pedagogia de barrio

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2 escuela Núm. 3.694 (146) 9 de febrero de 2006 L os padres tienen problemas con la educación de sus hijos, los maestros pagamos los errores de los padres y, tanto unos como otros, nos sentimos a veces impotentes ante estos pequeños ti- ranos. Mientras la pelota de «quién es el res- ponsable de este problema», va pasando de unos a otros sin que los niños sean educa- dos correctamente. Y a todos nos interesa su educación pues estos niños de hoy, a par- te de los problemas que ocasionen en el pre- sente, serán en un futuro muy próximo bue- nas personas o manadas de sinvergüenzas que alterarán nuestra sociedad, y ello de- pende en gran medida de nuestra labor. Los padres van educando con «zig zage- os», pasando del grito al abrazo sin funda- mento ni conocimiento. La mayoría de ellos viven con un complejo de culpabilidad por el poco tiempo de calidad que dedican a sus hijos, por ello se sorprenden cuando en el colegio les informan de sus actitudes. Pa- ra sobrellevar este complejo de culpabili- dad, los padres reaccionan comprando de todo a sus hijos –pero olvidan que a los hi- jos no se les compra–, o defendiéndoles frente cualquier frustración escolar. ¿Qué es lo que falla? Probablemente to- dos tengamos una parte de responsabilidad, pero hoy prestaremos atención a la labor de los padres. La gran mayoría no saben cómo educar a sus hijos, pero tampoco tienen me- dios para saber cómo hacerlo; los buenos li- bros sobre educación no suelen estar a su alcance, ni por tiempo ni por conocimien- tos, por ello se hace necesario difundir: una «pedagogía de barrio» que haga frente a la «pedagogía del marujeo», necesitamos ex- tender unas «recetas sobre educación» fá- ciles de asimilar por los padres que equili- bren una serie de creencias erróneas so- bre educación que pasan de boca en boca cuajando como verdades universales. Y los maestros estamos en una posición ideal para ser una vía de transmisión de esta «pedagogía de barrio». No esperemos que sean los psicólogos ni los pedagogos los que lo hagan, aunque probablemente muchos de ellos estarían más capacitados, pero somos nosotros junto con los pedia- tras los que tenemos un contacto más di- recto con los padres. La «pedagogía del marujeo», a la que opongo mi «pedagogía de barrio», es aque- lla que recoge todo el cúmulo de malos há- bitos pasados de boca en boca, y otros de nueva cosecha: con una bofetada se arregla todo, mimos sin ton ni son, educación a gri- tos, aparcamientos en TV y videoconsolas, para ser buen padre tengo que defender a mi hijo frente a los maestros, no puedo con mi hijo ya desde los 3 años… Esta «peda- gogía de marujeo», se convierte a veces en la pedagogía del péndulo, pasando del con- sentimiento total a la bofetada, creando un desconcierto total en el niño. La «pedagogía de barrio» debe acercar con palabras asequibles a todos, aspectos como: el éxito de la educación reside en un equilibrio entre cariño y normas, pero hay que sa- ber cuándo, cuánto y có- mo de cada uno de ellos se de- be aportar, es decir no se pue- de dar cariño a un niño que la acaba de liar en el colegio y ha sido corregido por el maestro, ni ser demasiado severo con un niño que sus llamadas de atención demandan cariño. Otros aspectos serían: Cuide las necesidades que tenga su hijo: sueño, alimentación, cariño, diálo- go, tiempo de calidad con él, sino pronto se llevará sorpresas. Sea un buen modelo que imitar, los niños aprenden más de lo que ven que de lo que oyen. Recuerdo a una madre di- ciendo al niño: «pero eres tonto, ¿por qué le has insultado?». No digamos a un niño que no se pega pegando y no se grita gri- tando. Los niños no son de una determi- nada forma «por casualidad»… Si da un cachete a un niño aprenderá: «si estás furioso, pega». Pegar a un niño es reconocer nuestra impotencia. No culpen a los otros de la mala edu- cación de sus hijos. (Un día un sobrino