Paul Watzlawick - Teoria de La Comunicacion Humana

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BIBLIOTECA DE PSICOLOGÍA tOO TEORIA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA Por PAUL WATZLAWJCK, JANET HELMICK BEAVIN y DON D. JACKSON BARCELONA EDITORIAL HERDER 198, ' 1 ¡ ¡ t l PAUL WATZLAWICK, · JANET HELMICK BEAVIN y DON D. JACKSON TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA 'JntmiCcionts •. (Jatolll!lias y (Jaradojas BARCELONA EDITORIAL HERDER 198,

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BIBLIOTECA DE PSICOLOGÍA

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TEORIA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA

Por PAUL WATZLAWJCK, JANET HELMICK BEAVIN

y DON D. JACKSON

BARCELONA

EDITORIAL HERDER 198,

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PAUL WATZLAWICK, · JANET HELMICK BEAVIN y DON D. JACKSON

TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA

'JntmiCcionts •. (Jatolll!lias y (Jaradojas

BARCELONA

EDITORIAL HERDER 198,

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Vcnióa cutcllana de la obra de PAtJL WATZI.Ao.WJCk, JANtt HILMtCK BL\YlN '1 DoN D. JACUON,

Pra¡nuJIÍí'l of H~UNJII Commuii;NIIIM, W. W. Norton A COIIlp.IEL'I, Inc., 1967

. i} 1961 W. W. N"""" &: Compt~~~)l, ltte., New Ycwk @ 1911 EdltorlfJI Herdn S.A., .&lrceiMtl

DEPÓino LIOAL: 8. 9.561-191S

OA.t.FESA NipoM, U9

PaiNTm IN SP.t.tN

..

A Gregory Batll8on mentor 11 amigo •

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JNDICE

Prefacio . JI

Introducción . 17

l. Marco de referencia. 21 2. Algunos axiomas exploratorios de la comunicación 49 3. La comunicación patológica . 73 4. La organización de la interacción humana . 115 5. Un análisis comunicacional de la obra c¿Quién teme

a Virginia Woolf?>t 141 6. La comunicación paradójica 173 7. Paradojas en psicoterapia 213

Epilogo. El existencialismo y la teorla de la comunica-ción humana: un enfoque 235

Glosario. 249

Bibliografía 253

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• •

PREFACIO A LA SEGUNDA EDICióN CASTELLANA

Cuando, para el estudio de la conducta humana, se desplaza el énfasis de las intenciones a los efectos de los actos, se opera una modificación cualitativa que afecta la visión del mundo de quien lo lleva a cabo. Se pasa de una perspectiva fundamental­mente retrospectiva, introspectiva, basada en una lógica causal y linear, a una predominantemente predictiva, centrada en ob­servaciones consensuales. que opera sobre la base de una lógica recursiva o dialéctica. Y. cuando se desplaza el acento desde los procesos intrapsiquicos hacia los fenómenos interaccionales, se expande drásticamente la comprensión de la conducta hu­mana: la psicología y psicopatología tradicionales pasan a ad­quirir el carácter de una suerte de anatomía descriptiva que puede dar cuenta de ciertos elementos pero que malamente sirve para describir y explicar los complejos procesos interper­sonales que inscriben y dan sentido a la conducta del individuo en su coqtexto.

Es includable que el primer aporte en el camino de esta ex­pansión debe ser adjudicado al psicoanálisis, que amplió y enriqueció la comprensión de los comportamientos a la luz del enfoque dinámico genético-evolutivo. Es indudable también que la exploración de la instancia intra-psíquica requirió la construcción de un conjunto coherente de hipótesis explicativas y auxiliares, y, concordantemente, el desarrollo de una her­menéutica propia. Esta óptica intra-psiquica impidió en etapas posteriores la aplicación del modelo psicoanalítico ·a otros cam­pos -los fenómenos grupales, las conductas sociales, etc. -máa aJIA de la mera .transpolación antropomórfica. El carácter reconstructivo de esa teoría condujo asimismo a la producción de expliqciones circulares que invalidaban toda puesta a prueba del modelo. El p~icoanálisis, utilizado como lenguaje e instru­mento interdisciplinario y riguroso, mostraba algunas deficien­cias insalvables.

La segunda gran expansión de las ciencias del comporta­miento fue generada por lo que acabó llamándose el enfoque comunicacional o interacciona! o sistánico. Su origen se nutre

JI

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de campos tales como la ingeníerfa de conmunícacíones :y la cibernética, además de la antropologla y la teoría de los SJste· mas. Es posible que haya sido precisamente esta caracterlstica la que le otorgó tal cualidad expansiva, en tanto proporcionó un modelo general, no enraizado en campo especifico, que puede ser aplicado con comodidad tanto en las ciencias psicológicas como en las ciencias sociales, y en cada uno de los diferentes niveles de ambas.

A partir de 1945, afio de la publicación de los primeros trabajos de Wiener y Rosenblueth, de Shannon y Weaver, y de von Bertalanffy, proliferó una producción científica vasta y multifacética. Por una parte, se desarrolló la teorla de la información, de base notoriamente tecnológica, centrada en el estudio de las condiciones ideales para la transmisión de in· formación y en los Umites y las perturbaciones ~e los sistemas artificiales de comunicación. Por otra parte, se expandió el campo de la comunicación de masas. centrada en el estudio de las características y los efectos de los medios de comuni· cación masivos. Finalmente, y nutriéndose de las contribuciones del notable antropólogo y epistemólogo inglés Gregory Bateson -a quien er.te libro está dedicado- y de diversos investiga· dores del Mental Research Institute de Palo Alto, California, USA, se fue perfilando la base conceptual del modelo interac· cional o pragmático de la comunicación humana, centrado ya no en el estudio de las condiciones ideales de comunicación sino en el estudio de la interacción tal clllll se da de hecho entre seres humano.r.

Estos últimos desarrollos presentan un curso comparativa· mente tortuoso. Y no es extraiío que haya sido así. Cuando se aprende un lenguaje nuevo cuya estructura es cualitativa· mente distinta de la del que se conoce, se debe reemplazar no sólo un vocabulario - P.&ra el que se puede establecer senci· !las equivalencias de diccionario- sino un conjunto de reglas tlt! construcción que en muchos casos importa una modificación ·de las operaciones perceptuales y conceptuales que deben rea • !izar los ínter-actores.

Comenzar a estudiar los fenómenos de la comunicación hu· mana desde el punto de vista pragmático significa para quien los explora no sólo la apertura de un campo fascinante sino la dura· tarea de desaprender mucho de lo aprendido: el observar con una nueva óptica y pensar con una nueva lógica una miríada de fenómenos ya estudiados desde otros ll.ngulos por la psico­logia tradicional exige el esfuerzo simultáneo de luchar en con· tra de la contaminación por parte· de los hábitos previos ~ pensar y de percibir. Un interés y una dificultad adicional pro· vienen del hecho de que los fenómenos de la comunicación huma· 11a presentan múltiples niveles de análisis, y el análisis de cuales­quiera de ellos. en forma aislada puede empobrecer notoriamente

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lo observado. Pero, por otra parte, de no hacerse asl - restrin· giendo selectivamente los observables-, el monto de la infor· ·mación que se intercambia en toda situación. de interacción hu· mana es tan enorme que su estudio resultaría poco menos que imposible.

El proceso de aprendizaje en que se ve envuelto el ser hu­mano desde el mismo momento de su nacimiento transcurre en un medio que transmite informa~ión y modos de calibrar ~icha información, que enaeña lengua¡es y reglas ace'?l de d1_chos lenguajes, que va organizando la conducta del SUJeto med1ante pautas regladas de interacción muy complejas, muy precisas. Y totalmente fuera del nivel de percatación -salvo, tal vez. cuan­do tales reglas se ven violadas. Este proceso determina o favo· rece a su vez una visión de si y del mundo que se incorpora al estilo del sujeto sin cuestionamiento y sin conciencia de su exis· tencia. Nadie nos enseña específicamente cómo se combinan los mensajes verbales y los gesturales, por ejemplo, pero de todas maneras se enseña y aprende. Nadie explica en qué consiste una coalición y cómo se propo~e y corrige, pe~ ~u ~~rendizaje tiene Jugar desde el mismo com1enzo de la soc1ahzac1on, a través de la experiencia interacciona! cotidiana. Las enseñanzas impllcitas y las meta-enseñanzas- enseñanzas acerca de las reglas y moda· lidades de aprendizaje- excede:!' inmensamente al ca~dal de.la enseñanza explícita. La compleJidad de los procesos mteracc1o· nales es enorme, y su riqueza informativa, pasmosa. .•

La lectura de este libro nos abre las puertas de un. mundo que resulta a la vez familiar e insólito. Familiar en tanto su tema es el hecho comunicacional, que pertenece a. lo más básico de la experiencia humana. E insólito porque analiza a fondo y en forma ordenada una serie de fenómenos que. pese a estar al alcance de nuestra experiencia cotidiana, pese a ser transmitidos, aprendidos, enseñados, corregidos y recorregidos una y mil veces. l!C dan habitualmente fuera del campo de la percatación consciente, tal vez. en . su mi;ma. fr?ntera. De ahl deriva, probablemente, la exper1enc1a de llpo ms1ght que genera la lectura de muchos pasajes del libro. .

El estudiar y comprender al ser. hut;nano des?e el.~d~~a que se propone aqul es una expenenc1a de enr1~~ec1mtento m· telectual. El ojo se ensancha. Nuestra comprenSton acerca del comportamiento humano se amplía dr~máticamente. ~no de los procesos más significativos y más· prop1o~ de la especte human~. la comunicación, aparece con nuevos reheves. y nueva profundt· dad. Se diversifica, asimismo, nuestro bagaJe de tnstrumentos clinicos. Y. por cierto, se multiplica el monto. de los in_te~ro· gantes y de las áreas q~ se abren a la exp~oractón. Esta ulttma

·constituye una prueba trrefutable, de necesttarse a!Buna. acerca de la fertilidad que posee el campo ~e la pr~gmáttca de la ~o· municación humana que abre este hbro hmmar. Su contentdo

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es tan actual ahora como Jo fue hace diez aii~ feclia de su primera edición en castellano. La prueba del tiempo sólo con­tribuye a confirmar su carácter de obra de vansuardia para nuestra comprensión del hombre en su contexto natural de rela­ciOJteS humanas.

Dr, Carlos E. Sluzki Director Mental Research Jnstitute Palo Alto, California

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1

Teoría de la comunicación humana

Interacciones, patologías y paradojas

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..

Introducción

Este libro trata sobre-Jos efectos pragmáticos (en la conducta) de la comunicación humana y, en particular, sobre los trastornos de la conducta. En una época en que ni siquiera se han formalizado Jos códigos gramaticales y sintácticos pe 18 comunicac16n verbal y en que se contempla con creciente escepticismo la posibilidad de adscribir a la semántica de la comunicación humana, un encuadre preciso, todo Intento de sistematizar su pragm6.tlca qulz6. parezca UDa prueba de fg. norancla o presúnción. SI en el estado actual del conocimien­to no existe siquiera una explicación adecuada para la adqui· slción del lenguaje natural, ¿cu6.nto m6.s remota es entonces la esperanza de establecer las relacionei formales entre la comUDicaclóti y la conducta? Por otro lado, resulta mdente que la comunicación es una condición sine qua non de la vida humana y el orden social. También es obvio que desde el comienzo de su existencia, un ser . humano participa en el COIJiplejo proceso de adquirir las reglas de la comunicación, ignorando casi por completo en qué consiste. ese conjunto de reglas, ese colculw de la co· municaci6n humana. Este libro 11,0 se propone ir mucho m6.s all6. de ese conoci. miento mínimo. No pretende ser otra cosa que un intel)tO de construir un modelo y UDa presentación de algunos hechos que parecen sustentar ese modeiD. La pragmática dé. la ~ mullipaclón hil111801l es 1,!08 ciencia muy joven, apenas capaz de leer y esCribir su propio nombre, y que está muy lejos de haber· desarroHado un lenguaJe propio coherente. Su integra· ción con muchos otros campos del esfue!'7.0 científico es una esperanza para el futuro. Sin embargo, y confiando en que tal integración se logrará en el futuro, este libro está dirigido a todos )os estudiosos de aquellos campos donde se enfrentan problemas de· Interacción sistémica en el mAs amplio rentido del témllno. Podrla argumentarre que su contenido no tiene en cuenta es­tudios Importantes directamente relacionados con el tema. La escasez de referencias explicitas a la comUDicaclón no verbal podría ser una de tales criticas, y otra seria la falta de re· ferencla a la semántica general. Pero este libro no purde

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ser más que una introducción a la pragmática de la .comu­nicación humana {un campo que hasta ahora ha sido objeto de muy escasa atención) y, por lo tanto, no puede se&lar to­das las afinidades existentes con otros campos de investiga­ción sin convertirse en U)la enciclopedia, en el mal sentido de la palabra. Por idéntica razón, fue necesario limitar las referencias a otras numerosas obras sobre la teorla de la co­municación humana sobre todo aquéllas que se limitan a es­tudiar la cOmunicación como un fenómeno unidireccional (del que habla al que escucha) y no llegan a considerar la comw:ücación como un proceso de lntertlCCi6n. 1M lmplicanciu interdiscipllnarias del tema se reflejan en la forma de la presentación. Los ejemplos y las analog!Q lu.eron ~ de UJl& ampll& gama de temas, aunque entre etfos

mlnan los corrrespondientes al campo de la psicooato­logiL Debe quedar especialmente aclar8do que cuando se roéurrló a las ~ en busca de analoglas sólo se las utmzl, como un lmguote notablemente adecuado' para expre­Aif relacinnes complejas y 9.ue su uso no significa que en­tendemos que nuestros datos pueden ya ser cuantificados. Del mismo modo. el empleo bastante frecuente de ejemplos toma• d?' de la literatura puede parecer clentificamente objetable a muchos lectores, pues sin duda el intento de demostrar algo medfmte los productos de la lmaginaci6n artfstlca parece un ~o poco convincente. Sin embargo, estas citas tomadas de la literatura tienen como fin ilustrar y aclarar determinados COIICeptos teóricos, presentándolos en un lenguaje mú íl,eil­mente romprensible; su empleo J>o si~lflca Que ella{ puedan demostrar nada por sf mismas. En sfntesis, tales ejemplos y a!lalogfas collltituyen modelos de definición y no modelos

· ~fctivos ( afiimatfvos).

~ di~..,os pasa¡~ de este libro fue n-rio incluir déflni­cl!meS de conCeptos básicios correspondientes a una variedad de otros campos que son prescindibles para ctialquler experto en ese campo particular. As!, para prevenirlo pero también para facilitar la oomprensión al 1~ corrient~, se ofrece un · breve esquema de los capítulos y sus secciOnes. . El capitulo 1 intenta establecer el marco de referencia. In­troduce noclonu básicas tales como la de ómci6n (S. 1.2) 1,

infonnac;6n Y retroalimentación (S. 1.3) y redundancia (S. U), y postula la ezlstencia de un código todavla no formaU­zado, un ealculw (S. Lll) de la comunicaelón human&, cuyas

1. La 111bdiv1116a .._1 de los .. pltuloo DO ae utllloo6 pora cxrafUDdir o lwpces!GMr al leetar, siDO para iDdicar ..,._ la 011ructura de la 'd:l~ de Ull .. pltulo y facilitar lu referenda1 ~ dentro

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reglas se observan en la comunicación exitosa pero se violan cuando la comunicación está perturbada. El capitulo 2 define algunos de los axiomas de este cálculo hipotético, mientras que en el capítulo 3 se examinan las patologías potenciales que dichos axiomas implican. En el capítulo 4 esta teoría de la comunicación se extiende al nivel organizativo o estructural, basado en un modelo de las relaciones humanas como slltema; así, la mayor parte del capítulo está dedicado al examen y la aplicación de los prin­cipios de los Siste'mtU Generala. El capítulo 5 sólo ofrece ejemplos del material relativo a los sistemas, destinados a dar vida y especificidad a esta teo­rla que a fin de cuentas, se ocupa de los efectos inmediatos que los seres humanos ejercen entre si. El capitulo 6 se refiere a los efectos de la paradoja en la conducta. Ello reqniere una definición del concepto (S. 6.1, 6.2 y 6.3), que ~ lector familiarizado con la literatura sobre antinomias, y en particular con la paradoja de Russell, puede omitir. La Sección 4.6 introduce el concepto, menos conocido, de piU'Ildoja pragmática, en particular la teorfa del Doble Vínculo y su ·contribución a la comprensión de la comunica­ción esquizofrénica. El capitulo 7 está dedicado a los efectos terapéuticos de la paradoja. Exceptuando las consideraciones teóricas en S. 7.1 y 7.2, este capitulo fue especialmente escrito con vistas a la aplicación cllnica de las pa11tas paradójicas de comunicación. El Ep{logo, en el que se hace referencia a la comunicación del hombre con la· realidad en el sentido más amplio, no pre­tende proveer más que una visión panorámica. En él. se pos­tula que un cierto orden, análogo a la estructura de niveles de los Tipos Lógicos, impregna la concepción ·humana de la existencia y determina la cognoscibilidad final del universo. A medida que una serie de expertos, desde psiquiatras y biólogos hasta ingenieros en electricidad. revisaban critica­mente el manuscrito, se hizo evidente que cualquiera de ellos podía entender que una secelón determinada era muy elemental mientras qu~ otros opinaban que era demasiado especializada Del mismo modo, podrla considerarse que la Inclusión de definiel'ones -tanto en el texto qomo en las notas al pie­Implica una actitud ofensivamente oondescendiente hacia una persona para quien el término forma parte de su )enguate profesional . cotidiano, mientras que para el lector común la

falta de definiciones a menudo parecfa Implicar algo asf co­mo "Si usted no sabe Qué significa, no vamos a tomamo• la molestia de decfrselo". Por lo tanto, se decidió incluir al final del libro un glosario que contiene sólo aquellos términos que no pueden encontrarse en los diccionarios comunes y que no.

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están defillidos en el texto. ·(En el lndice se indica la ubica­ción de tu definiciones ofrecidas en el texto, con los núme­ros correspondientes a tu páginas en negrita). Los autores desean expresar su agradeclmlento a las nWJie­rosas personas que leyeron todo el manuscrito o parte de el y proporcionaron ayuda, aUento y ccmsejo, en particular Paul S. Achilles, Pb. D., John H. Weakland, M. A., Carlos E. Sluzld, M. D., A. Russell .Lee, M. D., Richard Flsch, M. D., y Arthur Bodin, Pb. D., todos ellos colegas en el Mental Re­letJrch lnstitute; Albert E. Scheflen, M. D., Eastem Pennsyl­vanla PsychÚitrÍC lnstltt¡;t11 y la TBmplll UnlOBt'Bity School of M«<4cinnl; Karl H. Pribram, M. D., Ralph L Jacobs, M. D., y William C. Dement, M. D., de la Stan(ord UnloorBity Scltool of Medklne;. Henry Longley, B. S. E. . E., Project Eqlneer, Westem Deulopm~~r~t Laborotorlu (Philco); Noel P. Thomp­sOO. M. D., M. S. E. E., Jefe de la Di'YiJión de Electrónica Mé­dica, Pilo Alto M«Ucd. s-eh FOIIIIddtúm; John P. Spie­gél; M. D.,,_Celltllr of ~ In Pmonallty,' Hllf'IJGfd Uni­OIII'IIltfl. La responsabilidad por las posiciones adoptadas y los '!mmls que puedan ·haberle oometido COft'8 por cueata uclu· slva de los autores. Este trabajo 110 realizó con la ayuda del Nelftlnal ItiiiUute of MCflt.Z Health (SUbsidio MH 07459-01), la Roben C. W#we­lllr F Otll1datfon, el /f1/f11168 McKem Qlltell Funcl, y la Nt#l.orwll Ar,looft¡¡ion for M mi6Z #«<llla, nya ayuda m:onocemos con gratitud. .

Palo Alto, marzo de 1968.

1 Marco de referencia

1.1 .

HIUfa ol m-o, la ltillorla 110 pr-• "" .,_.. plo a 1111<1 cullura qva rln<Lr a tJ111J, atlnla loaco "" muc:loo, fclnta .....,,.,.,., V Nmlll6to .., _......, $nlf/lcol CO!IIo el a la nu,.,. een ..,..eo a r. Culttwd Cldllca. D•b/6 ,,......,,.,., IIIUCho tlompo lllfo

,., "" - ,.....,..,.,. ,. e;,.¡. ~ ,... ... p1r nuatnu ,.,... /cfNI. Pm>, - el d...., dé emular a 1M Cldofcor -., CGnJtanl"'"""" ,._

-·· coda litiO a /or paiGI datltJO en - lnt""o en Ndlldad nor IJfJGI'I6 carla - 11141 del Ideal ,._ Bfnatlt>. Lo """"" del COIIOdmlento oecltkntal· ... por lo lanlo, la ht#oria a la emanclpad6a ~ sfva con _.,o al ,......,._., C/411co, 1111<1 .,_.

t:lpoe/4A """"" ,.,.,..,. .mo lm,.,..U en la~ pr<>­funtlldatlll del lftcorUt:lonte. (Oowald Spengler: La tfecndencla de Occrd.,.!e.)

Consideremos las si¡ulentell situacloues distintas:

El número de zorros que habitan en cierta 6rea situada ftl norte del Canad6 exhibe una notable periodicidad en cuanto a sú aU'Inento y disminución. En un ciclo de cuatro a!los alcanza un punto múlmo, ·disminuye casi hasta la extinción y, por último, comienza a aumentar otra vez. Si el biólogo llmitnra su atención a los zorros, estos ciclos no serian oomprensibles. pues nada hay én la naturaleza del zorro -o de ninguna otra especie- que explique tales cambios. Sin embargo, cuando se piensa que los zorros se alimentan casi exclusivamente de co­nejos salvajes, y que éstos casi n~ tienen otro enemigo natu_ral. esa relación entre las dos espec¡es proporciona una exphca· ción satisfactoria para un fenómeno que, de otra manera. se­ria misterioso. As! puede entenderse que los conejos exhiban un ciclo idéntico en el cual el aumemo y la disminución es· tan lnvetVdos: c;..nto mayor es el número de zorros mb son

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los conejos muertos por aquéllos, de modo que, eventualmen· te, el alimento se hace muy escaso para los zorros. Su número disminuye, dando así a los conejos sobrevivientes una opor· tunidad para multiplicarse en ausencia virtual de sus enemi­gos, los zorros. La renovada abundancia de conejos favorece la supervivencia y el aumento del número de zorros, etcétera. Un hombre se desmaya y es trasladado al hospital. El médico que lo examina observa pérdida de conciencia, presión arte­ra! sumamente baja y, en general, un cuadro cllnioo de al­coholismo agudo, o de una intoxicación por drogas. Sin em· bargo, los análisis no revelan huella alguna de tales sustan· clas. El estado del paciente sigue siendo inexplicalile hasta que aquél recupera el conocimiento y revela que es un in· genlero de minas y acaba de volver, luego de trabajar durante clol años en una mina de cobre ubicada a una altura de cua· llO mil qninientos metros en los Andes. Ahora resulta evi· dente que el estado del paciente no constituye una enferme· dad en el sentido habitual de deficiencia orgánica o tisular, siDo un problema de adaptación de un organismo cllnica­mente sano a un medio drásticamente modificado. Si la aten· ci,(lu médica se limitara exclusivamente al paciente, v si sólo se tuviera en cuenta la. ecología del medio habitual en que vive. el médico, el estado del paciente .seguiría siendo in· CCIIDW'ensible.

~ el parque de una casa de ~mpo, a la vista de Jos tran· ...mte• que pasan por la vereda, un hombre barbudo se arra .. Ira, agazapado siguiendo recomdos que semejan un ocho, ob· servando constantemente por sobre su hombro y graznando sin cesar. Así describe el etólogo Konrad Lorenz la conducta que debió adoptar durante uno de sus experimentos de im­printjng con patitos, luego de haber reemplazado a la madre ~ aquéllos. "Yo me felicitaba", escribe este autor, •por 'la obediencia y exactitud con que mis patitos me se¡uían, cuan· do de pronto levanté la vista y vi sobre la cerca del parque 111!8 fila de rostros tremendamente pálidos: un ~ntpo de tu· ristas me contemplaba horrorizado desde la cerca, Los patitos ..ataban invisibles 4ebido a las altas hierbas y lo que los turistas veian era una conducta totalmente inexplicable y, de hecho, loca. (96, p. 43).

Estos ejemplos aparentemente dispares tienen un denominador común: un fenómeno permanece Inexplicable en tanto el mar­gen de observación no es suflcléntemente amplio e<mio para Incluir el· contexto en el que dicbo fenómeno tiene lugar. Le imposibilidad de comprender las complejidades de las rela­ciones que existen entre un hecho y el oontexto en que aquél

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tiene lugar, entre un organismo y su mediD, o enfrenta al ob· servador con algo · "milterioso" o lo lleva a atribuir a 1\1

objeto de estudio ciertas propiedades que qulaás el objeto no posea. En oomparaci6n con la ampla aceptación que este he­cho tiene en biología, las cienclu de la conducta puecen ba· sarse todavla en una visión monádiea dellndiviquo y del n»­todo, c:onsagrado por el tiempo, que consiste en aislar varia· bies. Ello resulta particulanneilte evidente cuando el objeto de estudio es la conduota perturbada. Si a una persona que exhibe una conducta alterada. (psicopatológica) se la estudia en aislamiento, entonces la Investigación debe ocupane de la naturaleza de su estado y, en un tentfdo mú amplio, de la naturaleza de la mente humana. SI los límites de la lnvestl· gaci6n 1e 8mpllan ooa el propósito de lncluh' los efectos de esa conducta iobre los demú, lar reaccionel de estos últimos frente a aquéllu y el contexto en que todo ello ti- l!Jgar, entonces el foco se desplaza desde la mónada artificialmente aislada hacia la rclaci6n eiltre lu partes de un listema mú amplio. El obsemador de la conduot& ·llunw., lllltOneeS, pasa de UD estadio deductivo de la menee al estUdio de lar mani­festaciones observables de .la relación. EZ fl8ltlculo rJ. rm.. ~ .. l4 COflllmblcfma .. Quisi6ramos 10gerlr que el estudio de la oomUicación hUíná· na puede subdividirSe e11 las tres áreal, ~tfea, llellllnttca y pmgm!ttca, establecidas por Monis (106]' y seguidas por Oár- · nap (33, p. 9), para el estudio de la semiótica (la teorfa ge­neral de los signos y los lenguajes),. Asl, aplicadas al marco de la comunicación humana, la primera de estat tres 6rtu abarca los problemas relativos a transmitir Información y, por ende, constituye el campo fundamental del teórico de la In· formación, cuyo Interés se refiere a los problemas de codi· flcación, canales, capacidad, ruido, redundancia y otras pro· piedades estadlsticas del lenguaje. Tales problemas son de In· dole esencialmente rintdcUcG, y a - teórico no le lntiii'8SA el significado de los slmbolos-mensaje. El significado constituye la preocupación central de la •e­mtfntlctJ. SI htén ·es posible transmitir series de simbolos con corrección sintáctica, carecerlan de sentido a menos que el emisor y el receptor se hubieran puesto de acuerdo de antema· no con respecto a su significado. En tal sentido, toda lnfor· mación · oompartlda presupone una convención semántica. Por último, la comunicación afecta a la conducta y éste es un aspecto Jlf'tlgmático. Si bien es posible efectuar una sepa· ración conceptual clara entre estas tres áreas, ellas son, no obstante, lnterdependientes. Como señala Ceorge (55, p. 41) "en muchos sentidos es válido afirmar que la sintáctica e• ló­gica matemátlca, que la semántica es filosofía o filosofla de la

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dencia y que la pragmática es psicología, pe!'O estos campos. no 11011 en realidad completamente distintos•. · Este libro 1e referid a 1u tres 6reu, poro 1e ocupar& en par· ticular de la pragmÁtica, esto es, los electos de la comunica· ción 50bre !11 conducta. En tal 5entido, debe aclaralll' desdo el comienzo que estos dos términos, comunlcacl6n y conducta, se u.1an ''irtualmente como sinónimos, puea los datos de la pragmática no son sólo palabru, (en función de ms CODfi­guraciones y significados) que est&n al semc:io de la sintác­tica y la sem6ntica, sino también. sus concomitantes no ver­bales y el lenguaje corp01.1l. Más aún, agregaríamos a las conductas personales los componentes comunlcacionales In· herentes al contexto en que la comunicación ~ lugar. M desde esta perspectiva de la pragm&tica, toda covducta, y no sello el habla, es comunicación, y toda comunicación, incluso l01 indicios comunicaclonales de COIItmos impersonales, a(ec­tán a la conducta. Adernú, no sólo nos interesa, -oomo sucede con la pra~­tlca en general-, el efecto de una comunicación sobre el re· ceptor, sino tambi6n, -por considerarlo como algo jnsepara­blemente ligado,- el efecto que la reacción del receptor tie­ne sobre el emisor. Asl preferirlamos ocupamos mellCII de las relaciones emisor-signo o receptor-signo y más de la· n!la­cl6n emiiOr-receJl~Or, que lB utoblece 1101' msdlo de la co­munk4cl6n. Pllesto que este enfoque comunlcacional de los fenómenos de la conducta humana, -tanto normal como anonnal- se basa en las manifestaciones observables de relación en 'el sentide '!lás arnpHo, estil. conceptualmente más cerca de las matem4· hca. que di': la psicologfa tradicional; pnes las matemáticas constiluyen lA disciplina que se ocupa de manera miÍs inme­clinta de las relaciones entre entidades y no de su naturaleza. Por otr11 lado. la psicologfa ha mostrado tradicionalmente una nurrmda tendencia a la concepción monlidica del hombre y, en consecuencia, a una coslficadón de algo que cada vez se mmlflesta miÍs como pautas 1 de relación e interacción.

1 · lleiTKlO elegido las expreriohet •pau6n• y "pauta• como el mejor f'!UIYillente posible del tmmno fila:)'• "pattcm" que es, en realldad fn­tradudble. Asl, 1e baee dlfldl lrlllla>ltir su ploao llpifloado ........ttco, ••IVlue en fra""-, por ejemplo. el tmn~.., .,_. (y en relación '"" ~l. llmctu(oliomo) goza de una aooptad6a cada vez:' 111&)'01' (cf., 1" <>bras ele Levy-Straun). Conviene deJar esto aclarado dcode el eo­mlrmo: en este Ubro, "patrón" o "pauta• 10 utfllo:aD para referirte a totalidad., que liguen .., prcpl&t Jeyu y no 1011 ~ la. 111ma •1r. a,artl'' individuales. También se laa pOdria llamar • g_estalta ... , slempre '1~•• ,. ntrlbuya a este thmino el llgDifieado orllfr.al dlao!.mloo que le (111'::~ w,.,,h,·imrr Y no ~e las entendiera como conflguñ..ciones p~amente •" At r. "· 1111. dd A.)

La afinidad de nuestra hipótesis con las matemátcas se se· 6alará toda vez que ello resulte posible. Esto no debe detener al lector que no p011':8 conocimientos especiales en ese cam· po pues no encontrariÍ aqul fórmulas u otros simbolismos esPeclficos. Si bien existe la posibilidad de que nlgún din la conducta humana encuentre su expresión adecuada en el sim· bolismo matemlitico, no es por cierto nuestra lnteoci6n in· tentar esa cuantificación. Antes bien, nos referiremos al vasto trabaJo reaUudo en algunas ramas de las matemáticas siem· pre y cuando esos resultados parezcan ofrecer un lenguaje útil para describir los fenómenos de la comunicaci6n humana.

1.2. Noción. de funcidn y relación

El principal motivo por el que debe recurrlrse a las matem6· ticas en busca de una analogla o de un principio explicativo es la utilidad del concepto matemático de función. Para ex· plicarlo, se hace necesario realizar una breve intursión en la teorla de los números. Los filósofos de la ciencia parecen estar de acuerdo en t¡uc el paso m&s significativo en el desarrollo del pensamiento matemiÍtioo moderno fue el surgimiento gradual de un nuevo conCepto del número desde Descartes hasta nuestros días. Pa· ra los matemáticos griegos, los números eran magnitudes con· cretas, reali':S, perceptibles, entendidas como propiedades de obfetos Igualmente reales. Asf, la geometrfa se ocupaba de medir y la- aritmética, de ODntar. En su lúcido capitulo "Sobre el significado de los números" (U8), Os•vald Spengler muestra no sólo que la noción de cero C01llo número resultaba Impensable, sino también q11e las mag· nitudes negativas no tenlan un lugar propio en la realidad del mundo clásico: "Las magnitudes negativas carecen de exis­tencia. La expresi6n ( -2) x ( -3) :!::: + 6 no es algo perceptible ni una representación de magnitud" (p. 66). La idea de que los n<•meros constitulan la expresión de magnitudes si<:ttió predominando durante dos mn atlos. El cambio decisivo tuvo lu~tar en .1591," cuando Vieta introdujo las letras cpmo nota· olón en lugar de los números. De este modo, la idea de los m\meros como magnitudes discretas quedó relegada a un lu· gar secundario, y nació el poderoso concepto de oarlllblll; con­cepto que el matemático griego clil.sico babrla considerado tan irreal como una alucinación, pues, en oontraste con un nú · mero que significa una magnitud perceptible, las variables no tienen significado propio, sino que sólo resultan significativas en su relación mutua. Con la introducci6n de variables se lo· gró una nueva dimensión de Información y as( '~ fnrm•\ 1,,

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nueva matemática. La relación entre variables (expresadas por lo común, aunque no necesariamente, como una ecuaclóD) constituyen el concepto de funcl&n. Para citar a Spengler Ulla vex mAs, las funciones

· •. oo IOD de nl.aguna maDera DÚmerOI en el JeDtido clisico, siDo lig:nos que representan uaa conaión que carece de todos los r._ tlpieol de . la JDiliDitud, forma y siplfiaodo único, una búiaidad de posiclcmel po. libios do ..,..cter lfmllar, un conjuDto UD!ficado que adqulore as! ezlllen­da como UD ,..¡..,.,, Toda la eeuaci6n, au1111ue escrita en- d• alortunsda DOtacl6a como una. pluralldad do t«miDot, ... ... realidad, 11ft '•deo número, pues s. v. Ji ao_aoo números en mayor ~da- en que lo IOD + y =• (p. 77),

Así, por ejemplo, al establecer una relación especHica entre :r e y, la ecuación x• = 4ax encierra todas las propiedades de una curva. • Este importante cambio en el pensamiento matemático ha si· do resumido por Suzanne Langer de la siguiente manera:

Dílrú do ••tos simboloo oe encuentran !u abstracciones más audaces, más puru y m6.t frlu que la humanidad creara jamú. Nilllun& do 1u .._..._ eooo!Uticu oobre lu eoenclas y loo atribulol 'le aoorc6 a aada lfmllar a la abltracci6111 del ál¡ebra. No obstante, .,... · m1smo1 del>tl&os qua oe •norcullecl&D do su comdmWoto fáctico concreto, que precle-'wa rechasar toda prueba excepto lu emplrlcas, jamáa vad­laroo eo acoplar lu demos!n!doaet y loa álculoa, 1u ODtldadu IDCO<· pónaa, • ,_ ~ "flcticlu", de loo -teátlccr. El cero 1 ·el ialüüto, lu ra!ca cuaclraclu de loo mi,_ DelJ1lliVOI, laa lqi­lullot lnoaamaasurobles y lu - climeasiones, encontraron uaa bJeu. -'<la sin re.rvas en el laboratorio, cuaado el lo¡o reflexivo corrleote, qae todavla podla aceptar CDIDO UD acto de fe una swtoacla ODimica -ble, dadaba do su respetabilidad 16¡ica ...

~.Un reciellle articulo de J. David Stern (149) ilustra basta qué puato Puede aer enadoso el s~Caiflcado do loo mlmeros como mapitades, la· cluso cuando están prilllllriameate dutiMdor a lignificar mapitudos ........-, por ejeraplo, ea oc:ollii<IIDla. R~- a la douda -1. - autor oeliola que ... IDIDada ea Iorma aliJada y, por ende, en tér-- de DPitud abooluta,, la deucla nadonal do los Estador Unidos ba sufrido un oscolo&iante aumeDio desde 9ST billoaos ea 194'7 • 304 billoaes en 1962. Sin embargo, o! "" la ubiea en su ooDiexto apropiado, es dedr, ea relaei6n con el ÜJ8rftO neto, ,.,. ctq>il<l, oe bace evidenle liD& dinniaudón del 151 'J. a 80 'J. duraoto esa período. Loo legos y loo 1101ltioos tieuen porticulor tendencia a caer ea este tipo do falacia eco­a6mlc:a, aunque baca ya mucho que loo te6ricoo de la eeaaomla sdlo uti­lizan sistemas de variables eccmómicas y no uaidaclos oialaclu o ab­oolutas.

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El oeereto tadica ea ·el hocbo de que UD matemático DO pretcudo olir· mar aada acareo do la OJilteacla, la roalldad o la eflcacla de las ,.._..,, Lt - la poaibilidad de llmbÓI- COIGI y de limbollzar laa reJa.. clones que pueden _,._ entro oUu. Suo "entidades• no !Oh

"datos", lino '""""""" Es por - que loo "nú...,. Imaginarios" y los "d-les bÚIDitOI• .soa tolerados por deDiiflcot para q uieDM loo ageatu y loo poderes inviaibles y loo "principios" constituyen an•· '- Lal COIIIIruedDDol .matemlticu IOD sólo slmbolca¡ tienen lillli· flcado OD thminos de relaciones, DO de substaaela (91, pp. 18.19, los últilaas butardiJiu IOD DUO-),

Existe un paralelismo sugestivo entre el surgimiento del con· oepto matem,tico de función y él despertar de la psicologia al· concepto de relación. Durante largo tiempo -en cierto sen­tidn, desde Aristóteles- se concebla la mente como una seri" ·de propiedades o caracterlstlcas de las que el individuo es­taba dotado en mayor o menor grado, tal como contaba con un cuerpo esbelto o robusto, con oabello pelirrojo o rubio, etc. El final del siglo pasado fue testigo del comienzo de la era experimental en pticologla que trajo consigo la introducción de un vocabulario mucho más refinado aunque no esencial· mente distinto en un aspecto: segula ·estando comtituido por conceptos singulares y no muy relacionado:s. Tales concepto• eran los de las funciones psíquicas, lo cual fue desafortunado, porque no están relacionados con el concepto matemático de función y quienes los utilizaban •no se proponlan referirse a éL Como sabemos, las sensaciones, pereepcionet, apercepcio· nes, la atenció~~o la memoria y varios otros conceptos se défi· nlan como tales funciones, y se realizó y todavla se realiza, un enorme trabajo para estudiarlas en aislamiento artilical. Pero Albby, pot' ejemplo, ha demostrado que el supuesto de la tmm~oria está directamente relacionado con la posibilidad de observar un.slstema dado. Señala que, para un observador que está en· posli!ión de toda ]a, información necesaria cual· quier referencia al pasado y, por ende, a la existenci~,,de una memoria en el sistema, es innecesaria. Dicho observador pue· de explicar ia conducta del sistema por su estado actual. Ofrece el siguiente ejemplo práctico:

. • • ..poap11101 quo estoy en la - de ur. aml¡o y, cuoado un autn pea por la <&Be, el perro de mi amigo ..,...., bada na rlnc6A de b 'wbitaclóa y comienza a temblar. Para mi, esa conducta es Inexplicable y IU ...... me resulta desconOcida. li:ntonce.s mi omlgo dlca: "Haca solt meses lo atmpell6 un auto". Abora la conducta qul<la expUcada por una refereaela a DD beeM ocurrido lleis me111 antes. Si dedmo1 que el perro malliflosta "memoria• ans referimos pnl.cticamente al mismo hecho, lile 11, que su conducta puede explicaroe DO mediante un. re·

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lrrencla 1 su Ollldo actual, IIDo a "' -.lo u 1111 - 81 DO oe tlrne cuidado, 10 llq¡a a .al;mar que ol peno ·-· JI'OIIIC'flo, y luep 10 pleusa ea el perro oomo IMIIIIIIID ...,_ -. como paclria -un merhón de pe(Q ne¡ro. Y · uao pndrla seullr la teDiadóa de empe­zar a buscar t'&:l cosa e inclusO llea:ar a descubrir que dicha ''cosa• posre al¡unu propiedades snuy eurloa& Evidentemente, la "memoria" no et ol¡o objetivo que un slst<mo poo lt'e o DO, lino un ooocepto que el .~or invoca para Uenar la brecha que •11Jte cuando una porto del lillo- ea lnobscvabl& Cuanto ,_ es eJ DÚmeTO de wriabl01 obJen.abJa, ea _.,.. mocllda le vert obll­¡ado ol observador a ~ loa bechoa clel paudo como 11 cl­pefiann un papel eo la oonducta del lillomo. Ali la ._... en el cerebro 111 .161o ~ obi<;tlva. por Jo .,...¡ na resulta -que • .,..,.. 10 baya paado que ..., proplododoo oon ~tal o Jncluoo poqd6Jic:u. Obviamente,. 011 IIOCOIIrio volver a -mh.r ciuldadooa¡aento el temo dooda sus primoroo prlncipioo. ( 5, p. 117). ·

S~gún J\l*b'a illtel'pretRPióo, esto pasaje en modo alguno ruega los notables avaace¡ de la investigación ueuroflsiológl­ca sobre la acv.lllllladón · de informaci6n en el cerebro. E'Yi· de~nte,. el estado del animal es distinto desde el. acci­dente; debe haber algún cambio molecular, algún circuito re• do;,ntemente establecido. en síntesis "algo" que el perro."tie­no ahora. f,ero Ashby se opone Qlarasnente a esa ~­t;ldra hipotética y a su cosificación. Bateson (17) ofrece otra

· analogia, .la del desarrollo de una partida de ajedrez. En cual­quier momento dado, el ~do, del jueS9 puede entenderse sókl a p~ de la ~nfiguración actual de las pie28s SQbre el tablero (~endo el ~¡edre;..J!n juego con infonna,ción comple­ta), sin mngán regtstro o recuerdo" de los mo'Yimientos an­teriores. A~ cuando se tome esta configuración éomo la me­moria del ¡uego, se trata lle una Interpretación puramente presente, observable, del térinino. ' Cua':'de el vocabulario de la ¡ISicologfa experimental se ex­tcndJó a lo. contextos interper>m~ales, ·el lenguaje de la psi­cologla siguió ~o mon6.dlco. Conceptos tales como lidc­m:zgo, dependencia~ extrowrsión e lntroversióll, crianza y mu­ch.,. otros, ·se conVJrtieron en el objeto de detallados estudios. Desdo luego¡ el peligro C!Onslste en que todos esos términOil n~u~n una pseudorrealidad pwpla si se los piensa y se los rcptte. durante butante tiempo, y la «mstrucclón teórica "'!de­raz~ se cot>vlorte por fin en Liderazgo, una cántidad men­surmblc en la mente humana, concebida. como un fenómeno en aislamiento. Una vez que se produce estll coslficáclón, ya no se reconnee que el ttl!rmino no es mAs que una expresión '1"" sfntctlzn una forma particular de relación en curso Tcxln• lns niños aprenden en la escuela que el movimiento es

algo relativo que sólo puede percibine en relación con un punto de referencia. Lo que solemos dejar de lado es que C$e

miulío principo rige 'Yirtualme~te para todas las percepciO' nes y, por lo tanto, para la experiencia que el hombre tiene de la realid•d Las lnvestipclones sobre los sentidos y el ce­rebro han demostrado acabadamente que sólo se pueden per· clblr relaciones y pautas de relaciones, y que ellas constitu­yen la esencia de la experiencia. As!, cuando mediante algtín recurso ingeriloso se Impide el movimiento ocUlar de modo que las mismas i\reas de la retina continúen percibiendo la misma Imagen, ya no resulta posible tener una peréepción visual clara. Del mismo modo, un sonido constante e Invaria­ble es dificil de percibir e incluso puede volverse inaudlblé; Y Si se desea ex¡;>lorar la dureza y la textura de una superficie, el sujeto no sólo coiQCill'á el dedo sobre ella, sino que lo. moverá hacia UDO y otro lado, pues si el lndice permaneciera inmóvil 110 te podria obtener ningnna información útil; salvo, quizú, una sensación de temperatura que a su ve2: se debe­rla también a la diferencia relativa entre la temperatura del objeto y la del dedo. Seria fi\cil dar mú ejemplos de esto tipo y todos señalarian el hecho eL¡ q~. de una ~RRD,.a 1J otra, eu toda per¡;epcióo · hay ¡¡n pJWeSO de cambio, movimjento o expionu:l6.11 ( 133, p. 173). lWl otros t6rmiDoll, se eltab.,o una relación, se la po~ a prueba en ¡¡n rango tan amplio como las circunstm­clas lo permiten y se llega a una abstraccl6n que, según so• tenemos, es Idéntica al coneepto matem&tlco de funci6n. Asl. la esencia de 1111estras percepciones no son "cosas" sino fun­ciones y éstas, como vimos, no constltuyess magnitudes aisla· das slno •signos que representan una coMldÓn. . • una infini­dad de posleiOIIes posibles de carácter similar ... • Y Si esto es cierto, entonces ya no debe SOifilendemos que Incluso la percepción que el hombre tiene de si mi!JinO sea, en esencia, una percepci6o. de 'funciones, de relaciones en las que parti­<;ipa, por mucho qne después pueda cosificar esa percepción. Cabe destacar, dicho sea de paso,' que la ya vasta literatura &Qerca de deprivación sensQrial corrobora todos estos. Hechos, desde. los trastornos sénsoriales hasta lós problem~s de la au­tópercepcilm.

1.3. In/ormación 11 rettoalimentacfón.

Freud terminó con mucba:s de las cosificaciones de la psicolo­g$& tradicional cuando Introdujo su teorla pSicodin!mlca de la conducta humana. No es necesario destacar aqul sus lo-

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gros, pero hay un aspecto de eUos que encierra particular im­portancia para nuestro tema. La tcor!a psieoanatltica está basada en un modelo í:Onccpfual acorde con 1a epistemologfa prevaleciente en la época de su formulación. Postula que la cc¡nducta es, básicamente, el re· sultado de una interacción hipotética de fuerzas intrapslqui· cas que obedecen a las leyes de conservación y transforma­ción de la energla imperat~tes en el campo de la flslea donde, para citar a Norbert Wiener cuando describe esa época, "El materialis!l'o aparentemente habla ordenado su prppia gra· mátlca, y dicha gramática estaba dominada por el con~pto d4 eQergla" (166, p. 199). En llneas generales, el psicoanáli· sis clásico siguió siendo en esencia una teor!a sobre los pro· cesos intrapslquicos, de mod(! que Incluso cuando la inter­ación con I&S fuer:&as externas· era evidente, se la consideraba secundaria, como Sucede con el concepto de "beneFicio secun· dario 1• En general, la interdependencia entre el individuo y su medio slguió siendo objeto de muy poca atención dentro del campo pslcoanalltico, y es precisamente aqul donde el concepto de fnterCCJmblo de lnformaci6n. esto es, de comuni· cacilln; se hace indispensable. Hay una diferencia b&slca en· tre. el modelo pslcodin4mico ( psicoanalltioo) por un lado, y ~oler eoncetttualizaél.ón de la Interacción entre· el órgn· n1smo y el medio. por el ot!O; y dléha diferenciA n•iMe vol­- mis clara a la luz de la siguiente analogla ( IJ). Si el pie da 'UD caminante cbooa contra una piodra. la en~a se tTans­fler6 del. pie a la piedra; esta áltlma resultará desplazada y •·deteadrá en una posición que 6'ltá totahítente determinada flOI' ·factores tales como la cantidad de energfa tramferida, la f- y el peso. de la piedra y la natumleza de la 1111perficie !10¡, la nue rueda. SI, .pcll'. otro lilrlo; •1 homl)re anl~" '1 "" !1el'm en lugar de una piedra. anuél puede saltar y moJCie:rlo. Ea tal caso, la reladón entre el puntapié y el mordi~ es de lndole muy distinta. Resulta evidente. que el perro obtiene la. energla de su propio metaboli!IJTIO y no del puntapié, la energía para su reacción. Por ende. In que se transfiere ya no es enentla, J.i.ao rnb bien inforrnaci6n, ~'l. ot>-o1 n•lah•a•. el puntapié es una cond)'~a que comunica algo al perro, y el perro reacciona a esa comunicación con otm acto de conduc­ta-eomunicación. Esta es básicamente la diferencia entre· la pslcodin~mlca freudiana y la teorla de la oomunicación como principios explicativos . de 1!' conducta humana. Como . se ve. pertenecen a distintos 6n:lenes dé coinplefidad; el prlmeTn no

3·. Desde lue¡o, los llamados 'Deo-freudlmoa" alrlbnyea pa ImportaD· da a la IDteraedolll iDdivldua-medlo.

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puede ampliarse y convertb'le en el segundo y ·éste no puede tampoco derivarse del primero: se encuentran en una rola­cl6a G& ....,_inuidad conceptual. Este pasaje conceptual de energla a información resulta esen· cial para el desarrollo casi vertiginoso en la filosofla de la ciencia desde el final de la Segunda Guerra Mundial; y ha ejercido un efecto perticular sobre nuestro conocirnento del hombre. La Idea de que la Información acerca de un efecto. a saber, el hecho de que, si la retroalimentación al efector es ·adecuada, asegura de tal manera la estabU!dnd de este y su adaptación al cambio ambiental, tío sólo abrió el camino hacia la construcción de máquinas de un orden superior, (esto es con cootrol de en'Oi'es y dirigida a objetivos prefijados) y lleY6 a postular la cibemétiea como úna IJDeva eplsternologla, sino que tambi.§n ofrecl6 una visión totalmente nueva del funcionamiento de los complejos dstemas interactuantes que encontramos en biología, psicologla, sociologla, economía y otros campos. Si bien, al meaos por el momento, la significa­ción de la cibernética no puede maluarse ni siquiera en fOr. ma · proviloria, los principios fundamentales inherentes a · iella son sotp.teodentemente simples y se examinarán aqul en for-ma breve. · · En tanto· la ciencia· se oeup6 del estudio de relaciones lhiea· les, unldlrecclonales y progresivas, de tipo cáú~a.efecto, una serie de fenómenos ·rnuy imp01 tantes permaneció fuen~ del innienso territorio conquistado por el conoclrnlento . cientlfico dUTante los ultimas cuatro siglos. Quizá sea u~ simplifica­ción exagerada, pero ót!l, decir que esos fenómenos tienen como denorninad!lr comun los conceptos relacionados de crs­~mlento y cambl¡). Para incluir estos fenómeilos en una vi· s6n unificada del mundo, la cienqla ha tenido que reaurrrir desde la .§poca de. los antiguos· griegos, a conceptos diversa­mente definidos pero siempre llijbulosot y dificiles de lnBne· jar, basados en la noción de que eziste un pr!lp6slto en el curso de los hechos . y que el resnlt~o ~1 determina "de alguil!l rnaera" los pasos que Uev.n a él; o bien, dichos fen6menOJ estaban caracterizados por alguna forma de "vita­lismo" y, por ende, quedaban excluidos de la ciellcia. A.1l, hace aproximadamente 2.500 años el escenario estaba ya pre­parado para 11118 de las ~ controversias epistemológioas que ha continuado hasta lliMStrOs dlas: la lucha entre el de­terminismo y la teleologla. Pan volver al estudio del hombre. el psicoanálisis perte11ece claramente a la escuela determi· nista mientras que, por e¡emplo, la psicologla analltica de Jung parte en grado considerable del supuesto de una "ente­lequia" ~ente en el hombre.

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El advenimiento de la cibemética puso fin a todo esto de­mostrando que lo.s do.s principios podían unirle dentro ·de un marco más ampllo, criterio que se hizo posible gr&oclas al descubrimiento de la f'BtrOtllimentacídn. Una cadena en la que el hecho 11 afecta al hecho b, y b afecta luego a e y e a '? vez trae consigo a d, etc., tendrla las propiedades de un llStema lineal determinista. Sin embargo, si d lleva nueva­mente a a, el listema es clreular y .lonclona de modo total­mente distinto. Exhibe una conduela que es esencialmente análoga a la de Jos fenómenos que han desafiado al anll.lisis en términos de un determinismo lineal estricto. Se sabe que la retroalimentación puede ser positiva o negativa; la segunda se mencionanl. con ma)'Ql' frecuelicia en este llhro, puesto que caracteriza la hoiDeQStasis (estado COII!;tante), por lo cual desempe6a un papel lmportante en el logro y el man­tenimiento de la estabilidad de las relaciones .. Por otro lado, retroalimentación positiva lleva al cambio, esto es; a la pt!r­dida de estabilidad o de equillhrio. En amboS ·casos, parte de la salida de un sistema vuelve a introducirse en el sistema como información acerca de dicha salida. La diferencia con­siste en que, en al caao de la retroálimentaclón negativa, esa ~6n se utiliza pua disminuir la desvl:acl6n de la sa­lida coil respecto a una norma estal>lenida -de ahf que se utilice el a.djetivo •negativa•- mientras que, en el caso de la retroalimentación positiva, la misma información actúa co­mo una medida para aumentar la desv!aclón de la salida y resolla as( positiva en relación con la. tendencia ya existente hacla la Inmovilidad o la desorganizacl6n. · Si bien el concepto de homeostasis en .Jas relaciones humaDas serA objeto de un elllllllell. mú detallado en la S.·U, conviene aclarar ahora que seria ptematuro e ineacto llegar simplemen­te a la conclUII6n de que la retroalimentaclón negativa ~ de- . seable y la positiva, desorganbante. Sostenemos básicamente que los sist-as lnterpersonales -grupos de desconocidos, pa­rejas ~atrimo~al~ familias, relaciones ps!coterapéutlcaa o In­cluso mtemamonales, etc.- pueden $1tend,erse COmO circuitos de retroalimentación, ya que la c.ondueta de cad11 persona afee' la la de cada una de las otras y es, 11 1111 vez, afeetada por éitas. La entrada a tal sistema puede ampliflcarse y transformarse n>l. en cambio o bien .verse contrarrestada para mantener la· es­ta&illdad, segtln que Jos mecanismos de retroalimentación sean positivos o negativos. Los· estudios sobre famillas que inclu}ien a un miembro esquizofrénico dejan muy pocas dudas acerca de que la existencia del paciente es esencial para la estabiHdad dd sistema familiar, y ese sistema reaceionani niplda y eficaz· mente frente a cualquler Intento, interno o externo, de alterar su organización. Evidentemente, se trata de un tipo indeseable

de estabilidad. Puesto que las manifestaciones de vida se dis· tinguen claramente tanto por la e~bilidad como por. el cambio, los mecanlSmos de retroalimentación positiva o negahva que ne­cesariamente poseen presentan formas especificas de interde­pendencia o complementariedad. Pribram ( 117) demostr_ó .~ace poco que el logro de estabilidad da lugar a nuevas sensibilida­des y que nuevos mecanismos aparecen pam hacerles frente. Asl la establlldad no es uu punto final estéril incluso en un medio relativamente constante sino más bien, para utilizar la conocida frase de Claúde Bemard: "la estabilidad del medio Interno es la condición para la existencia de vida libre". Con buen criterio se ba hablado de la retroalimentación cotDO del secreto de la 'actividad natural. Los sistemas con retroali­mentación no sólo se distinguen por un grado ouantitatlvamente mll.s alto de oomplejldad, sino que también son cualitativamente distintos de todo lo que pueda incluirse en el campo de la me­cll.nica clásica. Su' estudio exige nuevos nuu;cos conceptuales;. su lógica y su eplstemologla son diicontinuas con respecto a Cier­tos principios tradicionales del análisis clentlflco, tal como el de •aislar una sola variable• o el criterio de Laplace de que el conocimiento completo de todos los hechos en un momento dado permite predecir todos Jos estados futuros. Los sistemas que se autorregulan -los sistemas con retroallmentRci6n- re­quieren una filosofla propia en la que los conceptos de confi­guración e lnfonnación son tan esencial~ contG los _de ~aterla y energía lo fueron a comienzos de este Stglo. La utilizaciÓn de estos sistemas en tareas de investigación se ve enormemente dificultada. al menos por el momento, por el hecho de que no existe un lenguaje cientlflco suficientemente refmad_o ~~!"o para constituirse en el vehículo necesario para su esplicacJOo, Y se ha sugerido, como lo hizo por ejemplo Wi.eser (~(Ji, . P- 3J), que los sístemas mismos constituyen su propta exphcactón más

simple.

1.4. Redundancia

No debe entenderse que el énfasis que ponemos e? la dis~~n­tinuidad entre la teoría de los sistemas y las teo.nas ":',dtcto­nales monádicas 0 lineales constituye una manifestac10n de de;esperanza. Si se destacan las dificultades conceptuales, .es sólo con el fin de señalar que es necesario encontrar nueras '~as de enfoque, por la simple razón de que los .marcos de refe­rencia tradicionales resultan evidentemente mad~cuadns. En esta búsqueda comprobamos que en otros campos se han hec~n progresos que encierran relevancia inmediata pra el estudw

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dt· la ronHmiladón humana, y tales. isomorfismo constituyen el principal tema de este capítulo. Excelente ejemplo de ello es el homeostato de Ashby ( 4, pp. 93 y sl,g.) y, por lo t~Wto, lo mencionaremos por lo menos brevemente .. El aparato consiste éh cuaho subsistemas autorreguladores idénticos totalmente inter­conectados de modo tal que una perturbación provocada en cualquiera de ellos afecta a los demás y, a su vez, se ve afectado por la reacción de éstos. Ello significa que ning{•n subsistema puede alc¡onzar su propio equilibrio aislaclo de los otros, y Ashby ha podido demostrar una serie de características muy notables de *conducta" en esta máquina. Aunque el circuito del homeostato es muy simple si se lo compara con el cere· bro humano o incluso con otros 11rtefact01 hechos por el bom· bre, es capaz de 390.625 combinaciones de valores de pará­metro o, para eaprt:sarlo en términos . más antropomórficos, cuenta con ese nítmero de actitudes adaptativas PQ~iblei fren­te a cualquier cambio en su medio interno o externo. El homeostato a,lcanza su estabilidad por medio de una búsque­da al azar de sus combinaciones, que continúa hasta que se alcanza la configuración interna apropiada. Se trata dé algo idéntieo a la conducta de tipo ensayo y error de muchos or­gantlmos bajo tensióo. En el caso del homeostato, el tiempo necesario para tal búsqueda puede variar de segundos a horas. Resulta f,\cil comprender que; para los organismos vívos, este !apto sería casi invariablemente excesivo y constituirla un serio obstáculo para la supervivencia. Ashby lleva este pensamiento hasta su extremo lógico cuando afirma:

Si fuéramos como homeostatos. y esperátamoJ que un determioado cam­po DOs diera, de golpe, toda nueatra adaptación de adulto, aguardaría­moa illdefmidament~. Pero el nllio no eapera indefinidamente; por el con!rario, la probabilidad de que clésarroUe una adaptación adulta com­pl~ta. en el curso de veinte año~ !!;e ncerca. a la unidad ( 4, p. 136).

A continuación demuestra que en los sistemas naturales se logra cierta conservación de la adaptación. Ello significa que las adaptaciones anteriores no quedan destruidas cuando se en­cuentran otras nuevas y que la búsqueda no necesariamente tiene que iniciarse desde el comienzo como si nunca antes se hubiera alcanzado una solución. La relación entre todo esto y la pragmática de la comuni­cación humana resultará más clara luego de las siguientes con­sideraciones. En el homeostato, cualquiera de las 390.625 con­figuraciones internas tiene en cualquier momento dado unu probabilidad igual de ser provocada por la interacción de los cuatro subsistemas. As(, el surgimiento de una· configuración

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dada. no ejerce el menor efecto sobre eJ de la conliguración o secuencia de ·configuraciones siguientes. Se dice que una ca­dena de heqhot cuyos elementos tienen en todo momento Igual probai:Jflldacl efe producirse se comporta al azar. No permite sacar conclusiones ni hacer predicciones con respecto a su se­cuencia futura, lo cual equivale a decir que no transmite In· formación. Sin embargo, si se oonflere a un llistema como el homeostato la capacidad para acumular adaptaciones prevías para su uso futuro, la probabUidad Inherente a las ~uenclas de configuraciones internas . sufre un cambio drástico, en el sentido de que ciertos agrupamientos de configuraeiones se vuelven repetitivas y, por ende, más probables que otras. Cabe sellalar a esta altura que no es necesario atr!bulr sig­nificado alguno a talts agrupamientos; su existencta consti­tuye su mejor explicación. Una cadena del tipo descrito es uno .¡,. los mnceptos más básicos en la teor!a de la información y recibe el nombre de proceso estcictútlco. As!, el proceso estocástico se refiere a las leyes Inherentes a la frecuencia de slmbolos o hechos sea la secuencia tan simple como Jos re­sultados de emae'r bolitas blancas y negras Je una caja o tan é:omplcja cómo las estructuras especificas de l01 elemen­tos tonales y orquestales !!tilizados por algún compo~itor, el uso idiosincrásico de elemen.t9s llngülsticos en el estilo de un autor o la configuración, tan importante desde ~1 punto de . vísta diagn6stico, qpe presenta un trazado electroenctfalográ-· fico. De acuerdo con la teorla de la información, los proce: sos estocásticos muestran redundancia o constncci6n, dos tér­minos que pueden ser usados lndLitiDtamente con el concepto de configuriiCión que se ha empleado libremente en los párra­fos anteriores. A ~esgo de 'ier deDIUiado redundante.s, sella­laremos una vez más que estas configuraciones no tienen, ol necesitan teaer, ningún 'tipificado explicativo. o simbólico. Desde luego, ello no excluye la posibilidad de que puedan estar correlacionados con otros sucesos . como, por .ejemplo, en el caso del eleclioencefalograma y algunas dolencias. La reclundaru!ta 'ha sido ampliamente estudiada en doS de la tres Atea$ . humanas de la comuilicacl6n, la sintáctica y la semántica; merece mencionárse al respecto la obra pionera de Shannon, Carnap y Bar-HI.Uel. Una de las conclusiones que pueden extraerse de esos· estudios es la de que cada uno de nosotros posee ·vastos conocimieíitos acerca de la legitimidad y la probabilidad estadística inherentes tanto a la sintáclien como a la semántica de las comunicaciones humanas. Desde el punto de vista psicológico, ese conocimiénto resulta partí· cularmente Qñeresante por ~1 heeho de hallarse casi pur

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co~pleto fuera de la percatación humana. • Nadie, excepto quizás un experto en información, puede establecer las pro­babilidades de las secuencias o los órdenes jerirquicos de las letras y las palabras en un lenguaje dado, a pesar de lo cual todos nosotros podemos percibir y corregir un error de im­prenta, agregar una palabra que falta y exasperar a un tarta­mudo terminando sus frases antes que él logre hacerlo. Pero conocer un idioma y saber algo acerca. de un Idioma son dos Hpos muy distintos de conocimiento. As!, una persona puede utilizar su lengua materna con corrección y fluidez y no poseer, sin embargo, conocimientos de gram{tica y sintaxis, esto es, acerca de las regltU que sigue cuando la habla. SI ese indivi­duo aprendiera otro Idioma -salvo que lo haga mediante el mismo método empírico con que aprendió su lengua. materna­también tendría que aprender explícitamente algo acerca de Jos idiomas.' . . Pasando ahora a los probletnaJ de redundancia o constricción en la pragmáHea de la comunicación humana, una revisión de la literatura muestra que hasta ahora se ha publicado muy poco acerca del terna, sobre todo en lo que se refiere a la pTBg­IJiátlca corno fenómenos de Interacción. Por ello entendemos que la mayoría de los estudios existentes parecen limitarse So­bre todo a los efectos de la persória A sobre la persona B, sin tener igualmente en cuenta que todo lo que B hace influye

~. J•'Pen 1" ftfialado en mb de una OC8JI6n la dlst!nefón mtre lo in· ron~cicnte )' lo extraconsclente, por ejemplo: ••. Esta no conciencia, que la fenomenología y la psieologfa de los fe­n0tnf'lklil signl(icaUvos transforman en conclenda, este contenido no per­cibido que se vuelve CODiciente de esta manera, ao debe c:onfundirse con . lo que es gen·linamente inoonsciente. Esto último es en pdncipio extra .. ('(ln~ciente, y a.Jgn de lo que nunca podemos tomar plena conclencta. (78 bll, p4g. 306). ... Al Investigar las cauaas debemoo supoaer una base extraconsciente para las unidades fenomenológicas, para !u CODeJrionea lligDificaUvas o. parn lo que hayamos tqmado como unidad de investigadón. Asf, utili­zamos conceptos tales eomo dlsposlckmoo extraconscl.- y mecanisiDOI O>tTnron•cierltes. (78 bis, pig. 457). . . Sin •mbarp, la psicopatologla de J_. DO trascleDde la perspectiva mon.idin; así, el "afuera'' ea kl~ntia> al cuerpo, 110 al universo de rola­clones: .. E1 elemento extraconsdente sólo puede eucontrarae en el mun­do como algo somático", (78 bll, pág. 457). S. El l(rlln lingüista Benjamín Whorf ha sella lado una y otra vez este r('n{unf'rtn, pnr eJemplo, .e'il el capttulo .. Scfe~ a.nd Lingufltics .. : . Los lln~lilsbs cientilieos hon comprendido hace mucho que la capaddod

p:tm h:t bl:ar un idioma con fluidez no contiere necesariamente c:onocf­ml('ntn lln~{Ustlco sobre él, esto es, la comprem6n aceren de :'tU' fe­nó~nnt dr. fondo y de su proceso y estructura sfstemitloos, tal como la ntJl:tr:ld:td pnr11 fugnr bien ni billar no confiere o requiere conocf~Jento al~unn 'ohre lnJ leyes de la me;dnfca. que actúan en la. mera de billar. IU•">. P~R. 213). ·

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l.

sobre la acción siguiente de A, y que ambos sufren In influen-cia del contexto en que dicha interacción tiene lugar y, a su vez, influyen sobre él. . No resulta demasiado dificil comprender que la redundancia pra"mática es esencialmente similar n la redundancia sintác­tica0 y semántica. También aqul contamos con un ':"?nto elevado de conocimientos que nos permiten evaluar, modificar Y prede· cir la conducta. De hecho, en erta área somos particularmente sensibles a las incongruencias; la conducta que está fuera de contexto o que muestra algún otro tipo de comportami~nto al azar o de falta de restricción nos impresiona de inrned!8to como mucho más inadecuada que los errores meramente sin· tácticos o semánticos en la comunicación. Y, sin embargo, es precisamente en esta área donde menos ~birnos aq~ellas reglas que se siguen en la comunicación ef1caz y se VIolan en la comunicación perturbada. La comunicación nos afecta de continuo; corno ya se seiialó, incluso nuestra autoconcicn· cia depende de la comunicación. Hora lo ha demostrado cla­ramente: "Para comprenderse a sl mismo, el hombre necesita que otro lo comprenda. Para que otro lo comprenda. necesi-ta comprender al otro" (65, p. 237). Pero, si la comprensión lingüfstica se basa en lu reglas de la gram{fka la sintáctica. la semántica, etc;, ¿euáles son, entonces, la!l"'reglas para el tipo de comprensión al que se refiere Hora? l:Jna vez más se tiene la impresión de que las conocemos sin •berlo. Estamoi en comunicación constante y, sin embargo, somos casi por com· oleto Incapaces de comunlcarno~ acerca d8 la comunicación. Este problema constituir{ un tema importante de este libro. La búsqueda de configuraciones constituye la base de . t~ investigación cientlfica. Cuando hay configuraciones hay llg­nificación, • una máxima epistemológica que también resulta válida para el estudio de la interacción humana. Este estudio sería relativamente f{cil si consistiera tan sólo en interrogar a quienes pamcipan en la interacción y averiguar asl, a tra­vés de ellos, qué configuraciones siguen habitualmente, o, en otras palabras, que reglas de. conducta han establecido entre ellos. Una aplicación habitual de esta idea es la técnica del cuestionario pero, cuando se descubre que las aseveraciones no siempre pueden tornarse por su valor aparente, Y muchp . menos en los casos de p$lcopatologla -esto es, que las per­sonas pueden decir algo y rigniflcar otra cosa- y, . como . aca· bamos de ver, hay Interrogantes cuyas respuestas pueden filar ., por completo fuera de nuestra percepción, entonces la ~ sidad de un enfoque distinto sé hace evidente. En térrmnos generales, las propias reglas de conducta e interacción pue- · den exhibir los mismos grados de conscienclación que Freud

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postuló para los laP'U' IIRgU~~B y los actos fallidos: 1) pue­den estar claramente dentro del campo de la conciencia de uoa penooa, en cuyo caso la técnica del cuestionarlo y otras técnicas simples del tipo pregunta-respuesta pueden utilizarse; 2) uoa penooa puede no tener conciencia de ellas pero ser capaz de reconocerlas cuaDdo alguien se laS seiia,la¡ o 3) pue­den estar tan lejos de la conciencia que aunque se las defina . correctamente y se Jos señale la persona no puede verlas. Bateson ha refinado esta aoalog!a con los niveles de concien­cia y. planteado el problema en ténninos de nuestro marco conceptual actual:

• • • a medida que uceoclemoo en la .... la ele 6rd-• ele aprendizaje, IJecamor a reglonel ele ccmflllurao!ón mú y mú abstractas, que esl6a coda wz meDOS somelldu a la IDipeoci6D CODJdente. Cuanlo mú abo­lractas, euudo mú s......ta y formales soa lu premlul a partir de lu cualei .........,... - oonflcuraclcmeo, mú pr<>fuadamente 10 ~ 6da en loo lli..,Jeo neuroi6Bicoo o polcol6tiCOI y lllODOI a<ee­llbleo rmdtan al control conscteme. Ello6blto ele la depeadiiiiC!a es mucho menoa pasible ele percipclón para el bldMduo que el heobo ele llaber recibido ayuda en UDa _. a. ............. Puede aceplor Olio 61timo, - tomar _......,. ele la ...,_ ffpNcl6n del ll¡uleate llivel ele coqolejidad, - .., del hecbo ele que, .....,. ele llaber pedido oYada. ouele IIIGidc la -no que le alt-, ...... resultarle ........._te dificiL (lll).

' MortuDadamente, nuestra comprensión de la Interacción hu­DI8D8 ie ve favorecida por el hecho de que el cuadro es dis­tlnlo para nn observador externo. Este se parece a alguleo que no comprende ni las reglas ni el objetivo del ajedrez y obser­. w el deSarrollo de una partida. Supongamos que la no-cons­cleDcla. de los •¡ugadores• en ·¡a vida real esté representada en este modelo conceptua,l por el supuesto simplificado de que el observador DO habla ni comprende el lenguaje de los jugadores y es, por lo tanto, Incapaz de pedir explicaciones. Pronto se hace evidente para el observador que la conducta de los jugadores exhibe diversos grados de repetición, de re­dundancia, a partir de lo cual puede sacar conclusiones pro­vlsorfas. Por eJemplo, notad que, casi lnwrlablemente, a cada movimiento de un jugador le sigue un movimiento del otro. Asl, a partir de esta coDducta resultali f'cil deducir (¡ue los jugadores siguen una regla de alternación en los moylmien­tos. Las reglas que gobiernan los movimientos de cada una de las piezas DO pueden deducirse con tanta facilidad, debido en parte a la complejidad de los movimientos y, en parte, a

·las frecuencias sumamente distintas con que se mueve cada

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una de las piezas. Por ejemplo, es más fácU deducir las reglas subyacentes a los movimientos de los aUiles que las corres­pondientes a un movimiento tan insólito. Y: poco frecuente corno el enroque, que quizá no se produzca en ningún momento durante una partida particular. Obsérvese, asimismo, ·que el enroque Implica dos movimientos consecutivos efectuados por el mtsmo jugador, por Jo .cuaJ parece invalWar la regla de la alternación de los movimientos .. Sin embargo, la redundan­cia mucho mayor de la alternación de movimientos prevalece en la teorla que construye el observador sobre la redundan­cia menor del enroque, y aunque la aparente contradicción no encuentre solución, aquél no debe necesariamente aban­donar las .hipótesis fonnuladas hasta ese momento. De lo dicho se despreDde que, .luego de ver una. serie de partidas, el obser­vador probablemente estará en condiciones de fonnular, con un alto grado de precisión, las reglas del ajedrez, incluyendo el final del juego, el jaque mate. Debe reñalarse que pndrla llegar a ese resultado aunque no contase con la posibilidad de solicitar lnformacióJL · · ¿Significa esto que !!1 observador ha "explicado" la conducta de los jugadores? Preferíamos decir que ha identificado una configuración compleja de redundancias. e Desde luego, de ouerer hacerlo, podría atribuir un significado a cada una de las piezas y de las reglas del juego. De hecho, podria crear una elaborada mitología acerca del juego y su significado "real" o "más p~ofundo"; incluyendo imaginativos relatos acer­ca del origen del juego, como en• realldad se ha hecho. Pero todo esto es innecesario para el estudio del juego en si mismo, y tal explicación o mitolog(a tendrla. la misma relación con el ajedrez que la astrologla con la astronomla. 1

6. Tales P.,utas complejos, y pautas dentro de pautas, en el nivel lnter· perSODal (en una oerle de entr- polcoterapéutlcal) han lido objeto de 1111 extenso estudio por porte de S.hoflen (la9). Su obra pionera de­muestra no ·s61o que esas pautas existen, lino tambt6n que 100 .de na· turaleza !n..-elblemente repetlll\la y estructurada. 7. Un reciente .oxperimento efectuado por Bavelu (20) demuestra que no ex!Jte ninguna relación neé:elllria entre el hecho y la oxpllcaci6n: se iocl!c6 a ende oujeto que debla partleil!"" en una Investigación experimen­tal oobre la "formacl6n de """"'ptol ·y 1e le eatreg6 la mlama bu-jela gris y ¡ranulada acerca de la cual debla "fnrmular conceptos". De ca· da ¡,ar do IUjelol (que eraD entrevlltodoo 10paroda rero CODCUrrente­menle), a uno se le Indicó odw de cada dios veces a azar que lo que docla 10bre la tarjeta era correcto, y al otro se le dijo ciDco ele cada diez .- al alar que lo que afirmalla sobre la tarjeta era correcto. Laa

. ideu del su¡eto "recompensado" con una frecuencia del ochenta por ciflnto .se JD~J»tUvieroD en un nivel simple, mientras que el sujeto "rccom· ~· COD 11111 &ecuencla de ..Sio cincu011ta por ciento desarrolló teo­rlp complefll, outileo y abstnuu acerca ele la tarjeta, tomaoclo en cuenta loo mlo mlnlmol detalles de m compoolci6n. Cuaoclo los dot sujetos

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Un ejemplo fina,ltnl vez sirva para redondear nuestro examen de la redundancia en la pragmática de la comunicación hu­mana. Como quizá sepa el lector, la programación de com­rut~dorns consiste en ordenar un ní1mero relativamente· pe­qucno de reglas especificas (el vrograma}; tales .reglas guían ·' las computadora hacia un elevado número de operaciones pnutadns y ~~Y flexibles. Precisamente lo opuesto sucede si, como se suguió, se observa la interacción humana en busca de rcdundiiJlcias. A part;r de la observación de un sistema particular en funcionamiento, se trata de postular reglas· sub­yacentes a su funcionamiento, esto es, su "programa", siguien· do nuestra analogía. con la computadora.

.. 1 . 5- M etacomttnicaeión y. el concepto de cálculo

Los conocimientos alcanzadO! por nuestro ñipotético obser­vador al estudiar la redundancia pragmática del fenómeno de conducta "partida de ajedrez", revelan una sugestiva arlalogfa con el concepto matemático de c4lCulos. Un ·cálculo, según Boole (31, p. 4), es "un método que se basa en el empleo d~ slmbolos, cuyas leyes de combinación son conocidas y gcne­rn!es, Y cuyos resultados admiten una interpretación oongnien­te · . Ya hemos sugerido que tal representación formal es con­cebtble en la comunicación hutllana, pero también se han he­cho evidentes alguna. de las dificultades del discurso IIC!lrca de este cálculo. Cuando los matemlttieO!, ea htg.t de utilizar las matemáticas como un instrumento para computar, hacen de ese instrumento mlrmo el objeto de su estudio -<:Omo sucede ~r ejemplo, et~~~ndo ooestlonan la congrueacia de la ari~: hca como sistema-, utilizai1 un Hlli'guaje que 110 forma parte de '!'' m.atemáticas, sino que se refiere a ella. Siguiendo a J?nv•d Htlbert (64), este lenguaje se denomina metamatemá­bcns. La estructura formal de las matemáticas es un cálculo; la meta~temá~ es ese ~101!-lo expresado. Nagel y Newman han defmido la diferencia entre los dos conceptos con admi­rable claridad:

Lo Importancia ele rccon•c:er la dlstii>CI6n entre matemltlcas y meta· matemlitlcas. no pum--. El ~ u no ¡,~ ~ tlll dl.<llncicín ho dado lupr o 1HJrodoju v confUI16n, El reCOIIOCimiento de "11 lmpnrtancla n~ ~ h1 permitido exhl~r b:tfo uAJ. luz clarn la estnrctn·

lt' reunieron Y te les pidió que hablaran aobre sus h'\lla:raos, el sujeto k:n las lcle:t& más dmples sucnmhUi de inmediato nnle el. "IJrillo .. de

t 1 «ncf'plot del nlro y mom:festó que este último habla arulizndo la

1fjrtn nrf'rl:t<laJ'TN"ntP. ·

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1

1

1

1 1

ra lógiea del R2'.01lamlelllo matemltlco. El mérito de la distiDciÓD radi­ca 011 que luipllca una· eorllficadcln auldadooa do los di- olpos que llllervlenen en el desarrollo de un cálculo fanal, libro de supues­lol ocultos y do ..- do lignificado lrreii1>GIIIes, Además, re­quiere clefmldoae1 euclu de lu opend01101 y reglas lógicas de la construcci6n y la deducei6n matemáticas, muchu de lu cuales los m•­

tegtlcol loobldto llf'llcarlo 11ft - con""'""" e:rpllcll4 do qu~ """ In que utal:rabDn. ( lOB, p. 32; lao bastardillas l<!n nuestras).

Cuaodo dejamos de 'utilizar la comunicación para comunicar­nos, y la usamos para comunicar algo acerca de la comuni­cación, cosa que es inevitable cuando investigamos sobre la comunicación, utilizamo1 conceptualizaciones que no son parte de la comuncáción, sino que &e refieren a ella. Siguien­do la analogía con las llll!tamatemáti()U, hablamos nquí de metacomunicación. Comparada con las metamatemáticas, la investigación sobre -la metacomunicación praenta dos des>'flD­tajas significativas. La primera consiste en que, en el caso de la comunicació~ humana, no hay por el momento nada com­parable al sistema formal de un cálculo. Como demostrare­mos más adelante, esta dificultad no excluye la utilidad del concepto. La segunda dificultad está estrechamet~te relaciona­da cou la primera: mientras que los matemáticos poseen dos lengua~ (números y almbolos algebraicos para expresar las matemáticas, y el lenguaje natural para referine a las metll­matemátlcas), nosotros estamos básicamente limitados al len­guaje natural como vehículo tanto pa¡'a la comunicación como para la metacomunicación. Este problema surgirá una y otm vez en el curso de nuestras consideraciones. ¿Cüál es, . entonces, la utilldl¡d de la _noción de un cálculo 4e la comunical)ión huJI\RD8, sl lo especifico de ese cálculo per­tenece de becl¡o al futuro remoto? En nuestra opinión, su uti­lidad inmediata radica en que la noción misma proporciona un mode.lo poderoso de la naturaleza y el grado de abstrac­ción de los fenómeno• que queremos identificar. H!lgamos una breve recapitulación: buscamos redundancias pragmáti­cas;· sabemos . que n11 son magnitudes o Clllllldades simples y estáticas, sino configuraciones \le interacción análogas al con­cepto matemático de función; y, por último, anticipamos que tales configuraciones téndrán las caracterlsticas que habitual­mente se encuentran en los sistemas tendientes a objetivos prefijados y que contienen mecanismos de control de errores. Entonces, si examinamos cadenas de comunicación entre dos o más comunical)tes, teniendo presentes estas premisas, llegare­mos .a ciertos resultados que, por el momento, no podemo• presentar como un sistema formal, pero que participan de la naturaleza de los axiomas y los teoremas de un cálculo.

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En la obra ya citada, Na gel y Newman describen la analogla entre un juego como el ajedrez y un cálculo matemático for­malizado, y explican alll, que:

Las piezas y lu eJ<aques del tablero cortespoDden a los ligDOI elemen­tales del <álculo; lu poslcioDea pracriptaa de lu piezas sobre el ta­blero, a w fórmulas del cálculo; lu pollclones inidalea de lu p1<zu sobre el tablero, a l001 uiomu o fónnulas iniciales del cálculo; lu posicicnes siguientes de lu plez:u sobre el tablero, a las fórmulas de­rivadú de los axiomas (es decir, a los teoremu): y las nglu del J-10. a lu re¡las de deducción (o dortwción) del cálculo. (JOB p. 35).

