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EL PAÍS Tomar ácido fólico un mes antes de la gestación, no fumar y reali- zar entre 6 y 12 visitas al obstetra son algunas de las 10 medidas pa- ra un embarazo óptimo considera- das en un estudio publicado en la revista Gaceta Sanitaria, que eva- lúa las posibles desigualdades en- tre clases sociales a la hora de con- trolar la gestación. El seguimien- to de estos 10 indicadores revela que el control del embarazo ha mejorado en los últimos años, aunque no de forma igualitaria entre las distintas clases sociales. El estudio, realizado por la Agencia de Salud Pública de Bar- celona y dirigido por Joaquín Sal- vador, se basa en la historia clíni- ca de 905 mujeres de Barcelona que dieron a luz entre 1994 y 1997 y otras 927 que lo hicieron en el periodo 2000-2003. Y con- cluye que las embarazadas de cla- ses sociales más favorecidas reali- zan, en general, un mejor control del embarazo, en muchos casos por exceso, y que el aumento de las diferencias interclase en el se- gundo periodo analizado puede deberse en gran medida al aumen- to de madres inmigrantes. Los resultados del estudio indi- can que el control de la gestación mejora en 7 de los 10 aspectos analizados y empeora ligeramen- te en los tres restantes. No aban- donar el tabaco durante el emba- razo es uno de ellos, ya que el 56% de las trabajadoras no ma- nuales fuman durante la gesta- ción. Estas cifras empeoran sensi- blemente en las mujeres de clase más desfavorecida (62% a 71% en- tre los distintos periodos tempora- les analizados). Otro aspecto que ha empeo- rado con el tiempo está más rela- cionado con la excesiva medica- lización. El 84% de las emplea- das no manuales realiza más ecografías de las necesarias du- rante el embarazo, frente al 56% de las mujeres de clase me- nos favorecida. También se pro- duce una diferencia significati- va por clases sociales a la hora de realizarse una prueba invasi- va. El 80% de mujeres con em- pleos manuales no se somete a este tipo de pruebas, mientras que la cifra se reduce al 61 % en- tre la clase más favorecida. ste año se cumple el 75º aniversario del inicio de un estudio epidemiológico so- bre la historia natural de la sífilis que se llevó a cabo du- rante 40 años en la locali- dad de Tuskegee, la capital de Macon County, en el esta- do de Alabama. El nombre, en la lengua de los indios muscogee que habitaban la región, significa ‘guerrero’. El cultivo intensivo del algo- dón por los esclavos fue su principal actividad económi- ca durante muchos años. En 1891, Booker Wash- ington, nacido esclavo en Virginia, fue el primer direc- tor de una escuela indus- trial y agrícola dedicada a la educación de los negros que con el tiempo se convir- tió en la actual Universidad de Tuskegee. Allí llegó cin- co años más tarde otro anti- guo esclavo, George Wash- ington Carver, un reconoci- do botánico que, cuando el agotamiento del suelo y una catastrófica plaga de es- carabajos destruyó las cose- chas, introdujo el cultivo del caca- huete y eso permitió la superviven- cia de la agricultura. Entre 1941 y 1946 la escuela formó los primeros 1.000 pilotos militares negros de las fuerzas áreas, de los que 150 per- derían la vida en combate. En Tuskegee nació Rosa Parks, la activista de los derechos huma- nos que el 1 de diciembre de 1955 desobedeció la orden del conductor de autobús que la conminaba a si- tuarse en la parte trasera del vehícu- lo. Su arresto desencadenó un masi- vo boicoteo a los autobuses, uno de los episodios más celebrados de la lucha del movimiento antirracista. Pero si esta pequeña ciudad del profundo sur de Estados Unidos ha pasado a la historia de la medicina y de la salud pública es porque en- tre 1932 y 1972 unos 600 varones negros, 400 enfermos de sífilis y 200 no afectados, fueron objeto de seguimiento médico para conocer la evolución de la enfermedad y comprobar si las complicaciones neurológicas y cardiovasculares eran distintas de las encontradas en la población blanca estudiada en Oslo a mediados del siglo XIX. Población analfabeta Los sujetos de investigación fueron reclutados entre una población ma- yoritariamente analfabeta, median- te el reclamo de una atención médi- ca —a la que no tenían acceso antes— y un seguro de entierro que les procuraba una inhumación más digna que el sudario de saco con el que eran sepultados habitualmente. Organizado por el Servicio de Sa- lud Pública de Estados Unidos, el estudio contó con la colaboración de los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) y