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NOVELA DE GIL BLAS TEJEIRA

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  • Captulo

    XXIV

    DESOLACION

    -Mara de los Angeles, tengo algo muy importante que decirte.

    As inici Camile Rostand el dilogo ms embarazoso que ja-

    ms haba sostenido cpn su amante Estaban solos en la salita alum-

    brada por una lmpara de reflejo posada en una tablilla fija en la

    pared. Eran las nueve de la noche . El nio y Martina haca rato

    dorman profundamente .

    Sobresaltse un tanto la chapina . Mucho le preocupaba el es-

    tado de nimo de Rostand. Pareca imbuido en profundas meditacio-

    nes, hablaba slo cundo ella le diriga la palabra y por lo general

    con monoslabos .

    -Te escucho, Camile -contest ella .- Por grave que sea. lo

    que te mantiene tan preocupado, ya te sentirs ms aliviado cuando

    me lo hayas dicho .

    -Mara de los Angeles- dijo el ingeniero con suave entona-

    cin- he resuelto marcharme.

    Ella qued silenciosa un largo rato, anonadada por las palabras

    de su compaero . Al fin, pregunt :

    -Piensas marcharte solo, sin m y sin el nio?

    -S, querida -afirm l.- Es preciso que marche sin vosotros.

    Voy en busca de trabajo y aunque tengo la seguridad de que lo he

    de obtener, no puedo llevaros conmigo mientras no est firmemen-

    te establecido y pueda daros las comodidades indispensables .

    -Regresas acaso a Francia? -inquiri lla.

    -No, querida -replic Rostand .- No regreso a Francia . Chi-

    le ha abierto sus puertas a los ingenieros y trabajadores del Canal

    que han quedado sin ocupacin y yo he hecho ya las gestiones pa-

    ra establecerme all . Chile es un pas estable, sin revoluciones, con

    un gobierno progresista que intenta hacer grandes obras de ingenie-

    ra. Yo estoy seguro de que all, antes de un par de aos, habr

    ganado lo suficiente para adquirir una buena propiedad . Entonces

  • mandar por t y por el nio, si es que no vengo personalmente a

    buscaros .

    Mara de los Angeles comenz a llorar. Las lgrimas se desli-

    zaban copiosamente por sus mejillas, sin que de sus labios se es-

    capara un solo gemido .

    -Camile -dijo ella al fin- t has dispuesto las cosas sin con-

    sultarme, como dueo de tus propios destinos . Todo lo has planeado

    como a t te ha parecido, sin tener en cuenta lo que yo podra pen-

    sar o sentir . Yo nada puedo reclamarte. Soy tu amante desde hace

    ya cinco aos y s que no tengo derechos de esposa . Pero te he

    querido y te quiero como a nauie en el mundo y juntos hemos trado

    a la vida un hijo . T y l sois mis nicos afectos . Has pensado

    acaso que nosotros sin t no tendremos amparo alguno?

    -Mujer: -replic Rostand .- Grande es sin duda tu dolor

    cuando por primera vez en nuestros aos de vida comn aludes a

    la ilegitimidad de nuestra unin. T sabes muy bien que si no te

    he hecho mi esposa es porque legalmente no puedo, pero que siem-

    pre te he tenido como a tal, Yo no te estoy proponiendo que nos

    separemos para siempre. Se trata tan slo de una ausencia tempo-

    ral. Qu hara yo en el mundo sin t y sin nuestro hijo? Si voy a

    Chile es en busca de estabilidad para teneros a mi lado .

    -Pero es que t no entiendes -solloz Mara de los Ange-

    les- que yo no puedo resignarme a estar por ningn tiempo sin t .

    Que si vivo en este pueblecito aislado y miserable es porque te

    tengo cerca, Que cuando t ests conmigo me siento amada, prote-

    gida, cubierta de todo peligro y que cuando ests ausente me alien-

    ta la seguridad de tu pronto regreso .

    -Pues soporta mi ausencia en la seguridad de que volver o

    de que te llamar a mi lado -arguy l .- El tiempo corre rpida-

    mente .

    -Rpidamente cuando somos felices,Camile, pero lento Y

    desesperante cuando lo que ms queremos est lejos- objet ella

    .

    -Yo entiendo eso perfectamente -afirm el francs- pero

    la vida exige sacrificios que hay que aceptar con estoicismo. T

    crees que yo ser feliz lejos det y

    de nuestro hijo? T al menos

    tendrs consuelo en tener a Camilo a tu lado, en sus mimos, en

    verlo crecer

    . Yo vivir algn tiempo sin el halago de tu amor, sin

    Las sonrisas de nuestro hijo, sufriendo mucho ms que t.

    -S, Camile, -replic ella

    .- Pero t eres hombre y eres fuer-

    te

    . Yo, mujer y dbil, no s cmo voy a resistir tu partida.

    -Nada te har falta, querida -afirm Rostand, Todo lo he

    arreglado en forma que no peligre un momento tu seguridad. En el

    -102-

  • Banco dejo un depsito de veinte mil francos a tus rdenes . Esta

    casa es tuya. De las tierras que adquir para t, hay buena parte en

    produccin. Nuestros amigos Olivita y Bethancourt se encargarn

    de la venta del banano y te entregarn la ganancia . Si la vida en

    este pueblo te resulta demasiado montona, vete a Coln o a Pana-

    m. Dinero tendrs suficiente para hacerlo .

    -Mucho he admirado desde que estoy a tu lado, Camile -dijo

    ella- la precisin con que trabaja tu cerebro. Eres un perfecto

    calculador. T llamas a eso el buen sentido provinciano francs .

    Hasta ahora he tenido tal sentido como una virtud . Pero acabo de

    descubrir que tu cerebro se impone sobre tu corazn . Todo lo ra-

    zonas, todo lo allanas con lgica. Pero hay cosas que no pueden

    aceptarse lgicamente. T te has detenido un momento a pensar

    cuntos aos tengo?

    -S que cumpliste hace poco veinte y tres, Un bello prendedor

    te regal con tal motivo .

    -Pues considera un momento lo que significa para una mujer

    de veinte y tres aos y ya madre -observ ella baada en lgri-

    mas- estar sola . S que mi amor por t ser un escudo contra toda

    tentacin, pero s tambin que mi dignidad sufrir cuando los

    hombres, vindome sin amparo de marido, intenten ganar mi cario.

    Yo no soy vanidosa ni tiempo he tenido para cultivar vanidades. T

    has llenado toda mi vida. Pero t me has dicho y repetido sin can-

    sarte que soy hermosa . Dirs que aqu en Gatn nadie osar reque-

    rirme. Pero no ocurrirla lo mismo si, siguiendo tu consejo, me voy

    a Panam o a Coln .

    -Mucho te amo, Mara de los Angeles- dijo con voz trmula

    Camile- y jams se me ha pasado por la mente la posibilidad de

    que t dejes de amarme . Tengo plena fe en t. Te conoc cuando

    eras casi una nia y s cmo te defendiste entonces de los que te

    deseaban. Eres an muy joven, mas hoy te defienden tu amor por

    m y por nuestro hijo .

    -Sin embargo, Camile -replic ella- sucumb a tu amor.

    Acept irme contigo sin matrimonio ni ms prenda que mi amor y

    mi f en tu bondad. Dios quiso que t fueras bueno, pero bien pu-

    diste no serlo. T fuiste una vez vctima de la infidelidad de una

    mujer y te agradezco que tras esa experiencia tengas en m con-

    fianza suficiente para dejarme sola, expuesta a sucumbir hasta por

    huir de la soledad.

    Sonri Camile ante el argumento de su amada .

    -De buen recurso femenino haces uso, querido -afirm .-

    Quieres tocarme la fibra de los celos, tan sensible casi en todos

    los seres humanos. Pero es intil ; siempre tendr confianza en t.

    -103-

  • T eres la nica persona en el mundo que puede engaarme, por-

    que eres la nica en quien tengo plena confianza y yo he aprendido

    que slo nos puede engaar aquel en quien creemos .

    Mara de los Angeles sinti que no tena nada ms que argumen-

    tar. Su dolor, manifestado hasta entonces tan slo en lgrimas, es-

    tall en fuertes sollozos. Su amante se le acerc, la tom entre sus

    brazos y comenz a besar sus lgrimas con ternura .

    Mi querida, mi adorada Mara de los Angeles -le dijo- no

    llores, no te desesperes. T has enriquecido mi vida por cinco aos.

    T no eres ya la muchacha solitaria y esclavizada que yo conoc en

    La Antigua. A mi lado te has hecho una mujer y me ufano de haber

    hecho de t lo que hoy eres. S fuerte. Aydame. S t te desespe-

    ras, qu ser de m? S valiente, que la vida nos depara muchas

    compensaciones.

    Ella se dej acariciar mansamente . Bajo los halagos desu

    amante cesaron sus sollozos . Una calma lnguida se apoder de ella,

    Rostand, al verla apaciguada, la alz en sus brazos y la llev

    a la alcoba.

    Durmise a poco la cuitada y su amante permaneci en vela

    largas horas, pensando en el porvenir .

  • Captulo

    XXV

    DESPEDIDA

    -Es la primera vez que voy a Panam - dijo Mara de los

    Angeles interrumpiendo el silencio de los primeros minutos de via-

    je en tren .

    -Descuido de mi parte, por el que te ruego perdn -contest

    con tono clido Rostand.- En verdad, no he sido yo muy frecuen-

    tador de Panam, a donde he ido pocas veces, en asuntos relaciona .

    dos con mi trabajo . Mis ratos libres los he ddicado siempre a t y

    a nuestro hijo, sin duda porque eso es lo que me ha sido siempre

    ms placentero, Pero deb haber pensado que t necesitabas dis-

    tracciones. Has vivido tanto tiempo metida en la reducida isla de

    Gatn!

    -Te juro, Camile, que mi observacin no encierra reproche

    alguno-afirm ella.- Nada me ha hecho falta mientras te he

    tenido a mi lado. Mas ahora miro con espanto mi prxima soledad .

    Era una maana de mediados de septiembre de 1989 . Camile

    Rostand y Mara de los Angeles con su hijo hacan el viaje de Ga-

    tn a Panam, donde el francs tomara el Lautaro,barco de la l-

    nea de servicios de pasajeros y carga entre Valparaso y Panam,

    con altos en varios puertos de la costa pacfica suramericana.

    Sin duda a los otros pasajeros que ese da viajaban en el tren

    de la ciudad atlntica hacia la capital del istmo debi llamar la aten-

    cin aquel grupo que bien poda tomarse por una de las familias

    formadas por franceses y criollas que provoc la aventura del canal .

    El, alto, de cabello castao claro, bien cuidado bigote, rostro rasu-

    rado y ojos azules, trajeado de viajero distinguido . Ella, esbelta, li-

    geramente triguea, de negra cabellera recogida sobre la nuca, to-

    cada la cabeza con un sombrero lila del que penda un tenue velo

    que apenas sombreaba su bello rostro, Lila era tambin su traje de

    amplia falda, esponjado busto, ceido cuello alto y cintura estrecha-

    da por el cors . A diferencia de las mujeres de entonces que queran

    pasar por de ltima moda, no llevaba polizn, ni guantes, ni mito-

    nes. El ingeniero, como un moderno Pigralen, haba convertido a

    -105-

  • la modesta muchacha de La Antigua en una elegante dama que bien

    poda lucir en los ms refinados salones de sociedad.

    El nio, iba trajeado de marino francs. Rostand haba tenido

    el cuidado ue encargar a Francia ropa para su hijo y su amante

    .