Pasan luego a demostrar que las configuraciones de las piezas sobre el tablero "carecen de significado· como tales, mientms que·las aseveraciones tJC8f'CO de tales configuraciones son sig­nlfiativas. Las aseveraciones de este orden de obstracción son descriptas por esos autores de la siguiente manera:

• . . Pueden establec>erse teoremaJ generales do "meta-aJedrez" cuya prueba implica s6lo un IIÚmelo finito de ecmflgaraelnnes permin'bles sobÁo el tablero. El teorema del "meta-ajedrez" acerca del n6mero de morimleniDOI IDldaleo polibl., pan Blanco pnede estableeeno de -ma- Y lo mismo ocurre ..,n el tearema dol "meta-ajedr_.. seg6n el cualll Blanco·- sólo dos AIBieo y el Jley, y Ne¡ro sólo tiene au Rey, es tnopoaible que Blanco cU foque a Negro. (108 p. 35).

Helnos citado textualmente esta analogla porque ilustra el CODC.'epto de 'Cálculo no sólo en las matemáticas sino tambiéri en la metacomunicacióit, pues si ampllamos la analogía para inclulr a los dos jugadores ya no estamos estudiando un jue­go abstracto, sino más bien secuencias de lnteración humana que estúl gobernadas ~ctamente por un complejo conjunto de re~as. La lÍnica diferencia consiste en que preleritlamos denominar •formalmente indeterrninab)e• ma$ bien que "ca­rente de significado" a cada acto aislado de cionducta (a cada "movimlento", en la analogía con el ajedrez). Ese acto de conducta, a, puede deberse a un aumento de sueldo, al com­plejo de Edlpo, al álcohol o a una torrnenta de granizo, y todos los argumentos relativos a cuál de esas J'li:tones es "realmente" válida se parecen a una controverSia escolástica sobre el sexil de los ángeles. Hasta que la merite humana no ·se abra · a la ins­pección externa, las inferencias y los inforrnes subjetivos ln­~spectivos son los únicos elementos con que contamos, y eVIdentemente, ninguno de ellos es fidedigno. Sin embargo, si observamos que la conducta a -cualesquiera sean sus "ra­zones"- efectuada por un comunicante provoca la conducta

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b, e, d, o e en el otro, al tiempo que evidentemente excluye las conductas x, 11 y :r:, entonces es posible postular un teorema metacomunicacionaL Lo que se sugiere aqul, por lo tanto, er que toda· lnteracclón puede deflnirsé en términos de la anlllo­gla con el ajedrex, esto es, como secuencias de "movimien­tos" esttictamente gobernados por reglas acerca de las que es correlevante que estén o no en el campo de conciencia de los comunicantes, pero con respecto a las cuales pueden hacerse asewraclones metacomunlcacionales significativas. Eno impll­carla que, como se mgiri6 en S.l.4, existe un cálculo aún no iDterpretado de la pragmática de la comunicación humana, cuyas. reglas se observan en la comunicación eficaz y se vio­lan en la comunicación perturbada. En el estado actual de nuestros conocimientos, la existencia de ese cálculo puéde comparane a la de una estrella cuya existencia y posición han sido postulados por la astronomla teórica pero que los observa­torios aún no han podido descubrir. Desde el punto de vista filosófico, esta manera de entender las CODeXiones significativas puede parecer un caso extremo de explicación en el sentido de Jaspers. Como se racordará, Jaspers postuló una dicotomia metodológica en toda investjgación psi­cológica, basada respectivamente, en la comprensión y la ex­plicación:

. . . Nos aumer¡¡imos en la lltuación Pflq• y compNRC!....,. gontlllca­monl• por -pGIIa cómo un hecho ¡Miquklo - a partir del oii'O. • • • B.epotldao eXpwi~ nos ensetlaD. que wa serio de fOftCime1101 apa· recen .11$bitualmente rolacionadOOI y¡ a partir de ello, ofre""mos aplkd­ciOMI -leo. . , , Lu combiDacioDea Jl'iqulou 11pi6cattyu tambWD ban lldo llamadu "~ .lniBM4", indlcanclo .-1 la brecha -1-vabie elllre las conOlriÓnes genuinu de la coiusallded externa Y las coae­l<ione.s pslc¡uicaa que sóÍo pued.., tlldarse de causales por 01alogja (18 bt., p. 301).

Sin embargo, confiamos en moatrar que es imposible identificar completamente el-pensamiento en términos de configuraciones con el concepto de explicación que ofrece Jaspers. Aunque nos esforzamos, como lo expresa Jaspers, "por .descubrir las reglas subyacentes a los fenómenos pM' medio de observacio­nes, experimentos y la acumulacl6n de tm.Jehos casos" (p. 251), lo que nos interesa no es la expllcación y mucho menos la ex­plicación genético-casual. Las reglas de la comunicación hu­mana no "explican" nada por sí mismas; antes bien, constituyen en si mismas m· mejor expllcacíón, tal como los números pri­marios 1011 pero no ex¡; U can nada ( Cf.S.4.411). De ningón modo debe entenderse nuestro punto de vista co-

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rno una· negación de la realidad de lo intrapsíquico o de la validez de lns teorías genéticas, hereditarias, metabólicas o de otro tipo, acerca de la conducta humana. Nuestro estudio in­tenia contribuir con una dimensión adicional a cuya utilidad clínica ;· terapéutica nos referiremos en los capítulos siguientes.

1. 6. Concl!Uiones

Si se considera la comunicación humana teniendo en cuenta los criterios señalados, se impone introducir ciertos cambios conceptuales. que examinaremos ahora brevemente dentro del contexto de la p~icopatologla. Esta referencia a la.psicopato­IO!(Ia no significa que esos criterios sean válidos sólo en ese campo, sino simplemente que los consideramos particularmente importantes y evidentes en ese área. .

l. 61. El concepto de la C&ja Negra

-sJ oi~ la existencia de la ineale humaria sólo es negada· par los pensadores particularmente extx emistas, la investigaci6n sobre los fenómenos de la mente, como es bien sabido entre quienes trabajan en ese campo, resulta tremendamente diflm1 debido a la falta de un punto arquimédico fuera de la mente. En mucho mayor grado que cualquier otra disciplina, la psico­logla y la psiquiatría son, en última instancia, autorreflexivns: el sujeto y el objeto son idénticos, la mente se estudia a sí misma, y todo supuesto .tiende Inevitablemente a la autovali­dnción. La imposibilidad de observar el funcionamiento de la mente ha llevado en los últimos a6os a adoptar el concepto de la Caja Negr~. tomado del campo de la telecomunicacióO. Aplic:ado originalmente a ci~os tipos de equipo electrónico cnph1rado al enemigo, que resultaba peligroso abrir porque podln contener cargas eq,losiYllS, el concepto se aplica ahora en forma más general al hecho de que los equipos electrónicos oon ya tan complejos que a veces resulta más conveniente pa­sar por alto la estructura interna de un aparato y concentrarse r.n el estudio de sus relaciones especificas ·entre entradas y sa­hdns. Si bien es cierto que tales relaciones permiten a veces hacer deducciones con respecto a lo que •realmente~ suce!ie •n el interior de la caja, tal conocinúento no resulta esencial pora ~studiar la función del aparato tkntro del sistema m8:r •mp!I<J ele que forma parte. Este concepto, aplicado a los pmhl.,mas psicológicos y psiquiátricos, ofrece la ventaja heu­rí~lk" de que no es necesario recurrir a ninguna hipótesis in-

4·1

trapsíquica imposible de verificar en última instancia, y de que es posible limitarse a las relaciones observables entre en­tradas· y salidas, esto es, a la comunicación. Este enfoque, se­gún creemos, caracteriza una importante tendencia reciente en la psiquiatrla que apunta a considerar los sintornas corno una de las múltiples formas de entrada al sistema familiar y no como una· expresión de conflictos intrapslquicos.

l. 62. Conciencia e Inconsciencia

Para quien se interesa en observar la conducta humana en tér­minos del supuesto de la Caja Negra, la salidad de una Caja Negra implica la entrada de otra. La cuestión relativa a si ese intercambio de información es consciente o inconsciente pierde la importancia fundamental que posee dentro del marco psi­codinárnico. Esto no significa que, en lo relativo a las reaccio­nes frente a un acto especifico de conducta, no tenga impor­tancia que esa conducta se considere consciente o inconsciente, voluntaria, Involuntaria o sintomática. Si a una persona le pisan un pie, para él es muy distinto que la conducta del otro haya sido deliberada o intencional. Sin embargo, esta con­cepción está basada en su evaluación de los motivos de la otra persona y, por ende, en supuestos ncerca de lo que sucede en la mente del otro. Y, desde luego, si le preguntara al otro con respecto a sus motivos, tampoco ello le permitirla 5entir­se seguro, pues el otro individuo podrla afirmar que su con­ducta fue inconsciente cuando, en realidad, fue deliberada. o incluso pretender que se trató de algo deliberado cuando, de hecho, fue accidental. Todo esto nos lleva una vez m1s a la atribución de "significado•, una idea que resulta esencial para la experiencia subjetiva de comunicarse con otros, pero que. según hemos comprobado, es objetivarn·ente imposible de de­terminar a los fines de la investigación sobre la comunicación humana.

l. 63 . Fresen te versus pasado

Si bien no cabe duda alguna acerca de que la conducta está determinada, por lo menos en parte, por la experiencia previa, la búsqueda de causas en el pasado evidentemente no es fide­digna. Ya se mencionaron las observaciones de Ashby sobre las peculiaridades de la "memoria" corno una construcción hi­patética (5.1.2). No sólo está principalmente basada en prue­bas subjetivas y, por ende, puede sufrir la misma distorsión

45

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1¡ue la exploración deberíil eliminar, sino que todo lo <¡~e la persona A dice acerca de su pa~ado a la persona B está mex­tricablemente ligado a la relac1ón actual entre esas . den per­sonas y también determinado por ~Jla.. Por otro la _do •. ~i se observa en forma directa la comurucac1ón entre el m~1~1duo v Jos otros seres significativos de su vida -como se ~gmó ~n la analogía con el ajedrez y como se hace en la PS1.cote~ap1a conjunta de parejas o familias- eventualmente es po~1ble •d~n­tificar configuraciones de comunicación que enc1erran nn­portancia para el diagnóstic.o y per~iten planific;ar ~a estrate­gia más apropiada para la mtervene1ón terapé.ullca .. Asl, este enfoque constituye la búsqueda de una conf1gurac1Ón en el aquí y ahora, más que de significado simbólioo, causas pasadas o motivaciones.

l. 64, Efecto versus causa

Desde este ángu,lo, las causas posibles o hipotéticas de la con­ducta asumen importancia secundaria, y el efecto de la conducta surge como el criterio de significación esencial en la interacción de individuos estrechamente relacionados. Por ejem­plo, Wl& y otra vez es dable ob~rvar q~e un slntoma, _que se ha mautenido refractario a la ps1coterap18 a pesar del mtenso anáijsis de su génesis, revela oe pronto su signific~o cuando se lo estudia en el contexto de la interacción manta! presen­te del individuo. Los slntomas pueden asl mostrarse como una constricción, oomo una regla del •¡uego~ interacciona! en que est' inmerso el sujeto, • más que como el resultado de un con­flicto no resuelto de hipotéticas fuerzas lntrapslquica,, En ge­neral, entendemos que un síntoma es un fragmento de conduc­ta que ejerce efectos profundos sobre todos los que rodean ~1 paciente. En tal sentido podrfa establecerse una regla emp•­rica: cuando el por qtd de un fragmento de condu~a perma­nece oscuro. la pregunt~ ¿para q11é? puede proporc1onar una respuesta válida.

8. Conviene señal.ll' una vez rruis que en este libro el término "juego,. no tiene ninguna connotación lúdica, lino que deriva de la teoria mate~ rnática de los ¡ueg01 y ae refiere a secuencial de conducta que est'-n gobernadat por reglas.

46

l. 65. ~ circularidad de las pautas de· comunicación

Toclat lu · parlet d~l argaulJmo forman un circulo. Por lo taoto, cada una de las partea ea: tanto co­mieDZO como fiD. - JlnoócRATES.

Si bien en las cadenas progresivas lineales, de causalidad tiene sentido hablar acerca del comienzo y el fin de una cadena, tales términos carecen de sentido en los sistemas con circuitos de retroalimentación. En un círculo no hay comienzo ni fin. El hecho de pensar en ténninos de tales sistemas nos obliga a abandonar·Ia noclón de que,. por ejemplo, el hecho "·ocurre primero y el hecho b está determinado por la aparición de a, pues utilizando la misma lógica deficiente se podrla afirmar que el hecho b precede a a, según donde se decida arbitraria­mente romper la continuidad del círculo. Pero, como se verá en el próximo capítnlo, esta lógica deficiente es empleada cons­tantemente por los participantes individuales en la interacción humana cuando tanto la persona A como la persona B afirman que sólo reaccionan frente a la conducta del otró, sin compren­der que, a su vez, Influyen sobre aquél a través de su propia reacción. El mismo tipo de razonamiento se aphca a esta irre­mediable contravenía: ¿la comunicación de una determinada familia es patológica porque uno de sus miembros es psic6tico, o bi.eD uno de sus miembros es psic6tico porque la comuni­cación es patológica?

1.66. La relatividad de lo "normal" y lo· "anormal"

Las primeras investigaciones en psiquiatría se llevaron a cabo en hospitales mentales y apuntaban a clasificar pacientes. Tal enfoque encerraba considerable valor práctico, puesto que no oarecia de importancia el hecho de . descubrir ciertos estados orgánicos, tales como la patilisis general progresiva. El si­guiente paso prictico consisti6 en IBcorporat la distinción con­ceptu&,l entre •normalidad . y anormalidad al . Jengu,aje legal, y de ahí los términos •cordura• y "alienación". Sin embargo, cuando se áoepta que, desde un pWlto de vista comunlcacional, un fragmento de conducta sólo puede estudiarse en el c.ontexto eq que tiene lugar, los ténninos •cordt·ra" y "alienación• pier­den prácticamente su significado como atributos de individuos. Del mismo modo, la misma noción de "anonnalidad~ se vuelve cuestionable, pues ahora se acepta en general que el estado del paciente no es estático, sino que varia según la situación lnter­personal y según la perspectiva subjetiva del observador. Aím mas, cuando Jos slntomas psiquiátti!Xls se entienden como la

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conducta adecuada a una situación interacciona! dnda, ·Surge un marco de referencia que es opuesto a la visión psiquiátrica cláoica. La importancia de e~e cambio es máxima. As~ la "esquizofrenia" vista como la enfennedad incurable y progre· siva de una mente individual y la "esquizofrenia" entendida como la único reacción posible frente a un contexto COIJI)lni· cacional absurdo o Insostenible (una reaoclón que obedece y, por ende, perpetúa las reglas de ese contexto) son dos cosas totabnente distintas ·y, no obstante, la diferencia radica en la ineompatibilidad de los dos marcos conceptuales, en tanto que el cuadro cllnioo al que se aplican es el mismo en ambos casos. Las consecuencias de la aplicación de criterios divergentes en los enfoques etiológicos y terapéuticos también presentan gran· des discrepancias. De ah! nuestro interés por examinar y des­tacar el punto de vista comunicacional nomo algo más que un mero ejercicio intelectual.

2

Algunos axiomas exploratorios de la comunicación

2 .I In.trod.ucct.ón

Las conclusiones alcanzadas en el primer capitulo destacaban en general la imposibilidad de aplicar nume.oosas nociones psi· qulátricas tradicionales al marco que proponemos. Todo esto parece dejar muy poca base para el estudio de la pragmática de la comunicación humana. Nos proponemos demostrar ahora que ello no es as(, para lo rual debemos comenzar con algunas propiedades simples de la comunicación que encierran conse­cuencias lnte.rpersonales básicas. Se comprobará que tales .pro­pieda'* participan de la naturaleza de los uiomas deBtro de nuestro cálculo hipotético de la comunicación· humana. Una vez definidas, estaremos en condiciones de enmlnar algunas de sus posibles patologlas en el capitulo 3. ·

2. 2. La tmposibilicUzd de no comunicar

2.21

En lo que antecede, el término "comunicación" se utili'Zb de dos maneras: como título genérico de nuestro estudio, y como una unidad de conducta definida de un modo general. Trata­remos de ser ahora más precisos. Desde luego, seguiremos de­nominando $implemente "comunicación" al aspecto pragmático de la teoría de la comunicación humana. Para las diversas unidades de comunicación (conducta), hemos tratado de ele­gir términos que ya son generalmente comprendidos. Asf, 11e

llamará rt~P~St* a cualquier unidad comunlcaclonal siiM:!Iltar o bien se hablará de una comUftlcac'mli cuando no existan po­sibflidades de confusl6a. Una serie de mensaJes intercambiados entre personas recibirá el nombre de lnteracci6n. (Por quienes anhelan una cuantlficacl6n más precisa, sólo podemos decir que la secuencia a que nos referimos con el ~rmlno "interaccióñ es mayor que un único mensaJe, pero no infinita.) Por últi~. en los capltuJos 4 a 7, awegaremos pautM de fnteracci6n, é¡t:Je

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constituyen una unidad de un nivel aún más elevado en la co­municación humana. Además, con respecto incluso a la unidad más simple posible, es evidente que una vez que se acepta que toda conducta es comunicación, ya no manejamos una unidad-mensaje monofó­nica, sino más bien con un conjunto fluido y multifacético de muchos modos de conducta -verbal, tonal, postura!, contextua!, etc.- todos los cuales limitan el significado de los otros. Los diversos elementos de este conjunto (considerado como un to­do) son susceptibles de permutaciones muy variadas y com­plejas, que van desde lo congruente hasta lo incongruente y paradójico. Nuertro interés estari centrado en el efecto prag­m!tico de tales combinaciones en las situaciones interpersonales.

2.22

Ea. primer lugar, hay una propiedad de la conducta que no podria ser mis básica por lo cual suele pasúsela por alto: no hay na~ que sea lo contrario de conducta. En otras palabras, • hay 110-condUCl!) o, para expresarlo de modo aún mis sim­Ple. es imposible no comportarse. Ahora bien, si se acepta que toda ®nducta en una situación de interacción 1 tiene un valor de mensaje, es decir, es comuni~ción, se deduce $e por mu­cho que uno lo intente, no puede dejar de comunicar. Activi­dad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes, a su vez. no pueden dejar de responder a ·tales comunicaciones y, por ende, tam­bién comunican. Debe entenderse claramente que la mera au­sencia de palabras o de atención mutua no constituye una ex­cepción a lo que acabamos de afirmar. El hombre sentado a 1111 abattotado mostrador en un restaurante, con la mirada, per­dida eD el vaclo, o el pasajero de un avión que permanece sentado con los ojos cerrados, comunican que no desean bablat ccm nadie o que alguien les bable, y sus vecinos por lo general "captan el mensaje• y responden de manera adecuada, deján­dolos ·tranquilos. Evidentemente, esto constituye un intercam­bin de comunicación en la misma medida que una acalorada discoción. ~

l. C.brla agregar que, lnci1UO cuando se esti tolo, es posible 10-cliiksos en la f.oDtasfa, COD las propias aluclnaciODel 1 15} o """ la Ylda (5.8.3). Quizás esa ·~JDUD!caci6D• illlerDa liga algww de lao mismu reglas que gobiem:lD la eomuñlcacloiilnterjlerSODal¡ sin embar¡¡o, los le­D6meuos !nobsorvablot ele ute tipo están más allA del alcalice del sfg­a!licaclo COD que empleall!OI el ténnino. 2. Una investigación muy interesante en este campo es Ja. efectuada Pea' Lufl (98), quien e!llld!ó lo que él 11•- "depriwclóa do estimulo so­ciBl"'. Reunió n d01 detconccidos Pn una babftnclón, los hiJ;o sentnrse uno frente ni otro les iDdlc::ó que nn ll.lblaran ni se ('Omunfcaran de

Tampoco podemos decir que la "comunicación" sólo tiene lugar cuando es intencional, consciente o eficaz, esto es cuando se logra un entendimiento mutuo. Que el mensaje e~tido sea o no igual al mensaje rcibido constituye un orden de análisis im­portante pero distinto, pues, en última iilstaBcia, debe basarse en evaluación de datos especificas, introspectivos y proporcio­n~dos por el sujeto, que preferimos dejar de lado en la exposi· c1ón de una teorla de la comunicación desde el punto de vista de lo conducta. Con respecto a los malentendidos, nuestro in­terés, dadas ciertas propiedades formales de la comunicación, de, -y, de hecho, a pesar de-, las motivaciones o intenciones se refiere al d~sarroUo de patologlas ·afines relacionadas, aparte de los comumcantes.

2.23

La imposibilidad de no comunicarse es un fenómeno de inte­rés no sólo teórico; por ejemplo, constituye una parte integral del "dilema" esquizofrénico. Si la conducta esquizofrénica se observa dejando de lado las consideraciones etiológicas, pare­cería que el esquizofrénico trata de no comunicarse. Pero, puesto que incluso el sinsimtido, el silencio, el retraimiento, la inmovilidad (silencio postura!) o cualquier otra forma de negación constituye en sí mismo una comunicación, el esqui­zofrénico enfrenta la tarea. imposible de negar que se está co­municando y, al.mismo tiempo, de negar que su negación es una comunicación. La comprensiób de este dilema básico en la esquizofrenia constituye una clave para muchos aspectos de la comunicación esquizofrénica que, de otra manera, permane­cer!an oscuros. Puesto que, como veremos, cualquier com,u­nicación implica un compromiso y, por ende, define el modo en que el emisor concibe su relación con el receptor, cabe su­gerir quet&_ esquizofrénico se comporta como si evitara todo compromiso ál no comunicarse.) Es imposible verificar si, este

manera algu~ Entrevistas posterJores revelaron le enorme tensión m. hei'ente a esta situación. Dice el autor: . • . . tiene clelaDte de si al otro individuo ÚDJco, desplegando una cierta oooducta, pero muda. Se postula que en ese momento tiene lu¡ar el vorda<lero aDi!JJlJ o estudio lnterperscmal, y oólo parte ele ese aDilisis puede hacerse conscientemente. Por ejemplo, ¿c:ómo resocmde el otro au. jeto ·a ou preseDcia y a los pequeilos indicios no verbales que él eDVia1 ¿Existe algún iDtODto de cou¡prencler su mirada lnc¡ulsidora, o oe la !¡­nora fóamente? ¿Manifiesta el otro sujeto indici01 postw alea de teDSión, que demuestraD cierto malestar ante la posibilidad de eDfreDtarlo1 ¿Se oieDto cada vez mú D6modo, indicando aJ¡¡una clase de aceptación, 0 lo tratad como si fuera una co~~a, como si no existiera? Esta; y muchot1 otras das~ de ccnductA ficilmente discernible parecen tener lugar . ..

51

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es su propósito, en el sentido ca~!, o DO; pero se demostrará en S.3.2, en forma .Ms detallada, que éste es el efecto de la conducta esquizofréruca.

2.24

En sfntesis, cabe postular un axioma metacomurucacional de la proginátlca de la comunicación: no es posibl. no comuni­carse.

2.3.

2.31

Los nl11eles de contenido 11 relacfone8 de la comunicación

• 1..o:o tkmlnos del ori1Jillal en tn¡lés "ro'fJ(IIf" y "comfllllftd~l literabMate '"'"""' - IIUII'UGGI6ft (u ordn), respedlvameute, haa !'4• traducidos romo "refcrencfar y • c""alfoo", siiJUienclo en buena medida. los crlteriol dft RnmAn )nkobson po.ra incorporar tal nomencla.tura. (N. del R.].

.52

¡ 1 1

1· l !

1 t l '

c¡uo uno de los ¡uardiu liempre dice la verdad y c¡ue el otro siempro mleDte, p...,· 110 al do el1oo baco ima 0010 u o1ra. Por último, re le 1111 dldlo. que la úica m._. de rocuperv IU libertad consiste ea iden­tlfkár. la puerta c¡ue ao elli cerrada COD Uave haciéndole una pre¡un­ta a •no de loe pardiu.l

El encanto de esta improbable situación radica no sólo en el hecho de que un problema con das Incógnitas (las puertas y loa pardlaá) • resuelve elegantemente mediante el descubri­miento de un simple procedimiento de decisión, sino también en que la 10luclón sólo resulta posible si se tienen en cuenta los aspectos de coatenido y relacionales de la CODIUIIlcación. Al prisionero 111 le laan dado dos órdenes de Información como elementol para solucionar el problema. Una de ellos tiene que ver con objetos Impersonales (las puertas) y la otra con serea hu11111110S como emisores de lnformaoi6n, y ambas son in<lis­pensables para abnzar la solución. Si el prisionero pudiera esamiDar las puertas por si mismo, no aeees!tarla comunicar­se con nadie acerca de ellas, pues le bastarla con confiar en la información que le propomonan sus propios sentidos. Co­mo no puede ~lo. debe incluir la Información que posee acerca de los pardies y sus maneras habituales de relacio .. narse con los denms, esto es, dicl4rndo la verdad o mintiendo.· Por elide, ·lo que el prisionero h- es deducir correctamente el estado objetivo de las puertas mediante la relación es!Je­cfrica entre los guardias y él mismo y, as!, llega aventualmen­te a una comprensión correcta de la situación empleando in­formación acerca de 108 obfetos (las puertas y el hecho de que estén o no cerradas con llave) funto con inffJf'f'IUICi6n _. eo de aa lnformDt:l6n (loa guardias y sus formas tlplcas de relacionarse esíleclflcamente, transmitiendo a los demás in­formación sobre los objetos). Y ahora veamos un eiemplo más probable: si una mujeT A saílala el collar que lleva otra mujer B y presunta: • ¿Snn ~nticas .esas perluP", el contenido de, su pregunta es un ¡:tedido de información acerm de un objeto. Pero. al mismo tiempo, tambl~ proporciona -de hecho. no puede deJar de hacerlo- su definción de la relación entre ambas. La forma en que pregunta (en este caso, sobre todo el tono y el aeento de la wz, la expresión facial y el contexto) indicarían una cordial relación amistosa. una actitud competitiva. relaciones

3, El priJioaero medita duraBle larJ¡o tiempo • ...,. de este problemo aparenletMDte IDsoluble, pero evenllialmeote hace la pregw>ta correcta• oeilala ulia de las puortai::.Fy eguntn a uno de los guardias (no im-porta qu' ~o qu' n): "Sl yo le preguntara a 111 compa-ftero 111 esa ~ esti a , ¿c¡u' dirúl?" SI la relpUesta es si, en-to.OII e1a pUerta esti cerrada y. vic:evema, li es no, está abierta.

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~'Omcrtioles formales, ele. B puede aceptar, rechazar o defi· nir, pero, de ningún modo, ni siquiera mediante el silencio, puede dejar de responder al mensaje de A. Por ~. la definición de A puede ser maliciOsa y condescendiente; por otro lado, B puede reaccionar a ella con aplomo o con una actitud defensiva. Debe notarse que esta parte de su inter­..,.,um nada tiene que ver con la autenticidad de las perlas o con perlas en general, sino que sus respectivas <\efiniclones do la naturaleza de su relación, aunque sigue hablando sobre perlu. p cousideremos mensajes como: "Es Importante soltar el em· br¡ague en forma gradual y suave", y "Suelta el embriague y arruinarás la transmisión en seguida". Aproximadamente tienen el mismo contenido (información) pero evidentemente defi­aen relaciones muy distintas. Para evitar malentendidos con respecto a lo dicho, queremos. aclarar que las relaciones rara vez se definen deliberadamen·

. te o con plena conciencia. De hecho, parecerla qÜe cuanto más espontánea y "sana" es una relación, más se pierde en el lnsfdlldo el aspecto de la comunicación vinculado con la relación. Del mismo modo, las relaciones "enfermas" se ca­racterizan por una constante lucha acerca do la naturaleza de la relación, mie11tras que el aspecto de la comumcación vincu· lado con el rontenido se hace cada vez menos importante.

• 2.32·

ReiUila interesaDte que antes de que los cientüicos conduc­tilltas comenzaran a indagar en estos aspectos de la comunl· OIICión humana, los expertos en computadoras hubieran trope­zado el mismo problema én su propia labor. Se hizo evidente en tal sentido que, cuaudo se comunicaban con un organilmo artificial, sus comuaicaciones deb!an ofrecer aspectos tanto nrferenclllle~ como cOIUitlool. Por ejemplo, si una computad ... r&· ·debe multiplicar dos cifras, es necesario alimentar tanto esa información (las dos cifras) como Información acerca de esa información: esto es, la orden de multiplicarlas. Ahora bien, lo importante para nuestras consideraciones es la oonexi6n que existe entre los aspectos de contenido .(lo refe­rencial) y relacionales (lo conativo) en la comunicación. En e>cncia ya se la ha defimdo en el párrafo precedente al se­ñalar que una computadora necesita lnf01'1ri4Cl6n (~tos) e mfonnacfón acerca de osa Información (Instrucciones). Es evidente, pues, que las instrucciones son de un tipo lógico superior al de los datos; constituyen metainformacfón puesto c¡ue son información ocerca de informactón;- y-cualquier con-

54

fusión entre ambas llevaría a un resultado carente de signi· ficado.

2.33

Si volvemos ahora a la comumcación humana, observamos que esa misma relación existe entre los aspectos referencial y conatloo: El primero transmite los "datos" de la comunica­ción, l. el segundo, cómo debe entenderse dicha comunica· ción. Esta es una orden" o "sólo estoy bromean<\o" constitu­yen ejemplos verbales de esa comunicación acerca de una co­municación. La relación también puede expresane en forma no verbal gritando o sonriendo o de muchas otras maneras. Y la relaéión puede entenderse claramente a partir del con­texto en el que .la comunicación tiene lugar, vor ejemplo, en· tre soldados uniformados o en la_ arena de un circo. El l~or habrá notado que el aspecto relaclonal de una co· mumcación, resulta, desde luego, idéntico a] coilcevto de me· tacomunicaclón desarrollado en el primer . cavitulo, donde se lo limitó al marco conceptual y al lengua¡~ que el experto en aruilis!s comunlcacional debe utilizar cuando co111'amca algo acerca de la comunicación. Ahora bien, es dnblo observar quo no sólo ese experto sino todos nosotros enfrentamos di· cho problema. La capacidad para metacomunicarse en forma adeclill;da constituye no sólo ~dic;oión sine qua non de· la comumcaclón eficaz, sino que también está íntimamente vincu­lada con el complejo problema concerniente a la percepción del. self y del otro. Esta cuestión seni objeto de una expli­cación más detallada en S. 3. 3. Por el momento, y como llus· tración, sólo queremos señalar que es posible construir men· ~jel, sobre todo en la comunicación escrita, que ofrecen in· didos metacomunicacionales may ambiguos. Como sellala Cllerry (34, p. 120) la oradón: •¿Crees que bastari con uno?", puede encerrar una variedad de sfgnlficados, según cuál de e.w palatras• acentúe, Indicación que el lenguaje escrito nó Siempre proporciona. Otro ejemplo seria un cartel en un res· taurante que dice: "Los parroquianos que piensan que nues· tros mozos son groseros deberían ver al gerente", lo cual, por lo menos en teorfa, puede entenderse de dos maneras total· mente distintas. Las ambigüedades de . este tipo no constitu· yen las (micas complicaciones posibles que surgen de la es­O:Uctura de niveles de toda comunicación; consideremos, por e1empln, un cartel que dice: "No preste atención a este car· tel". Como veremos en el capítulo sobre comunicación para­dójicas, las confusiones o contaminaciones entre estos niveles

55

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-comunicación y metacomunicación- pueden llevar a lmpaues idénticos en su estructura a los de 1as famosas paradojas en <'1 campo de la lógi(\8..

2.34

Por el momento, limitémonos a resumir lo antedicho y esta­blecer otro axioma de nuestro cálculo tentativo: Toda comu­nicación tiene un tUpeCio de contenido y un aspecto relaciontll iole¡ que el 8egundo c/osifica ol primero y es, por ende, una me!uron1unicaci6n. 4

J. 4. · La puntuoc16n de la secuencia de hechos

2.41

La siguiente caracterlstica básica de la comunicación que de­seemos explorar .se refiere a ·la .intuacción -intercambio de mensajes- entre comunicantes. Para un observador, una serie de e<>municacionu p~~ede entender.e como una 8ecuencia ¡,.. lnttrrumpéda de lnterc4mbio&. Sin embargo, quienes partici­p.n en la interacción siempre introducen lo que, siguendo a Whorf (165). ha sido llamado por Bateson y Jacksón la "pun· tuaeión de la secuencia de hechos". Estos autores afirman:

Loo J>'loólogm de la e5CUela "estimulo-respuesta" limitaD m ateDclóu a seeunclns de Intercambio tan c:ortu que es posible callflcar UD ltem de entrada como- •estimulo" y otro (tem eomo ••refuerzo .. , al tiemPo. que lo qu.o el suJeto ha~ - eotoe doa bechoo se eutlODde como "reopuesta". Dentro de L1 breve seeuellcia ul obtanida, reaulta posible hablar de la •pilcolozja• del sn¡.to. Por el wilbatio, las -· de iDtercambio que eumlnamos aqu1 son mucho mU targas y, por lo taDto, presentan la t"'l''.cteristfca de que c:ada ltem en la secuencia es, al mismo tiempo, rst!mulo, respue•to y refuerzo. Un ltem dado de la wnducto de A es un estimulo en la medida en que lo sigue un ttem proveniente de B Y ute •'•ltimo, por otro ltem correspondi~>ate a A. Pero. ea la medida

4. En forma algo arbilrarla bemos preferido decir que la reladóu ola­silloa, o iucluye, el upecto del wuteniclo, auuque en el auálislo lógico «"! igualmente exacto decir que la clase está definida por sus miembros )', por end~. t:tbe afirmar qne el asPecto del conteni<lo defins el aspectcl "'•c:lonal. Puesto que uuestro int.!dt · oeutral no es el intercambio de lnlc.-.molón slao la pragmltica de la WD111nloación, utilizaremos el pri· ,.,., rnfC'f)ttr.

Sli

en que el ttem de A e~ ubicado entre dos items corrcspondleutes a B- N trata de uua respuesta. Del mismo modo. el ltem de A t.:·ons· ti tu,. un· refuerzo ea taDto 111ue a UD íte-m correspondiente a D. Asi, l01 iatertwmbios que _ enmiDiltDOI aqul constituyen una cadena de VÍDCU­

loo fri4dlcol superpuestoo, oada uno de loa cuales reoulta comparable a ODa aecueucia atúnul~respuuta-refuerzo. Podemos tomar c:unlquier trfe:la de JNeStro ~ntcrcambio y verla como UD ensayo en un e:xperi­meato de IJpo aprODdiz.oje por estlmuJo.reopuesta. Si obeervamos desde este punto de vista, los experimentos convenci~·na · les sobre aprendizaje, notamoJ de inmediato que los ensayos repd!dos

equivaleD a una diforeuc:iacfóu de la relacióu eutre loo doo or¡auismoo participantes; el experimentndor y $U sujeto. La secuencia de ensayo~ esti puntuada de tal mauera que llempre et el experimeutador el que - propc<c:IDnar los "estlmulos'' y los "refuerzos", mientras el su­Jeto pr<IIIOrciOIIIl lu "reopuestas". Estas palabreo aparecen deliberada­mente entre comillu, peeque las deflalcloues de Jos roles de becho oólo depend<D de la disposicl6u de .los ar¡aalm\Os a aceptar el sl&te­

ma de puntuación. La "raalldad" de las deflnicioueo de rol pertenrc. por cierto al mismo ordeu que la realidad de UD rnuroiélaco ea uua Jámina de Rorschach, uJU creación más o menos sobredetermin.1da dttl proceso perceptua). La rata que dijo: "'Ya he adiestrado a mi experi· mentador. Cada vez que presiono la palanca, me da ·de comer"", ~e

negaba a aceptar )a puntuación de la secuencia que el experimentador tratobn de imponer. Ccn todo, es iDCiudable que en un.\ secuencia prolongad:~. de fnteréam. blo. los organismos partldpantes -especialmeule si se trota de ¡><no­

nas- de hecho puntúan la secuencia de modo que uoo de ellos o el otro tiene iniciativa, predominio, dependencia, etc. Es decir. establecen entre ellos patrones de intercambio (acerca de Jos cuales ptleden o no estar de acuerdo)· y dichos palrones cobstitu~n de hecho reglas de CC'ntingeacla con respecto al intercambio de refuerzos. Si bien las ratns son demasiado amables como para modifitar los rótulos. alguoos pacientes psiquiábicos no Jo son y produ~n mAs de un trauma psi· cológlco <n el teropeuta (19, pócs. 273-74).

No se trata aquí de determinar si la puntuación de la secuen­Cia comunicacional es, en general, buena o mala, pues resulta evidente que .la puntuación organi:::a los hechos de la conduc­ta y, por ende, resulta vital para las interacciones en marcha. Desdo el punto de vista cultural, compartirnos muchas con­venciones de puntuación que, si bien no son ni más ni menos precisas que otras vsiones de los mismos hechos sirven para reconocer secuencias de interacción comunes e importantes. Por ejemplo a una persona que se comporta de determinada manera dentro de un grupo, la llamamos '1íder" y a otra "adep· to", aunque resultaría difícil decir cuál surge primero o qué serfn del uno sin el otro.

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2.4:!

La falta de acuerdo con respecto a la manera de puntuar la secuencia de hechos es la causa de incontables conflictos en !ti relaciones. Supongamos que una pareja tiene un problema marital al que el esposo conbibuye con un retraimiento pasivo, mentras que la mujer colabora con sus críticas constante5. Al explicar sus frustraciones, el marido dice que su retraimiento no es es más que defensa contra los constantes regaños de su mujer, mientras que ésta dirá que esa explicación constituye una distorsión burda e intencional de lo que "realmente" su­c-ede en su matrimonio, esto es, <1ue ella lo critica .d6bld.o a su pasividad. Despojadas de todos Jos elementos efímeros y fortuitos, sus discusiones consisten en un intercambio monó­tono de estos mensajes: "Me retraigo porque me regañas" y 'Te regaño porque te retraes". Este tipo de interacción ya ha sido brevemente mencionado en S. l. 65. En forma gráfica, con un punto irricial arbitrario, su interacción aspecto un as­pecto similar a éste:

S 5 7 9 •t X X X X X X -

Eaposo f f\ t 1 . f 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1

1 1 1 1 1

1 1 1 , ¡¡ 1 5 1

~ , 5 '& " , 1 lil l.:! 1 i~/ Lt e: ; o! 1

li/ ' .. E>t 'tt :¡, 11 ~1 .. , , 1 lil 1

1 1 1 1 1 , 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1

1 1 1 1 1 1 1 Esposa

X X X X X • 4 (j 8 10

. sa

Puede observarse que el marido sólo percibe las tríauas 2-3·.J. 4-5-6, 6-7-8, etc., donde su conducta (lineas llenas) es "me­ramente" una respuesta a la de su mujer (lineas de puntos). En el caso de la mujer, las cosas ocurren exactamente al re­vés: puntúa la secuencia de hechos en las triadas 1-2-3, 3-4-5, 5-8-7, etc., y entiende que sólo reacciona frente a la conducta de su esposo pero no que la determina. En la psicoterapia de parejas, a . menudo sorprende la intensidad de lo que en la psicoterapia tradicional se Jlamaria una •distorsión de la re­alidad• por parte de ambos cónyuges. A menudo resulta di­ficil creer que dos individuos puedan tener visiones tan dispa­res de muchos elementos de su experiencia en común, Y, sin embargo, el problema radica fundamentalmente en un área que ya se mencionó en numerosas ocasiones: su incapacidad para metacomunicarse acerca de su respectiva manera de pau­tar su interacción. Dicha interacción es de una naturaleza os­cilatoria de tipo si-no-si-no-si que, teóricamente, puede cont;.. nuar hasta el infinito y está casi invariablemente acompañada, como veremos más adelante, por las tfpicas acusaciones de maldad o locura. También las relaciones internacionales están plagadas de pa­trones análogos de interacción; considérese por ejemplo, el an&Jisls de las carreras annamentistas que hace C,E.M. Joad:

... 11, comb marrtienen, la mejor maiiOI'a de comervor la pu: C<'D·

liste en preparar la guorn, no resulta del todo claro porque todal las padoner deben considerar loo ormamen!DI do otroo plles como u1u aiiiiODUA para la paz. Sin emlloJwo, ul lo bacon y se" sienten llevo­du por ello a Incrementar su propio armamento para _.,. a aque­llos por los que creen estar amenazadas •• , Este aumento de los ar­

mamer>tos, a su · -· slgrúfica nna a,.naza para la naci6n A. cuyo armamento ••puestamento defensivo lo . ba provoca®, y 01 entonces utflizado por la. nncl6n ·A como un pretexto para ncumular aún mAs armament01 para dofendone CODtra la amenaza. Sil! embargo, este fncnmeDio do armameDiot el lnlwpreta® a 111 YU por las DllcfODOI

"""""'como una amen11a; y alll -te ..• (79, p. 89). .. 2.43

También las matemáticas proporcionan una analogía descripti­va: el concepto de una "serie alternada infinita". Si bien el término mismo fue introducido mucho después, las series de este tipo fueron estudiadas de manera lógica y persistente por primera vez por el sacerdote austrfa9o Bernard Bolzano poco · antes de su muerte, acaecida en 1848 cuando, según parece, se hallaba dedicado al estudio del significado de la infinitud .

59

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Sus ideas aparecieron en fonna póstuma en un pequeílo libro titulado The parlldox& of the lnfínltll (30) que se convirtió en un clásico de la literatura matemática. En dicho libro, Bol­zano estudió diversas clases de ¡eries (S) de las cuaJe~ la más simple sea, tal vez, la siguiente:

S= a- a+ a- a+ a- a+ a;... a+ a- a+ a- ...

Para nuestros propósitos, puede considerarse que esta serie representa una secuencia comunlcaclollal de afirmaciones y negociaciones del mensaje a. Ahora bfeu, como lo demostró Bol7.ano, esta secuencia :>uede . agruparse o como dlriamos ahora. puntuarse de varias maneras distintas, pero arfttMtica­mente correeta. a El resultado es un limite diferente para la serie según la manera en que se elifa ·puntuar l!l :~eCUencla de sus elementos, resultado que consternó a muchos matemáticos, Incluyendo a Leibniz. Por desgracia:, basta dónde akanza nues­tro entendill)iento, · la solución de la paradoja ofrecida even­tualmente por Bolzano no resulta útil en el dilema análogo quo se plantea en la comnnicnclón.. En este último caso, co­mo sugiere Bateson (17), el dilema surge de la puntuación es­púnm de la serie, a saber, la pretensión de que tiene un co­mienzo, y es éste precisamente el error de los que participan en tal situación. ·

2.44

Así, podemos incorporar un tercer axioma de la metacomuni­eación: fA nllturaleZtJ de Ullll reltu:lén depende de ltJ pun­tuación de ltJs secuencltu de comunicación entre los comu­nlcante.t.

5. Los tres .posible8 agrupamiento• (puntuadoaes) IOD:

S = (a -a) + (a - a) + (a- a) + (a - a) + ... =0+0+0+... . =O

Otra manera de a¡rupar Jos elementos de 13 tecuencfa tM"(<l:

S= a- (a- a)- (o- a) - (a- a)- (a- a) - ... =•-o-o-o~ ... =n

UnJ tercera saaera setút: S =a- (a- a + a- a + a- a + a- ... )

'1 puesto que los elementos encerrados entre par~ntesfs no sen otra cosa QUe la serie misma, .. deduco que:

S = a - S a

Por lo tonto 2 S = a y S = -. (30, p6gs. 49-50). 2

2. 5. Comunicación digital 11 anaZOgtca

2.51

En el sistema nervioso central las unidades funcionales ( neu­ronas) reciben los llamados paquetu quonticos de lnforma­ci6n a través de elementos conectivos ( slnapsis). Cuando lle· gan a las slnapsis, estos •paquetes• producen potenciales post­slnápticos exc11atorios o inbibitorios que la neurona dOIJmula y que provocan o Inhiben su descarga. Esta parte especifica de actividad nerviosa, que consiste en la presencia o ausencia do su descarga, transmite, por lo tanto, Información digital binaria. Por otro lado, el sistema humoral no estA basado eo la digitalización de Información. Este sistema comunica libe­rando cantidades discretas de sustancias especificas en el to­rrente circulatorio. Asimismo, se sabe que las modalidades neuronal y humoral de comunicación lntraorgánica no sólo existen la una junto a la otra, sino que se complementan y dependen mutuamente a menudo de manera muy compleja. Estos·dos modos básicos de comuulcr.ció1s ap:.reren también en el campo de los organismos fabricados por el hombre 0 : hay computadoras que utilizan el principio del "todo o nada". de los tubos al vacio o los translst- a las que se llama di­gital&, porque básicamente son calculadoras que trabajan con dlgitos; y hay otra clase de aparatos que manejan magnitudes positivas niscretas -análogas a los datos- por lo cual se lo• Rama tmal6gicoa. En las computadoras digitales tanto lo• da­toro como las Instrucciones son procesados bajo la forma de mímeros, de modo que a menudo, sobre todo en el caso de la• Instrucciones, sólo existe una correspondencia arbitraria entre la Información y su expresión dlglta l. En otros t.!nninos, estos números son nombres codificados arbitrariamente asig­nados, que tienen tnn poca similitud con las magnltude< rea-

6. Existen motivos para creer que los expertos en computndoras IJE"gnron a este resultado sfll ec>noeer lo que los flll6lo¡os ya sabfan tn ele ...,. mefttO, heebo que en si mismo comtihtye una hermosa ilustración d~l pastulado ele """ Bertalanfly (2S) do que loa oistemas complejos tienen sus proplu leyes inherentes, que pueden ser detectadas a traves de los d~verso., niveles del sistema, es decir, atómico, molecular, ce!ufar, CJrga­nfsmleo, Individual, oocietal, - Se cuenta que dur:~nte una mm16n interdiscfpUnaria de dentfflcoo lntereadoa en los fenómenos de la retro­alimelltaclón (probablemente UDa de las reuniones de b Jo:i<~h Maey FoundaHon), el gran histólogo von Bonln tuvo ocasión de e:mminar el diagrama de un aparato de lectum selectiva, y de Inmediato manifestó: "Pero ~e .. ~semento un diagrama de la tercera atpa do la c:or· toza visual. • • • No podemos garantizar la auten!iddad de esta historia, pero pensamos que se aplica aqul el proverbio italiano: ••seo non e vero,,_. bt-n trova:to"' ( st no es cierto, es una buena historia). •

61

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les como lus números telefónicos con aquellos a los que están asignados. Por otro lado, como ya vimos, e) principio de la analogía constituye la esencia de toda computación analógica. Así como en el sistema humoral de los organismos naturales los portadores de información son ciertas sustancias y su gra­do de concentración en la corriente sanguínea, en las compu­tadoras analógicas los datos adoptan la forma de cantidades discretas y, por ende, siempre positivas, por ejemplo, la in­teDSidad do la corriente eléctrica, el número de revoluciones -do una rueda, el grado de desplazamiento de los componen­tes. etc. La llamada máquina de mareas (un instrumento com­puflflo por escalas, levas y palancas que solla utüizarse para computar las mareas durante un lapso determinado, puede CODSiderarso como una computadora analógica simple y, des­de luego, el homeostato de Ashby mencionado en el capl­la 1 es un paradigma de una máquina aualógica, aun cuando 11<1 <ampute nada.

2.52

En .la comunicación humana, es posi!>le referirse a ros obje-111:1, -en el sentido más amplio del término- de dos maneras totalmente distintas. Se los puede representar por un slmll, tal como un dibujo, o bien mediante un nombre. Asr, en la ora­ción eSCiita: ~El gato ba atrapado un ratón", los sustantivos podrían reemplazarse por dibujos; si se tratara de una fra,e hablada. se podrla selialar a un gato y a un ratón reales. Evi­dentemente, ésta constituirla una manera insólita de comuni­carse y lo normal es utilizar el ~nombre", escrito o hablado, e• decir, la palabra. Estos dos tipos de comunicación -uno mediante una semejanza autoexplicativa y el otro, mediante una palabra- son, desde luego, equivalentes a los conceptos do las computadoras analógicas y digitales, respectivamente. Puesto quo se utüiza una palabra para nomlw~ algo, resulta obvio que la relación entre el nombre y la cosa nombrada está arbitrariamente establecida. Las palabras son signos arbitra­rios que se manejan de acuerdo con la sintaxis lógica dellen­I!IJaje. No existe ningún motivo por el cual las cuatro letras "g-a-t-o" denotan a un animal particular. En última instancia, so trata sólo de una convención ·semántica del lenguaje espa­ñol y fuera de tal convención, no existe otra correlación entre ninguna palabra y la cosa que representa, con la posible aun­nuo insi!1:Dificante excepción de las palabras onomatopéyicas. Como ~J1alan Bateson y Jackson: "No hay nada 'parecido a cinco' en el número cinco: no hay nada narticulannente 'si­milar a una mesa' en la palabra 'mesa'" (19, p~g: 271).

6.2

Por otro lado, en In comunicación analógica hay algo partlcu· larmente "similar a la cosa" en lo que se utiliza para expresarla. Es más fácil referir la comunicación analógica a la cosa que representa. La diferencia entre ambos modos de comunicación so volverá algo más cliua si se 'piensa que, por ejemplo, por mucho que escuchemos un idioma extranjero nor la radio no lograremos comprenderlo, mientras que es posible obtener con facilidad cierta información básíca observando .el lenguaje de signos '1 los llamados movimieDtos intencionales, incluso cuan­do los utiliza una persona perteneciente a u11a criatura total­mente distinta. Sugerimos que la comunicación ,analógica tie­ne sus ralees en periodos mucho más arcaicos de la evolución Y, por lo tanto,, encierra una validez mucho más general que el modo digital de la comunicación verbal relativamente re-ciente y mucho más abstracto. ·

1 ¿Qué es, ent?nces, la. comll!;IÍcación analógica? La respuesta ~bastante s•mple: Virtualmente, todo lo que sea comunica­ción no verhn!:JCon todo, este término resulta engañoso, .por­que a menuáo se lo limita a ·¡os movimientos corporales, a la conducta conocida como kinesia. Opinamos que el ténnino de­ba incluir la postura, los gestos, la expresión facial L'l inflexión do la voz, la secuencia, el ritmo y la cadencia de las palabras mismas, y cualquier otra manifestación no verbal de ,que el organismo es canaz, asl como los indicadores comunicaciona­les que inevitablemente aparecen en cunlquie•· r.n•lftJtto en que tienen lugar una interacción. T.

2.153

El hombre es el único organismo que utiliza tanto los modos de comunicación analógicos como los digitales. 1 La significa­ción da tal hecho no ha sido aún acabadamente comprendida, pero puede vislumbrarse su gran importancia. Por un lado, no cabe duda de que el hombre se comunica de manera di­gital; de hecho, la mayorfa, si no todos, sus logros civilizados resultarían impensables sin el desarrollo de un lenguaje digi­tal. Ello asume particular importancia en lo qne se refiere a compartir información acerca de. obfetoa y a la función de

1. Ln enorme importancia (Omunicaclonal del contexto .., pasa fácil­mente por alto 011 el análisis de la comunicación humana y, 11111 omh:qo, quieD se lavara !01 dieDiel en UD& calle U.... de geatt, en Jupr de ha­cerlo en el baño de ou aua, poddá verre ripidamente trasladado a una comisaria o a un manicOmio, para dar sólo un ejemplo de !01 efeCÍOS prq:Jnátic:ot de la comunlcacl6n DO verbaL 8. Ex!tten motivos para c:<eer que las ballenas y loa delfines pueden utilizar también la comuni<aclón digital, pero la investi¡acl6n en este campo o.ún no es concluyente.

63

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l·tmUnujdnd t_cmporal inherente a la transmisión de conoci­miento. Y, sin embargo, existe un vasto campo donde utiliza­mo" en forma casi exclusiva la comunicación analógica, a me­nudo $in introducir grandes cambios C9n respecto a la heren• cin analógica recibida de nuestros antepasados mamíferos. Se trntn aquí del área de la relación. Basándóse en Tinbergen ( 153) y Lorenz (96 ), así como en su propia investigación, Ba­teson (8) ha demostrado. que las vocalizaciones, los movimien• tos intencionales y los signos de estado de ánimo de los ani· mnles constituyen comunicaciones analógicas para definir la Mluraleza de sus relaciones antes que para hacer aseveracio­nes denotativas acerca de l~s objetos. As!, para dar uno de su• ejemplos, cuando ahro la heladera y el gato se acerca, se fro­ta contra mis plernD.s y maúlla, ello no significa,¡ "Quiero le­che", como lo expresaría un ser humano sino que invoca una relación espeélfica: "Sé mi madre", vorque tal conducta sólo su observa en los gatitos en relnción con gatos adultos y nun­.cá entre dos animale~ maduros. Del mismo modo, quienes alhan a los animales domésticos. a menudo están convencidos de que aquéllos "comprenden" lo que se les dice. Evidente­ment~. lo que el animal si entiende no es por cierto el sigoi­:flclldo de las palabras, sino el caudal de comunicación· ana­·lóglca que acompalia al habla. De hecho, puesto que la comunica!'ión se centra en aspectos relacionales comprobamos qtl& el lenguafe digital carece casi por completo d" si~ifica­do. Esto ocurre no sólo entre los animales, y entre el hombre v lo. animnle!;' sino en muchas otras situacioneS de la vida ·íiumana, por efemplo, el galantel), el amor, los actos de sal­Vft!aje. el comhatc.·y, desde luego, todo irato con niños muy pequeños o enfermos mentales muy perturbados. A losniños, los tontos, y los animales .se les ha atribuido siempre una Intuición particular con respecto a la sinceridad o insinceri­dad de las actitudes humanas, pues resulta muy fácil procla­mar al~o verbalmente pero muy dificil llevar una mentira al camno -de lo annM~ieo. Un ~el!to o un~ expresión facial puede revelar más que cien palabras. •

ü. En la ~eedón 3.3 oe examinará la trammillón de delbliclones de rclnci6n por can.a1es nn.1.16gicos y sus· efectos prag&ticos sobre el emisor ·'1 ..el receptor. Sin er11bU'go, a esta altura er ~~ecesario referirse· a 1u in~ ve'.•Ugnclcncs · ·p~oner:ta de ncbtrt Ro,;enthtl y sus colaboradores en la J)ni"Versi~bd de Harva.rd, sobre Ja ihfluetlda. de las expet:tativas del eJE:~

-pcrilliClntaclor sobre loo resultados do loo experimoulol psicológleol y la comunicación,. evidentemente muy emacontciente de tales expectativu n lat sujetoc;. Su trabnjo cuenta c:oa. na .curioso predecesor en la liter•turn ps1C(ll6gica al que Roso>~thal (130 bis, plg. 1~1 y si¡.) hace plena jus­llcha. Se trata de Clever Hans, el caballo del Jelior van Osten, que hace •proxlmaclamente CO alio1 alcanz6 foma latemociODOI debido a 10 Jor· p: lnc.lt'nt~ cr.pacid;'.d p:ua re•tliz:tr cperaciones de aritmética. C!ever Hans

En síntesis, s,l recordamos que toda comunicación llene un aspecto de contenido y un aspecto relacional cabe suponer que ·comprobaremos que ambos modos de comunicación no sólo misten lado a lado, sino que se complementan entre si en cada mensaje. Aslmlsmo, cabe suponer que el aspecto relativo al contenido se transmite en forma digital, mientras que el aspecto rela­tivo a la relación es de naturaleza predominantemente ana­lógica.

2.54

Ell esta correspondencia radica la importancia pragmática de ciertas diferencias entre los modos digital y analógico de comunicaci6D que examinaremos ahora. Para que tales dife­rencias resulten claras, volveremos a los modos digital y ana-16gico tal como se dan en los sistemas de comunicación arti· flciales. EJ. rendimiento, la exactitud y la versatilidad de Jos dos tipos de computadoras -digitales y analógicas- son enormemente distintas. Los análogos utilizados en las computadoras analó­gicas en lugar de magnitudes reales nunca pueden ser más

podla sellalar con WlO de SUI c:ascos el resultado CI)ITedo de un proble­ma aritmético qu8 le planteaba su amo, dempre presente, u otra per!Ol"· El psicólogo alemln Pruogst, no muy satisfecho con el conmovedor su­puesto de Wl eoballo aemal, llegó • la CODClUIIóa eorrecta de que el se6or vaa OlleD (de cuya hoaeltided no podla dudane) de alguDa ma­....,. le lndicsba al coballo cuiDdo habla dado IUficlenlel golpes con el cuco y debla cletenor•. rfuogst pudo JDOStrar que el caballo nunca co­DIIDZIIha a dar solpes halla que su amo le miraba el casco con octltud expe<tanto, y que van Osten levantaba la cabeza casi Imperceptiblemente y mirllha hada arriba cuaraclo el caballo habla dado el número necesario do ¡olpes. Evidentemente, la permanente admiración del públ!co y el cqullo de ru amo debeD haber constituido pcderooos refuerzos para el d-mpelio del anfrnal. Se dice que poco despu6s del descubrimiento de l'fuogst, el Jelior van Osten Uteralmonte murió de ~· hedlo qne neo propore1<ma 111111 Idea adlcloaal ea cuanto a la profundidod del rappcn jiiDOdo-.1 que deba liaba- alltido ODtre 1.1110 y caballo. En ou propia iovutigacióa., Rosentbal podo reproducir este fenómP.no con aniii'ale~ y coa -• humanaL Por efemplo, demostró que la1 ntas do laboratorio euyoa e.perlmontacl<nl estallan OODVODcidoo de que e101 animales eran particularmente inteligentes, tenlan un desempelio significativamente mejor que el de olrat ntu de la misaa copa, pero cuyos ~eTimentador .. hablan Depdo a ~- que los 811lmales eran "estúpidos', l.os e"!''ri· mentol de Rooeatbal con oeres hwnaJII)I remitan casi pOituTbador ... Tam­bl6n en eDoo .., pudo domostrar que· exlltlan comuoicacloues muy sutil'" perO sumoDIOD!o pcd-., cuya tnnsmlliÓD Ollil fuera de la percepciÓD de emfaora y receptora, pero que influyen enormemrntc sobre la con­ducta y el desempeño de Jos· seguudot. Por el_ momentco, ni sictui~a. se puedo tentativamente evaluar la importancia. de estos h:-tlln7.gl'S para la educacf6n, la dtné.uifca de la vida famtliar y de otra-s relacinnf'<; h'ml3na.:;:, en particular la pllcoterapiL

6 -·-'

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quo aproximaciones a los valores reales, y esta fuente l'er· manente de inemctitud aumenta durante el proceso de las operaciones que realiza la computadora. ~unca pueden ~­truirse de manera perfecta levas, engrana)OS y transmisiones, y aunque las máquinas analógicas se basan t~talm~te e~ in· tensidades discretas de corriente eléctrica, resistencw ei<Jctri· cas, reóstatos, etc., tales análogos siguen estando sometidos a fluctuaciones virtualmente incontrolables. Por otro lado, se podrfa decir que una máquina digital trabaja con p~isión perfecta si el espacio para acumular dígitos no estuv1er!\ Ji. mitado lo cual hace necesario redondear todos los resultados que t!e'nen más dlgitos de los que contiene la máquina. Quien haya utitizado una regla de cálculos (excelente ejemplo de UDa computadora .analógica) sabe que sólo puede obtener un résultado aproximado, mientras que cualquier máquina , de calcular proporcionará un resultado exacto en tan.to los d1gi· tos requeridos no excedan el máximo que la calculadora pue· dn manejar. Aparte de su precisión perfecta, la ~mputadora dlgit~l ofr~c~ la enorme ventaja do ser una máquma no sólo aritmética, smo también 16gictl. McOulloch y Pitts (101) han mostrado que las dieciséis funciones de verdad del cálculo lógico pueden re­presentarse mediante combinaciones de elementos de tipo "to· do o nada• de modo que, por ejemplo, la suma de dos pulsa· ciones representa al •y• lógico 11a mutua exclusión de dos pú)Jacioner representa al •o• lógJco, una pulsación que inhibe la descarga do un elemento representa una negación, etc. Na· da siquiera remotamente comparable puedo lograne ·con las computadoras analógicas. Dado que operan sólo con canti· dader positivas discretas, no pueden representar ningún valm negativo, incluyendo la negación misma, o C!'81quiera de l~ts otras funciones de verdad. · Algunas de las características de las computadoras se aplican también a la comunicación humana: el material del men.'laje digital es de mucha mayor complejidad, versatilidad y abs­tracción que el material 'analógico. Especlflca~te, compro­bamos que la comunicación analógica no tiene nada comra· rabie a la sintaxis 16glca del lenguaje digitaL Ello significa que en el lenguaje analógico no hay equiValentes para eJe. mento• de tan vital Importancia para discurso como "si ... luego•, •o .•.. o•, y muchos otros, y que la u:presl61\ de con­eeptos abstractos resulta tan dificil, si DO Imposible, como en la escritura ideográfica primitiva. donde cad& concepto sólo puede representarse por medio de una similitud física. Ade­más, el len¡!Uaje analógico cómparte con la computación a~n­lógic& la falta del negativo simple, esto es, de una expresiÓn para •no"'.

66

Por ejemplo: hay lágrimas de tristeza y lágrimas de aleg¡-ia, el puño apretado puede indicar agresión o control, una son· risa .puede transmitir simpatla o desprecio la reticencia puede interpretarse como discreción o indiferencia, y cabe pregun­tarse si todos los mensajes analógicos DO tienen esta cualidad curiosamente ambigua, que recuerda al Gegenslnn der u,.. worte (sentido antitético de las palabras primarias) de Freud. La comunicación analógica carece de calificadores para indi­car cuál de los dos significados dispares está implfcito, y tam· poco cuenta con indicadores que permitan establecer .una dis· tinción entre pasado, presente o futuro. lO Desde luego, tales calificadores o indicadores existen en la comunicaci9n digital, pero lo que falta en ésta es un vocabulario adecuaáo para re­ferirse a la relación. En su necesidad de combinar estos dos len~jes, el ,hllmbre, sea como receptor o emisor, debe tr¡¡duc¡r constantemente. de uno al otro, y al hacerlo debe enfrentar curiosos dilemas, que se !'Iaminarán con mayores. detalles en el capitulo sobro la comunicación patológica (5.3.5). En la comunica­ción humana la dificultad inherente a traducir existe en am­bos sentidos. No sólo sucede que la traducción del .modo di­gital al analógico implica una gran pérdida de Información (véase 5.3 .. 55 sobre la formación de sfntomas histéricos), si­no que lo opuesto también resulta sumamente diflcil: lulblar acerca de una relación requiere UJll! .traducción. adecuada del modo analógico de comunicación al modo ;!:ftaL Por último, podemos imaginar problemas similares cu o ambos modos debe~¡ coox!stlr, como seflala Haley. en su excelente capitulo, ~arriage Therapy":

Cuando un hombre y una mujer d~ legalizar su vinculo median· te uDa ceremonia matrimonlal, 1e plantean un problema que 1*11•· tirá durante su vida maritol: ahore que están lliiS&dos, ¿sigueQ jun­tos porque lo d-n o porq1111 deben hocerloP (IJQ, pi¡. U9).

.. JO. El lector habrá descubierto ya por si solo cuán sugestiva es la si­mllitud que existe enb'e lot modoo anológloo y digital de eomUillcaélón y loo conceptot plliooanalitlcos de ,...,_ l'flm<lrlo y ,.,.U,rin, ,. .. pedivamente. Si ISB la lleva del . ........, intrapslqufe<> al mare<> lntetper· sonal de referenda, la desoripci6n que Freud hace del Ello .., convierte Ylrtuallllell!e OD uua deilrúción de la ClOJD11Dicaci6n anÍ.lc!gica: L01 k¡te~ u la lór~CD -oobtw todo, la let/ de la conltGdlccl6tt- 110 ,... cdllda1 para 101 - 11"' u,_ lutlll' .,., el Ello. Impulsos contradlctorlós exlsten lado a lado lln neutralilarse o excluirse. • • Nada . hav en el Elfo i¡us pueda comr-""' a la neg1Jéf6n, y ..,. quedamos atónitos al encontrar aiH una excepción· a la afirmación de iot fll61ofos en el aent!do de que el ~rpacio y el tiempo CODJtttu:yen forma.s necesarias de mtestros actot -nta:es. (49, p6g. 104; las bastardllla1 l<!n nue.otrns.)

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11 la luz de todo esto, dirlamos · que, cuando a la parte fun· damentalmente analóglea de su relación (el galanteo) se agre. p una dlgltali3Ción (el contrato m~trimonial), la definición Inequ!voca de m relación se vuelve muy problemática.

2.55

Para resumir: L~ seru humanos se comunic<ln tonto digital como anol6glcomente. El !enguate digital cuenta con una dn· t~Bl4 ldgfca sumamente compleja y potkrota pero carees tÚ uno iemtfntlciJ adeeutlda en el campo de la relacl6n, mimltfa& q1111 el !enguate anal6gfco posee la semántlt!a pe¡,o no untJ dntaxl.s adecuada para la definlci6n lnequf voca ae la natu· ralao de las r6laclonu.

2. 6. lnteracct6n rfmitrlca v complementarla

2.81

En .1935, Bateson (6} describió un fenómeno de lnteracclón quq ollservó en la tribu Iatmul de Nueva Guinea y que en su libro Naoen (10), publicadó un afto deSPUés, examln6 con mayores detalles. De.nominó a este fenómeno. clsmogéne&ll y lo definió como un proce.ro .de diferencfacién en las nor7lliJ,f

de la conducta lndivldun! r14Uitante de la interaccf6n acu· mulatfl)(l entre Tos lndlvlduos. En 1939, Ricbardson (:lJ5' apli· có est-e concepto a sus a1)11isis de la guerra y lil polltfca ex· terlor; desde 1952 Bateson y otros han demostrado su utilidad en el campo de la Investigación psiquiátrica ( cf. 157, págs. 7•17, también 143). Este concepto que, como ))Odem?S ver, posee un valor heurlstioo que va más allá de· fos Umttes dé cualquier disciplina particular, fue elaborado por Bate!on en NtWef'l de la siguiente manera:

Cuando definimos nuestra. dlsdpliDa en thmlnos de las tesccloDeo de un Individuo frente a laS de otros Individuos, "" hace i!IÚiedlatamenle

. evldrhte que debemos considerar que la relación entre dos indiViduos puede JUfrlr alteraciones de tanto en tanto, Incluso sin ninguna per· turbac:l6n procedente del exterior. No sólo debemos considerar las re· &<dones do A ante la OODducla de B, lino que tambi~n debernos e.a­mlnar la Iom. en que ello afecta la conduela poolerlor de B y el tlrctm que ello llene sobro A.

' • o

Relulta obvio que muchos olstemas de re!Ad6n, 101 entre individuos o I!'UPDI de indlvlduOll, IDIUIIfiestan una tendencia hada el cambio pro­gresivo. Por ejemplo, al una de las pautas de la conducta cultural, coo­llclerada adecuada para el individuo A, esl6 culturalmeDte COilCObida como pauta de autoridad, en tanto que se espera que B responda 1

oDa con Jo que eulturalmente "" considera sometlmleDIO, 01 proboble que tal sometimiento promueva una nueva conduela autoritaria Y que esta última exija un nuevo sometimiento. Asl, OIICOD!ramos Wlll sltua· dón potencialmente progresiva y, a meno1 que otros laetoreo blter· ve~an para restriaglr los enesor de la conduela ou- 1 som&o

!Ida, A debe ....,..orlamente volveroe cada mio autorltorlo, adentras que B re volvert eada vez mis 110010tldo; y - <amblo prccrellvo • pnodudrtn sean A y B individuos Independientes o alfombro• de sru· pos complementarios. Cabe desaiblr los cambios progresivos de elle tipo como diDIOflo!nesls oompl--. Poro emto otro patrón do relacioDOI entr";" lociivldüOi' '6' srupos di IDdlvidUOI que también contiene loo ¡6rmenos del aunl>io prosreslvo. Por ejemplo, si eDCODiramos que la ja<larlda os el patr6n eultural de conducta en un BfUpo, y que el otro srupo rosporlde • aqu~ con jac:tancia, puede desarrollar"' UDO situadón competitiva en que la factaDcia da lugar a m6s jactancia, y osl ouceslvameute.· Elle tipo de CAmbio progresivo. podrla d0110111inarse diDIOflo!nesls lhnétrlcG, (10, pA¡s. 178-177).

2.611

Los dos patrones descriptos han Ile¡¡ado a utilizarse sin bacer referencia al ·proceso clsmog~nfco, y en la actualidad se .los suele denominar simplemente interacción simétrica y comple­mentaria. Puede describ!rselos como relaciones basadas en la igualdad o en la diferencia. En el primer caso, lo• participan· tes tienden a igualar especialmente su CO!Iducta reciproca. y as! su Interacción puede considerarse rimárlca. Sean debili· dad o fuerza, bondad cf 'máldad, la igualdad puede mantener· se en cualquiera de esas áreas. En el segundo caso, la con· ducta de uno de Jos participantes complementa la del otro, constituyendo un tfpo distinto de gestalt y recibe el nombre de complementarla. As!, pues, la Interacción simétrica se ca· ractériza por la igualdad y por la diferencia minfma, mlen· tras que la Interacción complementaria está basada en un mbimo do diferencia. En una relación complementaria hay dos posiciones distintas. Un participante ocupa lo que se ha descripto de diversas ma· neras como la posición sup.,-ior o primaria mientras el otro ocupa la posición correspondiente inferior o secundaria. Estos términos son de igual utilidad. ~n tanto no se los identifique

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con "bueno" o "malo", "fuerte" o "débil". Una relación com­plementaria puede estar establecida por el contexto social o cultural (como ea los casos de madre e hijo, . médico y pa­ciente, maestro y alumno), o ser el estilo idiosincrásico de relación de una díada particular. En cualquiera de los dos casos, es importante destacar el carácter de mutuo encaje de la relación en la que ambas conductas, disímiles pero interre­lacionadas, tienden cada una a favorecer a la otra .. Ninguno de los participantes impone al otro una relación complemen­taria, sino que cada uno de ellos se comporta de una manera que presupone la conducta del otro, al tiempo que ofrece motivos para ella: sus definiciones de la relación encajan (S.2.3).

2.83

Se ha sugerido un tercer tipo de relación, a saber, la "meta­OOIJIIllementaria", en la que A permite u obliga a B a estar en .control de la relación mediante idéntico razonalniento, po­drlamos arreglar l.a "pseudosimetria', en la que A permite u obliga a B a ser simétrico. Sin embargo, este regrefio od infi· nltum potencial puede evitarse recurriendo a la diferencia­ción ya planteada (S .l. 4) entre la observación de IM re­dundancias en la conducta y las explicaciones inferidas bajo la fórma de mitologías; esto es, nos interesa saber oomo se CQIIIporta la pareja sin distraemos tratando de averiguar por­q,ué (creen ellos que) se comportan as!. Sin embargo,, si los miembros utilizan los múltiples niveles de comunicación (~.2.22) para expresar distintas pautas a distintos niveles, pue­den mrp;ir resultados paradójicos de p;ran importancia prag­Jtláticá (S.5.41; 6.42, ej. 3; 7.5, ej. 2d).

2.64

En el próximo capítulo se examinarán las patologías potencia­les de estos modos de comunicación (a saber, escaladas en la simetría y rigidez en la comp)ementariédad). Por el momeo· to, nos limitaremos a formufar nuestro último axioma tenta­tivo: "T od01 l01 intercambios comunicacionalea aon aimltric01 o compkmentaríoa, según que estén baaad01 en la igua 'dad o en la diferencia.

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2. 7. Resumen

Es necesario volver a señalar ciertas reservas con respecto a los axiomas en general. En primer lugar, debe quedár acla­rado que tienen carácter tentativo, que han sido definidos de modo bastante info~al )< que son, por cierto, más preliminares quo exhaustivos. Segundo, son heterogéneos entre sí en tnnto tienen sn origen en observaciones muy variadas de los fenó­menos de la comunicación. Su unidad no surge de sus orígenes, sino de su importancia pragmática, la Cl.lal a, su vez depende no tanto de sus rasgos particulares .J:Omo de su referencia in­terpsrsonal (y no monádica). Birdwhistell hn llegado lnclusn a mgerir que ·

un iDdividuo no comunica; participa en u'na comuni~ción o se a'n­vierte en. parte de ella. Puede moverse o hacer r1ddall. . . ll''rn nn ''n­mUDica. De manera similar, puede ver, oir, oler, gustar o sentir. ·pero no comunica. En otras palabras, no origina comunicaci6n sino c¡ue participa en ella. Así, la coJDUDicación como ustema po debe cntcn· derse sobre la base de un simple modelo de accl6n y rcaccl6n, por compkja que sea su formulación. Como Jistema. debe enlt·ndeue a un nivel trnnsaccional (ll8, pág. 104).

Así, la imposibilidad de DO comunicarse hace que todas )as sltuaciQnes en las que parti~ipan dos o más personas sean ínterpersonales y comunicacionales; el aspecto n!laclonal de tal comunic;¡ción subraya aún m:is este argumeilto. ·La Im­portancia pragmática, intorpersonal, de los. modos digital y analógico radica no sólo en su supuesto Isomorfismo con los niveles de contenido y de relación, sino también en la inevita­blo y significativa ainbigüédad que tanto el emisor como el receptor enfrentan en lo relativo a los probleiJ}as de traduc­ción de una modalid;ld a la otra. La desttipclón <le los pro­blemas de p110tuación se basa precisamente en la metamor­foSis subyacente del modelo clásico de acción-reacción. Por último, el Pj!radlgma simefrla-complementariedad es. quizá, lo que más se acerca al concepto matemático de función, sfert• do la.• posiciones de los individuos meras variables con una In­finidad de valores posibles, cuyo significado no es absoluto sino que surge sólo en la relación reciproca.

71

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3 La· comunicación patológica

3.1. Introducción

cada uno de los axiomas descriptos impllca, como corolarios, ciertas patologías inheren•es que se eumiuarán ahora. En nuestra opinión, la mejor manera de ilustrar los efectos prag­máticos de esos axiomas consiste en relacionarlos con trastor­nos que pueden desarrollarse en la comunicaci6J?. humana. Es decir, dados ciertos principios de comunicación, examinare­mos de qué maneras y con qué consecuencias pueden verse di$torsionados esos principios. Se comprobad que las conse­cuencias de tales fenómenos a nivel de la conducta a menudo corresponden a diversas psicopatologfas individuales, de mo­do que, además de ejemplificar nuestra tecrla, sugeriremos otro marco de referencia desde el cual pueden entenderse aquellas conductas habitualmente considerados como slnto­mas de enfermedad mental. Dado que el material se hace ca­da vez más complejo (las patologías de cada axioma se exa­minar&n en la misma secuencia que en el caiJitulo 2, excep' tuando algunas superposiciones lnevita bies). 1 '

3.2. La lmpo81bllfdad de no comunicarse

Ya nos hemos referido (S.2.23) al dilema de los esquizofré­nicos, al seiialar que estos pacientes se comportan como si trataran de negar • que se comunican y luego encuentran ne­cesario negar también que esa negación constituye en si mis­ma una comunicaci6n. Pero es igualmente posible que el pa­ciente dé la impresióa de querer comunicarse aunque sin aceptar el compromiso inherente a toda comunicación. Por ejemplo, una joven esquizofrénica entró de golpe en el.con­sultorio del psiquiatra con quien tenia su primera entrevista y

1. Las transcripcloneo de !Dtercambioo verbales simplifican CODS!derabl•­me~ el material pero, por esa misma razón, resultan en última instan­cia Insatisfactorias, dado que transmiten poco mis que el contenido lédro y omiten casi todo el material analógico, como inflexión de la voz, ribno. pausas, tonos emocionales contenidos en la risa, los suspiros, etc. Para un anáJisl• similar de efemplos de interacción, en forma tanto esa-ita co­mo grabada, el. Watzlawick (157)

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anunció alegremente: "l\li madre tuvo que casarse y ahora estoy aquí". Se necesitaron semanas para elucidar algunos de los múltiples significados condensados en esa asev0!'ación, sig· nificados que, al mismo tiempo, quedaban descalificados por .su estructura críptica y por el. despliegue de aparente buen humor y entusiasmo. Su gambito, según resultó luego, impli­caba informar al terapeuta que

1) e lb. er.\ el resultado de un emhomtzo ilegitimo;

2) t"ste hed1o de algull.l mJnera había causado su psicosis;

3) "tuvo que casarse# se refería la. naturaleza formda de la boda de ~u n>1dre y podía significar que la madre no era culpable ele que la presión social la hubiera obligado a casarse o bieu qUII la madre lamentaba esn decisión lmzad:t y la existencia miuna de la pacieute, que la había obligado a tomarla;

4) .. aqut• siguificab::t. tnnto el ccn u!torio del psiquiatra como lJ. eds­tencia de la p:tciente· sobre la tierra e implicaba asi qu~, por un lad~. la m.dre la habla vuelto loca mlentrat que, por el otro, es­taba O!lemamente en deuda con la madre, quien habla pecado y tufrido para traerla al mundo.

3.21

El esquizofrenés", entonces es un lensuaie que obliga al. in­terlocutor a elegir entre muchos signilica(los posibles que no sólo son distintos, sino que incluso pueden resultar Incompa­tibles entre si. Así se hace posible negar cualquier aspecto. de un mensaje o todos sus aspectos. Si se la hubiera presio­nado para que dijera qué significaba: su comentarlo, la pa­ciente mencionada podría haber dicho con aire casual: "¡Oh, no ré; supongo que debo estar loc::J~. Si se le hubiera. pedido que aclarara algún aspecto de lo dicho, podrla haber respon­dido: •oh no, eso no es en absoluto lo que quise decir ... " Pero aun cuando su aseveración está condensada de tal modo que hace imposible todo reconocimiento inmediato, consti­tuye una descripción coherente de la sltuacióll paradójica en la que se encuentra, y el comentarlo "debo estar loca" podrla resultar muy adecuado en vista del grado de autoengm¡o ne­cesario para adaptarse a este universo paradójico. hra un amplio examen de la negaci6n de la comunicación en la es­quizofrena se remite al lector a Haley (60, págs. 89·99), donc!e se traza una sugestiva analogía con los subgrupos cllnJCOI de la esquizofrenia.

3.22

La situación opuesta se describe en A través del espejo, cuan· do el "lavado de cerebro" al que la "Reina Negra y la Reina Blanca" someten a Alicia, corrompe su estilo directo de co· municaci6n. Aquéllas ¡¡legan que Alicia trata de negar algo y lo atribuyen a su estado de ánimo. -

... Estoy segura de que no quise decir ... " empezó· Alicia, pero la Reirm Negra la iDIOfl'Umpi6 con impaciencia. "¡Prec:isamente de eso me quejo! ¡Tendrlas que haber querido decirl ¿Para qué supones que sirve un niño sin nin¡ún significado? Hasta UDa broma debe tener un llgnif'Jcado, y un nilio es más import::mte Que una broma, $Upcmgo. No poclrias negar eso, aunque lo intentaras con ambas manos ... "No niego cosas con las manos", prolestó Alicia. "Nadie dijo que lo hideras'', dijo la Reina Negra. "Dije CJue no po­drías aunque tratuas,., "So encuentra ea ese estado de ·ánimo. dijo hr Reina Blanca, .. en que quiere negar algo, pero no sabe qué negar"", "Un carácter desagradable y rencoroso", observó la Rein.l N•gra; y luego hubo un incómodo silencio durante uno o dos minutos.

Sólo cabe maravíllarse ante la Intuición del autor con respecto a los efectos pragmáticos de este tipo de comunicación iló­gica, pues luego de un lapso de lavado de cerebro, hace que Alicia so desmaye.

3.23

Sin embargo, este fen6meno no se limita a los cuentos de ha­das o a la esquizofrenia, sino que tiene consecuencias mucho más amplias para la Interacción humana. Cabe suponer que el intento de no comunicarse puede existir en cualquier otro contexto en que se desea evitar el .compromiso Inherente a toda comunicación. Una situaci6n tlpica de esta clase es un encuentro ~mtre dos desconocidos, uno de los cuales quiere entablar conversación y el otro DO, por ejemplo, dos pasajeros en un avión que comparten UD asiento. • Supongamos que el pasajero A sea el que no quiere hablar, Hay dos cosas que no puede hacer: no puede abandonar físicamente el campo y no puede no comunicarse. La pragmática de este contexto co·

2. QuerOJIIOS destacor una v .. mb que, a los flnes do nuestro aDAiisil comuntcocional, la• motloaclonu rupectlvas de los dos iDdiYlduot care• cen totalmente de importancia.

