Pepo y Estela

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Cuando Pepo la oruga vio a Estela la mariposa por primera vez, se enamoró para siempre. Pero entre Estela y él había algo que hacía imposible ese amor: Estela tenía unas hermosas alas de colores y, cuando volaba, parecía que el arcoiris la perseguía.

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Los amigos de Pepo comentaban el caso: -Mayores diferencias se han visto en el

bosque, decía MARÍA la mariquita.- No sé, comentaba Martín el gusano. Una

cosa es arrastrarse por el suelo y otra, volar.

Entretanto, el pobre Pepo contemplaba cómo el amor de su vida volaba de flor en

flor.

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Mientras Pepo comía una margarita, sus amigos seguían discutiendo el problema:

- Insisto, decía Martín: quien vuela, vuela y quien no tiene alas, se arrastra o camina.

Pero MARÍA opinaba que, con un poco de imaginación y unas alitas de mentira,

Pepo solucionaría su problema.

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Todos aceptaron la propuesta y se pusieron manos a la obra: con dos gotas de resina y un poco de

hilo de gusano de seda, le pegaron dos hojitas de olmo a la espalda.

Con mucho cuidado, Pepo subió a una piedra y se quedó esperando a Estela. Apenas la vio, muy

entusiasmado, se lanzó al vacío con la intención de volar, pero...

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... ¡CATACRASH!, cayó al suelo como las hojas en otoño.

Entonces, todos decidieron que el fracaso se debía a la falta de color en las hojas.

- No conseguirás volar si no tienes alas de colores como las de Estela, decía Lali.

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Con la mayor rapidez que les permitían sus anillos y sus cortas patas, recogieron todos los pigmentos y resinas que había en el bosque y se pusieron a

preparar colores.- Esto no va a funcionar, murmuraba Martín: las alas

son para volar y los colores, para pintar. Los demás no le hicieron caso y continuaron

pintando las alas al ilusionado Pepo.

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Al cabo de un rato, las dos alitas estaban pintadas y medio bosque lleno de

salpicaduras. - Es una preciosidad, exclamó Lali.- Es una obra de arte, opinó MARÍA.

- ¡Con tal de que vuele...!, pensó Pepo esperanzado.

- Las he visto mejores..., comenzó a decir Martín, pero nadie le hizo caso.

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Entonces, para no estropear las alitas, decidieron izarlo. Se pusieron uno encima del otro, formando

una gran columna. - Quita una de tus muchas patas de mi cara, que no

me dejas ver, le decía MARÍA a Lali.- Dudo que funcione, murmuraba Martín moviendo

la cabeza de un lado a otro y haciendo temblar la columna.

Pepo, con el pensamiento puesto en Estela, no se enteraba de lo que pasaba debajo.

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En ese momento, pasó la mariposa volando de flor en flor. Eran tantos los colores de Pepo y brillaban tanto que no pudo dejar de fijarse en él. Pero, de pronto, una nube traviesa dejó toda el agua que llevaba dentro. Estela huyó en busca de refugio... y Pepo se quedó chorreando una multitud de colores.

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Aunque habían agotado todas las posibilidades de que Estela se fijase en él, Pepo estaba más enamorado que

nunca.La primavera estaba en todo su esplendor y sus amigos se

fueron en busca de pareja. Pero, antes de partir, le dieron algunos consejos:

- Deberías buscar una oruga en lugar de pensar en mariposas, le decía MARÍA mientras Martín murmuraba:

- Tampoco funcionaría.

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Pepo se quedó solo y triste. El tiempo fue pasando hasta que, un día, todo empezó a girar a su

alrededor. El sol, la luna, las flores, las piedras... Todo le daba vueltas.

Se sentía mareado y confuso: algo extraño le estaba sucediendo. Un hilo interminable lo

envolvía de abajo a arriba y, poco a poco, su cuerpo quedó cubierto por un tejido suave y tibio de la cabeza a los pies. Entonces, cerró los ojos y

se quedó dormido en medio de la oscuridad.

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Pepo y EstelaCuando despertó, el sol brillaba y los pájaros cantaban a su

alrededor.- ¡Ah, me gustaría saber cuánto tiempo he dormido!, dijo.Se sentía como nuevo, muy ágil y liviano y con ganas de

recorrer el mundo. Caminó por la hierba y se encontró frente a un charco de agua de lluvia, claro como un espejo. Y, cuando vio su imagen reflejada, se quedó

boquiabierto.¡No lo podía creer!

Sus patas se habían vuelto finas y largas. Y también sus antenas. Pero lo más sorprendente era que en su

espalda habían crecido dos grandes y hermosas alas llenas de colores, como las que tanto había deseado.

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En ese momento, pasó Estela, como cada día. Y, como cada día, Pepo dejó escapar un suspiro de amor.

Entonces, se elevó el suspiro y, tras él, Pepo. Despacio y tímido al principio, más rápido y seguro después, subió en busca de su primer y único amor: Estela, la mariposa.

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Aún hoy en día, cuando se ven dos Arcoiris en el cielo, en el bosque hay quien

comenta que son Pepo y Estela que van volando juntos, cogidos de la mano.

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Y colorín, colorosa, esta es la historia de dos mariposas.