Pedro Bernardo Villarreal de Berriz

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RUIZ DE AZÚA, Estíbaliz D. Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz (1669 - 1740) : semblanza de un vasco precursor / Estíbaliz Ruiz de Azua y Martínez de Ezquerecocha; prólogo por José María de Areilza; Ignacio González Tascón Madrid : Fundación Juanelo Turriano : Castalia, 1990

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ESTIBALIZ RUIZ DE AZUA Y MARTÍNEZ DE EZQUERECOCHA

PEDRO BERNARDO YILLARREAL DE BÉRRIZ

( 1 6 6 9 - 1 7 4 0 )

Semblanza de un vasco precursor

Con un estudio técnico de Ignacio González Tascón y un prólogo de José M.a de Areilza

3C EDITORIAL CASTALIA

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Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz (Mondragón, 1669 - Lequeitio, 1740) pertenece a una familia de caballeros de hábito e hidalgos de sangre que encontraron siglos atrás su salida profesional en la Administración, en el servicio de la Iglesia, en la carrera de las Armas, emigrando a Indias o participando de una economía mercantil al frente de sus haciendas. El personaje que nos ocupa ejerció cargos en el gobierno municipal, dirigió y aumentó su hacienda (ferrerías, tierras, molinos y montes), fue un científico, ingeniero y comerciante, escribió un libro, en suma, fue un hombre de acción emprendedor y pragmático. Don Pedro Bernardo es uno de esos notables vascos que preparan el ambiente en el que germinará unas décadas después la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Estíbaliz Ruiz de Azúa y Martínez de Ezquerecocha es Profesora titular de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense así como Secretaria de la Delegación en Corte de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Ignacio González Tascón es Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos e historiador de las técnicas.

Ilustración de contracubierta: esquema de plantación de árboles, según Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz.

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D. PEDRO BERNARDO VILLARREAL DE BÉRRIZ

( 1 6 6 9 - 1 7 4 0 )

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F U N D A C I O N

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ESTÍBALIZ RUIZ DE AZÚA Y MARTÍNEZ DE EZQUERECOCHA

D. PEDRO BERNARDO VILLARREAL

DE BÉRRIZ ( 1 6 6 9 - 1 7 4 0 )

Semblanza de un vasco precursor

Con un estudio sobre las ideas técnicas de P. B. Villareal de Bérriz, por Ignacio González Tascóny un prólogo de

José María de Areilza

FUNDACION JUANELO TURRIANO

EDÍTORIAL^CASTALIA

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© FUNDACION J U A N E L O T U R R I A N O

© E D I T O R I A L C A S T A L I A

PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA DEPÓSITO LEGAL: M. 44219-1990 I.S.B.N.: 84-7039-585-8

U N I G R A F , S . A . M Ó S T O L E S ( M A D R I D )

F U N D A C I Ó N J U A N E L O T U R R I A N O

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ÍNDICE

PRÓLOGO, por José María de Areilza 9

PRIMERA PARTE

P. B. VILLARREAL DE BÉRRIZ, por Estíbaliz Ruiz de Azúa y Martínez de Ezquerecocha 15

INTRODUCCIÓN 19

CAPÍTULO I

LA FORMACIÓN CULTURAL DE PEDRO BERNARDO VILLARREAL DE BÉRRIZ

1. Genealogía de los Villarreal: una familia de hidalgos y caba-lleros. La singularidad de la nobleza vasca 23

2. El patrimonio paterno. Una herencia disputada 35 3. La formación académica de D. Pedro Bernardo 42 4. Estancia en la Corte: ingreso en la Orden de Santiago 47

CAPÍTULO I I

M A T R I M O N I O Y ASENTAMIENTO EN LA VILLA DE L E Q U E I T I O

1. El Lequeitio de principios del siglo XVIII 53 2. La familia Bengolea 56

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6 P. B. VILLARREAL DE BÉRRIZ

3. Las capitulaciones matrimoniales. La fortuna de los Villa-rreal-Bengolea 67

4. Aspectos de la vida familiar en la Torre de Uriarte 85

CAPÍTULO I I I

LA FUNCIÓN POLÍTICA DE DON PEDRO BERNARDO VILLARREAL DE BÉRRIZ

1. El marco institucional: ¿Hacia una aristocratización de los cargos públicos? 99

2. La gestión municipal en Mondragón y en Lequeitio 103 3. La participación en el Gobierno Universal del Señorío 120 4. La incidencia de la guerra en el Señorío 130 5. Las andanzas de don Pedro Bernardo a propósito de la «Mat-

xinada» 134

CAPÍTULO I V

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA EN LA TORRE DE URIARTE. LAS FERRERÍAS DE BENGOLEA

1. Antecedentes 141 2. El suministro de mineral. Los problemas de los ferrones en

este tiempo 142 3. El abastecimiento de combustible 154 4. Las ferrerías de Bengolea 163 5. El rendimiento económico del patrimonio de los Villarreal a

principios del siglo XIX 177

CAPÍTULO V

LOS SOPORTES MENTALES Y CULTURALES: ENTRE EL BARROCO Y LA ILUSTRACIÓN

1. Rasgos generales de la mentalidad de la época 183 2. El componente religioso de la mentalidad de la época 187 3. Los soportes materiales de la actividad intelectual en la Torre

de Uriarte: el escritorio y la biblioteca 196 4. La aventura del libro: la impresión de «Máquinas hidráulicas

de molinos y herrerías y gobierno de los árboles y montes de Vizcaya» 205

5. Consideraciones finales: el legado cultural de don Pedro Ber-nardo 211

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7 P. B. VILLARREAL DE BÉRRIZ

SEGUNDA PARTE

CONCEPTOS TÉCNICOS DE VILLARREAL DE BÉRRIZ, por Ignacio González Tascón 213

I. PRESAS Y AZUDES 215

II. MOLINOS HARINEROS 223

III. HERRERÍAS 228 IV. FUENTES DOCUMENTALES UTILIZADAS POR PEDRO BER-

NARDO 243 V. GLOSARIO DE TÉRMINOS UTILIZADOS POR VILLARREAL 245

ENGLISH SUMMARY 251

RÉSUMÉ EN FRANÇAIS 255

LABURPENA EUSKERAZ 259

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PRÓLOGO por José María de Areilza

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HACE DE ÉSTO, muchos años, pero mi recuerdo sigue vivo, debido, a la hondura de la sensación.

Era un verano caluroso, en el que yo saboreaba la playa cantábrica, cuando me invitó un querido amigo, conocedor profundo de arqueologías y linajes de Vasconia, a visitar la casona de Uriarte-Bengolea que se levanta en la villa de Lequeitio, nó lejos de la prodigiosa nave gótica parroquial. Eran días de festejo local y sonaban al fondo, el pífano alegre y el tambor tozudo, de los «Antolines». La casona de don Pedro Villarreal de Bérriz es un conjunto bellísimo con fachada de doble arquería, una escalera de pie-dra, de acceso al recinto, y un gran escudo de cuatro cuarteles, de regusto italianizante.

La casona es grande y acogedora. Contiene riquezas decorativas insóli-tas. Desde papeles decorativos en las paredes, chinos, del Seiscientos, hasta grandes salones que albergan sillerías francesas y profusión de muebles que parecen dispuestos a cobijar tertulias interminables, en torno a la chimenea. En las paredes cuelgan numerosos espejos que parecen contener, en su vela-dura de siglos, las imágenes perdidas del ayer. La dueña, en aquellos años, de la mansión, Pilar Manso de Zúñiga, conocía hasta el último detalle del edificio y de su historia y del íntimo y delicioso jardín formado por varias huertas yuxtapuestas, enlazadas con puentes y pasadizos, sobre las callejas de la Villa, envueltos en la frondosa compañía de los mirtos, laureles, higue-ras y magnolios.

Yo recordé el texto de François Mauriac, en sus «Memorias interio-res»: «Las mansiones viven y mueren. Las hay que nunca han vivido, por

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mucha gente que las poblase. Las de la especie viva, no tienen nada que temer de la desaparición de los que las habitaron, porque su muerte las enriquece».

Así sucede con esta casona, donde don Pedro Bernardo, leía, estudiaba, administraba su cuantiosa fortuna y ejercía los atributos de las jurisdiccio-nes políticas, anejas a sus dominios rurales. Pero sobre todo, trataba de impulsar el salto hacia adelante; la modernización de la industria ferronera y molinera; las instalaciones de la energía hidráulica de los ríos; la construc-ción de las presas. Es decir, colmar la distancia que nos separaba todavía, de la Europa progresiva que ya se perfilaba en el horizonte cultural del Occi-dente, como un mundo entero de novedad y de progreso, lanzado hacia el futuro.

Fue Villarreal, un precursor de las técnicas y de los sistemas que la Ilustración había de traer, arrolladoramente, a nuestro país en el si-glo XVIII, con la puesta en marcha del movimiento de los «Amigos del País» que hubo de capitanear, señeramente, otro noble de Vasconia, don Javier María de Munibe, Conde de Peñaflorida.

La Fundación Juanelo Turriano, ha tenido la feliz iniciativa de recordar la personalidad de este aristócrata vizcaíno con el volumen presente que contiene en primer lugar una puntual y exhaustiva biografía del interesado, debida a la pluma de la historiadora Estíbaliz Ruiz de Azúa y Martínez de Ezquerecocha. El trabajo que ha realizado, puede calificarse de ejemplar. Pues no se ha limitado a repertorizar los diversos trabajos del personaje, sino que, muy en la línea de los biógrafos modernos, ha querido descri-bir el entorno humano, las actividades diversas, el trasfondo institucional del país vasco en aquella época, los aspectos muy dispares, de su poderosa fortuna y el marco institucional de sus actividades políticas, tanto en el ámbito de lo municipal, como en la actividad del Gobierno Universal del Se-ñorío.

Así, este libro, ha venido a ser —felizmente— una notable contribución a la historia de Vizcaya y al papel que jugaban en esos años, los miembros de la nobleza del país y sus funciones específicas en la orientación y en las incidencias de la vida pública de la región.

Capítulo aparte, la profesora Ruiz de Azúa ha querido añadir un último capítulo a su trabajo con el título: «Los soportes mentales y culturales: entre el barroco y la ilustración». Es un breve y jugoso ensayo que forma un todo de gran interés. En esas páginas se traza un escenario global de la mentali-dad predominante de esa cambiante época, desde el componente religioso y educativo, hasta el soporte material de la actividad intelectual de Villarreal, en su biblioteca y escritorio, de la torre de Lequeitio. Incluso se describe el

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PRÓLOGO 1 3

proceso de edición de su libro sobre máquinas hidráulicas de molinos y herrerías y el gobierno de los árboles y montes de Vizcaya.

Completa este volumen un excelente estudio realizado por don Ignacio González Tascón sobre los conceptos técnicos utilizados por Villarreal de Bérriz en sus diversas actividades: Presas, Azudes, Molinos y Herrerías. Así como las fuentes documentales que utilizó en sus trabajos, Villarreal. Un glosario de términos, de gran utilidad, pone fin a este volumen.

José María de Areilza

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PRIMERA PARTE

P. B. VILLARREAL DE BÉRRIZ por Estíbaliz Ruiz de Azúa y Martínez de Ezquerecocha

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A mi sobrina Teresa Ruiz de Azúa As-pizua, que desde su nacimiento en 1990 alegra el horizonte familiar con una nueva esperanza.

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INTRODUCCION

DON PEDRO BERNARDO VLLLARREAL de Bérriz y Sáez de Andica-no, caballero de la Orden de Santiago, nació en Mondragón (provincia de Guipúzcoa) siendo bautizado en la parroquial de Nuestra Señora de Uríba-rri de aquella villa el 26 de mayo de 16691. Pertenecía a una familia de caballeros de hábito e hidalgos que, tanto por la rama de los Villarreal de Bérriz y Gamboa como por la de los Andicano y Zelaa, había prestado servicios al gobierno local vasco, al de la Monarquía y a la Iglesia, desde Alcaldías, Diputaciones, Consejos, Milicia, Cabildos, Misiones y Conven-tos. Pedro Bernardo heredaría la inclinación a la política de sus antepasa-dos, ejerciendo de Alcalde en Mondragón y en Lequeitio, y de Regidor en el Señorío de Vizcaya en dos ocasiones. Su actividad, sin embargo, no se limitó a la función política, propia del estamento en el que estaba integrado. Fue por encima de todo un hombre de acción, impulsor de múltiples iniciativas y proyectos, resultado no tanto de un estudio académico cuanto de su saber empírico, que se esforzó en poner en práctica, en traducirlas en realidades concretas. Dirigió, al menos en el aspecto técnico, las ferrerías de su propie-dad, se interesó por la repoblación forestal, tan necesaria para asegurar el suministro de leña para carbón y madera para la construcción, hizo final-mente de ingeniero y arquitecto, y reedificó algunos de sus inmuebles, cons-truyó presas hidráulicas en distintos pueblos de Vizcaya y proyectó bóvedas para determinadas iglesias y ermitas del Señorío. Todo este dinamismo fue, como decimos, producto de sus afanes empresariales y pragmáticos orienta-dos en primer lugar a la mejora de su hacienda, pero igualmente puestos a disposición de sus coetáneos cuando decidió dar a la imprenta en 1736,

1 Libro 1." de Bautizados (1558-1702), N.° A 1-1, fol. 83. Parroquia de Uríbarri. ARCHIVO DIOCESANO DE GUIPUZCOA (San Sebastián). Fueron padrinos del bautizo sus hermanastros don Matheo Nicolás y doña Ana María de Aranguren y Andicano, y ofició el cura de Uríbarri, don J u a n Antonio de Arangoitia.

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cuatro años antes de su muerte, el fruto de su experiencia y aplicación en un libro titulado Máquinas hydráulicas de molinos, y herrerías, y govierno de los Arboles y Montes de Vizcaya, libro que dedicó precisamente «a los amigos cavalleros, y Propietarios del Infanzonado del muy Noble, y muy Leal Señorío de Vizca-ya, y muy Noble, y muy Leal Provincia de Guipuzcoa»2.

De este personaje me voy a ocupar en el presente ensayo. El propósito del mismo no ha sido, sin embargo, limitarse a trazar una biografía, con muchos datos familiares y rica en anécdotas particulares. He intentado ade-más, utilizando como referencia permanente la vida de Villarreal de Bérriz, presentar un panorama de los problemas políticos, económicos, sociales, culturales, que se agitan y tienen lugar en su tiempo histórico, esto es, entre 1669 y 1740. Fue una época rica en experiencias. En el gobierno de la Mo-narquía se asistió a un cambio de dinastía tras la muerte sin sucesión del último representante en España de la Casa de Austria, Carlos II. La intro-ducción de los Borbones con Felipe V se produjo en el contexto de una guerra civil e internacional. El Señorío de Vizcaya, que apostó en la contien-da por el bando vencedor, conoció, no obstante, las primeras agresiones a su régimen foral dictadas por el nuevo monarca. En lo económico, además de las oscilaciones comerciales, resultado de la coyuntura bélica, se padeció la pérdida de las pescaderías de Terranova y de mercado para el hierro vasco, fruto de su falta de competitividad. En lo cultural, algunos sectores de los estamentos privilegiados, abiertos a las corrientes que circulaban por Euro-pa, se esforzaron por difundirlas entre sus coetáneos. Fueron los «novato-res», especialmente importantes en Valencia, Sevilla, Madrid, Aragón y el País Vasco. En todas estas experiencias participó Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz. En este año de 1990, en el que se cumple el 250 aniversario de su muerte, queremos realzar con esta modesta contribución la memoria, nunca olvidada, de aquel vasco, paradigma de la nobleza vasca de aquella época, que dejó un fecundo legado de pasión por el saber empírico, afición de la discusión razonable, preocupación por la renovación, gusto por la música y la lectura, legado cuyos primeros herederos aprovecharían de manera esplén-dida y harían brillar en la órbita estatal en una de las realizaciones más preclaras de la nobleza vasca, del siglo XVIII: la constitución de la Real Sociedad de los Amigos del País, modelo para otras sociedades de esta natu-raleza.

Estanislao J . de Labayru, en su Historia general de Bizcaya3, llamaba la atención sobre la significación de Villarreal de Bérriz en una apretada rese-ña biográfica. Posteriormente, Fernando de la Quadra Salcedo le dedicó uno de sus artículos publicados en 1935 en la revista Información, órgano oficial

2 Pedro Bernardo Villa-Real de Bérriz: Máquinas hydráulicas de molinos, y herrerías, y govierno de los Arboles, y Montes de Vizcaya. Madrid. Oficina de Antonio Marín, 1736. He utilizado la edición facsímile de 1973, prologada por José A. García-Diego, y publicada por la Sociedad Guipuzcoa-na de Ediciones y Publicaciones de la R. Sociedad Bascongada de los Amigos del País y Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián.

3 Tomo VI, pág. 196.

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INTRODUCCIÓN 2 1

por aquel entonces de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navega-ción de Bilbao, con sugerentes comentarios sobre su libro4. En la década siguiente aparecieron dos trabajos: el de José María de Areilza, en el que con notable agudeza consideraba a Pedro Bernardo uno de los «precursores» de nuestra cultura ilustrada5; y el de Gonzalo Manso de Zúñiga, en el que se refería a su actividad cotidiana en dos artículos sucesivos que transcribían parte de una importante correspondencia sostenida con uno de los adminis-tradores de la Torre de Uriarte, residencia de los Villarreal-Bengolea en Lequeitio6. José Antonio García-Diego fue el primero en intentar una apro-ximación biográfica de Villarreal y en establecer, con la autoridad que le confiere su vasta formación, una valoración de la obra del personaje y de su trascendencia en el campo de la tecnología7. Más recientemente, Koldo La-rrañaga y Joaquín del Valle de Lersundi, han aportado nuevos datos sobre su vida y actividad, extraídos del Archivo de la Torre de Uñarte8.

Este libro, escrito por iniciativa de don José Antonio García-Diego, Pre-sidente de la Fundación «Juanelo Turriano», y a sugerencia de don José María de Areilza, utiliza fuentes primarias procedentes fundamentalmente de los Archivos familiares en Lequeitio (Valle de Lersundi-Manso de Zúñi-ga) y en Nájera (Tejada-Manso de Zúñiga); Archivo de la Diputación Foral de Vizcaya; Archivos Parroquiales de Mondragón, Frúniz, Gámiz y Lequei-tio; Archivo de Protocolos Notariales de Guipúzcoa, (Vizcaya-Bilbao) y de Madrid, Archivos Municipales de Mondragón y de Lequeitio, Archivos de las Universidades de Oñate y Salamanca. Se ha consultado igualmente una bibliografía seleccionada relativa a nuestro objeto de estudio, lo que ha per-mitido, además de rellenar algunas lagunas, establecer el marco de referen-cia adecuado en cada apartado.

4 «Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz», en Información, 29 abril de 1935. Todos los artículos de De la Quadra publicados en esta revista desde diciembre de 1923 hasta su muerte en 1936 fueron recopilados en el libro titulado Economistas vascongados y artículos varios sobre problemas destacados de la Economía vizcaína. Bilbao. 1943. A nuestro personaje se refiere en las páginas 217 a 221.

5 José María de Areilza: «Los Precursores», El Español, año 1944. 6 Gonzalo Manso de Zúñiga: «Cartas de Bilbao», en Boletín de la Real Sociedad Vascongada de los

Amigos del País, Año V. Cuadernos 1.° y 2.°. San Sebastián, 1949, pp. 15 a 45, y 175 a 215, respectivamente.

7 José Antonio García-Diego: «Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz y sus presas de contra-fuertes», Revista de Obras Públicas. Madrid. Agosto 1971. En 1973 hizo el prólogo (síntesis biográ-fica y valoración del personaje y su obra) a la edición facsímile de Máquinas Hidráulicas de Molinos

y Herrerías..., ya citada. 8 Koldo Larragañaga: «Algunos papeles relativos a Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz», Estudios

Vizcaínos, Año I I I , n.° 5, Enero-Junio, 1972; «Dos caballeros vascos en el mundo del Barroco. Los hermanos J u a n Bautista y Pedro Bernardo Villarreal», Boletín de la R.S.B.A.P., Año X X X . Cuadernos 3.° y 4.°. San Sebastián, 1974.

Joaquín Valle de Lersundi: «Una familia de ferrones, los Beyngoolea, en el siglo XVII», Boletín de la R.S.B.A.P., Año X X X V , Cuadernos 3.° y 4.°. San Sebastián, 1979, del mismo autor, «Notas biográficas de Pedro Bernardo de Villarreal de Bérriz y de sus hermanos», Lekeitio, n.° 1, 1988.

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CAPITULO I

LA FORMACIÓN CULTURAL DE PEDRO BERNARDO VILLARREAL DE BÉRRIZ

1. Genealogía de los Villarreal: una familia de hidalgos y Caballeros. La singularidad de la nobleza vasca

LAS PRIMERAS NOTICIAS DOCUMENTADAS referentes a los antepa-sados de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz (véase el cuadro adjunto) se remontan, por la línea paterna, al siglo XV. Un tal Joan de Areiceta, natural de la anteiglesia de Régil, en la provincia de Guipúzcoa, abandona el solar de origen

«que es cassa ynfangona y de notorios hijosdalgo..., y tiene harmas particula-res que son tres bandas hazules u negras en campo amarillo»,

para contraer matrimonio en el pueblo de Villarreal de Alava, en 1438, con María de Ulibarri, de casa

«honrada y principal que tiene por harmas las de Olaso por ser de la parciali-dad de Gamboa, que son un lobo en una red y un lebrel blanco enpinado y en medio un escudo con cinco panelas berdes en campo amarillo con su cela-da»1.

En Villarreal se establece la pareja tras su casamiento, y de esta localidad toman sus descendientes el apellido.

La generación siguiente se traslada a Bilbao donde se avecindan y en-troncan sus descendientes por matrimonio con familias principales del Seño-río: los Eguía, de la anteiglesia de Galdácano; Ugarte, de la anteiglesia de

1 Notas genealógicas escritas por el Contador Antonio de Lezama, en el umbral del siglo xvn. El autor estuvo casado con una Villarreal. ARCHIVO DE LA TORRE DE URIARTE (Lequeitio) (en adelante A.T.U.), leg. 42, fase. 2, doc. 1.

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P. B. VILLARREAL DE BÉRRIZ

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LA FORMACIÓN CULTURAL 2 5

Santo Tomás de Olavarrieta; Landaverde; Aperribay; Ibarra; Aguirre, de la anteiglesia de Jemein Echevarría, en Marquina; Bertendona... Labayru cita ya a un Pedro de Villarreal en el alarde de caballeros armados que se realizó en 1525, «uno de los más lúcidos y bien equipados que presenció la villa de Bilbao», vecino de la calle de San Nicolás, que portó porquera, una especie de ballesta que se usaba en la cacería del jabalí2. A partir de la segunda mitad de este siglo, tenemos conocimiento de la presencia de los Villarreal en el gobierno municipal de la villa bilbaína. Las ordenanzas relativas a las calidades que debían reunir los elegidos para ejercer los cargos en la Villa, eran muy estrictas, trasunto de la mentalidad de la época: tener 25 años de edad cumplidos, por encima de mil ducados de hacienda, «hijosdalgo, lim-pios de toda raza de moros, judíos, nuevamente convertidos y penitenciados por el Santo Oficio, asi de parte de padre como de madre, y vecinos y naturales de esta Villa y reinos, y estos ayan tenido en la villa la vecindad de diez años precisamente primero que sean sorteados. Y que no usen los unos y otros oficios mecánicos, ni traten en mantenimientos por menudo, ni lo agan vender ni sean obligados de abastecer qualquier j enero de ellos asi en esta villa como en otra parte ni lugar por remoto que sea, ni mesoneros, ni siseros, ni arrendatarios de propios y rentas, ni que deban censo ni otra deuda alguna a la villa...»3. Ejercieron cargos municipales en 1569 y 1574, un Pedro Villarreal como Regidor de Bilbao, y su hermano Sebastián, Regi-dor en 1574 y Alcalde de la Villa algo más tarde, en 1578. Son éstos los que fundan el vínculo de Albia con la casería de Gastañaraga, y la capilla de Santa Isabel en la Iglesia de los Santos Juanes.

La familia se extiende con descendencias numerosas que buscan su sali-da profesional en la política y administración, o ingresan en la iglesia, o pasan a Indias, o atienden sus haciendas participando de una economía mercantil. Precisamente, el linaje4 que corresponde a Pedro Bernardo Villa-rreal de Bérriz, en la persona de Sebastián de Villarreal (nacido en Bilbao en 1602), después de ejercer como Regidor capitular de la Villa en 1621, aban-dona la Villa para establecerse en Frúniz, pequeña anteiglesia del Señorío, situada entre Guernica y Munguía, donde la familia poseía tierras y era copropietaria de herrerías y de molinos. Aquí, en la «Gasa-Palacio llamado de Alegría» nacerá su hijo Pedro en 1628. Conviene que nos detengamos un

2 Op. cit., tomo IV, pág. 141. Formaron el alarde unos 796 caballeros que portaron arcabuces, ballestas, alabardas, pertesanas, porqueras y espadas, entre otras armas.

3 Reproducida esta cláusula de la documentación de las Pruebas para el Hábito de Santiago de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, donde también se da noticia del ejercicio municipal de su abuelo, don Sebastián, en 1621. A.T.U., leg. 42, fase. 5.

4 Caro Batoja («Linajes y bandos», en Vasconia. Madrid. 1957, pp. 22-23) definió las distintas categorías que conformaban la estructura social vasca en la Edad Media: parentela - « c o n j u n t o de personas que se hallan unidas por algún lazo de sangre, por lado de padre, de madre o por a l i anza» - , linajes - suces ión de individuos a lo largo de los tiempos y de las generaciones, considerando en la sucesión una sola línea, la mascu l i na - , comunidad de linajes -descendencias, por vía masculina, de distintas ramas de un determinado linaje. Por último, algunos linajes son dentro de la comunidad predominantes: los parientes mayores.

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2 6 P. B. VILLARREAL DE BÉRRIZ

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ASCENDENCIA Y DESCENDENCIA DE PEDRO BERNARDO VILLARREAL DE BERRIZ (SIGLOS XV ai XVIII)

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Figura 2. —j Ascendencia y descendencia de P. Bernardo Villarreal de Bérriz.

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momento en este Pedro de Villarreal Areiceta y Gamboa, que será, andando el tiempo, el padre de nuestro biografiado. Fijemos algunos rasgos de su semblanza.

Fue el mayor de una prole de nueve hermanos, cuatro varones y cinco mujeres, de los que cuatro, dos varones y dos mujeres, ingresaron en la Iglesia; el otro hermano varón murió sin dejar sucesión. Heredó el vínculo de Albia, en Bilbao, que había fundado su abuelo paterno, y el mayorazgo de la Casa de Alegría (en Frúniz, jurisdicción de la villa de Munguía), insti-tuido por su padre. Probablemente heredaría también de los bienes no vin-culados de su padre unas casas en el Arenal de Bilbao. En 1661, a petición de sus hermanos Luis y Juan Mateo, clérigos, y de sus hermanas Sebastiana, casada con Antonio Gutiérrez, e Inés, mujer de Antonio de Mendiola, se vendieron de la herencia libre «tres pares de casas sitas en la calle de Belosti-calle de la Villa (de Bilbao) que fueron del dho. don Sebastián de Villarreal y Areyceta y de la dha. D.a María Ximenez de Bertendona y sus autores para hacer pago a los dhos. acrehedores». También solicitaron en la misma fecha la venta de dos pares de casas en Frúniz, y de otras situadas en los Arenales de Bilbao, con el fin ya indicado de satisfacer las deudas existentes, «como para hacer partición del remanente entre todos los dhos. coherederos y la dha. D.a Josepha de Gamboa y Bérriz {la viuda) de lo que le tocase y pudiere pertenecerle»5. A la venta de estas últimas se opuso Pedro alegando que las tales casas le pertenecían a él exclusivamente ya que figuraron como dote en su contrato matrimonial, y como tal poseedor había cobrado las rentas que las mismas proporcionaron en 1661 y en los años precedentes. No obstante esta contradicción, las casas de los Arenales fueron rematadas el 11 de no-viembre de 1661 en 1.500 ducados de vellón sobre un precio de tasación fijado en 1.200 ducados. El último postor fue el escribano de número de Bilbao, Miguel de Aguirre. Don Pedro de Villarreal y Gamboa protestó nuevamente y elevó una representación al corregidor don Luis del Baile y Pineda, indicando que «no se pueden vender estas casas que se las dotaron a él en matrimonio, y que, por otra parte, no se puede alegar que haya deudas a acreedores porque según él considera, ya están todos pagados con lo ven-dido hasta aquí». En consecuencia, pidió que se le respetara la posesión que venía haciendo sobre estas casas, estando dispuesto a defender sus derechos si fuera necesario ante el mismo Monarca6. O bien prosperó su queja y conservó las casas objeto de querella, o bien las adquirió abonando el remate alcanzado, lo cierto es que casas situadas en los Arenales de la Villa apare-cen en su testamento y fueron a parar años más tarde a uno de sus hijos.

5 ARCHIVO HISTÓRICO DE LA DIPUTACIÓN DE VIZCAYA (en adelante , A .H .D .V . ) . Corregimiento, leg. 1704, n.° 8: Diligencias derivadas de la petición hecha por los hijos y herederos de Sebastián de Villarreal Areyceta y Josefa de Gamboa y Bérriz, para que se efectúe el remate y venta de unas casas sitas en el Arenal de Bilbao. Se opone a la venta Pedro Villarreal y Gamboa. Escribano: Domingo de Landayda. Año 1661. El estado de conservación de este expediente es bastante malo, por lo que nos resulta imposible hacer referencia a la paginación.

6 Ibidem.

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De su madre, D.a Josefa de Gamboa y Bérriz, recibió en expectativa el mayorazgo de Marutegui, en Vergara7, y a través de ella le llegaría el víncu-lo de Gamboa y Bérriz, al morir sin sucesión directa en 1651 su titular, don Luis de Gamboa y Bérriz, Caballero de la Orden de Santiago, Señor de la Casa de Bérriz y Patrón de aquella anteiglesia y de la de Garay.

Pedro de Villarreal y Gamboa casó en primeras nupcias en 1649 con una pariente lejana, doña Teresa de Lezama, natural de Bilbao, hija del Conta-dor don Antonio de Lezama y de doña María López de Villarreal8. De este matrimonio tuvo dos hijos, Sebastián, que llegó a Caballero de la Orden de Calatrava, y que figuró como militar y Arcediano de Eguiarte, Dignidad de la Santa Iglesia Catedral de Pamplona, sin hacer carrera en ninguna de las dos funciones, y Juan Antonio, que murió de pocos años. Al heredar en 1651 el señorío de Bérriz la familia se traslada a aquella localidad del Durangue-sado, ocupando su Casa-Torre, soberbia edificación que databa, según Itu-rriza, del siglo XI, y tomando inmediata posesión de los bienes raíces que constituían el vínculo (cuya relación veremos en otro apartado).

La titularidad de la propiedad de esta Casa-Torre implicaba, además de la calidad de Pariente Mayor, la mucho más estimable desde el punto de vista económico y social de Patrón de la Iglesia parroquial, merced real otorgada a los Bérriz como recompensa a los servicios que miembros de esta familia prestaron a la Corona durante la Reconquista. La condición de Pa-trón de la Iglesia de San Juan de Bérriz y de su aneja de Garay traía apare-jado, en efecto, una serie de honores, precedencias, asiento, sepultura y tum-ba en el recinto eclesial, signos y manifestaciones de una preeminencia social para cuyo reconocimiento hubo, no obstante, que superar satisfactoriamente un litigio interpuesto por el Alcalde y los vecinos de la Anteiglesia en 16349. Suponía también, por la percepción del diezmo, un sustancial complemento a los ingresos de la Casa-Torre.

No disfrutó, sin embargo, el matrimonio mucho tiempo de esta impor-tante herencia. A los pocos meses de su traslado, fallecía en Bérriz a finales de 1651 doña Teresa, quedando viudo su marido hasta el año 1666 en que volvió a casar10 con una también viuda, de Mondragón (provincia de Gui-púzcoa), doña María Saez de Andicano y Zelaa, mujer de mucha valía a lo que parece, en cuyo hogar familiar se educaría el único hijo habido en este matrimonio, nuestro Pedro Bernardo. Importa, pues, por las razones apun-tadas, conocer algo más detalladamente el medio social materno.

Había nacido doña María en Mondragón en el seno de la familia forma-

7 Había sido fundado por don Juan de Azcárate Marutegui, Oidor de contos en el Reino de Navarra y Contador en los Ejércitos Imperiales de Carlos V en Italia, y su mujer, doña María Martínez de Yrala, en el año 1541, ante el escribano Juan de Eguino.

8 El contrato matrimonial fue otorgado en Bilbao, el 4 de diciembre de 1649, ante J u a n Bautista de Larrazaval. A este Antonio de Lezama se deben las Notas genealógicas..., que citamos en la nota 1.

9 Da noticia documentada de este conflicto Vicente Urquiza: Anteiglesia de Bérriz. Datos para una historia. Bilbao. 1983, pp. 7, 10 y 11.

10 Libro de Casados y Velados en Mondragón, de principios efe 1583y fin de 1676. Libro 18, fol. 347 y v.

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da por don Diego de Andicano y doña Isabel de Zelaa —emparentada ésta con don Melchor de Zelaa, colegial mayor de San Ildefonso, de Alcalá de Henares, y canónigo de la catedral de Toledo—, naturales y vecinos de la misma villa de Mondragón. Tuvo el matrimonio, concertado en 161811, tres hijos varones y varias hijas: Donjuán , Caballero de la Orden de Santiago, Colegial del Arzobispo de Salamanca, de donde salió para ocupar primero la Cátedra de «Vísperas» en la misma Universidad, y después una plaza de Fiscal en Valladolid. Posteriormente, en 1680, accede al Consejo de Castilla, en 1687 compra el señorío de Monterrón, en la provincia de Guadalajara, funda el mayorazgo del mismo nombre, y en 1689, dos años antes de su fallecimiento, alcanza el título de Conde de Monterrón. Casó dos veces, la primera con doña M.a Ignacia de Loyola, natural de Vergara, de la que tuvo tres hijos que fallecieron sin tomar estado ni dejar sucesión: Juan Anto-nio, Joaquín y Thomás, los dos mayores del hábito de Santiago, y el peque-ño,'del de Alcántara —el primogénito, Juan Antonio, siguió, como el padre, la carrera administrativa, y murió siendo Alcalde de los hijosdalgo de la Chancillería de Valladolid12 — . En segundas nupcias, enlazó con doña Ma-ría Eugenia Muñoz y Valverde, natural de Ciudad Real, hija de un Caballe-ro de Calatrava, hermana del Marqués de Belmiliana y viuda de un Alcalde de Casa y Corte. Con ella tuvo dos hijas: la mayor, Juana, condesa de Mon-terrón tras el fallecimiento de sus hermanastros, casó con don Francisco Nieto Botello, caballero de Salamanca; e Isabel, que contrajo matrimonio con don Martín Antonio de Vega, Marqués de Feria, Mayordomo de la Reina y Caballero de Santiago.

Los otros dos hermanos varones de doña María fueron don Antonio, sacerdote beneficiado de Mondragón y Arcipreste; y «un Carmelita Descal-zo, que murió con opinión de mucha virtud en las Batuecas». En cuanto a las hermanas, doña Mariana casó con don Baltasar de Otálora, Señor de la Casa de Otálora, de origen alavés, consejero de Castilla; y «otras tres o quatro {más que) fueron religiosas en el convento de San Agustín, en Mon-dragón»13.

11 El contrato matrimonial se hizo ante el escribano Santiago de Uruburu, en Mondragón. 12 Había sido también colegial del Mayor del Arzobispo, en Salamanca, y opositor a una de sus

becas en 1687. ARCHIVO DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (en adelante, A.U.S.), Colegio del Arzobispo, signatura 2.192, ff. 406 y ss.

13 Los entrecomillados y los datos sociales apuntados están sacados de unos apuntes genealógicos, preparados probablemente por don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz hacia 1729. A.T.U. leg. 42, fase. 2, doc. 14. .

Sobre don J u a n de Andicano hay muchas referencias en el magnifico estudio de Jamne Fayard, Los miembros del Cornejo de Castilla (1621-1746). Madrid. 1982. Así, por ejemplo, la noticia de que cuando se llevó a cabo la investigación económica para su ingreso en el Colegio Mayor del Arzobispo, de Salamanca, «un testigo declaró que el padre del pretendiente disfrutaba de una renta anual de 1.000 ducados,-pero que no podía ayudar a su hijo porque tenía muchos más hijos» (pág. 44). En otro lugar nos informa de lo que le costó a d o n j u á n de Andicano en 1687 la villa de Monterrón, con el despoblado de Villanueva, su jurisdicción, las alcabalas y la escribanía, todo por 60.000 reales (= 2.040.000 maravedís) (pág. 325). A estos bienes, agrego

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Por lo que se refiere a doña María de Andicano, hay que anotar que estuvo casada en primeras nupcias con el capitán don Matheo de Arangu-ren, vecino al igual que ella de Mondragón. Sabemos que de este matrimo-nio nacieron cuatro hijos, dos varones, ambos del hábito de Santiago —don Andrés, estudiante de Gramática, que murió ahogado en la presa de Gavi-ria, en Vergara, y don Matheo Nicolás —una de cuyas hijas casaría con don Joseph Jacinto de Alava, vecino de Vitoria, y sería con el tiempo abuela de don Pedro Jacinto de Alava, socio de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País y corresponsal asiduo de su fundador, el conde de Peñaflori-da14—, y dos mujeres, doña Ana María, que enlazó con don Joseph de Manrique y Arana, Marqués de Villalegre, Caballero de la Orden de San-tiago, Teniente de la Guardia Española, Paje de Felipe IV y embajador con Carlos II; y doña María Agustina, que falleció, como su hermano Andrés, poco después de la muerte del padre.

En segundas nupcias casó doña María en 1666, como ya hemos indica-do, con don Pedro de Villarreal y Gamboa, quien por entonces tenía ade-más de una descendencia legítima a la que ya nos hemos referido tres hijos naturales15.

un molino, graneros, varias casas de labranza, seis castañares con más de 400 castaños, com-prado todo ello cerca de Mondragón por 2.419.758 maravedís, con lo que constituyó el mayo-razgo de Monterrón. En total, había invertido en 1687 en la fundación del mayorazgo 4.459.758 maravedís, es decir, algo más del 15 por cien del cuerpo de su hacienda. Unos años antes, en 1680, había colocado sobre las sisas del vino de Madrid la cantidad de 5.100.000 maravedís —capital aportado en dote por su segunda mujer, en 1679—, inversión afortunada, ya que a su muerte en 1691, contaba con más de ocho millones de maravedís garantizados por las sisas de la capital del Reino (pp. 377 y 379).

14 La ilustración Vasca. Cartas de Xabier M." de Munibe, conde de Peñajlorida, a Pedro Jacinto de Alava. Edición, introducción, notas e índices por J . Ignacio Tellechea Idígoras. Vitoria. 1987, 807 pp.

15 En su testamento redactado en 1669 (otorgado en Mondragón; sorprendentemente no se con-serva en el Archivo de Protocolos de Oñate), don Pedro nombra a sus hijos naturales Perico (sic) (tenido con Joana de Aguirre Beitia), que se encontraba «en casa»; llegaría a ser Beneficia-do de Bérriz, después de haber estudiado en Madrid, Viena —adonde fue acompañando a su madrastra doña M a r í a - y Ciudad Trujillo, en Indias; J u a n Bauptista (de su unión con Beatriz de Fruniz Echevarría), «que se hallaba en Flandes»; y Joana (habida de Cathalina de Ugarte Bidea), «que estaba en la casería de Asurmendi». Resulta chocante hasta cierto punto la lectura de la partida bautismal del citado J u a n Bautista de Villarreal. Dice así (Libro de Bautizados, Parroquia de San Andrés de Gámiz, en Vizcaya, sigla 2, I II , pág. 143 v): «En 24 de junio d¿ 1651, yo D. Pedro de Elorriaga bauticé a J u a n Bauptista de Villarreal y Gamboa, hijo legítimo de D. Pedro de Villarreal y Gamboa y Beatriz de Fruniz y Echebarría, solteros (...)». En esa fecha, si la documentación consultada es veraz, don Pedro se hallaba casado con doña Teresa de Lezama, por lo que todo parece indicar que se trataba en realidad de un hijo adulterino. Este origen, sin embargo, no empañó en absoluto una carrera que hizo brillante gracias a su induda-ble talento natural. Fue Caballero de la Orden de Santiago en 1681, Secretario del Duque de Medinaceli durante su estancia en Italia, ordenado de menores en 1705 en la regla de San Benito, empleado en la Corte, y desde 1716, y hasta su muerte en 1731, retirado en la Torre de Uriarte, en Lequeitio, dedicado a tareas intelectuales que compartió con su hermanastro Pedro

.Bernardo. Gozó de autorización excepcional otorgada por la Inquisición para incorporar a la biblioteca de la Torre libros cuya difusión estaba expresamente prohibida. Nos referiremos en otro capítulo a esta cuestión.

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El nuevo matrimonio16 fijó su residencia en Mondragón, en cuyo gobier-no municipal participó don Pedro como vecino notable —no parece, en cambio, que llegara a ocupar su alcaldía— culminando así una actividad política que había practicado antes en Vizcaya siendo regidor del Señorío por la parcialidad gamboína entre 1646 y 1648, y el primer síndico gene-ral de la Merindad de Durango, al constituirse este oficio en 165817. «Fue Cavallero de mucho talento y estimado por su honrrado proceder, aficio-nado a la agricultura y mucho a la caza assi maior como de volattería», leemos en las notas biográficas conservadas en el Archivo familiar de Lequeitio18.

Pedro Bernardo, el único hijo habido en este matrimonio, nació, como ya quedó señalado, en Mondragón en 1669. A los pocos meses del nacimiento, fallecía el padre dejando una familia compleja, lo que no llamaba en exceso la atención en el universo mental y modos de comportamiento de la nobleza de aquella época, y una herencia cuyo destino ponía enteramente al arbitrio de su viuda. De ello trataremos enseguida.

Volvamos ahora al texto con el que abríamos este ensayo, y resumamos lo dicho hasta aquí. Los Villarreal formaban una familia de hidalgos de sangre y Caballeros de hábito que, desde el primitivo solar guipuzcoano de Régil, se desparramó hacia el Señorío de Vizcaya (Bilbao, Frúniz, Bérriz), hacia el Sur (Valladolid, Salamanca, Madrid, Granada) y hacia Indias, unas veces por causa de enlaces matrimoniales, otras, por vocación religiosa, las más, por razones de empleos, cargos o tenencia de mayorazgos.

Los privilegios que la hidalguía disfrutaba, aun siendo el escalón más bajo del estado nobiliario, hacía que muchos plebeyos intentaran incluso valiéndose de medios fraudulentos introducirse en la misma. Domínguez Ortiz ha expuesto las ventajas que suponía la condición nobiliaria en este tiempo: ante todo, la inmunidad tributaria, si bien disminuida durante el siglo XVII con el incremento de los impuestos indirectos y con otros medios que la Monarquía ideó para detraer dinero de la nobleza, y la inmunidad de toda prestación personal o real. Junto a los privilegios fiscales, los jurídicos no eran de menor importancia; estaban a salvo en general del tormento, de las penas afrentosas, de la cárcel por deudas, de los embargos de sus armas, vestidos, caballo, lecho y cama, y disponían de jueces especiales (alcaldes de hijosdalgo). Además, los cargos y empleos de la administración local, como los de la Monarquía, en la práctica les estaban reservados casi de modo monopolístico.

16 El contrato se firmó en Mondragón el 13 de enero de 1666 ante Antonio de Zelaa. ARCHIVO DE PROTOCOLOS NOTARIALES DE GUIPUZCOA (Oñate), 1-2404, ff. 7 a 11 v. Agradezco las facilidades dadas por doña Inmaculada González Gómez para mis consultas en el Archivo.

17 En 1616 se había pedido la creación de este oficio, propuesta que fue rechazada y posteriormen-te olvidada hasta 1658. El cargo estaba remunerado a razón de medio real por foguera. G. Monreal Cía: Las Instituciones Públicas del Señorío de Vizcaya (hasta el siglo XVIIl). Bilbao. 1974, pág. 282.

18 Documento citado en la nota 13.

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Con todo, como escribió Domínguez Ortiz, «el principal motor de la aspiración a la hidalguía era el honor, es decir, el deseo de consideración social, tan caro a nuestros progenitores, y por lo que estaban dispuestos a todos los sacrificios. Por eso, las tentativas de los monarcas de explotar el afán de nobleza vendiendo hidalguías tuvieron poco éxito; conquistar una ejecutoria con medios reprobables podía dar pábulo a las habladurías loca-les, que con el tiempo se olvidarían; pero comprar una hidalguía era dejar bien sentado para siempre que no se podía obtener de otra manera más gallarda, y el pueblo no era fácil que lo olvidara»19.

^ Si estos párrafos describen una realidad social subsistente en la pobla-ción castellana, no nos sirven, en cambio, de referencia para la población vasca. En Vizcaya, Guipúzcoa y también en Álava, aunque en menor inten-sidad, la situación era completamente diferente porque en el caso de la pri-mera la vizcainía originaria equivalía sin más requisitos a hidalguía. Cómo surgió en el Señorío la pretensión de una nobleza universal y en qué se fundamentaba, no son cuestiones que debamos atender en este momento. Retengamos, sin embargo, que sólo la probanza demostrada de ser natura-les del País permitía a los mismos gozar de los privilegios de la hidalguía en todos los territorios de la Monarquía. De ahí, el celo pertinaz del Gobierno Universal del Señorío en preservar este estado de cosas impidiendo la entrada en Vizcaya a judíos, moriscos, gitanos, negros y gentes de mal vivir, o ne-gando la vecindad, si bien no la residencia, a los que no fueran nobles. En las Juntas Generales del Señorío son constantes las menciones a este problema, generalmente al iniciarse cada dos años un nuevo gobierno. Por ejemplo, en la Junta General celebrada el 28 de junio de 1696 se trataron dos casos que confirman lo que venimos exponiendo en punto a la vecindad: ante la ins-tancia de Domingo de Luxa solicitando la exención de la filiación «por ser notoria su vizcainía», la Junta acordó «no se le pida información de nobleza siendo del dho. Baile (sic) de Llodio de Padres y abuelos paterno y mostran-do fe de Bautismos en su razón». El segundo caso se refería a los que preten-dían la vecindad sin ser naturales de Vizcaya, y en esta ocasión acordaron reforzar los medios precautorios que se venían empleando para comprobar la calidad del pretendiente:

«que se solicite zedula de Su Magd. y Bula de Su Santidad para que el Síndi-co o la persona que nombraren los señores del Gobierno tenga jurisdicción en la forma que la tienen los cavalleros informantes de las Ordenes Militares para aberiguar la calidad del pretendiente o pretendientes que se quisieren avecindar en el territorio de Su Señoría (Vizcaya)»20.

19 Antonio Domínguez Ortiz: Las clases privilegiadas en el Antiguo Régimen. Madrid. 1985 (3.a ed.), pp. 40 y 41. El problema del honor y régimen de estratificación social en el Antiguo Régimen están admirablemente analizados por J . A. Maravall en Poder, honor y élites en el siglo XVII. Ma-drid. 1984 (2.a ed.), especialmente, pp. l i a 145.

20 A . H . D . V . , / r a t a Generales (manuscritas). Libro de Decretos, n.° 20 (Años 1695 a 1701).

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Estas medidas se complementaban con las que se tomaron para prohibir la entrada en Vizcaya a gentes no deseadas, de las que se nombra en parti-cular a «jitanos, jitanas, bagamundos, y gentes de mal bibir, negros, negras, mulatos y mulatas», o para expulsarlas si es que ya estuviesen residiendo en el Señorío21.

Como resultado de esta diligente política, la mayoría de la población en Vizcaya era considerada noble desde el punto de vista jurídico. Lo mismo ocurría en Guipúzcoa y, en menor medida, en Álava. Ese era un rasgo democrático peculiar que presentaba la estructura social vasca en el Antiguo Régimen: que prácticamente todos los miembros de la comunidad eran iguales ante la ley. Nobleza, pues, generalizada, junto a un igualitarismo que se basaba, como dice el profesor Palacio Atard, «en no reconocer diferencias de calidad entre unos y otros, como hijos todos de Dios, trasladado a su expresión folklórica en los versos de la canción con que en el pasado siglo se saludaba a los señores de las Juntas: 'Danak Jainkoak egiñak gera, zuek eta bai gu gere" ("A todos Dios nos hizo iguales, a vosotros y también a noso-tros")»22.

Fernández de Pinedo insiste también en la necesidad de aplicar otros criterios distintos a los estamentales a la hora de analizar la estructura social vasca de aquel tiempo: «Es pues evidente que no nos sirven, desde el punto de vista social, los criterios estamentales y que es preciso recurrir a clasifica-ciones de tipo clasista. La diversidad de las fortunas no sólo establecía un modo de vida distinto, sino unos límites de acceso al poder político»23.

En efecto, las distinciones sociales se marcaban por la riqueza del solar fundamentalmente en tierras, a las que en algunos casos acompañaban dos o tres ferrerías, varios molinos y un capital invertido en censos y juros. Los «notables», los «jauntxos», solían tener la calidad de Parientes mayores, si bien la significación de esta categoría social había decaído notablemente tras el término de las luchas de bandos24, muchos eran patronos de iglesias, cobraban el derecho de prebostada, y aspiraban a ejercer el poder local y a introducirse en las Órdenes Militares. Todas estas funciones revelaban la superioridad social de quienes las ejercían en el seno de la comunidad vasca, superioridad que se manifestaba aquí, como en todas partes, merced a una serie de signos externos: escudos, precedencia, vivienda en casas-torre, vesti-do, etc. Veamos, a modo de ejemplo, las preeminencias sociales reservadas a los propietarios de la Casa-Torre de Bérriz:

21 Ibídem. Regimiento General de 1 de agosto de 1696 y de 2 de agosto de 1700. 22 Vicente Palacio Atard: La España del siglo XIX, 1808-1898. (Introducción a la España contemporánea).

Madrid. 1978, pág. 173 23 Emiliano Fernández de Pinedo: Crecimiento económico jy transformaciones sociales del país Vasco,

1100-1850. Madrid. 1974, pp. 354 y ss. 24 Sin embargo, los antiguos bandos de oñacinos y gamboínos se mantuvieron a la hora de elegir los

cargos del Gobierno Universal, que se distribuían equitativamente entre ambas parcialidades. Para el problema de las guerras banderizas pueden consultarse las obras ya citadas de Caro Baroja y de Monreal Cía.

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«escaño o asiento en dicha Yglesia Parroquial de San Juan Ebangelista al lado del ebangelio en preeminente lugar con escudo de armas encima, prefe-rencia en ofrendar, procesiones y todos los demás actos al Fiel regidor, y demás vecinos de dicha Anteyglesia de Berriz, y patena con que se da la paz con tafetan del color del día a los dueños de la referida Casa, tumba en el crucero con armas de dicha casa y silla para la señora; otra tumba, la primera de las de dha Yglesia, llamada la de los escuderos, y otra tumba, o sepulcro de piedra en el cementerio también con escudo de armas de la Gasa, y todas las demás preeminencias y honores que pertenecen a ella, y el dcho. a las baras de Alcaldes del fuero de las Merindades de Durango y Marquina, y prebosta-da de Elorrio»25.

Y estas diferencias sociales se reflejan claramente en la vida cotidiana. En la documentación municipal, notarial y parroquial, que hemos consulta-do, la distinta calidad queda remarcada por el tratamiento que acompaña o no a los nombres de las gentes que se citan.

Hay otro aspecto al que resulta obligado referirse cuando se trata de la singularidad de la nobleza vasca: su «forzosa compatibilidad con el trabajo manual y el comercio», consecuencia de la hidalguía universal, como señala Domínguez Ortiz26. No se da ningún desdén ni perjuicio social ante el ejerci-cio de actividades económicas que pudieran incrementar unas rentas de por sí bastante exiguas dada la pobreza de su agricultura y el régimen de propie-dad existente. La tierra, la ferrería y el comercio constituían la tríada ocupa-cional por excelencia, y particularmente las dos primeras en el caso de los notables. Gomo apunta Fernández de Pinedo, «no tiene nada de extraño que el centro de las atenciones de la R.S.B.A.P. (formada por la mayor parte de la nobleza de las tres provincias) fuese la tierra y la industria siderúrgica»27.

La práctica del comercio, no obstante, constituía desde siempre el núcleo de la actividad económica de la Villa bilbaína. Mercaderes mayores y maes-tres de naos figuraban a la cabeza de su sociedad. Linajes comerciales como los Gómez de la Torre, Allende Salazar, Jarabeitia, Hormaza, Arechaga, Epalza, Barbachano, Landecho, Palacio, Salazar, Eguía, Ibarra, Gardoqui, Villabaso, Orueta, Guendica, Arana, Arriquibar, por sólo citar las firmas más representativas en el siglo. X V I I I , intentaron desde finales de la centuria anterior recuperar un comercio que todavía en los primeros lustros del siglo X V I I I estaba reducido al pasivo que le dejaban los extranjeros residentes en el Señorío. La estructura de este comercio bilbaíno comprendía productos del propio territorio (los principales, el hierro labrado y la manufactura de sus astilleros y tinglados y tenerías), y las remisiones de las Castillas (el opulento tráfico de lanas); a estos efectos destinados a la exportación se unían los artículos que desde los puertos extranjeros eran importados en la

25 Dotación de Ignacio José de Villarreal de Bérnz, con ocasión de su matrimonio en 1727. A.H.D.V. .Corregimiento. Leg. 971, n.° 3.

26 Domínguez Ortiz, op. cit., pág. 171. 27 Fernández de Pinedo, op. cit., pág. 360.

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Villa para ser reexpedidos en parte al resto de la Monarquía (productos coloniales, herramientas y sobre todo tejidos)28.

Bilbao, no obstante su notable actividad e importancia demográfica, es-taba deficientemente representada en la Junta General, órgano supremo del gobierno, lo que respondía a la histórica contradicción entre las Villas y la Tierra Llana respecto a su peso específico en el ordenamiento político del Señorío. Pero podría traducir también, en mi opinión, una cierta desestima-ción de la práctica mercantil ya que en el conjunto de Villas existente en el Señorío, la bilbaína resultaba la peor tratada con notable diferencia29.

El patrimonio que dejó don Pedro de Villarreal y Gamboa para ser repartido por su viuda entre sus hijos herederos, consistía fundamentalmen-te en bienes raíces pertenecientes a distintos vínculos y mayorazgos que, en virtud de su condición de primogénito, o, como en el caso del señorío y Patronato de Bérriz, a falta de sucesión directa, habían recaído en su perso-na. Contamos con una variada documentación de testamentos, contratos matrimoniales, inventarios «post mortem» y dotaciones, que nos proporcio-nan una información muy valiosa acerca de la fortuna de estos Villarreal. Pero lamentablemente no es suficiente para evaluar con exactitud el volu-men de la misma por cuanto no aparecen valoraciones detalladas ni tan siquiera globales. En cualquier caso, sabemos cuál era la composición de estos mayorazgos familiares (lo que al menos nos permite un conocimiento cualitativo) e incluso en algunos casos las rentas totales. Lo que no es poco en este tipo de estudios referidos a los siglos X V I y X V I I 3 0 .

Veamos, pues, a continuación qué bienes componían los mayorazgos y vínculos de don Pedro de Villarreal y Gamboa:

a) Vínculo de Bérriz, anteiglesia de Bérriz, en el Señorío de Vizcaya: Casa-Torre con sus pertenecidos, regalías y preeminencias. La Casa-Torre formaba parte de un coto redondo que «de tiempo inmemorial goza de la libertad y esencion de todo jenero de repartimiento y visitas». Se incluían en

28 T. Guiard y Larrauri: Historia de la Noble Villa de Bilbao. 4 vols. Bilbao. 1908. Cito por la reedición de la Gran Enciclopedia Vasca. Bilbao. 1971, t. I I I (1700-1800), pág. 536. Del mismo autor, Historia del Consulado y Casa de Contratación de Bilbao y del comercio de la Villa. 2 vols. Bilbao,

29 Monreal (op. cit., pp. 337-338) examinó la relación establecida entre la población de cada uno de los bloques territoriales, según el censo realizado en 1712, y su representación en la Junta . La Tierra Llana, con el 46 por cien de la fogueras, estaba representada en la Jun ta con el 72 por cien de los apoderados, en tanto que las Villas y Ciudad, con el 31 por cien de fogueras, disponía del 21 por cien de apoderados —Bilbao, que reunía el 10 por cien de las fogueras, sólo contaba con un apoderado—.

30 Janine Fayard, op. cit., pp. 321 y ss., alude también a las imprecisiones inevitables en las que se incurre a la hora de calcular el valor de los mayorazgos de los consejeros de Castilla.

2. El patrimonio paterno. Una herencia disputada

1914.

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el coto tres caserías, dos molinos, una ferrería tiradera, tres heredades sueltas y montes que en 1694 proporcionaban «mil cargas de carbón de corte a cor-te», quedando mucho sitio para plantío. Un molino de Olabe. Un sel31 en la sierra de Oiz, que producía en 1694 mil cargas de carbón «sin que se halle plantado más que su décima parte». Parte considerable en otro sel de la misma sierra. Sitio de molino en Abadiano, en la ría de Arría, con una heredad grande, y un monte amojonado que daba cien cargas de carbón en cada corte. Parte de otro molino en la misma ría de Arría. Varas de Alcalde de fuero de las Merindades de Durango y Marquina, y Prebostada de la Villa de Elorrio, «de cuyas mercedes de inmemorial tiempo habían gozado por S. M. los dueños y señores de dicha casa de Bérriz» hasta 1634, en que hereda el señorío un menor de edad, y ya Caballero de la Orden de Santiago, don Luis de Gamboa, y ni éste ni su sucesor don Pedro de Villarreal solicitaron del Monarca la oportuna prórroga de las citadas merce-des. Patronato de la Iglesia de San Juan Evangelista, de Bérriz, y de su aneja de Garay, con sus diezmos, presentaciones de beneficios, sacristías, ermitas y demás emolumentos y preeminencias. Hacia 1690, el producto de los fru-tos decimales que reportaba este Patronato era de 27.389 reales de ve-llón32.

b) Mayorazgo de Villarreal, anteiglesias de Frúniz y Abando, en el Señorío de Vizcaya:

Gasa-Palacio de Frúniz con sus pertenecidos. Un sitio de molino. La mitad de una ferrería tiradera. La cuarta parte de otra ferrería mayor. Algunos montes. Caserías de Albia, y otras, con montes, en Abando. Capilla en la Parroquial de los Santos Juanes, de la Villa de Bilbao.

31 En el libro de Villarreal de Bérriz se define así el sel: «Es un Monte en círculo perfecto, que sólo tiene un raojon en el centro, á que llaman Piedra Cenizal: ay muchos en Vizcaya, unos son llamados invernizos, y otros veraniegos: en la lengua Vascongada se llama invernizo Cortaosoa, y el veraniego Cortaerdia. Corta es lo mismo que en lengua Castellana Cortijo: á la Piedra Cenizal se llama en Vascuence Auts-arria, y en una, y otra lengua parece que significa Piedra de la Ceniza, sin duda porque nuestros primeros Padres hacían fuego en ella quando pacían sus Ganados, y sería ley, o costumbre, que en cierta distancia no se arrimase otro. El Sel invernizo tiene de semidiámetro, esto es, desde la Piedra Cenizal hasta qualquier parte de la circunferen-cia 126 estados, o brazas, y el veraniego 84 (...)», op. cit., pág. 123. Unas líneas antes, señala que el estado, o braza, equivale a 7 pies comunes, y el pie, a la tercera parte de la vara de Castilla, pp. 118 y 112, respectivamente.

32 Aunque no se indica, se trataría probablemente de producto bruto. Documentación sobre las Pruebas de D. Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz para el hábito de Santiago. A. T. U., leg. 42, fase. 5.

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c) Mayorazgo de Marutegui, en la villa de Vergara, provincia de Gui-púzcoa: Gasas principales en la Plaza Vieja de la Villa de Vergara, con su huerta. Una casería. Muchas heredades y manzanales. Censos en Vergara que redituaban en 1694 unos 120 ducados al año. Dos juros (uno en Vitoria y otro en Sevilla), «muy antiguos y corrientes», de 50.000 maravedís de renta anual. Patronato de una capellanía de 50 ducados de renta al año33.

Resumiendo, el patrimonio estaba constituido por casas solariegas, tie-rras, caserías, molinos, ferrerías, montes, censos y juros, el patronato de la Iglesia de Bérriz y de su aneja de Garay, y el de una capellanía en Vergara. Contaba además con otros bienes libres: algunas caserías en Frúniz, casas en el Arenal de Bilbao —lindantes con la Torre de don Diego Vitoria de Lecea, domicilio de los Villarreal antes de su marcha a Frúniz—, ganado, alhajas y otros bienes muebles. En expectativa, tras los trámites burocráticos pertinentes, las Varas de Alcalde del Fuero de las Merindades de Durango y de Marquina, y Prebostada de la villa de Elorrio34.

Don Pedro Villarreal y Gamboa dispuso en su testamento35 el reparto de la herencia según los criterios de su viuda, doña María Saez de Andicano. La distribución de bienes que hizo esta señora, apoyándose en las capitula-ciones matrimoniales36, beneficiaba claramente a su propio hijo, don Pedro

33 Los entrecomillados pertenecen a las Capitulaciones matrimoniales de Don Pedro Bernardo Villarreal de Béniz. A.H.D.V., Corregimiento, leg. 971, n.° 3, pp. 27 y ss.

34 La tramitación y el fallo de las causas judiciales en el ámbito de la Merindad correspondía al Alcalde de Fuero, cargo que se adjudicaba por merced y a perpetuidad a personajes de relieve por méritos contraídos, o por su poder e influencia en la Corte. En 1612, el Señorío pidió la desapa-rición de la perpetuidad. Cfr. Monreal Cía, op. cit., pp. 161 y ss. No debió prosperar la solicitud porque en las capitulaciones matrimoniales de don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, reali-zadas en 1694, se contratan «las varas de Alcalde del fuero de las Merindades de Durango y Marquina y Prevostada de la villa de Elorrio...»

35 Otorgó testamento, como dijimos, en Mondragón, el 6 de diciembre de 1669, ante el escribano Antonio de Zelaa. Las referencias que tenemos del mismo proceden de un escrito inédito de Joaquín del Valle de Lersundi (Notas biográficas sobre Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz. Pamplona, 1978), que el autor puso amablemente a nuestra disposición.

36 Los bienes que don Pedro capituló «para nos y para nuestros hijos herederos y sucesores que probinieren y se procrearen de este nuestro buen yntento» fueron los siguientes: «la casa, torre y palacio de Verriz, su patronazgo único de toda la dha Anteyglesia en lo de onor y emolumentos, sus asientos de sillas y tumbas de sepolturas en la parroquial de la dha anteyglesia sus casas agesorias y tributarias, ferrerías, molinos, todas sus tierras y eredades, castañales, montes, seles, leñeras y todos los demás sus pertenecidos que tiene y la tocan en termino redondo..., y con ellos es notoria y publica en el dho Señorío de Vizcaya con titulo y mrd. que de antiguo e ynmemorial tiempo a esta parte a tenido de las baras de ser alcalde del fuero por Su Magestad en las merindades de Durango y Marquina y con todo el ganado bacuno que tengo en las dhas casas agesorias en poder de sus ynquilinos y con las casas y caserías de Andecoa de medio y todos sus pertenecidos notorias con ellos en la anteyglesia de Frúniz del dho Señorío de Vizcaya

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Bernardo, a expensas del primogénito don Sebastián, nacido como sabemos del primer matrimonio37. En efecto, la parte más sustancial, el vínculo de Bérriz, lo adjudicó a don Pedro Bernardo. Cierto, en la constitución del vínculo no parece que se hubiera estipulado que pasara necesariamente al primogénito, y, de hecho, este vínculo lo hereda, como dijimos páginas atrás, don Pedro en 1651, por lo que sólo pudo incluirlo, como en efecto lo hizo, en 1666 en la relación de bienes que contrata y capitula para su segun-do matrimonio. Por otra parte, las condiciones explícitamente establecidas en la sucesión del mayorazgo de Bérriz —que «aya de traher y trahiga las armas y escudo de la dicha Casa de Bérriz a mano derecha y aya de vivir y viva la maior parte de su vida en la casa de Verriz... profesando en echo y dicho la parcialidad Gamboyna..., que sean legítimos y sin raza de judio, moro o reconciliado...»38— las cumplía Pedro Bernardo que en su filiación dio prioridad al apellido Bérriz respecto al Andicano materno. Además de este vínculo y Patronato —respecto a éste, «Su Magestad hizo mrd. al dho Don Pedro de Villa real para que en vida, o en muerte, por contrato o ultima disposizión, pudiese nombrar entre sus Hijos, o la persona que le pareziese para que suzediese en dho patronato, o en defeto de no dejar echo nombra-miento el dho Don Pedro, le pudiese azer la persona que su poder hubie-se»39—, heredó Pedro Bernardo la mitad de dos caserías llamadas de Ande-coa de medio y todos sus pertenecidos en la anteiglesia de Frúniz.

Don Sebastián, en cambio, heredó el mayorazgo de Villareal, y, en ex-pectativa, el de Marutegui, que disfrutaba en usufructo su abuela, doña Josefa Gamboa. En 1669, cuando muere su padre, se encontraba en Flan-des, como Capitán de Infantería. Regresó inmediatamente a España, y, vis-tas las resoluciones testamentarias, «puso contradicción en la Real Camara de Castilla, en la Sala de Justicia, diciendo le tocava a el la Casa de Berriz con lo a ella acesorio y el Patronato».

Respecto a los hijos naturales, no parece que d o n j u á n Bautista de Villa-

y me obligo con mis bienes y rentas, presentes y futuros a que los con que me doto y señalo para dho matrimonio son mios propios y los aseguro y abono como cavallero principal; y aziendo como tal declarazión cierta en el caso y para que siempre conste la verdad, la hago y asiento, de que tengo por mis bienes ademas y ultra de los declarados y espresados en este ynstrumentó la casa y solar de Alegría con sus pertenecidos y la otaua parte de la ferreria mayor de Fruniz y la mitad y la duodécima parte de la otra mitad de la ferreria tiradera de Cornabiz sitos en la anteyglesia de Arrieta y la casa y casería de Gastañaza con todos sus pertenezidos notoria en la anteyglesia de Abando, pero estos bienes rayces de casas, caserías, ferrerias y molinos tengo contratados y capitulados en la escriptura de contrato que ubo para mi matrimonio con la dha Doña Teresa de Legama mi mujer difunta y que paso ante J u a n Bautista de Larazaval escriua-no del numero de la villa de Viluao ...» ARCHIVO DE PROTOCOLOS DE GUIPUZCOA (Oñate) 1-2404, fol. 7 v. y 8.

37 Sorprende que Gonzalo Manso de Zúñiga presente en sus «Cartas de Bilbao» (op. cit. Cuader-no 1.°, pág. 21) a don Sebastián de Villarreal como el «segundón» de la familia.

38 Vicente Urquiza, op. cit., pág. 11. 39 "El párrafo citado pertenece a la escritura de concordia entre doña María Saez de Andicano y

don Sebastián de Villarreal, fechada el día 12 de julio de 1674, en Madrid. Escribanía de D. Leona rdo Marcos Pacheco. ARCHIVO DE PROTOCOLOS NOTARIALES DE MADRID.

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rreal y Gamboa heredara bienes raíces. Al menos no figuran éstos en el inventario realizado en 1720, en cuya relación sólo se mencionan bienes muebles: un ajuar de lo más variado compuesto de joyas refinadas, vestidos elegantes, vajillas y cuberterías de plata, cuadros, libros e instrumentos para el estudio de la matemática y de la física, bienes que estaban depositados en la torre de Uriarte, donde residió los últimos años de su vida40, y otros en poder de sus sobrinos, en especial de Pedro José («Perú»), hijos de su her-manastro don Pedro Bernardo41. Por el contrario, el otro hijo natural, don Pedro, que convivió con doña María Saez de Andicano, a la que además acompañó en sus desplazamientos a Madrid y a Viena, obtuvo las casas del Arenal bilbaíno, que vendió en 167142. Este Pedro se hizo sacerdote en la Ciudad de Trujillo, y, a su regreso de Indias, fue nombrado Beneficiado de la Parroquial de Bérriz y de la de Zaldívar cuando aún no contaba 26 años de edad. Desconozco la dote, si es que la hubo, otorgada a su hija Juana.

Pero volvamos al pleito interpuesto por don Sebastián de Villarreal, que obligó a doña María Saez de Andicano a dejar su Mondragón natal y a trasladarse a Madrid en el otoño de 1670, para defender los intereses de su hijo Pedro Bernardo. Profundo será el giro que la vida de doña María expe-rimentará desde el preciso momento en el que se establece en la Corte. En efecto, no sólo dejará encarrilado el litigio hasta su solución definitiva en 1674, sino que encontrará empleo entre la servidumbre palatina como Aza-fata de la infanta Margarita, hija de Felipe IV, además de beneficios y ade-lantos para sus hijos.

«Fue dha Da María Saez Señora de grande talento y espediente^ en todo genero de dependencias como lo manifestó en sus empleos; adelantó la Gasa de Villalegre de su hija y a su herm° Dn Juan de Andicano, Conde Monte-rrón, que murió siendo del Consejo Rl., y a no aver sido tan temprana la muerte de dha d.a María Saez se cree huviera adelantado muchas fortunas especialmte. si no huviera muerto de primer parto la Sra. Emperatriz Mar-guerita, y en caso qe. viviese tenia animo declarado de llevar a Viena a su hijo el dho Dn. Pedro Berndo. aguardando a qe. tubiese edad»43.

40 Falleció en Lequeitio el 31 de mayo de 1731. Libro de Finados de Santa María de Lequeitio, 17-2, f. 8v. 41 Inventario de bienes de don Juan Bautista Villarreal y Gamboa, realizado en Lequeitio el día 27 de

septiembre de 1720. A.T.U. Leg. LXIV. Teniendo en cuenta su origen, no sorprende que J u a n Bautista no heredara de su padre. El Fuero de Vizcaya era terminante en este sentido: (Tít. 20, Ley XI, fol. 56 v.) «(...) Y si hijos legítimos, ni naturales no oviere; y oviere hijos, que haya habido el home casado de alguna muger, ó la muger casada de algún home en vida del marido legitimo, ó el marido en vida de la muger legitima, ó otros incapaces, que los tales hijos, ó hijas, engendrados en dañado ayuntamiento, no puedan suceder, ni heredar en vida, ni en muerte, en bienes algunos del Padre: Salvo, si fuere legitimado por su Alteza (...)». Fuero Nuevo de Vizcaya. Introd. de Adrián Celaya Ibarra. Durango. Ed. Leopoldo Zugaza. 1976.

42 Tomo el dato de la venta de Joaquín del Valle de Lersundi, Notas biográficas..., op. cit., pág. 7. A este escrito corresponde también la cita del pleito.

43 Están sacadas estas frases de los Apuntes genealógicos citados en la nota n.° 13. Recordemos que están escritos hacia 1729; así se explica que se refieran a d o n j u á n de Andicano como miembro del Consejo Real y conde de Monterrón, empleo y título que no llegó a conocer su hermana.

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^ Vayamos por partes. En primer lugar, el pleito que litigaron don Sebas-tián de Villarreal y doña María Saez de Andicano, en nombre de su hijo don Pedro Bernardo, en el Real Consejo de la Cámara de Castilla «sobre los bienes... y especialmte. sobre las legítimas y otros dros. que an pretendido tener a la hacienda que quedo por muerte del dho Dn. P° (Don Pedro de Villarreal) en la Jurisdizon. de la anteiglesia de Verriz y la Merindad de Durango». La defensa de don Pedro Bernardo se basó en que «dhas hacien-das le tocan en todo y por todo sin parte ni concurso del dho don Sevastián, su hermano, por haverse dotado el dho don Pedro su Padre con ellas para el matrimonio qe. contrajo con la dha Sra. D a M a Saez y ser conforme a los fueros de dho. Señorío de Vizcaia el qe. los vienes que se lleban para en favor de un matrimonio aian de ser precipuos p a los hijos qe. de el quedaren sin qe. los de otro matrimonio puedan pretender parte en ellos y porqe. asi bien en conformidad de la ultima disposizon. con que murió el dho don P° fue mejorado el dho P° Bdo. en el tercio y quinto».

Después de tres años largos de estar la causa en suspenso, las dos partes llegaron a un acuerdo de ajuste y cesión, que firmaron en la escribanía madrileña de don Leonardo Marcos Pacheco, el día 12 de julio de 1674. Don Sebastián de Villarreal traspasó a su hermanastro los derechos que pudiera tener sobre los bienes objeto de querella, esto es, «la torre de Verriz, tres caserías acezorias, molinos, errerias, castañales, robledales, montes, tierras de senbrar, prados y otros qualesquiera vienes asi muebles como raices, qe. quedaron en la dha jurisdizon. de Verriz, y en Abadiano un molino caido, en Andicona la parte de un molino, y todas las dms. posesiones qe. se aliasen en la dha merindad de Durango, y dhas. anteyglesias, como si aqui se espre-sasen». En consecuencia, se comprometió don Sebastián a apartarse de la posesión que había hecho de las citadas propiedades desde 1670, y a recono-cer como único propietario de las mismas a don Pedro Bernardo. Como contrapartida, recibiría de su hermanastro una renta anual de 70 ducados de vellón desde el 1.° de agosto de 1674 hasta que «llegue a subzeder en los viens. de la Sra. D a Josepha de Gamboa y Berriz su agüela, va de la villa de Bergara, en Guipuzcoa, o se acomode por la Iglesia con renta eclesiástica». Completó este arreglo la escritura de concordia y ajuste suscrita en la misma fecha y escribanía sobre el Patronato de la Anteiglesia de Bérriz y su aneja de Garay. El convenio contenía la renuncia de don Sebastián a «qualquier derecho y azion que tenga y pueda tener a la mrd de dho Patronato a favor del dho Don Pedro Berdo. de Villareal su Hermano, y desde luego, se desiste y aparta del dho Pleyto y de qualquier derecho y azion que tenga, y consien-te el que se despache zedula-titulo y carta vizcayna a favor del dho Don Pedro Berdo. su hermano, y suppca. a Su Magd. y a los señores del Consejo de la Camara le den el dho despacho para que el dho Don P° Berdo. goze eí dho patronato de S Ju° de Verriz y su anejo de Garay con todos sus diezmos, rentas, pechos y derechos, y todo lo perteneziente al dho. patronato desde el dia de la muerte del dho. Don Pedro de Villarreal, su Padre». Comprendía además el arreglo y concordia la donación hecha por doña María a don

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Sebastián de dos mil ducados de vellón «de una vez, para que los aya y cobre de las rentas caydas del dho. Patronato y de las personas que las tubiesen perzebidas, con declarazion que si el dicho Don Sebastian ubiere cobrado alguna cantd. de dhas. rentas se le a de descontar lo que asi ubiese reziuido de los dichos dos mili ducados. Y en caso que no ubiese cobrado cantidad alguna, y que de las rentas caydas del dho. Patronazgo no ubiere de donde perziuir enteramente los dhos. dos mili ducados, la dha. Señora D a

María le a de pagar con dinero de contado la renta hasta el cumplimiento de los dhos. dos mili ducados, luego que se liquidare el valor de los frutos caydos»44. En conclusión, don Sebastián recibía, por su renuncia a la ha-cienda de Bérriz y al Patronato de su Iglesia, una dotación por una sola vez de 2.000 ducados de vellón, y una renta anual de 70 ducados mientras si-guiera en situación de «desacomodo», esto es, hasta que heredara el mayo-razgo de Marutegui, o bien encontrara empleo digno en la Iglesia, lo que aseguraría cualquiera de estas dos cosas unos ingresos conforme a su cali-dad.

Se zanjaba así una discordia fraternal que había enturbiado la infancia de don Pedro Bernardo al privarle de su madre en el hogar de Mondragón. En efecto, fue el pleito, como decíamos, lo que obligó a doña María a residir en Madrid. Pero una vez en la Corte, sus indudables buenas prendas y relaciones la introducen en Palacio como Azafata de la infanta doña Marga-rita, prometida desde 1663 a Leopoldo I, emperador de Alemania. Antes de partir para Viena, obtuvo doña María el 24 de septiembre de 1672 «merced de 400 ducados al año pa su hijo dho. Dn. Pedro Berndo. en gastos secretos del bolsillo de S.M. por toda su vida y obtuvo también merced de dos vidas mas del Patronato de Berriz»45. Dos mercedes nada desdeñables, si bien la primera sería de difícil cobranza dados los agobios financieros de la Real Hacienda, particularmente en las últimas décadas del siglo XVII y en las primeras del XVIII46.

En 1672 salía, pues, de Madrid doña María Saez de Andicano con desti-no a Viena a cumplir su empleo palatino. Le acompañaban en el viaje su yerno, el marqués de Villalegre, y su hijastro natural, Pedro. Poco tiempo duró la estancia en la capital del imperio alemán. En 1673 fallecía la empe-ratriz Margarita de sobreparto después de haber dado a luz una niña. En esas circunstancias, la madre de Pedro Bernardo regresa a Madrid, «y la dieron posada en Palacio con ración y honores de Azafata». Consigue doña

44 ARCHIVO DE PROTOCOLOS NOTARIALES DE MADRID Cesión y ajuste, y escritura de Concordia y ajuste entre don Sebastián de Villarreal y doña M." Saez de Andicano. Escribanía de D. Leonardo Marcos Pacheco, 12 de julio de 1674. 10 folios.

45 A.T.U. Apuntes genealógicos, ya citados. 46 En septiembre de 1688, se le debían 48.877 reales. Una certificación de 9 de octubre de 1723 de

la Contaduría General de la Distribución de la Rl. Hacienda señala que se le deben a don Pedro Bernardo 100.990 maravedís correspondientes a los años 1721 y 1722. El 9 de febrero de 1730, ante el escribano real del número de Lequeitio, Nicolás de Zatica, don Pedro Bernardo dona esta merced a su hijo segundo, el entonces brigadier don Pedro José. A.T.U., leg. 19, fase. 2.

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María, como hemos visto, solucionar el pleito con don Sebastián en 1674, y despejar así la sombra que se cernía en torno a la herencia de su hijo. Si en'la educación del mismo apenas había tenido tiempo de intervenir, sí lo tuvo al menos para dejarle una hacienda consistente y unos ingresos adicionales derivados de las mercedes reales otorgadas en 1672. A los pocos meses «de resulta de las fatigas del viaje la dio una enfermedad de qe. murió el año de (1674 ó 1675». Pero «su ración de Azafata» en la Corte pasaría a su hija doña Ana María por orden real47.

Los primeros años de la existencia de don Pedro Bernardo transcurrie-ron en Mondragón, en el hogar de los Andicano, un palacete majestuoso construido a mediados del siglo XVII en piedra de sillería con balconaje de hierro forjado y grandes escudos familiares en la fachada, situado al norte de la villa. Mondragón era una población amurallada, en la que aún se conser-van tres de las cinco puertas que daban acceso al recinto; se encuentra al S.O. de la provincia de Guipúzcoa, en la confluencia de los valles que for-man los ríos Deba y Aramaio, y de antiguo le viene la tradición industrial puesto que sus ferrerías, en las que se elaboraba todo tipo de utillajes y armas, se consideraban en los siglos XVII y XVIII como unas de las más afamadas en el país vasco.

La vida social se regía predominantemente con criterios religiosos. Las autoridades eclesiásticas de Mondragón habían aprobado un edicto en 1674 para regular la vida de la comunidad. Durante la noche estaban prohibidas las rondas de los vecinos con armas y teas encendidas, reflejo claro de la conmoción que el incendio de 1666 había producido en la villa. Igualmente estaba vedado el uso de la daga «ni otro ynstrumento que no sea tan largo y de la medida de la espada de ley permitida». Especial atención prestaron a las cuestiones de moralidad ordenando «que las personas q. lexamente estu-bieren casados y moraren y moran en esta V a (Villa) y en su jurison. (jurisdic-ción), no teniendo ympedimiento lex° (legitimo) de no poder vivir juntos en una casa haziendo vida maridable como son obligados, lo agan dentro de ocho días q. se les da por perent0 (perentorio) termino. Y los amancebados serán castigados». En tiempo de oficios divinos, de misas y vísperas, no se podían hacer «juegos, ni aun los tolerados..., conbersaciones ni banquetes en tabernas publicas, posadas, ni en otro qualquiera parte y casa particular de la Villa ni su jurisdicción». No quedaron tampoco fuera de la consideración de aquellos sacerdotes las cuestiones ecológicas: no se permitía echar cal en los ríos públicos, así como pescar «con ynstrumento alguno en tiempos proi-vidos ni tampoco en los que no lo son con remanga, esparabel, red barredera ni con otro ynstrumento proivido por ley..., ni tampoco echen en los dhos

47 Corresponden estos últimos datos y entrecomillados a los Apuntes biográficos, ya citados.

3. La formación académica de don Pedro Bernardo

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ríos otros j eneros de yerbas q. sean nocivas pa la pesca»; los caminos debían ser atendidos por los propios vecinos en razón del tamaño de su hacienda «para que no ynpidan ni enbarazen a los que pasan». Estaba también prohibida la mendicidad pública y la venta de ganado fuera de la jurisdicción de la Villa48.

Aquí pasaría don Pedro Bernardo la infancia —y, terminados sus estu-dios, parte de su juventud—, al cuidado de familiares solícitos, en un ambien-te cálido y todo lo feliz que podía ser dada la ausencia, ocurrida muy tempra-namente, de los progenitores en el núcleo familiar y contando sólo con hermanastros que le llevaban muchos años de diferencia. Huérfano de padre, como ya hemos dicho, apenas pasado su primer año de vida, y carente de la presencia de su madre desde entonces, la educación de Pedro Bernardo fue encargada, tras su orfandad total en 1675, a su tío d o n j u á n de Andicano, nombrado tutor del pequeño, y a su hermanastro don Mateo Nicolás de Aranguren, quien se preocupó particularmente de los asuntos económicos.

Como era usual en las familias de este estamento social, a los seis o siete años empezó una enseñanza formal impartida en su propia casa, y después en los centros docentes de la región. El inicio de la etapa escolar supuso sin duda la primera cisura de su experiencia vital separando la infancia de la adolescencia. Comenzó el aprendizaje en Mondragón, pero inmediatamente pasó al Colegio de la Compañía de Jesús, en Vergara, a escasa distancia del hogar familiar. El Colegio había sido fundado en 1593 gracias a la dotación de una genovesa, Magdalena Centurione, viuda de Agustín Espinóla, que dejó 1.800 ducados de renta anual «para que se instituyese e fundase un colegio Iglesia e casa de la dicha Compañía en una de las tres provincias del Vascuence, en la parte y lugar que a la dicha Compañía y religión le pare-ciese... para que en ella se celebrasen las horas y divinos oficios y se enseñase la doctrina cristiana y se leyesen las Ciencias de Artes y Teología y otras convenientes...»49. En Vergara cursó la Gramática, es decir, los estudios medios que, aunque carentes de sustantividad propia, facilitaban el acceso a las carreras universitarias. En este tipo de enseñanza descollaban los cole-gios de la Compañía de Jesús con un alumnado que, sin ser ni mucho menos excluyente, estaba constituido en buena medida por los hijos de las familias más poderosas del Reino. Frente a la rutina practicada en los otros centros, los jesuítas habían sabido no sólo renovar las materias de estudio sino tam-bién la didáctica de su conocimiento, reuniendo el fruto de sus experiencias en ese monumento pedagógico que fue su «Ratio Studiorum»50. Aspiraban a

48 Edicto de buen gobierno, aprobado por los Señores Curas de las parroquiales de la Villa de Mondra-gón y de las anteiglesias de Uribarri, Garaigaza, Guesalibar y Udala de su jurisdicción. Mondra-gón, 6 de oc tubre de 1674. ARCHIVO MUNICIPAL DE MONDRAGÓN leg. 2. Sección A. Neg. 1.

49 Tomo la cita de Jesús Arpal Poblador: «Notas sobre antiguos Centros Docentes en Vergara», en Los antiguos centros docentes españoles. San Sebastián. 1975, pp. 164 y ss. Probablemente, como sugiere Arpal, la elección de una provincia vasca como sede de su fundación se debiera a su conocimiento de Ignacio de Loyola o de algún otro jesuíta vasco que pasara por Italia.

50 Manuel Revuelta González: «Los Colegios de la Compañía de Jesús: Tres momentos de su evolución histórica», en Razóny Fe, n.° 1017 (abril, 1983), pp. 363 a 375, especialmente pp. 364 a 367.

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la formación integral y al desarrollo armónico de todas las facultades de sus alumnos ofreciéndoles una gama variada de asignaturas en las que se com-binaban los saberes clásicos, las lenguas bíblicas, la teología y filosofía, con la matemática, física, historia, geografía y ciencias de la naturaleza, no es-tando ausentes en determinados centros la práctica de la esgrima y equita-ción. Completó el aprendizaje de los estudios secundarios en otro Colegio, probablemente también de la Compañía, en Pamplona, en el que hizo dos años de Filosofía. El plan de estudios seguido en Vergara y en Pamplona no diferiría mucho del que se aplicaba en los Reales Estudios del Colegio Impe-rial, institución educativa madrileña confiada por Felipe IV a los jesuitas en 1625, y cuya planificación era como sigue:

A) Estudios Menores de la Gramática Latina

I. Primera clase de incipientes para decorar el arte de declinar y con-

II. De mínimos para el conocimiento y uso de las partes de la oración. III. De menores para leer pretéritos y supinos y algunos principios de

sintaxis, y empezar a componer en latín. IV. De medianos para leer más cumplidamente la sintaxis y componer

congruentemente, y para leer los principios de la prosodia. V. De mayores para leer más cumplidamente la prosodia, componer

versos, aprender estilo: y en esta clase se ha de aprender a leer, declinar y conjugar la lengua griega.

B) Estudios Mayores

I. Primera cátedra de erudición donde se ha de leer la parte que lla-man de crítica para interpretar, enmendar y suplir lugares más difi-cultosos de los autores de todas facultades, y los ritos y costumbres antiguos, disponiéndolas por materias como de los anillos, de las coronas, de las bodas, etc. Al maestro desta clase ha de tocar el presidir las academias que se hicieren destas y de otras materias.

II. De griego para leer e interpretar un día orador y otro poeta alterna-tivamente.

III. De hebreo para leer cada día una hora, media de gramática y otra media de la interpretación gramatical de algún libro de la Sagrada Escritura.

IV. De caldeo y siríaco para leer ansimismo una hora cada día: media de la gramática destas lenguas y otra media de la interpretación grama-tical de algún libro de la Sagrada Escritura o del paraphraste.

. V. De historia cronológica para leer el cómputo de la Historia Univer-sal del mundo y de las particulares de reinos y provincias, así divi-nas como profanas.

jugar.

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VI. De súmula y lógica para leer estas facultades. VII. De Filosofía natural para leer la física, los dos libros de la genera-

ción y corrupción, los tres de Goelo y el cuarto de meteoros. VIII. De metafísica para leer los tres de anima la metafísica y de anima

IX. De matemática, donde un maestro por la mañana leerá la esfera, astrología, astronomía, astrolabio, perspectiva y pronóstico.

X. De matemática, donde otro maestro diferente leerá por la tarde la geografía, hidrografía y de relojes.

XI. De ética para interpretar la de Aristóteles sin mezclar cuestiones de teología moral.

XII. De políticas y económicas para interpretar asimismo las de Aristó-teles ajustando la razón de estado con la conciencia, religión y fe católica.

X I I I . Donde se interpreten Polibio y Vejecio de re militari y se lea la antigüedad y erudición que hay acerca de esta materia.

XIV. Para leer de las partes y la historia de los animales, aves y plantas y de la naturaleza de las piedras y minerales.

XV. De las sectas, opiniones y pareceres de los antiguos filósofos. XVI. De teología moral y casos de conciencia.

X V I I . De la Sagrada Escriptura para interpretalla a la letra51.

