Paul Auster - Prólogo a Crónica de Los Indios Guayaki

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Prlogo a Crnica de los indios Guayaki,

de Pierre Clastres

Paul Auster

Traduccin: Marcelo Pellegrini

La historia que Paul Auster cuenta en este texto es tan conmovedora como su amor por el libro de Pierre Clastres que se propuso traducir y publicar a mediados de los setenta. Como muchas de sus novelas y cuentos, es una historia marcada por la casualidad, y por lo que, en ocasiones difusamente, llamamos destino. De Pierre Clastres se public recientemente en Chile el libro La sociedad contra el estado, en una excelente traduccin de Ana Pizarro (Editorial Hueders, 2010).

Esta es una de las historias ms tristes que conozco. Si no fuera por un pequeo milagro que sucedi veinte aos despus de lo acontecido, no creo que hubiera podido reunir fuerzas para contarla.

Comienza en 1972. Yo viva en Pars en aquella poca, y debido a mi amistad con el poeta Jacques Dupin (cuyo trabajo yo haba traducido), era un fiel lector de Lphmre, una revista literaria financiada por la Galera Maeght. Jacques era miembro del comit editorial, junto a Yves Bonnefoy, Andr du Bouchet, Michel Leiris, y, hasta su muerte en 1970, Paul Celan. La revista sala cuatro veces al ao, y con un grupo como ese responsable de su contenido, lo que se publicaba en Lphmre era siempre de la ms alta calidad.

El nmero veinte y final de la revista apareci en la primavera, y entre las contribuciones habituales de poetas y escritores bien conocidos, haba un ensayo escrito por un antroplogo llamado Pierre Clastres titulado De lUn sans le multiple (Del uno sin lo mltiple). De tan slo siete pginas, provoc una inmediata y duradera impresin en m. No slo era ese trabajo inteligente, provocativo, y muy bien argumentado, sino que tambin estaba bellamente escrito. La prosa de Clastres pareca combinar el temperamento del poeta con la profundidad del filsofo, y yo estaba conmovido por su franqueza y humanidad, y por su total falta de pretensin. Gracias a la fuerza de esas siete pginas, sent que haba descubierto a un escritor cuyo trabajo seguira atentamente por largo tiempo.

Cuando le pregunt a Jacques quin era esta persona, me dijo que Clastres haba estudiado con Claude Lvi-Strauss, que todava no cumpla cuarenta aos, y que era considerado el ms prometedor miembro de la nueva generacin de antroplogos de Francia. Haba hecho trabajo de campo en las selvas de Amrica del Sur, viviendo entre las tribus primitivas de Paraguay y Venezuela, y un libro suyo sobre esas experiencias estaba a punto de ser publicado. Cuando Chronique des indiens Guayaki apareci poco tiempo despus, fui y de inmediato me compr un ejemplar.

Es, creo, casi imposible no amar ese libro. El cuidado y la paciencia con los que est escrito, la penetracin de sus obervaciones, su humor, su rigor intelectual, su compasin, todas estas cualidades se refuerzan mutuamente y hacen de l un importante y memorable trabajo. La Crnica no es un rido estudio acadmico sobre la vida entre los salvajes, ni un informe sobre un mundo extrao en el que el informante niega dar cuenta de su presencia en l. Es la verdadera historia de las experiencias de un hombre, y las preguntas que formula son las ms esenciales: cmo se traspasa la informacin a un antroplogo?; qu tipo de transacciones toman lugar entre una cultura y otra?; bajo qu circunstancias se deben mantener los secretos? Al delinear los contornos de esta civilizacin desconocida para nosotros, Clastres escribe con la destreza de un buen novelista. Su atencin al detalle es escrupulosa y exacta; su habilidad para sintetizar sus pensamientos en audaces y coherentes argumentos deja a menudo sin habla. Es uno de esos raros acadmicos que no duda escribir en primera persona, y el resultado es no slo un retrato de la gente que estudia, sino un retrato de s mismo.

Volv a vivir en Nueva York en el verano de 1974, y por muchos aos trat de ganarme la vida como traductor. Era una difcil tarea, y la mayor parte del tiempo apenas poda mantenerme a flote. Debido a que tena que trabajar en cualquier cosa disponible, muchas veces me vi aceptando proyectos para traducir libros que tenan poco o ningn valor. Pero yo quera traducir buenos libros, involucrarme en proyectos que fueran significativos, que fueran ms que una manera de alimentarme. Crnica de los indios Guayaki figuraba primero en mi lista, y una y otra vez se lo propuse a las muchas editoriales norteamericanas para las que trabaj. Despus de muchas negativas, finalmente pude dar con alguien que estaba interesado. No puedo recordar exactamente cundo sucedi. A fines de 1975 o principios de 1976, creo, pero puedo equivocarme por seis meses, o algo as. En todo caso, la editorial era nueva, recin comenzaba, y todo indicaba que el proyecto llegara a buen fin. Tenan excelentes editores, contratos para publicar una serie de libros notables, y ganas de tomar riesgos. Poco antes de esto, Clastres y yo habamos empezado a intercambiar cartas, y cuando le escrib contndole la noticia, estaba tan encantado como yo.

