalla de KadeshEsta famosa batalla tuvo lugar en el 1274 en las proximidades de Kadesh.

    Segn se describe en diferentes templos egipcios, el ejrcito hitita estaba for-mado por todos los pases extranjeros hasta el fin del mar, mientras que elejrcito egipcio estaba formado por cuatro divisiones. Cuando Ramss II lle-g al frente de la divisin de Amn, unos shasu, en realidad espas hititas, sepresentaron ante l y le informaron que el ejrcito enemigo se encontraba to-dava lejos, cayendo el faran en la trampa que le haba tendido Muwatalli,ya que Ramss II avanz sin esperar al resto de las divisiones siendo atacadopor sorpresa, evitando el desastre la actitud heroica de Ramss II que, final-mente, condujo a su ejrcito a la victoria. Los textos hititas recogen la victo-ria de Muwatalli, pero sin tantos detalles y extensin. Lo cierto es que el pri-mer ataque hitita pudo ser victorioso dedicndose su ejrcito al saqueo, lo queproporcion un tiempo muy valioso al ejrcito egipcio para reponerse y, almenos, evitar ser totalmente destruido, siendo por ello que el combate posi-blemente termin en tablas, aunque a la larga el verdadero vencedor fue elreino hitita ya que Egipto no recuper ninguno de los territorios que habaperdido con anterioridad y la influencia hitita sigui siendo firme en la re-gin, recuperando adems el control de Amurru.

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    Lgicamente las preocupaciones a las que tena que hacer frenteMuwatalli fueron aprovechadas por Asiria, logrando sus reyes Adad-nirari 1 (1307-1275) YSalmanassar 1 (1274-1245) el control de lo quean perviva del reino de Mitanni, la Hanigalbat asira, convirtindo-se Karchemish en la frontera entre ambos reinos.

    Es en este contexto en el que Muwatalli traslad la capital hitita aTarhuntassa (en la posterior Cilicia), posiblemente porque Hattussa se

  • encontraba muy alejada de las regiones donde se requera la presen-cia del rey, pero esta decisin provoc una fuerte oposicin en la cor-te hitita que ser aprovechada, posteriormente, por Hattusili,

    La llegada al trono de Mursili III, hijo de una concubina y que esms conocido en las fuentes como Urhi-Tesub (1272-1267), ocasiontensiones con su to, el futuro Hattusili III, razn por la que una de susprimeras decisiones fue que la capital retornara a Hattussa. Una si-tuacin interna convulsa que ayuda a entender que Mursili III reco-nociera la soberana asiria sobre los restos de Mitanni, pero finalmen-te Hattusili se rebel y alcanz el trono de Hatti.

    Comienza as el exilio de Mursili III, primero en Nuhasse, promo-viendo una conspiracin en la que intent obtener el apoyo de Babi-lonia y de Asiria. Pero su fracaso le oblig a refugiarse en un lugarjunto al mar, posiblemente Alashiya (Chipre), para finalmente en-contrar proteccin en la corte de Ramss II.

    Hattusili III (1267-1237), que ya en tiempos de Muwatalli tuvoque defenderse de acusaciones contra su persona, ser puesto comoejemplo por su hijo y sucesor, Tudhaliya IV, de todo aquello que nodeba realizarse, una versin muy diferente a la que nos ha legado elpropio Hattusili en uno de los textos ms importantes del periodo, laApologa de Hattusili III, donde justifica su llegada al trono y la poneen relacin con una voluntad divina, ya que su sobrino se haba mos-trado celoso de sus aptitudes

    Son precisamente sus problemas internos los que explican su pol-tica exterior. En primer lugar buscando el apoyo de Babilonia e inten-tar as contener a su enemigo ms cercano, Asiria, firmando tambinun nuevo tratado con Amurru que garantizar su lealtad y reforzar laposicin hitita en la regin y, especialmente, el tratado que firm conRamss II (1259), en cuya corte se encontraba adems el rey al quehaba destronado, Urhi-Tesub, un tratado que se sell definitivamen-te con el matrimonio de Ramss II con una princesa hitita. Conoce-mos las dos versiones del mismo, no presentando grandes diferencias,lo cual confirma que existi un acuerdo prcticamente completo en lanueva situacin poltica que se diseaba, incluyndose clusulas enlas que ambos se comprometan a no invadir el territorio del otro e in-cluso a ayudarse en caso de necesidad, incluso militar. Se inici as unperiodo en el que las relaciones con Egipto fueron estables, permi-tiendo a ambos reinos ocuparse de otros asuntos que comenzaban aaparecer en el horizonte.