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municaclonal se ve ul limitada a unas pocas reacciones po-sibles: ·

3. 231 "Rechaz;o~- de la comunlcocl6n

El puajero A puede hacer sentir al pasajero B, en forma m6s · o menos descortés, que no le interesa conversar. Puesto que

ello es reprobable desde el punto de vista de la buena edu­cación, se necesita valor para hacerlo y da lug¡¡r a un silencio más ~ien tenso e incómodo, de modo que, de hecho, no se ha evttado una relación con B.

.. 3. 232 Ao6ptac1ón de la comunlcocl6n

El puajero A terminati. por . ceder y entablar conwnaclón. Probablemente se odiará a sí mismo y a la otra persona por 1)1 propia debilidad, pero esto· no nos interesa. Lo significativo oquf es que no tardará en comprender la sabidurla de la nor­ma militar según la cual "en caso de ser capturado proporcione sólo su nombre, rango y número de serie", pues el puajero B qlliz& no esté dispuesto a quedarse a mitad de eamino, siDo más bien decidido a averiguar todo acerca de A, inc:Iuyeodo sus pePSBmientos, sentimientos y creencias. Y una vez que A ba comenzado a responder, le resultará cada: vez más dificil detenerse, hecho que conocen todos los especialistas en '1a­vado de cerebro".

3.233 D~n de la comunlc<JCI6n

A puede defenderse mediante la 1mportaute *mica de la des­calificación; esto es, puede comunlcane de modo tal que su propia comunicación o la del otro queden invalidadas. Las descalificaciones abarcan una amplia gama de fen6menos co­IIIWiicacioaales, tales como autocontradicciones, incoogruen­cias, tamblos de tema, tangenclalizaciones, oraciones incom­pletas, malentendidos, estilo oscuro o manierismos idiomáti­cos, interpretaciones literoles de la metáfora e interpretación metafórica de las expresiones literales, etc.• Un ejemplo ma~t-

3. En el campo intemacloual, los ltllla- III01'clwl a la cabeza con su Inimitable respuesta •ma ... ,.·que ligni,fica estrictammlte *»ero~, aunque puede aUIIarsela como uD& exclllJZIIIclón ~ · eJqJresar duda, acuerdo, des.euerdo, desooncierto, Jndfferenda, aittca., desprecio, rabia, resigo¡a .. cl6m, IJI.feUmO, negación y qufdt otra docena de CORI y, por eode, en tlltimA ln5tnnel•. en _JO que ae refiere -al centenldo pt~.r&.,-Dada. ..

i6

nlflco . de este tipo de comunicación nos lo ofrece la escena inicia! de la pellcula "Lolita", cuando Quilty, a quien Hum­bert amenaza con una pistola, se lanza a un paroxismo de je­rigonza verbal y no verbal, mientru su rival intenta en vano trasmitir su mensaje: "Mire, voy a matarlo" (El concepto de motivación resulta muy poco útil para decidir si se trata de una reaccl6n de pánico· o de una astuta defensa). Otro ejem­plo es ese delicioso fragmento de sin sentido lógico debido a Lewis Carroll, el poema que lee el Conejo Blanco:

Ellos me dijercm que estuviste COD ella y que mo -.>ciomste a él; ella ello de mi bu011a1 referendas, pero dijo que yo DO oe nadar. El les avisó qpe yo no habla ido (DqSOtros sabiamos que era vmlad) ll ella hubiera llevado el asunto ..delante, tque sería de ti? Yo le di UDO a ella, ellos a él dos, tú nos dillte tres o mb, todos voi­YieroD de él a H, aunque ant .. fueron ml01.

Y asl prosigUe en ojras tres estrofas. Si lo comparamos con un fragmento de una entrevista con un sujeto voluntario nor­mal que evidentemente se siente incómodo al responder a una pregunta hecha por el entrevistador, pero también siente que debe responder, comprobamos que su comunicación resulta sugestivamente similar, tanto en Jo que respecta a la form:a como a la pobreza ,del contenido.

Entrevistador: ¿Qu6 tal le resulta, Sr. R., que IUI podr .. ·vivaD en la misma ciudad que usted y m fainllia? St. R: Bueno, nosotros tratamos. . . este personalmente quiero de­cir. . . este, yo prefiero que Mary ( IU esposa) maneje las cosas con e110!, en lugar de hacerlo yo. Me. gusta verlos, pero no trato dema­!dado de hacerme una obligación ·ele conrerme hasta alll o -hacer que ellO!... Ellos saben claramente que... siempre fue antes de que Mary y yo DOI c:oaoc:M!ramos y en altJo muy acepCadn -yo ooy hiJo único- y oll01. prd'Riu DO, ea la medida de lo posible. . • este, in-' terfedr. No 0'00 que haya ... de cualquiel' manera cno que siempre hay un, UDa corriente subtenánea en cualquier familia, eu nuestra fa. milla o en cualquier otra. Y es algo que bocliUo Mary y yo Sentimos cuando .. , IIOIOirOI dos IODW mis bien perfecciODiJtas. Y ... •ste .. , sin embargo. somos .muy •.. somos ... somos: .. este, rígidos y ... esperomo1 lo mismo de l01 c:blcoa y pensamos que si uno tiene que vigilar. . . quiel'o decir, Id, ate •. , ol hay al¡una IDterferenáa de lo• parientes DOSOtr01 peusamot. bemol visto eso eu otros y nosotros, . . . eo algo contra lo cual mi propia fomllla trat6 de protogerse poro, .. . este. . . y. . . este, como en este caso, por qul! nosotros. . . yo- no di· ría que nos manteneRlOI alejados de los viejos (151. pá~ts. 20·2ll.

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No es sorprendente que habitualmente recurra a este tipo de comunicación todo aquel que se ve atrapado en una situación en la que se siente obligado a comunicarse pero, al mismo tiempo, desea evitar el compromiso inherente a toda comuni­cación. Desde el punto de vista comunicacional, por lo tanto, no hay una diferencia esencial entre la conducta de un indi· viduo llamado normal que ha caldo en manos de un entre­vistador experimentado y la de un individuo llamado men­talmente perturbado que se encuentra en idéntico dilema: ninguno de los dos puede abandonar el campo, ninguno pue­de no comunicarse, pero probablemente por razones propias tiene miedo o no desean hac~rlo. En cualquiera de los dos casos, · probablemente el resultado sea un balbuceo incoherente, con la excepción de que, en el caso del enfermo mental, el en­trevistador, - si se trata de un psicólogo conocedor de los sfmbolos de la mente- tiende a entenderlo sólo en términos de manifestaciones inconscientes, mientras que para el pa­cieslte tales comunicaciones pueden constituir una buena ma­nera de complacer al entrevistador mediante el sutil arte de no decir nada diciendo algo. Del mismo modo, un an!ilisis en términos de "perturbación cognitiva" o "irracionalidad" sos­laya la consideración necesaria del conte:tto en la evaluatlión de tales comunicaciones. • Señalemos una vez m!is el hecho de que en el extremo clinico del espectro de la conducta; la comunicación (conducta) "alienada" no es necesariamente la

. lllánifestación de una mente enferma, sino quiz!i la única re­acción posible frente a un contexto d .. éomuniroción absurdo o insostenible.

3.234 El sfntoma como comunlcacl6n

Por último, hay una cuarta respuesta que el pasajero A pue­de emplear para defenderse contra la locuacidad de B: puede fingir somnolencia, sordera, borrachera, Ignorancia del idio­ma, o cualquier otra deficiencia o incapacidad que justifique la imposibilidad de comunicarse. En todos estus casos, en­tonces, el mensaje es el mismo: "A mf no me molestarla ha' blarle, pero algo más fuerte quir yo, de lo cual no puede cul­p!irseme, me lo impide". La técnica de recurrir a la fuerza de motivos que están mb allá del propio control, sigue ofre­ciendo una falla: A sabe que est& engallando al otro. Pero la "treta • comunicacional se vuelve perfecta cuando unn persona

4. En tal sentido, se remite al lector a un análisis comunicacional del concepto psicoanalítico de .. trans!erencla"", que puede entenderse como la única respuesta posible frente a una situación harto insólita. Cf. Jack­son y Haley (76), que también se examina en 5.7.5, ejemplo 2.

18

logra convencerse 11 ri misma . de que se encuentra a merced de fuerzas que están más allá de su control y se libera asi de la censura por parte de los "otros significativos" y de los remordimientos de su propia conciencia. Con todo, esto sólo significa decir que tiene un slntoma (neurótico, psicosomático o psicótico). Al describir la diferencia entre las personalida­des norteamericana y rusa, Margaret Mead sefialó que un norteamericano podrla utilizar la excusa de una cefalea para abandonar una reunión, mientras que un ruso sentirfa real­mente dolor de cabeza. En el campo de lá pslqufntrfa, Fromm­Reichmann sefialó en un trabajo poco conocido el uso de loli slntomas catatónicos como comunicación (51) y, en 1954, Jack­son indicó la utilidad que tienen los slntomas histéricos de un paciente para comunicarse con su familia ((jT). Para un estudio m!is amplio del síntoma como comunicación, se re­mito al lector a Szasz ( 151) y Artiss (3). Esta definición comunicacional de un s(ntoma quizá. parezca contener un supuesto discutible, a saber, que es posible con­vencerse a si mismo de esta manera. En lugar de recurrir al poco convincente argumento de que la experiencia clinica cotidiana corrobora plenamente este supuesto, prefeririamos menciooar los experimentos de McGillnles ·sobre "defensa per· <.:eptual'" (102). Se ooloca a un sujeto frente• a un taquitosCO· pio, un aparato mediante el cual pueden hacerse visibles pa­labras durante periodos brew:s ae tiempo en una. pequefia abertura. El umbral del sujeto se determina para unas pocas palabras de prueba y luego se le indica que informe· al ex­perimentador de todo lo que ve o crée ver en cada exposición. So utilizan palabras neutrales y "criticas", con carga emocio­nal, por ejemplo, violación, suciedad, prostituta. Una compa­ración entre la actuacl6n del sujeto con las palabru neutrales y con las palabras criticas revela umbrales significativamente mb altos de. reconocimientos para las segunclas, esto es; "ve" un número menor de tales palabru. Pero ello significa que, para lognu mayor número ile fallas con las. palabras social­mente repi'Obadu, el sujeto debe primero identificarlas romo tales y luego toBvencerse de alguna manera· de que no pudo leerlas. Asl se evita la incomodidad de tl!ner que leerlas en voz alta frente al experimentador. (En este sentido, debemos mencionar que, en general, las personas que idean los tests psicológicos han descuidado el contnto comunlcaclonal de dichos tests. Por ejemplo, no cabe duda alguna de que para el sujeto, ·y para su rendimiento, la cosa S8li muy distinta si debe comunicarse con un viejo ·apergaminado · profesor con un robot o con una hermosa rubia. De hecho, las recientes y cnidadosas investigaciones de Rosenthal sobre la di#orslón proveniente del experimlllltador (véase 5. 2. 53, nota al pie)

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han corúirmado la existencia do una corriente encubierta de comunicación compleja, efectiva y sutil aún en expertmentos

. estrictamente controlados). · Hagamos una breve recapitulación. La teoría de la COIIIUlli­cación concibe un slntorna como un mensaje no verbal: 110 soy yo quien quiere o ilo quiere hacer esto, sino algo Juera do. mi control, por ejemplo, mis nervios, mi erúennedad, mi amiedad, mi mala vista; el alcohol, la educación que be re­cibido, los comunistas o mi esposa.

3. 3. La estructura de nt7Jelu de la cornunlcaci6n (contenido 11 relación)

• Una pareja en terapia matrimonial relató el Jiguieote episo-dio, M.icntru se encontraba solo en su hogar, el espoeo reci­bió un' llamado de larga distaDcla de un amigo, quien le ma­nif._t6 que se eucoqtrada en ea ciudad durante unos dlas. El esposo Invitó al ami¡o a pasar ·esos dlas en su casa, sa­biendo· que eliQ agradaría a su esposa y que, por lo tanto, ella habrla hecbo lo mismo. Sin embargo, cuando la esposa regresó se entabló. una violenta disCuiióil con respectó a la invitación hecha por el marido. Cuando el problema se ella· minó fjn la sesión tera~utica, ambos cónyuges estuvieron de acuerdo en que esa invitación era la cosa mis aiiecuada y naturaL Los sorprendla comprohar que, por un lado, estaban de acuerdo y, sin embargo, •de algún modo~ también estaban en desacuerdo con respecto al mismo problema.

3.31

En realidad, hay dos problemas en esta disputa. Uno se re­feria a la secuencia de CODdactas adecuadas en una situaclón especifica, la lnvitacióo, y pod.la comunicarse en forma digital; · el otro se refería a la relación entre los comunlcont111 -al plan­teo de quién tenia ·derecho a tornar la ln!Giatlva sin consultar al otro- y no podía resolverse tan fácilmente en forma digi­tal, pues presuponla la capacidad del marido y la mujer para hablar acerca de su relación. En su Intento de resolver el problema, esta pareja cometió un eJTQr muy comán en. su co­municación: estaban en desacuerdo en el nivel metacomuni­cacioonl (relacional), pero trataban de resolverlo en el nivel del contenido, donde el desacuerdo no exfstla, cosa que los conduela a pseudodesacuerdos. Otro esposo, observado tam­bl~n en terapia conjunta, logró descubrir por sí solo y manl­fcstnr eon sus propias palabras la diferencia entre el nivel del

contenido y el relacional. El y su esposa habían experimen­tado muchas escaladas simétricas violentas, por lo común des­tinildas a establecer qaién tenia razón con respecto a algún contenido trivial. Cierto día ella pudo demostrarle de manera concluyente que él estaba cometiendo un error, y él contestó:

l "Bueno, qu.tm tengas razón, pero estás equivocada porque el-• tM dllcutiendo conmigo", Todo psicoterapeuta está famillari­

zado con estas 'confusiones entre el aspecto del contenido y el aspecto relacional de un problema, sobre todo en la COIIII!· nicaclón marital. y también con la enorme dificultad con que se tropieza para e)¡minar la confusión. Mientras que para el terapeuta la monótona redundancia de los pseudodesae~~erdos enl!'e marido y mujer se hace evidente con bastante rapidez. los protagonistas suelen verlos como algo aislado y totalmente nuevo, por la simple razón de que las cuestiones prácticas y objetivas que se discuten pueden tener su origen en una am­plia gama de actividades, desde los programas de televisión hasta .el sexo, pasando por las tostadas para el desayuno. Es­ta situación ha sido extraordinariamente bien descripta por Koestler:

..).u relaclDDOI fulillarea perteDocen a UD plaao doade DO rfaom lu aormas ~ del lulclo y la eondlld!:, Soa ua laberinto de t.n­oloneo, disputu y recoadllaclo1101, euya J6slco es autocontradictoria, euya ético surge de una oóiiiOda !u1111la, y ...,.,. valores y c:rlterl,.' elhla dlatonionadoa como el espado """" de un universo c:errrado. Se trata de un ualverso saturado de reeuemco, pero ""' ,.,c,.,miOI de loo qU<I no 11 aprflfltÜ¡ fltlda: ltlltmulo do "" ,....,do qU<I no prop«· cfor!a oriefttacl6n ""'" el fututo. En olf• ...,_, de1pub de rada trlN " cado ....,_¡fldcl6n, ol !lempo .-... de ........ y "' ""'""" lllemprB elf4 m ol oilo "'"· (86, pág. 128, las butarddlas son nuestras.)

Antes de pasar a los trastornos que pueden surgir en el área do los aspectos de contenido y relacionales, consideremos de modo esquernitico cuáles son las varlacioaes posibles:

l. En ehn8/0t de los ctllo.t, lo.t participantes concuerdan con respecto al contenido de sus comunicaciones y a la deflnlci6n de su relocf6n.

!. En el peor de loa casos, 611COntromos la lftuaci611 lnL'<'rsa: lo.t parliclpantes están en desacuerdo con respecto al nivel del contenido y tamb16n al de relocldn.

3. Entre ambos extremos hay varias formas mixtas impor­tantes:

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aJ Lru participantes están en desacuerdo en el nivel del con· tenido pero ello no perturba su relac!6n. Quizás ésta sea la forma' más madura de m~nejar el desacuerdo; los participan· tes acuerdan estar en desacuerdo, por ad decirlo ( cf. S · 3 · 64, ej. 3).

bJ Los participantes están de tWUBrdo en el ~lvel del cont~· nido, pero no en el relacional. (cf. S.3.33 y Stg._). Ello sigru: fica que la estabilidad de su relación se ved. ser1amente ame­nazada en cuanto deje de existir la necesidad de acuerdo en el nivel del contenido. No resulta dificil encontrar ejemplos de esta secuencia. Como se sabe, muchos matt:imonios tienen crisis precisamente cuando se superan las dlf1cultades exter­nas que hasta ese momento obligaban a los c?nyuges 11- un esfueno conjunto y a un apoyo mutuo. Idéntico fenómeno puede observarse en la esfera polltica, cuando aliados con ideotogias bbicamente incompatibles se vuelven enemigos después de eliminar UD peligro que constltuia una amenaza para ambos (por ejemplo, los Estados Unidos y la Unión So· viética desp~ de la derrota de Alemania y Japón) o cuand? un gobierno de coalición se deshace al desaparecer .la ne~st· dad externa de una coalición entre partidos con distJ~ta onen· taclón politica (Austria en 1966). Este mismo mecanismo es do particular importaneia en 11l campo de la diná~ica fam!liar, a saber la función de chioo emtsario de un niño cuyo pro· blep¡a~ '(bajo rendimiento escolar, enfermedad fisica, neurosis. psicosis, delincuencia) Impone a los padres la necesidad c;ons· tanto de tomar decisiones conjuntas y de Intervenir en stttia· clones de crisis, cosa que confiere a su relación una .'Pseudo­estabilidad que, en realidad, no existe. En todos estOs casos es posible predecir con certeza casi matemática que .cualq~!er mejoría del paciente se verá seguida por una crbts manta! que, a su vez, a menudo hace que reaparezca la patología del hijo. (cf. S.5.42.)

e) Otra posibilidad 5011 las 92_nfus!onee eub:e los dos aspectos, "contenido y relación~, que ya 'se. mencionó previamente. P•~e· den consistir en UD intento por resolver un problema relacio­nal en el nivel del contenido (donde no existe) o, por el con· trario, en una reacción frente a un desacuerdo objetivo con una variación del reproche básico: "Si me amaras, no me con· tradecirías" (cf. S.3.32).

d) Por último, y de particular Importancia cl!nlca, s?n todas aquellas situaciones en las aue una persona se ve obligada de un modo u otro a dudar de sus propias percepciones en el nivel del contenido, 11 fin de no poner en peligro una relación

82

vital con otra persona. Esto lleva a pautas de comunicación paradójica que se examinarán en el capitulo 6.

3.32

El fenómeno del desacuerdo ofrece un buen marco de refe· rencia para estudiar los tr:lstomos de la comunicación debidos a la confusión entre el conteriido y la relación. El desacuerdD puede surgir en cualquiera de los dos niveles, y ambas for· mas dependen una de la otra. Por ejemplo, el desacuerdo con respecto al valor de verdad de la afirmacion: "El uranio tiene 92 electrones", aparentemente sólo puede resolverse recurrien· do a pruebas objetivas, tales como UD texto de química, pues ello no sólo demuestra que el átomo de uranio tiene en efecto 92 electrones, sino que uno de ·los antagonistas estaba en lo cierto y el otro equivocado. De estos dos resultados, el pri· mero resuelve· el desacuerdo' en el nivel del contenido y el otro crea un problema de relación. Evidentemente para resol· ver este nuevo problema los dos individuos no pueden seguir hablando sobre los átomos sino que deben comenzar a hablar acerca de si mismos y de su relación. Con tal fin deben lograr una definición de su relación en t~rmlnos de simetría o com· plementaridad: por ejemplo, el que estaba equivocado puede admirar al otro por su mayor conocimiento, o sentirse fasti· diado linte su superioridad y tomar la decisión· de mostrarse superior a él en cuanto se le presente la oportunidad a fin de restablecer la Igualdad.• Desde 1uego, si no pudiera es· pernr hasta la próxima ocasión, podría utilizar una técnica del tipo "al demonio con la ;lógica~ y tratar de ganar la dis· cuslón afirmando que el número 92 debe ser un error de im· prenta o que tiene un amigo cientifico que acaba de demos· trar que el número de electrones en realidad ca:reee de sig· nlficado, etc. Un exceleate ejemplo de esta técnica IK'IS lo ofre­cen los ideólogos rúsos y .. oebinos con sus sutiles interpretacio· nes de lo que Marx. "realmente" quiso decir, tendientes a demo1trar hala qué punto los otros son malos marxi,¡as. En tales controversias, ]as palabras llegan a perder su último ves· ti¡¡:io de contenido· y se convierten exclusivamente en berTa· mienta, de "liUperiorldad" •: como lo e:~epresa Humpty Dumpty con admirable claridad:

5. Cualquiera de esta& dos posibilidades poclrla resultar adecuada o ID­adecuada, "buena,. o "maJá•, sea:úo la relación de que le trate. 8. S. Potter, quien Introdujo el túmiDO, o&ec:e al rupecto muc:ho.s ejem­plos penotranteo y dlvertidoa, (ll6). • Aqui, y ea otru parte~ del texto, se Mee referencia a un tlkmino in­traducible: -.u,.,......mp, creado por un bumocista Inglés, Slcph•n Pot·

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· No sé q\16 quiere decir con 'gloria'", dijo· Allcl&. Humpty Dumpty aomió desdeñosamenteo "Por supuesto que no ... hasta r¡ue yo te lo diga. Quiero dedr 'debe ser un argumento aplaotante para ti'".

"Poro 'gloria' no significa 'ua argumeato áplastaate' ", protestó aliciL "Cuaado ~o uso una palabra", dijo Humpty Dumpty, ea toao algo deapec:tivo, "esa palabra significa exac:tamente lo que yo decido que signifique, ni m6a ni menosw.

"El arunto eí', dijo Alicia, ",¡ wted ptU<i1 hacer que lao palabrü s;gniliquen tantaJ c:cw dlllintaJ", ''El asunto eo", replioó Humpty Dumpty, ·~..un u el mumo oqul; 11 tmN¡ - eo todo". (Lao última• ballardlllao .1011 nuulru). .. Estft es, entonces, tan sólo otra manera de decir que, freute a su desacuerdo, los dos individuos deben definir su relación com:> complementaria o simétrica.

3. 33. Definición del mf • y el otro

Supongam01 ahora. que la aseveración sobre el uranio la hace un físico a otro. En este caso el tipo de Interacción que surja será probablemente muy distinta, pues la respuesta del otro tenderá a expresar rabia, dolor, o sarcasmo: "Sé que piensas que soy un completo idiota, pero debo confesarte que duran· te algunos años fui a la 'escuela ... • o algo similar. Lo que varia en esta Interacción es el hecho de que aquf no hay des· acuerdo en el nivel de,\ contenido. Nadie pone en duda el valor de verdad de la aseveración; de hecho, ésta no transmite información alguna ya que lo que afirma en el nivel del ~­fenldo es conocido por ambot participantes. Es este hecho, el acuerdo en el nivel del contenido, lo que evidentemente ubi­ca el desacuerdo en el nivel relacional, en otras palabras, en el campo metncomunicaclonat AUf, sin embargo, el desacuer-

h!r, quien .-ibt6 una IOde de libros OOD ,_, -endaclonel acerm de cómo quedar en una slluaci6a de ouperforidad a6a cuaado 110 1e tf&­ne c:on qu~. Jay Haley Incorporó lot térmlnos de Potter -0111-UJI" y "one­dfHDfl" a la jerga¡:lqulálrfca, o! definir de esa manera a los polot sn· perlor e Inferior e una dflda eomplementarfa. Aqu( 1e traducen, res­pecttvi'\m<"nte, como •superior'" e "'inferior .. , y a •Dt'WI-uJ)mdftllalp•• ~ mo "superioridad". [N. del R.]. • Se utilizan aqu( como slnónlmoo mf (que 1e mantleM as(, IÚI tradu· olr, siguiendo la teadi!Dcia de la Utemtura psiClOOIIIIUtlca en castellano), "Ji mismo" y mll!nldld. Se elude ou traducción como ~. para manteaer la ...,.ndatura propuesta por Hartmann, quleD utiliza ~ para referirse a 1>111 oubestruelura del aparato pllquleo y Mf como conoepto referido ol "'uno mis...,·. [N. del R.].

do equivale a algo que es mucho más importante desde el punto de vista pragmático que el desacuerdo en el Divel del conteilido. Como ya vimos, en el nivel relacional tu persoau no comunican nada acerca de hechol externos a su relación, sino que proponen mutuamente definiciones de esa relación, y pOI' lmpllcacl6n, de sf mismos.' Como ya se mencionó eu S.!. 3, tales deflniclolles poseen 1111 propios Di veles de com­plejidad. Asf, para tomar un punto de partida arbitrario, la persona P puede ofrecer a la otra, O, una definici~n de sl misma. P puede hacerlo eD alguna de las numerosu formas posibles; pero cualquiera sea el qué y el o6mo de su qomu­Dicaclón en el Divel del contenido, el prototipo de su meta­comunicación m: •Asf es como me veo".• Es inhereute a la naturaleza de la comunicación humana el hecho de que exjstan tres respuestas poll.bles por parte de O a la autode­finiclón de P, y las tres 1011 de gran importancia para la prag' m!tica de 'la comunicación humana.

3. 331 Conflrmoclón.

O puede aceptar (confirmar) la definicl6n que P de de sl mismo. En nuestra oplnl611, esta confirmación por parte de O de la visión que P tiene de s( mismo es probablemente el fac­tor que más pesa eil el desarrollo y la establlidad mentales de los que hemos podido detectar hasta el presente a partir de nuestros estudios sobre comunicación. Por SOrPfendente que parezea, sin este efecto autocoufinnador la comunicación humana no se habrfa des81TOilado más allá de los muy es· trechos límites de los Intercambios indispensables para la pro­tección y la supervivencia; no habrfa motivos para comuni­carse por la comunicación misma. Sin embargo, la experiencia cotidiana demuestra que gran parto de nuestras comunicacio­nes tienden precisamente a ese propósito. La vasta gama de emociones que .los individuos experimentan los unos con res-

7. Cf. Cummlng: He sngerido que ~~tan parte de lo que Langer Ramo ~la mera exprest6n de idea•· o ·octlv!dad llmb6llea por y para d mlnna. COITeiPOade e11 las per.IODU -1eot o la fuacióa de reconllrulr ctm>­!ante-.>te el coacepto del .el!, de otrecer dioho conoopto a otros para obte- rallllcac!óa y de acepter o rec:baar - lllilma octltud en Jos otroo. Aún· mb, supongo que el c:oncepto del 1elf debe rec:<>DStrulrse oiJI ...ar para que J>odamoa exllllr como periOIU y ao COI11o obJetos y, 10:

. bre todo, que dicho conoepto 1e reconstn¡ye ea la actividad oomuDica· dona l. (3$, p4g. 113). 8. En realidad, se deberla decir: "A.d u oomo me wo .,. rol#cl6to­wttd m elta rltwcl&n", pero, a lot f:laes de la olmpllcidad, omitiremos en el futuro las pelabras en balllardlllu.

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peeto de los otros -desde el amor hasta el odio- probable­mente no existida, y vivirlamos en un mundo vado de todo lo quo no fueran las actividades mis utilitarias, un mundo carente de belleza, poesla, juego y humor. Parecerla que, com· pletamente aparte del mero intercambio de inf~ción, el hombre tiene que comunicarse· con los otros a los fme.s de su autopercepción y percatación, y la verificación ezpe~ental de este supuesto intuitivo se hace cada vez más convmcente a partir de las investigaciones sobre la deprivación sensorial, que demuestra que el hombre es incapaz de mantener su es· tabilidad emocional duránte periodos prolongados en que sólo so comunica consigo mismo. Pensamos que lo que los existen· cialistas llaman el encuentro corresponde a esta esfera, as{ co­mo cualquier otra forma de conciencia lncr<!mentada de si mim~o que sobreviene como resultado de establ~r una re­lación con otro individuo. Como sostenía Martín Bub<!~:

~n la sociedad human:~., en todos sus niveles, las personas se confir­man unas a otras de modo prActico, en mayor o menor medida, eo sus cualidades y capacidades personales, y um oocledad puede oonsl­!lerarse buiDana en la medida en que lhll miembros se coaflrman en­

In> á ... La lnse de la vida del hombre con el hombre el doble, Y es .uaa oola: el deseo de todo hombre dé ser confirmado por loa hombres CQJnO lo que es, e Incluso como lo que puede Uogu a ser y la co­pácidad innata del hombre para confirmar a IUJ oemejanlel de esto manera. El hecho de que tal capacidad est6 tan IDCOmDensurablementc descuidada constituyo 1& vesdadora debilidad y caeotiouabllidad de la raza humaoa: la humanidad real sólo existe cuaado esa capacidad se desarrolla. (32, pAg1. 101-2).

3.332 Re~o

La segunda respuefta posible de O frente a la definición que P propone de s{ mismo consiste en rechazarla. Sin embargo, por penoso que ·resulte,. el rechazo presupone por lo menos un reconocimiento limitado de lo que se rechaza y, por ende, DO niega necesariamente la realidad de la. imagen quo P tiene de d mltmO: De hecho, clertu fonnu de rechazo pueden incluso ser constructivas, como ocurre con la negativa de nn psiquiatra a aceptar la definición que un paciente da de si mismo en la situación transferencial y con la quo el paciente puede tratar de imponer al terapeuta su propio "jue­go relacional". Se remite aqul al lector a dos autores que, den­tro de sus propios marcos conceptuales, se han dedicado am­pliamente a este tema, a saber, Berne (23, 24) y Haley (60).

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1 1

1

3. 333 Desconflrmací6n

La tercera posibilidad es, quizá, la más importante, tanto des­de el punto de vista pragmático como desde el psicopatol6gi· co. Se trata del fenómeno de la desconflrmación que, como veremos, es muy distinto del rechazo directo de la definición que el otro hace de si mismo. Utilizamos aquí, en parte, el material presentado por Laing (88), del Tavlstock Instltute of Human RelatloM de Londres, además de nuestros propios ha· llazgos en el campo de la comunicación esquizofrénica. Laing cita a William James, quien escribió cierta vez: "No podría· idearso un castigo más monstruoso, aun cuándo ello fuera f{. sicamente poSible, que soltar a un individuo en una sociedad y hacer que pasara totalmente desapercibido para sus miem· brbs" (88, pág. 89). No cabe mayor duda de que tal situación llevarla a una "p&-dida de la mismidad", que DO es más que una traducción del término "a:lienacl6n". Tal como la obser­vamos en la comunicación patol6gica, la desconfirmación ya no se refiere a la verdad o falsedad -sl existen tales criterios­de la definición que P da de s{ mismo, sino más bien ruega la realidad de P como fuente de tal def.inición. En otras pa­labras, mientras que el rechazo equivale al mensaje: "Estás equivoc'aao", la desconfÍII!Uición aflrmá de hecho: "T~ no exis~ O, para expresarlo en términos ·más rigurosos, si en 16giéa -formal se identificaran la confirmación y el rechazo del self ,del otro con los conceptos de verdad y falsedad, respec­tivamente, entonces lá desconfirmación corresponderla al con­cepto de indeterminación, que, como se sabe, pertenece a un orden lógico distinto. •

9 . /t. voces, muy pocu, es cierto, la indeterminacl6.; Uterul desempetla un papel lmportanto en una ,..,loción, como puedo ohlervll'Se en la ll· .suiento tronsoripclón de una resión de pllcoterapia coajuDta. La parofll habla aollcltado ayuda porque aua peleas, machaa veces violentas, los dejaban proJuadamente preocupados con reSP&cto a su fracaso como c6JI­yu¡et. Estaban casados desde hacia 81 allot. El marido era un hombro de negocios de gran hito. Al COinieDzo do - intercambio, la .._ acababa de señ:~lar que en todos esos años nunca babia aabido cuál era su lltuación e& respecto a ól. Psiquiatra: Asl que usted dice que no recibo- do su e$POSO laa señale•

que necesita para saber si usted se está detemj>eilando blen. ~:No. Psiquiatra: dLa crltlta Dan cunndo tllted Jo merece quiero decir, tn for~

ma positiva o negativa? Marido: Rara vez la critico ••• Espoaa ( slmulblneamento): Rara vez mo critica. Psfquintra: Bueno, ¿cómo .. be ust<d ... P Esposa (interrumpiendo): El elogia (breve rl!a). ver• usted, eso es lo

ftás confuso. ·.: Supóngase. que yo cocino ~o y lo quemo¡ bueno, entonces ~1 dice que esU. muy, muy rico • Después, si hago Algo quo esti muy rico, entonces dice que esti "muy, muy rlco", Le dije

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Para citar a Laing:

El patrón familiar caracterlstico que ha aurgido del estudio do fa­millas de ·esquizolrénlcos no Jocluye tanto a un hlfo sometido a un descuido total o liquiera a un trauma evidente, sino a un hijo cu)llt aut•nllcidad ao ha viJto oometida a menUdo Involuntariamente, a una mutilnción sutil pero persistente. (pág. 91.) El resultndo finAl do esto 10 alcama •.• cuaDdo, independientemente do cómo (una pei'IOna) actúo o ao sienta, independientemente de qué significado de a su situacl6n, tus tentimientor son tenidos en cuenta, sus actos son desconectados de IUI motiVOJ, iDtenciones y consecuencias, la ollu:u:!6n .. despojada del lignificado que tiene po(a ella, de modo que queda totalmente coofundida y alienada. (Págs. 135.(!.)

Y ahora veamos un ejemplo especifico que se -ha publicado con mayores detalles en· otra parte (78). Está tomado de una sesión de psicoterapia conjunta de una familia compuesta por los padres, su hijo David, de 23 &6os (a quien primeramente -Mientras se encontraba cumpliendo el servicio militar a los 2n afias- se le hizo un diagnóstico oficial de esquizofrenia y que luego vivió en su casa basta aproximadamente .un año antes de esta entrevista, época en que fue necesario. internar­lo) , y su hijo Charles, de 18 aflos. Cuando surgió el tema de la tensión que las visitas de fin de semana del paciente sig­nificaban para toda la familia, el psiquiatra seiial6 que daba In impresión de que te· pedían a David que soportara la Into­lerable carga de la atenclón solicita de la familia. Así David so convertía en el único indicAdor de la forma en que hablan nndnndo las cosas durante el fin de semana. Sorprendentemen­te, el paciente no vaciló en encarar esta cuestión:

l. David: , Bueno, a veoes siento que mis padres, y ·Charles también, son muy aenslbles con respecto a cómo me siento, quid. demaa siado sensibles, porque no "· no liento que haga tanto llo coando voy a casa, o .•.

2. ~bdrc: Humm. Davfd, tú no has est.ulo as( desde que tuviste el auto, sino que ..• pero antes eras atf.

que no sé cuAndo algo está rico, que no S<! si me critica o me elogia. Porque ~1 creo que al eloglarme puede hac:er que me oupere, y cuando mrrezco un cumplido. • . él siempre me hace elo¡ios, as( es, de modo que )'O pierdo el valor del elogio. ·

Psiquiatra; As( que en realidad usted DO sobe cuól es su situación con alguien que siempre elogia ..•

Espo54\ (interrumpiendo): No, no 1é cu'odo me critica y cuAndo me elogia con wn!adera sinceridad.

Lo que otorga tanto interés a este ejemplo es que, aunque ambos clm­)'\IS:~ tienen plena conciencia del patrón en el que. están atrapados, eso n<» In• nrnd., en lo más mínimo para hacer algo al respecto.

3. David: Bueno ya ·sé que ero.. .•• 4. Madro (simultáneamente): Si, pero incluso t'D ... sí, últim.lmen·

te, las últimu doa vece1 desde que tuviste el. auto. 5. David: Sí, muy bien; de cualquier manera (suspiro} ... 'luisirra

DO tener que ser así, supons:o. sería lindo si yn pnc.liera tHvrr·

tlrmo o algo por el ellilo... (NBplro, poUJa), 8. Psiquiatra: Uoted cambia ou lraao a mitad de camino cu:mdo

su madre ao muestra agradable con uoted. Lo cual.. . ,..,,lt• comprensible, pero en su posición no puede darse .se lujo.

1. David (•imultáneamente): Humm. 8. Pliquiatra: Lo welve m:ls chiflado. De ... manera, usted ni •i·

quiera oabe qu~ piensa. 9. Madre: ¿Qué cambio hizo? 10. Psiquiatra: Burno, yo no puedo leer su mente, de modo que no

M euetamente que lba a decir, sólo tengo una idea general, b~~­soda ea la experiencia ...

11. David (Interrumpiendo) : Bueno, olmplemente, lo que iba a d•· dr es que yo ooy el enfermo de la familia y eso le da a todos los demás. • . un•.. . oportunidad de ser buenos tipos y l~:van­

tarle la moral a David, tengo Daold el dnlmó pOI' el piso o no. Siento que a veces eso es Jo que pasa. En QlrM palabras, yo no puedo ter otra com .:mb que yo mism~ y ri a la gente no k gusta lo manero en que 110 .toy ... este ... la manera en que 110 soy. entonces yo les agradezco cuando ellos ... me lo diC<'n, o ·al¡.:n .,¡ y eso es lo que quiero decir. (T8, pág. 89).

El lapmr oel paciente esclarece su dilema~ él dice "no pu'edo ser más que yo mismo" pero mantiene el interrogante: ¿yo mismo es "yo" o "ellos"? Decir que esto constituye una prueba de ,Imites yoicos lábiles" o algo por el estilo significa pasar por alto el hecho interaccional de la desconfinnación a que nos acabamos de referir, no sólo en la descripción que David hace de sus visitas de· fin de semana, sino también por la in­mediata desconfinnación que In madre hace de la validez de la impresión que tiene David en el e¡emplo presente ( 1-5). A. la luz de la desconfirmación presente y pasada de ru self. el lapstu línguae del paciente adquiere un nuevo sentido.

3. 34. Niveles de percepción interpersonal

Estamos en condiciones ya de volver a la jerarqula de men· sajes que surge cuando analizamos las comunicaciones en el nivel relacional. Hemos visto que la definición que P da de sí mismo ("Asf es como me veo ... ") puede tener tres re5-puestas posibles por parte de 0: confirmación, rechazo o des· confirmación. (Desde luego esta clasificación es virtualmente idéntica .a la utilizada en las secciones 3. 231 - 3. 233.) Ahora

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bien, estas tres respuestas tienen un denominador común, yu que por medio de cualquiera de ellas O comunica: • Asl es co~ te veo". 10

As~ en el discurso a nivel metacomunicacional hay un men­saje de P a 0: "Asl es como me veo". Está seguido por un mensaje de O a P: "Asl es como te veo". A este mensaje, P responderá con un mensaje que afinna, entre otras cosas, • Asl "Asl es como veo que tú me ves", y O, a su vez, oon el men­saje • Asl es como veo que tú ves que yo te veo". Como ya se sugirió, cabría considerar que se trata, al menos teóricamente, de un regretio ad infinitum, aunque por motivos de orden prác­tico debe suponerse que resulta imposible manejar mensujes de un orden más alto de abstracción que el del mencionado en último término. Ahora bien, cabe señalar Que también cual­quiera de estos mensajes puede ser sometido por el receptor a la confirmación, el rechazo o la desconfirmación ya des· criptos, y que. naturalmente, ello se aplica también a la de­flmción que O da de si mismo y al discurso metacomunicá· cional con P que le si¡¡ue. Esto lleva a contextos comunica· cionales cuya complejidad hace tambalear la imaginación y que sin embargo, tienen consecuencias pragmáticas muy es­pecificas.

3. 35. Impenetrabilidad

D~bemos casi todo lo que se' sabe acerca de tale• consecuen­cias a las investigaciones de Laing, Phillipson y Lee, quienes descnbieron su trabajo en un libro reciente (90 bis). En la. introducción, dichos autores señalan que las teorlas psicológi­cas siguen estando basadas en gran parte en conceptos ego-, céntricos v mon,\dicos. El psicoanálisis, por ejemplo, postula el Yo. el Supei')•Ó y el Ello, pero no el "tú". Sin embargo, en la r~lidad interpersonal de la vida diaria, mi Y 1> está las más de lns veces enfrentado por un Alter y, desde el punto de vista del Alter, mi Yo es su Alter. As~ la visión que el otro tiene de mí es tan importante (por lo menos en las relaciones personales estrechas) como la visión que yo tengo de mi mis­mo pero. en el mejor de los casos, ambas visiones •ólo son m:\s o menos similares. Emy)ero, este ·m..~s o menos .. detenni­na. n1:\s que cualQuier otro factor, la naturaleza de nuestrn relación y. por consiguiente. mi •ensación (y la del ptro) dP. ser entendidos y tener una identidad: ·

10. A primera Yi!ita, esta f6rmu1a parece DO adecuarse al concepto de dt>C'Oilfinnaclcln tol I.'OIIIll In hem<>l do<crlpto. Sin embargo, •n Mtimo aná1tc;s. lncln~ rl menJAie ••para mi tú no existes como una r.ntldact por ti mismou equivale a "Es as.l c:on10 yo te veo: tú no existes•; El hecho dl!l que esto sea paradójico no significa que no puffia ocurrir, como !=e 5ugerirá en deta11e en el capítulo 6.

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Un hombre &lente que au .. posa no lo compreode. tQu' puedo lig­nificar estoP l'odria li¡¡nifi<:ar que él cree quo ella no comproode que él .., llieDto abaodooado. O él puede creer quo ella no comprendo que ól la ama. O bien podrla ser que él creo que ella cree que ól .. mezquino, cuando '1 simplemente quiere ser cauteloso; que '1 es cruol, cuando él sólo quiero mostrarse firmo; que él es egolsta, cuando sólo quiero evitar que lo uson como felpudo. Su esposa puedo HDlir que él creo quo ella cree que ól es egollla, cuando. todo lo que ella quiere .. que él sea un poco menos reservado. Ella puede creer que 61 creo que ella cree que él es cruel, porque ella siente que ól siempre toma todo lo que ella dice como una acusa­ción. Ella puedo creer que ól cree que la comprendo, cuando ella en realidad creo que no ba empezado liqwera a verla como una perSCIII real, y ui sucesiva m< ate. (90 bl., p¡lg. 23).

Elite ejemplo da uua idea bastante clara de la compleja es· tructura de estos conflictos, de su peculiar impenetrabilidad y de los sentimientos COIICOI'Útantes de desconfianza y confusió¡¡. Lo que hace que la impenetrabilidad sea tan dificil de resol­ver desde el punto de vista terapéutico es el hecho de .que (como se muestra en S .l. 2) las relaciones no son realidades concretas, sino experiencias puramente subjetivas o construc· clones hipotéticas. Ello significa que no son reale. en el mis­mo sentido en que lo son los objetos concretos de la percep· ción conjunta. Estos últimos pueden convertirse en el material de las comunicaciones digitales, son algo que está •ahí afue· ra", por así decirlo, algo que 1e puede .señalar. Pero .en las relaciones nosotros mismos estamos contenidos; en ellas . sólo somos partes de un todo más amplio, euya totalidad no po­demos captar, tal como resulta imposible obtener una visi6n completa del propio cuerpo, puesto que los ojos, como órga· nos de la percepción, forman parte del cuerpo que se desea percibil'. Además, si los "órganos" de la percepción interper­sonal son impenetrables, esta ceguera ineVitablemente lleva a conflictos para los cuales sólo dos motivos parecen posibles: 1oeura o maldad. Como lo han demostrado Laing y sus cola­boradores, estos conflictos relacionales constituyen patrones cuya compreñsión permite ver bajo una nueva luz muchos de los cuadros cllnicos de la psicopatologla tradicionaL La siguiente descripción de la relación de un esqui:zofrénico con su madre puede servir no sólo como ilustración de lo di· cho, sino taml>ién como ejemplo de lo dificil que resulta expre-$1\r esta relación en lenguaje digital: ·

El esquizofrénico vo el punto de vista Ale la madte mejor de lo que éste ve el del esq uizolrénico. El esquizofrénico comprende que la madre 110 comprende que ól ve su punto de villa,

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y que tila aee que ella ve au. punto de vilta, y que ella DO entiende que no es •al. Por otro lado, la madre cree q.,. ve el punto de vista del esqulm­hénko, y que el esquizo&éDlco DO ve el do ella, y no se da c:uenta do que el esquizofrénico sabe que eso es lo que ella cree, y que ella oo sabe que él lo sabe. (90 bU, pág. 47).

Asl, Ego y Alter se enfrentan uno al otro en creciente aliena­ción, una alienación cuya naturaleza lnterpersonal est& más allÁ de la percepción indiVidual y cuyas consecuencias, por lo tanto se atribuyen, al otro. Laing y Esterson ofrecen una pran variedad de ejemplos cll­nícos de impenetrabilidad en el nivel relacionaJ como el que se acepa de describir. A continuación se ofrece un ejempjo:

"lmpeftetrabllidacl" en una familia uqu!wfrénlca. n

,Vgu..., atribuclona Mchtu por leo JJ«lrn • IG pocllmle:

Slempro feliz.

Su verdadera manera de ser es vivaz y alélfe.

Hay armonla en la familia.

Nunct\ han Intentado dominarla.

Pien!la por su propia. cuenta.

A menudo deprimido y atemori· aado.

Fingfa todo el tiempo.

La falta de ill'DIOIIIa et llon com­pleta que resulta lmpotlble de­cirlo nada a lot padres.

Mediante el s.~rcasmo, los rue­got. el ridlculo, Intentaron go­bernar su vida en todot los ••· pecios Importantes. Es verdad en cierto sentido, pe· ro el tenor que le sigue jnspi­raDdo el padre Je hDpfde reve­larle sus verdaderos sentimien­tos, y todavla se riente contro­lada por él.

11. Adaptodo de Laing y Esterson (90, p6g. 188).

3. 4. La puntuación de la secuencia de hechos

Se rió porque aeyó que no 1e podian acertar -no imaginaba que estabaa practicando cómo errar!e-. 8RECHT.

Unos pocos ejemplos de las complicaciones potenciales inhe­rentes a este fenómeno se han pn15entado ya en el capítulo anterior. Ellos muestran que las discrepancias no resueltu en la puntuación de las secuencias comunicacionales pueden lle­var directamente a lmpol8fll interacclonales en los que, even­tualmente, se hacen acusaciones mutuu de locura o maldad.

3.41

Desde luego, las discrepancias en cuanto a la puntuación . de las $ecuenclas de hecho tienen lugar en todos aquellos casos en que por lo menos uno de los comunicantes no cuenta con la misma cantidad de información que el otro, pero no lo sabe. Un ejemplo simple de tal secuencia seria el siguiente: P es· cribe una carta a O proponiéndole un negocio e inVitllndolo a participar. O acepta la proposición, pero su carta no llega a destino. Después de un tiempo, P llega a la concluaión ele que O no ha tenido en cuenta su propuesta y. a su vez. re­suelve no interesarse más por él. Por otro lado, O se siente ofendido porque no tuvo contestación a su carta y tambien decide no establecer nuevo contacto con P. A partir de ese momento, su disputa silenciosa puede durar eternamente, a menos que se decidan a investigar qu~ sucedió con sus comu­nicaciones, esto es, a menos que comiencen a metacomunit-ar­se. Sólo entonces averiguarán que P no sabia que O había contestado, y que O no sabia que su respuesta nunca babia llegado a manos de P. Como puede verse, en este ejemplo un hecho exterior fortuito interfirió la congruencia de la run­tuación.

3.42

En ténninos generales, resulta. gratuito suponer no sólo que el otro cuenta con la misma Información que uno ml•mo. sino también que el otro debe sacar de dicha lnfonnación idénti· cas conclusiones. Los expertos en comunicación han calculado que una persona recibe diez mil impresiones sensoriales (ex­teroceptivas y propioceptivas) por segundo. Resulta evidente.

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por lo tanto, que se necesita efectuar un proceso drástic? de selección para impedir que los centros cerebrales supenores se vean inundados por información irrelevante, Pero, aparen­temente, la decisión en cuanto a qué es esencial y qué es irrelevante, varía de un individuo a otro y parece estar de­terminada por criterios que, en gran medida quedan fuera de la conciencia. Probablemente la realidad es según como la vemos o para decirlo con las palabras de Hamlet: • ... porque no hay nada ni bueno ni malo que no lo hagamos tal con sólo pensarlo". Sólo podemos conjeturar que en la ralz de estos conll!ctos de puntuación existe la convicción firmemente es· tablecida y por lo común no cuestionada, de que sólo hay una realidad, el mundo tal como yo lo veo, y que cualquier visión que difiera de la mía tiene que deberse a irraciona­lidad o mala voluntad. Hasta aquí nuestras especulaciones. Lo que podemos observar en casi todos estos casos de comu­ft!cación patológica es que constituyen clrculos viciosos que 'ílo se pueden -romper a menos que la comunicación misma se convierta en el tema de la comunicación, en otras palabras, basta que los comunicantes estén en condiciones de metaco­municarse. "' Pero para ello tienen que colocarse afuera del cftcuh Esa necesidad de sálir de una contingencia dada pa­

·m poder resolverla reaparecerá con frecuencia como tema en -~libro.

3.43. Causa y efecto

S!llemos observar en estos casos de puntuación discrepante un conflicto acerca de cuál es la causa y cuál el efecto, cuando en realidad ninguno de estos conceptos resulta aplicable de­bido a la circularidad de la interacción. Para volver una vez más al ejemplo de Joad (S.2.42), podemos veT que la nación A se arma porque se siente amenazada por la nación B (esto es, para A su propia conducta es el efecto de la de B), mien­tras que la nación B considera que los armamentos de A son la causa de sus propias medidas "defensivas". Joad publicó sus ideas sobre la guerra hace aproximadamente treinta afios. Se comprobará cuán poco han cambiado las cosas desde en­tonces a través del si~n~iente pasaje, tornado de un articulo sobre el problema de los proyectiles antiballsticos, publicado hace poco por el general Talenslcy del Estado Mayor sovlé· tico, que revela la misma puntuación falaz que subyace vir­tualmente a todo el pensamiento militar en el hemisferio oc­cidental:

12. Tal metacomunleaei6D DO .. neeeoarlamente verbal, al tampoco do­be ld•ntillcársela a la ligera con "lmlghf" (cf. S.7.32).

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... En otras palabras, los sistemas antiballsÜcos son defcn!ivos pelo

~ ·:~··· insiste en afirmar, modifimn el statu1 quo bó'tsado en la amenaza de Un ataque nuclear. Ello da origeil a lo pregunta: tquién ha de gan.u y quién deberá enfrentar .. serias dificultades". Tomemcs dos pases, li:DO pr~cífico y preocupado por mantener la paz y la s~gu. ridad, y el otro inclinado a una política agresiva y nada reacio a· re-­currir a cohetes nucleares para sus fines ngresivos, pero con un mínimo de p&didas. Resulta evidente que la creación de un.' defensa nntibalistica eficaz sólo sirvo para preservar la seguridad del pals pacífico y no ngresivo; el hecho de que est~ en posesión de una combin::tci6n de medios antiba­lísticos y cohetes nucleares efectivos aírve pa.ra promover L-i tarea de detener a un agresor potencial, .afi11nzando su propia Sf"guridad Y. m3n· teniendo Ja estabilid.1d de la pnz mundial. Un pub que no esb\ dis· puesto a abandoror su poHtica agresiva naturalmente no se sentid d~ masiado feliz ante tnl situnci6n. (15 bis, pág. 28).

Desde el punto de vista pragmático, hay muy poca n ninguna diferencia entre las interacciones de las naciones y las de los individuos una vez que la puntuación discrepante ha llevado a visiones distintas de la realidad, incluyendo la naturaleza de la relación y, por ·ende, a un conflicto interpersonal o in­ternacional. El siguiente ejemplo mnestra la influencia del mismo patr6n en el nivel interpersonal:

Esposo (al terapeuta): U m. larga experiencia me ha eDJeiiado que si quiero manteuer la - en mi casa no debo oponerme a quo lu cosu se ha¡:au¡ como ella quiere.

Esposa: Eso no es cierto. Mo gustarla que mostraras un poco más de iniciativa y ~ecidieras por lo menos algo cada tanto, porque ..•

Espo<o (interrumpiendo): ¡Nunca me dejarlas baeerlol Espoaa: ro dej~'" de buen grado, pero cuondo lo hago nunca pasa

Dada, y entonces ~o teDgo que hacer todo a últiJDD momento. Esp010 (al terapeuta): dl.o ve? Uno DO puedo ocuparse de las cou.a

a medida que se presenf~~;· hace falta planearlaa y- orgarlizarlas ·con una .Oijl&na de anticipaci6n.

Espoaa (enojada): Dame un 10lo ejemplo en los últimos años en que bafU hecho al¡o.

Esposo: Supongo que no puedo hacerlo ... porque es mejor para todos, incluso para los· chicos, si dejo que te salgas con la tuya. Eso lo descubrí muy a comienzos de nuestro matrimonio.

Esposa: Nunca te ha1 portado de otra mnnera, nunca, desde el co­mieru.o, siempre me has dejado todo a mi.

Esposo: Por amor de Dios, escuchen esto (pausa, luego dirigiéndose al terapeuta). Supongo que ahora se refiere a que liempre le pre. ¡unto qu6 et lo que olla quiere; por ejemplo "¿D6nde lo gustarla Ir eJ!:1 noche!"' o "dQu6 te llJStorla hAoer este fin do oe-nal"' y

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en lugar de comprender que sólo queda ser amable con ella, 1e

enojaba •.•• Esposa (al terapeuta )1 Si, lo que '1 todavfa no· eompreade et que 11

una escucha e.ote alUDID <te. "CUDiq!Mt COla que quleru bac:er, querida, estA bi011 para m!" un mes tra1 otro, uno eomleaza a oentir que nodo ele la que una quiere le importa .••

Idéntico mecanimlo puede observarse en un e~mplo ofrecido por Laing y Esterson, en . el que participan una madre y su hija esquizofrénica. Poco antes de su hospitalización, la hija atacó flsicamente. a la madre, aunque sin llegar a lastimarla.

Hija: Y )>im, ¿por qu' te ataqu'? Quid. buscaba algo, algo que me faltaba. Afecto, quizá tenia avidez de afecto.

Madre: No quedas nada de eso. Siempre pensaste que efa empalagoso. Hija: Bueno, ¿cuándo me lo ofreciste? Madr., Por eJemplo, 11 era yo la qiJe querla betarte, declas •. "No ••••

Clrgola.". . HiJn: Pero nunca "''" que hí"" permllfrlD• bUMfo. (90, págs. 20·21).

3.44

Elto nos lleva al importante concepto de la ~0011111-~ que, desde el punto de vista de la eous­htuye quizás el fenómeno más interesante en el campo de la · puntuación. Esta profecía puede entenderse como el equiva­lente comunicacional de una p'ltltlo prlnclpll. Se trata de una conducta que provoca en los demás la reacción frente a la rual - conducta seria una reacción apropiada. Por ejemplo, una· persona que parte de la premisa "nadie me quiere", se comporta con desconfianza, a la defensiva, o con agresiVidad, ante lo cual es probable que los otros reaccicmen con d-grado, corroborando as! su premisa original. A los fines de la pragmll.tica· de la comuñicación humana, resulta una vez más irrelevante preguntar por qtd una persona parte de tal prert\isa, de dónde surgió ésta y hasta qu6 punto es m. comclente. En términos pragm&ticos, lo que se pilede obser­Vllt' es que la conducta lnterpersonal de ese IndiViduo mues­tra esa clase de redundancia, y que ejerce un efecto comple­mentario sobre los demú, forz&ndolos a asumir ciertas acti­tudes especificas. Lo que caracteriza la secuencia y la con· vierte en un nmblema de puntuación es qué el indiViduo con­sidera que él sólo está reaccionando ante esas aotitudes, y no que las provoca. Una vez más merece citarse, por su relación ·con este tema, lns experimentos de Rosenthal ( 130 bis). Como ya se sellaló brevemente en una nota al pie en la S.2.53, este autor pudo

mostrar el profundo electo que los supuestos y las creencias del experimentador ejercen sobre el rendimiento de los sujetos experimentale~, aun cuando todavía no se sabe a ciencia cier· ta de qué modo y por medio de qué canale~ se transmiten tale~ distorsiones. Un uso curioso de las profecías· autocumplidoras puede encon­trarse en la tradición de las familias judías orientales, donde los padres por Jo general decidían el futuro matrimonio de los hijos y como puede imaginarse su elección no siempre coincidía con las preferencias de los jóvenes. Los padres so­han utilizar loi servicios de un casamentero profesional. Este experto en relaciones lnterpersonales conversaba primero con uno de los futuros cónyuges y le informaba "confidencial­mente" que el otro estaba muy interesado en él pero que no se atreVía a manifestarlo. Por ejemplo, •olicitaba a la futura novia que se fijara en la forma en que el joven Ja miraba cuando ella no lo observaba y, de manera igualmente "confi­dencial", despertaba el interés del hombre por el supuesto interés que la joven sentla por él. Por Jo común, ambas pro­fecías no tardaban en cumplirse.

3.5. Errores de "traducción" entre material analógico 11 digital

Al tratar de describir estos errores, acude a la mente una anécdota tomada de la novela de Da niele V aJé, The Gate of lf appy Sparr0U18. El protagonista, un europeo que Vive en Pekin durante la década de 1921>, toma lecciones de escritura china con un profesor de esa nacionalidad, quien le pide que traduzca UDil oración Cf?!Dpuesla por tres caracteres, que el protagcmlsta correctPmente descifra como los signos correspon­dientes a "redondez", "sentado~ y "aguaw. En su intento por combinar tales ~tOf y formar una oración (por expre­sarlos en lenguaje digital, como dirlamos nosotros) elije ·Al­guien se está dando un bailo de asiento8

, ante la mirada des· preciativa del distinguido profesor, dado que en realidad, la ora­ción consistfa en una descripción muy poética de una puesta de sol en el mar.

3.51

Al Igual, que la escritura china, el material del mensaje ana­lógico, como ya se seflaló carece de muchos de los elementos que forman parte de la morfologla y la sintaxis del lenguaje digital. Asl al traducir mensajes analógicos al lenguaje digital,

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c5 necesario proveer tales elementos e insert~rlos, tal. como. en la interpretación de los sueños es necesario .~troducll' en .tor· ma más o menos intuitiva la estructura d1gttal en las 1má· genes caleidoscópicas del sueiío. Como ya \'irnos, el material de los mensajes anal~gicos es ~u­nwoente at~titético; se presta. a interpretaciones digitales muy distintas y a menudo · lncompatlbl~ Así, no . sól? le resulta dificil al emisor verbalizar sus proptas comumcamones analó­giCa$, sino que, si surge uoa cootrovenla interJ?t!rsonal. en CWI1ItO al significado de una comUDicación analó~ parti<;V· lar·. es vrobable que cualquiera de los dos partlClpaDtes ln­~uzca, en el proceso de traducción al modo digital, la clase de digitalización que concuerde con IU imilgeA de la. na­turaleza de la relación. El hecho de traer un regalo, por e¡am­plo; constituye ~in duda una comunicación analógico. Empe· ro segón la vtsl6n que tenga de su relación con el dador, el r~ptor puede entenderlo como una demostración de afecto, un soborno o una restitución. Más de un esposo ha podido comprobar, con desesperanza, que se le atribuye algu"Da culpa inconfesa si rompe las reglas del •¡uego• matrimonial al traer espontáneamente un ramo de flores a su esposa. · ¿Cuál es ~1 significa:::t,tal de empalidecer, temblar, tra~s­pirar y tartamudear se somete a ·una pérsona a un m· terrogatorio? Puede constituir la prueba definitiva de su culpa o bien tan sólo la.conducta de una persona inocente que vive WIBiituación de pesadilla: sabe que se lo acusa de un crimen y. oomprende q1118• su temor puede interpretarse como culpa. La psicoterepia a ocupa sin duda de la digltallzac~n correcta y correctiva de lo anal6gioo; de. hecho, el éxito o el fracaso !le una iDter~ción depende de la capacldad del terapeuta pa­ra; traducir Wl· modo al otro y de la disposíci6n del paciente para e cambiar su propia ~ta~n por otra m6s adecuada y menos angustíante. Para una revisión de estos problemas coa especial ref«J'Dcla la comunicación esqulzofn!n!ca, a la relación médico-paciente y a una amplia variedad de fenóme­nos sociales y culturales, véase Rioch. (lgf, &). , Inclu!IO cuando la traducción parece adecu:uln, la comunicn­clón digital en el nivel Hlocionol puede seguir resultando poco convinct>nte. Este hecho es caricaturizado en este episodio de la historieta Peanul8 (Rabanitos).

© Unitad Flllturo S!llld~. Inc. 1963

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3.52

En un trabajo inédito, Bateson sugiere la hipótesis de que otro de los errores básicos que se cometen al traducir de un modo de comunicación al otro es el supuesto de que un men.<ajc analógico es por naturaleza afirmativo o denotativo, tal como lo son los mensajes digitales. Empero, existen buenos motivos para pensar que ello no es así. Dicho autor escribe:

Cuando UD pulpo -o UDO. nación- hoce un gcstu mncn.'l%ador, el otr9 pOdrla llegar a la coi>elusi6a de q110 aquél "es fuerte• o "utá dispuesto a luchar", pero OJto DO estaba Incluido en el men.<nfo origiual. Do hecho, el mczwjo mismo •• DO indicativo y seria mejor CODiiderarlo como anilogo " um propuesta o uua pregunl4 en el mundo dli!~l.

En tal sentido, debe recordarse que todos los mensajes una­lógicos invocan rignlflcado8 a nloel relacional, y que, por Jo tanto, constituyen propuestas acerca de las reglas futuras de la relación, para utilizar otra de las definiciones de Bateson. Según sugiere éste, mediante mí conducta puedo mencionar o proponer amor, odio, pelea, etc., pero es el otro el que atribuye futuros valores de verdad positivos o negativos a mi propues'­ta. Evidentemente, ésta. es la fuente de innulllerables confile· tos relacionales.

3.53

Tal como se explicó en el capitulo anterior, el lenguaJe digi· tal posee una sintaxis lógica que lo hace particularmente apto para la comunicación en el nivel del contenido. Pero al traducir el nateríal analógico. al lenguaje digital, deben introducirse las funcioDel lógicas da verdad, pues éstas faltan en el modo annlógico. Tal ausencia se welve particulannente notRble en el caso de .la negación, ya que falta el equlvaleate. del "no" digital. En otras palabras, míentiaí que resulta simple tcans· ~tlr el meDSIIje ana!?gíco: '"re atacaré•, es muy di{lcil trans­mitir: ~o te atacaré , tal como reStllta difícil, si no imposible, introdumr negativos en las computadoras analógicas. E~ la no~la de Koestler, .Arrlval and Departure, el protal(o­n~, un ¡oven que ha escapado de su país o''Upado por los llllZlS y cuyo rostro ha quedado desfigurado por las torturas, se enamora de una hermosa mujer. No tiene esperanzas de que ella responda a sus sentimientos, y sólo desea permanecer ~ su lado y acariciarle el cabello. La joven se opone a estas mocentes caricias, cosa que despierta en él tanta desesperación como apasionamiento lJ&Sta que éste termina .por sometr,rla.

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Yada ello """ la ..,.. vuelta hacia la pared, la cabeza oxtratiamento torcida, oomo la de una mulieca COD el cuello roto. Y ahora, por fin, él podla acariciarle el cabello, suave, dulcemente, como siempre habla querido hacerlo. Se diD cuenta entonc:es do quo ella lloraba, que sus hombro.o so estremoclan """ sollozos secos e inaudibles. Sl¡ui6 acaridindole los cabelloa y los hombros y murmuró: -!s que tú no <1uerlas escucharme. De pronto ella .., quedó inmóvll y dejÓ de aollour: -.!Qu& dijiste? -Dije que todo lo que querla era que DO te fueras y quo me perml-tierao acariciarte el cabello y darte una bebida helada. • • en realidad,

<110 ea todo lo que querla. . Los hombros de la joveD se Acudieron oon UP& rila levemente histérica. -Dios m1o, •es el tonto mú ¡rande que he visto en mi vida. -.¡!dAr eno¡.da CODml¡oP .No estés eaojada. No fue mr inteDci6n. Ella .....,.¡16 launddlas, apartlndose do " y apretindoso contra la pared. -o.lfame aoJo. .Por favor, W!e y d#l&me tuuqulla un rato. Volvió a llorar, esta - mb tr...i¡,uJaDIOIIIe. El se desllm desde el divin acurrucindose ,_ vez mú sobre la alfombra, pero le tomó una mano: que yacla floja sobTe el almohadón. Era una manO sin vida,

h6meda y febriL . -Sabes, -<lijo "· lfntléndose alentadO porque ella no retiraba la,IIIIIDO-, I!Windo era alllo tentamos UD& ¡atila negra ooa la quo siempre ·quise

~»sor, pero ella tenia demuiaclo miedo Y ._. se es¡:apaba. Cierto dla, mediante toda clase de tretas, co~ que entrara al cuarto ole .loo niños, pero se escondió debaJo .del aparador y DO queda salir. Asl que oepm el aparador de .la p~ad y me fui· enoJando cada vez mi• porque ella no me deJaba acariciarla, y - se eaoondló debajo .de la - y yo di vuelta la mea y rompl dos cuadros que -ban .,. la pored y desordeaé todo el ~ 1 porsegul a la gatita oon una Jllla por toda la habbd6n. EDtoncee entró mi madre Y me preguDió • ..- estaba hoolmdo y~ dije..,. o6lo querla ~a -estúpida ptlta, y me a- ,_ ..,.Ita tonible. Pa'o habla dicho la ...-dad· · · ( 85, p.lp. 40-41).

Aqul la desesperación de sentkse rechazado e irw.paz de demostrar que no se tenia intención de hacer daño lleva a la violencia.

3.531

Ahora bien, si se observa la conducta animal en busca de tales contingencias, como hizo Bat~n, se comprueba qu~ la única solución para poder transmitir una negación consiste, primero, en demostrar o proponer la acción que se quiere negar y luego en no llevarla a cabo. Esta Interesante conducta que

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es sólo aparentemente "irracional" puede observarse no sólo en la interacción animal, sino también en el nivel humano. IieJI!os observado una pauta comunicacional muy interesante para establecer relaciones de confianza entre seres humanos y delfines. Si bien éste puede constituir un ritual desarrollad" "en privado" sólo por dos de los animales, aun así constitu)·c un eliCelente ejemplo de la comunicación analógica del ·,u ... Evidentemente, los animales habían llegado a la conclusión de que la mano es una de las partes más vulnerables e im­portante' del cuerpo humano. Ambos trataban de establecer contacto con un desconocido tomándole la mano con la boca y apretándola suavemente entre las mandíbulas~ que cuentan

1 con dientes agudos y la fuerza suficiente como para amputar una mano limpiamente. Si el ser humano se sometía a ello, el delfín pBJ'flCla aceptarlo como un mensaje de confianza total. Su próximo paso consistla en devolver la !(cntileza colocando la pilrción ventral anterior de su cuerpo (su parte m.U vulnf'­rable en cierto modo equivayente en cuanto a su ubicación a la garganta humana) sobre la mano, la pierna o el pie del hombre, manifestando jlSÍ su confianza en las intenciones amis­tosas del ser humano. Sin embargo, este procedimiento está evidentemente plagado de posibles interpretaciones erróne~. En un nivel poético, una forma .esencialmell\e similar de re­lación, en este caso entre ·e( hombre y lo trascendent.e, se ex­presa en las lineas iniciales de la primera Elegía de Duiqo, de Rilke, donde la belleza se experimenta como la negación

· de una deatrucción inherente siempre' posible:

lQui~n. si yo dnmnra, me escucharía entre las jerarqufos de los ángeles? y, suponiendo qne. repentinamente, .uno de ellos me estrechara tobre sn corazón: yn sncnmbiria nbog:tdo por· su existPncln mls podtrosa. Ptirs lo. bello no es nadn mús que el primer grado de lo tE"nible; apenas In SOpr'rtamos y, si 1ambiln lo admiram01, e• porque ccn desJ(n se olctd(t de destrttlrnos. (121$, p. 21; In bastardilla es nuestr:1.)

3.532

Como lo sugiere el ejemplo del delfín, el rftlllll puede sn el proceso intermedio entre la comunicaciÓn analógica y la dl­gitill, ya que se asemeja al material de un mensaje pero de una manera repetitiva y estilizada ubicada entre la analogía Y el símbolo. Así, podemos observar que algunos animales, como los gatos, establecen en fonna rutinaria una relación complementaria pero no violenta por medio del siguiente ri­tual. El animal "inferiorw (por lo común el más joven o el que está fuera de su propio territorio) se coloca de espaldas dejando expuesta su vena yugular, que el otro gato aprieta

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cutre las mandíbulas impunemente. Este método de estable­cer una relación de tipo "No te atacaré" parece ser compren­sible para ambos; r•ero lo que resulta aún más interesante es <¡ue esta codificación resulta eficaz en la comunicación entre especies distintas, por ejemplo, gatos y perros. Los materia· les analógicos a menudo se formalizan en los rituales de las sociedades humanas, y cuando ese material se canoniza se acerca a la comunicación simbólica o digital, revelando una l'Uriosa superposición. En un plano patológico ese mismo mecanismo parece inter­venir en el masoquismo sexual. Se tendría la impresión de <¡ue el mensaje ·no te destruiré", sólo resulta convincellte (y sólo alivia, al menos temporariamente, el profundo temor del masoquista a un castigo terrible) gracias a ·la negación ana· lógica inherente al ritual de humillación y castigo que, como él lo sabe, eventualmente se detendní, pero siempre será an­tes del terrorífico final que imagina.

3.54

Quienes están familiarizados con la lógica simbólica podrán c'Olnprender ahora que quizá no sea necesario demostrar la ausencia de toda8 las funciones lógicas de verdad en el ma­terial analógico sino sólo de pJgunas que son criticas. La fun­ci6n lógica de verdad de altemacl6n (o no exclusivo), ideada para denotar "uno u otro o ambo{, también está ausentll del lenguaje analógico. Si bien resulta fácll transmitir el sígnifi· cado "'uno u otro o ambos• en elleng)18je digital, no resulta claro de qué manera podrfa insertarse· esta relación lógica en el material analógico; de hecho, probablemente resulte im­posible. Los lógicos simbólicos (por ejemplo, 119, págs. 9-12) han señalado que para representar las principales funciones de verdad (negación, conjunción, disyunción, implicación y equivalencia) dos de ellas -negación y alternación (o, de modo similar, negación y conjunción)- son suficientes y, de las cinco necesarias para representar las tres restantes. De aeuerdo con este razonamiento, aunque no sabemos casi nada especifico acerca de la importancia pragmática de la ausen· cla de las otras funciones de verdad en el material analógico, podemos llegar a la conclusión de que, puesto que Mios no son más que variaciones do "no" y •o•, presentarán dificul­tades similares de traducción.

10.2

3.55

Bateson y Jaclcson han sefialado la importancia de la codif!· cación analógica versus la digital en la fonnaclón de los sin­tomas histéricos. De acuerdo con esos autores, tiene lugar aqu! un proceso opuesto al que hemos estado examinando, una nueva retraducción, por as! decirlo, de los mensajes ya digitalizados al modo analógico:

Con: rerpecto a Jn histeria surge un problema inverso, pero DIUCho máa complejo. Sin duda, ella palabra abarca UD& amplia ¡a111a de patrones formales, pero porecerla que por lo meDOs algunos ca1101 Im­plican errores de trnducci6a del lenguaje digttal al analógico. SI "' despoja al material "digital de sus ladfcodoret .de tlpoJ l6tricoo, se lle· ga a unn formac!6n' errónea de olatomas. La •¡.queea"" verl!ioi que fue iaveat1da comó una ezeusa convencional para no realizar nl¡una tnrea puede volverse subfetivamente real y adqufrit magnitudes COJioo

ér•ln.< en la dimensi6n del dolor. (19, pAg. ll82).

Si tenemos en cuenta que la primera consecuencia de un de­rrumbe en la comunicación suele ser la pérdida parcial de la capacidad para metacomunicarse en forma digital acerca de los aspectos relacionales, este •regreso a lo anal6¡r:ico" parece una plausible solución transaccional. 1'1 La naturaleza simbó­lica de los s!ntomas de conversión y, en general, su afinidad con el simbolismo onlrico, se conocen desde la 'Poca de Li'­bault, Bemhelm y Cbarcot. Y· dqué es un slmbolo sino la re­presentación, en magnitudes reales, de algo que constituye en esencia una función ·abstracta, un· aspecto de una relacl6a, tal como se la definió en S .l. 21'· En toda su obra, C. G. J~~~~g demuestra que el sfmbolo aparece a!H donde lo que llamamos "di!lllalización• aún no es posible. Pero creemos que .la sim­bolización también tiene lugar cuando la digitalización va 110 es posible y que ello suele suceder cuando una relación ame• naza con abarcar áreas social o moralmente prohibidas como por ejemp!Q. el incesto.

13. Tambl6a aqul hay muy poca dlfereDc!a entre la coaducta de loo tndlvldUOI f la do las nacm-. CuaDdo surge una gran tensión entre doo paf~e~, Jo habltual •• r.:::J:¡ relac!ODOS dlplom6ticu y, pcr lo. lalllo, recurrtt a C01111lD!cacioDeo coo como !u IDOYIIlzaciolleo, CJODCeDir.,. · c!oDes de tropa y - -1• •1111611- del mimo tipo. Lo qlie multa tan a !mudO ea eote proc110 eo que la wan¡ J .. d6a dJJital (pro. cedtmeuto dipiomltlco) ,. llltemlmpe ~ eu&Dilo ,. la ,.. cosita mb que mmao. La "liD. direeta• enlre WubiDgtoo y Moocú pue­de ser proftlictlca ., este Nll!ldo, aun cuaDdo ou Julllllc:adón oficial ..Sio "'" la de acelerar la• comunlaldoneo ea !01 momentos de erillo.

103

Page 51: Paul Watzlawick - Teoria de La Comunicacion Humana

3. 6. Patologiu potenciGlu m 14 mteraccl6n atm~trl-ca v comp!emmtarúJ

Para evitar un frecuente malenténdido, convieoe destacar una vez más que la súnetrla y la complementarldad en la comu­nicación no son en t! mismas "buenas" o Mmalas*, "nonnales" o "anormales" etc. Ambos conceptos 1e refieren simplemente a dos categorias básicas en las que se puede dividir a ~odos los intercambios comunicacionales. Ambas cumplen funciOnes importantes y, por lo que se sabe sobre las relaciones sanas, cabe llegar a la conclusión de que· ambas deben estar prNen· tes, aunque en alternancia mutue o actuando en distintas. áreas. Como intentaremos demostrar, .ello significa que cada patrón puede estabilizar al otro toda vez que se produce 1.l1lll escapada en uno de ~os, y asimismo que no sólo es posib~ sino !M:'· bién necesario, que los dos participantes se relac•onen s•mc­tricamente en algunas áreas y de manera complementarla en otras.

3.61. Escalada simétrica

Como ocurre con toda pauta de comunicación, estas dos tie­nen sus patologías esenciales, que se describirán primero Y se ilustrarán luego con material clfnico. Hemos sugerido ya que en una relación simétrica existe siempre el peligro de la competencia. Como puede observarse tanto en los indivi~_uos como en las naciones, la igualdad parece ser más tranqUlhza­dom si uno logra ser un poquito "más igual" que los otros para usar la famosa frase de Orwell. Esta tendencia explica la ca­lidad de escalada que caracteriza a la Interacción simétrica euando éste pierde su estabilidad dando lugar a lo que se llama una escapada, por ejemplo, disputas y luchas entre In­dividuos o guerras entre naciones. Así, en los conflictos ma­ritales resulta fácil observar de qué manera los cónyuges atra­viesan una pauta de escalada de frustración hasta que, even­tualmente, se detienen de puro agotados, física y emocional­mente, y mantienen una tregua inestable hasta que se recupera lo n.l!ciente como para iniciar el segundo rormd. Asl, la pa­tología en la Interacción simétrica se caracteriza por una guerrR m4s o menos abierta o por un CÍ$11111, en el sentido de Lid2: (95). En 1Utla relación simétrica sana, cada participante puede acep­tar la Mmismidad" del otro, lo cual lleva al respeto mutuo y R la confianza en ese respeto, e Implica una confirmación realista y reciproca del self. Cuando una relación simétrica se derrumba, por lo común observamos más bien el rechazo qu" la desconfirmación del self del otro.

}n.f

3. 62. Complementaridad rígida

Ell las relaciones complementarias puede darse la misma con· fitmaclón reciproca, sana y positiva. Las patologías de las relaciones complementarias, por otro lado, son muy distintas y en general equivalen a desconfirmaciones antes que a re· chazos del BBlf del otro. Por lo tanto, son más importantes desde un punto de vista pslcopatológico que las peleas más o menos abiertas de las relaciones simétricas. Un problema caracterlstico de las relaciones complementarias surge cuando P exige que O confirme una definición que P da de sí mismo y que no eoncuerda con la forma en que O ve a P. Ello coloca a O frente a un dilema muy particular: debe modificar su propia definición de si mismo de forma tal que complemente y así corrobore la de P, pues es inherente a la naturaleza de las relaciones complementarias el que una definición del self sólo pueda mantenerse si el otro partíci · pante desempeña el rol específico complementario. Al fin de cuentas, no puede haber una madre sin un hijo. Pero los pa­trones de la relación madre-hijo se modifican con el tiempo. El mismo patrón que resulta biológica y emocionalmente vi­tal durante una fase temprana en la vida del niño se con­vierte en un serio obshículo para su desarrollo ulterior si no se permite que tenga lugar un cambio adecuado en la re­lación. Así, según el contexto, el mismo patrón puede ¡<er acabadamente confirmador del self en un momento y des­confirmador en una etapa posterior (o prematura) de la historia natural de una relación. Debido a su mayor frondo­sidad psiquiátrica, la patología de las relaciones complemen­tarias ha sido objeto de más atención en la literatura que su contraparte simétrica. El psicoanálisis' las denomina rela­ciones sadomasoquistas y las entiende como una liaison más o menos fortuita entre dos individuos cuyas respectivas for­maciones caracterológicas alteradas se complementan. Entre otros estudios más recientes y más centrados en la interacción figuran el concepto de Lidz del sesgo marital (95). el trabain de Scheflen sobre la "horrenda pareja" ( 136) y el concepto de "connivencia" en el sentido de. Laing (88). • En tales rl'· laciones observamos un sentimiento progresivo de frustra· cl6n y desesperanza en los dos participantes o en uno de ellos. Se comprueba con frecuencia la quejn ncerca de s~n· timientos cada vez más atemorizantes de extrañamiento v despersonalización, de abulia y actlnc¡ out compulsivo por parte de individuos r¡ue fuera de ,;us ho~ares (o en ausencia

• Se recurre 1 traducciones aproximadas de los términos .. mnritol rchima" (cUma) y "marital d:ew .. (sesgo) de Lfdz, .. gruetome tu;(lsome" de ScheH<n, y "colrwricn" de Lalng. [N. dol R.!.

¡ns

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"" >US parejUS) SOn c.tpa~CS UC funcionar en forma perfec· t;tmente satisfactoria y <¡ue, cuando se los entrevista· illdivi· <lualmente, pueden dar la Impresión de estar bien adaptados. Este cuadro a menudo cambia dramáticamente cuando se los observa en compañia de su "complemento": entonces se hace evidente la patología de la rel6él6n. Quizás el estudio más notable sobre la patología de las relaciones comple­mt'ntarias sea el famoso tmbnjD La folie ti deu:r:, escrito por t!os psiquiatras franceses hace casi cien atios. El siguiente pasaje, tomado de ese trabajo, demuestra cuán poco original es nuestro enfoque. Los autores describen primero al pacien· te y luego continúan:

Esta descripción correspon<h· a ht p~:mma insana, el agente que pro· voca la situación en el "dt!lire B Je11:c". Su compruiero es una persona mucho más compliC'ada do dc·firlir y, no obstantt>, ttna cuidad014 In· t.·e.stigación n01 en.teñará 4 reconocer la~ l8f1B8 que ''.SI Ngundo pcll'ti­dpjlflls obedece en la """nta comunicada . .. Un.• vez que el cmrttato 14eito que une a ambos lunJ..tiCOI está aui establec:ido, el problema C\lusiste no sólo en examinar la influencia del insano tobre el hombre ~npuestamente cuerdo, .tino t11mbién m lo contrario. esto es, la in­E!umcia del individuo rocional sobre el deüraote y en mostrar cómo mOOiamte mutuos compromisos se eliminan }QS diferencias. (92, p{lg. 4: 1•• b.tstardillas son nuestru.)