mío rompió un tiesto, y empezó a decir «por tu culpa por tu culpa», cual fue mi sorpresa al salir y ver que estaba solo, entonces em- pezó a decir «uy, uy, uy.» En muchos ca- sos nuestros hijos son los generadores de broncas y no las víctimas). El primer pa- so para mejorar la educación de su hijo es reconocer y aceptar cómo es. Los niños necesitan padres siempre, y no se debe dejar de serlo ni a los 12, ni a los 14 ni a los 18. Sobre todo nos ne- cesitan en los momentos difíciles. Hágale notar frecuentemente las cosas que hace bien. Hay cosas que no se negocian, hay que cumplirlas. Las normas deben ser cla- ras. Les cuesta aceptar los límites si saben que a nosotros nos cuesta imponerlos. Su hijo es el mejor del mundo, si rom- pe una norma, hay que enseñarle, pero si- gue siendo el mejor. El enfado no excluye el amor. No ceda ante todo lo que le pida su hijo, ni le compre todo lo que se le en- capricha. Si le damos todo a un niño, le intoxicamos. No vale tener paciencia durante 10 mi- nutos y perderla en el 11, es como con- ducir bien toda la vida y distraernos en un segundo y tener un accidente. El castigo para ser eficaz debe ser in- mediato, equilibrado (no una descarga emocional) y que entienda el niño por qué se le castiga. No obstante hay otras ma- neras de corregir conductas como obviar, reforzar lo positivo, premiar… que tienen mejores efectos. Dejar que el niño se valga por si mis- mo. Principio de negligencia benigna: de- jarle cometer sus propios errores. Hablarles con frases cortas, evitar los sermones, cuanto más hablamos menos nos escuchan. Centrarnos en la necesidad del niño y en la nuestra, más que en parecer bue- nos padres. Cuando estamos en público sentimos una presión adicional acerca del comportamiento de nuestros hijos que ellos saben utilizar. Darle oportunidad de rectificar y sa- ber hacer las paces. No exagerar el peligro cuando no es para tanto, les sembramos miedos. Opinión Pedagogía de barrio Profetas JOSÉ MANUEL PÉREZ L a indignación por la pu- blicación de caricaturas del profeta Mahoma en los periódicos de algunos paí- ses europeos ha llevado a mul- titudes de creyentes a incendiar las embajadas de estos países, a declararles la jihad o guerra san- ta y a lanzar fatwas o sentencias de muerte contra sus dirigentes. Periódicamente, fruto de este mismo integrismo, algún escritor es condenado a muerte por im- piedad o blasfemia: el más fa- moso es Salman Rushdie. Aho- ra que arden los símbolos de al- gunos de los países más permi- sivos y democráticos del mundo –países que acogen, por cierto, a montones de inmigrantes mu- sulmanes– y nos debatimos en- tre la alianza y el choque de ci- vilizaciones, no es mal momen- to para recordar que uno de los principios de la democracia es la separación entre la Iglesia y el Es- tado y que uno de los pilares de nuestro sistema educativo es la educación en valores como la to- lerancia y la pluralidad cultural. Con ese criterio, por hacer ca- ricaturas del Papa, del Rey o del propio Dios (que nadie sabe có- mo es), dibujantes como Máxi- mo o los autores del Guiñol, ha- brían sido ejecutados en nuestro país; Kazantzakis y José Sara- mago habrían sido lapidados por emparentar a Jesucristo con Ma- ría Magdalena y nadie en su sa- no juicio los anatematiza o con- dena. No todas las personas ni todas las ideas merecen respeto pero, incluso siendo respetables, no tienen por qué recibir ni per- sonas ni ideas sumisión absolu- ta. En democracia las libertades civiles deben ir siempre por de- lante de las prescripciones reli- giosas y la de expresión es una de las libertades más valiosas por- que preserva de dogmatismos y dictaduras. La civilización no ad- mite la barbarie pero los pueblos incultos son fáciles de fanatizar por líderes sin escrúpulos o ilu- minados que nos retrotraen a la edad de los profetas, sean Moi- sés, Jesucristo o Mahoma. NURIA GIRALT Alianza o choque de civilizaciones MAESTRO JUAN CARLOS LÓPEZ RODRÍGUEZ

