Penetración social del concepto biblioteca

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84 REVISTA DE EDUCACIÓN Penetración social del concepto "biblioteca JOSE A. PEREZ-RIOJA 9 9 Supone un tenia de reflexión el hecho evidente de lo poco arraigado que está hoy todavía en la vida so- cial de nuestro país el concepto "biblioteca". Como español y como bibliotecario he pensado a menudo en ello. Tal preocupación, enfocada no sólo desde el punto de vista profesional, sino desde ese otro más anuplio de la cultura pública, ha originado el presente artícuio. En estas páginas, pues, desearía contagiar de tal preocupación mía, aún más que a los sectcres pro- fesionales, a todos aquellos que se interesan por los diversos problemas de la educación y, muy especial- mente, al español medio, que también debe sentir y conocer los problemas más vitales de nuestra cultura. BIBLIOTECA ES UN CONCEPTO EN CONTINUA EVOLUCIÓN. Unida al templo en la antigüedad, dentro de los monasterios durante la Edad Media, como un museo desde la época renacentista, la biblioteca ha venido a ser desde el siglo pasado un depósito de libros accesible a unos cuantos estudiosos. A partir del siglo XIX, la biblioteca cambia radicalmente al abrir sus puertas a todos. De institución de privilegio se transforma en una pieza importantísima del meca- nismo social al servicio de la colectividad. Se con- vierte en el eje de las más diversas actividades cul- turales y se gana el nombre de "universidad del pue- blo". Su primigenio sentido centrípeto se hace cada vez más expansivo. Y así, en una etapa muy poste- rior—etapa cuyo pleno desarrollo está fructificando ahora—, la biblioteca pública abandona su pasividad y hermetismo antiguos, para transformarse en un centro activo y dinámico. La estirpe griega de la palabra biblioteca (de ß tß),tov, libro, y ar- mario, cajita, depósito) se ha enriquecido hoy de un nuevo y ágil contenido semántico. Ya no es sólo el edificio o receptáculo para albergar una colección de libros, ni tampoco es únicamente esa colección. Supone, además, un conjunto de lectores. Significa, asimismo, un centro vivo de investigación y de in- formación, a la vez que de enseñanza y de cultura. De la biblioteca-museo, limitada a minorías cíe es- DON JOSÉ A. PÉREZ-RIOJA, colaborador de nuestra REVISTA en el ntim. 2 con un trabajo sobre el "As- pecto social de la lectura", es director de la Biblio- teca Pública y del Centro Coordinador de Bibliote- cas de Soria. Autor de una Gramática castellana y de una Historia del humor, en las Publicaciones de Educación Nacional ha editado "1.000 obras para los jóvenes" (1952), "Centros coordinadores de Biblio- tecas" y "Bibliotecas viajeras' . (1953). tudiosos, hasta la biblioteca pública abierta a todos, que deja leer dentro de sus muros e incluso fuera, gracias al préstamo domiciliario de libros, existe una distancia extraordinaria. Pero, cuando ya es normal que la biblioteca se abra a la colectividad y deje leer dentro y fuera de ella, supone una con- quista social todavía más profunda y más generosa- mente cristiana ese ambicioso afán que nos lleva a los bibliotecarios de hoy a convertir en lectores a quienes no lo eran; a orientarles, buscando a cada uno el libro adecuado; a elevar también su nivel y a despertar su sensibilidad mediante una actividad de extensión cultural, que extravasa la labor pura- mente bibliotecaria, como cimiento necesario para estab'ecer el más armónico y perfecto contacto en- tre el libro y el lector. En relación con las necesidades culturales de la colectividad, se abren al bibliotecario actual las más diversas posibilidades de una acción eficaz y positi- va, porque, como afirma Freeman, la biblioteca debe ser el centro de las actividades cívicas, culturales y educacionales de la comunidad. Y es que, como ya advirtió Ortega (1), el biblio- tecario, hasta hace poco, se había ocupado del li- bro-cosa, del libro-objeto material, para atender des- de hoy al libro-función viviente, ejerciendo sobre él una labor de policía. Hasta el siglo XIX--a veces, hasta este mismo si- glo—el bibliotecario se había conformado con aten- der al público que deseaba ir a la biblioteca. El con- cepto actual de ésta impone al bibliotecario de hoy no solamente el mostrarse como un amable orienta- dor del público que llega, sino como un misionero de la cultura, como un higienista de la lectura y un médico del esp'ritu—no en vano se decía en una biblioteca egipcia de hace tres mil años que los "li- bros son los remedios del alma"—para atraer nue- vos lectores y guiarles luego por la "selva selvaggia" de los libros. "Toca al bibliotecario—ha dicho en un reciente discurso Mr. Evans, director de la Biblioteca del Congreso de Wáshington—ser el primero en recono- cer la trascendencia política y social de su misión; apreciar los poderosos recursos que la nación pone en sus manos, no para catalogar libros exclusiva- mente, que es el medio, sino para intensificar sus servicios, la difusión del libro y la práctica del estu- dio y la lectura, haciéndolos llegar a todos los con- fines, persuadido de que el bienestar, la felicidad, el alza del nivel de vida, el perfeccionamiento moral del pueblo está en gran medida en sus manos..." La evolución del concepto "biblioteca" es mucho más honda de lo que parece a simple vista. Este (1) J. Ortega y Gasset: Ibídem.