    El tro haba ocupado un asiento de la fila derecha . Mara de

    los Angeles tom el puesto de la ventanilla y el nio iba acomodado

    entre ella y Camile .

    Rostand pareca magnetizado por el panorama que presentaba

    el Chagres con sus aguas hinchadas y turbias por las recientes y

    torrenciales lluvias, Una expresin sombra asom a su rostro cuan-

    do el tren pas cerca de unas maquinarias que el clima tropical y

    el abandono haban cubierto de herrumbre y que le parecieron co-

    mo un epitafio sobre la tumba del proyecto francs .

    Pocos minutos llevaba el tren de rodar, cuando un empleado

    de la Compaa del Ferrocarril se acerc a Rostand y sus acompa-

    antes para invitarlos con toda gentileza a que pasaran a un vagn

    trasero. Acept el francs y con Mara de los Angeles y Camilo si-

    gui al muy corts invitante .

    El vagn a que fueron llevados los tres viajeros ofreca ms

    comodidades que los corrientes de primera . A travs de las amplias

    ventanas Rostand y los suyos podan contemplar el agreste panora-

    ma ligeramente velado por una tenue lluvia .

    Dialogaron el ingeniero y su amante con dos matrimonios pa-

    nameos que se insinuaron haciendo caricias al nio, ponderando su

    belleza y sealando los parecidos con sus padres .

    Uno de los viajeros se mostr locuaz. Hizo una larga historia

    de la hazaa de la construccin del ferrocarril transistmico y de la

    diversidad de hombres que trabajaron en su realizacin. Antillanos,

    europeos, chinos, hindes y hasta africanos.

    -Ms de seiscientos negros liberianos fueron trados por la

    Compaa -inform el bien enterado panameo- sin duda en la

    confianza de que podran resistir el trabajo rudo y el clima ener-

    vante del Istmo. Vestan largas tnicas sin ceir, verdes unas,

    azules otras y llevaban pauelos multicolores a manera de turban-

    te. Los esfuerzos que se hicieron para que usaran pantalones resul-

    taron fallidos, Mas eran todos laboriosos, sobrios y pacficos . No

    pocos de ellos trajeron familias. Unos fueron repatriados al termi-

    narse los trabajos y otros se quedaron y adaptaron a su nuevo am-

    biente .

    Cuando el tren se detena en una estacin el panameo daba

    detalles del lugar y de la forma de vida que all prevaleca . No era

    muy optimista el informante vernculo sobre las ventajas que los

    pueblos de la Lnea derivaran del Ferrocarril,

    -106-

  • Llegados a Panam despus de tres horas, el tro abandon el

    vagn y Rostand fue a buscar un coche que los llevara a un hotel

    donde esperar hasta la tarde, cuando el ingeniero haba de tomar

    su barco hacia Valparaso . Un gigantesco cochero jamaicano vino en

    su ayuda y se encarg de llevar el bal y la maleta del francs hasta

    su coche tirado por un jamelgo y protegido contra la lluvia y el sol

    por un descomunal paraguas rojo .

    Contaba la capital istmea en aquel entonces con una pobla-

    cin fija de 25.000 almas, en lo que superaba a Coln en slo un

    quinto. Atravesaba la ciuad cuando llegaron a ella los viajeros de

    esta historia, por un estado de crisis econmica y decaimiento mo-

    ral como consecuencia del reciente fracaso de la empresa canalera .

    Se extenda de sur a norte desde la pequea pennsula amurallada

    donde comenz, hasta el barrio de Calidonia, y de este a oeste, des-

    de la orilla de la baha hasta los entonces llamados cuarteles de

    Bayain que haba ocupado el hospital de la Compaa del Canal,

    entre el Cerro Ancn y la boca del Ro Grande .

    No notaron los viajeros mucha animacin en el trecho empe-

    drado que recorrieron, de la estacin al Hotel Central, pasando por

    la plaza de Santana .

    Luego de instalados en el Hotel, donde hicieron reservar una

    habitacin para que pernoctaran Mara de los Angeles yCamilo,

    pues no haba ese da tren que partiera hacia el Atlntico despus

    de embarcado Rostand, se dieron los tres a recorrer el viejo sector

    de la ciudad hasta el Cuartel de Chiriqu, justamente al extremo .

    Ya en la tarde fueron al embarcadero en compaa de un

    hombre que en una carretilla llev el equipaje. All un panguero

    se encarg de l. El paquebote en que haba de viajar el francs

    estaba a buen trecho de la orilla y haba que abordarlo en panga,

    Lleg el momento de la separacin . Rostand levant a su hijo

    hasta unir su cara a la de l lo bes con ternura y luego abraz

    estrechamente a Mara de los Angeles cuyo rostro estaba inundado

    de lgrimas .

    -Por Dios, mujer -dijo l.- Enjuga tu llanto . S valiente y

    as me ayudars a m a serlo . Piensa que mi ausencia ser breve y

    que nos esperan muchos aos de vida comn .

    Ella permaneci silenciosa. Al fin cambiaron el ltimo beso y

    Rostand salt a la panga, la que se alej al impulso de los remos .

    Mara de los Angeles permaneci inmvil, con el nio de la

    mano y los ojos fijos en el esquife. Cuando ste alcanz el barco la

    figura de su amante pareca diluida en la lejana .

    Pocos minutos despus el Lautaro rompi el silencio de la tarde

    con sus prolongados gritos anunciadores de su partida, con gran

    alarma para las bandadas de gaviotas y pelcanos .

    -107-

  • Tom Mara de los Angeles a su hijo en los brazos y emprendi

    el camino de regreso al hotel, donde se encerr en el cuarto a llorar

    desconsoladamente.

    El nio la miraba en silencio, con sus ojos llenos de un asom-

    bro que no poda expresar en palabras . Sin duda su costumbre de

    ver ausentarse a su padre con frecuencia le haca tomar su ida con

    naturalidad .

    -Mam: &para dnde se fu pap?- pregunt a la cuitada.

    -Esta vez se ha ido muy lejos, hijo mo - contest ella se-

    renando su lloro. Despus, dijo para s misma ms que para Camilo:

    -No s cundo regresar Camle. Pero vuelva o no vuelva, pa-

    se lo que pase, a ti nada te faltar .

    Madre e hijo se dedicaron al descanso para levantarse tempra-

    no a tomar el primer tren que habla de reintegrarlos a Gatn .

    El viaje de regreso fue silencioso . Mara de los Angeles pen-

    saba en el futuro. Una nueva vida comenzaba para ella y haba que

    afrontarla con coraje .

  • Capitulo

    XXVI

    MARTINA LA CASTELLANA

    Para Mara de los Angeles, Martina, la negra que entr a su

    servicio el mismo da de su instalacin en Gatn, result un regalo

    del cielo .

    Martina era moza no mayor de veinte aos cuando inici sus

    servicios en casa de la guatemalteca. Como las ms de las mujeres

    de su raza y condicin social, miraba con naturalidad las cosas del

    amor y jams presumi de doncella, aunque era muy recatada en

    su conducta .

    Hablaba el idioma pintoresco de los hijos de la llamada Costa

    de Oro, cuya principal caracterstica es el cambio de la d por la r

    suave entre dos vocales o inicial . As deca marera por madera,

    Nombrereripor Nombre de Dios, carera por cadera, romingo por

    domingo, y buenoria por buenos das .

    Era oriunda de Santa Isabel, pueblo costeo, y se haba arrai-

    gado en Gatn desde nia, dada por sus padres, que eran muy pobres

    Y prolficos, a sus padrinos, el mayor Bethancourt y la seora Ru-

    fina su esposa . Estos no tuvieron Inconveniente en cederla a Mara

    de los Angeles .

    Si alguien le preguntaba por su nombre, Martina contestaba

    con mucha cortesa :

    -Martina Gndola, pa servirle ari y a ust .

    Si se le interrogaba por su origen, contestaba :

    -Yo soy castellana.

    En igual forma hubiera respondido cualquier negro de arraigo

    costeo, Sercastellano

    era y sigue siendo para los camticos de la

    Costa, timbre de orgullo y diferenciacin de los de su misma raza

    descendientes de antillanos de habla inglesa .

    En casa de sus padrinos haba aprendido Martina a leer y a

    escribir rudimentariamente. Pero sus pocas letras estaban compen .

    sadas por un gran conocimiento de las cosas del campo .

    -109-

  • Ella saba a ciencia cierta que al nio Camilo no se le deba

    sacar a la calle antes de los cuatro aos sin un aj

    pico-e-pjaro

    fijo en la camisita para preservarlo del ojeo,porque en Gatn haba

    algunas personas con el ojo muy fuerte que podan daar a la cria-

    tura sin quererlo .

    Vez hubo en que a casa de Mara de los Angeles lleg una se-

    ora que tena fama de ojeadora . Elnio no estaba protegido por el

    aj cuando ella lo v16, lo que llev a Martina, para conjurar el mal,

    a exigirle a la visitante que le diera un pellizco al prvulo en una

    nalguita hasta hacerlo llorar, pues slo as poda conjurarse el pe-

    ligro de que quedara ojiao.

    Tambin saba ella que Camilo mientras fuera nio no deba

    jams ir solo al "monte" . El Ro Chagres ocultaba entre los rboles

    y matas de sus orillas a los diablicos duendes, por lo general ino-

    fensivos para105

    nios negros pero que no podan ver un blanquito

    sin querer llevrselo. Y si alguien le preguntaba si alguna vez ella

    haba visto duendes, contestaba :

    -Pues s los he visto, perore lejos cuando taba chiquita.

    Co-

    mo yo soy negra, ellos no queran nara conmigo, pero toro er mundo

    sabe que son maritsimos y que una vej se llevaron a un

    nio

    blanco hijo de unos espaoles que tuvieron por aqu un tiempo Y

    querespus que loruendes les robaron la criatura que

    apareci

    respu con el pescuicito enrerao entre unos bejucos, se fueron re

    por aqu. Nio blanco no reberir onde haigaruendes .

    Tambin sabia Martina con precisin dnde y a qu horas sa-

    lan los fantasmas del lugar, Distingua la tuli-vieja de laviejera-

    monte

    y el silbido de una bruja voladora de una de tierra .

    Sabia Martina que cuando cantaba la pavita-e tierra

    alguien

    acababa de morir en el pueblo y que el graznido de la lechuza anun-

    ciaba enfermedad grave para alguien de la casa sobre la que ella

    grazn .

    Atestiguaba que el padre Rogelio recorra todas las noches al

    filo de las ocho, el camino del lugar donde cay, hasta la iglesia, en *

    la que penetraba sin duda para rezar, pues el que tuviera coraje

    para seguirlo poda escuchar desde la puerta los murmullos .

    Yo no soy gatunera- sola decir- y me alegro porque este

    pueblo tamarditoreri,

    no ve que aqu mataron al pae liogelio Y

    lugar onde matan a un cura t perdio.

    Era conocedora del origen de toda la gente de Gatn . De una

    familia apellidada Morales explicaba:

    -Aqu vino hace tiempo un negro de Santiagore Cuba parece

    que fugaore all porque all tenan toava esclavit, Se amaba Ca-

  • yetano. Se ajunt con una mujer de Viento Fro y tuvieron sus hijos .

    El primero, que es ese negro simptico y fino que compra guineos

    pa los blancos de Coln, lo nombraron Luca. Resre chiquillo era muy

    poltico y c vez que pasaba relanterer cura, se quitaba el sombre-

    rito y raba los buenorlas . Y si se topaba con gente con familia,

    respurerecir buenorla preguntaba : Y la familita? A lo que el

    curarijo: Este muchachito tiene morales, Y con el tiempo el mucha-

    chito y toala familia, como el negro Cayetano no les trajo apellirore

    Cuba, rispusieron ponerse Morales .