    Fue sucedido por su hijo Tudhaliya IV (1237 -1209), aunque Hat-tusili III haba nombrado inicialmente como heredero a Nerikkaili,detectndose en su reinado los primeros indicios de agotamiento y cri-sis, mientras que las luchas por el trono se recrudecen, pudiendo in-cluso uno de los hijos de Muwatalli, Kurunta, haber alcanzado el tro-

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    no temporalmente, unas luchas internas que pueden explicar los sig-nos de destruccin que presenta Hattussa en estos momentos.

    Una decadencia que se manifiesta en que Karchemish, sede de unode los virreinatos, acta cada vez con mayor independencia, o queUgarit se niegue a enviar tropas para hacer frente a los crecientes pro-blemas con Asiria, limitndose a ayudar econmicamente, expresan-do Tukulti-Ninurta 1 (1244-1208), rey de Asiria, que derrot a Tudha-liya IV, aunque por razones desconocidas la expansin asiria comenza dirigirse hacia Babilonia. Pero sin lugar a dudas uno de los hechosms destacables de su reinado fue el embargo comercial que decretintentando que comerciantes y objetos de Ahhiyawa no pudieran lle-gar a Asiria, es decir, Ahhiyawa se convirti en enemiga al igual quelo era Asiria.

    Segn nos transmite su hijo Suppiluliuma II, durante su reinadoprocedi a la conquista de Chipre, lo que no debe entenderse comouna poltica expansionista, al contrario, una bsqueda de soluciones aproblemas como el de la piratera, que dificultaba el abastecimientode grano al mundo hitita. Al respecto, en 1208 tiene lugar la victoriadel faran Merneptah sobre algunos de los posteriores Pueblos delMar, un faran que tambin respondi afirmativamente a la peticinde grano que le lleg de la corte hitita, todo ello prueba de los pro-blemas por los que pasaba el Imperio hitita y los que se iban cernien-do sobre los reinos del Bronce Reciente.

    Suppiluliuma II realiz campaas en el suroeste de Anatolia con-tra los lukka, uno de los Pueblos del Mar, y derrot al reino de Tar-huntassa, que recibe su nombre de la capital que haba sido creada porMuwatalli I1, un territorio estratgico al localizarse all el puerto deUra, sealando algunos especialistas que realiz una segunda campa-a a Chipre.

    Unas campaas y victorias que sin embargo no pueden evitar elfinal del Imperio hitita, el cual pudo deberse tanto a las accionesque emprendieron los Pueblos del Mar, las incursiones de los gas-ea que aprovechan los evidentes signos de debilidad, o de los fri-gios, que sern los que ocupen con posterioridad la regin, pueblostodos ellos que aprovechan el agotamiento de un imperio heterog-neo y agotado.

    SOCIEDAD, POLTICA Y CULTURA HITITA

    El conocimiento que del mundo hitita tenemos procede en granmedida de los archivos hallados en su capital, Hattussa, estando las ta-blillas escritas en hitita, en acadio, en htico, en hurrita o en luvita, loque refleja la realidad poltica y cultural que fue el mundo hitita.

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  • Algunas de nuestras fuentes son los Anales Reales que describenlas circunstancias que rodearon las campaas militares, las Apologascomo la de Hattusili I1I, escrita para legitimar su llegada al trono, lascartas intercambiadas entre las cortes y los tratados que los reyes hi-titas firmaron con otros reinos, que deban renovarse peridicamente.Pero tambin conservamos los tratados relativos a todos los Presagios,el calendario religioso y los textos mitolgicos, as como la informa-cin administrativa, permitindonos todo ello conocer su religiosidad,la organizacin del imperio y su funcionamiento, diferencindose asuna regin central que se correspondera con la capital, Hattussa, unosterritorios perifricos bajo la administracin directa del rey y, final-mente, los Estados vasallos, bajo la autoridad de unos gobernantes lo-cales unidos mediante tratados al rey de Hatti.