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84 REVISTA DE EDUCACIÓN

Penetración social del concepto "biblioteca

JOSE A. PEREZ-RIOJA

9 9

Supone un tenia de reflexión el hecho evidente delo poco arraigado que está hoy todavía en la vida so-cial de nuestro país el concepto "biblioteca".

Como español y como bibliotecario he pensado amenudo en ello. Tal preocupación, enfocada no sólodesde el punto de vista profesional, sino desde eseotro más anuplio de la cultura pública, ha originadoel presente artícuio.

En estas páginas, pues, desearía contagiar de talpreocupación mía, aún más que a los sectcres pro-fesionales, a todos aquellos que se interesan por losdiversos problemas de la educación y, muy especial-mente, al español medio, que también debe sentir yconocer los problemas más vitales de nuestra cultura.

BIBLIOTECA ES UN CONCEPTO EN CONTINUA EVOLUCIÓN.

Unida al templo en la antigüedad, dentro de losmonasterios durante la Edad Media, como un museodesde la época renacentista, la biblioteca ha venidoa ser desde el siglo pasado un depósito de librosaccesible a unos cuantos estudiosos. A partir delsiglo XIX, la biblioteca cambia radicalmente al abrirsus puertas a todos. De institución de privilegio setransforma en una pieza importantísima del meca-nismo social al servicio de la colectividad. Se con-vierte en el eje de las más diversas actividades cul-turales y se gana el nombre de "universidad del pue-blo". Su primigenio sentido centrípeto se hace cadavez más expansivo. Y así, en una etapa muy poste-rior—etapa cuyo pleno desarrollo está fructificandoahora—, la biblioteca pública abandona su pasividady hermetismo antiguos, para transformarse en uncentro activo y dinámico. La estirpe griega de lapalabra biblioteca (de ß tß),tov, libro, y ar-mario, cajita, depósito) se ha enriquecido hoy deun nuevo y ágil contenido semántico. Ya no es sóloel edificio o receptáculo para albergar una colecciónde libros, ni tampoco es únicamente esa colección.Supone, además, un conjunto de lectores. Significa,asimismo, un centro vivo de investigación y de in-formación, a la vez que de enseñanza y de cultura.