Terminada la formación de los estudios medios, Pedro Bernardo se tras-ladó a Salamanca para cursar Cánones, siguiendo así la tradición familiar de los Andicano. Tenía entonces quince años, ya que su ingreso en la Uni-versidad se produjo el 22 de noviembre de 168452. La Universidad de Sala-manca seguía ostentando el primer puesto por su prestigio, no obstante lo cual había decaído notablemente a lo largo del siglo X V I I , como todas las demás instituciones universitarias del Estado, en un movimiento generaliza-do de atonía y estancamiento en el que el descenso de la matrícula estudian-til constituía un elocuente indicador del fenómeno, si bien no el único. En el curso 1584-1585, en el tiempo de su máximo esplendor, se matricularon en la Universidad salmantina 6.778 estudiantes; en 1700, sólo 86553. Esta tra-yectoria no sorprende en absoluto, se ajusta plenamente a la propia historia

51 Antonio Aparisi Mocholi: La enseñanza m Madrid en el siglo XVIII. Madrid. 1978, pp. 13 a 15. La documentación relativa a esta organización de estudios concluye advirtiendo «que por todo son 23 cátedras por las cuales se han de poner otros tantos maestros y dos prefectos, uno de Estu-dios Menores y otro de Estudios Mayores, y un Maestro no ha de leer dos cátedras sino cada uno la suya».

52 A.U.S. Libro de grados y matrículas, curso 1684-85, signatura 389, f. 32v. 53 Antonio Domínguez Ortiz: El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias. (Historia de España

dirigida por M. Artola). Madrid. 1988, p. 376.

separada.

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nacional que vive desde 1640 una etapa de decadencia sostenida que se extiende hasta bien entrado el siglo XVIII54.

¿Cómo era la Salamanca que acogió a Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz? Una ciudad, como todas las del Reino, decadente, que sólo recorda-ba el grado de desarrollo alcanzado en la centuria anterior por el manteni-miento de una estructura gremial muy diversificada y unas instituciones universitarias que seguían estando a la cabeza de las del país. A principios del siglo XVII se registraban en la ciudad «30 impresores, 43 libreros, 28 escribanos, 30 procuradores, 12 maestros de niños, 38 roperos, 11 cereros, 12 boticarios, 7 bordadores, 12 pintores, 120 sastres, 34 cordoneros, 24 plateros, 12 mercaderes, 52 carpinteros, 50 canteros, 40 sombrereros, 39 herreros, 120 tenderos de comestibles, 100 hortelanos, 170 aguadores, y había 30 hornos de cocer pan; esto era al comenzar el siglo, pues á su conclusión fue general la decadencia»55. Aunque, en efecto, se hubiera reducido en los años 80 de ese siglo el número de los agremiados, la fuerte presencia que aún se daba de impresores, libreros, sastres, sombrereros, plateros, escribanos y procurado-res, y de manera especial, estudiantes, era vestigio innegable de su grandeza pasada, signo de una actividad que a duras penas podía mantener la ciudad durante esta centuria dado el estado general de aletargamiento, consecuen-cia del hundimiento económico, social y político que se padece con los Aus-trias menores en todo el territorio nacional. A lo largo de todo el siglo, y especialmente en la década de los ochenta, Salamanca padece una grave crisis económica, resultado de una serie de cortas cosechas debidas a se-quías, plagas, temporales y avenidas del Tormes padecidos en las huertas y campos salmantinos. La crónica de este tiempo se limita, en efecto, a la relación de dos tipos de sucesos: los que se relacionan con el problema eco-nómico indicado al que se quiere hacer frente mediante la celebración de rogativas y de manera más inmediata embargando el trigo de las rentas decimales «para atender a la subsistencia del pueblo», y, segundo, los albo-rotos, que no fueron pocos, ni menos dramáticos que los anteriores, ocasio-nados por la población estudiantil56.

Como centro universitario, contaba Salamanca con su Universidad, 4 Colegios mayores, 19 menores y 4 de las Órdenes Militares. Pedro Bernardo residiría en uno de estos Colegios Mayores, probablemente en el denomina-do del Arzobispo, donde había estado su tío, don Juan de Andicano, en 1652. El Colegio había sido fundado en 1521 por el entonces arzobispo de Santiago, y después de Toledo, don Alonso de Fonseca y Acebedo. Diseñado para 22 colegiales de voto, 2 capellanes y 4 familiares, puesto bajo la advoca-ción de Santiago Cebedeo, el Colegio se rigió en un principio por las consti-tuciones del Mayor de Santa Cruz, de Valladolid, que fueron posteriormen-

54 Richard L. Kagan: «Las Universidades en Castilla, 1500-1700», en John H. Elliott (ed.): Poder 'y Sociedad en la España de los Austrias. Barcelona. 1982, pp. 57-89.

55 M. Villar y Macías: Historia de Salamanca. Salamanca. 1887, 3 vols., tomo II, pp. 492-3. 56 Vid. M. Villar y Macias, op. cit., pág. 485.

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te modificadas a mediados del siglo XVI. El uniforme usado por sus estu-diantes era un «manto escotado pardo y ancha beca de grana». Todas las procesiones de Semana Santa, de Pascua de Resurrección y de la Cruz de Mayo, pasaban por el Colegio, «entrando en su capilla y cruzaban después por delante de los bancos donde estaba sentada la comunidad»57.

Sólo un año duró la estancia de Pedro Bernardo en Salamanca. La gra-duación de Bachiller en Cánones no requería en aquel tiempo una permanen-cia prolongada del estudiante en la Universidad. En unos seis meses se podía perfectamente alcanzar el título indicado. La formación y actividad universi-taria se continuaba, no obstante, en años sucesivos dedicados a las lecturas, conferencias, actos de conclusiones, culminando la carrera con las substituciones a cátedras de propiedad y lecciones de oposición, tras la obtención de las graduaciones pertinentes. Todo lo cual facultaba al colegial para pretender con el tiempo, más corto si se contaba con influencias, un cargo importante en la administra-ción de la Monarquía. No fue éste el caso de nuestro personaje. No tenía vocación de burócrata, y, en cambio, ardía en deseos de emanciparse para administrar directamente su hacienda. Renunció, pues, a completar su for-mación jurídica, dejó la Universidad y regresó al País Vasco. En 1687, a los 18 años de edad, logró la emancipación58, iniciando así una nueva etapa en su vida, en la que se integra decididamente en la vida social, económica y política de su tiempo, en Bérriz y en Mondragón. «Desde que me emancipé á los diez y ocho años de mi edad — confiesa el propio Pedro Bernardo— (en que empren-dí el reedificio desde los cimientos de unas Herrerías) en quarenta y ocho años continuos apenas me han faltado Obras en mi hacienda, y la de mis hijos, siendo las mas en Herrerías, y Molinos...»59. No obstante, pasó también algunas temporadas en la Corte cultivando la vida de relación social. Aprove-charía precisamente su primera estancia en Madrid para gestionar la tramita-ción para cruzarse Caballero de Santiago.

Pedro Bernardo no era un desconocido en Madrid. Aparte el recuerdo dejado por su madre en Palacio, su tío D. Juan de Andicano, conde Monte-

57 Ibídem, pp. 298 a 300. 58 El Fuero de Vizcaya establecía que la tutela de los menores duraba hasta la edad de los 25

años, pero «que hay algunos menores, que antes del dicho tiempo son suficientes, sagazes, é diligentes, y tales, que pueden gobernar á si, y á sus bienes. Por ende, dixeron: Que ordenaban, y establecían por Ley, que qualquier Home, ó Muger, que fuere de edad de diez y ocho años cumplidos, pueda parecer ante su Juez, y darle información de como es de la dicha edad, y de tal entendimiento, sagaz, y diligente, que bien puede por sí regir, y guardar, aliñar, y adminis-trar á si, y á sus bienes, sin los tales Curadores; y el Juez havida información (constándole de la dicha edad, y suficiencia) le declare por tal, y le mande sacar del dicho poderío de los tales Curadores, y que dén, y entreguen los Curadores al tal menor, todos sus bienes, con sus frutos, y rentas». (Fuero Nuevo de Vizcaya, op. cit., tít. 22, Ley II, fol. 63 y v.)

59 Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, op. cit., prólogo sin paginar.

4. Estancia en la Corte: ingreso en la Orden de Santiago

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rrón, pertenecía al Consejo de Castilla, y sus hermanos, D. José de Manri-que, marqués de Villalegre, casado con doña Ana M.a de Aranguren y An-dicano, formaban parte de la servidumbre palatina. Contó, pues, con bue-nos introductores en los salones de la nobleza cortesana. Su primer viaje a la capital del reino parece que lo hizo en 1689 con una finalidad muy concreta: convertirse en Caballero. Para ello era indispensable perfeccionar su forma-ción social, pulir sus modales para acercarse al ideal cortesano, superando su natural «encogimiento Vizcayno»60, y solicitar el correspondiente ingreso en una orden de caballería.

Para conseguir sus objetivos, Pedro Bernardo empieza por tomar «lec-tion de Espada y de montar á C avallo en la Priora de Palacio»61. Asistiría a los espectáculos —en especial a las representaciones teatrales— que en la Corte ofrecían una variedad y frecuencia desconocidas en provincias, haría las pertinentes «visitas de cumplido» acompañando a sus familiares, culti-vando una relación necesaria para promocionarse y significar algo en los medios sociales nobiliarios. Probablemente la casa que más visitara, si es que no residía en ella, sería la de don juán de Andicano. Estaba situada en la calle de la Ballesta, entre las grandes arterias de Fuencarral y San Bernar-do, uno de los espacios preferidos por los madrileños de cierta fortuna62. Disponía de una «librería» (lo que nosotros hoy llamamos biblioteca), valo-rada en 1691 en 12.974 reales, con 564 títulos y 815 volúmenes, cuya distri-bución por materias era la siguiente:

Derecho (civil y canónico), Jurisprudencia: 59 por cien Teología y Moral: 25 por cien Historia y Literatura: 16 por cien

Aunque no fuera el caso de ésta, las librerías de algunos consejeros de Casti-lla figuraban entre las más importantes del siglo63. Pedro Bernardo pudo muy bien, por mediación de su tío, llegar a conocerlas y consultarlas. En cualquier caso, siempre demostró una profunda pasión por los libros, cuya adquisición encargó de manera periódica, no desaprovechando oportunidad alguna para hacerse con las novedades publicadas, o venales, en Italia, Flandes, Francia o Inglaterra.

60 En una carta que su primo, d o n j u á n Antonio de Andicano, le envía desde Salamanca el 3 de junio de 1688, hablando de otro primo (D. Bartolomé de Otálora), que ha salido para Madrid, se dice: «Va muy gustoso y ensayado en las ceremonias cortesanas que a procurado estudiar conmigo para poder entrar en los estrados con desaogo desmintiendo el encogimiento natural de Vizcayno». Y añade: «No obstante, le temo mucho en la práctica. Dios le de buen juicio logrando el mérito de su cuidado y aplicación». A.T.U., leg. 15, fase. 2, doc. 5.

61 A.T.U., Apuntes genealógico citados. Joaquín del Valle de Lersundi, Notas biográficas..., op. cit., pág. 14.

62 Según la información que proporciona J . Fayard, op. cit., acerca de los domicilios de los madri-leños que poseían carruaje en 1684. En este sentido, indicaremos que, según la misma fuente, D. J u a n de Andicano había comprado en 1691 un carruaje que le costó 7.557 reales (sólo las

• cuatro muías de que se componía valían 4.300 reales), (pp. 411 y 431 —nota 99—, respectiva-mente).

63 Ibídem, pág. 461. La referencia sobre la biblioteca de Andicano figura en la página 466.

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Pero el objeto principal de su estancia en Madrid era solicitar su ingreso en la Orden de Santiago. A ella pertenecían ya para esas fechas sus familia-res Don Mateo Nicolás de Aranguren y Andicano, D o n j u á n de Andicano y sus hijos D. Juan Antonio y D. Joaquín, y D. Juan Bautista de Villarreal y Gamboa. Otros miembros de su familia tenían el hábito de Calatrava. En su Mondragón natal no eran pocos los vecinos que eran Caballeros, particular-mente de la Orden de Santiago64. Por encima de las ventajas económicas adicionales derivadas de la posesión del hábito65, ingresar en una orden militar añadía un prestigio, un signo de distinción, nada desdeñables en un país, el vasco, en el que casi todos eran hidalgos. Durante el siglo X V I I se había registrado un crecimiento notable de las solicitudes al hábito de caballero. Para la población no vasca, ser caballero de hábito implicaba pertenecer a la hidalguía y pulir su lustre con la incorporación del nuevo título, cuyo valor radicaba en su tradición histórica. «Los "caballeros de hábito" - escribe L. P. Wright no constituían un rango especial en la jerarquía castellana, pero sí que poseían un carácter institucional distinti-vo en virtud de la tradición histórica que las Órdenes personificaban. Era este sentido de identidad y en particular la garantía de nobleza que ello implicaba lo que dio al hábito su lugar en el cursus honorum aristocrático. Sin embargo, sólo puede entenderse la intensidad de la solicitud de hábi-tos militares en términos de una sociedad que excluía de sus altos cargos no sólo a los de origen bajo sino también a los sospechosos por motivos raciales»66.

La estructura formal de la Orden militar de Santiago estaba definida en un Reglamento que comprendía dos títulos (I: De las calidades que ha de tener el caballero; II: Del Interrogatorio e Informaciones) con 12 y 13 capítulos respectiva-mente —alguno de los cuales se había introducido en 1653 con el fin de devolver al proceso de información su antiguo rigor—. Las condiciones exi-gidas al aspirante de hábito eran las que siguen:

I. «Que el que hubiere de tener el Hábito de nuestra Orden sea Hijo-dalgo de sangre, y su padre, y madre, abuelos, y abuelas, y no de privilegio.

64 En la «muestra de armas» de los caballeros hijosdalgo de la villa, realizada el 23 de septiembre de 1691 se presentaron 252, de los cuales cinco eran Caballeros de la Orden de Santiago. ARCHIVO MUNICIPAL DE MONDRAGON, L e g . 2, S e c c i ó n A , N e g . 1

65 El «caballerato» proporcionaba a d o n j u á n Antonio de Andicano en 1691, 400 ducados de renta. Carta del Conde de Monterrón a D. Andrés <k Ansótegui (Madrid, 31 de mayo de 1691). A.H.D.V. Sección Varios. Fondo Ansótegui. Primera Caja. Es un fondo documental de corres-pondencia a Ansótegui, caballero de Calatrava, gobernador de los Puertos y Aduanas de Can-tabria, que recientemente ha adquirido la Diputación foral y que aún se encuentra sin catalo-gar. Gracias a la amabilidad del Director del Archivo de la Diputación, don Aingeru Zabala, y a la de doña Carmen Unceta, pude conocer y consultar esta valiosa correspondencia en la que aparecen muchas cartas escritas por don Pedro Bernardo.

66 «Las Ordenes Militares en la Sociedad española de los siglos XVI y XVII. La encarnación institucional de una tradición histórica», en John H. Elliott (ed.): Podery sociedad..., op. cit.,pág. 33.

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II. Que los que hubieren de tener el Hábito de nuestra Orden sean legíti-mos, o naturales, y los que fueren bastardos, no le puedan tener.

III. Que ninguno que tuviere raza de Judío, ni Moro, ni converso, en ningún grado, por remoto que sea, pueda tener el Hábito.

IV. Que los condenados por el Santo Oñcio de la Inquisición, y sus descendientes, hasta el cuarto grado, no puedan tener el Hábito de la Orden.

V. Que no se dé el Hábito a los que hubieren usado ellos, o sus padres, o abuelos, por sí, o por otros oficios mecánicos, o viles aquí declara-

VI. Que se ponga en el Interrogatorio de las informaciones, si aquel cuya información se hace está infamado en caso grave, y feo.

VII. Que no se dé el Hábito a persona alguna, hasta que haya siete años de edad cumplidos por lo menos.

V I I I . Que no se dé el Hábito al que hubiere sido reptado (retado), sino se salvó del repto.

IX. Que cuando a pedimento nuestro se dispensare con algún Caballe-ro, se ponga en el título, y provisión el defecto sobre el que fuere dispensado.

X. De cómo han de ser examinados los testigos en las informaciones de los Caballeros que pretenden el Hábito de Santiago.

XI. Que los Capellanes hagan libro de los que recibieren el Hábito. XII. Que todos saquen el título, y fe como reciben el Hábito»68.

Por lo que respecta al interrogatorio que se planteaba a los testigos —en el reinado de Carlos II se procuraba que fuese el mayor número posible—, las preguntas se referían a la calidad del pretendiente examinada a la luz de las condiciones señaladas anteriormente, a las que se añadía si el aspirante a

67 Por su interés para conocer la mentalidad de la época reproduzco el capítulo aprobado en Toledo en 1560, y ratificado en 1653, relativo a los oficios: «Establecemos, y mandamos, que no se pueda dar el Hábito a ninguno que haya sido mercader, o cambiador, o haya tenido oficio vil, o mecánico, o sea hijo, o nieto de los que han tenido lo uno, o lo otro, aunque pruebe ser Hijodalgo. Y declaramos, que mercader se entiende para este efecto, aquel que haya tenido tienda de cualquier género de mercancía que sea, residiendo en ella por su persona, o por sus ministros; y cambiadores, los que tienen banco público y tienen por trato dar dineros a cambio por sí, o por sus factores. Y oficios viles, y mecánicos, se entienden, platero, o pintor, que lo tenga por oficio, bordador, canteros, mesoneros, taberneros, escribanos, que no sean Secretarios del Rey, o de cualquier persona Real; procuradores públicos, o otros oficios semejantes a estos, o inferiores de ellos, como son sastres, y otros semejantes, que viven por el trabajo de sus manos. Y asimismo no se reciban al Hábito de la Orden mujeres que vivan con otras, ni sirvan a nadie, sino mujeres principales, y que sean hijas de hombres de calidad». Tomo la cita de Vicente de

•Cadenas y Vicent: Caballeros de la Orden de Santiago. Siglo XVIII. Madrid. 1977-9, 4 vols., vol. I, pág. 13.

68 Ibídem, pp. 11 a 24.

dos67.

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Caballero «sabe, y puede andar a caballo, y lo tiene, y cómo, y de qué manera lo saben»69. La información la realizaban «un Caballero y un Freyle de la Orden juntamente», que se desplazaban a los lugares de donde eran originarios el solicitante y sus ascedientes, y allí reunían y verificaban la documentación, que constituía las «pruebas» del interesado, expediente que posteriormente se remitía al Consejo de Órdenes, y, una vez visto en este Consejo, al Archivo de Uclés. Aceptada por el Monarca la solicitud del pretendiente, durante su noviciado, esto es, después de tomar el hábito y antes de los votos de profesión, el recién caballero debía servir por un perío-do de seis meses en las galeras reales y residir durante cierto tiempo en el convento de Uclés con el fin de familiarizarse con la vida militar y religiosa, propias de la Orden de Caballería. No obstante, en la práctica el Monarca podía dispensar del cumplimiento de ambas obligaciones. Este fue el caso de don Pedro Bernardo, como veremos en seguida.

Presentada la solicitud de ingreso, Carlos II concedió el hábito de la Orden de Santiago a don Pedro Bernardo por la cédula fechada en Madrid el día 30 de mayo de 1690. La información pertinente la llevaron a efecto los delegados D. Joseph de Barrutia y Cordova, caballero, y el Religioso D. Pedro de Barrutia y Salinas, quienes se desplazaron a Mondragón, Bérriz y Bilbao para hacer el interrogatorio, y comprobar durante los meses de julio y agosto de ese mismo año la veracidad de los testimonios presentados me-diante las oportunas certificaciones de partidas de bautismo, de casamiento y testamentos otorgados por los ascendientes hasta el grado tercero y, en algún caso, hasta el cuarto. Se probó también la limpieza de la genealogía con otros actos positivos relativos a sus familiares más directos: el ejerci-cio de oficios municipales en la Villa de Bilbao, la pertenencia a las órde-nes militares de Calatrava y Santiago, la calidad de colegial del Arzobis-po, de Salamanca, actos todos ellos que implicaban nobleza y pureza de sangre.

Por la real cédula firmada en Madrid, el día 13 de agosto de 1690, Carlos II accedía a que se le armara caballero «con los actos, zeremonias y las otras cossas que en tal casso se acostumbran». Mandaba el Monarca a don Pedro Bernardo «que dentro de quatro meses embie a mi Consejo de las Órdenes fee authentica de haverle recivido y en que dia con apercivimiento que hasta haverlo hecho no se le admitira a la profession expressa que en la dicha Orden deve hazer. Y que assi mismo —añadía— vaya a estar y residir en mis Galeras seis meses cumplidos navegando en ellas..., (y después) se vaya al Combento de Uclés, y este en el tiempo de su aprobación aprehendiendo la Regla de la dicha Orden...»70.

Sin embargo, don Pedro Bernardo solicitó la dispensa de estas obligacio-nes, como dijimos líneas atrás, y el Monarca la concedió el 14 de abril de 1692, previo el pago de 150 ducados por librarse del servicio de las galeras, y

69 Tít. II , cap. 1.°, punto 7. Ibídem, pág. 18. 70 Pruebas para el hábito..., ya citadas.

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de 100 ducados por sustituir la estancia en el convento de Uclés por la asistencia a dos misas en el convento de San Agustín, de la villa de Mondra-gón, en donde por entonces residía nuestro caballero. Cumplidas estas for-malidades, la profesión de don Pedro Bernardo Villarreal en esta Orden se realizó igualmente en Mondragón, y no en Uclés como mandaba el Regla-mento71.

71 Ibidem.

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CAPÍTULO II

MATRIMONIO Y ASENTAMIENTO EN LA VILLA DE LEQUEITIO

1. El Lequeitio ele principios del siglo XVIII

DISPONEMOS DE DOS FUENTES EXCEPCIONALES para conocer la morfología urbana de esta villa vizcaína. La primera es una descripción anónima que se hizo en 1735, a la que en 1796 se le incorporaron unas Adiciones realizadas por Juan Ramón de Iturriza y Zabala, y que Pedro Aguado Bleye prologó y transcribió en 19211. De unos años más tarde, hacia 1740, data la segunda fuente a la que nos referimos. Se trata también de una descripción que, en este caso, fue prologada y transcrita por Angel Rodrí-guez2. Seguiremos básicamente estas fuentes en este apartado.

Lequeitio es un municipio situado en la comarca de Marquina, en una de las partes más accidentadas de la costa cantábrica, entre las laderas del monte Ontoyo y la desembocadura del río Lea. Tradicionalmente fue un núcleo pesquero, comerciante y ferrón, que gozó en el pasado de una signifi-cación que fue perdiendo de manera progresiva, y especialmente al iniciarse la industrialización en el siglo XIX. En las Juntas Generales del Señorío, ocupaba el quinto asiento y voto entre las Villas, inmediatamente después de Bermeo, Bilbao, Durango y la ciudad de Orduña. Como tantas otras entidades de población de aquella época, estaba rodeada por una muralla que se franqueaba por las puertas de Elixatzea, Atea, llamada también de Nuestra Señora de la Esperanza, Zumatzeta, Apalloa, Arranegui, llamada igualmente de Nuestra Señora del Buen Viaje, San Nicolás Tolentino y

1 La Villa de Lequeitio en el siglo XVIII. Descripción anónima. Prólogo y transcrición de Pedro Aguado Bleye. Bilbao. 1921. Las citas que se hagan, están sacadas de esta edición, que citare-mos en lo sucesivo La villa de Lequeitio (1735). El manuscrito Descripcióny Antigüedades de la N. Villa de Lequeitio se conserva en su ARCHIVO MUNICIPAL Año 1735, Registro 40 N.° 1, fol. 357.

2 «Descripción sumaria de la villa de Lequeitio». Transcripción, prólogo y notas de Angel Rodrí-guez, en Estudios vizcaínos I, n.° 2 Bilbao, 1970. Citaremos en adelante «Descripción sumaria...» (1740).

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Santísima Trinidad3. Su emplazamiento montuoso determinó un trazado urbanístico irregular, con calles quebradas que acogían a unas 300 casas, «de ellas ochenta y más de buena fábrica, y de éstas veinte y cinco y más sobresalientes»4. Los lugares más significativos eran la Plaza Mayor en la que destacaba la Casa Consistorial, construida entre 1706 y 1721, con facha-da «de piedra labrada con quatro arcos; tiene quatro ventanas grandes ras-gadas y un balcón de fierro de 54 pies de largo, labrado con primor, pues todos los balaustres son de doble ojeado». Cerca de la Plaza se erguía la grandiosa Iglesia Parroquial consagrada a Santa María de la Asunción, con dieciocho beneficiados («diez de entera ración...; quatro, de media, y los otros quatro, de quarta»), matriz respecto de las de Ispáster, Amoroto, Gui-zaburuaga, Mendej a y Bedarona, de fábrica «más rica y sumptuosa, por de fuera toda de piedra labrada caliza, y por dentro lo mesmo, fuera de los pillastrones, arcos y lazos de bóvedas, que son de arenisca, es de tres naves con muy buenas bóvedas; la principal es mucho más alta que las otras dos; tiene de alto noventa pies; desde el prebisterio al altar maior está de piedra jaspe pulimentada, con rejadura de fierro, dorados los ojeados y botones; todo el pisso de dichas tres naves se entabló el año 1731, que antes era de losas, y, por la continuación de los entierros, estaban con grande desnivela-ción». Su retablo mayor es de obra gótica filigranada, «es de la mesma calidad y mejor que el de la Santa Iglesia Patriarchal de la Ciudad de Sevi-lla, y como el celebrado de la Cappilla Real de los Señores Reyes Cathólicos en Granada», aunque con el tiempo «se ha deslucido mucho y se le han caído algunas piezas de lo filigranado y tiene gran necesidad de limpiar y componerle». Lugar de encuentro por excelencia era «la plazuela, mentidero o Guzurmendia», arriba de la Plaza Mayor, situada cerca de la plazuela llamada Gamarrecoplazia, donde se vendía fruta. En el barrio de Arranegui, «está el cai o el paradero de las chalupas y naviochuelos, y la Lonja de San Pedro, donde se vende el pescado». El puerto era en 1735 «malo, asi por naturaleza, como por los pocos medios que ha habido para abonarle..., en mareas vivas podrá haber agua para navio con carga de 60 toneladas; en las muertas, apenas para de 20».

Subiendo por la calle de Atea, a la derecha, «hay un recuesto para el barrio llamado antes Uñarte, agora de las Monjas». En este barrio, a la falda superior de Lumencha, está situada la Torre de los Bengolea (Torre de Uñarte) —a la que nos referiremos por separado—, lugar de residencia permanente de Pedro Bernardo desde su matrimonio, junto al convento de las Dominicas, que es «antiquíssimo, pues hay tradición fué beatorio en vida del Fundador y Patriarcha de su esclarecida religión Santo Domingo, y Con-vento quando San Vicente Ferrer andaba en missiones. Este Santo predicó en la iglesia de este Convento, como también en la Parroquial». Había tam-bién en la Villa un Colegio de la Compañía de Jesús, que había sido fundado

3 Francisco de Ocamica y Goitisolo: La Villa de Lequeitio. Bilbao. 1965, pág. 36. 4 La Villa de Lequeitio..., (1735), op. cit., pág. 5.

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hacía pocos años, en 1688, por el Capitán don José de Mendiola y su mujer doña María Pérez de Bengolea, tíos de doña Mariana Rosa5. Residían por entonces en el Colegio cinco padres jesuítas que regentaban una escuela de primeras letras e impartían estudios de Gramática. En ese año de 1735 estaban construyendo su Iglesia gracias a las aportaciones generosas de al-gunos vecinos y a la de algún indiano. Completaban las edificaciones religio-sas seis ermitas radicadas en la jurisdicción de la villa.

En el censo realizado en 1712 se registraron 234 fogueras en Lequeitio. En el conjunto de Villas del Señorío (21 en total, incluyendo la ciudad de Orduña), figuraba en este sentido en el cuarto lugar, sólo superada por Bilbao (1.300 fogueras), Durango (323), Bermeo (305) y Elorrio (270)6. Nada mejor que la descripción de 1735 para conocer algunos rasgos de la idiosincrasia de aquellas gentes lequeitianas y de las actividades que los ocupaban.

«La manutención del pueblo, en lo general, consiste en la pesquería, viajes de ballenas, vacallao y viñedo, que estos años se ha aumentado mucho su fruto; hecho cálculo al quinquenio, producirá de 12 a 14 mil ducados al año, que regularmente es suficiente para el consumo, por no ser lugar de passo, y en él solamente entran los que tienen que hacer su negocio; el vino se llama chacolín.

Sus habitantes son económicos y bien entendidos; algunos son mathemáti-cos y enseñan pilotage; hay al presente sobre 70 Pilotos que han estudiado en esta villa navegando con mucho crédito en las Armas Reales y navios de particulares. Son también dados al comercio, el que no se puede adelantar, porque no hay salida para Castilla de este puerto, sino solo de pescado fresco, por hallarse la villa de Bilbao mucho más cerca de ella, con buenos caminos y otras grandes conveniencias. Tratan algunos en fierro; llegarán a nueve mil quintales los que se labran en toda la ría, que desagua en este puerto. En ella hay siete ferrerías, en éstas 12 fraguas. Las mugeres son muy laboriosas, a

5 La fundación se firmó el 28 de diciembre de 1688. Lo dotaron con «las casas de su habitación y huerta, capitales de censos y socorridos: plata labrada, telas de oro y plata, y alajas de casa, importante todo 56.032 ducados y medio de vellón, y además con dos solares de Casas de precio de 300 ducados de la propia moneda; 6 cálices de plata con sus patenas; un Sto Christo de marfil con remates de plata; un Niño Jesús de bronce, con cruz de plata». El matrimonio fundador otorgó testamento conjunto el dia 1 de marzo de 1699 ante Domingo de Burgoa, e «instituieron por universal heredero al espresado Colegio, para que sirbiese de aumento a otra fundación. Los Regulares se apoderaron de esta herencia sin que precediese tasación». Fundación del Colegio de la Compañía de Jesús por el Capitán D. José de Mendiola y D." María Pérez de Bengolea en 28 de diciembre de 1688. ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO. A ñ o 1688. Registro 25, n.° 1. Folio 320. Los entrecomillados que figuran en el texto principal están sacados de La Villa de Lequeitio..., (1735), op. cit., pp. respectivamente 9-10, 21-22, 23, 6, 7, 10-11 y 7, otra vez.

6 A.H.D.V.: Libro de Decretos de este M. N.y M. L. Señorío de Vizcaya. Libro n.° 22 (De 1710 a 1716), ff. 47 a 48 v. Sin embargo, en una derrama que se hizo en Lequeitio en el año 1686 resultaron 308 fogueras. Archivo Municipal de Lequeitio. Año 1686. Registro 10. N.° 62, f. 256 y ss. Se trata de una relación nominal, por barriadas, con la aportación de cada vecino. Martín Pérez de Veyngolea, residente en la cuarta barriada, contribuyó con 10 reales. Las contribuciones oscila-ron entre 2 y 24 reales.

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éstas se debe cassi toda la cosecha que se coge de vino. Además de la marine-ría, hay muy buenos gremios de carpinterías, canteros, zapateros y otros ofi-cios de calidad, que tanto como la marinería, que se halla minorada por falta de pesca y armadas en que muere mucha gente, se reputa la gente de tierra. Fuera de la ciudad de San Sevastian, es el mejor lugar y de gente más política que hay en toda la costa de la Provincia de Guipúzcoa y Señorío de Vizcaya, y aun en esta tierra dentro, fuera de Bilbao; Durango la puede competir; Bermeo lleva mucha ventaja en la pesquería por razón de su buen puerto, buenas y cercanas calas...»7

Se apuntan, pues, en el relato anterior las actividades económicas más importantes que empleaban a la población activa de la villa. Además de la variedad gremial señalada, marinería y navegación, ferrerías, algo de co-mercio y viñedo constituían los renglones básicos de la estructura ocupacio-nal lequeitiana de la primera mitad del siglo X V I I I . Tendremos ocasión de referirnos con más detalle a alguna de estas actividades al analizar la gestión económica de la Torre de Uriarte. Por de pronto adelantemos que, al menos desde mediados del siglo X V I I , los Bengolea poseían unas ferrerías —mayor y menor— y unos molinos en la anteiglesia de Guizaburuaga, bienes que administró de 1654 a 1672 el maestro achicador Andrés de Barrenechea. Se calculaba que en las ferrerías se labraban más de mil quinientos quintales anuales, y en los molinos se trituraban unas treinta fanegas en cada uno 8.

Los Bengolea descendían de Hernán Pérez de Yarza, propietario de la Torre de Uriarte, en Lequeitio, militar al servicio del emperador Maximilia-no y gentilhombre de cámara del emperador Garlos I. Las generaciones siguientes continúan la vocación militar, que combinan con el ejercicio del comercio, el desempeño de cargos administrativos y la atención parcial a su propia hacienda. Son familias numerosas, cuyos miembros militares siguen con bastante frecuencia la carrera de Indias, de donde no todos regresan. Un tatarabuelo de Mariana Rosa, Martin Joan Pérez de Bengolea casó en segundas nupcias con María Vázquez de Bahamonde, una propietaria ga-llega de Santa María de Ortigueira, y sus descendientes fundaron el mayo-razgo del Palacio de Cotón, en Negreira, que, con el tiempo, pasará a los descendientes de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, a finales del siglo X V I I I . Fijémonos, no obstante, en los ascendientes más inmediatos de doña Mariana Rosa de Bengolea. (Ver cuadro adjunto).

7 La Villa de Lequeitio..., (1735) op. cit., pp. 16 y 17. 8 A.T.U. Leg. 32, fase. 2: Advertenáas por parte de D." Ursula de Beyngolea, viuda del capitan Miquel de

Basterrechea...,y por parte del capitan D.Joseph de Beyngola, dueño de las ferrerías y molinos de Beyngolea..., contra Andrés de Basterrechea para que dé cuenta con pago como achicador que ha sido de la ferreria menor de Beyngolea y como arrendador de dcho. molino.

2. La familia Bengolea

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A5CENDENC IA DE DOÑA MAR IANA ROSA DE B E N G O L E A

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Figura 3. — Ascendencia de Mariana Rosa Bengolea.

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Era nieta del capitán D. José Bengolea Ghurruca, que había nacido en Lequeitio el día 3 de noviembre de 16149. Primogénito de un matrimonio muy prolífico, el formado por el capitán D. Hernán Pérez de Beingoolea y D.a María de Churruca —hija ésta del doctor Joan Ibáñez de Churruca y de su segunda esposa doña María Ochoa de Olano y Bedia, señora de la casa solar de Urquiaga—, heredó las torres de Bengoleá, Uriarte y Yarza, así como tierras y caserías en Lequeitio, Guizaburuaga, Durango, La Puebla de Arganzón y Villanueva de Oca. Se hizo militar, ferrón y servidor palatino ejerciendo de cónsul de la Gasa Real de Contratación de la ciudad de Sevi-lla, en los años sesenta10. Sus hermanos, Juan y Silveiro, —otro, llamado, Pedro, murió en Sevilla de peste en 1649 probablemente esperando el em-barque para América— se orientaron igualmente hacia la carrera de las armas y pasaron a Indias. Juan acabó por establecerse definitivamente en Lima donde casó en 1651 con doña María de Zavalay de la Massa, llegando a General de la Armada del Mar del Sur. Silverio, en cambio, después de una estancia de varios años en tierras americanas como Maestre de Campo a las órdenes de su hermano, regresó a la península, y a Lequeitio, trayendo consigo al menos uno —doña María Teresa— de los dos hijos naturales que había tenido de soltero en tierra americana «de una dama principal también libre y sin impedimento alguno para contraher matrimonio». Este Silverio casaría en Lequeitio con su sobrina Catalina Josefa, hija y heredera de José y de su mujer doña Mariana Iñarra Eguiguren, en 167411.

El matrimonio tuvo dos hijos, Mariana Rosa, la futura esposa de Pedro Bernardo, nacida en 167512, y Pablo José, que falleció a los 16 años de edad. Fue deseo del matrimonio, siguiendo las indicaciones paternas, vincular la hacienda «por cuanto de la dibision de los vienes, resultan grandes incombe-nientes, asi porque las familias de lustre y nobleza se pierden por falta de memoria que se conserba con vienes permanentes, mostrando la esperiencia que los estados y casas principales aunque hayan sido grandes, siendo parti-bles se han perdido y consumido, quedando la memoria de los dueños sepul-

9 Muchos de los datos acerca de los Bengolea están tomados de Joaquín Valle de Lersundi: «Una familia de ferrones, los Beyngoolea, en el siglo XVII», op. cit., pp. 475 a 530.

10 E n el ARCHIVO FAMILIAR DE NAJERA (TEJADA-MANSO DE ZUÑIGA), e n a d e l a n t e A . T . M . - Z , se conserva documentación relativa al año 1668 perteneciente al Capitán D. José de Beingolea, cónsul. Este archivo se encuentra sin catalogar.

11 Las capitulaciones matrimoniales se contrataron ante José Ibáñez de Gallate, secretario de S.M. y del número de la villa de Lequeitio, el día 4 de noviembre de 1674. A. H. D. V., Corregimiento. Leg. 971, n." 1, fol. 30. Gracias a la documentación judicial —que traslada copia fehaciente de los originales— depositada en el Archivo de la Diputación Foral he podido conocer los instrumentos legales a los que se hace mención en el texto.

Dado el parentesco que unía a los cónyuges, fue necesaria una dispensa que firmó el Provi-sor en virtud de la Bula Apostólica despachada en Roma el día 13 de agosto de ese año. A.T.U., leg. 42, fase. 5 (Este documento aparece sorprendentemente junto a los papeles relativos a las pruebas para el hábito de Santiago de don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz).

12 Fue bautizada en la Iglesia Parroquial de Santa María de Lequeitio el día 5 de agosto. Libro de Bautizados, signatura 26-01, f. 25 v.

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tada, y por el contrario siendo unidos y incorporados se conserba y perpetua como, porque del poseedor reciben sus hermanos pobres alimento susten-tándose á su sombra, y siendo favorecidos en sus necesidades y admitidos entre personas, partes y lugares graves, asi en la profesión de la guerra, con lo cual vienen á ser mui estimados los unos y los otros, y porque por autori-dad pública se introdugeron las instituciones de los maiorazgos...»13. En las capitulaciones matrimoniales de 1674 aparecía por primera vez escrita la voluntad de don José de Bengolea de vincular los bienes para perpetuar la memoria de la Casa solar. Unos años más tarde, en el testamento que con-juntamente otorgaron doña Catalina y don Silverio en 168214 se hizo «la misma demonstracion dando poder alternatibo al que sobreviviere con libre y general administración para vincular y fundar maiorazgo de nuestros vie-nes todos ó parte de ellos, como le pareciese al superviviente, con las clausu-las, gravámenes, y condiciones que fuesen conducentes á su conserbación y succesion...». Ya fallecido don Silverio, sería su viuda doña Catalina la en-cargada de llevar la tramitación legal para la fundación del vínculo citado. Lo que hizo «en el nombre de Dios nuestro Señor todo poderoso y de la Virgen Santísima nuestra Señora, á cuio servicio se endereza todo bien», en la Casa y Torre de Uriarte, el día 26 de junio de 1684, ante don Clemente de Uriarte, Escribano Real y del número de la Villa de Lequeitio, y los testigos «don juán de Bengo-olea, Clérigo Presbítero Beneficiado de la Yglesia de la dicha villa (.Lequeitio) y sus anexas, el Bachiller don Francisco de Arriaga asi bien Presbítero, el Governador don Nicolás Ybañez de Zavala, cavallero de la orden de Calatraba, don Baltasar de Eguiguren y Ynarra, el Licenciado d o n j u á n Bautista de Ysasigana, Abogado de los Reales Consejos, los Capi-tanes don José de Mendiola y d o n j u á n de Yturraspe, todos vecinos de esta dicha villa y de la de Durango y Eybar».

Los bienes de que se compuso este vínculo en el momento de su funda-ción fueron los siguientes:

«Primeramente declaro por vienes propios mios y por cabeza de este Maio-razgo, una efigie y bulto del Señor San Miguel Arcángel de marfil con su peana dorada, labrado en la China de singular primor. Un retrato de Santa Rosa, de Santa María de los Reyes del Perú en lienzo. Una Cruz de madera de la cama en que murió la misma santa con estremos de plata y en medio una reliquia de un hueso suio y túnica. Dos copas cabanas de plata y pasta de a dos puertas de cuarta. Una Ymagen de Nuestra Señora de Aranzazu en caja de plata con su cristal, a un lado San José y al otro Santo Domingo. Una lamina de Ecce-Homo y otra de nuestro Padre Santo Domingo y Nues-

13 A.H.D.V., Corregimiento, leg. 971, n.° 1. La documentación judicial en la que va incluida, entre otros documentos, la fundación del vínculo de Bengolea, está fechada en 1825 (Autos en cumplimiento de Real Carta Executoria obtenida por el Sr. Conde de Hervías con D." M." Josefa de Villarreal de Be'rriz sobre Alimentos). Lo que explica la grafía (decimonónica) del texto citado.

14 La fecha del testamento es de 9 de julio de 1682, en Lequeitio, ante don Clemente de Uriarte.

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tra Señora que todos se hallan y están colocados en el oratorio de esta casa y torre de Uriarte. Una espada de plata sobredorada, un espadin de plata filigrana, y un aderezo de espada y daga de Sevilla y oja de Toledo con puños de plata tirada de que se solia serbir dicho mi marido. Una cadena de oro de la China con setenta y dos eslabones de filigrana de peso de veinte ocho onzas y un adarme. Dos azafates grandes de filigrana de plata con nuebe libras y nuebe onzas. Un cintillo de oro para sombrero de onza y seis adarmes. Otro cintillo de plata tirada con seis onzas para lo mismo.

Bienes inmuebles

La casa solar de Bengo-olea sita y notoria en la Anteyglesia de Guizaburuaga, Ynfansonado de este noble Señorío, con sus honores y preeminencias y dos ferrerias maior y menor y sus molinos de tres piedras labrantes y corrientes con su presa de piedra labrada y demás pertrechos necesarios con todos sus montes, heredades, y manzanales y tierras de pan llebar con tres sepulturas en la Parroquial de ella una en preeminente lugar á las demás en parte noto-ria, y dos asientos de varón asi mismo con preeminencia de ofrecer primero, y otra sepultura de la misma casa en la Yglesia maior de esta dicha villa fronte-ro á la capilla de Nuestra Señora de la Antigua al lado de la de Zubieta ácia la parte del Altar de San Juan Bautista. Mas estas casas principales y Torre de Uriarte en que al presente havito y vivo en esta dicha villa con mis queridos hijos, que está junto al Combento de Monjas de nuestro Padre Santo Domingo con las armas plantadas de nuestra sangre y familia, que aunque en ella se han echo algunas obras y edificios constante nuestro matrimonio, su propiedad es mia sin dependencias de otro alguno, mediante dichas capitulaciones. Mas declaro, por propios mios, la casa y casería llamada Lexardi notoria en la misma Anteyglesia con sus montes y pertenecidos de manzanales y tierras de pan llebar, y su sepultura y asiento de varón. Asimismo otra casería de Lariz-beaxcoa en la misma Anteyglesia, y su asiento de varón con sus montes y términos de manzanales y tierras de pan llebar. Mas otra casa y casería llamada Ocabio sita en la Anteyglesia de Amoroto con su sepultura y asiento de varón, términos de montes, manzanales y tierras de pan traer. Mas otra casa y casería llamada de Batiz con sus pertenecidos de montes castañales y tierras de pan sembrar en la Anteyglesia de Ispaster y su sepultu-ra en la Yglesia matriz de esta villa. Mas un solar llamado Yarza que se quemó y está extramuros de esta dicha villa en el arrabal de Atea, pegado á la muralla con su huerta, mui capaz con algunos frutales tocantes á dicho solar. Mas declaro, por vienes propios mios veinte y siete pedazos de viñas, tocantes á esta dicha Torre de Uriarte, y á dicha casa llamada de Yarza, algunas de ellas cercadas de paredes en términos y parages conocidos en dicha villa y su jurisdicción, y entre ellas junto al portal viejo un monte jaro y al pie de él algunos naranjos y limones.

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Mas una casa con su lonja y bodega en la calle de Arranegui de dicha villa, que cae sobre el mar y esta contigua a la Torre de Arranegui de Martin Perez de Licona. Mas otra casa con su entresuelo en la plazuela de Portupin con solar inmedia-to que sirve de huerta en que hay algunos plantíos de limones. Mas otros dos solares en dicha villa en las calles de Ygualdegui y Basaaldea. Mas otra casa con su aire, y un solar inmediato á ella en la calle de Pisueta, que confinan con las de Juan Martínez de Licona, y Ana de Zearreta su muger y herederos. Mas siete pedazos de mimbrales grandes y menores en diferentes puestos en jurisdicción de dicha villa. Mas tres pedazos de montes en la misma jurisdicción, uno ácia la parte de Ansoris y dos en Lumencha. Mas un monte robledal, y castañal que llaman Obariz, jurisdicción de dicha Anteyglesia de Yspaster, junto con otro monte robledal frontero á dicha case-ría de Batiz á que están agregados estos partidos por sus pertenecidos. Mas otro monte grande en el mismo término que es robledal y castañal agre-gado á dicha casería con otras tierras de montes y castañales que compró el señor mi Padre de diferentes personas. Mas otro monte robledal nuebo en Auria debajo de las heredades de Ormae-gui de dicha Anteyglesia. Mas dos castañales en el término de Yrategui junto á la hermita de Santa María Magdalena debajo de las heredades de Curruchiaga en la misma juris-dicción de Yspaster. Mas ocho heredades de pan llebar y manzanales entre Batiz, Zeranga y Au-ria, á vista de esta villa en jurisdicción de Yspaster. Mas dos pedazos de manzanales en el puerto {probablemente se refiera a la puerta) de Eluzeta, jurisdicción de esta villa. Mas un monte bravo, para maderamen, en el término de Zuloeta jurisdicción de la Anteyglesia de Amoroto. Mas otro monte de robledal y castañal en frente de la casa de Gavioleta, jurisdicción de dicha Anteyglesia, pegado á los pasos de piedra que hay en el dho. Mas otro monte bravo de robles y castaños para tabla y maderamen en el término de Luzaar, jurisdicción de San Pedro de Mendeja. Mas un jaro nuebo cerrado de vallados nuebos en el término de Ylumbe, jurisdicción de dicha Anteyglesia, donde antiguamente solia ser manzanal, castañal, y robledal, que todo se unió con tres mil y mas plantíos de castaños, con todo lo demás que se hallare plantado. Mas una heredad de pan llebar y manzanal junto al hospital de Lea pegado al rio principal en jurisdicción de dicha Anteyglesia. Mas otra heredad de pan coger en el término de Garraspio en la misma jurisdicción de Mendeja, pegante á una viña grande de las veinte siete referi-das. Mas una casa nueba con su huerta, en frente y dos solares á los dos lados de dicha casa en lo delantero de la Yglesia maior de dicha villa con seis viñas

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pertenecientes á ella, heredades del Licenciado Martin Perez de Bengo-olea mi tio, Gura Beneficiado y vicario que fue de dicha villa, que el uno de ellos de acia la parte de la calle y camino fue comprado por dicho mi señor Padre. Mas dos pares de casas contiguas una á otra con su huerta en las espaldas que cae de la buelta de las casas de Martin de Ybieta, y Catalina de Meabe en Atea que la una compró mi señor Padre del Bachiller Don Martin de Esca-lante, que la fabricó de nuebo, y la otra con su huerta compró de Juan de Garro y su muger. Mas un solar que también se compró del Capitán Dn. Domingo Nieto, y D.a

Ana María de Zosoaga su muger, en el camino de las casas referidas para venir á esta dicha Torre, arrimado á la muralla. Mas otro solar inmediato al referido, que es tocante á esta dicha Torre de Uriarte. Mas una fanega de trigo de tributo en cada un año que me deve la casa y casería de Aparicio de Leaegui de dicha Anteyglesia de Mendeja. M a s s ie te {en la documentación de 1694 aparecen, en cambio, cien) ces tas d e m a n z a n a y tributo perpetuo en cada bienio que me debe la casa y casería de Abitara de la jurisdicción de Amorato, que todos estos vienes fueron dótales y capitales mios, dados y entregados por dicho mi señor Padre al tiempo de mi matrimo-nio.

Mas declaro, por vienes tocantes á este dicho vinculo y Maiorazgo, las casas d e A n d i c o e c h e a - b e a x c o a y sus p e r t e n e c i d o s y la mitad del molino llamado Rota-chua en la Anteyglesia de Murelaga que constante nuestro matrimonio han sido por nos comprados en venta judicial causada ante el Teniente general de este noble Señorío, por testimonio de Felipe Ortiz de Mendiola, por cantidad de cinco mil ducados de moneda de vellón, que se depositaron en Simón de Lariz-Barrenechea vecino de la Anteyglesia de Guizaburuaga; advertiendo que sobre esta hacienda pertenecieron á dicho señor Don José de Bengo-olea mi Padre y a mi en su representación, mil y ochocientos ducados de vellón con mas las costas, por el precio de ocho mil y trescientos robles que se obligaron á plantar los deudores en los montes y pertenecidos de dicha casa solar de Bengo-olea y por los daños estimados en el décimo séptimo lugar de la sentencia de graduación de acreedores que se dio en dicho pleito; para que esta cantidad se entienda menos en los vienes conquistados, para que en cualquier acontecimiento haia claridad, remitiéndome á dichos autos. Mas incorporo á este vinculo y Maiorazgo la casa y casería de Ocamica-beax-coa y sus pertenecidos notorios en la misma Anteyglesia de Guizaburuaga, que en concurso de acreedores, y venta judicial, se compraron constante nuestro matrimonio, por mil y cuatrocientos ducados de moneda de vellón que dicho Maestre de Campo Don Silverio de Bengo-olea, mi marido, ofreció por ellos, de que otorgo carta de deposito en el Capitan Dn. José de Mendio-la, y aprendió sus posesiones por testimonio de Felipe Ortiz de Mendiola, judicialmente; cuios títulos se hallan en mi poder. Pero advierto que también esta casa se compró con los mil ducados de vellón que dicho mi marido recivió de Dn. Agustin de Zavala y Ynarra, Arcediano de Guadalaxara, Ca-nónigo y dignidad de Toledo por manda y legado que me hizo el señor Don Pedro de López de Ynarra y Ysasi mi tio Arcediano que fué antecedentemen-te de Guadalaxara, dignidad de dicha Santa Yglesia, Canonigo y obrero

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maior de ella, que consta de la carta de pago que otorgamos en esta dicha villa á veinte y ocho de julio del año de seiscientos y setenta y seis, ante José Ibáñez de Gallate supliendo la demás cantidad de nuestros propios vienes, de lo cual hago declaración para el efecto suso referido.

Plata sobredorada

Mas incorporo y consigno para este vinculo y Mayorazgo, un aguamanil con tres piezas de peso de siete marcos. Una porzelana labrada de tres piezas de peso de cinco marcos y cuatro onzas. Dos salbillas de una de echura con sus bernegales de peso de nueve marcos y tres onzas. Un vernegal de echura de oja de parra, de peso de tres marcos y cuatro onzas y media. Dos aguamaniles de una echura de peso de doce marcos y una onza. Dos palanganas aconchadas de una echura de peso de veinte marcos y seis onzas. Mas un tailler con diez y seis piezas que pesan treinta y ocho marcos y siete onzas. Que todas las piezas referidas pesan nobenta y siete marcos y una onza y son de plata sobredorada.

Plata labrada

Primeramente un tailler de once piezas, se incorpora también á este Mayo-razgo de peso de diez y siete marcos y media onza. Mas dos frascos con sus bombas y tapas con diez y ocho marcos y tres onzas. Mas una fuente labrada de buril con doce marcos y cuatro onzas. Mas tres docenas de platillos con setenta y seis marcos y cuatro onzas. Mas tres cucharones, seis trinchantes, veinte y cuatro cucharas y veinte y cuatro tenedores de peso de doce marcos y seis onzas. Mas dos platones grandes con diez y seis marcos y cinco onzas. Dos dichos menores de peso de catorce marcos y seiz onzas. Dos dichos menores con trece marcos. Dos dichos menores quince marcos y siete onzas. Mas una pileta de agua vendita con dos marcos y cuatro onzas. Mas dos bacinicas con ocho marcos y media onza. Mas una chocolatera de cinco marcos y cinco onzas. Mas seis candeleras con diez y seis marcos. Mas una salvilla de vernegal aconchada con cuatro marcos y dos onzas. Mas un zaumador en forma de olla con su salvilla gravados con cuatro mar-cos y dos onzas. Mas un salero liso con su pimentero, tres marcos y cinco onzas. Mas un tintero, salvadera, sello y su caxa con once marcos y una onza. Yten doce escudillas con diez y ocho marcos.

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Mas un belon con cuatro mecheros en tres piezas tres marcos y una onza. Mas dos campanillas con cinco marcos y media. Mas un baúl labrado con diez marcos. Que todas las piezas suso insertas de plata blanca labrada pesan trescientos marcos.

Ropa y alajas

Mas incorporo y consigno para este Mayorazgo una cama de granadillo de Portugal bronceado con su colgadura de damasco carmesí de la China borda-do de oro y seda con alamares azules, aforrada la colgadura en tafetan celeste de la China y rodapiés de lo mismo. —Un sitial de damasco carmesí. Mas otra cama pequeña de China embutida con conchas de perlas y dorada con su colgadura de raso de la China con alamares de galón de oro y rodapiés de lo mismo, aforrada toda en saia amarilla de la China y su sobrecama de lo mismo, y dos colchones de rasillo de la China y un biombo de México. Mas otra cama de granadillo de Portugal sobre dorado de bronce, con su colgadura de granilla con franxa de oro con su sobrecama y rodapiés y su sitial. Mas veinte y cuatro sillas de baqueta de Moscobia, ocho taburetes, cuatro baúles de baqueta con sus cerraduras sobre doradas. Tres contadores de palo de lináloe de Mechoacan. Cuatro bufetes de caoba. Mas siete cuadros de cuerpo entero de diferentes Ymagenes de devocion. Otro dicho menor de Nuestra Señora del Rosario. Otro menor de Nuestra Señora y Santo Domingo. Seis países. Un cuadro del retrato de dicho señor Don Pedro López de Ynarra Canonigo de Toledo y Arcediano de Guadalaxa-ra, dos retratos del General Don Juan de Beingo-olea, y de D.a María de Zavala su esposa. Y cuatro cajas de zedro de Yndias que están en la sala principal de esta dicha casa y Torre de Uriarte, sirviendo de su adorno y compostura, las cuales alajas, preseas, y joias de oro y plata han de serbir perpetuamente para que los poseedores y succesores en dicho vinculo y Mayorazgo puedan pasar y pasen con la decencia y lustre que corresponde a su estado, calidad, y noble-za, procurando ellos adelantarlo mas en los futuros tiempos como se espera lo harán atendiendo a sus muchas obligaciones»15.

Has t a aquí la prolija relación —reproducida íntegramente por su indu-dable interés— de los bienes con los que se fundó el vínculo, y que en resu-men eran la Torre de Bengolea con sus pertenecidos (montes, heredades y manzanales y tierras de pan llevar), con dos ferrerías, mayor y menor, y molinos; la Torre de Uriarte, 15 casas y caserías, la mayor par te de ellas con sus pertenecidos; 8 solares, 27 fincas de viñas; 7, de mimbrales; 10 montes de robledales y castañales la mayoría, y 3 pedazos de monte; 12 heredades de sembrar y manzanales; la mitad de un molino y los tributos anuales de una fanega de trigo y de cincuenta cestas de manzanas; bienes todos ellos situa-

15 Fundación del vínculo. A.H.D.V. Corregimiento. Leg. 971, n.° 1.

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dos en los términos de Lequeitio y anteiglesias próximas de Guizaburuaga, Ispaster, Amoroto, Mendeja y Murélaga. Además, 97 marcos y 1 onza de plata sobre dorada; 300 marcos de plata labrada, ropa, alhajas, mobiliario, cuadros e imágenes. Todos estos bienes procedían de la herencia de don José de Bengolea, y de los propios y gananciales que doña Catalina y don Silverio habían aportado durante su matrimonio.

El vínculo se funda, como ha quedado señalado, para perpetuar la me-moria de esta «casa noble y principal». En este sentido, se regula minuciosa-mente el orden de sucesión, prefiriendo el varón a la mujer y el mayor al menor en el mismo grado, llamando sucesivamente a todos los potenciales herederos de descendencia legítima, «con espresa calidad y condición de que ningún hijo natural de los llamados á este Mayorazgo..., pueda suceder ni suceda»16. También se establece como complemento toda una casuística encaminada a proteger el honor del vínculo. Así, la preferencia en la filiación del apellido Bengolea

«que el poseedor y poseedores de este dicho vinculo y maiorazgo se haian de intitular y llamar del apellido de Bengo-olea, que es de solar conocido noble y principal, traiéndole en primer lugar junto con mis armas, aunque goce y posea otro mayorazgo de igual calidad y condicion...»;

incluso tratándose de una heredera, su marido debería adoptar el título de Bengolea antes que el apellido propio,

«que si fuere hembra la sucesora en dicho Mayorazgo, su marido..., dege su propio apellido y tome primero el de Beingo-olea como tan ilustre y principal, y lo mismo las armas, reserbando para despues de esta intitulación primera el suio propio y las suias conforme esta expresado en los varones succesores»

Especial atención se prestó obviamente a la defensa de la pureza de sangre. En este sentido, quedaron prohibidos los matrimonios de los sucesores del mayorazgo con personas de ascendencia «sospechosa»,

«Yten es mi voluntad, que por ser dicha casa solar de Beingo-olea de la nobleza que es conocida y de toda puridad, para que ella se conserbe sin inficionarse ninguno de los asi llamados (a la sucesión), se pueda casar ni case antes ni después que succediere en dicho Mayorazgo con persona que des-cienda de judíos, moros nuebamente combertidos, ni penitenciados por el Santo Oficio de la Ynquisicion, sino que sea hijo ó hija-Dalgo, limpio de toda

16 Este orden viene encabezado en la escritura del vínculo por don Pablo José y sus hijos y descendientes legítimos; en segundo lugar, su hermana doña Mariana Rosa y sus hijos y des-cendientes legítimos. «Y en falta de ella y ellos, succeda el hijo natural que sobreviviere á dicha Doña Mariana Rosa y á su descendencia legitima, siendo el tal hijo de dicho don Pablo José, y lo mismo la descendencia del tal hijo natural en las circunstancias referidas, siendo legítima, y no de otra manera de calidad que queden esclusos los hijos y hijas naturales que nacieren de los otros llamados

y que se llamaren á este dicho vinculo». (El subrayado es mío).

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raza, y eso se entienda también cuando acaeciere succeder embra para con el marido...»

La consideración social del vínculo se perpetuará igualmente mediante unas cláusulas que subrayan las connotaciones cualitativas de los herederos («Ca-tólicos Christianos y obedientes á la Santa Yglesia Romana, y leales vasallos á Su Magestad»), excluyendo de la sucesión a los que cometan delito, a los religiosos profesos y a los fatuos, mentecatos, locos y hermafroditas,

«Yten que si lo que Dios Nuestro Señor no permita, alguno de los succesores cometiere delito o delitos por el cual según derecho incurre en perdimiento de sus vienes aunque sea de cualquiera calidad el tal delito eceptuado, ó no eceptuado, mi intención no es de que el tal succeda en este dicho mi Mayo-razgo ni en sus frutos, ni rentas, porque desde luego le privo de ellos y le declaro por incapaz de tener y poseerlos, como si naturalmente fuese muerto antes que cometiese ó pensase cometer el tal, ó tales delitos...» «Yten que en dicho vinculo y Mayorazgo no pueda succeder ni succeda nin-gún Clérigo de orden sacro, monja, ni fraile que haia profesado, saibó los cavalleros de la orden militar de Santiago, Alcantara, Calatraba, ó otro seme-jante, que se pueda casar legítimamente». «Yten que en este dicho Mayorazgo tampoco pueda succeder ni succeda nin-gún fatuo, mentecato, loco, ni ermafrodita que tenga defecto de contraher matrimonio, salvo si después de haber succedido en él le sobreviene alguna enfermedad de las referidas le pueda gozar mientras vibiere, cumpliéndose por su curador o defensor con las obligaciones que se imponen á los otros succesores».

Se ordena también de manera terminante los enterramientos de los suce-sores en las sepulturas reservadas a los moradores de la Casa-Torre de U ñ a r t e en la Iglesia de Santa Mar ía de Lequeitio, «delante del Altar de San J u a n Bautista, donde están sepultados mis señores progenitores; como tam-bién mi amado Esposo, que de Dios haia, y á eso se obliguen al principio de la succesion, y no queriendo allanarse incurran en su perdimiento y pase (el vínculo) al siguiente en grado».

Por último, aunque no por eso menos significativas, aparecen en la escritura de fundación del vínculo unas condiciones de tipo material por las que se quiere preservar la totalidad de la riqueza vinculada y el buen estado de la misma:

«Yten es mi voluntad, que todos los succesores de dicho vinculo haian de reparar y reparen de los edificios necesarios todos los bienes, de que es su composicion bien y suficientemente, porque sin ellos, es imposible que se puedan conserbar, no dejando el uno al otro aberias de consideración, porque mi deseo es, que cada uno con los frutos que gozare acuda á sus reparos y lo mismo á la plantación de arboles y substitución de viñas, encargando en eso sus conciencias». «Yten que ningún succesor pueda cortar ni corte por pie ningún árbol que no sea infructuoso, sino tan solamente aprovecharse de sus frutos y esquilmos,

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salvo si tubiere necesidad para redificar los vienes raices comprensos en este Mayorazgo, asi las casas, como ferrerias y molinos y sus pertrechos». «Yten que el que succediere en este dicho Mayorazgo, haia de ser (sic), y sea obligado á hacer imbentario de todos los vienes aqui contenidos, especifican-dolos por menor, particularmente los muebles de plata, joias y preseas, y alajas de casa, como también de las piezas del Oratorio que está en esta dicha Casa y Torre de Uñarte». «Yten es mi voluntad, que todos los dichos vienes suso expresados queden perpetuamente vinculados de calidad que sean inenagenables, indivisibles y imprescritibles [sic), que no se puedan ceder, renunciar, ni prescribir, aunque sea por tiempo inmemorial, ni menos vender, enagenar, trocar, cambiar, hi-potecar ni azensuar en todo ni en parte, aunque sea por causa de dote, ali-mentos, ó otro cualquier suceso por urgente y necesario que sea pena de que lo contrario sea nulo y ninguno de ningún valor y efecto: y si alguno contra,vi-niere, quede escluso y sea privado y se transfiera en siguiente grado»17.

Con ser importante lo vinculado, no se agotaba por ello la fortuna de doña Catalina Josefa. La fundadora se reservaba «para disponer y distribuirlos entre mis hijos, según y de la forma que me pareciere conformándome con la disposición de dicho mi marido», el segundo vínculo y Mayorazgo de Yna-rra18 , que había recibido de su madre, aplazando hasta el fin de sus días la designación del que «legítimamente le tocare conforme á las calidades y condiciones de su fundación»19 . Todo lo heredaría, sin embargo, doña Maria-na Rosa al producirse la prematura muerte de su hermano don Pablo José.

3. Las capitulaciones matrimoniales. La fortuna de los Villarreal-Bengolea

El día 3 de enero de 1694, como ya sabemos, se celebró el matrimonio religioso de Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz y doña Mar iana Rosa de Bengolea Ynarra en la Iglesia de Santa María, de Lequeitio20. Él no

17 Todas las citas están sacadas de la escritura de fundación del Vínculo de Bengolea, trasladada a la documentación judicial del A.H.D.V., Corregimiento, Leg. 971, n.° 1, ya citada.

18 Ibidem. Había sido fundado por D o n j u á n López de Ynarra, bisabuelo de doña Catalina Josefa, el día 13 de enero de 1614 ante Cristóbal de Sugadi, secretario del número de la villa de Eibar.

19 Ibidem. 20 La transcripción de la partida de matrimonio dice: «En tres de henero de mil y seiscientos y

noventa y quatro asistí en presencia de mí el infra escripto cura Dn. Luis de Villarreal al matrimonio que contrageron Dn. Pedro Bernardo de Villareal Gamboa y Verriz, Cavall0 del habito de Santiago, hijo legítimo de Dn. Pedro de Villareal y Gamboa y de D.a María Saez de Andicano; y D. a Mariana Rossa de Veingoolea, hija legitima del Maestre de Campo Dn. Silve-rio de Veingoolea y de D a Catalina Josepha de Veingoolea y Ynarra, haviendo precedido las moniciones qe. manda el Sto. Concibo de Trento assí en esta parroquial como en la de la Villa de Mondragon y no pareciendo impedimto. alguno, siendo testigos el Dr. Dn. Nicolás de Zu-bia, el sr. Conde de Pineda, el Dr. Dn. J u a n de Loibe y otros muchos de que ago fe. Rezivieron las vendiciones de la iglesia en veinte y ocho del dho. mes de hen°. (Fdo.:) Br. (Bachiller) Christoval de Artaza. Libro de Casados de Santa María de Lequeitio, 10-1, f. 20 v.

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había cumplido aún los 25 años, era señor de Bérriz, caballero de la orden militar de Santiago, y había sido alcalde ordinario de la Villa de Mondra-gón; ella no llegaba a los 20 años y era una rica heredera. En la misma fecha se concertaron las capitulaciones ante el escribano lequeitiano Domingo de Goena, y la presencia de 26 testigos cuyos nombres interesa conocer por cuanto no pocos serán visitantes asiduos de la Torre de Uñarte. Son perso-najes —algunos familiares— de distinta calidad para la mentalidad del si-glo, lo que queda perfectamente reflejado en la escritura de referencia con la anteposición del tratamiento de don e incorporación, en su caso, de otros títulos que ennoblecen al sujeto. La relación está encabezada por Don Luis de Pineda Matienzo y Villarreal, Caballero de la orden de Calatrava y con-de de Pineda; al que siguen Don Mateo Nicolás de Aranguren y Andicano, Caballero de la orden de Santiago y Caballerizo de S. M.; Don Luis de Villarreal y Gamboa (uno de los tíos clérigos de Don Pedro Bernardo); Don Juan Antonio de Salinas y Zavala, Caballero de la orden de Calatrava; Don Juan Antonio de Araoz y Zaraa; Don Baltasar de Otalora; Don Pedro de Barrutia, de la orden de Santiago, y Comendador de Sancti-Espiritus de Salamanca (a quien ya conocemos como el Religioso informante en las prue-bas para el hábito de Don Pedro Bernardo); Don Antonio de los Ríos, Comi-sario del Santo Oficio; Don Pedro de Villarreal y Gamboa (su hermanastro sacerdote); el Dr. Don Nicolás de Zubia; el Licenciado Don juán del Puerto y Uribe; el Dr. Don juán de Loibe, Comisario del Santo Oficio; el Bachiller Don Francisco de Arriaga Ormaegui; el Bachiller Don Pedro de Urrea; el Bachiller Don Cristóbal de Artaza; el Capitán Don José de Mendiola; Don Agustín Ybañez de la Rentería; el Capitán Don Juan de Yturraspe; Don Agustín de Basterrechea y Beingoolea; Andrés de Bulucua; Martín Pérez de Beingoolea; Jacobo de Gamarra; Martín de Urrea; Domingo de Burgoa; el Dr. Don José de Torrente, y Don Diego de Alzóla. Todos los citados eran vecinos de las villas de Mondragón, Durango y Lequeitio21.

Las capitulaciones matrimoniales son, como se sabe, uno de los docu-mentos más completos para conocer la fortuna de una familia en términos globales y cualitativos. Pero en las capitulaciones consultadas para este tra-bajo, en ninguna aparece la valoración de los bienes dótales. En el mejor de los casos, se menciona de manera explícita la cantidad otorgada como arras, o las rentas totales que el patrimonio produce. Esta carencia se subsana con una denominación muy detallada de los bienes, raíces y muebles, vinculados y libres, que componen las haciendas respectivas de los intervinientes en cada acto. Su conocimiento es lo que nos permite precisar el tamaño de su fortuna, por lo que me ha parecido conveniente y necesario en algunos mo-

21 A.H.D.V. Corregimiento. Leg. 971, n° 3. En este número, que lleva por título 4a Pieza. De los autos que se siguen en cumplimiento de Real Carta executoria obtenida por el Sr. Conde de Hervías contra D" María Josefa Villarreal de Bérriz, Marquesa de Narros, sobre Alimentos por inmediata succesion, (Año 1827), se incluyen las citadas capitulaciones (fs. 5 a 39 v.), así como la escritura de dotación de Ignacio José de Villarreal de Bérriz, con ocasión de su matrimonio en 1727.

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mentos transcribir literalmente alguna relación de bienes. Este es el caso que ahora nos ocupa, las dotaciones correspondientes a doña Mar iana Rosa de Bengolea y a don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, dotaciones que fue-ron muy generosas, «por ser dichos casantes personas muy principales y muchas y grandes sus obligaciones, y ser necesarios bienes temporales para cumplir con ellas y sobrellebar las cargas del Santo Matr imonio según el lustre y esplendor de sus personas».

Doña Mar iana Rosa aportaba: — El mayorazgo de Bengolea con todos los bienes vinculados en 1684,

de los que ya dimos exacta noticia, a los que se agregaban ahora por dona-ción de su madre, doña Catal ina Josefa, los siguientes:

«Primeramente, dos pares de casas que dha. señora Da Catalina Josefa tiene, goza y posée en la villa de Durango en la calle llamada Artecalle; una guerta (sic) en el término de Insaurrondo, y dos montes jarales en el término llamado Momoch, jurisdicción de dha. Villa; y mas trece pedazos de tierra de pan sembrar en La Puebla de Arganzon y Villanueba pertenecientes á dhas dos pares de casas de la referida villa de Durango; «Y mas la casa y casería y pertenecidos de Eguen, sita en dicha Anteyglesia de Yspaster»22.

— Apor taba además la mi tad de las rentas que producía el segundo vínculo de Ynarra , que le donaba su madre con motivo de su matrimonio, y, en expectativa, como presunta heredera suya, el citado vínculo completo. Los bienes de que constaba este mayorazgo eran los siguientes:

«Unas casas principales en el barrio de Aldaza en jurisdicción de dicha villa de Eibar que son cabeza de dicho mayorazgo intitulado segundo que fundó dicho señor Juan López de Ynarra, con su sepultura y asiento de varón en la Parroquial de dicha villa, con su casa accesoria. Yt., una huerta frontera á dicha casa principal con una heredad manzanal en el termino de Asua junto con otro manzanal en el termino de Sansaburu. Mas otro manzanal en el termino de Necola de Suso con el monte jaral con valladares en el termino de Olabarriaga. Mas otro monte robledal con algunos castaños en el termino de Solaondo junto con otro monte en el termino de Legarra. Mas un robledal en el termino de Abaunza con otro monte de robles y casta-ños en el termino de Satusibegui. Mas otro monte robledal en el barrio de Ayosaran con otro monte robledal en el mismo termino hacia la casa de Yrarragorri. Ytem, un castañal en el termino de Isastua, junto con otro monte robledal de cajigos y robles bravos en el termino de Estiaga, cerrado de vallados. Yt., mas el Patronato de dos obras pias que mandó fundar y fundó dicho señor Juan López de Ynarra, la una de Capellanía de misas; y la otra de dotes de doncellas.

22 Ibidem, fols. 15 v. y 16.

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Yt., mas ciento y veinte mil maravedís de renta al año, y dos cuentos23 y cuatrocientos mil maravedís de su principal sobre las alcavalas Reales de la Ciudad de Sevilla, por pribilegio de S. M., crecido á razón de veinte mil el millar, su fecha de la primera situación en Valladolid á veinte y siete de abril de mil y seiscientos y cuatro, y del crecimeinto en Madrid á veinte y seis de febrero de seiscientos y cuatro. Mas otros ciento y doce mil y quinientos mrs. al año, y seis mil ducados de su principal sobre la renta de los diezmos de la mar que se cobran en la Ciudad de Vitoria y en el Puerto de ella que anda en renta con los diezmos de la mar de Castilla, por pribilegio de S. M. en Valladolid a doce de junio de mil y seiscientos y seis. Yt., otros ciento y cincuenta mil maravedís de renta al año, y ocho mil dos-cientos de principal sobre los bienes y hacienda del veinte y cuatro Miguel Martínez de Jauregui y Da Ysabel Hurtado su muger, vecinos de la dicha ciudad de Sevilla»24.

— Como bienes libres traía doña Mariana Rosa al matrimonio los que siguen:

a) Censos

«Un censo de quinientos ducados de capital de vellón que tiene de haber en la casa y pertenecidos de Basterra de dicha Anteyglesia de Amoroto. Yt., otro censo de trescientos y cincuenta ducados de principal de vellón con-tra las personas y bienes de Clemente de Uriarte y da María Garcia de Zaran-dona su muger, vecinos de esta dha. villa de Lequeitio. Mas trescientos ducados de censo principal contra la casa y casería de Mu-güira y dueños de ella, en la Anteyglesia de Nabarniz. Mas cien ducados en la casa y casería Iturreta-Jauregui y dueños de ella en la Anteyglesia de Xemein. Mas otro censo de trescientos y cincuenta ducados en la casa de Axpe y sus dueños en dicha Anteyglesia de Yspaster. Yt., cien ducados en la casa y dueños de Mendicoechea en Aulestia. Yt., cincuenta ducados en la de Beingoolea en Aulestia. Yt., trescientos ducados de censo principal en la casa y dueños de Esuneta en dicha Anteyglesia de Guizaburuaga. Mas ciento y cincuenta ducados asi bien de censo capital sobre la casa de Juan Perez de Olea en la Cofradía de Curruchiaga. Mas cuarenta ducados capital de censo sobre la casa de Juan de Erquiaga en dicha Anteyglesia de Amoroto.

23 El cuento, que se utilizaba en las grandes contabilidades, equivalía a un millón de maravedises. 24 Todos los entrecomillados están sacados de las Capitulaciones matrimoniales de D. Pedro

Bernardo Vülarreal y D a Mariana Rosa Bengolea, ya citadas. Los bienes del vínculo segundo de Ynarra, fs. 18-19. La última partida anotada, los 8.200 ducados de principal y 150.000 maravedises de renta anual, declaraba, no obstante, doña Catalina Josefa «se perdieron en ocasion de haberlos redimido sus deudores en vellón», aunque estaba estipulada la redención en moneda de plata, por lo que desde el tiempo de su marido estaban en pleitos, (fs. 19v-20).

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Mas ochenta ducados asi bien de censo capital sobre la casa de Mulutegui en Aulestia. En total, suponía un capital de 2.320 ducados en once censos contra casas y caserías situadas en unas anteiglesias próximas a Lequeiüo.

b) Joyas: «Un adrezo de diamantes, que se compone de joya de pecho, lazo y garganti-llas y de dos sortijas de diamantes. Otro adrezo de filigrana de oro y rubíes, que se compone de joya para el pecho, lazo, mariposa, gargantilla y zarzillos. Otra joya de oro con una imagen de Nuestra Señora en medio guarnecida de esmeraldas y perlas con otras dos joyas mas guarnecidas asi bien de perlas y pedrería. Otra joya de filigrana de plata y una imagen de Nuestra Señora en medio con un relicario de cristal con el Santo Lignum-crucis en medio embutido en oro. Dos vueltas de cadena de oro de labor de besuguillo con mas otras tres cade-nillas de oro. Una cruz de piedra colorada venturina de mucha estimación con sus cabos de oro de filigrana. Un rosario de filigrana de oro con sus pater-nostres de piedras preciosas. Otro rosario de rubíes guarnecido de cadena de oro con una medalla y pater-nostres de oro amedalladas. Otros dos rosarios de coyol con sus cruces de oro, esmaltes y perlas. Una cruz de cristal con sus estremos de filigrana de oro con mas otra cruz de palo embutida en caja de oro con tres pendientes y su crucifijo de oro todo esmaltado. Un pomo de cristal guarnecido de filigrana de oro. Un Baso de unicornio con su pie de plata y una piedra bezar guarnecida en filigrana de oro con otras varias curiosidades guarnecidas de oro y plata. Una cadenilla de oro con dos relicarios de lo mismo y otras muchas alhajas del género, que por su proligidad no se expresan por menor.

c) Plata sobredorada «Un taller con diez piezas que pesa catorce marcos y una onza. Una porcelana de granillo que pesa tres marcos. Otra porcelana de otros tres marcos. Cuatro salbillas con sus bernegales correspondientes que todas pesan cinco marcos y cinco onzas. Un salero con su pimentero y dos pomitos compañeros de peso de dos mar-cos. Ocho tembladeras de siete marcos. Una porcelana y dos pomitos, y un frasquito de cuatro marcos y tres on-zas. Todas las cuales dichas piezas sobredoradas pesan treinta y nueve mar-cos.

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d) Plata blanca labrada

«Un taller con siete piezas que pesa diez y seis marcos y cuatro onzas. Dos azafates de una hechura que pesan quince marcos. Dos palanganas compañeras que pesan trece marcos y seis onzas. Cuatro platones grandes, veinte y seis marcos. Ocho platones menores, treinta y dos marcos y cinco onzas. Sesenta platillos ordinarios que pesan ciento y treinta marcos y cuatro onzas. Una salbilla y bernegal aconchadas, cinco marcos. Otra palangana aconchada labrada con seis marcos y dos onzas. Dos jarros lisos y una escupidera de diez marcos y cinco onzas. Otra salbilla y bernegal de peso de tres marcos y seis onzas. Un Belon y dos espabiladeras de seis marcos y una onza. Quince candeleros que pesan cincuenta marcos y cuatro onzas. Una fuente lisa que pesa diez marcos. Cincuenta cucharas y cincuenta tenedores que pesan diez y nueve marcos y cuatro onzas. Todas las cuales dichas piezas pesan trescientos y sesenta y cinco marcos que hacen tres mil onzas».

d) Otros bienes libres «Cuatro camas de granadillo bronceadas y doradas con sus colgaduras de escarlatin colorado y pabellones de la China con sus sobrecamas y rodapiés correspondientes. Yt., un crédito de doscientos ducados por los cuales dijo tener la dicha señora (la donante, Da Catalina Josefa) de haber por via de empeño un tributo de dos fanegas de trigo en cada un año sobre la casa de Amiax de la Anteyglesia de Guizaburuaga. Mas mil ducados de pie principal en diferentes generas de ganados que la dicha señora D a Catalina Josefa tiene en sus propias caserías. Mas seis mil ducados de vellón poco más o menos que importara el libro de cuentas que su merced tiene con diferentes caseros y personas particulares. Mas el alhaje necesario para el servicio de casa de todo genero de ropa blan-ca, así de mesa como de camas, mesas de caoba, cajas de cedro, baúles, peltre y toda la demás cantidad correspondiente a seis mil ducados de vellón».

Has ta aquí la relación pormenorizada de lo aportado por doña Mar iana Rosa de Bengolea a su matrimonio, gracias a la donación de su madre, doña Catal ina Josefa, quien se reservaba para sí «la mitad de los usufructos y aprovechamientos por los largos días de su vida, ademas de los que especial y señaladamente lleva reservados para si y para disponer de ellos libremente á su voluntad en vida ó en muerte sin contradicción alguna, y que con esta calidad y condición inviolable hacía é hizo dichas donaciones y dotacio-nes...»25.

25 Ibidem, fs. 21v a 25v.

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Por su parte, don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz contrataba para su matrimonio y para los hijos que de él nacieren los bienes que siguen:

La Gasa y Torre de Bérriz con los bienes insertos en su término redondo, y los situados en la sierra de Oiz y Abadiano, pertenecientes a la citada Gasa, cuya relación hicimos en el capítulo primero. Las varas de Alcalde del Fuero de las Merindades de Durango y Marquina y Prebostada de la villa de Elorrio, «de cuyas mercedes de inmemorial tiempo habían gozado por S. M. los dueños y señores de dicha casa de Bérriz, hasta el señor Dn. Luis de Gamboa y Berriz, su visabuelo que falleció ahora sesenta años poco más ó menos, y por haberle sucedido su nieto el señor Dn. Luis de Gamboa y Berriz, Caballero del orden de Santiago menor de edad y haber muerto este antes de ser mayor de edad, y habiéndole sucedido dho. señor Dn. Pedro de Villarreal, Gamboa y Berriz, su padre y señor, y por haber sido pocos años dueño de dha. casa por haber muerto dejando á dicho señor Dn. Pedro Bernardo de catorce meses de edad, habia habido en ella en tan largos años continuas menoridades, por lo cual no se ha ocurrido á S. M. por la prorrogación de dhas. mercedes». El Patronato de la Iglesia de San Juan Evangelista de Bérriz y su aneja de Garay, «que le tiene por su vida y por otras dos mas por merced de S. M. con sus diezmos..., en virtud de cédula de S. M. (que Dios guarde) expedida en Madrid á primero de julio del año pasado de mil seiscientos y ochenta y siete». La mitad de dos caserías (llamadas de Andecoa de medio) con todos sus pertenecidos, en la Anteiglesia de Frúniz. Cuatrocientos ducados de renta anual librados en el bolsillo de gastos secretos de S. M.26

Se declaraba don Pedro Bernardo heredero de su hermano don Sebas-tián —«que al presente sigue el estado eclesiástico»27— y, en calidad de tal, capitulaba asimismo en expectativa los Mayorazgos de Marutegui y de Vi-llarreal con relación expresa de los bienes que los conformaban.

Importa, por último, destacar que en estas capitulaciones matrimoniales a propuesta de don Pedro Bernardo quedaron vinculados el mayorazgo de la casa solar de Bengolea y el de Bérriz con el Patronato de su Iglesia, «aten-diendo á las conveniencias que resultarán á los poseedores sus hijos y des-cendientes de dho. matrimonio de andar juntos, unidos, é incorporados en un solo poseedor todos los dichos mayorazgos expresados...»28

En concepto de arras, dado el lustre de la futura cónyuge, don Pedro Bernardo capitulaba «cuatro mil ducados de vellón para que los haya y

26 Enseguida, no obstante, la Real Hacienda redujo a la mitad la renta de estas mercedes. Los entrecomillados corresponden a los folios 27 a 30 de las capitulaciones matrimoniales citadas.

27 Ibidem, f. 30. No obstante, el 28 de mayo de 1968 se bautizaba en Santa María de Lequeitio a un hijo suyo, José Manuel M. a , que lo tuvo de M. a Josepha de Zavala, natural de Lequeitio. Libro de Bautizados ya citado.

28 Ibidem, f. 31 y 31v.

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tenga siempre además de dichos sus bienes dótales por precipuos y capitales suyos», declarando que los ducados ofrecidos «caben en la décima parte de sus bienes capitulados»29. Con esta referencia, podemos intentar una valora-ción tosca y aproximada de lo contratado por don Pedro Bernardo para su matrimonio: unos 40.000 ducados, lo que equivalía a 440.000 reales, ó a 15 millones de maravedises30. Probablemente esa valoración traduciría el es-fuerzo de su propietario empeñado en la mejora de su hacienda desde 1687, cuando consigue la administración directa de sus bienes tras la emancipa-ción.

La primera inversión que hizo, nos lo dice él mismo en el prólogo de su libro, fue la reedificación «desde los cimientos de unas herrerías». Segura-mente, ferrerías en Bérriz o en Mondragón, los dos lugares en los que residía habitualmente antes de casarse. En 1690, sabemos que está dirigiendo unas obras en la casa de Mondragón31. Reedificar, construir de nueva planta y comprar tierras para acrecentar el patrimonio serán, como veremos, activi-dades constantes en la trayectoria vital de nuestro personaje.

Contamos con una documentación valiosa que nos permite seguir la evolución de la fortuna de los Villarreal-Bengolea en el primer tercio del siglo X V I I I . Se trata, en primer lugar, del inventario de bienes que se hizo del 3 al 16 de junio de 1707, tras la muerte de doña Mariana Rosa32. Era preceptivo que al disolverse el matrimonio por fallecimiento de uno de los cónyuges se hiciera inmediatamente por el superviviente un inventario de los bienes que quedaron33. El segundo documento que nos permite seguir el

29 Ibidem, f. 36-36v. 30 Domínguez Ortiz, El Antiguo Régimen..., op. cit., destina las páginas 9 y 10, como advertencia

preliminar, al sistema monetario vigente en aquella época. La unidad monetaria de plata era el real, de los que circulaban medios reales, reales, reales de a dos, de a cuatro y de a ocho; este último, en las Indias se llamó peso. Las monedas fraccionarias eran de vellón, que en un princi-pio se hacía con cobre y plata, pero desde el siglo XVII sólo con cobre. Su unidad era el maravedí; había moneda de dos maravedises (ochavo) y de cuatro (cuarto). Un real equivalía a 34 marave-dises; un escudo (moneda patrón de oro, que en tiempos de Carlos V sustituyó al ducado, quedando éste como moneda de cuenta) equivalía a 340 maravedises, o a diez reales; un duca-do, a 375 maravedises, o a unos 11 reales. Sugiere este autor, aunque con ciertas reservas debidas a los problemas monetarios del reinado de Felipe IV, el cambio de la moneda de este reinado a nuestro tiempo en estos términos: un ducado de vellón podía equivaler a unas 2.500 pesetas de 1987. Aplicando este criterio, los bienes dótales de don Pedro Bernardo capitulados en 1694 supondrían unos cien millones de pesetas.

31 Carta de Pedro Bernardo a su tío donjuán de Andicano, en Madrid. Fechada en Mondragón (Xre. 8 del 90), Pedro Bernardo pide la aprobación de su tío para el trazado que ha diseñado, con ayuda de «un Maestro grande montañés llamado Philipe del Castillo», de dos puertas al fondo del zaguán para la caballeriza y para la escalera de la casa. La carta incluye la planta y el alzado, dibujado por Pedro Bernardo, de las obras proyectadas. A.T.U., Leg. 15, fase. 2, doc. 4.

32 En este documento se manda hacer el citado inventario el día 28 de mayo de 1707 al haberse producido el fallecimiento de doña Mariana Rosa el día 10 de ese mismo mes y año. Sin embargo, en el Archivo Parroquial de Santa María de Lequátio (Libro de Finados, 26-1, f. 25) figura registrada su muerte justo un año más tarde, el día 10 de mayo de 1708.

33 A.T-M.Z. Es un documento, del que hay dos ejemplares (uno de ellos borrador bastante ilegible) en el citado Archivo, que ocupa 119 páginas.

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Figura 4. — Dibujos arquitectónicos originales de Pedro Bernardo.

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curso de la fortuna es la dotación de Ignacio José Villarreal de Bérriz, el primogénito y mayorazgo, para su matrimonio concertado en 172734. Hay, finalmente, una relación de los bienes muebles libres y de mayorazgo, hecha por don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz y su hijo D. Ignacio Villarreal de Bérriz y Bengolea, con ocasión del segundo matrimonio de este último celebrado en 173 1 35 El testamento y codicilo de don Pedro Bernardo hechos en 173136, en cambio, no añaden nada nuevo respecto al estado de los bienes inmuebles pertenecientes a la familia, aunque sí hacen mención a la heren-cia de su hermano don juán Bautista de Villarreal y Gamboa, incorporada al patrimonio. Se trata de una herencia que conocemos muy bien gracias al inventario que el citado don juán Bautista hizo en 1720 y actualizó en 1724: contabiliza, en total, 503 objetos cuya descripción hace de manera paciente y concienzuda, lo que sin duda es reflejo de una mentalidad preocupada por defender la propiedad incluso en su más modesta expresión; la significación económica de cada uno de estos bienes varía notablemente. Interesa adelan-tar, no obstante, la faceta intelectual del autor de este inventario que se deduce del elevado número de aparatos y materiales que aparecen para el estudio de la física, astronomía, matemática, arquitectura, geografía, etc., además de «quatro estantes de libros» (n.° 369 en el registro) y «otros quatro menores que sirven de pies a los primeros así mismo con libros cuio catalogo esta en uno de los estantes» (n.° 370)37. A esta cuestión destinamos más adelante un capítulo.