    Los Morales no hacan caso de aquella versin y Lucas, cuando

    le hablaban de eso, soltaba la carcajada y explicaba :

    -Esas fueron cosas rer pae Rogerio, que era muy trujano .

    En casa de Mara de los Angeles la negra Martina lleg a ha-

    cerse imprescindible. Ella se encargaba de comprar las cosas para

    la comida y disponer, Era de una honradez ntida . Se daba por bien

    pagada con los seis pesos que reciba mensualmente . Si sus patrones

    no se los hubieran podido pagar, le habra dado igual. Se senta

    duea de la casa donde ejerca evidentemente el matriarcado. La

    servidumbre negra difiere de la india o de la de cualquier otra raza

    en la rapidez y el desembarazo con que asume el mando en todo lo

    relativo al manejo de la casa y el trato de los nios .

    La presencia de Camile Rostand jams arredr en un pice a

    Martina. La sola diferencia estribaba en que mientras all estuvo

    el patrn ella jams entr al dormitorio sin que fuera llamada por

    la nia, como deca ella a Mara de los Angeles .

    Era Martina pulcra en extremo . Siempre tenla a la entraba ae

    la casa un balde con agua y jams entraba a ella sin lavarse los

    pies descalzos que continuamente se le enlodaban en la fangosa

    calle gatunera . Vesta ropa de tela de algodn barata y se senta fe-

    liz cuando ostentaba alguna remonta que le regalaba la nia y que

    le vena bastante bien, pues la sirvienta era casi tan alta como su

    patrona y apenas ms gruesa .

    Cuando sala vestida con traje cedido por su ama, no faltaban

    las burlas de los gatuneros :

    -Arf roa Mariare los Angeles- le gritaba con sorna Deme-

    trio Macre, un pescador muy suelto de lengua.- Como me la vea

    el francs tan quemrel s, no le va a gust.

    -Aunque la mona se vistare sera, mona siempre se quera- le

    soltaba un muchacho de nombre Toribio, a quien apodaban Mono-

    con-pulgas .

    -Gatunero mata-cura, -contestaba ella a cada uno de los

    que trababan de hacer burla de sus trajes.- En vez de tar mores-

  • tando a la genterebin, mj les valra rezar paqueri les

    perdone la sangre rel pae Rogerio, que algn ra se las va a cobr .

    Yo por suerte soire Santa Isabel, onde la virare un cura siempre ha

    so sagr y antere que este puelo se junda, yo me voy con la nia

    Mara y el nio Camilo pa otra parte que no t mardita .

    -Deslengu y atreva -le replicaba Toribio- pero te perdono

    porque tas muy buena y argn ra me has de pagar en trabajo

    person.

    Martina, que nunca dej de sentir el halago de una alusin a

    su femineidad, contestaba con una estruendosa carcajada que llena.

    ba toda la isla .

    -Trabajo personrebieras jacer t, que erej er haragn rer

    pueblo -replicaba ella, Trabaja y gana pa que entonce tengre-

    recho a solicit muj .

    Y con estas palabras y moviendo voluptuosamente lascaderas

    firmes y anchas, Martina segua su camino sin pagar ms atencin

    a las frases que le soltaban los gatuneros a su paso .

    Su adoracin por Camilo era lo ms manifiesto en ella. No lo

    habra querido tanto de haberlo gestado en sus entraas . Atenta al

    menor sntoma de enfermedad o mal, pendiente siempre de su me-

    nores gestos, no tena sosiego ni reposo mientras el nio no estu-

    viera en su concepto plenamente seguro . Lo cuidaba del sol porque

    daba tabardillo y de la lluvia porque resfriaba .

    Camilo, como todo nio, enferm de los males corrientes en el

    clima en que creca, aunque era sano y robusto. Martina se

    senta

    profundamente halagada por el amor con que el prvulo reciproca-

    ba su afecto, porque en verdad el hijo de Mara de los Angeles de-

    mostraba por su niera tanto apego y devocin como por su misma

    madre .

  • Captulo

    XXVII

    UN NIO CRECE A ORILLAS DEL CHAGRES

    Muy de tarde en tarde llegaban a Mara de los Angeles cartas

    de Camile Rostand que ella lea y relea hasta aprenderlas de me .

    moria y contestaba inmediatamente, Su amante se mostraba confia-

    do en el futuro, aunque no concretaba sus proyectos . Lo seguro era

    que el gobierno chileno lo tenia a sueldo y que lo haba mandado

    a inspeccionar unos trabajos de represa que se estaban haciendo en

    el sur. As decan sus primeras cartas, que llegaron a manos de su

    destinataria con intervalos de cuatro meses. Estaban fechadas estas

    epstolas en Santiago. Despus llegaron otras con ms retardo, de

    puntos distintos de Chile, con nombres desconocidos hasta entonces

    para la destinataria .

    Nada fijo deca Camile de su regreso, aunque en todas sus car-

    tas afirmaba que sera pronto. Mara de los Angeles, por su parte,

    lo urga a volver, Ella lo necesitaba, aunque econmicamente las co-

    sas iban bien, y ms que ella, requera su presencia su hijo, que

    creca voluntarioso en aquel medio nada apropiado para la forma-

    cin de un nio .

    Muchas cosas de su hijo preocupaban profundamente a la ma-

    dre. Era respetuoso y tierno con ella, pero a medida que creca

    se escapaba de la rbita de su vigilancia para buscar la compaa

    de losmuchachos de su edad y mayores de quienes aprendi todas

    las habilidadespropias del ambiente gatunero

    . A los ocho aos,

    saba nadar ymanejar canalete con sorprendente habilidad

    . Se

    inici en la prctica de la pesca y no era raro que regresara a casa

    al medio da, despus de cuatro o cinco horas de ausencia, llevando

    ensartados en un gancho de madera dos o tres robalos .

    Saba que estos peces eran sobrados de maas y que para que

    mordieran el anzuelo haba que tiznar con carbn la cuerda, Loren-

    cito, un muchacho de color, tres aos mayor que l, lo adiestr en

    el uso del arpn . Con mano firme y ojo penetrante ensartaba desde

    el borde del cayuco a los peces resbaladizos que levantaba al aire con

    gritos de emocin y alegra .

    -Un da de stos te vas ahogar -le deca Mara de los Angeles

    cuando lo vela llegar chorreando agua y con el botn de la pesca

  • colgante de la mano derecha . -Qu cuenta le voy a dar a tu pa-

    dre? Qu sera de m, hijo mo, si llegara a perderte?

    -Mam, pero si yo s narar -contestaba l. -Toros los mucha-

    chos de aqu pescan y se baan en el ro sin que nara res pase.

    Y aqu era donde la chapina se exaltaba :

    -Mira, Camilo, por Dios -le deca. -Por qu hablas como

    Martina y la gente sin cultura? Narar, nara . . .Cundo me has

    odo t decir as? Ahora s que me luc yo con mi hijo blanco con

    vocabulario de costeo .

    Camilo no pareca preocuparse mucho por esas reprimendas.

    Quien s mostraba con murmullos su disgusto era Martina .

    -Reje a mi nio que hable como la gente probe, que ya l ten-

    drocasin

    re mejor en las escuelas re Coln y Panam.

    Un da Camilo sali de casa muy temprano sin avisar a su madre.

    No regres al medio da, contra su costumbre Ya era bien entrada

    la tarde y an el rapaz no apareca .

    La angustia de Mara de los Angeles rayaba en la desesperacin.

    Ninguno de los muchachos que habitualmente andaban con l se

    haba ausentado esa maana de Gatn ni poda dar cuenta del pa-

    radero de Camilo .

    No era menor la preocupacin de Martina . No hubo casa del

    poblado donde no tocara ni persona a quien no preguntara por el

    nio perdido. Supersticiosa, no call la posibilidad de que Camilo

    hubiera sido raptado por los duendes y se lamentaba a lgrima viva

    de que la madrina, una de las Salazar amiga de Mara de los nge-

    les, se encontrara en Coln porque bien saba ella, Martina, que slo

    la mujer que ha sacado de pila a una criatura tiene facultad para res-

    catarla de los rubios diablillos.

    Ni ama ni criada tenan sosiego para esperar en casa el ya du-

    doso regreso del perdido, ni atinaban a hacer cosa alguna .

    Ya caan las sombras de la noche cuando divisaron con miradas

    alongadas por el ansia un cayuco que se deslizaba por las aguas del

    Chagres al doble impulso de la corriente y de un canalete .

    -Camilo!Camilo! -grit Mara de los Angeles esperanzada .

    -Aqu lo traigo, sano y salvo -contest una voz varonil .

    El tupido grupo que se haba acercado a la orilla donde se en-

    caminaba el cayuco reconoci en el que acababa de decir las palabras

    tranquilizadoras a Juan Reyes Herrera, conocido familiarmente por

    -U.4-

  • Juan Cha, el cantor y decimero del lugar, muy apreciado adems por

    ser el ms diestro cortador de bananos de todo el Chagres.

    Juan Cha rem hasta alcanzar la orilla, salt a tierra y empuj

    el cayuco hasta sacarlo ms de la mitad del agua .

    Camilo abandon de un salto el rstico bote para caer en brazos

    de su madre que sollozaba de alegra y anhelo .

    -Ay, hijo mo!- le dijo con voz ahogada por el lloro .- Por

    dnde andabas? Cmo has podido darme semejante sufrimiento?

    -Me fui con el pae Cuevas, mam- contest l . --T no re-

    cuerdas al pae Cuevas? Reza mucho y es muy rivertiro, Me llev

    lejos y me mostr unos lagartones que hay all arriba .

    Mara de los Angeles oy muy alarmada aquella informacin .

    En Gatn todo el mundo saba quin era el padre Cuevas. Un hom-

    bre todava joven que haba servido de aclito al padre Rogelio Mara

    Rufz, de quien aprendi de memoria todo el latn de la misa . Cuan-

    do su amo fue asesinado, perdi el juicio y abandon Gatn para

    establecerse en Boho, de donde era oriundo . Unos le llamaban "el

    Loco de Boho", otros le decan "el Padre Cuevas" . De vez en cuan-

    do, se presentaba a la isla, donde era muy mal visto por su propen-

    sin a insultar a los hijos del lugar.

    -Gatuneros mata-curas! --gribales con voz de predicador.-

    Ustedes asesinaron al padre Rogelio y Dios los ha de castigar. Algn

    da he de ver esta isla tragada por el Chagres,Malditos sean us-

    tedes y sus descendientes hasta la quinta generacin!

    Las palabras del loco sobrecogan de temor a los supersticiosos.

    Bien saban ellos que el padre Rogelio no fue asesinado por gatunero

    alguno, que ellos todos eran ajenos a aquel crimen, peto lo cierto era

    que el destino haba escogido aquella comunidad de gente buena

    para que en ella muriera a tiros un ministro del Seor .

    No faltaban hombres de juicio y madurez que se rieran de las

    maldiciones y condenas del loco . Juan Cha era uno de ellos. Cuando

    el "Loco de Boho" demoraba en el pueblo, Cha lo invitaba a la can-

    tina, sabedor de las proclividades dipsmanas del Jeremas vernculo.

    -Venga, Pae Cuevas -le deca insinuante. -Tmese un buen

    seco con nosotros y riganos una misa .