De la biblioteca-museo, limitada a minorías cíe es-

DON JOSÉ A. PÉREZ-RIOJA, colaborador de nuestraREVISTA en el ntim. 2 con un trabajo sobre el "As-pecto social de la lectura", es director de la Biblio-teca Pública y del Centro Coordinador de Bibliote-cas de Soria. Autor de una Gramática castellana yde una Historia del humor, en las Publicaciones deEducación Nacional ha editado "1.000 obras para losjóvenes" (1952), "Centros coordinadores de Biblio-tecas" y "Bibliotecas viajeras' . (1953).

tudiosos, hasta la biblioteca pública abierta a todos,que deja leer dentro de sus muros e incluso fuera,gracias al préstamo domiciliario de libros, existeuna distancia extraordinaria. Pero, cuando ya esnormal que la biblioteca se abra a la colectividady deje leer dentro y fuera de ella, supone una con-quista social todavía más profunda y más generosa-mente cristiana ese ambicioso afán que nos lleva alos bibliotecarios de hoy a convertir en lectores aquienes no lo eran; a orientarles, buscando a cadauno el libro adecuado; a elevar también su nivel ya despertar su sensibilidad mediante una actividadde extensión cultural, que extravasa la labor pura-mente bibliotecaria, como cimiento necesario paraestab'ecer el más armónico y perfecto contacto en-tre el libro y el lector.

En relación con las necesidades culturales de lacolectividad, se abren al bibliotecario actual las másdiversas posibilidades de una acción eficaz y positi-va, porque, como afirma Freeman, la biblioteca debeser el centro de las actividades cívicas, culturalesy educacionales de la comunidad.

Y es que, como ya advirtió Ortega (1), el biblio-tecario, hasta hace poco, se había ocupado del li-bro-cosa, del libro-objeto material, para atender des-de hoy al libro-función viviente, ejerciendo sobre éluna labor de policía.

Hasta el siglo XIX--a veces, hasta este mismo si-glo—el bibliotecario se había conformado con aten-der al público que deseaba ir a la biblioteca. El con-cepto actual de ésta impone al bibliotecario de hoyno solamente el mostrarse como un amable orienta-dor del público que llega, sino como un misionero dela cultura, como un higienista de la lectura y unmédico del esp'ritu—no en vano se decía en unabiblioteca egipcia de hace tres mil años que los "li-bros son los remedios del alma"—para atraer nue-vos lectores y guiarles luego por la "selva selvaggia"de los libros.

"Toca al bibliotecario—ha dicho en un recientediscurso Mr. Evans, director de la Biblioteca delCongreso de Wáshington—ser el primero en recono-cer la trascendencia política y social de su misión;apreciar los poderosos recursos que la nación poneen sus manos, no para catalogar libros exclusiva-mente, que es el medio, sino para intensificar susservicios, la difusión del libro y la práctica del estu-dio y la lectura, haciéndolos llegar a todos los con-fines, persuadido de que el bienestar, la felicidad, elalza del nivel de vida, el perfeccionamiento moraldel pueblo está en gran medida en sus manos..."

La evolución del concepto "biblioteca" es muchomás honda de lo que parece a simple vista. Este

(1) J. Ortega y Gasset: Ibídem.

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PENETRACIÓN SOCIAL DEL CONCEPTO "BIBLIOTECA" Sd

concepto tiene hoy una extensión y una profundi-dad extraordinariamente mayores. El mero depósi-to de libros se ha hecho centro de investigación, deeducación, de cultura. Pero centro expansivo y di-námico, de un altruismo y de una tan amplia y ge-nerosa actividad, a la que no llega—por su especia-lización o limitación—ningún centro docente. Y esagenerosa misión bibliotecaria no es só:o la gratui-dad de sus servicios, sino su afán espiritualizadorhacia la masa, atrayéndola al buen libro, orientán-dola en los más varios aspectos: cívico, moral, cul-tural, estético, etc.

Como advierte Collijn (2), "la función de la biblio-teca moderna consiste en dar y en crear, no sola-mente en recibir". Así puede señalar Alvin John-son (3) que "la biblioteca pública es la instituciónplenamente capacitada para que, merced a las faci-lidades que brinda para la auto-educación, el indi-viduo pueda acompañar satisfactoriamente los ex-traordinarios progresos que, con inesperada rapidez,va ofreciendo este mundo cambiante. En potencia esla mejor fuente de enseñanza y de auto-educación delos pueb'os, verdadera universidad de todo el mundo".