¿Qué modificaciones experimenta el patrimonio familiar desde la fecha del matrimonio en 1694? ¿Cómo se refleja en el mismo la gestión de don Pedro Bernardo? Pronto empezó a manifestarse la mentalidad empresarial de nuestro caballero que le empujaba a desprenderse de aquellos bienes que resultaban escasamente rentables y a adquirir otros más lucrativos en su lugar. En 1695 vendió, por ejemplo, 13 pedazos de tierra de pan sembrar que estaban vinculados. Su localización distante —en La Puebla de Argan-zón y Villanueva— y la escasa renta que producían —tres fanegas y media de trigo al año— aconsejaron la venta que se hizo a Pedro Fernández de Gorostiza y a Cipriano de Corcuera, vecinos de La Puebla, por 2.100 reales.

v 3 4 A.H.D.V. Corregimiento. Leg. 971, n.° 3, fs. 40 a 54v. En realidad es un poder que don Pedro

Bernardo otorga en Lequeitio el día 17 de octubre de 1727 —ante el escribano Antonio de Oriosolo— a D. Agustín de Aguirre, vecino de la villa de Azcoitia, D. Sebastián de Villarreal y Gamboa y D. Joaquín de Vicuña, residentes en la villa de Lequeitio y en la de Villarreal, para que lo representen en las capitulaciones de su hijo. El poder recoge obviamente relación expresa de la dotación de Ignacio José.

35 A.T-M.Z. Documento que consta de cinco páginas, fechado en Lequeitio ante el escribano Nicolás de Zatica el día 11 de noviembre de 1731.

36 El testamento se hace en Lequeitio el día 8 de septiembre de 1731 ante el escribano Nicolás de Zatica. El codicilo, unos días más tarde, el 18 de septiembre y ante el mismo escribano. Ambos documentos se conservan en A.T-M.Z., y ocupan respectivamente 11 y 5 páginas.

37 Lamentablemente ese catálogo no parece que se conserva. Tampoco se conserva la unidad de la biblioteca. Gracias a la amabilidad de los Manso de Zúñiga he podido reunir algunos de los títulos de la «librería» de los Villarreal. Más adelante nos referiremos a ello.

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El dinero así obtenido se invirtió junto a 3.400 reales más en la construcción de un nuevo molino «en aguas pasadas al fin del estolde con una piedra de moler asi bien corriente y labrante» en las ferrerías de Bengolea38. Igual-mente vendió en 1696 a D. Juan Ibáñez de Zavala un solar también vincula-do de la calle Basaaldea de Lequeitio, por 580 reales con los que compró un manzanal situado en medio de las heredades de la casa de Batiz, de su propiedad, que le costó 450 reales y que agregó al mayorazgo. Los 130 reales restantes los empleó en 1701 para comprar ocho posturas y dos terceras partes de tierra de manzano a un vecino de Guizaburuaga. Son dos ejemplos representativos de cómo la gestión de nuestro personaje incide positivamen-te en el proceso de acumulación de bienes para el mayorazgo. Veámoslo en su totalidad siguiendo el testimonio del propio Pedro Bernardo.

Desde 1694 a 1707 confiesa haber realizado las siguientes mejoras en los bienes del mayorazgo:

La reconstrucción desde los cimientos, por ruina, de la casa solar de Bengo-lea. Lo invertido hasta 1707 en esta obra ascendía a 2.000 ducados (= 22.000 reales de vellón), sin contar «los materiales que sacó de los pertenecidos de la dicha casa solar para dicho edificio, asi para tabla, como para postes, cabrios y demás que ha necesitado». Calculaba que otros 600 ducados (= 6.600 rea-les) se gastarán aún para «perfeccionarla según la traza». La construcción del molino en las ferrerías de Bengolea al que hemos hecho referencia líneas atrás. Se anota como mejora los 3.400 reales que hubo que poner para completar la suma de 500 ducados, coste de esta construcción. El arreglo de un camino y el cierre con paredes de piedra de las heredades de la Casa de Bengolea. Costó 2.600 reales. La reedificación tras un fuerte incendio de la casa de Lariz-Beascoa. Se invir-tió en ello, «sin hacer cuenta de la madera de montes propios», 2.800 reales. El cierre de vallados en las heredades y parte de monte de la casa de Eguen, «que por tener solo setos y ser parage donde concurre mucho ganado pade-cían las heredades». Costó 60 ducados (= 660 reales).

Hasta la fecha de 1707 había, pues, invertido en el mayorazgo de Bengo-lea 31.460 reales de vellón, sin incluir en esta tasación los materiales de su pertenencia empleados en las obras efectuadas. Para el mayorazgo de Bérriz consiguió, tras sentencia dictada el día 7 de enero de 1700, un tributo perpe-tuo de 64 maravedises al año contra la casa y casería de Ochaeta Arabe, situada en la anteiglesia de Garay.

Por otra parte, en los trece años largos transcurridos entre la fecha del matrimonio y su disolución, adquirió por distintas vías varias propiedades de casas y tierras que unió al patrimonio en calidad de bienes libres. Figuran en el inventario de 1707 las siguientes:

38 Inventario de Bienes de don Pedro Bernardo..., cit. La escritura de venta se hizo el día 23 de octubre de 1695 por testimonio de J u a n Bautista de Abasolo, escribano de la Merindad de Durango.

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La casa y casería de Arechandieta con sus pertenecidos, situada en la antei-glesia de Bérriz, heredada de su tío D. Luis de Villarreal y Gamboa, Benefi-ciado de Bérriz. La casa de Bérriz Aguirre con sus pertenecidos, contigua a la Gasa-Torre de Bérriz, comprada en 1698 —escritura de venta hecha el día 8 de octubre de 1698 ante el escribano de la Merindad de Durango Fernando de Ureta—. La casa y casería de Basterra, situada en la anteiglesia de Amoroto, con todos sus pertenecidos, comprada en 1694 —escritura de venta de 26 de septiembre de 1694 y carta de pago de 7 de mayo de 1695 — . El precio abonado fue de 14.113 reales «de que se dio satisfacción con el censo capital de 500 ducados y sus réditos que tenían sobre la misma casa, y con 100 ducados de capital sobre la casa de Iturreta Jauregui, y 140 ducados, menos un censo de 20 ducados debido por dicha casa a la fabrica de la Ygleisa parrochial de ella». Reedificación de la casa anterior, por estar totalmente arruinada. La obra costó 2.300 reales. Un pedazo de monte llamado Arrazicaondo, en la anteiglesia de Amoroto, comprado por 1.521 reales, el 19 de mayo de 1706. Una heredad en la anteiglesia de Guizaburuaga, comprada en 1704, además de unas tierras adquiridas en el mismo término de Francisco de Goicoechea Esuneta y su mujer por el censo que tenía contra ellos. Heredades y castañales adquiridos contra la casa y casería de Zarandona Goicoa, en la anteiglesia de Ispaster, por 6.959 reales. La casa llamada del Escabeche contigua a la Torre de Uriarte, adquirida en el concurso formado a los bienes de D. Ambrosio de Urquiza y D.a Angela de Otaolea, por 3.845 reales y 30 maravedises; y 12 estados de tierra en la huerta inmediata; y un solar también pegante a la torre, por 264 reales. Todas estas operaciones se hicieron en 1701 para ampliar el espacio de la torre constru-yéndose las paredes de la huerta. Lo invertido en total en la Torre de Uriarte durante el matrimonio había ascendido a «mil ducados y más de coste». Un solar «pegante a la muralla y confinante por un lado con solar de esta dicha casa», comprado en 1706 a las religiosas del convento de Santo Do-mingo. Una huerta y heredad contiguos en el pueblo de Aulestia, en la anteiglesia de Murélaga, y un castañal en tierra concejil, en el término de Artecheaga de la citada anteiglesia, adquirido todo ello por 1.609 reales, en el concurso de bienes formado a Aguirre Echea en 1707.

También en el capítulo d t Juros y Censos se inventariaron algunos realiza-dos durante el matrimonio:

Recuperó los derechos que la familia Bengolea (Vínculo segundo de Inarra) tenía sobre un juro sobre «la renta de las salinas de la Andalucía tierra den-tro». Las diligencias pertinentes que don Pedro Bernardo se vio obligado a realizar le supusieron en 1705 un gasto de 7.457 reales. 200 ducados de censo capital y 6 de renta al año contra los bienes de Francis-co de Garro y su mujer, vecinos de Lequeitio, en 1706.

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182 ducados de principal y 60 reales de renta al año contra la casa de Urrutia de la anteiglesia de Amoroto, en 1706. 100 ducados de censo capital y 3 de renta al año contra Francisco de Goicolea y Eguin y Josefa de Barainca, su mujer, vecinos de Guizaburuaga, y su casa y casería de Eguin de Abajo, en 1706. 40 ducados de capital contra la casa de Mendiola Amiar, situada en Bedaro-na, en 1704.

Finalmente, no fueron pocas las joyas y alhajas adquiridas durante el matrimonio; su tasación, no obstante, sólo en contados casos aparece en el inventario de 1707:

Dos pendientes de resorte guarnecidos en oro con 36 diamantes, que hacían juego con un antiguo aderezo, tasados en 228 ducados de plata. Dos sortijas de oro con 9 diamantes cada una guarnecidas en plata, tasadas en 64 ducados. Otra sortija de oro esmaltada de negro con 9 diamantes. Una caja de oro esmaltado de blanco, rojo, verde y azul, grabada de figuras que pesa dos onzas y tres ochavas. Otra caja de oro de peso de una onza y siete ochavas con un florón encima de 60 diamantes guarnecidas en plata. Un espejito guarnecido de oro esmaltado. Un relicario con Nuestra Señora y la Magdalena en venturina guarnecido en filigrana de plata. Una cruz de filigrana de plata con la reliquia de San Felipe. Un «agnus» guarnecido de filigrana de plata. Una reliquia de Santa Teresa de Jesús y una firma suya guarnecido en acero. Una caja de oro con dos nacares en las tapas, de diferentes fabulas39.

En resumen, la masa de bienes, sin contar las joyas y sin considerar asimismo el valor de los materiales propios usados en la construcción, ad-quiridos entre 1694 y 1707 importaron la cantidad de 82.161 reales, de los cuales 31.460 reales se invirtieron en el mayorazgo; 37.502 reales, en la com-pra o mejora de bienes libres y 13.199 reales en juros y censos.

No podemos cerrar este apartado sin referirnos a las deudas que el ma-trimonio tiene contraídas según la declaración de bienes de 1707. «Lo pri-mero seis misas ordinarias por varias personas, y una de capas y cetros por el Bachiller Martin Perez de Beyngoolea, que saca todos los años el Cabildo eclesiástico de esta Villa, y se le paga su estipendio». Jungo a esta primera deuda de naturaleza religiosa, venían especificadas seis más que sumaban 985 ducados de principal en censos debidos a distintas casas e instituciones eclesiásticas —varios de ellos pesaban sobre las casas adquiridas en este tiempo—. Como contrapartida, a todas luces insuficiente y sólo moralmente

39 Todos estos datos proceden del Inventario de bienes realizado en 1707, ya citado.

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satisfactorio por cuanto revela un rasgo de su talante comunitario, declaraba Pedro Bernardo que en su libro de cuentas «hay muchas partidas de haber en el contorno de esta dicha villa (Lequeitio) cuyos deudores son fallecidos los más y muchos no han dejado bienes, por cuyo motivo hay pocas esperanzas de su cobranza; y en el término del inventario no puede liquidar todas las dichas cuentas para saber lo que monta la suma de ellas, pero con la breve-dad posible protesta hacer memoria separada y poner a continuación de este inventario, y para que en todo tiempo conste». Lamentablemente no hemos encontrado en los archivos familiares el libro de cuentas ni la memoria a los que se alude en la cita anterior40.

En el período de 1707 a 1727 muestra nuestro caballero un mayor interés en diversificar su inversión. Ya no será sólo la adquisición de tierra lo que determine su actividad. Por el contrario, invierte también en la compra de montes, de caserías con sus ganados, construye nuevos inmuebles —casa, puerto y ferrería—, y dedica mucha más atención a la torre de Uriarte, lugar de residencia de la familia. De la dotación que en 172741 hace a su hijo primogénito para su matrimonio se infiere lo siguiente respecto a nuevas adquisiciones o mejoras introducidas en el mayorazgo:

Una ferrería más en Bengolea. Siete caserías situadas en la anteiglesia de Guizaburuaga: las de Laxiar de arriba, Laxiar de abajo, Acuriola («para cuya compra se dio la casería de Ocamio perteneciente al mayorazgo de Beingoolea que á poca diferencia era de la mitad del valor de la dicha comprada de Acuriola»), Aguirre, Becua, Abaroa y Esuneta. Los montes de Olarriaga y Ubequiaga, dos seles y «otras porciones», situados también en la misma anteiglesia de Guizaburuaga. El monte robledal y castañal de Urgozuaga, en Ballestegui, cerca de la casa ' de Bengolea, «comprado por don Juan José de Andonegui, vecino de la villa de Marquina, y por dicho señor don Pedro Bernardo en tres mil ducados de vellón (= 33.000 reales) y le gozan á medias por indiviso». Ganado procedente de las caserías adquiridas en este período cuya tasación no podemos hacer por carecer de datos. No obstante, sabemos que en 1727 se dota a don Ignacio José con «dos mil y quinientos ducados (= 27.500 reales) de ganado que obra á poca diferencia enlas caserías contenidas en el vínculo, y en las otras nueve42 que van expresadas, las cuales se han de agregar de nuebo á dho. mayorazgo». Inversión realizada en la torre de Uriarte y sus huertas «en que parte es mejoramiento y parte agregación, y aumento con declaración que todo monta

40 Toda la información reseñada hasta aquí procede del Inventario de bienes ya citado. 41 Poder dado en la Villa de Lequeitio por don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz..., para la

dotación matrimonial de su hijo don Ignacio José, documento ya citado. Todos los datos refe-rentes al patrimonio en el período 1707 a 1727 están sacados, si no se indica otra cosa, de esta documentación.

42 Don Pedro Bernardo se refiere a nueve caserías porque incluye en ese número las de Arechan-dieta y de Bérriz Aguirre, que fueron adquirimos, como vimos, antes de 1707.

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cosa de sesenta mil reales de vellón». Recordemos que en 1707 había declara-do unos gastos en la citada torre de unos 11.000 reales. Construcción de una casa en La Magdalena, en la jurisdicción de Lequeitio, «con arragua para recamainar venas, tejavanas para tener estas en seco, lon-jas y canal, y puerto propio suyo abierto á su costa por donde entran los navios á cargar, y descargar, con su guerta (sic), plazuela y una heredad en el juncal43 de en frente». Todo esto le había costado según declaraba cincuenta mil reales de vellón. En la dotación se incluyen igualmente «ciento y veinte mil reales de vellón que á poca diferencia importan los materiales, y demás prevenciones que hay para el manejo de dichas ferrerías de Beingoolea».

Resulta interesante conocer en detalle los cambios que don Pedro Ber-nardo piensa introducir en este período respecto a los bienes del mayorazgo Bérriz-Bengolea. Propone desvincular algunos objetos de plata y de oro por valor de 44.540 reales, más la hacienda de Durango (consistente en dos pares de casas, una huerta, una heredad, un jaro y unos viñedos), tasada en 19.800 reales. En consecuencia, asciende lo que intenta desvincular a 64.340 reales, y, en su lugar, proyecta agregar al vínculo 119.600 reales por los siguientes conceptos:

La casa de Laxiar de abajo que costó 4.000 ducados (= 44.000 reales) y sus mejoras y plantíos, 6.000 reales . . . . 50.000 reales La casa de Laxiar de arriba 16.500 reales La casa de Aguirre 16.500 reales El castañal de Ocamica comprado en Lariz-Beaxa 1.500 reales Dos castañales cerca de Eguen 7 800 reales La huerta de casa (Torre Uriarte) con la primera compra y obras, y la agregada a los solares contra la muralla y sus obras.. . ' 12.000 reales 6 3/4 fanegas de tributo 11.000 reales 300 ducados de censo 3.300 reales La suma de lo consignado en la relación precedente asciende 111.600 reales. A lo que se añadía «los plantíos hechos y que se hacen en Eguen que serán 6.000 robles y castaños» con una tasación de 8.000 reales44.

En el documento de dotación matrimonial para el primogénito en 1727 insiste una vez más don Pedro Bernardo en desvincular unos cien mil reales

43 El Ayuntamiento de Lequeitio en la sesión celebrada el 9 de mayo de 1724- aprobaba la venta «pagando su justo valor» del juncal a don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, con la condición de que la obra que éste proyectaba «no peijudique al río; lo cual se entienda dejando camino por un lado para que puedan andar los carros». Acuerdos del Concejo de la N. Villa de Lequeitio, desde el año de 1684 asta (sic) el de 1744. Libro n.° 49.

44 A.T.U. Nota que aparece en el inventario de bienes de 1707, pero que indudablemente fue elaborada después de esa fecha y antes de 1727.

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de plata labrada, un juro de dos mil ducados (= 22.000 reales) y otros bienes muebles «por poco útiles» al mayorazgo, o inmuebles, con el fin de acumular para sí un capital de veintidós mil ducados (= 242.000 reales) para destinarlo a dotaciones para el resto de los hijos, «ó á lo que fuere su voluntad». Las adquisiciones e inversiones realizadas en este periodo com-pensaban sobradamente la cantidad que se proponía desvincular.

Todo el patrimonio de los Bérriz-Bengolea producía en 1727 una renta anual de 3.500 ducados de vellón, es decir, 38.500 reales, «sin lo que pueda valer la inteligencia de las ferrerias, si las manejare el dueño por sí». Para hacernos una idea de lo que esta renta significaba, podemos tener presente los importes de las compras que se señalan en las relaciones precedentes. En otro orden de cosas, una onza de plata valía en los años 30 del siglo X V I I 20 reales de plata, es decir, algo menos de 38 reales de vellón45. Hablando de sueldos o rentas anuales, sin embargo, citemos algunos ejemplos: el médico de Lequeitio cobraba en ese tiempo al año 440 ducados de vellón (= 4.840 reales)46; el salario del encargado del servicio de correo en Lequeitio en 1700 era de 20 ducados anuales (= 220 reales)47. Las rentas anuales de otro insig-ne caballero vizcaíno coetáneo, don Domingo Martín de Gortázar y Güen-dica, de la orden militar de Galatrava, ascendían en 1737 a 30.182 reales48. Fuera de Vizcaya, el ayuda de cámara francés que asistía en Madrid a don Pedro José Villarreal de Bérriz, uno de los hijos de Pedro Bernardo, cobraba 11 doblones (= 1.012 reales de vellón) al año49. El contraste es, pues, bas-tante evidente, lo que permite sospechar la calidad de vida consubstancial a la Torre de Uriarte de la que algo diremos en el apartado que sigue.

En la relación de bienes que don Pedro Bernardo y su hijo don Ignacio José presentan en 1731 para determinar las arras que este último otorgará a su segunda mujer, su prima la condesa de Monterrón, con ocasión del ma-trimonio concertado ese año, podemos apreciar la relevancia de los mismos por la tasación que de ellos se hace, y por la cuantía de las arras ofrecidas. Se trata de una relación exclusivamente de bienes muebles, vinculados y libres. Gomo las arras salían de los bienes libres, interesa conocer cuáles eran éstos:

45 A.T-M.Z.: Carta de pago otorgada en Salamanca por don Igmcio Joseph Villarreal de Berrizy Bengolea a favor de su suegro D. Francisco Nieto Bootello de las legítimas paterna y materna y otras cantidades con que dotó a su hija la condesa de Monterron para su matrimonio con el dicho don Ignacio Joseph Villarreal de Berriz. Fechado en Salamanca, 1 de julio de 1732, ante el escribano López de Sopuerta.

46 «Descripción sumaria...» (1740), op. cit., pág. 275. 47 En la sesión del Ayuntamiento General de 18 abril de 1700 se aprueba la subida de salario para

el correo de 16 a 20 ducados al año. Libro de Acuerdos del Ayuntamiento de Lequeitio. 48 Manuel Basas Fernández: «Vida y fortuna de los Gortázar», caballeros ilustrados de Bilbao en

el siglo XVIII», en Anuario de Historia económica y social, n.° 1, pág. 429. 49 A.T.U., Correspondencia. Carta de Pedro José a su padre, fechada en Madrid, el día 30 de junio

de 1721. Dice, entre otras cosas: «(...) Arnaud no contentándose de los tres pesos que tenía cada mes dijo no podía servirnos a este precio, y dijo le avian buscado de cierta parte en que le ofrecían dar cinco pesos cada mes (...). Se á convenido en que se le den 11 doblones cada año, ofreciéndole añadir otro quando io me adelante mi poco; es lo regular el que se de en Madrid a estos ayudas de camara franceses un doblon cada mes. Don Joseph Idiaquez da al suio un doblon por mes, aunque no sabe afeitar».

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«Primeramente treinta y nueve marcos de plata sobredorada, y trescientos y setenta y cinco de blanca. Yten en dicho Oratorio quatro candeleros altos de plata. Yten quatro ñores de plata. Yten un bulto (sic) de San Sebastian de plata atado á un árbol de coral. Yten una tabla de plata con palabras de la Consagración. Otra de el Labato-rio, y otra de el Evangelio de San Juan. Yten un cáliz, platillo con vinageras, campanilla y hostiario, todo de plata de muy singular y primorosa hechura. Yten otro platillo con vinageras, y campanilla, todo sobredorado. Yten dos misales enquadernados de terciopelo con cantoneras y chapas de plata de buena hechura. Yten ornamentos de tela, terciopelo y otros generas. Yten cien quadros grandes y pequeños con marcos dorados, y de negro, y oro, muchos de Jordan, otros de Salvator Rosa, Carocho, Chicho, Solimeno, Bru-quel, Pablo de Mates, y otros authores celebres repartidos por las salas y quartos de casa. Yten muchas camas de seda, y lana de gran valor y estimación, que no se ponen por menor por evitar prolixidad. Yten diferentes Beneras de piedras preciosas. Yten cantidad de Dijes de plata, joyas, reliquias, y otras alajas de valor, que tampoco se ponen por menor...» remitiendo al inventario de 1707. «Y fuera de dicho Ynventario avia demás lo siguiente: Mil cuerpos de libros de Mapas, Historia, Mathematica, Política, Dicionarios históricos, casi todos enquadernados en pasta, colocados en estancias de eba-no con redes de alambre. Yten un servicio de mesa de barro fino de la China. Yten otro de piedra negra de singular primor. Yten varias alajas de plata doradas de marfil, vasos, piezas abiertas de buril, todo de mucho primor de Alemania, Ytalia, Francia, y otras partes. Yten assi bien demás de dichas alajas avrà en los cortijos de las casas y caserías pertenecientes à dichos vínculos y mayorazgos tres mil ducados de ganado Bacuno, cabras y obexas libres de vinculo. Yten diez mili cargas de carbón, y siete mili quintales de vena quemada conducidas a las ferrerias de Bengolea para la labranza de fierro, que empeza-rá con las primeras aguas, y se reducirán à metal para Junio primero venidero de mili setezientos y treinta y dos, y aunque su coste es poco mas de noventa mili reales beneficiado en las propias ferrerias importarán pagados oficiales ciento y cinquenta mili. Yten en los montes de la Casa solar de Bengolea, y caserías pertenecientes à dichos señores otorgantes ay mas de mili arboles grandes para fabricas de herrerías, casas y navios, que valen mas de dos mili pesos. Yten en dichos montes ay leña para mas de doce mil cargas de carbón para quando huviere escasez del genero, que aunque à dinero no valen sino veinte

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y quatro mili reales beneficiadas por ser encinales y jaras, que no pierden por dilatarse el corte, y son de mucho coste en reducirlas á carbón labrando fierro en las propias herrerías de Bengolea valen quatro mili pesos»

Se señalaron como arras seis mil ducados de vellón, lo que venía a indi-car que la masa de bienes libres declarados importaba aproximadamente unos sesenta mil ducados o, lo que era lo mismo, 660.000 reales de vellón. También se otorgaba en concepto de «alimentos de viudez» a la condesa de Monterrón, «en caso de sobrevivir al dho. sr. Dn. Ignacio de Villarreal su futuro esposo... quatrocientos ducados de vellón en cada año mientras estu-viere en el habito viudal, y no tomase estado de segundo matrimonio, tam-bién de lo mejor parado de dithos bienes habidos, y por haber, para que los aya, reciba y cobre en la via y forma que mejor lugar aya por derecho»50. La novia aportaba además de la legítima materna, la paterna que consistió en 6.000 ducados de vellón «situados y pagados en lo que estubiere caido de las rentas de dho. estado de Monterron y demás mayorazgos a él agregados, y en los dhos. juros y efectos pertenecientes a su señoría hasta fin de diciembre del año proximo pasado de 1731, y en lo que importasen vestidos, ropa blanca, Joias y otras Alhaxas...»51

50 A.T-M.Z.: Relación de bienes muebles libres y de mayorazgo hecha por don Pedro Bernardo de Villarreal de Bérriz...,y su hijo D. Ignacio..., ya citada.

51 A.T-M.Z.: Carta de pago otorgada en Salamanca por don Ignacio Joseph Villarreal de Bérriz..., de 1 de julio de 1731, ya citada. Por su interés para conocer algunos aspectos materiales de la vida noble de esta época transcribo de este documento la dotación en bienes muebles de la condesa de Monterrón y la tasación de los mismos en reales de vellón: Una Joia de diamantes engastados en plata con su lazo del mismo genero con una Nra. Señora de Belen en medio, tasado todo en reales de vellón 1.050 Una cruz de diamantes en oro 470 Unos perendengues de esmeraldas 240 Unas arrecadas de diamantes 900 U n clavo de diamantes 210 Dos sortijas de diamantes 470 Un cofre de filigrana de plata que pesó 53 onzas tasada a 20 reales de plata la onza 1.995 rs. 10 mrs. Una azafate de lo mismo que pesó 10 onzas y dos de plata 722 Un brazalete de tumbaga y diamantes 1.080 Un relox de oro 750 9.605 reales que tubieron de coste el corte y su colgadura, echuras, encaxes finos de Olanda, True, Cambray, y otras cosas traidas de Madrid... 9.605 685 reales que tubieron de coste 45 varas de media Olanda á precio de 8 reales de plata la vara 6 8 5

Unas enaguas con encaxes ricos de Flandes 300 Lana para los colchones, cinta para ellos, quatro fundas de tafetan para las almoadas, otras de Olandilla, colonias para ellas, calzetas y ropa blanca ordinaria, echuras y portes 800 Un vestido de corte de tisú brocado de sirenas fondo blanco con su monillo guarnecido con encaxe de dro de Milán..., tiene todo el vestido veinte varas 7.335 Una mantilla de tela encarnada con diferentes figuras de oro y plata toda guarnecida con encaxes de oro y plata de Milán de tercia de ancho 1.470

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Puesto que a partir de 1736 se agrega al patrimonio la herencia de don Sebastián de Villarreal y Lezama, el hermanastro «sángano»52 de don Pedro Bernardo, conviene conocer la rentas que producían sus dos mayorazgos de Villarreal y de Marutegui. El estado que presentaban era de casi total abandono por lo que sólo rentaban 250 ducados (= 2.750 reales) al año hacia 1727. Así nos explicamos las constantes peticiones de dinero que don Sebastián implora de su hermano y sobrino53, las deudas que contrae con distintas personas, notables o labradores, varones, viudas e incluso monjas, en Bilbao, Elorrio, Bérriz, Garay54, las estancias prolongadas que pasa en Lequeitio o en Bérriz, o la artimaña que cultiva este caballero de Galatrava, militar frustrado y clérigo disidente, para vivir como invitado en los medios sociales bilbaínos.

4. Aspectos de la vida familiar en la Torre de Uñarte

La residencia habitual de don Pedro Bernardo desde que contrae matri-monio fue la Torre denominada de Uñarte, por el lugar de su emplazamiento —aunque ya en este tiempo parece que el lugar se reconocía por «el de las Monjas»55—, en la villa de Lequeitio. Es una mansión construida en el si-

Una Basquina (=basquiña) de tela verde con diferentes figuras de oro y plata con bastante falda guarnecida... con encaxes de plata de Milán de tercia de ancho 3.420 Una docena y media de almoadas de estrado de terciopelo de carmesi de Ytalia, y vueltas de Damasco 2.025 Un tocador de concha y marfil 360 4 varas de Perciana y 4 de tafetan 232

52 Gonzalo Manso de Zúñiga en sus deliciosas «Cartas de Bilbao», op. cit., narra (Cuaderno 2° , pp. 185-6) la última «trastada» de don Sebastián hecha en el otoño de 1736, «y que no es una deuda más que se pueda pagar, ni una pendencia que quepa ocultar, sino que con motivo de frecuentar el trato de un matrimonio de aventureros, se ha emborrachado, ha testado, se ha casado y se ha muerto; todo en una noche». Este testamento, que no dejaba como se esperaba a don Ignacio Villarreal de Bérriz como heredero, fue impugnado por éste en Madrid, «y es tal la polvareda que allí organiza, que como consecuencia van seis abogados bilbaínos a la cárcel». El consiguiente pleito se falló a favor de los Villarreal.

53 Gonzalo Manso de Zúñiga en las «Cartas de Bilbao» citadas, presta alguna atención a los apuros económicos de don Sebastián (Cuaderno 2.° pág. 179).

54 En la Carta de pago otorgada por el Capitán don Sebastián de Villarreal el día 27 de marzo de 1675 a favor de d o n j u á n de Andicano, como tutor de don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, por el recibo de una suma de dinero a cuenta de la cantidad concertada en el arreglo y concordia de 1674, aparece la relación de personas a las que debía don Sebastián en total 11.240 reales. (Figura entre otros «la Madre Ana Bautista de Arbayza, religiosa en el Monasterio de Verriz», a la que adeuda 132 reales de vellón). El documento ofrece el interés adicional de establecer las equivalen-cias pertinentes de las monedas en uso. Recogemos algunas que aparecen aquí y no se citaban en el apunte de Domínguez Ortiz citado en la nota 30 de este capítulo:

U n doblón de a 2 escudos de oro = 92 reales de vellón Un real de a 8 en plata (peso) = 24 reales de vellón

ARCHIVO DE PROTOCOLOS NOTARIALES DE MADRID. Esc r iban ía de d o n L e o n a r d o M a r c o s Pa-checo.

55 La Villa de Lequeitio..., (1735), op. cit., pág. 7. Al lado de la Torre de los Bengolea estaba el convento de las monjas dominicas.

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glo XVII, a la que sus sucesivos moradores embellecieron y perfeccionaron en las distintas etapas de su historia. Sin duda fue Pedro Bernardo uno de los que más empeño puso en ampliar y hacer más racional el espacio habitado. De su tiempo, en efecto, datan las reformas más importantes. Entre 1701 y 1706, como vimos, adquirió algunos terrenos y solares contiguos a la Torre con los que aumentó sensiblemente la superficie de la Gasa. Pero, considerando el capital invertido, fue en los veinte años transcurridos de 1707 y 1727 cuando se realizaron las más importantes obras que transformaron en cierta medida el aspecto de la Torre. Se levantó un piso en las fachadas de poniente y mediodía con el fin de alcanzar la misma altura que tenían la principal y septentrional. En la fachada trasera «hizo avanzar hacia la huerta las alas laterales y las enlazó por medio de un gran arco de medio punto (de 7,5 metros de luz), que abarca la planta baja y el primer piso. Sus contrafuertes llegan hasta el desván. Es de sillería caliza con las impostas remarcadas por una faja lisa. Sobre él hace correr una cornisa que sirve de base a un gran vano rectangular (de 6 metros por 3 metros). El intradós del arco proporciona una solana al cenador construido por Longa en el primer piso y el gran hueco de la segunda planta otra al comedor, edificado ahora sobre aquél»56. La fachada septentrional también fue ligeramente alterada en la época de Pedro Bernar-do. Abrió un balcón, alineado con las ventanas de las plantas inferiores, y, para completar la simetría respecto a estas plantas, en lugar de un segundo balcón simuló una falsa ventana.

A la Torre se accede a través de unas escalinatas que conducen directa-mente a un zaguán con una triple arcada de medio punto rebajado en el que se abre la puerta principal que lleva a la planta primera. En esta fachada principal, un escudo de armas nos recuerda los linajes de la Casa. La descrip-ción que del mismo hace Ocamica dice así:

«Escudo de blasón cuartelado, y en su 1 t iene un león rampante con estrella en jefe (parte alta), representando a la familia Bengolea; en su 2.°, tres fajas que llevan borduras de cadenas y señala a los Churrucas; en el 3.°, árbol con dos osos apoyándose en él mismo, indica a los Olaeta; y el 4.°, que es contracuarte-lado, tiene en 1.° y 4.°, águila explayada, y en 2.° y 3.°, cruz floreteada, repre-senta el apellido Olano (Asubieta)»57.

El interior de la Torre podemos colegirlo del inventario de bienes hecho en 1707. Una amplia sala de entrada en la que hay cinco arcas, tres de ciprés y dos de nogal, en las que se guardan bienes muebles del mayorazgo o libres, enseres de plata, alhajas y ropa. La sala está decorada con alguno de los cien cuadros de autores prestigiosos — Bruegel, Jordán, Carduccio, entre otros—, que la Torre tiene en total, según la declaración de 1731. El piso y artesona-

56 Jaione Velilla Iriondo: Evolución arquitectónica de «El Campillo» de Lequeitio. Memoria de Licencia-tura (inédita) dirigida por la Dra. Ana de Begoña y Azcárraga, presentada en la Facultad de Geografía e Historia (Universidad del País Vasco), Vitoria, 1986, pp. 259-260. En la Torre de Uriarte mé facilitaron gentilmente su consulta.

57 Francisco de Ocamica, op. cit., pág. 88, nota 2.

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do son de madera, el primero de anchos tablones y el segundo de dibujos de rombos que forman una decoración sencilla, pero recia. Desde esta sala se accede a un vestíbulo que conduce a la cocina y otras dependencias auxilia-res que miran hacia la huerta y el callejón. En la misma planta, y contigua a la sala de entrada, está el cenador construido por Longa y una escalera protegida con una impresionante balaustrada de madera —que Pedro Ber-nardo parece también modificó—, por la que se asciende a las plantas supe-riores. De Longa es asimismo el Oratorio que se encuentra en la planta segunda. Sobre la puerta del mismo la efigie en marfil del arcángel San Miguel, con su peana dorada, «labrado en la China, de singular primor», declarado como primer bien del mayorazgo y cabeza del mismo. En el Ora-torio aparecen las piezas y objetos de carácter religioso que ya conocemos por las relaciones de los apartados precedentes. Distintos «aposentos gran-des» y «salas» completan la estructura un tanto irregular de estas plantas, primera y segunda, como de la baja y el chapitel. Varios corredores orienta-dos hacia la huerta, jardín y calle facilitan la comunicación entre las piezas de la casa. Referencia separada exige el comedor principal cuyas paredes decoró Pedro Bernardo con un soberbio papel con motivos chinos siguiendo el gusto por lo exótico de la época. La cubertería de plata inventariada —tres docenas de cucharas y tenedores—, como la vajilla y demás enseres culinarios que se citan nos permiten sospechar razonablemente la concu-rrencia en ocasiones de numerosos invitados a la mesa de los Villarreal.

El mobiliario de la casa consiste en arcas —en el inventario de 1707 se anotan 27—, de distinta calidad, cedro de Indias, castaño, nogal y ciprés; baúles de Moscovia; contadores (especie de escritorios provistos de varias gavetas), de ébano; sillones de terciopelo «con flecos de plata, con sus caídas correspondientes y cabezadas de lo mismo con los broches grandes de pla-ta», mesas, sitiales, sillas, taburetes, bufetes (fuelles), espejos grandes; camas —todas las que se citan reúnen características sofisticadas, por ejemplo, la que se halla en el aposento grande del cuarto segundo es «de granadillo de Portugal bronceado con su colgadura de damasco carmesí de la China, bor-dada de oro y seda con alamares azules, forrada la colgadura en tafetán celeste de la China y rodapiés de lo mismo»—. En la cocina, recocina y demás dependencias anejas hay un «servicio abundante y muy cumplido de todas las cosas necesarias de cobre, estaño, hierro y barro». En la lonja y en el aposento situados sobre las caballerizas se guardan cuatro arcas, tres tina-jas para aceite, balanzas para pesar con una pesa de hierro de 84 libras, además de un troj para el grano. En un recinto especial de las caballerizas, un caballo «que al presente dijo tener en casa de un amigo» y tres cujas viejas. En las bodegas, por último, unos lagares, cinco cubas y cinco toneles «con sus arcos de hierro para envasar sidra y cocer vino»; y «nueve pipas, siete barricas y cuatro terceroles, todos para envasar vino»38.

58 Todos estos entrecomillados, como la información, proceden del Inventario de Bienes de 1707, ya citado.

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Este es el aspecto interior que presentaba esta gran casa. Conozcamos ahora quiénes la habitaron desde 1694 en adelante. Con don Pedro Bernar-do y doña Mariana Rosa, vivieron en la Torre de modo permanente la madre doña Catalina Josefa hasta su fallecimiento no muchos años después, y doña M.a Teresa de Bengolea, hija natural de don Silverio, nacida en América, y por tanto hermana de padre de la citada Mariana Rosa. María Teresa fue un personaje nuclear en la unidad familiar desde el fallecimiento relativamente temprano de Mariana Rosa cuando contaba 32 años de edad. Tenía sus propias rentas procedentes de su hacienda vizcaína en chacolí, caserías y ganado, además de lo que le enviaba su madre, doña Petronila de Esquibel, desde Lima59. Sus intereses en tierra peruana contaron en los años 20 de este siglo XVIII con la firme protección de varios clérigos, entre ellos la del propio arzobispo de Lima, don Antonio de Soloaga60. Todo lo que tenía lo puso generosamente a disposición de los Villarreal, su fortuna cuando fue necesario y, lo que es más importante, su propia persona ya que permaneció soltera hasta su muerte en 174761. Don Pedro Bernardo en su testamento de 1731 manda a «doña M.a Teresa de Beingolea, mi hermana, mil ducados de vellón, aunque conozco que con mucho más, no queda agradecido su cuida-do; porque en mas de veinte y tres años que a cuidado de la casa, ha (sic) criado mis hijos y de D.a Mariana Rosa de Beingolea, mi lexma. muger difunta, con el amor y cariño de suios propios; y ademas, de su hacienda de chacolin, rentas de caserías y ganado, se han consumido en casa cantidades de que manda sea puesto por asiento»62. Esta declaración testamentaria de don Pedro Bernardo resume de manera elocuente lo que significó doña M.a

Teresa en el proyecto vital de la familia de Uriarte. Vivieron también en la Torre de Lequeitio los dos hermanos de don

Pedro, don Sebastián y don Juan Bautista, el primero en temporadas espa-ciadas y el segundo de manera permanente desde 1716. De los dos hemos anotado ya algunos datos acerca de su talante personal y ocupaciones de-sempeñadas. Baste añadir que la presencia de d o n j u á n Bautista en la casa de los Villarreal fue muy positiva en el orden social cara a la salida profesio-

59 A.T.U., leg. 19, fase. 9: En el legajo que recoge la Correspondenáa familiar hay un fajo de gran interés que reúne los copiadores de las cartas enviadas desde la Torre de Uriarte a la familia residente en Indias. Entre éstos, varias cartas de doña M. a Teresa a su madre doña Petronila de Esquibel. En la fechada el 20 de febrero de 1721, doña Teresa cuenta a su madre el papel que le ha tocado desarrollar en Lequeitio; aludiendo a sus sobrinos, dice: «(...) y haviendoles faltado, como avisé, su madre, los he criado, y los quiero como a hijos, y ellos a mi como a Madre, pero nada de esto es bastante consuelo, quando hallándome tan distante no tengo el de las noticias de Um., (...)»

60 Hay en el legajo citado de Correspondenáa del A.T.U. bastantes referencias y algunos copiadores de cartas dirigidas al Arzobispo y a don Santiago de Bengoa.

61 Libro de Finados de Santa María, de Lequeitio, 17-2, f. 58v: Murió el 24 de marzo de 1747 habiendo recibido los Sacramentos. Testó ante J u a n Bautista de Gamarra, escribano de núme-ro de esta villa y vecino de ella. Su sobrino don Ignacio de Villarreal, conde de Monterrón, «corrió con las exequias de su alma en honra mayor».

62 Testamento ya citado en la nota 36.

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nal del «segundón» —por su amistad con figuras de la nobleza empleada en cargos político-militares de relieve, como por ejemplo, el duque de Medina-celi, el Marqués de Castelfuerte, don José de Armendáriz—. Contribuyó asimismo a animar la tertulia científica de la Torre con su indudable talento y a enriquecer sus fondos bibliográficos y materiales didácticos aportando los que en número elevado eran de su propiedad.

La correspondencia familiar que hemos podido consultar en el Archivo de Lequeitio nos permite conocer facetas del matrimonio que con frecuencia quedan ocultas en otro tipo de documentación. Pocas referencias, sin em-bargo, aparecen relativas a doña Mariana Rosa; se conservan las cartas que dirige a su marido a Madrid en 1693, cuando aún no se había realizado la boda —y de las que ya dimos noticia—, y las que le envía también a la Corte en el invierno de 1702-primavera de 1703, durante la que creo fue la última estancia prolongada de Pedro Bernardo en Madrid. Son cartas breves, que se escriben con una periodicidad semanal, en las que se vislumbra una mu-jer enamorada, atenta a las preocupaciones e intereses de su esposo y nostál-gica de su regreso a Lequeitio. Su muerte anticipada explica la carencia de más referencias relativas a su persona. Más rica lógicamente es la informa-ción que se obtiene sobre don Pedro Bernardo, quien sostiene, por medio de escribientes63, una abundante relación epistolar con su familia —hijos y de-más, porque no hay que olvidar su condición de Pariente mayor, que gusta-ba ejercer—, con sus amigos, con sus administradores64, con sus abastecedo-res de vena, con otros caballeros de Vizcaya y Guipúzcoa, interesados como él en el negocio de las ferrerías. Son indudablemente las cartas de índole familiar las que proporcionan los mejores datos sobre el talante humano de nuestro personaje. Sin que pretendamos agotar, ni mucho menos, el conoci-miento de su carácter y personalidad —no podríamos, por otra parte, quién llega a penetrar de verdad en el corazón del hombre—, señalemos algunos rasgos de su semblanza en el círculo familiar. Fue un hombre amante de sus hijos, preocupado por su educación, seguridad y por su salida profesional,

«(...) Viendo que se encendía la guerra por abril de 1719, hice venir de Tolosa (de Francia) a Ignacio y a su Perú de Vm. Vinieron en muchas marchas con las tropas francesas, y desde San Juan de Luz en chalupa al empezar el sitio de Fuenterrabía. Aprovecharon lindamente en Francia (estudios realizados en el colegio de los jesuítas), no haviendome pesado el haverlos embiado halla; el tiempo que se han detenido en casa han travajado con el thio (don

63 Pocas veces, salvo en sus años mozos, hemos visto escrita de su puño y letra una carta. Se limitaba a firmar, y a lo más a añadir alguna posdata.

64 Baste recordar las 731 cartas que Gonzalo Manso de Zúñiga comenta en sus citadas «Cartas de Bilbao» de la correspondencia con Pablo Francisco de Yrisarri, su administrador en Bilbao. Se conserva en el A.T.U. otro legajo impresionante con la correspondencia de Pedro Bernardo con D.José Gutiérrez, que entendió de los asuntos de la Torre Uriarte en Bilbao antes de nombrar-se a Yrisarri. En el archivo familiar de Nájera también existen muchas cartas dirigidas a Pedro Bernardo desde Madrid escritas por su agente en la Corte Damián de Navas.

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Juan Bautista) en la fortificación y otras cosas de la Mathematica, y aunque el thio lo resintió porque se hallava bien con ellos, fueron a Madrid por setiem-bre. Están en casa de Lauro. Perú sentó luego plaza de cadete en los guardias de Ynfanteria en la Compañía del Theniente Coronel Armendariz a quien escrivio mi hermano (donjuán Bautista), le cuida y le atiende. A pocos dias que llego le cogió la biruela de que libro lindamente (...) Ignacio se inclinava también a servir algún tiempo al Rey, pero consideré que el noviciado es mui duro, y que para no proseguir, servia mui poco el ser soldado; se detendrá algún tiempo en Madrid (.,.)»65

Cuando se trata del matrimonio de su hija mayor, tomará parte muy activa en el mismo. Los matrimonios en aquel tiempo, y particularmente en este medio social, se acordaban, como se sabe, por los parientes más cercanos de los futuros esposos con ausencia total de los interesados hasta casi el mo-mento de las velaciones, y eso si no se hacía por poderes. Primero se llevaba a cabo una discreta, pero exhaustiva, investigación sobre el alcance de la fortuna, costumbres y crédito medido en términos de honra, de la Casa con la que se intentaba emparentar. El objeto era «un casamiento entre iguales en calidad, sin que se murmure cosa en contrario»66. Superado este trance satisfactoriamente, se procedía a una primera entrevista con el candidato para cuya celebración valía cualquier excusa. Por fin, el pretendiente llegaba a la Casa de la novia y, después de una charla con sus familiares varones, a quienes probablemente conoce porque son los únicos que han intervenido en todo el proceso anterior, tiene ocasión de ver con sus propios ojos, de un modo fugaz eso sí, a quien se convertirá en su esposa. No suelen mediar más encuentros, salvo los que sirven para fijar las capitulaciones hechas por los familiares, hasta el momento de celebrarse el matrimonio. Hablando de la boda de la hija mayor de don Pedro Bernardo, hay una carta que no tiene desperdicio, en la que se narra la estrategia matrimonial seguida:

«(...) Sepa Vm. que tendo ajustada Boda de mi hija Ana M.a con D. Yñigo Manso de Zuñiga (...). Yo supe que de su parte se hacian o pedían Informes secretos de mi Casa y discurriendo el fin a que se dirigían, me informe tam-bién de su persona, costumbres y Maiorazgos. Ambos parece quedamos sa-tisfhos.; él vino a principios de Maio a esta Villa, y siendo algo pariente de mi sobrino D. Joseph Jazinto de Alava, me envió un recado me quería ver ha-viendo llegado a esta Villa, y hallándome indispuesto embie a Ignacio a la posada a combidarle con la Casa haciéndome desentendido de todo; él se escusó y vino al otro día, y despues de un rato de combersazion dijo que estimaría ver a las Madamoisellas (sic) por haverselo encargado assi las pa-rientas de Vitoria, de parte de quienes tenia mucho que decir; entro a verlas y

65 A.T.U., Copiador de la carta de don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz a don Bruno de Zavala, gobernador de Montevideo, fechada en Lequeitio, el día 3 de abril de 1721. Legajo de correspondencia ya citado. Los textos que van entre paréntesis son míos.

66 La frase entrecomillada se repite mucho en la documentación de la época relativa a «Informa-ciones» de personas o casas.

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echa la vissita y paseadose con Ignacio por el lugar, marcho; a su buelta en los lugares de Guipuzcoa por indicios y medias palabras, se publico estava echo el cassamiento lo que tomó tanta fuerza que me vi precisado a declarar-me en secreto con algunos Parientes y Amigos diciendo lo que havia, y que si estubiera echo el tratado no podia yo tener motibo para callarlo. Passados algunos dias me hallé con carta de Dn. Gaspar Girón (cañado del citado don Iñigo) llena de cortesanías y urbanidades pidiéndome a Ana Mari para su hermano D. Yñigo. Yo respondí con la estimazion correspondiente combi-niendo en el tratado. Don Yñigo es de un natural vellisimo, mucho mas asen-tado y juicioso que su hermano, de forma que todos se hacen lenguas de él, y lo muestra en lo que se va disponiendo para Contrato y Boda, procediendo con mucha cavalleria y modo; su edad 40 años, la complesion mui buena porque no à tenido vicio alguno; su Maiorazgo de la Cassa de Canillas, cabe-za de la familia de los Mansos, consiste en el Señorío de las Villas de Canillas, Cañas y Santorcuato, muchas rentas de granos; 23.000 ducados de censos capitales, y otras cossas, que estoi asegurado passa de 2.000 ducados al año; las posesiones son en la cercanía de Santo Domingo de la Calzada (...). No se nos quede en el tintero la Dote que doi, es 8.000 ducados en dinero, y Alajas, 3 ó 4.000, como gustare Dn. Yñigo, de contado y el resto asegurada la subce-sion, y demás un juro estimado en 2.000 ducados, que todo son 10.000 duca-dos»67.

En otras cartas, Pedro Bernardo se manifiesta como un hombre de inquietu-des religiosas: lo que más le alegra cuando regresan sus hijos de Toulouse es comprobar «lo virtuosos que vinieron, lo que mantienen con grande consue-lo mio»68; en otro párrafo se refiere a las prácticas religiosas y a las costum-bres de Lequeitio, «los exercicios de San Ygnacio que verdaderamente es la maior cossa que en la Christiandad se ejecuta en mi opinion, no es mucha la continuación que ay en esta Villa, pero en ella avrà quatro años se estableció una Escuela de Christo69 que prosigue a Dios grazias con grande fruto en-trando en ella todos los sacerdotes, particulares, y muchos vezinos. Las dan-zas de tamboril ya sabes que ni grandes misioneros que han venido á este Pais han podido quitarlas, y ay quien discurra que la jubentud con la falta de esta diversión seria peor; lo que aqui se cuida es que despues de las Avemarias no haia danzas: lo de las Partijas (?) es mucho mas irremedia-ble»70.

Otros textos descubren a un hombre desprendido, atento a remediar las necesidades y problemas de sus conocidos, defensor de la honra y de la hacienda personales (a don Bruno de Zavala, que le comentaba no haber acumulado plata en el ejercicio de su cargo en Indias, le escribe: «consolé-

67 A.T.U. Leg. cit., copiador de la carta de don Pedro Bernardo a don Bruno de Zavala, fechada en Lequeitio el día 13 de julio de 1727.

68 A.T.U., legajo de correspondencia ya citado. Copiador de la carta de don Pedro Bernardo al Padre Francisco Joachin de Villarreal (Lequeitio, 3 abril 1721).

69 Nos referiremos en otro lugar a esta Escuela de Cristo lequeititana. Adelantemos que el prime-ro que figura entre los vecinos en los documentos fundacionales es don Pedro Bernardo.

70 Ibidem.

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monos con que el maior caudal de los hombres de bien es la honrra, esta la tiene Vm. segura en quantos vienen de esse Pais», y más adelante remacha la idea, «que es mui cara la plata que se consigue faltando a Dios y al Rey»71). En la correspondencia que sostiene con sus dos hijos mayores durante la estancia de éstos en Francia, y más tarde en Madrid, o la que se remite desde Barce-lona, Gibraltar o Italia, a donde lleva la carrera militar al segundo hijo —se conservan las cartas que se reciben en Lequeitio porque en este caso no hay copiadores—, aparece un padre interesado por todo lo que les afecta, inclui-dos los más pequeños detalles. El reparto de regalos a los jesuitas franceses, la compra de un traje, la contratación de un criado, las visitas a realizar en la Corte, las peripecias sufridas durante los viajes y alojamientos en las posa-das del recorrido, la distribución del tiempo en tareas y ocios, de todo se da cuenta a don Pedro Bernardo y se solicita su aprobación. «Yo estimo infinito —escribía el «segundón» desde Barcelona donde estaba su Compañía, en 1721 — los consejos que me da Vm., y espero con el favor de Dios no faltar a ellos, porque con esso se hace uno estimar y querer de todos»72.

Don Pedro Bernardo y doña Mariana Rosa tuvieron nueve hijos, algu-nos muertos prematuramente. Sucesivamente fueron naciendo: María Jose-fa Ignacia Teresa (1694)73; Juan José Ignacio Javier (1695)74; Francisca Javiera Maria (1697)75; María Jacinta (1699)76; Ignacio José Javier (1701) , Ana Maria Joaquina (1702)78; Pedro José Cesario (1704)79; Cata-fina Teresa Rosa Manuela (1706)80 y por último Francisco Javier Sebastian Maria (1707)81. En 1731, cuando se hace el testamento de don Pedro Ber-nardo, sobreviven, y por este orden se citan en el mismo, «el mayor Dn. Ignacio, que al presente se haya en la Villa y Corte de Madrid a casarse con su prima y mi sobrina, la condesa de Monterrón. Dn. Pedro, Segundo Te-niente de las guardias Españolas; Dn. Francisco Javier, colegial mayor en el Viejo de San Bartolomé, Universidad de Salamanca; D.a Ana M. a Joaqui-na, casada con Dn. Yñigo Manso de Zuñiga, Señor de Cañas y Canillas y Santorquato, y D.a Catalina que está en casa sin tomar estado»82. Aparte

71 A.T.U. Copiador de la carta de don Pedro Bernardo a don Bruno de Zavala (Lequeitio, 3 abril 1721). El subrayado es mío.

72 A.T.U., leg. 16, fase. 6: Cartas a Pedro Bernardo Villarreal, 1716-1739, de su hijo Pedro José Barcelo-na, 10 de octubre de 1721.

73 Libro de Bautizados de Santa María, de Lequeitio, 26-1, f. 101 v. Fue bautizada el 15 de octubre Todos los hijos fueron bautizados en Lequeitio, salvo Ana María Joaquina, por lo que sólo anotaremos el folio en que aparece. La signatura obviamente es la misma.

74 Ibidem, f. 105 v. Se le bautizó el 9 de noviembre. 75 Ibidem, f. 110 v. Bautizada el 9 de noviembre. 76 Ibidem, f. 112 v. Bautizada el 17 de junio. 77 Ibidem, f. 118 v. Bautizado el 14 de marzo. 78 No figura en el libro de bautizados de Santa María de Lequeitio. Probablemente aparezca en el

de Bérnz. El defectuoso estado de conservación del Libro de Bautizados de su Iglesia de San J u a n me impiden afirmarlo de manera concluyente.

79 Libro de Bautizados de Santa María de Lequeitio, cit., f. 126 v. Bautizado el 29 de febrero. 80 Ibidem, 131 v. Bautizada el 15 de enero. 81 Ibidem, f. 135 v. Bautizado el 4 de marzo. 82 Testamento ya citado, flf. Iv y 2.

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esta descendencia legítima, tuvo don Pedro Bernardo, como era bastante frecuente en aquel tiempo, lo hemos visto en su propia familia, al menos un hijo natural83. Se trata de Francisco Joaquín habido con Joachina de Ezena-rro y Unda, desconozco el lugar y la fecha en que sucedió el evento, aunque probablemente fuera en Bérriz y antes de contraer matrimonio. Una breve reseña biográfica ayudará a conocer un poco mejor a los citados.

—D. Ignacio José, mayorazgo por la muerte prematura de sus hermanos mayores. Estudió de 1716 a 1719 en el colegio de los jesuítas de Toulouse (Francia) Gramática, Humanidades, Retórica y un año de Filosofía. Pasó después, en diciembre de 1720, a Madrid a completar la formación social correspondiente a su condición, esto es, «ejercitarse en montar a caballo, tomar lección de espada», frecuentar los círculos nobiliarios y ganar progre-sivamente la «estima» de los que le tratan. En la primavera de 1722 regresa a Lequeitio para iniciarse en el cuidado de la hacienda. Casó dos veces y en ninguna logró sucesión. La primera, en 1727, con doña Josefa del Corral y Zarauz, que murió a los pocos años, en 1730, y la segunda, con su prima doña Teresa María Ana Nieto Bootello y Andicano, condesa de Monterrón, en mayo de 1732, en Salamanca84. Desde su primer matrimonio en 1727 dirige la hacienda85. Ejerció cargos en el municipio de Lequeitio, fue tam-bién apoderado en las Juntas Generales y resultó en más de una ocasión elegido Regidor del Gobierno Universal del Señorío. Al igual que el padre, destacó en el mecenazgo y a él se debe, entre otras obras, la reedificación de la ermita de Oibar, en la anteiglesia de Guizaburuaga86. En 1738 tomó posesión del mayorazgo de Eguiguren como pariente más cercano de don

83 Y digo al menos porque existe una carta que éste envía a doña M. a Teresa de Bengolea, a la Torre de Uriarte, en la que le pregunta vivamente «si se hicieron las paces con mi hermana Antoñica, y si no se han hecho mire Vm., que se gana mucho cielo con ser medianera para que se hagan las paces (...)». A.T.U. Carta de Francisco Joaquin de Villarreal (Santiago de Chile, 24 de diciembre de 1717).

84 Esta partida de matrimonio se conserva en el A.T-M.Z. En ella se alude a la previa bula pontificia que, dado el «tercer grado de consanguinidad» que unía a los futuros cónyuges, hubo necesidad de despachar. «El Iltmo. Señor Dn. Joseph Sancho Granado Obispo de dicha Ciu-dad y Obispado de Salamanca, estando en las Casas de habitación de el Señor Conde de Monterron, aviendo visto el despacho que queda referido y constandole no haver impedimento por lo que toca a dicha Señora Condesa de Monterron, desposó y casó por palabras de presente que expresaron el mutuo consentimiento é hizieron verdadero matrimonio, á los susodichos señores Dn. Ygnacio de Villarreal Verriz y Andicano... y D. a Theresa Nieto Botello Andica-no...».

85 Pedro José, el segundo hijo varón, se dirige directamentea a su hermano para tratar de sus «asistencias», es decir, del dinero que hasta entonces le enviaba el padre para un mantenimien-to «decente».

86 A.H.D.V., Corregimiento, Reg.° 13, n.° 17. Año 1752. Licencia concedida por D. Juan de Giieñes, vicario general y provisor de la diócesis de Calahorray la Calzada, fechada en Logroño el día 7 diciembre 1752, dirigida al canónigo más antiguo de la Colegiata de Cenarruza, para que pudiera reconocer y bendecir la ermita de Oibar, sita en la anteiglesia de Guizaburuaga, cuyo Patronato pertenecía al Cabildo de la Abadía, por haberse reedificado a costa de D. Ignacio Villarreal de Bérriz, vec." de Lequeitio. (23 folios en regular estado de conservación). Debo el conocimiento del dato a Xalba Aristondo.

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Francisco Ignacio de Eguiguren que falleció sin dejar sucesión legítima87. Murió en Lequeitio en enero de 176188 dejando como heredero de los víncu-los y mayorazgos a su hermano Pedro José.

—D. Pedro José estudió también de 1716 a 1719 en el colegio de Toulouse, donde acabó la Gramática, y en Madrid, con su hermano Ignacio, comple-tando su educación. Gomo segundón, siguió la carrera de las Armas89. En 1720 sentó plaza de cadete en las Guardias de Infantería, en el Regimiento del Teniente Coronel, don José de Armendáriz, pero hasta octubre de 172190

no se integró a su Compañía establecida en Cataluña. Por la corresponden-cia que se conserva en el archivo familiar se pueden colegir sus sucesivos destinos militares: Barcelona (1721-1724)91, —en julio de 1724 se le nombra Alférez en el Regimiento de Guardias de Infantería Española92, en enero de 1729 asciende a Alférez de Granaderos93; Campo de Gibraltar (1727)94,

87 Documentación relativa a este Mayorazgo se conserva en el A.T.-M.Z. 88 Libro de Finados de Santa María, de Lequeitio, 17-2, f. 101 v. De su partida se desprende que

recibió los santos sacramentos, testó, pero no dejó manda, y corrió con sus sufragios en honra mayor el Brigadier D. Pedro Villarreal, su hermano.

89 Las salidas profesionales de los que no eran primogénitos en estos medios sociales, solían ser la Iglesia, la Administración o el servicio de las Armas. La familia Villarreal de Bérriz es un claro ejemplo de ello. En el caso que ahora nos ocupa, don Pedro Bernardo decide el ingreso de su hijo segundo en el Ejército. «Me alegro infinito —escribe Pedro José a su padre desde Toulouse, el 2 de marzo de 1719— haya hecho Vmd. empeño para mi en casso que tenga efecto el regimiento con que se quiere servir al Rey: esta noticia la tube el domingo por la mañana, que cumplí quinze años, de buelta de la communion; en quanto a lo que dice Vmd. supone tendre io inclination a la milicia no se engaña Vmd. y seria gran consuelo para mi se lograse lo que Vmd me prome-te». A.T.U., leg. 16, fase. 6.

90 En la carta fechada el 4 de octubre de 1721, Pedro José cuenta a su padre los incidentes del viaje y su incorporación a la compañía. Por su interés social reproduzco algunos pasajes de la misma: «El martes por la mañana llegué a Dios gracias bueno aviendo logrado en el viaje buen tiempo aunque desde Zaragoza aqui hemos tenido un poco de calor lo que se remediaba con la madrugada; en las possadas hemos tenido alguna descomodidad de noche sin hallar camas, y tal qual que se hallaba llena de chinches y pulgas. (...) La tarde del mismo dia que llegue fuy a encontrar a su Cassa a mi Primer Theniente que se llama D. Francisco Mertems, un bellisimo mozo y mui virtuoso (...). Le entregue las dos cartas que traia, una de Armendáriz escrita de su puño y letra (cuya copia, en la se le recomienda en términos muy favorables, adjunta), otra de Zuloaga. (...) La misma mañana que llegue fuy a ver al Obispo quien me recivio con mucho cariño y se ofrecio en lo que me pudiese servir. He estado también a ver a D. Christobal del Corral quien me dijo le pusiesse a la obediencia de Vm...» A.T.U., ibidem.

91 En la carta escrita en Barcelona, el día 11 de diciembre de 1723, le comenta a su padre: «(...) D. Joseph Sendejas, a quien conoce Ignacio, que vino ante ayer a esta Plaza desde Madrid, me a dicho avia mi Coronel dado a mi S a la duquesa de Medinaceli palabra de hacerme oficial en esta Promoción, pero no sera malo buelba mi tío (se refiere a don Juan Bautista Villarreal) a escrivir a S.E. y a D. Alfonso de Avellaneda, haciéndoles memoria para que se lo recuerden a mi Coronel (...)». Ibidem.

92 El impreso y manuscrito del nombramiento se conserva en el A.T.-M.Z. 93 Se conserva también este nombramiento en A.T-M.Z. 94 Es interesante por lo que respecta al equipamiento militar y estrategia seguida en Gibraltar la

carta de 23 de mayo de 1727: «(...) Las novedades de aqui son de que no batimos ya la Plaza por falta de Artillería, pues de los 62 que avise se pusieron en Batería sólo quedan 6 de algún servicio, pues de los otros aunque se les a echado granos, estos a los primeros tiros an saltado, tienen muchas grietas, y las animas se les a torzido, algunos cañones pusieron para remediarlos

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—en octubre de 1730 se despacha su nombramiento como Segundo Tenien-te95; Madrid (1737), —en julio de 1737 se le nombra Primer Teniente de Guardias Españolas96; Barcelona (1739); Italia (1743-1745)97 - e n agosto de 1745 asciende a Capitán de Fusileros98, y algo más tarde a Brigadier de los Reales Ejércitos. En 1762, a los 58 años de edad, casó por poderes con doña María Vicenta de Barrenechea y Castaños, natural y vecina de Bilbao, de 18 años. En setiembre de 1765 nacía en Lequeitio se primera y única hija, doña María Josefa Francisca Pabla Vicenta. Murió y fue inhumado en Le-queitio el dia 26 de enero de 177499. Dejó como heredera a su hija que, pasado el tiempo, casaría infelizmente con don Francisco Xabier de Eguía, marqués de Narros, sin llegar a tener descendencia, por lo que a su muerte en mayo de 1828 toda la herencia de los Villarreal-Bengolea pasaría a su sobrino, biznieto de don Pedro Bernardo, el conde de Hervías, don Domingo de Silos Salustiano Manso de Zúñiga, no sin antes superar unos pleitos interpuestos por los predilectos y protegidos de su tía100.

—D. Francisco Javier hizo carrera en la Administración. Empezó los estudios en la Universidad de Oñate, en Guipúzcoa, para pasar en 1723 a la de Salamanca101. Entre 1725 y 1727 hace prácticas con el abogado de aque-lla ciudad el Licenciado don Francisco Fernández de Ardona. En 1727 fue elegido colegial en el Mayor de San Bartolomé de Salamanca de donde sale para ejercer cargos en la Administración. En junio de 1758 se le nombra Oidor de la Chancillería de Valladolid102.

y a sucedido lo mismo; eran todos de la Fabrica de Sevilla, muy ermosos a la vista, pero muy mala la mezcla de metales. Con lo que ya no queda recurso alguno, pues, por la falta de cañones, el poco efecto de ellos (no aviendo quitado los fuegos a los enemigos, antes bien los an añadido), la cortedad del Exercito, lo adelantado de la estación (...) Es cierto se dijo venían mas Batallones pero ya creo que no vengan (...). (Nota al margen) «Aunque avisaba no venían los ocho Batallones de Cat a y dos mas de Cádiz y Ceuta, por extraordinario, se acava de saber vienen, con que no ay forma de entender esta contrariedad de novedades». Carta de Pedro José a su padre don Pedro Bernardo Villa-rreal de Bérriz• Campo de Gibraltar, 23 de mayo de 1727. A. T. U. Ibidem.

95 En el Archivo familiar de Nájera. 96 El certificado del mismo se conserva en A.T-M.Z. 97 Son varias las cartas escritas desde Italia por don Pedro José Villareal a su hermano el Padre

Francisco Joaquín, de la Compañía de Jesús. La fechada en el Campo de Boquera (26 setiem-bre 1745) da noticia de los movimientos de las tropas españolas: «(...) Después de la rendición de Placencia i Parma, hemos construido Puente sobre el Po mas abajo de la unión del Tesino con dho rio, nos hemos apoderado por sorpresa de la ciudad i Castillo de Pavia, haciendo prisioneros bastantes, cogidos pertrechos, almagacenes de víveres i hospitales, i nos mantenemos en esta situación sin que los enemigos se muevan de su antiqua (...)». A.T.U., leg. 16, fase. 6.

98 El nombramiento se conserva en el A.T-M.Z. (Nájera). 99 Libro de Finados de Santa María de Lequeitio, 17-2, f. 146 v (tachado), numeración añadida 153. 100 En A.H.D.V., Corregimiento, existe la documentación judicial, leg. 970, n.° 10, leg. 971, n.° 1,

2, 3 y 4, en la que se da noticia pormenorizada de toda esta cuestión. 101 En una carta de don Pedro Bernardo a D. Bruno de Zavala, de diciembre de 1723, se da

noticia de la marcha de Francisco Javier a Salamanca «con la idea de que sea colegial si tubiere en las letras tanta habilidad como en charlar». A.T.U., Copiadores de las cartas a Indias, ya citado.

102 A.T.U. Grados de Francisco Villarreal, Colegial del Mayor San Bartolomé de Salamanca.

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—Respecto a las hijas, la primera sobreviviente, doña Ana M. a Joaquina casó, como sabemos, con don Iñigo Manso de Zúñiga, hermano del conde de Hervías a quien sucedió en el título. Tuvo varios hijos, el primogénito, primer nieto de don Pedro Bernardo, nació en abril de 1730. En cambio, de doña Catalina Teresa, la pequeña, apenas tengo referencias salvo que murió sin sucesión. No debió tomar estado.

—Por último, más atención de la que le vamos a dedicar aquí se merece Francisco Joaquín, el hijo natural de don Pedro Bernardo, por su condición de ilustrado con una relevante aportación intelectual en las Indias y en la metró-poli. Era usual destinar en aquella época a los hijos naturales al servicio de la Iglesia, y así fue en este caso. En 1710 ingresó en el Colegio de Valladolid103 y entra en religión104; a principios de 1711 pasa a Villagarcía y en diciembre de ese año, desde la Isla de León, se embarca para Santiago de Chile105, donde «hace Conclusiones dedicadas a Nuestra Señora de Aránzazu en idioma bascuen-

103 En el A.T.U. se conserva un legajo de correspondencia del Padre Francisco Joaquín de Villa-rreal de la Cía. de Jesús a don Pedro Bernardo (24 cartas escritas entre 1710 y 1735) y a su hermano don Ignacio (5 cartas escritas de 1743 a 1744). En la que escribe desde Valladolid el día 14 de abril de 1710 comunica a su padre su deseo de ir a misiones y le pide autorización para ello. Pero diez días más tarde (carta del 23 abril), en cambio, no sé si acusando la opinión paterna, se muestra partidario de posponer su marcha a Indias: «(...) En quanto a las misio-nes lo mas acertado sera dejarlo a un lado por ahora, pues acaso se hechara todo a perder y se dilatara la tan deseada empresa y tengo entendido que en el noviciado tendré libertad para poderlo considerar (...)».

104 Ibidem. En la carta de 30 de mayo de 1710 da noticia de su entrada en religión al tiempo que agradece la letra recibida de 1.000 reales, «(...) los tiempos están caros —confiesa—, que un pan de dos libras vale dos reales; y asi de todo lo demás: y lo que veo es que con 10 pesos (= 240 reales) no tiene un estudiante cada mes para moldar dientes, y esto se ha de entender no saliendo de la ración que se reduce cada dia a media libra de carnero y otra de vaca.(...)»

105 Ibidem. En la carta escrita en Santiago de Chile (12 de marzo 1713) da cuenta «de los viajes (que así los llamó por ser tres, uno peor que otro) que desde Cádiz a Santiago hemos hecho». Las etapas sucesivas fueron Cádiz-Buenos Aires; Buenos Aires-Mendoza —estuvieron «80 y tan-tos días sin entrar en poblado»— y finalmente Mendoza-Santiago de Chile. Y comenta des-pués: «Lo que me admira es que se ponga a tan largos caminos y tantos trabajos (que son muchísimos) quien viene sin brazos y aiudas, solo a probar ventura, como si las piedras de aca fueran de plata y no hubiera sino venir y cargar, ignorando los innumerables que se acomodan como Dios save. (...) Doy a Vm. parte de mi feliz suerte en haber conseguido los votos en Religión (...)».

En esta carta, muy larga, alude a los inconvenientes que se derivan de su origen. Por su interés para una comprensión de las mentalidades de la época, transcribo estos párrafos: «(...) Puede ser que haga a Vm. —escribe a su padre— harmonía el ver que la que escribo a mi madre no lleve el nombre del lugar donde reside y que el P. Thomas de Gamboa en la suia la trate como esposa de Vm. (No lo se de cierto, pero según las preguntas que me hizo S.R. de Vm. y de mi madre entendí que era para hacer a mi madre en la que escribe a Vm. los cumplimientos ordinarios de las cartas) es porque no sabe, ni conviene que alguno lo sepa mi ilegitimidad. Porque los hijos naturales siempre traemos el san Benito, y si no se esconde, aunque de parte de los que ven el dho San Benito no resultare al ensanbenitado desprecio alguno (como sucede en la religión donde no se mira tanto quien es cada uno en la sangre, quanto quien es en la virtud) (...). Mas yo no me puedo quexar de nada de lo dho. pues aunque algunos lo han sabido aqui solo han sido tres, y todas personas graves y religiosas, a quienes no se pudo esconder, porque haviendo oydo decir que los hijos naturales no pueden

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ce»; en 1721 es ordenado sacerdote y pasa a Concepción a enseñar Gramática. En 1734 está en Lima como Procurador General de la provincia de Chile. En el año 1743 escribe a su hermano don Ignacio desde Madrid y parece que se establece en la Corte porque en 1752 entrega al monarca Fernando VI un informe firmado por él en respuesta al proyecto real de reducir a pueblos a los indios chilenos y fomentar el desarrollo de su economía106.

Convivían igualmente en la Torre de Uriarte las personas que formaban parte del servicio doméstico. Estos criados, es el término que se emplea sin distinción, realizaban diferentes funciones: acompañar a los miembros de la familia en sus desplazamientos, ayudas de cámara, escribientes o secretarios de don Pedro Bernardo, atención a las tareas propias de la mansión y de la hacienda dependiente de ella, salvo los operarios de las ferrerías que habita-ban en la misma torre de Bengolea.

Otra cuestión tiene que ser necesariamente tratada a la hora de bosque-jar los aspectos materiales de la vida noble en la Torre de Uriarte. Me refiero al consumo. Dispongo de dos fuentes para determinar algo sobre este apartado: las «Cartas de Bilbao» y el Inventario de bienes de 1707. En la primera se da cuenta periódica de los artículos que se remiten a Lequeitio entre 1726 y 1750 desde la administración bilbaína de Yrisarri. El Inventario, como sabemos, nos informa con todo lujo de detalles de los bienes existentes en la mansión de la fecha de su realización. Su consulta es, pues, obligada si queremos obtener una información global acerca de lo que gastaba la familia en bienes imperecederos. Como en el apartado de las inversiones algo hemos dicho sobre este punto, me voy a limitar ahora a señalar los géneros perecede-ros que se consumen en Lequeitio —según las «Cartas»— y el vestuario que obraba en su poder en 1707. Considero que son dos indicadores válidos —más adelante nos referiremos a otros aspectos complementarios— para conocer la calidad de vida de los moradores de la Casa de Uriarte.

Entre 1726 y 1750 se consumen en la Torre de Lequeitio —no podemos ofrecer datos exactos porque falta información relativa a algunos años y, por otra parte, no siempre se anotan las cantidades servidas— muchos quintales de bacalao que se suele traer de Virginia, de mejor calidad que el de Terra-nova, libras de cacao en número elevado, dulces que se traen de Nantes hasta que se descubre la bondad de los elaborados en Vitoria, canela, vinos de Canaria y rancios, y también de La Rioja cuyo consumo empieza enton-ces en la Torre como alternativa a los vinos franceses de Burdeos, quesos de

ser reeividos sin dispensazion de N. P. General, di quenta de todo al que venia por Superior de nra. Misión, el qual pregunto si lo habia savido el P. Ignac° Alemán que fue el que me recivio y haviendole respondido que yo no sabia nada porque yo no trate de mi recivo en la Religión sino Vm. y algunos Padres nros., me dijo que habia sido nulo el recivo (...)»

106 Informe hecho al Rey Nuestro Señor Don Fernando VI sobre contener y reduár a la debida obedienáa a los indios del Reyrw de Chile. Madrid, 22 de diciembre de 1752. También hizo unos acertados comentarios a la segunda edición de la obra de Gerónimo de Uztariz: Theoricaypractica de comercio

y marina... Madrid. 1742. Acerca de este jesuíta vasco trato más extensamente en el libro que sobre los Vascos y América estoy preparando para la Fundación Mapire América-92.

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Flandes. Al anunciarse la boda de doña Ana María, el administrador Yrisa-rri envía a Lequeitio «18 botellas de Canaria y otras 18 de rancio, más 2 quesos de Flandes, 2 botijas de aceitunas y 2 arrobas de azúcar; para el novio, diversas telas y entre ellas 2 varas de un finísimo encaje a 4 pesos la vara»10/. Se piden relojes de Londres, escritorios de Bayona, sillas de Holan-da o de Francia, cajones de libros de Holanda, Inglaterra o Italia, telas de Bruselas, Holanda y Francia.

Respecto al vestido, se inventarían en 1707 para el uso de doña Mariana Rosa 16 sayas108, 3 ajustadores, 6 hongarinas, 4 mantos, 1 delantal, 2 justi-llos, 1 corpiño, 1 falla, 9 mantillas, 1 monterilla de plumas, 23 camisas de lienzo blanco, 9 camisas de beatilla, 11 pares de calzones, 3 peinadores, 4 pares de mangas de jubones, 9 pañuelos, 1 ceñidor, 3 jubones blancos, 11 sabanillas, 2 pares de guantes, 2 pares de puños, 6 pares de medias de seda —de las cuales dos eran de París y una de Toledo— 2 pares de ligas, 1 par de medias de seda colorada de Toledo, 3 enaguas y 5 pares de calcetas. Había además «ocho varas de tafetán doble negro de Italia, de cerca de vara y quarta de ancho» y otras cantidades de telas diversas.

El ropero de don Pedro Bernardo se componía en 1707 de 28 camisas —bastantes de lienzo de Bretaña—, 8 jubones blancos, 11 pares de calcetas, 18 pares de escarpines, 13 pares de calzoncillos, 7 corbatas, 1 par de puños, 6 casacas, 10 chupas, 9 calzones, 1 par de guantes, 1 capote, 1 roquelon, 2 birretes, 2 cinturones, 2 ropas de cámara, 2 ceñidores, 2 vestidos de golilla con capa de paño — 1 de terciopelo—,13 pares de medias — de las cuales 5 de seda y 8 de lana— y 6 sombreros109. No me resisto a pasar por alto la composición de un traje que encarga don Pedro Bernardo en 1731 por un precio de 986 reales y 30 maravedises de plata: «6 y 1/4 varas de paño a 20 reales (= 375 reales); 13,5 varas de sarga a 20 reales, una onza de seda 9 reales, y media de lana 6 reales, más 7 docenas de botones grandes 28 reales y otras 7 docenas de botones menores 14 reales, más 3 varas de gorgoran negro 75 reales, más 2 varas de holandilla, más 4 de gamuzilla, más 1,5 de bayeta, y botones negros y 4 pares de hebillas». Llevaba como complemento un «sombrero de la misma tela con plumajes que se an hallado en cassa sinque cuesten nada». El traje, en cuestión, debió causar sensación en la Torre de Uriarte y enseguida encargó don Pedro Bernardo al sastre, siguiendo el mismo diseño que había hecho el francés Dantes —guía de la moda en aquella época—, otros dos más, uno para su hijo don Ignacio y el segundo para su nieto que apenas tenía un año110.

107 Gonzalo Manso de Zúñiga: «Cartas de Bilbao», op. eit., Cuaderno 1.°, pág. 26. 108 Veamos la descripción de la primera de las sayas que aparece en el inventario: «Una saya de

tela fondo raso azul forrada de tafetan de lo mismo y guarnecida de encaje de oro y plata». 109 Veamos algunas descripciones relativas al vestuario de don Pedro Bernardo: «Una casaca de

carro de oro color de perla guarnecida de galones de oro de Milán»; «una chupa de tela adamascada con flores de oro y flueco de lo mismo por el canto»; «Un calzón de terciopelo rojo con galones de oro».

110 Gonzalo de Zúñiga, op. cit., cuaderno 1.°, pág. 33. El precio que figura en el texto está tomado de la misma fuente.

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CAPÍTULO II I

LA FUNCIÓN POLÍTICA DE DON PEDRO BERNARDO VILLARREAL DE BÉRRIZ

EN E L T I E M P O D E don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz la nobleza había abandonado de modo ostensible la función militar sustituyéndola por una decidida inclinación a la política. Nobles y burgueses de formación jurí-dica, con frecuencia luego ennoblecidos, acapararon los puestos más rele-vantes de la Administración en sus distintos niveles. Por lo que se refiere al ámbito local, los oficios públicos habían recaído en los territorios del realen-go castellano, por diversos procedimientos, en los miembros de la mediana nobleza. En este período, el municipio, si bien conoce una pérdida progresi-va de su autonomía como consecuencia del proceso de centralización políti-co-administrativa que culminará con la dinastía de los Borbones, constituye el más importante centro de decisiones para regular la vida de relación de la comunidad. Sus atribuciones en el orden político y social eran, en efec-to, amplísimas. La administración de justicia en sus primeras instancias, la recaudación de impuestos a través de los encabezamientos concertados con la Hacienda real, el reclutamiento militar, el abastecimiento de los artículos de primera necesidad y la vigilancia en el mercado de los mis-mos, la reglamentación del trabajo y el intervencionismo en la vida eco-nómica, y la asistencia educativa y benéfico-sanitaria, componían el cua-dro de sus obligaciones más calificadas. Para cubrir el coste de los servicios que prestaba, el municipio contaba con unos ingresos que proce-dían de sus bienes de Propios (tierras, molinos, casas, etc., que se arrenda-ban periódicamente). Cuando las rentas de propios eran insuficientes, se acudía a los recursos extraordinarios, bien bajo la forma de arbitrios (im-puestos indirectos sobre el consumo, «concedidos siempre por el poder central con carácter extraordinario y temporal aunque se perpetúen»),

1. El marco institucional: ¿Hacia una aristocratización de los cargos públicos?

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bien realizando repartimientos vecinales o, en última instancia, enaje-nando una parte de sus bienes concejiles1.

El proceso de centralización administrativa y de unificación de poderes alcanzó, como decíamos, su punto álgido en los comienzos del siglo XVIII con la llegada al trono de la nueva dinastía borbónica. Las paces de 1713 y 1714, que ponían término en Europa a la guerra de Sucesión al reconocer a Felipe V como nuevo titular de la corona española, significaron la pérdida de las posesiones españolas europeas y, en consecuencia, la posibilidad de diseñar «una política interior, pensada en función de los intereses propios del país»2. Por los «decretos de nueva planta» se extendió el sistema político-administrativo de Castilla a los territorios de la antigua Corona de Aragón (Valencia, en 1707; Aragón, en 1711; Mallorca, en 1715 y Cataluña, en 1716), que habían luchado durante la guerra a favor del pretendiente aus-tríaco, logrando uniformar la estructura político-administrativa del Estado, excepción hecha de las Vascongadas y Navarra, que, por alinearse durante el conflicto junto al futuro vencedor, pudieron conservar su régimen foral. Lo cual no empece a que esta foralidad sufriera la amenaza constante del recorte de sus atribuciones como resultado de esa misma política real orien-tada a acentuar la centralización en perjuicio de las autonomías locales y regionales. El traslado momentáneo de las aduanas vascas a la costa decre-tado en 1717 constituye un claro ejemplo de lo que decimos3.

Ciñéndonos ahora al estudio del marco institucional en el País Vasco, hay que señalar como su nota más peculiar en el conjunto de bloques que integran la Monarquía, la persistencia de los Fueros, que reservaban el ejer-cicio del poder a sus propias Juntas junto a la autoridad delegada del mo-narca, pero garantizando una importante autonomía frente al poder real mediante dos trascendentales disposiciones: la obligación real de jurar los Fueros como condición previa a su reconocimiento —en el caso del Señorío de Vizcaya como su señor—; y el pase foral o asentimiento formal de las autoridades locales a las providencias reales relativas a las provincias y seño-río4. Sin embargo, la utilización del pase foral no significó en la práctica, salvo en algunas ocasiones, como el referente a las Aduanas, ningún enfren-

1 El gobierno municipal en el Antiguo Régimen ha sido tratado por Concepción de Castro La Revoluáón Liberal y los municipios españoles (1812-1868), Madrid, 1979, en una síntesis muy lograda presentada en el capítulo primero del libro citado. El entrecomillado pertenece a esta obra, pág. 31, así como parte de la información expuesta en este apartado.

2 Gonzalo Anes: El Antiguo Régimen: los Barbones, Madrid, 1975, pág. 295. 3 Más adelante nos referiremos a este problema que afectó también a don Pedro Bernardo al

derivarse del mismo la «matxinada» ocurrida el año siguiente. 4 En Vizcaya y en Guipúzcoa, la prerrogativa del pase foral viene recogida en sus correspondien-

tes Fueros. En Navarra también se practicaba la misma facultad desde el siglo XVI (el derecho de sobrecarta). En cambio, en Álava fue la Real Cédula de 1703 la que introdujo el pase foral. Cír. Fernando García de Cortázar y José María Lorenzo Espinosa: Historia del País Vasco —De los orígenes a nuestros días—, San Sebastián, 1988, especialmente, pp. 67 a 96. No deja de ser sorpren-dente la concesión del pase foral a Álava y el intento de abolir uno de los privilegios forales vascos relativos al mercado libre catorce años más tarde.

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tamiento con el poder real cuya autoridad fue reconocida y acatada por los poderes locales y provinciales. Las actas de las Juntas Generales como las de los municipios que hemos consultado, constituyen una prueba incontestable de aquella realidad. El Fuero, en resumen, «concedía autonomía plena sobre la legislación administrativa local y provincial. Respecto a la legalidad ema-nada desde el poder central, las provincias vascas tenían una participación equívoca representada en la aquiescencia foral (...) El poder ejecutivo pro-vincial residió en las diputaciones, pero los ayuntamientos contaban con un delegado del rey. Al mismo tiempo, el poder judicial estaba depositado en órganos delegados de la corona, si bien la norma jurídica era ajustada al derecho foral propio. Finalmente Castilla asumía las grandes decisiones de política interior y exterior, al reservarse la promulgación legal de las mate-rias no contempladas en la foralidad»5. Así pues, del Fuero se inferían las instancias de poder en el territorio vasco: en la cúspide, las Juntas generales que representaban a las distintas entidades que conformaban su territorio, y nombraban los Gobiernos forales para los períodos de interregno; en la base, los órganos locales que ejercían el poder a este nivel6. La hegemonía de los notables rurales fue primordial en este marco foral, si bien los grupos de la burguesía progresivamente irán ocupando los puestos políticos de las más importantes villas y ciudades para desde aquí intentar, en las últimas déca-das del siglo X V I I I , la adecuación del foralismo a sus propios intereses y necesidades. Por todos los organismos de poder citados pasó en distintos momentos de su vida don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz. Fue alcalde y juez ordinario, primero en la Villa de Mondragón, en la provincia de Gui-púzcoa, en el año 1691; después, en la Villa de Lequeitio, en el Señorío de Vizcaya, en 1696, 1699 y 1703. Ofició de fiel regidor de la anteiglesia de Amorato en 1704 y 17147. Representó en las Juntas Generales y en las de Merindades del Señorío celebradas entre 1696 y 1722 a la Villa de Lequei-tio, y a las anteiglesias de Guizaburuaga, Amorato y Mendeja, al menos en seis convocatorias, siendo sustituido en otras tres8. Ejerció el cargo de regi-

5 Ibidem, pág. 70. 6 Para el estudio de las Instituciones Públicas del Señorío de Vizcaya es de consulta obligada el

libro de Monreal Cía ya citado. 7 Monreal Cía, op. cit., pág. 185 y ss., analiza este cargo existente en el gobierno de las anteiglesias

del Señorío. Era de su particular incumbencia «la atención inmediata a los problemas públicos del municipio».

8 Los libros de Decretos de las Juntas Generales no recogen la documentación relativa a los años 1704 (desde setiembre) a diciembre de 1710 - e l Libro n.° 21 termina en 12 de setiembre de 1704; el n.° 22 empieza en diciembre de 1710—. Por otra parte, el libro correspondiente al bienio 1716-1718 «fue quemado en los desórdenes conocidos con el nombre de la Machinada», según consta en el inicio del libro n.° 23. Por la información que hemos podido reunir, don Pedro Bernardo Villareal de Bérriz fue procurador juntero en 1696 por la Villa de Lequeitio; en 1700, por la anteiglesia de Guizaburuaga; en 1704, por la anteiglesia de Amoroto; en 1715, en la Jun ta General de Merindades, por las anteiglesias de Amoroto y Mendeja; en mayo de 1719 (Junta General de Merindades), por la Merindad de Busturia y por la Villa de Lequeitio; en ese mismo año, en la Jun ta General de Merindades celebrada en agosto, por la Villa de Lequeitio. Fue sustituido en 1699 en la representación de Guizaburuaga y de Lequeitio; en 1714, en la de

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dor (por la parcialidad oñacina) en el Gobierno foral durante los bienios de 1700-1702 y 1714-1716, como lo había sido su padre en 1646-1648 (parciali-dad gamboina), y su abuelo en 1630-1632 (parcialidad oñacina)9, y lo sería su hijo en 1726-1728 (parcialidad gamboina). Participó en numerosas comi-siones de contenido variopinto (político, económico, social) a petición de los señores de las Juntas. Sufrió los sinsabores producidos por la algarada de 1718 en cuya solución tuvo una intervención muy directa. Finalmente, la

Junta General de Merindades celebrada el día 29 de diciembre de 1722 le nombró Diputado en Corte junto a don Miguel Velez de Larrea para cum-plimentar en Madrid lo exigido en el real decreto de 16 de diciembre de 1722 relativo al retorno de las aduanas vascas a sus antiguos parajes10. Casual-mente, los dos nombrados para este empleo alegaron problemas de salud y renunciaron al mismo. En el caso de nuestro personaje, la excusa se funda-menta en una salud «tan quebrantada, que ni a muchas funciones publicas y dependencias propias y precisas de casa puedo acudir por falta de ella; por-que a cualquiera aplicación de negocios o destemplanza del tiempo me car-gan unos ahogos al pecho que tal vez me han hecho guardar un mes de cama; esto se servirá Vm. de poner en noticia de la Junta no para excusar-me, porque el sacrificar mi salud y mi vida por la patria sería mi mayor gloria si me considerarse de algún provecho. Pero temo que la falta de salud no permita a mi grande deseo el emplearme como quisiera en el servicio del Señorío: en vista de lo cual dispondrá la Junta lo que pareciere mas conve-niente; y porque no me hallo en disposición de ponerme en camino particu-larmente con este tiempo, envió con esta a mi hijo y yo quedo al servicio de Vm. ..» . La Junta dio «por lexitimamente excusado a dho. Dn. Pedro Ber-nardo para el ministerio honroso, y Diputado en Corte a que se le habia destinado por sus relevantes prendas: y acordaron y decretaron se le den las

Amorato y, por último, en la Jun ta General de Merindades celebrada en diciembre de 1722, en la de Guizaburuaga (Merindad de Busturia).