3.63

Como ya se señaló brevemente al comie~ de esta sección, los patrones de relación simétrica y complementaria pueden estabilizarse mutuamente, y los pasajes del uno al otro cons­tituyen asl Importantes mecanisnws homeostáticos. ESto po· see una consecuencia terapéutica a saber que al menos en teoría es posible provocar un cambio terapéutico de manera muy directa introduciendo la simetrla en la complementa· ridad o viceversa durante el tratamiento. Decimos •al menos en teoría~ por buenos motivos pues es bien sabido cuán di· ficil resulta en la práctica provocar cualquier tipo de cambio en sistemas rígidamente definidos donde cada unc:i de los participantes parece preferir 1os males que ya tiene a los que ignora".

3.64

Para explicar lo anterior he aquí tres fragmentos tomados de las llamadas Entrevistas Estructuradas de Familia (159). Las tres constituyen respuestas a la pregunta estándar del mtrevistador a los cónyuges: • ¿Cómo, entre los millones de

106

pcrson¡¡s r¡ue har en el mundo, llegaron a unirse uste-des dos • Debe aclarar:;e que la Información histórica concreta ·mntenida en tal respuesta es sólo de importancia secunda· ria, aunque puede ser relativamente ·precisa y reflejar una interacción simétrica o complementaria que · tuv<> lugar en ese momento. Pero lo que interesa aqui no es esa informa· ción histórica, que a menudo está distorsionada por la evo· cación selectiva y la tendencia a la realización do deseos. As!, en el caso de la primera pareja Impresiona la simetría de su interacción al responder a la pregunta del entrevis· tador. El relato de m• encuentro, tal conro ellos· Jo hacen, es solamente mateda prim~. por asl decirlo, maneiada de acuer· do a las reglas de su juego de *quién es superior". Para· ellos, y también para nosotros, no es importante lo que Sllcedló, sino más bien qulé11 tiene el derecho o decir qué al otro y acerca del otro .. En otras palabras, lo esencial de su comuni· cación no es el aspecto del contenido, sino el relacional.

l. El primero es un ejemplo de un intercambio simétrico ti· pico. "

Trdrucripclún L<:nt.: ¿Cómo, entre lo~· nrillones de personas que hay en C'l mun­do, llegaron a unirse · ttS.tedes dos? V.: N010tros ••• trabajábamos los clos en el mismo lugar. Mt e,. posa manejaba' un o<cilógrafo y yo reparaba aparatos ri•ntllicos

M.: TrRbajábamos en d mismo edilicio.

V.: Ella traba~aba pnru una firma Que t.nlo grandes instalacionet Y yo trabajab.t aUI lo mayor par­te del tiempo. ~ue ent Ul'l3

t•mpreaa muy ·jraode. Y a~i es

Cmnenlarlol

V. habJa pl"imero, ofreciendo un resumen unilateral do toda lo

· historia, y defiDiendo asl su de· .redto a hacerlo.

M. reformula la mioma informa· ción eD IUS propias palobraJ, nn planteutdo un acuerdo oon él, IÍIIO eslllbleclendo en CAR\bio SI• metóa con respecto a su enfo .. que del tema. V. no agrega i~onr.aC'i6n nue .. va, lino -que simplement~t e~pre ..

. sa de otra manera la misma nra .. cfón tautológica coa que co- · meoz6. Así, simétricnmente se equipara. coa la oonduch de ella al fmlattr eza su dcrr.cho a proporcionar eso fnforma.ci6n; en el nivel relacional est6n luch~tn~

l·l. En J¡¡s trtlnscrlpclones se utilizan L11 a:i3nientes abreviaturas: V iia,r:\ marido, M parn espo.."a y Ent. pam entrevistador.

l(Jf

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M.: Nos presf'ntaron alguna de las otras chkas que trahnjn.h:m allr.

(Pausa)

V.: En realidad, nos conocimos en una reunión, quiero decir que primero empezamos a flirtear en uu,\ fiesta que dio uno de Jos empleados. Pero nos hablamos visto antes, en el trabajo. M.: Nunca nos conocimos hn.sta c.t.1. noche (risa Jeve). (Pan~;t).

Cmncntariol

do ¡>nr.tt. ver quién tiene .. la ú\.. thm palabra", 111. iattnta 1<>­grorlo d6:ndole un tono final a su segunda oración. M. no deja que el tema se agote; modifica la afirmaci6n del ma­rido reafirmando su derecho a P!Jrlicipar tn IMminos de Igual­dad en esta conversacióJL Aun .. quo r•te nuevo giro es una iJt.. terpretnción tan pasiva como su frase "tmb.:ljábamos en ·el mismo edificiou (en tan,1o ninguno de los dos parece .haber tomado 1a iniciativa). ella se afirma. esta­blece COm{) .. un poquito m.\s igual", al rt>ferirse n "las otras chicas'", un grupo al qne ella evi· dentemente pertenecía, cosn que no ocurrJa con M. Esta pausa pone fin al primer cido de intercambio simétrico sin cierre. Aum1ue un poco suavizada y haciendo alguna concesión, ést.t es um reformulación que anula la definición dada por la espo· su.

Se trata de una negación direc­t~l, y no sblo una reformulocibn de las palabras del marido, in. indicando quizá que la dispu~

ta está comenzando a iutensili­carse. (Sin embargo, obsérvese que "nos conocimos .. es un tér· mino muy ambiguo en este con~

. tex.to. ¡me~ podría significar vn­rlas cosaN desde ''nos miramos por primera vez'" hasta unos pre­sentaron formalmente N, de modo que la contradJcción con Ju pa· lnbras de él queda descalificada, esto es, si se la interrogara, siempre podrla adjudicar el otro lignificado. Su risa también le

Tran1cripcián

V.: (Muy suavemente) : Mbmnl. ( P•usa proloogada).

Ent.: Con todo, me (jUeda la imagen de d<:cen.uo de personas o quizá más dando vueltas por nhí; asi que ¿c6mo su <>edió que ustedes dos. entre todas e~n.s per~ sonas,_ llegaran a unirse?

V.: Era una de Jas más Jindns que est•ban alli. (R;sa leve). (Pausa).

M. (hablando CCil mayor rapi­dez): No ~. la principal raz6n por la cual ernpd a salir con él fue pmque las chicas. . • él habla hablado con algunas otras chicas antes de ha.blar conmigo,

Comffltariot

permite "decir algo sin decirlo realme~~te".)

V. se coloca en una poSicióo de inferioridad al estar de acuerdo con ella, en el nivel manifiesto; pero .. Mhmmm .. encierra una \'a· rledad de significados posibles Y

resulta aquí casi inaudible, ca­rente de toda convicción o énb· sis, de modo que el resultado ,~ muy va¡o. Mb al1n, la asevera· rjón previa es tan vaga que no

resulta claro que significa estar de acuerdo con ell.a. De cual·

quier manera, el marido nr> va mb allá ni afirma por el mo. mento otra versión propia Pe modo que llegan al fin:tl de otro round también señalado por un.• pau53 Q\le parece indicar que han llegado ar punto de peli­gro (de la contradicci6n abierta y el conflicto) y se preparan pa­ra poner fin a la com·ersación, incluso sin cierre en el asppcto del contenido.

El entrevistador int('n·iene r.trJ.

que la convt·r~nciún pro~i\!,\.

V. hace un decidido movimien­to tendiente a dejar establecida su .. superioridad .. ; este dudoso cumplido sirve para comp3rar a su mujer con las dC"más. sienao él el juez.

Su propia versión iguala la condesC!'ndencia del marido; a ella le Uam6 Ja atención sólo porque él se interesó por ella inicialmente-. (El tema alrt>de-

109

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TrauscripcitÍn

r 11.,;,) Jijo que ro le illteresaba, )' ellas de alguro manera pla~ Ut'.uon es.1 ficsu )' ahí ea don~ de nos conocimos.

\ ·.; En realidad la fiesta no se pbneó COQ ese fin. ~l. (interrumpiendo): No, pero s~· planeó para que nosotros nos c.:noc:érnm;.JS aJlá. P.ll'a que nos conociéramos formJ.lmente, se po­dría decir. En person;,\ (risa). Habíamos tr"bajallo juutos, pero yo "" estJba habituada a •.. bueno, habla unas sesenta mujt>­res alli, y diez: o doce hombre$, y yo no tenía la costumbre de ...

\". ( simullol.neam.:'nte): Ella sin dud..L era vergonzosa. . • un.1 opera~ ia de tipo tínúdo en lo c¡ul~ SI! refiere a vincularse con e~t<:", desconocidos en ese lugar; ~í, pero ]as mujeies ·Jo sabían. ( P.mc:a). Y )'O flirteaba con mu· ch!'ls d~ e1las allí (risa). Supon· go r.ue n.1.da serio, sin\1 Íimple­mente. . . (suspiro) supongo que era mi nunera de ser,

Comentarlo&

dar del cual se define su simeb·ia ra no es cmil versión de su rncuentro será aceptada, sino quién obtuvo el premio. por asi decirlu, C'On el novía:zgo.)

Un ~1bic'rto rech.lZO de la ddi­nicUm dada por la esposa. Despul·s u~ aceptar Ja COffC(..'"

ción del maddo, la esposa repi~ to lo que ella misma acaba de decir. Su formulación no perso­nal so ha debilitado y ohoro re· curre ot una autodefin.ici.ón di~ recta ("yo soy esta clase do persona ..... ) , uri::t maner:1 im­batible d<• establecer Igualdad.

V. d,\ una. respuesta siméb·k-.1 basada en .fll "manera de ser", y as( tM"mina otro round.

Esta parcia solicitó la entrevista por'lue temía que sus con.-.· tantes peleas dañaran para los hijos. Como el fragmento ci· tado casi permite predecir, también mencionaron dificultades en su relación sexual donde, naturalmente, su incapacidad para relacionarse en forma complementaria se hacia sentir ron particular intensidad. 2. La pareja del ejemplo siguiente participó en u~ pro~~to de investigación con familias elegidas al azar. Se~un o¡nmón de los investigadores ambos estaban muy distancl8dos desde el punto de vista emocional y la esposa presentaba una de· presión considerable. Su ~teracción e.s . tipl~ente ?"~pie; mentaria, ocupando el mando una pos1ción de sup!nondad y la esposa. de "inferioridad". Pero, como ya se senaló en el capitulo anterior, estos términos no deben entenderse como indicadores de fuerza o debilidad relativa.

110

Evidentemente, la amnesia y el desvalimiento de la mujer no sólo le permitían al marido desempeñar el papel del hom· bre f-w y realista sino que también constitu!an los mismos factores frente a los cuales su fuerza y su realismo se tor­naban totalmente impotentes. Una vez. más sentimos aqul el impacto interpersonal de cualquier síntoma emocional, en el sentido más amplio del término. El fragmento comienza poco después de que el entrevistador hiciera la pregunta estándar con respecto a la manera en que se con~on, y luego de que el marido hubiera ex­plicado que la mujer empezó a trabajar en una oficina con­tigua a la propia.

V.: ••• no recuerdo·, ¿cuándo comenzaste alliP M.: Este.. • DO tqo la meoor ... V. (interrumpiendo}: Creo que fue ... yo empecé en octubre del aii1., anterior... y tú probablemente comcnu&te en febrero, si, enero o fe· brero, probablemente febrero o marzo porque tu cumpleaños fue en di· ciembrc de ese aDp. M.: Hum, ni siquiera recuerdo ••. V. (interi'Umpiendo): Y yo le mandé unas flores la primera vez que salimos .•. Y eso que nunca. .••• nunca h."'.bíamos ido a ninguna parte, ¿no es así? M. (con una breve risitíl): No, yo me quedé muy sorprendid". V.: Y así empezamos. Creo que fue un afio de¡puél que aos ca&amos. Poco mb de un año. Ent; tQuó os lo que ... ? V. (interrumpiendo): Aunque Jane dejó de trabajar poco despuás de eso. Hum, creo qu'e no trabajaste a1lí más de un pal' de mesea, ¿no es asi? M.: Lo sjento, no recuerdo absolutamente nada sobre (risita) cuánto tiempo pasó o cuándo fui ... V. (jnterrumpicndo): Si, como un par de meses, y luego volviste a en­señnt. (M.: Hummm). Porque nosotros ... supongo que ella pensó que oso empleo no coDtribula demasiado al esluerm de la guerra tal l'Omn ella lo entendla... cunndo salió de allí. Ent.; As! que Qllled empezó a trabajar en una escuela. M.: SI, yn habla trabajado antes en eso. (Ent.; Humm). Fu; a tTab.•· jar alll. Ent.: Y se mantuvieron en contacto sin interrupción. (M.: Oh. sí). ¿Qué otra cosa cree usted que tienen en común, aparte del hecho de que su espou. es evidentemente atractiva? V.: Absoluta.meote nada (riéndose). Nosntros nunca hemos .•. tenido ... este ( su:;piro profuodo). (Pausa).

3. El tercer ejemplo es!& tomado de la entrevista de una pa· reja clínioamente normal que se ofreció para el mismo tipo

111

Page 55: Paul Watzlawick - Teoria de La Comunicacion Humana

do entrevista. Aqul puede observarse cómo logran mantener una relación cálida y de apoyo mutuo mediante una alter· nancia flexible de intercambios simétricos y complementa· rlos. u Asl aun cuando alguno de los detalles de su relato podrlan p;recer peyorativas oon respecto al otro, no pareeen poner en peligro la estabilidad de su relación y la mutua confirmación de sus roles.

TraMCripcl611

Ent.: ¿Cómo sucedió que, en­rre los millones de personas que hay en el mundo, ustede!t dos llttgaron n ·unirse? ~1.: ¿Cómo fue qué ... ? Ent.: Llegaron a unirse.

M.: Bueno ...

V. (interrumpiendo): Bueno, yo so lo diré (M. se ríe y V. lo hace también).

M.: Bueno, bueno, yo se Jo diré. En realidad, yo trabajaba cuan· do terminé el colegio secunda­rlo. Fue en la épo.:a de la de· presión, as{ que coDseguf un em­pleo como.,. este, curb-glr( •, <:reo que asi lo llamaban enton­ces, y era ...

V.: ... un restaurante al paso ...

Comentarlo•

.. M. re hace cargo de la respues· ta, definiendo asl su derecho a hacerlo.

V. asume el principal papel con una maniobra mmamente siJDé.. trica, que queda suavizadtL por la risa compartida.

M. vuelve a hacerse cargo, re­pitiendo exactamente las pala­bras de V. y dando luego mu­chos rodeos para definir la situa­ción a su manera.

M. se encuentra en una situa­ción difícil pcrqt1e curb-girl · podria implicar .. mujer de la calle". V. la rescata dejando bien en claro dónde trabajaba, y COD ello

15. u.,. oontlnReoela comullicacional totalmeDte distinta surge en el úea de b lnleracd6n lirnétrlca y complementaria 11 un mensaje define la reladón opmo simétrica v <Omplementarla DI múmo !kmpo. Probable­mente ésta es la manera mé.s habitual e Importante en la que la para­doja puede participar en la comunicación humana, y en el capitulo 6 •• consfderanl por separado loo efectos pragmáticos de esta forma de Incongruencia comunlcaclonal

• Curb-glrl e1 una camarera, habitualmente vestida con uniformes lla. m•Uivos y sintéticos, que atiende a los parroquianos recogiendo los pe-­olidos y llevando las viandas directamente al automóvil de éstos. [N. del R.)

Tromcrlpclón

M.: Trahajabl en ... t·n nn res. tanrante al paso hasta que (~n­

contré otro ~mpleo, y él traba­jaba ...

V.: Yo la "levnnté".

M.: En realidad, cwo que nsí fue ( :tmhos se ric:n).

V,: Y ·así fue mt~s o menos,

~f.: Pero él era realmente tím.i­do. Era de tipo tímido, y yo pensé, bueno ... v~: Ya he superado eso. o asl dice el!<', yo no sé.

M.: A!ti que yo sentí ...

V.: E .. o es todo ... M.: .•. El no era peligroso, asl que yo. . . yo fui a casa con él. V. (simultáneamente): Lo cier­ro es que fue algo así como un desafío porque yo p:~.sé el fin de sema_na con otra pareja y en el <..'3mino de regreso discutimos y decidimos que ya era hora de que yo me buscara una chica estnble.

M. (riendo): Y sucedió que yo •"taba alli.

Cmnentarlo$

define claramente h situación a .ro manera. Hasta e-se momento, so interacción es simétrica.

L.1 esposa acept;\ la definición del marido y sigue cuidado~a­mente la corrección dt- connota­cf(,n tndic::r.da por aqui-1. ACf'pta la posición romplcmt ntaria in­[l"rior.

Superioridad complementaria.

Inferioridad complement.ui., ( acept.t la definición del Pn­

ridoJ, Superioridad e o m p 1 <>mt>nt.HiJ

Así, la primitiva f'solada ~irn~~­

trica se ha vi~ta interrumpida por un cambio a IJ. compl('m('n­taridad, y el cierre resulta po­sihle; el marido n•o;;ume y rl ci~

clo termina. M. pasa ~hora n un:1 maniobr:.1 de ~uperioridad con respecto a que él Ja haya "lev:mt:-~do".

'hdf>rioridad complr-menhri:l. ,\". acepta la drfinición de t;midez que da su mujer, es dcrir, nll só­lo acepta que n-:-o n:1 d :-.r:rt'~C"t,

~ino que elh ~i~ue- 5if'"d('l el juez en tal sentid". ("Ao¡f dice elJa, vo no ~é",)

V. lleva las interpret.\cicnes de la t-sposa aún m.ís allá ,_. dict> que él no tenía novia y que sus amigos itúluían 5ohre sus <lCcio­nes, etc.

Si bien el contenido parece au­todesvaloriz.'\dor y, por lo tanto, de inferioridad cnmplt>mentan,t.

113

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Transc:ri¡~ción

V.: Y eJltonccs nos detuvimos en ese lugar para tomar una cerve­za o algo por el estilo ( ambo:J se rien) y ella •staba olll •... Así que yo .... hL A5i fue.

3.65

Comentarlos

en e~te contexto esa afirmación refleja la pasividad en la con~ dncta del m;.U"ido. M. pasa a la simetría. (Obsérvese 1a necesid3d de distinguir en­tre su propia motivaclón y el efecto interpersonal, de modu que la simetría puede estar ba­sada en la inferioridad, asi co­mo en otras formas de ce :npe­tencia.)

En forma simétrica, V. tÚinn."l ambas versiones de la situación y, una ve:z: más, la risa permiten el cierre.

M. pone fin a la conversación, tal como lo hiciera el marido al final del primer ciclo con ••y eso fue todo".

En estos ejemplos conviene destacar dos aspectos. Primero, el contenido pierde importancia a medida que surgen los patrones comunioacionales. Un grupo de médicos psiquiatras residentes de segundo y tercer año calificó a la pareja del tercer ejemplo como "más enferma" que otras parejas con !rastomos clínicos. Al ser interrogados, se hizo evidente que ese juicio estaba basado en la relativa inaceptabilidad social de la fonna en que se conocieron y las evidentes "fintas" en cuanto a los detalles. En otras palabras, su juicio erróneo estaba ba;ado en el contenido más que en la interacción de su relato. Rerultar:í evidente que nuestro nn:\lisis se centra en mensa· jes sucesivos. Ninguna aseveración aislada puede ser simé· trica, de superioridad complementaria, o de ningún otro !i­po. Lo qne se necesita para "clasificar" un mensaje dado es, natura !mente, la respuesta del otro participan!e. Es decir, lo que permite definir las funciones de la comunicación no es algo inherente a ninguna de las aseveraciones como entida· des individuales sino a la relación entre dos o más respuestas.

114

4

La organización de la interacción humana

4. l Introducción

Los ejemplos relativamente aislados del capítulo anterior sir· vieron para presentar en forma especifica e inmediata ciertas propiedades y ciertas patologías básicas de la comunicación humana. Estos son los elementos a partir de Jos cuales se cons· truye la complejidad de la comunicación. Al pasar a conside· rar ahora la organización de la interacción (tal como esta unidad de comunioación se definió en S . 2. 22) examinaremos el pautamiento de las comunicaciones recurrentes, esto es, la estructura de los procesos de comunicación. Este nivel de análisis estaba· ya implicito en las consideracio· nes previas, como las que se refieren a la interacción acumu­lativamente simétrica o complementaria (S.2.6 y 3.6). Del mis­mo modo, la "p:ofecia autocumplidora:;, (8.3.44) abarca más que la puntuac1ón especifica de una única secuencia comu­nicacional: posee valor capital la repetición de ese patrón de comunicación a lo largo del tiempo y en una variedad de si­tuaciones. Así, el concepto de patrón en la comunicación re­presenta repetición o redundancia 1 de hechos. Como sin duda existen ·patrones de patrones y probablemente niveles aún más altos. de o.rgan~ción, no puede demostrarse que este orde­namiento Je~árqmco posea un tope. Sin embargo, por ·el mo­mento la umdad de estudio será el nivel superior siguiente al d~ nuestro e~amen previo, es decir, la organización de men­sajes secuenC!ale~, primero en general, y luego considerando en forma, ~spedhca el desarrollo de sistemas interaccionales. Este c~:J>tulo es esencialmente teórico, y deja más bien para el cap1tulo 5 el complejo problema que significa ilustrar ta· les fenómenos macroscópicos. As!, estos dos capítulos tienen en esencia la misma relación (primero la teorla y Jue"o )a Ilustración) que los capítulos 2 y 3. "

l. La imporbmcia do la redundancia y de l• constricción para nuestro coocepto de patrón •• ha examinado en detalle en S.l.4; aquí bamrA sefia1ar Que un patrón u información transmitida mediante. la prcseftcla de ciertos hechos Y la no presencia de otros. Sl .. lodDL.lal hechos po•lble< ~·- ~. ~Jase_ da~'?..CUJ!!!_n_ •1 •zar. no hoy patrón_ Y.PD_b~r Información.

.... lv ...L .e VvJ. .,.... c.v. ·- ------

115

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4 . 2 La interacción como sistema

Cabe considerar la interaooi6n como un sistema, y la teorla de los sistemas generales permite comprender la naturaleza de los sistemas interaccionales. La Teor(a de los Sistemas Ge­nerales ' no se refiere tan sólo a sistemas biológicos, económicos o de ingeniería. A pesar de su diversidad, esas teorías de sls· temas particulares tienen tantos conceptos en común que ha surgido una teoría más general, que estructura las similitudes en isomorfismos formales. 2 Uno de los pioneros en este cam­po Ludwig von Bertalanffy, desCl'ibe esa teorla como "la for· mulación y derivación de principios que son válidos para los 'sistemas' en general" (25, pág. 131). Von Bertalanffy también anticipó la actitud de quienes reaccionen critica!jdo nuestro deseo de analizar las relaciones humanas a partir de una teorla que es más conocida -lo cual no significa que sea más ade­cuada- por su aplicación a sistemas claramente no humanos, en part(cular a computadoras, y ha señalado las deficiencias lógicas de esta crítica:

El isomorfismo que hemos mencionado es el resultado del hecho de que, en ciertos aspectos, es posible aplicar abstracciones y modelos con­C't'ptuales correspondientes o fenómenos distintos. Es sólo desde ese fln­gulo que se aplicarán las leyes de sistemas. Ello no significa qne los sistemas físicos, los organismos y las sociedades sean la misma cosa. En principio, !'ie trata. de la mísma situación que encontramos cuando la ley do la gravedad se aplica a la manzana ele Newton, el sistema planetario y d fenómeno de las mareas. Ello significa que un determinado sistema tcllrícc. el rle la meCánica, es válido para ciertos aspectos relativamente 1imltarlo; ello no significa que las manzanas, los planetas y los océanos

s~ asemejen en muchos otros aspectos. (26, pág. 75).

• No fue fácil decidir -y bastante lo hemos conversado con Watzla­wick- st Genernl System Tlaeorv debía ser traducido corno 'íeoria Ge­neral del Sistema" o ''Teoría del Sistema General'~. En un momento de lmpate conceptual decidimos recurrir a .. pruebas pi'Ílcticas• y pudimos comprobar que, a favor de .lo primeto, po<lla aducirse la diltrJbucfón tlpogrilica del último libro de von BertalaDily, que destaca G...-1 y agrupa Sy.stem Theory, pero apoyaba la se8Utidá traducción el hecho de que la revista. que fundó ese autor se llama General Syltem, es decir, Sistemas Generales. Nos quedamos. por fin, con que Jo .. general"' eran los sistemas y no la teoria, e incorporamos el plura~ siguiendo el crite­rio del titulo de la revista. [N. del R.].

2. Como se observará., nuestro interés aqui te limita a ciertos aspectos de los sistemas interacclonales, sobre todo las famillao. Para uoa apUCA­dóR amplia y reciente de este marco de referencia a los sistemas vivlen­trs en general. v~ase In serie de Mlller (105). que destaca el aspecto in­t<gl'l!dor potencialmente fruct!lero de eso enfoque.

11n

.j

Anta de definir cualquic ~e la~ propiedades especiales de los sistemas, conviene se,·,alar que la evidente y muy impor­tante variable del tiempo (y, por enae, el orden) debe ser u~ parte integ~al ~e nuestra unidad de estu~ Las secuen­CIIIS .de comumcaCión no son, para utilizar as palabras de Frank, "unidades anónimas en una distribución de frecuencia" (45, pág. 510). sino el material inseparable de un proceso ~uyo orde~ e interrelac.iones, que se dan a fo largo del hempo, seran nuestro ob¡eto de interés aqul. Como lo expre· san Lennard y Bernstein:

Un lapso ~stl siempre implícito en un sistema. Por $U misma naturaleza, un sistema consiste en una interacción, y ello significa que debe tener lugar un proceso secuencial de accl6n y reacción para que podamos describir cualquier estado del sistema o cualquier cambio de estado. (94, pigs. 13-14).

4 . 22 Definición de un sistema

Inicialmente, podemos utilizar la definición de Hall v F a~en ~ Y decir que un sistema es '\m coniunto de objetos ásí C'0~1o ~ de relaciones entre los objetos y entre sus atributos" (62, pág.

~~), en el que. los ob¡etos son los componentes o partes d~l SJSte~a, los atnbutos son las propiedades de los objetos y las relacaones "mantienen unido al sistema". Además estos auto­res .'~ñalan, que, en última instancia, cualquier objeto es es­pemfteado por sus atributos. Asi, mientras que los "objetos" pueden ser seres h~man~s. individuales, los atributos con que en esta obra se los tdenttf•ca. son sus conducta.s comunicacio­.¡;ales (en contraste, por eje.mplo, con :'tnliutos mtrapStquícosJ.

.a me¡or manera de descnb!f los obJetos interaccionales con­Siste e~ verlos no como indivld!'os, sino como "personas que se c?m.?mcan con otras personas . Al destacar el término "rela· c1ón : se reduce considerablemente la actual vaguedad v oe­ne;ahdad de la definición citada. Aceptando que sie'mpre exJSte ~lguna clase de relación, por espúrea que sen, entre dos ob¡etos cualesquiera, Hall y Fagen consideran

ttue las relaciol')e! a ser considerAdas en el contexto de un conjunto dada de objetos dependen del problema de que se trate, quedando incluidas las relaciones Importantes o jnteresantes y excluidas las que son trivialE-s o no esenciales. La decisión sobre cuáles son las rf'lacione! impor­tantes Y cuA.Ies las biviales depende de fa persona qt1e trata el pro­b1erna, esto es, fa cuestión de la. trivialidad df'pendt> del interés de c:~da uno. (62, pág. 18).

11~

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Lo impoctante aquí no es el contenido de _la. ~~ll_1!'_llicJI¡n 1.er se sino· exactuine•ite cl-nspceto·¡•élacíoñal ( conatlvOjüc Ta comunicación hümáiía, talcorti"ifse'l<iaefin1ó en S.2.3. Así,

· los sistemas interaccionales serán dos o más comunicantes en rJ JlTOceSO, 0 en el !IÍVf1!,: pe qcfin{r "J(i ñatüriiwzadi'sü''re: !acwn:~ :-- -- · · · ---·--·--------

... ·-

~. 23. l\Iedio ambiente y subsistemas

Otro aspecto importante de la definición de un sistema es la definición de su medio; citando también a Hall y Fagen: "Pa­!" un~ d~~_ll)__!!JediQ..~~~-~!!_n!_~ de todos los_Qb· jetos cuyos atrThutos al cambiar afectan al sistemu tamb.iiíÍJ aquellos-Obfu!~!'ULtnJmlo.I.'~1ih_lliQ!;JificadOs prnlii!:on· duela aer5ist~!!!~:J.62, pág. 20). Según lo admiten los mismos autores,

c-st.l formulación sugiere la pregunta relativa a cuándo un objeto per~

tt>nE"ce a un sistema y cuándo al medio, pues si un objeto reaccioru ron un sistema en la fonna descripta, ¿no deber(a considerarse como parte del sistema? La respuesta no es en absoluto definida. En cierto sentido, un sistema junto con su medio constituye el universo de todas bs cosas de interés en un contexto dado. La subdivisión de ese uni~

verso en dos conjuntos~ sistema y medio, puede efectuarse de muchas nuneras que son, de hecho, muy arbitrarias., . l...t definicil!n de sistema y medio hace evidente que cualquier sistema dado puede ser sulxlividido a su vez en rubsistemas. Los objetos per­lf"ne-cientes a un sistema pueden considerarse como parte tlel medio de otTo sistema. (62, p4g. 20).

El carácter evasivo y flexible de este concepto de sistema· medio o sistema-subsistema explica en considerable medida la eficacia de la teoría de los sistemas generales para estudiar los sistemas ~ivos (orgánicos), ya sea biológicos, psicológicos o interaccionales, como sucede aquí. Pues

. . . los sistemas orgánicos son ablm01, enteudMDdO!!.Ror eUo que intcr­<'.unbtan matena~~ ~~!~--~ilf~cJQ!!.~!I-St!...~e~io. Un sistema f-s cerradO- si no em.te !!llP.~cijlp_a._ex¡¡ortoción d~_·en.ergía en cual­quiera de sus formas, tales como lnformación~calo.r~~~~ etc., y, por e»de, oo ~r-;;~~J-;~~es. siendo ejemplo ~

3. Si bieD se pondrá el acento en Jos comunkantes humanos, no eXi.'l~ ten motivos teóricos para es::cluir la interacción de otros mamiferos (9) o de grupos, tales como las n:~.cionea. <¡ue pueden interactuar en fonna mur similar a. la de dos o mis individuos (125).

IIR

ello una re~cción qu1mtca que tlene lug.u en un recipie-nte aislado y son.,do. (62, p4g. 23r--···---~-·

Puede decirse que esta distinción entre sistemas cerrados y abie11os ha liberado a las ciencias que se ocupan de los fe· riómenos de la vida de las cadenas de un modelo teórico csen· cialmente basado en la física y la química clásicas, esto. es, un modelo de sistemas exclusivamente cerrados. Puesto que los sistemas vivientes tienen tratos eruciales con su medio, la teo· rla y los métodos de análisis adecuados a cosas que pueden colocarsé en un "recipiente aislado y selladó' resultaban no· tablemente paralizantes y equívocas. • Con el desarrollo de la teoría de los subsistemas abiertos je· rárquicarnente ordenados, ya no es necesario aislar artificial· mente el sistema y su medio; ambos encafan en forma signl· ficativa dentro del mismo marco teórico. Koestler describe la sjtuación de ·Ia siguiente manera:

Un organismo vivo o un cuerpo social no constituye un conglomerado de partes elementales o de procesos elementales; es uru ferarqula inte­grada de subtotalidades semiaut6nomas, que consisten en sub-subtota­Jidades, y asi sucesivamente. De esta manera, las unid:\des funciooales en todos los n,i.veles de la jerarquía son, por asi decirlo, hlfronteJ: actúao como un todo cuando ·miran 'hacia abajo•, y como partes cuando miran 'hacia arriba' (lfl, p4g. 281).

Con esto modelo conceptual resulta fácil ubicar un sistema interacciona] diádico dentro de una familia más grande, una familia ampliada, una comunidad y un sistema cultural. Asi· mismo, tales sistemas pueden (con impunidad teórica) SU·

perponerse con otros subsistemas, pues cada miembro de la díada participa en subsi,ste.mas diádicos· con otras personas e incluso con la vida misma (véase el Epílogo). En síntesis, los individuos que se comunican se estudian en sus relaciones horizontales y verticales con otras personas y otros sistemas .

4. En psiquiatria puede encontrarse un ejemplo Interesante y pertiuen· te del efecto indirecto que ejerce sobre diversas disciplloas la metateo~ rfa mb elaborada por la fisica cibica: las patologins de la interacci6o erno virtualmente desconocidas en los primeros dlu de la pslquiolrla, con uoa úruca e>cepci6n, la follo d dew: y simbiosis similares (S. 3.6Z). Desdo el éomiemo, estas dramáticas relaciones se consideraron intcrac­clouala ·y no iru:Jjvidunies y, en tal sentido, constituían poco mils que monstruosidades no,;ológiCils. Con todo, llama la atencitm atm t>l hecho do que se las admitiera mientras se pasaban por aJto otros proh1emat r• Jacionales, sobre todo considerando que s..~lo Jn folÑ d deuz s.e adecuaba oon precisión al modelo de listema c<rr•do de la épocn.

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4.3. Las propiedades de los sistemas abiertos

Asl, hemos pasado de la definición más universal de los sis­temas generales a centrar la atención en uno de los dos tipos básicos, el sistema abierto. Ahora es posible definir algunas de las propiedades fonnales macroscópicas de los sistemas abiertos, tal como se aplican a la interacción.

4. 31. Totalidad

\Cada una de las partes de un sistema está relacionada de tal modo con las otras que un cambio en una de ellas provoca un cambio en todas las demás y en el sistema tGJtal. Esto es, un sistema se comporta no sólo como un simple compuesto de elementos independientes, sino como un todo inseparable y coheren~ Quizás esta caracterlstica se entienda mejor en contraste con su opuesto polar, el carácter sumatorio: si las variaciones en una de las partes no afectan a las otras o a la totalidad, err­tonces dichas partes son independientes entre si y constitu­yen un "mont6n" (para utilizar un ténnino tomado de la li­teratura sobre sistemas) que no es más complejo que la suma de sus elementos. Este carácter sumatorio puede ubicarse en el otro extremo de un continuo hipotético de totalidad, y cabe decir que los sistemas siempre se caracterizan por cierto grado de totalidad. Si bien en su momento las teorías mecánicas del siglo XIX

no fueron formalizadas para constituir una metate"rla, ahora puede comprenderse que son primariamente analfticas y su­materias. "La concepción mecanicista del mundo encontró su ideal en el espíritu laplaceano, esto e<, en la ~oncención de que todos los fenómenos son, en última instancia, cOnglome­rados de acciones fohtiitas de unidades Hsicas elementales". (25, pág. 165). As!, los contrastes históricos nos proporciona­rán los mejores ejemplos. Como sefialó Ashhy:

La ciencia se encuentrn hoy en algo asf como una línea divisoria. Durante dos slgfos ha explorado ristemas que son intrín~e~mente simples o bien sus<:eptlblcs de ser reducido• a sus componentes ·mas elementales. Et heclm de que durante un siglo se haya podido aceptat un dogma tal ('(lmo ''vnriar Jos factores de a. uno por vet", demuestra que los den­tlflcoJ se ocupaban en gran medida de investigar los sistemas a Jos que pcxlln aplicarse ese método, pues éste a menudo resulta fundamental­mr~te Impracticable con ]OJ 5Jstemas complejos. Recién cuando Sir Ron1ld Fl•h.,. publicó tn lo décndo de 1920 su obra sobre experimento.< rr;lll7~'tdos con nbnnos RRrfooiM, se pudo· reconocer claramente que exls-

12f)

ten siStemas complejos que no permiten la variación de un único factor por vet, pues son tan dinimicos y están tan interconectados que ht alter.acl61l de un factor aetún de inmediato como causa de mod.ificacin· nes en los otros, quizás en' muchos de ellos. Hasta hace muy poco, la ciencia nndi6 a. eludir el estudio de talrs sistemas. centrando su atención en Jos Que eran simples y, sobre todo, reducibles. Sio embargo, en el estudio de algunos sistemas no era posible evadit por completo la complejidad. La corteza cerebral del organismo de vida aut6n.:~ma, la comunidad de hormigas como una soc-iffir~d E'n hmcif'n:t­rniento, y el sistema económico humano se destacaron tanto por su im­portancia práctica .como por imposibiiidad de estudiarlos mediante Jos otros métodos. De modo que :"loy vemos psicosis que no se trataD, sociedades qne declinan y sistemas económicos que se tambalean. lo~ científicos pueden hacer poco más que apreciar toda la complejidad de-l tema que estudian. Pero la ciencia de hoy también e~tá dando los prímeros pasOs hacia la inve!iitigación rle lil "rompldicb.d" como objeto rk Pstudio pór derecho propio. (5, pág. 5).

4.311 '

Así, la tlo-sumatividad, como corolario de la noción de tota­lidad, proporciona una guía negativa para la definición del sistema. Un sistema no puede entenderse como la suma ue sus partes; de hecho, el análisis formal de segmentos. artifi­cialmente aislado< destmiria el objeto mismo de estudio. Se hace nece<ario dejar de lado las partes en beneficio de !a .ffertc4LY prestar atención al núcleo de su compleJtdad, a ~u organización. JR._coru:eptO . .Jl~j!O.oJQg_i!;Q_d~ gcstalt no ~5._mas r¡ue una manera de expr_esar etP!!!!~ipio de la no-sumatividau: enofi"os campos' exiSte gran interés por la cualidad emergente que surge de la mterrelación de dos o más elementos. El ejemplo más obvio es el de la 4uímica, donde unos pocos elementos conocido• dan lugar a una inmensa variedad de nuevas sustancias """'Pl~ia< .. Otro eiemplo serían In< llnmad"s •patrdlles tipo Moiré", fenómenos ópticos producidos por la supei"pnsición de dos o más retículas (144). En ambos casos. el resultado es ue una complejidad que los elementos jamás pn· drían explicar si se los considerara por separado. Además. resulta muy interesante que el más leve cambio en la relación entre las partes constitutivas a menudo resulta magnificado en la cualidad emergente, una sustanCia distinta en el caso tJ,. la qufmica, unn confignrnción mnv r11fer~ntro Pn e1 patrón tino Moiré. En fisiología, la patología celular de Virchow contrasta en tal sentido con enfoques modemos como el de Weiss ( lli2'. y en psicolo~ía, la teoría asociacionista clásica contrasta con la teorla de la gestalt; así, en el estudio de la interacción hn·

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mana proponemos que el contraste se establezca esencialmen­te entre los enfoques centrados en el individuo y la teoría de h comunicación. Cuando la interacción se considera como un derivado de "propiedades" individuales tales como roles, va­lores. expectativas y motivaciones el compuesto -dos o más individuf)S que interach1on- es nn mOntón sumatorio que puecle dividirse en unidades más básicas (individuales). En contraste a partir del primer axioma de la conlunicación, se­gim el cual toda conducta es comunicación y resulta imposi­ble no comunicarse, se deduce que las secuencias de comu· nicación serían recíprocamPnte inseparables; en síntesis, que la interacción es no-sumativa.

- ~· --------... -·--.J.312

Otra teoría de la interacción que está en contradicción con el principio de la totalidad es la de las relaciones unilaterales entre elementos, esto es, que A puede afectar a B, pero no viceversa. En el ejemplo de la esposa regañona y el marido rdraído (S. 2. 42), vimos que aunque una secuencia interaccio· na\ puede estar puntuada (por lol participantes o el observa­dor) como un patrón de causalidad unilateral, tal secuencia es de, hecho circular, y \,¡ aparente "respuesta" también debe >er 'un estímulo para el hecho siguiente en esta cadena ínter· dependiente. Así, afirmar que la conducta de A causa la con· ducta de B significa pasar por alto el efecto que la conducta de B tiene sobre la reacción posterior de A; de hecho, signifi· ca distorsiunar la cronología de los hechos puntuando ciertas relaciones de modo de adjudicarle relieve y oscureciendo otras. Sobre todo ouando la relación es complementaria, como en las relaciones de tipo líder-seguidor, f¡¡erte-débi\ o pro!(e­nitor-hijo, resulta f~cil perder de vista la totalidad de la in­teracción y desmenuzada en unidades independientes lineal­mente causales. En S. 2. 62 y 2. 63 ya se hizo una advertencia contra esta falacia y ahora sólo es necesario hacerla explícita en tém1inos de la interacción a largo plazo.

4. 32. Retroalimentación

Si las partes de un sistema uo están relacionadas en forma unilateral o sumatoria, ¿de qué manera están unidas? Habien· do rechazado estos dos modelos concePfuales clásicos, pare­cería que nos quedara sólo lo que en el siglo pasado y a co­mienzos del actu41 fueron sus más reputadas alternativas, esto es, nociones vagas, vitalistas y metafisicas consideradas

122

teológicas dado que no encajaban en la doctrina del deter­minismo. Sin embargo, oomo ya se mostró en S .l. 3, el cam­bio conceptual desde la energía (y la materia) a la informa­ción ha terminado por apartarnos de esa estéril elección entre sistemas deterministas y sistemas causales teleológicos. Desde el advenimiento de la cibernética y el "descubrimiento" de la retroalimentacón, se ha comprobado que la relación circu­lar altame_nte compleja constituye un fenómeno muy distinto de las. no;•?nes causales más simples y ortodoxas, pero no me­nos cwntlfiCo. La retroalimentación y la circularidad, tal co· mo ~e las describe detalladamente en, el capítulo 1 y como se las rlustra en numerosas ocasiones en los capítulos 2 y 3 constituyen el modelo causal adecuado para una teoría d~ los sistemas interaccionales. La naturaleza específica del pro· ce~o de retroa\imentacón es de interés mucho mayor r¡ne el ongen y, a menudo, que el resultado.

4. 33. Equiflnalidad

1 En un _shtema ~ircul~r y automodificador,.los "resultados" (en e_l sentrdo de a.terac1ón del estado al cabo de un período de tiempo) no están determinados tanto por las condiciones ini· ciale~ como por la naturaleza del proceso o los parámetros del s1stema. En términos más simples, este principio de equi· finalidad significa que idénticos resultados pueden tener orí­~enes distintos, porque lo decisivo es la naturaleza de la or­ganiza~ión,J_Von Bertalanffy ha manifestado con respecto a este pnne1p10:

La estabilidad de los sistemas abiertos se caracteriza por el pnncap1o de eqUifinalidad, esto es, en.- contraste con los estados de equiHbrJo de los sist~ cerrados. que est6.n detcrmioo.dos por las condiciones ini·

. ciales, e1 sistema abierto puede alcanzar un estado independiente del tiempo Y tambi¡p de las condiciones fnicinles y determinado tan sólo por loo pari.metros del sistema. (!Il, pá¡. 7).

Si la conducta equifinal de 'Jos sistemas abiertos está basada en su independencia con respecto a las. condiciones iniciales, eptonces no sólo condiciones iniciales distintas pueden llevar al mismo resultado final, sino que diferentes resultados pue­den se~ producidos por las mismas ·causas". Asimismo, este corolano se b~sa en la premisa de que los parámetros del sis· tema predommanJ'or sobre las condiciones iniciales. Asi, en el iíñilliils del m o en que las personas se llt~ unas a otras en su interacción, consideraremos que las características

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do la gén,;;s o el producto 110n mucho n ic • . ... tes que la organización de la interacción. • . Puede ilustrar este probli11na las. concepciones cambiantes de la etiologla (psicógena) de la esquiZofrenia. Lu teorías acer­ca de un trauma único infantil cedieron puo al postulado d" un trauma relacional repetitivo aunque unilateral y concebido estáticamente, provocado por la madre esquizofrenizante. Co· mo sefiala Jackson, ésta es s61o la primera fase de u11a revo­lución más amplia:

Hlst6rlc:amente, la CODcepcllm del trau- pslt<'llem en la etfoloila pK·

re<e estar cambiando desde !u Id••• lll'fgiMI., de Freud acerca de un suceso· traumitfco úniCo hasta e1 ~ de un trato~rna repetitivo. - El piU4 llplent• no lfrfa quJiro la "- qul a· qulln, ~lno c6mo quién lllll!e qu~. Quizá la próxl- fa1e Incluya un e&tudlo do la eoqulzó­frenla (o osquizclrenlu) como una enfermedad de rofgambre familiar IJUO Implica un complicado ciclo huesped~vector~receptor que incluye mu­cho m"s de lo que el término "madre eiqulzofrenógena" puede connotar (68, p6g. 184; !u butardUJ~ .., nuestru). •

5. Cf. Langer, quien 4eocrlhe la oleod6n do otn. 11181*11: Hay una falacia muy familiar y difundida, cooorlda ..,_ la "falac:ia gen~Hca", que surge del .Mtodo histórico en la filooolla y la crlll.,.: el •or do confundir el origen de una oo• <011 au lmporlancla, de rastrear ... cosa bosta su forma mb prlmltiw y luego darle "mera­mtnto" el nombre de ese fencSJDeDO ora~loo. . . Por ojemplo, 01 proba­ble que la1 palabra• fueroa IIODkloo rltuaUsta1 utoo de coravctlr¡oe en reoursoo comunleaclonal~~~¡ ello DO llgll!fiea que el leaguajo ao - aboi:o "realme~~~<o" un medio. do Cl0Dluak:aci6a, lino "realmente" un ._... reoi­duD de la exclhlción trlheL (91, pig. 248). (Las hestardUJas y la1 comi­llas estin en el original). La relativa falta de importancia de lu coadiclonel IDidoles de los sistemas totalitarioa tambi6n merec:e mencionarse. Por mucho que Jas dichduras bLSistan en la singularidad de sua orlgenes hist6riCOI y sus ¡níflciplos ideológicos, las coDdiclones de vida resultantes son abruma~ doramonto id~nlfcas, y justifican el refnln lran~: l'lua ""' chango, plru v'est la. m~me chose.

6. Existen pruebas que corroboran esta conc:epció, equlfinal de la psicopatoiot¡la¡ Kaat (82) no encontró factoreo traumolticos detenc:ade­n:tnlett en 56 casos consecutiYOS de eaquizplrjnfcu, y Renaud y Estess (l!l-1) obtuvieron abrumadores relalol de experlenciao traumii!CIÚ en 1.>< historias de hombres que 1e oon~lderaban normoles dOJdo el pUDio de vl5to psfqul,trlco.

· Dado quo IU grupo DOrlllll no podla diotiD¡uirse de laa muellru cllni­""' a partir do - criterio, Renaud y Esteu dicet>: .Tal conclu•ión no es .lnoompaHble oon supuestos bést001 10byacentes a la ciencia de la conducta del siglo velnto (por ejemplo, qoe la con­ducta hurnona oon~tltuye en grado conslderoble un pr<>clucto do la ex· pcrl<ncla de vida!; tampoco es!Ao en oonfllcto con la propolición bbica de que los primeros años de Ja vida humana son cruciales para el de-511ntlllo postrrinr. Sin embar¡o, este punto de vista li cuesUona las

12-1

Lo dicho acerca de los orlgenes ( etioJ<..¡_, iicarse también al cuadro clínico resultante (noso' -e , ~•a tomar una "ez mis a la esquizofrenia como ejemplo, existen dos maneras de comprender este término: como el nombre de·una entided ll08016gica fija o como el de un modo de interacción. Ya se sugirió (S.l.65 y 1.66) que In conducta tradicional­mente cluificada como "esquizofrénica" deje de cosificarse y se estudie en cambio sólo en el contexto interpersonal en el <tue se produce -la familia, la institución-, donde tal conduc­ta no es simplemente el resultado ni la causa de estas condi· dones nmblentalcs por In com{:n bizarras, sino nnn pnrte com­plejamente integrada de un sistema patológico en cuno. Por último, una de las características mú significativas de los sistemas abiertos es la conducta equifinal, sobre todo en contraste con el modelo de los sistlmas cerrados.\!! estado final del sistema cerrado• está completamente determmado por las clrcunstanciu Iniciales que, por lo tanto, pueden conside­rarse romo la TIK'j<>r "e:<plicación" de ese !<istema; en el caso de un sistema abierto, sin embargo, las características orga· nizativas del sistema pueden incluso hacer que se llegue al caso extremo de independencia total con respecto a lils con­diciones iniciales: el sistema constituye entonces su me;or mc­pllcaolón, y el estudio de su organzación actual es la meto-dologla adecuad~, .

4. 4. Sktemas ln.teracclonaleB estableB

Estamos ahora en condiciones de considerar en forma mAs de­tallada los sistemu caracterizados por la estabilidad. a saber,· los llamados sistemas de -estado constante". Volviendo a Hall y Fagen, "un sistema es estable con respecto a ni nas de sus ·-variables as vana es en en a permanecer dentro .. de ·um1tes dehmdos" (62, plg. 23). --- · · · ···

4.41. Relaciones estables

Casi inevitablemente, ese nivel de análisis hace que el interés se centre ahora en !u relaciones estables, es decir, las que

(.'ODCepcloaet elementalistas de lu relaciones cauales simples y directa! <108 con lDsistoocia se postulan pare vincular ciertas clases de hec:hos con el deaarrollo posterior de una eofennedad mentaL (l24, pág. 801).

7. El mismo argumento he llldo augertdo por autore1 tao dentlflcos como Wl01or (It!!, pig, 33), y lan humoristas, auaquo lleno• de realis­mo, c:omo. C. Northeoto ParkiniOD (115).

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son: 1) importantes para ambos participantes, y 2) durade­ras; ejemplos generalizados serian las amistades, ciertas rela· clones profesionales o de negocios y, sobre todo, las relaciones maritales y familiares (73). Además de su importancia práctica como instituciones sociales o culturales, tales •grupos vitales con historia" son de particular importancia heurútlca para. la pragmática de la comunicación. Bajo las condiciones mencio­nadas existe no sólo la oportunidad, ·sino también la necesidad de repetir secuencias comunlcacionales que llevan a las ya mencionadas consecuencias a largo plazo de los momas y las patologlas. El estudio de grupos de desconocidos o de en· cuentros casuales puede proporcionar interesante material idiosincrásico, pero, a menos que exista interés por fenóme­nos singulares, artificiales, o novedosos, tal interacci¿ a no es tan valiosa como la de una red "natural'' en la que suponemos que las propiedades y patolngias de la comunicación humaná se manifestarán con un impacto pragmático más claro. •

4.411

Es com1ín Que surja esta pregunta: ¡,por qué existe una rela· ción dada? Esto es, ¿por qué, sobre todo teniendo en cuenta la patolo~>;ía y el sufrimiento perduran esas relaCiones, y los r~rlicipnnte• no sólo no abandonan el campo sino c¡ae, para expresarlo en forma positiva, se adecúan a favor de uaa con· tinuación de la relación? Tal interrogante suscita respuestas basad.'\s en la motivaci6D, la satisfacción de necesidades, fac· tores ~iales o culturales u otros determinantes que, si bien intervienen claramente, son tangenciales con respecto a esta exposición. Con todo, no es posible deiar de lado el¡>rohlema y, de hecho. ya hemos sugerido, junto con Buber y otros, la importancia de la confirmación como un propósito social (8.3.331). Empero, y pueSJ> que nuestra meta es intensiva más que ex· tensiva, se hace necesario explorar en primer lugar las expli· caciones interacclonales, antes de integrar las premisas toma· das de nh'os marros de referencia. As!, daremos una res¡me!tn que es descriptiva mb que explicativa. • esto es, relacionada

8. Esto tampoco signifia. negar la utllklad o la pOilbllldad de las 111-Vf!stignci~nes experimentales (esto es, controladas) de tnles Jc-nómenos, •unque, como lo han sugerido en CODII!lllot muy dllt!Dtos Batesoo (Il}, Haley (59) Scheflen (138, IIJ9} y Schelling (140), ral exporimentaclón probablemente rea do un orden fuudamentalmonto nuevo. Vbse a.tmi .. mo, los comentarios do A>hby en 5.4.31. 9. Por ejem~lo, desde el punto do viola fenom<~wlúgico el cur10 do una relación putde entenderse como un fuego de suma no nula con motivo

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con o6mo, y no por qué, opera el sistema interacciona!. l'odrla establecerse una analogía muy simplificada con el funciona­miento de un modelo favorito, la computadora. La forma en que la máquina ~baja puede describirse en términos de su lenguaje, de circuitos de retroalimentación, sistemas de en· trada-aalida, etc. El proverbial hombre de Marte podrla obser· var el funcionamiento de ese sistema durante un tiempo su· ficiente como para entender de qué manera trabaja, pe:~> seguiría sin saber "por qué", lo cual constituye un problema distinto y nada simple .. En última instancia, la computadora puede funcionar porque está conectada con una fuente de energla¡ o bian podl'la funcionar de determinada manera de· bido a la naturaleza de S)1S partes constitutivas; en un sentido teleológico, puede funcionar como lo hace porque fue dise­ñada para determinado fin. En la visión general, el por qué de la energía y el propósito (impulso y necesidad, en términos psicológicos) no puede dejarse de lado; pero tampoco es po· sible hacerlo con la naturaleza del funcionamiento, esto es, el c6mo. Además, ambos problemas pueden examinarse por separado, al menos por el momento, y como sucede con pro· blemas similares en otros campos; en la flsica existe una co· nocida discontinuidad de modelos:

Quizá QO - todavla el momento de preguntar, con probabilkbMI do obtener una respuesta, por qué, pcr ejemplo, lós electronet y los foto­nes aetúan como partlculos y lambién como oodao¡ la flsi« .teórica a(on "" ba avanzado l:anto. Por ob'o lado, se. puede prquntar ya 11 una propiedad do itpo oncla podrla expllcor por qu' la partl..,la do uo elu-tr6n está limitnda a dertu clrbll:aJ mientras ¡ira alrededor del nú­cleo de 1111 ltomo. (2, pág. 1169).

4. 42. Limitación

Como ya se señaló, una de las razones para asumir una po­sición tan estricta es la de que podr!a haber factores identi · ficables intrínsecos al proceso de la comunicación, aparte de la motivación y el simple hábito, que sirven para vincular y perpetuar una relación. Tenta!lvamente, podriamos encuadrar a talev factores dentro da la noción del efecto !imitador de la comunicación, seña· !ando que en una lecuencla ccnnunlcaclonal. todo intercaml>lo de mcma¡u diSíííln~e el ntlmero dé iii~Mmlento.r siguientes

ml:<to (140}, .., el que eual9uler JOiudón dODtro do la ro]aclón pnrcoo preferible a una fuera de. ello. Tal modelo se· propone y se ilustra en S. 6.446.

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y~b~1. En el extremo mú superflcbd, ello Implica una refor-ón del ptimer axioma, esto e~; que en una situación

interpersonal uno estoi limitado a comunicarse; el desconocido que se dirige a nosotros o nos pasa por alto debe recibir una respuesta, aunque más no sea una conducto que lo ignore. En circunstancias más complicadas, la restricción de las posibili· dad es de respuesta es aón mayor. Por ejemplo, en S. 3. 23 se demostró que, dadas relativamente pocas modificaciones con­textuales de la situación entre desconocidos, se puede efectuar

. un esquema general de todu las posibilidades. Asl, el contiJXto puede ser mÁs o menos restrictivo, pero siempre determina has­ta cierto punto las contingencias. Pero el contexto no consiste sólo en factores institucionales, externos (para los comuni­cantes). Los mensa ·es · os Intercambiados se vuelven parte d con exto lnte~rsonal particu ar y e ercen tm ta-

- CIODCS_ ~~brEl fa interacci~r,:¡st,!l!!QÜI44J. VolVIendo ali.áña· logia con el jUego, en cua quler partida interpersonal -y no sólo en los modelos de motivaciones mixtas ya mencionados­un movimiento cambia la configuración del· juego en esa eta­pa, afectando asl las posibilidades abiertas a partir de ese momento y, por ende, alterando el curso de la partida. La definición de una relación como simétrica o complementaria, n el hecho de imponer una puntuación particular, en general limita el viNI-vls. Es decir, según este concepto de la comuni­cación no sólo resulta afectado el emisor, sino también la re· laclón, incluyendo al receptor. Incluso el. hecho de manifestar desacuerdo, rechazar o redefinir el nlensaje previo significa no sólo responder, sino también engendrar una participación que no necesita tener ninguna otra base excepto la definición de la relación y el compromiso inherente a toda comunica­ción. El hipot<\tico pasajero de avión de 8.3.23, que puede prc[erir un intercambio de banalidades, podrla verse cada vez más envuelto, diríamos atrapado, por sus movimientos ini­ciale~, por Inocuos que fueran. En el capitulo 5 se ofrece una ilustración casi cllnica, y ejemplos de una limitación que qui- · z1\ sea la mAs rlgida, la que impone la paradoja, figuran en d capitulo 6, donde se sugiere que las paradojas interper­~onales son reciprocas~ interpenetradas, de modo que se pro­duce lo. que los Ingenieros de sistemas llaman oscilación, rxis!iendo entre ambos participantes un vinculo complejo, in· sostenible, y, no obstante, aparentemente ineludible.

4 . 43 . Reglas de la relación

Habiendo considerado los fenómenos de limitación, podemos pasar a aquellos problemas directamente relacionados con Jos

1~8

1 ;

/

)

sistemas interaccionales. ·Se recordarn que en toda camuni­cación los participantes se ofrecen entre si definiciones de su relación o, para decit,lo de modo más riguroso, cada uoo trata de determinar la naturaleza de la relación. Del mismo modo, cada uno de ellos responde con su propia definición de la relaci6n, que puede confirmar, rechazar o modificar la del otro. Tal proceso es de suma importancia, pues en una relación Mtable no puede quedar fluctuante o sin resolver. Si el proceso no se estabiliza, las enormes variaciones y lo inmanejable de la situación, para no hablar de lo ineficaz que resulta redefinir la relación con cada intercambio, llevarían a una disolución de la relación. Las familias patológicas que tan a menudo se ven en terapia discutiendo inacabablemente acerca de problemas de relación (S . 3. 31) ilustran esa nece­sidad, aunque sugerimos que existen limites incluso para esas disputas y, a menudo, una muy dramática regularidad en medio de ese caos.

1 Las parejas .•• que pueden recurrir a nrtlmaiias de conducta iDcni· bleme~te variadas durante e) noviazgo, alcanzan 51n duda considerable """"omfa al cabo de un tiempo eu túmiDos de qu6 t..mas ·pueden di .. ctatirse, y de qu6 manera. En consecuencia, parecen .•. haber excluido mutuameiate amp)ias 6reas de conducta de su repertorio interaecional y nunca vuelven a discutir sobre ellas ..• (14, ptlg. 13).

Jaclcson ha llamado regla de la relación a esta estabilización de su definición (73, 7 4); se trata de una fornmlnc.-ión de las redundancias observadas en el nivel relacional, incluso con respecto a una gama variada de áreas de contenido. Esta regla puede aplicarse a 1~ simetrla o a la complementaridad, a una puntuación particular (tal como la de chivo emisario), la Impenetrabilidad interpersonal reciproca (S. 3. 35) o algún otros de los múltiples aspectos de la relación. s,. ob5erva en esas circunstancias una extrema limitación de las conductas posibles en alguna de las dimensiones, cosa que determina una configuración redundante, lo cual 111ovi6 a J ackson a carn<"· !erizar a la familia como un sistema gobernado por reglas (i .:·. Evidentemente, ello no significa qué leyes gobiernan la con· ducta familiar, a priori, sino más hiea, como 'eñah t.fach refiriéndose a la ciencia en general, que

. •• las reg1al para reconstruir un gran número de hecht'S put·rlen en~ rrarte en una eJpresi6n dttfal. Asl, en lugnr de ohscn·ar L--asos in;J.i. viduales de rt"fraccl6n de la lut, podemos recon~truir- mentalmente teJos 10. casos presentes,· y futuros, li •bemos que el rnyo incidfnte. el Ja)'O

re&actndo y la perpendicular se encuentran en el mi~mo plmo v que !l<'n ni ft'n {j = n. Aqu(, en lugar de innumt:mb~e·; casus de rdtT•C't.'!Ón .-~:

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di>tialas aambtnoclDDOI do la materia y bajo la¡ulos disliDios do lncl· d•ncla, simplcmealo teaomo1 quo observar la re¡la ya fonaulada y los vaklres do n, lo <1181 rOIIIlta mucho mb flciL El propóllto ec:oaclmico r-Ita aqu{ lncoDiuadlblo. Ea la aaturaleza no hay una lcv do la re­fraccl6n, lilao sólo ....,. dlforemu de rofraccl6o. La ley de la refrac­ción es uDa rrgla sumaria y concisa. creada por nosotros para la re­coustrucdóu mental de UD hecho, y a6Jo para su reconstrucción en partl', esto ... desde su onfoquo ceoiMtrico. (99, págs. 485-88).

4. 44. La familia como sistema

La teoría de las reglas familiares se adecúa a la definición inicial de un sistema como "estable con respecto a algunas de sus variables si estas variables tienden a mantenerse dentro de límites definidos• y, de hecho, esto lleva a una considera­ción uuis formal de la familia como sistema. Este modelo para la interacción familiar fue sugerido por Jackson cuando introdujo el concepto de bomeostasls fami· 114r (69). Observando que las familias de los pacientes psiquiá­tricos a menudo sufrfan repercusiones drásticas (depresión, episodios psicosomAticos, etc.) cuando el paciente mejoraba, Jaclcson postuló que estas conductas y quizá, por lo tanto, la enfermedad del paciente, eran "mecanismos homeostáticos• que interven!an para que el sistema perturbado recuperara su delicado equilibrio. Esta breve formulación constituye el Qllcleo de un enfoque comunicaclonal de la familia, que ahora puede describirse en términos de algunos principios ya pre­sentados.

4.441 Totalidad

Dentro de Lf familia la conducta de cada individuo esbl re­lacionada con la de los otros y depende de ella. Toda con· duela es comunicación, y, por ende, influye sobre los demás y sufre la influencia de éstos. Especlficamente, como ya se seña­ló, los cambios favorables o desfavorables en el miembro de la familia identificado como paciente ejercen por lo común algún efecto sobre otros miembros, sobre todo en términos de su propia salud psicológica, social o incluso física. Los te· rapeutas de familia que logran aliviar el problema por el cual se los consultó enfrentan a menudo una nueva cri$is. El si­guiente ejemplo es típico en principio, aunque se lo eligió debido a la Insólita claridad con que se describe el problema. Una pareja inició una terapia matrimonial por Insistencia de

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la e~posa, cuya queja parece más que justificada: su marido, UD ,JOV~ ,.gradable y de&plerto se babia ingeniado de alguna ~anera para tenniD81' el colegio secundario sin haber apren· dtdo a leer ni a escribir. Durante su servicio militar también logró eludir un curso especial para soldados analfabetos. Cuan· do se lo dio de baja comenzó a trabajar como obrero y se vio impedido de progresar o lograr .un aumento de sueldo. La es· posa es una persona atractiva, enérgica y sumamente escru­pulosa. Debido al analf.abetismo del esposo, carga con las res· ponsabilidades familiares y en muchas ocasiones debe llevar al marido a ouevos lugares de trabajo porque aquél no plle9e leer lo~ nombres de las calles ni el mapa de una ciudad. Poco tiempo después de inicada la terapia, el márido se ins­cribió en UD curso nocturno para analfabetos, ·logró q-ue su padre ·lo ayudara con sus estudios y adquirió una eficacia ru· dimentaria para la lectura. Desde un punto de vista terapéu­tico todo par~l¡l marchar sumamente bien, basta que el te­rapeuta. recibtó una Ilarnada telefónica de la esposa quien le informó que dejarla de acudir a las leSiones con¡w;tas e lnl­cia~la juicio de ~lvorcio. Como en el antiguo chiste, "la ope­racJÓn fue un ~to, pero el paciente murióH. El terapeuta ha· bia pasado por alto la naturaleza Interacciona! del problema planteado (analfabetismo) y, al ellmiD81'lo, alteró la relación complementaria de la pareja, aunque ese resultado era exac­tamente lo que la esposa habla esperado de ·la terapia.

4.442 No .rumatividad

El análisis de una familia no es la suma de los an&lisis de sus miembros individuales. Hay características del sistema. esto es, patrones lnteraccionales, que trascienden las cualidades de los miembros individuales; por ejemplo, los complenumtos do S. 3. 6l! o la COI!1upjcación de doble vinculo recíproco que se describirá en S. 6. 432. Muchas de las • cualidades indivi­~ales" de los miembros, en particular la conducta slntomá· ttca, son, <t, hecho, Inherentes al sistema. Por ejemplo Fry (52) ha examinado concisa y claramente el contexto m~rital en el que un grupo de pacientes exhibía un síndrome de an­siedad, fobias y conducta estereotipada de evitación. En nln· guno de los casos exlstia un cónyuge que funcionara adecua­damente, pero aún más Interesante para nuestra teoría actual es el .!'ncaje mutuo, sutil y generalizado de la conducta obser· vndo en cndn pareja. Fry seilala que

luego de un cuidadoso estudio, loo cónyups revelan uoa historia de IÚI!Oiaas 1umamente similar.,, 111 uo ldoiDIICOI, a loo del paciente. Por

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lo eoanin, ·ae 1110eatran reacia~ a r:evelor ca hbtorfa. Por efernplo, a un.' espora no oólo le resultnba .lmpoiliblo salir ..;¡., sino que fucluso esloftllo a-.palllola -'a p6nleo si -ba en .u lugar· muy ilúmJ. nodo y/o lleno ele gente o debla permanecer esperoDCio en Ullll ma. Al principio, su marido aeg6 ten« problemas ernoclonales, pero lutgo re­vtló que habla e>per-.lo episodios ocasionales de onsftdad, por Jo c:ual evflaba ctenas sfluacl<me& Lu situoclones que evitoba eran: mul­titudes, perma- en DDI fila, y entrar en· luP,es públicos muy Hu· miiiOdOS. Sin mbargo, ambos OÓJ1Y11geS insisllan en que la esposa debla ser """'tderad• como la pao;f- porque ella tenia mó• miedo de esai liluocloner que .._

En iltro Cuci te -.lder6 que la .._ era la paciente pórqae tenia rnitdo a loo lupres cerndot y DO podla subir a un ascensor. Por lo tonto, la pareJa ao podla Ylaltar u realaurante . situad'\. m el últimn plm de nrt alto> tdilldo.. Coa todo, mAs tarc!e se comprobó que el marido telilla lol lupieo altoo, · t.i.or que jamú hAbla tenido ne­cesidad de enfrentar debido al acuerdo marital . en el .. ntido de que nunm sublrlan al último piso de lol tdlfic!OI porque la esposa tenia· mWclo de rnlrar al arc:eDSC)I'. (52, pi¡. 248).

El autor sugiere Juego que los síntomas <le! paciente parecen proteger al cónyuge, y para corroborarlo ·señala que el co· ri¡len7.o ·de los 'síntomas está correlacicmado babituabnente con un cambio en la situación de vida. 4el cónyuge, un cambio que ¡\odrfá: ptoduelrle ansiedad. El patrón interacclonal carácte­rfstlco de tales parejas es designado por Fry como "control dual", esto es,

Lor sfntomas lle la paclentn la coloco.n en la po!i!icl6n, corno miembro tnfmno, de erlgir que ol OÓII)'Uge •616 siempre a m ~sposfel6n y ha~a Jo que ello dit!e. El marido DO putde dar UD t>GSO sin eOnsultar a la pn.cfcntc. No obrtonte, al mfaWJO . tiempo, la pnclente es obfetn de una ecnstante supervisión pOT parte del e'IIOSO. E&te puede tenor 11u~ ptrrn:r.nneer cerea del teléfono pnra. que ella. pueda. Damatlo, pero ~~ tamhtMt ~trola toda. Lu nctivid:tde!il de !"n muj~. Tnnto 1m pacij!"nte t"'Tnn tl marido n. menudo sefiafan que el otro siempre se sale con: la JUl'll. Los dificultades de la pacíente permiten .nl marido evitar mudtas si­lu.1t'ionrs en Jos qua a podrfa experimeutar ansiedad' C? alg(m ntrn molestar, sin tener que enfreatar la posibilidad de un.slntolna. La mujer ~\·rde constituir ull8 · a6llda orcusa para '1, que as( puede · e'VItar la vid> soelol, puesto que .,. e- ro siente ino6DIO<Ia. Putde Umitar ~u trn.lJ..tfn, aparentemente- porque debe nteudet a uua persona enferma. Pnrclo trntor inodeevada-e a sus hiJoo a causa do m evitntlvidad y de "' trndrnela a las Jm«fones excesi'fts, pero te libra de teJH~r que ~ hrnlnt~r t"omtgn mi~mo J(Tnclas o In lflspe<:ba de qué los problemas de

/.1!!

1

loo 111601 UeDeD au origen en !01 llotomu do la paciente. Putdo evilat

lar relaciones sexuoles con la paciente aparentemente pcwque ella e~ eaferJIIA y no podrla hacerlo. Qulzol Jo lucomode · aentlrro solo, pero, pu- que la pacleate tiene miedo do esiOrlo, el liempre puedo tenerla a au lado sin revelar arl que .11 tlrne ere slnt-. La padiDie lDratislecht. putde revelar olerlo de.o de - UD& relad6n eldtamarftaJ, pero 1U1 IÍDioDIIU fóbfCOI Jo impldea YlDeulano COD oii'OI

hombre1. En CUlillo al marido, las cara~ de m persomalldad y su reaedcln frente a la enfermedad de la paciente hac:eu que ea posibilidad tampoco - para '1. Tanto la paciente <01110 el esposo ertin rolatlwmente piolefldos de esa qeacia po< los llntom01 de la . primera. Por lo COIIIlln, el ma~ • iDfelia y la pareja viy, di.stallto e lDra· tisfoclla, pero loo rlllloiDU rlmm para. JDIIDieDel'la unida. Esto tipo d•· matrimonio podrla na- malrlmonlo compubiw... ' ·

4. 443. !letroalimentaci6n 11 homeo.tais

El sistema acbía sobre las entradas (acciones de los miem­bros o del medio) al sísteJTla famillar y las modifica. Debe examlllarso la naturaleza del sistema y sus mecanismos de rotroalímentaci6n asl como la naturaleza de· la entrada ( equt, fioalldad). Algtmas familias pueden soportar grandes revetR e incluso coovert!riDs en motivos de unión; otras parec:tQ,,..,. capaces de manejar las crisis mú lnsigniflcantes. AÚD IIW extremas son las familias de los pacientes esqu!zofriDicol; q ... no pueden aceptar 'las manifestaciones Inevitables de lll&dll· rez en el hijo y que contrarrestan estas •desviaciones• tildán: dolas de enfP.rmas o nocivas. Lalng y Esterson (90) describea la reacción de la madre ("Sra. Fiold•) do una esqul~ de quince años (1une•) a la creciente independencia de lií hija. Desde !ós dos hasta los diez años de edad, June ba.l!la padecido de una luxación congénita de la cadera. que hl:&o necesaria una serie de medidas correctivas complejas y é!IJo­rrosas, que limitaban casi por completo las actividades 'de la niña.

La ro&ra Field hizo su relato en un tono olegre y i¡IL Su manmo do hablar es tan reveÍadora como •1 notable caotenldo .•• La leliora Fleld no sólo omite permanentemente toda nlenac:ia a que June podla haber sido en algunos oeaoloneo un espoc!Kulo peJIOIO para ella, ademAs de •enoantedora-; Infeliz, desdichada, quizols, ademA& ole DNY fellz; callado, ndemú de ruidooa, y no nocosarlameDie liompre afee>. tuca, sino que ou repertorio do callfloatlwt politlvoo junb nrla. Esta imagen de ]une )J&s!a )a tdad do l4 afloo te -ntfeno OOD oerkU Y

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ri¡¡idez, y sin duda ccostituya una vWóD ootablemente limitada de cual­quier ser humaDO. Es impermeable a lu delllOStracloneo directa~ de lo ccotrario pa< parte de Juno. Se ejerce sobro la Dllla uoa II'ID prellcSD p.;.. que acepte esta imagen do 11 misma, y se ataca su vldi 11 olla disiente. Es atemporal. Como la reilora Field afirma una y otra _,

"Esa oo eo mi Juoe. Aban DO puedo comprenderla. Siempre fue uoa oiiSa muy feliz. Siempre fue una.lliila muy bulliciosa. (90, págs. 135-8).

Obsérvese la negación de toda prueba en sentido contrario. Pero cuando la misma J une comenzó a contradecir esa ima­gen, la díada elltró en una nueva fase, caracterizada por. los esfuerzos masivos de la señora Field por contrarrestar los cambios, que en genenl consistiali en afirmar que la niña estaba enferma:

Eo ol verano ooterlor al imolerDO en que le la interoó, Juno se separó do la madre por primera vez desde su permaneocla eu un hospital du­rmte IJeis IJOIIWial CU&Ddo teola dos allos, debido a la luuci6n do ca­dera. Ese - fue • UD campamento para nlllas orsilnizado por la iales!a. La seilora Fiold fue la única madre que acompail6 a IU bijoo al camp• t o Durante ol noes que estuvieron alejadas, la Diila hirD DB& ..na ele clescuhrimielllos acerca do 11 ;¡,¡., y de ·loo clamU y, d..,.r!ada_..~.. "' doterlor6 la relac:i6n con IU llléjar amlp. Tosoó ooadellc:la de á IDÍIIIIII deade ol puuto do villa leiUal con mucha ma­yor IDIIalldad que &Die&.

En Ojlllli6D de la inodre, CU&Ddn re¡rescl del oampamento ya •no era mi )\me. No la conocla" ... La medre se llntUI muy alarmada ante esos camblao y, eDire asosto y diciembre, oCOIIIUit6 a cJos mM!icos y a su directora QOn reopecto a la Di6a. Niuguuo de ellos vela uada anormal en JUile, y lo mlamo ocarrla coa su hermena y IU padre. SID emhar¡¡o, la ..&ra Flold no se rells· naba a dejarla tranquila. llesull lmpOrlaDte comprender que la imesen que la seilora Flold tezúa de June IIUDC& era, por dorto, verdadesa. La madre desQODOola .por completo todo 'lo relativo a la vkla de la DIJia, · Esta se .mi& tJmida Y VeliODZOI&, IDse¡¡ura de 11 mismo, pero era II'Onde para IU

edad y so -.ha acllva en la natac:l6n y otros deportes que babia empezado a practl..,. para 111perar su proloosada lovalidn li>fantll (DO le IOCirOn ol yeao basta los diez alias de eded). Aunque activa, DO er& iadopendJente PUllo 0011111 ella misma DOS diJo, 10 babia aometJdo eo ll'lll medida a la madre y rers vez 1e animaba a QOillradedda. Sin emhar¡¡o, oomenaó a salir = muclw:hos CU&Ddo tenia treee alloo, aDDQue cJeda que Iba al club ele la parroquia.

Cuando repeocl del c:o--· QODieDaÓ a ~ por ~·­o6mo se aentla realmante QOD relpaCio a á misma, a ou madre, a ou desempdio eooolar, a Dios. a otru · paraonas, etc., y, .., OOJÍiparaci6D

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ceo lo que ea habitual en otras Dlllaa do su edad, Jo hacia en !arma muy sumJaa. &lo •blo fue mily bien rec:lhldo por .., muobu, - c1esto sndo de dOI&II'ado, tlplco de Ull& hermua, por Sylvia y, en ol caao del padre, QOmo parte de las QC>mPUcado- que licDiflcaha tonar una hija. Sólo para su medÍe oáDstltuyó una ezprell6n do lfl/~. y CODSlder6 una C()D(irmaclciD ele su op1Dl6n el que JUDO QO!IlOD&Ua a

. ' mollrane más retralda en "' - a partir de las YaCI"'- de Navidad. . La verllón de la madre en cuiiDio a los heclsos que p<OVOCU'OD Ulo ettado de pasividad lllii!Óvll call· mtal puede - de la. lllul­manera: JUlia habla comenz•do & enfermar a partir de asosto. Su&l4 cunblos . sutil.. ... su p01101101idad, .. \001v16 maleduooda, qredva, cruel e taselante.., su hoser, al tiempo que.., la escuela" -•ha rolralda y tlmkla. Sesúal - \'érii6D, lladl. - a woa biJa mcjor que su medre, y 6Jta puede pareiblr los """DJeDaos de la oaqulzofreola antes que los clemáo (padre, hermau, -· ~Jcol), (110, l>iSJ, 137-9).

En esta lnvestlgaclfSn desusad•mente Intensa se efectuó uua observación directa del periodo de hospitalización y recupe· ración:

La fasa en la qúe 'Juno· estovo clfnlc:o.- eatat6Dica y en la que la madre la atendla como a un beb6, dunl 1re1 -· y ..-y6 la fase más 8I'IDODiola que hayamos ohaorwdo ~-- • au relac16a. El conflicto o6lo oe planteó CU&Ddo Juno, desde - punto de. villa, comenzó a meJorar, En el periodo de reeuperac:l6o, caol todos Jos prosreaos que hacia June (.., opilll6n de las enfermeras. la u._te aoc:ial pllquWIJca, los terapeutas ocupadODalea y -.o milmol) chocaban QOD la YOI!C­meute oposldón de la madte, _para quien -utu1an ratroceaos, mieD­tras que. para Juno ·y para -.o ....,. puos bada .adelante. He aqal unos pooos ejemplos. JUile .,...,.S a demoatrar derta IDidatln. La madre manlfnt6 alarma unte CÚ.Iquier actitud de este tipo fuera pon¡ne Juno ers lrre-­ble o porque •)une DIIDCII bac!a nada lin pedir permiao primero. No. babia nada de malo en lo que Juno hada, escepto que 110 pedla por-milo ••• Un eJemplo, que ROJIÚD .Ja madre la alarmaba,· ora que June comla UD obocolatln despuá del cJ-yono, án padir permiao para hacerlo, , , Loo padres, DO· proporelouahan & Juno clúmo alpDO, paro Jo ue¡¡uraban <¡ue le lo darlan 11 ella 01pbcaha para qá lo q-ia. No es oorpreo-4ente qua la nUla prefiriera padir paqueiial aumes a otras pononu. Teola que dar cuenta basta de lu _. IIIODedoo C()ll lu que CODiaba. Elle QOD!rol alcsnz6 eztr.,_ -bies. UDS - June lo &lOÓ UDU mo­nedao al padre para ..,.,¡,... aa helado. El padre le clljo a la madre

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Quo ~~ June comenzaba a robar defaria de ser m hifa. En otra ocash)n •"""ntró un choUa ea el cine y 1111 poc~r., iDIIItlerOD en que lo on­trq¡ara OD la boloterlo. }DDe aflnnó quo - era r!dlculo y que slgni­flceba llevar la boDeltldod d-"·d9 leioo, pueo olla mlama DO esperaba que nadie lo devolvlft "" cbolla a·lo perdla. Pero los padres ln<i.s­tler<>D todo oi dla ea su oetltud y .,.. - aocbe el padre entr6 al dotmitorio de lo Dlfia para wlvilr a rotarla. Ejemplol ClOtiiO 4otoo IOD l..,._bl., y poDeD de manifiesto Jo, Inten­sar reo(donor de looo padr., frenlo a lo nueva, a~~~~que frigll, Óutono­mla do Juno. El t6rmlno con que lo oe6ora Flold ao referla a - n..).or lndependeacla era "uaa e.plollóa". Hasta este momento Juno ,. ha mantea!do firme.· La madre ,¡gu~ ex­prosAndoso en tmninos muy ambivalent.. COD respecto a Jos pruebaS que da Jnao de uaa mayor fndepeadollda. Le dice que tleDe "" upeo­to horrible cuando ,. maquillo, lo rldicullsa aetlvameDI.,. en lo que ,. refioro al lnt~ que looo muc:badlCNI puodu ·- por olio, trata lada manlfestad6a ele lrritadcla o .._.. por parle de ¡,_ ..,.;,., slntomu.de la "enfermedad" o los laterpeta como manlf-donol del ..... ¡·· •.• Con todo, June tieDo qu maat.- UD eotrecho cóatrol sobre á misma, - 11 grita, do alaridos, llon, laoulta, come muy poco, o come dema.w:lo, come c:ou excesiva rapidez o excesiva lentitud, lee mucho. duerme DICho o muy poco, 111 madre llempre le dice que estA eafer­ma. Juno necesita sin duda mucho valor para correr el riesgo de ollAr lo que sus padres consideran "bien' (90, plgo. 13~).