Podemos deducir de lo expuesto que la bibliote-ca es una institución cuyo fundamento se basa enuna constante y renovada evolución. No es ahoracomo ha sido ayer, ni será mañana como hoy. Porello, la palabra "biblioteca" no debe entenderse ac-tualmente en su estricta significación etimológica.A lo largo del tiempo, y, sobre todo, en nuestrosdías, se ha enriquecido de un ágil y extenso conte-nido social.

DESEQUILIBRIO ENTRE LA RÁPIDA EVOLUCIÓNACTUAL DEL CONCEPTO "BIBLIOTECA" Y SU

LENTA PENETRACIÓN SOCIAL.

Se ha pensado muy poco todavía—incluso por lossectores profesionales—en el desequilibrio existenteentre la rápida evolución actual del concepto "biblio-teca" y su lenta penetración social. La biblioteca haevolucionado, especia'mente en los últimos años,con una rapidez insospechada; en cambio, la pe-netración social de este concepto ha ido a un ritmomucho más lento. Vamos, pues, a exponer brevemen-te algunas de las posibles causas que han motivadotal desequilibrio.

Quizá la causa primera sea la de que el pueblono ha comprendido aún, o al menos de manera su-ficiente, la necesidad y utilidad de la biblioteca."Por el momento, la verdad es, desgraciadamente,que hay muy pocos países en el mundo en que secomprendan plenamente las posibilidades que ofreceuna biblioteca pública" (4). Nelson (5) advierte, porsu parte, que "la biblioteca pública es uno de esospoderosos sillares, a menudo invisibles para el obser-vador superficial. Su influencia en el desarrollo mo-ral y aun material del pueblo no podría ser exacta-mente apreciada". Pero, ¡, de qué procede esta igno-rancia, esta incomprensión popular? Muy a menu-do, de que buena parte del público desconoce que elservicio de lectura y domiciliario de libros son gra-tuitos. Por otro lado, no estando aún el público lo

(2) "Actas del II Congreso Internacional de Bibliote-cas y Bibliografia. Madrid-Barcelona, 1935." Madrid, 1949.

(3) "The Public Library a people's University." NewYork, 1938.

(4) Thomsen-Sydney-Tompkins: "La biblioteca públi-ca y la educación de los adultos." París, 1950.

(5) E. Nelson: "Las bibliotecas en los Estados Uni-dos." New York, 1927.

bastante educado en el amor a la lectura, carece,con frecuencia, del hábito de acudir a la bibliote-ca para satisfacer curiosidades, resolver problemas,aclarar dudas o deleitarse simplemente.

Otra causa esencial del desequilibrio entre lo quehoy es la biblioteca y el concepto que se tiene de sunecesidad y utilidad, es su carácter de institucióncultural, carente de medios coercitivos a su serviciopara obligar al público a que la frecuente. Subraye-mos, como contraste, que en el siglo pasado las au-toridades establecieron con carácter ob'igatorio laenseñanza primaria, dictándose leyes para que to-dos aprendieran a leer y a escribir. Políticos, orado-res, pedagogos, escritores han batallado desde en-tonces por levantar escuelas y acabar con el anal-fabetismo. Pero no se ha meditado lo bastante—yes curioso este olvido a lo largo de un siglo—en laineficacia de enseñar a leer si luego no se propor-cionan a las gentes—muy especialmente a la pobla-ción rural—libros y lecturas adecuadas. Porque escostumbre, cuando se habla del analfabetismo, refe-rirse al índice de los que no aprendieron a leer. Yla rea'idad es que, junto a este analfabetismo inte-gral, existe otro analfabetismo parcial, pero tan hon-do y tan grave o más que aquél: el de quienes noleen—aunque aprendieran a deletrear—por carecerde libros, por no haberse fomentado en ellos el amory el hábito de la lectura. Así, mientras la mayorTade los paises han concentrado el máximo interés enla creación de escuelas, se ha relegado a lugar muysecundario la obligación de facilitar la lectura me-diante la creación de bibliotecas y servicios circu-lantes de libros.