    El loco no esperaba que le repitieran la invitacin . Se acercaba

    al rstico mostrador de la cantina y una vez con un vaso suavo lle-

    no de seco por delante, comenzaba a desgranar su latn, diciendo al-

    ternativamente lo que corresponda al sacerdote oficiarte y al sacris-

    tn. Para cada caso, cambiaba la entonacin de la voz.

    Los concurrentes miraban entre burlones e intrigados la figura

    del profano oficiante, Era de baja estatura, seco de carnes, plido

  • de rostro, frente alongada hacia una prematura calvicie, labios finos

    y ojos saltones . Vesta pantaln de diablo-fuerte y camisa de tela

    basta y cruda . Iba calzado de alpargatas y slo se deshaca de su

    viejo sombrero de castor de alta copa para "oficiar".

    El generoso vaso de seco que le mandaba servir Juan Cha era

    agotado a poco de comenzada la "misa" y no faltaba nunca quien se

    lo hiciera repetir .

    Algunos testigos improbaban aquella profanacin . No haba

    que jugar con las cosas de Dios! No estaba bien que pusieran a aquel

    loco irresponsable a mofarse de la sagrada misa, en la que se repite

    en forma incruenta el sublime sacrificio que hizo posible la Repara-

    cin Humana .

    Pero otros, menos aprensivos, decan :

    -Djalo hacer, que no est en lugar sagrado ni un vaso de

    cantina es cliz de consagrar .

    Terminada la contrahecha ceremonia religiosa, el "Padre Cue-

    vas", de muy poca resistencia al alcohol, daba muestras inequvocas

    de avanzada embriaguez. Los ojos se le llenaban de lgrimas Y

    los labios de lamentos por la muerte del Padre Rogelio, y de impre-

    caciones contra Gatn y los gatuneros .

    -Bueno, bueno: ya se va largando ustreaqu, pae loco, que

    bastante aguardiente se ha jartao- le deca Juan Cha .

    -S, me voy, me voy- contestaba el largado- y que esta misa

    sacrlega que les he dicho sirva para acabar de hundir a Gatn con

    toda su gente .

    Entonces tomaba su cayuco y se perda en la noche hacia puntos

    desconocidos.

    En sus visitas a Gatn el "Padre Cuevas" haba amistado con

    Martina, quien senta simpata por l sin duda por su prurito de mal-

    decir a los gatuneros, en lo cual ella no era muy avara . Por Martina

    conoci el loco a Mara de los Angeles y gan la confianza de Camilo,

    a quien halagaba trayndole frutas de todas las que se producan a

    orillas del Chagres. Nunca faltaba un plato bien repleto de comida

    para el loco cuando ste llegaba a casa de la chapina.

    Estuvo, pues, dentro del orden natural de las cosas que en la

    maana de aquel da, cuando Camilo encontr al padre Cuevas a

    orillas del ro, dormido an el pueblo, el nio aceptara la invita-

    cin que le hizo el orate para ir a ver unos grandes caimanes que

    pereceaban en un recodo del Chagres.

    -Yo encontr al nio -explic Juan Cha- muy entreteniro

    con el Loco

    . Taba lo ms tranquilo, lerigo . Yo me supuse que ust

  • no sabia nararel pararerorer muchacho, as fue que con mucha maa

    lerije ar Pae Cuevas que lo mejor era que el nio se viniera con-

    migo, que ya vena pa Gatn y que sin rura ust tarta muy priocup .

    A lo que r convino y entonce ech canalete que eso fue un gusto,

    no ve que quera llegar antes r que nos atropellera la noche y aqu

    tamo .

    -Dios se lo pague, Juan Cha, y venga a la casa con nosotros

    para que se tome un buen plato de sopa y una taza de caf- dijo

    obligada Mara de los Angeles. Y luego, volvindose a su hijo, le

    pregunt :

    -Y t qu has comido, criatura de Dios?

    -El Pae Cuevas as unos pltanos maruros que encontr en la

    casita de Sotero y noj lo comimo- respondi el nio con toda natu-

    ralidad .

    Pues esto no va a pasar ms -replic la madre, -Tengo que

    buscar manera de sujetarte . Bastante desgracia es que tu padre est

    lejos. Ay, hijo de mi alma! Si t me llegaras a faltar! . . . - y la

    voz de Mara de los Angeles se quebr en un sollozo .

  • Captulo

    XXVIII

    PRECEPTOR PARA CAMILO.

    -Buenora, pae Manu .

    -Buenos das Martina. Qu te trae tan temprano a la casa

    cural? Es que quieres confesarte y pedir perdn por todas las ma-

    licias que les sueltas a los gatuneros?

    La Castellana se encontraba en presencia del padre Manuel

    Villanueva, espaol, recin encargado de la parroquia de Gatn, la

    que habla estado vacante desde la muerte del padre Ruiz .

    Pasaba apenas el sacerdote de los cuarenta aos . Era de me-

    diana estatura, magro de carnes, cabello castao oscuro con calva

    incipiente, rostro blanco sombreado por tupida barba rasurada, de

    ingeniosa locuacidad y de buen natural .

    -No, pae Manu -contest Martina-- no vengo a confesarme.

    Eso lorejo pa la fiesta de nuestra patrona Santa Rita, que toravia

    ta lejo, no ve que es er veintirre mayo .

    -Buena la haces, muchacha -replic el cura.- Dejas la con-

    fesin para las fiestas, cuando viene gente de todos los puntos de

    La Lnea a bailar, a beer y a holgar. Ya s que eres una gran bai-

    ladora,

    -Se hace lo que se puere, pae -contest Martina. -Y yo no

    s que haiga mandamiento queriga: "No bail" .

    -No, Martina, no lo hay -convino el cura- pero t sabes muy

    bien que tras el baile vienen otras cosas que s estn prohibidas por

    la Iglesia . Pero no vamos ahora a discutir mandamientos. Dime

    qu te trae aqu.

    Pae, re voy areci qu me trae- insinu La Castellana.- Es

    Por er nio Camilo. La nia Marare los Angeles viene muy preocup

    con la criatura. Le gusta mucho vagabunri. Ayer se

    peno too er

    ra y era que taba all arribarer ro que se lo llev dizque a pasi

    er mentao Locore Boho. list hubiera visto, pae, cmo taba de

    mortific la nia .

  • -Y qu crees t, Martina, que puedo hacer yo para remediar

    las angustias de tu patrona?- pregunt el cura .

    -Rjeme ust acab rerecisle, pae Manu- continu La Cas-

    tellana con un ligero tono de impaciencia.-Er muchacho ya va pa

    los nueve aos y apenas ha aprendo a le malamente y re escrib,

    ni la jota . N sabe re suma nireresta y si reza es porque la Nia

    no loreja acost sin que antes haigaricho con ella siquiera una salve .

    Ta bien que los negros nos qudemo irnorante, pero el nio Camilo

    es re sangre fina y tiene que aprenr. Y lo que yo vengo arecile,

    pae Manu, es que ust se haga caggo de ensearle a mi patroncito

    argo de lo que est sabe, que la Nia se lo pagar respure Ri .

    -Y tu patrona te ha mandado a que me propongas que me

    haga maestro del nio?-- pregunt el cura .

    -No, pae- contest ella con viveza . -Si la Nia hubiera pen-

    sao en eso, habra veno ella misma a jabl con est . Ella ni si-

    quiera sabere estareligencia, que es toa irare esta pobre negra que

    ta muy priocup por er nio y quiere verlo en buenas manos. Y si

    lerigo que ella le pagar, respure Ri, es pocque yo s que una ve]

    que yo haiga apalabriaa esto con ust, ella no merejar mal, cuantim

    si se tratare la suerterer nio.

    -Yo no he venido aqu de maestro de escuela -contest el pa-

    dre Villa nueva- pero tampoco he venido a no ensear . Varias veces

    me he sentido tentado a recibir muchachos para iniciarlos en el co-

    nocimiento de las cosas humanas y divinas y he sentido dolor de que

    los nios gatuneros no tengan otra escuela que la de la seora Her-

    menegilda, donde malamente aprenden el alfabeto y un poco de de-

    letreo. Quizs Camilo sea un buen comienzo para atraer a otros,

    porque la verdad es que basta ahora no he encontrado mucha volun-

    tad en los padres de familia para que yo les instruya a sus hijos .

    -Es porque ust no se ha empeao, pae- dijo audazmente La

    Castellana.,. -Usted ver cmo con er nio Camilo va a resurt la

    cosa .

    -Pues dile a tu patrona que venga a hablar conmigo y que

    traiga al nio a ver qu puedo hacer por l- orden el cura .

    -Bueno, pae, muchas gracias y hasta luego-, cort Martina

    mientras volva las espaldas para dirigirse a casa de su patrona con-

    toneando por media calle sus caderas de nfora de bano.

    Martina dio cumplida cuenta de su gestin a Mara de los n-

    geles, la que, acostumbrada a las iniciativas de su sirvienta, no le hizo

    el menor reproche y antes se mostr agradecida y satisfecha.

    El trato de la chapina con el sacerdote haba sido siempre cor-

    ts, pero superficial

    . Levantada en la fe catlica y conocedora de

    que la Iglesia improbaba la unin de una pareja fuera del matrimo-

    -120-

  • nio, reprimi sus impulsos de confesarse, ya que saba que no logra-

    ra la absolucin si no renunciaba a su amor por Camile Rostand .

    Adems, no poda, sin ser insincera, confesar que estaba arrepentida

    del amor que llevaba arraigado profundamente en su alma y la com-

    pensaba de vivir en tierra extraa sin ms familia que su amante y

    su hijo.

    Iba a misa Mara de los Angeles . Para ello no se senta cohibida

    por su calidad de amante del francs, ya que varias mujeres gatu-

    neras vivan en amancebamiento y no por ello se alejaban del tem-

    plo. Ms de una vez quiso hablar con el padre Villanueva, no para

    confesarse y conseguir la absolucin de su nico y vital pecado, sino

    para encontrar comprensin y simpata en un ministro del Seor

    suficientemente humano para entender que de no haberse unido al

    francs, ella habra estado expuesta a mayores peligros.

    Ahora, ante la perspectiva de entregar su hijo a los cuidados de

    un sacerdote virtuoso e instruido, senta que su pecado era menos

    pecado y que a travs del fruto de su vientre retornaba a los caminos

    de su Dios y de su f .

    Vistise Mara de los Angeles con las ropas que consider ms

    sencillas y adecuadas para visitar a un sacerdote, arregl con su me-

    jor traje a Camilo y, con ste de la mano, se encamin a la muy sobria

    casita que serva de alojamiento al padre Villanueva, quien recibi

    a madre e hijo con gentileza inspiradora de confianza. Pareci el

    cura ms interesado en dialogar con el nio que con la madre y no

    pudo menos que rer cuando en las palabras de Camilo la d era sus-

    tituida por la r suave .

    -Padre, por lo que ms quiera- dijo Mara de los Angeles

    haciendo un gran esfuerzo por no contagiarse de la risa del cura-

    corrjamele a Camilo la manera de hablar que ha aprendido de la

    gente de aqu . Slo con que usted logre sto, yo me dar por sa-

    tisfecha. No sabe usted cunto me vengo esforzando por hacer que

    Camilo hable siquiera como yo. Pero el muchacho parece ms incli-

    nado a seguir los modos de Martina y de la gente que trata fuera

    de casa,

    -No se preocupe, seora -tranquiliz el cura- que ya su hijo

    aprender a hablar debidamente .Ojal fuera su habla incorrecta

    la ms arraigada de sus malas maas.