    Como hemos tenido ocasin de comprobar, el Imperio hitita tuvoque dedicar gran parte de sus esfuerzos y recursos a mantener susfronteras ante enemigos en ocasiones poderosos pero tambin monta-eses que saqueaban y destruan, los gasca. Unos enemigos, grandesy pequeos, que podan ser contenidos y derrotados, pero no elimina-dos, reapareciendo en cualquier momento el peligro, la amenaza, te-niendo por ello gran importancia la diplomacia.

    Unos tratados en los que el juramento vincula a los reyes vasalloscon el rey hitita, que se compromete a defender al reino a cambio derecibir un tributo anual, de disponer de tropas en caso de necesitarlo,que se informara a la corte hitita de cualquier peligro, de comprome-terse a no proporcionar refugio a los fugitivos procedentes del mundohitita o de renunciar a tener una poltica exterior propia, lo que trata-ba de impedir la creacin de coaliciones antihititas. Igualmente, seobligaba a los vasallos a presentarse anualmente en la capital comosigno de sumisin, al tiempo que la mayora de los tratados se sella-ban con matrimonios diplomticos, que intentaban establecer unos li-najes reales fieles al mundo hitita, debiendo disfrutar las princesas hi-titas de una preeminencia en las cortes en que iban a vivir.

    Unos tratados que deban renovarse si aconteca un cambio signi-ficativo en cualquiera de los dos Estados firmantes, siendo significa-tivas las menciones a que en caso de producirse una usurpacin en eltrono hitita el vasallo quedaba liberado de los compromisos adquiri-dos, aunque s poda ser requerido para ayudar al rey depuesto, es de-cir, en los propios tratados internacionales el rey de Hatti reconoca laposibilidad de que sufriera conspiraciones en su reinado. Igualmente,los mismos finalizan mencionando a los dioses que actan como tes-tigos, recogindose los castigos que stos infligiran en caso de pro-ducirse su incumplimiento, una clusula final que servir a los re-yes para presentar sus campaas como restauradoras de un orden quelos dioses haban establecido. Unos tratados que reflejaban la supe-

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    rioridad de Hatti, siendo el nico paritario el que firmaron Ramss IIy Hattusili III.

    Pero la base del imperio era el ejrcito, dirigido personalmente porel rey excepto cuando su presencia era requerida en varios frentes almismo tiempo o, como en el caso de Mursili II, cuando el rey debaestar presente en alguna ceremonia importante, siendo acompaadopor el prncipe heredero, tuhkanti. Es difcil precisar sus dimensiones,salvo que aceptemos, sin ms, cifras como las recogidas en las fuen-tes egipcias con motivo de la batalla de Kadesh, unos 50 mil hombres,incluidas las formaciones de carros de combate.

    Unas campaas militares que, como fue normal en el Prximo Orien-te, se realizaban entre primavera y otoo, cuando podan atravesarselos pasos montaosos, vadearse los ros o transitar por los caminos. Unejrcito preparado y organizado, cuya superioridad militar en modo al-guno debe relacionarse, como se hizo en un primer momento, por lautilizacin de armas realizadas en hierro, conocido pero escasamenteutilizado. El ncleo del mismo su infantera, mientras que la impor-tancia militar de los carros de combate puede haber sido exagerada. Aligual que Egipto careca de una marina, dependiendo de las embarca-ciones que podan proporcionarles entidades como Ugarit.