En el libro Cincuenta Años de Juntas Generales de Vizcaya (1700-1750), Bilbao, 1935, se indica que Pedro Bernardo Villa Real fue Apoderado —sustituido por J u a n de Medieta— por Guizaburua-ga en la Jun ta General de 3.VI.1710, y Apoderado —sustituido por Miguel de Iturraxpe— por Mendeja en la misma Junta .

A partir del año 1724 deja ya de aparecer su nombre sustituido por el de su hijo primogénito don Ignacio José.

9 Darío de Areitio: El gobierno Universal del Señorío de Vizcaya. Cargos y personas que los desempeña-ron. Juntas, Regimientos y Diputaciones. Bilbao, 1943, pág. 35. A don Pedro Bernardo se refiere en las páginas 70 («Villareal, Pedro Bernardo») y 77 («Villarreal y Vérriz, Bernardo de»),

10 A.H.D.V. Juntas Generales (manuscritas), libro 24, f. lOlv. El nombramiento fue comunicado «inmediatamente» al interesado llegando el mensajero a la Torre de Uñar te «a las 4:30 horas de la mañana» (ibíd., f. 103) lo que pone de manifiesto el ritmo de vida de aquella época e indirectamente la preocupación por la medición del tiempo muy propia de la mentalidad ba-rroca.

11 Ibídem, libro n.° 24, ffi 103 y 103v. La carta de don Pedro Bernardo fue leída en la Jun ta celebrada el día 31 de diciembre de 1722. Al margen de otros argumentos disuasorios, la naturaleza un tanto enfermiza del personaje se puede colegir de la correspondencia familiar donde son frecuentes las preguntas relativas a sus dolencias periódicas.

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correspondientes gracias a su caballerosa atención»12. Veamos a continua-ción algo más detalladamente los cometidos políticos desempeñados por nuestro caballero.

Tanto Mondragón como Lequeitio eran Villas, la primera en la provin-cia de Guipúzcoa y la segunda en el Señorío de Vizcaya. El gobierno muni-cipal de las villas distinguía dos órganos: el Concejo abierto o Ayuntamiento general y el Ayuntamiento particular. Periódicamente en las dos villas cita-das se celebraron ayuntamientos generales «precedido las publicatas en los lugares de su jurisdicción según lo tienen de uso y costumbre y a son de campana tañida» en el caso de Mondragón; «despues de acavada la misa combentual..., a son de campana como lo tienen de uso y costumbre», en Lequeitio13. Estos congresos de vecinos, a semejanza de la cruz parada en el gobierno de las anteiglesias, se convocaban para discutir los asuntos de ma-yor interés en el seno de la comunidad: nombramiento y posesión de los cargos municipales, delegación de autoridad para comisiones explícitas14, prestación de servicios en dinero o en hombres, notificación y, en su caso, aprobación de los acuerdos del Señorío, determinación de almonedas15, sa-larios dependientes del municipio, suministro de abastos y precios de los mismos, contribución y recursos del municipio; eran éstos, entre otros de

13 Las actas de estos ayuntamientos generales recogen las expresiones que van entrecomilladas en el texto.

14 Aunque, como en Mondragón, esa concesión de poderes se hacía con alguna reserva. En el Ayuntamiento general celebrado el día 30 de setiembre de 1691 se dio «poder cumplido el que de derecho se requiere y es necesario al dho. Martin de Umendia como a tal Síndico Procura-dor General para que en voz y en nombre del dho. Concejo pueda parecer y parezca enjuicio y fuera del en todo lo que se le ofreciere al dho. Concejo en razón de pleitos y otras cosas alegando y defendiendo su provecho, tomando consejos de letrados y o hombres ancianos, y seguir y proseguir qualesquier pleitos civiles y criminales que estubieren movidos por su antecesor o por otro o adelante se movieren asta su conclusión, salvo que en cosas de mucha importancia de noticia al dho. Sr. Alcalde y su Reximiento...» ARCHIVO MUNICIPAL DE MONDRAGÓN. Actas Municipales, Legajo 2, Sección A, Negociado 1. El subrayado de la cita es mío.

15 En el Ayuntamiento de Mondragón salieron a subasta en octubre de 1691, siendo alcalde don Pedro Bernardo, la provisión de cera para la Iglesia parroquial —la subasta empezó ofreciendo 400 reales de vellón y terminó en 271—; el arrendamiento de los bienes del hospital de San Lázaro (consistentes en varias heredades, una barrena y una casa con sus heredades) que finalmente fueron rematados en 254 reales de vellón al año para un período de cuatro años — 169 reales había sido la primera puja— las tierras; 24 ducados al año, la barrena —se había empezado por 15—, y 123 reales al año por un período también de cuatro, la casa por la que se ofertó en primer lugar 94; la tercera y última subasta celebrada en este mes se hizo para contratar al guarda de los montes de la villa a la que concurrieron nueve aspirantes; el empleo se ajustó en 186 reales de salario desde los 450 exigidos en un principio. Considero que son datos, que por encima de la anécdota circunstancial, ayudan a comprender la realidad social existente en aquel tiempo y de ahí mi interés en incluirlos.

2. La gestión municipal en Mondragón y en Lequeitio

12 Ibidem.

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menor entidad, los temas ordinarios que requerían para su resolución la convocatoria a toda la comunidad de vecinos. Obviamente, la asistencia distaba mucho de llegar a esa totalidad, si bien oscilaba bastante de unas convocatorias a otras. En Lequeitio, por ejemplo, estuvieron presentes en el ayuntamiento general celebrado el día 13 de junio de 1694, además de los miembros del gobierno municipal, 46 vecinos (de los que sólo 8 llevan el tratamiento de «don»). Se había convocado para tratar los siguientes pun-tos: el estado del pleito que se sostenía con el Cabildo eclesiástico a propósito del patronato de la Iglesia parroquial, las ermitas y el hospital de la villa; la comunicación de una pragmática real acompañada de un despacho del Co-rregidor del Señorío «para que se observe y guarde», «sobre los trajes, besti-dos y lutos que deben traer sus vasallos»; la continuación del pleito contra «la casa de Arrutain en razón de que no se ha de bender en ella vino, carne ni otros mantenimientos»; la limpieza de los caminos; finalmente, el último de los asuntos tratados en aquel concejo abierto fue mandar «hacer un con-juro con quatro sacerdotes que digan cada uno su misa en las quatro ermitas de la jurisdicción de esta villa, para que Nuestro Señor nos asista con buenos tiempos y nos libre de los malos truenos, gusano y otros enemigos malos...»16. En cambio, en el Ayuntamiento general convocado en la misma villa, el día 24 de enero de 1729, para tratar exclusivamente sobre los conflic-tos derivados de la existencia de dos varas de alcaldes, uno de la Villa y el otro de la Cofradía de Mareantes, estuvieron presentes 87 vecinos (de los que 8 llevan el tratamiento de «don»)17.

La estructura del Ayuntamiento particular era muy distinta en las dos villas citadas. En Mondragón, el gobierno municipal estaba formado por un alcalde, dos regidores, un síndico procurador de los caballeros hijosdalgo y dos diputados. Los cargos, como era usual en aquel tiempo en el orden concejil, eran anuales. La elección se realizaba el día de San Miguel (29 de setiembre) probablemente por el mismo Regimiento, y al día siguiente se convocaba un ayuntamiento general para despedir al Regimiento saliente y dar posesión al recién elegido a quien se le recordaba que «rexiran sus oficios fiel y legalmente según Dios manda y les dictare sus conciencias..., atende-rán y cuydaran todas las cosas a cada uno de ellos tocantes y concernientes a sus oficios, y pagaran costas y daños que por solo negligencia y culpa de

16 ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO: Acuerdos del Concejo de la N. Villa de Lequeitio..., op. cit libro n.° 49 '

17 ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO: Decreto y Capitulaciones hechos en 24 enero 1729 entre la villa de Lequeitio y Cofradía de los Mareantes, en razón de elección, nombramiento y preferenáa de los Alcaldes, Justicia y Regimiento de dha. villa; derechos que pueden llevar por afueros de viberes y otros puntos Año 1129 Registro 14, n.° 19, ff. 144 y ss.

En el Ayuntamiento estuvieron en total 97 personas (87 en calidad de vecinos, 9 del gobier-no mumcipal y el secretario). Sólo firmaron el acta 43; el resto, no sabía hacerlo. Un indicador elocuente del grado de alfabetización existente en la población masculina lequeitiana de aquella época: el 55,7 por cien de los vecinos presentes (porque doy por supuesto que ninguno abando-nara la reunión antes de su término) en el ayuntamiento general declaró no saber firmar.

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qualquier de ellos le binieren al dho. Concejo...»18. La elección para estos cargos públicos solía recaer, si tomamos como criterio orientador el trata-miento de «don», en vecinos de distinta calidad. Por las actas municipales que hemos consultado —correspondientes al último cuarto del siglo X V I I — podemos concluir que de modo exclusivo el cargo de alcalde lo ejerció un vecino «notable» (aparecen, entre otros, además de don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, su hermanastro don Mateo Nicolás de Aranguren y Andicano, que ocupó la Alcaldía varias veces en este período; don Sancho Antonio de Galarza, don Francisco de Barrutia, don José de Barrutia y Córdoba, don Antonio de Barrutia y Salinas, d o n j u á n Antonio de Barrutia y Córdoba —la presencia de los Barrutia es muy frecuente en los cuadros de autoridades de este tiempo, cuando no como alcaldes, aparecen como regi-dores o diputados—). El oficio de regidor fue ejercido de manera predomi-nante por notables, pero aquí no es raro encontrar un nombre «sin don» en alguno de los dos puestos. El cargo de Síndico fue ocupado de modo exclusi-vo por personas no notables. En cuanto a los Diputados, cuando aparecen sus nombres especificados, suelen ser «gente principal», antiguos cargos o candidatos en firme a serlo, como fue el caso de don Pedro Bernardo, dipu-tado en 1690.

Mucho más compleja, y fuente potencial de conflictos, era la constitu-ción interna del Ayuntamiento particular de Lequeitio. Merece la pena re-cordar brevemente el proceso histórico que desde la fundación de la villa había ido forjando la imagen del gobierno municipal que corresponde al tiempo de don Pedro Bernardo. La fundación de Lequeitio se debe a doña María Díaz de Haro, «llamada por excelencia la buena muger», sobrina y sucesora de don Diego López de Haro —el fundador de Bilbao—, que aforó aquel territorio en 1325, en una cadena de fundaciones que pretendía cubrir la costa vizcaína de villas marineras19. La fundadora donó a los pobladores del nuevo villazgo «de las dos tercias de diezmos de las Ante-Iglesias y Repúblicas de Ispaster, Guizaburuaga y Mendeja y sus exidos»20. Desde entonces, la villa tuvo dos varas de alcalde con igual jurisdicción, los cuales nombraban, al término de su mandato anual, a los sucesores en el cargo «por sí y juntamente con los del Regimiento»21. Lequeitio, gracias a una actividad económica floreciente, aumentó considerablemente desde la fecha de su fundación el número de su vecindario, pero este desarrollo se vio brus-camente interrumpido por calamidades de distinta índole que sufrió la villa a partir del comedio del siglo XV: varios incendios de los que se guardaba

18 ARCHIVO MUNICIPAL DE MONDRAGÓN: Acta del Ayuntamiento General celebrado el 30 de setiembre de 1691. En este Ayuntamiento tomó posesión de su cargo de Alcalde don Pedro Bernardo.

19 Monreal Cía, op. cit., pág. 69. Obra fundamental para conocer en profundidad toda la proble-mática relativa a la fundación de los villazgos en los que nosotros no entramos. El entrecomilla-do que aparece en el texto está sacado, sin embargo, de la ya citada La Villa de Lequeitio..., de 1735, pág. 2.

20 La Villa de Lequeitio..., (1735), op. cit., pág. 2. 21 ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO: Decreto y Capitulaciones hechos en 24 enero 1729..., ya citado.

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triste memoria, especialmente del padecido en diciembre de 1442 «tan gene-ral, que casi se abrasó todo el lugar, y por evitar otra ygual (quema), se hizo una moralla alta y gruesa en medio del lugar, desde el portal de San Nicolás Tolentino hasta el portal de la Trinidad»22. Otro acontecimiento dramático que diezmó sensiblemente la población de la villa fue la peste de 1598. «Con estos ynfortunios se reduxo a menos de la tercia parte de que era antes de la peste»23.

Para entonces, no obstante, la Cofradía del gremio de Mareantes de San Pedro —cuyas derrotas y comercios llegaban al Norte de Europa y América y países del Mediterráneo— había alcanzado una entidad notable que hizo patente en la chancillería de Valladolid a finales del siglo XV mediante una representación en la que se quejaba de que las varas de alcalde estuvieran en manos irremediablemente «de gente de tierra (...), (j>) que siendo ellos mu-chos mas en número, no tenían parte en los regimientos»24. Apunta clara-mente la cita anterior una característica que fue consustancial al desarrollo de la comunidad lequeitiana: su división en dos bloques, el de la gente de tierra, que agrupaba a los que vivían del producto de sus haciendas, rentas de mayorazgos o salarios derivados del trabajo personal en oficios de labra-dores, canteros, carpinteros, herreros, etc.; y el de los Mareantes, que reunía a los integrantes del gremio de marineros, pescadores y navegantes. Las dis-putas sostenidas entre ambos bandos a propósito de la elección del ayunta-miento conocieron una primera solución en la ordenanza de 1514 con asis-tencia del corregidor Diego Ruiz de Lugo: el arreglo consistió en una distri-bución equitativa de los cargos públicos entre las dos parcialidades. De ma-nera que Lequeitio siguió teniendo dos alcaldes, dos regidores y dos síndicos, pero desde esa fecha uno de cada oficio era de gente de tierra y el otro, de mareantes. La forma de elección —a cargo del Regimiento saliente— se mantuvo hasta 1679-1683, fechas durante las cuales se fue perfilando el sis-tema que duró hasta 1729, y que consistió en hacer participar a todo el vecindario en esta cuestión. Se hacía un sorteo general entre los componen-tes de cada grupo del que salían cuatro electores, quienes ejecutaban la elección correspondiente a su bando el día de la Purificación de Nuestra Señora (2 de febrero)25. Pronto surgieron problemas de competencias y de

22 La Villa de Lequeitio..., (1735), pág. 4. Aquel incendio afectó a 300 casas. La construcción de la muralla se hizo en virtud del permiso concedido por don Fernando el Católico en Córdoba el 30 de julio de 1490, con la media blanca de sisa sobre los mantenimientos. Las informaciones precedentes se deben a las notas que Iturriza aportó a la Descripción..., y figuran en la misma página.

23 Ibídem, pág. 5. En la Concordia de 1729, se calculaba en unos 1.200 vecinos los existentes en Lequeitio antes de sufrir la peste.

24 Descripción sumaria..., (1740), op. cit., pág. 277. 25 El protocolo de la elección comprendía los siguientes actos que trasladamos literalmente de la

Descripüón sumaria..., (op. cit., 1740, pp. 276-9): «La elección de los del gobierno y regimiento político y de justicia se hace de inmemorial tiempo acá en dos de febrero dia de la Purificación de Ntra. Sra.; á las nueve se saca misa del Espíritu Santo y despues de misa mayor á son de campana, se junta el ayuntamiento y se hacen las elecciones de los sujetos del nuevo gobierno

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prelación entre el alcalde de tierra y el de mareantes, porque «aunque am-bos alcaldes eran ordinarios, tenia mucha preferencia el de la villa y particu-lar estimación»26, disputas que, a lo que parece, enturbiaron la convivencia de una manera alarmante hasta el punto de determinar la convocatoria de un ayuntamiento general con objeto de llegar a una solución concordada por las dos partes. Lo que se consiguió aparentemente el día 24 de enero de 172927 en los siguientes términos:

— El cuadro de autoridades —dos alcaldes, dos regidores y un síndico procurador general— representaría en adelante a la villa como tal comunidad.

«sin que la dha. cofradía y cofrades tengan hagion alguna como cofrades sino como vecinos de la villa en la elección de dhos. empleos de todos los capitula-res: para que de esta suerte queden atajados todos los motivos peijudiciales a la maior quietud, unión, tranquilidad, y amor en un pueblo de vezinos tan honrrados, y de tan buena, y sana intención»

— Los dos alcaldes serían ordinarios, iguales en facultades y competen-cias, si bien la preeminencia en los actos sociales correspondería al que salie-re elegido en primer lugar,

«solo el que primero saliere aia de tener la mano derecha, y el mejor asiento, como también la llave del Sagrario el Jueves Santo. Que en la Yga Parroquial

(...); á la tarde concurren los regimientos viejos, y nuevamente electo á la procesión de Ntra. Sra. del Rosario que se hace de una y media á dos y la Santísima imagen llevan los dos regidores viejos y nuevos; acabada la procesión en forma con acompañamiento y tamboril ó tamboriles van los últimos los regimientos viejos y nuevos entrelazados con el capellan, que fuere de San Blas á la ermita de Santa Maria donde se cantan las vísperas; y acabadas en la misma manera van á la casa del concejo y despues se procura hacer en la plaza alguna fiesta: al dia siguiente como á las nueve desde la casa del concejo, ó su plazuela en la misma forma van á la dicha ermita donde se oye la misa cantada se pasa á la dicha casa consistorial, donde sobre una mesa, está puesto un santo Cristo, con el cual hace jurar el alcalde viejo de la villa á todos los electos y á continuación se entregan las varas (...), luego pasan á la Iglesia, y hecha una breve oración, entran los nuevos á la sacristía donde el Ilustre cabildo con manteos y bonetes les está esperando; lleva la oracion el alcalde y hecho el cumplido salen de la sacristía é Iglesia acompañados hasta el cementerio de los beneficiados Capitulares; (...) despedidos en el cemen-terio se van á la consistorial. A la tarde á las dos con la formalidad dicha pasan á la dicha ermita y oidas las vísperas cantadas, se van á la casilla de la Atalaya y de aqui vuelven á la consistorial; llaman á esto el paseo: El tomar posesion del lugar. Al otro dia el regimiento viejo entrega con inventario al nuevo, los papeles del archivo de la sacristía, y el un sindico al otro las cosas que son de su cargo».

A destacar del ceremonial prolijamente descrito en la cita los numerosos actos de carácter religioso, así como, a pesar de las notables diferencias que separaban al Cabildo del Concejo por la cuestión del Patronato, de la Iglesia Parroquial, la visita de cortesía que tradicionalmente el nuevo ayuntamiento hacía a las autoridades eclesiásticas de la villa.

26 La Villa de Lequeitio..., (1735), op. cit., pág. 20. 27 ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO. Decreto y capitulaáones..., ya citado. El primer firmante del

documento que figura inmediatamente después de los miembros del gobierno municipal es don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz; en los primeros lugares aparece igualmente su hijo, don Ignasio José.

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Matriz aia de ocupar el Alcalde primero el asiento de la parte del Evangelio con el Regidor primero y el Sindico Pror. General: Y el de la parte de la Epístola, el Alcalde segundo, Regidor, y los maiordomos y el secretario del aiuntamiento los asientos acostumbrados».

— Los dos Alcaldes sin distinción harían de jueces ordinarios en todas las causas civiles y criminales, y practicarían las visitas de Navios y Barcos, y despacharían las licencias solicitadas para mar o tierra «tirando á medias los percanzes acostumbrados28, sin pretender mas, ni aumento de derechos por ningún título ni pretesto de gratificación».

— Se distribuía el salario del Regimiento (5.100 maravedises) a razón de 1.500 maravedises para cada alcalde, y 700 para cada uno de los oficios restantes (dos regidores y el síndico).

— El procedimiento electoral y la calidad y designación de electores quedaba minuciosamente estipulado. Sólo podían participar en el sorteo y aspirar a ser elegidos «los hidalgos conocidos y que no sean hijos y nietos de clérigos, y bastardos». Una vez reunidos en ayuntamiento general los que cumplían los requisitos anteriores, que no eran en absoluto excesivos en una tierra de «hidalguía universal»,

«(...) se baian echando en cantara dhos. papelitos blancos uno por cada vezi-no llamándolos por su lista el escribano del Aiuntamiento, y de tiempo en tiempo repartiendo prudencialmente conforme los vezinos que concurrieren, haga cruzes el señor Alcalde a quatro de dhos. papelitos, y asi estos como los demás, se han de meter doblados en cantara, y rebueltos mui bien en él, se llame a un muchacho de tierna hedad, y el escribano del Aiuntamiento por su orden, y por la referida lista de los vezinos y vaia el muchacho sacando un papelito de dho. cantara para cada uno, y se lo de a dho. señor Alcalde y aquellos a quienes salieren los papelitos de las cruzes sean electores».

— Cada uno de los electores, previamente incomunicados, elegían «se-gún Dios y sus conciencias, atendiendo a la maior utilidad y combenienzia general», dos nombres para cada uno de los cargos, los cuales se anotaban en papeletas distintas y depositaban en un cántaro particular para cada oficio. Se prohibía expresamente el nombramiento de personas unidas a los votantes por lazos de parentesco —«que dhos. electores, ni alguno de ellos, no aia de sortear á padre, hijo ni hermano propio, ni a primo hermano consangíneo»—. Después, un niño extraía dos papeletas por cántaro, y la que se sacaba en primer lugar designaría al primer alcalde, y así sucesivamente.

- - Se prescribía también la concurrencia en el candidato electo de unas cualidades profesionales vagamente expuestas: «y todos los dhos sugetos han de ser hidoneos y capazes cada uno para su ministerio y empleo»

28 Se detalla más adelante en qué consisten estos «percances»: según la venta realizada de avella-na, cebolla y sardina o arenque, se separaban unas pequeñas cantidades que se repartían los dos alcaldes.

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— Por lo que respecta a los diputados, se determinaba en 1729 que los alcaldes y regidores salientes y los del año anterior «queden nombrados por Jurados o diputados para que acudan a todas las zejas ó Aiuntamientos particulares que fueren combocados como personas informadas de las de-pendencias pendientes de la Villa». Para completar el número de diputados, estimado en doce, los cuatro restantes saldrían de sorteo.

— Finalmente, una serie de cláusulas hacían referencia al ceremonial de la toma de posesión, que no se modificaba, y al período de tiempo —dos años— que había de transcurrir para que entrara en nuevo sorteo quien había ejercido un cargo municipal, si bien se añadía que lo anterior no afectaba a «los thenientes que no hubieren exercido el puesto de Alcalde, Regidor ó Sindico en la referida maior parte del año»29.

Las disensiones en la comunidad lequeitiana no cesaron pese a todo. Y es que la concordia de 1729 no satisfizo en realidad plenamente a ninguno de los grupos, y particularmente agravió, así lo entendieron al menos, a la Cofradía de San Pedro de Mareantes. Los «de tierra» vieron el origen de todos los conflictos en la existencia de dos varas de alcalde; los mareantes, por su parte, añoraban la vara de alcalde específica que tuvieron hasta 1729. En este contexto, la convivencia se hizo difícil y la celebración anual de las elecciones no estuvo exenta de incidentes. En más de una ocasión tuvieron que realizarse bajo la presidencia de un delegado del Corregidor30. Así las cosas, el Concejo, en la asamblea abierta celebrada el 1.° de julio de 1733 con la asistencia de 64 vecinos, acordó dar poder al Alcalde, que lo era entonces don José Francisco de Unzeta, a don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, don Ignacio de Villarreal de Bérriz y Bengolea, que ya era conde de Monterrón por su segundo matrimonio, y a don Juan Ignacio Ibáñez de Zavala, para llevar el asunto a la Cámara de Castilla y, por su media-ción, al monarca don Felipe V. En su representación expusieron «los perjuicios e ynconvenientes que de las referidas continuadas disputas se seguían al común de dha. villa y sus vecinos; y teniendo presente que el motivo de ellas consistía en haver los dhos. dos Alcaldes, y que en las demás villas de dho. Señorío, como eran las de Bilbao, Bermeo, Durango y otras, solo havia uno, siendo asi que heran de mucha mas vecindad como hera notorio, havian acordado unánimes y conformes suplicar al nuestro Consejo se sirviese tomar la providencia mas conveniente a fin de que huviese solo un Alcalde en dha. villa, cuia elección se efectuase en la forma regular, y entrando para ser electos todos los vecinos de uno y otro

29 Toda esta información, así como los textos que aparecen entrecomillados, pertenecen al Decreto y capitulaciones..., ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO.

30 A. M. DE LEQUEITIO (1735), op. cit., pág. 20. En la Descripción sumaria..., (1740), pp. 277-8, se recogen varios de los incidentes ocurridos, hasta el extremo de que el delegado del Corregidor, don Luis del Valle y Salazar, desplazado a Lequeitio en 1732 «mandó poner en secuestro dichas varas en manos de dos alcaldes antecedentes: formose pleito muy inquieto ante dicho señor corregidor y mientras se litigaba en su tribunal, los de tierra consiguieron en la camara de Castilla, cédula real, su fecha ventitres de Noviembre de mil setecientos treinta y tres (...)».

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bando sin distinción alguna, según y como se ejecuta en las dhas. otras villas del Señorío...»31.

El monarca, por la Provisión dictada el 23 de noviembre de 1733, deter-minó el nombramiento en adelante de un solo Alcalde para la Villa de Le-queitio, cuya elección correría a cargo de las dos parcialidades de la siguien-te manera: el Concejo nombraría tres electores y la Cofradía de San Pedro, otros tres; los seis electores votarían «el que haya de ser cada año el alcal-de»32. La provisión real se aplicó inmediatamente, al principio con cierto temor por si de la misma se derivaban reacciones en contra de los marean-tes, pero parece que se aceptó sin más consecuencias. Eso es al menos lo que se desprende de los escritos de 1735 y 1740:

«(...) a dicha cédula se empezó a dar cumplimiento el año passado (1734), con asistencia del delegado del dicho Corregidor, por temerse algún alboroto; pero, en fin, este presente año de 1735 se ha hecho la elecion conforme dicha cédula con gran unión y aceptación de todo el pueblo. Se reputan también de regi-miento los dos maiordomos de la dicha Cofradía de Mareantes que hacen su elecion al otro dia de San Pedro Apóstol, su patrón, en cuyo dia y los quatro siguientes hacen fiesta con procession, corridas, danzas y mogigangas»33. «(...) Obedecióse por fuerza (la cédula real), y con protesta de la Cofradía que recurrió luego á la camara: La cédula la costó noventa y seis escudos á costa de particulares de tierra. El año siguiente mil setecientos treinta y cuatro, porque se temia mayor alboroto, envió el corregidor por delegado suyo un abogado, quien presidiendo, con alguna dificultad se hizo la elección confor-me dicha cédula, para el año siguiente se resfrió algo el pleito y ahora queda el pueblo en paz y concordia, lo gastado gastado y corre todo como tiene man-dado la camara de Castilla»34.

En lo que se refiere a la actuación material de don Pedro Bernardo en estos ayuntamientos, hay que dejar constancia de que fue muy desigual lógicamente, habida cuenta la distinta permanencia del personaje en uno y en otro lugar. Empecemos por Mondragón a donde llega don Pedro Bernar-do después de alcanzar su emancipación legal. En la villa guipuzcoana ini-ciaría el aprendizaje en las tareas políticas bajo el asesoramiento de su her-manastro don Mateo Nicolás de Aranguren, experto en semejantes lides —había sido ya alcalde de la villa y era por esa época caballerizo del Rey —. La primera noticia que tengo de la presencia de don Pedro Bernardo en un ayuntamiento general es de 169035. En el ayuntamiento nombrado para el

31 ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO. Registro 14, n.° 20, ff. 152 y ss.: Provision real de Felipe V, librada por los Sres. del Supremo Consejo de Castilla, en Madrid a 23 noviembre de 1733 a pedimento del Concejo, Justicia y Regimiento de la Villa de Lequeitio, para que en ella no hubiese en lo sucesibo mas de un Alcalde, sin embargo de la costumbre que hubo de nombrar dos.

32 Ibidem. 33 La Villa de Lequeitio..., (1735), op. cit., pp. 20 y 21. 34 Descripción sumaria..., (1740), op. cit., pág. 278. 35 Ayuntamiento general de la villa de Mondragón, 30 de setiembre de 1690. Libro de Acuerdos.., ya

citado

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curso 1690-1691 aparece como uno de los diputados del mismo. En las elec-ciones celebradas al término de ese mandato, en setiembre de 1691, sale elegido Alcalde de la villa —tenía 22 años—, y forma gobierno con los Regi-dores don Nicolás Balerío de Garaa y Urquizu y don Martín Antonio de Barrutia y Salinas, actuando como Procurador Síndico General Martín de Umendia. Don Pedro Bernardo, consciente de la escasa atención que podía dedicar a la alcaldía estando por resolver fuera de su jurisdicción importan-tes asuntos que le afectaban directamente36, nombró «fiador a don Matheo Nicolás de Aranguren y Andicano, su theniente»37. En efecto, durante el año de su mandato don Pedro Bernardo falta a algunas sesiones del concejo a finales de 1691 y en julio de 1692, siendo sustituido en la presidencia por el citado don Mateo Nicolás. No pasaron cosas extraordinarias durante ese año en Mondragón. Los temas que se trataron en sus ayuntamientos parti-culares y en los generales fueron los cotidianos de cualquier comunidad en aquella época, a los que ya nos hemos referido en las generalidades expues-tas anteriormente: los relativos a los salarios de los empleos dependientes del concejo —médico, maestro de primeras letras, carcelero, etc.—; la determi-nación de los precios de los artículos de subsistencia, el abastecimiento del pan, el suministro de vino y otros géneros; el arrendamiento de los bienes del hospital subastados en el Ayuntamiento, del que ya dimos noticia puntual; el problema de las contribuciones de la Villa de la Provincia que tocaba directamente al estado de los recursos municipales38. En este sentido, con-viene indicar las exiguas rentas de que disponía el concejo para atender las prestaciones que ofrecía, lo que no era una excepción ni muchísimo menos en las haciendas locales de la época. Otro asunto que hoy nos puede parecer en cierto sentido trivial, pero que no lo era en absoluto para la mentalidad dominante en el siglo X V I I , distrajo la atención de los miembros del gobier-no en varias sesiones destinadas al efecto: se trataba de que Su Ilustrísima, recién nombrado a lo que parece, iba a iniciar la tradicional visita pastoral alterando el itinerario al dar prioridad a Escoriaza sobre Mondragón,

«siendo asi que esta Villa (.Mondragón) es caveza del Arciprestazgo y caveza del Valle Rl. de Leniz, y que la Villa determinare en esto lo que combenia y si se le representaría a Su Iltma. para que empezase la Visita de este lugar conforme lo havian echo, otros sus antecesores; y haviendo conferido larga-mente sobre ello: decretaron y nombraron para hazer la dha. Repressentazion al dho. Sr. Alcalde y Dn. Joseph de Barrutia y Cordoba para que con toda

36 Entre los más acuciantes, la tramitación de su solicitud a la Orden de Caballería, que exigía su presencia circunstancial en la Corte, y la atención personal a su hacienda de Bérriz, muy descuidada por los motivos que ya conocemos de minoridades prolongadas, que le obligaban a trasladarse a aquella localidad con relativa frecuencia.

37 ARCHIVO MUNICIPAL DE MONDRAGÓN. Acta del Ayuntamiento general celebrado el 30 de se-tiembre de 1691. Libro de Acuerdos...

38 En el Ayuntamiento General celebrado el día 22 de junio de 1692 se trató sobre la manera de allegar recursos extraordinarios — «attentto la Villa no ttenia medios de prontto»— para pagar a la Provincia los 118.000 maravedises que se le exigían de contribución.

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brevedad agan la dha. Repressentazion, repressentandole el derecho que tie-ne esta Villa y los motivos porque sus antecesores havian echo la Visita pri-mero en esta Villa»39.

De diferente naturaleza fue el otro asunto, tratado el mismo día 30 de octubre de 1691 en Ayuntamiento de Diputados bajo la presidencia de don Mateo Nicolás de Aranguren, por ausencia de don Pedro Bernardo. El Al-calde en funciones informó de «como a un vezino de la ciudad de Vitoria havia embargado un ministro de la fabrica de Placencia dos cargas de esco-petas, que los llevava de esta Villa, echas y executadas en ella...». Debatido el problema que tan hondas consecuencias podía traer para la economía de la Villa, la asamblea determinó «que se le escriva al governador de las dhas. fabricas repressenttandole los yncombenientes que le siguen a los natturales de esta Viña por razón de las denunciaziones semejanttes»40.

De Mondragón, don Pedro Bernardo pasó como sabemos a Lequeitio, donde fija su residencia habitual al contraer matrimonio en enero de 1694. En seguida se integra plenamente a la vida de la comunidad en la que inmediatamente destaca por sus relevantes cualidades personales. Lo encon-tramos citado en primer lugar entre los vecinos asistentes al Concejo cele-brado el día 2 de marzo de 169441. Las actas municipales que se conservan, nos permiten seguir a grandes rasgos la gestión realizada por don Pedro Bernardo al frente de la alcaldía en las tres ocasiones en que la desempeñó y conocer los problemas principales que preocupaban a la comunidad lequei-tiana de aquel tiempo. Pero faltan muchas actas en este tiempo —saltan, por ejemplo, de 1707 a 1721—, y algunas son de difícil lectura por su estado de conservación o por la mala caligrafía del escribano correspondiente. En cualquier caso, la documentación consultada es suficiente a mi modo de ver para el propósito de este trabajo. Y lo dicho además afecta en escasa medida a la actividad concreta de nuestro personaje, que fue elegido Alcalde, como dijimos, en febrero de 1696, 1699 y 170342, compartiendo las tareas, como era usual en esas fechas, con un representante de la Cofradía de Marean-tes43.

39 Libro de Acuerdos..., Ayuntamiento de Mondragón. Acta del 30 de octubre de 1691. Fue ésta una de las sesiones en las que no estuvo presente don Pedro Bernardo.

40 Acta del Ayuntamiento de Diputados, 30 de octubre de 1691. ARCHIVO MUNICIPAL DE MONDRA-GÓN, Libro de Acuerdos...

41 ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO, Acuerdos del Concejo..., Libro n.° 49. Acta de la sesión de 2 de marzo de 1694, f. 44.

42 Respecto a 1703, en el acta de 6 de febrero de ese año aparecen como Alcaldes d o n j u á n Lariz Olaeta y Martín de Urrea; sin embargo, en el acto siguiente que aparece en el Libro de Acuerdos, que corresponde a la fecha de 9 de setiembre, figura como Alcalde don Pedro Bernardo. Parece probable que fuera elegido en efecto en febrero, pero que, dada su ausencia, ocupara la alcaldía el citado anteriormente. Sabemos con certeza que en los meses de enero y febrero de 1703 don Pedro Bernardo se encontraba en Madrid.

43 En 1696, el equipo de gobierno lo formaron el citado don Pedro Bernardo y Martín de Zugadi, Alcaldes; don Agustín de Basterrechea y J u a n Bautista de Astarloa, Regidores; Agustín dé Ezenarro, Síndico Procurador General, y Simón de Hormaegui, fiel; Francisco de Urquiza y

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El Ayuntamiento de Lequeitio tampoco andaba sobrado de fondos. Aunque en las actas que hemos visto nunca aparece un estado de cuentas, se deduce no obstante la cortedad o, mejor, la insuficiencia de sus recursos por los periódicos repartimientos que efectúa entre la vecindad y por los arbi-trios que establece de manera temporal. A este problema dedican un aparta-do las dos Descripciones de la Villa de Lequeitio, que tantas veces hemos citado. Resumen muy bien la situación financiera del municipio en 1735 y en 1740. En esas fechas los ingresos del Ayuntamiento se reducían «al corte para carbón de unos montes que son de su propiedad, aunque no de jurisdicion, (...) en Vallestegui, Barurdo, donde se pudieran hacer buenas casserias, y, de tres partes, las dos de Otoio y Vssa. Estos cortes un año con otro darán como 400 ducados. Las otras impossiciones en carne, aceite, alóndiga, cestería y aguardiente producirán como 250 ducados; no hay sisa en el chacolín, que, como es propiedad en que interesan todos los vecinos y se vende con algún desprecio, no se permite el gravarle; quando éste falta, al vino foráneo se pone impossicion, y su producto es poco o mucho, conforme el tiempo que dura; conque, no teniendo más efectos que los sobre dichos, se ve obligada a echar repartimientos entre vecinos, con la equidad y economía de recargar a los que mejor pueden pagar y minorar a la gente más pobre»44. Hagamos un comentario sobre el contenido de la cita anterior, ajustándolo a la informa-ción que nos proporcionan las actas del Concejo.

Los recursos del Ayuntamiento procedían, en efecto, de los conceptos señalados anteriormente. Los más importantes eran, entre los ordinarios, los productos que se obtenían anualmente de sus montes: cargas para carbón y madera vendida a particulares o a las fábricas reales. En setiembre de 1696, por ejemplo, 400 cargas para carbón supusieron 400 reales; cinco años más tarde, en febrero de 1701, el precio se ha doblado: en esa fecha se venden 500 cargas a doña María Pérez de Urquiaga, viuda, vecina de la anteiglesia de Berriatúa, a razón de dos reales por carga. En febrero de 1700, se vende a don Joaquín de Basabe, vecino de Bilbao, madera por valor de 100 ducados de vellón. Antes, en junio de 1699, se había notificado al Concejo la venta de madera para las fábricas reales45. (Hay que lamentar que no dispongamos de información continuada para éste, y, en general, para todos los asuntos

Clemente de Aranzibia, Mayordomos (f. 79). En 1699, el cuadro de autoridades elegido en febrero de ese año fue el siguiente: don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz y J u a n de Albina-gorta, Alcaldes; don Agustín de Basterrechea y Lucas Marques de Echevarri, Regidores; J u a n de Arrasate, Síndico, y Francisco de Leaegui Aldecoa, fiel; Lorenzo de Astegui y Celedonio de Axpee, Mayordomos (f. 105). En 1703, el gobierno lo constituyen don Pedro Bernardo y Mar-tín de Urrea, Alcaldes; Jacobo de Gamarra y J u a n de Hormaegui, Regidores; Celedonio de Axpee, Síndico, y Sebastián de Urcola, fiel; Francisco de Arrasate y José de Zugadi, Mayordo-mos (f. 155). Libro de Acuerdos..., ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO.

44 La Villa de Lequeitio..., (1735), op. cit., pág. 18. El relato de 1740 sigue casi literalmente a éste. 45 El acta del Ayuntamiento General de 28 de junio de 1699 (f. 111) dice únicamente sobre este

punto: «(...) Diose cuenta de los curbatones y su ajuste que hizo el Sr. Alcalde Don Pedro Bernardo por horden de esta Villa con Don Christobal Pinior, maestro mayor de fábricas reales, y se paso por ella y que se execute su thenor».

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tratados en el Ayuntamiento, por las razones que aducíamos líneas atrás.) Siendo, pues, el monte la principal fuente de recursos del Municipio, se comprende el interés que mostraron sus alcaldes por el mantenimiento de la riqueza forestal46. Pero en este particular se distinguió especialmente don Pedro Bernardo. A él se deben, en efecto, las medidas más numerosas ten-dentes a prohibir los cortes de los vecinos si no se reparaban con nuevos plantíos, y a repoblar con «plantíos de robles y castañales los montes del Concejo, por ser mucha cantidad la que ha de salir este año», leemos en el acta del día 8 de febrero de 1699, nada más resultar elegido para su segundo mandato.

Respecto a los arbitrios y sisas que se aplicaban de manera permanente, destaquemos las que se obtenían del chacolí que, según el autor de 1735, estaba libre de imposición. En la sesión que el Concejo celebró el día 10 de noviembre de 1696 —siendo Alcalde don Pedro Bernardo— se fijó el precio de venta del vino «chacolín» en 22 cuartos el azumbre, pero se gravaba con «tres ducados {porpipa) de ynposicion voluntaria para acudir a las obligazio-nes y cargas de esta villa y repartimientos y lanzas de mareantes, por no tener medios ni rentas para sobrellevarlas; y despues de San Juan solo se pagare de cada pipa dos ducados»47. Pues bien, con ligeras diferencias en cuanto a su alcance, esta imposición llamada eufemísticamente voluntaria se mantuvo varias décadas. Por su interés social, reproduzco los precios de venta del vino local, según los datos obtenidos de las actas municipales:

Fecha Precio 10. XI. 1696 22 cuartos/azumbre

El precio del aguardiente en noviembre de 1700 se fijó en 8 cuartos el medio cuartillo. Los derechos cobrados en el Ayuntamiento por la venta del aguar-diente durante el año 1699 habían supuesto 90 ducados de vellón. El aceite, que se vendía en 1699 a 22 cuartos la libra, había bajado sensiblemente de precio en 1705, despachándose en febrero de ese año a 14 cuartos de libra; de su venta al vecindario para un uso doméstico —el industrial estaba exen-

46 En mayo de 1724 se produjo un incendio que afectó a unos encinares del monte Otoyo. Se debió a la negligencia de «un menor en dias». Atendiendo, pues, a esta circunstancia atenuante se le impuso sólo la multa de tres escudos de plata.

47 En el Ayuntamiento General convocado el día siguiente para dar a conocer estos acuerdos y alcanzar la aprobación del vecindario, se determinó que la «imposición voluntaria» de los tres ducados por pipa durara, en cambio, hasta el día 1.° de agosto de 1697. En este mismo Ayunta-miento, se comunicó el contenido de una carta remitida por el Corregidor al Alcalde en la que se advertía la prohibición vigente de gravar «los mantenimientos». No obstante, el propio Corregidor consentía la imposición ante los agobios financieros del Municipio lequeitiano.

10. XI. 1697 30. X. 1699 31. X. 1702 05. X. 1738

20 maravedises/cuartillo 20 maravedises/cuartillo 20 maravedises/cuartillo 18 maravedises/cuartillo 10 cuartos/azumbre

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to— se extraían igualmente unas sisas para las arcas del municipio. Gracias a estas imposiciones, como a las que se cobraban por el consumo de otros géneros, como por ejemplo el bacalao, el Ayuntamiento pudo atender a sus obligaciones, si bien para ello fue necesario de manera extraordinaria recu-rrir periódicamente a los repartimientos vecinales. En fin, no quiero termi-nar este apartado de subsistencias sin referirme a los graves problemas de escasez padecidos por la Villa a finales del siglo X V I I y primeros años del siguiente. Fueron constantes los esfuerzos de los munícipes por paliar en lo posible las secuelas de la crisis. Durante el año de 1699, rara fue la sesión en la que no se planteó el problema del pan. En junio se indicaba ya «la falta tan grande que ay de pan generalmente en todas partes y no poder conseguir por ninguna parte asi por mar como por Castilla». En la misma sesión (9 de junio), el capitán donjuán de Iturraspe ofrecía un empréstito de «mili excu-dos de plata sin ínteres alguno asta Ntra. Sra. ocho de setiembre de este presente año» con el fin de adquirir en San Juan de Luz «pan cocido o granos, cual hallare mas cómodamente, por la nezesidad grande que ay», y se determinaba que «para el efecto se echen suertes entre los maestres de Pinazas cual de ellas puede yr»48. Pocos días más tarde, el 18 de junio, el Concejo autorizaba al Alcalde don Pedro Bernardo y al Regidor don Agus-tín de Basterrechea «bayan en persona asta Villarreal de Alava, o donde fuere nezesario, usando del poder que se les esta dado» para negociar la compra de grano y evitar pérdidas en su traslado49. El 26 de diciembre de 1699 se compran 50 fanegas de trigo; el 30 de mayo de 1700 se encarga a don Agustín Ibáñez de la Rentería, que se encontraba en Bilbao, la compra de 150 fanegas de trigo a 31 reales de vellón la fanega, y su remisión a Lequeitio en el patache de Juan Ibáñez de Zavala50. En los primeros meses del año 1701 la crisis ha remitido y en febrero se comunica que baja el precio del trigo; el que se compra en marzo de 1725 se paga a 22 reales la fanega.

Hay dos aspectos más relativos a la gestión municipal desarrollada por don Pedro Bernardo sobre los que quiero llamar la atención: su preocupa-ción por una «policía de buen gobierno», lo que hoy denominaríamos políti-ca de medio ambiente, y su interés en la mejora de la infraestructura. Al primer objetivo corresponden las medidas dictadas durante su mandato so-bre la limpieza de los caminos, prohibición de transportar los troncos de madera por el casco urbano por la amenaza que suponía para las personas y el daño material que ocasionaba sobre las calzadas de la villa51, vigilancia

48 Libro de Acuerdos..., Acta del 9 de junio de 1699, f. 106v. 49 Ibídem, f. 109v. 50 Previamente, en febrero, se le había encargado a don Pedro Bernardo ajustar esta operación

que se abonaría con una letra contra las rentas de Obras Pías que había dejado el Contador Ochoa de Urquiza; pero fue finalmente Ibáñez de 1a. Rentería quien llevó a cabo la gestión.

51 Sesión 12 febrero de 1696: «Que porque se reconoze el perjuicio y daño que puede resultar en pasar los corbatones por las calles al caz asi en las personas principalmente, como en las calzadas y otras partes, por ser maderos grandes (...), ninguna persona los pase por las calles sino por el río cargándolos en el enbarcadero de la Magdalena (...)». Libro de Acuerdos..., f. 79.

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sobre la venta de pan, traslado de las carnicerías «por estar en puesto donde no debe haver»52, extracción de la pólvora existente hasta entonces en la propia casa del Concejo, y su custodia en un lugar «que no ofrezca peligro». En esta misma línea, aunque la noticia pertenece a la sesión de 5 de noviem-bre de 1702, hay que anotar el pleito que se entabló contra una pescadería que arrojaba a la calle pública desperdicios y aguas nocivos para la salud del vecindario53. El municipio, por otra parte, tenía entre sus obligaciones el abono del sueldo de un médico, al cual si en 1694 se le pagaba 200 ducados al año —renta que incrementaba mediante el cobro de medio real por visita que hiciera—, en 1702 se le aumenta el salario a condición de no cobrar más por visitas y hacer «a los enfermos por lo menos tres visitas al dia»54.

Por lo que se refiere a las obras emprendidas durante estos años en el municipio, hay que registrar —aunque no se decidiera durante el gobierno de don Pedro Bernardo— la construcción de la Casa Consistorial, que se inició en 1706 y terminó en 1726. Hasta entonces, los congresos del Concejo se habían celebrado en distintos lugares; primitivamente en «la Arena o Arenal, frente de las puertas de la Iglesia; los segundos, en la Sala de la Casa del Ospital; (finalmente) los terceros, donde al presente (1735) se halla el pósito del trigo»55. También corresponde a este período la reedificación de la Torre de la Iglesia Parroquial, la renovación de una de sus campanas y del

52 Sesión de 26 de junio de 1696: Se decretó «se executase (el traslado) debajo de esta casa del Concejo a la parte de la mar tras la Alóndiga, y que los Sres. del Regimiento dispongan su compostura con los despojos de la carnicería vieja con el menos gasto que se pueda». Libro de Acuerdos..., f. 83.

53 Ibídem, f. 153. En aquella sesión se dio poder al Síndico para que saliera a la causa en el pleito que se litigaba contra doña Rafaela de Amezqueta «sobre la agua y bascosidad de Pescado que sale de la su casa de Caiburua a la calle publica del Cay, como tanvien de las condutas que están en partes publicas que salen a calles reales por la yndezencia y ascosidad que causan».

54 Sesión de 5 de noviembre de 1702. Lamentablemente, no figura la cuantía del aumento. La Villa deLequeitio... (1735), pp. 18 y 19, al referirse a las obligaáones del Ayuntamiento, indica que el salario del médico era de 440 ducados de vellón, cantidad que se obtenía de las sisas sobre el vino local a las que nos hemos referido. Para completar la información sobre las cargas munici-pales, incluso las que anota el autor citado: — De censos principales, 2.400 ducados de plata corriente, y por éstos, 72 ducados de vellón, al

año, de sus réditos; y otros 2.400 ducados de vellón a 2,5 por cien. — Debe anualmente 40.000 maravedises de lanzas mareantes. — Para los gastos ordinarios del Señorío contribuye cada año aproximadamente con un duca-

do de vellón por foguera, como todas las demás villas y repúblicas. — Aparte el salario del médico ya señalado, los demás gastos ordinarios montan anualmente

unos 150 ducados; «pero —concluye nuestro autor— no hay año en que no haya extraordi-narios; en todo se procede con gran economía, pues se quitaron todos los superfluos y lo que se gasta es con grande justificación».

El autor de la «Descripción» de 1740 corrige sólo las cifras relativas a los censos (¿se irían amortizando?). Según él, en 1740 se debían por este concepto «dos mil trescientos ducados de plata corriente y por estos sesenta y nueve ducados de vellón de réditos al año y otros dos mil y cuatrocientos ducados de vellón también de censos á dos y medio por ciento y hacen sus réditos al año sesenta ducados». Pero la diferencia más notable se acusa en la renta de lanzas. En esta Descripción, sólo se anotan por tal concepto 40 maravedises. Op. cit., pág. 275.

55 La Villa de Lequútio..., (1735), nota de la página 9. Los paréntesis son míos.

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reloj (en 1701), así como obras realizadas en el interior, como la sillería del coro — encargada en 1696 bajo la supervisión de don Pedro Bernardo—, el pedestal de su altar mayor (1702), el entablado de sus naves (1731), las bóvedas de las capillas del Santo Cristo y de San Antonio de Padua (1730-1), y, por último, sin salir aun de este recinto eclesiástico, la construc-ción de una balaustrada en el campanario, decretada en noviembre de 1735 a petición de las Monjas Dominicas que basaron su demanda en unas razo-nes que, por lo candorosas que resultan, no me resisto a dejarlas en olvido:

«(...) como de las ventanas de la torre del campanario de la Parroquia Santa María de ella (la villa), se le descubrían las zeldas, y uerta de ellas; y los muchachos que subían a la torre, muchas vezes las hazian burla (...)» El Ayuntamiento «conferido sobre ello, deseando dar gusto a la Sta. Comuni-dad, hizieron llamar luego a Joseph de Lizardi, Maestro que executara la obra, y venido a dha. Junta, haviendole dado su entender, declaro: que se podia executar sin deformidad (...), poniendo los valaustres que miran azia dho. Combento con medio relieve, que con eso no se descubriría, estando zerrado para dentro. Con lo qual, dijeron todos unánimes que hiziese confor-me havia declarado dho. Maestro; y en quanto a la altura de dhos. valaustres dejavan a disposizion del mismo Maestro»56.

A don Pedro Bernardo se debió particularmente el inicio de las obras en Isunza relativas a la construcción de una compuerta (sesión de 1 d e setiem-bre de 1696) «para mejorar la canal»37, y la propuesta para hacer un muelle en el Puerto (9 de setiembre de 1703). La estructura del puerto, en efecto, era inadecuada, mal dotado naturalmente y escasamente atendido por los poderes públicos, pese a la notable actividad marinera que desarrollaba la villa58. En 1703, planteó don Pedro Bernardo al gobierno municipal la nece-sidad de emprender la obra citada, acordándose el inicio de las obras cuya financiación se obtendría de «un repartimiento reduble y medio en cada uno de los años que durare dha. obra a todos los mareantes vezinos y morado-res»59. En marzo de 1725, en un Ayuntamiento general, al que asiste y en el

56 Libro de Acuerdos..., sesión de 9 de noviembre de 1735 (estuvieron presentes don Pedro Bernardo y su hijo, el conde de Monterrón).

57 Ibídem, f. 84. La financiación de la obra correría a cargo de la Cofradía de Mareantes San Pedro, que ofreció un doblón, y la Villa que pondría el resto.

58 De 1687 data un «Plan o traza del muelle nuevo, desde la puerta de la Naza asta debajo de la casa de la atalaya de Lequeitio, formado por el maestro Lucas de Longa». ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO, Registro 16, n.° 15. Otro documento de 1701 responde al «Remate de obras y reparos del muelle de la villa de Lequeitio echo por Domingo de Urizar, maestro cantero, en 24 ducados de vellón, con las condiciones declaradas en dicho Remate que paso por testimonio de Nicolás de Zatica escribano de S.M. (...)». Ibídem, Registro 16, n.° 16.

59 Libro de Acuerdos..., sesión de 9 de setiembre de 1703. En esta sesión se acordó facultar a don Pedro Bernardo, como Alcalde, y a don Agustín Ibáñez de la Rentería, don Agustín de Baste-rrechea, Ldo. don Antonio de Mugurtegui, Francisco de Arrasate, Mayordomo, Antonio de Oreña y a Francisco de Urquiza, «para discurrir si seria mas combeniente dar principio desde la naza para fuera, ó de la barra para dentro».

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que interviene de manera decidida don Pedro Bernardo, se acordó alargar el muelle de Lazunarrieta. En este caso, la obra sería costeada en sus dos terce-ras partes por la Villa, «y la otra tercia, los ferrones que lleban Venas por esta ria, por ser combeniencia también para ellos el que haciendo dha. obra, y abriéndose la canal por el expresado parage, passen los Bajeles (...) á los descargaderos que están mas arriba del Puente de Esunza: y los referidos Dn. Pedro Bernardo y Dn. Juan Ibañez combinieron en pagar la parte que les correspondiere por las Venas que llevan para sus ferrerias: Y asi mismo decretaron que en casso de que algunos de los ferrones que llevan Venas por dha. canal, no quisiesen contribuir con la porzion de reales que les tocare pagar por el coste de la mencionada obra, se les haga pagar un ochavo por cada quintal de Vena que pasare de su quenta por la referida canal y ria, ínterin que satisfagan la parte que les tocare con los intereses y gastos que de su omisión se causaren, mediante ser dha. obra en beneficio común, y de dhos. ferrones por la utilidad que se les sigue de conduzir sus Venas con los Barcos por la expresada canal á dhos. descargaderos»60. Finalmente, por lo que toca a obras en la infraestructura portuaria, el día 7 de julio de 1738, siendo Alcalde don Ignacio José Villarreal, conde de Monterrón, se decretó que, a costa de la Villa, se arregle «con la vrevedad posible el muelle de Esunza»61.

Otra obra de envergadura emprendida en este tiempo fue la traída de aguas de Iturrioz para su consumo en la Villa mediante la construcción de una nueva fuente, la llamada del Crucifijo, instalada en el Portal Vie-jo. Se daba satisfacción así a una necesidad acuciante sentida por el ve-cindario desde tiempo muy atrás. El relato de 1735 nos recuerda, en efecto, que

«Una de las cossas muy necesarias era fuente de agua; han sido vivas las diligencias que en los siglos pasados se hicieron y grandes las sumas del dine-ro que se gastaron; habia un pillón viejo de piedra arenisca en frente de la Gasa vieja del Concejo, el que se quitó quando la fábrica de la nueva (...)»62

Sin remontarnos a la prehistoria de este asunto, señalaremos que desde 1623 se intenta la construcción de una fuente nueva, cuyo coste se estima en" unos 26.290 reales, según declaración del maestro Francisco de Villanueva. Se piensa entonces en traer las aguas de Traquenbalde. Todavía en 1687 se diseña por Lucas de Longa la traza de las cañerías de la fuente citada de Traquenbalde. Pero ya en 1698 se duda de la bondad de aquellas aguas y se baraja la posibilidad de ejecutar la obra en Iturrioz que, sobre ser sus aguas

Hay en el ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO (Registro 16, n.° 16) un «Dictamen dado por el Maestro Domingo de Andonegui en 23 de sbre. de 1703, en razón de la construcción del murallón de Amandabia, pegante a la barra de Isunza».

60 Ibídem, f. 198. 61 Libro de Acuerdos..., f. 219v. 62 La Villa de Lequeitio..., (1735) pág. 13.

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mejores, ofrecía la ventaja de su menor coste63. La construcción de la fuente del Crucifijo está ya terminada en 1723; había ascendido la obra a 14.784 reales64. En enero del año siguiente, el Ayuntamiento adquirió de distintos propietarios —entre ellos figuraba don Pedro Bernardo— ocho porciones de terreno por los que atravesaba la cañería que desde Iturrioz conducía el agua a la Villa; se determinó que «se pusiesen mojones por ambos lados en los dhos. ocho pies de ancho para que estubiese patente lo que hera de la Villa; que asta dhos. mojones pudiesen sembrar mayz, trigo y qualquiera cosa los dueños de las heredades vezinas: pero que no pudiesen plantar viña alguna sino á dos pies y medio apartada cada zepa de la linea de dhos. mojones, y los mimbres a quatro pies, los manzanos diez pies, y los castaños, robles y otros arboles grandes, doze pies». El importe de la tierra comprada fue de 1.139 reales de vellón65. En 1728 el Concejo encarga al que entonces era su Alcalde don José Francisco de Unzeta y a don Pedro Benardo Villarreal de Bérriz la inspección de las cañerías instaladas en Urquiza66.

La imagen que ofrecía en 1735 toda la obra efectuada nos la transmite el anónimo descriptor de la Villa como sigue:

«La agua dicha de Iturrios se reduze a dos fuentecitas: la una llamada Insuda-ran, que está debajo de la Confradía de Gardata, y de ésta se sirve la dicha Confradía; la otra debajo de las Caserías de Urquiza; se hizo una pressa más abajo de donde se juntan dichas dos fuentecitas y de la pressa se encañó hasta el portal viejo en cañería de barro muy bien vernizada por dentro. Se hizo plazuela en el dho. portal viejo, y en medio della se fabricó un pillón o taza circular de piedra muy bien labrada, con pirámide en medio y su remate de talla, y se pusieron quatro chorros en bocas de macarrones (mascarones) y que vierten el agua; el pillón este es el mejor fabricado de quantos hay en estas provincias (...). Toda la dicha fuente tuvo de coste principal 1.400 pessos»67.

Para terminar este apartado, que se va alargando demasiado, quiero dejar apuntado un aspecto relativo al talante personal de don Pedro Bernar-do que se entrevé también leyendo las actas municipales: su colaboración incondicional a realizar las comisiones encargadas por el Concejo68, alguna

63 ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO: Registro 11, n.° 6. También, actas municipales correspon-dientes a la sesión celebrada el día 10 de agosto de 1698.

64 ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO: Registro 11, n.° 9. En el mismo documento aparecen unas condiciones estipuladas con los alfareros de la Villa para fabricar 23.000 caños de barro para la citada fuente.

65 ARCHIVO MUNICIPAL DE LEQUEITIO: Venta de las porziones de tierras que ay sobre la cañería del transito de la agua que viene del termino de Yturrioz a la fuente nueba que se ha echa junto al Cruáfixo del Portal Viejo de Athea, extramuros de esta Villa; para provisión de ella, sus vezinosy moradores. Registro 11, n.° 10. La minuciosidad con la que se describe la distancia de las distintas plantaciones o siembras revela el celo muncipial por preservar la limpieza de las aguas.

66 Libro de Acuerdos..., sesión de 8 de mayo de 1728, f. 212. 67 La Villa de Lequeitio..., (1735), pp. 14 y 15. 68 Asistió don Pedro Bernardo regularmente a las sesiones del Concejo hasta avanzado el año

1738.

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de las cuales revela la categoría humana de nuestro personaje como, por ejemplo, la encomendada en noviembre de 1728 relativa a pacificar los áni-mos de los vecinos de Ispáster por una querella que había surgido entre las dos localidades a propósito de unas cargas para carbón. La gestión de don Pedro Bernardo logró el objetivo propuesto y evitó el consiguiente pleito entre la Villa y la anteiglesia citada69.

El cuadro de autoridades que configuraban el llamado Gobierno Universal del Señorío comprendía en este tiempo, además del Corregidor —de nom-bramiento real—, dos diputados generales, seis regidores, dos síndicos, dos secretarios, dos consultores, cargos todos ellos que salían elegidos de cada parcialidad —oñacina y gamboína—, reflejo tradicional de las antiguas lu-chas de bandos, y dos tesoreros que pertenecían cada bienio a una de las dos parcialidades. El profesor Monreal Cía resume las condiciones formales que se exigían a los aspirantes a estos cargos públicos en las siguientes: mayoría de edad, vecindad, nobleza y unas cualidades éticas expresadas bajo las fórmulas de personas principales, de buena vida, fama y buenos cristianos. Estaban explícitamente excluidos los hijos y nietos de clérigos, los bastardos, los que ejercían oficios mecánicos y los deudores y pleiteantes con el Señorío70. Por otra parte, debían transcurrir dos años antes de que un antiguo cargo volvie-se^ oficiar en el Regimiento. La duración de los cargos era precisamente de dos años. Las elecciones se hacían en las Juntas Generales que se convoca-ban para este efecto generalmente en los primeros días de julio o finales de junio. Los seis electores —tres por cada bando—, aislados en el interior de la Iglesia de la Antigua de Guernica, ante la presencia del Corregidor y los Secretarios, anotaban en las boletas preparadas para este fin los nombres de los candidatos para los diferentes cargos, boletas que se introducían en sen-dos cántaros y que posteriormente un niño extraía una a una, determinando la elección de sus titulares para los oficios correspondientes, según el orden en el que salían71. La toma de posesión del nuevo gobierno se celebraba el 31 de ese mes, festividad de San Ignacio, patrono del Señorío72, en la Iglesia del

69 Libro de Acuerdos..., sesión de 19 de noviembre de 1728, f. 212 y 212v. Por cierto, hablando de pleitos, no he encontrado en el Archivo Histórico de la Diputación de Vizcaya ningún pleito interpuesto por/contra don Pedro Bernardo. Por el contrario, sí los hay protagonizados por su padre, por su hijo don Ignacio José —pleito éste que lo continúa su heredero don Pedro José— y por su nieta y sucesora en los mayorazgos, doña Josefa Villarreal de Bérriz y Barrenechea.

70 Monreal Cía, op. cit., pp. 427 y ss. 71 Ibídem, pp. 453 hasta el final de la obra, se explica detalladamente toda la mecánica electoral y

ceremonial de la toma de posesión. Incluye este autor un apartado (pp. 460 a 467) de gran interés en el que esboza una relación entre los electores y los candidatos analizando las eleccio-nes celebradas entre 1702 y 1726.

72 La designación de San Ignacio como patrono del Señorío se decidió en la Jun ta General cele-brada en noviembre de 1680. Labayru, op. cit., tomo V, pp. 502-3, nos relata los pasos seguidos al respecto: Representación a la Jun ta el 5 de noviembre del P. Antonio de Landaida, vizcaíno,

3. La participación en el Gobierno Universal del Señorío

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Colegio de San Andrés que la Compañía de Jesús tenía en Bilbao73, ante la presencia del Corregidor de turno, los Diputados generales y Síndicos del Gobierno saliente. El protocolo venía precedido de una Misa votiva en ho-nor de San Ignacio, predicación incluida, tras lo cual tenía lugar el juramen-to de los recién elegidos «de dos en dos, uno por la parcialidad oñazina y otro de la gamboyna», en el que prometían «de usar bien, fiel y legalmente el cargo de..., atendiendo al mayor servizio de ambas Magestades Divina y Umana, y bien común administrando y guardando justicia y de observar imbiolablemente las leyes del fuero de este dho. Señorío, franquezas, liverta-des, privilegios, buenos usos y costumbres que ha y tiene»74. Inmediatamen-te después, los miembros del Regimiento saliente guiaban a sus sucesores en el cargo a los asientos que les pertenecían, desde donde los recién elegidos ponían término a la ceremonia manifestando, a pregunta del Corregidor, su «contento» por la toma de posesión realizada.

rector del Colegio de San Andrés de la Compañía de Jesús, en la que, después de indicar cómo San Ignacio descendía de Ondárroa por su madre, suplicaba eligieran al Santo «por su especial Patrón, protector y abogado Celes dal para mayor gloria del Santo y conveniencias espirituales y temporales de este dho. Señorío, sus hijos y naturales». El Corregidor apoyó la solicitud, «y los junteros, oido el razonamiento, unánimemente aclamaron á San Ignacio por patrono del Señorío, y se propuso que los señores del gobierno universal celebrasen este nombramiento "con demostraciones espirituales en el dho. colegio de la Compañia" de Bilbao (...); y para que constase en todo tiempo que el glorioso San Ignacio era hijo de Su Señoría, descendiente de la casa solar de Licona y quedaba elegido por abogado, protector y patrono de Bizcaya, se guar-dase en el archivo de la Antigua de Guernica un traslado de su genealogía, con los dañas instru-mentos que hubiere para la calificación de ello». En 1682, alcanzada la aprobación de la Santa Sede que declaró el día 31 de julio «festivo de ambos preceptos», se inauguraba oficialmente la celebración de tal festividad —el año anterior por el Regimiento se había festejado con Misa, Procesión, juegos de pólvora, luminaria y la corrida de doce toros en la Plaza mayor de la villa—. Comenzaron los festejos el 6 de agosto de 1682 «con un repique general de las iglesias y conventos de la villa de Bilbao, anunciando las solemnes vísperas que en honor del Santo se iban a oficiar en la iglesia de San Andrés, del colegio de Padres Jesuítas. A las 4 de la tarde, el Regimiento general, precedido de la nobleza de Bizcaya y lo más escogido de la juventud hidalga bilbaina, su cuerpo de caballeros, hacendados y comerciantes, se dirigió a la iglesia mencionada (...)». Por cuenta del Ayuntamiento bilbaíno, se corrieron dos novillos «ensogados, diversión favorita de los bilbaínos en tiempos antiguos». «Ocho días se destinaron después a diversiones públicas, siendo las más principales los toros corridos en la plaza vieja, donde se levantó el tendido». Labayru, op. cit., tomo V, pág. 515; los festejos de 1681, en la pág. 507.

También en vida de don Pedro Bernardo, el día 18 de junio de 1738, se declaró el Patronato de la Virgen de Begoña en el Señorío, si bien en esta ocasión de manera mucho más discreta, casi de tapadillo, para evitar roces con el laico patrono del Santuario, el municipio de Begoña e incluso con el Ayuntamiento de Bilbao. La Jun ta General, en efecto, decretaba el 2 de julio «que lo acordado del Patronato de Nuestra Señora de Begoña se entienda para exortar a los fieles a su mayor devoción escusándose la concurrencia y asistencia del Cuerpo de este Señorío a toda función para evitar qualesquiera inconvenientes que se pudieran originar de este concur-so». Labayru, op. cit., tomo VI, pág. 210.

73 El lugar de la toma de posesión había ido cambiando a lo largo del tiempo: Residencia del Corregidor, Convento de San Francisco, sacristía de la Iglesia de Begoña, Iglesia de San Nico-lás, Convento de San Agustín, Convento de la Cruz. Desde 1674, se celebraba en la Iglesia del Colegio de los Jesuítas. Toda esta información está sacada de Monreal, op. cit., pág. 468.

74 A.H.D.V. Libros de Decretos y elecciones. N.° 22, ff. 283 y ss. Se trata de la toma de posesión del Gobierno elegido en julio de 1714 en el que figuraba don Pedro Bernardo como Regidor.

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Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz formó parte de estos gobiernos en dos ocasiones, como ha quedado señalado, que fueron los bienios de 1700-1702 y de 1714-1716. En la Junta General celebrada el día 8 de julio de 1700, el gobierno que se eligió estaba formado por las siguientes personas de una y otra parcialidad75.

Parcialidad Oñacina Parcialidad Gamboína

Diputados Generales 1. F. A. de Ugarte y S. Martin 1. A. M. de Zaldua y Ugarte 2. Diego de Uribarri 2. H. de Barrayqua y Asua

Regidores 1. F. A. de Salazar Avendaño 1. J . A. de Mezeta y Albiz 2. Cristóbal de Aranda 2. Pedro de Urizar 3. P. B. Villarreal de Bérriz 3. J . Ignacio de Basabe 4. D. I. de Gondra y Legorburu 4. D. B. de Arespacochaga76

5. Andres de Bear y Larrimbe 5. Phelipe del Campo 6. J . A. de Jaureguibeytia 6. Julian de Arostegui

Síndicos 1. Pedro de Orueta 1. Antonio de Muguertegui 2. Ignacio de Bear y Larrimbe 2. Martin A. de Escoyquis

Secretarios 1. Juan Antonio de Artaeche 1. Domingo de Mesperuza 2. Antonio de Fano 2. Francisco de Elorriaga

Consultores 1. Ldo. B. I. Ruiz de Pasuengos 1. Ldo. Juan de Escoyquis 2. Id. Diego de Sarricolea 1. Id. Pedro de Usin

En la Junta General de 18 de mayo de 1714, salieron elegidos los que siguen77:

Parcialidad Oñacina Parcialidad Gamboína

Diputados Generales 1. Baltasar de Epalza 1. Agustín D. de Larragoiti 2. Diego de Arribi 2. Juan José de Larragoiti

75 A.H.D.V. Libro de Decretos y elecciones..., n.° 20. 76 Como dato anecdótico, no falto de cierta significación, indicaremos que en más de una ocasión

el nombre de este Regidor (Diego Bernardo) aparece en las actas sobre un tachado Pedro Bernardo.

77 A.H.D.V. Libro de Decretos y elecciones..., n.° 22, ff. 263 a 264.

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1. Pedro B. Villarreal de Bérriz 2. José de Palacio y Orrantia 3. Nicolás A. de Gazitua 4. Tomás de Ybaizaval 5. Francisco de Zendegui 6. Martín Uria Nafarrondo

1. José de Mendexa 2. J . A. de Xaureguibeytia

1. Manuel de Bolivar 2. Domingo de Alipazaga

1. Martín A. de Escoiquiz 2. Diego de Sarricolea

1. Francisco Lucas de Hon 2. Sebastián de Amézaga

Regidores 1. Lorenzo de Novia 2. Antonio de Lezama 3. Manuel Diago y Mendi 4. Juan José de Goitia 5. Pedro Antonio de Olaeta 6. Juan Bta. de Guendia

Síndicos 1. Juan Hortiz de Bidasolo 2. Juan Bta. de Goxenechea

Consultores 1. A. Ventura de la Riva 2. S. Mtez. de Avellaneda

Tesoreros

Secretarios 1. Domingo de Leuro 2. Francisco de Ugarte

Durante estos dos períodos se celebraron 9 Regimientos Generales y 15 Diputaciones Generales en el bienio 1700-2; y 10 Regimientos y 24 Diputa-ciones, en el segundo de 1714-16, lo que viene a confirmar lo expuesto por Monreal sobre «la importancia que ya a principios del siglo X V I I I cobra la Diputación dentro de la actividad gubernativa del Señorío»78. Además, tuvo lugar también una Junta General los días 14 y 15 de diciembre de 1700 con ocasión de la proclamación del nuevo monarca Felipe V, y una Junta Gene-ral de Merindades, entre los días 25 de febrero y 4 de marzo de 1715, reuni-da para tratar sobre distintos asuntos relativos a juicios de residencia79 y al tema del tabaco. En el ejercicio del cargo de Regidor por parte de don Pedro Bernardo, se pueden distinguir dos etapas muy diferentes que se correspon-den con los dos bienios señalados. Durante el primero, el cumplimiento de

78 Op. cit., pág. 426. 79 Según Labayru op. eit., tomo VI, pp. 74 y ss., de 1714 datan las primeras intervenciones del

Monarca amenazando la integridad de los fueros. En ese año, el Corregidor fue llamado a la Corte para explicar los modos de gobierno practicados en el Señorío y recibir instrucciones al respecto. Se trataba de amortiguar el «pase foral». La R.C. de 19 de enero de 1715 ordenaba se «tomase residencia» a los oficiales del Señorío y al Alcalde y Capitulares de Bilbao durante los tres últimos años. Para tratar sobre este asunto se reunió la Jun ta de Merindades que «acorda-ron aclarar al Monarca que sus solicitudes iban contra el fuero».

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las obligaciones inherentes al cargo, medido por la asistencia a las reuniones convocadas, es bastante estimable: asiste a seis de los nueve Regimientos celebrados. En cambio, en la segunda etapa no asistió a ningún Regimiento. Bien es verdad que las reuniones se celebraban en Bilbao80, distante de Lequeitio nueve leguas, lo que podía suponer en aquel tiempo nueve horas de viaje a lomos de caballería, sin contar los obligados descansos81. Todo lo cual significaba disponer de varios días para asistir a la reunión por tener que pernoctar necesariamente en la villa bilbaína. Probablemente la salud de don Pedro Bernardo, «tan quebradiza» como hemos tenido ocasión de constatar, se resintiera en esas fechas de 1714-16, o, sencillamente, que las fatigas de un viaje de tales características se soportaban peor a los 45 años, que es la edad que tenía en 1714, que a los 31 que contaba cuando es elegido por primera vez; lo cierto es que no acudió a los Regimientos —en las actas no figuran las razones de la excusa, como es natural—, y sólo está presente en la ceremonia de la toma de posesión y en la Junta de Merindades citada.

Hemos hecho una especie de inventario con los principales temas trata-dos a nivel de Gobierno durante los dos períodos de referencia. Observamos la importancia de algunos por la insistencia reiterada en su planteamiento tanto en los Regimientos como en las Diputaciones. Son los casos de los problemas relacionados con las ferrerías (calidad y comercialización de las venas de Somorrostro), control sobre las solicitudes de vecindad —las rigu-rosas exigencias de filiaciones— y sobre «la calidad» de la población resi-dente, preocupación forestal, producción y venta de la castaña en el Seño-río82, los servicios en hombres y en dinero al monarca83, el asunto de la prebostada y el duque de Ciudad Real, el problema de la defensa militar de Vizcaya y el contrabando de tabaco. A estos temas acompañan los habitua-les de renovación de puestos en la administración de cada gobierno —abo-gados de pobres, capellanes, escribientes, maestros examinadores para los distintos gremios, etc.—, la noticia puntual del contenido de la correspon-dencia sostenida con los distintos órganos de la Administración de la Mo-

80 Sólo tengo noticia de un Regimiento General celebrado fuera de Bilbao en estos dos bienios: el celebrado en Guernica el día 12 de diciembre de 1700, previo a la reunión de la Jun ta General. En Bilbao, el lugar donde se celebraban los Regimientos era la Casa Consistorial.

81 Cincuenta años más tarde, hacia 1768, recorrer una legua de camino —la distancia de Ispáster a Lequeitio— llevaba una hora, según queda anotado en el diario del Ldo. Gregorio Lino García, desplazado de Valladolid en aquella fecha para resolver un pleito que afectaba a las ferrerías de Bengolea. A.H.D.V. Corregimiento. Leg. 835, n.° 2.

82 El Gobierno del Señorío se muestra sensible ante la crisis de granos padecida en 1699-1700. En la Diputación General de 15 de setiembre de 1700 se autoriza a los comerciantes y extranjeros a sacar castaña del Señorío a cambio de trigo. A.H.D.V. Libro de Decretos y elecciones..., n.° 20.

83 A propósito de este tema, en el Regimiento General de 8 de junio de 1716 se leyó un Memorial presentado por la Villa de Lequeitio quejándose de que en el servicio de 1709 se había recarga-do a «los puertos marítimos en la repartición de infantes y cantidad de reales que por cada uno debían de contribuir (...)». Reclamaba los 2.821 reales y medio de vellón que, según la liquida-ción hecha en 1715 a instancias de la Jun ta General, se habían cobrado de más a Lequeitio. El Regimiento aprobó tan justa representación y ordenó despachar el libramiento pertinente. A.H.D.V. Libro de Decretos y elecciones..., n.° 22, ff. 427v y 428.

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narquía o con particulares, los repartimientos entre las «Repúblicas, Villas y Ciudad, Encartaciones y Merindad de Durango», esto es, entre los diferen-tes bloques territoriales que integraban el Señorío, así como los libramientos hechos por la tesorería en concepto de abono de salarios o censos84. Sobre algunos de estos asuntos voy a tratar en el apartado y capítulo siguientes. Ahora quiero únicamente dejar constancia, por su trascendencia para la economía vizcaína, de cómo en la Diputación General celebrada el día 16 de noviembre de 1714 se trata de «lo contenido en el capítulo quince de paces entre esta corona y la de S. Mag. Británica sobre que a los vizcaynos y otros pueblos de esta Corona les perteneze el derecho de pescar en la isla de Terranova»85.

Mención aparte hay que dedicar a la participación directa de don Pedro Bernardo en los actos fúnebres por Carlos II y los relativos a la proclama-ción de Felipe V. En el Regimiento del 19 de noviembre de 1700 —al que no asiste nuestro personaje— se dio noticia del fallecimiento del monarca, últi-mo representante de la Casa de Austria, el desdichado don Carlos II. Las honras y exequias en su nombre tuvieron lugar en la Antigua de Guernica, los días 12 y 13 de diciembre, a las que asistieron los miembros del gobierno en pleno, y entre ellos don Pedro Bernardo, vestidos «con sus capas largas de baietta negra»86. Durante los dos días siguientes, hubo Junta General con motivo de la «Aclamación y Levantamiento del Pendón de este M.N. y M.L. Señorío de Vizcaya en nombre de su señor y Rey Don Phelipe quintto heredero y subcesor de la Corona de estos Reynos y señoríos de España». Don Pedro Bernardo asiste a la Junta en calidad de Regidor del Gobierno y también como Apoderado de la anteiglesia de Guizaburuaga. La ceremonia de la aclamación de un nuevo señor de Vizcaya y Monarca «de las Espa-ñas»87 consistía primero en la lectura de la Cédula Real en la que se propo-

84 En 1716 el salario que se abonó a los Regidores por el ejercicio de su oficio en el bienio prece-dente fue de 1.308 reales de vellón, cantidad de la que se cobró una parte (816 reales) enjulio de 1715 y el resto (492 reales), en junio del año siguiente. A.H.D.V. Libro de Decretos y elecciones..., n.°22,f . 438.

85 Ibídem, n.° 22, f. 308. Lamentablemente ese derecho no sería reconocido en la practica y los vizcaínos se vieron obligados a importar desde entonces el bacalao. Cfr. Palacio Atard: «Los vascongados y la pesca en Terranova. Las gestiones del marqués de Monteleón en Londres, 1717-1718», en Armario de Estudios Americanos, vol. I, 1944; y del mismo autor, «Pescadores vascos en Terranova en el siglo XVIII», Comunicación a la. I Semana de Antropología Vasca, Bilbao, 1970.

86 A.H.D.V. Libro de Decretos y elecciones..., n.° 20, f. 335v. 87 Durante el tiempo de don Pedro Bernardo tuvieron lugar bastantes acontecimientos relativos a

las famüias reales, que fueron celebrados en el Señorío con actividades festivas o fúnebres, según la naturaleza de los mismos. Anoto a continuación los más importantes referidos a acla-maciones, matrimonios o defunciones: la mayoría de edad de Carlos I I en 1675, sus dos matri-monios, primero con doña María Luisa de Orleans, y después con doña Mariana de Neoburgo, y su fallecimiento en 1700; la aclamación de Felipe V, su casamiento en 1701 con doña M. a

Luisa de Saboya; la muerte de la joven reina —no había cumplido aún los 26 años de e d a d - en febrero de 1714; el matrimonio de Felipe V con doña Isabel de Farnesio; los conciertos matri-moniales (1721) de la Infanta María Ana Victoria con Luis X V de Francia, que finalmente no se realizó, y el de la hija del regente francés, Luisa Isabel de Orleans, con el Principe de

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nía al titular de turno; los actos siguientes los describimos siguiendo el acta que corresponde a esta aclamación:

«(...) yncontinenti el dho. señor don Pedro de Orueta, Síndico General, inti-mando a los presentes silencio y attencion, tremoló y batió el estandarte, y pendón de este mui noble Señorío por don Phelipe Quinto de este nombre nuestro señor, señor de Vizcaya, y Rey de las Españas, haviendo dicho tres veces en altas y intelegibles voces las clausulas siguientes: Nobles vizcaynos, oid, oid, oidVizcaya, Vizcaya, Vizcaya por el señor don Phelipe Quinto de este nombre, señor de Vizcaya,y Rey de las Españas, nuestro Señor, que vivay reyne con gloriosos triunfos por dilatados años. A las quales palabras correspondieron con alegres clamores y festivos aplau-sos todos los cavalleros, escuderos, hijosdalgo, Procuradores junteras y ofros mu-chos vecinos y moradores que se hallaban en la Junta, repitiendo con la misma aclamación, viva, viva, viva por dilatados dichosos años el Sr. D. Phelipe Quinto de este nombre Señor de Vizcaya y Rey de las Españas nuestro Señor»88.

Los actos terminaron por ese día cantando un solemne Te Deum y cele-brando una Misa Mayor en la iglesia de la Antigua. Al día siguiente, 15 de diciembre, la Junta procedió al nombramiento de los doce Caballeros89 que debían cumplimentar en Vitoria al nuevo monarca a su paso por esa ciudad camino de la Corte. Los procuradores junteras decidieron que los diputados generales «salgan por sus personas a este recivimiento y juntamente determi-naron o explicaron su voluntad de que los dhos. señores diputados generales nombren a su arbitrio otros dos cavalleros que baian en su compañía». Los ocho restantes salieron por decisión de cuatro electores elegidos por la Junta. Entre estos ocho figuraba don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz90. Los Caballeros dispusieron para sus gastos de 6.000 ducados de vellón, y con ellos fueron también a Vitoria, por mandato igualmente de la Junta «los Capellanes del Señorío (para) que les asistan y aiuden en los Ministe-

Asturias, el futuro Luis I; la aclamación de Luis I en enero de 1714 —previa renuncia de su padre, Felipe V—; el fallecimiento del nuevo monarca, a los 17 años de edad, en agosto del mismo año; las bodas principescas del Príncipe de Asturias —el futuro Fernando VI— con una Infanta de Portugal —doña Bárbara de Braganza— y de la infanta doña Mariana Victoria con el príncipe del Brasil, en 1728.

88 A.H.D.V. Libro de Decretos..., n.° 20, ff. 339 y 339v. El texto que yo he subrayado aparece en el original con una letra a tamaño sensiblemente superior a la del resto. Por cierto, todos estos actos de Honras y Aclamación importaron al Señorío un gasto de 11.627 reales y medio de vellón. Ibídem, ff. 350vy 351.

89 De manera excepcional —«por las circunstancias actuales», se dice en el acta— se nombraron en esta ocasión a doce Caballeros en lugar de a los ocho de costumbre.

90 Acompañaron a don Pedro Bernardo en su viaje a Vitoria en nombre del Señorío los diputados don Francisco Antonio de Ugarte y San Martín y don Antonio Miguel de Zaldúa y Ugarte; don J u a n Bautista de Ugarte y San Martín y don Domingo de Zaldua y Ugarte (elegidos por los diputados); d o n j u á n Antonio de Mezeta y Albis, don Francisco Antonio de Salazar y Saravia, don Cristóbal de Aranda y Teza, don Domingo Ignacio de Gondra, don Diego Bernardo de Arespacochaga, don J u a n Franciso de Ugarte y Zalvidea y don Juan Fernando de Ugarte Basurto, que junto a don Pedro Bernardo fueron elegidos por los cuatro electores —cuyos nombres eran don J u a n José de Andonaegui, el capitán don Antonio de San Martín y Aguirre, d o n j u á n de Larragoití y Leura y don Bernabé de Salazar y Urdanegui. A.H.D.V. Libro de Decretos

y elecciones..., n.° 20, ff. 340 y ss.

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ríos Espirituales y eclesiásticos»91. Además del saludo en Vitoria, al monarca se le rindió homenaje también en Madrid respondiendo así a la invitación real cursada el 15 de marzo. La Diputación General del Señorío decretó92 el día 9 de abril de 1701, que «con ocasión de hallarse en la Corte el Excmo. señor marqués de Gastañaga de Baños93 del Consejo de Guerra de Su Magd., comisario general de la ynfanteria y cavalleria de España, por concurrir en este cavallero la autoridad y séquito que este empleo requiere, acordaron y decretaron que le nombravan y le nombraron por cavallero diputado para que en nombre de este Señorío concurra ante Su Magd. a manifestar el amor y celo que a tenido de su feliz arrivo a la Corte (..:)». Al tiempo, se le encargaba también al marqués de Gastañaga realizar otras visitas de cumplido al Carde-nal Arzobispo de Toledo, al Presidente del Consejo de Castilla y al Duque de Alcohurt94.

Don Pedro Bernardo participó en las tareas gubernamentales del Señorío, fuera del cargo citado, concurriendo, como ya dijimos, a las Juntas Generales y de Merindades convocadas hasta al menos 1722, unas veces como represen-tante de la Villa de Lequeitio, otras como procurador de las ante-iglesias vecinas al lugar de su residencia. Entre 1700 y 1722, fue nombrado para las siguientes comisiones: — Año 1700. La Junta General de 7 de julio le nombra, junto a otros tres

caballeros, para conferenciar en Oñate con los representantes de la provin-cia de Guipúzcoa sobre el tema del hierro que se labra en Vizcaya y en Guipúzcoa95.

91 Ibídem. El saludo tuvo lugar a finales de.enero de 1701, y recuerda Labayru op. cit., tomo VI, pp. 253-4 cómo en el protocolo de besamanos real los vizcaínos fueron preferidos en el orden a los navarros.

92 El decreto lo dio la Diputación para evitar los gastos que ocasionaba la convocatoria de la Junta General.

93 Se le había concedido este título en 1686 al vizcaíno don Francisco Antonio de Agurto, goberna-dor y capitán general en Flandes, concesión que el Señorío celebró, si bien quiso asegurarse de que el título de Gastañaga otorgado por el monarca no se refería a la casa de ese apellido existente en la anteiglesia de Derio, en Vizcaya, porque «la costumbre y uso de la tierra no consentía que sobre ningún solar ni pueblo del Señorío se instituyesen los títulos de Castilla». El 21 de enero de 1687, contestaba Agurto indicando que estaba a la espera de que el Monarca «me señale lugar y

jurisdicción con vasallos en el mismo territorio de Castilla (...), y no en el Señorío de Vizcaya (...)». De ahí, probablemente, el añadido de «Baños». El dato está tomado de Labayru, op. cit., tomo V, pp. 534, 537-8. (La suposición es mía.)

- 94 A.H.D.V. Libro de Decretos y elecciones..., n.° 20, ff. 354 a 355. 95 A.H.D.V. Libro de Decretos y elecciones..., n.° 20. De la reunión celebrada el 15 de mayo da noticia

puntual Ignacio de Zumalde en su Historia de Oñate (San Sebastián, 1957, pp. 353-4). Los comisionados, que llegaron la víspera, se hospedaron en las casas de los dos diputados de Oñate y fueron obsequiados con «sendas frasqueras de vino rancio y sendas terneras y a tres docenas de aves». En la reunión se acordó suplicar al Monarca confirmase y mandase cumplir las Reales Cédulas del 24 de diciembre de 1619 y 8 de mayo de 1627, expedidas a petición de la provincia de Guipúzcoa, prohibiendo la entrada de hierro extranjero en los territorios de la Monarquía, para lo cual proponían en su escrito la adopción de las medidas pertinentes. Otro asunto tratado en Oñate hacía referencia a la formación de una compañía para exportar directamente los productos vascos a Castilla y comprar toda clase de bastimentos. Pero no parece que prosperara el proyecto.

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— Año 1704. La Junta General de 26 de junio le nombra, con nueve más, para tratar el tema de la defensa del Señorío y tomar cuentas a don José de Llano sobre la distribución de 26.200 ducados que se tomaron a censo para la fortificación de los puertos. Prepararon un Memorial que fue aprobado en Junta General el 28 de junio y mandado poner en práctica96.