    -Padre -dijo Mara de los Angeles-cuntas horas va a

    dedicar a mi hijo y cunto me va a cobrar? Yo no soy rica, pero

    no ha de faltarme para pagarle .

    -Ya hablaremos de eso despus, seora -replic el cura con

    despreocupacin. -Lo que interesa es que el pifio venga aqu todos

    los das, salvo los sbados y domingos, a las ocho de la maana

    . Ir

    a su casa a las once para regresar a las dos. Quedar libre a las cuatro .

  • Despus, si muestra disposicin por las cosas de la Iglesia, acaso me

    sirva de monaguillo . No te asustes, hijito- dijo el sacerdote di-

    rigindose a Camilo . -Ya vers lo mucho que te vas a divertir apren-

    diendo. Vamos a ser muy buenos amigos t y yo verdad?.

    El nio asinti con un gesto. Interiormente, no le resultaba

    satisfactorio el horario que se le habla fijado, pero se consol al con-siderar que le quedaban varias horas libres en la tarde, todo el s-

    bado y lo que la misa dejaba del domingo.El sacerdote gan su

    simpata, aunque su encogimiento de nio le ved evidenciarlo cla-

    ramente.

    Madre e hijo abandonaron la casa cural, previo convenio de

    que el nio comenzara sus clases el da siguiente, jueves .

    No era el padre Villanueva varn de muchas pedagogas, pero

    la limitacin de mtodos educativos estaba en l ampliamente com-

    pensada por su clarsima inteligencia y por su slida cultura huma-

    nstica. Pronto Camilo mejor sus conocimientos de las letras Y

    aprendi las cuatro operaciones . Otros muchachos gatuneros entra-

    ron tambin a la improvisada escuela del padre Manuel, quien, para

    asombro de los viejos, jams us palmeta ni instrumento alguno de

    castigo fsico,

    Crea el buen cura, y la prctica confirm su acierto, que le era

    ms fcil conseguir disciplina por el consejo y la confesin que por

    amenazas, palabras fuertes y golpes .

    Un raro fenmeno se oper en el habla de Camilo .Aprendi

    a dirigirse a su madre y a su preceptor en el lenguaje usual en ellos,

    mas cuando dialogaba con Martina, sus amigos y la gente del pueblo

    no letrada, usaba sus mismas deformaciones idiomticas .

    Pronto arraig en el nio un amor de hijo por el buen sacerdote,

    de cuyos labios jams sali una frase que no fuera amable, aun cuan-

    do se tratara de reprenderlo por travesuras a las que era muy Pro-

    penso en incurrir Camilo .

    La madre no cesaba de dar gracias a Dios y a La Castellana Por

    haber encontrado para su hijo la solucin feliz de la rectora del

    Padre Villanueva .

  • Captulo

    XXIX

    SANTA RITA

    El 22 de mayo, da de Santa Rita, era fiesta grande para los

    gatuneros . Las celebraciones comenzaban desde el 19 y se pro-

    longaban hasta el 24 y aun el 25 si ste caa en domingo .

    El pueblecito se llenaba de peregrinos de todos los puntos de

    La Lnea, de Coln y de la Costa, atrados por una equilibrada mez-

    cla de religiosidad y deseos de diversiones profanas . Las funciones

    devotas consistan en novenas, misas y una procesin el 22 en la

    noche . Las profanas eran las acostumbradas en las comunidades

    istmeas de tradicin : rias de gallos, juego de bolos, cucaas y

    baile. A falta de orquesta, el acorden de Vicente Bracho derramaba

    sus angustiadas notas en el patio del chino Jos Mara. Era Bracho

    todo un virtuoso de su instrumento y no haba contra-danza, danzn,

    mazurka o polka que l no captara en el laberntico teclado de su

    acorden alemn, regalo de su patrn Stilson, el comerciante ingls

    radicado en Coln para quien l compraba bananos a los cultivadores

    del Chagres.

    Aquel ao de 1895 los gatuneros se propusieron echar la casa

    por la ventana . El padre Villanueva, liberal y comprensivo, saba

    que las fiestas patronales, adems de su finalidad religiosa, tenan

    la de promover el intercambio personal y comercial entre las gentes

    de las distintas comunidades de una regin y que era una necesidad

    gregaria dedicar algunos das del ao a sacudir el aburrimiento de

    las largas jornadas ordinarias .

    Se hablaba de que los liberales preparaban una revolucin que

    deba estallar de un momento a otro. El rgimen establecido por

    Rafael Nez con el respaldo de los conservadores convirti a los

    antiguos conmilitones del sombro gobernante en poco menos que

    parias, La Regeneracin, nombre con el que cubri el desertor del

    Liberalismo su gobierno de concomitancia conservadora, apenas per-

    miti durante su vigencia dos representantes "rojos" al Congreso, en

    dos perodos distintos, Tambin eran obstaculizados los liberales

    para llevar voceros suyos a las asambleas de los departamentos .

    Los gatuneros esperaban que la insurgencia liberal iba a emer-

    ger de un momento a otro y de ah su deseo de celebrar con pompa

    -123-

  • mxima su fiesta patronal, temerosos de que no tuvieran oportunidad

    para hacerlo en los aos sucesivos .

    Ya se haba producido un brote revolucionario en la provincia de

    Bocas del Toro, donde en la madrugada del 2 de marzo Francisco

    Pereira Castro y el mejicano Catalino Erasmo Garza, al frente de

    treinta hombres, se tomaron la polica para ser derrotados luego por

    el capitn Alejandro Ortiz, quien los atac con cincuenta soldados

    .

    Pereira Castro y su compaero azteca pagaron con la vida su insur-

    gencia.

    Pero Bocas del Toro estaba muy lejos y la gente de Gatn y

    de La Lnea miraba los acontecimientos que all se desarrollaron

    con rapaz de relmpago, como acaecidos al otro lado de la tierra .

    Liberales y conservadores de todas las edades y sexos comen-

    zaron a invadir la pequea isla del Ro Chagres donde se sentaba

    Gatn, desde el 19 de mayo . Haba que madrugar para encontrar

    acomodo en las reducidas viviendas gatuneras . Los ms tardos en

    llegar se acomodaron en Jamaiquilla, el campamento-pueblo separa-

    do de Gatn por el canal que dejaron los franceses .

    Desde tempranas horas los romeros de Santa Rita circulaban

    por la calle enlodada del pueblo . La falta de aceras, pues las casas

    de Gatn eran casi todas con tambo, obligaba a los peregrinos a

    andar sobre el lodo que se haca pegajoso y grueso por las muchas

    pisadas .

    Amaba Camilo aquel bullicio y todos los momentos que le de-

    jaban libres sus ocupaciones de monaguillo los empleaba en mez-

    clarse entre la multitud y detenerse doquiera topaba grupos de can-

    tores y mejoraneros. Un asistente de Bajo Obispo, de nombre Se-

    rfico Barrero, cantaba coplas alusivas a los acontecimientos de los

    ltimos diez aos y aun de ms atrs. Al calor de las libaciones

    de seco arrugaba la frente, entornaba los ojos y soltaba sus cuartetos ;

    Ya ta la comarca alegre,

    la Francia y la Inglaterra,

    porque tan haciendo un canal

    por entre el medio de la tierra .

    Luego su voz se haca triste, casi sollozante, para continuar

    Se acab el Canal Francs,

    los guantes y los mitones

    Y solamente han quedao

    los mentaos polizones .

    Variaba enseguida el tono, sonrea con malicia y cantaba

    Se acab el Canal Francs,

    cada uno tom su maleta,

    Pedro Snchez qued armao

    con Tomasa Chupaprieta,

    -124-

  • Se contaba de Barrero que en muchos aos jams haba fal-

    tado a las fiestas de Santa Rita . Era el primero en llegar y el ltimo

    en irse . Cuando el pueblo volva a la normalidad, l era el nico

    peregrino . Con la ropa enlodada, sin sombrero y bajo el peso de

    una borrachera de das, soltaba sus coplas solitarias, a veces incon-

    gruentes, pero llenas de una primitiva tristeza

    Quin fuera el tren de Coln

    aunque sea, por un momento . . .

    aunque sea por un momento

    yo te diera explicacin.

    Y si algn vecino compasivo quera llevrselo a su casa para

    que "la refrescara", l lo miraba con ojos atnitos, sonrea torpe-

    mente y soltaba dos lneas con voz fatigada

    Si la luna no me sale, no me voy .

    Si un amigo me detiene, aqu me toy .

    Pero Camilo amaba ms or a Juan Cha el decimero y lleg a

    aprender de memoria las dcimas que ste haba compuesto para

    marcar el itinerario del tren transstmico

    Voy a dar explicacin

    al que no alga ido a la Lnea .

    Aonde el pasajero arrima

    hay veintiuna estacin.

    Saliendo el tren de Coln

    Monquijil que ea el primero

    Por segunda doy razn

    de Gatn y un tercero

    en Ahorca-lagarto pruebo

    que arrima sin dilacin

    y sale con precisin,

    llega a Boho Soldado,

    punto de suiche y poblado

    voy a dar explicacin .

    Sexto punto es Buena-Vista,

    Sptimo punto, Prijoles,

    Tabernilla y sus primores

    punto de suiche y bonita.

    Al momento llega y pita

    y luego en San Pedro arrima,

    en Mamey es que opina

    de aguardar el panameo

    y este camino lo enseo

    al que no alga ido a la Lnea.

    Sali de Mamey y para

    en Gorgona, el gran distrito,

    -125 -

  • Matachn y vas a Obispo

    y divisas la Cascada,

    y en su pito declara

    que sale a recorrer su lnea

    y el camino determina

    el punto de Emperador,

    estacin de lo mejor

    aonde el pasajero arrima .

    Sali del Emperador .

    En Culebra ha de arrimar,

    tambin suele de parar

    en Ro Grande, el superior,

    Paraso con honor

    se arrima de obligacin,

    Pedro Miguel en Unin

    y Ro Grande natural,

    el ltimo es Corozal

    que es veintiuna estacin.

    A las gentes sencillas de La Lnea les haca gracia las dcimas

    de Juan Reyes Herrera, conocido por Juan Cha, orgullo de los ga-

    tuneros que lo presentaban siempre en regata a los decimeros de

    otras comunidades que acudan a las fiestas de Santa Rita .

    Otras dcimas tenan sobre la muerte de Pedro Prestn, pero

    pocas veces Juan Cha se arriesgaba a cantarlas ante grandes con-

    currencias por miedo a desagradar a las autoridades de la Regene-

    cin .

  • Captulo

    XXX

    LOS CULEBREROS

    Aquel ao acudieron a las fiestas de la Patrona de Gatn dos

    extraos visitantes. Vena el uno de Chepo y responda al nombre

    de Doroteo Len . Era de raza negra, ya pasado de los cincuenta

    aos, de robusta contextura y de hablar exuberante . Se preciaba de

    tener "contras" para las mordeduras de las culebras ms venenosas

    y de ser l quien habla curado unos aos antes a un doctor francs

    de apellido Le Bretn, quien se haba hecho morder por una viudita,

    culebra negra tenida entre las ms venenosas de la selva panamea .

    Le Bretn aseguraba que tena contraveneno contra los rep-

    tiles ms enconosos . Haba hecho exhibiciones pblicas maravillo-

    sas, pero esa vez el guaco, que era la planta con que, segn se de-

    ca, l contrarrestaba la ponzoa de las culebras, no surti ningn

    efecto.