Otra causa que puede señalarse es la falta de in-terés social hacia la biblioteca, todavía más acusadaen países latinos e individualistas como el nuestro.Se debe reconocer que nuestra economía es pobrey que el servicio de bibliotecas es caro. Pero, aunsiéndolo, España lo hubiera acometido hace bastan-tes años con mucha mayor amplitud, si hubiera exis-tido un movimiento general de opinión de abajo arri-ba. He aquí uno de los motivos más fundamenta es,por lo que el problema bibliotecario español—hastahace muy poco tiempo—ha sido acometido con ciertatimidez y con notorias limitaciones. Las masas po-pulares, incluso el español medio, no han sentidoesta necesidad y utilidad de la biblioteca. Han creadoque era un lujo inasequible para ellos. Y esta nece-sidad, peor conocida que otras por los diferentesequipos gubernamentales que se han ido sucediendodesde hace un siglo, no ha tenido eco en la masa, yésta no ha ejercido presión alguna sobre los go-bernantes. El problema, latente, no se ha planteadoen realidad, en su verdadera dimensión nacional,hasta estos años últimos. Por ello, la obra a reali-zar todavía es grande, y en lo económico, costosa.Esta carencia de interés público—tan frecuente enel español, individualista por temperamento—nosviene de antiguo. Incluso durante la pasada centuria,tan propicia en otros países a infiltrar cierto senti-do social en todo género de instituciones, apenas seha dejado sentir entre nosotros. Como observa unilustre historiador, Altamira (6), "adviértase tam-bién en la historia política de nuestro siglo xrx lafalta del sentimiento y del concepto del interés pú-blico..." En el aspecto bibliotecario, hasta un hom-bre de la talla intelectual de Jovellanos enfoca concierta miopía, propia del ambiente de su época, el

(6) R. Altamira: "Temas de Historia de España." Ma-drid (s. a.), I, págs. 34-35.

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concepto "biblioteca", concebida por él como un ins-trumento auxiliar para los literatos. Tales eran laspalabras de Jovellanos (7) : "Entre los demás auxi-lios que pueden prestarse al adelantamiento de estainstrucción, es de contar el establecimiento y mul-tiplicación de bibliotecas púbicas, que son de tangrande auxilio para que los literatos (que de ordi-nario abundan poco en conveniencias) hallen en ellaslas obras y recursos que de suyo no pueden po-seer..."

No es extraño, pues, que oigamos hablar de lanecesidad de un puente, o de una carretera e inclusode una escuela, sin que apenas se oiga a nadie co-mentar la necesidad de una biblioteca. Los librosque, a pesar de la materialidad de su papel impresoy de su encuadernación, siguen siendo quizá lo masespiritual creado por los hombres, no contienen hie-rro ni cemento y no suponen en la brevedad de sutamaño un volumen como para llamar la atenciónde las gentes. Los ladrillos o las vigas de hormigónimpresionan a la masa ingenua. El libro es peque-ño, sencillo, silencioso. El libro, además, se ha re-signado a menudo con permanecer en locales inade-cuados para una biblioteca. A veces, todavía sigueallí. Y la gente, quizá por eso mismo, no siente enocasiones ese respeto, esa admiración por los li-bros que, acaso dentro de una gran biblioteca—poiel aspecto exterior de su arquitectura—lograranejercer sobre la impresionabilidad de la mayoría.

El hecho de que la mayor parte de las bibliote-cas españolas de provincias no universitarias se ins-talaron, a raíz de la desamortización, dentro de losinstitutos de segunda ensefinza creados por entonces,ha significado--lamentablemente, desde el punto devista bibliotecario—estas dos erróneas suposiciones:1. a Que las antiguas bibliotecas públicas provincia-les—máxime si hoy, como sucede en algunas capi-tales, no han logrado independizar su instalación entodo o en parte—pertenecen al instituto como biblio-tecas propias de este centro; y 2., que la gente, porel hecho mismo de seguir o de haber estado insta-lada la biblioteca pública en el mismo edificio delinstituto, no la ha considerado con vida independien-te, sin atreverse muchas veces a utilizarla y sin sen-tir, en la medida adecuada, su acción expansiva yabierta a todos y, por lo tanto, su necesidad y uti-lidad social.