— Año 1704. La Junta General de 28 de junio aprueba hacer una nueva numeración de fogueras. Para realizar la de la Merindad de Uribe se nombra a dos caballeros, uno de ellos don Pedro Bernardo97.

— Año 1712. La Junta General de 22 de junio le nombra, junto con otro caballero, para un estudio, dictamen y propuesta de resolución acerca de un Memorial presentado por el Teniente de la Merindad de Durango relativo a que «se le señale salario para su manutención o se le conceda hacer las visitas por años»98.

— Año 1718. La Diputación General de 3 de diciembre nombra a don Pedro Bernardo, «hixo de Su Señoría, de yguales calidades, prendas, explendor y talentos que los demás» (D. Alonso Hurtado de Amézaga, D. Agustín Pedro de Basurto, D. Manuel de Santa Coloma y D. Agustín Ibáñez de la Rentería), como sustituto de D. Agustín Pedro de Basurto, que tenía entonces problemas de salud, para conferenciar con el Coman-dante general de las Tropas Reales, don Blas de Loya99.

— Año 1719. La Junta General de Merindades de 9 de mayo le nombra, con otro más, para conferenciar con el Teniente Coronel don José de Arauxo sobre la formación y sostenimiento de un Regimiento de hombres al servicio de S.M.100.

— Año 1719. La Junta General de Merindades de 10 de mayo le nombra, con otros tres, para el estudio, dictamen y propuesta de resolución acerca de la representación de algunas Repúblicas costeras que se resistían a contribuir en la formación del Regimiento de infantes alegando la presen-cia de muchos de sus marineros en la Real Armada101.

— Año 1722. La Junta General de Merindades de 29 de diciembre le nombra Diputado en Corte para arreglar la aplicación del decreto real sobre el retorno de las aduanas a sus lugares tradicionales, nombramien-to y renuncia al mismo a los que ya nos hemos referido102.

96 Ibidem, n.° 21, ff. 173 y ss. 97 Ibidem, n.° 21, f. 191.

98 Ibidem, n.° 22, f. 76. (Hay que tener en cuenta que faltan los Libros de Decretos correspon-dientes a los años 1705 a 1711, y 1716 a 1718. Los que se conservan siguen una numeración, no obstante, correlativa.)

99 Ibidem, n.° 23, f. 39. No parece, sin embargo, que se produjera la sustitución. Al menos, en el capítulo de agradecimientos que hace la Jun ta General de 14 de abril de 1719 no menciona el nombre de don Pedro Bernardo, y sí, en cambio, el de don Agustín Pedro de Basurto, junto a todos los demás sostenedores de la conferencia citada.

100 Ibidem, n.° 23, f. 97. Don Pedro Bernardo colaboró generosamente —50 doblones— en la financiación de este Regimiento, al que pronto se incorporaría su segundo hijo.

101 Ibidem, n.° 23. El asunto, no obstante, pasó a consulta real. 102 Ibidem, n.° 24.

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Lámina 1. — Retrato de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz• Foto de Joaquín del Valle de Lersundi.

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Lámina 2. — Retrato de Pedro José Villarreal, hijo de P. Bernardo.

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Lámina 3. — Palacio de Uriarte. Foto de Joaquín del Valle de Lersundi.

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Lámina 4. — Palacio de Monterrón.

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Lámina 5. — Torre de Láriz. Fotos de José A. García-Diego.

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Lámina 6. - Presa de Ansotegui. Foto de la Cátedra de Estética de la Ingenierü Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

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Lámina 7. — Presa de Ansotegui. Foto de José A. García-Diego.

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Lámina 8. — Presa de Barroeta (Osiyán). Fotos de José A. García-Diego.

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Lámina 9. — Presa de Bedia. Foto de José A. García-Diego.

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Lámina 10. — Presa de Bedia. Foto de José A. García-Diego

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Lámina 11. — Presa de Bedia. Fotos de José A. García-Diego.

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Lámina 12. Presa de Arencibia (Guizaburuaga). Foto de la Cátedra de Estética de la Ingeniería. Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

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Lámina /.';'. — Presa de Laisota. Foto de la Cátedra de Estética de la Ingeniería. Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

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Lámina 14. — Presa de dos arcos en Liérganes (Santander) probablemente construida empleando los criterios de diseño que Villarreal de Bérriz establece en su libro. Se encuen-tra en el cauce del río Miera y suministraba agua a un molino harinero. Foto de

I. González Tascón.

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Lámina 15. — Rueda vertical de paletas, análoga a la propuesta por Villarreal en una herrería en Guriezo (Cantabria). Reconstrucción reciente basada en el libro de Pedro

Bernardo. Foto de I. González Tascón.

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® M A Q U I N A S

HYDRAULICAS DE MOLINOS,

Y HERRERIAS, y G O V I E R N O DE LOS

Arboles3 y Monees de Vizcaya.

POR DON PEDRO BERNARDO Villa-Real de Berriz,, Cavallero

del Orden de Santiago.

D E D I C A D O

A L O S AMIGOS CAVALLEROS, y Propietarios del Infanzouado del muy Noble,y muy Leal Señorío de Vizcaya,

y muy Noble , y muy Leal Provin-cia de Guipuzcoa.

C O N P R I V I L E G I O :~En Madrid, c i r i T o f i c m a de Antonio Marín , A ñ o de 1736.

Lámina 16. — Portada del libro de Pedro Bernardo.

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Antes de concluir la exposición relativa a la participación de don Pedro Bernardo en el Gobierno del Señorío, quiero dejar apuntada una pregunta: ¿Pretendió nuestro personaje el cargo de Superintendente de la costa de Cantabria cuando se tuvo noticia del nuevo destino de quien ocupaba hasta entonces ese puesto, don Antonio de Gaztañeta? La respuesta es afirmativa sin ninguna duda si aceptamos la autenticidad de un borrador cuyo texto se publicó hace ya unos años103. Si la carta fue remitida y a quién iba destina-da, son cosas que no se aclaran en la publicación citada, aunque se sugiere que el destinatario fuera algún agente de don Pedro Bernardo en Madrid, lo que no parece muy acertado dado el tenor de la carta que hace entrever, en mi opinión, un destinatario, valga la expresión, «más importante». El docu-mento está fechado en Lequeitio el día 11 de febrero de 1717 y en él se aprecia claramente el interés de don Pedro Bernardo por el empleo, no por cuestiones económicas sino de prestigio, «de mérito», y de servicio que podía realizar «sin alejarme de mi casa». Alega en su pretensión sus conocimientos en la materia («con ocasión de vivir en puerto de mar me dediqué a la náutica y fábrica de navios, habiendo recogido noticias y libros extranjeros de construcción y proporciones (...), he fabricado y arbolado ocho navios, que han salido muy buenos; y, aunque ninguno ha pasado de 150 toneladas, las proporciones de los pequeños no se diferencian de las de los grandes, y aunque yo lo diga, he alcanzado a saber algo en este arte, en que muchos hablan como maestros y muy pocos entienden en España»); y sugiere que se le someta a prueba en el ejercicio del cargo antes de confirmar el nombra-miento: «(...) si a Vm. pareciese por medio de D. Miguel Núñez, su amigo de Vm. y muy íntimo del Sr. Durán, o por otro, estimaré hable Vm. de esto al Sr. Durán104, haciendo la planta que, si pareciese, se me podían conferir las ausencias de Gaztañeta en ínterin que S. Mag. resuelva otra cosa, o como mejor pareciese, para que se viere por algún tiempo si yo acertaba a ser de algún provecho, y cuando no experimentase entera satisfacción, se pudiese nombrar otro sin nota mía». Concluye el borrador notificando que Gaztañeta no haría de buen padrino porque «habiendo vivido mucho tiem-po dos leguas de aquí, no me he valido de él para la fábrica de algunos navichuelos, lo que advierto porque no sería seguro buscar su informe»; en el párrafo siguiente se despide con una frase tremenda, no sé hasta qué punto justificada: «Si pudiere llevar hechura, me holgaré (en un margen añade que si se logra el cargo le comunique qué personas han intervenido "para que lo reco-nozca y gratifique"), y si no, paciencia... Y antes de ahora han tenido el empleo de superintendentes caballeros de este país, sin inteligencia alguna de fábricas...»105.

103 K. Larrañaga: «Algunos papeles...», op. eit., lamentablemente yo no he podido consultar en el Archivo familiar de Uriarte este documento pese a los intentos realizados para su localización.

104 Se refiere a don Miguel Fernández Durán, de la Secretaría del despacho universal de guerra y marina.

105 K. Larrañaga: «Algunos papeles...», op. cit., pp. 181 y 182. El paréntesis último es mío.

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Por su especial trascendencia trato en apartado separado lo relativo al problema bélico que afectó de una manera singular a los territorios vizcaínos costeros, y, en consecuencia, a todo el Señorío, que vivió ya desde finales del siglo X V I I , pero particularmente durante las primeras décadas del X V I I I , bajo la amenaza permanente de una invasión extranjera.

Nos vamos a referir únicamente a la guerra de Sucesión y a la posguerra inmediata. No es nuestro propósito, sin embargo, hacer un estudio militar de aquel conflicto, ni siquiera el de exponer las grandes líneas de su desarro-llo. Sólo nos interesa destacar lo que aquella guerra significó para nuestra tierra, cuál fue la actitud del Gobierno Universal ante la misma, qué medidas se adoptaron para reforzar la defensa del Señorío, cuáles fueron las decreta-das en ayuda de la Corona de Felipe V. Vaya por delante algo que ya hemos anticipado en el apartado precedente: que el Señorío, y lo mismo hicieron Guipúzcoa, Álava y Navarra, se colocó inequívocamente desde un principio al lado de Felipe V.

La guerra fue presentada en la correspondencia real como algo necesario para defender la integridad de los dominios de la Corona, pero sobre todo para preservar la religión católica. «(...) Siendo tan preciso y de mi obliga-ción atender a la defensa de mis Dominios y repararlos de la ymbasion que en ellos pueden yntentar los enemigos, e interesándose en esto no solo mis Reynos y basallos sino también nuestra Religión que es lo que mas se debe cuidar (...)», escribía Felipe V al Señorío desde Lérida, el 29 de diciembre de 1702, al tiempo que solicitaba un servicio de «un tercio de ynfanteria en el mayor número que sea posible para acudir con el a la parte que mas se necesite (...)»106. De forma reiterada se dirigió el monarca, o sus represen-tantes —la Reina gobernadora durante la estancia de Felipe V en Italia en 1702, y el Presidente del Consejo de Castilla—, al Señorío pidiendo servicios de hombres o de dinero. Las solicitudes reales fueron estudiadas en las ins-tancias de gobierno del Señorío (Diputaciones o Regimientos) y, con fre-cuencia, elevadas a las Juntas Generales o de Merindades. En alguna oca-sión, se pidió opinión a las propias «Repúblicas, Villas y Ciudad, Encartacio-nes y Merindad de Durango» para que decidieran al respecto. En general, podemos concluir que las autoridades del Señorío fueron remisas a la hora de contribuir con servicio de infantes, no así de marineros, lo que compensa-ban con aportaciones de dinero en metálico, que recaudaban mediante re-partimientos, emisión de censos o arbitrios extraordinarios sobre el vino. A

106 A.H.D.V. Libro de Decretos..., n.° 21, f. 91v. El Regimiento General de 3 de agosto de 1701 había acordado enviar a Felipe V 3.000 doblones de a dos escudos de oro cada uno, en respuesta a la petición de servicio cursada por el Monarca en junio con ocasión de su matri-monio y del viaje de la futura Reina a España.

4. La incidencia de la guerra en el Señorío

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la petición, por ejemplo, de la Reina y del Presidente de Castilla hecha en setiembre de 1702, de formar en Vizcaya unas compañías con 200 infantes, se contesta en principio por la Junta General de Merindades (12 y 13 de octubre) ofreciendo 200 marineros, que servirían de guarnición en los bajeles que se estaban fabricando en los astilleros de Zorroza para la Armada Real; posteriormente la Diputación General (25 de noviembre) decidió sustituir la oferta de marinos por un donativo de 6.000 escudos de plata107. En 1705, la Junta General de 14 de julio acordó conceder al Monarca 4.000 doblones de a 2 escudos de oro108. Además de éstos, el Señorío aprobó otro servicio por la misma cantidad en enero de 1712, pero en esta ocasión al Monarca le pare-ció poco y hubo necesidad de aumentarlo hasta 10.000 escudos109. Al año siguiente, se trató en Regimiento (13 de octubre de 1713) sobre una nueva solicitud de dinero del Monarca para financiar la campaña de Cataluña, cuyo monto estaba fijado de antemano a razón de 10 reales de vellón por vecino, si bien los de Aragón y Valencia resultaban penados con 2 escudos de plata por vecino (unas cuatro veces más que la exigida a la otra pobla-ción). El Regimiento decidió en noviembre servir al Rey con 2.000 doblones de a 2 escudos de oro, que los sacó mediante un censo110.

Por lo que respecta al servicio en hombres, el Señorío respondió positiva-mente en varias ocasiones. En 1705 ofreció un contingente de 500 hom-bres111. Ordenó en 1718 reclutar, aunque no fue tarea sencilla, la leva de 437 plazas de marinería solicitada por el Monarca a finales del verano de 1718. Y no fue fácil reunir gente que sirviera en la Armada Real porque el ambien-te estaba bastante enrarecido y las relaciones, un tanto deterioradas con ocasión de los sucesos de la Matxinada de primeros de setiembre112. Poco tiempo después, la Junta General (el día 13 de abril de 1719) daba cuenta de una carta enviada por la Provincia de Guipúzcoa en la que solicitaba ayuda

107 Ibidem, n.° 21, f. 87v y 91v. También Acta impresa de la Jun ta General de Merindades, de 12 y 13 de octubre de 1702, pp. 17 y 18.

108 Tomo el dato de Labayru, op. cit., tomo VI, pp. 32-3. Faltan, como se ha dicho, los Libros de Decretos correspondientes a setiembre de 1705 hasta diciembre de 1710.

109 Ibidem, n.° 22, fi'. 37v y 38 aparece la carta de S. M., de fecha 24 de diciembre de 1711, pidiendo «el mas crecido servicio de dinero». En el f. 46, la primera respuesta del Regimiento General (sesiones de 2 y 30 de enero de 1712), tras la consulta popular realizada. En los ff. 88v y ss., el aumento del servicio decretado por la Jun ta General el 9 de julio.

110 Ibidem, n.° 22, ff. 165 y ss. Labayru, op. cit., tomo VI, pp. 64-5. 111 El dato procede de Labayru, op. cit., tomo VI, pág. 34. No hay que olvidar, por otra parte,

que entre los militares de alta graduación que combatían en los Ejércitos Reales se encontra-ban gentes del Señorío como, por ejemplo, el mariscal de campo don José Hurtado de Améza-ga, que tuvo una actuación brillante en la batalla de Villaviciosa. Ibidem, pág. 53.

112 A.H.D.V. Libro de Decretos..., n.° 23 f. 12v. Labayru, op. cit., tomo VI, pp. 87 a 89, da noticia de que en enero de 1718 se publicó un «Reglamento del Señorío sobre levas y reclutas de marinería», que fue inmediatamente comunicado a las villas marineras, nombrando en ellas personas encargadas de explicar su contenido a los vecinos. Para Lequeitio fue designado don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz.

Como se sabe, el nombre de Matxinada derivaba de Matxin (Martín en castellano) por el santo de dicho nombre, patrono de los trabajadores en las ferrerías.

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del Señorío al temer una invasión francesa. Felipe V decretó, para este efec-to, la formación de un regimiento o batallón de 700 hombres en Vizcaya, cosa que se trató en la Junta General de Merindades (9 de mayo de 1719), acordándose servir al Monarca —si bien se aprovechaba la ocasión para suplicarle el término de la investigación sobre la matxinada y la concesión de un indulto general a fin de facilitar el reclutamiento— y proceder a la consti-tución de ese regimiento113, al que se incorporó en 1720 el hijo de don Pedro Bernardo.

El Señorío, por su parte, encargó en enero de 1702 a don Antonio de Gastañeta Yturribalzaga, General de la «Artillería de la Armada Real del Mar Océano y Superintendente de fábricas y aprestos de S.M. en Vizcaya» por aquel tiempo, el reconocimiento de los puertos en orden a su defensa. Durante ese año compró pólvora y armamento, ordenó la realización de censos en todos los lugares del Señorío para tener noticia exacta del número de varones que, entre 18 y 60 años, eran capaces de portar armas, así como del armamento existente en cada localidad114. El año de 1703 se empleó en reforzar la guarnición y defensa de la costa siguiendo las instrucciones del General Gastañeta: en enero se nombraban las personas encargadas de su-pervisar las tareas en cada uno de los puertos del Señorío; para Lequeitio, se designó a don Agustín Ibáñez de la Rentería. En junio de 1703, a petición del Alcalde de Lequeitio —don Pedro Bernardo lo era entonces—, la Dipu-tación General nombraba para fortalecer su seguridad, a un condestable, dos atalayeros (para el paraje de Santa Catalina) y treinta y dos artilleros para las distintas piezas de las baterías de la villa. A lo largo de este año se repiten las órdenes tendentes a la compra de armas —el 11 de mayo, la Diputación decreta que «ninguna Justicia impida a los vecinos y moradores de este Señorío se provean de armas en la forma y manera que pudiesen y de donde pudiesen»—. Se comunica a la población la posibilidad de una entra-da inmediata en combate y se ordena a los pueblos reservar los bienes de propios para los gastos extraordinarios que se generaban con la defensa115.

113 Ibidem, n.° 23, f. 84, para la noticia de la carta de la Provincia de Guipúzcoa; ff. 96 y 96v, 98-100, para la solicitud de servicio y su aprobación en Jun ta General de Merindades; ff. 103v y 104, para los agobios de la Jun ta General de Merindades a la hora de reunir ese regimiento «por la esterilidad de los tiempos y comunes ahogos, no ay fondos ni personas que los suminis-tren con yntereses ni a zenso ni por otro medio»; f. 120v, para el inicio de la formación y entrega del regimiento de 700 infantes.

114 Ibidem, n.° 21, ff. 21, y 88v y ss, para la lista de vecinos, compra de pólvora; f. 92, para lo relativo a la gestión de Gastañeta.

115 Ibidem, n.° 21, f. 94 y ss., para la seguridad de la costa; ff. 114 y ss., para las medidas decretadas respecto a Lequeitio. En el Regimiento General de 15 de junio de 1703 se comen-tan las noticias que llegan relativas a los movimientos realizados por las Armadas inglesas e irlandesas en aguas próximas al Señorío. Eso determina la comunicación urgente a todos los pueblos vizcaínos «para que todos los vecinos hijos naturales y residentes desde 18 años hasta los 60 se hallen pronptos con sus armas de fuego y la polbora, valas y munición que antes de aora se les esta prebenido para que todos sin discrepacion alguna al ynstante que otro haviso se les fuere dado acudan sin detención alguna a los Parajes y puertos que se les esta señalado sin que aya la menor omisión, pues de lo contrario serán castigados como delinquentes a su

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«Sólo en 1703, se gastaron en fortificaciones 26.200 ducados», comenta La-bayru. En efecto, la supervisión de esas cuentas fue llevada a cabo por una Comisión —nombrada por la Junta General el 26 de junio de 1704— integra-da por diez caballeros, entre ellos, don Pedro Bernardo, que encontró justifi-cado el gasto. Pero la Comisión citada elaboró también un interesante Memo-rial que fue aprobado en la Junta de 28 de junio y trasladado su contenido a varios decretos para su inmediata aplicación. Eran medidas de este tipo:

La celebración de alarde general el día 25 de julio en todas las repúblicas del Señorío. Para entonces, todos los pueblos tenían que tener nombrados sus capitanes, alféreces y sargentos y organizadas sus compañías integradas por hombres de 18 a 50 años de edad, en número de 40 a 60 por compañía. Todos los pueblos enviarían urgentemente «listas con toda fidelidad y expre-sión de los vecinos y moradores capazes para el uso de las armas, nombran-dolos y sus hedades poco mas o menos y la calidad de las Armas y si son Arcabuzes, fuziles o escopetas...». Las Justicias o Capitanes inspeccionarían la tenencia de armas en sus respec-tivos vecindarios, disponiendo «que los vecinos y moradores que se hallaren sin armas acudan a comprarlas y llevarlas de las que tiene prevenidas y alma-zenadas Su Señoría». Para asegurarse que toda la población estaba «presta» para entrar en comba-te, se ordenaba «otro alarde general el día de San Miguel» (29 de setiembre), pero como las existencias de pólvora no abundaban, se prohibía disparar durante estos alardes sin licencia del Capitán. El adiestramiento militar de la población se encargaba a los Capitanes, que enseñarían el manejo de las armas «un día festivo cada mes sin permitir que disparen ni se gaste insustancialmente la polvora ni se dé lugar a desgracias dejando todo a discreción y disposición de dhos. capitanes». Se adoptaban también medidas para la conservación de la pólvora y la inte-gridad del armamento: «que la Artillería se ponga dentro de cubierto a la entrada de los Ynviernos y atiendan a que no se desperdisie la polvora, valas y demás pertrechos». Finalmente, se encargaba a don José de Llano hacer unos «Ynventarios jurí-dicos de toda la artillería, cureñas, polvora, municiones y demás pertrechos» que había en todos los puertos del Señorío, desde el de Ondárroa hasta el de Somorrostro116.

Las actas del gobierno del Señorío correspondientes a los años posterio-res a 1704 que se conservan, no dedican tanto espacio al problema de la

Magestad y ynnovedientes a su patria y defensa de ella con todos los demás gravámenes en que yncurren semejantes ynnovediencias mayormente en esta ocasion en que son herejes los enemigos que hazen guerra contra nuestra sagrada Religión cuia defensa nos toca tanto por onrra suia como por el mayor servicio de su Magestady conserbasionpropia». Ibídem, f. 115. (El subrayado es mío.)

116 Ibidem, n.° 21, f. 173, para el nombramiento de la Comisión; ÍT. 178 y ss., para el Memorial y decretos; f. 180, para la aprobación del gasto de 26.200 ducados. Labayru se refiere a este asunto en op. cit., tomo VI , pág. 26.

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defensa. En 1719 reaparece la cuestión debido a la presencia de armadas extranjeras denunciada por la Provincia de Guipúzcoa, lo que daría origen a la formación del Regimiento mencionado y a una nueva revisión del estado de las fortificaciones costeras decretada en junio de ese año; en octubre otra vez se repiten las alertas a la población, pero, aunque la situación no estaba nada clara por lo ocurrido en las provincias vascas, el Señorío aguantó fir-memente la presión francesa. La tranquilidad fue retornando lentamente hacia 1720. No obstante, la inquietud fue permanente durante toda esta primera mitad del siglo y frecuentes las levas de marinería que el Señorío aprobó para servir a la Armada Real. La guerra y la amenaza de la misma distorsionó obviamente la vida económica interrumpiendo periódicamente las relaciones comerciales e incidiendo lógicamente en los precios y merca-dos. Algunas repercusiones de esta naturaleza apuntaremos en el capítulo siguiente. Pero antes hemos de referirnos a otra cuestión que ya se ha entre-visto en las páginas anteriores. Hablo de la Matxinada de 1718. Describir cómo la vivió nuestro personaje es el objeto de las líneas que siguen.

5. Las andanzas de don Pedro Bernardo a propósito de la «Matxinada»

La revuelta de 1718 ha sido estudiada en algunas obras referidas a la historia del País Vasco117, y, gracias a las mismas, han quedado suficiente-mente explicadas las razones socioeconómicas de aquel conflicto. Se han publicado por otra parte varios relatos sobre los acontecimientos ocurridos durante los primeros días de aquel mes de setiembre, que quedó gravado en la memoria de muchos según la vivencia pasada. Existe una versión oficial de los sucesos expuesta por el Corregidor en el Regimiento General celebra-do en Bilbao el 10 de setiembre de 1718118. Pero carecíamos, al menos yo las desconozco, de narraciones publicadas que se refieran en concreto a las vici-situdes padecidas en esos meses por un notable del Señorío. En el Archivo familiar de Lequeitio se conservan los copiadores de cartas que don Pedro Bernardo remitió a Indias en los años veinte, en los que detalladamente se cuentan las peripecias experimentadas por la familia en aquel mes de se-tiembre y en los siguientes. También en la correspondencia de don Pedro Bernardo con Ansótegui aparecen bastantes referencias a aquellos aconteci-mientos. Disponer de esta documentación epistolar me ha permitido recons-truir este corto, pero un tanto angustioso, período de la vida de nuestro caballero.

117 Dedican recientemente una atención al tema, entre otros, Fernández de Pinedo, op. cit., pp. 392 a 405; y A. Otazu: El igualitarismo: mito y realidad. San Sebastián. 1982, pp. 226 a 258. Labayru, op. cit., tomo VI, pp. 84 y ss., se refirió también al problema.

118 A.H.D.V., Libro de Decretos..., n.° 23, ff. 3v a 7. Entre los relatos que decíamos, merece ser destacado el que se incluye en la Descripción sumaria..., (1740), pp. 301 a 311, por el especial hincapié que hace sobre lo ocurrido en Lequeitio.

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La causa circunstancial de la Matxinada fue el decreto real de 31 de agosto de 1717, que mandaba «que las Aduanas que se hallaban situadas en puertos secos, se trasladasen a los puertos de mar, donde hubiere costas, y donde no (casos de Francia y de Portugal), en la misma frontera. Por lo cual se dio orden de trasladar a Bilbao, San Sebastián e Irún las que existían en Orduña, Vitoria y Balmaseda», y, aunque se intentaba justificar su bondad y legalidad —si bien se amenazaba con el desvío del comercio hacia Santan-der si se ofrecía resistencia a la nueva instalación—, lo cierto es que el decre-to fue muy mal recibido por la población vasca que perdía con él su condi-ción de mercado libre. En la Junta General de 21 de octubre de ese año se aprobaba una representación dirigida al Monarca en la que respetuosamen-te se protestaba de tal medida, que violaba descaradamente el fuero vigen-te119. El decreto se inserta en el proceso de centralización iniciado por Felipe V tendente a uniformar la Administración del Estado, proceso al que ya nos hemos referido. Don Pedro Bernardo se refiere en varias cartas al clima de tensión existente en el Señorío particularmente en la primavera de 1718:

«Por febrero de 1718 te escriví mi última —dice a su hijo Francisco Joa-quín en carta fechada el día 3 de abril de 1721 —, y no me admiro te quejes de no haverte escrito en tanto tiempo, pero han sido unos tiempos tan fatales que no se á podido tener sosiego, ni pensar en cosa alguna que no fuese de lo que se estava padeciendo; la Primavera del año de 18, todo fue ordenes del Rey, y Juntas hasta que el día 4 de setiembre del mismo año empezaron los tumultos en Bilbao (...)»

«(...) desde la Primavera de 1718, hubo vastantes Juntas y quehaceres de mucho sobre salto por las Aduanas que mandó poner el Rey en este Señorío (...)»

«(...) No es mala vereda la que han hallado el Sr. Alberom y compañía para acreditar al Rey de Justiciero y Piadoso sin perder nada de su intento, y creo que si Bilbao hubiera sido de Turcos, y aun del Duque de Savoia, hubie-ra venido la Armada a quemarla según el cariño que la tienen»120.

Pese a las protestas, el 19 de marzo de 1718 se trasladaban efectivamente las aduanas a los lugares indicados en el decreto real, y a partir de entonces se recrudecieron las tensiones, quejas contra las autoridades y asaltos a los nuevos puestos y funcionarios aduaneros en una escalada de violencia cre-ciente que culminó con los sucesos luctuosos registrados en setiembre de ese año en que fueron agredidas muchas casas de notables y muertos varios de sus propietarios. La revuelta reveló la conflictividad social latente en el seno de aquella sociedad entre sus distintos grupos sociales. ¿Qué le pasó a don

119 Labayru, op. cit., tomo VI, pág. 85. 120 La primera cita corresponde a la carta a Francisco Joaquín Villarreal; la segunda, lechada en

Lequeitio el 20 de febrero de 1721, está dirigida a Don Santiago de Bengoa. Ambas en el A.T.U. Correspondencia de Indias, ya citada. La tercera nota corresponde a una carta fechada en Lequeitio el día 7 de agosto de 1718 y dirigida a Don Andrés Ignacio de Ansótegui. Fondo documental del A.H.D.V. al que también hemos hecho referencia, carpetilla n.° 75.

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Pedro Bernardo? ¿Cuál fue su comportamiento ante los acontecimientos? Nuestro hombre decidió finalmente salir de Lequeitio, alejándose del esce-nario afectado por la sublevación. En su casa de Uriar te recibió noticia, remitida por don Manuel de Arana y don Nicolás de Gacitua, de los tumul-tos ocurridos en Bilbao el 4 y 5 de setiembre. Resistió en Lequeitio hasta el día 9 en que se embarca solo rumbo a Motrico. En seguida ordenó, sabedor de lo que había sucedido en Bermeo, la salida de toda su familia, que a los pocos días se reunía con él en Guetaria, salvo su hermano d o n j u á n Bautista que, después de unos días en este lugar, tuvo que abandonarlo por amenaza de revuelta, y dirigirse con mucha fatiga, dado su estado de salud, a San J u a n de Luz.

«Y sin embargo de las vozes que por todas partes se oian de muertes, incendios y desastres, me mantube en Cassa hasta el día 9 en que sali con consejo de los amigos. Embarqueme grazias a Dios sin que en el lugar temiese embarazo, y pasé a Motrico, donde encontré a don juán Fernando de Ugarte y don Juan Joseph de Andonegui, y por estar aquel lugar inficionado, y lleno de chismes, pasamos a Loyola. Aquí fue donde en dos días hube de perder el juicio con las noticias que llegaban a todas horas de Lequeitio y de mi Cassa, en que no se pensó corriesen riesgo tus thios ni hermanos, pero con la inaudita crueldad ejecutada en Bermeo en que no perdonaron á una señora de mucha calidad, que despues de moribunda la echaron a la Plaza en donde el Pueblo hizo con ella mil crueldades indezentes (...), fue tanto el horror que resolbió toda la gente de Cassa salir el 10, a media noche en chalupa a Guetaria, con cuia noticia pasé hallá, y me vi tan consolado, que no cesava de dar grazias a Dios»121.

Desde Guetaria escribe a su amigo Ansótegui el 13 de setiembre contán-dole el viaje de su familia y la tranquilidad que disfrutaban en la villa gui-puzcoana:

«Despues que esta gente salió de Lequeitio la noche de juicio con la músi-ca de alaridos y lloros de todo el Pueblo, que es inesplicable lo que passó aquella noche, llegaron a Motrico, y quando creieron que tomado aquel Puer-to estavan en la gloria, se vieron mas afligidas, y creieron que ya no hallarían Puerto a donde estar, llegaron aquí, y con el buen trato y agasajos de todo el lugar se les a buelto el alma al cuerpo, y esta es la hora, que la cossa si no hubiera muertos que llorar estava reducida á un entremes ridiculo (...); esta gente queda ya en animo de estar aquí aunque se unda el mundo, y mas teniendo la combeniencia de poder ver el fuego y humo de Lequeitio si los machinos la quemaren. Y yo me hallo tan otro que no me conozco (,..)»122.

121 Carta a Francisco Joaquín Villarreal ya citada. La señora «de mucha calidad» a la que se refiere en la cita don Pedro Bernardo era doña Manuela Laso de la Vega, esposa de don Martín Antonio de Escoiquiz. Los dos murieron como consecuencia de los tumultos.

122 Carta a Ansótegui, fechada en Guetaria, el 13 de setiembre de 1718. A.H.D.V. Fondo Ansóte-gui, carpetilla n.° 75.

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De Guetaria, con toda la familia, pasó a Oñate, tras unas breves paradas en Azpeitia —para visitar a los Emparan—, Loyola y Azcoitia, donde saludó a los Idiáquez y Conde de Peñaflorida, «siendo imponderables los agasajos que recivimos, y aunque nos instaron mucho por detenernos, pareció mejor estancia la de Oñate, por no ser del cuerpo de Guipuzcoa, a la qual se considerava no tardaría en pegarse el contagio, como sucedió». La estancia en Oñate duró unos dos meses, desde mediados de setiembre a octubre. Estuvieron alojados «lindamente en casa de mis primos, porque aquello estava mui quieto»123. «Aquí (se refiere a Oñate) el ruido es menor, y parece que no conocen las baquetas del tambor de Guerra, con que por lo presente estamos lindamente y mas con la diversión de Paisanas y parientes; nuestra Romería se ha dilatado hasta el Biernes por haver llovido aier»124. Pero también Oñate empieza a mostrar signos de malestar. Don Pedro Bernardo, por la información recibida —hay que destacar la facilidad y relativa prontitud con que le llegaban los propios de amigos o de agentes—, sospecha un inminente levantamiento en la comarca y decide abandonar el lugar con dirección a Vitoria, cuya tranquilidad es manifiesa, y a donde le invitan con solicitud sus sobrinas. En Vitoria encontraría muchos conocidos vizcaínos —más de ochenta fami-lias, calcula—, que se refugiaron en la capital alavesa huyendo de los horrores del Señorío alterando sensiblemente el aspecto de la ciudad.

«(...) Haviéndose empezado á rebolber Guipuzcoa, y hallándose en Jun-tas de donde embiarian bolantes a Madrid pidiendo al Rey quitase las Adua-nas porque no se perdiere el Pais, hice la quenta que si no se quitavan sucede-ría en Guipuzcoa lo que en el Señorío, para lo qual, previniendo en Madrid me avisasen de la resoluzion que tomava el Rey, tube aviso que el ultimo volante solo traia la noticia de la explicazion de la Real Voluntad de que fueren francos los naturales, pero las Aduanas se mantubiesen, y como no se aquietaría con esto el Pueblo, con motivo de ver a mis sobrinas, pasé con toda mi gente a Vitoria, y en Salinas pasamos un buen susto, sin embargo de que todavía estava todo quieto en lo esterior; en Vitoria encontramos muchísimas familias del Señorío, haciendo los Paisanos que aquella ciudad pareciese mui poblada, pues pasaron de 80 familias las que salimos, y casi todas estavan en Vitoria; ocho días despues que salimos, se levantó el Pueblo de Oñate, y juntos todos en la Plaza, con animo de matar a todos los caballeros y particu-lares, fue un prodigio como se sosego aquello»123.

En Vitoria se entera de lo que había sucedido en Lequeitio, cómo entra-ron gentes de los lugares vecinos,

«quiso Dios que estuvieran mui moderados los de la Villa y quatro Antey-glesias anejas para que se ebitase el saqueo que quisieron algunos empezar

123 Carta a Francisco Joaquín Villarreal, ya citada. 124 Carta a Ansótegui, fechada en Oñate el 28 de setiembre de 1718. A.H.D.V. Fondo Ansótegui,

carpetilla n.° 75. 125 Carta a Francisco Joaquín Villarreal, ya citada.

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con pretesto de embargar y depositar quanto tocase á los Aduaneros, que assi Uamavan á aquellos cuias casas querían robar (...); pasaron a prender a An-tonio de Beingoolea, Domingo de Burgoa, don Joseph de Mendeja, Matheo y Francisco de Barainca, y despues que estavan en la Gasa del Concejo con pretesto de ver si estavan bien puestos quiso subir una tropa á matarlos, lo que se ebitó, pero no el susto con que estubieron en la prisión, temiendo todos los dias los viniesen á matar»126.

De Vitoria tuvo que salir también nuestro personaje clandestinamente ante la noticia de que se aproximaban 6.000 «machinos». Marchó a la Pue-bla de Arganzón y de aquí a Miranda , fuera del País, lugar ya seguro y que contaba con la presencia próxima de las tropas reales. Los incidentes de la salida y viaje posterior son dignos también de anotar:

«(...) En Vitoria, rebuelta ya Guipuzcoa, fue un entremes lo que sucedió una noche, porque con el aviso de que iban 6.000 machinos, ó que estavan á media legua de distancia, salieron de la ciudad el Diputado general y muchos caballeros principales desde las 10 de la noche hasta las 12, y los siguieron otros muchos; los Vizcaynos tubimos tarde la noticia, a las 3 de la mañana un santo sacerdote entró en mi quarto, y sin darme tiempo para bestir, me hizo salir; dejando orden que mi gente fuese á un combento de Religiosas, fui con Ghanton (uno de los criados) a La Puebla en donde encontré á casi todos los Paisanos, y los que salieron de Vitoria, no cavíamos en la Posada de pies, y cada momento venían volantes con la noticia de los movimientos del exercito machino que no hubo tal, ni nunca llegó a Vitoria, aunque fue verdad que se avisaron muchos lugares para hir halla un día; desde La Puebla embié cabal-gaduras, y no sosegué hasta que toda mi gente passara hallá, lo que se consi-guió aquel día, y toda la tropa de Paisanos, y muchos de Vitoria pasamos a Miranda, donde pusimos nuestro Real, y en medio de tantas penas se pasava lindamente porque havia que contar aventuras bien graciosas. Don Blas de Loya a. quien el Rey embió con 3.000 hombres estava cerca de Valmaseda para entrar en este Señorío, y con la noticia de lo sucedido en Vitoria embió a Miranda 50 reformados del regimiento de cavalleria de la Reyna, que truje-ron orden de levantar todas las milicias de Burgos para acá, tal fue la apren-sión y ruido (...)»

En Mi randa tiene noticia de lo que la sublevación ocasionó en su casa de Bérriz, y que se redujo a la ruptura de tumbas, asiento y escudo de armas existentes en la Iglesia, delitos de los que Pedro Bernardo no exigió compen-sación judicial. Las tropas reales de Loya entraron en Vizcaya hacia no-viembre y, sin encontrar resistencia, llegan a Bilbao el día 11 de ese mes, donde procedieron a la detención de muchos de los implicados en la revuel-ta. A pesar de ello, nuestro personaje siguió en Mi randa «por no ser testigos de los castigos que era preciso se siguiesen», hasta que finalmente pasa a Bilbao requerido por los amigos para mediar en la pacificación:

126 Ibidem.

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«(...) A mí me embiaron varios propios los amigos para que pasase halla (Bilbao), y aunque hice proposito de no ejecutarlo no lo pude resistir maior-mente haviendose esplicado don Blas de Loya y preguntado por mí; fui a Bilbao con toda la familia, fui uno de los quatro comisarios nombrados por el Señorío para conferir con Loya y se consiguió el que fuesen francos los vizcaí-nos, y que descargasen libremente los Navios sin que se adeudase ni pagase Aduana, sino lo que salia para Castilla, que para el estado en que se pusieron las cossas no fue poca fortuna (...)»127.

Como dice don Pedro Bernardo, en la Diputación General de 7 de enero de 1719 se daba noticia, en efecto, de un reciente decreto real en el que se insistía en el mantenimiento de la nueva instalación de las Aduanas, pero se hacía hincapié también en las concesiones hechas en las órdenes de 28 de febrero de 1718 y de 16 de marzo del mismo año, por las cuales se permitía la libre introducción de «carnes, vino, azeite, trigo, cevada y legumbres que necesitaren para su consumo y manutención atendiendo a la falta que tenían de estos frutos mediante no producirlos aquellos Países»; en el decreto, por último, se seguía negando franquicia a los productos coloniales128. Las auto-ridades del Señorío persiguieron desde entonces, mediante continuas repre-sentaciones dirigidas al Monarca, el objetivo de retornar a la situación ante-rior al conflicto y a la causa que lo había provocado, es decir, lograr el traslado de las Aduanas a sus lugares primitivos y resolver lo menos penosa-mente el problema de los amotinados. Por lo que se refiere a éstos, la Cédula real de 18 de setiembre de 1718 ordenaba a un Pesquisidor hacer la informa-ción pertinente sobre los sucesos ocurridos «para reposo del distrito de su señoría y sus hixos y diszernir los buenos de los que fueron malos y que estos no dexen manchado el acreditado onor y la siempre ynmutable fidelidad de su señoría (,..)»129. Todo concluyó con relativa prontitud. Los procesos se-guidos determinaron la sentencia dictada el 18 de enero de 1719: 16 perso-nas recibieron la condena de la última pena, muchos la de prisión, y las anteiglesias de donde partieron los sediciosos, la de pagar los daños y cos-tas130. En cuanto al problema de las Aduanas, por el Decreto fechado en El

127 Todas las citas últimas proceden de la carta a Francisco Joaquín Villarreal, ya citada. Los textos de los paréntesis de las mismas son míos. Don Pedro Bernardo regresó a Lequeitio a finales de noviembre o primeros de diciembre de 1718, y aquí dio hospedaje el día 4 de diciembre al Coronel don José de Moscoso, hermano del Conde de Altamira, que, junto al Coronel Comandante don Pedro de Castro Nercia, mandaba las tropas que entraron en esta villa vizcaína.

128 A.H.D.V. Libro de Decretos..., n.° 23, f. 57v a 59. 129 Ibidem, f. 25. Regimiento General de 22 de setiembre de 1718. 130 Labayru, op. c i t , tomo VI, pág. 107. Respecto a la reparación de los daños económicos, el

asunto se resolvió finalmente en 1726 renunciando los interesados - e n número de 3 9 - a las dos terceras partes de su indemnización. El 25 de junio de 1726, el anterior Síndico Luis de Ibarra y Larrea presentaba la liquidación que había preparado durante el bienio 1724-6, en la que se consignaba un total de 2.011.177 reales por los daños ocasionados, de los que se paga-rían, según el convenio aprobado en Jun ta General, la tercera parte, esto es, 670.392 reales y 12 maravedises, a los que se añadían 110.894 reales que las anteiglesias de Mundaca, Peder-

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Pardo el día 16 de diciembre de 1722, el Monarca resolvía que «se restituyan y reduzcan a los pasos y parajes interiores de tierra donde estaban estableci-das adeudándose y cobrándose los derechos en ellas como anteriormente se ejecutaba de suerte que aquellos naturales queden en la misma posesión de aquellas exenciones, derechos y fueros que les están concedidos practicándo-se esta disposición desde 1.° de enero de 1723 (...)», noticia que llegó al Señorío y se comentó en la Junta General de Merindades celebrada el día 29 de diciembre de 1 7 2 2 1 3 e n la que se designó, como ya vimos, a los caballe-ros que en Madrid tenían que ultimar con los miembros de la Administra-ción real los detalles del decreto con el fin de evitar en el futuro fraudes y abusos.

nales, Axpe de Busturia, Murueta y Forua habían ya pagado a tres afectados por los sucesos, con lo que el total a pagar fue de 781.286 reales y 12 maravedises. El abono de la cantidad citada se hizo de la siguiente manera: — Las 10.924 1/4 fogueras del Señorío, a razón de 6 reales de vellón por foguera y durante seis

años, abonarían al cabo de ese tiempo 393.453 reales. — Las 34 anteiglesias implicadas en los acontecimientos — proporcionalmente de acuerdo con

el número de fogueras— pagarían además 305.392 reales y 17 maravedises. — El resto, saldría del arbitrio de 8 maravedises por quintal mayor de vena de hierro que

cobraba el Señorío. La liquidación, con todos sus detalles, en Libro de Decretos n ° 25 íf. 155 a 162.

Sobre los autos que se siguieron con anterioridad, A.D.H.V. Corregimiento. Leg. 775, n.° 3: Autos en execucion del Decreto de Junta General zelebrada en 24 de febrero de este año (1724). Sobre ajuste de los daños causados el año de 1718.

131 A.H.D.V. Libro de Decretos, n.° 24, íf. 101 y ss.

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CAPÍTULO IV

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA EN LA TORRE DE URIARTE. LAS FERRERÍAS DE BENGOLEA

C O N O C E M O S L A S R E N T A S que producía el patrimonio de los Villarreal en 1727. Lamentablemente, como dejamos expuesto en el segundo capítulo, no disponemos de una relación desglosada de los ingresos de la Casa en aquel tiempo. No he podido localizar en los archivos familiares documentos relativos a la administración y contabilidad del rendimiento de los bienes poseídos. Sólo he encontrado datos referidos a las ferrerías. Se trata de una información dispersa en la que únicamente hay una cierta continuidad, si bien sus cifras son en ocasiones algo confusas, en lo que se refiere al abono de los derechos a la administración real por las labranzas realizadas de 1720 en adelante. En cambio, entre la documentación judicial del Archivo Foral de Bizcaya relativa al pleito que se interpone contra doña M. a Josefa Villarreal de Bérriz, marquesa de Narros, en el primer tercio del siglo XIX, aparece «un extracto de las cuentas referidas al producto anual» de todos los bienes del patrimonio desde el año de 1803 a 1815, documento interesante por la relativa precisión con que se realiza y por la época de referencia que incluye la guerra de la Independencia. Estas limitaciones explican el tratamiento que he dado al capítulo presente en el que me he centrado particularmente en la actividad industrial desarrollada por nuestro personaje a través de las ferrerías de Bengolea. Aun careciendo, como hemos dicho, de cifras concre-tas en las que apoyarnos, parece razonable sospechar, no obstante, que el negocio de las ferrerías no significara porcentualmente mucho en la estruc-tura de los ingresos de la Torre de Uñarte. Es muy probable, a la vista de lo que declaraba don Pedro Bernardo en la capitulación matrimonial de su hijo (que las ferrerías rentarían más si «las manejara directamente») y de los borradores existentes, que las rentas de 1727, evaluadas, como dijimos, en 3.500 ducados de vellón, procedieran en su mayor parte de la explota-

1. Antecedentes

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ción de los montes (ventas de madera y cargas para carbón), arrendamiento de tierras y molinos, viñas, y sobre todo derechos devengados del Patronato de Bernz, debiéndose a las ferrerías no más allá del diez por cien de los ingresos en el mejor de los casos.

La siderurgia tradicional vasca es un tema que cuenta a estas alturas con una notable bibliografía1, que se ha visto últimamente enriquecida con la investigación de Rafael Uñarte Ayo2. Con esta obra, el autor contribuye a la explicación de la crisis de la sociedad vasca del Antiguo Régimen aportando un análisis riguroso y profundo de su sector siderúrgico tal y como se desen-vuelve entre 1700 y 1840. Nos servirá, pues, de excelente marco general para entender el caso particular de las ferrerías de nuestro personaje

El suministro de mineral. Los problemas de los ferrones en este tiempo

Los yacimientos mineros que suministraban la vena a las ferrerías le-queitianas, como a muchas otras al menos en la cornisa cantábrica esta-ban ubicados en Somorrostro, en las Encartaciones3. A diferencia de lo que ocurría en el Estado español, donde regía el principio regalista esta-blecido en las Ordenanzas de Felipe II4 , las minas de Somorrostro perte-necían al Señorío, si bien hubo necesidad de defender esa propiedad repe-tidamente frente a las pretensiones de las propias repúblicas encartadas No fueron raros, en efecto, los problemas de competencia legislativa sus-citados en aquellos siglos entre el Señorío y las Encartaciones. Pero al menos teóricamente, la preeminencia del Señorío quedó reafirmada en la Diputación General de 15 de marzo de 1738, y confirmada en la Tunta General celebrada el 1.° de julio del mismo año en la que se ratificaban las medidas aprobadas en la Diputación anterior tendentes a «la conser-vación de los Derechos y Preeminencias de este Señorío, y la propiedad y

1 He aquí una breve relación, en absoluto excluyeme ni definitiva, que puede servir de guía v orientación para el tema: V. Vázquez de Prada: «Las ferrerías vizcaínas (siglo XVI-XVILL)» III Semana de Antropología Vasca. Bilbao, 1976, t. II , pp. 129-134; M. González Portilla: «La industria siderúrgica en el País Vasco: del Verlangsystem' al capitalismo industrial», A A . W • Crisis del Antiguo Regimen e industrialización en la España del siglo XIX. Madrid, 1977 pp 115-181- E Fernán dez de: Pinedo op. ck pp. 313 y ss , L. M * Bilbao: «Protoindustrializa'ción y cambié social en el País Vasco (1500-1830)», Letras de Deusto, vol. 14, n.° 29, 1984, pp. 41-60- L M * Bilbao y E

n 7 n n ^ R m d e p P T dI ° ; ^ f J C r i s i s d e I a s i d e ™ a l u n ? a tradicional en el País Vasco

Madrid 1982 pp 134 228 f™"** ^ ^ dd AntÍgU0 Régimen- 11 Manufacturas. 2 W a e i 9 8 8 Í a r t e Ay°: EstTUCtUm' iesarroll°y c r i s i s d e 1a siderurgia tradicional vizcaína (1700-1840). Bil-

3 Sobre la incorporación de las repúblicas encartadas al Señorío y su peculiar forma de gobierno Monreal Cía., op. cit., p. 237 a 366.

4 Cfr. M. a Soledad Relanzón López: La minería española en la Edad Moderna. Separata del Boletín Geologicoy Minero. Madrid. 1987.

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posesión que le pertenece de todos los minerales que existen en el Señorío»5. El Fuero de Vizcaya, que nada decía sobre la propiedad, reglamentaba únicamente sobre algunos aspectos concernientes a la comercialización de la vena. Por la ley XVII del título I se prohibía sacar «vena para Reynos estraños»6; las leyes II y III del título XXVIII determinaban que los pesos para medir la vena fueran iguales y estuvieran únicamente en las Herrerías, o en los puertos donde se embarcara, a cargo de los dueños o arrendadores de las ferrerías, o de los bajeleros transportistas; se prohibía la venta de vena a personas ajenas al negocio de la ferrería, con el fin de evitar la reventa, y se mandaba, por último, que la vena fuera de buena calidad, «é no piedra mala»7. No obstante lo contundente de estas disposiciones, su inobservancia fue bastante acusada. Rafael Uñarte nos informa de las medidas que se tomaron desde la segunda mitad del siglo XVI para hacer cumplir lo ordena-do en el Fuero8. No parece que tuvieran mucho efecto porque se repiten insistentemente, lo que prueba su incumplimiento. El núcleo de las protestas de los ferrones de este tiempo está constituido precisamente por denuncias de este tipo: mala calidad de la vena servida, limitaciones en el abasteci-miento y encarecimiento del producto. Veamos el contenido de algunos

5 A . H . D N . Juntas Generales. Actas impresas. Año 1738. Pág. 17. 6 «(...) Que ningún Natural, ni extraño, assi del dicho Señorío de Vizcaya, como de todo el Reyno

de España, ni de fuera de ellos, no puedan sacar á fuera de este dicho Señorío para Reynos estraños, Vena, ni otro Metal alguno para labrar Fierro, ó Azero: So pena, que la Persona que lo sacare pierda la mitad de sus bienes, y sea desterrado perpetuamente en estos Reynos; é la Nao, ó Baxel, o otra cualquier cosa, en que la sacare, e la Mercadería que en ella llevare, pierda, é sea todo ello, é la dicha mitad de bienes, la tercia parte para los reparos de los Caminos de este dicho Señorío, é la otra tercia parte para el Acusador, y la otra tercia parte para la Justicia, que lo executare». Fuero Nuevo de Vizcaya, op. cit., pág. 12v.

7 El título X X V I I I del Fuero trata exclusivamente: Del mantenimiento de las herrerías,y de los pesos de ellas,y de las venas. La ley II ordenaba: «(...) Que ninguno sea ossado de poner, ni tener peso de vena, ni de hierro, salvo en las Herrerías, ó Puertos, donde se descarga la vena, y se carga el hierro, y los tales pesos, hayan de poner los dueños, y arrendadores de Herrerías, y Baxeleros, que traen vena, y que ninguno que no tuviere Herrería, ó parte de ella propia, ó arrendada, no pueda comprar vena alguna en puerto, ni en camino, ni en Herrerías, ni fuera de ellas; só pena de seiscientos maravedís por cada vez que fuere hallado, que haya comprado (...). Otrosí, que los mulateros, que van á las veneras, por vena para las Herrerías, lleven buena vena marchante, é no piedra mala, ni los venaqueros consientan que cargue, sino vena marchante; só pena de seiscientos maravedís á cada uno por cada vez (...)».

La ley I I I mandaba: «(...) Que en las dichas Herrerías, y Renterías, haya peso del dicho grandor (el quintal de ciento y quarenta y quatro libras, de cada diez y seis onzas la libra), y no mayor, ni menor; y que sea igual el peso de las Herrerías, con el peso de las Renterías; y que en cada Rentería, y Herrería, haya pesas de una libra; só pena de seiscientos maravedís por cada vez que fuere hallado el dicho peso desigual, y mayor, ó menor (...)». Fuero Nuevo de Vizcaya, op. cit., pp. 75 y 75v.

8 Op. cit., pp. 27 y 28. Se nombró en 1572 una persona «con la misión de evitar 'se mande vena para revender a reinos extraños'»; en 1574, «una vez instituido el cargo bajo la denominación de Alcalde de Billeteros, se trataría con la provincia de Guipúzcoa para que actuase en ese mismo sentido, poniendo 'guardas en la provincia, para tomar cuenta y razón de las venas que se llevan y en especial pongan en Fuenterravia una persona que tenga las calidades requeridas para saber y escudriñar si algunos sacan vena para Francia».

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memoriales elaborados por los ferrones del Señorío y presentados a las ins-tancias del gobierno.

En 1713 la protesta de los ferrones se fundamentaba en las limitaciones que los Concejos de Somorrostro habían establecido respecto a la extracción de la vena. En efecto, argumentando la colisión de intereses que devenía de las prácticas observadas en la explotación minera con respecto a la actividad agraria, las autoridades locales del Valle habían decretado ya en 1701 la posesión del número de animales a no más de «cuatro muías o un carro de bueyes» por vecino, y la prohibición de transportar mineral desde el primero de noviembre hasta el primero de mayo, «para que en este medio tiempo se pudiesen descubrir, trapiar y deséncabezar los citados minerales y que bene-ficiándolos y limpiándolos se pudiesen mantener y conserbar saliendo venas de toda satisfacción, consiguiendo por este medio el que se cultivasen y trabajasen las tierras pues por la corta sembría de los años anteriores se había padecido mucha falta de granos, hallándose los vecinos exhaustos de medios y empeñadas sus aciendas»9. Estas ordenanzas fueron protestadas por los ferrones desde el momento de su publicación. En el Memorial de 1713 se decía que atentaban «a sus leyes y livertades, yntentando por seme-

jantes medios y precauciones que ni se vage la vena necesaria para el abasto y labranza de las ferrerias, ni que se puedan proveer a tiempos convenientes, a fin de utilizarse con excesivos precios y aumentar fraudes»10. El día 16 de mayo de ese mismo año tuvo lugar en Bilbao una reunión de ferrones, pro-pietarios o administradores, de las Merindades de Busturia, Uribe, Marqui-na, Zornoza, Arratia, Vedia y Durango, y territorio de las Encartaciones, para tratar sobre el asunto11. Acordaron lo siguiente, que elevaron al Regi-miento General de 23 de mayo:

1.° Para asegurar un correcto abastecimiento, suplicaban «que por seis meses por lo menos mande V.S. no se extraiga ninguna vena de su distrito hasta que las ferrerias de su territorio de V.S. estén proveídas de lo necesario (...); y en caso de hallar V.S. por conveniente el que se extraiga, parece tam-bién conveniente y necesario el que V.S. se sirva de imponer a cada quintal de vena que se extrajere por embarcación o a lomo dos reales de

9 ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS (Valladolid), Venas, Reg. 1. Tomo la cita y la información de Uñarte Ayo, op. cit., pp. 34 y 35. La ordenanza de los Tres Concejos fue confirmada por el Consejo Supremo de Castilla mediante Provisión Real fechada el 19 de julio de 1702.

10 Memorial presentado por don Francisco de Salazar Abendañoy Saraviay otros cavalleros dueños de ferrerias sobre la saca y acarreo de la vena, leído en el Regimiento General de 11 de abril de 1713 A H D V Libro de Decretos, N.° 22, ff. 136 y 136v.

11 Los reunidos fheron: don Diego de Llano y d o n j u á n Bautista de Albiz, por la Merindad de Busturia; don J u a n de Aguirre, por la de Uribe; don Juan Fernando de Ugarte, por la de Marquina; don Francisco Fernando de Barrenechea y don Martin Thomas de Meñaca, por la de Zornoza; don Francisco Domingo de Eguía y don Thomas Ignacio de Arrióla, po'r la de Arratia; d o n j u á n de Astegui, por la de Vedia; don Andrés de la Quadra y don Manuel de Salazar, en nombre de las Encartaciones; finalmente, don Martin de Abarrategui, por la Me-rindad de Durango. Ibid., f. 144.

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vellón, incluido el quartillo de su primera imposición, sin que por esto dejen de ser preferidas para su abasto las ferrerías del distrito de V.S.»

2.° Extremar la vigilancia sobre los puertos de Bilbao, Ugarte, Causo, Galindo, Portugalete y San Julián de Muzquiz, por ser en estos lugares donde actuaban preferentemente los revendedores, y aplicar con rigor las penas es-tablecidas.

3.° Vigilar la calidad de las venas, «expresando al comisario que hallando porción mezclada mala con buena la dé toda por decomiso y la porcion buena se veneficie, y su producto se combierta en limpiar las veneras».

4.° Retirar las ordenanzas de los Concejos de Somorrostro que se referían al «tiempo limitado en que han de veneficiar las veneras, y numero de cava-llerias y carros que ha de tener cada persona que trafica vena a los puertos por ser contra la livertad de los Hixos de V.S., mandando también a dhos. siete Conzejos no zelebren semejantes Decretos por ser tan conocidamente perni-ziosos y de malas consecuencias».

5.° En este punto se volvía a insistir en la prioridad de abastecimiento reservada a las ferrerías del Señorío («sin que primero esten abastezidas las ferrerias de V.S. cumplidamente, no se les permita a ningunos traficantes llevar vena al ohomo (a lomo) a las de fuera del distrito de V.S.»)12.

En junio de 1714, los «caballeros» ferrones presentaron otro Memorial relativo nuevamente al abastecimiento de vena.y a su precio13. Insistían en la necesidad de destinar los meses de junio, julio y agosto de cada año exclu-sivamente al suministro de vena a las ferrerías del Señorío, prohibiendo, en consecuencia, su extracción fuera de Vizcaya durante ese plazo, pasado el cual se podría sacar, pero reservándose los ferrones vizcaínos el derecho de tanteo:

«(...) La utilidad de algunos particulares en la extracción de la vena, moti-va la tarda y menos buena provisión de las ferrerías de Vizcaya, y asi parece preciso se destine tiempo en que no se extraigan venas fuera del Señorío, y éste será como antes se acordó los meses de junio, julio y agosto de cada un año, pero si en éstos algunas ferrerías o por descuido o por imposibilidad de los dueños y arrendatarios no se hallaren proveídas, no por esto podrán impe-dir las extracciones, pero gozarán del beneficio del tanteo. Mas si sucediese que por malicia o descuido de los venaqueros no hubiere la vena necesaria en los puertos para la provisión en dichos tres meses, en tal caso los que no se hallaren proveídos podrán valerse de la que necesitaren a los precios corrien-tes que se propondrán (...)».

12 Ibidem, ff. 144 a 146. 13 Firmaban el Memorial don Nicolás de Ubilla, don J u a n José de Andonegui, don Domingo

Ignacio de Gondra y Legorburu, don Antonio Ventura de la Rúa Musa Urieta, don Francisco Domingo de Eguía y don Mart ín Antonio de Escoiquiz. Se habían reunido en Zornoza, el 29 de mayo de 1714, en virtud de la facultad concedida por la Jun ta General unos días antes (decreto de 17 de mayo). Libro de Decretos, N.° 22, f. 270.

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Por lo que se refiere al precio de la vena, los ferrones consideraban un precio justo si se fijaba de acuerdo con su calidad y según la cotización del hierro. Y teniendo esto presente determinaron en su Memorial las equiva-lencias del mineral en sus distintas calidades con respecto al hierro labrado de la siguiente manera:

«(...) Por las (venas) negras de sarrasuela, y por las negras de la rayera que se reputan por la de la mejor calidad deberán pagarse en los Puertos donde se cargan quatro quintales de fierro tiradera o su valor a elección del vendedor de venas según el que tuviere en la Rentería de Bilbao, que sale a razón de 37 quintales y medio de vena por quintal de hierro. Por la vena Rubia cerrada (...) se dará por cada 40 quintales, uno de fierro tiradera, o su valor. Por la vena Rubia pobre en medio de que casi se reputa inútil por cada 50 quintales de ella se dará uno de fierro tiradera, o su valor. Estos precios son para la vena que se consumiere en el Señorío, pero no para la que saliera fuera, pues ésta podrá venderse a los que ajustaren los tenedores. Y también se podrá vender en menos que lo tasado para el Señorío, pero no en más»14.

Regulando los precios y prohibiendo la venta tanto en el interior del Señorío como fuera del mismo a precios superiores a los concertados, pre-tendían los ferrones evitar los fraudes y asegurar el abastecimiento de sus ferrerías, perdido para el venaquero el aliciente de ganancias mayores con la venta fuera de Vizcaya. Estas son las cuestiones principales respecto al mi-neral, que se exponen en los Memoriales presentados en este primer tercio del siglo X V I I I . Para concluir, y comprobar que, pese a todo, la cosa no había cambiado sustancialmente en el período, en el Memorial redactado en mayo de 1732, los ferrones denunciaban la decadencia de la siderurgia «en tanto grado que no es posible continuar en ella por la notable carestía que ba tomando la vena al mismo tiempo que se ba disminuiendo el precio del fierro, y la nobedad consiste en la solicitud de aquellos que lo acarrean y conducen desde las minas o veneras a los Puertos con tanta escasez que no se an podido ni se pueden (ajbastecer las ferrerias del distrito de V.S. y mucho menos las de fuera de él; y de aquí se sigue que por remediar la falta cada uno de los compradores a competencia para que no esten paradas las ferrerias y pagando a los oficiales y maniobreros sus sueldos de balde, y por redimir su vexacion unos por otros ofrecen aventaxados precios y ha llegado a tanto extremo que quando el quintal de fierro se vendía a setenta reales de vellón la barcada de vena no excedía de ducientos y quarenta reales, y de un año a esta parte haviendo bajado el fierro a sesenta y quatro, o sesenta y cinco reales no quieren dar menos de trescientos y sesenta reales la barcada de vena, y ésta de menos buena calidad (,..)»15.

15 Ibidem, N.° 28, f. 80. Este Memorial se presentó a la Diputación General celebrada el 14 de mayo de 1732, en la que se acordó convocar una reunión próxima entre todos los interesados en

14 Ibidem.

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No fueron pocas las disposiciones ordenadas en los Regimientos, Diputa-ciones y Juntas del Señorío en respuesta a las reclamaciones de los ferrones. Fue éste de la vena, sin duda, el tema más tratado entre los que ordinaria-mente se plantearon en las instancias citadas durante este tiempo. Veamos cuáles fueron las medidas más importantes: un decreto de la Junta General, de 27 de junio de 1698, recordaba la obligada observancia del Fuero «que habla sobre la calidad y bondad de las venas»16. Periódicamente, se mandó realizar un examen de la vena en las minas de Somorrostro, Galindo y Ollargan, y en los puertos donde se cargaba. Se ordenó en la Junta General de 6 de julio de 1712 que «sin embargo del decreto de los Tres Concejos pueda sacarse la vena en todos los tiempos, y tener cada vecino todo el ganado que quisiere para la conducción de ella»17. En esa misma Junta, se volvía a establecer la prioridad de las ferrerías del Señorío en orden al abas-tecimiento de vena sobre las de fuera de Vizcaya. Lo que se recordó nueva-mente en el Regimiento General celebrado el día 1.° de agosto del mismo año, en el que se decretó además la retención de la vena cargada en los puertos de Galindo, Portugalete, Plencia, «y demás de este territorio donde tuviere noticia se hallan dichas embarcaciones, y los haga retener denegán-doles su transporte a otras provincias hasta que se hallen abastecidas las ferrerías del Señorío»18. En el Regimiento celebrado al año siguiente, el día 23 de mayo de 1714, se debatió el Memorial que los ferrones habían elabora-do una semana antes, y se acordó, entre otras cosas, prohibir la extracción de vena fuera del Señorío desde el 1.° de junio hasta el 1.° de setiembre «para que en este tiempo se abastezcan las ferrerías de su distrito». Los ferrones, una vez realizadas sus compras en los meses indicados, podían «obligar a los vageleros del distrito de este Señorío a la conduzion a los Puertos que pertenezen a sus ferrerías pagándoles los fletes justos y corrien-tes conforme al Puerto a donde fueren». Decretaron igualmente extremar la vigilancia para evitar la reventa y comprobar la calidad de la vena cargada. Para alcanzar este último objetivo se nombró una comisión integrada por don Francisco Fernando de Barrenechea y Herquinigo, don Juan Fernando de Ugarte Zaldivar y Mallea, caballero de Calatrava, don Diego de Llano y Villa y don Francisco Domingo de Eguía, quienes propusieron las siguientes medidas:

el asunto para determinar las providencias oportunas. La barcada de vena transportaba apro-ximadamente unos 150 quintales.

16 Ibidem, N.° 20, f. 35. 17 Ibidem, N.° 22. Esta medida era la respuesta que la Jun ta daba al Memorial presentado por los

ferrones en 1712 en el que se pedía «se reforme un Decreto de los Tres Concejos en que se coarta a sus vecinos la libertad de sacar la vena en ciertos tiempos, y el numero de cavallerias para conducirla, y se pide que los que usan de los minerales los tengan con la limpieza debida y que se provean antes de la vena necesaria para su consumo las ferrerías del Señorío que las de fuera». Este es uno de los ejemplos de cómo se interferían en ocasiones las decisiones del gobierno local de Somorrostro y las del Señorío.

18 Ibidem, N.° 22, ff. 115 y 115v.

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«Lo primero, que a todos los Puertos de este noble Señorío se haga notorio el referido Decreto en que se prohive la extracion de la vena fuera de su territorio por tres meses contados desde 1 d e junio de este presente año, para que noticiosos de esta resolución no contravengan a ella.

Lo segundo, que los Maestres de navios que fueren a cargar vena ayan de manifestar antes de hazer la cargazón la orden de ferron o ferrones, en que señale la cantidad de la vena, y puertos a donde son dirigidos, y que se les den pólizas o guias y buelban contraguias o recivos de dichos ferrones» (bajo la multa de 8 ducados a los citados maestres y otros tantos al rentero/s que hubieran facilitado la carga).

Lo tercero, que el producto de las Pilas de Venas que se denunciaren por hallarse calones en ellas, como también el de las multas que se sacaren, se emplee en la forma que previene el referido decreto.

Lo quarto, que a ningún arriero se permita cargar para sí vena alguna no teniendo zentenal suyo comprado a persona conocida y de su quenta, só las penas arriva dichas».

Por último, en ese mismo Regimiento se aprobó, con el fin de recaudar fondos con los que atender los gastos extraordinarios del Señorío, gravar el consumo de vena con un impuesto de dos maravedises por quintal «que se cargare por mar, y tierra, y a lomo, que deveran pagar los ferrones y com-pradores al tiempo de hazer la cargazón en los Puertos o en la forma que se hallare mas conveniente»19. Por su parte, la Diputación General de 1 de junio de 1714 aprobó el contenido del Memorial hecho por los ferrones — que ya conocemos— relativo a la forma de venta y precios de la vena, y decretó su cumplimiento. No faltaron, pues, disposiciones a lo largo del pe-ríodo, disposiciones que se parecen mucho unas a otras, lo que indica la dificultad que entrañaba su puesta en aplicación y, desde luego, su escaso cumplimiento. A la altura de 1732, las medidas que se proponían recorda-ban en alto grado a las establecidas veinte años antes:

«Que de aqui en adelante en todos los años perpetuamente no se extrahiga vena alguna de los referidos Puertos (San Julián de Musquez, Pobeña, Galindo, Causo y Ugarte del valle de Somorrostro) para fuera de este Señorío por mar, ni tierra, en el Ínterin que probean de todo lo necesario las ferrerias de él (...), según lo decretado en Junta General de 6 de julio del año pasado de mil setecientos y doce.

Que para redimir los daños que se han padecido por razón de las faltas con que de dhos. Puertos han venido y vienen las barcadas o zentenales de vena, pues debiendo tener cada una 150 quintales menores, de a 155 libras, se a cono-cido no llegar a mas de 130 quintales a poca diferencia (...), se a de servir tam-bién mandar que la persona que a de asistir a dhos. Puertos teniendo presente dha. regulación sea de su obligación hacer que las Gavarras, barcos o navios donde se condujere dha. vena para las ferrerias de este Señorío se arquen a lo menos una vez al mes como también el pesarlas, y reconocer la calidad de la vena y limpieza de veneras para que no introduzcan los cargadores calón, ni

19 Ibidem, N.° 22, ff. 146 a 150.

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piedra alguna entre la vena (como lo han hecho hasta aora) sino es vena marchante de buena calidad (...)»2°.

Como dice Uñarte Ayo, las disposiciones para asegurar el correcto abas-tecimiento de las ferrerías vizcaínas, la calidad del producto, evitar la reven-ta y regular los precios, «fueron aceptadas por los diferentes intereses impli-cados en el ramo, aunque su concreta aplicación fue objeto de disputas e interpretaciones divergentes»21. Enseguida veremos las opiniones de los co-merciantes de venas respecto a estas medidas gubernamentales.

En otro orden de cosas, el Gobierno del Señorío había decretado (Junta General de 9 de julio de 1698) que el transporte de la vena era actividad exclusiva «de sus hijos y vecinos». Por lo que respecta a los derechos obtenidos en el Señorío por la extracción de vena fuera de su jurisdicción, en 1699 fueron rematados en 26.400 reales de vellón por los dos años siguientes; en 1701, la cifra de remate fue de 21.800 reales por el bienio siguiente22. Son cifras que nos proporcionan sólo una imagen aproximada de lo que podía significar la venta de vena fuera de Vizcaya por cuanto la percepción de esos derechos estaba arrendada. En 1640 se había establecido que cada quintal de vena que saliera del Señorío debería abonar 8 maravedises23. No es difícil concluir, en el supuesto razonable de que el arrendatario esperara sacar beneficios de su operación, que en el cambio de siglo más de 56.100 quintales de vena/año entre 1699-1701, y más de 46.325 quintales anuales entre 1701 y 1703, tuvie-ron que salir necesariamente de Vizcaya para que el arrendamiento del derecho, según las cifras rematadas, no supusiera pérdidas a su titular; reve-lan también estas cifras, por otra parte, una clara tendencia a la baja24.

Antes de pasar a constatar la provisión de vena en las ferrerías de Bengo-lea, hemos de referirnos a la postura de don Pedro Bernardo en el conflicto de intereses que se suscitó entre ferrones, mineros y comerciantes dentro del Señorío, y entre éste y la Provincia de Guipúzcoa, a propósito del abasteci-miento de vena. No tenemos noticia de que participara directamente en las reuniones de ferrones que prepararon los Memoriales que hemos visto en las páginas precedentes25, aunque sabemos positivamente que alguno de los

20 Ibidem, N.° 28, ff. 103 y ss. 21 Uriaxte Ayo, op. cit., pág. 30. 22 Ibidem, N.° 20, Diputación General de 2 de junio de 1699 y de 7 de julio de 1701, respectiva-

mente. 23 Uriarte Ayo, op. cit., pág. 37. 24 Luis M. a Bilbao y E. Fernández de Pinedo, op. cit., muestran la evolución del ciclo económico

por lo que se refiere al comercio del hierro destacando un período de caída que se extendería desde el siglo XVII hasta muy entrado el siglo XVIII. Debemos también tener muy presente, en el caso que hemos expuesto para los dos bienios de transición del XVII al XVIII, que la fuente utilizada es una fuente fiscal e intentar defraudar a la hacienda ha sido una constante histórica. Por lo que se deduce que la información que este tipo de documentación nos puede proporcio-nar nunca es exacta.

25 La presentación de alguno de estos Memoriales coincide precisamente con el segundo mandato como Regidor de don Pedro Bernardo, etapa en la que apenas asistió a los Regimientos celebrados.

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firmantes de los documentos citados era amigo suyo26. Su papel se redujo en este sentido al de mero confidente de los comerciantes en vena y atento observador de los acontecimientos. Se conservan varias cartas fechadas en 1714 en las que su autor, el comerciante de Somorrostro don Pedro de Man-zanal, traslada sin ambages a don Pedro Bernardo la opinión que el sector al que pertenece tiene respecto a las medidas decretadas por el Gobierno del Señorío: las acusan de parcialidad, de sólo mirar por los intereses de los ferrones, de coartar gravemente la libertad de comercio que está contempla-da en el Fuero de Vizcaya, y, en consecuencia, de interferir directamente en su actividad comercial amenazando la remisión de la mercancía, así como sus legítimos beneficios. Por su interés reproduzco algunos párrafos de esta correspondencia:

«(...) que el menor de ella (se refiere a los comerciantes de las Encartaciones) save ser muy atento a los prezeptos del Señorío, no oponiéndosele a su ynstancia y jurisdicion, que la tiene separada, ni tampoco se ygnora la preferencia de que sean abastecidas las ferrerias de Vizcaya privatibamente, pero pagando la vena costo y costas; y porque algunos ferrones de dicho Congreso aman tanto sus yntereses y pretenden cosas yndividuas ynjustas, contra la livertad (bul-nerando) (sic) la ley del fuero, pues por ella todo vizcayno es libre en comprar y bender, cosa mui sensible a estos hijos de esta Encartación, que comercian y trajinan en benas, siéndolo también del Señorío (el que los hijos de el) pretendan ser dueños de su hacienda, livertad propia; y que por su codicia rebuelban al Señorío y sus hijos con arbitramientos tan ynjustos que para mayor senti-miento los que los discurren, ellos mismos se azen podatarios absolutos, jue-zes y arbitradores de lo que no es suyo ni jamás fue de sus autores ni lo sera, no pagándolo por el justo precio (...), y para mejor coronar la obra los señores arbitradores no menos que dueños de numerosas ferrerias (...). Bien me cons-ta que el jenio de Vm. no es amar este abuso, pero ablando ynjenuamente hágase Vm. cargo de esta razón y que bien le parezera a su Magd. si la Encartación se queja de estos amagos que a bista de los que experimenta lo puede hazer con justa razón. Lo mismo me a subcedido con otro patache que beniendo de la ría de Deva, no menos que cargado de algunos materiales para el Sindico de este Señorío prosiguiendo su biaje para Bilvao, a él y a otro de este puerto los llevo de la mar a la ría de Hondarroa (Bartolomé de Armaolea) con la misma facultad que atras llevo referida; que lo que aca sentimos de este sujeto es que siendo hombre que se a criado en la mar y quasi conjunto con los hijos de este lugar, y que no ignoran de lego a lego lo que él save, haya tenido el atrevimiento a executar tales mandatos, y ajusta-do por dagios ofrecidos (por) diferentes ferrones, sin mas patente ni pre-cetos mas superiores. Estos hombres que se arrojan a esto devieran ser casti-gados, querellándose de ellos por levantados e ynquietadores del comer-

26 Es el caso de don J u a n José de Andonegui, uno de los seis firmantes del Memorial presentado a la Diputación General del 1.° de junio de 1714. Era vecino de la villa de Marquina y había comprado juntamente con don Pedro Bernardo el monte robledal y castañal de Urgozuaga, en Ballestegui (Lequeitio). Así consta en el Poder otorgado en 1727 por don Pedro Bernardo para las capitulaciones matrimoniales de su hijo Ignacio.

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ció, en deservicio de su Magd. que asi se deve decir generalmente de todos los que semejantes actos exercen. Y por conozer que la relación se adboca a cavallero tan prudente como Vm. lo es, me ensancho a decir mi sentir siendo por aca todos los hijos de esta Encartación del mismo dictamen. No dudo le ara a Vm. mucha fuerza y a todos los ferrones, pues los bajeleros e ynteresa-dos deven sentir estas nuevas ymposiciones nazidas de tres o quatro ferrones que ynfluyen en el numero de los demás de Vizcaya, (a quien) a ninguno de estos les pone precio fijo en sus fierros, ni otros frutos de ese pays, y que pretendan con nosotros mismos yntroducir la ynjusta pretensión, es mui sen-sible a nuestra libertad por quanto compramos la bena con nuestro dinero para llevarlo a bender a los señores de Vizcaya, u a otros, con algún modera-do ynteres. Y éste que aman tanto dichos señores ferrones no endereza contra los mineros y sacadores de la bena, que lo conduzen a los puertos, que en realidad son dueños y propietarios de los minerales (...), y será cosa ynbenci-ble el que quieran comprar la bena por los arreglamientos de su disposición contra los dueños de ella (...)»27

La visión de don Pedro Bernardo sobre estos problemas se trasluce en una carta que envía el día 22 de julio de 1714 a un ferrón guipuzcoano. Considera que el arbitrio de dos maravedises sobre el quintal de vena sacada del país es abusivo y la causa inmediata de la subida de su precio; esa misma opinión tiene respecto a los secuestros de mercancías practicados en algunos puertos. Interpreta las medidas adoptadas no «para hazer mala obra a Gui-púzcoa, sino para estrechar a los de Somorrostro para que bajen el precio de la vena», pero reconoce «el daño que se a seguido a las ferrerias de Guipúz-coa, y quanto mas se apure este punto sera maior en mi sentir el daño para todos». Finalmente, opina que se deberían retirar los arbitrios y atender las razones de las autoridades de Somorrostro con el fin de llegar a una solución concordada, que, no obstante, veía difícil de alcanzar: «(...) He dicho a Vm. lo que desseo se avandonen estos arbitrios, y he dicho siempre que solo se devia atender al remedio de los que practican en los minerales y digo en el principio de esta carta, pero aun esto sera oy difícil porque los de Somorros-tro podran acumular todo lo que a havido para justificar o persuadir la violencia con que se va contra ellos, y podran alegar que son precisas aque-llas ordenanzas (las que dictaron las repúblicas encartadas a principios del siglo) por el peligro de que perezcan muchos hombres en el ynvierno en las ruinas de las minas y el tasar el numero de muías alegan es porque siendo pocos los pastos, algunos mas poderosos los disfrutan con mas muías y que han de participar ygualmente de los Beneficios los vezinos de aquel valle»28.

27 A.T.U. Leg. 16, fase. 2: Año 1714. Cartas escritas al Sr. D. Pedro Bernardo de Villarrealpor Pedro de Manzanal, de Somorrostro. Sobre venas. El texto transcrito pertenece a la carta fechada en Somo-rrostro, el día 26 de junio de 1714.

28 A.T.U., Leg. 32-1-3: Correspondenáa Villarreal de Bérriz-Idiáquez, julio a agosto de 1714. (Trans-cripción inédita de Valle de Lersundi). Lo que figura entre paréntesis en la cita es mío. El texto de la cita pertenece a una carta escrita por Pedro Bernardo, fechada en Lequeitio el 22 de julio de 1714. Los párrafos iniciales de esta carta, a los que se alude en el texto transcrito, dicen lo

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El otro aspecto a destacar en la actuación de nuestro personaje es la media-ción —se dirigen a él estimando su condición de caballero ferrón, natural de Guipúzcoa y vecino del Señorío— que realizó entre las partes interesadas, para superar satisfactoriamente el problema del abastecimiento de las ferre-rías guipuzcoanas. A través de la correspondencia sostenida con su amigo Idiáquez, de Azcoitia, en la provincia de Guipuzcoa, vemos el interés que manifiesta don Pedro Bernardo por arreglar los problemas de suministro de vena a la provincia vecina y poder retornar a la situación convenida por los gobiernos respectivos a finales del siglo X V I I 2 9 .

Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz compró para las ferrerías de Bengolea entre 6.000 y 8.000 quintales de vena al año a diversos comercian-tes, entre los que se citan en la documentación familiar a Pedro de Manza-nal, de Somorrostro, y, sobre todo, a los Sarria, de Portugalete30. El mineral comprado se embarcaba a partir de mediados o finales de mayo hasta finales de agosto —excepcionalmente hay alguna entrega en octubre e incluso en noviembre—. Distintos transportistas (bajeleros), una vez ajustados los fle-tes31, hacían llegar en viajes sucesivos la mercancía a Lequeitio de cuyo puerto distaban las ferrerías sólo una legua. Disponemos de una relación detallada de lo servido en el año 1711, así como de la liquidación —lo que nos permite conocer los modos y fechas de pago— hecha por el abastecedor Antonio de Sarria. Anota lo siguiente bajo el título «Quenta de las benas que tengo entregadas al Sr. Dn. Pedro Bernardo de Villa Real y Verriz cavallero del horden de Santiago, en los años de 1711 y 1712»:

siguiente: «Rezivo la de Vm. con el maior aprecio con el papel que la acompaña, y en su respuesta diré con la misma confianza que merezco de Vm. que haviendo bajado las venas los años passados a un precio muí Ínfimo conocieron los de Somorrostro que esto motivaria la gran cantidad de vena, que sobrava todos los Otoños en los Puertos a donde se vaja despues de abastezidas las ferrerías que se proven de aquella vena, y el que no siendo hombres de caudal los dueños de ellas las llegaron a vender a razón de dos doblones la vareada que oy vale 22 escudos y ay quien pide 24; tomaron el medio de unirse todos los ynteresados en las minas y resolvieron de no travajar en ellas hasta Maio, y dejar la lavor por Setiembre, o antes, y al mismo tiempo tasar el numero de muías para vajar dichas venas a los Puertos (...)».

30 Existen en A.T.U. unos borradores de cuentas referidos a la provisión de vena que abarcan los años 1709 a 1718. Están muy corregidos y son de difícil interpretación. No obstante, me han permitido hacer el cálculo que expongo.

31 En el verano de 1707, por ejemplo,.abona a Juan de Urresti (Aurresti) 66 escudos por el flete de once barcadas de vena, a razón de 6 escudos cada una. En 1708, paga un concepto de flete al mismo Urresti 20 maravedises por quintal de vena. Estos datos proceden de los borradores de cuentas citados.

Año 1711 En 16 de Mayo de 1711 remití a dho. señor con Juan de Aurresti ciento y ochenta quintales de bena En dho. dia con Martín de Oñate 170 qs En 28 del dho. con Martín de Oñate 170 qs En dho. dia con Simón de Zerreta 190 qs

180 170 170 190

29 Ibidem.

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En 29 del dho. con Juan de Aurresti 180 qs 180 En 13 de Junio con Juan de Aurresti 180 qs 180 En 10 de Junio con Martin de Oñate 170 qs 170 En 11 del dho. con Pedro de Hormaza 170 qs 170 Antes de estas baxeladas remití con Pedro de Hormaza en 27 Mayo ciento y setenta quintales 170 En 9 de junio con Lucas de Ormaza 380 qs 380 En 22 del dho. con Lucas de Ormaza 380 qs 380 En dho. dia con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 25 del dho. con Juan de Aurresti 180 qs 180 En dho. dia con Pedro de Hormaza 170 qs 170 En 6 de Julio con Martin de Artaza 234 qs 234 En 9 del dho. con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 14 del dho. con Martin de Artaza 234 qs 234 En 6 del dho. con Martin de Oñate 170 qs 170 En 14 del dho. con Juan de Aurresti 180 qs 180 En 14 del dho. con Martin de Oñate 170 qs 170 En 16 del dho. con Lucas de Hormaza 380 qs 380 En 16 del dho. con Thomas de Arteaga 380 qs 380 En 23 de Julio con Juan de Aurresti 180 qs 180 En dho. dia con Martin de Oñate 170 qs '. . 170 En 27 del dho. con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 30 del dho. con Thomas de Arteaga 380 qs 380 En 1 d e Agosto con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 3 del dho. con Juan de Aurresti 180 qs 180 En 12 del dho. con Martin de Oñate 170 qs 170 En dho. dia con Juan de Aurresti 180 qs 180 En dho. dia con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 17 de dho. con Thomas de Arteaga 380 qs 380 En 21 del dho. con Martin de Oñate 170 qs 170 En 22 de Agosto con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 18 del dho. con Juan de Aurresti 180 qs 180 En 29 de Agosto con Thomas de Arteaga 380 y 16 que llevo de mas . . 396 En 9 de Setiembre con los compañeros de Zearreta 190 qs 190 En 2 de Noviembre con Thomas de Arteaga 380 qs 380

Son 8.534 quintales que a real y quartillo prezio que corría dho. año de 1711 montan diez mili seiszientos y sesenta y siete reales y medio de vellón.

Año 1712 En 20 de Julio de 712 con Thomas de Arteaga 380 qs 380 En 11 de Agosto con dho. Thomas de Arteaga 380 qs 380

Son 760 quintales a 16 pesos la vareada montan 1.215 reales y 30 mrs. En total, 11.883 reales y 13 mrs. Cuyo pago efectuó gradualmente: En 18 de abril de 1712 de orden de dho. Sr. rezibi de Dn. Joseph Gutierrez seis mili reales de vellón 6.000 Yten doszientos excudos de plata que asi bien me entrego el Sr. su primo por Julio de 1712, los quales le di rezibo 3.000 Yten nobezientos y nobenta y siete reales y tres quartillos de vellón

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que también me entrego dho. Sr. su primo de los que di rezibo por Agosto de 1712 Suma en total lo abonado Por resto debe dho. Sr. mili ochozientos y ochenta y seis reales de vellón menos 12 mrs

999 3/4 9.997 3/4

1.88632

La calidad de la vena servida por los Sarria había empeorado en estos últimos años de manera notable. En carta escrita a Antonio de Sarria, fecha-da en Lequeitio el 19 de agosto de 1712, don Pedro Bernardo se queja de ello y anuncia un posible cambio de abastecedor: «Los últimos años del Sr. su Padre de Vm. me quejé muchas veces de la calidad de la vena; el año pasado he tenido vastante perdida por haver sido generalmente malas; en el presen-te los dos viajes de á 380 quintales que me ha embiado Vm. no pueden ser peores, y sino fuera por dar a Vm. embarazo hubieran quedado aqui por su quenta; en vista de esto he comprado aqui algunas vajeladas y echo diligen-cias por otra parte, que se lo prebengo a Vm., pues no es posible proseguir con tan malas venas, pero aunque falte este motivo de correspondemos en qualquiera que Vm. tenga de ocuparme en su servicio me hallará con mui seguro afecto»33.

Parece innegable que don Pedro Bernardo repasaba con atención las cuentas de su administración. Lo hemos podido comprobar en los documen-tos que de esta naturaleza se conservan en el archivo familiar; son papeles con abundantes operaciones, algunas corregidas, con indicaciones de su puño y letra sobre las cantidades servidas —apuntando rigurosamente las medidas, desiguales, que ofrecía la mercancía en Somorrostro y en Lequei-tio—, consignando los precios abonados, calculando los costes de produc-ción. En resumen, vuelvo a lamentarme de que no aparezcan en el archivo familiar los libros de contabilidad referidos a este período cuando tenemos tantas razones para haber podido esperar de ellos una riquísima informa-ción.

En la primera mitad del siglo X V I I I el paisaje forestal de Vizcaya era sensiblemente más variado y abundante en especies arbóreas que el que podemos contemplar en la actualidad dominado por el pino y el eucalipto. Para que nos hagamos una idea de la riqueza de antaño, baste con señalar que en los montes, propiedad de los Villarreal de Bérriz, ubicados en Guiza-buruaga, Lequeitio, Ispáster, Bérriz, Durango y Eibar, había sobre todo robles, castaños, encinas y jaros, pero no eran raras tampoco otras especies

32 A.T.U. Leg. 29, fase. 9: Cartas a Pedro Bernardo Villarreal y cuentas de venas de Sarria. Esta liquida-ción se hace en 1718. El documento se acompaña de una correspondencia explicativa por parte de Sarria en respuesta a los reparos que, se deduce, interponía don Pedro Bernardo.

33 A.T.U. Leg. 29, fase. 9: Cartas...y cuentas de venas de Sarria.

3. El abastecimiento de combustible

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Figura 5. — Hoja de contabilidad de las ferrerías.

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como alisos, madroños y fresnos34. La explotación económica del bosque se realizaba fundamentalmente desde dos usos, en el fondo, contradictorios: las cargas de leña para carbón y la madera para la fabricación. Uno y otro destino, en efecto, como indica Uñarte Ayo35, requerían distintos tratamien-tos por lo que se interferían mutuamente. Aquí aludiremos únicamente al uso de carbón como combustible de las ferrerías.