    Al principio el francs se mostr despreocupado, pero el veneno

    de la viudita comenz a manifestar su mortfera calidad . Hincha-

    zn. dolor de cabeza, vmitos, palidez del rostro y manchas lvidas

    en las manos fueron los sntomas de muerte que se notaron en el

    galeno .

    Llamronse a varios mdicos de Panam y a un alemn de gran

    prestigio. Se aplicaron los remedios corrientes, desde amonaco l-

    quido hasta custico de Viena y, ya transcurridas veinticuatro horas,

    se iba a proceder a amputar el brazo izquierdo donde el spid haba

    mordido, a lo que se resisti con todas sus veras el paciente .

    As las cosas, se present Doroteo Len y ofreci curar al

    doctor a condicin de que ste guardara secreto sobre los procedi-

    mientos y medicinas que aplicara el "faculto" vernculo . Se allan

    el envenenado, encerrse Len con l y la curacin comenz como

    por milagro, si bien fue lenta la convalecencia pues el doctor Le

    Bretn no vino a reintegrarse a la vida normal sino tres semanas

    despus de haberse puesto en manos del "mestro" Doroteo, como

    era llamado el prestigioso moreno .

    No hubo ofrecimiento de dinero ni halago personal que indu-

    jeran a Len a revelar cmo haba logrado la curacin del galo que

    -127-

  • ya tocaba a las puertas de la muerte. A todas las insinuaciones Y

    tentativas de soborno, sonrea enigmticamente mientras deca;

    -Lo que es secreto, se pierde si se dice .

    El otro extrao concurrente a las festividades de Santa Rita era

    un cholo venido de Ro Indio . Grandes eran tambin sus prestigios

    de culebrero. Mayor que el chepano si se le juzgaba por las arrugas

    que surcaban su cara, luca una hirsuta pelambre lacia que cubra

    en parte con un sombrero de beyota muy usado y que le iba chico.

    Sus ojos circunflejos reflejaban malicia . Vesta no muy diferente

    a su rival : pantaln de diablo-fuerte y camisa que antes fue saco

    de harina. Iba descalzo al igual que Len y, en anttesis a ste, era

    avaro de sus palabras. Tena por gracia Escolstico Alveo.

    Encontrronse el cholo y el negro en la cantina del chino Jos

    Mara, El bayanero comenz el dilogo :

    -Con que t eres el mentao Escolstico Alveo, que dizque jue-

    gas con las culebras ms venenosas y tienes cura para todas las mor-

    deduras? -interrog Doroteo .

    El cholo contest con un gruo de asentimiento .

    -Yo quisiera que hiciramo una prueba -propuso Len. Yo

    traje ah en unos coquitos dos mapans . Vaina a hacer que nos

    muerdan a t y a m . No creo que haiga necesid de apuost pocque

    el que piedda es el que se quede muetto y si los dos vivimos hay

    empate.

    Los numerosos concurrentes los rodearon llenos de malsana

    curiosidad . Jams haba ocurrido hasta entonces que en la fiesta de

    Santa Rita se celebrara un duelo semejante.

    Iba Doroteo a abandonar la cantina en busca de los coquitos

    con los ofidios cuando Escolstico lo detuvo con un gruido que

    complet con estas palabras:

    -No. T traes tu coquito con tu culebra, yo traigo mi coquito

    con mi culebra. La culebra tuya me pica a mi, la culabra ma te

    pica a t.

    -Convenido -dijo el negro desafiante. -V t por la tuya

    que yo voy por la ma,

    Los peregrinos duelistas salieron de la cantina, cada uno a sus

    respectivas posadas. Los concurrentes esperaron con ansia. La ta-

    berna que transpiraba promiscuos olores de aguardiente barato, siro-

    pe de rosa y axilas sudadas, qued en silencio, Nadie osaba decir

    una palabra ni siquiera para ordenar un trago. Sudaban copiosa

    -

    mente los parroquianos, ms por nerviosidad que por el calor sofo-

    cante del medio da .

    -128 -

  • Los diez minutos de espera parecieron horas a los que iban a

    ser testigos del inusitado duelo. El negro entr primero a la cantina

    y casi pisndole los talones vena el cholo .

    La noticia del desafo haba cundido con rapidez por el peque-

    o poblado . Romeros y vecinos, hombres, mujeres y nios, inva-

    dieron la cantina .

    -Rueda! -grit con voz potente Doroteo. -Que naiden se

    acecque pocque yo no respondo de que mi culebra no satte y pique

    a quien n tiene que hac con sto . Ustede vean na m .

    Y uniendo la accin a la palabra, el negro extendi sus brazos .

    No tuvo necesidad de violentar a los espectadores que se replegaron

    huyendo el contacto del calabazo que Len llevaba colgante de un

    cordel en la mano derecha .

    Camilo haba logrado escurrirse entre la multitud y situarse en

    la primera fila del ruedo . Martina, que lo haba seguido, lo llamaba

    intilmente a grandes Voces para que abandonara aquel lugar de

    peligro o para que no fuera testigo del salvaje duelo .

    -Abre t tu coco, cholo, que yo voy a abr el mo -dijo Len

    mientras destapaba su calabazo .

    Obedeci Alveo. La multitud vi con ojos desorbitados cmo

    asomaron sus cabezas los dos ofidios. Los contendores se apresura-

    ron a acercar sus brazos hasta las fauces de los reptiles que simul-

    tneamente y con rapidez de relmpago clavaron sus colmillos en

    los respectivos brazos izquierdos del negro y el cholo. Dos pares

    de gotas de sangre asomaron a las mordeduras,

    Las facciones de Doroteo se contrajeron de dolor. Sus labios se

    apretaron, mas no lanz la menor queja. El cholo ni siquiera vari

    la expresin de su rostro. Pareca un dolo indio .

    -El negro trajo una mapan -explic un romero que pareca

    conocedor de los reptiles istmeos- pero el cholo se vino con una

    bocarac, Ahora sabremos cul es la ms mortal.

    Los desafiantes tomaron por el cuello sus respectivas culebras

    antes de que stas buscaran escape hacia la multitud y las reinte-

    graron a sus crceles .

    Len pidi un trago .Alveo orden un vaso de sirope .

    A la media hora el negro comenz a presentar sntomas de que

    la ponzoa estaba minando su organismo.Empez a escupir san-

    gre y a quejarse de fuerte dolor de cabeza .Trajronle una silla

    para que se sentara . El protest :

    -No se preocupen . Esto pasa -dijo.

    -129-

  • El cholo miraba a su rival con sus ojos guiados, sin revelar

    la menor emocin .

    La voz fuerte de Mateo Guardia rompi el silencio agnico del

    momento .

    -Escolstico Alveo -dijo.- Yo te conozco y s de lo que

    eres capaz. Este hombre se va a morir si t no lo remedias y t

    irs a la crcel .

    -El lo quiso -contest el cholo impasible. -No hemos apos-

    tado plata sino la vida,

    -Pero esto es un crimen, Escolstico -replic Mateo con el

    asentimiento manifiesto de todos los presentes. -T irs a podrirte

    a la crcel porque 'aqu todos declararemos contra ti .

    Camilo, impresionado hasta las lgrimas por lo que haba pre-

    senciado, se escurri entre la multitud y a toda carrera se encamin

    a la casa cural.

    -Padre! Padre! -grit cuando crey que sus palabras po-

    dan llegar hasta el sacerdote, -Venga ligero, que en la cantina

    hay un hombre murindose!

    No hizo pregunta alguna el sacerdote y con pasos precipitados

    sigui a su discpulo, Cuando lleg encontr a la gente rodeando

    a los duelistas: el indio, impasible mirando de soslayo a su rival Y

    ste sudando sangre y con el rostro desfigurado, Brevemente le in-

    formaron de lo que haba sucedido.

    -Escolstico Alveo -dijo al cura- si tienes poder para curar

    a este hombre, hazlo . No te hagas criminal dejndolo morir .

    Alveo movi la cabeza casi imperceptiblemente .

    -Yo no lo busqu padre -contest . -Aqu toos son testigos

    de que l me desafi y que la apuesta era la vida.

    -T la ganaste, Alveo, y eso debe bastarte -insisti el

    cura'

    -DI: qu te trajo a Gatn?

    -Vine a pagar una manda a Santa Rita -contest el pregun-

    tado- y traje una bicha porque Doroteo me haba mandao razn

    de que l quera medrselas conmigo,

    -Pues yo te ordeno, Escolstico Alveo -manifest el cura con

    voz solemne- que por la devocin que tienes por Santa Rita salves

    a este hombre, si est en tu facultad.

    voy a buscmisaremedi s

    . Mientras

    Indio

    tanto,

    tras quecortalepausa .

    ponganao

    este

    hombre mi sombrero onde lo pic la culebra, que ahorita gervo Y

    -130-

  • eso si, que no encuentre a naiden n m que a Doroteo porque no

    puedo cur con testigo .

    Se quit Alveo su viejo sombrero y el padre Villanueva, no sin

    escepticismo, lo coloc sobre la parte del brazo donde la culebra ha-

    bla mordido . Alveo se retir de la cantina .

    Para asombro de todos, Doroteo Len comenz a reaccionar a

    poco de tener el sombrero del brujo de Ro Indio sobre su brazo .

    Dej de sudar sangre, su rostro cobr serenidad y entr enseguida

    en un apacible sopor . El padre orden despejar para que a su re-

    greso Alveo no pudiera pretextar desobediencia y negarse a seguir

    la curacin .

    Volvi el cholo a los pocos minutos .Slo el cura estaba en

    la sala, adems del paciente .

    -Vyase padre, que sto no es pa ser visto ni por ust -orde-

    n Escolstico Alveo con voz pausada .

    -Y crees que sanar? -pregunt el cura, ya prximo a aban-

    donar el recinto .

    -Si, padre, l sanar -contest Alveo- y hasta le digo a es-

    t como en confesin que Doroteo es muy hombre y sabe mucho,

    pero lo han perjudicao dos cosas :creer que naiden saba ms que

    l y orvidar que ni el ms facurto puede resistir. pic de bocarac

    por ms yerba que halga tomao y lleve, si despus de picao toma

    aguardiente,

    En Gatn jams nadie supo qu remedios us Alveo para curar

    a su rival, ni ste tuvo oportunidad de contar lo que con l hizo el

    cholo para limpiarlo del tsigo del reptil, si es que de ello se dio

    cuenta, pues tan pronto se sinti aliviado abandon el pueblo para

    no volver nunca a l .

  • Capitulo

    XXXI

    ESPERANZAS Y DESESPERANZAS

    Mara de los Angeles se senta desfallecer de angustia por la

    falta de noticias de Camile Rostand. Durante los dos primeros aos

    de ausencia reciba cartas de l llenas de optimismo, en las que la

    animaba a aguardar su prximo regreso . Vea perspectivas mag-

    nficas en Chile, deca . Muy pronto vendra por ella y Camilo. Le

    suplicaba un poco de paciencia y nada ms . Ella, por su parte, le

    daba cuenta de su vida rutinaria en Gatn y de su anhelo creciente

    por estar de nuevo a su lado . Mas las cartas de Camile comenzaron

    a hacerse cada vez ms espaciadas hasta que cesaron de llegar . Pa-

    saban las semanas, los meses y los aos sin que ella recibiera noti-

    cia alguna de l .

    A fines de 1894 una leve esperanza vino a animarla: se haba

    establecido la Nueva Compaa del Canal con un capital de sesenta

    y cinco millones de francos. Bunau-Varilla daba muestras de acti-

    vidad

    . Los amigos de Mara de los Angeles le contaban de las ges-

    tiones de ste para revivir la obra del Canal y de su empeo frus-

    trado por ganar una representacin en la Cmara de Diputados de

    su pas para tener una tribuna desde la cual alentar sus proyectos .