Por otra parte, es curioso observar cómo nuestrariqueza bibliográfica que, por las leyes desamortiza-doras pasa de monasterios y conventos a las nuevasbibliotecas estatales, supone un lastre histórico queretrasa en España el avance social, el sentido y elritmo renovador que han experimentado en otrospaises las bibliotecas fundadas tan sólo a base defondos modernos. Dijérase que tal herencia biblio-gráfica, envidiada y codiciable, sin duda, por otrospaises, ha supuesto en el nuestro—como contrapar-tida—un aferramiento quizá más acusado a los vie-jos moldes bibliotecarios durante todo el siglo XIX yhasta en parte del xX...

Este origen monástico de casi todas las bibliotecasprovinciales españolas ha contribuido no poco a re-ducir todavía más nuestro ya escaso sentido del in-terés público, al que se debe en otros países—Ingla-terra y Estados Unidos, por ejemplo—el extraordi-nario contenido social infiltrado, desde hace mas deun siglo, a su política bibliotecaria. Consecuencia y

(7) "Bases para la formación de un Plan general deInstrucción Pública." Sevilla, 1809

modelo de este sentido del interés público es la orien-tación del régimen municipal de muchos países. Enel nuestro, se hace necesario enseñar a los alcaldes,concejales y secretarios de ayuntamientos rurales,las necesidades de tipo cultural y social de la co-lectividad, en cuyo respeto deben orientarse todoslos actos del individuo y hacia las cuales hay quesubordinar apetencias y pequeños intereses o perso-nalisimos locales. Mostrar a las autoridades rura-les la utilidad y necesidad de la lectura pública es,sin duda, uno de los objetivos más urgentes de laactual política bibliotecaria española.

Esta ignorancia por parte de la masa y, consi-guientemente, por parte de las autoridades rurales,y esta falta de interés público hacia las bibliotecas—extendida incluso a otros sectores más elevados dela administración—ha hecho que el apoyo estatal yel de las diputaciones y municipios para la creacióny sostenimiento de bibliotecas fuera muy escaso.Es cierto que incluso en los Estados Unidos—avan-zada mundial en este sector de la cultura popular—se dejan sentir ciertas dificultades económicas, lascuales, sin embargo, suelen salvarse por un acusa-do sentido social del interés público. La fe de losciudadanos norteamericanos en los múltip7es benefi-cios del libro, como instrumento de educación, haceque numerosos particulares leguen en sus testamen-tos a diversas bibliotecas colecciones de libros, do-nativos en metálico, edificios, etc. En nuestro país,las bibliotecas no han obtenido, muchas veces, elapoyo necesario por parte de organismos de la ad-ministración local y ni siquiera de particulares, sopretexto de que son propiedad del Estado. En unriguroso &2.ntido legalista esto puede ser cierto, perono se olvide que ya el citado Decreto de 1869 re-conocía que el de bibliotecas es un servicio típica-mente local o, más ampliamente, provincial, comose reconoce en casi todas las legislaciones extran-jeras.

La reciente creación en España de los CentrosProvinciales Coordinadores así lo demuestra, a lavez que sirve de base inicial para ir llevando al con-vencimiento de las provincias y los municipios la ne-cesidad de su apoyo moral y económico en cuanto ala creación y sostenimiento de bibliotecas.

NECESIDAD DE EDUCACIÓN ENTRE LO QUE HOYES LA BIBLIOTECA Y SU CONCEPTO SOCIAL

La biblioteca pública de nuestros días ha evolucio-nado en la realidad mucho más que en el conceptoque de ella siguen teniendo las gentes. El tiempoacabará de confirmar en la mente de todos lo que,realmente, es hoy la biblioteca. Pero como ésta si-gue evolucionando a un ritmo más rápido, siemprecabe el peligro de que, ni ahora ni dentro de algunosarios, se la conozca bien y, por lo tanto, de que nose la valore lo suficiente.

