Peor Que La Depresión
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PEOR QUE LA DEPRESIÓN Por Antal Fekete
Artículo elaborado por Antal E. Fekete, professor of Money and Banking, en San Francisco
School of Economics, publicado originalmente en Goldseek.
El nuevo dinero creado sobre la base de una inundación de deuda es equivalente a echar
gasolina a un fuego, haciendo que los precios caigan y la economía se contraiga todavía más.
EEUU se enfrenta a una hiperdeflación y al colapso.
¿Por qué el Plan de Estímulo de Obama está Condenado al Fracaso?. La fábrica de papel del
Potomac está generando nuevo dinero frenéticamente. Esto debería evitar que los precios
bajaran y que la economía se contrajera, según la Teoría Cuantitativa del Dinero. En este
artículo presento un argumento que explica por qué esta conclusión no es válida. Por el
contrario, expondré que el nuevo dinero creado sobre la base de una inundación de deuda es
equivalente a echar gasolina a un fuego, haciendo que los precios caigan y la economía se
contraiga todavía más.
La administración Obama ha perdido su oportunidad histórica de evitar la deflación y
depresión que ha heredado de la administración Bush, porque ha encomendado la tarea de
rescatar a la economía a la misma gente que ha causado este desastre: los doctores
monetarios, tanto Keynesianos como Friedmanitas, de la Fed y el Tesoro.
Mirando al ratio erróneo
La clave para entender el problema es la productividad marginal de deuda, un concepto
curiosamente desaparecido de la jerga de la economía convencional. Los Keynesianos se
consuelan con el hecho de que la deuda total como porcentaje del PIB está bien por debajo del
100% en los Estados Unidos, mientras que en otros países se supera esta cifra.
Sin embargo, el ratio significativo y que hay que observar es la relación entre deuda adicional y
PIB adicional, o la cantidad del PIB que se ha generado con la creación de 1 dólar de nueva
deuda. Es este ratio el que determina la calidad de la deuda. Cuanto mayor sea este ratio (PIB
adicional / Deuda adicional) más éxito están cosechando los empresarios en aumentar la
productividad, que realmente es la única justificación válida para el endeudamiento.
En cambio, una caída importante en ese ratio es una señal peligrosa de que la calidad de la
deuda se está deteriorando, y de que incurrir en deuda adicional no tiene ninguna justificación
económica. El volumen de deuda está creciendo más rápido que la renta nacional, y el capital
que apoya la producción se está erosionando rápidamente. Si, como en el escenario más
pesimista, el ratio cae en zona negativa, el mensaje es que la economía está en curso de
colisionar y que un crash es inminente.
Es decir, no sólo es que la deuda no aporte nada al PIB sino que, de hecho, genera una mayor
contracción económica, incluyendo un mayor desempleo. El país se está comiendo las semillas
de maíz, y el resultado es que el capital acumulado puede esfumarse antes de que te des
cuenta. La acción inmediata es absolutamente necesaria para parar la hemorragia, o el
paciente se desangrará hasta morir.
Los Keynesianos están atentos del ratio incorrecto, el de la deuda sobre el PIB. No es extraño,
pues, que constantemente se extravíen, de ahí que no se percaten de las señales de peligro,
una detrás de otra. Están navegando en la oscuridad con la ayuda del equipamiento náutico
equivocado. Están administrando la medicina equivocada. Su ambulancia es incapaz de
diagnosticar la hemorragia interna que debe pararse para evitar que el paciente llegue muerto.
La temprana advertencia de Melchior Palyi
En la década de 1950, cuando el dólar todavía era convertible -los gobiernos extranjeros y
bancos centrales podían convertir sus saldos de corto plazo en dólares por oro a la tasa
establecida por la ley de 35 dólares por onza- la productividad marginal de la deuda era 3 ó
superior. Esto es, que 1 dólar adicional de nueva deuda causaba un aumento del PIB de al
menos 3 dólares. En agosto de 1971, cuando Nixon impagó las obligaciones internacionales de
oro de los Estados Unidos (siguiendo los pasos de Franklin Delano Roosevelt que había
impagado las obligaciones domésticas de oro 35 años antes), la productividad marginal de la
deuda cayó por debajo del nivel crucial de 1.