    Ella saba que Bunau-Varilla senta por Rostand un afecto de padre

    Y que, de reanudarse los trabajos, sin duda lo llamara a su lado,

    Pero sabra acaso el audaz ingeniero dnde se encontraba Camile?

    Ms de una vez pens ella ir a ver personalmente al amigo de

    su amante para pedirle que l, dueo de un nombre prestigioso y

    de una personalidad influyente, averiguara por los canales oficiales

    dnde se encontraba Rostand y lo llamara a su lado. Pero Bunau-

    Varilla pareca no dar seas de venir al Istmo a la sazn . Por otro

    lado, la desalentaba la perspectiva de enfrentarse al protector de su

    amante sin ms credencial que la de ser querida de ste y haber con-

    cebido un hijo suyo. Acaso pensara Bunau-Varilla, de ser el hom-

    bre cnico de que le habl su amante, que ms que el amor por ste,

    la llevaba un inters mezquino . Podra tambin figurarse el vete-

    rano ingeniero que el silencio de Camile Rostand obedeciera al deseo

    de romper con ella, de cancelar unas relaciones que nacieron de cir-

    cunstancias especiales . No era lo ms corriente en casos como el

    -138-

  • suyo, que el hombre se desvinculara de la mujer y buscaranueva

    querencia una vez separado de ella ?

    Tambin la tent repetidas veces el impulso de ir a ver al cn-

    sul de Francia en Coln . Quizs l podra averiguar el paradero de

    Camilo. Pero la contuvieron los mismos temores que la asaltaban

    cuando pensaba en entrevistarse con Bunau-Varilla .

    La mujer estaba firmemente convencida del amor de Camile y

    ello la haca sentirse ms angustiada por su silencio, Algo grave

    deba ocurrirle cuando no le escriba .

    Slo salvaba a Mara de los Angeles de la desesperacin su amor

    por su hijo . Camilo creca rpidamente. Iba a ser alto como su pa-

    dre, cuyos rasgos fisonmicos ella vea marcarse cada vez ms en

    el muchacho .

    La influencia del padre Villanueva se dejaba sentir benfica-

    mente en l.

    No haba abandonado Camilo sus hbitos de muchacho que cre-

    ca a orillas de un ro . Amaba subir la corriente del Chagres en ca,

    yuco, acompaado por los muchachos de su edady

    se senta feliz

    cuando con ellos cruzaba a nado el canal que por mano del hombre

    haba convertido al pueblo en una isla, Mas empleaba tambin lar-

    gas horas en estudiar y leer .

    La biblioteca del padre Villanueva era pequea y no muy mo-

    derna, pero contaba con una excelente cantidad de clsicosgriegos,

    latinos, espaoles, italianos y franceses, Camilo se aficion sin

    vio-

    leuelas a aquellos libros que excitaban su imaginacin y lohacan

    fugarse por largos ratos de la agreste realidad de su ambiente.

    Participaba l de la inquietud de su madre por la ausencia de

    Camile llostand, de quien guardaba una memoria imprecisa alpar

    que plcida. Mara de los Angeles le hablaba siempre del ausente

    con adoracin .No haba hombre que lo igualara en bondad y sbn

    paca .Camilo deba sentirse orgulloso de ser su hijo.

    De los libros de la biblioteca del padre Vllanueva, tom el mu-

    chacho aficin especial por Telmaco, de Feneln. Era una bella

    edicin espaola de pasta verde, ilustrada con grabados que daban

    al muchacho una cabal idea de las armas y vestuarios de la Grecia

    heroica,

    ;,Por qu atraan especialmente a Camilo las aventuras del hijo

    de Ulises?

    En verdad, vea en el joven protegido de Minerva algo

    de s mismo.

    Su padre, como el rey de Itaca, se haba ausentado

    de su mujer y su hijo llamado por la aventura. Mara de los An-

    geles, como Penlope, esperaba el regreso del ausente.Y l soaba

    con irse un da en busca de su progenitor, tal como fue en busca del

    suyo Telmaco.

  • Su frtil imaginacin lo llevaba a figurarse que viajaba hacia

    el sur para encontrar a su padre y que en su aventura le servia de

    Mentor el sacerdote maestro suyo .

    No le era difcil figurarse a Minerva, la diosa de los ojos ver-

    des, metamorfoseada en el padre Villanueva para proteger su pe-

    regrinaje por mares y archipilagos misteriosos tras las huellas

    del ingeniero cuya sangre llevaba .

    La economa de la familia marchaba normalmente . Muy de

    tarde en tarde Mara de los Angeles restaba algo del dinero que

    Rostand consign para ella en un banco extranjero establecido en

    Coln . El mayor Bethancourt entregaba a fin de cada semana el

    producto de la venta del banano cosechado en dos de las fincas que

    el ausente haba comprado a su nombre .

    Las posibilidades de que Rostand regresara atrado o llamado

    por la nueva empresa canalera se esfumaron cuando a fines de

    1898 sus directores hicieron propuesta al presidente McKinley de

    traspasar a los Estados Unidos sus derechos a la construccin del

    Canal y comenz a vislumbrarse que los intereses canaleros iban

    a desplazarse de Pars a Washington,

    Ya para entonces Camilo empez a sentir preocupacin por las

    propiedades de su madre .

    -Mam -le dijo un da- nosotros no sabemos si pap ha de

    volver . Yo lo deseo tanto como t y todos los das pido a Dios

    en mis oraciones que regrese a nuestro lado . Pero tenemos que

    actuar sin contar con l. Yo acabo de cumplir catorce aos y me

    siento capaz de atender por m mismo lo que tenemos a orillas del

    Chagres. Apenas estamos sacando ganancias de las dos finquitas

    cultivadas y nada se ha hecho para sembrar las tierras sin cultivo

    que son nuestras. El mayor Bethancourt nos ha ayudado con hon-

    radez y buena voluntad, pero l tiene que atender sus propios

    asuntos. Djame, mam, que yo me encargue de llevar las cosas

    adelante .

    Mara de los Angeles se sinti alarmada . Era su hijo todava

    tan nio para asumir las responsabilidades del trabajo duro y pe-

    ligroso que significaba la cultura de la rica fruta tropical a orillas

    de un ro de prfidas corrientes y de mrgenes pobladas por ser-

    pientes venenosas! .

    -No es eso lo que yo quiero para t, Camilo -replic lla,

    -T no ests en edad de trabajar sino de aprender . Estoy pen-

    sando seriamente en enviarte a estudiar . Ms de una vez me has

    dicho que quieres ser abogado . Tenemos suficiente dinero en el

    banco para pagar tus estudios en Bogot o siquiera en Cartagena,

    donde segn me ha dicho el seor Ayarza, hay buenas escuelas

    de derecho .

  • -Ni hablar de eso, mam -contest Camilo .- Mucho es mi

    deseo de estudiar. Al lado del Padre Vinanueva se me han des.

    pertado ambiciones que acaso hubiera sido mejor que nunca sin

    tiera. Pero por nada del mundo, te lo juro, aceptar marcharme

    de tu lado, dejarte sola y muerta de tristeza en este lugar, llorando

    la ausencia de mi padre y la ma .

    Intiles fueron los argumentos de Mara de los Angeles para

    disuadir a Camilo de sus propsitos y llevarlo a aceptar sus pro-

    yectos de mandarlo a estudiar.

    -De todos modos -dijo ella al fin- yo no puedo obligarte

    a lo que no quieres y mi corazn me inclina a retenerte a mi lado

    contra toda conveniencia tuya. Pero espera siquiera un par de

    aos para que asumas las responsabilidades que quieres poner sobre

    tus hombros desde ahora .

    Convino Camilo en lo propuesto por su madre, pero consigui

    de sta que le permitiera atender personalmente el corte del gui-

    neo e inspeccionar las tierras sin cultivo . El haba amistado con

    el seor negro y muy decente de nombre Lucas Morales, compra ,

    dor de banano para el ingls Stilsen, de Coln, quien se haba

    prestado para acompaarlo en una primera excursin a las tierras

    incultas de su propiedad .

    Poco despus de esta conversacin, Gatn fue conmovida por

    una terrible nueva: en todo el territrio colombiano haba surgi-

    do una revolucin con tanta violencia, que las bases mismas de la

    nacin parecan deshacerse al terrible impacto de la lucha .

  • Captulo

    XXXII

    AL AMPARO DE LA LINEA

    Los liberales, cansados de ser considerados peor que extran-

    jeros en su propia patria, exceptuados de las representaciones

    a los congresos nacionales y asambleas departamentales, de los

    puestos administrativos y aun de los ms insignificantes empleos

    oficiales, se lanzaron a una titnica lucha contra los conservadores,

    dueos absolutos del pas desde el da en que Nez, el Regenerador,

    abjur de su credo para mandar con sus viejos adversarios .

    Las hogueras de la rebelin ardieron ms frvidas en el Istmo

    que en el resto de Colombia, ya porque las mayoras panameas eran

    liberales desde los tiempos de Toms Herrera, ya porque en la

    insurgencia vea el istmeo una ocasin para luchar contra el cen-

    tralismo de la Altiplanicie, siempre ms absoluto bajo los regmenes

    conservadores que bajo los de sus adversarios .

    A fines de 1899 en Gatn comenzaron a sentirse los efectos de

    la contienda . Los mozos del lugar, algunos de-ellos an adoles-

    centes, se fueron furtivamente de sus hogares para buscar los cam-

    pamentos liberales . Auxibio Puyol, Etelvino Cerezo, Demetrio Ma-

    cre, Gerardo Olivita, Rito Gordn, penonomeo avecindado en Ga-

    tn que haba de ser con el tiempo uno de los secretarios de Vic .

    toriano Lorenzo, los Bracho, los Rodrguez, se marcharon a los viva-

    ques acaso ms por espritu de aventura que por convicciones ideo-

    lgicas .

    No faltaron algunos conservadores que tambin fueron volun-

    tarios a luchar por su causa .Jos Mara Gonzlez, a quien apoda .

    han Pepe Gatn, era uno de ellos y el ms conspicuo, el mayor Be.

    thancourt, que se present a las filas godas llevando como creden-

    cial su grado, adquirido en la represin revolucionaria de 1894.

    Haba la creencia de que los pueblos de La Lnea no podan ser

    afectados directamente por la Revolucin .Los Estados Unidos ha-

    ban asumido, por el Tratado Mallarino-Bidlack, la obligacin de ga-

    rantizar el orden a lo largo de la va frrea transstmica. Pero ms

    de una vez las operaciones blicas se dejaron sentir en los pueblos

    "protegidos" . Los revolucionarios incursionaban en ellos en busca

    -137-

  • de municiones de boca y artculos de distinta ndole. Boho fue to-

    talmente saqueado por los liberales . Sus tiendecitas de ultrama-

    rinos quedaron vacas,

    El 21 de julio de 1900 el general Carlos Albn fue derrotado por

    los liberales en Corozal .

    Algunos pueblos de La Lnea se vieron invadidos por familias

    de Panam y Coln que no queran verse envueltas en la lucha fra-

    tricida . La de don Porfirio Melndez sent sus reales en Boho,

    donde permaneci en espera de la paz . Contra lo que esperaba don

    Partirlo, la Revolucin no respet el lugar .