El Fuero de Vizcaya, además de dedicar el título XXV a «las plantas de los árboles y de los otros frutos», ordenaba por la ley I del título X X V I I I que «qualesquier Montes, que son de comunidad en exido (si antes son cortados otra, ó otras veces para mantenimiento de Herrería) que los dueños de los tales Montes comunes, y exidos, sean tenudos de los dar para las Ferrerías, á dueños, y arrendadores de ellas, á precio, y exámen de tres homes buenos, considerando el precio que anduviere en la comarca. Pero otros algunos no puedan haver los tales Montes, salvo los dueños de Herre-rías, ó sus arrendadores: Y que si otros algunos los compraren, que los tales compradores sean tenudos de los dar, y alargar á los dichos dueños de He-rrerías, y arrendadores, pagando (según dicho es) el precio de tres homes buenos. Y si algún dueño de Herrerías, ó arrendador, comprare los tales Montes, y otro dueño de la mesma Herrería, ó de otra le demandare su parte, sea tenido el comprador de se lo dar al precio que le costó; porque comunmente hayan mantenimientos las unas, y las otras». Con esta orde-nanza, se aseguraba el suministro de cargas de carbón procedentes de los ejidos comunales a las ferrerías vizcaínas a un precio moderado. Obviamen-te, esta reglamentación no afectaba a los propietarios particulares de mon-tes, que eran libres" de determinar el uso de su madera y leña. La ley que hemos citado continuaba con la advertencia siguiente: «Pero ningún Viz-cayno, que haya, y tenga su heredad propia, y mojonada de Monte, pueda ser compelido, ni apremiado de lo dar, sino quisiere»36.

Por su parte, el Gobierno Universal del Señorío había completado esta legislación, especialmente en lo referente a la repoblación forestal. La Dipu-. tación General de 23 de diciembre de 1698 decretaba que «en cada un año cada foguera plante quatro caxigos por la conveniencia tan grande y tan útil que se sigue». El decreto se daría a la publicidad mediante la llamada a cruz parada en todas las repúblicas del Señorío y se obligaba a su cumplimiento bajo la pena de cien ducados37. Hasta qué grado se observaba esta disposi-ción es algo sobre lo que razonablemente se puede dudar a la vista de su mandato reiterado el 29 de diciembre de 1699, 3 de agosto de 1700, 17 de mazo de 1701, 7 de julio de 1702, hasta que la Junta General celebrada el día 31 de marzo de 1726, después de reconocer la negligencia del vecindario

34 Para esta cuestión, así como para la utilización económica del bosque en este tiempo, es im-prescindible la consulta del libro de Uriarte Ayo, op. cit., pp. 81 a 130.

35 Op. cit., pp. 100 y 101. 36 Fuero Nuevo de Vizcaya, op. cit., pp. 74v a 75v. Las citas en la pág. 74v. 37 A.H.D.V. Libro de Decretos..., N.° 20.

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ante esta cuestión, decretaba una vez más «que todos los Pueblos pongan plantíos de Caxigos en los montes de sus pertenecidos a razón de tres caxigos por foguera; y asimismo cada Pueblo ponga un Vivero». La Diputación General de 8 de mayo del citado año instituía la inspección gubernamental sobre esta materia, nombrando a las personas que se encargarían de proce-der al «reconocimiento de los montes, plantíos, viveros y reparos de cami-nos» en el Señorío. Se nombró a don Ignacio José Villarreal de Bérriz y Bengolea para realizar la inspección en las anteiglesias de Mendeja, Bedaro-na, Ispaster, Amoroto, Guizaburuaga y la Villa de Lequeitio38. Por último, la Diputación General de 1.° de abril de 1730, prohibía la extracción de madera fuera del Señorío, reservando su venta —a realizar bajo la presencia y consentimiento del Alcalde, Fiel o Justicia del lugar donde estuviera locali-zado el monte— «a persona que necesitare para propio edificio, reedificio o reparo de casas o moliendas de este Señorío y no para fuera de su jurisdic-ción», so pena de 200 ducados39. Parece que por estos años empiezan a advertirse problemas de escasez, fruto quizás de una temprana deforesta-ción. La Junta General, en 1734, confirmó la negativa del pase foral a una solicitud real hecha al Señorío el año anterior, de madera de nogal para hacer cajas de fusiles en la fábrica de Plasencia, abonando el precio estable-cido de diez cuartos y medio la caja. Los motivos que se expusieron para fundamentar esta actitud del Gobierno vizcaíno se basaban precisamente en que «era escaso el arbolado de dicha especie en Vizcaya, de suerte que ni a precios excesivos se podía encontrar esa madera, y aun la precisa para los barquines de las ferrerías y otros artefactos se traía de fuera»40.

Por lo que hace a las cargas de carbón para las ferrerías, las disposiciones tomadas en las Juntas, Diputaciones y Regimientos en este período no son más que meros recordatorios de las leyes del Fuero relativas a esta cuestión. Se insiste en su cumplimiento como respuesta a las reclamaciones presenta-das por algunos ferrones denunciando su inobservancia. Fue el caso, por ejemplo, de don Francisco Antonio de Salazar, propietario de una ferrería situada en Llantada, que, en octubre de 1713, comunicaba a los miembros del Regimiento General que los montes del común de su comarca no se dedicaban a satisfacer las demandas de los ferrones. El Regimiento decretó «se guarden las leyes del Fuero»41.

Las especies arbóreas más indicadas para la elaboración del carbón des-tinado a la ferrería son los robles, encinas, castaños, jaros, y, en general,

38 Ibidem, N.° 25, ff. 47 y 48 para el tema del «Plantío de árboles» tratado en la Jun ta General; f. 148, para el nombramiento de inspecciones. Comentando estas disposiciones, dice Labayru (op.' cit., t. VI, pág. 140): «Algún más cuidado que en los tiempos presentes se tenía en los pasados por la repoblación y florecimiento del arbolado».

39 Ibidem, N.° 27, ff. 89v y 90. 40 Tomo el dato y la cita de Labayru, op. cit., t. VI , pág. 188. Sin embargo, paginas mas adelante

(195-6), nos informa este autor de una entrega aprobada en 1735, previa tasación, de madera de nogal y haya para montar fusiles en la citada real fábrica.

41 Ibidem, N.° 22. Regimiento General de 13 de octubre de 1713.

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Figura 6. — Producción de carbón vegetal para las ferrerías. Grabado de la época.

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todos los árboles de madera dura. La calidad de la leña era, obviamente, fundamental para economizar el proceso de carbonización. Don Pedro Ber-nardo reconocía, en 1731, una muy distinta valoración a sus cargas de car-bón procedentes de encinas y jaros que a las que tenía de otras especies:

«(...) En dichos montes ay leña para mas de doce mili cargas de carbón para quando huviere escasez del genero, que aunque á dinero no valen sino veinte y quatro mili reales, beneficiadas por ser encinales y jaras, que no pierden por dilatarse el corte, y son de mucho coste en reducirlas á carbón labrando fierro en las propias herrerías de Bengolea valen quatro mili pesos»42.

El método que se utilizaba en Vizcaya para la carbonización de la made-ra está muy bien descrito en la obra de Uñarte Ayo43, a la que seguimos en estos párrafos. En los tres primeros meses del año se procedía al trasmocha-do de los árboles —sólo se talaban los que ya no servían- Los cortes gene-ralmente se practicaban en este tiempo cada siete años. Posteriormente, se acondicionaba el terreno donde iba a efectuarse el proceso de carbonización —el mejor terreno era el que estaba cerca de un camino, para facilitar el transporte, y de la leña que se iba a carbonizar, y con fuentes de agua próximas—. La preparación del terreno consistía en la construcción, me-diante palos cruzados, leña muy seca y troncos o ramas de madera —que se colocaban según exigía la carbonización, los más duros y gruesos, en el centro; las ramas más delgadas, hacia la periferia—, de una pila en forma de cono truncado dotada de chimenea que haría de respiradero y facilitaría el encendido de la carbonera. Para evitar que el aire perjudicara la cocción, se cubría la pila con tierra, helechos, musgo, hojarasca, carbón menudo hume-decido, es decir, con materiales de difícil combustión. La carbonización pro-piamente dicha se hacía en los meses más cálidos del año: daba comienzo en mayo y terminaba en el mes de setiembre. Se iniciaba por el encendido de la leña situada en la chimenea, y cuando el fuego se había extendido a las maderas más gruesas, se tapaba su boca y se producían aberturas laterales en la parte superior de la pila. A medida que la carbonización avanzaba, de arriba abajo, se cerraban las aberturas de las zonas ya carbonizadas y se abrían otras en la parte inferior inmediata. La duración del proceso depen-día de la calidad de la leña, de la habilidad de los operarios y naturalmente del tamaño de la pila. Aproximadamente, como término medio, el proceso duraba unos quince días. El final de la carbonización sucedía cuando el humo era sustituido por un vapor ligero y azulado. Luego se echaba agua a la pila o se cerraban todas sus aberturas para poner término a la com-bustión. Unos días más tarde, cuando el carbón había enfriado, se introdu-cía en sacos y se transportaba a las ferrerías en carros o a lomo de caballe-rías. La ventaja de los Villarreal es que disponían de montes propios situa-

42 A.T.-M.Z. Relación de los bienes muebles libres..., ya citado. 43 Op. cit., pág. 95 y ss.

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dos cerca de las ferrerías, por lo que el transporte era muy cómodo y sin pérdidas.

El tema forestal ocupó, junto al de las Herrerías, una parte importante en el universo mental de don Pedro Bernardo. En el libro que escribió, uno de sus tres capítulos está dedicado a las «Reglas y Observaciones para la administración, y govierno de los Montes de Vizcaya»44. En sus mandatos de Alcalde, en Lequeitio, se distinguió por fomentar el arbolado de su juris-dicción. Como inversor, demostró gran interés por la adquisición de montes, plantó los que estaban vacíos, en la hacienda de Bengolea hizo hasta 1729 unos 30.000 plantíos, en cuyo vivero tenía en ese año de 25 a 26.000 cajigos; en Bérriz plantó en torno a 4.00045. No podemos contabilizar, sin embargo, los montes de su propiedad. Los documentos que hemos visto no son sufi-cientemente precisos en este punto. En el inventario de bienes de 1707 se dice, por ejemplo, «sus montes» cuando se trata de las Torres de Bengolea, Uñarte y Bérriz; no obstante, este inventario recoge también de manera individualizada algunas posesiones: he podido contar, en este caso, diecisiete montes en los términos que ya hemos citado, y catorce porciones de monte dispersas, pero en los mismos lugares que los anteriores. Además se inventa-rían bastantes manzanales. Podemos sostener que esta propiedad fue en aumento a la vista de las inversiones realizadas entre 1707 y 1727, como ya vimos en el capítulo segundo.

Por lo que se refiere a producción y existencias de cargas de carbón, la información es más rigurosa, aunque puntual: en 1694, don Pedro Bernardo capitula para su matrimonio 2.100 cargas de carbón que, según sus cálculos, había de corte a corte en sus montes de Bérriz (1.000 cargas), de la Sierra de Oiz, en Durango (1.000 cargas), y de Abadiano (100 cargas). En 1731, declara la existencia de 10.000 cargas de carbón (y siete mil quintales de vena) en las ferrerías de Bengolea «para la labranza de fierro, que empezará con las primeras aguas, y se reducirán á metal para Junio primero venidero de mil setezientos y treinta y dos». Consigna el coste de ambas cosas en «poco más de noventa mili reales, (pero) beneficiado en las propias ferrerías importarán pagados oficiales ciento y cinquenta mili». En ese mismo año, en los montes de la Casa de Uñarte «ay mas de mili arboles grandes para fabricas de herrerías, casas y navios, que valen mas de dos mili pesos». En los montes citados «ay leña para mas de doce mili cargas de carbón»46.

Por último, es obligado referirnos al contenido teórico vertido por Villa-rreal de Bérriz en su libro sobre el tema forestal. El capítulo empieza con unas páginas muy útiles dedicadas a la conceptuación de las diferentes me-didas utilizadas en su época, estableciendo las correspondientes equivalen-

44 Villarreal de Bérriz, op. cit., pp. 112 a 168. 45 Labayru, op. eit., t. VI , pág. 196. También aparecen estos datos en las notas biográficas del

Archivo de Uriarte. 46 El dato que procede de las Capitulaciones matrimoniales, en A.H.D.V. Corregimiento, leg.

971, n.° 3; los del año 1731, de la Relación de los bienes muebles..., A.T.M-Z. (Nájera).

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cias47. A continuación, presenta algunas opiniones sacadas de libros especia-lizados en la materia, que ha tenido ocasión de consultar. No falta, desde luego, el comentario crítico, a veces irónico, que acompaña a estas referen-cias bibliográficas. Gita a Georg Andrea, autor de un libro cuyo título com-pleto es: La agricultura perfecta, o nuevo descubrimiento tocante a la cultura, y multipli-cación de arboles y flores. Obra muy curiosa, que contiene los más bellos secretos de la naturaleza, para ayudar a la vegetación en todas suertes de árboles y de plantas, y para hacer fértil la tierra más ingratay estéril, publicado en 1716 en Alemania48. Se refiere también al libro de Fr. Miguel Agustín, Prior del Temple en la Villa de Perpiñán, de la Orden de San Juan de Jerusalen, escrito en catalán, y traducido al castellano por el mismo autor, titulado Libro de los Secretos de Agricultura, Casa de Campo Pastoril, del que dice que «aunque antiguo, trae muy buenas cosas, de que se seguirán algunas»49. Recoge la obra de Monse-ñor el Abad de Vallemont ( Curiosidades de la Naturaleza, y del Arte sobre la Vegetación, ú Agricultura en su perfección, publicada en París en 1708), del que traslada a su libro lo referente al «succo nutricio, y a la Sympatía y Antipa-tía» de las plantas que el autor Abad había aprendido de Bacon. El comen-tario que hace don Pedro Bernardo a este respecto es el siguiente:

«Todos los Authores modernos son de la misma opinion de Bacon, y no avrà entendimiento, que no conforme con su sentencia, porque nadie ignora que sembrándose una misma cosa en un mismo campo continuadamente, và perdiendo fuerza la tierra, y son mas ruines las plantas: los Hortelanos acon-sejan, y acostumbran mudar de plantas por la misma razón. De este principio se infiere, que todas las plantas de una misma especie, y calidad, se dañan unas à otras, quando están muy cercanas, por lo que necesitan entre si la distancia, ò intervalo, según su calidad, y grandor»50.

Estas reflexiones le llevan a mostrar el resultado de su propia empiria y, en consecuencia, a exponer lo que parece más adecuado, desde su conoci-miento y experiencia, para la crianza de manzanos («es lástima, comenta,

47 Las medidas que se definen son: Pie (anotando las medidas que el Pie tiene, sigo el orden y la grafía que presenta el autor en la página 115, en Mallorca y Barcelona, Amsterdam, Castilla, Dahtisco, Colonia y Baviera, Amberes, Dinamarca, Guesa en Zelanda, Migdemburg, Londres, Romano antiguo, Valencia, Praga, Rhilandico del Rhin, Viena de Austria, Turin, Ñapóles, Dordraco, Briel, París (pie Real) y Verona; Palmo, Geme, Codo, Estado, o Braza, Postura de manza-no, Codo común de Tabla, Codo del Rey de Tabla, Codo de madera, Estado de Tabla y Sel.

48 A propósito de este libro dice (op. cit., pp. 126-7): «Lo retumbante del titulo, y tan repetidas impresiones (tres en Alemania, algunas en Francia), me hicieron creer, que este Autor moderno nos enseñaría cosas muy útiles de la Agricultura, y dignas de haberse. (...) Sin duda alguna habla, como muy docto Philosopho, y Anothomico, del succo nutricio, y conductos por donde se comunica á las plantas, explicando su circulación, y digestión, como si fuesen cuerpos racio-nales; pero se detiene, y dilata tanto en estos discursos, que aunque muy convenientes para inferir de ellos muchas cosas útiles para la practica, solo un Medico Anothomico puede tener paciencia para leerlos».

49 Ibidem, pág. 129. 50 Ibidem, pp. 134-5.

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que en Vizcaya, y mucha parte de Guipuzcoa se han aplicado demasiado al vino, y van abandonando el fruto de la manzana, de que ay infinitos generos muy regalados, y cada dia se descubren nuevos»51); castaños («su madera es la mejor de todas, assi para tabla, solibas, y otra qualquier cosa de edificios de casas, porque, sobre ser hermosa, nunca cria polilla, y es la que resiste mas, puesta á la inclemencia, al Sol, y al agua: y este árbol crece antes que otros, y no cria blanco entre el magro, y la corteza, como el Roble»52); robles («muy estimado, por ser el material principal para fabricas, mas sólido que el Castaño, y que resiste mas á todo peso, y fuerza de maquinas, y se hacen muy grandes»53); encinas («la plantan pocos, por ser árbol que crece poco, y su material no es bueno para fabricas: solamente en algunos Lugares, donde no las tienen, procuran criar algunas para alimento del Ganado, que como mantiene hoja todo el año, se sirven de ella en los Inbiernos de muchas nevadas; (...) su material sirve para herramientas de Ensambladores, y algu-na vez, para mangos, y otras cosas de Herrerías, y para cimientos dentro del agua es buena»54); hayas («árbol muy estimado para mangos de herrerías, cuñas, aldabarras, y mazuqueros: naturalmente viven en Montes muy altos, y fríos; y queriéndolas criar en baxos cerca de las Herrerías, se logran con trabajo, porque los plantíos de bosque prenden pocos; lo mejor es criar vive-ros»55); nogales («árbol digno de ser estimado, por su fruta, y por su made-ra, que es buena para todo genero de ensamblage, y para todo lo que ha de estar debaxo de cubierto; crece aprisa, y se hace muy grande»56); fresnos («se hace poco caso de él, porque tarda mucho en crecer, especialmente si le podan para dar hoja al Ganado, que es la que mas gusta: desde que se dexó en las Tropas el uso de las picas, se crian pocos viveros: despues de la Haya, es el mejor material para mangos»57) y jaros («el jaro mas estimado es de Castaño, porque crece mas aprisa, y sobre traer buena leña para carbón, aunque no para el fuego, sirven, especialmente en las cercanías del Mar, para labrar arcos de pipa, para lo que crecen lo bastante en cinco años, y para carbón en 7 ú 8 tienen mucha leña. Los de solo Robles, aunque tardan un año mas en crecer, la leña es buena para el fuego, y para el carbón. (...) Ay disputa sobre si es mejor Arboleda, ó Jaro; pero no ay duda, que espe-cialmente cerca del Mar es de mayor utilidad el Monte de Robles, porque además de la leña, cria madera para fabrica de Navios, y para tabla»58).

A pesar de haber consultado las obras que se han citado, don Pedro Bernardo concluye que en ninguna parte «he hallado mejor methodo, y forma de criar, y plantar arboles en Montes, que el que los Naturales de

51 Ibidem, pp. 138-9. 52 Ibidem, pág. 147. 53 Ibidem, pág. 152. 54 Ibidem, pp. 162-3. 55 Ibidem, pág. 163. 56 Ibidem, pág. 165. 57 Ibidem, pp. 165-6. 58 Ibidem, pp. 166-7.

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Vizcaya practican, sin que aya cosa escrita sobre ello, siendo el mejor libro el de la continuada enseñanza, que va passando de padres á hijos»59. Esa metodología, basada en la pura experiencia, cuyo conocimiento se transmite oralmente de generación a generación, es la que nuestro autor divulga por medio de la imprenta.

Seguiremos en este apartado el método aplicado en los anteriores, es decir, primero expondremos los rasgos principales de lo legislado sobre la materia, en este caso, las ferrerías y el hierro; después, nos referiremos a las ferrerías de nuestro personaje utilizando la documentación que se conserva en el archivo familiar, dedicando una mención especial al contrato que Vi-llarreal de Bérriz firma con la Administración real en 1705 para la fabrica-ción de determinado armamento.

El Fuero Nuevo de Vizcaya, además de asegurar, como vimos, a las ferrerías el abastecimiento del carbón propio de sus Montes comunes60, de-cretaba lo siguiente sobre esta materia: la ley IV del título I establecía que el Rey tenía derecho a percibir «por cada quintal de Yerro que se labrare en éllas (herrerías), diez y seis dineros viejos»61; la ley V del título II limitaba las competencias de los Alcaldes de las Herrerías62; finalmente, la ley I I I del título X X V I I I ordenaba el uso de medidas iguales en Herrerías y en Rente-rías, señalaba que el quintal «de peso afinado del hierro que se labra en las Herrerías en Vizcaya es de 144 libras, en cada 16 onzas la libra» y mandaba tener en los establecimientos citados pesas de una fibra63.

Las disposiciones sobre el particular aprobadas por el Gobierno del Se-ñorío en este tiempo se refieren especialmente a tres cuestiones: la reventa, la

59 Ibidem, pág. 129. 60 Fuero Nuevo de Vizcaya, Título X X V I I I : Del mantenimiento de las herrerías,y de los pesos de ellas y de las

venas. Op. cit., pp. 74v a 75v. 61 Ibidem, pág. 8. A propósito de estos derechos reales por labranza, don Pedro Bernardo, en los

borradores de sus cuentas de mediados de los años 20, nos informa que lo que se cobraba en realidad eran diez reales por cada 100 quintales labrados, a pesar de que, según sus cálculos (acompaña la siguiente referencia que cita literalmente: «Cobarr. de Veterib. numism. Hispan. Cap. 5, asienta que un maravedí en su tpo que murió en 1577, valía, y al presente vale porque no ay otro maravedi físico, dos blancas, 6 cornados, y 10 dineros, y 60 meajas. Con que los 16 dineros del Fuero sobre las Herrerías importan un maravedi y 6/10») por los 100 quintales labrados sólo se deberían pagar 4 reales y 24 maravedises.

62 Ibidem, pp. 14v-15. Decía lo que sigue: «Que los Alcaldes de las Herrerías no traygan vara de Justicia, ni dén Mandamiento executivo alguno, ni conozcan de otras Causas, eceto de las diferencias, que acaecen dentro de las dichas Ferrerías, é sus Arragoas, entre los Mazeros, é Obreros, é Brazeros, y Arrendadores, é Dueños de las dichas Herrerías; y de fuera de las Herrerías, fasta en quantía de veinte cargas de Carbón, é treinta Quintales de vena, é no sobre otros Pleytos de dares, y tomares, aunque sean sobre Fierro, y Vena, ó Carbón, ni de éllo dependiente, eceto si lo tal está ó estuviere dentro de la Herrería, ó Arragoas de élla».

63 Ibidem, pág. 75 y 75v.

4. Las ferrerías de Bengolea

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competencia extranjera y los derechos reales del Almirantazgo, tras ser esta-blecidos en 1737. Veámoslos por separado. Empecemos por el último que se plantea y que se resuelve de manera satisfactoria. En 1737, se había decreta-do por la Administración real64 el abono de algunos maravedises sobre cada quintal de hierro del Señorío que pasara por las aduanas de Cantabria, en calidad de derechos de Almirantazgo. La medida fue inmediatamente pro-testada, suplicándose al Monarca que «no se hiciese novedad ni se consintie-se la exigencia de ese derecho contra la libertad del país y los frutos y manu-facturas que saliesen de él». Se atendió la reclamación y el asunto quedó zanjado: una Real Cédula de junio de 1738 mandaba que «los arrendadores, portazgueros, arqueros, depositarios y demás personas a quienes tocaba el cumplimiento de su cédula, arreglándose a ella y a lo que el Fuero de Vizca-ya prescribía, no pidiesen ni cobrasen derechos algunos de Almirantazgo, del fierro que se extrajese del Señorío, y se restituyesen los que se habían cobrado»65. En la Junta General celebrada el día 17 de junio de 1738 se daba cuenta del comportamiento observado por el Gobierno del Señorío y de la solución del conflicto66.

La reventa del hierro estaba prohibida en Vizcaya; pero ello no impedía su práctica relativamente frecuente en el cambio del siglo, lo que dio lugar a nuevas disposiciones en este sentido. El Regimiento General de 4 de agosto de 1698 penalizaba la reventa con 30 días de cárcel y 50 ducados de multa67. El Regimiento General celebrado el día 2 de agosto de 1700 endurecía las medidas contra la reventa: las penas son ahora de 50 días de cárcel y de 100 ducados de multa; al día siguiente, se decretaba cursar una inspección por las renterías, especialmente por la de Ondárroa, en las que se sospechaban casos de reventa68.

La tercera cuestión planteada fue de otra naturaleza. Afectaba a la venta del hierro vizcaíno fuera del Señorío, problema clave para el ferrón vasco, que dependía necesariamente del mercado exterior a Vizcaya, dado el débil consumo que se producía en la región. Hay dos aspectos a destacar en este punto tras la lectura de las actas de gobierno consultadas: el primero, hace referencia al mercado francés, uno de los destinos tradicionales en las expor-taciones vizcaínas de esta época. Se trata de conservarlo por todos los me-dios. En 1697 Luis XIV de Francia fijó un impuesto de 4 reales de plata al quintal de hierro vizcaíno que entrara en sus dominios. En respuesta a se-

64 Real Despacho, de 23 de setiembre de 1737; y Real Provisión del Consejo de Hacienda, de 3 de octubre del mismo año.

65 Labayru, op. cit., t. VI, pág. 210. 66 A.H.D.'V. Juntas Generales. Impresas. Año 1738, pp. 10 y 11. 67 A.H.D.V. Libro de Decretos, N.° 20. El decreto decía: «Por quanto los Renteros de las Renterías

del Distrito de S.S. en contrabencion de la ley del Fuero compran el fierro que vienen a ellas para volver a revender en peijuicio grave de los Naturales, y por hevitar semejantes reventas, ordenaron y mandaron a los tales renteros no compren fierro ninguno para revender pena de (...), y se haga saber a los tales renteros para que no pretendan ignorancia»

68 Ibidem, N.° 20, ff. 320v y 321.

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mejante medida, la Diputación General de 23 de octubre de 1698 acordó «escribir al Rey Christianismo para que se sirva levantar el impuesto (...), y que asimismo se haga la súplica al comandante de las galeras que se halla-ron en Portugalete y en esta razón se hagan las demás diligencias y represen-taciones que convengan»69. El otro aspecto, que aparece en repetidas ocasio-nes, alude a la falta de competitividad del hierro vizcaíno que se trasluce en las representaciones dirigidas en este tiempo al Monarca con el fin de reser-var los territorios de la Corona al hierro vasco, solicitando, en consecuencia, la prohibición de la entrada del hierro extranjero —se cita en concreto al hierro de Lieja— en los citados territorios. Ya en la Diputación General de 2 de junio de 1699 se trató sobre un Memorial elaborado por la provincia de Guipúzcoa acerca del problema que planteaba a la siderurgia vasca la en-trada del hierro de Lieja «en estos Reynos y en los de America»; se acordó nombrar una comisión —que estuvo integrada por don Juan Ignacio de Castaños y Montaño, caballero de Calatrava, don Cristóbal de Aranda y Thesa y don José Gutiérrez Villarreal, pariente y administrador al uso éste último de don Pedro Bernardo— que pasara a Guipúzcoa para estudiar el asunto y adoptar medidas comunes ante la Administración real. La reunión finalmente tuvo lugar en Durango, pero se disolvió sin llegar a ningún acuerdo70. Algo mejor salió la segunda reunión celebrada en Oñate, en 1700, a la que asistió, entre otros, don Pedro Bernardo, como ya vimos. Allí se acordó elevar una representación conjunta al Monarca en la que se ponía de relieve los perjuicios notables que se derivaban de la entrada del hierro extranjero para la economía vasca. En 1701 el Regimiento General consi-guió que la Casa de Contratación de Sevilla y la Capilla de Bascongados de la misma ciudad andaluza apoyaran su petición de cerrar el mercado espa-ñol al hierro extranjero. Sirva como ejemplo de los argumentos en que se apoyaban estas representaciones al Monarca el Memorial redactado por don Cristóbal de Aranda a finales de ese mismo año de 1701. En él se exponían, en efecto, las consecuencias que estaba produciendo el consumo del hierro de Lieja —al que se calificaba «de mui ynferior qualidad»— en la Hacienda real y en el sector siderúrgico vasco:

«Que por ser mas bidrioso — el hierro extranjero— y de menos duración (siendo este metal tan preciso en lo militar y civil que apenas hay arte que no le necesite) se duplican los gastos a la Real Hazienda y quedan por consiguiente defraudados todos los instrumentos que de él se fabrican siendo tantos como se reconoze en las labranzas de las tierras, en los instrumentos de las campañas, en las clavazones de los bajeles, en la labor de las minas y en el uso general de los pueblos; cuia evidencia conocida escuso la digresión de numerarlos.

69 Ibidem, N.° 20, f. 168. 70 De todo ello se dio noticia en la Jun ta General de 27 de julio de 1699, en la que se decreto

comunicar a Guipúzcoa la necesidad de acordar conjuntamente el comportamiento a seguir «para lograr el objetivo de embarazar y prohibir la entrada de hierro extranjero en España y América». Ibidem, N.° 20.

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Que aun quando fuese el fierro estranxero de tan buena calidad como lo es el del Señorío (que indisputablemente se niega) deve anteponerse la combenien-cia de los naturales a la de los estranxeros, asi porque deve ser previlexiada su naturaleza como porque redunda en maior benefizio de V. M. y del Reyno que la sustancia que havia de exstraerse con el comerzio estranxero se quede y refunda en el mismo pais donde puede la fidelidad tenerla como en deposito para ofrezerla al Real servicio según las urgencias de los tiempos. Que el fierro que se introduze en los dominios de V. M. entra pagando mui corto o ningún derecho siendo al contrario con el que sale a reynos estranxe-ros pues cargándole estos de un dacio tan insuportable como el de veinte o veinte y zinco por ciento resulta que aquel, como de menos costo, se introduce mas fácilmente al comercio, sin que al fierro de estos dominios le haia queda-do mas consumo que el que tiene en Francia y en Castilla, aqui por la zerca-nia y alia no tanto por eso como por la ventaxosa calidad de las labores aplicándose aquella industriosa y reparada nación a comprar lo mejor aun-que mas caro. Que experimentando tan a costa suia los naturales de dicho Señorío y de la provincia de Guipuzcoa el mal logro que espera a la dura fatiga de sus labo-res, pues se halla burlada de la introducción extrangera (sic), se desalienta y postra prezisandola a una desesperada inaplicación la evidencia de ber frus-trada la miserable riqueza de sus montes (...), y biendo (...) ynfructuosos aquellos pobres caudales que con tantos afanes labraban (...), haviendo falta-do de algunos años a esta parte casi la mitad de su numero sin que en las asperezas de sus montañas tengan otra agricultura a que apelar sus naturales para su remedio y conserbacion. Que reconozido el daño se desalienta la antigua aplicación al plantío de los montes; pues considerándolos inútiles para el fomento de las fraguas que tan miserablemente utilizan, abandonan su cuidado embolviendose en este daño el que cada dia se experimentara maior en la falta que abra de arboles en los astilleros de aquel pais para las fabricas que asta aqui se han echo de baxeles y se beran en brebe precisados la maior parte a desamparar su patria la qual quedara expuesta a las inbasiones enemigas quando asta aqui se an manteni-do sin costo de la Real Hazienda defendidas y seguras con el balor y fidelidad de sus naturales»71.

En el texto citado se ponen de manifiesto los problemas que afectaban a la siderurgia vasca de este tiempo: tras la progresiva pérdida del mercado exterior, el ferrón vizcaíno necesita contar con medidas protectoras que im-pidan la entrada del hierro extranjero en España y en Indias. La transición al siglo X V I I I fue un tiempo de decadencia generalizada que, en la industria vizcaína, se reflejó en el cierre de casi la mitad de sus establecimientos, como acertadamente hace ver el autor del Memorial de referencia72. Por otra par-

71 El Memorial se leyó en el Regimiento General de 22 de diciembre de 1701. Ibidem, N.° 21, ff. 15 y 16.

72 Labayru (op. cit., t. V, pág. 540) indica que en el año 1687 había en Vizcaya 275 terrerías, de las que sólo estaban en funcionamiento 147. Para los problemas de la siderurgia vasca de este tiempo, Luis M. a Bilbao y Emiliano Fernández de Pinedo: «Auge y crisis...», obra ya citada.

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te, las quejas contra la introducción fraudulenta del hierro de Lieja se re-montan por lo menos a 1619, y dieron lugar entonces a la Real Provisión de Felipe III de ese año, mandando a las justicias «no consintieren entrar en estos reinos hierro semejante en barras ni en clavazones de cualquier género, herraduras, palas, azadones...»73. Posteriores reales órdenes dadas en 1621, 1673, y luego en 1702, como respuesta a las representaciones del Señorío, fijaron una política proteccionista («prohibiendo la introducción del hierro extranjero en los dominios de España, y concediendo en cambio facultad para que las ferrerías del País Vasco pudiesen embarcar para las Indias los artefactos de dicho metal que se fabricaban en ellas»), que, no obstante, no acabó con las quejas de los ferrones vascos, que siguieron denunciando a lo largo del siglo la presencia del hierro extranjero en el mercado español74.

En la historia de las ferrerías se abrió una etapa nueva cuando en la Baja Edad Media se empezó a utilizar la fuerza hidráulica, dando origen en el País Vasco a las zearrolak, o ferrerías de agua75, que hicieron desaparecer paulatinamente a las anteriores ferrerías de viento (aizeolak). El empleo de la fuerza hidráulica determinó el desplazamiento de las instalaciones ferreras hacia los ríos en parajes donde no fuera difícil alcanzar los otros elementos necesarios en su proceso de producción: el carbón vegetal y el mineral. Las ferrerías de Bengolea gozaron, en este sentido, de una ubicación privilegia-da. A orillas del río Lea, cerca del puerto y con montes próximos —con lo que la provisión de mineral y carbón estaba asegurada en condiciones ven-tajosas—, contaba además, gracias a las obras emprendidas por don Pedro Bernardo, con embarcadero y local propios donde se alojaba y trataba la vena. Las instalaciones de Bengolea consistían en dos (año 1707) o tres ferrerías (año 1727), clasificadas como «mayor» y «menor», ferrerías que nos describe nuestro personaje de la siguiente manera:

«En lo antiguo avia dos generos de Herrerías, unas llamadas mayores, y otras menores: las mayores tenían las barquineras en otra forma, porque ne-cessitaban de ayre mas violento: fundían masas, á que llaman aqoas, de doce, y diez y seis arrobas, y con cada una hacian quatro tochos, que eran unas barras de cosa de una vara de largo, y quatro, y cinco onzas de gruesso: estas se adelgazaban en las Herrerías menores, y reducían á barras largas, como las que oy se labran; pero desde fines del Siglo passado dieron en ponerlas mayo-res, á las que llaman Cear-olas, que funden, y tiran, sin valerse de las Herrerías menores, labrando un hierro muy gruesso de dos arrobas y media, y mas cada barra: y aun todavía ay algunas Herrerías de estas; pero las mas se han

73 Labayru, op. cit., t. V, pág. 106. 74 Labayru, op. cit., t. VI , pág. 429, alude a la R.O. de 28 de mayo de 1776 en la que se insistía en

la prohibición del hierro extranjero en los dominios de la Corona española, aunque aquí se mandaba decomisar los hierros «que no llevasen las marcas señaladas al efecto».

75 Escribe don Pedro Bernardo en su libro (pág. 44): «El Padre Henao, en la Obra, que escrivió de Antigüedades de Cantabria, dice, que el primero que dispuso, y fabrico Herrería en Rio, con maquina hydraulica, fué uno del apellido de Olea: no dice en qué Siglo fue, pero sin duda es cosa muy antigua».

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reducido á Herrerías menores, en que hacen fundiciones de á cinco arrobas, y tiran las barras de buena proporcion, porque siendo los mazos menores, que en Gear-olas, y todo no tan torpe, ni fuerte, se hace todo con mas curiosidad: y el aver dexado el antiguo modo de labrar tocho, ha sido porque el hierro no era tan bueno, y despues que se ha establecido esta forma, es mejor el hierro: á estas Herrerías llaman Tiraderas, que son las de que se ha de hablar en este Tratado, aunque para lo que toca á la maquina de ruedas, serán las reglas generales»76.

Esta introducción nos obliga a explicar brevemente cómo eran las ferre-rías en aquel siglo y qué modo de producción seguían77. La ferrería estaba compuesta básicamente de los siguientes elementos:

— la presa, el canal y la antepara, que elevaban el nivel del agua y la canali-zaban para poder poner la rueda en movimiento,

— la rueda hidráulica, que estaba colocada a un costado del edificio, bajo las aberturas hechas en la antepara para dar salida al agua,

— en el interior de la instalación estaban el horno, los fuelles (barquines) y el mazo (martinete), además de otros instrumentos utilizados en las distintas operaciones del proceso de producción, como palancas, tenazas, cortade-ras de hierro, tornos para agarrar el mazo, tajaderas, planchas, chamber-gas para echar agua a la fogata, chiriquines, limas78. Solía haber también un local para almacenar las cargas de carbón; si la ferrería disponía de horno para calcinar el mineral, éste se localizaba en el exterior del edificio.

— dependencias anejas provistas de un mobiliario bastante austero79, donde vivían los cuatro o cinco operarios que trabajaban en la ferrería: un maes-tro ferrón, dos fundidores, un tirador de barras y un desmenuzador de vena.

El proceso de producción de hierro en semejantes establecimientos ferre-ros pasaba por las siguientes operaciones. El agua caía por el canal y, con su peso y la fuerza de la corriente, volteaba una rudimentaria turbina que a su vez movía los fuelles. La rueda hidráulica movía por su parte el mazo8 0 . En primer lugar tenía lugar la calcinación del mineral; después, se cribaba y

76 Ibidem, pp. 47 a 49. 77 Esta información esta sacada de Uriarte Ayo, op. cit., pp. 135 y ss. Para estos aspectos técnicos

véase el trabajo de Ignacio González Tascón en este mismo libro. 78 Son instrumentos que componen básicamente el inventario de las ferrerías de Bensjolea hecho

en 1820. 79 En el inventario realizado en el año 1707 figuran en la Casa de Bengolea los siguientes bienes:

«En la ferrería mayor de dicha casa, una cama de pluma para los oficiales de ella; y dos cubas con arcos de hierro en la menor». También aparecen inventariados en «la dicha casa de Beyn-golea tres cujas de madera y dos camas cumplidas de pluma y un colchon de lana con cinco guarniciones de lienzo, 14 platos de estaño, 4 picheles de lo mismo, 2 cucharas de plata y algún servicio de cocina. Una mesa de caoba. Dos bancos de respaldo de lo mismo con las bisagras doradas. Y otra mesa de nogal o castaño para el uso de dicha casa».

80 Gaiza de Uriarte: «Estructura económica», A A . W . : Historia del País Vasco (Siglo XVIIl). Bilbao, 1985, especialmente pp. 134 a 145.

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mediante el martillado se reducía a pequeños trozos; tras el encendido, y una vez lograda la temperatura adecuada, se introducía el mineral en el horno, en el que constantemente se estaba inyectando aire para alcanzar los 1.300° que, más o menos, necesitaba la reducción. El hierro liberado, dada su mayor densidad, que se depositaba en el fondo del horno, era trasladado por el fundidor a la boca de la tobera, lugar de máxima temperatura del horno, donde se transformaba al cabo de unas horas en una masa llamada «agoa», zamarra o aguada; las escorias líquidas se retiraban por el orificio que había en una de las paredes del hogar. Hasta aquí la parte química del proceso que había durado desde el encendido del horno entre cuatro o seis horas. A continuación, se iniciaba el proceso mecánico. La masa de hierro, una vez extraída del horno, era martilleada hasta convertirla en barras compactas, homogéneas y libres de impurezas. Inmediatamente, con tajaderas, se rom-pían estas barras en varias piezas; el proceso terminaba tras ser calentadas estas piezas y nuevamente forjadas.

Don Pedro Bernardo demostró tempranamente su interés por el tema de la ferrería. A él se debió la reedificación de la de Bérriz y las mejoras intro-ducidas en las de Bengolea. En 1736 reconocía nuestro autor que su inclina-ción había ido aumentando con el paso del tiempo, enriqueciéndose con el estudio y la experiencia: «Con estas experiencias, y con lo que desde mi juventud fuy inclinado á las Mathematicas, me dediqué á la Statica, en cuyos Tratados hallé toda la satisfacion que quise, y un gusto grandissimo en hallar mis experiencias muy correspondientes á las reglas que hallaba en los autores: y assi mi inclinación se fue cebando, y aumentando tanto, que aunque otros han cuidado de los materiales, y labranza de las Herrerías, he cuidado siempre de sus obras, assitiendo á ellas: y quando la falta de salud me lo ha embarazo, he dado medidas, é instrucciones»81. En estas líneas, Villarreal de Bérriz nos revela dos rasgos de su actividad: primero, que no explota directamente las ferrerías de su propiedad, si bien está muy al tanto de su funcionamiento, y, segundo, su afición al estudio y a trasladar su saber y experiencia a la práctica mediante la realización de obras de ingeniería. Por lo que respecta a esto último, además de las mejoras hechas en las ferrerías, don Pedro Bernardo construyó, según su propio testimonio, ocho navios, aunque no de gran tonelaje82, llevó a cabo, como quedó señalado en el capítulo segundo, bastantes reedificaciones y ampliaciones en sus propie-dades83, proyectó otras en varios lugares del Señorío84, como, por ejemplo,

81 Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, op. cit., pág. 47. 82 V. nota 103 del capítulo tercero. 83 Recordemos las construcciones llevadas a efecto: reedificación de la ferrería de Bérriz, de las

casas de Láriz, Beascoa y Guizaburuaga; ampliación y rectificación de la Casa de Uriarte; reconstrucción de la de Bengolea, obras en s.us ferrerías; construcción de la casa de la Magdale-na, con sus lonjas y arragoas para quemar la vena; apertura de un canal para la entrada de las embarcaciones; construyó el molino de agua pasada de Bengolea y el puente de piedra.

84 Nos consta, por la correspondencia con don Bruno de Zavala, que intervino activamente en la reconstrucción de su casa en Durango.

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la reedificación en fecha tan avanzada como 1736 de la ermita de San Mi-guel de Arrichinaga, en Marquina, aunque en este caso su plan fue descarta-do por el maestro José de Lizardi, que prefirió otro «que daba más diámetro a la obra»85. Pero sobre todo hizo presas, las presas de contrafuertes de Ansótegui (en Marquina), en Barroeta, de Bedia y las dos de Guizaburua-ga, por las que justamente ha pasado a la historia de las obras hidráulicas86.

Vayamos ahora a las ferrerías. Como ha quedado adelantado, la explo-tación de las mismas no fue directamente realizada por sus propietarios; parece que funcionó un régimen de compañía por la que arrendatario y arrendador contribuían por igual en los gastos y beneficios87. Cuando la hacienda fue dirigida por el hijo mayor, la compañía estuvo integrada desde 1733 hasta diciembre 1755 por don Ignacio José Villarreal de Bérriz y don Francisco Oriosolo. Conocemos algunos rasgos de esta última asociación y del funcionamiento del sistema gracias al pleito que los hijos y herederos del citado Oriosolo iniciaron contra los Villarreal88. Mientras existió esta com-pañía, esto es, entre 1733 y 1755, las venas consumidas en las ferrerías de Bengolea fueron servidas en barcadas (que cargaban cada una aproximada-mente unos 150 quintales) desde los puertos de Galindo y Somorrostro a un precio medio de diez y seis pesos por barcada. El flete del transporte desde los puertos citados hasta el descargadero de «La Magdalena», donde se «arragoaba» y quemaba la vena, costaba a razón de un real de vellón por

85 J u a n J . de Mugartegui: La Villa de Marquina. Bilbao, 1927, pág. 98. Debo la localización del dato a Gurutzi Arregui. Labayru, op. cit., t. VI, pág. 196, dice literalmente: «Entendió también dicho caballero en arquitectura, y de él fué la primera traza que se tuvo presente para la reedificación de la célebre rotonda de San Miguel de Arrichinaga, aunque el maestro José de Lizardi escogió otra que daba más diámetro á la obra».

86 Para este tema es imprescindible la consulta de José A. García-Diego: «Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz y sus presas de contrafuertes», Revista de Obras Públicas, agosto de 1971.

87 Parece que en algún tiempo no se practicó esta distribución equitativa de los gastos. Hay, entre los papeles del archivo familiar A.T.U., leg. 33, fase. 2: Varios papeles del coste del hierro en la herrería. Recibos del derecho del hierro, un borrador, sin fecha, en el que se dice lo siguiente (me atrevería a asegurar que es la letra del propio Pedro Bernardo): «En la forma de oi pone D. P.° Berdo. en 100 qs. — Primeramente 1.050 rs. de 350 qs. de vena 1.050 reales. — 400 rs. de 10 qs. de tocho de diezmo 400 reales — 35 rs. del Gazemalla 35 reales — 85 rs. de tiraje 85 reales — De las agoas de la menor 170 reales — De pesar cada bajelada 4 r eales

(TOTAL) 1.744 reales Pone Ant.°, aun a razón de 3 1/3 el carbón — Primeramente, de 333 1/3 cargas á 4 1/4 1.416 1/2 reales — Y 180 1/2 de 42 1/2 cargas de la menor para los tirajes 180 1/2 id.

(TOTAL) 1.597 reales Quedan a cada uno 42 1/2 quintales de hierro que computados á 49 reales montan 2.040 reales. Gana en ellos (Ant.°) 443 reales y yo 296; conque gana mas que yo aun a razón de 3 1/3 (= 147 rs.) en los 100 quintales y en 1.500 gana mas que yo 2.205 reales, a los quales añadidos los 550 que doí á Ant.°, monta todo 2.755 reales, los quales gana en la forma q. oi mas que yo».

88 A.H.D.V. Corregimiento. Leg. 835, n.° 1 y 2. Años 1768-1772.

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quintal; llevar ese quintal desde el descargadero a la ferrería de Bengolea suponía unos 20 maravedises. La operación de «recaminar» y colocar en la berraquera los 150 quintales de cada barcada, incluidos gastos de amortización de palas, cestas, cribas y salarios de operarios correspondientes a las operacio-nes y cantidad de vena indicadas, significaba 90 reales. El salario de los oficiales era de 5 reales por quintal de hierro labrado; el de Manuel de Acuriola, maes-tro ferrón de la ferrería menor en este tiempo, era de 20 pesos al año.

Por lo que se refiere a la producción, relación vena-hierro labrado y características del contrato, los datos referidos a este período, extraídos de la citada documentación judicial, eran los que siguen. De cada 150 quintales de vena salían aproximadamente de 48 a 50 quintales de hierro labrado; tras las pérdidas regulares que el «recambiado» y quemado producían, los 150 quintales iniciales de vena habían quedado reducidos a unos 100. Cada labranza tirada en las ferrerías de Bengolea —luego daremos más datos— era regularmente de 1.340 quintales de hierro, para lo que se necesitaban cuatro cargas y media de carbón por quintal labrado, y 40 más por fogal para recomposición de herramientas, gastos de carbón que corrían al menos los primeros a cargo del arrendatario89.

Lo referido últimamente nos ha proporcionado una imagen aproximada de los costes de producción de las ferrerías cuando funcionaron bajo la direc-ción del mayorazgo. Más precisa es la información que sobre este particular tenemos del tiempo de don Pedro Bernardo, si bien es puntual y, además, no podemos datarla más que de manera vaga hacia mediados de la década de los veinte90. El documento en cuestión se refiere al coste de producción de 10 quintales de hierro, y dice así91:

89 El pago de las cargas de carbón se hacía anticipando una parte y pagando el resto al recibir la mercancía; por esta circunstancia, el arrendatario estaba obligado a disponer de una elevada cantidad de dinero. Ignacio Villarreal entregó a Oriosolo, cuando se fundó la compañía, 2.000 ducados, cantidad que, en el pleito al que hemos hecho referencia, los hijos estimaron había sido corta, obligando a su padre a utilizar la dote aportada por su mujer al matrimonio, y a concertar en ocasiones —cuando la venta del hierro no se hacía de manera regular— emprésti-tos a intereses muy crecidos.

Por otra parte, en el cuestionario que se plantea a los testigos concurrentes al juicio, hay algunas preguntas relativas a las formas de arrendamiento vigentes en la época. Por ejemplo, las dos siguientes: «Y si saben que en todo el Señorío la costumbre que inconcusamente se ha observado y observa en arrendamientos de ferrerías es que alargandola el Dueño por este contrato solo percibe de el arrendatario el diez por ciento o uno de 10 de los quintales de el fierro que se labra sin que perciba otra utilidad alguna».

«Y si saben que cobrando el Dueño de la ferrería solo el diez por ciento por razón de arriendo es de su cuenta no solo el ponerla y mantenerla corriente sino también la composición de Herramientas y consumo de carbón que fuese necesario para ellas sin que haya cosa en contrario».

90 La primera cuenta por derechos de labranza que aparece es de 1720 y parece que entonces se abona a razón de 1,6 maravedises por quintal labrado. A los pocos años, se paga un real por quintal. En el documento que cito aparece consignada esta partida por esta segunda valora-ción. Y sabemos que desde su matrimonio en 1727, la hacienda prácticamente la dirige don Ignacio Villarreal.

91 A.T.U. Varios papeles del coste del hierro...

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* Pone Antonio en 10 quintales de fierro 42 1/2 cargas de carbón á razón de 4 1 /4 por quintal a 5 reales, montan 212 1/2 Se revajan 16 3/4 reales que le doi por cada 10 quintales por * " a l a r ; 16 3/4

(Suma esta parte) 195 3/4 * Pone Dn P° Bernardo para dhos. 10 quintales 33 1/3 quintales de vena a razón de 3 1/3 por quintal de fierro, a 20 quartos en el puerto montan 78r 15m Por la subida de la vena, y recaminarla un real por quintal de vena oQ , , . . óór 1 lm

A ios Aprestadores 6 mrs. por cada quintal de fierro Ir26m 30 escudos al año al tirador de la maior que tiene cuidado del recivo del carbón; 20 escudos al de la menor, son 750 reales y en 1.300 quintales que se reputa cada labranza, corresponde en 10 r oc ,, . T v A 5 r

JJel Diez, uno a los oficiales, se paga el fierro a 50 reales, y entra a manta el fierro de dhos oficiales, y en los 10 se paga uno 50r Por los cestos, y cribas de cada año 60 reales; por las bendiciones y missa 12; por 4 palas, y dos escudillas de yerro 15; y por manta por cada aprestador; olla de fierro; galleta, y cama de la cabaña corresponde al año a poca diferencia 30 reales; suman todas estas partidas 117 reales al año; en 1.300 quintales de labranza, corres-ponden á 10 quintales 31 mrs 31 m Por el Derecho de los 16 dineros viejos por quintal que se paga al Rey, corresponde en 10 quintales un real porque hazen pagar 10 reales por 100 quintales no deviendose sino 4 reales y 24 mrs. porque los 16 dineros del fuero son de los que 10 hazen un mara-vedí Ir Por pasar la vena a la menor a razón de 12 reales por 100 quinta-les de fierro corresponde á 10 Ir 6m Por pasar los carboneros, que faltan en la menor desde las carbo-neras de la maior 6 escudos, toca a cada 10 quintales 23m Por bajar los 9 quintales descontado el quintal que en 10 toca a la Herrería a 22 mrs, a la lonxa 5r 28m 16 3/4 reales que le doy por cada 10 quintales por igualar 16r 25m

(Suma esta parte) 195r3/4

Según las cifras de este documento, los costes de producción calcula-dos sobre 10 quintales de hierro serían (reducidos a maravedises y a por-centaje):

Concept° Maravedises Porcentaje

Carbón 7.225 52 1 Vena 2.707 19 5 Salarios 2.183 15,7 Oficiales y Herrería 1.700 12 2 Otros 6 5 Q '5

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Los beneficios a repartir que se obtendrían, calculados sobre el precio de venta del hierro indicado en el documento, serían 1.420 maravedises, esto es, 41 reales y 26 maravedises por cada 10 quintales de hierro labrado.

En concepto de derechos de labranza al Rey, las ferrerías de Bengolea abonaron las siguientes cantidades:

Años Importe en r ealt zs

1720-1722 204 reales 17 maravedises 1723 y 1725 150 reales 20 maravedises 1726-1727 281 reales 17 maravedises 1728-1729 136 reales 16 maravedises 1729-1732 346 reales 1732-1739 602 reales 12 maravedises 1739-1741 600 reales 1742 y 1743 185 reales 1744, 1745 hasta agosto de 1746 264 reales 24 maravedises 1746-1749 235 reales 1750-1753 700 reales 1753-1756 468 reales 1756-1758 268 reales

Por lo que se refiere a la producción de hierro labrado, las crifras que aparecen en los recibos de los derechos de labranza son las siguientes:

Años Producáón Número

Años en quintales de labranzas

1723 y 1724 3.200 2 IX. 1728-VII 1729 2.900 1744 a VIII 1746 2.648 1746 a 1749 2.310 3 1750 a 1753 7.000 1753 a 1756 4.680 3

Existen datos de producción más precisos para los años comprendidos entre 1750 y 1756:

Labranza cumplida por Julio de 1750: Ferreria Mayor: 826 quintales Ferreria Menor: 891 quintales

Labranza cumplida por Julio de 1751: Ferreria Mayor: 662 quintales Ferreria Menor: 693 quintales

Labranza cumplida por Julio de 1752: Ferreria Mayor: 794 quintales Ferreria Menor: 900 quintales

Labranza cumplida por Julio de 1753: Ferreria Mayor: 869 quintales Ferreria Menor: 1.141 quintales

1.717 quintales

1.355 quintales

1.694 quintales

2.010 quintales

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Labranza cumplida por Julio de 1754: Ferreria Mayor: 802 quintales Ferreria Menor: 797 quintales

Labranza cumplida por Julio de 1755: Ferreria Mayor: 624 quintales Ferreria Menor: 836 quintales

Labranza cumplida por Julio de 1756: Ferreria Mayor: 750 quintales Ferreria Menor: 871 quintales

1.599 quintales

1.460 quintales

1.621 quintales

Esta producción era comercializada por los Villarreal, a través de su administrador en Bilbao, Pablo Francisco de Yrisarri, o bien directamen-te . La mayor parte de la misma se exportaba. En 1749 figura Pablo de Yrisarri como el segundo mayor exportador de hierro de Bilbao93. En cuan-to a los precios del hierro en este tiempo, se ha hecho mención de la estima-ción que hace don Pedro Bernardo en el documento que hemos transcrito Para el período comprendido entre 1726 y 1750 disponemos de la minuciosa información que nos proporciona Gonzalo Manso de Zúñiga94. Las oscila-ciones fueron frecuentes como resultado de la coyuntura crítica de todo el período con momentos de guerra, y cuando no, con amenazas de sufrirla. En cuestión de meses el precio del hierro experimentaba inflexiones notables como por ejemplo, de 76 reales el quintal en octubre de 1726, a 67 reales en diciembre de ese mismo año. La cotización más alta se registró precisamente en octubre de 1726 (76 reales), y la más baja, en el cambio de año de 1745-6 (40 reales); el período termina con unas cotizaciones de 70-74 reales en febrero y agosto, respectivamente, de 1750.

^ Mención aparte merece el asiento que don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz ajustó con el Monarca en 1705 para fabricar en sus ferrerías de Ben-golea 6.000 quintales de municiones al año durante un período de seis a ocho años95. Parece bastante evidente que nuestro personaje sintió en su

92 En las «Cartas de Bilbao», op. eit., así parece indicarlo. 93 M. González Portilla, op. c i t , pág. 123. Los principales exportadores de hierro en 1749 eran

según los datos que presenta el autor citado (en paréntesis, los quintales exportados)- Linch' Kelly Kelly (5.577,75); Pablo Irizarra - s e trata de Pablo Francisco de Yr i sa r r i - (5 052)' Daugerot (4.716); Sarachaga hermanos (4.124); Broune y Loudes (3.580); Darrigues y Lavigné (3.295); Goosens Lacoste (2.651,50); Juan Larralde (2.413); José Gardoqui (1.937,50); Juan de Lpalza (1.865); Enrique Saint Aulery (1.714); Francisco Barbachano (1.626) y Michel y Oran-tes (1.275). Estos citados exportaron en conjunto el 51,70 por cien de toda la exportación de ese año.

94 En las «Cartas de Bilbao», ya citadas. 95 Toda la documentación relativa a esta cuestión procede de A.T.U., leg. 32, fase 2 Comprende

una instancia de don Pedro Bernardo solicitando el contrato; copia de dos pliegos de condicio-nes elaborados por Villarreal de Bérriz y presentadas en 1703; un contrato firmado entre don Pedro Bernardo y Juan Cubría, fechado en Lequeitio, el día 3 de julio de 1703; un Memorial de condiciones presentado por don Pedro Bernardo al Monarca en 24 de abril de 1705- y finalmen-te copia del asiento fechado en el Buen Retiro, el 11 de mayo de 1705.

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vida grandes deseos de servir a la Administración real, pero sin perder la residencia en Lequitio. Hemos tenido ocasión de plantear su pretendida aspiración al puesto de superintendente de la costa de Cantabria. Antes de que sucediera esa vacante, le vemos gestionando desde 1703 el asiento con la Administración para hacer de sus ferrerías lequeitianas, ferrerías reales, comprometiéndose a ofrecer una mercancía sensiblemente más barata que la que salía de las Fábricas Reales de Eugui y Liérganes. En efecto, en la instancia que eleva al Monarca en 1703, propone don Pedro Bernardo «ha-zer en sus ferrerías de Beingoolea que son las mejores de todo aquel Señorío la fabricación de Bombas Carcassas, Balas, Granadas y todos los demás Pertrechos de Guerra que se fabrican en las Oficinas de Eugui en Navarra y en las de Lierganes, obligándose devaxo de ciertas condiciones á dar cada año de 3-hasta 6.000 quintales, 15 reales de vellón mas barato cada quintal de lo que cuestan a V. Mgd. en las dhas. fabricas de Navarra (,..)»96. En un principio, don Pedro Bernardo condiciona la firma del contrato al previo cobro de 6.000 pesos que la Hacienda real le debía en concepto de Gastos secretos del Bolsillo de Su Majestad, condición que aquella Hacienda, y más en las críticas circunstancias por las que estaba atravesando la Monarquía de Felipe V, no podía satisfacer. Ello no fue en absoluto obstáculo para su empeño. El Memorial que presentaba nuestro personaje en abril de 1705 no contenía ya esa cláusula; las condiciones que fijaba en el mismo pasaron íntegras al asiento contratado y fechado en mayo de 1705. Transcribimos del asiento a continuación lo que concierne a producción de armamento, precios y puntos de entrega de los artículos, ventajas económicas que la fabricación en Bengolea suponía sobre las fábricas reales de Eugui, Liérganes y La Ca-bada, duración del contrato, así como otros aspectos de interés relativos a la producción de artillería, previsiones respecto a la cotización de la moneda y preeminencias para las ferrerías de don Pedro Bernardo y para el personal laboral allí empleado:

«Lo que por mi mandado se asienta, concierta y capitula con don Pedro Bernardo de Villa Real y Gamboa y Verriz, Cavallero del orden de Santiago, vezino de la Villa de Lequeitio en el Señorío de Bizcaia, es que deseando emplearse en mi Real Servizio en todo lo que alcanza su posibilidad y estado se obliga á fabricar en sus ferrerías de Beingoolea, desde octubre de este presente año de mili setezientos y cinco en adelante, seis mili quintales de a gien libras, cada año, los generos de fierro colado que se expresaran y se fabrican en las ferrerías de Eugui, Lierganes y La Cabada, con la combenien-gia y vaja de prezios y condiziones siguientes.

«Que le haia de pagar el quintal de Artillería a quarenta y quatro Reales de vellón; el quintal de Balería rassa a treinta y quatro Rs. de vellón; el de Balas en Ramadas, Bombas rasas, Palanquetas, Balas Punta de Diamante y Angelotes a ginquenta Rs. de vellón; el de Trabucos y Petardos á sesenta Rs. de vellón; el de Granadas de mano y Bombardetas, o Granadas Reales, sien-

96 Ibidem.

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do estas con cuello y refuerzos, y las de mano sin ellas, y que sean de pesso desde dos libras y media asta doze á noventan y cinco Reales de vellón; el de Bombas con refuerzos, assas y cuellos siendo la menor de quarenta libras de pesso a ginquenta y quatro Reales de vellón; el de Garcassa a gientto y diez Reales de vellón; entendiéndose cada quintal de a gien libras castellanas de á diez y seis onzas cada una, y puesto y entregado por quenta y riesgo del suplicante en el Puerto del Passague ó Bilbao en cuia proposizion hallo demás de los riesgos del mar y dilaziones en las conduziones, las diferenzias y vaxas siguientes: En cada quintal que mandare llebar de Lierganes y La Gabada a Bilbao dos Reales de vellón; en el que mandare llebar de dhas fabricas al Pasague quatro Reales de vellón con poca diferencia según la comodidad que hay de embarcaciones; en el que mandare llebar de las fabricas de Eugui en Navarra al Pasague se hallaran diez y siete Reales de vellón de combeniengia, y en el que se lleba de las dhas fabricas a Bilbao diez y nuebe Reales de vellón con muy poca diferenzia. Y nezesitando Yo portear estos generas por tierra para algunas Plazas de la frontera de Portugal hallare mas combeniengia que en las otras fabricas, pues se obligara el suplicante á entregar los Pertrechos referidos (menos la Artillería) en la Ciudad de Vitoria con un Real de vellón mas en cada arroba sobre los prezios propuestos, y en la Ciudad de Vallado-lid por seis Reales de vellón en cada arroba sobre dhos prezios. Y si nezesitare de dhos Pertrechos en los Puertos del Mediterráneo, y no hallare por combe-niente mandarlos conduzir por mar, se obligara también el suplicante á entre-garlos en la Ciudad de Tortossa por seis Reales de vellón por arroba, en que hallare también la grande combeniengia pues costaran dhos pertrechos pues-tos en dho Tortossa cerca de diez Reales menos en quintal que los de Navarra por lo que se vaja de conduzion y prezios de las mismas fabricas.

«Que este asiento ó contrato se entienda por ocho 6 doze años los que Yo fuere servido, los quales han de empezar a correr desde primero de Junio de este pressente año de mili setezientos y ginco.

«Que le haia de dar promptamente mili Doblones de á dos escudos de oro cada uno para ayuda de construir estos ingenios, hacer órnos, moldes y otras cossas nezesarias, los quales mili Doblones se han de extinguir del mismo importe de los Pertrechos que entregare en los dos años primeros.

«(...) Que se le haian de dar con tiempo las ordenes de lo que se le manda-re fabricar cada año para que se pongan por obra.

«Que si el suplicante por sí, ó, por otra Persona tubiere que ver, reconozer y medir los ingenios de Eugui, Lierganes y La Cabada haia de mandar se lo dexen executar sin poner embarazo alguno.

«Que el primer año de este contrato no haia de mandar fabricar Artillería sino los demás generas respecto de que nezesita la fabrica de la Artillería de mas dilitada prevenzion y que se asienten los ingenios. Que la fabrica de dha Artillería se entienda en la misma forma y con las mismas condiziones de Lierganes y La Gabada, no haviendo de fabricarse Gañones que pasen de veinte y quatro libras de tara. Y casso de mandar se fabriquen, se podrá executar despues de puestos corrientes los Ingenios y haziendo nuebo ajuste para los Cañones que passaren de dhas veinte y quatro libras de Bala. Y que la prueba de los Cañones haya de ser en dhas ferrerías de Beingoolea con asistengia del Ministro, ó, Persona que Yo mandare.

«(...) Que caso que sea servido como lo soy de admitir este pliego, le haia

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de conzeder y dar todos los onores y franquezas que tienen las demás fabricas Reales de esta calidad y que conduxeren al adelantamiento de las fabricas y seguridad del suplicante sirviéndome de mandar despachar mis zedulas a este fin.

«Que si durante este contrato hubiere vaxa, o, vaxas de moneda en las de oro, ó, plata, ó, vellón, y por ellas tubiere en los precios el suplicante alguna perdida, se le haia de satisfazer por quenta de mi Real Hazienda la que se le considerare.

«Que se le ha de Despachar zedula mía para que el administrador que tiene, ó, tendrá en dichas ferrerías y fabricas de Beingoolea y todos los ofizia-les que travajeren y asistieren en ellas, y para ellas gozen de todas las prehe-minengias, exempgiones, inmunidades de Maestros Artilleros de España, y que el sitio, cocto ó jurisdizion de la Casa Solar de Beingoolea donde están dichas ferrerías goze también de la misma inmunidad, exemp^ion y prehemi-nengia que las demás fabricas mías»97.

El Monarca concluía el Asiento ordenando al marqués de Leganés, Ca-pitán General de la Artillería de España, diera las órdenes pertinentes para su cumplimiento.

5. El rendimiento económico del patrimonio de los Villarreal a principios del siglo XIX

Para este apartado disponemos de un extracto de cuentas realizado por quien administró el patrimonio entre los años de 1803 y 1815. Se trata de una contabilidad bastante precisa, aunque no exenta de algunas limitacio-nes, como explicaremos enseguida. Antes de nada, hemos de indicar qué trayectoria siguió este patrimonio a la muerte de don Pedro Bernardo ocu-rrida en febrero de 1740. En realidad, la hacienda fue dirigida por el mayo-razgo desde que contrae matrimonio en 1727, como vimos. Al fallecer don Ignacio José en 1761 sin sucesión, los mayorazgos de la familia pasaron a su hermano don Pedro José, y, a la muerte de éste en 1774, a su hija doña M. a

Josefa —bajo la tutela de su madre, doña Vicenta de Barrenechea y Casta-ños—, que casó más tarde con don Francisco Javier de Eguía, marqués de Narros98. El tal matrimonio no resultó, las desavenencias de la pareja eran

97 Ibidem. Don Pedro Bernardo había suscrito un contrato con Juan Cubría, «ingeniero de las fabricas Reales de Lierganes y de La Cavada», con el fin de adaptar las ferrerías de Bengolea a la nueva producción de armamentos y de contratar al personal técnico preciso. El salario que se estipulaba para J u a n Cubría era el siguiente: 200 escudos de plata al año; más la comida y medio escudo de jornal por día trabajado; más ocho escudos de plata por cada viaje (ida y vuelta) que tuviera que hacer a Bengolea desde su casa; más «un vestido entero de una vez». La escritura de este contrato se hizo en Lequeitio, el día 3 de julio de 1703. A.T.U., Leg. 32, fase. 2.

98 Había estudiado en el Real Seminario de Vergara. En una carta del conde de Peñaflorida a P. J . de Alava, fechada en Vergara, el 8 de julio de 1782, dice el conde: «(...) Según veo, apenas quedara aqui otro de entre los nuestros que el Melancólico Xavier Ygnacio de Eguia (...)». La Ilustración Vasca..., op. cit., pág. 650.

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numerosas, y, en esas circunstancias, doña Josefa cortó por lo sano y aban-donó la residencia conyugal. Por un tiempo, residió en Londres, pasó luego a Burdeos, y, cuando pensaba regresar a su tierra, fue sorprendida por el estallido de la guerra de la Independencia por lo que quedó en suelo francés hasta que terminó la contienda en 1814. Durante este tiempo, los bienes de la hacienda, que habían sido en un principio intervenidos por don Benito Puente, miembro del Consejo Real", fueron después, a instancias de doña Vicenta de Barrenechea, administrados por don Miguel Damián Manso de Zúñiga y Villarreal de Bérriz, conde de Hervías100, inmediato sucesor a los mayorazgos citados. Fernando VII concedió a doña Josefa facultad para administrar sus propios bienes el 26 de agosto de 1818. Diez años más tarde fallecía y heredaba el patrimonio don Domingo Manso de Zúñiga y Areiza-ga, conde de Hervías, biznieto de don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz.

El balance económico al que nos referíamos líneas arriba está hecho, como decíamos, con bastante detalle, pero en ocasiones con no demasiado rigor. Veamos las deficiencias que presenta: las partidas, tanto de ingresos como de gastos, no siempre se expresan de manera individualizada; el pro-ducto bruto del patrimonio no se registra —hemos podido sólo calcularlo para los primeros años—; las cuentas de los mayorazgos gallegos a partir del año 1809 sólo anotan el producto líquido, que sorprendentemente no varía desde esa fecha; las rentas de Frúniz aparecen en 1804 y 1805 integradas en las de Bérriz, cuando en los años restantes aparecen entre las de Bengolea; finalmente, la renta de las ferrerías, cuando se especifica, es muy diversa, 12.000 reales (estimados en 1803), 10.000 (en 1805, pero se indica «sin co-brarse»), 3.000 (en 1806, se indica «lo que se regula»), cifra esta última que se repite hasta el final. Estas limitaciones hacen que tomemos con ciertas reservas la exactitud del balance, pero permiten que nos hagamos una idea bastante aproximada de su significación económica global, y también por mayorazgos y, en algunos casos, por rentas concretas.

La hacienda que llega a doña M. a Josefa había sido incrementada con los mayorazgos de Coton y Neda que, cuatro generaciones atrás, fundara en Galicia uno de sus ascendientes. Los otros mayorazgos que componían el patrimonio, eran los de Bengolea, Bérriz y Eguiguren, incorporado este últi-mo, como quedó señalado en el segundo capítulo, en tiempo de don Ignacio José. Los ingresos procedían, en el caso de Bengolea, de la venta de carbo-nes, producto de las ferrerías, ventas en trigo, rentas en dinero, producto de las huertas de Uriarte, del chacolí, renta de cubas y rentas procedentes de Frúniz —cuando se anotan en este mayorazgo—. El mayorazgo de Bérriz contaba con un ingreso de excepcional importancia, el patronato, al que se unían las rentas en trigo y en dinero y, en ocasiones, el producto de sus montes; también las rentas de Frúniz en los años que decíamos. En los casos

99 R.O. de 11 de diciembre de 1795. 100 R.O. de 27 de abril de 1798.

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de los Mayorazgos de Eguiguren y de los gallegos no figuran rentas explíci-tas fuera de las del «Mayorazgo», salvo en alguna ocasión en que se señalan rentas de montes en Eguiguren.

Los gastos, en general, se deben a los conceptos de administración; mon-tes, braceaje y conducción del carbón; gastos en viñas y vendimia; pensio-nes, ofrenda y contribución (Bengolea y Bérriz); Patronato (Bérriz); obras; y, por último, gastos en las ferrerías (Bengolea). En los cuadros adjuntos podemos apreciar la significación económica de los diversos componentes de la hacienda con más claridad. Resumamos, no obstante, cuál fue el rendi-miento líquido de todo el patrimonio en el período 1803-1815101:

Años Ingresos Líquidos Evolución Ingresos Años (Reales de vellón)

1803 82.750 100 1804 91.866 111 1805 90.421 109 1806 75.235 90 1807 77.169 93 1808 78.329 94 1809 84.205 101 1810 87.752 106 1811 80.113 96 1812 83.340 100 1813 87.512 105 1814 77.551 93 1815 79.377 95

Como podemos apreciar, después del alza registrada en los dos primeros años, la trayectoria que sigue después es de tendencia a la baja, si bien con algunos años de ligera recuperación.

101 Toda esta información procede de A.H.D.V. miento ik Real Carta Executoria obtenida por el Sr. Bérriz sobre alimentos. Año 1825, ff. 52 y ss.

Corregimiento. Leg. 971. N.° 1: Autos en cumpli-Conde de Hervías con D.a M.a Josefa de Villarreal de

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CAPÍTULO V

LOS SOPORTES MENTALES Y CULTURALES: ENTRE EL BARROCO Y LA ILUSTRACIÓN

1. Rasgos generales de la mentalidad de la época

« D I O S N O S L I B R E D E L O C O S I G N O R A N T E S » , escribió don Pedro Ber-nardo en una carta fechada en Lequeitio en julio de 17181. La frase nos sirve para aludir a la persistencia de la mentalidad barroca en el mundo de nues-tro personaje. Un mundo ordenado de acuerdo con esa representación, en el que cada cosa encuentra —si bien no siempre, porque la contradicción exis-te-- , el lugar que le corresponde en el conjunto armónico universal. Para esa actitud mental la ignorancia es lo peor que puede darse porque significa el olvido del principio de orden que regula la sociedad en un conjunto armóni-co pero jerarquizado, pone en peligro el sistema de valores definido por los grupos privilegiados y en gran medida socializados, y puede generar, por último, una tendencia hacia comportamientos que no se ajusten a las nor-mas establecidas. Cada individuo debe integrarse, por nacimiento o promo-ción social, porque tampoco se trata de una sociedad estática ni excesiva-mente rígida, en su estamento correspondiente, y como parte de esos cuer-pos colectivos tendrá los derechos y las obligaciones que a los mismos in-cumben. El decoro no es otra cosa, en este contexto, que la perfecta adecua-ción de una conducta al modelo que le corresponde según el lugar que ocupa en la sociedad. La honra, el honor, se manifiestan, como vimos, mediante signos externos, que son los que públicamente revelan el puesto de cada cual en la jerarquía social2.

1 A.H.D.V. Fondo Ansótegui. Caja 2. Años 1718-1739. Carta de Pedro Villarreal de Bérriz a Ansótegui (1.° VII . 1718).

2 Cfr. José Antonio Maravall, op. eit. Para la vida social en la España del siglo XVII, José N. Alcalá-Zamora (dir.): La vida cotidiana en la España de Velizquez• Madrid. 1989, especialmente los capítulos XI («La cosmovisión del Siglo de Oro. Ideas y supersticiones», por Fernando Jesús Bouza Alvarez, pp. 217 a 234), X I I («Coleccionistas y Lectores. La enciclopedia de las parado-jas», por el mismo autor, pp. 235 a 253) y X I I I («La Iglesia y la religiosidad», por Carlos Gómez-Centurión Jiménez, pp. 255 a 278).

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Pedro Bernardo fue un hidalgo que alcanzó, para reafirmar más su cali-dad noble, el «caballerato» en la orden militar de Santiago. Vivió en una época en la que los valores de la mentalidad barroca subsisten con pleno vigor, pero en la que se constatan también serios esfuerzos, si bien minorita-rios, de apertura y renovación cultural. Gomo hombre del Barroco fue orgu-lloso y celoso de preservar la honra y honor de su Casa, de aumentar sus preeminencias sociales, las cuales ocupan un lugar privilegiado en la escala de su estimación. Lo primero que contrata en las capitulaciones matrimo-niales en las que interviene como parte interesada es precisamente lo concer-niente a las cosas externas que evidencian el honor de la familia: asientos, escudos, sepulturas en lugares destacados del recinto eclesial, prelaciones y derechos que le pertenecen en cuanto señor de la Casa-Torre de Bérriz. Su interés por entrar en el servicio de la Administración real no se explica por razones económicas3, sino por razones de prestigio social combinadas sin duda a unos afanes legítimos de trabajar en favor de la comunidad. Como hombre que pertenece a un mundo ordenado según un principio jerárquico, organiza de acuerdo con ese criterio el microcosmos familiar del que es cabe-za rectora. La educación y salidas profesionales que proporciona a sus hijos se ajustan plenamente a la norma de conducta de la nobleza en la que está integrado. Tras unos años de aprendizaje escolar en el colegio de los jesuítas de Toulouse, en Francia, el mayor renunciará a sus primeras veleidades militares; completará en la Corte, en cambio, la educación social que le corresponde como mayorazgo y regresará a Lequeitio para familiarizarse con la administración de la hacienda. El «segundón» hará carrera militar y recibirá «asistencias» económicas de su padre y hermano mayor mientras la paga en el Ejército no le permita «vivir con decoro», esto es, mantener la calidad de vida que corresponde a su condición. Al tercero le orientará hacia la Administración de la Monarquía. Estudiará en la Universidad de Sala-manca, será Colegial del Mayor de San Bartolomé de la ciudad del Tormes, el más famoso Colegio Mayor en la España de entonces, y de aquí pasará a ocupar una plaza en el organigrama judicial de la época. Al hijo natural lo destinará al servicio de la Iglesia. La hija mayor casará con el futuro conde de Hervías y la otra, soltera, quedará a vivir en la Torre de Uñarte, bajo la tutela y dirección del padre y luego del mayorazgo. Todo, pues, responde a los modos de comportamiento que observaba la pequeña nobleza de su tiempo. No parece, sin embargo, que las decisiones de Pedro Bernardo, sal-vo quizás en el caso del primogénito, inclinado en un principio, aunque de manera pasajera, hacia lo castrense, fueran contrapuestas a los deseos de los interesados, tal y como se infiere del contenido de la correspondencia filial, si bien lo que más trasluce aquel epistolario es, por parte de los hijos, un

3 Cuando aspira al puesto de superintendente de la costa de Cantabria señala que el sueldo no le interesa. En el Asiento que ajusta con Felipe V en 1705 para fabricar armamento en sus ferre-nas, renuncia al cobro de los atrasos que la Hacienda real le debía de los Gastos del bolsillo de Su Majestad.

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profundo respeto hacia la patria potestad y una aceptación natural, sin re-servas, del orden establecido.

En la mentalidad de don Pedro Bernardo se acusa igualmente otra in-fluencia no menos poderosa. La que proviene del medio y tiempo social concreto en el que su vida se inserta, es decir, la herencia mental que recibe por ser hidalgo vasco que vive entre el siglo X V I I y el X V I I I .

El siglo X V I I fue en general para toda Europa un siglo de crisis en lo demográfico —reaparecen las terribles pestes y hambrunas del siglo XV—, en lo económico y en lo político. Los efectos de aquella crisis se prolongaron a las primeras décadas del siglo siguiente. Pero en lo cultural el balance no es en absoluto desolador. Durante aquel siglo se registró un notable progreso del pensamiento científico y del racionalismo que posibilitaron una revolu-ción científica cuyos sujetos protagonistas fueron Francis Bacon, Kepler, Galileo, Descartes, Pascal, Torricelli, Harvey, Newton y Boyle, entre otros. La obra realizada por todos estos precursores cimentaría el nacimiento de la ciencia moderna que se produce en el siglo X V I I I . Por de pronto, lo que hizo fue traspasar las fronteras y difundirse en los medios culturales de Europa. El profesor Antonio Mestre, entre otros, ha destacado el esfuerzo de clérigos y nobles españoles que, reunidos en círculos académicos ajenos a la institu-ción universitaria —sometida aquí, como en Europa, a los controles escolás-ticos—, comentan los libros de los autores extranjeros citados, y, una vez embebidos de las nuevas doctrinas y saberes, procuran extender su conoci-miento divulgándolo entre sus coetáneos4. Son los «novatores» españoles, abiertos a Europa, cuyas corrientes culturales de raíz francesa, italiana, ale-mana y/o inglesa les son conocidas, que reclaman ya la aceptación por parte de la sociedad de los nuevos postulados, preparando con anticipación y debidamente el terreno en el que tendrá lugar la eclosión ilustrada poste-rior.

A este grupo de novatores pertenecieron en el País Vasco los hermanos Juan Bautista y Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz. La hidalguía univer-sal, propia del país en el que viven, hace compatible, la condición noble y la dedicación al trabajo. La «limpieza de sangre» no se pone en entredicho por el ejercicio de un oficio si está suficientemente demostrada la ascendencia vasca de quien lo practica. Nuestro personaje empezó a trabajar en las ferre-rías de su hacienda a los 18 años, cuando alcanzó la emancipación. A partir de esa fecha, año 1687, pasó más de 50 años dedicado a la administración de su patrimonio, tarea que combinó, cuando no supeditó, a su auténtica voca-ción de hombre estudioso y abierto a las corrientes culturales foráneas. Pero Pedro Bernardo por encima de todo fue un hombre pragmático, que aplica los métodos empíricos en los procesos de transformación que emprende,

4 El I I Congreso Nacional de Historia de la Medicina, celebrado en Salamanca en 1965, dedicó varias de sus sesiones a valorar la aportación científica de los «novatores». Siguiendo en la misma línea está la obra de Antonio Mestre: Historia, fueros y actitudes políticas (Mayansy la historio-grafía del siglo XVIIl), Valencia, 1970.

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como la conversión de la madera de sus montes en los barcos que construye o en materiales que aprovecha para la reedificación de sus casas; que se apoya en la experiencia igualmente cuando trata de mejorar el funciona-miento de sus ferrerías o de repoblar sus fincas con el plantío de árboles. Sin llegar a comprender quizá plenamente los principios fundamentales en que se basaba, estos hombres tipo Pedro Bernardo, eminentemente prácticos, contribuyeron decididamente al avance de la tecnología de su tiempo5 . Nada mejor que el propio testimonio de nuestro personaje para conocer su procedimiento de trabajo. Lo expone en su libro en la parte dedicada a las herrerías:

«El año de 1694, en que empecé à cuidar de las Herrerías de Bengolea, reparé que sus ruedas eran de nueve pies de diametro, con doce palas, y las cintas, ò macos de à medio pie de gruesso, y sobre necessitar de mucha canti-dad de agua en cada golpe de mazo, hacían suspenssion: y sin mas noticia entonces, que el aver visto se avia puesto en una Herrería, que reedifiqué en Berriz, una rueda de diez pies de diametro, hice animo de hacer en otra forma la primera rueda, que se fabricasse: no tardò mucho tiempo en llegar este caso: hice una rueda de 10 1/2 pies de diametro: y porque las canales perpen-dicular, y orizontàl, por donde cae el agua, y mueve la rueda, estaban de servicio, todo lo que se pudo se creció el circulo en los macos, y con animo de alargar las palas, quando llegasse el caso de hacer nuevas dichas canales, se pusieron las palas de solo pie, y quarto de largo: quise estrechar la canài perpendicular por donde cae el agua, pero me dixeron los Oficiales no avia para que, porque si tuviesse demasiada fuerza, se remediaba facilmente con no dàr toda la agua: empezó a trabajar, y fue tanta la violencia, que en tres meses se rompieron veinte y un mangos, por mas que se encargaba à los Oficiales no diessen tanta agua; pero echando la culpa à la mala calidad de los mangos, y otros pretextos, se hizo el daño: y porque no prosiguiesse, se estrechó la canài con unos tablones, y quedó en buena proporción.

«En vista de lo bien que salió esta rueda, hicieron otra semejante en la Herrería de poco salto, y salió muy mal: porque como las Herrerías baxas necessitan de mas agua, han menester las palas correspondientes à la canti-dad del agua.

«Con estas experiencias, y con lo que desde mi juventud fuy inclinado à las Mathematicas, me dediqué à la Statica, en cuyos Tratados hallé toda la satisfacion que quise, y un gusto grandísimo en hallar mis experiencias muy correspondientes à las reglas que hallaba en los Autores: y assi mi inclinación se fue cebando, y aumentando tanto (...)»6.

5 Cfr. T.K. Derry y Trevor I. Williams: Historia de la Tecnologia, 2 vols. Madrid, 1977, especialmen-te los dos últimos capítulos del primer volumen. Para nuestro caso, es especialmente importante la consulta de las obras ya citadas de José Antonio García-Diego. Sobre la historia de la ciencia, en general, las varias obras de López Pinero; una buena síntesis, en José M. a López Pinero: «Historia de la ciencia e Historia», Once ensayos sobre la historia. Madrid, 1976, pp. 145 a 157.

6 Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, op. cit., pp. 45 a 47.

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2. El componente religioso en la mentalidad de la época

No podemos subestimar la importancia de la religión en la configuración de la mentalidad de aquel tiempo. Cierto que ya no ocupa las posiciones encumbradas de los siglos medievales y que el proceso que tiende a erigir razones explicativas de carácter profano para los problemas que afectan al hombre y a su entorno avanza lenta pero inexorablemente amenazando la preeminencia de la religión hasta entonces indiscutida. El historiador Ri-chard Herr escribe: «A mediados del siglo X V I I , la Iglesia de Cristo había perdido la suprema autoridad social que siempre había mantenido. La Re-forma había destruido su unidad, y del caos surgió la realidad, justificada pronto por la teoría, de la libertad de conciencia. Al mismo tiempo, la Igle-sia cayó bajo el dominio del Estado en muchos países. Ni aún la más pode-rosa de las muchas iglesias que ahora pretendían ser las únicas capaces de interpretar la palabra de Cristo tenía ya la influencia política de antes. La paz de Westfalia se firmó en 1648, contra la voluntad de la Iglesia Católica Apostólica Romana, y el que esta la condenase no impidió que aquella fuese aceptada. Este desacato a la voluntad papal simbolizaba la determinación — y la facultad— de los reyes católicos de ser, en el futuro, primero reyes y católicos después. Hacia esta fecha, todos los campos del pensamiento se vieron invadidos por el deseo de emanciparse de la religión y de la teología tradicionales»7.

Pero ni en Europa, ni mucho menos en España, el período de la Pre-Ilus-tración significó para la mayoría de los intelectuales romper totalmente con los principios religiosos esenciales. La Iglesia siguió ejerciendo en todas par-tes, si bien con distinta intensidad, una destacada influencia desde una triple plataforma muy integrada en el seno de la comunidad social: la enseñanza, la beneficencia y la propiedad. Los colegios escolares de mayor prestigio estaban a cargo de las órdenes religiosas, particularmente de los jesuítas; a falta de una socialización de la beneficencia a cargo de los poderes públicos, era la Iglesia quien especialmente se encargaba de atender este tipo de esta-blecimientos; como gran propietaria, la institución eclesiástica daba trabajo a un número elevado de colonos y artesanos. Obviamente, la influencia ma-yor se ejercía desde el ritual litúrgico, en la práctica religiosa del individuo, cuya vida venía marcada por su periódico paso por la Iglesia para el bautis-mo, confesión, comunión pascual, confirmación, matrimonio y recepción de los últimos sacramentos, previos al fallecimiento y posterior inhumación. El púlpito y las visitas misionales constituían una tribuna de relevancia excep-cional para difundir la doctrina a una población que mayoritariamente era analfabeta.

En el caso de España, esto se daba de una manera más acentuada. La identificación de su Monarquía con la religión católica fue bastante acusada. La guerra de Sucesión, como vimos, fue planteada por Felipe V en términos

7 Richard Herr: España y la revolución del siglo XVIII. Madrid, 1988 (2.a edición), pág. 3.

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de lucha para la defensa de esa religión cuya permanencia en el suelo penin-sular, se decía, estaba amenazada por los otros contendientes, heterodoxos. «La Iglesia española —ha escrito Palacio Atard— era uno de los puntales constitutivos de la sociedad. En el siglo X V I I I mantenía todo su vigor y fortaleza. Por su organización, por su prestigio cultural, por su ascendiente político, por la cuantía de sus riquezas, por su influjo sobre las conciencias, era al mismo tiempo, y dentro del Estado, un poder espiritual, político y económico»8. El fundamento de esta influencia, como señaló Domínguez Ortiz, «hay que buscarlo en el sentimiento profundamente religioso, lleno de veneración y respeto, que los ministros del Altísimo despertaban en todos los seglares, desde el más humilde labriego al monarca de ambos mundos». En el umbral del siglo xvm, don Pedro Portocarrero, patriarca de las Indias, escribió una obra en la que comentaba la situación privilegiada que disfruta-ban los miembros del clero en el Estado español:

«No hay Reino donde los eclesiásticos gocen más preeminencias que en España. A los cardenales da el rey silla igual, y los sale a recibir y acompañar en la primera visita; tienen asiento en la capilla enfrente de su cortina, con diferencia y separación de los ministros de testas coronadas; a los obispos llama reverendos padres, y por ley del Reyno todos son de su Consejo; a ningún sacerdote da a besar su mano, ni permite que le hablen de rodillas, estimando más el caracter que el rendimiento a la magestad. En todas las ocasiones de función en que asiste el rey, siempre tienen antelación los ecle-siásticos»9.

¿Cuál era la situación de la Iglesia en el País Vasco?10 A grandes rasgos podemos destacar algunas peculiaridades de aquel clero, que creo importan-tes para comprender el papel que representaban en el seno de la comunidad. Se trata de un clero que carece de unajerarquía inmediata. El País Vasco en aquel tiempo estaba integrado a efectos de jurisdicción eclesiástica en la diócesis de Calahorra, cuyo obispo ejercía su autoridad sobre el clero vasco a distancia, salvo cuando realizaba su visita pastoral —al recibir el nombra-miento, y las restantes con una periodicidad nunca inferior al año—. En consecuencia, es un clero bastante autónomo, que no está acostumbrado a obedecer, que no conoce, por otra parte, la diversidad de dignidades ecle-

8 Vicente Palacio Atard: La España del siglo XVIII. El siglo de las reformas. Madrid, 1978, pág. 55. 9 Teatro monárquico de España, en que se contienen las mas puras y católicas máximas del Estado... Madrid.