Ha sido y es virtud exagerada de los biblioteca-rios españoles trabajar en silencio, sin alharacas niexhibicionismos, sino con toda la abnegación y lamodestia de una profesión poco lucrativa en lo eco-nómico, aunque pródiga en otras satisfacciones voca-cionales y en muy diversas posibilidades eruditas einvestigadoras. Y he aquí cómo los propios biblio-tecarios españoles, al no revestir de importancia anuestra misión y al seguir muchas veces el caminode las humanidades y la erudición antes que el dela expansión social de las bibliotecas, hemos privado

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siPENETRACIÓN SOCIAL DEL CONCEPTO "BIBLIOTECA"

a éstas de buena parte de ese interés público, tanpoco frecuente, desde luego, en los pueblos latinos.

Los bibliotecarios de hoy no es que seamos distin-tos a nuestros antecesores de otros tiempos. Conti-nuamos la tradición y formación humanísticas—baseimprescindible para nuestra profesión—y nos sigueatrayendo la erudición y la investigación, pero sen-timos más viva y acusadamente esta labor de cul-tura y penetración social de nuestras bibliotecas ymedimos el camino que aún nos queda por recorreren este aspecto. Y puesto que el camino es largo,procuramos prepararnos para recorrerlo con algunaefectividad. Hemos de ser nosotros los primeros enestablecer ese equilibrio, esa ecuación entre la biblio-teca, tal como es en la realidad, y el concepto quede ella se tenga. No olvidaremos el viejo refrán "elbuen paño en el arca se vende", pero al más per-fecto funcionamiento de nuestras bibliotecas, a suevidente utilidad, a su rendimiento, a la extensióncultural de sus servicios y a la acertada selección desus fondos—he ahí el buen paño—, habremos de su-mar, en cuanto dependa de nosotros, una mayor di-fusión de lo que es la biblioteca y de lo que signifi-ca en la educación y en la vida de los pueblos.

"Gracias a este papel activo y positivo da las bi-bliotecas modernas--dice Collijn (8)—han adquiri-do éstas el derecho a no ser consideradas y trata-das como instituciones negativas y pasivas a :a ma-nera de las bibliotecas de otros tiempos." Y, biblio-tecario de nuestra época, advierte el mismo Col-lijn (9): "Consecuencia lógica y natural de este nue-vo género de relación entre la biblioteca y la so-ciedad es el que nosotros exijamos que no se nossiga tratando como a representantes de un lujo eru-dito, de una institución poco menos que superflua,sin contacto con la realidad de la vida."

Es hora ya de propagar por todos los medios anuestro alcance que, por su carácter de instituciónpública y gratuita de cultura, abierta a todos, co-rresponde a la biblioteca una reputación social su-perior a la que hoy se le concede; es hora, también,de difundir la idea de que el sostenimiento de unaextensa red bibliotecaria nacional que mantenga yfomente, con carácter de servicio público, los mediosde lectura y estudio y documentación gratuitos paratodos los ciudadanos, es algo tan importante, tannecesario y útil a la sociedad como pueden serlo lasvías férreas, las carreteras, los puentes o el alcan-tarillado. Es preciso convencer a todos de que labiblioteca pública es una necesidad social, y quecualquier gasto invertido en su mantenimiento re-presenta un efectivo económico, ya que el dineroempleado en esta institución que enriquece y digni-fica la vida del pueblo, vuelve a éste centuplicadoen bienestar, en cultura y en progreso. Compren-diéndolo así, en los Estados Unidos, "centenares,millares de ciudades han impuesto gravámenes coneste fin, y lo hacen con el mismo sentimiento deli-berado e inteligente con que gravan la fortuna pú-blica para obtener los beneficios del alumbrado ode la higiene" (10). 'Precisamente—como señalaNelson (11)—la tarea de la biblioteca pública esconvencer al pueblo de que la institución es suya;de que esa entidad está necesariamente llamada aocupar un lugar importante en las transacciones de

(8) "Actas del II Congreso Internacional de Biblio-tecas y Bibliografía. Madrid-Barcelona, 1935." Madrid,1949.