el aval del máximo responsable sanitario del Gobierno federal, el general Sur- geon. Esto facilitó la colaboración de los profesionales sanitarios del hospital, entre los que tuvo un pa- pel sobresaliente la enfermera de co- lor Eunice Rivers, cuya dedicación y el reconocimiento de la comuni- dad negra fueron decisivos para la continuidad del proyecto. En la década de 1930, los trata- mientos de la sífilis, a base de bismu- to y de mercurio, eran poco eficaces y ocasionaban considerables efectos adversos. Para satisfacer el objetivo de la investigación, los enfermos só- lo recibieron medicación sintomáti- ca, a pesar de que se anunciara que el estudio era una oportunidad de recibir gratuitamente un tratamien- to especial. Sin embargo, incluso después de que se probara la efica- cia de la penicilina y se llevaran a ca- bo campañas sanitarias para promo- ver su administración a todos los en- fermos de sífilis, se evitó celosamen- te que los pacientes del estudio reci- bieran el antibiótico. Tampoco fue- ron informados de la enfermedad que padecían, ni siquiera que po- dían contagiar a sus parejas. Aunque algunos participantes habían manifestado públicamente su repulsa a la vulneración de los as- pectos éticos, entre los que destacó el dermatólogo Peter Buxtun, fue la publicación de un artículo firmado por Jean Heller, de la agencia Asso- ciated Press, en el Washington Star, el 25 de julio de 1972, lo que condujo al Gobierno a interrumpir definitivamente el estudio. Hasta entonces, 28 enfermos ha- bían fallecido directamente a causa de la sífilis y otros 100 por las com- plicaciones de la enfermedad. 40 de las esposas de los infectados ha- bían sido contagiadas y 19 niños su- frieron sífilis congénita. En 1974, el Congreso norteame- ricano creaba una comisión cuyas conclusiones se recogieron en el In- forme Belmont, del que se haría eco una monografía del influyente Has- ting Center de Nueva York. En 1997 se editaba una película rodada para la televisión, titulada Miss Evers’ boys, que en España emitió Canal Plus bajo el título El experi- mento Tuskegee. La cinta recibió di- versos premios Grammy. A pesar de que en 1964, la Aso- ciación Médica Mundial estableció los principios éticos de cualquier es- tudio médico en seres humanos, co- nocidos como la Declaración de Helsinki, el estudio prosiguió du- rante ocho años más. Es una mues- tra de la exclusión de las comunida- des pobres y del poder del racismo incluso en una sociedad democráti- ca. En 1990, una encuesta revelaba que el 10% de la población de color creía que el sida era el fruto de una conspiración para acabar con ellos. EE UU avergonzado El pasado mes de mayo hizo 10 años del solemne acto de contrición pública en el que, el entonces presi- dente de Estados Unidos, Bill Clin- ton, pidió perdón a los supervivien- tes, a los familiares de las víctimas y a todos los ciudadanos afroamerica- nos: “Ningún poder en la tierra pue- de hacer olvidar las vidas perdidas, el dolor sufrido, los años de angus- tia y tormento. Lo que se hizo no de- bió haberse hecho. Pero podemos dejar de callar (…) mirarles final- mente a la cara [dirigiéndose a los supervivientes presentes] y decirles en nombre del pueblo norteameri- cano que el Gobierno de Estados Unidos se siente avergonzado”. El reconocimiento de la Admi- nistración de Clinton supuso una mínima reparación que pretendía además mitigar la pérdida de credi- bilidad de las autoridades sanita- rias entre la población afroamerica- na. Una confianza que cuesta mu- cho recuperar cuando se pierde. Andreu Segura es profesor de Salud Pú- blica de la Universidad de Barcelona. [email protected] Convivir Desigualdades en el control del embarazo Perfil de una mujer embarazada. Un médico extrayendo sangre a un ciudadano de Tuskegee que participó en el estudio. Salud pública El estudio sobre la sífilis realizado en Tuskegee (EE UU) vulneró la ética más elemental de la investi- gación médica. Entre 1932 y 1972 unos 600 varones negros, 400 enfermos de sífilis y 200 no afecta- dos, participaron en un estudio para conocer la evolución de la enfermedad. A los pacientes no se les informó de que la enfermedad era contagiosa y se les privó de antibióticos. Por Andreu Segura Los cobayas de Tuskegee Bill Clinton pidió perdón a los supervi- vientes, a las familias de las víctimas y a todos los afroame- ricanos E El estudio demostró la exclusión de los pobres y la existencia de racismo incluso en democracia Sábado 13 de octubre de 2007 EL PAÍS SALUD 27