Es precisamente cuando llegamos al problema de la retro­alimentación que se hace necesario revisar la terrninologla para clarificar la teorfa. Se ha llegado a identificar el término homeostasis con estabilidad o equilibrio, no sólo aplicado a la familia sino también en otros campos. Pero, como han sefta. lado Davis (36! y Toch y Hastorf (154), desde la época de Bernard existen dos definiciones de homeostasis: 1) como un fin o estado, especlficamente la ~tencia de cierta constan­cia frente al cambio (externo), ~ como un medio: Jos me­canismos de retroalimentación negativa que Intervienen para minimizar el cambio. La ambigüedad de este doble uso y las posteriores aplicaciones amplias, y a menudo igualmente va­gas, del término han limitado su utilidad eomo una analogin precisa o un principio explicativo. En la actualidad resulta m&s claro referirse al estado corutante o la establlldad de UJ1 sis­tema, que en general se mantiene mediante mecanismos de retroallmentación negativa. Todas las familias que permanecen unidas deben caracteri· zarse por cierto grado de retroalimentación negativa, a fin de soportar las tensiones Impuestas por el medio y por los miem­bros Individuales. Las familias perturbadas son particular-

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mente refractarias al cambio y a menudo demuestran una notable capacidad para mantener el statm quo. mediante uua retroalimentación predominantemente negativa, como lo oh­servó Jackson, to y como Jo Ilustra el ejemplo de Lalng y Es­tersan. Sin embargo, también existe aprendizaje y crecimiento en la familia, y es precisamente aqul donde mlis erróneo resulta un mndelo homeostátlco puro, pues dichos efectos están mis cer• ca de la retroalimentación positiva. La diferenciación entre conducta, refuerzo y aprendizaje (tanto de la conducta adap· tativa como de In •intomática) y el crecimiento y alejamiento final de los hijos indican que, si bien desde cierto punto de vista la familia está equilibrada por la homeostasis, por otrc lado existen importantes factores simultáneos de cambio, 11 y un modelo de la Interacción familiar debe necesariamente incor­porar éstos y otros principios dentro de una conflgmaclón: más compleja.

4. 444 Calibración 11 funciones escalonadas

Lo anterior implica dos supuestos más Mslcos: el de .con.stDnci•t" dentro de un rango definido. La importancia del cambid y la variación (en términos de retroalimentación positiva, rétro­alimentación negativa u otros mecanismos) radica en la pre­misa lmpllclta de cierta I'Stabilidad fundamental de la ·fa-· riación, una noción que, como ya se señaló, ha quedado oscurecida por el doble uso del' término ,omeostasis·. · t.a· expresión más exacta para este rango fijo es la cn!lbraclón ( 141, la "regulación~ del sistema que como se verá, es equivaleht'e­al concepto más es~co de regla, ya definido. La ana191!fa clásica del termostato del calorífero doméstico servin\ pnm

10. Cf. Jacbcn: Ea oi desarrollo de un.' teorla de lo familia rtsulto signilfcotWo que fuera Ja observación de mecanismos bomeostitfco.; en los familias ·de poclenteo pslqulilbiooo lo que llevó a la l>tpótosls de la familia -un sistema hmneostáttco y, mAs espedfianMnte. como un 1istema go­bernado por reglas. Y esto ea asl porque dichas reglas ll'rgen con cla­ridad si uno observa lall reacciones que produce .n1 anulnd6n, a parttr de las que se putde inferir la regla que fue violadn. Evtntualmente, st se observa durante un pla-zo muy prolongRdo la Rnd.a recorrida. eui­dando de temor nota de los posibles caminos tao utilizados, se puede llegar a efectuar conjeturas razonables ncerca de las reglas del fuego. Pero )as reacclone!l observables producidas por una desvfaci6n única nctlum como tefinl pnrn nuestro obJetivo. (14, pr.\11. 13-14).

11. Tamblál Rqul amvlone recordar la sugerencia de Prlbram (5.1.3) de que la constancia puedo dar lugar o nuO'VIII tensib!lldndes y reque­rir nuevos meeo.ntsmos de mnriejo.

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ilustrar estos tém1inos. El termostato está regulado o calibrado para una determinada temperatura de la· habitación, y las fluctuaciones por debajo de ella activan el calorifero hasta corregir la desviación (retroalimentación negativa) y la tem­peratura en la habitación vuelve otra vez al rango calibrado. Sin embargo, consideremos lo que sucede cuando se modifica la regulación del termostato, esto es, cuando se fija una tem­peratura superior o Inferior; hay una diferencia en la con­ducta· de un sistema como un todo aunque el mecanismo de la retroalimentación negativa siga siendo exactamente él mis­mo. Este cambio en la calibración, tal como modificar la re· gulación de un termostato o hacer los caml,lios de marcl)a en un autoiJ\Óvil, es una funclóll BfCQ)onado. (4), Debe notarse que una función escalonada ejerce a menúdo un efecto estabilizador. El hecho de regular un termostato a una temperatura menor reduce la necesidad de retroalimenta­ción negativa y aligera el trabajo y los gastos del calorifero. Asimismo, las funciones ,escalonadas permiten lograr efectos más adaptativos. El circuito de retroalimentación del acelera­dor del automóvil tiene ciertos !Imites en cada marcha, y para aumentar la velocidad general o subir una pendiente, se hace necesaria una recalibraclón (cambio de marcha), Pare­cerla que también en las familias las funCiones escalonadas ejercen nn efecto estabilizador: la psicosis constituye un cam­bio brusco que recalibra el sistema e incluso puede ser adap­tativo (l7; recuérdese, asimismo, el período catat6nfco en el ejemplo ya citado de Laing y Est~rson). Los cambios inter­~· virtualmente inevitables (la edad y la maduración de pa­dres e hijos) . pueden modificar la regulación del sistema, -gradualmilnte desde adentro o en forma ddstica desde afue­ra, según la forma en que el medio social incida sobre e.o~os cambios (con exigencias de educación superior, servicio mi­litar. jubilación. etc.). Bajo esta luz, los mecanismos homeostátlcos observados cllnl· oamente por Jackson (69, 70) de hecho pueden ser fenómenos incluso n1ás complejos que los que se examinan aqul. Si cier­tos mecanismos homeostáticos se producen habitualmente co­mo respuesta a una desviación con respecto a las reglas fa­miliares, entonces constituyen un patrón de orden superior caracterizado por el romper y restaurar un patrón a lo largo de unidades de tiempo m6s largas. · . Aplicando este modelo a la vida familiar, o a pautas socia­les amplias tales como la vigil¡mcia del cumplimiento de la ley, sugerimos que existe una calibración de la conducta ha­bitual o aceptable, las reglas de una famllla o las leyes de una sociedad, dentro de los cuales suelen funcionar los In­dividuos o Jos grupos.

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En un nivel estos sistemas son muy estables, pues una desvia­ción en la forma de In conducta fuera del rango aceptado se ve contrarrestada (castigada, sancionada, o Incluso reempla­zada por un sustituto, como cuando otro miembro de la fa· milia se convierte en el paciente). En otro nivel, el cambio se produce a lo largo del tiempo, lo cual creemos se debe, por lo menos en parte, n la amplificación de otras desviaciones y puede eventualmente llevar a un nuevo estado del sistema (función escalonada).

4.5. Resumen

Se describe la interacción humana como un slstema de co­mnnlcación, caracterizado por ~ propiedades de los sistemas generales: el tiempo como vilrlable, relaciones sistema-sub· sistema, totalidad, retroalimentación y equifinalldad. Los sis­temas interaccionales se consideran el foco natural para el estudio del Impacto pragm&tico a largo plazo de los fenóme­nos comunicacionales. La limitación, en general, y el desarrollo de reglas familiares, en particular, llevan a una definición e ilustración de la familia como un sistema gobernado por reglas.

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5 Un· análisis comunicacional de la obra "¿Quién le teme a

Virginia W oolf?"

"Preguntatlfe o r.,. po«01". SrcMUND Fl'!El'l)

5 .l. lntroduccl6n

El problema general relativo a la manera adecuada de Ilus­trar la teoría de los sistemas interacclonales descripta en el capítulo anterior, así como nuestra elección de un sistema fic· ticio en lugar de datos clínicos reales (como en capítulos pre­vios) merecen algunos comentarios especiales. Habiendo -des­crito una unidad de procesos recurrentes no subrayando in· · cidentes o variables importantes sino más bien señalando pa­trones redundantes a lo largo del tiempo y de una amplia variedad de situaciones, la primera dificúltad inherente a ~a presentación de ejemplos surge de una simple cuestión de vo­lumen. Para demostrar exactamente qué significan las diver-. sas abstracciones que definen a un sistema -reglas, retroali­mentación, equifinalidad •. etc.- es necesario disponer de un enorme número de mensaj~ a."í como de sus análisis y sus configuraciones. . · Por ejemplo, la transcripción de largas horas de terapia faml· liar resultaría prohibitiva por su volumen y estaría distorsio­nada por el punto de vista del terapeuta y el contexto tera­péutico. Los datos crudos de tipo "historia natural" llevarían la falta de limites hasta extremos que no encierran utilidad alguna. La selección y In síntesis tampoco ofrecen una solu­ción, pues e•tarían distorsionadas de tal modo rp1c rl lectM se vería privado del derecho a observar el proceso mismo de selección. Así, la segunda meta importante, además de lograr una dimensión adecuada, es una independencia razonable con respecto a los datos, es decir, que los datQs puedan indepen­dizarse de qui~n~s los generan, en el sentido d~ que st'lln n<'­cesibles a todos. La insólita y conocida obra de Edward Albee parece satisfa­cer ambos criterios. Los limites de los datos presrntndos en

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la obra están deternúnados por la licencia artística, aunque posiblemente la obra sea incluso más real que la realldad, un "fuego en las cenizas húmedas del naturallsmo• (145J; ade· más, el lector tiene a su alcance toda la Información. Como consecuencia de este último hecho, es posible hacer muchas otras interpretaciones de esta obra y, en efecto, son muchas las que se han sugerido. El hecho de elegir una de clfas, co· mo hacemos aquí, no implica estar en desacuerdo con las otras. -se trata simplemente de que nos proponemos ilustrar la tesis bajo discusl6n y no analizar exhaustivamente la obra como una unidad independiente, Luego de una síntesis del argumento, este capítulo seguirá con la mayor fidelidad po· sible la ~structura de la sección principal d.el capitulo 4, es· tando por lo menos los primeros encabezamientos decimales ( 5. 2, 5. 3 y 5. 4) relacionados con sus contrapartes en ese capitulo.

5 .11. Resumen del argumento

Esta obra que, de acuerdo con un crítico, pinta •un limbo de agresividad doméstica (lUT, pág. 58), tiene muy poca .acción concreta. La mayor parte de su movfinlento consiste en rápi· dos y detallados intercambios verbales. A través de esos in· lercambios, la complejidad comunicacional de la Interacción entre los cuatro actores se desarrolla de manera más cabal de lo que se lograrla, quizá, si el autor se hubiera apoyado más en hechos "reales· en el sentido dramático ortodoxo. Toda la acción tiene lugar durante la madrugada de un do­mingo, en la sala de la casa de Jorge y Marta en una uni· versidad de Nueva Inglaterra. Marta es la hija única del Rec· tor de la universidad, y su marido, Jorge, un profesor adjunto en el Departamento de Historia. Ella es una mujer exhube­rante, ruidosa, de 52 añ01, aunque aparenta menos edad; él es un intelectual delgado, algo canoso, de aproximadamente 46 años. No tienen hijos. Seg{tn Marta, tanto elle como su padre esperaban que Jorge, que era un hombre joven cuando llegó a la Universidad, se hiciera cargo del Departamento de Historia y llegara a ser Rector de la Universidad. Jorge no respondió a esta expectativa y nunca dejó de ser profesor ad· junto. Cuando se inicia la obra, Jorge y Marta regresan • su casa luego de asistir a una reunión en la casa del padre de Marta. Son las dos de la mañana pero, sin que Jorge lo sepa, Marta ha Invitado a una pareja que conocieron en la reunión. Estos visitantes son Nicle, un nuevo miembro del Departamento de Biología, de unos treinta aiios de edad, rublo y buen mozo,

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y su esposa Honey, de veintiséis aiios •. una rubia pequeiia o 'nslpida Según se revela más tarde, Ntck se casó con H(Jney ~que 'cre!a que ella iba a tener un hijo, pero finalmente se comprobó que se trataba de un embarazo histéri~, que desde luego desapareció en cuanto se casaron; y quizá lo movió también )a riqueza de su Sl!egro. Fuera por éstas u otras ra· zones Nick y Honey mantienen entre si un estilo exagerada-meo!~ corwencional de comunicación. . Jorge y Marta comparten algunos secretos, en particular, la ficción compartida de que tienen un hijo que acaba de alean· zár la mayorla de edad, y una regla relacionada con este tipo Imaginario, a saber, que no deben revelar a nadie su "existencia•. Hay también una época muy oscura en la vida anterior de Jorge. Según parece, en un accidente mató de un tiro a la madre y un afio después, mientras su padre le en· señaha a manejar, perdió el control del coche .y aquél murió en el accidente; pero al público le queda cierta .duda sobre si no se trata simplemente de otra fantasía. • • El acto 1 tiene como titulo juegos y diverstones Y consti· tuye una introducción al estilo de pendencia verbal de la pa­reja de más edad y a su mítico hijo, así como a la actitud seductora (obviamente estereotipada) de Marta frente a Nicle. El cllmax se alcanza cuando Marta ataca cruelmente a Jorge por su fracaso profesional. Al comienzo del. acto 2, "Walpurglsnacht•. (La. noche de 111;' brujas) Jorge y Nicle ·están solos en la babttación, rlvali· zando 'casi en lo que se refiere a hacer confidencias, pues Jorge babia a~erca de la muerte de sus padres, aunque la presenta como la triste historia de una ter· cera persona, y Nlck explica por qué se casó. Cuando regre­san las mujeres Marta comienza a bailer descaradamente con Nicle, en benefÍclo de Jorge, y se Inicia el primer juego ·~ titulo explicito, "Hunúllar al anfitrión". Marta revela a sus m· vitados la forma en que murieron los padres de Jorge, por lo cual éste la atacá físicamente. Luego él núsmo Inicia el juego siguiente, "Joder a los invitados", y relata, ante la profunda mortificación de Nicle y el horror de Honey, el secreto que condujo a estos últimos al matrimonio. Luego Marta. Y Jorg~ se desafían mutuamente y juran seguir luchando. El JUego st• guiente se convierte en "Montar a la anfitriona", y lleva a la seducción abierta de Nick por parte de Marta, aunque la capacidad de aquél para cooperar demuestra estar menosca· bada por el alcohol, pues no han hecho. otra cosa más que beber durante toda la noche. El acto 3 "Exorcismo", comienza mostrando a Marta sola, re­prochánd~se por su intento de infidelidad y lam~tando, al mismo tiempo, que este no se haya consumado. Mtentras tan-

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In, Jorge ha preparado el último juego. ("Hagamos aparecer ni nene") y reúne a los otros tres para este round final. Revela toda la historia del mito del hijo y luego anuncia a Marta, furiosa pero Impotente, que el hijo •murió" en un accidente automovilfstico. La naturaleza de este exorclmo parece que· dnr en evidencia hasta para Nicle ("Jesús, creo que compren· do esto"),l El y Honey se alejan y la obra termina con uo-. nota de agotamiento y ambigüedad, que no deja en claro si J nrge y Marta seguirán jugando a los padres que lamentan la muerte de su único hijo en plena juventud o si allora se ha hecho posible un cambio completo en los patrones de su relación.

5.2. La interacción como mtema

Los personajes de esta obra, en particular· Jorge y Marta, pa· rceen constituir un sistema interacciona! caracterizado, muta· lb mutandls, por mucha. de las propiedades de los sistemas

generales. Conviene destacar una vez más que ese modelo no "" literal ni general, es decir, estos personajes, como los de las relaciones reales, no se consideran en ningún sentido mecánl· cos, automatizados o completamente definidos por sus aspec· tos interaccionales. De hecho, la fuerza de un modelo como I'IICIIt'SO clentlfico se basa en úna representación y una orga­niznción deliberadamente simplificadas del tema del dis· Ctti'SO (2).

5.21. Tiempo y orden, acción y reacción

Gregory Bateson definió ¡., psicología social como "el estudio do lns reacciones de los individuos frente a las reacciones de otros Individuos", y agregó: -oebemos considerar no s6lo las rcácciones de A ante la conducta de B, sino también de qué manera ellas afectan la conducta posterior de B y el efecto que eBo eJerce sobre A" (10, págs: 175-6). Ese ser! el princi­pio subyacente a nuestro análisis. Jorge y Marta son individuos interesantes, pero no se los sacará fuera de su contexto social (que está constituido, prima~iamente, por cada uno de ellos con respecto al otro) para considerarlos como "tipos". Antes bien, la unidad de análisis será lo que sucede, en forma de secuencia, entre ellos: Marta tal como reacciona frente a J or·

l. Las rei!'Tencias de páginas, entre corchelel, oorresponden a la edi­d,~n Nueva Visión (1).

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ge y éste ante ella. Estas transacciones se acumulan, a lo largo do periodos más prolongados de tiempo, asumiendo un orden que, aunque resumido, sigue estando esencialmente compues· to por· procesos secuenciales.

5. 22. Deflnlclón delliltema

En S. 4. 22 se definió un riltema interaccional como dos o más comunicantes en el proceso o en el nivel de definir la nntu­raleza de su relación. Como hemos tratado de explicar en los cnpltulos precedentes, los patrones de relación existen inde­pendientemente del contenido aunque, desde lue~n. en la \ida real siempre se manifiestan a través del contenido. Si se limita la atención al contenido de lo que las personas se comunican en· tre si, entonces a menudo no parece haber casi ninguna continui· dad en su 1Dteracci6n: "el tiempo siempre comienza de ooevo y la historia siempre estli en el afio cero". Y así sucede en la obra de Albee: durante tres penosas horas, el espectador pre­sencia una .secuencia calefdoscópica de acontecimientos slem­pro cambiantes. Pero, ¿cuM es su denominador común? Al· coholismo, impotencia, Infantilismo, homosexualidad latent ... sndoma!oquismo, todos estos fáctores se han propuesto -como explicaciones de lo que sucede entre estas dos pareJas en la madrugada de un domlhgo. En su producción de Estocolmo,. Ingmar Bergman acentuó "la referencia Crlstol6gica en el sa· crificio del blio por el padre, el hijo que era el regalo del pa· dre a la madre, del cielo a la tierra, de Dios a la humani· dad (109}. En tanto el criterio utilizado sea el contenido de la comunicación, todos estos puntos de vista, por contradictorios que sean algunos de ellos, parecen justificados hasta cierto punto. Pero Albee mismo sugiere un punto de vista completamente distinto. El neto 1 se .titula "Juegos y diversiones": En el curso de toda la obra se ·juegan juegos de relaciones y de continuo se invocan reglas, se las obedece y se las viola. Son juegos tcrrorfficos, desprovistos de toda caracterfstica juguetona, y sus reglas constituyen su mejor explicación. Ni los juegos ni las reglas responden a la pregunta ¿por qt1é, Como también seflala Schlmel:

Resulta adecuado que el primer ado le titule "juegos y diversiones"'. ua estudio de ,atron•r ele conclucto tWpetltloo.s, aunque dertructiv01., Mlrr per1011o1. Albee representa griflcamenle el "cómo" de 1"' jurgos y d•la E-1 "por- qué'" al p\,blico y a los críticos (141, p;\g. 99; bs hast:mfilb!l !'IOn nuestraf}.

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Jmporta poco, entonces, si Jorge es en realidad un fracaso como pwfesional, y ello por las razones que Marta seña_la, o si Nick es de hecho el Científico del Futuro que constituye una amenaza para la historia y los historiador~•· ~nsidere­mos las frecuentes referencias de Jorge a la histona Y a la biología del futuro (eugenesia, conformismo). Esto puede en­tenderse como una preocupación personal y bastante malhu­morada, como él mismo la llama, o como un comentario social e incluso una alegoría de la lucha entre el hombre occidental tradicional (Jorge) y la ola del futuro (Nick). siendo el tro­feo la "Madre Tierra" (como Marta se llama a si misma [pág. 189]); o bien como todo esto y más aún. Pero visto en térmi­nos de la relllclón entre Jorge y Nick, este tópico es otra "bol­sa de papas" (como Jorge describe más tarde al hijo mltico [pág. 98]), esto es, un juguete, a menudo un proyectil, el m.e­dio por el cual N manifiesta su juego. En tal sentido, las dls­gresiones de Jorge sobre historia y biologla pueden enten­derse como provocacio!leS disfrazadas . de defensa y, de esta manera como un interesante fenómeno comunicaclonal que incluye' una descalificación, una negación de la comunicación (con el efecto de una participación progresiva) y una pun­tuación que conduce a una "profecía que N cumple a si mis­ma• en la qúe Nicle .realmente toma a la mujer de Jorge. Del mismo modo, parecerla que J or¡e y Marta están tan s,trap11dos en su lucha relacional que no toman en serio el COIItenido de sus insultos (de hecho, Marta no permite que Nick le diga a Jorge las mismas cosas que ella le dice ni que obstaculice su juego; parecen respetarse mutuamente en el rilfema.

5.23. Sistemuysubsfstemaa

El núcleo principal de la obra, y .también de este comeDtario, es la díada Jorg~y:Marta. Sin embargo, constituyen un "sis­tema abierto•, por lo cual el concepto de estructura jerárqui­ca resulta adecuado aquí. Cada uno de ellos constituye una subdlada con Nick y, en· mucho menor grado, con Honey. Nlck-y-Honey forman, desde luego, otro sistema diádico que, además, tiene una notable relación con respecto a Jorge-y­Marta en virtud de la complementaridad claramente con­trastante de los primeros. Jorge, Marta y Nick forman un triángulo de díadas cambiantes. • LOs cuatro como un todo

2. En las que d01 cualu¡uiera conlllluyen uua unidad caat<a el ter­cero, como cuando Marta y Níc:k bollan. o N burlan de Jor¡e, o oilte y MartO se unen contra NJclc.

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constituyen el sistema visible total del drama, aunque la es­tructura no está limitada al elenco presente sino que también incluye, y a veces invoca, al hijo invisible, el padre de Marta y el ambiente universitario. /,.os límites de estu presentación no nos permiten una clasificación y un análisis exhaustivo de todas las posibilidades, y nos quedamos con lo que Lawrence Durrell (41) llamó "puntos de trabajo", una virtual Infinidad do revoluciones y nuevas concepciones a medida que se ela­boran otras facetas de la estructura; por ejemplo, la peculiar complementaridad de Nick y Honey; la audacia agresiva de Marta, que encaja con el narcisismo de Nick; el teoso rappro­chement entre Jorge y Nick;' la competencia entre Marta y Jorge con respecto al padre de aquélla, y así sucesivamente. Como comentario final, resulta ilustrativo señalar que Albee trabaja casi exclusivamente c<in unidades más pequeñas. y sólo transforma diadas cambiantes en un triángulo o bien (en lo concerniente a hombres versus mujeres y quizás espuria­IJH!nte) en dos contra dos. Probablemente el uso de tres o cua­tro unidades al mismo tiempo resultaría demasiado com­plicado.

5. 3. Las propiedades de un sl8tems abierto

Las características generales de los sistemas pueden ilustrarse 1·eformulándolas en términos del sistema de Jorge y Marta, so­bro todo y contrastándolas, para mayor claridad con los en- ·

foques individuales. '

5.31. Totalidad

En términos ideales, describiríamos la gestalt, la cualidad emergente de este conjunto de personajes. Sus, relaciones sou algo más y también. algo distinto d~:' lo que los individuos po­nen en ella¡.U,.o que Jorge y Marta son indivídualmente no ex,plica 1~ 9-~e sucede e~e ambos ni la forma en que ello ocurre. D1v1dir esta totahdad en rasgos o eri ·estructuras indi­viduales de personalidad significa, en esencia, separar unos de ot~s, negar que sus conductas encierran un significado es­pecial en el contexto de esa int~acción, que, de hecho el patr6n de la inte~acción las perpetú-ª'.!Expresado en otros tér-11llnos, la totalidad es una !iescripción de Jos vínculos triádicos

3. Lo cual da un ofgniflcado !Dteraocioaal al título "La noche de Walpur¡ia", , acto en ef que Jorge muestra a Nfck la or¡Íil tal como Mef!Jtófelu lo hizo con Faullo. '

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superpuestos tipo estimulo-respuesta-refuerzo descripto por B~teson y J nckson ( 19) y examinado en S. 2. 41. As!, en Jugar de coNiderar las motivaciones de los individuos participantes, resulta posible, en otro nivel, describir el sistema como flm· clonante, y si se tiene en cuenta a los individuo.s es en la me­dida en que su conducta es adecuada a ese sistema. Deben tenerse presentes, como corolarios del principio de la tottli· dad del sistema, todas las conclus.iones del capítulo 1: el en· foque de la Caja Negra; eonciencia versus inconsciencia, presente versus pasado, circularidad y la relatividad de lo "normal" y lo "anormal". · La visión unilateral de esta diada es la que encaran en forma casi unánime los criticas perlodlsticos, quienes parecen haber elegido a Jorge como la vlctima en la situación. Pero la única diferencia entre las recriminaciones ele Jorge y las de Marta radica en que aquélla acusa de ser fuerte, mientras que ella critica su debilidad. Si los criticas reconocen que Jorge des· empeña algún papel en esa batalla, señalan que recurre a su táctica ante una provocación abierta. En nuestra opinión, se trata de un sistema de provocación mutua que ninguno de los participantes pue!le detener. Con todo, resulta muy difícil des­cribir esa circularidad con el equilibrio que ella justifica y re· quiero, sobre todo por la falta de un vocabulario adecuado para describir relaciones mutuamente causales • y también porque, dado que es necesario comenzar en alguna parte, cuando el círculo se rompe aJos fines de un an&lisis, se impli­ca inevitablemente un punto de partida. Debido a que Jos insultos de Marta son evidentes e Inequí­vocos y a que ella se adecua. tim bien al estereotipo de una harpía castradora, aquí se tiende a enfatizar ii!S acciones de Jorge. Desde luego, esto no significa simplemente desplazar la culpa, pues la culpa no constituye el problema central; se trata m&s bien de quel tanto Marta como Jorge hacen qué se destaquen los aportes diiella: de hecho, ambos comparten la puntuación de que ella es activa y él es pasivo (aunque a tri· huyen distintos valores a la actividad y a la pasividad; por ejemplo, Jorge se ve a sl mismo como un hombre coartado y Marta considera que eso es delil1idad). Pero ésta es una tác­tica de su juego; Jo que debe entenderse como básico es que ambos comparten el mismo juego.\ Este énfasis en la_circularidad taiiibién obliga a soslayar casi por completo sus cualidades lhdividuales, aunque, de hecho, an>bos son brillantes y perceptivos, ambos exhiben en algunas ncnsfnnes compasi.ón y ambos parecen tener conciencia, en

4. MarU)IIliNl ha creado el tbmlno "relaciones <ausales simaltlneas mutuas multil•teralcs" (100).

distintos momentos, de la terrible destructividad de su juego y aparentemente desean ponerle fin.

5.32. Retroalimentación

Los procesos de retroalimentación en este sistema qul7á sim· p!ificado corresponden exactamente a la simetría ( retroalJ. mentación positiva, que aumenta la desviación) y a la com­plementaridad (retroalimentación negativa, establlizadora) .!El formato "yo puedo hacer cualq\lier cosa mejor que tú• de Ta competencia simétrica lleva inexorablemente a un aumento de esa misma actitud, con un incremento cada Ve7: mayor en la magnitud de .la desviación. Por el contrario, un cambio a la complementaridad dentro del sistema -aceptación, docilidad. risa, iucluso a veces illacción- por lo común trae consigo ele­~ y UD cese por lo menos temporario de la luc!}a.J Con todo, hay excepciones a este patrón general. A medida que el tempo . aumenta en lo que se refl.,.., a acrimonia y a tamaño del ciclo (desde burlas ligeras, casi alegres, hasta pa­trones m&s amplios y significativos, tales como "Humillar al anfitrión") se requieren mayores correcciones de la desvia­ción. para contrarrestar esta tendencia y, como lo demuestran Marta y Jorge, su habilidad para la conciliación es muy In· ferior a su talento. para el combate-l.YI metacomunlcaq6n, que seria un posible estabilizador, demuestra estar sometida a iiléntica regla ele simetr!a (8.5.43) y, en lugar de pouer fiD a la lucha, s6lo contribuye a Intensificarla. 1 Los problemas aumentan aún m6.s cuando la eomplementaridid al servicio de la simetría (S. 5. ~11) lleva a la paradoja y contribuye a Im­pedir la resolución. En S.5.42 se examinar& el mito del hijo como un paradigma estrictamente controlado de su sistema, con mecanismos ho­menst&ticos Internos de distintos tipo.

5. 33. Equ1flnalldad

Si se considera un sistema como algo que se desarrofla durante un período de tiempo, que alcanza un determinado estado o pasa de un estado a otro, surgen dos maneras muy distintas de explicar el estado actual. Un enfoque común consiste en observar o, como es m6.s habitual y necesario en el estudio de lo humano, en deducir las condiciones Iniciales (etiología, causas pasadas, historia) que se presume llevaron a las con­diciones actuales. En un sistema interacciona! como el de Jor· ge y Marta, estas circunstancias iniciales pueden ser experlen· cias compartidas en el noviazgo o a comienzos del matrimonio o, aúQ antes de eso, patrones individuales de la personalidad

149

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lijados en los primeros años de vida de cada uno de ellos. En el primer caso, se podría atribuir una importancia causal, por ejemplo, al golpe accidental que Marta dio a Jorge, acerca del cual ell~ dice: "Creo que ha teñido toda nuestra vida. De ver­dad lo creo. De cualquier manera, es una excusa" [pág. 57]; o, menos superficialmente, a las circunstancias que rodearon eN hecho, incluyendo el fracaso de Jorge para convertirse en "heredero" del rectorado; o la pérdida de inocencia y /o el alcoholismo de Marta (de "las auténticas bebidas para dama" al "alcohol de quemar") que Jorge soporta desde hace mucho, o a otros problemas que datan de fa temprana historia de su ma.trimonio. En cuanto a las "condiciones iniciales" individn­lu, las explicaciones posibles son aún más Vl\fÍadas. • Jorge podría entenderse como un homosexual latente que desprecia a Marta, utilizando y sulilmente fómentando su romance con el a¡¡lUesto joven (y, posiblemente con otros) para obtener as! u~ suerte de satisfe.cción indirecta. O bien, Marta y Jorge configuran. con el hijo fantaseado, o con Nick, una situación edlpica cl~ca, en la que no sólo Nick Intenta acostarse con la madre y dC$Cubre que es impotente, incapaz de violar el tabú, sino también el hijo que va camino de la madurez es 8$e$inado por el padre exactamente de la misma manera en

, que, según J org~. mató a su propio padre cuándo era niíió; ;lfR otra parle, su broma de matar a Marta con el revólver de ~te imita la forma en que, según.se dice, mató a su pro­w- madre. Estas no son más que posibles direcciones del aná­lisi$, en todas las cuales se. puede observar que la interaccliSn está determinada por cirC1lnstancias previas, a menudo indi­viduales, que constituirlan asl la mejor explicación de tal in­teracción. Se han. hecho ya varios comentarios (S .l. 2; l. 63; 3. 64) so­bre la .naturaleza .Y el uso de los datos de la anamnesls, y en el capttulo antenor (S.4.33) se mencionó una tendencia a una conceptualización más compleja que las relaciones de ti­po line:J entre el pasado y el presente. Por Jo tanto, aquí bas­tari. senalar una vez más, como crítica de esos enfoques his­tóricos, que en este caso, como en la mayorla. en el estudio de lo humano el pasad!> no existe sino como algo que se re­lata en el. present.e y_, por lo tanto, no el contenido puró 1tno que también enc1erra un aspecto relacionai.LAI intel'\lenir en una interacción real en él presente, el relato acerca del pa­sado también puede C'onstituir un n1nterinl para el juego del presentej La verdad, la selección y la distorsión son menos importantes para comprender la interacción actual que la for­ma en que el material se utiliza y el tipo de relación rme de-

s., ~ero t,1mbién sen cl1ratnente 111matoria!- sin ningun.'\ explicacióil ex· . phcata sobre la forn1a en que el otro encaJa en la situación. ·

]5()

{jn,e, El criterio que se sugiere aquí apunta a explorar en qué medida los parámetros del sistema -las reglas y limitaciones que se aceptan en la· interacción- pueden explicar tanto la verpetuación como. el cambio en el sistema; esto es, en 'que medida se pueden ofrecer como explicación del sistema leyes que no dependen del pasado. '

5. 4. Un st&tema interaccicm.al en desarrollo

Para ilustrar lo que se entiende por interacción actual se de­heria ofrecer un bosquejo de las reglas y tácticas en el juego interrelaciona! de Jorge y Marta, tal como Jo vemos; Juego pueden considerarse alguno de Jos aspectos especlficos del desarrollo de las relaciones.

5.41.

ICabe describir su juego como una e$C4lada simétrica, (S.3.61) 'eñla que cada uno trata de mantenerse ·a la altura del otro o de superarlo, según cual sea la puntuación ·que se acepte. Es­ta lucha se establece desde el comienzo mismo, cuando Jorge y Marta pasan por una' serie de escaladas simétricas rápidas, casi como •i estuvieran practicando ("tan sólo. . . practican­do", como afirma Jorg~ El contenido es distinto en cada caso, pero la ·estmctura es Vlrtualmenle idéntica y In risa oompar• tida permite alcanzar una estabilidad momentánea: Por ejem­plo, en cierto momento Marta le dice a su esposo: "¡Me re­vuelves el estómago!". Jorge responde con indiferencia fic­ticia:.

Jorge: No es agradable Jo que ~~~dicho, Marta. . Marta: tNo es quiP Jorge: ... agradable. [pé.g. 14).

Marta persi¡te con menos elegancia:

Murta; -.Me gusta verte ei)Ofaf¡\o, es como más me gustou . .. eaofado. Eres 1iempre tan, •. tan •.• molusco, No tienes ... tcómo dirÚI ... P Jor¡er ... tagallas ..• P Marta: ¡SIEMPRE CON TUS EUFEMISMOS! (Pausa) [pág. 14).

6. En la etapa actual del conocimiento, esto problema no es dicot6-mico, esto es, no es necesario hncer tnla elección entre lo dtpendencin tutal y la independet~Cia total C01I r!lpecto a las condiciODot iniciales. Antes bien, es un problema más simple, que consiste en examinar con tiertoa ctddodO el poder de los efectos recíprocoo en la conducta de un sistemá de comunicación como lá familia y prefJUnlarM si, al margen ·de la forma en que comenzaron, pueden cesar.

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Luego ambos rlen, quizá como parte de su trabajo de equipo, y se alcanza el. cierre\ LE risa parece indicar aceptación, por lo cual tiene un efecto es abilizador, bomeost&tlco. Pero ahora ya resulta evidente cuáli generalizada es su slmetrla, pues ln­clu~o la más leve orden por parte de uno de ellos desata uua nueva batalla; pues el otro se venga de Inmediato de modo tal que le permite definir su iguald~ Asl, Marta pide a Jorge que le ponga más hielo en su vaso y éste, si bien la complace, la compara con un cocker spanie! que mastica hielo con sus M poderosos dientes•, y de nuevCJ comienza la batalla:

Marta: ¡SON MIS PODEROSOS DIENTES! Jorge: Algunoo ... 110 todos. Marta: Tt'llgO muchos lilAs dientes que tú. JOilfe: Dos mh Morta: Bueno, dos son mucblslmos mb. [ptlg. 14].

l:' Jorge, pasando rápidamente a una vulnerabflldad conocida:

JOt'l!et Supongo que si. Y eso es admirable, , . si se considera la edad que tléDe1: Uarta: tNO TE HAGAS EL GRACIOSO! (pausa). Tampoco ~ ., .. muy joven. }011fe: (con placer casllft!antll '/canturreando): Tengo seis a6os menos que t{,, •• Siempre Jos tuve ••• y siempre Jos tendré. Matta (cabizbaja): Te estb quedando calvo. }011fe: Tú también. (Pausa. Luego los dos rleo). ¡Hola; querida! Marta: ¡Hola! Acércate y dale a tu mamila un lioso grande. [ptlgs. 14-15].

Y comienza otra escalada. Con sarcasmo, Jorge se niega a be· sarla:

J0t11é: Bueno. • • Pienso que si le beso me VOY a excitar. • • que "o podr6 controlarme y que voy a terminar 1'iol'ndole en la alfombca ••. Marta: ¡Chancho! Jorge (fllleocfonadamente): ¡Oinld ¡Oinkl , . Marta: ¡Ja ja ~1, jal Dame otro trago ••. mi amanto [ptlg. 15].

El tema pasa ahora a ser su manera de beber, la escalada se hace amarga y lleva a uua lucha por el pooer para decidir quién debe abrir la puerta a los invitados que, mientras tanto, han llegado y tooan el timbre sin cesar. Nótese aquf que~ como ninguno de ellos acepta una Inicia· tiva o una orden e otro, ninguno de los dos hace otra cosa el<cepto ordenar o controlar. Marta no dice "¿,Puedes darme un poco más de hielo?", y . mucho menos "¿P~Ias por favor d,.m,e ... ?", sino "¡Eh! Dame más hielo, querido" [pág. 14];

152

asimismo, le ordena q11e la bese y que abra la puerta. Tampo­co ·se trata simplemente de una mujer grosera y maleducada, sino que rio actuar asf significa ponerse ·en una situación de considerable desventaia,l como lo demuestra Jorge más tarde con una hábil maniobrt. realizada delante de los Invitados. una vez que Marta lo ha ridiculizado abiertamente:

Jorge: (se conlroln con esfuerm y luego, onmo si Marta hubiera d!cbo simplemente "Jorge, querido", responde): S!, querida ¿desoas algo? Marta (divertida con el juego) : Si, eoc!o!ndeme un c!garr!Ho, si DO te moles!&. JOt'l!e ( pleua y luego 10 ·aleja) : No. .. Todo llene un Hmlte. El bom­bre puede aguantar mucbo, mientras DO descienda mb de uuo o d"" pelda6os en la eacala tradloloaal... (en un ripldo aparte a N!clt) que es la especialidad de uJted. • • ( Nu....-., a Marta) pero es 1111a

ese~~lero nmy particular, Marta,,. u .. ,. que 10 ha bajado no 10 la puede volver a subir. (Marta, arrogante, le tita un beso). Ahora ... todavla puedo tomarte de la maoo en la OICilridad pano q\te no teq¡as miedo, y hacer d-parecer las botellas -.adu de g!n d~s de 111&­dlanoche, pano que nadle las vea. .. Pero eDcenderle el olglliTIIlo, ·no. Eso oo. ¿Has comprendido? (Breve llleoc!o). Marta: (entre dientes) : 1 HIJo de ... 1 [pág. 33].

Del mismo mooo, si Jorge se muestra amable o acepta de'al­guna otra manera la posición de inferioridad. Marta lo acusa de debilidad, o, con cierta justificación, sospecha que se trata de una trampa. Parte de un juego es la táctica; aunque los estilos de Jorge y Marta soo muy distintos, ambos son muy congruentes Y-. so­bre tooo, sus respectivas tácticas encajan a la perfección. ~(ar­ta es burda, abiertamente insultante y muy directa, casi físi­camente agresiva. Su lenguaje es grosero. sus insultos rara vez resultan elocuentes, pero siempre son directos. Incluso su estallidCJ más hiriente ("Humillar al anfitrión") equivale a una simple denuncia. Por otro lado, Jorge prepara hábiles trampB!, utilizando como armas la pasividad, la actitud indirecta y un control educado. Mientras Marta lo insulta según su manera habitual (con epi-· tetos vulgares, o insistiendo en su fracaso profesional), él re­curre a valores más sutiles, ·la Insulta con refinamiento y con­trol, pero las más de las veces ~rándC}Se de que la con· ducta insultante de Marta no pase desapercibida. Al provocar sutilmente esa conducta, la usa contra su mujer romo ri se tratara de un espejo, colocándolo delicadamente frente a ella. c=o se vio en el último Eragmenro. "No es agradable lo que has dicho, Marta•, o, con una instigación más clara, cuando imita a la lloriqueante Honey:

1.5.1

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Jorge: ¡Ji, ji, ji, jil Marta (enfrentando a jorge)' Cállate, rofloiO. ¡A .. bala de uoa vezl Jor1e (herido, inoceDiemente)' ¡Marta! (A Hcmey y Nick). Marta tiene unas expre¡ionea muy fiJlaL [pág. 17].

Quizás habría resultado muy eficaz que Marta no dijera nada y dejara así que la grosería de Jorge se pusiera de manifiesto. l'ero ella no usa la misma táctica, cosa que. él sabe y de la que se aprovecha hábilmente. A todas luces\ la conducta de cada uno depende de la del ~y los insultOS de Marta se convierten en púas que la hacen aullar aún más. 1 Así, luchan a niveles muy distintos, de modo que el cierre o la resolución so ven eficazmente obstaculizados:! la táctica misma sirve .no rolo para desarrollor IÍIW también para perpei!Uif' el fuego. 1 Existe cier.ta inestabilidad inherente a esta situación. MiiTfa

· pued(l, y a veces lo hace, intensificar sus ataques más allfl de límites manejables. En tales ocasiones, Jorge puede pasar al niV~;l de su mujer. como lo hace mediante un ataque Hsico cuándo ella revela sus parricidios aparentemente accidentales en ·ttumillar al anfitrión:J

JQrle (sobre ella) ' ¡YO TE MATO! ( La toma por el cuello, luchan). Nldc (separándolos)' ¡BUENO, BUENO! Jor¡.e, Marta y Nicle luchan, ruedan, etc. M.rta: ¡ME SUCE;DIO A MI •.• A ).U! Jora'e: \MALDITA! ¡PUTA DE MIERDA! Nick: ¡BASTA! ¡BASTA! HoDey, ¡SANGRE! ¡SANGRE! Le.: otros b"es siguen luclumdo. Jorge tiene agarrada a Marta por el cuello. Nick trata de llllllllrarlo lejos de Marta, caen al suelo, Jorge debajo, Nick en<ima, Marta a un costado, tomindose el cuello con las manos. (pág. 77).

Sin embargo, no puede ganar en ese nivel y debe entonces redoblar su reacción en su propio estilo, tal como lo indica en la calma que sigue a ese ataque:

Jorge:· SI, ya est.i. bien ••. Ah<lra 001 quedare11101 quietos .•. y ~ui­loa, bien tran~uilcs ..• Marta (en voz baja y moviendo la oobeza) : Asesino, &•IC-111-DO.

7. Quizé.s acuda aqul a la lllente el témino "simbiosis sadonwoqqilta", pero ~. es inadecuado por dos razo1>01: primero, la circularidad de "' patrón hace difícil, y, quizis, arbitrarlo, dec:idir qu6 rol debe •IIIC· 1Wse a cada uno de Jos participante~; ademb, tal_ rótulo constituye una especu1ación con respecto al por qué, pero no a claramente dea­criptlva; Di siquiera IDSim\a c6mo opern la diada, po<que se lrata, desde hlego, una formulación IUtoatoda.

154

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Nick (por lo oojo, a M•\fta): Basta ... basta usted también, ¿eh? Hay un silencio. Tcdos se muf.ven lentamente, como luchadores des­pnéJ de una cafda. Jor~e ( aPar~ntemente repuesto, pero rn realidad muy pervioso) : Bueno, este juego ya terminó. Ahora ¿a qué vamos n jugar? ¿Eh? (Marta y Nick le den nerviosos). ¡Vnmos ... pensemus alaol Hemos jugado a hunúllar al a.Dfitri6n. Este juego yA terminó. . . ¿ahora ctué hacemos? Niclt: E!'<eh. . . Mire .•. Jorge: ¡EEEH... MIREI (Como un lamento) ¡EEEHHI'i ... MlliiRE ... ! (animado). VamoJ, seguro que ;_,noc:emos olros juegos. Nosotro,; que vivimos entre estudiantes ... D'l puede ser que hllyamos agotado el repertorio. 1 Págs. 77-78].

Y de inmediato sugiere L~ variación que los mantendrá ocu· pados hasta el desenlace final. Se trata de "Montar a la an• fitriona", un juego de coaliciones que requiere la participación de Nick. Ahora bien, la inttoducción de un tercer partici· pante en una interacción ya enmarañada, con ,las consigu~ tes subdfadas cambiantes, aumenta de manera considerable la complejidad del juego. Antes sólo se utilizaban a los invitado~ para establecer cuasi-coaliciones, en la que servían como fron· tón, por asf decirlo, para los tiros de J or¡¡e y M!lrla. ' Sin em· bargo, en esta penúltima vuelta del combate, el tercer partí· cipante (Nicle) está más directamente incluido. Puesto que Nicle se resiste al principio, Jorge prepara· el terreno con otro juego, "Joder a los invitadosn, después de lo cual Nicle estfl listo: .

Nick (a Jorge, mientras sale): Se va a arrepentir de 1o qne ha hecho. Jorge: Probablemente. . . Siempre me IUTepiento de todo.

8. Ogden Nash ha (.'Ontribuido a fonnnlizar este método en su poema "Drm't Walt, Hit me Nowf', nl que pertenece el. si¡uiente úas;· mento: He aqul la fwmula, donde la -- do una tercera perscma .. el único ingrediente extra esencial; . .. Supo1111a11101 que lllled cree Q"'' su Grosory bailó doiiiiUiadn «m la Sm. Umbworthy ett el club. Usted no le dioe clirectamente: "(.;regory, te daré UDO trompada 111 no te separar de esa mujOm.ela platinado". N", usted espera halta ,Que una amiga viene a visitarla y entonces, echan­do una mirada a Gregory, le dicie a tu amiga: "'¿No es cómico ver 'lU~ papel de tontos pueden hacer _los hombres maduros ante cualquier cosa que ten rubia. y se contomeer' .. ePuedes comprender que algnlen que osti !Obrio y en an sano juldo miro dos veces a ... Limbwortby? Pero, patura.Jmepte, querida,_ Gregory no ertaha del. todo_ rn su sano juicio aaocbe, ¿no es asír' Sin duda, esto e1 mucho mb demoledor paru. Greao.-y Qlte las incur· alones y las alarmas ahakesp~.

rque no hay defensa con · UD& cammbola ... arque el aolpe directo no p · ni compararse con el tiro de rebote m,iU&DIO a la fatalimpoaib ·de responder a.ól. (110, págs. 99-101).

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Nldoo Pero esta vez )10 me •DCUJaré de que oe arrepleala. Jcorp (ouave): No lo dudo. Qué situación desagradable, ¿ela? Nldn Jupñ con m misma tllcnlca ••. Habl&é eD ou Idioma ••• Seré el que usted dlca que soy, Jorgo: Ya lo cs ... Lo que pasa es que todavía no lo sabe. [Pág. 83].

Empero, el aspecto más notable de los hechos que siguen ~ su conformidad con las reglas básicas de Jorge y Marta y con sus respectivas tácticas. • Pues aqui también cada uno de ellos está dispuesto a "joder" al otro, Marta mediante el insulto fla· grante del adulterio manifiesto, y Jorge creando esa situación y luego enrostrando esa conducta a su mujer. Asi, en lugar de entrar con ella en otra escalada simétrk:a, de pronto no sólo acepta (complementariamente) su amenaza de traicio­narlo con Nicle. lino que incluso sugiere que lo haga y pre­para la situadón para que se cumpla. Este no es un simple ultraje y, además, no deja de causar dolor a Jorge\.r está preparada para una nueva escalada, pero no para . tipo de comunicación (que se considerará con mayores detalfes. en S.7.3, bajo el encabezamiento "Prescripción del slntoma"), que la deja indefensa y, como lo expresa Albee, "extrailamen· te furiosa..:::.JFrente a su amenaza, Jorge anuncia tranquila· mente que se dispone a leer un libro: ·

Marts: dQules la que ws a bacor? Jm¡e (ealmo, con claridad): Voy a leer un libro ... le., le«, leer. ¿HAI ofdo alguna vez - palabra? (EJ;ge un libro). Marts (lenntindese) : ¿Qué quiere decir que vas a leer? ¿Qut! dia· h10!1 te pasn? [polg. 93].

Ahora Marta enfrenta la alternativa de detenerse o continuar para ver hasta qué punto Jorge realmente se propone hacer lo que anuncia. Elije el segundo camino y comienza a se· ducir a Nlck Jorge está absorto en la lectura:

M.rt.o éÁibes lo que elloy hoodendo, Joqe? Jorgeo No, Martsl''; ¿Qué eotú baclellillo?

9. Estas escenas no aparecen en la versión cinematogrilica de la obra lealral. Ea ou reemplazo, oe lllduye ua episodio coreate de OODtldo, eD ol cual todos :re trasladan eD auto basta una taberna ((a 010 de las CWI!ro do la ma6anal). Cabe suponer que el úDico motivo do este Clmblo fue la neoelldad cinematográfica de cambiar do eoconarfo. Cuan· do :re disponen a regresar, Marta y Jorge comleuzan a dllc:nllr y Jorge se queda plantado en una esquina mientras Marta se aleja en el coche con los invitados. Jorge no llene mú remedlo que volver caminando y, mlerotn:s tanto, Honey se hunde en ~1 sopor de la borrachera y Nido y Marta quedan solos:. Tiene lugar entonces la, ·seclucci6ñ, casi {aute de mfeux y sin la sign!IIcacl6n inmediata que tiene en ol escenario.

156

Marta: Estoy ODtreteniendo a uno de mis Invitados. Estoy lra..,loando co~ uno de mis invitados. [polg. 94].

Pero Jorge no responde al desafio. Marta ha agotado los de· safios que normalmente provocarlan las reacciones de Jorge pero hace un nuevo intento:

Marta: . . • lle dicho que e-staba fran~leando ron uno dt> mis invi­

tados. Jorge: Muy bien ••• muy bien ••• Conlin6a. Pausa. Marta DO sabe qu~ bacer. Marta: dTe parece blenP Jorge: S~ muy bien. • • Hacos muy bien. Marta (entrecierra los ojos, la voz dura): Ah, )11 veo qué te propcnes,

miserable hiJo de ... Jorge: Estoy en la páginn donto... [polg. 94].

Sin saber qué hacer, Marta envia a Nlck a la cocina, y luego vuelve a dirigirse a Jorge:

Marta (dirigiéndose a Jorge): Ahora me vas a oír. Jorge: SI no le Importa, Marta, prefiero seguir leyendo ••. Marta (la rabia le ananc:a )ágrlmo.s, su &ustraclón se com·ierte rn furia) : Pues bien, me importoi. ¡Y ahora me vea a e..,cbarl O dejas de ~ el idiota o le juro por Dios que me las vas a· pagar. Me lle9aré a eoe tipo a la codna, y luego arriba, y ... Jor¡e (oe da vnelta y exclama despectivamente): ¿Y QUE, MA'li.TA? [pá¡. 95].

Del mismo modo, se vuelve contra Nicle:

N!ck: Usted no ..• A usted DI siquiera ... Jorge: • , , me importa, ¿verdadP Tiene toda la razón. . . No podrla importarme menos. Por consiguiente, agarre bien osa bolsa de rop> suda que tiene abl, tlresela 150bre la espalda y ••. Nlck: Usted me da asco •.. Jorge (!ncridulo): Aaah, .¡omed bace lo que está haciendo con Marta y vo le doy asco? Ríe absurdamente. [ptlg. 95].

Más tarde ni siquiera es necesario que Jorge le seilale esto a Marta, pues ella misnia comenta su propia conducta:

Marta: .. , Me doy a100. Me paso la vida ~ndole cuernoo a Jorge, cuernoo Inútiles, r!dlculo!. (Amarga). S! por lo mena& f'""an cuemos. ¿Montar a la anfitriona? ¡No me hagan. reir! [pág. 102).

15í

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El juego competitivo de Jorge y l\la1ta no constituye simple­ment~. como podría parecer a primera vista o en algunos ca­sos específicos, un conflicto abierto en que el {mico propósito es la destmcción del otro. Antes bien, en sus aspectos más generales parece ser un conAicto en colaboración, o una co­laboración conflictual: puede haber algún iímite múimo. para su escalada, y existen reglns compartidas, como ya se dio a entender, acerca de la manera de jugar. Tales reglas res­ponden a la regla básica de simetría y dan ni hecho de ganar (o perder) su valor dentro del juego; sin ellas, ganar y perder no tienen sentido. Sin excesiva formalización, cabe decir que la constricción a su simetría (que en sí misma llevaría lógicamente al asesinato, en el sentido directo y literal, y no metafóricamente, como en la obra) consiste en que deben ser no sólo eficaces· sino tam­bién ingeniosos y audaces. Perfecto ejemplo de ello es el si­guiente intercambio totalnlente simétrico de insultos:

Jorge: ¡ Mon..trel Marb: 1 Cochonl

· Jorge: ¡Bt!tel Marta: ¡Canaillel Jorge: ¡Putainl [pá~. 59].

Hay una cierta elegancia muy particular en su comportamien­lo l~cido aunque maligno que hace que Nick y sobre todo Honey parezcan más tontos por comparación. Ninguno. de

··eU. constituye un buen compañero de juegos; la desiluclón que sufre 1\larta con respecto a Nick no sólo es sexual, sino que incluye también su pasividad y su falta de imaginación, mientras que Jorge, que en algunas ocasiones trata de encon­trar en Nick a un buen antagonista, tampoco parece lograrlo:

Jorge (jugondo con él): Le preguDtá si le gustaba esta declinamón: buet>O, mejor, el mejor, ol máximo. tHum? ¿Y bleDI' Nicle (con cierto disgusté h· Realmente no ·se qué decir. Jorge (fingiendo increduUdad): ¿Realmente DO 10be qÍU! dsc!rP Nick (explotando): Muy bien .•• ¿Qué qttiere que diga? ¿Qué es gra­cioso, asl usted puede contradecirme diciendo que es triste? tO prefiere que diga que es triste, asl me puede decir que no, que es aractosoP Se puede jugar a ese maldito juego de mil maneras distintas, ¿sabe? Jorge (sincero): Vamos, vamos ... Ctllmese, muchacho. Cábpese ... ( P:!usa l. tEsta bien? (Pausa). ¿No quiere otrn eopa? Deme IU VISO.

Nick: Tochvía tengo. Reo.lmeote, creo que cuando vuelva mi QIÚjer .. .. J<M"ge (lingieodo admiración): ¡Muy bien, muy bien! Nick (aítn m6s euojado): Cuando vuelva mi mujer, creo que DOI •••

T pág. 9-l].

158

Además de su imoglnatlvidDd, entonces, Marta y Jorge en­cuentran el uuo en el otro, e incluso se lo exigen, una cierta fuerza, una capacidad para aceptar todo dentro del juego sin· arredrane. En ·el último acto, Jorge hace una alianza con Marta para ridiculizar a N ick, aun cuando el material de la broma sea la infidelidad de su propia esposa: .

Marta (a Nick): ¡No! Usted se queda donde esti. Sírvale un trag" a mi papila. Nlc:k: No pleDSO hacerlo. Jorge: No, Marta, no; sería dtmaJiado pedir: él está a tu servicio, querida, no al mio. Nick: Yo DO Ollóy al iiervicio de nadie •.. Jcqe y Marta: ¡Ahora! (centan). Yo no estoy al servicio de nadie ••. Loo dm rleu. Nlc:k: O.Coneradoa. , . Marta: ••• chlcot degeaerados, ¿no 01 asl? Chicos que lnv~ntan juegos horribles y pretenden haeer de la vida un juego, etc. etc. tEI 010 lo qile quiere decir? Ntdc: Más o meDOL Jcqe: Váyue a la mierda. Marta: No puede. EstA demasiado Deno de alcohol. Jcqe: ¿De veras? (Le da las Dores a Nicle). Tome .•. póngalas en gin. [pág. 107].

Este cruel desafío también puede observane en su propósito de aventajar o "joder" al otro que requiere cada vez menos con­trol y más lmaglQQciÓn. Por ejemplo, Marta queda encantada con una reacción aterradora de Jorge: ella Jo está ridiculizan­do frenté a Nick y Honey cuando .él regresa al escenario, con las manos detrás de la espalda, y sólo Honey Jo ve al comien­zo; Marta continúa relatando cómo desmayó a Jorge de un golpe:

Marta: Y _.. que equello IUOIIIIló n q__. ... llea¡,;..,te sin querer. ... Jor¡e deja ver un revólver que tnla .,....mida. Apoya el revólvo en la nuca de Marta. Honey pita y le lewata. Nicle 1e Jevaata y limul­ti-mente Marta 1e vuelve, eafr-ndo .a Jorge. Jaqe aprieta el pililo. Jaí¡e: ¡PUM! {Del C!llio del nMIIver sale uaa oombdlla c:biDa, roja y amarilla. Honey pita de nuevo, mú. que nsda de· alivio). ¡Estás muertal ¡Pum! ¡Esláa muerta( Nldt ( rlmiooe): ¡Dios mlol

· Honey no puede domiDane. Marta tambln 1e rle muy fuerte, pero OllA al borde del i:olaptO. Jorae uue au risa a la ccmfllli6D aenual.

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De pronto lu rUai c:eoau. Hoaey: J$anto Diosl · Marta (alegremente) : o De dónde saoaste eso, hijo . de UDa ·gran •.• ? Nicle ( eáira la DIODO hacia Jorge): cPuedo verloP Jorge le da el revólver. Ho~~ey: Nunca tuvo tanto miedo. ¡NUDCal Jor¡¡e (abstraldo): Lo ten¡o desde hace tiempo. oLeo gostó? Marta (riéndooe): ¡Jiijo de una gron ... 1 [p6¡o. 36-37).

La alegría y la risa de Marta pueden ser en parte simple ali­vio, pero hay placer casi sensual en el hecho del juego bien fugado, un deleite que ambos comparten. .

Jorge (!ncliiltndooe sobre Marta): Te gust6, 0ehP .. Marta: Si, me gust6 ... fantáotlon. (Suave). Ahora dame IDI beso. fróg. 37).

Sin embargo, el resultado no puede ser el clerre, ·pues así co· mo su rivalidad presenta aspectos sexuales, su conducta sexual también es rivalidad, y cuando Marta persiste en hacer in· sinuaciones directas, Jorge la rechaza; ella no cede, y 61 even· tualmente obtiene una *victoria a lo Pirro~ al rechazarla y hacer un comentario en beneficio de sus invitados, acerca de la falta de decoro de su conducta. As[, su estilo compartido representa una nueva limitacl6n, otra regularidad en su juego. Ademú, es evi(lente que hay cierta confirmación mutua de su respectivo self en la excita· ción impUcita en el riesgo. Empero si~re persiste la ri~­dez extrema que les impide apreciar cimflrmaclón de manera mlls duradera o construir algo a partir de ella.

5.42. Elhijo

El hijo Imaginario constituye un tópico Úlllco que merece un tratamiento independiente. Muchos críticos, si bien se mues· tran entusiastas con respecto a la obra en general. tienen ciertas reservas sobre este aspecto. Malcolm Muggerfdge con· sldera "que la obra se derrumba en el tercr acto, cuando tiene lugar el lamentable episodio del hijo imaginario" (lUT, p!gi· nn 58); y Howard Taubman critica que:

El reflnr Albee nos quiere hacer creer que durante vefntiÚD a6oo la pareJa de mil edad ha alimentado la lleel6n de que tienen un hijo, que IIU ex!.stenela Imaginaria ea un secreto que Jos uae y loa _.. Y!olentamente, y que el anuncio de Jor¡e ·de que el hijo ha muerto

181)

puede m!alar nn mommto deeialvu. Eata port. de la aed6n 111001 a falsa, y ou falsedad menoscaba la verosimilitud de los persooaJ.. prio­

dpe.le& (ISJ)

No estamos de acuerdo, en primer lugar, partiendo de la ex­periencia psiquiátrica. La verosimili_tud de la eximncia de la ficción no queda excluida por sus proporciones delirantes, ni por el hecho de que ambos deben compartirla. Desde la clá­sica folle a dew:, se han descripto otras experiencias compar­tidas de distorsión de la realidad. Ferreira describe el "mito familiar" como

una serie de creenciAS bdtante bien integradas. compnrtidas por todos loa miembroa de la familia, ~tea a cada uuo de elloa y a su posición mutua en la vida familiar, aeenclu que nill![uno de los ¡mti­elpantea pone en duda, a peaar de la dfatonl6n de la r<alid>d qu• ellas pueden evldentetn'nte Implicar. (42, p6¡. 451).

Lo que cabe destacar en esta formulación es que: 1) el pro­blema de la creencia literal no es básico, '! 2) la función del engaño es relacional

Con respecto al primer punto, Ferreira señala: "El miempro de la familia puede saber, y a menudo asi sucede, Q.ue gran parte de la Imagen es falsa y no xepre1enta mAs que una suerte de linea partidaria oficlal" (42, pág. 458). En ningún momento sugler'é Albee que Jorge y Marta creeo "realmente" qne tienen un hijo. Cuando hablan 10bre eso, lo hacen de modo <'181'8· mente Impersonal y se refieren no a tma penonn sino al mito mlsnio. La primera ve,; que se menciona la fic-d6n del hijo, bien a comienzos de la obra, Jorge habla de "el asunto ... el asunto sobre el muchacho" [pág. 18]. Mlls adelante Incluso hace un juego de palabras acerca de su sistema de doble re­ferencia:

)t•rge: .. .lms sido tú la que hn hablado de él ¿Cuándo \'a fl•gar, Marta? Marta: Te he dicho que uo te preocupes. Siento haber hoblado de em­Jurge: De él. .. no de eso. Has sido tú la que ha hablndo de ll. Bueno, mb o menos ... Ahora debes decimos cu6.ndo va a ap3.Tecer el niño prodigio. ¿Acaso no es mnftann su cumpleatios, o algo nst? Marta: ( ... ) ¡NO QUIERO HABLAR DE ESO! jorge: No me extrafia. (A Honcr y a Nicle). Marta no quiere hablar de .. o .•. de él. Mnrte e•hl nrrepmtida de haber h,b!ndn de ""'· .. do él. [p:ig. 431.

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La distinción entre el '1újo" y el Mjuego del hijo" se manUene tan CODStantemente, Incluso en la reacción inmediata de Mar· ta cuando Jorge le anuncia la muerte del muchacho -"!'lo puedes decidir eso por tu cuenta" [pág. 232]- que es impo­sible suponer que literalmente creen tener un hijo. En tal caso, ¿por quá juegan a fingir que tienen UD hijo? También en este caso para q!d constituye un mejor lnterro· gante que por qtd. Tal como Ferreira lo describe:

SI milo famJilar repr.-nta PlUitoa ooclalea, de apoyo, en la relación. Abibuye rol. y preoc:ribo ccmducüs que, a su vez, fortal...,. y con­solidna esoa roles. De paso. · cabe observu que, en su contemdo, re~ ~ UD alejamleato del grupo COD respecto a la realldad, un ale­jamiento que podrlamos llamar "patologla". Pero, al mlomo tiempo, eoDIIIIuye fHI". IV .......... odlloncia UD me- de vJda, 1lll ,.,.,..._,

de ralldod que enfrenta y, pe< ende, ""'Idee a loo bljoo ll:lCidos en oDa y a los eztrallol que llenen algón ecmtac:to COD ella (42, pllg. oi82; laa~--).

Este último punto es de suma Importancia. Si bien el hijo es imaginario, la Interacción sobre ~1 no lo es y la naturale­za de esa interacción merece considerarse como objeto de atención. Et requisito primario de la Interacción sobre el hijo e.• una ~nza entre Jorge )' Marta; deben estar juntos en lo relativo a esta ficción para mantenerla, puesl!!_ I8Vés de lo que sucede con un hijo renl que, una wz proci'iiido, eJÓStO, aquÍ deben 1lldrse continuamente para crear a su hi.fo. Y, cambiando le· vemente el foco, en esta única área~ unirse, colabm·ar liD oompetencla.l El relato es tan extrafio- y pri.vado que qalz4 pueden 'irltrse el lujo de estar juntos en este sentido, precisamente porque no es real. De cualquier manera pueden discutir, y lo hacen acerca de él, asl como sobre cualquier otra cosa, pero hay un llmite lnherenre a su juego de escalada simétrfca, determinado por la necesidad de compartir esa ftc­clón.U:l mUo del '"fo 111 un mecanl.smo homeosttlt~ En Jo que parece constituir un área ésenclal de su vida, tienen una alianza simétrica estable. Y as{ Marta, en su recitaci6n de tipo onlrico en la que relntn la vida del hljn, lo describe con lo que podrla ser una metáfora:

Marta: Y cuando crecl6 ••• cuando creció •.• tan lntellgentc ••• CIÚDI· naba muy derechito entre IIOIOCroa doa ••• (Estira los braZill) ••• UD&

IDUiito para cada uno ea busca de se¡¡UJidnd, amporo, carlllc¡, IIJIIDl •••

y IU& mulit01 eltabon aW pora unirnos, en ¡nutua proteCQlcln [ ... ) p;¡ra prot•¡me él mismo ... y a '"'"~r01. jpoi¡¡. 119).

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Existen todos los motivos para suponer que un hijo real, de haberlo tenido, habrla enfrentado la misma tarea. Aunque en realidad no lo observarnos, porque la obra está centrada en el usc err6neo del mito, podemos conjeturar siguiendo a Ferreira, lo siguiente:

~IU'entememe, se recurre al mito familiar toda vez que clertu ten­siones alcanzan umbrales predntmnin.1dos entro loo miembrot de la familia Y~ de alguna manera, reo.~l o fautnsendQ, amen.1zan coo desqui­ciar laa relaciones. Entouces, el mito fnmiUar funciona COII)O el termos­tato que la "temperatura" de la Eamil!n pone en marcha. Como cual­quier otro mecanismo bomeostátlco, el milo impide q.. el o!Jtema fa. miliar se dañe, y quiz:6. se destruya. Por lo t1nto, posee ku cualidades d• cualquier "válwln de se¡¡uridad", esto es, valor de IUJ)M'Oivenclll ••. Tiende a mantener, y a Vecc!l Jncluso a aumenta,r, el nivel de otpDi .. zaclón de la fam!lfn, al establecer. patrones que se perpetúan a .al mlomoa con la circularidad y la aulocorre<:eión carac:ter!stlcas de cual· quler mecanismo ho-'tic:j (4!l, ¡>6¡. 462). •

También los hijos verdaderos pueden ser 1~ Justificación y la excusa para un matrimonio; asr, como señal6 Fry (S.4.442), la conducta sintomática puede cumplir idéntica función. • Pero la obra no se ocupa de este uso del mito, .sino más b!en, ostensiblemente, del proceso de destrUcción del mito. Como se señaló, todo lo que se refiere a la existencia misma del hijo no constituye juego i!111pio en la' batalla que libran Jorge y Marta. Violar esta regla, incluso en el ca:lor de la batalla, se considera verdaderamente censurable: .

Marta: El gran problema de Jorse con respecto al pequello... ¡Jo, j>, j1, }Al. . . c<>n l'<'s¡>ecto n nue.iro hijo, nue!lro magoiT!co hijo, es que en lo. mb profundo de su aaturaleza mU Intima nn ~ del todo seguro de que sea su hijo.

Jorge ( proftmdamenle serio) : 1 Dios mio, qué perver•1 eres) Marta: Y eso que le dije muchas v .... que sólo qurrin concebir COD­t!go. • • lo sabes ,.,Y biea, mi a1110<. Jorge: l!:stb ftena de perversidad' Honey (en plrna borracheri!o pero triste): ¡Dios mio, Dios mio) Nicle: No me parece un tema para ... Jorco: Marta miente. Quiero que lo oeparu Marta miente. ( M:ut• •• rle). Son muy pocas I:IS cosos en este mundo de los =les -~ se­guro. • • los .llmitea del pals, el nivel dol DCÑno, las allonza1 poUUcos, los principios morales. . . no porulrla mi mano en el fuego pe< nado de eso ••• pero de la úruca ooS:I do la que estoy realmente oeguro eo de mi participación, de mi c:romosómlco porUclpación en la creación ue nuestro ..• hi~·· de ojos rubios r ¡>elo a<ul [pá¡s. 43·44).

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Sin embargo, es jorge quien, huta donde pilede determinarse, hace la jugada que desencadena el cambio de sistema. En los primerot momentos de la obra, aparentemente apresado entre la orden de Marta de que abra la puerta y Jos invitados que aguardan afuera, Jorge cede pero, tlpicamente, agrega algo por su cuenta para no perder posiciones: le dice que no men­cione al hijo. Como Jorge manifiesta expllcitarnente mú ade­lante, tienen una regla que les prohibe mencionarlo &ente a otros, de modo que el comentario de Jorge puede parecer innecesario, pero también triviaL Sin embargo, hay una ·re­gla" superior -<jue abarca la !otalidad de su juego- segóu la cual ninguno de ellos puede determinar la conducta del otro; de modo que toda orden debe ser descalificada o des­obedecida. En tal sentido, poco Importa quién .,llace la prtme· ra jugada equivocada, pues el resultado previsible de esta conFusión de los !Imites de juego es el desaf!p pc)r parte de Ma1ta y la incorporación da ese material a su competencia simétrica. As!:

Jorge: No emplea!s ·c:on lo del c:hloo, eso, el todo. Marto: ¿Por quién me h.u tomado? ' J....,: Por lo que eret. Marta. (realmente furiosa) : ¿Ah. sí? Pues hablnré del chico en cuanto me d6 la gaM. ' Jorge: Dota . ol Clhlco en páz.

Marta {n-nlll): Eo liDi mio como tuyo. Si quiero, hablar~ de 6L. J<qe: Te actmtejn que no lo bagas, Mnrta. M.ú: Ya In -· {Se oyen golpes .en la puerta). Adelante. ¡Abre lo puerta de una .e.! Jorge: Te lo he didlo. Estás prevenido, Marta. Marta: Si .. , Yft In· 111!, abre la puerta. [p~g. 16; las bastardillas IOn nnatras1

Rn cuanto la ocasión lo permite, Marta le habla a Honey de su hijo y de su cumpleaños 10• Ahora su mecanismo homeos­hltieo es mero cómbustlble añadido al fuego, y Jorge termi· nará por destruir completamente al hijo, invocando . Ul\ dere­cho implícito que ambos tienen ("Tengo el derecho, Marta. Nunca hablamos de ello; eso es todó. Podía matarlo en cual· . <¡uf en n1omento que Jo quisiera").

10. Resulta int.,...nte que ""-' adolaDie, deopuá ele la "muort..", ella aduce anmeslo: · Jorp: No luú aobtdo respetar las regln1, querida. Hablaste de 61. .. hablaste de '1 ..,a otra penonL Marta ( 1.'011 l4gri1118$): No habléo Nunca habl6. Jol'Jll!: Si, .hablaste. . · ~lartn: ,¡Con qulht? ¿CON QUIEN?

Jfl4

Asi, lo que presenciamos sobre el escenario es el comienzo de .una escalada simétrica que, eventualmente, lleva a ter· minar coo una ra:ta durad~ de la relación. Más que cual· quier otra cosa 1 obra es la hiltoria cllnlca de un ce~mbfo de un llstenia, un eiambio en las reglas de un fuego de re­lación que, según se tiene la Impresión, proviene de una pequelia pero qulzú Inevitable confusl6n de esas reglas. La obra no defiDe un nuevo patrón ni las nuevas reglas; se Ji. mita a presentar la seeuencia de estados a través de los cuales el viejo patrón avanza hacia su propia destruccl~ (En S . 7 .Z, se considerarán Jos aspectos generales de los cambios de sistemas desde adentro y desde fuera de un sistema). Lo que podrla suceder después no resulta claro:

Jorge (lileDdo prolongado): ¿No crees que senl meto<? Marta (llileado prolonpdo): No J<! ...

Jcqo: Tol -· • • lo .... Marta: No estoy . se¡ura •. , Jorp• No. Marta: .s6Jo. . . _,. dosP ¡.,.. .. SI. Marl41. ¿No .._- qvlzi podrla0101 .•. ? Jqo: No...,... Marta: SI. No. [p¡¡. 128). · •

Delando da lado la evaluación d~l hecho de ,que también NÍck y Honey se ven abora enviieltos en la sitqación ilebido a sus conocimientos, Ferréira hace un lúcido resumen y también una predlccl6n en tétminos del mito famUiar:

• .. .., milo familiar.. . ·cumple irnporÍantes fundcmel bomeootiUCII en la reladllll.. • l;)uid Jllejor que ... cualquier otra putr, .... fun. -dones del mito familiar OCOpaD el primer piaDO eD la COJJOdda obra de Ed-rd Alhee; t!Qufht ls -.. a Vlr¡lnffJ Woolf?, donde. UD mito famlllar' de' proporciones psle6tlca• domina. toda la acci6D. DuraDte el tra.....,...O de la obra, UD marido y su .._·hablan, luchaD y lloraD por •oa b;fo a'lllellie. ED una cqla de insultos, di-tea sobre cada iJicl,.

deate en la vidla de su hijo, el color dO sus ojos, su MclmieDto, criaDZa, etc. Sin embmgo, mucho mis tarde DOS enteramos do que el hijo ••

Honey (lloraDdo): Colllllla:o. Valed- habló d. •1. Marta (Dorando): 1 ME OLVIDE! A veces me olvido, • .. cuaDdo et de noche ••• """ndo es muy larde ... y todo el mundo estl ... oonvers.,n· do, me oiYido ... , y -to hablar de 61, poro olompre ME CON· TENGO .•• Me oontengo .•• aunque sólo yo oé cuAntas veceo be que-rido haoerlo ••• · [plg. 127). . Ni ella ni Jorle perdben el oonllicto de reglas reladonales que llevó a em llltuad6n.

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ficticio .. un acuerdo establecido entre ambos. un cuento, un mito, pera uD mito que ambos cultivaD. Ea la culmíoaci6D de la obra, el ~. .,.....;a lleno do robla la ,_ del biJa. Coa - soato, deodo laego, "mata" el mito. Coa lodo, IU reladóa proa!guo, a~ DO

perturbo.da por el aaUDclo, y nada puece iDdicar DD cambio o """ dlloluci6D lmnl.oeate. De bed>o, eada habla cambiado, - 11 merido habW datrufdo Bl milo de "" hijo vioo, ldlo pGI1I lfllclar .1 miJo de 1111 hijo -o. Evidoatemeote, el mito f&Dllliar oólo habla evoludooado eo su contenido quo ao volvió, quiá.. más elabocado, más "'p.slcótico ... ; pao ~Q~Pechamos que ru fUDCi6a slguo lioDdo la miSIIII. Y lo lllilmO OCIIITC ODD la rolaci6a. (48).

Por otro lado, quizá la muerte del hijo coustituya una reca· libración, un cambio funcional escalonado bada un 11uew nivel de funcionamiento. Es imposible saberlo con certeza.

5.43. La metacomunicaclón entre Jorge y ll4arta

Tal como se la definió en S.l.S, la metacomunicación des­cribe nuestro disourso sobre las reglas de comunicación de Jorge y Marta. Pero en la medida en que Jorge y Marta há· blan o intentan hablar sobrs su juego, se. met_,munlcan dén· tro de la obra misma. Esto resulta interesante por \'arias ra· zones, por ejemplo, con respecto a la aparente "conolencla del juego" que tienen Jorge y Marta. Esto es, sus numerosas re­feteQI;ias a los juegos, el hecho de nombrarlos y citar sua reJ!as, aparetítemente los conviert8 en una pareja inlólita cUyo patrón de Interacción es más básicamente una preocupa· cJ6n obsesivo-compulsiva por jugar y por enc.ont;rar Jl9111bres para juegos bizarros y crueles, en realidad, como sugiere Jor­ge, chicos degenerados que inventan juegos terribles y pre· tenden hacer de la vida un juego, etc., etc, "[P,ág. 107]. Pero Pero · eno implica que su eonducta con respecto a lps juegos es completamente deliberada (o bien gobernada por meta· reglas distintas) y, por lo tanto, que qllizA los principW! que ellos demuestran, que esencialmente coustituyen sólo el con­tenido idiosincrásico de su juego, no puedan aplicarse .a otras parejas, sobre todo reales. La naturaleza de su metacomuni· cación se refiere directamente a este problema, pues Je wrá que lllclwo "' eomuniC<ICió'n 10bre ftl oomunk:Qcl6n mtf au­,eto o 1M regla. ele 111 fusgo. En dos pasajes notables de cierta extensión [págs. 84-.'38 y 112-ll3), Jorge y Marta se refieren expllcitamente a su interacción. El primero de esos Intercambios metacomu· nicaclonales indica de q~ manera distinta cada uno de ellos ve la interacción y cómo cuando se revelan esas düerencias,

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se hacen de inmediato acusaciones mutuas de locura o IDIII· dnd (8.3.4). Marta se opone a jugar a "Joder a los invita­d!>~·· .pues a¡,¡arentemente le parece fuera de lugar y ajeno 11 ln teglas:

.J<>rge (obora CODtoalllad010 apeDaJ): Claro, tú puede~ .eatu ahl ,.,... tad:l en tu Silla, babeando ¡lu, tú puedes humillarme, deiPOIIuarmo ••• DURANTE TODA LA NOCHE .•• y eoo e11i perfectamoate bln ••• .. normal... . Marta: ¡TU PUEDES AGUANTARLO! Jorge: ¡NO, NO PUEDO AGUANTARLO! Marta: !PUEDES AGUANTARLO! ¡PARA ESO TE CASASTE CON­~DGOI (Un slleucio). Jorge (Calmo) : Eto es una -..Ura horrible y perverso. Marta: ¿TODAVIA NO LO SABIASP Jcrge ( sncudleado la cal-a): Oh. .. Marta. Marta: Me duele 1• maao de tanto _.-te. Jqe (la mira lncridulo): Eolú loca. Marta: ¡Durante veintitrés ollool Jor¡o: Estb Imaginando cosu, Marta. • • estis Jmooataado. Martll: ¡NO ES LO QliE YO ESPUABAI Jorge: Yo cre!a que por lo meDOI tú 111blu lo que baclaa• , • No pcocllo ima¡iDánnelo.. • (pág. 84].

Este es un ejemplo particularmente claro do patologfa de la · puntuación en que Jorge se ve a si mismo justificado en IU

venganza por los ataques de Marta, y Marta Je ve a 11 misma casi como una prostituta a quien se le paga para que lo "ca· tigue": oada .uno de ellos piensa que responde al otro, pero nunca que es un estimulo para las acciones del otro. No ven la naturaleza . completa de su juego, su verdadera circulari­dad. Estas concepciones discrepantes se convierten en el ma• terial de una ulterior escalada simétrica. El episodio citado continúa as!: · ·

Jorre• Yo c<ela que por lo IDOIKII tú •blu ., que boclu. • • No podio iD1181D'm>olo. • • ~ Marta (dOlada) : S6 mar bloll lo que bago. Jorge (oomo ol Marta fuer& UD bidlo raro): No ... t4 eiiU enfermo. Marta (l...miadose y rpftaado)l ¡YO TE VOY A MO$TRAR QUIIN ESTA ENFEIIMOI [pág. 85].

La competencia con respecto a quién es el enfermo, el equi- . vacado o el Incomprendido, continúa huta llegar a un final que ahora ya resulta CODOCido, en el que demuestran su In· capacidad para "unirse" por la forma misma en que manejan el problema de su Incapacidad para unirse:

l6T

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Jorp: El& oportunklod 11 pr- una vez por JDOI, Marta. EJtny at'OIIumbrado. Uaa WlZ por mes aparoc:e t.farta, la lneomprendida, l• nllla duJo., l:t DiAa pequeila que vuelve a florecer halo uaa caricia, Y )'11 lo he creldo m61 vec:.s de lat que quiero acordarme, porque no quiero -r que aoy un imbécil. )'e.o ~ no te creo •.. simple­mente no te ereo. Ahora ya no hay ninguM posibilidad da que poda­mos tener un minuto de felicidad. . . los dos juntos. MArta (agresiva) o Quid. tengas raz6n, querido. Entre tú y yo ya no hay posibUidad do nada. . . ¡porque tú no ero• nada! ¡ZAS! ¡Saltó el resorte esta noche en la fiesta de pap&t (Con jntenso desprecio, pero ta~n COJl •~U~~~ure). Yo estaba alll aentada... Mlrtndoto ••. lu"'!o mlmbo a loo hombreo que te rodeaban •.• mú j6venos ... hombr01 que lleprin a 11' algo. Te mlmba y do pronto dOICUbri que 14 ya no oxiJ. tlao. ¡En - D.,_ 11 romPió el reate! ¡FinaJp>onlo 11 rompió! Y ahora lo wy a ¡rilar .a los cuatro YleDiol, lo wy a aullar, y no -Imparta lo que bagu. Y wy a provocar un escándalo como jamú has violo.· Jorge (muy .. Jmo): EM juego me -Ji-. Comie- y veru como te -el punto. Marta (esperanzada): ¿Es un desafio, Jorge? Jor¡e: Es un desafio, Marta. Marta: Vas a perder, querido. Jorge: Ten cuidado, Marta. . . te voy a hacer trizas. Marta: No eres lo bastante hombre para eao. . . te faltan agallas. Joqe: ¿Gue<ra a muerteP Marta: A muerte. Hay UD sllenáo. l..<lS dos pareceD alkolados y eulladoa [plgo. 87-88].

Una vez más Jorge ha desafiado calladamente a Marta, lo cual no significa decir que ha comenzado esta vuelta del com­bate COil mayor iniciativa que cualquier otra; no hay un ver­dadero comienzo de estas vueltas EIIa contraataca de frente, y él corona toda la situación con un desafio que eUa no pue­de dejar de aceptar. Asf, como hemos seiialado frecuente­mente, se c011vierte e'it una riueva vuelta del mismo viejo jue­go, con las apuestas cada vez mll altas, que los deja allvln­dos, inclnso exaltados, pero nó más sensatos ni distintos. No hay nada que pennita distinguir su metaoomunicación de su comunicación corriente; un comentario, una súpli.ca, un ulti~ m<\tum 10bre su juego no es una excención a las re¡¡:las del juego y, por ende, no puede ser aceptado o, en cierto sentido, siquiera escuchado por el otro. Al final, ruando Marta, su­plicante y patética, asume una po~lción de total Inferioridad Y ruega una y otra vez a Jorge que se detenga, el resultado es Inexorablemente el mismo.