(9) Ibidem.(10) E. Nelson : Op. eit.

(11) Ibídem. •

los hombres como centro organizador de informa-ciones, cooperador de las agencias de cultura y fac-tor activo de la tendencia, humana a mejorar loexistente, que en este caso se traduce en el esfuerzopor divulgar los mejores libros y levantar el niveldel gusto en la comunidad."

No hay sector de la población de cualquier ciu-dad, villa o aldea--ya se considere su edad, sexo,profesión, nivel social o económico, etc.—al que labiblioteca no pueda y deba alcanzar. El niño, el jo-ven, el adulto, el comerciante y el productor, el es-tudiante y el obrero, el hombre de posición y el hom-bre modesto encuentran siempre en la biblioteca pú-blica medios suficientes de información, de enseñan-za, de investigación, de orientación y de recreo. Eneste sentido, las posibilidades de la biblioteca comoinstitución son superiores a las de cualquier otrainstitución cultural. Por ello, dice Danton (12) que"la biblioteca moderna está en situación excepcionalpara hacer una contribución vital a esta gran cau-sa, por hallarse capacitada como ninguna otra ins-titución para ofrecer a los ciudadanos informacióncompleta e imparcial. El papel de la biblioteca ad-quiere así una significación de primer orden en elmomento que vive el mundo".

La eficiencia de la labor desarrollada por cada bi-blioteca es, sin duda, -su mejor propaganda; luego,como complemento difusor de su labor, el empleoacertado de diversos elementos (prensa, radio, cine,publicaciones de "memorias", "guías de lector", ca-tálogos de fondos, exposiciones bibliográficas, "se-manas o días de la biblioteca", "fiestas del libro",concursos), así como el fomento de actividades deextensión cultural (horas infantiles, lecturas comen-tadas, conferencias, conciertos, exposiciones diver-sas, teatro y cine educativos, etc.). Porque la biblio-teca pública de nuestros días no debe conformarsetan sólo con poseer una selecta y extensa colecciónde libros, ni con una perfecta organización, sino,también, con ofrecerle al lector un rincón tan gratoo más que su propio hogar, y brindarle, en ocasio-nes, otras actividades culturales de diverso carácter.

El bar, la taberna, el teatro, el cine, la radio, elbaile, el excursionismo y los deportes, así como todaclase de espectáculos, son más que nunca los com-petidores—a veces, incluso, los enemigos—de la bi-blioteca. De aquí también, la necesidad de que éstase ofrezca cada vez más útil y, al mismo tiempo,mas atractiva. Tal es la misión de los bibliotecariosactuales. "Las carreras o profesiones son tipos dequehacer humano que, por lo visto, la sociedad ne-cesita. Y uno de éstos es, desde hace un par de si-glos, el bibliotecario", ha dicho Ortega (13). Quenuestra misión—procuremos nosotros—se haga cadavez más rica de contenido social. Y que sigamos, almismo tiempo, conservando la hermosa herencia es-piritual que nos legaron los libros del pasado, a lapar que dosifiquemos—como higienistas de las men-tes de hoy—los tesoros de ideas e investigacionesque siguen allegando los libros actuales.

La necesidad y la utilidad presente y futura de labiblioteca depende de nosotros, los bibliotecarios; suprosperidad, del concepto que la gente tenga de ella.Procuremos, pues, una ecuación rápida y perfectaentre la cosa y el concepto: entre la realidad de labiblioteca pública actual y la idea que debe tenersede ella.

(12) J. Periam Danton: "La formación profesionaldel bibliotecario." Paris, 1950.

(13) J. Ortega y Gasset : Op. cit.