    Unas campaas y guerras que deban celebrarse bajo unos augu-rios divinos favorables y respetando las normas de la guerra, lo queno siempre suceda con sus enemigos, que atacaban de noche y porsorpresa, una actitud propia de pueblos sin civilizar. La incesante ac-tividad militar tiene consecuencias importantes para la sociedad yeconoma hitita, ya que su poblacin es requerida para unos ejrcitosy la mortalidad sera elevada, no slo en el campo de batalla, tambinen los desplazamientos, por lo que pronto la administracin hititadebe hacer frente a un dficit demogrfico, recurriendo por ello a ladeportacin de poblacin, que no debe entenderse slo como una for-ma de evitar rebeliones en el territorio, sino como un intento de asegu-rar el trabajo de los campos, pero tambin a la contratacin de pobla-ciones marginales como mercenarios, como los lukka, los sherdem uotros. Igualmente, situaciones excepcionales, como la peste causadapor los prisioneros de Suppiluliuma I, o cotidianas, como las incur-siones de los gasca destruyendo y saqueando las cosechas, no hacansino empeorar e ir debilitando al Imperio hitita.

    Por ello el abastecimiento de grano se convierte en uno de los pro-blemas a los que tendr que hacer frente la administracin hitita, m-xime cuando se produzca una serie continuada de malas cosechascomo parece suceder en sus ltimos aos de historia, adquiriendo porello gran importancia el puerto de Ura, adonde llegaban las embarca-ciones de Ugarit, otra evidencia de lo importante que era la fidelidadde este reino para el mantenimiento del Imperio hitita.

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  • Respecto a la administracin de los territorios conquistados, sebuscaba la cooperacin de las autoridades locales, razn por la quese intentaban respetar las tradiciones locales, desarrollando en oca-siones el mundo hitita la poltica del terror, en el sentido de que elreino local siempre tuviera presente las posibles consecuencias quetendra para su existencia el que participaran en una rebelin y se con-virtieran en enemigos, una poltica importante debido a la imposi-bilidad del mundo hitita de llegar a establecer unas guarniciones im-portantes y numerosas, tanto por lo extenso de sus fronteras como porsus problemas demogrficos. Sin embargo, muy excepcionalmentelos hititas recurrieron a la destruccin de una ciudad o sus campos, yaque ello no hara ms que agravar la situacin de la regin al generaruna poblacin que carecera de recursos, adems de perturbar la vidaeconmica y comercial de la regin correspondiente, siendo por elloque los hititas siempre responsabilizan al rey o prncipe de la ciudadde su infidelidad o traicin, no al conjunto de la poblacin.

    Pero uno de los problemas era la lejana de la capital, Hattussa, delas regiones que realmente interesaban al mundo hitita, alcanzando porello mucha importancia los virreinatos que Suppiluliuma 1 instaur enAleppo y Karkemish, donde el virrey, un familiar prximo al rey, go-bernaba ayudado por una pequea elite de nobles y mercaderes, sien-do donde se encontraban las principales tropas hititas de la regin.

    Un rey que reciba el juramento de fidelidad de todos los cortesanos,era el que administraba justicia y diriga a los ejrcitos, pero que tam-bin deba realizar y dirigir las ofrendas y ceremonias que se celebra-ban en los principales santuarios del reino, unas obligaciones que im-plicaban que el rey tuviera que permanecer ausente de la capital durantelargos periodos de tiempo, lo que favoreca las conspiraciones y las lu-chas por el poder tan frecuentes en su historia. Es por este motivo porel que tambin adquiri gran importancia la tawananna, la esposa delrey, un ttulo que conservaba aun cuando su esposo muriera, partici-pando activamente en la vida poltica del reino y asumiendo algunas delas obligaciones religiosas del rey. Pero su poder e influencia poda lle-gar a convertirse en un peligro para el propio rey, siendo ejemplo de ellolas quejas que hacia su madrastra tiene Mursili Il, llegndola a acusarde haber matado a su propia esposa, o el juicio que Muwatalli empren-di contra la tawanannav segunda esposa de Mursili 11con la excusade que haba cometido profanaciones en el culto. Unas circunstanciasque explican la importancia del prncipe heredero (tuhkanti), nombradoen vida por el rey para intentar asegurar una sucesin pacfica, siendoinstruido en los problemas a los que tendra que enfrentarse.