Marta (tierna, le tiendo la mano): Por fa-.or, Jorge, hasta do jue¡¡os ...

1611

Jorco (pepndolo violcnlomento en la mano): ¡No me toques! ¡Cu1rda

lat caricias paro tus cole¡ialOBI Mima da un ¡rito, pero apagado. Jorge (agarrándolo por el pelo y tirándole la , .. beza hacia atras): Y ahora escúchame, Marta; ]~as tenido tu noche. • . has hecho lo que has querido, ha1 uC.do tu aed de ID.n¡Te. Ahora vamos a seguir h.lSb que a m( me dó la gana. Llegó mi tumo y quiero que estés de.spierta. Tu juego habri sido un juego de nifio a11ado d"el mío. Te voy a matar el punto. Y ahora te necesito bien despierta. (L-. nbofctea lev"'m~nte con IU mano Jibre). A ver. un poco de vitla. La abofetea otra vez. Marta (luehando): ¡Basta, Jorge! Jorge (otra vez): ¡Vamos, prepiratel (Otro vu). Te quiero ron fuerzn para la lueha, mi amor. Piensa que te voy a golpear .fuerte~ y quiero que JDe hagas hent~ Otra vez; la suelta, se separa; Marta se levanta. Marta: Muy bien, Jorge, ¿qué el lo que quiereo? Jorge: Una lucha equitativa. nada mb. Marta: La tolldrás. Jorge: Te quiero ver hecha una fiera. Marta: ¡Ya lo eoto)ol Jorge: ¡Mi1, mucho múl' Marta: ¡NO TE PREOCUPES!

-,¡,.

Jorge• Perfecto, mucbadla; vamos a jugar Ol!e jue¡¡o hasta to muert<. Maria: ¡La tuyal • Jorge: Ya veril, te vas a sorprender. Bueno, aqul lle¡¡an los neneL ¿Estás llstal' Marta (camina; ea realidad parece un boxeada< en •uardla): Estoy

lista. (págs. 11~113].

Nicle y Honey vuelven a entrar y comienzn el Exorcismo. Asl, están jugando a lo que se describirá en detalle como el "juego sin fin• (S. 7. 2};-en el que la autorrenectividad de las reglas llevan a una parado¡a que •mp1de la- resolüCióñ aeñiTO a el siStema. --- -. -------..

5.44. Limitación en la comunicación

En 5.4.42 se señaló que h,odo intercambio de mensajes en una secuencia comunicacional limita el número de jugadas siguientes posible~ll naturaleza interpenetrada del juego de Jorge y Marta, su mito compartido, y la generalidad de su simetria han ilustrado la limitación estabilizada que hemos llamado reglas de relación. Una serie de intercambios entre Jorge y Nick proporciona ejemplos de limitación en una nueva relación. Nick, median-

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te su conducta inicial y sus propias protestas, pone de ma­nifiesto que no quiere tener nada que ver con Jorge o con ~farta o con sus peleas. Con todo, como en el ejemplo an­terior (5.5.411) se ve arrastrado cada vez más, incluso mien­tras se mantiene al margen. Al comienzo del acto 2, el ahora cauteloso Nick encuentra el mismo tipo de escalada que va desde la charla intrascendente hasta una intensa rabia:

Jorge: ... A veces se poDen las cosas serial por aqut Nick (Ir! amente): SI, • • me Jo Imagino. Jorge: Bueno, ya asistió a un ensayo. !\!de: Preferirla no •.• Jor¡e: ••• portlclpar. <No es cierto? Nicle: Si. .. asl es. Jorge ( sarcbtlco) : Aaab.. . <De veras? Nick: Lo encueDtro. .. desa¡rodablo. Jorge (sarcástico): Aaabhh ... o!De veras? Nick: SL De ~as. Bastante. Jorge (imitáodolo): Si; De veras. Bastante. (Lue¡o fuerte, a 11 mismo). ¡ES UNA VERGUENZAI Nicle: ¡Un momeatol Yo 110 tengo nada que ••• Jorge: ¡UNA VERCUEJ\'ZAI (Calmo, poro con mnch• Intensidad). ¿Y usted cree que me ¡usta que esa ... lo que oea ... me atormeate, me ridiculice delante de... (Con un ademán do completo dosprt".clo) USTED? ¿Cree que eao puede ,...,.,.., Nidc (Ido, lnam!J!nto): No. • • no creo que pueda gustarlo. Jor¡e: Ah, ¿no lo eree? Nielé (A¡reslvo): No, no ... no lo creo. Par nlng6n motiVo. Jorge (bacibldose el avergonzado): Su simpotla me d-=o... ¡Su oompas¡ón me haoe llorar ligrimas gordas y saladas! Nidc ( coll desd4a): Lcfque no comprendo .. por qu6 tiene 01e afia

~::~p* lor dlf7IÚI en ous asuntos.

Nid:: Si, usted y también ... ou muJer. Si ti"""' canas de pelearse t'Dtre u...~edes, como una pareja de . .. Jorge: ¿YOP <CANAS ... ? Nick: •.• IUI!males, ¿por qué no espemn a e>tar solos? Jorge (riendo a p.,.r de su rabia): No me diga... Usted es un hip6crita. UD falso VirtllOSO • • ,

Nicle (n-nozantc): ¿COMO DICE? (Silencio) ¡Tenga cuidado! í ¡>lgs. 53-154].

En esta secuencia, el sarcástk'O ataque de Jorge contra Nick por su falta de participación, empuja a Nlck aún más ltacia una desdeñosa indiferencia. Pero ello aparentemente enfure­ce a Jorge, quien, aunque quizá buscando comprenslÓD; ter­mina por insultar 11 Nlck hasta que Mtc lo amenaza. Por el.

170

Indo de Nick, el intento de no comunicarse lleva a una in­tensa participación, mientras que el esfuerzo de Jorge por convencer a Nick de su manera de puntuar el juego con Mar­ta termina con una demostración de hasta qué punto el mismo Jorge puede resultar enfureoedor. Aqui se establece clara­mente un patrón para el futuro. ·

5. 45. Resumen

Ya debe resultar claro que Incluso la descripción de un cis­terna frtm!liar artificial bestante simple requiere considerable elaboración, pues las variaciones en el contenido a partir de unas pocas reglas de relación son Innumerables y, a memtdo, muy detalladas. (Parecido a este problema es la lnterpnta­cJÓD que hace Freud del su ello de Irma (50), en la que un sueño que ocupa media página es objeto de una interpreta· ciÓD que se prolonga durante ocho páginas). Se ofrece a con­tinuación un resumen muy general del sistema de interacción de Jorge y Marta.

5.451

Se dice que un sislemn es estable en relación con algunas de sus variables, si éstas se mantienen dentro de limites defini­dos, lo cual es válido para el &istema .dijdico de Jorp y Mar­ta. Quizás el término "estabilidad* parezca el menos apropia­do para describir sus juegos doméstico de tipo comandos, pero todo el asunto se funda en lac variables propuestas. Sus conversaciones son mercuriales, ruidosas, esca~~dalósas; el control y los buenos modales no tardan en quedar excluidos, y se tiene la únpreslón de que todo. está pennilldo. De hecho, serfa muy diflcll. establecer en cualquiec momento quJ suce­derá despu6s, aunq1.1e seria hastallte lf.cil describir lidmo, pues las VIIJiablea que definen aqul la estabiUdad son variables relacionales. no de oontenido, y . en términoa de .su patrón de relación la pareja exhibe un i1111go de cond~ sumam~mto restringido. u

ll. lnclwo ou¡erlriamos, sobro la booe de la obaervacl6n cllni<a y de algunat pruobu -imeDtalea (8l), que las familias patóJOQ&I ul>i· beD ~!L.IJOtrones do lllt,.IZCCI4r> ~que1ü-lal11l· 1Iilii1ii" Oarcii.~61""otllllilinac:lb16¡ic0,..dlcklllal

• "iégim . O! CWíl lü- &millas perturbadas SOii entldadea coólk:u y deoar: ganlzadaa; pero también aqul la diferencia rllide en el nivel do onAII­sls y en la deflnlcl6n do variables. La extrema rigidez de las rolacloDes interfamiliues L~e ~or la lmpreslón -y quiáo Incluso explicar- el rooa en la (a &mll!a-ooeledad.

171

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5.452

Este rango de conducta es la ~clón, la "regulac16D• de m sistema .. La simetrfa de su conducta define la cualidad y rarn vez se observa, y sólo muy brevemente, un "!Imite lnfe­riorw muy sensible de este rango, . 8$00 es, conducta no simé­trica. El "limite mperi~. como ya ~e se6aló, está caracteri­zado por m estilo particu'sr, cierta retroalimentación negativa en la complementaridad, y el mito del hijo que, al exigir la colaboración de ambos, establece un limite para el grado en que pueden atacarse uno al otro y establece UJ)8 simetrfa ra­zonablemente estable basta que, desde luego, la diStinción entre el mito del hijo y otra cciDducta se derrumba y esta 4rea deja de ser sacrosanta y hQmeos~tica. Incluso 'están limitados dentro del rango de las conductas simétricas. Su sfmetrla es casi excll!lfvamente competitiva u que lleva a la destrucción más que a la acumulación o el logro.

5.453

Con la escalada que lleva a la destrucción del hijo, el sistema termina dramáticamente en lo que podrfa ser una .recalibra­ci6n, una función cscaloraada en el sistema de Jorge y Marta. Han escalado casi sin limitación hasta que 'Sus mismas limi­taciones qlledaron destruidas. A menos que el mito del hijo contínúe tal como lo sugiere Ferreira se requiere un nuevo orden de Interacción; tanto Jorge como Marta manifiestan abiertamente su temor y su lnso:guridad mezclados con espe­ranza con respecte al resultado.

12. ·Un rttllnl de c1ertu trlbul IDdiM del BOn>elle de loo Eltadoo Ual­dos, •• el que los jeleo oomplteu en la t~M~rwcl6rl de posuiClDOI, para lo t-uol de modo simétrico, quem411 sus bleaes materlaleo (21).

172

6

La comunicación paradójica

6 .l. La naturaleza de la paradoja

La paradoja ha fascinado a la mente humana duraht~ los últimos dos mil años y sigue haciéndolo en la actualidad. De hecho al· gu110s de los logros más importantes de este siglo en el cam· po de la lógica, las matemáticas y la epistemología tienm que ver o eStán fntlmamente relacionados con la paradoja, sobre todo el desarrollo de la metamatemática o teoría de las prue· bas, la teorla de los tipos lógicos, y los problemas de con· gruencia, computabilidad, determinación, etc. Como legos que somos, frustrados por la naturaleza compleja y esotérica de estos temas, nos inclinamos a dejarlos de lado aduciende qu~ son demasiado abstractos como para tener Importancia algu­na en nuestra vida. Quizás algunos recuerden desde su ~poca escolar las puadojas clásicas, aunque in'obablemente como algo que no tiene má.l valor que una divertida adivinanza. Sin embargo, el propósito de este capitulo y los siguientes, es el de mostrar que l,e.la naturaleza de la paradoja hay algo que encierra ln.portancia pragmática inmediata, e incluso existencial, para todos nosotros; la paradoja no sólo puede invadir la interacción y afectar nuestra conducta y nuestra salud mental, ( S. 6. 4) sino que también pone a prueba nues­tra creencia en la congruencia y, por ende, en .el sentido final de nuestro unive~(S.8.5 y 8.63). Además, en la sección 7.4 trataremos de mostrar que la paradoja deliberada, ~n el espíritu de ~a mhima de Hlpócrates: "Lo .s~meja,t~.te cura J!

_lo semeja~ , encierra un potencial terapéutico significativo. t:óñRamos t'tl que este enfoque pondri de manifiesto que el ex,amen del concepto· de paradoja ·es de importancia funda­mental y no constituye de ningún modo una huida hacia una torre de marfil, aunque primero tf'ndremns que examinar ms funda~tos lógicos.

6 .11. De~lnición

La paradoja puede definirse como \,una contradicción que re· S'll!ta de una deducción correcta a partir de preml.ro.t con-

173

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gn.cnt~ Esta definición nos permite excluir de inmediato to· • das esas "falsas paradojas" basadas en un error oculto en el razonamiento o en alguna falacia intencionalmente IDclnída en el argumento. ' Sin embargo, ya a esta altura la definición se vuelve borrosa, pues la división de paradojas en reales y falsas es relativa. Las premisas congruentes de hoy quizá se conviertan en los errores o las falacias de mañana. Por ejem­plo, la paradoja de Zenón de Aquiles y la tortuga a la que no podía dejar atrás, fue, sin duda, una paradoja •verdadera" hasta que se descubrió que las series ·convergentes, infinitas (en este caso, la distancia constantemente decreciente entre Aquiles y la tortuga) tienen un limite finito. • Una vez hecho este. descubtimiento y comprobado, por lo l:alltO, que UD su­puesto hasta ese momento cierto· era fabO, la pamdofa dejó de ellstir. Quine se refiere eon toda claridad a esta problema:

1.:> ~ de un esquema coDOe¡>tual DO carece de precodODiel. En ~ medida, time lu¡ar con cacle progreso de la ~. '1 mcecle en,.-. ...,.la con loo paneles progresos, talel C01IIO la revol.,..;n -i- y el 11"10 de la med.Dica de Newtoo a la heria de la rela­IMIIJd· de Ein!!•in PodeUIOI DODflar en que, con el - del tiempo, ~ "-•mes a acaatumbratilos a loo mAs pandeo· de taJoo CUiiriol y a _.;dsar que loo nuevos e.squemu son natunltÍL Hubo UBI 4poca 'n..11110 la doctriná de que la Tiena gira alrededor del Sol redbl6 ti r.omb,.. de poradoja copenlicana, Incluso entre quiiiMI la aceptaban. y. qpJJÁ Cogue una i!poca en que las proposido- -.laderu, oln tubo tibob tmpUcito1, u o1ru p•evendooes similar.., zealmeate· ...,..." tan .W..W <QlJlO lo revelan las aDI:iDOmlas ( 1.20, plp. 88-89).

EU2. Los trea tipos de paradojas

.t.&s "antinomias•, un térmiDo que ~ en la última frase de esta cita, requiere alguna explicación. • Antinomia• ae uti· liza a veces corno equival~ de "paradoJa , pero casi todos

l.. Un ejemplo tlplco de esta claoil de paradoja eo el cueu1o de lqo seis hombreo que querlan una hahitadóJI para ..da .. uno do elloo, a u,.. que el hotelero 116lo dúponl& de cinco. Elle "reoolvló" el problema Uevando al primer hombro a la habftacl6o 1111mero 1, y pkltendo a otro que acuanlara alli junto al primero durante - - L....., Uevó al teroer hombro a la habftaci6D número 11, al cuarto a la habl­tad6n número 3, y al quinto a la número 4. El hotelero volvió luego a la habitación número 1, y llevó al outo oaballero, que habla estado o¡¡uardando alll, a la habitaci6o número 5. ¡Voilill (La falacia rad!oa que oe trata al oegundo y al oe.to hombrea como a UDO 1161o).

2. Para UD\ ozpUcaci6D de - paradoja y 111 falada, riuo Narthrop (llJj

114

los autores prefieren limitar su empleo a las.1'!1f~~~ '1"!'. s•~g~ ~ sist~m~ [Qgp_aUza~, ~~!e! como la lógica ¡ l.Ls ·-~,(Quizás el lector se pregunte en qué otro !u.­

gar Podrían originarse paradojas¡ este capitulo y el siguiente están dedicados a mostrar que también pueden surgir en o! campo de la semántica y de la pragmática, y el capítulo S mostrará cómo y dónde se Introducen en la experiencia que hombre tiene de ·la existencia.) Según Qnlne (120, pig. 85), una antinomia "crea una autocontradlcción median\o modos aceptados de razonamiento". Stegmüller (U!, pág. 24) se muestra. más especifico y define una antinomia como una ase­veración que es conttadlctoria y demostrable. A.s1, si teneiD06 una aseveración Al y una segunda aseveración que constituye la negación de la primera -Af (que significa •no A( o bien • Al es falsa"), entonces es posible oombinar ambas en una tercera aseveración, Ak, donde Ak = Af y -Af. Obtenemos as! una contradicción formal, pues nada puede ser una cosa y no seria al mismo tiempo, esto es, ser verdadera y falsa n In vez. Pero, como prosigue Stegmiiller, si por medio de la de­ducción puede demostrarse que tanto Ai como su negación -Al son demostrables, entonces también lo es Ak, y tenemos a<!UÍ una antinomia. As! toda anlinomia !<!-~~'!.!:!ad.!!'<l!2!11f>gi· .E!_ aunque como se ·\leñ{ no tOda contradicción lógica constl· tuye una antinomia. . ~?ra bien existe, __!~ste ~a !f'guí'ld~ clase ~e paradojas que_ d1f1ere de las antinoiñ!iS s&o en un aspecm Importante: no aparecen en Jos sistemas lógicos o matemáticos y, POI" ende, no est4n basadas en términos tales como clase formal y II.Úmero, sino que .,!!!!gen . más bien de al~!!as incongruencias ocultas en .lll emYctlffil llct_i1Tf.~l~uª~ ~~!ent~ y delleogua~ Este segundo grupo suele conocene como ~ ·Hmóii­tlc;u o de/intclones paradéffctls. Por (¡Jtlmo, existe un tercer grupo de paradojas que es el que menos se ha explorado. Son de gran interés para nuestro es-

3. Al establecer ella dlferencladón seguimos a llamsey (l2l, p6g. 20), quien fntrndujo la lfgulente closfffcad6n: Grupo A: 1) La clase de todos lu clases que no son miembros de si mismas. S) La reladóo entre doo relacione~ cuando una de ellas DO la tiene con la otra. 3) La cootradioci<lo de BuraU Fortl del mayor onlfoal. Grupo B: 4) "Eill:oy mintiendo". 5) El ineoor ODI:ero no pronunciable en menos de diecinueve silabas. 6) El menor ordinal Indefinible. 7) La contradlccl6n de Richard. 8) La contradi<d6u do Weyl acerca do "heterol6fioo". (Debe sellalaroe c¡ue llamsey prefiere el tclrmfno ..-.dicción en la teorla do loo agrepdoo" al Unnilllo "paradojo"), Todu -· paradojo• se describen en llodMnslcl (ll9).

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1' 115

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ludio ¡>On¡ue surgen en el curso de las Interacciones, y de­l <'rrninan allí la conducta. Llamaremos a este grupo paradojas /lrdgmáticM y, más adelante, veremos que e1 posible dividir­las en innrucclonu raradó¡lctu y predicclonu rarnclóficas. En slntcsls, hay tres tipos de pamdojas:

1 ) paradojas lógico·ma,temáticas (antinomias}. 2) definici(loes paradójicas (antinomias semánticas) • . 3) pamdojas pragroiticas (instrucciones paradójicas y predi e· clones paradójicas), que corresponden claraínente, dentro del· marco de li1 teoda de la comunicación humana, a las tres áreas principales de rstn teoria: el primer tipo, a· la sintaxis lógica el segundl), a In setnnntica y el tercero, a 1i1 pragmática. 6&ecemos ahóra ejemplos de c.'>da uno de los tipos y trataremos de mostrar de qu6. manera las poco COD(Icidas paradojas pragmáticas sur· gen a partir de las otras dos formas.

a . .2. Paradojas lógico-matemáticas

La p111·ndoja mál! famosa de este grupo se refiere a "la clase de todas las clases que no son miembros de sl mismas". EstA basada en las siguientes premisas: )IJlll clase es la totalidad do . todos los (lbjotos que poseen una determinada propiedad; nal todos los gatos pasados, presente y futuros comprenden la clase de los gatos. 1-labierido establecido esta clase, el resto do todos lo~ IJI~os objetos en el universo pueden considerarse como la clase de los no-gatos, pues todos esos objetos tienen una propiedad definida en común: no son gatos. Ahora bien, cualquier aseveración segón la cual un objeto pertenece si· multáneammtte a ambas clase' coDStituirla una sio¡ple con· trndlcción, pues nada puede ser un gato y no serlo al mismo ti~mpo. Acá no ha sucedido nada fuera de lo común; la exis­t .. ncin de esta contradicción demuestra simplemente que se ha violado una ley básica de la lógica, y la lógica no sufre u\enoscabo algunó por éllo. . ·.· · Dejando ahora de'lildo a los gatos y no-gatos individuales,' y pasando al nivel lógico superior siguiente, consideremos qué clase de cosas son las clases mismas. De inmediato vemos que las clases pueden sor miembros de si J¡tismas o no .. Por ejem· plo, In Clase de todos los conceptos es evidentemente un· con· cepto en si misma, mientras que nuestra clase de gatos no es cm ~~ misma un gato. Asl, en este segundo nivel, el universo welvc a dividirse en do.~ clases, las que son miembros de si mismas y lao que no Jo son. Además, toda aseverae,ióo según la eun 1 una de estas clases es y no es un miembro de si misma

l~ll

impUcarla una simple contradicción, que puede dejarse de la­do sin mayores complicaciones. Siri embargo, si se repite esta operación una vez más en el nivel superior siguiente, se produce de pronto un desastre. Nos bl!Sta con unir todas las clases que son miembros de si mismu en una sola clase, que llamaremos M y todas las cla­ses que no son miembros de si mismas en la clase N. SI tra­tamos de establecer ahora si la clase N es o no miembro de sí misma, caemos sin más en la famosa paradoja dP Russell. Recordemos que la división del universo en clases que se incluyen a si mismas y clases que no se incluyen a si mis­mas es exhaustiva y que, por definición, no puede haber e>:· cepcíones. Por ende, esta división debe aplicarse por ll!ual n la clase M y a la clase N. As!, si la clase N es un miembro de sí misma, no es un miembro de si misma, pues N es la clase de las clases que no son miembros de si misma. Por otro lado si N no es miembro de sí misma, entoliees satisface la eondi· ciÓJ!, de pertenecer a sl misma: es un mlembre de sf misma, precisamente por que no es un miembro de sl misma. pues el hecho de no pertenecer a sí misma constit1lyf' el rns!:o distintivo esencial de todas las cla!es q;,e t'OIT!ponen a N. Ya no se trata de uria simrle eontradicct6n. sino de 'Una ver­dadera antinomia, pues e resnltado peradójieil' está bASRdo en utla rigurosa deduceión Mglca y no eri una vi!llaci6n ~ las leyes d'e lá lógica; A menos que haya algu11a falacia oculta . en la nocl.ón de pertenencia a una clase, remita ineludible llegar a la conclusión lógica de que la clase N es un mlem- . bro de sí misma, si y sólO sl no es miembro de sl misma, y viceversa. En realidad, 1ulg una falacia. Rus~n la puso de manifiésto al introclrlcir su teoría de los tfptn M~ll:o.. En pocas palabra!, esta teorla postnla el prlnéfplo fundAmental de que. como lo expresa Rnssell (164}, todo lo ~a:'e fnclw)ll !f_kr._fE!II~~dad_.!!,c un~to M debe ur ~e d con}f¡nt~n otras palaliñii: ¡¡¡p¡r¡iJOjR(te Russell se~·¡ üñi éóiifuslón de tipos o ni­veles lógicos. Uria clase pertenece a un tipo superiot' nue el de SliS miembros; para postularla · tuvimos 'lue a!Ce1\d@t' un nivel en la jerarquía de tipos. Por lo tanto, decir, como lo hl· cbnos, que la clase de ledos los conceptos es en si misma un concepto no es falso, sino que oorece de lignificado, como pronto veremos. Se trata de un distingo Importante, ptl~ sl la aseveriacliSD fuera simplemente fal!lll. entonces ~u ne~aclón tendr!a que - verdadera, lo cual evidentemrntc no sucede.

6. 3. Deffnicfonu paradó1fcar

El ejemplo de In clase de todos los conceptos constituye un

líí

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puente que nos permite pasar de las paradojas lót:icas a las semánticu (las definiciones paradójicas o antinomias semán­ticas). Como ya vimos, "concepto• en el nivel inferior (miem­bro) y "concepto"en el nivel superior siguiente (clase) no son Jd&nticos. El mismo nombre "concepto•, sin embargo, se u~ en ambos casos, y asl se crea una ilusión lingülstica de identidad. Para evitar este peligro, los lndlcodores del tipo lógico -explicitados como .subtitulas en los sistemas formali­zados, registrados mediante !u comillas o bastardillas en el uso más general- deben emplearse toda vez que exista In posibilidad da que surja una confusión de niveles. Se "hace· asl evidente que, en nuestro ejemplo, concepto • y concepto • 1,10 1011 idénticos y que es necesario descartar la idea de per· teDIIDCia a la propla clase. Además, se vuelve claro que en estos ~os la ralz del mal está en Incongruencias del lén· guaje antes que de la lógica. Quizá la más famosa de todu las antinomias semtínticas sea la UlJwmbre que afirma con respecto a si .1nismo: "Estoy milltiendo" • .Al llevar esta aseveración a su conclusión lógicá, DOt 411100ntnunos una vez mu-con que es verdadera sólo SI ~ lo es; en otras palabras que el· homtire miente sólo si dtce ,.-wrd4d y, viceversa, es veraz cuendo miente. En este caso, 110 ,_¡ta posible utilio¡ar la teorla de Jos ·tipos lógicos J?ara eliminar la antinomia. pues las palabras o las. combinaciones da . Jlll)abras no ti~ una jerarqula de tipos lógicos. Por lo qae . llabemos, también fue Bertrand Russell el primero en enaontrv una solución. En el último párrafo de su intrnduc· ción al TracfDius Ll>gico-Philoso¡hlcul de Wittgenstein, su­giere, en forma caSI Incidental, que todo lenguaje tiene, co­mo afirma el señor Wittgenstein, una· estructura con respecto a J,a ceual" en-~~ !enguate, nada puede decirse salvo que puede haber Qtro lenguaje que trate la eatructura del prilll(!ro y ten­ga a lll vez una nueva estructura, y que, quizá no existan 1lmitee para esta jerarqua de longuajes" (133, p&g. 23). Esta SUfllrencla fue desarrollada, sobre todo por Camap y ¡xn- Tars­lcl,, y 1e convirtió en lo que ahora se conoce como la teorla de los niwles del lenguaje. En analogla con la teorla de Jos tipos lógicos, esta teorla proteje comra una confusión l{e niveles. P01tula que en el nivel más bajo del lenguaje se hacen ase· vmaclones con respecto a objetos. Este es el campo del len· gua/11 d. obfstOI. Sin embargo, cuando queremos decir algo 80br11 ese lenguaje, debemos utilizar un metalenguaje, .y un meta-metalenguaje si queremos hablar sobre ese metalepguaje, y asl sucesivamente en una regresión teóricamente infinita. Si aplicamos este concepto de m~s dellen~uaje a la antino· mia sem!ntica del mentiroso,li~ e compro arse que su aflr· maci6n, aunque compuesta por sólo dos palabras, encierra dos

178

aseveraciones. Una de ellos está en el nivel objeta!, y la otra en el meta-nivel y dice algo acerca de la que corresponde .al primer nivel, a saber, que no es 'verdadera. Al misrilo tiempo, casi mediante un truco de ilusionista, también está lmpllclto que esa aseveración en el metalenguaje constituye en si mis­ma una de las aseveraciones acerca de la cual se hace. la meta· aseveración, que es en si misma una aseveración en el len· guaje objeta!. En la· teorla de los niveles del lenguaje, este tipo de autorreflectividad de las aseveraciones que lnipllcan su propia verdad o falsedad (o propiedades análogas, como la demostrabilidad, la definibilidad, la determinación, etc.) constituyen el equivalente del concepto de autopertenencla de una clase en la teorla de ·Jot tipos lógicos; ambas constituyen afirmaciones carentes de sentido. ' Deide luego, . es con cierta renuenCia que aceptamos la prue­ba que nos ofrecen los lógicos de que la afirmación del men­tiroso carecé de significado. Se tiene la Impresión de que en alguna .Parte hay una trampa, y esta sensaclón se hace aún más intensa en lo que se refiere a otra famosa definición pa­radójica. En una pequeña aldea hay un barbero que afeita a todos los hombres que no se afeitan a si mismos. Tambit!n aqul se trata de una definición exhaustiva, J?Or un lado, pero. por otro, nos lleva a una ·paradoja si intentarnos ubicar al bar· bero entre los que se afeitan a si mismos o entre los que no lo hacen. Y, también aquí, úna rigurosa deducción demuestra que no puede existir un barbero de tal tipo; no obstante, nOll que­darnos con una molesta sensació~;~: ¿por qut! no? Coll esta empecinada duda in mente echemos ahora un vistazo a las con­secuencias de la paradoja en el campo de la conducta o prag-mático. · ·

6. 4. I.,tu paradojas pragmtfticas

6.41 Las .lnstrucclories paradójicas

Si bien la patalloja del barbero se presenta casi siempre en la forma en que lo hemos hecllo, existe una versión por Jo menos levemente distinta. Es la que emplea Reichenbach (.l!3) Y en la que, aparentemente sin niotlvo alguno, el barbero es un soldado a quien su capitán ordena afeitar a todos Jos sol· dados de la comJ?añla que no se afeitan a si mismos, pero no a los otros. Desde luego, Rei~enbach llega a la ónica con-

4. La historia de la ¡>tgillll 98 constituye uil delicioso ejemplo, m un contexto IDteraccfonal, de UD& aseverac16n auton'eflezlva que Dlesa. IU propia oflnnaci6a.

179

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dus!ón lógica *de que no existe. tal barbero de la Compañia, en el sentido as! definido". Cualquiera haya sido el motivo de este autor para presentar la paradoja eD esta forma algo insólita, proporciona un ejem· plo por exQ8lencia de una paradoja pragmática. En última instancia, no existeD motivos por los cuales esa orden no pue­da Impartirse por absurda que resulte desde el punto de vista lógico. Los ingredlerntes eseDCiales de esta contingencia son los siguientes: · 1) Una fuerte relacl6n complementaria (oficial y subordl-nador). . 2) Dentro del mareo de esa relación, se da lnstrucei6n que se debe obedecer, pero también desobedecer para obedecerla (la drd6!1 define al soldado como alguien que se afeita a si mismo si y sólo si no se afeita a si mi!mo, y viceversa). ! 3) La persoi!a que ocupa la pósiclón de Inferioridad en e.ta relac16n no puéde salir fuera del marco y resolver as! la pa­radoja haciendo un comentario sobre ella, es decir' metacomuni­cando acerca de ella (lo cual Implicarla una "lnsubordi-naciW). . · Una persona atrapada en tal situación se encuentra en una podcf6n fnlortentble. As!, mientras que desde un punto de Ylsta parameabl lógico la onlen del eapitán carece de sentido y el barbero mpuestamente no existe, la átuación tiene un upecto muy diltiDto en la vida ·reaL Las paradoJu pragmá­ticas, sobre todo las instrucciones paradóficas, son de hecho mucho más frecuentes de lo que se podrla suponer. En cuanto empezamos a estudiar la paradoja en contextos intei'IKlCitmales, el fenómeno deja de ser un mero problema de Interés para · el lógico y el filósofo de la ciencia, y se l:olivierte en una cuesti6n de importanda pt!ctlca para la cordura de ·Jos co­municantes, sean esto~ individuos, familias, sociedades o na­ciones. s A contlnuaclón se ofteceli vimos ejemplos· que ·'van desde un modelo puramente teórleo, pasando por otros toma­dos de la literatura y campos afines, hasta llegar a casos clí­nicos.

5. Por lo que oa~t, la . ~- prtcttca de m paradojas Ll""!' del campo de la pslcopatologli sólo ht, tldo seftalada pot Wltt¡eDSteln: Lol dl-100 dllfraces seml-cbl.otosDs de la paradoJa J6slea OOD de ID­tri o61o en la medida en que DOS recuerdan que es IMlspensablo UD&· fonna serlo de la paradoJa para pom¡mmdor adec:undameate su luDC16n. Surp ella pre¡unta: tQU6 papel puede desempellar ese error lt\glco en un juego liogi\fstico? (168 bU, _r.l&· 178). (El concepto de Wltt¡eJISiein de un juego liogülotioo" es en eten­ela ldéDiloo a aaestro ooncepto de "patrón de oomunicacl6u" o "juego de relacl6n•).

1~0

6.42. Ejemplos de paradojas pragmáticas

Ejemplo l: Es sintáctica y semánticamente correcto escribir Chicago e1 una ciudad populosa, pero aerla incorrecto escri­bir Chicago u Crililóbica, pues en este caso deben utilizarse comillas: "Chlcago" ea trlslldbiCG. La diferencia entre estos dO$ usos de la palabra radica en que en la primera ase,·era­c!óD, la palama 1e refiere a un objcito (una ciudad) mien­tras que en el segundo caso, esa misma palabra se refiere a un nombre (que es una palabra) y, por lo tanto, a sí misma. Asi, los dos usos de la palabra "Chicago" son evidentemente ~ un tipo lógico distinto (la primera aseveración está en el nivel del leugl!aje de objetos y la segunda en el del meta­lenguaje) y las comillas actúan como indicadores del tipo ló­gico ( cf. 108, págs. 30-1 y sig.) • IDiaginemos ahora la insólita posibilidad de que alguien con­dense ambas aseveraciooes acerca de Chicago en una sola (Chfcago u UM ciudad populosa 11 trisiltfbka) y que se la dicte a su secretaria y la amenace con despedirla si no puede o no quiere escribirla correctamente. Desde luego, la secreta­ria no puede (y tampoco podrlamos IIOJOtros). ¿Cuáles sotf. entoDces, los efectos de - comumcaci611. sobre la. conducta? Este· es precisamente el interés de la pragmática de la comu­nicación humana. La superficialidad aparente de este ejemplo no debe cegamos a su importancia teótlca. No puede caber duda algm~a de que la comuniº'rif de est., jipo __ crea_.una_ situación insost~bk, Dado que e mensaje es paradóflco, cuñlquier reaceión frente a él dentro del marco establecido por el mensaje del;>e ser igualmente paradójico. Es i!llposiblr com~l't!l!:S<L d.!...!!!_~_w.~;~Jlrrl!.ll!~..Liógica _ ~4!Dtro _ de . .J!Il CO'ñlexto !n_congrue!_l.!...!!Jiógi~ tanto 18 secretaria perma­nezca dentiO'aer marco establecido por su empleador, tiene sólo dos posibilidades: tratar. de c:omplacerlo y, desde luego, comprobar -que ello es imposible, o negarse a escribir nada. En el primer caso se la puede acusar de Incompetencia, en el segundo, de insubordinación. Debe observarse que de es­ta• dos acusaciones, la primera alega menoscabo intelectual.

·o. A eroltl a1tura e~ necesario rendir tributo al matemAtico Frege. aufen 'l'll ea 1893 advb116: Quizás el uso frecuente de las eomlllat parezca extrafto; lu emplto para difer.¡du lot atOO en los que hablo IObre el lipo mlomo y aquellos ea que me refiero a IU rit/nJifellllo. Por p.dante que ello pa­rezca, lo cOtUidero necesario. Es nOtable hasta qué punto uaa m:t!lel'a illelOlda de hablar o u acrlblr, que originalmente puede haber sido utilizada sólo por motivos de oonveulencio y brevedad, oon pleDa coo­ciencla de su Inexactitud, pueth -.l-e confundir el _.,.leo>­to, uua ve:& que esa conclencla ha desaparecido. ( 48, plg. 4; las bas­tardillas son nuestras.)

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y la segund,,, mala voluntad. Esto no está muy lejos de las típicas acusaciones de locura o maldad a las que se hizo re­ferencia en los capítulos precedentes. En cualquiera de los dOJ casos, es probable que In secretaria reaccione emocional· Jllellte, por ejemplo, llorando o enojándose. A todo esto cabe objetar que ninguna persona en su sano juicio se comportaría como este imaginario patrón. Esto, sin embargo, es un non sti¡uitut, pues al menos en teorla, y muy posiblemente tam· bién . en opinión· de la secretaria, existen dos razones posibles para tal conducta: o Di en el patrón busca un prete)do para despeclirla y utiliza una desagradable triquiñuela para tal fin, o bien no está en su sano juicio. Una vez más, obsérvese que locura y rnalda_d parecen constituir las únic!!s explicaciones. r;¡¡ Sltuncioncam6ia por completo si la secretaria no perma· nece dentro ilél míifCII eSfilb1ec•do por· la instrucción y líitcé un comentario sobre él; en otras palabras. si no reacciona freote al cont~~~~do d~ ~~!' d":~ll_ll.<>r el je~, si~ ~~ cOñíunlea acerca aeesa romunlcación. Con ello, sale dercon­_tixtO .. creado.PórefYno que0aapi'esada en el dilema. Sin eatbll.tgo, ello no suele ser fácil. Para empezar, y como se ha ii~Ytrado en numerosas ocasiones en capítulos previoo, es di· fiall cOmunicarse acerca de la comunicación. I:.a secretaria teíldria que indicar por q~ la situaeión es insostenible y qut! efecto ejerce sobre ella, lo que seria ya de por sí ún logro ..... que dificil. Otra razón por la cual la metacomunicación nn constituye una solución simple, radica en que el jefe, uli· limndn su autoridad, puede rehusarse a aceptar la comuni· cación de ¡,. secretar!" en el metan!Vel, y utilizarla como una nueva prueba de su incapacidad o insolencia; 7 •

-Ejemplo 2: Las autodefiniciones paradójicas de~ tipo de la del mentiroso son muy frecuentes, por lo menos en nuestra ex· periencia cllnlca. Su importancia pragmática se hace más evi· ~te si recordamos que estas aseveraciones no sólo expresan

7. Lewll Carroll conoda muy bien este método de bloquear las meta• romuDicadones pora Impedir que alguien salgo de una situación lnsos­t.nible. Volvemos ahora a Alicia, después de que la RoP,. Negro y la Reina Blanca la 1Km vuelto loca con !IUS preguntas (véase S.3.~)¡ le i.lhanic:J.u la caiX'za con mnnoios de hojas hista que recupera el Jentido, ..,. h1~o C'Ontim'tn el 1avndo de eerehro; · ' "Ahora esbl bien ntrn vn", dijo lo Reina Negra. "¿Sabeo fdiomasP ,1(".6mn se di~ flddle..U-<lu ea francés?". • Flddle-d«!ee no .. pa.lahra lngle¡n", replicó Alicia 0011 10rie<lad. • ~Qutm dijo que lo fuera?", dijo lo Reina Negra. !!mi ve• Alicia C7'erró túm:ubrlr un rnedlo ,..... rorfear la dlflcultod. ''Si me dice a qué idioma pertenece "fiddle-de-dee', yo le diri cómo Je dice en franre,... Mclamó triunfalmente. Pero la Reina "' ir(ltli6 hierática y dijo: .. Ldt Reino1 ntmctl llacln tratoi". (Las bastardil1as wn nuertra1).

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un contenido carente de sentido lógico, sino que también de­finen la relación del self con el otro. ·En consecuencia, cuando surgen en la interacción humana, no importll tanto que el con· !lmfdo· ( infórmaclón} carezca de sentido como que la relación (lnstrueclón) no pueda eludirse ni tampoco entenclerse cla­ramente. Las siguientes variaciones de este problema están tomadas casi al azar de entrevistiiS recienles:

•1 Eutrevistador: tCU.les dlr!a Ud. Sr. X, que oon .loo princlpalu pro­hlt>lnOI en su famJiia? Sr, X: Mi coatribuciún a nuestro problema 01 que ooy un meDtirolo

imreterado... Muchas pcrsoilas usan la expresi6n ..• úte, fubedad o exugeración o JDUcl>as cosao.... Pero en realidad es ~ .. ,

Tenemós motivos para creer que este hombre nimc.. ha te· nido oportunidlld de COIIQCer la paradpja del mentiroso, y que no ~ proponla tolll8l'le el. pelo al entrevistadpr. Lo hiao, a pesar de ello, pues ¿cómo puede uno reacciQpar frente a se­mejante mensllje relacional paradójico? b J Una fami¡ia, compuesta por los padres y un hijo de veinte años más bien obeso a quien se le atribuye retardo menW, interpretan juntos el prov.,.bio "Piedra cp1e ruedll no crla mu$· go", C()mo parte de Ulll\ En\fevista Familiar Ji;structurad~ (159): Padre: Ulllizaclo como · PRJV..-bio ligalfica para -..., pon ~tuna y yo,- que 111 1100 IIIODieDOIIIOII oc:upadoo y ...u- oomo u• piedra que rueola, 1111ecl lObo, tnOYi~, OIDtm>oet, este, DO ÓOIIÍIOI a ter do­mulada ••• gordoo, """ 10 vuelve .nas oler~~! -tahmte, ... Hii9: tEa aiiiP Madre: ,¡Abota Ollliead01P Hijo: Lo pesco. Madre . ( Ql~ndooe) : • , • ¿Lo enti..,d.,.P Hijo (su~): Si. LO ENTIENDO. .. Pache (~ose): Q!le l<rla ""'>' BUENO para ..• llijo (tntOITWI)pleado) : Rotardo ......,111,

Padre ( ccmtinuaado): mant.-M ocupado. .. _ Madre: Oh ... P8IO"" 9ue eso eo lo que parece q110 sl¡n!fiea para U, '"piedra que rueda .•. u

Hijo ( lnterrumpiéado) : Bueno, ll¡¡nlflca ruperar el rotanlo ,...,;.¡, MaclA: llueno ... Paclre (fntenumpl_eildo): Búeuo, Dlánt...,rse ocup:Ído AYUDARlA, •• dedr. • • oreo que eso ea cierto.

¿Cómo se manejan lós padres, o el terapeuta con un "retar· dado mental" 1 que habla· robre las maneras d~ superar su re-

8. Sobro la base do cliverJOO Iuis psiool6glcol, se habla atrlbuldo a 01te paciente un cociente intelectual de entre 50 y 80. Justo antes de 01te

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tardo mental e incluso utiliza ese término? Al igual que el mentiroso, salta dentro y fuera del marco establecido por el diagnóstico (una definición del self), llevando así el diagnós­tico ad abiUrdvm en una forma verdaderamente esquizofré­nica. El uso del término excluye el estado que ese término denota.? e) En una sesión de terapia marital conjunta, cuando se dis­cutió el tema de las relaciones sexuales de la pareja y de •us actitudes individuales acerca de distintas conductas sexuales, se pudo encontrar pruebas del malestar extremo que experi­mentaba el marido con respecto a la masturbación. Afirmó que "para ser completamente franco", aunque a menudo se vela "obligado" a masturbarse debid.o al rechazo de su es· posa, Jo torturaban temores de ser anormal ' de pecar (el marido era católico y consideraba que la masturbación era un pecado mortal). El terapeuta respondió que no podla babl11r acerca del problema del pecado pero que, en lo concerniente a anormalidad o desviación, numerosas investigaciones indi­c;aban que ese grupo informaba una frecuencia menor que cualquier otro grupo reli8Joso, aunque la frecuencia de la masturbación entre los católicos era más alta de lo que mu­chos suponlan. El esposo se burló de tales hallaZgos y dijo: "Los católicos siempre mienten sobre el sexo". ·

Ejemplo 3: Quizá la forma más frecuente en que la paradoja inbirviene en la pragmática de la comunlcaci6n humana, es a tra\'lls de una Instrucción que exige una conducta esp.lelfica, quo por su ·misma naturaleza sólo Pllede ser espontánea. El prototipo de .este mensaje es, por ende: "¡Sé e.tpOOtáneor. Todo aquel que enfrenta esta instrucción se encuéíítia en uno posición insostenible, pues para obedecerlo tendrfa que ser espontáneo dentro de un marco de sometimiento, de no-es­pontaneidad. Algunas de las variaciones de este tipo de ins· trucción paradójica son:

-a) ''Debes ........... ,

-b) "Quiero que ""' domines• (pedido de una mujer a su -pallvo):

-e) "Deberla gustarte Jugar 0011 los clllc:os, eomo a loo otr01 padrer1

-d) "No seu tan obediellle" (los prulr .. a un hijo al que r:oDSider..; dema&lado dependiente);

entrevisto, se neg6 a partldpar en un test adueiendo que no podla comprender lo quo se le pedia. (En el curso de la terapia so cambió el diogn6sUco por el <lo esquizofrenia; la recuperad6D del paciente fue ootislaetorla, y su desempefto en divenas 6reas supera en mucho l:as expectoUvas de l01 test mencioaadoo.)

IR4

'

-e) Sabes que eres libre ,Je irte. querido; no te preocupes si comienzo a llorar" (de \ma nm't.•b de \V, Styron (150, p:..\g. 33).

Los encargados delsuperburdel microcósrnico en la obra Bal­coriy de Cenet se ven todos atrapados en este dilema. Se paga a las muchachas para que desempeñen los roles complementa­rios necesarios para que sus clientes vivan sus sueños de self, pero todo sigue siendo falso, pues saben que el pecador no es un "verdadero" pcc&dor, que el ladrón no es un "verda­dero" ladrón, etc. Del mismo modo, éste es también el pro­blema del homosexual que anhela tener uoa relación intensa con un "verdadero" hombre, pero siempre comprueba que es­te liltimo es, y necesariamente debe ser, otro homosell\lal. En todos estos ejemplos, en el peor de los easos, el otro se nit'ga a obedecer o, en el mejor de los casos,. hace lo adecuado pe­ro por motivos emSneos, siendo los "motivos erróneos" la obe­diencia. En términos de simetrfa y complementaridad, estas instrucciones son paradójicas, porque exigen simetria dentro del marco de una relación definida como complementaria. La espontaneidad florece en la libertad y desaparece con la res­tricción. •

E(Bmplo 4: Las ideologías tienen particular tendencia a mcz­c~ en los dilemas paradójiCOJ. sobre tndo si su metaHsica coosiste en una antimetaflsica. Los pensamientos de Rubas­hov, el protagonista de la novela de Koeatler, Oscuridocl a medlodúJ, son. paradigmáticos en tal sentido:

El Partido negaba el libre albedrfo del lndlviduQ y, al mismo tielllpo, eligfa su autosacrlflclo voluntario. Negaba su capacidad para elegir eálre allenlal!wo y, al mimlo litlmpo, le exlgla que eligiera llempre la acertada. Negaba ou mpacldad paro dlsllq¡ulr entre el bien y el mal )·, ni mismo ~. bobloba acusadom....,te do culpa y lraici6n. El indi­viduo oo.oacxmtraba bajo elligno de la fatalidad O<>OIIÓmlca, una rueda en una moquiuarla de "'lojerla a la que se babia dado cuerda para toda la eternidad y a la que r..Wtaba imposible dele- o modifi.,.,, y d Partido eligfa que la rueda girara coatra el OODtido del reloj y cambiara

IR!)

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'5U curso. Siempre htJbo un error en el ollculo¡ Ja ecuación DO resul~ uba. (84, pág. 257)

Es inherente a la naturaleza de la paradoja el hecho de que las "ecuaciones» basadas en ella no resulten. Cuando la Pll­=a contamina las relaciones humanas, aparece la enfer­

a Hu6ashov habla percibido los slñtomas, pero mtentaba vanamente encontrar una cura para ellos.

Toc1os nuestros principiot eran correctos, pero nuestros resultados erau errÓDeOI. Este t1 UD ai¡lo enfermo. Dia¡DOst!oamoo b eofennedad y sus causas eoo uacUtud lllic:rol<óplca, pero cada vea que aptica11101 el blllurl eurali"'! apareció 1IDI uueva llaga. Nu-.o voluntad era firme y pura, la geote teudrla que habernos amado. Pero Dos odian. ¿Por ~ 10111011 tao odiosos· y detestadoo? Les trallmol la verdad, y ea m-. boca JOD6 a mentira. Les trajlmol Ubertacl, y en nuestras ......,. - un litigo. Les traJimos una uls­teaeia viva, y dnode te oye nuestra ...,., los lrboles 1e marchitan y se oye el ttujido de lu boju lOCal. Les trajimos la promeaa del futuro, pero DUestra lengua tartamudeó y ladró ... (84, pág. 58).

Ejemplo 5: Si comparamos esto con el relato autobiográfico de un ~uizofrénico (15), observarnos que su dilema es ln­trloseciffiente idéntico al de Rubashov. Sus "voces• colocan al paciente en una situación Insostenible, y luego se lo acusa de engaño o falta de buena voluntad cuando no puede res­ponder a sus Instrucciones paradójicas. Lo que hace que esta narración resulte tan emaordinaria es el hecho de que fue escrita hace casi 130 años, mucho antes de que surgiera la teiirla pslqu!Atrica moderna:

Me atormeataban la• órdenes de lo que, según yo Imaginaba, era el Espirita Santo, para que yo dijera otras eoau, eoaa por la cual tantas WCOI

como la lnteoth, era tremendamente reprendido por ..,_. - mi propls voz y no eon la voz qne • mo daba. Estas 6nl.- contradlclorlu eran la caUJa, ahora tanto como anlel, de la incoberencla de mi oon· duda, '1 eaas Imaginaciones -yeron los prlnolpales mol- de mi porteri« donumbe total Pues 10 mo ordenaba bablar, 10 pena do ho­rrendos tormentoo, de provocar la Ira del Espirita Santo y do Incurrir en la eulpa de la mb •ilpallt- tagral!tud; y al mismo tlampo, cuando intentaba hablar, era dura y acusatoriameote reprendido pe< no blllisar la •"Presión de un esplritu que me era enviado; y cuando volvla a i-lo, ~eguía equlvoolndomo, y cuando rogaba interJaamUte y deda que DO sabia qué debla hacer, 10 me aCUI&ha de faloedad y ...,gallo, y de no querer realmente haoer lo que se me ordenaba. Perdl eniOf'COI la pa<ieJlcia y dile que 10 mo querrla eonfundlr, decidldo a mostrar que lo que me frenaba no era el temor al la falta de voluntad. Pero en cuanto lo hice, sentl como antes el dolor en los nervios del paladar y

llí6

'

la garganta al hablar, lo cual me convenció de que no sólo me rebelaUa contra Dios, lino tamb~n contra la naturaleza; y cai en una sensoeióo .agoni2ante de d_a.,.. e ingratitud (15, págs. 32.:13).

Efemplo 6: Cuando, aproximadamente en 1616, las autorida­des japonesas Iniciaron la persecución organizada de los con­versos a la fe cristiana, permitieron a sus vlctimas elegir en­tre una sentencia de muerte y una abjuración que era tan .:omplicada · como paradójica. Dicha abjuración tenia .la forma de un juramento ·descripto por Sansom en un estudio sobre la interacción entre las culturas europea y asl&tica:

Al negar la fe cristiana, cada apÓstata debla repetir las razones do su falla de fe oegún UDI fórmula prescrlpta. • • La fórmula es ua bihuto iiiVolunlltlo al poder de la fe P"lstiana pQel, bableodo abjurndo de su religión (en general en fonila foruda), loo eonversos eran obligados, aplicando una curiosa lógica, a baoor un juramento en nombre de los

milmoo poderea que acababan de -· Eo 110mhro del Padre, del Hijo y del Esplrilu Santo, Santa Meril y todos los Angeles. • • SI rompo este juramento pierda, pata siempre la grsl:la de Dial y ealga en el Ju. mentahlo estado de Juda• 1-.. Apllltindooe aún mb de la lógica, " todo esto le segula una promesa a las deldadeo budistas y sbinto (184; pág. 176).

Las consecuencias de esta paradoja merecen un detallado análisiL Los japoneses se hablan fijado la tarea de modificar las creencias de todo un· grupo de ·¡iersonas, empresa eviden­temente dificil en vista de que c~\;Jeuier creencia es · ~oderosa y, a la m, intangjble. Deben lia r comprendidoesde el comienzo que los rnétod(ls de persuación, coerción o corrup­ción resultaban inadecuados, pues sin duda pueden obligar a una declaración de labios ~ afuera, pero siempre dejan dudas sobre si la mente del ex converso haya cambiado "real· mente•, Y, desde luego, esa duda subsiste incluso frente a las más fervorosas protestas por parte del apóstata, porque no sólo los' que renuncian sinceramente, sino todos aquellos que desean salvar 911 vida y conservar su fe en el fondo del corn· zón, se comportan precisamente de esa manera. Frente al problema de provocar un cambio "real" en la roen· te de alguien, los japoneses recurrieron al expediente del ju­ramento, y sabían muy bien que, en lo concerniente a los con­versos, semejante Juramento sólo seria vAlido si se hada en nombre tanto de las deidades cristianas como las budistas o shinto. Pero esta "soluci6n~ los hizo caer en la indetennina· bill-fad de las aseveraciones autorrenexivas. La fórmula pres· cripta para el juramento de abJuraci6n debía derivar su poder de una Invocación a la misma divinidad de la que deblan ah-

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dusi6n MgictJ •de que no existe tal barbero de la compaiiía, en el s~ntido asl definido". . Cualquiera baya sido el motivo de este autor para presentar la paradoja en esta forma algo Insólita, proporeloua un ejem· plo por ~QIIlencia de UDa paradoja pragmática. En última instancia, no existen motivos por Jos cuales esa orden no pue­da impartirse por absurda que resulte desde el· punto de vista lógico. Loa Ingredientes eseaclales de esta contingencia son Jos siguientes: · 1) Una fuerte relación complementaria (oficial y subordi-nados). ' 2) Dentro del mareo de esa relación, se da Instrucción que se debe obedecer, pero también desobedecer para obedecerla (la drdert define al soldado como alguien que se afeita a si mismo si y sólo si no se afeita a si mi5mo, y viceversa), l 3) 'ta persona .11ne dcuP&. la posiCión de· Inferioridad en e~ta relación no puede salir fiJera del marco y resolver asl la pa­radoja haciendo un comentarlo sobre ella, es decir, metacornunl­cando acerca de ella (lo cual Implicarla unn •¡nsubordi-naclc!n") . · · · · Una 'petsana. atrapada en tal situación se encue~tra en una ~ !MOifetttble. As!, mientras que desde un pünto de -.ata paratDella lógico la orden 1lel capitúl carece de sentido y el barbero mpuestamente no existe, la llituación tiene un aspecto muy distinto en la Yida ·reaL Las parádojas pragmá· !leas, sobre todo las illstrucclones paradójicas, son de hecho mucho más frecuentes de lo que se podrla suponer. En cuanto empezamos a estudiar 1a paradoja en contextos int8fllodonales. el fenómeno deja de ser un mero problema de ltiterés para . el 16gico y el filósofo de la ciencia, y· se convierte. en ll'lla cuestión de lmportancltl ptlctlea para la cordura de los co· rnunlcantes, sean estO*· individuos, familias, sociedades o na· clones. ·s A continuación se ofrecen vanos ejemplos· que ·'van desde un modelo puramente teórico, pasando por otroS toma· dos de la 'literatura y campos afines, hasta llegar a casos cll· nico.s.

S. Par Jo que •'be.!Po•· la linp~ práctica do !al paradojas h!er,a del oompo de la pslcopatolosfa !Íilo boi ildo seklada 1)or Wltt¡ellsteln: Lol clivenoo disfraces semi-chistosos de la pttadofa l6glaa son de m­Id 16lo en la medida en que DOI recuerdan que es indl&pensable una · fom. seria de la paradoja pua I"'D>preuder adecuadamoate su hmción. Suqo esta pre¡uDia: ¿qu6 papel puedo desempellar ose error lóp;lro en un juego lingiilstico? (168 bú, _Rág. 178). (El conoepto de Witt¡enstein de un juego lingüfstico" es en ese~>­da lcUDiico a aaestro coacepto do "patrón de comunicacl6n" o "fuego de relación").

JRO

6.42. Ejemplos de paradojas pragmáticas

Ejemplo l: Es sintáctica y semánticamente correcto escribir Chicago ea una ciudad populo.r11, pero sería incorrecto escri· bir ChlctJgo u frlnlábica, pues e11 este caso deben utilizarse comillas: "Cidcago" es trl.dldbica. La diferencia entre estos d<>$ usos de la palabra radica eo que en la primera aseyera­cióa, la palabra se refiere a uo objeto (una ciudad) mien· tras que en el segundo caso, esa misma palabra se refiere a un nombre (que es una palabra) y, por lo tanto, a sí misma. Así, los dos usos de la palabra "Chicago" son evidentemente de un tipo 16gico distinto (la primera aseveración está eo el nivel del leng11aje de objetos y la segunda en el del meta· lenguaje) y las oomillas actúan como indicadores del tipo ló­gico ( cf. 108, págs. 30-1 y sig.) • IDiaginemos ahora la Insólita posibilidad de que alguien con­dellle ambas aseveraci~ acerca de Chicago eo una sola (Chic(Jgo u UM ciudad populom !1 trisil4blca) y que se la dicte a su sepretaria y la amenace con despedirla si no puede o· no quiere escribirla correctameate; Desde luego, la secreta· rÍll DO puede (y tJUDpoco podrliQilos IIOJOtros). ,¡Cuáles sol( entoDces, los efeotoa de - comuaicac!Qa IObre la.ooaducta? Este· es precisamente el interéa de la ¡íragm6tica .de la comu­nlcac.i.ón humana. La IIUperiicialldad aparente de este ejemplo no debe cegamos a su importancia te6tica. No puede caber duda _alguna de que la cogwnigp~ de esi!Ltipo._erea.una_ slb¡ación insostenib]ll.. -n&do que T mensaje es paradójico, cualquier reacción frente a él dentro del marco establecido por el mensaje debe ser igualmente paradójico. EuJ1lposibU, ~~de· rn~_!l9.P&!!J!Ilte...I_l6gica _ !l~tro._ de . .J!Il COiibiitO .i_n_congrue~Iógico...Eu tanto la secretaria perma­nezca deotroaef'mal.W estableciGo por su empleador, time sólo dos polibilldadiiS: tratar de complacerlo y, desde luego, comprobar 'qWI ello es imposible, o negarse a escribir nada. En el primer oaso se la puede acusar de incompetencia, en el segundo, de insubordinación. Debe observarse que de es· ta• dos acu!llu!iones, 1 .. primera alega menoscabo intelectual,

6. A '-"to alhtra er Decesarlo rendir tributo al mAtemitico Frege9 onitm "' ... 1893 advirtió: Quiz4s el UJO frecuente de las comillas parezca extnllo; !al empleo para dif_.,¡u loa ca101 en los que hablo •bre el llpo -., y aquellos en que me refiero a .,. . rignlfkodo. P.,. p<donte que ello pa­rezca, lo cOmidero - Es notable hasta qué punto una =nora inelnlda de hablar o Ñ NCriblr, que wiginalmePte puede haber sido utilizada sólo por motivos de oonveniODCia y brevedad. ron pleDa roo­clencla de su inexactitud, puede Ot>Ontuoi!MIIte confundir el pnurunlctt­to, una vez que esa 0011clenda ha d-parecldo. (48. plg. 4; las bas­tardil1a!11 son nuestras.)

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)' la segunda, mala voluntad. Esto no está muy lejos de las típicas acusaciones de locura o ntaldad a las que se hizo re­ferencia en los capítulos precedentes. En cualquiera ,de los dos casos, es probable que la secretaria reaccione emoclonal­me!lte, por ejemplo, llorando o enojándose. A todo esto cabe objetar que ninguna persona en su sano juicio se comportada como este imaginario patrón. Esto, sin embargo, es un non sequitlll', pues al menos en teoría, y muy posiblemente tam­bién -·en opinión de la secretaria, existen dos razones posibles para tal conducta: o l:iien el patrón busca un prete.xto para despedirla y utiliza una desagradable triquiíiuela para tal fin, o bien no está en su sano juicio. Una vez más, obséivese que locura · y maldaft J?arecen constituir las ú~C!!' explicaciones. Llí iltuacioncam6ta por oornpleto si la secretaria no perma­nece dentro del mitdl eft\lb1éCtdo por· la Instrucción y liilce un comentario sobre él; en otras palabras. si no reacciona !'-e al conte11~dn d~~~!! daa&¡

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Nrtiulliea ncerca oeesa comuruca . Con ello, sale del-con­.lixtori .. creado-porefYno queoaa¡;¡:esAda en el dilema. Sin enlbolrgo, ello no suele ser fácil Para empezar, y como ie ha ;lúlllado en numerosas ocuiones en capltulos jJrevios, es di­lldl cOmunicarse acel'ca de la comunicación. La secretaria ttlldrfa que indlear por qoiJ la sltuaeión es insostenible y qm! electo ejeroe sobre ella, lo que seria ya de por si ún logro fliés que dificil. Otra razón por la cual la metacomunicaciÓft nn constituye una solución simple, radica en que el jefe, uti· Jimndo su autoridad, puede rehusane a aceptar la comuni· e&l!lól2 de la secretaria en el metanivel, y utilizarla como una nUevlt prueba de su incapacidad o Insolencia; ' '·

!B¡emplo 2: Las autodefinlciones paradójicas de~ tipo de la dél -~o son muy frecuentes, por lo menos en nuestra ex­periencia clllllcá. Su importancia -pragm.\tlea se hace más ev;. de;nte si. zecordamos que estas aseveraciones no sólo expresan . ' '1: Lowla Carroll conocla muy bieD •ste método de bloquear las mela• romuDicac.iones para impedir que alguien salga de unn. situadón Jmos.. lenilole. Volvemos ahora ~ Alicia, despuá de ·que la R~ Negnt y la R~ina Blanca Ja han vuelto lOca. con ~us preguntas (véase S.3.~);_ le ~lh:anican la cai"M"za con mnnoios de hOjas hasta que recupera el fentido, "'' -1•1f'RO rontim~a el lavado de eerehro: ' · "Ahora esbl bien otm vez", dijo In Reina NegTa. "tSabet Idiomas? l<".ómo se dice #ddle~ .. en francés?". . "Ffd.u..f.-du no .. palabra inglep", replicó Alicia 0011 otrio<lad. ";,Qoth dijo que lo fuera?", dijo la 1\eina NegrL - vea Alicia cre•id dncubrir "" medio """' rortear la dlflculttul. -si me dice a qué idioma pertenece 'fiddle-de-dee', yo le di" eómo .. dice en francés", exclamó triunfalmente. Pero la Reina ,. i'J(IIi6 bleritica y dijo: '"lA.s Heinat nunca hDt'" fftltoi". (Las bastnrdiJias l<'n nuestra~).

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un contenido carente de sentido lógico, sino que también de­finen la relación del self con el otro.· En cousecuencla, cuando surge¡¡ en la interacci6n humana, no Importa tanto que el con· tenido· ( lftfbhnaci6n} carezca de sentido como que la relación (initrueción) no pueda elt1dirse ni tampoco entenderse cla­ramente. Las siguientes variacioneS de este problema estfln tornadas casi al azar de entrevistas reclenles:

Q) Eatrevistaclor: tCUlles dlrla Ud. Sr. X, que roa .loo ptiDclpales pro­hlemu en su familia? Sr. X: MI colllribución a nueotro problema eo que, ooy un mentlrolo imreterado... Muchas personas usan 1a expresión ... "te, fa~ad o •""'!or&ción o muc)w cosas .. ,. Pero en realidad .. ~-·•

T~memós motivos para creer que este hombre aiwca ha te­nido oportunidad de conocer la paradpja. del mentiroso, y que no. ~ propoala tomarle el pelo al entrev.~Jtador. LQ biiiQ, a pesar de eB11, pues ¿oómo pilede uno reacci®Br frente a se-mejante mensaje· relacional paradóUco? ·· · · . b) Una famijia, compuesta porJos padres y un hijo de veiJite años más bien obeso a quien se le atribuye retardo menti.l), inte111retan juntos el proverbio "Piedra qu¡:. rueda no ~!¡¡ mu$· go", ~mo parte de Ulla E11trevista F&JDiliar lütruclurada (159);

Padre: UtUizado como pmv"'blo llcnlfiaa pano .-..., para ~tari y yo, que 111 1101 ...,"*',_ ooupadot y ...u- 101110 ,. piedra que

rueda, 11IWII oabe, movi'~• ....,._, -· 110 ~- a Mr 41-mulado. • • gocdoo, 11110 oe welve mis olerlll _,taJI¡,mte ••• Hijo: t~ aJII' . . Madre: .¡Aben elllieDIIesP Hijo: Lo-Madro,. (~): ¿Lo entiepdesi' Hijo (~): SI. LO ENTIENDO. Padre ( ~ooé): C)!e ierla 1'101Y BJ.IENO po~ .. , llijo (fnterrwnpJeDdo) : llflfartlo monl<ll. · Pudre ( éontinualldo) : manteoeroe ocupado. .. . Madre: Oh. . • puece 9ue eso 01 lo qile pari!Ce 'JUO sfplfiea ~ra tl, "piedra que rueda .•. " Hijo ( interrumpihdo): Bueno, llplfiC4 ..,,...., el ...,rdo _,¡,¡, Madre• 8110110 ... Podre (intemimpt,ei>clo): Bueno, lllllntenene oc:uDI!d~ AYUDARlA, •• decir. • • creo que eso o cierto. . ,'

¿Cómo se manejan los padr<~S, o el terapeuta, con un "retar· dado mental" 1 que habla ·sobre las maneras de superar su re-

8. Sobre la base de divenoo te1t1 pslco16glcol. 10 había atribuido a -P.'ciente un oociente intelectual de entre 110 y 80. Justo anlu de -

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tardo mental e incluso utili2a ese término? Al igual que el mentiroso, salta dentro y fuera del marco establecido por el diagnóstico (una definición del self), llevando así el diagnós­tico ad ab~t~rdvm en una forma verdaderamente esquizoiré· nica. El uso del término excluye el estado que ese térmiM denota. 1 e) En. una sesión de terapia marital conjunta, cuando se dis­cutió el tema de las relaciones seliUllles de la pareja y de sus actitudes individuales acerca de distintas conduotas sexuales, se pudo encontrar pruebas del malestar extremo que experi· mentaba el marido con respecto a la masturbación. Afirmó que "para ser completamente francow, aunque a menudo se vela "obllgadow a masturbarse debido al rechazo de su es· posa, lo tortUraban temores . de ser anormal ' de pecar (el marido era católico y consideraba que la masturbación era un pecado JnOrtal). El terapeuta respondió que no podla hablar acerca del problema del pecado pero que, en lo concerniente a anormalidad o destriaclón, numerosas investigaciones indi­c;aban que ese grupo informaba una frecuencia menor que cualquier otm grupo :religioso, atmque la frecuencia de la masturbación entre los católicos era !Ms alta de lo que mu· chos suponlau. El esposo se burló de tales hallazgos y dijo: "Los católicos siempre mienten sobre. el sexon. ·

Ejemplo 3: Quizá la forma IMs frecuente en que la paradoja interviene en la pragiMtica · de la . comunlcaci6n humana, es a ttavés de una instrucdón que exige una cooduota esp.lCiflca, que por su ·misma naturaleza . sólo puede ser espontánea. El prototipo de este mensaje es, por ende: "¡Sé B8pontánsot. Todo aquel que enfrenta esta Instrucción se encueñtta en una (>Oiidón Insostenible, pues para obedecerlo tendrla que ~er espontáneo dentro de un marco de sometimiento, de no-es­pontaneidad. Algunas de las variaciones de este tipo de ins· trucclón paradójica son:

-•) "Debes _ .. ;

-b) "Quiero que mo domines• (pedido de una mujer a su -pamo);

-e) "Deberla gustarte Jugar cou los clltcios, como a Jos otros padres"; -<1) "No saos tan obediente" (los padru a lll1 hilo al que coosideran demasiado depe!ldiente);

"ntrnista, 10 negó a partidpár en UD tat adue¡endo que no podfa comprender lo que "' lo pedfa. ( Eu el curso do la terapia so cambió el dia¡n6sUc:o por el <io esquizofrenia; la rocuperaei6n del paciente fue nHsftctorla, y su desempefto en dlwnal Areos supera en mucho las expectaUvas de los test mencionados.)

184

'

-e) Sabes que eres libre de irte, querido; no te preocupes si comienzo i\ llorar" (de t1na ncvt•b de \\'. Styron (150, pág. 33).

Los encargados del superburdel microcósmico en la obra Bal­cori¡¡ de Genet se ven todos atrapados en este dilema. Se paga a las muchachas para que desempeñen los roles complementa­rios necesarios para que sus clientes vivan sus sueños de .•elf. pero todo sigue siendo falso, pues saben que el pecador no es un "verdadero". pceaclor, que el ladróu no es un "verda­dero" ladrón, etc. Del mismo modo, éste es también el pro­blema del hoJnOsexual que anhela tener una reL>ción intensa con un "verdadero" hombre, pero siempre comprueba que es­te í1ltimo es, y necesariamente debe ser, otro homosexual En todos estos ejemplos, en el peor do los casos, el otro se ni~ga a obedecer o, en el mejor de los casos, .. hace lo adecuado pe­ro por motivos erróneos, siendo los "motivos erróneos" la obe­diencia. En términos de simetrla y complementaridad, estas instrucciones son paradójicas, porque exigen simetría dentro del marco de una relación definida como complementaria. La espontaneidad florece en la libertad y desaparece con la res­tricciÓ!I. '

Eietrrplo 4: Las ideologías tienen particular teG<Ienoia a mcz:­~ en los dilemas paradójicos, aobre todo si su metafísica coosiste en una antimetaflsica. Los pensamientos de Rub~s­hov, el protagonista de la novela de Xoeatler, O~eurldacl a meclloc&, son paradigmáticos en tel sentido:

El Partido negaba el Ubre albedrlo del individuo y, al mismo tiempo, ellig(a su autosacrificio voluntnrio. Negaba su capacidad para elegir clitra alterDatlou y, al mllmo tiempo, le esilfa que eligiera liempro lo acertada. Negaba su capaciclad JMira diáiq¡ulr entre el bien y el mal y, ni milmo tiempo, hablaba acuaadom-nlie de culpa y traición. El indi­viduo ..... 011C0111raba bajo ellliguo de la fatalidad económica, una rueda en u,. maquiJiarla do relojer(a a la que se habla dado cuerda .para toda la eterDidad y a la que reoultaba i~ble det._ o modificar, y rl Partido OJi¡la que la rueda ¡iraa COD!ra el oentido del reloj y c:ambiora

].'l.j

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')U curm. Siempre hubo un error en t1l oilcu.lo; la ecuación DO resul­uba. (84, pág. 157)

Es inherente a la naturaleza de la paradoja el hecho de que las "ecuaciones· basadas en ella no resulten. Cuando la !l!l.­=a contamina las relaciones humanas, aparece la· enfer­~ Rubashov habla percibido los slñtomas, pero inteñtaba vanamente~ encontrar uua cura para ellos.

T...., nuecos priDcipiol onm carrectus, pero auestros resultados er&D

err6Deos. Esto •• UD lll¡lo enfermo. Dla¡DOStleamos la Ollfermodad y ..,. caldaS con uactltud miclolc6plca, pero cada va que apllann01 el blllurl eurali"'! aperedó 11110 aueva lla¡a. Nuestra voluutad ora firmo y pon, la gente teadrla que haber..,. amado. Pon> DOS odlao. ¿Por ~ """"" taD odiosos· y deteJtadosP Loo traJimos la verdad, y ea - boca 10116 a meatlra. Loo traJimos libertad, y OD nuestras - parece UD litfao. Loo traPIIIIII DD& ull­- vñra, y deode oe - nuestra W& los 6rboleo N marcbitaD y se eyt el Cl'Ujido de lu boju ...,.., Loo traJimos la promo• dol fututo, pero nuestra l•ncua tartamudeó y ladró •.• (84, pág. 58).

Ejemplo 5: Si comparamos esto con el relato autobiográfico de un les_guizofrénico ( 15 ), observamos que su dilema es ln­trlasecliilente idéntico al de Rubashov. Sus "vooes" colocan ü paciente en uua situación insostenible, y luego se lo acusa de ·nga~~o o falta de buena voluntad cuando no puede res­pondes' a sus lnstrucclones paradójicas. Lo que hae& que esta narración resulte tan eztraordlnarla es el hecho de que fue esc;rlta hace casi 130 años, mucho antes de que surgiera la teória psiquiátrica moderna:

Me atormeDtaboo las órdeooo de lo que, oegón yo imogiDaba, ora el &plritn Santo, para quo yo dijera otru ....,, OOM por la cual taDtas ......,

- la IDtoD~. ora tremenda- reprndido por co- - mi prvpla voz y oo con la voz que 10 - daba. Estu órdeooo COIIIradlctorlu ....., la """"'• ahora tanto como aotos, de la lncoberoncia de mi <OD­

ducta, y eeu lma¡ioadoaeo COIIItituyoroo loo priDCipalos - de mi

posterior derrumbe total. Pues 1e - ordenaba hablar, ao - de ho­rrendos tonneotos, do provocar la Ira del Espfritu Salllo y de Incurrir en la culpa de la mols •spau- Ingratitud; y al mlm>ó tiempo, ·cuando iDfODiabo bablar, Ol'a dura y acusi~ -endido por no IJillilar la expresión do uo 05pfritu Que me ora enviado; f 01l8lldo volvla a i-Jo, Rgula equlvoW!domo, y cuaudo JOS&ba iDI.......,.. lf decfa que DO sabia qué debla hacer, 10 me aeuoaba de falsedad y ~. y do oo querer realmente hacer lo que so me ordenaba. Pordl ent0f1<eS la paciencia y ·dijo que le me querrla coofw.llr, deddido a mostrar que lo que me frenaba DO ora el temor Di la falta de voluotad. Poro en cuanto 1o hice, sent{ como antet el dolor e-n los nervios tht paladar y

ló6

'

la garganta al hablar, lo cual me convenció de que no sólo me rebelaba contra Dios, lino tambW:n coutra la Daturalezat y cal en una sensoeión .agollizante de deooxperanm e iDpalltud (15, pá¡L 32.33).

Efemplo 6: Cuando, aprOldmadamente en 1616, las autorida­des japonesas lnlclaron la persecución organizada de los con­versos a la fe cristiana, permitieron a sus víctimas elegir en­tre una sentencia de muerte y una abjuración que era tan complicada como paradójica. Dicha abjuraclón 1enla .la forma de un juramento ·descripto por Sansom en un estudio sobre la interacción entre las culturas europea y asiática:

.Al negar la fe cristiana, cada apÓStata debla repetir las razoDeJ do '" fella de fe oeg6D una fórmula pr....Jpta •• , La fórmula 01 ua . tributo involuntatlo al poder de la fe piJttaDa pueo, habiendo abjurado do su religióll (on geDOilll en foniío fonada), los CXIDY1IrtOO oran obligados, apliamdo uoa curloeo lógtoa, a hacer un juwneDtO en nombro do loo mismos poderee que acahabao de -· Ea DOIDbro del Padre, del Hijo y del Espirita Santo, Santa Mana y todos loo Aageles. • • SI rompo este fur&meiiiO pierda, para sle- la ¡rada de DIOI y caiga en el la­mootable estado de Judas ~e. A~- aún mb de la lógica, 1l todo Olio le oegula una promoaa a lu deidades IM>distas y shioto (iiU; pálf. 178).

Las consecuencias de esta paradoja merecen un detallado an6lisis. Los japoneses se hablan fijado la tarea de modificar las creencias de todo un grupo ~e ¡:iersonas, empresa eviden­temente dificil en vista de que ;a\;;nier creencia es ~oderosa y, a la m, jntangible. Deben ~ comprendido OSde eJ comienzo que los rnétod(IS de persuaclón, coerción o corrup­cl6n resultaban inadecuados,. pues sln duda pueden obHgar a una declaraclón de laloios parir. afuera, pero siempre dejan dudu sobre si la mente del ex converso haya cambiado "real­mente". Y, desde luego, esa duda subsiste lneluso frente a las mAs fervorosas protestas por parte del apóstata, porqile ao sólo los' que renuncian sinceramente, slno todos aquellos c¡uc desean salvar JU vida y conservar su fe en el fondo del cora­zón, se comportan precisamente de esa manera. Frente al problema de provocar un cambio "real" en la men· te de alguien, los japoneses recurrieron al expediente del ju­ramento, y sabían muy bien que, en lo concerniente a los con­versos, semejante juramento sólo seria wlido si se hacia en nombre tanto de las deidades cristianas como las budistas o shlnto. Pero esta "solución" los hizo caer en la indetermina­bUI&d de las aseveraciones autorreflexivas. La fórmula pres­cripta para el juramento de abjuración debía derivar su poder de una Invocación a la misma divinidad de la c¡ue debían ab-

Ilfl

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i~rar mediante ella. En otras palabras, se hacia una asevera· c1ón dentro de un marco de referencia previamente defiDido (!a fe cristiana), regón la cual re afirmaba algo tiCtlr04 de ese marco y, por ende, acerca de si misma, a ~aber, negaba el ~arco de referencia y, con ello, el juramento mismo. Abnra b1en, conviene prestar particular atención a las palabras en bastardilla en la oración precedente, defttro y IIC6I'CtJ de. Su· pongamos que C sea la clnse de todas las aseveraciones que pueden hacerse dentro del dlarco de la fe cristiana. Entonces cualquier aseveración sobre e puede considerarse como un~ ':"ctaaseveracl6n, esto es, una aseveración aoerca de. un con­JUnto de aseveraciones. Ahora se ve que el juramento es un miembro de C )1:\ que invoca a la Trinidad, y, al mismo tiem­po, una metaaseveracl6n que niega a e y, por lo tanto, acer­ca de C. Sin. embargo •. esto crea el ya conocido l~ ló­gico. Ninguna asewración hecha dentro de un marco de referencia dado puede salir al mismo tiempo de ese marco por as{ decirlo, y negarse a si misma. Em! es el diÍema dei softador que tiene una pesadilla: nada de lo que intente hacer e.n ~1 sueño servirá para nada. •• S~lo despertando, lo cual stgniflca salir del sueño, puede escapar a su. pesadilla. Pero despertar no forma parte del suefto, sino que constituye un marco completamente distinto; es un no-sueño, por as! dec!Hn. Teóricamente, la· pesadilla · podrla proseguir indefinidamente como evidentemente sucede con algunas pesadillas ...,uizo: frénicas, pues nada dentro del marcO tiene poder suficiente como para negar dicho marco. Pero esto, mutatl.r mutandis,

10. Cf. Citamos nuevamente a Lewls O!rrol en A lraoll J.l apefn que (al Igual que Allcl4 en sl TJ<Il• tÜ hu 111Q!'trofllu) es mls W1 texto de problemar de l6g!ca que un libro psra nfllo& Twoeil!edum y !'""edledee hablan .a.eerca del durmiente Rey Rojo: "Aho~• estt sofiando , dijo Tweedledee. ¿"Y con qué ~ee• que suefiar"

Nnd1e puede .. berlo", dijo Alfcla. "iVa~l JSuefia cotttlgo/" t!l<clam6 triunfal Tweedledeo. batiendo pal· ~u Y si dejar• do sofiar contigo, ¿dónde m- que 01t1r1aJ7"

Donde estoy ah!O'a, por supuesto", dijo Alicia. ~ i No!" replicó desdefiolllmente Twoed!edee. "No estarfu en ningún Indo. ¡S61o eres algo en 111 suellol" "SI el Rey fuera a d~·. egreró Tweedledum, ~le esltiiiiBIÍao lbongl ... (como la llama de UDa vela(~ ~¡No me ..Eumarial", se indi¡n6 Alicia". Ademls, si ya oólo SOfl algo ~n su .sueño, ¿qué son wtecle~, quisiera saber1""

ldem , dilo Tweedledum. -¡ldem, ídem!", gritó Tweedledee. !•n fuerte lo gritó, que Alicia no pudo dejar do deolr:

¡Chist! Temo que lo despertar'n si haoen tanto ruido • ··E• inútil que hí hnbles de despertarlo'"', dijo Tweedledum, •·cuando 1111 ~res mAs q'!.e una cosa en su suefio. Sabes muy bien que no eres real. ..