Cuando la productividad marginal cayó por debajo de 1 dólar, pero todavía se mantenía
positiva, implicaba que la deuda total (siempre en términos netos) estaba aumentando más
rápido que el PIB. Por ejemplo, si la productividad marginal de la deuda se sitúa en 0,5, ello
significa que para incrementar la producción nacional de bienes y servicios en 1 dólar, habría
que incurrir en 2 dólares de deuda. Un incremento de la deuda total en 1 dólar ya no podría
generar siquiera un aumento equivalente del PIB. La deuda perdería así entonces cualquier
justificación económica.
La caída de la productividad marginal de la deuda ha continuado sin interrupción desde
entonces. Nadie tomó medidas. De hecho, los administradores Keynesianos del sistema
monetario y de la economía pusieron trabas a esta información, manteniendo al público en la
oscuridad. Ni tampoco los economistas Keynesianos y Friedmanitas en las universidades
prestaron atención a la señal de peligro. Los agitadores siguieron gritando: “¡Dame más
crédito!”
Yo me percaté de la importancia de la productividad marginal de la deuda a través del Boletín
del economista húngaro de Chicago Melchior Palyi en 1969 –hay un total de 640 números de
ese Boletín, disponibles en la Biblioteca de la Universidad de Chicago-. Palyi advirtió de que la
tendencia de este crucial indicador era a la baja y que había que hacer algo al respecto antes
de que el monstruo de la deuda devorara la economía. Palyi murió unos pocos años más tarde
y no vivió para ver la devastación que tan astutamente predijo.
Otros también han llegado a la misma conclusión de diferentes formas. Peter Warburton, en
su libro Debt and Delusion: Central Bank Follies That Threaten Economic Disaster -Deuda y
Engaño: Las locuras del Banco Central que amenazan con el desastre económico-, también
prevé el mismo resultado, aunque no utiliza el concepto de la productividad marginal de la
deuda.
2006, el año de la inflexión
Mientras la deuda estuvo contenida por la presencia del oro en el sistema, por débil que fuera
esta restricción, el deterioro de la calidad de la deuda era relativamente lento. La calidad se
derrumbó, y la cantidad se disparó hasta la estratosfera cuando la presencia del oro, el único
que puede extinguir la deuda en última instancia, desapareció del sistema monetario. Aún así,
pasaron 35 años antes de que el capital de la sociedad fuera erosionado y consumido a través
del deterioro ininterrumpido de la productividad marginal de la deuda.
El año 2006 fue el punto de inflexión. A finales de ese año la productividad marginal de la
deuda cayó hasta cero y pasó a ser negativa por primera vez en la historia, encendiendo la
alarma roja que advertía de una catástrofe económica inminente. Efectivamente, en febrero
de 2007, el riesgo de impago de la deuda, medido por el coste desorbitado de los CDS (Credit
Default Swaps), se disparó. Y como dice el dicho, el resto ya es historia.
Productividad marginal negativa
¿Por qué una productividad marginal de la deuda negativa es señal de un desastre económico
inminente? Porque indica que cualquier posterior incremento en el endeudamiento
necesariamente causará una contracción económica. El capital se ha esfumado; una mayor
producción ya no se sostiene por la necesaria cantidad y calidad de las herramientas y el
equipamiento. La economía está literalmente devorándose a sí misma a través de la deuda.
La creación desenfrenada de deuda a través de la reducción de los tipos de interés hasta el 0%
está destruyendo el capital de la sociedad, pero este mensaje es ignorado. La crisis financiera
actual ha sido explicada a través de un razonamiento ad hoc, culpando a los laxos estándares
crediticios, las hipotecas subprime, y argumentos similares. Sin embargo, no se hizo nada para
parar la causa real del desastre: la rápida generación de deuda. Por el contrario, la generación
de la deuda fue acelerada mediante rescates públicos y planes de estímulo económico.
En vista del hecho de que la productividad marginal de la deuda es ahora negativa, podemos
ver que las medidas de rescate de la administración Obama, que están financiadas mediante la
creación de niveles de nueva deuda sin precedentes, son contraproducentes. Éstas son la
causa directa de la creciente contracción económica, incluyendo el aumento del desempleo.