    Con todas sus desventajas, el centr del imperio era la capital, Hat-tussa, que tena una Ciudad Baja y otra Alta, esta ltima, una exten-sin de la ciudad del Bronce Medio, rodeada por una muralla que te-

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    na cinco puertas, como la Puerta del Len, la del Rey y la Esfinge,que presentan interesantes similitudes con las puertas que presidan laentrada a las ciudades micnicas, en especial la Puerta de los Leonesde Micenas. Una ciudad donde se encontraba la corte, la administra-cin y en la que existan cerca de 30 templos, reflejo de la importan-cia que lo religioso tena en la vida de este imperio.

    LA RELIGIN HITITA

    Desde su descubrimiento, uno de los aspectos que ms concit laatencin del mundo hitita fue su religin al tener la misma un com-ponente claramente indoeuropeo, buscndose similitudes y puntos deencuentro con el mundo griego o romano, pero su religiosidad tam-bin tiene elementos mesopotmicos y cananeos, reflejo de la hetero-geneidad de un imperio.

    Hattussa era el centro de la misma, una consecuencia de la cos-tumbre hitita de invitar a los dioses de diferentes territorios a quetrasladaran su estatua, su culto, a la capital, la evocatio que tambinser caracterstica del mundo romano. Esta costumbre pudo estar re-lacionada con el hecho de que al ser el rey quien, en teora, deba pre-sidir todas las ceremonias, la presencia de los dioses en la capital fa-vorecera su asistencia y participacin en los rituales, al tiempo que lapropia decisin de los dioses reflejara el poder e importancia de Hat-tusas, reconocida por los propios dioses. En este sentido se conservaun ritual que se celebraba antes de la batalla en la frontera del enemi-go y en el que se peda a las divinidades que se pasaran al bando hi-tita. Por ello, al igual que en otros reinos e imperios del Bronce Re-ciente, en la guerra subyace un elemento ordlico, obtenindose lavictoria gracias a la proteccin de unos dioses que guiaban a un reyque adoptaba las decisiones correctas, manifestando as su superiori-dad sobre los dioses del enemigo.

    Pero a pesar de ello existan numerosos templos y ceremonias enlas provincias, algunos vinculados con la tradicin hitita desde co-mienzos del 11milenio, destacando los santuarios rupestres como elde Yazilikaya, en las proximidades de la capital y probablemente aso-ciado con la fiesta del Ao Nuevo, estando compuesto por diferentesgrutas y una construccin adosada. Un conjunto del que se conservanlos relieves en que se representa una procesin de dioses dividida porsexos divinos y dispuestos en orden de importancia, estando encabe-zados por Teshub, dios de las tormentas y Herat, una diosa solar, lle-vando los dioses una tnica corta, zapatos con la punta hacia arriba yel gorro cnico dentado, mientras que las diosas llevan una falda lar-ga con pliegues y una prenda que les cubre los hombros, unos dioses

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  • que son el panten nacional y entre los que encontramos reflejada lainfluencia e importancia que tuvieron los dioses de origen hurrita.Tambin algunas ciudades tenan una consideracin sagrada, comoNerik, Arinna o Zippalanda, teniendo lugar en todas ellas importantescelebraciones religiosas que son conocidas gracias a unos textos quedescriben los ritos que podan llegar a realizarse durante varios das.

    El rey, que era el principal sacerdote de todos los dioses aunque aveces ayudado por la tawananna, se converta en dios cuando mora,siendo su cuerpo incinerado y realizndose unos funerales en su re-cuerdo, apuntndose en ocasiones posibles similitudes con los fune-rales descritos por Hornero en la lliada en honor de Patroclo y Hc-tor, pero tambin existen diferencias, como que en los hititas destacanlas liturgias mgicas posteriores y en los griegos los juegos.

    Unos ritos que eran complejos y requeran de una pureza reli-giosa, debindose realizar correctamente para evitar que los diosespudieran actuar contra el rey o su disgusto ocasionara trastornos a lapoblacin, debiendo actuar el rey segn lo que de l se esperaba.Igualmente, era importante protegerse de los dioses o actuar cuandolos mismos haban adoptado una decisin, conservndose numero-sos textos que renen rituales de conjuro y de exorcismo que deta-llan cmo proceder en todo momento. Posiblemente el ejemplo quede ello es todo lo relacionado con la epidemia de peste que asol alreino hitita, una desgracia que Mursili 11 atribuy, despus de con-sultar los textos, a que no se haban realizado las ofrendas y el sa-crificio en honor del ro Mala (el ufrates), as como no haber res-petado dos juramentos que su padre, Suppiluliuma I haba realizado,recayendo la culpa en sus descendientes, redactando Mursili 11 untexto en el que reconoca la culpa, asuma el castigo y describa congran realismo las terribles consecuencias que dicha epidemia habacausado entre la poblacin.