1700, cap.° 23. Tanto ésta, como la cita anterior, proceden de Antonio Domínguez Ortiz: Las clases privilegiadas..., op. cit., pp. 410-1. Por cierto, el citado cardenal Protocarrero hizo en 1705 Obispo auxiliar suyo, con el título de Obispo de Nicópolis, el vizcaíno don Atanasio de Ezterripa y Traña-Jáuregui, hasta entonces canónigo de San Justo en Alcalá. Labayru, op. cit., t. VI, pág.

10 Cfr. Miguel Artola Gallego: «La sociedad vasca en el siglo XVIII y su proyección hacia Améri-ca», (Conferencia de clausura), AA.VV.: Los Vascos y América. Actas de las Jornadas sobre «El comercio vasco con América en el siglo XVIII y La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas» Bilbao. 1989, pp. 469 a 477.

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siásticas que se establecen en torno al titular de una sede episcopal. No se aprecia aquí una clara división entre alto y bajo clero. Se trata, en otro sentido, de una Iglesia con no demasiados recursos económicos11. Apenas tiene propiedades y la percepción del diezmo —que, por otra parte, es difícil de aplicar fuera de la actividad agraria— recae en un buen porcentaje en los patronos laicos existentes en el País. Tenemos el ejemplo de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, patrono de la Iglesia parroquial de San Juan de Bérriz y de su aneja de Garay, que cobraba las sustanciosas rentas decimales, y, como contrapartida, sostenía con una dotación en absoluto comparable, al beneficiado encargado de asistir espiritualmente a aquella población, curas que, por otra parte y en este caso, siempre fueron miembros de su familia. En tales circunstancias, aquel clero, con un bajo nivel de renta, se encontra-ba muy próximo a los sectores populares de la comunidad, su penetración en los medios sociales era profunda y estrecha su relación con una feligresía que acataba respetuosamente sus orientaciones doctrinales.

La presencia, pues, del factor religioso en la vida social era notable. Las ceremonias religiosas de carácter extraordinario fueron numerosas en este tiempo y no era raro que duraran varios días. Aparte los festejos por los patronazgos declarados en este tiempo, como vimos, de San Ignacio y de Nuestra Señora de Begoña, Vizcaya celebró solemnemente en el templo y en la calle las canonizaciones del Papa Pío V, en 1713 —en esta ocasión en unión con los dominicos del Hospicio de las Encartaciones a cuya orden había pertenecido el citado Papa—; las de los jesuítas San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka, en 1727; y diez años más tarde, la del Beato San Juan Francisco de Regis, también jesuíta12. Don Pedro Bernardo asistiría probablemente a estos actos, sobre todo a los dos últimos, ya que sentía un especial apego a los jesuítas, a cuya Compañía pertenecía su hijo Francisco Joaquín. Las celebraciones consistían en una procesión por las calles próxi-mas a la Iglesia donde más tarde tenía lugar la misa y predicación solemne

11 Desde finales del siglo XVII, y, al menos, durante las tres primeras décadas del XVIII, el cabildo eclesiástico bilbaíno se opuso a la instalación de los carmelitas en la Villa alegando precisamen-te la falta de recursos económicos para su sostenimiento. Ello dio origen a una interesante polémica en la que salió a relucir el desarrollo material experimentado en Bilbao a lo largo del siglo XVII, debate que nos proporciona alguna luz para desmitificar o, al menos, mitigar, la intensidad de 1a. crisis de ese siglo en esta comunidad. D o n j u á n de Bilbao la Vieja, caballero de Santiago, opinaba, por ejemplo, que la presencia de los carmelitas sería un gran fruto espiritual, y no gravosa, porque en este tiempo «aumentó mucho el comercio de la Villa y se construyeron muchas casas 'suntuosas', muchas de nueva planta, y había cerca de 300 comerciantes muy ricos». Por su parte, Don Domingo de Leguina, beneficiado de Bübao y ex-fiscal de la Inquisi-ción en Pamplona, señalaba que «en este siglo aumentó en la mitad el número de vecinos de la Villa, tres partes de cuatro el comercio; que por un solar que rentaba 150 reales al año se dio en la compra más de 4.000 ducados». Apuntaba también que «si la votación de la instalación de los carmelitas fuese secreta sería favorable a éstos, pero que en el Ayuntamiento había muchos deudos y parientes de los del cabildo y tenían hijos expectantes para beneficios y no querían malquistarse con los del capítulo de beneficiados». Toda la información procede de Labayru, op. cit., t. V, pp. 581 y 582.

12 Labayru, op. cit., t. VI , pp. 64, 152 y 208, respectivamente.

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en la que se ponía de relieve la vida ejemplar del nuevo santo con el fin de reafirmar el valor de las obras en el plan de salvación13.

También se ocupó el Señorío en 1732 de secundar al Monarca Felipe V en su petición a Roma con el objeto de declarar el dogma de la Inmaculada Concepción. Más aún, en la Junta General que tuvo lugar el día 16 de mayo de 1736, se acordó por unanimidad emitir «el juramento de defender y sus-tentar perpetuamente el misterio de la Inmaculada Concepción de la Vir-gen, y que los señores del Gobierno Universal de Vizcaya, al tomar posesión de sus cargos, lo repitiesen»14. Por entonces asimismo, se inició en España el culto al Sagrado Corazón de Jesús, gracias a la dedicación de muchos miem-bros del clero, entre ellos no pocos de origen vasco, como el guipuzcoano P. Agustín de Cardavéraz. En Bilbao, se celebró el primer sermón en honor del Sagrado Corazón en la parroquia de San Antonio Abad, el día 11 de iunio de 173315.

En Lequeitio, además de celebrar los acontecimientos referidos, la festi-vidad de San Pedro tenía una especial significación por ser el patrono de la Cofradía de Mareantes. Lo profano y lo religioso se mezclaban en estrecha comunión, y los festejos acaparaban la atención y participación del vecinda-rio durante cinco días, enlazando la fiesta de San Pedro (29 de junio) con la de Nuestra Señora, que celebraban el 2 de julio. Así se describen aquellas fiestas:

«Es mucho el gasto que hacen los mayordomos el dia de San Pedro y los siguientes, pero bien empleado; en obsequio de tan grande patrón, forman danza de espadas con tamboriles y caja y empieza la fiesta, desde la víspera del Santo hasta el dos de Julio todos los dias hacia el anochecer se hacia hasta ahora muy pocos años la celebre danza crineterada llamada Bizanacerretia; tenia diferentes mudanzas de volatines pelea puestos unos sobre otros encima de brazos y hombros y se remataba andando todos sobre un pie, y del otro iba agarrado el que subseguía; el que guiaba traia en la boca un tironcillo ardien-do y con esto en la postura sobre dicha iba quemando á cada uno las barbas, y para esto la porfía y resistencia andando todos sobre un pie y agarrados del otro, era para la gente que miraba de grande risa y complacencia; el dia del Santo se saca en su altar; á las nueve misa solemne y procesión dentro de la Iglesia con reliquia de San Andrés, hacen el besamano los mayordomos, ante todo el regimiento de la cofradía: á misa mayor hay sermón y acaba la danza guapa en la plaza; á la tarde todo es fiesta alegre; al otro dia se dice la misa por los difuntos mareantes, y despues pasa la cofradia con la danza de las espadas y tamboriles á la casilla de la Atalaya donde elijen los mayordomos nuevos: á la tarde, de tiempo inmemorial, hasta el año mil seiscientos noven-ta, salian de casa del mayordomo viejo mas anciano, donde estaba la arca celebrada y llamada de San Pedro, la dicha danza de espadas, el arca en

13 El Concilio de Trento, en clara respuesta al dogma luterano de que la fe era suficiente para la salvación, había recalcado el mérito de las obras, junto con la fe, para alcanzar la vida eterna.

14 Labayru, op. cit., t. VI, pp. 180 y 197, respectivamente. 15 Ibidem, pp. 186-7.

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hombros de muchachos, y encima el bulto de San Pedro, que se trae ahora en procesión, despues iban tres marineros con mascaras, capas plubiales de ter-ciopelo colorado la una, y las otras dos de buena tela doble, sus coronas á modo de mitra en las cabezas, el del medio llevaba una llave grande de plata sobredorada y los de los lados sus cetros grandes dorados, detras iba el regi-miento de la cofradia con bandera y gran acompañamiento andaban por todas las calles y Naza donde se dice se hacia la ceremonia de querer echar a San Pedro al mar preguntando so les daría mucha pesca y respondía Que si: de esta suerte iban á la casa del mayordomo nuevo mas anciano donde entre-gaban el arca en nombre de posesion del empleo y refrescaban y merendaban á toda satisfacción; luego venian á la casa consistorial como ahora y se hacia y se hace, buena corrida de bueyes y torillos y después ofrecen danzas a las repúblicas circunvecinas y del dezmatorio; todas las tardes y noches habia mojigangas y enmascarados y la gala era echar agua á la gente y en particular á las mozas, lo que las justicias aun con castigo no pudo atajar; hasta ahora muy pocos años y se seguía mucho escandalo y graves disensiones: En dos de Julio dia de Ntra. Sra. despues de la procesión del Rosario hacían y hacen otra corrida igual los mayordomos nuevos, y toda la ñesta adherente.

«Era preparación de esta ñesta el paseo que llamaban se hacia á la tarde de San Juan Bautista, al ponerse el sol iban á los nogales de Auria el cabildo eclesiástico y los dos regimientos, se empezaba allí la danza y detras mar-chaban el dicho cabildo, con manteos y bonetes, y los dos regimientos en forma hasta dicha Naza y de aquí á la plaza: estos abusos quitó el dicho año de mil seiscientos noventa el venerable Ilustrisimo Señor Pedro de Lepe en su visita con admirable prudencia y discreción pues exhortando y hablando á las partes con gran benignidad, dispuso con consentimiento de todos en lugar de los dos abusos, las dos procesiones que se hacen, la tarde del otro dia de San Pedro y la que se hace el dia de San Juan Bautista á las siete de la tarde»16.

Los actos civiles relevantes del Señorío, por otra parte, no se concebían sin una introducción de carácter religioso, generalmente en la Iglesia de la Antigua, si tenían lugar en Guernica, o en las de San Andrés (de los jesuítas) o San Antonio Abad, si se hacían en Bilbao. Las autoridades civiles coadyu-vaban eficazmente en mantener alta la moralidad pública, y sencillas las costumbres del vecindario, como por ejemplo, cuando el Ayuntamiento ge-neral de Bilbao tomó el acuerdo (24 de febrero de 1657) de suprimir «la mala costumbre que empezaba a introducirse en ella (la Villa), de que a las señoras acompañasen en sus salidas de casa ciertos lacayos o gentileshombres en ostentación de su grandeza y contra la primitiva sencillez en que se vi-vía», mediante la pena, si tal ocurría, de 50.000 maravedises «la primera vez que contraviniere; y por la segunda, doblada la pena pecuniaria, y que por la tercera se procederá con todo rigor de justicia como con Rebeldes á los mandamientos della, y que incurran también los escuderos y gentileshom-bres y criados que salieren acompañando, y en pena de 30 días de cárcel por

16 Descripción sumaria..., (año 1740), pp. 279 a 281.

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la primera vez, y por la segunda, de 60 días, y que por la tercera serán desterrados por seis años desta Villa y su jurisdicción»17. O, cuando la Di-putación General (26 de noviembre de 1732) decretó «que ninguna persona (de aquí en adelante) de qualquiera calidad y distinzion que sea no sea osado a danzar ni bailar al son del dicho tamboril ni de otro instrumento alguno en funciones públicas sino con los de su sexo, sin causar escándalo ni ofensa de Dios. Pena de 10 ducados y 20 días de cárcel que inviolablemente se le imponen al que contreviniere, y 20 ducados al Alcalde, Fiel o Justizia de la Jurisdizion donde se tolerare»18. En 1740, la Diputación General (se-sión celebrada el día 8 de marzo) prohibió en todo el territorio del Señorío «las rondas de solteros despues del toque de oraciones "por causar molestias y ser nota de escándalo en las anteiglesias"»19. No siempre, sin embargo, hubo coincidencia de pareceres entre la jerarquía eclesiástica y la autoridad civil, pero en estos casos prevaleció la opinión del Obispo, como sucedió en 1672, cuando don Gabriel de Esparza, Obispo de Calahorra y La Calzada, publicó un edicto en el que «atento á la desnudez de pecho y espaldas con-que algunas señoras entraban en las iglesias y acudían á los oficios divinos, prohibió esta indumenta mujeril, añadiendo que tampoco se las admitiese para los sacramentos del bautismo y matrimonio ni se las oyese en confesión "aunque lleven los pechos y espaldas cubiertos con velos y otras cosas"». La prohibición del Obispo afectaba a toda la Diócesis, pero fue particularmente mal recibida por el Ayuntamiento de Bilbao, «que trató de salir á la oposi-ción de lo mandado, y en la demanda interpuesta acudió a la Chancillería de Valladolid por no haber dado el prelado la apelación de su mandamiento y edicto». Los letrados contratados por el Gobierno del Señorío para este asunto aconsejaron «discreción», y desde Madrid se le advirtió al Ayunta-miento bilbaíno que el Obispo «puede estorbar el que con trajes escandalo-sos o menos decentes entren sus súbditos en las Iglesias, de suerte que Su Ilustrisima usaba de su derecho y en su jurisdicción a donde ningún juez secular le podía impedir»20. Tal dictamen expresaba sin ningún género de dudas el reconocimiento del poder jurisdiccional que la Iglesia ejercía en sus propias demarcaciones administrativas. A este Obispo se debió también el que las romerías nocturnas en el Santuario de Urquiola dejaran de ser mix-tas a partir de 1675. Consciente, en efecto, el citado Obispo de que «las personas que ban de Romería tienen debocion de quedarse de noche en la dicha hermita, y para consuelo de ellas dava y dio Su Ilustrisima licencia para que se puedan quedar con tal que las dichas personas solamente sean hombres ó mugeres, y no mezclados unos con otros, y mandava y mandó que la noche que se quedaren mugeres no quede en la dicha hermita hombre alguno, y en la noche que estuvieren hombres no entre muger alguna». La

17 Labayru, op. cit., t. V, pág. 407. 18 Labayru, op. cit., t. VI , pág. 181. 19 Ibídem, pág. 227. 20 Labayru, op. cit., t. V, pp. 469 y 470.

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Figura 7. — Mapa de Biscaia, dedicado a Juan Bautista de Villarreal. (Cortesía de D. José María de Areilza).

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infracción a semejante norma estaba castigada nada menos que con «la pena de excomunión latae sententiae»21.

En el hogar de don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, lo religioso constituyó un valor preeminente en la escala de valores familiar. Una reli-giosidad que ofrecía formas variadas como la práctica frecuente de los sacra-mentos, el rezo diario del rosario en familia —según se deduce de la corres-pondencia filial—, generosidad y prodigalidad de donativos, asistencia pun-tual a los actos misionales que ocasionalmente tuvieron lugar en Lequeitio. Aquí, como en el resto del Estado español, se llevaron a cabo con cierta frecuencia misiones dirigidas generalmente por dos clérigos con el objeto de fortalecer el fervor de la población mediante la celebración de sermones, ejercicios espirituales —los que más convencían a don Pedro Bernardo eran los de San Ignacio de Loyola22— y penitencias, actos en los que participaba todo el vecindario. Esta práctica no estaba exenta de artificiosidad y de efectismo desmedido, muy propios de la mentalidad barroca que aun persis-te23. En la práctica religiosa destaca igualmente el papel que se concede a las reliquias, a cuyo culto fueron también muy devotos los moradores de la Torre de Uñarte24 .

En este contexto, y para mantener la vivificación religiosa que los ejerci-cios misionales de 1714 habían despertado en el vecindario, por iniciativa de quien había dirigido las mencionadas misiones, don Manuel Saenz de Yz-quierdo, secundado por el cabildo eclesiástico y un número de laicos de la villa, se fundó en Lequeitio la llamada «Escuela de Cristo» el día 18 de setiembre del citado año25. Para entonces existían bastantes fundaciones de

21 Ibídem, pp. 483 y 484. 22 En carta a su hijo Francisco Joaquín (3 abril 1721), ya citada, don Pedro Bernardo reconoce

que los Ejercicios de San Ignacio eran «verdaderamente la maior cossa que en la Christiandad se ejecuta, en mi opinion (...)».

23 Sobre este tema es imprescindible la consulta de la obra de Julio Caro Baroja: Las formas complejas de la vida religiosa (siglos XVIy XVIl). Madrid. 1985.

24 A. T. U. Leg. 16, fase. 6: Correspondencia filial. En una carta de Pedro José a su padre don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, fechada en Madrid, el día 25 de marzo de 1737, le comu-nica que «en otra ocasion embiare una cagita de Reliquias que me dio el cardenal Belluga con algunas medallas en que avra indulgencia aplicada in articulo mortis».

En el inventario de bienes de d o n j u á n Bautista Villarreal (A. T. U. Leg. LXIV) aparecen por ejemplo (número 34) «las reliquias que fueron de el Excelentissimo Señor Dn. Luis Francis-co de la Cerda y Aragón, duque de Medina Coeli, de Alcala de Segorbe y Cardona, que me las dejo quando murió en memoria suia, y consisten en tres Piezas; la una de figura redonda de plata dorada en que ai las reliquias siguientes, que están gravadas en el mesmo reliquario y corazon de oro esmaltado; en que ai una porcion del corazon de San Diego de Alcala con otras reliquias, una medalla de plata de la Congregación de los 72: esclavos de la Virgen Santissima, fundada en los Trinitarios Descalzos de Madrid, estas tres piezas con una cadena de oro, conque las traia Su Excelencia al cuello».

25 Archivo Diocesano. Parroquia de Santa María, de Lequeitio. Escuela de Cristo. La documenta-ción hace referencia a los epígrafes siguientes: «Hermanos y ordenanzas, 1714-1806» (Signatura 15-02, Microfilm A-275); «Cuentas y limosnas» (Signatura 15-03, Microfilm A-275) y «Actas y elecciones, 1806-1888» (Signatura 16-01, Microfilm A-275).

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este tipo, muchas enclavadas en el País Vasco26, y algunas, en Andalucía. Durante las décadas siguientes, y a lo largo del siglo, el movimiento se fue extendiendo a otras regiones de España. En la fundación de la Escuela de Cristo de Lequeitio participaron 50 personas, 20 de ellas pertenecían al esta-do eclesiástico; entre los laicos, el primero que figura es don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz. Veamos las características de la Escuela, según se de-duce de sus constituciones y estatutos. Se trataba de una corporación que limitaba el número de sus «hermanos» laicos a 3027, limitación que no afec-taba a los eclesiásticos. La selección de los miembros, cuya decisión última correspondía a la Junta de Ancianos23, era rigurosa, examinándose con es-pecial atención la vida y costumbres que observaba el aspirante29. Al reali-zarse el ingreso se debían abonar seis reales de vellón; asimismo había que satisfacer, si bien se excusaba a los verdaderamente pobres, una cuota anual de cuatro reales30. Todos los martes del año celebraba la Escuela sus ejerci-cios, puntualmente, a las cinco de la tarde los martes comprendidos entre San Miguel y la Pascua de Resurrección, y los restantes, a las seis y media31. La falta injustificada de asistencia a estos actos determinaba una amonesta-ción de la Junta de Ancianos como paso previo a la expulsión si el inasistente reiterado no hubiera enmendado su conducta a tiempo32. También era mo-tivo de expulsión un comportamiento «poco recogido y escandaloso», que, además de ofender a Dios, restaba crédito a la Escuela33. La artificiosidad barroca a la que aludíamos líneas atrás, se manifestaba con todo su esplen-dor en los ejercicios de la Escuela:

26 Estaban unidas a la Escuela de Cristo de Lequeitio las de San Sebastián, Fuentenrabía, Hernani, Tolosa, Azteazu, Azpeitia, Azcoitia, Motrico, Elgoibar, Guetaria, Bergara, Mondragón, Bil-bao, Durango, Elorrio, Guernica, Marquina, Amorebieta y Eibar.

27 Archivo Diocesano. Parroquia de Santa María de Lequeitio: Libro en que se refiere el principio, constituciones, Reglas y Exercicios que se han de practicar en la Venerable y Sancta Escuela de Chisto de esta Noble y Leal Villa de Lequeitio, en donde asi bien se ponen las Elecciones, admission de hermanos y decretos de la dicha Sta. Escuela. Signatura 15-02. Artículo 5.

28 Ibídem, artículo 6. La votación la hacían los «hermanos» utilizando un Aba (sic) negra, para negarla, y blanca para aceptarla. Si se daba este último caso, la Jun ta de Ancianos lo notificaba al «Esclavo Mayor», quien se encargaba de transmitirlo a la corporación en la primera ocasión que se presentara.

29 El día 19 de septiembre de 1723 se aprobó el ingreso de don Ignacio de Villarreal de Bérriz para cubrir la vacante por fallecimiento de don Jacobo de Gamarra. Habían solicitado varios la plaza. Ibídem, pág. 57v.

30 Ibidem, artículos 7 y 19, respectivamente. Este último decía literalmente: «Que por quanto en esta escuela son prezisos algunos gastos, cada hermano al año dé quatro reales de vellón; pero adbiertese que si alguno o algunos de los hermanos fueren tan nezesitados que su posibilidad no llegue a esta contribuzion sin mucha dificultad, en este lanze adbitre la Jun ta de Anzianos lo que mas combeniente juzgare en la escuela misma como también hallándose dinero de sobra en poder del sindico puede distribuir en obras pias mirando en particular al socorro de las Animas del Purgatorio».

31 Ibidem, artículo 8. 32 Ibidem, artículo 9. 33 Ibidem, artículo 15.

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«En la Sala o quadra donde se han de hazer los exercicios ha de haver un Altar (...) y se pondrán a los lados dos cruzes grandes, dos coronas, dos sogas, dos calaveras y dos manojos de disciplinas. A lo ultimo de la sala estara una mesita con un cajón para guardar en el los libros de devozion, relox y campa-nilla, y sobre la mesa se pondrá un Santo Xpto con dos luzes a los dos lados y una calavera, relox, campanilla y libros de meditazion para la leczion. Poco antes de la ora señalada para entrar en los exercicios se enzenderan las luzes y juntos todos los hermanos sin manteos, capas, espadas, ni sombreros, zerrada la puerta en dando la ora puestos todos de rodillas y cruzados los brazos se dara principio a los exercicios (,..)»34.

Durante la celebración de los ejercicios estaban totalmente prohibidas las formas de cortesía en atención a que en la Escuela sólo se practicaba la humildad y la penitencia35. También estaba absolutamente vedada la entra-da a quien no fuera miembro de la Escuela, exigiéndose a éstos una comple-ta reserva y discreción acerca de lo que se practicaba en la hermandad36. Fuera de la reunión semanal, se practicaban visitas a los enfermos de la villa y a los pobres de su hospital, «exortandolos mucho a que con todo afecto los miren entregándose con todo corazón a toda servidumbre en particular a limpiarlos, hazerles las camas y consolarlos, acariziandolos y animándolos a la paciencia en los travajos poniéndolos delante algunos de los lanzes de la Pasión de Jhesuchristo»37. La Escuela de Lequeitio celebraba con especial esmero la festividad de la «Reina de los Angeles de la Virgen Sanctisima en sus Dolores», que fue elegida su Patrona, con una misa cantada «en que comulgarán todos los hermanos»38. La estructura directiva de la institución estaba compuesta de un Presidente (Esclavo Mayor), cuatro Consiliarios (dos sacerdotes y dos laicos), un secretario (que debía de pertenecer al cle-ro), un síndico y la Junta de Ancianos (integrada por el esclavo mayor, los consiliarios, el secretario, el síndico y seis hermanos). Existían además los oficios de sacristán, portero, enfermero y maestro de novicios. Todos estos cargos se renovaban cada cuatro meses. Don Pedro Bernardo fue elegido en distintas ocasiones como consiliario y miembro de la Junta de Ancianos39. Por último, podemos indicar que la Escuela fue heterogénea desde el punto de vista social a juzgar por las relaciones nominales que figuran en la docu-mentación.

34 Ibidera, pág. 1. 35 Ibidem, artículo 1. 36 Ibidem, artículos 2 y 3, respectivamente. El 3 decía: «Que ninguno de los hermanos diga cosa

alguna de lo que pasa dentro de la Escuela a persona que no fuere de ella, aunque sea hermano o muger propia, por ser mas del servicio de Dios y combenir asi a la Conservación de la Escuela».

37 Ibidem, artículo 14. 38 Ibidem, artículo 18. 39 Por ejemplo, en las elecciones celebradas el día 18 de febrero de 1715, salió como miembro de la

Jun ta de Ancianos. En septiembre del mismo año, se le eligió primer consiliario laico. Ibidem, pp. 15 y 18.

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3. Los soportes materiales de la actividad intelectual en la Torre de Uñarte: el escritorio y la biblioteca

^ El cuarto que servía de «escritorio» a don P-edro Bernardo Villareal de Bérriz era una sala muy amplia en la que se veía en lugar destacado «un cuadro del Salvador y su Madre Santísima», obra de Alberto Durero, en tabla y con marco dorado. Decoraban las paredes de la estancia «un retrato del conde de Santiesteban», catorce mapas «grandes y pequeños» y un espe-jo enmarcado en madera de ébano. En lugar preferente de la sala estaba la mesa escritorio de madera de caoba y encima dos pisapapeles de «piedra verde antiguo». Cuatro taburetes a su alrededor, y, algo más alejado, «un estante con noventa cuerpos de libros de Historia, políticos, matemáticos y de devoción». Había además otros elementos y materiales como «un estuche de compases y otros instrumentos», y «un anteojo de larga vista de catorce palmos con su horquilla de madera dado de negro». Un arca de cedro guarda-ba prendas de vestir de don Pedro Bernardo; otro estante, cubierto con una cortina de tafetán, servía para albergar algunas armas: «una espada y daga, dos espadines —uno de plata dorada y el otro de bronce dorado—, un mache-te, una escopeta de Nicodemo con las armas de don Pedro Bernardo grabadas, y dos pares de pistolas, las unas de Arzón y las otras de faltriquera». La documentación perteneciente a los mayorazgos y antepasados de la Casa se archivaba en un estante, un contador y un baúl. Para terminar el inventario de esta sala anotemos la presencia de «una cama de campaña con dos colchones, dos almohadas, sábanas y dos sobrecamas, con pabellón de friso colorado»40.

Este era el aspecto material que ofrecía la sala en el año de 1707. Noven-ta libros, unos cuantos materiales didácticos y varios cuadros y mapas es todo el capital intelectual inventariable que tiene nuestro personaje en la fecha citada. La distribución por materias de esta librería, aunque todavía muy modesta en su magnitud, es bastante elocuente porque refleja perfecta-mente las inclinaciones intelectuales de don Pedro Bernardo. Historia, Polí-tica, Matemáticas y Religión constituyen el centro de su interés como hom-bre de estudio. Con el paso del tiempo, los gustos no variaron, si bien la biblioteca y la colección de instrumentos incrementaron sus dimensiones de manera notable. Ello se debió a dos factores convergentes: por una parte, las adquisiciones realizadas por nuestro personaje fueron a partir de la fecha indicada mucho más numerosas, como se deduce de la correspondencia sos-tenida con su administrador en Bilbao, Pablo Francisco de Yrisarri, y la mantenida con su hijo Pedro José; por otra, el establecimiento permanente de su hermano Juan Bautista en la Torre de Uñarte supuso la incorporación de sus pertenencias que no eran pocas respecto a lo que ahora nos importa:

40 La descripción de la sala se ha hecho siguiendo el inventario de bienes de 1707. En 1726, intentó don Pedro Bernardo comprar el escritorio que el inglés Lynch tenía en Bilbao; al no prosperar el trato, encargó a Yrisarri que le buscara «uno bueno». El dato en Gonzalo Manso de Zúñiga, op. cit., cuaderno 1.°, pág. 23.

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en el inventario que realiza en 1720 registra «cuatro estantes grandes de libros, otros cuatro menores»41, y muchos instrumentos científicos, de medición y observación como un número elevado de «anteojos grandes», planisferios, «anillos astronómicos», relojes de sol, niveles, pantómetras, «cajas ópticas», lentes de refracción, espejos ustorios, microscopios, un higrómetro42; en la colección citada aparece trambién otros muchos objetos que por su rara naturaleza convertirían cualquier sala en un pequeño museo de curiosidades, muy propio de la mentalidad barroca; son, por ejemplo «tres perlas coloradas y una aplomo que en mi presencia se hallaron en Puzzoli en un marisco»43, «un papel con madera incombustible»44, «un papel con sangre de Draco»45, «cua-tro papeles con sangre de hirco para mal de costado», «la piedra de iguana para el dolor de ijada»46, «bálsamos de Indias»47, y, para terminar esta referencia sin duda rica en contrastes, anotemos otro objeto cuya descripción puede compendiar los rasgos sorprendentes de la colección singular que nos ocupa: «una cajita colorada en que áy quatro piedras stelareas, un carneo de Agata en relieve, una quenta de piedra stelarea, otra quenta de Diaspero oriental, quatro ojos de Bíboras, cinco piedras de Golondrina, dos canelos simpáticos, dos lenguas de .sierpre, una piedra llamada de la Cruz ó de San Pedro y San Pablo, una esmeralda pequeña»48. El resultado de todo ello, por lo que se refiere a los libros, se aprecia en 1731 cuando se inventarían «mil cuerpos de libros de mapas, historia, mathematica, política, diccionarios historíeos, casi todos enquadernados en pasta colocados en estancias de ébano con redes de alambre»49. La librería no cesó de aumentar sus existencias en vida de don Pedro Bernardo, si bien no tenemos ninguna estimación cuantita-tiva referida a una fecha posterior a la indicada de 1731. En 1734, se trasladan desde Bilbao a la Torre de Uriarte «nueve cajones de libros que han llegado de Holanda e Inglaterra»50. Cuando al año siguiente, don Pedro José escribe a Lequeitio comunicando su próxima marcha a la campaña de Italia, su padre le contesta «traiga libros para la biblioteca de Lequeitio»51. Lamentablemen-te, no disponemos del catálogo de esta librería, pero hemos podido reconstruir, sin embargo, una muestra bastante aceptable de la misma52. Contamos

41 A. T. U. Leg. LXIV: Inventario de Juan Bautista..., ya citado. Nos. 369 y 370. 42 Ibídem, n.° 88-93; 100-101; 111-123; 165, entre otros. 43 Ibidem, n.° 50. 44 Ibidem, n.° 85. 45 Ibidem, n.° 68. 46 Ibidem, n.° 70. 47 Ibidem, n.° 72. 48 Ibidem, n.° 87. La descripción de este objeto termina indicando que «las virtudes de todas estas

cossas se hallaran en papeles impresos que están en las mismas gabetas». 49 A. T. M. - Z.: Relación de los bienes muebles libres y de mayorazgo..., ya citada. 50 Gonzalo Manso de Zúñiga, op. cit., cuaderno 2.°, pág. 179. 51 Ibidem, pág. 184. 52 Lo que queda de esta librería se encuentra en poder de los Manso de Zúñiga de Lequeitio, Nájera

(Logroño)-San Sebastián, Vitoria y Madrid. Agradezco las gestiones realizadas en particular por M. a Victoria Tejada Manso de Zúñiga en la búsqueda de esta información.

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además con el valioso trabajo de Koldo Larrañaga53, a quien seguimos básica-mente en este aspecto.

¿Qué obras y qué autores existen en la Torre y/o se citan en los papeles de los hermanos Villarreal? Empecemos por el libro que escribió don Pedro Bernardo. En él se citan, además de los nombres que ya conocemos del abate de Vallemont (Pierre Le Lorrain, cuya vida transcurre entre 1649 y 1721), Georg Andrea (Doctor en Mediciná y Filosofía en Ratisbona) y fr. Miguel Agustín, a los autores (y obras) siguientes: Ozanam (Curso matematicoJ54; Paschal; S. Remy (Memorias de Artillería); Mariotte (Tratado del movimiento de las aguas)55; el Caballero de Clayrac («Disertación sobre la fábrica de la Presa de la Basa de la Garona»); el P. Jacobo Kresa (Proposiciones selectas de Archimedes, Propos, 6 en el Lib. Elementos Geométricos de Euclides)56; de La Hire (Tratado de Medianica), catedrático de Matemáticas y académico de la Real de Ciencias de París; Réaumur (Arte de convertir el hierro en acero, y de suavizar el hierro colado, publicado en París en 1722); el Padre Mercero — P. Mersenne—. Entre los autores españoles se cita a Medrano57; al astrónomo P. José de Zaragoza (Fábricay uso de varios instrumentos mathemáticos, publicado en Madrid en 1675) ; al P. Henao (Antigüedades de CantabriaJ58, y, de manera muy destacada y reitera-da, a Tosca (cuyo Compendio Mathematico le parece una obra «maravillosa y honor de la nación española»)59. En cuanto a los libros existentes en la Torre, hay noticia documentada de los que siguen:

53 K. Laxrañaga: «Dos caballeros vascos en el mundo del Barroco. Los hermanos J u a n Bautista y Pedro Bernardo Villarreal», op. cit., especialmente pp. 325 a 335.

54 Jacques Ozanam (1640-1717), matemático y profesor en Lyon y París, escribe un Cours de Mathématiques, en 5 vols. en 1693. El dato procede de K. Larrañaga, «Dos caballeros » op cit pág. 326.

55 «El abate Edme Mariotte (h. 1620-1684), físico y uno de los primeros miembros de la Académie Royale des Sciences, de París, que se dio a conocer por sus trabajos sobre la percusión, el aire y su presión, los movimientos de los cuerpos líquidos y del péndulo, los colores...», Larrañaga: «Dos caballeros...», pág. 326.

56 Fue profesor en el Colegio de San Isidro de Madrid. Había publicado en Bruselas Elementos de Euclides en 1689. Ibidem, pág. 327.

57 Probablemente se refiera a Sebastián Fernández de Medrano, autor de obras de geografía en el último cuarto del siglo XVII. Ibidem, nota 164 en la página 328.

58 Entre la correspondencia de Pedro Bernardo del A. T. U., se encuentra una carta del P. Henao dirigida al marqués del Castillo, fechada en Salamanca el 1 de julio de 1693, en la que el célebre jesuíta alude a las dificultades materiales que tiene para seguir escribiendo su tercer tomo de Cantabria. Refiriéndose a los dos primeros ya publicados, señala que su venta no es fácil en las provincias del norte a pesar de que se trata en ellos de su historia, «y en otras de España no gustan de tanto cantabrismo»; concluye diciendo que «el principal despacho ha sido en Sevilla para Yndias». Por mediación deljesuita Luis de Santiago, el Regimiento General del Señorío (sesión de 1 de setiembre de 1695) acordó dar al P. Henao 100 escudos de plata para la edición del tercer tomo de su obra. Comenta a este respecto Labayru op. cit., t. V, pág. 576: «No se publicó este tercer tomo, ni nadie ha podido indicar qué fin tuvieron los originales, que no se han hallado en parte alguna».

59 El título completo déla obra es Compendio mathematico en que se contienen todas las materias más prinápales de las Cienáas que tratan de la Cantidad. Según Larrañaga «Dos caballeros..., pág. 328, nota 167, la obra se editó en Valencia (impresor Antonio Bordázar), en 1707; la edición de Madrid se hizo'en la imprenta de Antonio Marín el año 1727.

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Robbe: Geografía, en dos tomos. Mr. le chevalier de Gambray: Nouvelle maniere de fortifier de Mr. Vauban. Fr. Miguel Agustín: Libro de los secretos de Agricultura, Casa de Campo Pastoril. P. Zaragoza: Arithmética Universal que comprehende el arte menor, y maior, álgebra vulgar, y especiosa. Valencia, 1669. P. Kresa: Elementos Geométricos. Sarraval: Pronóstico de Piscatore. Lázaro de Flores: Arte de Navegar, navegación astronómica. Madrid. 1673. T. Campanella: Discorsi sopra la Monarchia di Spagna. (Se trata de una copia manuscrita en la que aparece la fecha de 15 de diciembre de 1598). Traiano Boccalini: De ragguagli di Parnaso. Venecia, 3.a ed. 1617. Traiano Boccalini: Osservazioni politiche sobre los Amales, de Cornelio Tácito. Virgilio Maluezzi: Discorsi sopra Cornelio Tacito. Venecia. 1622. Galileo: Dialogo di Galileo Galilei Linceo matematico sopraordinario dello studio di Pisa... dove ne i congressi di quattro giorni si discorre sopra i due Massimi sistemi del Mondo, tolemaico e copernicano..., Firenze. 1632. Galileo: Opere di Galileo Galilei Linceo..., Bologna. 1656. Benedetto Castello (Abbate di S. Benedetto Aloysio, e Matematico di Papa Urbano Vili) : Della misura dell acque correnti. Bologna. 1660. Federico Commandino: Pappi Alexandrini mathematicae collectione..., Bologna. 1660. G. Promodoro: La geometriaprattica di, con l'espositione di Giovanni Scala matematico. Roma. 1667. Padre Bonaventura Cavalieri: Sfera astronomica del, con l'uso della Figura eprattiche di essa, cavate da i manoscritti dell'Autore da Urbano d'Aviso romano... Roma. 1690. A. Latini: Lo scalco alla Moderna60. H. Rondelli: Planorum ac solidorum Euclidis elementa... Bologna. 1693. Francesco Redi: Osservazioni di, accademico della Crusca, intomi agli animali viventi che ti trovano negli animali viventi. Firenze. 1684. Francesco Redi: Osservazioni intorno alle vipere. Firenze. 1686. Francesco Redi: Esperienze intomo a diverse cose naturali, e particolarmente a quelle che ci son portate dall'Indie... Firenze. D. Henrion: L'usage du Compás deproportion. Paris. 1631. Padre. Mersenne: F. Marini Mersenni Minimi cogitata physicomathematica. Paris. 1644. P. de Fermai: Diophanti Alexandrini arithmeticorum libri sex et de numeris multangulis liber unus cum commentariis C. G. Bacheti V. C. et observationibus D. P. de Fermai senatoris tolosani. Accessit Doctrinae Analyticae inventum novum, collectum ex variis eius-dem D. de Fermat epistolis. Toulouse. 1670. G. Blondel S. Aubin: Le trésor de la Navigation. Havre de Gráce. 1709.

60 Le faltan las primeras páginas, si bien una de las aprobaciones está fechada en Nápoles en 1691.

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G. Blondel S. Aubin: Trigonométrie géométrique, astronomique et maritime... Havre de Grâce. 1718. S. Le Gordier du Havre du Grâce: Traité des pratiques journalières des pilotes. Havre de Grâce. 1690. Paul Hoste: L'art des armées navales, ou traité des évolutions navales. Lyon. 1697. George Fournier : Hydrographie contenant la théorie et la pratique de toutes les parties de la Navigation. Paris. 1667 (2.a ed.). Abrégé du Pilotage pour servir aux Conférences d'Hydrographie, que le Roi fait tenir pour les Officiers de Marine. Brest. 1712. Nouvelle traité des constructions des vaisseaux du Roy... Rochefort. 1694. Projet d'une nouvelle mechanique avec un Exament de l'opinion de M. Borelli, sur les propriétés des Poids suspendus par des Cordes. Paris. 1687. Christopherus Theophilus Volcaremus: Daymantiados zaumasia sive Iridis admi-randa sub rationis accuratius examen revocata Eruditorumque ventilation publicae in Aima Altdorffina Universitate expósita sub praesidio M.Joh. Christophori Sturmii, Mathemati-ces et Pklosophiae Naturalis PP. a Christophoro Theophilo Volcamero P.N, Nuremberg 1699. 6

P. José de Zaragoza: Geometrica magnete in minimisis: Pars secunda, de planis y Pars tertia, de solidis. Toledo. 1674. Tomás Vicente Tosca: Compendio mathematica, vols. I (1.a ed de Valencia) II V, VII y IX (2.a ed. de Madrid). ' Pedro Manuel Cedillo («maestro de la Arte de Navegación, en el Real Cole-gio de San Telmo de la ciudad de Sevilla»): Trigonometria aplicada a la navega-ción, así por el beneficio de las Tablas de los senos. Sevilla. 1718. José Vicente de Olmo: Nueva descripción del orbe de la tierra, en que se trata de todas sus partes interiores y exteriores,y círculos de la esphera,y de la inteligencia, uso,y fábrica de los mapas, y tablas geográficas, así universales y generales como particulares Valen-cia. 1681. Juan Pérez de Moya: Tratado de Mathemáticas, en que se contienen cosas de arithméti-ca, geometría, cosmografía,y Philosophia natural. Con otras varias materias, necesarias a todas artes Liberales,y Mechánicas. 2 vols. Alcalá de Henares. 1573. Cosme de Lerma: Cursus philosophici per, tomus quartus posthumus, duos libros de Ortu, et Interitu, sive de Generatione et Corruptione comprehendens. Burgos. 1666. Sanson-F. Deseine: Tavole della Geografia antica, moderna, ecclesiastica, e ävile o vero divisione del Globo terrestre. Roma. 1690. 7 vols, dedicados a Francia, Alema-nia, Inglaterra, Europa oriental, España, Países Bajos e Italia. Atlas Maior o Geographia Blaviana. Amsterdam. Giacomo de Rossi: Mercurio geogràfico overo Guida geografica in tutte le parti del Mondo conforme le Tavole geografique del Sansone, Bavdrand e Cantelli. Bossuet: Discours sur l'Histoire Universelle. Paris. 1692. Mateo López Bravo: De rege et regendi ratione libri duo. Madrid. 1616.

Fuera de Lequeitio, con la firma «Villarreal», se han localizado los si-guientes libros en Nájera y en Madrid61:

61 Ambas relaciones me fueron facilitadas por M. a Victoria Tejada.

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Fray Didaco Ximenez Arias: Vocabularium; Seu Lexicon eclesiasticum, latino hispa-nicum. 1702. J u a n F e r r e r a s : Synopsis Histórica chronológica de España. 1.a P a r t e . 1702. Pietro di Biasio: La Nobiltà in Copella, ó vero Giudicio Veridico. (Obra pòstuma). Génova. 1700. B e r n a r d o A l d r e t e : Del origen y principio de la lengua Castellana, o romance que hoy se usa en España. 1674. Silvio Belli Vicentino: Quatro libri Geometrici. Venecia. 1595. E s t e v a n d e G a r i b a y : Compendio Historial de las Crónicas y universal de todos los reinos de España. 4 vols . 1628. P i e t r o F e r r e i r a : Palazzi di Roma de più celebri architetti, disegnati da. Pompa Imtroitus Honori Serenissimi Principis Ferdinandi Austriaci, Hispaniarum Infan-tis, S.R.E. Card., Belgarum et Burgondiorum Gubematoris... A n n . 1635 6 2 . A n t o n i o H u g o n e d e O m e r i q u e : Analysis geometrica sive nova, et vera methodus resol-vendi tarn problemata geometrica quam arithmeticas quaestiones. P a r s p r i m a . 1698. P . D u - V a l : La geographie universelle qui fait voir l'etat present des quatre parties du monde; c'est à dire, les religions, les coutumes & les richesses des peuples, les forces & les gouvernements des Etats. (Première partie). Lyon. 1688. A b b e d e V iv i e r s : La vie de Cassiodore, chancelier et premier ministre de Theodoric Le Grand & de plusieurs autres Rois d'Italie. P a r i s . 1694. François de la Mothe le Vayer: Oeuvres. Paris. 1669. Existen los tomos 2, 3, 6, 7, 10, 11, 13 y 15. S i e u r d e S i lhon : Le Ministre d'etat avec le veritable usage de la politique moderne. Paris. L u g d u n i B a t a v o r u m : De Regno Danniae et Norwegiae...

Lugduni Batavorum: Graecorum Respublicae... Año 1632. L u g d i n i B a t a v o r u m : P. Gyllii de Bosporo Thracio. L i b . I I I .

Lugduni Batavorum: Helvetorium Respublica. P. Antonio Foresti: Del Mappamondo isterico. Parte Prima: Tomo terzo (Vene-cia, 1693), tomo quarto (Venecia, 1694). P. Antonio Foresti: Mappamondo istorico. Venecia. 1691. R . P . B e r n a r d L a m y : Les Elements de geometrie ou de la mesure du corps. P a r i s . 1694 (2.a ed.) P. B o n a v e n t u r a C a v a l i e r : Geometria indivisibilibus continuorum nova guadam ratione promota. Bologna. 1653.

La relación precedente nos sugiere algunos comentarios. En primer lu-gar, se constata que la temática de las obras no ha cambiado sustancialmen-te respecto al año 1707: matemáticas, historia, política económica, navega-ción y geografía, siguen muy presentes en el universo intelectual de los her-

62 U n ejemplar de esta obra figuraba en un catálogo de hace unos años de la Librería de la Escalinata, en Madrid, con el precio de 500.000 pesetas.

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manos Villarreal, quienes procuran la adquisición de las publicaciones cien-tíficas contemporáneas referidas a estas materias. En segundo lugar, la pro-cedencia de las obras revela que son las corrientes italianas y las francesas las más conocidas en la torre de Uñarte, en especial las primeras por las relaciones culturales que había formalizado don Juan Bautista durante su estancia en Nápoles acompañando al duque de Medinaceli63. Esto, no obs-tante, hay que decirlo con ciertas reservas dado que la muestra analizada es bastante pequeña y tenemos noticia, si bien no detallada, de la compra de libros publicados en otros lugares de Europa, particularmente Inglaterra, y, lo que es más importante, son citadas esas obras en los manuscritos de los Villarreal64. En tercer lugar, habría que destacar el interés de los hermanos por las obras cartográficas; y, finalmente, anotar la presencia de algunos autores españoles en la librería de los Villarreal: entre ellos, Zaragoza, Me-drano y, sobre todo, Tosca.

Hay, por otra parte, en el archivo de la Torre de Uriarte unos legajos de papeles manuscritos, escritos en italiano o en castellano, que tratan igual-mente sobre aspectos científico-técnicos. Los italianos llevan los títulos de Ragionamento 2." intorno all'utilif della Geometria avuto nel Di 15 di Gennaio 1701; Ragionamento 3.° intorno alla Geometria avuto nel giorno 21 di Maggio del 1701; Introduzione all'Astronomia divisa in tre parti; Introduzione alla Matematica divisa en due libri; Parere del Primario Professore delle Scienze Matematiche detti Regy Study di Napoli intorno alla Quadratura del Cerchio del P. D. Ercole Corazzi• Los escritos en castellano, que aparecen bajo el epígrafe de «Matemáticas», se titulan Trata-do de la construcción de las igualaciones, Tratado de los Máximos y Mínimos, Libro de las igualaciones simples según Viete y compuestas, Por dividir geométricamente un dado ángulo en tres partes iguales, Demonstraciones geométricas sobre la definición quinta del Libro sexto de los elementos de Euclides65, Explicación de problemas que se hallan en el

63 Indudablemente la estancia en Italia a finales del siglo XVII de d o n j u á n Bautista Villarreal de Bérriz en el cortejo del duque de Medinaceli le permitió entrar en contacto con los círculos intelectuales italianos en los que fue bastante conocido y considerado. En su inventario de bienes se registran con el n.° 98 «dos Patentes de la Academia de los Arcados que se tiene en el Jardín Farnesio de Roma en que admiten por Academistas al Duque de Medina Coeli y à Dn. J u a n Bapta. de Villarreal y Gamboa». Por otra parte, en el archivo familiar de Nájera se conservan varias cartas dirigidas a J u a n Bautista a Nápoles (año 1699) escritas por D. Lorenzo Magatoti desde Pisa, Livorna y Florencia, dando noticia de amigos comunes (se cita a D. Miguel Gerónimo Catani) y participándole los experimentos realizados en la corte del gran duque de Florencia.

64 A d o n j u á n Bautista Villarreal, por otra parte, se le concedió autorización en 1730 para «tener, y leer qualesquiera libros prohibidos, excepto Pedro Suave, Nicolas Machiavelo, y los demás que ex profeso tratan contra nuestra Religión, teniéndolos con toda reserva y custodia y de modo que no los pueda leer otra persona, y con tal disposición que en su falta se entreguen al Tribunal de el Santo Officio más cercano, y en esta facultad no se entiende la de introducirlos en estos Reynos» (otorgada en Madrid por el Obispo Inquisidor General, d o n j u á n de Camar-go, el día 20 de setiembre). Joaquín Valle de Lersundi: «Notas biográficas...», op. cit., pág. 12. Poco pudo disfrutar de esta facultad el citado don J u a n Bautista ya que falleció, como ya ha quedado indicado, a los pocos meses, el 31 de mayo de 1731.

65 En este manuscrito de 28 pp., al término de una de las demostraciones se dice lo que sigue: «Conque de una elevación de quince leguas sobre la superficie de Lequeitio, con un telescopio

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libro de Asuntos Matemáticos del capitán D. Salvador de Aro, que se imprimió en Nápoles año 1697, De la Geometría en general, Capítulo del modo de medir todas las distancias con el Compás de proporción, Tratado de la Pantómetra o compás de propor-ción de Comete y de las 12 líneas impresas o grabadas en ella, Demonstraáones del manejo de las Pantómetras, Tratado del Globo, que contiene las operaciones, de las afecciones de las estrellas que consisten, de los problemas que se siguen (con 21 subtítu-los, entre ellos: «Buscar el lugar del sol en la eclíptica», «Saber la hora que es de noche por las estrellas y de día por el sol»), Calcinación del estaño, y, por último, Memoria del modo que se ha de tener la madera siendo de árbol de pera66.

Es muy probable que alguno de estos manuscritos, por el aspecto y con-tenido que ofrecen, se debiera a don Pedro Bernardo, quien nos confiesa en su libro haber escrito sobre estos temas. La cita, un tanto irónica, expone también la razón por la que imprime su libro:

«Me ha parecido hacer á los Amigos, y al País mas cumplido el gusto, imprimiendo esta Obrilla, porque no suceda lo que experimenté en unos Car-tapacios, que escriví de Geometría, Sphera, Trigonometría, y otras cosas pre-cisas para la Nautica para algunos á quienes enseñé la Navegación67: y de los muchos traslados, que sacaron, algunos llegaron á mis manos, y los hallé tan trabucados en estilo, y orden, que ni yo, que los compuse, podia entender-los»68

No es mi propósito valorar científicamente la existencia de estos manus-critos y publicaciones en la Torre de Uriarte. Queda fuera del alcance de

que alcanzase a ver en la distancia de 268 leguas, se pudiera descrubir el terreno de Inglaterra, como se ve en la demostración y cálculo de la vuelta de este papel». Tomo la cita de K. Larrañaga, «Dos caballeros..., pág. 324».

66 En el trabajo ya citado de K. Larrañaga se da noticia de la extensión de estos manuscritos, asi como de su contenido en general.

67 Carlos I I había publicado una cédula en 1681 en la que regulaba la enseñanza de la Náutica, que no parece que diera frutos inmediatos. Por lo que se refiere al Señorío, la Jun ta General celebrada en 1740 determinó la constitución de una Escuela de Matemáticas en Bilbao —so-bre la que se venía discutiendo desde años atrás—, financiada por el Ayuntamiento de Bilbao, su Casa de Contratación y el Gobierno del Señorío, «para facilitar la carrera de marina y habilitar la juventud en ella». Se confió la dirección de la Escuela al capitán de fragata don José Vicente Ibáñez de la Rementería, vecino de Lequeitio. Dos años más tarde, en 1742, se dio autorización al bilbaino don Miguel Archer (de origen irlandés) para abrir aulas de Náuti-ca y Matemáticas en Bilbao «con el sueldo que se le señalase por la Contratación, Ayunta-miento de Bilbao y el Señorío, que fue de 100 ducados, de cuatro en cuatro meses, por tercias partes». Cuando murió Archer, en 1754, se hizo inventario de los bienes de la Escuela y se registraron los que siguen: «—Un navio con su aparejo, jarcia, velamen y todo lo correspon-diente a él; - e l carro en que se hallaba asentado el navio; - u n globo terráqueo y una esfera armilar ajado; - t r e s cuadrantes, dos de ellos encajonados y el tercero suelto con sonajas; —tres cartas de marear enteras y quince medias cartas ajadas y rotas, y cinco estampas de varios problemas y demostraciones hechas por los discípulos del referido D. Miguel Archer». Labayru, op. cite, t. VI , respectivamente pp. 221, 243 y 306.

A la vista de este inventario, no hay duda de que la enseñanza de la Náutica hecha por don Pedro Bernardo contó con muchos más medios didácticos y bibliográficos.

68 Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, op. cit., prólogo sin paginar.

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este trabajo, y, por otra parte, carezco de la formación matemática necesaria para hacerlo. Considero, no obstante, oportuna la inclusión de la lista de obras y autores —en cuya referencia no hemos omitido dato que figure en la información que nos han facilitado— porque refleja la actitud intelectual de sus poseedores. Hombres, como los Villarreal, abiertos a las corrientes cul-turales europeas, conocedores de los avances de la ciencia matemática y que cultivan modestamente las ciencias especulativas y más decididamente las ciencias experimentales69. El foro de discusión sobre los temas apuntados fue la tertulia que organizaron nuestros personajes en la Torre de Lequei-tio . No fue la única que existía en la cornisa cantábrica en aquel entonces. Por la correspondencia conservada en el Archivo de Uriarte se colige que al menos en Motrico, Azcoitia, Marquina y Bilbao, había círculos académicos en los que se reunían conocidos de los Villarreal, que intercambiaban con éstos consultas técnicas referidas a cuestiones agrícolas, industriales y mate-máticas. Se trataba, a lo que parece, de veladas eruditas en las que se discu-tían problemas culturales, se comentaba la actualidad cotidiana del Señorío, y, en especial, las noticias que llegaban de Bilbao y de otras partes al puerto de Lequeitio sobre la situación internacional, de la que dependía tanto la economía vasca; sobre todo ello se especulaba, se razonaba con agudeza de ingenio en un auténtico ejercicio retórico que demostraba el gusto por la conversación de aquellos caballeros a los que no faltaba tampoco en su pláti-ca un vaso de vino de Canaria, generalmente. En ocasiones, la conversación se sustituía por alguna representación teatral o audición musical72. Conter-tulios serían, además de los Villarreal, algunos vecinos notables de Lequei-tio, como los citados Asterrica y el «médico», los Ibáñez de la Rentería73 y algunos más de los que no tenemos, sin embargo, expresa noticia documen-tada. Estas gentes se expresarían en la tertulia probablemente en castellano —idioma que es el que utiliza don Pedro Bernardo en su propia documenta-ción—, pero lo que parece estar claro es que hablaban igualmente el vas-

69 Cfr. Santiago Garma: «Cultura matemática en la España de los siglos XVIII y XIX» José Manuel Sánchez Ron (ed.): Cienciay sociedad en España: de la Ilustraáón a la Guerra Civil Madrid 1988, pp. 9 3 a 127. .

70 En la correspondencia filial se entreve el funcionamiento de la tertulia en Lequeitio para la que se envían desde Madrid en ocasiones piezas musicales o teatrales.

71 Gonzalo Manso de Zúñiga, op. cit., cuaderno 1°, pág. 32, indica que el administrador de Bilbao Ynsarri envía a don Pedro Bernardo «porque sabe su debilidad por la lectura, un

Calendario de Francia y gaceta conque tendrán Vms. conque divertirse un rato y más si el medico y Asterrica empiesan en el ergo a interpretar sutilezas"».

72 En una de las cartas que el hijo mayor Ignacio escribe a su padre, fechada en Madrid el 19 de enero de 1722, da cuenta de las tonadas que le habían encargado comprar en Madrid para celebrar las carnestolendas en la tertulia de Lequeitio. Se refiere también Ignacio a la comedia escrita por Azternca, que se pensaba representar en la Torre. A. T. U. Leg. 23, fase 6

73 José Vicente Ibáñez de la Rentería publicó Explicación del Círculo Náutico Astronómico Universal inventado y nuevamente ampliado (un tomo en octavo de 72 páginas) en Bayona, en la imprenta de Pedro Foubet, en 1738. Intervino como capitán del navio Alcón en la batalla de Tolón en 1744 y era piloto mayor de la Armada por Real cédula despachada en su favor. Labayru op cit t VI, pág. 212. ' '

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cuence, lengua por la que sentían además una especial estima74, además del italiano, en el caso de don Juan Bautista. Aceptable debía ser también su dominio de las lenguas clásicas y su capacidad para leer, al menos, otras lenguas modernas aparte de las señaladas.

4. La aventura del libro: la impresión de «Máquinas hidráulicas de molinos y herrerías y govierno de los arboles y montes de Vizcaya»

Hasta que el monarca Garlos III publicó la Real Orden de 22 de marzo de 1763, por la que se ordenaba que «en adelante no se conceda a nadie privilegio exclusivo para imprimir ningún libro, sino al mismo autor que lo haya compuesto»75, el procedimiento seguido en España para imprimir una obra era justamente el contrario, esto es, el rey concedía, previo pago de una cantidad en metálico, a particulares —que rara vez eran los propios autores, y sí, en cambio, impresores—, el privilegio de editar determinados libros «en exclusiva» durante un período de tiempo —de cinco a diez años—, plazo que se podía renovar76. De esta manera, se evitaba la competencia, pero el sistema permitía que el editor «privilegiado» pudiera a su vez autorizar la edición del mismo libro a otros impresores si la operación le interesaba des-de el punto de vista económico. La obtención del privilegio real para editar fue, pues, en este tiempo la meta a alcanzar por parte de impresores y Her-mandades, dado que la edición de libros constituía la actividad fundamental que podía hacer rentable la empresa. En Madrid se había constituido la Hermandad de San Gerónimo en el año 1611; agrupaba a la mayoría de los libreros e impresores establecidos en la capital, excepto a unos pocos que eran, sin embargo, los que controlaban el mercado del libro a través de la consecución de privilegios. Las disputas entre unos y otros fueron desde entonces frecuentes y nunca resueltas de modo satisfactorio77, hasta que la orden de Carlos I I I cambió el sistema suprimiendo los privilegios a particu-lares que no fueran los propios autores.

74 Hemos tenido ocasión de referir la alusión de don Pedro Bernardo a uno de sus hijos acerca de su disertación utilizando este idioma (correspondencia a Indias). Joaquín Valle de Lersundi «Una familia de ferrones»..., op. cit., pág. 488 recoge algunas anécdotas ocurridas en Lequei-tio en tiempo de los Bengolea que revelan asimismo no sólo que se hablaba el vascuence sino que se tenía en gran estima el hablarlo. Transcribo un fragmento de una carta fechada el 21 de abril de 1652, que refleja lo que decimos: «(...) ambas fiestas se hizieron con mucho luzimien-to, predicó en la de S. Joseph el P. Prior de Santo Domingo de Vitoria que hizo un grandioso sermón y no menos el dia de Nra. S.a Mn. Abad el de Echevarría, que es un clérigo mogo, hijo del ama que crio a don Martin de Barroeta, que lo haze admirablemente; solo tuvieron de defecto ambos para no ser aplaudidos de todos en general aver sido en romanze».

75 Novísima Recopilación, Libro VI I I , Título XVI , Ley X X I V . Tomo la cita, así como parte de la información que se expone en este apartado, del libro de Javier Paredes Alonso: Mercaderes de Libros. Cuatro siglos de historia de la Hermandad de San Gerónimo. Madrid, 1988, pág. 30.

76 La concesión del privilegio real implicaba la superación de los controles de censura estableci-dos, que veremos con detalle al referirnos al libro de don Pedro Bernardo.

77 Javier Paredes, op. cit., pp. 30 a 36 nos relata el pleito surgido en 1642 en Madrid.

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^ También estaba ordenada desde el siglo XVI la tasa de los libros opera-ción que realizaban los consejeros reales, prohibiéndose la venta de libros a un precio superior al que se marcaba oficialmente78. Finalmente, por lo que se refiere al marco legislativo, Felipe V dispuso el 26 de julio de 1716 «que de todas las impresiones nuevas que se hicieren en mis dominios, se haya de colocar en ella (la Biblioteca Nacional fundada oficialmente en enero de ese año) un ejemplar del tomo o tomos de la Facultad que trataren, encuadernados y en toda forma, en la misma que se practica dar a los del Consejo; colocándose también en dicha Biblioteca todos los libros y demás impresiones que se

Kbfioteca»79 a k C S t a m p a d 6 S d e d a ñ ° 1 7 J 1 ' e n q u e t u v o Principio esta Hacia 1740 se contaban en Madrid 25 imprentas con poco más de cien

prensas en total; de estos establecimientos destacaban sobre todo dos las imprentas de Antonio Marín y la de Ibarra, que disponían de 14 y 13 pren-sas, respectivamente80. La producción editorial entre 1650 y 1750 fue en términos cuantitativos bastante baja, la presentación de los libros no muy lograda por la falta de calidad del papel y tinta empleados, si bien lo produ-cido entonces tiene, según algunos balances, gran interés bibliográfico81 No fueron pocos los libros de autores españoles que se publicaron en el extranje-ro debido tal vez a la mala calidad de la imprenta española82 No fue éste el caso de don Pedro Bernardo, que publicó su obra en Madrid, en la imprenta de Antomo Marín. Veamos los pasos que se siguieron hasta llegar a la publi-cación . Era toda una aventura por la que no muchos de sus coetáneos vascos se adentraron84.

78 Parece que las tasas generalmente se fijaban muy bajas peg'udicando notablemente los intere-ses de impresores y libreros.

79 Javier Paredes, op. cit., pág. 25.

80 J . M. Palomares Ibáñez: Imprenta e impresores de Valladolid en el siglo XVIII ValladoHd 1974

X v £ VribdóM1956 °P' d t " P % ' 78' L ' M ' EnCÍS° R e d° : «pañol Msiglo 81 Así opina P. Bohigas: El libro español (ensayo histórico). Barcelona, 1962, pág 216 Menos opti-

mista es el balance que hace H. Escolar: Historia del libro. Madrid, 1984, pág 381 quien considera, por otra parte, que la crisis afectó igualmente a Inglaterra y a Francia Javier Paredes, op. cit., pp. 66 y 67.

82 Recordemos, por ejemplo, la publicación en Bayona del libro ya citado de José Vicente Ibáñez de la Rentería.

83 Cfr González de Amezúa y Mayo: Cómo se hacía un libro en nuestro Siglo de Oro Madrid 1946 84 Labayru recoge en su obra las siguientes publicaciones debidas a autores del Señorío en este

tiempo: en 1699 la obra Historiay milagros de Nuestra Señora de Begoña, escrita por el dominico Fray lomas de Granda, basada en los apuntes del sacerdote d o n j u á n de Huandurraga, confesor y sacnstan del santuario. Fue el primer libro impreso en el Señorío «dedicado a enaltecer las glorias del Santuario de Begoña». Contó para su impresión con la ayuda de 100 escudos de plata concedida por la Diputación General (t. V, pág. 591). En 1728, el Señorío giró al P Manuel de Larramench, que se encontraba en Salamanca, 100 ducados para contribuir a la impresión de su Arteogramaticadelbascuence (t. VI, pág. 156). En 1735, se publicó en Madrid (imprento de Alfonso de Mora) el libro del vizcaíno don J u a n de Larraondo Espejo del hombre educado y cristianamente instruido, dedicado al marques de Torre-Nueva (t. VI, pág. 196). En 1736 se editó el libro de don Pedro Bernardo. En 1738 safio la publicación de Ibáñez de la Rentería que ya hemos citado En

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Cuando el proceso de redacción del manuscrito estaba bastante avanza-do, hacia el final del verano de 1735, don Pedro Bernardo se puso en contacto, por mediación de su agente comercial en Madrid85, con la imprenta de Antonio Marín, a quien «se le conoce aquí por hombre cabal, y de buenos moldes»86, que ofrecía además la enorme ventaja en la estimación de nuestro personaje de haber sido el impresor en la Corte de las obras de Tosca, impresión que en un principio se tomó como modelo en lo que se refiere al tamaño de la letra. También fue necesario contratar los servicios del artífice encargado de reproducir las láminas que ilustraban el manuscrito. Simultá-neamente fueron solicitadas las pertinentes aprobaciones y licencias al Conse-jo de la Cámara. Dado el contenido del libro, la censura fue realizada por don Pedro de Fresneda —jesuíta y Maestro de Matemáticas en el Colegio Impe-rial—, don Gaspar Alvarez —también jesuíta y Maestro de Matemáticas del Real Seminario de Nobles de Madrid— y don Fermín González, Alférez en las Reales Guardias Valonas, quienes dieron su particular aprobación en los meses de setiembre y primeros de octubree de 1736, en la que ver-tieron grandes elogios hacia la obra y su autor87; la licencia eclesiástica,

1740 se publicaron dos: en Madrid, la obra del Padre maestro Fr. Pedro Lobiano, prior de los religiosos de San Agustín, de Bilbao, titulada Historiay Milagros del Santísimo Cristo de Burgos, que luego se reimprimió en Burgos (t. VI , pág. 232); y en Pamplona (oficina de la viuda de Alfonso Burguete), «la primera Novena que se conoce dedicada a Nuestra Señora de Uribarri, de Durango», escrita por el caballero durangués don Diego Lorenzo de Urquizu y Guisasa — desde la pág. 76 al final, pág. 80, incluye «ocho octavas en bascuence, con estribillo, para compensar, como el dice, la queja que pudieran mostrar sus paisanos de haberla escrito "en lenguaje extraño del País"»— (t. VI , pág. 231). Por estos años 40 es probable que saliera alguna de las obras del Padre Esteban Terreros y Pando, jesuíta, que había nacido en el Valle de Trucíos en 1707, y fue catedrático de Matemáticas en el Colegio de Nobles de Madrid. Autor de varias obras importan-tes entre las cuales se encuentran Diccionario Cuadrilingüe de Ciencias, Artes y Oficios (del que se publicó sólo el primer tomo en Madrid quedando los otros tres manuscritos), la traducción al castellano de la obra del francés Pluche Espectáculo de la Naturaleza, a la que aporta más de 1.500 notas, Libro Práctico del Maestro de Escuela, La Educación de la juventud, Reglas para que los españoles aprendan afondo la lengua toscana, además de otras obras referidas a vidas de santos y una Vida de Lope de Vega y Carpió (t. VI , pp. 39 a 41).

También en 1737 apareció la polémica obra de Carlos Martínez de Aguirre Zalduondo (Chrisis cotyolectica), cuya venta fue prohibida. Sobre este asunto, Fernando de la Quadra Salce-do, op. cit., pp. 95 a 99.

85 Ese puesto lo desempeñaron varias personas: don Joseph de Lauro hasta su fallecimiento en 1729; después, don Damián de Navas —del que se conservan varias cartas en el archivo familiar de Nájera—. En 1735 el que lleva todo el asunto de la impresión en Madrid es don Isidro de Grado cuyas cartas escritas a Lequeitio entre setiembre de 1735 y febrero de 1737 me han permitido seguir detalladamente todo el proceso. Estas cartas fueron publicadas por K. Larrañaga «Algunos papeles...», op. cit.. Tampoco en esta ocasión he podido ver los originales en el Archivo de Uriarte, por lo que he utilizado en mi texto la publicación citada.

86 Carta de Isidro Grado fechada en Madrid el 5 de setiembre de 1735. Larrañaga, «Algunos papeles...», págs. 172-3. Este autor data la carta, sin embargo, en diciembre.

87 Parece que don Pedro Bernardo había llegado a un acuerdo con los jesuitas de Lequeitio en orden a ía financiación de la impresión de la obra y destino del producto obtenido con su venta. Esto es al menos lo que se desprende de una carta escrita por el P. Pedro de Olasso, S. J . al P. J u a n de Loyola, fechada en Lequeitio el 11 de agosto de 1736, de la que reproduzco

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por su parte, la firmó el Licenciado don Antonio Vázquez Goyanes, Tenien-te Vicario de la Villa de Madrid, el 23 de octubre de ese mismo año. Una vez aprobado el texto, don Pedro Bernardo alcanzó el mismo día que la licencia el privilegio real de la impresión por un tiempo de diez años, «que han de correr, y contarse desde el día de la fecha de ella, el susodicho, ú la persona que su poder tuviere, y no otra alguna, pueda imprimir, y vender el referido Libro, intitulado: Maquinas Hydraulicas de Molinos,y Herrerías,y govier-no de los Arboles,y Montes de Vizcaya, por el original, que en el mi Consejo se vió (...); con que antes que se venda, se trayga ante ellos, juntamente con el dicho original, para que se vea si la impression está conforme á él, trayendo assimismo fee en publica forma, como por Corrector por mi nombrado se vió, y corrigió dicha impression por el original, para que se tasse el precio á que se ha de vender (,..)»88. A partir de entonces es cuando se formalizó el contrato con la imprenta Marin, se fijó el tamaño de la letra, la calidad del papel y la tinta; se ajustaron, por otra parte, los precios de las ilustraciones y de la encuademación. En este sentido, se cuidó bastante la calidad de la presentación: se eligió el papel «de florete» importado de Génova, muy su-perior al común, «o de la tierra», que se hacía, entre otros lugares, en el monasterio del Paular89; de la ilustración se encargó don Juan Pérez, que por entonces también realizaba unos retratos, con sus armas cardenalicias, del Infante Cardenal90; varios ejemplares se encuadernaron en pasta, «per-

algunos fragmentos a continuación Larrañaga, «Algunos papeles...», pp. 174-5: «(...) Don Pedro Bernardo de Villarreal tiene dispuesto para la imprenta un tomo, en el que trata de la construcción de herrerías, y molinos, con un tratado del modo de guiar las plantas. Esta obra, por la novedad del asunto, ha de ser, en mi opinión, muy estimada y buscada por muchos por su utilidad; y así se espera que tendrá gran salida. Por lo cual dicho D. Pedro, deseoso de adelantar la fábrica de esta iglesia, ha hecho a este Colegio una oferta muy útil, y es, que su Mrd. hará el coste de la impresión, láminas, Ucencia del Consejo, etc. Que el papel será de cuenta del Colegio, como también la encuademación, aunque lo pondrá todo dicho D. Pedro, a quien se le darán 50 libros sin encuadernar, para regalar a los amigos. Que se podrán imprimir 500 cuerpos, de los cuales 450 se podrán vender por cuenta del Colegio. Y que si su venta no llegare a pagar el papel y la encuademación, pagará su Mrd. lo que faltare. Y si se vendiesen todos 450, la utilidad que dejaren sea para la fábrica de nuestra Iglesia; como también (si el Colegio hallare que le está bien) que pueda hacer segunda impresión; para lo cual reservará las láminas para dicho Colegio, y la facultad de reimprimir. Y en esta suposi-ción, para que dicho libro tenga más pronta salida, será conveniente se dé noticia en la «Gazeta». (...) Por lo cual suplica a V. R. este Colegio, que después de informarse del Agente de D. Pedro Bernardo (por cuyas manos va esta) se vea con los PP. Maestros de la Matemáti-ca de esa Corte, para que en caso de llegar a sus manos el examen de este libro, se explayen en su aprobación y en las calidades que concurren en su Autor, que son muy conocidas (...)». Cuando se distribuyeron los ejemplares de la obra ya publicada, 500 fueron enviados a los colegios de los jesuítas de Bilbao y San Sebastián, por lo que todo apunta a que efectivamente el acuerdo prosperó.

88 Los textos de las censuras, licencia y cédula real de privilegio se incluyen en el libro en las primeras páginas que están sin paginar.

89 El papel «común» valía en esas fechas aproximadamente a 14 reales la resma; «el fino de Génova», a 29; y el de «Marquilla de Genova», a 60 reales. Carta de Isidro Grado a Villarreal^ 5 de setiembre de 1735. Larrañaga: «Algunos papeles...», op. cit., pág. 174.

90 Carta de Isidro Grado a Villarreal del 2 de abril de 1736. Ibidem, pág. 174.

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Figura 8. — Láminas del libro de P. Bernardo.

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fectamente bien, como en Flandes o Francia», y el resto en pergamino ama-rillo, «que es mas curioso que lo blanco»91. Se hizo una tirada de 600 ejem-plares — siempre salían luego algunos más—, que fueron los acordados en un principio, si bien en diciembre dieron orden don Pedro Bernardo y el Prior de los jesuítas de imprimir el doble de ejemplares, cosa que no pudo hacerse porque para entonces la impresión prácticamente estaba ya termi-nada. El tamaño del libro fue en octavo y la letra finalmente no fue la menu-da que aparece en las obras de Tosca, sino, por consejo del impresor, algo «más corpulenta»92. Hecho el libro en las prensas de la imprenta, había que cumplir con un último trámite: la confección de la fe de erratas y la determi-nación de su tasa. La primera se hizo por el Corrector General del Monarca, don Manuel García Alesson, el 16 de diciembre de 1736, y, como estaba mandado, se incluyó en el libro en sus primeras páginas; los miembros del Consejo, por su parte, lo tasaron el 20 de diciembre en «ocho maravedises cada pliego», lo que se incorporó igualmente a la obra para su publicación. El libro estuvo listo para poder ser distribuido a primeros del año 1737.

La distribución que se hizo del libro fue la que sigue: 300 ejemplares (50 en pergamino y 250 en papel) fueron enviados al Procurador del Colegio de los Jesuítas, de Bilbao; 200 (50 en pergamino y 150 en papel), al Procurador del Colegio de los Jesuítas, de San Sebastián; 106 (12 en pasta y 94 en pergamino), se entregaron a don Pedro Bernardo, y, finalmente, los ocho restantes, encuadernados en pergamino, quedaron en Madrid (seis, para ser remitidos a Lima, uno para don Pedro José, el hijo militar, que se encontra-ba entonces en Madrid, «que no quiso más», y el último para el agente don Isidro Grado93. Para terminar con el proceso material de la impresión de la obra, anotemos el coste de la misma, tal y como figura en la minuta presen-tada por el agente comercial:

«Debe dicho Sr. D. Pedro Bernardo ocho doblones de a cuatro pesos, que valen reales de vellón 481 y 30 maravedís, de coste de dos láminas que abrió D. Juan Pérez en planchas de cobre, demostraciones de edificios de molinos y herrerías, según diseños que me remitió el Sr. D. Pedro Bernardo en sus cartas de enero de 1736 hasta abril de él. Del porte del pliego en que vinieron los cuadernillos para la impresión del libro de Máquinas Hydraulicas, que me remitió en 20 de julio de dicho año, 5 reales y 30 maravedís.

75 reales y 17 maravedís de vellón, gastados en los Derechos de Privilegio de Su Majestad y licencia del Ordinario, en esta forma: 60 reales de ellos por los

91 Carta de Isidro Grado a Villarreal (27 agosto de 1736). Añade que la encuademación en pasta costará a 4 reales de plata cada ejemplar y los de pergamino amarillo, a 8 quartos, «y no se si al tiempo de encuadernar se podrá conseguir alguna más equidad». Ibidem, pág. 176.

92 Carta de Isidro Grado (10 de diciembre de 1736) en la que informa de la letra de la impresión y de cómo ésta ya está casi ultimada por lo que no se puede atender al aumento de la tirada. Ibidem, pág. 176.

93 Carta de Isidro Grado a Villarreal (11 de febrero de 1737). Ibidem, pág. 178-9.

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Derechos de dicho Privilegio, dos reales de papel sellado para él, 6 reales de los Derechos de Licencia del Vicario, y 4 reales de plata de propina regular al portero del Consejo de Castilla, que corre con dichos Privilegios y su habilita-ción. Mil doscientos veinte y ocho reales de vellón, del total coste de la impresión de dicho libro, papel para los 600 volúmenes, papel para los 1.200 mapas, coste de estamparlos, y demás menudencias que contiene una memoria aparte dada por el impresor Antonio Marín y pagada a éste. De la encuademación de los 12 libros en pasta, a tres reales de plata cada u n o , ( h a c e n ) 67 reales y 26 maravedís.

De la encuademación de 118 libros en pergamino, a real de vellón de encua-dernar cada uno, (hacen) 118 reales. De propina que por costumbre he dado a los oficiales del impresor, a 4 reales de plata cada uno, (hacen) 15 reales de vellón y 2 maravedís. De portear todos los citados libros, así de casa del impresor a la mia, como de ésta después a la del librero, 4 reales de vellón94.»

En total, pues, la impresión del libro había costado casi 2.000 reales de vellón, lo cual explica que los autores de la época buscaran la ayuda de algún mecenas notable a quien, en correspondencia, dedicaban el libro o Hegaran a un acuerdo financiero con el propio impresor. En el caso del libro de don Pedro Bernardo, la obra fue dedicada, pero no por agradecimiento de tipo económico, «a los Amigos Cavalleros, y Propietarios del Infanzona-do del muy Noble, y muy Leal Señorío de Vizcaya, y muy Noble, y muy Leal Provincia de Guipuzcoa», sino por razones personales, no en vano ha-bía nacido el autor en Mondragón y se había establecido en Lequeitio.

La obra fue muy bien recibida. Aparte las críticas muy favorables que se hicieron en la censura95, en Bilbao y San Sebastián se vendió muy bien, de

94 Ibidem, pp. 179 y 180. La minuta presentada por el impresor Antonio Marín se desglosaba de la forma siguiente: Importe de la impresión de seisáentos libros de «Máquinas Hydraulicas»: — Lleva dicha impresión quince resmas y dos manos y media de papel florete de Génova, que

a 30 reales la resma, importa 470 reales. — Tiene doce pliegos y medio, que a 42 reales cada pliego, importa 525 reales. — Tasa y fe de erratas, 28 reales. — De 25 manos de papel de marquilla florete para las mapas, 75 reales. — De estampar los mil y doscientas mapas, a diez reales el ciento, 120 reales. — Al oficial del estampador, de gratificación, 4 reales. — De la tablilla que se abrió para las cuatro líneas diagonales, 6 reales.

95 Recojo algunos párrafos de las mismas que figuran en el libro: «(...) discurre en los molestos campos de la Geometría, en los valles divertidos, aunque obscuros, de los Cálculos, en los bosques intrincados de la Maquinaria: y passando de lo molesto ä lo gustoso, da reglas ciertas de adelantar los ingenios, fertilizar Campos, utilizar Montes, y aprovechar aguas: tarea es esta, que pedia muchos aplicados entendimientos, y supo uno, á costa de nobles sudores, compendizarlo en sí solo: y si a cada uno le adquiriera fama eterna un solo estudio, clama la justicia para que en laminas de bronce quede perpetuo el nombre de Don Pedro Bernardo» (Pedro Fresneda).

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tal modo que los ejemplares escasearon enseguida. En mayo de 1737, el propio administrador Yrisarri reclamaba a Lequeitio un ejemplar pues «los dos Libros que V. M. me envió el uno de ellos me quitó Lory para remitir a Galicia al director de la fabrica de Cobre y el otro di a D. Martin Thomás de Meñaca a quien tenia ofrezido y si ay alguno de sobra suplico a V. M. me envie»96. En octubre de 1739, recibió don Pedro Bernardo la felicitación de don Matheo de Calabro, Maestro de Matemáticas en la compañía militar de Pedro José, e Ingeniero Jefe del Ejército; le escribía desde Barcelona y en la carta se decía cómo la obra titulada Tratado hydraulico, aparecida en París a finales de 1738, de Mr. Bellidor, de la Academia de la capital francesa y Comisario ordinario de Artillería, «se conforma en todo con lo que Vm. trata en su librito»97.

5. Consideraciones finales: el legado cultural de don Pedro Bernardo

En las páginas precedentes, hemos prestado atención a la formación so-cial de don Pedro Bernardo, a las funciones que desarrolló en la vida fami-liar, política y económica. Hemos apuntado también otras actividades igual-mente realizadas por nuestro personaje, como las de profesor de Náutica, arquitecto, armador e ingeniero hidráulico. En este último capítulo, nos he-mos fijado en el aspecto cultural, proponiendo una interpretación de la sig-nificación de Pedro Bernardo en la Pre-Ilustración. Villarreal de Bérriz, como otros nobles vascos de su tiempo, fue uno de los «novatores» de nues-tra tierra, o uno de «los precursores», como acertadamente le había llamado José María de Areilza en un artículo publicado hace ahora casi cincuenta años.

«(...) Es, pues, el Libro ingenioso, claro, methodico, y útil. Lo ingenioso de la obra se convence, por tratar tan sabiamente una materia, á que los Mathematicos apenas han aplica-do la mano. Son las Maquinas Hydraulicas parte de la Mechanica (...). La claridad, y buen methodo con que procede, por sí misma se manifiesta: y el que lo leyere, echará de ver fácilmente, que lo vocea la misma Obra (...). En esta Obra es bien clara su utilidad, pues desde luego se endereza á crecida conveniencia de la Patria en el manejo de aquellas Obras, que hacen en Vizcaya el emolumento mayor» (Gaspar Alvarez).

«(...) al Author de esta Obra se le debian unas alabanzas del genero: pues si bien son en Vizcaya antiquissimas las Herrerías, Presas, y Molinos, como en lo que por la mayor parte consisten los Mayorazgos de aquellas Nobles, y antiguas Familias: faltábales con todo esso á aquellos bienes, que liberal el Pais Ies comunica, la mayor facilidad, emolumento, y pulidéz, que las ingeniosas invenciones del Author, á costa de experiencias largas, y fatigosas tareas, les comunican (...). Por lo que mira al Author, bastaba para crecido encomio, ser hijo de aquella noble porcion de nuestra España, que si faltáran las demás, sobraba sola ella para hacer glorioso todo el Reyno: Aquella de quien nunca hablan los Authores, aun Estrangeros, sino con respecto, y elogios: y que ya se considere su fidelidad, su nobleza, sus ingenios, ninguna le es superior, y le son muy pocas iguales» (Fermín González).

96 Gonzalo Manso de Zúñiga, op. cit., cuaderno 2.°, pág. 188. 97 Carta de Pedro José a su padre, en la que adjunta la carta de don Matheo Calabro, fechada en

Barcelona, el 10 de octubre de 1739. A. T. U. Leg. 16, fase. 6.

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La Ilustración española difícilmente se puede entender sin tener en cuenta la labor de estudio, experimentación y divulgación que desarrollaron nobles y clérigos, si bien en grupos minoritarios, en varias regiones del Esta-do español, especialmente en Valencia, Sevilla, Madrid, Aragón y el País Vasco. Por lo que se refiere en concreto a Villarreal de Bérriz, su obra se debe insertar con todo merecimiento en la publicística de la época, de mar-cado carácter utilitario y pragmático, orientada al fomento de la economía en nuestro país. Fernando de la Quadra Salcedo, en el comentario que le dedicó en 1935, no dudó en colocar el libro de don Pedro Bernardo junto a los de Ustáriz, Goyeneche, Zavala, Loinaz y Salazar de Cana, afirmando que «todos estos autores son los precedentes de la escuela fisiocrática, de la mercantilista y de otras direcciones, y sobre sus pasos caminan luego los carlotercistas, que fundan las Económicas, y los doctrinarios, que estatuyen en sus polémicas las divergencias interpretativas sobre nuestra situación na-cional, nuestro comercio en Indias y nuestra administración, sosteniendo todavía frente a toda Europa el rango hispánico». Considera de la Quadra el libro de nuestro personaje «para su tiempo, un acierto práctico y aun teóri-co». Y ello porque «la materia de Villarreal es de primera mano. (...) Quiere que las herrerías y molinos se fabriquen con un plan concebido con dimen-siones fijas y obedeciendo todo a la inteligencia y utilidad»98. Estos econo-mistas, en efecto, junto a otros notables vascos que se empeñaron en hacer más eficientes sus haciendas, abonaron el terreno de tal modo que décadas más tarde pudo perfectamente dar sus frutos en la Sociedad Bascongada de los Amigos del País.

Don Pedro Bernardo se cuenta entre los que no economizaron esfuerzos para extender entre sus coetáneos unos aires renovadores. Dejó a su muerte, ocurrida el 19 de febrero de 1740", un legado cultural de plena actualidad hoy en día. De él, sin duda, los primeros beneficiarios fueron sus hijos, que recogieron sin excepción, sin las restricciones que en el orden material mar-caba el mayorazgo, una valiosa herencia cultural. En una carta escrita en 1750 por uno de sus hijos, el jesuíta Francisco Joaquín, se pueden leer estas líneas que, creo, resumen bien el mensaje reformista que Pedro Bernardo quiso comunicar: «(...) no dudo que Pedro --escribe a su hermana—, des-pués de algunos años de instrucción, saldrá hombre de provecho, verá tie-rras y mares, comunicará gentes de diferentes naciones, y los ojos y oydos, y sobre todo los libros le instruirán la razón, y le descubrirán mil secretos de naturaleza que siendo unos puros efectos naturales, parecen á los menos instruidos prodijios sobrenaturales»100.

98 De la Quadra Salcedo, op. cit,, pp. 217 a 221. 99 «Recibió los Santos Sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Extrema Unción. Testó ante

Nicolás de Zatica, escribano real y del número de esta villa en 8 de setiembre de 1731; hizo codicilio en 18 de mismo mes y año, como hizo constar su hijo D. Ignacio, conde de Monte-rrón, de que doy fe. Barainca. (Nota al margen, cumplido con honra mayor)». Archivo parro-quial de Santa María, de Lequeitio, Libro de Finados, 17-2, f. 33v.

100 A. T. - M. Z.: Carta de Francisco Joaquín a su hermana, fechada en Madrid, el 15 de abril de 1750.

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SEGUNDA PARTE

C O N C E P T O S TÉCNICOS DE VILLARREAL DE B ÌRRIZ

por Ignacio González Tascón

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PRESAS Y AZUDES

Las ideas de Villarreal de Bérriz sobre presas y azudes de gravedad

EL TRATADO DE HIDRÁULICA que Pedro Bernardo dedica al estudio de pequeñas presas o azudes, imprescindibles para derivar el agua hacia los caces de los molinos, o las anteparas de las herrerías, ocupa los dos primeros capítulos del Libro Primero de la obra.

Las presas tradicionales de gravedad, empleadas no sólo en Vizcaya, sino en toda la Península, forman parte del capítulo primero, dedicado íntegramente a los molinos harineros. Este tipo de presas de gravedad, eran muy frecuentes en la España renacentista; así se construyó en la huerta de Alicante a finales del siglo XVI la gigantesca presa de Tibi, que rebasa los 40 metros de altura, cuya ubicación se debe a Pere Izquierdo, realizando el proyecto los ingenieros de Felipe II Jorge Fratin, Bautista Antonelli y Cristóbal Antonelli1.

Con tan notable tradición constructora de presas de gravedad, es com-prensible que Villarreal no se sienta muy proclive a extenderse en unas técnicas tan conocidas, y en las que su experiencia como constructor de presas y azudes de escasa altura —entre tres y seis metros aproximadamen-te— no aportaba nuevos conocimientos de utilidad. De hecho, cuando ter-mina su descripción y criterios de diseño, Villarreal se siente aliviado, al entrar en una nueva materia —las presas en arco con contrafuertes— que constituyen una verdadera aportación de gran originalidad. Por ello escribe:

«Ya se ha dicho como son las Presas antiguas de Vizcaya: y aunque son hechas según arte, y buenas reglas, y no se pueden reprobar, hallo ser más seguras, firmes y de menor coste las de arco, como se demostrará.»2

1 Alberola Roma, Armando. El pantano de Tibi y el sistema de riegos en la huerta de Alicante. Alicante, Diputación Provincial, 1984. Pág. 41.

2 Villarreal de Bérriz, Pedro Bernardo. Máquinas hidráulicas de molinos y herrerías y govierno <k los árboles y montes de Vizcaya. Madrid, Antonio Marín, 1736. Pág. 8. En lo que sigue, todas las citas de Villarreal, salvo mención explícita, hacen referencia a este tratado.

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La mayor aportación de Pedro Bernardo en el diseño de presas de grave-dad, es que establece un criterio preciso y claro que es además extraordina-riamente ajustado al cálculo estático de equilibrio de la presa, tal y como hoy lo realizamos3.