"Camino al infierno"
El presidente de la Unión Europea, y Primer Ministro Checo, Mirek Topolanek, calificó
públicamente el plan de Obama, consistente en gastar casi 2 billones de dólares para sacar a la
economía de la recesión, como el “camino al infierno”. No hay ninguna razón para castigar al
Sr. Topolanek por tal calificativo. Cierto es que hubiera sido más educado y diplomático haber
suavizado sus comentarios empleando términos del estilo de: “el plan de Obama ha sido
aprobado ignorando que la productividad marginal de la deuda era negativa y sigue a la baja.
En consecuencia, el aumento del gasto público mediante planes de estímulo sólo causará una
mayor deflación y contracción económica”.
¿Hiperinflación o hiperdeflación?
La mayoría de críticos del plan de Obama sugieren que las consecuencias de los rescates y
planes de estímulo provocarán una grave pérdida del poder adquisitivo del dólar y, en última
instancia, una hiperinflación, tal y como evidenci la Teoría Cuantitativa del Dinero. Sin
embargo, la teoría cuantitativa es un modelo lineal que puede ser válido como una primera
aproximación, pero falla en la mayoría de casos, debido a que el mundo real es sobre todo no-
lineal. Mi propia teoría, basada en el concepto de la productividad marginal de la deuda,
predice que lo que se viene encima no es una hiperinflación sino un círculo vicioso de
deflación. Éste es el argumento.
Mientras que los precios de los productos primarios, tales como el petróleo y los alimentos,
pueden subir inicialmente, los consumidores apenas tienen poder adquisitivo, y tampoco
pueden pedir prestado como solían para pagar esta subida de precios. El nuevo dinero creado
ha ido a parar al rescate de bancos, y una parte importante se ha desviado para continuar
pagando los inflados bonus de los banqueros. Muy poco de este dinero ha fluido hacia los
consumidores ordinarios, que se ven con el agua al cuello debido a las deudas contraídas en el
pasado.
De ahí que dichas subidas de precios sean insostenibles, ya que el consumidor es incapaz de
afrontarlas. Como resultado, los comerciantes minoristas y mayoristas también están con el
agua al cuello. Tienen que reducir precios. La presión de la caída de la demanda no se queda
en los comerciantes, sino que también se transmite hacia los productores, que también tienen
que reducir precios. Todos ellos están experimentando un descenso en sus flujos de caja
derivados de las operaciones económicas ordinarias. Despiden a más gente, agravando la crisis
aun más, dado que se reduce el efectivo en manos de los consumidores debido al mayor
desempleo. La espiral viciosa está en marcha.
Pero, ¿qué está pasando con la ingente cantidad de nuevo dinero que está inundando la
economía? Este dinero se está empleando para pagar la deuda de personas que están
luchando desesperadamente por salirse de ella. Los hombres de negocios en general están
aletargados; cada recorte en el tipo de interés les golpea, erosionando el valor de sus
inversiones anteriores.
En mis trabajos he explicado cómo unos tipos de interés en continua caída hacen que el valor
liquidativo de la deuda aumente. Es decir, se traduce en una partida contable negativa en la
cuenta de pérdidas y ganancias, comiéndose al capital que, como consecuencia, tiene que ser
repuesto. Aún peor. No hay manera de que los empresarios sean inducidos a llevar a cabo
nuevas inversiones mientras haya expectativas de nuevas reducciones en el tipo de interés.
Son conscientes de que sus inversiones se esfumarían a medida que el tipo de interés siguiera
cayendo en pos de políticas monetarias agresivas como el quantitative easing -creación de
dinero de forma discrecional-.
El círculo vicioso de la especulación en tipos de interés decrecientes
La única actividad que está prosperando en este ambiente deflacionario es la especulación en
bonos. Los especuladores usan nuevo dinero, disponible a través de la Reserva Federal (Fed),
para expandir sus actividades y empujar al alza el precio de los bonos. Dichos inversores se
adelantan a la Fed: compran primero los bonos y luego los revenden por un precio inflado
antes de que los recompre la Fed.