    Ello constituye una prueba de que en la religiosidad hitita los pe-cados podan tener consecuencias tanto a nivel personal, como con-traer una enfermedad o sufrir una desgracia personal, como comuni-taria, que podan plasmarse en una mala cosecha, una epidemia o lapropia llegada de una amenaza exterior. Ello provocaba que se hicie-ra responsable al conjunto de la comunidad, debiendo actuar la mis-ma colectivamente. Igualmente, si se actuaba correctamente, se res-petaban las tradiciones' y las normas del culto, los dioses entoncesprocederan a premiar a la persona y la comunidad, pudiendo inclusollegarse a pedir a los dioses su premio.

    La casustica es enorme y abarca situaciones muy diversas, comocuando los textos hacen referencia a' cmo deba procederse cuandoun ejrcito haba sido derrotado antes de su regreso, siendo la nicacultura prximo oriental que de este modo expresa un reconocimien-

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    to de la derrota, aunque la misma pudiera haber estado motivada poruna mala lectura de los signos o una ausencia de algn ritual.

    Unos pecados que podan ser cometidos de una forma no cons-ciente, por lo que haba que estar siempre vigilante y no realizar nun-ca nada que pudiera poner en peligro una relacin con los dioses quese conceba recprocamente.

    Su panten era complejo al no ser todos sus dioses adorados en to-dos los lugares del imperio, al tiempo que en el mismo van integrn-dose los dioses de todos los substratos que componen la base del mun-do hitita, adquiriendo al respecto gran importancia los dioses hurritas,encontrando tambin elementos hurritas en algunos textos rnitolgi-cos, como en el llamado ciclo del dios Kumarbi, El reinado en el cie-lo o Teogonia, una divinidad descrita como rey de los dioses y cuyoprincipal centro de culto estuvo en la ciudad de Urkesh, siendo iden-tificada con Enlil y en Ugarit con divinidades como El y Dagan, des-cribiendo el relato la sucesin de tres dominios en el cielo, siendo elltimo el de Kumarbi, habindose buscado en el mismo paralelos conla Teogonia de Hesodo. Una literatura mitolgica en la que tambinexisten mitos de origen cananeo y mesopotmico

    AHHIYAWA y TROYA

    En diferentes textos hititas se encuentran nombres geogrficos yde personas que muestran cierta similitud con los que aparecen en lasfuentes griegas, siendo el ms importante Ahhiyawa, pero tambinMillawanda, identificada con Mileto o Lazpa, con la isla de Lesbos,una similitud que revela un conocimiento mutuo de ambas regiones,algo lgico en el marco de un Mediterrneo oriental cada vez ms in-terrelacionado.

    El gran debate radica en la exacta localizacin e identificacin dela entidad que los textos hititas denominan Ahhiyawa, una entidad po-ltica que sirvi como lugar de refugio para algunos enemigos de Hat-ti y que apoy algunas de las revueltas que tuvieron lugar en Anatoliaoccidental. En opinin de algunos especialistas con este trmino losescribas hititas haran referencia al mundo micnico, a Grecia conti-nental, mientras que para otros hara referencia a islas como Rodas oa una de las regiones y entidades polticas que exista en Anatolia oc-cidental. Las implicaciones de una u otra posibilidad son importantesal tener relacin con la explicacin y valor histrico que se le quieraconceder a una de las composiciones picas ms importantes de nues-tra tradicin, la Ilada y la consiguiente guerra de Troya. Un debatereavivado en los ltimos aos por las excavaciones dirigidas en Tro-ya hasta su reciente muerte por M. Korfmann, que propuso que hay

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  • suficientes evidencias para hablar de una gran Troya que controlaralas rutas comerciales que a travs del Helesponto permitan acceder almar Negro, existiendo una ciudad baja con avanzados sistemas de-fensivos, un planteamiento muy diferente al que se aceptaba hasta lareanudacin de las excavaciones y que aseguraba que la llamada Tro-ya homrica no era sino un pequeo asentamiento que no poda seridentificada con la descrita por Hornero, confirmando que la histori-cidad del relato era mnima.