Aunque Villarreal aborda su propuesta partiendo de una altura de presa de diez pies de altura (2.80 m), realizaremos una generalización que nos sirva para una altura cualquiera «H». Contempla además Villarreal que las presas de gravedad que diseña, han de comportarse como azudes4, siendo rebasables con frecuencia, por lo que establece un altura «s» de la lámina de agua sobre la coronación que es preciso estimar mediante observaciones previas del régimen de avenidas del río, ya que es un parámetro necesario para el diseño de la presa.

Una vez conocida la altura de la presa «H» y estimada la lámina de vertido sobre la coronación «s», quedan fijados todos los demás parámetros. Naturalmente, para resistir el vertido del agua a gran velocidad sobre la coronación se requieren «buenas losas ligadas con grampones de hierro em-plomados»5. Además, con el fin de prevenir la erosión debido al chorro de agua que rebasa la presa, el muro vertical se fabrica de «piedra labrada con buenas juntas», mientras que el talud tendido, en contacto siempre con el agua, se impermeabiliza con «maderas y tablas que llaman colomas, y se calafatea muy bien». Esta impermeabilización con tablones de madera es solamente temporal, para evitar que la obra recién construida se arruine a causa de una crecida imprevista; el propio Villarreal señala que la presa «después de algunos años no necesita defensa de tabla, como muestra la

En cuanto al talud tendido en el paramento en contacto con el agua, tiene algunas ventajas en relación con la estabilidad (el empuje del agua proporciona una componente vertical favorable) y facilita además la cons-trucción, permitiendo la colocación del recubrimiento de madera.

Son el orgullo de Villarreal, y, sin duda, su aportación más original a la ingeniería de su tiempo. La importancia radica en que el autor proporciona

3 Los cálculos de estabilidad y de hidráulica sobre presas, molinos y herrerías que describe Villarreal pueden verse en el excelente trabajo de Nordon, Marcel. L'Hidraulique d'un gentilhomme basque au debut du XVIII' suele. Año 1985. Colección mecanografiada de la Fundación Juanelo Turriano. En lo que se refiere a las presas de gravedad, son de interés las págs. 8-12.

4 Así se deduce además al definir su función, que no es acumular agua para moler el grano o foijar el hierro en época de sequía, sino «introducir el agua a los calces, o anteparas de molinos o herrerías, levantando la madre del río». (Villarreal, pág. 6).

5 Villarreal, op. cit. pág. 5. 6 Villarreal, op. cit. pág. 6.

experiencia»6.

Las innovadoras presas de arcos escarzanos y contrafuertes

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CONCEPTOS TÉCNICOS DE VILLARREAL DE BÉRRIZ 2 1 7

relaciones empíricas y criterios de diseño que permiten construir con seguri-dad este tipo de presas.

Aunque está hoy fuera de duda que las presas de contrafuertes fueron ya utilizadas en época romana, los ejemplos que conocemos son escasos y de relevancia mucho menor. La presa quizá más antigua de bóvedas y con-trafuertes conservada hasta hoy, aunque con cambios significativos, está emplazada cerca del pueblo de Esparragalejo, localidad próxima a Mérida.7

Con una altura máxima difícil de precisar hoy día, pero del orden de los seis metros, constituye un ejemplo notable de este tipo de estructuras hi-dráulicas que los romanos emplearon raramente. La presa consta de 12 arcos de medio punto —el único empleado por los ingenieros romanos— y por tanto de 13 contrafuertes.

Por su parte, Norman Smith data también otra presa romana de contra-fuertes en Tripolitania —la de Wadi Caam— de menor importancia8. Y aunque en época medieval se pierda la pista de este tipo de presas, no se olvidan totalmente; así García-Diego señala el dibujo de una presa de este tipo en los manuscritos renacentistas conocidos como «Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas»9.

Añadiremos también aquí otro ejemplo de bóveda simple, que aunque en un extremo estriba directamente en la roca, en el otro requiere un enorme contrafuerte o estribo, la presa de Elche sobre el río Vinalopó, de 23 metros de altura, cuyo empuje no puede resistirse simplemente por gravedad, con una anchura de 9 m en coronación y tan sólo l2 en cimientos10.

Proyectada y construida por Joanes del Temple, la presa se terminó en 1640, justo un siglo antes de la muerte de Villarreal.

Todos estos antecedentes ponen de manifiesto la existencia de presas de bóvedas y contrafuertes mucho antes de que Villarreal realizase sus expe-riencias; sus innovaciones son sin embargo tan notables, que confieren a sus diseños un aire inconfundible.

En primer lugar, se conciben asociadas a unas industrias determinadas —molinos harineros y herrerías— que requieren saltos hidráulicos com-prendidos entre los tres y seis metros, que es el rango que establece Villa-rreal. Tampoco pierde de vista el régimen de los ríos de su territorio (aguas abundantes, régimen irregular, pendientes longitudinales fuertes) y por ello, a diferencia de otras presas anteriores de este tipo, se contempla el vertido

7 Díaz-Marta, Manuel. «Comentario al artículo "Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz y sus presas de contrafuertes" de José A. García-Diego». Revista de Obras Públicas, Marzo 1972. Págs. 232 a 238.

8 Smith, Norman. A History of Dams. Londres, 1971. .9 García-Diego, José A. «Contestación al Comentario de Manuel Díaz-Marta sobre las presas de

contrafuertes de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz.» Revista de Obras Públicas. Madrid, Marzo, 1972. Pág. 237.

10 Fernández Ordóñez, José A. y otros. Catálogo de noventa presas y azudes españoles anteriores a 1900. Madrid, Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, 1984. Págs. 242-249.

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frecuente de los excedentes de agua sobre la coronación sin que por ello se arruine la obra.

Los dos parámetros que precisan ser conocidos o estimados son la altura de presa (H) y el «álveo» o anchura del cauce en época de crecidas (A). La anchura máxima de la presa en cimientos será algo superior al doble de la altura de agua (es decir, 2H).

El número de bóvedas se establecerá en función del álveo (A) de manera que la cuerda de cada uno de los arcos escarzanos (L) esté comprendida entre 30 y 40 pies, teniendo en cuenta que el grueso o espesor de los contra-fuertes es la cuarta parte de la cuerda del arco (L/4).

Otra norma establece que cada arco ha de tener en su clave un espesor de 2,5 pies (0,7 m), valor que creemos busca a limitar el tamaño de esta importante dovela, expuesta a la erosión del paso frecuente del agua.

Otra particularidad, que indica lo consciente que era Villarreal sobre el modo de trabajar los arcos, queda reflejada en su criterio de realizarla por hiladas horizontales, construyendo una hilada sobre la siguiente con un pe-queño retranqueo al que Villarreal no concede mucha importancia, y que justifica por razones constructivas, de manera que la pendiente sea de cinco pies horizontales por cada 9,5 verticales.

Veamos como ejemplo, como se procedería, de acuerdo con Villarreal, para proyectar una presa de 10 pies de altura si el álveo o anchura del río es de 90 pies.

Como la presa se va a construir por hiladas horizontales, podemos esta-blecer que la altura de cada hilada sea de un pie, con lo que en total tendre-mos diez arcos superpuestos e independientes, que transmiten los esfuerzos a los contrafuertes.

Una vez establecido un retranqueo adecuado —alrededor de medio pie por hilada— veamos como definimos su geometría. La planta que mejor encaja está formada por dos arcos de cuerda (L) y tres contrafuertes de ancho (L/4).

Tendremos que 2L + 3L/4 = 90 pies, es decir, L = 32,7 pies, y el ancho de los estribos 8,18 pies.

En la primera hilada (las demás se harán casi igual, teniendo sólo en cuenta la ligera disminución del ancho) se determinan los puntos «D», y con centro en ellos y radio «L» se determinan los centros de los arcos escarzanos, siendo ya posible el trazado en planta del arco y pudiendo proceder al dove-lado del mismo, que es bastante simple.

El propio Villarreal, según él mismo nos cuenta en su obra, escribió el tratado para transmitir sus criterios de diseño bastante experimentados, ya que nos cuenta que por entonces había llevado a cabo cinco presas no lejos de Lequeitio, su centro de operaciones.

El mismo nos las describe así:11

11 Villarreal, op. cit. págs. 13 y 16.

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«La Presa de Ansotegui y la de Barroeta (Osiyán) ambas en Marquina, la primera de un arco, y la segunda de dos, se han fabricado de esta forma, y han quedado hermosas, fuertes, y muy a gusto de sus dueños: y yo edifiqué en Guizaburuaga otra en la misma forma con tres arcos de desiguales cuerdas, por aprovechar unos peñascos levantados...»

Más adelante añade:

«También se ha fabricado en Bedia, cerca de Vilbao, en el Río caudaloso que pasa por dicho Bedia, y Galdacano, una Presa con cinco arcos, después que se llevó la que se fabricó en el mismo sitio avrà dos años, muy costosa, de piedra en un arco; pero siendo su cuerda ciento y noventa pies, (53,20 m) no pudieron tener tirantes las dovelas, y se la llevó el agua: y se ha visto la firmeza con que ha quedado esta nueva de cinco arcos.»

Del propio texto se deduce que se construyó en 1734 ó 1735. La última de las presas, aún en construcción cuando Villarreal escribe su

tratado, es la de Laisota, de dos arcos, y que le sirvió como modelo para la ilustración que figura en el libro. Sobre ella nos dice12:

«...y actualmente estoy labrando otra Presa en dicho Lugar de Guizabu-ruaga de las medidas, y forma, que muestra dicha figura 2.»

Todas ellas fueron localizadas y estudiadas hace ya bastantes años por un grupo de jóvenes ingenieros dirigidos por el profesor de la Escuela de Caminos de Madrid Antonio del Aguila y Rada13.

Posteriormente, uno de los integrantes de este grupo, pionero de lo que hoy llamamos Arqueología Industrial, José A. García-Diego, estudiará en profundidad el personaje y su obra14, llevando a cabo además el estudio previo a la edición facsímil del libro15.

Las cinco presas de las que nos da referencias Villarreal, tienen unas dimensiones básicas de altura (H) y luz de la cuerda del arco (L) que enca-jan dentro de las normas de Villarreal.

Barroeta-Osiyán (H = 3 m; L = 12 m); Ansotegui (H = 5 m; L = 11.40 m); Arencibia-Errota (H = 2 m; L = 10.50 m); Bedia (H = 4.50 m; L = 9.20 m) y Laisota (H = 4.50 m; L = 12 m).

La mayor cuerda de un arco está en 12 metros, unos 43 pies, que exce-den en muy poco su límite superior de 40 pies.

A estas cinco presas, bien conocidas y estudiadas, hay que añadir al menos una más que fue construida en fecha posterior, ya que no hay referen-12 Villarreal, op. cit. pág. 14 13 Aguila y Rada, Antonio del. «Unas presas antiguas españolas de contrafuertes». Publicado en

la revista Las Ciencias. Madrid, año XIV, número 1. 1947. 14 García-Diego, José A. «Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz y sus presas de contrafuertes».

Revista de Obras Públicas. Madrid, Agosto, 1971. 15 Lo publicó la Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones de la Real Sociedad Bascon-

gada de los Amigos del País en colaboración con la Caja de Ahorros Municipal de San Sebas-tián en el año 1973.

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Figura 9. — Planos de la presa de Bedia (Revista de Obras Públicas, Agosto 1971).

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PLANTA SECCIONES

SECCION B-B

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cias a ella en el tratado y que creemos se proyectó utilizando el libro pero sin la intervención directa del autor.

Su ubicación está lejos de Lequeitio, teatro de operaciones de Pedro Bernardo, aunque se encuentra muy próxima a Liérganes, población de Cantabria donde se instalaron los primeros altos hornos españoles en las primeras décadas del siglo X V I I 1 6 .

Estas factorías, en plena producción cuando Villarreal escribe su libro, empleaban las aguas del río Miera para soplar, mediante ruedas hidráulicas, los grandes hornos donde se fundía el mineral y el hierro. Y aunque por enton-ces no estaba introducido en España el procedimiento de obtención de hierro dulce, apto para la forja, a partir de la fundición —llamado procedimiento indirecto— y por tanto el hierro colado no le hacía la competencia al hierro obtenido por el procedimiento directo en las herrerías tradicionales vascas y catalanas, sabemos que Villarreal se interesó en las Reales Fundiciones, pues con seguridad estaba ya al tanto de la posibilidad del procedimiento indirecto.

De hecho, esta nueva técnica se implantó en España por vez primera muy pocos años antes de la publicación del libro de Villarreal, pero en un escenario geográfico tan apartado del suyo, que no creemos que Pedro Ber-nardo estuviese al tanto de la innovación.

Nos referimos a la primera fábrica industrial de hojalata establecida en España, cerca de Ronda, promovida por los suizos Meurón y Dupasquier, que solicitan a finales de 1725 establecer una factoría en Ronda para «blan-quear el hierro»17.

Pero creemos que Villarreal era consciente del peligro que representaba para las herrerías el nuevo procedimiento de obtener el hierro; después de alabar la antigua grandeza de la industria del hierro en la villa de Mondra-gón, escribe: «hasta que se perdió todo, aviándose hallado en Alemania la invención de convertir el hierro (colado) en acero, y después averse extendido a Francia, y otros Reynos, de que escrivió últimamente, año de 1722, en París Mons. Reaumur, de la Academia Real de Ciencias, en su Libro: Arte de convertir el hierro en acero, y de suavizar el hierro colado;>18.

Ante esta amenaza tecnológica, Villarreal decide informarse en los Altos Hornos de Liérganes-La Cavada, adonde envía una persona de su confian-za, que le remite un croquis de un alto horno, y le pone en contacto con un ingeniero de las Reales Fundiciones, llamado Juan Cubría19. Y aunque Vi-llarreal no llegó nunca a emprender la aventura que representaba la tecnolo-gía del alto horno y del hierro por el procedimiento indirecto, creemos que fruto de estas relaciones fue la presa de Liérganes que comentamos.

16 Sobre la historia de estos primeros altos hornos españoles, véase Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, José. Historia de una empresa siderúrgica española: Los Altos Hornos de Liérganes y La Cavada, 1622-1834. Santander, 1974.

17 González Tascón, Ignacio, Fábricas Hidráulicas Españolas, op. cit. pág. 141. 18 Villarreal, op. cit. pág. 45. 19 Valle de Lersundi, Joaquín del. «Notas biográficas de Pedro Bernardo de Villarreal de Bérriz y

de sus hermanos.» Lekeitio n.° 1. Bilbao, Caja de Ahorros Vizcaína, 1988. Págs. 53-54.

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Se trata de una presa de dos arcos escarzanos (análoga por tanto a la que ilustra el libro de Villarreal) levantada en el cauce del río Miera en la pobla-ción de Liérganes (Cantabria). Esta presa se construyó para dar agua a un molino harinero cuya fábrica aún permanece en pie, aunque con bastante prudencia no se adosa a la presa, sino que se instala en la margen izquierda el río, en un lugar apartado del lecho del mismo.

De su buen comportamiento da cumplida muestra su perfecto estado de conservación, pese a la violencia de las crecidas del río Miera, que arruina-ron, según recoge Madoz, las presas, cauces y ruedas de la Real Fábrica de Cañones de Liérganes-La Cavada20.

Hay una razón de cierto peso para pensar que Villarreal no realizó esta presa entre la fecha de la publicación del libro (1736) y su muerte (1740).

La altura de la presa encaja bien dentro de los criterios de Villarreal (H = 4.20 m), pero no así la cuerda de los arcos escarzanos (L = 14.20 m) que supera ampliamente el criterio de no rebasar los 40 pies (11.20 m).

Excesivamente arriesgado es también la anchura del contrafuerte, pues tiene tan sólo 2.20 m, cuando según el criterio de Villarreal debería de ser L/4 = 3.55 m.

Para compensar, el espesor mínimo del arco en su clave, es en la presa de Liérganes 1.30 m, frente a los 2,5 pies (0.7 m) que recomienda Villarreal21.

La otra dimensión importante, el talud o incremento de la anchura con la profundidad no hemos podido establecerla por encontrarse completamen-te aterrada, pero si admitimos que la pendiente del paramento aguas arriba está ataluzado de acuerdo con la pendiente sugerida por Villarreal, nos en-contramos con una relación entre la anchura en cimentación y la altura del orden de 1,6, muy inferior al valor de 2 recomendado por Villarreal.

La factura de la obra es sin embargo perfecta, disponiéndose los planos paralelos como recomienda Villarreal:22

«...poniendo el sobrelecho de dicha primera hilera de dovelas a nivel, góvernando la altura de ellas según los saltos, o desigualdades del cimiento, para que todas las otras hileras hasta el remate sean iguales, y horizontales en la altura de cada hilera.»

No sabemos quién construyó la presa, aunque con ella se cumplió el deseo expresado por el propio Pedro Bernardo en el prólogo de su libro:

«espero sirva de algo, a vista de la desproporción en que están todas las Herrerías, sin que haya quien entienda en ellas, sino unos carpinteros, que si saben hacer una rueda, y labrar un huso, se tienen por insignes, y los creen los propietarios, fiando en ellos, como si cada uno fuese un Archimedes.»

20 Madoz, Pascual. Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid, 1846-1850. Véase Lierganes y La Cavada.

21 Villarreal, op. cit. pág. 12 22 Villarreal, op. cit. pág. 10.

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II. MOLINOS HARINEROS

EL TIPO DE MOLINO DE GRANO que Villarreal considera en su libro más conveniente es el constituido por ruedas horizontales o rodeznos23.

Las razones que justifican esta preferencia, aunque no explícitas en su libro, creemos que son las mismas que ya desde época medieval recogen los fueros: una tecnología que se adapta bien al medio físico, y que resulta, en comparación con las que emplean ruedas verticales, en general más adecuada.

A diferencia de un martinete de forja, o de un batán —en los que se emplean ruedas verticales porque se adaptan mejor al movimiento que se requiere— un molino harinero no precisa movimientos de vaivén, sino sim-plemente un movimiento circular que ha de imprimir a la muela una veloci-dad de giro bastante elevada.

Según Villarreal, «la velocidad de la piedra de moler proporcionada, es la de dar en medio minuto, que son treinta segundos, cuarenta o cincuenta vueltas», es decir de 80 a 100 revoluciones por minuto24.

Esta velocidad de giro, puede lograrse empleando un rodezno y un salto adecuados sin necesidad de tener que utilizar ningún tipo de engranajes, lo que resultaría imposible en el caso de que se utilizase una rueda vertical, tanto del tipo de paletas, como de arcaduces o cangilones.

Ello simplifica mucho la construcción de la máquina, ya que los engra-najes utilizados en el siglo X V I I I — e l tradicional de finternilla— es siempre un punto débil, fuente de averías y roturas, además de disminuir bastante el rendimiento general de la máquina25.

A estas razones de carácter mecánico, hay que añadir otras que guardan relación con la red fluvial de la cuenca del Cantábrico, para la que Villarreal diseña los molinos, en la que las sequías afectan menos a los pequeños arroyos que en Castilla o Andalucía, y en donde no existen ríos suficientemente cauda-losos para permitir la instalación en su cauce de grandes aceñas de ruedas ver-cales, como ocurre por ejemplo en los ríos Duero, Tajo, Guadalquivir o Ebro26.

Menos adecuadas todavía que las ruedas verticales de paletas son las de cangilones o arcaduces, muy empleadas en cambio ya en el siglo XVI en la industria pesada, sobre todo en minería y metalurgia27.

23 Villarreal, op. cit. pág. 37. 24 Una síntesis de la evolución de las ruedas hidráulicas, y su aplicación a la molinería puede

verse en González Tascón, Ignacio, Fábricas Hidráulicas Españolas, Madrid, Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, 1987.

25 Sobre los problemas de los engranajes de rueda y linternilla es bastante explícito Leonardo da Vinci en los Códices de Madrid.

26 Una de las más antiguas representaciones de molino de rueda vertical en España figura en el arca mudéjar llamada de San Isidro, del siglo XIII.

27 De su éxito en Alemania en el siglo XVI da cumplida cuenta el tratado de Georg Bauer, más conocido como Agrícola, De Re Metallica, Basilea, Dudovicus Regis, 1561. Existe edición caste-llana reciente, traducida por Carmen Andreu y corregida por J u a n Carlos Paredes. Madrid, Unión Explosivos Río Tinto, 1972.

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Una vez elegido el tipo de rueda motriz hidráulica, Villarreal nos habla de la elección del salto hidráulico que se requiere para el molino y de la sección que ha de tener el conducto por donde sale el agua que incide en la rueda.

La presa construida deriva el agua hacia un depósito de presión llamado «arca», que viene a ser lo que en los tratados españoles de ingeniería rena-centista se llaman «cubos», es decir, depósitos cuya función es mantener el desnivel sin grandes variaciones, careciendo de importancia (por su escasa capacidad) el papel de almacenamiento28.

En el molino que dibuja —perteneciente como el propio Villarreal nos dice a la presa molinera de Laisota— el «arca» o cubo del molino está adosado a la presa, contando con un aliviadero lateral para evacuar el agua no deseada, pero el propio Villarreal señala que con gran frecuencia es pre-ciso separar el arca y el molino del cuerpo de la presa, comunicando ambas por medio de un canal. Dice así29:

«En algunos sitios son precisos largos calces desde la comporta, hasta la antepara, y en otros está el edificio inmediato a la Presa, como en la presente lámina: lo que es muy conveniente, porque como el agua no sabe caminar, sino bajando, en largos calces pierde salto, y en especial si son estrechos.»

Aquí pone de manifiesto Villarreal su preferencia por los cauces anchos, quizá debido a su experiencia. Este acierto notable —a igualdad de caudal los cauces anchos tienen mayor radio hidráulico— no era compartido, inclu-so muchas décadas más tarde, por algunos ingenieros españoles que mostra-ban sus preferencias por los cauces estrechos, como por ejemplo Vicente Rueda en un manuscrito de 1785 en el que realiza un estudio para volver a poner en uso el abastecimiento romano de aguas a Cádiz:

«Es sabido, y experimentado, que el menor ancho, y la mayor altura del agua en los acueductos produce la ventaja de que el peso de ésta contribuía a disminuir los frotamientos contra el plan, y costados: por esta sóla razón convendrá estrechar más el especificado hueco en su ancho, para conservar la mayor posible velocidad de las aguas»30.

El depósito o «arca» que propone Villarreal tiene sección rectangular, dando el criterio de proyecto, para resistir el empuje del agua, de que el espesor de sus muros sea igual a la altura de agua hasta la superficie, criterio

28 El tratado más completo sobre molinería, que incluye el diseño de «cubos» puede verse en Turriano, Pseudo-Juanelo. Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas. Madrid, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 1983. Acompaña la transcripción de los manuscri-tos un estudio crítico de José A. García-Diego.

29 Villarreal, op. cit. pág. 18. 30 Rueda, Vicente. Manuscrito que se conserva en el Servicio Histórico Militar (Madrid) que

lleva por título Relación del estado en que se halla y se reconoció el antiguo acueducto de los romanos. Año 1785.

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bastante conservador, pues sería suficiente, para garantizar la estabilidad, un espesor de 0,7 veces la altura del agua31.

No contempla Villarreal la posibilidad de disminuir el espesor de los muros enterrando total o parcialmente el «arca», solución que se adopta con mucha frecuencia en Castilla, y que recogen los manuscritos españoles «Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas»32.

Cuando la altura del arca o cubo del molino es muy elevada, es posible, para ahorrar volumen de obra, realizar un escalonamiento en la sección del muro, reduciendo el espesor allí donde ya no es necesario:

«(el espesor) irá menguando a proporción de lo que sube el fondo de dicha 33 arca» .

Veamos ahora otras recomendaciones de Villarreal para realizar cabal-mente el diseño de un molino.

Empecemos por los rodeznos, que ya hemos señalado deben de dar de 80 a 100 vueltas por minuto. Su diámetro no debe de exceder en más de tres o cuatro onzas el de las muelas que trituran el grano, que tienen entre 6 y 7 palmos (1.26 y 1.47), valores que encajan bastante bien con los molinos del siglo X V I I I que hemos visitado34.

Es un valor bien establecido, que no sufre cambios notables a lo largo del siglo XIX, ya que Luis Zapata señala que para un diámetro de muela de 1,40 metros la velocidad óptima de giro es de 110 vueltas por minuto35.

Los rodeznos van situados en el cárcavo o «estolda», formándose los dos cañones o saetas por donde sale el agua mediante el tallado de tres grandes dovelas de piedra, que se estrechan hacia la salida del agua por la boca del cañón o surtidero.

Señala también Villarreal el ángulo de ataque o incidencia del chorro sobre el plano horizontal del rodezno: «un pie de desnivel en tres de largo, porque este desnivel es el conveniente para que el agua dé en buena direc-ción en las ruedas: porque si estuvieran en mayor desnivel, la mayor fuerza sería oprimir a la rueda, y andaría menos; y si fuese menos el desnivel, estando el cañón más plano, pasaría parte del agua sobre la rueda inútil-mente» (págs. 21-22).

El criterio más importante para diseñar el molino es dotarlo de una potencia adecuada; para ello Villarreal nos proporciona una tabla que esta-blece una correlación entre el salto hidráulico y la sección por la que sale el

31 Los cálculos de estabilidad muestran que es suficientemente seguro un valor de alrededor de 0.7. Véase Nordon, Marcel, op. cit., nota (3).

32 Un molino renacentista de cubo parcialmente enterrado se construyó en el Monasterio de El Escorial, y de él se conservan planos en la Biblioteca del Palacio Real, Madrid.

33 Villarreal, op. cit., págs. 39-40. 34 Villarreal, op. cit., págs. 34 y 37. 35 Zapata, Luis. Memorias sobre la industria fabril redactadas por los ingenieros al servicio de la investigación

de la Hacienda Pública. Madrid, 1900, págs. 9-18.

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agua que incide sobre las palas del rodezno (surtidero) advirtiendo que es el adecuado para muelas de 6,5 palmos de diámetro (1,36 m), y por tanto de un rodezno de alrededor de 1,45 m.

A continuación se comparan los saltos (H) y secciones de surtidero (A) necesarias según Villarreal (pág. 35), y las que hemos calculado:

H(pies) A (onzas 2, Villarreal) . . . .A (cálc. actual) 5 60 56,56 6 45,45 43,05 7 36 34,15 8 28,85 27,94 9 24 23,42

10 20 20 11 17,33 17,33 12 15,45 15,21 13 13,15 13,49 14 11,92 12,07 15 10,64 10,89 16 9,62 9,88 17 8,59 9,03 18 7,93 8,28 19 7,24 7,64 20 6,67 7,07

Vemos pues que los cálculos de Pedro Bernardo son muy precisos, con errores máximos de un 6 % que resultan muy aceptables.

En cambio, el cálculo del gasto de agua o caudal que consume el molino, es disparatado en Villarreal, consecuencia de una utilización errónea del concepto —que confunde a veces con un simple volumen de agua— y de las dificultades de medir tiempos, que Villarreal realizaba con un péndulo o con un reloj de arena.

Los errores de Villarreal en el manejo de la idea de caudal o gasto, no afectan sin embargo a sus molinos, ya que en ningún caso el caudal se utiliza como criterio de diseño (lo que hubiese por otra parte resultado absurdo, dada la dificultad de su medición); no insistiremos por tanto en ello, reco-mendando a los lectores interesados en este asunto a un exhaustivo trabajo sobre la materia36.

La tabla comprende un rango entre 5 y 20 pies, que se consideran los saltos adecuados para un molino harinero; para valores más bajos, se re-quieren caudales tan elevados que según Villarreal37 es mejor imponer «en tales parages haceñas, como se ve en Castilla», empleando ruedas de paletas análogas a las ferrerías pero movidas por abajo, que tienen un rendimiento muy bajo y requieren mucha agua.

36 Nordon, Marcel, op. cit. (nota 3). 37 Villarreal, pág. 42.

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Por encima del límite superior de la tabla, el espesor de los depósitos y de la propia presa son antieconómicos, y resulta más conveniente realizar va-rios molinos de salto menor.

La potencia teórica que desarrolla un rodezno harinero podemos esta-blecerla a partir del salto hidráulico y la sección del surtidero, ya que ambos parámetros son definidos con precisión por Villarreal; no tomaremos en cuenta el caudal que define Pedro Bernardo, concepto que maneja de mane-ra confusa y que no constituye por otro lado un criterio de diseño.

A partir de estos datos obtenemos una potencia teórica de 2,95 C.V. por rodezno y muela, ya que no se establece ningún tipo de engranajes para mover más de una muela con un solo rodezno. Si aceptamos un rendimiento del rodezno del orden de un 30 % obtendremos que la potencia disponible en el eje para la molienda es de alrededor de 1 CV, que es realmente peque-ña. Podemos contrastar este dato con las tablas que establece, casi un siglo más tarde, José Mariano Vallejo,38 quien estima para una muela de 5,025 pies (1,41 m) una velocidad de giro óptima de 91,8 r.p.m. —lo que encaja bastante bien con las propuestas de Villarreal— y una potencia de 24,7 CV, cantidad muy superior a los 2,95 CV de Villarreal.

En cuanto a la capacidad de molienda de grano, de la que nada nos dice Villarreal, podemos realizar una aproximación a partir de las tablas de Va-llejo, que para una muela de 1,40 m de diámetro señala una producción de 0,0931 libras/segundo, es decir 154 kg/hora por cada muela. Sería éste un límite superior, pues ya hemos comentado que para mover una muela de estas dimensiones Vallejo requiere un molino mucho más potente que el de Villarreal.

Los datos estadísticos que se conservan del País Vasco (incluyendo Na-varra) en la «Guía fabril e industrial de España»39 proporcionan un censo de 1.024 molinos y nueve fábricas de harina con un total de 1.211 muelas y una producción anual conjunta de 3.269.700 quintales de harina, es decir 2.700 quintales/año/muela.

Suponiendo que cada muela está en producción dos mil horas anuales, tendríamos una producción media de 77 kg/hora, valor que podemos consi-derar como normal de un molino medio vasco.

Lo que más sorprende en los molinos de Villarreal es la escasa sección que da al saetín o surtidero, sobre todo teniendo en cuenta que en el territo-rio donde emplaza sus máquinas, el agua es bastante abundante. De nuestra experiencia de campo 40, en molinos de saltos similares a los de Villarreal, las secciones de surtidero más frecuentes pasan de los 2.000 cm2, y cuando los saltos son mayores, la sección se reduce hasta los 400 cm2 .

Sin embargo, Pedro Bernardo, para saltos de 10 pies, considera que es

38 Vallejo, José Mariano. Tratado sobre el movimiento y aplicaciones de las aguas. (3 vols). Madrid, Imprenta de D. Miguel de Burgos, 1833.

39 Giménez y Guited, Francisco. Guía fabril e industrial de España. Barcelona, 1862. 40 González Tascón, Ignacio. Fábricas Hidráulicas Españolas, op. cit. pág. 207.

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suficiente una sección de 20 onzas cuadradas (108 cm2), lo que nos parece muy escaso.

Lo cierto es que sus criterios obedecen a una experiencia análoga a la construcción de presas de contrafuertes, pues él mismo nos dice:

«Cinco Molinos que he reedificado en la forma explicada, han manifesta-do, que su fábrica es muy firme, y segura, y de pocas averías, y el efecto que hace el agua muy grande, respecto de otro género de fábricas»41.

A P A R T I R D E L S I G L O X I I , se difunde por los centros ferroneros euro-peos un nuevo modo de obtener el hierro que requiere un esfuerzo mucho menor y permite además multiplicar de manera considerable la producción.

El empleo de ruedas hidráulicas, utilizado ya en el mundo romano en la molienda de cereales, encontró en el mundo medieval nuevas aplicaciones en industrias que requerían movimientos de vaivén; martinetes de forja, batanes, molinos de pólvora o de papel fueron las primeras aplicaciones.

La incorporación de la energía hidráulica como fuerza motriz en las herrerías, tanto en los mazos como en las máquinas soplantes o barquineras, permitió abordar la forja de piezas de grandes dimensiones y de geometría complicada como anclas de navios o rejerías artísticas, pero también dio lugar a importantes industrias de clavos, chapas de hierro para herrajes, cerraduras o clavos.

Herrerías movidas por agua se detectan en fecha temprana en Estiria (1135), Normandía (1204), Suecia (1224) y Moravia (1269). En el País Vas-co, existen documentos que testimonian claramente la aparición de este nue-vo tipo de factorías en las primeras décadas del siglo XIV. Así, el Fuero de las Ferrerías de Oiarzun e Irun Uranza, dado a estas poblaciones por el rey Alfonso XI en 1328 se ordena:42

«... E otrosí que las ruedas y molinos que son de parte de uso de las ferrerías en las aguas do están pobladas, que el agua con que las ferrerías han de labrar que las non represen nin embaquen ningunos...»

41 Villarreal, op. cit. pág. 23. 42 Arbide Elorza, Ignacio y otros. Ferrerías en Legazpi. San Sebastián, Caja de Ahorros de Guipúz-

III. HERRERÍAS

Tipologías y especialización

coa, 1980.

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CONCEPTOS TÉCNICOS DE VILLARREAL DE BÉRRIZ 2 2 9

Pocos años más tarde, el mismo rey castellano concede a la guipuzcoana villa de Segura un Fuero de Ferrerías que establece una distinción clara entre herrerías «masuqueras», es decir movidas con fuerza humana, y otras que emplean ya rueda hidráulica:

«..por razón y manera que habernos ferrerías masuqueras e otras de mazo de agua...»

Vemos pues que su antigüedad es muy superior a las estimaciones que el propio Villarreal realiza en su obra —hacia 1580— según se desprende de su texto:43

«De ancianos de la Villa de Mondragón, en la Provincia de Guipúzcoa, tengo oído, que ará ciento y cinquenta años que se labraba el acero a fuerza de brazos: y después alcancé yo la fábrica de acero en Herrerías de agua, y fue mucho lo que se aumento el comercio...»

Estas ferrerías, con las diferencias que comentaremos, permanecieron en uso hasta el siglo XIX, cuando se comienza a difundir, a partir de su inven-ción en 1839, el martillo pilón movido por máquina de vapor.

Ya en el siglo X V I I las herrerías alcanzan una especialización, encon-trando ferrerías mayores, y menores, estas últimas llamadas a veces «tirade-ras».

En las ferrerías mayores se obtenía en el horno a partir del mineral o vena una esponja de hierro llamada zamarra o «agóas», de la cual se eliminaban las escorias (que funden mejor que el hierro) mediante la operación de cinglado44. Posteriormente la zamarra o «agóas» se divide en varios pedazos o barras de hierro que constituyen la materia prima de las ferrerías menores.

En Cataluña, la zamarra se dividía generalmente en tres pedazos, que recibían los nombres de «mazoca» (el trozo central) y «mazoqueta» (los dos laterales).

Pedro Bernardo nos comenta que en el País Vasco se divide en cuatro barras de una vara (84 cm) de largo y 4 ó 5 onzas de grueso, llamando a estas barras «tochos»45.

Por el contrario, en las ferrerías menores —que disponían también de martinete y máquina soplante— se transformaban las barras de hierro obte-nidas en las ferrerías mayores, en productos manufacturados, como rejas de arados, clavos, picos y palas, almadenetas, etc.

43 Villarreal, op. cit. pág. 45. 44 El cinglado consistía el golpear la zamarra para expulsar de la masa o zamarra las escorias y

soldar las partículas de hierro que no llegan a fundir. Este procedimiento tiene la ventaja de permitir obtener un hierro sin apenas impurezas y de gran calidad, ya que a diferencia del alto horno, en la herrería el hierro no llega a fundir, y por tanto no disuelve productos —azufre, fósforo— que desvirtúan sus propiedades.

45 Villarreal, pág. 48.

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Naturalmente, las ferrerías menores, que realizaban un trabajo más es-pecializado y artesanal, no precisaban de un martillo tan pesado como el de las ferrerías mayores; con frecuencia también se aumentaba el número de levas que portaba el eje de la rueda hidráulica o huso, con lo que se obtenía un mayor número de golpes, aunque menos contundentes.

Esta diferencia entre herrerías mayores y menores la encontramos tam-bién en Cataluña, por ejemplo en Campdevánol, muy cerca de Ripoll. La documentación de este archivo diferencia ya la «farga de Baix» —que cita en 1634 - del «martinet» que en 1668 realizaba labores especializadas, aná-logas a las de ferrería menor46.

Existieron también, a partir del siglo XVI, otras factorías especializadas en la industria de transformación del hierro, llamadas fanderías. En ellas se empleaban cilindros movidos por ruedas hidráulicas para laminar y cortar en tiras las chapas de hierro, de una manera mecánica; no entraremos sin embargo en su descripción ya que Villarreal no trata de esta materia.

Diremos sin embargo que esta tecnología aparece ya completamente de-sarrollada en la obra de Jean Errard, publicada en 158447, y que la primera fandería española de la que nos ha llegado noticia fue construida por Juan de Herrera y su sobrino Pedro de Liermo en la herrería de Berna, cerca de Durango; entró en funcionamiento en 1591 y vendía chapa de hierro a los cerrajeros de Madrid48.

Distribución geográfica de las herrerías

Antes de analizar con detalle los elementos de que consta una herrería, veamos brevemente el ámbito geográfico de su difusión en el siglo X V I I I , en cuya primera mitad desarrolla Pedro Bernardo su actividad constructora.

Dos son las principales regiones ferroneras: una en el País Vasco, que aprovecha fundamentalmente los minerales de Somorrostro, y la otra en Cataluña, que beneficia sobre todo los excelentes yacimientos pirenaicos.

Los vascos eran ya en el siglo XV importantes exportadores de hierro, que enviaban en navios hasta el puerto de Brujas, desde donde se distribuía a otros mercados europeos. Sabemos que en el período 1486-1487, de los 175 barcos que atracaron en el puerto de la ciudad, 33 eran españoles y de ellos 14 transportaban hierro y lana, sin contar a los navios portugueses y breto-nes que también llevaban hierro. Junto al Ayuntamiento de Brujas, se le-vantó el magnífico edificio que servía de Casa de Contratación de los 'vizcaí-nos, lo que da idea de la importancia de este comercio.

46 Graells, Eudald. La industria deis claus a Bipoli. Contribuât' a l'Estudi de la Farga Catalana. Barcelo-na, Fundación Salvador Vives Casajuana, 1984. Págs. 76-77.

47 ^Tc&rà^ftzn. Premúr Lime des imtmmmts mathématiques et mecaniques. París, Berger-Levrault, 1979. 48 Cervera-Vera, Luis. El «ingenio» creado por Juan de Herrera para cortar hierro. Madrid, Castalia^

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En el siglo XVI, nuevos mercados se abrieron con rapidez al hierro pe-ninsular, que a pesar del alto coste del transporte, hubo de llevarse a las Nuevas Indias ante la imposibilidad de encontrar yacimientos en América.

Armas blancas y de fuego para la conquista, herraduras para caballos y muías, picos y palas para edificar y realizar obras públicas, rejas y aperos para la labranza, picos, barras y almadenetas para la minería y la metalur-gia de la plata, sólo fueron posibles gracias al hierro enviado, fundamental-mente del País Vasco.

De su temprana importancia, ha quedado en la Nueva España huella por ejemplo en las «Ordenanzas de herreros» de 6 de abril de 1568, en la que se recoge:

«Que ningún oficial venda por reja nueva la vizcaína adobada.»49

Extraordinaria importancia tuvo la exportación a los centros mineros de la Nueva España y del Perú de almadenetas, necesarias para forrar con ellas los mazos de madera que trituraban el mineral hasta reducirlo a polvo, paso previo imprescindible para poder extraer la plata cuando se empleaban los procedimientos de amalgamación.

No nos extenderemos más sobre las ferrerías vascas, de las que existen interesantes monografías, conservándose algunas y habiéndose reconstrui-das otras; remitimos a las personas interesadas a estos trabajos50.

Sobre el gran núcleo ferronero catalán, establecido al pie de los yaci-mientos de hierro pirenaicos, señalaremos en primer lugar su semejanza con la herrería vasca, aunque más tarde veremos que modificó la disposición de sus máquinas soplantes sustituyendo las grandes barquineras por lo que constituirá el elemento diferenciador de la «farga», la trompa o roncadera para soplar, en vez de los fuelles.

Un fondo documental importante de estas «fargas» se conserva en el Archivo Municipal de Ripoll, cuya vida económica depende en buena medi-da en los siglos X V I I y X V I I I de la industria del hierro. Su estudio, realizado por Graells nos permite conocer las principales «fargas» de la región, así como la fecha del documento en el que se citan por vez primera51.

Ribes (1419, reconstrucción de otra más antigua), Queralps (1494), Pla-ñóles (1622), Roques Blanques (1623), Setcases (1626), Ripoll (1626), Espi-nosa (1628), Pont de la Gorba (1629), Castellar de n'Hug (1633), Campde-vánol (1634), San Vicens de Puigmal (1649), Prats de Molió (1653), Rama

49 Ordenanzas de Gremios de la Nueva España. Recogidas por Francisco del Barrio Lorenzot. México, Secretaría de Gobernación, 1920. Pág. 148.

50 Véase además de (42) la obra de Calle Iturrino, E. Las ferrerías vascas. Bilbao, 1963 y Urdanga-rin, Carmelo y Francisco Aldabaldetrecu, Historia técnica y económica de la máquina herramienta. San Sebastián, Caja de Ahorros de Guipúzcoa, 1982. Además, Urteaga Artigas, Mercedes. «Las ferrerías en Guipúzcoa». Los espacios rurales cantábricos y su evoluáón». Santander, Universidad de Cantabria, 1990. Págs. 280-291.

51 Graells, Eudald, op. cit.

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(1658) , son lugares donde al menos había una herrería o «farga» en el siglo XVII, de las cuales h a q u e d a d o test imonio documenta l .

De otras muchas, (Palmerola, Llanas, Gamprodón), tan sólo ha llegado hasta nosotros la evidencia arqueológica.

Las fargas catalanas fueron sin duda una dura competencia para los ferrones vascongados, ya que algunas poblaciones llegaron a especializarse bastante. Ripoll por ejemplo tenía en 1781 el 77,7 % de su población laboral dedicada al oficio de ferrón, especializándose en la fabricación de clavos de todo tipo y de armas de fuego ligeras que se exportaban a México y Cuba52.

Aunque estos dos focos fueron los más importantes en los siglos XVII y XVIII, la industria del hierro se encontraba ampliamente representada en Galicia, Asturias, León, Navarra y Cantabria.

En esta última región la actividad ferronera alcanzó gran auge en el siglo XVIII; Larruga, en sus «Memorias» recoge una amplia relación de ferrerías de Cantabria en el año 1784, que incluye además su producción53.

Había tres en Guriezo, Soba, Otañes, y sobre el río Pas; dos en Sámano, Ampuero, Ramales, río Nansa, Agüera, Badames, Trasnuera y Villaverde; contaban con una herrería Cereceda, Gibaxa, Santurce, Gorgollón, Porto-lín, Herguera, Caldas, Rucha, Quijano, Gabezún y Gayón.

En total, 39 herrerías cuya producción anual oscilaba entre los mil y 1.400 quintales anuales. Su tipología es muy similar a las vascas, y hoy se encuentra una en Guriezo, rehabilitada por su propietario, y otra, que utili-zaba las aguas del río Nansa, conocida como «ferrería de cades» en proceso de restauración gracias al esfuerzo de un grupo de personas entusiastas uni-das para este fin, que han encontrado precisamente en el libro de Villarreal, apoyo tangible para resolver los puntos oscuros de su rehabilitación.

El estudio de las herrerías asturianas, ha sido objeto de una tesis de gran interés, y por ello no nos extenderemos aquí54; señalaremos tan sólo que bajo el empuje de los ilustrados se instalaron herrerías allí donde se encontraron yacimientos y cursos de agua adecuados, llegando a trabajar en el siglo XVIII unas 45 herrerías con una producción media de 1.200 quintales anuales.

Flórez Estrada, por ejemplo, levanta una en su pueblo, Pola de Somiedo, y Jovellanos, siempre interesado en novedades, visita «un buen machuco (mazo ó martinete) movido por las aguas del río o arroyo Pascual, que baja del monte Unombre por la derecha y sirve para tirar el hierro para varios usos, de flejes, clavazón...» que aún se conserva en uso. Otros hay en mejor o peor estado de los cuales se ha realizado un inventario55.

52 Graells, op. cit. pág. 34. 53 Larruga, Eugenio. Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España

(45 vols.). Madrid, 1787-1800. Vol. 32, págs. 112-113. 54 Morís Menéndez-Valdés, Gonzalo. Evoludón de las técnicas de diseño y representación gráfica. Aplica-

ción en el estudio del naámiento y desarrollo de la industria en Asturias hasta 1899. Giión 1984 Páss 23-71. 5 '

55 Vega Alonso, Juan . La artesanía del hierro en Asturias. El mazo. Oviedo, Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias, 1982.

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En León, el martinete mejor conservado es el de Compludo, que emplea como artificio soplante (al igual que muchos de Asturias, o del martinete de cobre de Navafría) una trompa de influencia pirenaica, y cuya particulari-dad más notable es que la antepara (que allí llaman banzao) está directa-mente excavada en la roca.

En Navarra, una de las ferrerías más antiguas de las que tenemos noticia se estableció en Eugui, y de ella tenemos una referencia en Tomás López cuando escribe de Tolosa56:

«En esta villa existe también una casa magnífica y fuerte de piedra, que se fabricó por orden de S.M. hacia el año de 1626, destinada para almacén de las armas blancas que se trabajaban antes en Eugui de Navarra, y ahora se fabrican aquí...»

No creemos que de ella quede huella, ya que más tarde se instaló, utili-zando las mismas aguas del río Urtiaga, la primera fundición de hierro de Navarra57.

En Galicia, el más lejano foco peninsular de influencia vasca, la herrería mejor conservada es la de Espasante, que reviste gran interés58.

El mazo o martinete. Elementos constitutivos

El dispositivo hidráulico de una herrería es bastante simple; una presa o azud (gravedad o contrafuertes) deriva las aguas de un río por un calce o caz hasta el depósito elevado o antepara.

El agua incide sobre la parte superior de la rueda hidráulica de paletas, que va aislada del interior de la herrería por un muro llamado estolda, para evitar que el agua penetre en el interior, aunque hay un acceso fácil a través de un arco que permite además ver si todo funciona adecuadamente.

Para abrir o cortar el acceso del agua a la rueda se emplea un gran tapón de madera, llamado «chimbo», que se acciona desde el interior de la herrería por medio de cuerdas o cadenas con ayuda de grandes pértigas de madera.

Villarreal describe las dimensiones que debe de tener el chimbo, pero no se detiene a describir los mecanismos de control, probablemente porque no tenía nada nuevo que decir.

Tanto para el martinete como para las barquineras, Villarreal recomien-da el empleo de ruedas de paletas planas, aunque testimonia que en este último caso se utilizaban ruedas de cangilones o arcaduces, de tipo gravita-torio, que él llama «ruedas de potos».

56 López, Tomás. Diccionario Geográfico. Manuscrito 7311 de la Biblioteca Nacional, Madrid. Folio 265. 57 Sobre las primeras fundiciones navarras existe una interesante monografía. Véase Rabanal

Yus, Aurora, Las Reales Fábricas de Eugui y Orbaiceta. Pamplona, Gobierno de Navarra, 1987. 58 Llano, Pedro de. Arquitectura popular en Galicia. Santiago de Compostela, Colegio Oficial de

Arquitectos, 1983. Vol II, págs. 419-421.

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Las ruedas hidráulicas son alimentadas desde lo alto, ya que el chimbo se encuentra en la vertical de las paletas.

Con el fin de obtener un rendimiento mejor, Villarreal recomienda dise-ñar un canal —que llama «guzur-asca» la parte superior, y «onda-asea» la inferior— que envuelva a la rueda, que sin llegar a ser una carcasa, obligue a las aguas a pasar muy próximas a las paletas.

El diámetro de la rueda va asociado al salto hidráulico; así, si el salto es de 21 pies, recomienda un diámetro de la rueda de 13 pies, y una sección de 154 onzas cuadradas (838 cm2). La potencia teórica que se deduce de estos datos es 70,5 CV, pero sabemos que la potencia útil es mucho menor, debido al bajísimo rendimiento de las ruedas de paletas, sobre todo si se tiene en cuenta que la velocidad de giro de la rueda se aleja mucho del rendimiento óptimo59.

La construcción de las ruedas no es muy compleja, pero sí el determinar el número óptimo de paletas en función de su diámetro, asunto al que Pedro Bernardo dedica la atención que merece, estableciendo un procedimiento constructivo de gran interés que guarda analogías notables con los actuales60.

Nada nos dice por el contrario Villarreal de las ruedas de cangilones, salvo para desaconsejarlas, a pesar de que en realidad tienen mayor rendi-miento61:

«De dos géneros de ruedas usan en las Herrerías, unas de palas, y otras cerradas, que llaman de potos: las primeras se ponen oy en los usos mayores del mazo en todas las Herrerías; y las segundas en las ruedas de barquines, especialmente en Herrerías de mucho salto.»

Las ruedas verticales de paletas planas estaban sólidamente implantadas desde época medieval y existía una larga polémica —en la que por cierto Villarreal no entra en detalles— sobre si tenían mejor o peor rendimiento que las de cangilones. Esta polémica la recoge ya Leonardo da Vinci que mantenía contactos con los constructores de molinos y de engranajes de su época, ya que en ellos experimentaba sobre un problema clásico de ingenie-ría, la naturaleza del rozamiento.

En los Códices de Madrid se hace ya Leonardo una pregunta clásica, cuya solución tardará siglos:

«...¿Que golpe del agua sobre las palas de la rueda tiene más valor, el del agua que cae sobre el agua contenida en los cangilones, o el del agua que percute la tablilla lisa de madera de las palas de la rueda?...»62

59 Estimamos que el rendimiento estará alrededor del 15 %, valor realmente bajo. Por ello, en algunas ferrerías, como en Compludo (León), en la paleta plana se ha labrado forma de cucha-ra, sencillo dispositivo que permite aumentar algo el rendimiento.

60 Nordon, Marcel, op. cit. fig. 19. 61 Villarreal, pág. 49. 62 Códice de Madrid, I. Biblioteca Nacional. Madrid, Taurus, 1974.

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CONCEPTOS TÉCNICOS DE VILLARREAL DE BÉRRIZ 2 3 5

La pregunta quedó sin responder de manera contundente durante mu-cho tiempo, hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Antoine Parent (1704), Stephan Switzer (1729), y Bernard Belidor (1737) se sitúan - c o m o el pro-pio Villarreal— entre los que opinan que la rueda de paletas es más eficaz. Villarreal escribe:

«Demuestrase, que las ruedas cerradas, que llaman de potos, necesitan más agua, que las de palas, que van demostradas»63.

Fue finalmente John Smeaton (1724-1792) quien zanjó definitivamente el asunto, iniciando hacia 1750 una serie de experimentos sobre el rendi-miento de distintos tipos de ruedas que constituirán uno de los orgullos de la tradición empírica inglesa, al demostrar que las ruedas de cangilones (rue-das de potos) son dos veces más eficaces que las ruedas de paletas planas (ruedas de carramas)64.

El diámetro de las ruedas que recomienda Villarreal es bastante más grande que el de las que hemos visto en muchas herrerías que hemos visita-do; establece un valor óptimo de unos 16 pies (4,48 m), ya que a partir de este tamaño surgen problemas relativos a la solidez de la rueda.

Estas ruedas de gran diámetro, propuestas por Villarreal para el mazo, tienen la ventaja notable de hacer de regulador del movimiento, actuando como un volante, algo que es verdaderamente importante en un dispositivo que tiende a frenarse cada vez que una leva golpea y levanta el mazo.

El eje de la rueda ha de ser la pieza más robusta y cuidada de la herrería, ya que su sección está debilitada allí donde han de colocarse las levas; nos explica Villarreal la" época del año en que debe de cortarse la madera, cómo debe de escuadrarse y de reforzarse con planchas de hierro para resistir el continuo golpeteo sobre la cola del mazo. El número de levas que se dispo-nen es de cuatro, y aunque nos da sus dimensiones65, nada nos autoriza a pensar de que Pedro Bernardo estuviese al tanto de los avances en su diseño para evitar precisamente el golpe brusco dándoles un perfil adecuado.

La metalurgia del hierro requiere en el hogar donde se funde la mena o mineral elevadas temperaturas si se compara con otros procesos industria-les, como la fabricación de la cal, el vidrio o la cocción de piezas cerámicas.

Incluso en comparación con la metalurgia de otros metales, o la forma-ción de aleaciones; basta comparar los 900 °G, que requieren los bronces, y

63 Villarreal, op. cit. pág. 96. 64 Una reseña española sobre los experimentos de Smeaton sobre el rendimiento de las ruedas

puede verse en el apéndice 2 de la obra de Jorge J u a n Examen Marítimo. Madrid, 1771. 65 Villarreal, op. cit. pág. 55.

Las máquinas soplantes de una herrería

F U N D A C I Ó N

J U A N E L O

T U R R I A N O

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los 962 °G, 1.064 °C y 1.082 °G a la que funden la plata, el oro y el cobre con los 1.520 °C que se precisan para convertir el hierro en un líquido.

Y aunque ya hemos comentado que en la forja no se precisa fundir el hierro, sí es preciso que lo hagan las escorias, que son eliminadas mediante el procedimiento de cinglado.

La introducción del martinete hidráulico aumentó mucho la capacidad de producción de los hornos, y por consiguiente se hizo preciso utilizar fue-lles cada vez mayores que resultaban muy incómodos y fatigosos de mover a mano, por lo que pronto se utilizó para accionarlos una rueda hidráulica.

Ello no quiere decir que todas las ferrerías mecanizaron sus fuelles, ya que muchas de las herrerías menores no lo necesitaban tanto; así por ejem-plo en el grabado de Lamot —que fue contador de las Reales Fábricas de Armas de Placencia— realizado en 1766, se ve cómo el gremio de llaveros o el de aparejeros utilizan todavía fuelles manejados a mano66. Una disposi-ción muy análoga a la que figura en este grabado se utiliza todavía en la herrería asturiana de Belmonte, y su manejo, cuando se labran piezas pe-queñas, no resulta excesivamente engorroso.

Sin embargo las ferrerías importantes, tenían ya en época renacentista máquinas de soplar mediante fuelles movidos por una rueda hidráulica en cuyo huso o eje se colocaban unas levas, y así aparece recogido por ejemplo a mediados del siglo XV en los manuscritos del italiano Táccola67. En su dibujo aparecen ya los elementos claves del mecanismo: una rueda hidráuli-ca motriz curiosamente del tipo de cangilones, utilizadas por lo que nos cuenta Villarreal también en el País Vasco en su tiempo, aunque a él no le agradan mucho68:

«De dos géneros de ruedas usan en las Herrerías,, unas de palas, y otras cerradas, que llaman de potos: las primeras se ponen oy en los usos mayores del mazo en todas las Herrerías; y las segundas en las ruedas de barquines, especialmente en Herrerías de mucho salto, por el error de creer, que necesi-tan de menos agua, que las ruedas de palas, que llaman de arramas: (y des-pués se demostrará necesitan más) son de mayor coste, y de menor firmeza, así para la duración, como para el movimiento.»

En la disposición primitiva, sobre el árbol de la rueda se colocaban las levas que accionaban las tablas superiores de los fuelles.

Las levas en el árbol van dispuestas desfasadas, de manera que cuando un fuelle esté soplando, el otro se está llenando de aire; con ello se trata de dar continuidad al viento del horno. Las levas, que Villarreal llama «mazu-queros», tienen ya en la máquina soplante de Táccola el perfil curvo que será característico, para evitar un golpe demasiado brusco.

66 Véase Garmendia Larrañaga, Juan . Gremios, oficios, y cofradías en el País Vasco. San Sebastián, Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, 1979. Págs. 236-237.

67 Táccola, De Machinis, hacia 1449. Wiesbaden, Otto Harrassowitz, 1971. 68 Villarreal, op. cit. pág. 49.

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En los siglos XVI y XVII se adopta generalmente un dispositivo de modo que la leva golpea la tabla del fuelle obligándole a expulsar el aire que contiene, mientras que el llenado de aire se realiza con ayuda de unos contrapesos muy característicos, disposición que puede verse con claridad en la xilografía del gran tratadista alemán Georg Bauer, más conocido como Agrícola69.

Con una disposición soplante semejante, con barquines y contrapesos, contaba la herrería española de Yarza, en Beasaín, de la que existe un gra-bado de Trechuelo que recoge la visita que realizó el rey Felipe III7 . Esta factoría tiene además la particularidad de que emplea un solo eje para accio-nar el mazo y los barquines, lo que si tiene algunas ventajas posee también defectos, el mayor de los cuales es la excesiva rigidez y dependencia de las labores de forja y de atizar el fuego del horno.

Todas estas disposiciones presentan un punto débil, y es que de un modo o de otro, las levas golpean siempre las tablas del barquín produciendo los consiguientes desajustes y roturas.

Por eso un avance tecnológico consiste en tratar de transformar el movi-miento circular del eje motor en uno oscilante sin necesidad de recurrir al procedimiento de las levas.

Ya en la obra de Biringuccio, publicada en 1540, encontramos una. máqui-na soplante que sustituye las levas por una barra acodada o cigüeña, cuyo extremo va unido por una cadena a una barra horizontal superior, de modo que la excentricidad de la barra provoca en la barra horizontal un movimiento alternativo que se emplea para mover los fuelles de manera desacompasada71.

Un artificio, creemos que inspirado en Biringuccio, encontramos en la obra de Agostino Ramelli, aunque en este caso el dispositivo se complica innecesariamente72.

Estos mecanismos de excéntrica, a pesar de su solera, no debían de estar generalizados en las ferrerías vascas en tiempos de Villarreal, si juzgamos por lo que escribe, que más bien da la impresión de que las levas golpeaban directamente en la tabla de los fuelles:

«No ay cosa más desordenada ni desproporcionada en las Herrerías, que las barquineras, que apenas se encuentra alguna bien puesta: pues dan unos golpazos, que estremecen toda la máquina, y se oyen a grande distancia...» .

Villarreal nos habla de una propuesta innovadora, que prescinde del dispositivo de levas, pero curiosamente no lo dibuja, por lo que es preciso reconstruir un esquema a partir de los datos que proporciona.

69 Agrícola, Georg Bauer. De re metallica. Traducción de Carmen Andreu. Madrid, Unión Explo-sivos Río'Tinto, 1972. Pág. 372. , .

70 El grabado figura reproducido en la obra ya citada Historia técnica y economica de la maquina herramienta. Pág. 51.

71 Biringuccio, Venoccio. De lapirotechnia. Venecia, 1540. 72 Ramelli, Agostino. Le divers et artificeuses machines. Paris, 1588. 73 Villarreal, op. cit. pág. 106.

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Figura 10. — Felìpe III visitando la ferrerìa de Yarza. Grabado de la epoca.

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La rueda motriz de los barquines tiene menor diámetro que la que accio-na el mazo; Villarreal nos dice que si se emplea una rueda de 11 pies de diámetro y un salto de 19 pies, es suficiente una sección en el surtidero de 24 onzas cuadradas (130 cm2)74. Ello equivale a una potencia teórica de 9,4 CV, que se reduce mucho, ya que el rendimiento conjunto de la máquina lo estimamos en alrededor de 10-15 % si se usan las ruedas de paletas que preconiza Villarreal.

El eje o huso de la rueda hidráulica de barquines no precisa ser tan robusto como el del mazo, bastando un diámetro de 2 a 2,5 pies (56 a 70 cm). En un extremo el eje descansa en un pujón normal, pero en el otro, situado dentro de la herrería, se dispone una barra acodada o pujón tuerto.75

Perpendicular al eje de la rueda, y en un plano más elevado, se dispone un árbol o eje de madera de dimensiones menores —su diámetro oscila entre 1,25 y 1,50 pies— llamado «uso de barquines», que es el que mueve los fuelles.

El mecanismo de transformación del movimiento es del siguiente modo: un palo de madera vertical y biarticulado llamado «nardaca» imprime un vaivén a una horquilla, articulada por un lado a la nardaca y empotrado por el otro en el «uso de barquines».

Villarreal nos indica que lo más importante es que la excentricidad del pujón tuerto y la longitud de la horquilla han de mantener una relación constante de 3,1111; así por ejemplo si la horquilla tiene 7 pies de longitud, la excentricidad del pujón tuerto será de 2,25 pies.

Mediante esta transformación se consigue en el eje superior o «uso de barquines» un movimiento oscilatorio que sirve para mover los barquines o fuelles. El «uso de barquines» a la altura de los mangos de los fuelles tiene dos barras transversales a él que constituyen la cruz; de cada uno de sus extremos cuelgan perpendicularmente los hierros o «esgamellas» que levan-tan alternativamente la tabla, llenándose de aire. La separación de las esga-mellas es de 5 pies y 3 onzas (1,48 m), y han de ser piezas robustas ya que los barquines tienen más de tres metros de longitud, y además para ayudar a su rápido vaciado van lastrados con 800 libras de peso sobre cada tabla.

Para evitar que los fuelles se quemen, se dispone entre ellos y la pared del horno unos largos cañones de hierro que se enchufan en la tobera, hueco que se abre en el muro del horno perpendicular a la estolda llamado «bergama-zo»76.

Además de las barquineras, se utilizaba en muchas ferrerías —aunque muy poco en las vascas— otra máquina soplante muy distinta, llamada tormpa o roncadera, y de la que Villarreal no hace ninguna mención.

Su implantación en España tuvo una fortuna muy desigual, ya que si bien en Cataluña se implanta con tanto éxito que la trompa pasa a constituir

74 Villarreal, op. cit. pág. 51. 75 Villarreal, op. cit. pág. 108. 76 Villarreal, op. cit. pág. 97, 105, 106.

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Figura 11. — Esquema de las máquinas soplantes, según Villarreal. (Croquis de I. Glez Tascón.)

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un elemento característico de la «farga», en el País Vasco tuvo una inciden-cia tan pequeña —allí se llamó haizearka— que Villarreal ni siquiera la describe.

Su introducción en Vizcaya se asocia tradicionalmente al privilegio que obtiene en 1633 Pablo Antonio de Rivadeneyra para beneficiar minas de hierro sin necesidad de emplear barquines.

«...vos pretendeis labrarlas y beneficiarlas con un nuevo modo de hornos fundiendo sin fuelles, sirviéndoos en lugar de ellos de agua, invención jamás vista en estos reinos...»77.

Años más tarde Gabriel Henao atribuye el invento al propio Rivadeney-ra, quien le puso por escrito el procedimiento78.

Lo cierto es que cuando Pablo Antonio obtiene su privilegio la descrip-ción del procedimiento de la trompa, no sólo es conocida en las ferrerías de Alpes y Pirineos, sino que su explicación figura ya en algunos libros impre-sos, como el tratado de Branca Le Machine, publicado en Roma en 1629, y que contiene además una precisa ilustración que muestra su funciona-miento.

En él se ven tres tubos diferentes G, D, E, que van desde el canal de alimentación hasta el depósito o campana A. Tienen un pronunciado estre-chamiento, y allí las varillas G, H, e I introducen aire desde el exterior, ya que en el estrechamiento, al disminuir bruscamente la sección aumenta la velocidad del agua (para mantener el caudal) y por tanto disminuye la pre-sión que al ser mucho menor que la atmosférica aspira aire atmosférico que entra en la campana A mezclado con el agua y allí se acumula a presión, ya que la misma agua hace de tapón inferior de la campana e impide el escape del aire.

Cuando el ferrón abre la llave B, obtiene aire a presión, que tiene la ventaja de ser continuo, y el inconveniente de estar muy húmedo.

La trompa, por su naturaleza sencilla evoluciona poco, y así el grabado que figura en l'Enciclopedie de Diderot y D'Alembert presenta pocas nove-dades, si bien se coloca en el depósito una chapa metálica para evitar que el agua que penetra a gran velocidad provoque erosiones.

En España todavía se localizan algunas ferrerías que tienen trompas en buen estado. Hay varias en Asturias, donde el artifico tuvo mucho éxito, destacando la de Taramundi, formada por roscas de ladrillo79.

Todavía en uso se encuentran las de Gompludo en León, y en el marti-nete de cobre de Navafría, en Segovia, pero su difusión debió ser muy am-plia ya que por ejemplo Cavanilles describe el funcionamiento de una trom-

77 González Tascón, Ignacio. Fabricas Hidráulicas Españolas, op. cit. pág. 97. 78 Henao, Gabriel. Averiguaciones de las antigüedades de Cantabria. Salamanca, Eugenio Antonio Gar-

cía, 1689. Pág. 201. 79 García Fernández, Efrén y José Luis. España dibujada. Asturias y Galicia. Madrid, Ministerio de

la Vivienda, 1972.

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Figura 12. — Trompa, según Branca, Le Machine. Roma 1629.

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pa muy curiosa —estaba en un pozo natural— en la población de Anna, cerca de Játiva80.

E incluso, excepcionalmente, se utilizaron trompas para dar aire a los altos hornos instalados en la fundición de hierro de Trubia (Asturias) algo que creemos es muy singular, y que pone de manifiesto su difusión81.

Queda por tanto en el aire la pregunta clave: ¿Por qué Villarreal mues-tra un desinterés absoluto por la trompa, que tiene ventajas indudables, como carecer de elementos móviles?. La respuesta creemos no es única, pero no cabe duda que para que una trompa funcione adecuadamente requiere saltos de al menos seis metros, en el límite de la altura de presas de contra-fuertes que Villarreal recomienda; pero también falta de tradición y ventajas poco claras debieron aconsejar a nuestro autor a silenciar tan estático artifi-cio.

IV. FUENTES DOCUMENTALES UTILIZADAS POR PEDRO BERNARDO

H E M O S V I S T O cómo las mejores aportaciones de Villarreal son de ca-rácter empírico, fruto más de su larga experiencia que de conocimientos muy profundos o vanguardistas sobre la hidráulica de su tiempo.

La mejor fuente de información es su propio libro, escrito ya al final de su vida, y en el que se recoge su experiencia de proyectista y constructor82.

A través de las citas que desgrana en su libro, podemos hacernos una idea de las preocupaciones del autor, de sus lecturas y opiniones.

También resulta notable su biblioteca, sobre todo teniendo en cuenta que era un hombre alejado de los centros culturales y científicos europeos en los que se fraguaba la ciencia moderna, y que además viajó poco.

García-Diego señala que a su muerte dejó una biblioteca «con mil cuer-pos de libros, de mapas, historias y matemática en estantes de ébano», algo que pone de manifiesto una curiosidad notable83.

Las citas que realiza sobre hidráulica han sido recientemente estudiadas

80 Cavanilles, José Antonio. Observaciones sobre la Historia Natural, geografía, agricultura, población y frutos del reino de Valencia. Vol. II, pág. 32.

81 Adaro Ruiz-Falco, Luis. 175 años de la sidero-metalurgia asturiana. Gijón, Cámara Oficial de Co-mercio, Industria y Navegación, 1968. Págs. 64-65.

82 Sobre la edición del Libro, Larrañaga, Koldo de. «Algunos papeles relativos a Pedro Bernardo de Villarreal y Berriz». Estudios vizcaínos, núm. 5, enero-julio 1972. Págs. 172-183. Ver también Capitulo V, ap. 54 de este libro.

83 García-Diego, José A. Prólogo a la edición facsímil de maquinas hidráulicos de molinos y herrerías y govierno de los arboles y montes de Vizcaya. Madrid, 1973. Pág. XI I .

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por Marcel Nordon, y a su excelente trabajo remitimos al lector84; señalare-mos tan sólo algunas notas de interés.

Admira al compilador español Thomas Vicente Tosca, de quien escribe con admiración es «honor de la Nación Española»85. El otro español que cita en su libro (pág. 113) es el jesuita José Zaragoza86.

La mayoría de las citas son, como cabe esperar, extranjeras, francesas fundamentalmente.

Cita al compilador francés Jacques Ozanam, cuyas obras tuvieron bas-tante aceptación en España87.

No acepta sin embargo Villarreal las opiniones de Ozanam y Pascal sobre las dimensiones del surtidero, pues basándose en su experiencia reco-mienda darle forma de embudo:88

«...y aunque Ozanam en el lugar citado arriba, y es de la misma opinión Pascal, dice que el tener el cañón mayor la entrada, no aumenta la fuerza, y que es lo mismo sea todo el largo del cañón igual: tengo experimentado que en cañones cortos se debe aumentar la arca de la boca superior, a lo menos una quarta parte más que el area de surtidero, y en cañones largos una tercia parte: y el que esto no ofende, también es conforme dichos Autores».

Y aunque desde un punto de visto teórico no cabe duda que son Oza-nam y Pascal los que están en lo cierto, no por ello se debe subestimar el criterio empírico de Villarreal, que probablemente mejora las pérdidas por turbulencias, importantes por la fuerte velocidad de salida del agua.

Otro autor citado es el abate Marin Mersenne89. Su cita constituye un grave error —que por otra parte no comete cuando

define la sección del surtidero de un molino harinero— y consiste en aceptar que el caudal de agua que sale por un orificio (y por tanto la velocidad) es proporcional al salto hidráulico, en vez de serlo a su raíz cuadrada, que es lo dice Mersenne y la realidad90.

Este error no lo comete sin embargo Villarreal cuando calcula la tabla de áreas que precisa el surtidero del cañón en función del salto91.

84 Nordon, Marcel , op. cit. págs. 48-51. 85 Tosca, Thomas Vicente. Compendio Mathemático en que se contiene todas las materias más principales de

las cienáas que tratan de la cantidad. Madrid, Imprenta de Antonio Marín, 1727. 86 Zaragoza, José. Fábricay uso de varios instrumentos mathemáticos. Madrid, 1675. 87 En particular su Dictionnaire mathématique ou idee generale des malhématiques, París, Amsterdam,

1691. 88 Villarreal, op. cit. pág. 59. 89 Sus obras más conocidas en España son la Universae Geometriae mixtaeque mathematicae synopsis, et

bini refractinum demonstrarum tractatus. París, Antonium Bertier, 1644 y la Cogitata Physico mathema-tica in quibusdam naturae quam artis efectus admirandi certissimis demostrationibus expliantur. París, 1644. La solución a los problemas propuestos por Mersenne puede verse al final del segundo volumen de la obra del jesuita Gregorio de Sto. Vincentio Opus Geometricum quadraturae árcidi et sectionum coni. Año 1649.

90 Villarreal, págs. 99-102. Una explicación detallada en Nordon, Marcel, op. cit. pág. 50. 91 Villarreal, op. cit. pág. 35.

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Villarreal se equivoca de nuevo cuando cita al físico francés Mariotte92.

«Mons. Mariote, en el Tratado citado, demuestra con experiencias, que la columna de agua con su golpe, a que llama en francés choq, equilibra tanto como su peso.»

Veamos el comentario que hace Marcel Nordon93.

«No nos detendremos aquí en este error. Consiste en decir que la fuerza de un chorro de agua que sale del orificio de un depósito es igual al peso de la columna de agua que hay sobre el orificio, con una sección igual al área del orificio. Esto es falso, pues la fuerza considerada es igual en realidad al doble de este valor, o más exactamente al doble de la columna de agua construida, no en el área del orificio, sino sobre la sección contraída.»

Pero como la relación que existe entre la vena contraída y el área del orificio es del orden de 0,6, nos dice Norton que el error queda compensado y no es del doble, sino de tan sólo de 1,2 a 1.

Otras citas de Villarreal son más de pasada; recoge unas «Disertaciones sobre la fábrica de la presa de Basacle de la Garona, en Tolosa, Francia, del caballero de Glayrac (pág. 2), y a monseñor de La Hyre, cuyo tratado de mecánica le sirve para establecer la velocidad óptima de giro para la muela de un molino de viento (pág. 37).

En cuanto a sus fuentes sobre la metalurgia, cita el clásico libro de Reau-mur «Arte de convertir el hierro en acero y de suavizar el hierro colado» (pág. 45), que suponemos despertó su curiosidad por las funciones de Liér-ganes-La Cavada94.

También consultó las «Memorias de Artillería», de S. Remy95.

V. GLOSARIO DE TÉRMINOS USADOS POR VILLARREAL

A G Ó A S . Masa de hierro dulce que se obtiene en las ferrerías mayores a partir de la vena, y cuyo peso oscilaba entre 12 y 16 arrobas (pág. 48).

A L V E O . Anchura del cauce de un río (pág. 5).

92 Villarreal, op. cit. pág. 100. 93 Nordon, Marcel, op. cit. pág. 50. 94 Reaumur, René Antoine. Nouvel art d'adoucir le fer fondu et de faire des ouvrages de fer fondu aussi finis

que de fer forgé. Paris, 1722. 95 Villarreal, prólogo sin paginar.

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ANTEPARA. En las herrerías depósito elevado desde donde sale el agua que incide sobre las paletas de las ruedas verticales (pág. 18).

AMPOLLETA DE ARENA. Reloj de arena, (pág. 39) ARCA. En un molino harinero, depósito para dar presión y continuidad

al agua que incide sobre los rodeznos (pág. 7). Equivale al cubo que se utiliza donde el agua es escasa.

BARQUINERA. En una herrería, conjunto de dispositivos soplantes que emplean fuelles o barquines (pág. 77).

BARQUINES. Fuelles de grandes dimensiones, utilizados en las herre-rías para avivar el fuego del horno (pág. 65).

BARTERROLAO. En el despiece de un tronco de madera en tablas, las dos tablas costeras o extremas que tienen mucho desperdicio en las esquinas (pág. 120).

BERGAMAZO. Pared que divide el horno de los barquines y que debe de ser perpendicular a la estolda (pág. 106).

BRAZA. Unidad de longitud que consta de siete pies de Castilla, y equi-vale a 1,96 m (pág. 118).

CALCE. Canal que conduce el agua a un molino; caz (pág. 2). CAÑONES. En los molinos harineros conductos que llevan el agua des-

de el arca hasta los rodeznos, (pág. 7). En los barquines, conductos metáli-cos largos que se enchufan por un lado en la tobera y por el otro extremo en los fuelles. Su función es evitar que éstos se quemen (pág. 107).

CEAR-OLAS. Véase herrerías mayores. CHIMBO. Tapón que cierra o abre el paso del agua a las ruedas hi-

dráulicas de una herrería (pág. 60). CINTA. C a d a u n a de las piezas de madera , que en conjunto constitu-

yen el aro per imentra l de la rueda hidrául ica (pág. 63). CINTREL. Pieza, que a manera de compás, sirve para replantear y

marcar el arco de circunferencia que constituirá el arco escarzano (pág. 10). CODO DE MADERA. Unidad empleada en Guipúzcoa para cubicar ma-

dera. La sección es cuadrada de ocho onzas (18,66 cm) de lado y tiene un codo de largo (56 cm) (pág. 122).

CODO COMÚN. Unidad de longitud que equivale a dos pies de Casti-lla. (pág. 117).

CODO COMÚN DE TABLA. Unidad de superficie utilizada para medir tablas de madera que tiene dos pies de largo (56 cm) y 14 onzas de ancho (32,66 cm).

CODO DEL REY. Unidad de longitud que equivale a dos pies del rey (pág. 117).

CODO DEL REY DE TABLA. Unidad empleada para cubicar tablas de madera. Tiene de longitud un codo del rey, de anchura 16 onzas y de grueso 3 onzas (pág. 119).

COLOMAS. En las presas de gravedad, forro de tablas de madera que se calafatea posteriormente y con el que se recubre el paramento que perma-nece en contacto con el agua (pág. 5).

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CRUZ. Brazos perpendiculares al uso de barquines, de cuyos extremos cuelgan las esgamellas o hierros que levantan las tablas móviles de los bar-quines (pág. 107).

CRUCES. Las cuatro maderas que dispuestas radialmente en forma de cruz constituyen el armazón que transmite la energía que captan las paletas al eje motor de la rueda (lámina libro segundo, fig. primera).

DRAO. Ariete o martinete utilizado para clavar los ejes metálicos o pu-jones en el «uso» o eje de madera (pág. 58).

ESCARZANO. Arco de directriz circular pero de desarrollo menor del medio punto (pág. 9).

ESGAMELLAS. Barras de hierro que levantan alternativamente los bar-quines, cuando éstos se aparejan con el dispositivo de pujones tuertos (pág. 109).

ESTADO. Véase brazo (pág. 118). ESTADO DE TABLA. Unidad de superficie de siete pies comunes (1,96

m) de lado (pág. 122). ESTOLDA. En los molinos harineros, cárcavo, lugar donde se alojan los

rodeznos. En las ferrerías, recintos donde giran las ruedas de paletas (pág. 22).

FALCAS. Tablones de madera empleados para levantar temporalmente el nivel de las aguas de un embalse (pág. 65).

FUNEPENDULO. Péndulo cuya oscilación se utilizaba para medir el tiempo (pág. 38).

GEME. Unidad de longitud recogida por el fuero de Vizcaya, que equi-vale a 2/3 del pie de Castilla, es decir, 18,66 cm (pág. 19).

GUZUR-ASCA. En las herrerías, parte superior del canal envolvente que va desde el chimbo hasta las paletas (pág. 51).

HERRERÍAS MAYORES. Herrerías en las que fundiendo el mineral, se obtenía una masa pastosa de hierro dulce llamada agóas, de la cual se fabri-caban cuatro tochos (pág. 48).

HERRERÍAS MENORES. Herrerías en las que se transformaban los to-chos obtenidos en las herrerías mayores en instrumentos de forja, como ape-ros, clavos, armas, almadenetas, etc. (pág. 48).

HERRERÍAS TIRADERAS. Véase herrerías menores (pág. 49). HORQUILLA. Barra que recibe el movimiento de la nardaca y transmi-

te al «uso de barquines» un movimiento de vaivén. Es perpendicular al «uso de barquines» y está empotrada en él (pág. 108).

LAGAR. Pilotaje de madera que se clava en el terreno (pág. 16). LÍNEA. . Unidad de longitud que equivale a 1/12 de pulgada, o a 1,94

milímetros (pág. 113). MACO. Véase cinta. MANGO. E n las herrerías, eje de m a d e r a del mart inete , en cuya par te

posterior o cola golpean las levas (pág. 46). MARCHANTE. A n c h u r a de u n a tabla (pág. 119). MAZO. En una herrería, martinete (pág. 65).

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MAZUQUEROS. En las herrerías, levas que se incrustan en un eje mo-tor para accionar el mazo o las barquineras (pág. 53).

NARDACA. Palo de madera que se dispone verticalmente, y que trans-mite el esfuerzo del pujón tuerto a la horquilla empotrada en el huso de barquines (pág. 108-109).

ONDA-ASCA. En las herrerías, parte inferior del canal que envuelve a la rueda hidráulica de paletas (pág. 63).

ONZA. Unidad de longitud que equivale a la pulgada. Es 1/12 del pie, y resulta equivalente a 2.33 cm.(págs. 25 y 113).

PALAS. Paletas planas (pág. 45). PALMO. Unidad de longitud que equivale a 1/4 de la vara o a 21 cm

(pág. 117). PIE DE CASTILLA. U n i d a d de longitud que equivale a 28 cm. Cons ta

de 12 onzas, y es la tercera par te de u n a va ra (págs. 24 y 112). PIE COMÚN. Véase pie de Castilla. PIE DEL REY. Unidad de longitud utilizada en los Astilleros Reales de

las costas de Cantabria. Equivale a 28.87 cm (pág. 112). PIEDRA CENIZAL. Mojón que se dispone en el centro de un «sel» y que

sirve para definirlo (pág. 123). POSTURA DE MANZANO. Unidad de superficie utilizada por los agri-

mensores que es un cuadrado de 3 estados de lado, y equivale a 34,57 metros cuadrados (pág. 119).

POTOS. E n u n a rueda hidrául ica vertical, los arcaduces o cangilones (pág. 49).

PUJONES. Ejes metálicos clavados en el eje de madera de una rueda hidráulica o de otro eje cualquiera, que apoya sobre la chumacera (pág. 59).

PUJÓN TUERTO. Barra de hierro acodada, a manera de cigüeña, que transmite la fuerza del eje o huso de la rueda hidráulica a la horquilla por medio de la nardaca (págs. 108-109).

PULGADA. Véase onza (pág. 113). RUEDA DE CARRAMAS. Rueda hidráulica vertical de paletas (pág. 49). SALMER. Bloques de piedra de los que arrancan los arcos escarzanos, y

que deben de ser tallados de acuerdo con el ángulo de incidencia en el contrafuerte (pág. 9).

SEL INVERNIZO. Unidad de superficie utilizada para medir montes. Es un círculo de 126 estados o brazas de diámetro, es decir 246,96 metros (pág. 123).

SEL VERANIEGO. Unidad de superficie utilizada para medir montes; es un círculo de 84 estados o brazas de diámetro, es decir, 164, 64 metros (pág. 123).

SIGNILO. Zona profunda del horno de una herrería (pág. 110). SURTIDERO. En un molino harinero, extremo final del cañón, por don-

de el agua sale e incide sobre el rodezno (pág. 21). TOBERA. Hueco hecho en el muro «bergamazo» por el que se introdu-

cen los cañones de los barquines (pág. 106).

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CONCEPTOS TÉCNICOS DE VILLARREAL DE BÉRRIZ 2 4 9

TOCHO. Cada una de las cuatro barras de una vara de largo y de 4 ó 5 onzas de grueso en que se dividía la masa de hierro o agóas en la herrería mayor (pág; 48).

USO. Árbol o eje de madera de sección circular (págs. 49 y 53). USO DE BARQUINES. En una herrería, eje de madera que está sometido

a un movimiento de vaivén, cuya función es levantar alternativamente los fuelles o barquines (pág. 97).

USO DEL MAZO. Eje de una rueda hidráulica que porta las levas que golpean la cola del mazo (pág. 49).

VENA. Mineral de hierro (pág. 11).

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English Summary

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Don Pedro Bernardo Villarreal de Berriz (Mondragon 1669 - Lequeitio 1740) belonged to a family of knights of religious and military orders and noblemen who, centuries ago, made their professional appearance in the Administration, in the service of the Church, in the career of Arms, emigrat-ing to the Indies or taking part in commercial economy at the head of their estates. The personage with whom we are concerned was a knight of the Order of Saint James, occupied posts in municipal government and in the one of the Seigniory of Biscay, managed his estates (ironworks, land, mills and forests), wrote a book, planted many trees, rebuilt and planned buildings, built dams, was a distinguished ironmaster and an amateur shipbuilder; in short, was a man of action, enterprising and pragmatic. Don Pedro Bernardo emerges on the pre-Enlightenment Basque horizon as a paradigm of that nobility anxious to improve the efficiency of their own properties by means of the application of initiatives fundamentally based on their own experience; very influential in the local life, the political direction of which they undertook, but with scanty significance outside that sphere, even though their geographical universe, through the practice of writing letters, was great because of their many relationships. These notable anony-mous Basques, not insignificant in number, were those who prepared the atmosphere in which the Real Sociedad Bascongada de los Amigos del Pais (Royal Basque Society of the Friends of the Country) was to germinate some dec-ades later.

The purpose of this book is to present, taking the biography of Pedro Bernardo Villarreal de Berriz as permanent reference, the different political, economic, cultural, technological and mental facets that constitute the social and everyday life of the Basque nobility of his time.

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Résumé en Français

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Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz (Mondragón 1669, Lequeitio 1740) est issu d'une famille de chevaliers appartenant à des ordres militaires et d'hidalgos qui ont trouvé, depuis quelques siècles, un débouché profes-sionel dans l'Administration, au service de l'Eglise, dans la carrière des ar-mes, par l'émigration aux Indes ou la participation dans une économie mer-cantile à la tête de leurs propriétés. Le personnage dont il est question ici a été chevalier de l'ordre de Saint-Jacques, il a exercé des charges dans l'admi-nistration municipal et dans celle du Señorío de Vizcaya, et il s'est occupé de gérer ses propriétés (forges, terres, moulins et forêts). En outre, il a écrit un livre, planté de nombreux arbres, réedifié et dessiné des immeubles, construit des barrages. Il a été un forgeron notable et un armateur occasion-nel. En somme, un homme d'action, entreprenant et pragmatique. Don Pe-dro Bernardo émerge à l'horizon basque à la veille des Lumières en tant que paradigme d'une noblesse soucieuse d'améliorer l'éficacité de ses propriétés par la mise en œuvre d'initiatives fondées notamment sur sa propre expe-rience; une noblesse très influente dans le cadre de la vie locale, dont elle a la direction politique, mais peu marquante audelà de ce cadre, bien que son univers géographique, à travers la pratique épistolaire, soit vaste grâce à ses relations multiples. Ce sont ces notables basques anonymes, dont le nombre n'est pas négligeable, qui préparent l'atmosphère dans laquelle va naître, quelques décennies plus tard, la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País (Royal Société Basque des Amis du Pays).

Le propos de ce livre est de présenter, en prenant comme référence per-manente la biographie de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, les diffé-rentes dimensions politiques, économiques, culturales, technologiques et mentales qui constituent la vie sociale et quotidienne de la noblese basque de son temps.

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Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz Jauna (Arrasate, 1669 - Lekeitio, 1740) joandako mendeetan euren irtenbide profesionala Administrazioan, Eleizaren edo Ejerzitu edota Armadaren zerbitzuan aurkituz zein Amerike-tara joanez edo zeuzkaten ondasunen kudeaketarako merkatal-ekonomi ere-dua erabiliz aritu izan ziren jantzi-zaldunen eta odol garbikoen artekoa du-gu. Aztertu dugun pertsonaia Santiagoko jantzi-zalduna izan zen eta maki-na bat alorretan aritu zen: Bizkaiko Jaurerriko udal eta foru-mailetako jaur-tze-karguetan, bere etxaguntzaren kudeaketan (olak, lurrak, errotak eta ba-soak), liburu bat idazten, hainbat zuhaitz landatzen, eraikinak eta bobedak berregin eta egitea asmatzen eta urtegiak egiten, gainera ospe haundiko ola-gizona eta itsasontzi-zalea ere izan zela. Gizon ekintzazalea eta eraginkorra beraz. Villarreal de Bérriz Jauna ilustrazio-áurreko Euskal Herrian euren ondasunen baliagarritasuna batik bat norberaren esperientziaren arauerako kudeaketaren bidez hobatzen saiatu zen nobleziaren eredu dogu. Noblezia honek toki-politikaren zuzendaritza eraman eta eremu horretan gizarte-era-gin haundia zuen, baina eremu horretatik kanpo ez zuen bat ere ondorenik, nahiz eta zeuzkaten gutun-bidezko harreman ugariei esker euren geografia-unibertsoa haundiagoa izan. Euskaldun goresgarri eta ezezagunok —eta ez dira gutxi batzuk— ditugu, bada, hamarkada batzuk beranduago Euskaler-riaren Adiskideen Elkartea delakoaren sorrerarako bideak irekiko dutenak.

Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz Jaunaren biografia oinarritzat har-tuaz garai horretako euskal nobleziaren eguneroko bizimoduaren eta gizar-tearen politika, ekonomia, kultura eta pentsakeraren gora-beherak aurkez-tea da liburu honen helburua.

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Títulos publicados:

1. GIOVANNI FRANCESCO SITONI Ingeniero renacentista al servicio de la Corona de España. Su vida y obra por José A. García-Diego y análisis del códice por Alexander G. Ke-ller. Con su códice inédito «Tratatto delle virtù et proprietà delleácque...» en su idioma original italiano y traducido al castellano.

2. JUANELO TURRIANO Breve Discurso a su Majestad el Rey Católico en torno a la reducción del año y reforma del Calen-dario. Con la explicación de los instrumentos in-ventados para enseñar su uso en la práctica. Con una introducción de J.A. García-Diego y un aná-lisis del códice por J .M. González Aboin, así como el manuscrito inédito, en su idioma original italiano, y traducido al castellano.

3. ANTONIO RUMEU DE ARMAS El Real Gabinete de Máquinas del Buen Retiro. Origen, fundación y vicisitudes. Una empresa técnica de Agustín de Betancòurt. Con el fascími-le de su Catálogo inédito, conservado en la Bi-blioteca del Palacio Real, y un estudio sobre las máquinas e índice, por Jacques Payen.

4. J O R G E DEMERSON José María de Lanz, Prefecto de Córdoba.

5. ESTÍBALIZ R U I Z DE AZÚA Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz (1669-1740). Semblanza de un vasco precursor. Con un estudio técnico de I. González Tascón. Prólogo de José M. a de Areilza.

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ISBN 8 4 - 7 0 3 9 - 5 8 5 - 8 /