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EL PAÍS

Tomar ácido fólico un mes antesde la gestación, no fumar y reali-zar entre 6 y 12 visitas al obstetrason algunas de las 10 medidas pa-ra un embarazo óptimo considera-das en un estudio publicado en larevista Gaceta Sanitaria, que eva-lúa las posibles desigualdades en-tre clases sociales a la hora de con-trolar la gestación. El seguimien-to de estos 10 indicadores revelaque el control del embarazo hamejorado en los últimos años,aunque no de forma igualitariaentre las distintas clases sociales.

El estudio, realizado por laAgencia de Salud Pública de Bar-celona y dirigido por Joaquín Sal-vador, se basa en la historia clíni-ca de 905 mujeres de Barcelonaque dieron a luz entre 1994 y1997 y otras 927 que lo hicieronen el periodo 2000-2003. Y con-cluye que las embarazadas de cla-ses sociales más favorecidas reali-zan, en general, un mejor controldel embarazo, en muchos casospor exceso, y que el aumento delas diferencias interclase en el se-gundo periodo analizado puededeberse en gran medida al aumen-to de madres inmigrantes.

Los resultados del estudio indi-can que el control de la gestación

mejora en 7 de los 10 aspectosanalizados y empeora ligeramen-te en los tres restantes. No aban-donar el tabaco durante el emba-razo es uno de ellos, ya que el56% de las trabajadoras no ma-nuales fuman durante la gesta-ción. Estas cifras empeoran sensi-blemente en las mujeres de clasemás desfavorecida (62% a 71% en-tre los distintos periodos tempora-les analizados).

Otro aspecto que ha empeo-rado con el tiempo está más rela-cionado con la excesiva medica-lización. El 84% de las emplea-das no manuales realiza másecografías de las necesarias du-rante el embarazo, frente al56% de las mujeres de clase me-nos favorecida. También se pro-duce una diferencia significati-va por clases sociales a la horade realizarse una prueba invasi-va. El 80% de mujeres con em-pleos manuales no se somete aeste tipo de pruebas, mientrasque la cifra se reduce al 61 % en-tre la clase más favorecida.

ste año se cumple el75º aniversario delinicio de un estudioepidemiológico so-

bre la historia natural de lasífilis que se llevó a cabo du-rante 40 años en la locali-dad de Tuskegee, la capitalde Macon County, en el esta-do de Alabama. El nombre,en la lengua de los indiosmuscogee que habitaban laregión, significa ‘guerrero’.El cultivo intensivo del algo-dón por los esclavos fue suprincipal actividad económi-ca durante muchos años.

En 1891, Booker Wash-ington, nacido esclavo enVirginia, fue el primer direc-tor de una escuela indus-trial y agrícola dedicada a laeducación de los negrosque con el tiempo se convir-tió en la actual Universidadde Tuskegee. Allí llegó cin-co años más tarde otro anti-guo esclavo, George Wash-ington Carver, un reconoci-do botánico que, cuando elagotamiento del suelo yuna catastrófica plaga de es-carabajos destruyó las cose-chas, introdujo el cultivo del caca-huete y eso permitió la superviven-cia de la agricultura. Entre 1941 y1946 la escuela formó los primeros1.000 pilotos militares negros delas fuerzas áreas, de los que 150 per-derían la vida en combate.

En Tuskegee nació Rosa Parks,la activista de los derechos huma-nos que el 1 de diciembre de 1955desobedeció la orden del conductorde autobús que la conminaba a si-tuarse en la parte trasera del vehícu-lo. Su arresto desencadenó un masi-vo boicoteo a los autobuses, uno delos episodios más celebrados de lalucha del movimiento antirracista.

Pero si esta pequeña ciudad delprofundo sur de Estados Unidos hapasado a la historia de la medicinay de la salud pública es porque en-tre 1932 y 1972 unos 600 varonesnegros, 400 enfermos de sífilis y200 no afectados, fueron objeto deseguimiento médico para conocerla evolución de la enfermedad ycomprobar si las complicacionesneurológicas y cardiovasculareseran distintas de las encontradas enla población blanca estudiada enOslo a mediados del siglo XIX.

Población analfabetaLos sujetos de investigación fueronreclutados entre una población ma-yoritariamente analfabeta, median-te el reclamo de una atención médi-ca —a la que no tenían accesoantes— y un seguro de entierro queles procuraba una inhumación másdigna que el sudario de saco con elque eran sepultados habitualmente.

Organizado por el Servicio de Sa-lud Pública de Estados Unidos, elestudio contó con la colaboraciónde los Centros para el Control de lasEnfermedades (CDC) y el aval delmáximo responsable sanitario delGobierno federal, el general Sur-geon. Esto facilitó la colaboraciónde los profesionales sanitarios del

hospital, entre los que tuvo un pa-pel sobresaliente la enfermera de co-lor Eunice Rivers, cuya dedicacióny el reconocimiento de la comuni-dad negra fueron decisivos para lacontinuidad del proyecto.