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para padres y maestros

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2 escuela • Núm. 3.694 (146) 9 de febrero de 2006

L os padres tienen problemas con laeducación de sus hijos, los maestrospagamos los errores de los padres y,tanto unos como otros, nos sentimos

a veces impotentes ante estos pequeños ti-ranos. Mientras la pelota de «quién es el res-ponsable de este problema», va pasando deunos a otros sin que los niños sean educa-dos correctamente. Y a todos nos interesasu educación pues estos niños de hoy, a par-te de los problemas que ocasionen en el pre-sente, serán en un futuro muy próximo bue-nas personas o manadas de sinvergüenzasque alterarán nuestra sociedad, y ello de-pende en gran medida de nuestra labor.

Los padres van educando con «zig zage-os», pasando del grito al abrazo sin funda-mento ni conocimiento. La mayoría de ellosviven con un complejo de culpabilidad porel poco tiempo de calidad que dedican asus hijos, por ello se sorprenden cuando enel colegio les informan de sus actitudes. Pa-ra sobrellevar este complejo de culpabili-dad, los padres reaccionan comprando detodo a sus hijos –pero olvidan que a los hi-jos no se les compra–, o defendiéndolesfrente cualquier frustración escolar.

¿Qué es lo que falla? Probablemente to-dos tengamos una parte de responsabilidad,pero hoy prestaremos atención a la labor delos padres. La gran mayoría no saben cómoeducar a sus hijos, pero tampoco tienen me-dios para saber cómo hacerlo; los buenos li-bros sobre educación no suelen estar a sualcance, ni por tiempo ni por conocimien-

tos, por ello se hace necesario difundir: una«pedagogía de barrio» que haga frente a la«pedagogía del marujeo», necesitamos ex-tender unas «recetas sobre educación» fá-ciles de asimilar por los padres que equili-bren una serie de creencias erróneas so-bre educación que pasan de boca en bocacuajando como verdades universales.

Y los maestros estamos en una posiciónideal para ser una vía de transmisión deesta «pedagogía de barrio». No esperemosque sean los psicólogos ni los pedagogoslos que lo hagan, aunque probablementemuchos de ellos estarían más capacitados,pero somos nosotros junto con los pedia-tras los que tenemos un contacto más di-recto con los padres.

La «pedagogía del marujeo», a la queopongo mi «pedagogía de barrio», es aque-lla que recoge todo el cúmulo de malos há-bitos pasados de boca en boca, y otros denueva cosecha: con una bofetada se arreglatodo, mimos sin ton ni son, educación a gri-tos, aparcamientos en TV y videoconsolas,para ser buen padre tengo que defender ami hijo frente a los maestros, no puedo conmi hijo ya desde los 3 años… Esta «peda-gogía de marujeo», se convierte a veces enla pedagogía del péndulo, pasando del con-sentimiento total a la bofetada, creando undesconcierto total en el niño.

La «pedagogía de barrio» debe acercarcon palabras asequibles a todos, aspectoscomo: el éxito de la educación reside enun equilibrio entre cariño y normas, pero

hay que sa-ber cuándo, cuánto y có-

mo de cada uno de ellos se de-be aportar, es decir no se pue-de dar cariño a un niño que laacaba de liar en el colegio y hasido corregido por el maestro,ni ser demasiado severo conun niño que sus llamadas deatención demandan cariño.Otros aspectos serían:

�Cuide las necesidades que tenga suhijo: sueño, alimentación, cariño, diálo-go, tiempo de calidad con él, sino prontose llevará sorpresas.�Sea un buen modelo que imitar, los

niños aprenden más de lo que ven que delo que oyen. Recuerdo a una madre di-ciendo al niño: «pero eres tonto, ¿por quéle has insultado?». No digamos a un niñoque no se pega pegando y no se grita gri-tando. Los niños no son de una determi-nada forma «por casualidad»…�Si da un cachete a un niño aprenderá:

«si estás furioso, pega». Pegar a un niño esreconocer nuestra impotencia.�No culpen a los otros de la mala edu-

cación de sus hijos. (Un día un sobrino míorompió un tiesto, y empezó a decir «portu culpa por tu culpa», cual fue mi sorpresaal salir y ver que estaba solo, entonces em-pezó a decir «uy, uy, uy.» En muchos ca-sos nuestros hijos son los generadores debroncas y no las víctimas). El primer pa-so para mejorar la educación de su hijo esreconocer y aceptar cómo es.�Los niños necesitan padres siempre,

y no se debe dejar de serlo ni a los 12,ni a los 14 ni a los 18. Sobre todo nos ne-cesitan en los momentos difíciles. �Hágale notar frecuentemente las cosas

que hace bien.�Hay cosas que no se negocian, hay

que cumplirlas. Las normas deben ser cla-ras. Les cuesta aceptar los límites si sabenque a nosotros nos cuesta imponerlos.�Su hijo es el mejor del mundo, si rom-

pe una norma, hay que enseñarle, pero si-gue siendo el mejor. El enfado no excluyeel amor.�No ceda ante todo lo que le pida su

hijo, ni le compre todo lo que se le en-capricha. Si le damos todo a un niño, leintoxicamos.�No vale tener paciencia durante 10 mi-

nutos y perderla en el 11, es como con-ducir bien toda la vida y distraernos en unsegundo y tener un accidente.�El castigo para ser eficaz debe ser in-

mediato, equilibrado (no una descargaemocional) y que entienda el niño por quése le castiga. No obstante hay otras ma-neras de corregir conductas como obviar,reforzar lo positivo, premiar… que tienenmejores efectos. �Dejar que el niño se valga por si mis-

mo. Principio de negligencia benigna: de-jarle cometer sus propios errores.�Hablarles con frases cortas, evitar los

sermones, cuanto más hablamos menos nosescuchan.�Centrarnos en la necesidad del niño

y en la nuestra, más que en parecer bue-nos padres. Cuando estamos en públicosentimos una presión adicional acerca delcomportamiento de nuestros hijos que ellossaben utilizar.�Darle oportunidad de rectificar y sa-

ber hacer las paces.�No exagerar el peligro cuando no es

para tanto, les sembramos miedos.

OpiniónPedagogía de barrio

Profetas

JOSÉ MANUEL PÉREZ

L a indignación por la pu-blicación de caricaturas delprofeta Mahoma en losperiódicos de algunos paí-

ses europeos ha llevado a mul-titudes de creyentes a incendiarlas embajadas de estos países, adeclararles la jihad o guerra san-ta y a lanzar fatwas o sentenciasde muerte contra sus dirigentes.Periódicamente, fruto de estemismo integrismo, algún escritores condenado a muerte por im-piedad o blasfemia: el más fa-moso es Salman Rushdie. Aho-ra que arden los símbolos de al-gunos de los países más permi-sivos y democráticos del mundo–países que acogen, por cierto,a montones de inmigrantes mu-sulmanes– y nos debatimos en-tre la alianza y el choque de ci-vilizaciones, no es mal momen-to para recordar que uno de losprincipios de la democracia es laseparación entre la Iglesia y el Es-tado y que uno de los pilares de

nuestro sistema educativo es laeducación en valores como la to-lerancia y la pluralidad cultural.

Con ese criterio, por hacer ca-ricaturas del Papa, del Rey o delpropio Dios (que nadie sabe có-mo es), dibujantes como Máxi-mo o los autores del Guiñol, ha-brían sido ejecutados en nuestropaís; Kazantzakis y José Sara-mago habrían sido lapidados poremparentar a Jesucristo con Ma-ría Magdalena y nadie en su sa-no juicio los anatematiza o con-dena. No todas las personas nitodas las ideas merecen respetopero, incluso siendo respetables,no tienen por qué recibir ni per-sonas ni ideas sumisión absolu-ta. En democracia las libertadesciviles deben ir siempre por de-lante de las prescripciones reli-giosas y la de expresión es unade las libertades más valiosas por-que preserva de dogmatismos ydictaduras. La civilización no ad-mite la barbarie pero los pueblosincultos son fáciles de fanatizarpor líderes sin escrúpulos o ilu-minados que nos retrotraen a laedad de los profetas, sean Moi-sés, Jesucristo o Mahoma. NURIA GIRALT

Alianza o choque de civilizaciones

MAESTRO

JUAN CARLOS LÓPEZ RODRÍGUEZ