Tal actividad está libre de riesgos. Los especuladores se enteran por adelantado de las
operaciones de la Fed a lo largo de la curva de rendimientos. La Fed comprará 300.000
millones de dólares de letras del Tesoro durante los próximos seis meses, y probablemente
mucho más después de esa fecha. La especulación sobre unos tipos de interés decrecientes se
convierte en autorrealizable, gracias a la demente idea de las operaciones de mercado abierto
de la Fed, que hace que la especulación en bonos esté exenta de riesgo. Este proceso hace que
la deflación sea auto-sostenible (para otra visión de la especulación en bonos libre de riesgos,
ver el artículo de Carl Gutiérrez en Forbes, mencionado en las referencias).
Nótese también que el progresivo hundimiento del precio de las acciones, y el intento
desesperado por parte de grupos privados de rescatar activos tóxicos, también ha disparado la
demanda de dinero en efectivo. El dólar, al menos en la variedad del billete de la Reserva
Federal, será cada vez más escaso. Antes de hundirse, tal y como sucedería en un escenario
hiperinflacionario, el poder adquisitivo del dólar se va a incrementar notablemente.
¿Piensan que Ben Bernanke y sus máquinas de fabricar billetes se ocuparán de eso?
Simplemente consideren lo siguiente. El mercado separará los billetes de la Fed antiguos de los
nuevos, que tendrán impresa la firma de Bernanke. En una clásica aplicación de la Ley de
Gresham, la gente atesorará el primero (los antiguos), otorgando una prima sobre él en
relación con la segunda variedad (dólares de nueva creación), que se quedará por el camino.
Bernanke puede crear dinero, pero no puede hacerlo fluir
Ya hay algunas publicaciones que abiertamente aconsejan a la gente que atesore billetes de la
Reserva Federal en cantidades importantes que lleguen a cubrir hasta 24 meses de gastos
corrientes estimados, mientras cancela todas sus cuentas de depósito. Se advierte a los
depositantes que se olviden del límite de 250.000 dólares del seguro de depósitos, que se ha
convertido en algo prácticamente despreciable en la medida en que los recursos de la FDIC
(Agencia Federal de Garantía de Depósitos) han sido secuestrados por Geithner (secretario del
Tesoro de EUU) y desviados a garantizar las inversiones de grupos privados que fueron tan
estúpidos como para comprar deuda tóxica a instancias de la administración Obama. Karl
Denninger prevé una tasa de desempleo superior al 20%, con ciudades en una situación mucho
peor que, por ejemplo, el centro de Detroit (ver referencias abajo).
¿Qué tiene todo esto que ver con la productividad marginal de la deuda? Una vez que se hace
negativa, cualquier incremento adicional de nueva deuda hará que la economía se contraiga
más, incrementando el desempleo y reduciendo los precios. Bernanke puede crear todo el
dinero que quiera y más, pero no puede hacerlo fluir por toda la economía.
Bernanke se arriesga a algo peor que una depresión
El nuevo dinero creado seguirá las leyes de la gravedad y fluirá hacia el mercado de bonos, que
es donde está la fiesta. La especulación libre de riesgos en bonos reforzará la espiral
deflacionista hasta que llegue el agotamiento final: la economía colapsará como un globo al
ser pinchado. En vez de hiperinflación y de la destrucción del dólar, lo que tenemos es
deflación y la destrucción de la economía.
Denninger advierte de que la ‘espiral mortal’ llevará a que se disparen las ventas de activos en
una loca carrera de liquidación de éstos, y en última instancia, al colapso del sistema
monetario y político de EEUU a medida que se evaporan los ingresos impositivos. Señala que,
probablemente, ni uno solo de los miembros del Congreso entiende la gravedad de la
situación. Bernanke se está arriesgando a algo mucho peor que una depresión. Se está jugando
literalmente el final de América como una potencia política, económica y militar.
Efectivamente, el colapso financiero y económico de los dos últimos años debe verse como
parte de la progresiva desintegración de la civilización occidental, que empezó con el sabotaje
gubernamental del patrón oro en la primera parte del siglo XX. Ben Bernanke, que debería
haber sido despedido por el nuevo presidente el día después de su inauguración por haber
causado un daño irreparable a la república norteamericana, puede, al final, tener el honor de
administrar el golpe de gracia a nuestra civilización.