Traducir la Crnica fue una experiencia absolutamente feliz para m, y despus de que mi trabajo estaba listo, mi apego por el libro era ms grande que nunca. Le entregu el manuscrito al editor, la traduccin fue aprobada, y luego de eso, cuando todo pareca haber llegado a un feliz trmino, comenzaron los problemas.

Pareca ser que la editorial no era tan solvente como se deca. Peor aun, el editor mismo era bastante menos honesto con el manejo del dinero de lo que aparentaba. S que esto es cierto porque el financiamiento que supuestamente pagara mi trabajo provena de una beca que ellos se haban adjudicado gracias al CNRS (el Centro Nacional para la Investigacin Cientfica de Francia), pero cuando pregunt por mi dinero, el editor mascull excusas y me prometi que me lo dara pronto. La nica explicacin para esto es que l ya se lo haba gastado en otra cosa.

Yo era tremendamente pobre en esa poca, y esperar a que me pagaran era simplemente imposible para m. Se trataba de comer o no comer, de pagar el arriendo o no pagarlo. Llam al editor todos los das durante las siguientes semanas, pero l segua dndome excusas. Al final, sin poder esperar ms, fui a su oficina y le exig que me pagara ah mismo. Empez a darme otra excusa, pero esta vez me puse firme y le dije que no me ira hasta que me diera un cheque firmado a mi nombre por el total de lo que me deba. No creo haber llegado a amenazarlo, pero pude haberlo hecho. Estaba furioso, y recuerdo haber pensado que, si todo fallaba, le dara un golpe. No llegu a eso, pero lo arrincon, y en ese momento pude notar que le estaba dando miedo. Finalmente entendi que lo mo era en serio. Y ah mismo abri un cajn de su escritorio, sac su chequera, y me dio el dinero.

Mirndolo con la perspectiva de los aos, considero aquel momento uno de los ms bajos y deprimentes captulos en mi carrera como ser humano, y no estoy para nada orgulloso de cmo actu. Pero yo estaba en la bancarrota, haba hecho mi trabajo, y mereca que me pagaran. Para demostrar cun difcil era todo para m en ese entonces, mencionar un solo hecho terrible: nunca hice una copia del manuscrito. No poda siquiera pagar una fotocopia de la traduccin, y como supona que se encontraba en buenas manos, el nico ejemplar en el mundo era mi original mecanografado que se encontraba en la oficina de un editor. Este hecho, este estpido descuido, esta precaria forma de hacer las cosas, me perseguira aos despus. Era enteramente mi culpa, y aquello transform la mala suerte en un completo desastre.

Pero, por ahora, pareca que todo iba bien. Una vez que el desagradable episodio del dinero se solucion, el editor se comport como si tuviera toda la intencin de publicar el libro. El manuscrito fue enviado al cajista, correg las pruebas y se las devolv al editor, nuevamente sin hacer una copia. No pareca importante, despus de todo, porque la produccin estaba muy avanzada ahora. El libro haba sido anunciado en el catlogo, y la publicacin se fij para el invierno de 1977-78.

Luego, tan slo meses antes de que la Crnica de los indios Guayaki iba supuestamente a aparecer, lleg la noticia de que Pierre Clastres haba muerto en un accidente automovilstico. De acuerdo a lo que me dijeron, estaba manejando en algn lugar montaoso de Francia, cuando perdi el control del manubrio y su auto se desbarranc. Nunca nos conocimos. Dado que l slo tena cuarenta y tres aos cuando muri, supuse que habra muchas oportunidades para que eso ocurriera en el futuro. Nos habamos escrito una serie de cartas, nos volvimos amigos a travs de nuestra correspondencia, y esperbamos que llegara el da en que nos pudiramos sentar a conversar. La extraeza e imprevisibilidad del universo hizo que aquello nunca ocurriera. Incluso hoy, pasados todos estos aos, lo siento como una gran prdida.

1978 pas, y la Crnica de los indios Guayaki no apareci. Otro ao pas, y luego otro ms, y el libro no sala.