1 Soy re•ll , dijo Alida y se puso a llorar.

es precisamente lo que el juramento japonés estaba destinado a lograr. Si bien no sabemos de la existencia de documentos históricos acerca de los efectos del juramento sobre Jos conversos o so­bre las autoridades que lo impusieron, no resulta di!ícil hacer conjeturas al respecto. Para los conversos que hadan el ju­ramento el dilema es bastante claro. Al abjurar, permaneclan dentro del marco de la fórmula paradójica y quedaban asi apresados en la paradoja. Desde luego, sus probabUidades de salir fuera del marco deben haber sido muy escasas pero, ha· biéndose visto obligados a prestar juramento, Jos conversos se deben haber encontrado en un tremendo dilema re.ligioso f)Crsonal. Dejando de lado la cuestión relativa a la coacción, ¿era su juramento válido o no? Si querlan seguir siendo cris­tio.oos, ,¡acaso ese mismo hecho no otorgaba validez al jura­mento y los excomunicaha? Pero, si d~eaban sinceramente ahjlllU del cristianismo, ¿acaso el hecho de jurar por esa fe no los ligaba .firmemente a ellln? En último análisis, la para­doja invade aqul el c.ampo de la metafísica; participa de la e-sencia de un juramento que no sólo liga a quien lo hace, sino también a la deidad invocada. En la experiencia del COIIVerso, ¿acaso no se encontraba entonces el mismo Dios en, una po­sición insostenible y en tal caso, ·donde en todo el· universo quedaba alguna esperanza de solución? Pero la paradoja debe haber afectado también a los perse­guidores. Es imposible que éstos no hayan percibido que la fórmula ubicaba a la deidad cristiana por encima de sus pro· pios dioses. Así, en lugar de expulsar al "Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Santa Maria y todos Jos Angeles" del alma de los conversos, los entronizaban incluso en su propia religión. l'or ende, al final deben haberse encontrado atrnpados en su propia maquinación, que afirmaba lo que negaba y negaba lo que afirmaba. A esta altura podemos referirnos superficialmente al tema del lavado· !l.e. cerebro que, al fin de cuentas, se basa e,..¡

. exclüi!Viiment~-en.Ja..paxadoja... pragmúti~. La história de la humanidad muestra que, en general, hny dos claSt"s de ex. pertos en este sentido: Jos que consideran que la destrucción física de sus opo~:~entes constituye una solución aceptable del pf~>blema y no les preocupa lo que sus vlctimas "realmente" piensan, y los que, movidos por una preocupación de tipo escatológico, digna de mejor causa, si se interesan, y en nito grado, por ese aspecto. Cabe suponer que los segundos se inclinan a denunciar una notable falta de espiritualidad en los primeros, pero esto no tene mayor sentido. De cualquier manera, al segundo grupo le preocupa básicamente modificar la mente de un l1ombre y, sólo secundariamente. eliminarlo.

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O'Brien. el torturador de la novela de Orwell, 1984, consti­tuye una notable autoridad sobre el tema, cosa que explica a su víctima.

. "'f~ Clda hereje que la Inquisición quemó en la hogt•era, •urgieron­miles de otros. ¿A qu~ se debió ello? A que la lnquisickln mal6 abier­tameute a sus enemigos, y los mató antes de que se arrepintiera.Q, de hecho, los mató porque no se arrepintieron. Los hombres morían porque se negilbaD o. obandonor sus verdaderas. aeencias . .. Más tarde ..• surgieron Jos DBZis alemanes y los comunistas rusos. . . Nosotros no cometemos errores de ese tipo. Los convertimos on verdaderos... Usted ser6 aniqutlado en el posado tanto eomo on el futuro. Usted jamás habrl existido". •EDtQnces. ¿por qué se molesta en torturarme?.. pensó Winstoo. O~riep esbozó un.t leve sonrisa. ""Usted es una mácula en el disefto, W~o, usted es una nwu::ha que es ne<:esarlo ellminnr. ¿No aeaho do .decirle que somos distintos de los perseguidores del pasado? No nor e~ con la obediOIICÜl negatit>J, ni riqul""' c;on la 1Umltl6n m4.s obvocta. Cuando u.ted " rinda finalmente a nosott01 .....S por IU 'P'<>­pNI . ool~ntad. No destruimos al hereje porque se nos resista; mientras reliste jamás lo dt>strulmos. Lo convertimos. nos apoderamos de su meote, ~, rernod<lamos. Quem;~mos en él todo mal y toda ilusióni . lo pnn­moi para nuestro bando, no en apllliencla, 1lno gcnuinamen­ti, de Gima u corazón. Lo convertimos en Uno de nosotroS· antes de noatarlo. Nos resulta intolerable que una itlea errónea haya existido eD aJauna parte del mundo¡, por secreta e impotente que fuera.• (113, p¡\¡. 2$1: lns bastnrdillas son nu-a).

Aquí, sin duda, nos encontramos con la paradoja de tipo ~sé espoatáneo" en su forma más cruda. Desde luego, al lectOr DO le cabe duda alguna de que O'Brien está loco, pero mlel!­triiS que O'Brien no es más que un personaje ficticio, su locu­ra es la de un Hitler, Himmler, Heydrich, y col.

Ejllmp!O 7: U na situación esenciahllente similar a la de los con\'l!fSOS japoneses y sus perseguidores surgió entre Slgmund Freud y las autoridades nazis en 1938, salvo que en este caso la víctima obligó a sus perseguidores a enfrentar la paradoja y, además, de manera tal que pudo abandonar el campo. Los nazis habian prometido a Freud una ,·isa para salir de Aus­tria siempre y cuando firmara una dP.Claraclón según la cual había sido «tratado por las autoridades alemanas, sobre todo por la Cestapo, con todo el respeto y la consideración debidos a mi reputación científica•, etc. (81, pág. 226). SI bien en el caso personal de Freud tal afirmación puede haber sido cier­ta, en el contexto más &m¡JliO de la espantosa per5C'Ctlsl6n de Jos judíos vieneses, ese documento Implicaba una desver-

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gonzada ficción de juego limpio por parte de las autoridades. sin duda con el fin de utilizar la fama internacional de Freud w., .. J."prop¡¡l!~Pd~ ¡¡azi Así, a la Cestapo le interesaba que Freud la firmara, y, por otm lado, Freud sin duda tuvo que enfrentar el dilema de firmada y ayudar asl al enemigo a expensas de propia ip.tegridad moral, o negarse a firmarla y sufrir las consecuencias. En términos de la psicologla expe­rimental, enfrentaba un conflicto de tipo evitación-evitación (S.6.434). Logró dar vuelta la situación y atrapar n los na­zis en su propia maquinación. Cuando el oficial de la Gestapo le trajo el documento para que lo firmara, Freud le preguntó si le permitirla agregar una frase. Evidentemente seguro de su posición de sqperioridad, el oficial aceptó el pedido y Freud escribió de su puño y letra: "Puedo recomendar la CPsttpo a cualquiera de todo CQrazón". Ahora la situación se hab1a in­vertido pues la Cestapo, que habla obligado a Frcud a ala­barla, no podía oponerse a ser objeto de nuevos elogios .. Pero, para todos los que tuvieran la más borrosa conciencia de lo quo sucedia en Viena en aquellos dlas (y el mundo lo com­prendía cada vez con mayor claridad), este "elogio" equivalía a un devastador sarcasmo que despojaba al documento de todo valor para la propaganda .. En slntesis, Freud habla ubi­cado al documento en un determinado marco mediante una aseveración que formaba parte • del documento y una nega­ción. por medio del sarcasmo, de todo. el documento.

Ejemplo 8: En Les plalslrs et les ]ours, Proust ofrece un her­moso ejemplo de una paradoja pragmática que surge de In frecuente rontradicción entre. la conducta socialmente apro­bada y las emociones individuales. Alexis · tiene trece años y se di5p911e a visitar a un tlo que agoniza, aquejado de un mal incurable. La siguiente conversación tiene lugar entre Alexis y su tutor.

Al corneiiZOr a hablar 11e sonrojó int0111a-..1e1 "Moasúmr Legrand, ¿debe mi tlo pensar q,.. lkl que n a morir n nnl"" "¡No debe saberlo,..Aieml". "Pero, ¿qu~ hago 11 me .habla 10bre ello?". "No bablari sobre ello'". "¿No me hablart 10bre ollol"" dijo Alexls, ablnllo, pue1 era la única altcrnntiva. que no había anticipado; mct. vez que comenzaba a Imaginar su visita • su tlo lo ola hablar sobro la muerto con la dulzura d• un sacerdote. "Pero, nl fin de cuentas ¿qué haré si me habla sobre e10?". ••Le dirás que estl equivocado". "¿Y si lloro?". "Ya hn! llorado demasiado esta mailana, no lloraris en casa de tu tlo".

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''¡!';o llcraré!"• exclamó Alexís con deselpertlci6n. "Pero él creerá que no <1c.•nto pc.·not, <Jttc Ull le quiero ... mi pobre Uor' y c:onu::nz6 a llorar. (118, pó~>s. 1!9-20),

Si, movido por su preocupación, Alcxis. oculta sus scntimien­tns de preocupación, entonces teme que puéda parecer indi­frrcnte y, por ende, falto de amor.

E;~mplo 9: Un joven sabia que sus padres no aprobaban a la muchacha con la que saHa y con la que se proponía casarse. Su padr~ era .un l1ombre rico, dinámico y buen l'll07')

<JUC gobernaba " su antojo la vida de sus tres hijos y su es­posa. La madre vivía ocupando la' posición complementaria inferior. ~ra una mujer retraída y call~da qlfe, en varias oca­siones, se habla internado en un sanatorio "para un desean· so•. Cierto d!a, el padre Invitó ill joven n pasar a su estudio -procedimiento reservado sólo para las ocasiones muy so­lemnes- y le dijo: "Luis, hay algo que debes saber. Los Al· varado siempre nos cawmos con mujeres que son mejores que nosotms". Lo dijo con el rostro totalmente serlo y dejó al muchacho desconcertado, pues le resultaba imposible· deci· dir. cuáles eran las implicaciones de tal aseveración. Cual· c¡uiera fuera la forma en que trntaba de interpretarla, ter· minaba en una desconcertante contradicción, lo cual creó en él un sentimiento de inseguridad en cuanto a Ja. convenien· da de casarse con la novia. La aseveración del padre podrla ampliarse de In siguiente manera: nosotros los Alvarado somos personas superiores; en­tre otras cosas, escalamos posiciones al casarnos. Esta evi· dcncia de superioridad, sin embargo. no es sólo claramente contraria a los hechos que observa el hijo, sino que implica, por su parte, que los Alvarado son inferloru a sus esposas, lo cual niega la afinnnción que estaba destinada a corroho· rar. Si la aseveración de superioridad, inclttyendo la deflnl· ción de la esposa y de si mismo, es cierta, entonces no es dc•rta.

Ejemplo 10: En el curso de. 'la psicoterapia ele un hombre jown, su psiquiatra le pidió que invitara a los padres a tras· lndatse desde una ciudad algo lejana plU'II que pudieran te· ner por lo menos una sesión de terapia conjunta. Durante ~sa sesión se hizo evidente que los padres sólo estaban de acuerdo entre sí c_uando se aliaban contra el hijo, pero que estaban en desacuerdo con respecto a muchos temas. Tam· blén se reveló que el padre había sufrido una depresión du· ronte. la infancia del hiio y no babia trabajado durante cinco afios, periodo en el cual vivieron del dinero de la mujer, que

192

"¡ E1crlbe fenómeno usted!"

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•. ·'.· t== . .: ~·· . ~~· . '· ·. ...

posela una cierta fortuna. En el curso de la entrevista, el padre criticó al hijo por no ser más responsable, por no ha­cerse independiente y tener más éxito. En ese momento el terapeuta intervino y señaló cautelosamente que quizás el padre y el hijo tenían más en común de Jo que parecía ... Aunque ninguno de los dos hombres pareció prestar aten· ción a esta insinuación, la madre intervino rápidamente y ata· có al psiquiatra por crear dificultades entre ellos. Poco des· pués contempló a su hijo con amor y admiración y afirmó: "Al fin de cuentas, es algo sencillo. Lo único que queremos en el mundo es que Jorge tenga un matrimonio tan feliz CO·

mo nosotros". Definido en esos términos, la única conclu· sión es la de que un matl'imonio es feliz cuando es infeliz y por implicación, que es infeliz cuando es feliz. De paso, vale la pena mencionar qtie el muchacho quedó deprimido después de esa reunión y que, cuando'· acudió a su sesión individual siguiente, no pudo descubrir· el · origen de su estado de ánimo. Cuando se le señiJió la paradoja im· plícita en el deseo de la madre, la recordó y fue como si de pronto se hubiera encendido una lnz en sil interior. S~ñaló que probablemente la madre habla dicho •cosas como ésa" durante muchos aílos, pero. que él nunca habfa podido iden· tificarlas tal como le habla sucedido en ese momento~ Solla tener sueílos en que transportaba algo pesado, o luchaba con­tra algo, o se sentla arrastrado por algo, sin poder reconocer jamás qué era ese "algo".

Ejemplo 11: Una madre conversaba por teléfono con el psi· quiatra de su hija esquizofrénica y se quejaba de que la mncbacha estaba empeorando, lo cual en general significaba que la bija se habla mostrado más independiente y había discutido con ella. Poco antes, por ejemplo, la bija se había mudado a un departamento propio, cosa que fastidiaba a la madre. El terapeuta le pidió un ejemplo de conducta supues· tamente perturbada y la madre respondió: •Bueno, hoy, por ejemplo, quise .que ella viniera a cenar, y tuvimos una tre­menda discusión porque ella pensaba que no tenia ganas de venir". Cuando. el terapeuta le preg1111tó qué habla OCU· rrido finalmente, la madre respondió con cierto enojo: "Bue­no, la convencí de eme viniera. por supuesto, porque sabía que ella en realidad querla hacerlo y nunca tiene el valor para decirme que no". Según la madre, cuando la hija dice "no", ello significa que en realidad desea ir, porque la ma· dre sabe mejor que ella qué ocurre en la mente confusa de la hija; ¿pero qué ocurrirla si la bija dijera "sf'P Un "sí~ no significa "si", sino sólo que la bija nune,a tiene el coraje ne· c;esario para decir "no". Así, tanto la madre como la hija

195

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cst;\n ligadas por esta manera paradójica de rotular Jos men­sajes. -Ejemplo 12: Hace poco, Greenburg publicó una encantadora y espeluznante colección de comunicaciones maternas para­dójicas. He aqul una de sus perlas:

Dé • su hilo Mamn doi camlsu da regalo. La primera vez que "' pon¡a um do ellas, mlrelo con tristeza y dip en su tono bUlaJ de voz: "¿La otra no te suat6i"' (!18, pá¡. 18).

6.43. La teorla del doble vinculo •

Los efectos de la l!.""Rdoja en la interacciórl" humana fueron descriptos por primera vez por Bateson, Ja<;kson, Haley y Weakland en un trabajo titulado "T OWIITd a Theory of Schl­.renl4" ( 18), publicado en 1956. Este grupo de Investiga­dores enfocó el fenómeno . de la comunicación esquizofrénica desde un punto de vista radicalmente distinto de aquellas hipótesis según las cuales la esquizofrenia constituye prima­riamente un trastorno lntrapsíquico (un trastorno del pen­samiento, una función yolca d~bll, una inundación de la con­ciencia por material del proceso primario, etc.), que afecta secundariamente las relaciones del paciente con las demás personas y, eventualmente, las de éstas con éL Bateson y coL

· adoptaron el enfoque contrario y se preguntaron qué secuen­cias de la experiencia lnterpersoual prOOot:Grian (en Jugar de ser el efecto) una conducta capaz de justificar el diagnóstico de esqUizofrenia. Supusieron que el esquizofrénico • deb6 vi­vir m un unloor•o donde 1M 86Ctl6ncitu de hechos 8011 de tal lndole que aw hábltol cOIIIIIIlloocionales no conotmelonales remiten en cierto 3entido adecuado&". ( 18, pág. 253). Esto los llevó a postular e Identificar ciertas características esenciales de tal Interacción, para las cuales crearon el término doble vinculo. Estas características constituyen también el denomi­nador común subyacente a los ejemplos Incluidos en la sec­ción previa de este capitulo, cuya heterogeneidad seria sino quizás desconcertante.

• Doub~ bfrtd 111gnffica Ollrie!&lllenle "doble lazo" o ~doble atadura" y, por extensión, ~doble trampa". Al revi110r. le cupo la responsabilidad de Incorporar dtcho concepto a la literatura especializada en castellano, tra­duciéndolo C<liDO "doble vinculo". Su uso· r,• relatlvamenle difundido ohUga a mantener eta traducdón~ tal VeE DO a mú exa.cta desde el pun­to do vlstn literal, si bien mis apta que otras para )a r-edacción en cas­tellano. [N. del R.].

6.431

En una definición algo modificada y ampliada, los ingredien­tes de un doble vinculo pueden describirse de_ la siguiente IIIAIIera:

1) Dos o más personas participan en una relación Intensa que P?sce un ~ valor para la supervivencia física y /o pslcol6-g¡ca de una, varias o todas ellas. Situaciones en las que esas relaciones Intensas existen e incluyen pero no se limita a la vida familiar (en particular la. interacción parento-filial): tam­bién abarcan, entre otras, la situación de enfermedad; la de­pendencia material; el cautiverio; la· rurustad; el amc-r: la'

.lealtad hacia un aedo, una causa o una ice-:-~:-C.1: !:--, =· textos que están bajo la influencia de las ncrmas sr:C".a ·~ 0

la tradición, y la situación psicoterapéutica. ll) En ese I'Oiltexto, se da un mensaje que está estructurado de tal modo que: o) ~o bbafirma algo de su l!_l'opia afirmación y ql amh!A4o ron mutuamente exCiü~ ~IN Así, si. el mensaje es una Instrucción, es necesa~io des.:­obedecerlo para obedecerlo; si es una definición del self o del otro, a persona as{ definida es esa clase de persona s61o sl no lo es, y no lo es si lo es. Así, el significado del mensaje es Indeterminado en el sentido descripto en 8.3.~. 3) Por último, se impide que el receptor d~Lmen~ill.se .ev!­da del marco establecido l!er •-~~je se~ .. !J!~cotnuni­Clñdose ( coment~!i.Ú.Úo él_g_~!ra.Y.é~dose. Por lo tan­to, aunque el mensaje carezca de sentido desde el punto de vista lógico, constituye una realidad pragmática: el receptor no puede defM de reaccionar a ~1. pero tampoco puede re­accionar a él en forma apropiada (no paradójica), pues el mensaje mismo es paradójico. Esta situación suele estar deter­minada por la prohibición m&s o menos explicita de mani­festar que se tiene conciencia de la contradicción o del ver­dadero problema impllcito. Por lo tanto es probable que una persona en una situación de doble vínculo se vea ~gada (o al menos se sienta culpable) por tener percepciones co­n·eotas, y sea definida como •mala" o ,oca~ incluso por in­sinuar que puede haber una discrennncia entre lo qul' real­mente ve yo lo que ·deberla • ver. u E:sta es la esencia del doble vínculo.

11. Esto '"' apilaa. ta;.,iri6a a la percepción que una persona tiene do loa estados de linimo o la conducta de otro.. Cf. John~n y col. al que pe.-t~ el l(guiente pasaJe: Cuando estos niiios perclbfan el enojo y la hostilidad de ua prog~nitor, como sucedfa en numerosas ocasiones, aqu~l negaba sU enojo, e insls­tfa en que el nffto hidera lo mismo, de modo que ~ste se vefa en el dilema de creer al progenitor o a sus propio sentidos. Si confiaba en

¡o~

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o.JJ2

Desde <¡uc fucca formulado, este concepto ha llamaqo cpn· sidcrablementu la atención tanto en la psiquiatria •a como en las ciencias de la conducta en general (1.56 ), e incluso per· tcnece ya a b jerga política (~í ). El problema relativo a la ¡>~~toscnicidr.d Jel doble vínculo se ha transformado en el aspecto más debatido y peor comprendido de la teoría, por lo cual es necesario examinarlo untes de proseguir con nues· tro tema. No cabe duda de q~l mundo en que vivimos está leios de ser lógico y de que todos hemos estado expuestos a dobles vínculos. a. pesar de o cual! cas! todos nosotros nos hemos ingeniado pura conservar nuestra cordura. Sin embargo, la maroría de tales experiencias son aisladas y espurias, aun· que e¡>. su momento puedan ser de naturaleza traumática. Es muy distinta la situación cuando el contacto con los dobles 'vínculos es duradero y se convierte gradualmente en una expectativa habitual. Esto, desde luego, se aplica en parti· cular a la infancia, ya que todos los niños tienden a llegar a la conclusión de que lo que les sucede ocurre en todo el l))un<!o: es la ley . del universo, por nsl decirlo. Aqu.l, enton­Cés, no se trata de un trauma aislado, sino más bien de un patrón definido de Interacción. La cualidad lnteracclonal de !:$le patr6n quizá se vuelva más clara si se recuerda que el 4oble, vínculo no puede ser, en la naturaleza de la comu· li!cación humana, un fenómeno unidireccional. Si, como vi· -~ antes (3), un doble vínculo da lugar a conducta paradó­¡¡ca. entonces esa misma conducta. a su vez, crea un doble rfnculo para quien,. lo estableci6. " Una vez que dicho pa·

1011 sentidos, manteula un firme contacto """ la realfdad; 11 a'ela al -eolte<, comervaba la relación que necesitaba, poro dlstonlonaba m peroopción de la realldad. (80, pég. 143). ~iD¡¡ (89) ha Introducido el concepto de misilffcadcln para referine a --patrón. .

1i. Sus autores recibieron el Premio Frieda FrODIID-Relchmann 1961-61 de la Academia de PsicoanáiWI, por m lfplfioat!Ya contribución a la OlliDpnns!Ón de la esqulzofrealo.

'13. Esta mutualidad exlste aun cuando todo el poder e~ aparente­mente en manos de uno de loo partldpaDtel y el otro parezca -J.. meote desvalido, por ejempiD, en la porsecull6n p<>Utlca. Al final, como "'Plloa Sartre ( liJS), el torturador queda tan humillado como m' vlct!ma. V6ase, asimismo, la descripción que hace Weistberg (16!J) de ms ez. periendas como victlma de la Gran Purga en la Ulllón Sovl~oa, y el concepto de Meerloo (1011) del "misterioso pacto masoquista• entre el e>perto en lavodo de cerebro y su victlma. Para un estudJo detallado de la: mutualidad del doble vinculo en las fa. mUlAs, véase Weakland {l80) y también Sluzlci. y col. (144).

IYX

tt·ón ha comenzado a actuar, virtualmente carec-e de sentic.lo preguntar cuándo, c6mo y por qué se estableció, pues, como se verá en el próximo capitulo, los sistemas patológicos ex· hiben una cualidad de tipo círculo vicioso, curiosamente autoperpetuadora. En vista de ello. sostenemos que el pro· blema de la patogenicidad del doble vinculo no puede re· solverse en términos de una relación causa-efecto tomada, por ejemplo, del model~édico de la conexión entre la in· fección y la iilflamación; 1 doble vinculo no causa esquizofre· nla. Todo lo que puede ec~ne es que, cuando el doble vincu· lo se ha convertido en el patrón predominante de comunica· ción, y cuando la atención diagnóstica está limitada al in-. dividuo manifiestamente más perturbado, 14 la conducta de este iudivkluo, según se comprobará, satisface los criterios diagnósticos de la esquizofrenia. Sólo en este sentido puede considerarse el doble vincula· como agente causal y, por en· de, pat6gen.2;.)Este distingo puede parecer talmúdico, pero lo · consideramos necesario para poder dar el paso conceptual que va desde la "esquizofrenia como una enfermedad miste· riosa de la mente individual" a la "eS<¡uizo!renla como un patrón <!e comunicaciÓn especifico.

14, ~ulta Imposible examiDar en elle libro todos los Ul)OCios y ra• mlficaclones de la teorla del doblo vinculo; pero ol prol>lema relativo al grado de tra-... requiere """ breve digrosióu. Hemos comprobado en Jnál de una, ocasión que los padres de esquizofrénicos pueden pa· recer al principio individuos congruentes, bien adaptados, lo cual pa­r""' corroborar el mito de que estas familias oerlan feliceo si 110 tu-

. vieran un bljo psia\tlco. Pero incluso cuando 10 los entrevista en ausencia del pacfeote, IUI utraordmariaa iDconpuencias comunfcaci"' nales no tardan en baoorse evidentes. Ea necesario seilalar una vez mlls los numerooos ejemplos proseDtadoa por ~iD¡ y Eattoraon (90) y uq trabajo pionero do Seorles, al que pertenece el siguiente pal&je: Por ejemplo, la J::DQ.dre de uri ~n esquizofrénico, una mujer muy intensa que hablaba con la velocidad de UD& ometralladora, derramó sobro mi, 011 un torrente iDIDterrumpido do pelabru, la:J ofguientes frases, Dlaga; das de - ""'UÜVI'I en lo que reopecla al tollo emocional, q"" nie cle­jaron ~te atontado: "EE era muy feliz. No paedo creer que lo OC1!l<iero.. um cosa ul. NUIIal -o mal, """""· Le encantaba su empleo en el negocio del Sr. Mitcbell en ~ El Sr. Mitcbell es um persona muy perfeccionista. No Cl'eo que Dia¡uno de ous emplea­dos amantes de Edward durara más de UJIOS pocos meses .. Pero Edward ·le

llevaba muy bien coa él. Solla volver a cal& y doe!r (la madre Imita un' mspiro de agotamiento): ¡No puedo oopo<tarlo más!" (142), pég~ :H). Un ejemplo oimilar, tomado do uno de aaettros pruyectol de IDvestlga· dón, eo el de una madre cuyo hijo eoqulzofr6Dioo comem6 cierto dla a o¡ujerear los muebleo; las poredeo y las veniiDU de m departameJ>o to con ou rifle de pequello calibro. Cuando se lo pre¡uDI6 cómo habl~ maneJado esta paligrosa lltuaoi6a, la madre replicó con doria rabia:· "Le dlje por centésima veo: Que DO debla Jular ~da la cua",

/99

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6.433

Teniendo esto presente, podemos agregar ~ora otros dos etiterios a las tres características esenciales (S . 6. 431) del doble vinculo, para definlr su conexión con la esqu1zofrenia: 4) Cuando el qoble vinculo es duradero, posiblemente cró­nico, !_e convertira en uña e~t~_tt\~!l_º"bl~(li__LautónQ!lla con respecto a la naturaliiza ·ae las relaciones humanas ·y el mundo ~n general, una expectativa que no requiere refuerzo ulterior.

5) ~a conducta paradójica impuesta por el doble vinculo ( punt~ 3, d11 S. 6. 431 ) es, a su vez, un doble vinculo. y lleva a un patrón de comunicación auto~or. La COD­~Cli der0i)IDUJI1eantr1iiii-ñiiñifieáia.i-re~·peitu1bado ,.. tislace los criterios clínicos de la esquizofrenia si se la en­mina en forma ablada.

6".434

De ello puede deducirse que los dobles vlnculos no son tan sólo instrucciones oontrtldlctorla.t, sino verdaderas paradojas. Ya nos referimos a la diferencia esencial entre una contra­dicción y una paradoja: cuando hablamos sobre las antino­~las, Y ~mprobamos que toda antinomia es una contradlo­OlÓ~ 16~tca pero que no toda contradicción lógica es una antino~ta. ~1 mismo distingo es válido para instruoclones contradtctonas versus las Instrucciones paradóiicn. 1 rlobles vínculos), y se trata de un distingo de gran importancia por· que los efectos pragmáticos de ambas clases de Instrucciones son muy distintos. (Véase las ilustraciones sobte la pág. 193). Nuestro pensamiento, -la estructura lógica del lenguaje y nues­tra percepción de la realidad en general est!\n tan firmemente basados en la ley aristotélica de que A no puede ser ,.¡ ml•­m~ !lempo no A que este tipo de contradicción es. demasiado · eVIdente etT6nea como para tomarla en -w. Inclwo las con­tradicciones impuestas por el diario vivir no son patógenas. Cuando enfrentamos dos alternativas mutuamente excluyen'· tes, es neceSario elegir; la propia elección puede no tardar en demostrar que ha sido errónea o bien se puede vacilar demasiado y así fallar. Tal dilema puede variár desde un leve malestar por el hecho de no poder comer el pastel y tenerlo al mismo tiempo hasta la desesperada situación de un hombre atrapado en el sexto piso de una casa en llamas Y a quien sólo le queda la alternativa de morir en el incendio o S3ltar por la ventana. Del mismo modo, en los experimentos

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clásicos en los que un organismo se ve expuesto a una si­tu~clón de conflicto (acercamiento-evitación, acercamiento­acercamiento, evitación-evitación), el conflicto surge de lo • que, en realidad, equivale a una contradicción entre las alter· nativas ofrecidas o impuestas. Los efectos de tales cxperimen· tos sobre la conducta pueden ir desde la indecisión, hasta una elección errónea o hasta morirse de hambre para esca­par al castigo, pero nunca a la patología peculiar que puede .observarse cuando el dilema es auténticamente paradójico. Con todo, esta patología está claramente presente en lo• fa­mosos experimentos pavlovianos, en loa que primero se adies· tra a un perro para distinguir un clrculo de una,e~pse. y .J~e; go · se lo vuelve Incapaz de discrlmlnar cuando la elapse se amplía gradualmente para que se parezca cada ve~ más a un círculo. Sostenemos que este es un ecntexto que contiene todn~ los Ingredientes de un doble vinculo. tnl comn ya se lo describló, y Pavlov ideó el t~rmino "neurosis experimental" para · referirse a sus efectos en la conductá. El núcleo del asunto es que, en este tipo de experimento. el experimentador Impone primero al animal la necesidad vital de una discrl· minación correcta y luego hace imposible la discriminación dentro de su marco. Así. el perro se ve lanzado a nn munclo en el que su supervivencia depende de una ley que se viola a sl misma: la paradoja levanta su cabeza de Gorgona. A esta altura, el animal comienza a exhibir ciertos trast11mos de conducta característicos: puede entrar en estado comatoso, o mostrar extrema al!l'ellvidad y. adem6s, manifestará los ron·

,_..., ... ltantes fislol6giccs de una Intensa ansiedad. u En ~nti!Ñ: el principal distingo entre las instrucciones con· tradictoriRs y l11s naradt'l!ica.1 consiste en que. fr~'lte a un~ Instrucción contradictoria, se elige una y se pierde; o se su· fre, la otra alternativa. El resultado no es feliz pues, como ya se señaló, es Imposible comer el pastel y manterlo intacto si· multáneamente, y el menor de dos males sigue siendo un mal. Pern frente a nn11 ln!l!ntcción contrndiC'tnria. la elección e< lógicamente posible. La instrucción paradójica, por otro lado, Impide la elección ml.mta, nada es posible y se pone así en

_.l]ljlrcha una serie oscilatoria autoperpetuante. Como comentario quisiéramos señalar el interesante hecho de que el efecto paralizante de la paradoja pragmática no se limita en modo alguno a los primates o a los mamíferos en general. Incluso los organismos con un sistema nervioso y un cerebro relativamente rudimentarios son :gualmente vulne-

15. Resulta significativo que loo auimales que nunca luerou adiestra· dos para dlsaimfnar no muertran esta clase de conducta ten un contnto en que Ja discriminación resulta Imposible.

101

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rabies a los efectos de la paradoja. Ello implicarla que el fe­nómeno afecta a alguna ley fundamental de la existencia.

6.435

Pero, ,-olviendo a la pragm:ltica de la comunicación human~~. consideremos breveme1.te cu.lles son los efectos que los do­ble< vínculos tienden a producir en la conducta. En S .4 .42 se <eñaló que, en toda secuencia comu.nicacional, c'.'alqu~er intercilmbio de mensajes disminuye el numeto de pos1bles JU· gadas siguientes. En el caso de los dobles vínculos, la com· plejidad del patrón se ve particulamlllntl! limitada y s~lo U\UlS muy r~as reacciones resultan pragmáticamente pos1bles. A contiuuación señalaremos al¡!unas de ellas. . ~f:Is.nte al insostenible absurdo de. su situación, es probable I}Ue una persona llegue a la conclusión de que de~ e~tar pasando por alto Indicios vitales, ya inherentes a la S1tuac1ón, ya 'que le ofrecen los interactores significativos. Este supues­to se verla fortalecido por el hecho evidente de que~ra los demás, la situáción parece muy ló~~;ica y <.'OU<(ruente. 1-:-' po· sibilidad de que tales indicios vitales sean retenidos ehbera­damento por los otros sólo constitUiría una variación sobr~ el mismo tema. En cualquiera de los dos casos, y esto es de Im­

portancia básica, se verá obsesionado .por la necesidad de enrontrar esos indicios, de conferir sentido a lo que sncede en el y a su alrededor. v evenhtalmente se verá obligado a extender esta búsqueda de indicios v de sentido a los fenó­menos más improbables y dispares. Este alejamiento con res­recto a los problemas reales se vuelve más plausible cuando se rP.Cuerda que un in ediente esencial en una situación de

ble vinculo es a pro i " n e ir la con i n implícta. Por otro lado, esa persona puede elegir lo que los reclutas

-ronsiderau como la mejor reacción posible C rente a la 16~ica desconcertante, o a la ausencia de lógica, de la vida militar: obedecer a todos los mandatos l!n forma completamente li­te,ral y abstenerse manifiestamente de todo pensamiento in­dependiente., Asi. en lufl&r de lanzarse a una búsr¡neda in­termlnable"-de all!llifloados ocultDI, esa per~ona de10arta a priori la pollibilidad de que exista otro aspecto en las relacio­nes humanas aparte del más literal y superficial, o bien. de que un mensaje debe tener más significado que otro. Como cabe imaginar. tal conducta oarecerfa torita a cualrtuier oh­servador, pues la incapacidad para distinguir lo trivial de .lo imoortante. lo plausible de lo no plausible, constituye la esencia de la tonterfa.

202

\La tercera reacción posible seria apartarse de toda relación ) '!iümana. Ello puede lograrse mediante el aislamiento lisico

en la medida de lo posible y, además, cerrando los canales de entrada de la comunicación cuando el aislamiento no bas­ta pr¡r s1 sólo para lograr el efecto desead;¡.} Con respecto a la clausura de las entradas, es necesario referirse una vez más al fenómeno de "defensa perceptual" que se describió brevemente en ~ .3.~34. Una persona que se defiende de e>l<t manera le parecería retraída, inabordable y autista a un ob­servador. Es posible concebir un resultado virtualmente i<l~n­tico -escapar a la participación en un doble vínculo- me­diantu una conducta hiperactva tan intensa y persisten!;: que ahogue la mayoria de los mensajes que entran. Estas tres formas de conducta frente a la indeterminabilidad que plantean los dobles víneulos reales o habitualmente es­perados sugieren, como lo señalan en su trabajo original los autore• de la teoría, los cuadros clinicos de la eS<¡ui?.ofrenin, esto es, de los subgrupos paranoide, bebefrénico y catatónico ( estuporoso o ag•tado), resvectivamente. Dichos autores agregan:

Ettas. tres alternativa• no SOD las Úilicas. Lo cierto. ea: que un individuo no puede elegir la alternativa c¡ue le pnmítiría descubrir qu.' quieren decir las personas; no puede, • menos que cuente con considerable ayuda, ell4-. loo -Je• ele otroa. Al serie ello lmp05lble, el ser humuo eo como un slltema antoCOl'l'ector que ha perdido su regulador; gira en espiral hasta alct~.nzar di!ctortiones intermina bies, si bien siempre de mnnera olotemlltica. (18, p¡lg. 256).

OComo ya se señaló en varias ocasiones, la comunicación es­uizofrénic~ es en si misma · pa~dójica, por lo cual impone na parado¡a a los otros comumcantes, y ello completa el iclo vicioso.

6.44 Pred'cciones paradójicas 10

A comicnws d..-la década, de 1940 hizo su avurición una nuc­VP. pnntdoja. particularmente fascinante. Aunque su orig~n parece desconocido, llamó rápidamente la atención y se la hn trntado ampliamente desde entonce• en una V01dedad de trab~!os. no me~os ~e nueve de' los cuales aparecieron ~n lt~ revista !lind. 11 Como veremos, esta paradoja es de particu-

16. Partes de ella IOCCión fueron publicadas P"f primem vez •n 158. 17. Para una revisión de algunos de l.os primeros artículos y una prc· sentaclón amplia de esta paradoja, v=se Nerlich (lll); nslmlsmo, vl·all4: Cardner (54) para ua excelente resu~ que Incluye ca111 todas lns di'i· tintas versWnH ea que se ha prelelltado la paradoja.

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lar interés para nuestro estudio, porque deriva su fuerza y Sil encanto del hecho de que sólo resulta concebible como una intemcción en curso entre dos personas.

6.441

Entre las diversas versiones de la esencia de esta paradoja, hemos elegido la siguiente:

El director de una escuela anuncia a sus alumnos que torilará un examen Inesperado durante la semana ·.siguiente, esto es, c\talquier dia entre el 1\.lnes y el viernes. Los estudiantes, que par-ecen constituir un grupo fns6JitameDte irigenioso, le se&lan que, a menos qu~viole los tmatno~ de su propio anuncio y no se propr:nbra tom:J.r . un examen ftaelpiJf'tldo

al¡tlll dio de r. ,., .... ~~~·· tal exornen no puede tener lugar. Argumentan que, si hasta el jueves no se ha tomado el examen, entOJICel u imposible tomarlo por sorPresa el viernes, ya que éste sería el {mico dfa posible que queda. Pero, si ello permite eliminar el viernes como posible dla pera el exnmen, el jueves también. queda eliminado por idéntl· ca raz6n. Evidentemente, el mlércoleo a la noche quedarl011 sólo dos dias: Jueves y viernes. El viernes, como ya se demostr6, queda elimi­nado, con lo cual sólo queda el jueves, de modo que un examen tomado el jueves ya no seria inesperado. Mediante idéntico razonamiento, tam­bién resulta posible eliminar eventualmente el miércoles, el martes y el lunes: no puede haber un examen inuperado. Cabe oupnuer que el director escucha en sllendo su .. prueba'"' y lueg~, toma examen por ejemplo, el jueves a la maflana. A portir del momento en que hizo el Uluneio, 11 \tnia planeado tomarlo ese dia. Por otro lado, ellos enfren. tan ahora un examen totalmente inesperado, inesperado precisamente de que ~ habhm contrencido de que no podía ser inesperado.

En este pasaje no resulta dificil distinguir los rasgos ya fa­milares de la paradoja. Por un Indo, los estudiantes se han lanzado a lo que parece ser una deducción lógica rigurosa a partir de las premisas establecidas por el anuncio del d!· rector y han llegado a la conclusión de que no puede haber liD examen inesperado durante. la semana siguiente. El di­rector, por su parte, evidentemente puede tomar ese examen cualquier dla de la semana sin violar en lo más mlnimo los términos de su anuncio. El aspecto más sorprendente de es­ta paradoja radica en el hecho de que, un análisis más cui· cladoso, revela que el examen puede tomarse incluso el vier· nes y, no obstante, conttituir una sorpresa. De hecho, la esencia de este episodio es la situación existente el jueves a la noche, mientras que la inclusión de los otros dlas de la se·

204

mana sólo sirve para adornar el relato y complicar secunda· riamente el problema. A partir del jueves a la noche, el vier· nes es el único día posible que queda, lo cual hace que d examen se convierta en algo previsible. "Debe ser mañana. si es que hay un examen; no puede ser mañana, porque un seria inesperado"; as{ es como lo ven los alumnos. Ahora bit•n, esta deducción misma de que el examen es previsible y, por lo tanto1 Imposible, permite que el maestro tome un examen inesperado el viernes o, si a eso vamos, cualquier otro día de la semana, en completo acuerdo con los térq1inos de su anuncio. Aunque los estudiantes comprendan que su conclu· sión de que no l?Uede haber un examen inesperado es 1"'<'· clsamente la razón por la cual se lo puede tomar inesperada· mente, su descubrimiento no los ayuda en absoluto. Sólo sirve para probar que si el jueves a la noehe esperan que el exa· men se tome el viernes, con lo cual excluyen la posibilidad de que tenga lu~r. de acuerdo con las re~la< del dirP-ctor. entonces ea poaibk tomulo inesperadamente, lo cual lo con· vierte en algo completamente previsible, lo cual lo hace to­talmen~ inesperado, y as{ sucesivam~nte tJd infinitum. Por lo tanto, no es posible predecirlo. Aqu(. entonces, tenemos otra verdadera paradoja pues 1) el anuncio contiene una predicción en el lenguaje de los ob;etos ("habrá un e•amen"); , 2) contiene una predicción en el metalen{!uaie que nie!!a 1" posibilidad de predecir 1) esto es, "el examen (predicho) será imprevisible"; 3) ambas predicciones son mutuamente excluyentes; 4) el director puede imnedir eficazmente nue los e•tudiantP< salgan de la situación creada por su anuncio y obtengan la información adicional que les permitirla descubrir cuál e< la Fecha del examen.

6.442

Hasta aqu{ lo relativo a la estructura lógica de la predicción hecha por el director. Cuando se consideran sus consecuen· cias pragináticas, surgen dn• conclu<inne• <nmrendentP<. La primera es que para cumplir con la predicción contenida en en su anuncio, el director necesita que los estudiantes lle­guen a la conclusión contraria (esto es, que un examen como el anunciado es lógicamente imposible), pues sólo entonces surge una situación en la que su predicción de un examen inesparado puede justificarse. Pero esto equivale a decir que el dilema sólo surge gracias a la capacidad intelectual de los estudiantes. Si no fueran tan ingeniosns, proh,hlemcnte

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p.~-;'"''n por alto la sutil complejidad ele! problema y espe­rarían que el examen fuera realmente inesperado, con Jo cual llemrían al director ad absurdum. Ya que si aceptan, ilógi­mme!lt<', el hecho de que se debe esperar lo inesperado, ningún examen en momento alguno entre el lunes y el vier­nes sE"ria inesperado para ellos. ¿.No se tiene la impresión de que una lógica defectuosa daría a su enfoque una apa· riencia m3s realista? Pues no hay razón por la que el examen no pne<b tomarse inesperadamente cualquier día de la se· mana, y sólo los estudiantes muy inteligentes pasan pm· alto este hecho innegable. En la labor psic,oterapéutica con esquizofrénicos inteligentes, uno St' siente tentado una y otra vez de llegar a la conclu­sión de que estarían en condiciones mucho mejores, mucho rn•is ··normales", si de alguna manera pudieran reducir la agudeza de m pensamiento y aliviar así el efecto parali1ante que tiene sobre sus acciones. Cada uno a su modo, todos dios parecen d~scendiente• del héroe troglodita de la novela Notes from Underground de Dostoievsky, quien explica:

Juro, caballf'ros, que ser demasiado consciente es una enfermedad, una verdadera y 'c1had,, enfermedad (38, pág. 132).

Y mis adelante:

.. ;La inercia me dominaba. Ustedes saben que el fruto directo, legitimo, de b crnciencia es la inPrcht. esto es, ese consciente estar sentado con las m a nos una sobre fa otra. Me he referido ya, repito, a esto, y lo reitero con énfasis: todas Jas personas ''directas .. y los hombres de acción son activos simplemente porque son estúpidos y limitados. ¿Cómo expli­Cl eso? Se los diré: cerno consecuencia de su limitación toman las causas inmedi.atas y secundarias por las primarias y así se convencen con mayor r:1pidez r facilidad (Juc otras personas de que han encontrado un fun­c.b.mento infalible de su actividad, y su mente queda en paz y uno ~a sahe C]tte eso es lo principal. Para empezar a actuar, como saben, primero es necesario tener Ja mente completamente tranquila, sin uu ~ú 1 n 1 ~stro de dudJ.. Pt·r fjemp!o, ¿cómo put:do lograr que ,m mente lSté tron¡uila? ¿Dénde están las causas primariAS a partir de l..l.s cuales he de construir? ¿Dónde están mis fundamentos? ¿Dondé be de COD$eguirlos? Me dedico a. re!l~xionar y, siendo consecuente conmi¡o mismo, cada causa pri~ia de jnmediato arrastra tras de si otra mls primaria, y así infinitamente. Tal es precisamente la esencia de toda sde1 te de ccnciencia y reflexi6n. (38, pfl.gs. 139-40).

O compirese con llamlet (IV/4):

!\IJj, )'<\ olvido besti::&l o flojo escrúpulo de pensar demasiado en el

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1

1

1

1 1

1

1

1

evento (pensar que, en cuatro partes dividido, una es prudencia y tres soa cobardía), no sé cómo es que vivo todaví11 diciendo, "esto hay que hacer", puesto que ten¡o motivo y voluntad, y fuerza y mediO!.

Si, como vimos en 5.6.435, el doble vínculo determina una conducta muy similar a la de los subgrupos paranoide, hc­befrénico y catatónico de la esquizofrenia, respectivamente, parecería que las predicciones paradójicas estuvieran relacio­nadas con conductas que sugieren la inercia y la abulia típicas de la esquizofrenia simple.

6.443

Pero la segunda conclusión que se impone es, quizás, aún más desconcertante que esta aparente apología del pensa­miento torpe. El dilema resultaría igualmente imposible si los estudiantes no confiaran implícitamente en el director. Toda su deducción depende del supuesto de que el director puede y debe ser digno de confianza. Cualquier duda con respecto a su confiabilidad no disolvería la paradoja de~de el punto de vista lógico, pero si desde un punto de VISta

pragm{¡tico. Si no es posible confiar en él, entonces no tiene sentido tomar en serio su anuncio, y lo más que los alum­nos pueden hacer bajo esas circunstancias es esperar un examen en algún momento entre el lunes y el viernes. (Ello significa que sólo pueden aceptar aquella parte del anuncio que está en el nivel del contenido (lenguaje de objetos) es decir, "Habrá un examen la semana que viene", y dejar de lado el aspecto metacomunicacional que se refiere a su pre· decibilidad). As!, debemos llegar a la conclusión de que no sólo el pensamiento lógico sino también la confianza nos ha­cen vulnerables a esta clase de paradoja.

6.444 • Podría parecer que semejante paradoja surge en· raras oca·

slones, o nunca, en la vida real. Empero, este argumento es indefendible en el campo de la comunicación esquizofrénica. Una persona que carga con el rótulo diagnóstico do "esquizo· Erénlca" puede entenderse como alguien que desempeña el papel de los estudiantes y. el del director al mismo tiempo. Al igual que los primeros, se ve atrapado en el d1lema de lo lógica y de la confianza, como ya se señaló. Pero taro bién se encuentra en gran medida en la posición del director. ¡>Uc<. al igua.J que éste, comunica mensajes que son indeterminnd·"'·

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Evidentemente sin comprender hasta qué punto los comen­tarios finales de su trabajo resultan aplicables a nuestro te­ma, l\'crlich ha ofrecido un excelente resumen de esta situa· ción: "Una manera de no decir nada consiste en contradecirse a uno inisma.. Y s1 uno logra díchicontiadicdóii diCJenao qü,;-¡;;;;;--no dice nada, entonces, finalmente, uno no se con­tradice en absoluto. Uno puede comerse el pastel y conser­varlo al mismo tiempo", ( 111, pág. 513). · Si. como se postuló en S.2.23 y S.3.2, el esquizofrénico in· tenta no comunicarse, entonces la "solución" para ese dilema es el uso de mensajes indeterminables que afirman con res­pecto a si mismos que no afirman nada.

• 6.445

Pero incluso fuera del campo de las comunicaciones estric­tamente esquizotrénicas, puede comprobarse que las predic­ciones paradójicas desempeñan un papel en las relaciones hu­manas. Por ejemplo, aparecen toda vez que la persona P es objeto de la confianza implícita del otro, O, y amenaza a O con hacer algo que convertirla a P en alguien que no merece confianza. El siguiente ejemplo puede ilustrar su interacción. Un matrimonio solicita ayuda psiquiátrica debido a los ce­los excesivos de la esposa, que hacen la vida intolerable pa­ra ambos. Se revela que el marido es una persona sumamente rlgida y moralista, que se enorgullece de su estilo ascético de vida y del hecho de que "nunca, en toda mi vida, he dado n nadie motivos para dudar de mi palabra·. La esposa •. que procede de un ambiente muy distinto •. ha aceptado la posi­ción complementaria de inferioridad, excepto en un área: se muestra reacia a renunciar a su coctel antes de la cena, un hábito que para el esposo, que es abstemio, es repulsivo y que ha sido tema de interminables peleas casi desde el co· mienzo de su vida matroimonial. Aproximadamente dos años antes, el esposo, en un momento de rabia, le dijo: "Si no aban­donll3 tu t'icio, yo adquiriré otro", agregando que tendría re· laciones con otras mujeres. Esto no trajo consigo ning•'m cam· bio en el patrón de su relación, y pocos meses más tarde el esposo decidió permitir que ella continuara con su hábito R fin de mantener la paz doméstica. En ese preciso instante se desataron los celos de la mujer, con el siguiente funda­mento racional: él es absolutamente digno de confianza; por lo tanto, debe estar cumpliendo su amenaza de ser infiel, esto es. indip;no de confianza. Por otro lado, el esposo está igual· mente atrapado en la red de su predicción paradójica, ya •1nc no puede tran<Inilizarla convincentemente en el sentido

108

de que fue una amenaza impulsiva que no debe tomarse en sct:io. Ambos comprenden que están presos en una trampa que ellos mismos amlBron, pero no ven cómo salir de ella. La estructura de la amenaza proferü.la por el esposo rs idén­tica a la del anuncio del director. Tal como lo ve su espc~;a: él dice: 1) soy absolutamente digno de confianza: 2) ahora te castigaré siendo indigno de confianza (in: id. falso); 3) por lo tanto. se¡,'ttiré siendo digno de confianza para ti siendo lo contrario, pues si ahora no destruyera tu confianza en mi fidelidad marital, ya no sería digno de confhnza.

Desde un punto de vista semántico. la ·pamdo¡;~ tiene que ver con dos significados distintos de la expresión "digno de confianza"', En 1) la expresión se utiliza en el metalenguaje para denotar la propiedad común a todas sus acciones, pro· mesas y actitudes. En 2) se la emplea en el lenguaje de los objetos y se refiere a la fidelidad marital. Lo mismo se aplica a los dos usos del término "esperado" en el anuncio hecho por el director. Cabe esperar que todas sus predicciones se cumplan con certeza. En otras palabras, esa es la propiedad común que determina la clase de sus predicciones. Así. si se niega el carácter de esperable de un miembro ne esa cla<e -esto es, una predicción especifica-, dich" carácter co,.es­ponde a un tipo lógico distinto, esto es, inferior. del correspon­diente a la propiedad de la clase. designada mediante el mismo término. Desde un punto de vista pragmático, tanto el director como el marido crean con sus anuncio~ C'Ontt'rtt"~ que son insostenibles.

6.446 Confianza- El Dilema de los Prisioneros

En las relaciones humanas, toda predicción está relacionada de una u otra manera con el fenómeno de la confianza. Si la persona P entrega a la otra, O, un cheque personal. O. basándose en la información con que cuenta en ese mrmcn­to. sip:ue sin saber si ese cheque tiene fondo~. En tí11 !\e-ntidn. las posiciones de p y o son muy distintas. r sahc si el che­que tiene fondos o no; o sólo ruede confiar t'll r ('\ n,' ~ pues no lo sabrá hasta que lleve el cheque al banco. En ese

18. Desde h1C'go, la confjanza o desconfiallZ3 de O dt'penderá de ~u~ experiencias p.1sadas, si las ha tenido, con P y el rt'su1tado del pro'h1t•­

ma actual íufluirá. sobre el grado de confianz.'\ de O con re!pecto a P en oca!liones futuras. Pero, para nuestros fines actuales, no P~ n·:ce~.trio considerar t:sto aquí.

209

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n1 .. I~Iltl•, su confianza o descorúianza se verá reemplazada por la misma certeza que P tuvo desde el comienzo. No ha)' en lil n.lturaleza de la comunicación hnmana nimmna ma­nera de hacer que otra persona participe en la infmmación o en bs percepciones que están exclusivamente al alcance de- uno. En el meior de los casos. el otro nuecle crinfiar_o nn, pero filutí.Lpu.edc..~ Por otro ladD:-.la nctf~Td;;d hu­

r."íana f!neitarí11. virlualmente paralizada si la gente :lCtuara únicamente basándose en información de primera mano so­bre ~ao; per<'enciones. La gran mavoría de todas ln" decisio­nes est{ut basada> en la confianza ·de un tipo u otro. Asl, la confianza siempre está relacionada con resultados futuros y, más específicamente, con la posibilidad de predecirlos. Hasta ahora se han considerado interacciones en las que una persona tiene inFormación de nrime:ra mano v la otra sólo puede confiar o no en la comunicación de tal iÓformación, El cHrector sah~ C]ne tomará un e•:amen P.l ineves a 1a maiínna: el esposo sabe que no se propone traicionar a su mujer; el hombre que firma un cheque sabe pm lo general si tiene fondos o no. Ahora bien, en cualquier interacción del tipo del "Dilema de los Pdsione•ns'", nin!(rmn ele las personas cuenta con información de primera mano. Ambas deben basar­se en su confianza mutua, en una evaluación tentativa de su propia confiabilidad ante los ojos del otro. y en sus intentos de predecir el procedimiento de decisión del otrn one. '""'\n sabeh. depende en gran medida de las predicciones de éste con respecto a las propias. Como se verá, estas predicciones invarb hlemente se vuelven paradójicas. El Dilema de los Prisioneros 1• puede representarse mediante Una matriz tal como la siguiente:

a. 5, 5 --5, 8

•• 8, -5 -3, -3

hJ. Como se recordará, el Dilema de los Prisioneros es un fuego de ~ul-.\,1 nv nula, de modo que la meta de cada jugador es su propia ga­n:mci.l absoluta al margen de la gan:mcia o la pérdida del otro. Asi 1.1 cooperación no sólo no queda excluida (como sucede en el fueg~ e\(' sunu nula}, sino que incluso puede constituir la estrategia óptima. T::~mpnco CfiNtituye una estrategia automáticamente convenie~~te el otor­j:!_,r un c.:u:icter aleatorio a las jugadas (en el caso de partidas sucesfvu).

J/0

1

1 J

1

en la que dos jugadores, A y B tienen dos jugadas alternativas cada uno. Es decir, A puede elegir a• o a., y B puede elegir b, o b.. Ambos tienen plena conciencia de las pérdidas y ganancias definidas por la matriz. As[, A sabe que si elige a• y B elige bo, ambos ganarán 5 puntos; pero si B elige en cambio b., A perderá 5 puntos y B ganará 8 puntos. B en­frenta una situación similar con respecto a A. El dilema de ambos consiste en que cada uno de ellos ignora qué alterna­tiva elegirá el o\ro, ya que deben ele¡rir simultáneamente, pero no pueden comunicar nada acerca de su decisión. Por lo general se supone que sea que el juego se realice una sola .vez o cien veces en sucesión, la decisión a•, b• es la más segura, aunque implica una pérdida de 3 puntos para am­bos jugadores. 00 Una solución más razonable seria, desde luego, a•, bo, porque asegura a ambos jugadores una ganan­cia de 5 puntos. Pero esta decisión sólo puede alcanzarse bajo condiciones de confianza mutua. P.orque, por ejemplo, si A participara en el juego sólo con el fin de aumentar sus ga­nancias al máximo y disminuir sus pérdidas, y sí A tuviera suficientes razones como para creer· que B confia en él y, en consecuencia, elegirá b., entonces A tiene todos los motivos para elegir a•, ya que la decisión conjunta a•, b•, da a A una ganancia máxima. Pero si A piensa con suficiente cla­ridad, no puede dejar de predecir que B seguirá un razona­miento análogo y elegirá b• y no bo, sobre todo si B también niensa oue A confía en él suficientemente y él mismo confía bastante en A como para que éste juegue a•. En consecuen­cia, sur~e inevitablemente la conclusión melancólica de que la decisión conjunta a•, b•, que implica una pérdida para ambos jurradores, es la única factible. Este resultado no es de ninguna manera teórico. Quizá cons­tituya la representación abstracta más elegante de un pro­blema que surge una y otra vez en la psicoterapia matrimo­nial. Los psiquiatras están bien familiarizados con los cónyu­ge·: que llevan una vida de silenciosa desesperación, obte­niendo un mínimo de gratificación de sus experiencias en común. Sin embargo, tradicionalmente la razón de su des­gracia se busca en la supuesta patología individual de uno de ellos o de ambos. Quizá se les haga el diagnóstico de depresivos, pasivo-agresivos. auto-agresivos, sadomasoquistas, etc., pero tales diagnósticos evidentemente no logran cap~ar la naturaleza interdependiente de su dilema, que puede exis­tir al margen de la estmctura de la personalidad y residir exclu;ivamente en la naturaleza de su "juego" de relación. Es

20. \~ase los cletalbdcs <:f'n·.enhuios d~ R11pop:1rt (122) y Sche'Jing (140).

211

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t·omo si dijeran: "La confianza me hada vulnerable, por lo tanto, tengo que elegir lo más seguro", y entonces la pre­dicción inherente es: "El otro se aprovechará de mí". Este es el punto donde casi todos los cónyuges (y si a eso v~'?os, las naciones) se detienen en la evaluación y defini­mc•ón de su relación. Pero quienes tienen una mentalidad más aguda no pueden detenerse allí, y aquí es donde la pa­radoja del Dilema de los Prisoneros se hace más evidente. La solución a•, b• se vuelve absurda en cuanto A comprende que esa solución no es más que un mal menor, pero siempre un mal, y que B no puede dejar de verlo del mismo modo, c;to es, como un mal. Entonces B debe tener tan pocos mo­tivos como A par¡¡ desear ese resultado, conclusión que sin duda está al alcance del pensamiento predictiVo de A. Una vez que A y B han llegado a esta conclusión, la solución a•, b. ya no resulta la más razonable, sino más bien la decisión cooperativa a•, b•, pero en este caso todo el ciclo comiema una vez más. Por muchas vueltas que le den, en cuanto se deduce la decisión "más razonable'", siempre aparece otl·a decisión "aún más razonable'". Así, el dilema es idéntico al de los estudiantes que pueden predecir el examen sólo cuando es imprevisible.

6. 5. Resumen

Una paradoja es una contradicción lógica que resulta de deduc­ciones congruentes a partir de premisas correctas. De los tres tipos de paradoja -lógico-matemática, semántica y pragmá­tica- esta última nos interesa aqul debido a sus consecuencias en la conducta. Las paradojas pragmáticas se distinguen de la contradicción simple sobre todo en que la elección constituye una solución en esta última. pero no es siquiera posible en la primera. Los dos tipos de paradojas pragmáticas son las instrucciones paradó¡icas (doble vinculo) y las predicciones paradó¡icas.

211

7.

Paradojas en psicoterapia

' 7. 1 . La ilusión de las alternativas

7 .11.

En el ""Cuento de la mujer de Bath", Chaucer relata la his­toria de uno de los caballeros del rey Arturo que, "cierto día. cuando regresaba a su hogar excitado después de una cace· ría", encontró de pronto en su senda a una joven y la violó. Este crimen casi le cuesta la vida, que salvó porque la Reina y sus damas decidieron perdonarlo, pues Arturo dejó el destino del caballero en manos de aquélla. La Reina le dice al caballero que conservnd1 su vida si puede responder a es­ta pregunta: "-.Qué es lo que casi todas las mujeres desean?" Le concede un año y un día para regresar al castillo y .. te­niendo la sentencia de muerte como única alternativa. el caballero acepta. Como cabe imaginar, transcurre el año, lle­ga el último día, y el caballero se dirige de regreso al cas­tillo sin haber encontrado la respuesta. Esta vez se topa con una vieja ("una bruja tan fea como la imaginación pueda soñar"), sentada en una pradera, quen le dice las siguientes palabras casi proféticas: "Caballero, por aqul no hay cami­no con salida·. Al enterarse de la situación en que se encuen­tra. la vieia le dice que conoce la respuesta y que se la re­velará si él jura que "cualquiera sea la cosa que os pida des­pués, la haréis si está a vuestro alcance". Enfrentado una vez más con una elección entre dos alternativas (la muerte o el deseo de la bruja, cualquiera sea éste), elige natural­men~e el segundo y conoce entonces el secreto ("Casi todas las mujeres desean ser soberanas y gobernar por sobre sus maridos y salirse con la suya en el amor"). Esta rPspuesta satisface plenamente a las damas de la corte pero la brn ja. habiendo cumplido con su parte del trato, exige ahora que el cabaiiiero la despose. La noche de la boda. el caballero yace junto a su esposa sumido en honda desesperación, in­capaz de superar la repulsión que su fealdad le causa. Por fin, la bruja vueh·e a presentarle dos alternativa" o In acep­ta tan fea como es y ella será una esposa fiel y obediente

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toda su vida, o se transformará en una joven hermosa, pero nunca le será fiel. El caballero medita durante largo tiempo sobre las dos posibilidades y, finalmente, 110 elige 1lin:.(u110 dr rilas sino que se niega a elegir. Esta culminación del relato está contenida en una única frase: "No elijo a ninguna de las dos". En ese momento la bruja se transforma no sólo en una hem10sa joven sino también en lUla esposa muy fiel y obe­diente. Para el caballero, la mujh aparece como virgen inocente, una reina, una bruja y una prostituta, pero su poder sobre él es el mismo bajo todas estas apariencias hasta que deja de sentirse obligado a elegir y a caer en otra situación desespera­da y, en catnbio, llega a poner en duda la necesidad de la elección en sí misma. 1 Este relato constituye también un no­table retrato de la psicología femenina y, en tal sentido, fue objeto de un interesante análisis por parte de Stein (148). En nuestro marco conceptual, diríamos que en tanto esta clase de muier pueda atrapar al hombre en un doble vínculo por medio de una inacabable ilusión de alternativas (y, desde luego, en tanto el hombre no pueda librarse de ella), ella tampoco puede ser libre y permanece atrapada en una ilu­sión de alternativas que implica como únicas elecciones po­sibles la fealdad o la promiscuidad.

7.12. •

El término ilusión de alternativas fue utilizado por primera vez por Weakland y Jackson (161) en un trabajo sobre las circunstancias interpersonales de un episodio esquizofrénico. Estos autores observaron que, 111 tratar de hacer la elección acertada entre dos alternativas. los pacientes esquizofrémcos enfrentan un dilema típico: debido a la naturaleza de la si­tuación comunicacional, no pueden tomar una decisión acer­tada, porque ambas alternativas son parte integral de un do­ble vinculo y. en consecuencia, el paciente "pierde si lo hace y pierde si no lo hace". No hay alternativas reales entre las que se "debe" elegir la "correcta", pues el_ mismo supuesto de que la elección puede y debe hacerse constituye una ilusión. • Pero comprender la ausencia oe elección er¡uivaldria a reconocer no

l. Comp:ués<" esto con un famoso koan Zen (una meditación parad6-. jica) e:~.-presado por Tui-hui con una vara de bambú: .. Si llamas a esto una vara, afirmas~ si dices que no es una vara, niegas. Más allá de la afirmación y la negación, ¿e6mo lo llurnnrías?"• 2. Desde luego, esta es la diferencia básica entre un doble vínculo y utu simple contradicción (véase 8.6.434).

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sólo las "alternativas" manifiestas ofrecidas, sino también la ver­dadera naturaleza del doble vínculo. De hecho, como se ha demostrado en S.6.431, la imposibilidad de escapar de la situación de doble vínculo y, por ende, de examinarla desde afuera, constituyen ingredientes esenciales del doble vínculo. Las personas que se encuentran en esas situaciones están tan atrapadas como el acusado a quien se le pregunta: "¡,Ha abandonado usted la costumbre de pegar a su mujer? Res­ponda 'sí' o 'no'", y se lo amenaza con castigarlo por desacato si trata de rechazar ambas alternativas porque nunca la ba golpeado. Pero, mientras que en este ejemplo el acusador sabe que está usando una treta de mala fe, tal conocimiento e in­tención suelen faltar en la vida real. Como ya observamos, las comunicaciones paradójicas invariablemente envuelven a todos los afectados: la Bruja está tan atrapada como el Ca­ballero, el esposo del ejemplo en S. 6 .445 tanto como su mu­jer, etq Lo que todos estos patrones tienen en común es la imposibilidad de generar cambio alguno desde adentro y el hecho de que un cambio . puede sobrevenir solo si se sale fuera del patrón. Este problema relativo a una intervención eficaz, destinada ·a provocar un cambio en tal sistema, será considerado a continuación:

7. 2. El "juego sin fin"

Para comenzar con un ejemplO sumamente teórico, imagine­mos lo siguiente: Dos personas deciden jugar a un juego que consiste en sus­tituir la afirmación por la negación, y viceversa, en todo lo · que se comunican entre sí. Así, c'sí" se convierte en "no'', "no quiero" significa "quiero'• y así sucesivamente. Como puede ob­servarse, esta codificación de sus mensajes constituye uQa convención semántica y es simílar a las innumerables con· venciones utilizadas por dos personas que comparten· un len· guaje. Empero, no resulta inmediatamente evidente que, \!!na ve~jnJ!'ia_!l~-~ .E_eg~.l ~~j1Jg1~d~~s J'll _no_ pueden volver fá: cilmente a su modo "norma e .. comunicación previo. De · acuerdo con la 'regla-de "inversión del ~Í¡\ñi!ÍcadO, el mensaje "dejemos de jugar" significa "continuemos" .. _ Para interrumpir el ju~gn ~~ría_~~ce'iiario salir .fuerª ·de él y cOmunicarse.s~bre ~!· Evidentemente habría -que construir ese mensaje como un metamensaje, pero cualquiera fuera el calificador que se uti­zara con tal fin estaría a, su vez. sujeto a la regla del sig­nificado y sería, por ende, inútíl. El mensaje "dejemos de jugar" es indeterminado, pues: l) es significativo al nivel de los objetos (como parte del juego) y en el metanivcl (como

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un mensaje acerca del juego); 2) los dos significados son oontradictorios, y 3) la naturaleza peculiar del juego no pro­veo un procedimiento que permita a los jugadores decidirse por uno u otro significado. Esta indeterminabilidad les impi­de detener el juego una vez que ha comenzado. Llamamos fuegos sin fin a estas situaciones. Ca be argumentar que el dilema no es Ineludible y que el juego podría terminarse a voluntad utilizando simplemente el mensaje opuesto, esto es, "sigamos jugando". Pero un exa­men más cuidadoso revela que ello no es así desde un pun­to de vista estrictamente lógico pues, como vimos en más de una ocasión, ninguna aseveración hecha dentro de un marco dado ( aqui el juego de la inversión del significado) puede constituir, al mismo tiempo, una afirmación válida acerca del marco. Aunque el mensaje "sigamos jugando'~ fuera emitido por uno. de los jugadores y, apli~ndo la regla de la inver­sión, el otro lo entendiera corno "dejemos de jugar", seguiría estando frente a un mensaje indeterminable, siempre que mantuviera una actitud estrictamente lógica, pües las reglas del juego simplemente no tienen en cuenta la posibilidad de rnetamcnsajes, y un mensaje que propone el fin del juego, es, necesariamente, un metamensaie. Según las reglas del juego, todo mensaje forma parte del juego y ninguno está excep­tuado de ello. Hemos presentado este ejemplo en forma bastante detallada porque es paradigmático no sólo de ejemplos dramáticos co­mo los descriptos en S. 5 .43, sino de innumerables dilemas relacionales en la vida real. Destaca un aspecto importante del tipo de sistema que estamos examinando: uria vez que se establece el ncuerdo original con respecto a la inversión del significado, los dos jugadores ya no pueden modificarlo, pues para ello tendrían que comunicarse, y sus comunicacio­nes constituyen la sustancia misma del juego. Ello significa que, en. este sistema, es imposible generar cambio algrJno desde adentro.

7 .21.

¿Quá podrlan haber hecho los jugadores para impedir que surgiera ese dilema? Se presentan tres posibilidades: 1) Anticipando la posible necesidad de comUiúcarse acerca del juego una vez iniciado éste, los jugadores podrian haber aaordado que lo jugarfan en inglés, pero utilizarían castellano para sus metacomunicaciones. Asi, cualquier aseveración en castellano, tal como la sugerencia de interrumpir el juego, qlledarla claramente fuera del conjunto de los mensajes que

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están sometidos ·a la regla de inversión del significado, esto es, fuera del juego mismo. Ello constituiría un procedimiento ele" decisión muy eficaz para este juego. Sin embargo, resul· taría inaplicable en la comunicación humana habitual, ya que no existe un metalenguaje que se utiliza sólo para las co­municaciones acerca de la comunicación. De hecho, la con­ducta y, en términos más limitados, el \enguaj. natural, se emplean para las comunicaciones tanto al ni\'el de los ob­jetos como al del metalenguaje. y esto da lugar a algunos de los problemas que estamos describiendo (S .l. 51. 2) Lo.f jugadores podrían haber acordado de antemano un limite tle tiempo, al cabo del cual volverían a su modo nor­mal de comunicarse. Cabe destacar que esta solución. aunoue impracticable e-n la comunicación humana habitual, implica recurrir a un factor externo, el tiempo, que no participa en el juego. 3) Esto lleva a In tercera posibilidad, que parece constituir el (nico procedimiento eficaz en ge-neral y tiene, además, la ventaja de que se puede recurrir a él una vez iniciado el juego: los jugadores podrlan plantear su dilema a una ter· cera persona con la que ambos utilizan su modo norm~l de comunicación y hacer que esa tercera persona defina que el juego ha terminado. La cualidad terapéutica de la intervención del mediador se hace más clara en comparación con otro ejemplo de un lue­go ,;.., fin en el cual. por la naturaleza de la situación, no existe la posibilidad de recurrir a la intervención de un terce~o.

La Constitución de un país imaginario garantiza el derecho al debate parlamentario ilimitado. No tarda en comprobarse que se trata de una regla poco práctica, pues cunlquiera de los partidos pueden impedir que se llegue a una decisión ini­ciando discursos Inacabables. Evidentemente, se hace nece­sario modificar la Constitución, pero la adooción de una en­mienda está sometida al mismo derecho de debate ilimita· do que se propone modificar y, por ende. el debate ilimitado puede postergarla indefinidamente. En consecuencia, la ma­maquinaria gubernamental de este pals, queda paralizada y no puede lograr un cambio de sus propias reglas, pues está atrapada en un juego sin fin. En este caso. evidentemente no existe un mediador capaz de permanecer fuera de las reo:las del juego encamadas en la Comtitución. El único cambio que puede concebirse es vio­lento, una revolución mediante la cual uno de los nartidos logra más poder que los otros e impone una nueva Constittt· ción. El equivalente de este cambio violento en el área de la< "'laciones de lrs individuos apresados en un juego sin fin

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sería una separación. un suicidio o un homicidio. Comn vi­mos en el capítulo 5, una variación menos violenta de este tema es la forma en que Jorge "mata" al hijo imaginario, lo cual destruye las viejas reglas del juego matrimonial en el que participan él y Marta. '

7.22.

En nue•tra opini6n, esta tercera posibilidad (de intervención exTerna) constituye un paradigma de la intervención psicote­rapéut~ En otras palabras, . el terapeuta, como alguien de afuera puede proveer lo que el sistema mismo es incapaz de generar: un cambio de sus propias_ reglas. Por ejemplo, en el caso presentado en S.6.445, la pareja estaba atrapada en un juego sin fin, cuya regla básica era la afirmación, por par­te del .marido, de ser totalmente digno de confianza y la aceptac1ón absoluta, por parte de la mujer, de esa definición. En este juego de relación surgió una naradoia irreversihle a partir del momento en que el marido prometió que sería indigno de confianza (infiel). El carácter irreversible de la situación surge del hecho de que, como cualquier otro iueo:' sin. fin, también éste estaba gobernado por reglas, pero ca­recH\ de metarreglas para modificar sus reglas. Se podría decir que la esencia de la intervención psicoterapéutica en este. caso con.;;iste en la formación de un nuevo sistern-r~ m:\c; ampli~ (marido, esposa y terapeuta). en el que no sólo re­sulta posible mirar desde afuera el viejo sistema (la díada marital). sino que el terapeuta puede también utilizar el po­der d" la paradoja para producir alivio: el teranenta puede

3. Uru sihtación h.1st.'tnte similar puede surgir en el área de las rela­ciC'IDI:'S internacion.1.les. Osgocd describe el patrón idéntico de la siguien· te m:-~nera: . . . Nuestros lideres politicos y militares se han mmtrado práctica­mE"nte unánimes E"n sus manifestaciones públicas de que debemos seguir adelante y mantenernos en la delantera en lo que respecta a la carrera armamentista~ también se han mostrado igualmente unánimes en lo que se refiere a no decir nada acerca de lo que sucede entonces. Supon­gamos que alcanz.1mos el status quo ideal -la capacidad mutua para aniquilar por completo al otro desde bases terrestres o desde submari­nos-, ¿qué sucedería entonces? Sin duda, ningl'm hombre cuerdo puede imaginar a nuestro planeta girando eternamente, dividido en dos fuer­zas armadas empefiadas en destrUirse mutuamente, y decir que eso es ·•p.1z .. y .. seguridad". El problema consiste en qu! ia polít:c:n dtl statu~ trua no inclu!¡e medidas para IU propia "resolución. Puesto que nada dura eternamente. en particular nada construído con componentes tan inestables coq¡o el equilibrio del terror, debemos preguntarnos de qué m:1nera hílbr~ de h·rrn·n·•r q:ta dtnacié1n. Y1 hrm~!! vi-;to o u~ la e.t"'ffladn de•de la pequeña hasta la gmn gue-rra es unl reso1uci6n posible. (113 bis).

2/8

imponer a este nuevo juego de relación reglas que son apro­piadas para sus fines terapéuticos. •

7. 3. Prescripción del síntoma 7 .31.

Asi, la comunicac10n terapéutica debe necesariamente tras­cender los consejos que habitual, pero ineficazmente, dan los protagonistas mismos, asi como sus arrUgas y familiares. Pres­cripciones tales como "sean amables el uno con el otro" ''no te melas en líos con la policía", etc., no pueden tildar;e de terapéuticas, aunque ingenuamente definen el cambio desea­do. Estos mensajes se basan en el supuesto de r¡ue, "con un poco de voluntad", las cosas podrían cambiar y que, por en­de, la persona o personas alectadas pueden elegir entre la salud y el sufrimiento. Sin embargo, este supuesto no es más que una ilusión de alternativas, por lo menos en la medida en que el paciente puede en todo momento rechazarlo con es­ta respuesta inobjetable: "No puedo evitarlo". Los pacientes bona fide, por lo cual simplemente entendemos personas que no simulan deliberadamente, por lo general han intentado vanamente poner en práctica toda suerte de formas de auto­disciplina y ejercicios de fuerza de voluntad mucho antes de,· revelai· su ínfortunio a otros y obtener como respuesta la frase .. Vamos, contrólese".

(.En síntoma siempre es, en su esencia, involuntario y, por ende, autónomo. Pero ésta no es más que otra manera de decir que un síntoma es un fragmento de conducta espontá­nea, tan espontánea que incluso el paciente la experimenta oomo algo incontrolable. Es esta oscilación entre la espon­taneidad y la coerción lo que hace que ~LsíntQma .sea pu: radójico,. tanto en la experiencia del paciente como en su efecto sobre los dem~

4 .. S n embargo, en nuestra. experiencia y la de muchos otros que tra­b:•pn en este campo, la intervención terapéutica eficaz está sometida a un importante factor t'emporal. El hecho de que el terapeuta cuente con un limitado ¡1'eríodo de gracia para alcanz..'\r su meta paréce ser inhe­rente a la naturaleza de la relación humana. Antes de que transcurra mucho tiempo, el nuevo sistema se consolida hasta el punto en que el terapeuta se ve casi inextrincablemente apre­sado en él y, a partir de ese momento, es mucho menos capaz de pro­vocar un cambio que a. comienzos del tratamiento. Ello resulta parti· cularmente cierto en el caso de famiijas con un miembro esquizofrénico~ su capacidad de .. absorber'~ todo lo que amenace su rígida estabilidad (a pesar de las caóticas manifestaciones superficiales) es realmente no· tabte. Por lo general, 1ln terapeuta consulta a otro cada vez que se siente envuelto en el juego de su paciente o pacientes, pues sólo plan­teando este problema a oh·o colega puede salir clcl cc'ntt'xto <>D <>1 q:•c ha quedado atrapado.

Ji<¡

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Si una persona desea influir sobre la conducta de otra, tiene b;isicam~ntc dos maneras de hacerlo. La primera consiste en 1 ratar de ue el otro se com arte de manera distinta, Corno ya vimos, este enfoque fracasa en e caso e os smtomas, porque el paciente no ejerce un control deliberado sobre esa conducta. El otro enfoque, (del cual se ofrecen ejemplos en S. 7 .5) consiste en hacer que se comporte como ya lo está h.llciendo. A la luz de lo dicho, ello equivale a una paradoja del tipo "sé espontáneo". Si se le pide a alguien que se corn· porte de una determinada manera que él considera espon­tánea, entonces yn no puede ser esponttlnea, porque la exl· g<'ncia hace imposible toda espontaneidad. • Por idéntico mo­tivo, si un terapeuta indica al paciente que realice su síntoma, está exigiendo una conducta espontánea y, mediante esa ins­trucción paradójica le impone un cambio en la conducta. La conducta sintomática ya no es espontánea; al someterse a la instrucción del terapeuta, el paciente sale fuera del marco do su juego sintorntltico, que hasta ese momento carecía de reglas para modificar sus propias reglas. No podría haber dos cosas rnl1s distintas que lo que se hace "porque no puedo evitarlo" y esa misma conducta realizada •cporque mi tera· peuta me dijo que lo hiciera".

7.32.

I~11 técnica cj~ prcscrtbir el síntoma (como una técnica de liJII lisalt \IÍI11i\llll ~ttllllidR 11 íllimifinrlo) illlfiiift eslnr en clara coRtradlccllm coii a<¡uel!e§ jlFinEl~la§ ile la J?~le6l@f~' pi a c1~· ')r:en~s- :,·,., r"":"'1it"l'1 1 ;~ÍC:1 que prohíben Ja interferen~

eh rHrc;cta en Jos smtorn.~s. ;,in embargo, en los últimos año~ "" ·--·-·mnln.do mucha~ pruebas que corroboran la id<'~ de ~~·· :-.~; eli:;i.!"' ~ . .;]· ... L: -:fn~omn, ¡.o surjen consecuencias inc~ .. ~-.... : .. ": ;_:,-, :.,ep:ún como. se <..lh.:are, naturalmente. la con­•. "'':-t sintomática.:; ~o en be cludn de que, por ejemplo. si se·

5. El ineludible efecto de este tipo de comunicací6n puede verificarse fá~ilmente. Si P le comenta a 0: "Por el modo en que :se te ve sentado en esn silla, parecea muy relajado", y si¡ue mirando a 01 no prescripto olc¡ulera la conducta de O, sino que se limltn a describirla, • pesor de lo cuol es proboble que O le sienta de lnmedinto molesto y acalom· 'rado, y tfmga que adoptar la postura descripta para recuperar una "'""'"ldn cito Mmodidad y 1<1lalaolón, Y . rOOOTdemo~ también la fábula

~' la ~u .. ••• ,,.. lo Jll'M\1~16 al tltiiUII•• oOMO 101''"- mo- .,., eft Pl'ltll na nnta eJi .. Mra )' .. ,. .....,naol4il taa pwfetta. A partJr

11 l!lte mart\11nto, el oftmp"• ya 1'110 pudo caml'"'r. \;. l!n:< ;:; :~~re. de DO encarar la condu~:;ta sfntomitica sería la de

.. -: :·,, '!-:a de bs personas que participan en una -. ,·,cdn (V(.;.)S(' S.7.33).

alimenta por la fuerza a un paciente anorexico, éste pucJe presentar ideas depresivas y de suiciuio, pero no. es esto la clase ue intervención terapéutica a que nos refenmos aqut. Además, d,P-be tenerse presente que las expectativas sobre el resultado uc una intervención dependen de la f1losoLa de la terapia que se posea. Los llamados tera#e~tas de la con· ducta (Wolpe, Eysenck, Lazarus y col.), por e¡empl<l, nphc.w la teoría del aprendizaje más que la psicoanalítica a los tras­tornos emocionales y, por ende, se preocupan muy poco por los posibles efectos nocivos del tratamiento puram~nte smt_o· rnátioo. En la actualidad ya se debe tomar en seno su afir­mación de que el hecho de eliminar el síntoma no llev~ a la formación de síntomas nuevos y peores y que sus pactentes no acaban en el suicidio. Del mismo modo si se indica a un paciente que lleve a cabo su síntoma y aq~él comprueba entonces que se puede librar de él, creernos que ello equivale virtualmente al resultado del lruíght en el psicoanálisis clásico, aunque no parece al· canzarse inslght alguno. Pero, incluso en la vida real, el fe­nómeno si<(_mP~ presente del cambio rara vez e~tá ~campa­nado por !~ las más de las veces uno cambta sm sab~r J¿~qué. Incluso llegariamos a sugerir que, de~deun puñto ae vista comunicacional, posiblemente la mayona de las for-mas tradicionales de psicoterapia estén más orientadas ha,cia los síntomas de lo que parece a primera vista. El terapeuta que, consecuente y deliberadamente pasa por alto 1.\S referencias del paciente a su síntoma, indica así, en fo~ma má! o menos abierta, que por el momento nada pasa st se tiene ese síntoma y que lo único que irnp?1ia es lo.'~"" t•sl.l "detrás" de él. Es probable que esta achtud per~tstva con respecto al síntoma haya sido objeto de demaSiada poca atención como factor curativo.

7.33.