    Gatn era sin duda el pueblo ms protegido . Su calidad de

    isla lo haca menos accesible a las fuerzas del Gobierno y de la Re-

    volucin . Pero la guerra civil lo afect sensiblemente, Las acti-

    vidades agrcolas quedaron casi del todo suspendidas . No se con-

    seguan brazos para el corte del guineo, pues los cosecheros se ha-

    ban ido a engrosar las filas rebeldes . El intercambio comercial

    con Coln baj vertiginosamente. Languidecan los gatuneros en su

    aislamiento, pero, ms afortunados que otros istmeos, jams vieron

    el espectro del hambre. El ro daba peces abundantes y sus mrge-

    nes estaban ms llenas de frutas que nunca porque poco era el

    pltano que se venda y mucho el que quedaba para consumo .

    En la placita que enfrentaba a la Iglesia y en la nica calle

    regular del poblado, los muchachos jugaban a la guerra . La mayo-

    ra era liberal. Estaba compuesta por los hermanos y sobrinos de

    los que haban ido a alistarse con los Porras, los Herrera y los Lo-

    renzo .

    Los sencillos cayucos de pesca adquirieron los nombres de los

    barcos que gobiernistas y revolucionarios haban improvisado en

    unidades de guerra . Boyac,Momotorrnbo, Padilla, Cisterna, Chu-

    culto, Lautaro,

    fueron los pomposos nombres con que bautizaron

    sus piraguas los muchachos de Gatn, Todos los das se daban ba-

    tallas acuticas en el Chagres

    . sin ms consecuencias que los cha-

    puzones continuos delos contrahechos marinos .

    Camilo era comandante delLautaro, gil cayuco de corot que

    le haba comprado su madre tras insistentes ruegos de su parte . Se

    haba parcializado por la causa conservadora, quizs por reaccin

    generosa ante la decisin de los ms de los muchachos del poblado

    a favor del liberalismo, acaso porque el buque tomado por Albn a

    la compaa chilena era el mismo en el que su padre viaj a Chile .

    El padre Villanueva no pareca aprobar aquella pugna . El

    crea que con las emociones polticas era peligroso jugar. Desde

    el plpito haba lamentado la lucha entre hijos de la misma nacin,

    No eran todos colombianos?Y sobre todo : no eran todos cris-

    -138-

  • tianos? Protestaba contra los que queran convertir la causa del

    gobierno en una bandera religiosa . Cristo no poda hacer diferencia

    entre liberales y conservadores .

    Pero Camilo gozaba con los fingidos combates . Se senta un

    Carlos Albn en su Lautaro,

    No llegaba prensa a Gatn, si bien las noticias corran en

    alas del viento. Se hicieron populares los nombres de los lugares

    donde se haban dado las batallas ms notables de la pugna civil :

    Peralonso, Palonegro, Aguadulce, San Pablo, Puerto Gago, La

    Negra Vieja, Tres Picachos, eran nombres repetidos y discutidos en

    todas las reuniones .

    Un da se supo lo de la muerte de Albn con el hundimiento del

    Lautaro. Aquello fue motivo de honda tristeza para Camilo . Sus

    adversarios liberales aumentaron su disgusto con sus burlas :

    -Tu buque est hundido -le gritaba Lorencito, uno de los

    guerreros liberales . -Ya no puedes pelear ms en l .Se muri

    Albn, pa que sepas .

    Pensando estaban todos que aquella guerra civil ya tena trazas

    de ser una pesadilla sin despertar, cuando lleg la noticia de la ca-

    pitulacin del Wisconsin, Pronto comenzaron a retornar los mozos

    que fueron a la lucha . Auxilio Puyol, con un grado de capitn . Uno

    de los Bracho regres sin su hermano. Rito Cordn y Eliseo Sn-

    chez presuman el prestigio de haber secretariado a Victoriano. To-

    dos los regresados tenan su historia que contar. Ninguno estaba

    resignado con el desenlace,

    -Nosotros ganamos la revolucin en el Istmo -aseguraba Pu-

    yol,- pero no podamos ganarles tambin a los gringos. Estas in-

    tervinieron por solicitud de los conservadores y nos cerraron el paso

    hacia la capital y la victoria .

    Pronto hubieran olvidado los vencidos su derrota con la reanu-

    dacin de sus viejas tareas de paz, de no haberse suscitado la eje-

    cucin de Victoriano Lorenzo .Gordn y Snchez vivieron das pen-

    dientes de la suerte del cholo y sus ojos acostumbrados a los crueles

    espectculos de la guerra lloraron copiosamente cuando se supo el

    final del rebelde de La Negrita .

    -El general Victoriano Lorenzo no se mereca eso -se lamen-

    taba Rito . -Yo fui su secretario . Yo estuve con l cuando se adue-

    de Penonom .Qu mujer fue violada por 61 o sus hombres?

    A quin asesin? Por qu lo mataron si se rindi con la garanta

    de la vida que le daba el tratado de paz?

    Puyol, ms mozo que Rito pero de ms viva inteligencia, le

    deca :

  • -Los grandes se entendieron, Rito, y los chicos han sido sa-

    criticados. Yo tambin he llorado el fusilamiento de Victoriano Lo-

    renzo. Es un crimen sin duda, pero con muy pocas excepciones,

    los liberales lo abandonaron a su propia suerte . Si. Es una infamia

    lo que se ha hecho con l . Cmo me duele pensarlo solo y aban-

    donado frente a sus verdugos, mientras que los hombres que lo in-

    dujeron a la guerra no se han ocupado sino de buscar acomodo en

    la nueva situacin creada por la paz! Yo o a un alto e instruido

    jefe liberal decirle al valiente guerrillero : "-!General Victoriano!

    Lorenzo!La historia de su vida no cabe en noventa pginas!" Y

    sent que era indiscreto hincharle la cabeza al pobre cholo con tan

    desmesurado elogio . Mas el que as habl nada hizo por salvar del

    patbulo al infeliz general Lorenzo .

    Los das pasaban y nuevas preocupaciones vinieron a embargar

    los espritus . Lleg el 3 de noviembre de 1903 y Gatn se llen de

    inquietud y de jbilo cuando hasta el lugar vino la noticia de la se

    cesin del Istmo .

    Muchos fueron los gatuneros que se trasladaron a Coln para

    ser testigos de los hechos finales. Encontraron la ciudad atlntica

    en angustias. Surto en la baha estaban el crucero Cartagena

    y un

    viejo vapor mercante . Los generales Juan B . Tovar y Ramn G.

    Amaya haban desembarcado con quinientos hombres que pusieron

    al mando del coronel Eliseo Torres. Eran los hombres del

    Batalln

    Tiradores que venan a reemplazar a la guarnicin istmea y a hacer

    abortar el movimiento separatista. Los soldados se alinearon en la

    Calle del Frente, donde estaba la estacin de ferrocarril . Tovar Y

    Amaya aceptaron trasladarse a la capital sin sus tropas . Los pa-

    nameos desplegaron su tradicional espritu de compromiso y todo

    se consum sin derramamiento de sangre. El coronel Shaler, de la

    Compaa del Ferrocarril, esquiv trasladar al coronel Torres con

    sus tropas a Panam. Porfirio Melndez encabez el movimiento

    separatista en Coln y el cinco de noviembre las fuerzas colombia-

    nas se embarcaron en el vapor

    Orinoco, de regreso a Cartagena .

    Panam se separaba por quinta vez de Colombia, sta, defini-

    tivamente, para asumir personera de nacin libre y soberana . Los

    pueblos istmeos se regocijaron y entre ellos Gatn, que vela en la

    nueva situacin esperanzas de mejora,

  • Capitulo

    XXXIII

    LOS ESTABLOS DE AUGIAS

    Una mezcla de alegra y zozobra imper en los panameos du-

    rante las tres semanas siguientes a la proclamacin de la indepen-

    dencia . Haba el temor de que el gobierno de Colombia lograra de

    los Estados Unidos el retiro de su apoyo a la nueva repblica, a

    cambio de concesiones mucho ms extensas que las consignadas en

    el Tratado del Canal que fue bautizado con los nombres de sus dos

    signatarios : Phillip Bunau-Varilla por Panam y John Hay por

    Washington,

    Se sabia que el general Rafael Reyes, apodado Cocobolo por la

    participacin decidida que tuvo en la ejecucin de ste despus del

    incendio de Coln, haba ido a tocar a las puertas de la Casa Blanca

    para lograr la reincorporacin del istmo a Colombia, a cualquier

    precio . Bajo tal urgencia, a Panam no le quedaba sino firmar el

    tratado que comprometa a los Estados Unidos a garantizar la sobe-

    rana de la nueva Repblica, sin parar mientes en que ste era mu-

    cho ms desventajoso que el llamado Herrn-Hay, cuyo repudio por

    el congreso colombiano condenaba a ]a inanicin al departamento

    istmeo, arruinado por la llamada "Guerra de los mil das" .

    En los pueblos de La Lnea la gente arrebataba de manos de

    los pasajeros y vendedores de peridicos las ediciones de LA ES-

    TRELLA para informarse del curso de los hechos .Cada reconoci-

    miento de la nueva nacin por un gobierno extranjero era motivo

    de desbordantes regocijos, Los Estados Unidos fueron los primeros.

    El 13 de noviembre diez das despus de proclamada la Indepen-

    dencia, Washington haca suya pblicamente la causa panamea.

    A poc, Per se hizo popular en Panam al ser la primera nacin

    hispanoamericana que reconoci la nueva repblica,Francia,

    China, Austria-Hungra y Alemania haban declarado su reconoci-

    miento a la Repblica de Panam antes de que terminara noviem-

    bre, y en diciembre del mismo ao y en enero del siguiente, casi

    todas las naciones del mundo haban aceptado la independencia

    istmea.

    En la baha de Coln, el Nashville y el Dixie, barcos de guerra

    norteamericanos presentes all desde el 3 de noviembre, haban

  • sido reforzados por el Atlanta, el Maine y el Mayflower, mientras

    el Boston, el Marbiehead, el Concord y el Wyoming se balanceaban

    taciturnos en la tranquila baha de Panam .

    La presencia de esos barcos y el fracaso de Reyes tanto en

    Washington como en Pars, a donde viaj despus de haberse ne -

    gado a aceptar la solucin plebiscitaria que le propuso el gobierno

    de Roosevelt, limpiaron de zozobra a los istmeos . Se hablaba de

    que los colombianos preparaban una invasin por tierra al Istmo,

    pero slo los muy ingenuos podan darle importancia a la aventura

    imposible de llegar al corazn de Panam a travs de las intrinca-

    das e impenetrables selvas darieitas .

    Una comisin encabezada por el mismo general Rafael Reyes

    e integrada adems por los generales Pedro Nel Ospina, otro de

    los "jueces" de Prestn, y el liberal muy querido en el Istmo, Lu-

    cas Caballero, lleg a Coln el 19 de noviembre . El gobierno de la

    recin nacida repblica exigi a Reyes para permitirle su desembar-

    co credenciales de ministro de Colombia ante Panam, lo que obvia-

    mente le cerraba el paso .

    El da 20 una delegacin panamea que presidi Toms Arias

    abordaba el vapor Coln para entrevistarse con Reyes y sus com-

    paeros. Con toda cortesa, pero con igual firmeza, los panameos

    manifestaron a los colombianos su propsito de no reincorporarse

    a Colombia . Los misioneros de Bogot siguieron viaje a Washing-

    ton .

    Pronto comenzaron a llegar los norteamericanos que haban

    de preparar el terreno para llevar adelante la obra del Canal . Los

    ingenieros sanitarios fueron de los primeros. Era el jefe supremo

    de stos el coronel William Crawford Gorgas, quien tena entre