En 1981, la editorial estaba dando sus ltimos respiros. El editor con el que trat al principio haca tiempo que no trabajaba ah, y me fue muy difcil conseguir ms informacin. Ese ao, o quizs al ao siguiente (todo se borra en mis recuerdos ahora), la editorial finalmente desapareci. Alguien me llam para decirme que los derechos del libro haban sido vendidos a otro editor. Llam a ese editor, y me dijo que s, que tenan planeado publicar el libro. Otro ao pas, y nada. Llam de nuevo, y la persona con la que me comuniqu el ao anterior ya no trabajaba ah. Habl con alguien ms, y esa persona me dijo que la editorial no tena planes de publicar la Crnica de los indios Guayaki. Ped que me devolvieran el manuscrito, pero nadie pudo encontrarlo. Nadie haba siquiera odo hablar de l. Era, en realidad, como si la traduccin jams hubiese existido.

Durante los siguientes doce aos, as es como se mantuvieron las cosas. Pierre Clastres estaba muerto, mi traduccin haba desaparecido, y todo el proyecto haba ido a dar al pozo del olvido. El verano recin pasado (1996), termin de escribir un libro titulado Hand to Mouth, un ensayo autobiogrfico sobre el dinero. Haba pensado incluir esta historia en ese libro (por la imposibilidad monetaria de hacer una copia del manuscrito, por la escena acontecida en la oficina del editor), pero cuando lleg el momento de contarla, perd mi nimo y no pude poner las palabras en el papel. Todo era muy triste, y no encontr motivo ni propsito para contar tan lbrega y miserable saga.

Entonces, luego de dos o tres meses de haber finalizado mi libro, sucedi algo extraordinario. Ms o menos un ao antes, haba aceptado una invitacin para ir a San Francisco a participar en el City Arts and Lecture Series en el Teatro Herbst. El evento estaba programado para octubre de 1996, y cuando lleg la hora de ir, me sub a un avin y vol a San Francisco tal como lo haba prometido. Despus de que mi labor en el escenario termin, tena que sentarme en el vestbulo y firmar ejemplares de mis libros. El Herbst es un teatro grande con muchos asientos, y la fila en el vestbulo era bastante larga. Entre todas aquellas personas que esperaban por el dudoso privilegio de tener mi nombre escrito por m en sus ejemplares de mis novelas, haba alguien a quien reconoc, un hombre joven que haba conocido antes, el amigo de un amigo. Este muchacho era un apasionado coleccionista de libros, un sabueso que buscaba primeras ediciones y libros raros, fuera de circulacin, una especie de detective bibliogrfico que no dudaba en pasarse una tarde entera en un polvoriento stano examinando el contenido de cajas de libros olvidados con la esperanza de encontrar un pequeo tesoro. Se sonri, me dio la mano, y luego me tendi unas pruebas de imprenta encuadernadas. Tenan un papel rojo a manera de cubierta, y hasta ese instante, nunca las haba visto. Qu es esto?, me dijo. Nunca escuch hablar de estas pginas. Y ah estaban, de pronto y sin aviso, en mis manos: las pruebas sin corregir de mi traduccin largo tiempo perdida. En el gran esquema del universo, esto probablemente no fue nada significativo. Para m, sin embargo, en mi propio y pequeo esquema del universo, esto era abrumador. Mis manos comenzaron a temblar al sostener el libro. Estaba tan aturdido, tan confundido, que apenas poda hablar.

Las pruebas haban sido encontradas en un bal de remanentes en una librera de viejo, y el joven haba pagado cinco dlares por ellas. Al mirarlas, me di cuenta, con cierta desalentadora fascinacin, que la fecha de publicacin anunciada en la portadilla era abril de 1981. Para una traduccin que haba sido completada en 1976 1977, era, de verdad, una larga y agonizante espera.

Si Pierre Clastres estuviera vivo, el descubrimiento de ese libro perdido hubiera sido un perfecto final feliz. Pero no est vivo, y la breve oleada de alegra e incredulidad que experiment en el atrio del Teatro Herbst se ha transformado en un profundo dolor. Qu terrible que el mundo nos juegue estas malas pasadas. Qu terrible que una persona que tena tanto que ofrecer muriera tan joven.

Aqu est, pues, mi traduccin del libro de Pierre Clastres, Crnica de los indios Guayaki. No importa que el mundo que describe se haya desvanecido hace tiempo, que el pequeo grupo de personas con las que el autor vivi en 1963 y 1964 haya desaparecido de la faz de la tierra. No importa que el autor haya desaparecido tambin. El libro que l escribi todava est con nosotros, y el hecho de que t lo tengas en tus manos, querido lector, no es sino una victoria, un pequeo triunfo contra las apabullantes trampas del destino. Al menos de eso podemos estar agradecidos. Al menos tenemos el consuelo de pensar que el libro de Pierre Clastres ha sobrevivido.

1997