Con todo un elemento importante que nuestra pcrspecth·a interaccioda!, centrada en el sistema, de la psicopatología nos obliga a oponemos a los terapeutas de la ~on~~cta Y. qu~. en un sentido más amplio, corrrobora el pnnc1pto pstcodt­námico que se opone al alivio pur:'rnente sintom.áticn. Si hien estamos convencidos de la eficacta de la terapta de la con· duota (deoondloionante) considerando al paciente en lanta unidad rnnn&dlca, nos extmlla no t'ncnntrnr ni t'n In teoría ni en la descripción de casos clínicos referencia al!!unn JI efecto interaccional dta la mejoría, a vec-es mn~· dr:l~tic-:1 del paciente. En nuesha t"xperienda (S.4.44. -t.-t-t1' t.tl l'o.to:-1-

111

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biu está acompaíiado las más de las veces por la aparición de un nuevo problema o la exacerbación de un estado existente en otro miembro de la familia. La literatura corrrespondiente a la terapia de la conducta crea la impresión de que el te­rapeuta (que sólo se ocupa de su paciente individual) no ve ninguna conexión reciproca entre esos dos fenómenos y, de requerirse sus servicios, volvería a considerar el nuevo proa blema en aislamiento monádico.

7.34.

Es probe~ble que la técnica de prescribir el síntoma haya si­do utilizada por los psiquiatras intuitivos desde hace largo tiemno. Por lo que sabemos, fue introducida en la literatura por Dunl_ap (39, 40) en _!925, en un pasaje sobre la sugestión negativa. Aunque sólo lOClescribe brevemente, su- inétodó consistía en decir a -~n paciente que no podía hacer algo, con el propósito de motivarlo para -que-lo-hi~iera. Frankl (46, 47) se refiere-a esta interveiiCion--como-una "intención paradójica", pero no ofrece un fundamento racional de su eficacia. En la psicoterapia de la esquizofrenia, la misma técnica con.;;tituye un·a t~íctica importante dentro del análisis directo de Rosen (129). Este autor se refiere a ella como "re: ductio ad absurdum" o "re-actuación de la psicosis; una des­cripción detallada de esta técnica puede encontrarse en la amplia evaluación que hace Sheflen (137). La expresión "pres­cripción del síntoma" apareció por primera vez en el curso del proyecto Fami7y Therapy in Schizophrenia del grupo R:ttec;;on. F\tC' g1upo clarificó explícitamente la naturale7a parnrlóiica, d,• 1 ipn <loble vínculo, de esta técnica. Por eiemoln. Halev ( Gn. o•Íp. 20-59) ha mostrado que este tipo de instrucción paradójica desempeña un papel esencial en casi todas las t~cnicas de inducción de trance, y ofrece numerosos eiem~ plos de ~u emnleo en la hipnoteraDia, tomádos de su obser­\"ación de la técnica de Milton Erikson y de sus propias ex· periencías con ella. Jackson se refirió a la aplicación de este m,'todn. sobre todo a pacientes parnnoides. (71, í2. 7i l. en trabnio' one será descriptos con mAyor detn.lle en este mismo capítulo. En un trabajo previo. Jackson y Weakland (75) exa­!'1inan esas técnicas aplicadas a la terapia familiar,

~. 4. Dobles tvinculos terapéuticos

L\ prescripción del síntoma es sólo una de las numerosas v variachls intervenciones paradójicas que pueden resumirs'e

21]

uajo el término de dobles vínculos terapéuticos; a su vez, ellas son sólo una clase de comunicación terapéutica, y 1\ay muchos otros enfoques que se han empleado tradicionalmcn· te en psicoterapia.@ en este capítulo nos dedicamos a las comunicaciones paradójicas como factores curativos, ello se debe a que, desde el punto de vista de la comunicación, constituyen las intervenciones más complejas y eficaces que conocemos y porque resulta difícil imaginar que los dobles vínculos sintomáticos puedan ser rotos por otra cosa que no sean contra-dobles vínculos, o juegos sin fin que puedan quedar interrumpidos por algo de menor complejidad que un contra-jueg'?j (155). Similia similibus curantur: en otras pa­labras, lo que, segun se ha comprobado, hizo enloquecer a una persona debe, en última instancia, servir para devolverle la cordura. tEsto no niega la tremenda importancia de la ac­htud humana del terapeuta hacia sus pacientes o que la fir· meza, la comprensión, la sinceridad, el calor y la compasión no tengan lugar en este contexto, ni implica tampoco que lo único importante son artimalias, juegos y tácticas. La psicO­terapia resultaría inconcebible sin esas cualidades en el te­rapeuta, y en los ejemplos que siguen se verá que las técni­cas más tradicionales de explicación y comprensión a me­n~do van de la mano con las intervenciones de tipo doble vmculo. Lo que planteamos es que. con todo, esas cualidades no bastan por sí solas para tratar las complejidades paradó­jicas de la interacción perturbad•!:J Desde el punto de vista estmclural, un doble vínculo tera­p~utico es la imagen en espejo de uno patóg-¡;;:}ii((;Cs-:-6~431 ¡: 1 Presupone una relación intensa, en este caso, la situación psicoterapéutica, que- encien'a un ·alto valor de supervivencia y de expectativa para el paciente. 2) __ E:!l. este contexto se imparte una_ instrucción que está es· tructurada_ de_ tal modo que: a) refuerza lá conducta que el paciente espera modificar; b) implicá que ese re-fuerzo cons­tituya el ve~icülii del cambio, yc) crea así una paradoja, por­que se le dtee ill paciente que cambie permaneciendo igual. Se lo c?loc~ en una situación_ insostenible con respecto a su pa~?log•!': S1 obedece, ya no es cierto que "no puede evitarlo"; lo hace, y esto, como hemos intentado demostrar "lo" hace i~~osible, co.sa que. es el prop6sfto de la terapi~. Para re­SIShrse a la InstrucCIÓn, no debe comportarse en forma sin­t~mática, cosa que es el propósito de la terapia. Si en un doble vmculo .patógeno el paciente "pierde si lo hace y pierde si no lo hace , en un doble vínculo terapéutico "cambia si lo hace y cambia si no lo hace". -3). Lii ~ituación terapéútica impide que el paciente se retrai­ga o diSuelva de otra mane!a la paradoja haciendo comenta-

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ríos sobre ella. 7 Por Jo tanto, aunque la instrucción sea lógi­c~mente absurdo, co.nstituye una realidad pragmática: el pa­Ciente no puede de¡ar de reaccionar frente a ella, pero no puede hacerlo en su forma sintomática habitual. Los siguientes ejemplos tienen como propósito mostrar de qué manera un doble vínculo terapéutico obliga siempre al paciente a salir fuera del marco establecido por su dilema. Este PS el paso que no puede dar por si sólo, pero que se hace posible cuando el sistema original se ampHa -sea a partir de un individuo y su sfntomn, o de dos o mils personas y su jue­.zo sin fin {si bien las más de las veces es una combinacwn de ambos)- para constituir un sistema más amplio que ahora incluye a un ·experto de afuera. Ello no sólo Jlermite que to­dos los afectados observen el sistema previo desde afuera, sino también la introducción de metarreglas que el viejo sis­tema no podfa generar desde adentro. Hasta aqul los aspectos teóricos de los dobles vínculos tera­péuticos. Su aplicación práctica constituye un tema mucho mk espinoso. Bastará decir aquí IL~Iección de la instruc­

. c~~ll _paradóiica¿deru.a~a es !'~~am~11~. dif~cii-~ que siqüe=' da el menor resqutclo, ·et¡¡acJenfe por 10 comun no tendrá dificultades en descubrirlo y podrá eludir así la situación supuestamente insostenible planeada por el terapeuta.

7. 5. Efemplcs de dobles vínculos terapéuticos

La siguiente serie de ejemplos no pretende ser particular­mente representativa ni más ilustrativa que los que pueden encontrarse en las referencias citadas en S. 7. 34. Sin embar­go mnc~tran algunas de las posibles aplicaciones de esta técnica terapéutica los casos han sido tomados de tratamien­tos individuales y conjuntos e incluyendo una variedad de entidades diagnósticas.

Ejemplo 1: Al examinar la teoría del doble vínculo se sugirió que el paciente paranoide a menudo extiende su búsqueda de sentido a fenómenos totalmente periféricos y no relacio­nados, ya que la percepción correcta de In cuestión central (la paradoja) y cualquier comentario sobre ella est~n fuera de su alcance. De hecho, lo que resulta tan notable en la con­ducta pnranoide es la suspicacia extrema. acompalinda por

1. Qu17ás esto no parezca muy convincente, pero en realidad resulta mtty rnro encontrar un paciente que no acepte Jos mandatos mAs ab­~ucloR {por efemplo, .. quiero que aumente su dolor") sin hacer de-. mn!lndas f!rt"guntns.

una virtual incapacidad para someter esas sospechas a una prueba definitiva que las resolvería en uno u otro sentido. Así, mientras que el paciente parece arrogante y omnisapiru· te, exhibe enormes lagunas en cuanto a experiencia de vi da. y la irrstrucción constante contra la percepción correcta ejer­ce un doble efecto: le impide llenar esos vacíos C<Jn la in­formación adecuada y también fortalece sus sospechas. B.,. sándose en el concepto de las comuticaciones paradojic·as. J~-~k~.Pn #(i2, 77) ha descripto una técnica especjtjca para la interacci6n con pacientes ~aranoides, a la que se rctiere sim­plemente cómo enseñar a paciente a ser más suspicaz. He aquí dos de los ejemplos que ofrece: a) Un paciente manifestó su temor de que alguien hubiera instalado un micrófono oculto en el consultorio del terareu­ta. En lugar de interpretar esa sospecha, el terapeuta asumiú una actitud "adecuadamente preocupada" y colocó al pacien­te en un doble vínculo terapéutico al sugerir que efectuaran juntos un acabado registro del consultorio antes de seguir con la sesión. Esto enfrentó al paciente con una ilusión de al:er· nativas: podía aceptar la búsqueda o dejar de lado la idea paranoide. Eligió la primera altemativa y, a medida que la búsqueda se desarrollaba trabajosamente, se fue ·sinti~ndo cada vez más inseguro e incómodo con respecto a su sospe· cha; pero el terapeuta no quizo dejar las cosas allí e insiotió en .examinar hasta el último rincón del consultorio. El pa· ciente se lanzó entonces a una decripción coherente de su matrimonio, y se comprobó entonces que esa área tenía hHe· nas razones para desconfiar. Sin embargo, al concentrar¡e en nnn sospecha que no estaba relacionada con el problema reaL se había vuelto incapaz de hacer nada útil con respecto a sus propias preocupaciones y dudas. Si, por otro lado, el pa· ciente hubiera rechazado la sugerencia del terapeuta en el sentido de registrar el consultorio, habría de<calificnd•> im· pl'citamente su propia sospecha, o bien In h,1bría ralifka,lo como una idea que no valía la pena tomar en serio. En cual­quiera de los dos casos, la función terapéutica de la dndn podía desplazarse hacia el contexto apropiado. b) Una demostración clínica para médicos residentes en pi­quiatrín consistió en mostrar técnicas para estahlf'cer rapp1,~ con esquizofrénicos retraídos. Uno de los pacie~les era "" joven alto, con barba. que se creía Dios y !=ir 1nantf"nía e ,~n­pletnmcnte 01·ar~ado dr los otros pacientes y del personal. .11 entrar al salón ubicó deliberadamente su silla a unos t n•s metros del terapeuta y no prestó atención a prepmtas o e,,. mentarios. El terapeuta le dijo entonces que esa idea de ser Dios era peligrosa, pues el paciente podía fácilmente 11c•·:ar a experimentar una falsa sensación de omnisapienc:<t \" n1•1-

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túpotencia, y así bajar la guardia y dejar de cuntrolar pe.·· manenremente lo que sucedía a su alrededor. Le manifestó que si deseaba ese tipo do cambio, ése era exclusivamente su problema, y que si quería que lo trataran como si fuera Dios, él lo harfa. Durante esta estructuración del doble vincu· Jo, el paciente se fue poniendo cada vez más nervioso y, al mismo tiempo, se mostró más interesado en Jo que sucedía. El entrevistador sacó entonces del bolsillo la ltave de la sala, se arrodilló frente al paciente y le ofreció la ltave, afirmando que, como era Dios no necesitaba la llave, pero si era Dios merecía tener la llave más que el médico. En cuanto el entrevistador volvió a su escritorio, el paciente tomó su silla y la colocó a cincuenta centímetros de aquél. Inclin{mdosc hacia adelante, dijo en tono muy serio y con genuina pre· ocupación: • Amigo, uno de los dos debe estar loco".

Ejemplo 2: No sólo el marco psicoanalítico, sino también la mayoría de las situaciones psicoterapéuticas, abundan en do· bies vínculos implícitos. La naturaleza paradójica del psico· an•llísis fue ¡:ierclbida por uno de los más tempranos colabo· radores de Freud, Hans Sachs, quien, según se dice, mani· restó ciue un análúls wrmina cuando el paciente comprende r¡ue 1>lldrfa proseguir eternamente, una aseveración extraña· mente rcminiscente del principio del budismo Zen, según el cual el esclarecimiento llega cuando el discípulo comprende qu• no hay secreto alguno, que no hay una respuesta final y que, por lo tanto, no llene sentido seguir haciendo pregun· tas. Para una amplia consideración de este tema, se remite al lector a Jackson y Haley (!6), cuyo estudio se resumirá aquí muy brevemente. Tradicionalmente se supone que en la situación transferen· dal el paciente "hace una regresión" a patrones "inadecua­dos" de conducta. Jackson y Haley adoptaron el enfoque opuesto y se preguntaron: ;,cuál seria la conducta ndecuadn en la situación psicoanalitíca? Con este enfoque, parecerla que la única reacción madura frente a todo el ritual rme sig­nifican el dívñn, las asociaciones libres, In espontaneidad im· puesta. lns hnnorarios. los horarios estrictos, etc., consístlria en rechazar toda la situación. Pero esto es precisamente lo que el paciente, que necesita ayuda, no puede hacer. As!, el esrennrin está preparad¡ para un contexto comunicacional mu)· pecnlinr. Algunas fte las paradojas más notables lnclul· das en él son las siguientes: a) El paciente espera que el analista sen un experto que. des­de lne~to le dirá qué debe hacer. El analista responde haden· dn c¡ne <'1 pnciente se haga cargo de sus dificultades y asuma la respnnsabilidad por el.ctuso del tratamiento, exigiendo es·

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puutaneidad y, al mismo tiempo, estableciendo reglas que limitan por completo su conducta. De hecho se le dico al paciente: "sea espontáneo". b) Cualquiera sea la conducta del paciente en esa situación, siempre enfrenta una respuesta paradójica. SI dice que no mejora, se le responde que ello se debe a su resistencia, pero que resulta útil porque ofrece una mejor oportunidad para comprender su problema. Si afirma que cree estar mejorando, se le dice que también intenta resistirse al tratamiento hu· yendo hacia la salud antes de haber analizado su verdadero problema. e) El paciente se encuentra en una situación en la que no puede comportarse en forma adulta, a pesar de lo c~al, cuan· do no lo hace, el analista interpreta su conducta como un residuo de la Infancia y, por ende, inadecuado. d) Otra paradoja reside en la muy espinosa cuestión de si In relnción analitíca es compulsiva o voluntaria. Por un lado, so le dice cnnstantemente al paciente que su relación es vo· !untaría y, por ende, simétrica. Empero, si el paciente llega tarde, o pierde una sesión u viola de alguna otra manera cualquiera de las reglas, se hace evidente que la relación es compulsiva, complementarla y que el analista ocupa la po· siclón de superioridad. · . e) La posicí6n de superioridad del analista se hace partícu· larmente evidente toda vez que se invoca el concepto de In· consciente. Si el paciente rechaza una Interpretación, el ana· lista siempre puede alegar que le señala al paciente algo que, por definición, éste no puede percibir porque es. inconsciente. Por otro lado, si el paciente afirma no tener conciencia de algo, el analista puede rechazar su afirmación diciendn que si fuera inconsciente, el paciente no podría referirse a ello. • De lo dicho se desprende que al margen de cualquíer otra cosa que el analista haga para provocar un cambio, la situa· clón misma es virtualmente un complejo doble v¡nculo lera· péutíco en que el paciente "cambia si lo hace y cambia si no lo hace". También se verá que· esto se aplica no sólo a la si· tuación terapéutica estrictamente psícoanalltica, sino a la psi· coterapia en el sentido más amplio.

E/emplo 3: Se supone que los médicos curan. Desde un pun· to de vista interacclonul, ello los coloca en una muy curiosa situación: ocupan la po~ición complementaria de superioridad en la relación médico-paciente en tanto su tratamiento sea efl· caz. l'nr otro lado, cuando sus esfuerzos fracasan, las posi·

8. Seofi11lo.r sut implicaciones intll"rpersunnles nu significa negar· la eals. loneta del lnconsclenll! ni la utilidad de este <'Oncepto (d. 5.1.62).

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c~oncs se ,invierten: la natu.raleza de -la rclaciú~ médico-pa­Ciente esta entonces dominada por la imposibilidad de tratar 1~ enfermedad del paciente y el médico se encuentra en la po­SICión de inferioridad. Es probable que entonces se vea co­locado en una situación de doble vínculo por los pacientes que, por. motivos a menudo recónditos, no pueden aceptor un cam b1o en el sentido de la mejoría, o para quienes es más importante ser superior al otro en cualquier relación in­cluyendo al m.édico, a pesar del malestar y el dolor que' ello P.ueda producrrles. En cualquier .caso. es como si estos pn­ctentes com~nicaran a través de sus síntomas: : Ay~~~me, pe­ro yo no. de¡aré que lo haga". Una paciente de este tipo, una mujer de edad mediana fue ~nviada. a un psiquiatra debido a sus cefaleas persistentes e mcapacttantcs. Los dolores habían comenzado poco desputs d? sufrir una lesión occipital en un accidente. Esa lesión ha­bla desaparecido sin complicaciones, y Jos exhaustivos exáme­n~s médicos no lograron poner de manifiesto nada que pu­diera exphcar las cefaleas. La paciente había sido adecuatb­mente compensada por una compañía de seguros, v no hal)ía p~ndiente juici?s ~i otros reclamos. Antes de que se la en­v~ara a un ps1qmatra, una serie de especialistas )a habían examinado y tratado en una importante cHniéa. En el curso de dichas consultas su ficha personal se había vuelto muy vo­luminosa y la paciente se había convertido en una fuente de c;nnsidcrable frustmción profesionol para esos médicos. Al estudiar su caso, el psiquiatra comprendió r¡ue en vista de esa historia de "fracasos" médicos, cualquier sugerencia de que la p:.icoterapin podía ser una U'ttlda condenaría a ese tratamiento desde el comienzo. Por lo tanto, comenzó por informar a la paciente que por los resultados de todos los ('v;írncncs previos v <'n vista de que ning,;n tmtamir-nt() h~ hnbía proporcionado el menor alivio, no cabía duda de que su estado ern irreversible. Como resUltado de .tan lamentable hecho, ln único que podía hacer por ella era ayudarla a np,rcmlcr. n vivir con su dolor. La paciente pareció scntintl~ mas ~noJnda ouc perturbndn por e.,n. explicación y pre,gunL'¡ con c1orta acritud si eso era todo lo que la psiquiatría tenía para ofrccrr. El psiquiatra respondió agitando su volumi­nosa historia clínica y repitió que frente a semejantes pruebas no había la menor esperanza de mejoría y que ella tcndria que resignarse n nxc;)tar ese hecho. Cunnd0 la paciente vo1-vi6 para la segunda entrevista, una semana más- tarde. anun~ <'ió qnc durnnte ese lapso había sufrido mucho menos a cau:m. d<! sus cefaleas. El p:-ioni<li'ra manifcs~ó P.ntoncr-" gran prc­Of:nparión; !le criticó n ~1 mismo por no haberle advertido de :ltl:C'm:mo rt{'f'l'{':-t ele' lol p'J.c;iHlicbd de una dismínución ~em-

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poraria y puramente subjetiva del dolor y expresó su temor de _que el dolor volviera inevitablemente con su antigua in­tensidad y ella se sintiera aún más desgraciada por haber experimentado una absurda esperanza, debido a una dismi­nución meramente temporaria de su percepción del dolor. Volvió a mostrarle su historia clínica, señaló hasta quó punto los exámenes habían sido exhaustivos y repitió que cUanto an­tes abandonara toda esperanza de mejorar antes aprcnd~?ría a vivir con su dolor. A partir de ese momento la psicoterapia se volvió algo tormentosa, y el psiquiatra se mostró cada vez más escéptico con respecto a la posibilidad de serle Mil por­que ella no quería aceptar que "su estado era irreversible". mientras que la paciente afirmaba airada e irritablemente es­tar cada vez mejor. Cún todo, buena parle de las sesiones entre estas vueltas del combate, pudieron utilizarse para ex­plicar otros aspectos significativos en las relaciones interper­sonales de esta paciente, quien eventualmente abandonó el tratamiento, muy mejorada, por propia decisión, después de haber comprendido que su juego con el psiquiatra podía pro­seguir indefinidamente.

' Eiemp!o 4: Casos de dolor psicógeno como el descripto sue­len ser particularmente. adecuados para la psicoterapia breve basada en la comunicación paradójica. La imposición de un doble vínculo terapéutico a menudo puede comenzar desd• el primer contacto, incluso con la llamada telefónica que hace tma persona para arreglar la primera entrevista. Si el tera­peuta. está razonablemente seguro en cuanto al cadctPr ~)Si· cogénico del síntoma (por ejemplo, a través de una conversa. ción previa con el médico que lo envía), puede advertir a la persona que lo llama que. en muchas ocasiones las personas ex· perimentan una acentuada mejoría antes de tener su primera entrevista, pero que se trata de un alivio momentáneo en el que no se debe depositar esperanzas. Si el paciente no ha experimentado mejoría alguna cuando acude a su primera entrevista. no se habrá hecho mal al!luno. y el paciente apre­ciará la preocupación y la previsión del terapeuta. Pero si se siente mejor, el escenario está preparado para una ulterior es­tructuración del doble vínculo terapéutico. El paso siguiente puede ser la explicación de que la psicoterapia no alivia el dolor, pero que el paciente mismo puede por lo general "mo­dificar el momento del dolor" y "aumentar su intensidad". Por ejemplo, se le pide al pocientc que señale un período de dos horas cada día durante el cual le sería menoS molesto sentir más dolor. Se le dice luego que aumente su dolor durante esas dos horas, en lo cual está implícito que con ello se sen­tirla mejor durante el resto del día. Lo extraordinario de todo

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esto es que los pacientes por lo general logran sentirse peor en e: ulomento elegido y, gracias a esa experiencia, no pue­den dejar de aceptar que, de alguna manera, son capaces de controlar su dolor. Desde luego, el terapeuta en ningún mo­mento sugiere que deban tratar de sentirse mejor; antes bien, mantiene la misma actitud escéptica frente a la mejoría que se señaló en el ejemplo 3. Otros numerosos ejemplos de esta técnica paradójica, que se aplica a casos de insomnio, cnure· sis, tics y muchos otros trastornos, podrán encontrarse en Haley (60, págs. 41-59).

Efemplo 5: Una joven estudiante universitario corria peligro de fracasar en sus estudios porque no podía levantarse a tiempo para asistir a clase a las ocho de la mañana. Por mu­cho que lo intentara, le resultaba imposible llegar a clase an· tes de las diez. El terapeuta le dijo que ese problema podía solw:ionarse de una manera bastante simple aunque des· agradable, y que él estaba seguro de que ella no cooperaría. Ello movió a la joven (que se sentía muy preocupada por su futuro inmediato y había desarrolado un razonable grado de confianza en el terapeuta durante las entrevistas anterio­res) a prometer que haría cualquier cosa que él le indicara. Se le dijo entonces que pusiera el reloj despertador a las sic­te de la mañana. Al dia siguiente, cuando sonó el despertador, enfrentó la siguiente alternativa: podía levantarse, tomar el desayuno y lle~ar a clase a las ocho. en cuyo caso ya no queda­ba nada que hacer al respecto, o bien permanecer en cama. como de costumbre. Sin embargo, en este último caso no se le permitiría levantarse poco antes de las diez, como lo hacia habitualmente sino que tendría que volver a poner el des­pertador a lns once y permanecer en la cama esa mañana y la siguiente hasta que sonara. Durante esas dos mañanas, no podía leer, escribir, o escuchar la radio o hacer otra cosa que no fuera dormir o simplemente permanecer acostada. De•nnés de las once podía hacer lo que quisiera. A la noche del se­llUndo día debla poner otra vez el despertador a las siete y. si tampoco podia levantarse cuando sonaba, tendría que per­manecer nuevamente en cama hasta las once esa mañana y la siguiente, y as! sucesivamente. Por último, el terapeuta ct~mpletó el doble vinculo diciendo a la paciente que si no res­petaba este acuerdo, que habla aceptado por su propia vo­luntad, él ya no le seria de utilidad como terapeuta y, por lo tanto, interrumpiría el tratamiento. La muchacha quedó en­cantada con estas instrucciones aparentemente placenteras. Tres días más tarde, cuando tuvo la sesión siguiente, informó que, como de costumbre, no había podido levantarse a tiem­po la primera ma11ana, se había quedado en la cama hasta

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las once, según las instrucciones que le luemn dadas, pero este descanso forzoso (en particular el lapso entre las diez y las once) le babia resultndo intolerablemente aburridos. La segunda mañana babia sido aún peor, y le fue imposible dor­mir un minuto después de las siete aunque, por supuesto, el despertador no sonó hasta las once. A partir de ese momento asistió a sus clases matutinas l:' sólo entonces_ se PIJ~O explo:_ rar los motiY.!lL q!!e aparcnt~!ll"-'!!<l!l\_ ()~igl!_b~ll 11 fl'acasar en la universidad. ---E¡emplo 6: La psicoterapia conjunta de una familia, compues­ta por los padres y dos bijas (de lí y 1.5 aúos) había llegado a un punto en que comenzó a plantearse un antiguo proble­ma de relación entre los padres. En ese momento hubo un marcado cambio en la conducta de la hija mayor, quien co­menzó a discutir y a generar temas irrelevantes en todas las formas posibles. Cualquier intento por parte del padre para controlarla era ineficaz y, eventualmente, la muchacha le di­jo al terapeuta que no estaba dispuesta a seguir cooperando en el tratamiento. El terapeuta le respondió diciéndole c¡ue su ansiedad era comprensible y que él queria que su conducta fuera tan negativa como pudiera lograrlo. Mediante esta sim­ple instrucción la colocó en una situación insostenible: si ella seguía obstaculizando el curso de la terapia, entone~• en­operaría, cosa que estaba decidida a evitar; pero si c¡uerla desobedecer la instrucción, sólo podía lograrlo no mostr~n­dose negativa, lo cual permitirla que la terapia continuara. Desde luego, podría haberse negado a seguir asistiendo a las sesiones, pero el terapeuta babia. cerrado esta vla de salida dando a entender que entonces sería el único tema de con­versación, perspectiva que, según él sabia, la muchacha sim-plemente no podla tolerar. -

Efemplo 7: Un cónyuge alcobolista suele mantener un pa­trón estereotipado de comunicación con su pareja. Parr• sim­plificar supondremos que quien bebe es el marido, pero los roles podrían invertirse sin c¡ue cambiara de manera signifi­cativa la pauta lfeneral. La dificultad primara suele ser una discrepancia en la pun­tuación de la secuencia de hechos. Por ejemp1o. el marido puede afirmar que su mujer es muv controladora y que él se siente mlls hombre sólo después de unos tragos. La esposa no tarde en contraatacar seílalando que ella renunciarla de buen grado a mandar si él fuera un poco m~s remonsable, pero, puesto que se emborracha todas lu noches, ella se ve obligada a cuidar de él. Puede decir también que. de no ser por ella, el esposo podria haber incendiado la casa en varias

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oc:uiones porque se queda dormido en la cama con un ciga­rrillo prendido. Es probable que él responda entonces que nunca correría ese riesgo si fuera soltero. Quizás agregue que éste es un buen ejemplo de la influencia castradora que su mujer ejerce sobre él. De cualquier manera, al cabo de unas pocas vueltas, su juego sin fin se hace muy evidente para el observador no participante. Detrás de su fachada de descontento, frustraciones y acusaciones, se confirman el uno al otro por medio de un quid pro qu" (73): el marido, al per­mitir que su mujer sea sobria. razonable y protectora y ella, permitiéndole ser irresponsable, infantil y en general, un ftaca.:ado incomprendido. Uno de los posibles dobles vínculos terapéuticos que podrían imponerse a semejante pareja consistiría en iridicarles que bebieran juntos, pero con la condición de que la esposa siempre tomara un poco más que el marido. La introducción de esta nueva regla en su interacción virtualmente destruye el viejo patrón. En primer lugar, beber es ahora una tarea y ya no algo que él "no puede evitar". Segundo, ambos tienen qno vigilar constantemente la cantidad que toman. Tercero, la esposa. que por lo común bebe moderadamente, si 'lo hace. alcanza rápidamente un grado de embriaguez que obliga al esposo a cuidar de ella. Esto significa no sólo invertir por completo sus roles habituales, sino que coloca al esposo en una posición insostenible con respecto a su hábito: si cumple con las instrucciones del terapeuta, debe dejar de beber o bien obli~ar a su mujer a que tome más, corriendo el riesgo de hacerla sentir mal, más desvalida, etc. Si, cuando su es­posa ya no puede beber más, él quiere violar la regla de que ella torne siempre un poco más que él. y seguir tomando sólo, enfrenta la situación poco familiar de verse privado de su ángel ¡¡;uardián. e incluso de ser responsable por sí mismo y por ella. (Desde luego, no querernos decir que resulta fácil conseguir que una pareja acepte semejante prescripci6n, ni que esta intervención constituya en sí misma una "cura'" para el alcoholismo.)

Ej,71:.¡;lo 8: \Tnn pareja solicita consejo porque discuten de­masiado. En lugar de concentrar su atención en un análisis do sus conflictos, el terapeuta redefine esas peleas diciéndoles que en realidad están enamorados, y que cuanto más discu­ten, m:ís se quieren porque les importa bastante al uno del otro corno para discutir y porque pelear en la forma en que riJos lo hacen presupone una honda participación emocional. l'or ridicula que la pareja considere esta interpretación, -o Ul'C'ci~nmente parque es tan ridícula oara ellos- 5e emneña· ri\n rn clrrnostrar al terapeuta que está equivocado. La mejor

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manera de hacerlo es poniendo fin a sus peleas, simplemente para mostrarle que no están enamorados. Pero en cuando de· jan. de discutir, comprueban que se llevan mucho mejor.

E¡emplo 9: Una mujer divorciada tenía dificultades con su hija de cinco años dado que, a pesar de todas sus admonicio­nes y castigos, la pequeña insistía en jugar con fósforos y en varias ocasiones casi había prendido fuego a la casa. La rna· dre había tratado de evitar el peligro eliminando los fósfo­ros del hogar y asegurándose de que la niña no recibiera la visita de ami¡¡os y vecinos. Sin embargo, casi no pasaba un día sin que la madre la descubriera con fósforos, y se com­probó que la niña solía esconderlos en distintas partes de la casa, de modo que la madre nunca podía estar segura. Cada vez que la madre regresaba a su casa, tenía lugar la siguien· te interacción más o menos estereotipada: primero, la madre preguntaba a la niña si había vuelto a jugar con fósforos. co­sa que la pequeña negaba. Sin embargo, la madre "sabía" que la niña mentía, pues en su ausencia siempre ju~aba con fós­foros. Luego la madre preguntaba si la niña babia vuelto a esconder algunos fósforos en alguna parte, cosa que la hija también negaba. La madre no la creía, le decía que era una mentirosa y registraba la casa. Si la búsqueda era infructuosa, la madre se sentía muy preocupada e insistía con rabia cre­ciente en que la hija le dijera la verdad v le revelara el nuevo escondite. Si así ocurría, o si la madre misma encontrába algunos fósforos, se tranquilizaba rápidamente y perdonaba a [a niña. · El relato de la madre hizo evidente que ella necesitaba des· cubrir los fósforos ocultos casi como un acto simbólico que le daba un renovado sentimiento de seguridad, y que la niña satisfacía esa necesidad a través de su "mal comportamiento". En este caso, la prescripción del síntoma fue relativamente fácil y el efecto inmediato que tuvo sobre la interacción pa­reció justificar la hipótesis del terapeuta. Este indicó a la ma­dre que le propusiera a la niña jugar al escondite con Jos fósforos. Cada vez que la madre se ausentaba, la c>iña de­bía ocultar algunos fósforos en algún lugar de la casa y, cuan· do la madre regresaba, toda la familia (la mujer tenia otros dos hijos) se dedicaban a buscarlos. Quien los encontraba (que. como es natural, solía ser la niña misma) recibía cinco centavos. Esta prescripción del síntoma no tardó en destruir el juego sin fin. Lo que antes había constituido un compor­tamiento peligroso, que requería una supervisión estricta pero ineficaz, se convirtió ahora en un entretenimiento para to· dos, que no sólo sirvió para unir a la madre y a los hijas.

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sino también para poner fin a una profecia que se cumple a sí misma, orginada en la inseguridad de la madre.

Ejemplo 10: La siguiente historia Zen, que contiene todos los ingredientes de un doble vinculo terapéutico, demuestra que el efecto terapéutico de la comunicación paradójica no es en modo alguno un descubrimiento reciente:

U~ joven esposa se enfermó y estaba a punto de morir. "Te amo tanto", le dijo a IU O!pOSO. "No quiero dejnrto. No me ab¡tndones por ningUDA otra mujer. SI lo haces, volver' como un fan­luma y te cauurá fnterminabl~s preocupaciones ... ~ e.sposa no tardó tn morir. El marido respetó su último deseo durante JÓs tres primeros meses, pero luego conoció a otra mujer y se eaam<>ró do ellA. En cuanto se comprometieron para casarse-. un fantasma comen%6 a prt­lentarse ante el hombre todas lns nochts, acusándolo de no cumpllr 'U promesa. Se trataba de un fantasnu inteligente. Le repeUa exac­tamente qu~ es lo que hnbfa CICUrrido ·entre ál y su nueva prometida. Cada wz que él lt' hncfa un rega,o, el fantasma lo de!criblo con luJo do detaUes. Jncluso podía rtoproduclr conVersaciones, y perturbaba da tal modo al hombre que ~ste no podfa. dormir. Alguién le aconsejó que planteara su problema a un maestro 2en que vivia cerca de la aldea. Por último, y ya desesperado, el pobre hombre acudió en busca de ayuda. 'Tu e~posa anterior fe convirtió en un fnntasma y sabe todo lo que haces .. , oomentó r1 maestro. ..S:tbe todo lo que haces o dices. todo lo que lo da's a tu amnda. Dehe ser un fantasma muy astuto, En realidad, de­herias admirarla. La próxima vez que se te aparezca, propónelo un Uato. Dile que ella sabe tanto que no puedes ocultarle nada, y que 11 res­poode a una pregunta tu romperlh tu compromiso y permanecerA.s soltero. "¡.Cuitl es la pregunta que debo hacerle?", Inquirió el hombre. El mae>lro replicó: "Toma un puñado grande de semillas do 10)'0 y

pregúntale euctamente cuéntas semillas tienes en la mano. Si no puede decírtelo, .. brás que no es más que un producto de tu Imaginación y ya no te molestará mb". Cuando el fant.lsm:l apareció a la noche siguiente, el hombre se mostro adulador y le dijo que ella todo lu sabia. "'Sin duda .. replicó el fantasma, .. Y sá que fuiste• hoy a. ver a ese maestro 2<-n ", -y puesto que sabe1 tanto .. , dijo el hombre, "'dJme cuántas semillas tl'ngo ton esh mano? Ya no había nin~l.n fantasll\a par:\ responder a la pregunta. ( 131. pá¡¡. &2)

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Epílogo

El existendalismo y Ja teoría de Ja comunicación humana: un enfoque

8.1.

N u •on la~ CO!DI ml.tmal lt11 qul no1 perturban, •ino la.J OJ,initmer que tenem01 d1 tltu c01a1. - EPJC· TCTO (sig/o 1 d. C.).

Pu01 el hombre 1o<tlene condgo ml-m~o ton dldlogo lntniVf'. - PAsCAl ..

En lo que antecede hemos considerado individuos en su nexo social -el su interacción con otros seres humanos- y vimos que el vehículo de esa interacción es la comunicación. Esta puede ser o no la medida en r¡ue debe aplicarse una teoría de la comunicación humana. De cualquier manera, nos pa· rece evidente que la concepción del hombre sólo como un "animal social" no logra explicar al hombre en su nexo m· tencial, del cual la participación social es sólo un aspecto, aunque muy importante.) So plantea entonces cnn·terrogante de si alguno de Jos prin­cipios de nuestra teoría de la pragmática de la comunicación hum~nn rnede ser útil cuando nne•tro into•~s '" de•plaza de lo interpersonal a lo existencial y, en tal caso, de qué manera. No proporcionamos aquí una respuesta para t~se interrogante; qUizá nunca pueda darse una respuesta final, ya que para desarrollar este tema debemos abandonar el do­minio de la ciencia y asumir una actitud reconocidamente sub· jetiva. Puesto que la exls\lllcia del hombre no es observable en el mismo sentido en que lo son sus relaciones sociales, nos vemos forzados a abandonar la posición objetiva, "desde afue· ra", que hemos tratado de mantener durante Jos siete capítulos precedentes de este libro, pues a esta altura de nuestra inda· gación ya no hay un "afuera". El hombre no puede ir más allá de los limites fijados por su propia mente; sujeto y ob­jeto son idénticos en •Htima instancia, la mente s~ c•tudla a sl misma, y es probable que cualquier aseveración acerca del hombre en su nexo existencial lleve a los mismos fenómenos dn autorenectividad que, como vlmos, generan la paradoja.

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Así, en cierto sentido, este capítulo es una manifestación de fe: la creencia de que· el hombre existe en una relación am­plia, compleja y privada con la vida. Quisiéramos hacer al­gunas especulaciones sobre la posibilidad de que alguno de nuestros conceptos pudieran ser útiles para explorar este área, tan a menudo descuidada en las teorias puramente psicoló­gicas del hombre.

8.2.

En la moderna biología resultaría inconcebible estudiar inclu­so el organismo más primitivo aislándolo artificialmente de m medio. Como lo postula en !)articular la 1J!oria de los Sis­temas Generales (S. 4.2 y sig. ) , los organismos son sistemas abiertos que mantienen su estado constante (estabilidad) y a menudo evolucionan hacia estados de mayor complejidad, por medio de un intercambio constante de energía e infor­maciÓn con su medio. Si recordamos que, para sobrevivir, cualquier organismo debe obtener no sólo las sustancias ne­cesarias para su metabolismo, sino también información ade­cuada sobre el mundo circundante. comorendemo< oue la comunicación y la existencia constituyen conceptos insepara­bles. Así, el medio se experimenta subjetivamente como un conjunto de instrucciones acerca de la existencia del orga­nismo y en tal sentido, los efectos ambientales son similares n nn pr~g,·ama narn una computadora. Norbert 'Viener dijo alguna vez refiriéndose al mundo que "puede vérselo como una miríada de mensajes del tipo de 'a quien pueda intere­sar",_ Empero, existe una diferencia importante, a saber, que mientras el programa de la computadora se presenta en un lenguaje que la máquina "comprende" acabadamente, el im­pacto del medio sobre un organismo abarca una serie ~~ ins­trucciones cuyo significado no es en modo alguno ev1dente, sino que, más bien, al organismo le toca decodificarlo de la meior manera posible. !Si a esto al!re¡ramns el heobo ele que. a su vez, las reacciones del organismo afectan al medio. se hace obvia. que incluso en los niveles muy primitivos de la vida tienen lugar complejas y continuas interacciones que no son fortuitas y que. por ende. estñn l!obernnrlac; prw 1m programa o, para emplear un término existencialista, por sig­nificado .

. Bajo esta luz, entonces, la el<istencia es una funci6n (tal como so'la definió en S. 1.2)" de la relación entre el organismo y su medio. En el nivel humano, esta interacción entre el or­!(•mismo y su medio alcanza su más alto r,rado de comple­jidad.· Aunque en las <ocicdades modernas los problemas do

supervivencin biológica han pasado a segundo plano, y el medio, en el sentido ecológico del término, está en gran me­dida controlado por el hombre, los mensajes vitales proce· dentes del medio que deben ser correctamente decodilkados sólo se han desplazado del campo biológico a un dominio más psicológico.

8.3.

Aparentemente, el hombre tiene una arraigada propensión a atribuir a la realidad una existencia objetiva, a hacer de ella un amigo o un enemigo con el que debe llegar a algún acuerdo. En el clásico estudio de Zilboorg sobre el suicidi<> puedo encontrarse el siguiente párrafo, que ,·iene muy :ti caso:

Parecería Que, originalmente, el hombre aceptó la vida según :rus pro. píos términos: una enfermedad, cualquier tipo de malestar, cualquier tensión afectiva intensa, Jo hacia sentir que la vida había violod(J .ru contrato con él, por así decirlo, y e-ntonct's abandonaba a su socio traidor. . . Evidentemente, (la idea del) paraíso fue así creada por 14! humomid<1d no mediante el nacimiento d~ Adán y Eva, sino a través dr

la aceptación de la muerte por pnrtc dt>l hombre primitivo. que vrr­feria fa muerte voluntaria IJntc.s que rmunciar a su ideal de lo qué Ttt t:Jida debia ser. (170, págs. 1364-R; las bastardillas son nuestras).

La vida (o la realidad, el destino, Dios, la naturaleza, la .xi'­tencia, o cualquiera sea el nombre que prelicra dársele) e' un socio al que aceptamos o rechazamos. y por el cual n'1'-'

sentimos aceptados o rechazados, apoyados o traicionados. A este socio existencial, quizá tanto como ocurriría con un socio humano, el hombre propone su definición del sclf y h ve lueg:o confirmada o desconfirmndn. Y se rsfnPrZ::t r~n~ recibir de é1 indicios acerca de la naturaleza "real .. df'" su relación.

S ..J.

Pero ¿qué puede decirse entonces sobre estos mensajes vit~lc< que el hombre debe de codilicar de la mejor manera postble para asegurar su supervivencia corno ser humano? Volvamos brevemente al perro de Pavlov (S. 6.434). e intentemos pasar desde alli al campo de la experiencia específicamente hu· mana. Sabemos primero r¡ue hay dos clases de nmt,cimientn· conocimi<"nto dr la!ii co!'ao;; y ( nnorímie·1to aracr¡ d · bs c:,~:l'.

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El primero es la percepción de los objetos que tenemo• a través de los sentidos; es lo que Bertrand Russell llamó "co­nocimiento por familiaridad" o Langer "un conocimiento muy directo y sensual". Es el tipo de conocimiento que tiene el perro de Pavlov al percibir el circulo o la. elipse, un cono­cimiento que nada sabe acerca de lo percibido. Pero en la situación experimental, el perro pronto aprende también algo Geerca de esas dos figuras geométricas, a saber, que de alguna manera indican placer y dolor, respectivamente, y que por lo tanto encierran un significado para su supervivencia. Así, si la pe~pción sunsorial puede denominarse conocimiento de primer orden, este segundo conocimiento (acerca de un objeto) es conocimiento de un segundo orden. Es conoci­miento acerca del conocimiento de primer orden y, por ende, metaconocimiento. (Se trata de la misma diferenciación ya propuesta en S. 1.4, cuando señalamos que saber un idioma y saber algo acerca de un idioma son dos órdenes muy dis· tintas de conocimiento.) 1 Una vez que el perro ha compren­dido el significado del clrculo y de la elipse en relación con su supervivencia, se comportará como si hubiera llegado a esta conclusión: "Este es un mundo en el que estoy a salvo en tanto dilécncie el círculo de la elipse". Sin embargo, esta conclusión )'a no sería de segundo orden, sino conocimiento obtenido acerca del conocimiento de segundo orden y, por lo tanto, seria conodmiento de tercer orden. En el caso del hombre, el proceso de adquisición de conocimientos, de atri­buir niveles de signlfioado a su medio, a la realidad, es en esencia idéntico. En un ser humano adulto. el conocimiento de primer orden rara vez se da solo. Equivaldrla a una percepción para la cual ni la experiencia pasada ni el contexto actual propor-

l. En todo el Jibro hemos tenido ocasión de sefinla.r el hrcho de que una jerarqufa de niveles parece impregnar el mundo en que vlvlmo• y nuestra experiencia de nototros mismos y de Jos demál, y de que las aseveraciones Vlilidas acerca de un nivel !'l11o pueden hacerse desde el nivel siguiente. Esta Jerarquia se hace evidente en: ' 1) La rehtción entre la matemática y la metnmatemática (S.l.5) asi como rntre la comunicación y la metaromunicnción (S.l.5 y 2.3). 2.) Los a~cctos del contenido y rclacioD3les en la comunicación (S.2..3 y 3.3). 3) La definición del ~e/f y de los otros (5.3.33). 4l La!! p:lfadojo\s lé'ty-ico-matem.i.tit'I\S y la lt>orla de los tipos lógicos (5.6.2). 5) La teoria de los Niveles de los L<nguajcs (5.6.3). 6) Lns paradojas pragmáticas, los dobles vínculos y las predicciones paradójicas (S. 6. 4). 7) la ilu51ón de altern•llivas (5.7.1). 8) El juego sin fin (5.7.2). 9) LC1s doh!l'S vínculos l~rapelaticos (S, 7. 4).

donan una explicación, y la imposibilidad de explicarla y de predecirla probablemente hada <¡ne esa percepción provocara ansiedad. E;!__hombre nunca deja de buscar conocimientos so· bre los objetos de su experiencia, de comprender su signifi­cado para su existencia y de reaccionar ante ellos según dicha comprensión. Por último, de la suma total de los s;gnificados que ba deducido a través de sus contactos con numerosos objetos singulares de su medio, surge una visión unificada del mundo en la que se ve a si mismo "an·ojado" (para usar una vez más un término existencia lista), y esta visión es de tercer orden. Existen fundados motivos para creer que, en realidad, carece de importancia en qué consiste esta conccp· ción del mundo de tercer orden, en tanto ofrezca una pre­misa significativa para la propia existencia. El sistema deli­rante de un paranoico parece cumplir su función como nrin­cipio explicativo del universo del paciente. tal como lo hace la concepción "normal" del mundo para otru persona. ' Lo importante, sin cmbal'go, c.1 que el hombre se maneja con una sede de premisas acerca de los lénómcnos que percibe y que su interacción con la realidad en su sentido más amplio (es­to es, no sólo con los otros seres humanos), está determinada por esas premisas. Hasta donde podemos conjeturar, esa~ pre­misas son el resultado de toda la vasta gama de experiencias de un individuo y, por lo tanto, su génesis está virtualment<' más allá de la exploración. Pero no cabe dnda de que el hom­bre no sólo puntúa las secuencias de hechos en ·una relación !nterpersonal, sino también de que el mismo proceso de pun­tuación interviene en el proceso, constantemente necesario, de evaluar y seleccionar las innumemble3 impresione .. ~ sensoria· les que el hombre recibe en cada re.'Jtmdo de su mecHo ínter· no y externo. Para repetir una especulación de 8.3.42: lnre~_

2. A esto podría ohjelarsc que el segundo t:riterio está mejor ndaptadu a la. realidad que el prjmero, pero el tanllu vcce5 utilit.ado criterio de realid.-d dl!bJ truturse cou grnn cnulel<\, l..t\ (ulncia h:abitual es l'P este caso el supuesto lllcito de que existe tal '"realidad ohfetiYil,. y que In• persc nas cuerdas tienen mb conciencia de ella qnc las ln!onas. En términos generaJq.11, este supuesto poseo un desagradable parecido con una premisa similar de In genn1etría euclidiana. Durante dos mil nño.s ltJdie c.uelitionó el supuesto de {¡ue los a:domas de Enclitles ab.11cabau

corredn )' totnhnente la realid,.d del espacio, hasta que Jlie cumpr~ndió que la gccmetria euclidinn..1 no era más que una de las numerosas geometrías posibles, que no s6lo podían !i'er distintas, siuo también incompatibl .. ~ rntre si. Como afirmAn Nugel )' Newman: La creenci.l tmdiclonal de que los a.\:iomou tle la geometría (o lo1 rulu­maa de cwlquier disclpltna) pueden quedm establecidos pot su ttparen· te a.utoevidencia, se vio casi radicalmente ~acavada. Además, se hizo l'Oda vez más obvio que el verdadero interés del matemático puro con­liste tn derivar tcorema8 de .sutJue.stOI portuludoa y que, como mah·­m&tic..'O, no le incumbe decidir si los 11xioma!l de los que parte son rt'al· mente verdaderos. {108, pág. 11; las bastardillas son nueslras).

JJ9

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aliuad es, en gran medida, lo que la hacemos ser. Los filóso­fos cxislcnciales proponen una relación muy similar entre el hombro y su realidad: conciben al hombre arrojado a un mun­do opaco, amorfo y carente de sentido, a partir del cual el hombre mismo crea su situación. Por lo tanto, su manera es­pecífica de "ser-en-el-mundo" es el resultado de su elección, es el significado que él confiere a lo que probablemente está más allá de la comprensión humana objetiva.

8.41

Otros estudiosos de las ciencias de la conducta han definido conceptos equivalentes o análogos a las premi!as de tercer or­den. En la teoría del aprendizaje, niveles de aprendizaje co­rrespondientes a los niveles de conocimiento aquí postulados fueron independientemente identificados e investigados por Hull y col. (66) en 1940, por Bateson (7,13) en 1942 y en 1960, y por Ilarlow (63) en 1949, nara mencionar sólo los estndios más importantes. En pocas palabras, esta rama de la teoría del aprendizaje postula que, junto con la adquisición de conoci­miento o de una habilidad, tiene lugar también un proceso por el cual la adquisición misma resulta progresivamente más fá­cil. En otras palabras, no sólo se aprende, sino que se aprende a aprender. Bateson ideó el t<''Cmino deutero-aprendizaje para este tipo de aprendizaje de orden superior y lo describió de la siguiente manera: ·

En la terminologla semi-gestalt o semí-antropom6rfica, diríamos que et sujeto f'Siá aprendiendo a orientarse hncia ciertos tipos de contexto!., n e~t:i ndr¡niricndo fnsi~11f en r~bción con los contextos de re~olncii')n

de problemas.. . Cabe decir que eJ sujeto ha adquirido el hábito de buscar contextos y ~ecuencitts de un determin:tdo tipo más que dt!! otro, el htl.bito de .. puntuar" la corriente de hechos para producir repeticiones de un dett:>rminado tipo de secuencias significativas. (7, pág. 88).

Un concepto similar es b:isico en la monumental obra de Ke­l!v, Psychology of Personal Constructs (83), aunque este autor 110 considera la cuestión de los niveles y presenta su teoría casi ~xduo;;iwtmC'ntc rn. términos de n~icología intrr~ni\Írntica v no interacciona!. ~liller, Galanter y Pribram, en su Plans and the Structure of Behavior ( 104), han sugerido que !u conducta in­tencional está guiada por un plan, que sería algo así como una computadora guiada por un programa. Su concepto de p'an es muy pertinente a las ideas sugeridas en este capítnln y, sin t'xagcrar, pnecle c0nsiclP-rarse qne su ('"ihtdio con10titm·c una ele las innovaciones recientes más importantes para la

Z40

comprensión de la conducta. En relación con este último tra­bajo merecen mencionarse los elegantes experimentos de re­compensa no contingente realizados en la Uni\•ersidad de Stanfo~d bajo _la supervisión del doctor Bavelas, aunque su propóSito marul~esto es ajeno a los problemas que se conside­ran en este cap1tulo. Uno de tales experimentos merece men­cionarse aquí (169): el aparato experimental consiste en una serie de teclas. Se le indica al sujeto que deben presionarse algunas de. esas teclas en cierto orden y que su tarea consiste en descubnr ese orden al cabo de una serie de ensan•s. Asi­mismo, se le indica que el dpsempeño colT"N'tC' st''r,l indie.hl,, por el ,sonido de un timbre. Sin embargo, las tecbs en r~~lidad no estan conectadas con nada y el timbre suena indcpendien­teme~te del desempeño del sujeto, y cada vez con mayor fre­cuencta, esto es, en forma muy espaciada al comienzo y luPgo cada vez más seguido hacia el final del experimento. Im·aria­blemente, la persona que se somete a este experimento no tarda en formar lo que hemos denominado premisas de tercer orden, y se resiste mucho a abandonarlas aun cuando se le ha mostrado que su desempeño no tiene nada que ver con el so­nido del timbre. Así, en cierto sentido, este recurso experimen­tal es un micromode!o del universo en el que todos hemos des­arrollado nuestras premisas específicas de terc-er o:den. mtcs­tras maneras de ser-en-el-mundo.

8.5,

Nos encontramos con una notable diferencia cuando compara­mos la capacidad del hombre para aceptar o tolerar el cam­bio en el segundo y el tercer nivel, respectivamente.· El hom­bro posee una capacidad casi increíble para adaptarse a los cambios que tienen lugar en el segundo nivel, como lo saben todos los que han tenido ocasión de observar la resistencia bu­ma?a frente a Jas circunstancias más agobiantes. Pero p:ue­cena que el hombre cuenta con esa capacidad en tanto no se violen sus premisas de tercer orden acerca de su e:ti~tencia ,. del significado del mundo en que vive.•' A esto se debió r;.

3. Por ejemplo, esta diferencia se refleja en las cartas (por ejemplo, 57) t:scritas por prisioneros condenados por los nazis por crímenes políticos de diversos tipos. Quienes sentían que sur acciones habíaa servido pau contribuir a derrocar el régimen podían enfrentar la muerte con cierta serenidad. Por otro lado, ]u protestas realmente trágicas y dese!)I'e-mdas correspondfan a quienes hablan sido sentenciados a muerte- por crímt:>­nes tan triviales como escuchar las radioemisoras aliadas o hacer un comentario hostil acerca de Hitler. Su muerte constituía ap:mmtemrn­te una violaci6n de una premisa significativa de tt"rN"r orden: quE" J., propia muerte debe ser significativa y no trivfa l.

~4/

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ferir Nietzsche cuando postuló que quien tiene un por qué para vivir p'uede soportar casi cualquier c6mo. Pero el hombre, quizás en mucho mayor medida que el perro de P~vlov. parece estar particularmente mal equipado para en­frentar las incongruencias que amenazan sus premisas de ter­cer orden. El hombre no puede sobrevivir psicológicamente en un universo que sus premisas de tercer orden no pueden explicar. un universo que para él carece de sentido. Como ya vimos, el doble vínculo trae este resultado desastroso, pero ese mismo resultado también puede ser provocado por circuns· tancias que están más allá del control o la intención hu­manos. Los escritores existenciales. desde Dostoievsky hasta Camus, han tratado extensamente este tema, que es por lo me­nos tan viejo como el Libro de Job. l'or éjemplo, Kirillov. un personaje de la novela de Dostoievsky, Po.wídc, ba decidido que "'Dios no existe" y, por lo tanto, para él ya no tiene sen­tido seguir viviendo.

"' ... Escuchan"". Kirillov permaneció inmóvil, con la mirada fija y e,:~

titica. "Escuchan un..'\ gran idea: huho un dla. en la Tierra y en medio de la Tierra se levantaban tres cruces. Uno de los que estaban en la c:ruz tenía tanta fe que dijo a otro: 'Hoy estarás conmigo en el Paraiso". El día terminó¡ ambos murieron y ninguno de ellos encontró el faraiso ni la resurrección. Sus palabras no se cumplieron. Escuchen: ese Hombre era el mis noble de toda la tierra, el que le dio sentido a la vida. Todo el planeta, con todo Jo que existe en él, es mera locura sin ese hombre. Nunca ha habido nadie como tl antes o después, jamás, hasta un milagro. Pues ese es el milagro, que nunca hubo ni habrá otro como 21. Y si es asf, si las leyes de la natural~za no lo respetaron ni siquiera a !:1. DO respetóli'On siquiera Su milagro y Lo hicieron vivir en una mentira y morir por 11Dil mentira, entonces todo el planeta es uua mentira y des­cansa sobre una mentita y una burla. Asf, entonces, las leyes milln&l del planeta son una mentira y un oavdsolllB de demonios. ¿Para q~ hemos de vivirP Responde, si eres un hombre·.

Y Dostoievsky hace que el hombre a quien está dirigida esta pregunta dé esta notable respuesta: •Eso es algo distinto. Me parece que tú has mezclado dos causas distintas y ese es algo muy peligroso ... " (:!!, págs. 581-2). Es nuestra opinión que toda vez que 1urge este tema, la cues­tión del 8i¡r,nificado está impHcita, y este término no debe to­marse aqul en su connotación semántica, sino existel)cial. La ausencia de significado es el horror de la Nada existepcial. Es ese estado subjetivo en que la realidad ba retrocedido o des­aparecido por completo y con ella toda conciencia del self y de los otros. Para Gabriel Marcel, "La vida es una lucha con­tra la Nada". Y hace más de cien al!os, Xierkegaard escribió:

242

"Quiero ir a un manicomio y averiguar si la profundidad ue la locura no puede ayudarme a resolver el enigma de la vida". En tal sentido, la posición del hombre frente a su misterioso socio no es, en esencia, distinta de la del perro de Pavlov. El perro aprende rápidamente el significado del círculo y la elip­se, y su mundo se derrumba cuando el experimentador des· truyc de improviso ese significadD. Si examinamos nuestra ex­pe:icncia subjetiva en situadones comparables, encontramos que tendemos a suponer las acciones de un .. experimentador·· secreto detrás de las vicisitudes de nuestras vidas. La pérdiua o la ausencia de un sentido de la vida es, <¡ uizás, el denomi­. nador más común OP toñas las forma.;; de perturbación cmo~ cional; es especJJh. .... • ·'·: ; .. tan comentnda enfermedad "mo­derna". El dolor, la enfermedad la pérdida, el fraoaso, la desesperación, la desilusión, el temor a la muerte o el mero tedio, todos llevan al sentimielhO de <¡ue la V!Ua caree" ele sentido. Creemos que en su definición más básica, la desespe­ración existencial es la penosa discrepancia entre lo que es Y lo t¡uc debería set, entre las propias percepciones y las propias prembas de tercer orden.

8.6.

No existe motivo alguno para postular sólo tres niveles de abs­tracción en la experiencia humana de la rea!ic.lac.l. Por lo me­nos en teoría, esos niveles surgen uno por encima de\ otro en una secuencia infinita. Así, si el hombre desea modificar su~ lJfemisas de tercer orden, lo cual constítuye para nosotros una fuDción esencial de la psicoterapia, sólo puede hacerlo desde un cuarto nivel. Pero dudamos de que la mente humana c;té equipada para manejar niveles más altos de abstracción sin la ayuda del simbolismo matemático o de computadoras. Resul­ta significativo que en el cuarto nivel sólo puedan lograrse destellos de comprensión y la expresión clara se vuelva suma· mente difícil, si no imposible. Quizás el lector recuerde cu:ín difícil era ya >captar el significado de la "clase de las clases que no son miembros de sf mismas" ( S.6.2), lo cual en tér­minos de complejic.lad constituye el equivalente de una pre· misa de tercer orden. Asimismo, mientras que todavía se puede comprender el significado de "así es como veo que tú ves que yo te veo" (S.3.34), el nivel superior siguiente (cuarto). esto eJ, "así es como yo veo que tú ves que yo veo que tú me ves'', está virtualmente más allá de la comprensión. Repitamos este punto esencial: comunicarse o incluso pensar acerca de premisas de tercer orden sólo es posible en el cuar­to nivel. Empero, este nivel parece estar muy cerca de los ll·

2~1

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111ilcs de la mente humana, y la conciencia rara vez está pre­sente en ese nivel. Creemos que ésta es el área de la intuición y la empatía, de la denominada experiencia de tipo "ajá", qui· z.~ de la percepción inmediata que proporcionan el ácido li­sérgico u otras drogas similares y, por cierto, el área donde tiene lugar el cambio terapéutico, un cambio que, al cabo de una terapia exitosa, resulta imposible establecer cómo y por qué se produjo y en qué consiste realmente. A la psicoterapia le interesan las premisas de tercer orden y la posibilidad de introducir cambios en ese nivel. Pero sólo desde el nivel su­perior siguiente, el cuarto, es posible modificar las propias pre· mi~as do tercer orden y tomar conciencia del ordenamiento do secuencias en la propia conducta y en la del medio. Sólo desde ese nivel se puede comprobar que la re'!)idad no es al­go objetivo, inalterable, ''que está ahí afuera", con un signi­ficado benigno o siniestro para nuestra supervivencia, sino que para todos los fines y propósitos, nuestra experiencia subjetiva de la existencia es la realidad, que la realidad es nuestra ma­nera de pautar algo que quizás esté más allá de toda ve· Jificación humana objetiva.

8.61.

J crnrqnías como las que nos ocupan aquí han sido acabada­mente exploradas en una rama de las matemáticas modernas con la que nuestro estudio tiene gran afinidad, exceptuando el hecho de que las matemáticas exhiben un grado incompa· rablcmente mayor de congruencia y rigor del que nosotros podemos confiar en alcanzar. La rama en cuestión es la teo­ría de la prueba o metamatemática. Tal como lo implica cla­rnmente esta última denominación, esta área de las matemá­ticas trata de sí mismo, esto es, las leyes inherentes a las matemáticas y el problema de sí son o no congruentes. Por lo tonto, no es sorprendente que los matemáticos hayan cncon· tracia e investigado esencialmente las mismas consecuencias paradójicas de la autoreflectividad mucho antes de que los analistas de la comunicación humana tuvieran siquiera con· ciencia de su existencia. De hecho, la labor realizada en este campo data de Schroder ( 1895), Lowenheim (1915) y, en particubr, Hilbert (1918). La teoría de la prueba o metama­trm:\ticas constituyó en!onces la preocupación sumamente abstracta de un brillante si bien reducido grupo de mdemáti­ros situados, por así decirlo, fuera de la corriente principal de la actividad matemática. Según parece, dos hechos sirvieron pam r¡ur la teoría de la prueba despertara la atención gene· ral. Uno de ellos fue la publicación, en 1931, del histórico tra-

244

bajo Ue Gtklel sobre lns proposidm!l'S tunnalnwntt• i11dt·tt_·t 11 1. •

nabl~s (56), un trabajo que los profesores de la Cniwrsidad de Ilaf\·anl describen como el progreso más importante re­alizado durante los últimos 25 mios en el campo de la lvgic., matemática ( 108). El otro hecho es la aparición casi explosi' ·' de la computadora después de la Se((umla Guerra ~lunc\hl. Estas máquinas se desarrollaron rápiJamente a partir Je auto· matas rígidamente programados hasta llegar a S('f or~anisnw:­artificiales sumamente versátiles. que comenzarnn a pbntP:-tl problemas fundamentales sobre la teoría de la prueba en cuanto su complejidad estructrual alcanzó el punto tn qul' pudo lograrse que decidieran por sí solns cu:ll era. entre \a· ríos, el mejor procedimiento de computación. En otras pala­bras, surgió la posibilidad de diseñar computadoras que no sólo llevaran a cabo un programa, sino que al mismo ticmp 1

pudieran et'ectuar cambios en ese programa. En la teoría de la prueba, el tém1ino procedimiento de dcd· sión se refiere a los métodos vinculados con el hallazgo de pruebas acerca de la verdad o falsedad de una aseveracitin. o de toda una c1asc de ase\'<'raci~nes. dentro de nn ~i<:tc>ma for. malizado dado. El término problema de dccisióu se refiere a si existe o no un procedimiento del tipo descrito. Por lo tanto. un problema de decisión tiene una solución pn..::itiY,l si pm~dl' encontrarse un procedimiento de decisión p:~u n·~·llln'rll1. mientras que una solución negativa consiste en dt'lllUstrar qm· tal procedimiento no rxiste. En cnn~f'C'tlenria. l0" p~nhl,·ma..; de clecisión se conocen como comp:Jtablcs o insolubles. Sin ernbarr'o, e~~istc una tercera posibilidad. Las solucbncs definidas (Positivas o ucg;atiYa~' dc> tPl prohlt"n:t dr decisi(jn sólo resultan posibles cuando el problema esl<Í dentro del do­minio (el área de aplicahilidad) de ese procedimiento de deci­sión particular. Si dicho procedimiento se aplica a un proble­ma fúera de su dominio, la computación proseguid indefini­damente sin demostrar iam;'ts n:w <'': h{·l ;hl(' lk~!Jr a tma "()· lución {positiva o negativa).' Es ar¡uí dnmle vnh-emos n en· centrar el concepto de indetcrminocián.

8.62.

Este concepto es el punto central del trabajo de Güdel, que trata de las prouosicioncs formalmente indctcnninahlt?s. El sistema formalizado r¡ue este autor eligió para Sl\ teorema es

·---· ·-·------··-· 4. Este es el llamado ptoblcmn de la vacii.H:iún t>n ln.~ pro<.•C"dimientC'<: de 0.<'cisiún; uilt'rt' 11n.1 su~<'Stiv;\ nn:l:O<,..;i:t ("ntl lltlt"tl\1 ('•.ml.'l'\lhl Jt> j•tq,!:o sin fin ( n b n•m1:n:c:tcilm humtuk S. 7. 2

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Frln('ipia .\lathematica, la monumental ohra de \\'hitclicad y Hussell que explora los fundamentos de las matemáticas. Co­lld pnd.o demostrar que en este sistema, o en otro equivalen­te, es posible construir una oración, G. que: 1) es demostrable a partir de las premisas y axiomas del sistema, pero que, 2) afirma de si mismo que es indemostrable. Ello significa que <i G es demostrable en el sistema. su indemostrabilidad ( c¡uc

t'S lo que dice de sí mistml) hlmbién sería drmostrahlc. Pt>ro si tanto la demostrabilidad como la indemostrabilidad pueden dt'rh·arse a partir de los axiomas del sistemat, y los axiclnHJs mismos son congruentes (lo cual forma parte de la prueba de Giidel) entonces G es indetcrminal!/e en términos der sistrma. tal como la predicción paradójica presentada en S. 6. 441 es indetenninable en términos de su "sistema", que es la infor­mación contenida en el anuncio hecho por el director y el contexto en que se lo hizo. ·' La prueba de Giidel tiene con­secuencias que van mucho más allá del campo de la lógica matemática. De hecho, demuestra definitivamente que cual­quier sistema formal (matemático, simbólico, etc.) es nece­sariamente incompleto en el sentido señalado y que, además, la congruencia de tal sistema sólo puede demostrarse recu­rriendo a métodos de prueba c¡ue son más generales que los que el sistema mismo es capaz de generar.

8.63.

Nos hemos detenido en el trabajo de Giidel porque vemos en él la analogía matemática de lo que llamaríamos la paradoja última de la existencia humana. El hombre es, en última ins­tansia, sujeto y objeto de su búsqueda, Si bien es probable que nunca se encuentre una respuesta a Ja pregunta sobre si la mente del hombre puede considerarse como algo similar a los sistemas formalizados, tal como se los define en el párra­fo precedente, su búsqueda de una comprensión del signifi­cado de su existencia constituye un intento de formalizaci6n. Sólo en este sentido entendemos que ciertos resultados de la teoría de la prueba (sobre todo en los campos de la autorre­flectividad )' la indeterminación) resultan pertinentes. Esto

5. :\~ IPctor al que le interese el t~ma se le recomienda la excelente de~uipciún no rnottl~m.i.tica que Nagel y Newman hacen de la prueba •le C&ld (lOB). Por lo que s:1bemos, la similitud entre el teorema de GOdel )" b.s predicciones pamdójicas fue St"ñalada por primera vez por ~erlich ( 111), ,. crt>emos que e~1 p;U'uduja constituye probablemente b ::m:tlogia nn mollt>mátio mis ,.¡f'~ante del teorema, incluso preft!ri­ble ni enfoqn~? nn numérico dt> Findlay (44).

146

no constitu¡-e un descubrimiento; de hecho, diez afios antes de que Güdel presentara su brillante teorema, otra de las gran· des inteligencias de nuestro siglo había formulado ya esta pa­radoja en tém,;nos filosóficos, a saber, Ludwig Wittgenstein, en su Tractactus Logko-PhUosophicus (16d). • .t'robablemente en ninguna otra parte este paradoja existencial se haya defi· nido de manera más lúcida y se haya acordado a lo místico una posición más noble, como el paso final que trasciende esa paradoja. Wittgenstein muestra que sólo lograríamos saber algo sobre el mundo en su totalidad si pudiéramos salir fuera de él; pero, de ser ello posible, este mundo ya no sería todo el mundo. Sin embargo, nuestra lógica nada conoce fuera de él.

La lógica llena el mundo: Jos límites del mundo son también aua

límites. Por lo tanto, no podemos decir en lógica: esto y esto hay en t!l mundo, aquello no hay. Pues eso aparentemente presupondría que excluimos ciertas posibilidades, y ello no puede ocurrir, dado que. de otra manera, la 16gica debe salir fuera de los límites del mundo: es decir. si pudiéramos considerar esos límites también desde el otro lado. Lo que no podemos pensar, no lo podemos pen<;nr: por lo tanto, no podemos decir lo que no podemos pensar. (168, págs. 149-51 ).

Así, el mundo es finito y, al mismo tiempo, ilimitado, ilimita· do precisamente porque no hay nada afuera que, junto con lo de adentro, pueda constituir un límite. Pero, en tal caso, se deduoe que "el mundo y la vida son una sola cosa. Yo soy mi mundo" (pág. 151). Así, el sujeto y el mundo ya no son entidades cuya función relacional está de alguna manera go­bernada por el verbo auxiliar tener (que uno tiene al otro, lo contiene o pertenece a él), sino por el ser existencial: "El sujeto no pertenece al mundo, sino que es un límite del mun· do" (pág. 151; las bastardillas son nuestras). Dentro de este límite es posible plantear y responder pregun­tas significativas: "Si es factible hacer una pregunta, enton· ces también se puede contestar" ·(pág. 187). Pero "la solución del enigma de la vida en el espacio y en el tiempo está afuera del espacio y el tiempo" (pág. 185). Pues, como ya debe re-

6. En un trabajo posterior de Wittgenstein encontramos los siguientes pensamientos, de pertinencia directa para nuestro estudio: Cabría preguntar qué importancia tiene la prueba de G&lel para nue,.. tro trabafo, pues un fragmento de matem6ticas no puede resolver un problema del tipo que no1 preocupa. La respuesta es que la lffuGción a la que tal prueba nos conduce encierra ínter~ para nosotros. ¿'Qué podemos decir ahorar: ése es nuestro tema. (168 bir, pá.g. 177).

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su1tar evidente, nada dentro de un marco puede aseverar, o incluso preguntar, nada sobre ese marco. Por lo tanto, la so­lución no consiste en encontrar una respuesta al enigma de la existencia, sino en comprender que no hay un tal enigma. Es­ta es la esencia de las hermosas frases finales del 1'ractatus, que recuerdan a las formulaciones del budismo Zen:

Para un.1 rrspuesta que no puede expresarse, tampoco la pregunta puede f"."':prc.~.lrsl!, El en/~ma no existe ... Sentirnos que nun"que se respondiera a todt.u las preguntas científicas po$ibles, los problemas de la vida seguirían sin tocarse en absoluto. Desde luego, no queda entonces ninguna· pregunta, y ésta el tan 16Io Ja rcspue~ta. .,. La solución del problema de la vida se vislumbra cuaudo ese problema se desvanece. (¿Acaso no es ésta la razón por la que los hombres a quienes, al cabo de largBS dudas, el sentido de Ja vida se les welve claro, no pueden decir en qué consiste ese sentido?) Existe sin duda lo inexpresable. Esto se muestra a sí mismo; es lo mís-­tico ... De lo que no podt"mO~ hablar, debemos guardar silt>ncio (págs. 187-9).

Glosario

Este glosario contiene sólo aquellos términos que no están de· finidos en el texto o no forman parte del lenguaje cotidiano. Las fuentes Citadas son el Dor/and's Medica/ Dictionary ( DMD) y el Psychiatric Dictionary (H. & S.) de Hinsie y Shatzky.

Abulia: Pérdida o deficiencia de la fuerza de voluntad ( DMD).

Acting out: La expresión de la tensión emocional a través de la con-­ducta directa, en uro situación que puede no tener nada que ver con el origen de la tensión: se aplica por la general a la cooducb impulsiva, agresiva o, en términos generales, antisocial. (Adaptado de H & S.)

Anorc:ria: Falta o pérdida del apetito. Espedfic-.amente, un trastl'rno nervioso que lleva a la emaciación porque el paciente pierde d apetito y come muy poco. (Adaptado de DMD.)

Autismo (adjetivo: autista): Estado en que el sujeto está domin.1do por tendencias a volcar o centrar pensamiento o conducta sobrt>. si mismo. (DMD.)

Beneficio lecundario: Término psicoanalítico que se refiere a las ven­tajas indirectas, interpersonales, que el neurótico obtiene. de su trastorno, por ejemplo, compasión, mayor atención, libe'Tiad con respecto a las responsabilidades cotidianas, etc.

Compulsión (compul.rivo): Un impulso irresistible de llevar a cabo algUo acto contrario al propio criterio o voluntad (OMD}.

Conflicto de Edipo: Edipo, un personaje de la milologia grjega que, criado por padres adoptivos, mató a su verdadero p.tdre tn un~t pelea y luego se atsó con su madre. Mb tarde, al descubrir la verdadera relación, se arrancó los ojos. (DMD.) Este mito fue introducido en la. psiquiatría por Freud como paradigma de la atracción entre el hijo y el progenitor del sexo opuesto, y de los conflictos intrafamiliares específicos que tienen su origen en esa atracción y sus implicaciones más amplias para el dtsarro\lo psicosexual.

Desper1onalízoci6n: El proceso de perder In identidad, Ja personalid¡~_d. el 44yo•. Un fenómeno mental caracterizado por pérdida dd senti­miento de realidad con respecto a uno mismo. A menudo esh\ acompañado por pérdida del sentido de la realidad de Jos otroo; y del medio (H & S.).

Depreti6n: Un sentimiento complejo, que va desde la pena hasta una profunda desolaci6n y desesperanza; a menudo acompañado pl'W sentimientos más o meno~ absurdos de culpa. fracaso y dt'svalori-

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z.¡c¡ón, así como por tendencias autodestructivns. Sus concomitan· tt>S f•siccs suelen ser trastornos del dormir y el apetito y una lentifícación general de muchos procesos fisiológicos.

Diada; llna unidad última que se refiere a. la relación entre dos enti· dlde~, c..'n contraste con una mónada; del mismo modo, .. tríada" se rehere a una unidad compuesta de tres elementos.

Entelequia: La supuesta propiedad innata o potencial de un ser vivo para desarrollarse hacia una etapa final especifica.

Escapado; La pérdida de estabilidad en un sistema debido a un aumen­to incontrolado de la desviación.

Esqui:.ofreni.a; Un trastorno psiquiátrico al que corresponden aproxi .. madameote la mitad de los pacientes en los hospitales mentales y una cuarta parte de todos los pacientes internados en los hospi­tales norteamericanos. El término fue creado por el psiquiatra suizo, E. B\euler y denota una psicosis caracterizada por tr:lStornos fun­damentales en la percepción de la realidad, la formación de· con­ceptos. los afectos, y en consecuencia, la conducta del paciente en general Según la sintomatologia especifica, la esquizofrenia suele dividirse en diversos sub¡rupos, por ejemplo, las formas paranoides, hebefrénicas, catatónicas y simples. ·

Eto/ogía: El estudio de la conducta Bllimal (DMD).

Fenomenológico: Perteneciente a un enfoque específico (fenomenologia) de los datos de la realidad, que los investiga sin hacer intento alguno por explicarlos.

Fobia (fóbico): Un temor mórbido asociado a un objeto específico o a una , situación especifica.

FoUe d deux: Nombre francés de la ••Jocura de a doS'. Un término que se aplica cuando dos per.sonas estrechamente vinculadas entre si padecen simultánean1ente una psicosis, y cuando un miembro de la p.ueja parece haber ejercido influencia sobre el otro. Desde luego, no se limita a dos personas y puede incluir a tres y más (foliiJ a trois, etc.) ( H .1< S.).

Gut4lt; Forma, patrón, pauta, estructura o configuración.

Hi.rteri4: Un trastorno neurótico caracterizado por la conversión de lO! conflictos emocionales en manifestaciones c::mocionales fisicas, por ejemp1o. dolor. anestesia, parálisis, espasmos tónicos, sin un me­nosc.a.bo físico ¡·eal del órgano o los órgaDos úectados.

}uc~N. teoritJ de los: Una henamienta matemAtica para el análisis de las relaciones sociales del hombre: fue introducida por von Neu· In.lD en 1028 y. en un principio, se aplicó a las estrategias rela· donadas con la toma de decisiones en la conducta económica, aunque ahora se aplica a muchas clases de conductas iaterper­sonales.

1) ]IU!¡¡oo de wma nula (Uf'o wm): Situaciones en que la ga­nancia de un jugador y la pérdida de su antagonista siempre ~uman cero, es decir, se trata de una pura cOmpetencia, ya que la pérdida de un jugador implica la gaD&ncia del otro. ·

2) ]U<lgOI ds wma no nula (non-z.,.o ....,.¡,·Situaciones en las que la ganancia y la pérdida no esd.n inversamente establecidas

y por lo tanto no necesariamente suman cero¡ pueden ser direda· mente fijadas (colaboración pura) o sólo parcialmente fijadas ( mo· tivo mixto).

Kine~ia: 1) Comunicación no verbal (lenguaje corporal, etc.)¡ 2) el estudio de dicha comunicación.

Meta~ Un prefijo que significa ··~mbiado de posición", "más allá'', "superior'', 11b·ascendente"'. etc. Aquí se lo utlli~ en general par.a referirse al conjunto de conocimientos acerca de un conjunto de t.'Onocimientos o un campo de estudio, por ejemplo, mct:.lmatemá · ticas, metacomunícación.

Mónada (m.onádico): Una unidad última de uno, considerada en aisla­miento. Aquí se la utiliza para denotar al itÍdividuo fuera de su nexo comunicacional, en contraste con la díada o la tríada.

Puciente Identificado: El miembro de una familia que ostenta un rótulo de diagnóstico psiquiátrico o de delincuencia.

Parálisi$ general progresiva (dementia paralytica, enfermedad de Bayle): Un trastorno psiquiátrico caracterizado por síntomas meutales y físicos, debido a slfílis del sistema nervioso central (H & S.),

Patogenicidad: La cualidad o ln capacidad de producir c,tmbios pato­lógicos o enfermedad ( DMD).

Psicógeno (Psicogenicidad): De origen intrapsíquico: que tiene origen emocif.mal o psicológico (con referencia. a un síntoma), en con­traste con una base orgó.nica {DMD).

P~·icologia de la gestalt: El estudio del proceso mental y la conducta como gestalts, y no como unidades fragmentadas o aisladas.

Psh:un.eurótico; Perteneciente a un trastorno emocional, caracterizotdo por su naturaleza psicógena y sus síntomas- funcionales, más que orgánicos ( por ejemplo, fobia e histeria).

Psicopatologia; 1) Un t~rmino genérico que denota enfermedades o trastornos emocionales y/o mentales; 2) la rama de la meJicina que estudia esos u·astornos.

P&lcosomátko: Perteneciente a la relación mente-cuerpo: síntomas cor· perales de origen psíquico, emocional o mental ( DMD),

Psicoterapia conjunta: La psic::oterapia de parejas o de familias comple· tas, cuyos mieml:;ros a·sistcn a sesiones ternpéuticil.s conjuntas en las r;ue todos los individuos participan al mismo tiempo ( cf. ref. 75).

Psic6tico: Perteneciente a las psicosis, es decir, a trastornos psiquiá· tricos de naturaleza orginica o funcional ( psicóg~na) d{! tal in­knsidad que el funcion.."'Lmicnto individual, intelectual, proft!siunal, social, etc. del paciente queda seriamente menosc:..:h~Ldo, mientras que en el paciente psiconeurótico dicho menoscabo es sólo parcial y está limitado a ciertas áreas de su vida.

Sadomasoquismo (simbiosi.s sadomasoqui.sta): UDJ. forma de relación hu­mlna caracterizada por el hecho de que uno de los particip.mtes causa al otro sufrimiento físico y/o moraL

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1'crapia de ltJ conducta: Un3 forma. da psicoterapia basada en la tcnrí3. del aprem.li%3je; se considera que la conducta, incluyendo In conductn. sintomática, es el resultado de un proceso de apren­diz..'\je y, por ende, susceptible de ""desaprendizaje" ( decondicio­namiento).

Trmpía de pareja y matrimonial: Véase psicoter3.pia conjunta.

Transferencia: En psicoanálisis. la reproducci6n de las experiencias ol­vidadas y reprimidas de la temprana infanda. Pnr lo general, la rcprodue<:ión o repetición asume la forma de sueños o reacciones q11c tiene lugar durante el tratamiento psicoanalftico (H. & S.).

TraunuJ emocional: Un shock emocional que produce en la mente nn:t impre$ibn duradera ( DMD).

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