    La identificacin de Ahhiyawa con los aqueos es cada vez acepta-da y asumida por ms especialistas, un reino que como hemos vistointerfiere frecuentemente en la poltica hitita en la regin y que al mis-mo tiempo estara lejos de las posibilidades hititas de actuar contra elmismo al encontrarse en ultramar, lo que no constituira un problemapara Ahhiyawa debido a la capacidad marinera de los centros micni-coso Un reino que sera considerado un gran poder y cuyas activida-des no se desarrollaran solamente en torno a Anatolia occidental,donde las excavaciones en Mileto, la Millawanda hitita, han reveladouna ms que probable ocupacin micnica, sino tambin en la costasiria, constituyendo la cermica micnica uno de los productos mshabituales y valorados en Ugarit, por lo que estos Ahhiyawa seran co-nocidos y respetados por su capacidad comercial y de intervencin endiferentes regiones, debiendo recordar el embargo comercial al que elmundo hitita somete a los productos de Ahhiyawa impidiendo que losmismos pudieran alcanzar Asiria.

    Unas fuentes hititas en las que tambin se encuentran otros trmi-nos que han sido identificados con lugares y personajes del poema ho-mrico a travs de una evolucin lingstica, como el topnimo Ta-ruisa, del que se hace derivar Troya o Wilusa, que fue uno de losreinos resultantes de la divisin de Arzawa por parte de Mursili II yque se relaciona con Ilin. Igualmente, el rey Muwatalli firm un tra-tado con Alaksandu de Wilusa hacia 1280, nombre que sera una tras-cripcin al hitita de un nombre griego, Alexandros, por lo que ten-dramos a un griego al frente de una entidad poltica en Anatoliaoccidental y que, adems, no perteneca al mundo de Ahhiyawa, de-bindose recordar que ste era el otro nombre de Paris, el raptor deHelena e hijo de Pramo, cuyo nombre tambin se ha querido encon-trar en las fuentes hititas, Piyamaradus.

    Con todo ello, parece evidente que los intereses micnicos en Ana-tolia occidental eran cada vez ms importantes, llegando a convertir-se Mileto en un gran centro comercial bajo la influencia micnica, unaregin en cuyas costas existira un trfico comercial intenso, comodemuestra el pecio de Ulu Burum y las rutas martimas que se desa-rrollaron por todo el Mediterrneo oriental en especial a partir del si-glo XIV, una coyuntura que suscitara el recelo hitita, que siempre tuvo

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    graves problemas para asegurarse el control de esta regin y le lleva decretar un embargo comercial contra una entidad que, lgicamen-te, desempeaba una funcin importante, siendo en este contexto enel que pudieron producirse unos enfrentamiento s, posiblemente limi-tados, que permanecieron en la memoria popular y fueron transmi-tindose hasta que Homero les dio finalmente forma de un gran poe-ma pico en el siglo VIII, mezclndose el recuerdo histrico de unasrelaciones no siempre pacficas, la propia deformacin de una trans-misin oral y la realidad que exista cuando la Iliada fue redactada.

    Lgicamente, como en todo lo referido a Troya, el debate conti-nuar y futuros descubrimientos, arqueolgicos y epigrficos, contri-buirn a la solucin de este debate historio grfico o, posiblemente, aque el mismo sea an mayor. En cualquier caso, la evidencia apuntaa que el mundo micnico y el hitita mantuvieron unas relaciones enAnatolia occidental que, al igual que revelan los hallazgos en Egiptoo en Siria-Palestina, reflejan las relaciones existentes entre el Egeo yel mundo prximo oriental, unas culturas mucho ms unidas que se-paradas, como a veces la historiografa ha querido demostrar.

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