En la década de 1930, los trata-mientos de la sífilis, a base de bismu-to y de mercurio, eran poco eficacesy ocasionaban considerables efectosadversos. Para satisfacer el objetivode la investigación, los enfermos só-lo recibieron medicación sintomáti-ca, a pesar de que se anunciara queel estudio era una oportunidad derecibir gratuitamente un tratamien-to especial. Sin embargo, inclusodespués de que se probara la efica-cia de la penicilina y se llevaran a ca-bo campañas sanitarias para promo-ver su administración a todos los en-fermos de sífilis, se evitó celosamen-te que los pacientes del estudio reci-bieran el antibiótico. Tampoco fue-ron informados de la enfermedadque padecían, ni siquiera que po-dían contagiar a sus parejas.

Aunque algunos participanteshabían manifestado públicamentesu repulsa a la vulneración de los as-pectos éticos, entre los que destacóel dermatólogo Peter Buxtun, fue lapublicación de un artículo firmadopor Jean Heller, de la agencia Asso-ciated Press, en el WashingtonStar, el 25 de julio de 1972, lo quecondujo al Gobierno a interrumpirdefinitivamente el estudio.

Hasta entonces, 28 enfermos ha-bían fallecido directamente a causade la sífilis y otros 100 por las com-plicaciones de la enfermedad. 40de las esposas de los infectados ha-bían sido contagiadas y 19 niños su-frieron sífilis congénita.

En 1974, el Congreso norteame-ricano creaba una comisión cuyasconclusiones se recogieron en el In-forme Belmont, del que se haría ecouna monografía del influyente Has-ting Center de Nueva York. En

1997 se editaba una película rodadapara la televisión, titulada MissEvers’ boys, que en España emitióCanal Plus bajo el título El experi-mento Tuskegee. La cinta recibió di-versos premios Grammy.

A pesar de que en 1964, la Aso-ciación Médica Mundial estableciólos principios éticos de cualquier es-tudio médico en seres humanos, co-nocidos como la Declaración deHelsinki, el estudio prosiguió du-rante ocho años más. Es una mues-tra de la exclusión de las comunida-des pobres y del poder del racismoincluso en una sociedad democráti-ca. En 1990, una encuesta revelabaque el 10% de la población de colorcreía que el sida era el fruto de unaconspiración para acabar con ellos.

EE UU avergonzadoEl pasado mes de mayo hizo 10años del solemne acto de contriciónpública en el que, el entonces presi-dente de Estados Unidos, Bill Clin-ton, pidió perdón a los supervivien-tes, a los familiares de las víctimas ya todos los ciudadanos afroamerica-nos: “Ningún poder en la tierra pue-de hacer olvidar las vidas perdidas,el dolor sufrido, los años de angus-tia y tormento. Lo que se hizo no de-bió haberse hecho. Pero podemosdejar de callar (…) mirarles final-mente a la cara [dirigiéndose a lossupervivientes presentes] y decirlesen nombre del pueblo norteameri-cano que el Gobierno de EstadosUnidos se siente avergonzado”.

El reconocimiento de la Admi-nistración de Clinton supuso unamínima reparación que pretendíaademás mitigar la pérdida de credi-bilidad de las autoridades sanita-rias entre la población afroamerica-na. Una confianza que cuesta mu-cho recuperar cuando se pierde.

Andreu Segura es profesor de Salud Pú-blica de la Universidad de [email protected]

Convivir

Desigualdadesen el controldel embarazo

Perfil de una mujer embarazada.

Un médico extrayendo sangre a un ciudadano de Tuskegee que participó en el estudio.

Salud pública

El estudio sobre la sífilis realizado en Tuskegee (EE UU) vulneró la ética más elemental de la investi-gación médica. Entre 1932 y 1972 unos 600 varones negros, 400 enfermos de sífilis y 200 no afecta-dos, participaron en un estudio para conocer la evolución de la enfermedad. A los pacientes no seles informó de que la enfermedad era contagiosa y se les privó de antibióticos. Por Andreu Segura

Los cobayas de Tuskegee

Bill Clintonpidió perdóna los supervi-vientes, a lasfamilias delas víctimasy a todoslos afroame-ricanos

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El estudiodemostró laexclusiónde lospobres y laexistenciade racismoincluso endemocracia

Sábado 13 de octubre de 2007 EL PAÍS O SALUD 27